lunes, 11 de enero de 2021

_- La cordura en medio del caos

_- Con el final de la Segunda Guerra Mundial no acabó la violencia en Europa. Las mujeres fueron las principales víctimas en un continente que ha tardado mucho tiempo en ajustar cuentas con su pasado. Este es un fragmento del nuevo libro Una lección olvidada, Viajes por la historia de Europa

Un testimonio refleja mejor que ninguno lo ocurrido aquellas semanas de 1945 cuando las tropas soviéticas entraron en Berlín al final de la Segunda Guerra Mundial; es un relato de supervivencia e ignominia, pero también de vida. Cuando alguien puso en duda su autenticidad, Antony Beevor escribió una carta a The New York Times en la que defendía que no era una falsificación y aseguraba que era "el testimonio personal más impresionante que ha surgido de la Segunda Guerra Mundial". Se trata de Una mujer en Berlín (Anagrama) y su autora es anónima (aunque su nombre ha circulado ampliamente después de su fallecimiento, e incluso cuenta con una entrada en Wikipedia, prefiero respetar su voluntad: nunca quiso firmar ese libro). Ian Buruma también lo considera "el mejor y más desgarrador testimonio" del sufrimiento de las mujeres alemanas en los meses finales del conflicto y de un aspecto que quedó oculto durante décadas: las violaciones masivas perpetradas por el Ejército Rojo, a las que Stalin dio el visto bueno cuando afirmó que, tras una campaña tan dura, "los soldados tenían derecho a entretenerse con mujeres". La propia historia de la publicación del libro, además, expone de forma ejemplar la dificultad de lidiar con la memoria después del nazismo.

El libro parte de las anotaciones de un diario realizadas entre el 20 de abril y el 22 de junio de 1945, durante la batalla de Berlín y las primeras semanas de la posguerra (la guerra en Europa acabó el 8 de mayo). La autora, según cuenta Hans Magnus Enzensberger en el prólogo, era una periodista con experiencia que abandonó su oficio cuando los tentáculos de Goebbels no dejaron ya un solo resquicio. Conocía a Kurt W. Marek, otro periodista que acabó como prisionero de los Aliados y que después de la guerra se fue a vivir a Estados Unidos con el dinero que le proporcionó el libro Dioses, tumbas y sabios, que publicó con el seudónimo de C. W. Ceram. Este recibió el manuscrito y logró que se editase en Estados Unidos en 1954, con un prólogo suyo. "Así fue como Una mujer en Berlín apareció primero en versión inglesa, a la cual siguieron traducciones al noruego, italiano, danés, japonés, español, francés y finlandés", escribe Enzensberger. Y prosigue:

"Tuvieron que pasar cinco años más para que el original en alemán viera la luz, e incluso entonces no fue a cargo de una editorial alemana, sino de Kossodo, una pequeña editorial suiza con sede en Ginebra. Obviamente, el público alemán no estaba preparado para enfrentarse a ciertos hechos desagradables. Uno de los pocos críticos que lo reseñó se lamentó de lo que dio en denominar "la desvergonzada inmoralidad de la autora". Nadie esperaba que las mujeres alemanas hicieran mención a la realidad de las violaciones, ni que presentaran a los varones alemanes como testigos impotentes cuando los rusos victoriosos reclamaban a sus mujeres como botín de guerra".

Stalin afirmó que, tras una dura campaña, “los soldados tenían derecho a entretenerse con mujeres”
La autora se negó a que su libro fuese reeditado mientras viviese, pese a que las cosas empezaron a cambiar durante los años sesenta, pero en 2001 Enzensberger recibió una llamada de la viuda de Marek, asegurando que ella había muerto y que, por tanto, el libro podría ser reeditado. Inmediatamente se convirtió en un gran éxito. Poco después se publicó el libro de Beevor sobre la batalla de Berlín, que fue un best seller internacional, en el que también se describían las violaciones masivas perpetradas por los soviéticos en su avance hacia Berlín y durante la ocupación de la ciudad. En Budapest y Viena había ocurrido lo mismo; pero era un asunto que tampoco había sido estudiado a fondo. Los datos que proporcionaba el historiador británico —100.000 mujeres violadas solo en la capital, de las que un 10% murieron como consecuencia de las agresiones— ocuparon los titulares de la prensa internacional. Tony Judt escribe en Postguerra (Taurus), su obra maestra sobre la historia de Europa tras la Segunda Guerra Mundial: "Los alemanes habían infligido un daño terrible a Rusia; ahora les tocaba a ellos sufrir. Sus posesiones y sus mujeres estaban ahí a su disposición. Con el consentimiento tácito de sus comandantes, el Ejército Rojo quedó libre de campar por sus respetos entre la población civil de las tierras alemanas".

No era, ni mucho menos, la primera vez que la violación se utilizaba como arma de guerra, es más bien una constante en todos los conflictos de la historia. Goya dedica varios de sus Desastres de la guerra (1810-1814) a la violencia contra las mujeres: 'Amarga presencia', 'No quieren' o 'Ya no hay tiempo', aunque el más conocido es 'Ni por esas', en el que se ve a dos soldados a punto de violar a unas mujeres junto a las que hay un bebé llorando. Fue algo que practicó el Ejército de Franco en la Guerra Civil, incitado por llamamientos como el de Queipo de Llano, quien arengó a sus tropas desde Radio Sevilla: "Es totalmente justificado, porque estas comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que berreen y pataleen", aunque en España es una de las atrocidades de la Guerra Civil que no han sido suficientemente debatidas y estudiadas. El trato que el Ejército japonés dio a las esclavas sexuales coreanas es un asunto que todavía provoca tensiones entre los dos países. En Ruanda, en Bosnia, en el Congo se convirtió en una rutina y es considerado un crimen contra la humanidad por la renqueante justicia internacional. Sin embargo, en el caso ruso, los que habían cometido esa atrocidad eran los buenos, los que habían librado al mundo del nazismo. Otros ejércitos aliados, como el francés o el estadounidense, también cometieron violaciones, aunque los datos disponibles no hablan de un carácter tan masivo ni sistemático.

El libro anónimo 'Una mujer en Berlín' es de una crudeza y sinceridad implacables 

Una mujer en Berlín es un libro de una sinceridad implacable. Pocas veces he leído unas memorias narradas con tanta crudeza, en las que la protagonista no oculta ningún dato, ni trata de endulzar la verdad. Su historia es el relato de alguien que intenta sobrevivir entre las ruinas y las bombas, que escribe en los refugios, esperando que todo acabe pronto sin imaginar que luego vendrá algo peor. Este pasaje representa una muestra de su estilo, de su soberbia capacidad narrativa, de su voluntad de no ocultar nada:

"Sí, la guerra viene arrollando sobre Berlín. Lo que ayer era tan sólo un retumbar lejano es hoy un redoble constante. Se respira fragor de mortero. El oído, ensordecido, ya sólo percibe los disparos del calibre más grueso. Hace ya mucho que dejó de distinguirse su procedencia. Vivimos en un cerco de cañones que se va estrechando con cada hora que pasa. De vez en cuando hay horas de un silencio inquietante. De pronto se le pasa a una por la mente que es primavera. A través de las ruinas calcinadas del barrio sopla vaporosamente el aroma de las lilas desde jardines sin dueño. (...) Por el portal de casa vi pasar tropeles de soldados. Iban arrastrando cansinamente los pies. Algunos cojeaban.
—¿Qué sucede? —les grito—, ¿hacia dónde van?
Nadie responde. Uno gruñe unas palabras ininteligibles. Otro dice con claridad hablando para sí: "El Führer ordena, nosotros le seguimos hasta la muerte". Todas esas figuras dan mucha pena. Ya no son hombres. Una sólo puede compadecerse. Ya no se espera nada de ellos, ni pueden crear ninguna expectativa. Producen un efecto de cautivos, de derrotados. A nosotras, que estamos en el bordillo de la acera, nos miran con apatía, sin vernos. Por lo visto, nosotros, pueblo o civiles o berlineses, o lo que seamos, les somos indiferentes, incluso molestos".

Cuando creen que lo peor ha pasado, llegan entonces los soldados rusos y comienzan las violaciones indiscriminadas. Aunque señala algún acto de heroísmo, muestra muchas veces la ruindad que surge en los momentos más insospechados, un rasgo de descarnada humanidad propio de cualquier situación de lucha por la supervivencia. Cuando alguna trata de resistirse, a menudo se encuentra con una respuesta masculina demasiado pragmática: no nos metas en problemas, déjate hacer. Salir a la calle es un peligro, pero no puede quedarse en su vivienda, que comparte con una viuda, porque necesita víveres y agua. Al final toma una decisión práctica: buscar una relación estable con un oficial, que mantenga al resto de los soldados a distancia. Ese es uno de los motivos por los que fue más criticada la autora. Sin embargo, es una decisión imposible de juzgar en tiempos de paz. Mientras todavía se escuchan disparos en la calle y se producen combates por todos lados, pasan las noches aterrorizadas, escrutando cualquier ruido en la escalera por si son rusos que puedan tirar la puerta abajo. Sin embargo, lo inevitable ocurre, incluso dentro del domicilio. Así describe, por ejemplo, un asalto:

Los rusos que cometían atrocidades eran aquellos que habían derrotado a los nazis.
"El sábado al mediodía, a eso de las tres, había dos soldados golpeando la puerta principal con los puños y las armas. Uno de ellos me agarra, me lleva a la habitación que da a la calle después de quitar de en medio de un empujón a la viuda. El otro se planta junto a la puerta principal, tiene a la viuda en jaque, sin decir palabra, amenazándola con el fusil sin tocarla. El que me empuja huele a aguardiente y a caballo. Cierra la puerta tras de sí accionando cuidadosamente el picaporte. Al no encontrar ninguna llave en la cerradura, arrastra el sillón contra el entrepaño de la puerta. Parece no ver para nada a la presa. Tanto más terrible así el empujón con que la arroja al lecho. Cerrar los ojos, apretar fuertemente los dientes. Ni un sonido. Sólo cuando se desgarra la ropa interior con un crujido, mis dientes rechinan involuntariamente. Eran las últimas bragas intactas. De pronto siento unos dedos en mi boca, olor pestilente a jaco y a tabaco. Abro los ojos de golpe. Hábilmente, esas manos extrañas me tienen inmovilizada la mandíbula abierta. Cara a cara. Entonces, el que está encima de mí deja caer lentamente en mi boca la saliva acumulada en su boca. Me quedé petrificada. No era asco, sólo frío".

Aquella mujer anónima no quiere ocultar ningún detalle, quiere contar lo que ocurrió, seguramente no con voluntad de permanencia, sino porque solo enfrentándose a los hechos será capaz de asimilarlos. Una de las grandes lecciones de la Segunda Guerra Mundial es la capacidad de resistencia de los seres humanos, y también la fuerza y la cordura que mostraron algunas personas en medio del caos y de la violencia más absoluta. La narradora de Una mujer en Berlín es sensata en casi todas sus decisiones, pragmática, solidaria (salvo cuando su propia vida está en peligro), pero sobre todo es una superviviente. Y eso es algo que Enzensberger, en su prólogo, aplica también a otras mujeres en la sangrienta decadencia del Tercer Reich: "Fueron ellas quienes mantuvieron una apariencia de cordura en un entorno de caos creciente. Mientras los hombres combatían en una guerra devastadora lejos de casa, las mujeres resultaron ser las heroínas de la supervivencia entre las ruinas de la civilización. En la medida en que existió un movimiento de resistencia, fueron ellas quienes atendieron a su logística, y cuando sus maridos y novios volvieron desmoralizados, envueltos en harapos y anonadados por la derrota, fueron ellas las primeras en despejar el terreno".

En La guerra alemana (Galaxia Gutenberg), Nicholas Stargardt relata muchas historias del sufrimiento cotidiano de las mujeres, como la novelista Hertha von Gebhardt, que se encontró en la calle los cadáveres de cinco mujeres destrozados por un impacto de artillería, todavía con las bolsas medio vacías a su lado. Su obsesión era que nadie tratase de defender la casa en la que vivía: convenció a los vecinos para que se mudasen al sótano, tras buscar lo que quedaba de comida y, sobre todo, registrar las viviendas en busca de cualquier elemento militar que pudiese llevar a los soldados a destrozar la vivienda y matar a sus habitantes. Poco después comenzó una lluvia de cohetes Katiusha, los llamados órganos de Stalin. El 27 de abril, Berlín se encontraba totalmente rodeada y entonces comenzaron los saqueos. Cuando escucharon disparos en la calle, supieron que ya habían llegado los Ivanes, apodo que recibían los soldados rusos. "Cada vez que un soldado ruso entraba en su sótano, Hertha von Gebhardt esperaba que se llevase a otra mujer e intenta ocultar a su hija Renate con su propio cuerpo", cuenta Stargardt. Las violaciones se producían sin distinción de edad y muchas veces en presencia de hijos, maridos y vecinos. La anónima narradora cuenta maliciosamente que los soviéticos preferían las mujeres gruesas, lo que era para ella una pequeña venganza: las que habían logrado no perder peso solían ser privilegiadas. Las violaciones eran además, en numerosas ocasiones, colectivas: otra testigo, Ursula von Kardorff, cuenta cómo una amiga, que se había escondido en una pila de carbón, fue denunciada por una vecina que quería salvar a su hija. Fue forzada por 23 soldados y acabó en el hospital. Sobrevivió, pero dijo que nunca más quería tener a un hombre cerca en su vida.

En Alemania, año cero, la película de Roberto Rossellini, no se habla de las violaciones, aunque son  las mujeres las que logran que las familias sobrevivan, mientras los hombres añoran el Tercer Reich, se muestran egoístas e insolidarios o siguen ahogados en su derrota. Ellas, en cambio, sufren otro tipo de violencia sexual: se ven obligadas a prostituirse. Sin embargo, todos esos relatos tardaron mucho tiempo en ser asimilados, al igual que se tardó mucho tiempo en comenzar a perseguir a los culpables: muchos antiguos SS, guardias de campos de concentración o de exterminio y dirigentes nazis volvieron a sus antiguos trabajos como si nada hubiese pasado. No solo era incómoda la memoria de la derrota, sino también la de los crímenes.

En mayo de 1945 llegó el final de la guerra, pero no de la violencia para muchos europeos, y no solo para las mujeres de Berlín. Europa quedó partida en dos, una parte recuperaría la libertad, pero otra quedó atrapada durante cuatro décadas al otro lado del telón de acero. Unos 13 millones de alemanes étnicos fueron expulsados de las tierras en las que vivían desde hacía generaciones. Los Sudetes, en Checoslovaquia, es el caso más famoso, aunque también fueron expulsados de Hungría, Yugoslavia, Polonia y la Unión Soviética. La mayoría se asentaron en Alemania Occidental. La Europa en la que diferentes pueblos compartían el mismo país dentro de unas fronteras políticas y no étnicas, ese mundo de ayer que refleja la obra de Stefan Zweig, desapareció al final de la guerra. "La historia de la posguerra de Europa es una historia ensombrecida por los silencios; por la ausencia. El continente europeo fue antaño un intrincado tapiz de lenguas, religiones, comunidades y naciones entremezcladas", escribe Tony Judt. El reputado historiador no pretende idealizar esa Europa, en la que estallaban pogromos y enfrentamientos muy a menudo, pero es un hecho que existió y que fue borrada del mapa. Siguieron existiendo países formados por tapices entrelazados de nacionalidades, como la Unión Soviética, Yugoslavia (que estalló en los noventa), Bulgaria (con la mayor minoría turca de la Unión Europea) o Rumania (donde las tensiones llegaron hasta la década de 2000), y ciudades que personifican ese mundo diverso, como Trieste, pero en 1945 una Europa desapareció. Las ruinas de Berlín que retrató Rossellini representan el estado moral y físico del continente. De todas las ausencias, una era especialmente profunda e irreversible: la de los judíos.

Comunidades milenarias habían sido borradas del mapa por los nazis, que contaron con la ayuda de la población de los países a los que pertenecían los perseguidos. Los supervivientes se encontraron con que el antisemitismo no se había extinguido. Incluso en Polonia, el país que más judíos había perdido y donde estuvieron situados los campos de exterminio nazis durante la ocupación alemana, las persecuciones continuaron. "Si el antisemitismo en Hungría era pavoroso después de la guerra, fue aún peor en Polonia. Era con mucho el país más peligroso para los judíos", escribe Keith Lowe en Continente salvaje (Galaxia Gutenberg), una historia de Europa después de la Segunda Guerra Mundial. Los judíos comenzaron a huir muy rápidamente hacia países que consideraban más seguros, como Francia, Reino Unido y Estados Unidos. La creación de Israel les proporcionó un lugar adonde ir, pero la huida había empezado antes. Toda esa violencia, todo ese horror que continuó tras el final del conflicto ha sido prácticamente borrado de la memoria colectiva, y solo ha comenzado a ser estudiado seriamente después de la caída del telón de acero. Más que ninguna otra ciudad, Berlín representa el continente que ha logrado lidiar con esos fantasmas (o que continúa lidiando con ellos, con tensiones soterradas pero no extinguidas en los Balcanes y con países que han lanzado ofensivas contra el Estado de derecho, como Hungría o Polonia).

Construir una memoria colectiva nunca es fácil, y en eso Alemania ha sido ejemplar. No fue algo inmediato, sino un proceso de décadas, pero llegó un momento en el que los alemanes pudieron enfrentarse a lo que habían hecho sin que eso fuese contradictorio con lo que habían sufrido. Pero siempre han reconocido su culpa, algo que en otros países sometidos a una violencia atroz por un régimen fascista, como España, deberíamos aprender. Exceptuando a unos pocos, y muy minoritarios, grupos de ultras, han sabido construir una memoria común, un trabajo en el que tuvieron un papel destacado escritores como Martin Walser, Heinrich Böll, Günter Grass o aquella escritora sincera y subyugante que nunca quiso que su nombre fuese conocido.

"Una lección olvidada. Viajes por la historia de Europa" (Tusquets), de Guillermo Altares, acaba de llegar a las librerías.

https://elpais.com/elpais/2018/10/08/eps/1539023082_112706.html?rel=mas

domingo, 10 de enero de 2021

_- Física cuántica: qué es la dualidad partícula-onda de la luz y cómo su descubrimiento revolucionó la ciencia

_- Albert Einstein puede ser famoso por su teoría de la relatividad general, pero no fue esta la que le dio el único Premio Nobel de su carrera.

El físico obtuvo el galardón por un descubrimiento que hizo cuando tenía tan solo 26 años.

Se trata de la ley del efecto fotoeléctrico que publicó en 1905 y que planteaba que la luz tenía una propiedad tan contraintuitiva que llevaría a cuestionar la propia noción de la realidad.

No en vano terminó dando origen a la física o mecánica cuántica, una rama que estudia la naturaleza a escala atómica y subatómica, o sea, el mundo de lo ultrapequeño y sus leyes, que son muy distintas a aquellas que gobiernan al mundo que podemos ver.

"La mecánica cuántica marcó una ruptura entre la física clásica y la moderna", explica a BBC Mundo la física colombiana Nelly Yolanda Céspedes Guevara.

"Fue toda una revolución", agregó la también doctora en educación y docente de la Fundación Universitaria del Área Andina, de Colombia.

Para ello, Einstein hizo lo que mejor sabía hacer: romper con ideas largamente establecidas y aceptadas.

"No podemos solucionar nuestros problemas con las mismas líneas de pensamiento que usamos cuando los creamos", dijo el físico alguna vez.

La ley del efecto fotoeléctrico no fue la excepción.

¿Partícula u onda?
En la física, las ondas y las partículas son tan distintas que cada una obedece a sus propias reglas matemáticas.

Einstein ganó el Nobel de Física en 1921 por la ley del efecto fotoeléctrico, que descubrió con 26 años.
"La partícula es todo aquello que tú puedes cuantificar y que en teoría puedes agarrar o tocar", dice Céspedes.

Imagínalo como una piedra: la puedes tomar con tu mano, lanzar contra una pared y, luego de verla rebotar, incluso puedes señalar el lugar preciso donde cayó.

En cambio, explica la física, "la onda es capaz de atravesar de un lugar a otro y no la puedes coger".

Sería como tirar la piedra en un cubo con agua y tratar de agarrar las pequeñas olas que se generan: pasarán por los costados de tu mano, por arriba y entre tus dedos, pero no podrás atraparlas.

Tampoco serás capaz de decir exactamente dónde están esas olas, más que haciendo un gesto aproximado que englobe toda la onda expansiva provocada por la piedra.

Hasta la llegada del siglo XX, el consenso científico indicaba que, por ejemplo, la luz era una onda y el electrón, una partícula.

Pero todo estaba a punto de cambiar.
Según la ley del efecto fotoeléctrico de Einstein, la luz podría generar electricidad solo si, bajo determinadas circunstancias, se comportaba como una suerte de partícula.

En otras palabras, planteó que "la luz no podía ser solo una onda", explica Céspedes.

Para llegar a esa conclusión, agrega, Einstein se basó en ideas previas de físicos como el alemán Max Planck.

El "revolucionario renuente"
En el año 1900, Planck ya había descubierto que había un problema con la luz como onda.

Lejos de ser un flujo constante, afirmó, la luz viajaba en "paquetes" de una gran "cuantía" de energía, concepto de donde luego derivaría el nombre de física cuántica.

Planck fue galardonado en 1918 con el Nobel "en reconocimiento de los servicios que prestó al avance de la física por su descubrimiento de los cuantos de energía".

"El concepto de Planck de cuantos energéticos", explica la Enciclopedia Británica, "entraba en conflicto con toda la esencia de la física teórica pasada".

Y si bien sus investigaciones no le dejaban otra opción más que derribar el conocimiento previo establecido y hasta ganó un Nobel por "descubrir la energía cuanta", Planck fue un "revolucionario renuente", afirma la enciclopedia.

Tal es así que distintos historiadores de la ciencia como el famoso Thomas Kuhn se han negado a darle el título de padre de la física cuántica.

Según argumentan, a partir de sus trabajos, Planck podría haber inferido que la luz se comportaba como una partícula, sin embargo, no lo vio o no se atrevió a afirmarlo y provocar un cambio de paradigma.
Para eso tendría que llegar Einstein.

Ni una cosa ni la otra
En 1905, Einstein había argumentado que, a veces, la luz parecía consistir en "cuantos" (lo que hoy son los fotones) y, cuatro años más tarde, introdujo la dualidad onda-partícula en la física.

Es decir que la luz no era una onda o una partícula: era ambas cosas. Einstein estaba pensando lo impensable.

"La hipótesis de Einstein de los cuantos de luz no fue tomada en serio por los físicos adeptos a las matemáticas durante poco más de 15 años", escribió el historiador de la ciencia Bruce R. Wheaton.

"Incluso (el físico estadounidense) R. A. Millikan, quien en 1914-16 proporcionó la primera evidencia inequívoca de la sorprendente ley de emisión fotoeléctrica de Einstein, siguió también inequívocamente desdeñando la hipótesis de la partícula de luz de la cual se había derivado esa ley", agregó.

Es más: Millikan, quien fue discípulo de Planck, terminaría ganando un Nobel "por su trabajo en la carga elemental de la electricidad y en el efecto fotoeléctrico".

Para desdén de muchos de estos físicos, la dualidad onda-partícula no se quedó en la luz, sino que se amplió a la materia a escala atómica.

La física moderna
En 1924, el físico francés Louis de Broglie propuso una osada analogía: si la luz, que se creía que era una onda, tenía comportamiento de partícula bajo ciertas condiciones, entonces partículas como el electrón también cumplían con esa dualidad.

"Cuando De Broglie propuso esta idea, no había evidencia experimental alguna" que la respaldara, explica la Enciclopedia Británica.

"La sugerencia de De Broglie, su principal contribución a la física, constituyó un triunfo de la intuición", agrega.

Es que, tres años después, la naturaleza ondulatoria de los electrones era demostrada empíricamente por el físico británico George Paget Thomson.

Lo increíble es que así como Thomson obtuvo el Premio Nobel por demostrar que los electrones son ondas, su padre, Joseph John Thomson, lo había ganado décadas antes por probar que los electrones son partículas.

Y sí, De Broglie también recibió el Nobel.
"La idea de Louis de Broglie, que condujo a la formulación más completa del dualismo onda-partícula fue el último acto en una serie de intentos preliminares por parte de los físicos para resolver las paradojas que habían surgido en las teorías de la radiación", escribió Wheaton.

En esa búsqueda, dieron la estocada final al determinismo en la física y provocaron una revolución en el conocimiento que incluso trascendió a la ciencia.

En palabras de Wheaton: "La teoría de partículas de luz de Einstein ha demostrado ser un componente fundamental de la física moderna, quizás la característica que más la distingue de la física newtoniana de los 300 años anteriores".

sábado, 9 de enero de 2021

_- Haití: la primera revolución social victoriosa trazó el camino de la independencia.

_- El 1 de enero de 1804 se proclamó la Independencia de Haití del sistema colonialista francés, marcando un precedente que Hispanoamérica no alcanzaría sino hasta dos décadas después. Haití fue el segundo país independiente del continente americano, después de Estados Unidos, que la había proclamado en 1776, pero el hecho tuvo un alcance social y político más profundo en la isla caribeña que en Norteamérica.

El surgimiento de Haití como Estado nación es un producto diáfano de un proceso de revolución social: la lucha por la libertad contra el modo de producción esclavista del sistema de plantaciones y contra toda forma de racismo.

Justamente por eso la historiografía liberal hispanoamericana ha procurado ignorar la independencia y la revolución haitiana porque lo que más han temido, desde entonces y hasta ahora, es que los sentimientos, las aspiraciones y los métodos que movieron a los sectores sociales más explotados, oprimidos y discriminados de la isla de Saint-Domingue se contagiaran a las clases populares del resto del continente.

En Haití la historia no puede ocultar que, la independencia y la creación del Estado nacional, son el fruto de la lucha de clases, el producto de una profunda revolución social contra el sistema esclavista. La independencia es una consecuencia, cuando queda demostrado que la metrópoli francesa no está dispuesta a tolerar las mínimas garantías democráticas para sus colonias, menos la libertad, la igualdad y la fraternidad que pregonaba.

En la historia hispanoamericana la lucha de clases también fue el motor del que deriva la independencia, pero la historiografía ha logrado ocultar el hecho detrás mitos nacionales, mitos que enmascaran los intereses y el papel jugado por las clases dominantes, deformando los acontecimientos.

El pueblo haitiano ha tenido que pagar una factura muy cara, que le impuso el mundo desde entonces hasta el presente, por haber sido verdadero faro de civilización, libertad, igualdad y fraternidad, y por haber demostrado cuán hipócritas sonaban esos mismos conceptos en boca de los políticos y los ilustrados franceses, salvo el caso muy excepcional de Robespierre, tal vez.

Por esa razón, en el siglo XXI, hay que cuestionar los alegatos disfrazados de republicanismo y laicismo de las élites gobernantes de Francia, para justificar sus políticas racistas y de dominación de pueblos musulmanes provenientes de sus excolonias. Hay que distinguir entra las palabras vacías o llenas de otro contenido, de los hechos concretos. Esa es una lección que deja la historia de Haití.

Independencia o la muerte
La proclama de Independencia de Haití, realizada por Jean Jacques Dessalines, no sólo fija los objetivos de la lucha por la libertad de los “indígenas de Haití” (como él identifica a su pueblo), sino que desnuda la hipocresía con que el Estado francés (los bárbaros, les llama) les mantuvo ilusionados con una igualdad y libertad que nunca hicieron realidad:

“Ciudadanos:
No es suficiente con haber expulsado de vuestro país a los bárbaros que lo han ensangrentado desde hace dos siglos; no es suficiente con haber frenado a las facciones siempre renacientes que os presentaban sucesivamente el fantasma de libertad que Francia exponía ante vuestros ojos. Se necesita un último acto de autoridad nacional: asegurar para siempre el imperio de la libertad en el país que nos vio nacer; arrebatar al gobierno inhumano, que mantiene desde hace tanto tiempo nuestros espíritus en la torpeza más humillante, toda esperanza de someternos. En fin, se debe vivir independiente o morir.

Independencia o la muerte… que estas palabras sagradas nos unan, y que ellas sean el signo de los combates y de nuestra reunión.

… 

Todo nos recuerda las crueldades de ese pueblo bárbaro…
Además víctimas durante catorce años de nuestra credulidad y de nuestra indulgencia; vencidos, no por los ejércitos franceses, sino por la vana elocuencia de las proclamaciones de sus agentes…

Comparada su crueldad con nuestra paciente moderación, su color con el nuestro, el ancho mar que nos separa, nuestro clima vengador, todo nos dice que ellos no son nuestros hermanos, que jamás lo serán, y que si encuentran un asilo entre nosotros serán los maquinadores de nuestros malestares y de nuestras divisiones.

Juramos al universo entero, a la posteridad, a nosotros mismos, renunciar para siempre a Francia, y morir antes que vivir bajo su dominación. Combatir hasta el último suspiro por la independencia de nuestro país” (Dessalines, 1804) .

El cruel sistema esclavista de plantaciones
No puede explicarse la independencia de Haití a partir de un mito nacional precedente porque era un país realmente nuevo en el siglo XVIII, constituido por migrantes franceses y migrantes esclavizados de África, donde eran cazados y encadenados para ser traídos a trabajar en las plantaciones, principalmente azucareras del norte se Saint-Domingue.

La parte occidental de la isla La Española, territorio hoy conocido como Haití, fue cedida por España a Francia mediante el Tratado de Ryswick de 1697. De manera que el Saint-Domingue, colonia francesa tenía poco más de un siglo al momento de la independencia en 1804. Durante ese siglo, Francia asignó a su parte de la isla la tarea de producir azúcar, fundamentalmente, índigo y tabaco. Esa producción organizada bajo el sistema de plantaciones se fundamentó en la explotación de trabajo esclavo.

El profesor Félix Morales, de la Universidad de Panamá, señala en su tesis de Maestría en Historia de América, que los esclavos eran considerados piezas sustituibles de la cadena de producción que, al morir o quedar imposibilitados de trabajar, eran sustituidos por otros importados directamente de África. Morales estima que entre 1764 y 1771 se importaron en promedio 10 a 15 mil esclavos por año; en 1786 llegaron a 28 mil; y a partir de 1887 se superaba la cifra de 40 mil esclavos anuales (Morales Torres, 2017) .

Morales cita una frase de Carlos Marx del primer tomo de El Capital en la que señala: “…en los países de importación de esclavos, es máxima de explotación de estos la de que el sistema más eficaz es el que consiste en estrujar al ganado humano (human cattle) la mayor masa de rendimiento posible en el menor tiempo. En los países tropicales, en los que las ganancias anuales igualan con frecuencia el capital global de las plantaciones, es precisamente donde en forma más despiadada se sacrifica la vida de los negros”.

Hacia 1789, cuando inicia la Revolución Francesa y paralelamente la Revolución Haitiana, la estructura poblacional y social era la siguiente: 30,000 colonos blancos, divididos entre propietarios de grandes y pequeñas plantaciones; 40,000 mulatos o affranchis, ubicados mayormente al sur de la isla, quienes ocupaban un rango intermedio, siendo libres y algunos de ellos propietarios de medianas y pequeñas explotaciones, algunas de las cuales usaban mano de obra esclava; 550,000 esclavos negros, en su mayoría asignados a las plantaciones del norte de la isla.

Para entender los vaivenes del proceso revolucionario en Haití, es conveniente captar dos particularidades: los colonos blancos eran mayoritariamente monárquicos y defensores del Antiguo Régimen, por eso chocaron en diversas ocasiones con las autoridades emanadas de la revolución, y desde París tuvieron que enviar militares para tener control sobre ellos y los propios haitianos; la división de la población racializada entre negros y mulatos, que expresaban clases distintas, también produjo conflictos entre ellos que derivaron en guerras civiles.

Toussaint Louverture, alma, cerebro y brazo de la revolución haitiana
El gran sociólogo haitiano Gerard Pierre Charles, describe con las siguientes palabras a quien llamarían “El Primero de los Negros” o el “Espartaco Negro”:

“Toussaint Bréda, esclavo doméstico de la casa Bréda, que hasta sus 50 años había sido un desconocido, tuvo acceso a los valores de la sociedad criolla, incluso a la filosofía del siglo de las luces, a partir de la lectura de los enciclopedistas. También tuvo acceso al arte de la política y de la guerra. Fue arrastrado, por el extraordinario dinamismo de la sociedad colonial, en plena mutación revolucionaria, a desempeñar un papel político y militar de primer orden. Bajo el nombre de Toussaint Louverture, asumió el liderazgo de 500 000 esclavos que se alzaron en rebelión a partir de 1791, impulsados por las ideas de libertad e igualdad de la revolución francesa. Venció a las tropas españolas y británicas que, en el marco de las rivalidades entre metrópolis, querían adueñarse de aquella próspera Colonia. Logró así restablecer la paz y la prosperidad en un territorio devastado por una década de guerra y luchas sociales.

De esta forma, por su talento político y militar, se impuso a las autoridades de la Francia revolucionaria que lo nombraron general de Francia y gobernador de la Colonia. En 180l, él proclamó su propia Constitución. A través de este acto, rompió con las reglas del Pacto Colonial, estableció relaciones diplomáticas con Inglaterra y Estados Unidos y otorgó a Saint Domingue un estatuto de autonomía” (Charles, s.f.) .

La suerte que le cupo a François Dominique Toussaint fue la de esclavo doméstico, lo que le permitió eludir la peor forma de explotación esclava en las plantaciones, lo que conllevaba al agotamiento físico y mental. De manera que, gracias a esa forma más “benigna” de esclavitud pudo acceder a la lectura y a una formación cultural que le estaba vedada a la mayoría.

En 1776, a los 33 años, edad madura para entonces pudo acceder a su emancipación como hombre libre, convirtiéndose él mismo en propietario agrícola que a su vez explotaba hasta 13 esclavos, uno de los cuales era J. J. Dessalines, quien proclamaría posteriormente la independencia de Haití (Lamrani, 2019) . Evidentemente su actitud como amo no fue severa como la de otros, lo que le permitió ponerse a la cabeza del movimiento antiesclavista y que, quienes como Dessalines habían trabajado para él, se convirtieran en sus lugartenientes.

Tan pronto estalló en París el proceso revolucionario, la literatura y la información sobre la misma llegó y tuvo sus repercusiones en Saint-Dominge. Uno de esos documentos que tuvo gran impacto entre los haitianos fue la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente francesa el 26 de agosto de 1789.

El primer impacto en la isla sucedió el 28 de octubre de 1790, cuando 350 mulatos acudieron a la Asamblea de Puerto Príncipe a exigir iguales derechos, los cuales estaban encabezados por Vincent Ogé. Esta manifestación fue duramente reprimida por los colonos blancos, pagando con su vida Ogé y decenas de los participantes. Primera prueba de que los llamados “Derechos del Hombre” no valían para los hombres negros.

El estallido decisivo ocurrió el 14 de agosto de 1791, en el marco de una ceremonia religiosa en Bois Caiman, se produce una masiva sublevación de esclavos dirigida por Dutty Boukman, Geaorge Biassou y Jean F. Papillon. La rebelión destruyo decenas de plantaciones y asesinó a más de 2,000 blancos. A ellos se sumó Toussaint, primero como médico, y luego como ayudante de Biassou.

Pronto Toussaint destacó en el combate por su valentía e inteligencia, lo que le permitió desarrollar un sistema de ataque al enemigo por el que adquirió el sobrenombre con el que fue conocido “Loverture” – “La Apertura”.

A raíz de la ejecución de Luis XVI, el 21 de enero de 1793, España intervino en la guerra civil de Saint-Domingue, ofreciendo apoyo a los rebeldes, lo cual fue aceptado por Toussaint, quien se había convertido en la cabeza visible de la revolución. El 29 de agosto de 1793, Toussaint proclamó: “Quiero que la libertad y la igualdad reinen en Santo Domingo. Trabajo para que existan. Únanse, hermanos, y combatan conmigo por la misma causa. Desarraiguen conmigo el árbol de la esclavitud” (Lamrani, 2019) .

Maximilien Robespierre, quien era miembro de la sociedad de los “Amigos de los Negros”, propuso y fue aprobado la abolición de la esclavitud en Francia y sus colonias, el 4 de febrero de 1794. “A partir del momento en que en uno de sus decretos, ustedes habrán pronunciado la palabra “esclavo”, habrán pronunciado a la vez su deshonor y el derrocamiento de su Constitución”, Robespierre(Lamrani, 2019) .

Otorgada la ciudadanía y la libertad mediante ese decreto a los esclavos de Haití, la república francesa envió al general Lavaux a negociar con Toussaint para que rompiera con España y se sumara al bando francés para lo cual se le otorgó el cargo de general. Toussaint aceptó, cambió a favor de la república, combatió a los españoles expulsándolos del lado francés de la isla y obligándolos a firmar un tratado de paz en 1795. Tres años más tarde repetiría el mismo éxito contra los invasores ingleses. Lo que le valió el nombramiento de gobernador de Saint-Domingue.

La perfidia de la Francia republicana
Había que socavar la autoridad del gran líder haitiano para reemplazarlo por un títere. Para lo cual el Directorio, en 1798, envió al general Hédouville para fomentar la división entre Toussaint, que controlaba el norte la isla, y el general André Rigaux, mulato y propietario de haciendas, que controlaba el sur. Produciéndose una guerra civil entre 1799 y 1800, hasta que finalmente Toussaint logró expulsar a Rigaux.

El 2 de julio de 1801, Toussaint y la Asamblea General de Saint-Domingue proclaman una constitución política en la que se establece un régimen autonómico, pero no la independencia de Francia.

Por el artículo tercero se declaró “No puede haber esclavos en este territorio”; el cuarto elimina cualquier discriminación de raza para acceder a un empleo; y quinto consagra la verdadera igualdad al declarar que “No hay otra distinción que las virtudes o talentos” (Lamrani, 2019) .

Pero Toussaint cometió el error de seguir confiando en la República francesa, y envió el texto de la constitución a Napoleón Bonaparte para obtener su aprobación. En vez de ello, lo que hizo Napoleón fue enviar a su cuñado el general Leclerc, con más de 20,000 soldados para aplastar el gobierno de Toussaint, el cual desembarcó en Cap el 29 de enero de 1802 exigiendo la rendición de la guarnición. Paralelamente, el 20 de mayo de 1802, el mismísimo Napoleón Bonaparte mediante decreto restauró la esclavitud.

Los militares franceses utilizaron contra Toussaint todos los métodos desarrollado por los imperios para someter a sus colonias: crímenes de lesa humanidad contra la población civil, sobornar a los subalternos para que algunos le traicionaran, y aparentemente cayeron en esa trampa Rigo, Petion y Dessalines inclusive. Napoleón llegó a enviar a los hijos de Toussaint, que estudiaban en Francia, con un supuesto mensaje halagador hacia su persona, a ver si lograba controlarlo.

Como Leclerc no podía asestar la derrota militar que quería, propuso a Toussaint un acuerdo de paz, mediado por una carta de Napoleón reconociendo los “servicios rendidos al pueblo francés” y proclamarlo entre “los más ilustres ciudadanos”, etc., y la promesa de no restaurar la esclavitud. Toussaint aceptó el acuerdo que incluía preservar a su estado mayor y retirarse a la población de Ennery.

Los militares franceses no cumplieron y empezaron a acosarlo hasta que, en junio de 1802, fue arrestado con toda su familia y deportado a Francia, donde permaneció bajo arresto hasta 7 de abril de 1803, cuando falleció. Tenía 60 años de edad.

Finalmente, la independencia
El cuñado de Napoleón, el general Leclerc pagó con su vida sus crímenes contra el pueblo haitiano, no a manos de ningún combatiente, sino gracias a la fiebre amarilla que lo mató en 1802 en isla Tortuga, Haití. Advirtiendo la traición de los franceses a sus compromisos y no deseando la vuelta atrás, tanto los negros como los mulatos, encabezados por J. J. Dessalines y Henri Christophe, unieron sus fuerzas en una reunión secreta conocida como “Convención de Arcahaie”, en mayo de 1803, se sublevaron, dando inicio a la Guerra de Independencia.

Tuvieron a su favor la guerra de Gran Bretaña contra Francia, lo que impidió a estos últimos enviar tropas a la isla. En octubre de 1803 Dessalines tomó Puerto Príncipe y el 19 de noviembre de ese año asestó la derrota a los franceses en la batalla de Vertiers, diez días después las tropas derrotadas abandonaron la isla.

La independencia definitiva sería proclamada unas semanas después, el 1 de enero de 1804. El gobierno francés tardaría varias décadas en reconocer su independencia lo que finalmente hizo exigiendo una indemnización para resarcir a los colonos blancos esclavistas que habían sido expropiados y expulsados de la isla.

Se había cumplido el vaticinio de Toussaint: “Al derrocarme, sólo se ha derrocado en Santo Domingo el tronco del árbol de la libertad de los negros; volverá a crecer porque sus raíces son profundas y numerosas”.

El apoyo de Haití a la independencia hispanoamericana
Haití independiente prestó apoyo consecuente a la lucha por la independencia hispanoamericana. El propio Francisco de Miranda durante su fallida expedición libertadora a Venezuela, recaló previamente en el puerto de Jacmel, en febrero de 1806, en donde recibió apoyo de Alexander Petion.

Posteriormente, en 1815, durante su exilio en Jamaica, Simón Bolívar le escribe a Petion pidiéndole apoyo, y este le recibe en enero de 1816, con cuya ayuda Bolívar dirigió la conocida Expedición de Los Cayos. En la que el apoyo incluyó la participación de hasta 1,000 haitianos para tomar el oriente de Venezuela.

Se dice que Petion entregó no solo armas, dinero y sodados a Bolívar, sino también la espada símbolo de la libertad de Haití, y que lo hizo con una condición:

“Pido a Usted, que cuando llegue a Venezuela, su primera orden sea la Declaración de los Derechos del Hombre y la libertad de los esclavos… y para que pueda cumplir con esa misión, le hace entrega del símbolo de la emancipación de Haití: es la "Espada Libertadora de Haití", la misma que empuñó durante la guerra contra los franceses, la que utilizó Miranda en sus dos fallidos intentos por libertar a su Patria, y la que en 1807 le permitió instaurar una República en el sur y oeste de Haití de la que fue nombrado presidente vitalicio…” (Morales Torres, 2017) .

Bolívar solo cumplió parcialmente este compromiso, pues decretó al llegar la libertad de los esclavos que se sumaran al Ejército Libertador, pero no de todos los esclavos. Aunque liberó a los esclavos de sus haciendas familiares, nunca se emitió un decreto general, seguramente para no confrontar a los latifundistas criollos. Hay controversia respecto a las razones por las cuales, diez años después, consumada la independencia hispanoamericana, Simón Bolívar no invitó al Congreso Anfictiónico de Panamá a la república de Haití.

La injusticia y la perfidia continúan
Así ha sido reiteradamente a lo largo de la historia, cada vez que fuerzas reaccionarias han vuelto a cortar el tronco de la libertad éste vuelve y crece, como predijo Toussaint. En 2004, el imperialismo norteamericano, con apoyo de las “democráticas” Francia y Canadá, con la participación del gobierno de la República Dominicana, que prestó su territorio, repitieron la perfidia fomentando un golpe de Estado contra el presidente Jean B. Aristide, al cual fuerzas de esos países secuestraron y deportaron hasta la República Centroafricana. Golpe sobre el que guardó silencio gran parte del llamado progresismo latinoamericano que, por el contrario, avaló la ocupación de la isla con tropas disfrazadas bajo la bandera de las Naciones Unidas (MINUSTAH), en las que colaboraron soldados de Brasil y Bolivia, entre otros.

El Estado nacional haitiano es formalmente independiente, pero el pueblo haitiano continúa su lucha por la libertad.

Bibliografía
Charles, G. P. (s.f.). Toussaint Louverture. Obtenido de Revista Mexicana de Política Exterior
Dessalines, J. J. (1 de Enero de 1804).DOCUMENTO LA DECLARACIÓN DE INDEPENDENCIA DE HAITÍ (1804). Obtenido de Dialnet
Lamrani, S. (13 de Junio de 2019).Toussaint Louverture, la dignidad insurrecta. Obtenido de América Latina en Movimiento
Morales Torres, F. A. (2017). Haití : entre la revolución francesa y la revolución de esclavos (1791-1804) . Obtenido de SIBIUP
Olmedo Beluche sociólogo y analista político panameño, profesor de la Universidad de Panamá y militante del Partido Alternativa Popular.

Fuente:
www.sinpermiso.info, 2 de enero 2021

viernes, 8 de enero de 2021

_- El amor de un preso por las matemáticas que llevó a nuevos descubrimientos en la teoría de números

_- Existen numerosos ejemplos de hallazgos matemáticos realizados en prisiones.

Quizá el más famoso sea el del matemático francés André Weil, quien desarrolló unas conjeturas enormemente influyentes mientras cumplía condena en una prisión militar en Rouen (Francia).

En su autobiografía, Weil afirmó que mientras estuvo en la cárcel fue capaz de alcanzar una claridad de pensamiento singular.

Pero, ¿realmente hay alguna relación especial entre prisiones y matemáticas?

La historia de Christopher Havens parece avalar esta posibilidad

Existen numerosos ejemplos de hallazgos matemáticos realizados en prisiones.

Quizá el más famoso sea el del matemático francés André Weil, quien desarrolló unas conjeturas enormemente influyentes mientras cumplía condena en una prisión militar en Rouen (Francia).

En su autobiografía, Weil afirmó que mientras estuvo en la cárcel fue capaz de alcanzar una claridad de pensamiento singular.

Pero, ¿realmente hay alguna relación especial entre prisiones y matemáticas?

La historia de Christopher Havens parece avalar esta posibilidad.

Una condena por asesinato
Havens fue declarado culpable de asesinato y condenado a 25 años de cárcel en el estado de Washington. Descubrió su amor por las matemáticas y su don para ellas unos meses después de ingresar en prisión, en una celda de aislamiento.

Este viraje a las matemáticas y a la investigación hicieron que en enero de 2020 una revista académica de matemáticas publicara un artículo en el que él figuraba como primer autor.

El asesinato cometido para ocultar un descubrimiento matemático "peligroso" En enero de 2013, , un colega le reenvió por correo electrónico a mi compañero Matthew Cargo (que por entonces era editor de envíos de la editorial Mathematical Sciences Publishers) la siguiente carta:

"A quien corresponda:
Estaría interesado en recibir más información con vistas a una subscripción a Annals of Mathematics para mi uso personal. En este momento estoy cumpliendo una condena de 25 años en el Departamento de Prisiones del estado de Washington, y he decidido usar este tiempo para ser mejor persona.

Dado que mi interés son los números, estoy estudiando cálculo y teoría de números. ¿Podría enviarme por favor algo de información sobre su publicación matemática? Christopher Havens, #349034

PD: Soy autodidacta, y a menudo me quedo atascado mucho tiempo con ciertos problemas. ¿Sabe de alguien con quien podría establecer una relación por correspondencia, partiendo de la base de que yo enviaría sobres postales con franqueo pagado?

Aquí no hay profesores que me puedan ayudar, por lo que a menudo me gasto cientos de dólares en libros que luego no contienen la ayuda que necesito. Gracias".

La primera carta enviada por Havens, un preso que cumple condena en el Departamento de Prisiones del estado de Washington. Cargo puso a Havens en contacto con mis padres, que son ambos matemáticos.

Un periodo productivo
Al principio, mi padre, Umberto Cerruti, un teórico de números que fue profesor de la Universidad de Turín, en Italia, aceptó ayudar a Havens únicamente porque se lo pedimos.

Pensaba que era de esas personas que se entusiasmaban de repente por los números y terminaban desarrollando una teoría llena de agujeros. Para probarlo, le envió un problema para que lo resolviera.

Mi padre recibió como respuesta, y por vía postal, una hoja de 120 centímetros que contenía una fórmula larga y compleja.

La metió en el ordenador y, para su sorpresa, ¡descubrió que los resultados eran correctos!

Tras esto, mi padre invitó a Havens a que se uniera a él para resolver un problema de fracciones continuas en el que estaba trabajando.

Las fracciones continuas, descubiertas por Euclides en el año 300 a.C., permiten expresar todos los números a través de secuencias de números enteros.

Por ejemplo, el número pi es el ratio entre el valor de la circunferencia de un círculo y su diámetro: 3,14159… La secuencia de números que siguen al primer dígito es infinita y totalmente caótica. Pero expresada como fracción continua, dicha secuencia se convierte en algo sencillo y hermoso.

El número pi es el ratio entre el valor de la circunferencia de un círculo y su diámetro y su secuencia es infinita y totalmente caótica. Las fracciones continuas ejemplifican la pujanza de la teoría de números, campo al que también pertenecían la mayoría de las contribuciones de Weil.

La teoría de números ha permitido avances en la criptología actual, que a día de hoy es vital para el funcionamiento de los bancos, de la actividad financiera y de las comunicaciones militares.

La aportación de Havens, que se publicó en la revista Research in Number Theory en enero de 2020, demostró por primera vez la existencia de una serie de regularidades en la aproximación a una vasta categoría de números.

Qué son los números imaginarios y por qué sin ellos no podrías leer esto Se trata de un descubrimiento que podría abrir nuevos campos de investigación dentro de la teoría de números.

De hecho, encontrar nuevas formas de escribir cifras es una de las cuestiones más relevantes para un teórico de números, aunque no es menos cierto que dichos descubrimientos podrían no tener una aplicación inmediata.

La teoría de números tiene muchas aplicaciones prácticas, como por ejemplo la actividad financiera y las comunicaciones militares. Por ejemplo, en este momento hay superordenadores que se dedican solo a procesar billones de dígitos del número pi.

Havens trabajó en este tema sin más herramientas que el lápiz y el papel; con sus compañeros de investigación intercambiaba cartas convencionales que debían cruzar el océano.

Las condiciones en prisión
Pero, ¿cómo fue posible que ocurriera algo así? Havens lo explicó con sus propias palabras:

"Menos de un año después de ingresar en prisión, mi comportamiento me llevó al agujero (la celda de aislamiento). Y fue precisamente en el agujero donde mi vida dio un giro, pues allí me di cuenta de que amaba las matemáticas. Me pasaba unas diez horas al día estudiando (…) Decidí ingresar en el Programa de Transición Intensiva (PTI).

"Se trata de un programa de un año de duración que ayuda a que la gente mantenga el equilibrio mental. Está diseñado para ayudarte de forma efectiva a que 'te saques la cabeza del trasero'. Eso se convirtió en mi objetivo.

"Comer, matemáticas, sacarme la cabeza del trasero, lavarme los dientes, enjuagarme y repetir. Fue una época muy importante de mi vida".

Para Evans el estudio de las matemáticas en la cárcel fue una manera para reconsiderar su vida y plantearse un futuro. Fue después de completar el PTI que Havens envió su petición a la revista matemática, y mis padres se convirtieron en sus tutores. Le enviaban montones de libros, pero la prisión los bloqueaba todos debido a que no provenían de una editorial autorizada.

Havens empezó a trabajar entonces con el personal de la cárcel para poner en marcha el Proyecto de Matemáticas en Prisión, en el que efectivamente le enseñaba matemáticas a otros reclusos.

A cambio se les permitió disponer de una pequeña biblioteca así como de una habitación para poder recibir visitas dos veces por semana. Aquello funcionó, y la cárcel admitió la entrada de las cajas de libros.

Para escribir este texto mantuve tres conversaciones telefónicas de 20 minutos con Havens (el tiempo máximo que le dejan hablar), durante las cuales usó la palabra educación con mucha frecuencia:

"La educación fue un incordio para mí. Fui un estudiante fracasado (estaba enganchado a las drogas, no lograba mantener los trabajos, nunca llamaba a casa) (…) La educación es muy difícil en la cárcel (…) Por eso ahora la estoy buscando fuera. Trato de tender puentes y fortalecer mis relaciones con gente de fuera, porque para mí la educación es eso.

"Cada oportunidad que se me plantea es una experiencia de aprendizaje, y lo es porque aquí es muy raro que se te presente ninguna".

Havens también ve las matemáticas como un modo de "pagar su deuda con la sociedad":
"Puedo decir con certeza que me he trazado un plan de vida a largo plazo para poder pagar una deuda impagable. Sé que se trata de un plan permanente (…) y que nunca llegará el día en que pueda saldar la deuda del todo.

"Pero esto no es algo malo, sino inspirador. Puede sonar estúpido, pero a lo largo de mi condena me ha acompañado el alma de mi víctima; a ella le estoy dedicando mis mayores logros".

Las matemáticas después de la cárcel
Lo cierto es que, a pesar de que hay datos sólidos que avalan que sacarse un título disminuye significativamente la posibilidad de reincidir, las oportunidades de ir más allá de la enseñanza obligatoria en prisión son reducidas.

Y sin acceso a internet, la mayoría de los cursos a distancia para sacarse un título están fuera del alcance de los presos.

Havens ve las matemáticas como un modo de "pagar su deuda con la sociedad". En este momento Havens está estudiando para obtener una licenciatura en ciencias en la Adams State University, que le da la opción de seguir el curso por correo postal.

Pero él ya tiene todos los conocimientos matemáticos que allí le exigen, por lo que Havens quiere que le asignen un tutor de matemáticas para establecer contacto de forma regular.

Cuando salga de la cárcel tiene la intención de terminar la licenciatura, a pesar de las dificultades evidentes que, en este sentido, le supondrá su historial penal.

Quiere empezar la carrera de Matemáticas, y planea además transformar el Proyecto de Matemáticas en Prisión en una organización sin ánimo de lucro que ayude a los reclusos con talento en esta disciplina.

*Marta Cerruti es Profesora Asociada de Ingeniería de materiales en la universidad McGill de Montreal, en Canadá.

jueves, 7 de enero de 2021

_- Segunda Guerra Mundial, Tercer Mundo. Sobre los olvidados de la gran carnicería que Europa desencadenó en el mundo

_- Se sabe que en la Segunda Guerra Mundial murieron alrededor de 70 millones de personas, entre ellas más de 20 millones de soviéticos y más de 5 millones de alemanes. Hasta tenemos la minúscula lista, y completa, de los 1.400 daneses caídos en aquella carnicería. Sin embargo, las cifras exactas de muertos del Tercer Mundo en esa guerra engendrada en Europa se desconocen. Y no sólo las cifras. La situación la resume magistralmente el Profesor Kuma Ndumbe, de la Universidad de Yaoundé, en Camerún:

“La historia de la Segunda Guerra Mundial se revela, como toda historia, como la de los vencedores, pero también como la de los ricos y los propietarios. Pese a su derrota, Alemania y Japón pertenecen, desde el punto de vista de la escritura de la historia, a los vencedores. Aunque la historiografía de ambos países haya tenido que llevar a cabo cuestionamientos críticos, japoneses y alemanes son tratados por ella como personas del mismo rango que los vencedores. Quienes fueron olvidados después de la guerra, como si no hubieran existido durante el conflicto, quienes deben aprender de nuevo la historia junto a sus hijos, sin encontrar en ella sus propias acciones, son los que pertenecen a la verdadera categoría de perdedores. Perdedores sin voz propia. Así viven hasta hoy centenares de millones de personas y sus descendientes en África, en Asia, América Latina, Australia y en la región del Pacífico”.

Las estimaciones sostienen que en Asia, África, América del Sur y Oceanía se perdieron más vidas en aquel conflicto que en la propia Europa. Sólo en Asia murieron 20 o 30 millones de civiles a manos de los japoneses, la mayoría de ellos chinos. El Tercer Mundo contribuyó al conflicto con más soldados que Europa. Una magnífica exposición, recientemente clausurada en Berlín y que va a ser mostrada en diversos lugares de Alemania, se ha dedicado a difundir esta “cara oculta” de la gran carnicería del siglo pasado. Lleva por título “El Tercer Mundo en la Segunda Guerra Mundial” y presenta el trabajo, pensado para ser difundido en escuelas públicas, de un grupo de periodistas renanos del llamado “Rheinisches Journalisten Büro” de Colonia, dirigido por Karl Rössel. El texto que sigue a continuación es la traducción, casi literal y con muy pocas apostillas, de los paneles de esa exposición.

Guerra en un mundo colonial
Cuando la guerra comenzó el colonialismo estaba en su apogeo. Inglaterra y su Commonwealth dominaban sobre una cuarta parte del mundo y de su población. Las colonias de Francia eran veinte veces mayores que la metrópoli en territorio, y sumaban cien millones de habitantes. Las Indias Orientales de la diminuta Holanda tenían la misma superficie que Europa Occidental. Estados Unidos dominaba las Filipinas, Hawai y diversos archipiélagos del Pacífico. Japón controlaba el Norte del Pacífico (Micronesia), Corea, Taiwán y el noreste de China, que es mayor que Francia. En África oriental, la Italia de Mussolini controlaba una zona colonial cuatro veces mayor que Italia. Alemania había perdido sus colonias en África y Asia como consecuencia de su derrota en la Primera Guerra Mundial. Con ayuda de los colaboracionistas franceses, se disponía a recuperarlas para usar sus recursos humanos y materias primas en el esfuerzo de guerra.

Abisinia
El 3 de octubre de 1935 la Italia fascista inició el ataque contra Abisinia, parte del nuevo “Imperio Romano” que el Duce buscaba. La mitad de los 300.000 soldados del ejército italiano invasor eran nativos de Eritrea y Somalia. Los abisinios, que tan duro habían luchado para impedir la colonización europea, les opusieron tenaz resistencia, pero sus armas eran escasas y anticuadas, frente al gas mostaza y los tanques del Duce. Cuando en mayo de 1936 los italianos entraron en la capital Adis Abeba, habían masacrado a 150.000 civiles. El Virrey italiano, Mariscal Rodolfo Graziani, generalizó la violación y la tortura. Medio millón de guerrilleros etíopes combatieron contra el ocupante durante cuatro años hasta expulsarlo. Después de que Italia declarara la guerra a Francia e Inglaterra en 1940, los abisinios ayudaron a ambas potencias. Hasta la capitulación italiana en Abisinia de abril de 1941, tropas de diecisiete países y tres continentes participaron en la guerra en África Oriental. Para muchos africanos la Segunda Guerra Mundial comenzó en 1935, cuatro años antes que en Europa.

Carne de cañón imperial
Con el inicio de la guerra en Europa, el Imperio británico echó mano de sus colonias. De los once millones de hombres que Inglaterra movilizó, seis millones eran británicos y cinco de las colonias. En África Inglaterra movilizó a un millón de hombres, frecuentemente a la fuerza. Esos soldados lucharon contra los italianos en Somalia y Etiopía (1940-1941), contra alemanes e italianos en el desierto de Libia (1940-1943), contra el régimen de Vichy en Madagascar en 1942 y contra los japoneses en Birmania en 1944. El sueldo y la alimentación de esta tropa eran peores, sus mandos eran blancos. Un manual para oficiales describía a la tropa colonial africana como “gente de mentalidad infantil”. Las protestas y rebeliones contra esa discriminación se resolvieron con castigos y penas de muerte. Solo en 1944/1945 se registraron 25.000 deserciones en África Oriental.

Cerca de un millón de africanos fueron movilizados por los franceses en diversos bandos del conflicto. En septiembre de 1939 el gobierno reclutó medio millón de hombres en África. Tras la derrota francesa y la alianza del régimen de Vichy con Alemania, parte de esa tropa luchó con el Eje en África del Norte, mientras que en Siria y África Oriental lo hacía con los aliados. En 1943, De Gaulle reclutó en África otros 100.000 soldados, que participaron en los desembarcos aliados en Provenza e Italia. Ese contingente jugó un papel importante en la liberación de Europa, sufriendo discriminación en todo, excepto a la hora de arriesgar la vida. Cuando en verano de 1944 se organizó el desfile de la victoria en París, De Gaulle ordenó “blanquear” el efectivo que marchó por los Campos Elíseos, incorporando jóvenes franceses blancos. Los africanos fueron recluidos en deplorables campos provisionales hasta su repatriación. Muchos de ellos no regresaron a sus países hasta 1947.

En 1940 Yoro Ba fue reclutado a la fuerza por funcionarios del régimen de Vichy para el ejército colonial en Senegal. Cuando los aliados tomaron control del África Occidental francesa en 1943, tuvo que luchar a su favor, desembarcó en Provenza, participó en la liberación de Francia y fue estacionado en la Alemania ocupada, regresando a Senegal en 1947. Sesenta años después, Yoro Ba recibe una pensión del gobierno francés de 13 euros mensuales.

El plan colonial nazi
Habiendo tenido que entregar, en 1919, sus colonias a las potencias vencedoras de la Primera Guerra Mundial, la Alemania conservadora y los industriales se movilizaron contra la “vergüenza de Versalles”. Los nazis organizaron enseguida los planes de revancha a partir de 1933. Crearon un “Departamento de política colonial” (“Kolonialpolitisches Amt” – KPA), en el que trabajó el luego Canciller Federal Konrad Adenauer, para administrar el “imperio colonial germano en África”, que planeaban recuperar y ampliar, desde la costa atlántica hasta el Océano Pacífico. Su conquista estaba prevista para inmediatamente después de la subyugación de Europa Oriental, que la URSS frustró. A partir de 1940 comenzaron a reclutar personal militar, policial y administrativo para gobernar aquel mundo de plantaciones y minas. Se confeccionaron manuales e incluso leyes que velaran por impedir cualquier “mezcla de razas” en la empresa. En aquel plan, a Madagascar le correspondía un papel especial. Debía albergar a cuatro millones de judíos europeos, que no habrían encontrado sustento allá para sobrevivir. La superioridad naval de los aliados y su control de las rutas marítimas africanas impidió que la isla se convirtiera en un escenario del Holocausto. En febrero de 1942 el plan se desestimó en beneficio de la aniquilación en campos de Europa.

Fusileros africanos
Tras la derrota francesa de junio de 1940, unos 100.000 prisioneros africanos del ejército francés cayeron en manos alemanas. La Wehrmacht masacró a entre 1.500 y 3.000 de ellos inmediatamente después de su rendición por el color de su piel. El “Gauleiter” de Bélgica, Karl Holz, ordenó “no hacer prisioneros” entre los negros. El 20 de junio de 1940 en Chasselay, un pueblo de los alrededores de Lyon, los alemanes ejecutaron a una unidad completa de fusileros africanos, excluyendo de la ejecución a los oficiales blancos.

En diciembre de 1944, 1.300 “tirailleurs sénégalais” regresaron a África de su servicio en Europa. Muchos de ellos habían sufrido cautiverio y trabajos forzados en campos de concentración alemanes. Fueron internados en un campo de la localidad de Thiaroye, junto al puerto de Dakar, a la espera de recibir su soldada y los prometidos 500 francos de la “prima de desmovilización”. Los ex presos en Alemania esperaban también el pago de los 5.000 francos recibidos por todos los reclusos franceses en campos alemanes. Los funcionarios coloniales se negaron a pagar e impusieron un cambio entre francos y franco colonial (CFA) equivalente a la mitad del curso legal vigente. Los fusileros se rebelaron, tomaron como rehén a un oficial y solo lo dejaron libre cuando se les prometió que sus reclamaciones serían satisfechas. En lugar de ello, la noche del uno de diciembre su campamento fue rodeado por blindados y cuando los fusileros salían de las barracas aún aturdidos por el sueño fueron ametrallados, con el resultado de entre 35 y 300 muertos. Más de treinta “cabecillas” fueron juzgados y condenados a penas de hasta diez años de cárcel. Cinco murieron en prisión y el resto fueron amnistiados en 1947. La masacre de Thiaroye pasó a la historia como símbolo de la arbitraria actitud colonial e inspiró movimientos de liberación nacional en el continente.

Sétif
El 8 de mayo de 1945 la localidad argelina de Sétif celebraba el fin de la guerra y la liberación. Muchos creían que la emancipación de las colonias estaba a la vuelta de la esquina, porque se habían creído las promesas contenidas en la “Carta Atlántica”. Junto a las banderas francesas inglesas y americanas, en la celebración de Sétif apareció una bandera argelina. Cuando la festiva procesión pasó frente al “Café de France”, Lamri Bouras vio cómo “un comisario francés sacaba su Colt y disparaba sobre la multitud. Otros disparos partían de los balcones”. Aquel día hubo centenares de muertes y siguieron protestas contra la matanza. La administración colonial reaccionó utilizando la marina y la aviación. “Los soldados disparaban contra todo”, recuerda Haada Mani. “La gente caía como pasas secas”. Según la autoridad colonial murieron 1.500 personas. Fuentes argelinas mencionan hasta 45.000 víctimas. Cuando, a finales de mayo de 1945, las tropas argelinas regresaron de la guerra en Europa, muchos no encontraron a sus familiares. Fue el caso de Lounès Hanouze. “Cuando llegué a Kerratta había una gran cola de gente. Querían decirme algo, pero lloraban. Pregunté, ¿donde están los míos?, ¿donde está mi padre? Al final alguien me dijo, “lo vieron por última vez subiendo a un camión”. Lo llevaron al barranco de Kerratta. Allá en el puente, que hoy se llama Hanouze, le preguntaron a mi padre, “¿empezamos contigo o con tu hijo?”. Creo que fue el primero en ser fusilado. Regresábamos de la guerra y nuestras familias habían sido fusiladas, es algo difícil de olvidar”.

Trabajos forzados
En las colonias francesas la aplicación del “Code de l’Indigenat” de 1881 estaba a la orden del día. En la Segunda Guerra Mundial su aplicación alcanzó una extensión desconocida. Decenas de miles de africanos fueron forzados a construir una carretera desde el Congo centroafricano hasta el Atlántico, que era vital para transportar materias primas. Los trabajadores forzados construyeron presas y canales, y plantaron algodón y pita en plantaciones. La ley solo fue derogada en 1946 a propuesta de diputados africanos.

El Imperio británico aprobó en 1942 una ley que, citando los “extraordinarios imperativos de la situación” permitía los trabajos forzados en las colonias. Los africanos que se negaran podían ser multados, objeto de castigos físicos y encarcelados. Solo en Kenia 20.000 personas fueron forzadas a trabajar en plantaciones y empresas de elaboración de caucho, azúcar, pita y lino. En 1949 la autoridad colonial en Nigeria forzó a 100.000 hombres a trabajar en minas de zinc en las que uno de cada diez no sobrevivió. En Rhodesia del Sur, 33.000 forzados construyeron campos de aviación. Y en Rhodesia del Norte, hacendados y empresarios blancos pudieron “alquilar” peones forzados a las autoridades al precio de un chelín diario.

Limosnas
El ejército británico dio a sus tropas coloniales una sola indemnización por sus heridas y servicios prestados. Los pagos recibidos por los africanos equivalían a una parte ínfima de lo que recibieron los soldados europeos. Fundamentalmente no hubo pensiones. A través de la “Royal Commonwealth Ex-Services League” los veteranos en apuros podían solicitar una única subvención de 470 euros.

El gobierno francés pagó algunas pensiones, sobre todo a aquellos que continuaron sirviendo en el ejército después de la guerra, en Indochina y Argelia, por ejemplo. Las pensiones de los africanos fueron desde el principio la mitad de las percibidas por los europeos. Muchos no recibieron nada, al no poder demostrar determinados requisitos, como el de haber estado más de noventa días en combate. El gobierno de Vichy destruyó mucha documentación relativa a los soldados, y los alemanes requisaron las cartillas militares de sus prisioneros africanos. 

En 1959 el gobierno de De Gaulle aprobó una ley por la que los veteranos de guerra dejarían de cobrar sus pensiones en el caso de que sus países adquirieran la independencia, lo que era un intento de enfrentarlos a los movimientos de liberación nacional. Cuando, a pesar de todo, llegó la independencia, los importes de las pensiones se congelaron al nivel del momento. Como resultado de protestas y de una sentencia de la Corte Europea de Justicia, sesenta años después los senegaleses recibieron una tercera parte de las pensiones y los argelinos una octava parte.

“Para los franceses continuamos siendo los soldados negritos que podían contentarse con calderilla, pero durante la guerra las balas no diferenciaban negro de blanco y todos morían de lo mismo”, dice Issa Ongoïba, de la Asociación de Veteranos de Bamako, Malí.

Telegrafista y conductor en el ejército británico en 1919, Samuel Masila Mwanthi luchó en 1940/1941 contra los italianos en Etiopía y en 1943/1944 en las selvas de Birmania contra los japoneses. Tras su licenciamiento en África recibió dos trajes, pero ninguna pensión hasta el día de hoy.

Brasileños en Italia
Decenas de miles de voluntarios de Puerto Rico y otras islas del Caribe participaron en la guerra, algunos de ellos en la liberación de Francia y la conquista de Alemania. Una escuadrilla de aviación mexicana combatió en Filipinas y 25.000 brasileños lo hicieron en Italia, incluida la batalla de Monte Casino en la que quinientos de ellos perdieron la vida.

Nativos del Pacífico
Cuando en 1943, las Islas Salomón fueron zona de combate, Biuku Gasa se ofreció como informante voluntario a los aliados, espiando los movimientos de los japoneses desde detrás de sus líneas camuflado como pescador tradicional en compañía de su amigo Aaron Kumasi. En uno de sus viajes en piragua descubrieron a un grupo de soldados americanos que habían naufragado en un diminuto islote. Les prestaron ayuda y salvaron así la vida del capitán del grupo americano, que se llamaba John F. Kennedy. “Sin mí, Estados Unidos nunca habría tenido un Presidente Kennedy”, dijo con orgullo Biuku Gasa sesenta años después.

En 1940, los aborígenes australianos no tenían derechos civiles; no los tuvieron hasta 1967. Sin embargo, se les dio empleo en la guerra, después de que los japoneses bombardearan la ciudad de Darwin, en el norte del país, vigilando la enorme costa norte de Australia en previsión de un desembarco. Salieron muy baratos, no hacía falta suministrarles alimentos ni armas, que ellos mismos se procuraban y confeccionaban en la jungla, y se les pagó con anzuelos, cuerdas, hachas, pipas y tabaco. El principal problema de los militares australianos era hacerles comprender por qué se les pedía que mataran a cualquier japonés que se presentara, cuando poco tiempo atrás, en 1932, recordaban haber sido víctimas de una razzia de la policía australiana, que encarceló a tres de sus jefes por haber dado muerte a unos pescadores de perlas japoneses que habían abusado de mujeres aborígenes. Se necesitó algún tiempo para que comprendieran que lo que había estado prohibido y perseguido ahora era permitido, e incluso recompensado.

India, el gran ejército colonial
Con 320 millones de habitantes, India era la mayor, más poblada y más importante colonia británica. Con los 2,5 millones de hombres del Royal Indian Army y los 120.000 gurkas nepalíes, el Imperio británico disponía del mayor ejército colonial de todos los tiempos. Era un ejército de voluntarios y la situación de los soldados era mejor que la de sus compañeros de las tropas coloniales africanas. Mientras en África todos los mandos eran británicos, la cifra de indios que alcanzaron puesto de mando como oficiales ascendió a 14.000 en la Segunda Guerra Mundial, y los soldados recibieron pensiones, auque menores que las de sus colegas británicos. Treinta divisiones indias combatieron en Oriente Medio, África del Norte, Asia y Europa, contribuyendo a la victoria.

India fue campo de batalla. A principios de 1942, tras la ocupación japonesa de Singapur y Malasia, las ciudades orientales indias sufrieron bombardeos. 23 cargueros aliados fueron hundidos por submarinos japoneses en el Golfo de Bengala, y aviones y cañoneras japonesas bombardearon Ceilán, donde los ingleses almacenaban combustible para la marina. 60.000 soldados indios murieron en la guerra y casi 80.000 sufrieron cautiverio en manos alemanas, italianas o japonesas.

Colaboracionistas anticoloniales: Oriente Medio
Alemania había llegado tarde a Oriente Medio, donde las posiciones ya estaban ocupadas por Inglaterra y Francia. La geopolítica nazi calculaba explotar el resentimiento anticolonial árabe como “aliado potencial” para hacerse con la región. El Departamento oriental de la radio nazi estaba dirigido por un tal Kurt Georg Kiesinger, que en 1966 sería Canciller de la RFA.

En Egipto, Siria, Irak y Palestina se crearon organizaciones y movimientos filonazis. Hitler regaló en 1938 un Mercedes-Benz Sport al rey Faruk de Egipto, cuyo reino estaba de hecho gobernado por los británicos. Las derrotas militares en el Norte de África se vivieron entre los árabes con esperanza. “Las veíamos como la única manera de sacar al enemigo del país”, escribió en sus memorias el Presidente Anuar El Sadat, que siendo un oficial nacionalista fue detenido por los británicos en 1942 cuando dos espías alemanes le daban dinero para sufragar el movimiento antibritánico en Egipto. En Túnez, el posteriormente presidente Habib Burguiba confiaba también en que el apoyo del Eje contribuyera a la independencia de su país de Francia. Los nazis crearon algunas “legiones árabes” y utilizaron agitadores musulmanes caucásicos para lograr la desafección de chechenos y otras nacionalidades maltratadas por Stalin en el Cáucaso.

Entre 1919 y 1939, unos 300.000 judíos emigraron a Palestina en los prolegómenos de lo que los palestinos denominan “Nakba” (“catástrofe”) que culminaría años después con la expulsión de unos 800.000 palestinos, más de la mitad de la población nativa, de su tierra en 1948. El antisemitismo nazi cayó bien entre los árabes en el contexto de los pulsos de la colonización judía. El Muftí de Jerusalen Hadji Amin el-Husseini fue recibido y subvencionado por Hitler y estuvo implicado en crímenes del Holocausto en Europa, al impedir la emigración a Palestina de miles de judíos de Bulgaria, Rumanía y Hungría, que en su lugar fueron internados en campos de concentración. Husseini, que murió en la cama en 1974, nunca fue juzgado por esos crímenes y mantuvo sus simpatías hacia los nazis hasta en la posguerra. En abril de 1941, los nazis apoyaron un golpe de estado antibritánico en Irak. El regreso de los británicos poco después desencadenó un pogrom con centenares de judíos muertos y miles de heridos en Bagdad, muchos de cuyos habitantes árabes escondieron a judíos en sus casas.

Colaboracionistas anticoloniales: India y Birmania
A principios de la Segunda Guerra Mundial, Subhas Chandra Bose era uno de los políticos más influyentes de India. En marzo de 1939 fue elegido por segunda vez Presidente del Congreso Nacional Indio, la principal organización del movimiento anticolonial, pese a que su rival contaba con el apoyo de Gandhi y Nehru. A diferencia de estos, Bose propugnaba no sólo la resistencia armada contra los ingleses, sino la colaboración con las potencias del Eje. Nehru recibió el triunfo de Hitler como un shock y Gandhi dijo que “cuando los nazis lleguen a India los combatiremos como a los ingleses”. Bose se entusiasmó con la declaración de guerra entre Inglaterra y Alemania de septiembre de 1939 y declaró ante 200.000 partidarios en Madrás, “la crisis que tanto esperábamos se ha desencadenado y abre para India una oportunidad dorada”.

Sometido a arresto domiciliario, en 1941 logró huir y viajó a Alemania, donde los nazis le entregaron un millón de marcos para difundir propaganda nazi antibritánica en radios y periódicos de India. Bose veía en Hitler un “revolucionario” y le trataba de “Netaji” (Caudillo). Hizo que sus colaboradores estudiaran las organizaciones fascistas como las juventudes hitlerianas, las SS y la Gestapo, a fin de impulsar una India independiente cuyo sistema debía ser “una síntesis de fascismo y nacionalismo”. En 1942, reclutó a 3.500 soldados indios de los campos de concentración alemanes y fundó con ellos una “Legión India” que se integró primero en el ejército alemán y luego en las SS y se dedicó, en 1944, a la caza de miembros de la resistencia en Francia. En 1943 Bose regresó a Asia en un submarino alemán. Desde Singapur reclutó un “Indian National Army” de 50.000 voluntarios que, en 1944, luchó junto a los japoneses contra los británicos en Birmania. En agosto de 1945, Bose murió en un accidente aéreo cuando huía de los ingleses. Muchos indios lo consideran hoy un héroe nacional, especialmente en Bengala, su provincia natal. Escuelas, universidades, una estación de ferrocarril, un partido político y el aeropuerto internacional de Calcuta llevan su nombre, y muchos monumentos lo recuerdan.

En Birmania, una de las naciones asiáticas que más sufrió y más luchó contra el colonialismo inglés, la guerra también fue vista como oportunidad anticolonial. Cuando los británicos huyeron del país en 1942 ante el avance japonés, los soldados nipones fueron recibidos con flores en las calles de Rangún, una ciudad que les había perdonado los crueles bombardeos aéreos que sufrió. La principal figura del movimiento por la independencia y héroe nacional de Birmania, Aung San, y sus compañeros, fueron formados militarmente por los japoneses. Los birmanos organizaron un ejército para luchar junto con los japoneses, pero pronto se dieron cuenta de que aquellos libertadores no eran mejores que los británicos, así que volvieron sus armas contra ellos en la última etapa de la guerra. Birmania sufrió 250.000 muertes civiles en la Segunda Guerra Mundial, cuatro veces más que Inglaterra.

La hambruna de Bengala
Cuando la provincia oriental india de Bengala se convirtió en terreno de batalla en su frontera con Birmania, el territorio sufrió la peor hambruna conocida en el subcontinente desde el siglo XVIII. La ocupación japonesa de Birmania interrumpió los vitales suministros de arroz birmano a India. En pocos meses los precios del arroz se multiplicaron por cinco. Ante la expectativa de una invasión japonesa, los comerciantes retenían el grano. Los británicos impedían su transporte, porque habían requisado todos los barcos del Golfo de Bengala con fines militares. Una multitud de campesinos hambrientos erraba por la provincia. En septiembre de 1944 había 100.000 mendigos en las calles de Calcuta. La hambruna se cobró la vida de entre dos y cuatro millones de personas. En su historia de la Segunda Guerra Mundial de seis tomos, Winston Churchill ni siquiera la menciona.

Filipinas
Explica el historiador filipino Ricardo Trota José: “la Segunda Guerra Mundial dejó en Filipinas más muertos que en cualquier otro país del sur de Asia. En ningún país de la región hubo mayor destrucción. Según las cifras oficiales del gobierno 1,1 millones de filipinos murieron en la guerra, es decir uno de cada 16 habitantes del archipiélago”.

La guerra después de la guerra
El 8 de mayo de 1945 capituló Alemania y cuatro meses después, tras las bombas atómicas lanzadas contra Hiroshima y Nagasaki, lo hizo Japón, pero en varios países de Asia las guerras vinculadas al reordenamiento mundial continuaron.

– En China la guerra civil no concluyó hasta la victoria de Mao en 1949.

– En Malasia, Indonesia y Filipinas continuaron luchando los movimientos de liberación nacional contra los viejos y nuevos colonialistas de Europa y Estados Unidos.

– La cruel guerra de Corea entre 1950 y 1953, técnicamente inconclusa aun hoy, fue consecuencia de la división del país en dos estados de diferente alineación en la guerra fría y ocasionó más de tres millones de muertos, dos millones de ellos civiles.

– Indochina tuvo que seguir luchando otros treinta años contra franceses y americanos para conseguir su independencia. Proclamada en 1945 por Ho Chi Minh, no se alcanzó hasta 1975. Hasta entonces los americanos lanzaron sobre Vietnam más bombas que las lanzadas contra Alemania en la Segunda Guerra Mundial.

– En India la partición del país siguió a la independencia de 1947, con varias guerras entre la India dominada por hindúes y el Pakistán dominado por musulmanes, que produjeron hasta un millón de muertos, según Nehru.

– Las islas del Pacífico fueron el principal escenario mundial de pruebas atómicas después de la guerra. Muchos estados insulares tuvieron que renunciar a la independencia porque las potencias usaron sus territorios como bases militares y polígonos de pruebas atómicas, que dejaron terribles legados en la población local. Islas enteras fueron vaciadas y su población deportada a miles de kilómetros. Hasta 1996, Estados Unidos, Inglaterra y Francia detonaron más de 300 bombas A, H, de plutonio y de neutrones en las islas del Pacífico. Desde Micronesia a Nueva Zelanda, pasando por Okinawa, Taiwán y Corea, la región concentró la mayor presencia nuclear del mundo en diversas formas; explosiones, submarinos, aviación o bombas almacenadas.

– Japón se integró en el bloque occidental de la guerra fría y afirmó su potencia económica y comercial sobre Asia, sin pagar indemnización alguna por los daños infligidos a sus vecinos durante la guerra. En los años noventa los presupuestos militares japoneses, de 30.000 millones de dólares, figuraban entre los más abultados del mundo y el país disponía de la tercera marina de guerra más potente, sólo por detrás de Estados Unidos y Rusia.

RECAPITULACIÓN EN ALGUNOS NÚMEROS:

Total de muertos en la Segunda Guerra Mundial (SGM): unos 70 millones
Total de muertos de guerra en Asia: entre 20 y 30 millones
Total de alemanes muertos en la SGM: unos 5 millones
Soldados alemanes muertos en Stalingrado: 60.000
Civiles muertos en Okinawa: 100.000
Proporción de filipinos muertos en la SGM: 1 de cada 16
Civiles muertos en la conquista italiana de Abisinia: 150.000
Víctimas de la hambruna ocasionada por la SGM en Bengala: entre 2 y 4 millones
Menciones de la hambruna de Bengala en la obra de Churchill sobre la SGM (seis tomos): 0
Muertos civiles en Gran Bretaña: 67.000
Muertos civiles en Birmania: 250.000
Efectivos del Ejército Británico: 11 millones
Soldados coloniales del ejército británico: 5 millones
Soldados africanos en el ejército británico: 1 millón
Soldados indios en el ejército británico: 2,5 millones
Soldados indios caídos en la guerra: 60.000
Soldados indios cautivos de italianos, alemanes o japoneses: 80.000
Soldados indios en las SS nazis: 3.500
Voluntarios indios en el ejército japonés: 50.000
Soldados africanos en ejércitos franceses: 1 millón
Prisioneros africanos del ejército francés en campos alemanes: 100.000
Brasileños combatientes en Italia: 25.000
Brasileños caídos en Monte Casino: 500
Ejército italiano en Abisinia: 350.000
Africanos en el ejército italiano de Abisinia: 150.000
Africanos forzados por el Imperio británico a trabajar en Kenia durante la SGM: 20.000
Africanos forzados a trabajar en Rhodesia del Sur: 33.000
Africanos forzados a trabajar en minas de zinc en Nigeria: 100.000
Mortandad entre los mineros forzados de zinc en Nigeria: 1 de cada 10

miércoles, 6 de enero de 2021

_- El profe Lalito y su triciclo escuela en tiempos de coronavirus

_- La suspensión de las clases en Guatemala por la covid-19 aboca a los niños más desfavorecidos al abandono escolar y al trabajo infantil. Un profesor idea una manera ingeniosa de llevar la educación en bicicleta a los alumnos sin acceso a las tecnologías 



Las tres ruedas surcan desde primera hora de la mañana un camino sin asfaltar y embarrado por las últimas lluvias. A golpe de pedal, Lalito Gerardo Amílcar Ixcoy, de 27 años, avanza lentamente por las aldeas de Santa Cruz del Quiché, al norte de Guatemala, llevando a cuestas una escuela móvil en busca del encuentro con su próxima alumna. La niña ya se encuentra en la puerta de su casa colocando una pequeña mesa y un banco de plástico, que será su pupitre al aire libre. A lo lejos, ya atisba a su profesor de Primaria, quien pedalea lentamente su triciclo hasta aparcarlo frente a la estudiante.

Nada más llegar con su correspondiente mascarilla, Lalito se coloca su careta facial, se echa gel hidroalcohólico en sus manos e instala una varilla que mide metro y medio entre el triciclo y la mesa. La varilla finaliza con una mano de cartón en la que se detalla con dibujos en cada uno de los dedos las cinco maneras de saludar sin necesidad de que haya contacto físico: militar, japonés, tailandés, de cejas y apache. Todo ello “para prevenir contagios” de coronavirus, que ya ha provocado más de 1.800 muertes en el país centroamericano desde que se detectara el primer caso el pasado 13 de marzo.

Tres días después, el 16 de marzo, se suspendieron las clases en todos los niveles educativos y, desde entonces, las asignaturas se impartieron virtualmente para la minoría que tiene la posibilidad de conectarse a Internet. Según el último censo realizado en 2018 por el Instituto Nacional de Estadística de Guatemala, en el país solo dos de cada 10 hogares (21,2%) disponen de ordenador, mientras que únicamente el 17,2% cuenta con Internet. Esta situación aún es más precaria en el departamento de Quiché, donde únicamente el 9,3% de los hogares tiene computadora y el 4,1% acceso a redes.

“Como no había posibilidades de impartir clases de manera presencial, y conozco los problemas socioculturales que tienen mis estudiantes, cuyas familias muchas veces no saben leer ni escribir y carecen de recursos tecnológicos, como computadoras, teléfonos e Internet, me di a la tarea de buscar un triciclo para poder ir a impartir las clases a sus casas tomando las medidas necesarias”, explica Lalito. Además, indica que cuando se suspendieron las clases, “ya no había respuestas de la mitad de los estudiantes de las tareas que se estaban enviando”. Así fue como este profesor de una escuela privada de Santa Cruz del Quiché, que está realizando su tesis en la Licenciatura de Pedagogía, inventó una escuela móvil, que le permite continuar su labor docente de las materias de Comunicación y Lenguaje, y Matemáticas a sus diez alumnos de entre 11 y 12 años.

El profesor Lalito saluda en una aldea de Guatemala a una de sus alumnas desde la escuela móvil. A. VERA Antes de poner en marcha su iniciativa, Lalito fue casa por casa a hablar con los padres y madres de sus estudiantes para que le dijeran si estaban o no de acuerdo en que llegara en triciclo para que los niños y niñas no perdieran sus clases por la pandemia. “Tras conocer que no habría ningún contacto físico y que iba a tomar las medidas necesarias para protegerlos, la respuesta fue afirmativa y eso me alegró mucho”, destaca.

Para ello, trabajó dos semanas con su hermano en una empresa de estructuras mecánicas a cambio de que le diera el material para construir la escuela en un triciclo al que le colocó un techo de plástico, una pizarra y un vidrio de cristal para evitar cualquier posibilidad de contagio. Gracias a un ahorro de 700 quetzales (85 euros) compró una bicicleta de segunda mano que pintó y en la que instaló toda la infraestructura para convertirla en una escuela móvil que debe recorrer hasta tres kilómetros para llegar a las casas de sus alumnos. Cada día, dependiendo de la distancia, atiende a tres o cuatro a quienes imparte clases individuales de hora y media.

En Guatemala solo dos de cada 10 hogares (21,2%) disponen de ordenador, mientras que únicamente el 17,2% cuenta con Internet

Lalito reconoce que sí ha tenido un “poco de miedo” por la reacción que podían tener las autoridades del Ministerio de Educación, que le han llegado a pedir sus datos personales. “No sé si para decirme que pare o darme vía libre para seguir con este proyecto”. No obstante, señala que antes de poner en marcha esta iniciativa, se lo comunicó al director de la escuela privada en la que trabaja, quien le autorizó siempre y cuando las familias lo aceptaran, tal como sucedió.

“Muchos padres me dijeron que sus hijos no podían seguir las clases de manera virtual porque no tenían recursos. Y ahora la prioridad es la comida, de modo que, si la escuela iba a ser por Internet, iban a dejar que perdieran este año”, revela el maestro. En este sentido, recalca que el principal objetivo de su proyecto, que denomina tricieducativo, es que “no exista una deserción escolar”.

Abandono escolar y trabajo infantil
Precisamente, Lucía Verdugo, Oficial Nacional de Educación de la Oficina de la Unesco en Guatemala, advierte de que, de prolongarse la suspensión de clases, puede haber consecuencias negativas que “den como resultado un retroceso en los logros alcanzados por el país en términos de cobertura y calidad educativa”, teniendo en cuenta que al inicio de 2020, ya existían desafíos importantes con solo seis de cada diez niños en edad escolar estudiando, según el anuario estadístico del Ministerio de Educación.

“Es difícil precisar en qué medida puede aumentar la deserción escolar, pero sí es una de las consecuencias que podemos prever, principalmente ante las proyecciones que realizan entidades especializadas como la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), que estima un decrecimiento del PIB en la región latinoamericana de por lo menos un 5,3%, así como el aumento del desempleo y de la pobreza y la pobreza extrema”, que en Guatemala afectaba antes del coronavirus a seis de cada 10 personas (59,3%), según la última Encuesta de Condiciones de Vida realizada en 2014.

Así, la CEPAL advierte en un informe de que el cierre temporal de las escuelas como consecuencia de la pandemia “tiene el potencial de aumentar el trabajo infantil entre uno y tres puntos porcentuales, lo que implicaría que al menos entre 109.000 y 326.000 niños, niñas y adolescentes podrían ingresar en el mercado laboral”.

Casi 800.000 niños, niñas y adolescentes trabajan en Guatemala, de los que 263.247 tienen entre siete y 14 años

Todo ello en un contexto en el que Guatemala va a incumplir su compromiso adquirido en el 2009 a través de una hoja de ruta que buscaba erradicar el trabajo infantil en 2020, que ocupa a casi 800.000 niños, niñas y adolescentes, de los cuales 263.247 tienen entre 7 y 14 años, según la Encuesta Nacional de Empleo de 2018.

La Jefa de la Unidad de Protección a la Adolescencia Trabajadora del Ministerio de Trabajo de Guatemala, Claudia Peneleu recuerda que en 2016, el Gobierno programó una nueva hoja de ruta en la que, al igual que el resto de países de la región, adquirió el compromiso de alcanzar la meta 8.7 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, que establece “poner fin al trabajo infantil en todas sus formas de aquí a 2025”.

Peneleu afirma que para Latinoamérica y el Caribe se ha hecho una proyección según la cual, se reduciría en dos puntos porcentuales aproximadamente el trabajo infantil para el 2025 respecto a la situación actual.

La OIT prevé erradicar el trabajo infantil
Por su parte, el Director General de Previsión Social del Ministerio de Trabajo de Guatemala, William Godoy, a pesar de que reconoce que la situación “no es muy alentadora”, asegura que hay un informe de tendencias de la OIT que establece que para el 2040 se podría erradicar el trabajo infantil.

Para evitar que la suspensión de las clases aboque a sus estudiantes a trabajar, el profesor Lalito defiende seguir impartiendo clases. "La educación es esencial para que nuestro país salga adelante". La pobreza, añade, es un “flagelo” que se vive en Santa Cruz del Quiché, de mayoría indígena, que ha provocado que “muchos niños y niñas ya no lleguen a estudiar y opten por un trabajo informal como vender frutas en la calle”.

Por este motivo, decidió llevar la escuela a la puerta de las casas de sus alumnos, a pesar de que el colegio privado en el que trabaja solo le paga una mínima cantidad económica tras cancelarse las clases por la pandemia. E incluso le invitaron a buscarse otro empleo: “Yo no quería dejar a mis niños; quería seguir enseñándoles”. Tras impartir las clases desde su triciclo en el que se lee "Profe Lalito 10", en honor a su número favorito en el fútbol, este maestro sigue trabajando en la empresa de estructuras mecánicas de su hermano para poder sufragar los gastos de su casa, donde vive junto a su esposa e hijo de tres años. “Él es mi motivo de lucha”.

La original iniciativa de Lalito cuenta con el respaldo de su comunidad: 
“Es increíble el cariño que me tienen. A veces, desde las casas me piden que siga adelante y que me cuide, lo que me anima a seguir”. Lalito se muestra sorprendido por la repercusión en la prensa nacional e internacional que ha tenido su escuela a pedales. “Jamás me imaginé que fuera así, únicamente quería hacer felices a mis diez niños y niñas”, añade. Por ello, siempre comienza las clases con ejercicios de estiramientos y calentamientos, y cantando temas infantiles para que "se motiven un poco", teniendo en cuenta que sus estudiantes “se sienten un poco aburridos y estresados”, debido a que no van al colegio.

“Me preguntan cuándo va a acabar esto y si van a regresar a clases”, revela. Durante sus ocho años como docente, dice, sus estudiantes han marcado su vida. “Por su inocencia, su honestidad, su solidaridad y lo buenas personas que son”. Por eso considera que Guatemala “sí tiene futuro, pero hay que motivar mucho a los niños para que sean optimistas. Hay que creer en ellos”. Y arranca de nuevo a pedalear su triciclo educativo en dirección a la casa del siguiente alumno.

martes, 5 de enero de 2021

No pierda tiempo ni dinero

He insistido más de una vez en la importancia del etiquetado que los profesores y las profesoras hacemos en las aulas, sea sobre un alumno, un pequeño grupo o el grupo entero. Cuando esa etiqueta es de carácter negativo (“no podrás”, “no llegarás”, “no serás”, “no alcanzarás”…) se produce una invitación al fracaso. Las profecías de autocumplimiento, de las que habla Paul Watzlawick, son muy nocivas porque encierran una condena que, si no se rompe, lleva a los alumnos y a las alumnas al fracaso. La profecía de un suceso conduce al suceso de la profecía. Salvo reacción. La reacción de la rebeldía, del rechazo, de la fortaleza.

Estas profecías no tienen lugar solamente en el ámbito psicológico de las personas. También se producen en el terreno sociológico. Si se anuncia por todos los medios que el fin de semana habrá escasez de combustible en las gasolineras de la ciudad, muchos conductores acudirán a las estaciones de servicio con recipientes y se agotará la gasolina.

Me dicen algunos padres y algunas madres que insista sobre esta cuestión (que también puede producirse en la familia, por cierto), porque es más frecuente en las escuelas de lo que se podría suponer. Dada su importancia y la claridad que sobre el tema existe desde el punto de vista científico voy a plantear de nuevo la cuestión.

Lo haré a través de un nuevo caso que he conocido. Un caso que desvela la existencia de la profecía y también la evidencia de que esa profecía se puede romper con lucidez y valentía. Porque lo malo de este fenómeno no reside solamente en la formulación del veredicto destructivo. Está, sobre todo, en su aceptación del mismo por parte del interpelado. Si el que la recibe no la acepta, si el destinatario de la misma la rechaza, pierde su efecto demoledor.

María de los Huertos Toriani, maestra de mente, alma y corazón, me envía desde Uruguay este relato que quiero compartir con mis lectores y lectoras, con la explícita anuencia de la autora.

Prefiero reproducir literalmente el texto que me envía, con la recomendación de que el lector aplique las matizaciones semánticas que demanda la exégesis del contenido.

“Muchas veces a lo largo de la carrera docente, que ejerzo con absoluto compromiso, he sido testigo y protagonista de la casi esperada vociferación de designios sobre el futuro de niñas, niños y adolescentes.

Es que ya sea porque es inherente a la propia profesión, me refiero a la evaluación y elaboración de juicios sobre los otros (esos otros en crecimiento, en proceso) o por la demanda de las propias familias en relación a saber en qué son buenos sus hijos y en qué no, es que los docentes nos vamos acostumbrando y casi naturalizando a elaborar mandatos que repetimos y /o escuchamos una y otra vez.

Escuché una vez un mandato de un docente sobre mi hijo, en sexto año del liceo, al saber que se iba a inscribir en la facultad de Medicina, me dijo: no pierda tiempo ni dinero, ¿no se da cuenta que su hijo quedó con un examen justamente de biología?

Por supuesto que al ser docente me retiré del lugar solo dando las gracias por el tiempo dedicado, pero cuando llegué a mi casa le comenté a mi hijo lo expresado por esta persona, él solo me escuchó y entonces le dije: el que va a decidir si es bueno en algo o no eres tú, apuesto y confío en lo que deseas hacer. Hoy mi hijo transita el tercer año de facultad.

¿Qué hubiera pasado si yo hubiera escuchado? Me gustaría hoy encontrarme con ese docente y con todos los docentes que en esta etapa deben calificar y/o emitir juicios, para convencerlos de que los mandatos no son necesarios, no estamos obligados a hacerlos.

¿Qué lugar dejamos a la esperanza, qué horizonte dibujamos, desde qué lugar formulamos, qué oportunidades de confianza en ellos depositamos?

En esta culminación y en este año tan particular de pandemia, invito a que pensemos en dar devoluciones con justicia pero no MANDATOS”.

Hasta aquí el relato de la maestra. En este caso, la madre presta su ayuda al hijo para que pueda romper la profecía de quien desmonta con un argumento fútil el deseo del chico de estudiar medicina. La madre le dice al hijo que va a ser él quien decida qué es lo quiere hacer en la vida. Pero es también ella la que se rebela en primera instancia al no dar crédito al diagnóstico.

Imaginemos que la madre se hubiese adherido a la nefasta indicación y que hubiese apoyado el veredicto del profesor. Entonces, hubiese sido imposible levantar el peso de la doble losa.

Es evidente que lo que la maestra llama mandato consistía en una equivocada predicción, basada en el fracaso en la asignatura de biología. ¿Es ese un motivo suficiente para romper todos los sueños de un estudiante?

No hay mejor prueba del error de ese triste consejo que el hecho de que el hijo de la maestra María de los Huertos esté en tercer curso de Medicina. No hay señal más clara de que algo se puede hacer que el que ya se esté haciendo con éxito. Estoy seguro de que el hijo de la maestra llegará a ser un buen profesional de la medicina. Y, desde luego, su capacidad, su esfuerzo y su ilusión serán mucho más importantes para lograr el éxito que ese fracaso en una asignatura.

Los docentes tenemos el deber de alentar a nuestros alumnos y alumnas en la búsqueda de sus sueños, no la de robarles aquellos que están persiguiendo en su vida laboral o personal. Decía Albert Einstein: “Todos somos genios, pero si juzgas a un pez por su habilidad de trepar a los árboles, vivirá toda su vida pensando que es un inútil”.

También recibe un notable castigo la sociedad en la que luego ese profesional ejercerá su profesión. En este caso contaría con un médico menos. Y esos posibles pacientes que recibirían su atención quedarían desprotegidos. Ya sé que estoy hablando de futuribles, pero resulta fácil imaginar lo que sucedería si todas esas predicciones negativas se hubieran tenido en cuenta por parte de sus destinatarios.

La maestra se mostró prudente y respetuosa con su colega, guardó silencio, dio las gracias por el tiempo dedicado y dejó para mejor ocasión la advertencia a su hijo: “el que va a decidir si es bueno en algo o no eres tú, apuesto y confío en lo que deseas hacer”.

Dice la madre que le gustaría encontrarse con ese docente y con los que hacen este tipo de profecías. También a mí. Lo he pensado muchas veces. Sería muy aleccionador para ellos saber que se han equivocado. Sería la mejor manera de aprender.

Especial cuidado deben tener los orientadores y orientadoras que, por oficio, tienen que ayudar a los alumnos y a las alumnas a realizar opciones académicas, personales y profesionales. Nunca deben olvidar que son ellos mismos (me refiero a los alumnos y a las alumnas) quienes tienen que pensar y decidir. Lo que, en última instancia, dicen los alumnos a los orientadores es: “ayúdame a hacerlo solo”. Es decir, ayúdame a pensar por mí mismo, a decidir por mí mismo, a responsabilizarme de mi vida. Las cosas que decimos dan forma al futuro de los destinatarios de nuestros consejos.

He contado esta historia real porque podemos aprender de ella. Es lo que se llama escarmentar en cabeza ajena. Estamos puestos ahí por la sociedad para animar, ayudar, motivar, impulsar, hacer crecer. Cuando utilizamos nuestro conocimiento y nuestra influencia para desalentar, silenciar, hundir y romper los sueños de nuestros hijos e hijas, de nuestros alumnos y alumnas estamos traicionando la esencia de nuestra tarea, el sentido profundo de nuestro trabajo.

Fuente: El Adarve.