sábado, 19 de septiembre de 2015

Sólo la ciudadanía puede frenar la grave amenaza del TTIP

Espacio Público me ha pedido que presente el debate sobre el polémico Tratado Transatlántico de Libre Comercio (TTIP), y estoy encantada y orgullosa de hacerlo. Este tratado, entre la Unión Europea y los Estados Unidos, se está negociando desde mediados de 2013 pero mucha gente, tanto en España como en el resto de Europa, nunca ha oído hablar de él. Por eso este debate es vital: creo que el TTIP es una de las iniciativas más perniciosas que se hayan planteado jamás en una mesa de negociación.

Quien espere de esta introducción un punto de vista neutral más vale que deje de leer en este mismo instante. A mi entender, pedir una valoración equitativa del TTIP es como intentar mantener una discusión objetiva sobre los pros y los contras del cáncer o de la guerra nuclear.

Antes de explicar por qué sostengo que el TTIP es un peligro indiscutible para todos nosotros, déjenme señalar que también creo que podemos derrotarlo; y cuando hablo de “nosotros” me refiero a los ciudadanos corrientes, tanto estadounidenses como europeos. La gente corriente es, de hecho, la única que puede decir No con total firmeza, porque cada uno de los 28 gobiernos que conforman la Unión Europea ha delegado en la Comisión Europea para negociar este tratado y todos lo han hecho sin informarnos de ello. Y, al hacerlo, nuestros gobiernos han decidido primar los intereses de las corporaciones internacionales (TNCs), verdaderos arquitectos de este tratado, por encima del bienestar y de la seguridad de sus propios ciudadanos.

Hoy, sin embargo, después de dos años de negociaciones, la gente se está uniendo para luchar, en Europa y en Estados Unidos, y evitar así que el TTIP adquiera categoría de ley. Estoy segura que los dos meses de debate en Público demostrarán que el TTIP perjudicaría los intereses de los ciudadanos europeos y nuestras tradiciones democráticas. La mejor arma de que disponemos para hacerle frente es la información. Como en los casos del cáncer y de la guerra nuclear, la única opción decente, la única alternativa, es que TTIP desaparezca.

Este tratado es una creación de las más grandes y poderosas corporaciones transnacionales de los Estados Unidos y Europa. Comenzaron a preparar su golpe de Estado hace veinte años cuando, con el conocimiento y el apoyo de sus gobiernos, fundaron en 1995 el TABD (Diálogo Empresarial Transatlántico). El TABD asumió el desarrollo de un acuerdo de libre comercio e inversión de amplio alcance que constituye el gran proyecto para situar los intereses de las multinacionales por encima de la soberanía nacional, del imperio de la ley y de los derechos ciudadanos. Su objetivo es la “integración” y “armonización” de las economías europea y estadounidense según los deseos de las empresas y su eslogan era: “Aprobado una vez [por el TABD], aceptado en todas partes”.

Por tanto, no debe sorprendernos que este Tratado Europa-EEUU, si llega a ser aprobado, promueva gobiernos de, por y para estas mismas multinacionales transatlánticas. El TTIP es una grave amenaza para las atribuciones ejecutivas, legislativas y judiciales de todos nuestros gobiernos y pretende reemplazarlas de forma permanente por normativas y procedimientos favorables para las corporaciones.

Las grandes empresas no quieren gobernar directamente –tienen de su parte a los políticos afines para hacerlo– pero, a diferencia del resto de nosotros, pueden seguir las negociaciones paso a paso. El texto del TTIP se mantiene en secreto así que, para conocer su contenido, incluso los parlamentarios europeos de la Comisión de Comercio han de solicitar permiso para entrar en una habitación especial de Bruselas, cerrada a cal y canto, en la que no se les permite hacer copias ni siquiera tomar notas. Recientemente, hasta a los altos funcionarios de los gobiernos de los países miembros se les ha comunicado que también tendrán que pasar por esa misma habitación de Bruselas si quieren echar un vistazo al texto. Los ciudadanos dependen de las publicaciones especializadas y de las filtraciones.

A pesar de su nombre, esta “Asociación de Comercio e Inversión” trata poco sobre comercio. Los aranceles entre Estados Unidos y Europa son ya bajos y, excepto para la agricultura, su media está en torno al 2% o 3%, por lo que no merece la pena mantener largas y complicadas conversaciones para reducirlas más aún. Pero precisemos que si la UE renuncia a los aranceles de protección a la agricultura, gran parte de los 13 millones de familias europeas que aún dependen del campo no podrían competir con las gigantescas granjas industriales norteamericanas de utilización intensiva de capital. Las pequeñas familias de granjeros y agricultores que quedan en Europa serán aniquiladas, exactamente igual que ocurrió con los dos millones y medio de campesinos mejicanos que fueron arruinados por la importación masiva de maíz subvencionado y barato tras el acuerdo de libre comercio firmado hace 20 años entre Estados Unidos, México y Canadá (NAFTA). ¿Dónde hallarán estas personas una nueva forma de vida, otro empleo? Lo más probable es que acaben engrosando las filas de los parados europeos.

Las multinacionales no están muy interesadas en reducir los aranceles, pero se están concentrando duramente en lo que se conoce como barreras “no-arancelarias” o “detrás de las fronteras”. Estas pueden ser cualquier cosa de la que una corporación quiera deshacerse. Por ejemplo, “impedimentos para acceder al mercado” como las regulaciones gubernamentales en materia de alimentación, productos farmacéuticos, químicos, medio ambiente, etcétera.

En la actualidad, los europeos disponen de un sistema de regulación mejor que el de Estados Unidos prácticamente en todas las áreas, exceptuando las finanzas. Si el TTIP se aprueba tal como las multinacionales desean, todos los ciudadanos estarán en peligro –por los productos alimenticios, las sustancias tóxicas, los costosos medicamentos no genéricos, los pesticidas y otros muchos productos–. Por tanto, si los europeos se niegan por ejemplo a comer ternera criada con antibióticos y hormonas, o pollos lavados con cloro; si no quieren comer alimentos procesados con organismos modificados genéticamente; si se resisten a usar cosméticos y productos de uso diario en el hogar que contengan elementos químicos hasta ahora prohibidos en Europa, ¿cuál será el escenario?

Los norteamericanos argumentarán que eso “no es científico”

Las agencias de control de calidad de los alimentos europeas y los legisladores han sido obligados hasta ahora a aceptar el “principio de cautela”, porque así consta en los tratados de la fundación de la Unión Europea y afirma que este principio debe aplicarse en aquellos casos en los que “un fenómeno, producto o proceso pueda tener un efecto peligroso” para el medio ambiente, la alimentación o la salud de los humanos, los animales o las plantas. En otras palabras, “si existe un riesgo apreciable de que algo puede ser dañino, no lo permitas”. Si una empresa quiere colocar un producto equis en el mercado, es el fabricante quien debe demostrar que es sano y seguro. Al importador potencial no se le puede exigir que pruebe que no lo es.

Los norteamericanos adoptan el punto de vista opuesto y por eso presionan en las negociaciones del TTIP: si los europeos quieren rechazar sus productos o procesos, deberían ser obligados a proporcionar pruebas cien por cien científicas que demuestren que el producto es peligroso. Especialmente cuando está en juego algo tan complejo como el cuerpo humano, esto puede ser imposible –al menos en cuanto a que satisfaga a los estadounidenses. ¿Cómo puede usted estar seguro al cien por cien de que un ingrediente o producto A tiene un impacto dañino sobre la función B del cuerpo humano? Se pudo demostrar con el amianto porque causa un cáncer poco común en personas que han trabajado o vivido con él, pero no se puede disponer de una prueba irrefutable en cada caso. Los lobbies corporativos son capaces de retrasar una regulación durante años, y provocar así muchas muertes innecesarias. Un ejemplo flagrante es la forma en que el lobby del tabaco fue capaz de postergar durante décadas la prohibición de fumar y la inserción de textos en los paquetes avisando de los perjuicios de este hábito para la salud.

Europa cuenta aproximadamente con tres mil “indicaciones geográficas” sobre gastronomía y vinos –los negociadores norteamericanos del TTIP quieren convertir todos nuestros quesos, vinos, jamones, etc. en genéricos– de modo que se pueda producir queso Cheshire o feta, champán o rioja, Parma o Jabugo en cualquier sitio… y seguir denominándolos con esos términos.

Una queja de todas estas compañías –estadounidenses o europeas– es la inutilidad y el elevado coste que supone analizar los productos en ambos lugares. De acuerdo. Todos podrían acceder a evitar duplicidades si y sólo si los análisis tanto en Estados Unidos como en Europa fueran exactamente iguales –pero esto no es necesariamente cierto. Estados Unidos, por ejemplo, tiene una agencia de seguridad del automóvil. Pero General Motors fue obligada recientemente a revisar 12,8 millones de coches porque su sistema de ignición corría riesgo de apagarse y dejar a los conductores sin frenos o sin dirección. ¿Con qué meticulosidad se había llevado a cabo el control de calidad? ¿Y por qué la agencia de “seguridad” tardó más de una década en reconocer que estos coches eran peligrosos, a pesar de los numerosos informes de accidentes con heridos y muertos?

Esto nos lleva a otra de las demandas corporativas: deshacerse de todos los problemáticos “impedimentos para el comercio”, con la cooperación incondicional de sus respectivos gobiernos. Quieren un sistema para lo que la Comisión Europea denomina “Mejor Regulación” o “Cooperación Regulatoria”, en el que las multinacionales se involucren plenamente como “expertos” y que –según denuncia la red medioambiental ciudadana Amigos de la Tierra Europa– levantará “más y más barreras para impedir el establecimiento de nuevos estándares medioambientales, laborales, de salud y seguridad que protejan a los ciudadanos”… y que “amenaza con debilitar los criterios actuales sobre alimentación, productos químicos o biodiversidad”. Es fácil ver que esto es un potencial golpe de Estado, al servicio de los negocios, contra nuestros representantes democráticamente elegidos. Las multinacionales podrán así sentarse a la misma mesa que las instituciones y agencias reguladoras, e influir en sus resoluciones antes de que se adopten.

El TTIP es un tratado de comercio y de inversión, y en nombre de la protección de esa inversión otorga a las empresas la capacidad de demandar a los gobiernos ante tribunales privados de arbitraje cuando entienden que una normativa gubernamental puede perjudicar sus beneficios, tanto ahora como incluso en el futuro. Esto es una característica habitual de los tratados bilaterales de comercio e inversión conocidos como ISDS (de la siglas inglesas de Arbitraje de Diferencias entre Inversor y Estado) y es el aspecto del TTIP que hasta ahora ha sido objeto de mayor rechazo público. “entre Inversor y Estado” o Inversor contra Estado pudo haber sido una propuesta justa en 1959, fecha del primer tratado bilateral de inversión entre Alemania y Pakistán, cuando nadie podía estar plenamente seguro de la imparcialidad de, digamos, un tribunal paquistaní. Pero en el caso del TTIP estamos hablando de sistemas judiciales maduros, equitativos y comprobados en Estados Unidos y Europa, en los que se da por descontado que garantizarán un juicio justo cuando una empresa recurra porque estime que ha sido expropiada o tratada injustamente por alguna regulación gubernamental.

Hoy en día tenemos ya un conjunto de más de 600 tratados privados de arbitraje, concluidos o en proceso, y se puede comprobar cómo están siendo utilizados continuamente de forma arbitraria para deshacerse de regulaciones molestas y para obligar a los gobiernos –es decir, a sus contribuyentes– a pagar enormes cantidades de dinero a las compañías. Los gobiernos en Europa, especialmente los de países más pequeños y débiles, se lo pensarán dos veces antes de arriesgarse a aprobar cualquier nueva ley que pueda desagradar a los inversores. Algunos de los casos más conocidos son amenazas evidentes al clima, promovidas por empresas decididas a evitar la transición hacia un futuro libre de combustibles fósiles, como el caso de la empresa Lone Paint contra Quebec, demandando una indemnización de 250 millones de dólares porque Quebec impuso una moratoria sobre el fracking y Lone Paint quiere perforar en la cuenca del río San Lorenzo.

O si no, el caso de Occidental Petroleum en Ecuador, que ganó un contencioso de 1.800 millones de dólares ante un tribunal de arbitraje de tres jueces privados porque el país suramericano se negó a permitir la perforación para buscar petróleo en una zona natural protegida. Otros casos son amenazas directas a la salud pública o al deber de los gobiernos de proteger el bienestar de sus ciudadanos. Como el de Philip Morris contra Australia y Uruguay por requerir cajetillas sin marcas y avisos ostensibles de los graves peligros del tabaco para la salud. O el caso de Veolia contra Egipto porque el Gobierno egipcio aumentó el salario mínimo.

Yo espero que ustedes ya se estén planteando hacer algo para detener este Tratado que ataca las funciones ejecutivas, legislativas y judiciales de los gobiernos democráticos y para evitar que tanto su Gobierno como la Unión Europea lo lleven adelante. Las negociaciones están empezando a vacilar en varios puntos gracias a las protestas de los ciudadanos –los gobiernos esperaban firmar antes del final de 2015; ahora están hablando, de manera “más realista”, de 2017. La UE ha intentado justificarlo aduciendo que traerá “empleos y crecimiento”, pero sus argumentos han sido desbaratados y se ha mostrado que sus “investigaciones” son en realidad propaganda.

El conocimiento es la mejor arma. Continúen con este debate, aprendan más e informen a todos sus conocidos y allegados. Pueden firmar la Iniciativa de los Ciudadanos Europeos que, en el momento en que escribo estas líneas, supera ya los dos millones y medio de firmas en 18 países distintos, España incluida. Nuestro objetivo es reunir tres millones de firmas. Pueden ir a https://stop-ttip.org/es/?noredirect=es_ES. Firmen, pidan y busquen firmas. Pueden unirse a Attac, Amigos de la Tierra u otras campañas de organización contra el TTIP. Pueden presionar a los políticos usando argumentos y frases como “O le dices No al TTIP o te diremos no a ti” (o “Si le dices No al TTIP, te diremos sí a ti”). Los españoles han demostrado que tienen mucha imaginación política. La lucha contra el TTIP puede acabar con una victoria y ustedes pueden ser parte de ella.
http://www.espacio-publico.com/solo-la-ciudadania-puede-frenar-la-grave-amenaza-del-ttip

Susan George es presidenta de honor de ATTAC Francia y presidenta del Transnational Institute de Ámsterdam. Comprometida desde hace mucho tiempo en los combates internacionales contra los efectos devastadores de la globalización capitalista, es autora de ensayos como “Informe Lugano I y II”, “El pensamiento secuestrado”, “Otro mundo es posible si…”, “Sus crisis, nuestras soluciones” y “Los usurpadores”

viernes, 18 de septiembre de 2015

El Estado Islámico decapita a un importante arqueólogo en Palmira. La organización terrorista ha decapitado a Khaled Asaad, de 82 años

El Estado Islámico ha decapitado este martes a Jaled Asaad, de 81 años, uno de los principales arqueólogos de la ciudad histórica de Palmira (Siria), según ha informado el jefe de Antigüedades de Siria, Maamun Abdulkarim. Tras haber permanecido retenido durante un mes, Asaad fue asesinado “en una plaza pública y frente a docenas de personas”,  ha confirmado el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, que cuenta con una amplia red de observadores en el país.

Asaad, que llevaba 13 años retirado, fue durante cuatro décadas el jefe de Antigüedades de Palmira, uno de los más importantes sitios arqueológicos de Siria, catalogado como patrimonio cultural de la humanidad por la Unesco. Fue detenido el pasado mes de julio. Se trata del decimocuarto funcionario de yacimientos arqueológicos que ha sido asesinado a manos del Estado Islámico en el país, según informa la agencia estatal de noticias siria Sana. “Daesh [acrónimo peyorativo usado en árabe para referirse al EI] ha ejecutado a uno de los más prominentes expertos en antigüedades sirio”, declaraba ante la prensa Maamun Abdulkarim. Los seis lugares declarados patrimonio cultural en Siria se encuentran en peligro. “El EI le ha interrogado repetidas veces para sacarle información sobre los sitios en los que se encuentran tesoros arqueológicos de Palmira, sin resultado. Así que le mataron”, añadía.

En una imagen distribuida por los seguidores del EI, el supuesto cuerpo de Asaad aparece inerte con un cartel en el que se le acusa de ser “un leal al régimen sirio”. El motivo de esta acusación es que ha representado a este último en conferencias en el extranjero ante los “infieles”, así como haber sido el director de los “ídolos” de Palmira. En su lectura más acérrima del islam, el EI condena toda idolatría o representación icónica y tacha de apostasía a todos aquellos que no profesen el islam suní, en su interpretación salafista más conservadora.

El pasado 21 de mayo, los hombres de Abubaker al Bagdadi ganaban terreno sobre las tropas sirias, haciéndose con Palmira, a 250 kilómetros al noreste de Damasco. A su paso, asesinaron a decenas de soldados y civiles. Antes de replegarse de Tadmur, nombre de la localidad en árabe, los empleados sirios se llevaron consigo numerosas reliquias arquitectónicas para ponerlas a salvo. No obstante, varios funcionarios del lugar aseguran a la prensa local que algunas piezas fueron robadas y más tarde extraídas del país a través de la frontera terrestre con Líbano, para ser vendidas de contrabando en el extranjero.

A pesar del temor a que los soldados del autoproclamado califato infligieran destrozos en Palmira, como hicieran en sitios arqueológicos de Irak, el grueso de las columnas romanas, el anfiteatro y resto de vestigios arqueológicos de la localidad han permanecido intactos. Imágenes tomadas por reporteros locales muestran, sin embargo, impactos de morteros en algunas columnas y en los muros del corredor romano. Menos suerte tuvo la estatua milenaria del León de Al-Lat, hecha añicos por los yihadistas el pasado mes de julio. Soldados sirios han asegurado a EL PAÍS que los yihadistas han minado la zona, para destruirla en caso de una huida acelerada.

Acechadas por diferentes frentes y con efectivos limitados, las tropas regulares sirias se han visto obligadas a replegarse de varias regiones en los últimos meses. Al noreste avanzan las huestes del EI, mientras que al noroeste lo hace el Frente de la Conquista (paraguas compuesto por la rama local de Al Qaeda y varias facciones de mayor o menor corte islamista). Tras un acuerdo cerrado bajo mesa por Turquía, Qatar y Arabia Saudí, diferentes facciones rebeldes se unían el pasado mes de mayo en el Frente de la Conquista logrando hacerse con la localidad de Jisr al-Shugur, situada a pocos kilómetros al norte de la provincia costera de Latakia y feudo alauita (misma confesión que profesan los Assad). http://internacional.elpais.com/internacional/2015/08/19/actualidad/1439967139_133375.html

Entrevista a Miguel Jordá sobre "De la rebeldía al erotismo. Introducción a Baltasar Gracián (I)" "Gracián fue torturado física y psíquicamente”

El Viejo Topo

Miguel Jordá ha impartido durante 35 años clases de Lengua y Literatura Castellana en varios institutos de la provincia de Barcelona.
Se doctoró en Filosofía con una tesis sobre Baltasar Gracián dirigida por el arabista gramsciano Andrés Martínez Lorca.
***
Le felicito muy sinceramente por su libro. Magnífico.
¿De dónde su interés por la obra de Baltasar Gracián?
En mis clases debía explicar someramente a Gracián y ya entonces me llamaba la atención su insólita lucidez acerca de la vida y el ser humano, hasta el punto de que a veces me decía que si un día escribía una tesis, debería ser sobre Gracián.

Creo que su director de tesis fue Andrés Martínez Lorca.
¿Por qué este gran arabista gramsciano, amigo por cierto de otro gran lector de Gracián, Francisco Fernández Buey?
Porque Martínez Lorca es un verdadero sabio que domina diversos campos, no sólo el pensamiento árabe medieval y Gramsci. Es un gran conocedor también de la filosofía española en su conjunto. Además acabaron de convencerme sus clases de doctorado por su brillantez y por su sorna andaluza. Don Andrés es capaz de adivinar, oyendo hablar a un andaluz, no sólo su comarca sino en muchos casos hasta su pueblo...

Del doctor Martínez Lorca cualquiera cosa es creíble.
¿De qué rebeldía era rebelde Baltasar Gracián? ¿Por qué ese camino desde la rebeldía al erotismo? ¿Cuáles son los rasgos de ese erotismo?
Gracián fue un rebelde frente a la Compañía de Jesús, de la que formaba parte, frente a la monarquía absoluta de su tiempo, cuyas injusticias, abusos y corrupción denunció como pudo, y frente a muchas de las ideas y costumbres aceptadas de su época. Incluso en su dimensión afectivo-erótica también fue un inconformista y en mi libro pongo de manifiesto datos indiscutibles que prueban su orientación homosexual.

Una vida camuflada en la obra. ¿Por qué?
Los datos históricos sobre su vida son muy escasos pero sus libros son más o menos autobiográficos, por lo que una lectura atenta, profunda y, digamos, “detectivesca” permite descubrir lo que realmente sentía y pensaba.

¿Y cuáles serían los datos más significativos de la vida y obra de Gracián?
Gracián pertenecía a una familia aragonesa de origen judeoconverso. Esto lo pruebo por primera vez de manera sólida en mi estudio. Tal origen le marcó profundamente, y tuvo que experimentar la animadversión hacia su casta por parte de la sociedad de su tiempo. Su vida y especialmente su obra pueden entenderse como una reacción, como un sobreponerse a ese ambiente de difusa hostilidad. Su obra es un testimonio acerbamente crítico sobre su tiempo y sobre las ideas imperantes que sustentaban el régimen político vigente entonces. Su visión de las cosas es fundamentalmente secular y profana. Se anticipó, pues, a su tiempo y, de hecho, fue una de las grandes pensadores que influyeron en la configuración del movimiento ilustrado del siglo siguiente. Gracián no es un filósofo metafísico, es un moralista, es decir, un pensador que propone pautas al individuo para triunfar en un medio hostil como era la sociedad de su tiempo.

Su obra es secular y profana. ¿Nos explica un poco estas nociones?
Pese a ser un sacerdote y religioso jesuita, sobre todo a partir de conocer al aristócrata y mecenas de Huesca Lastanosa, que poseía una biblioteca magnífica, va descubriendo que sus verdaderos intereses e incluso vocación no es la vida religiosa ni la teología sino la literatura, el arte, la historia y la filosofía. Su pensamiento no es, pues, ni religioso ni teológico.

En su opinión, ¿cuál fue la causa de la muerte de Gracián?
Gracián fue torturado psíquicamente (aislado, humillado, incomunicado) y físicamente (dieta a pan y agua). Posiblemente, como pruebo en mi libro gracias a la inestimable ayuda de tres doctores en medicina, la enfermedad que le causó la muerte fue desencadenada y agudizada por esta situación.

¿Por quién fue torturado?
Al escribir mi tesis pedí a tres amigos médicos que elaboraran un estudio clínico sobre las posibles causas de la muerte de Gracián, a partir de los datos que les proporcioné acerca de su situación hacia el final de su vida. Ellos me brindaron un trabajo absolutamente objetivo, en el que concluyeron que posiblemente su muerte fue desencadenada por la presión psíquica y las carencias dietéticas a las que fue sometido.

Habla usted en el capítulo 3 de su talante de cristiano nuevo. ¿Qué talante era en el siglo en el que tocó vivir?
Los españoles de origen judeoconverso, es decir, descendientes de judíos bautizados a la fuerza para que no les echaran de España, estaban marcados por ese estigma que debían ocultar, porque la sociedad española todavía en el siglo XVII se cebaba en ellos y los miraba con hostilidad. La reacción de Gracián fue la de luchar a su manera ante tal situación, describiéndola y denunciándola. Toda su obra en el fondo es eso.

¿Y por qué la sociedad española todavía en el siglo XVII, unos 200 años después de la expulsión, se cebaba en ellos y los miraba con tanta hostilidad? ¿Catolicismo intransigente y caballuno?
En el siglo XVII las familias de origen judeoconverso ya estaban muy mezcladas con las de casta cristianovieja, con todo, es innegable que la obsesión por la limpieza de sangre era todavía muy viva en la sociedad y también la desconfianza, el menosprecio y la burla hacia los posibles “manchados”. Solo hay que asomarse a Quevedo para comprobarlo.

¿Fue hermético Gracián? ¿Por qué? ¿Por miedo? ¿El ambiente en que vivió era tan represivo y asfixiante?
Gracián tuvo que ser hermético, si no, no hubiera podido publicar lo que dijo en su tiempo. Por miedo, efectivamente. A causa de eso, se ha considerado a Gracián un autor difícil, oscuro y hasta incomprensible. Pero en mi libro desvelo los mecanismos y “trucos” de que se valió Gracián para velar su pensamiento y, así, protegerse. Con las claves que brindo creo que Gracián ya no resulta tan críptico.

Estoy de acuerdo, con sus claves de lectura lo hace mucho menos críptico. ¿Qué son las cuñas de Gracián?
Las “cuñas” de Gracián son precisamente las morcillas que disemina en sus obras para aparecer como “adicto” al régimen político-religioso de su tiempo y a los principios que lo sustentaban. No tenía alternativa: o “ensombrecía” su pensamiento con estas “contradicciones”, o debía guardar silencio absoluto y no publicar.

¿Hubo otros autores que usaron la misma estrategia?
Gracián diseminó de manera estratégica y sistemática en sus obras frecuentes “reverencias” ritualizadas al poder constituido y a los principios político-religiosos que lo sustentaban. Tuvo que echar mano especialmente de este recurso porque fue muy crítico con los poderes, las ideas y la sociedad de su tiempo. Se trataba de compensar... Esas “cuñas” eran su salvoconducto y su coartada en el caso de que se produjeran denuncias. En otros autores he observado secuencias que en cierto modo son también adhesiones reverenciales, pero sin la premeditación ni la elaboración ni el uso sistemático que alcanzan en Gracián. A menos crítica menos protección se necesitaba, y las “cuñas” eran eso.

¿Fue Gracián antimonárquico? ¿Cuál era su concepto de libertad?
Las críticas de Gracián a la monarquía española de su tiempo son seguramente las más duras de su época. Para él autoridad y mérito son indisociables. Por eso, en el fondo, considera irracional que pueda gobernar alguien sin méritos para ello. Y sus ideas sobre este aspecto sin duda influyeron en la Ilustración europea del siglo XVIII.

¿Fue entonces un republicano o un republicanista avant la lettre, una especie de Maquiavelo ibérico?
Pues sí, efectivamente.

¿Se la jugó en algún momento? ¿Combatió de algún modo la corrupción, la injusticia y la opresión de su tiempo?
Gracián era un intelectual que combatía con la pluma. Se la jugó, efectivamente, y la Inquisición, como explico en mi trabajo, lo puso en su punto de mira. De hecho, fue la propia Compañía de Jesús la que acabó quitándolo de la circulación, aislándole, prohibiéndole escribir y sometiéndole a un régimen de vida durísimo que hoy nadie dudaría en calificar como tortura. Pero, de hecho, lo más grave del trato de la Compañía a Gracián fue que le impidieron dejar la orden como él había solicitado al padre general.

¿Y por qué cree que le impidieron que dejara la orden?
Seguramente por miedo a que tras su salida decidiera contar más interioridades de la Compañía y les pusiera verdes. En sus cartas de los últimos tiempos sus superiores hablan claramente de someterle y se referían a él como “este sujeto”. Por tanto, no lo soltaron para tenerlo bajo control.

¿Qué opinión le merece la aproximación del padre Batllori a la obra de Gracián?
En mi libro explico todo este aspecto con detalle. Batllori es sin duda un sabio, un historiador que ha escrito mucho sobre muchos temas. Por lo que se ve, su estudio sobre Gracián es una obra de encargo de la Compañía: se trataba de escribir un libro “inteligente” que minimizara hasta donde se pudiera los conflictos entre Gracián y la Compañía, y, así, además, Gracián podía seguir siendo presentado como una gloria jesuítica más y no como un autor antijesuítico, que es lo que es. Su libro ofrece muchos datos interesantes, pero tiene el defecto profundo de estar marcado por la “agenda oculta” que le he señalado.

Es decir, perdone que insista, Batllori, en este caso, ha investigado y escrito para mayor gloria de la Compañía. Se ha comportado como un intelectual orgánico de los jesuitas. ¿Es eso o digo mal?
La obra de Batllori sobre Gracián aporta muchos datos biográficos muy interesantes, pero probablemente no todos los que podría haber mostrado. Se trata de un estudio formalmente bien hecho pero sutilmente tendencioso. Hace un encaje de bolillos muy fino para no dejar en mal lugar a la Compañía por el caso Gracián y para no presentar a éste como alguien que, en realidad, acabó harto de ella y con un anhelo irrefrenable de perderlos de vista.

Le pregunto a continuación por el estilo moral de Gracián
Cuando quiera.

jueves, 17 de septiembre de 2015

Una alternativa para Grecia

CADTM

En agosto-septiembre de 2013 redacté un proyecto de programa de medidas a poner en práctica en Grecia en caso de victoria electoral de la izquierda radical. Envié dicho texto el 10 de septiembre de 2013, como borrador, a los militantes de Grecia y otros lugares con el fin, como escribí entonces, de «recabar comentario críticos y propuestas de mejora».

Algunas personas me respondieron y corregí ligeramente mi propuesta. Presenté la propuesta en Atenas el 20 de marzo de 2014 en una reunión de trabajo con los militantes del DEA (1) e invitados de otros países (Francia, Estados Unidos, Suiza, Bélgica, Portugal, Italia, Alemania…). También presenté un resumen de la propuesta en una conferencia pública el 30 de marzo de 2014 en la que también tomó la palabra Panagiotis Lafazanis, líder de la nueva formación política griega Unidad Popular, lanzada el 21 de agosto de 2015.

Hasta ahora no se ha publicado la propuesta. Consideré que no había recibido suficientes respuestas a las repetidas peticiones de comentarios y mejoras para exponer la propuesta públicamente. También era consciente de que no conocía demasiado la realidad griega y de que era necesario elaborar una propuesta colectiva elaborada esencialmente por los griegos, conocedores de la realidad nacional. A pesar de las reservas que acabo de expresar, tras la capitulación de julio de 2015, he decidido publicar la propuesta escrita hace ya dos años.

He insertado en cuatro partes del texto las propuestas redactadas en julio de 2015. En el proyecto avanzaba la necesidad de salir de la zona euro sin prejuzgar el momento oportuno para hacerlo. Estaba convencido de que en vista del estado de la conciencia de la población griega había que tomar una serie de medidas prioritarias sin abandonar la zona euro. La salida, para que sea asumida por la mayoría de la población, debe resultar de la demostración práctica de que esta opción se ha convertido en una necesidad (lo que está claramente a punto de pasar desde julio de 2015). Finalmente, una salida de la zona euro implica que las demás medidas hay que tomarlas de forma que se realice una salida favorable para la mayoría de la población. Si no es el caso, la salida de la zona euro se convertirá en una salida de derecha que hay que evitar.

En el caso de un país como Grecia, el Gobierno popular debería:

1. Abolir las medidas antipopulares impuestas en el marco de los memorandos con la troika que se han sucedido desde mayo de 2010. Eso implica, en particular, la readmisión de los trabajadores despedidos tras la imposición de los citados memorandos.
2. Suspender el pago de la deuda, organizar una auditoría e imponer una reducción radical del montante y del servicio de la deuda, incluso en un acto de repudio (que solo puede ser unilateral) y adoptar medidas para proteger el ahorro popular invertido en la deuda.
Tomar una medida específica sobre la deuda bilateral con respecto a Alemania, que se eleva a 15.000 millones de euros, contraída con ocasión del memorando de mayo de 2010: el repudio de esa deuda deberá hacerse en compensación parcial de la deuda histórica alemana con Grecia (Segunda Guerra Mundial).
3. Socializar los bancos y las aseguradoras. Debido a las opciones que se tomaron, la mayoría de los bancos se enfrentan a una situación de insolvencia y no a una crisis pasajera de liquidez. La decisión del Banco Central Europeo y el Banco de Grecia de proteger los intereses de los grandes accionistas privados agrava el problema.
Hay que volver a los fundamentos. Hay que considerar que los bancos son servicios públicos debido, precisamente, a su importancia y al efecto devastador que su mala gestión puede tener sobre la economía. La misión de la banca es demasiado seria para confiarla a bancos privados. Dado que utiliza dinero público, se beneficia de garantías del Estado y presta un servicio básico a la sociedad, la banca debe convertirse en un servicio público.
Los poderes públicos deben recuperar su capacidad de control y orientación de la actividad económica y financiera. También deben disponer de instrumentos para realizar las inversiones y financiar los gastos públicos, reduciendo al mínimo el recurso al endeudamiento con instituciones privadas. Para esto hay que expropiar los bancos, socializarlos y transferirlos al sector público bajo control ciudadano, sin indemnizar a los grandes accionistas privados. En algunos casos, a pesar de esa ausencia de indemnización, la expropiación de los bancos privados puede representar un coste importante para el Estado debido a las deudas que han podido acumular y los productos tóxicos que guardan. El coste en cuestión debe recuperarse en tanto que puede hacerse sobre el patrimonio general de los grandes accionistas. En efecto, las empresas privadas, accionistas de los bancos y que los han llevado hacia el abismo consiguiendo jugosos beneficios, poseen una parte de su patrimonio en otros sectores de la economía. Por lo tanto hay que hacer una punción sobre el patrimonio global de los accionistas.
Los bancos públicos, con un estatuto de servicio público (bajo control ciudadano), pueden coexistir con los bancos cooperativos de tamaño mediano (el carácter cooperativo de estos bancos debe ser estrictamente controlado bajo pena de retirada de la licencia de actividad)
Inserto aquí lo que publiqué en julio de 2015 en un artículo dedicado a las alternativas a la capitulación del Gobierno griego del 13 de julio, http://cadtm.org/Grece-des-propositions.
«Los poderes públicos griegos constituyen, de lejos, el accionariado mayoritario de los grandes bancos griegos (más del 80 % del mercado bancario griego) y deberían por lo tanto ejercer plenamente el control de los bancos con el fin de proteger los ahorros de los ciudadanos y relanzar el crédito interno para mantener el consumo. Por una parte convendría utilizar la participación mayoritaria del Estado en los bancos confiriéndoles el estatuto de empresa pública. El Estado debería organizar la bancarrota ordenada de esos bancos protegiendo a los pequeños accionistas y a los ahorradores. Se trata de recuperar el coste del saneamiento de los bancos sobre el patrimonio global de los grandes accionistas privados, ya que son ellos quienes provocaron la crisis y a continuación abusaron del apoyo público. Se crearía un «banco malo» para aislar los activos tóxicos con una gestión dirigida a la extinción. Es necesario, de una vez por todas, obligar a pagar a los responsables de la crisis bancaria, sanear en profundidad el sector financiero y ponerlo al servicio de la población y de la economía real.
También se deberán socializar las aseguradoras privadas. Aunque su estado de salud está menos mediatizado, el sector de las aseguradoras también está en el centro de la crisis actual. Los grandes grupos de aseguradoras también han llevado a cabo operaciones de riesgo, al igual que los bancos privados con los cuales muchas de ellas están estrechamente ligadas. Una gran parte de sus activos está constituido por títulos de la deuda soberana y productos derivados. En busca del máximo beneficio inmediato especularon peligrosamente con las primas pagadas por los asegurados, con el ahorro recogido bajo la forma de seguros de vida o cotizaciones voluntarias a planes de pensiones. La expropiación de las seguradoras permitirá evitar una catástrofe en el sector y protegerá a los ahorradores y a los asegurados. La expropiación de las aseguradoras debe ir acompañada de una consolidación del sistema de jubilación por repartición.
4. Requisar el Banco Central. Al frente se encuentra Yanis Stournaras (colocado en el puesto por el Gobierno de Antonis Samaras) que emplea toda su energía para impedir el cambio que quiere la población. Es un auténtico caballo de Troya que sirve los intereses de los grandes bancos privados y de las autoridades europeas neoliberales. El Banco Central de Grecia debe ponerse al servicio de los intereses de la población griega.
5. Crear una moneda electrónica (regulada en euros) para uso interno del país. Los poderes públicos podrían aumentar las jubilaciones y los salarios de la función pública, pagar las ayudas humanitarias a las personas abriendo un crédito en moneda electrónica que podría utilizarse para múltiples pagos: factura de electricidad, de agua, de transporte comunitario, impuestos, alimentos y bienes de primera necesidad en comercios, etc. Al contrario de un prejuicio infundado, los comercios privados tienen todo el interés en aceptar voluntariamente ese medio de pago electrónico porque eso les permite al mismo tiempo vender sus mercancías y regular sus pagos a las administraciones públicas (pago de impuestos y diversos servicios públicos que utilizan). La creación de esa moneda electrónica complementaria permitiría rebajar las necesidades del país en euros. Las transacciones en dicha moneda electrónica podrían realizarse por teléfono móvil, como es el caso actualmente en Ecuador.
6. Disolver el organismo encargado de las privatizaciones y sustituirlo por una estructura pública de gestión de los bienes nacionales (con parada inmediata de las privatizaciones) encargada de proteger el patrimonio público generando rentas.
7. Imponer un control estricto de los movimientos de capitales y un control de los precios de consumo.
8. Adoptar una reforma fiscal con:
  1. Aumento de la progresividad del impuesto sobre las rentas.
  2. Aumento del impuesto sobre los bienes inmobiliarios (con exoneración de la vivienda principal y por debajo de un umbral a definir, vinculado especialmente al número de ocupantes de la vivienda.
  3. Supresión de los privilegios fiscales de los armadores, de la iglesia ortodoxa y los demás sectores capitalistas.
  4. Reducción radical o supresión del IVA de los bienes y servicios de primera necesidad, subsanado por un impuesto especial sobre el patrimonio de los más ricos.
  5. Represión del gran fraude fiscal que priva a la colectividad de medios considerables y actúa contra el empleo. Los medios públicos consecuentes deben destinarse a los servicios de Hacienda para luchar eficazmente y con prioridad contra el fraude organizado por las grandes empresas y las familias más ricas. Los resultados deberán hacerse públicos y los culpables duramente sancionados.
9. Realizar una política de préstamo público interno con el Banco Central por medio de la monetización de la deuda. A esta política de préstamo con el Banco Central se puede añadir la emisión de títulos de deuda pública dentro de las fronteras nacionales.
En efecto, el Estado debe poder tomar préstamos con el fin de mejorar las condiciones de vida de las poblaciones, por ejemplo realizando trabajos de utilidad pública. Algunos de esos trabajos pueden ser financiados por el presupuesto corriente gracias a las opciones políticas afirmadas, pero esos préstamos públicos pueden hacer posibles otros de mayor envergadura, por ejemplo para pasar de «todo automóvil» a un desarrollo masivo de los transportes colectivos, desarrollar el recurso a las energía renovables respetuosas del medio ambiente, crear o reabrir vías férreas de cercanías en todo el territorio, empezando por las zonas urbanas y semiurbanas, o incluso renovar, rehabilitar o construir edificios públicos y viviendas sociales reduciendo su consumo de energía y añadiéndoles comodidades de calidad.
Hay que definir urgentemente una política transparente de préstamo público. Lo que hace falta es que el destino del préstamo público garantice una mejora de las condiciones de vida, rompiendo la lógica de destrucción medioambiental, y que el recurso al préstamo público contribuya a una voluntad redistributiva con el fin de reducir las desigualdades. Por eso proponemos que las instituciones financieras, las grandes empresas privadas y los hogares ricos sean obligados por vía la legal a comprar, por un montante proporcional a su patrimonio y a sus rentas, obligaciones del Estado al 0 % de interés y no indexados sobre la inflación, el resto de la población podrá adquirir de manera voluntaria obligaciones públicas que garantizarán un rendimiento real positivo (por ejemplo el 3 %), superior a la inflación. Así, si la inflación anual se eleva al 3 %, la tasa de interés efectivamente pagada por el Estado para el año correspondiente será del 6 %. Semejante medida de discriminación positiva (comparable a las adoptadas para luchar contra la opresión racista en Estados Unidos, las castas en India o la desigualdad entre mujeres y hombres) permitirá avanzar hacia una mayor justicia fiscal y hacia una repartición menos desigual de las riquezas.
10. Tomar un préstamo público externo alternativo (es decir, que excluya a la troika y a los mercados financieros extranjeros) sin aceptar condiciones.
11. Poner en práctica la regla de oro siguiente: la suma destinada al reembolso de la deuda pública no puede superar el 5 % de los ingresos del Estado. Prohibición de socializar las deudas privadas, obligación de organizar una auditoría permanente de la política de endeudamiento público con participación ciudadana, imprescriptibilidad de los delitos relacionados con el endeudamiento ilegítimo, anulación de las deudas ilegítimas, adopción de una segunda regla de oro que consiste en que los gastos públicos que permiten garantizar los derechos humanos fundamentales son irreducibles y priman sobre los gastos relativos al reembolso de la deuda…
12. También es importante comprometer a Grecia en un proceso constituyente con participación ciudadana activa con el fin de permitir cambios democráticos estructurales. Para realizar ese proceso constituyente hay que convocar, a través de una consulta de sufragio universal, la elección de una asamblea constituyente encargada de elaborar un proyecto de nueva constitución. Una vez adoptado el proyecto por la asamblea constituyente, que deberá funcionar recibiendo las reclamaciones y las propuestas procedentes del pueblo, será sometido a sufragio universal.
13. Establecer un catastro de las fortunas.
14. Reducir el tiempo de trabajo con restauración del salario anterior a 2010 y después aumentar los salarios y las jubilaciones inferiores a un umbral a determinar (por ejemplo 1.600 euros netos).
15. Aumentar el salario mínimo legal, instaurar una indexación de los salarios y de las prestaciones sociales sobre el coste de la vida.
16. Levantar la inmunidad parlamentaria de los políticos implicados en la crisis y perseguirlos en justicia.
17. Prohibición de las organizaciones que predican en actos de racismo y de odio racista.
18. Poner en marcha un amplio programa de estímulo económico:
- Apoyo a la producción agrícola local: creación de un servicio público para la formación de los agricultores en la agricultura campesina y la agroecología, privilegiar el acceso al mercado de productos locales, reorientar las ayudas de la PAC hacia las pequeñas explotaciones, desarrollar la oferta de semillas locales, apoyar a las nuevas cooperativas agrícolas, relocalizar la agricultura y apoyar las instalaciones en el sentido de la soberanía alimentaria.
- Apoyo a las pequeñas y medianas empresas.
- Apoyo al pequeño comercio.
- Apoyo a la pesca artesanal.
- Creación de empleo en los servicios públicos con prioridad en la salud y la educación públicas y el medio ambiente.
- Devolver un estatuto público a las empresas privatizadas y apoyar el lanzamiento de empresas por los trabajadores.
- Desarrollar las energías renovables con el fin de satisfacer las necesidades locales, apoyar los proyectos de aislamiento térmico de los edificios, desarrollar los transportes comunitarios rechazando los grandes proyectos inútiles y de extractivismo.
- Poner en marcha actuaciones ambiciosas de conservación del medio ambiente y consolidar las leyes nacionales en ese sentido: parques naturales, biodiversidad salvaje (terrestre o marina).
- Apoyar el turismo de pequeña escala (contra los grandes complejos turísticos)
- Organizar la gestión pública, local y ecológica del agua y las basuras.
Salir de la zona euro aplicando una reforma monetaria redistributiva (reduciendo el patrimonio líquido de los hogares más acomodados).
He aquí un ejemplo (por supuesto los baremos indicados pueden modificarse tras un estudio serio de la repartición del ahorro líquido de los hogares y la adopción de criterios rigurosos:
1 euro se cambiaría por 1 un nuevo dracma (nd), hasta 200.000 euros.
1 euro por 0,7 nd entre 200.000 y 250.000 euros.
1 euro por 0,6 nd entre 250.000 y 350.000 euros.
1 euro por 0,5 nd entre 350.000 y 500.000 euros.
1 euro por 0,4 nd entre 500.000 y 600.000 euros
1 euro por 0,2 nd por encima de 600.000 euros
1 euro por 0,1 nd por encima de 1.000.000 euros
Si un hogar tiene 200.000 euros líquidos, obtiene a cambio 200.000 dracmas.
Si tiene 250.000 euros obtiene 200.000+35.000=235.000 nd.
Si tiene 350.000 euros obtiene 200.000+35.000+60.000=295.000 nd.
Si tiene 500.000 euros obtiene 200.000+35.000+60.000+75.000=370.000 nd.
Si tiene 600.000 euros obtiene 200.000+35.000+60.000+75.000=370.000 nd.
Si tiene 1.000.000 de euros obtiene 410.000+80.000=490.000 nd.
Si tiene 2 millones de euros obtiene 410.000+80.000+100.000=590.000 nd.
20. Poner fin a la participación griega en la OTAN y a la presencia de bases extranjeras en su territorio, reducir los gastos militares. Apertura de un proceso de negociaciones con los países vecinos con el fin de iniciar un proceso concertado de desmilitarización. Hay que acabar con el acuerdo de cooperación militar con Israel.
Conclusión:  
Con la capitulación de julio de 2015, el cambio es radical, las consecuencias funestas serán numerosas. Entre las causas del cariz actual de los acontecimientos está por supuesto la inflexibilidad de los acreedores, pero también la estrategia seguida por la dirección de Syriza y el Gobierno de Alexis Tsipras (ver http://cadtm.org/Grece-pourquoi-la-capitulation-Une,12143): el rechazo a cuestionar clara y explícitamente la legitimidad y la legalidad de la deuda, la prosecución del reembolso, la incomprensión de la importancia de la realización de una auditoría con participación ciudadana (incluso si Tsipras oficialmente apoya la auditoría), el rechazo a dañar los intereses de los grandes accionistas de los bancos griegos que sin embargo son responsables de la crisis bancaria, el rechazo a adoptar una estrategia de actos de autodefensa frente a la inflexibilidad y las agresiones de los acreedores, el rechazo a preparar un plan B y explicarlo públicamente (que podría incluso llegar a una salida del euro), la ilusión de que por la sola negociación los acreedores acabarán haciendo concesiones suficientes para que Syriza y Grecia puedan salir de los raíles de la austeridad, el rechazo a recordar la necesidad de un proyecto constituyente (la necesidad de cambiar de forma democrática la constitución griega), la incomprensión del papel central de las movilizaciones que habría debido animar… La elección más urgente no era quedarse o no en la zona euro. La elección era entre negociar sin relación de fuerza o bien hacer cinco cosas prioritariamente apoyándose en la movilización popular:
1. Suspender el pago de la deuda (mientras se realiza la auditoría), lo que implica entrar directamente en conflicto con las instituciones de la troika.
2. Resolver la crisis bancaria en curso (lo que implica entrar en conflicto con los grandes accionistas privados responsables de la crisis).
3. Crear una moneda complementaria.
4. Ampliar las medidas frente a la crisis humanitaria (las medidas importantes fueron tomadas por el Gobierno desde febrero de 2015, deben ser ampliadas).
5. Detener las privatizaciones y hacer entrar los recursos en las cajas públicas por fuertes medidas a costa de los sectores privilegiados empezando por el 1 % más rico, las grandes empresas privadas y los grandes defraudadores.
Fuente: http://cadtm.org/Une-alternative-pour-la-Grece

Adolfo Sánchez Vázquez: filósofo, militante, humanista

En días pasados, en la Facultad de Fi­losofía y Letras, tuvo lugar un muy pertinente homenaje a Adolfo Sánchez Vázquez, con motivo del centenario de su nacimiento. Homenaje pertinente porque Adolfo fue sin duda uno de los profesores que más prestigio le han conferido a esa facultad universitaria y porque, en su campo, abrió ojos y caminos no sólo para estudiantes y profesores, sino porque al nivel de las polémicas universales que se despiertan alrededor de estos temas, el nombre de Adolfo Sánchez Vázquez está siempre presente como uno de los fundamentales.

Nos enorgulleció su amistad y ahora nos llena de alegría el prestigio general que ha cobrado, como un gran intelectual que, desde la izquierda, supo llevar a lo más alto sus explicaciones e interpretaciones. Adolfo se hizo universal por propio mérito y así es considerado hoy por colegas de prácticamente todas partes del mundo.

Es muy impresionante su trayectoria. Desde los primeros años, en su natal Algeciras, despertó en él poderosamente el sentimiento de solidaridad que se debe a los más necesitados y este aspecto de su carácter, que fue en su vida aspecto central de su voluntad y vocación, fue seguramente uno de los motivos fundamentales de Adolfo Sánchez Vázquez como militante de izquierda, y posteriormente, de su muy completa formación intelectual en torno al marxismo, que fue sin duda, ya como profesional, uno de los aspectos más atractivos de su existencia.

Subrayemos, pues, que Sánchez Vázquez vino del contacto personal con hombres y mujeres a los libros, y no al revés. Es decir, en más de un sentido su elaboración intelectual fue vivida antes, y seguramente por ello, la firmeza de sus convicciones y su fortaleza ante las vicisitudes que ha pasado por todas partes del mundo, especialmente en el gran país (la Unión Soviética), que más tarde se derrumbó.

Pero veamos la manera en que Adolfo Sánchez Vázquez, ya en su tiempo de profesor y militante de altos vuelos, emprendió la crítica del marxismo staliniano y del dogmatismo y carácter vertical e inamovible de la teoría que, como creían muchos de sus seguidores, la fortalecían y hacían invencible, cuando en realidad, según lo demostró la historia, la debilitaban y fueron sua reales sepultureros (los dogmatismos). Esta evolución negativa de la teoría revolucionaria fue vista lúcidamente por Adolfo Sánchez Vázquez y sin duda es un aspecto inolvidable de su fuerza intelectual. Y, sin duda, de su fuerza de carácter.

Uno de los aspectos más atractivos de la personalidad intelectual de Sánchez Vázquez es cuando, sin el mínimo temor a los dogmáticos, sostuvo que la teoría de Marx se había degradado enormemente porque sus seguidores habían puesto de lado la influencia que había ejercido el pensamiento de Hegel sobre Marx, y que de ahí provenían precisamente las interpretaciones de la historia como conflictos sucesivos y contradicciones sin fin, y que, sin esa visión, la historia se convierte en lineal y no contradictoria, es decir, plena de la riqueza y capacidad inventiva del hombre en ella, que la convierte en tremendamente creadora y variada.

Por supuesto, Sánchez Vázquez estuvo en contra de los dogmatismos en que se convirtió la doctrina de Marx y Lenin bajo el estalinismo, y en contra de los despiadados crímenes que marcaron el socialismo real. Por supuesto, una de las mayores preocupaciones que ocuparon la vida intelectual y militante de Sánchez Vázquez fue la de denunciar que en el socialismo real hubo una grotesca y burda falsificación del marxismo que casi lo convirtió su contrario y que ahora una de las principales metas de las fuerzas progresistas en el mundo, era demostrar que el socialismo real se había despojado de la teoría de Marx, y su misión consistía en regresarlo a su significado y valores originales, sin los cuales no podría vivir o se falsificaría para siempre.

Una de las cuestiones de mayor interés que surgieron en este coloquio sobre Adolfo Sánchez Vázquez es cuando alguien afirmó, sin mayor conocimiento de causa, que el socialismo como tal había quedado ya al margen de las opciones históricas, sobre todo después de la derrota sufrida por los países del socialismo real y del triunfo del capitalismo globalizado en prácticamente todas partes del mundo. A este seudoargumento, que se deshace tan fácilmente, del socialismo como alternativa, me reduje a contestar que es la existencia del propio capitalismo globalizado y neoliberal, al que muchos han denominado certeramente capitalismo salvaje (pero ¿hay un capitalismo que no sea salvaje?), precisamente por su afán ilimitado de ganancias, por la explotación que ejerce sobre muy grandes mayorías, por haberse convertido en una verdadera fábrica de pobres y por haber impulsado la mayor concentración de riquezas de que se tenga noticia en la historia humana, y por la degradación moral e intelectual que implica.

Vale la pena también mencionar que las cuestiones estéticas propiamente dichas y las de la ética, en estricto sentido filosófico, ocuparon espacio importante en la obra de este humanista mexicano y español de nuestro tiempo. Una vez más, por todo ello, nos congratulamos de este homenaje especial que se le rinde en la Facultad de Filosofía y Letras de nuestra Universidad Nacional Autónoma de México.

Muchos otros argumentos podrían añadirse, pero nos baste recordar ahora que el propio Adolfo Sánchez Vázquez, siguiendo de cerca en esto a Ernst Bloch, insistió siempre en la necesidad de vivir permanentemente con un principio de esperanza que proporcione a los desheredados del mundo el optimismo necesario para seguir adelante con su carga, pero con la convicción de que el mundo es cambiable y que de ninguna manera podemos pensar en una historia congelada y sin alternativas, muerta, y la principal de esas alternativas es la de la liberación de los más pobres para que efectúe una lucha sin cuartel, seguros de que al final de cuentas triunfarán sus sueños y esperanzas.

O, retomando la frase celebre de Walter Benjamin: Sólo tenemos esperanza por aquellos que han perdido toda esperanza.

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2015/09/07/opinion/027a1pol

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Cómo convertir un avión de papel en un dron por menos de 45 euros. Un dispositivo acoplable permite manejar los avioncitos con un 'smartphone' para hacerlos volar hasta 50 metros de distancia

Sirven para atinar en el cogote de un profesor mientras escribe en la pizarra, para mandar mensajes confidenciales a un compañero o, simplemente, para matar el tiempo. Basta un simple folio, conocimientos de papiroflexia a nivel usuario y cierta pericia para lanzarlos con tino. Antes de que los drones llenasen los catálogos de juguetes y gadgets, los aviones de papel suplían a su manera el sueño de pilotar una nave aérea. Ahora, un pequeño dispositivo de menos de 45 euros los convierte en un dron manejable con el smartphone.

El gadget se denomina PowerUp 3.0, pesa 9 gramos y se acopla a aviones de papel que sigan un determinado patrón; en la web del fabricante pueden descargarse los dos modelos para imprimir: invader y nakamura. Dispone de una parte que se coloca en la punta del avión, en la que va instalada la antena, unida a través de un listón de plástico a otra trasera, donde se ubican la hélice y timón.

Según presume la empresa, permite que el avión alcance 50 metros de distancia a un máximo de 18 kilómetros por hora y logre de cinco a diez minutos de autonomía gracias a una batería de 75 mAh. Como es habitual en los drones pequeños, se maneja a través de una conexión Bluetooth del teléfono inteligente y se recarga a través de USB. Está indicado para mayores de 14 años. Para los niños, la misma empresa produce otro kit de vuelo para aviones de papel, PowerUp 2.0, pero no admite el control remoto.

El dispositivo está optimizado para Android 4.3 o 4.4 —esta es la lista completa de móviles compatibles— y se recomienda que cuenten con giroscopio. En el caso de los iPhones, su uso es óptimo con cualquiera a partir del modelo 4s, pero ninguno de los iPads resulta ideal para manejarlos. Con independencia de la tecnología, en los comentarios de los usuarios se menciona que resulta esencial plegar correctamente el papel para que el avión planee bien.

De papel, pero dron
La ley española establece que cualquier dron es una aeronave independientemente de su tamaño, para qué se use y de qué materiales están hechos: es una areonave "cualquier máquina pilotada por control remoto que pueda sustentarse en la atmósfera por reacciones del aire que no sean las reacciones del mismo contra la superficie de la tierra". Por tanto, el PowerUp es un dron y, en consecuencia, no se puede hacer volar sobre zonas urbanas, ni sobre aglomeraciones de personas —como las playas—, en instalaciones aéreas, de noche, ni en zonas donde se practique el parapente o paracaidismo.

En Estados Unidos no está permitido el uso comercial de drones con fines profesionales o beneficios económicos: solo está permitido el uso para servicios públicos y con autorización específica de la Administración Federal de Aviación (FAA en inglés), aunque puede en determinadas ocasiones puede conceder autorizaciones específicas y exenciones a la norma. Un abogado y promotor del uso de estos aparatos ha consultado a la FAA si el PowerUp es un dron, según refiere la revista Popular Science, y ha obtenido por respuesta que, en efecto, lo es.

Los trabajos aéreos en España precisan una habilitación de la Agencia Estatal de Seguridad Aérea, presentando una declaración responsable.
http://tecnologia.elpais.com/tecnologia/2015/09/02/actualidad/1441185522_886949.html

El Jeremy que yo conocí. Por Ernesto Ekaizer | 13 sep 2015.

Jeremy Corbyn, 66 años, es ya The Right Honourable leader of Her Majesty’s Loyal Opposition. Es decir: el Muy Honorable líder de la Oposición Leal de Su Majestad, el partido Laborista. O simplemente, el Rt Hon, expresión honorífica con la que se alude en los países de la Commonwealth al primer ministro y al líder de la oposición.

Corbyn salió elegido diputado en el municipio de Islington North, en el norte del inner Londres o Londres interior, el pasado mes de mayo de 2015. Era la octava elección a la que se presentaba, incluyendo la de 1983, cuando las ganó por primera vez. Esta vez obtuvo una victoria récord. Ya era un personaje en busca de autor. Pero la derrota del partido Laborista del mes de mayo y la decisión de convocar elecciones primarias para seleccionar al nuevo líder le abrieron el camino para poner la guinda a su larga militancia municipal y parlamentaria. Nadie en la cúpula del partido Laborista, dominada por las ideas del New Labour de Tony Blair, podía imaginar que este hombre, que había ganado ocho elecciones, y a quien, no obstante, consideraban un loser, un perdedor, un activista, por su trayectoria de izquierdas, podría alzarse por goleada con el liderazgo.

Conocí a Jeremy Corbyn a mediados de octubre de 1998. Venía de ganar la elección en Islington North, la circunscripción parlamentaria más pequeña del Reino Unido, un barrio pobre de Londres que cohabita con casas de ricos. En Islington South, el municipio colindante, vivía Tony Blair antes de ser primer ministro en 1997.

Sobre todo, venía Corbyn de firmar una carta especial, junto con otras setenta y cuatro personalidades. El general Pinochet había sido detenido por los policías de Scotland Yard la noche del 16 de octubre de 1998 en la London Clinic según una orden del juez de guardia Nicholas Evans. Era la respuesta a la orden de detención para extradición cursada a la policía británica por el juez Baltasar Garzón. Corbyn apoyaba el arresto y pedía el enjuiciamiento de Pinochet.

La detención del exdictador chileno culminaba una larga campaña de Corbyn en el Comité de Derechos Humanos del Parlamento, del cual era miembro, contra las dictaduras latinoamericanas. Llevaba en aquellos días diez años casado con Claudia Téllez, hija de Marisol Téllez, endocrinóloga chilena especializada en medicina nuclear en el Reino Unido. Marisol era hermana de Alicia Téllez. Ambas eran hijas del diplomático español republicano, Salvador Téllez, exiliado tras la guerra civil española en Chile. Alicia, mira por dónde, es la esposa de Óscar Soto, el cardiólogo que acompañó a Salvador Allende hasta minutos antes de su suicidio en el palacio de la Moneda ante el inminente asalto ordenado por el general Pinochet. Los Téllez, una vez más, tuvieron que partir al exilio. Esta vez desde Chile a raíz del golpe del 11 de septiembre.

Corbyn era la mosca cojonera que en el Parlamento denunciaba el exquisito trato de VIP que se le daba a Pinochet durante sus regulares visitas a Londres, invitado por la fábrica de armamentos Royal Ordnance. Sea bajo el gobierno tory de John Major o el de Tony Blar. En 1997, preguntó al ministro del Interior Jack Straw:

-¿Cuántas visitas al Reino Unido ha realizado el general Pinochet a lo largo de los últimos tres años.?¿Que protección de seguridad se le ha proporcionado?

Tras el arresto de Pinochet, el Alto Tribunal de Justicia falló a favor del recurso de la defensa del exdictador. Cuando parecía que ya se embarcaba hacia Chile, un recurso de la Fiscalía de la Corona, en representación del juez Garzón, apoyado por Amnistía Internacional y otras organizaciones, ante el comité judicial de la Cámara de los Lores, el equivalente entonces del Tribunal Supremo, paralizó el regreso a Chile y abrió más de dieciséis meses de debates jurídicos y políticos. Pinochet permaneció bajo arresto en un chalé alquilado en Surrey durante 503 días.

Hay tres momentos que merecen la pena apuntar. El 3 de noviembre de 1998, Corbyn organizó una audiencia pública en la Cámara de los Comunes para apoyar el recurso de apelación contra el fallo favorable a Pinochet. Diez personas llegaron a Londres de diversas partes del mundo para dar testimonio.

Entre ellas: Isabel Allende, hija de Salvador Allende; Sofia Prats, hija del general Carlos Prats, excomandante en jefe del Ejército chileno asesinado en Buenos Aires; Sola Sierra, presidenta de la Asociación de Familiares de Detenidos y Desaparecidos en Chile; Joyce Horman, esposa Charles Horman, ciudadano norteamericano cuya desaparición fue llevada al cine en la película Missing, en 1982; Juan Pablo Letelier, hijo de Orlando Letelier, ministro de Defensa y de Asuntos Exteriores en el gobierno del presidente Salvador Allende, asesinado en 1976 en Washington, donde vivía exiliado.

Fue un acontecimiento.
Hay una segunda escena que recuerdo especialmente. El 11 de diciembre de 1998, Pinochet debía comparecer en el tribunal penal de la prisión de alta seguridad de Belmarsh a fin de recibir noticia de su situación de los labios de un juez, según prescribe la ley británica. Un grupo de periodistas de diversos países recibimos acreditación para seguir en la sala la audiencia. Era lo más parecido a un banquillo de acusado.

Corbyn no obtuvo pase para entrar. Permaneció junto a los grupos de derechos humanos en los alrededor de la prisión.

A la salida, la policía introdujo a Pinochet en un furgón Galaxy para llevarlo a su casa de Surrey, bajo arresto domiciliario.

En el Galaxy colgaba por dentro ropa para tapar la visión.

Corbyn al ver salir a Pinochet dentro del furgón dijo unas palabras. Aunque habla español, con fuerte acento británico, prefirió hacerlo en su idioma:

-Cuando yo era pequeño me impactaban las imágenes de asesinos y violadores en televisión. Todos salían de los juzgados cubriéndose la cara con una manta o un abrigo, para que no se les viera el rostro. Traer a Pinochet a este tribunal marca un precedente. Y que hayan cubierto su ventanilla con un impermeable para que no le podamos ver es, en cierto modo, una forma de justicia.

La tercera escena tiene que ver con mi trabajo y con éste periódico.
Mientras el gobierno de Blair urdía una salida a la crisis diplomática con Chile, la salida de devolver a Pinochet por razones de salud, tras la decisión del comité judicial de la Cámara de los Lores de declarar que el exdictador era extraditable a España por delitos de tortura, El PAÍS publicó en la portada del domingo 30 de enero de 2000 las cartas secretas intercambiadas por el ministro del Interior, Jack Straw, y la defensa de Pinochet, a partir del 5 de noviembre de 1999. Queda al descubierto, en lenguaje sutil, toda la operación.

Jeremy Corbyn no daba crédito. Me preguntó por la información y la solvencia de las cartas. Le aseguré que ni siquiera se trataba de una filtración, algo que siempre puede tener tal o cual interés. Le expliqué que la correspondencia formaba parte de la documentación puesta a disposición de los jueces y que estos las habían incluido entre los affidavits (declaraciones juradas) trasladados a la Fiscalía de la Corona y a los abogados intervinientes.

El 3 de febrero de 2000, Corbyn encabezó un grupo de veinte parlamentarios que pidieron al ministro Straw la aportación de los documentos anticipados por este periódico y solicitaban que Pinochet fuese sometido a un nuevo examen médico. Corbyn propuso esta moción:

Esta Cámara deja constancia de que el 30 de enero, el respetable periódico español EL PAÍS publicó el texto de las cartas intercambiadas entre el Home Office y la defensa de Augusto Pinochet desde noviembre de 1999 en adelante, y que estas cartas confirman que, pese a no estar bajo obligación legal alguna para hacer esa oferta, el Home Office propuso por su propia iniciativa, antes de recibir esa petición de la defensa, que los detalles del informe médico de Augusto Pinochet fueran mantenidos en secreto".

Jack Straw formalizó el 2 de marzo de 2000 la operación diseñada "por razones de salud". Y acudió al Parlamento un rato después del despegue del avión que devolvía a Pinochet a Chile tras 503 días de arresto domiciliario.

Corbyn se dirigió al ministro en la Camara de los Comunes:

-¿Acepta el ministro que mucha gente en este país y en el mundo tiene un sentimiento de vergüenza ante la noticia de que Pinochet acaba de abandonar el espacio aéreo británico y, por tanto, se halla libre de toda probable persecución penal en cualquier tribunal del mundo? ¿Puede explicar por qué el 5 de noviembre de 1999 ofreció a los abogados de Pinochet la confidencialidad del informe médico a cambio de que el general aceptara someterse exámenes?
http://blogs.elpais.com/analitica/

martes, 15 de septiembre de 2015

La lógica de los pequeños capitales: filosofía y sociología del populismo

Este texto recoge la conferencia pronunciada en el seminario “Los retos del populismo en las sociedades democráticas”, celebrado en Sevilla el día 20 de marzo y coordinado por el profesor de Sociología de la Universidad de Sevilla Juan Martín Sánchez. En el seminario participó también el profesor de Filosofía de la Universidad de Alcalá Germán Cano Cuenca.

José Luis Moreno Pestaña

Teoría de la realidad y efecto de la teoría en la realidad La discusión sobre el populismo, con la referencia central del pensador argentino Ernesto Laclau, se ha instalado en el debate político español. Nos enfrentamos así a un espectacular efecto de teoría y ello en dos sentidos: por una parte, una teoría hasta hace poco relativamente desconocida, y de acceso intelectual difícil, se ha abierto un espacio dentro de audiencias amplias: las de ciertas capas del partido Podemos y la de los analistas que, con menor o mayor acrimonia o simpatía, juzgan necesario invocar el populismo para desenmascarar o definir al partido o cuando menos a sus dirigentes. El segundo efecto de teoría transcurre por otros senderos: cómo se articula la teoría de Ernesto Laclau con las prácticas políticas efectivas en la organización Podemos. Y ello tanto en su gestión interna como en su actividad política externa. Indudablemente la articulación de una teoría con unas prácticas puede realizarse con modos diversos: la práctica puede reflejar o inspirar, más o menos, una teoría; la teoría puede resguardar una práctica que, en lo concreto, poco tiene que ver con ella o con algunas partes de ella. Este segundo análisis, a mi entender el más interesante, no puedo abordarlo aquí.

Me centraré en discutir dos aspectos de la teoría de Laclau y lo haré comparándola con otras aportaciones sobre los usos del pueblo y el populismo: fundamentalmente ciertos aspectos de la visión de Pierre Bourdieu, Jean-Claude Passeron y Claude Grignon. Las aportaciones de los dos últimos son polémicas con las del primero: incluso ellas dos pueden diferenciarse. Los contrastes de este artículo considerarán las de los tres en sus rasgos comunes, los de una sociología de la dominación y la resistencia.

Laclau parte de un sólido conocimiento histórico y sociológico del populismo, aunque en su pensamiento cabe distinguir argumentaciones en distintas vertientes. Una deriva de la comparación de diversas figuras históricas del populismo: el peronismo, la Turquía de Kemal Ataturk, la política de posguerra del Partido Comunista Italiano, la China de Mao, etc. Un segundo tipo de argumentación, paradójicamente el más popular, no consiste en comparar parecidos y diferencias entre coyunturas históricas sino en la elaboración de una teoría populista de inspiración lacaniana. Esta teoría comprende, a la vez, una explicación del conjunto de los procesos populistas y una guía para la acción.

En la explicación de los procesos populistas destacan, en mi opinión, dos rasgos. Primero: cuáles son las condiciones sociales y políticas del populismo. Segundo: cómo la teoría populista puede ayudar a producir tales condiciones sociales, para lo cual nos propone una teoría de los significantes flotantes. Ese discurso se ha generalizado entre las elites del partido y los comentaristas del mismo, lo cual crea de por sí un efecto sociológicamente fundamental. En un programa de la televisión La Tuerka, conducido por Pablo Iglesias, uno de los contertulios (Enric Juliana) se disculpaba por no dominar la jerga de Laclau, lo cual, con mayor o menor consistencia y donaire discursivo, conseguían los otros contertulios: los miembros de Izquierda Unida Alberto Garzón y Manuel Monereo, los dirigentes de Podemos Íñigo Errejón y Carolina Bescansa y el intelectual argentino Jorge Alemán. ¿Cuál es ese efecto? Una normalización teórica del partido y del análisis del mismo lo cual refuerza el valor empírico de la teoría de Ernesto Laclau: ésta se convierte en verdad porque muchos ajustan su comportamiento a la misma o leen sus comportamientos desde la misma.

En mi acercamiento a la teoría de Laclau me centraré más o menos en estos dos aspectos, que reformularé como sigue: discutir cuáles las condiciones sociales del populismo en política y cuál es la teoría de lo preformativo que propone el populismo de Laclau. Lo primero, grosso modo, alude al problema del pueblo en política. Lo segundo, al modo de constituir el pueblo por medio del discurso. Ambos problemas, obviamente, se encuentran vinculados. Condiciones sociales de producción de un acontecimiento y prácticas políticas de discusión y definición del mismo se encuentran entrelazadas por un continuo. Laclau no consideraría suficiente esta salvedad ya que como señala “la distinción entre un movimiento y su ideología no sólo es imposible, sino también irrelevante; lo que importa es la determinación de las secuencias discursivas a través de las cuales un movimiento o una fuerza social llevan a cabo su acción política global” (Laclau, 2012). En mi opinión sí cabe diferenciarlas. Un movimiento permite varias descripciones posibles y cada una de ellas no sólo configura el movimiento de una particular manera: también describe mejor o peor su realidad sociológica. Si solo contribuyese a construir la realidad, la teoría habría que valorarla por sus efectos políticos. Yo sostengo que no, que también cabe valorarla por su pertinencia objetiva, por su poder para describir con mayor riqueza la realidad del movimiento social. Pero ya en esta reflexión incluyo los dos problemas a los que me voy a enfrentar: cuál es lo popular en el populismo y cómo se relaciona la teoría con dicho pueblo.

La indeterminación del pueblo: Laclau y Gramsci
Una de las tesis centrales de Laclau es que los discursos populistas se encuentran políticamente mal definidos porque la realidad resulta ambigua. Es decir, la indefinición populista tiene, por así decirlo, un fundamento material ya que la realidad se encuentra disponible para diversos tipos de operaciones: el populismo es “un acto performativo dotado de una racionalidad propia, es decir, que el hecho de ser vago en determinadas situaciones es la condición para construir significados políticos relevantes” (Laclau, 2012). ¿En qué consiste esa racionalidad? En primerísimo lugar en considerar que el pueblo puede constituirse política exclusivamente en la simplificación de una oposición, lo cual exige a) simplificar al pueblo b) simplificar a los contendientes del pueblo. La tarea de un dirigente populista consiste en darle nuevos significados a los problemas del pueblo de modo que éste los perciba de otra manera: fundamentalmente como problemas vinculados entre sí o equivalentes.

Así se produce la hegemonía.
Cuidado porque el venerable concepto de Antonio Gramsci adquiere aquí un significado relativamente nuevo. Gramsci vinculaba la hegemonía con la capacidad de la clase obrera para conseguir aliados. La hegemonía, la dirección, se diferencia de la dominación, esto es, de la capacidad para someter a otros grupos por la violencia y la coerción. Un grupo social puede estar dominado pero no dirigido: caso de una clase social que se supedita a otra por miedo. Un grupo social puede encontrarse dominado y dirigido: una clase social que teme a sus dirigentes pero que además asume que estos merecen serlo, que constituyen un referente normativo.1

Como la palabra tiene un origen griego, me permito un ejemplo procedente de la Antigüedad clásica. En un primer momento, en la Atenas del siglo V a.n.e., la palabra democracia (etimológicamente, como sabemos todos, poder del pueblo) tenía un sentido polémico: poder del pueblo era el poder de una parte, los pobres, sobre el resto y los enemigos de la democracia tendían a hacer valer ese carácter sectario de la dominación. Esos pobres, nos explica Jenofonte, tenían un perfil de clase más o menos preciso: son “los más pobres entre los ciudadanos”. Esos pobres, nos aclara Aristóteles, incluyen un conjunto de profesiones pero no otras: agricultores, artesanos, soldados, obreros y comerciantes.

Después del régimen de los Treinta Tiranos en Atenas, ya en el siglo IV a.n.e., cualquiera que quisiera hacerse oír se consideraba demócrata y la cuestión ya consistía en el tipo de democracia: si una democracia con mayor o menor poder de la Asamblea del Pueblo, de los Jurados populares, del sorteo o de la elección, con mayores o menores liturgias (suerte de impuestos que pagaban los ricos: o más que impuestos, dones obligatorios que los ricos hacían a la comunidad), etc. Dado el efecto legitimador de la referencia al pasado, cuando se quería defender una ley, unos y otros, se resguardaban en la patrios politeia (la Constitución de los ancestros)2. La democracia se convertía en una idea hegemónica y la cuestión consistía en llenarla de un contenido u otro resaltando -o inventando- uno de los aspectos de la realidad histórica. Una parte de las elites, por tanto, había acabado aceptando la presencia del pueblo en la vida política y ya no estaba permitido referirse a modelos duros de desigualdad natural: todo cuanto se hacía debía contar con el pueblo.

¿Quién dirigía la sociedad?
Una primera argumentación, que llamaré gramsciana, sostendría: una alianza de clases entre una fracción de las élites aristocráticas y el pueblo, con un mayor o menor presencia de una y otro. Las clases, en este tipo de análisis de la realidad, son fundamentales: el bloque que configuran permite diversos conflictos y los competidores pelean por ver si la democracia que defienden se parece más o menos a la (siempre imaginada: el conocimiento histórico era bastante menos que preciso...) “Constitución de los ancestros”.

Pasaré ahora a una lectura que podría inspirarse en Ernesto Laclau. La palabra democracia, cuyo significado no se encuentra muy claro, se convierte en emblema del debate político. Una parte ha conseguido convertirlo en significación universal (como “significante flotante” según la, en mi opinión insufrible, jerga lacaniana) de la buena política, de la única política decente, sobre la que cabe discutir. ¿En qué se diferencia esta interpretación de la de Gramsci? La del comunista italiano insistiría en las raíces sociológicas del poder del pueblo mientras que la de Laclau acentuaría que la cuestión clave consistía en producir la identidad del pueblo por medio del concepto democracia, unificando demandas difícilmente compatibles: por ejemplo el respeto de los ricos (como parte del pueblo, porque los ricos, si son patriotas atenienses, son del pueblo de Atenas) o, por el contrario, la presencia de los más pobres en el gobierno de la ciudad, con todas las consecuencias económicas que de ello se derivan: los sueldos que versa Atenas por participar, el privilegio de la marina de guerra (Platón hablaba de una “democracia de los remeros”), las liturgias por las que los ricos subvencionaban, fiscalizados por los tribunales, obras públicas de la ciudad, etc.

Laclau insiste en el aspecto no sociológico del concepto. El pueblo se dice de muchas maneras y si deseamos identificar sus componentes esenciales siempre nos equivocamos. Es el problema del marxismo y de Gramsci, que aún considera que la clase obrera (o, en nuestro ejemplo, podemos suponer que los pobres en Atenas) debía jugar un rol dirigente para que esa hegemonía fuese progresista. Lo importante no es el significado del término democracia, sino que un discurso político había conseguido nuclear a toda Atenas como una democracia, sin importar demasiado las raíces sociales de dicho grupo. Gramsci, nos señala Laclau, tiene aún resabios esencialistas porque cree en la misión histórica de la clase obrera: “Para Gramsci, la esencia última de la instancia articuladora -o la voluntad colectiva- es siempre lo que él llama una clase fundamental de la sociedad” (Laclau, 2014). Volviendo a nuestro ejemplo: cabría decir, a lo Gramsci, que en Atenas solo habría poder del pueblo si los pobres se encuentran presentes en la dirección de la sociedad.

¿Cabría pensar que existe democracia si la misma fuera solamente el resultado del reparto del poder entre las viejas fracciones aristocráticas, sin que ninguna de ellas se aliase con el pueblo de los comerciantes y los obreros, sin que incorporase sus demandas y sus perspectivas?
A corto plazo, respondería Laclau, podría funcionar; a medio y largo no. Una articulación entre experiencias sociales demasiado separadas únicamente puede funcionar mediante la indefinición y la demagogia. En ese caso, el referente global quedaría demasiado vacío de contenido social, un poco como le sucedió a Juan Domingo Perón al alcanzar el poder: la alianza social comprendía sectores tan dispares -que Perón había manejado con su indefinición- que, una vez que la política debió concretarse, acabó estallando la mentada alianza.

Una lectura sociológica del pueblo
Por tanto, la constitución del pueblo admite márgenes de tolerancia entre sectores sociales disímiles y demandas políticas antagónicas. Esos márgenes tienen, pese a todo, un límite. De nuevo, pues, lo social impone condiciones para la articulación política, algo que Laclau describe pero teoriza con escasa profundidad. Al hilo de lo cual, introduciré ahora la perspectiva de Pierre Bourdieu. De éste retendré por ahora un aspecto fundamental de la discusión: cómo se relacionan las descripciones sociales de las clases con su realidad histórica.

Bourdieu comparte con Laclau una tesis crítica con el marxismo y podríamos imaginar que ambos caminarían un trecho de la mano, un buen trecho. El sociólogo francés denomina error teoricista a lo que Laclau llama esencialismo: la creencia de que una posición social específica conlleva, automáticamente, una acción unificada en tanto que grupo. Lo último supone un trabajo simbólico permanente, de acción política, de construcción de discurso, de representación de los intereses del grupo, de unificación del mismo. Ahora bien, ese trabajo simbólico “tiene tantas posibilidades de lograrse cuanto más próximos en el espacio social están los agentes que quiere juntar, unificar, constituir en grupo” (Bourdieu, 1996: 132). La posición del pueblo ateniense, de aquellas fracciones a las que se denominaba como tal, pudieron ser constituidas como demos y aliadas no sin tensiones a una fracción de las elites ya que efectivamente se encontraban socialmente próximos. Podemos pensar que su cercanía con las elites se fraguaba en las abundantes aventuras militares: el pueblo de Atenas aprendía a diferenciar a los patriotas de los que deseaban convertirlos, con tal de acabar con la democracia, en una colonia de Esparta o de los Persas. Por supuesto, otras operaciones políticas, dada la realidad sociológica, se encontraban presentes y disponibles. No existía un único modelo de definición de la realidad. Pero no cualquier operación: resultaba difícil llamar demócrata a quien pretendía un gobierno donde solo los 400 más ricos de Atenas pudieran participar en político.

Centrémonos en lo diferente, en lo específico de Bourdieu respecto de Laclau3: tanto el pueblo, como las elites, son realidades internamente divididas, según ciertas coordenadas sociales. La magia de las palabras, para no ser una mixtificación, debe tomar en cuenta tales divisiones -que, por supuesto, cambian históricamente-. De lo contrario, esas divisiones se volverían operativas camufladas tras las palabras. Mostraré, muy simplificadamente, las divisiones que Bourdieu observa dentro de las clases populares y de las clases dominantes.

Entre las clases populares, el texto más preciso es “Vous avez dit populaire?”4. Las clases populares se encuentran internamente escindidas por género, por efecto de generación (muy condicionado por el sistema escolar), por posición social en el medio de trabajo (más o menos abierto a contactos con otras clases sociales), por su origen rural o urbano (y reciente o no, en cada uno de los casos) y también por origen étnico. Cuando de un pueblo se trata, deben tenerse en cuenta todas esas divisiones y discernir si el susodicho pueblo las incorpora todas o solo algunas (Bourdieu, 2001: 141).

Esa descripción presupone un mapa de sus divisiones internas, aquellas que Bourdieu considera relevantes (podría debatirse, por ejemplo, la mayor o menor pertinencia del origen étnico, ya sea en general, ya sea en una coyuntura precisa). Ahora bien, para que la actividad simbólica cuaje en la realidad necesitamos conversar con ciertas pautas culturales. Laclau coloca el trabajo simbólico en el centro de la actividad política. Bien, si dialogamos con Bourdieu, para que ese trabajo se comunique con el pueblo debe acomodarse, o no, con las realidades culturales específicas que se derivan de las divisiones internas al llamado “pueblo”.

Política es diálogo entre fracciones de clase diferentes o entre clases diferentes. En ese diálogo existe, para cada grupo social, mercados francos o mercados tensos. ¿Cuáles son francos? Aquellos mercados donde se valoran los recursos que el grupo tiene y que sabe manejar. ¿Cuáles son tensos? Aquellos donde las personas saben que los recursos propios adquieren escasa estima y que deben adaptarse a los recursos de otros. Enric Juliana, en el programa de La Tuerka, sirve para aclarar qué quiere decir Bourdieu. Como no entendía la jerga lacaniano-laclausiana, se fue rápidamente a hablar de algo que conocía bien: el referéndum por la reforma política de 1976 y la canción “Habla pueblo, habla” promocionada por el gobierno. Y concluyó: esto de Podemos, bromeaba, se parece a aquello. Una división generacional y cultural en las fracciones dominadas (por culturales, frente a las dominantes, que son las económicas: utilizo aquí la idea de Bourdieu) de clases medias hacía que el mercado se volviese tenso para Juliana. ¿Cómo lo resolvió? Acudiendo a significados culturales compartidos por su generación. Pero el ejemplo, insisto, se refiere a conflictos entre generaciones relativamente privilegiadas. Ante los mercados tensos, la actitud de los dominados no suele ser la de Juliana, sino la del aislamiento, la sumisión, la imitación servil (ridícula por demasiado correcta) o un silencio que sea, a la vez, rechazo y defensa de otra forma de hablar (Bourdieu, 2001: 144).

Una crítica extendida a la perspectiva sociológica en general, y de Bourdieu en particular, es la de no atender a las razones de los individuos y de remitir a éstas a sus condiciones de existencia. Rancière (1992: 62), en un argumento antisociológico muy socorrido, considera que las ciencias sociales, fatalmente, ignoran a los sujetos y los convierten en ejemplos de otra cosa: de la ideología, las condiciones de existencia o cualquier otra dinámica que les supera. La acusación es absurda: se trata de constatar que los sujetos dominados hablan distinto según los contextos y que para verlos cultivar el estilo y el virtuosismo no debe uno ir a buscarlos dando conferencias; como le pasaría a cualquiera que no estuviese habituado a darlas. Otra cosa, y es el verdadero problema de una política emancipatoria realista, es cómo tejer vínculos entre los mercados francos de las clases populares y los entornos tensos en los que normalmente se desenvuelve el discurso político.

Dentro de las clases dominantes además de las divisiones de género y generación (y la división entre rural y urbano) Bourdieu distingue entre dos formas de dominación: las vinculadas a los recursos económicos y las vinculadas a los recursos culturales. Por tanto, el campo del poder se encuentra siempre en tensión por el dinero o la cultura, lo cual puede favorecer alianzas con los dominados, en las que se dirimen batallas entre los poderosos. Así cuando el gran capital se alía con el pueblo contra el elitismo cultural (caso por ejemplo del apoyo popular a los republicanos estadounidenses)5 o cuando son los intelectuales quienes se vinculan con la clase trabajadora (caso de sectores universitarios en Mayo del 68). Tales alianzas, en la lógica Bourdieu, son intrínsecamente más inestables que las derivadas de acuerdos entre posiciones más próximas en el espacio social.

Volvamos a Laclau: éste no considera en absoluto tales prevenciones porque parte de una idea completamente performativa, creadora, de la actividad simbólica. Esta idea depende de la filosofía del lenguaje del filósofo norteamericano Saul Kripke, tal y como la interpreta Zizek. La diferente teoría de la acción política entre una sociología crítica y la teoría de Laclau entra ahora en una vertiente más específicamente filosófica. La confrontaré con la filosofía del lenguaje que para la sociología nos ofrece Jean-Claude Passeron, inspirándose por su parte en el filósofo Gilles-Gaston Granger.

El poder de los nombres
Antes me preguntaba, ¿hubiera podido constituirse como pueblo una alianza de los remeros de la flota ateniense con una parte de la aristocracia? La posición de Bourdieu parece clara: se encuentran demasiado alejados en el espacio social para que dicha alianza fuese estable. ¿Y la de Laclau? Lo hubiera considerado posible (al menos en una de las versiones de Laclau, quien es complejo y ya he mostrado que comprende el problema) porque el problema de una orientación como la de Bourdieu es quedar presa de un descriptivismo lingüístico. El asunto es algo técnico. Expliquémoslo.

En Hegemonía y estrategia socialista Ernesto Laclau, entonces con Chantal Mouffe, hablaba de la relativa indeterminación de los elementos ideológicos y de la necesidad de un determinado marco discursivo que les impone su sentido. La idea tiene dos partes:

-Contra el marxismo ortodoxo se rechaza que haya elementos intrínsecamente progresistas o reaccionarios y se subraya la capacidad de todo significado para ser incluido en marcos sociales antagónicos.

-No existe por tanto ninguna lucha social privilegiada pues cualquiera puede modular los significantes flotantes en una versión progresista o reaccionaria. La lucha obrera, por tanto, pierde así su posición predilecta para el revolucionario o, simplemente, el reformador social.

Slavoj Zizek (1992: 125-127) retomó con aprobación la teoría de Laclau-Mouffe y la emparentó con la teoría de los nombres propios de Saul Kripke. El filósofo norteamericano, en la lectura de Zizek, consideró que los nombres no significan por alguna cualidad intrínseca. La mesa no es mesa porque refiera a un conjunto de objetos que contienen ciertas características. La mesa es mesa porque alguien decidió bautizarla así. No existe ningún conjunto de características que puedan quedar recogidas en el nombre mesa y podría habérselas llamado de otro modo. En la posición descriptivista existe una vinculación entre el significante y el significado: según Kripke no existe ninguna, sino la simple arbitrariedad de una manera de nombrar el mundo. Zizek, y siguiéndolo Laclau (2014), introducen una nueva distinción: el objeto existe única y exclusivamente por el orden de la significación -o del significante flotante-. Ya no es cuestión de cómo bautizamos al objeto, que era la posición de Kripke, sino que solo existe el objeto por el proceso en el que se le denomina. El pueblo, por tanto, podría ser cualquiera: ¿los aristócratas y los comerciantes aliados podrían haberse llamado poder del pueblo?

Laclau no va tan lejos. Para que la nominación se produzca deben existir prácticas comunes: “Nuestra noción de discurso implica la articulación de las palabras y las acciones, de manera que la función de fijación nodal nunca es una mera operación verbal, sino que está inserta en prácticas materiales que pueden adquirir fijeza institucional” (Laclau, 2014).

Con la teoría de Kripke se ha encontrado también Jean-Claude Passeron cuando intentaba analizar el estatuto de los nombres utilizados por la sociología. Si se trata de nombres comunes, podemos dar de ellos una descripción definida de los comportamientos de los objetos: por ejemplo, el sistema capitalista es tal o cual cosa y eso hace que el capitalismo en España, inevitablemente, arrostrará tal o cual dinámica. La economía española es una especie dentro de un género (“el capitalismo”) y, conforme se desarrolla, se comportará como corresponde al sistema de coordenadas del capitalismo. Frente a ello se encontraba la propuesta de Kripke, insistiendo en que ningún objeto del mundo puede ser descrito dentro de un sistema de coordenadas completo, que nos informe de su actuación. Por tanto debemos mostrarlo, señalar cómo se comporta, porque en él existen propiedades que ninguna teoría puede captar. La oposición entre los nombres de lo social según sean comunes o propios tiene consecuencias evidentes: para los nombres comunes, si tenemos la buena teoría, sabremos cómo se conducirán (ya sean los obreros o los mercados); para quienes apuestan porque solo existen nombres propios, existen solo realidades de obreros y de mercados porque así los hemos bautizado y debemos estudiarlos específicamente en cada momento.

Gilles-Gaston Granger suavizó las oposiciones de Saul Kripke. En primer lugar, cuestionó que los nombres propios puedan reducirse exclusivamente a mostrar la realidad. Un nombre propio, entre los humanos, se acompaña de apellidos y estos tienen la función de ubicar al individuo dentro de un marco de clasificación. Estos marcos de clasificación, por lo demás, dependen de modelos sociales y culturales. Jean-Claude Passeron (Grignon y Passeron, 1989: 102-103) ha mostrado cómo los individuos dominan más sus redes familiares en los ambientes rurales que en los urbanos. Sirva lo dicho para recordar que la fascinación por nombres propios, imposibles de definir, es muy del gusto del imaginario romántico, de un individuo tan rico como inagotable: los campesinos se saben parte de estructuras que les sobrepasan, simplemente, porque su vida depende en buena medida de las relaciones con éstas. En segundo lugar, los nombres propios pueden ser insertados parcialmente en sistemas de coordenadas que expliquen algunas partes de sus rasgos: Cleón, el demagogo ateniense, fue un individuo que era comerciante, que defendía el imperialismo, que desconfiaba de la gente distinguida y su elocuencia en la asamblea. Tucídides, al hablarnos de Cleón, no pretende que Cleón fuese exclusivamente un demagogo. Era otras muchas cosas pero, entre ellas, tenía las propiedades de no ser un aristócrata y de tener modales que chocaban a la élite ateniense: eso nos informa de una nueva generación política en la democracia, distinta del estilo olímpico de la anterior simbolizada por Pericles. (Tucídides, obviamente, no hablaba así pero su propósito es claro.) Entre los nombres propios y los nombres comunes existen continuidades (Granger, 1982: 34-35): Cléon es él, pero además emblema teórico de una generación política.

Teorizando esto, Passeron6 define a la sociología como una ciencia de semi-nombres propios: no son objetos puramente específicos, que solo nos cabría señalar. Pueden ser incluidos en un sistema de coordenadas que permita compararlos con otros objetos pero siempre sabiendo que se trata de casos singulares (de los cuales nunca tendremos una versión completa), que jamás logramos incluir en una teoría general que nos explique, como si fueran variables de un sistema formal, las transformaciones de los conceptos. No vale hablar de clase social independientemente de sus empleos concretos: hay que utilizar el concepto con razonamientos de investigación que permiten comprender cómo se separan los comportamientos, por determinaciones sociales, en la escuela, el trabajo o el consumo; después debe establecerse la coherencia que existe entre tales diferencias y si conviene o no hablar de una clase social. Ahora bien, si pretendemos sostener que alguien esencialmente es un obrero porque cumple determinadas propiedades y eso hace que se acabará comportando de tal manera pretendemos que estamos ante nombres completamente comunes.

La posición de Laclau puede oscilar entre dos polos: si adopta la retórica radical antidescriptivista, podemos crear al pueblo como queramos. Si adopta la posición matizada, que hace depender la nominación de las prácticas comunes, entonces no cabe cualquier nombre ni cabe agrupar a la gente de cualquier manera. Solo podemos agruparla en lo que nos permite el menú de prácticas específicas que permiten, y eso es básico, varias posibilidades.

En su importante balance de la tradición socialista, escrito con Chantal Mouffe (Laclau, Mouffe, 1987: 53-55), la posición dominante parece ser la primera.7 El problema de la tradición socialista, nos explicaban allí, consiste en que incluso las corrientes que no concebían el marxismo como una ciencia, seguían aseverando la determinación de la economía. Sucede que no existe determinismo alguno, aunque sea limitado, porque en toda estructura resulta imposible una descripción previsora del comportamiento de los agentes. Por tanto, la lógica política es creación, porque no necesita contenerse ante ninguna determinación estricta. Me parece que esta posición tiene un problema importante. Evidentemente, la determinación estadística no funciona con necesidad completa. Se establecen ciertas condiciones iniciales, vistas las cuales, es probable que se produzca un acontecimiento. Carl Hempel (1996: 316) aseguraba que, en historia, disponemos de esbozos de explicaciones, nunca de explicaciones completas. Ahora bien que las condiciones iniciales de un acontecimiento histórico no impongan su comportamiento con una lógica de hierro no quiere en absoluto decir que no impongan nada. Laclau y Mouffe piensan en la determinación estricta. Dado que no la encuentran (y es un problema de una epistemología discutible), volatilizan las condiciones iniciales y presumen que todo puede producirse al albur de la lógica política.

En lo que a Bourdieu respecta, ciertas versiones de su teoría pueden hacer pensar en un modelo de descripción donde todos los individuos encuentran la categoría sociológica necesaria y suficiente que explica su comportamiento dentro de la arquitectura global de las transformaciones del sistema (sin duda la querencia filosófica de Bourdieu por Leibniz influye al respecto). Pero en conjunto, Bourdieu fue absolutamente consciente del carácter provisional de una ciencia social empírica y de la inutilidad de las grandes construcciones metafísicas sobre lo social. La posición de Passeron con su teoría de los seminombres propios (susceptibles de comparación pero siempre dependientes de contextos que no caba definir completamente) ofrece una elaboración teórica mucho más reflexiva: para la sociología y, me parece, para una filosofía de la interacción, en los individuos históricos, entre lo común y lo original. Nos ayuda a situar en un continuo graduado las descripciones históricas mostrando el proceso por el que un nombre propio tiende a ser común: los campesinos que dependen de su parentela saben situarse dentro de esta, con las obligaciones que ello supone, mucho más que las clases medias urbanas y de trayectoria individualizada.

Las revueltas populares no se confunden con las revueltas
Esta idea tiene gran importancia política. Porque no todas las revueltas antagonistas son revueltas populares, por mucho que las constituyamos discursivamente como pueblo: pueden ser revueltas entre elites que permitan un contacto parcial entre una fracción y la clases populares, pero que puede ser un contacto efímero. Los conflictos de las generaciones universitarias o de las generaciones políticas pueden enfundarse en reivindicaciones populistas, pero el pueblo (en cualquiera de sus fracciones) raramente se encuentra concernido. Cuando lo esté, si tiene que aclimatarse a las palabras con las que (una fracción dominada) de los dominantes significan al pueblo, se encontrará mil veces más perdido que Enric Juliana. (O tal vez no: puede comprender mejor a Lacan que los que estudian psicoanálisis: debe demostrarse que eso pasa aunque seguramente pasa muy raramente.)

Bourdieu hablaba de mercados internos a la clase y de mercados externos a la clase. La dominación se muestra en que con determinados recursos raramente se puede ascender en mercados externos. Sin embargo, en los mercados internos a la clase, por decirlo con Claude Grignon (Grignon y Passeron, 1989: 125), la gente tiene haberes, formas de hacer las cosas, que los dominantes no poseen. Cualquier estrategia de producción del pueblo debe dotarse de mecanismos para detectar esos haberes, para incentivarlos, para evitar que se desperdicien por los filtros de los juegos entre las elites y sus debates; para permitir, en suma, que comprendamos su utilidad para la política, la conciencia lúcida que pueden crear y que consigamos arbitrar prácticas que les ayuden a habituarse a la política, a convertir sus perspectivas en elemento dentro del debate democrático. El pueblo que se invoca allí donde solo se juegan conflictos entre las elites es otra cosa: es un pretexto para el conflicto entre fracciones del campo del poder (polo cultural versus el polo económico) o entre generaciones entre los campos culturales: los mejores que han sido maltratados por las elites apalancadas, por los peores. Puede que en esa partida jueguen algunos miembros del pueblo.

Siempre habrá una teoría para defender, como indica Passeron (Grignon y Passeron, 1989: 106) a propósito de Rancière, que los proletarios pueden dedicar sus noches a prepararse para escritores -o, por extensión, para dirigentes distinguidos-. Pasar, evidentemente, pasa, pero menos que entre los estudiantes de Literatura de Princeton o Granada. Los pequeños haberes de los que disponen normalmente los dominados no son fáciles de convertir en recursos literarios; cuando se adquieren, las redes de capital social no ayudan precisamente a publicar. Por tanto, ante la incertidumbre de tamaña inversión, esos casos (los que estudia Rancière en La nuit des proletaires) suelen ser excepcionales, y una política que se guíe por ellos se imagina popular, pero no lo es. Solo representa a aquellos que han conseguido, en situaciones extraordinarias, reconvertir los pequeños capitales en grandes (recursos literarios o políticos). A menudo sus historias resultan de coyunturas tan improbables que quedan muy unidas a sus nombres propios: solo cabe mostrarlas. En poco ayudan a proponer una tonalidad más inclusiva en la vida política.

Puede uno concentrarse en ellos, en los individuos improbables, o en las formas de resistencia social por las que los individuos no aceptan la posición que se les da, se identifican de manera resistente con su posición en el mundo, o se otorgan un objetivo vital revolucionario. Dichas subversiones no acontecen todos los días ni quedan a mano, por igual, de todos los individuos. El populismo quiere ver a esos individuos como nombres propios o, en términos de Rancière (1992: 161), como el resultado un movimiento de subjetivación a todos accesible y que se nos describe con palabras líricas: pero, ¿y si tales rebeldes leían más que la media, venían de una familia con movilidad social descendente y notables recursos culturales? ¿Y si la política fue también un medio para el ascenso social y pagaron con su cuerpo y su radicalismo las ideas radicales de otros mejor situados y que más o menos se escabullían? ¿Todo eso es realismo sociológico grosero que ignora que, ante los nombres propios, solo cabe mostrarlos, maravillarse y celebrarlos como existencias auténticas, expresión de la iluminación revolucionaria del Ser? Al populismo, cuando prescinde de la distancia entre los contextos de las clases populares y los de las clases dominantes, todo eso le fastidia y se quejan amargamente del reduccionismo materialista. Si además parten de una idea pobre de qué es determinación, los ingredientes para el voluntarismo y el nominalismo (todo se puede y todo es pueblo) pueden sazonar cualquier salsa social: los cabreados con la política del Museo Reina Sofía y los afectados con la explotación laboral son equivalentes. ¿Porque aquellos piensan en los problemas de estos, porque los convierten en motivo de su inserción en el campo, porque los trabajadores aprenden a expresarse con su lenguaje, porque pueden incorporar las herramientas culturales para resistir? Sin describir bien esa equivalencia, quién gana y quién pierde simbólicamente con ella, no comprenderemos nada.

Conclusión
Vamos a ir concluyendo. Una práctica es popular si y solo si es capaz de comprender las fronteras entre los pequeños haberes políticos de los ciudadanos más dominados y los grandes. La promoción de las perspectivas que proponen esos haberes, el juego complejo que estos pueden producir en su interacción con los grandes capitales (que permiten enfrentarse discursivamente con los modelos dominantes), el cuidado por no sucumbir a formas de reproducción del capital económico y cultural en capital político, permite imaginar una práctica política antioligárquica: no solo por sus objetivos confesos (¿cuántas prácticas políticas sinceramente antioligárquicas han producido nuevas oligarquías?) sino por los contrapoderes de los que se dota para evitar las propias inercias a la producción de aparato.

Además, una práctica política es popular si es capaz de calibrar el énfasis que otorga a las diversos conflictos. Laclau (2014) habla de equivalencias entre las diferentes demandas. Hace nada he puesto un ejemplo y conviene ahora introducir el asunto conceptualmente. Las equivalencias, recordemos un venerable problema formulado por Platón y Aristóteles, pueden apoyarse en la igualdad aritmética (considerando todos los problemas con idéntico peso) o en la igualdad geométrica (considerando cada problema según la proporción que merece).8 Hablar de equivalencias es utilizar una fórmula descriptivamente muy pobre. Para que existan equivalencias deben volverse mensurables realidades muy diversas y esas equivalencias exigen ajustar proporciones. En el fondo, toda justicia aritmética se apoya en una articulación geométrica que determina qué debe medirse y con arreglo a qué baremo: entonces podemos sumar. Cabe presumir que las reivindicaciones que son más útiles a ciertas formas de capital cobren un lugar desproporcionado en la agenda política. Por lo demás, las equivalencias no pueden hacerse entre todas las insatisfacciones porque al valorarlas debe considerarse qué tipo de capacidades quiere crear una sociedad justa.

Por supuesto, no defiendo un populismo de los pequeños capitales. Los recursos populares, las prácticas culturales que los dominados (y recuerdo: debe precisarle la fracción…) lograsen establecer como distintivas, siempre pueden leerse de dos modos: como un modo de valoración de sus propios recursos pero también como asunción de la dominación. Un ejemplo sencillo, mil veces constatado, es la capacidad para la lucha, a veces física. En primer lugar, esa capacidad para el conflicto puede reproducir una división sexual del trabajo político extraordinariamente opresiva: las mujeres dedicadas a tareas de gestión, los hombres a significarse en las demostraciones públicas. En segundo lugar, tal capacidad puede fundirse con grupos, de origen social más alto, que utilizan dicha violencia para promocionar su radicalismo delirante y universitario.

Por otro lado, pasamos a lo positivo, la insistencia en tareas concretas de resistencia permite que el campo político no quede colonizado por problemas intelectuales o por grescas de los habituales de la vida pública. Además, y es otro envés positivo, los contactos entre grupos sociales diversos permiten asimilaciones de recursos culturales y aperturas de sensibilidad entre personas situadas en espacios sociales diferentes. Lo mismo, la existencia de aspectos políticamente ambiguos, cabe decir de los recursos de los dominantes: en ocasiones reúnen capitales científicos y culturales imprescindibles para la agudización y el estímulo de la conciencia ciudadana; en otras son simples medios de distinción útiles en ciertos mercados muy tensos por la búsqueda, a cualquier precio, de la originalidad.

Laclau lleva razón en señalar que ningún grupo social, por naturaleza, resulta portador de un proyecto esencialmente emancipatorio. En ese sentido, su crítica del marxismo resulta definitiva. Sin embargo, su lógica nominalista de la producción del pueblo olvida que éste no puede originarse en el vacío: para ser popular necesita el concurso de los excluidos del campo político o, en cualquier caso, no limitarse a reflejar las perspectivas de elites (culturales, generacionales) marginadas. Las alianzas de éstas con el pueblo pueden ser de largo recorrido pero también de muy corto. Laclau contempla esa ampliación del radio de integración política y la incluye claramente en sus objetivos democráticos. Para llevarla a cabo la teoría de los significantes flotantes resulta menos útil que un análisis correcto de los sesgos por los que se excluyen o se someten, cuando entran en el campo político, los pequeños capitales. Sin ellos una parte de las competencias políticas quedan abotargadas y virtuales; sin éstas la experiencia de buena parte de los ciudadanos fuera del espacio público. Sin esos ciudadanos excluidos, la referencia al pueblo queda demasiado mutilada para que se deje significar por palabra alguna, por flotantes que fuesen sus aplicaciones.

Bibliografía
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Zizek, Slavoj (1992): El sublime objeto de la ideología, México, Siglo XXI.

Notas:
1 Sigo al respecto a Díaz-Salazar (1991: 229).
2 Sigo en esto a Luciano Canfora (2014), sobre todo la primera parte y a Mogens H. Hansen (1993), sobre todo el capítulo 13.
3 Como de la mayoría de la teoría social crítica contemporánea que prescinde, radicalmente, del análisis de clase: sucede en el mainstream académico de la filosofía política y también en los autores radicales: Judith Butler (2014: 69) por ejemplo, puede hablar de sujeto encarnado en las asambleas pero esas asambleas no jerarquizan los cuerpos según propiedades morfológicas que son también sociales. En las asambleas de Butler sólo participan cuerpos celestes.
4 Cuya traducción española se encuentra disponible en un interesante volumen colectivo (VV. AA, 2014).
5 Es el ejemplo recogido por Thomas Frank (2008).
6 Véase el desarrollo en el capítulo 2 de Passeron (2010).
7 Laclau, en La razón populista, alterna dos explicaciones. Una primera, ontológica, parece señalar que nunca existieron determinaciones: es la teoría de los nombres propios como creación política. Otra, mucho más histórica (véanse los “Comentarios finales” en su libro), señala que esas determinaciones no existen en el capitalismo globalizado. Que las clasificaciones que podamos hacer hoy de los individuos -y que las clases que de allí se deriven- no sean las mismas que hace cincuenta años es una cosa, que no existan principios de determinación de lo social exige otras argumentaciones que Laclau no aborda.
8 Laclau (2014) discute esta cuestión al final de su libro, comentando el uso que hace Rancière de la misma en La Mesentente, sin advertir el problema sociológico y filosófico que se plantea a la cuestión de la equivalencia. La interpretación propuesta por Rancière (1995: 35-37) es peculiar y no procede discutirla aquí. Baste decir algo: Rancière no se da cuenta que la diferencia entre igualdad aritmética y geométrica subyace a la diferencia, presente en la democracia radical ateniense, entre cargos que necesitan especialización (y por tanto se eligen: igualdad geométrica) y otros para los que se supone que cualquiera tiene competencias o puede desarrollarlas (y por tanto se sortean: igualdad aritmética). Igualdad aritmética y geométrica equivalen a los principios aristocráticos y democráticos que configuran, como en cualquier régimen mixto, la democracia ateniense. Sobre estas cuestiones véase el artículo clásico de Castoriadis (1978).
(Artículo publicado en El Viejo Topo, nº 330-331, julio-agosto 2015, pp. 88-98)