viernes, 26 de mayo de 2017

¿Quién teme a la competencia y quién vive del Estado?

Juan Torres López
El diario

Afirmar que las clases trabajadoras son los grupos sociales parasitarios que viven de los demás es un mito sin fundamento: son las grandes empresas y fortunas y los bancos quienes han asaltado los Estados y conquistado el poder que les permite vivir de rentas y no de la innovación y el riesgo.

Uno de los mitos económicos que con mayor éxito se han difundido siempre es el que vincula la mayor competencia con los intereses de las empresas y su defensa con la práctica de las derechas, mientras que a los trabajadores y a sus representantes, sindicatos o partidos de izquierdas, se les achaca el querer siempre vivir a expensas del Estado y de las rentas que generan los demás.

Parece mentira que después de tantos años de poder comprobar cómo funcionan en realidad las economías capitalistas se pueda decir algo así, pero lo cierto es que se dice a diario y con un extraordinario efecto de convicción.

Parece mentira porque lo cierto es que las grandes empresas no sólo no desean la competencia, que es el principal motor de los mercados eficientes, sino que son, por regla general, la primera causa de que desaparezca. No creo que se pudiera encontrar en todo el planeta una sola gran empresa que se precie y que no tenga un departamento orientado precisamente a combatir la competencia y, más concretamente, a tratar de influir de cualquier modo para que los gobiernos legislen de la manera que les sea más conveniente, concediéndole privilegios y más poder de mercado. Se podrían contar por miles las normas legales, desde las leyes más generales a las directrices más concretas, que han salido directamente de alguno de esos departamentos sin que en los parlamentos se haya podido modificar una coma en beneficio colectivo. Quien ha tenido alguna experiencia legislativa o de gestión lo sabe perfectamente.

La colusión y los acuerdos para acabar con la competencia son la regla precisamente porque esta es el mayor enemigo de las empresas que solo buscan ganar cada vez más dinero, puesto que allí donde hay más competencia los precios son más bajos y no se disfruta de beneficios extraordinarios. Por eso, las absorciones, las fusiones, los cárteles, los holdings... las diferentes formas de concentración y centralización del capital han sido siempre el hilo conductor del capitalismo y no hay un sector económico consolidado en donde la lógica imperante no sea la de cada vez menos empresas dominando el mercado. Mercado sí, pero sin competencia y bien protegido por las normas que el Estado promulgue al dictado de la gran empresa o de la banca.

El gran Adam Smith se dio cuenta muy pronto de ello y lo expresó con palabras tan sabias como bellas: "Rara vez se verán juntarse los de la misma profesión u oficio, aunque sea con motivo de diversión o de otro accidente extraordinario, que no concluyan sus juntas y sus conversaciones en alguna combinación o concierto contra el beneficio común, conviniéndose en levantar los precios de sus artefactos o mercaderías".

La competencia suele ser el caldo de cultivo de las innovaciones, del progreso y del lucro, pero la paradoja es que su efecto benéfico desaparece en la misma medida en que el afán de lucro creciente se impone y la destruye. Las empresas y bancos que quieren ser cada día más grandes y aumentar sin descanso sus cifras de resultados saben que es verdad lo que se ponía en boca del Nobel de Economía John Nash en la película Una mente maravillosa: "La competencia siempre produce perdedores". Por eso no la desean y luchan diariamente por acabar con ella.

A pesar de ello, como decía, el relato dominante es que las empresas y las derechas que defienden sus intereses buscan generalizar la competencia en los mercados mientras que los trabajadores solo quieren vivir de los demás.

Muchos datos reflejan que tampoco esto último es cierto, ni lo es ahora ni lo ha sido a lo largo de la historia.

En mi libro Economía para no dejarse engañar por los economistas menciono, por ejemplo, los resultados de diversas investigaciones realizadas por Anwar Shaikh y Ahmet Tonak que demuestran para Estados Unidos que quienes se "benefician" del Estado de Bienestar (que los liberales consideran como el mayor de los expolios) contribuyen a financiarlo a través de impuestos con cantidades mayores de las que suponen los beneficios que reciben. Y a conclusiones parecidas se ha llegado en otros países. Como en España, donde sabemos que las transferencias monetarias del Estado benefician en mayor medida a los grupos de mayor renta. Por no hablar de las ayudas estatales directas o indirectas de todo tipo que viene recibiendo los bancos y grandes oligopolios o, más sencillamente, las decisiones de gasto que toman los gobiernos sin otro sentido que proporcionarles negocio tras negocio. ¿Qué gran empresa, qué banco, qué gran fortuna existiría como tal en España sin la ayuda del Estado? Posiblemente sobrarían dedos de las manos para poder contarlas.

Afirmar que las clases trabajadoras son los grupos sociales parasitarios que viven de los demás no es solo un mito sin fundamento sino una contradicción en su propio término porque es materialmente imposible que se pueda crear cualquier tipo de riqueza sin el trabajo y lo cierto es que los propietarios del trabajo solo reciben una pequeña parte del valor total que generan con su colaboración de todo tipo en la producción.

Son las grandes empresas, los bancos y las grandes fortunas que se generan en su entorno quienes han asaltado los Estados y conquistado el poder que les permite vivir de rentas y no de la innovación y el riesgo, protegerse con normas y leyes que ellos mismos escriben y apropiarse de la riqueza de otros, limpiamente unas veces y corruptamente las más, como desgraciadamente estamos viendo día a día en nuestro país.

Dicho esto, no puede negarse, sin embargo, que si el mito se ha difundido hasta la saciedad es en cierta medida porque buena parte de las izquierdas y de la representación de las clases trabajadoras han tenido históricamente una evidente confusión sobre la realidad que hay detrás del capitalismo. Lo han vinculado equivocadamente con el mercado y no han sabido apreciar que, aunque parezca una paradoja, la competencia y la eficacia en la generación de riqueza son y deben ser perfectamente compatibles con la solidaridad, con el bienestar colectivo e incluso con la cooperación. Y han creído con demasiada frecuencia que los ingresos y la riqueza son una especie de don o que el progreso y lo revolucionario consiste en creer que todo es gratis.

Tercer artículo de la serie 'Desvelando mentiras, mitos y medias verdades económicas'

Fuente: http://www.eldiario.es/zonacritica/teme-competencia-vive_6_640495979.html

No nos los podemos permitir ni social, ni económica, ni ecológicamente. Nos sale carísimo mantener a los ricos.

Luis I. Prádanos
El Salmón Contracorriente

No conviene confundirse de enemigo: lo que resulta socialmente corrosivo y peligroso es la desigualdad y la asimetría de poder, no sus víctimas. El dinero público y la riqueza generada por las personas trabajadoras no está subvencionando a los pobres, sino a los ricos.

El sistema legal, económico, político y cultural dominante que sufrimos promueve los comportamientos egoístas y predatorios. Se admira a quienes con más eficacia y de manera no recíproca vampirizan y acaparan la riqueza generada por ecosistemas o el trabajo de comunidades humanas. En un planeta finito y ecológicamente degradado, la acumulación de riqueza de unas personas es siempre a costa de la desposesión de otras.

Una sociedad sostenible y saludable debería, en cambio, dotarse de mecanismos que penalicen el abuso de lo común e incentiven aquellos comportamientos que mejoren la vida de toda la comunidad y regeneren el medio ambiente del que depende todo ser vivo (humano y no humano). Hasta que no comprendamos que la prosperidad, la seguridad y la felicidad solo se consiguen mediante colaboración, confianza y reciprocidad seguiremos atribuyendo la causa de la enfermedad a sus síntomas. Pensaremos, erróneamente, que las víctimas de un sistema perverso—y no el sistema en sí que funciona aplastando a cada vez más personas en beneficio de unos pocos privilegiados—son nuestro problema.

No conviene confundirse de enemigo: lo que resulta socialmente corrosivo y peligroso es la desigualdad y la asimetría de poder, no sus víctimas (las personas más vulnerables). Los que se apropian del bien común son los ricos y poderosos, no los pobres e inmigrantes. Solo hay que recordar que un puñado de personas que caben en un bar pequeño de barrio acaparan más riqueza que el 50% de la población mundial o que el 1% de los humanos dispone de tanta riqueza como el 99% restante. Con estas cifras en mente, nadie puede argumentar que a la sociedad le sale caro mantener a las personas en riesgo de exclusión social sin que suene a distorsión malintencionada de la realidad.

El dinero público y la riqueza generada por las personas trabajadoras no está subvencionando a los pobres, sino a los ricos. Los ricos se subvencionan devorando lo público y lo común (lo generado por la sociedad y por los ecosistemas) y reproducen su capital sin necesidad de trabajar (intereses, rentas, herencias, especulación). El trabajo y la riqueza, en cambio, lo crea la sociedad, no las macro-corporaciones o la adicción estructural al crecimiento económico (mucho menos la especulación financiera); dichos actores, de hecho, generan dinámicas que precarizan o destruyen tanto el empleo de calidad como el medioambiente del que depende todo ser vivo que habite nuestro planeta (incluidos los seres humanos millonarios).

Las personas vulnerables no quitan el trabajo a nadie. Realmente, además de la creciente automatización que sustituye al trabajo humano, es la dinámica del capitalismo neoliberal la que condiciona que no florezcan empleos de calidad necesarios para la reproducción y el mantenimiento de una vida humana próspera (en agroecología, diseño sostenible y biomímesis, economía ecológica, construcción de casas pasivas, energías renovables, ecología urbana y un largo etcétera).

En lugar de dar más poder a las corporaciones y a los dueños del capital (la falacia de que desregulando y privatizando lo público y facilitando la vida a las macro-corporaciones se crea empleo) deberíamos, por el contrario, tasar intensamente los bienes inmuebles y el capital a partir de cierto umbral (pues se trata de la riqueza que se reproduce rápidamente no solo sin necesidad de contribuir al bien común, sino acaparándolo y destruyéndolo), no el trabajo (la contribución, monetarizada o no, al bien común y la sostenibilidad socioeconómica) para, de este modo, reducir la desigualdad y subvencionar con lo recaudado una disminución general de las horas semanales de trabajo con salarios mínimos más altos para acabar con el desempleo, el estrés y la explotación laboral y medioambiental.

Ahora bien, la deliberación sobre qué trabajos son necesarios para la reproducción social y cuáles son social y ecológicamente indeseables debería ser decidido por la sociedad en su conjunto, no por la dinámica, facilitada por el poder estatal, de crecimiento económico a toda costa o por las corporaciones transnacionales cuyo objetivo no coincide, en la mayoría de los casos, con el bien común.

Obviamente, si se generasen debates abiertos entre el conjunto de los habitantes de una ciudad para decidir qué empleos hay que fomentar y cómo diseñar el espacio urbano, muy poca gente defendería la necesidad de endeudar masivamente a la ciudad y buscar inversiones extranjeras millonarias para construir autopistas o aeropuertos innecesarios y obras faraónicas disfuncionales que dejan infraestructuras monstruosas carísimas de mantener, deudas eternas, corrupción urbanística y degradación ambiental (estadios olímpicos, macro-casinos, expos, rascacielos). Estos proyectos siempre subvencionan, con dinero público, una dinámica de acumulación que beneficia a los que ya son ricos y generan un espacio urbano deplorable para los demás.

La mayoría de vecinas y vecinos preferirían, sin duda, espacios públicos a escala humana para el disfrute común y cotidiano, mucho más asequibles y fáciles de mantener, y que mejoren la calidad del aire y el agua, reduzcan el ruido y el estrés, favorezcan las relaciones sociales, y no dejen una mella en las arcas públicas: parques, huertos urbanos, zonas verdes y peatonales, bibliotecas y centros sociales, etc. Espacios donde la comunidad pueda encontrarse, sin necesidad de gastar y consumir, para jugar, enamorarse, charlar, hacer ejercicio o aprender y enseñar taichí, yoga, permacultura, carpintería, reparación de electrodomésticos, etc. ¿Cuántos niños y ancianos necesitan o van a usar un estadio olímpico que cuesta millones? ¿De qué manera va a mejorar dicha construcción el día a día de la ciudad para las personas de a pie? Un parque agradable es mucho mejor para la vida cotidiana, la salud y el bienestar, cuesta muy poco si se planea bien, es positivo para el medio ambiente y cohesiona la comunidad.

No nos podemos permitir a los ricos alimentando sus excentricidades, megalomanías y porfolios financieros a costa del bienestar social y ecológico. Que no nos engañen, los que sufren las consecuencias más dolorosas de este sistema perverso no son la causa del problema, sino sus víctimas. Equivocarnos al identificar las causas de nuestro malestar tiene el contraproducente efecto de enfrentar a los oprimidos y, en consecuencia, fortalecer al opresor. Centrarnos en las causas de los problemas, y no solo en sus síntomas, es el primer paso para intentar crear un sistema socialmente deseable, económicamente estable y ecológicamente viable.

Luis I. Prádanos. Academia.edu 

Fuente:
http://www.elsalmoncontracorriente.es/?Nos-sale-carisimo-mantener-a-los

No es verdad que cuanto más se gana más útil seamos, ver aquí.

jueves, 25 de mayo de 2017

Las bambalinas de la alta política contadas por un forastero prodigioso: Yanis Varoufakis. Adultos en la habitación

Una vez Yanis Varoufakis me compró un gin tónic. Y una vez su esposa me sirvió una taza de té. Y aunque evitó muchas de mis preguntas, como suelen hacer los ministros de Finanzas, nunca me mintió descaradamente. Y fui su presentador en dos eventos. Enumero estas transacciones por lo que estoy a punto de decir: Varoufakis ha escrito una de las mejores autobiografías políticas de todos los tiempos. Podría compararla a la de Alan Clark por su honestidad, a la de Denis Healey por sus ataques a antiguos aliados y, como manual para explorar los peligros del arte de gobernar, seguramente tiene la misma estatura que la biografía de Lyndon B. Johnson escrita por Robert Caro.

Sin embargo, el libro de Varoufakis sobre la crisis que ha marcado a Grecia desde 2010 hasta hoy se encuadra en una categoría propia: es la historia entre bastidores de la política de primer nivel contada por un forastero. Varoufakis comenzó como un outsider, tanto de la élite política como de la extrema izquierda griega, luego se metió dentro y acabó abandonándolo todo abruptamente después de que su antiguo aliado, el primer ministro griego Alexis Tsipras, le pidiera la dimisión en julio de 2015.

Varoufakis escenifica su dilema durante la crisis con una anécdota reveladora. Estaba en Washington para reunirse con Larry Summers, el antiguo secretario del Tesoro de los Estados Unidos y confidente de Barack Obama. Summers le preguntó a bocajarro: ¿Quieres estar dentro o fuera? “Los de fuera priorizan la libertad de contar su versión de la verdad. El precio es que son ignorados por los de dentro, que toman las decisiones importantes”, le advirtió Summers.

Los políticos electos tienen poco poder; el verdadero poder lo tienen Wall Street y una red de fondos de inversión, multimillonarios y dueños de medios de comunicación, y el arte de permanecer en la política es poder reconocer este hecho e intentar lograr hacer algo sin alterar el sistema. Ésa era la oferta. Varoufakis no sólo la rechazó, sino que al escribir sobre ella en detalle nos protege de la estupidez de las fantasías ocasionales de la izquierda de que el sistema construido por el neoliberalismo puede de alguna forma inclinarse o ceder ante nuestros deseos de justicia social.

En este libro, Varoufakis ofrece una de las descripciones más detalladas y precisas del poder moderno, un logro aún más importante que su deseo de justificar su propio accionar durante la crisis griega. Explica cómo se construye la red del poder moderno, con el agotamiento de haber pasado tantas noches en fríos hoteles y salas de reuniones mal iluminadas. Aris obtiene un préstamo del banco de Zorba; Zorba le perdona el préstamo, pero la empresa constructora de Zorba obtiene un contrato en un ministerio de Aris. Al hijo de Aris le dan trabajo en la cadena de televisión de Zorba, que por alguna razón siempre está en bancarrota y por eso no puede pagar impuestos; y así.

“La clave de estas redes de poder es la exclusión y la turbiedad”, escribe Varoufakis. A medida que se va intercambiando información sensible, “alianzas de dos personas se van vinculando con otras alianzas…involucrando a conspiradores que conspiran de hecho, sin ser conspiradores conscientes”. En el proceso de contar su historia, Varoufakis no sólo revela secretos, sino que son secretos gordos y jugosos.

Grabaciones en secreto en sus reuniones El primer secreto es que no sólo Grecia estaba en la bancarrota cuando la UE la rescató en 2010 –y que el rescate fue diseñado para salvar a los bancos franceses y alemanes– sino que Angela Merkel y Nicolas Sarkozy lo sabían; y sabían que sería un desastre.

Esta acusación no es nueva, fue lanzada en su momento por activistas de izquierdas y economistas de derechas contra la élite financiera. Pero Varoufakis la confirma con citas, algunas recogidas de cintas de conversaciones que grabó en ese momento sin que lo supieran los otros participantes.

Incluso ahora, dos años después de las últimas elecciones griegas, este libro trasciende el interés académico. Grecia sigue aplastada por una deuda de miles de millones de euros que no puede pagar. Por las decisiones que se tomaron en 2010 y 2011, al rescatar bancos privados y endosarles deudas enormes a los países europeos del norte, serán los contribuyentes franceses y alemanes los que acabarán pagando la deuda griega cuando inevitablemente sea perdonada.

La segunda revelación es que miembros de la familia de Varoufakis fueron amenazados violentamente cuando, con una multitud controlando las calles y plazas, él comenzó a alinearse con aquellos que denunciaban que el rescate era inviable. Varoufakis afirma que esas amenazas, que se efectuaron de forma anónima, por teléfono y con una calma oligárquica, fueron la causa de su salida de Grecia hacia Estados Unidos.

Como resultado, cuando regresó, mientras comenzaba a apoyar activamente al partido de izquierda radical Syriza, Varoufakis vivió la crisis como un outsider, pero en un sentido diferente. Cuando le pidieron que hablara ante la multitud que ocupaba la Plaza Síntagma en mayo-junio de 2011, recuerda: “La última vez que había hablado ante una manifestación había sido en Nottinghamshire, ante un piquete de mineros en huelga en 1984”.

Estaba a punto de unirse a un grupo de políticos de izquierdas —liderado por Tsipras y secundado por su jefe de Gabinete formado en Glasgow, Nikos Pappas— en la lucha por acabar con el neoliberalismo. Pero tenía poca experiencia en la izquierda griega organizada y ellos lo veían como un neoliberal.

El fracaso del órdago Los logros académicos de Varoufakis se habían basado en la aplicación de la teoría de juegos a la economía. Así que, cuando diseñó la estrategia de confrontación de Syriza, fue explícito: el enemigo tenía que creer que Syriza estaba preparado para incumplir pagos, o para salir de la zona euro, lo suficiente como para convencer a los poderosos de la UE de renegociar los préstamos que estaban por vencer y evitar que hicieran estallar el sistema bancario griego.

Esto funcionó, aunque el precio fue un gran retroceso retórico y la retirada del programa nacional de Syriza en febrero de 2015. Pero en julio falló porque, habiendo luchado y ganado la campaña emocional del referéndum, Tsipras eligió hacer concesiones ante la posibilidad de una guerra civil griega.

Entrevisté a Varoufakis la noche en que ganaron el referéndum. Parecía asombrado por la magnitud de la victoria (en el libro confiesa que esperaba una derrota) y seguro de que le daría a Tsipras las municiones para enfrentarse a Troika. Sin embargo, ahora está claro que los dos calcularon mal. Varoufakis entendió —por la autoridad del ministro de Economía alemán, Wolfgang Schäuble— que Alemania no intentaría sacar a Grecia del euro. Para cuando hicieron justamente eso, dos semanas de bancos cerrados y desarrollo al borde del colapso habían llevado la apuesta a un todo o nada.

Cuando le echaron, Varoufakis se libró de tener “prontuario”, aunque el precio que pagó fue, una vez más, un autoexilio de la política activa en Grecia. Si, tal como parece posible, la situación escala hacia el desplome económico, su voz —junto con la de los comunistas veteranos antieuro que se separaron de Syriza— podría ser lo único que quede de una izquierda que pueda darle la batalla final al fascismo y la dictadura.

Pero yo sigo creyendo que Tsipras hizo bien en ceder ante el ultimátum de la UE y que Varoufakis tuvo parte de la culpa por la forma en que diseñó la estrategia “del juego”. Para Tsipras, y para la generación de exdetenidos y víctimas de torturas que reconstruyeron la izquierda griega después de 1974, permanecer en el poder como un escudo abollado contra la austeridad era preferible a entregarle el poder a un grupo de políticos mafiosos respaldados por una horda enardecida de jóvenes millonarios bien vestidos.

Al final, el gobierno de Tsipras resultó no ser un escudo muy efectivo para proteger a la clase trabajadora griega, pero sí al más de un millón de refugiados sirios que llegaron a las costas griegas en las semanas tras la rendición económica. Las fuerzas armadas griegas, el poder judicial y la policía están llenas de personas a quienes les encantaría ver hundirse las pateras y poder deportar en masa o encerrar a los supervivientes.

Aunque la forma en que Syriza manejó la inmigración masiva fue por momentos equivocada, en el momento crucial, de julio a diciembre de 2015, el gobierno de izquierdas de Grecia ofreció un refugio para aquellas personas que huían del terror y la destrucción. Un gobierno conservador y de derechas le hubiera dado a los sirios un recibimiento mucho peor.

En ese contexto, el relato de Varoufakis de la historia de Tsipras debe ser cuestionado. Varoufakis argumenta que Tsipras es propenso a la frivolidad, la melancolía y la indecisión y que está determinado a probar que no es “una estrella fugaz”. Pero a diferencia de Varoufakis, Tsipras construyó un partido capaz de vencer a la élite política que ha dejado a Grecia sin riqueza y sin credibilidad y ha sido capaz de gobernar. Tsipras —junto a Pappas, su jefe de Gabinete, a quien Varoufakis describe correctamente como muy influyente en los acontecimientos— construyó algo que él pensó que sobreviviría a una derrota.

Varoufakis construyó una reputación, no un partido. De hecho, el mundo de los partidos —de activistas apiñados contra las ventanas lluviosas de cafeterías suburbanas, de repartir folletos, de huelgas y manifestaciones anti-fascistas— está ausente en su libro.

Si la izquierda mundial, que estuvo de buena racha entre 2011 y 2013, quiere recuperar terreno, necesita líderes como Tsipras, que encuentren pensadores y ejecutores como Varoufakis y que los estimulen. Pero sobre todo necesita hablarle al pueblo en el idioma que nace de años de lucha para construir un partido y un movimiento.

Traducido por Lucía Balducci
Fuente:
http://www.eldiario.es/theguardian/Varoufakis-mejores-biografias-politicas-historia_0_640087101.html
https://open.spotify.com/embed/user/elpaissemanal/playlist/5DBfunuPk3faTn5BV6Grv4

_--NUESTRO CANTO. Inti Illimani - El pueblo unido jamás será vencido. Carlos Puebla, En esto llegó Fidel.



Libia. Preguntas sin respuestas.

Guadi Calvo

Libia es un territorio fragmentado por centenares de organizaciones armadas de todo cuño, sin liderazgos claros, y con laceraciones de todo tipo, producidas por la invasión perpetrada por la OTAN en 2011; casi como una ironía ahora la antigua patria del Coronel Gadaffi, parece tener la oportunidad de vengar de alguna manera tantas injurias. Es allí donde la Unión Europea (UE) necesita de manera desesperada cerrar la fisura abierta en el Mediterráneo central, por donde continúan filtrándose miles de refugiados a partir de puertos libios. Ya no solo para su seguridad, sino por su propia existencia como comunidad. Todavía, a más de tres años del estallido de la crisis de los refugiados, sin haber podido resolver las cuotas de acogida con que cada una de las 27 naciones de la UE tendrá que cargar, el campanazo del Brexit, y las amenazas de varios países de seguir a Londres, sumando a la expectante situación electoral en Francia, esta marejada lleva a la organización europea al punto del naufragio.

No pudiendo replicar en Libia, lo hecho con Turquía, que más allá de las continuas rispideces y amenazas del presidente Recep Erdogan, hace más de un año han logrado disminuir drásticamente el flujo hacía Grecia desde las costas turcas.

Obturada aquella salida, Libia y sus puertos se han convertido en la Meca de ciento de miles de refugiados que por diferentes caminos intentan llegar al sur de Italia. Este peregrinaje de desesperados se ha constituido en un monumental negocio entre traficantes de personas, patrones de embarcaciones, ONGs occidentales y políticos de las dos bandas del antiguo Mare Nostrum.

Solo con revisar las cifras de ahogados, en el intento del cruce, dan la idea de la magnitud de la catástrofe humanitaria y los cientos de miles que bregan por llegar a tierra europea. El año pasado fueron cerca de 5 mil los ahogados, casi 2 mil en lo que va de este, lo que llevan la cifra casi a 25 mil desde que se agravó la crisis hace cuatro años. En Libia actualmente hay más de un millón de personas llegados desde todos los rincones de África y Asía, intentado de alguna manera cruzar el Mediterráneo.

Para contener esa marea humana, la UE intentó establecer campos de acogida en Libia, pero el proyecto ha naufragado, como parece estar destinado todo en esa región.

Son tres las rutas que utilizan los traficantes para llevar a sus “clientes” a los puertos libios de Misrata, Sirte, al-Juma, Benghazi y Zouara: la primera entra directamente desde Argelia, y las otras dos desde Níger y Sudán, si o si, deben ingresar por Fezzan, la región fronteriza con Egipto, Sudán, Chad, Níger y Argelia, donde justamente la anarquía post Gadaffi es todavía más incierta y difícil de descodificar que en el resto del país. A la multiplicidad de conflicto, hay que sumarle los que pueden acarrear 5 mil kilómetros de frontera sin control alguno.

En la región de Fezzan operan bandas de contrabandistas, traficantes de personas, armas y drogas, además de dos milenarias tribus los Tuareg y los Tebus que ahora disputan la posesión de un territorio extremadamente rico en hidrocarburos, donde las plantas de la española Respsol y la italiana ENI acaban de ser tomadas.

A pesar de esta anarquía libia la UE persiste desesperada detrás de cualquier tipo de acuerdo, para tener un interlocutor con tal como sucedió en Turquía, cerrar ese amenazante derrame de desangelados.

A principio de esta semana en Roma, alentados por la UE, cerca de 60 jefes de los clanes del sur libio, aparentemente pactaron un acuerdo de paz para la región.

Al tiempo que alentados por Emiratos Árabes Unido (EAU) Egipto y Rusia, junto al jefe de la Misión de Apoyo de Naciones Unidas en Libia (UNSMIL), Martin Kobler, han organizado una cumbre en Abu Dabi, entre los dos de los líderes más relevantes para occidente: el primer ministro del Gobierno libio, Fayez Serraj, sin otro antecedente que haber sido el elegido arbitrariamente por Naciones Unidas para ocupar algo así como una presidencia con cabecera en Trípoli, que a más de un año de su instauración no ha podido extender su influencia a más de un par de calles de la sede de “gobierno”. El otro personajes es mucho más oscuro y controvertido, emergido de la guerra contra el coronel Gadaffi, el ex general libio y agente de la CIA Jalifa Haftar, comanda la fuerza militar más poderos del país conocida como el Ejército Nacional Libio (LNA) que respalda al gobierno con sede en la ciudad de Tobruk.

Según trascendió las conversaciones habrían avanzado positivamente. Incluso se ha mencionado que se podría llamar a elecciones presidenciales y legislativas antes de marzo de 2018. Además dicho acuerdo incluye la integración de las diferentes facciones armadas, bajo un mando unificado a cargo de un fortuito “Consejo Presidencial”.

Otros puntos del documento, que todavía los interesados no han firmado, refiere a la necesidad de generar un proceso de reconciliación nacional, que los ciento de miles de desplazados internos puedan volver a sus lugares de origen y encarar una lucha a fondo contra el terrorismo. Un término bastante vacuo en Libia, ya que todas las facciones involucradas tratan de tal a sus rivales.

El acuerdo entraría en funcionamiento apenas Serraj y Haftar lo firmen aunque hasta ahora esa firma parece bastante lejana. Más allá de las ilusiones de la UE por encontrar una figura con ciertos visos de legalidad con quien acordar la cuestión refugiados, sería interesante preguntarse cómo se homologaría este acuerdo con las cientos de bandas fuertemente armadas, con proyectos propios, algunos más fundamentalistas, otros simplemente anárquicos que han conseguido vivir del saqueo, el secuestro y la extorsión. Poner en caja esta multitud de organizaciones significa agregar un nuevo frente de conflicto armado a los muchos que ya existen en Libia.

Por lo que la perspectiva de un acuerdo entre dos (Trípoli-Tobruk) de las tres (Benghazi) virtuales capitales del país, es o bien ingenuo o mal intencionado. Generar un acuerdo con un gobierno títere al modo de Afganistán o Irak, con quien negociar la cuestión de refugiados y llegado el caso apoyar militarmente para barrer cualquier foco “terrorista”.

En ese improbable, sinuoso camino hacia la reconciliación libia que intenta iniciar la UE, parecen olvidar de hacer jugar a poderosos factores político y militares del país como la fuerza encabezada por el ex primer ministro Jalifa Gwell, quien ha intentado un golpe contra Serraj en Trípoli, que sigue acumulado el apoyo de diferentes bandas armadas operativas en el oeste y la propia capital de Tripolitana.

Entre los grupos que apoyan a Gwell se encuentra el grupo Sala de Operaciones de los Revolucionarios de Libia (SORL) y la milicia vinculada al gran muftí del país, Sadek al-Ghariani, al que acompañan grupos armados de la ciudad de Misrata y las brigadas de defensa de Benghazi.

Al-Ghariani ha decretado una fatua de diez años de yihad, contra el gobierno de Serraj, por lo que se hace poco probable que puedan ser parte del posible acuerdo de Abu Dabi. Mientras que en Trípoli, más allá del formal apoyo europeo, se vive de manera miserable con carencias de todo tipo: casas inhabitables, cortes de energía eléctricas de hasta 18 horas, sin agua corriente, alimentos escasos y una grado de inseguridad tan alarmante que prácticamente no hay ninguna clase de actividad. La mayoría de las escuelas están cerradas; tanto niños como mujeres evitan salir a las calles por temor a ser secuestrados. En los hospitales faltan insumos y los bancos apenas funcionan, con escaso dinero y menos actividad comercial. Tanto disparos como explosiones se escuchan de manera permanente en la ciudad sin que se sepa nunca que grupos son los que se están enfrentado. Mientras que los señores de la Guerra digitan todo, acaparando los pocos recursos económicos que genera la antigua capital de Libia.

El Sur también existe
Si como hemos visto la cuestión en el norte del país y la codiciada franja costera no está para nada clara, mucho más anárquica es hasta ahora el sur libio.

Fezzan, la región habitada por dos antiguas y míticas tribus nómadas de guerreros y comerciantes los Tebu y los Tuareg, está cruzada por la franja del Sahel, por donde hoy transitan diversos movimientos integristas vinculados a al-Qaeda y al Daesh, como la última gran formación wahabita, el Jamaat Nasr al Islam wa al Mouslimin, (Frente de Apoyo al Islam y a los Musulmanes). La región cuenta con grandes yacimientos de petróleo, al tiempo que con numerosos y ricos oasis.

Durante la última semana de abril, Hafter ha bombardeado la prisión y la base militar de Tamanhit en la ciudad de Sebha, provocando al menos cien muertos. Las tribus de Fezzan han resistido a los embates de las fuerzas de Hafter, ayudados por milicias llegadas desde Trípoli (pro ONU) y de la ciudad, cuasi independiente de Misrata, el principal puerto comercial del país y la fuerza más fuertemente enfrentada a Hafter.

Este último ataque del ejército de Tobruk a la ciudad de Sebha fue con el propósito de fortalecer sus posiciones en la discusión que tendría apenas horas después con Serraj, aliado de Sabha.

Hafter y su armada controla cerca de la mitad del país y mantiene abiertos otros dos frentes de guerra, uno en Benghazi, segunda ciudad en importancia de Libia, y el otro contra la ciudad de Derna, próxima a la frontera con Egipto, bastión clave de los fundamentalistas wahabitas.

Una de las preguntas que flotan en el aire sin que nadie conteste es que se ha hecho de los miles de combatientes del Daesh, que hace ya varios meses debieron abandonar su enclave en Sirte. Si abrirán un nuevo frente o venderán sus servicios a algún señor de la guerra. Una pregunta tan difícil de hacer como de contestar, y mucho menos de imaginar para los burócratas de la Unión Europea.

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.

miércoles, 24 de mayo de 2017

Reflexiones para la memoria histórica. El cuidador de huesos.

La otra versión (Interviú)


Santiago Carcas Cuartero, zaragozano de 55 años, es de esas personas que impresionan a primera vista: recio, de blanca cabellera, conversación pausada y marcado acento aragonés; de esas personas que parecen francas desde el principio, que no hablan de lo que ignoran y que brindan una solución para los desastres. Lo suyo es la memoria histórica y una de sus máximas es que las exhumaciones de las víctimas de la represión franquista (las pocas que se siguen haciendo en España) se hagan bien, en condiciones óptimas, con el objetivo único de devolver a las familias los restos de sus fusilados. Es decir, debe primar la identificación, si no no merece la pena exhumar, salvo muy contadas excepciones.

Dice Santiago Carcas, presidente de la Asociación por la Recuperación de los Desaparecidos en el Franquismo (ARDF), que muchas veces los trabajos de recuperación de los restos se hacen rematadamente mal, algo que no trasciende, por lo general, a la opinión pública ni siquiera a los familiares de los fusilados.

Al hablar de los desastres de las exhumaciones, no puedo dejar pasar la oportunidad para referirme una vez más a la chapuza de las exhumaciones masivas llevadas a cabo en el cementerio de San Rafael de Málaga, entre 2006 y 2009, un asunto feo y doloroso para miles de familias que no se pudieron llevar a los suyos para enterrarlos en condiciones porque nunca se llegaron a identificar los restos. Con el apoyo de la Junta de Andalucía, el Ayuntamiento de Málaga y la Universidad de Málaga, se sacaron de las fosas del cementerio los restos de casi 3.000 represaliados de los cerca de 5.000 que constan inhumados en fosas comunes en el camposanto malagueño. Esos restos fueron depositados en una gran urna, sobre la que se erigió una pirámide a modo de monumento. Según iban sacando los huesos, los fueron acumulando en casetas sin ventilación; muchos quedaron al aire libre, a merced de la lluvia y de los perros. Lo han denunciado personas que estuvieron allí, familiares y voluntarios en los trabajos de exhumación.

Pero volvamos a Santiago Carcas y a su asociación, creada en 2010, y con sede en Castellón, A Coruña y Zaragoza. La ARDF DESAPARECIDOS ha publicado el primer manual con directrices para proceder con garantías en las exhumaciones de restos de fusilados. “Me preparé a conciencia para mejorar el trato que se le daba a los restos mortales de las víctimas del franquismo, que todavía siguen siendo tratados como huesos, sin dignidad. La técnica científica de la que se presume deja mucho que desear. Ver en directo las exhumaciones es para las víctimas del franquismo vivas algo importantísimo, pero ellos desconocen las consecuencias que tiene el que envuelvan a sus familiares con papel de periódico y en plásticos; eso es algo que perjudica por entero el hallazgo de ADN viable para la identificación, que queda contaminado”, me cuenta el presidente de ARDF.

Cuando en 2015 se intentó localizar los restos de Miguel de Cervantes en la Iglesia de las Trinitarias de Madrid, Santiago me hizo una confesión: “Me muero de envidia. Cómo me gustaría que para intervenir en fosas comunes se siguiera el mismo protocolo”. Este experto tiene claro que las cosas se pueden hacer mejor. “No puede haber muertos de primera y muertos de segunda categoría. Para la localización de algunos ilustres españoles, como Cervantes –y a sabiendas de que no se sabía dónde se hallaba–, se usaron todas las protecciones posibles, como no puede ser de otra manera: guantes quirúrgicos, mascarillas, etc. Sin embargo, para las víctimas del franquismo no importa en qué condiciones se extraen los restos, incluso se dejan a la intemperie antes de extraer muestras para las analíticas de ADN”.

El dilema es este: ¿Es preferible exhumar a los fusilados pese a no identificarlos después con tal de sacarlos de las vergonzosas fosas franquistas? Los miembros de ARDF DESAPARECIDOS tienen claro que no, que el objetivo de la exhumación debe ser siempre intentar identificar a quién pertenecen esos restos y devolverlos a los familiares. “Ese es el espíritu de la Memoria Histórica, el de la reposición ­–dice Carcas –. Se ha desvirtuado ese espíritu. Existen algunas asociaciones que exhuman a troche y moche, ofertando cursillos que pagan los voluntarios, recibiendo subvenciones europeas. Son una especie de cazadores de huesos, que no respetan la dignidad de las restos. Estas entidades han llegado a publicar incluso fotos donde se detecta la mala praxis. Eso nos avergüenza y entristece a los que nos dedicamos en serio a esto, a los que llevamos buena parte de nuestra vida luchando por la reparación”.

En 1987 fue abierta la fosa común del cementerio del pueblo zaragozano de Mallén, donde se hallaban tres hermanos de la familia Pérez Matute. Dos años después, en otra exhumación en Pedrola, una localidad cercana, apareció Emilia, hermana de los anteriores. La familia estaba casi al completo. Todos ellos eran hermanos de la abuela de Santiago Carcas, Felisa, esposa del alcalde socialista de Boquiñeni (Zaragoza). “Es una historia muy triste, como la de millones de represaliados, que durante décadas se negaron a hablar, a contar a sus descendientes el horror vivido, perpetuando, a su pesar, el relato de los vencedores. Yo estuve grabando en vídeo a mi tía Mercedes y a mi madre y otros parientes, y así fui recuperando un relato, nuestra historia familiar y un retazo de la historia de España”, dice Carcas.

El otro día Santiago me dejó un mensaje: “No te lo vas a creer, Ana, pero ayer mismo hallé a otro hermano de mi abuela, también fusilado en Mallén: Máximo Pérez Matute. Pero no sé dónde está enterrado, no aparece en ningún papel”. Estaba ilusionado Santiago. Lleva mucho tiempo intentando recomponer esa historia familiar a través de archivos, partidas de nacimiento, de defunción, de bautismo, etc. “Mis tías mayores, las hermanas de mi madre, estuvieron en la cárcel de Torrero (Zaragoza), tendrían 14 y 15 años, les cortaron el pelo al uno. Las hijas pequeñas de mi abuela Felisa, mi madre incluida, han crecido sin poder contar la totalidad de aquella barbarie. Nadie quería hablar, nadie quería preguntar”.

Santiago Carcas es técnico en exhumaciones; ha estudiado, sin llegar a licenciarse, antropología y arqueología y un máster en Genética en la Universidad Complutense de Madrid. Su colaboradora Ángela Piñeiro, secretaria general de la asociación, es además médica genetista. “El secreto del éxito de nuestra asociación es que somos un grupo de técnicos, sabemos lo que hacemos. Hay especialistas con cargos dentro de la asociación, como son Begoña Hermida en Galicia, Mariví Pastor en Aragón, Laura Gil en Castellón, Nuria Martínez en Valencia. Hemos participado, y seguimos haciéndolo, en el asesoramiento de los distintos anteproyectos de Ley autonómicos referentes a Memoria Democrática, ya creados o que lo serán próximamente, como son los casos de Valencia, Castilla la Mancha, Aragón, Gran Canaria y Galicia”.

Desde 2012, la Asociación para la Recuperación de los Desaparecidos en el Franquismo ha participado en una docena de trabajos en fosas comunes en Aragón, La Rioja, Castilla la Mancha y Teruel. Eran los tiempos en los que había dotación presupuestaria para la Ley de la Memoria Histórica. Pese a que el gobierno no pone un euro para exhumaciones, a la ARDF DESAPARECIDOS no le falta el trabajo: “Hemos asesorado al Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria y al Cabildo, y tenemos pendiente una solicitud de exhumación en el cementerio de la ciudad. También hemos localizado posibles fosas comunes, como la del municipio de El Toro en Castellón; estamos prospectando la zona de los Barrancos de Castellón en busca de evidencias del genocidio franquista. Tenemos investigadas y preparadas para su exhumación tres fosas comunes en Guitiriz (Lugo) y en San Vicente de Fervenzas y Vilarraso en A Coruña, a la espera de que los políticos de turno se dignen a colaborar para poder recuperar a las víctimas del franquismo”.

Queda mucho por hacer. Sirva este pequeño homenaje a los que, como Santiago Carcas, se empeñan en remover la tierra para rescatar del olvido a los que un día desaparecieron por sus ideas democráticas.

Fuente:

http://blogs.interviu.es/laotraversion/2017/05/04/el-cuidador-de-huesos-reflexiones-para-la-memoria-historica/

El IRPF y la campaña de la cruz.

Antonio Gómez Movellan

La conferencia episcopal está divulgando spots y videos en las redes sociales para animar a los católicos a poner una cruz en la casilla del IRPF. La iglesia católica utiliza el dinero del IRPF, según la memoria que la propia Iglesia presenta, para pagar al clero, para pagar gastos burocráticos de las diócesis y algunos otros gastos diversos como la televisión 13tv. Pero la realidad es que el Estado español, tras 40 años de Estado que se dice aconfesional, sigue financiando íntegramente lo salarios del clero diocesano. La Iglesia dice que esta recaudación es libre ya que, libremente, los ciudadanos pueden poner o no poner la cruz. En verdad la propia Iglesia Católica, en los acuerdos del año 1979, se había comprometido a autofinanciarse y no depender del Estado. Es un incumplimiento de los Acuerdos con la Santa Sede pero estos acuerdos constituyen la barricada que garantizan los privilegios de la iglesia católica, privilegios más propio de un Estado católico que de un estado aconfesional.

Una de las justificaciones que utiliza la iglesia católica para animar a poner la cruz en la casilla del IRPF es la caridad. La acción caritativa de la iglesia es tal, se argumenta, que la iglesia católica ahorra mucho dinero al Estado. Argumento mentiroso y falaz. En primer lugar, se debe subrayar que la situación en España es alarmante. Alarma que ha venido desde la propia OCDE, que en su último informe alerta sobre el hecho que el crecimiento no disminuye ni la pobreza ni la desigualdad en nuestro país. Pretender que a través de la caridad se resuelven estos gravísimos problemas sociales es una utopía. En realidad cuanta más caridad hay en una sociedad menos solidaridad y prestaciones sociales existen. Pero, además, la caridad constituye un grandísimo negocio y en el que la iglesia participa a fondo. La iglesia con el cuento de la caridad recauda centenares de millones de euros de todo tipo de administración (locales, del Estado y de la Unión europea). La inspección de Hacienda y las autoridades responsables en luchar contra el fraude deberían entrar a saco en estas organizaciones y fundaciones ya que muchos analistas sospechan que el famoso caso del chiringuito financiero Gescartera -donde decenas de órdenes, diaconías y fundaciones religiosas estaban involucradas- solo era la punta del iceberg del uso de fondos públicos por parte de las fundaciones religiosas.

Uno de los problemas que existen en España, desde siempre, es que en vez de imitar lo civilizatorio se busca una introspección hacia lo reaccionario: el famoso “que inventen ellos” de Unamuno. La ley francesa de 1905 de separación de iglesia estado en su artículo 2 establece claramente lo que es un Estado laico "La Republica no reconoce, ni paga salarios ni subvencionada a ninguna religión”. Todo lo contrario de lo que pasa en nuestro país donde el Estado no solo da un reconocimiento oficial a la iglesia católica también paga a su clero y financia muchas de sus actividades de adoctrinamiento. Es lamentable que en cualquier acto oficial, de cualquier institución oficial siempre haya algún cura sentado en lugar prominente pero lo más lamentable es que en los propios actos religiosos más relevantes siempre haya un cargo público o algún militar flanqueando a tal o a cual obispo. En España, por una vez, hemos inventado algo mágico: ¡un estado aconfesional que financia a la iglesia católica y paga los salarios del clero!

La conspiración oculta tras la victoria de Sánchez: toda la verdad.

El cuento del rey destronado, que regresa triunfal apoyado por el pueblo, es una carambola imprevista que el PSOE podría aprovechar tras tanto tiempo ciego y sordo.

¿El 15M del PSOE? ¿La victoria de la militancia sobre el aparato? Por favor, no me sean ingenuos. Les voy a revelar la verdadera historia oculta tras la victoria de Pedro Sánchez, el plan maléfico y brillante con que los poderes fácticos han rehabilitado un partido moribundo y recobrado la conexión con los votantes. Agárrense, que es una historia de miedo.

Verano de 2016. Reunión secreta a bordo de un lujoso velero en alta mar. Los participantes acuden en helicópteros y yates particulares, y aunque no me atrevo a dar nombres, había dos expresidentes de gobierno, una docena de barones y exbarones, la vieja guardia socialista al completo, varios invitados del PP, empresarios, banqueros, un par de obispos, un rey emérito, y Rubalcaba y Cebrián. Ya, dije que no iba a dar nombres, pero esos dos se dan siempre por supuestos.

Los conjurados coinciden en su preocupación por la situación del PSOE: "O espabilamos, o en un par de elecciones estaremos fuera de juego, por pura biología: los jóvenes no nos van a votar nunca". Discuten una refundación, alguien propone buscar un nuevo líder, pero cunde el desánimo.

Por suerte, han invitado a un prestigioso coach que toma la palabra, apoyado en un bonito powerpoint: "Ustedes lo que necesitan es un nuevo relato. Una historia que vender. Emocionante. Dramática. Épica. Ilusionante. Y como tenemos poco tiempo, les propongo un relato fácil: el rey destronado. El viejo cuento del rey bueno que es traicionado y desterrado hasta que, con el apoyo del pueblo, regresa y recupera el poder expulsando a los usurpadores".

Paso a paso, el experto detalla el plan: "Primero, echar al secretario general. De malas maneras, las peores posibles, para garantizarle simpatías como víctima. Segundo, entregar el gobierno al PP. ¿Se les ocurre algo que pueda enfadar más a sus militantes y votantes? Tercero, necesitamos un villano, o mejor una villana, que aparezca como representante del aparato y del sistema. Cuarto, unas primarias a las que el rey destronado concurrirá como outsider, apoyado en la gente. Ya tenemos el relato: el aparato contra la militancia, la élite contra el pueblo. Y por supuesto, gana el pueblo".

"Es imprescindible que lo más antipático del partido participe apoyando a la candidata mala, y que ésta se empeñe en ser torpe, mientras el candidato bueno gana apoyos. Ah, y que los medios de derecha colaboren demonizando a uno y elogiando a la otra. Cebrián, contamos con vuestros editoriales, no nos falles."

Pues ya ven. El plan ha salido perfecto. El PSOE ha vuelto. Renovado. Más a la izquierda. Reconectado con militantes y votantes. Barriendo el pasado y mirando al futuro. Gente que ayer decía eso de "rompí mi carné, pero esto me ha devuelto la ilusión". Y todo con el mismo líder. El rey destronado al que adora el mismo pueblo que hace meses lo despreciaba.

Hasta aquí la teoría de la conspiración. Suena a cachondeo, pero les juro que he oído unas cuantas así desde el domingo. Gente que ve sospechoso que el mismo Pedro Sánchez que hace nada era aparatero y social-liberal, hoy sea rebelde y cante La Internacional. No puede ser. Tiene que haber una mano negra.

Pero no. Como dice href="https://es.wikipedia.org/wiki/Principio_de_Hanlon" el principio clásico>, no atribuyas a la maldad lo que pueda ser explicado por la estupidez. Y una vez más, la conspiración más retorcida es más verosímil que tanta estupidez: cuesta creer que el PSOE oficial haya sido tan rematadamente estúpido en los últimos tiempos. Que hayan estado tan ciegos y sordos, tan desconectados de la calle, tan ignorantes de los cambios de fondo en la sociedad. Que no vieran venir lo que ha acabado ocurriendo. Que de verdad, href="http://www.eldiario.es/zonacritica/Susana_Diaz_candidata_del_sistema_6_645045526.html"confiasen en Susana Díaz como solución. Pero así ha sido.

La buena noticia para el PSOE es que la estupidez a veces propicia carambolas, golpes de suerte. La victoria de Sánchez puede ser una de esas carambolas, un giro imprevisto que de pronto pone algo de viento de cola a un partido que llevaba años manoteando contra el vendaval. Es muy poco viento a favor, el vendaval sigue ahí, y además Sánchez ya ha demostrado ser una veleta. Pero habrá que ver si hay suficiente inteligencia colectiva ahí dentro para aprovechar la oportunidad del nuevo relato, o si insisten en la estupidez.

martes, 23 de mayo de 2017

Liberales: Defienden el mercado, (sobre todo sus mercados) pero no la libertad.



La última salida de la política de Esperanza Aguirre permite reflexionar también sobre el sentido y el significado real que tiene el liberalismo económico contemporáneo, y no sólo en nuestro país.

Esperanza Aguirre, y quienes la han rodeado, se presentaba a sí misma como la expresión de la política liberal más auténtica, como una Thatcher española capaz de darle la vuelta a la sociedad y a la ideología dominantes. Y a su alrededor se han cobijado en los años en que ha estado en el poder los liberales más preclaros de la vida social española, intelectuales, catedráticos, inversores, grandes empresarios y jóvenes delfines, todos ellos predicadores de la “libertad de mercado” y enemigos acérrimos de todo tipo de intervencionismo público y estatal (del cual, por cierto, obtienen buenas rentas la inmensa mayoría de ellos).

Los seguidores de Esperanza Aguirre y ella misma han sido los más vibrantes defensores del mercado como mecanismo supremo de solución de todos los problemas económicos. Y lo curioso es que esa defensa exacerbada del mercado se ha conseguido equiparar (es verdad que no sólo en España y en el entorno de Esperanza Aguirre) con la defensa de lo eficiente, de la máxima competencia y, lo que todavía resulta más increíble, de la libertad. En contra de esa retórica liberal que entroniza al mercado, lo que el gobierno de una liberal como Esperanza Aguirre ha supuesto en la práctica está bien claro: una conspiración constante para disponer del poder público suficiente que permita acumular la mayor cantidad posible de riqueza pública en manos privadas. Una conspiración a veces tan enfermiza y acentuada que ha terminado convirtiéndose, según se va descubriendo, en el origen de una auténtica organización criminal dirigida a vaciar a manos llenas las arcas del Estado.

La eficiencia de las políticas liberales que ha llevado a cabo Esperanza Aguirre está igualmente clara cuando se comprueba que las privatizaciones efectuadas sólo han servido para poner recursos hasta entonces públicos en manos privadas, pero no para generar menores costes o más eficiencia. La privatización de amplios sectores de la sanidad o la educación no ha creado servicios mejores, más eficientes, más transparentes o más baratos, sino que, por el contrario, ha generado mayor gasto, aunque, eso sí, ahora destinado a colmar los bolsillos privados. Y es normal que eso haya sido lo que ha ocurrido porque la identificación automática entre mercado y competencia, eficiencia o libertad no es sino un gran mito sin ningún fundamento objetivo o científico.

Defender el mercado sin ningún otro matiz, como suelen hacer los liberales, es una simpleza porque en realidad no existe “el” mercado. Mercados hay muchos, con naturaleza y efectos muy variados, y para que se pueda decir que un mercado es plenamente eficiente o mejor que una buena decisión pública, a la hora de asignar recursos, deben darse una serie de condiciones y requisitos muy estrictos (por ejemplo, información perfecta y gratuita a disposición de todos los sujetos, plena homogeneidad de los productos y ausencia total de barreras de entrada a los mercados) que es casi, por no decir que totalmente, imposible que se den en la realidad.

La competencia, lejos de ser una condición innata o consustancial a los mercados, es desgraciadamente lo primero que se quiebra cuando los mercados se pone a funcionar si éstos no están convenientemente regulados, es decir, si no hay un buen anillo de derechos de propiedad que proteja a los mercados de sí mismos, de las fuerzas auto destructoras que genera el afán de lucro desmedido, la concentración de la riqueza y la vía libre para los más poderosos, condiciones que son las que suelen predominar en los mercados contemporáneos. No hay forma posible de hacer que los mercados se acerquen al ideal de la eficiencia y la competencia que no sea la de una buena regulación, el establecimiento de un adecuado sistema de normas. Y eso sólo puede garantizarse justamente cuando hay un Estado que funciona correctamente y, sobre todo, no sometido a los dictados del propio poder de mercado del que disponen quienes tienen privilegios en su seno. ¿Acaso privatizar para destinar más recursos, más servicios o más obras, más negocio, a los grandes promotores y constructores que dominan en condiciones de oligopolio el mercado tiene algo que ver con la competencia perfecta y con la mayor eficiencia? Debilitar al Estado, como hacen los liberales cuando gobiernan, es lo contrario de lo que se precisa para fortalecer la competencia y la eficiencia, y justo lo que desean quienes ya tienen gran poder de mercado para aumentarlo.

Los mercados de hoy día, los que han contribuido a diseñar y a proteger las políticas liberales de nuestro tiempo, son mucho más imperfectos que nunca y, por tanto, más ineficientes. Es una quimera, por no decir que un miserable engaño, decir que en ellos predominan la competencia o que sólo allí es donde la eficiencia va a alcanzar su máxima expresión. Ocurre todo lo contrario: lo que han conseguido las políticas liberales como las que han puesto en marcha los gobiernos de la liberal Esperanza Aguirre ha sido erradicar todavía más la competencia, oligopolizar los mercados y hacerlos, en consecuencia, mucho más ineficientes, y mucho más onerosos para la inmensa mayoría la población.

Pero si hay un mito singularmente exagerado en relación con el liberalismo es el que hace creer que al defender los mercados se defiende la libertad en su sentido prístino, en su más auténtica expresión. Es un mito porque lo que hacen las políticas liberales con el pretexto de dar libertad a los mercados es simplemente aumentar la de quienes los dominan en su exclusivo beneficio. La libertad en el mercado es una auténtica quimera cuando los derechos, o quizá mejor dicho los poderes de apropiación están definidos de una manera tan desigual y asimétrica como hoy día lo están. En las condiciones de funcionamiento de los mercados que imponen las políticas liberales, que en España no son otras que las que benefician a las más grandes empresas, la libertad que puede alcanzarse solo es la misma que Anatole France decía irónicamente que proporcionaba el derecho en nuestras sociedades: “La Ley -decía-, en su magnífica ecuanimidad, prohíbe, tanto al rico como al pobre, dormir bajo los puentes, mendigar por las calles y robar pan”.

De hecho, la paradoja más grande que tienen los mercados es que, incluso si se dieran las condiciones que les permitieran ser completamente eficientes con carácter general, es decir, en todos los ámbitos de la economía, se necesitaría una autoridad central, o hablando en plata un dictador, que distribuyera satisfactoriamente la renta.

La razón es sencilla y la explico con más detalle en mi libro Economía para no dejarse engañar por los economistas (Ediciones Deusto): de ser eficientes (lo que ya de por sí es dudoso), los mercados solo lo serían logrando que los sujetos económicos adquieran los bienes y servicios en su uso más valioso o más barato. Pero es evidente que para que los sujetos puedan adquirir (eficientemente) esos bienes y servicios deben de haber dispuesto ya de ingresos. Y también lo es que, una vez adquiridos los bienes, la distribución de esos ingresos ya es diferente a como lo era antes del intercambio realizado. Por tanto, para que se pueda decir que los intercambios llevados a cabo en los mercados proporcionan a todos los sujetos (a la sociedad en general) la máxima satisfacción o bienestar, es imprescindible que todos los sujetos estén satisfechos con la distribución de la riqueza inicial y con la resultante. Y como esa satisfacción no la puede dar por definición el mercado ha de darla una autoridad central, el dictador. Un significativo detalle que se le olvida mencionar a los liberales cuando nos quieren hacer creer que al defender el mercado defienden la libertad.

Mercado y libertad son dos conceptos que, en realidad, no tienen por qué coincidir y que, en las condiciones de mercados imperfectos que crean las políticas liberales, es cuando menos coinciden. Los liberales defienden el mercado que les conviene a los grandes oligopolios pero de esa forma no defienden ni la competencia, ni la eficiencia ni, por supuesto, la libertad.

Fuente:
http://www.juantorreslopez.com/liberales-defienden-el-mercado-pero-no-la-libertad/#more-7858

lunes, 22 de mayo de 2017

Si el cine francés se olvida de la clase obrera, el resultado es Marine Le Pen"

Bertrand Tavernier (Lyon, 1941) no había nacido cuando se estrenaron la mayoría de Las películas de mi vida, su nuevo filme. Pero sus raíces e infinito conocimiento de la industria francesa le convirtieron en una enciclopedia de directores, luchas obreras y gustos estéticos del cine de aquella época. El documental se cuenta en tres horas de visionado, 94 películas y 582 extractos de lo que él considera la excelencia gala.

Eso sí, hasta 1970. Ese fue el año en el que Tavernier se estrenó como director y, como confesó durante la promoción, cuando su cine entró en conflicto con el de los demás. Esto no le hizo perder la devoción por sus colegas ni trasladó su mirada hacia su propio ombligo, como critica a muchos directores. La admiración constante y la consigna de que "el cine debe ser social y político" le convirtieron en uno de los nombres más respetados del séptimo arte.

El hombre que nos dio grandes obras como La vida y nada más y Hoy comienza todo usa su último filme como una lección de humildad y de historia: la que se cuenta a través de la pantalla y, en ocasiones, tiene más memoria que la clase política. Reconoce que Francia vive un periodo convulso y que lo peor -Marine Le Pen- está por llegar. Pero también tiene esperanzas en la nueva generación de cineastas, aquella que se olvida de la nouvelle vague para empaparse de la fibra social de sus antecesores. Todo, por supuesto, con un aire muy francés.

Dicen que para ser un buen escritor hay que ser un lector voraz, ¿ocurre lo mismo para ser buen director?

Es cierto que muchos grandes directores son unos espectadores extraordinarios. Gente como Jacques Becker, Tarantino, Michael Powell o la práctica totalidad de cineastas italianos.

En nuestro oficio es necesario estar al corriente de lo que se hace alrededor de uno mismo, aunque solo sea para evitar errores. Para no volver a inventar la pólvora, como yo les digo a mis estudiantes. Porque se creen que son los pioneros en todo, pero hay muchísima gente que ha inventado la pólvora antes.

Las películas de mi vida llega hasta 1970, justo cuando comenzó a hacer cine. ¿Es más complicado mostrar admiración por sus coetáneos? ¿Separar su éxito del suyo propio?

En parte sí, porque en ese momento tenía un conflicto de intereses entre mis películas y las películas de los otros. La otra razón es que el periodismo actual es muy suspicaz. Podrían haber dicho que incluyo las películas que han sido financiadas por las mismas personas que pusieron dinero en las mías. O que digo cosas buenas de un actor por amiguismo, o porque ha trabajado conmigo.

Martin Scorsese hizo lo mismo en Il mio viaggio in Italia (Mi viaje a Italia) y Un viaje personal con Martin Scorsese a través del cine americano.

Justo. Él se detiene en el año en el que se convierte en director. Cuando eres director, tienes orgullo de lo que haces y no te detienes a compararte con otras personas. No debes, al menos.

Y además, el tiempo me permite tomar distancia para una película como esta. La memoria es uno de los temas principales La memoria es algo que requiere tiempo, porque el tiempo es lo que sana las querellas y las luchas estúpidas. Permite olvidar todo lo que sea superficial.

Al despertar el día, La bestia humana y casi todas las películas de su filme son muy políticas. Sin miedo a posicionarse con la clase obrera en plena época del Frente Popular. ¿Se ha perdido eso?

Sí, el cine captó de forma maravillosa épocas como la del Frente Popular. Los directores sabían filmar a los obreros, entrar en contacto con su rutina. Pero también hubo un gran número de cineastas que rodaban más a gusto con los medios ricos y elitistas que en un entorno proletario.

A partir de la mitad de los años 60, los obreros desaparecen del cine francés. Los jóvenes cineastas se prestaron más a las historias autobiográficas y, a su vez, los partidos de izquierda franceses perdieron el interés por la clase obrera. Si el cine francés y la política de izquierdas se olvidan del proletariado, el resultado es Marine Le Pen.

En la última década, el cine francés ha recuperado historias sobre la crisis y la precarización de la clase media. La ley del mercado, El capital o Dos días y una noche. ¿Por qué no cala ese mensaje?

Creo que el cine puede muchas cosas, pero no lo puede todo. El cine francés actual, desde hace quince años, ha vuelto a descubrir al mundo obrero. Cineastas como los que mencionas, Stéphane Brizé, Jacques Audiard o Philippe Lioret, lo han hecho de forma estupenda. Tienen más conocimiento de nuestra sociedad y han hablado mejor de lo que ocurre Francia que muchos políticos.

En España, nuestro presidente admitió que no ve películas españolas. ¿Ocurre eso en Francia? ¿Es una muestra de su desinterés?

El cine ha lanzado señales de alarma. Hay muchos documentales y películas que alertan de los problemas sociales y ha habido una sordera espantosa por parte de los políticos. Ellos tampoco ven nuestras películas, no conocen el mundo real como nosotros.

Por ejemplo, en Francia tenemos a una política -no diré su nombre- responsable de los asuntos relacionados con la pobreza. Vio mi película Hoy comienza todo -estrenada en 1999- hace cuatro años. Cuando la vio, me dijo: "es increíble, aparecen todos los dramas sociales de la actualidad". Es cierto que aparecen, pero no les interesan. Ella está en el poder desde hace cinco años y no ha adoptado ninguna medida para subsanarlos.

En la película utiliza a menudo el calificativo "muy francés" para referirse a actores, a un plano o a la música. ¿Cómo definiría ese adjetivo?

Hay películas que se desposan con la identidad de su país. Pero en el cine francés se han abierto muchas corrientes complejas. Por ejemplo, algunos grandes cineastas estaban marcados por el cine norteamericano y lo conocían muy bien. Jacques Becker, por ejemplo, tomaba el ritmo de Hollywood, pero hacía películas muy francesas sobre la realidad y la sociedad francesas.

Jean Pierre Melville también se alimentó solo del cine americano y hacía películas en homenaje a esa industria. Lo gracioso es que nunca llegaron a proyectarse allí porque tenían un tono tan especial, tan personal, que no gustaban a aquella audiencia. Él y otros muchos directores ponían algo original. Daban un color y una ironía propios de aquí.

También ocurría con los exponentes de la nouvelle vague. Truffaut y su pasión por Hitchcock o Rivette por Howard Hawks. ¿La admiración ennoblece el oficio de director?

Me encanta esta pregunta. Yo pienso que sí, claro. Primero, me gustan los directores clásicos de cine norteamericano porque son muy modernos. También me gustan los directores actuales: Tarantino, Steven Soderbergh, Alexandre Payne y muchísimos más.

Creo que la admiración hacia las personas que han existido antes que uno mismo es un sentimiento muy gratificante. Victor Hugo escribió: "yo conozco a muchos autores que se resecan por su falta de admiración". Yo también he conocido a muchos cineastas que solo están interesados en sí mismos y su obra se encoje cada vez más, se hace menos interesante con los años. La gente que está al día, abierta al cine del resto del mundo, en cambio, ha rodado películas extraordinarias hasta el final de sus vidas.

En la otra cara, ¿qué peligros tiene que un cineasta se estanque en el pasado?

Mi película no es en absoluto nostálgica. Está llena de admiración, es pasional, pero en ningún momento digo que ese cine sea mejor que actual. Creo que hay películas excepcionales y que, en cualquier caso, el cine francés está muy vivo. También tiene muchos problemas, pero siempre los ha tenido.

En su película, por la época, no aparecen mujeres cineastas. Hoy en día existe una generación muy importante de directoras francesas: Sophie Marceau, Celine Sciamma o Maïween le Besco. ¿Diría que la escasa paridad es uno de los problemas de la industria?

Estoy encantado de que haya mujeres cineastas. Ha sido una tarea difícil. En los años 30 había dos y no había ninguna mujer política. El cine no mostraba una situación formidable, pero ganaba dos a cero a la política. Tuvimos que esperar hasta 1946 para que una mujer saliese electa en Francia.

Sí, esta industria ha sido una profesión de hombres también por razones físicas. Entraron más mujeres cuando la técnica evolucionó y hubo cámaras más ligeras y menos proyectores. Por supuesto, han existido mujeres que tuvieron un papel importante en la liberación femenina de la industria. En mi película subrayo sus guiones o su trabajo en el equipo.

Pero es cierto que los directores lo monopolizaban todo. En los años 40 había dos mujeres, en los 50, tres. Ahora hay muchas más y varias están seleccionadas para el festival de Cannes. Es un avance progresivo, pero por fin hay mujeres cineastas.

En la película utiliza a menudo el calificativo "muy francés" para referirse a actores, a un plano o a la música. ¿Cómo definiría ese adjetivo?

Hay películas que se desposan con la identidad de su país. Pero en el cine francés se han abierto muchas corrientes complejas. Por ejemplo, algunos grandes cineastas estaban marcados por el cine norteamericano y lo conocían muy bien. Jacques Becker, por ejemplo, tomaba el ritmo de Hollywood, pero hacía películas muy francesas sobre la realidad y la sociedad francesas.

Jean Pierre Melville también se alimentó solo del cine americano y hacía películas en homenaje a esa industria. Lo gracioso es que nunca llegaron a proyectarse allí porque tenían un tono tan especial, tan personal, que no gustaban a aquella audiencia. Él y otros muchos directores ponían algo original. Daban un color y una ironía propios de aquí.

También ocurría con los exponentes de la nouvelle vague. Truffaut y su pasión por Hitchcock o Rivette por Howard Hawks. ¿La admiración ennoblece el oficio de director?

Me encanta esta pregunta. Yo pienso que sí, claro. Primero, me gustan los directores clásicos de cine norteamericano porque son muy modernos. También me gustan los directores actuales: Tarantino, Steven Soderbergh, Alexandre Payne y muchísimos más.

Creo que la admiración hacia las personas que han existido antes que uno mismo es un sentimiento muy gratificante. Victor Hugo escribió: "yo conozco a muchos autores que se resecan por su falta de admiración". Yo también he conocido a muchos cineastas que solo están interesados en sí mismos y su obra se encoje cada vez más, se hace menos interesante con los años. La gente que está al día, abierta al cine del resto del mundo, en cambio, ha rodado películas extraordinarias hasta el final de sus vidas.

En la otra cara, ¿qué peligros tiene que un cineasta se estanque en el pasado?

Mi película no es en absoluto nostálgica. Está llena de admiración, es pasional, pero en ningún momento digo que ese cine sea mejor que actual. Creo que hay películas excepcionales y que, en cualquier caso, el cine francés está muy vivo. También tiene muchos problemas, pero siempre los ha tenido.

En su película, por la época, no aparecen mujeres cineastas. Hoy en día existe una generación muy importante de directoras francesas: Sophie Marceau, Celine Sciamma o Maïween le Besco. ¿Diría que la escasa paridad es uno de los problemas de la industria?

Estoy encantado de que haya mujeres cineastas. Ha sido una tarea difícil. En los años 30 había dos y no había ninguna mujer política. El cine no mostraba una situación formidable, pero ganaba dos a cero a la política. Tuvimos que esperar hasta 1946 para que una mujer saliese electa en Francia.

Sí, esta industria ha sido una profesión de hombres también por razones físicas. Entraron más mujeres cuando la técnica evolucionó y hubo cámaras más ligeras y menos proyectores. Por supuesto, han existido mujeres que tuvieron un papel importante en la liberación femenina de la industria. En mi película subrayo sus guiones o su trabajo en el equipo.

Pero es cierto que los directores lo monopolizaban todo. En los años 40 había dos mujeres, en los 50, tres. Ahora hay muchas más y varias están seleccionadas para el festival de Cannes. Es un avance progresivo, pero por fin hay mujeres cineastas.

Fuente:
http://www.eldiario.es/cultura/cine/Bertrand-Tavernier-cine-frances-Marine-Le-Pen_0_637986533.html

domingo, 21 de mayo de 2017

Entrevista a Henri Sterdyniak, especialista francés en sistemas de jubilación. “El plan es bajar un 20 % las pensiones”

"El sistema francés que Macron quiere reformar es generoso. Los jubilados franceses tienen el mismo nivel de vida que el conjunto de la población, entre ellos hay pocos pobres, muchos menos que en Alemania"

PARÍS - En Francia todavía hay grandes centros de estudios económicos independientes del interés privado. Casi una rareza europea. Creado en 1981 por el gobierno y vinculado a la universidad, el Observatorio Francés de Coyunturas Económicas (OFCE) es uno de ellos. El economista Henri Sterdyniak es director de departamento del OFCE y uno de los mayores especialistas en sistemas de jubilación. En esta entrevista explica el funcionamiento del sistema francés y las propuestas para su reforma.

P- ¿Cuál es la especificidad del sistema de pensiones francés en el contexto europeo?
Que es completamente público y relativamente generoso, porque los jubilados tienen más o menos el mismo nivel de vida que el conjunto de la población y entre ellos hay un nivel de pobreza muy bajo. La peculiaridad de Francia para los trabajadores del sector privado es que hay un régimen general al que si se le suman los regimenes complementarios decididos por sindicatos y patronal en acuerdos de empresa, que son igualmente públicos y obligatorios, hace que, en general, las pensiones de jubilación sean satisfactorias.

P-¿Qué diferencia con los alemanes?
Que en Francia el nivel de vida de los jubilados es el mismo que el resto de la población mientras que en Alemania son mucho más pobres, con un nivel de vida que representa el 80% del resto de la población. Desde las reformas Hartz (2002, aplicadas entre 2003 y 2005 en la llamada "Agenda 2010" del canciller Schröder) se desarrolló un sistema privado, por capitalización, mientras que Francia se ha mantenido en un sistema completamente público y social.

P- ¿Esa diferencia explicaría la insistencia alemana en recuperar todas las deudas bancarias, porque, entre otras cosas, esas deudas contienen los dineros de las capitalizaciones de las pensiones que se invirtieron en ciertas aventuras…?
Sí, los franceses no pusieron las pensiones en el mercado financiero…

P- Además, hay otra tendencia demográfica…
Los franceses tienen dos niños por mujer por lo que tenemos una degradación demográfica mucho menor que otros países europeos como España y Alemania. Por eso tenemos una perspectiva de jubilación mejor que otros.

P- ¿O sea, que ese sistema que usted califica de "generoso" es, además, sostenible?
El sistema de pensiones tiene que adaptarse, en parte, a la evolución demográfica, pero además hay una opción social que consiste en decir cuánto hay que hacer pagar a los activos para pagar las pensiones. Cuando la población se mantiene estable es más fácil que cuando disminuye y en el caso francés se puede continuar pagando sin problemas. La opción social consiste en decidir que hay que continuar pagando para que la gente viva satisfactoriamente cuando se jubila.

P-¿Cuáles son las propuestas de cambio del sistema francés en esta campaña?
En Francia la edad de jubilación es de 62 años y para tenerla plena hay que haber trabajado 42 años. Le Pen, como antes Mélenchon, dice que hay que volver al sistema de 60 años tras 40 de trabajo, lo que es muy caro. El candidato de derechas, Fillon, decía que había que pasar rápido a la jubilación a los 65 años. El programa de Macron es reemplazar el actual sistema de cotizaciones por un sistema nacional de puntos. Es la reforma que se hizo en Italia y en Suecia. Se considera que acumulas un patrimonio y al jubilarte se valora tu esperanza de vida según tu fecha de nacimiento y se te da una pensión acorde al valor que acumulas. Se parece a un sistema por capitalización, pero es una capitalización nacional. Es una gran reforma para unificar el sistema. El problema es que hay un periodo transitorio muy complicado de administrar, porque si tienes 50 años has cotizado 25 en un sistema y hay que recalcular tus derechos en otro sistema. Además en el sistema francés hay muchos dispositivos llamados "de solidaridad" que dan derechos a las mujeres que tienen hijos, a los parados, a los enfermos, derechos suplementarios a quienes tuvieron salarios bajos, a los que comenzaron a trabajar muy jóvenes y a quienes tuvieron condiciones de trabajo particularmente duras… Así que hay que replantear todo eso, y ese es el motivo por el que Macron dice que habrá que pensarlo durante 5 años.

P-¿Es socialmente regresivo?
Seguramente sí, porque los mecanismos de solidaridad desaparecerán. Además, cuando llegas a los 60 años, tu esperanza de vida no es la misma si has sido obrero o cuadro. Eso se borra y se considera que a los 60 todos pueden seguir trabajando y si quieres jubilarte tendrás una pensión miserable por lo que hay un riesgo de que sea injusto.

P- Si el actual sistema con tantos matices funciona bien ¿Por qué cambiarlo?
Porque es caro y la idea es ahorrar con las pensiones. Supone el 15% del PIB, es decir más caro que en Alemania (11%), y que en España (11,5%). En Italia supone el 16,5% del PIB. La solución propuesta es bajar el nivel de las pensiones y de los salarios para ser más competitivos.

P-¿Cuál es la exigencia de la UE a este modelo francés?
Quieren que bajemos las pensiones alrededor de un 20% y que aumentemos la edad de jubilación a los 65 años y luego estirarla hasta los 67. Bajar el nivel de las pensiones para bajar las cotizaciones de las empresas a efectos de competitividad. No quieren que aumentemos las cotizaciones.

P-¿Está eso reflejado en el programa de Macron?
Sí, porque aunque él se mantiene en la jubilación a los 62 años, al pasar a su sistema de cuenta nacional, como poco a poco la gente llegará a la jubilación con una esperanza de vida mayor, eso hará bajar automáticamente el nivel de las pensiones. Como en Suecia,  se le dirá a la gente: puedes optar por jubilarte entre los 60 y los 70 años. Pero si lo haces a los 60 te dicen que tienes una esperanza de vida de 28 años, así que tu pensión será muy baja y si la quieres alta tienes que trabajar hasta los 65 o 70 años.  Es un sistema que obliga a la gente a elegir el momento de jubilarse.

P- Macron habla también del "seguro de paro universal" ¿Qué quiere decir?
Actualmente el seguro de paro (en general el 57% del sueldo) está gestionado por sindicatos y patronal. Las empresas cotizan un 4% y los trabajadores un 2,4%. Solo los asalariados tienen derecho. Macron quiere nacionalizar el subsidio de paro y extenderlo a los autónomos. Quiere suprimir el 2,4% de los trabajadores y reemplazarlo por un impuesto del 1,7% para todo el mundo. El problema es que ya no serán los agentes sociales quienes gestionaran la seguridad social, lo que no gusta a los sindicatos, y que no se sabe cómo será gestionado todo eso.

P – La gran propuesta social de Macron es la eliminación del impuesto sobre la vivienda "para el 80% de los franceses".
Macron quiere suprimir el impuesto sobre las fortunas (ISF) y reducir fuertemente los impuestos sobre la renta del capital. Para compensar eso, propone suprimir el impuesto de vivienda para el 80% de la población. Es verdad que ese impuesto es socialmente injusto, pero eliminarlo dañará mucho a los ayuntamientos, que viven de él. Sería mejor reducir los impuestos inmobiliarios, que en Francia son muy altos, y aumentar el IRPF. En lugar de eso se focaliza el impuesto sobre la vivienda para compensar el gran vector de su programa.

Fuente:
http://lirelactu.fr/source/la-vanguardia/573e598c-5c84-4a80-bc94-56521f567c3f

La Guerra Civil que Pérez-Reverte no te contó.

Alejandro Torrús
Público

El cómic "¿Qué fue la Guerra Civil?", de Carlos Fernández Liria y Silvia Casado Arenas ofrece un relato de vencedores y vencidos que supone una replica al que publicó el escritor murciano el año pasado, que califican de equidistante

Cuentan Silvia Casado Arenas y Carlos Fernández Liria que el libro de Arturo Pérez-Reverte La Guerra Civil contada a los jóvenes (Alfaguara) es una obra que dice cosas "muy ciertas", pero que peca de "equidistante". Critican que el cómic venga a decir únicamente algo así como que la guerra española fue un enfrentamiento entre dos bandos rivales que provocó un enorme sufrimiento. Y así fue. No cabe duda. Pero la Guerra Civil ─dicen Casado Arenas y Fernández Liria─ fue otras muchas cosas también "muy ciertas" que se omiten en el relato de Pérez-Reverte. Este es el motivo por el que se han lanzado a publicar ¿Qué fue la Guerra Civil? Nuestra historia explicada a los jóvenes (Akal).

"Intentamos sacar a la luz algunos aspectos de la guerra que también son ciertos y deben ser tomados en cuenta. Será el lector, por joven que sea, quien tendrá que preocuparse de interpretar qué es, entonces, lo que realmente sucedió", explican los autores en el prólogo de la obra, ilustrada por David Ouro.

Así, lo primero que intentan explicar Silvia Casado y Carlos Fernández es qué y quién está detrás del golpe de Estado. Si bien Pérez-Reverte señala que hay una sublevación militar contra el legítimo Gobierno republicano, Casado y Fernández ponen el énfasis en explicar quién está detrás de los militares.

Explican que "los banqueros y los militares más simpatizantes del fascismo italiano y alemán se aliaron contra la democracia", "recibieron apoyo de la jerarquía de la iglesia" y que estuvieron financiados por Juan March, mayor banquero de España, y por los grandes terratenientes.

Por otro lado, si Pérez-Reverte dibuja la Guerra Civil como una especie de "confrontación inevitable" en "tiempos exaltados", la réplica editada por Akal explica que la causa de fondo es que "los capitalistas comprendieron que la democracia misma era una amenaza para sus intereses económicos y comenzaron a apoyar a partidos y sindicatos de extrema derecha con programas antidemocráticos".

"Hoy, el cine y los libros de texto de historia nos lo pintan como monstruos aberrantes, racistas y genocidas (y, sin duda, lo eran) pero en aquellos tiempos fueron tolerados, apoyados o financiados por las élites económicas europeas", inciden los autores en su texto.

No intervención y una España comunista
Una diferencia radical entre ambos libros es la manera de contar la intervención de las potencias extranjeras en la Guerra Civil y el Comité de No Intervención. Pérez-Reverte cuenta que Francia e Inglaterra "prefirieron mantenerse neutrales", mientras que la Alemania nazi y la Italia fascista "tomaron partido por las tropas rebeldes" y la Rusia soviética intervino activamente "confiando en que una victoria republicana acabaría convirtiendo a España en un país comunista".

La obra ¿Qué fue la Guerra Civil? explica que la participación soviética en la Guerra Civil española se produjo una vez que se comprobó que alemanes e italianos estaban saltándose la no-intervención pactada y que fue menos relevante que la prestada por las potencias nazis. Así, esta obra también explica que EEUU se mantuvo neutral, pero que sus empresas vendieron el petróleo a los militares sublevados vulnerando el contrato firmado con el Gobierno de la República.

Llama la atención, no obstante, la afirmación de Pérez Reverte de que la Rusia comunista creía en una próxima España comunista. Una afirmación difícilmente contrastable. En este aspecto, entra en muchos más detalles la obra editada por Akal que entra a explicar las diferentes posturas dentro de la España republicana sobre la necesidad de defender la República o realizar una revolución.

¿El revisionismo?
La obra de Casado y Fernández Liria denuncia la aparición de historiadores "revisionistas", que se visten de "neutrales". Estos revisionistas se sirven de que en el bando republicano hubiera revolucionarios para mantener que en la Guerra Civil se enfrentaron dos fuerzas igualmente radicales y que solo una minoría luchó por la legalidad del orden republicano, por lo que los dos bandos serían igualmente culpables. La pieza fundamental de esta argumentación es la conocida como Revolución de 1934, que tuvo su epicentro en la cuenca minera asturiana.

No obstante, Fernández Liria y Casado Arenas recuerdan en su obra que "el llamamiento a la insurrección por parte de la izquierda tuvo que ver con la llegada al gobierno de ministros fascistas que admiraban a Hitler y Mussolini". Asimismo, también denuncian que la "simetría" que buscan el revisionismo es "completamente falsa" ya que "los comunistas y los socialistas lucharon por la legalidad democrática, ganaron las elecciones y fue entonces cuando se produjo el golpe de Estado, con la ayuda de los nazis y los fascistas italianos".

"Los partidarios del golpe de Estado, los que lo apoyaron y lo financiaron, eran las élites más ricas del país, dispuestas a aliarse con Mussolini y con Hitler, las mismas que luego sostuvieron la criminal dictadura de Franco durante 40 años. Los protagonistas de los intentos revolucionarios eran las clases populares, inmersas por aquel entonces en una pobreza terrible, obreros y campesinos que luchaban por un poco de justicia social", explican.

De la represión incontrolada a la organizada
Un matiz nada desdeñable que diferencia radicalmente ambas obras es el énfasis que se dedica a esclarecer que la represión del bando sublevado estuvo organizada, controlada y alentada por los dirigentes del golpe de Estado, mientras que la vivida en la parte controlada por el Gobierno republicano se debe al "desorden y a elementos incontrolados" y que las autoridades republicanas, con Azaña a la cabeza, hicieron reiteradas llamadas al orden social.

Así, Pérez-Reverte da buena cuenta en su libro, en el capítulo dedicado a "las atrocidades", de que "en los dos lados se sucedieron las denuncias, los encarcelamientos y las ejecuciones" y hay que esperar hasta el capitulo de la represión republicana para leer que la diferencia entre las represalias franquistas y las republicanas es que las primeras estaban organizadas desde los altos mandos. Casado y Fernández, por su parte, inciden con mucha más fuerza en el hecho de que el Gobierno republicano trató en todo momento de dominar el caos y poner fin a los "ajusticiamientos y venganzas personales".

Un básico más completo
Carlos Férnandez y Silvia Casado incluyen en su edición para jóvenes de la Guerra Civil un buen número de temáticas que apenas sí son mencionadas en el libro de Pérez Reverte. Un ejemplo de ello es el papel de los intelectuales. Si en el caso de Pérez-Reverte se limita a recordar el ¡Viva la Muerte! de Millán Astray a Unamuno y los asesinatos de García Lorca y Muñoz Seca, la obra de Akal dedica un capítulo entero para incluir los casos de mujeres como María Zambrano, Clara Campoamor o Ernest Hemingway.

No obstante, no es el único ejemplo. El libro ¿Qué fue la Guerra Civil? incluye las diferencias en la política cultural de ambos lados, da más información sobre las Brigadas Internacionales y compara con mucho más detalle el protagonismo de las mujeres y la lucha feminista. Así, Pérez-Reverte escribe que los abusos a mujeres fueron más frecuentes en la zona sublevada y que los avances para la mujer que había traído la República fueron eliminados en el franquismo.

Por su parte, Casado y Fernández Liria reconocen el papel de la mujer durante los primeros compases de batalla también como miliciana y prestan una especial atención a mujeres notables como Federica Monseny, ministra de Sanidad en 1936 que defendió el derecho al aborto y llegó a desarrollar un proyecto para su legalización. También recuerda que el ideal femenino del franquismo es el de "servir de perfecto complemento del hombre".

Fuente:
http://www.publico.es/politica/guerra-civil-perez-reverte.html

sábado, 20 de mayo de 2017

Cyril Burt, un ejemplo paradigmático de fraude cientifico.

Burt nació el 3 de marzo de 1883. Cyril asistió al King's School, en Warwick de 1892 a 1895 y, posteriormente, ganó una beca en el Christ's Hospital, entonces ubicado en Londres, donde desarrolló su interés por la psicología.

Desde 1902 estudió en el Jesus College, donde se especializó en filosofía y psicología, bajo la supervisión de William McDougall quien sugirió que centrara su proyecto principal en psicometría.. Burt inició su investigación sobre el desarrollo y la estructura de los tests mentales, un interés que duraría el resto de su vida. Burt perteneció a un grupo de estudiantes que trabajó con McDougall, que incluía a William Brown, John Carl Frugel, May Smith, todos los cuales siguieron carreras notables en psicología. Burt se graduó en 1906 y obtuvo un diploma de maestría.

En 1907, McDougall invitó a Burt a ayudarlo con una encuesta a nivel nacional de las características físicas y mentales de los británicos, propuesta por Francis Galton, en la cual debía trabajar en la estandarización de los tests psicológicos. Este trabajo llevó a Burt a entrar en contacto con la eugenesia, al conocer a Charles Spearman y Karl Pearson.

En el verano de 1908, Burt visitó la Universidad de Wurzburgo, Alemania, donde conoció por primera vez al psicólogo Oswald Külpe...

Burt llegó a ser Presidente de la Sociedad Psicológica Británica en 1942. Burt impuso su teoría determinista de la inteligencia innata de origen genético, se convirtió en la figura más importante en la escuela de psicología inglesa en la década del '40 y le otorgaron el título nobiliario de Sir. El test de C. I. que él creó fue el que decidió la vida de los niños ingleses hasta los años 70 porque definía a qué escuela secundaria debían asistir según su cociente intelectual. El sistema británico de exámenes a niños de 11 años era utilizado para decidir qué educación secundaria habrían de recibir los niños. Los alumnos que superaban el test de Burt podían acceder a la universidad. El resto eran condenados a dedicarse a oficios y no podían acceder a estudios superiores porque la consecuencia de esta visión determinista de la inteligencia significaba que no tenía sentido que el estado invirtiera dinero en la educación de gente con un C. I. bajo que no tenía posibilidades de mejorar su situación social. Este test, en el que se evaluaba el C. I., estuvo en uso durante tres décadas hasta mediados de la década de 1970.

Burt sostenía que se basaba en investigaciones sobre hermanos gemelos separados al nacer y criados en familias con diferentes niveles socio económicos. Afirmaba haber estudiado más de cincuenta casos de hermanos educados en familias muy diferentes cuyos cocientes intelectuales daban exactamente la misma puntuación. Entre 1943 y 1966, publicó trabajos sobre 53 parejas de gemelos, en los cuales probaba que su rendimiento era igual aunque estuviesen en familias diferentes y fuesen a escuelas distintas.

El periodista científico del London Sunday Times, Olivier Gillie, y el psicólogo estadounidense León Kamin, director del departamento de Psicología de la Universidad de Princeton, intentaron encontrar a los gemelos y las asistentas que habían participado de dichas investigaciones y descubrieron que las mismas nunca habían existido. Lo que resultó ser un gran fraude.

Sir Cyril Burt murió en 1972 a los 88 años. Gillie y Kamin denunciaron su fraude y en 1976, después de muerto, Burt fue acusado de fraude científico por sus propios colegas que investigaron el asunto. La Sociedad Británica de Psicología reconoció el fraude públicamente pero fue tal la polémica y presión de sus defensores que la Sociedad decidió no tener una posición oficial corporativa.

La controversia respecto al fraude de Burt tuvo varias idas y vueltas llevando a muchos a concluir que había sido exonerado de la acusación. Sus investigaciones nunca pudieron ser replicadas ni verificadas. Otros estudios con gemelos monocigóticos dieron resultados muy diferentes. Sin embargo, todavía hay quienes defienden su postura y consideran que es injusto acusarlo de algo de lo que no puede defenderse. Los que intentan rehabilitar la memoria de Burt sostienen que fue una víctima de operaciones políticas de la prensa de izquierda. (?).

Más información aquí.

El gran fraude del señor Cyril Burt Fuente: Internet y citas

_--Las potencias juegan a la guerra en el campo sirio

_--Cesar Erik Castellanos Martínez

Donald Trump, durante las pasadas campañas presidenciales norteamericanas, sostuvo que la prioridad de EUA en el conflicto sirio debería ser combatir al Estado Islámico y no derrocar a Bashar al Assad. Incluso criticó la política belicista de Clinton, que, según él, al buscar acrecentar las hostilidades contra el régimen sirio y, por ende, contra Rusia, podría provocar una guerra mundial. (Steve Holland, “Exclusive: Trump says Clinton policy on Syria would lead to World War Three”, Reuters, 26/10/16).

No obstante, una vez que Trump llegó al poder, su política pareció dar un pequeño giro. En la madrugada del viernes 7 de abril, a las 4:40 (hora local siria), dos destructores estadounidenses que se encuentran en el Mediterráneo, el USS Porter y el USS Ross, lanzaron 59 misiles de crucero tipo Tomahawk contra la base área de Shayrat del ejército sirio, en la provincia de Homs. Según la Casa Blanca, se atacó esa instalación militar porque desde ahí fue que el gobierno sirio lanzó armas químicas contra la localidad de Jan Sheijun, en la provincia de Idlib. (“Así empezó la guerra abierta de EE.UU. contra Siria”, RT, 7/abril/2017).

Los Tomahawk son misiles de alta precisión que EUA ya había utilizado en Irak, Yugoslavia, Afganistán, Sudán, Yemen y Libia. Como siempre, el negocio de la guerra y de matar al prójimo deja jugosas ganancias. Cada misil cuesta cerca de 1.5 millones de dólares, por lo que, en total, los 59 misiles lanzados a Siria costaron aproximadamente 90 millones de dólares. (Andrew Griffin, “Tomahawk missiles: What are the weapons dropped in Syria air strikes and what do they mean?”, The Independent, 7/abril/2017).

La compañía que los fabrica, Raytheon, con sede en Massachusetts, se adjudicó en diciembre pasado un contrato de más de 300 millones de dólares con la marina norteamericana, por la entrega de 214 misiles Tomahawk Block IV (el último modelo) para agosto de 2018. (“Cómo son los misiles Tomahawk, el arma de precisión mortal que Estados Unidos usó para atacar una base aérea en Siria”, BBC, 7/abril/2017).

El ataque estadounidense, según el portavoz del Ministerio de Defensa ruso, el general Ígor Konashénkov, destruyó 6 aviones MiG-23 de la Fuerza Área Siria que estaban en hangares de reparación, “un almacén con bienes materiales y tecnológicos, un edificio educacional, un comedor y una estación de radiolocalización". Además, el Estado Mayor sirio aseguró que 6 militares perdieron la vida. No obstante, según el general ruso, la “pista, las calles de rodaje y los aviones de la Fuerzas Aérea Siria en estacionamiento no [fueron] dañados”. (“Rusia: ‘El ataque de EE.UU. sobre la base aérea siria ha destruido 6 aviones y un comedor’”, RT, 7/abril/2017). Incluso señaló que de los 59 misiles lanzados, solo 23 alcanzaron la base siria, por lo que se desconoce dónde cayeron los restantes 36 misiles (“Defensa rusa: solo 23 misiles estadounidenses llegaron a la base siria, 36 desaparecieron”, Sputnik, 7/abril/2017).

Sin duda, cierto o falso dicho ataque químico por parte del régimen sirio, fue sólo un pretexto para que EUA pudiera atacar impunemente al gobierno de Assad. Los aliados de éste no tardaron en responder. Rusia e Irán han dejado muy claro que seguirán respaldando a Siria.

Un comunicado emitido por la Sala de Operaciones Conjunta de Rusia e Irán y de las Fuerzas Aliadas de Siria (entre quienes esta Hezbollah y otras milicias), reza que "lo que Estados Unidos ha perpetrado es una agresión contra Siria que cruza las líneas rojas. A partir de ahora responderemos con fuerza a cualquier agresor o cualquier violación de las líneas rojas de quien quiera que sea, y América conoce nuestra capacidad de responder bien" (“Rusia e Irán advierten a Estados Unidos de represalias si vuelve a atacar a El Asad”, El País, 9/abril/2017).

Así las cosas, apenas 5 días después del ataque, el 12 de abril, el secretario de Estado norteamericano, Rex Tillerson, visitó Moscú y se reunió con el ministro ruso de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, y con el presidente ruso, Vladimir Putin. Lavrov señaló a Tillerson que “observamos hace poco las acciones muy preocupantes cuando se emprendió un ataque ilegítimo contra Siria. […] Consideramos que es primordial no permitir la reincidencia de acciones similares en el futuro”. (“Discurso introductorio del ministro ruso de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, en las negociaciones con el Secretario de Estado de EEUU, Rex Tillerson, Moscú, 12 de abril de 2017”, página oficial del Ministerio de Asuntos Exteriores de la Federación de Rusia) . Pese a sus múltiples diferencias, ambas partes acordaron seguir negociando e intentar mejorar las relaciones bilaterales, que se encuentran en el punto más bajo desde la Guerra Fría.

Ese mismo día, el presidente de Francia, François Hollande, señaló que la falta de respuesta rusa al ataque norteamericano contra Siria era una muestra de la debilidad de Moscú, por lo que, según él, EUA debía aprovechar la coyuntura para derrocar a Assad. (“Francia: Rusia está débil, EEUU ya puede derrocar a Al-Asad”, hispantv, 14/abril/17). No obstante, quizá los deseos de Hollande no sean más que simples sueños. EUA no parece querer entrar en una guerra a gran escala en Siria, que sin duda podría llevar a una confrontación directa con Rusia.

En este sentido, ¿Qué significó dicho ataque? ¿Una demostración de fuerza? ¿Una advertencia a Rusia y al régimen sirio? ¿Una muestra de que EUA no piensa salirse de Siria? ¿Un intento de la administración de Trump de calmar y negar las acusaciones que se le hacen de haber aceptado la ayuda rusa para ganar las elecciones? ¿Una forma de desviar la atención de los problemas internos hacia confrontaciones externas, es decir, un intento de legitimación? ¿Un deseo de estropear los procesos de negociación que se venían dando para frenar la guerra siria? ¿Crear mayor desestabilización en la zona? ¿Continuar una guerra de desgaste contra el régimen sirio?

Recordemos que el mismo día que se lanzaron los misiles Tomahawk, Trump estaba reunido en Florida con el presidente chino, Xi Jinping, quien es aliado de Rusia y del gobierno sirio. Entonces, ¿el ataque también fue una prueba, mensaje, y/o advertencia para China? 6 días después, el 13 de abril, EUA lanzó contra el Estado Islámico su bomba convencional más potente, la GBU-43/B, sobre el distrito de Achin en la provincia oriental de Nangarhar, en Afganistán, país que colinda con China. Posteriormente, EUA ha intensificado en los últimos días las tensiones con Corea del Norte. Así pues, ¿el ataque a Siria fue parte de una jugada de tres frentes para presionar a Rusia y China? ¿Parte de una diplomacia de la fuerza contra todos estos países? Y, lo más preocupante, ¿en qué desembocarán estas rivalidades geopolíticas?