domingo, 24 de enero de 2021

_- Joaquín Fuster: “La educación más eficiente es el aprendizaje activo del niño que crea, imagina y prioriza la colaboración sobre la competición”

_- El prestigioso neurocientífico reflexiona acerca de los mecanismos que rigen la memoria y el conocimiento, y apunta las claves de un aprendizaje efectivo y duradero

Veinte años investigando sobre la naturaleza de la memoria y del conocimiento, 40 estudiando la corteza prefrontal y toda una vida dedicada a la neurociencia cognitiva, tras los pasos de un premio Nobel como Santiago Ramón y Cajal, que, ya en 1888, formuló su teoría de las redes neuronales en el cerebro. El telar mágico de la mente (Ariel, 2020) es la biografía del prestigioso neurocientífico Joaquín M. Fuster, y una ventana excepcional a su trabajo a través de los personajes y descubrimientos que influyeron decisivamente en sus investigaciones. Hoy, rebasados los 90 años y con su pasión intacta, es profesor emérito de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), y EL PAÍS habla con él por videoconferencia.

Pregunta. La figura del navarro Ramón y Cajal ha sido una influencia determinante en su vida.
Respuesta. Él fue el primero en lanzar la hipótesis de que la memoria y el conocimiento estaban distribuidos en redes corticales de la corteza cerebral, que unían a las neuronas entre sí y que se asociaban con la experiencia. Esta teoría se convirtió para mí en una guía y un precepto que yo tenía que verificar experimentalmente. Me dediqué a hacerlo primero en primates y después en humanos, por medio de técnicas de imagen, y así pude corroborar que esas redes asociativas de la memoria y del conocimiento estaban ampliamente distribuidas en la corteza cerebral, solapadas entre sí y que eran muy plásticas, flexibles.

En realidad, son la base del aprendizaje y de la adquisición de memoria y conocimiento, y esto tiene una importancia fundamental en la educación del niño y del adulto. 40 años llevo estudiando esas relaciones entre células que se manifestaban fisiológicamente durante la conducta, y donde se podía verificar que Cajal tenía razón, y que la formación de memoria consiste fundamentalmente en la facilitación de los contactos entre neuronas que forman parte de estas redes de conocimiento. Pero también caímos en la evidencia de que había una parte importante de esa corteza, la del lóbulo frontal, que sirve justamente para organizar los elementos temporales de las memorias que se utilizan en la conducta, en el lenguaje, en el razonamiento...

P. Cuando habla de temporal, ¿se refiere a la memoria de trabajo?
R. Bueno, la memoria de trabajo (u operante) fue en realidad el método que nos permitió llegar a ello. Cualquier memoria de trabajo es transitoriamente activada para la ejecución de un acto o de una serie de actos. Sirve para organizar la estructura temporal de todas las acciones complejas y novedosas. No las acciones reflejas instintivas, sino las acciones originales, nuevas y complejas que realiza el ser humano.

De hecho, la memoria activada nos sirvió no solo para estudiar cómo se activa la memoria, sino la estructura de esta memoria en la corteza cerebral, la memoria permanente. ¿Comprendes? Porque la memoria operante no es más que la activación temporal y provisional de una memoria a largo plazo. Y otra cosa que es muy importante es que la corteza frontal no solo organiza las estructuras temporales de conducta, razonamiento o música, sino que sirve para la composición, la imaginación y la memoria del futuro.

P. ¿Cómo funciona la memoria?
R. La memoria está establecida en redes distribuidas por la corteza cerebral. Y está allí como dormidita, mientras no se utiliza. Cuando tratamos de recordar algo, o cuando nos encontramos en una situación que nos evoca algo, esas redes se activan por excitación, al mismo tiempo que se inhiben algunas que no son parte de aquella memoria. Con esta activación se llega a un nivel de actividad nerviosa de estas células que sobrepasa el dintel de la conciencia, y entonces surge la conciencia de la memoria, de lo que está allí dormidito normalmente y que se despierta con la asociación, con las circunstancias, etcétera. Entonces esa memoria a largo plazo se reactiva y se abre a una posible modificación, ampliación y refuerzo, formando redes nuevas que amplían las viejas. Porque la realidad es que nuestro futuro, nuestra creación y nuestra imaginación se basan en el pasado. Es a partir de este que formamos estructuras nuevas de conocimiento, de memoria y de actividad humana.

P. ¿Cuál es el mejor tipo de aprendizaje?
R. La educación más eficiente es el aprendizaje activo que sale del niño, que crea, que imagina y forma estructuras nuevas. No es a base de memorizar listas de los reyes godos, sino de activar él mismo esas redes y ampliarlas activamente con otros niños y con el maestro, priorizando la colaboración por encima de la competición. Porque la colaboración es un elemento de formación social del niño, y le educa en la escala de valores y en la ética del trabajo.

P. ¿Es posible mejorar la memoria?
R. Todos los tipos de memoria ejecutiva favorecen la cognición y, por lo tanto, el ejercicio de las funciones ejecutivas de la corteza prefrontal: la atención ejecutiva, la memoria de trabajo, la capacidad de decidir y la capacidad de planificar. Otro aspecto de la importancia del aprendizaje activo está justamente en la tercera y cuarta edad, cuando empiezan a perderse o se aflojan las conexiones entre células y que, con la demencia, llegan naturalmente a estados desastrosos como el alzhéimer. Todavía no tenemos la cura de la demencia ni del alzhéimer, desgraciadamente, pero lo que sí sabemos es que hay una manera de postergarlo, de postergar la demencia y de quizá aminorarla o mejorarla por medio del ejercicio de las de las funciones ejecutivas.

P. Pero ¿Cómo hacerlo?
R. Pues con todo lo que signifique la utilización de alguna de aquellas funciones, de la capacidad de decidir y de planificar; de la capacidad de memoria operante; de la atención ejecutiva (a lo que haces y a lo que has de hacer). El enfermo de mente no tiene futuro ni prácticamente pasado; vive aquí y ahora. Todo lo que sea facilitar las funciones ejecutivas de la corteza prefrontal sirve para postergar o aminorar la demencia.

P. ¿Podrá la investigación en neurociencia cognitiva ayudar a esclarecer, en el futuro, las causas de trastornos como el TEA, las demencias, el alzhéimer, e incluso encontrar una solución?
R. Sí, indudablemente. Yo creo que la neurociencia cognitiva ya ha apuntado algunos problemas que parecían insolubles hace mucho tiempo, pero que empiezan a esclarecerse, como por ejemplo los trastornos de la hiperactividad y la atención del niño, y que se deben, como sabemos hoy, a un retraso en la maduración de la corteza prefrontal orbitaria, en la que residen los mecanismos de inhibición y que tan importante son para que el niño no se distraiga y haga lo que tiene que hacer. Y también sirve para inhibir la impulsividad y los movimientos incontrolados. Con el tiempo, muchos de estos casos se resuelven solos, porque la corteza prefrontal acaba madurando, aunque sea tarde, y el niño gana control de su actividad, de su motilidad y de su atención.

Es interesante, porque todo esto tiene que ver con la maduración y el declive de la corteza prefrontal, con la senilidad. La prefrontal es la última de todas las cortezas en desarrollarse, tanto en el curso de la evolución como del desarrollo del individuo, ya que no madura totalmente hasta la tercera década de la vida. Pero también es la primera en perderse y estropearse con la vejez.

P. ¿Qué repercusiones prácticas puede tener el avance de la neurociencia en el campo de la educación?
R. Este es un tema apasionante. La educación moderna (sobre todo en ciertos países, como Finlandia) está cambiando radicalmente con el conocimiento y la aplicación del aprendizaje activo; poner al niño a activamente adquirir conocimientos, relaciones sociales y razonamiento (deducción e inducción), en colaboración con otros niños. Uno de los beneficios más notables de ese sistema es aumentar la autoestima del niño, porque se da cuenta de que su trabajo cunde y de que es bien apreciado por el maestro y los otros niños. Esto también iguala un poco las diferencias intelectuales que hay entre los pequeños, porque no todos son igualmente inteligentes o listos. Le da también una sensación de la importancia de la ética del trabajo y, al mismo tiempo, socializa más fácilmente.

Aquí en España tenemos, por ejemplo, a los investigadores de la Universidad Nebrija, en Madrid, que, bajo el liderazgo del profesor José Antonio Marina, están estudiando la manera de implantar la práctica de las funciones ejecutivas de la corteza frontal en los niños de las escuelas primarias. Es un esfuerzo notable que empezó hace años y que tiene alguna relación con sistemas más antiguos, como Montessori, que también usa algunos elementos de esta educación activa para involucrar al niño en la actividad positiva, imaginativa y creadora.

El maldito coronavirus ha sido un problema enorme, porque muchas escuelas en todo el mundo han parado de trabajar. Pero el maestro no se puede sustituir, porque es parte del ciclo percepción - acción del niño, y este tiene que tener el feedback del maestro, para poder progresar.

P. Usted ha dicho que el abuso de estos dispositivos juega en contra de la capacidad creativa del ser humano. Pero, debido a la pandemia, la educación tuvo que migrar a un entorno virtual de un día para otro. ¿Existe hoy el peligro de abusar de los dispositivos electrónicos?
R. Esos artilugios son un problema. Primero porque le dan al niño el razonamiento, la inducción y la deducción ya hechos, y no puede ejercitarlos como tú quieres que lo haga. Y porque, de un modo extraño y perverso, han tenido una influencia negativa sobre las relaciones humanas, incluso dentro de la familia, porque tú te encuentras con esos niños que van a comer usando sus dispositivos en medio de una conversación. Y todo eso también liga con la inteligencia artificial, otra gran corriente actual que está interfiriendo con la creatividad. Porque el robot hace lo que le dice el programador, pero no puede imaginar, no puede inventar, no puede predecir y sobre todo, no puede corregir.

P. ¿Qué quiere decir cuando sostiene que el ser humano tiene memoria del futuro?
R. El ser humano tiene la capacidad de formar el futuro a base de planes y de conducta a largo plazo. Tiene que imaginar el futuro, igual que un compositor compone una sinfonía para que otros la escuchen. Cuando hablo de memoria del futuro, quiero decir que el ser humano es el único organismo viviente que tiene la capacidad de usar la memoria del pasado para transformar la imaginación del futuro.

P. Hablamos de la capacidad del ser humano para predecir el futuro.
R. Exactamente: de predecir, de inventar y de crear el futuro. Y, además, de anticipar posibles errores o probabilidades. Esto no lo puede hacer un robot. Otros animales sí que pueden, pero lo hacen de un modo instintivo, donde un acto sigue al siguiente porque está metido en la genética del individuo. Esto es lo que yo llamo memoria filética o evolutiva; la que adquirió el organismo en la noche de los tiempos. Nacemos con ella, pero no la adquirimos nosotros, sino nuestros antecesores, para ajustarse al medio ambiente.

P. ¿Es necesario que los profesores tengan al menos una base de neurociencia cognitiva a la hora de planificar sus clases y decidir qué estrategias utiliza?
R. Exactamente. El profesor tiene que tener en la cabeza firmemente la importancia de las funciones ejecutivas de la corteza prefrontal del niño. Esto quiere decir que tiene que saber que esa corteza sirve para la planificación, para la atención ejecutiva y para la memoria operante (la memoria provisional, para lo que hay que hacer), y la capacidad de decidir entre alternativas. En este sentido, liga con el desarrollo del libre albedrío, que naturalmente hay que favorecer en el niño.

Aquí lo fundamental es fomentar la iniciativa del niño. No llevar al niño a la rutina y a la memorización mecánica, sino a que aprenda conductas y razonamiento deductivo e inductivo. Deductivo a base de experiencias y aprendizajes concretos que le permitan proyectar cosas nuevas para el futuro. Es como sembrar la iniciativa en el niño.

P. ¿Influye el aprendizaje del niño en la edad adulta?
R. El aprendizaje en el menor es el germen del que ha de salir el aprendizaje en la edad adulta, con una diferencia muy importante, que tiene que ver con el tiempo. Porque mientras el niño está trabajando para resolver un problema usando su capacidad de razonar, el adulto lo hace en una escala temporal distinta, con ciclos de percepción - acción que se proyectan en el futuro. El niño tiene ciclos más inmediatos, relacionados con la clase y con los otros niños, mientras que en el adulto se proyectan en un futuro de meses o años: conseguir un grado, casarse o no casarse, hacer una inversión o no hacerla; comprar esto para el futuro o no hacerlo... El niño lo quiere todo ahora.

A medida que madura, pasados los seis o siete años, los objetivos se hacen más lejanos, pero los mecanismos son los mismos. Y además hay ciclos de percepción - acción que se automatizan, mientras que otros, más importantes y con una escala temporal más larga, se tienen que practicar, razonar y estudiar con más detención. Cuando nos levantamos por la mañana hacemos una serie de hábitos que son puramente automáticos, como afeitarnos, lavarnos, ducharnos y vestirnos para ir al trabajo, que es un ciclo un poco más amplio. Pero ¿por qué vamos al trabajo? Pues para ganarnos la vida, para alimentar a la familia... Son objetivos más lejanos.

sábado, 23 de enero de 2021

_- Cómo potenciar una autoestima sana en nuestros hijos y alumnos

_- Si los adultos fuéramos más conscientes de que depende de nuestro buen hacer y de la satisfacción de las necesidades de niños y adolescentes, seguro que tendríamos jóvenes mejor preparados para enfrentarse a los envites de la vida y con menor sufrimiento

Los niños, al igual que los adultos, tienen una serie de necesidades que precisan ser cubiertas. Comer, descansar, límites y ser protegidos cuando sienten miedo son algunos ejemplos de las necesidades que tienen nuestros hijos. La diferencia entre niños y adultos a la hora de satisfacer sus necesidades es que los segundos tienen herramientas para cubrir sus propias necesidades, mientras que los primeros carecen de dichas herramientas, motivo por el cual, precisan de un adulto que las cubra por ellos. 

Las investigaciones que han estudiado la autoestima han llegado a dos interesantes conclusiones: la primera de ellas es que la autoestima es una de las variables que mejor predice la calidad de vida futura de nuestros hijos. La segunda conclusión es que los niños que gozan de una buena autoestima son aquellos cuyos padres conectan con las necesidades de sus hijos para, posteriormente, cubrir dichas necesidades. Cuando un niño se muestra rabioso porque otro niño se le ha colado en la fila de una atracción, es imprescindible que sus padres conecten o sintonicen con su rabia, le permitan sentirse rabioso y le ayuden a alcanzar la calma después de ese episodio de injusticia.

Todos los padres y maestros queremos que nuestros hijos y alumnos tengan una buena autoestima. Aun así, creo que es importante saber, que tener una buena autoestima no es algo que dependa del menor, sino de los adultos significativos que le acompañamos en su día a día. Parece que el prefijo “auto” de la palabra autoestima indica que es algo que depende del niño, y lo cierto es que escapa a su control. Como bien dice el psiquiatra infantil Jorge Barudy “lo que una madre o un padre siente, piensa o hace por sus hijos y la forma en que lo comunica tendrá un impacto significativo en la manera en que una niña o niño se concibe a sí mismo”.

Creemos que tener una autoestima muy alta es indicativo de salud mental, pero no es así. Está claro que los niños necesitan ser vistos por sus padres y adultos significativos, pero cuidado con sobreprotegerles y decirles que todo lo hacen bien y que son capaces de todo. Los niños necesitan ser narcisizados por sus padres, pero un exceso de narcisización puede ser contraproducente y un mecanismo de defensa para tratar de ocultar determinadas carencias o limitaciones. El refranero popular es muy sabio: dime de qué presumes y te diré de qué careces. Para comprender bien lo que implica la autoestima suelo utilizar la metáfora de la piscina. Imagina que tienes delante de ti una piscina completamente vacía. Si solo tuviera un par de palmos de profundidad de agua, ¿te tirarías a la piscina de cabeza? No, ¿verdad? Ahora bien, ¿Qué pasaría si la piscina empezara a rebosar agua por todos lados porque se ha llenado en exceso, pero nadie se ha percatado de que el agua sigue saliendo? En el primer caso hablaríamos de alguien con la autoestima baja y en el segundo de una persona con la autoestima excesivamente alta, algo que, aunque aparentemente sea positivo, en realidad implica mucha apariencia, pero es tan desadaptativo como tener una baja autoestima. Lo ideal es tener una piscina suficientemente llena donde nos podamos tirar de cabeza de manera segura, pero sin que rebose el agua y sin aparentar más de lo que es. El objetivo es que nuestros hijos tengan una autoestima óptima o suficientemente buena que les permita confiar en sus habilidades, destrezas y virtudes, pero que, a la vez, sean conscientes de sus limitaciones y puntos débiles.

Las consecuencias de una buena autoestima van a repercutir en todos los ámbitos de la persona: familiar, académico, social, emocional, personal, etc. Los jóvenes con una autoestima óptima son conscientes de sus fortalezas y limitaciones, afrontan los retos con confianza y cierta seguridad, aceptan mejor los golpes de la vida, entienden el error y las caídas como una oportunidad de aprendizaje, se sienten más seguros, trabajan mejor en equipo y, en definitiva, están más equilibrados psíquicamente y son más felices. En cambio, las personas con una autoestima baja sufren mucho en los diferentes ámbitos. Tienden a aislarse, son más frecuentemente criticados, se muestran más sensibles, se creen el mensaje que tienen grabado a fuego de “no soy capaz” y la probabilidad de que busquen soluciones externas a la problemática interna es mayor. Así, por ejemplo, las personas con una baja autoestima, al sentirse vacías, tienen mayor probabilidad de desarrollar adicciones al alcohol, porros, móviles, videojuegos, redes sociales, etc. El motivo es que la adicción sacia y rellena, aunque sea momentáneamente, el vacío causado por la baja autoestima, lo que hace que la persona se sienta mejor y quiera volver a “consumir” cuando los efectos placenteros han pasado. La droga, el móvil o los likes en las redes sociales se convierten en su refugio de seguridad y bienestar. Si recuerdas la metáfora de la piscina, la persona que tiene la autoestima baja y, por lo tanto, la piscina muy vacía de agua, tiende a rellenarla con conductas externas que, en ocasiones, se convierten en adictivas.

¿Qué podemos hacer las madres, los padres y los maestros para fomentar una buena autoestima en nuestros niños y adolescentes? A continuación desarrollo una serie de orientaciones generales que pueden ayudar a potenciar la autoestima de nuestros hijos y alumnos:

Empodera a tu hijo: confía en sus posibilidades y hazle sentir que cuentas con él. Hacerle ver que forma parte de la familia es fundamental para desarrollar una autoestima sana.

Cuidado con la sobreprotección: en ocasiones, los padres, con muy buenas intenciones, le hacen todo al niño porque creen que no serán capaces de hacerlo o que tardarán mucho en llevarlo a cabo. Sabemos que la educación requiere tiempo y paciencia. No te dejes contagiar por las prisas y deja que tu hijo lo intente. Si les hacemos todo a nuestros hijos acabarán creyendo que no son capaces y levantar esa losa no será nada sencillo. Seguridad: para que nuestro hijo tenga una autoestima óptima es necesario que se sienta seguro, pero solo nos sentimos seguros si hemos sido niños protegidos. Recuerda que el requisito de una buena autoestima son los buenos tratos en la infancia.

Mamá, mira lo que hago: nuestros hijos constantemente están llamando nuestra atención para que observemos lo que hacen o lo que han logrado. Es una gran oportunidad para que les veas a ellos y su proeza.

Fomenta su autonomía: permite que tu hijo lo intente, siempre y cuando no haya ningún peligro para él ni para su entorno. Alentar su curiosidad, emprendimiento y capacidad de investigación es muy sano para su autoestima y para que sientan que son capaces de hacer las cosas por sí mismos con un mínimo de esfuerzo y sacrificio.

El poder del todavía: a veces nuestros hijos quieren hacer algo, pero no tiene la suficiente fuerza o capacidad para hacerlo. Cuando el menor se da cuenta de que fracasa y te dice “mamá, no puedo” que no se te olvide añadir “todavía”. Seguro que más adelante, con tiempo y sacrificio, lo conseguirá. Mostrar nuestra confianza en sus capacidades y esfuerzo es muy positivo para su autoestima.

La importancia de las explicaciones: es habitual que los niños piensen que son los culpables de algo negativo que ha ocurrido dado el pensamiento egocéntrico que les caracteriza. Por ello, es fundamental que se les explique lo que ha ocurrido para evitar que piensen que son malos, despistados, tontos o que sus padres están enfadados por su culpa.

Es muy positivo que tu hijo dude y sienta miedo: los niños y los adolescentes con autoestima óptima no son aquellos que hacen todo bien ni confían en ellos en todos los contextos, sino que son conscientes de sus limitaciones y saben sacar partido de sus fortalezas.

Somos modelos: el hecho de que el adulto esté en un pedestal no es positivo para el menor. Es importante que las figuras significativas nos mostremos cercanas, comprensivas y mostremos nuestros errores y limitaciones a nuestros hijos.

Si los adultos fuéramos más conscientes de que la autoestima de los niños y adolescentes depende de nuestro buen hacer y de la satisfacción de sus necesidades, seguro que tendríamos jóvenes con la autoestima más sana, mejor preparados para enfrentarse a los envites de la vida y con menor sufrimiento.

https://elpais.com/mamas-papas/2021-01-13/como-potenciar-una-autoestima-sana-en-nuestros-hijos-y-alumnos.html

Rafa Guerrero es psicólogo y doctor en Educación. 
Director de Darwin Psicólogos. Autor de los libros “Educación emocional y apego” (2018), “Cuentos para el desarrollo emocional desde la teoría del apego” (2019), “Cómo estimular el cerebro del niño” (2020), “Educar en el vínculo” (2020) y “Vinculación y autonomía a través de los cuentos” (2020).

Más sobre el tema. Autoestima y autocompasión.

viernes, 22 de enero de 2021

Qué números usaban los antiguos griegos cuando hacían sus asombrosos descubrimientos

Tales de Mileto explicó el solsticio y el equinoccio, predijo eclipses e inventó la geometría abstracta.

Eudoxo de Cnido, además de ser el padre de la astronomía matemática, ideó una teoría de la proporción, que permitió números irracionales, un concepto de magnitud y un método para encontrar áreas y volúmenes de objetos curvilíneos.

Hiparco produjo una tabla de acordes, una tabla trigonométrica temprana.

Euclides escribió un libro de texto sobre álgebra, teoría de números y geometría que aún es relevante.

Aristóteles estimó el tamaño del globo terráqueo; Pitágoras fue el primer matemático puro; ¡Y qué decir de Arquímedes de Siracusa!

Los helenos de la Antigüedad nos dejaron una miríada de logros matemáticos, pero, ¿sabes qué números usaban para hacer tales maravillas?

Palitos y algo más
Uno de los sistemas numéricos que se utilizaron en la Antigua Grecia fue la numeración ática, también conocida numerales herodiánicos, pues fueron descritos por primera vez en un manuscrito del siglo II del gran gramático Herodiano.

Pero tienen un tercer nombre que indica cómo eran: números acrofónicos, llamados así porque los signos utilizados para representar el 5 y los múltiplos de 10 eran tomados de las primeras letras del nombre de los números.

Es decir, por ejemplo, X era el símbolo del número 1.000 pues la palabra para mil era Χιλιοι.

Números como 50, 500, 5.000 y 50.000 se formaban usando combinaciones multiplicativas del signo para 5 y los otros signos.

Números áticos

En este sistema todavía se ven los vestigios de otro más primitivo, que también había sido usado por las culturas que les precedieron -babilonios, egipcios y fenicios- y que consistía en pintar una línea vertical por cada unidad hasta el 9 (aquí todavía lo ves en los signos del 1 al 4). 

Basar su primer sistema numérico en las iniciales de los nombres de los números no era raro pues en las civilizaciones tempranas se solían escribir las cifras más grandes con letras así que abreviarlas de esa manera era un paso natural.

Por qué los antiguos griegos pensaban que las matemáticas eran un regalo de los dioses

El valor de las letras
La numeración ática fue reemplazada por los números 'jónicos', y para el siglo III a.C. ya eran utilizados regularmente en la escritura griega.

El otro nombre con el que se los conoce nos dice cómo eran: sistema de numerales alfabéticos, es decir, que lo que hicieron fue darles valores a las letras del alfabeto.

¿Notaste que faltan unos números? 

Lo que pasa es que el alfabeto griego clásico tenía 24 letras, pero necesitaban 27 símbolos, así que aprovecharon 3 letras más antiguas que han caído en desuso:

digamma (Ϝ) o stigma (ϛ) para el 6
qoppa (ϙ) para el 90.
sampi (Ϡ) para el 900.
En la siguiente imagen puedes ver números griegos en un manuscrito bizantino del héroe de Alejandría Metrika.

La primera línea contiene el número "͵θϡϟϛ δʹ ϛʹ" -es decir, "9.996 + 1⁄4 + 1⁄6"- en el que están todos los símbolos numéricos especiales: sampi (ϡ), koppa (ϟ) y estigma (ϛ).

Números griegos
Entonces, cada letra representaba un número, y la combinación de ellas permitía representar todos los números... hasta 999, lo cual, te imaginarás, era un gran inconveniente para matemáticos tan ilustres.

Se tuvieron que crear más símbolos para superar el problema.

Un apóstrofe, en la parte superior o inferior a la izquierda de los símbolos del 1 al 9 los convertía en los números entre 1.000 y 9.000.
Con eso llegaban a 9.999.

Para ir más lejos, se valieron del símbolo para la miríada de 10.000 -M- al que le ponían otro arriba que indicara por cuánto había que multiplicarla.

Por ejemplo: si querías expresar 20.000, escribías M con una ß (beta = 2) encima.

Ejemplo de cómo se escribe 123.000
Y cuando los números se volvían muy grandes, escribían el pequeño número que iba arriba antes de la M, como hizo el astrónomo y matemático Aristarco de Samos cuando quiso registrar la cifra de 71.755.875:

Ejemplo
Los números se escribían generalmente de izquierda a derecha, aunque se conocen inscripciones de derecha a izquierda y bustrofedón (es decir, un reglón en una dirección y el siguiente en la otra).

No había ningún signo de cero o similar, pues no era necesario; el sistema era aditivo en lugar de uno basado en la posición o el valor posicional.

No obstante, en algún momento un grupo reducido de científicos usaron un cero como signo de puntuación con fines puramente de notación, no como un número. El símbolo, cuando no era simplemente un espacio en blanco, era ο para "obol" (una moneda de menor valor).

¿Éste o el otro?
Entre el 475 a. C. y el 325 a. C., los números jónicos dejaron de utilizarse en favor de la numeración ática.

Pero desde finales del siglo IV a. C. en adelante, los números alfabéticos se convirtieron en el sistema preferido en todo el mundo de habla griega.

Fueron utilizados hasta la caída del Imperio Bizantino en el siglo XV (y aún se usan ocasionalmente en la actualidad).

https://www.bbc.com/mundo/noticias-55478059

jueves, 21 de enero de 2021

Es urgente esperar

Han pasado nueve días desde que sonaron las campanadas de medianoche del día 31 de diciembre. Después de tomar las doce uvas, en un ambiente extraño (restricción de comensales, toque de queda, exigencias de desinfección, uso de mascarillas…) se produjo un aluvión de felicitaciones y de buenos deseos. Estoy seguro de que muchos de esos anhelos se centraban en la superación de la crisis, tanto por lo que respecta a la salud como a la economía particular y a la del país. Pensé que estábamos abriendo las puertas al año de la esperanza.

Decía Aristóteles que “la esperanza es el sueño del hombre despierto”. Pues bien, es la hora de la esperanza. No solo por el proceso de vacunación que se ha iniciado felizmente sino por la conciencia que todos hemos adquirido de la gravedad de la crisis, por la experiencia que hemos acumulado en el ámbito de las decisiones políticas y por los avances de la ciencia en el conocimiento del virus.

El Diccionario de la Real Academia Española dice que la esperanza “es un sentimiento en el que se nos presenta como posible lo que deseamos”. En el “Diccionario de los sentimientos”, de José Antonio Marina y María López Penas, se habla de la esperanza de esta elocuente manera: “Solaz de los mortales afligidos, único aliciente que en las tormentas grandes de la vida puede hacer tolerable la existencia. Es el primer y último bien del hombre…”.

Creo que la esperanza está en la raíz de la solución de nuestros problemas. Nuestros problemas, en este momento, son: el fatalismo, el descontento, el pesimismo, el miedo, el cansancio y el fracaso. Pues bien:

Contra el fatalismo, esperanza.Porque el fatalismo nos pone en las manos del destino sin que nosotros podamos articular palabra. Será lo que tendrá que ser y eso que tendrá que ser no será bueno. Estamos condenados a todo tipo de determinismos: histórico, biológico, sociológico…

Contra el descontento, esperanza.Porque el descontento y la tristeza nos inmovilizan, nos maniatan, nos dejan sin capacidad de respuesta. Han sido muchos los sinsabores, los miedos, las desgracias, pero no pueden rompernos la esperanza en que podemos vencer al virus.

Contra el pesimismo, esperanza. Dice Luis Rojas Marcos en su libro La fuerza del optimismo que la actitud optimista es la mitad del proceso de superación. No podremos salir de la crisis sin esperanza, ese sentimiento positivo que nos da fuerza y alegría, a partes iguales.

Contra el miedo, esperanza. El miedo ha echado raíces en la sociedad. Miedo al contagio, a la enfermedad, al contacto con los otros, al hundimiento de la economía, a la pérdida del trabajo, a los viajes cortos y largos, a la muerte de seres queridos, a nuestra propia muerte.

Contra el cansancio, esperanza.Son muchos meses de restricciones, de sacrificios, de renuncias, de fracaso en el intento de vencer al virus. Primera ola, segunda ola, tercera ola… Hay quien piensa que no existe solución ni siquiera a largo plazo. Pues bien, ante el cansancio, hay que poner esperanza.

Contra el fracaso, esperanza. Hemos tenido en la lucha contra la pandemia innegables y dolorosos fracasos. Las demoras, los tanteos, las equivocaciones nos han llevado a un estancamiento desesperante… Pero, contra todo esos errores y decepciones solo hay un remedio: la esperanza de que no se vuelvan a repetir porque de ellos hemos adquirido conocimiento, experiencia y humildad.

“La esperanza es un árbol en flor que se balancea dulcemente al soplo de las ilusiones”, decía el periodista, escritor y político español Severo Catalina. Y como tal árbol se puede cuidar o se puede abandonar y dejarle secar. Me gusta la metáfora del árbol, que desarrollé en un libro publicado en Portugal con el titulo “El árbol de la democracia”.

El árbol de la esperanza se cuida con un análisis sereno e inteligente de la realidad. Porque la esperanza no es un sentimiento ingenuo que nace del desconocimiento y de la estupidez.

Se cuida con la responsabilidad de las acciones. Porque la esperanza se fragua en la acción, no en la inactividad, en la pasividad y en el silencio.

Se cuida con el esfuerzo, con el compromiso por la superación. La esperanza se conquista, se trabaja, se forja con tesón, no es un regalo de los dioses. No espera conseguir algo quien no trabaja por conseguirlo. “Si el hombre espera aferrado a que alguien o algo ajeno a él lo haga un ser finalizado, acabado, eso ya no es actitud esperanzada sino actitud o razón perezosa, y estas dos actitudes no son afines”, dice Mario Domínguez en un artículo titulado “La filosofía como saber de la esperanza”.

Se cuida con la unión de todos los intentos, de todos los esfuerzos, de todas las acciones de superación. Creo que la esperanza es cuna conquista colectiva. Saldremos de la pandemia unidos, no disgregados, por eso se habla de la inmunidad de rebaño.

Se cuida con el riesgo. Porque el progreso y la superación nos hacen asumir algunos riesgos que debemos afrontar con valentía. Vacunarse exige la asunción de algún riesgo.Decía Jorge Guillén que cuando uno pierde la esperanza se vuelve reaccionario.

Se cuida con una actitud positiva ante la vida, la historia, la política, las personas y nosotros mismos. Una actitud positiva que no deben minar algunas evidencias nefastas: falta de unidad de los partidos en la lucha contra la pandemia, falta de transparencia en la información, bulos y fake news de enorme toxicidad, comportamientos irresponsables de algunos ciudadanos y ciudadanas,

Sería estupendo que, de la misma forma que la canción “Resistiré” del Dúo Dinámico se convirtió en el himno de la fase de confinamiento domiciliar, ahora tengamos como himno la hermosa canción del cantante argentino Diego Torres titulada “Color esperanza”.

“Sé qué hay en tus ojos con solo mirar/ Que estás cansado de andar y de andar/ Y caminar/ Girando siempre en un lugar/ Sé que las ventanas se pueden abrir/ Cambiar el aire/ Depende de ti/ Te ayudará./ Vale la pena una vez más/ Saber que se puede/ Querer que se pueda/ Quitarse los miedos/ Sacarlos afuera/ Pintarse la cara/ Color esperanza/ Tentar al futuro/ Con el corazón.

Es mejor perderse que nunca embarcar/ Mejor tentarse a dejar de intentar/ Aunque ya ves/ Que no es tan fácil empezar/ Sé que lo imposible se puede lograr/ Que la tristeza algún día se irá/ Y así será/ La vida cambia y cambiará/ Sentirás/ Que el alma vuela/ Por cantar una vez más”.

André Malraux decía que la esperanza es la fuerza de la revolución. En este momento es urgente esperar. En los comienzos del año nuevo es apremiante que cultivamos juntos la esperanza.

Siglo XXI Editores publicó en 1993 un libro de Paulo Freire titulado “Pedagogía de la esperanza. Un reencuentro con la pedagogía del oprimido”. Sin esperanza no podemos hacer frente a la liberación y a la superación de las situaciones críticas. Dice Paulo Freire en las primeras páginas del citado libro: “Como programa, la desesperanza nos inmoviliza y nos hace sucumbir al fatalismo en que no es posible reunir las fuerzas indispensables para el embate recreador del mundo. No soy esperanzado por pura terquedad, sino por imperativo existencial e histórico”.

Hago votos porque la pedagogía de la esperanza gane terreno a la desesperación, al desaliento y al pesimismo. Una buena parte del reto está en nuestras manos.

https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/2021/01/09/es-urgente-esperar/

miércoles, 20 de enero de 2021

_- La olvidada ciencia rusa

_- La creación de la Sputnik V es consecuencia de una historia de desarrollos científicos en Rusia: en 1919, por ejemplo, gracias a los esfuerzos de Nikolay Gamaleya, en cuyo honor fue bautizado el centro de investigación que desarrolló la vacuna contra el coronavirus, la Unión Soviética fue el primer país del mundo en erradicar la viruela. Este tipo de avances, sin embargo, han quedado ocultos por los relatos occidentales, que no tienen en cuenta los logros rusos y ahora se sorprenden ante el anuncio de la creación de la Sputnik V.

Con una maleta en una mano y una lista inagotable de preguntas en la otra, tres científicos soviéticos atravesaron la Cortina de Hierro. El 18 de enero de 1956 viajaron a Estados Unidos. Los virólogos Anatoli Smorodintsev, Mikhail P. Chumakov y su compañera Marina Voroshilova no lo hicieron solos: un agente de la KGB seguía sus pasos minuto a minuto, como una sombra.

La poliomielitis arrasaba en la Unión Soviética, así como en otros rincones del planeta. El historiador Saul Benison sostiene que fue el aumento en la incidencia de esta enfermedad paralizante y que afectaba principalmente a niños lo que convenció a las autoridades soviéticas de que era costoso, social y económicamente, no aprovechar los grandes avances en la investigación biomédica desarrollados en Occidente. Los estadounidenses, por su parte, no tenían mucho que perder: ambas potencias compartían un enemigo en común, el poliovirus, un invasor invisible que no respetaba clase, estatus, sexo, religión, nacionalidad o ideología.

Chumakov y Smorodintsev eran por entonces las figuras más destacadas de la virología soviética. Años antes habían desarrollado la primera vacuna contra la gripe. Una vez en Estados Unidos visitaron los laboratorios de Jonas Salk, quien en 1955 había desarrollado una vacuna efectiva, e inspeccionaron sus métodos de producción. Pero con quien mejor congeniaron fue con su oponente científico, Albert Sabin, que estaba probando una vacuna mucho más efectiva y barata, en base a poliovirus vivos pero atenuados, que se podía tomar por vía oral. Había, sin embargo, un problema: pese a lo prometedora que parecía la vacuna, las autoridades estadounidenses se mostraban reacias a permitir la realización de ensayos con virus vivos.

Sabin, entonces, le entregó tres cepas de virus atenuado a los científicos soviéticos para que las estudiasen e investigaran la vacuna en Moscú y Leningrado. Como gesto de buena voluntad, autorizado por el Departamento de Estado, en junio de 1956 el reconocido virólogo polaco nacionalizado estadounidense voló a la Unión Soviética: allí dio charlas, visitó laboratorios y escuchó nuevas ideas. Como la de Chumakov de suministrar la vacuna en forma de caramelos o terrones de azúcar. Así fue cómo durante años telegramas y frascos de vacunas viajaron de un lado al otro del mundo.

En Moscú, Chumakov y Voroshilova no tardaron en vacunarse a sí mismos. Pero precisaban probarla en los principales afectados, es decir en niños. Entonces, en un acto que hoy sería desaprobado por cualquier comité de ética, le dieron la vacuna a sus tres hijos y a varios sobrinos. “Formamos una especie de fila”, recuerda Peter Chumakov, que tenía por entonces siete años. Poco después, su madre pasó a entregarles a cada uno un terrón de azúcar mezclado con poliovirus debilitado.

El cuestionable experimento terminó convenciendo a altos funcionarios soviéticos y los científicos procedieron con ensayos más amplios: en 1957 se vacunaron 67 niños con la vacuna desarrollada en conjunto por Sabin, Chumakov y Voroshilova. Luego fueron 2.010 pacientes y en 1958 llegaron a 20 mil.

De enero a mayo de 1959, los científicos soviéticos probaron la nueva vacuna en 10 millones de chicos en toda la Unión Soviética, en el ensayo de campo más grande hasta la fecha en la historia de la polio. No solo se realizó en hospitales y clínicas, sino también en escuelas y guarderías: en los meses siguientes, prácticamente todos los menores de 20 años recibieron la vacuna, ya sea con un gotero o dentro de un caramelo.

Los resultados, sin embargo, no fueron inmediatamente aceptados por la comunidad científica internacional. Pese a que el programa de inmunización realizado en la Unión Soviética con la vacuna de Sabin había sido exitoso, sin incidentes ni casos de parálisis inducida por la vacuna, cuando Chumakov compartió la noticia en una conferencia científica en Washington hubo quienes expresaron dudas. Todavía había científicos occidentales que se negaban a aceptar los informes del otro lado de la Cortina de Hierro. “La reacción general, que no solía ser expresada públicamente, era: ‘Bueno, no puedes confiar en nada de lo que hacen esas personas’”, comentó Sabin. Pero el logro documentado de la colaboración Sabin-Chumakov finalmente superó las diferencias ideológicas.

Un año después, una representante de la Organización Mundial de la Salud, Dorothy Hortsmann de la Universidad de Yale, recorrió la Unión Soviética, donde reconoció la seguridad de la vacuna y una reducción significativa de los casos de parálisis.

Esta vacuna oral –durante un tiempo conocida como la “vacuna comunista”– se convirtió en el arma preferida contra el virus de la polio en todo el mundo. Incluso en Estados Unidos, donde su uso fue autorizado en 1962. A la Argentina llegó en 1967.

Mientras las superpotencias se amenazaban mutuamente con destruirse con armas nucleares, la colaboración científica entre norteamericanos y soviéticos derivó en uno de los mayores logros médicos del siglo XX y salvó innumerables vidas.

Ciencia detrás de la cortina de hierro
Como ocurre con esta olvidada cooperación, la historia de la ciencia rusa suele ser poco conocida (u ocultada), pese a contar con figuras destacadas como Dmitri Mendeleev –creador de la tabla periódica de los elementos–, el fisiólogo Ivan Pavlov –primer ruso en recibir un premio Nobel–, Alexander Fersman –fundador de la geoquímica–, Dmitry Ivanovsky –descubridor de los primeros virus–, Vera Gedroitz –la primera profesora de cirugía del mundo–, el neuropsicólogo Alexander Luria –investigador de la afasia–, Sergei Korolev –padre del programa espacial soviético– o el genetista Nikolai Vavilov -quien dedicó su vida al estudio y mejoramiento del trigo, maíz y otros cereales para alimentar al mundo y murió de hambre en 1943 en un gulag en Siberia, donde había sido enviado por orden de Stalin.

Con momentos trágicos a raíz de purgas y persecuciones y otros de gran florecimiento, la ciencia rusa –usualmente dividida en los períodos zarista, soviético y post-soviético– tiene una larga trayectoria que suele ser dejada de lado, o mirada con desdén, por la narrativa histórica predominante (esto es, occidental).

Durante el siglo XIX, por ejemplo, Nikolay Gamaleya –en cuyo honor fue bautizado el centro de investigación que desarrolló la vacuna Sputnik V contra el nuevo coronavirus– trabajó con Luis Pasteur en el desarrollo de la vacuna contra la rabia, así como en investigaciones sobre el cólera, la tuberculosis, el tifus y el ántrax. Fundó en 1891 el primer Instituto Bacteriológico de Rusia y en 1919 –151 años después de que la emperatriz rusa Catalina la Grande se ofreciera como voluntaria para vacunarse contra la viruela en un esfuerzo por mostrar a sus súbditos que la técnica médica emergente era segura–, Gamaleya desempeñó un rol fundamental en la primera campaña de vacunación universal de la historia de la humanidad. Diez años después, la Unión Soviética fue el primer territorio que anunció la erradicación de la viruela.

Para la década de 1980 había más científicos e ingenieros en la Unión Soviética que en cualquier otro país del mundo. “Pero la historia y los logros de esa comunidad científica son poco conocidos en Occidente”, indica el historiador de la ciencia Loren Graham, de la Universidad de Harvard. “La ciencia soviética, por ejemplo, no se organizó tradicionalmente sobre la base de la revisión por pares y las subvenciones de investigación, sino en la financiación en bloque de institutos enteros”.

Ingenieros y científicos rusos desarrollaron el láser, construyeron lamparitas eléctricas antes que Thomas Edison, transmitieron ondas de radio antes que Guglielmo Marconi, pusieron en órbita el primer satélite artificial y, además de mandar sondas a la superficie de Venus y Marte, fueron los primeros en llegar a la Luna con la sonda Luna 2 en 1959. Como señala Graham: “Todos los gobernantes de Rusia, desde Pedro el Grande hasta Vladimir Putin, han creído que la respuesta a los problemas de la modernización son la ciencia y tecnología en sí mismas”.

Desdén occidental
En cierto modo, las reacciones de indiferencia y escepticismo que despertó la vacuna Sputnik V responden también a esta ignorancia y a la visión distorsionada que se tiene desde Occidente de la tradición científica rusa. Impulsadas por las diferencias lingüísticas, culturales y políticas, la mayoría de las iniciativas rusas son recibidas con sospecha.

Pero, más allá de estos prejuicios y las movidas geopolíticas propias de estos desarrollos, están la historia y los hechos. El Centro Nacional Gamaleya de Epidemiología y Microbiología viene trabajando desde la década de 1980 con adenovirus, un tipo especial de virus en el que se basa la vacuna Sputnik V para provocar la respuesta inmune y entrenar al cuerpo para evitar la infección. Previamente, ya había desarrollado vacunas contra el virus del Ébola y el MERS (o Síndrome respiratorio por coronavirus de Oriente Medio).

A diferencia de países como Estados Unidos y aquellos de la Unión Europea en los que los laboratorios farmacéuticos –un sector conocido como “Big Pharma” que busca redimirse ante la opinión pública– imponen sus drogas con precios astronómicos, además de lograr cambios en las legislaciones gracias a su fuerte poder de lobby, Rusia demostró su capacidad para desarrollar de manera independiente un medicamento que podría aplacar la pandemia. “Esto simboliza el regreso de Rusia a las principales ligas farmacéuticas”, señala el diplomático francés Jean de Gliniasty, del Instituto Francés de Asuntos Internacionales y Estratégicos.

Por el momento, la vacuna Sputnik contra el coronavirus se expande por el mundo, con inoculaciones en Rusia, Argentina, Bielorrusia y próximamente en Serbia, Hungría, Venezuela y Bolivia. Quizás, como ocurrió con la vacuna estadounidense-soviética contra la polio, en 50 años nadie se acuerde de estas sospechas, más políticas que científicas.

Federico Kukso. Periodista científico, miembro de la comisión directiva de la World Federation of Science Journalists. Autor de Odorama: Historia cultural del olor, Taurus, 2019.

© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur

Fuente: https://www.eldiplo.org/notas-web/la-olvidada-ciencia-rusa/

martes, 19 de enero de 2021

_- ¿Qué vitaminas sirven en qué casos?

_- Probablemente ni recuerdes la cantidad de veces que te han dicho que tomes vitamina C para fortalecer tus defensas y protegerte de la gripe.

Las vitaminas (y los minerales) son nutrientes fundamentales que requiere el cuerpo en pequeñas cantidades para funcionar adecuadamente.

Y, por lo general, se obtienen siguiendo una dieta variada y saludable.

Es importante considerar que el consumo de suplementos vitamínicos debe realizarse bajo estricta supervisión médica porque ingerir demasiado o por un tiempo muy prolongado puede tener efectos perjudiciales en el organismo.

Pero, aparte de la vitamina C, ¿qué sabes del resto? ¿Conoces la utilidad de la vitamina D, E o la K?

Siguiendo las recomendaciones del Sistema de Salud Nacional del Reino Unido, la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos, BBC Mundo te cuenta en qué casos son útiles unas u otros y en qué alimentos puedes encontrarlos.

Vitamina A
Es un antioxidante, lo que quiere decir que puede prevenir o retrasar el daño en cierto tipo de células.

Sus funciones principales son: fortalecer al sistema inmunitario para poder prevenir las infecciones, ayudar a la visión cuando la luz es muy tenue y mantener saludable la piel y el revestimiento de algunas partes del cuerpo, como la nariz.

Además es importante para el crecimiento óseo, las funciones que desempeñan las células y para ciertas condiciones de la piel, como el acné y las arrugas.

Fuentes de vitamina A: queso, huevos, pescados grasos, hígado, leche y yogur.

Como el betacaroteno también le proporciona al cuerpo vitamina A, se pueden consumir frutas y verduras con este elemento: mango, duraznos, lechosa o papaya, espinaca, pimientos y zanahorias.

Vitamina B
En este grupo hay varios tipos:

La B6 le permite al cuerpo usar y almacenar la energía que viene de las proteínas y los carbohidratos que se consumen. También ayuda en la formación de la hemoglobina (la sustancia que se encuentra en los glóbulos rojos y que traslada el oxígeno en el cuerpo). Fuentes de vitamina B6: cerdo, pollo, pavo, pescado, pan, cereales, maní, papas y huevos.

La B12 contribuye a la formación de los glóbulos rojos, ayuda a mantener el sistema nervioso saludable, libera la energía de la comida que consumimos y permite que el organismo procese el ácido fólico, que también pertenece a este grupo vitamínico. Fuentes de vitamina B12: carne, salmón, bacalao, leche y queso.

La falta de vitamina B6 y B12 puede causar anemia.

El ácido fólico trabaja en conjunción con la vitamina B12 con el objetivo de formar glóbulos rojos saludables y también ayuda a reducir el riesgo de defectos en el sistema nervioso central, como la espina bífida, en bebés cuando se encuentran en el vientre materno. Fuentes de ácido fólico: brócoli, coles de Bruselas, hígado, espinaca, espárragos y guisantes.

La B1, B2 y B3 ayudan al mantenimiento saludable del sistema nervioso y están presentes en los huevos.

Vitamina C
Ayuda a la cicatrización de las heridas, protege las células y es necesaria para que el tejido conectivo, que fortalece a los órganos, se mantenga saludable.

También es importante para los huesos, la piel y para que el cuerpo absorba el hierro.

En cuanto a la creencia popular acerca de sus propiedades para prevenir los resfríos, es importante tomar en cuenta que es el caso en situaciones muy particulares: corredores de maratones, esquiadores y militares en climas muy fríos.

Estudios realizados con respecto al tema no han encontrado suficiente evidencia para asegurar que ayuda a la prevención de las gripe o acelera su cura en el resto de las personas.

El cuerpo no puede almacenarla, así que debe ingerirse diariamente. La falta de vitamina C puede causar escorbuto, una enfermedad que ocasiona debilidad, problemas en las encías y hemorragias cutáneas y musculares.

Fuentes de vitamina C: naranjas, pimientos verdes y rojos, fresas o frutillas, brócoli, papas y grosellas.

Vitamina D
Sirve para regular la cantidad de fosfato que hay en el cuerpo y ayudar en la absorción del calcio, lo que es fundamental para los huesos, y también para mantener los dientes sanos.

También juega un papel importante en los nervios, los músculos y el sistema inmunitario. El cuerpo la produce naturalmente al exponerse al sol.

Su falta puede ocasionar osteoporosis y dolor de huesos en los adultos y raquitismo en los niños.

Fuentes de vitamina D: salmón, sardinas, hígado, cereal, leche y yema de huevo.

Vitamina E
Es un antioxidante importante en la realización de los procesos metabólicos y en el fortalecimiento del sistema inmunitario.

También protege las membranas de las células y ayuda a que la piel y los ojos se mantengan en buen estado.

Fuentes de vitamina E: aceites vegetales como el de oliva, de maíz y de soya, margarina, nueces y semillas, vegetales de hojas verdes.

Vitamina K
Es necesaria para la coagulación de la sangre, lo que ayuda a que las heridas sanen adecuadamente. Si no se tiene suficiente, puede que la persona sangre mucho

También contribuye con el mantenimiento del tejido óseo y los tejidos corporales.

Fuentes de vitamina K: vegetales de hojas verdes como el brócoli y la espinaca, bayas oscuras, cereales y aceites vegetales.

Las bacterias que se encuentran en el intestino también producen cantidades pequeñas de cierto tipo de vitamina K.

lunes, 18 de enero de 2021

Un recorrido por la liberación de los campos nazis hasta Mauthausen, el último campo liberado

Por Rosa Toran | 07/05/2020 | Europa

Fuentes: Público

Liberar, término con connotaciones optimistas que no se corresponden con la realidad del final de los campos de concentración nacionalsocialistas, alejada de cualquier imagen épica. En una Europa sumergida en el caos, con signos de muerte y destrucción por todas partes, fueron liberadas unas 700.000 personas de los campos, que formaban parte de los más de 11 millones sin casa, desplazados, trabajadores forzados, prisioneros de guerra…, ubicados de forma temporal en instalaciones militares, estaciones ferroviarias, escuelas y castillos, pero también en antiguos campos de concentración.

Los ex deportados, diseminados en la extensa red de campos y sus miles de comandos, esperaban la repatriación, en distintos ritmos y medios de transporte, según la geografía de los campos o su procedencia. La mayoría de países organizaron las repatriaciones desde organismos específicos, como fue el caso de Francia que acogía a los ex deportados en centros instalados en la frontera o en las grandes ciudades, desde donde la mayoría eran trasladados a París al hotel Lutetia, habilitado para cumplir la función de acogida; o el caso de la URSS que hizo de Odesa la ciudad de acogida y posterior distribución. Fueron semanas, hasta bien entrado el mes de agosto, durante las cuales las multitudes llenaban estaciones y organismos oficiales, con gritos y fotografías, con la esperanza de encontrar a los suyos entre los supervivientes.

Es bien conocida la particular epopeya de los republicanos, que seguían abandonados por su país, igual como lo fueron en 1940, y que permanecieron semanas en los campos o en sus cercanías después de que sus compañeros de infortunio iban abandonando los recintos. La intervención de camaradas franceses ante las autoridades de su país les abrió la puerta para entrar en la tierra que tan mal les había acogido durante su exilio en 1939.

Iniciemos un recorrido por la secuencia de las liberaciones hasta llegar a Mauthausen, el último campo liberado. En los objetivos de los estados mayores de los ejércitos no figuraba la liberación de los campos que, sin embargo, se habían ido descubriendo desde 1944, bien por casualidad o por informaciones de antiguos prisioneros. Así, el Ejército Rojo, en el verano de 1944 cruzó por Belzec, Sobibor y Treblinka sin captar lo sucedido allí, ya que el desmantelamiento llevado a cabo por los nazis los convirtió en cementerios invisibles; y el 24 de julio de 1944 llegó a Lublin-Majdanek donde, a pesar de que las instalaciones de muerte permanecían casi intactas, era difícil imaginar que en el lugar se hubieran exterminado 500.000 personas. Documentadas y fotografiadas las instalaciones, no hubo gran impacto en la opinión pública, ya que se advertía de posibles exageraciones de los soviéticos. Tampoco dio cuenta de la magnitud del horror la llegada de los americanos a Natzweiler-Struthof, en Alsacia, el 23 de noviembre de 1944. Fue la liberación de Auschwitz el 27 de enero de 1945, con la imagen tan recreada de los 4 soldados rusos entrando por su puerta, la que se ha convertido en emblema de las liberaciones. También en este caso, la permanencia de tan sólo 6.000 enfermos, por la anterior evacuación de 60.000 deportados hacia el oeste, pocos días antes, no permitió comprender el alcance del exterminio, a pesar del estudio de sus instalaciones, las palabras testimoniales y las imágenes publicadas en periódicos. En aquellos momentos, con la guerra abierta en Europa, las operaciones militares eran prioritarias.

Hubo que esperar a la llegada a los grandes campos de Alemania, Buchenwald, Dachau, Bergen-Belsen, Ravensbrück, Flossenburg…, para un cambio de tendencia, con la difusión de la brutalidad del sistema concentracionario a partir de los medios de comunicación y de las declaraciones de los líderes de la coalición antinazi. Eisenhower, Bradley y Patton visitaron Buchenwald el 12 abril y una semana después Churchill envió una comisión del Parlamento británico, como también hicieron miembros del Congreso de los EEUU y representantes de la Comisión de Crímenes de Guerra de las Naciones Unidas, al tiempo que la URSS daba a conocer un detallado informe de Auschwitz. Cuando Alemania ya había capitulado, reporteros de los principales diarios y fotógrafos de renombre penetraban en los campos y se realizaban films para su exhibición pública, a la par que se establecían visitas y trabajos obligatorios a las vecindades. Las pruebas del horror del sistema concentracionario estaban al alcance de la opinión pública, muchas de ellas obtenidas con imágenes de los supervivientes que o bien rechazaban el trato de curiosa morbosidad o bien accedían a ser fotografiados para mostrar el estado a que habían quedado reducidos.

Los hombres y mujeres que las tropas liberadoras se encontraron en los campos eran supervivientes de la última prueba que tuvieron que afrontar durante las semanas inmediatas: aumento de las operaciones de exterminio, barracones superpoblados a partir de la llegada de los que fueron trasladados en las marchas de la muerte, sin agua ni comida, epidemias, cadáveres amontonados, incertidumbre sobre la reacción de las SS, etc. El personal médico y militar atendió a restablecer los mínimos indispensables en la situación material, sin comprender a menudo los comportamientos de los ex prisioneros que basculaban entre ansias de venganza a sus antiguos captores o negativas a seguir encerrados.

Faltaba un largo trecho para alcanzar su rehabilitación física y psíquica. A su retorno, tuvieron que enfrentarse a una normalidad ya olvidada, tenían que relatar su periplo en medio de frases gastadas de conmiseración y miradas fugaces, acarrear, quizás, sentimientos de culpa, y sufrir una larga secuela de enfermedades.

En el caso particular de los supervivientes republicanos, en el mes de mayo 2005 cuando se cumplieron 60 años de la liberación, se pudieron todavía oír o leer numerosas voces sobre sus reacciones ante el fin de su tragedia. En aquella fecha la revista catalana L’Avenç sacó a la luz un número especial bajo el título «Els camps nazis. 60 anys després», en el cual los testimonios ofrecen una panorámica de lo vivido en los meses de abril y mayo de 1945 en los propios recintos del campo. Su excepcionalidad nos empuja a la reproducción de algunos de sus significativos fragmentos, en este 2020, cuando ya no es posible acceder a sus voces.

Mariano Constante Campo (1920-2010) reflejó la angustia y el dolor por los muertos: «La liberación del campo de Mauthausen fue para mí un momento indescriptible. Fue como una riada impetuosa que arrastraba recuerdos que, con una precisión secreta, invadían mi espíritu. Eran los primeros momentos de un hombre libre. La angustia me atenazaba y sentí la necesidad de aislarme para derramar las lágrimas que me hacían un nudo en la garganta. Llorar me parecía una cobardía, a pesar de que no eran lágrimas de impotencia o de desesperación; ante mí aparecían los compañeros exterminados en aquel ‘más allá del infierno´ que es como bauticé, al entrar, aquel centro del horror (…) No era pues la cobardía lo que me hacía llorar el 5 de mayo de 1945; era pensar en todos los compañeros que había visto morir a causa del hambre y la tortura».

Neus Català Pallejà (1915-2019), deportada a Ravensbrück, con sus frases sólo fue capaz de enfatizar el sentimiento de vacío: «Hacía tantos días que me sentía morir, sin tino, que no sentía nada, el vacío total, una sensación extraña que no hay forma de expresar (…) ¿Qué podía sentir? Nada, mi cerebro no reaccionaba; solamente podía llorar. Llorar es lo que humanamente podía hacer y ello me salvó».

Lise London (1916-2012) sufrió una de las mortíferas marchas de la muerte, tras ser evacuada del campo de Ravensbrück, y vivió la liberación de forma particular: «Vuelve a caer la noche. La oscuridad nos sorprende cuando atravesamos un bosque que parece inmenso y aterrador como el de Blancanieves. Cada vez oímos más cerca el ruido de las detonaciones. En este bosque se producen las primeras evasiones de nuestra columna. Nuestros SS gritan Halt y disparan a ciegas en la oscuridad del bosque, sin atreverse a adentrarse en la espesura (…) Apresurando el paso, me reúno con mi grupo, que empieza a impacientarse. Estamos muy cerca de un bosque y decidimos pasar allí la noche. Encontramos otras deportadas de diversas nacionalidades que también han escapado (…) Gracias a los silos de patatas que hay a lo largo de la carretera recuperamos fuerzas antes de acostarnos para dormir, muy juntas unas a las otras, sobre el suelo cubierto de pinaza. Allí pasamos nuestra primera noche de libertad, mecidas por los cañonazos lejanos y el zumbido de los aviones»

Francisco Aura Boronat (1918-2018) con su relato apunta la realidad de muchos deportados, alejada de cualquier explosión de alegría: «No puedo decir que recuerde la liberación del campo con una gran alegría, porque después de cuatro años en Mauthausen, no sabes que es la alegría, ni las lágrimas; te han convertido en una persona deshumanizada, sin derecho a tener sentimientos (…) Había gente que estaba en un estado físico mejor y podía celebrarlo, pero la inmensa mayoría nos encontrábamos en unas condiciones tales que no podíamos hacer nada, salvo intentar seguir sobreviviendo, ya que incluso después de la liberación mucha gente continuaba muriendo».

Y por último Francisco Batiste Bayla (1919-2007) nos introduce en la dura realidad a la que se enfrentaron los españoles después de la liberación: «El reducido grupo de españoles, al ver cómo se despedían y partían nuestros compañeros de deportación, compartíamos su inmensa alegría. Regresar a nuestro país añorado, poner fin a los largos años de sufrimiento de nuestros familiares por nuestra larga, trágica y a menudo desconocida ausencia, era lo que también imaginábamos próximo a nosotros. Pero el curso de la historia no tardó en menospreciar nuestra mayor ilusión. Con la libertad, llegó para nosotros el tiempo de las decepciones».

En efecto, tal como expresó Francisco Batiste a su llegada a Francia, a muchos de ellos no les esperaba nadie y se vieron obligados a construir su futuro lejos de su tierra. Los reencuentros tardarían en llegar. A pesar de que en el Hotel Lutetia les esperaba una delegación de la Cruz Roja de la República española para atenderles, los que no precisaban de cuidados hospitalarios pronto tuvieron que olvidarse de las sábanas limpias y de las abundantes comidas y buscar trabajo en diversos oficios a lo largo de la geografía francesa, siendo frecuentes los desplazamientos a Toulouse, entonces llamada la nueva capital de la República. Pocos fueron los que tentaron el retorno a España, pero tuvieron que pasar bastantes años hasta no sentirse atenazados por el miedo, real, a partir de controles policíacos habituales, o hipotético, ante posibles delaciones; y otros no cejaron en la defensa de sus convicciones por la vía del trabajo político, con entradas clandestinas a España, saldadas con alguna detención.

Republicanos antifascistas con un pasado de lucha que les condujo a los campos y con una liberación que no acarreó la conquista de su condición de personas libres, sino el inicio de un largo camino hasta poder integrarse de nuevo en el mundo. Hay que imaginar su vida y su diáspora y descubrir su valor, el de aquellos supervivientes que sufrieron todo tipo de expolios, materiales y afectivos, y a pesar de lo cual se mantuvieron íntegros y defendieron sus valores.

Por no pecar de incautos o ingenuos, el ¡Nunca Más! pronunciado en los campos fue una expectativa que no se ha cumplido, sin embargo no fue un error, so pena de caer en el cinismo. Antes y ahora no se puede renunciar a la utopía, no se puede perder la esperanza de que la vida de todas las personas del planeta pueda desarrollarse con dignidad. En tiempos convulsos como los nuestros, viejas y nuevas resistencias han de conjugarse para descubrir renovados sentidos a la vida: unión y esperanza, expresados en el internacionalismo y en el futuro soñado por los deportados en los campos de la muerte. Nos alertan y animan las frases incluidas en los juramentos pronunciados por los supervivientes después de la liberación: «Sobre la base de una comunidad internacional queremos erigir a los soldados de la libertad caídos en esta lucha sin tregua, el más bello monumento: 

EL MUNDO DEL HOMBRE LIBRE (…) 

Nos dirigimos al mundo entero para decirle: Ayúdanos en nuestra tarea. ¡Viva la solidaridad internacional! ¡Viva la libertad!»

https://rebelion.org/un-recorrido-por-la-liberacion-de-los-campos-nazis-hasta-mauthausen-el-ultimo-campo-liberado/

domingo, 17 de enero de 2021

_- El problema no es que sean ricos, sino riquísimos, ineficientes y a costa de los demás.

_- Hace unos días mi compañera y amiga Carmen Lizárraga, profesora Titular de Economía Aplicada de la Universidad de Granada, publicó un comentario en Twitter señalando la abismal diferencia de ingresos entre los dueños de Inditex y Mercadona y sus trabajadores. Era una manera rápida, como no puede ser de otra forma en esa red social, de llamar la atención sobre las enormes diferencias de ingresos que se dan en el seno de las empresas, algo que muchos economistas bastante ortodoxos han reconocido siempre como una fuente de ineficiencias y pérdida de productividad, tal y como ella misma se encargó de señalar en un artículo posterior (aquí).

Lo curioso del caso fue la tremenda reacción que suscitó su comentario, desde los insultos más o menos habituales hasta las acusaciones de comunista, bolivariana, ignorante, radical… simplemente porque, tras limitarse a proporcionar los datos de ingresos, recurrió a la ironía escribiendo: “¿Como se llama la película? Con el sudor de los de abajo”.

El caso me parece que va más lejos de la simple anécdota. Cuando se proporcionan datos sobre las grandes desigualdades de nuestro tiempo y se reclaman medidas de política económica para reducirlas casi siempre se suele encontrar ese tipo de reacciones. Los medios de comunicación, los economistas, periodistas o políticos comprometidos con la defensa del orden establecido responden de manera furibunda, descalificadora y repitiendo siempre los mismos argumentos: las diferencias de ingresos actuales son naturales y han existido siempre, se deben exclusivamente al valor que aportan las personas ricas, más innovadoras y competitivas, y no son negativas sino deseables porque su existencia genera crecimiento económico y empleo, además de mucha ayuda a los demás, gracias a su generosidad.

Lo cierto, sin embargo, es que nada de esas supuestas ventajas responden a la realidad.

– En nuestra época hay más milmillonarios (o su equivalente en términos reales) que nunca. En 1996 había 423 en todo el mundo, mientras que, según la revista Forbes, en marzo de este año eran 2.095, cinco veces más (aquí). De ellos, 24 en España, muy por debajo de los 651 de Estados Unidos, 390 de China, 110 de Alemania o 39 de Francia y 36 de Italia.

– La riqueza de los milmillonarios también alcanza hoy día el porcentaje más alto sobre la riqueza total del último siglo y quizá de la historia: esas 2.095 personas representan el 0,00003% de la población mundial mientras que su riqueza equivale al 12% del producto bruto anual de todo el planeta. En Estados Unidos, las 614 personas más ricas tienen una riqueza equivalente a la que poseen los 165 millones que constituyen la mitad más pobre de su población.

– No es verdad que la riqueza de los milmillonarios sea el resultado de su innovación o de que sean capaces de incorporar avances que supongan mejoras en el crecimiento económico o el empleo. Hay una prueba evidente, precisamente en estos últimos meses de pandemia: desde el último mes de marzo al 7 de diciembre, el patrimonio neto de los 651 milmillonarios estadounidenses ha aumentado en un billón de dólares, al pasar de 2,95 billones a 4,01 billones (datos aquí).

Otras investigaciones también han demostrado que la innovación ha cambiado de pautas en los últimos cincuenta años. En los setenta del siglo pasado sí era cierto que la innovación se producía mayoritariamente en el seno o por impulso de compañías privadas, lo que justificaría sus beneficios extraordinarios. Actualmente, por el contrario, se sabe que alrededor de las dos terceras partes de la innovación se produce en el seno o bajo el impulso de equipos en donde están presentes fondos gubernamentales o que cuentan con una importante aportación de fondos públicos (datos aquí). Y eso no solo contrasta con los mayores beneficios extraordinarios que se reciben ahora sino también con la menor contribución fiscal que hacen las empresas y grandes patrimonios: en los años sesenta y setenta del siglo pasado (con menos beneficios) proporcionaban el 30% de los ingresos públicos de Estados Unidos y ahora sólo el 10%.

– Tampoco es verdad que los más ricos del planeta, esas 2.095 personas (sin contar a quienes tienen patrimonios escondidos, dictadores, o delincuentes internacionales), hayan acumulado su enorme riqueza solo gracias a su mérito o esfuerzo personal o contribuyendo a que la economía sea más eficiente y competitiva.

Según las investigaciones de Thomas Piketty y otros investigadores, en Estados Unidos el 60% de la riqueza se hereda y en Europa alrededor del 55% (aquí). Y el economista estadounidense Robert Reich muestra que el origen de las fortunas más grandes del planeta no es precisamente el mérito, la innovación o la mayor eficiencia sino, además de la herencia, el poder del mercado que aniquila la competencia, la información privilegiada y el pago a los políticos para conseguir leyes y normas favorables a sus intereses (aquí).

– También se ha demostrado que no es cierto que se produzca un supuesto efecto positivo de la desigualdad y de la existencia de personas muy ricas sobre el resto de la economía (el llamado “efecto derrame”). No es verdad, como se quiere hacer creer, que cuanto más superricos haya, más riqueza se “derrama” sobre el conjunto de la sociedad.

Una investigación de David Hope y Julian Limberg de la London School of Economics and Political Science (aquí) ha demostrado recientemente que también es falso que sea bueno para la economía que haya superricos y que sus fortunas estén cada día más exentas de impuestos. Después de estudiar lo ocurrido en 18 países de la OCDE durante los últimos 50 años, concluyen que, allí donde han bajado los impuestos, la desigualdad ha aumentado porque las rebajas impositivas solo han beneficiado al grupo que posee el 1% más elevado de la renta. Y en su investigación han comprobado que menos impuestos y más desigualdad va unido a menos crecimiento económico y a más desempleo, de donde deducen que no hay que tener miedo a subir los impuestos a los superricos (en concreto, en estos momentos de crisis por la epidemia) porque eso no va a producir menos actividad o menos empleo, sino todo lo contrario.

– Tampoco es verdad que mucha mayor riqueza vaya unida a una gran filantropía por parte de los superricos. Es significativo, por ejemplo, que cuando Bill y Melinda Gates y Warren Buffet propusieron a otros millonarios donar el 50% de su riqueza durante diez años a fondos de beneficencia sólo consiguieron reclutar a 211, uno de cada diez de los 2.095 milmillonarios del planeta. Y eso, sin entrar a considerar que ese tipo de filantropía no es, en realidad, sino una forma de privatizar la solidaridad que al final supone una merma de ingresos para la provisión de bienes públicos esenciales y para las organizaciones más pequeñas o independientes y que, lógicamente, lleva consigo el control de quien recibe las ayudas, lo que las envilece, a veces, de forma sustancial.

El coste y la bárbara irracionalidad de la desmesurada concentración de la riqueza de nuestros días se percibe con un simple dato sobre la mayor fortuna del planeta, la que posee el dueño de Amazon, Jeff Bezos: su riqueza ha aumentado en 74.000 millones de dólares del 18 de marzo al 7 de diciembre. Eso quiere decir que si ese incremento de ingresos para él solo se hubiera repartido entre todas las personas que emplea Amazon en todo el mundo, poco más de 1,2 millones, cada una de ellas hubiera recibido unos 62.000 dólares mientras que Bezos hubiera seguido siendo ahora en diciembre igual de superrico que hace nueve meses.

Es lógico que los grandes milmillonarios oculten el origen de sus grandes fortunas; que no reconozcan lo decisivo que ha sido a la hora de acumularla la disposición de bienes y recursos públicos por los que no están dispuestos a pagar. Pero lo que no se puede negar es que, en general, la concentración tan extraordinaria de la riqueza que se ha producido en los últimos años ha ido acompañada -en la economía- de menos actividad, de más crisis, de menos empleo, de peor provisión de bienes públicos imprescindibles, y de mercados más concentrados y, por tanto, más ineficientes. Y, desde otros puntos de vista, de menos derechos individuales y sociales, de más injusticias y de menos democracia porque ha aumentado el poder de quienes pueden decidir al margen de la política representativa gracias a su control sobre los partidos, los medios de comunicación y las fuentes de creación de opinión y formación.

Conseguir que no ya los ricos, sino los riquísimos que dominan el planeta, contribuyan como los demás al mantenimiento de la sociedad, que se desincentiven y penalicen sus abusos de poder en los mercados, que se persiga y castigue su torticera influencia en la política o que se fomente la meritocracia y se penalice la gran herencia no es, a la vista de la situación a la que hemos llegado, ni siquiera un objetivo político o ideológico, sino un imperativo ético que debiera defender cualquier persona sensible, honesta y concernida por el futuro del planeta y de las generaciones futuras.

https://juantorreslopez.com/el-problema-no-es-que-sean-ricos-sino-riquisimos-ineficientes-y-a-costa-de-los-demas/

sábado, 16 de enero de 2021

¿Por qué se opone a que suba el salario mínimo el partido de la Ministra de Economía?

Cuando Pedro Sánchez nombró a Nadia Calviño como ministra dije que fue un acierto. Si se proponía adoptar las medidas que había ofrecido al electorado en el Programa Electoral del PSOE, u otras mínimamente progresistas, sería muy probable que se encontrara con resistencias en las instituciones europeas. Incluso si se limitara a hacer la política más convencional posible tendría en Europa desconfianza, presión y obstáculos dado el tipo de gobierno de coalición que iba a formar. En esas condiciones, nombrar ministra de Economía a una persona que a su gran cualificación profesional unía el conocimiento directo de las instituciones y las personas que gobiernan la Comisión Europea era un acierto político innegable porque, sin duda, podría servir de dique de contención en momentos de apuro. Y, demás, Calviño tampoco era una fundamentalista neoliberal tan del estilo de otros ministros de economía “socialistas” anteriores.

Este reconocimiento, sin embargo, no significa que se pueda considerar que Calviño esté defendiendo todos los intereses que dice defender la mayoría del gobierno. No hay declaración suya en la que no se esfuerce en proteger los intereses de la gran patronal y de la banca así que, con independencia de que tenga o no el carné del PSOE (lo que yo desconozco) se puede decir de forma más que metafórica que forma parte de otro partido, ese de las grandes empresas, el IBEX y los banqueros que no se presenta nunca a las elecciones pero que actúa como si las hubiera ganado todas.

La última batalla en la que Calviño protege a los dirigentes de la gran empresa española es la que se está dando sobre la posibilidad de seguir aumentando el salario mínimo.

Mientras que el ministerio de Trabajo plantea subirlo el 0,9%, a la patronal y a la ministra de Economía le parece que esa es una subida inasumible que debe posponerse.

¿Por qué se oponen? ¿Qué hay de malo en subir tan moderadamente un salario mínimo que es de los más bajos de los países europeos que pueden compararse con el nuestro?

¿Realmente se puede decir sin provocar vergüenza que las empresas españolas se van a sentir dañadas por pagar nueve euros mensuales más a los trabajadores que reciben ese salario mínimo? En ese caso ¿realmente es bueno para la economía española que haya empresas tan incapaces de competir, de innovar y de incrementar su productividad como para no poder hacer frente a ese incremento tan ridículo de coste?

Y si nueve euros mensuales más para una parte muy reducida de sus plantillas suponen, de verdad, un coste excesivo ¿cómo es posible que la patronal no esté criticando con mucha más fuerza y razón el mucho mayor incremento de los costes empresariales que están generando unilateralmente y gracias a su dominio del mercado los bancos españoles a base de comisiones y trabas de todo tipo?

¿Cómo es que la patronal española se opone a que 1,5 millones de trabajadores vean incrementarse su salario mínimo cuando el montante total de esa subida se va a convertir, sin excepción, en ingresos de otras empresas, porque los trabajadores que lo reciben no ahorran, sino que se gastan todo su sueldo en consumo?

¿Por qué se opone la patronal española a que aumente el salario mínimo, a pesar de que la experiencia de otros países muestra que ese aumento, cuando no es excesivo como ahora y se realiza en tiempos de bajo crecimiento, lo que hace es aumentar la demanda agregada y, por tanto, generar más actividad empresarial y, a la postre, más empleo total (incluso cuando pudiera tener algún efecto negativo sobre una parte reducida del empleo juvenil).

La respuesta a todas esas preguntas es fácil: la patronal no se opone a que de nuevo suba el salario mínimo tan reducidamente porque eso sea malo para las empresas y para la economía en general. No se oponen a esa medida porque las empresas se vayan a quedar sin huevo, sino porque no quieren perder el fuero. Lo que les preocupa es que puedan perder poder de negociación, que los trabajadores puedan recurrir a un gobierno que defienda sus intereses y no sólo los de la gran patronal, que las relaciones laborales vuelvan a ser algo más simétricas y equilibradas.

Nos guste o no, el mundo del trabajo es un mundo dividido en cuanto a intereses y con dos partes con fuerza muy desigual a la hora de defenderlos. Los de la patronal son diferentes a los de la clase trabajadora y es lógico que cada parte trate de defender los suyos de la mejor manera que pueda. Pero lo que no puede ser es que se impida, como se viene haciendo, que los trabajadores lo hagan o que, cuando consiguen que haya un gobierno que los defiende se recurra a cualquier tipo de presión para impedirlo. Es más, la práctica legal y política más sensata y que mejores resultados ha dado a lo largo de la historia reciente para las economías es la de defender a la parte más débil de la relación laboral, los trabajadores, para evitar así desequilibrios que -como estamos viendo en los últimos años-son muy ineficientes y perjudiciales no sólo para estos últimos sino también para el conjunto de las empresas y para la economía en general.

El gran problema social y económico de nuestro es que las grandes empresas lo quieren todo, no una gran parte, sino todo. Es lo que han tratado de conseguir y lo que han conseguido con éxito en los últimos cuarenta años en todo el mundo. Lo malo es que la experiencia de esta época histórica de poder tan concentrado en lo laboral, lo económico, lo político, lo financiero, lo cultural y lo mediático es muy clara: las grandes empresas y los bancos tienen más beneficios pero la economía en su conjunto (incluidas las empresas que no tienen el poder de las más grandes) funciona peor, hay menos empleo, salarios más bajos y peor oferta de servicios esenciales, más crisis financieras y más inseguridad e incertidumbre.

Todo el mundo ha podido comprobar para quién trabajó la anterior ministra de Trabajo, Fátima Báñez, cuando poco después de dejar de serlo fue contratada por la patronal con un sueldo astronómico. Estaba en su derecho y nos vino bien para comprobar que eso de que la derecha defiende los intereses de todos los españoles es una patraña. Ahora ocurre lo contrario, la mayoría del gobierno y no sólo la nueva ministra de Trabajo, trabaja para defender también a la otra parte, a la más débil. Es una auténtica desgracia para España que la gran patronal no se quiera enterar de que es la justicia y el mejor reparto de la riqueza y no su concentración exagerada lo que permite que avancen y mejoren nuestras sociedades.

https://juantorreslopez.com/por-que-se-opone-a-que-suba-el-salario-minimo-el-partido-de-la-ministra-de-economia/

viernes, 15 de enero de 2021

El futuro de la empresa española

El enorme protagonismo de los problemas sanitarios y humanos y el de los económicos y políticos más generales que ha provocado la Covid-19 está dejando en un segundo plano un drama que se avecina en España, aunque también en otros países de nuestro entorno. Me refiero al que se cierne sobre miles de negocios, sobre todo de pequeñas y medianas empresas o de empresarios individuales, que de momento están sobreviviendo pero que van a desaparecer sin remedio cuando, antes o después, se acaben las ayudas de Estado.

Los datos estadísticos son engañosos. Según los que proporciona la Seguridad Social, a finales de noviembre pasado había 31.000 empresas menos que enero de 2020. Un número elevado, sin duda, pero muy por debajo del que se habría registrado si muchas más no siguieran funcionando por pura inercia pero sin suficiente actividad ni ingresos, solo gracias a los avales, los ERTE o a la prórroga concedida por el gobierno para presentar obligatoriamente concursos de acreedores o de extinción cuando carecen de liquidez o son insolventes.

Las estimaciones del Banco de España son más preocupantes: una de cada cuatro empresas españolas estaría ya en quiebra técnica; cuatro de cada diez tendrían serios problemas de liquidez o insolvencia y no podrían hacer frente a sus costes financieros; la mitad (o casi tres cuartas partes en los sectores más afectados por la crisis) habrán cerrado 2020 con pérdidas; y entre un seis y un diez por ciento tendrían riesgo cierto de desaparecer. Una estimación esta última que incluso parece muy optimista considerando las anteriores.

Una encuesta europea reciente señalaba que sólo el 6% de las pequeñas y medianas empresas españolas había mejorado ingresos desde marzo pasado y que el 80% había empeorado su situación. Y, para que no nos dejemos llevar por el consuelo de los tontos creyendo que lo que nos pasa es mal de muchos, diré que el estudio indicaba también que nuestras pymes eran las que más problemas tenían para hacer frente a los alquileres, para mantener el empleo y las cadenas de suministro o para pagar los suministros de insumos esenciales en su respectiva actividad.

Los dirigentes empresariales, sobre todo en los sectores más afectados, piden continuamente ayudas y con más o menos dificultad o celeridad las están recibiendo por parte del Estado. Pero nos estamos engañando.

Para salvar a los miles de empresas españolas que se encuentran ahogadas, para que no se pierdan para siempre su patrimonio y el empleo que generan, no basta con mantenerlas vivas artificialmente, a base de ayudas y de incrementos de su deuda con los bancos, por muy rentable que sea para estos últimos seguir proporcionándole cada día nueva financiación, sabiendo que siempre los salva el Estado cuando prestan por encima de sus posibilidades.

La razón de por qué nos estamos engañando es muy sencilla. La Covid-19 no está provocando tan solo una interrupción en la actividad, no es un simple accidente en mitad de la carretera que nos obliga a detenernos durante un rato más o menos largo. Además de eso, que ya es mucho, la pandemia que vivimos ha reescrito las reglas y los procesos que mueven la economía de todos los países sin excepción. La de 2022 será muy diferente a la que había a finales de 2019 y quien se limite a esperar que se recobre la actividad anterior se estrellará sin remedio contra la realidad.

Incluso la reactivación tras el confinamiento ha causado problemas a las empresas que se han beneficiado de ella. Se ha producido una avalancha de lo que se están llamando «compras de venganza», es decir, como desquite por el sufrimiento que se ha pasado en los meses anteriores o para dar salida al ahorro acumulado. Producen un incremento muy grande en el consumo, en las ventas o en el empleo pero de forma tan acelerada y desproporcionada que han llegado a colapsar incluso a muchas grandes empresas porque en la normalidad anterior no estaban acostumbradas ni tenían medios de cambiar de escala en tan gran medida y a tan gran velocidad como se ha hecho necesario para aprovecharse del repunte.

Se está empezando ya a producir y seguirá cada vez con más fuerza, un incremento extraordinario de la productividad en casi todos los sectores que va a alterar las estrategias de competitividad y de posicionamiento en los mercados. Pero sólo se podrá disfrutar de la mayor productividad si se innovan los procesos, si se cambia la organización y si los recursos se utilizan de otro modo. No va a bastar, ni mucho menos, con la continua intensificación del tiempo de trabajo a la que viene recurriendo la empresa española gracias a la gran asimetría en el poder de negociación que consolidaron las últimas reformas laborales. Y el parasitismo tecnológico propio de la gran mayoría de nuestras empresas ya no será una vía de escape sino una autopista que llevará directamente a la extinción.

Los estudios que se vienen realizando muestran también que se están produciendo cambios en los comportamientos de los consumidores que cada día que pasa tienden a consolidarse con más fuerza como estructurales y no como simples respuestas momentáneas a la pandemia. Y en España deberíamos tener muy presente que se constata, además, que los cambios que tienden a consolidarse son mucho más fuertes y visibles en actividades de servicios personales, restauración u hostelería, es decir, en las que tienen mucho peso, como es bien sabido, en nuestra economía.

La Covid-19 trae consigo también una auténtica «bio-revolución» que algunos estudios señalan que va a modificar las formas y los procesos de producción y utilización del 60% de los insumos productivos. Y cada día se da más por sentado en los informes prospectivos que la «economía sin contacto» ha llegado para quedarse y no sólo en algunos sectores específicos de consumo social sino en el conjunto de las actividades económicas. O que a partir de ahora se va a primar la seguridad en los aprovisionamientos frente al ahorro de costes de la globalización.

A estos cambios directamente provocados por la pandemia hay que unir los que ya se habían ido abriendo paso en los años anteriores: la nueva revolución tecnológica, los que vienen de la mano de la digitalización, la automatización a gran escala o el big data, las nuevas formas de financiación y medios de pago… Y, por último, quizá el más sutil de todos ellos pero posiblemente el más determinante del comportamiento empresarial: la certeza de que entramos en una fase histórica en la que la excepcionalidad y lo extraordinario van a ser lo normal y, por tanto, en la que el peligro más grande al que se enfrentan los negocios es el derivado del conservadurismo, la inflexibilidad, la inercia y la uniformidad o especialización a ultranza.

En este panorama, me parece que el futuro de las empresas españolas es muy negro porque están cometiendo tres errores muy graves.

El primero es el de no haberse dado cuenta de que la prioridad debía haber sido desde el principio combatir la pandemia. Todos los estudios están demostrando que la adversidad para las empresas crece proporcionalmente al número de muertes y contagios y en la misma medida en que empeora la experiencia personal de la gente, es decir, cuanto más se alarga en el tiempo la pandemia. La inmensa mayoría de las empresas españolas y sus dirigentes han vuelto a caer en lo que Paul Samuelson, el economista más reconocido de la segunda mitad del siglo pasado, llamaba «la falacia de la composición»: creer que lo que es bueno para cada una de ellas es lo mejor para todas. Una falacia que lleva a promover políticas generales (como las de supeditar la lucha contra la pandemia al salvamento de la economía) que al final hunden a casi todos.

Si se quiere salvar a la empresa española, lo prioritario debe ser atajar cuanto antes y a cualquier precio la pandemia y mantener vivas a las empresas por cualquier medio pero solo a cambio de que se reinventen con planes de readaptación a una situación posterior que no va a tener mucho que ver con la que tenían antes de la Covid-19. Es una obviedad: las empresas que más ayudas necesitan son las de actividades más afectadas pero, precisamente por eso, las que más han de cambiar si no quieren desaparecer automáticamente a poco que la pandemia vaya desvaneciéndose.

El segundo error que lastra el futuro de la inmensa mayoría de las empresas españolas es el de haber asumido como suya la estrategia de las grandes empresas que disponen de clientelas y mercados cautivos y, sobre todo, de lo que realmente marca las diferencias en el mundo de los negocios: el poder, la influencia política y mediática. Su posición dominante les permite obtener beneficios extraordinarios en cualquiera que sea la situación de los mercados, y más concretamente en uno interno deprimido en donde una menor masa salarial global significa menos coste pero no menos ventas. Sin embargo, la inmensa mayoría de las empresas españolas que no disponen del poder de negociación y decisión ni de la influencia de las muy grandes, las que no tienen cautiva a una parte sustancial del mercado, necesitarían, por el contrario, una estrategia de fortalecimiento del mercado interno, aumentar «la tarta». Para ellas, a diferencia de lo que ocurre con las grandes y aunque no sepan a veces reconocerlo, menos masa salarial supone menos ventas y menor empuje e incentivo para innovar y, por tanto, peores condiciones de existencia y la necesidad de salir adelante atándose ellas mismas la soga al cuello, es decir, bajando aún más los salarios y renunciando a los incrementos de productividad.

El tercer error que hipoteca a las empresas españolas es el de creerse las tonterías que dicen los economistas de mayor influencia que proclaman la inutilidad del Estado y defienden su jibarización continuada, algo que solo beneficia justamente a las grandes empresas rentistas que promocionan y financian esos discursos.

En conclusión y por utilizar una expresión muy nuestra, si se quiere salvar a los miles de empresas que están en riesgo cierto de desaparecer en cuanto acabe el apoyo del Estado, se debería coger al toro por los cuernos. Hay que plantearse para qué sirve mantener artificialmente a las que con toda seguridad van a cerrar si no se reinventan con toda urgencia, tendrían que vincularse las ayudas que reciben a estrategias de readaptación sin escatimar recursos, incentivos y apoyos de todo tipo para que ese proceso se lleve a cabo de la forma más efectiva, más rápida y mejor posible.

En lugar de reclamar que el sector público dé pasos atrás, para que tan solo se beneficien de ello algunas grandes empresas oligopolistas, la inmensa mayoría de las empresas españolas tendrían que luchar por establecer un nuevo tipo de asociación público-privada que no puedo basarse en un Estado mínimo, por un lado, y en un oligopolio empresarial todopoderoso, por otro. El mejor clima para los negocios y el desarrollo de la actividad empresarial es el que fomenta el poder adquisitivo y no el que lo destruye, el que impulsa de verdad la competencia y combate la concentración del poder sobre el mercado, el que proporciona financiación sin crear empresas y hogares esclavos de la deuda, el que garantiza que el Estado proporcione los recursos y bienes públicos que los mercados no pueden proveer, y el que destina recursos suficientes para hacer frente a la incertidumbre, la excepcionalidad y la emergencia para que no solo puedan enfrentarlas con seguridad y éxito los más grandes y poderosos.

Lo que estamos viendo en las últimas semanas alrededor de la normativa que ya ha empezado a generar el gobierno para el reparto de los fondos para la reestructuración es lo mismo de siempre: toman posiciones de ventaja las grandes empresas de siempre, lo que equivale a decir el gran poder económico y financiero, pero no la inmensa mayoría de las empresas españolas, las más afectadas.

Las grandes que controlan los mercados e imponen sus privilegios e ineficiencias, no solo a los consumidores sino también al resto de las empresas, buscan la continuidad, la inercia, mantener las asimetrías e imperfección en los mercados, que no cambien el statu quo, que todo siga igual que siempre… Es decir, lo peor que puede pasarle en esta coyuntura a la gran mayoría de las empresas españolas y mucho más a las que han sido afectada en mayor medida por la pandemia.

O las empresas españolas siguen confiando en el paso que le marcan las más grandes que dominan las patronales y los foros y centros de decisión, creyendo con ingenuidad que se salvarán individualmente de la debacle que saben que se avecina para la generalidad, o hacen suya una estrategia diferente de refortalecimiento del mercado interno y de creación de nuevos tipos de negocios con la complicidad del sector público y de las clases trabajadoras y profesionales. Algo que solo puede ser posible en el marco de un nuevo contrato social que establezca nuevas condiciones de actividad y de reparto de los costes y beneficios, única forma de evitar la mediocridad o el fracaso seguro de la mayoría en la nueva era en la que ya estamos entrando.

Fuente: https://blogs.publico.es/juantorres/2021/01/08/el-futuro-de-la-empresa-espanola/

jueves, 14 de enero de 2021

Las tres amenazas más graves para la vida en 2021

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Enormes zonas del mundo, sin incluir a China ni a unos pocos países más, se enfrentan a un virus descontrolado que no se ha detenido a causa de la incompetencia criminal de los gobiernos.

El hecho de que estos gobiernos de países ricos dejaran de lado cínicamente los protocolos científicos básicos publicados por la Organización Mundial de la Salud y por las organizaciones científicas revela sus prácticas mezquinas. Todo lo que no sea centrar la atención en la gestión del virus mediante pruebas, rastreo de contactos y aislamiento -y si esto no es suficiente, entonces imponer un confinamiento temporal- es una temeridad. Es igualmente preocupante que estos países más ricos hayan seguido una política de “nacionalismo de vacunas” al acumular candidatos para las vacunas en lugar de una política para la creación de una “vacuna popular”. Por el bien de la humanidad, sería prudente suspender las normas de la propiedad intelectual y desarrollar un procedimiento que promueva vacunas universales para todos los pueblos.

Aunque la pandemia es el principal problema que ocupa nuestras mentes, hay otras cuestiones importantes que amenazan la longevidad de nuestra especie y de nuestro planeta. A saber:

Aniquilación nuclear
El 23 de enero de 2020, el Bulletin of the Atomic Scientists estableció el Reloj del Juicio Final peligrosamente cerca, a 100 segundos para la medianoche. El reloj, creado dos años después de que se desarrollaran las primeras armas atómicas en 1945, es evaluado anualmente por la Junta de Ciencia y Seguridad del Bulletin, que decide si mover el minutero o mantenerlo en su lugar. Para cuando vuelvan a ajustar el reloj, bien podríamos estar aún más cerca de la aniquilación. Los tratados para el control de armamentos, que son ya bastante limitados, no son más que papel mojado en la medida en que las principales potencias poseen cerca de 13.500 armas nucleares (más del 90% de las cuales están solo en manos de Rusia y Estados Unidos). La producción de este armamento podría hacer fácilmente que este planeta sea aún más inhabitable. La Armada de los Estados Unidos ha desplegado ya ojivas nucleares tácticas W76-2 de bajo rendimiento. Es urgente incluir en la agenda mundial una serie de pasos inmediatos hacia el desarme nuclear. El Día de Hiroshima, que se conmemora cada año el 6 de agosto, debe convertirse en una fecha más sólida de meditación y protesta.

Catástrofe climática
Un artículo científico publicado en 2018 llevaba un titular sorprendente: “La mayoría de los atolones serán inhabitables a mediados del siglo XXI porque el aumento del nivel del mar intensificará las inundaciones provocadas por las olas”. Los autores descubrieron que pueden desaparecer todos los atolones desde las Seychelles hasta las Islas Marshall. Un informe de las Naciones Unidas de 2019 estimaba que 1 millón de especies animales y vegetales están en peligro de extinción. Agreguen a esto los catastróficos incendios forestales y el severo blanqueamiento de los arrecifes de coral, y está claro que ya no podemos perder más tiempo con clichés sobre una cosa u otra como canarios en la mina de carbón de la catástrofe climática; el peligro no está en el futuro, sino en el presente. Es esencial que las grandes potencias -que no quieren sacudirse los combustibles fósiles- se comprometan con el enfoque de “responsabilidades comunes pero diferenciadas” establecido en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo de 1992 en Río de Janeiro. Es revelador que países como Jamaica y Mongolia ajustaran sus planes climáticos a las prescripciones de la ONU antes de finales de 2020, como exige el Acuerdo de París, a pesar de que estos países producen una pequeña fracción de las emisiones globales de carbono. Los fondos comprometidos con los países en desarrollo para que participen en el proceso están prácticamente agotados y la deuda externa se ha disparado. Esto demuestra una falta de seriedad fundamental por parte de la “comunidad internacional”.

Destrucción neoliberal del contrato social
Los países de América del Norte y Europa han aniquilado su función pública en la medida en que el Estado se ha entregado a los especuladores y las fundaciones privadas han mercantilizado la sociedad civil. Esto significa que las vías de transformación social en estas partes del mundo se han visto obstaculizadas grotescamente. La terrible desigualdad social es el resultado de la relativa debilidad política de la clase trabajadora. Es esta debilidad la que permite a los multimillonarios establecer políticas que hacen que aumenten las tasas del hambre. 

Los países no deben ser juzgados por las palabras escritas en sus constituciones sino por sus presupuestos anuales; Estados Unidos, por ejemplo, gasta casi 1 billón de dólares (si se suma el presupuesto estimado de inteligencia) en su maquinaria de guerra, al tiempo que dedica una fracción de esa cantidad a bienes públicos (como atención médica, algo que se ha puesto en evidencia durante la pandemia). 

Las políticas exteriores de los países occidentales parecen estar bien lubricadas por acuerdos de armas: los Emiratos Árabes Unidos y Marruecos acordaron reconocer a Israel con la condición de que compraran 23.000 millones y 1.000 millones de dólares, respectivamente, en armas fabricadas en Estados Unidos. Los derechos de los palestinos, los saharauis y el pueblo yemení no influyeron en estos acuerdos. El uso de sanciones ilegales por parte de Estados Unidos contra 30 países, entre ellos Cuba, Irán y Venezuela, se ha convertido en parte normal de la vida incluso durante la crisis de salud pública de la COVID-19. Es un fracaso del sistema político que las poblaciones del bloque capitalista sean incapaces de obligar a sus gobiernos, que en muchos aspectos son democráticos sólo de nombre, a adoptar una perspectiva global ante esta emergencia. Las crecientes tasas del hambre revelan que la lucha por la supervivencia es el único horizonte de miles de millones de personas en el planeta (siempre que China sea capaz de erradicar la pobreza absoluta y eliminar en gran medida el hambre).

La aniquilación nuclear y la extinción debido a la catástrofe climática son amenazas gemelas para el planeta. Mientras tanto, para las víctimas del asalto neoliberal que ha asolado a la generación pasada, los problemas a corto plazo para sustentar su mera existencia desplazan preguntas fundamentales sobre el destino de nuestros hijos y nietos.

Problemas globales a tal escala requieren de cooperación global. Las principales potencias, presionadas por los Estados del Tercer Mundo en la década de 1960, acordaron el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares de 1968, aunque rechazaron la muy importante Declaración sobre el Establecimiento de un Nuevo Orden Económico Internacional de 1974. Ya no existe el equilibrio de fuerzas necesario que impulse esa agenda de clase en el escenario internacional; las dinámicas políticas en los países de Occidente en particular, pero también en los Estados más grandes del mundo en desarrollo (como Brasil, India, Indonesia y Sudáfrica) son necesarias para que cambie la naturaleza de los gobiernos. 

Es necesario un internacionalismo sólido que preste una atención adecuada e inmediata a los peligros de la extinción: por guerra nuclear, por catástrofe climática y por colapso social. Las tareas que tenemos por delante son abrumadoras y no pueden aplazarse.

Noam Chomsky es un lingüista, filósofo y activista político legendario. Es profesor laureado de lingüística de la Universidad de Arizona. Su libro más reciente es Climate Crisis and the Global Green New Deal: The Political Economy of Saving the Planet.

Vijay Prashad es un historiador, editor y periodista indio. Es compañero de redacción y corresponsal-jefe de Globetrotter. Es editor-jefe de LeftWord Books y el director del Tricontinental: Institute for Social Research. Asimismo, es miembro destacado no residente del Chongyang Institute for Financial Studies, Universidad Renmin de China. Ha escrito más de 20 libros, entre ellos The Darker Nations y The Poorer Nations. Su último libro es Washington Bullets, con una introducción de Evo Morales.

Fuente: https://www.counterpunch.org/2021/01/06/three-major-threats-to-life-on-earth-that-we-must-address-in-2021/

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