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jueves, 5 de enero de 2017

Entrevista al historiador y periodista Carles Senso, coautor de “La ignomínia de l'oblit” (Universitat de València). Campos de exterminio nazis: entre la mayoría silenciosa y el lucro empresarial.

Enric Llopis

Una mayoría de los alemanes se mantuvieron en silencio o participaron de la barbarie nazi. De hecho se beneficiaron de un modelo de economía fundamentado en la expansión bélica y la explotación de la mano de obra “importada” de países ocupados o rivales. El historiador y periodista Carles Senso, coautor del libro “La ignomínia de l'oblit” junto al docente Ximo Vidal, lo resume en una frase categórica: “La minoría movilizada a favor del nazismo no fue tan minoría y la mayoría silenciosa en ocasiones supo y en otras no quiso saber”. Publicado en 2016 por la Universitat de València, el libro aborda el internamiento de los “rojos” de la comarca valenciana de La Ribera en campos de concentración como Mauthausen, Buchenwald, Neue Bremm, Dachau o Ravensbrück. Son bien conocidas las miles de violaciones en estos centros de exterminio, los perros despedazando a prisioneros, la “experimentación” con seres humanos o las permanentes duchas de agua fría durante los inviernos extremos. Pero constituyeron asimismo una fuente de mano de obra esclava. “Empresas automovilísticas como Audi o BMW (entonces en manos de Quandt) utilizaron a miles de trabajadores forzosos”, subraya el historiador. También lo hicieron Bosch, Krupp, Adidas o Siemens.

-En “La ignomínia de l'oblit” abordas el internamiento de los republicanos de una comarca valenciana, La Ribera, por los campos de concentración nazis. ¿Deben considerarse el genocidio y los campos de exterminio como un producto de la perversidad intrínseca del régimen nazi, o se trató más bien de un proyecto político? Si es así, ¿en qué consistía?
Jorge Dimitrov, en su libro “El fascismo y la clase obrera” defendió que la subida del fascismo al poder no supone un simple cambio de un gobierno burgués por otro, sino la sustitución de una forma estatal de dominación de clase de la burguesía por una dictadura terrorista abierta. A través del Estado de excepción se generan condiciones específicas de gobierno sin las que sería imposible entender la Alemania de los años treinta. El nazismo facilita un Estado al servicio de una clase dominante que anula la autonomía a los garantes de la libertad en las democracias burguesas “tipo”, caso de los partidos políticos, los sindicatos, la ciudadanía como sujeto político o los medios de comunicación, además de otros poderes fácticos que quedaron subyugados (en algunos casos una subyugación benévola) al designio del régimen hitleriano. En dicha situación, los campos de exterminio aparecen como una solución bélica pero también como un mecanismo de Estado al servicio del gobierno. El fascismo crea un sistema absolutamente represivo que busca el aniquilamiento del adversario primero a través de una policía política y más tarde a través del engranaje de los campos de exterminio.

-En la película “¿Vencedores o Vencidos? (El Juicio de Nuremberg)” (1961), de Stanley Krammer, un juez estadounidense retirado, Dan Haywood (Spencer Tracy), conversa con un matrimonio alemán de la clase trabajadora. En un momento del diálogo, ella recuerda al magistrado que Hitler hizo cosas positivas por Alemania. ¿Hubo un consentimiento, o al menos un silencio cómplice, de la población germana con los campos de tortura y extermino?
Es uno de los temas que están centrando mis estudios en los últimos meses. Esa responsabilidad de la población por acción u omisión en la que también veo paralelismos con la actualidad cuando observo el trato que se les está ofreciendo a los refugiados o cuando analizo lo cómodo que es el machismo para muchos hombres y que, por ende, callan. A colación de tu referencia, Esperanza Aguirre ha dicho recientemente algo parecido de Millán Astray. La memoria histórica, en ciertos sectores de este país, es el ejercicio de blanqueamiento del pasado para ocultar todos los asesinatos de la dictadura. Respecto al nazismo, sería injusto no recordar el protagonismo del Partido Comunista Alemán justo antes de la llegada de Hitler al poder y que por lo tanto hubo una resistencia activa que en muchos casos se pagó con la muerte. Pero lo cierto es que el pueblo alemán participó o calló durante toda la barbarie y se benefició de un modelo económico que basó su expansión en la guerra y en la explotación de las clases subalternas que llegaron de países ocupados o rivales. El fascismo organiza de arriba abajo la sociedad, la economía y la política según los intereses de la gran burguesía, oprimiendo y explotando a la clase obrera.

Pero dichos beneficios se generalizaron durante el período prebélico y más tarde con la política expansionista, y buena parte de la población se benefició de una economía de guerra que les llevó al silencio cómplice. Pike recopila, en su magnífico estudio sobre los republicanos españoles presentes en los campos, cómo los prisioneros se sorprendían en los primeros meses al ver que la población alemana era consciente de su situación y no movía un dedo. Hay casos de decencia pero son tan escasos que se han acabado por mitificar. La minoría movilizada a favor del nazismo no fue tan minoría y la mayoría silenciosa en ocasiones supo y en otras no quiso saber. Las décadas posteriores al final de la II Guerra Mundial son un periodo de redefinición de Alemania como país, fruto de un profundo trabajo de recolocación de valores por parte de cada uno de los alemanes y las alemanas.

-¿Se aprovecharon o lucraron las grandes empresas alemanas de la mano de obra esclava? ¿Procedían estos trabajadores de los centros de internamiento? ¿Pueden citarse nombres de las compañías implicadas?
Son múltiples las empresas que cimentaron en el periodo nazi su expansión internacional posterior y su conversión en multinacionales monopolísticas. Y no sólo alemanas, que es lo que más sorprende en ocasiones. Evidentemente también empresarios franceses o austriacos pero también norteamericanos. Por citar ejemplos, Standard Oil, Siemens, Ford o Bayer. El intervencionismo del Estado nazi fue crucial en la economía, lo que no fue óbice para que empresarios de muchos países realizasen importantes negocios que no dudaron en explotar a los prisioneros sometidos a la barbarie de los campos de concentración y exterminio. Las SS crearon empresas propias de pingües beneficios pero las necesidades del momento prebélico o bélico (con la presencia de buena parte de la masa salarial joven alemana en el ejército o en los grupos paramilitares) obligaba a buscar nueva mano de obra. Y en los campos se encontró bien barata. Las condiciones fueron simplemente esclavistas. La complicidad de los principales magnates americanos con el nazismo (al que generalmente al principio repudiaron pero después adularon dados los beneficios económicos) fue absoluta, como analiza Jacques R. Pauwels en “El mito de la guerra buena”.

-¿Qué papel desempeñaron realmente los Estados Unidos?
Pauwels protagoniza uno de los libros que considero vitales para entender el ordenamiento internacional de antes y después de la guerra mundial. Estados Unidos ha sido vendido como el salvador de la guerra y de la libertad pero lo cierto es que el gobierno decidió intervenir más bien tarde y su participación no fue tan determinante como se ha mostrado desde Hollywood. Durante los años de la preguerra y los primeros de conflicto en la sociedad americana (entiéndase sobre todo en los poderes fácticos y en el gobierno) no se tenía excesivamente claro quién era el enemigo y no se descartó la alianza con Hitler, al que algunos magnates consideraban una figura casi divina. La oligarquía americana era abiertamente filofascista y el enfrentamiento con el nazismo se interpretó en algunos casos como un error. EE UU decidió intervenir, sobre todo, porque la URSS había conseguido dar la vuelta al conflicto y estaba en capacidad de surgir de la II Guerra Mundial como vencedor absoluto del nazismo, con lo que ello hubiese repercutido en la política geoestratégica. Es por ello, que Pauwels desmitifica la intervención norteamericana y muestra la complicidad del capital norteamericano con el nazismo. Pero el negocio de las empresas con el régimen hitleriano (como la avaricia capitalista) no tuvo fronteras.

Por citar ejemplos conocidos, empresas automovilísticas como Audi o BMW (en manos por entonces de Quandt) utilizaron a miles de trabajadores forzosos a los que prácticamente no remuneraban. Las cifras se sitúan entre los 20.000 y los 50.000 trabajadores explotados. También Bosch, Krupp (actualmente Thyssenkrupp), Adidas o Siemens. Otras empresas fueron grandes colaboradoras del régimen nazi, favoreciendo su expansión a través del suministro de material innovador. Es el caso de las americanas General Motors (que facilitó camiones militares que sirvieron para ocupar Austria), Ford (que también fabricó camiones para los nazis y se negó a manufacturar motores para los aviones del ejército británico), Standard Oil (que proporcionó combustible) o IBM, que creó el sistema informático con los que se censaron a los judíos. James Mooney, director ejecutivo de General Motors, recibió la Gran Cruz de la Orden del Águila Alemana, mientras Henry Ford fue considerado por Hitler como “su inspirador”. La mayoría de los españoles (y ribereños) estuvieron controlados por las empresas de Himmler y su entorno en Mauthausen y sus subcampos pero de ellos también se beneficiaron empresas como la Steyr-Daimler-Puch, con varios ribereños de nuestro libro explotados entre sus trabajadores.

Como ha constatado el historiador Carlos Hernández, las prisioneras españolas deportadas a Ravensbrück trabajaron en diversas empresas que fabricaban armamento y piezas para vehículos y aviones del Ejército alemán. La más conocida de ellas fue Siemens y Halske, que en 1942 construyó una fábrica junto al campo para la producción de componentes electrónicos destinados a los misiles V1 y V2. En Ravensbrück estuvo Virtudes Cuevas, de Sueca. Eran negocios. Y muy buenos. El capitalismo sólo entiende de dinero y ni los supuestamente puristas americanos pudieron hacer ascos a las opciones de mercado que se planteaban en Europa. Y no se limitó a la II Guerra Mundial, sino que era un conflicto económico internacional que también se visibilizó en el Estado español. No hay que olvidar que el mayor aliado internacional con el que contó Franco fue Texaco, que proporcionó el combustible necesario para poder hacer volar a los Junkers Ju 52. El FBI interrogó a sus dirigentes pero a pesar del incumplimiento de la ley estadounidense de no intervención, sólo se le obligó a pagar 22.000 dólares. El suministro a los golpistas no se detuvo.

-Mauthausen, Buchenwald, Dachau, Gusen, Ravensbrück.... Trabajos extenuantes, alimentación terriblemente precaria, enfermedades irreversibles... ¿Hasta qué grado llegó el trato vejatorio, la crueldad y el sadismo? ¿En qué medida afectó a los republicanos españoles?
Es uno de los apartados más conocidos de los campos de exterminio porque existe una amplia literatura al respecto y una difusión escabrosa por parte del cine norteamericano, que ha eludido investigar sobre las salvajadas que el ejército patrio realizó en suelo europeo. Se habla de miles de violaciones. La crueldad en los campos fue la mayor que puede considerar el ser humano. Desde el segundo uno se les aniquilaba como seres humanos y se les robaba su consideración de personas. A partir de ahí, todo valía. Ejemplos sobran. Constantemente los perros de las SS se lanzaban sobre los prisioneros y los despedazaban hasta la muerte. En inviernos de temperaturas extremas como los del 41 y 42, los prisioneros eran sometidos a noches enteras bajo duchas de agua fría y posterior caliente a la intemperie. Cualquier atrocidad pensada se desarrolló en los campos y los españoles estuvieron sometidos a ellas. En los casos que hemos trabajado Ximo Vidal y yo no constan datos específicos en las razones de las muertes. Lo hacían constar de forma genérica y por lo tanto ha sido difícil la reconstrucción. Pero claro, no estuvieron exentos y entre ellos constan algunos que fueron asesinados en el Castillo de Hartheim, donde se llevaron a cabo experimentos científicos.

-¿Qué peso tenía la llamada investigación “científica”, la experimentación con seres humanos, y cuál era su finalidad última?
La finalidad no era otra que la búsqueda del hombre perfecto. Las muertes y enfermedades causadas por el duro invierno que tenían que enfrentar los militares en el Frente Este llevaron a los médicos a realizar experimentos pseudocientíficos para prevenir en sus ejércitos la congelación o la hipotermia. Para ello a los prisioneros se los situaba en grandes recipientes de agua helada con una sonda rectal para controlar la temperatura de su cuerpo. Para su reanimación se les sometía a rayos ultravioleta, se los duchaba con agua ardiendo o los intentaban excitar sexualmente con mujeres. Los resultados eran presentados en conferencias en las que se compartían experimentos con humanos. Son ejemplos de una lista inacabable de salvajadas que fueron posibles por la deshumanización, primero de los prisioneros y después de los criminales nazis, que se escudaron en la cadena de mando para llevar a cabo los experimentos. A algunos prisioneros o prisioneras se les inyectaba cianuro en los pulmones y se les obligaba a hacer deporte o los exponían al gas fosgeno para buscar antídotos, dado que se estaba utilizando en el frente. A otros les extirpaban extremidades u órganos para transplantarlos a otros y a las mujeres se les inseminaba artificialmente. En ocasiones, tanta crueldad nos aleja de dicha realidad pero lo cierto es que fue fruto de una sociedad próxima temporal y geográficamente y en nuestro país, nuestros vecinos también fueron artífices o víctimas de dichas represiones inhumanas.

-En la primera parte del libro figuran textos del escritor italiano de origen judío, Primo Levi, y del sociólogo polaco Zygmunt Bauman, ¿qué parte de sus ideas ayudan a recordar “la ignominia del olvido”?
Levi nos permite introducirnos en la más despiadada de las realidades de los campos pero lleva sus reflexiones mucho más allá, y sus teorizaciones nos hacen comprender de qué forma se reduce la esencia humana cuando las necesidades son básicas. De Levi se puede aprender cómo el capital siempre beneficia al capital y que iniciar un conflicto en posición de privilegio material hace que tengas mayor facilidad para salir indemne o mejor parado. Es decir, el posicionamiento social por la posesión inicial es clave incluso en las situaciones más extremas, en las que se pierdes o difuminan otros valores como la valentía, el compromiso o el compañerismo. Cuando todo queda reducido a la nada, el capital busca y privilegia al capital. Por su parte, Bauman analiza como las personas, cuando son sometidas a elecciones demasiado costosas, se autoconvencen y alejan de la cuestión del deber moral, adoptando los preceptos del interés racional y la propia conservación. Bauman dirá que en un sistema en el que la racionalidad y la ética apuntan en direcciones opuestas, la humanidad es la principal derrotada. Resistirse al mal es a menudo imprudente y por tanto el instinto de conservación personal juega a su favor ya que mayormente la falta de compromiso facilita la abstención.

-¿Por qué vía llegaron los republicanos del exilio francés a los campos de concentración? ¿Se establecieron mecanismos de solidaridad internos, entre los presos, para sobrevivir ante condiciones tan extremas? ¿Has podido documentar para la publicación del libro algún ejemplo de relación fraternal entre los prisioneros de La Ribera?
El compromiso político de miles de republicanos españoles les llevó a combatir en tierras francesas a las tropas nazis, razón principal que provocó su detención y traslado a los campos de exterminio. Hubo españoles en todos los aparatos de contestación a los fascistas, desde el ejército francés, a la intervención en las empresas armamentísticas o la lucha política, con especial actividad de anarquistas y comunistas. La solidaridad entre los españoles fue ejemplar y la conexión entre las diferentes opciones de oposición al fascismo plena. De Sueca, por ejemplo, era Virtudes Cuevas, conocida en Francia como Madame Carmen. Después de luchar contra el franquismo, siguió defendiendo la democracia en el país galo, en el que trabajó como enlace secreto entre comunistas, socialistas y anarquistas. Era una transmisora de información, sobre todo, pero no solo e incluso trasvasó armas entre unos y otros. Acabó siendo detenida e internada en Ravensbrück, donde pudo entablar una intensa relación con Genneville de Gaulle, la hija de Charles De Gaulle, lo que le valió después (no por la amistad, sino por su trabajo y lucha) ser condecorada con la Legión de Honor del Ejército Francés, la máxima distinción.

En su magnífico libro, Pike rememora la consideración que los republicanos españoles tenían en los campos. La juventud (la media de edad de los españoles en su entrada a los campos era de veintisiete años), su disciplina militar y su experiencia eran factores que ayudaron a su mayor capacidad de resistencia. Pero también su espíritu de solidaridad, fruto de su implicación política tantas veces vinculada a movimientos de esencia colectivizadora como el PC, la CNT u otros. Internos franceses, ingleses o polacos (por situar algunas referencias conocidas) mostraron su admiración por los prisioneros españoles, a los que consideraban modelos por su educación, solidaridad, dignidad y fortaleza. Edmond Michelet decía que nunca estaban tiempo de más en los lavabos o no tomaban más de lo que les correspondía en las raciones. Dicha solidaridad también depuró entre ellos muchas diferencias que se arrastraban de la diferente interpretación en la guerra de España o de la lucha contra el fascismo en Europa. Sobre la relación de la que me hablas en la pregunta, Joaquín Olaso y su compañera sentimental, Dolores García, fueron, según comenta Pike, la única pareja que oficialmente pudo verse y mantener cierta relación en los campos. Ella fue secretaria de Neruda y una mujer de una inteligencia destacada. Su historia también es apasionante.

-En algunos pasajes del libro señalas algunos reparos a las biografías que han legado los protagonistas o sus familias. ¿Es éste uno de los grandes riesgos de la Historia Oral? ¿Tendría que asumir la Academia, tal vez, que la memoria histórica y los testimonios orales tienen mucho de género literario?
Aunque evidentemente no ha sido lo usual, hemos encontrado familiares que interiorizaron con el tiempo el relato impuesto por el franquismo y pensaron aquello de que si los deportados acabaron pasaron o muriendo en los campos de exterminio nazis “por algo sería”. Sin embargo, como digo, lo normal ha sido el orgullo silencioso. La generación actual de historiadores que estamos realizando una mirada más crítica y que estamos configurando una memoria “sin complejos”, sin relatos impuestos, hemos llegado tarde en la mayoría de los casos. Las fuentes orales son escasas y excesivamente mayores o alejadas de la problemática de estudio. Es por ello que, por una parte, debemos aplicar la máxima cautela porque sabemos que las miradas atrás siempre son caprichosas y tienden a aplicar mecanismos de autoafirmación y, por otra, estamos en la obligación de avasallar los datos documentales para suplir las carencias orales.

Entendiendo las particularidades de la historia oral, no debemos estigmatizar en exceso la voz del participante. Una generación de españoles y españolas falleció sin ser escuchados y la democracia no se recuperará nunca de una pérdida así. El golpe de Estado franquista provocó una rápida y contundente reacción que alargó la “conquista de España” durante tres años. El golpe de Estado de Tejero fue contestado con un cierre inmediato de la puerta de cada una de las casas y una delegación de competencias. Este país cambió para siempre con el franquismo y debemos seguir entendiendo por qué y cómo. Y eso lo sabían quienes lo sufrieron y quienes configuraron aquella realidad alternativa que fue la esporádica II República. No hay que temer a la historia oral, eso sí, aplicando siempre, como decía Joan Fuster (y como he aprendido del profesor Ferran Archilés), el “dubte metòdic”, la duda metódica.

-¿Consideras que ha reconocido el Estado español a los “rojos” españoles que sufrieron la ignominia nazi? ¿Tiene ello algo que ver con el modo en que se desarrolló la Transición?
Evidentemente de la dictadura asesina de Franco no se podía esperar una reconstrucción y rehabilitación de la memoria y la dignidad de los españoles que contra él lucharon y después no cejaron en su compromiso y combatieron al nazismo por Europa. Pero claro, después llegó la democracia y los homenajes fueron puntuales, nimios y privados. Y claro que sí, la Transición y sus artífices políticos tuvieron buena parte de culpa. Fueron los franquistas y la oposición más conservadora quienes condujeron el proceso de llegada de la democracia y, bajo la amenaza de la reversión a tiempos armados, impusieron el silencio y el olvido. Pero sólo a los demócratas. Porque al igual que pasó con la amnistía (que sacó de la cárcel a cuatro luchadores contra la dictadura pero de la que se beneficiaron sobre todo los franquistas que vieron perdonados sus asesinatos y su represión salvaje), sí se aplicó memoria para trasladar a la democracia (al imaginario colectivo de la nueva modernidad) el nombre y la historia de franquistas que hoy siguen poblando nuestras calles y que permiten que la desvergüenza se adueñen de personas como Esperanza Aguirre para sacar pecho de las aportaciones sociales de Millán Astray, creador de la Legión.

-¿Dónde sitúas la derrota?
El nuevo relato de la democracia se hubiese tenido que configurar sobre los cimientos de la lucha antifascista, como sí se hizo en otras partes de Europa, caso de los partisanos italianos o como hicieron los franceses, que incluso han realizado homenajes a los republicanos españoles que liberaron París, cosa que nosotros no hemos hecho. Es el caso de Amado Granell, que sobrevivió a tres guerras pero murió en un accidente de tráfico en el término municipal de Sueca. Sin embargo, el nuevo relato se creó sobre el miedo impuesto, la violencia generalizada en un momento de caos y el olvido a aquellos que lucharon por la democracia durante décadas. Hay datos irrebatibles que explican el todo: España sigue siendo el segundo país del mundo con más desaparecidos enterrados en cunetas, sólo por detrás de Camboya. Con todas las dictaduras y los horrores que ha habido en el mundo, tenemos ese “honor”. Somos campeones del mundo en desvergüenza. La científica Clara Valverde ha estudiado a través de magníficos trabajos como la represión acaba afectando a nietos y nietas de los perseguidos, incluso a pesar de que no los conocieran. Como ese miedo y frustración configura la personalidad tres generaciones después. Pero aquí no hubo recuerdo, no se reseteó la dignidad y, en cambio, sí se persiguió el duelo. Y en eso los nuevos medios de comunicación de masas tuvieron mucha culpa, como también la población que no empujo suficiente para la lograr el cambio real.

Como ha defendido el profesor Pepe Reig, los medios de comunicación pasaron del oficialismo al oficialismo pasando por el desconcierto. En la dictadura decía lo que podía decir y en la democracia pasaron a defender los que debían decir en pos del consenso, esa esencia incorpórea que se vendió como un logro y realmente fue una losa. El llamado Parlamento de Papel no estuvo en “El País” o “ABC”, enraizó en medios prácticamente marginales de recursos materiales y apoyos ciudadanos. Fueron ellos los que realmente asumieron su papel con verdadera convicción democrática. Y lo pagaron. Fueron víctimas de bombas, amenazas y agresiones, a diario verbales, en ocasiones físicas. Medios como “Cuadernos para el Diálogo”, “Triunfo”, “Destino”, “Valencia Semanal”, “Interviu” o “Dos y Dos”, por situar algunos ejemplos de gran simbolismo. La práctica clandestinidad de estos medios les dio una credibilidad que los otros, por mucho que ahora se mide atrás y se edulcore la historia, no deberían tener.

-Uno de las biografías a la que el libro dedica más páginas es la de Virtudes Purificación Cuevas Escrivà, una vecina del municipio valenciano de Sueca. ¿Por qué es importante su recorrido vital y político? ¿Resume las aspiraciones y contradicciones de una época?
Virtudes Cuevas resume el compromiso político sin desdén. Falleció hace unos años y dejó su vivienda en Sueca al ayuntamiento, con el objetivo de que se crease allí un museo antifascista. El consistorio no lo ha visto conveniente todavía y los homenajes han sido escasos y facilitados por un grupo de amantes de la historia y la democracia. Madame Carmen, como era conocida, luchó contra el golpe de Estado y en el exterior, en Francia, trabajó de enlace de las diferentes versiones de lucha contra el fascismo. Acabó pasando por Ravensbrück y como he dicho, coincidiendo con la hija de De Gaulle y siendo condecorada por su valentía con la mayor distinción del ejército galo. Nunca dejó de luchar y cuando regresó a su localidad valenciana, en 2003, mantenía viva su fuerza y su pundonor. En los años cincuenta volvió por su tierra natal con el objetivo de conseguir que su madre fuese enterrada en Sueca. Fue saludada incluso por el alcalde franquista. Eran demostraciones de una valentía extrema.

-¿Ocurre lo mismo con Joaquín Olaso Piera, vecino de Carcaixent y miembro del NKWD (Comisario del Pueblo de Asuntos Interiores de la URSS), que en agosto de 1943 ingresó en el campo de Neue Bremm? ¿Por qué es relevante su biografía?
La vida de Olaso es la historia del compromiso político a pesar de todas las consecuencias. Desde sus primeros años ya mostró una curiosidad que con poco más de veinte primaveras le llevó a la URSS, donde conoció una sociedad y una realidad política totalmente diferente. En sus cartas a la familia se mostró apasionado con las colectivizaciones y los logros económicos que rápidamente provocaban y de la forma en la que el sistema socialista había sido capaz de “recuperar” (si es que alguna vez habían formado parte de la historia) una parte de la sociedad rusa marginada durante siglos y esclavizada salvajemente. Olaso nos permite conocer los entresijos del movimiento comunista español entre la década de los veinte y los cincuenta, con la configuración de un buen número de partidos (en los que siempre acaba jugando un papel fundamental).

Siempre digo que cada descubrimiento de Olaso (a quien se le conocía con el sobrenombre de Kim) abre cinco nuevos secretos, lo que es normal en un espía de la URSS. Sin ir más lejos, era conocido como el Ojo de Moscú. Su pareja sentimental (con la que no llegó a casarse) engrandece su trayectoria. Dolores Echeverría era la secretaria de Pablo Neruda, con el que marchó al exilio francés. Incluso sus muertes se produjeron en una situación enormemente sospechosa pero eso lo dejo en manos de los lectores y lectoras del libro. Un avance, fue en 1955 y en su casa de París. Una historia que Hollywood hubiese convertido ya en una película de éxito.

-Por último, ¿consideras importante la “Microhistoria” y las Historias Locales? ¿Se corre el riesgo de que, ante el declive de las grandes narrativas y las historias globales, prolifere tal número de investigaciones parciales que la síntesis se haga imposible?
La aproximación del relato histórico a la realidad social de los núcleos más pequeños ha permitido que algunos sectores menos especializados se muestren interesados, al intervenir nuevos elementos de sensibilidad e identificación. La masiva información que circula hoy ante nuestros ojos, desgraciadamente nos obliga a cribar buena parte de ella, por lo que se utiliza la identidad para la selección. Los grandes números, la historia más matemática, nos habla de que aproximadamente 9.000 españoles pasaron por los campos de exterminio de los nazis. Sin embargo, estudios como el que hemos configurado (en un campo en que estaba virgen y que es posible porque el marco general ya ha sido interiorizado) permite a la vecina conocer a su conciudadano asesinado en Gusen, recordar al abuelo de una amiga que salió libre en mayo del 45 de Mauthausen o reconocer por la calle a un luchador por la democracia que ayudó a liberar París. Evidentemente, como digo, la historia no puede segmentarse en exceso porque de lo contrario no es comprensible y no ayuda a la edificación de valores colectivos. Debe formar parte de un todo y debe contener una perspectiva amplia.

En nuestro estudio creo humildemente que se consigue porque no eludimos, por ejemplo, analizar la pertenencia social de los deportados a una clase social humilde e históricamente perseguida, lo que nos permite analizar su herencia familiar y observar en algunos casos como miembros de sus núcleos más próximos ya lucharon contra la subida generalizada de alimentos en la segunda década del siglo XX o como aparecen vinculados a la lucha contra la dictadura de Primo de Rivera. Sólo el conocimiento general nos permitirá entender las historias más próximas y solamente la mirada micro nos dejará visualizar “la piel” (que diría aquel) de las sociedades pasadas. El historiador debe entender por qué las personas que vivieron en el pasado tomaron ciertas decisiones y no otras y eso se consigue aproximándose a los personajes que formaron parte de la lucha colectiva tantas veces anónima.

sábado, 31 de diciembre de 2016

Diciembre de 1941: Alemania y Japón pierden la guerra. Es el momento que marcó el punto de inflexión de la contienda después del ataque de Pearl Harbor y el fracaso nazi en la URSS.


Resultado de imagen de leaves fall   Diciembre de 1941 fue el momento en que las potencias del Eje, la  Alemania nazi y el Japón imperial, perdieron  II Guerra MundialSin embargo, todavía quedaban cuatro años de batallas, los peores, durante los que alemanes y japoneses cometieron la mayoría de las atrocidades, incluyendo las cámaras de gas y el exterminio del pueblo judío. Tuvieron que ver cómo sus dos países eran borrados del mapa bajo los bombardeos aliados para rendirse. La guerra se acabó en Europa en mayo de 1945 y en Asia en agosto, tras la devastación atómica de Hiroshima y Nagasaki. Sin embargo, algunos no tardaron en ver el principio del fin. El primer ministro británico, Winston Churchill, que recibió con enorme alivio el ataque contra la base estadounidense de Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941 ya que significaba la entrada en la guerra de EE UU, afirmó: "La suerte de Hitler está sellada. Y los japoneses serán reducidos a polvo".


La ofensiva contra Pearl Harbor, el puerto estadounidense en Hawái que este lunes visita por primera vez el primer ministro japonés, Shinzo Abe, tenía como objetivo la destrucción de los portaviones estadounidenses y fue un fracaso. Tuvo lugar en el mismo momento en que las tropas nazis combatían desesperadamente a las puertas de Moscú, pero tampoco alcanzaron a conquistar la capital rusa, lo que condenó a su Ejército a una derrota segura a manos del general invierno ruso. La invasión alemana de la URSS empezó el 22 de junio de 1941 y el avance fue fulminante durante el verano. Sin embargo, las tropas de Hitler quedaron embarradas —literalmente— cuando empezaron las lluvias otoñales en las inmensas estepas.

Pearl Harbor también representó un gigantesco error de cálculo. Como relata en BBC History Magazine el investigador Nicholas Best, autor de Seven Days of Infamy: Pearl Harbor Across the World, el ataque se planificó un domingo por la mañana porque, normalmente, los portaviones estadounidenses se encontraban en puerto. Su importancia estratégica era mucho mayor que la de cualquier otro buque. Sin embargo, sólo cuando los aviones ya estaba en el aire y no podían dar marchas atrás se dieron cuenta de que los barcos habían zarpado. El almirante japonés Yamamoto no se unió a la celebración general tras la ofensiva por ese motivo.

El gran investigador británico  Antony Beevor explica ese momento clave en La II Guerra Mundial (Pasado y Presente): "Muchos oficiales alemanes que estaban luchando en el frente del Este no sabían muy bien qué pensar cuando escucharon la noticia del ataque sobre Pearl Harbor. Los más lúcidos intuían que esta guerra mundial, con EE UU, el Imperio Británico y la URSS unidos en el mismo bando contra ellos, no se podía ganar. El rechazo en las puertas de Moscú combinado con la entrada en guerra de Estados Unidos convirtieron diciembre de 1941 en el punto de inflexión geopolítico de la guerra. Desde ese momento, Alemania pasa a ser incapaz de ganar la II Guerra Mundial, aunque mantiene un poder enorme para causar muerte y destrucción".

Max Hastings, otro gran experto en el conflicto, ofrece un punto de vista similar en Se desataron todos los infiernos. Historia de la Segunda Guerra Mundial (Crítica): "Con todo, aún habrían de transcurrir muchos meses para que los aliados advirtieran que habían cambiado las tornas. En 1942, el Eje aún logró triunfos espectaculares y, sin embargo, la realidad histórica crucial es que los altos funcionarios del Tercer Reich consideraron, ya en diciembre de 1941, que era imposible obtener la victoria militar al no haber logrado derrotar a la URSS. Aunque hubo quien se aferró a la esperanza de que Alemania negociase una paz aceptable, todos, incluido tal vez el mismísimo Hitler, en lo más recóndito de su conciencia, sabían que había pasado el momento decisivo".

Por un lado, la potencia industrial de EE UU puesta al servicio de los aliados era imbatible y permitió no sólo interminables reservas de armamento, sino también mantener las líneas de aprovisionamiento a través de las distancias siderales del Pacífico. Por otro, el desgaste en hombres y armas de los nazis en la URSS —como relata Hastings, sólo en la batalla de Moscú, que se desarrolló entre octubre de 1941 y enero de 1942, participaron "seis Ejércitos alemanes, 1,9 millones de combatientes, 14.000 cañones, un millar de carros de combate y 1.390 aviones"— hizo también que Alemania perdiese cualquier oportunidad de victoria.

Sin embargo, el punto de inflexión no quedó claro hasta por lo menos un año más tarde, cuando tanto los japoneses en el Pacífico como los alemanes en Rusia y el norte de África comenzaron a sufrir claras derrotas. Sólo con la rendición nazi en Stalingrado, en febrero de 1943, los aliados supieron que habían ganado la guerra, aunque lo más difícil quedaba por delante: echar a japoneses y alemanes de los países que habían ocupado y luego derrotarlos en su territorio. Millones de personas sufrirían y morirían todavía bajo el horror totalitario. Fueron, además, los años cruciales del Holocausto: solamente en  Auschwitz, entre julio de 1942 y octubre de 1943, 750.000 seres humanos fueron asesinados. La guerra tal vez había terminado, la muerte no había hecho más que empezar.

HOLLYWOOD NEUTRAL
Tanto la invasión de la URSS como Pearl Harbor fueron ataques a traición: Stalin y Hitler habían firmado un pacto, mientras que EE UU se había mantenido celosamente neutral. Nada refleja con tanta precisión esa voluntad de mantenerse fuera del conflicto como Hollywood, cuyas producciones se estrenaban —con éxito— en los países del Eje. Nicholas Best relata que, justo cuando se produjo el ataque japonés, se estaba rodando La señora Miniver, una historia ambientada en Inglaterra durante los bombardeos nazis dirigida por William Wyler.

El tono del filme cambió completamente y se transformó el guion, que pasó de ser una historia principalmente romántica a convertirse en una película de propaganda bélica. Fue en ese momento cuando se añadió el famoso discurso del vicario rural: "No es la guerra de los soldados en uniforme, es la guerra de la gente y no debe ser combatida sólo en los campos de batalla, sino en las ciudades y los pueblos, las factorías y las granjas, en el corazón de cada mujer, hombre, niño que ame la libertad". La voluntad absoluta y el sacrificio de millones de personas fueron decisivos para derrotar a los totalitarismos. Sin embargo, lo cierto es que en diciembre de 1941 la locura belicista de dos países que quisieron construir imperios milenarios los llevó a derrotarse a sí mismos en medio de un baño de sangre como no ha vuelto a conocer la historia.

http://internacional.elpais.com/internacional/2016/12/20/actualidad/1482257258_091336.html

jueves, 29 de diciembre de 2016

Los historiadores Ricard Torres y Juan Carlos Colomer resumen en 146 páginas los ejes de la Guerra Civil Española.

La Guerra de 1936, una síntesis histórica
Enric Llopis

En 1986 la editorial Crítica publicó la primera edición de un “clásico”, “La Guerra Civil Española”, del hispanista Pierre Vilar. La bibliografía ya era entonces vastísima, pero el historiador resumió lo esencial del conflicto en 184 páginas. Se atrevió con una síntesis. Para la generación a la que Vilar pertenecía, en torno a los 30 años en 1936, la guerra de España significó “amenaza hitleriana, fanfarronadas mussolinianas, ceguera de las democracias parlamentarias y enigma soviético”. Al historiador marxista no le interesaba tanto dar a conocer los hechos, como explicar los mecanismos. En las reflexiones finales del libro, afirmó que si bien la guerra civil se empapaba de las contradicciones de los años 30, el “choque” evoca también el pasado decimonónico: “Propietarios, militares y sacerdotes –seguidos, en algunas regiones, por masas habituadas a obedecerles-, contra burgueses medios seducidos por los principios de la Revolución Francesa y contra un pueblo muy pobre inclinado a soñar con la Revolución (a secas), según modelos heredados de los socialistas utópicos”.

Ante la proliferación de monografías especializadas, plagadas de notas al pie y estudios de detalle, los historiadores Ricard Camil Torres y Juan Carlos Colomer siguen el espíritu de Pierre Vilar y, con ánimo divulgativo, han publicado en 2016 el libro de 146 páginas “La Guerra Civil (1936-1939). Una síntesis a ocho décadas de su comienzo”, editado por La Xara. El lector que pretenda ahondar tiene a su disposición ocho páginas de bibliografía con 110 títulos, entre los que se citan, además del “clásico” de Pierre Vilar: “El laberinto español” (Ruedo Ibérico, 1962), de Gerald Brenan; “Recuérdalo tú y recuérdalo a otros. Historia oral de la guerra civil española” (Crítica, 2007), de Ronald Fraser o “Revolución y guerra en España, 1931-1939” (Alianza, 1986), de Paul Preston; pero también trabajos mucho más recientes, como “El gran golpe. El ‘caso Hedilla’ o como Franco se quedó con Falange” (Debate, 2014), de Joan Maria Thomas; y “La legitimación política del franquismo” (CSED, 2014), de Álvaro Rodríguez.

El golpe de estado de 1936 quiso salvar aquel viejo orden de la Restauración, que a pesar de sus crisis –en 1898, 1917, 1923 y 1930-, no había afrontado cambios estructurales. La monarquía borbónica hizo uso de la represión como única respuesta a los nuevos cuestionamientos (obreristas, populares, republicanos). De modo que en la coyuntura crítica de 1936, los sectores privilegiados se valieron nuevamente de los avezados militares, que en 122 años habían perpetrado 52 intentonas golpistas; además, “la monarquía había dejado de ser un ente factible”, señalan Ricard Camil Torres y Joan Carles Colomer, por lo que se recurrió al fascismo. Con todo, las concreciones no iban mucho más allá de exterminar al Frente Popular e imponer un sistema –granítico- controlado por el ejército. “Los golpistas no tenían nada claro lo que querían, pero sabían muy bien lo que no querían”.

Las consecuencias de todo ello se detallan en el texto. La represión de los golpistas durante la guerra se saldó con una cifra de muertos que oscila entre 100.000 y 200.000; a ello se agregan un mínimo de 10.000 víctimas civiles por los bombardeos aéreos y de artillería (si se considera la represión en sentido extenso). El periodo más duro –“exterminador”, califican los autores- se concentró entre 1939 y 1945. Si se atiende al medio millón de exiliados, 350.000 nunca retornaron a España; 260.000 prisioneros durante la contienda (civiles y militares), robo de niños en las cárceles, represión laboral, 200.000 funcionarios depurados (25% de expulsiones definitivas en el cuerpo de maestros)…

Los historiadores utilizan un tono directo y cercano, alejado de la erudición académica. Tildan de “chapuza” la asonada del 18 de julio de 1936; por ejemplo, “en Madrid la descoordinación de los traidores resultó patética”. También se muestran muy críticos con la operativa del Comité Internacional de No Intervención, que benefició palmariamente a los golpistas: durante los cuatro meses en los que se prolongó la Batalla del Ebro, no entró siquiera un rifle por la frontera francesa, al hallarse cerrada. Mientras, los sublevados contaron con la ayuda inmediata de Hitler y Mussolini. En ese contexto, la posición británica se hace especialmente visible, ya que mientras se clausuraba Gibraltar al repostaje de los barcos de la República, se permitía que la Texas Oil Company proporcionara combustible a los insurgentes. Pero el libro también intenta rebatir mitos. Los autores niegan que la cuestión religiosa tuviera peso en la “confección” del golpe de 1936: “En ninguna proclama aparece mención alguna al hecho religioso”. Fueron las informaciones de la represión contra miembros del clero en la zona republicana, las que comenzaron a forjar la idea de “cruzada”. Además, apuntan Torres y Colomer, hasta el 14 de septiembre de 1936 Pío XI no se “mojó” públicamente, al mostrar su simpatía con los sublevados (lo que hizo compatible con el amor a los enemigos).

El libro no omite la represión en el territorio republicano, “muy local” y en los comienzos “muy selectiva” (la violencia política terminó con la vida de 50.000-60.000 personas). El objetivo, afirman los autores de “La Guerra Civil (1936-1939)”, era la eliminación del enemigo de clase. Una de las características de la política en la retaguardia republicana fue la dispersión del poder. Cuando Largo Caballero sustituyó en septiembre de 1936 a Giral en la presidencia del Gobierno, coexistían el Consejo de Aragón (anarcosindicalista), la Generalitat de Cataluña, el Gobierno vasco, la Junta de Madrid y la pluralidad de comités dispersos en el territorio. Los sucesos de la Telefónica barcelonesa (mayo de 1937) dieron lugar a “una nueva guerra civil dentro de la guerra civil”. Se ponían así los límites a la acción revolucionaria. Mientras, Franco se alzaba con la jefatura del partido único, en realidad “una amalgama de intereses en la que Serrano Suñer maniobraba a sus anchas”. Las 184 páginas ofrecen espacio suficiente para que los historiadores entren en pormenores, sobre las colectivizaciones (con sus dificultades, contradicciones y pérdida progresiva de autonomía), las diferencias entre Azaña y Negrín (poner fin al conflicto/resistencia), la victoria de los sublevados en la batalla de Teruel (40.000 bajas franquistas y 60.000 republicanas), los bombardeos del bando fascista contra la población civil, que por ejemplo en el Mercado Central de Alicante masacraron a 300 personas, las bombas de 500 kilogramos de la Legión Cóndor en la provincia de Castellón, la Batalla del Ebro o la toma de Cataluña.

Queda también espacio para la prensa. La mayoría de los medios derechistas fueron requisados y convertidos en cabeceras nuevas, como “Fragua Social”, “Adelante”, “Frente Rojo”, “Verdad”, “Republicano” o “Nosotros”. Se dedica asimismo un apartado a las mujeres, en el que contrastan las organizaciones –femeninas y feministas- que batallaban por sus derechos, como la Unión de Mujeres Antifascistas, con personajes de relieve como Encarnación Fuyola; y Mujeres Libres, de cariz anarquista, que llegó a contar con más de 20.000 militantes; En el bando opuesto, la Sección Femenina de la Falange postergaba a las mujeres a la casa y la maternidad.

Por la agilidad en la redacción y su vocación de síntesis, tal vez el libro mantenga puntos de conexión con las crónicas periodísticas sobre la guerra. “En todas las ciudades se formaron espontáneamente las milicias: el reparto de armas al pueblo; donde triunfó la rebelión, su final fue funesto: los que no murieron en combate o pudieron huir, fueron fusilados”, escribía el periodista y escritor Eduardo Haro Tecglen en “Arde Madrid” (Temas de Hoy, 2000). La descripción de los hechos se complementa con una despiadada advertencia de Queipo de Llano: “Vivirán poco”. Otro periodista, Eduardo de Guzmán, escribe en “Madrid Rojo y Negro” (Oberon, 2004): “Franco está en Canarias. Desde allí hace frecuentes viajes en avión. Visita Tetuán y Sevilla. Los oficiales monárquicos le aclaman. Los señoritos le rodean y le miman. Al salir, extiende el brazo a la romana”.

martes, 23 de agosto de 2016

El genocidio franquista según el profesor Daniel Feierstein. "Parte del objetivo de la Transición fue que no se transformara el orden que levantó el genocidio franquista"

Daniel Feierstein es uno de los mayores expertos en el estudio y análisis de las prácticas genocidas que asolaron al mundo en el siglo XX.

Daniel Feierstein es sociólogo y doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires. Se desempeña como profesor titular de la cátedra Análisis de las Prácticas Sociales Genocidas en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos A., y como director del Centro de Estudios sobre Genocidio y de la Maestría en Diversidad Cultural, ambos en la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Es experto independiente por las Naciones Unidas para la elaboración de las Bases de un Plan Nacional de Derechos Humanos argentino.- CHRISTIAN GONZÁLEZ

MADRID.- Describir la trayectoria profesional de Daniel Feierstein (Buenos Aires, Argentina, 1967) ocuparía más líneas que paciencia tiene el lector para leer cargos, títulos y publicaciones varias. Una manera breve de resumir la importancia del personaje pasa por señalar que Feierstein es uno de los mayores expertos en el estudio y explicación de las prácticas genocidas que asolaron al mundo durante el siglo XX.

Recibe a Público antes de participar en una mesa redonda en la librería Traficantes de Sueños de Madrid sobre los crímenes de la dictadura franquista. Antes de llegar a la capital de España ha ofrecido conferencias en Londres, Atenas y Barcelona, entre otros lugares. La conversación con Fierstein, no obstante, corre el riesgo de derivar en complejos conceptos y referencias a tratados internacionales y/o convenciones de las Naciones Unidas. Es un riesgo.

El objetivo de la entrevista, sin embargo, pasa por aclarar conceptos básicos y fundamentales para conocer más y mejor la historia reciente de España.

¿Qué es un genocidio? ¿Cometió el franquismo un genocidio en España? ¿Repercute en la actualidad española aquel genocidio?
Sin duda. En los dos sentidos: en el sociológico y en el jurídico. En el sociológico, el eje del genocidio es la destrucción de la identidad de un pueblo y creo que está muy claro que en el caso español se buscó destruir la identidad del pueblo español. Y en el sentido jurídico del término también se puede decir que existió un genocidio porque la Convención sobre Genocidio de la ONU incluye la intención de la destrucción parcial de un grupo nacional. Y aún cuando no deja claro si el grupo nacional puede ser el mismo entre los perpetradores y las víctimas, y está abierto a interpretación, creo que en el caso español es absolutamente interpretable que el objetivo del franquismo fue destruir parcialmente el grupo nacional español. Querían transformar España a través del terror.

La Convención sobre el genocidio señala que se trata de la destrucción total o parcial de un "grupo nacional, étnico, racial o religioso". Hay quien interpreta que en España no hubo genocidio porque se trata de una lucha fratricida entre miembros de un mismo grupo nacional.

Exacto. Esa es la discusión. Pero la idea de que hay dos grupos es la idea del genocida. Todos los genocidios siempre se implementaron para transformar al propio grupo. El nazismo pretendió transformar Alemania y después transformar a Europa. Y convencer a la población de que había determinados grupos que no formaban parte del grupo nacional. Y esto fue lo que sucedió en España. Los genocidas planteaban que los rojos no formaban parte del grupo y por eso tenían que ser expulsados, erradicados. Todos los genocidios son intentos de transformar al propio grupo.

El Gobierno español y la Justicia han dicho que en España no hubo genocidio. Y ante esta posición parece que estamos ante el eterno debate de dos posturas enfrentadas y sin una verdad.

¿Cómo explicar que sí hubo un genocidio?
El Gobierno español impide la discusión. Para decir que sí o que no hubo un genocidio hay que abrir las causas y un Tribunal tiene que analizar las evidencias, escuchar a los testigos, que pueda tomar pruebas históricas del caso y luego, analizando la Convención sobre Genocidio, dirimir si lo hubo o si no lo hubo. Cuando alguien impide la discusión no está diciendo que no hubo genocidio sino que lo que está diciendo es que no se puede discutir el asunto.

¿El genocidio es sólo el asesinato de miles de personas?
"Los genocidas planteaban que los rojos no formaban parte del grupo y, por eso tenían que ser expulsados, erradicados". El genocidio es principalmente la matanza de miembros del grupo pero tiene cinco acciones:

1. La matanza;

2. El sometimiento del grupo a condiciones que provoquen su destrucción;

3. Las lesiones al grupo tanto físicas como psíquicas;

4. Impedir los nacimientos dentro del grupo; y

5. Transferir los hijos del grupo que sufre la represión al otro grupo que la aplica.

En España se han dado las cinco acciones. Hay genocidios, condenados, que sólo han implementado dos o tres de estas acciones. España implementó los cinco ejes de la Convención de la ONU. Por eso, la decisión de la Audiencia Nacional contraviene toda la normativa internacional. Habría que revisarla y ponerlo a discusión con juristas internacionales.

Un argumento habitual es que la izquierda también cometió asesinatos y que, por tanto, también habría cometido un genocidio. La gran diferencia es el control del monopolio de la violencia. Esto es: quién tiene la capacidad de llevar a cabo determinadas acciones organizadas sistemáticamente. En estos casos, hay dos cuestiones a analizar.

1. La primera es si había un aparato de poder con la capacidad de monopolio de la violencia para implementar esas acciones genocidas.

2. En segundo término, tener en cuenta el riesgo que implica equiparar las acciones de quienes llevan a cabo un plan sistemático de destrucción de quienes resisten ese plan sistemático de destrucción.

Esta equivalencia es muy dañina para la sociedad porque pone en un plano de igualdad lo que de ninguna manera puede ser igual.

En España lo que había era un gobierno democrático elegido por la población con su determinado porcentaje de votos y una oposición, que disentía de este Gobierno y apostaba por otra opción política con un determinado porcentaje de voto. En esta situación, hubo un golpe de Estado militar que a través de la violencia y el terror intenta destruir esa experiencia política. Estas dos situaciones no son equivalentes. Lo que no quiere decir que no tenga que ser revisado políticamente, moralmente, las acciones de la República española o de determinados grupos de izquierdas que defendían a la República. Creo que sí merece ser revisado, pero que la Justicia no es el lugar, pero sí un debate político que puede ser enriquecedor.

¿Se puede afirmar, sin ninguna duda, de que las élites militares y políticas que prepararon el golpe de Estado del 18 de julio de 1936 tenían un "plan sistemático de destrucción" del adversario?
Sin duda. Está muy claro. Es un trabajo de la Justicia el comenzar a revisar documentos militares del franquismo y comenzar a abrirlos a la discusión para ver el papel que tuvo el terror en esta transformación social que acometieron. Dice que el objetivo de un genocidio es eliminar la identidad de un pueblo e imponerle la identidad de las élites.

¿España sufre aún los efectos de ese genocidio de hace 80 años y de la imposición de la identidad de la élite al pueblo?
España es uno de los casos paradigmático donde se siente el efecto en la actualidad. Todo genocidio tiene sus niveles de efectividad y de logros, pero me parece que el caso español destaca por la imposibilidad de abrir la discusión. España y Turquía son los dos casos donde fue más difícil abrir una discusión colectiva. No sólo jurídica. Sino incluso una discusión social y política sobre lo que ocurrió. Esto tiene que ver con varios efectos: lo extensa de la dictadura franquista, que atravesó a varias generaciones. El otro elemento que no se tomó en cuenta suficientemente es la importancia de la apropiación sistemática de menores que se calcula en no menos de 30.000 casos. Es inconcebible. En Argentina hubo alrededor de 500 y se considera una barbaridad. Esto es importante porque atraviesa con el terror a toda la segunda generación. De tener siempre la duda con el origen. Es un elemento fundamental para entender el silencio de la Transición. La mayoría de los casos históricos logran determinados efectos pero cuando termina el régimen que lo implementó comienzan a abrirse discusiones a veces con la posibilidad de plantear acciones jurídicas.

"España tiene una gran oportunidad ante sí para poner en cuestión todo ese proceso de la Transición"

En España hasta los 90 no se abrieron con cierta fuerza los debates sobre el pasado. Tenemos 20 años de Transición con una especie de pacto de silencio particularmente emblemático. Es algo para revisar en el presente y plantearse cuáles fueron los elementos del caso español que generaron tanto nivel de silencio y aún hoy tanta insistencia en que no hay que mirar para atrás, en que la Transición debe ser rescatada, que fue el modo de pacificar el país... Estas peticiones consisten en asumir los objetivos de los genocidas muchos años después y dentro de un un régimen muy distinto de lo que fue el régimen genocida.

¿Una de las consecuencias es que esas mismas élites pueden seguir en una situación de poder privilegiada que se ganó con las armas durante la Guerra Civil?
Sí. Pero el poder no es sólo seguir gobernando. Se trata de que la transformación de la sociedad no se toca. En ningún nivel. En general, podríamos decir que ha sido difícil tocar las transformaciones de la sociedad después de un proceso genocida. Parte del objetivo de la Transición fue que no fuera transformado el orden económico, que no fuera transformada la Justicia, el orden político... que los cimientos que levantó el genocidio a través del terror no se puedan discutir.
Y eso está en la base de la idea de la reconciliación.

Siempre plantean la reconciliación en los términos del genocida, que no se pueda tocar o cuestionar nada de lo que el genocidio construyó. Este es el desafío fundamental para la sociedad española: el revisar toda la estructura concebida por las autoridades genocidas.

Un ejemplo: cuando finaliza la dictadura de Argentina los organismos de derechos humanos señalaron que había que dar de baja a todos los jueces, a todos los funcionarios que habían trabajado en relaciones exteriores avalando al gobierno militar. A toda la estructura del Estado que habían participado en el genocidio. Esto implicaba poner en cuestión el aparato y el presidente, que era Alfonsín, dijo que no había suficientes jueces para nombrar si había que sustituir a los jueces que habían colaborado. La respuesta de los organismos de derechos humanos fue muy sólida. Les dijo que cualquier estudiante, cualquier abogado joven sería infinitamente mejor que un juez que había desarrollado su acción durante un genocidio. Este es el gran desafío para cualquier sociedad tras un proceso genocida.

Ahora se habla mucho de cambio político, ¿es necesario revisar nuestro pasado para poder cambiar España?
España tiene una gran oportunidad ante sí para poner en cuestión todo ese proceso de Transición. La pregunta es si esa oportunidad va a ser aprovechada o no. Si este nuevo proceso lo que va a hacer es simplemente cambiar algunos discursos y sostener esa estructura de impunidad y esa estructura política construida por el terror o si se va a animar a abrir la discusión y a ponerlo en cuestión. Ese es el gran desafío de España en el presente. Puede ser una oportunidad. La estructura política española ha comenzado a estar en jaque y la pregunta es si habrá fuerza política para ponerla realmente en cuestión. Ese es el desafío del presente. "Apelan a ese terror. La pregunta es si ese terror seguirá siendo efectivo o no cuarenta años después del fin del régimen de terror"

Desde el Partido Popular están lanzando el mensaje de que cuidado que vienen los rojos, los comunistas, los radicales, en definitiva. ¿Esto tiene que ver con aquel genocidio fundacional del que habla?
Claro. Es apelar a ese terror. La pregunta es si ese terror seguirá siendo efectivo o no cuarenta años después del fin del régimen de terror. Hay dos generaciones, como mínimo, actuando más. Este es el gran desafío.

Apelan al terror de hace 80 años, pero, ¿será efectivo aún?
La trampa sería si esos sectores políticos que reciben los ataques quisieran desprenderse de esa actuación y tratar de pactar con los autores ideológicos de ese proceso genocida para demostrar que no son disruptivos y que no van a llevar a cabo ninguna transformación ni a poner en cuestión el orden político de la Transición.

En España, para las víctimas de la dictadura y las asociaciones memorialistas, Argentina es una referencia. No sólo porque ha abierto la única causa judicial que investiga a la dictadura de Franco sino porque están revisando y juzgando su propio pasado.

¿Qué está pasando ahora con este proceso con el Gobierno de Macri?
 El Gobierno de Macri es un retroceso en Argentina e implica un intento de destruir algunas conquistas de la última década. No obstante, en este campo precisamente, las conquistas no han sido realizadas por un gobierno y sí por una lucha social. Por tanto, les resulta más difícil revertirlo. Ha habido un desmantelamiento de algunas áreas específicas o el intento de reponer a algunos represores en puestos públicos, pero no ha sido Macri el único. El jefe del Ejército del gobierno anterior tenía vínculos con el régimen genocida también. Me resulta llamativo, en el buen sentido, pese al retroceso que implica el gobierno de Macri, que no se ha puesto en cuestión el proceso de juzgamiento porque tiene un nivel de apoyo popular que implicaría un desgaste importante. "El Gobierno de Macri es un retroceso en Argentina e implica un intento de destruir algunas conquistas de la última década"

¿Macri tiene vínculos con la élite golpista?
Macri tiene relaciones con sectores vinculados, más que con los golpistas, con los sectores económicos que estuvieron detrás del proceso genocida sosteniéndolo, participando en algunos casos directamente y beneficiándose de ese proceso. No sólo tiene vínculos sino que él mismo es el hijo de un empresario que se hace millonario en los negocios estatales con la dictadura militar.

A largo plazo, ¿está planteando el macrismo una batalla por la memoria?
Sí. Justo. Y es una estrategia más inteligente. En lugar de avalar la impunidad y asumir la defensa directo de los represores, lo cual implicaría un costo político altísimo, lo que está haciendo es retrotraer la discusión a comienzos de los años 80 e intentar reinstalar la teoría de los dos demonios. Es lo mismo que sucede en España: plantean que la memoria debe ser completa y que es cierto que hubo hechos muy graves de los represores pero que también habría que revisar los hechos cometidos por los grupos de izquierdas. La política del macrismo tiende a eso. A la igualación de las víctimas y los victimarios. Esto es algo que tiene mucha fuerza en España y que era absolutamente marginal en Argentina y que ahora comienza a cobrar fuerza gracias al apoyo gubernamental.

Entiendo que es una estrategia que busca captar a los más jóvenes. A los que no vivieron la dictadura. Absolutamente. Lo que buscan es esta igualación con mucho trabajo 'periodístico', sin sustento histórico, que busca distorsionar la historia con esta igualación. Esto ha sido bastante fuerte durante los últimos tres o cuatro años en Argentina. Es decir, antes del triunfo del Gobierno de Macri. Hay una verdadera campaña de bombardeo a la población con el intento de equiparar.

http://www.publico.es/politica/genocidio-espanol-transicion-franquista.html

viernes, 3 de junio de 2016

La teoría de la equidistancia --fragmento de La Guerra Civil como moda literaria

[…] en numerosos casos se aplica en las novelas sobre la Guerra Civil la teoría de la equidistancia, entendida esta como la proyección de «la imagen de los dos bandos enfrentados, repetida con buenas o malas intenciones a lo largo de los años, [que] alude al odioso postulado de la simetría entre las dos caras de una moneda o entre las dos bordas –las dos bandas– de un barco»[1]. Pero, en efecto, y como sugería Carmen Negrín en las IX Jornadas sobre la cultura de la República, celebradas durante el mes de abril de 2011 en la Universidad Autónoma de Madrid y dirigidas por el profesor Julio Rodríguez Puértolas, «Bando: ¿dos bandos? Un gobierno no es un bando»[2]. La novela española actual, sin embargo, contribuye a reforzar la idea de que el Gobierno legítimo republicano sea considerado un bando, situándolo en una posición de simetría con respecto al bando –ahora sí es de rigor el uso del sustantivo– franquista. No es casualidad encontrar en las novelas afirmaciones encaminadas a apuntalar la idea de que en ambos lados y por igual se cometieron todo tipo de atrocidades.

La teoría de la equidistancia está muy presente en la narrativa española actual y se pone en práctica, por ejemplo, en Soldados de Salamina de Javier Cercas (Tusquets, 2001), cuando sitúa en posición simétrica la muerte de Antonio Machado y el frustrado fusilamiento del escritor y falangista Rafael Sánchez Mazas desde el principio mismo de la novela:

Un día de principios de febrero de 1999, el año del sesenta aniversario del final de la guerra civil, alguien del periódico sugirió la idea de escribir un artículo conmemorativo del final tristísimo del poeta Antonio Machado, que en enero de 1939, en compañía de su madre, de su hermano José y de otros cientos de miles de españoles despavoridos, empujado por el avance de las tropas franquistas huyó desde Barcelona hasta Collioure, al otro lado de la frontera francesa, donde murió poco después. El episodio era muy conocido, y pensé con razón que no habría periódico catalán (o no catalán) que por esas fechas no acabara evocándolo, así que ya me disponía a escribir el consabido artículo rutinario cuando me acordé de Sánchez Mazas y de que su frustrado fusilamiento había ocurrido más o menos al mismo tiempo que la muerte de Machado, solo que del lado español de la frontera. Imaginé entonces que la simetría y el contraste entre esos dos hechos terribles –casi un quiasmo de la historia– quizá no era casual y que, si conseguía contarlos sin pérdida en un mismo artículo, su extraño paralelismo acaso podía dotarlos de un significado inédito [...]. El resultado fue un artículo titulado «Un secreto esencial»[3].

Obsérvese el modo en que Cercas utiliza, de buen seguro de forma intencionada, la palabra «simetría» para establecer un paralelismo entre la muerte de Antonio Machado y el fusilamiento fallido del poeta falangista.

La teoría de la equidistancia coloca en simétrica posición a las víctimas y a sus verdugos, como si a ambas partes del conflicto hubiera que atribuirle la misma responsabilidad. No resulta difícil localizar en las novelas que sobre la Guerra Civil se escriben en la actualidad sentencias del tipo «en esta guerra y posguerra se han cometido muchas atrocidades por ambos bandos. Repito: por ambos bandos», extraída de la novela Donde nadie te encuentre de Alicia Giménez Bartlett[4]; o en Dime quién soy de Julia Navarro: «¿Asesinos? Sí, en este país hay y ha habido muchos asesinos, pero no solo los nacionales, no, también los otros han matado a muchos inocentes»[5]. También Javier Marías habla en Tu rostro mañana de que el terror era el «mismo en ambas zonas, en siniestra simetría demente»[6]. Pero igualar a los verdugos con las víctimas supone falsear la historia por medio de su descripción equidistante, como, contrariamente, el propio Marías afirma en otro lugar de su novela, cuando el protagonista le pregunta a su padre los motivos por los cuales nunca pensó en vengarse de la persona que le delató y que, por culpa de la misma, no solo sufrió años de cárcel, sino que también fue privado del ejercicio de la docencia durante el periodo que duró la dictadura franquista:

…le habría dado una especie de justificación a posteriori, un falso asidero, un motivo anacrónico para su acción. Ten en cuenta que en el conjunto de una vida lo cronológico va perdiendo importancia, no se distingue tanto lo que vino antes de lo que vino luego, ni los actos de sus consecuencias, ni las decisiones de lo que desencadenan. Él habría podido pensar que al fin y al cabo yo le había hecho algo, qué más daba cuándo, y haberse ido a la tumba más conforme consigo mismo[7].

El paso del tiempo en efecto termina borrando las huellas de la Historia, difumina las diferencias, altera la cronología y acaso contribuye a la confusión de las causas y los efectos, como imprime la metáfora de las tres casas distintas pero igualadas con los años en Soldados de Salamina de Javier Cercas:

Sesenta años atrás habrían sido sin duda tres casas muy distintas, pero el tiempo las había igualado, y su aire común de desamparo, de esqueletos en piedra entre cuyos costillares descarnados gime el viento en las tardes de otoño, no contenía una sola sugestión de que alguien, alguna vez, hubiera vivido en ellas[8].

El tiempo borra las huellas y dificulta la tarea de discernir entre las causas y los efectos, entre las víctimas y sus verdugos. Parece que la novela española actual que convierte la Guerra Civil en materia novelable participa de dicha confusión equidistante. La inculpación y la exigencia de responsabilidad a «los unos y los otros» por la tragedia desatada es un tema recurrente en nuestra literatura guerracivilista. El historiador Francisco Espinosa Maestre, en su ensayo El fenómeno revisionista o los fantasmas de la derecha, donde desmonta las teorías construidas por la historiografía revisionista actual sobre la Guerra Civil, saca a colación el modo en que la teoría de la equidistancia es empleada por Lorenzo Silva, autor de Carta blanca (Espasa, Calpe, 2004), cuando el novelista dice, en relación con la ocupación de Badajoz, que su novela «refleja el heroísmo y la infamia de los dos bandos. Los republicanos fusilaron, por ejemplo, a jubilados; y la represión nacional fue inhumana; pero entre sus filas hubo quien se jugó el tipo». Ante una proposición de este tipo, Espinosa Maestre no puede sino apuntar:

Ahora resulta que los republicanos fusilaron a jubilados y que los fascistas se jugaron el tipo [...]. Y ya como colofón, y tras decir que en el palacio de congresos que se ha construido en lo que fue la plaza de toros de Badajoz, convendría que «haya un recuerdo de lo que significó aquello», Silva el ecuánime repite: «También vi que en el baluarte de Trinidad hay un monumento a los héroes de la Legión. Esto está bien porque fue gente que se dejó el pellejo; pero cabría colocar otro monumento a los carabineros que lucharon por la República en la ciudad». Parece que no importa nada que unos se dejaran el pellejo defendiendo la democracia y otros el fascismo. Por lo visto el tiempo todo lo iguala. Por esta regla de tres Europa estaría cuajada de monumentos a los nazis que se dejaron el pellejo... [9]

Ante reconstrucciones del pasado de este tipo, es de rigor esgrimir que situar en el mismo plano de responsabilidad a un gobierno legítimo y a los golpistas que atentan contra su legalidad responde, como afirma Serge Salaün, a una insidiosa maniobra revisionista:

Desde hace algunos años se propaga una nueva manera de enfocar la literatura y la cultura de la guerra de España, alrededor del dogma de la «equidistancia». El punto de partida se sitúa a mediados de los años ochenta cuando, después de la Transición y asentada la democracia, se pretende enfocar la historia de la guerra hacia perspectivas menos partidarias, menos doctrinarias y, sobre todo, menos maniqueas. Como si el fantasma de la guerra o de la dictadura fuera ya inofensivo, como si la visión supuestamente primitiva y drástica entre «buenos» y «malos» necesitara matizarse o suavizarse, hacia unas posiciones más humanas de perdón, reconciliación u olvido de un pasado que se quiere superado[10].

Más adelante señala Salaün que la teoría de la equidistancia no solamente produce y legitima «cierta reescritura sesgada de la Historia, o ciertas omisiones»[11] debido a que «la doctrina del “justo medio” encaja mal con la realidad social, ideológica y política»[12]; pero además, advierte sobre la peligrosidad política que conllevan este tipo de lecturas (o de reescrituras) de la Historia al señalar que «suele ser el terreno abonado para empresas ideológicas solapadas de rehabilitación de este pasado dictatorial, presentado como ominoso durante más de una década»[13]. […]

Resulta innegable la existencia de una violencia desmesurada y descontrolada en la zona republicana –producida sobre todo durante los primeros meses de la contienda– que la literatura fascista se apresuró en calificar de «terror rojo». Y acaso es de rigor no mirar hacia otro lado. Pero para comprender en su completa dimensión histórica este episodio dramático de nuestra guerra, tiene que entenderse, en primer lugar, que la violencia fue desencadenada por –o mejor: fue una reacción lógica de– la violencia que se inició tras el golpe de Estado. Y, como apunta José Luis Ledesma, «el atronador y dramático contexto en el que las matanzas tuvieron lugar no disculpa, pero sin él nada resulta inteligible»[14]. En segundo lugar, también es de rigor señalar que, si bien es incuestionable la veracidad de este episodio histórico perteneciente a la Guerra Civil española, también es cierto que la violencia registrada en la zona republicana fue inmediatamente atajada por las instituciones gubernamentales republicanas en un intento de enderezar el rumbo y recuperar el mando de la situación. El papel que asume el Estado republicano frente a la violencia cometida en su zona, en su intento de limitar la violencia espontánea, constituye el rasgo distintivo que hace que medie un abismo entre el denominado «terror rojo» y el «terror blanco» producido en las zonas conquistas por los rebeldes. De esta opinión es Paul Preston:

Naturalmente, las atrocidades no se limitaron a la zona rebelde. Especialmente a principios de la guerra, hubo oleadas de asesinatos de curas y sospechosos de ser simpatizantes fascistas [...]. Sin embargo, si hubo una diferencia en los asesinatos en las dos zonas, esta yace en el hecho de que las atrocidades republicanas solían ser obra de elementos incontrolables, en unos días en que se habían sublevado las fuerzas del orden[15].

Del mismo modo, Herbert R. Southworth afirma:

Sabemos que los líderes de la República condenaron la violencia de sus partidarios, y en algunos casos lograron limitarla. También sabemos [...] que, al revés que en el campo republicano, la matanza se convirtió en la España de Franco en una forma de vida durante toda la guerra y muchos años después [...]. Contra estas matanzas, ningún falangista levantó la voz de protesta, ni un requeté, ni un general franquista, ni un sacerdote, ningún abad mitrado, obispo, cardenal o nuncio se indignaron[16].

Y más adelante sostiene el historiador norteamericano lo que sigue:
Los asesinatos se perpetraron en la España republicana cuando los hombres que había jurado defender la ley y el orden renegaron de su palabra, abandonaron al Estado y se alzaron para fomentar una rebelión, dejando las calles a una multitud vengativa y furiosa cargada de razón [...]. Por el contrario, las matanzas en la zona rebelde [...], fueron organizadas con método, firmadas por los militares y bendecidas por la Iglesia, y fueron mucho más numerosas[17].

En definitiva, y como afirma Ángel Viñas en su libro:
Si en la zona republicana el Estado apenas si existió de facto en los primeros meses de la guerra, aunque nunca se desplomó totalmente, una de las claves sobre las que se asentó el proceso de recuperación paulatina de su autoridad fue, con el ejército y la economía, el «orden público». Esto se reflejó en la voluntad de retirar la administración de la violencia a los micropoderes y grupos armados que la aplicaban a su aire [...]. La correspondencia entre la progresiva reconstrucción del Estado y el descenso de las atrocidades es, a mi entender, incuestionable por más que se manifestara con distinta velocidad[18].

Dicho lo cual, no es de recibo seguir sosteniendo una visión de la Guerra Civil española desde una perspectiva equidistante. Tratar de igualar y de situar en el mismo nivel de responsabilidad a quienes atacaron a un sistema legítimo y democrático y a quienes, por el contrario, sufrieron la agresión de un golpe militar fascista no puede sino tildarse de tergiversación –consciente o inconsciente– de la Historia. En este sentido, hacemos nuestras las palabras de Alberto Reig Tapia:

Una violencia era de signo defensivo ante el asalto al poder legítimamente establecido y, la otra, era de carácter ofensivo empezando por poner en peligro uno de los principios esenciales de toda sociedad civilizada: la seguridad jurídica. Conviene, además, recordar que todo código penal admite eximentes en caso de legítima defensa y agravantes en caso de agresión indiscriminada. Se trata de una cuestión cualitativa fundamental en torno a la cual giran todas las demás, pero de la que no puede prescindirse[19].

David Becerra Mayor // "La teoría de la equidistancia", La Guerra Civil como moda literaria, Madrid, Clave Intelectual, 2015, págs. 203-229.
[1] Andrea GREPPI, «Los límites de la memoria y las limitaciones de la Ley. Antifascismo y equidistancia», en José Antonio Martín Pallín y Rafael Escudero Alday, Derecho y memoria histórica, Madrid, Trotta, 2008, p. 107.
[2] Carmen NEGRÍN, «La memoria revisitada», en Julio Rodríguez Puértolas (coord.), La República y la cultura, Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2012, p. 124.
[3] Javier CERCAS, Soldados de Salamina, Barcelona, Tusquets, 2001, p. 23.
[4] Alicia GIMÉNEZ BARTLETT, Donde nadie te encuentre, Barcelona, Destino, 2011, p. 96.
[5] Julia NAVARRO, Dime quién soy, Barcelona, Plaza & Janés, 2010, p. 418.
[6] Javier MARÍAS, Tu rostro mañana. Fiebre y lanza, Madrid, Alfaguara, 2002, p. 175.
[7] Ibid., p. 186.
[8] Javier CERCAS, Op. cit., 2001, p. 71.
[9] Francisco ESPINOSA MAESTRE, El fenómeno revisionista o los fantasmas de la derecha, Cáceres, Del Oeste, 2005, p. 60. Los fragmentos de Lorenzo Silva están extraídos de El Periódico de Extremadura (2 de junio de 2004).
[10] Serge SALAÜN, «Romances y romanceros de la guerra», en Manuel Aznar Soler et al. (eds.), València, Capital cultural de la República (1936-1937). Congrès Internacional, Universitat de València, 2008, p. 304.
[11] Ibid., p. 304.
[12] Ibid., p. 305.
[13] Ibid., p. 304.
[14] José Luis LEDESMA, «Una retaguardia al rojo. Las violencias en la zona republicana», en Francisco ESPINOSA MAESTRE (ed.), Violencia roja y azul, Barcelona, Crítica, 2010, p. 231.
[15] Paul PRESTON, La Guerra Civil española, Barcelona, Random House Mondadori, 2000, pp. 91-92.
[16] Herbert R. SOUTHWORTH, El mito de la cruzada de Franco, Madrid, Debolsillo, 2008, pp. 232-233.
[17] Ibid., p. 310.
[18] Ángel VIÑAS, La soledad de la República, Barcelona, Crítica, 2006, p. 183.
[19] Alberto REIG TAPIA, Violencia y terror, Madrid, Akal, 1990, pp. 14-15.

domingo, 29 de mayo de 2016

El escritor que quería hacer historia. La crónica de la Guerra Civil de Ludwig Renn

"El escritor que quería hacer historia" Por JULIÁN CASANOVA


Editada en alemán en 1955, ve la luz en España. Es literatura de combate comunista, sin lugar para la retórica o los sentimientos.

La guerra civil española fue en su origen un conflicto interno entre espa­ñoles, pero en su curso y desarrollo constituyó un episodio de una guerra civil ­europea que acabó en 1945. Tras las subida de Hitler al poder, el sentimiento popular antibélico de los años veinte dio paso gradualmente a políticas de rearme y a una crisis de la seguridad internacional. En ese ambiente tan caldeado, para muchos ciudadanos eu­ropeos y norteamericanos, España se convirtió en el campo de batalla de un conflicto inevitable en el que al menos había tres contendientes: el fascismo, el comunismo —o la revolución— y la democracia.

Muchos narraron los hechos de primera mano, en el frente o en la retaguardia, transmitiendo al mundo historias de horror, heroicidad, compromiso y traiciones. Con las Brigadas Internacionales llegaron a España obreros manuales, aventureros en busca de emociones, intelectuales y profesionales de clases medias, corresponsales de guerra y escritores. La mayoría tenía claro que el fascismo era una amenaza internacional y España era el lugar apropiado para combatirlo. Se habían sentido atraídos por el Partido Comunista, que les daba amparo y una doctrina fuerte a la que agarrarse, en un momento en el que en París confluyeron un montón de exiliados de la Europa oriental, central y balcánica, huidos de la represión fascista y dictatorial.
Ludwig Renn, aunque representaba todo eso, era un tipo singular. Nacido en una familia aristocrática de Dresde en 1889, Arnold Vieth von Golssenau combatió como oficial en un regimiento de Sajonia durante la I Guerra Mundial, una experiencia militar que relató con éxito en Krieg (guerra), en 1929, y continuó en Nachkrieg (posguerra), en 1930, cuando ya había abandonado el Ejército y su clase, incluido su nombre, para abrazar el comunismo y la ortodoxia estalinista.

Con el ascenso nazi al poder, estuvo en la cárcel año y medio y, tras ser liberado, huyó a Suiza, donde se enteró de la sublevación militar contra el Gobierno republicano en España. A principios de octubre de 1936 se subió a un tren con destino a Cerbère y después a Barcelona. Así comienza su crónica de la guerra civil española, editada en alemán en 1955 y que ve ahora la luz por primera vez en España, más de 600 páginas de literatura de combate comunista, sin apenas lugar para la retórica o los sentimientos, porque “el amor en el campo de batalla es una invención de los escritores. En el frente, la vida real no deja hueco a esos lujos”.

Alejado, por tanto, de las fantasías de los “tibios” burgueses de izquierda que nunca se jugaron el cuello, Ludwig Renn describe lo que él considera la auténtica realidad, dando fe, desde el principio hasta el final, del relato oficial comunista, frente a “anarcofascistas” (amigos del desorden y de la “palabrería”, inservible en la guerra); “socialtraidores”, representados por Largo Caballero y el “redomado golfo” Indalecio Prieto, y espías trotskistas y del POUM.

Renn arriesgó su vida en primera línea de fuego, como había hecho ya en la Guerra Mundial, primero como dirigente del batallón Thälmann y después como jefe del Estado Mayor de la XI Brigada Internacional. Estuvo en todas las grandes batallas, desde Madrid hasta Brunete, pasando por el Jarama y Guadalajara, hasta que a comienzos de septiembre de 1937 emprendió, con pasaporte español —Hitler le había despojado de la nacionalidad alemana—, una “misión oficial” de propaganda a favor de la República por Estados Unidos, Canadá y la Cuba de Batista.

El 21 de septiembre de 1938, Juan Negrín, presidente del Gobierno de la República, anunció en Ginebra, ante la Asamblea General de la Sociedad de Naciones, la retirada inmediata y sin condiciones de todos los combatientes no españoles en el Ejército republicano, con la esperanza de que el bando franquista hiciera lo mismo. Quedaban entonces en España aproximadamente un tercio de todos los que habían llegado para luchar contra el fascismo, y el 28 de octubre, un mes después de su retirada del frente, las Brigadas Internacionales desfilaron en Barcelona ante más de 250.000 personas. Allí estaba Renn, quien permaneció en España hasta la caída de Cataluña. De allí pasó a Francia, después a México y regresó a Alemania 10 años después.

El problema de la República, concluyó Renn, no fue “la falta de experiencia militar”, que tampoco la tenían, según él, las tropas de Franco, sino “el guirigay entre partidos”, donde sólo el comunista mantuvo el tipo: sin él, y sus “abnegados camaradas y amigos”, la República española “hubiera sido borrada del mapa en un santiamén”.

Renn no era sólo un escritor comprometido, que luchaba con la pluma y la palabra contra el fascismo. Como les dijo a algunos de sus colegas famosos en el II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, en julio de 1937, él peleaba en el frente y había dejado la pluma porque no quería “escribir historias, sino hacer historia”.

La guerra civil española. Crónica de un escritor en las Brigadas Internacionales. Ludwig Renn. Traducción de Natalia Pérez Galdós. Fórcola Ediciones. Madrid, 2016. 721 páginas. 39,50 euros.

http://cultura.elpais.com/cultura/2016/04/19/babelia/1461073120_649026.html

viernes, 29 de abril de 2016

E. P. Thompson. Marxismo e Historia social, nuevo libro

Desde luego, las circunstancias del presente obligan a comprender aspectos como las dinámicas de funcionamiento del sistema capitalista, los nuevos marcos de relaciones laborales, las identidades y las formas culturales extendidas entre los grupos sociales, o el surgimiento de nuevas formas de acción colectiva como respuesta a la crisis económica y al retroceso sistemático de derechos que impone la actual gobernanza neoliberal. En este contexto, nos estamos encontrando con la formación de nuevos sujetos y movimientos sociales que, desde sus condiciones materiales cotidianas,desde diferentes tradiciones y ámbitos culturales, están sufriendo la experiencia de la pauperización, de la restricción de libertades y de la pérdida de expectativas, al tiempo que desarrollando, también,una experiencia común de difusión de nuevas y viejas ideas, de movilización y de combate político. Y es que la emergencia de nuevos sujetos políticos, en especial de aquellos representantes de la clase trabajadora o de las clases populares, como nos mostró Thompson, se construye a través de las experiencias concretas de opresión, de participación y de lucha política, en las que se pueden fundir tradiciones culturales anteriores con elementos nuevos, proponiendo una hegemonía alternativa y una economía moral de la multitud, que bien podría aprovechar los ricos legados de las diversas tradiciones de la izquierda en la batalla por la mejora de las condiciones de vida de la mayoría social y, en última instancia, por la emancipación humana.

Toda la obra de E. P. Thompson, hito esencial en el modo de pensar la historia, es una notable aportación para renovar el aparato metodológico y conceptual con el que analizar nuestro pasado y presente. En sus estudios sobre la construcción de la clase obrera, mostró cómo esta no era un mero producto de estructuras económicas, sino sujeto que interviene activamente en su propia conformación: dirigió nuestra mirada a la vida cotidiana, a la cultura popular, a las reivindicaciones de los más desfavorecidos, en suma, a la experiencia como elemento decisivo en la constitución de la clase. Nos enseñó a ver la historia desde abajo.

E. P. Thompson. Marxismo e Historia social retoma las categorías, herramientas y debates que este historiador nos ofreció: el impacto de la crisis económica, el ataque a los derechos sociales y civiles en muchos países, la crisis de representación política… De la mano de E. P. Thompson es posible comprender la historia como reflexión encaminada a una acción colectiva que se origine desde abajo, desde los sujetos obreros y populares a los que el grandioso historiador dedicó su análisis y su compromiso vital.

sábado, 23 de enero de 2016

“La historia oficial de Franco minimizó el nazismo”. El historiador Pierpaolo Barbieri hurga en su nuevo libro en el interés económico de Hitler sobre España durante la Guerra Civil

Pierpaolo Barbieri es un joven investigador que ha hurgado en el interés económico, más que político, que tuvo la Alemania de Hitler por la España de Franco durante la guerra civil. El propio Franco y sus historiadores minimizaron luego la realidad de esa relación con el nazismo y con el fascismo italiano para que el dictador “moldeara su ideología” para buscar así alianzas que le fueran más propicias.

Barbieri, de origen argentino, colabora en EL PAÍS y en otros medios internacionales. Estudió en Harvard y enseña en Italia y en Estados Unidos. Cuenta aquella conclusión sobre la intervención nazi en la Guerra Civil en su libro La sombra de Hitler. El imperio económico nazi y la Guerra Civil española (Taurus, 2015).

Su colega Niall Ferguson saludó esta contribución de Barbieri como “brillante debut” en el que el joven historiador “muestra que el imperialismo informal desempeña un papel más importante que la ideología fascista en el modo en que Berlín miró al conflicto”. Barbieri vino a Madrid a presentar su libro.

Pregunta. ¿Qué intentó hacer?
Respuesta. Quise entender la influencia de Hitler y del poderío económico alemán no sólo en la guerra civil española, donde fueron determinantes, sino también en el emergente régimen de Franco y lo que ellos planeaban hacer con su influencia sobre la nueva España.

P. ¿Y qué ha descubierto de nuevo?
R. Una nueva manera de mirar esa relación económica. En vez de pensar en los conflictos de manera nacional, el libro trata de plantearlos en el contexto de Europa. Cambia el foco del análisis. De esa manera podemos ver algo que quizá no había sido apreciado antes: la estrategia económica de los alemanes en España da frutos mucho más claros que la inversión italiana. Y Alemania logra una hegemonía que sólo se puede describir desde la perspectiva de lo que constituye un imperio informal. Porque los españoles les conceden a los alemanes todo lo que éstos piden. En España se impuso luego la idea de que todo lo que intentó Hitler con Franco fue un fracaso, pero es que todo lo que intentó Alemania de 1936 a 1945 fue un fracaso, porque pierde la guerra. Pero el proyecto alemán de dominación, que nace de la decisión de intervenir en la guerra española, fue un gran éxito. Logra aquí una hegemonía que antes se pensaba imposible.

P. ¿Por qué fracaso al fin esa intención de dominio económico?
R. Porque el imperio informal es más frágil que el imperio formal. El imperio formal no requiere la presencia militar, el gasto de dominación, y el sistema ideológico de controlar otro territorio. Pero sí requiere mantener la hegemonía. Y cuando Hitler lanza su gran apuesta por el imperio formal destruye el dominio económico y geoestratégico que mantiene con España; pasa también con los Balcanes o con Latinoamérica, donde la ambición estratégica alemana consistía en lograr más proyección económica en países subdesarrollados para poder dominarlos con el comercio.

P. ¿Y por qué Franco lo rechaza?
R. No creo que lo rechace. Lo que Franco logra es tener una opción estratégica que antes no tenía. De 1936 a 1939 Franco depende absolutamente de Mussolini, pero quien más lo determina es Hitler. Después de 1939 a Franco se le abren otras opciones, y entre ellas estaba la de volver a una relación más estrecha con los ingleses, y eventualmente con los Estados Unidos, que después él destruye durante la guerra precisamente por comerciar con la Alemania nazi. La decisión de Roosevelt de aislar a España de las Naciones Unidas en la arquitectura económica mundial que emerge en la posguerra se basa en que Franco era un remanente anacrónico del periodo del nazismo. En ese contexto a Franco se le abren otras oportunidades que lo ayudan a mantenerse vivo.

P. Y lo aprovecha.
R. Logra moldear su ideología para ir saliendo del aislamiento. Para Franco fue conveniente olvidarse del rol de los nazis y de los fascistas italianos en su manera de llegar al poder. Por eso las historias oficiales del franquismo minimizan la dependencia de los nazis. Y eso es natural.

P. ¿Era tan astuto como dicen?
R. Hay mucho de mito en eso. Después de la famosa reunión de Hendaya los suyos crearon el mito de que Franco se le había plantado, cuando en realidad aquella había sido una negociación que no llega a buen puerto. Pero ante la eventualidad de que Hitler pierda la guerra, a ellos no les cuesta nada decir que Franco ya lo sabía. Y si uno lee los documentos de la época ve que muchos elementos del régimen franquista pensaban que Hitler la iba a ganar.

P. Las imágenes que dejó el encuentro, aparte de otras suposiciones, sí dibujaron a dos personajes ciertamente ridículos.
R. Fue la única vez que se vieron la cara. Pero Hitler le había pagado la guerra a Franco. Sin Hitler Franco jamás la hubiera ganado. Si nosotros pensamos en el comienzo de la Guerra Civil advertimos que la sublevación militar no logra destruir la República; esos días era claro que la República tenía la ventaja. Sin embargo, por medio de Hitler y Mussolini Franco consigue mantenerse vivo y luego liderar él la revuelta y el eventual gobierno. Sí, la verdad es que aquella reunión fue un desastre. Y Franco tuvo mucha fortuna (o estrategia) de no aliarse con Hitler. También hay que decir que a los alemanes les convenía cierta neutralidad proalemana de España por temas económicos y comerciales.

P. ¿Qué hay de nuevo en su investigación?
R. Primero, la mirada internacional sobre el hecho; luego, el análisis del proyecto económico alemán en el contexto de la intención imperialista alemana con respecto a España, y el rol de Hjalmar Schacht, el arquitecto de la estrategia alemana que se aplica en España; finalmente no la aplica él, sino su archienemigo Hermann Göring.

P. ¿Hitler quiso comprar España?
R. No en esos términos, pero sí la quiso dominar, hacerla parte de un imperio económico alemán que dictara las prioridades desde Berlín.

P. ¿Su propósito no fue político sino económico?
R. A Hitler no le importaban ni la economía ni las finanzas; al principio su propósito fue estratégico. Esa decisión fue tomada después de Wagner y de ópera, y en contra de todo lo que le dicen sus consejeros más cercanos. Él crea así, personalmente, la política exterior alemana. En contra de todos, decide él.

P. ¿Y por qué sabe que fue tras una noche de Wagner y ópera?
R. Porque Franco manda a buscarlo y no hubiera llegado a Führer si el servicio secreto alemán no lo localiza en Bayreuth, adonde va cada año, a escuchar a Wagner. Es ahí donde lo localizan los enviados de Franco, a los que recibe después de la ópera. Él tenía la costumbre de trabajar de noche, y ahí se toma esa decisión estratégica. Lo que el aparato alemán termina priorizando en España es la penetración económica. Los documentos, que están en este libro, explican que los alemanes se preocupan más por los réditos económicos y comerciales que España le pueda dar a Alemania que por la ideología del régimen franquista.

http://cultura.elpais.com/cultura/2016/01/10/actualidad/1452445564_609669.html
http://cultura.elpais.com/cultura/2013/03/25/actualidad/1364234435_721208.html