martes, 10 de marzo de 2020

Historia de la patata frita que cruzó la alfombra roja. Una patata de cine.

Las ventas de la marca coruñesa Bonilla a la Vista se han disparado en España tras el Oscar de 'Parásitos', pero los consumidores gourmet de Corea del Sur se disputan el producto desde 2016


SILVIA R. PONTEVEDRA Arteixo 27 FEB 2020 -

Hay una imagen que expresa el delirio que sembraron las patatas fritas Bonilla a la Vista cuando arribaron a Corea del Sur, en abril de 2016. Como en una escena de racionamiento en guerra, una hilera de mujeres hacen cola en la caja de los grandes almacenes Hyundai en Seúl, y cada una lleva dos latas de 500 gramos de la marca gallega de aperitivos. La fila avanza disciplinadamente con la esperanza de pagar por fin y llevarse el cotizado producto a casa. El primer barco cargado con esta mercancía acababa de llegar al país tras 42 días de navegación y el atraque había sido retransmitido por la tele. No había envases suficientes para satisfacer tanta expectación creada por los distribuidores coreanos que las habían descubierto en un viaje a España, así que el supermercado improvisó una norma: cada cliente podía llevarse dos latas. Solo dos. En un par de horas se agotaron. Cuando le tocó su turno, una señora con un niño en brazos hizo valer los derechos del menor. "Dos personas, cuatro latas", reivindicó aupando al pequeño.

La anécdota la cuenta con la energía de los tiempos en que repartía las patatas por los bares en su Guzzi roja el dueño de la fábrica. César Bonilla, de 87 años, hijo de Salvador Bonilla, que fundó la marca (de churros y patatas) meses antes de nacer el crío, en 1932, va dando saltos en su relato sin perder casi nunca el hilo. Habla de la primera churrería en Ferrol; del hotel que abrieron luego y fracasó; del día en plena postguerra en que tuvieron que marchar de su ciudad de origen "con una mano delante y otra detrás". De cómo empezaron de nuevo en A Coruña, donde ahora tienen seis churrerías; de las noches que pasaba solo cortando finas láminas de tubérculo; de las tortillas que a la mañana siguiente preparaba su madre con los extremos que no daban para hacer patatas fritas; del día en que un empresario le encargó 100.000 bolsas para la visita de Juan Pablo II en 1989 y luego le devolvió sin contemplaciones las 40.000 que no había vendido.

Bonilla relata con todo lujo de detalles cómo un día una emigrante enamorada de sus productos le pidió que le montase una churrería en Venezuela y allá se fue para instalarle unas máquinas. Habla también de las veces que ha rechazado convertir su marca en franquicia, porque "la calidad exige un control y esto se complica en la distancia" y de cómo un grupo de Corea del Sur quiso replicar allá la fórmula de las churrerías coruñesas. Lo deseaban con tanto ahínco que "ya tenían elegido un local", pero el gallego se mantuvo firme y ese barco jamás zarpó.

Una trabajadora de Bonilla a la Vista empaqueta latas de patatas en la factoría de Arteixo (A Coruña).

Una trabajadora de Bonilla a la Vista empaqueta latas de patatas en la factoría de Arteixo (A Coruña). Ó.C.

Hoy, este amante del mar (excampeón de pesca submarina que ha tenido varios veleros y ahora navega en barco a motor) sigue capitaneando la nave industrial que fundó en Arteixo (A Coruña) en 1988, sin la bendición de su padre, para retomar la fabricación de patatas que este había abandonado tres décadas antes porque prefería centrarse en el chocolate con churros. Allí, César Bonilla recibe excursiones escolares y últimamente decenas de reporteros que han picado el cebo de una publicidad no buscada. Hoy le ha visitado incluso un equipo que quiere rodar un documental.

En la madrugada de los Oscar, el turno que entra a las cuatro para producir 23.000 churros para la hostelería ya estaba friendo la masa cuando supo que la triunfadora había sido la coreana 'Parásitos'. En la película, como glamuroso aperitivo de una familia adinerada, se ve la inconfundible lata blanca de patatas con el velero azul sobre un mar ondulado y la tipografía de la marca. "Bonilla a la vista" era la proclama que repetía Salvador, cabo de maniobras en el puerto de Ferrol, cuando desde el barco, en la noche, le preguntaban "¿quién va?". Lo de envasar en lata fue, sin embargo, un empeño del hijo cuando montó la fábrica, porque así (aunque en formato cuadrado y retornable) las transportaba de joven a los bares para que no se rompieran con el traqueteo de la moto.

https://elpais.com/economia/2020/02/26/actualidad/1582747058_120007.html

lunes, 9 de marzo de 2020

¿Pueden sufrir?

Afortunadamente, se detectan cambios en las pautas de consumo. Los 'millennials' se involucran más en el impacto medioambiental, el origen de los alimentos o el bienestar animal

En una reunión de amigos, me tocó escuchar el discurso de Joaquin Phoenix en la ceremonia de los Oscar. Algunas reacciones fueron inmediatas: “Quería ver Joker, pero este tío me ha quitado las ganas”, “Menuda tontería, dijo otro, todos los mamíferos se destetan, incluidos los humanos”. Me sorprendió la actitud inicial de rechazo ante un hecho cada vez más difundido por los medios: el trato infligido a los animales, no solo en fiestas y rituales basados en su muerte, sino también en las granjas de producción intensivas donde padecen hasta la extenuación antes de ser convertidos en productos de consumo. Amén de actos de barbarie, como el triturado de pollitos machos vivos o incluso en granjas artesanales, con la ceba del hígado de ocas y patos para el foie gras.

El comentario del actor oscarizado iba más allá de la mera denuncia informativa. Al describir en detalle la génesis de la leche que tomamos con el café y los cereales por las mañanas —el ciclo continuo de inseminación, parto y separación traumática de vacas y terneros—, colocaba a la audiencia ante una incómoda cuestión: el vínculo entre la satisfacción de nuestras necesidades, cuando no de simples deseos y placeres, y el sufrimiento animal. Cuestión señalada en los años setenta por el controvertido filósofo Peter Singer en Liberación animal y de difícil encaje en una sociedad que celebra las artes y la belleza, y da hipócritamente la espalda a lo que Alain Daniélou llamó el “horror discreto del matadero”.

No solo es esto. Más allá del impacto sobre el medioambiente, la ética en el trato a los animales o los condicionamientos económicos, existe un factor que no puede ser ignorado: la dimensión cuantitativa de fenómenos como el consumo de carne. Según un informe de Foro Económico Mundial, 1.500 millones de cerdos son sacrificados anualmente. Con los pollos la cifra asciende a 50.000 millones. Mientras que en los últimos 50 años el número de personas en el planeta se ha duplicado, la cantidad de carne que consumimos se ha multiplicado por tres. El problema se agrava.

Afortunadamente se detectan cambios en las pautas de consumo de los millennials —es un tema intergeneracional— al ser por lo general más receptivos a consideraciones como el impacto medioambiental, el origen de los alimentos o el bienestar animal. Los intereses económicos actuarán en contra. Para ellos lo mejor es un mundo animal en extinción o masacrado como hoy, reducido a protagonistas simpáticos de películas de animación. Urge en este campo una revolución cultural. Un cambio de usos alimentarios, en línea con las inquietudes del utilitarista Jeremy Bentham, quien hace 200 años se preguntaba: “La cuestión no es ¿pueden razonar?, ni ¿pueden hablar? sino ¿pueden sufrir?”.

https://elpais.com/elpais/2020/02/25/opinion/1582638258_090920.html

domingo, 8 de marzo de 2020

Sobre el pañal, los castigos o el beso en la boca: diez dudas sobre la crianza que persiguen a los padres. Paciencia, mucho amor y estos trucos te ayudarán a educar a tu bebé. Toma nota.

CRISTINA BISBAL DELGADO
30 ENE 2020 -

 Hay dos cosas que no se olvidan de tener hijos. Una es el momento en el que ves la cara del bebé recién llegado al mundo, la otra es cómo los padres, suegros, tíos y hasta los dependientes del súper parecen competir por señalar "evidentes" fallos en la crianza. Por supuesto, siempre añaden consejos infalibles. Al final, lo único evidente es que comparten las mismas dudas que se repiten en todos los padres, y que han cometido tantos errores como cualquiera. No hay que menospreciar sus consejos pero, ¿por qué no darle voz a los expertos para resolver las dudas más comunes?

¿Es bueno dormir a los bebés en brazos?
 Sentir su pequeño cuerpo junto al tuyo, disfrutar de cómo se va dejando vencer por el sueño... Dormir a un bebé en brazos puede aportar una gran serenidad, tanto a la criatura como a sus padres, pero hay quien piensa que es una mala costumbre. Armando Bastida, enfermero pediátrico y coordinador de la web Criar con Sentido Común, asegura que no es malo si hablamos de bebés. "Dormir es desconectar del mundo y eso puede resultar peligroso para cualquier persona. Los adultos cerramos la puerta de casa con llave, los bebés necesitan olernos y sentirnos porque así es como se sienten seguros". Pedro Molino, tutor y encargado de padres de Infantil en la Universidad de Padres, tiene claro que a esa edad las caricias y el contacto de la piel son una necesidad, pero se puede ayudar a dormir sin necesidad de usar los brazos: "La ciencia nos ha demostrado que los bebés se desarrollan más cuando existe 'apego seguro', pero este apego no solo puede darse cuando les dormimos en nuestros brazos, sino también cuando les enseñamos a dormirse en su cunita, de forma tranquila, con pequeñas rutinas diarias, con palmaditas suaves, palabras cariñosas y susurros".

Si le dejo llorar, ¿le ayudo a ser independiente?
Pocas cosas producen tanta angustia como el penetrante llanto de un bebé. De hecho, se dice que es especialmente molesto porque eso favorece que los adultos atiendan la demanda. Sin embargo, hay personas que defienden que a los retoños les viene bien calmarse solos, incluso que es bueno para su desarrollo. ¿Es una crueldad o es positivo empezar a 'curtirse' en la cuna? Para Bastida, la respuesta es clara: "Por supuesto, cuando un bebé llora hay que atenderlo porque está pidiéndonos el apoyo, la solución, la calma que por sí mismo no es capaz de encontrar". Molino sugiere que le atendamos al instante, pero matiza que "no siempre es necesario tomarle en brazos. Sí acariciarle, susurrarle, hablarle, darle seguridad y ternura".

¿Cómo saber cuándo hay que quitarle el pañal?
"Pues aquí se viene sin pañal". Es una frase que, formulada de una u otra forma, todos los padres escuchan cuando visitan colegios en los que escolarizar a sus hijos con 3 años. Entonces comienzan los agobios y, lo que es peor, las comparaciones. Porque sí, hay niños para quienes este importante cambio es un paseo y otros que requieren un servicio extraordinario de lavandería. La clave para que el proceso sea fácil es tener paciencia y esperar al momento adecuado.

Lucía Galán Bertrand, autora del blog Lucía mi pediatra, explica que "quitar el pañal no solo depende de la edad sino también del nivel de desarrollo psicomotor del niño. La mayoría suelen conseguirlo alrededor de los dos años, pero hay niños que tardan más y eso no significa que tengan un problema. Tenemos que enseñar a nuestro hijo a reconocer las distintas partes de su cuerpo y lo que ocurre con ellas, por eso hay que familiarizarle con términos como pipí, caca, váter, orinal. Le ayudaremos a tener consciencia de sus necesidades, a identificar si tiene ganas de ir al baño. También es importante enseñarles la diferencia entre estar limpio y seco o sucio y mojado. Por supuesto, nunca hay que reñirle si se ha hecho pipí o caca encima sin avisar".

Quitarle el chupete es un drama... ¿Cómo lo hago?
Es una duda más importante de lo que parece, ya que hacerlo demasiado tarde puede acarrear problemas. En primer lugar, dejarle disfrutar del bendito instrumento demasiado tiempo puede interferir en el desarrollo dental, incluso provocar malformaciones. Por otra parte, cumplir el objetivo se complica considerablemente cuando los niños se encariñan demasiado con esta válvula de escape. A partir de los dos años habría que quitar el chupete sin falta, según opina Galán Bertrand: "En la revisión de los 15 meses les digo a los papás que intenten no sacar el chupete de casa. Aunque parezca mentira muchos niños se 'enganchan' a esas edades tardías. Y en la de los 18 meses ha llegado el momento de decirle adiós".

¿Es perjudicial besarles en la boca?
En muchas familias es habitual dar un beso en los labios a los niños, en lugar de en las mejillas. Es una forma más de manifestar cariño y, por mucho que las familias puedan tener posturas encontradas respecto a esta costumbre, no pasa de ser una decisión que debe tomar cada una. El único límite es el sentido común. "Ante catarros, mocos, toses o lesiones en labios, tipo herpes, lo evitaremos. Las razones son obvias, ¿no?", dice la pediatra Lucía Galán.

¿Es mejor llevarles a la guardería o dejarles en casa?
Aunque esta disyuntiva no existe para la mayoría de los padres que trabajan, todos le dan vueltas a la pregunta en algún momento, especialmente porque sufren cuando dejan a sus bebés en la guardería los primeros días del curso. Y con razón. Bastida asegura que "donde mejor atendido va a estar un bebé, un niño o niña, es en casa. Si además tenemos en cuenta que quien le cuida y educa es su madre o padre, no hay comparativa posible. Por otro lado, existe la creencia de que cuanto antes empiecen a aprender contenidos y antes socialicen, mejor, pero es peor".

Si no van a la 'guarde', ¿cómo aprenden a socializar?
"Los niños menores de tres años apenas interactúan con otros niños, y la guardería es un invento reciente. Los niños han socializado siempre entre su familia y vecinos, con adultos y niños de distintas edades. Separarlos de la familia y la sociedad para ponerlos con otros siete bebés que no hablan no parece el mejor método para socializar a nadie", tranquiliza Carlos González. Bastida añade que "lo que necesitan en los primeros años es sentar las bases del mundo emocional y de la relación con las personas de confianza. Cuando eso esté construido es cuando tiene sentido empezar a relacionarse con otras personas y niños".

¿Obligarles a comer lo que no les gusta es inevitable?
Con algunos niños, el momento de las comidas es un auténtico drama del que nadie sale indemne. Pero la lucha libre no es el mejor método de cumplir el objetivo. Carlos Casabona, pediatra y autor del libro y la web Tú Eliges lo que Comes, comenta: "Hay que pactar con ellos qué platos les gustan, dentro de un conjunto de comidas saludables, para evitar estos problemas en casa. En el comedor escolar, evidentemente, como no hay opciones para elegir, si el niño tiene bastante hambre y la presentación del plato es la adecuada (a veces está frío o se sirve en bandejas de aluminio) será más fácil que lo acepte. Lo que nunca hay que hacer es obligarle a acabarlo o tan siquiera comenzarlo si es algo que detesta". Queda claro: educarles sí, obligarles, no.

"Si no les gusta la verdura, no hay que ofrecérsela de manera insistente diciendo que tiene vitaminas o que es importante para las defensas", dice Casabona. El método es mucho más sencillo: "Si el niño observa cada día que los padres comen verduras, a la larga lo verá normal y acabará comiéndolas, sobre todo si esto se hace desde los seis meses de vida". Los niños imitan lo que ven, tanto lo bueno como lo malo.

¿Es útil recurrir al castigo para "enderezarlos'?
Ante una mala acción o actitud es difícil no caer en la tentación del castigo ejemplar que, generalmente, es excesivo cuando lo contemplamos desde la distancia. No parece que sea una buena idea, a juzgar por los consejos de Alba Castellvi, socióloga, educadora, coach familiar y autora del libro Educar sin gritar: "Los niños deben aprender que lo que hacen tiene consecuencias, y los padres debemos dejar que se enfrenten a ellas. Debe haber consecuencias lógicas, no arbitrarias, que se desprendan de sus acciones. Por ejemplo, si tiran la comida al suelo, se acaba la comida. Si no piden bien las cosas, no se les dan". Por algo las orejas de burro y los brazos en cruz son una moda punitiva amortizada hace tiempo...

¿Y cómo se desactivan las rabietas?
Es una de las situaciones más incómodas: el niño se tira al suelo en medio del supermercado, gritando y pataleando porque no van a caer las galletas de dinosaurios, rodeado de padres que parecen no haber sufrido algo así nunca (¡mentira!). Es un pulso a la paciencia que parece fácil de ganar desde fuera pero complicadísimo cuando uno forma parte de la situación. No es que sea un consuelo, pero lo cierto es que se trata de una etapa por la que pasan todos los niños, "con especial intensidad, a partir de los dos años", según Pedro Molino. Cuidado, puede prolongarse. Conseguir que sea una etapa limitada en el tiempo depende, en gran parte, de la actitud de los padres.

Castellvi indica que "hay niños a los que un abrazo tierno y unas palabras de consuelo pueden ayudar a calmar la ira que sienten en un momento dado. Hay otros pequeños que necesitan un espacio y un tiempo para expresar su rabia. En este segundo caso, acabamos con las rabietas empleando dos estrategias. La primera, convertirlas en inútiles. La segunda, e igual de importante, no alimentarlas con nuestra atención".

https://elpais.com/elpais/2020/01/30/buenavida/1580395724_497501.html?rel=str_articulo#1582313763739

sábado, 7 de marzo de 2020

_- Auschwitz, el Papa y “la memoria como deber”

_- En la entrada anterior (aquí) critiqué el silencio de buena parte del progresismo argentino con respecto al amparo que dieron el Estado y los gobiernos argentinos a criminales de guerra nazi. En esta nota trato otra forma de este hipócrita silencio: el referido a lo que hizo el Vaticano en los 1930 y 1940. El disparador de este recordatorio es la reciente declaración del papa Francisco: “Ante esta enorme tragedia, esta atrocidad (se refiere al genocidio, a Auscwitz), no es admisible la indiferencia y es un deber la memoria”.

Pues bien, el deber de la memoria “bien entendido” debe incluir lo que hizo el Vaticano frente a los nazis y sus crímenes. Una cuestión sobre la que “el mayor líder moral mundial” (palabras del presidente Fernández referidas a Francisco) no parece darnos muchas pistas. A los efectos entonces de proporcionar a los lectores elementos de juicio, en lo que sigue transcribo pasajes del libro de John Cornwell El Papa de Hitler. La verdadera historia de Pío XII (Espaebook.com, 2014); a lo que agrego luego un texto de Antoni Domenech.

Recordemos que Eugenio Pacelli, (1876-1958) fue nuncio en Alemania entre 1917 y 1929, en 1930 fue nombrado cardenal secretario de Estado (del Vaticano), y en 1939 sucedió a Pío XI en el papado, como Pío XII. En 2009 Benedicto XVI lo nombró “venerable”. Hasta el día de hoy el Vaticano no abrió los archivos referidos a su papado; se ha anunciado que se abrirán en marzo de este año.

El concordato de 1933
Siendo cardenal secretario de Estado, Pacelli firmó, en 1933, un concordato con la Alemania hitleriana. Escribe Cornwell: “El tratado autorizaba al papado a imponer el nuevo Código (de Derecho Canónico) a los católicos alemanes, y garantizaba privilegios a las escuelas católicas y al clero. A cambio, la Iglesia católica alemana, su partido político parlamentario y sus cientos y cientos de asociaciones y periódicos se comprometieron ‘voluntariamente’, impulsados por Pacelli, a no inmiscuirse en la actividad política y social”. Cornwell señala que esta abdicación del catolicismo alemán en 1933, negociada e impuesta desde el Vaticano por Pacelli, con el respaldo de Pío XI, permitió que el nazismo pudiera asentarse sin encontrar oposición de la más poderosa comunidad católica del mundo. En la reunión de gabinete del 14 de julio Hitler afirmó que el concordato había creado una atmósfera de confianza que sería “de especial trascendencia en la urgente lucha contra la judería internacional”. Cornwell observa que “la sensación de que el Vaticano respaldaba al nazismo contribuyó en Alemania y en el extranjero a sellar el destino de Europa”.

La tradición del antisemitismo católico
Cornwell contextualiza el Concordato de 1933 en la larga tradición antisemita de la Iglesia católica. Una tradición que indujo a los dignatarios de la Iglesia católica “a mirar hacia otro lado cuando en Alemania se desató el antisemitismo nazi”. Como botón de muestra del discurso imperante en la Iglesia, cita “Civilta Cattolica” cuando afirmaba (1890-1) que los judíos habían instigado con astucia la Revolución francesa, y que desde entonces “iban ocupando posiciones claves en la mayoría de las economías europeas con el objetivo de controlarlas y establecer ‘virulentas campañas contra la cristiandad’. Los judíos constituían una raza maldita; eran ‘un pueblo holgazán, que no trabaja ni produce nada, que vive del sudor de los demás”. Por eso se pedía “la segregación de la comunidad judía del resto de la población”. Este texto aparecía en la principal revista de los jesuitas, gozaba de la protección papal, y era parte del alimento espiritual del futuro Pío XII. “Tales prejuicios contribuían a la expansión de las teorías racistas que culminarían con el furioso asalto a la razón y el holocausto judío por parte de los nazis en la segunda guerra mundial”.

Entre las ideas establecidas destacamos la que decía que los judíos eran responsables de sus propias desdichas (por “obstinación”, esto es, por negarse a la conversión. En cuanto a la segregación, en la misma Roma, bajo gobierno papal, existió durante largo tiempo un gueto judío. Lo dispuso el papa Paulo IV en 1555, y se abolió recién en 1870, cuando fueron derrotados los Estados Pontificios. Los judíos estaban obligados a vivir en el gueto, y no podían ser titulares de propiedad alguna.

Enfatizamos que si bien el catolicismo no había desarrollado la idea de perseguir a los judíos sobre la base de la ideología racista hitleriana, “aparecía ligado al nacionalismo de derechas, corporativismo y fascismo, que practicaba el antisemitismo por motivos raciales” (Cornwell).

Aplastar movimientos liberadores y al socialismo
Un aspecto que destaca Cornwell es que si bien la Iglesia católica discrepaba en muchos puntos con los nazis, tenía como prioridad la lucha contra el socialismo y los movimientos democráticos. Escribe: “por mucho que le disgustara (a Pacelli) el explícito racismo de los nacionalsocialistas, temía mucho más al comunismo y a lo que en el Vaticano comenzó a denominarse el triángulo rojo: la Rusia soviética, México y España”. La amenaza del comunismo, pero también de democracias (burguesas) más o menos avanzadas, era considerada mucho más grave que la nazi. Por eso el Vaticano se opuso a cualquier alianza de católicos con socialistas para enfrentar al nazismo.

Domenech sobre la relación del Vaticano con nazis y fascistas
En El eclipse de la fraternidad. Una revisión republicana de la tradición socialista (Madrid, Akal, 2019), de Antoni Domenech, leemos:

“El 8 de junio de 1933 (solo un mes y seis días después de que todos los dirigentes socialdemócratas y comunistas, y todos los cuadros sindicales que quedaban en Alemania fueran arrestados y recluidos por las SS y las SA en campos de concentración… aprobados ya, por supuesto, los primeros decretos antisemitas y de ‘arianización’ de la pequeña empresa; atraídas la prensa y la radio privadas a la voraz órbita del Ministerio de Propaganda del doctor Goebbels), en una pastoral conjunta de todos los obispos de las diócesis católicas alemanas, se declaraba solemnemente:

‘Nuestra época se caracteriza, además, por un superior amor a la patria y al pueblo, por una profunda afirmación de la autoridad y de la exigencia irrefrenable de que los individuos y corporaciones se integren en el organismo del Estado. Para ello arranca del principio básico del derecho natural, según el cual ninguna entidad colectiva puede prosperar sin autoridad, y únicamente la voluntariosa inserción en el pueblo y la sumisión obediente a la dirección legítima pueden garantizar la recuperación de la fuerza y grandezas populares… Justamente en el seno de nuestra Santa Iglesia católica el valor y el significado de la autoridad cobran muy especial vigencia, a la vez que han conducido a esa solidez maciza, sin fisuras, y a esa victoriosa capacidad de resistencia que incluso nuestros adversarios admiran. Por eso a nosotros, católicos, no nos resulta difícil hacer honor a esta nueva y fuerte reafirmación de la autoridad en la vida política alemana y someternos a ella con aquella disposición voluntariosa que no es solo una virtud natural, sino también una virtud sobrenatural, por cuanto que en toda autoridad buscamos el reflejo del poder divino y descubrimos una participación en la eterna autoridad de Dios” (pp. 465-6).

Pocas veces ha quedado tan nítidamente definido el rol profundamente conservador y retrógrado de la religión en un texto emanado de la propia religión’. En este punto recordemos también (lo menciona Cornwell) que cuando, en 1945, se conoció la muerte de Hitler, el cardenal arzobispo de Berlín ordenó a los párrocos de su arquidiocesis celebrar un Requiem en memoria del Führer y los miembros de la Werhmacht “que han caído por nuestra patria alemana”.

Domenech también señala que el papa Pío XI decía que Mussolini era el hombre “que la Providencia nos ha enviado”. Que el cardenal Vannutelli, decano del Sacro Colegio, consideró al Duce “el elegido para salvar a la nación y devolverle la felicidad”. Que cuando las tropas de Mussolini estaban devastando a Etiopía, en 1936, el arzobispo de Milán las bendijo diciendo que “la bandera italiana lleva en triunfo la cruz de Cristo”. Naturalmente, la Iglesia católica también apoyó el levantamiento franquista contra la República española; Pío XII otorgó a Franco la mayor condecoración vaticana, la Suprema Orden de Cristo. Domenech también describe el rol brutalmente reaccionario del gobierno presidido por monseñor Ignaz Seipel (del partido Socialcristiano) en Austria. Seipel protegía y apoyaba a la Heimwehr, los escuadrones de tipo fascista, empeñados en atacar y destruir al movimiento obrero socialdemócrata.

Avances del nazismo y silencio del Vaticano
Cornwell constata que, a pesar de que clérigos y muchos católicos alemanes, fueron hostigados y perseguidos por los nazis, el Vaticano se mantuvo en silencio. En 1935 Hitler hizo aprobar las leyes racistas de Nuremberg, que definían la ciudadanía alemana y preparaban la vía para caracterizar el estatus judío en términos de parentesco. No hubo palabra por parte de Pacelli o el Vaticano. Ante las agresiones de los nazis a los católicos, el Vaticano publicó un documento, “Con candente preocupación”, en el que, a pesar de las quejas, no había condena del antisemitismo, ni siquiera en relación a los judíos convertidos al catolicismo. El documento fue prohibido por los nazis, pero el Vaticano no cambió su postura. También se mantuvo en silencio cuando “la noche de los cristales”, el ataque generalizado a los judíos, ocurrido el 9 de noviembre de 1938.

Croacia y el Vaticano
Un capítulo particular merece la actitud del Vaticano, y de la Iglesia católica, frente a las atrocidades cometidas por los ustachi -nacionalistas croatas- en Croacia, entre 1941 y 1945. Bajo la protección del Tercer Reich, los nacionalistas crearon un Estado croata independiente. Escribe Cornwell: “Fue una auténtica campaña de ‘limpieza étnica’… un intento de crear una Croacia católica ‘pura’ mediante conversiones forzosas, deportaciones y exterminios masivos”. Fueron víctimas dos millones de serbios ortodoxos y “un número no menor de judíos, gitanos y comunistas”. El arzobispo de Zagreb, Aloysius Stepinac apoyó al régimen (fue beatificado por Juan Pablo II en 1998, y hoy se discute su canonización). Sacerdotes franciscanos participaron activamente en las masacres. El papa Pío XII tenía información completa de lo que estaba ocurriendo, pero siguió apoyando al régimen ustachi, ya que “el peor enemigo es el bolchevismo”.

La “solución final” y el Vaticano
Leemos en el libro de Cornwell: “Cuando Pío XII comenzó a recibir información fiable acerca de la Solución Final, en la primavera de 1942, reaccionó situándose a la espera de una ocasión que le fuera propicia… Dudó hasta el 24 de diciembre cuando se refirió, al final de una larga alocución radiofónica con motivo de la Navidad, a los ‘cientos de miles que sin haber cometido ninguna falta, a veces solo a causa de su nacionalidad o raza, se ven marcados para la muerte o la extinción gradual’. Esta fue la más larga expresión con que protestó contra la Solución Final…”.

Más adelante, escribe Cornwell: “No se trata únicamente de una afirmación misérrima. El abismo entre la enormidad de la liquidación del pueblo judío y esas evasivas palabras es chocante… Había reducido los millones de condenados a ‘cientos de miles’ y excluido la palabra judío, con la restricción ‘a veces solo a causa…'”. Más abajo cita a Guenter Lewy: “Finalmente uno se inclina a concluir que el Papa y sus consejeros, influidos por una larga tradición antisemita, tan aceptada en círculos vaticanos, no contemplaban la suerte adversa de los judíos con una sensación de urgencia e indignación moral”.

También Cornwell: “Aunque públicamente repudió las teorías racistas en la segunda mitad de la década de los treinta, Pacelli se negó a apoyar las protestas del episcopado católico alemán contra el antisemitismo. Tampoco hizo ningún intento de obstaculizar el proceso de colaboración del clero católico en la certificación racial para identificar a los judíos, lo que proporcionó a los nazis informaciones esenciales para su persecución”.

Testimonio
Cuando ocurrió la redada y deportación, en 1943, por parte de los nazis de los judíos del gueto de Roma, el Vaticano tampoco alzó la voz. Cornwell recoge el testimonio de Settimia Spizzichino, la única mujer judía romana que sobrevivió a la deportación. Decía: “Volví de Auschwitz por mis propios medios. Había perdido a mi madre, dos hermanas, una sobrina y un hermano. Pío XII podía habernos prevenido acerca de lo que se avecinaba. Podíamos haber huido de Roma y habernos unido a los partisanos. Fue un instrumento en manos de los alemanes. Todo aquello ocurrió ante las mismísimas narices del Papa. Pero se trataba de un Papa antisemita, un Papa pro alemán. No asumió ni un solo riesgo. Y cuando dicen que el Papa es como Jesucristo, no dicen la verdad. No salvó un solo niño”.

El pasillo Vaticano
A lo que dice Cornwell agreguemos que al terminar la guerra miles de nazis relacionados con el Holocausto, escaparon hacia América o Medio Oriente. La vía más elegida fue el llamado Pasillo Vaticano, una red articulada de instituciones religiosas de Milán y Roma, que les daba protección, les proveía de papeles y los ayudaba a llegar a Génova, donde embarcaban. El jefe de la red era monseñor Montini, segundo en la jerarquía del Vaticano, quien después fue Pablo VI. En 2014 el Vaticano declaró beato a Montini. En 2018 fue canonizado por Francisco.

Para terminar:
Cuando Francisco visitó Auschwitz se preguntó cómo “el hombre creado a semejanza de Dios fue capaz de esto”. Una pregunta que suena bastante hipócrita a la vista de lo que históricamente hicieron el Vaticano y la Iglesia católica. Tengamos presente que, según la doctrina católica, los papas han sido declarados -desde 1870- “infalibles” en cuestiones de moral y de fe. Una infalibilidad que sería efecto “de una especial asistencia que Dios haría al pontífice romano cuando este se propone definir como definitivamente revelada una determinada doctrina”. ¿Qué fue entonces de esta infalibilidad del “vicario de Dios en la Tierra” frente a los horrores de los Auschwitz? ¿No tienen limites para el engaño, la falsificación y la hipocresía?

En cualquier caso, esta es la institución e ideología que reivindican y potencian los que van a postrarse ante “la más importante guía moral de la humanidad”. Hay en esto, por supuesto, un profundo interés de clase: mantener y reforzar la sujeción de los explotados y oprimidos, en beneficio de los poderosos. El engaño, la mentira sobre lo ocurrido, y la apelación a la “trascendencia divina” tienen ese inocultable contenido social y político. Y para eso, los papas son realmente “infalibles”.

rolandoastarita.com

P.D.: Hoy en día el Papa Francisco está dando muestras de estar muy lejos de esos comportamientos. Y su cercanía a los pobres y refugiados, le han creado oposición por parte de algunos miembros de la Iglesia.

Deseamos que las esperanzas que ha suscitado el Papa no se vean defraudadas por el bien del planeta, de todos los hombres de buena voluntad y de la Iglesia.

¿Es una revolución impensable?

El neoliberalismo consiste en la ruptura de los consensos sociales de posguerra. No está dispuesto a negociar al respecto y eso no tiene una solución electoral. Solo la imaginación, la audacia y el sueño permiten tantear y anticipar lo que por definición es siempre inesperado.

La huelga francesa contra la involución que el Presidente Macron anima, ahora en el sistema de jubilación, languidece. Llevamos más de diez semanas de protestas y necesariamente la capacidad huelguística remite. Menos paros y menos gente en las manifestaciones sindicales. Pero, ¿cómo leer este hecho? Seguramente en el gobierno, en el Elíseo y en general en el ámbito de los dominadores, eso se lee con alivio. Recuerdan lo ocurrido con anteriores protestas, la Nuit debut o el movimiento contra la reforma (involución) laboral durante la presidencia de François Hollande, y deducen que también ahora la protesta se desinfla. ¿Derrota? ¿Resignación? No quisiera tomar los deseos por realidad, pero no creo que en el Elíseo tengan motivos para tranquilizarse. ¿Pasar página y seguir con lo suyo, concentrándose, por ejemplo, en las próximas e intrascendentes elecciones municipales, cuando da la impresión de que la olla sigue cociendo a fuego lento la sustancia del descontento?

Hay menos gente en la calle, sí, pero las encuestas confirman que la oposición a la involución del sistema de pensiones, uno de los pilares del consenso social elaborado en la posguerra, no disminuye, sino aumenta. Un 67% pide un referéndum sobre la cuestión y hasta el Consejo de Estado ha criticado, “la falsa promesa de un régimen (de pensiones) universal” que vende Macron. La inusitada violencia policial que centenares de miles de ciudadanos ha sufrido u observado en directo, ha acabado siendo tematizada hasta por los medios de comunicación del establishment, mayormente controlados por la oligarquía financiera y los superricos. Se discute que es más conveniente, si el lema habitual de “Todo el mundo detesta a la policía”, u otro del tipo, “¡compañero policía, únete!” (De hecho el gobierno ha pactado un régimen de pensiones especial para los policías, por si acaso).

El dato fundamental no es que haya menos gente en las manifestaciones sindicales, sino que desde 2014, la temperatura social no ha dejado de subir en Francia. La pregunta fundamental es si el enfado de base, latente o manifiesto, acabará explotando. Si la gente que está enojada dará un paso más para convertir lo latente y pasivo en una explosión social activa y enérgica. Los sindicatos, pensados para negociar, no sirven en una situación en la que el poder no tiene nada que negociar.

Es obvio que no hay marco de negociación. El neoliberalismo consiste precisamente en la ruptura de los consensos sociales de posguerra. Y eso no tiene una solución electoral. Solo se puede cambiar por la fuerza. Desde la campaña electoral francesa del 2017 tengo claro que en el mejor de los escenarios para un cambio político institucional adverso al neoliberalismo en Francia -la hipótesis de una victoria electoral del único candidato de izquierdas, Jean-Luc Melenchon, que rozó el 20% del voto en la primera vuelta en 2017- el asunto se habría saldado con un estrepitoso fracaso. Si Melenchon hubiera intentado cambiar cosas fundamentales, aplicando su programa de transformación social y ecológica, el poder financiero, nacional e internacional, y los medios de comunicación a su servicio le habrían organizado una presión total hasta tumbarlo o convertirlo en un nuevo Alexis Tsipras, es decir obligándole a hacer todo lo contrario de aquello para lo que se le votó y desembocando en una traición pura y simple en nombre del realismo y el pragmatismo.

Entonces, ¿por la fuerza? Pero ¿Quién está dispuesto en nuestras sociedades modernas, donde casi todo el mundo tiene algo que perder, a dar la cara, a arriesgarse a ser detenido, encarcelado y juzgado por violar la ley que defiende el orden establecido y sus instituciones cuya violencia es extrema cuando se plantea su cuestionamiento? ¿Quien no teme la violencia? Yo, desde luego no estoy dispuesto a tomar por asalto una comisaría, pongamos por caso. Tengo mucho que perder y nunca lo haría. ¿Nunca? Hombre, si a mi lado hubieran 100.000 personas unidas en ese propósito, ya no sería una cuestión personal. Ni siquiera sería un negocio arriesgado. Así fue como se tomaron por asalto las comisarías de la odiada y corrupta policía en El Cairo, aunque luego el asunto acabara como el rosario de la aurora.

La conciencia de la debilidad es lo que fundamenta el miedo, pero ¿qué pasa cuando el enfado estalla, se hace masivo y hegemónico y el orden establecido se hunde como un castillo de naipes. Como recuerda Frederic Lordon, mencionando muchos de estos ejemplos, solo la revuelta general vence el miedo, cuando las instituciones dejan de ser sacralizadas. En definitiva, ¿es una revolución impensable? ¿Es imaginable un cambio social fundamental en la estructura de poder y en la organización de la sociedad, impuesto por la fuerza de una mayoría convencida de que no hay solución institucional posible para los acuciantes problemas que padece? ¿Es deseable?

En cuanto a pensamiento aun vivimos en la época retro de François Furet en la que la Revolución es igual a terror y a matriz de la dictadura, pero en el run-run de su descontento y ante la evidencia de que no hay negociación posible ni salida electoral que ponga fin a la involución en curso, es lógico que toda esa ideología se replantee. Y eso está ocurriendo en Francia. ¿Es significativo? Habrá que ver.

Recuerdo en ese contexto una entrevista mantenida en 2016 con el historiador francés Pierre Serna, del Instituto de Historia de la Revolución Francesa (IHRF) de la Sorbonne. Había entonces en París una petición de historiadores para darle una calle a Robespierre, figura demonizada. La derecha se negaba. El Incorruptible fue quien puso los derechos sociales en el centro del escenario. Introdujo en la Constitución de 1793, la más democrática, el invento de la pensión de jubilación, la seguridad social, los subsidios para las familias de más de tres hijos, las casas de educación para las madres solteras o el derecho al trabajo contra las condiciones más degradantes. Se opuso a las colonias y el esclavismo. Está claro por qué se le adjudicó, en solitario, los muertos del terror y la dictadura: “para tapar lo social”, decía Serna.

El profesor tenía una idea muy innovadora de la Revolución Francesa como algo inscrito en un largo proceso aun inacabado y que forma parte de un conglomerado atlántico-universal, en el que Francia es inseparable de Estados Unidos y de Haití. “Toda revolución es una guerra de independencia, el periodo moderno es tanto la historia de una Revolución permanente como de construcción de los Estados”. Y es, sobre todo, un “proceso de descolonización” en marcha, inacabado, abierto y con futuro, decía.

Aunque hoy se tienda a hablar de “revolución” con cierta ligereza, designando como tal meros golpes de estado, operaciones de cambios de régimen propiciadas por las potencias, o movimientos de protesta civil más o menos importantes, la Revolución sigue ahí, agazapada y siempre inesperada por definición. La idea de que los dos siglos y medio de revolución iniciados por la Revolución Inglesa (1642-1689) concluyen en los años 1970 con el fin de la era industrial, es errónea y eurocéntrica, sostenía Serna. Las revoluciones empiezan en la periferia, como ahora en lugares como Túnez, precisan que la gente salga a la calle y que en un momento dado las fuerzas del orden, los militares, se cambien de bando. Tanto en Estados Unidos, como muestra la cuestión negra, como en Francia donde, “se ha roto el nexo entre República y democracia”, la revolución está “inacabada”, decía.

“Las materias primas, el extractivismo, se han convertido en el esclavo del Siglo XXI”, afirmaba este profesor, adelantando algo que hoy suscriben muchos adolescentes cada viernes. Cuando en febrero de 1794 se dijo que no se quería más esclavismo, se proclamó una locura desde el punto de vista de cómo se ganaba el dinero, de cómo se consumía el algodón, el café y el azúcar sobre la desestructuración de la India y la masacre de América Latina y los esclavos. La puesta en cuestión del esclavismo, como hoy del extractivismo, determina una nueva manera de funcionar. La revolución es la imposición de un nuevo sentido común que revienta la base del viejo orden.

Si la ley de las revoluciones del XVIII, revoluciones que nacen en la periferia que van al centro (del imperio colonial a la metrópoli, de la provincia francesa a París), se traduce hoy, el vector de Túnez debería apuntar hacia el nuevo centro mundial desplazado hacia oriente: hacia China, con su enorme clase obrera. ¿Una China con una demografía anciana, en el papel de revolucionaria? Por qué no: La revolución es lo impensable por definición, ¿Quién imaginaba la abolición de la monarquía en 1789, o aún más, la abolición de la esclavitud, motor de la economía-mundo, por los diputados en 1794?

Pensar lo impensable supone abrirse a escenarios como el de una población vieja radicalizada en Europa por el deterioro/abolición de las pensiones actualmente en curso. Es el momento de los yayoflautas: “Viejos bien conservados por los progresos de la ciencia, ¿se dejarán desposeer, o se sumarán a los jóvenes estigmatizados y sin futuro de la periferia urbana?”, se preguntaba Serna. ¿Una revolución europea contra la UE neoliberal sin que exista pueblo europeo? “Tampoco existía el pueblo francés en 1789. Lo inventaron”, decía Serna. Solo la imaginación, la audacia y el sueño permiten tantear y anticipar lo que por definición es siempre inesperado.

(Publicado en Ctxt)

https://rafaelpoch.com/2020/02/20/es-una-revolucion-impensable/

viernes, 6 de marzo de 2020

Ay, los amigos.

De ser un servil halagador a lanzar la primera piedra hay tan solo un paso

Casi nunca le preguntan a la madre de un preso si cree o no en la inocencia de su hijo. De una manera sufrida asume los errores de ese ser al que tanto quiere, y entiende, con admirable inteligencia emocional, que no dejarle solo con su culpa es parte del proceso de reinserción. Hay siempre alguna disculpa, las malas compañías es la más habitual, pero mantener el cariño a pesar de los errores es el mayor soporte para quien ha tropezado. Lo que está ocurriendo con los hombres célebres investigados por acosar, abusar, violar o comportarse inapropiadamente con las mujeres (a veces también con varones) es digno de estudio sociológico. Cuando salieron a la luz los testimonios de mujeres que denunciaban públicamente el acoso sexual al que las había sometido Plácido Domingo, amigos del tenor, admiradores y algunas colegas de su gremio que decían conocerlo tanto como para poner la mano en el fuego por él o dejarse cortar un brazo, se creyeron en la obligación de salir en su defensa y lo hicieron de manera curiosa: el mero hecho de ser amigo lo convertía en inocente y a las denunciantes en embusteras. A esa tesis se apuntaron algunas de esas políticas que echan mano del vocabulario freudiano para definir como histéricas a las mujeres que osan denunciar a un gran hombre. El mero hecho de ser un reputado artista exime de culpa, porque ¿qué mujer en su sano juicio no va a querer meterse en la cama de una estrella?

Es muy posible que ahora comience una desbandada, que aquellos amigos, promotores de la alta cultura, o esas mujeres con las que al parecer siempre fue correctísimo, marquen una fría distancia. Así es como está evolucionando este asunto en Estados Unidos, de donde importamos tan discutibles y veleidosos comportamientos: de ser un servil halagador a lanzar la primera piedra hay tan solo un paso. Se trata de no quedarse atrás en el señalamiento público para que quede claro que uno está libre de pecado. Es una vieja manera de sacudirse una culpa que tiene algo de colectiva dado que forma parte de un sistema que protege al poderoso y silencia a la víctima.

Suele decirse, ya es un concepto manido, que hay que distinguir entre la persona y el artista. A mí me parecería más hondo, en casos como éste, que los que han sido defensores ciegos reflexionaran un poco sobre lo que significa la amistad. Los políticos nos han acostumbrado al odioso teatro de justificar las tropelías de los suyos para salvar el honor de un partido, que es como salvar su propio pellejo. La pertinaz corrupción española nos empuja a ese tipo de cínicas actitudes. Había, en el cierre de filas en torno a Domingo, una legitimación del abuso de poder y el habitual rechazo a todo lo que huela a causa feminista. La tolerancia con el jefazo que mete mano a las chicas está tan instalada como el culpabilizarlas a ellas por ponerse a tiro. Pero ¿y los amigos?, ¿y las colegas?, ¿es una prueba de lealtad con un amigo desacreditar a quien le denuncia?, ¿el apoyo emocional a un acusado al que admiras incluye la humillación de las ya humilladas?

Hay muchas actitudes que se aprenden de la gente humilde. Tan acostumbrados están esos familiares que visitan a sus presos a perder, porque nacen con casi todo perdido, que son capaces de entregar su amor sin necesidad de aprobar un mal comportamiento. El amigo que aísla a un acusado actúa, sobre todo, por miedo al contagio. Hay que ser valiente para admitir que hay ocasiones en que nuestros amigos o algún miembro de nuestra familia tienen una parte reprobable y oscura. Por eso nunca he acabado de entender, en otro orden de cosas, que la Casa Real actúe como si su particular oveja negra no existiera. Existe. Todos contamos con alguna en nuestro entorno. Y la compasión es compatible con admitir que alguien debe estar en la cárcel o ser reprendido públicamente. No hay cariño sin coraje.

https://elpais.com/elpais/2020/02/29/opinion/1582984882_924266.html
Artículo original de Elvira Lindo.
P.D.:
Qué buen artículo, y qué bien ha expuesto los argumentos, las emociones y dudas que tantas veces he sentido pero me ha costado lo imposible verbalizar y argumentar.

Recuerdo que en un caso tan delicado o más que este, le preguntaba a una amiga por la razón de que hubiese firmado una carta a favor de la defensa de la persona que reunía casi todas las probabilidades de haber incurrido en una falta grave. Ella me contestó que la razón principal era que se lo habían pedido amigas. Y ella lo hacía por amistad. Le contesté que lo más importante en ese caso, en mi criterio, no era la amistad, sino la verdad. Y mi amiga volvió a insistir que la amistad estaba por delante de la posible verdad.

 Aquí se afirma, "se creyeron en la obligación de salir en su defensa y lo hicieron de manera curiosa: el mero hecho de ser amigo lo convertía en inocente y a las denunciantes en embusteras" y "la compasión es compatible con admitir que alguien debe ser reprendido" y en fin también es de destacar que es "una culpa que tiene algo de colectiva dado que forma parte de un sistema que protege al poderoso y silencia a la víctima"...

El proceso a seguir ya es conocido; investigar para averiguar y conocer la verdad, hacer justicia y, dentro de lo posible, cumplir con la reparación, tan necesaria aunque en la mayoría de los casos por múltiples causas se torne, en realidad, imposible.

En fin, lo dicho, un formidable artículo en mi opinión.

jueves, 5 de marzo de 2020

_- 3 simples consejos que te ayudarán a tomar mejores decisiones

_- Alguien dijo una vez que la vida era una sucesión de decisiones.

Y es que, en casi en todo momento, a veces hasta sin darnos cuenta, estamos haciendo elecciones, una detrás de otra: desde la calle por la que nos dirigimos a un sitio hasta qué pedimos para comer o qué ropa nos ponemos.

Sin embargo, para algunas personas el hecho de decidir puede ser extremadamente complejo y hasta agónico.

Y si nos tenemos que enfrentar a una gran decisión, para muchos puede ser difícil saber por dónde empezar.

"Algunas decisiones son pequeñas, como qué vestir. Pero otras pueden marcar nuestras vidas por años o para siempre, como elegir una carrera", dice la doctora Radha Modgil.

La experta compartió con BBC IDEAS algunos consejos que nos pueden ayudar a la hora de tomar decisiones en nuestra vida cotidiana.

Según ella, son tres los elementos básicos que debíamos de tener en cuenta cuando nos sintamos indecisos sobre qué opción tomar.

1- Céntrate en lo verdaderamente importante
Según la experta, Barack Obama simplificó su toma de decisiones al usar colores similares de ropa durante su presidencia. Al eliminar las pequeñas opciones en la vida, salvas lo mejor de las habilidades de tu cerebro para las decisiones más importantes.

Cuando estaba en el gobierno, Barack Obama decidió dejar de tomar una decisión cotidiana en su día a día: elegir qué vestir.

"Era siempre un traje azul o gris, con una camisa blanca, porque sabía la ciencia detrás de las decisiones y al utilizar una especie de uniforme salvaba energía para las decisiones verdaderamente importantes", señala Mogdil.

Según la especialista, los científicos que estudian el cerebro han encontrado que todas las decisiones, grandes o pequeñas, consumen la misma cantidad de energía.

O sea, que una decisión pequeña conlleva la misma cantidad de energía que una decisión importante.

"Entonces, cuando tengas que tomar decisiones verdaderamente importantes, como a qué universidad ingresar o si debes o no cambiar de trabajo, mantente atento a no desperdiciar energía en decisiones que no van a traer un cambio real a tu vida", sugiere la doctora.

"Consérvala para las cosas verdaderamente importantes", agrega.

2- Dale a tu cerebro la "gasolina" que necesita
Gracias a las nuevas tecnologías médicas, en la actualidad podemos ver el cerebro trabajar como nunca antes. Tu cerebro necesita energía para pensar, de la misma forma que tu cuerpo la requiere para moverse.

Gracias a las nuevas tecnologías médicas en la actualidad, podemos ver el cerebro trabajar como nunca antes.

Es el órgano más complejo que tenemos y el que más energía consume.

Si tenemos hambre, los neurotransmisores no funcionan bien, lo que incide en la comunicación entre los 86.000 millones de neuronas que tiene aproximadamente nuestro cerebro.

"Esto compromete nuestra capacidad para pensar y tomar decisiones", opina Mogdil.

"Así que este consejo es muy sencillo: cuando necesites tomar una decisión importante, asegúrate de que no tienes hambre", agrega.

Las investigaciones muestran que tomar abundante agua y tomar un desayuno bajo en carbohidratos, con cereales o avena, puede ayudarte a pensar con mayor claridad.

Productos con omega 3 también son un gran alimento para nuestro cerebro: los puedes encontrar en algunos pescados y en las semillas de calabaza o de girasol.

"Esto no significa que no puedas comer las cosas que te gustan, pero al menos trata de darle estos alimentos también a tu cerebro", indica la doctora. 

3- Habla de tus opciones con un buen amigo
Según Annie Duke, buscar personas que piensen diferente es una de las claves para tomar mejores decisiones.

"El último consejo es abandonar el sentimiento de pérdida que domina tu toma de decisiones", señala la experta.

El premio Nobel Daniel Kahneman pasó décadas estudiando la forma en la que los seres humanos tomamos decisiones y encontró que en los grandes momentos en que tenemos que elegir, sentimos un temor sobre lo que podemos perder que es mayor que la motivación por lo que podemos ganar.

De acuerdo con sus investigaciones, esa es la razón por la que siempre tratamos de elegir la opción más segura en lugar de la que tendría un mayor impacto positivo en nuestras vidas.

"Kahneman solía dar una recomendación muy interesante para vencer este miedo a la pérdida: pregúntale a un amigo que sea lo suficientemente honesto para decirte cosas que tal vez no quieras escuchar", recuerda la especialista.

La doctora sugiere que un amigo que sea objetivo en sus recomendaciones puede ayudarte a identificar la mejor decisión, principalmente porque ellos no están influenciados por la sensación de temor a la pérdida que puedes tener tú. Una razón más para conservar los buenos amigos.

"Al final la decisión siempre será tuya, pero ayuda mucho buscar este tipo de consejos", indica.

"Entonces, la próxima vez que tengas que tomar una decisión importante:
-libera tu mente de decisiones importantes,
-dale una buena "gasolina" a tu cerebro para que funcione y
-consulta con un amigo que se preocupe más por tu futuro que por tus temores", concluye.

https://www.bbc.com/mundo/noticias-51518720

miércoles, 4 de marzo de 2020

_- Tribunal Europeo y derechos humanos, mal camino.

_- José Antonio Martín Pallín
Ctxt

Los jueces del TEDH han demostrado que prefieren escabullirse de la realidad incómoda que tenían en sus manos y han dejado sobre la valla de Melilla dos jirones que enturbian el Convenio Europeo de Derechos Humanos y Libertades Fundamentales

En la búsqueda de la justicia, valor siempre difícil de aquilatar, los que nos movemos en el mundo de los tribunales debemos ser conscientes de que los ciudadanos, que acuden a nosotros en demanda de protección de sus derechos, confían en que los jueces actuarán movidos por el imperativo legal y ético de procurar, si la solicitud lo justifica, una respuesta a sus quejas, inspirada exclusivamente por la equidad y el equilibrio que refleja, plásticamente, la balanza de la justicia.

Si una sociedad confía en sus jueces y tiene la garantía de una revisión de los posibles errores por instancias superiores estaremos en el buen camino de la búsqueda de la paz, la justicia y la convivencia civilizada. Para describir este sentimiento, se suele citar el emblemático enfrentamiento entre el Rey de Prusia y el Molinero. No sabemos si es cierto o una leyenda, pero refleja de manera elocuente el deber de los jueces de enfrentarse a la arbitrariedad y al despotismo. Cuentan que el Rey Federico II ‘El Grande’ estaba molesto porque un molino cercano a su Palacio de Sanssouci afeaba el paisaje. Llamó al molinero a Palacio y le ofreció comprárselo para derribarlo. El molinero se negó y el monarca le advirtió de que lo podía tomar sin pagárselo. El molinero, con gran dignidad, le contestó: “Le recuerdo, Sire, que todavía quedan jueces en Berlín”.

La Gran Sala del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, con sede en Estrasburgo, acaba de dictar una sentencia, el 13 de febrero de 2020, corrigiendo, a instancias del Gobierno español, una decisión anterior del mismo Tribunal en la que reconocía que España había vulnerado los derechos reconocidos en el artículo 4 del Protocolo 4º del Convenio Europeo de Derechos Humanos y Libertades Fundamentales, en relación con el artículo 13, al devolver “en caliente” a dos ciudadanos de Malí y Costa de Marfil. Según el texto del Protocolo: “Quedan prohibidas las expulsiones colectivas de extranjeros y, en todo caso tienen derecho a un recurso efectivo para garantizar este derecho”.

Ningún tribunal puede ignorar los hechos sobre los que va a construir la respuesta y sentar la doctrina que considera aplicable al caso controvertido. La Gran Sala, como es lógico, conocía perfectamente, y así lo refleja su sentencia, los antecedentes de hecho que sirvieron al Tribunal de instancia, para declarar que el Gobierno español había vulnerado derechos fundamentales reconocidos en el Convenio Europeo y sus Protocolos adicionales.

Los hechos, tal como se describen en la sentencia, son notorios, incluso fueron televisados, y sucedieron el 13 de agosto de 2014. En ese día se realizaron dos saltos masivos de la valla de Melilla. Según la versión de las dos personas que solicitaron amparo al Tribunal Europeo, estuvieron entre 14 y 15 horas subidos a la valla interior, provistas de elementos cortantes y, cuando sus fuerzas habían llegado al límite, descendieron utilizando unas escaleras que colocaron los agentes de la Guardia Civil. Cuando pusieron pie en suelo español fueron detenidos y entregados inmediatamente a las autoridades marroquíes. Los requirentes de amparo no fueron objeto de ningún procedimiento de identificación por parte de los agentes. Ni tuvieron posibilidad de explicar su situación personal ni de ser asistidos por abogados o intérpretes. Todo lo sucedido está acreditado por los vídeos que ha podido revisar la Gran Sala. La sentencia reconoce que en Marruecos no recibieron asistencia médica, que fueron trasladados a 300 km y no fueron objeto de ninguna atención ni internamiento. Paradójicamente Estrasburgo reprocha a nuestro Gobierno no haber facilitado al Tribunal las grabaciones de las cámaras de seguridad por lo que ha tenido que valerse de las facilitadas por periodistas y por otros testigos, a pesar de las amenazas de la Guardia Civil para que no filmaran lo que estaba pasando

Es público y notorio que, en una primera sentencia, la Sala de instancia había declarado que el reenvío inmediato a Marruecos de migrantes originarios de países de África subsahariana, que pretendían entrar en Melilla escalando las vallas del entorno de la ciudad, constituye una expulsión colectiva por lo que estima que se había vulnerado el artículo 4 Protocolo nº 4, combinado con el artículo 13 del Convenio Europeo que exige la posibilidad de disponer de un recurso efectivo contra las decisiones que desconocen sus derechos. La Gran Sala no estima necesario pronunciarse sobre si habían sido expulsados después de entrar en territorio español o antes de haberlo hecho, como sostiene el Gobierno.

Las circunstancias inhumanas en que se encuentran las personas del África subsahariana son por todos conocidas, e incluso la misma sentencia que niega la violación del Convenio reconoce la precariedad en que se hallan, sus escasas posibilidades de subsistencia en un monte próximo a la Ciudad de Melilla, la absoluta indefensión que sufren cuando vuelven a Marruecos, su detención y su puesta en libertad para que, dicho en otros términos, se busquen la vida. Reproduzco un pasaje de la sentencia: “Los demandantes fueron transferidos a la Comisaría de Nador, en la que solicitaron una asistencia médica que les fue denegada. Inmediatamente después fueron conducidos, con otros emigrantes, a Fez, ciudad a 300 kilómetros de Nador, donde fueron abandonados a su suerte. En mi opinión, estas circunstancias debieron primar sobre los formalismos descarnados e ilusorios que incluso reprochan a los inmigrantes no haber solicitado un visado en una embajada o consulado de España o no haberse presentado en el puesto fronterizo de Melilla solicitando el asilo. Es alarmante que se pueda llegar a ser juez de un Tribunal de Derechos Humanos sin tener la más remota idea de la realidad sobre la que se están pronunciando. Es evidente que las autoridades marroquíes no les dejan acercarse a este punto y además, en todo caso, su petición sería rechazada por las autoridades españolas. En consecuencia, debieron confirmar la primera sentencia y ratificar la indemnización de 5.000 euros que se les había concedido.

Los jueces de la Gran Sala no tuvieron en cuenta el dictamen del comisario europeo de los Derechos Humanos, que sostenía de forma clara y contundente que las expulsiones colectivas hacen imposible la protección de los derechos fundamentales de los emigrantes y, en particular, el derecho de solicitar el asilo y disponer de su derecho a un recurso efectivo contra la expulsión de la que son objeto. Pero lo más importante y decisivo se contiene en su afirmación, sin matices, de que, a la vista de los vídeos, no tiene duda de que las vallas fronterizas son parte del territorio español, por lo tanto esta cuestión no puede ser objeto de discusión, sino solo si efectivamente se ha respetado su derecho a estar protegidos contra las expulsiones colectivas.

La Gran Sala, en una decisión que parece ignorar la dramática situación que viven los emigrantes subsaharianos, viene a reprochar a los demandantes que no hubieran acudido antes a los canales oficiales. Si hubieran meditado sobre esta sarcástica alegación, deberían haber llegado a la conclusión de que las vías legales están reservadas para los que vienen a invertir o a los deportistas de élite. Un juez que desconoce la realidad se convierte en un peligroso autómata. En mi opinión, su obligación era amparar a los demandantes y dejar para mejor ocasión la tentación de redactar un Directiva o Recomendación genérica sobre la expulsión en masa de los extranjeros que entran a la fuerza, jugándose la vida, en un territorio rodeado de vallas agresivas y cortantes.

No obstante la sentencia, por su contenido y por sus valoraciones genéricas sobre los Convenios Internacionales no cierra todas las puertas y abre una posibilidad para que, en este caso, el Gobierno español siente unas bases claras, que den una cierta certeza y seguridad a los derechos de los que buscan angustiosamente una nueva vida y un futuro incierto.

La Gran Sala, en la parte final de la sentencia decide, por unanimidad, rechazar todas las objeciones formales esgrimidas por el Gobierno español. No dudan en considerar que los demandantes tienen la condición de víctimas y, por ello, la Sala tiene jurisdicción para conocer de la demanda y rechaza también la alegación de que no habían agotado las vías y recursos internos de la legislación española. En consecuencia, acuerda por mayoría que era procedente analizar si había habido violación del artículo 13 de la Convención (Derecho a un recurso efectivo) combinado con el artículo 4 del Protocolo nº 4 (Prohibición de expulsiones colectivas). Sin embargo, rechaza que, en este caso, se haya producido la vulneración del Protocolo y el Convenio.

Para evitar posibles sanciones, la Ley de Seguridad ciudadana (Ley Mordaza) justifica las expulsiones “en caliente” en una peculiar interpretación de la ley internacional, construyendo el rebuscado e inaceptable “concepto operativo de frontera”. Es decir la línea de separación con Marruecos tiene vida propia y se mueve según el capricho de los guardianes de turno. Los artificios y las trampas son letales para el derecho y la justicia.

En estos momentos, el Tribunal Constitucional tiene sobre la mesa el examen de la constitucionalidad de la Ley Mordaza. Después de la sentencia de la Gran Sala, difícilmente podrá considerar inconstitucional la Disposición adicional décima, en la que se regula el régimen especial para las ciudades de Ceuta y Melilla en materia de los derechos y libertades de los extranjeros en España y su integración social.

Sin embargo, el Gobierno puede proponer una modificación de la Ley de Seguridad ciudadana en la que, de forma clara y sin ambages, se considere la primera valla como territorio español a los efectos de la Ley de Extranjería. Su constitucionalidad me parece indiscutible.

Los jueces del Tribunal Europeo han demostrado que prefieren escabullirse de la realidad incómoda que tenían en sus manos y han dejado sobre la valla de Melilla dos jirones que enturbian los propósitos del Convenio Europeo de Derechos Humanos y Libertades Fundamentales y ponen en cuestión su preámbulo, en el que se proclama la profunda adhesión y respeto de los derechos humanos y la búsqueda de la justicia.

A pesar de todo lo que hemos podido leer en la sentencia de la Gran Sala, me resisto a renunciar a mis convicciones y esperanzas. Sigo creyendo que todavía quedan jueces en Estrasburgo.

José Antonio Martín Pallín es Magistrado emérito del Tribunal Supremo. Comisionado de la Comisión Internacional de Juristas (Ginebra). Abogado de Lifeabogados.

Fuente: http://ctxt.es/es/20200203/Politica/31023/tribunal-estrasburgo-martin-pallin-redh-melilla-sentencia.htm

Los olvidados parentescos de la CDU alemana

Si la extrema derecha se está abriendo paso tan fácilmente en el escenario político alemán, es precisamente porque siempre estuvo cómodamente instalada en el centro mismo del Estado.

En febrero los cristianodemócratas alemanes votaron junto con los neonazis y compañeros de viaje de la Alternative für Deutschland (AfD) para elegir al presidente de la región de Turingia. Anatema. El establishment alemán reaccionó con escándalo. El episodio ha hecho correr mucha tinta. Se ha hablado de la “ruptura de un tabú” y del fin del ”cordón sanitario” que, según decían, aislaba a los ultras de los partidos del centro. Lo principal no se ha dicho. A lo que hemos asistido no ha sido a un escándalo, sino a un colosal ejercicio de hipocresía y amnesia sobre la propia genealogía.

La extrema derecha alemana dispone del mayor grupo parlamentario ultra de Europa, 94 diputados en el Bundestag. Tiene una presencia, en ascenso, en todos los 21 parlamentos regionales y de ciudades-estado excepto el de Hesse. Si se está abriendo paso con tanto éxito y facilidad en el contexto de la crisis de la UE y de los grandes partidos históricos (CDU y SPD), no es por casualidad ni en virtud de algún indescifrable misterio, sino porque el extremismo de derechas siempre estuvo implantado en el mismo centro del Estado alemán. Y eso desde la posguerra hasta el día de hoy.

Galería de ilustres
Los ex nazis tuvieron una implicación central en la construcción de la República Federal Alemana. Su participación en el sistema de partidos de posguerra, y en especial de la CDU, fue fundamental, pero ese parentesco, sin el cual la actual derecha alemana es incomprensible, es ignorado por sus protagonistas.

Así, el ex presidente de la región de Hesse Roland Koch afirma tranquilamente en un artículo que su partido, la CDU, “fue fundado como bastión contra el fascismo y el comunismo” y la presidenta del partido Annegret Kramp-Karrenbauer (Frau KK) ha dimitido de su puesto mencionando la “poco clara relación de sectores de la CDU con la AfD”. ¿Poco clara? ¿Ignora Frau KK la historia de su partido en su propia región, el Sarre, de la que fue presidenta durante siete años?

La relación histórica de la CDU con la extrema derecha no es “poco clara”. Al contrario, es clarísima: en el primer grupo parlamentario de la CDU del Sarre, constituido en 1955, más de la mitad de los diputados de la CDU eran antiguos nazis. En 1957 el presidente del grupo parlamentario cristiano-demócrata del Sarre era Erwin Albrecht, un ex juez carnicero nazi, responsable de 31 sentencias de muerte contra judíos de Praga. ¿Ecos de la política alemana de provincias en los lejanos años cincuenta? En absoluto. La implicación de los ex nazis en la CDU y en los puestos de mayor responsabilidad de la RFA es enorme y alcanza hasta los más altos puestos del Estado.

Kurt Georg Kiesinger (CDU) fue presidente del gobierno de Baden Württemberg (1958-1966) Canciller Federal (1966-1969) y presidente de la CDU (1967-1971). Desde 1933 fue miembro del partido nazi y de las SA. Walter Scheel, del partido liberal FDP, fue Presidente de la República (1974-1979), ministro en sucesivos gobiernos y vicecanciller pese a haber sido miembro del partido nazi. Hans Karl Filbinger (CDU), ex juez nazi, fue presidente del gobierno de Baden-Württemberg (1966-1978) y vicepresidente de la CDU. Karl Carstens (CDU), miembro de las SA y del partido nazi, fue presidente del Bundestag (1976-1979) y presidente de la República (1979-1984). El liberal Hans-Dietrich Genscher (FDP), el ministro más longevo de la RFA con socialdemócratas y democristianos, presidente de su partido, también fue miembro del partido nazi. Richard Stücklen, cofundador de la CSU bávara, fue ministro de comunicaciones (1957-1969) y presidente de la CDU (1967-1971). Había adquirido su carnet del partido nazi en 1933.

Hans Globke, el número dos del canciller Adenauer, secretario de estado y eminencia gris de la cancillería, el hombre que puso en marcha la nueva policía política de la RFA, el Verfassungsschutz, y organizó el embrión de los futuros servicios secretos (BND), era un jurista nazi que participó en la redacción de las leyes racistas que determinaban quien era judío sobre las que luego se basarían los carniceros del holocausto. El asunto era tan flagrante que el fiscal general de Hesse, Fritz Bauer (aquí sobre la trayectoria de esa personalidad excepcional), inició en 1961 un sumario contra él que el propio Adenauer detuvo.

Konrad Adenauer, primer canciller federal, fundador de la CDU y padre de la patria no fue un nazi, pero en 1932 abogaba por una coalición de todas las fuerzas “conservadoras” y de “centro”, categorías en las que englobaba al partido nazi. “En mi opinión nuestra única salvación es un monarca, un Hohenzoller e incluso Hitler”, escribió en 1933 en una carta a Dora Pferdemenges. Pocos como su protegido Globke encarnan la continuidad administrativa de las elites nazis en la RFA: Globke recibió seis condecoraciones nazis entre 1934 y 1942 y otras siete de la RFA entre 1956 y 1963  (aquí la lista completa)

Reinhard Gehlen (1902-1979), un ex general nazi de la Wehrmacht, fue quien dirigió los servicios secretos alemanes hasta 1968. El responsable del departamento “Contraespionaje Unión Soviética) de esos servicios, fue Heinz Felfe, ex funcionario de la Gestapo y ex Obersturmführer de las SS. En total más de doscientos de los más altos cargos de la RFA fueron ex miembros del partido nazi, de las SA o de las SS.

La autoamnistía de Dreher
Esa situación fue posible gracias a la estrategia americana de posguerra de aprovechar a los cuadros nazis para los combates de la guerra fría. Eso determinó que en Alemania Occidental, en términos generales, no hubiera desnazificación. Los juicios aliados en Alemania contra los nazis fueron poca cosa. El tribunal interaliado de Nuremberg que se proponía llevar a juicio a cinco mil personas, no juzgó más que a 210. En diversos juicios, norteamericanos, británicos y franceses condenaron a 5000 personas, de las que apenas 700 lo fueron a la pena capital. Más del 90% de los miembros de las SS ni siquiera llegaron a ser juzgados. El nuevo Estado alemán protegió y amnistió a los ex nazis que frecuentemente movían los hilos de tales decisiones.

Personaje clave en el embrollo jurídico de esta gran amnistía fue el ex fiscal nazi de Insbruck, Eduard Dreher, que hizo carrera en la justicia de la RFA hasta llegar a ser subsecretario de Estado y director del Departamento de Derecho Penal. Dreher fue el redactor de la Einführungsgesetz zum Gesetz über Ordnungswidrigkeiten (Egowig) del año 1968, una astucia jurídica que modificó los plazos de prescripción de los delitos nazis al calificar como homicidios y no como asesinatos las conductas de los cómplices. Ese cambio aparentemente anodino significó que los delitos nazis de todos aquellos que aparecían como “cómplices” prescribieran en 1960. Y exceptuando a la minoría de más altos jerarcas, todos eran meros “cómplices” que obedecían órdenes.

La ley de Dreher impidió así, por ejemplo, abrir causas contra la Oficina Central de Seguridad del Reich e impidió sentar en el banquillo de los acusados a los miembros de dicha oficina que organizaron las masacres de Polonia y la Unión Soviética, gente responsable de la muerte de millones de judíos, comunistas, gitanos y sacerdotes. Dreher murió en 1996, fue enterrado con honores militares y su nombre figura hoy en la edición comentada al derecho penal de la RFA más popular de Alemania (48 ediciones): Dreher/Trönde, Strafgesetzbuch. Und Nebengesetze, 1997.

Pensionistas de uno u otro signo
Aquella ausencia de desnacificación de los orígenes de la RFA, fue, en gran parte, una renacificación. No en el sentido de que las cámaras de gas siguieran vigentes, sino en el de una puesta al día ideológica que trazó un signo de igualdad entre nazismo y comunismo. Todo eso tiene consecuencias en el día de hoy, sin embargo el asunto no se menciona al abordar el actual avance de la extrema derecha filonazi en Alemania, como apunta la brillante publicista germano oriental Daniela Dahn en su último libro (Der Schnee von gestern ist die Sintflut von heute). 

Los parentescos y continuidades administrativas entre la Alemania nazi y la actual líder (de capa caída) de la Unión Europea, explican enormidades como el hecho de que los veteranos de las SS cobren puntualmente pensiones del Estado alemán, mientras que muchas víctimas del nazismo, entre ellas supervivientes del holocausto tengan que batallar para reclamarlas.

Ex miembros letones de las SS como Karlis Ciceronoks o Janis Mikelsons, reciben cada mes su pensión de 277 euros, además tienen asistencia médica en Alemania y el Estado alemán les pagará el entierro cuando llegue su hora, pese a no haber cotizado nunca en el sistema de pensiones alemán. Los legionarios de las Waffen-SS letonas, de los que un total de 1500 continúan recibiendo pensión alemana, tuvieron un gran papel en la eliminación de 70.000 judíos en Letonia (el 94% de la comunidad), de decenas de miles en Minsk, o en Lituania (más de 200.000), o Ucrania, entre ellos parientes de Rute Vaskonika, una superviviente del ghetto de Riga que lleva siete años reclamando una pensión a Alemania, informaba hace unos años el programa de televisión  Kontraste

En Bélgica casi un centenar de antiguos miembros belgas de las SS reciben pensiones alemanas de entre 425 y 1275 euros mensuales, mientras que ciudadanos belgas que durante la guerra fueron deportados a Alemania como trabajadores forzados reciben una indemnización mensual de 50 euros de parte del gobierno alemán. Cuando tres diputados belgas se dirigieron a las autoridades alemanas para “acabar con esta situación inadmisible”, los alemanes se negaron a entregar al gobierno belga la lista de los ex SS belgas pensionistas, explicó el año pasado el diputado Olivier Maingain a la  Deutsche Welle .

“¿Cómo se explica esta increíble frialdad ante las víctimas y esta ausencia de toda responsabilidad histórica, si no es en un antisemitismo estructural?”, se pregunta Daniela Dahn. ¿Cómo se explica esta política de pensiones, si no en una fidelidad administrativa que ha sobrevivido más de 75 años al decreto del Führer en la materia, ordenando cubrir a todos los miembros extranjeros de las SS?

El parentesco histórico del establishment alemán con el régimen anterior se pone en evidencia en la supuesta, e infame, equidistancia proclamada ante los totalitarismos de uno u otro signo. En el acuerdo de reunificación alemana de agosto de 1990 se dedica al nazismo el término “régimen nazi” (NS-regime) mientras que al de Alemania del Este se le dedica el término “régimen injusto” (SED-Unrechtregime). Que no es un detalle, sino toda una mentalidad, lo evidencia el diferente trato que el sistema de indemnizaciones decidido entonces para cada caso: por un mes en una cárcel de Alemania del Este, 550 marcos de indemnización, por un mes en un campo de concentración nazi, 150 marcos. Aquí es donde hay que situar los aspavientos y las “rupturas de tabú” evocadas a propósito de las elecciones en Turingia.

“Mucho antes de que el extremismo de derechas alcanzara el centro de la sociedad, estaba en el centro del Estado”, dice Daniela Dahn. “El antifascismo nunca fue razón de Estado en la RFA. El principal responsable del fortalecimiento del actual extremismo de derechas en las regiones del Este de Alemania es la propia clase política del Oeste”.

(Publicado en Ctxt) Rafael Poch de Feliu. Blog personal

lunes, 2 de marzo de 2020

"El científico debe dar más la cara, arriesgarse y opinar"

La revista Mètode de la Universitat de València recibió hace unas semanas el premio Ciencia en Acción en la categoría de divulgación científica. Su director, Martí Domínguez, es, además, doctor en Biología, profesor de periodismo y colaborador de EL PAÍS. En esta entrevista habla de Mètode; de los buenos tiempos que corren para la edición relacionada con la ciencia; del papel que los científicos deberían jugar, y no juegan, en la sociedad valenciana y sobre la responsabilidad que en ello tienen sus gobernantes.

La revista que dirige aparece trimestralmente; está escrita en catalán (aunque su anuario, por el que se le concedió el premio, se edita también en castellano); su tirada alcanza los 4.000 ejemplares, de los que sólo 500 se ponen a la venta en librerías y, sorprendentemente, por su esmerado aspecto y por su contenido, sale a la calle con el trabajo de sólo cinco personas fijas. Los textos son obra, en casi todos los casos de personal de la propia Universitat.

"Creo que el Gobierno valenciano se ha dedicado a erosionar a los especialistas. Y ahora, o no hablan, o no tienen el eco que debería tener"

Pregunta. ¿En qué situación se encuentra la divulgación científica? Respuesta. Aunque uno se quede un poco perplejo, lo cierto es que los libros sobre ciencia están de moda. Primero porque algunos libros por los que nadie había apostado, por ejemplo el de Punset, se han convertido en auténticos best sellers. Después porque la gente tiene curiosidad por saber hacia dónde va el conocimiento científico; qué somos. Los libros de antropología se venden, sobre todo del origen del hombre, son siempre libros de éxito. Y luego hay lectores fieles de astronomía, incluso de obras complejas. De medio ambiente, de conciliar literatura y ciencia... Las editoriales compran los derechos de los libros incluso sin haberlos leído. Hay un tirón mucho mayor del de otros aspectos del ensayo, como el social, el económico...

P. Es un fenómeno nuevo. R. Tradicionalmente no ha habido un público lector de ciencia. La Ilustración a España llegó muy tarde. En Estado Unidos, en Inglaterra y Francia, estar informado científicamente ha sido un elemento fundamental para la formación humanística de un individuo. La mayor parte de los escritores franceses, Proust, por ejemplo, era un gran lector de divulgación científica. Tampoco en las editoriales ni entre los especialistas ha habido apenas especialistas en ciencia. Y eso es fundamental.

P. ¿Los científicos no tienen ninguna responsabilidad? R. A veces es cierto que los científicos no hacen ningún esfuerzo para difundir sus investigaciones de una manera comprensible y asequible para la gente. Nosotros intentamos hacer un poco de puente entre ese lenguaje técnico y rebuscado y un estrato social de tipo universitario. Es una revista un tanto elitista desde ese punto de vista, pero buscar ser atractivo para los no especialistas en la materia.

P. Combináis números de ciencia dura con otros más llevaderos. R. Intentamos que entre los cuatro números del año siempre haya alguno que sirva para desengrasar el cuerpo científico que tienen los otros. Hemos hecho números sobre la miel, el vino, el sexo... Y ahí está todo; hay química, botánica, economía, medicina, pero con un tratamiento más atractivo. Yo creo que a estas alturas casi está injustificado hacer cosas feas.

P. Muchos números tienen un enfoque comprometido. R. Creo que es muy importante que el científico entren en los canales de comunicación porque casi siempre está aislado en un centro de investigación, en un parque tecnológico... Los científicos deberían dar la cara, arriesgarse más y opinar más. Ahora mismo, por ejemplo, en el tema de la sequía, yo hubiera querido que los biólogos y geógrafos hubieren opinado en los medios de comunicación. O sobre la decisión de inundar o no los campos de arroz de L'Albufera, sobre la ampliación del puerto... Para crear un estado de opinión y una sociedad informada, que es lo que necesitamos.

P. ¿Por qué a los universitarios les cuesta tanto influir en la sociedad valenciana? R. Yo creo que el Gobierno se ha dedicado a erosionar a aquellos que tenían una opinión formada y no se doblegaban al viento político del momento. Como cuando el rector Paco Tomás opinó sobre la creación de la Universidad Internacional Valenciana. Los han erosionado y ahora se encuentran con que los especialistas o bien no dicen nada o bien, cuando dicen algo, no tiene el eco que debería tener. *

Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 24 de octubre de 2006 en el País.

domingo, 1 de marzo de 2020

_- ELECCIONES EN ESTADOS UNIDOS Aquí nació la revolución de Bernie Sanders

_- La ciudad de Burlington, en Vermont, fue el laboratorio político del senador, un joven alcalde socialista en plena era Reagan. Fue pragmático, para sorpresa de muchos, se enfrentó a activistas de izquierdas y se entendió con los republicanos. Hoy quiere llevar ese proyecto a la Casa Blanca

La revolución sanderista comenzó en una ciudad de 42.000 habitantes de Vermont, a 45 minutos en coche de Canadá, donde la temperatura en invierno puede llegar a los 20 grados bajo cero, se venden dulces de marihuana y un día de 1981 un neoyorquino de Brooklyn, judío e hijo de un inmigrante polaco, se hizo con la alcaldía. Con tan solo 10 votos de diferencia, un tipo que se declaraba socialista en el ocaso de la Guerra Fría apeó al demócrata que llevaba una década en el puesto. “Fue como el Día D en la playa Omaha”, afirma John Franco, fiscal adjunto municipal del Ayuntamiento que lideró Bernie Sanders. Burlington se había convertido desde los años sesenta en un polo de atracción de intelectuales y activistas que dejaban las ciudades y buscaban un lugar asequible y tolerante donde poder explorar la vida fuera del sistema. Sanders se mudó allí y la acabó gobernando, a ella y al sistema, durante ocho años.

¿Destacaría algún momento de frustración en ese tiempo? “Está de broma, ¿no? Fue una guerra, aquellos primeros años fueron una guerra”, espeta Franco, 40 años después, en su oficina.

Es jueves, 13 de febrero, y Sanders acaba de ganar las primarias de New Hampshire. El teléfono del viejo colaborador del alcalde lleva dos días sonando desde distintos países del mundo. Para entender cómo un socialista de 78 años, derrotado en 2016 y tras un ataque al corazón hace pocos meses, se ha convertido en un sólido aspirante a la nominación demócrata, hay que viajar a esta ciudad universitaria y próspera, la más poblada del Estado, donde Sanders dio la primera campanada. Para el senador, fue el laboratorio de pruebas del proyecto político de corte socialdemócrata que ahora promete llevar a la Casa Blanca.

Greg Guma, veterano activista y editor, advierte el carisma de Sanders parte de su cualidad para “explicar muy bien, de forma muy sencilla, los problemas”. Su éxito, en cambio, se debe a "la capacidad de adaptación", advierte. “Diagnosticó muy bien los problemas hace medio siglo y eso se ha demostrado ahora”, recalca.

Guma, de 73 años, describe con precisión su primer encuentro con el político. Fue en 1971, cuando se presentaba a la primera de dos elecciones fallidas al Senado. El joven le preguntó por su historial y Sanders le respondió de uñas. “Obviamente no has estado escuchando. ¿Sabes lo que es el movimiento? ¿Estás en contra de la guerra de Vietnam?”. Sí, contestó Guma, pero Sanders era una persona, no un movimiento, y quería saber su historia para decidir si le votaba. “Lo único que importa —recalcó Sanders— es el movimiento. Si no crees en él, no quiero tu voto”. “Ya era así entonces”, afirma Guma entre risas.

La media docena de personas consultadas para este reportaje que trabajaron o se relacionaron con Bernie Sanders durante aquellos años coinciden en describirlo como un alcalde mucho más pragmático de lo esperado, que siempre mantuvo una agenda izquierdista de reformas pero acabó pactando con empresarios y republicanos.

El vibrante Vermont de los 60
Sanders llegó a Vermont con su primera esposa en 1967 procedente de Nueva York, tras obtener una diplomatura en Ciencias Políticas en la Universidad de Chicago. Poco antes había comprado un terreno en Middlesex, cerca de Montpellier, la capital del Estado, por 2.500 dólares de la época y se instalaron a vivir en un cobertizo sin electricidad ni agua corriente. El matrimonio no duraría más de dos años y él se mudó a Burlington. Tuvo diferentes empleos: como carpintero, en el Departamento de Hacienda, como escritor freelance. Por supuesto, se volcó también en el activismo.

Por aquel entonces Vermont bullía en protestas contra la guerra de Vietnam y conferencias políticas. Un día de 1971 acudió a la convención del Liberty Union, un partido izquierdista recién fundado que buscaba candidato para el Senado. Aquel neoyorquino de 29 años, pelo rizado y gafas de pasta levantó la mano y, poco más o menos, salió de allí nominado. Entonces empezaron las carreras infructuosas: la Cámara alta, gobernador del Estado, otra vez el Senado y de nuevo la gubernatura. Nada. Con cuatro carreras perdidas a la espalda, en 1976 dejó el partido y fundó una empresa de producción audiovisual, donde produjo un documental de su admirado Eugene V. Debs, el fundador del partido socialista de EE UU.

Terry Bouricius, que compartió piso con él en la calle Maple —“más bien, me acogió en su sofá durante unos meses", aclara— asegura que “es lo mismo oírle hablar hoy que entonces, dice exactamente lo mismo, solo debe cambiar la palabra milmillonarios por millonarios, porque en los setenta era lo que había”. Era tozudo, apasionado y tremendamente discreto en lo personal. Tras su divorcio, tuvo a su hijo Levi con otra mujer. Era para entonces ese treintañero carismático que no lograba sacar ninguna elección adelante, hasta que un grupo de amigos le convenció para que apostara por la política local como lanzadera. Así se presentó como independiente a la alcaldía de Burlington.

“Era el lugar adecuado para empezar un movimiento, podías alcanzar una masa crítica con facilidad, había descontento con la gentrificación, muchos activistas, y el Partido Demócrata no estaba dando respuesta y estaba viejo, así que había espacio para un tercer partido”, explica Guma, que en 1989 publicó un libro titulado República Popular. Vermont y la revolución de Sanders.

"Dicen que lo que propone es radical pero lo radical es la política estadounidense. Nada de lo que propone es raro en Europa. Te pones enfermo aquí, te vas a la quiebra; pierdes tu empleo, quiebras; te quedas embarazada, quiebras. Lo que hacíamos es llevar a cabo campañas educacionales, hablábamos de una vía que no era ni el laissez-faire de Reagan ni el modelo soviético", resume Franco.

El 3 de marzo de 1981 Sanders ganó la alcaldía.
 “Los demócratas estaban furiosos y fueron muy obstruccionistas al principio. El Consejo Municipal le tumbó todos sus nombramientos y tuvo que sacar adelante dos presupuestos municipales con voluntarios. No tenía Administración. Bernie consiguió llegar a un entendimiento con los republicanos y la ciudad se gestionó en esos años en coalición entre republicanos y progresistas. Hubo espacios de acuerdo, ninguno quería tanta carga fiscal sobre los trabajadores, querían nuevas fuentes de ingresos. Los republicanos no eran como ahora”, añade el abogado.

David Thelander, un republicano independiente en el Ayuntamiento de entonces, recuerda que Sanders “era muy disciplinado en materia fiscal, en un municipio sencillamente tienes que serlo, y Bernie lo fue”.

Un socialista preocupado por el alcantarillado
Uno de los problemas más acuciantes que se encontró al llegar fue la crisis de vivienda. Burlington, otrora tercer puerto maderero más importante de Estados Unidos y sede grandes fábricas en el siglo XIX, había salido airosa de su transición hacia una economía más centrada en los servicios y mantenía importantes inversiones de IBM o General Electric, entre otras. Los precios de alquiler y compra se habían disparado.

El nuevo alcalde impulsó la creación del Champlain Housing Trust, una entidad sin ánimo de lucro que mantiene los costes de vivienda asequibles aportando parte del capital de entrada con el compromiso de que, cuando el propietario quisiese vender, debía devolver ese capital y también donar parte de la revalorización. Ese proyecto representa uno de los legados más visibles y valorados en la ciudad. La entidad gestiona hoy un total de 3.000 alquileres y ha recibido un premio de Naciones Unidas. Chris Donnelly, director de comunicación explica que “aquello fue muy innovador en los 80. La primer intención de Sanders fue un sistema de control de alquileres, pero no salió adelante en el consejo municipal y lanzó esto, que sigue siendo bastante único mucha gente viene a estudiarlo”.

Sanders, cuentan quienes trabajaron con él, se obsesionó con la viabilidad de la ciudad, con demostrar que, como decía en sus discursos, no había que temer el socialismo. Su segunda esposa, Jane, contó en una entrevista en la emisora pública NPR hace unos años que el trabajo de los quitanieves y la situación de las calles le quitaba el sueño, que solía salir todas las noches antes de irse a dormir para comprobar cómo iban los trabajos. Quería demostrar que era un buen gestor, que podía recitar la vida en verso de Eugene V. Debs, pero también cuidar del alcantarillado.

Cuando otros progresistas ganaron peso en el Ayuntamiento, tuvo mayor margen de maniobra. Al presentarse a la reelección, venció por más de 20 puntos. Trajo una liga menor de béisbol, captó los vuelos de una aerolínea, acabó con las exenciones fiscales de algunas instituciones e impulsó ayudas para los cuidados infantiles. Hermanó Burlington con la ciudad nicaragüense de Puerto Cabeza en 1984 y con la rusa de Yaroslavl, en 1988.

“Fue una revolución en muchos aspectos, en la modernización de los servicios o en la estructura tributaria, con los limitados poderes que da un Gobierno local, cambió muchas cosas”, recalca John Franco. “La presencia de Bernie en Vermont movió el debate político de todo el Estado a la izquierda. Vermont había sido republicano desde la guerra civil y ahora [desde finales de los ochenta] es demócrata [en las presidenciales]. Es exactamente lo que está pasando ahora en el país. Hasta ahora los demócratas han dejado a los republicanos definir el debate”, sostiene Franco.

Cuando enfadó a la izquierda
También pisó callos en muchos sectores de la izquierda durante sus años en Burlington. Las manifestaciones pacifistas contra la planta de General Electric de 1983 por producir armamento militar le llevaron a una lucha fratricida. Bernie, el activista, se había manifestado con ellos. El alcalde, en cambio, miraba mientras los arrestaran, como relata Robin Lloyd, una pacifista irredente de ahora 81 años. The Wall Street Journal preguntó a Sanders recientemente por esto y el senador respondió: “Mi opinión era que tenías ahí centenares de empleos de salario decente y con representación sindical. Si cierras ahí, se irán a otro lado”.

Un socialista defendiendo la planta, un revolucionario llamando a la policía. Dice Greg Guma que Sanders “siempre fue más vieja izquierda que nueva izquierda, él estaba volcado en el análisis económico y no le interesaba la política de identidad, eran filosofías diferentes”. La reflexión de Guma sigue hoy vigente para muchos. Ya como precandidato en 2016 era muy beligerante con los efectos de los tratados comerciales en la clase trabajadora estadounidense, una crítica que desde unas ideas y un talante distinto comparte con Donald Trump. Ahora recibe críticas por respaldar que los jets F-35 utilicen el aeropuerto de Burlington. John Franco dijo una vez que a Sanders, en los 80, le podían votar electores a su vez del presidente Reagan. Los demócratas de Reagan, ese es el colectivo que el senador de Vermont quiere recuperar. El dilema estriba en si el discurso sanderista ahuyentará al voto moderado, agitará a las republicanas y favorecerá la reelección de Donald Trump. Si los votos que el senador de Vermont movilice compensará el resto.

La abogada Sandy Baird, una veterana activista, se mudó en los sesenta, como Sander, a Vermont. Entró en colisión con el alcalde por el proyecto de desarrollo del litoral junto al lago Champlain. Sanders llegó a apoyar un proyecto que contemplaba algunos negocios y viviendas de semilujo. “Él lanzó un bono para captar financiación y los ecologistas y otros nos movilizamos en contra, el consejo lo tumbó y él cambió de opinión. Le respeto por eso, porque cambió de opinión”, explica Baird, de 79 años.

La ribera del lago Champlain, aunque se acabó definiendo con Sanders ya fuera de la alcaldía, es hoy una zona de recreo que la gente atribuye al senador. Cuando su proyecto fue rechazado, se encargó de litigar ante el Supremo de Vermont para defender su titularidad pública. La huella de Sanders se encuentra en muchos otros aspectos intangibles, en una forma de hacer política. Promovió, por ejemplo, un sistema de asambleas vecinales para la planificación de los barrios que contaba con pequeños presupuestos públicos.

El futuro del centro-izquierda estadounidense
El escritor Russell Banks, que escribió un largo perfil sobre Sanders en 1985, durante su segundo mandato, le acompañó en su visita puerta por puerta a los vecinos de la ciudad, a los que preguntaba qué quejas tenían y animaba también a comentar lo positivo. En aquel texto, lanzó una pregunta algo premonitoria: “¿Es posible que esta pequeña ciudad de Vermont al borde del lago Champlain y su desaliñado alcalde socialista nos cuenten más del futuro del centro-izquierda de la política estadounidense que, digamos, North York y Ed Koch o Los Ángeles y Tom Bradley? Una mirada más estrecha a Burlington y su alcalde puede dar la respuesta”.

Tras la alcaldía, Sanders consiguió llegar a la Cámara de Representantes y el Senado. Siempre contra el mundo. Ahora busca el Despacho Oval. ¿Se lo imagina allí sentado? “Sí, tiene un estilo duro, pero siempre supo adaptarse, se acabó llevando bien con los empresarios de aquella época y está entrenado para aguantar mucha oposición”, responde Lloyd, la que fue arrestada por la policía en las protestas de General Electric.

Guma y Lloyd llevan juntos cuatro décadas, tuvieron juntos un hijo y, ahora, son abuelos de una nieta, pero nunca han sido pareja, aclaran, sino amigos. Viven en apartamentos independientes con zonas comunes en una misma casa. Suena muy de los 60, se le hace notar. “Somos las sobras de los 60”, responde Guma.

La fotografía del hoy senador se encuentra junto con la del resto del alcaldes en la casa consistorial. Es de hace 40 años, pero con su famoso cabello, prematuramente blanco y hoy icono juvenil en posters y carteles por toda la ciudad, resulta imposible de confundir.

Max Tracy, un concejal de distrito de 33 años que pertenece al Partido Progresista, define a Sanders como su “héroe”, su “inspiración”. “Algo que ocurre igual ahora y hace 40 años es que tenemos una serie de problemas a los que los dos grandes partidos no dan soluciones. Necesitamos esa revolución de la que habla Sanders”, insiste desde una cafetería del Old North End, el distrito que representa. Hay algún paralelismo entre la historia del joven concejal y la de Sanders. Tracy se mudó de Chicago a Vermont en 2005, para estudiar en la universidad, y decidió asentarse en Burlington. Cuando se le pregunta por qué, abre mucho los ojos: “Porque es increíble esta ciudad, esta gente, ¿no lo cree?”.

https://elpais.com/internacional/2020/02/15/estados_unidos/1581805068_810955.html