miércoles, 25 de marzo de 2020

_- Amigos con derecho a roce, unámonos. Es urgente que nos neguemos a la separación forzosa del sexo y las emociones e inventemos nuevas maneras de conectar. Levantar la cabeza del teléfono móvil es levantar la cabeza, sin más

_- Cuando recibo un mensaje en el móvil, parpadea una luz azul. El resto del tiempo, la luz es verde. Esta noche, estoy con unos amigos en un café debajo de mi casa. Hablo, río, pido una cerveza, salgo a fumar un cigarrillo. Por fuera, parece que estoy presente. Pero, en realidad, estoy obsesionada con esa luz. Esa luz verde, otra vez verde, siempre verde. ¿Por qué no me escribe él? Él, un hombre al que he conocido a través de Tinder y que me gusta. Me dijo que me “tendría al corriente” de lo que iba a hacer esta noche. “Escríbele tú y ya está”, me indica una amiga. Me parece imposible. Ilegítimo. Porque estoy en el lado de las llamadas “amigas con derecho a roce”. Sí, es una expresión violenta. Vulgar. Deshumanizante, casi. Lo sé, y lo siento por la gente a la que sorprende. Pero lo uso a propósito. Para mostrar lo violento que es. Y para volver esa violencia contra la sociedad y no contra los que la padecen.

Como periodista especializada en el amor y las redes sociales, en L’amour sous algorithme investigué el funcionamiento de Tinder y su repercusión en nuestras vidas, incluso las de quienes no usan la aplicación. Una de las principales consecuencias observadas por los expertos es que se ha agudizado la separación entre vida emocional y sexual. Se ha agudizado la línea de fractura entre la pareja propiamente dicha y los amigos con derecho a roce. El compañero oficial frente a aquel al que no debemos nada. Casi como si fuera una nueva lucha de clases: la burguesía contra el proletariado emocional. Porque el problema de la relación de amigos con derecho a roce no es que sea sexo sin obligaciones, no; es que es sexo sin palabras. Sin derecho a hablar. El amigo con derecho a roce no está autorizado a expresarse, debe mantenerse confuso, sin que la claridad pueda tranquilizarle; solo está autorizado a esperar, mientras finge que no espera nada; no está autorizado a escribir mensajes. ¿Les parece anecdótico? Me parece todo lo contrario. Nunca me cansaré de repetirlo: nuestra vida digital es nuestra verdadera vida. No tener derecho a escribir un mensaje es no tener derecho a hablar.


Uno de los mecanismos psicológicos más fuertes de la adicción es el principio de la recompensa aleatoria

He pasado tres años enganchada a Tinder porque fingía no esperar. Tinder, con su sistema de deslizar y coincidir, está pensado para engancharnos; es lo que los especialistas como la profesora estadounidense Natasha Dow Schüll llaman el diseño de la adicción. Uno de los mecanismos psicológicos más poderosos de la adicción es el principio de la recompensa aleatoria y variable. Todo se reduce al hecho de no saber si vamos a recibir una recompensa y de qué naturaleza. ¿Un mensaje? ¿Una coincidencia? ¿Pero de quién? Con cada notificación, se produce una nueva descarga de serotonina en nuestro cerebro, como cuando ganamos al Candy Crush. Es el mismo mecanismo que nos engancha a Instagram o Facebook. Si el mecanismo se ha apoderado tanto de mí es porque, para fingir que no esperaba, me dedicaba a conversar con otros hombres. Prefería volver a empezar de cero con otro antes que mostrarme vulnerable, atreverme a reconocer que estaba pendiente de la luz verde.

No creo que, en mi caso, fuera cuestión de orgullo, sino más bien de un profundo sentimiento de ilegitimidad. Como no estaba en una pareja tradicional, no tenía voz en el asunto. No me di cuenta enseguida, Fue cuando pedí mis datos personales a la aplicación y leí la totalidad de mis mensajes, unos detrás de otros, cuando comprendí que me había quedado estancada. Estaba atrapada en un bucle.

No se trata de escribir un alegato en defensa de que todas las relaciones sexuales desemboquen en el matrimonio, con peladillas y vestido de novia, salvo para quienes así lo deseen. Sin duda, es maravilloso poder hacer el amor sin formar necesariamente una pareja. ¿Pero por qué separar el sexo de las emociones? ¿Por qué convertirlo en un producto de consumo inmediato, que se desliza y se olvida a continuación? Por otra parte, ¿es humanamente posible separar el sexo de las emociones? “Como si pudiéramos verdaderamente acariciar la piel de un/a desconocido/a sin emocionarnos un poco”, escribe Victoire Tuaillon en Les couilles sur la table.

De hecho, ¿existe el sexo por el sexo? Durante mi investigación me he encontrado con decenas, centenares de personas que desplegaban enormes energías para obligarse a no sentir nada. Como si no sentir nada fuera un logro. ¿Por qué? ¿Para qué hacer el amor si no es para ser visto/a, tocado/a, sostenido/a, abrazado/a por ser esa persona, precisamente esa persona y no otra? La periodista estadounidense Moira Weigel afirma en The Labor of Love que el capitalismo nos ha robado la revolución sexual. Convertir el sexo en un objeto de consumo como cualquier otro beneficia, por ejemplo, a aplicaciones como Tinder. Mientras deslizamos kilómetros y kilómetros de vacío, la aplicación saca provecho a nuestros datos y se transforma en la aplicación más rentable de la App Store.

¿Para qué hacer el amor si no es para ser visto/a, tocado/a, sostenido/a, abrazado/a por ser esa persona, precisamente esa persona y no otra?

Viví dos años en Berlín, considerada la capital europea de la diversión y la liberación sexual. La ciudad acoge unas veladas locas, magníficas y liberadas, con todos los excesos que eso entraña. Sin embargo, me pareció que era también la capital de la soledad. Participé en grupos de apoyo dedicados a Divertirse en Berlín, a los que acudían jóvenes llenos de angustia. Porque, en nuestra sociedad, optar por la libertad y rechazar la pareja tradicional es incorporarse al proletariado emocional. Si la expresión de las necesidades afectivas solo se considera legítima en el marco de la pareja, ¿cómo construir una vida segura cuando todas nuestras relaciones íntimas deben ser “ligeras”, “divertidas”, “desenfadadas”? Por supuesto, y afortunadamente, tenemos en nuestras vidas otras fuentes de felicidad y afecto: amigos, familias, incluso animales.

Pero es urgente que nos neguemos a la separación forzosa del sexo y las emociones, que inventemos nuevas maneras de conectar, aparte de, por un lado, el amigo con derecho a roce que solo puede callarse y, por otro, el vínculo oficial que tiene todos los derechos, a veces incluso demasiados (a aislarnos del mundo, vigilarnos, leer nuestra correspondencia). Rechazar esta división entre la sexualidad y las emociones, que rebaja las experiencias humanas plenas y las transforma en semiexperiencias, que empaña los amores de vacaciones, los besos a medianoche y las pasiones más deliciosas, y los convierte automáticamente en sucedáneos de relación. Este combate se libra en todas partes, en las palabras que empleamos para hablar de nuestras experiencias sexuales, en las películas, los libros y los relatos que se construyen. Pero creo que empieza en cada uno de nosotros. Cuando escribía L’amour sous algorithme me di cuenta de que el combate debía comenzar en lo más profundo de mi ser. Para empezar, frente a la intromisión de las voces dentro de mi cabeza: lo que Bourdieu llama la violencia simbólica, la interiorización de la dominación. Unas voces que me repetían que nunca sería suficientemente guapa, suficientemente divertida, suficientemente nada para poderme expresar con plenitud. Todos tenemos esas voces, hombres y mujeres, porque todos hemos crecido en una sociedad que nos llama al orden de forma brutal desde niños siempre que no respondemos por completo a las normas de la feminidad o la masculinidad y, más tarde, de la pareja. “Me han hecho falta muchos años para vomitar todas las porquerías que me habían enseñado sobre mí mismo”, escribió James Baldwin, el poeta afroamericano, en relación con lo que había sufrido por ser negro en Estados Unidos en los años cuarenta.

Sin poder imaginarme los horrores que sufrió él, creo que podemos inspirarnos en su lucha. Aprender a no despreciar nuestras emociones cuando se salen de la norma. Decir nuestra verdad. Escribir esos mensajes. Levantar la cabeza del móvil, dejar de obsesionarnos con las luces verdes, los “visto”, las V azules de WhatsApp. ¿Les parece anecdótico? Nunca me cansaré de repetirlo: nuestra vida digital es nuestra verdadera vida. Levantar la cabeza del teléfono es levantar la cabeza, sin más.

Judith Duportail es periodista y escritora. Su último libro es El algoritmo del amor: Un viaje a las entrañas de Tinder (Contra).

https://elpais.com/elpais/2020/02/27/opinion/1582801219_268879.html

Un confinamiento productivo. La temporada de aislamiento de Isaac Newton en la peste de 1665 es el mayor regalo que ha hecho una pandemia a la historia del conocimiento.

En el verano de 1665, la Universidad de Cambridge tuvo que echar el cerrojazo por la amenaza mortal de la peste. Un joven recién licenciado allí, que se había pagado la carrera limpiando los orinales de otros estudiantes más pudientes, tuvo que salir pitando de ese epicentro del conocimiento mundial y volverse a su pueblo, Woolsthorpe, en el condado de Lincolnshire (Reino Unido), donde se tiró confinado casi dos años. El tipo se llamaba Isaac Newton, y su temporada de aislamiento es seguramente el mayor regalo que ha hecho una pandemia a la historia del conocimiento.

Fue allí cuando ocurrió la célebre epifanía de la manzana. Casi todo el mundo la considera una fábula, pero quizá no lo sea. El propio Newton citó la anécdota varias veces en años posteriores, y además no tiene nada de absurda. Supón que estás pensando en la Luna –incluso viéndola en el cielo del atardecer de Woolsthorpe— y de pronto cae una manzana al suelo. Es casi inevitable preguntarte por qué cae la manzana y no la Luna.

La solución que halló el joven confinado es que la Luna también caía, que girar sobre la Tierra era una forma de caer, y que la manzana y la Luna se podían explicar por la misma abstracción matemática, la fuerza de la gravedad. Junto a la invención del cálculo (derivadas, integrales), no es exagerado decir que el confinamiento pueblerino del joven Isaac fundó la ciencia moderna y cambió el mundo por entero. Ojalá alguna joven lectora tenga ese mismo espíritu inquisitivo y esa creatividad sublime.

Incluso sin llegar a tanto, todos podemos ser un pequeño Newton por unos meses, aparcar el avispero de las redes en la cuneta que merece y ponernos a pensar con un poco de profundidad, aunque sea la primera vez que lo hacemos en nuestras vidas. Nadie os ha dado vacaciones. Para ocuparse de lo obvio, que es controlar la pandemia hasta unos niveles gestionables con nuestros recursos sanitarios, imponer medidas de aislamiento e investigar en fármacos y vacunas, ya tenemos a algunos de los mejores cerebros del planeta. Dejad de leer chats de cuñados y centraos en las cuestiones importantes.

Por ejemplo, ¿cuántos casos de coronavirus han pasado inadvertidos? ¿Y cuántos de ellos han quedado inmunizados? No tenemos ni idea, y sin embargo son dos números cruciales para decidir las medidas que hay que tomar, y hasta cuándo hay que tomarlas. Las pruebas que estamos aplicando buscan la presencia de genes víricos en un frotis de saliva, y no se hacen a la población general, sino solo a los casos graves. Necesitamos una prueba serológica que detecte anticuerpos contra el virus, revelando así el total de la población que ha estado expuesto a él. ¿Se te ocurre algo? Piensa, ahora tienes tiempo.

https://elpais.com/ciencia/2020-03-21/un-confinamiento-productivo.html

martes, 24 de marzo de 2020

Fritz Bauer

Que a usted el nombre de Fritz Bauer (1903-1968) no le diga nada es comprensible. Más curioso es que este jurista socialdemócrata de origen judío siga siendo casi un desconocido en Alemania, donde su figura ha tenido que ser rescatada, con ciertas dificultades, por una biografía editada el año pasado y una película que se estrenó en el último festival de cine de Berlín. (dirigida por Lars Kraume con Burghart Klaußner, Ronald Zehrfeld, Dani Levy, Sebastian Blomberg, .... Año: 2015.)

Ninguna calle alemana lleva el nombre de Fritz Bauer, ninguna plaza recuerda el lugar donde nació, vivió o murió. Nunca fue condecorado. Pero, quizá, lo peor sea el desconocimiento de su figura entre los estudiantes de derecho, un aviso de que el regreso a la historia es un ejercicio que cada generación debe practicar para no perder la memoria. En la Alemania de hoy, la memoria del periodo de posguerra en la zona de ocupación aliada y la posterior RFA, vende mucho menos que la memoria de la dictadura germano oriental, constantemente recordada y evocada hasta en su más mínimo detalle policial.

Jurista y socialdemócrata
Resistente antinazi, ex preso, exiliado en Dinamarca y luego en Suecia, donde editó la revista “Sozialistische Tribüne” con Willy Brandt, Fritz Bauer fue un jurista suabo nacido en Stuttgart, que fue detenido por la Gestapo en 1933 por ser miembro del SPD y expulsado de la judicatura por su origen judío. En 1949 regresó a la judicatura dispuesto a participar en la reconstrucción, física y moral, del país. Bauer entra en la historia alemana por tres motivos.

El primero de ellos es por haber sido iniciador del “Proceso Remer” de marzo de 1952, contra el General nazi Otto Ernst Remer, por difamación y calumnia contra los conspiradores de la “Operación Valkiria” que intentaron matar a Hitler el 20 de julio de 1944. Remer los tachaba de “traidores a la patria” y el gobierno federal parecía estar de acuerdo con ello, pues negaba la pensión de viudedad a la esposa de Claus von Stauffenberg, el principal conspirador. Remer fue condenado a tres meses, que eludió huyendo a España, donde murió en Marbella en 1997 tras un largo historial de negacionismo del Holocausto. Pero la resistencia fue rehabilitada. Desde entonces ya no se pudo tachar de “traidores” a sus protagonistas.

El segundo, es por el caso Adolf Eichmann. Fritz Bauer recibió en 1957 una carta de un antiguo compañero de campo de concentración residente en Buenos Aires revelándole que el jefe del departamento responsable de la deportación y aniquilación de los judíos, vivía en Buenos Aires. Su hija, explicaba el amigo, había conocido a un hijo de Eichmann, que vivía con otro apellido, y le habían chocado los fuertes juicios antisemitas del chico. El paradero de Eichmann, que había escapado de Alemania ayudado por el Vaticano, era conocido por los servicios secretos alemanes y norteamericanos. Bauer sabía que poner el caso en manos de la justicia alemana significaba perderlo, porque los jueces alemanes advertirían a Eichmann, y éste desaparecería. Así que se lo comunicó directamente al Mosad, que secuestró felizmente a Eichmann en Buenos Aires en 1960 (no había tratado de extradición entre ambos países), y se lo llevó a Israel, donde fue debidamente juzgado y ejecutado.

El tercer y principal motivo por el que Bauer entra en la historia es en su calidad de promotor, en 1958, de los Procesos de Auschwitz: seis juicios celebrados entre 1963 y 1968, contra 27 matarifes responsables directos del campo de exterminio, oficiales de las SS y la Gestapo. Aquello fue una proeza.

No hubo desnazificación
En Alemania Occidental, en términos generales, no hubo desnazificación. Los juicios aliados en Alemania contra los nazis fueron poca cosa y el nuevo Estado alemán los protegió y amnistió. El tribunal interaliado de Nuremberg que se proponía llevar a juicio a cinco mil personas, no juzgó más que a 210. En diversos juicios, norteamericanos, británicos y franceses condenaron a 5000 personas, de las que apenas 700 lo fueron a la pena capital. Más del 90% de los miembros de las SS ni siquiera llegaron a ser juzgados.

“No sólo no hubo desnazificación, sino que hubo una renazificación, no en el sentido de que los ex nazis estuvieran otra vez en su puesto para construir un nuevo Auschwitz, sino en el de que ayudaron a levantar esta Alemania conservadora, democrática y capitalista”, me explicó el Catedrático Ossip K. Flechtheim, en los años ochenta.

Flechtheim, un compañero de Bauer, también de origen judío, que fue fiscal en varios de los procesos de Nuremberg y falleció en 1998, no conocía, “ni un solo caso” de juristas de la administración nazi que fuese juzgado y castigado ante los tribunales. Incluso la mayor parte de los veinticinco miembros de la comisión de asesores del Consejo Constituyente (Parlamentarisches Rat) que redactó la constitución alemana de 1949, habían estado en activo durante el nazismo.

Los intentos de la administración aliada de ocupación por depurar la justicia, la administración pública y la policía chocaron con enormes dificultades. Se intentaba evitar un modelo de policía, alejado de las tradiciones absolutistas que desembocaron en la Gestapo. En julio de 1945 los aliados emitieron unas directrices en materia de depuración de funcionarios y de limitación del nefasto poder legislativo que la tradición prusiana ponía en manos de la policía, prohibiendo los decretos policiales y potenciando una organización descentralizada, de tipo anglosajón, y desmilitarizada de la futura policía. El mismo año, el Cuartel General aliado consideraba que, “con los vigentes criterios de desnazificación, el 75% de los funcionario rasos y el 90% de los oficiales de la policía no serían aptos para el servicio”. Hans Christoph Seebohm, que tres años después sería Ministro de Transportes con el Canciller Konrad Adenauer, expresaba en 1946 la mentalidad imperante al exigir públicamente “respeto” a la cruz gamada, símbolo por el que habían muerto, “tantos soldados alemanes”.

A medida que los aliados transferían competencias a la administración alemana, los propósitos democratizadores chocaban con una acción obstruccionista y restauradora. Los aliados descubrieron, por ejemplo, que en la primera mitad de 1948 sólo ocho de los diez mil registros domiciliarios practicados por la policía en once ciudades con administración alemana de Württemberg-Baden (un Land del suroeste así llamado desde 1945 hasta 1952, que no coincide del todo con los límites del actual Baden-Württemberg), contaban con el correspondiente permiso judicial. El Ministro del Interior responsable, el socialdemócrata Fritz Ulrich, consideraba esta práctica, “una vieja y buena tradición”. Ese tipo de irregularidades era generalizado en todo el país, y un documento oficial norteamericano de la época consideraba la “necesidad de fortalecer la resistencia civil de los alemanes contra las prácticas contrarias a la ley”, explica el sociólogo e historiador Falco Werkentin.

Cuando en febrero de 1951 se creó una “Guardia Federal de Protección de Fronteras”, que en realidad era una tropa militarizada dirigida a la intervención interior, el Bundesgrenzschutz, se constató que el 62% de sus oficiales eran ex militares de la Wehrmacht y sólo el 7% ex funcionarios de policías. Otro 31% lo componían ex policías que habían sido transferidos a la Wehrmacht durante el nazismo. Los manuales de instrucción anti-insurgente de ese cuerpo tomaban como inspiración las experiencias en ese sentido del periodo 1918-1943, incluida la represión de la “lucha contra el bandidaje” durante la Segunda Guerra Mundial, lo que se refería al combate contra la resistencia, y operaciones como el aplastamiento de la insurrección de Varsovia y otras masacres del frente ruso.

Purga anticomunista
A medida en que se fue entrando en una dinámica de guerra fría, los aliados fueron abandonando escrúpulos y perspectivas reformadoras en beneficio de un frente anticomunista que valoraba más la seguridad y firmeza anticomunista de un ex nazi que el peligro potencial que éste pudiera representar para un orden democrático. Es así como en lugar de desnazificación, la administración alemana procedió a una limpieza de comunistas. En enero de 1948, una investigación realizada en Baviera contabilizó un 2,9% de miembros del Partido Comunista Alemán (KPD) y un 5,2% de simpatizantes en la policía municipal. En la policía regional las cifras eran 0,26% y 0,9%, respectivamente. El mismo año, el Ministro del Interior socialdemócrata de Renania del Norte-Westfalia informó que el 56% de los altos funcionarios de su policía procedían del partido nazi (NSDAP) y de las SS.

La campaña contra los comunistas se mantuvo pese a que la influencia comunista iba descendiendo claramente en Alemania Occidental. A partir de 1953, el KPD ya nunca superó el 5% de los votos en las elecciones, pero los comunistas y sus simpatizantes siguieron siendo objeto preferente de la policía y la justicia, con cerca de 100.000 sumarios, fiscales y policiales, abiertos entre 1951 y 1961.

La judicatura ofrecía un panorama similar; en Baviera el 81% de los jueces tenían un pasado nazi, mientras que en Württemberg-Baden, el 50%. “En Hesse”, me explicó Flechtheim, “los norteamericanos nombraron a un conocido mío para que buscara jueces sin antecedentes nazis. Consiguió reunir a una cuarentena, a los que situó en los puestos más altos. Luego, la administración de justicia pasó a manos alemanas y después de un año, de aquellos cuarenta sólo dos permanecían en su puesto: los demás habían sido relegados a puestos de poca monta, en el registro de propiedad y similares”.

En 1949, las directrices de la Alta Comisión Aliada insisten todavía, en un tono que ya parece de desesperación, en que, “la organización de la policía no se centralice de tal forma que suponga una amenaza a la forma democrática de gobierno”. Pronto se vería que ese propósito, así como en general el de reformar la burocracia de Estado de la Alemania ocupada, fracasó, en parte debido a las dificultades de una política desbordada por las urgencias y prioridades de la reconstrucción de un país que estaba literalmente en ruinas, en parte por las resistencias del objeto de esa reforma, y en parte también por la consideración, expresada en una publicación del Departamento de Estado norteamericano de 1947, de que una enérgica desnazificación habría tenido, “consecuencias revolucionarias para la vida política y económica del país”.

Francotirador y humanista
Los procesos de Francfort que Bauer inició, fueron una pequeña excepción en ese contexto restaurador. Condenar a algunos de aquellos 27 monstruos, aunque fuera a penas leves por prescripción, tuvo una gran importancia. Para hacerse una idea del ambiente, en los procesos los acusados fueron saludados militarmente por algunos de los policías cuando pasaban delante de ellos en la misma sala de la Audiencia de Francfort, y Bauer, que era el fiscal, recibió amenazas e insultos durante aquellos juicios.

En el contexto de la Alemania de Adenauer, Bauer era un democratizador genuino, un hombre que no estaba interesado en la venganza sino en la justicia y el arrepentimiento –era un adversario de la pena de muerte- y que creía fervientemente en la redención de Alemania, asunto en el que cifraba todas sus esperanzas en la juventud. El movimiento de 1968, que en Alemania fue más profundo que en Francia y derribó culturalmente gran parte de aquella herencia, le dio la razón en lo que tuvo de ajuste de cuentas generacional con los nazis y la cultura que había hecho posible el nazismo. Bauer fue un precursor.

En 1962 su ensayo, “Sobre las raíces de la acción nazi” debía ser distribuido en las escuelas de Renania-Westfalia, pero el Ministro de Cultura del Land, Eduard Orth, lo prohibió. Emplazado para una discusión pública con Bauer, Orth declinó acudir, pero envió en su lugar a una joven promesa de su partido. Se llamaba Helmuth Kohl y en el debate con Bauer, el joven Kohl defendió la idea de que aun era “demasiado pronto para hacer un juicio moral sobre el nazismo”.

Una muerte oscura
El jurista distinguía tres sujetos en el origen del nazismo;

primero, los nazis que propugnaban ideas y actitudes nazis, una minoría importante.

Segundo, la gente autoritaria y cruel educada en el militarismo prusiano y en la tradición de Lutero.

Tercero, la gran masa de obedientes, conformistas y oportunistas”, decía.

Unos y otros, coincidían en que el humanismo, la compasión y la solidaridad, son síntomas de flojera e ingenuidad mental, una idea que ahora la nueva derecha hace suya con el concepto “buenismo”, explica Ilona Ziok, la directora que le ha dedicado a Bauer un largo documental. Con ese discurso y actitud, Bauer fundó, en 1961, la “Humanistische Unión”, la organización de derechos humanos más influyente de la moderna Alemania cuyo objetivo era, “la liberación de las ataduras de la obediencia automática al Estado”, que llevaron a Alemania a tan funestos resultados.

El Fiscal de Hesse trabajaba a contracorriente. Quien marcaba la línea era Eduard Dreher, el encargado de la reforma del código penal en el Ministerio de Justicia a partir de 1954. Fue Dreher quien impuso la prescripción para los crímenes de “complicidad con asesinato” que liberó de toda responsabilidad a los nazis y tuvo el efecto de una amnistía. Las medidas de gracia de los años cincuenta tuvieron por resultado que a final de aquella década todos los nazis condenados por tribunales de guerra se encontrasen en libertad sin terminar condena. Nada más lógico si se recuerda el pasado de Dreher, que en 1943 había sido fiscal especial en Innsbruck, encargado de revisar sentencias a cadena perpetua para convertirlas en pena capital, lo que envió a centenares de “delincuentes políticos” a la muerte. Bauer, al contrario, fue el reformador del derecho penal y de la legislación penitenciaria alemana y el luchador por una valoración apropiada del Holocausto. “Por todo eso fue visto como adversario y enemigo”, afirma Ziok, que dice haber encontrado “muchas dificultades” para financiar su película, dos veces rechazada por el Ministerio de Cultura.

Fritz Bauer murió a finales de junio de 1968. Encontraron su cuerpo en la bañera de su casa, en lo que se dijo pudo ser suicidio o accidente. Que un hombre tan tenaz y voluntarioso cometiera suicidio, es poco creíble. “Mucha gente cree que fue asesinado, pocos creen que fue suicidio o accidente”, dice Ziok. No hubo autopsia. “Toda la documentación sobre su muerte desapareció en el incendio de un archivo jurídico de Francfort”, explica la directora.

Gracias, sobre todo, a las presiones de abajo del movimiento de 1968, Alemania emprendió un considerable examen de conciencia sobre su pasado nazi, que hoy continúa. La ventaja de Alemania respecto a Japón, país que aun hoy honra como patriotas a sus criminales de guerra, es enorme y manifiesta. Al mismo tiempo, Alemania y Japón tienen en común el haber prácticamente anulado la gran ventaja moral que extrajeron de su condición de derrotados en la Segunda Guerra Mundial, al legalizar hoy la utilización de sus fuerzas armadas fuera de sus fronteras, que sus respectivas constituciones complicaban.

Fuente: Blog de Rafael Poch: https://rafaelpoch.com/


Lecciones del coronavirus

Eduardo Galeano escribió hace algunos años un interesante libro, como todos los suyos, que se titula “Patas arriba. La escuela del mundo al revés”. Viene a decir que el mundo es una escuela en la que se desarrolla un curriculum de lecciones muy diversas. Muchas de ellas conducen a terribles aprendizajes del mal. Otras, por el contrario, son hermosas lecciones que pretenden hacernos mejores.

El coronavirus imparte hoy lecciones gratuitas para todo aquel que quiera aprender. Voy a referirme a cinco, entre muchas otras posibles, que nos brinda a todos y a todas en la enciclopedia de la vida.

La primera lección la ha extraído el director de cine David Trueba y tiene que ver con la actitud que está manteniendo Europa sobre la llegada de inmigrantes africanos.

Dice Trueba: “Imaginen que el contagio del coronavirus se extiende por Europa de manera incontrolada mientras que en el continente africano, por las condiciones climáticas, no tiene incidencia. Aterradas, las familias europeas escaparían de la enfermedad de manera histérica, camino de la frontera africana. Tratarían de cruzar el mar por el estrecho, se lanzarían en embarcaciones precarias desde las islas griegas y la costa turca. Perseguidos por la negra sombra de una nueva peste mortal tratarían de ponerse a salvo, urgidos por la necesidad. Pero al llegar a la costa africana, las mismas vallas que ellos levantaron, los mismos controles violentos y las fronteras más inexpugnables invertirían el poder de freno. Las fuerzas del orden norteafricanas dispararían contra los occidentales sin piedad y les gritarían: vete a tu casa, déjanos en paz, no queremos tu enfermedad, tu miseria, tu necesidad. Si los guionistas quisieran extremar la crueldad, permitirían que algunos europeos, guiados por las mafias extorsionadoras, alcanzaran destinos africanos, y allí los encerrarían en cuarentenas inhóspitas, donde serían despojados de sus pertenencias, de sus afectos, de su dignidad”.

A esto se le llama, dice Trueba, “la tragedia revertida”. Consiste, sencillamente, en tratar de meterse en la piel del otro, del que sufre, del que huye, del que no tiene nada.

La segunda lección tiene que ver con la privatización de la sanidad. He oído (o leído quizás) que hacerse las pruebas de coronavirus en Estados Unidos cuesta una fortuna. Unos tres mil euros, creo. Si tenemos en cuenta que su costo real es de 12 a 14 euros nos daremos cuenta del negocio que supone la sanidad privada.

La privatización de bienes y servicios que promueve la sociedad neoliberal favorece a quienes tienen mayor poder adquisitivo. Si usted tiene dinero, tendrá salud; si no lo tiene, enfermará, no se curará o se morirá. Como pasa en todos los órdenes de la vida con la privatización. Si tienes dinero, tendrás educación, seguridad, información o vivienda… Si no lo tienes, estarás perdido.

Pondré un ejemplo. Si privatizamos un medio de transporte desde Málaga a Santander, la primera parada del recorrido que desparecerá será aquella en la se suben cuatro desgraciados, precisamente la de aquellos que no tienen medios para tener un coche propio o pagarse un taxi. El dueño del negocio lo justificará diciendo que no es rentable porque lo que le importa es la ganancia y ni un bledo aquellos que se quedan en tierra sin soluciones. “No es mi problema”, dirá. Por eso me importa tanto que tengamos un sistema de salud pública que atienda las necesidades de los más pobres, de los más necesitados.

La tercera lección me lleva a pensar en el miedo. Alguna de estas ideas me las brinda mi querida amiga Cristina Gutiérrez Lestón, educadora emocional, escritora y directora de La Granja de Palautordera en el Montseny catalán. Dice Cristina que la invasión del Covid-19 no viene sola, la acompaña otra invasión, la del miedo. Como muestra esa imagen de los supermercados donde se aprecia que cuanto más lleno está el carro, más miedo hay en él. El miedo es una emoción natural y primaria, es decir, la sentimos todos los humanos. Su función es la de alejarnos del peligro (real o imaginario) motivo por el cual es muy potente, es decir nos domina fácilmente y toma muchas decisiones por nosotros anulando incluso la razón.

Él se encarga de que hagamos la peor interpretación posible. Además nos paraliza. Es invasivo (se hace cada vez más grande dentro de nosotros) y es contagioso, lo traspasamos a los hijos o a las personas que nos rodean.

Solo hay una manera de superar un miedo, y es afrontándolo con la valentía que todos los humanos también tenemos (a veces escondida, pero está en nuestro interior si la buscamos). El miedo es consecuencia de la falta de información, así que es natural sentir miedo ante este virus, nos falta la información sobre su naturaleza y sobre la posibilidad de que nos afecte a nosotros y en qué medida. Pero es precisamente en estos momentos de temor o incluso de pánico colectivo, cuando podemos dar un importante ejemplo a nuestros hijos e hijas; afrontar el miedo con serenidad para dejar espacio a la razón, y cambiar el yo-yo-yo por un “nosotros”, un nosotros como sociedad, como comunidad o como tribu, porque, juntos, los seres humanos podemos con todo. Dicen que es en los peores momentos cuando se demuestra quiénes somos en realidad.

Los innumerables e ingeniosos mensajes que cruzan las redes suscitan una inteligente sonrisa que puede contribuir a aliviar esa atenazadora sensación de miedo.

La cuarta lección se refiere a la responsabilidad y solidaridad con la que tenemos que afrontar esta crisis. No se trata de responder al lema de sálvese el que pueda sino de `pensar en cómo podemos salvarnos todos y todas. No es cuestión solo de cómo me puedo librar yo del problema sino de qué puedo hacer yo para que todos nos salvemos. Es la hora de la solidaridad, de la responsabilidad, de la búsqueda del bien común.

Este es un momento que puede medir el grado de desarrollo moral de la sociedad. El grado de nuestra responsabilidad en la solución de un problema que nos amenaza y nos afecta a todos.

El pico de contagiados, si es muy grande, satura los Hospitales y centros de salud, dificulta o impide la atención sanitaria no solo a los afectados por este virus sino a los que llegan a urgencias por un accidente, un infarto o un ictus.

Hay cinco medidas que se nos aconsejan, entre otras, y que debemos cumplir a rajatabla, en bien de todos y, en especial, de los grupos más vulnerables. A saber:

– Quedarse en casa. Es preciso evitar reuniones. No se cierran las escuelas y las universidades para reunirse después en un parque o en un bar. No se cierra un estadio de fútbol para aglomerarse luego en las puerta durante el partido.

– Lavarse las manos con frecuencia y no llevar la mano a la cara si no están limpias.

– Cuando se estornuda, no hacerlo en la mano sino en el codo, de modo que se libre a la mano de recibir la saliva.

– Mantenerse a un metro de distancia, no saludarse dándose la mano o con besos en la mejilla porque el contacto puede encerrar riesgos.

– Informarse bien y no dejarse llevar por falsas noticias o por bulos.

Es una responsabilidad ciudadana conocer y seguir las indicaciones sanitarias para que toda la sociedad pueda superar esta grave crisis.

La quinta y última lección que nos da el coronavirus tiene que ver con la valoración de las rutinas cotidianas que tantas veces provocan hastío. ¡Cómo valoramos ahora la normalidad de lo cotidiano! Poder viajar sin miedo, acudir a un concierto, contemplar un partido de fútbol en el estadio, acudir a un centro de ocio, impartir y recibir clases, asistir a jornadas, bailar en una discoteca… serían ahora actividades que nos gustaría realizar con total libertad. Dichosa normalidad. Dichosa rutina.

La crisis relativiza muchos otros problemas que, ahora, nos parecen nimios. Y la crisis puede también unirnos en una causa común que a todos y a todas nos interpela.

Una vez más, nos damos cuenta de lo que es la felicidad por el ruido que hace cuando se va de nuestro lado.

https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/2020/03/14/lecciones-del-coronavirus/

lunes, 23 de marzo de 2020

Javier Pérez Royo, catedrático de derecho constitucional, habla de nuestra constitución en esta entrevista.

Fallos de cálculo que dan risa, errores que matan

El 17 de julio de 1981, se desplomaron dos pasarelas soportadas por unos tirantes comunes en el hotel Hyatt Regency de Kansas City. A priori, estaban bien diseñadas. Pero dos modificaciones que por separado no habrían causado ningún incidente y para las que no se habían rehecho los cálculos, sumadas, provocaron la muerte de 114 personas. El 25 de febrero de 1991, durante la guerra del Golfo, un misil Scud impactó contra los barracones del ejército de Estados Unidos en Dhahran (Arabia Saudí) y causó 28 muertos y más de un centenar de heridos. El método para contar el tiempo en el sistema de defensa de los misiles Patriot acumulaba un error ínfimo que se incrementaba cuanto más tiempo permanecía encendido (llegó a un tercio de segundo), de forma que resultaba imposible interceptar un misil que volaba a 6.000 kilómetros por hora. El parche informático llegó el día después del ataque de Dhahran. El 28 de enero de 1986 explotó la lanzadera espacial Challenger durante su despegue. Murieron siete personas. Fallaron unas juntas tóricas (con forma de rosquilla) que unían las secciones de los cohetes propulsores reutilizables, pero también se constató un error en el sistema usado para comprobar si los propulsores mantenían una sección circular perfecta.

Estos son algunos de los muchos ejemplos propuestos en el ensayo Pifias matemáticas, que acaba de publicar la editorial Crítica, de Matt Parker, profesor y divulgador científico que cuenta con un canal de YouTube propio. En Pifias matemáticas se detalla todo tipo de fallos relacionados con los errores matemáticos en campos como la ingeniería, la estadística, la informática o la economía. Y aunque el subtítulo del libro afirma que “equivocarse nunca ha sido tan divertido”, muchas de las equivocaciones narradas han tenido un desenlace más trágico que jocoso.

“Nuestros cerebros humanos no están cableados para ser buenos en matemáticas por defecto”, explica Parker en la introducción del libro, “las habilidades que nos permiten sobrevivir y formar comunidades no necesariamente engloban las matemáticas académicas”. No obstante, aunque asegura que “todos los humanos somos necios cuando se trata de aprender matemáticas académicas”, explica que con el suficiente entrenamiento es posible aprender a pensar matemáticamente.

Y no solo habla de cosas más o menos complicadas, como ecuaciones, algoritmos o derivadas. También con algo más fácil, como la apreciación de las cantidades. “Como humanos, no somos buenos juzgando el tamaño de las cifras elevadas”, asegura Parker en la introducción de Pifias matemáticas. Y pone como ejemplo que para las personas —“instintivamente, los humanos perciben los números de forma logarítmica, no lineal”— la diferencia entre un millón y un millardo (mil millones) aparenta ser la misma que entre un millardo y un billón (un millón de millones). Y esto simplemente porque cada escalón es mil veces superior, lo que no ayuda a visualizar bien cifras como los presupuestos o el déficit público de un país. En estos casos, el experto suele poner el ejemplo en segundos. Así, un millón de segundos viene a ser 11 días y medio, un millardo de segundos supone más de 31 años, y un billón más de 31.000 años. De esta forma, cree, se visualiza mejor “el hueco” existente entre las dimensiones de cada número.

Fallos de cálculo que dan risa, errores que matan
Precisamente, Parker dedica un capítulo entero a la medición del tiempo, con especial atención a las soluciones parciales dadas a lo largo de la historia para establecer los calendarios, donde el experto describe algunos errores provocados por la convivencia de varios distintos en diferentes países. Como el que cometió el equipo ruso de tiro, que llegó un par de semanas tarde a los Juegos Olímpicos de 1908 en Londres porque el 10 de julio para los rusos era el 23 de julio en Reino Unido. O que haya datos históricos confusos, como la fecha del desembarco de las tropas inglesas en la Isla de Re en 1627, que ocurrió el 12 de julio de aquel año en los documentos históricos ingleses, pero el 22 de julio para los franceses.

Llevar el cómputo del tiempo puede ser una fuente de problemas hasta para los sistemas informáticos. “A las 3.14 del martes 19 de enero de 2038, una gran parte de nuestros modernos microprocesadores y ordenadores dejarán de funcionar”, vaticina Parker. La razón es que muchos aparatos que contabilizan y almacenan el tiempo y las fechas en segundos en un sistema binario (el de ceros y unos que utilizan los ordenadores) de 32 bits (lo que implica una cifra máxima de 32 unos seguidos) agotarán su cuenta en algo más de 68 años (empezando a contar por convención desde principios del año 1970). Eso sí, ya hay muchos aparatos que usan un sistema de 64 bits, lo que da un plazo de 292,3 millardos de años, margen que ofrece bastante más seguridad.

Otras veces no hace falta contar mal el tiempo para que algo falle, basta con cruzar una línea imaginaria en el planeta. Así, en febrero de 2007, seis modernos aviones de combate F-22 volaban de Japón a Hawái cuando todos los sistemas de navegación dejaron de funcionar, en un incidente que no provocó víctimas, pero sí algún sonrojo. Simplemente, los aparatos habían sobrevolado la línea internacional de cambio de fecha (el meridiano 180º) y los ordenadores se volvieron locos. Algo fácil de explicar (salvo quizá para los terraplanistas) pero que los ingenieros no tuvieron en cuenta.

Errores de ingeniería
Quizá las más espectaculares son las consecuencias de los errores de ingeniería. Parker les dedica numerosos ejemplos. Y el experto achaca muchos de esos accidentes a que a veces, cuando los ingenieros fuerzan los límites de lo que es posible, se manifiesta repentinamente “una faceta oculta de las matemáticas”.

Y lo ilustra con la evolución de los puentes a partir de los fallos con los que se iban topando. Así, un puente se vino abajo en 1826 en Manchester cuando lo cruzó un pelotón de fusileros al paso y la infraestructura alcanzó la frecuencia de resonancia (así se describen las vibraciones contagiosas). Un puente ferroviario se cayó en Chester en 1847 en una forma completamente nueva de fallar tras retorcerse por el centro. El concepto de “inestabilidad torsional” ya estaba perfectamente asumido por los ingenieros cuando en 1940 colapsó otro en Tacoma Narrows. El viento, al pasar por debajo, causó un efecto de “flameo” que se fue retroalimentando hasta que lo tiró. En una nueva vuelta de tuerca de los problemas que aparecen cuando se innova, fue noticia el puente del Milenio de Londres, inaugurado en 2000. Se cerró solo dos días después, afectado por una “excitación lateral sincrónica” causada por los peatones. Es decir, el puente estaba “afinado involuntariamente” para la frecuencia de un hercio (un ciclo por segundo) y oscilaba lateralmente cuando grupos de transeúntes caminaban al mismo ritmo (no necesariamente al paso de soldados fusileros de Manchester 170 años antes).

La lista de errores matemáticos es interminable. Un lago que se vacía en 1980 en unas horas por un error de triangulación a la hora de hacer una perforación de 36 centímetros de ancho en una prospección petrolífera. Cientos de personas muertas porque las puertas de un teatro que sufrió un incendio en 1903 se abrían hacia dentro. Un hombre que muere en un hospital al sufrir una dosis de radiación cien veces superior a la que necesitaba por un fallo de configuración del sistema de verificación de los ajustes del aparato…

Pero no todos los casos relatados por Parker en su ensayo son catastróficos. Entre los más divertidos están los más inofensivos, como el edificio de la calle Fenchurch de Londres con una fachada acristalada cóncava que durante su construcción en 2013 concentraba un “rayo calcinador” que chamuscaba cuanto tocaba a su paso, aunque no provocó víctimas. O el avión Harrier que prometía en su publicidad Pepsi (por no hacer bien sus cálculos) si se reunían siete millones de puntos y que un ciudadano reclamó judicialmente al comprobar que por 700.000 dólares podía conseguir un reactor militar que los marines compraban por más de 20 millones.

Sin embargo, entre las pifias inofensivas, hay un error de representación de una figura geométrica que molestó especialmente al autor del ensayo. En 2017 pidió al Parlamento británico, infructuosamente, que modificara todas las señales del país que indican la cercanía de un campo de fútbol. En ellas se representa un balón a base de hexágonos (como si fuera un panal de abeja) cuando esa figura geométrica de dos dimensiones no puede conformar nunca una forma esférica (sí un cilindro). Más correcto sería hacerlo con un icosaedro truncado a base de 20 hexágonos y 12 pentágonos, la forma más reconocible que tenían tradicionalmente los antiguos balones de fútbol. La negativa del Gobierno británico supone para Parker un despreció por la enseñanza de las matemáticas.

Fallos de cálculo que dan risa, errores que matan
“Este libro es una colección de mis errores matemáticos preferidos de todos los tiempos”, explica Parker sobre su ensayo, aunque en descargo general aclara: “Todos cometemos errores. Continuamente”. Y pese a la gran cantidad de chascos enumerados en el ensayo, Parker lanza un mensaje tranquilizador para los lectores al final de su libro: “Debemos recordar que muchas cosas que funcionan a la perfección a nuestro alrededor lo hacen gracias a las matemáticas”.

https://elpais.com/cultura/2020/02/24/babelia/1582556036_946917.html

domingo, 22 de marzo de 2020

El FMI pide bajar pensiones por “el riesgo de que la gente viva más de lo esperado”

El organismo quiere que la edad de jubilación se ajuste con la esperanza de vida. Sus economistas proponen recorte de prestaciones y aumento de las cotizaciones. El Fondo plantea que las aseguradoras privadas cubran el riesgo de longevidad.

El envejecimiento de la población es un reto conocido. Y a eso dedica un extenso análisis el Fondo Monetario Internacional, en un adelanto de los documentos de su cumbre semestral. Lo que llama la atención es la agresividad y crudeza con la que pone de relieve el problema. El Fondo reclama, entre otras medidas, que se recorten las prestaciones y se retrase la edad de jubilación ante "el riesgo de que la gente viva más de lo esperado". Y también propone soluciones de mercado para mitigar ese "riesgo".

Es lo que los economistas bajo la batuta del español José Viñals llaman “riesgo de longevidad”. Y dan una cifra para poner en contexto. “Si el promedio de vida aumenta tres años más de lo previsto para 2050, el coste del envejecimiento -que ya es enorme para los Gobiernos, las empresas, aseguradoras y particulares- aumentaría un 50%” en las economía avanzadas tomando como referencia el PIB de 2010.

Para los países emergentes, ese coste adicional sería del 25%. En términos absolutos, se disparará el coste previsto en decenas de billones de dólares a escala global. Eso su pone una amenaza para sostenibilidad de las finanzas públicas al disparar los niveles de endeudamiento público en una proporción similar. En paralelo, es un riesgo para la solvencia de las entidades privadas.

Según ha explicado el propio Viñals en la rueda de prensa en la que ha presentado el informe, “vivir más es bueno, pero conlleva un riesgo financiero importante". "Nos va a costar más como individuos, a las corporaciones y a los Gobiernos. Por eso debemos preocuparnos ahora por los riesgos de la longevidad, para que los costes no nos atosiguen en el futuro”, ha comentado Viñals, responsable del departamento de Mercado de Capitales.

En 1750, la esperanza de vida en el momento del nacimiento en los países de la Europa occidental no llegaba a los 40 años. Desde 1900, siguió un incremento lineal hasta tocar los 80 en 2010. A escala global pasó de los 48 en 1950 hasta los 70 en el último año de referencia. Pero lo que cambia los cálculos, según el FMI es la esperanza de vida cuando se tiene 60 años.

Naciones Unidas proyecta que para 2050 la esperanza de vida a partir de esa edad llegará a los 26 años en las economías avanzadas y a los 22 años en los países en vía de desarrollo. Eso significa que irá mejorando al ritmo de un mes por año. Tomando como referencia a los europeos de 60 años que vivían en 1910, la esperanza de vida era de 15 años. Un siglo después llegó a los 24 años.

Al vivir más la población, tendrá que pagarse más en pensiones y prestaciones a la seguridad social. En este caso pone como ejemplo los planes de pensiones privados en EE UU. “La empresas tendrían que multiplicar varias veces sus contribuciones para poder afrontar esos pasivos adicionales”, apunta. “Reconocer y mitigar este riesgo es un proceso que debe ponerse en marcha ahora”, remacha.

Tanto el sector público como el privado llevan años preparándose para amortiguar el impacto financiero del envejecimiento. Pero el FMI cree que se subestimó la evolución demográfica de la población y eso pesará “más de lo esperado” en un balance que en ambos casos están ya de por si debilitados. Eso, por tanto, amenaza con exacerbar su vulnerabilidad frente a otras crisis.

Christine Lagarde, directora gerente de FMI, quiere que la reunión de primavera en Washington sirva para mirar hacia delante. En este contexto, exige a los Gobiernos que reconozcan que el envejecimiento les puede crear un serio problema en el futuro y que es un riesgo. Para neutralizar sus efectos, recomienda combinar el aumento de la edad de la jubilación con otras medidas.

Para el retraso de la edad de jubilación, propone que se ligue a la esperanza de vida, de modo que el número de años en que los jubilados cobran la pensión no aumente. En la reciente reforma española del sistema de pensiones que retrasaba la edad e jubilación a los 67 años de forma progresiva ya se prevé un mecanismo de este tipo, llamado factor de sostenibilidad. Así, la ley prevé que las variables clave del sistema de pensiones (como la edad de jubilación) se revisen cada cinco años a partir de 2027 en función del aumento de la esperanza de vida.

Pero ese retraso no basta. El Fondo cree que hay que tomar más medidas y cita entre ellas el recorte de las pensiones, el aumento de las cotizaciones y la posibilidad de que los Estados contraten con aseguradoras privadas la cobertura de ese "riesgo de que la gente viva más de lo esperado".

Así, el informe de estabilidad financiera plantea que se recurra a los mercados de capitales para que se transfiera el riesgo de la longevidad de los planes de pensiones a las instituciones que tienen más capacidad para gestionarlo.

Los economistas del organismo plantean también que los propios individuos aumenten su ahorro a través de planes de pensiones, recomienda que se facilite o incluso obligue a contratar rentas vitalicias y también apoya el uso de las hipotecas inversas, por las que la casa en propiedad se entrega en el momento de fallecimiento a cambio de recibir hasta ese momento una renta por ella.

El Fondo también pide más transparencia a los países a la hora de informar sobre la tendencia del envejecimiento y como se están preparando para financiar la jubilación.

El FMI concluye recordando que todas estas reformas “tardarán años en dar fruto” y cualquier retraso en el proceso dificultará hacer frente al reto como es debido. “Prestar atención al envejecimiento de la población y al riesgo de la longevidad adicional forma parte del conjunto de reformas necesarias para restaurar la confianza en la viabilidad de los balances del sector público y privado”, remacha.

https://elpais.com/economia/2012/04/11/actualidad/1334133453_457282.html

LOS SECRETOS QUE GUARDAMOS. Lara Prescott

Cuando Borís Pasternak, después de varios intentos fallidos para publicar El doctor Zhivago, entregó el manuscrito de la “novela de su vida” a un emisario de la editorial Feltrinelli, sabía que por ese acto disidente le tocaría pagar un precio desmesurado. El poeta lanzó un funesto augurio: “Quedan ustedes invitados a mi ejecución”. Seis décadas después de aquellos hechos, Los secretos que guardamos, novela de Lara Prescott basada en los acontecimientos que rodearon la puesta en circulación de la novela de Pasternak —con la implicación de la CIA—, se ha convertido en un fenómeno literario.

Toda época forja sus leyendas y mitos, y con el paso del tiempo es natural visitarlos y reinterpretarlos. Cuando Borís Pasternak, después de varios intentos fallidos para publicar El doctor Zhivago, entregó el manuscrito de la “novela de su vida” a un emisario de la editorial Feltrinelli en 1956, sabía que por ese acto disidente le tocaría pagar un precio desmesurado. En el momento de despedirse de quienes habían ido a visitarlo a la colonia de escritores próxima a Moscú con el fin de llevarse al extranjero su explosivo artefacto literario, el poeta lanzó un funesto augurio: “Quedan invitados a mi ejecución”. Él y Olga Ivínskaia —la joven editora que pasó a ser la inspiración del personaje de Lara cuando surgió el flechazo entre ambos en la redacción de una revista literaria— vivieron su historia de amor oficiosa, con el incesante “ruido de caza” de fondo de los órganos de seguridad, durante los últimos 14 años de vida del autor, caído en desgracia por esa manía antisoviética de “hurgar en su alma”.

La grandeza de este clásico de las letras rusas no reside sólo en el romance de sus protagonistas, sino también en las meditaciones que contiene sobre el arte, la condición mortal del ser humano y los trágicos destinos expuestos a los embates de la historia. Como escribió Dmitri Bíkov en su monumental biografía del escritor, a veces nacen obras maestras que parecen justificar toda una época: “La revolución rusa sucedió para que Yuri Zhivago pudiera conocer a Lara, para que se obrara el milagro de su amor en Varíkino”.

Pero, además, el enmarañado periplo que hubo de recorrer el manuscrito ha ido generando, aun sin quererlo, una abundancia de material que permite, a quien lo desee, aproximarse a ese caudal de información, a fin de examinar toda la complejidad de una época —la Guerra Fría— y, en concreto, la onda expansiva que esta novela generó, truncando las aspiraciones de otros autores soviéticos, pues el miedo a que estallara un nuevo caso Pasternak, polémica del Nobel incluida, fue la razón de que en su momento no vieran la luz obras como, por ejemplo, las de Vasili Grossman.

Geraldine Chaplin y Omar Sharif, en 'Doctor Zhivago'. GIANNI FERRARI COVER / GETTY IMAGE

Con la desclasificación de archivos secretos y el acceso a documentos privados, se han ido completando lagunas en relación con los entresijos de este superventas. Libros como el de Paolo Mancosu o el de Anna Pasternak han recuperado la figura de Ivínskaia, madre de dos hijos que sufrió un aborto en su primera detención en Lubianka, así como dos penas de trabajos forzados en el Gulag —la segunda, junto a su hija— y la presión constante del KGB, como se refleja en la obra de Prescott.

En junio de 2018, Los secretos que guardamos —novela basada en los acontecimientos que rodearon la puesta en circulación de la novela de Pasternak con la implicación de la CIA— levantó expectación, pues se publicitó que su autora, la debutante Lara Prescott, había firmado un contrato de siete cifras para publicar su obra en Estados Unidos y al otro lado del charco se vendieron los derechos de traducción a decenas de lenguas. Las editoriales demandan, a riesgo de caer a veces en la banalización, relatos que visibilicen a mujeres. En esta narración, una parte de la trama se centra en un entorno históricamente feminizado, el de la oficina, con particular énfasis en un invento —la máquina de escribir— que contribuyó a la incorporación masiva femenina en el mercado laboral. El ejército de mecanógrafas de la novela es un engranaje casi invisible de la CIA —agencia dominada por hombres— en su cruzada por utilizar una novela antisoviética como un arma contra el enemigo comunista.

A partir de este buen arranque asistimos a un intento por levantar una novela polifónica —con un pie en el Este y otro en el Oeste— que enseguida suena monocorde. Entran en escena Olga Ivínskaia y un inane Pasternak con cuya mentadísima obra, que se intuía el corazón de esta novela histórica con aires de thriller, apenas se dialoga. En la trama occidental más adelante cobrará protagonismo un amor lésbico entre dos espías americanas: la glamurosa Sally, veterana en los servicios de inteligencia, que entrenará a una joven de origen eslavo, antes mecanógrafa, que todo cuanto aporta acerca del contexto de los rusos emigrados es que se llama Irina y que su madre rusa no se fía de los americanos. Esta se disfrazará de monja para repartir una tirada pirata de la novela en ruso —hecha por encargo para la Agencia en Holanda— en el pabellón del Vaticano durante la Exposición Universal de Bruselas de 1958, sólo 10 meses después de su exitoso lanzamiento en italiano. La moral imperante hace que se desvanezca el encuentro pasional entre las dos heroínas, además de tener repercusiones laborales.

Sorprende que al marcado acento sobre la cuestión femenina en los capítulos occidentales se contraponga un personaje real simplificado en exceso, Ivínskaia, que aparece como musa del poeta y víctima de su amor, cuando ella, con sus luces y muchas sombras, ejercía de experta a cargo del departamento de nuevos autores en una publicación soviética, fue traductora literaria y memorialista, y antes de conocer a Pasternak tuvo una agitada vida amorosa que contrasta con el puritanismo latente en el otro bando.

Seis décadas después de la aparición de El doctor Zhivago, echar la vista atrás no debería limitarse a un acto de nostalgia a lo Mad Men o de recuperación de un libro legendario al hilo del mito fabricado por el cine. La novela de Prescott lleva a pensar en otra “pelícu­la”, esta vez sobre nuestros tiempos, en la que también participan agentes, pero no de la CIA, sino literarios. Pese al suculento anticipo, la reciente bibliografía sobre el tema abordado —se consulta sólo la publicada en inglés— y lo subyugante de la historia, construir un buen libro sigue siendo ese secreto que Pasternak resumió así: “Las obras hablan de muy diversas formas: con los temas, las situaciones, las tramas y los personajes. Pero sobre todo hablan con la presencia de arte contenida en ellas”.

https://elpais.com/cultura/2020/02/14/babelia/1581682103_658888.html

sábado, 21 de marzo de 2020

Los combatientes españoles de la Resistencia salen del olvido. La periodista Evelyn Mesquida publica 'Y ahora, volved a vuestras casas', una investigación sobre la importante aportación española a la Resistencia francesa

El nuevo libro de la periodista y escritora Evelyn Mesquida, Y ahora, volved a vuestras casas, es un relato con abundantes detalles, testimonios y documentos de la importante participación de españoles, exiliados republicanos, en la Resistencia francesa. Una historia bastante ignorada en España, pero que Francia también ha preferido, una y otra vez, olvidar o maquillar. “La historia ha sido durante años y años la de la Resistencia francesa y eso es mentira”, afirma Mesquida (Alicante, 1945) en una entrevista en París, la ciudad que llama su hogar desde hace media vida.

No es casualidad que la autora haya elegido como título de este nuevo libro, publicado por Ediciones B, una demoledora frase que profirió el general Charles de Gaulle. La pronunció tras la liberación de París en el verano de 1944. Pasó revista a los combatientes españoles durante su visita a Toulouse, capital del exilio español, en el marco de una gira por ciudades liberadas del país. Decirle que se volvieran por donde habían venido a combatientes exiliados que llevaban en guerra mucho más tiempo que los franceses [se incorporaron a la lucha contra los nazis después de haber combatido contra las tropas de Franco en la Guerra Civil española] y que sobre todo no tenían país al que regresar, “demuestra la sensibilidad de la época”, señala Mesquida.

“¿Es que no se da cuenta [De Gaulle] de que estos pobres hombres han estado en la miseria total y que vienen de otra guerra previa? No tienen 'casa' a la que volver”, subraya esta periodista española, que lleva muchos años dedicados a hurgar en una parte de la historia por la que Francia ha pasado ampliamente de largo: el importante papel de los republicanos españoles en la lucha contra la ocupación nazi y hasta en la liberación de París. Un hito, este, que cuenta en un libro anterior, La Nueve. Los españoles que liberaron París, cuyo material fue clave para que las autoridades francesas empezaran a reconocer el papel de este contingente español en la historia gala.

Ahí también comenzó su descubrimiento de la contribución, más amplia, de los españoles en la Resistencia. Y su desazón al darse cuenta del olvido en que habían caído todos esos hombres y mujeres desperdigados por toda Francia. “Cuando vi a todos esos hombres perdidos en cada rincón, que no se les mencionaba para nada, que no les dieron la Legión de Honor, ni se les ocurrió siquiera… Te van contando y te dices, esto no puede ser, qué vergüenza”, recuerda el momento en que empezó a barajar la idea de recopilar estas historias, a finales de la década de los años noventa. “Encima luego [los historiadores] dicen que solo eran un puñado de españoles, que no le dan importancia porque había muchos otros, pero poco a poco te vas dando cuenta de que eso era falso”, se indigna Mesquida.

Con Y ahora, volved a vuestras casas, la periodista española ha tratado de paliar esta laguna histórica. Mesquida repasa, mediante relatos de testigos, documentación y otros materiales contados y donados por familiares, las figuras de combatientes como Francisco Ponzán, “un personaje casi desconocido cuando es extraordinario, condecorado por los ingleses, los americanos y los franceses. Y completamente ignorado”, destaca. El aragonés, asesinado tras su detención en 1944 en circunstancias nunca aclaradas del todo, era líder del Grupo Ponzán, que logró sacar por tierra y por mar al menos a 1.700 perseguidos por los nazis, a los que acompañaban hasta las fronteras de Portugal o Gibraltar para que pudieran huir hacia Inglaterra.

También recupera entre otros la importante acción española en la conocida como la batalla de La Madeleine del 23 al 25 de agosto de 1944, cuando —ahora sí— un auténtico puñado de combatientes, una treintena de españoles, lograron frenar una columna alemana de más de mil soldados fuertemente armados que habían recibido órdenes de avanzar hacia el norte tras el desembarco aliado en Normandía. Al ver quiénes los habían derrotado, los dos máximos oficiales alemanes al mando tomaron su pistola y se suicidaron en el mismo lugar donde se habían rendido, incapaces, escribe Mesquida, de “aceptar la realidad de haber sido engañados y vencidos por un puñado de españoles harapientos”. ¿Cuántos españoles combatieron a lo largo de los años en la Resistencia francesa? Nadie lo sabe a ciencia cierta, subraya Mesquida, en lo que considera otra muestra de lo mucho que aún falta por averiguar de esta parte de la historia que, con este libro, resulta ahora un poco menos desconocida.

https://elpais.com/cultura/2020/02/27/babelia/1582819601_087062.html?rel=lom

viernes, 20 de marzo de 2020

Los errores de Bernie

Por Ted Rall
Fuentes: CounterPunch

Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo

Los medios de comunicación del establishment ridiculizan a Bernie Sanders por afirmar algunas verdades como puños: que los medios tradicionales se la tienen jurada, que el Comité Nacional Demócrata se la tiene jurada y que los jóvenes votantes que le apoyan no han conseguido hacerse presentes en los sondeos.

Pero eso no significa que Bernie Sanders no haya cometido errores. Así que vamos a echar un vistazo a cuáles han podido ser estos.

Con independencia de lo que finalmente ocurra entre Sanders y Joe Biden, que aún no está decidido, Sanders merece que se le reconozcan algunos logros notables. A pesar de una formidable oposición de todo el establishment del partido, de ser judío, de hablar de una manera nada convencional en la política estadounidense, de financiarse exclusivamente con las aportaciones de pequeños donantes individuales y de proponer un programa político que muchos estadounidenses consideran radical, Bernie Sanders controla actualmente el 42 por ciento de los votos de unas primarias demócratas en las que se enfrenta a un reciente vicepresidente. Muchas de sus propuestas, entre otras rebajar los gastos universitarios, aumentar el salario mínimo y mejorar el sistema de sanidad, se han convertido en parte del programa general del Partido Democrático después de muchas décadas durante las cuales el partido ni siquiera pretendía preocuparse por la gente normal. Bernie Sanders está llevando a cabo una campaña basada en temas concretos, no solo basad en su personalidad. Incluso si llega a perder, los historiadores señalarán esta elección como muestra de la fuerza que ha cobrado la política electoral progresista y de izquierdas.

Pero no es perfecto. Hay cosas que podría haber hecho mejor y que todavía podría mejorar.

La política se basa ante todo en lemas y Sanders no es especialmente bueno en eso. “Medicare para Todos” es un eslogan sin significado para millones de estadounidenses que no han tenido contacto con Medicare y no lo conocen en absoluto. “Sanidad gratuita” habría sido más sencillo de entender y no habría confundido o molestado a trabajadores sindicados que ya poseen seguros sanitarios decentes. “Matrículas universitarias gratuitas”, por otro lado, es un lema poco claro. La propuesta de Sanders es ayudar solo a los estudiantes de renta baja, pero muchos votantes parece que todavía piensan que pretendía usar sus impuestos para ayudar a los hijos de los ricos. El “Green New Deal” no ha sido definido o publicitado con suficiente claridad, más allá del hecho de que costaría mucho dinero.

El plan de Sanders para perdonar las deudas a los estudiantes también se presentó de un modo problemático. Muchos estadounidenses que no tienen formación superior se preguntan: ¿por qué debería pagar por aquellos que tienen títulos universitarios? Muchos otros asistieron a la universidad, contrajeron deudas estudiantiles y las devolvieron. ¿Por qué los milénials no pueden hacer lo mismo? Pero estas cuestiones tienen una respuesta clara: la deuda de los estudiantes milénials es muy superior (en varios factores) a la de la Generación X y la del Baby Boom porque los costes de matrícula se han disparado a un ritmo muy superior al de la inflación. El perdón de la deuda estudiantil estimularía la economía al liberar a los jóvenes de dicha carga y permitirles comprar coches y casas. El plan debería haber incluido a las personas que ya devolvieron su deuda, para no hacerles sentir bobos simplemente por haber nacido antes de tiempo. Pero lo más importante es que no debería haber propuesto el perdón de la deuda de los estudiantes sin vincularla a un programa de matrículas gratuitas y a un programa de reciclaje y formación para personas que ya son mayores y que carecen de títulos universitarios o que necesitan reciclarse para adaptarse a las necesidades del siglo XXI.

Hablando de costes, me parece muy frustrante que Bernie Sanders nunca diera la impresión de responder claramente a la cuestión de cómo pensaba pagar sus propuestas. Podría haberse limitado a decir: “lo extraeré del presupuesto del Pentágono”. Y en caso de que esto no fuera verdad debería haber hecho que fuera verdad. El presupuesto de defensa no solo está inflado, sino porque muchos estadounidenses, incluyendo los que están a favor de un ejército fuerte, conocen el caso de los retretes comprados por el ejército a 800 dólares la pieza. No sé por qué no ha criticado con más pasión al ejército.

Tampoco ha sabido explicar bien Medicare para Todos. Lo que debería haber dicho es que todo el mundo va a pagar menos por la sanidad, mucho menos, y que aunque suban los impuestos todos saldrán muy beneficiados. Y si contraes alguna enfermedad catastrófica como el cáncer, todo el tratamiento estará cubierto. Pero, en lugar de eso, Bernie se dedicó a contar cómo los países europeos consiguen pagar los sistemas nacionales de salud. Tenía razón, pero a los estadounidenses les han contado que los europeos pagan muchos impuestos. Era necesario que explicara con palabras sencillas que eso no iba a pasar aquí.

Sanders ignoró mi consejo de reconocer su etiqueta de “socialista demócrata” y explicar su significado. Probablemente asumía que eso sería un problema en las elecciones generales contra Donald Trump, pero subestimó la larga historia de vapuleo a los rojos del Partido Demócrata, así como el hecho comprobado de que otras personas te definirán si tú no lo haces. Debería haber seguido el ejemplo de John F. Kennedy, cuando pronunció un discurso asegurando que, por muy católico que fuera, no aceptaría órdenes del papa. Sanders debería haber pronunciado un discurso completo sobre socialismo democrático.

Respecto a otras cosas, no hay mucho que se pueda hacer. Una campaña tiene el candidato que tiene, con la personalidad que le corresponde. Bernie Sanders posee una vulnerabilidad y una cordialidad subyacente que su tendencia a vociferar suele ocultar. Los medios se pusieron las botas retratándole como el tipo a quien le gusta gritar. Aquí es donde habría venido bien un video del estilo del que hizo Bill Clinton para su campaña presidencial: “El hombre de Hope*”. Una mirada biográfica a las raíces de Bernie en Brooklyn, a su infancia llena de dificultades en una familia de clase obrera y a la muerte prematura de su madre debido a la mala atención sanitaria habrían servido para humanizar a una persona ya de por sí muy humana.

Tampoco le habría venido mal utilizar imágenes suyas maltratado por la policía durante su participación en el movimiento de derechos civiles de los sesenta para atraer a los votantes afroamericanos que terminaron decantándose por Joe Biden.

Por supuesto que el mayor error de Sanders puede no haber sido un error en absoluto. Se ha presentado como candidato dentro del Partido Demócrata. Nunca iban a dejar que se hiciera con la nominación. Él tenía que saberlo.

N.d.T.: Hope (esperanza) es el pueblo natal de Bill Clinton

Fuente: https://www.counterpunch.org/2020/03/13/bernies-mistakes/

https://rebelion.org/los-errores-de-bernie/

_- El insulto del PP de Madrid al poeta. La historia recuerda a Miguel Hernández como un gran poeta. A Almeida y a Ayuso no los recordará

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Me gusta leer las placas de las fachadas. Y el Ayuntamiento debería estarme agradecido, porque conmigo las amortizan. Soy de las pocas que se para, las lee y a veces (solo a veces), piensa… “valiente gilipollez”, porque algunos recuerdos no valen ni lo que costó la chapa de la placa. Por no valer, no vale ni el esfuerzo del par de operarios que ha tenido que instalarla, con su cortinita y todo, cumpliendo con el Plan Memoria de Madrid (que aplaudo, conste) para recordar hechos y personas relevantes.

Una vez vino a mi barrio a descubrir una placa dedicada a Albéniz el derrochón Alberto Ruiz Gallardón. Como a veces van como locos tendiendo la mano a todo el que se cruza en su camino, como si cualquiera estuviera deseando saludarlos, coincidió que nos cruzamos y me la tendió. Aquella mañana, Gallardón me alegró el día: me puso en bandeja la mejor cobra que me ha salido nunca. Prácticamente le hice el avión con la mano, a la vez que lo llamé estafador megalómano en su cara por estar gastándose una millonada de los madrileños en su lujoso palacio de Cibeles.

Me lo sigo cruzando algunas veces, cuando su perrazo negro lo saca a pasear a él. Nos sujetamos las miradas. Creo que sabe que fui la de la cobra. O no. Puede que solo me mire porque yo lo miro.

Las placas, como diría Rajoy, cuentan cosas. Y también como Rajoy, a veces mienten. Escribió Machado: “¿Dijiste media verdad? Dirán que mientes dos veces si dices la otra mitad”. Y eso es lo que pasa con algunas placas de Madrid que ya hemos recordado en este foro, que mienten porque solo dicen medias verdades: por ejemplo, la dedicada por el Ayuntamiento a Zorrilla y Larra en la calle Fernández de los Ríos, y la que los tramposos de la SGAE instalaron en honor de Miguel Hernández en Conde de Peñalver; que además es ofensiva para la memoria del poeta y de Madrid: decir, como dice la placa, “en este lugar” en vez de “cárcel” es de cobardicas por partida doble; insultan al poeta por no decir dónde estuvo, e insultan a los madrileños al intentar ocultarnos que ahí lo que había era una prisión.

La historia recuerda a Miguel Hernández como un gran poeta; comprometido y valiente. No hace falta insistir en lo que ya todo el mundo sabe sobre el nuevo insulto que el PP de Madrid le ha dedicado a él y a nosotros. Solo decir que quienes presiden la comunidad y el Ayuntamiento no le llegarán jamás al esparto de la alpargata al poeta de Orihuela, y que quedarán en las hemerotecas y en el recuerdo como los dos inanes e ineficaces y, a la vez malvados, dirigentes de la historia de la villa y corte. El Plan Memoria de Madrid nunca los recordará.


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jueves, 19 de marzo de 2020

_- El peor problema de España es la derecha

_- No se escuchan críticas de Pablo Casado a Vox, salvo el lamento de que aún no estén integrados en su formación

El cónclave de Vox ha consagrado una candidatura única, un líder único, y un único discurso de la rabia: contra el Gobierno, al que ya califica de “criminal”, y contra las feministas, a las que reputa de “locas de odio”. Todo ello en un acto presidido por la censura, al que impide acceder —e insulta— a periodistas y periódicos. Amparándose torticeramente en que la naturaleza de un partido es en exclusiva privada. Cuando su función está constitucionalizada. Y legislada, y reglamentada, hasta el punto de que su cuenta de resultados positiva para 2019 se debió a que las subvenciones públicas recibidas ascendieron a casi 10 millones de euros.

El candidato crítico a quien se impidió concursar por el liderazgo, Carmelo González, anunció que acudiría a los tribunales, porque la dirección empleó “tácticas mafiosas”: incumplimiento de plazos; corrupción, al figurar una candidata del equipo de Santiago Abascal en el comité electoral; negación de informar a su candidatura; secreto sobre las cifras de votos previos; amenazas a quienes le apoyasen. Veremos qué dicen los jueces.

Siendo todo eso preocupante, no es lo más grave. Lo peor es que este partido tiene cautiva a la que debería ser la derecha democrática del país, el PP. No se escuchan críticas de Pablo Casado a estos sujetos, salvo el lamento de que aún no estén integrados en su formación.

Al contrario, Vox es el apoyo, el aliado en gobiernos y el hermano de sangre de la actual dirección del PP, según el diseño de Josemari Aznar: la contrafigura ultra de la canciller Merkel, que en vez de aliarse con Alternativa para Alemania, facilita en Turingia la investidura del líder de Die Linke, un partido con izquierdistas y prosoviéticos, lo que no oscurece su DNI democristiano. Alguna rencilla menor con Vox sirve solo para distraer la atención sobre su unidad de destino en lo universal.

De todos los problemas de España, el peor está en la derecha, porque evoluciona mal. Este país afronta un elenco de enredos viscosos, de difícil solución. Uno es el territorial, con la cuestión catalana a la cabeza: pero ha entrado en una fase, aunque confusa, de cierta desinflamación. Otro es el desempleo, que disminuye, aunque sea a menor velocidad. Y el tercero es todavía solo una gran amenaza, el coronavirus y su impacto económico eventualmente recesivo. El peor está en el tándem PP-Vox, Casado-Abascal, porque agrava esos asuntos. Y bloquea las instituciones, encona las divisiones, tensa a la sociedad.

XAVIER VIDAL-FOLCH

https://elpais.com/elpais/2020/03/08/opinion/1583695032_504010.html

Eugenesia nazi. Martí Domínguez conduce con firmeza un relato en el que las teorías científicas dan paso a hechos de la II Guerra Mundial.

Tras sus novelas sobre Voltaire, Buffon y Goethe, Martí Domínguez (Madrid, 1966), doctor en biología y profesor de periodismo, se adentra en el aterrador “ocaso de los dioses” hitleriano. Concebida como la autobiografía de un científico austríaco, estudioso de los animales y afín al nacionalsocialismo (trasunto de un personaje real), la novela recrea su paradójica trayectoria vital. Como joven investigador cuando Austria se incorpora al Tercer Reich, sus estudios sobre genética animal cayeron bien a los gerifaltes nazis, embarcados en estudios eugenésicos para mejorar la raza aria; por eso lo promueven para que haga carrera en la universidad (verdadero nido de ideólogos); y terminará comprometido —más o menos a su pesar— en los planes de eugenesia humana de las SS. Martí Domínguez conduce con firmeza un relato que va cobrando cada vez más interés, y en el que las teorías científicas dan paso a hechos de la II Guerra Mundial, tales como el rapto de niños con “rasgos arios”, robados a sus padres por los nazis en Polonia y Ucrania para su “germanización”.

Nos introduce asimismo en las Lebensborn, los centros estatales donde mujeres racialmente puras se dejaban preñar como deber patrio por hombres de las SS, con vistas al mejoramiento genético de los futuros soldados. Sus hijos serían propiedad del Estado. Las escenas escabrosas son las justas, poco las necesita la atmósfera de horror totalitario que se palpa desde las primeras páginas en esta apasionante novela.

miércoles, 18 de marzo de 2020

Jamás. El fascismo no se puede resignificar.

Desmontaje de las placas en eel cementerio de La Almudena el pasado mes de noviembre.
Desmontaje de las placas en el cementerio de La Almudena el pasado mes de noviembre. 

El término resignificación no está en el diccionario de la RAE. Aparecen otros, como mentir, manipular, falsear, blanquear, ofender, difamar o confundir, pero el alcalde de Madrid se ha apoyado en el primero para desmantelar el Memorial de la Almudena, un espacio que los descendientes de las víctimas del franquismo lograron levantar con muchísimo esfuerzo durante años tan largos que llegaron a parecer eternos.

He escrito víctimas del franquismo, y no de la guerra, porque los 2.963 fusilados cuyos nombres pretende borrar el alcalde y que muchos madrileños no olvidaremos jamás, fueron asesinados por el Estado franquista en tiempo de paz, entre 1939 y 1944.

Fueron procesados por una ley criminal —la de Responsabilidades Políticas, que permitía condenar a muerte a los simples militantes de los partidos del Frente Popular— y sentenciados en infames pantomimas que se autodenominaban consejos de guerra cuando ya, insisto, no había guerra.

¿De qué resignificación hablamos? ¿El Ayuntamiento va a certificar que se suicidaron, que murieron de gripe, que nunca existieron, que no llegaron a nacer?

Almeida pretende tapar sus nombres con una frase del presidente Azaña, que tuvo la suerte de morirse en Montauban el 3 de noviembre de 1940, mientras grupos de falangistas y agentes de la Gestapo merodeaban por los alrededores de su casa, al acecho de la oportunidad de detenerle y enviarle a España para que fuera fusilado. (1) ¿Eso también lo va a resignificar? ¿Va a poner las palabras paz, piedad, perdón, en sus aterrados labios de moribundo?

El fascismo no se puede resignificar. Un alcalde democrático debería saberlo, repudiar el crimen, el terror, la crueldad que significa, o dejar de llamarse a sí mismo democrático (2).

Notas... Las notas son del autor.

(1) Lo cual no es sólo una hipótesis. Fue la realidad de lo que le ocurrió al presidente de la Generalitat, Lluís Companys i Jover​ (Tarrós, 21 de junio de 1882-Barcelona, 15 de octubre de 1940). Quien fue raptado en Francia, traído a España, maltratado, torturado y en una infame pantomima de juicio fraudulento autodenominado consejo de guerra, cuando según ellos mismos ya no había guerra, y ejecutado, una vil actuación del franquismo.

(2) Demuestra una y otra vez que no cejan de la guerra civil y lamentablemente nos muestra su falta real de conciencia y comportamiento democrático. En muchos casos cometen fraude de Ley, pues recurren a la Ley de Memoria Histórica, para poner o mantener a personajes de la dictadura en calles y monumentos cuando la finalidad de la ley es la contraria.

Fuente: El País. Almudena Grandes

https://elpais.com/elpais/2020/02/23/opinion/1582471937_522991.html

martes, 17 de marzo de 2020

42 juegos e ideas creativas para que los niños sin cole se entretengan en casa.

El pánico inicial de los padres y madres al saber que se suspendían las clases en varias comunidades autónomas por el avance del coronavirus se ha visto reflejado estos días en los grupos de WhatsApp de los coles, que echaban humo. Todo eran dudas: ¿Con quién dejarlos? ¿Cuánto durará esto? ¿Pueden salir al parque? Y, sobre todo, la gran pregunta: ¿Qué hago con los niños en casa tanto tiempo? Si te tocar cuidar de niños estos días, en Verne hemos pensado 42 juegos e ideas para que no os aburráis ni caigáis en la rutina con los mismos de siempre. En la siguiente recopilación se pueden encontrar desde el clásico Veo Veo a apps con las que los más pequeños podrán repasar matemáticas, lengua o inglés. Una lista a la que acudir cuando ya no te queden ideas. Muchos no necesitan más que papel y lápiz y otros incluso pueden servirte para dar una segunda vida a algunos trastos que hay por casa. Y si te toca teletrabajar en casa, aquí te dejamos unos consejos de gente que lleva años haciéndolo.

PARA QUE SE ENTRETENGAN CON ADULTOS

1. El resto cuenta. Es un juego matemático para el que solo hacen falta tres dados y un folio, y que sirve para que los niños perfeccionen las divisiones… Y tú recuerdes cómo se hacían sin utilizar la calculadora. El matemático Jose Ángel Murcia lo recomendaba en Verne como actividad para que los niños pequeños se interesen por las matemáticas.

2. La búsqueda del tesoro. Esconde algo por la casa y dibuja en un folio un plano de tu casa. Mediante pistas y acertijos el niño deberá descubrir dónde está el tesoro.

3. Adivina el personaje. Un jugador piensa en un personaje y el resto deben adivinarlo con preguntas de sí o no.

4. Palabras encadenadas. Un clásico de campamentos y viajes en coche al que puede jugarse también en casa. Ya sabes: “Caracol - cola - lagarto - tomate…” y así sucesivamente.

5. Telarañas caseras. Solo se necesita velcro y fieltro. Con el velcro se hace una telaraña gigante pegada en la pared, y con el fieltro se pueden hacer pequeñas arañas que los niños deberán lanzar sobre el velcro. El objetivo es conseguir que sus animalitos se queden lo más cerca del centro posible.

6. Veo, veo. ¿Qué ves?

7. Cambiar números por palabras. Los jugadores van contando hasta 10. Por ejemplo, si hay dos jugadores, el primer jugador diría “uno”, el segundo “dos”, el primero “tres”... y así sucesivamente. El jugador que llega a 10 sustituye uno de los números por una palabra, y se vuelve a contar. Por ejemplo, si sustituimos el dos por “gato”, el primer jugador diría “uno”, el segundo “gato”, el primero “tres”... Y así hasta llegar a 10 y sustituir otro número por otra palabra.

8. ¿Puedes convertir cuatro cuadrados en tres en solo tres pasos? Se necesitan doce palillos para intentarlo.

9. El árbol de la familia. Consiste en dibujar el árbol de la familia, donde los familiares mayores enseñen a los niños quiénes forman la familia, de generación a generación. Es una buena excusa para rescatar algún álbum de fotos antiguo.

10. Continúa la historia. El primer jugador escribe una frase, le pasa el folio al siguiente y este escribe la siguiente frase del cuento, y vuelve pasarlo… Y así, hasta el “fueron felices y comieron perdices”.

11. Camisetas personalizadas. Si tienes unas camiseta blancas básicas y pintura de ropa, ¡ya tienes una nueva prenda!

12. Stop el lápiz o “Nombre, apellido, cosa, animal”. La versión casera del Scatergories al que seguro que jugaste en clase. Puedes diseñar tú mismo el tablero o imprimir una de las muchas plantillas disponibles online.

13. OSO. Un juego de colocación de letras para el que solo hace falta papel cuadriculado y dos bolígrafos.

14. Los cuadrados. Como OSO, pero dibujando líneas en las cuadrículas para formar cuadrados.

15. Tres en raya. Si quieres ganar siempre, aquí tienes unos consejos.

16. Hundir la flota, hecho con papel.

17. El suelo es lava. Antes que un challenge, fue un juego de niños.

18. ¿Qué ha cambiado? El niño sale de la habitación, cambiamos algo de sitio y tiene que adivinar qué es.

19. El teléfono escacharrado.

20. Escribir mensajes ocultos con papel y limón. También puedes utilizar esta técnica en la búsqueda del tesoro.

21. Repaso de Geografía. No hay cole pero se pueden repasar las banderas, los gentilicios y situar las capitales de provincia. Aquí reunimos algunas formas divertidas para hacerlo.

PARA QUE PUEDAN JUGAR TANTO SOLOS COMO ACOMPAÑADOS

22. Discos matemáticos para imprimir y jugar. MrPrintables es una página web con decenas de actividades para imprimir y jugar, desde manualidades a pasatiempos y juegos matemáticos. Uno de ellos son los discos matemáticos, unas fichas con distintas operaciones matemáticas de cálculo mental en las que hay que rellenar el número que falta para que todas las operaciones den lo mismo. Puedes descargarlos aquí.

23. Leer cuentos. Un clásico, pero nunca falla, sobre todo antes de dormir.

24. Aprender origami. Si tienes décimos de lotería guardados en un cajón desde navidad, es el momento de utilizarlos.

25. Diseño y concurso de aviones de papel. Aquí tienes una guía con 30 modelos.

26. Aprender a hacer flores de papel.

27. Títeres con calcetines. Si te pones un calcetín en la mano, solo necesitas imaginación para construir a tu personaje. La versión más elaborada de este juego es decorar los calcetines cosiendo o pegando botones y telas para caracterizarlo.

28. Tira y dibuja. O escribe. O coloca. El blog de ocio infantil Bebé a Mordor cuenta con una selección de juegos descargables de los denominados roll & write, (tira y dibuja). Son juegos muy sencillos en los que, mediante tiradas de dados, tienes que dibujar un personaje, colocar fichas como si fuera un tetris…

29. Collages. Solo necesitas un folio, tijeras, pegamento y revistas viejas u otros materiales, como papel de regalo. Y que la imaginación haga el resto.

30. Disfraces Do It Yourself. Seguro que nunca se te ha ocurrido disfrazarte con cosas que tengas por casa: sábanas viejas, cartones, papel albal...

31. Plantar legumbres en un algodón mojado.

32. Bolos caseros. Con botellas de plástico vacías y una pelota de tenis.

33. Preparar un postre entre padres e hijos.

34. Un rompecabezas de verdad. Dibuja en una cartulina una imagen y después recórtala en trocitos.

35. A ver si eres capaz de pelar una naranja sin pringarte las manos. Aquí te contamos algún truco.

OPCIONES CON PANTALLA: JUEGOS, PELÍCULAS, APPS...

36. Dibujos animados y películas infantiles en YouTube. En la plataforma se pueden ver películas de dibujos animados clásicos, como a través de la cuenta SoloCartoons, donde los Looney Tunes son los protagonistas. Esta playlist reúne 100 películas infantiles (no de dibujos animados) en español. La distribuidora y productora Cinetel Multimedia ofrece distintos tipo de películas, y también cuenta con listas de dibujos y películas para niños.

37. Duck Duck Moose. Una app gratuita para repasar lengua, matemáticas, música o dibujo de manera gratuita.

38. Películas en streaming gratis con tu carné de la biblioteca. Si tu biblioteca está afiliada a efilm, tienes a tu disposición otra plataforma de contenidos tipo Netflix o HBO. Se trata de un servicio de visionado de películas online público que cuenta con un catálogo de más de 20.000 películas (y algunas series). Ocho comunidades autónomas ya tienen este servicio disponible para sus ciudadanos. Pueden verse en el ordenador y, algunos títulos, también en tabletas, en teléfonos y en la televisión (activando Chromecast, un dispositivo que permite enviar contenidos desde los dispositivos móviles a la pantalla de televisión).

39. Set. Es un juego de cartas al que se puede jugar online en la web del juego o en la página de pasatiempos de The New York Times. Consiste en encontrar tres cartas que cumplan una de estas dos características: o que compartan los mismos atributos (que aparezca el mismo número de símbolos, que sean del mismo color, que tenga la misma forma y el mismo fondo) o que no compartan absolutamente ninguno. El matemático José Ángel Murcia lo recomendaba en Verne para jugar en el coche, aunque en casa engancha igual. Es muy sencillo pero, si quieres ver algunos ejemplos, puedes leer las instrucciones aquí.

40. Karaoke. En YouTube hay algunas playlist de canciones infantiles (como esta) de las que se puede seguir la letra para tener un verdadero karaoke en casa. Suerte con el teletrabajo.

41. Tynker. Una app gratuita que acerca a los niños a la programación.

42. Duolingo. Es una app que sirve para aprender un idioma desde cero o para continuar estudiando los que están aprendiendo.

Si quieres saber más...

..En esta guía de actuación frente al coronavirus puedes encontrar respuestas para saber qué hacer ante la sospecha de padecerlo, cómo prevenirlo el o cómo actuar si se está infectado.

https://verne.elpais.com/verne/2020/03/10/articulo/1583860716_492064.html

Mucho peor de lo que parece. El virus y la economía (I)

¿Un simple virus puede poner en solfa al mundo entero? ¿Una economía mundial tan potente y asentada pueda estar en peligro por esa causa? ¿Se pueden venir abajo las bolsas sólo por el efecto de la propagación de un virus? ¿Qué está pasando y qué puede pasar, por qué tanta alarma?

Es normal que la mayoría de la gente se haga este tipo de preguntas pero me temo que las respuestas que se están dando son confusas y que generan más dudas de las que resuelven.

Sobre la epidemia, lo cierto es que todavía no se sabe bien cuál puede ser su verdadera magnitud. Parece ser que si se aplican medidas de aislamiento e higiene que eviten su propagación, sobre todo a personas especialmente vulnerables, en muy pocas semanas se podría frenar su expansión sin que se produzca un efecto especialmente dramático. Eso es lo que parece que ha ocurrido en China, gracias a que allí hay un sistema de toma de decisiones muy centralizado, dictatorial, y en donde se han podido aplicar recursos millonarios para aislar a la población. Pero es difícil que se pueda actuar del mismo modo en otros países, de modo que no se puede descartar un contagio exponencial que afecte a millones de personas en unas cuantas semanas.

Diferentes estudios realizados en los últimos años sobre los efectos económicos de este tipo de epidemias nos permiten saber algunas cosas. Primero, que es seguro que lo que está pasando tendrá consecuencias y costes; segundo, que su efecto final dependerá del tiempo que dure la alarma y del frenazo de la actividad que produzca; y, tercero, que sólo si se actuara con gran ineficacia y se alcanzara un nivel de mortalidad ahora mismo posiblemente impensable (más 15 millones de muertos al año), quizá se produciría un coste que comenzaría a ser más o menos equivalente al que supuso la última gran crisis.

A pesar de eso, a mi me parece que el peligro al que nos enfrentamos no es la difusión de un virus ni aunque este fuese mucho más letal de lo que ahora podamos imaginar que llegue a ser el coronavirus en el peor de los casos.

El problema grave que tenemos delante de nuestras narices y al que no le estamos dando la importancia que tiene es la situación en la que se encuentra el sistema en el que vivimos, el capitalismo de nuestros días. Un sistema complejo que tiene propiedades que le hacen funcionar de un modo muy específico.

Estos sistemas, como el capitalismo, son imprevisibles y permanentemente inestables, y de ahí que sea muy difícil predecir cuál será su evolución. Pero sí sabemos, sin embargo, algunas cosas importantes sobre su funcionamiento y evolución y, sobre todo, sobre lo que puede hacer que colapsen.

Sabemos, por ejemplo, que los sistemas complejos como el capitalismo viven al borde o expuestos permanentemente al fallo sistémico y fatal, que tienden constantemente a la crisis y que están siempre en peligro de colapsar, precisamente porque su complejidad no es otra cosa que inestabilidad y desorden.

Pero, al mismo tiempo, también sabemos que la gran probabilidad de fracaso, de fatalidad, que acompaña a cualquier sistema complejo hace que generen en su seno constantes y potentes elementos de protección. Por eso pueden resultar muy seguros a pesar de ser, al mismo tiempo, muy propensos al colapso. Precisamente por eso.

En segundo lugar, sabemos también que los sistemas complejos casi nunca colapsan por el efecto de un solo fenómeno. Para que se produzca un fallo total, sistémico, fatal, para que colapsen, es necesario que concurran diferentes fallos al mismo tiempo.

Y es muy importante saber que estos sistemas funcionan siempre en condiciones degradadas, es decir, con muchos fallos latentes que es imposible erradicar, bien porque se desconocen, porque no compensa o porque no se quiere asumir el coste de eliminarlos en todo o en parte.

Las consecuencias de esto que sabemos sobre los sistemas complejos son de aplicación a lo que está pasando con la epidemia del coronavirus

En primer lugar, que es muy difícil que resulte tan fatal como se está creyendo. El sistema se está defendiendo del «fallo» en su funcionamiento que supone el coronavirus con mecanismos del propio sistema que son seguramente mucho más potentes de los que serían realmente necesarios para evitar que se convierta en un peligro global o letal. Y, como he dicho, es altísimamente improbable, por no decir, imposible, que el sistema en su conjunto se vea afectado fatalmente por un solo fallo o factor.

Pero, en segundo lugar, hay algo que es mucho más preocupante.

La epidemia del coronavirus constituye un fallo añadido en el sistema que si se contempla linealmente puede parecer poca cosa. Pero que puede resultar de efectos muy graves si se tiene en cuenta que su presencia muta la condición del sistema en su conjunto porque interactúa con otros de sus fallos latentes. Es decir, el coronavirus es realmente peligroso no por lo que supone en sí mismo sino porque aumenta mucho la degradación del sistema en su conjunto, en mucha mayor proporción de la que correspondería a su aislada naturaleza de epidemia sanitaria.

A mi juicio, la extraordinaria gravedad del coronavirus no es el daño que produciría una epidemia si se pudiera contemplar aisladamente, sino la aceleración del efecto degradante o destructor de los demás fallos que estaban más o menos contenidos hasta ahora.

Ya escribí hace unos meses que se estaba gestando una crisis de muchos frentes pero que -a corto plazo- tenía tres manifestaciones o vías de expansión principales: las bolsas, que han alcanzado una sobrevaloración disparatada que las lleva a estallar antes o después; la deuda en crecimiento insostenible; y el bloqueo de la oferta como consecuencia de la continua caída de la rentabilidad del capital material en favor del beneficio financiero.

Los problemas que puede traer ahora la propagación del coronavirus tienen que ver justamente con esa crisis de oferta que ya en los últimos meses se estaba produciendo en casi toda la economía mundial en forma de una desaceleración relativamente atenuada.

Ahora, las respuestas que inevitablemente van a tener que adoptar los gobiernos para evitar el contagio van a bloquear todavía más la oferta y sus consecuencias van a ser varias, pero todas con algo en común: reactivar los fallos hasta ahora latentes o adormecidos.

En primer lugar, va a disminuir la producción, se van a desarticular los canales de suministro y distribución, van a producirse carencias de aprovisionamiento a escala global y la crisis empresarial va a generalizarse, disminuyendo mucho más la rentabilidad del capital que mueve los motores de la economía productiva. La crisis de oferta va a ser muy fuerte.

En segundo lugar, va a aumentar la deuda empresarial y la dificultad para hacerle frente por parte de miles de empresas, especialmente por las «zombis» que hasta ahora han estado manteniendo su actividad a base de más deuda, pero sin generar beneficio suficiente.

En tercer lugar, el cambio de expectativas, la posibilidad de que se produzcan quiebras en cadena y movimientos extremos por parte de las autoridades en materia de gasto e intervención financiera, van a producir un caos bursátil de la mano de las operaciones automatizadas, de los algoritmos que utilizan los grandes fondos especulativos. Las bolsas, como ya anticipé, son ahora mismo el eslabón más débil y volátil del capitalismo, estaban a punto de saltar y el virus va a hacer que estallen sin remedio.

En cuarto lugar, todo eso va a afectar al sector financiero que perderá negocio solvente y frenará la financiación, amplificando los problemas anteriores, cuando no sufriendo él mismo una nueva crisis financiera.

En quinto lugar, la intervención de las autoridades va a ser bastante complicada y poco efectiva porque ahora no se trata de impulsar la demanda inyectando capacidad de gasto (que hará falta) sino de poner en pie la oferta, y eso es mucho más difícil cuando las empresas cierran y las redes productivas se han boqueado.

En sexto lugar, no descarto que, precisamente por el bloqueo de la oferta, se produzca un rebrote inflacionario que pondría a los bancos centrales ante un dilema terrible, pues estarían obligados a frenarlo. Y entonces estará por ver cómo podrán soplar y sorber al mismo tiempo, es decir, hacer política expansiva y contractiva a la vez.

Si no se toman medidas drásticas para evitar los contagios, si no se aísla a la población, la expansión de la pandemia es casi segura y esa expectativa de crisis paralizaría la actividad. Pero la cuarentena y el aislamiento también la frenará sin remedio. No hay salida. Pero el problema no es el virus, sino un sistema complejo en el que un fallo aparentemente sin demasiada importancia puede reactivar otros fallos hasta ahora latentes o medio controlados. Y es esa conjunción de factores lo que va a crear una situación nueva y que representa un peligro muy serio.

Si los fallos latentes diversos se hacen expresos y si su aparición coincidente los convierte en un fallo único y estructural, nos vamos a enfrentar a un problema económico hasta ahora desconocido en la época del capitalismo globalizado y neoliberal.

Y las recetas que los gobiernos y las autoridades monetarias han venido utilizando no les van a servir. Ahora tendrían que pensar «al revés» de como lo han hecho hasta ahora desde hace décadas y eso no les va a resultar fácil. No tienen soluciones porque ni siquiera se pueden imaginar cuál es la naturaleza del problema que tienen por delante. De ahí que estén desorientados y sin saber bien qué hacer.

El virus es la pequeña mariposa de la teoría del caos: el suave movimiento que producen sus alas en una esquina del planeta se está empezando a traducir en una tempestad a miles de kilómetros. La gente lo intuye con más sabiduría que los políticos y economistas que siguen creyendo que sólo se trata de tomar medidas sanitarias acompañadas de otras cuantas económicas convencionales, cuando el peligro verdadero está en otro lado, en los fallos estructurales del sistema que el virus puede haber reactivado ya.

Hablaré de alternativas en el siguiente artículo pero anticipo la principal: es obligado que vivamos de otro modo.

Publicado en lapoliticaonline.es el 12 de marzo de 2020

Fuente: https://www.juantorreslopez.com/el-virus-y-la-economia-1-mucho-peor-de-lo-que-parece/#more-8540