_- Quiero dar la bienvenida al nuevo curso escolar, como vengo haciendo desde hace casi veinte años por estas fechas y desde esta columna. Hace años propuse en este espacio que se instaurase la costumbre de celebrar la llegada del nuevo curso con una fiesta similar a la que tenemos para iniciar el Aaño tan especial, todavía metidos en una pandemia inacabable, quiero dar la bienvenida al curso escolar con un credo pedagógico que deseo compartir con la comunidad educativa. John Dewey publicó en 1897 su Credo pedagógico, un breve texto en el que expone sus convicciones sobre el aprendizaje, la escuela y la sociedad. En él están las raíces del frondoso árbol de la Escuela Nueva. Mi credo no tiene más pretensiones que brindar un aplauso al nuevo curso y a todos los miembros de la comunidad educativa que van a conseguir con su trabajo constante, creativo y esforzado el hermoso milagro de hacer realidad un sueño.
1. Creo que la educación es la piedra angular del desarrollo social y moral de la sociedad. La solución a los problemas del mundo no está, principalmente, en los despachos ministeriales, ni en los bancos, ni en los cuarteles, ni en las multinacionales, ni en las iglesias… Está en las escuelas. La historia de la humanidad es una larga carrera entre la educación y la catástrofe.
2. Creo que la educación es algo más que la mera instrucción. Porque la educación tiene un componente crítico (enseñar a pensar, no qué pensar) y un componente ético (enseñar a ser y a convivir) que no tienen la simple adquisición del conocimiento. Es también diferente al proceso de socialización, que busca la integración exitosa del individuo en la sociedad y, por supuesto, al adoctrinamiento. El adoctrinador no acepta la libertad del discípulo. Un fanático no es un maestro. La educación es la práctica de la libertad.
3. Creo que la finalidad fundamental de las instituciones educativas es ayudar a que los alumnos y alumnas aprendan a ser felices. No hay señal más clara de inteligencia que desarrollar la capacidad de ser felices y de ser buenas personas. No hay nada más estúpido en la escuela que lanzarse con la mayor eficacia en la dirección equivocada.
4. Creo que la profesión docente no se puede desempeñar adecuadamente sin pasión. Los profesores mercenarios disfrutan menos y trabajan peor. Porque nadie puede dar lo que no tiene. Deberían dedicarse a esta tarea los profesionales mejor preparados y más valiosos de la sociedad. No hay tarea más importante, más difícil y más hermosa que la enseñanza porque consiste en trabajar con la mente y el corazón de las personas. Enseñar no es solo una forma de ganar la vida; es, sobre todo, una forma de ganar la vida de los otros.
5.Creo que todos los alumnos y alumnas tienen derecho a la escolarización y, sobre todo, tienen derecho a tener éxito en la escolarización en la etapa obligatoria. Lo cual no quiere decir que los estudiantes no tengan que esforzarse para aprender sino que hemos de darlo todo para que se produzca el aprendizaje. La letra con sangre entra, pero con la sangre y la ilusión del profesorado.
6. Creo que no hay conocimiento útil si no nos hace mejores personas. No debemos olvidar que fueron médicos muy preparados, ingenieros muy bien formados y enfermeras muy capacitadas en su oficio, los profesionales que diseñaron las cámaras de gas en la Segunda Guerra Mundial. Sabían mucho pero sus victimas maldijeron el día en que habían aprendido tanto. Por eso hay que formar en la escuela no a los mejores del mundo sino a los mejores para el mundo.
7. Creo en la necesidad de la coeducación como estrategia básica para alcanzar la igualdad entre hombres y mujeres. No basta para ello la convivencia de niños y niñas en la misma institución. Es preciso ir más allá para acabar con la cultura androcéntrica de la sociedad y de las escuelas.
8. Creo que la escuela, para serlo de verdad, ha de ser inclusiva. No hay calidad sin equidad, no hay equidad sin atención a la diversidad. Hay dos tipos de alumnos y alumnas en el sistema educativo: los inclasificables y los de difícil clasificación. La diversidad es una dichosa realidad, una oportunidad educativa, una fuente de enriquecimiento, no una rémora, no una lacra, no una desgracia,
9. Creo que la naturaleza de la autoridad en la escuela ha de tener sentido educativo. Tiene autoridad aquella fuerza que hace crecer, que hace desarrollarse, que hace mejorar a la comunidad. La palabras autoridad proviene del latín auctor, augere, que significa hacer crecer. Quien humilla, silencia, machaca y destruye, tendrá poder, pero no tiene autoridad.
10. Creo que la escuela es un laboratorio de la convivencia. Aprender a convivir es una de las pretensiones prioritarias de la institución escolar. A convivir se aprende conviviendo, asimilando la idea de que todos los seres humanos, por el hecho de serlo, tienen una dignidad personal inviolable. La escuela tiene que formar ciudadanos, no clientes ni súbditos.
11. Creo que el trabajo de la escuela ha de ser colegiado ya que consiste en elaborar, desarrollar, evaluar y mejorar un proyecto de escuela que es de todos y todas, para todos y para todas. No hay alumno que se resista a diez profesores que estén de acuerdo. Eso exige actitudes empáticas, solidarias y cooperativas.
12. Creo que la tarea de la enseñanza es intrínsecamente optimista. Es tan consustancial el optimismo a la educación como mojarse para el que va a nadar Sin optimismo podemos ser buenos domadores, pero nunca buenos educadores. La educabilidad se rompe en el momento que pensamos que el otro no puede aprender y que nosotros no podemos ayudarle a conseguirlo.
13. Creo que los alumnos y alumnas aprenden de aquellos docentes a los que aman. La profesión de la enseñanza gana autoridad por el amor a lo que se enseña y el amor a los que se enseña. Para que haya aprendizajes significativos y relevantes es preciso que haya una disposición emocional hacia el aprendizaje.
14.Creo que el aprendizaje se produce cuando alguien quiere aprender, no cuando alguien pretende enseñar. Por eso es tan importante despertar el deseo de aprender, avivar el amor al conocimiento. El verbo aprender, como el verbo amar, no se pueden conjugar en imperativo.
15. Creo que el ejemplo es la forma más bella y más eficaz de autoridad. El ruido de lo que somos llega a los oídos de nuestros alumnos con tanta fuerza que les impide oír lo que decimos. Los alumnos y alumnas aprenden no solo de sus maestros, sino a sus maestros.
16. Creo que la familia es un pilar fundamental de la formación. Todas las piedras que lanza sobre el tejado de la escuela, caen sobre las cabezas de sus hijos y de sus hijas. La familia es parte sustancial de la comunidad educativa y tiene el derecho y el deber de participar en el proyecto educativo.
17. Creo que la adversidad nos puede hacer más fuertes. Con dos signos menos se puede hacer un signo más. Dos fracasos nos pueden hacer más humildes, dos errores nos pueden hacer más inteligentes, dos problemas afrontados con valor nos pueden hacer mejores personas. No olvidemos que ninguna herida es un destino.
18. Creo que la escuela tiene el deber de hacer autocrítica y de abrirse a las criticas con humildad y valentía. Tiene que poner en tela de juicio sus prácticas, hacerse preguntas y responderse a ellas con rigor a través de una investigación que permita comprender y transformar la práctica en su racionalidad y en su justicia. Solo de esa forma podrá ser una institución que aprende. La duda es un estado incómodo, la certeza es un estado intelectual ridículo. Lo que pasa es que, a veces, confundimos pereza de pensamiento con firmes convicciones.
Un nuevo curso escolar. De nuevo los encuentros, los abrazos, los esfuerzos, De nuevo las ilusiones, los debates, los proyectos, los descubrimientos. De nuevo las mascarillas, las distancias, la ventilación , las vacunas, la formación de grupos burbuja… Quiero ofrecer a cada miembro del la comunidad escolar un lema que me ha acompañado toda mi vida profesional: Que mi escuela sea mejor porque yo estoy trabajando (estudiando, participando, enseñando…) en ella. Feliz curso.
https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/2021/09/04/mi-credo-para-el-nuevo-curso/
lunes, 6 de septiembre de 2021
domingo, 5 de septiembre de 2021
6 ejercicios que hace cada día la neurocientífica Wendy Suzuki para mejorar su fortaleza mental
Es raro imaginar la ansiedad como algo positivo. ¿Qué tiene de bueno sentirse nervioso y preocupado?
Según Wendy Suzuki, neurocientífica y profesora del Centro de Ciencias Neuronales de la Universidad de Nueva York, la ansiedad puede ser una buena emoción.
En lugar de luchar contra ella, Suzuki cuenta que durante su vida ha utilizado esa emoción para ser más productiva, más optimista, y, en última instancia, más resistente.
La investigadora se ha especializado en el estudio de la plasticidad del cerebro y los efectos transformadores del ejercicio físico en la salud mental y el desarrollo cognitivo.
"Lo que he descubierto a lo largo de los años es que la forma más poderosa de combatir la ansiedad es trabajar constantemente para desarrollar tu resiliencia y fortaleza mental", dice Suzuki.
Para lograr ese objetivo, practica estos seis ejercicios diariamente y los explica con sus propias palabras.
1. Visualiza resultados positivos
Al principio o al final de cada día, piensa en todas esas situaciones inciertas que hay actualmente en tu vida, incluyendo tanto las grandes como las pequeñas.
¿Recibiré una buena evaluación de desempeño?, ¿mi hijo se asentará bien en su nueva escuela?, ¿recibiré una respuesta después de mi entrevista de trabajo?
Ahora toma cada uno de esas situaciones y visualiza el resultado más optimista que puede tener la situación.
No solo el resultado bueno, sino "el mejor" resultado posible que puedas imaginar. Esta práctica permite entrenarse en el desarrollo de esperar resultados positivos.
2. Convierte la ansiedad en progreso
La plasticidad de nuestro cerebro es lo que nos permite ser resilientes durante tiempos difíciles: aprender a calmarnos, reevaluar situaciones, replantear nuestros pensamientos y tomar decisiones más inteligentes.
Es más fácil aprovechar esto cuando nos recordamos que la ansiedad no siempre tiene por qué ser mala. Considera estas proposiciones:
La ira podría bloquear tu atención y capacidad de desempeño, o podría impulsarla y motivarla. La ira agudiza tu atención y sirve como recordatorio de lo que es importante.
El miedo podría desencadenar recuerdos de fracasos pasados. Cuando eso ocurre, te quita la atención y disminuye tu desempeño. Pero también podría hacerte más cuidadoso con tus decisiones, ayudarte a profundizar tus reflexiones y crear oportunidades para cambiar de dirección.
La tristeza podría aplanar su estado de ánimo y desmotivarte, o podría ayudarte a cambiar tus prioridades y motivarte a transformar tu entorno, circunstancias y comportamiento.
La preocupación podría hacer que pospongas las cosas y evitar que logres tus metas, o podría ayudarte a afinar tus planes, ajustar tus expectativas y volverte más realista para que puedas orientarte a conseguir objetivos.
La frustración podría obstaculizar tu progreso y eliminar tu motivación, o podría desafiarte a mejorar.
Estas comparaciones pueden parecer simplistas, pero apuntan a opciones poderosas que producen resultados tangibles.
3. Prueba algo nuevo
En estos días, es más fácil que nunca tomar una nueva clase en línea, hacer un deporte o participar en un evento virtual.
No hace mucho, participé en un entrenamiento en vivo de Instagram con la campeona de Wimbledon, Venus Williams, donde usaba botellas como pesas.
Nunca había hecho algo así antes. Resultó ser una experiencia fantástica y memorable.
Mi punto es que de forma gratuita (o solo por una pequeña tarifa) puedes empujar tu cerebro y tu cuerpo a probar algo que nunca antes habías considerado.
No tiene por qué ser un entrenamiento y no tiene por qué ser difícil; puede ser algo justo por encima de tu nivel o simplemente fuera de tu zona de confort.
4. Comunícate con otras personas
Ser capaz de pedir ayuda, mantenerse conectado con amigos y familiares y fomentar activamente las relaciones alentadoras y de apoyo no solo te permite mantener la ansiedad a raya, sino que también refuerza la sensación de que no estás solo.
No es fácil de cultivar, pero la creencia y el sentimiento de que estás rodeado de personas que se preocupan por ti es crucial en momentos de enorme estrés, cuando necesitas recurrir a tu propia capacidad de recuperación para perseverar y mantener tu bienestar.
Cuando sufrimos una pérdida u otras formas de angustia, es natural retirarse. Incluso vemos este tipo de comportamiento en animales que están de luto.
Sin embargo, también tienes el poder de empujarte hacia la compañía de aquellos que pueden ayudarte a cuidarte.
5. Practica el auto-tuit positivo
El artista Lin-Manuel Miranda publicó un libro en el que habla de los tuits que envía al principio y al final de cada día.
En él, comparte lo que son esencialmente pequeños mensajes optimistas que son divertidos, singulares y en general encantadores.
Si lo observas en sus entrevistas, verás a una persona intrínsecamente fuerte y optimista. ¿Cómo puedes llegar a ser tan resistente, productivo y creativo?
Claramente, parte de la respuesta son recordatorios positivos. No es necesario que los compartas con el público. La idea es animarse a hacerlo al principio y al final del día.
Si te resulta difícil, intenta pensar en qué te diría una persona que ha sido importante en tu vida (hermano, amigo, mentor, padre) y luego escribe el tuit o simplemente dítelo a ti mismo.
6. Sumérgete en la naturaleza
La ciencia ha demostrado una y otra vez que pasar tiempo en la naturaleza tiene efectos positivos en nuestra salud mental.
Algunos estudios han encontrado que puede aumentar significativamente tu bienestar emocional y resiliencia.
No necesitas vivir junto a un bosque para sumergirte en la naturaleza. Un parque cercano o cualquier entorno tranquilo con vegetación donde no haya mucha gente funcionará bien.
Respira, relájate y toma conciencia de los sonidos, olores y visiones. Utiliza todos tus sentidos para crear una mayor conciencia del mundo natural.
Este ejercicio aumenta tu capacidad de recuperación general, ya que actúa como una especie de restauración de energía y restablece tu equilibrio.
sábado, 4 de septiembre de 2021
_- "El peor mito sobre el cáncer es pensar que la gente lo tiene porque de alguna manera se lo ha buscado": Anne Boyer, ganadora del Premio Pulitzer de Ensayo 2020
_- Anne Boyer es autora de "Desmorir. Una reflexión sobre la enfermedad en un mundo capitalista", ganador del Premio Pulitzer de Ensayo 2020.
La poeta y ensayista estadounidense Anne Boyer (Topeka, Kansas, 1973) acababa de cumplir 41 años cuando le diagnosticaron un cáncer de pecho triple negativo, uno de los más mortales que existen y que requería un tratamiento muy agresivo.
Madre soltera, se ganaba la vida modestamente dando clases y no sabía entonces mucho sobre el cáncer de mama. Pero lo aprendió…
Dice que aprendió que la lógica capitalista con frecuencia considera que quienes tienen cáncer en parte se lo merecen: por haber comido muchas salchichas grasientas y poco brócoli, por haber bebido demasiadas cervezas, por no haber salido a correr por las mañanas…
Descubrió también que el cáncer está rodeado de mitos falsos y de clichés, como por ejemplo pensar que una actitud positiva puede ayudar a curarlo. Se percató de que el lenguaje que se utiliza para hablar de cáncer está pervertido, porque sobrevivir al cáncer no es ganar una carrera y morir no es perderla.
Pero sobre todo, cuenta, descubrió la brutalidad y la dinámica capitalista por la que se rige el sistema de salud de Estados Unidos, uno de los países más ricos del mundo…
Tras practicarle una doble mastectomía, y casi sin que se pudiera mantener en pie, a Anne Boyer la mandaron a su casa sin permitirle pasar ni una sola noche en el hospital, exactamente igual que le sucede a aproximadamente el 45% de las mujeres que se somete a ese tipo de intervención en EE.UU.
Con las bolsas de drenaje aún cosidas al pecho, a los diez días de pasar por el quirófano ya estaba trabajando dando clases.
Todo eso, relata, le sirvió para recapacitar sobre la mortalidad y las políticas de género relacionadas con la salud, sobre la diferente distribución del dolor y del sufrimiento en función de la condición social y del género, sobre las lógicas patriarcales, racistas, militaristas y capitalistas que marcan una enfermedad de género como es el cáncer de pecho…
Fruto de todo eso es su libro "Desmorir. Una reflexión sobre la enfermedad en un mundo capitalista", publicado en español por la editorial Sexto Piso. Ganador del Premio Pulitzer de Ensayo 2020, se trata de un texto excepcional que mezcla autobiografía, filosofía, poemas, textos antiguos, datos y estadísticas y estudios científicos.
En BBC Mundo, hablamos con su autora, que participa este viernes en el HAY Festival Querétaro.
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Madre soltera, se ganaba la vida modestamente dando clases y no sabía entonces mucho sobre el cáncer de mama. Pero lo aprendió…
Dice que aprendió que la lógica capitalista con frecuencia considera que quienes tienen cáncer en parte se lo merecen: por haber comido muchas salchichas grasientas y poco brócoli, por haber bebido demasiadas cervezas, por no haber salido a correr por las mañanas…
Descubrió también que el cáncer está rodeado de mitos falsos y de clichés, como por ejemplo pensar que una actitud positiva puede ayudar a curarlo. Se percató de que el lenguaje que se utiliza para hablar de cáncer está pervertido, porque sobrevivir al cáncer no es ganar una carrera y morir no es perderla.
Pero sobre todo, cuenta, descubrió la brutalidad y la dinámica capitalista por la que se rige el sistema de salud de Estados Unidos, uno de los países más ricos del mundo…
Tras practicarle una doble mastectomía, y casi sin que se pudiera mantener en pie, a Anne Boyer la mandaron a su casa sin permitirle pasar ni una sola noche en el hospital, exactamente igual que le sucede a aproximadamente el 45% de las mujeres que se somete a ese tipo de intervención en EE.UU.
Con las bolsas de drenaje aún cosidas al pecho, a los diez días de pasar por el quirófano ya estaba trabajando dando clases.
Todo eso, relata, le sirvió para recapacitar sobre la mortalidad y las políticas de género relacionadas con la salud, sobre la diferente distribución del dolor y del sufrimiento en función de la condición social y del género, sobre las lógicas patriarcales, racistas, militaristas y capitalistas que marcan una enfermedad de género como es el cáncer de pecho…
Fruto de todo eso es su libro "Desmorir. Una reflexión sobre la enfermedad en un mundo capitalista", publicado en español por la editorial Sexto Piso. Ganador del Premio Pulitzer de Ensayo 2020, se trata de un texto excepcional que mezcla autobiografía, filosofía, poemas, textos antiguos, datos y estadísticas y estudios científicos.
En BBC Mundo, hablamos con su autora, que participa este viernes en el HAY Festival Querétaro.
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En "Desmorir" usted reflexiona sobre la mortalidad, un tema que hoy es casi un tabú, especialmente en Estados Unidos. ¿Por qué no queremos pensar en la muerte y por qué deberíamos en cambio hacerlo?
Estados Unidos tiene una curiosa relación con la muerte. Sus películas, programas de televisión y videojuegos están llenos de espléndidas representaciones de muertes violentas. Los cadáveres ensucian nuestras pantallas, y nos venden eso como entretenimiento.
Nuestro lenguaje es a menudo igualmente crudo y violento, y nuestro ejército y nuestras industrias son notorios traficantes de muerte alrededor del mundo.
Y, sin embargo, cuando se trata de la muerte en sí misma -no su versión cinematográfica- la escondemos, la desinfectamos, la subcontratamos, ya que parece entrar en conflicto con la doctrina de la positividad a toda costa.
Si no pensamos sobre la muerte de una manera intencionada y realista, nos quedamos con estas versiones dañinas y manipuladoras de la misma.
Alrededor del 50% de la población de los países industrializados tiene cáncer o desarrollará cáncer. Sin embargo, todavía hay muchos mitos y clichés sobre el cáncer. ¿Cuál es el peor?
El peor mito es pensar que la gente con cáncer lo tiene porque de alguna manera se lo ha buscado.
En las últimas décadas también ha crecido la idea de que si una persona es positiva y tiene buena actitud vital puede sobreponerse al cáncer. ¿Por qué dice que es una idea profundamente perversa?
Porque no es verdad. Las actitudes no nos provocan cáncer, ni nos lo curan.
El mito de la actitud se reduce principalmente a imponer una norma de género en la sociedad, es como decir a las mujeres que tienen que sonreír mientras caminan por la calle.
En "Desmorir" también explora la relación entre capitalismo y cáncer. El sistema capitalista suele argumentar que los ricos son ricos porque se lo merecen, porque han trabajado más duro que los pobres. ¿Ha impuesto el capitalismo esa misma lógica respecto al cáncer?
El capitalismo estadounidense ha impuesto una insidiosa lógica de individualismo extremo y corrosivo que pone a todos en competición contra todos, y en ocasiones a las personas contra sí mismas.
Los enfermos, al fracasar y dejar de ser entidades capitalistas "productivas" y competitivas, son vistos como perdedores, a menos que sobrevivan, y desde ese punto de vista, son los muertos los perdedores y los supervivientes los sujetos capitalistas apropiados.
En el esquema capitalista se cree que todo es una opción y, por lo tanto, que el cáncer también lo es. Esa retórica esconde que, en realidad, mucho de lo que nos sucede no es fruto de nuestra elección, es un conjunto de condiciones compartidas, de fuerzas históricas, de estructuras políticas sociales.
Pero cuando eso se nos oculta, nos volvemos tan trastornados que comenzamos a creer que cada uno de nosotros tiene el control incluso sobre la división patológica de nuestras células.
El cáncer hoy es más conocido que nunca y la medicina ha realizado grandes avances, pero paradójicamente para muchos pacientes con cáncer en Estados Unidos hoy es muy difícil tener acceso a un tratamiento adecuado. ¿Por qué la industria de la salud se ha vuelto tan inhumana?
La respuesta simple es: ganancia. Durante la pandemia de coronavirus, los trabajadores sanitarios parece que han experimentado como nunca antes las presiones destructivas de este modelo con fines de lucro, crisis de salud mental, agotamiento, etc.
Si la medicina estadounidense no está al servicio de los pacientes y no funciona para los médicos, enfermeras y otros trabajadores, la pregunta es: ¿para quién está? ¿Y quién decidió que fuera así?
Espero que una de las consecuencias de esta crisis sea un clamor contra las condiciones que hacen imposible la asistencia sanitaria tanto para los pacientes como para los trabajadores.
¿Por qué no le gusta el lazo rosa en apoyo de las enfermas de cáncer de mama? ¿Qué tiene de malo?
No me opongo al consuelo y a la solidaridad que se pueden encontrar en usar un símbolo visual para unir a las personas que luchan contra una enfermedad, pero la cultura del lazo rosa toma un impulso genuino y positivo de apoyo y lo pervierte en una estructura de explotación y lucro.
No necesitamos cintas rosas en los equipos de fracking, ni los necesitamos en artículos de consumo fabricados con productos químicos peligrosos. En el momento en que nuestro dolor se convierte en un producto, tenemos que decir no.
En su libro confiesa que en los textos clásicos sobre el cáncer, como los de Susan Sontag o Audre Lorde, no encontró lo que buscaba cuando le diagnosticaron a usted misma cáncer de mama. ¿Por qué esos libros no la ayudaron?
Me ayudaron, pero lo que no pude encontrar en ellos es un relato de la versión contemporánea del cáncer: la enfermedad tal como se vive en el mundo de la información, de las pantallas, bajo las fuerzas extremas de lucro que son el motor de la atención médica en los Estados Unidos.
Mi esperanza al escribir este libro es que se una a otros libros ya existentes como un relato de nuestro tiempo.
Durante su enfermedad, encontró mucho apoyo en los vídeos de YouTube de otras mujeres con cáncer de mama triple negativo. ¿Por qué esos vídeos le consolaron?
Es bastante difícil explicar qué efecto tuvieron en mí esas personas a las que no conocía, y por esa razón escribir esa parte del libro fue particularmente desafiante para mí.
Creo que muchas personas con enfermedades graves han tenido la experiencia de aprender de otros que comparten sus propias experiencias en las redes sociales.
Los blogueros me brindaron una educación que ningún médico o enfermera podía darme, una educación sobre los sentimientos, sobre cómo morir y cómo vivir.
¿Por qué cree que es tan importante la solidaridad y compartir el dolor?
Creo que si no compartimos el dolor corremos el riesgo de ser destruidos por él, porque nos arriesgamos a creer falsamente que estamos solos. El dolor tiende a atarnos en nosotros mismos, a menos que reconozcamos que es una experiencia compartida.
Recientemente escuché una oración budista: "Haz que pueda tener suficiente sufrimiento para despertar en mí la más profunda compasión y sabiduría posibles", y eso quizás sea el meollo.
Un dolor compartido, un sufrimiento compartido, nos ayuda a convertir ese dolor en compasión, nos ayuda a comprender la experiencia colectiva del ser humano.
https://www.bbc.com/mundo/noticias-58413432
Estados Unidos tiene una curiosa relación con la muerte. Sus películas, programas de televisión y videojuegos están llenos de espléndidas representaciones de muertes violentas. Los cadáveres ensucian nuestras pantallas, y nos venden eso como entretenimiento.
Nuestro lenguaje es a menudo igualmente crudo y violento, y nuestro ejército y nuestras industrias son notorios traficantes de muerte alrededor del mundo.
Y, sin embargo, cuando se trata de la muerte en sí misma -no su versión cinematográfica- la escondemos, la desinfectamos, la subcontratamos, ya que parece entrar en conflicto con la doctrina de la positividad a toda costa.
Si no pensamos sobre la muerte de una manera intencionada y realista, nos quedamos con estas versiones dañinas y manipuladoras de la misma.
Alrededor del 50% de la población de los países industrializados tiene cáncer o desarrollará cáncer. Sin embargo, todavía hay muchos mitos y clichés sobre el cáncer. ¿Cuál es el peor?
El peor mito es pensar que la gente con cáncer lo tiene porque de alguna manera se lo ha buscado.
En las últimas décadas también ha crecido la idea de que si una persona es positiva y tiene buena actitud vital puede sobreponerse al cáncer. ¿Por qué dice que es una idea profundamente perversa?
Porque no es verdad. Las actitudes no nos provocan cáncer, ni nos lo curan.
El mito de la actitud se reduce principalmente a imponer una norma de género en la sociedad, es como decir a las mujeres que tienen que sonreír mientras caminan por la calle.
En "Desmorir" también explora la relación entre capitalismo y cáncer. El sistema capitalista suele argumentar que los ricos son ricos porque se lo merecen, porque han trabajado más duro que los pobres. ¿Ha impuesto el capitalismo esa misma lógica respecto al cáncer?
El capitalismo estadounidense ha impuesto una insidiosa lógica de individualismo extremo y corrosivo que pone a todos en competición contra todos, y en ocasiones a las personas contra sí mismas.
Los enfermos, al fracasar y dejar de ser entidades capitalistas "productivas" y competitivas, son vistos como perdedores, a menos que sobrevivan, y desde ese punto de vista, son los muertos los perdedores y los supervivientes los sujetos capitalistas apropiados.
En el esquema capitalista se cree que todo es una opción y, por lo tanto, que el cáncer también lo es. Esa retórica esconde que, en realidad, mucho de lo que nos sucede no es fruto de nuestra elección, es un conjunto de condiciones compartidas, de fuerzas históricas, de estructuras políticas sociales.
Pero cuando eso se nos oculta, nos volvemos tan trastornados que comenzamos a creer que cada uno de nosotros tiene el control incluso sobre la división patológica de nuestras células.
El cáncer hoy es más conocido que nunca y la medicina ha realizado grandes avances, pero paradójicamente para muchos pacientes con cáncer en Estados Unidos hoy es muy difícil tener acceso a un tratamiento adecuado. ¿Por qué la industria de la salud se ha vuelto tan inhumana?
La respuesta simple es: ganancia. Durante la pandemia de coronavirus, los trabajadores sanitarios parece que han experimentado como nunca antes las presiones destructivas de este modelo con fines de lucro, crisis de salud mental, agotamiento, etc.
Si la medicina estadounidense no está al servicio de los pacientes y no funciona para los médicos, enfermeras y otros trabajadores, la pregunta es: ¿para quién está? ¿Y quién decidió que fuera así?
Espero que una de las consecuencias de esta crisis sea un clamor contra las condiciones que hacen imposible la asistencia sanitaria tanto para los pacientes como para los trabajadores.
¿Por qué no le gusta el lazo rosa en apoyo de las enfermas de cáncer de mama? ¿Qué tiene de malo?
No me opongo al consuelo y a la solidaridad que se pueden encontrar en usar un símbolo visual para unir a las personas que luchan contra una enfermedad, pero la cultura del lazo rosa toma un impulso genuino y positivo de apoyo y lo pervierte en una estructura de explotación y lucro.
No necesitamos cintas rosas en los equipos de fracking, ni los necesitamos en artículos de consumo fabricados con productos químicos peligrosos. En el momento en que nuestro dolor se convierte en un producto, tenemos que decir no.
En su libro confiesa que en los textos clásicos sobre el cáncer, como los de Susan Sontag o Audre Lorde, no encontró lo que buscaba cuando le diagnosticaron a usted misma cáncer de mama. ¿Por qué esos libros no la ayudaron?
Me ayudaron, pero lo que no pude encontrar en ellos es un relato de la versión contemporánea del cáncer: la enfermedad tal como se vive en el mundo de la información, de las pantallas, bajo las fuerzas extremas de lucro que son el motor de la atención médica en los Estados Unidos.
Mi esperanza al escribir este libro es que se una a otros libros ya existentes como un relato de nuestro tiempo.
Durante su enfermedad, encontró mucho apoyo en los vídeos de YouTube de otras mujeres con cáncer de mama triple negativo. ¿Por qué esos vídeos le consolaron?
Es bastante difícil explicar qué efecto tuvieron en mí esas personas a las que no conocía, y por esa razón escribir esa parte del libro fue particularmente desafiante para mí.
Creo que muchas personas con enfermedades graves han tenido la experiencia de aprender de otros que comparten sus propias experiencias en las redes sociales.
Los blogueros me brindaron una educación que ningún médico o enfermera podía darme, una educación sobre los sentimientos, sobre cómo morir y cómo vivir.
¿Por qué cree que es tan importante la solidaridad y compartir el dolor?
Creo que si no compartimos el dolor corremos el riesgo de ser destruidos por él, porque nos arriesgamos a creer falsamente que estamos solos. El dolor tiende a atarnos en nosotros mismos, a menos que reconozcamos que es una experiencia compartida.
Recientemente escuché una oración budista: "Haz que pueda tener suficiente sufrimiento para despertar en mí la más profunda compasión y sabiduría posibles", y eso quizás sea el meollo.
Un dolor compartido, un sufrimiento compartido, nos ayuda a convertir ese dolor en compasión, nos ayuda a comprender la experiencia colectiva del ser humano.
https://www.bbc.com/mundo/noticias-58413432
viernes, 3 de septiembre de 2021
_- La Documenta, campo de batalla de la Guerra Fría
_- Una exposición en Berlín recorre la historia de la gran cita del arte contemporáneo, examina su agenda política, favorable a los intereses de Estados Unidos, y revela los vínculos de sus impulsores con el nazismo.
'Number 32', de Jackson Pollock, expuesto en la Documenta de 1959, que celebró el arte abstracto estadounidense frente a las escuelas figurativas del bloque comunista.KUNSTSAMMLUNG NORDRHEIN-WESTFALEN / WALTER KLEIN / POLLOCK-KRASNER FOUNDATION
La Documenta, la gran exposición de arte contemporáneo que se celebra cada cinco años en Kassel (Alemania), no nació como una celebración neutral o acrítica de la pintura más vanguardista, sino como una plataforma guiada por objetivos políticos en la posguerra europea más temprana. Es la provocadora hipótesis planteada por una nueva exposición en el Museo Histórico Alemán de Berlín, donde podrá visitarse hasta el 9 de enero de 2022, que demuestra que la cita más prestigiosa del arte actual —con el permiso de la Bienal de Venecia— fue creada con el concurso económico de instituciones que la usaron como poder blando para alcanzar objetivos geopolíticos en lo más crudo de la Guerra Fría. “Uno no puede hacer cultura con la política, pero tal vez pueda hacer política con la cultura”, dijo en su día el presidente alemán Theodor Heuss, cuyo Gobierno aceptó subvencionar la primera edición de la Documenta, en 1955, “en reconocimiento del posible impacto del proyecto en la zona de ocupación soviética”, según un documento recogido en la muestra.
Desde su comienzo, la Documenta fue algo más que una exposición artística. Se convirtió en el escaparate internacional donde la República Federal de Alemania (RFA) guiñó el ojo a sus aliados occidentales y el campo de batalla de una guerra cultural que tuvo lugar en distintos frentes. Por una parte, sus impulsores se esforzaron en distanciarse de la intransigencia de los nazis respecto al arte moderno, que no dudaron en tildar de “degenerado”. Por la otra, esta cita contribuyó a forjar un nuevo canon que encumbró a la abstracción como lenguaje universal y, en cambio, menospreció el realismo socialista —el estilo oficial en el bloque oriental, con sus representaciones idealizadas de la clase obrera— como una obsoleta reliquia figurativa. Pese a su apariencia inocua, la Documenta transmitió subtextos ideológicos que arraigaron en el inconsciente colectivo e intervino en la larga digestión de los traumas del Holocausto y la evolución de la memoria histórica en Alemania.
“La Documenta debe su auge y su estatus a su dimensión política. Sin tener en cuenta esta combinación de política y arte no es posible entender la enorme importancia que alcanzó”, señala el presidente del museo berlinés, Raphael Gross, en el catálogo de la muestra, que aspira a corregir la noción de que la Documenta marcó “un nuevo comienzo estético radical” tras los días del nazismo. “En realidad, hubo líneas ininterrumpidas que procedían del nacionalsocialismo. Las obras de artistas judíos asesinados no encontraron un lugar en las primeras ediciones”, recuerda Gross, al frente de un equipo de cinco comisarios que llevan años investigando en el asunto. La Documenta aspiraba a volver a inscribirse en los tiempos dorados de Weimar y la Bauhaus, a la que los folletos tricolores de las ediciones de 1955 y 1959, en tonos primarios de rojo, azul y amarillo, parecen referirse sin rubor. Aun así, ningún artista asesinado durante la guerra fue expuesto en esos comienzos. Peor aún: la mitad de los 21 miembros del consejo directivo de su primera edición había militado en el Partido Nacionalsocialista, en las SS o en la Sturmabteilung, la milicia creada por los nazis en los años veinte.
Entre ellos estaba el cofundador de esta cita artística, Werner Haftmann, un influyente historiador del arte y autor de un volumen de referencia sobre la historia de la pintura en el siglo XX, en el que afirmaba sin inmutarse que “ningún pintor moderno fue judío”. Responsable de las tres primeras ediciones de la Documenta junto al artista y profesor Arnold Bode, Haftmann había luchado contra los partisanos en Italia y figurado en las listas de criminales de guerra en ese país. En Alemania, en cambio, logró camuflar ese pasado y ocupó cargos de gran responsabilidad en el mundo del arte, llegando a dirigir la Neue Nationalgalerie de Berlín a finales de los sesenta. Otro documento expuesto en la muestra de Berlín revela que, en la edición inaugural de 1955, se planteó exponer a dos artistas judíos que murieron a manos de los nazis: Otto Freundlich, asesinado a su llegada al campo de Majdanek, y Rudolf Levy, con el que Haftmann se había cruzado en Florencia durante la guerra, antes de que fuera ejecutado de camino a Auschwitz.
Terminó renunciando a sus planes, aunque sí incluyó a un judío bielorruso como Chagall, que también había sido tratado de degenerado por el nacionalsocialismo. “La primera Documenta no quiso arriesgarse a exponer a su clientela de clase media a los artistas antiburgueses de las vanguardias de antes de la guerra, a quienes los nazis habían tildado de bolcheviques culturales”, recuerda la historiadora Julia Friedrich, conservadora del Museo Ludwig de Colonia, en el catálogo. Aun así, el católico Max Ernst, que había sido detenido por la Gestapo en Francia antes de huir a Estados Unidos en 1941, fue uno de los dos artistas que daban la bienvenida al visitante al llegar al recinto. El otro era un nombre algo más embarazoso: el pintor Emil Nolde, cuya obra expresionista había sido rechazada por los nazis pese a su apoyo explícito al partido, aunque Haftmann no dudase en erigirlo como un “antifascista nato”. Su revisionismo resultó exitoso: uno de sus cuadros acabó colgando en la Cancillería de Bonn, pese a que Nolde hubiese participado en una cena con Hitler en 1933, tras la que escribió una carta a un amigo en la que dijo que el Führer le parecía “grande y noble en sus aspiraciones”.
El lugar escogido tampoco era casual. Kassel, la pequeña patria de los hermanos Grimm, era una localidad de 200.000 habitantes al norte de la región de Hesse, cuyo centro histórico había quedado destruido al 90% por los bombardeos de 1943 que asolaron la ciudad. Reconstruida durante los cincuenta, simbolizaba a la perfección el nuevo comienzo al que aspiraba la nueva RFA. Además, su ubicación era estratégica. Situada en el corazón de Alemania, a solo 30 kilómetros de la frontera con la República Democrática Alemana (RDA), aspiraba a ser un ejemplo de modernidad de cara a los habitantes del Este, aunque los desplazamientos se hubieran vuelto menos frecuentes tras el cierre oficial de la frontera en 1952 para impedir una emigración masiva hacia el Oeste.
La exposición demuestra, a través de numerosos documentos de archivo, que la Documenta se distinguió, desde el primer día, por su cariz proestadounidense. En su segunda edición se expusieron 37 artistas norteamericanos, seleccionados con el asesoramiento del MoMA, entre los que había nombres como Jackson Pollock, cuya abstracción fue inmediatamente aplaudida. En cambio, la figuración brillaba por su ausencia. La tercera edición, en 1964, recibió subvenciones del Congreso por la Libertad de la Cultura, grupo de presión anticomunista fundado en 1950 y operativo en 35 países, que protagonizó un escándalo cuando, dos años más tarde, se descubrió que estaba financiado por la CIA. La cuarta entrega, en 1968, supuso el triunfo de estilos puramente estadounidenses como el pop art o el minimalismo, representado en Kassel por nombres como Andy Warhol o Jo Baer. Además, la Documenta sopesó abrir una sucursal en Filadelfia para celebrar el bicentenario de la Declaración de Independencia en 1973 y evitó posicionarse, en su edición celebrada el año anterior, respecto a la intervención estadounidense en Vietnam, pese al clamor de muchos artistas. Esta inclinación proatlántica fue criticada por nombres como Joseph Beuys, precursor de la performance y el happening, que presentó su obra 7.000 robles, una de sus más conocidas “esculturas sociales”, en la Documenta de 1982. Fue un proyecto de reforestación urbana que llevó a la ciudad a plantar siete millares de árboles en su perímetro, considerado desde entonces una obra pionera dentro del arte con inquietudes sociales y ecológicas.
En cambio, la Documenta no se enfrentó a la incómoda herencia del pasado alemán hasta su edición de 1977, cuando invitó a artistas del otro lado del telón de acero, como Wolfgang Mattheuer, Will Sitte, Bernhard Heisig o Werner Tübke —quien llevó a Kassel un óleo sobre el juicio de un oficial nazi—, coincidiendo con el inicio de la Ostpolitik de Willy Brandt, la política de acercamiento impulsada por el canciller para normalizar las relaciones entre las dos Alemanias. Aun así, esa relativa apertura despertó las críticas de dos grandes pintores nacidos en el Este, pero emigrados al Oeste en su años de juventud: Georg Baselitz y Markus Lüpertz, que retiraron sus obras en señal de protesta, considerando que no se podía celebrar a los representantes de la RDA, “un lugar de intolerancia”. En esa misma edición, celebrada tres décadas después del final de la guerra, la exposición propuso una primera referencia a los campos de concentración, con un vídeo que la artista estadounidense Beryl Korot, futura esposa del músico Steve Reich, rodó en Dachau.
En la Documenta de 1987, el colectivo artístico Guerrilla Girls denunció la falta de mujeres y creadores no blanco.
'Number 32', de Jackson Pollock, expuesto en la Documenta de 1959, que celebró el arte abstracto estadounidense frente a las escuelas figurativas del bloque comunista.KUNSTSAMMLUNG NORDRHEIN-WESTFALEN / WALTER KLEIN / POLLOCK-KRASNER FOUNDATION
La Documenta, la gran exposición de arte contemporáneo que se celebra cada cinco años en Kassel (Alemania), no nació como una celebración neutral o acrítica de la pintura más vanguardista, sino como una plataforma guiada por objetivos políticos en la posguerra europea más temprana. Es la provocadora hipótesis planteada por una nueva exposición en el Museo Histórico Alemán de Berlín, donde podrá visitarse hasta el 9 de enero de 2022, que demuestra que la cita más prestigiosa del arte actual —con el permiso de la Bienal de Venecia— fue creada con el concurso económico de instituciones que la usaron como poder blando para alcanzar objetivos geopolíticos en lo más crudo de la Guerra Fría. “Uno no puede hacer cultura con la política, pero tal vez pueda hacer política con la cultura”, dijo en su día el presidente alemán Theodor Heuss, cuyo Gobierno aceptó subvencionar la primera edición de la Documenta, en 1955, “en reconocimiento del posible impacto del proyecto en la zona de ocupación soviética”, según un documento recogido en la muestra.
Desde su comienzo, la Documenta fue algo más que una exposición artística. Se convirtió en el escaparate internacional donde la República Federal de Alemania (RFA) guiñó el ojo a sus aliados occidentales y el campo de batalla de una guerra cultural que tuvo lugar en distintos frentes. Por una parte, sus impulsores se esforzaron en distanciarse de la intransigencia de los nazis respecto al arte moderno, que no dudaron en tildar de “degenerado”. Por la otra, esta cita contribuyó a forjar un nuevo canon que encumbró a la abstracción como lenguaje universal y, en cambio, menospreció el realismo socialista —el estilo oficial en el bloque oriental, con sus representaciones idealizadas de la clase obrera— como una obsoleta reliquia figurativa. Pese a su apariencia inocua, la Documenta transmitió subtextos ideológicos que arraigaron en el inconsciente colectivo e intervino en la larga digestión de los traumas del Holocausto y la evolución de la memoria histórica en Alemania.
“La Documenta debe su auge y su estatus a su dimensión política. Sin tener en cuenta esta combinación de política y arte no es posible entender la enorme importancia que alcanzó”, señala el presidente del museo berlinés, Raphael Gross, en el catálogo de la muestra, que aspira a corregir la noción de que la Documenta marcó “un nuevo comienzo estético radical” tras los días del nazismo. “En realidad, hubo líneas ininterrumpidas que procedían del nacionalsocialismo. Las obras de artistas judíos asesinados no encontraron un lugar en las primeras ediciones”, recuerda Gross, al frente de un equipo de cinco comisarios que llevan años investigando en el asunto. La Documenta aspiraba a volver a inscribirse en los tiempos dorados de Weimar y la Bauhaus, a la que los folletos tricolores de las ediciones de 1955 y 1959, en tonos primarios de rojo, azul y amarillo, parecen referirse sin rubor. Aun así, ningún artista asesinado durante la guerra fue expuesto en esos comienzos. Peor aún: la mitad de los 21 miembros del consejo directivo de su primera edición había militado en el Partido Nacionalsocialista, en las SS o en la Sturmabteilung, la milicia creada por los nazis en los años veinte.
Entre ellos estaba el cofundador de esta cita artística, Werner Haftmann, un influyente historiador del arte y autor de un volumen de referencia sobre la historia de la pintura en el siglo XX, en el que afirmaba sin inmutarse que “ningún pintor moderno fue judío”. Responsable de las tres primeras ediciones de la Documenta junto al artista y profesor Arnold Bode, Haftmann había luchado contra los partisanos en Italia y figurado en las listas de criminales de guerra en ese país. En Alemania, en cambio, logró camuflar ese pasado y ocupó cargos de gran responsabilidad en el mundo del arte, llegando a dirigir la Neue Nationalgalerie de Berlín a finales de los sesenta. Otro documento expuesto en la muestra de Berlín revela que, en la edición inaugural de 1955, se planteó exponer a dos artistas judíos que murieron a manos de los nazis: Otto Freundlich, asesinado a su llegada al campo de Majdanek, y Rudolf Levy, con el que Haftmann se había cruzado en Florencia durante la guerra, antes de que fuera ejecutado de camino a Auschwitz.
Terminó renunciando a sus planes, aunque sí incluyó a un judío bielorruso como Chagall, que también había sido tratado de degenerado por el nacionalsocialismo. “La primera Documenta no quiso arriesgarse a exponer a su clientela de clase media a los artistas antiburgueses de las vanguardias de antes de la guerra, a quienes los nazis habían tildado de bolcheviques culturales”, recuerda la historiadora Julia Friedrich, conservadora del Museo Ludwig de Colonia, en el catálogo. Aun así, el católico Max Ernst, que había sido detenido por la Gestapo en Francia antes de huir a Estados Unidos en 1941, fue uno de los dos artistas que daban la bienvenida al visitante al llegar al recinto. El otro era un nombre algo más embarazoso: el pintor Emil Nolde, cuya obra expresionista había sido rechazada por los nazis pese a su apoyo explícito al partido, aunque Haftmann no dudase en erigirlo como un “antifascista nato”. Su revisionismo resultó exitoso: uno de sus cuadros acabó colgando en la Cancillería de Bonn, pese a que Nolde hubiese participado en una cena con Hitler en 1933, tras la que escribió una carta a un amigo en la que dijo que el Führer le parecía “grande y noble en sus aspiraciones”.
El lugar escogido tampoco era casual. Kassel, la pequeña patria de los hermanos Grimm, era una localidad de 200.000 habitantes al norte de la región de Hesse, cuyo centro histórico había quedado destruido al 90% por los bombardeos de 1943 que asolaron la ciudad. Reconstruida durante los cincuenta, simbolizaba a la perfección el nuevo comienzo al que aspiraba la nueva RFA. Además, su ubicación era estratégica. Situada en el corazón de Alemania, a solo 30 kilómetros de la frontera con la República Democrática Alemana (RDA), aspiraba a ser un ejemplo de modernidad de cara a los habitantes del Este, aunque los desplazamientos se hubieran vuelto menos frecuentes tras el cierre oficial de la frontera en 1952 para impedir una emigración masiva hacia el Oeste.
La exposición demuestra, a través de numerosos documentos de archivo, que la Documenta se distinguió, desde el primer día, por su cariz proestadounidense. En su segunda edición se expusieron 37 artistas norteamericanos, seleccionados con el asesoramiento del MoMA, entre los que había nombres como Jackson Pollock, cuya abstracción fue inmediatamente aplaudida. En cambio, la figuración brillaba por su ausencia. La tercera edición, en 1964, recibió subvenciones del Congreso por la Libertad de la Cultura, grupo de presión anticomunista fundado en 1950 y operativo en 35 países, que protagonizó un escándalo cuando, dos años más tarde, se descubrió que estaba financiado por la CIA. La cuarta entrega, en 1968, supuso el triunfo de estilos puramente estadounidenses como el pop art o el minimalismo, representado en Kassel por nombres como Andy Warhol o Jo Baer. Además, la Documenta sopesó abrir una sucursal en Filadelfia para celebrar el bicentenario de la Declaración de Independencia en 1973 y evitó posicionarse, en su edición celebrada el año anterior, respecto a la intervención estadounidense en Vietnam, pese al clamor de muchos artistas. Esta inclinación proatlántica fue criticada por nombres como Joseph Beuys, precursor de la performance y el happening, que presentó su obra 7.000 robles, una de sus más conocidas “esculturas sociales”, en la Documenta de 1982. Fue un proyecto de reforestación urbana que llevó a la ciudad a plantar siete millares de árboles en su perímetro, considerado desde entonces una obra pionera dentro del arte con inquietudes sociales y ecológicas.
En cambio, la Documenta no se enfrentó a la incómoda herencia del pasado alemán hasta su edición de 1977, cuando invitó a artistas del otro lado del telón de acero, como Wolfgang Mattheuer, Will Sitte, Bernhard Heisig o Werner Tübke —quien llevó a Kassel un óleo sobre el juicio de un oficial nazi—, coincidiendo con el inicio de la Ostpolitik de Willy Brandt, la política de acercamiento impulsada por el canciller para normalizar las relaciones entre las dos Alemanias. Aun así, esa relativa apertura despertó las críticas de dos grandes pintores nacidos en el Este, pero emigrados al Oeste en su años de juventud: Georg Baselitz y Markus Lüpertz, que retiraron sus obras en señal de protesta, considerando que no se podía celebrar a los representantes de la RDA, “un lugar de intolerancia”. En esa misma edición, celebrada tres décadas después del final de la guerra, la exposición propuso una primera referencia a los campos de concentración, con un vídeo que la artista estadounidense Beryl Korot, futura esposa del músico Steve Reich, rodó en Dachau.
En la Documenta de 1987, el colectivo artístico Guerrilla Girls denunció la falta de mujeres y creadores no blanco.
El paso de los años dio lugar a otras revisiones críticas y luchas políticas. En la Documenta de 1987, el colectivo Guerrilla Girls denunció la ausencia de mujeres y artistas no caucásicos. “¿Por qué en 1987 la Documenta es blanca al 95% y masculina al 83%?”, protestó el grupo en un cartel realizado para la ocasión, que demostraba que nada había cambiado en exceso desde la primera edición, cuando solo siete mujeres, frente a 140 hombres, aparecieron en la lista de artistas expuestos. La muestra en Berlín concluye con la edición de 1997, la última del siglo pasado, orquestada por primera vez por una mujer, la historiadora francesa Catherine David, que dejó atrás la política de bloques de la Guerra Fría para inscribirse en el mundo multipolar del siglo XXI. Abrió camino a las problemáticas derivadas de la globalización y la descolonización que todavía marcan el arte actual, en las que ahondó el siguiente responsable del evento, el nigeriano Okwui Enwezor, primer no occidental escogido como director artístico.
Una de las lecciones de la muestra es que cada Documenta ha reflejado, voluntariamente o a su pesar, el clima político de su tiempo. En la próxima edición, que se celebrará en 2022 —si no hay cambios—, tomará el testigo el colectivo indonesio Ruangrupa, primer grupo que asume su dirección. Se centrará en los proyectos comunitarios y en los recursos compartidos, ahora que las estéticas asamblearias se imponen en el arte contemporáneo, cada vez más alejado del culto romántico al genio individual, y que vuelve ese viejo adagio que jura que la unión hace la fuerza.
https://elpais.com/cultura/2021-08-26/la-documenta-campo-de-batalla-de-la-guerra-fria.html
Una de las lecciones de la muestra es que cada Documenta ha reflejado, voluntariamente o a su pesar, el clima político de su tiempo. En la próxima edición, que se celebrará en 2022 —si no hay cambios—, tomará el testigo el colectivo indonesio Ruangrupa, primer grupo que asume su dirección. Se centrará en los proyectos comunitarios y en los recursos compartidos, ahora que las estéticas asamblearias se imponen en el arte contemporáneo, cada vez más alejado del culto romántico al genio individual, y que vuelve ese viejo adagio que jura que la unión hace la fuerza.
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jueves, 2 de septiembre de 2021
Muere Mikis Theodorakis, el compositor de "Zorba el griego" a quien Grecia tenía en su propio Olimpo
Puede que para buena parte del mundo hoy se haya anunciado la muerte del compositor de una canción universal: Zorba.
Pero a los griegos, en realidad, se les acaba de morir una divinidad.
Mijalis "Mikis" Theodorakis, fallecido este 2 de septiembre en Atenas a los 96 años, fue una de las figuras más importantes y emblemáticas de la Grecia contemporánea.
Y no sólo por su música.
Theodorakis también encarnó las luchas políticas y sociales que marcaron a su país y al mundo en el siglo XX.
Además de músico, Theodorakis fue parlamentario, ministro y activista.
Su apellido, que en una traducción libre podría ser regalito de Dios, lleva décadas impreso en la cabeza y el corazón de los griegos.
A ellos verdaderamente se les ha muerto un tesoro nacional.
Dos gigantes
Contar la vida de Mikis, como se le conocía popularmente, es relatar una odisea.
Nacido en julio de 1925 en la isla de Xíos (en español se pronuncia Jios), desde muy pequeño tuvo clara su vocación.
Theodorakis fue un coloso de la creación: su carrera abarca más de 1.000 piezas.
Aunque más tarde realizó estudios formales en París, aprendió a componer solo, escuchando música folclórica y bizantina, y a los 17 años dio su primer concierto.
Nunca más paró.
Ni cuando combatió en la Segunda Guerra Mundial y en la Guerra Civil que acto seguido desangró a Grecia, ni cuando fue perseguido, torturado y exiliado durante la Junta Militar que gobernó su país entre 1967 y 1974. Sus canciones fueron prohibidas y dos veces lo enterraron vivo.
Nada lo hizo sucumbir. Siempre, en toda circunstancia, fue una presencia imponente, exuberante, expresiva.
Parecía un volcán.
En YouTube hay un video fantástico de un concierto de 1995 en Munich, Alemania, en que Mikis comparte escenario con Anthony Quinn, el famoso actor de origen mexicano que en 1964 protagonizó la película "Zorba el griego", de Mijalis Kakoyiannis.
Theodorakis tenía 70 años y Quinn 80. Cantan, bailan, se besan, se abrazan, se elogian, pero sobre todo disfrutan.
Son dos gigantes que gozan como niños.
Pero a los griegos, en realidad, se les acaba de morir una divinidad.
Mijalis "Mikis" Theodorakis, fallecido este 2 de septiembre en Atenas a los 96 años, fue una de las figuras más importantes y emblemáticas de la Grecia contemporánea.
Y no sólo por su música.
Theodorakis también encarnó las luchas políticas y sociales que marcaron a su país y al mundo en el siglo XX.
Además de músico, Theodorakis fue parlamentario, ministro y activista.
Su apellido, que en una traducción libre podría ser regalito de Dios, lleva décadas impreso en la cabeza y el corazón de los griegos.
A ellos verdaderamente se les ha muerto un tesoro nacional.
Dos gigantes
Contar la vida de Mikis, como se le conocía popularmente, es relatar una odisea.
Nacido en julio de 1925 en la isla de Xíos (en español se pronuncia Jios), desde muy pequeño tuvo clara su vocación.
Theodorakis fue un coloso de la creación: su carrera abarca más de 1.000 piezas.
Aunque más tarde realizó estudios formales en París, aprendió a componer solo, escuchando música folclórica y bizantina, y a los 17 años dio su primer concierto.
Nunca más paró.
Ni cuando combatió en la Segunda Guerra Mundial y en la Guerra Civil que acto seguido desangró a Grecia, ni cuando fue perseguido, torturado y exiliado durante la Junta Militar que gobernó su país entre 1967 y 1974. Sus canciones fueron prohibidas y dos veces lo enterraron vivo.
Nada lo hizo sucumbir. Siempre, en toda circunstancia, fue una presencia imponente, exuberante, expresiva.
Parecía un volcán.
En YouTube hay un video fantástico de un concierto de 1995 en Munich, Alemania, en que Mikis comparte escenario con Anthony Quinn, el famoso actor de origen mexicano que en 1964 protagonizó la película "Zorba el griego", de Mijalis Kakoyiannis.
Theodorakis tenía 70 años y Quinn 80. Cantan, bailan, se besan, se abrazan, se elogian, pero sobre todo disfrutan.
Son dos gigantes que gozan como niños.
En 2017 circuló otro video que mostraba su grandeza. Aparece dirigiendo ya muy anciano, en silla de ruedas, con una pasión envidiable a un coro de mil personas de 30 ciudades que cantaban en su honor.
Hacia el final rompe en llanto de la emoción, mientras el público le grita maestro, enorme, eterno, el último de los grandes griegos.
Obra maestra
El legado de Mikis Theodorakis es contundente.
Entre cantatas, óperas, sinfonías, ballets, música de cámara, oratorios, películas y canciones populares, su carrera musical llegó a sumar más de mil piezas.
Puede que "Zorba el griego" sea la más conocida, pero no es necesariamente la más alabada.
Para muchos su obra maestra es la "Trilogía (o balada) Mauthausen".
En los años 60, Theodorakis grabó La balada de Mauthausen con el Servicio Griego del Servicio Mundial de la BBC.
Basada en la trágica experiencia del poeta griego Iakovos Kambanellis en el infame campo de concentración nazi, ha sido descrita como el trabajo musical más hermoso jamás compuesto sobre el Holocausto.
Muchas de las grandes composiciones de Theodorakis están, de hecho, inspiradas en la literatura: entre otras, les puso música a las palabras de sus compatriotas Giorgos Seferis y Odiseas Elytis, al "Romancero Gitano" del español Federico García Lorca y al "Canto General" del Premio Nobel chileno Pablo Neruda.
Son obras épicas, un buen reflejo de su ambición, de su compulsión por crear y mezclar. Lo clásico con lo popular, lo griego con lo universal, lo simple con lo grandioso.
Epitafio
La carrera musical de Mikis se desarrolló en paralelo a un intenso compromiso político.
Theodorakis.
Fundó partidos, fue parlamentario, ministro y militante comunista durante gran parte de su vida, aunque en 1989 fue candidato independiente por el partido de centroderecha Nueva Democracia, lo que le valió críticas de quienes lo consideraron un traidor.
Pero especialmente fue un activista, un defensor vociferante de la libertad, el medio ambiente, los derechos humanos y de la infancia y un opositor acérrimo a la violencia y la guerra.
En la década de los 60 se convirtió en una figura sobresaliente en la escena internacional y fue, junto a la actriz y cantante Melina Mercuri, el símbolo de la resistencia a la dictadura en Grecia.
La lista de personalidades que lo recibieron y apoyaron en esa época es destacable e incluye a artistas como Dmitry Shostakovich, Leonard Bernstein y Arthur Miller y a políticos como Yasser Arafat, Francois Mitterand, Olof Palme y Salvador Allende.
Melina Mercuri fue junto a Theodorakis uno de los principales símbolos de la resistencia a la Junta Militar griega.
Su nombre daba y siguió dando la vuelta al mundo.
En 1964 los Beatles grabaron una versión de su canción Honeymoon (Luna de miel), en los 80 Moscú le dio el Premio Lenin de la Paz y en los 90 recibió el Premio Musical de la Unesco.
En 1994 realizó una gira humanitaria que lo llevó a varios países de Europa, Canadá y Estados Unidos dirigiendo una megaorquesta de 150 músicos y cantantes.
Cuando llegó a Washington, el Senado lo recibió con una resolución oficial en que lo honró y aplaudió "su excepcional talento artístico, su profundo amor por su país y su dedicada labor a favor de las grandes causas"...
https://www.bbc.com/mundo/noticias-37532467
Hacia el final rompe en llanto de la emoción, mientras el público le grita maestro, enorme, eterno, el último de los grandes griegos.
Obra maestra
El legado de Mikis Theodorakis es contundente.
Entre cantatas, óperas, sinfonías, ballets, música de cámara, oratorios, películas y canciones populares, su carrera musical llegó a sumar más de mil piezas.
Puede que "Zorba el griego" sea la más conocida, pero no es necesariamente la más alabada.
Para muchos su obra maestra es la "Trilogía (o balada) Mauthausen".
En los años 60, Theodorakis grabó La balada de Mauthausen con el Servicio Griego del Servicio Mundial de la BBC.
Basada en la trágica experiencia del poeta griego Iakovos Kambanellis en el infame campo de concentración nazi, ha sido descrita como el trabajo musical más hermoso jamás compuesto sobre el Holocausto.
Muchas de las grandes composiciones de Theodorakis están, de hecho, inspiradas en la literatura: entre otras, les puso música a las palabras de sus compatriotas Giorgos Seferis y Odiseas Elytis, al "Romancero Gitano" del español Federico García Lorca y al "Canto General" del Premio Nobel chileno Pablo Neruda.
Son obras épicas, un buen reflejo de su ambición, de su compulsión por crear y mezclar. Lo clásico con lo popular, lo griego con lo universal, lo simple con lo grandioso.
Epitafio
La carrera musical de Mikis se desarrolló en paralelo a un intenso compromiso político.
Theodorakis.
Fundó partidos, fue parlamentario, ministro y militante comunista durante gran parte de su vida, aunque en 1989 fue candidato independiente por el partido de centroderecha Nueva Democracia, lo que le valió críticas de quienes lo consideraron un traidor.
Pero especialmente fue un activista, un defensor vociferante de la libertad, el medio ambiente, los derechos humanos y de la infancia y un opositor acérrimo a la violencia y la guerra.
En la década de los 60 se convirtió en una figura sobresaliente en la escena internacional y fue, junto a la actriz y cantante Melina Mercuri, el símbolo de la resistencia a la dictadura en Grecia.
La lista de personalidades que lo recibieron y apoyaron en esa época es destacable e incluye a artistas como Dmitry Shostakovich, Leonard Bernstein y Arthur Miller y a políticos como Yasser Arafat, Francois Mitterand, Olof Palme y Salvador Allende.
Melina Mercuri fue junto a Theodorakis uno de los principales símbolos de la resistencia a la Junta Militar griega.
Su nombre daba y siguió dando la vuelta al mundo.
En 1964 los Beatles grabaron una versión de su canción Honeymoon (Luna de miel), en los 80 Moscú le dio el Premio Lenin de la Paz y en los 90 recibió el Premio Musical de la Unesco.
En 1994 realizó una gira humanitaria que lo llevó a varios países de Europa, Canadá y Estados Unidos dirigiendo una megaorquesta de 150 músicos y cantantes.
Cuando llegó a Washington, el Senado lo recibió con una resolución oficial en que lo honró y aplaudió "su excepcional talento artístico, su profundo amor por su país y su dedicada labor a favor de las grandes causas"...
https://www.bbc.com/mundo/noticias-37532467
La fascinante historia de la amistad entre Mikis Theodorakis y Pablo Neruda que llevó al compositor griego a musicalizar el poemario "Canto General" aquí.
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domingo, 29 de agosto de 2021
Castigados en el Banco
A los niños se les manda a veces a la silla de pensar. Un suave castigo para que piensen en cómo se han portado, si han hecho algo malo o han dejado de hacer algo bueno. Pues bien, ahora voy a referirme no a niños y a niñas sino a personas mayores. Y no a sillas sino a bancos. No al objeto que sirve para sentarse sino a la organización que atesora y maneja el dinero de los clientes.
El termómetro que marca la temperatura moral de una sociedad es el trato que dispensa a los ancianos y las ancianas. (Por cierto, me acaban de regalar un libro que estoy deseando empezar a leer. Se titula “El club del crimen de los jueves”, de Richard Osman. Atención al subtítulo: “No subestimes el talento de un grupo de abuelos”. No lo cito solo por la relación con el tema que estoy abordando sino por el cariño que tengo a quien me lo regaló y por la confianza en su buen criterio lector).
Tengo una amiga alemana, de edad avanzada aunque de espíritu joven, que está viviendo un calvario con una sucursal bancaria de Rincón de la Victoria. Tiene abierta una cuenta desde hace años, ya que solía venir durante el verano a disfrutar de la paz y el sol de la costa.
Por diversos motivos ha tomado la decisión de cancelar la cuenta. Y no hay manera de que pueda hacerlo. Ella solicita mediante carta firmada de su puño y letra que se le haga una transferencia por el total del saldo a su banco de Munich y la respuesta es que solo se puede hacer mediante la banca on line. Ella argumenta que no sabe (ni puede, ni quiere) manejar los para ella sofisticados sistemas digitales. Como he leído en alguna parte “tiene el sistema nervioso”. La segunda alternativa es desplazarse en persona desde Munich a la sucursal para solicitar personalmente el cierre de la cuenta. Otra solución inviable en tiempos de Covid ya que todavía no está vacunada y acaso nunca vaya a estarlo porque le tiene tanto miedo al remedio que a la enfermedad. La tercera solución es que consiga un poder notarial a mi favor para que yo haga el trámite en la oficina. Lo cual supone para ella molestias, gestiones y gastos.
Cuando estoy plenamente inmerso en este problema de mi amiga, me encuentro con aun artículo de Arturo Pérez Reverte que, aunque no siempre es santo de mi devoción por lo que dice y por cómo lo dice, en esta ocasión, tengo que aplaudirle por el contenido y la forma de su alegato. El artículo se titula “Abuelos bajo el sol”. Critica el autor a los bancos que eliminan sucursales de los pueblos pequeños, abandonando a su suerte a los vecinos y vecinas que han tenido la gentileza de encomendarles el cuidado de su dinero. Y habla de largas colas de personas mayores ante los cajeros automáticos, a pleno sol, para realizar cualquier trámite bancario.
Dice Pérez Reverte: “Bajo un sol que cae como plomo derretido, la fila de personas se mueve despacio. Una espera de veinte minutos como mínimo, calculas observándolos. En su mayor parte son gente mayor. Abuelos hechos polvo. Están allí a la solanera, sin sombra ni lugar donde sentarse, ante la única terminal de cajero automático de esa sucursal. De ese Banco. Es agosto, la oficina está cerrada y la escena sucede por todas partes. En toda España, o como se llame esto ahora”.
Algunos datos para la reflexión: según el Banco de España, hay 1.300.000 españoles que viven sin bancos ni cajeros cerca. El año pasado cerraron 3000 sucursales y este año no ha sido menos. Hay muchos pueblos en los que la oficina más cercana está a 10 kilómetros. En esos pueblos, muchos vecinos tienen más de 70 años. ¿Qué pueden hacer sin la ayuda de hijos o nietos? Pero de ellos nadie se acuerda. Las decisiones tienen solamente la finalidad de engrosar los beneficios. Y por eso cada año, la banca (he cometido un error tipográfico y he escrito la banda, he estado a punto de mantener el error) ofrece ganancias millonarias.
Dice Pérez Reverte: “No es algo exclusivo de agosto, pues se repite todo el año, aunque en estas fechas sea más frecuente, más desvergonzadamente habitual por parte de esos bancos que, cuando el pelotazo inmobiliario engordaba dividendos, sembraron las ciudades de oficinas que embaulaban sueldos y pensiones -colocando productos financieros que acabaron siendo auténticas estafas- y que ahora, con las vacas flacas, desaparecen y dejan tirada a la clientela”.
Nadie responde al teléfono porque dicen que no podrían atender al personal que acude al banco. Después de las 11 no puede haber movimientos de caja, para que se acuda a los cajeros automáticos y así disponer de más tiempo. Tienes que hacer cola durante 30, 40, 60 minutos porque no hay personal… El robo del tiempo me parece escandaloso. Si alguien roba dinero o cuadros o joyas, en un gesto de arrepentimiento, puede devolverlo, pero el tiempo no tiene restitución posible. El problema es que la codicia no tiene límites. Por eso me indigna conocer cada año las ganancias millonarias de los bancos. Se le atribuye a Bertolt Brecht esta inquietante afirmación: “Atracar un banco es un delito, pero es más delito fundarlo”.
Nadie piensa en los ancianos que carecen de conocimientos informáticos para manejar la banca on line. Nadie piensa en la inquietud de la espera. Nadie piensa en el tiempo de los demás.
A las personas de edad se les insta a abrir aplicaciones, a usar la banca cibernética, a conocer el manejo de móviles y ordenadores. Y ya se sabe, por otra parte, que hay muchos pueblos en los que no hay cobertura.
Hay problemas que no tienen solución o cuya solución es extraordinariamente compleja, Pero otros tienen una solución muy sencilla. Si hay más personal en la oficina no es necesario esperar tanto tiempo. Si hay más personas que ayuden a quienes no saben manejarse en internet, se facilita a los ancianos y a las ancianas el trámite.
Escribí no hace mucho el prólogo de un libro titulado “La longevidad como transformación social en el siglo XXI” (Editorial Aljibe). La obra está coordinada por mi querida y antigua alumna Emilia Moreno. Digo en esa introducción: “No quisiera que nuestros ancianos y ancianas se sintieran menospreciados por no ser jóvenes sanos y vigorosos. Ellos tienen tanta necesidad de afecto como de sol. Me gustaría verles felices recibiendo la gratitud y el amor de sus conciudadanos y, sobre todo, de sus hijos y de sus nietos. “Cuando la simpatía está unida a las arrugas, es adorable. Hay un indecible amanecer en la ancianidad feliz”, dice sabiamente Víctor Hugo”.
En el capítulo VII del libro, titulado Amigabilidad de las ciudades para un envejecimiento de éxito”, dice Juan Manuel Espinosa-Almendro: “Una comunidad amigable con las personas mayores puede ser definida como un lugar donde las personas mayores participan activamente, son valoradas y respaldadas con infraestructuras y servicios que se adaptan de manera efectiva a sus necesidades”.
Una última referencia al artículo “Abuelos al sol”: “Como en los casinos, la banca siempre gana. Pierden y con ellos perdemos todos, esos abuelos al sol, desconcertados ante la gentuza infame que, amparada por el Estado y sus instituciones, arrogante, impune, sin que nadie mueva un dedo para frenar sus abusos, acosa y desampara cada vez más a sus clientes desvalidos y humildes. Entre ellos a esos jubilados a quienes no solo no se permite retirar sus ingresos cuando y como quieran para dárselos al hijo o nieto que les apetezca; a quienes se fiscaliza cada euro como si fueran delincuentes pero tampoco se les deja tener dinero en casa sin que les caiga encima el Estado sino que, además, los obligan a sufrir perplejos ante un teléfono móvil de última generación, descifrando aplicaciones y códigos endiablados que no conocen ni comprenden”.
Están castigados en el banco. Y no han hecho nada más que arrimar el hombro para que los demás podamos vivir mejor. No se merecen el castigo. El castigo debería imponerse a quienes tratan a los mayores con tan poca consideración.
https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/2021/08/28/castigados-en-el-banco/
El termómetro que marca la temperatura moral de una sociedad es el trato que dispensa a los ancianos y las ancianas. (Por cierto, me acaban de regalar un libro que estoy deseando empezar a leer. Se titula “El club del crimen de los jueves”, de Richard Osman. Atención al subtítulo: “No subestimes el talento de un grupo de abuelos”. No lo cito solo por la relación con el tema que estoy abordando sino por el cariño que tengo a quien me lo regaló y por la confianza en su buen criterio lector).
Tengo una amiga alemana, de edad avanzada aunque de espíritu joven, que está viviendo un calvario con una sucursal bancaria de Rincón de la Victoria. Tiene abierta una cuenta desde hace años, ya que solía venir durante el verano a disfrutar de la paz y el sol de la costa.
Por diversos motivos ha tomado la decisión de cancelar la cuenta. Y no hay manera de que pueda hacerlo. Ella solicita mediante carta firmada de su puño y letra que se le haga una transferencia por el total del saldo a su banco de Munich y la respuesta es que solo se puede hacer mediante la banca on line. Ella argumenta que no sabe (ni puede, ni quiere) manejar los para ella sofisticados sistemas digitales. Como he leído en alguna parte “tiene el sistema nervioso”. La segunda alternativa es desplazarse en persona desde Munich a la sucursal para solicitar personalmente el cierre de la cuenta. Otra solución inviable en tiempos de Covid ya que todavía no está vacunada y acaso nunca vaya a estarlo porque le tiene tanto miedo al remedio que a la enfermedad. La tercera solución es que consiga un poder notarial a mi favor para que yo haga el trámite en la oficina. Lo cual supone para ella molestias, gestiones y gastos.
Cuando estoy plenamente inmerso en este problema de mi amiga, me encuentro con aun artículo de Arturo Pérez Reverte que, aunque no siempre es santo de mi devoción por lo que dice y por cómo lo dice, en esta ocasión, tengo que aplaudirle por el contenido y la forma de su alegato. El artículo se titula “Abuelos bajo el sol”. Critica el autor a los bancos que eliminan sucursales de los pueblos pequeños, abandonando a su suerte a los vecinos y vecinas que han tenido la gentileza de encomendarles el cuidado de su dinero. Y habla de largas colas de personas mayores ante los cajeros automáticos, a pleno sol, para realizar cualquier trámite bancario.
Dice Pérez Reverte: “Bajo un sol que cae como plomo derretido, la fila de personas se mueve despacio. Una espera de veinte minutos como mínimo, calculas observándolos. En su mayor parte son gente mayor. Abuelos hechos polvo. Están allí a la solanera, sin sombra ni lugar donde sentarse, ante la única terminal de cajero automático de esa sucursal. De ese Banco. Es agosto, la oficina está cerrada y la escena sucede por todas partes. En toda España, o como se llame esto ahora”.
Algunos datos para la reflexión: según el Banco de España, hay 1.300.000 españoles que viven sin bancos ni cajeros cerca. El año pasado cerraron 3000 sucursales y este año no ha sido menos. Hay muchos pueblos en los que la oficina más cercana está a 10 kilómetros. En esos pueblos, muchos vecinos tienen más de 70 años. ¿Qué pueden hacer sin la ayuda de hijos o nietos? Pero de ellos nadie se acuerda. Las decisiones tienen solamente la finalidad de engrosar los beneficios. Y por eso cada año, la banca (he cometido un error tipográfico y he escrito la banda, he estado a punto de mantener el error) ofrece ganancias millonarias.
Dice Pérez Reverte: “No es algo exclusivo de agosto, pues se repite todo el año, aunque en estas fechas sea más frecuente, más desvergonzadamente habitual por parte de esos bancos que, cuando el pelotazo inmobiliario engordaba dividendos, sembraron las ciudades de oficinas que embaulaban sueldos y pensiones -colocando productos financieros que acabaron siendo auténticas estafas- y que ahora, con las vacas flacas, desaparecen y dejan tirada a la clientela”.
Nadie responde al teléfono porque dicen que no podrían atender al personal que acude al banco. Después de las 11 no puede haber movimientos de caja, para que se acuda a los cajeros automáticos y así disponer de más tiempo. Tienes que hacer cola durante 30, 40, 60 minutos porque no hay personal… El robo del tiempo me parece escandaloso. Si alguien roba dinero o cuadros o joyas, en un gesto de arrepentimiento, puede devolverlo, pero el tiempo no tiene restitución posible. El problema es que la codicia no tiene límites. Por eso me indigna conocer cada año las ganancias millonarias de los bancos. Se le atribuye a Bertolt Brecht esta inquietante afirmación: “Atracar un banco es un delito, pero es más delito fundarlo”.
Nadie piensa en los ancianos que carecen de conocimientos informáticos para manejar la banca on line. Nadie piensa en la inquietud de la espera. Nadie piensa en el tiempo de los demás.
A las personas de edad se les insta a abrir aplicaciones, a usar la banca cibernética, a conocer el manejo de móviles y ordenadores. Y ya se sabe, por otra parte, que hay muchos pueblos en los que no hay cobertura.
Hay problemas que no tienen solución o cuya solución es extraordinariamente compleja, Pero otros tienen una solución muy sencilla. Si hay más personal en la oficina no es necesario esperar tanto tiempo. Si hay más personas que ayuden a quienes no saben manejarse en internet, se facilita a los ancianos y a las ancianas el trámite.
Escribí no hace mucho el prólogo de un libro titulado “La longevidad como transformación social en el siglo XXI” (Editorial Aljibe). La obra está coordinada por mi querida y antigua alumna Emilia Moreno. Digo en esa introducción: “No quisiera que nuestros ancianos y ancianas se sintieran menospreciados por no ser jóvenes sanos y vigorosos. Ellos tienen tanta necesidad de afecto como de sol. Me gustaría verles felices recibiendo la gratitud y el amor de sus conciudadanos y, sobre todo, de sus hijos y de sus nietos. “Cuando la simpatía está unida a las arrugas, es adorable. Hay un indecible amanecer en la ancianidad feliz”, dice sabiamente Víctor Hugo”.
En el capítulo VII del libro, titulado Amigabilidad de las ciudades para un envejecimiento de éxito”, dice Juan Manuel Espinosa-Almendro: “Una comunidad amigable con las personas mayores puede ser definida como un lugar donde las personas mayores participan activamente, son valoradas y respaldadas con infraestructuras y servicios que se adaptan de manera efectiva a sus necesidades”.
Una última referencia al artículo “Abuelos al sol”: “Como en los casinos, la banca siempre gana. Pierden y con ellos perdemos todos, esos abuelos al sol, desconcertados ante la gentuza infame que, amparada por el Estado y sus instituciones, arrogante, impune, sin que nadie mueva un dedo para frenar sus abusos, acosa y desampara cada vez más a sus clientes desvalidos y humildes. Entre ellos a esos jubilados a quienes no solo no se permite retirar sus ingresos cuando y como quieran para dárselos al hijo o nieto que les apetezca; a quienes se fiscaliza cada euro como si fueran delincuentes pero tampoco se les deja tener dinero en casa sin que les caiga encima el Estado sino que, además, los obligan a sufrir perplejos ante un teléfono móvil de última generación, descifrando aplicaciones y códigos endiablados que no conocen ni comprenden”.
Están castigados en el banco. Y no han hecho nada más que arrimar el hombro para que los demás podamos vivir mejor. No se merecen el castigo. El castigo debería imponerse a quienes tratan a los mayores con tan poca consideración.
https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/2021/08/28/castigados-en-el-banco/
sábado, 28 de agosto de 2021
_- La familia de uno de los asesinados con Lorca intenta que Estraburgo deje de mirar a otro lado en los crímenes del franquismo
_- Por Álvaro Sánchez Castrillo | 23/08/2021 | España
Granada, 5 de septiembre de 1936. Ha pasado ya algo más de un mes desde el golpe de Estado contra la Segunda República y el Boletín Oficial de la Provincia sigue echando humo. El gobernador civil emite una circular con la vista puesta en los maestros de la zona. «En cuanto tengan conocimiento de esta circular, harán entrega de la escuela a la autoridad municipal correspondiente y desalojarán la casa vivienda que se les tuviera asignada o cesarán en el percibo de indemnización de habitación, con efectos del primero de agosto», reza el escrito. Más de una treintena de nombres forman parte de esa lista de depuración. Entre ellos, el de Dióscoro Galindo. Sin embargo, el profesor nunca llevaría a cabo esa entrega. Y no lo haría porque había sido asesinado diecisiete días antes. Sus restos nunca aparecieron. Ahora, ochenta y cinco años después, la familia se agarra a Estrasburgo como última esperanza para su localización. Una instancia que, sin embargo, siempre ha mirado hacia otro lado con las víctimas del franquismo.
Galindo ni era granadino ni su primera opción fue la enseñanza. Nacido en Ciguñuela (Valladolid) en 1877, comenzó estudiando Veterinaria en Madrid. Sin embargo, tras perder una pierna en un accidente sufrido con un tranvía el hijo de Clemente y Marcelina decidió regresar al pueblo. Fue entonces cuando empezó a estudiar para maestro. Su primer destino fue en Uribarri Harana (Araba), al que le siguió, con un sueldo de 825 pesetas anuales, Aia (Gipuzkoa). «Luego fue pidiendo traslados», cuenta al otro lado del teléfono su nieta adoptiva Nieves García. En su hoja de servicios constan lugares como Algete (Madrid), Tejina (Tenerife) o Daimiel (Ciudad Real). Y así, tras pasar previamente por los municipios sevillanos de Osuna y Santiponce e Íllora (Granada), recaló en el que sería su último destino. El 1 de noviembre de 1934, el maestro tomó posesión en la localidad granadina de Pulianas. «Era una buena persona. No solo daba clases a sus alumnos, también enseñaba a personas mayores», apunta García.
Y llegaron las elecciones de febrero de 1936, en las que el maestro participó activamente. A fin de evitar un fraude por parte de los caciques del pueblo, decidió representar al Frente Popular en la mesa electoral. Cinco meses después, tras el golpe de Estado, los militares se presentaron en su casa. Primero fue un registro. A la segunda, se lo llevaron. Su hijo Antonio no dudó en agarrar la bicicleta y comenzó a seguirles. «Le apuntaron y le dijeron que o se largaba o llevaría el mismo camino», cuenta su hija. El muchacho, que no podía hacer mucho más, regresó a casa con su madre Juliana y sus dos hermanas. Es la última vez que le vio con vida. Pocas horas después, fue asesinado. La nieta lo define como un maestro «de enseñanza liberal, no creyente». «Hizo una labor pésima enseñando a los niños cosas contra la religión diciéndoles que no existe dios», se recoge en un informe elaborado por el cura del pueblo que se incorporó al expediente de depuración de Galindo, ese en cuya resolución final consta escrita a lápiz la palabra «fusilado».
Dióscoro podría ser solo uno más de esos casi 60.000 profesores que se estima que fueron depurados durante el franquismo. Sin embargo, su historia cuenta con un elemento especial que le ha otorgado gran reconocimiento público. Porque Galindo fue una de las personas que acompañó al poeta Federico García Lorca en sus últimas horas de vida. Con el autor de Romancero Gitano o La Casa de Bernarda Alba coincidió en el Gobierno Civil o en La Colonia, antiguo molino convertido por los golpistas en cárcel provisional. Y fue asesinado junto a él y un par de banderilleros que pertenecían a la CNT –Francisco Galadí y Juan Arcollas– en el trayecto entre Víznar y Alfacar. Pero ochenta y cinco años después, los restos de todos ellos siguen desaparecidos. Los diferentes intentos por localizarlos terminaron fracasando. «Mi padre siempre dijo que antes todo aquello era un olivar. Ahora, solo hay pinos. La tierra se ha removido en todas estas décadas«, resume García.
El arqueólogo Javier Navarro participó en uno de esos intentos fallidos. «Removimos más de 4.500 metros cúbicos de tierra para llegar al nivel del suelo original», cuenta. Solo encontraron los restos de una bala mauser y un casquillo de Mosin-Nagant, de fabricación soviética. Un hilo del que, dice, está tirando ahora después de descubrir «un documento» de un espía en Argel durante la Guerra de Marruecos en el que informaba de la llegada de un barco desde San Petersburgo con armamento y munición para Abd el-Krim. «Estamos viendo documentalmente si además de mauser llegaron también Mosin-Nagant, porque cuando Abd el-Krim se rinde se envió ese material al Parque de Artillería de Granada», desliza el arqueólogo. La hipótesis es que esa munición, que encontraron durante los trabajos que realizaron en la zona, podría haber sido la que se utilizó en el asesinato del poeta.
Pero, ¿Dónde pueden estar entonces los restos en la actualidad? Una posibilidad, dice, podría ser el Barranco de Víznar, un lugar repleto de fosas comunes. Otra hipótesis que se ha puesto sobre la mesa, añade, es que su cadáver fuera exhumado y el resto arrojados a ese paraje natural. En la batalla actual, García, que fue acogida por los Galindo cuando solo tenías tres días de vida, está sola. Arcollas, dice, no tuvo descendientes. El hijo de Galadí decidió dejarlo tras el primer intento porque «su madre estaba padeciendo mucho». Y los Lorca siempre se han mostrado en contra de que se busquen sus restos. Pero ella está decidida a continuar luchando por localizar a su abuelo y tener un lugar al que poder ir a depositar un ramo de flores. Ahora, su mirada está puesta en un punto a 500 metros de donde se realizaron los primeros trabajos de búsqueda. Por los testimonios recogidos, ahí podría hallarse la fosa. «Pero tampoco es algo que sepamos a ciencia cierta», concede la nieta del maestro.
Sin «oportunidad» de ser compensados «por el daño sufrido»
A finales de diciembre de 2019, García interpuso una denuncia para que se investigara por la vía penal el asesinato de su abuelo. Lo hizo poniendo sobre la mesa una entrevista telefónica que Víctor Fernández Puertas, periodista e investigador de la figura del poeta, hizo a quien fuera en la década de los ochenta diputado de Obras y Servicios de la Diputación de Granada. En ella, el político explicaba que en las obras que se realizaron en 1986 en el Parque Federico García Lorca –uno de los enclaves en los que se han centrado los trabajos de búsqueda– apareció un fémur completo que echaron a otra finca. Sin embargo, el juez dio carpetazo al asunto al entender que el autor de los asesinatos tendría más de cien años, que faltaba determinación de la persona concreta contra la que se dirigía la acción penal y que la Ley de Amnistía de 1977 constituía causa de extinción de la responsabilidad penal.
Recurrió, sin éxito, ante la Audiencia Provincial de Granada. Y luego puso el asunto en manos del Tribunal Constitucional. De nuevo, chocaron contra un muro. «[Se rechaza el recurso por] no apreciar en el mismo la trascendencia constitucional que, como condición para su admisión, requiere», recogía la resolución. Ahora, con todas las puertas cerradas, García agota su última bala ante Europa. Este miércoles, ha registrado una demanda ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Es su última esperanza. En ella, denuncia que se ha violado su derecho a un proceso equitativo, a un recurso efectivo y los artículos que hacen referencia a la prohibición de discriminación y de abuso de derecho. «El Estado viola su obligación de investigar de forma efectiva (…) cuando tras el descubrimiento de restos con signos de muerte violenta las autoridades rechazan iniciar/abrir un proceso penal sobre la base de ‘ausencia de los elementos constitutivos del crimen», recoge el escrito.
«Los familiares de las víctimas no han tenido oportunidad alguna de ser compensados por el daño sufrido», señalan los demandantes. Eduardo Ranz, el abogado que ha llevado el caso, explica al otro lado del teléfono que no están buscando «enjuiciar culpables», sino que la justicia española «cumpla su deber de investigar y esclarecer los hechos». Esos trabajos, dice, son «fundamentales» para poder saber qué ocurrió, cómo sucedió y dónde se encuentran los restos de todas estas personas que sufrieron la brutalidad del régimen franquista. «Es increíble que lo único que se nos dijera es que fuéramos a la jurisdicción voluntaria, que es algo que no podemos hacer desde 2015», asevera el letrado, que reconoce que todas las esperanzas están puestas al otro lado de la frontera española, en esa institución que se encarga de proteger los derechos humanos.
Estrasburgo, un muro infranqueable
No será sencillo. Y no lo será porque, en lo referente a las víctimas del franquismo, Estrasburgo siempre ha mirado por el momento hacia otro lado. «Todos los intentos que se han producido hasta ahora han sido rechazados», recuerda Emilio Silva, presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH). El primer golpe llegó en abril de 2012, cuando el TEDH decidió inadmitir la demanda que presentaron la hija y el nieto del diputado socialista por Málaga Luis Dorado Luque, detenido el 18 de julio de 1936 y del que no volvió a saberse nada diez días después. Lo hizo al entender que se había presentado «fuera de plazo». No obstante, la resolución ya dejaba claro que no había margen para abordar aquellos hechos ocurridos antes de la adopción (1950) y posterior ratificación por España de la Convención Europea de Derechos Humanos (1979).
La inadmisión se conoció pocos días después de que en España el Supremo dictaminase que no cabía investigar penalmente los crímenes del franquismo por la ley de amnistía. Tras el varapalo en el caso de Dorado Luque, vinieron más. En julio, se inadmitieron demandas similares de UGT y Carmen Negrín –nieta del último presidente del Gobierno de la Segunda República– por el cerrojazo de los tribunales en relación con los actos de naturaleza genocida cometidos en España. En noviembre de 2012, queda guardado en un cajón de Estrasburgo el caso de Fausto Canales, a cuyo padre Valerio hicieron desaparecer el 20 de agosto de 1936 en Pajares de Adaja (Ávila), algo que los tribunales españoles jamás llegaron a investigar. Y a comienzos de 2013 el de Fernando León, cuyos padres fueron detenidos «por escuadras fascistas» en 1936 y nunca más volvieron a aparecer. Sus intentos de que se investigase en suelo español siempre fueron rechazados.
La nieta del maestro, sin embargo, alberga cierta esperanza. Espera poder abrir una grieta en un muro que hasta el momento ha sido infranqueable. No solo por ella, sino también por tantas y tantas familias que todavía, en la actualidad, siguen buscando desesperadamente a sus seres queridos. «Los años no pasan en balde», dice. No llega a comprender cómo es posible que en una democracia asentada desde hace décadas todos ellos se vean obligados a buscar ayuda lejos de nuestras fronteras. Y hasta que no se levante esta losa, poco se podrá avanzar. «Mientras no podamos resolver esta situación, nunca se podrá estudiar la historia de España como realmente fue», sentencia.
Fuente: https://www.infolibre.es/noticias/politica/2021/08/19/dioscoro_123669_1012.html
Granada, 5 de septiembre de 1936. Ha pasado ya algo más de un mes desde el golpe de Estado contra la Segunda República y el Boletín Oficial de la Provincia sigue echando humo. El gobernador civil emite una circular con la vista puesta en los maestros de la zona. «En cuanto tengan conocimiento de esta circular, harán entrega de la escuela a la autoridad municipal correspondiente y desalojarán la casa vivienda que se les tuviera asignada o cesarán en el percibo de indemnización de habitación, con efectos del primero de agosto», reza el escrito. Más de una treintena de nombres forman parte de esa lista de depuración. Entre ellos, el de Dióscoro Galindo. Sin embargo, el profesor nunca llevaría a cabo esa entrega. Y no lo haría porque había sido asesinado diecisiete días antes. Sus restos nunca aparecieron. Ahora, ochenta y cinco años después, la familia se agarra a Estrasburgo como última esperanza para su localización. Una instancia que, sin embargo, siempre ha mirado hacia otro lado con las víctimas del franquismo.
Galindo ni era granadino ni su primera opción fue la enseñanza. Nacido en Ciguñuela (Valladolid) en 1877, comenzó estudiando Veterinaria en Madrid. Sin embargo, tras perder una pierna en un accidente sufrido con un tranvía el hijo de Clemente y Marcelina decidió regresar al pueblo. Fue entonces cuando empezó a estudiar para maestro. Su primer destino fue en Uribarri Harana (Araba), al que le siguió, con un sueldo de 825 pesetas anuales, Aia (Gipuzkoa). «Luego fue pidiendo traslados», cuenta al otro lado del teléfono su nieta adoptiva Nieves García. En su hoja de servicios constan lugares como Algete (Madrid), Tejina (Tenerife) o Daimiel (Ciudad Real). Y así, tras pasar previamente por los municipios sevillanos de Osuna y Santiponce e Íllora (Granada), recaló en el que sería su último destino. El 1 de noviembre de 1934, el maestro tomó posesión en la localidad granadina de Pulianas. «Era una buena persona. No solo daba clases a sus alumnos, también enseñaba a personas mayores», apunta García.
Y llegaron las elecciones de febrero de 1936, en las que el maestro participó activamente. A fin de evitar un fraude por parte de los caciques del pueblo, decidió representar al Frente Popular en la mesa electoral. Cinco meses después, tras el golpe de Estado, los militares se presentaron en su casa. Primero fue un registro. A la segunda, se lo llevaron. Su hijo Antonio no dudó en agarrar la bicicleta y comenzó a seguirles. «Le apuntaron y le dijeron que o se largaba o llevaría el mismo camino», cuenta su hija. El muchacho, que no podía hacer mucho más, regresó a casa con su madre Juliana y sus dos hermanas. Es la última vez que le vio con vida. Pocas horas después, fue asesinado. La nieta lo define como un maestro «de enseñanza liberal, no creyente». «Hizo una labor pésima enseñando a los niños cosas contra la religión diciéndoles que no existe dios», se recoge en un informe elaborado por el cura del pueblo que se incorporó al expediente de depuración de Galindo, ese en cuya resolución final consta escrita a lápiz la palabra «fusilado».
Dióscoro podría ser solo uno más de esos casi 60.000 profesores que se estima que fueron depurados durante el franquismo. Sin embargo, su historia cuenta con un elemento especial que le ha otorgado gran reconocimiento público. Porque Galindo fue una de las personas que acompañó al poeta Federico García Lorca en sus últimas horas de vida. Con el autor de Romancero Gitano o La Casa de Bernarda Alba coincidió en el Gobierno Civil o en La Colonia, antiguo molino convertido por los golpistas en cárcel provisional. Y fue asesinado junto a él y un par de banderilleros que pertenecían a la CNT –Francisco Galadí y Juan Arcollas– en el trayecto entre Víznar y Alfacar. Pero ochenta y cinco años después, los restos de todos ellos siguen desaparecidos. Los diferentes intentos por localizarlos terminaron fracasando. «Mi padre siempre dijo que antes todo aquello era un olivar. Ahora, solo hay pinos. La tierra se ha removido en todas estas décadas«, resume García.
El arqueólogo Javier Navarro participó en uno de esos intentos fallidos. «Removimos más de 4.500 metros cúbicos de tierra para llegar al nivel del suelo original», cuenta. Solo encontraron los restos de una bala mauser y un casquillo de Mosin-Nagant, de fabricación soviética. Un hilo del que, dice, está tirando ahora después de descubrir «un documento» de un espía en Argel durante la Guerra de Marruecos en el que informaba de la llegada de un barco desde San Petersburgo con armamento y munición para Abd el-Krim. «Estamos viendo documentalmente si además de mauser llegaron también Mosin-Nagant, porque cuando Abd el-Krim se rinde se envió ese material al Parque de Artillería de Granada», desliza el arqueólogo. La hipótesis es que esa munición, que encontraron durante los trabajos que realizaron en la zona, podría haber sido la que se utilizó en el asesinato del poeta.
Pero, ¿Dónde pueden estar entonces los restos en la actualidad? Una posibilidad, dice, podría ser el Barranco de Víznar, un lugar repleto de fosas comunes. Otra hipótesis que se ha puesto sobre la mesa, añade, es que su cadáver fuera exhumado y el resto arrojados a ese paraje natural. En la batalla actual, García, que fue acogida por los Galindo cuando solo tenías tres días de vida, está sola. Arcollas, dice, no tuvo descendientes. El hijo de Galadí decidió dejarlo tras el primer intento porque «su madre estaba padeciendo mucho». Y los Lorca siempre se han mostrado en contra de que se busquen sus restos. Pero ella está decidida a continuar luchando por localizar a su abuelo y tener un lugar al que poder ir a depositar un ramo de flores. Ahora, su mirada está puesta en un punto a 500 metros de donde se realizaron los primeros trabajos de búsqueda. Por los testimonios recogidos, ahí podría hallarse la fosa. «Pero tampoco es algo que sepamos a ciencia cierta», concede la nieta del maestro.
Sin «oportunidad» de ser compensados «por el daño sufrido»
A finales de diciembre de 2019, García interpuso una denuncia para que se investigara por la vía penal el asesinato de su abuelo. Lo hizo poniendo sobre la mesa una entrevista telefónica que Víctor Fernández Puertas, periodista e investigador de la figura del poeta, hizo a quien fuera en la década de los ochenta diputado de Obras y Servicios de la Diputación de Granada. En ella, el político explicaba que en las obras que se realizaron en 1986 en el Parque Federico García Lorca –uno de los enclaves en los que se han centrado los trabajos de búsqueda– apareció un fémur completo que echaron a otra finca. Sin embargo, el juez dio carpetazo al asunto al entender que el autor de los asesinatos tendría más de cien años, que faltaba determinación de la persona concreta contra la que se dirigía la acción penal y que la Ley de Amnistía de 1977 constituía causa de extinción de la responsabilidad penal.
Recurrió, sin éxito, ante la Audiencia Provincial de Granada. Y luego puso el asunto en manos del Tribunal Constitucional. De nuevo, chocaron contra un muro. «[Se rechaza el recurso por] no apreciar en el mismo la trascendencia constitucional que, como condición para su admisión, requiere», recogía la resolución. Ahora, con todas las puertas cerradas, García agota su última bala ante Europa. Este miércoles, ha registrado una demanda ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Es su última esperanza. En ella, denuncia que se ha violado su derecho a un proceso equitativo, a un recurso efectivo y los artículos que hacen referencia a la prohibición de discriminación y de abuso de derecho. «El Estado viola su obligación de investigar de forma efectiva (…) cuando tras el descubrimiento de restos con signos de muerte violenta las autoridades rechazan iniciar/abrir un proceso penal sobre la base de ‘ausencia de los elementos constitutivos del crimen», recoge el escrito.
«Los familiares de las víctimas no han tenido oportunidad alguna de ser compensados por el daño sufrido», señalan los demandantes. Eduardo Ranz, el abogado que ha llevado el caso, explica al otro lado del teléfono que no están buscando «enjuiciar culpables», sino que la justicia española «cumpla su deber de investigar y esclarecer los hechos». Esos trabajos, dice, son «fundamentales» para poder saber qué ocurrió, cómo sucedió y dónde se encuentran los restos de todas estas personas que sufrieron la brutalidad del régimen franquista. «Es increíble que lo único que se nos dijera es que fuéramos a la jurisdicción voluntaria, que es algo que no podemos hacer desde 2015», asevera el letrado, que reconoce que todas las esperanzas están puestas al otro lado de la frontera española, en esa institución que se encarga de proteger los derechos humanos.
Estrasburgo, un muro infranqueable
No será sencillo. Y no lo será porque, en lo referente a las víctimas del franquismo, Estrasburgo siempre ha mirado por el momento hacia otro lado. «Todos los intentos que se han producido hasta ahora han sido rechazados», recuerda Emilio Silva, presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH). El primer golpe llegó en abril de 2012, cuando el TEDH decidió inadmitir la demanda que presentaron la hija y el nieto del diputado socialista por Málaga Luis Dorado Luque, detenido el 18 de julio de 1936 y del que no volvió a saberse nada diez días después. Lo hizo al entender que se había presentado «fuera de plazo». No obstante, la resolución ya dejaba claro que no había margen para abordar aquellos hechos ocurridos antes de la adopción (1950) y posterior ratificación por España de la Convención Europea de Derechos Humanos (1979).
La inadmisión se conoció pocos días después de que en España el Supremo dictaminase que no cabía investigar penalmente los crímenes del franquismo por la ley de amnistía. Tras el varapalo en el caso de Dorado Luque, vinieron más. En julio, se inadmitieron demandas similares de UGT y Carmen Negrín –nieta del último presidente del Gobierno de la Segunda República– por el cerrojazo de los tribunales en relación con los actos de naturaleza genocida cometidos en España. En noviembre de 2012, queda guardado en un cajón de Estrasburgo el caso de Fausto Canales, a cuyo padre Valerio hicieron desaparecer el 20 de agosto de 1936 en Pajares de Adaja (Ávila), algo que los tribunales españoles jamás llegaron a investigar. Y a comienzos de 2013 el de Fernando León, cuyos padres fueron detenidos «por escuadras fascistas» en 1936 y nunca más volvieron a aparecer. Sus intentos de que se investigase en suelo español siempre fueron rechazados.
La nieta del maestro, sin embargo, alberga cierta esperanza. Espera poder abrir una grieta en un muro que hasta el momento ha sido infranqueable. No solo por ella, sino también por tantas y tantas familias que todavía, en la actualidad, siguen buscando desesperadamente a sus seres queridos. «Los años no pasan en balde», dice. No llega a comprender cómo es posible que en una democracia asentada desde hace décadas todos ellos se vean obligados a buscar ayuda lejos de nuestras fronteras. Y hasta que no se levante esta losa, poco se podrá avanzar. «Mientras no podamos resolver esta situación, nunca se podrá estudiar la historia de España como realmente fue», sentencia.
Fuente: https://www.infolibre.es/noticias/politica/2021/08/19/dioscoro_123669_1012.html
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viernes, 27 de agosto de 2021
_- Contras y talibanes
_- Por Jorge Majfud | 21/08/2021 |
2 de febrero de 1983: los muyahidín (por entonces llamados “freedom fighters” o “luchadores por la libertad” y, poco después, “Taliban”) son recibidos en la misma Casa Blanca por el presidente Ronald Reagan.
Luego de la derrota en Vietnam, el exsecretario de Estado Henry Kissinger y la exsocialista y futura halcón de la derecha del gobierno de Reagan, Jeane Kirkpatrick, manifestaron que, para recuperar el prestigio perdido, Estados Unidos debía inventar alguna guerra que pudiesen ganar. Según Kirkpatrick, Nicaragua era una buena candidata, pero mejor aún era Granada, una isla en el Caribe de apenas cien mil habitantes, cuyo presidente había cometido la osadía de declarar que su país era independiente y soberano y, por lo tanto, podía tener comercio con quien se le antojase. La gloriosa invasión y la liberación de los estudiantes estadounidenses que no querían ser liberados de una tiranía inexistente, tuvo lugar en 1983 y hasta los burócratas que nunca abandonaron sus escritorios en Washington recibieron medallas al valor en la guerra.
La estrategia procede de los primeros años del siglo XIX, cuando Washington quiso anexar Canadá y terminó con la casa de gobierno en llamas (a partir de ahí pintada de blanco, para esconder la infamia del humo), por lo que decidió expandirse hacia el oeste y hacia el sur, tierra de razas inferiores y desarmadas. A finales del mismo siglo, luego de predecir “una explosión” en Cuba y un año antes de inventar el mito del hundimiento del USS Maine, en 1897, apenas nombrado secretario adjunto de la marina por el presidente McKinley, el futuro presidente Theodore Roosevelt le escribió a un amigo: “estoy a favor de casi cualquier guerra, y creo que este país necesita una”. Nada mejor que ser ofendidos a noventa millas de distancia por un imperio que se caía a pedazos como lo era España, armados con barcos de madera para defenderse de navíos metálicos y con tecnología de última generación.
En su tercer película, en 1988, Rambo (Sylvester Stallone) luchará codo a codo con estos valerosos “freedom fighters” de la exótica Afganistán. La misma catarsis de frustración de Vietnam, la misma historia de la superpotencia militar que, por sí sola, sólo podía derrotar pequeñas islas tropicales como Filipinas o Granada y, para peor, en 1961 fue derrotada por una de ellas y sin ayuda, Cuba.
Como tantos otros grupos “rebeldes”, los talibán son una creación, aunque no original, de la CIA. En los años 70 y 80 Washington se propuso derrocar al gobierno socialista del escritor Nur Muhammad Taraki. La secular República Democrática de Afganistán, presidida por una breve lista de intelectuales de izquierda, sobrevivió a duras penas de 1978 a 1992, cuando fue destruida por los talibán. Si Muhammad Taraki y otros que le sucedieron habían luchado por establecer la igualdad de los derechos de las mujeres (como en 1956 otro socialista árabe, Gamal Nasser en Egipto), los talibán irían por el camino contrario.
Como lo recoge el mismo New York Times en un obituario olvidado, Osama bin Laden había reconocido: “Allí [en Tora Bora] recibí voluntarios que venían del reino saudí y de todos los países árabes y musulmanes. Establecí mi primer campamento donde estos voluntarios fueron entrenados por oficiales paquistaníes y estadounidenses. Las armas fueron proporcionadas por los estadounidenses, el dinero por los saudíes”. El complejo de Tora Bora, donde se escondían los miembros de Qaeda, había sido creado con ayuda de la CIA para funcionar como base para los afganos que luchan contra los soviéticos y contra el gobierno de la época. Aunque los muyahadin y los taliban no fueron un mismo grupo, como Osama Bin Laden y como muchos otros, el fundador de los Talibán, Mohammed Omar, fue un muhayadin.
Un año antes de recibir a los muhayadin en la blanquísima Casa Blanca, el mismo presidente Ronald Reagan había visitado a uno de sus “dictadores amigos”, el genocida guatemalteco Efraín Ríos Montt, y lo había reconocido como un ejemplo para la democracia de la región. Lo mismo habían hecho poderosos pastores, fanáticos como Pat Robertson del Club700. Entre las proezas del dictador Ríos Montt se incluye el haber masacrado a más de 15.000 indígenas a los que se les había ocurrido la mala idea de defender sus tierras, codiciadas por las corporaciones extranjeras y la tradicional oligarquía criolla. Poco después, el presidente Reagan, hoy elevado a la categoría de mito por republicanos y demócratas por algo que no hizo (la desarticulación final de la Unión Soviética), calificará a los Contras de América Central (los militares de la derrotada dictadura de Somoza en Nicaragua), también como “freedom fighters”.
Cuando el Congreso de Estados Unidos prohíba más millones de dólares al grupo terrorista de los Contras, la administración Reagan venderá en secreto armas a Irán a través de Israel; el dinero lavado será depositado en un banco suizo y luego transferido a los Contra en Honduras.
Como los muyahidín, los Contras fueron entrenados y financiados por la CIA y, poco después, se convertirán en las maras que asolan América Central y, en casos, los mismos Estados Unidos.
Cuando los entrenadores vuelvan a su país, Estados Unidos, se dedicarán a “proteger la frontera” de los invasores pobres que vienen en busca de trabajo. De pura nostalgia, muchos de esos pobres serán casados como si se tratase de revolucionarios en su propia tierra.
Cuando en agosto de 2021 los Talibán tomen decenas de ciudades y, finalmente Kabul, en apenas una semana, pulularán los análisis de prensa en Estados Unidos, tratando de explicar lo inexplicable, luego de veinte años de guerra, ocupación, cientos de miles de muertos y cientos de billones de dólares. Todos, o casi todos, harán gala de su radicalismo analítico y comenzarán o culminarán con la advertencia: comencemos por el “very beginning” (el principio del principio) de esta historia: los ataques terroristas del 11 de setiembre de 2021.
Como había dicho el mismo Ronald Reagan en la Biblioteca del Congreso, el 24 de marzo de 1983 para celebrar la conquista del Oeste Salvaje: “los estadounidenses no creían del Oeste lo que era verdad sino lo que para ellos debía ser verdad”.
Claro que también hubo estadounidenses dispuestos a decirles a los fanáticos las verdades que son, no las que deberían ser. Claro que muy pocos agradecieron semejante favor. Todo lo contrario.
2 de febrero de 1983: los muyahidín (por entonces llamados “freedom fighters” o “luchadores por la libertad” y, poco después, “Taliban”) son recibidos en la misma Casa Blanca por el presidente Ronald Reagan.
Luego de la derrota en Vietnam, el exsecretario de Estado Henry Kissinger y la exsocialista y futura halcón de la derecha del gobierno de Reagan, Jeane Kirkpatrick, manifestaron que, para recuperar el prestigio perdido, Estados Unidos debía inventar alguna guerra que pudiesen ganar. Según Kirkpatrick, Nicaragua era una buena candidata, pero mejor aún era Granada, una isla en el Caribe de apenas cien mil habitantes, cuyo presidente había cometido la osadía de declarar que su país era independiente y soberano y, por lo tanto, podía tener comercio con quien se le antojase. La gloriosa invasión y la liberación de los estudiantes estadounidenses que no querían ser liberados de una tiranía inexistente, tuvo lugar en 1983 y hasta los burócratas que nunca abandonaron sus escritorios en Washington recibieron medallas al valor en la guerra.
La estrategia procede de los primeros años del siglo XIX, cuando Washington quiso anexar Canadá y terminó con la casa de gobierno en llamas (a partir de ahí pintada de blanco, para esconder la infamia del humo), por lo que decidió expandirse hacia el oeste y hacia el sur, tierra de razas inferiores y desarmadas. A finales del mismo siglo, luego de predecir “una explosión” en Cuba y un año antes de inventar el mito del hundimiento del USS Maine, en 1897, apenas nombrado secretario adjunto de la marina por el presidente McKinley, el futuro presidente Theodore Roosevelt le escribió a un amigo: “estoy a favor de casi cualquier guerra, y creo que este país necesita una”. Nada mejor que ser ofendidos a noventa millas de distancia por un imperio que se caía a pedazos como lo era España, armados con barcos de madera para defenderse de navíos metálicos y con tecnología de última generación.
En su tercer película, en 1988, Rambo (Sylvester Stallone) luchará codo a codo con estos valerosos “freedom fighters” de la exótica Afganistán. La misma catarsis de frustración de Vietnam, la misma historia de la superpotencia militar que, por sí sola, sólo podía derrotar pequeñas islas tropicales como Filipinas o Granada y, para peor, en 1961 fue derrotada por una de ellas y sin ayuda, Cuba.
Como tantos otros grupos “rebeldes”, los talibán son una creación, aunque no original, de la CIA. En los años 70 y 80 Washington se propuso derrocar al gobierno socialista del escritor Nur Muhammad Taraki. La secular República Democrática de Afganistán, presidida por una breve lista de intelectuales de izquierda, sobrevivió a duras penas de 1978 a 1992, cuando fue destruida por los talibán. Si Muhammad Taraki y otros que le sucedieron habían luchado por establecer la igualdad de los derechos de las mujeres (como en 1956 otro socialista árabe, Gamal Nasser en Egipto), los talibán irían por el camino contrario.
Como lo recoge el mismo New York Times en un obituario olvidado, Osama bin Laden había reconocido: “Allí [en Tora Bora] recibí voluntarios que venían del reino saudí y de todos los países árabes y musulmanes. Establecí mi primer campamento donde estos voluntarios fueron entrenados por oficiales paquistaníes y estadounidenses. Las armas fueron proporcionadas por los estadounidenses, el dinero por los saudíes”. El complejo de Tora Bora, donde se escondían los miembros de Qaeda, había sido creado con ayuda de la CIA para funcionar como base para los afganos que luchan contra los soviéticos y contra el gobierno de la época. Aunque los muyahadin y los taliban no fueron un mismo grupo, como Osama Bin Laden y como muchos otros, el fundador de los Talibán, Mohammed Omar, fue un muhayadin.
Un año antes de recibir a los muhayadin en la blanquísima Casa Blanca, el mismo presidente Ronald Reagan había visitado a uno de sus “dictadores amigos”, el genocida guatemalteco Efraín Ríos Montt, y lo había reconocido como un ejemplo para la democracia de la región. Lo mismo habían hecho poderosos pastores, fanáticos como Pat Robertson del Club700. Entre las proezas del dictador Ríos Montt se incluye el haber masacrado a más de 15.000 indígenas a los que se les había ocurrido la mala idea de defender sus tierras, codiciadas por las corporaciones extranjeras y la tradicional oligarquía criolla. Poco después, el presidente Reagan, hoy elevado a la categoría de mito por republicanos y demócratas por algo que no hizo (la desarticulación final de la Unión Soviética), calificará a los Contras de América Central (los militares de la derrotada dictadura de Somoza en Nicaragua), también como “freedom fighters”.
Cuando el Congreso de Estados Unidos prohíba más millones de dólares al grupo terrorista de los Contras, la administración Reagan venderá en secreto armas a Irán a través de Israel; el dinero lavado será depositado en un banco suizo y luego transferido a los Contra en Honduras.
Como los muyahidín, los Contras fueron entrenados y financiados por la CIA y, poco después, se convertirán en las maras que asolan América Central y, en casos, los mismos Estados Unidos.
Cuando los entrenadores vuelvan a su país, Estados Unidos, se dedicarán a “proteger la frontera” de los invasores pobres que vienen en busca de trabajo. De pura nostalgia, muchos de esos pobres serán casados como si se tratase de revolucionarios en su propia tierra.
Cuando en agosto de 2021 los Talibán tomen decenas de ciudades y, finalmente Kabul, en apenas una semana, pulularán los análisis de prensa en Estados Unidos, tratando de explicar lo inexplicable, luego de veinte años de guerra, ocupación, cientos de miles de muertos y cientos de billones de dólares. Todos, o casi todos, harán gala de su radicalismo analítico y comenzarán o culminarán con la advertencia: comencemos por el “very beginning” (el principio del principio) de esta historia: los ataques terroristas del 11 de setiembre de 2021.
Como había dicho el mismo Ronald Reagan en la Biblioteca del Congreso, el 24 de marzo de 1983 para celebrar la conquista del Oeste Salvaje: “los estadounidenses no creían del Oeste lo que era verdad sino lo que para ellos debía ser verdad”.
Claro que también hubo estadounidenses dispuestos a decirles a los fanáticos las verdades que son, no las que deberían ser. Claro que muy pocos agradecieron semejante favor. Todo lo contrario.
jueves, 26 de agosto de 2021
La victoria histórica de Obama
Por Howard Zinn | 09/11/2008
Fuentes: La Jornada
Aquellos de nosotros que desde la izquierda hemos criticado a Obama, como yo lo he hecho, porque no ha podido asumir posturas fuertes en torno a la guerra y la economía, debemos unirnos a las expresiones de júbilo de aquellos estadunidenses, negros y blancos, que gritaron y lloraron el martes por la noche al darnos cuenta de que había ganado las elecciones presidenciales. Es en verdad un momento histórico, que un hombre negro vaya a conducir a nuestro país. El entusiasmo de los jóvenes, negros y blancos, la esperanza de los viejos, simplemente no pueden ser ignorados.
Hubo un momento similar hace un siglo y medio, en 1860, cuando Abraham Lincoln fue electo presidente. Lincoln había sido criticado duramente por los abolicionistas, por el movimiento contra la esclavitud, por no haber logrado asumir una posición clara y valiente contra el esclavismo, por actuar como astuto político y no como fuerza moral. Pero cuando lo eligieron, el líder abolicionista, Wendell Phillips, que había sido un furioso crítico de la cautela de Lincoln, reconoció la posibilidad que yacía en haber logrado la presidencia.
Phillips escribió que por vez primera en la historia de la nación «los esclavos han escogido a un presidente de Estados Unidos». Lincoln, dijo, no era un abolicionista, pero de algún modo «consiente representar la posición antiesclavista». Para Phillips, como peón en un tablero de ajedrez, Lincoln tenía el potencial, si el pueblo de Estados Unidos actuaba vigorosamente, para moverse por todo el tablero, convertirse en reina y, como Phillips lo dijo, «barrer con todo».
Obama, al igual que Lincoln, tiende a mirar primero sus fortunas políticas en vez de hacer decisiones basadas en principios morales. Pero, siendo el primer afroamericano en la Casa Blanca, elegido por una ciudadanía entusiasta que espera una jugada decisiva hacia la paz y la justicia social, él presenta la posibilidad de un cambio importante.
Obama se vuelve presidente en una situación que grita por un cambio de esa naturaleza. La nación se ha enfrascado en dos guerras fútiles e inmorales, en Irak y Afganistán, y el pueblo estadunidense se ha vuelto decididamente contrario a tales guerras. La economía está siendo sacudida por golpazos tremendos y corre el peligro de colapsarse, conforme las familias pierden sus hogares y la gente trabajadora, incluidos aquéllos de la clase media, pierden sus empleos. Así que la población está lista para un cambio. De hecho, está desesperada por un cambio, y «cambio» fue la palabra más utilizada por Obama en su campaña.
¿Qué tipo de cambio se necesita? Primero, anunciar la retirada de nuestras tropas de Irak y Afganistán, renunciar a la doctrina Bush de la guerra preventiva y a la doctrina Carter de la acción militar para controlar el petróleo de Medio Oriente. Obama necesita cambiar radicalmente la dirección de la política exterior estadunidense, declarar que Estados Unidos es una nación amante de la paz que no intervendrá militarmente en otras partes del mundo, y que comenzará a desmantelar las bases militares que mantenemos en más de cien países. Además, debe comenzar a reunirse con Medvediev, el líder ruso, para alcanzar acuerdos acerca del desmantelamiento de los arsenales nucleares, en cumplimiento del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares.
Esta retirada del militarismo liberará cientos de miles de millones de dólares. Un programa fiscal que incremente con decisión los impuestos para el uno por ciento más rico de la nación y que incida en su riqueza y no solamente en sus ingresos, arrojará más de cientos de miles de millones de dólares.
Con todo ese ahorro de dinero, el gobierno podrá otorgar una atención gratuita a la salud para todos, poner a millones de personas a trabajar (lo que el llamado libre comercio no ha conseguido). En suma, emular los programas del New Deal, en los que el gobierno otorgó empleo a millones. Esto es sólo un bosquejo de lo que podría transformar a Estados Unidos y hacerlo un buen vecino para el mundo.
Traducción: Ramón Vera Herrera.
* Howard Zinn creció en Brooklyn, sirvió como bombardero en la Segunda Guerra Mundial y desde entonces está profundamente involucrado en los movimientos por los derechos civiles y contra la guerra. Es autor de muchos libros, incluido A Power Governments Cannot Suppress (Un poder que los gobiernos no pueden suprimir) publicado por City Lights Books, 2007.
Fuentes: La Jornada
Aquellos de nosotros que desde la izquierda hemos criticado a Obama, como yo lo he hecho, porque no ha podido asumir posturas fuertes en torno a la guerra y la economía, debemos unirnos a las expresiones de júbilo de aquellos estadunidenses, negros y blancos, que gritaron y lloraron el martes por la noche al darnos cuenta de que había ganado las elecciones presidenciales. Es en verdad un momento histórico, que un hombre negro vaya a conducir a nuestro país. El entusiasmo de los jóvenes, negros y blancos, la esperanza de los viejos, simplemente no pueden ser ignorados.
Hubo un momento similar hace un siglo y medio, en 1860, cuando Abraham Lincoln fue electo presidente. Lincoln había sido criticado duramente por los abolicionistas, por el movimiento contra la esclavitud, por no haber logrado asumir una posición clara y valiente contra el esclavismo, por actuar como astuto político y no como fuerza moral. Pero cuando lo eligieron, el líder abolicionista, Wendell Phillips, que había sido un furioso crítico de la cautela de Lincoln, reconoció la posibilidad que yacía en haber logrado la presidencia.
Phillips escribió que por vez primera en la historia de la nación «los esclavos han escogido a un presidente de Estados Unidos». Lincoln, dijo, no era un abolicionista, pero de algún modo «consiente representar la posición antiesclavista». Para Phillips, como peón en un tablero de ajedrez, Lincoln tenía el potencial, si el pueblo de Estados Unidos actuaba vigorosamente, para moverse por todo el tablero, convertirse en reina y, como Phillips lo dijo, «barrer con todo».
Obama, al igual que Lincoln, tiende a mirar primero sus fortunas políticas en vez de hacer decisiones basadas en principios morales. Pero, siendo el primer afroamericano en la Casa Blanca, elegido por una ciudadanía entusiasta que espera una jugada decisiva hacia la paz y la justicia social, él presenta la posibilidad de un cambio importante.
Obama se vuelve presidente en una situación que grita por un cambio de esa naturaleza. La nación se ha enfrascado en dos guerras fútiles e inmorales, en Irak y Afganistán, y el pueblo estadunidense se ha vuelto decididamente contrario a tales guerras. La economía está siendo sacudida por golpazos tremendos y corre el peligro de colapsarse, conforme las familias pierden sus hogares y la gente trabajadora, incluidos aquéllos de la clase media, pierden sus empleos. Así que la población está lista para un cambio. De hecho, está desesperada por un cambio, y «cambio» fue la palabra más utilizada por Obama en su campaña.
¿Qué tipo de cambio se necesita? Primero, anunciar la retirada de nuestras tropas de Irak y Afganistán, renunciar a la doctrina Bush de la guerra preventiva y a la doctrina Carter de la acción militar para controlar el petróleo de Medio Oriente. Obama necesita cambiar radicalmente la dirección de la política exterior estadunidense, declarar que Estados Unidos es una nación amante de la paz que no intervendrá militarmente en otras partes del mundo, y que comenzará a desmantelar las bases militares que mantenemos en más de cien países. Además, debe comenzar a reunirse con Medvediev, el líder ruso, para alcanzar acuerdos acerca del desmantelamiento de los arsenales nucleares, en cumplimiento del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares.
Esta retirada del militarismo liberará cientos de miles de millones de dólares. Un programa fiscal que incremente con decisión los impuestos para el uno por ciento más rico de la nación y que incida en su riqueza y no solamente en sus ingresos, arrojará más de cientos de miles de millones de dólares.
Con todo ese ahorro de dinero, el gobierno podrá otorgar una atención gratuita a la salud para todos, poner a millones de personas a trabajar (lo que el llamado libre comercio no ha conseguido). En suma, emular los programas del New Deal, en los que el gobierno otorgó empleo a millones. Esto es sólo un bosquejo de lo que podría transformar a Estados Unidos y hacerlo un buen vecino para el mundo.
Traducción: Ramón Vera Herrera.
* Howard Zinn creció en Brooklyn, sirvió como bombardero en la Segunda Guerra Mundial y desde entonces está profundamente involucrado en los movimientos por los derechos civiles y contra la guerra. Es autor de muchos libros, incluido A Power Governments Cannot Suppress (Un poder que los gobiernos no pueden suprimir) publicado por City Lights Books, 2007.
Falleció el 27 de enero de 2010, Santa Mónica, California, Estados Unidos
https://rebelion.org/la-victoria-historica-de-obama/
https://rebelion.org/la-victoria-historica-de-obama/
miércoles, 25 de agosto de 2021
_- Saramago y Katrina
_- Por Aixaferra | 26/10/2005
Fuentes: Lo que Somos
Lo bueno que tienen las vacaciones es que uno puede permitirse el lujo de hacer lo que más le gusta sin la interrupción del trabajo. Cada año cuando se acerca el mes de julio se cierne sobre mí lo que yo llamo el ansia del bibliógrafo y atesoro en mis estanterías todos los libros que quiero (o los que puedo) que esperan pacientemente su turno veraniego.
Este año Saramago fue el primer elegido de la temporada porque pocos días antes de las vacaciones una compañera y yo comentábamos nuestras últimas lecturas, me hablaba del «ensayo sobre la lucidez» y recordé que en la estantería me esperaba «ensayo sobre la ceguera», no me dijo nada, me conoce bien porque compartimos utopías y otros fracasos, pero su mirada me hizo ansiar su lectura y no dejé pasar ni un solo día más, me puse a ello y me sumergí en la lectura incluso con agonía.
Una de las cosas que más me interesa en esta vida es comprender algunos comportamientos humanos, por ello siempre estoy con los sentidos en estado de emergencia y este libro narra algunos comportamientos que lejos de ser humanos han sido cometidos (en un principio, en la ficción de esta novela) por humanos. Muchas veces he afirmado con rotundidad que cualquier persona es capaz de matar, algunos de mis interlocutores se han echado las manos a la cabeza y no han estado de acuerdo conmigo, sin duda eran tan idealistas como yo pero muchísimo menos realistas, lo que nos gustaría que fuera es muy improbable que se dé. Quitarle la vida a otro ser humano es algo extremo, un simple ejemplo gráfico para orientar mis pensamientos, es el extremo de un continuo de comportamientos que pueden darse en cualquiera de nosotros, este libro, ofrece un amplio ramillete de ellos y me dejó la impronta de que puestos en esa situación: una epidemia mundial de ceguera, podríamos mostrarnos tan salvajes como describe Saramago, los que lo hayáis leído comprenderéis mejor lo que digo, a los que no se lo recomiendo vivamente y espero no haberlo destripado mucho. Durante varios días el libro me acompañó a todas partes porque me ensimismé con la historia, tanto que hasta mitad del libro no me di cuenta de la forma peculiar de usar los signos de puntuación del portugués y días después de acabarlo siguió acompañándome, no entendí la historia como una metáfora sino, con ciertos escalofríos, como una realidad posible, la ceguera no sólo es la pérdida de la vista sino del propio entendimiento y esto es lo que aquí sucede.
Con Saramago y sus ensayos comencé el verano y con su ceguera lo terminé. Empezaron a llegar noticias de los estragos de un huracán Katrina y aunque tengo poca confianza en la veracidad de noticias americanas, en esta ocasión, por las imágenes y sobre todo por la, por fin, caída de popularidad del presidente, presté más atención de la que acostumbro y esos escalofríos que sentí ante la posibilidad de que una ceguera temporal del planeta nos convirtiera en seres inhumanos, se exacerbaron porque es cierto que la realidad supera con creces la ficción, las imágenes de saqueos y violencia, que probablemente fueron las más dulces de la verdadera situación que pudieron ofrecernos sin… herir la sensibilidad del telespectador, fueron la confirmación de mis sospechas, la ceguera mundial ya estaba aquí, unos porque el hambre, la pérdida o la satisfacción de aprovecharse de las desgracias ajenas restó perspectiva, otros porque miramos para otro lado para no toparnos con la herida de nuestra sensibilidad… ciegos todos. La ceguera del planeta a la que abriré mis ojos una vez más, en nombre de huracanes, vallas fronterizas, destrucción, niños que viven en la calle, guerras petrolíferas, atentados y otras pérdidas, inaceptables todas y a las que parecemos habernos vuelto insensibles. ¿Aún hay esperanzas para este planeta? Recuperemos la visión, abramos los ojos y dejemos que nuestra sensibilidad nos guíe.
Fuentes: Lo que Somos
Lo bueno que tienen las vacaciones es que uno puede permitirse el lujo de hacer lo que más le gusta sin la interrupción del trabajo. Cada año cuando se acerca el mes de julio se cierne sobre mí lo que yo llamo el ansia del bibliógrafo y atesoro en mis estanterías todos los libros que quiero (o los que puedo) que esperan pacientemente su turno veraniego.
Este año Saramago fue el primer elegido de la temporada porque pocos días antes de las vacaciones una compañera y yo comentábamos nuestras últimas lecturas, me hablaba del «ensayo sobre la lucidez» y recordé que en la estantería me esperaba «ensayo sobre la ceguera», no me dijo nada, me conoce bien porque compartimos utopías y otros fracasos, pero su mirada me hizo ansiar su lectura y no dejé pasar ni un solo día más, me puse a ello y me sumergí en la lectura incluso con agonía.
Una de las cosas que más me interesa en esta vida es comprender algunos comportamientos humanos, por ello siempre estoy con los sentidos en estado de emergencia y este libro narra algunos comportamientos que lejos de ser humanos han sido cometidos (en un principio, en la ficción de esta novela) por humanos. Muchas veces he afirmado con rotundidad que cualquier persona es capaz de matar, algunos de mis interlocutores se han echado las manos a la cabeza y no han estado de acuerdo conmigo, sin duda eran tan idealistas como yo pero muchísimo menos realistas, lo que nos gustaría que fuera es muy improbable que se dé. Quitarle la vida a otro ser humano es algo extremo, un simple ejemplo gráfico para orientar mis pensamientos, es el extremo de un continuo de comportamientos que pueden darse en cualquiera de nosotros, este libro, ofrece un amplio ramillete de ellos y me dejó la impronta de que puestos en esa situación: una epidemia mundial de ceguera, podríamos mostrarnos tan salvajes como describe Saramago, los que lo hayáis leído comprenderéis mejor lo que digo, a los que no se lo recomiendo vivamente y espero no haberlo destripado mucho. Durante varios días el libro me acompañó a todas partes porque me ensimismé con la historia, tanto que hasta mitad del libro no me di cuenta de la forma peculiar de usar los signos de puntuación del portugués y días después de acabarlo siguió acompañándome, no entendí la historia como una metáfora sino, con ciertos escalofríos, como una realidad posible, la ceguera no sólo es la pérdida de la vista sino del propio entendimiento y esto es lo que aquí sucede.
Con Saramago y sus ensayos comencé el verano y con su ceguera lo terminé. Empezaron a llegar noticias de los estragos de un huracán Katrina y aunque tengo poca confianza en la veracidad de noticias americanas, en esta ocasión, por las imágenes y sobre todo por la, por fin, caída de popularidad del presidente, presté más atención de la que acostumbro y esos escalofríos que sentí ante la posibilidad de que una ceguera temporal del planeta nos convirtiera en seres inhumanos, se exacerbaron porque es cierto que la realidad supera con creces la ficción, las imágenes de saqueos y violencia, que probablemente fueron las más dulces de la verdadera situación que pudieron ofrecernos sin… herir la sensibilidad del telespectador, fueron la confirmación de mis sospechas, la ceguera mundial ya estaba aquí, unos porque el hambre, la pérdida o la satisfacción de aprovecharse de las desgracias ajenas restó perspectiva, otros porque miramos para otro lado para no toparnos con la herida de nuestra sensibilidad… ciegos todos. La ceguera del planeta a la que abriré mis ojos una vez más, en nombre de huracanes, vallas fronterizas, destrucción, niños que viven en la calle, guerras petrolíferas, atentados y otras pérdidas, inaceptables todas y a las que parecemos habernos vuelto insensibles. ¿Aún hay esperanzas para este planeta? Recuperemos la visión, abramos los ojos y dejemos que nuestra sensibilidad nos guíe.
martes, 24 de agosto de 2021
_- «Quiero expandir la bendición de la esclavitud al mundo»
_- No era solo arrogancia la característica del nuevo imperio sino también un profundo fanatismo racial y religioso.
Hazlehurst, Mississippi. 11 de setiembre de 1858 – El senador y exgobernador de Mississippi, Albert Gallatin Brown, en un aplaudido discurso proclama: “Quiero poner un pie en América Central, por las razones ya repetidas varias veces. Quiero Cuba, y todos saben que, antes o después, será nuestra. Si la comegusanos de España la cede por un precio razonable, mejor. Si no, igual la tomaremos. Quiero Tamaulipas, Potosí, y uno o dos estados más de México… Y los quiero por la misma razón: para que la esclavitud se expanda por todo el continente… Sí, quiero todos esos países para que podamos expandir la esclavitud. Quiero expandir la bendición de la esclavitud a todos los rincones del mundo, como expandimos la religión del Señor… No quisiera imponerles nada, sino convencerlos, como convencemos a los demás de las bendiciones de los Evangelios. Claro que sé que es una tierra de rebeldes y que no van a aceptar ni a recibir nuestra bendición tan fácilmente…”
Mientras los estados del Sur continúan expandiendo el sistema eslavista, en mayo la revista United States Democratic Review de Nueva York, en su artículo “El destino de México”, asegura que: “Muchos países nos acusan de insistir demasiado sobre eso del Destino manifiesto. En esto tienen razón. Nosotros sentimos la mano de Dios sobre nosotros… México comenzó su historia con todo a su favor, excepto una: su gente no era blanca, no eran caucásicos… Tenían una mala mezcla de sangre española, indígena y negra. Gente de este tipo no sabe cómo ser libre y nunca lo sabrá hasta que sea educada por la Democracia americana, por la cual el amo gobernará sobre ellos hasta que un día ellos aprendan cómo gobernarse solos… México no se puede gobernar a sí mismo. Pero ha llegado el tiempo por el cual la Providencia nos obliga a tomar posesión de ese país… No vamos a tomar México por nuestro propio interés, lo cual sería una broma imposible de creer. No, vamos a tomar México por su propio beneficio, para ayudar a los ocho millones de pobres mexicanos que sufren por el despotismo, la anarquía y la barbarie”.
El presidente, los senadores y los empresarios saben que Estados Unidos necesita acortar los seis meses de transito que necesita un barco para ir de la costa este a la costa oeste por el estrecho de Magallanes. Por Nicaragua o por Panamá podrían hacerlo en menos de un mes. Pero Inglaterra tiene necesidades similares y amenaza con establecerse en América Central. El senador Albert Brown de Mississippi considera esta presencia inaceptable: “Si queremos América Central, la forma más barata y rápida es ir y tomarla, y si Francia o Inglaterra interfieren, le leeremos la doctrina Monroe y punto”.
No sólo la necesidad de ser ofendidos para luego reclamar un castigo por las ofensas recibidas ha sido un arma psicológica, política y prebélica del nuevo país, del nuevo imperio anglosajón, sino también de Gran Bretaña. Ante la arrogancia de Estados Unidos sobre su derecho a decidir el destino de las Américas, su ministro de Relaciones Exteriores, Lord Clarendon, cuatro años atrás había dicho que los estadounidenses eran “una nación de piratas”. La historia sería divertida si no fuese trágica. El primer ministro Palmerston, había estado de acuerdo y se había burlado con acento de inglés americano de la pretensión de ser “la nación más grande del mundo”. En un memorándum del 10 de setiembre de 1854, Lord Clarendon había observado que “no habrá ni un solo país que algún día no sea expuesto a la arrogancia de Estados Unidos… y un día volverá a todas las naciones del mundo contra ellos”.
Pero no era solo arrogancia lo que había definido al nuevo imperio sino un profundo fanatismo racial y religioso que lo llevará, como a cualquier pueblo fanático, a lograr grandes cosas mientras, por ser el ganador, será representado por propios y ajenos no como resultado del fanatismo sino del sentido común y pragmático de una raza, primero, y de una cultura superior, después. El representante de Missouri, Thomas L. Anderson, en 1859 se había sumado al debate expansionista sobre el Caribe y América Central. Como la mayoría, no quería ni imaginar la posibilidad de mezclar la superior raza anglosajona con la de idiotas negros y mestizos del sur, pero aun así persistía la necesidad de controlar el área por razones geopolíticas y de tránsito comercial entre el Atlántico y el Pacifico. Aunque más improbable que en el caso de los territorios arrancados a México, todavía quedaba la posibilidad de que “ola tras ola de inmigrantes” mejoren América Central hasta que “sus supersticiones, su ignorancia y su anarquía sea reemplazada por la paz, el conocimiento, el cristianismo y por nuestras instituciones nacidas en el Cielo”.
Del libro La frontera salvaje. 200 años de fanatismo anglosajón en América latina. https://www.youtube.com/watch?v=ujyQmseHva0
Imagen de portada: Ilustración del libro The Negro in American History, publicado en 1914, escrito por John W. Cromwell, que describe la brutalidad del tráfico de esclavos. Fuente: Library of Congress
Mientras los estados del Sur continúan expandiendo el sistema eslavista, en mayo la revista United States Democratic Review de Nueva York, en su artículo “El destino de México”, asegura que: “Muchos países nos acusan de insistir demasiado sobre eso del Destino manifiesto. En esto tienen razón. Nosotros sentimos la mano de Dios sobre nosotros… México comenzó su historia con todo a su favor, excepto una: su gente no era blanca, no eran caucásicos… Tenían una mala mezcla de sangre española, indígena y negra. Gente de este tipo no sabe cómo ser libre y nunca lo sabrá hasta que sea educada por la Democracia americana, por la cual el amo gobernará sobre ellos hasta que un día ellos aprendan cómo gobernarse solos… México no se puede gobernar a sí mismo. Pero ha llegado el tiempo por el cual la Providencia nos obliga a tomar posesión de ese país… No vamos a tomar México por nuestro propio interés, lo cual sería una broma imposible de creer. No, vamos a tomar México por su propio beneficio, para ayudar a los ocho millones de pobres mexicanos que sufren por el despotismo, la anarquía y la barbarie”.
El presidente, los senadores y los empresarios saben que Estados Unidos necesita acortar los seis meses de transito que necesita un barco para ir de la costa este a la costa oeste por el estrecho de Magallanes. Por Nicaragua o por Panamá podrían hacerlo en menos de un mes. Pero Inglaterra tiene necesidades similares y amenaza con establecerse en América Central. El senador Albert Brown de Mississippi considera esta presencia inaceptable: “Si queremos América Central, la forma más barata y rápida es ir y tomarla, y si Francia o Inglaterra interfieren, le leeremos la doctrina Monroe y punto”.
No sólo la necesidad de ser ofendidos para luego reclamar un castigo por las ofensas recibidas ha sido un arma psicológica, política y prebélica del nuevo país, del nuevo imperio anglosajón, sino también de Gran Bretaña. Ante la arrogancia de Estados Unidos sobre su derecho a decidir el destino de las Américas, su ministro de Relaciones Exteriores, Lord Clarendon, cuatro años atrás había dicho que los estadounidenses eran “una nación de piratas”. La historia sería divertida si no fuese trágica. El primer ministro Palmerston, había estado de acuerdo y se había burlado con acento de inglés americano de la pretensión de ser “la nación más grande del mundo”. En un memorándum del 10 de setiembre de 1854, Lord Clarendon había observado que “no habrá ni un solo país que algún día no sea expuesto a la arrogancia de Estados Unidos… y un día volverá a todas las naciones del mundo contra ellos”.
Pero no era solo arrogancia lo que había definido al nuevo imperio sino un profundo fanatismo racial y religioso que lo llevará, como a cualquier pueblo fanático, a lograr grandes cosas mientras, por ser el ganador, será representado por propios y ajenos no como resultado del fanatismo sino del sentido común y pragmático de una raza, primero, y de una cultura superior, después. El representante de Missouri, Thomas L. Anderson, en 1859 se había sumado al debate expansionista sobre el Caribe y América Central. Como la mayoría, no quería ni imaginar la posibilidad de mezclar la superior raza anglosajona con la de idiotas negros y mestizos del sur, pero aun así persistía la necesidad de controlar el área por razones geopolíticas y de tránsito comercial entre el Atlántico y el Pacifico. Aunque más improbable que en el caso de los territorios arrancados a México, todavía quedaba la posibilidad de que “ola tras ola de inmigrantes” mejoren América Central hasta que “sus supersticiones, su ignorancia y su anarquía sea reemplazada por la paz, el conocimiento, el cristianismo y por nuestras instituciones nacidas en el Cielo”.
Del libro La frontera salvaje. 200 años de fanatismo anglosajón en América latina. https://www.youtube.com/watch?v=ujyQmseHva0
Imagen de portada: Ilustración del libro The Negro in American History, publicado en 1914, escrito por John W. Cromwell, que describe la brutalidad del tráfico de esclavos. Fuente: Library of Congress
https://rebelion.org/quiero-expandir-la-bendicion-de-la-esclavitud-al-mundo/
lunes, 23 de agosto de 2021
_- Pero ni un minuto más tarde, ¿eh?
_- Estoy convencido de que el hecho de no encontrar trabajo o de tener un trabajo de baja cualificación y mal remunerado después de haber dedicado media vida a prepararse para él, destruye la vida de muchos jóvenes. El porcentaje de desempleo juvenil en España supera el cuarenta por ciento. Una cifra dramática, escandalosa, insoportable. No tienen futuro quienes son el futuro de la sociedad. Pero estoy más seguro aún de que un ocio mal vivido, entregado a la ociosidad, a la bebida, a la droga o a la delincuencia destruye la vida de muchos más jóvenes. Con el fin de prepararse para el trabajo existe un Ministerio de Educación, muchos años de escolaridad, un enorme presupuesto y muchos exámenes que pretenden comprobar la cualificación del aspirante a un puesto de trabajo. Sin embargo, nada se hace ni se exige para aprender a vivir un ocio saludable. Como si se pudiera aprender por ciencia infusa.
Téngase en cuenta, además, que cada día hay más tiempo de ocio, más horas libres. Y, por otra parte, hay quien está interesado en llenar ese vacío con ofertas que enriquecen a quien las hace con la habilidad y el oportunismo necesarios.
– ¿No sabes qué hacer? No te preocupes. Yo te voy a entretener a cambio de un módico (o elevado) precio. Te pondré el lugar, la compañía deseada y el entretenimiento conveniente.
El ocio es un negocio magnífico. El dinero está en el principio y en el fin de muchas iniciativas. Ahí tenemos la empresa que organizó el viaje de algunos jóvenes a Mallorca y que terminó con un contagio masivo. Esa empresa llegó a pedir a los centros escolares que modificasen la fecha de exámenes para que los estudiantes pudieran realizar la insólita excursión. Lo primero es lo primero.
Ahí tenemos a muchos establecimientos que venden alcohol a menores sin el menor pudor. Qué decir de aquellos que trafican con drogas de diversa naturaleza, arruinando la vida de quienes pagan y consumen.
Tengo una hija adolescente. Y me preocupan muchas cosas que veo en su entorno, que leo y que me cuenta y que me cuentan. Me preocupan las letras de muchas canciones (sexistas, rastreras, pornográficas…). Me preocupa el ambiente hedonista en el que todo invita a la molicie, a la diversión, a la comodidad, al consumo, a la irresponsabilidad, a la falta de esfuerzo… Me preocupa la promiscuidad y la banalización de la sexualidad. Me preocupa el egoísmo que pone por encima de todo la propia satisfacción. Me preocupa la falta de iniciativas culturales, creativas, solidarias…
Mi interpelación se dirige, en primer lugar, a los jóvenes y a las jóvenes, por supuesto. Ellos son los responsables de sus vidas, de lo que hacen y de lo que dejan de hacer. Ellos y ellas son los últimos responsables de llenar el tiempo libre de una forma u otra, más allá de lo que las instituciones públicas y privadas hagan o dejen de hacer. Y más allá del consabido estereotipo: “todos lo hacen”.
Cuando veo esas grandes concentraciones de jóvenes bebiendo y bebiendo, sin hacer absolutamente nada más que escuchar música (que también les dan seleccionada) y parlotear sobre temas banales, me hundo en la inquietud y el desasosiego.
Conectar el móvil y estar pegados a él durante horas y horas, aleja a muchos jóvenes de experiencias estimulantes relacionadas con los deportes, con la naturaleza, con la cultura, con los viajes, con los libros, con la vida real…
Hay alcohol en muchas reuniones, hay tabaco, hay cachimbas (nefasta moda, cuatro veces más perjudicial que el tabaco), hay drogas. Creo que es imposible aislar a un joven de todos esos riesgos. Por otra parte, si se le consiguiese aislar temporalmente, llegaría un momento en el que, al alcanzar la mayoría de edad, se metería él solito en los lugares de más riesgo sin tener preparación alguna. ¿Y qué sucederá entonces? Lo importante, pues, es que sepa comportarse de forma responsable porque eso es saludable para él.
Sé que en esas edades la presión del grupo es enorme, sé que la deseabilidad social respecto a la aceptación de los pares es muy potente. Por eso resulta decisivo fortalecer el autoconcepto y la asertividad. Un joven, una joven, tiene que ser capaz de decir no a las demandas, a las invitaciones y a las presiones nocivas. No es no.
También interpelo a las familias. Porque la familia tiene que asumir la tarea de poner límites, de dar consejos, de vigilar lo que hacen los hijos e hijas, de corregir los errores, de controlar los excesos… Y aquí veo también una enorme preocupación por los estudios y una menor inquietud por saber lo que sucede con el ocio diurno y nocturno.
Creo que la principal preocupación de los padres y las madres ha de ser que sus hijos e hijas sean responsables. Es imposible alejarles de todos los peligros, de todos los riesgos, de todos los problemas. Y, ¿cómo se consigue eso? Pues dando una progresiva libertad. Nadie aprende a ser responsable si no es primero libre. No es cierto que hasta que no sean responsables no pueden ser libres sino que mientras no sean libres no pueden aprender a ser responsables.
Ya sé que no es fácil imponer los criterios. Creo que es más educativo consensuarlos. Cuando esos criterios son razonados y razonables es más fácil respetarlos. Sé que la autoridad de los padres se ha debilitado. Por ejemplo, antes existía un forcejeo en la fijación de horarios de regreso a la casa. Los padres decidían y no se rechistaba. Ahora no es tan fácil.
Después de un acalorado diálogo entre un padre y un hijo para determinar la hora de regreso, se llega a la siguiente solución:
El hijo acaba diciendo: ¿Sabes lo que te digo, papá? ¿Quieres saber a la hora que volveré a casa? A la hora que me de la gana.
Y el padre, enérgicamente, responde: Pero ni un minuto más tarde, ¿eh?
Quiero decir con esta anécdota que es necesario el establecimiento de límites racionales, la exigencia de su cumplimiento y el control de las situaciones de riesgo. Algunas veces son los propios hijos quienes lo demandan. Recuerdo una entrevista que se le hizo en televisión al fallecido Adolfo Marsillach. Contó que él no era capaz de imponer un horario a sus hijos. Y que uno de ellos le decía al negarse el padre a imponer una hora:
– Que no, papá. Que tú tienes que fijar una hora.
– Tú conoces las costumbres, tienes que ser responsable. Ven cuando lo consideres oportuno.
– Que no, que no es así. Tú tienes que decir una hora concreta a la que tengo que llegar. Esa es tu responsabilidad.
Forzado por la presión, decía Marsillah, acabé diciendo una hora concreta, la primera que se me vino a la cabeza:
– Pues venga, vuelve a las cinco.
– Que no, papá, que no, replicó el hijo. Que esa hora es muy tardía. Tú tienes que decir, por ejemplo, a las dos o, como mucho, a las tres.
El hijo veía en esa restricción un interés del padre por la salud de su hijo, una preocupación por su seguridad, una señal de protección y, por consiguiente, de amor.
Interpelo también a las escuelas. ¿Por qué no se hace una planificación y una intervención adecuada que prepare a los alumnos y alumnas para vivir un ocio enriquecedor? Lo cual no quiere decir aburrido, impuesto o tutelado.
Desde la familia y desde la escuela sería estupendo cultivar hobbys en los niños y jóvenes. Hobbys relacionados con la música, las manualidades, el deporte, los juegos de mesa, la fotografía, la grabación de cortos, la lectura, la escritura, los viajes, las colecciones, la ornitología, la gastronomía, el senderismo, el montañismo… Cuando fui Director de un Colegio en Madrid hicimos un proyecto en el que había más de 50 actividades que llamábamos complementarias (no extraescolares o complementarias). Algunos alumnos preguntaban por qué eran obligatorias y nuestra respuesta era que educaban para el ocio. Escribí entonces un folleto titulado “Función educadora del ocio”. Lo releo ahora con curiosidad. Digo allí que la aspiración educativa no debe quedarse en “no veas”, “no consumas”, “no hagas”, “no vayas”… Hay formas de ocupar el ocio de manera divertida y estimulante.
Interpelo también a los políticos. Hacen falta planes para favorecer experiencias de ocio educativas. He visto en la ciudad de Rosario (Argentina) iniciativas creativas impulsadas por la municipalidad. Al aire libre unas y otras de interior. Las vi funcionando, abarrotadas. No tiene sentido, por ejemplo, que los jóvenes estén vagando por las calles mientras todas las pistas deportivas de las instituciones están cerradas durante el fin de semana y las vacaciones.
No debería depender el ocio del dinero que se tiene. En una sociedad democrática los jóvenes deberían poder divertirse de forma sana y gratuita. Parece que la pobreza solo condiciona y limita las aspiraciones relacionadas con el trabajo. No. También empobrece las posibilidades de vivir un ocio atractivo y enriquecedor. Es difícil ser bueno en un mundo donde todo está tan caro.
Miguel Ángel Santos Guerra. El Adarve.
Téngase en cuenta, además, que cada día hay más tiempo de ocio, más horas libres. Y, por otra parte, hay quien está interesado en llenar ese vacío con ofertas que enriquecen a quien las hace con la habilidad y el oportunismo necesarios.
– ¿No sabes qué hacer? No te preocupes. Yo te voy a entretener a cambio de un módico (o elevado) precio. Te pondré el lugar, la compañía deseada y el entretenimiento conveniente.
El ocio es un negocio magnífico. El dinero está en el principio y en el fin de muchas iniciativas. Ahí tenemos la empresa que organizó el viaje de algunos jóvenes a Mallorca y que terminó con un contagio masivo. Esa empresa llegó a pedir a los centros escolares que modificasen la fecha de exámenes para que los estudiantes pudieran realizar la insólita excursión. Lo primero es lo primero.
Ahí tenemos a muchos establecimientos que venden alcohol a menores sin el menor pudor. Qué decir de aquellos que trafican con drogas de diversa naturaleza, arruinando la vida de quienes pagan y consumen.
Tengo una hija adolescente. Y me preocupan muchas cosas que veo en su entorno, que leo y que me cuenta y que me cuentan. Me preocupan las letras de muchas canciones (sexistas, rastreras, pornográficas…). Me preocupa el ambiente hedonista en el que todo invita a la molicie, a la diversión, a la comodidad, al consumo, a la irresponsabilidad, a la falta de esfuerzo… Me preocupa la promiscuidad y la banalización de la sexualidad. Me preocupa el egoísmo que pone por encima de todo la propia satisfacción. Me preocupa la falta de iniciativas culturales, creativas, solidarias…
Mi interpelación se dirige, en primer lugar, a los jóvenes y a las jóvenes, por supuesto. Ellos son los responsables de sus vidas, de lo que hacen y de lo que dejan de hacer. Ellos y ellas son los últimos responsables de llenar el tiempo libre de una forma u otra, más allá de lo que las instituciones públicas y privadas hagan o dejen de hacer. Y más allá del consabido estereotipo: “todos lo hacen”.
Cuando veo esas grandes concentraciones de jóvenes bebiendo y bebiendo, sin hacer absolutamente nada más que escuchar música (que también les dan seleccionada) y parlotear sobre temas banales, me hundo en la inquietud y el desasosiego.
Conectar el móvil y estar pegados a él durante horas y horas, aleja a muchos jóvenes de experiencias estimulantes relacionadas con los deportes, con la naturaleza, con la cultura, con los viajes, con los libros, con la vida real…
Hay alcohol en muchas reuniones, hay tabaco, hay cachimbas (nefasta moda, cuatro veces más perjudicial que el tabaco), hay drogas. Creo que es imposible aislar a un joven de todos esos riesgos. Por otra parte, si se le consiguiese aislar temporalmente, llegaría un momento en el que, al alcanzar la mayoría de edad, se metería él solito en los lugares de más riesgo sin tener preparación alguna. ¿Y qué sucederá entonces? Lo importante, pues, es que sepa comportarse de forma responsable porque eso es saludable para él.
Sé que en esas edades la presión del grupo es enorme, sé que la deseabilidad social respecto a la aceptación de los pares es muy potente. Por eso resulta decisivo fortalecer el autoconcepto y la asertividad. Un joven, una joven, tiene que ser capaz de decir no a las demandas, a las invitaciones y a las presiones nocivas. No es no.
También interpelo a las familias. Porque la familia tiene que asumir la tarea de poner límites, de dar consejos, de vigilar lo que hacen los hijos e hijas, de corregir los errores, de controlar los excesos… Y aquí veo también una enorme preocupación por los estudios y una menor inquietud por saber lo que sucede con el ocio diurno y nocturno.
Creo que la principal preocupación de los padres y las madres ha de ser que sus hijos e hijas sean responsables. Es imposible alejarles de todos los peligros, de todos los riesgos, de todos los problemas. Y, ¿cómo se consigue eso? Pues dando una progresiva libertad. Nadie aprende a ser responsable si no es primero libre. No es cierto que hasta que no sean responsables no pueden ser libres sino que mientras no sean libres no pueden aprender a ser responsables.
Ya sé que no es fácil imponer los criterios. Creo que es más educativo consensuarlos. Cuando esos criterios son razonados y razonables es más fácil respetarlos. Sé que la autoridad de los padres se ha debilitado. Por ejemplo, antes existía un forcejeo en la fijación de horarios de regreso a la casa. Los padres decidían y no se rechistaba. Ahora no es tan fácil.
Después de un acalorado diálogo entre un padre y un hijo para determinar la hora de regreso, se llega a la siguiente solución:
El hijo acaba diciendo: ¿Sabes lo que te digo, papá? ¿Quieres saber a la hora que volveré a casa? A la hora que me de la gana.
Y el padre, enérgicamente, responde: Pero ni un minuto más tarde, ¿eh?
Quiero decir con esta anécdota que es necesario el establecimiento de límites racionales, la exigencia de su cumplimiento y el control de las situaciones de riesgo. Algunas veces son los propios hijos quienes lo demandan. Recuerdo una entrevista que se le hizo en televisión al fallecido Adolfo Marsillach. Contó que él no era capaz de imponer un horario a sus hijos. Y que uno de ellos le decía al negarse el padre a imponer una hora:
– Que no, papá. Que tú tienes que fijar una hora.
– Tú conoces las costumbres, tienes que ser responsable. Ven cuando lo consideres oportuno.
– Que no, que no es así. Tú tienes que decir una hora concreta a la que tengo que llegar. Esa es tu responsabilidad.
Forzado por la presión, decía Marsillah, acabé diciendo una hora concreta, la primera que se me vino a la cabeza:
– Pues venga, vuelve a las cinco.
– Que no, papá, que no, replicó el hijo. Que esa hora es muy tardía. Tú tienes que decir, por ejemplo, a las dos o, como mucho, a las tres.
El hijo veía en esa restricción un interés del padre por la salud de su hijo, una preocupación por su seguridad, una señal de protección y, por consiguiente, de amor.
Interpelo también a las escuelas. ¿Por qué no se hace una planificación y una intervención adecuada que prepare a los alumnos y alumnas para vivir un ocio enriquecedor? Lo cual no quiere decir aburrido, impuesto o tutelado.
Desde la familia y desde la escuela sería estupendo cultivar hobbys en los niños y jóvenes. Hobbys relacionados con la música, las manualidades, el deporte, los juegos de mesa, la fotografía, la grabación de cortos, la lectura, la escritura, los viajes, las colecciones, la ornitología, la gastronomía, el senderismo, el montañismo… Cuando fui Director de un Colegio en Madrid hicimos un proyecto en el que había más de 50 actividades que llamábamos complementarias (no extraescolares o complementarias). Algunos alumnos preguntaban por qué eran obligatorias y nuestra respuesta era que educaban para el ocio. Escribí entonces un folleto titulado “Función educadora del ocio”. Lo releo ahora con curiosidad. Digo allí que la aspiración educativa no debe quedarse en “no veas”, “no consumas”, “no hagas”, “no vayas”… Hay formas de ocupar el ocio de manera divertida y estimulante.
Interpelo también a los políticos. Hacen falta planes para favorecer experiencias de ocio educativas. He visto en la ciudad de Rosario (Argentina) iniciativas creativas impulsadas por la municipalidad. Al aire libre unas y otras de interior. Las vi funcionando, abarrotadas. No tiene sentido, por ejemplo, que los jóvenes estén vagando por las calles mientras todas las pistas deportivas de las instituciones están cerradas durante el fin de semana y las vacaciones.
No debería depender el ocio del dinero que se tiene. En una sociedad democrática los jóvenes deberían poder divertirse de forma sana y gratuita. Parece que la pobreza solo condiciona y limita las aspiraciones relacionadas con el trabajo. No. También empobrece las posibilidades de vivir un ocio atractivo y enriquecedor. Es difícil ser bueno en un mundo donde todo está tan caro.
Miguel Ángel Santos Guerra. El Adarve.
domingo, 22 de agosto de 2021
_- CIENCIA RECREATIVA Una estafa de patas cortas
_- Las “frases torturadas” revelan unas pésimas prácticas en la publicación científica
Hay grados de timos. No es lo mismo el timo de la estampita, donde el timado merece haberlo sido, que bloquear la red de un hospital para pedir un rescate en todo lo alto de la pandemia, lo que se puede considerar un caso de pura maldad. También hay grados en la estafa científica, desde el fraude planeado con la precisión de un robo al Banco de España ―como el que montó el coreano Hwang con los primeros embriones humanos clónicos― hasta un retoque de Photoshop para eliminar esa molesta célula de la derecha, como hizo Stalin con Trotsky con artes más primitivas. El último grito en estafas científicas ocupa un lugar intermedio entre esos dos extremos morales. Consiste en colar por papers, o artículos científicos revisados por pares, cosas que no lo son.
El científico de la computación Guillaume Cabanac y dos colegas empezaron en abril pasado a percibir las mismas expresiones absurdas repetidas en varios papers de su especialidad académica. Por ejemplo, “información colosal” donde debería decir big data; “consciencia falsificada” en vez de inteligencia artificial; o “sobras de vitalidad” en lugar de energía remanente. Las mismas frases estúpidas reaparecían en un paper y otro, como si los autores hubieran enloquecido de manera independiente y simultánea. Cabanac, de la Universidad de Toulouse, y sus colegas llaman a esas expresiones absurdas “frases torturadas”, y les han conducido a un sistema novedoso de descubrimiento de estafas científicas.
Las “frases torturadas” tienen toda la pinta de ser producto de algún programa para disfrazar los plagios mediante una traducción automática de ida y vuelta. Donde el texto original decía big data, el sistema lo traduce a otra lengua, y luego de vuelta al inglés, con el resultado ridículo de “información colosal”. Se parece un poco a ese juego en que uno le cuenta una historia al de al lado, que a su vez se la rebota al de al lado y así hasta dar la vuelta a la mesa, cuando la historia le llega al primero en un estado irreconocible. Esto despista a menudo a los sistemas de detección de plagios que utilizan las editoriales, pero, como se ve, no a los escasos científicos de carne que de verdad leen el paper.
Cabanac ha revisado los trabajos publicados (y recogidos en Dimensions, una base de datos de artículos citados por otros colegas) y ha descubierto nada menos que 860 papers en los que aparece al menos una de las frases torturadas. La mayoría pertenecen al campo de la computación, y 31 de ellos se han publicado en la misma revista científica, Microprocessors and Microsystems. Solo por ello, esas investigaciones han quedado bajo sospecha y deberían retractarse. Los editores de la revista técnica están investigando el tema, pero me temo que no van a tener otra salida. Son un coladero de mala ciencia, y la publicación está gravemente tocada. Los autores de los artículos empezarán a desfilar después por la pasarela de la vergüenza. Muchos son chinos. Y todo esto es seguramente la punta de un iceberg muy grande.
La ciencia no se puede permitir estas excrecencias. Es esencial detectarlas y extirparlas del sistema, y cada vez hay más científicos dedicados a ello. Dejo a la consideración del lector la moraleja para otras áreas del conocimiento.
JAVIER SAMPEDRO
Hay grados de timos. No es lo mismo el timo de la estampita, donde el timado merece haberlo sido, que bloquear la red de un hospital para pedir un rescate en todo lo alto de la pandemia, lo que se puede considerar un caso de pura maldad. También hay grados en la estafa científica, desde el fraude planeado con la precisión de un robo al Banco de España ―como el que montó el coreano Hwang con los primeros embriones humanos clónicos― hasta un retoque de Photoshop para eliminar esa molesta célula de la derecha, como hizo Stalin con Trotsky con artes más primitivas. El último grito en estafas científicas ocupa un lugar intermedio entre esos dos extremos morales. Consiste en colar por papers, o artículos científicos revisados por pares, cosas que no lo son.
El científico de la computación Guillaume Cabanac y dos colegas empezaron en abril pasado a percibir las mismas expresiones absurdas repetidas en varios papers de su especialidad académica. Por ejemplo, “información colosal” donde debería decir big data; “consciencia falsificada” en vez de inteligencia artificial; o “sobras de vitalidad” en lugar de energía remanente. Las mismas frases estúpidas reaparecían en un paper y otro, como si los autores hubieran enloquecido de manera independiente y simultánea. Cabanac, de la Universidad de Toulouse, y sus colegas llaman a esas expresiones absurdas “frases torturadas”, y les han conducido a un sistema novedoso de descubrimiento de estafas científicas.
Las “frases torturadas” tienen toda la pinta de ser producto de algún programa para disfrazar los plagios mediante una traducción automática de ida y vuelta. Donde el texto original decía big data, el sistema lo traduce a otra lengua, y luego de vuelta al inglés, con el resultado ridículo de “información colosal”. Se parece un poco a ese juego en que uno le cuenta una historia al de al lado, que a su vez se la rebota al de al lado y así hasta dar la vuelta a la mesa, cuando la historia le llega al primero en un estado irreconocible. Esto despista a menudo a los sistemas de detección de plagios que utilizan las editoriales, pero, como se ve, no a los escasos científicos de carne que de verdad leen el paper.
Cabanac ha revisado los trabajos publicados (y recogidos en Dimensions, una base de datos de artículos citados por otros colegas) y ha descubierto nada menos que 860 papers en los que aparece al menos una de las frases torturadas. La mayoría pertenecen al campo de la computación, y 31 de ellos se han publicado en la misma revista científica, Microprocessors and Microsystems. Solo por ello, esas investigaciones han quedado bajo sospecha y deberían retractarse. Los editores de la revista técnica están investigando el tema, pero me temo que no van a tener otra salida. Son un coladero de mala ciencia, y la publicación está gravemente tocada. Los autores de los artículos empezarán a desfilar después por la pasarela de la vergüenza. Muchos son chinos. Y todo esto es seguramente la punta de un iceberg muy grande.
La ciencia no se puede permitir estas excrecencias. Es esencial detectarlas y extirparlas del sistema, y cada vez hay más científicos dedicados a ello. Dejo a la consideración del lector la moraleja para otras áreas del conocimiento.
JAVIER SAMPEDRO
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