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martes, 15 de octubre de 2019

El destierro eterno del ‘generalísimo’ francés. A diferencia de lo ocurrido en España, los restos del mariscal Pétain, líder de la Francia colaboracionista con los nazis, reposan en el cementerio de una minúscula isla.

A él le habría gustado que le enterrasen en la necrópolis de Douaumont, donde reposan los soldados muertos en la batalla de Verdún. O habría podido acabar en los Inválidos de París, cerca de Napoleón o de Foch, héroe, como él, de la Primera Guerra Mundial. Pero los restos de Philippe Pétain están enterrados a centenares de kilómetros de los monumentos a los caídos y de todos los honores.

“Philippe Pétain. Mariscal de Francia”, reza la inscripción en una tumba blanca junto al muro del cementerio de Port-Joinville, capital de la Île d’Yeu, una pequeña isla de 4.500 habitantes a 30 minutos en ferri de la costa francesa.

El mariscal Pétain —el comandante que en la Gran Guerra disfrutó como ningún otro de la admiración de los franceses, y que años más tarde encabezó el régimen colaboracionista con la Alemania nazi— acabó sus días en este pedazo de tierra en el Atlántico. Tras la liberación de Francia, fue condenado a muerte por “alta traición” e “inteligencia con el enemigo”, pero el general De Gaulle le conmutó la pena. Después de un paso breve por una fortaleza de los Pirineos, se le trasladó a la isla de Yeu, lejos de todo y de todos. Encarcelado en un fuerte militar, pasó aquí sus seis últimos años. Su esposa, Annie Pétain, conocida como la Mariscala, vivía en el Hôtel des Voyageurs, junto al puerto. Cuando se acercaba la hora final, le trasladaron a una casa de Port-Joinville, cerca de la iglesia. Murió el 23 de julio de 1951. Tenía 96 años.

Pequeño museo
“Me acuerdo bien de la Mariscala yendo a la iglesia. Y la veíamos subiendo por la calle cuando iba a ver al mariscal a la ciudadela”, dice Marie-Louise Nolleau, que tenía 12 años cuando los Pétain llegaron a la isla. El mariscal, en la ciudadela de Pierre-Levée. La Mariscala, en el hotel que regentaban quienes serían los suegros de la mujer, la familia Nolleau. El marido de Marie-Louise Nolleau convivió durante aquellos años con Madame la Maréchale. “Me contaba que era una mujer dura, estricta”, recuerda. Y, mientras tanto, muestra el minúsculo museo dedicado a la memoria de Pétain, situado en la casa de sus suegros, donde Annie Pétain residió. Allí está la cama donde murió el mariscal, así como todo tipo de objetos, desde sellos hasta cartas manuscritas. Y una caja de naranjas —vieja y vacía, con una bandera rojigualda— que Franco envió a Pétain. “Gracias por esta evocación del destino del mariscal Pétain. ¡Muchas gracias! ¡Viva nuestro mariscal!”, ha escrito alguien en el libro de visitas. Y otro: “Gracias por haber sabido conservar los testimonios de una vida extraordinaria de un hombre cuyo recuerdo sigue persiguiendo Francia y la República”.

La isla de Yeu, el minúsculo museo que parece una capilla pétainista, la tumba imponente pero sobria y sin adornos oficiales podrían ser una metáfora del lugar que Pétain ocupa hoy en la historia. Un personaje maldito que representa los momentos más oscuros del siglo XX, incluido su papel en la deportación de los judíos, y, al mismo tiempo, un personaje idolatrado en los años veinte y treinta por su papel en la victoria de 1918 ante los alemanes.

“Su nombre está ligado al traumatismo de la Segunda Guerra Mundial, es sinónimo de la Francia que colaboró con los nazis”, explica la historiadora Bénédicte Vergez-Chaignon, autora de la biografía de referencia sobre Pétain. “Sigue siendo difícil evocar su papel en la Primera Guerra Mundial sin que parezca que se le excusa por lo que hizo en la segunda”.

Desde el mismo momento en que Pétain fue enterrado, empezó el debate sobre los restos. El presidente François Mitterrand, que en su juventud había sido funcionario en el régimen de Vichy y fue condecorado por Pétain, enviaba flores cada año. En el centenario del final de la Gran Guerra, el actual presidente, Emmanuel Macron suscitó una polémica cuando afirmó: “El mariscal Pétain fue un gran soldado, es una realidad. La vida política, como la naturaleza humana, a veces es más compleja”.

El otoño se ha instalado en la Île d’Yeu, la lluvia y la mala mar refuerzan la sensación de encontrarse en una burbuja remota, pese a que la travesía no supera la media hora. La pesca, el turismo y la construcción son el motor económico. En temporada baja, Port-Joinville marcha a medio gas. En el cementerio nada indica que ahí yace Pétain. La tumba es un engorro para una isla donde pocos se identifican con el mariscal: la extrema derecha recoge peores resultados que en el resto del país. En ocasiones es objeto de vandalismo. Los visitantes son escasos. Cada 23 de julio hay una conmemoración. Los fieles envejecen, cada año son menos.

EL FALLIDO COMANDO QUE TRATÓ DE LLEVAR LOS RESTOS A VERDÚN
Hubert Massol, presidente de la Asociación para la defensa del mariscal Pétain, fue protagonista en la noche del 18 al 19 de febrero de 1973 de un episodio rocambolesco: el intento de cumplir la voluntad de Pétain y trasladarlo a Douaumont, junto a Verdún, en el este de Francia. “Un día nos dijimos que había que hacer algo y montamos un pequeño comando. Yo lo dirigí”, recuerda Massol por teléfono. Eran cinco personas. Viajaron en camioneta y en ferri hasta la isla de Yeu. Abrieron la tumba, sacaron el ataúd y lo cargaron en la camioneta. De camino a Verdún, y antes de llegar a París, escucharon en la radio la noticia del secuestro de los restos de Pétain, y por prudencia decidieron esconderlo en un garaje de las afueras de París. Pero la policía localizó a Massol, que les acabó indicando donde estaba escondido el ataúd. “Me di cuenta de que no había salida: no podíamos dejar a Pétain ahí”, explica. Pasó una noche en el calabozo, nada más. No volvió a intentar la operación. Los pétainistas siempre observaron con envidia el Valle de los Caídos, que Massol ha visitado varias veces. Hoy, ante las noticias del anunciado traslado de Franco a un pequeño cementerio en El Pardo, lo tiene claro: “Me parece escandaloso”.

https://elpais.com/politica/2019/10/12/actualidad/1570899646_559645.html

lunes, 14 de octubre de 2019

_- La importancia de la memoria histórica europea para el futuro de Europa. No es lo mismo.

_- Rafael Poch de Feliu
Blog personal

Cómo el Parlamento Europeo aprueba la versión de la historia de la Segunda Guerra Mundial de la derecha polaca, de acuerdo con los planes estratégicos de Estados Unidos en el continente.

Con su resolución de 19 de septiembre sobre la Importancia de la memoria histórica europea para el futuro de Europa, el Parlamento Europeo, ha dado un nuevo y vergonzoso paso en la reescritura de la historia europea. A iniciativa de 19 diputados, 18 de ellos polacos y uno letón, una feliz coalición de conservadores, liberales, nacionalistas, socialdemócratas y algunos verdes, aprobó, por 535 votos a favor, 66 en contra y 52 abstenciones, “un retroceso ideológico hacia los peores tiempos de la guerra fría”, en palabras de la Federación Internacional de combatientes de la Resistencia (FIR).

La resolución afirma la curiosa tesis de que “La Segunda Guerra Mundial fue el resultado directo del infame Tratado de no Agresión nazi-soviético de 23 de agosto de 1939, también conocido como Pacto Molotov-Ribbentrop”. La Unión Soviética y la Alemania nazi, los dos principales adversarios de la Segunda Guerra Mundial, son de nuevo presentados como gemelos: “dos regímenes totalitarios que compartían el objetivo de conquistar el mundo, repartirse Europa en dos zonas de influencia”. Poniendo un nuevo signo de igualdad, se pide a los estados miembros que “conmemoren el 23 de agosto como Día Europeo de las Víctimas del Estalinismo y del Nazismo a escala tanto nacional como de la Unión”, y se llama a elevar los ánimos bélicos agitando a las “generaciones más jóvenes” para “fomentar la capacidad de resistencia ante las amenazas modernas que se ciernen sobre la democracia”.

Una vieja ideología de nuevo funcional
Esta amalgama no tiene nada de inocente y está directamente relacionada con las actuales y artificiales tensiones de “nueva guerra fría” a las que han conducido un cuarto de siglo de marginación de Rusia de un sistema de seguridad atlantista contra ella dirigido, vía ampliación de la OTAN, abandono de acuerdos de desarme e instalación de infraestructuras militares junto a sus fronteras. Tampoco es algo nuevo.

En el pasado, poner el signo de igualdad entre nazismo y comunismo fue extremadamente funcional en el periodo de posguerra, cuando el frente aliado de la coalición anti Hitler del que la URSS era pilar fundamental, se fracturó dando lugar a la nueva tensión entre potencias del mundo bipolar que conocemos como guerra fría entre Estados Unidos y la URSS. El paralelismo y la equivalencia entre nazismo y comunismo estalinista rehabilitó a los ex nazis alemanes que construyeron la República Federal Alemana , integrándolos en la primera línea del frente común anticomunista en Europa. Gracias a la teoría de los totalitarismos de uno u otro signo , los ex nazis fueron eximidos de la mitad de su culpa: por un lado eran culpables de atrocidades, pero por el otro habían sido precursores en la lucha contra el nuevo enemigo, al que se habían anticipado identificándolo aunque fuera desde una ideología algo equivocada . En Alemania occidental, donde apenas hubo desnazificación, un pequeño ejercicio verbal de arrepentimiento, les bastó para convertirse en cristiano-demócratas, liberales e incluso socialdemócratas, no solo sin renegar de su pulso contra el comunismo, sino reivindicándolo. Franco sacó buen partido de ese mismo recurso reciclando la criminal alianza de su régimen con las potencias del eje para convertir a España en base militar aeronaval del mundo libre y reserva espiritual de Occidente.

Mantener la división continental
Ahora esa misma ideología, que en la Europa de los años, sesenta, setenta y ochenta habría sido considerada desvergonzado disparate reaccionario, avanza impulsada por la dinámica de nueva tensión con la Rusia postsoviética (cuyo “comunismo” es igual a cero), acusada de “amenazar Europa” pese a que su gasto militar es más de catorce veces inferior al del conglomerado noratlántico que la rodea. En este despropósito, que retrata un aspecto del regreso de la Europa parda, no hay nada de casual.

Algunos países del Este de Europa, enemigos históricos de Rusia son utilizados para la estrategia de división continental impulsada desde Washington. Es sabido, y los documentos oficiales de los estrategas de Washington así lo proclaman desde hace años, que imposibilitar el ascenso de la Unión Europea como sujeto autónomo, por ejemplo con una política independiente en Oriente Medio, es el objetivo estratégico de Estados Unidos en el continente, por lo que es imperativo mantener una tensión artificial con Rusia. Una relación normalizada de la Unión Europea con la nación más poblada de Europa y la más rica en recursos, además de su principal suministrador energético, es condición sine qua non para esa hipotética autonomía.

Los gobiernos de países como Polonia y las repúblicas bálticas actúan como el caballo de Troya de ese propósito, con el que sus gobiernos ultraconservadores sintonizan -por razones históricas bien comprensibles dada la tormentosa relación de esos países con Rusia en el siglo XIX y XX. Su ingreso en la OTAN y en la UE fue priorizado desde Estados Unidos por esa razón y sus gobiernos tienen en ese papel de acicate anti ruso su principal carta de influencia en Washington y en Bruselas. Es significativo que la resolución llame a “fomentar, en particular entre las generaciones más jóvenes, la fuerza de resistencia ante las amenazas modernas que se ciernen sobre la democracia”, dando por buena la leyenda de la “amenaza rusa” sobre Europa que esos países proclaman de forma histérica, así como apelando a tomar “firmes medidas” ante la “guerra de la información librada contra la Europa democrática con el objetivo de dividirla”, es decir a silenciar el aparato de propaganda ruso en el continente que asegura un pluralismo de propagandas que debilita los monopolios establecidos.

La desvergüenza de los diputados polacos, y la tontería de los diputados que han votado esta resolución muchos de ellos seguramente sin leerla o sin entenderla, llega al extremo de solicitar la declaración del “Día Internacional de los héroes de la lucha contra el totalitarismo, el 25 de mayo, aniversario de la ejecución de un militar anticomunista polaco, Witold Pilecki, que fue internado en Auschwitz por los nazis en una rocambolesca historia y posteriormente ejecutado por los comunistas polacos como agente militar del gobierno polaco en el exilio. Aquí la intención que se adivina es eminentemente nacional: blanquear la escandalosa complicidad polaca en el holocausto, así como la sintonía de la Polonia de preguerra con los nazis, con quienes firmó un acuerdo de no agresión en 1934. Polonia fue cómplice en la desmembración nazi de Checoslovaquia en 1938 y sus dirigentes tuvieron una gran responsabilidad en la posterior ruina de su nación, algo de lo que se prefiere no hablar . Europa debe odiar a los rusos, de acuerdo con el nacionalismo polaco, y para ello se falsifica y manipula lo que haga falta.

“Totalitarismos de uno u otro signo”
La llamada teoría de los totalitarismos intentó explicar el hecho histórico de que en el siglo XX algunos sistemas tuvieron un nivel de coerción y control político tan superior al de la mayoría de las dictaduras, que merecían una nueva categoría. Pero el término totalitarismo no tiene un claro contenido y sí claros inconvenientes. Uno de ellos es que no es un concepto histórico, sino propagandístico cuyo uso se generalizó durante la guerra fría. En la práctica sirvió para rehabilitar a los nazis y movilizar a Occidente contra el comunismo. Desde ese término, los propagandistas occidentales introdujeron la idea del “comunismo” y el estalinismo como despotismos sin relación alguna con el pasado, obviando toda explicación histórica. La historia de la autocracia y el absolutismo rusos, con una larga tradición secular y de la que el estalinismo fue genuina expresión en las condiciones técnicas del siglo XX, simplemente desapareció en beneficio de una cruzada ideológica encaminada a demonizar la peligrosa idea de la nivelación social.

Fue así como una teología de la maldad explicó, por ejemplo, la compleja historia del acuerdo germano-soviético de agosto de 1939, que viene después, y no antes, de acuerdos similares de no agresión firmados por Polonia con los nazis contra la URSS, o del espectáculo de Munich que convenció definitivamente a los soviéticos de que los liberales occidentales acabarían aliándose con los nazis contra la URSS, o por lo menos dejándoles hacer en el Este, tal como el propio Hitler confirma en sus reflexiones póstumas transcritas por su último secretario personal, Martin Bormann.

Tras la derrota del fascismo en la Segunda Guerra Mundial, la teoría del totalitarismo se utilizó para presentar al nazismo y al comunismo estalinista como hermanos gemelos, ignorando la diferencia ideológica fundamental; que no puede haber un “buen” nazismo, contrario a todo planteamiento humanista, pero sí un “buen” socialismo que desarrolle ideales humanistas radicalmente antagónicos con el antihumanismo estalinista.

El punto de vista de Primo Levi
Todo esto era bastante banal en la Europa de la guerra fría. En uno de los libros más importantes del siglo, la Trilogía de Auschwitz (1971), Primo Levi, un superviviente de aquella catedral de la historia europea, relataba en estos términos las diferencias entre los Lager alemanes y los soviéticos. La principal, decía, “consiste en su finalidad”:

Los Lager alemanes constituyen algo único en la no obstante sangrienta historia de la humanidad: al viejo fin de eliminar o aterrorizar al adversario político, unían un fin moderno y monstruoso, el de borrar del mundo pueblos y culturas enteros. A partir de más o menos 1941, se volvieron gigantescas máquinas de muerte: las cámaras de gas y los crematorios habían sido deliberadamente proyectados para destruir vidas y cuerpos humanos en una escala de millones; la horrenda primacía le corresponde a Auschwitz, con 24.000 muertos en un solo día de agosto de 1944. Los campos soviéticos no eran ni son, desde luego, sitios en los que la estancia sea agradable, pero no se buscaba expresamente en ellos, ni siquiera en los años más oscuros del estalinismo, la muerte de los prisioneros: era un hecho bastante frecuente y se lo toleraba con brutal indiferencia, pero en sustancia no era querido; era, en fin, un subproducto debido al hambre, el frío, las infecciones, el cansancio. En esta lúgubre comparación entre dos modelos de infierno, hay que agregar que en los Lager alemanes, en general, se entraba para no salir: ningún otro fin estaba previsto más que la muerte. En cambio en los campos soviéticos siempre existió un término: en la época de Stalin los “culpables” eran condenados a veces a penas larguísimas (incluso de quince y veinte años) con espantosa liviandad, pero subsistía una esperanza de libertad, por leve que fuera.

De esta diferencia fundamental nacen las demás. Las relaciones entre guardias y prisioneros, en la Unión Soviética, están menos deshumanizadfas: todos pertenecen al mismo pueblo, hablan la misma lengua, no son “superhombres” e “infrahombres” como bajo el nazismo. Los enfermos, aún mal, son atendidos; ante un trabajo demasiado duro es concebible una protesta, individual o colectiva; los castigos corporales son raros y no demasiado crueles: es posible recibir cartas y paquetes de víveres de casa; en una palabra, la personalidad humana no está negada ni se pierde totalmente. En contraposición, al menos por lo que hacía a los judíos y gitanos, en los Lager alemanes el exterminio era casi total: no se detenía ni siquiera ante los niños, que murieron por centenares de miles en las cámaras de gas, caso único entre las atrocidades de la historia humana. Como consecuencia general, los niveles de mortandad resultan bastante diferentes en los dos sistemas. Al parecer, en la Unión Soviética, en el periodo más duro, la mortandad era de un 30 por ciento de la totalidad de los ingresados, un porcentaje sin duda intolerablemente alto; pero en los Lager alemanes la mortandad era del 90-98 por ciento.

En conclusión, los campos soviéticos siguen siendo una manifestación deplorable de ilegalidad y deshumanización. Nada tienen que ver con el socialismo sino al contrario: se destacan en el socialismo soviético como una fea mancha; han de considerarse más bien como una barbarie heredada del absolutismo zarista de la que los gobiernos soviéticos no han sabido o no han querido liberarse. Quien lea las Memorias de la casa de los muertos, escrito por Dostoyevski en 1862, no tendrá dificultad en reconocer los mismos rasgos carcelarios descritos por Solzhenitsin cien años después. Pero es posible o, más bien, es fácil imaginar un socialismo sin Lager: en muchas partes del mundo se ha conseguido. No es imaginable, en cambio, un nazismo sin Lager.

La historia es una obra en construcción. Cada generación, grupo social y nación, la reescribe a su medida constantemente. A lo que asistimos hoy en la Unión Europea es a la reescritura de una versión de la historia de la Segunda Guerra Mundial de la derecha polaca, acorde con los planes estratégicos de Estados Unidos para mantener al continente divido y en tensión interna.

(Publicado en Ctxt)

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=261312

domingo, 7 de octubre de 2018

El valor y la cobardía de los soldados. De cómo la imaginación ayuda a unos hombres y destruye a otros

Se publica por primera vez en castellano ‘Anatomía del valor’, de Lord Moran, la obra clásica de referencia sobre el coraje y la cobardía de los soldados 

No deja de ser una curiosa paradoja que el libro de referencia sobre la valentía se publique por fin en castellano gracias a un notable cobarde. Cuando hace unos meses el historiador Ricardo Artola me comentó los títulos que barajaba para el nuevo sello editorial Arzalia le recomendé The Anatomy of Courage, el ensayo clásico de 1945 de Lord Moran (1882-1977) sobre el valor y la cobardía de los soldados y que yo tengo siempre a mano en mi atiborrada mesita de noche para cuando me asaltan recuerdos pesadillescos del Somme, donde –a diferencia del autor, que ganó allí en 1916 la Military Cross– afortunadamente nunca estuve, pues lo hubiera hecho de pena. El ensayo, que se acaba de publicar con el título de Anatomía del valor en traducción de Alicia Frieyro Gutiérrez, me lo recomendó a mí hace años en un inolvidable encuentro entre los tanques y artillería del Imperial War Museum de Londres el historiador Max Hastings, para el que también es un libro de cabecera. Como es asimismo una obra indispensable para Antony Beevor, que el otro día, entre puente y puente, al comentarle la inminente publicación en España de Anatomía del valor me dijo que ya era hora y que nadie interesado en los efectos de la guerra en la mente y en el espíritu de los soldados y en esa delgada línea (más ancha en algunos) que separa al héroe del cobarde puede dejar de leerla.

Charles McMoran Wilson, primer barón Moran (lo nombraron caballero en 1938 y le dieron el título en 1943) se alistó al comenzar la I Guerra Mundial y fue oficial médico del Primer Batallón de los Fusileros Reales alcanzando el rango de mayor. Recibió varias condecoraciones al valor y fue citado dos veces en despachos. Lo único que tenemos en común es que yo también he jugado al rugby. Basándose en su experiencia en el frente, desarrolló su pionero estudio sobre el comportamiento de los soldados y los efectos psicológicos de la guerra en las tropas que desembocó en Anatomía del valor.

Lord Moran, por supuesto, es sobre todo famoso por haber sido el médico personal de Winston Churchill desde 1940 hasta la muerte del (ya no) primer ministro en 1968. Por esas casualidades del destino hace unos meses encontré en una librería de lance una vieja edición en castellano (Taurus, 1967) de la otra gran obra de Lord Moran Winston Churchill. The Struggle for Survival, titulada aquí Winston Churchill. Memorias de su médico. Es un libro que fue polémico pues algunos consideraron que violaba la relación de confidencialidad médico-paciente, pero que resulta interesantísimo. Al principio ni Wilson (Moran) quería ser médico de Churchill ni este que lo fuera. Mi pasaje favorito es el relato de cuando el primer ministro se encapricha de Wingate (el maestro de la guerra en la jungla contra los japoneses en Birmania y creador de las unidades de chindits) considerándolo un nuevo Lawrence de Arabia. Churchill se los llevó a él y a su mujer a un viaje por mar en el Queen Mary en 1943, pero el personaje le decepcionó. “Wingate no era más que un excéntrico bien dotado”, zanja Lord Moran, para mí que pelín celoso y evidiosillo.

Pero volvamos al coraje. Anatomía del valor no es un libro sencillo ni redondo, entre otras cosas porque está escrito en fecha tan azarosa como 1943, con el autor viajando junto a Churchill por un mundo en guerra y porque incluye el diario de Lord Moran durante la batalla del Somme, que ya es zozobra. El objetivo del autor, que escribía en el marco de las investigaciones pioneras sobre la neurosis de guerra y el estrés bélico, era tratar de dilucidar, a lo Gary Cooper en Llegaron a Cordura, qué hace que unos hombres aguanten en la batalla y otros no, las razones psicológicas y morales del valor y la cobardía.

Su idea era que entender cómo funciona la mente del soldado en guerra permitiría idealmente desterrar el miedo, disciplinarlo o al menos seleccionar a los que pueden ser buenos combatientes de los que no tienen remedio (y extienden "el contagio de la derrota")

De sus experiencias y observaciones,
Lord Moran extrajo la sorprendente conclusión, y esta es su gran aportación, de que todos (incluso usted y yo) poseemos una cantidad contante de valor pero que ese valor se va gastando cuando lo utilizas, como la ropa.
Por ejemplo, si atacas un nido de ametralladoras alemán o aguantas un bombardeo de aúpa puedes quedarte no solo sin valor sino incluso en números rojos. En un ataque con gas mostaza, por poner otro ejemplo, el valor se te deteriora enormemente. Se te empequeñece. Cómo mantener tu saldo de valor e incluso aumentarlo (derribando un Messerschmitt o con una victoria como El Alamein, siempre y cuando fueras británico, claro) es un tema que interesó especialmente a Lord Moran (y a los generales ni te digo). Lord Moran no es optimista: el número de valientes es muy limitado y sometido a todo lo que te puede caer en una guerra en última instancia no hay quien aguante, todos sienten miedo tarde o temprano.

De cómo la imaginación ayuda a unos hombres y destruye a otros es uno de los capítulos más interesantes. 
Podría firmarlo Lord Jim. Ser imaginativo en principio no ayuda en la guerra, porque, lógicamente, te imaginas muerto. Pero Lord Moran determina que si eres capaz de dirigirla correctamente y no dejarte arrastrar, la imaginación te impulsa a dar lo mejor de ti mismo y hasta a sobrevivir. O por lo menos a morir con decencia, que para él es un punto.

El autor es poco comprensivo con la cobardía,
lo que se entiende si has ganado la Military Cross, te han citado en despachos, etcétera.

Distingue entre el miedo normal (respuesta del instinto de autoconservación) y el malsano, cuando es desproporcionado con respecto al grado de peligro (y me pregunto yo si el que te maten no es un grado considerablemente alto de peligro). Al parecer, la acción ayuda a pasar el miedo, aunque, claro, también significa más posibilidades de que te metan un balazo. El asunto es complejo. Se interroga Lord Moran si la guerra puede convertir con el tiempo a un hombre en cobarde. Lo que parece retórico pues, resume, “ningún hombre dispone de cantidades ilimitadas de valor y cuando estas se agotan, él está acabado”. Que cada uno eche sus cuentas.

Antony Beevor: “El valor en la guerra se gasta” 
El gran historiador militar explica la Segunda Guerra Mundial como una “lotería absurda” en la que vivir o morir dependía de un cambio de humor. Y donde el valiente se hundía y el débil podría emerger.

miércoles, 26 de septiembre de 2018

La gran traición a Checoslovaquia


El Pacto de Münich, para resolver el problema checo, como ningún otro demostraría las falencias y las debilidades de la política anglo-francesa. Se dio hace 80 años, luego de que Alemania se anexara a Austria. Checoslovaquia, Estado multinacional que surgió como consecuencia de la desintegración del Imperio Austro-Húngaro, luego de la Primera Guerra Mundial, tenía garantizada su existencia por el Pacto de Asistencia Mutua, firmado en 1925 entre Francia y Checoslovaquia. Por otra parte, existía el Tratado Checo-Soviético, según el cual, en el caso de una agresión a Checoslovaquia, la URSS se comprometía a pelear contra el agresor si Francia cumplía con el Pacto de Asistencia Mutua. El 28 de abril de 1938, Gran Bretaña se comprometió a luchar junto a Francia en el caso de una guerra contra Alemania. Los Sudetes era una región montañosa de Checoslovaquia, fronteriza con Alemania, que Hitler reclamaba para sí por estar poblada en algunos sectores mayoritariamente por alemanes. En esta zona se encontraban las principales fortificaciones militares checoslovacas, por lo que Checoslovaquia quedaría totalmente desprotegida si perdía este estratégico territorio. Inglaterra y Francia, que no querían cumplir con sus compromisos, presionaban al gobierno checo para que, con respecto a los Sudetes, diera a Hitler todas las prerrogativas posibles. Se produjo, entonces, la siguiente situación ridícula: Konrad Helein, Führer de los alemanes de los Sudetes, exigía concesiones al borde de lo imposible al Presidente de Checoslovaquia, Edvard Beneš, que cedía por presiones anglo-francesas, entonces, Henlein, por indicaciones de Hitler, exigía más todavía.

En julio de 1938 arribó a Londres el capitán Wiedemann, enviado especial de Hitler. Informó al gobierno inglés que el Führer estaba iracundo y que, de no resolverse el problema de los Sudetes, habría consecuencias desastrosas. A lo que Lord Halifax, Canciller del Reino Unido, le respondió: “Trasmítale a él que espero vivir hasta el momento en que se realice la meta fundamental de todos mis esfuerzos: Ver a Hitler con el rey inglés juntos en el balcón del palacio de Buckingham”.

El 13 de septiembre de 1938, Chamberlain, Primer Ministro de Gran Bretaña, voló a entrevistarse con Hitler en su residencia del Berchtesgaden para “lograr un acuerdo anglo-alemán” que resolviera el problema checo. Le explicaba al rey de Inglaterra que se proponía plantear a Hitler que Alemania e Inglaterra debían ser “los pilares de la paz en Europa y los baluartes contra el comunismo”. Luego de tres horas de conversación, Chamberlain aceptó el traslado de los Sudetes a Alemania. Le pidió a Hitler tiempo para consultar con su gabinete y con París, a los que sostuvo que con la entrega de los Sudetes a Alemania se lograría el deseado arreglo con el Füher y “se podría amortiguar las dificultades existentes y también alcanzar acuerdos en otros problemas”. Francia e Inglaterra tomaron en cuenta al gobierno de Praga sólo para recomendarle que cediera a Alemania aquellas partes de los Sudetes donde vivían más del 50% de alemanes y que anulara los pactos de Checoslavaquia con Francia y la URSS; a cambio de todo eso, se comprometían a garantizar las nuevas fronteras. La respuesta debía ser inmediata, ya que Chamberlain debía encontrarse con Hitler el 22 de septiembre.

El Presidente Beneš, preguntó a la Unión Soviética si estaba dispuesta a ayudar a su país en el caso en que Francia no lo hiciera y si tendría el respaldo de Moscú en la Liga de Naciones en el caso en que Checoslovaquia solicitara ayuda a ese organismo. Al día siguiente, Beneš recibió la contestación afirmativa de ambas preguntas. Con este apoyo, Beneš rechazó la propuesta de Chamberlain. Inglaterra y Francia montaron en cólera y le presentaron un ultimátum a Beneš: “Si los checos se agrupan con los rusos, la guerra podría transformarse en una cruzada contra los bolcheviques. Entonces a los gobiernos de Inglaterra y Francia les sería muy difícil quedar al margen”. Los checos aceptaron el ultimátum la mañana del 21 de septiembre.

Hitler le exigió a Chamberlain, en la ciudad alemana de Godesberg, que antes del 28 de septiembre los Sudetes debían formar parte del Tercer Reich y, a pedido de Chamberlain, alargó el plazo hasta el 1 de octubre. Lord Halifax fue el encargado de entregar el memorándum a Jan Masaryk, el Embajador de Checoslovaquia. Se produjo el siguiente diálogo, Lord Halifax: “Ni el Primer Ministro inglés ni yo queremos darle consejo alguno con respecto al memorándum. Pero piénselo bien antes de responder negativamente a él. El Primer Ministro está persuadido de que Hitler sólo quiere los Sudetes, si lo consigue no reclamará nada más”; Masaryk: “¿Y usted cree eso?”; Lord Halifax: “Yo no le he dicho que el Primer Ministro esté convencido de eso”; Masaryk: “Si ni usted ni el Primer Ministro quieren darnos ningún consejo sobre el memorándum, entonces, ¿cuál es el papel del Primer Ministro?”; Lord Halifax: “El de correo y nada más”; Masaryk: “Debo entender que el Primer Ministro se ha convertido en recadero del asesino y salteador, Hitler”; Lord Halifax, un poco turbado: “Pues, si le parece, sí”.

Chamberlain envió a Beneš un mensaje en el que insistía que Praga debía cesar toda resistencia. La tarde de ese mismo día pronunció un discurso en el que sostuvo: “Qué horrible, qué increíble es que tengamos que abrir trincheras, ponernos máscaras antigás por la querella de un lejano país, de cuyo pueblo no sabemos nada”. Por noche, Alemania propuso la realización de una conferencia de cuatro potencias: Inglaterra, Francia, Alemania e Italia. No fue tomada en cuenta la URSS, tampoco Checoslovaquia, que en esta conferencia perdió la quinta parte de su territorio, la cuarta parte de su población y la mitad de su industria pesada.

Chamberlain aceptó asistir a Münich el 28 de septiembre. A la delegación checa, que esperaba impaciente fuera del lugar de la reunión, se le comunicó verbalmente el destino nefasto de su país. Sus delegados reclamaron indignados por lo monstruoso, criminal y absurdo de la resolución, a lo que se les contestó: “¡Es inútil discutir! Está decidido”. En Münich se dieron los primeros pasos para la firma de una alianza entre Inglaterra y Alemania. El objetivo lo descubre el historiador conservador inglés Sir Wheeler Bennet: “Existía la oculta esperanza de que la agresión alemana, si se la lograba encauzar hacia el Este, consumiría sus fuerzas en las estepas rusas, en una lucha que agotaría a ambas partes beligerantes”.

Chamberlain regresó a Londres. Blandía con mucho orgullo un papel que, según dijo, “aseguraba la paz por una generación”. Para reafirmar sus palabras citó la frase de Henrique IV, de Shakespeare: “De la ortiga de los peligros sacaremos las flores de la salvación”. El periódico Izvestia de Moscú le recordó al día siguiente la réplica que sigue a la misma frase: “La empresa que has cometido es peligrosa, los amigos que me has enumerado son inseguros, y el mismo momento ha sido mal escogido. Toda tu conspiración es demasiado liviana como para pesar más que dificultades graves”.

El drama de Münich tiene su epílogo. El 15 de marzo de 1939, las tropas alemanas entraron a Praga ante la impotente mirada de Inglaterra y Francia, los “garantes” que no movieron un dedo para prestar la mínima ayuda a Checoslovaquia; política que hasta ahora no ha cambiado y sigue favoreciendo al agresor.

Actualmente estos dos países, y otros aliados, se suman a las agresiones imperiales que se llevan a cabo a lo largo de todo el planeta.

martes, 4 de septiembre de 2018

If you… I’m your comrade. Contra el supremacismo, por la fraternidad; contra las exclusiones, por el encuentro!


Si a usted, como a millones de ciudadanos y ciudadanas europeos antifascistas, no sólo no le avergüenza sino que le emociona y conmueve la fotografía de la entrada en París de la avanzadilla de la 9ª Compañía de la 2ª División Blindada de la Francia Libre [FL] del General De Gaulle, la mítica "División Leclerc", una compañía de choque formara casi íntegramente por exiliados republicanos españoles -146 de 160, más del 90%- bajo mando francés (Raymond Dronne, capitán de la 2ª División del Ejército de la FL: "Los hombres de "La Nueve" habían abrazado nuestra causa espontánea y voluntariamente. Eran, verdaderamente, combatientes de la libertad. Las tumbas de sus muertos jalonan la ruta gloriosa y dolorosa que siguieron desde Normandía a Berchtesgaden, y los supervivientes tuvieron el orgullo y la satisfacción de terminar la guerra en el santuario del nazismo del Nido del Águila");

si a usted lo de “libertad, igualdad, justicia, solidaridad y fraternidad” (es decir, no a la “incivilizada civilización del capital) le parece algo más que una frase gastada que no compromete a nada;

si usted suele releer el poema «Patria» que Juan Bonilla escribió en honor del último verso de Antonio Machado: «Estos días azules y este sol de la infancia/ -lo comprenderás tarde- son tu única patria. / Estuvieron ya antes de que te calentaran/ y seguirán estando cuando te vayas./ Ni banderas ni himnos ni proclamas/ de una mente forjada en preguntas cansadas./ Un corazón latiendo y una mirada/ a la que el mundo dota de hambre y alma./ Estos días azules y este sol de la infancia/ nos defienden del cuento de un borracho/ lleno de ruido y furia que no significa nada»;

si usted no usa los términos “fascista” o “franquista” para etiquetar sin ton ni son (pero con mucha intención en quien lo practica) sus adversarios políticos;

si usted nunca ha suscrito aquello de “todo por la Patria”, sea cual sea la Patria en cuestión;

si a usted no le parece de recibo que una joven periodista de La Directa se exprese en estos términos: “És evident [¡evidente!] que López Arnal ha escollit [escogido] el "Todo por la patria" (constitucional) maridat amb [con] el feixisme contra la democràcia de base [democracia de base!, de base!: qué risa tía Felisa, quin riure, quin riure, quin riure !] dels [de los] CDR;

si usted no sale de su asombro (aunque esté acostumbrado a casi todo y recuerda bien aquella antiquísima barbaridad política del “contra peor mejor”) cuando oye a algunos secesionistas decir que preferían Rajoy a Sánchez y que fue una lástima que en el 1-O “los cuerpos de seguridad españoles” no actuaran de forma más contundente con el saldo de alguna tragedia a recordar en ese “día histórico” (ellos sí, felices, sin ninguna herida, sin ningún coscorrón);

si a usted no le sorprende ni siquiera un “poquito de nada” que los del PDCat, con el vist i plau del expresident amigo del estado de Israel, no estén en absoluto a favor de un cambio progresista de la política fiscal;

si usted es consciente que las cosas pueden ir a peor o a mucho peor porque el sector más ultranacionalista, más políticamente alocado, más “este país es nuestro”, más hooligang, ha tomado el mando (¿momentáneamente?) del mundo secesionistas;

si usted está hasta aquí de las prácticas de liantes que sólo aspiran al lío y más lío;

si a usted le resulta insoportable, lo que de hecho es muy insoportable;

si usted piensa que tiene su qué que nada menos que el xenófobo vicario barcelonés del Sumo Pontífice gerundense sionista hable de “brotes fascistas” para referirse a acciones ciudadanas que no abonan su ultranacionalismo supremacista;

si usted aún recuerda aquello de “España nos roba” y los insultos a los trabajadores andaluces en paro por vagos y bebedores (salario medio en Cataluña: 1.747 euros; salario medio en Andalucía: 1.427 euros; salario medio en Extremadura: 1.333; salario medio español: 1.646);

si usted está desolado viendo -como es fácil ver- que el mal llamado procesismo está mostrando bien a las claras las inconsistencias, el seguidismo, la desnudez, la vaciedad en ocasiones, y, sobre todo, la incapacidad de rectificación y revisión de las izquierdas frente la ofensiva nacional-secesionista, izquierdas que han llegado a hablar de “la Cataluña ocupada por el Rey y las Fuerzas Armadas”;

si usted, como yo, está seguro de que no es posible lo que tal vez sea posible e incluso real: escuchar, e n la Plaza Mayor de Vic, con la megafonía a todo volumen: “No normalicemos la situación de excepcionalidad y de urgencia nacional. Recordemos cada día que todavía hay presos políticos y exiliados. No nos desviemos de nuestro objetivo: la independencia de Cataluña” (según la propia ANC este mensaje, en catalán, acompañado del repicar de campanas del reloj de Ayuntamiento, se emite cada día a las 20 horas);

si usted está hasta aquí de que el monotema marque y llene permanentemente la agenda política española y catalana como si el mundo, las preocupaciones, nuestros problemas y las alternativas se redujera a .Cat, .Cat y .Cat, tapando siempre lo que les interesa tapar (Ejemplo: 1. Las clases trabajadoras de Cataluña -entre 2016 y el segundo trimestre de 2018- han perdido casi 400 euros en poder adquisitivo; 2. Cataluña es la 9ª comunidad autónoma, según criterios de calidad en el trabajo (seguridad laboral, desarrollo profesional, etc), con una puntuación de 5,6 (Navarra, la primera, obtiene un 6,7 puntos y Madrid, la tercera, 6,5); 3. El alquiler representa ya el 29,3% del total de gastos nominales en el conjunto de Cataluña);

si usted es consciente de la contaminación que conllevan los lazos amarillos, las toneladas de plástico distribuidas por todo el territorio mientras la Fiscalía de Medio Ambiente está en perfecto estado de inactividad y silencio por el momento;

si usted es consciente de que las fuerzas secesionistas, que se las dan de demócratas-molt demòcrates han cerrado-secuestrado el Parlamento de Cataluña;

si usted no sale de su asombro con este tuit de Xavier Domènech: “La confusión interesada de Ciudadanos entre un espacio público de todos y todas y un espacio público donde nadie pueda decir nada (sic), esconde en realidad una estrategia deliberada de tensión que muestra lo que realmente son”: ¿fueron Ciudadanos, por alejados que estén ustedes de muchas de sus posiciones económicas y laborales, los que desde el gobierno y las instituciones catalanas no han dejado de impulsar y abonar un enfrentamiento ciudadano etno-lingüístico?;

si a usted eso de que “la calle es mía” o “el carrrer és i serà sempre nostre” le suena mal pero que muy mal (al tiempo que Fraga reaparece en su archivo de los recuerdos salvajes);

si usted está más que alejado de afirmaciones como aquella oscura reflexión de hace tantos y tantos años sobre “la unidad de destino en lo universal”, se hable de Es, de Cat o de los PPCC;

si está usted muy lejos de Rajoy, Aznar, Casado o afines, tan lejos como de Pujol, Mas, Puigdemont, Torra y seguidores y apoyos;

si está harto de que algunos hablen de usted (o de sus amigos, conocidos y familiares) en términos de “chusma”, “murcianos”, “charnegos”, “incultos”, “vagos”, “andaluces”, “colonizadores lingüísticos”, “instrumentos útiles del franquismo” o incluso (esta vez en forma bienintencionada) de “els altres catalans”;

si a usted le sorprende el entusiasmo secesionista, a prueba de todo tipo de contraejemplos, de algunos argentinos catalanes (que usan también la expresión “Estado español” para hablar de España pero nunca “Estado argentino” para hablar de Argentina), mientras apenas oye referencias suyas a la situación del pueblo mapuche o alguna reflexión sobre cuál sería la opinión de esa comunidad si gozaran de la autonomía política que tiene actualmente Cataluña;

si usted suele recordar unos versos de “Los tejedores” de Heinrich Heine (que en mi caso, como en el de Néstor Kohan, conocí al leer la voz “Karl Marx” de Manuel Sacristán en la Enciclopedia Universitas de Salvat hace un porrón de años): “Maldito el rey, el rey de los ricos/ Que no ablandó nuestra miseria,/ Que nos arranca lo que sudamos,/ Que como perros nos manda matar./ Tejemos, tejemos./ Maldita sea la patria falsa,/ Para nosotros humillación/ Siega temprana de toda flor,/ Festín podrido de los gusanos/ Tejemos, tejemos;

si usted, como León Felipe, está harto o hartísimo de tanto cuento falsario nacionalista sobre la República, la guerra civil o la “construcció de una nova República dels somriures”;

si a usted también le entristece que voces como las de Concha Méndez o María Teresa León sean, prácticamente, voces desconocidas en toda España;

si usted piensa que puestos a hablar de “exiliados políticos” (y esta vez en serio) sería justo hablar de Marina Pibernat Vila y su condena por el nacionalismo excluyente realmente existente (y la vergüenza del no apoyo de la dirección de EUiA-J.J. Nuet);

si usted ha sabido del fallecimiento de Josep Fontana con el corazón partío y ha escuchado, con el alma en vivo, la inolvidable y sentida intervención de su editor y amigo Gonzalo Pontón;

si usted se queda sin habla cuando lee estas declaraciones de Elisenda Paluzie, una de las holigangs más hooligans del mundo secesionista: 1. "Desde el ANC [...] estamos valorando hacer una parada de país, tal vez de unas horas, pero es muy embrionario porque hay que hablarlo con los sindicatos. No es algo de la ANC sólo [¡hablarlo con los sindicatos!] ". 2. "Con lo que hizo España [‘¡España hizo!] el 1-O los argumentos favorables a la independencia de Catalunya han aumentado. Ahora se entiende mejor, a la opinión pública en todo el mundo, que los catalanes quieran independizarse";

si usted también piensa que lo del 3 (o más) % es uno de los mayores escándalos de corrupción y manipulación de la España contemporánea (con silencio cómplices a derecha... e izquierda);

si usted tal vez suele pensar en una reflexión de 1949 de Max Delbrück -”Cada célula vida lleva consigo las experiencias de mil millones de años de experimentación por parte de sus ancestros. No es posible explicar de otro modo tanta sabiduría con tan pocas palabras”- cuando lee o relee aquella reflexión (de la que probablemente bebió el mismísimo Carl Sagan) del presidente republicano Manuel Azaña, cuya tumba refleja la desolación de aquella tragedia colectiva: “Todos somos hijos del mismos Sol y tributarios del mismo arroyo”;

si opina, como opinan de hecho algunos (pocos)secesionistas, que los seguidores del «procés» han menospreciado reiteradamente a la ciudadanía catalana (y también a la española) que no comparte su proyecto independentista;

si sabe, en contra de lo que insistentemente aseguran las fuerzas nacionalistas, que España es, a día de hoy, uno de los países del mundo con menos índice de nacionalismo (J. W Becker: Opinión pública internacional e identidad nacional);

si usted no sale de su asombro cuando lee las cosas que lee sobre las alteraciones de lo dicho por Llarena en la querella -¡viva el lío!- de Puigdemont en Bélgica;

si piensa que palabras como las siguientes (Jordi Pujol, 1990): “elección y divulgación de los conceptos que permiten el máximo fortalecimiento de nuestro pueblo (ser más cultos, más modernos, más cívicos, más solidarios, más europeos, amar el trabajo, justo por el trabajo bien hecho, constatar las raíces, vigencia de los valores cristianos…) de acuerdo con los desafíos que plantea el mundo actual… Sólo avanzan los pueblos que son jóvenes. Es necesario concienciar a nuestro pueblo de la necesidad de tener más hijos para garantizar nuestra personalidad colectiva” son excelentes -vomitivos y soeces a un tiempo- ejemplos de supremacismo, catolicismo demográfico, nacional-cristianismo conservador, palabras que muestran la hegemonía generalizada, sin apenas combate, resistencia ni disidencias, del pujolismo (la verdadera filosofía-concepción del mundo de .Cat) durante años y años que llegaron a ser décadas;

si no puede evitar desternillarse de risa durante 19 días y 500 noches y pensar en “leyendas históricas” cuando oye hablar de Cataluña, a día de hoy, en términos de “opresión nacional” o con expresiones afines;

si usted aún recuerda la gran y educada reflexión político-filosófica del expresident sionista, uno de los hijos políticos del gran manipulador y defraudador, tras las elecciones (que perdió y perdieron) del 21D: “¡España tiene un pollo de cojones!”, “Ja, ja, ja, ja, ja...”;

si a usted los Mossos, muchas de las actuaciones de los Mossos, le recuerdan cada vez más las prácticas de una policía política;

si usted se lo ha pasado en grande leyendo los “Apuntes sobre el teoría del pollo” de Pau Luque Sánchez (https://elpais.com/ccaa/2018/08/29/catalunya/1535563409_512228.html; los puntos 9 y 10 de la teoría: “9. Da instrucciones a tu gente para que identifique, basándose en la ley mordaza, a personas que quitan lazos amarillos. Luego haz que pidan la derogación de la ley mordaza en el Congreso. A continuación, haz que la apliquen. Por último, pide que la deroguen e, inmediatamente después, que la apliquen. Y 10. Di a todo el mundo que este próximo otoño va a haber cambios políticos palpables y que vas a aprovechar la ventana de oportunidad. A continuación, monta un pollo detrás de otro hasta que la cantidad de pollos sea tan grande y tan grotesca que (a) hagas creer a la parroquia independentista más abducida que has hecho historia, la que sea; (b) hagas creer a la parroquia españolista furibunda y decimonónica que has hecho contrahistoria alterando la unidad de destino; y (c) te hagas creer a ti mismo que has llevado la práctica del pollo a un nivel sublime”);

si usted no duda de la intencionalidad política de la demanda planteada por Puigdemont y exconsellers ante la jurisdicción belga (todo vale: “vulneración sistemática de los derechos fundamentales de la minoría independentista”; “[ponen] a España al lado de Kazajistán entre los Estados delincuentes que se niegan a someterse a los principios que rigen los derechos fundamentales universales”), sin recusar al juez Llarena dentro del proceso de naturaleza penal que se está siguiendo en España, y piensa, como señala Ramon Campderrich Bravo, que “la actitud de Podemos a día de hoy respecto a la posición del gobierno (cuyos titubeos no lo han sido menos) en relación con la demanda civil contra Llarena es penosa” y que la cuestión de fondo, como también señala RCB, es “si se quiere o no alimentar la repugnante leyenda de un "pueblo" -el de Cataluña- "oprimido por el estado español" y correr el riesgo de permitir sin ofrecer resistencia que Bélgica, que se ha mostrado muy receptiva, según parece, con los catalanistas (sus motivos tendrá, pero serán tan poco idealistas como los de cualquier gobierno) les haga el juego para debilitar al estado español”;

si opina, como yo opino, que “el silencio, el “no les molestemos”, el “calladitos estamos mejor”, el “no tiene mucha importancia”, el ”en el fondo son buena gente”, el “dejémoslos que se entretengan”, el “se sienten muy catalanes y ya está”, etc., etc, todo eso, ha llegado a su fin y que ya basta de falso victimismo que alimenta neuras colectivas y construcciones nacionales interesadas;

si a usted no le parece de recibo pintadas como "Goma-2 / España–0" cerca del CEIP Tàbor (en Provença-Cartagena, un colegio público de Barcelona), sin que nadie (hasta el momento) haya tomado la iniciativa de borrarla;

si para usted el 11S .Cat es, a día de hoy, una fecha excluyente, estrictamente secesionista, y que su 11S es el que recuerda a Salvador Allende, la Unidad Popular y tragedia chilena;

si también piensa que fue un insulto, un insulto político que no conviene olvidar, tildar de “manifestaciones fascistas” (con apoyo de algunos líderes y cuadros de izquierda), las masivas concentraciones populares de octubre de 2017;

si usted opina que no deberían dar lecciones a nadie teniendo en cuenta los éxitos conseguidos en su momento por Plataforma per Catalunya o esta “profunda reflexión” del Moviment Identitari Català, MIC (que defiende una "Catalunya catalana"): "Lucho por ver desaparecer esta garrapata asquerosa tan arraigada, este espíritu castellano que tan cerca tenemos";

si usted piensa que Joaquim Coll no anda muy desencaminado (lo contrario es verdadero) cuando afirma y argumenta : “ La lamentable persistencia de grupúsculos franquistas, por fortuna muy minoritarios, o de extrema derecha españolista, que en algunos casos protagonizan actuaciones violentas, no nos puede confundir sobre el hecho de que hoy el auténtico peligro para la democracia en Catalunya es la ideología separatista. Se trata de un movimiento ultranacionalista de naturaleza hispanófoba, que desprecia al resto de los catalanes, y para el que todo está permitido, desde fabricar 'fake news' en redes, recurrir a la homofobia para criticar a los rivales políticos, hasta cerrar el Parlament si eso conviene a sus intereses. Recurre sin pudor a la manipulación y la mentira, cultiva el resentimiento y el victimismo para atrapar emocionalmente a su parroquia. Se envuelve con la bandera de la libertad pero es una ideología xenófoba, antidemocrática y, por tanto, neofascista”;

si es consciente, cada vez más consciente, de lo que ha significado la interesada ideología (indiscutible en el agoa salvo riesgo de marginación, condena o insulto) de “som un sol poble”;

si el amarillo tal vez fuera su color en tiempos de Donovan (con dudas por aquello de los sindicatos amarillos) pero ya ha dejado de serlo ante el permanente intento de ocupación del espacio público, el de todos y todas, por una simbología secesionista que se impone y imponen en términos sagrados, intocables;

si ha tomado consciencia -con dolor, incluso con rabia- de la fuerte (e injustificable) hispanofobia que alimenta a partidarios (licenciados, ingenieros, doctores, gente aparentemente culta) del movimiento secesionista, abonada institucional, asociativa y familiarmente desde pozos abisales (y abismales) de desconocimiento de las culturas españolas, incluso de la historia popular de España (empezando por la heroica resistencia del pueblo de Madrid durante la guerra civil);

si no le parece mal del todo esta versión de Joan Ferran del poema machadiano “El mañana efímero”: “ La Cataluña de paella y ratafía, procés y melancolía, devota de banderas y Badias, de espíritu victimista y alma de ‘tieta’, tendrá su día, su réquiem sus exegetas... Esa Cataluña inferior cascarrabias y triste, paradigma de la queja, anacrónica y posturera; esa Cataluña inferior, de alboroto festivo y bufones homófobos, esa que llora mientras con la cruz embiste, tendrá algún día nuevos poetas que la redimirán. La Cataluña estomacal de Pilares omniscientes, tractores amarillos, agitadores de pantalla, fanáticos supremacistas, falacias y porcentajes múltiples de tres, jamás engendrará un mañana prometedor…”;

si... descansemos, respiremos, ¡hemos vuelto hace poco de vacaciones! No les canso más. ¡Ya basta de antecedentes de condicionales incompletas! La semana que viene los completo con un solo consecuente.



http://www.rebelion.org/noticia.php?id=245966

domingo, 26 de agosto de 2018

German car company 'used hair from Jews murdered at Auschwitz'

German car company 'used hair from Jews murdered at Auschwitz'

The German government is in the embarrassing position of having to decide whether or not to bail out an industrial giant accused of using the hair from Jews murdered in the gas chambers of Auschwitz to make textiles at its factories in Nazi occupied Poland during the Second World War.

By Allan Hall in Berlin 7:00 AM GMT 03 Mar 2009

The Schaeffler group is lumbered with close to £14bn worth of debt after buying out the major European auto parts and tyre maker Continental last year in a hostile takeover.

When the global crunch hit shortly after the purchase, the group began teetering on the brink of bankruptcy, threatening the jobs of 220,000 people around the world.

It has asked for German state aid and Berlin was said to be receptive to its overtures "until details of its dark past under the Nazis came to light".

Last week the group issued the findings of an independent historical stocktaking of its activities in the Third Reich, one of numerous concerns to do so in recent years. It admitted the widespread use of forced labourers who worked and died under appalling conditions in its factories in occupied Poland which were switched from consumer goods to armaments in wartime.

The company released the findings on the back of internet rumours that the plants had also utilised the hair from many of the inmates who died at Auschwitz, a charge it vehemently denied.

But the allegations have returned to haunt the company this week with the findings of the deputy director of the Auschwitz memorial site, Dr Jacek Lachendro.

He claims that 1.95 tons of human hair – "it was shaved from the heads of the victims before they were gassed" – was found in a Schaeffler textile factory after the war ended. He says he also has records from the camp of former slave labourers at the camp who were responsible for despatching the hair in two railway car loads to the Schaeffler enterprise, which back then operated under the name Davistan AG.

He said the hair was examined after the war and found to contain traces of Zyklon- B; the pesticide which the Nazis used at Auschwitz to kill an estimated 1.1 million people, most of them Jews.

The ruins of the Schaeffler plant at Kietrz are three hours drive away from Auschwitz. At the end of the war the Schaeffler brothers resettled their industries in Bavaria.

The Nazis used the hair of death camp victims make rough work clothes and to line the boots of U-boat crews.

Against this backdrop, Berlin is in a moral quandary about further aid for the company's owners who are now being pressured to surrender control to the banks that financed the ill-fated deal Continental deal.

The Schaeffler family have called on the German government for help.

The family hope that winning state backing will strengthen their hand with banks. Government help could come in the form of guarantees that Schaeffler refinance some of its debt on cheaper terms, also letting current lenders off the hook.

Schaeffler recently conceded extra rights to staff to win trade union backing for its bid for state aid. Union chief Berthold Huber, a powerful political figure in Germany, threw his weight behind the family's call for help from Berlin.

But one government insider familiar with the negotiations said: "It is a difficult moral call to be seen helping a company that may have utilised the hair of tens of thousands of murdered people."

The company's historian dismissed the allegations.


Compañía automovilística alemana 'usó cabello de judíos asesinados en Auschwitz'

El gobierno alemán se encuentra en la embarazosa posición de tener que decidir si rescata o no a un gigante industrial acusado de usar el cabello de judíos asesinados en las cámaras de gas de Auschwitz para fabricar textiles en sus fábricas en la Polonia ocupada por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. .

Por Allan Hall en Berlín 7:00 AM GMT 03 de marzo de 2009

El grupo Schaeffler tiene una deuda cercana a los 14.000 millones de libras esterlinas después de comprar el año pasado al principal fabricante europeo de repuestos de automóviles y neumáticos Continental en una adquisición hostil.

Cuando la crisis mundial golpeó poco después de la compra, el grupo comenzó a tambalearse al borde de la bancarrota, amenazando los puestos de trabajo de 220.000 personas en todo el mundo.

Ha pedido ayuda estatal alemana y se dice que Berlín es receptiva a sus propuestas "hasta que salieron a la luz detalles de su oscuro pasado bajo los nazis".

La semana pasada, el grupo publicó los resultados de un balance histórico independiente de sus actividades en el Tercer Reich, una de las numerosas preocupaciones que ha tenido para hacerlo en los últimos años. Admitió el uso generalizado de trabajadores forzosos que trabajaron y murieron en condiciones espantosas en sus fábricas en la Polonia ocupada, que se cambiaron de bienes de consumo a armamentos en tiempo de guerra.

La compañía dio a conocer los hallazgos tras los rumores de Internet de que las plantas también habían utilizado el cabello de muchos de los reclusos que murieron en Auschwitz, un cargo que negó con vehemencia.

Pero las acusaciones han vuelto a atormentar a la compañía esta semana con los hallazgos del subdirector del sitio conmemorativo de Auschwitz, el Dr. Jacek Lachendro.

Afirma que se encontraron 1,95 toneladas de cabello humano, "se les quitó la cabeza a las víctimas antes de ser gaseadas", en una fábrica textil de Schaeffler después de que terminó la guerra. Dice que también tiene registros del campamento de ex trabajadores esclavos en el campamento que fueron responsables de enviar el cabello en dos vagones de ferrocarril a la empresa Schaeffler, que en ese entonces operaba bajo el nombre de Davistan AG.

Dijo que el cabello fue examinado después de la guerra y se encontró que contenía rastros de Zyklon-B; el pesticida que los nazis usaron en Auschwitz para matar a aproximadamente 1,1 millones de personas, la mayoría de ellos judíos.

Las ruinas de la planta de Schaeffler en Kietrz están a tres horas en coche de Auschwitz. Al final de la guerra, los hermanos Schaeffler reubicaron sus industrias en Baviera.

Los nazis usaban el cabello de las víctimas de los campos de exterminio para hacer ropa de trabajo áspera y para forrar las botas de las tripulaciones de los submarinos.

En este contexto, Berlín se encuentra en un dilema moral acerca de la ayuda adicional para los propietarios de la empresa, que ahora están siendo presionados para que cedan el control a los bancos que financiaron el trato nefasto con Continental.

La familia Schaeffler ha pedido ayuda al gobierno alemán.

La familia espera que ganar el respaldo del estado fortalezca su posición con los bancos. La ayuda del gobierno podría venir en forma de garantías de que Schaeffler refinancia parte de su deuda en términos más baratos, lo que también dejaría libres a los prestamistas actuales.

Schaeffler concedió recientemente derechos adicionales al personal para obtener el respaldo sindical para su oferta de ayuda estatal.

El jefe sindical Berthold Huber, una poderosa figura política en Alemania, apoyó el pedido de ayuda de la familia desde Berlín. Pero una fuente del gobierno familiarizada con las negociaciones dijo: "Es un llamado moral difícil ser visto ayudando a una empresa que puede haber utilizado el cabello de decenas de miles de personas asesinadas".

El historiador de la empresa desestimó las acusaciones.

lunes, 13 de agosto de 2018

BMW admite "profundo arrepentimiento" por usar mano de obra esclava de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. BMW lo admitió durante una celebración en Munich por su centenario. BMW admits 'profound regret' for using Nazi slave labour during the Second World War. BMW made the admission during a celebration in Munich for its 100th birthday.

BMW has said that it operated exclusively as a supplier to the German arms industry during the 1930s and 1940s ( Getty Images ) BMW, the German carmaker, has admitted its "profound regret" for using Nazi slave labour during the Second World War.

BMW has said that it operated exclusively as a supplier to the German arms industry during the 1930s and 1940s. As demand for BMW aero engines increased, forced labourers, convicts and prisoners from concentration camps were recruited to assist with manufacturing them.

"To this day, the enormous suffering this caused and the fate of many forced labourers remains a matter of the most profound regret," BMW said in an announcement on its website. 

BMW made the admission during a celebration in Munich for its 100th birthday.
The Quandt family, which became involved in BMW after the Second World War and has been majority shareholder since 1960, has previously acknowledged its own role during the Nazi era with a 1,200-page independent study commissioned in 2007. It showed that Günther Quandt and his son Herbert willingly collaborated with the Nazi regime by employing an estimated 50,000 forced labourers in their arms factories. An average of 80 slave labourers per month died at Quandt factories and many were executed. 

We were treated very badly, we were whipped and had to drink water out of the lavatories,” recalled Takis Mylopoulos, a former slave labourer who worked at a Quandt factory in Hanover during the Second World War. 
 
BMW, which was not implicated in the 2007 report, said that it is "explicitly facing up" to a chapter in what it called its "dark past".
 
In 1999, it became a founding member of the foundation “Erinnerung, Verantwortung, Zukunft” (“Remembrance, Responsibility and Future”) for the compensation of former forced labourers.

BMW admite el 'profundo pesar' por usar mano de obra esclava nazi durante la Segunda Guerra Mundial BMW hizo la admisión durante una celebración en Munich por su centenario BMW ha dicho que operaba exclusivamente como proveedor de la industria armamentista alemana durante las décadas de 1930 y 1940 (Getty Images) BMW, el fabricante de automóviles alemán, ha admitido su "profundo pesar" por utilizar mano de obra esclava nazi durante la Segunda Guerra Mundial.

 BMW ha dicho que funcionó exclusivamente como proveedor de la industria armamentista alemana durante las décadas de 1930 y 1940. A medida que aumentó la demanda de motores aerodinámicos BMW, se reclutaron trabajadores forzados, convictos y prisioneros de los campos de concentración para ayudarlos a fabricarlos.

"Hasta el día de hoy, el enorme sufrimiento que esto causó y el destino de muchos trabajadores forzados sigue siendo motivo de profundo pesar", dijo BMW en un anuncio en su sitio web.

BMW lo admitió durante una celebración en Munich por su centenario. La familia Quandt, que se involucró en BMW después de la Segunda Guerra Mundial y ha sido accionista mayoritario desde 1960, ha reconocido previamente su propio papel durante la era nazi con un estudio independiente de 1.200 páginas encargado en 2007. Mostró que Günther Quandt y su hijo Herbert colaboró ​​voluntariamente con el régimen nazi empleando aproximadamente 50,000 trabajadores forzados en sus fábricas de armas. Un promedio de 80 trabajadores esclavos por mes murieron en las fábricas de Quandt y muchos fueron ejecutados.

"Nos trataron muy mal, nos azotaron y tuvimos que beber agua de los baños ", recordó Takis Mylopoulos, un antiguo trabajador esclavo que trabajó en una fábrica de Quandt en Hannover durante la Segunda Guerra Mundial.

BMW, que no estuvo implicado en el informe de 2007, dijo que está "enfrentando explícitamente" a un capítulo en lo que llamó su "pasado oscuro".

En 1999, se convirtió en miembro fundador de la fundación "Erinnerung, Verantwortung, Zukunft" ("Recuerdo, responsabilidad y futuro") para la compensación de los ex trabajadores forzados.

jueves, 9 de agosto de 2018

El Plan Barbarrosa. La madrugada de un 22 de junio a las 4 de la mañana de 1941, la Wehrmacht invadió la URSS

La madrugada de un 22 de junio

Rodolfo Bueno
Rebelión

El 1 de septiembre de 1939, la Wehrmacht, las Fuerzas Armadas de la Alemania Nazi, invadieron Polonia, dos días después Inglaterra y Francia le declararon la guerra a Alemania, estos hechos dieron inicio a la Segunda Guerra Mundial. La “Blitzkrieg” fue la estrategia de guerra que dio grandes éxitos a la Wehrmacht. Consistía en concentrar la mayor cantidad de fuerzas en zonas bastante estrechas del frente, con lo que adquiría absoluta mayoría, tanto de soldados como de instrumentos de guerra. Con la “Blitzkrieg”, la Wehrmacht penetraba profundamente en las líneas enemigas, bajaba en alto grado la moral combativa de sus adversarios, muchos de los cuales se rendían, presas del pánico. El Ejército Polaco fue derrotado en cinco semanas.

A partir del la derrota de Polonia se desarrolló entre octubre de 1939 hasta mayo de 1940, lo que se conoce con el nombre de “Guerra Boba”. El ejército anglo-francés, que no había hecho nada durante el ataque alemán a Polonia, siguió sin hacer nada mientras Alemania concentraba grandes cantidades de tropas en la frontera occidental de Francia y continuó sin hacer nada cuando Alemania, entre el 9 de abril y el 10 de mayo de 1940, se apoderó de Noruega, Dinamarca, Holanda, Belgica y Luxemburgo. El 14 de mayo, una hora después de la capitulación de Holanda, la aviación alemana bombardeó Rotterdam de manera injustificada, bárbara y sin ninguna razón de orden militar; el único propósito fue atemorizar a la población holandesa. Luego los tanques alemanes rompieron las líneas defensivas francesas, en la región de Sedan, y se precipitaron en dirección a occidente, el pánico se apoderó de las tropas francesas. El 18 de mayo el 9° ejército francés fue derrotado y su comandante capturado. El camino a la Mancha quedó abierto.

El 20 de mayo, las divisiones motorizadas alemanas llegaron a las costas de la Mancha. El 27 de mayo comenzó la evacuación de las fuerzas inglesas desde Dunquerke, que fue exitosa gracias a que las divisiones motorizadas comandadas por Kleist detuvieron su marcha. Este hecho tiene una explicación política, eliminada Francia, principal aliada de Inglaterra en el continente, Hitler esperaba ponerse de acuerdo con Gran Bretaña para lograr la creación de un frente común contra su principal enemigo, la Unión Soviética. Se cree que para esa negociación, Rudolf Hess, segundo hombre fuerte de Alemania, voló a Gran Bretaña y se arrojó en paracaídas cerca de la residencia de Lord Halifax. Buscaba contactos con Inglaterra para lograr la división de las esferas de influencia en el mundo.

La mañana del 14 de junio, las tropas nazis entraron en París y desfilaron por los Campos Elíseos. El Mariscal Petain formó un nuevo gobierno. El 17 de junio, Petain habló por la radio y pidió a los franceses cesar los combates. El 21 de junio de 1940, en el bosque de Campiegne, a unos 70 kilómetros de París, en el mismo vagón en el que 22 años atrás se habían rendido los alemanes a los franceses, bajo los acordes de “Deutschland Uber Alles”, Alemania sobre todos, y el saludo nazi hecho por Hitler, Francia se rindió a Alemania. A Francia le correspondería costear los gastos de ocupación y todo el potencial industrial francés: las fábricas de automotores, las de aviación y las de productos químicos, comenzaron a trabajar para las necesidades bélicas alemanas. Ahora, casi dueño de Europa, Hitler pudo lanzarse contra la URSS.

El 18 de diciembre de 1940, Hitler firmó la orden para desarrollar el Plan Barbarrosa. Este plan contemplaba la destrucción de la Unión Soviética en tres o cuatro meses, tenía las mismas características que tan buenos resultados le habían dado a Hitler en el resto de Europa y fue elaborado cuando Alemania, país altamente desarrollado, se había apoderado ya de los principales centros industriales europeos y poseía dos veces y media más recursos que la Unión Soviética; lo que la convertía en la más poderosa potencia imperialista del planeta. El alto mando alemán estaba tan seguro del éxito del Plan Barbarrosa que, para después de su cumplimiento, planeaban, a través del Cáucaso, la toma de Afganistán, Irán, Irak, Egipto y la India, donde las tropas alemanas planificaban encontrarse con las japonesas. Esperaban también que se les unieran España, Portugal y Turquía. Dejaron para después la toma de Canadá y EEUU, con lo que lograrían el dominio total del mundo.

No se cumplieron estas expectativas porque, a diferencia del resto de Europa, la Wehrmacht encontró en Rusia una resistencia no esperada, que los desesperó desde el inicio. El General Galdera, jefe de Estado Mayor de las tropas terrestres de Alemania, escribió: “los rusos siempre luchan hasta la última persona”. Por otra parte, desde el primer día de guerra, la población soviética se aglutinó bajo la consigna: “¡Todo para el frente, todo para la victoria!” Ningún soviético permaneció indiferente.

A las 4 en punto de la madrugada del 22 de junio de 1941, un ejército jamás visto por su magnitud, experiencia y poderío, se lanzó al ataque en un frente de más de 3.500 kilómetros de extensión, desde el mar Ártico, en el norte, hasta el mar Negro, en el sur. Era un total de 190 divisiones, cinco millones y medio de soldados, 4.000 tanques, 4.980 aviones y 192 buques de la armada nazi. El primer gran fracaso del Plan Barbarrosa se dio cuando la Wehrmacht no pudo desfilar el 7 de Noviembre de 1941 por la Plaza Roja de Moscú, tal cual lo habían planificado, sino que lo hizo el Ejército Soviético, para luego marchar directamente al frente de batalla.

Sobre la Batalla de Moscú, que se desarrollaría un mes después, el General Douglas Mac Arthur escribió en febrero del 1942: “En mi vida he participado en varias guerras, he observado otras y he estudiado detalladamente las campañas de los más relevantes jefes militares del pasado. Pero en ninguna parte había visto una resistencia a la que siguiera una contraofensiva que hiciera retroceder al adversario hacía su propio territorio. La envergadura y brillantez de este esfuerzo lo convierten en el logro militar más relevante de la historia”.

Los éxitos iniciales de las tropas hitlerianas obedecían a las ventajas que para ese entonces poseía Alemania sobre la URSS. Hitler era dueño de casi toda Europa, cerca de 6.500 centros industriales europeos trabajaban para la Wehrmacht. En sus fábricas laboraban 3'100.000 obreros extranjeros especializados. La economía de Alemania poseía dos veces y media más recursos que la Unión Soviética. Se necesitó de colosales esfuerzos del pueblo soviético para, sin desmoralizarse ante tan dura prueba, revertir la situación y lograr una victoria, que se dio hace setenta y tres años.

Hoy, el mundo reconoce que gracias a la valentía y enorme espíritu de sacrificio de las naciones que conformaban la Unión Soviética, la humanidad está libre de haber sido esclavizada por el nazi-fascismo, pues en la entrañas de este gigantesco y heroico país fue destrozada la Werhmacht, que hasta entonces sólo había conocido victorias cuando de manera arrolladora marchó por toda Europa continental, apoderándose de sus riquezas y esclavizando a sus habitantes.

Si Hitler hubiera contado con la valentía, el espíritu de combate, la organización, el patriotismo, la disciplina, la productividad y otras características incomparables de los rusos, sin lugar a dudas que hubiera ganado la Segunda Guerra Mundial. Gracias a Dios, estas cualidades no se venden en las boticas y, pese a que los alemanes también las poseen, el resultado de la contienda habla meritoriamente a favor del pueblo ruso. Vale la pena recordar este detalle ahora que la rusofobia lo denigra.

De las 783 divisiones alemanas derrotadas durante esta guerra, 607 lo fueron en este frente, donde también fueron abatidos 77.000 aviones y destruidos 48.000 tanques y 167.000 cañones, así como 2.500 navíos de guerra, lo que significó el mayor y completo descalabro de la Alemania Nazi. El 75% del potencial militar de la Werhmacht, fue destrozado en la entrañas de la Unión Soviética, el más heroico país forjado por la especie humana.

La guerra dejó en la Unión Soviética 27 millones de muertos y 60 millones de mutilados, destruyó 1.710 ciudades, 70.000 aldeas, 32.000 empresas industriales, 65.000 kilómetros de vías férreas, 98.000 cooperativas agrícolas, 1.876 haciendas estatales, 6 millones de edificios, 40.000 hospitales, 84.000 escuelas. Los nazis trasladaron a Alemania 7 millones de caballos, 17 millones de bovinos, 20 millones de puercos, 27 millones de ovejas y cabras, 110 millones de aves de corral. La perdida total de la Unión Soviética fue de unos 3 billones de dólares (un 3 seguido de doce ceros); algo de lo que, en mi opinión, la URSS jamás se recuperó y que, a la postre, generó la causas para su autodestrucción.

De todo lo anteriormente dicho, se concluye que la más importante lección para las presentes y futuras generaciones es que las guerras hay que combatirlas antes de que estallen.

Kursk, la batalla que definió la II Guerra Mundial

Kursk, la batalla que definió la guerra

Rodolfo Bueno
Rebelión

La mayor derrota alemana durante la Segunda Guerra Mundial se dio en la Batalla de Stalingrado, la más encarnizada de la historia; la misma se prolongó desde agosto de 1942 hasta el 2 de febrero de 1943 y culminó con la increíble victoria del Ejército Soviético sobre el poderoso Sexto Ejército Alemán, algo que nadie en el mundo occidental esperaba. Sobre esta batalla, el General alemán, Dorr, escribe: “El territorio conquistado se medía en metros, había que realizar feroces acciones para tomar una casa o un taller… Los rusos eran mejores que nosotros en el combate casa por casa, sus defensas eran muy fuertes”.

Al terminar la Batalla de Stalingrado, el Ejército Soviético capturó a un mariscal de campo, 24 generales, 25.000 oficiales y 91.000 soldados. La Wehrmacht perdió en Stalingrado un millón de hombres, el 11% de sus pérdidas durante la Segunda Guerra Mundial, el 25% de todas las fuerzas que en esa época operaban en el Frente Oriental, más de 3.000 tanques y casi 4.500 aviones. Fue la peor derrota sufrida por el Ejército Alemán durante toda su historia. En “Memorias de un Soldado”, el General Heinz Guderian escribe: “Después de la catástrofe de Stalingrado… la situación se hizo bastante amenazadora, aún sin la intervención de las potencias occidentales”. El material militar que se empleó en Stalingrado fue fabricado en las fabricas que los soviéticos habían trasladado desde la zona central de Rusia hasta el otro lado de los Urales, con los alemanes pisándoles los talones.

Luego de la Batalla de Stalingrado se conoció que en el año 1943 tampoco se abriría el Segundo Frente, lo que significaba que Alemania podía concentrar en el Frente Oriental lo más selecto de sus tropas para luchar contra la URSS. El 10 de junio de 1943, Stalin le escribe a Roosevelt: “Usted y Churchill han decidido posponer la invasión a Europa Occidental para la primavera de 1944. Otra vez nos tocará luchar casi solitariamente”; y a Churchill: “Nuestro gobierno nunca pudo imaginar que EEUU y Gran Bretaña revisaran la decisión de invadir Europa Occidental... No fuimos consultados... Usted me dice que comprende por completo mi desilusión. Es mi deber aclararle que no se trata de una simple desilusión… sino de mantener la confianza entre los aliados. No hay que olvidar que se trata de salvar la vida de millones de personas que viven en las regiones ocupadas de Europa Occidental y Rusia, así como también de reducir las inmensas bajas del Ejército Soviético”.

Bajo estas circunstancias se produjo la Batalla de Kursk, en la que, según Hitler, los alemanes “debían recuperar en el verano lo que habían perdido en el invierno”. Para ese entonces el frente soviético alemán se había estabilizado a lo largo de una línea que comenzaba en el Golfo de Finlandia, continuaba en el centro a unos 500 km de Moscú y terminaba en el sur a la altura de la ciudad de Rostov del Don, en el mar de Azov. El frente formaba una curva a la altura de la ciudad de Kurks, desde este arco los soviéticos se proponía liberar Oriol y Briansk. Los alemanes decidieron desatar una ofensiva, tanto desde el norte como desde sur de este arco, para encerrar en su interior a grandes concentraciones de tropas soviéticas; con este fin planificaron la operación “Ciudadela”. Para ganar la batalla crearon nuevos tipos de tanques “Tigres”, los mejores que fabricó Alemania durante la guerra, carros de combate tipo “Pantera” y cañones “Ferdinand”, y concentró para el ataque 70 divisiones de 900.000 soldados, 10.000 cañones y morteros, 2.700 tanques y más de 2.000 aviones.

La operación no correspondía a las posibilidades reales de la Wehrmacht, que no había apreciado correctamente las relaciones de fuerza en el Frente Oriental, donde los soviéticos habían construido 4.240 km en el frente de Vorónezh y otra cantidad semejante en la frente central. La longitud total de las trincheras abiertas en el arco de Kursk podría cubrir la distancia entre San Francisco-Washington-Montreal.

El 5 de julio de 1943 comenzó la batalla. Los alemanes confiaban en que sus fuerzas romperían las defensas rusas tanto en el norte como en el sur, pero su ofensiva terminó en un rotundo fracaso. La contraofensiva soviética marcaría el fin del último intento alemán de recuperar la iniciativa en el Frente Este, iniciativa que a partir de ese momento quedó en manos soviéticas hasta el 9 de mayo de 1945. En la Batalla de Kursk se exterminaron las mejores unidades del ejército alemán, aquellas que luchaban bajo la consigna de vencer o morir, se enterró también el mito de que era el invierno ruso el que ayudaba al Ejército Rojo; también fue la batalla de tanques más grande de la historia, participaron en ella 6.900 tanques de ambos bandos.

El General Guderian escribe en el libro ya citado: “Sufrimos una derrota demoledora en Kursk. Las tropas blindadas, que habían sido repuestas con gran esfuerzo como consecuencia de las grandes pérdidas de hombres y de material de guerra, quedaron fuera de servicio por largo tiempo. Era imposible restituirlas a tiempo para… el caso del desembarco con el que los aliados amenazaban para la primavera siguiente. Como consecuencia del fracaso del plan Ciudadela, el frente oriental absorbió todas las fuerzas que estaban emplazadas en Francia”. La victoria soviética de Kursk demostró a los aliados de Occidente que si no desembarcaban en Europa, la URSS sola era capaz de derrotar a Alemania; fue el factor decisivo para que no se aplazara más el desembarco en Normandía.

Luego de la Batalla de Kursk y de liberar a numerosos países del yugo nazi-fascista, las tropas soviéticas entraron en Berlín y el 1 de mayo de 1945 izaron la bandera su país en el Reichstag, el parlamento alemán. El 9 de Mayo de 1945, después de 1.418 jornadas de denodados combates, terminó una contienda en la que fallecieron cerca de 60 millones de seres humanos, de los que 27 eran soviéticos. La mayor parte de ellos fueron muertos como consecuencia de la salvaje represión ejercida por la tropas ocupantes contra la población civil.

Alexander Werth, un reconocido periodista inglés de la BBC, escribe: “Los rusos llevaron el fardo más pesado en la guerra contra la Alemania Nazi, precisamente gracias a esto quedaron con vida millones de norteamericanos e ingleses”. Edward Stettinus, Secretario de Estado de EEUU durante esta guerra, reconoce que el pueblo norteamericano debería recordar que en 1942 estaba al borde de la catástrofe. Si la URSS no hubiera sostenido su frente, los alemanes hubieran estado en condiciones de conquistar Gran Bretaña; habrían estado en condiciones de apoderarse de África y crear una plaza de armas en América Latina.

En la entrañas de la URSS fue derrotada la Werhmacht, que hasta entonces sólo había conocido victorias. De las 783 divisiones alemanas destruidas durante la guerra, 607 lo fueron en este frente, donde también fueron abatidos 77.000 aviones y destrozados 48.000 tanques y 167.000 cañones, así como 2.500 navíos de guerra, lo que significó el completo descalabro del nazismo. Es bueno recordarlo porque entonces, como ahora, aparentemente el mal crecía sin fin sin que nadie fuera capaz de detenerlo; sin embargo, la heroica lucha de todos los hombres libres salvó al mundo de la barbarie.

La gran victoria de la URSS sobre la Alemania nazi en la II. G. M.

Rodolfo Bueno
Rebelión

Cada vez que se estudia la Segunda Guerra Mundial, en particular, la lucha en el Frente Oriental, uno no se explica cómo Alemania Nazi no ganó esa guerra. Tuvo todo para derrotar a la URSS, pese a ello, hace 73 años los soldados soviéticos tomaron Berlín, sede de un sistema que, según esperaba Hitler, debía imperar durante los siguientes mil años. Veamos cómo fue la victoria.

Su meteórica carrera, de cabo a Führer, es lograda gracias al apoyo del gran capital financiero que veía en Hitler suficientes atributos para controlar la efervescencia revolucionaria que se gestaba en el pueblo alemán. Una vez en el poder, pretendió un nuevo reparto colonial del mundo, para lo cual Japón atacó a China, Alemania a Austria y Checosloaquia e Italia a Etiopía. A la sazón, tal como lo analiza Stalin, se podía dividir al mundo en potencias imperialistas agresoras y potencias imperialistas agredidas. Las primeras, que nada tenían y lo exigían todo, atacaban a las segundas, que lo poseían todo.

Las potencias agredidas, pese a ser económica y militarmente mucho más fuertes que las agresoras, cedían y cedían posiciones. La razón de esta rara conducta era darle aire a la agresión hasta que se transforme en un conflicto mundial. Las potencias agredidas presionaban a los alemanes para que vayan cada vez más lejos en dirección al Este, le abrían a Hitler la posibilidad de atacar a la Unión Soviética a través de los países del Báltico, para, al mismo tiempo, quedar ellos al margen de un eventual conflicto germano-soviético. Incitaban a Alemania Nazi a atacar a la Unión Soviética, con la esperanza de que la guerra agotase mutuamente a ambos países; entonces les ofrecerían sus soluciones y les dictarían sus condiciones. Los países beligerantes, cuyas fortalezas se encontrarían destruidas como consecuencia de un largo batallar entre ellos, no tendrían más opción que aceptarlas. Una forma fácil y barata de conseguir sus fines.

Este juego peligroso terminaría muy mal para Londres y París, que propugnaban el anticomunismo como política de Estado. Es que, ofuscados por el odio al comunismo, no podían y no querían ver el peligro que para ellos mismos representaba el nazi-fascismo.

Luego de que Hitler controló toda la Europa continental, firmó la orden para desarrollar un conjunto de medidas políticas, económicas y militares, llamadas “Plan Barbarrosa”. En él se contemplaba la destrucción de la URSS en tres o cuatro meses. Sus metas principales eran Moscú, Leningrado y las regiones industriales de la zona central. El plan, que tenía las mismas características que tan buenos resultados le habían dado a Hitler en el resto de Europa, fue elaborado cuando Alemania, país altamente desarrollado y cuya producción se encontraba dirigida fundamentalmente hacia la industria de guerra, se había apoderado ya de los principales centros industriales europeos y poseía dos veces y media más recursos que la URSS, lo que la convertía en la más fuerte potencia imperialista del mundo. El alto mando alemán estaba tan seguro del éxito del Plan Barbarrosa que planificaba, para después de su cumplimiento, la toma, a través del Cáucaso, de Afganistán, Irán, Irak, Egipto y la India, donde las tropas alemanas esperaban encontrarse con las japonesas. Esperaban también que se les unieran España, Portugal y Turquía. Dejaron para después la toma de Canadá y los EEUU, con lo que lograrían el dominio del mundo.

La madrugada del 22 de junio de 1941, la Wehrmacht, fuerzas armadas jamás vistas por su magnitud, experiencia y poderío, se lanzaron al ataque en un frente de más de 3.500 kilómetros de extensión, desde el mar Ártico, en el norte, hasta el mar Negro, en el sur. Eran un total de 190 divisiones, cinco millones y medio de soldados, 4.000 tanques, 4.980 aviones y 192 buques de la armada nazi.

El plan fracasó cuando la Wehrmacht no pudo desfilar el 7 de Noviembre de 1941 en la Plaza Roja de Moscú, tal cual estaba planificado, sino que lo hizo el Ejército Soviético, para luego marchar directamente al frente de batalla e infligirle al ejército nazi su primera derrota. Sobre la Batalla de Moscú, el General Douglas Mac Arthur escribió en febrero del 1942: “En mi vida he participado en varias guerras, he observado otras y he estudiado detalladamente las campañas de los más relevantes jefes militares del pasado. Pero en ninguna parte había visto una resistencia a la que siguiera una contraofensiva que hiciera retroceder al adversario hacía su propio territorio. La envergadura y brillantez de este esfuerzo lo convierten en el logro militar más relevante de la historia”.

Al detener su avance sobre Leningrado, hoy San Petersburgo, y ordenar a sus tropas atrincherase, el alto mando alemán se preparó para romper la resistencia de ese pueblo por medio de un prolongado asedio, mediante el bombardeo continuo de la aviación y por el fuego de artillería; suponían que el hambre iba a doblegar a la ciudad. El bloqueo duró cerca de 900 días. Como consecuencia murieron 1'200.000 de sus habitantes, la mayoría de hambre y frío, pero Leningrado no se rindió.

Desde el verano de 1942 hasta el 2 de febrero de 1943 se dio la Batalla de Stalingrado, la más sangrienta y encarnizada de la historia, con más de tres millones de muertos; la misma culminó, luego de combatir sin tregua en cada piso de cada casa, con la increíble victoria del Ejército Soviético sobre el poderoso Sexto Ejército Alemán, algo que nadie en el mundo occidental esperaba.

Después de liberar a numerosos países del yugo nazi-fascista, las tropas soviéticas entraron en Berlín y el 1 de mayo de 1945 izaron la bandera su país en el Reichstag, el parlamento alemán. Terminaban 1418 jornadas de denodados combates en los que fallecieron cerca de 60 millones de seres humanos, de los que 27 eran soviéticos. La mayor parte de ellos fueron muertos como consecuencia de la salvaje represión ejercida por la tropas ocupantes contra la población civil. La historia no conoce otra destrucción, barbarie y bestialidad de la que hicieron gala los nazis en la tierra soviética, donde aniquilaron el fruto del trabajo de muchas generaciones.

Hoy, gracias a la valentía y el enorme espíritu de sacrificio del pueblo ruso y demás naciones que conformaban la URSS, la humanidad está libre de haber sido esclavizada por el nazi-fascismo, pues en la entrañas de este gigantesco y heroico país fue destrozado el 75% del más potente complejo militar bélico creado por la especie humana, la Werhmacht, que sólo conoció victorias cuando de manera arrolladora marchó a lo largo y ancho de Europa continental, apoderándose de sus riquezas y esclavizando a sus habitantes. Se necesitó de colosales esfuerzos del pueblo soviético para, sin desmoralizarse ante tan dura prueba, revertir la situación y lograr una victoria, que se dio hace 73 años.

martes, 17 de julio de 2018

Con Antony Beevor y los paracaidistas en Arnhem. El historiador militar publica su nuevo libro sobre la batalla de los puentes, que aparecerá en castellano en septiembre.

Mientras rezo para que me manden de enviado especial al tour de cuatro días por Arnhem y los alrededores en el que hace de guía el mismísimo Antony Beevor y en el que solo falta que te disparen los Panzergrenadiers y un tanque Tigre (se va en Eurostar desde Londres y el hotel en que te alojas tiene spa: ¡lo que hubieran dado los paracaidistas británicos, los Diablos rojos, por esas comodidades!), me consuelo leyendo el último libro, todavía calentito, del historiador sobre la gran batalla de las tropas aerotransportadas aliadas de la Segunda Guerra Mundial, librada principalmente en suelo holandés y que acabó como el rosario de la aurora para los audaces atacantes.

Arnhem, the battle for the bridges, 1944, que acaba de publicar Viking y que lanzará en septiembre en castellano Crítica bajo el mismo título, Arnhem, la batalla por los puentes, es puro disfrute, otra extraordinaria muestra del inmenso talento de Beevor para escribir sobre la guerra sin que el rigor del historiador militar y la a menudo ardua descripción de los movimientos de tropas sepulte el drama humano, la emoción y la tremenda experiencia directa de los soldados. Por no hablar de su capacidad de retratar a los personajes, ya se trate de un vanidoso mando de paracaidistas o un mujeriego líder de panzers con la sutileza que reservaría Jane Austen para un terrateniente de Derbyshire o la melancólica hija casadera de un baronet. Ahí están detalles como que el guapo general Gavin fue amante de Marlene Dietrich y Martha Gelhorn.

De la operación Market-Garden, el ambicioso doble plan de utilizar fuerzas lanzadas en paracaídas y llevadas en planeadores detrás de las líneas alemanas para, capturando los puentes holandeses (los más famosos los de Arnhem y Nimega), asegurar una ruta terrestre que llevara un ejército aliado al corazón industrial de Alemania y acabara la guerra dándole la patada trasera a Hitler (la delantera se la daban ya los rusos), parecía que estaba todo escrito. Hay varios libros excelentes sobre el tema y sobre todo está el tan célebre Un puente lejano, del ínclito Cornelius Ryan, y su película correspondiente (Richard Attenborough, 1977, con una plétora de estrellas cinematográficas), que han creado el principal imaginario popular del episodio.

Beevor, que, como es sabido, no soporta las comparaciones con Ryan (1920-1974), al que considera un buen periodista y escritor pero no un verdadero historiador y con cuya sombra ha tenido que luchar al frecuentar las mismas batallas (Berlín, Normandía, ahora Arnhem), pone en solfa varias de las aseveraciones de su predecesor, empezando por el propio título de su libro. Sugiere sir Antony que la emblemática frase del general Browning –el padre de las fuerzas aerotransportadas británicas, campeón de bobsliegh y marido de Daphne du Maurier- a Montgomery sobre que el de Arnhem era un puente demasiado lejano para ir a tomarlo de hecho nunca se pronunció. También rebate la tesis de que la operación no utilizó a la Resistencia holandesa (a la que pinta mucho mejor que la francesa, incluso explica que muchos jóvenes tomaron las armas de los soldados caídos y se incorporaron a las filas de los Aliados, pagándolo luego, en la derrota, al ser ejecutados sumariamente por los alemanes). Puntualiza que los paracaidistas no tuvieron la mala suerte de ir a caer en Arnhem sobre los tanques de dos poderosas divisiones panzer de las SS (la 9ª y la 10ª, que en realidad estaban muy debilitadas, por debajo de los estándares y reorganizándose) sino que las fuerzas acorazadas realmente potentes llegaron después desde Alemania en un Blitztransport por tren muy bien realizado, como los contrataques (Model y Bittrich –que leía a Goethe y Platón en campaña- aparecen como más capaces que sus adversarios). Los alemanes rebañaron unidades de todas partes y hasta llevaron a luchar una de mutilados.

Nos hace pasar de una zona de combate a otra, de la perspectiva de un bando a la del otro, de un planeador en llamas a un panzer incandescente, y siempre combinando el plano general con las historias individuales, de valor y de cobardía

Beevor es absolutamente concluyente en que Market-Garden (con ese nombre de centro comercial de extrarradio) fue una pifia desde su concepción. Simplemente era un mal plan que desafiaba la lógica militar, dice, y no podía salir bien. Su leit motiv, que repite varias veces en el libro, es que se ignoró la vieja máxima de que ningún plan, ni el más perfecto (y el de Market-Garden, con todas sus arriesgadas suposiciones, incluida la de que los alemanes estaban en desbandada, no lo era en absoluto) sobrevive al contacto con el enemigo. “Una doble verdad cuando se trata de operaciones aerotransportadas”. Se lanzó a las tropas demasiado lejos de los puentes y se perdió el indispensable factor sorpresa, mientras el contingente terrestre se atascaba por carretera, la “Autopista del Infierno”. Beevor también recuerda lo que decía Napoleón de que no debes luchar si no tienes asegurado un 75 % del éxito y que solo puedes dejar un 25 % a la suerte. “El plan Aliado invertía esa proporción”. El único éxito, la toma del puente de Nimega, se lo debieron a que Model no lo voló. Enfrentándose a toda una tradición británica de glorificar las derrotas poniéndoles épica y frases para la posteridad, recalca sin ambages la estulticia y la irresponsabilidad criminal de los mandos prima donnas que provocaron un desastre sin paliativos (y luego echaron parte de la culpa a los pobres paracaidistas polacos de Sosabowski convertidos en injustos chivos expiatorios).

Técnicamente impecable como siempre al describir el tiro de un PIAT (el bazuca británico) o los problemas mecánicos de un Königstiger (Tigre II), Beevor destaca el uso de los cohetes Nebelwerfer, que acojonaban a los Aliados, la posible presencia de musulmanes de la división SS Handschar, la concesión de sendas Cruces de Hierro a dos telefonistas alemanas o que los paracaidistas modificaban sus subfusiles Thompson, jamás llevaban pañuelos blancos y se atiborraban de Benzedrinas, que les provocaban alucinaciones. Son esos detalles que nos encantan a muchos.

Como suele hacer, y eso le honra, el historiador subraya minuciosamente los padecimientos de la población civil holandesa (y su generosidad hacia los Aliados, y su valentía), con la salvaje destrucción de las ciudades convertidas en zonas de combate encarnizado (200 civiles muertos solo en Arnhem), y revela, por primera vez, la hambruna que provocaron los alemanes como represalia y que causó desnutrición y millares de muertos, entre 16.000 y 20.000, en el invierno de 1944-45.

Es asombrosa la capacidad de Beevor de describir unos acontecimientos tan complejos y que se desarrollan paralelamente en escenarios diferentes de una geografía muy amplia. Nos hace pasar de una zona de combate a otra, de la perspectiva de un bando a la del otro, de un planeador en llamas a un panzer incandescente, y siempre combinando el plano general con las historias individuales, de valor (hubo cinco Cruces Victoria, cuatro póstumas), de cobardía (el paracaidista que se niega a saltar) e incluso algunas cómicas (el corresponsal Walter Cronkite que ha tomado prestado el casco de un teniente y lo sigue un grupo de soldados). La crueldad de la guerra y el baño de sangre de la batalla están ahí, por supuesto, en el centro de todo, con escenas espeluznantes y macabras, mutilaciones horribles, soldados que gimen y lloran heridos atrozmente en medio del combate, o la niña muerta en un fuego cruzado. El olor de carne quemada en los blindados carbonizados o tras el ataque con lanzallamas, el comandante de Shermann con los sesos y los intestinos desparramados sobre la torreta o el joven paracaidista al que el cabello se le vuelve blanco en una semana de estrés. Beevor revela que hubo ocasiones en que los propios camaradas dispararon piadosamente sobre sus compañeros agonizantes (o le pusieron la pistola en la mano al jefe de pelotón moribundo con agujeros de trazadoras en el pecho por los que salía humo). Y también asesinato a sangre fría de prisioneros, de los dos bandos.

En su relato encontramos viejos amigos ya de tantas batallas, como Von der Heydte, los paracaidista de la 101 saltando aquí de día (a diferencia de en Carentan) o Monty. Están todos los conocidos episodios de Frost reuniendo a su batallón haciendo sonar un cuerno de caza, Tatham-Warter liderando a sus hombres con un paraguas, Student viendo pasar carcomido de envidia desde su balcón la flota aérea Aliada o el descabellado intento del Sturmbannführer Grabner, con su Cruz de Caballero recién granada al cuello, de tratar de cruzar el puente de Arnhem con sus blindados y semiorugas. Pero con su voz suenan diferente, más reales, despojados del cartón piedra de las hazañas bélicas y las pelis de serie B. Con Beevor, esa es su fuerza, escuchas el ruido de la bala del francotirador al hundirse en la carne (“twack”), y siempre agachas la cabeza cuando en sus páginas resuenan los disparos.

https://elpais.com/cultura/2018/06/05/actualidad/1528207270_014350.html