lunes, 12 de octubre de 2020

_- “El éxito del fascismo se explica por la avaricia capitalista, el desarraigo, las mentiras y la equidistancia”.

_- Entrevista al periodista Carles Senso, autor del libro "Fascismo mainstream. Periodismo, conspiraciones, algoritmos y bots al servicio de la extrema derecha"-

Proud Boys (Chicos orgullosos) son una organización neofascista, violenta y supremacista estadounidense, surgida en 2016. En el primer debate electoral con el candidato del Partido Demócrata, Joe Biden, el actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump, afirmó: “Proud Boys, retrocedan y estén alerta” (los ataques terroristas de extrema derecha causaron 335 muertos en Estados Unidos entre 1994 y 2020, según el Center for Strategic International Studies).

En marzo de 2019 el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, promovió la conmemoración del golpe militar que derrocó –en 1964- al Gobierno democrático de Joao Goulart. La amenaza se extiende. Tras las elecciones regionales del pasado 21 de septiembre, el candidato del partido ultraderechista Hermanos de Italia accedió a la presidencia en la región de Las Marcas. En las municipales francesas de junio, Reagrupamiento Nacional (antiguo Frente Nacional) se hizo con la alcaldía de Perpiñán, ciudad de 120.000 habitantes. En las elecciones a los parlamentos de Sajonia y Brandemburgo –septiembre de 2019-, Alternativa para Alemania resultó el segundo partido más votado.

Para entender el crecimiento global del fascismo, el periodista e historiador Carles Senso ha publicado el libro Fascismo mainstream. Periodismo, conspiraciones, algoritmos y bots al servicio de la extrema derecha (Autoed., septiembre 2020). Concluye que el éxito actual de la extrema derecha se explica por factores como la avaricia capitalista, el desarraigo social, el proceso deshumanizador, la equidistancia, la falta de empatía, las mentiras o la crisis del periodismo. “El neofascismo no es un peligro para el capital”, afirma. La extrema derecha ha utilizado la tecnología digital y las redes sociales para conquistar el poder. Sobre el uso irreflexivo y acrítico de estas por parte de la izquierda, “hace falta más calle, más coordinación social y formación”, defiende Senso, autor de tres libros sobre la deportación de españoles a campos nazis. La entrevista en torno a su último ensayo se realizó por correo electrónico.

-¿Qué es el fascismo mainstream (tendencia mayoritaria)? ¿Cuáles son los rasgos principales?
El fascismo mainstream es una tendencia mundial mediante la cual la extrema derecha ha usado las nuevas posibilidades de las tecnologías digitales de la información para expandirse de forma desconocida, albergando espacios de poder inimaginables hace unos años, gracias a una mayor digestión ciudadana de sus planteamientos extremistas que basan su política en la exclusión de parte de la sociedad. Aceptando, eso sí, que la ideología de extrema derecha se expone fragmentada y nacionalizada, es decir, que cuenta con particularidades muy específicas en función del país en el que se desarrolla.

Sin embargo, les une las políticas de odio que favorecen un tipo de análisis social y una respuesta ante dicho examen que señala como enemigo del pueblo a las clases subalternas y a los grupos históricamente marginadas, a favor de una clase dirigente y de un sistema capitalista que nunca es puesto en cuestión. Eso y algunas intentonas de coordinación canalizadas por personajes como Bannon y su Movimiento o Internacional de la Nueva Derecha. El antiguo (aunque ahora renacido) antisemitismo se ve complementado con nuevos enemigos como son el Islam a nivel exterior y las comunidades LGTBI o feministas a nivel interno, por su supuesta voluntad de cargar contra la esencia intachable de la patria, observada ya como una nación intocable e irreductible.

-¿El neofascismo supone un repliegue identitario contra el efecto desestabilizador de la globalización?
Sí, ya que ha destruido las concepciones unitarias para favorecer una uniformización que diluye las particularidades, los fundamentos propios que justifican la exclusión. También lo hace, en el caso de Europa, la unificación continental, por lo que existía una voluntad primigenia de acabar con la unión y, posteriormente, de transformarla en una herramienta institucional más favorable al fortalecimiento de las particularidades nacionales a través de los Estados, sobre todo tras los éxitos electorales que han permitido crear un potente núcleo reaccionario en el Parlamento Europeo. El fascismo mainstream no se entiende sin la época de la posverdad, la crisis del periodismo, el desmembramiento de las redes sociales analógicas, la deslegitimación institucional o la avaricia capitalista de las plataformas tecnológicas.

-El libro recuerda los seguidores en Instagram de Trump (actualmente 22 millones), Bolsonaro (17,7 millones), Salvini (2,2 millones), Boris Johnson (1,2 millones) o Netanyahu (873.000). ¿Han sido las redes sociales una herramienta importante para que accedieran a los gobiernos?
Las emociones (alentadas con mayor facilidad en los extremos políticos) incitan a la acción mucho más que el raciocinio. “El odio motiva más que el amor”, pronunció el asesor político ultraderechista Roger Stone. Polarizando a la sociedad, las nuevas plataformas tecnológicas (redes sociales) consiguen más interacciones y, por tanto, más beneficios. La nueva política digitalizada que tanto atrae a las plataformas tecnológicas por su capacidad de crear beneficios económicos está basada en el conflicto. Es una guerra para conseguir la atención de los usuarios. Para obtener más réditos económicos Facebook, Google o Youtube necesitan enfrentar a la sociedad. Cabrearlos para hacerlos reaccionar.

Y la solución pasa por la creación de globos artificiales en los que la retroalimentación consigue activar un proceso de afianzamiento que lleva a las posiciones más radicales del espectro ideológico. De ahí que la extrema derecha (que a dicho proceso ha unido ingentes cantidades de dinero y la complicidad del mundo conservador) ha visto en las redes sociales un auténtico filón. Y las tecnológicas lo han observado en el fascismo mainstream, que ha sido bendecido por los medios de comunicación, otorgándoles el privilegio de marcar la agenda política gracias a sus soflamas mediáticas con un “producto” atractivo para las redes y la televisión por su capacidad de enfrentamiento. Antiinmigración, tradicionalismo, nativismo, euroescepticismo y antiislam en Europa; todo ello y un poco más de supremacismo y chovinismo occidental en Estados Unidos. La víctima, la salud de la sociedad.

-¿Tiene relación el ensayo con el caso de Cambridge Analytica, consultora que obtenía datos –sin autorización- sobre millones de usuarios de Facebook-, para desarrollar campañas como la de Trump en 2016 o a favor del Brexit?
Según expresó Brittany Kaiser, una de las responsables de la empresa: “Creo que en este momento es difícil pensar que la democracia está suficientemente protegida, que las elecciones son libres y justas. El uso de los datos personales ha cambiado las reglas del juego. Por su parte Christopher Wylie, el antiguo analista de datos, aduce: “Era un experimento tremendamente inmoral. Jugábamos con la psicología de toda una nación sin su consentimiento o conocimiento. Y no solo jugamos con la psicología de toda una nación, sino que lo hacíamos en un contexto de un proceso democrático”. Cambridge Analytica adquirió relevancia destacada gracias a los beneficios que reportó a las fuerzas de extrema derecha en el acceso a elementos de poder.

La información se consiguió a través de un test de personalidad que se difundió en Facebook. Contestaban preguntas a medida. De hecho, formulaban preguntas y respuestas de forma casi personalizada. Sabían dónde debían expandir el odio contra los extranjeros, dónde debían cargar contra el establishment o dónde fortalecer los mensajes contra la izquierda. La publicidad personalizada la complementaron con la elaboración de miles de noticias falsas que se expandieron como la espuma. La percepción de los votantes de los Estados Unidos de América cambió radicalmente, como también los que votaron en el Brexit. De forma artificial y por lo tanto sometiendo la libertad ciudadana. Se habla de prácticas similares en México, Malasia, Brasil, China o Australia. Y todo ello a través del robo de la información (de la identidad) de la ciudadanía y su puesta al servicio de la política sin escrúpulos.

-En Estados Unidos, los informativos del canal ultraconservador Fox News tienen una audiencia masiva. ¿Qué influencia tiene la televisión en la expansión planetaria del fascismo mainstream?
Donald Trump señaló a la prensa “discrepante” poco después de llegar al cargo, situándolos en el ojo del huracán de la ira de sus fanáticos seguidores. Llegó a tuitear “Los medios de las fake news no son mi enemigo, son el enemigo del pueblo americano”. La televisión es un espacio que, por la inmediatez, adolece de capacidad de análisis pormenorizados. Eso a nivel genérico. Es por ello que en ella un producto superfluo como Trump o cualquier dirigente del fascismo mainstream funciona tan bien. Son mensajes simples, directos, emocionales.

Según expuso Pierre Bourdieu en “Sobre la televisión”: “Este mundo lleno de guerras étnicas y de odios raciales, de violencia y de delincuencia, no es más que un entorno de amenazas incomprensible y preocupante ante el cual lo mejor que se puede hacer es retirarse y protegerse. Y, cuando va unida a expresiones de desprecio etnocéntrico o racista (como ocurre a menudo, particularmente en el caso de África o de los ‘barrios periféricos’), la evocación periodística del mundo no está hecha para movilizar y politizar; al contrario, sólo puede contribuir a aumentar los temores xenófobos, del mismo modo que la ilusión de que la delincuencia y la violencia no paran de crecer propicia las ansiedades y las fobias de quienes temen por su seguridad”.

¿Y en cuanto a la influencia, en términos generales, de los medios de comunicación?
Los medios, ante el auge del neofascismo, no pueden servir de altavoz para los mensajes de odio. Si pretenden jugar dicho papel para ganar viralidad, mejor que no cubran la actualidad política porque flaco favor hacen a la convivencia con la distribución masiva (y descontrolada) de posicionamientos que enfrentan y polarizan. Es lo que han conseguido programas televisivos de gran audiencia como los de Susana Griso o Ana Rosa Quintana que, buscando subir los índices, invitaron a dar su opinión a dirigentes de Vox cuando no contaban con representación parlamentaria (y por lo tanto no tenían la legitimidad del apoyo social) y además no para tratar temas eminentemente políticos, sino sucesos. Dicho periodismo es cómplice del ascenso de la extrema derecha por estar centrado en el beneficio económico y no en el fortalecimiento de la democracia.

-“Los movimientos de extrema derecha que se propagan por el mundo en el siglo XXI son fascismo. Con todas las comas que se quiera poner, pero sólo a nivel académico. En la calle, son fascismo”, escribes. ¿Se corre el riesgo de confundir partidos neonazis, como Amanecer Dorado en Grecia, con el gobierno nacionalista y ultracatólico de Polonia?
La caracterización o conceptualización debe servir para movilizar a las fuerzas opositoras, más que para homogeneizar o simplificar el elemento de análisis. La Historia es una confluencia inesperada de elementos que se encaminan hacia una dirección desconocida. Es clave entender el momento en su conjunto. Embadurnarse de la filosofía de dicho espacio temporal, comprender la cultura, la mentalidad de época. De cada lugar. Esta aseveración es clave también para saber diferenciar los diferentes neofascismos que se han desarrollado en el mundo del siglo veintiuno, con sus particularidades inigualables. El factor religioso en Brasil es esencial, por ejemplo, en el ascenso de Bolsonaro, con el innegable apoyo del lobby de las iglesias evangélicas. Nada se entendería sin él. Nuevos lazos de unión entre ciudadanos que, en anteriores elecciones, eligieron opciones políticas diferentes porque se dirigieron a las urnas movilizados por otros elementos en lucha. Seguramente la desigualdad social. Pero Brasil cambió y el ocupante del trono fue en este caso la consecuencia y no la causa.

-¿Y en cuanto al auge de la extrema derecha en el estado español? ¿Difiere del modo en que se ha producido el ascenso en Italia, Hungría o Polonia?
El resurgir del lazo españolista, tradicionalista y conservador ha supuesto una respuesta al Procés catalán, la consolidación de un partido a la izquierda del PSOE y el avance del feminismo. Se ha canalizado a través de un nacionalismo que también representa una contestación a los procesos de globalización que desarraigaron a las comunidades occidentales durante décadas a través de un doble factor (contradictorio) como la homogeneización bajo los parámetros culturales de los Estados Unidos de América y la mezcolanza gracias a los contactos (tanto económicos como migratorios) con múltiples comunidades mundiales.

Por su parte, en Italia, Hungría o Polonia, el factor de la migración es transversal, como se pudo observar con el rechazo, durante el mandato de Salvini al frente del ministerio, de los inmigrantes del barco Aquarius (que finalmente acogió España) y otras embarcaciones, situando al país transalpino como un ejemplo de deshumanización galopante. Evidentemente que cada movimiento de la extrema derecha cuenta con particularidades en cada país, pero suponen distintas caras de un elemento común poliédrico que coincide en su respuesta a los nuevos tiempos, con su apelación a los sentimientos primarios, las emociones y la irracionalidad a través de las identidades nacionales y religiosas. Mientras la segunda (la identificación basada en la fe) es mayormente un modelo vital bastante inamovible, el primero está sometido a interpretaciones, dada la flexibilidad de términos como nación, país o pueblo. Es por ello que dichos movimientos extremistas no dudan en moldear el “producto” en conflicto a la medida de sus intereses.

-¿Qué responsabilidad tiene la izquierda? Si tiene alguna, ¿cuáles son, a tu juicio, los principales errores?
Corría por las redes un diseño que exponía un claro “Tacha al facha”. Creó en un grupo anarquista de Facebook un amplio debate sobre si es conveniente o no plantar cara en el mundo digital a los múltiples perfiles que lanzan mensajes de odio y que provocan la polarización social. Algunos defendían la conveniencia al considerar que no se puede dejar en manos de los neofascistas una plataforma tan importante en la creación del relato en la actualidad, sobre todo entre los jóvenes. Sin embargo, dicho argumento queda en entredicho si se considera que dicha confrontación no se produce con personas con capacidad de reaccionar y cambiar de opinión, sino que chocan con bots automatizados para lanzar los mismos mensajes. De forma repetitiva y machacona. No hay debate. Como reflejo y analizo en el libro, hay partidos políticos subvencionando que se vuelquen camiones de mierda a través de las redes sociales para controlar el debate gracias al dominio del tema en discusión.

Ni que decir tiene que buena parte de las fuerzas progresistas han caído en el macabro juego, ayudando a amplificar mucho más (las redes sociales premian los contenidos con más interacción) los mensajes de odio escupidos contra migrantes pobres, mujeres, homosexuales o izquierdistas. Por Internet corría un meme en el que se veían a dos personas con un perro y ella decía: “Que bonito ¿Cómo se llama?”, a lo que contestaba el propietario: “Revolucionario de Facebook”. La chica insistía: “¿Puedo acariciarlo?” y el remataba: “Sí, claro, no hace nada”. Pues eso. Hace falta más calle, más coordinación social y más formación.

-¿Qué relación hay entre el crecimiento del fascismo a escala global con lo que calificas de “seres frustrados, hiperactivos e irreflexivos?
La identidad pública depende hoy más de la imagen que se traslada a través del ficticio mundo de las redes sociales que de la vida analógica. Las redes sociales permiten al individuo verse reflejado a modo de creación artística, no tal cómo es, sino cómo le gustaría ser. O más bien, cómo le gustaría que le viesen los demás. El comportamiento primigenio en dicha acción es la autocensura, la feroz crítica sobre una representación del yo que se cree débil. La búsqueda de la reciprocidad se inicia con la pretensión de la homogeneización para encauzar en el grupo, en la comunidad. Porque la identidad nace de la interacción. Es necesario el retorno. Pensamos que la irrelevancia social está vinculada a la falta de éxito.

El proceso reidentitario vivido en las últimas décadas como respuesta a la insensible globalización ha provocado una pretensión casi enfermiza por formar parte de algo. Pero dicho anhelo sólo responde al pavor que se experimenta cuando se piensa en la posibilidad de quedar socialmente expulsado. Es por eso que se siguen prácticas de moda para contar con argumentos en la integración en el colectivo. La última APP la observamos como una llave a la aceptación. Al reconocimiento de los otros. Las redes sociales permiten un mitin en el que cada persona presente puede subir al estrado y opinar. Es un baño de multitudes regado de la satisfacción del aplauso fácil y el elogio interesado. Vacío pero efectivo en el mecanismo de unir a los ya convencidos y fortalecer las razones de combate frente a los disidentes. Sugestión de masas sin salir de la comodidad de la cama.

-De nuevo la importancia de las redes sociales…
Las redes sociales permiten fortalecer permanentemente los vínculos afectivos con el simple objetivo de asegurar la existencia de los seres. El éxito social se mide en Likes. De forma artificial, se establecen vínculos que, a través de acciones de reconocimiento, se utilizan (sin que sirvan en el largo recorrido) para aliviar la incertidumbre de un tiempo fugaz y fragmentado. Al trasladarse las comunidades de afecto al teléfono móvil, apagarlo produce angustia. Perderlo, pavor. Sin el móvil, vuelve la soledad en una sociedad individualizada y sin bisagras. Un desamparo agravado por el anonimato en un tiempo en el que nada puede ser peor que ser un elemento insignificante diluido en la masa. Tu amigo en Facebook sustituye a tu vecino, pero el primero nunca tiene sal y mucho menos te ayuda cuando sufres un repentino soponcio al subir por la escalera. La ansiedad de la soledad, a la larga (cuando la reflexión pausada y compleja se impone) no desaparece con las comunidades imaginadas de protección creadas a nivel digital.

-¿Y respecto a la “crisis del periodismo”? ¿Qué casos concretos destacarías?
Se podrían citar miles, prácticamente coincidentes con cada redacción, emisora o plató. Todos los medios viven sus crisis en la actualidad porque las nuevas plataformas tecnológicas han eliminado las intermediaciones y la verdad vive una época de depresión, acechada por aquellos que se benefician cuando todo va mal. Por supuesto, en dicha crisis han tenido buena parte de culpa un sector del periodismo, que interpretó su aproximación a la política y los sectores económicos como magníficas oportunidades para configurarse una vida de lujo, como bien recoge David Jiménez en su libro sobre su paso por la dirección de El Mundo.

Ha habido periodistas y medios ganando mucho dinero gracias a vender el código deontológico. Cuando la tormenta perfecta ha acechado a la profesión, no ha existido red de seguridad porque la ciudadanía ya no ha estado para sostener a unos medios que se interpretan como parciales e interesados. Sólo las propuestas originales y sinceras se abren paso. Aquellas que basan su interpretación del periodismo en la búsqueda de la verdad, sin venderse al mejor postor. Esas que cuentan con el apoyo de la ciudadanía, que las sostiene con sus aportaciones porque a través de ellas obtienen información, no una cámara de eco para escuchar lo que quieren oír.

-Citas en el libro movimientos relevantes, aunque posiblemente poco conocidos por el gran público, como Generación Identitaria. ¿Podrías caracterizarlo?
Generación Identitaria es un nuevo intento de limpieza de cara a los viejos parámetros extremistas que se venían desarrollando. Originario de Francia, se ha expandido a más de veinte países y abogan por reafirmar la identidad patria, protagonizando ataques a migrantes, cadenas humanas contra refugiados o incluso fletando barcos para vilipendiar a las ONG que intentan salvar vidas en el Mediterráneo. Austria se ha definido en las últimas décadas como uno de los centros neurálgicos del neonazismo, con su cénit con el gobierno entre el joven conservador del Partido Popular, Sebastian Kurz, en coalición con la formación ultraderechista Partido de la Libertad, que duró más bien poco por el escándalo de corrupción que se desveló en una discoteca en Ibiza. Sin embargo, el país ha resultado la cuna de nuevos movimientos que han ayudado a vestir de Prada a los nuevos fascistas. Son los nazis hípsters.

Es el caso de Martin Sellner, líder de Generación Identitaria en el país, que ha conseguido situarse en el centro del debate político. Con indumentaria impropia del fascismo clásico y un modo de vida más “cercano” al ciudadano medio, Sellner y sus afines han logrado introducir mensajes de odio en la discrepancia política de Austria, lateralizando hacia la derecha la opción electoral. En los numerosos videos que durante meses ha estado subiendo a la plataforma Youtube, se ha acompañado de la influencer ultraderechista americana Brittany Pettibone, con gran capacidad para canalizar teorías de la conspiración. Sellner defendió su militancia neonazi pura durante su juventud porque defiende que “no había alternativa”. Un joven que mantuvo en su momento contacto con Brenton Tarrant, el neonazi que asesinó a más de cincuenta personas en varias mezquitas de Nueva Zelanda y que en los meses anteriores había financiado a los grupúsculos de la formación tanto en Francia como en Austria.

Generación Identitaria se creó en Francia en 2012 y desde entonces se ha expandido por decenas de países como Alemania, Italia o Reino Unido, con la propagación de las teorías del gran reemplazo. Se le han encontrado vinculaciones directas con las formaciones de extrema derecha clásicas y con actos violentos y terroristas.

-¿Es posible establecer una relación entre la extrema derecha y los programas económicos ultraliberales, como el que elevó a Bolsonaro a la presidencia de Brasil?
Como afirmaba Pauwels: “Para la Elite del Poder americana e internacional el neofascismo no es sin embargo una amenaza, sino más bien una bendición, porque impide un diagnóstico de las causas de los problemas socioeconómicos, diagnóstico que podría deteriorar los privilegios de que disfrutan dentro del sistema y que amenazan al sistema mismo (…) Hoy los neofascistas están esperando impacientes a que las Elites del Poder necesiten sus servicios, y no hay garantía de que su momento no llegue nunca. Si esto ocurre, la historia no sólo no tendría final, sino que se repetiría”. El proteccionismo comercial que proclaman los fascistas mainstream intenta revertir la deslocalización sufrida durante décadas pero sin llegar a cuestionar el neoliberalismo y el capitalismo financiero, con una protección de las élites empresariales.

-Por último, ¿puede el fascismo mainstream representar en algún caso una amenaza para el sistema?
El neofascismo no es un peligro para el capital. El modelo económico no es inherente al fascismo. Antes bien, el fascismo se caracteriza por una adaptación camaleónica a las circunstancias para perpetuarse en el poder. Modelo económico y fascismo se exponen como elementos plásticos y adaptables a las circunstancias. La extrema derecha nunca ha dudado en proteger los derechos de las élites empresariales y financieras y los privilegios de las clases más altas. Nunca han protestado por el hecho de que personas de nacionalidad ajena adquieran automáticamente el derecho a pedir el permiso de estancia o el de residencia en España cuando compran un piso de más de medio millón de euros. En 2019 se batió por séptimo año consecutivo la concesión de dichos visados dorados, según la terminología coloquial. Se concedieron 681, un 14% más que en 2018. El visado que soliciten, además, es de dos años renovables por periodos de cinco. China, Brasil, India o Rusia son los principales países de procedencia de los demandantes. Simplemente es un ejemplo.

Según el filósofo Augusto Klappenbach: “El mal se esconde. Y sus causas nunca se presentan como el resultado de decisiones tomadas por seres humanos de carne y hueso, sino como subproductos de una situación económica de la que nadie es responsable. Además de banal, el mal de hoy es impersonal. Y así como los ejecutivos diluyen su responsabilidad en otros, los poderes públicos justifican sus políticas en las exigencias de anónimos mercados y en instituciones que están fuera de sus competencias”.


domingo, 11 de octubre de 2020

_- Entrevista al profesor de sociología César Rendueles «La meritocracia es un sistema de legitimación de los privilegios heredados»

_- El profesor de sociología de la Universidad Complutense de Madrid rompe en su libro con los mitos de la supuesta igualdad de oportunidades ya que la meritocracia «no sirve para incrementar la movilidad social, al contrario, bloquea esa posibilidad para la mayoría»

Si hay un discurso recurrente en la derecha es su apuesta encendida por la meritocracia. Como respuesta vehemente en la que define la meritocracia como una fórmula propuesta por las élites para perpetuar sus privilegios, y como defensor de la necesidad de la centralidad de las políticas igualitaristas en una sociedad democrática digna, César Rendueles (Girona, 1975), profesor de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, ha escrito Contra la igualdad de oportunidades. Un panfleto igualitarista (Editorial Seix Barral), un libro donde tumba el mito de la igualdad de oportunidades y reivindica que «los países donde hay más movilidad social, que más se aproximan a ese ideal de que cada uno logre dedicarse a lo que se le da mejor, son los países más igualitaristas».

Ante la abducción del ideal de libertad por parte de los sectores más reaccionarios, Rendueles aboga por que la izquierda «reaccione y reivindique la libertad como un valor, que además se retroalimenta positivamente con la igualdad» y por que las fuerzas progresistas hagan un defensa intensa de la institucionalidad frente a la posición de la derecha, que solo busca «vaciar las instituciones para después de destruirlas pedir que las sustituya la empresa privada o sus chiringuitos».

¿Cómo interpreta las medidas que se han tomado en las zonas sanitarias del sur de Madrid?, quizás no haya una situación más clara que ejemplifique que esa supuesta igualdad de oportunidades es una mentira dependiendo de donde vivas.

El desarrollo de la pandemia ha colocado una especie de lente de aumento sobre dinámicas sociales que ya estaban en marcha. En particular, ha intensificado las desigualdades sociales de ciudades ya muy estratificadas, como Madrid. La COVID-19 ha convertido procesos más o menos inerciales e invisibles, de los que normalmente no éramos conscientes, en una guerra abierta.

El barrio de Salamanca y, en general, las élites económicas y sociales madrileñas salieron a la calle en mayo para lanzar un mensaje muy claro a la presidenta de la Comunidad de Madrid. Isabel Díaz Ayuso ha aceptado ese mandato y está actuando en consecuencia. Esto hace que las desigualdades que ya existían resulten más manifiestas, más visibles.

Durante la pandemia una serie de trabajos como cajero o reponedora en un supermercado fueron considerados como esenciales, pero las condiciones económicas de este tipo de empleos siguen siendo absolutamente precarias. Hay un reconocimiento, pero está claro que tratar de llegar a una igualdad material es un objetivo político a largo plazo como usted plantea en su libro.

La pandemia ha mostrado con mucha nitidez el valor social negativo o positivo de algunos trabajos. Enseguida vimos que algunos empleos muy mal remunerados y poco prestigiosos eran realmente imprescindibles para nuestra vida. Desde el trabajo de los reponedores al personal de limpieza de hospitales. En esos trabajos nos va la vida y, sin embargo, están mal pagados y son poco apreciados.

Al principio del confinamiento creo que sí vivimos una cierta revalorización colectiva de esos trabajos pero fue algo fugaz y sobre todo expresivo: se plasmó en aplausos y mensajes de agradecimiento. Que un cambio así penetre en nuestra estructura social es complicado, no basta con sonrisas. Implica que algunos grupos sociales bastante amplios, no sólo una pequeña minoría de superricos, asumamos –hablo en primera persona– cambios y sacrificios para permitir que los que peor están mejoren su situación. Es imprescindible que los millonarios empiecen a pagar impuestos dignos de tal nombre, pero también el 20% o 30% de la sociedad española que mejor vivimos tenemos que asumir costes. Esto es políticamente complicado y muy difícil de vender en un programa electoral.

Es su libro tumba el mito de la meritocracia como un ejemplo de igualdad y deja entrever que la igualdad de oportunidades no deja de ser una falacia. ¿Cómo se lo explicaría a alguien de derechas?

Me gusta esta pregunta porque escribí este libro pensando en un lector de derechas, no tanto en un lector de izquierdas. Creo que mucha gente conservadora o de derechas no es tanto que rechace el igualitarismo como que le preocupa que ese proyecto sea incompatible con los valores asociados a la responsabilidad y el esfuerzo. Me parece un punto importante. Los valores relacionados con las obligaciones son imprescindibles para un proyecto igualitarista y desde la izquierda no siempre hemos sabido integrarlos en nuestro discurso. Lo que respondería a esas personas es que la meritocracia les está dando gato por liebre. No es un sistema de recompensa del esfuerzo sino de legitimación de los privilegios heredados. En España se puede predecir con bastante exactitud los resultados académicos de un niño sencillamente conociendo su código postal. La meritocracia no sirve para incrementar la movilidad social, al contrario, bloquea esa posibilidad para la mayoría.

De hecho, sabemos que los países donde hay más movilidad social, que más se aproximan a ese ideal de que cada uno logre dedicarse a lo que se le da mejor, son los países más igualitaristas. La manera más sencilla de promover que la hija de un fontanero llegue a ser ingeniera es que los fontaneros y las ingenieras ganen lo mismo. De esa manera sí que se fomenta la movilidad social.

Ahora el discurso neoliberal está tratando de imponer que hay que elegir entre igualdad y libertad, que son conceptos incompatibles y que la igualdad es un freno a la libertad.

La derecha y, sobre todo, la ultraderecha se han vuelto actores políticos muy dinámicos. En la última década han reformulado sus posiciones para encontrar nuevos nichos discursivos. Uno de los giros más sorprendentes es que la gente más conservadora y reaccionaria está consiguiendo monopolizar el discurso de la defensa de la libertad, lo cual es manifiestamente absurdo y contradictorio, pero en términos de proyección pública están teniendo éxito. Tenemos que reaccionar y reivindicar la libertad como un valor progresista, como un valor netamente de izquierdas que además se retroalimenta positivamente con la igualdad.

La libertad que defiende la derecha es muy limitada, es la libertad del ‘déjame hacer lo que quiera’, del ‘no me diga cuánto vino puedo beber’ de Aznar. La igualdad nos ayuda a entender que la libertad es algo complejo que tenemos que ir descubriendo con la ayuda de los demás, nos ayuda a descubrir en qué consiste ser libres. La igualdad nos permite entender que ser libres no consiste sólo en esa cosa tan infantil de satisfacer nuestros deseos inmediatos lo antes posible sino también en descubrir dimensiones más ricas de nuestra subjetividad compartida.

Es sorprendente que la gente más conservadora y reaccionaria está consiguiendo monopolizar el discurso de la defensa de la libertad, lo cual es manifiestamente absurdo y contradictorio

¿Podría poner un ejemplo?
Creo que es evidente en el caso de la igualdad de género. Los hombres que intentan vivir vidas igualitarista con las mujeres no tienen menos libertad que los que quieren conservar sus privilegios. Creo que vivir en libertad con nuestros iguales nos permite acceder a una libertad enriquecida, más plena de la de quienes necesitan de subalternos.

Usted asegura en el libro que «las bases de nuestra servidumbre voluntaria al mercado es que parece extrapolítico, ajeno al control o la intervención de nadie y, por tanto, también insustituible». Pero la realidad es que todos conocemos los nombres y apellidos de los grandes empresarios, los nombres de las empresas, cómo funcionan los lobbys, qué partidos defienden determinadas políticas, etc.

Bueno, es verdad que el mito del mercado anónimo e invisible como una especie de engranaje social en el que ninguna instancia o ningún grupo de interés tiene ningún protagonismo, sino que es fruto de un equilibrio espontáneo, es una leyenda completamente lisérgica. La realidad es que todos los procesos de mercantilización han sido impulsados, a menudo violentamente, por el Estado y por grupos sociales muy concretos. Hay intereses con apellidos que contaminan permanentemente las relaciones mercantiles, muy especialmente en España, donde una importante parte de las élites económicas son estrictamente parasitarias, se dedican a vampirizar lo público y son incapaces de desarrollar un proyecto propio.
En España hay una importante parte de las élites económicas que son estrictamente parasitarias, se dedican a vampirizar lo público y son incapaces de desarrollar un proyecto propio

También señala en su libro que «solo para revertir los efectos de la revolución neoliberal y volver al punto de partida de los años 60 necesitaríamos medidas económicas igualitaristas que hoy nos parecen casi utópicas». ¿Cuáles serían esas medidas? Al definirlas como utópicas, ¿No las estamos convirtiendo en imposibles?

Son medidas que se manejan habitualmente en el debate político y sociológico de izquierdas como una reforma fiscal agresiva, cambios en el mercado de trabajo que restauren derechos perdidos, políticas de restauración y ampliación del Estado de Bienestar como la renta básica… Pero incluso con medidas de ese tipo, muy ambiciosas desde la perspectiva actual, se tardarían mucho años en volver al escenario anterior a la revolución neoliberal. Es un diagnóstico de Anthony B. Atkinson, y resulta bastante desazonador.

A pesar de todo, no soy pesimista. Hay una lección que deberíamos aprender de los neoliberales: plantando la semilla del cambio se generan procesos de retroalimentación positiva que hacen que los cambios se vayan acelerando progresivamente. De hecho, la propia velocidad del proceso mercantilización nos da idea de que a veces las transformaciones históricas son posibles y son muy rápidas.

Portada del último libro de César Rendueles. Seix Barral.

Qué cree que les ocurrió a los sindicatos durante la revolución neoliberal. No supieron hablar a las nuevas generaciones en un momento determinado, falló el discurso… Lo pregunto porque usted coloca como una pieza fundamental para alcanzar la igualdad el trabajo sindical y la negociación colectiva.

Por un lado, el modelo keynesiano afrontaba una crisis real, era un sistema que hacía aguas. Las derechas supieron encontrar un proyecto capaz de interpelar a un grupo social heterogéneo, que ilusionó a la gente y logró transformar las subjetividades y la cultura política vigente hasta entonces. En cambio, desde la izquierda compitieron distintos proyectos, no se logró construir una alternativa con un respaldo social amplio.

En España, como en otros países, la resistencia más importante al proyecto de mercantilización vino de los sindicatos. Los grupos políticos a la izquierda del PSOE no tenían capacidad de movilización para resistir el tsunami neoliberal. Y lo que ocurrió fue, sencillamente, que los sindicatos fueron derrotados. Fue un proceso global, ocurrió en casi todo el mundo a finales de los 80 y principios de los 90. Pero es de justicia reconocer que los sindicatos los intentaron, tal vez no con toda la firmeza que algunos pedíamos, pero fueron la única oposición real que hubo en esos años.

Con la revolución neoliberal que vino después hemos vivido en una especie de experimento de laboratorio diseñado para que el trabajo sindical sea prácticamente imposible, excepto para unos pocos trabajadores con contratos estables. Todo nuestro reglamento laboral está diseñado para que el sindicalismo no sea difícil, sino imposible.

Todo nuestro reglamento laboral está diseñado para que el sindicalismo no sea difícil, sino imposible

En el siglo XXI, ¿tiene sentido mantener un discurso como la lucha de clases o habría que conformarse con tratar de explicar por qué el impuesto de sucesiones es justo y abogar por medidas de este calado?

Tiene sentido hablar de lucha de clases porque es una manera de recoger conflictos esenciales de nuestro tiempo, conflictos que vertebran nuestras sociedades, que no son episódicos ni sectoriales. Por eso es una herramienta analítica irrenunciable. Dicho esto, a veces este tipo de terminología se convierte en una bandera identitaria. Hay conflicto de clases en nuestro país, pero también es cierto que las clases sociales en España son complejas. Hay un conflicto entre el 99% y el 1% más rico de la sociedad, pero también hay otros conflictos entre el 30% mejor situado económicamente y el 70% restante. Es decir, que hay toda una serie de conflictos adicionales a ese gran enfrentamiento entre los superpoderosos y todos los demás. Esa idea de la lucha de clases como un objeto muy simple, muy fácil de entender, oculta otros conflictos.

En su libro escribe que «lo que nos compromete con la emancipación son las responsabilidades compartidas que estamos dispuestos a asumir colectivamente» y, posteriormente apunta que «el igualitarismo es incompatible con la competición generalizada, incluso si es una competición de intereses virtuosos». ¿Cuál es su opinión sobre las luchas dentro de la izquierda con movimientos como el feminismo o la reivindicación LGTBI?

Las luchas faccionales son una enfermedad de la izquierda de hace dos siglos. La izquierda se ha dedicado siempre a darse de bofetadas en organizaciones que cabrían en un locutorio telefónico. Es nuestra enfermedad política porque somos incapaces de tratarnos con generosidad política y saber dirimir lo importante de lo accesorio. Otra cuestión diferente es la sospecha sobre aquellos movimientos que en las últimas décadas han hecho reivindicaciones que no formaban parte mejor del patrimonio político de la izquierda más tradicional. Echar la culpa a esos movimientos de la fragmentación de la izquierda es absurdo. Esos movimientos que han sido llamados identitarios han enriquecido a la izquierda porque ayudan a entender justamente que la igualdad es un proyecto complejo, que la igualdad es un proyecto no consiste en dar lo mismo a todo el mundo, sino en dar a cada uno lo que necesita, lo que requiere para su pleno desarrollo individual y colectivo.

La tesis de que hace 100 o 150 años los movimientos emancipatorios eran un gran bloque sociológico homogéneo es una leyenda urbana. Selina Todd, en su libro El Pueblo, da un dato divertido y muy revelador: en la Inglaterra de principios de siglo XX, el grupo laboral más numeroso era el servicio doméstico. Y era una fuente de conflictividad inmensa para las clases burguesas, porque era como tener al enemigo literalmente en casa. El sujeto de la lucha de clases no eran sólo los mineros y trabajadores siderúrgicos sino también, tal vez sobre todo, las criadas. Y lo mismo se podría decir de los migrantes u otros colectivos.

Me ha llamado la atención que señale en su libro que la sociedad de mercado «es esencialmente desinstuticionalizada» y que «el rasgo más característico del capitalismo contemporáneo, al menos en Occidente, no es su anticomunitarismo sino su rechazo al institucionalismo». Sin embargo, en España vemos como los principales poderes económicos, los grandes empresarios, son los principales defensores de determinadas instituciones como la monarquía.

Claro, porque hacen una defensa de las instituciones muy tramposa y nihilista. Para empezar, no todas las instituciones merecen ser conservadas. Hay algunas, como la esclavitud o la monarquía, que son irreformables y deberíamos deshacernos de ellas cuanto antes. Hay otras instituciones como las educativas, sanitarias o judiciales que merece la pena conservar y reformar.

A veces desde la izquierda nos centramos en esa tarea crítica, en lo que nos gustaría mejorar de esas instituciones. Me parece razonable. Pero también deberíamos hacer valer que somos sus auténticos defensores. En cambio, la supuesta defensa de la institucionalidad por parte de la derecha es básicamente retórica: lo que hacen es vaciar las instituciones para después de destruirlas pedir que las sustituya la empresa privada o sus chiringuitos.

@rodrigopdl

Fuente: https://www.eldiario.es/economia/cesar-rendueles-meritocracia-sistema-legitimacion-privilegios-heredados_128_6260346.html

sábado, 10 de octubre de 2020

_- FEDERICO FINCHELSTEIN | HISTORIADOR. “Franco ocupa un lugar jerárquico entre los mentirosos de la historia del fascismo”

_- El historiador argentino Federico Finchelstein expone en su nuevo libro, "Una breve historia de las mentiras fascistas", cómo los extremistas de ultraderecha creen (?) en sus propios embustes

Joseph Goebbels, el ministro para la Ilustración Pública y Propaganda de Hitler, dejó constancia en sus diarios personales de su orgullo por “cómo los medios de comunicación alemanes comentaban lo buenos que eran sus artículos”. La anécdota ilustra, según el historiador argentino Federico Finchelstein (45 años, Buenos Aires), una de las características del fascismo: “Los fascistas creen en sus propias mentiras” (?). “Goebbels controlaba los periódicos y es interesante que, en sus diarios, que no fueron escritos para el público, terminara creyéndose la propia mentira del aparato propagandístico que él mismo creó”, señala Finchelstein, autor de A brief history of fascist lies (Una breve historia de las mentiras fascistas, University of California Press, 2020), que en unos meses publicará en España la editorial Taurus. Es el mismo uso de la mentira que, según el experto en ideologías extremistas, hacen los presidentes de Brasil y Estados Unidos, Jair Bolsonaro y Donald Trump, a los que considera “posfascistas”. Al igual que a los líderes de Vox, a quienes describe como herederos del dictador Francisco Franco.

“Con una lógica semejante a la de la propaganda fascista, Trump mintió sobre el coronavirus y terminó contagiado”, explica Finchelstein, como muestra de hasta qué punto los fascistas asumen sus propios embustes como verdades. El hecho de que “Trump admitiera la realidad empírica” de que el SARS-CoV-2 se transmite por el aire, “no significa que el caudillo no crea en sus propias mentiras”. “Ha estado dispuesto a sacrificar su propia salud personal porque Trump se negó, casi siempre, a usar una máscara para protegerse en público”, al igual que Bolsonaro, que se ha referido a la enfermedad que ha provocado la pandemia como la gripecinha, recuerda el historiador en conversación telefónica con EL PAÍS. Pero el líder brasileño, al igual que Trump, enfermó de gripecinha.

Federico Finchelstien.
“La verdad para el fascismo es una verdad absoluta, no demostrable, entendida como una cuestión de fe”, desarrolla el autor a lo largo de una Breve historia de las mentiras fascistas, un complemento de su libro anterior, Del fascismo al populismo en la historia (Taurus, 2019). En el fascismo, y también el posfascismo, “el líder es un dios y del líder emana la verdad”. Una verdad que no puede ser cuestionada, porque “solo los hechos (y mentiras) prescritas por el líder podían ser aceptadas como la verdad”.

Y “entre los grandes mentirosos de la historia del fascismo, Francisco Franco ocupa un lugar lamentable, casi jerárquico”, considera Finchelstein, que define al dictador español como un “hito de la mentira fascista”. “Después de asesinar a una parte importante de la oposición y de haber obligado al exilio a otros tantos, Franco convocó un referéndum en 1947 para confirmarle como jefe del Estado de España vitalicio”, continúa. Franco “argumentó que esas dudosas elecciones habían sido extremadamente libres y bienvenidas, es decir, su mentira fue que la dictadura y la libertad eran compatibles. “Es el mismo personaje que va a decir que el bombardeo de Guernica fue orquestado por los comunistas”, apuntala el historiador.

Y la historia se vuelve a repetir. Los populistas entendieron que “el fascismo se había vuelto tóxico” y abandonaron rasgos básicos fascistas como el racismo y la xenofobia, tal y como hicieron [el argentino Juan Domingo] Perón o [el italiano Silvio] Berlusconi, que no es que no fueran racistas pero el racismo no constituía el eje básico de su política”, asegura Finchelstein. En cambio, “Trump ganó las elecciones con una estrategia que hasta ese momento no se había mostrado como exitosa para llegar al poder, una campaña con una declaración racista contra los mexicanos, a los que acusó de ser violadores, algo que sería inconcebible para un Perón”. Si los populistas, buscaban legitimarse desde la democracia, los fascistas —y los posfascistas—“promueven el caos y el desorden en las instituciones que lideran”, constata el historiador argentino, que cree que los posfacistas han desandado “la democratización que había implicado el primer populismo para volver a situaciones que se parecen más al fascismo”.

¿Y cómo se combaten mentiras que son presentadas como verdades absolutas? A través del periodismo independiente, “que ofrece a los ciudadanos la posibilidad de pensar con los hechos. Para aquellos que “solo escuchan las mentiras de los líderes”, la realidad les hará, aunque quizá tarde, darse cuenta de su error. Y concluye Finchelstein: “Cuando Franco prometía una gran España, pero en España la gente se moría de hambre, algunos dejaban de creer en sus mentiras”.

viernes, 9 de octubre de 2020

Emilio Lledó: “Patria es una palabra hermosa, a veces en manos de cerebros corruptos”

El filósofo cumple dentro de un mes 93 años. Lo hará comprando el pan y el periódico cerca del Retiro, donde camina para hablar con las personas, los árboles y los pájaros

Emilio Lledó cumple dentro de un mes 93 años. Lo hará comprando el pan y el periódico cerca del Retiro, en Madrid, por donde camina para hablar con las personas, los árboles y los pájaros. Nació en Sevilla, donde el último jueves se le dedicó el homenaje al escritor andaluz del año. Él no pudo estar, y le hubiera encantado porque allí, y sobre todo en Salteras, vivió su infancia prolongada en el Madrid de la guerra. Su maestro don Francisco le enseñó en Vicálvaro a ir adentro en los libros, pidiéndole a él y a sus condiscípulos adolescentes que escribieran sugerencias de la lectura. Con ese título, Sugerencias de la lectura, el Centro Andaluz de las Letras ha publicado un libro sobre la vida del filósofo, preparado por su discípulo Cipriano Játiva, y una antología (En torno al “bienser”) organizada por la escritora Emma Rodríguez. Al tiempo, Taurus publica Fidelidad a Grecia, un conjunto de ensayos en los que el veterano maestro expone sus ideas radicales acerca de la educación, el pensamiento, el arte y la política. Ahí es donde desliza conceptos como los que llevan a adjetivar la exhibición de patriotismo como “patriotismo de trapo”. Su convicción de que ahora ese amor a la patria es de quita y pon le hace decir, en esta entrevista que hicimos por teléfono: “Patria es una hermosa palabra, pero a veces está en manos de cerebros corruptos”.

Emilio Lledó: “Ojalá el virus nos haga salir de la caverna, la oscuridad y las sombras” Pregunta. Imagine que el mundo actual es un libro. ¿Qué sugerencias le produce su lectura?

Respuesta. Lo he pasado estos días de pandemia paseando por el Retiro, viendo la belleza de los árboles, comiendo una naranja, mirando una manzana o viendo la perfección de un racimo de uvas. En esas circunstancias me doy cuenta de la maravilla de la naturaleza. Viendo el mundo hoy, el que deshacemos los humanos, me asombro de estos sabores… ¡Fíjate, en plena pared han salido unas margaritas entre la rendija de los ladrillos! Y en medio de esa fuerza natural se produce esta degeneración humana en medio de gente estupenda. La incultura, la violencia, las guerras, la mentira… Me sorprende ese contraste con la maravilla que alimenta la vida. ¡Que aún la gente pueda asesinar! ¡Que persistan la miseria, la injusticia! Para resolverlo estaría la política, que es la más arquitectónica de las ciencias. Pero es imposible si la política está en manos de imbéciles, de pervertidos mentales… Todos tenemos defectos, pero como no tenemos poder no podemos corromper a nadie, pero el político con poder que hace estupideces acaba estupidizando su propio cerebro.

P. Platón y Aristóteles son sus maestros, a los que rinde gratitud en Fidelidad a Grecia. Grecia está en la actualidad. ¿Cómo se siente ante el sufrimiento que viven allí los que huyen de la miseria para refugiarse sin éxito en esa parte de Europa?

R. En el confinamiento he estado leyendo La odisea… Es la belleza de esa lengua, su riqueza y su sensibilidad; una lengua que mira al mundo, lo descubre y lo dice, es el primer momento de eso que se llama la cultura occidental. Es sorprendente que esa lengua, esos ojos que se convertían al mirar en lenguaje, fuera tan poderoso como para emocionarte aún hoy… ¡Y después de 27.000 o 28.000 años vemos que Lesbos es hoy la cuna donde se asienta la tragedia de nuestro mundo, de esos emigrantes! Hay noticias sobre el drama, pero no se explica ni se intenta curar de verdad la terrible enfermedad que la provoca… Hice una vez una estadística: el 80% o 90% de lo que se escribe es sobre el dolor y la miseria, y únicamente el 7% u 8% se refiere al origen del horror. ¡No se explica, incluso se oculta! No es porque el hombre sea un lobo para el hombre, ¡eso no existe, es una estupidez, pues el principio del amor es mucho más poderoso que el principio del odio! Podríamos crear el concepto de hombre lobo…, ¡que nos perdonen los lobos, que seguramente son más generosos que nosotros!

P. En Fidelidad a Grecia desarrolla el concepto persona derivado de la palabra máscara. Hoy estamos obligados a la máscara. Coincidimos con la antigüedad en lo que ahora es parte de la cara…
R. Persona era una palabra que tenía que ver con prósopon, la máscara que se ponían los actores de la comedia y la tragedia… Esos actores tenían un prósopon, un rostro, una máscara que ya expresaba de alguna manera alguno de los rasgos identificativos del personaje que encarnaban. Eso se llamó persona, que era al tiempo una máscara. Pero a veces esa máscara se nos va cuajando la cara y se convierte en nuestro verdadero rostro, en nuestro verdadero ser o personalidad. Y ahora estamos un poco enmascaradillos solo que no para hablar sino por esta realidad de la pandemia.

P. Usted instaba a sus alumnos a asombrarse. ¿Qué le asombra a usted mismo hoy?
R. Me asombran estas terribles contradicciones, estas informaciones; estamos en un mundo con unas facilidades enormes de información a través de los medios; pero a pesar de esas posibilidades maravillosas estamos más silenciosos que nunca. Ese exceso de información puede deformarnos si no es real, si no es objetiva, si no está dada por unos ojos claros que transmitan posibilidad. El mundo es posibilidad, no realidad, y a veces en la educación te dan el mundo ya realizado, con los conceptitos ya cuajados.

P. Su amigo Miguel Delibes les decía a sus nietos que Internet es el infierno. Usted previene sobre la subversión negativa que hace Internet con respecto a la cultura tal como usted la concibe…
R. La cultura es una creación maravillosa. Con la cultura dialogas y te enriqueces, y eso también es producto de los seres humanos. ¿Por qué no vamos por esos caminos en el siglo XXI donde existen, en un porcentaje monstruoso, la violencia y la muerte? Es una lucha entre la belleza y la estupidez y la ceguera, la luz y la oscuridad. No sé si Internet es un componente esencial para que la vida siga, creo que no: el componente esencial es la lucha por la igualdad y el abandono del egoísmo y de la codicia. ¡Si no necesitamos tanto para vivir! ¡Necesitamos un mundo como posibilidad en el que te puedas realizar! Por eso es tan importante la educación, que te presenta el mundo como posibilidad, si no te han entorpecido desde el principio con una escuela estúpida.

P. Dice usted: “La ignorancia es el castigo supremo de los hombres y su reino es el de la oscuridad”…
R. Sí, la ignorancia es terrible… No se trata de saber; he encontrado sabiduría verdadera en campesinos andaluces y conozco gente muy estudiada y titulada que son auténticos ignorantes porque no tienen libertad de pensar y crear sino ideas que les impiden mirar, que no les dan luz. Lo decían Giner de los Ríos y antes lo dijeron los sabios griegos: la mentira que hay en la mente de muchos políticos acaba (y este es mi neologismo) mentirizando su propio cerebro, que ya es en sí mismo una mentira. El político que transmite engaños a fuerza de engañar su propio cerebro se convierte a sí mismo en un engaño.

P. Usted instaba también en las aulas a mantener el entusiasmo… ¿Qué razón habría hoy para seguir entusiasmados?
R. La esperanza. A pesar de todo hay que ser optimista, esperar algo positivo, creativo, verdadero. Esperanza es una hermosa palabra de la lengua.

P. Es la forma humana de la eternidad, dice usted…
R. Mantengámonos todo lo posible en la línea de lo eterno, en lo que todavía tiene que cumplirse, porque lo eterno no es lo que dura sino siempre lo que da esperanza.

P. En sus textos habla con frecuencia sobre el patriotismo. “Patriotismo de trapo”, dice.
R. Sí, es lo que hay, patriotismo de trapo, envuelto en la aparente utopía, que a pesar de todo es el único contenido de la palabra patriotismo. Ahora vuelve a reverdecer porque en España hay partidos que consideran que la bandera es lo único que puede identificar el afecto a un país. Se entrapea en un trapo, en una bandera. Patria es una palabra hermosa, pero hay momentos en que no es una patria de luz sino de prejuicios, dicha por cerebros corruptos. La patria es algo más profundo, se fundamenta en el saber, en la cultura o en la solidaridad.

https://elpais.com/cultura/2020-10-04/emilio-lledo-patria-es-una-palabra-hermosa-a-veces-en-manos-de-cerebros-corruptos.html

jueves, 8 de octubre de 2020

Volkswagen admitió su apoyo a la dictadura brasileña e indemnizará a sus ex trabajadores perseguidos.

Entre las compañías denunciadas están, además de Volkswagen, Johnson & Johnson, Esso, Pirelli, Texaco, Pfizer y Souza Cruz. La automotriz alemana tiene una larga historia de imputaciones por violaciones a los Derechos Humanos desde el nazismo hasta hoy. ¿Qué dirá Bolsonaro que reivindica al régimen de 1964?

Un acuerdo inédito, arrancado a la filial brasileña de Volkswagen por sus ex trabajadores – víctimas de la dictadura y de la propia empresa entre 1964 y 1985 – descoloca al presidente Jair Bolsonaro que reivindica desde siempre al régimen militar. La automotriz admitió su complicidad en la persecución, secuestro y torturas a empleados de su planta en São Bernardo do Campo, en las afueras de San Pablo y firmó un acuerdo para indemnizarlos por 36 millones de reales (unos 6,4 millones de dólares). El hecho adquirió un peso simbólico muy fuerte en el país de la región que menos progresó en políticas de memoria, verdad y justicia. La razón es obvia: sigue vigente la Ley de Amnistía de 1979 que impide juzgar a los responsables del Terrorismo de Estado. El convenio tiene su contraparte para la multinacional alemana. Se cerrarán tres demandas civiles contra ella y cualquier eventual juicio que se le entablara en el futuro no prosperaría. La medida que tomó la compañía puede ser un precedente para que otras empresas involucradas en el golpe de Estado de hace 56 años – la Comisión de la Verdad de 2014 estableció que hubo unas 53 – sean llevadas a la Justicia también.

“Estamos celebrando este acuerdo porque cambia una página importante de la historia y se da en un momento político de tinieblas por el que pasa Brasil”, señaló Tarcisio Tadeu García Pereira, presidente de la Asociación Heinrich Plagge en diálogo con Efe. Esa organización que representa a las víctimas de la dictadura y de la propia Volkswagen recibirá 3 millones de dólares del total de la indemnización. Lleva ese nombre por un ex trabajador que falleció el 7 de marzo de 2018. Activista sindical y profesional técnico con doce años en VW, terminó en las salas de tortura del DOPS (Departamento de Orden Político y Social). “Alrededor de las dos de la tarde del 8 de agosto de 1972, Plagge fue llamado a la oficina del director Ruy Luiz Giometti, donde dos desconocidos ya lo esperaban para ser arrestado. Lo llevaron al DOPS, donde fue torturado durante treinta días y luego trasladado a la prisión de Tiradentes”, se explica su historia en el libro Empresas alemanas en Brasil: el 7 × 1 en la economía, del periodista germano Christian Russau. Una investigación sobre las relaciones comerciales entre los dos paises.

Además del dinero que cobrará la Heinrich Plagge, dos millones de dólares se destinarán a reforzar las políticas de Justicia Transicional, con proyectos para preservar la memoria de las víctimas y el resto – 1,6 millones de dólares – lo percibirá el llamado Fondo Federal y Estatal para la Defensa y Reparación de Derechos Difusos (FDD). Crítico del convenio porque sostiene que es limitado y beneficioso para la empresa, Jair Krischke, del Movimiento de Justicia y Derechos Humanos de Brasil, le dijo a Página/12: “El acuerdo firmado se queda corto con lo negociado en los últimos cinco años. Corre el riesgo de rebajar el nivel de reparaciones que se requerirán en nuevas iniciativas para responsabilizar a las empresas por la comisión de graves violaciones a los derechos humanos durante la dictadura”.

Entre las compañías denunciadas están además de Volkswagen, Johnson & Johnson, Esso, Pirelli, Texaco, Pfizer y Souza Cruz. La automotriz alemana tiene una larga historia de imputaciones por violaciones a los Derechos Humanos desde el nazismo hasta hoy. Sobrevivientes del holocausto la demandaron en 1998 junto a miles de empresas alemanas y austríacas por trabajos forzados y sometimiento a la esclavitud en sus diferentes plantas de Europa. En el libro Volkswagen y sus trabajadores durante el Tercer Reich, se publicaron fotos de jóvenes mujeres, sobre todo de la ex Unión Soviética y Polonia, realizando sus tareas descalzas en pleno invierno. En ese trabajo se denunció que hubo unos 16 mil prisioneros de guerra que se desempeñaron en condiciones infrahumanas en VW, fundada en 1937 durante el Tercer Reich e instalada en Brasil el 23 de marzo de 1953.

La multinacional se refirió al acuerdo conseguido la semana pasada y del que participaron la Fiscalía federal y estatal y el Ministerio de Trabajo. Hiltrud Werner, una ejecutiva de VW, comentó: “Lamentamos los atropellos contra los derechos humanos del pasado. Para Volkswagen es importante asumir la responsabilidad de ese capítulo negativo en la historia de Brasil y promover la transparencia”. Lo que firmó la empresa se conoce jurídicamente como Término de Ajuste de Conducta (TAC) y la obliga además a publicar una solicitada en los medios. Ahora falta que lo ratifique la Procuraduría General de la República (PGR). Sobre el procedimiento, los fiscales dijeron en un comunicado de prensa que “es inédito en la historia de Brasil” y agregaron que se trata de un hecho que “tiene una importancia enorme para la promoción de la Justicia de la transición en Brasil y el mundo”.

También es inusual la investigación que le encargó la propia compañía al historiador alemán Christopher Kopper, un profesor de la Universidad de Bielefeld. Cuando se divulgó su trabajo hace tres años, un dato clave que arrojó fue cómo VW colaboró con la DOPS y puso su personal de Seguridad a perseguir trabajadores como Heinrich Plagge entre 1969 y 1979. Estos últimos habían iniciado la demanda en 2015 que motivó la contratación de Kopper por la automotriz para que hiciera su informe de 126 páginas en una replica muy rápida a las denuncias que recibía.

Krischke señala que “quienes acompañaron la investigación, presentaron la documentación, reunieron testigos y lucharon por el desarrollo del caso no fueron escuchados. Esto fue posible por el producto de la enorme presión de muchas personas y el trabajo continuo de años. Además se impuso la confidencialidad sobre los términos del acuerdo. Ni siquiera se les informó de la fecha en que se firmaría el TAC”.

La multinacional que a nivel regional conduce el argentino Pablo Di Si, un ex futbolista de Huracán que se formó en Estados Unidos – es graduado de Harvard Business School- intenta este enjabonado y lavado de imagen mientras en Brasil despide trabajadores. “Tenemos una excedencia que corresponde a un turno en cada fábrica. Son medidas muy duras, que van a impactar directamente en nuestra fuerza de trabajo, en todas las localidades”, explicó el CEO en una comunicación interna que publicó hace unos días el diario Ambito Financiero. En el país vecino, VW tiene unos diez mil empleados distribuidos en cuatro plantas. Es el mismo Brasil que en 2016, cuando la empresa le encargaba la investigación al profesor Kopper, tenía un diputado que decía: “El error de la dictadura fue torturar y no matar”. Hoy es el presidente de la república y sigue justificando al terrorismo de Estado que con la colaboración de Volkswagen Brasil persiguió, torturó y encarceló a sus trabajadores.

Fuente: https://gustavojveiga.wordpress.com/2020/10/02/volkswagen-admitio-su-apoyo-a-la-dictadura-brasilena-e-indemnizara-a-sus-ex-trabajadores-perseguidos/

miércoles, 7 de octubre de 2020

Hay que acabar con los experimentos sociales con los pobres

Por Lluís Torrens | 03/10/2020 | Economía Fuentes: Sin permiso Mi primer contacto con la renta básica fue hace 8 años, en mayo de 2012, cuando nos acercábamos a la supuesta hecatombe de los mercados financieros, que ya no compraban deuda pública española y estábamos a punto de ser rescatados. Mientras, las políticas de austeridad “expansiva” del PSOE primero y del PP estaban ya obteniendo sus resultados: 5,7 millones de parados oficiales que en realidad eran más 9 si añadíamos el millón de emigrantes retornados o que se habían ido, el incremento del trabajo a tiempo parcial no deseado y los parados desanimados que ya se autodescartaban como buscadores de empleo en las encuestas. Se habían perdido 3 millones de puestos de trabajo desde el 2007, y aún se perdería casi un millón más hasta finales del 2013. 

En mi grupo de decrecimiento y ecosocialista tratábamos de reflexionar sobre cuál había de ser una salida socialmente justa y sostenible ecológicamente a la crisis. Teníamos claro que reactivar la economía volviendo a generar una burbuja inmobiliaria era no solo imposible sino también indeseable. Y también que ya percibíamos que la devaluación competitiva salarial a la que nos obligaba nuestra pertenencia a la zona euro estaba consiguiendo en tiempo récord cuadrar las cuentas exteriores, a la vez que provocaba desplomes en los sueldos, sobre todo entre los jóvenes, y la aparición de un nuevo concepto en el vocabulario de la vulnerabilidad: los trabajadores pobres, mientras a la vez pasábamos del mileurismo al ochocientos-o-menos-eurismo.

martes, 6 de octubre de 2020

Antoni Domènech Figueras: "Alternativo a los alternativos". Epílogo a "El eclipse de la fraternidad"


Despacho de Antoni Domènech muy a finales del siglo pasado, en el departamento que entonces se llamaba Teoría Sociológica, Filosofía del Derecho y Metodología de las Ciencias Sociales de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Barcelona: la mesa llena de papeles y de sobres con libros enviados por correo y sin abrir. Mientras charlábamos animadamente, en catalán como teníamos por costumbre, Toni abría sobres de libros. De repente, centra la atención en un libro acabado de extraer de un sobre y me dice: «Manolo Vázquez Montalbán me envía su último libro» 1. Y hojeándolo exclama: «¡Qué dedicatoria, mira! “A Toni Domènech, alternativo a los alternativos”». Y le gustó.

El pensamiento de un alternativo a los alternativos
Con Marta Domènech, la hija de Toni, habíamos estado hablando de la posibilidad de reeditar El eclipse de la fraternidad. Fue el 4 de octubre de 2017 cuando recibí un correo electrónico de Tomás Rodríguez, de Ediciones Akal. En el correo me comentaba que habían estado hablando con Toni bastante tiempo atrás sobre la posibilidad de reeditar este gran libro completamente agotado. Tomás me preguntó sobre los temas legales del libro y le remití a Marta. También me pidió, de común acuerdo con Marta, realizar este epílogo sin límites de espacio sobre la obra general de Toni, no únicamente sobre El eclipse. Me pareció fantástica la idea. Redactar el epílogo que me proponían no era para mí una opción, era un deber asumido con gusto. Consulté mi idea general del epílogo con amigos y amigas comunes de Toni y míos. Amigos y amigas que conocían la obra de Toni. Todas las personas consultadas estuvieron de acuerdo con mi propuesta: presentar algunos de los temas a mi entender más importantes y originales de este gigante del republicanismo y del socialismo 2. Y así lo voy a hacer. Creo que, de esta forma, puede ofrecerse una buena panorámica de lo que, quizá sin exageración, son los aspectos fundamentales de su obra. Resulta trivial añadir que esta selección no abarcará la grandeza y profundidad del pensamiento de Toni. La inteligencia de quien esté leyendo estas líneas quedaría ofendida si se pretendiera lo contrario. Por supuesto que van relacionados todos los temas que aquí han sido elegidos, pero también admiten un tratamiento específico y separado. He pretendido que fuera el propio autor el que hablara sobre cada uno de los temas, no mi «interpretación» de los mismos. Aunque seleccionar es ya una forma de interpretación, es lo máximo que me he permitido. Será Toni quien hablará con sus propias palabras y, por este motivo, será muy, muy citado. Las citas que no sean de Toni serán numéricamente insignificantes, pero espero que justificadas.

Gran parte de los textos utilizados he procurado, aunque no sin excepciones, que sean posteriores a El eclipse por una sencilla razón: porque son sus escritos de madurez. Él mismo consideraba este libro su obra madura, pero justamente después de 2004, el año que salió a la calle, fue cuando se embarcó en el proyecto de la revista política internacional Sin Permiso, cuyo formato electrónico ya apareció a mediados de 2005. El primer número del formato en papel vio la luz un año después, en mayo de 2006. Es un proyecto del que se sintió especialmente satisfecho y con el que mantuvo su compromiso hasta que su enfermedad le impidió hacerlo según su capacidad normal. Su compromiso incluía el desprecio visceral para quien se acercaba a Sin Permiso con objeto de servirse de su prestigio para intentar grimpar 3 y/o para facilitar «relaciones». Aún hasta finales de agosto de 2017, pocos días antes de su muerte, participó y firmó con los otros dos redactores editorialistas habituales un artículo editorial sobre la pitada colosal con la que fueron recibidos en Cataluña el entonces presidente del gobierno, Mariano Rajoy, y el borbón Felipe VI 4. En estos últimos doce años de su vida, de 2005 a 2017, gran parte de sus entrevistas, artículos y textos en general –capítulos de libros, por ejemplo– fueron publicados en Sin Permiso 5. Pero no todos.

Empecemos por lo que el «alternativo a los alternativos» escribió sobre la propiedad.

Propiedad
El estudio de la propiedad, su configuración histórica concreta, su evaluación política y jurídica, es importantísimo para el republicanismo histórico. «Para el republicanismo histórico –a diferencia del neorrepublicanismo académico que parece ahora en cierta boga– es central el problema de la propiedad» 6. Es más:

[L]a libertad republicana deriva de la propiedad, de la independencia material de los agentes: sólo es libre quien «no necesita pedir permiso a otro para trabajar», según dijo Marx en un célebre paso de la Crítica del Programa de Gotha, fiel a una tradición republicana que veía en el tener que sobrevivir cum permissu superiorum el indicio más claro de la falta de libertad 7.

Desde la configuración de la democracia ática a la crítica que hizo de ella Aristóteles, pasando por la República romana y el posterior imperio, la independencia norteamericana y la Revolución francesa, hasta el capitalismo desembridado del último cuarto del siglo xx y principios del xxi… Éstos son algunos de los episodios históricos a los que Toni dedicó mucha atención. El eclipse de la fraternidad es una muestra importante y por allá pasan algunos de estos episodios, y aun otros que no he citado, con atención al trato dispensado –sea en discusiones políticas, filosóficas o jurídicas– a la propiedad. Ésta aparece en muchos de sus escritos, pero en uno 8 de ellos, realizado cinco años después de El eclipse, dedicó un tratamiento muy pormenorizado a la misma. Vale la pena explicarlo con cierta extensión. Dominus quiere decir en latín ‘amo’ o ‘señor’. Alguien era amo o señor porque tenía propiedad, que podía ser de la tierra, de bienes muebles o de ambas cosas. El señor era pater familias y tenía capacidad de interferencia arbitraria sobre todos estos grupos: esclavos, mujer, hijos y criados. Y Toni añade: «y aun sobre su clientela (una más o menos extensa legión de individuos dependientes, muchos de ellos antiguos esclavos manumiti­dos)» 9. Después de recordar que familia viene de famulus, es decir, esclavo, explica que solamente el pater familias era un sui iuris, lo que quiere decir que gozaba de personalidad jurídica. Muy al contrario, los alieni iuris eran los individuos que no disponían de personalidad jurídica propia. Y recuerda que de ahí viene alienados, concepto que Kant, Hegel y Marx extrajeron del derecho civil romano. Estos alieniuris, de más está decirlo, eran la inmensa mayoría de la población. Y son citados en extenso: «esclavos, mujeres, niños y extranjeros estaban excluidos de la ciudadanía republicana romana».

Aristóteles concibió tres clases de propiedad: la común con uso privado, la privada con uso común y la común con uso común. Pero el derecho romano añadió la que era la cuarta posibilidad lógica: la privada con uso privado. Esta cuarta posibilidad motiva el siguiente comentario de Toni: «la propiedad privada con uso exclusivo y excluyente es una de las nociones más importantes del derecho civil romano». Pero más importante si cabe es que esta clase de propiedad la «hizo primordialmente suya el mundo capitalista moderno». La archifamosa definición de propiedad de William Blackstone (1723-1780) es la siguiente: «el exclusivo y despótico dominio que un hombre exige sobre las cosas externas del mundo, con total exclusión del derecho de cualquier otro indi­vi­duo» 10. Si es importante esta concepción es nada más y nada menos porque, como queda dicho, el capitalismo moderno se la apropió. Es la misma concepción de los posteriores e influyentes ideólogos de lo que después se llamó, con más o menos fortuna, neoliberalismo, especialmente, por citar solamente uno, de Friedrich Hayek 11. 

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lunes, 5 de octubre de 2020

_- Qué es la inteligencia, qué tan importante es y por qué no deberías decirle a nadie que es inteligente. Analía Llorente. BBC Mundo.

_- ¿Alguna vez escuchaste o dijiste las frases "eres muy inteligente" o "qué inteligente es este niño"?

Si es así, quizás deberías empezar a replantearte si estás en lo cierto. No por el calificativo hacia la persona a quien quieras elogiar, sino por el propio concepto de inteligencia.

Creer que la inteligencia es única y universal es un mito porque hay muchas maneras de entenderla y definirla, señalan los especialistas consultados por BBC Mundo.

Incluso aseguran que la frase 'una persona es inteligente' debería ser anulada.

Pero ¿qué es la inteligencia?
Según la primera entrada en el diccionario de la Real Academia Española, inteligencia es la "capacidad de entender o comprender" y la segunda es la "capacidad de resolver problemas".

Por eso, "cuando alguien dice que un niño es inteligente en general se piensa exclusivamente en una inteligencia lógica, racional, analítica y que es solo un tipo de inteligencia", le dice a BBC Mundo Julián De Zubiría, consultor en Educación de las Naciones Unidas para Colombia.

La inteligencia generalmente está asociada al pensamiento lógico.
De hecho, los especialistas en psicología no están del todo de acuerdo con el significado que aparece en el diccionario.

"Los conceptos de 'inteligencia' son intentos de clarificar y organizar un grupo complejo de fenómenos. Aunque cierto grado de comprensión ha sido alcanzado en ciertas áreas, ninguna conceptualización ha respondido todas las preguntas importantes, y ninguna tiene un carácter universal", señala el estudio "Inteligencia: conocimientos e incógnitas" (Intelligence: Knows and Unknows) firmado por varios profesionales de la Asociación Estadounidense de Psicología en 1996.

Y añade: "De hecho, cuando se le pidió a una docena de teóricos prominentes que definiesen inteligencia, dieron dos docenas de definiciones distintas entre sí".

Es equivocado decir que una persona es inteligente.

Julián De Zubiría, consultor en Educación de las Naciones Unidas para Colombia
Según la psicóloga Susana Urbina, quien participó de ese estudio, "hubo un afán de definir la inteligencia como si fuera un concepto que todo el mundo entienda".

"Quizás en otro siglo se pudo entender pero hoy no es así. No es un concepto simple", le dice a BBC Mundo.

Ser inteligente
Para Julián De Zubiría, cuando uno califica que alguien 'es inteligente' está cometiendo varios errores.

"El primero es que está hablando de la inteligencia en singular. Por lo tanto, está desconociendo la diversidad de inteligencias", dice este educador colombiano director del Instituto Alberto Merani, en Bogotá, Colombia, que monitorea a miles de niños con capacidades cognitivas altas.

Para el profesor Julián De Zubiría lo correcto sería decirle a alguien que "está" en lugar de que "es" inteligente. Efectivamente, existen diferentes teorías que sostienen que hay múltiples tipos de inteligencia.

Una de las más conocidas es la del psicólogo e investigador estadounidense Howard Gardner que considera que hay inteligencia lingüística, musical, lógica-matemática, espacial, corporal-kinestética, interpersonal y naturalista.

Según otras teorías, también están la inteligencia emocional, intrapersonal, creativa y la colaborativa, entre otras.

"La idea de que había una sola inteligencia condujo a una escuela dedicada al trabajo solo de la razón y la lógica", describe De Zubiría.

Nacer inteligente
El segundo error que desataca el profesor en la frase 'ser inteligente' es el verbo que se emplea.

"En la vida no hay gente que sea o no sea inteligente, sino que hay gente que se va volviendo más o menos inteligente según tenga más o mejores padres, maestros y medios culturales enriquecidos", le dice a BBC Mundo.

Una persona no nace inteligente sino que se va haciendo a lo largo de la vida, señalan los especialistas. Por eso, "sería más lógico decir cuan 'está' que cuan 'es' inteligente una persona. Porque cuando se dice 'es' se presupone que es una capacidad estable", añade De Zubiría autor del ensayo "Mitos y realidades sobre la inteligencia y el talento".

Del mismo modo, para la psicóloga Susana Urbina, especialista en evaluación psicológica, "la frase 'es inteligente' debería ser anulada".

"Una persona no nace siendo inteligente. Tiene condición genética y física y luego va adquiriendo las inteligencias. El medioambiente tiene mucho que ver con eso", explica.

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Medir la inteligencia
A principios del siglo XX, el psicólogo francés Alfred Binet inventó el primer examen de inteligencia, una prueba de predicción del rendimiento escolar, para diferenciar a los niños capaces de los menos capaces.

"Creo que se ha sobrevalorado la inteligencia porque no es el único bien o el bien necesariamente principal", opina la psicóloga Susana Urbina.

Este tipo de evaluación derivó en otras que fueron usadas por diferentes escuelas para determinar el ingreso de estudiantes.

"Desgraciadamente los psicólogos hemos sido culpables por haber creado estas pruebas de inteligencia", reconoce Urbina que también es profesora en la Universidad del Norte de la Florida, Estados Unidos.

Un psicobiólogo respondió tus preguntas "En realidad son pruebas que asesoran y estiman los diferentes tipos de habilidades que tienen las personas", describe y aclara que no son determinantes.

Seleccionar a un niño en un colegio mediante un test de inteligencia es un error absurdo"
Julián De Zubiría, consultor en Educación de las Naciones Unidas para Colombia.

Por su parte, De Zubiría detalla que "estas pruebas de inteligencia surgieron en 1905, por lo tanto se diseñaron con las ideas de ese entonces y hoy la inteligencia analítica es distinta a la que creíamos un siglo atrás".

"Hoy sabemos que el conocimiento no sería un buen indicador de inteligencia, porque alguien podría no saber mucho pero sí procesar muy bien la información".

Para el profesor, este tipo de test deberían estar prohibidos porque "terminan discriminando o sobrevalorando a un niño y un padre termina creyendo que su hijo es muy inteligente porque puntuó en un test de hace más de un siglo".

¿Tener inteligencia es sinónimo de éxito? Según los especialistas consultados, inteligencia y éxito no van de la mano.

"Si la inteligencia analítica no es acompañada de esfuerzo, trabajo, buenos orientadores y buenos padres es sinónimo de fracaso", dice De Zubiría.

¿La inteligencia garantiza el éxito? No siempre...
Mientras que la psicóloga Urbina hace hincapié en que cada persona tiene un concepto diferente de lo que es el éxito.

"En este tipo de sociedad se valora mucho la riqueza y la inteligencia en el sentido de la acumulación de muchos títulos universitarios y puestos de trabajo importantes, entonces eres inteligente", analiza.

¿Cuánto debería preocuparnos la "estupidez artificial"? El sexismo de la inteligencia artificial: ¿por qué Alexa, Cortana y la gran mayoría de asistentes virtuales son femeninas?

Entonces ¿es importante ser inteligente?
Ambos expertos coinciden en que "la inteligencia" racional y lógica medida en las pruebas no es importante en la vida.

"Esa mide poquísimas de las cosas. Pero las inteligencias que uno usa en el mundo concreto, cotidiano, práctico para resolver problemas que nos presenta la cotidianidad, son decisivas en la vida", opina De Zubiría.

Para Urbina, la inteligencia se ha sobrevalorado, porque "no es el único bien. La compasión, la comprensión, la ternura, la honestidad, son valores que podemos poner por delante de la inteligencia".

"No quiero decir que la inteligencia o que las pruebas no tengan valor. Pero no hay que sobrevalorarlas", concluye.

domingo, 4 de octubre de 2020



“César Orquín Serra. El anarquista que salvó a 300 españoles en Mauthausen” supone un punto de inflexión en la Historia de Europa. Un libro de los que cambian de cuajo aquello conocido y que obliga a reestructurar méritos, culpabilidades y equidistancias. Los investigadores valencianos Guillem Llin y Carlos Senso han materializado cuatro años de estudio con un volumen que sale a la luz en formato digital y también en papel. 

El libro relata la vida del anarquista valenciano nacido en 1914. Llegó al mundo como consecuencia de una relación amorosa ilegítima y, por ende, impopular entre un aristócrata y una criada del hogar. Pudo estudiar e ilustrarse en una época de analfabetismo generalizado y esclavismo laboral. Y dicha cultura acabaría salvando la vida a centenares de personas. Su ideología le llevó a la guerra y, pese a su afiliación anarquista, fue comisario en el comunista Batallón Abraham Lincoln de las Brigadas Internacionales.

Cuando los nazis conquistaron Europa, acabó en el infierno sobre la tierra pero pudo convencer a los gerifaltes del III Reich en los campos de exterminio para crear un grupo de trabajo externo y acabar salvando la vida a más de trescientas personas gracias a unas benévolas condiciones laborales desconocidas en unos campamentos diseñados para aniquilar a los enemigos del fascismo.

César Orquín Serra es el deportado más importante de la historia europea. Durante décadas, las dudas sobre su papel han silenciado su heroica hazaña, que sale ahora a la luz sustentada en inédita e irrefutable documentación de múltiples archivos mundiales.

Una vez en libertad tras el fin de la II Guerra Mundial, el partido comunista dominó el relato en el exilio y difundió la supuesta responsabilidad (nunca probada) de Orquín en la muerte de centenares de españoles, acusado de complicidad asesina con los nazis. El valenciano reaccionó, primero, con datos y la voz de los supervivientes (que siempre lo defendieron) y, después, con el silencio que le ofrecieron los kilómetros que estableció entremedio con su viaje ya definitivo a Argentina, país que le vio morir. Antes fue profesor, guionista, publicista, locutor de radio o director artístico. Murió en 1988. Ahora, de alguna forma, vuelve a la vida.

* Una breve precuela en formato periodístico ganó el Premio de Periodismo de Investigación Ramón Barnils en 2018.

El libro se puede conseguir en papel desde aquí y en formato E-book digital desde aquí

Chile y los «dueños del poder real»

Por Carlos Fernández Liria | 30/10/2020 | Opinión

Fuentes: Público [Foto: Centenares de personas celebran en las calles de Valparaíso el resultado del referéndum en Chile por la reforma de la Constitución. REUTERS/Rodrigo Garrido]

A mis alumnos siempre les digo que para comprender en general la historia del siglo XX, para hacerse cargo de la relación entre ciudadanía, democracia y capitalismo, para entender, en suma, las dificultades a las que siempre se ha enfrentado el proyecto político de la Ilustración, desde que la burguesía logró derrotarlo imponiendo su contrarrevolución francesa en 1794, incluso para entender a Carl Schmitt y a Hannah Arendt, o para que Habermas o Savater no te empujen a decir demasiadas tonterías, para todo esto y más, conviene que vean La batalla de Chile (1), la famosa película de Patricio Guzmán.

Este 25 de octubre, el pueblo chileno ha conquistado, por fin, el derecho a romper con el legado de Pinochet. Han pasado casi 50 años desde el golpe de Estado que, en 1973, acabó con la democracia chilena y con la vida de su presidente Salvador Allende. Es verdad que, ya en 1990, Pinochet había aceptado el resultado de las elecciones que él mismo se había visto obligado a convocar, y había traspasado el poder a Patricio Aylwin, que sería así, según nos dice la Wikipedia, el «primer presidente democráticamente elegido» tras la dictadura. Así más o menos se le quiere recordar. La verdad es que este señor, un senador demócrata cristiano, aplaudió, apoyó y vitoreó el golpe de Estado de Pinochet. La verdad es que la democracia cristiana había perdido las elecciones, porque las ganó Allende. Y no estaban acostumbrados a eso. Esa gente trabajó sin descanso para dar cobertura a un golpe de Estado militar que pusiera remedio a tan grave equivocación de los votantes chilenos. Una vez corregido este desliz popular, una vez escarmentado el electorado con miles de torturados, desaparecidos y represaliados, estos vampiros que se autodenominaban cristianos, empezaron a tomar posiciones más equidistantes, distanciándose hipócritamente de la dictadura y preparándose para el futuro que finalmente llegó. En 1990 ganaron por fin las elecciones, que habían perdido en 1970. Y encima, había que celebrarlo como la resurrección de la democracia.

Esto es lo que, en otros sitios, he llamado «la ley de hierro de la democracia en el siglo XX». No la descubrió Habermas, ni tampoco Hannah Arendt, ni mucho menos Fernando Savater. La formuló al desnudo Augusto Pinochet cuando, el 17 de abril de 1989, declaró que «estaba dispuesto a respetar el resultado de las elecciones con tal de que no ganaran las izquierdas». Al contrario de lo que dijo el editorial de El País al día siguiente, tales declaraciones no tenían nada de «pintorescas». Era la lógica Aylwin, la lógica del que finalmente ganó las elecciones, y la lógica general que presidió la democracia durante todo el siglo XX: las izquierdas tuvieron derecho a presentarse a las elecciones, pero no a ganarlas. Lo mismo que ocurrió en España en 1936. Aquí tardamos 40 años en pagar el crimen de haber votado a la izquierda. Y luego hemos cargado con las consecuencias. Tras 40 años de represión no se vuelve a ser el mismo. En 1978 no se devolvió el poder a la República y al Frente popular, sino que se convocaron elecciones y, naturalmente, las ganó la centroderecha, como era de esperar tras cuatro décadas de escarmiento. Lo que pasó en Chile. Tras década y media de torturas, el pueblo ya había sido suficientemente aleccionado: ya no se podía devolver el poder a Allende y a la Unidad Popular, se votó sobre un campo de cadáveres. Y ganaron, por supuesto, los moderados, los mismos demócratas cristianos que habían alentado el golpe de Estado cuando perdieron las elecciones en los años setenta. Jamás se hará un mejor retrato de esta gente que el que hizo la Polla Records: «Hinchado como un cerdo, podrido de dinero, ¡cómo hueles! / Hiciste nuestras casas al lado de tus fábricas / Y nos vendes lo que nosotros mismos producimos / Eres demócrata y cristiano, eres un gusano/ ¡Cristo, Cristo, qué discípulos!»

Esta «ley de hierro de la democracia», antes que Pinochet, ya la había formulado el gran jurista del siglo XX Carl Schmitt, que era un nazi, pero que no tenía un pelo de tonto y, además, precisamente porque era un nazi, no tenía muchas ganas de disimular y de mentir, como no han parado de hacer nuestros apologetas de la democracia y el Estado de derecho (siempre que no ganen las izquierdas, por supuesto). Lo dijo en 1923: «Seguro que hoy ya no existen muchas personas dispuestas a prescindir de las antiguas libertades liberales, y en especial de la libertad de expresión y de prensa. Pero seguro que tampoco quedarán muchas en el continente europeo que crean que se vayan a mantener tales libertades allí donde puedan poner en peligro a los dueños del poder real.» Estaba hablando del parlamentarismo. ¿Quién va a estar en contra del parlamentarismo? Seguro que nadie… ¿pero habrá alguien tan ingenuo de pensar que las libertades parlamentarias se van a mantener si algún día osan legislar contra «los dueños del poder real», contra los poderes económicos, en definitiva? Ah, claro que sí, el 90% de nuestros intelectuales funcionan así, con esa insensata ingenuidad oportunista. Mientras no ganen las izquierdas (o mientras las izquierdas no estén dispuestas a tocar los intereses de los que detentan el poder económico), da gusto declararse progresista y de izquierdas. Si ganan las izquierdas, no tanto, porque entonces te torturan, te matan y te desaparecen.

Esta es la terrible realidad del siglo XX. Así fue todo el rato. Nos lo había advertido un nazi: la democracia se tolera con tal de que no sirva para nada, si no… se acabó lo que se daba. Y nos lo confirmó ese gran filósofo político que fue Augusto Pinochet: los comunistas tenían derecho a presentarse a las elecciones, pero si las ganaban, así lo expresó con todas sus letras, «¡se acabó la democracia!». Y lo más divertido es que luego no ha parado de repetirse que los socialistas y los comunistas nunca hemos tenido respeto por la democracia. Que allí donde hemos gobernado nunca hemos sido democráticos. Que el «socialismo real» nunca fue democrático. Pues sí, eso es cierto, sólo que se podría haber añadido: cuando el socialismo intentó ser democrático, cada vez que intentó llegar al poder mediante unas elecciones, cada vez que intentó conservar todas las garantías constitucionales y trabajar parlamentariamente por el socialismo, siempre vino a ocurrir lo mismo: que un golpe militar acabó con la democracia, el parlamentarismo, la división de poderes y la libertad de expresión. Estos son los límites de la democracia bajo condiciones capitalistas, un paréntesis entre dos golpes de Estado, en el que ganan las derechas (o las izquierdas de derechas).

Hubo una inmensa excepción que confirma la regla. Lo que ocurrió en Europa tras la segunda guerra mundial, lo que se ha venido en llamar «el espíritu del 45» (por recordar la excelente película de Ken Loach). En realidad, la guerra había sido gestionada de forma socialista. Y si el socialismo había permitido ganar la guerra, podía también ganar la paz. Y así pareció que podía ser durante algunas décadas, hasta que, a partir de 1979, Reagan y Thatcher acabaron con ello. El Estado del Bienestar europeo fue, sin duda, un experimento socialista de primer orden. Fue la demostración fáctica innegable de que el socialismo es mucho más compatible con la democracia y el Estado de derecho que el capitalismo y el libre mercado. Hasta que lo asesinaron, el primer ministro de Suecia Olof Palme no dejó de luchar por un modelo económico que hoy en día sería considerado muy a la extrema izquierda del de Unidas Podemos. Un modelo que estaba resultando más exitoso cuanto más se lo radicalizaba.

Pero este éxito no es una excepción a la citada ley de hierro del siglo XX. Es más bien su confirmación a escala más amplia. Para comprobarlo, hay que comenzar por desmentir algunas leyendas. Para empezar, la de que Hitler ganó las elecciones en 1933. No, Hitler nunca ganó las elecciones, como tantas veces se pretende cuando quiere alertarse de los peligros de que ganen las izquierdas. Me limito a citar un espléndido artículo que Andrés Piqueras publicó en este mismo periódico hace ya años: «Hitler fue aupado políticamente y en enero de 1933 nombrado a dedo canciller por la gran industria y Banca alemana (los Bayer, Basch, Hoechst, Haniel, Siemens, AEG, Krupp, Thyssen, Kirdoff, Schröder, la IG Farben o el Commerzbank, entre otros), utilizando para ello la figura del presidente de la República, Hindenburg. Apenas un mes después el nuevo canciller provocó el incendio del Reichstag y acusó a los comunistas de haberlo hecho para conseguir que se dictara el estado de excepción, a partir del cual desató una fulminante represión contra las organizaciones de los trabajadores, cuyos partidos políticos juntos (KPD -comunistas- y SPD –socialistas-) le habían superado con creces (unos 13 millones de votos contra 11 y medio). Ilegalizó al KPD y prohibió toda la prensa y la propaganda del SPD. Después, el 6 de marzo, convocó unas elecciones y entonces ya sí, claro, las ganó». Luego, se autoproclamó Jefe del Estado. En resumen: cuando «los dueños del poder real» vieron que podían perder las elecciones, decidieron recurrir a los nazis, para que les quitaran de encima a esos «comunistas». Y provocaron una guerra mundial, durante la cual, aprovecharon para exterminarlos en campos de concentración, junto a los judíos y a los gitanos.

La otra leyenda que conviene desenmascarar es la de que fueron los aliados comandados por EEUU los que ganaron la segunda guerra mundial. No, ocurre que fueron precisamente los comunistas los que la ganaron en toda Europa. Tanto por el avance de las tropas soviéticas, como por la resistencia interna, que en casi todos los países fue protagonizada por los comunistas. Fueron los comunistas los que salvaron la democracia contra los nazis. Se entiende así que, al acabar la segunda guerra mundial, estaban en muy buenas condiciones para negociar una paz acorde, como hemos dicho, con el «espíritu del 45», que era contundentemente socialista.

De modo que el socialismo, el de verdad, no el que tenemos ahora, dio muy buenos resultados democráticos cuando pudo sostenerse sin guerras ni golpes de Estado. Esta es la tercera leyenda que hay que desmentir, la de que el socialismo «real» siempre ha sido incompatible con la democracia. En la fórmula «socialismo real» no sólo habría que incluir a los países que, como Cuba, lograron defender el socialismo por la fuerza de las armas, sino a los países que, como Chile, lo intentaron por la fuerza de la democracia y fueron castigados por ello acabando con la democracia. Hay varias decenas de casos en el siglo XX que son ejemplos de ello, sin ir más lejos, España en 1936.

Así pues, la historia de Chile puede muy bien instruirnos para sopesar los pilares sobre los que se asienta nuestro propio sistema democrático, y alentarnos a hacer una pregunta crucial: ¿realmente hemos logrado constitucionalizar, es decir, someter a legislación, a los «dueños del poder real», es decir, a los poderes económicos que serían capaces de suspender el orden constitucional y acabar con la democracia si se vieran amenazados por el Parlamento? Muy al contrario, les hemos dado carta blanca introduciendo en nuestra Constitución el artículo 135. Ahora, los golpes de Estado financieros ya no necesitan de los tanques, como dijo Yanis Varoufakis, cuando en 2015 se le forzó a dimitir como ministro de economía. Una historia parecida a la que ocurrió en Alemania en 1990, cuando una insensatez de los votantes había logrado que nombraran ministro de hacienda a Oskar Lafontaine, una inmensa victoria para la izquierda. El sueño no duró ni un mes. El presidente de la Mercedes Benz amenazó con trasladar toda su producción a los EEUU si no se le destituía de ipso facto y en seguida quedó claro quiénes eran «los dueños del poder real». Como decía Carl Schmitt, el nazi, el poder no lo detenta quien lo ejerce, sino quien te puede cesar por ejercerlo.

Si las democracias europeas no logran encontrar la vía para constitucionalizar la vida económica, nuestros parlamentos estarán siempre secuestrados y amenazados. Continuaremos viviendo en un nuevo Antiguo Régimen, sometidos al arbitrio de corporaciones privadas, verdaderos poderes feudales, capaces de anonadar cualquier espacio público, a los que la vida parlamentaria no se atreverá a enfrentarse jamás. Una situación premoderna y preilustrada, que indica todo lo contrario de lo que se proclama como soberanía popular. La democracia continuará siendo un paréntesis entre dos golpes de Estado.

(1) . https://www.youtube.com/watch?v=NuQhPEmjUQQ
. https://www.youtube.com/watch?v=lUKR_lKRoQc
. https://www.youtube.com/watch?v=6kF233Ab_HM
Carlos Fernández Liria es Profesor de Filosofía de la UCM. ‘La Filosofía en canal’, https://www.youtube.com/channel/UCBz_dr-JLhp0NDJxNeigqMQ
Fuente: https://blogs.publico.es/dominiopublico/34967/chile-y-los-duenos-del-poder-real/