Aunque el castigo físico está cada vez peor visto, o incluso prohibido en muchos países, sigue siendo un tema que suscita polémica entre muchos padres que consideran que su regulación supone entrometerse en su forma de educar. Una nueva investigación, publicada en el Journal of Family Psychology, apuntala los argumentos de los opuestos a esta práctica al concluir que los azotes tienen el resultado opuesto al que buscan los padres. El metaestudio, que analiza los datos recogidos en un periodo de 50 años en 75 investigaciones con una muestra de 160.000 niños, concluye que los cachetes están asociados a una mayor probabilidad de desarrollar conductas desafiantes hacia los progenitores, de exhibir comportamientos antisociales y de sufrir problemas psicológicos, entre otros. Para el análisis, se desechó el abuso físico grave. “Los azotes no solo duelen cuando se dan, sino que su efecto es prolongado en el tiempo”, aseguran los autores del estudio, de las universidades de Texas (Austin) y de Michigan.
De acuerdo con UNICEF, más del 60% de los niños del planeta reciben algún tipo de castigo físico. Y la manera más común de hacerlo es dándoles un azote en el culo o en las extremidades. Cerca de 50 países en el mundo han prohibido este comportamiento, pero todavía queda mucho trabajo por hacer. En 2015, Francia fue amonestada por el Consejo de Europa por no prohibir claramente todas las formas de castigo corporal a los niños, contrariamente a la mayoría de sus países vecinos. España los veta desde el año 2007. Uno de los que no los prohíbe es Estados Unidos que se ve esta conducta como algo aceptable, aunque el dato de aceptación ha disminuido considerablemente, de un 84% en 1986 a un 70% en 2012. “La idea de pegar a un hijo para corregir una mala conducta siempre ha despertado un mix de teorías, entre éticas, religiosas y humanas”, explica Elizabeth Gershoff, autora principal de la publicación, de la Universidad de Texas, en un comunicado.
“Estudios anteriores habían definido abofetear a un niño como castigo físico, incluyendo acoso y abuso excesivo; en este caso se ha definido exclusivamente como un acto en el que pegamos al niño en el culo, brazos o piernas con la mano abierta”, agrega. Los investigadores analizaron un total de 75 informes, 39 de ellos nunca habían sido evaluados con anterioridad, y la muestra total fue de 160.927 menores. “El 99% de los resultados asociaba los azotes con un resultado perjudicial para el pequeño”, continúa la investigación. Entre estos perjuicios están la baja autoestima; el carácter introvertido; diversos problemas de salud mental; tendencia a relaciones negativas padre/hijo; deterioro de las habilidades cognitivas, y un mayor riesgo de padecer abuso físico por parte de sus progenitores.
“Los azotes tienen el resultado opuesto a lo que los padres buscan al dárselos”, explican los expertos. Además, los autores concluyeron que, aunque es necesaria más investigación al respecto, “los padres y políticos deberían examinar los resultados cuidadosamente, ya que lo que sí sabemos es que los azotes no hacen ningún bien a los pequeños, al contrario son más bien perjudiciales, lo que no podemos determinar es cuánto”, añaden. Los autores creen que “sus conclusiones pueden ayudar a los padres a optar por otros métodos de disciplina y a conocer todos los riesgos de azotar con la mano abierta a sus hijos”.
En el mismo sentido, la Asociación Americana de Pediatría, aparte de alertar de los riesgos anteriormente citados, da varios consejos para “aplicar la disciplina de una forma correcta”, según indica en su página web:
1. Póngase en el lugar de su hijo. Usted debería ser consciente de sus límites. Tal vez lo que usted entiende como mala conducta, puede ser, simplemente, que el pequeño no entienda la diferencia entre bien o mal o no pueda hacer lo que usted le demanda.
2. Piense antes de actuar. Si necesita respirar cinco segundos, hágalo. Luego actúe y cuando siente una regla sea consecuente y cúmplala hasta el final.
3. No ceda. Si su pequeño llora en el supermercado porque quiere caramelos, no se los dé para parar el llanto, aunque sea fuerte. Si no, la proxima vez su hijo actuará de la misma manera. Que no nos pueda el cansancio.
4. Cree rituales que los pequeños entiendan. A los niños les facilita mucho saber lo que va a ocurrir después. Si saben que hay una hora de tele, no se debería superar ese tiempo nunca. "Romper la rutina hace que muchas veces los niños se aprovechen y nos pongan a prueba", aseguran los expertos.
5. Preste atención a los sentimientos de su hijo. Intente buscar patrones que se repitan y así será capaz de reconocer lo que le dice su hijo y actuar en consecuencia.
6. Aprenda de sus errores. “Si no consigue controlar bien una situación, no se preocupe por ello”, aseguran desde el organismo. “Intente pensar como lo habría hecho de otra manera y trate de hacerlo mejor la próxima vez”.
7. Pida perdón. Si siente que se ha equivocado, discúlpese. Hacerlo mejorará la relación con su pequeño y crea un modelo de actuación.
Por último, no se olvide de premiar los éxitos de su hijo. Es tan importante o más que reprender sus malos comportamientos.
http://elpais.com/elpais/2016/05/01/actualidad/1462120551_804523.html
Más en: pautas para educar.
domingo, 15 de mayo de 2016
sábado, 14 de mayo de 2016
Entrevista al escritor y periodista Gregorio Morán. “Rosa Luxemburgo tiene una vigencia impresionante”
Enric Llopis
Rebelión
Desde hace más de 20 años, las “sabatinas intempestivas” en “La Vanguardia” de Gregorio Morán (Oviedo, 1947) sajan la actualidad con pluma bien afilada. El escritor y periodista destapó las vergüenzas políticas y culturales de la Transición hace muchos años, cuando pocos cuestionaban los grandes consensos y a los prohombres del cambio. En 1991 Gregorio Morán escribió “El Precio de la Transición” (Planeta), libro reeditado en 2015 por Akal. Ha dedicado dos biografías a Adolfo Suárez, una radiografía sin concesiones al PCE (“Miseria y grandeza del Partido Comunista de España (1939-1985)” y un grueso volumen para poner en su contexto a uno de los más insignes intelectuales hispanos: “El maestro en el erial: Ortega y Gasset y la cultura del franquismo”.
Ensayista heterodoxo, lúcido y provocador, su libro “El cura y los mandarines. Historia no oficial del bosque de los letrados” fue vetado por Planeta por las críticas a la Real Academia Española. El texto vio la luz en la editorial Akal en 2014. Cuando se le pregunta por la vigencia del marxismo, destaca la vigencia de revolucionarias como Rosa Luxemburgo, “un referente mucho más útil que las tonterías que se están diciendo sobre Gramsci”. La entrevista tiene lugar antes de la presentación del libro “El precio de la transición”, organizada por el Departamento de Teoría de los Lenguajes y Ciencias de la Comunicación de la Universitat de València.
-Gregorio Morán militó en el PCE entre 1965 y 1976. ¿Dónde se sitúa políticamente hoy?
En mi casa.
-Partidos como “Ciudadanos” reivindican una segunda Transición, la figura de Adolfo Suárez y los Pactos de la Moncloa. ¿Cuál es tu opinión?
Todo eso me parece una estupidez soberana, que demuestra una gran falta de imaginación analítica. Es como pensar que hubo una primera Restauración, la canovista, y una segunda que fue la de Juan Carlos I, cuando no tienen nada que ver. Igual que comparar la primera República con la segunda. Sólo coinciden en la palabra “República”. En el caso de la Transición, no es lo mismo salir de una dictadura, aunque sea de un modo muy peculiar porque no se estableció ninguna ruptura, a una situación como la actual, en la que campa la corrupción y el agotamiento de la clase política es absoluto. El cuestionamiento de la primera Transición es total, y nos dicen: vamos a la segunda. No, vayamos a otra cosa. Habría que sanear la vida política, y eso no tiene que ver con una segunda Transición. Los partidos tradicionales están agotados y los nuevos no tienen suficiente fuerza para imponerse.
-“El País”, donde en su día publicaste colaboraciones, celebra actualmente el 40 aniversario. ¿Continúa siendo hoy el “intelectual orgánico”, la referencia dominante que fue en la Transición?
No tiene nada que ver. El sábado 7 de mayo, en un recuadrito de esos que no lee nadie, “El País” informaba de los dos nuevos consejeros del grupo PRISA, un profesional qatarí del mundo de la empresa y otro vinculado al sector de los medios de comunicación, que fue socio y director del grupo Lagardère. Creo que “El País” acabará siendo un periódico cosmopolita, dedicado a la bolsa, a los negocios o si no a la quiebra, porque el problema es cómo se quitan de encima los miles de millones de euros de deuda. Lo preocupante es la ausencia de un referente periodístico. O un semanario, porque esto es algo que nadie se pregunta. ¿Por qué en España no han funcionado los semanarios, salvo en el caso de “Triunfo” o durante un buen periodo con “Cambio 16”? Han desaparecido, y es algo que se necesita. En Francia tienen mucha fuerza. No digamos ya en Italia. Aquí, cuando pasamos de la “basurilla” cotidiana no queda nada…
-¿Fue alguna vez “El País” un periódico de izquierdas? En su día podían leerse las columnas de Manuel Vázquez Montalbán o Eduardo Haro Tecglen…
Nunca. Tuvo que ver con Felipe González. Es verdad que estaba Manolo Vázquez Montalbán, pero Haro Tecglen tenía que ver con la izquierda lo mismo que yo con los jesuitas. En todo caso, lo que no se encuentra hoy es lo que se considera un referente, por ejemplo un artículo de Pradera u otros; con independencia de que no comparta nada con ellos, hay un peso político y una reflexión detrás. Un artículo en estos momentos de Fernando Savater resulta patético. O de Elorza, a quien conocí como Andoni Elorza, entonces furibundo nacionalista. También recuerdo los artículos en defensa de Herri Batasuna de Savater, publicados en “Egin”. Creo que recojo alguno en el libro “El cura y los mandarines”. En aquel momento, algunos de nosotros estábamos en neutralizar el efecto de la violencia, mientras estos hacían el frívolo con ella. Ahora, en cambio, saltan cada vez que uno se sale de la norma.
-¿Hay algún intelectual de izquierdas que hoy te interese? ¿Qué opinas de los “conversos”?
Es una pregunta difícil. ¿Qué pasó con la izquierda en España? ¿Hay intelectuales de izquierda? ¿Santos Juliá? Él mismo decía el otro día en una entrevista que es una persona conservadora; lo fue siempre. Savater no fue de izquierdas en su día, es el hijo de un notario. Toda esta gente que son hijos de notarios me produce una sensación especial. En la historia del movimiento radical anarquista o comunista no creo que exista este fenómeno, salvo en España, donde es muy importante. Hay un montón de hijos de notarios. También Ramoneda. Por otro lado, en España no existen sólo “conversiones”, es decir, que uno pase de conservador a radical o al revés, sino que se producen reconversiones: un doble “rebote”. La izquierda más brillante que había en España era la de Barcelona, el PSUC y su entorno. Después se incorporó “Bandera Roja”, gente como Alfonso Carlos Comín… ¿Qué quedó de todo aquello? Precisamente estos días ha muerto el director de “El Viejo Topo” entre 1972 y 1977, Pep Subirós. Mira, las dos personas más “anti-revisionistas” de la época, que a los comunistas nos llamaban “social-traidores”, fueron Miquel Roca Junyent y Narcís Serra.
-Pero actualmente no aparecen en el primer plano de la política…
El recorrido de estos dos personajes ilustra sobre la izquierda en Catalunya y en España muchísimo más que varias tesis doctorales. Me refiero, por ejemplo, a la reciente renovación del exvicepresidente del Gobierno Narcís Serra como consejero de Telefónica en Brasil hasta 2019, a lo que suma el cargo de consejero de la filial chilena de esta compañía. La trayectoria final del PSOE es una demostración de que en octubre de 1982, cuando todo iba a cambiar, algo falló. O nos engañaron, o se engañaron a sí mismos o se transformaron. Pero algo pasó.
-Durante la Transición se hablaba de la prensa como “parlamentos de papel”, el 23-F fue también “la noche de los transistores”. ¿Desempeñan actualmente este rol las tertulias?
No las sigo, la verdad es que no tengo una opinión. Cuando voy en un taxi y empiezan unos tipos a parlotear, le digo al conductor si puede bajar el volumen o apagar la radio.
-Después de analizar durante muchos años el recorrido de escritores, intelectuales y prohombres de la cultura, ¿sería una buena decisión liquidar el Ministerio, también las subvenciones, y hacer de la cultura algo nómada y vinculado a la calle?
No, en eso que no cambie, pero que se distribuyan mejor las subvenciones. El sistema de ayudas en sí no es malo, lo que resulta negativo es el compadreo.
-¿En qué situación se encuentra actualmente el periodismo?
Se ha deteriorado mucho, pero no creo que se trate de un caso excepcional. Se ha degradado del mismo modo que el conjunto de la sociedad.
-Por último, ¿está vigente el marxismo?
Yo le daría más importancia, en un momento como el actual, a una persona a la que no se le está dando, Rosa Luxemburgo. Por una razón obvia. La reflexión de Gramsci está situada en un momento muy determinado, y se plantea desde la cárcel. Pero el pensamiento de Rosa Luxemburgo se formula de lleno en la pelea política y, sobre todo, con un problema muy grave: el adversario es el enemigo de clase, no la lengua. Ella es una polaca que trabaja con el Partido Socialdemócrata alemán. Tiene una vigencia impresionante. Además, le plantea a Lenin el problema clave: cómo compaginar libertad y socialismo. Es un referente mucho más útil que muchas de las tonterías que se están diciendo sobre Gramsci.
Desde hace más de 20 años, las “sabatinas intempestivas” en “La Vanguardia” de Gregorio Morán (Oviedo, 1947) sajan la actualidad con pluma bien afilada. El escritor y periodista destapó las vergüenzas políticas y culturales de la Transición hace muchos años, cuando pocos cuestionaban los grandes consensos y a los prohombres del cambio. En 1991 Gregorio Morán escribió “El Precio de la Transición” (Planeta), libro reeditado en 2015 por Akal. Ha dedicado dos biografías a Adolfo Suárez, una radiografía sin concesiones al PCE (“Miseria y grandeza del Partido Comunista de España (1939-1985)” y un grueso volumen para poner en su contexto a uno de los más insignes intelectuales hispanos: “El maestro en el erial: Ortega y Gasset y la cultura del franquismo”.
Ensayista heterodoxo, lúcido y provocador, su libro “El cura y los mandarines. Historia no oficial del bosque de los letrados” fue vetado por Planeta por las críticas a la Real Academia Española. El texto vio la luz en la editorial Akal en 2014. Cuando se le pregunta por la vigencia del marxismo, destaca la vigencia de revolucionarias como Rosa Luxemburgo, “un referente mucho más útil que las tonterías que se están diciendo sobre Gramsci”. La entrevista tiene lugar antes de la presentación del libro “El precio de la transición”, organizada por el Departamento de Teoría de los Lenguajes y Ciencias de la Comunicación de la Universitat de València.
-Gregorio Morán militó en el PCE entre 1965 y 1976. ¿Dónde se sitúa políticamente hoy?
En mi casa.
-Partidos como “Ciudadanos” reivindican una segunda Transición, la figura de Adolfo Suárez y los Pactos de la Moncloa. ¿Cuál es tu opinión?
Todo eso me parece una estupidez soberana, que demuestra una gran falta de imaginación analítica. Es como pensar que hubo una primera Restauración, la canovista, y una segunda que fue la de Juan Carlos I, cuando no tienen nada que ver. Igual que comparar la primera República con la segunda. Sólo coinciden en la palabra “República”. En el caso de la Transición, no es lo mismo salir de una dictadura, aunque sea de un modo muy peculiar porque no se estableció ninguna ruptura, a una situación como la actual, en la que campa la corrupción y el agotamiento de la clase política es absoluto. El cuestionamiento de la primera Transición es total, y nos dicen: vamos a la segunda. No, vayamos a otra cosa. Habría que sanear la vida política, y eso no tiene que ver con una segunda Transición. Los partidos tradicionales están agotados y los nuevos no tienen suficiente fuerza para imponerse.
-“El País”, donde en su día publicaste colaboraciones, celebra actualmente el 40 aniversario. ¿Continúa siendo hoy el “intelectual orgánico”, la referencia dominante que fue en la Transición?
No tiene nada que ver. El sábado 7 de mayo, en un recuadrito de esos que no lee nadie, “El País” informaba de los dos nuevos consejeros del grupo PRISA, un profesional qatarí del mundo de la empresa y otro vinculado al sector de los medios de comunicación, que fue socio y director del grupo Lagardère. Creo que “El País” acabará siendo un periódico cosmopolita, dedicado a la bolsa, a los negocios o si no a la quiebra, porque el problema es cómo se quitan de encima los miles de millones de euros de deuda. Lo preocupante es la ausencia de un referente periodístico. O un semanario, porque esto es algo que nadie se pregunta. ¿Por qué en España no han funcionado los semanarios, salvo en el caso de “Triunfo” o durante un buen periodo con “Cambio 16”? Han desaparecido, y es algo que se necesita. En Francia tienen mucha fuerza. No digamos ya en Italia. Aquí, cuando pasamos de la “basurilla” cotidiana no queda nada…
-¿Fue alguna vez “El País” un periódico de izquierdas? En su día podían leerse las columnas de Manuel Vázquez Montalbán o Eduardo Haro Tecglen…
Nunca. Tuvo que ver con Felipe González. Es verdad que estaba Manolo Vázquez Montalbán, pero Haro Tecglen tenía que ver con la izquierda lo mismo que yo con los jesuitas. En todo caso, lo que no se encuentra hoy es lo que se considera un referente, por ejemplo un artículo de Pradera u otros; con independencia de que no comparta nada con ellos, hay un peso político y una reflexión detrás. Un artículo en estos momentos de Fernando Savater resulta patético. O de Elorza, a quien conocí como Andoni Elorza, entonces furibundo nacionalista. También recuerdo los artículos en defensa de Herri Batasuna de Savater, publicados en “Egin”. Creo que recojo alguno en el libro “El cura y los mandarines”. En aquel momento, algunos de nosotros estábamos en neutralizar el efecto de la violencia, mientras estos hacían el frívolo con ella. Ahora, en cambio, saltan cada vez que uno se sale de la norma.
-¿Hay algún intelectual de izquierdas que hoy te interese? ¿Qué opinas de los “conversos”?
Es una pregunta difícil. ¿Qué pasó con la izquierda en España? ¿Hay intelectuales de izquierda? ¿Santos Juliá? Él mismo decía el otro día en una entrevista que es una persona conservadora; lo fue siempre. Savater no fue de izquierdas en su día, es el hijo de un notario. Toda esta gente que son hijos de notarios me produce una sensación especial. En la historia del movimiento radical anarquista o comunista no creo que exista este fenómeno, salvo en España, donde es muy importante. Hay un montón de hijos de notarios. También Ramoneda. Por otro lado, en España no existen sólo “conversiones”, es decir, que uno pase de conservador a radical o al revés, sino que se producen reconversiones: un doble “rebote”. La izquierda más brillante que había en España era la de Barcelona, el PSUC y su entorno. Después se incorporó “Bandera Roja”, gente como Alfonso Carlos Comín… ¿Qué quedó de todo aquello? Precisamente estos días ha muerto el director de “El Viejo Topo” entre 1972 y 1977, Pep Subirós. Mira, las dos personas más “anti-revisionistas” de la época, que a los comunistas nos llamaban “social-traidores”, fueron Miquel Roca Junyent y Narcís Serra.
-Pero actualmente no aparecen en el primer plano de la política…
El recorrido de estos dos personajes ilustra sobre la izquierda en Catalunya y en España muchísimo más que varias tesis doctorales. Me refiero, por ejemplo, a la reciente renovación del exvicepresidente del Gobierno Narcís Serra como consejero de Telefónica en Brasil hasta 2019, a lo que suma el cargo de consejero de la filial chilena de esta compañía. La trayectoria final del PSOE es una demostración de que en octubre de 1982, cuando todo iba a cambiar, algo falló. O nos engañaron, o se engañaron a sí mismos o se transformaron. Pero algo pasó.
-Durante la Transición se hablaba de la prensa como “parlamentos de papel”, el 23-F fue también “la noche de los transistores”. ¿Desempeñan actualmente este rol las tertulias?
No las sigo, la verdad es que no tengo una opinión. Cuando voy en un taxi y empiezan unos tipos a parlotear, le digo al conductor si puede bajar el volumen o apagar la radio.
-Después de analizar durante muchos años el recorrido de escritores, intelectuales y prohombres de la cultura, ¿sería una buena decisión liquidar el Ministerio, también las subvenciones, y hacer de la cultura algo nómada y vinculado a la calle?
No, en eso que no cambie, pero que se distribuyan mejor las subvenciones. El sistema de ayudas en sí no es malo, lo que resulta negativo es el compadreo.
-¿En qué situación se encuentra actualmente el periodismo?
Se ha deteriorado mucho, pero no creo que se trate de un caso excepcional. Se ha degradado del mismo modo que el conjunto de la sociedad.
-Por último, ¿está vigente el marxismo?
Yo le daría más importancia, en un momento como el actual, a una persona a la que no se le está dando, Rosa Luxemburgo. Por una razón obvia. La reflexión de Gramsci está situada en un momento muy determinado, y se plantea desde la cárcel. Pero el pensamiento de Rosa Luxemburgo se formula de lleno en la pelea política y, sobre todo, con un problema muy grave: el adversario es el enemigo de clase, no la lengua. Ella es una polaca que trabaja con el Partido Socialdemócrata alemán. Tiene una vigencia impresionante. Además, le plantea a Lenin el problema clave: cómo compaginar libertad y socialismo. Es un referente mucho más útil que muchas de las tonterías que se están diciendo sobre Gramsci.
Manuel Arroyo Stephens: Franco acabó con el espíritu crítico español”. Ha publicado en español 'Contra los franceses. Libelo', que apareció en francés hace 40 años. Escritor, editor, su sarcasmo es suculento.
Un libelo en tiempos del tuit? Era la única forma que encontré de decir algunos disparates.
¿Y por qué tuvo esa necesidad? Por un rechazo hacia parte de la cultura francesa dominante desde la segunda Guerra Mundial que ha influido en España y en América Latina. Francia es uno de los cuatro pilares de la cultura europea… Y sin embargo lo que definió la imagen de Francia fue lo peor de la cultura francesa, la que se había desarrollado en el siglo XX a partir de la adopción de la charlatanería de Heidegger.
Esa cultura cae sobre su mazo en el libelo… No; es una caricatura de la cultura francesa que ha triunfado aquí. En España se lee todavía mucho a los charlatanes de la posguerra, como Althusser, Lacan... Para mí son charlatanes. En vez de aprender de Francia lo mejor de sus humanidades, en España y en América Latina ha triunfado esa parte nefasta.
¿Y para cuándo un libro a favor de los franceses? ¡Podría hacer otro contralibelo escribiendo sobre los autores que me fascinan! Flaubert, Pascal, Montaigne, Proust, los pintores del XVIII y XIX... Desde que muere Quevedo no hay poesía en España, hasta Rubén. Esas oleadas suceden, y así pasa en Francia. El milagro es que haya algo bueno, lo normal es que no haya nada.
¿Qué ha pasado para que un país que parecía rejuvenecer después de Franco vive esa sensación de nada? Franco mató la inteligencia española, el espíritu crítico, consiguió dotarnos de una mentalidad de cuartel y sacristía, como denunció Unamuno. De esa mentalidad es muy difícil librarse… El canon de la posguerra lo marcó Cela: una vuelta al casticismo más rancio, en contraste con Chaves Nogales, al que ahora se redescubre. ¡A Lorca lo asesinan con 38 años! Para mi es el símbolo de cómo se mató a esa España que había renacido desde Rubén.
Hay otra matanza previa, la retrata Goya y usted la saca en su libro como si se fusilara el 2 de mayo a la pintura francesa… Lo que se fusila es al liberalismo español, al pensamiento crítico español, a la libertad de pensamiento, una labor que había empezado en el siglo XVI la Santa Inquisición y que fue constante e implacable durante siglos.
¿Eso se ha impregnado en nuestra mentalidad? Eso crea una mentalidad. La veo en las actitudes que tienen los españoles ante casi todo. Es asombroso que los votantes españoles voten siempre a los chulos y a los corruptos. Es parte de la mentalidad del franquismo porque la gente lo único que quiere es seguridad, una seguridad frágil, falsa. No lo entiendo.
¿Qué le produce esta situación? Rabia y tristeza. Me produce rabia por lo que hemos vivido desde la Transición, esa trampa: hemos creado un Estado inviable, carísimo y muy corrupto. No se ha perdido una década, se ha perdido un siglo.
Dice que Francia tiene cosas que le encantan. ¿Entonces por qué un libelo? En el fondo era un sarcasmo sobre el complejo de inferioridad de los españoles. Es un complejo con causa, pero ese sarcasmo no lo ha visto casi nadie, quizá por mi culpa.
¿Cuál es la causa del complejo? La historia de España en los últimos cuatro siglos. Felipe II hizo todo mal y le salió todo mal. ¿Por qué en España fray Luis fue a la cárcel o asesinaron a Lorca? Porque había una mentalidad envidiosa, de odio a la inteligencia. El grito más expresivo de la cultura española sigue siendo el de Millán Astray: “¡Muera la inteligencia!”
¿Siente que ha sido injusto con Francia? Claro que he sido injusto con Francia. ¿Cómo no va a ser injusto un libelo?... Claro que admiro a Francia, ¡cómo no voy a admirarla! Una cosa es que sea libelista y otra que sea idiota.
http://cultura.elpais.com/cultura/2016/04/29/actualidad/1461921889_336707.html
¿Y por qué tuvo esa necesidad? Por un rechazo hacia parte de la cultura francesa dominante desde la segunda Guerra Mundial que ha influido en España y en América Latina. Francia es uno de los cuatro pilares de la cultura europea… Y sin embargo lo que definió la imagen de Francia fue lo peor de la cultura francesa, la que se había desarrollado en el siglo XX a partir de la adopción de la charlatanería de Heidegger.
Esa cultura cae sobre su mazo en el libelo… No; es una caricatura de la cultura francesa que ha triunfado aquí. En España se lee todavía mucho a los charlatanes de la posguerra, como Althusser, Lacan... Para mí son charlatanes. En vez de aprender de Francia lo mejor de sus humanidades, en España y en América Latina ha triunfado esa parte nefasta.
¿Y para cuándo un libro a favor de los franceses? ¡Podría hacer otro contralibelo escribiendo sobre los autores que me fascinan! Flaubert, Pascal, Montaigne, Proust, los pintores del XVIII y XIX... Desde que muere Quevedo no hay poesía en España, hasta Rubén. Esas oleadas suceden, y así pasa en Francia. El milagro es que haya algo bueno, lo normal es que no haya nada.
¿Qué ha pasado para que un país que parecía rejuvenecer después de Franco vive esa sensación de nada? Franco mató la inteligencia española, el espíritu crítico, consiguió dotarnos de una mentalidad de cuartel y sacristía, como denunció Unamuno. De esa mentalidad es muy difícil librarse… El canon de la posguerra lo marcó Cela: una vuelta al casticismo más rancio, en contraste con Chaves Nogales, al que ahora se redescubre. ¡A Lorca lo asesinan con 38 años! Para mi es el símbolo de cómo se mató a esa España que había renacido desde Rubén.
Hay otra matanza previa, la retrata Goya y usted la saca en su libro como si se fusilara el 2 de mayo a la pintura francesa… Lo que se fusila es al liberalismo español, al pensamiento crítico español, a la libertad de pensamiento, una labor que había empezado en el siglo XVI la Santa Inquisición y que fue constante e implacable durante siglos.
¿Eso se ha impregnado en nuestra mentalidad? Eso crea una mentalidad. La veo en las actitudes que tienen los españoles ante casi todo. Es asombroso que los votantes españoles voten siempre a los chulos y a los corruptos. Es parte de la mentalidad del franquismo porque la gente lo único que quiere es seguridad, una seguridad frágil, falsa. No lo entiendo.
¿Qué le produce esta situación? Rabia y tristeza. Me produce rabia por lo que hemos vivido desde la Transición, esa trampa: hemos creado un Estado inviable, carísimo y muy corrupto. No se ha perdido una década, se ha perdido un siglo.
Dice que Francia tiene cosas que le encantan. ¿Entonces por qué un libelo? En el fondo era un sarcasmo sobre el complejo de inferioridad de los españoles. Es un complejo con causa, pero ese sarcasmo no lo ha visto casi nadie, quizá por mi culpa.
¿Cuál es la causa del complejo? La historia de España en los últimos cuatro siglos. Felipe II hizo todo mal y le salió todo mal. ¿Por qué en España fray Luis fue a la cárcel o asesinaron a Lorca? Porque había una mentalidad envidiosa, de odio a la inteligencia. El grito más expresivo de la cultura española sigue siendo el de Millán Astray: “¡Muera la inteligencia!”
¿Siente que ha sido injusto con Francia? Claro que he sido injusto con Francia. ¿Cómo no va a ser injusto un libelo?... Claro que admiro a Francia, ¡cómo no voy a admirarla! Una cosa es que sea libelista y otra que sea idiota.
http://cultura.elpais.com/cultura/2016/04/29/actualidad/1461921889_336707.html
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viernes, 13 de mayo de 2016
Imposturas intelectuales. Un famoso escándalo intelectual entre ciencias y "humanidades"
Tesis del libro
El libro examina y desarrolla principalmente dos puntos:
El incompetente y pretencioso uso de conceptos científicos por un pequeño pero influyente grupo de filósofos e intelectuales de ramas no científicas o disciplinas que no lo son en sentido formal (como psicoanalistas);
El problema del Relativismo Cognitivo, es decir, la idea de que la "ciencia moderna es comparable a (nada más que) un mito moderno, una "narración" o "Construcción social" entre otros apelativos".1
El libro Imposturas intelectuales fue publicado en Francia en 1997, y al año siguiente en EE. UU. con el título de Fashionable Nonsense: Postmodern Intellectuals' Abuse of Science (que se traduce como Sinsentidos de moda: El abuso de la ciencia por parte de los intelectuales posmodernos); y publicado en el Reino Unido como Intellectual Impostures (ISBN 1-86197-631-3), fue escrito por Alan Sokal (Doctor en física estadounidense) y Jean Bricmont (físico teórico belga y profesor de física). El libro pone en evidencia al relativismo posmoderno luego de ridiculizar a una de las revistas de más presunto prestigio en el tema.
Escándalo Sokal
Sokal dio más validez a su crítica aportando una prueba y de una manera relativamente original. Redactó una «parodia de texto posmoderno» titulada "Transgresión de las fronteras: hacia una hermenéutica transformadora de la gravedad cuántica" (originalmente "Transgressing the boundaries: toward a transformative hermeneutics of quantum gravity"); se trataba de un texto lleno de absurdos, sin sentidos, carente de lógica, pero reforzada con lenguaje pretencioso, rebuscado y complicados más algunas citas de célebres intelectuales.
La parodia de texto fue enviada a la prestigiosa revista estadounidense Social Text, que posteriormente la aceptó y la publicó en 1996 en uno de sus números especiales.
Poco después Sokal reveló la broma, ejemplificando vivamente cómo el abuso de la terminología científica y las extrapolaciones de las ciencias exactas a las humanas que hacen los autores de las ciencias humanas muchas veces son incoherentes, puede no decir nada y engañar a quienes carecen de formación científica.
Reacciones: apoyo a Sokal y Bricmont y su obra
De acuerdo con la editora del New York Review of Books, Barbara Epstein (quien afirmó haber disfrutado el libro), la obra dividió amargamente las opiniones de especialistas en las ramas humanas: Mientras algunos la festejaron otros se ofendieron.2 En algunos grupos de lectura la relación fue igualmente polarizada en partes iguales, entre defensores apasionados y detractores de Sokal.2
1. Thomas Nagel (filósofo estadounidense) apoyó la obra de Sokal & Bricmont, describiéndola como un libro altamente consistente y "Rico en citas de habladurías pseudocientíficas por parte de intelectuales franceses de nombre-marca, todo ello con pacientísimas explicaciones de por qué son habladurías"3 y agregó que: "Parece haber algo en la escena Parisina que le hace particularmente receptiva, susceptible o tendenciosa a la verbosidad o palabrería desenfrenada".4
2. Varios científicos han expresado asimismo su apoyo a la tesis del libro, tal es el caso de Richard Dawkins (reconocido biólogo evolucionista británico), que ha expresado sentir similar. Dawkins, en una revisión del libro, dijo a propósito de la discusión sobre Lacan: "No requeríamos de la pericia matemática de Sokal y Bricmont para asegurarnos que el autor de este material (Lacan) es una farsa. Quizás sea sincero en la medida que habla de temas no científicos, pero un filósofo que equipara en funciones el órgano eréctil a la raíz cuadrada de menos 1, al menos en lo que a mí respecta, (Lacan) acaba con sus credenciales cuando trata temas del tipo "'Yo no se nada al respecto'"5
Críticas a la obra
Jacques Derrida.
1. Por una parte, Jacques Derrida, escribió en contra de la manipulación del artículo de Sokal en Le Monde, 20-11-1997,6 y puso en evidencia su falta de seriedad al ver que sólo elegían a ciertos franceses, especialmente señalados, pues no estudiaban escrupulosamente sus llamadas "metáforas" científicas ni su papel, tampoco su estatuto y sus efectos en los discursos que reprobaban. Añadía Derrida que toda esa operación mediática (de la que sacaron rédito inmediato), era una lectura superficial, en la que se percibía bien que ni habían leído las obras impugnadas, ni conocían las humanidades, ni discernían un comentario retórico del razonamiento de un analista cultural.7
2. Por otro lado, destaca expresamente Baudouin Jurdant,8 doctor en filosofía de la ciencia, por su minuciosa crítica de Imposturas intelectuales; pues coordinó el libro Imposturas científicas: los malentendidos del caso Sokal 2003,.9 Eligió éste a un grupo de científicos —físicos, matemáticos, filósofos o sociólogos—, especialistas en los pensadores franceses atacados por Sokal y Bricmont, y analizaron las lecturas concretas de Sokal, subrayando la manifiesta insuficiencia de conocimientos acerca de lo que criticaban, así como su ignorancia en los recursos literarios y argumentativos de la filosofía francesa: la 'verdad' se busca de muchas maneras, decían, y no tiene que ver con las demostraciones de las ciencias formales.
Observaron además, en Imposturas científicas, cómo todo empezó por intereses de Sokal, que quería desprestigiar a los postestructuralistas y a los científicos relacionados a este campo, por pertenecer al campo político contrario10 —punto, sin embargo, desmentido en Imposturas Intelectuales—. Y señalaban que el éxito del libro se debió al apoyo de medios de comunicación o centros universitarios asociados con los discursos dominantes. En Imposturas intelectuales, se querría exponer que los filósofos franceses son unos "relativistas", "pseudocientíficos" e "irracionalistas", sin haber leído seriamente ningún libro de los filósofos mencionados. Por ejemplo, señalan que Lacan es un buen conocedor de matemáticas, y Latour un conocedor de las ciencias, entre muchos otros ejemplos, lo que les conduce a conclusiones completamente contrarias a las de Sokal y Brimont. Estos dos físicos se habrían limitado a adaptar textos franceses a los fines deseados por ellos.11
3. Por su parte, Gabriel Stolzenberg, un matemático, argumenta que Sokal y Bricmont no poseen suficiente comprensión de las posturas filosóficas que critican y que tal carencia de entendimiento convierte su crítica en carente de significado.12
4. El psicoanalista Bruce Fink acusa a Sokal y Bricmont de requerir que la «escritura seria» no haga otra cosa que «transmitir significados claros».13 Pero Fink argumenta que algunos de los conceptos que Sokal y Bricmont consideran arbitrarios, tienen sus raíces en la historia de la lingüística, y que Jacques Lacan utilizaba explícitamente conceptos matemáticos de manera metafórica, no declarando en ningún momento que sus conceptos estuviesen fundados matemáticamente.13 En la opinión de Fink, Sokal y Bricmont no interpretan correctamente las palabras y el lenguaje críptico de Lacan. Sokal y Bricmont responden que no siempre entienden las obras de estos autores, puntualizando que «los lectores especializados encontrarán, la mayoría de las veces, que sus afirmaciones no tienen el menor sentido o que, aún siendo a veces aceptables, son fútiles y confusas» y que cuando se emplean conceptos científicos y matemáticos fuera de su campo, es preciso argumentar su pertinencia, a menos que se trate de, vilmente, impresionar al lector.14
5. Para Arkady Plotnitsky (matemático y profesor de la Universidad de Purdue de teoría literaria), los problemas centrales del libro de Sokal y Bricmont son cuatro:
Su carencia de familiaridad con todos los asuntos que tratan.
Ignoran los contextos históricos del uso de las matemáticas y de la ciencia.
Demuestran una carencia de aptitud para la filosofía.
No muestran que comprendan la historia o la filosofía de las matemáticas ni la ciencia y, lo que es más importante, de hecho cometen errores matemáticos y científicos ellos mismos.15
https://es.wikipedia.org/wiki/Imposturas_intelectuales
El libro examina y desarrolla principalmente dos puntos:
El incompetente y pretencioso uso de conceptos científicos por un pequeño pero influyente grupo de filósofos e intelectuales de ramas no científicas o disciplinas que no lo son en sentido formal (como psicoanalistas);
El problema del Relativismo Cognitivo, es decir, la idea de que la "ciencia moderna es comparable a (nada más que) un mito moderno, una "narración" o "Construcción social" entre otros apelativos".1
El libro Imposturas intelectuales fue publicado en Francia en 1997, y al año siguiente en EE. UU. con el título de Fashionable Nonsense: Postmodern Intellectuals' Abuse of Science (que se traduce como Sinsentidos de moda: El abuso de la ciencia por parte de los intelectuales posmodernos); y publicado en el Reino Unido como Intellectual Impostures (ISBN 1-86197-631-3), fue escrito por Alan Sokal (Doctor en física estadounidense) y Jean Bricmont (físico teórico belga y profesor de física). El libro pone en evidencia al relativismo posmoderno luego de ridiculizar a una de las revistas de más presunto prestigio en el tema.
Escándalo Sokal
Sokal dio más validez a su crítica aportando una prueba y de una manera relativamente original. Redactó una «parodia de texto posmoderno» titulada "Transgresión de las fronteras: hacia una hermenéutica transformadora de la gravedad cuántica" (originalmente "Transgressing the boundaries: toward a transformative hermeneutics of quantum gravity"); se trataba de un texto lleno de absurdos, sin sentidos, carente de lógica, pero reforzada con lenguaje pretencioso, rebuscado y complicados más algunas citas de célebres intelectuales.
La parodia de texto fue enviada a la prestigiosa revista estadounidense Social Text, que posteriormente la aceptó y la publicó en 1996 en uno de sus números especiales.
Poco después Sokal reveló la broma, ejemplificando vivamente cómo el abuso de la terminología científica y las extrapolaciones de las ciencias exactas a las humanas que hacen los autores de las ciencias humanas muchas veces son incoherentes, puede no decir nada y engañar a quienes carecen de formación científica.
Reacciones: apoyo a Sokal y Bricmont y su obra
De acuerdo con la editora del New York Review of Books, Barbara Epstein (quien afirmó haber disfrutado el libro), la obra dividió amargamente las opiniones de especialistas en las ramas humanas: Mientras algunos la festejaron otros se ofendieron.2 En algunos grupos de lectura la relación fue igualmente polarizada en partes iguales, entre defensores apasionados y detractores de Sokal.2
1. Thomas Nagel (filósofo estadounidense) apoyó la obra de Sokal & Bricmont, describiéndola como un libro altamente consistente y "Rico en citas de habladurías pseudocientíficas por parte de intelectuales franceses de nombre-marca, todo ello con pacientísimas explicaciones de por qué son habladurías"3 y agregó que: "Parece haber algo en la escena Parisina que le hace particularmente receptiva, susceptible o tendenciosa a la verbosidad o palabrería desenfrenada".4
2. Varios científicos han expresado asimismo su apoyo a la tesis del libro, tal es el caso de Richard Dawkins (reconocido biólogo evolucionista británico), que ha expresado sentir similar. Dawkins, en una revisión del libro, dijo a propósito de la discusión sobre Lacan: "No requeríamos de la pericia matemática de Sokal y Bricmont para asegurarnos que el autor de este material (Lacan) es una farsa. Quizás sea sincero en la medida que habla de temas no científicos, pero un filósofo que equipara en funciones el órgano eréctil a la raíz cuadrada de menos 1, al menos en lo que a mí respecta, (Lacan) acaba con sus credenciales cuando trata temas del tipo "'Yo no se nada al respecto'"5
Críticas a la obra
Jacques Derrida.
1. Por una parte, Jacques Derrida, escribió en contra de la manipulación del artículo de Sokal en Le Monde, 20-11-1997,6 y puso en evidencia su falta de seriedad al ver que sólo elegían a ciertos franceses, especialmente señalados, pues no estudiaban escrupulosamente sus llamadas "metáforas" científicas ni su papel, tampoco su estatuto y sus efectos en los discursos que reprobaban. Añadía Derrida que toda esa operación mediática (de la que sacaron rédito inmediato), era una lectura superficial, en la que se percibía bien que ni habían leído las obras impugnadas, ni conocían las humanidades, ni discernían un comentario retórico del razonamiento de un analista cultural.7
2. Por otro lado, destaca expresamente Baudouin Jurdant,8 doctor en filosofía de la ciencia, por su minuciosa crítica de Imposturas intelectuales; pues coordinó el libro Imposturas científicas: los malentendidos del caso Sokal 2003,.9 Eligió éste a un grupo de científicos —físicos, matemáticos, filósofos o sociólogos—, especialistas en los pensadores franceses atacados por Sokal y Bricmont, y analizaron las lecturas concretas de Sokal, subrayando la manifiesta insuficiencia de conocimientos acerca de lo que criticaban, así como su ignorancia en los recursos literarios y argumentativos de la filosofía francesa: la 'verdad' se busca de muchas maneras, decían, y no tiene que ver con las demostraciones de las ciencias formales.
Observaron además, en Imposturas científicas, cómo todo empezó por intereses de Sokal, que quería desprestigiar a los postestructuralistas y a los científicos relacionados a este campo, por pertenecer al campo político contrario10 —punto, sin embargo, desmentido en Imposturas Intelectuales—. Y señalaban que el éxito del libro se debió al apoyo de medios de comunicación o centros universitarios asociados con los discursos dominantes. En Imposturas intelectuales, se querría exponer que los filósofos franceses son unos "relativistas", "pseudocientíficos" e "irracionalistas", sin haber leído seriamente ningún libro de los filósofos mencionados. Por ejemplo, señalan que Lacan es un buen conocedor de matemáticas, y Latour un conocedor de las ciencias, entre muchos otros ejemplos, lo que les conduce a conclusiones completamente contrarias a las de Sokal y Brimont. Estos dos físicos se habrían limitado a adaptar textos franceses a los fines deseados por ellos.11
3. Por su parte, Gabriel Stolzenberg, un matemático, argumenta que Sokal y Bricmont no poseen suficiente comprensión de las posturas filosóficas que critican y que tal carencia de entendimiento convierte su crítica en carente de significado.12
4. El psicoanalista Bruce Fink acusa a Sokal y Bricmont de requerir que la «escritura seria» no haga otra cosa que «transmitir significados claros».13 Pero Fink argumenta que algunos de los conceptos que Sokal y Bricmont consideran arbitrarios, tienen sus raíces en la historia de la lingüística, y que Jacques Lacan utilizaba explícitamente conceptos matemáticos de manera metafórica, no declarando en ningún momento que sus conceptos estuviesen fundados matemáticamente.13 En la opinión de Fink, Sokal y Bricmont no interpretan correctamente las palabras y el lenguaje críptico de Lacan. Sokal y Bricmont responden que no siempre entienden las obras de estos autores, puntualizando que «los lectores especializados encontrarán, la mayoría de las veces, que sus afirmaciones no tienen el menor sentido o que, aún siendo a veces aceptables, son fútiles y confusas» y que cuando se emplean conceptos científicos y matemáticos fuera de su campo, es preciso argumentar su pertinencia, a menos que se trate de, vilmente, impresionar al lector.14
5. Para Arkady Plotnitsky (matemático y profesor de la Universidad de Purdue de teoría literaria), los problemas centrales del libro de Sokal y Bricmont son cuatro:
Su carencia de familiaridad con todos los asuntos que tratan.
Ignoran los contextos históricos del uso de las matemáticas y de la ciencia.
Demuestran una carencia de aptitud para la filosofía.
No muestran que comprendan la historia o la filosofía de las matemáticas ni la ciencia y, lo que es más importante, de hecho cometen errores matemáticos y científicos ellos mismos.15
https://es.wikipedia.org/wiki/Imposturas_intelectuales
jueves, 12 de mayo de 2016
La historia real de los Salzmann, víctimas del acoso, la deportación y el exterminio en los años más terribles de Europa. El drama de tres generaciones recuperado por el gran hispanista austriaco Erich Hackl.
PARÍS, mediados de la década de 1930. Una joven pareja y su hijo posan mirando a cámara un día de primavera. Podrían pasar por un matrimonio francés cualquiera: ella, con blusa blanca y boina a la manera de Marlene Dietrich; él, con traje holgado, corbata de nudo fino y mirada resuelta, algo trágica. El niño, de unos tres años, rebosa candor en pantalón corto y medias blancas. Son Hugo Salzmann y su familia; sindicalista comunista y alemán, es uno más de entre el millón de exiliados internacionales en la República Francesa, en cuya frágil democracia buscan amparo los refugiados. Poco después de que se tomara el retrato, la unión familiar se dinamita; solo quedará esta instantánea en blanco y negro cuyos personajes nos saludan, esperanzados, desde la cubierta de El lado vacío del corazón, la última novela del escritor, hispanista y traductor austriaco Erich Hackl (Steyr, 1954). Es el autor germanófono que más ha escrito sobre España. En La boda de Auschwitz, por ejemplo, narra la historia de un austriaco y una catalana que, tras conocerse en la guerra civil española, protagonizan la única boda legal celebrada en el mayor centro de exterminio nazi. Fue al leer este libro, explica Hackl en su esmerado español, cuando el otrora niño de rostro cándido, fotografiado con sus progenitores en la capital gala, buscó a Hackl para contarle las peripecias de su familia truncada. A Hugo Salzmann júnior aquella narración de un enlace matrimonial en una factoría de la muerte le interesó por dos motivos: en primer lugar, hurgaba en su herida, aún abierta, causada por la muerte de su madre en Ravensbrück, el primer campo de concentración de las SS construido para mujeres; segundo, avivaba el sentimiento de injusticia ante el acoso laboral que sufrió su hijo Hanno en la Administración austriaca entre 1994 y 1998, un mobbing con móviles antisemitas pese a ser ario, si bien con apellido judío, tras comentarle a un compañero que su abuela murió en un campo de concentración.
El abuelo de Hanno, Hugo Salzmann, fue un hombre de profundas convicciones políticas que se empecinaba en llevar a la acción. Implicado en movimientos sindicales y de izquierdas, atesoraba las cualidades que más molestaban a los nazis: “Intrépido, altruista, libre de vicios”. A su determinación sumaba una vista de lince para distinguir los peligros que acechaban. A principios de los años treinta, en el ambiente políticamente caldeado de Bad Kreuznach, ciudad balneario alemana donde conoció a su futura mujer, Salzmann, a la sazón jefe de organización del KPD –el Partido Comunista de Alemania–, preveía los cataclismos que se desencadenarían si Hitler llegaba al poder y los comunistas no hacían frente común con la socialdemocracia; en su opinión, era preferible pactar para evitar males mayores. Sus colegas de partido, sin embargo, se mostraban confiados ante las buenas previsiones electorales: creían más probable el éxito de una revuelta marxista que la ascensión del fascismo. La historia está repleta de errores de cálculo. Antes de que se dieran cuenta, los nacionalsocialistas decretaron en 1933, tras incendiar el Reichstag, la suspensión de las garantías constitucionales y la detención de los cuadros dirigentes del KPD. Los nazis pusieron precio a la cabeza de Salzmann: 800 marcos. Pero este logró escabullirse gracias a personas que le tendieron la mano y no aceptaron “las condiciones sociales como ley de la naturaleza”.
En la visión humanista de Hackl encontramos un resquicio para la esperanza, en contraste con el abismal desencanto de otros nombres de la literatura austriaca, como Elfriede Jelinek y Thomas Bernhard. En junio de 1933, los Salzmann recalaron en París y vivieron tres años de manera ilegal, “siempre alerta y con miedo a ser denunciados o apresados en una redada”, hasta obtener el permiso de residencia. Entretanto, Hugo Salzmann continuó su lucha contra el nazismo en la clandestinidad, ojo avizor a los agentes infiltrados de la Gestapo. En poco tiempo, Francia pasó de ser un afable país de acogida a temible ratonera. Cuando empezaron a soplar vientos de guerra, cualquier germano era visto como potencial espía. En 1939 comenzó lo que el autor llama “la caza del exiliado”. Tras la firma del pacto de no agresión entre la Alemania nazi y la Unión Soviética, los que eran comunistas, además, fueron tenidos por éléments indésirables. Ya antes de la guerra, Francia se había convertido en tierra de campos de internamiento, como los de Gurs, Le Vernet o Les Milles. Hackl reconstruye la atmósfera de miedo y de carestía crónica de esos años y el hostigamiento del Gobierno francés, que acabará por separar para siempre a la familia Salzmann. La situación se agravó con la firma del armisticio de 1940, que obligaba a la nación ocupada a entregar a alemanes y austriacos residentes en su territorio.
El lado vacío del corazón traza el mapa europeo de la infamia: deportaciones, campos de reclusión, vagones de tren hacinados, salas de interrogatorio, juicios pantomima… Vemos a Juliana Salzmann pasar de celdas a barracones, desde la parisiense prisión de La Santé, utilizada para encarcelar a resistentes y opositores de la ocupación alemana, y la de Coblenza (suroeste de Alemania) hasta acabar en Ravensbrück –esa “abominación que el mundo decidió olvidar”, en palabras de François Mauriac–, donde trabajó en el taller de costura. Según se explica en KL: Historia de los campos de concentración nazis, de Nikolaus Wachsmann, las SS de Ravensbrück se centraron en la producción a gran escala de uniformes en talleres de sastrería, y en el verano de 1940 estos talleres se integraron en el gigante textil de las SS, Texled, en el que las prisioneras llegaron a alcanzar una alta productividad que hizo de este negocio el único rentable de las SS desde el principio. Entre julio de 1940 y marzo de 1941, en Ravensbrück se produjeron unas 73.000 camisas presidiarias. Por su parte, el periplo del marido incluyó el estadio de tenis de Roland Garros, donde los internos dormían sobre la paja extendida bajo las gradas, y el insalubre campo de Vernet d’Ariège, desde donde se veía “tras los alambres de púas, el campo, la carretera y allá, carcomiendo el cielo, los Pirineos”, como dijo Max Aub, que, junto con Arthur Koestler, entre muchos otros, compartió el mismo y aciago itinerario; pasó también por Castres, Moulins, La Santé, Colonia, Fráncfort, Hannover, Halle y Berlín. El hijo fue entregado al pueblo natal de la madre en Austria, donde lo esperaba la tía. Juntos vivieron en el seno hostil de una sociedad “que toleraba esa brutalidad hasta su propia destrucción”, como contaría el padre en un informe décadas después.
La novela arranca con la definición que Eric Hobsbawm hizo del siglo XX: “El siglo de los extremos”. Decía también el historiador que un fenómeno característico de esa época era “la destrucción del pasado, o más bien de los mecanismos sociales que vinculan la experiencia contemporánea del individuo con la de generaciones anteriores”. Este relato a través de tres generaciones de una familia tiene la vocación de restablecer esos vínculos. Al comentárselo a Hackl, corrobora que ese es el impulso principal en todo lo que escribe y saca a colación una frase de la escritora alemana Anna Seghers. En su novela La séptima cruz, uno de sus protagonistas dice que el fascismo consiguió lo que ningún poder anterior: poner una tierra de nadie entre las generaciones para que las experiencias colectivas y políticas no pasaran de unas a otras. Es lo que ocurrió entre Hugo Salzmann padre y Hugo Salzmann hijo. Acabada la guerra, un muro de incomprensión, construido a base de silencio y frialdad, se levantó entre ellos. En Bad Kreuznach, el primero se entregó con denuedo a la reconstrucción de su país, la ayuda a las víctimas y la persecución de nazis; formó otra familia y, aunque acogió a su primogénito en casa, ni siquiera ese tiempo viviendo bajo el mismo techo los aproximó. “En la vida de Hugo, muchas cosas habrían sido distintas si alguna vez su padre lo hubiera tomado aparte; si 8 o 10 años después de pasados aquellos trances, aunque no acabados, le hubiera dicho: quiero contarte cómo me ha ido a mí en esta historia, para que comprendas algunas cosas. La impaciencia, la aspereza, la irascibilidad. Porque uno no sale indemne”.
El chocante episodio de antisemitismo que Hanno Salzmann sufre en una fecha tan reciente es el punto de partida y de llegada de esta novela documental. El subtítulo original del libro, Una historia de nuestro medio, alude a que no se narra nada excepcional, sino algo que tiene relación directa con nuestro presente. “Por supuesto, viendo este verano en las estaciones de Viena a miles de refugiados, inevitablemente pensé en la suerte que corrieron los Salzmann en Francia o los republicanos españoles en 1939”, comenta Hackl. El autor recuerda un pasaje de Tesis de filosofía de la historia, la última gran obra de Walter Benjamin antes de morir en Portbou en su huida del nazismo, acerca de la necesidad de “encender en lo pasado la chispa de la esperanza” y que “tampoco los muertos estarán seguros ante el enemigo cuando este venza”. Este enemigo, concluía el filósofo alemán, “no ha cesado de vencer”.
http://elpaissemanal.elpais.com/confidencias/la-tragedia-de-una-familia-europea/
El lado vacío del corazón, Erich Hackl
Traducción de Richard Gross
Editorial Periférica 176 páginas |16,95 € |
ISBN: 978-84-16291-25-0
El abuelo de Hanno, Hugo Salzmann, fue un hombre de profundas convicciones políticas que se empecinaba en llevar a la acción. Implicado en movimientos sindicales y de izquierdas, atesoraba las cualidades que más molestaban a los nazis: “Intrépido, altruista, libre de vicios”. A su determinación sumaba una vista de lince para distinguir los peligros que acechaban. A principios de los años treinta, en el ambiente políticamente caldeado de Bad Kreuznach, ciudad balneario alemana donde conoció a su futura mujer, Salzmann, a la sazón jefe de organización del KPD –el Partido Comunista de Alemania–, preveía los cataclismos que se desencadenarían si Hitler llegaba al poder y los comunistas no hacían frente común con la socialdemocracia; en su opinión, era preferible pactar para evitar males mayores. Sus colegas de partido, sin embargo, se mostraban confiados ante las buenas previsiones electorales: creían más probable el éxito de una revuelta marxista que la ascensión del fascismo. La historia está repleta de errores de cálculo. Antes de que se dieran cuenta, los nacionalsocialistas decretaron en 1933, tras incendiar el Reichstag, la suspensión de las garantías constitucionales y la detención de los cuadros dirigentes del KPD. Los nazis pusieron precio a la cabeza de Salzmann: 800 marcos. Pero este logró escabullirse gracias a personas que le tendieron la mano y no aceptaron “las condiciones sociales como ley de la naturaleza”.
En la visión humanista de Hackl encontramos un resquicio para la esperanza, en contraste con el abismal desencanto de otros nombres de la literatura austriaca, como Elfriede Jelinek y Thomas Bernhard. En junio de 1933, los Salzmann recalaron en París y vivieron tres años de manera ilegal, “siempre alerta y con miedo a ser denunciados o apresados en una redada”, hasta obtener el permiso de residencia. Entretanto, Hugo Salzmann continuó su lucha contra el nazismo en la clandestinidad, ojo avizor a los agentes infiltrados de la Gestapo. En poco tiempo, Francia pasó de ser un afable país de acogida a temible ratonera. Cuando empezaron a soplar vientos de guerra, cualquier germano era visto como potencial espía. En 1939 comenzó lo que el autor llama “la caza del exiliado”. Tras la firma del pacto de no agresión entre la Alemania nazi y la Unión Soviética, los que eran comunistas, además, fueron tenidos por éléments indésirables. Ya antes de la guerra, Francia se había convertido en tierra de campos de internamiento, como los de Gurs, Le Vernet o Les Milles. Hackl reconstruye la atmósfera de miedo y de carestía crónica de esos años y el hostigamiento del Gobierno francés, que acabará por separar para siempre a la familia Salzmann. La situación se agravó con la firma del armisticio de 1940, que obligaba a la nación ocupada a entregar a alemanes y austriacos residentes en su territorio.
El lado vacío del corazón traza el mapa europeo de la infamia: deportaciones, campos de reclusión, vagones de tren hacinados, salas de interrogatorio, juicios pantomima… Vemos a Juliana Salzmann pasar de celdas a barracones, desde la parisiense prisión de La Santé, utilizada para encarcelar a resistentes y opositores de la ocupación alemana, y la de Coblenza (suroeste de Alemania) hasta acabar en Ravensbrück –esa “abominación que el mundo decidió olvidar”, en palabras de François Mauriac–, donde trabajó en el taller de costura. Según se explica en KL: Historia de los campos de concentración nazis, de Nikolaus Wachsmann, las SS de Ravensbrück se centraron en la producción a gran escala de uniformes en talleres de sastrería, y en el verano de 1940 estos talleres se integraron en el gigante textil de las SS, Texled, en el que las prisioneras llegaron a alcanzar una alta productividad que hizo de este negocio el único rentable de las SS desde el principio. Entre julio de 1940 y marzo de 1941, en Ravensbrück se produjeron unas 73.000 camisas presidiarias. Por su parte, el periplo del marido incluyó el estadio de tenis de Roland Garros, donde los internos dormían sobre la paja extendida bajo las gradas, y el insalubre campo de Vernet d’Ariège, desde donde se veía “tras los alambres de púas, el campo, la carretera y allá, carcomiendo el cielo, los Pirineos”, como dijo Max Aub, que, junto con Arthur Koestler, entre muchos otros, compartió el mismo y aciago itinerario; pasó también por Castres, Moulins, La Santé, Colonia, Fráncfort, Hannover, Halle y Berlín. El hijo fue entregado al pueblo natal de la madre en Austria, donde lo esperaba la tía. Juntos vivieron en el seno hostil de una sociedad “que toleraba esa brutalidad hasta su propia destrucción”, como contaría el padre en un informe décadas después.
La novela arranca con la definición que Eric Hobsbawm hizo del siglo XX: “El siglo de los extremos”. Decía también el historiador que un fenómeno característico de esa época era “la destrucción del pasado, o más bien de los mecanismos sociales que vinculan la experiencia contemporánea del individuo con la de generaciones anteriores”. Este relato a través de tres generaciones de una familia tiene la vocación de restablecer esos vínculos. Al comentárselo a Hackl, corrobora que ese es el impulso principal en todo lo que escribe y saca a colación una frase de la escritora alemana Anna Seghers. En su novela La séptima cruz, uno de sus protagonistas dice que el fascismo consiguió lo que ningún poder anterior: poner una tierra de nadie entre las generaciones para que las experiencias colectivas y políticas no pasaran de unas a otras. Es lo que ocurrió entre Hugo Salzmann padre y Hugo Salzmann hijo. Acabada la guerra, un muro de incomprensión, construido a base de silencio y frialdad, se levantó entre ellos. En Bad Kreuznach, el primero se entregó con denuedo a la reconstrucción de su país, la ayuda a las víctimas y la persecución de nazis; formó otra familia y, aunque acogió a su primogénito en casa, ni siquiera ese tiempo viviendo bajo el mismo techo los aproximó. “En la vida de Hugo, muchas cosas habrían sido distintas si alguna vez su padre lo hubiera tomado aparte; si 8 o 10 años después de pasados aquellos trances, aunque no acabados, le hubiera dicho: quiero contarte cómo me ha ido a mí en esta historia, para que comprendas algunas cosas. La impaciencia, la aspereza, la irascibilidad. Porque uno no sale indemne”.
El chocante episodio de antisemitismo que Hanno Salzmann sufre en una fecha tan reciente es el punto de partida y de llegada de esta novela documental. El subtítulo original del libro, Una historia de nuestro medio, alude a que no se narra nada excepcional, sino algo que tiene relación directa con nuestro presente. “Por supuesto, viendo este verano en las estaciones de Viena a miles de refugiados, inevitablemente pensé en la suerte que corrieron los Salzmann en Francia o los republicanos españoles en 1939”, comenta Hackl. El autor recuerda un pasaje de Tesis de filosofía de la historia, la última gran obra de Walter Benjamin antes de morir en Portbou en su huida del nazismo, acerca de la necesidad de “encender en lo pasado la chispa de la esperanza” y que “tampoco los muertos estarán seguros ante el enemigo cuando este venza”. Este enemigo, concluía el filósofo alemán, “no ha cesado de vencer”.
http://elpaissemanal.elpais.com/confidencias/la-tragedia-de-una-familia-europea/
El lado vacío del corazón, Erich Hackl
Traducción de Richard Gross
Editorial Periférica 176 páginas |16,95 € |
ISBN: 978-84-16291-25-0
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La lógica política real
JOSÉ LUIS VILLACAÑAS
El nerviosismo ha prendido en los partidos tradicionales ante el anuncio del acuerdo Podemos/IU. Es fácil entenderlo. Ellos también saben que atravesamos una crisis política profunda. Sin embargo, se han mostrado incapaces de responder a los retos de cambio que reclama la parte más consciente de la ciudadanía española. Ahora se preguntan si no habrán perdido su última ocasión de merecer la confianza mayoritaria del electorado. No debemos olvidar que el fracaso de que no haya gobierno se debe a que se trataba de configurar un ejecutivo capaz de impulsar reformas profundas. En este sentido, todo ha consistido en una cosa: evitar que Podemos fuera una parte decisiva al ejecutar esas reformas ineludibles. Eso era lo que se jugaba tanto en la oferta del PSOE como del PP; en términos de Gramsci: avanzaremos hacia una reforma pasiva. Aceptaremos algunas propuestas de Podemos, pero las gestionaremos nosotros.
Esa lógica no fue razonable. Por eso el PSOE es el partido más perjudicado ante la situación. Ha jugado a impulsar las reformas solo con C´s, dejando a Podemos como un apoyo externo y pasivo a cambio de desalojar al PP de la posición de liderazgo. Eso era demasiado continuista, pues en realidad otorgaba al PSOE una hegemonía que ya no tiene. Por supuesto, tampoco el PP tiene motivos para la euforia, por mucho que se haya verificado su hipótesis de que no habría acuerdo sin él. Esta hipótesis era fácil de verificar desde el momento en que Rajoy formaba parte del mismo arcano de estos cuatro meses: impedir que Podemos rozara el poder. Lograr un acuerdo desde el PSOE con esta condición era pintar un círculo cuadrado. Rajoy se limitó a decir que eso era un lío y a esperar. Sin embargo, el PP ve que su líder sigue bajando en la opinión de la ciudadanía. Y es lógico. Su estrategia ha consistido en convencer a los españoles de que la corrupción es algo normal al sistema político y que no es un criterio para retirar la confianza a nadie. Con ello no ha hecho un gesto para regenerarse. Anclado en su política de que el ganador de las elecciones es quien tiene más diputados, no se ha movido de ahí en todo este tiempo. Ha utilizado esta teoría, que no tiene ningún respaldo legal en un régimen parlamentario, como una especie de chantaje. O Rajoy es presidente, o nadie. Así que las dos fuerzas tradicionales, ambas obedientes a la lógica del sistema, no han encontrado la manera de reformar el sistema político español. Es evidente que en las nuevas elecciones seguirán sin encontrarla.
Los tres partidos que estaban por la exclusión de Podemos perciben que el suelo cede bajo sus pies y que un movimiento en falso puede llevarlos al desastre. Pero como la evidencia suprema es la necesidad de reformas, y dada su incapacidad de acometerlas, tampoco pueden aspirar a mejorar posiciones electorales. En realidad, mirando bien, el único partido que puede crecer de verdad es Podemos. Lo demás es intercambiable. Podemos ha logrado transmitir a la ciudadanía algo decisivo: nadie reformará nada sin su concurso, porque en el fondo ninguno tiene la iniciativa real de las reformas. Todos van a remolque de lo que ellos demandaron. Como esas reformas no brotan del ideario del PP o del PSOE, estos no pueden emprenderlas sin sentirse en la cresta de una ola que no controlan. Eso es lo que se ha visto en este empeño de transferir culpabilidades, algo que aspira a ocultar la lógica política real que rige la situación. Lo único no creíble es que Podemos no quiera cambiar las cosas. En realidad, se le echa la culpa de no haberse reducido a la impotencia, entregando al PSOE el ius reformandi a cambio de nada, algo poco creíble, mientras al otro lado estaba un PP que se regía por la ley del mínimo esfuerzo en todo.
En estas condiciones, el acuerdo de Podemos con IU es un órdago al sistema de representación política. El acuerdo aspira a neutralizar la influencia de la Ley d´Hondt sin cambiarla. La cantidad de escaños que va a depender de unos pocos centenares de votos va a ser muy elevada. La presencia monopolística de los partidos antiguos en determinadas provincias se romperá. En suma, si en las elecciones del 20D el bipartidismo recibió una cornada en la pierna „que le impide progresar„ en las de 26J, con ese acuerdo, puede recibir una cornada en el pecho.
Es bastante posible que las próximas elecciones inicien un proceso irreversible. Puede que de ellas emerja una mayoría del PP reforzada por los votos que recupere de C´s. Es incluso posible que el PP pueda gobernar con C´s y con la abstención de un PSOE roto por la mitad. Pero serán letales para el actual sistema de representación. La capacidad de reformas de un gobierno liderado por el PP será mínima y la complicidad para nada de los otros dos partidos amenazará su futuro. Sin duda, de todo esto emergerá un mensaje inapelable: únicamente un gobierno liderado por Podemos significará un cambio real. Si alguien asume como proyecto único para España que Podemos no entre en ningún gobierno, debe ir quitándose esa idea de la cabeza. Eso se puede detener unos años, pero no siempre. Lo único que deben elegir es el grado de poder que quieren darle a Podemos. Si se hubiera hecho un gobierno el 20D, la proporción sería menor. Si no quieren entrar en un gobierno con Podemos tras el 26J, lo pagarán todavía más caro. Todo eso no conducirá sino a un hecho: cuando sea inevitable que Podemos gobierne, entonces será hegemónico.
Siento no estar de acuerdo con Fernando Vallespín, un observador agudo y ponderado. Ese proceso no va a significar una polarización del mapa político español. Va a significar la verificación de la óptica trasversal de Podemos. Polarización es lo que hubo con el bipartidismo. Ahora será de otra manera. Creo que Vallespín interpreta el pacto de Podemos/IU como una radicalización hacia la izquierda. Ese discurso lo esgrimió Rafael Hernando al decir que Podemos vuelve a la izquierda comunista de toda la vida. Ese argumento no funciona. Hoy por hoy, Garzón es el líder más transversal del panorama político español, más que Iglesias. Garzón no viene a radicalizar Podemos. Al contrario, viene a reforzar el argumento de su transversalidad. Y eso es así porque nadie piensa en integrar en Podemos al PC y su vieja guardia, sino sólo en garantizar la justicia de una representación política decidida a hacer reformas en este país.
De todos los datos de la última encuesta del CIS creo que el más llamativo es el que distribuye los votantes por estratos sociales. El 50 % de los parados vota entre el PSOE y Podemos. Sólo el 28 al PP y C´s. Lo mismo sucede entre los obreros no cualificados y los cualificados. Pero hay tantos empresarios, ejecutivos y altos funcionarios que confían en el PP como en Podemos y que han abandonado prácticamente al PSOE, igual que han hecho los administrativos. Por supuesto, la mayoría de los jóvenes confía en Podemos. Eso no es bipolarización. Estamos ante una clara transversalidad de los morados. No es verdad que los que confían en Podemos apuesten por una radicalización. Garzón no cambiará eso. Sólo hay dos estratos de población donde Podemos es claramente minoritario: trabajadores domésticos y pensionistas. Sería el colmo de la parcialidad y de la injusticia que el criterio de radicalidad y polaridad de la sociedad española lo fijaran estos dos estratos. La cuestión no está en la radicalización o la polarización. Está en saber quién concentra la confianza de la mayor parte de una sociedad que no puede ser burlada por más tiempo en su exigencia de reformar las instituciones públicas para ponerlas de verdad al servicio de la ciudadanía.
http://www.levante-emv.com/opinion/2016/05/11/logica-politica-real/1416001.html
El nerviosismo ha prendido en los partidos tradicionales ante el anuncio del acuerdo Podemos/IU. Es fácil entenderlo. Ellos también saben que atravesamos una crisis política profunda. Sin embargo, se han mostrado incapaces de responder a los retos de cambio que reclama la parte más consciente de la ciudadanía española. Ahora se preguntan si no habrán perdido su última ocasión de merecer la confianza mayoritaria del electorado. No debemos olvidar que el fracaso de que no haya gobierno se debe a que se trataba de configurar un ejecutivo capaz de impulsar reformas profundas. En este sentido, todo ha consistido en una cosa: evitar que Podemos fuera una parte decisiva al ejecutar esas reformas ineludibles. Eso era lo que se jugaba tanto en la oferta del PSOE como del PP; en términos de Gramsci: avanzaremos hacia una reforma pasiva. Aceptaremos algunas propuestas de Podemos, pero las gestionaremos nosotros.
Esa lógica no fue razonable. Por eso el PSOE es el partido más perjudicado ante la situación. Ha jugado a impulsar las reformas solo con C´s, dejando a Podemos como un apoyo externo y pasivo a cambio de desalojar al PP de la posición de liderazgo. Eso era demasiado continuista, pues en realidad otorgaba al PSOE una hegemonía que ya no tiene. Por supuesto, tampoco el PP tiene motivos para la euforia, por mucho que se haya verificado su hipótesis de que no habría acuerdo sin él. Esta hipótesis era fácil de verificar desde el momento en que Rajoy formaba parte del mismo arcano de estos cuatro meses: impedir que Podemos rozara el poder. Lograr un acuerdo desde el PSOE con esta condición era pintar un círculo cuadrado. Rajoy se limitó a decir que eso era un lío y a esperar. Sin embargo, el PP ve que su líder sigue bajando en la opinión de la ciudadanía. Y es lógico. Su estrategia ha consistido en convencer a los españoles de que la corrupción es algo normal al sistema político y que no es un criterio para retirar la confianza a nadie. Con ello no ha hecho un gesto para regenerarse. Anclado en su política de que el ganador de las elecciones es quien tiene más diputados, no se ha movido de ahí en todo este tiempo. Ha utilizado esta teoría, que no tiene ningún respaldo legal en un régimen parlamentario, como una especie de chantaje. O Rajoy es presidente, o nadie. Así que las dos fuerzas tradicionales, ambas obedientes a la lógica del sistema, no han encontrado la manera de reformar el sistema político español. Es evidente que en las nuevas elecciones seguirán sin encontrarla.
Los tres partidos que estaban por la exclusión de Podemos perciben que el suelo cede bajo sus pies y que un movimiento en falso puede llevarlos al desastre. Pero como la evidencia suprema es la necesidad de reformas, y dada su incapacidad de acometerlas, tampoco pueden aspirar a mejorar posiciones electorales. En realidad, mirando bien, el único partido que puede crecer de verdad es Podemos. Lo demás es intercambiable. Podemos ha logrado transmitir a la ciudadanía algo decisivo: nadie reformará nada sin su concurso, porque en el fondo ninguno tiene la iniciativa real de las reformas. Todos van a remolque de lo que ellos demandaron. Como esas reformas no brotan del ideario del PP o del PSOE, estos no pueden emprenderlas sin sentirse en la cresta de una ola que no controlan. Eso es lo que se ha visto en este empeño de transferir culpabilidades, algo que aspira a ocultar la lógica política real que rige la situación. Lo único no creíble es que Podemos no quiera cambiar las cosas. En realidad, se le echa la culpa de no haberse reducido a la impotencia, entregando al PSOE el ius reformandi a cambio de nada, algo poco creíble, mientras al otro lado estaba un PP que se regía por la ley del mínimo esfuerzo en todo.
En estas condiciones, el acuerdo de Podemos con IU es un órdago al sistema de representación política. El acuerdo aspira a neutralizar la influencia de la Ley d´Hondt sin cambiarla. La cantidad de escaños que va a depender de unos pocos centenares de votos va a ser muy elevada. La presencia monopolística de los partidos antiguos en determinadas provincias se romperá. En suma, si en las elecciones del 20D el bipartidismo recibió una cornada en la pierna „que le impide progresar„ en las de 26J, con ese acuerdo, puede recibir una cornada en el pecho.
Es bastante posible que las próximas elecciones inicien un proceso irreversible. Puede que de ellas emerja una mayoría del PP reforzada por los votos que recupere de C´s. Es incluso posible que el PP pueda gobernar con C´s y con la abstención de un PSOE roto por la mitad. Pero serán letales para el actual sistema de representación. La capacidad de reformas de un gobierno liderado por el PP será mínima y la complicidad para nada de los otros dos partidos amenazará su futuro. Sin duda, de todo esto emergerá un mensaje inapelable: únicamente un gobierno liderado por Podemos significará un cambio real. Si alguien asume como proyecto único para España que Podemos no entre en ningún gobierno, debe ir quitándose esa idea de la cabeza. Eso se puede detener unos años, pero no siempre. Lo único que deben elegir es el grado de poder que quieren darle a Podemos. Si se hubiera hecho un gobierno el 20D, la proporción sería menor. Si no quieren entrar en un gobierno con Podemos tras el 26J, lo pagarán todavía más caro. Todo eso no conducirá sino a un hecho: cuando sea inevitable que Podemos gobierne, entonces será hegemónico.
Siento no estar de acuerdo con Fernando Vallespín, un observador agudo y ponderado. Ese proceso no va a significar una polarización del mapa político español. Va a significar la verificación de la óptica trasversal de Podemos. Polarización es lo que hubo con el bipartidismo. Ahora será de otra manera. Creo que Vallespín interpreta el pacto de Podemos/IU como una radicalización hacia la izquierda. Ese discurso lo esgrimió Rafael Hernando al decir que Podemos vuelve a la izquierda comunista de toda la vida. Ese argumento no funciona. Hoy por hoy, Garzón es el líder más transversal del panorama político español, más que Iglesias. Garzón no viene a radicalizar Podemos. Al contrario, viene a reforzar el argumento de su transversalidad. Y eso es así porque nadie piensa en integrar en Podemos al PC y su vieja guardia, sino sólo en garantizar la justicia de una representación política decidida a hacer reformas en este país.
De todos los datos de la última encuesta del CIS creo que el más llamativo es el que distribuye los votantes por estratos sociales. El 50 % de los parados vota entre el PSOE y Podemos. Sólo el 28 al PP y C´s. Lo mismo sucede entre los obreros no cualificados y los cualificados. Pero hay tantos empresarios, ejecutivos y altos funcionarios que confían en el PP como en Podemos y que han abandonado prácticamente al PSOE, igual que han hecho los administrativos. Por supuesto, la mayoría de los jóvenes confía en Podemos. Eso no es bipolarización. Estamos ante una clara transversalidad de los morados. No es verdad que los que confían en Podemos apuesten por una radicalización. Garzón no cambiará eso. Sólo hay dos estratos de población donde Podemos es claramente minoritario: trabajadores domésticos y pensionistas. Sería el colmo de la parcialidad y de la injusticia que el criterio de radicalidad y polaridad de la sociedad española lo fijaran estos dos estratos. La cuestión no está en la radicalización o la polarización. Está en saber quién concentra la confianza de la mayor parte de una sociedad que no puede ser burlada por más tiempo en su exigencia de reformar las instituciones públicas para ponerlas de verdad al servicio de la ciudadanía.
http://www.levante-emv.com/opinion/2016/05/11/logica-politica-real/1416001.html
miércoles, 11 de mayo de 2016
Podemos e IU: hacer posible lo que parecía imposible
Hay cosa que parecen imposible hasta que suceden. Mandela.
La política siempre tiene algo de terrible, de dureza extrema y de carencia de piedad. Se gana o se pierde y, en medio, no hay casi nada. La figura de Pedro Sánchez es, en muchos sentidos, típica de una Europa en proceso ya muy avanzado de norteamericanización de la vida pública y privada. Mejor dicho, norteamericanización en el centro y latinoamericanización en el sur. El candidato y secretario general del PSOE es el político de hoy, ligero de ideología, de valores débiles y de propuestas que buscan una especie de punto medio entre la izquierda de la derecha y la derecha de la izquierda. Parecen fabricados en serie y están aquí para no desentonar, molestar lo menos posible y tener el apoyo de los que mandan y no se presentan a las elecciones.
En estos dos últimos meses, Pedro Sánchez ha tenido un apoyo mediático casi unánime, ha posado como hombre de Estado y ha intentado reencontrar el centro perdido de un país que cambia y que busca ser expresado. Hay que reconocerle cierta audacia, algunas ideas claras y saber aguantar en un contexto que no le era nada fácil. El tema de fondo: deconstruir a Podemos, restarle apoyos sociales y electorales, demoler la imagen pública de Pablo Iglesias, dividirlo, romperlo. Se dirá que el objetivo era el gobierno, pero esto era algo secundario y sólo se podría conseguir si se quebraba a Podemos o se le neutralizaba.
Ciudadanos y PSOE han jugado una partida con muchos apoyos detrás y con objetivos precisos que se han ido desvelando en el proceso y que, al final, no se han podido conseguir. Ciudadanos ha jugado a romper al PP, dividirlo o, cuando menos, echar a Rajoy. Rivera ha venido a esto, a renovar a las derechas y a reconstruir un bloque político capaz de impulsar una nueva restauración en el país. El “cambiar todo para que todo siga igual” requería el sacrificio del Rajoy y, seguramente, del PP, la construcción de una sólida alianza con el PSOE y la postración mediática, social y electoral de Podemos.
Hemos asistido a un juego de estrategias que ahora tiene su segunda oportunidad. El problema de fondo, lo he venido indicando con mucha fuerza en estos últimos meses: la propuesta política de los grupos económicamente dominantes no coincidía y no coincide con la vieja clase política bipartidista. Se ha tenido que “inventar” Ciudadanos para intentar salir de la situación y se buscó un político “en libertad vigilada” como Pedro Sánchez para vehicularla. Aun así, los juegos de estrategia no han impedido la convocatoria de nuevas elecciones y, lo que es peor, el escenario que se abre puede terminar siendo una polarización entre el PP y Podemos, es decir, lo contrario a lo que se buscaba desde los poderes fácticos.
Las encuestas, cada vez más desprestigiadas, invitan a interpretaciones contradictorias y lo único que dejan claro es que, de un lado, la campaña electoral va a ser muy importante y, de otro, que no se ha conseguido lo principal, que era destrozar al partido de Pablo Iglesias. Podemos ha demostrado que tiene un suelo sólido y que sigue teniendo capacidad para influir de forma significativa en la agenda política del país. Alguna vez he definido a Podemos como un gen mutante: se va construyendo en cada elección y siempre lo hace sorprendiendo a sus rivales y abriendo espacios. La propuesta de convergencia con IU, al fin hecha posible, la consolidación de las alianzas y mareas y el reforzamiento del liderazgo interno hacen que Podemos pueda salir con un discurso político alternativo, creíble y con capacidad de vencer. IU más Podemos multiplican, generan imaginarios sociales nuevos y cualifican un proyecto nacional-popular. No es poco, creo.
Más allá de las encuestas, de la sucesión de psico-sociales, de la manipulación descarada de los medios y del uso —y hasta el abuso— de intelectuales, siempre orgánicos del poder, para denunciar los populismos y anunciarnos todos los males posibles, lo que se demuestra es que el país está cambiando. Las viejas formas de demolición de personas y proyectos ya no son tan eficaces. En un país que se consideraba siempre seguro para los que mandan, está surgiendo un impulso desde abajo, de cuestionamiento de lo que existe, de autocontenida rebeldía social que busca traducirse en fuerza política y en una esperanza concreta, posible y realista que se ha instalado en una parte significativa de la población.
Esta es, en mi opinión, la lección más importante de estos meses: los que mandan y no se presentan a las elecciones ya no pueden seguir gobernando como antes, usando las mismas formas y métodos, vendiendo las viejas y cada vez más gastadas mercancías. Los de abajo, los subalternos y las subalternas, ya no se dejan gobernar como antes, han entendido que detrás de esta democracia hay una “trama de poder” que cada día se impone con más fuerza a la voluntad popular, que restringe nuestras condiciones de vida y de trabajo, que limita nuestros derechos y nuestras libertades reales y, lo más negativo, que nos deja sin futuro.
Las fuerzas alternativas, democráticas, populares y de izquierda pueden y deben de salir a ganar polarizándose con las derechas y combatiendo a las políticas de derechas, haciendo de la unidad una tarea colectiva y convirtiendo la campaña en un plebiscito a favor de un nuevo proyecto de país, democrático, igualitario y federal. Vivimos una paradoja que no es nueva en nuestra historia: en el sur de la Unión Europea, en un país que ha vivido 40 años de dictadura y donde todo parecía estar “atado y bien atado”, emergen nuevas generaciones; viejas ideas mutan en nuevas aspiraciones, programas que enlazan con un pasado que algunos creían muerto para siempre, emergen de nuevo y nos dicen que nada se pierde del todo en la historia de los humanos. ¿Y si España fuese, una vez más, el comienzo de un nuevo ciclo histórico-social en una Europa que se ha ido convirtiendo en un espacio geopolítico dependiente, socialmente reaccionaria y políticamente decadente?
Para Alberto y Pablo: la valentía de la lucidez y el coraje de la inteligencia
En estos dos últimos meses, Pedro Sánchez ha tenido un apoyo mediático casi unánime, ha posado como hombre de Estado y ha intentado reencontrar el centro perdido de un país que cambia y que busca ser expresado. Hay que reconocerle cierta audacia, algunas ideas claras y saber aguantar en un contexto que no le era nada fácil. El tema de fondo: deconstruir a Podemos, restarle apoyos sociales y electorales, demoler la imagen pública de Pablo Iglesias, dividirlo, romperlo. Se dirá que el objetivo era el gobierno, pero esto era algo secundario y sólo se podría conseguir si se quebraba a Podemos o se le neutralizaba.
Ciudadanos y PSOE han jugado una partida con muchos apoyos detrás y con objetivos precisos que se han ido desvelando en el proceso y que, al final, no se han podido conseguir. Ciudadanos ha jugado a romper al PP, dividirlo o, cuando menos, echar a Rajoy. Rivera ha venido a esto, a renovar a las derechas y a reconstruir un bloque político capaz de impulsar una nueva restauración en el país. El “cambiar todo para que todo siga igual” requería el sacrificio del Rajoy y, seguramente, del PP, la construcción de una sólida alianza con el PSOE y la postración mediática, social y electoral de Podemos.
Hemos asistido a un juego de estrategias que ahora tiene su segunda oportunidad. El problema de fondo, lo he venido indicando con mucha fuerza en estos últimos meses: la propuesta política de los grupos económicamente dominantes no coincidía y no coincide con la vieja clase política bipartidista. Se ha tenido que “inventar” Ciudadanos para intentar salir de la situación y se buscó un político “en libertad vigilada” como Pedro Sánchez para vehicularla. Aun así, los juegos de estrategia no han impedido la convocatoria de nuevas elecciones y, lo que es peor, el escenario que se abre puede terminar siendo una polarización entre el PP y Podemos, es decir, lo contrario a lo que se buscaba desde los poderes fácticos.
Las encuestas, cada vez más desprestigiadas, invitan a interpretaciones contradictorias y lo único que dejan claro es que, de un lado, la campaña electoral va a ser muy importante y, de otro, que no se ha conseguido lo principal, que era destrozar al partido de Pablo Iglesias. Podemos ha demostrado que tiene un suelo sólido y que sigue teniendo capacidad para influir de forma significativa en la agenda política del país. Alguna vez he definido a Podemos como un gen mutante: se va construyendo en cada elección y siempre lo hace sorprendiendo a sus rivales y abriendo espacios. La propuesta de convergencia con IU, al fin hecha posible, la consolidación de las alianzas y mareas y el reforzamiento del liderazgo interno hacen que Podemos pueda salir con un discurso político alternativo, creíble y con capacidad de vencer. IU más Podemos multiplican, generan imaginarios sociales nuevos y cualifican un proyecto nacional-popular. No es poco, creo.
Más allá de las encuestas, de la sucesión de psico-sociales, de la manipulación descarada de los medios y del uso —y hasta el abuso— de intelectuales, siempre orgánicos del poder, para denunciar los populismos y anunciarnos todos los males posibles, lo que se demuestra es que el país está cambiando. Las viejas formas de demolición de personas y proyectos ya no son tan eficaces. En un país que se consideraba siempre seguro para los que mandan, está surgiendo un impulso desde abajo, de cuestionamiento de lo que existe, de autocontenida rebeldía social que busca traducirse en fuerza política y en una esperanza concreta, posible y realista que se ha instalado en una parte significativa de la población.
Esta es, en mi opinión, la lección más importante de estos meses: los que mandan y no se presentan a las elecciones ya no pueden seguir gobernando como antes, usando las mismas formas y métodos, vendiendo las viejas y cada vez más gastadas mercancías. Los de abajo, los subalternos y las subalternas, ya no se dejan gobernar como antes, han entendido que detrás de esta democracia hay una “trama de poder” que cada día se impone con más fuerza a la voluntad popular, que restringe nuestras condiciones de vida y de trabajo, que limita nuestros derechos y nuestras libertades reales y, lo más negativo, que nos deja sin futuro.
Las fuerzas alternativas, democráticas, populares y de izquierda pueden y deben de salir a ganar polarizándose con las derechas y combatiendo a las políticas de derechas, haciendo de la unidad una tarea colectiva y convirtiendo la campaña en un plebiscito a favor de un nuevo proyecto de país, democrático, igualitario y federal. Vivimos una paradoja que no es nueva en nuestra historia: en el sur de la Unión Europea, en un país que ha vivido 40 años de dictadura y donde todo parecía estar “atado y bien atado”, emergen nuevas generaciones; viejas ideas mutan en nuevas aspiraciones, programas que enlazan con un pasado que algunos creían muerto para siempre, emergen de nuevo y nos dicen que nada se pierde del todo en la historia de los humanos. ¿Y si España fuese, una vez más, el comienzo de un nuevo ciclo histórico-social en una Europa que se ha ido convirtiendo en un espacio geopolítico dependiente, socialmente reaccionaria y políticamente decadente?
Cuarto Poder
Fuente: http://www.cuartopoder.es/cartaalamauta/2016/05/10/podemos-e-iu-posible-lo-parecia-imposible/389
Ondas Gravitacio… ¿qué?
“Desde que los matemáticos han invadido la teoría de la relatividad, ni yo mismo la entiendo”.
Albert Einstein (1879-1955)
La historia empieza así: “El 14 de septiembre de 2015, científicos de LIGO [por las siglas en inglés de ‘Observatorio de Interferometría Laser para ondas Gravitacionales’] detectaron por primera vez en la historia de la humanidad las arrugas en el espacio-tiempo provocadas por la fusión de dos agujeros negros, predichas hace exactamente cien años por la teoría de la Relatividad General de Albert Einstein.
El descubrimiento supone la comprobación directa de la última predicción de la teoría del gran genio, así como la primera observación de la fusión de dos agujeros negros, y la primera observación directa de un agujero negro de cualquier manera. Además, abre una nueva ventana de observación para la astronomía, que hasta ahora estaba limitada a ondas de luz…”
Un momento… ¿Qué? ¿Arrugas? ¿Relatividad general? ¿Espacio-ti… empo?
Mucho se puede leer ya sobre la reciente detección de las ondas gravitacionales y la increíble precisión del interferómetro LIGO. ¡Puede medir diferencias en longitudes diez mil veces más pequeñas que el tamaño de un protón! Es tan impresionante que hasta suena ridículo. Pero, ¿de qué estamos hablando? ¿De dónde viene todo esto? Si en verdad estas ondas “gravitacioblabla” se van a convertir en algo importante a partir de este descubrimiento, merece la pena retroceder un poco y olvidarse, por el momento, de LIGO, y del 14 de septiembre de 2015.
Luz, Espacio y Tiempo
Finales del siglo XIX; conforme el siglo veinte se venía abriendo paso apresuradamente, algunos experimentos comenzaron a romper la paz que científicos como James Clerk Maxwell habían creído encontrar hacía unos pocos años. (Los más famosos, por Albert Abraham Michelson y Edward Morley). Maxwell había encontrado finalmente la ansiada respuesta a la pregunta de “qué es la luz”: pues bien, la luz es una onda, como el sonido. Y lo que una onda es, por cierto, es una oscilación que transporta energía de un lado a otro. ¿Y una onda de qué? Si el sonido es una onda de presión, la luz es una onda de electricidad y de magnetismo: una onda electromagnética.
Así que, a finales del siglo XIX, los físicos creían haber alcanzado la cima. Pero los experimentos que mencioné antes arrojaban un comportamiento peculiar a la luz: su velocidad es constante, y toma siempre el mismo valor; no importa quien la emita o quien la mida. A primera vista, no suena muy peculiar, pero pensándolo bien, es bastante raro. Imagina que viajas en un tren a 100 km/h, y en un momento dado te levantas a caminar hacia la parte delantera del tren a 5 km/h. Una chica sentada en el tren mediría tu velocidad en 5 km/h. Sin embargo, un chico sentado en el andén conforme pasa el tren por su lado mediría tu velocidad en 105 km/h (la del tren más la de tu caminar). Ahora hagamos el mismo experimento mental con la luz. La velocidad de la luz es (se ha medido) 300.000 km/s. Imagina ahora que el tren en el que vas viajando se mueve a 200.000 km/s, y tú lanzas un rayo de luz hacia la parte delantera del tren (apuntas con una linterna hacia delante) a la velocidad de la luz, que ya hemos quedado que es 300.000 km/s. La chica de antes, sentada en el tren, mediría la velocidad de la luz en 300.000 km/s. Sin embargo, el chico sentado en el andén mediría 500.000 km/s (la del tren más la de la luz).
Bueno, pues en realidad no. Resulta que en todos los experimentos que se han hecho hasta el día de hoy, el chico del andén mide 300.000 km/s, exactamente lo mismo que la chica sentada en el tren. Ese “empuje” del tren parece no afectar a la luz, de manera que todo el mundo mide la misma velocidad, de 300.000 km/s, no importa cómo se mueva, esté quieto, se esté alejando o se esté acercando. Pensémoslo de otro modo: si yo trato de alcanzar un rayo de luz, aunque pueda acelerarme a velocidades cada vez más cercanas a ésta, la luz siempre se estará alejando de mí a 300.000 km/s. ¡La luz es inalcanzable!
Pero no te esfuerces aún en pensar por qué esto es así. No es una hipótesis, ni un resultado de alguna complicada teoría; es una observación, como que la Tierra da vueltas alrededor del Sol. Lo tomas o lo dejas, pero así es.
Y dado que la velocidad de la luz en el vacío es constante, se le ha asignado, como a todas las buenas constantes de la física, una letra. En este caso, la letra c. A partir de ahora, no te tengo que decir que la velocidad de la luz es 300.000 km/s. Te diré que la velocidad de la luz es c, y con eso bastará. Pero entiende que c es un número fijo y siempre es el mismo.
Einstein se dio cuenta de que cuando uno trata con la luz, no puede sumar velocidades como está acostumbrado (como en el caso del tren), y en el año 1905 publicó una nueva teoría de velocidades, tiempos y demás, a partir de este hecho de que la velocidad de la luz es constante, no importa quien la emita, o quien la mida. A esta teoría se le llama Relatividad Especial, y sus consecuencias son tremendas: las longitudes y los tiempos no son absolutos; un metro o un segundo no miden lo mismo para alguien que está quieto o para alguien que se está moviendo; los metros se contraen, y los segundos se dilatan. Lástima que estos efectos sólo son apreciables cuando las velocidades son cercanas a la velocidad de la luz. Pero me estoy desviando…
En 1907, a un matemático llamado Hermann Minkowski se le ocurrió una cosa curiosa. Dado que velocidad es igual a espacio dividido entre tiempo, podemos expresar la velocidad de la luz como c = e/t, donde e es el espacio que recorre la luz en un tiempo t. De aquí podemos despejar el tiempo, t = e/c, o el espacio, e = c·t. Y dado que c es una constante universal, que siempre vale lo mismo, sin lugar a dudas, podemos decir que el tiempo y el espacio son proporcionales, y se relacionan con esta constante de proporcionalidad, que es c. Esto quiere decir que podemos expresar el tiempo transcurrido en cualquier evento (por ejemplo, el tiempo que tardo en comerme un elote) como una longitud e dividido entre esa constante. Puedo decir que he tardado 10 minutos en comerme mi elote; o puedo decir que he tardado 180 millones de kilómetros en comerme mi elote (es decir, 10 minutos, que son 600 segundos, multiplicado por la velocidad de la luz). A efectos prácticos, estoy diciendo que en el tiempo en que me comí el elote, un rayo de luz en el vacío recorrió 180 millones de kilómetros. Es una manera de expresar un tiempo, tan válida como cualquier otra. Tan sólo que resulta absurdo hacerlo: para tiempos tan pequeños como lo que tardo en comerme un elote, los minutos son mucho más apropiados.
Pero Minkowski no se quedó en una mera cuestión de proporcionalidad. Su interpretación, mucho más profunda, fue que el espacio y el tiempo están íntimamente relacionados entre sí, de manera que uno no tiene sentido sin el otro. Para Minkowski, espacio y tiempo forman parte de una única entidad de cuatro dimensiones que él denominó espacio-tiempo. Así que el espacio-tiempo tiene cuatro coordenadas, una temporal y tres espaciales, y el tiempo y el espacio se relacionan mediante la constante c. Como ejemplo, trata de dibujar un movimiento sencillo en un gráfico espacio-tiempo simplificado. Imagina que estás de pie, y de repente saltas con todas tus fuerzas hacia arriba y vuelves a caer. ¿Cómo se dibujaría esto en el espacio-tiempo de Minkowski? Pon la coordenada que representa la altura que alcanzas con tu salto en el eje vertical, y el tiempo transcurrido en el eje horizontal. En el momento del salto subes muy rápido, y poco a poco te vas frenando para detenerte en el aire justo antes de volver a caer, acelerándote de nuevo hacia el suelo. Dibujado en el espacio-tiempo, esto es una parábola: una línea curva que sube, se tuerce y da media vuelta para volver a caer.
De buenas y a primeras, a Einstein, como seguramente te esté pasando a ti, todo esto del espacio-tiempo le pareció totalmente superfluo y sin ninguna utilidad real. Sin embargo, y como preparación para lo que se avecina, date cuenta de una cosa: en el espacio-tiempo, un movimiento acelerado (como el salto vertical de antes) siempre se representa con una línea curva.
La teoría de la Relatividad General
La idea más feliz de la vida de Einstein (tal y como él mismo lo dijo) le vino dos años después de la publicación de la teoría de la Relatividad Especial, cuando pensaba sobre qué sucedería con los sistemas acelerados. (Algo que había pasado por alto en su teoría). Imagina que estás subiendo en un elevador, y de repente, se rompen los cables que lo sostienen y el elevador cae libremente hacia el suelo. Durante la breve caída, antes del horripilante final, tú, dentro del elevador, estás experimentando lo que supone estar en gravedad cero. Si sueltas una moneda, no verás cómo ésta cae al suelo del elevador, sino que se quedará a tu lado “flotando”; porque todo, tú, el elevador y la moneda, están cayendo con la misma aceleración. Ahora imagina que estás en una cabina en el espacio, realmente en gravedad cero, e imagina que la cabina comienza a propulsarse desde “abajo” y comienza a acelerar con la misma intensidad que acelera la gravedad terrestre. El avance acelerado de la cabina te irá dejando atrás, de manera que sentirás un empuje hacia el suelo exactamente igual que si estuvieras en el campo gravitatorio terrestre. En el primer caso, estás simulando gravedad cero en la Tierra; en el segundo, estás simulando la gravedad terrestre en el espacio. Einstein se dio cuenta de que gravedad y aceleración son equivalentes, en el sentido de que lo que ocurre en presencia de una debería suceder también en presencia de la otra.
Este efecto de que, si estás en una cabina acelerada, el movimiento de la cabina te va dejando atrás, es fácil de comprobar. La próxima vez que subas a un avión, cuando el avión esté acelerando para despegar, siente como tu espalda se pega al respaldo de tu asiento, o lanza una pelota hacia el techo y verás cómo la pelota se va hacia atrás. Si esto lo haces cuando el avión ya está volando a velocidad de crucero, no sentirás nada y la pelota no se irá hacia atrás. Cuando el avión se mueve con velocidad constante es como si el avión estuviese quieto. Esto sólo funciona con movimientos acelerados.
Pero seguro que entiendes que no hay ninguna fuerza oculta en la parte de atrás del avión que atraiga a la pelota mientras el avión está acelerando; el movimiento que observo en la pelota no es real: más bien es el avión el que se mueve, pero como yo estoy amarrado al asiento, para mí parece que es la pelota la que se está moviendo. Pues bueno, este efecto también incluye a la luz; no tendría por qué no hacerlo. Si yo lanzo un rayo de luz hacia arriba o hacia un lado, conforme el avión se está acelerando, el rayo de luz se irá quedando atrás. (Claro, el efecto es pequeñísimo, porque la luz se mueve muy deprisa; para poder apreciarlo, el avión tendría que tener una aceleración grandísima).
Y aquí es donde entra la mente brillante de Einstein, y su equivalencia entre aceleración y gravedad: si un rayo de luz pareciera torcerse en presencia de una aceleración, entonces, el rayo de luz debería parecer torcerse de la misma manera en presencia de un campo gravitatorio. (La palabra “parecer” es importante aquí y quiero que la recuerdes; ten en cuenta que en el caso del avión, la pelota, o la luz, no se tuercen realmente, sino que es el avión, al acelerar, el que provoca esa ilusión). Aun así, ¿cómo va a parecer torcerse la luz en presencia de la gravedad, si (como sabemos desde hace mucho tiempo, y está demostrado por activa y por pasiva) la luz sigue siempre la trayectoria más corta entre dos puntos? Y la trayectoria más corta entre dos puntos es siempre la línea recta. ¿O no lo es?
Retrocedamos algunos siglos. Estamos, quizás, en el siglo XV, y dos imponentes carabelas surcan los mares del pacífico con sus grandes velas izadas. Imagina que los dos navíos se encuentran distanciados, pero sobre la misma línea del ecuador, y piensa que en esta época se creía que la Tierra era plana. Si los dos barcos comenzaran a navegar al mismo tiempo en trayectorias perpendiculares al ecuador, hacia arriba de su mapa por ejemplo, irían avanzando por el océano en trayectorias paralelas… ¡hasta encontrarse en el polo norte! ¿Pero cómo es posible? Si avanzaban en líneas paralelas, ¡que nunca se cortan! Lo que nuestros navegantes no saben es que la superficie por donde navegan –la de la Tierra– no es un plano, ¡sino una esfera! Y al no saber esto, podrían pensar que existe una fuerza misteriosa que está atrayendo a los barcos el uno hacia el otro, porque ellos navegaban en líneas paralelas… ¡Pero esta fuerza es una ilusión! Una ilusión debida al hecho de que se mueven en la superficie de una esfera, y no en un plano, como ellos creen. Después de todo, lo que están experimentando no es una fuerza, sino una curvatura del espacio en el que navegan.
Y aunque pareciera que las trayectorias de los dos barcos se están torciendo la una hacia la otra, no es verdad. Lo que está torcido no son las trayectorias de los barcos, ¡sino el espacio en que se mueven! Visto de otra manera, nuestras carabelas no hacen más que seguir la distancia más corta entre el ecuador y el polo, que en la superficie de una esfera no es una línea recta, sino una línea curva.
Regresemos con Einstein: en donde decíamos “carabelas” ahora diremos “luz”, y en donde decíamos “superficie de la Tierra” ahora diremos “espacio tridimensional”. Ahora quizás podamos contestar a la pregunta de ¿cómo va a parecer torcerse la luz en presencia de la gravedad, si ésta sigue siempre la trayectoria más corta? Existe una manera: esto podría ocurrir si la gravedad no fuese una fuerza realmente, sino el efecto de una curvatura del espacio tridimensional en que vivimos. De ser así, la luz se torcería con el espacio siguiendo la trayectoria más corta, que no siempre sería la línea recta.
Einstein pensó que, quizás, la presencia de una masa enorme como el Sol no ejerce ninguna fuerza misteriosa sobre los planetas, esa que se ha llamado gravedad. Por el contrario, la presencia de una masa enorme como la del Sol lo que hace es que curva el espacio a su alrededor, estirándolo de tal manera que los planetas, cometas, etcétera, no tienen más remedio que seguir una trayectoria curva a su alrededor, en forma de órbita. La manera más fácil de visualizarlo (y la más estándar) es imaginar una sábana bien estirada sobre la que se coloca una pelota en el centro: la masa de la pelota deforma la sábana de tal manera que si lanzamos una canica a su lado, el camino de ésta se torcerá siguiendo la curvatura de la sábana. Como la sábana ejerce una fricción sobre la canica, ésta puede acabar cayendo hacia la pelota; pero si no hubiera fricción, la canica se podría quedar girando alrededor de la pelota en una órbita estable, como lo hacen los planetas. Es una analogía muy buena, muy visual y muy recurrida, pero tiene un problema bastante gordo que nadie nunca menciona.
Este problema se remonta al principio de toda esta locura: la equivalencia entre aceleración y gravedad de la que partió Einstein. Piensa que todo parte de este principio, y si de repente violáramos el principio, se iría todo a la basura. Entonces, si un movimiento se ve torcido en el espacio en presencia de la gravedad, un movimiento acelerado debería también verse torcido en el espacio. Pero aquí hay algo que no cuadra: y es que un movimiento acelerado no está torcido en el espacio (por ejemplo, el salto vertical del ejemplo de antes es puramente un salto en línea recta). Para que un movimiento acelerado se vea torcido, y pueda así haber una relación entre aceleración y gravedad, se necesita la coordenada temporal. Un movimiento acelerado no aparece torcido en el espacio, pero sí en el espacio-tiempo. Para mantener la cordura, la curvatura producida por una masa enorme como el Sol no puede ser una curvatura del espacio y ya. Es totalmente necesario que esta curvatura incluya al espacio y también al tiempo. Si no, se acaba la equivalencia entre gravedad y aceleración, volvemos al principio de la historia, y no podemos seguir. Sin espacio-tiempo, es un callejón sin salida. (Volveremos con esto cuatro párrafos más adelante).
Así que cuando Einstein comenzó a tratar de describir matemáticamente esta relación entre la presencia de una masa y la curvatura que ésta produciría en el espacio para dar lugar a lo que llamamos gravedad, encontró que la única manera de hacerlo era incluyendo también al tiempo, recuperando aquella idea de Minkowski que él mismo había despreciado.
Y la tarea no fue fácil. La curvatura producida por una masa tenía que ser completamente independiente de quien la midiera (aunque el observador se estuviese moviendo y/o acelerando). Einstein tuvo que aprender a abstraerse en las matemáticas de superficies curvas en cuatro dimensiones y en el uso de tensores (dicho mal y rápido, un tensor es una matriz muy complicada que cumple con ese requisito de que es independiente del observador) con la ayuda de su amigo y antiguo compañero de clase, el matemático Marcel Grossmann. Imaginen por un momento que Einstein tenía una profunda idea sobre lo que debía ser la gravedad, un sentimiento que provenía de los mismos experimentos mentales que hemos discutido en los párrafos anteriores; pero que debía ser formalizado de alguna manera. Irónicamente, Einstein no era precisamente amante las matemáticas, y su mayor logro le acabó costando ni más ni menos que ocho años de esfuerzo, frustración, compromiso y dudas. Finalmente, en el año 1915, Albert Einstein lo consiguió. Ninguna teoría de comparable magnitud ha sido nunca gracias a la labor casi exclusiva de un único científico.
Su triunfo consiste en una complicada ecuación que describe de forma precisa cómo la presencia de una masa deforma el espacio-tiempo, y cómo esta deformación del espacio-tiempo define la trayectoria de los cuerpos que se mueven libres en su cercanía. Es la ilusión de la gravedad.
Pero, ¡mucho ojo! Si dejamos de lado el tiempo, y nos quedamos únicamente con el espacio susceptible a ser deformado, ¡la gravedad tal y como la explica Einstein no tendría ningún sentido! Imagina que suelto una pelota desde lo alto de mi balcón: la pelota está quieta entre mis manos, de repente abro los brazos y la pelota cae. Newton diría que la Tierra está ejerciendo una fuerza de atracción sobre la pelota. Einstein diría que la Tierra está curvando el espacio a su alrededor, de forma que la pelota sigue la trayectoria que queda libre de cualquier otra fuerza en un espacio curvo hasta la superficie de la Tierra. ¿Pero qué tontería es esta? ¿Qué trayectoria? ¡Si la pelota estaba quieta! Aunque fuera verdad que la Tierra curva el espacio a su alrededor, ¿por qué tendría mi pelota que ir hacia ningún lado si yo la dejé quietecita entre mis manos? Volviendo a la analogía de la sábana estirada sobre la cual se coloca una pelota y se lanza una canica, aquí tenemos el tremendísimo defecto de esta analogía: ¿por qué cae la canica hacia la pelota? ¿Porque la sábana está curvada? ¡Por supuesto que no! La canica cae hacia la pelota porque la pelota se hunde hacia abajo en la sábana; la canica cae hacia la pelota por la gravedad de la Tierra; y cuando entra en juego la gravedad de la Tierra en una analogía para comprender el efecto mismo de la gravedad, perdón, pero nuestra analogía ya no sirve. Es como tratar de definir un cactus usando la palabra “cactus”.
¿Por qué tendría mi pelota que “caer” si yo la dejé quietecita entre mis manos? La gravedad como deformación del espacio sencillamente no funciona, y no tiene sentido. Sin embargo, la gravedad como deformación del espacio-tiempo funciona a la perfección. En el espacio-tiempo nada está quieto, pues al tiempo no hay quien lo pare. Ya no se trata de otorgar una trayectoria a algo que está quieto, sino de modificar la trayectoria existente, porque la pelota “quieta” entre mis manos posee ya una trayectoria en el espacio-tiempo (se mueve en el tiempo, aunque no se mueva en el espacio). Cuando yo abro mis brazos y dejo la pelota libre, en el espacio-tiempo curvo (por la presencia de la masa de la Tierra) la pelota seguirá la trayectoria marcada por dicha curvatura, que hace que mi pelota caiga al suelo. Piénsalo bien, ayúdate si así es más fácil con un gráfico espacio-tiempo con una coordenada espacial y una temporal, como el de antes, y verás que tiene todo el sentido del mundo.
Por último, aunque se necesita un cuerpo con masa para curvar el espacio-tiempo, la curvatura es una propiedad intrínseca de este espacio-tiempo, así que la gravedad afecta a todos los cuerpos por igual, independientemente de la masa. Y lo que es más, ni si quiera se necesita un cuerpo con masa para sentir la curvatura del espacio-tiempo: según la teoría de Einstein, la luz también siente la gravedad (lo cual no es así con la teoría de Newton). De hecho, la luz lo hace de tal manera que, como mencioné antes, siempre sigue el camino más corto entre dos puntos en el espacio-tiempo; sólo que si el espacio-tiempo es curvo, este camino más corto no es la línea recta.
El siguiente paso para Einstein era decisivo. Su teoría era el resultado directo...
seguir aquí http://naukas.com/2016/03/16/ondas-gravitacio-que/
video de Albert Einstein: https://youtu.be/pItb8zKxnW0
Albert Einstein (1879-1955)
La historia empieza así: “El 14 de septiembre de 2015, científicos de LIGO [por las siglas en inglés de ‘Observatorio de Interferometría Laser para ondas Gravitacionales’] detectaron por primera vez en la historia de la humanidad las arrugas en el espacio-tiempo provocadas por la fusión de dos agujeros negros, predichas hace exactamente cien años por la teoría de la Relatividad General de Albert Einstein.
El descubrimiento supone la comprobación directa de la última predicción de la teoría del gran genio, así como la primera observación de la fusión de dos agujeros negros, y la primera observación directa de un agujero negro de cualquier manera. Además, abre una nueva ventana de observación para la astronomía, que hasta ahora estaba limitada a ondas de luz…”
Un momento… ¿Qué? ¿Arrugas? ¿Relatividad general? ¿Espacio-ti… empo?
Mucho se puede leer ya sobre la reciente detección de las ondas gravitacionales y la increíble precisión del interferómetro LIGO. ¡Puede medir diferencias en longitudes diez mil veces más pequeñas que el tamaño de un protón! Es tan impresionante que hasta suena ridículo. Pero, ¿de qué estamos hablando? ¿De dónde viene todo esto? Si en verdad estas ondas “gravitacioblabla” se van a convertir en algo importante a partir de este descubrimiento, merece la pena retroceder un poco y olvidarse, por el momento, de LIGO, y del 14 de septiembre de 2015.
Luz, Espacio y Tiempo
Finales del siglo XIX; conforme el siglo veinte se venía abriendo paso apresuradamente, algunos experimentos comenzaron a romper la paz que científicos como James Clerk Maxwell habían creído encontrar hacía unos pocos años. (Los más famosos, por Albert Abraham Michelson y Edward Morley). Maxwell había encontrado finalmente la ansiada respuesta a la pregunta de “qué es la luz”: pues bien, la luz es una onda, como el sonido. Y lo que una onda es, por cierto, es una oscilación que transporta energía de un lado a otro. ¿Y una onda de qué? Si el sonido es una onda de presión, la luz es una onda de electricidad y de magnetismo: una onda electromagnética.
Así que, a finales del siglo XIX, los físicos creían haber alcanzado la cima. Pero los experimentos que mencioné antes arrojaban un comportamiento peculiar a la luz: su velocidad es constante, y toma siempre el mismo valor; no importa quien la emita o quien la mida. A primera vista, no suena muy peculiar, pero pensándolo bien, es bastante raro. Imagina que viajas en un tren a 100 km/h, y en un momento dado te levantas a caminar hacia la parte delantera del tren a 5 km/h. Una chica sentada en el tren mediría tu velocidad en 5 km/h. Sin embargo, un chico sentado en el andén conforme pasa el tren por su lado mediría tu velocidad en 105 km/h (la del tren más la de tu caminar). Ahora hagamos el mismo experimento mental con la luz. La velocidad de la luz es (se ha medido) 300.000 km/s. Imagina ahora que el tren en el que vas viajando se mueve a 200.000 km/s, y tú lanzas un rayo de luz hacia la parte delantera del tren (apuntas con una linterna hacia delante) a la velocidad de la luz, que ya hemos quedado que es 300.000 km/s. La chica de antes, sentada en el tren, mediría la velocidad de la luz en 300.000 km/s. Sin embargo, el chico sentado en el andén mediría 500.000 km/s (la del tren más la de la luz).
Bueno, pues en realidad no. Resulta que en todos los experimentos que se han hecho hasta el día de hoy, el chico del andén mide 300.000 km/s, exactamente lo mismo que la chica sentada en el tren. Ese “empuje” del tren parece no afectar a la luz, de manera que todo el mundo mide la misma velocidad, de 300.000 km/s, no importa cómo se mueva, esté quieto, se esté alejando o se esté acercando. Pensémoslo de otro modo: si yo trato de alcanzar un rayo de luz, aunque pueda acelerarme a velocidades cada vez más cercanas a ésta, la luz siempre se estará alejando de mí a 300.000 km/s. ¡La luz es inalcanzable!
Pero no te esfuerces aún en pensar por qué esto es así. No es una hipótesis, ni un resultado de alguna complicada teoría; es una observación, como que la Tierra da vueltas alrededor del Sol. Lo tomas o lo dejas, pero así es.
Y dado que la velocidad de la luz en el vacío es constante, se le ha asignado, como a todas las buenas constantes de la física, una letra. En este caso, la letra c. A partir de ahora, no te tengo que decir que la velocidad de la luz es 300.000 km/s. Te diré que la velocidad de la luz es c, y con eso bastará. Pero entiende que c es un número fijo y siempre es el mismo.
Einstein se dio cuenta de que cuando uno trata con la luz, no puede sumar velocidades como está acostumbrado (como en el caso del tren), y en el año 1905 publicó una nueva teoría de velocidades, tiempos y demás, a partir de este hecho de que la velocidad de la luz es constante, no importa quien la emita, o quien la mida. A esta teoría se le llama Relatividad Especial, y sus consecuencias son tremendas: las longitudes y los tiempos no son absolutos; un metro o un segundo no miden lo mismo para alguien que está quieto o para alguien que se está moviendo; los metros se contraen, y los segundos se dilatan. Lástima que estos efectos sólo son apreciables cuando las velocidades son cercanas a la velocidad de la luz. Pero me estoy desviando…
En 1907, a un matemático llamado Hermann Minkowski se le ocurrió una cosa curiosa. Dado que velocidad es igual a espacio dividido entre tiempo, podemos expresar la velocidad de la luz como c = e/t, donde e es el espacio que recorre la luz en un tiempo t. De aquí podemos despejar el tiempo, t = e/c, o el espacio, e = c·t. Y dado que c es una constante universal, que siempre vale lo mismo, sin lugar a dudas, podemos decir que el tiempo y el espacio son proporcionales, y se relacionan con esta constante de proporcionalidad, que es c. Esto quiere decir que podemos expresar el tiempo transcurrido en cualquier evento (por ejemplo, el tiempo que tardo en comerme un elote) como una longitud e dividido entre esa constante. Puedo decir que he tardado 10 minutos en comerme mi elote; o puedo decir que he tardado 180 millones de kilómetros en comerme mi elote (es decir, 10 minutos, que son 600 segundos, multiplicado por la velocidad de la luz). A efectos prácticos, estoy diciendo que en el tiempo en que me comí el elote, un rayo de luz en el vacío recorrió 180 millones de kilómetros. Es una manera de expresar un tiempo, tan válida como cualquier otra. Tan sólo que resulta absurdo hacerlo: para tiempos tan pequeños como lo que tardo en comerme un elote, los minutos son mucho más apropiados.
Pero Minkowski no se quedó en una mera cuestión de proporcionalidad. Su interpretación, mucho más profunda, fue que el espacio y el tiempo están íntimamente relacionados entre sí, de manera que uno no tiene sentido sin el otro. Para Minkowski, espacio y tiempo forman parte de una única entidad de cuatro dimensiones que él denominó espacio-tiempo. Así que el espacio-tiempo tiene cuatro coordenadas, una temporal y tres espaciales, y el tiempo y el espacio se relacionan mediante la constante c. Como ejemplo, trata de dibujar un movimiento sencillo en un gráfico espacio-tiempo simplificado. Imagina que estás de pie, y de repente saltas con todas tus fuerzas hacia arriba y vuelves a caer. ¿Cómo se dibujaría esto en el espacio-tiempo de Minkowski? Pon la coordenada que representa la altura que alcanzas con tu salto en el eje vertical, y el tiempo transcurrido en el eje horizontal. En el momento del salto subes muy rápido, y poco a poco te vas frenando para detenerte en el aire justo antes de volver a caer, acelerándote de nuevo hacia el suelo. Dibujado en el espacio-tiempo, esto es una parábola: una línea curva que sube, se tuerce y da media vuelta para volver a caer.
De buenas y a primeras, a Einstein, como seguramente te esté pasando a ti, todo esto del espacio-tiempo le pareció totalmente superfluo y sin ninguna utilidad real. Sin embargo, y como preparación para lo que se avecina, date cuenta de una cosa: en el espacio-tiempo, un movimiento acelerado (como el salto vertical de antes) siempre se representa con una línea curva.
La teoría de la Relatividad General
La idea más feliz de la vida de Einstein (tal y como él mismo lo dijo) le vino dos años después de la publicación de la teoría de la Relatividad Especial, cuando pensaba sobre qué sucedería con los sistemas acelerados. (Algo que había pasado por alto en su teoría). Imagina que estás subiendo en un elevador, y de repente, se rompen los cables que lo sostienen y el elevador cae libremente hacia el suelo. Durante la breve caída, antes del horripilante final, tú, dentro del elevador, estás experimentando lo que supone estar en gravedad cero. Si sueltas una moneda, no verás cómo ésta cae al suelo del elevador, sino que se quedará a tu lado “flotando”; porque todo, tú, el elevador y la moneda, están cayendo con la misma aceleración. Ahora imagina que estás en una cabina en el espacio, realmente en gravedad cero, e imagina que la cabina comienza a propulsarse desde “abajo” y comienza a acelerar con la misma intensidad que acelera la gravedad terrestre. El avance acelerado de la cabina te irá dejando atrás, de manera que sentirás un empuje hacia el suelo exactamente igual que si estuvieras en el campo gravitatorio terrestre. En el primer caso, estás simulando gravedad cero en la Tierra; en el segundo, estás simulando la gravedad terrestre en el espacio. Einstein se dio cuenta de que gravedad y aceleración son equivalentes, en el sentido de que lo que ocurre en presencia de una debería suceder también en presencia de la otra.
Este efecto de que, si estás en una cabina acelerada, el movimiento de la cabina te va dejando atrás, es fácil de comprobar. La próxima vez que subas a un avión, cuando el avión esté acelerando para despegar, siente como tu espalda se pega al respaldo de tu asiento, o lanza una pelota hacia el techo y verás cómo la pelota se va hacia atrás. Si esto lo haces cuando el avión ya está volando a velocidad de crucero, no sentirás nada y la pelota no se irá hacia atrás. Cuando el avión se mueve con velocidad constante es como si el avión estuviese quieto. Esto sólo funciona con movimientos acelerados.
Pero seguro que entiendes que no hay ninguna fuerza oculta en la parte de atrás del avión que atraiga a la pelota mientras el avión está acelerando; el movimiento que observo en la pelota no es real: más bien es el avión el que se mueve, pero como yo estoy amarrado al asiento, para mí parece que es la pelota la que se está moviendo. Pues bueno, este efecto también incluye a la luz; no tendría por qué no hacerlo. Si yo lanzo un rayo de luz hacia arriba o hacia un lado, conforme el avión se está acelerando, el rayo de luz se irá quedando atrás. (Claro, el efecto es pequeñísimo, porque la luz se mueve muy deprisa; para poder apreciarlo, el avión tendría que tener una aceleración grandísima).
Y aquí es donde entra la mente brillante de Einstein, y su equivalencia entre aceleración y gravedad: si un rayo de luz pareciera torcerse en presencia de una aceleración, entonces, el rayo de luz debería parecer torcerse de la misma manera en presencia de un campo gravitatorio. (La palabra “parecer” es importante aquí y quiero que la recuerdes; ten en cuenta que en el caso del avión, la pelota, o la luz, no se tuercen realmente, sino que es el avión, al acelerar, el que provoca esa ilusión). Aun así, ¿cómo va a parecer torcerse la luz en presencia de la gravedad, si (como sabemos desde hace mucho tiempo, y está demostrado por activa y por pasiva) la luz sigue siempre la trayectoria más corta entre dos puntos? Y la trayectoria más corta entre dos puntos es siempre la línea recta. ¿O no lo es?
Retrocedamos algunos siglos. Estamos, quizás, en el siglo XV, y dos imponentes carabelas surcan los mares del pacífico con sus grandes velas izadas. Imagina que los dos navíos se encuentran distanciados, pero sobre la misma línea del ecuador, y piensa que en esta época se creía que la Tierra era plana. Si los dos barcos comenzaran a navegar al mismo tiempo en trayectorias perpendiculares al ecuador, hacia arriba de su mapa por ejemplo, irían avanzando por el océano en trayectorias paralelas… ¡hasta encontrarse en el polo norte! ¿Pero cómo es posible? Si avanzaban en líneas paralelas, ¡que nunca se cortan! Lo que nuestros navegantes no saben es que la superficie por donde navegan –la de la Tierra– no es un plano, ¡sino una esfera! Y al no saber esto, podrían pensar que existe una fuerza misteriosa que está atrayendo a los barcos el uno hacia el otro, porque ellos navegaban en líneas paralelas… ¡Pero esta fuerza es una ilusión! Una ilusión debida al hecho de que se mueven en la superficie de una esfera, y no en un plano, como ellos creen. Después de todo, lo que están experimentando no es una fuerza, sino una curvatura del espacio en el que navegan.
Y aunque pareciera que las trayectorias de los dos barcos se están torciendo la una hacia la otra, no es verdad. Lo que está torcido no son las trayectorias de los barcos, ¡sino el espacio en que se mueven! Visto de otra manera, nuestras carabelas no hacen más que seguir la distancia más corta entre el ecuador y el polo, que en la superficie de una esfera no es una línea recta, sino una línea curva.
Regresemos con Einstein: en donde decíamos “carabelas” ahora diremos “luz”, y en donde decíamos “superficie de la Tierra” ahora diremos “espacio tridimensional”. Ahora quizás podamos contestar a la pregunta de ¿cómo va a parecer torcerse la luz en presencia de la gravedad, si ésta sigue siempre la trayectoria más corta? Existe una manera: esto podría ocurrir si la gravedad no fuese una fuerza realmente, sino el efecto de una curvatura del espacio tridimensional en que vivimos. De ser así, la luz se torcería con el espacio siguiendo la trayectoria más corta, que no siempre sería la línea recta.
Einstein pensó que, quizás, la presencia de una masa enorme como el Sol no ejerce ninguna fuerza misteriosa sobre los planetas, esa que se ha llamado gravedad. Por el contrario, la presencia de una masa enorme como la del Sol lo que hace es que curva el espacio a su alrededor, estirándolo de tal manera que los planetas, cometas, etcétera, no tienen más remedio que seguir una trayectoria curva a su alrededor, en forma de órbita. La manera más fácil de visualizarlo (y la más estándar) es imaginar una sábana bien estirada sobre la que se coloca una pelota en el centro: la masa de la pelota deforma la sábana de tal manera que si lanzamos una canica a su lado, el camino de ésta se torcerá siguiendo la curvatura de la sábana. Como la sábana ejerce una fricción sobre la canica, ésta puede acabar cayendo hacia la pelota; pero si no hubiera fricción, la canica se podría quedar girando alrededor de la pelota en una órbita estable, como lo hacen los planetas. Es una analogía muy buena, muy visual y muy recurrida, pero tiene un problema bastante gordo que nadie nunca menciona.
Este problema se remonta al principio de toda esta locura: la equivalencia entre aceleración y gravedad de la que partió Einstein. Piensa que todo parte de este principio, y si de repente violáramos el principio, se iría todo a la basura. Entonces, si un movimiento se ve torcido en el espacio en presencia de la gravedad, un movimiento acelerado debería también verse torcido en el espacio. Pero aquí hay algo que no cuadra: y es que un movimiento acelerado no está torcido en el espacio (por ejemplo, el salto vertical del ejemplo de antes es puramente un salto en línea recta). Para que un movimiento acelerado se vea torcido, y pueda así haber una relación entre aceleración y gravedad, se necesita la coordenada temporal. Un movimiento acelerado no aparece torcido en el espacio, pero sí en el espacio-tiempo. Para mantener la cordura, la curvatura producida por una masa enorme como el Sol no puede ser una curvatura del espacio y ya. Es totalmente necesario que esta curvatura incluya al espacio y también al tiempo. Si no, se acaba la equivalencia entre gravedad y aceleración, volvemos al principio de la historia, y no podemos seguir. Sin espacio-tiempo, es un callejón sin salida. (Volveremos con esto cuatro párrafos más adelante).
Así que cuando Einstein comenzó a tratar de describir matemáticamente esta relación entre la presencia de una masa y la curvatura que ésta produciría en el espacio para dar lugar a lo que llamamos gravedad, encontró que la única manera de hacerlo era incluyendo también al tiempo, recuperando aquella idea de Minkowski que él mismo había despreciado.
Y la tarea no fue fácil. La curvatura producida por una masa tenía que ser completamente independiente de quien la midiera (aunque el observador se estuviese moviendo y/o acelerando). Einstein tuvo que aprender a abstraerse en las matemáticas de superficies curvas en cuatro dimensiones y en el uso de tensores (dicho mal y rápido, un tensor es una matriz muy complicada que cumple con ese requisito de que es independiente del observador) con la ayuda de su amigo y antiguo compañero de clase, el matemático Marcel Grossmann. Imaginen por un momento que Einstein tenía una profunda idea sobre lo que debía ser la gravedad, un sentimiento que provenía de los mismos experimentos mentales que hemos discutido en los párrafos anteriores; pero que debía ser formalizado de alguna manera. Irónicamente, Einstein no era precisamente amante las matemáticas, y su mayor logro le acabó costando ni más ni menos que ocho años de esfuerzo, frustración, compromiso y dudas. Finalmente, en el año 1915, Albert Einstein lo consiguió. Ninguna teoría de comparable magnitud ha sido nunca gracias a la labor casi exclusiva de un único científico.
Su triunfo consiste en una complicada ecuación que describe de forma precisa cómo la presencia de una masa deforma el espacio-tiempo, y cómo esta deformación del espacio-tiempo define la trayectoria de los cuerpos que se mueven libres en su cercanía. Es la ilusión de la gravedad.
Pero, ¡mucho ojo! Si dejamos de lado el tiempo, y nos quedamos únicamente con el espacio susceptible a ser deformado, ¡la gravedad tal y como la explica Einstein no tendría ningún sentido! Imagina que suelto una pelota desde lo alto de mi balcón: la pelota está quieta entre mis manos, de repente abro los brazos y la pelota cae. Newton diría que la Tierra está ejerciendo una fuerza de atracción sobre la pelota. Einstein diría que la Tierra está curvando el espacio a su alrededor, de forma que la pelota sigue la trayectoria que queda libre de cualquier otra fuerza en un espacio curvo hasta la superficie de la Tierra. ¿Pero qué tontería es esta? ¿Qué trayectoria? ¡Si la pelota estaba quieta! Aunque fuera verdad que la Tierra curva el espacio a su alrededor, ¿por qué tendría mi pelota que ir hacia ningún lado si yo la dejé quietecita entre mis manos? Volviendo a la analogía de la sábana estirada sobre la cual se coloca una pelota y se lanza una canica, aquí tenemos el tremendísimo defecto de esta analogía: ¿por qué cae la canica hacia la pelota? ¿Porque la sábana está curvada? ¡Por supuesto que no! La canica cae hacia la pelota porque la pelota se hunde hacia abajo en la sábana; la canica cae hacia la pelota por la gravedad de la Tierra; y cuando entra en juego la gravedad de la Tierra en una analogía para comprender el efecto mismo de la gravedad, perdón, pero nuestra analogía ya no sirve. Es como tratar de definir un cactus usando la palabra “cactus”.
¿Por qué tendría mi pelota que “caer” si yo la dejé quietecita entre mis manos? La gravedad como deformación del espacio sencillamente no funciona, y no tiene sentido. Sin embargo, la gravedad como deformación del espacio-tiempo funciona a la perfección. En el espacio-tiempo nada está quieto, pues al tiempo no hay quien lo pare. Ya no se trata de otorgar una trayectoria a algo que está quieto, sino de modificar la trayectoria existente, porque la pelota “quieta” entre mis manos posee ya una trayectoria en el espacio-tiempo (se mueve en el tiempo, aunque no se mueva en el espacio). Cuando yo abro mis brazos y dejo la pelota libre, en el espacio-tiempo curvo (por la presencia de la masa de la Tierra) la pelota seguirá la trayectoria marcada por dicha curvatura, que hace que mi pelota caiga al suelo. Piénsalo bien, ayúdate si así es más fácil con un gráfico espacio-tiempo con una coordenada espacial y una temporal, como el de antes, y verás que tiene todo el sentido del mundo.
Por último, aunque se necesita un cuerpo con masa para curvar el espacio-tiempo, la curvatura es una propiedad intrínseca de este espacio-tiempo, así que la gravedad afecta a todos los cuerpos por igual, independientemente de la masa. Y lo que es más, ni si quiera se necesita un cuerpo con masa para sentir la curvatura del espacio-tiempo: según la teoría de Einstein, la luz también siente la gravedad (lo cual no es así con la teoría de Newton). De hecho, la luz lo hace de tal manera que, como mencioné antes, siempre sigue el camino más corto entre dos puntos en el espacio-tiempo; sólo que si el espacio-tiempo es curvo, este camino más corto no es la línea recta.
El siguiente paso para Einstein era decisivo. Su teoría era el resultado directo...
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martes, 10 de mayo de 2016
El 15-M francés: entre el agotamiento y el "gauchisme". La Nuit Debout cumple un mes sin haber logrado establecerse como fenómeno masivo.
La Nuit Debout parisina ha cumplido un mes. Es el plazo en el que el 15-M madrileño nació, floreció y transformó su acampada inicial en otras manifestaciones. Un mes después de su arranque, el 31 de marzo en la plaza de la República, el movimiento parisino presenta claros signos de agotamiento. Si nunca tuvo un carácter masivo, en los últimos días solo algunos centenares de personas participan en el foro de la plaza de la República. No es solo la presión policial ni la acción disuasoria de los casseurs (literalmente, los rompedores) lo que contribuye al agotamiento, aunque la noche del uno de mayo bastó con que cuatro encapuchados rompieran un par de escaparates en la plaza, para que todos los congregados, totalmente ajenos a esas violencias, fueran desalojados por los gases de la policía.
A falta de base social el movimiento parece estar cociéndose, cada vez más, en la vieja salsa de un tradicional izquierdismo parisino, en el peor sentido, leninista, de la palabra. En su Enfermedad infantil, el revolucionario ruso definió el izquierdismo como un radicalismo que corta el vínculo con las masas e impide al movimiento social implantarse. Si en los primeros días se podía encontrar entre quienes tomaron la palabra en el ágora hasta a un joven votante de Sarkozy, que se declaraba apasionado por los debates, ahora ese sujeto ha desaparecido después de preguntarse por qué no se desmarca la plaza de los casseurs, fuerza verdaderamente disuasoria para la participación de cualquier persona que condena o no ve sentido político alguno en romper un escaparate o en tirarle botellas a la policía.
En la plaza los discursos tienden frecuentemente a una poesía enamorada de sí misma. La importancia del momento es loada continuamente. “¿Cual es el objetivo de Nuit Debout?”, se pregunta François Ruffin, el periodista de Amiens y autor del documental Merci patron, que fue el primero en proponer en febrero ocupar un lugar público. “¿Se trata de combatir la reforma laboral y su mundo, o de inventar una democracia pura en 2.500 metros cuadrados en el corazón del París de los burgueses-bohemios?”. Ruffin ha insistido desde el principio en resaltar la importancia del nexo con el mundo del trabajo. “Mi propósito era trasmitir la palabra de las cajeras de supermercado de provincias, a los parados de Forêt-en-Cabrésis y a las asistentas a domicilio de Poix-du-Nord, de toda una Francia periférica invisible y olvidada, y la paradoja es que la Nuit Debout aún los está ocultando más en beneficio de los de siempre”, dice. El movimiento necesita una victoria contra la ley laboral –contra la que ayer hubo una nueva manifestación, coincidiendo con el inicio de su discusión en la Asamblea Nacional– para demostrar la utilidad de su bella energía, dice Ruffin que se queja del “perfume antisindical” que se respira en la plaza; “los sindicatos no son suficientemente cool, ni jóvenes, ni nuevos”, dice.
En el sector izquierdista no es la ley laboral, sino la poesía del “ fin del trabajo asalariado” lo que se aplaude, los casseurs no son vistos como problema sino como sana legitimidad, independientemente del hecho de la alergia que suscitan en la mayoría fuera del recinto. Instalado en su realidad tribal, al izquierdismo verbal no le interesa gran cosa la vulgar mayoría popular.
Acogido con gritos de “¡Huelga general!”, el secretario general de la CGT, Philippe Martinez, ha explicado en la plaza que una huelga general no se improvisa a gritos sino que se decide en las empresas, algo que hay que currarse. La CGT apoya una huelga de ferroviarios que el 18 de mayo podría paralizar el transporte, pero este fin de semana la plaza se preparará para otra cosa: el Global Debout del 15 de mayo, con la perspectiva de un “movimiento social transnacional”.
Ciertamente no cambiará nada en Europa, ni en el mundo, sin un movimiento transnacional, “pero antes de convocar a esos míticos millones, ¿no habría que superar el millar de participantes en la plaza?”, dice un sindicalista escéptico.
Rafael Poch La Vanguardia
En la plaza los discursos tienden frecuentemente a una poesía enamorada de sí misma. La importancia del momento es loada continuamente. “¿Cual es el objetivo de Nuit Debout?”, se pregunta François Ruffin, el periodista de Amiens y autor del documental Merci patron, que fue el primero en proponer en febrero ocupar un lugar público. “¿Se trata de combatir la reforma laboral y su mundo, o de inventar una democracia pura en 2.500 metros cuadrados en el corazón del París de los burgueses-bohemios?”. Ruffin ha insistido desde el principio en resaltar la importancia del nexo con el mundo del trabajo. “Mi propósito era trasmitir la palabra de las cajeras de supermercado de provincias, a los parados de Forêt-en-Cabrésis y a las asistentas a domicilio de Poix-du-Nord, de toda una Francia periférica invisible y olvidada, y la paradoja es que la Nuit Debout aún los está ocultando más en beneficio de los de siempre”, dice. El movimiento necesita una victoria contra la ley laboral –contra la que ayer hubo una nueva manifestación, coincidiendo con el inicio de su discusión en la Asamblea Nacional– para demostrar la utilidad de su bella energía, dice Ruffin que se queja del “perfume antisindical” que se respira en la plaza; “los sindicatos no son suficientemente cool, ni jóvenes, ni nuevos”, dice.
En el sector izquierdista no es la ley laboral, sino la poesía del “ fin del trabajo asalariado” lo que se aplaude, los casseurs no son vistos como problema sino como sana legitimidad, independientemente del hecho de la alergia que suscitan en la mayoría fuera del recinto. Instalado en su realidad tribal, al izquierdismo verbal no le interesa gran cosa la vulgar mayoría popular.
Acogido con gritos de “¡Huelga general!”, el secretario general de la CGT, Philippe Martinez, ha explicado en la plaza que una huelga general no se improvisa a gritos sino que se decide en las empresas, algo que hay que currarse. La CGT apoya una huelga de ferroviarios que el 18 de mayo podría paralizar el transporte, pero este fin de semana la plaza se preparará para otra cosa: el Global Debout del 15 de mayo, con la perspectiva de un “movimiento social transnacional”.
Ciertamente no cambiará nada en Europa, ni en el mundo, sin un movimiento transnacional, “pero antes de convocar a esos míticos millones, ¿no habría que superar el millar de participantes en la plaza?”, dice un sindicalista escéptico.
Rafael Poch La Vanguardia
lunes, 9 de mayo de 2016
PSICOLOGÍA Volver a empezar
Ante cualquier ruptura, nunca se parte de la nada. Tras el cambio, somos los mismos y con el mismo bagaje de experiencias. Hay que perder el miedo a readaptarse.
CUPERTINO. California. 16 de septiembre de 1985. Un hombre, hundido y abatido, acaba de ser relegado de su cargo. Sale al exterior del edificio donde ha tenido lugar la reunión. Sopla una brisa suave. La temperatura es cálida. Siente la necesidad de caminar y decide alejarse del lugar donde acaba de ser traicionado por quienes consideraba incondicionales. Es una humillación. Se puede disfrazar de dimisión voluntaria o retiro temporal, pero es un despido en toda regla. Uno más de tantos que se producen en Estados Unidos. Con una salvedad. La empresa que lo ha despedido fue creada y levantada por él mismo. Esa compañía se llama Apple. Y ese hombre es Steve Jobs. Derrama unas lágrimas. Es inevitable. Demasiados meses de tensión acumulada. Dinero no le falta a Steve Jobs. Pero no es ese su problema.
“¿Qué voy a hacer ahora? ¿Empezar de cero?”, se pregunta.
Le ha llevado años levantar Apple. El esfuerzo ha sido titánico. Todavía es joven. Tiene ilusiones. Energía. Ha cumplido los 30. Jobs es un aventurero, un emprendedor.
Al cabo de unas semanas llama a sus mejores colaboradores y los convence para dejar Apple. Nace NeXT, su segundo proyecto empresarial. En efecto, va a empezar de nuevo. A empezar de cero.
Volver a empezar, el título de la película de José Luis Garci, es un acontecimiento que, en un momento u otro, golpea la vida. Sea una ruptura con los socios, un giro profesional repentino, un despido, un cierre de la empresa, el final de una etapa profesional, una separación…
La sensación que se apodera de uno es la de no tener nada. Tener que volver a empezar desde la nada. Pero eso no es del todo cierto. “Cero” es una sensación, una percepción que emana del tren del cual nos hemos apeado y ya no está, de esa soledad que rodea a quien corta el cordón umbilical con una estructura, una organización, una empresa, un socio o el proyecto que lo vinculaba.
“Cero” es demasiado. Porque una persona es también su pasado, su experiencia, sus conocimientos, los criterios adquiridos a través del desempeño, los hábitos y automatismos que precisa toda profesión.
Un importante científico con quien tengo una buena amistad me pidió ir a comer el otro día. Me explicó que lo relegaban de la dirección del instituto científico al cual pertenecía. Pesaba más la desazón del qué dirán en la comunidad científica que las consecuencias reales de tal cambio. “He de empezar de cero”, me dijo. “Y tengo 60 años”.
Me resultaba incomprensible tal desazón. El científico, una hora después y una hora antes, era el mismo. Su experiencia seguía ahí. Sus conocimientos permanecían.
Todo lo trabajado, todo lo realizado es un activo y va con uno, dentro de la mochila, ahí donde viajamos. Afirma el filósofo José Antonio Marina que el talento es inteligencia en acción. Y la inteligencia no es solo la capacidad, sino el bagaje adquirido a lo largo de los años.
Empezar de cero es una falacia. Ni es empezar, ni es de cero. Es continuar desde lo que uno es y sigue siendo.
Redefinamos, así pues, el sentido y significado de “nuevo proyecto o nuevo reto profesional”. Podríamos definirlo como la forma en que modificamos nuestra red de relaciones con tal de dirigir nuestra experiencia y conocimientos adquiridos hacia un nuevo propósito.
Nuestro tejido de conexiones sigue siendo el mismo. El bagaje también. En realidad solo varían dos cosas: el propósito y el modo en que nos vamos a relacionar a partir de ahora con nuestro entorno. La clave está en ese diseño, así como en las posibilidades del nuevo propósito. Volver a empezar se convierte pues en algo bien distinto: una meta diferente y un nuevo esquema de lazos y uniones. Una transformación del cómo pero no del qué, el cual sigue inalterado.
Obviamente, hay nuevas dificultades. Es también cierto que la estructura de ingresos desaparece de momento. Y que el modelo que nos mantenía deja de ser vigente. Pero, condicionados por el estupor del momento y el miedo al cambio, confundimos lo que somos con el cargo que ocupamos. Es como aquel político a quien llamaban gobernador y respondió:
–Yo no soy el gobernador, sino el hombre que ocupa actualmente el cargo de gobernador.
Lo mismo a la inversa. En la vida hay momentos difíciles. Es innegable. Pero nunca se parte de cero.
Por cierto, NeXT no fue un éxito de ventas, pero sí tecnológico. La propia Apple adquirió esta empresa unos años después por 400 millones de dólares para poder relanzar los ordenadores personales Apple con el software de NeXT.
Estamos de nuevo en Cupertino, un 16 de septiembre de 1997. Steve Jobs, alegre y triunfante, acaba de ser readmitido. Sale al exterior del edificio donde se ha celebrado la reunión. Paradojas de la vida, es el mismo día del mismo mes en el que 12 años atrás fue expulsado. Continuar, en lugar de volver a empezar, le ha permitido regresar a su propia empresa.
Sopla una brisa suave. La temperatura es cálida. Siente la necesidad de caminar y decide alejarse del edificio, pero esta vez lo hace solo unos metros.
http://elpaissemanal.elpais.com/confidencias/volver-a-empezar/
CUPERTINO. California. 16 de septiembre de 1985. Un hombre, hundido y abatido, acaba de ser relegado de su cargo. Sale al exterior del edificio donde ha tenido lugar la reunión. Sopla una brisa suave. La temperatura es cálida. Siente la necesidad de caminar y decide alejarse del lugar donde acaba de ser traicionado por quienes consideraba incondicionales. Es una humillación. Se puede disfrazar de dimisión voluntaria o retiro temporal, pero es un despido en toda regla. Uno más de tantos que se producen en Estados Unidos. Con una salvedad. La empresa que lo ha despedido fue creada y levantada por él mismo. Esa compañía se llama Apple. Y ese hombre es Steve Jobs. Derrama unas lágrimas. Es inevitable. Demasiados meses de tensión acumulada. Dinero no le falta a Steve Jobs. Pero no es ese su problema.
“¿Qué voy a hacer ahora? ¿Empezar de cero?”, se pregunta.
Le ha llevado años levantar Apple. El esfuerzo ha sido titánico. Todavía es joven. Tiene ilusiones. Energía. Ha cumplido los 30. Jobs es un aventurero, un emprendedor.
Al cabo de unas semanas llama a sus mejores colaboradores y los convence para dejar Apple. Nace NeXT, su segundo proyecto empresarial. En efecto, va a empezar de nuevo. A empezar de cero.
Volver a empezar, el título de la película de José Luis Garci, es un acontecimiento que, en un momento u otro, golpea la vida. Sea una ruptura con los socios, un giro profesional repentino, un despido, un cierre de la empresa, el final de una etapa profesional, una separación…
La sensación que se apodera de uno es la de no tener nada. Tener que volver a empezar desde la nada. Pero eso no es del todo cierto. “Cero” es una sensación, una percepción que emana del tren del cual nos hemos apeado y ya no está, de esa soledad que rodea a quien corta el cordón umbilical con una estructura, una organización, una empresa, un socio o el proyecto que lo vinculaba.
“Cero” es demasiado. Porque una persona es también su pasado, su experiencia, sus conocimientos, los criterios adquiridos a través del desempeño, los hábitos y automatismos que precisa toda profesión.
Un importante científico con quien tengo una buena amistad me pidió ir a comer el otro día. Me explicó que lo relegaban de la dirección del instituto científico al cual pertenecía. Pesaba más la desazón del qué dirán en la comunidad científica que las consecuencias reales de tal cambio. “He de empezar de cero”, me dijo. “Y tengo 60 años”.
Me resultaba incomprensible tal desazón. El científico, una hora después y una hora antes, era el mismo. Su experiencia seguía ahí. Sus conocimientos permanecían.
Todo lo trabajado, todo lo realizado es un activo y va con uno, dentro de la mochila, ahí donde viajamos. Afirma el filósofo José Antonio Marina que el talento es inteligencia en acción. Y la inteligencia no es solo la capacidad, sino el bagaje adquirido a lo largo de los años.
Empezar de cero es una falacia. Ni es empezar, ni es de cero. Es continuar desde lo que uno es y sigue siendo.
Redefinamos, así pues, el sentido y significado de “nuevo proyecto o nuevo reto profesional”. Podríamos definirlo como la forma en que modificamos nuestra red de relaciones con tal de dirigir nuestra experiencia y conocimientos adquiridos hacia un nuevo propósito.
Nuestro tejido de conexiones sigue siendo el mismo. El bagaje también. En realidad solo varían dos cosas: el propósito y el modo en que nos vamos a relacionar a partir de ahora con nuestro entorno. La clave está en ese diseño, así como en las posibilidades del nuevo propósito. Volver a empezar se convierte pues en algo bien distinto: una meta diferente y un nuevo esquema de lazos y uniones. Una transformación del cómo pero no del qué, el cual sigue inalterado.
Obviamente, hay nuevas dificultades. Es también cierto que la estructura de ingresos desaparece de momento. Y que el modelo que nos mantenía deja de ser vigente. Pero, condicionados por el estupor del momento y el miedo al cambio, confundimos lo que somos con el cargo que ocupamos. Es como aquel político a quien llamaban gobernador y respondió:
–Yo no soy el gobernador, sino el hombre que ocupa actualmente el cargo de gobernador.
Lo mismo a la inversa. En la vida hay momentos difíciles. Es innegable. Pero nunca se parte de cero.
Por cierto, NeXT no fue un éxito de ventas, pero sí tecnológico. La propia Apple adquirió esta empresa unos años después por 400 millones de dólares para poder relanzar los ordenadores personales Apple con el software de NeXT.
Estamos de nuevo en Cupertino, un 16 de septiembre de 1997. Steve Jobs, alegre y triunfante, acaba de ser readmitido. Sale al exterior del edificio donde se ha celebrado la reunión. Paradojas de la vida, es el mismo día del mismo mes en el que 12 años atrás fue expulsado. Continuar, en lugar de volver a empezar, le ha permitido regresar a su propia empresa.
Sopla una brisa suave. La temperatura es cálida. Siente la necesidad de caminar y decide alejarse del edificio, pero esta vez lo hace solo unos metros.
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sábado, 7 de mayo de 2016
El capitalismo contra la democracia en Europa y América Latina
Michael Löwy y Samuel González
Revista Memoria (México)
Empecemos con la cita de un ensayo sobre la democracia burguesa en Rusia, escrito en 1906, tras la derrota de la primera revolución rusa:
Es sumamente ridículo creer que existe una afinidad electiva entre el gran capitalismo, tal como se importa actualmente a Rusia y como se conoce en Estados Unidos (…), y la ‘democracia’ o la ‘libertad’ (en todos los significados posibles de la palabra); la verdadera pregunta debería ser ¿cómo es ‘posible’ que estos conceptos existan, a largo plazo, bajo la dominación capitalista? 1
¿Quién es el autor de este lúcido comentario? ¿Lenin, Trotsky o, quizás, Plekhanov? Es de hecho Max Weber, el conocido sociólogo burgués. Aunque jamás desarrolló tal idea, está sugiriendo que hay una contradicción intrínseca entre el capitalismo y la democracia.
La historia del siglo xx parece confirmar esa opinión: muy a menudo, cuando el poder de las clases dominantes se veía amenazado por el pueblo, la democracia era puesta a un lado como un lujo que no podía permitirse y reemplazada por el fascismo —Europa en las décadas de 1920-30— o las dictaduras militares en Latinoamérica en las décadas de 1960-70.
Afortunadamente, éste no es el caso de Europa y Latinoamérica en la actualidad; sin embargo, hemos experimentado, en particular durante las últimas décadas con el triunfo del neoliberalismo,una democracia de baja intensidad, una democracia sin contenido social que se ha convertido en recipiente vacío. Cierto, aún tenemos elecciones, pero parecería que hay un solo partido, el Partido del Mercado Unido, con dos variantes que tienen sólo diferencias limitadas: la versión neoliberal de la derecha y la versión socioliberal de centro-izquierda.
El debilitamiento de la democracia es particularmente visible en el funcionamiento oligarca de la Unión Europea, donde el Parlamento tiene poca influencia, mientras que el poder se encuentra asido con fuerza por las manos de órganos no elegidos, tal como la Comisión Europea o el Banco Central Europeo. De acuerdo con Giandomenico Majone, profesor en el Instituto Europeo de Florencia y uno de los teóricos semioficiales de la Unión, el continente necesita “instituciones no mayoritarias”; es decir, “instituciones públicas que, a propósito, no sean responsables hacia los electores ni hacia los oficiales electos”: éste representa el único camino para protegernos de “la tiranía de la mayoría”. En dichas instituciones, “cualidades como la experiencia, el conocimiento, la discreción profesional y la coherencia (…) son mucho más importantes que la responsabilidad democrática directa”. 2 Apenas puede imaginarse una apología más descarada de la naturaleza oligarca y antidemocrática de la Unión.
Con la actual crisis económica, la democracia ha descendido a sus niveles más bajos. En un editorial reciente, el diario francés Le Figaro escribió que la presente situación es excepcional, y esto explica por qué los procedimientos democráticos no pueden ser siempre respetados; cuando los tiempos normales vuelvan podremos restablecer una legitimidad democrática. Tenemos por tanto una especie de “estado de excepción” económico/político en el sentido que Carl Schmitt le atribuía. Pero ¿qué soberano tiene el derecho de proclamar, de acuerdo con Schmitt, el estado de excepción? Durante algún tiempo después de 1789 y antes de la proclamación de la República Francesa, en 1792, el rey tenía el derecho constitucional al veto. Cualquiera que fuesen las resoluciones de la Asamblea Nacional y los deseos y las aspiraciones de la población gala, la última palabra pertenecía a su majestad.
Actualmente, en Europa el rey no es un Borbón o un Habsburgo sino el capital financiero, aliado a los grandes capitales industriales. Todos los gobiernos europeos actuales son funcionarios de ese monarca absolutista, intolerante y antidemocrático. Ya de derecha, “centro-extremo” o seudoizquierda, ya conservadores, democristianos o socialdemócratas, todos sirven fanáticamente el derecho al veto de su majestad. La total y absoluta soberanía en la Europa actual supone por tanto el mercado financiero global. Los mercados financieros dictan a cada país los salarios y las pensiones, los recortes del gasto social, las privatizaciones, y el índice de desempleo. Hace algún tiempo, designaban de modo directo a los líderes de gobierno (Papademos en Grecia y Mario Monti en Italia), seleccionando supuestos “expertos”, fieles sirvientes suyos.
Veamos de cerca a algunos de estos “expertos” todopoderosos. ¿De dónde vienen? Mario Draghi, titular del Banco Central Europeo, es antiguo gerente de Goldman Sachs; Mario Monti, antiguo miembro de la Comisión Europea, fue asesor de Goldman Sachs. Monti y Papademos son miembros de la Comisión Trilateral, un club muy selecto de políticos y banqueros que deciden qué hacer y cuáles medidas tomar. El presidente de la Comisión Trilateral Europea, Peter Sutherland, se desempeñó como integrante de la Comisión Europea y gerente de Goldman Sachs; el vicepresidente de la Comisión Trilateral, Vladimir Dlouhy, otrora ministro checo de Economía, es asesor de Goldman Sachs para Europa del Este. En otras palabras, los “expertos” a cargo de salvar Europa de la crisis solían trabajar para uno de los bancos directamente responsables de la crisis hipotecaria en Estados Unidos. Esto no indica una conspiración para entregar Europa a Goldman Sachs; sólo ilustra la naturaleza oligarca de la elite “experta” que gobierna la Unión.
Los gobiernos de Europa son indiferentes a la protesta pública, las huelgas, las manifestaciones masivas y la opinión o los sentimientos de la población; están atentos —y en extremo— sólo a la opinión y los sentimientos de los mercados financieros, sus empleados y las agencias de notación. En la seudodemocracia europea, consultar a la gente vía plebiscito es herejía peligrosa o, peor aún, crimen contra el Santo Mercado. El gobierno griego, encabezado por Syriza, la Coalición de la Izquierda Radical, fue el único que tuvo el valor de organizar una consulta popular.
El referéndum griego fue respecto no sólo a factores económicos y sociales fundamentales sino, también y en primer plano, a la democracia. El 61.3 por ciento del “no” supuso un intento por desafiar el veto Real de las finanzas. Esto pudo haber constituido un primer paso hacia la transformación de Europa, de una monarquía capitalista a una república democrática; sin embargo, las instituciones europeas oligarcas de hoy tienen tolerancia escasa por la democracia. Dichas instituciones penaron de inmediato al pueblo griego por su insolente intento de rechazar el austericidio. La deudocracia está de vuelta en Grecia para vengarse; impone un brutal programa de medidas económicamente recesivas, socialmente injustas y humanamente insostenibles. La derecha alemana fabricó este monstruo y lo forzó sobre el pueblo de Grecia con la complicidad de los falsos “amigos” de ésta (Hollande, Renzi y otros).
En Latinoamérica, la democracia continúa enfrentando fuertes embates por el capital. Tras las dictaduras, trabajadores del campo y de la ciudad asediaron de nuevo su tiranía, recetada en fuertes dosis de neoliberalismo durante la llamada década perdida, y más adelante aún: se trató de la ofensiva de las clases dominantes en respuesta a la situación económica global y a la existencia de procesos de construcción de poder popular, que conduce al ejercicio de la democracia desde abajo. Ante las decisiones elaboradas en pequeños comités empresariales, y acatadas por gobiernos serviles, campesinos, indígenas y trabajadores pusieron en pie organizaciones populares tendentes a otorgar capacidad de veto a las movilizaciones sociales a principios de siglo, en diversos países de la región. La guerra del agua y la del gas en Bolivia entrañan expresiones nítidas del ascenso experimentadas por la movilización popular. Ésta fue una conquista de la democracia ejercida desde abajo, que visibilizó la profunda conexión entre el aspecto social y el ejercicio de la democracia directa.
Una vez más, la marcha del capital pudo cuestionarse sólo desde la movilización popular, desde asambleas populares que encontraron nuevos sujetos y regiones para la movilización. El ascenso de la democracia popular fue capaz de trazar una estela que avanzó desde la protesta (por ejemplo, el estallido argentino de 2000-2001), conquistó capacidad de veto, respecto a determinadas políticas neoliberales (Bolivia, Ecuador, Argentina), e impulsó la llegada de nuevos gobiernos en toda la región. Ello colocó nuevas condiciones en la relación entre democracia, participación popular y justicia social. Con distintos grados y matices, la llegada de estos movimientos y de nuevos gobiernos suscitó procesos de democratización de las estructuras institucionales (proyectos de presupuesto participativo en centros urbanos), e incluso más allá de éstas en procesos de autogestión territorial (comunidades zapatistas, autogestión de fábricas y recursos naturales), procesos de redistribución de la riqueza y, en los casos más radicales, dinámicas de expropiación de recursos estratégicos al gran capital (como en Bolivia y Venezuela). Muchos de éstos evidenciaron que la profundización de la democracia, desde una visión participativa y comunitaria, y la justicia social se relacionan con la existencia de potentes movimientos sociales y de organizaciones populares (comunas, asambleas, consejos, sindicatos) tendentes a tomar en sus manos el control de un territorio o de alguna función social como la seguridad.
Sin embargo, el capitalismo no fue derrotado en la región. En toda Latinoamérica, las derechas se reorganizaron, con distintas estrategias acordes con la correlación de fuerzas existente y la historia política de cada país. Los ejemplos más significativos durante este periodo se hallan en Paraguay, Honduras y Venezuela, pero también en Ecuador, Brasil y México. En 2009, Manuel Zelaya fue destituido como presidente de Honduras por la Suprema Corte de Justicia, acusado de traición a la patria. En el fondo, la traición fue del gran capital, vulnerador de la voluntad popular ante la trayectoria de un gobierno que tomó relaciones con Petrocaribe, se unió a la Alianza Bolivariana para América y presentó la iniciativa de impulsar una asamblea constituyente a través de un plebiscito. En Paraguay (2012), el gobierno de Lugo fue víctima de un golpe de Estado parlamentario, organizado mediante un proceso de destitución articulado por el Senado. Este cuerpo legislativo acusó al Ejecutivo en turno de inducir un clima de violencia entre las fuerzas públicas y un intento de toma de tierras por campesinos. Evidentemente, ello implicó un enorme revés para la democracia y la vuelta al gobierno del reaccionario Partido Colorado.
Los casos de Paraguay y de Honduras ejemplifican cierta diversificación estratégica por las derechas latinoamericanas. A diferencia del periodo anterior, y ante una correlación de fuerzas menos favorable, se valen de la manipulación mediática (muchas veces con control monopólico de los grandes medios de comunicación, como en Venezuela y México) e institucional para derribar gobiernos electos democráticamente, que incluso no mostraron rasgos de radicalidad comparable con los gobiernos de Venezuela o Bolivia. Desde luego, Venezuela ha sido uno de los blancos preferidos, pues al imperialismo resulta insoportable que un gobierno de izquierdas controle una de las mayores reservas de petróleo. La situación ha dado lugar a la aparición de diversas derechas, algunas recalcitrantes, ligadas de modo directo con los segmentos más reaccionarias de las clases dominantes estadounidenses (Tea party), y otras con un perfil más suave y democrático. Ambas corrientes han intentado, como en otros países de la región, arrancar a la izquierda algunas de sus esenciales banderas de la lucha democrática. Desde la muerte de Chávez —la gran fortaleza, pero también la gran debilidad del proceso bolivariano—, la derecha ascendió en los planos político y electoral, aprovechando y provocando escenarios de inflación y de tendencia a la dolarización de la economía y canalizando ciertos ámbitos de descontento social.
Respuestas más radicales pueden observarse en el caso de México. Los monumentales fraudes electorales de 1988 y de 2006 expresaron el consenso y la alianza entre las clases dominantes del país y el imperialismo estadounidense. En 2006, el candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador levantó un discurso que halló, en el horizonte social-liberal de Lula, un ejemplo para su proyecto de gobierno, lejos de Hugo Chávez y Evo Morales. Pese al perfil profundamente moderado de su propuesta de gobierno, los grandes capitales decidieron cancelar el proceso por la fuerza, efectuando un fraude obsceno y desatando, como respuesta a la ilegitimidad del proceso, la llamada guerra contra el narcotráfico, que ha cobrado más de 150 mil vidas en los últimos años. En este periodo es posible identificar, como en Europa, personajes que conectan el control financiero con funciones gubernamentales vitales para el capital financiero. Agustín Guillermo Carstens Carstens, actual gobernador del Banco de México, fue uno de los principales artífices de la estrategia económica y financiera del gobierno de Felipe Calderón en 2006; no por casualidad, en el periodo anterior fungió como importante directivo del Fondo Monetario Internacional.
***
Mientras la crisis empeora y la indignación pública se incrementa, hay una tentación creciente entre varios gobiernos por distraer la atención pública hacia un chivo expiatorio: los inmigrantes. Así, extranjeros indocumentados, inmigrantes no comunitarios, musulmanes y gitanos son presentados como la amenaza principal de la Unión Europea. Esto permite por supuesto muchas oportunidades para partidos racistas, xenófobos, semifascistas o abiertamente fascistas que proliferan y son ya, en varios países, parte del gobierno —una seria amenaza a la democracia en el continente.
La única esperanza es la creciente aspiración por una Europa que vaya más allá de la competición salvaje, las brutales políticas de austeridad y las eternas deudas por pagar. Otra Europa es posible: una democrática, ecológica y social. Pero ésta no se alcanzará sin un esfuerzo común de las poblaciones europeas que traspase las fronteras étnicas y los estrechos límites del Estado-nación.
Lejos de creer que la batalla de la democracia contra el capital ha sido ganada en Latinoamérica, estamos convocados a observar que el capital conserva buena parte de su poder en la región y que ello representa una amenaza constante en el campo político. Tampoco podemos olvidar los delicados acontecimientos de Ecuador (cuando Correa fue retenido por un contingente de policías) y Bolivia (cuando a Evo Morales no se permitió aterrizar en Francia y Portugal ante el rumor de que Snowden fuera a viajar con él), así como la existencia de bases militares. Hay una necesidad apremiante de profundizar la democracia mediante la construcción de poder popular; un ejemplo muy significativo al respecto son las comunas generadas en Venezuela desde 2009. Es importante remodelar los Estados desde una visión que sobrepase y rompa con los designios de la democracia liberal y los dictados del gran capital. Las experiencias conquistadas en las asambleas constituyentes resultan fundamentales, sin perder de vista la necesidad de construir poder popular más allá de sus formas estatales, generando un puente y vínculo entre lo democrático y lo comunitario, como demuestran diversas experiencias en la actualidad, para repensar los horizontes anticapitalistas y comunistas de nuestro siglo.
Sin duda, la baja en el precio de las commodities y del petróleo afecta gravemente la base de las políticas de redistribución de estos gobiernos, y tiende a aumentar las condiciones de inflación y a otorgar condiciones para ataques económicos y políticos por los grandes capitales del continente, aliados del imperialismo estadounidense. Coincidimos en la idea de defender frente al imperialismo a gobiernos elegidos de modo democrático, apoyando las medidas tendentes a profundizar la democracia y la equidad. Sin embargo, es fundamental distinguir las disidencias que emergen desde el campo de las derechas y las provenientes de manera legítima desde el campo popular y la izquierda. La conciencia y organización populares, necesarias para barrer a la derecha del continente, sólo pueden provenir de procesos de autoorganización, donde la pluralidad y el debate hacen parte de la creatividad revolucionaría.
En otras palabras, nuestra esperanza por el futuro está en la indignación popular y los movimientos sociales, expandidos en particular entre la juventud y las mujeres en diversos países. Para estos movimientos, resulta cada vez más evidente que la lucha por la democracia es una contra el neoliberalismo y —en un último análisis— el mismo capitalismo, un sistema inherentemente antidemocrático, como Max Weber señaló hace más de 100 años.
Post Scriptum
La inmigración a Europa de cientos de miles de refugiados, víctimas de los conflictos del Medio Oriente —y de las intervenciones imperialistas—, ha provocado en muchos gobiernos reacciones histéricas, xenófobas y racistas; el caso más brutal lo representa el ultraderechista de Hungría, pero está lejos de ser el único. Por otro lado, los atentados terroristas de ISIS en París han servido de pretexto para que la seudosocialista administración gala imponga un estado de excepción, suspendiendo las garantías constitucionales. En las elecciones regionales en Francia, el Frente Nacional se proyecta como el primer partido en el país, en tanto que los organismos de derecha y centro-izquierda retoman las temáticas racistas e islamófobas de Marine Le Pen. Hay por fortuna focos de resistencia de la izquierda radical en Portugal, Grecia, Estado español, Inglaterra y otros territorios, pero predominan en la Unión Europea el desastre neoliberal y la ofensiva de fuerzas fascistas y racistas. Ambos representan tendencias profundamente antidemocráticas.
Al mismo tiempo, la victoria de Macri y la derecha en Argentina, los desastrosos resultados del Partido Socialista Unido de Venezuela, que colocan un escenario donde el parlamento es dirigido por la derecha, y el juicio iniciado contra Dilma en Brasil constituyen la apertura de un nuevo periodo en el que, a la crisis económica y el reflujo de las movilizaciones y los gobiernos de izquierda, se suma una ruptura política que amenaza de manera contundente la estabilidad de la izquierda en Latinoamérica. Este viraje, desde luego, debe impulsar la más amplia unidad contra la escalada golpista, sin olvidar la urgencia de generar una visión crítica en torno al transformismo experimentado por algunos gobiernos progresistas, como el del PT en Brasil, que se han aproximado a posiciones social-liberales, reproduciendo patrones económicos extractivistas y rentistas, y que hoy parecen llegar a un callejón sin salida. Los acontecimientos mencionados profundizan de modo simultáneo la reorganización de la derecha y el asedio a la democracia conquistada por las movilizaciones en las últimas décadas. Pese a esas condiciones, sectores significativos de las mayorías del continente presentan una conciencia que confronta abiertamente al neoliberalismo, y en cierta medida al propio capitalismo. Con seguridad, esta energía hará frente a la salida autoritaria formulada por las derechas y el imperialismo estadounidense, pues no todo está dicho en el continente.
http://revistamemoria.mx/
Revista Memoria (México)
Empecemos con la cita de un ensayo sobre la democracia burguesa en Rusia, escrito en 1906, tras la derrota de la primera revolución rusa:
Es sumamente ridículo creer que existe una afinidad electiva entre el gran capitalismo, tal como se importa actualmente a Rusia y como se conoce en Estados Unidos (…), y la ‘democracia’ o la ‘libertad’ (en todos los significados posibles de la palabra); la verdadera pregunta debería ser ¿cómo es ‘posible’ que estos conceptos existan, a largo plazo, bajo la dominación capitalista? 1
¿Quién es el autor de este lúcido comentario? ¿Lenin, Trotsky o, quizás, Plekhanov? Es de hecho Max Weber, el conocido sociólogo burgués. Aunque jamás desarrolló tal idea, está sugiriendo que hay una contradicción intrínseca entre el capitalismo y la democracia.
La historia del siglo xx parece confirmar esa opinión: muy a menudo, cuando el poder de las clases dominantes se veía amenazado por el pueblo, la democracia era puesta a un lado como un lujo que no podía permitirse y reemplazada por el fascismo —Europa en las décadas de 1920-30— o las dictaduras militares en Latinoamérica en las décadas de 1960-70.
Afortunadamente, éste no es el caso de Europa y Latinoamérica en la actualidad; sin embargo, hemos experimentado, en particular durante las últimas décadas con el triunfo del neoliberalismo,una democracia de baja intensidad, una democracia sin contenido social que se ha convertido en recipiente vacío. Cierto, aún tenemos elecciones, pero parecería que hay un solo partido, el Partido del Mercado Unido, con dos variantes que tienen sólo diferencias limitadas: la versión neoliberal de la derecha y la versión socioliberal de centro-izquierda.
El debilitamiento de la democracia es particularmente visible en el funcionamiento oligarca de la Unión Europea, donde el Parlamento tiene poca influencia, mientras que el poder se encuentra asido con fuerza por las manos de órganos no elegidos, tal como la Comisión Europea o el Banco Central Europeo. De acuerdo con Giandomenico Majone, profesor en el Instituto Europeo de Florencia y uno de los teóricos semioficiales de la Unión, el continente necesita “instituciones no mayoritarias”; es decir, “instituciones públicas que, a propósito, no sean responsables hacia los electores ni hacia los oficiales electos”: éste representa el único camino para protegernos de “la tiranía de la mayoría”. En dichas instituciones, “cualidades como la experiencia, el conocimiento, la discreción profesional y la coherencia (…) son mucho más importantes que la responsabilidad democrática directa”. 2 Apenas puede imaginarse una apología más descarada de la naturaleza oligarca y antidemocrática de la Unión.
Con la actual crisis económica, la democracia ha descendido a sus niveles más bajos. En un editorial reciente, el diario francés Le Figaro escribió que la presente situación es excepcional, y esto explica por qué los procedimientos democráticos no pueden ser siempre respetados; cuando los tiempos normales vuelvan podremos restablecer una legitimidad democrática. Tenemos por tanto una especie de “estado de excepción” económico/político en el sentido que Carl Schmitt le atribuía. Pero ¿qué soberano tiene el derecho de proclamar, de acuerdo con Schmitt, el estado de excepción? Durante algún tiempo después de 1789 y antes de la proclamación de la República Francesa, en 1792, el rey tenía el derecho constitucional al veto. Cualquiera que fuesen las resoluciones de la Asamblea Nacional y los deseos y las aspiraciones de la población gala, la última palabra pertenecía a su majestad.
Actualmente, en Europa el rey no es un Borbón o un Habsburgo sino el capital financiero, aliado a los grandes capitales industriales. Todos los gobiernos europeos actuales son funcionarios de ese monarca absolutista, intolerante y antidemocrático. Ya de derecha, “centro-extremo” o seudoizquierda, ya conservadores, democristianos o socialdemócratas, todos sirven fanáticamente el derecho al veto de su majestad. La total y absoluta soberanía en la Europa actual supone por tanto el mercado financiero global. Los mercados financieros dictan a cada país los salarios y las pensiones, los recortes del gasto social, las privatizaciones, y el índice de desempleo. Hace algún tiempo, designaban de modo directo a los líderes de gobierno (Papademos en Grecia y Mario Monti en Italia), seleccionando supuestos “expertos”, fieles sirvientes suyos.
Veamos de cerca a algunos de estos “expertos” todopoderosos. ¿De dónde vienen? Mario Draghi, titular del Banco Central Europeo, es antiguo gerente de Goldman Sachs; Mario Monti, antiguo miembro de la Comisión Europea, fue asesor de Goldman Sachs. Monti y Papademos son miembros de la Comisión Trilateral, un club muy selecto de políticos y banqueros que deciden qué hacer y cuáles medidas tomar. El presidente de la Comisión Trilateral Europea, Peter Sutherland, se desempeñó como integrante de la Comisión Europea y gerente de Goldman Sachs; el vicepresidente de la Comisión Trilateral, Vladimir Dlouhy, otrora ministro checo de Economía, es asesor de Goldman Sachs para Europa del Este. En otras palabras, los “expertos” a cargo de salvar Europa de la crisis solían trabajar para uno de los bancos directamente responsables de la crisis hipotecaria en Estados Unidos. Esto no indica una conspiración para entregar Europa a Goldman Sachs; sólo ilustra la naturaleza oligarca de la elite “experta” que gobierna la Unión.
Los gobiernos de Europa son indiferentes a la protesta pública, las huelgas, las manifestaciones masivas y la opinión o los sentimientos de la población; están atentos —y en extremo— sólo a la opinión y los sentimientos de los mercados financieros, sus empleados y las agencias de notación. En la seudodemocracia europea, consultar a la gente vía plebiscito es herejía peligrosa o, peor aún, crimen contra el Santo Mercado. El gobierno griego, encabezado por Syriza, la Coalición de la Izquierda Radical, fue el único que tuvo el valor de organizar una consulta popular.
El referéndum griego fue respecto no sólo a factores económicos y sociales fundamentales sino, también y en primer plano, a la democracia. El 61.3 por ciento del “no” supuso un intento por desafiar el veto Real de las finanzas. Esto pudo haber constituido un primer paso hacia la transformación de Europa, de una monarquía capitalista a una república democrática; sin embargo, las instituciones europeas oligarcas de hoy tienen tolerancia escasa por la democracia. Dichas instituciones penaron de inmediato al pueblo griego por su insolente intento de rechazar el austericidio. La deudocracia está de vuelta en Grecia para vengarse; impone un brutal programa de medidas económicamente recesivas, socialmente injustas y humanamente insostenibles. La derecha alemana fabricó este monstruo y lo forzó sobre el pueblo de Grecia con la complicidad de los falsos “amigos” de ésta (Hollande, Renzi y otros).
En Latinoamérica, la democracia continúa enfrentando fuertes embates por el capital. Tras las dictaduras, trabajadores del campo y de la ciudad asediaron de nuevo su tiranía, recetada en fuertes dosis de neoliberalismo durante la llamada década perdida, y más adelante aún: se trató de la ofensiva de las clases dominantes en respuesta a la situación económica global y a la existencia de procesos de construcción de poder popular, que conduce al ejercicio de la democracia desde abajo. Ante las decisiones elaboradas en pequeños comités empresariales, y acatadas por gobiernos serviles, campesinos, indígenas y trabajadores pusieron en pie organizaciones populares tendentes a otorgar capacidad de veto a las movilizaciones sociales a principios de siglo, en diversos países de la región. La guerra del agua y la del gas en Bolivia entrañan expresiones nítidas del ascenso experimentadas por la movilización popular. Ésta fue una conquista de la democracia ejercida desde abajo, que visibilizó la profunda conexión entre el aspecto social y el ejercicio de la democracia directa.
Una vez más, la marcha del capital pudo cuestionarse sólo desde la movilización popular, desde asambleas populares que encontraron nuevos sujetos y regiones para la movilización. El ascenso de la democracia popular fue capaz de trazar una estela que avanzó desde la protesta (por ejemplo, el estallido argentino de 2000-2001), conquistó capacidad de veto, respecto a determinadas políticas neoliberales (Bolivia, Ecuador, Argentina), e impulsó la llegada de nuevos gobiernos en toda la región. Ello colocó nuevas condiciones en la relación entre democracia, participación popular y justicia social. Con distintos grados y matices, la llegada de estos movimientos y de nuevos gobiernos suscitó procesos de democratización de las estructuras institucionales (proyectos de presupuesto participativo en centros urbanos), e incluso más allá de éstas en procesos de autogestión territorial (comunidades zapatistas, autogestión de fábricas y recursos naturales), procesos de redistribución de la riqueza y, en los casos más radicales, dinámicas de expropiación de recursos estratégicos al gran capital (como en Bolivia y Venezuela). Muchos de éstos evidenciaron que la profundización de la democracia, desde una visión participativa y comunitaria, y la justicia social se relacionan con la existencia de potentes movimientos sociales y de organizaciones populares (comunas, asambleas, consejos, sindicatos) tendentes a tomar en sus manos el control de un territorio o de alguna función social como la seguridad.
Sin embargo, el capitalismo no fue derrotado en la región. En toda Latinoamérica, las derechas se reorganizaron, con distintas estrategias acordes con la correlación de fuerzas existente y la historia política de cada país. Los ejemplos más significativos durante este periodo se hallan en Paraguay, Honduras y Venezuela, pero también en Ecuador, Brasil y México. En 2009, Manuel Zelaya fue destituido como presidente de Honduras por la Suprema Corte de Justicia, acusado de traición a la patria. En el fondo, la traición fue del gran capital, vulnerador de la voluntad popular ante la trayectoria de un gobierno que tomó relaciones con Petrocaribe, se unió a la Alianza Bolivariana para América y presentó la iniciativa de impulsar una asamblea constituyente a través de un plebiscito. En Paraguay (2012), el gobierno de Lugo fue víctima de un golpe de Estado parlamentario, organizado mediante un proceso de destitución articulado por el Senado. Este cuerpo legislativo acusó al Ejecutivo en turno de inducir un clima de violencia entre las fuerzas públicas y un intento de toma de tierras por campesinos. Evidentemente, ello implicó un enorme revés para la democracia y la vuelta al gobierno del reaccionario Partido Colorado.
Los casos de Paraguay y de Honduras ejemplifican cierta diversificación estratégica por las derechas latinoamericanas. A diferencia del periodo anterior, y ante una correlación de fuerzas menos favorable, se valen de la manipulación mediática (muchas veces con control monopólico de los grandes medios de comunicación, como en Venezuela y México) e institucional para derribar gobiernos electos democráticamente, que incluso no mostraron rasgos de radicalidad comparable con los gobiernos de Venezuela o Bolivia. Desde luego, Venezuela ha sido uno de los blancos preferidos, pues al imperialismo resulta insoportable que un gobierno de izquierdas controle una de las mayores reservas de petróleo. La situación ha dado lugar a la aparición de diversas derechas, algunas recalcitrantes, ligadas de modo directo con los segmentos más reaccionarias de las clases dominantes estadounidenses (Tea party), y otras con un perfil más suave y democrático. Ambas corrientes han intentado, como en otros países de la región, arrancar a la izquierda algunas de sus esenciales banderas de la lucha democrática. Desde la muerte de Chávez —la gran fortaleza, pero también la gran debilidad del proceso bolivariano—, la derecha ascendió en los planos político y electoral, aprovechando y provocando escenarios de inflación y de tendencia a la dolarización de la economía y canalizando ciertos ámbitos de descontento social.
Respuestas más radicales pueden observarse en el caso de México. Los monumentales fraudes electorales de 1988 y de 2006 expresaron el consenso y la alianza entre las clases dominantes del país y el imperialismo estadounidense. En 2006, el candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador levantó un discurso que halló, en el horizonte social-liberal de Lula, un ejemplo para su proyecto de gobierno, lejos de Hugo Chávez y Evo Morales. Pese al perfil profundamente moderado de su propuesta de gobierno, los grandes capitales decidieron cancelar el proceso por la fuerza, efectuando un fraude obsceno y desatando, como respuesta a la ilegitimidad del proceso, la llamada guerra contra el narcotráfico, que ha cobrado más de 150 mil vidas en los últimos años. En este periodo es posible identificar, como en Europa, personajes que conectan el control financiero con funciones gubernamentales vitales para el capital financiero. Agustín Guillermo Carstens Carstens, actual gobernador del Banco de México, fue uno de los principales artífices de la estrategia económica y financiera del gobierno de Felipe Calderón en 2006; no por casualidad, en el periodo anterior fungió como importante directivo del Fondo Monetario Internacional.
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Mientras la crisis empeora y la indignación pública se incrementa, hay una tentación creciente entre varios gobiernos por distraer la atención pública hacia un chivo expiatorio: los inmigrantes. Así, extranjeros indocumentados, inmigrantes no comunitarios, musulmanes y gitanos son presentados como la amenaza principal de la Unión Europea. Esto permite por supuesto muchas oportunidades para partidos racistas, xenófobos, semifascistas o abiertamente fascistas que proliferan y son ya, en varios países, parte del gobierno —una seria amenaza a la democracia en el continente.
La única esperanza es la creciente aspiración por una Europa que vaya más allá de la competición salvaje, las brutales políticas de austeridad y las eternas deudas por pagar. Otra Europa es posible: una democrática, ecológica y social. Pero ésta no se alcanzará sin un esfuerzo común de las poblaciones europeas que traspase las fronteras étnicas y los estrechos límites del Estado-nación.
Lejos de creer que la batalla de la democracia contra el capital ha sido ganada en Latinoamérica, estamos convocados a observar que el capital conserva buena parte de su poder en la región y que ello representa una amenaza constante en el campo político. Tampoco podemos olvidar los delicados acontecimientos de Ecuador (cuando Correa fue retenido por un contingente de policías) y Bolivia (cuando a Evo Morales no se permitió aterrizar en Francia y Portugal ante el rumor de que Snowden fuera a viajar con él), así como la existencia de bases militares. Hay una necesidad apremiante de profundizar la democracia mediante la construcción de poder popular; un ejemplo muy significativo al respecto son las comunas generadas en Venezuela desde 2009. Es importante remodelar los Estados desde una visión que sobrepase y rompa con los designios de la democracia liberal y los dictados del gran capital. Las experiencias conquistadas en las asambleas constituyentes resultan fundamentales, sin perder de vista la necesidad de construir poder popular más allá de sus formas estatales, generando un puente y vínculo entre lo democrático y lo comunitario, como demuestran diversas experiencias en la actualidad, para repensar los horizontes anticapitalistas y comunistas de nuestro siglo.
Sin duda, la baja en el precio de las commodities y del petróleo afecta gravemente la base de las políticas de redistribución de estos gobiernos, y tiende a aumentar las condiciones de inflación y a otorgar condiciones para ataques económicos y políticos por los grandes capitales del continente, aliados del imperialismo estadounidense. Coincidimos en la idea de defender frente al imperialismo a gobiernos elegidos de modo democrático, apoyando las medidas tendentes a profundizar la democracia y la equidad. Sin embargo, es fundamental distinguir las disidencias que emergen desde el campo de las derechas y las provenientes de manera legítima desde el campo popular y la izquierda. La conciencia y organización populares, necesarias para barrer a la derecha del continente, sólo pueden provenir de procesos de autoorganización, donde la pluralidad y el debate hacen parte de la creatividad revolucionaría.
En otras palabras, nuestra esperanza por el futuro está en la indignación popular y los movimientos sociales, expandidos en particular entre la juventud y las mujeres en diversos países. Para estos movimientos, resulta cada vez más evidente que la lucha por la democracia es una contra el neoliberalismo y —en un último análisis— el mismo capitalismo, un sistema inherentemente antidemocrático, como Max Weber señaló hace más de 100 años.
Post Scriptum
La inmigración a Europa de cientos de miles de refugiados, víctimas de los conflictos del Medio Oriente —y de las intervenciones imperialistas—, ha provocado en muchos gobiernos reacciones histéricas, xenófobas y racistas; el caso más brutal lo representa el ultraderechista de Hungría, pero está lejos de ser el único. Por otro lado, los atentados terroristas de ISIS en París han servido de pretexto para que la seudosocialista administración gala imponga un estado de excepción, suspendiendo las garantías constitucionales. En las elecciones regionales en Francia, el Frente Nacional se proyecta como el primer partido en el país, en tanto que los organismos de derecha y centro-izquierda retoman las temáticas racistas e islamófobas de Marine Le Pen. Hay por fortuna focos de resistencia de la izquierda radical en Portugal, Grecia, Estado español, Inglaterra y otros territorios, pero predominan en la Unión Europea el desastre neoliberal y la ofensiva de fuerzas fascistas y racistas. Ambos representan tendencias profundamente antidemocráticas.
Al mismo tiempo, la victoria de Macri y la derecha en Argentina, los desastrosos resultados del Partido Socialista Unido de Venezuela, que colocan un escenario donde el parlamento es dirigido por la derecha, y el juicio iniciado contra Dilma en Brasil constituyen la apertura de un nuevo periodo en el que, a la crisis económica y el reflujo de las movilizaciones y los gobiernos de izquierda, se suma una ruptura política que amenaza de manera contundente la estabilidad de la izquierda en Latinoamérica. Este viraje, desde luego, debe impulsar la más amplia unidad contra la escalada golpista, sin olvidar la urgencia de generar una visión crítica en torno al transformismo experimentado por algunos gobiernos progresistas, como el del PT en Brasil, que se han aproximado a posiciones social-liberales, reproduciendo patrones económicos extractivistas y rentistas, y que hoy parecen llegar a un callejón sin salida. Los acontecimientos mencionados profundizan de modo simultáneo la reorganización de la derecha y el asedio a la democracia conquistada por las movilizaciones en las últimas décadas. Pese a esas condiciones, sectores significativos de las mayorías del continente presentan una conciencia que confronta abiertamente al neoliberalismo, y en cierta medida al propio capitalismo. Con seguridad, esta energía hará frente a la salida autoritaria formulada por las derechas y el imperialismo estadounidense, pues no todo está dicho en el continente.
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