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lunes, 27 de octubre de 2014

Los Nobel a Modiano y Tirole, el triunfo de Piketty y el prestigio de una hornada de autores devuelve a la cultura francesa el esplendor perdido. Sus letras enamoran otra vez. ¡Vive la France!

"Repli sur soi". Hace años que los franceses se autodiagnostican una enfermedad a la que designan con esta expresión, omnipresente en los medios, que podría traducirse como "ensimismamiento", "autoaislamiento" o, literalmente, "repliegue sobre uno mismo". Refleja los achaques de una cultura que, hasta hace poco menos de un siglo, seguía siendo dominante en el planeta. Hoy, en cambio, se vería afectada por su narcisismo y autosatisfacción, aminorada por un agravado déficit de influencia, condenada por la profunda crisis institucional que vive la quinta potencia mundial.

Los ideólogos de este declive cultural se multiplican desde hace década y media. Dicen que la literatura francesa dejó de contar allá por el nouveau roman. Que las traducciones del francés no suponen ni un 1% del mercado anglosajón, mientras que cuatro de cada 10 libros publicados en Francia tienen origen extranjero... seguir leyendo aquí en El País.
Thomas PikettyPágina Web oficial de Piketty

domingo, 31 de agosto de 2014

La caída de Francia. Algún líder europeo tiene que oponerse de forma decidida a las políticas de austeridad

François Hollande, presidente de Francia desde 2012, podría haber aspirado a mucho. Lo eligieron porque prometió alejar al país de las políticas de austeridad que destruyeron la breve e insuficiente recuperación económica de Europa. Dado que la justificación intelectual de estas políticas era débil y pronto se vendría abajo, él podría haber liderado un bloque de naciones que exigiesen un cambio de rumbo. Pero no ha sido así. Una vez en el cargo, Hollande se doblegó rápidamente y cedió por completo a las exigencias de una austeridad aún mayor.

Sin embargo, no se debe afirmar que no tenga ningún carácter. Esta semana ha tomado medidas decisivas, pero desgraciadamente no sobre política económica, a pesar de que las desastrosas consecuencias de la austeridad europea se vuelven más palpables con cada mes que pasa, y hasta Mario Draghi, el presidente del Banco Central Europeo (BCE), está pidiendo un cambio de rumbo. No, toda la fuerza de Hollande se ha centrado en purgar su Gobierno de aquellos que se han atrevido a cuestionar su sumisión a Berlín y Bruselas.

¿Cómo encaja Francia en este panorama? Las noticias describen sistemáticamente a la economía francesa como un desastre disfuncional lastrado por unos impuestos elevados y por las normativas del Gobierno. Por eso, cuando se observan las cifras reales, uno se sorprende un poco ya que no cuadran en absoluto con esa historia. A Francia no le ha ido bien desde 2008 —en concreto, se ha quedado rezagada con respecto a Alemania—, pero el crecimiento general de su PIB ha sido mucho mejor que la media europea, superando no solo a las atribuladas economías del sur de Europa, sino a países acreedores como Holanda. Los resultados franceses en cuanto al empleo tampoco son tan malos. De hecho, los jóvenes adultos tienen muchas más posibilidades de encontrar trabajo en Francia que en Estados Unidos.

La situación de Francia tampoco parece especialmente frágil: no tiene un gran déficit comercial y puede endeudarse a unos tipos de interés históricamente bajos.

¿Por qué, entonces, tiene Francia tan mala prensa? Cuesta no sospechar que existen razones políticas: Francia tiene un sector público muy grande y un Estado de bienestar generoso, lo cual debería conducir al desastre económico según la ideología del libre mercado. Por eso, lo que cuentan las noticias es que es un desastre, aunque no sea lo que dicen las cifras.
Es una historia muy triste, y no solo para Francia.

En estos momentos, la economía europea está pasando apuros. Creo que Draghi entiende lo mal que están las cosas, pero existe un límite para lo que puede hacer el banco central y, en cualquier caso, tiene un margen de maniobra reducido a menos que los líderes electos estén dispuestos a cuestionar la ortodoxia que defiende las monedas fuertes y el equilibrio presupuestario. Mientras tanto, Alemania es incorregible. Su respuesta oficial a la reorganización en Francia fue declarar que "no existe contradicción entre consolidación y crecimiento" (nos da igual la experiencia de los cuatro últimos años; seguimos pensando que la austeridad es expansionista).

Por eso, Europa necesita desesperadamente que el líder de una economía importante —una que no atraviese una situación horrible— se levante y diga que la austeridad está acabando con las perspectivas económicas europeas. Hollande podía y debería haber sido ese líder, pero no lo es.

Y si la economía europea sigue estancada o empeora, ¿qué pasará con el proyecto europeo, esa iniciativa a largo plazo para garantizar la paz y la democracia a través de la prosperidad compartida? Al fallarle a Francia, Hollande también le está fallando al conjunto de Europa, y nadie sabe lo mal que podrían ponerse las cosas.
...
Ya en 2012 El país publicó su opinión sobre las medidas de los neoliberales en el artículo: Krugman advierte de que las medidas de austeridad de Rajoy “no tienen sentido”
El economista cree que la austeridad aumentará el desempleo y no mellará ni el problema fiscal ni la falta de competitividad.

Paul Krugman es profesor de Economía de la Universidad de Princeton y premio Nobel de Economía de 2008. Fuente: El País

domingo, 9 de febrero de 2014

¿Una posible idea a imitar? Nace en París el primer supermercado colaborativo de Europa. (En España tenemos a Eroski, ¿es lo mismo, es diferente, es mejor?)


"No estábamos satisfechos de la oferta alimentaria. Así que decidimos crear nuestro propio supermercado. No una tienda pequeña sino un supermercado deslumbrante. We can do it". Así relatan sus promotores cómo surgió la idea de La Louve (La loba), el primer supermercado colaborativo de Europa que abrirá sus puertas en junio de 2015 en París. Falta bastante para el día D, y aun así, la historia de la gestación de este proyecto da para mucho y, si me apuran, para una película francesa, por supuesto. Leer más en El País.
El vídeo muestra un supermercado cooperativo que lleva tiempo funcionando con éxito en New York
Aquí Eroski.

domingo, 6 de octubre de 2013

Muere el general Giap, el estratega de la derrota de Francia y EE UU en Vietnam. El militar, fallecido a los 102 años, planificó la caída de Dien Bien Phu y encabezó la ofensiva del Tet

El 30 de abril de 1975, tras la caída de Saigón, Estados Unidos vivió una de las mayores crisis de identidad de su historia al preguntarse ¿quién perdió Vietnam?. Hay muchos candidatos para ese puesto, pero la pregunta opuesta, ¿quién ganó? no puede responderse sin hablar de Vo Nguyen Giap, comandante de las fuerzas del Vietnam comunista entre 1946 y 1976, es decir, durante toda la duración de las dos grandes guerras que asolaron el país asiático. Giap, el último de los dirigentes históricos del Partido Comunista de Vietnam, ha muerto este viernes a los 102 años en un hospital militar de Hanoi.

Giap nació en 1911 en la entonces Indochina francesa, hijo de una familia de campesinos acomodados. Tras estudiar derecho, ciencias políticas y economía en la Universidad de Hanoi, fue periodista y profesor. Parte del movimiento anticolonial desde los 14 años, a finales de los años 30 se adhirió al Partido Comunista, encabezado por Ho Chi Minh. En 1938, antes de la invasión japonesa de Vietnam, huyó a China, donde organizó un ejército guerrillero contra la ocupación de su país, primero por los ejércitos nipones y luego contra los franceses.

La falta de formación militar de Giap, autodidacta en asuntos bélicos, no le impidió convertirse en uno de los mayores estrategas del siglo XX, capaz de derrotar tanto a las fuerzas de Francia como a las de Estados Unidos con un ejército que, pese a la ayuda china y soviética, era nominalmente muy inferior en entrenamiento y equipamiento al de sus enemigos. "Tuvimos que usar lo pequeño contra lo grande, armas anticuadas contra armas modernas", diría Giap más tarde. "Al final, es el factor humano el que determina la victoria".

El gran triunfo de la estrategia de Giap fue la batalla de Dien Bien Phu, en 1954, en la que consiguió cercar a 14.000 soldados franceses en un valle al norte del país. El Ejército galo no esperaba que los guerrilleros vietnamitas fuesen capaces de cavar trincheras y posicionar cañones sobre las montañas que rodeaban el valle. Los 55 días de asedio, asalto y posterior rendición de Dien Bien Phu asestaron un golpe mortal a las aspiraciones coloniales francesas —no solo en Indochina— y serían uno de los acontecimientos que desencadenarían el fin de la Cuarta República.

Francia se retiró de Indochina tras acordar la división "provisional" del país por el paralelo 17 entre el norte comunista y el sur encabezado por un Gobierno cercano a las potencias occidentales. Estados Unidos, impulsado por el espíritu anticomunista de la época, suplió el papel de la expotencia colonial en apoyo al régimen del sur. Pero los acuerdos de Ginebra duraron menos de cuatro años. Al negarse el sur a convocar elecciones, ambos países entraron en guerra, Hanoi con el apoyo de China y de la Unión Soviética, Saigon con el respaldo de Estados Unidos.

Durante los 15 años siguientes, más de tres millones de vietnamitas perderían la vida, así como más de 58.000 estadounidenses. "No eramos lo suficientemente fuertes para expulsar a medio millón de soldados, pero ese no era el objetivo", diría Giap en 1990. "Nuestra intención era romper la voluntad del Gobierno estadounidense de continuar con la guerra".

Eso se logró en 1968 con la ofensiva del Tet, un ataque masivo por parte de tropas norvietnamitas y de la guerrilla comunista del Vietcong en las principales ciudades de Vietnam del Sur. El papel de Giap en la operación es dudoso: mientras que las fuentes oficiales le hacen responsable de la victoria, otras dicen que estaba en contra. A pesar de que los más de 44.000 muertos —diez veces más que los de EE UU— la convierten en una derrota táctica, la profundidad y amplitud de la ofensiva del Tet minó espectacularmente la moral de las tropas survietnamitas y puso definitivamente a la opinión pública estadounidense en contra de la guerra. Saigón tardaría siete años más en caer, pero la victoria empezó esa mañana de enero.

La muerte de Ho Chi Minh, en 1969, y su conflicto con su sucesor, Le Duan, le retiró lenta pero decisivamente de la primera línea de la política. En 1979 dejó de ser ministro de Defensa y, tres años más tarde, abandonó el Politburó.

Pero su caída en desgracia política no le hizo dejar de ser una de las figuras más queridas y admiradas de Vietnam, siempre presente en actos de conmemoración con su uniforme de general y recibiendo visitas de personalidades como Fidel Castro, Luiz Inácio Lula da Silva, y, en 1995, su antaño enemigo Robert McNamara, secretario de Defensa de EE UU durante la presidencia de John F. Kennedy. En 2008, a los 97 años, se opuso públicamente a la explotación de una mina de bauxita en el centro del país por parte de una empresa china. Al publicarse la noticia de su muerte, las redes sociales del país asiático se llenaron de homenajes al "más grande de los generales", un "héroe nacional". El Gobierno aún no ha anunciado si celebrará un funeral de Estado.
Fuente: El País.

viernes, 13 de septiembre de 2013

Albert Jacquard, genetista y valedor de las minorías. El popular científico, apóstol del "decrecimiento alegre", era un icono de la izquierda francesa.

Albert Jacquard (Lyon, 1925), un científico y profesor tan prestigioso como popular en Francia, falleció ayer a los 87 años, según anunció su hijo a la agencia France Presse, a causa de una leucemia. Especialista en genética, tardíamente licenciado por la Universidad de Stanford en los años sesenta, Jacquard fue conocido sobre todo por su tenaz compromiso ciudadano, que le llevó a abrazar y abanderar numerosas causas. Fue sucesivamente jipi y pacifista, profesor y experto de la Organización Mundial de la Salud (OMS), defensor de los derechos de las minorías raciales, apóstol del “decrecimiento alegre” y apasionado valedor de los olvidados, especialmente los sin techo, los sin papeles y los menores víctimas de abusos sexuales y violencia.

Nacido en una familia rica de Lyon, el pelirrojo Jacquard estudió en la Universidad Politécnica, la escuela napoleónica que combina la excelencia científica con la tradición humanista, y comenzó a trabajar en 1962 en el Instituto Nacional de Estudios Demográficos. Era casi cuarentón cuando, según contaba en ese momento, se dio cuenta de que “nadie es eterno” y decidió “no malgastar la vida en cosas ridículas”. Hizo las maletas y se marchó a Stanford (California), donde estudió Genética de las poblaciones. Allí forjó su conciencia política, durante los años de los disturbios raciales, el nacimiento del movimiento jipi y las manifestaciones contra la guerra de Vietnam.

De vuelta a Francia, Jacquard se doctoró dos veces (en Genética y en Biología Humana) y empezó a escribir libros. En 1978, publicó El elogio de la diferencia, un libro-manifiesto contra las desigualdades. Mientras impartía clases y trabajaba para la OMS, el investigador nunca dejó de desmontar los argumentos pretendidamente científicos de las teorías racistas que sustentaban la política colonial; en 1987, participó como testigo en el proceso judicial contra el jerarca de las SS y de la Gestapo Klaus Barbie, “El Carnicero de Lyon”, que acabaría siendo condenado a cadena perpetua por crímenes contra la humanidad.

Miembro del Comité Nacional de Ética, Jacquard fue un divulgador muy mediático, aunque sus intervenciones públicas siempre estaban tocadas por la fibra de los verdaderos sabios, la humildad. Uno de sus lemas preferidos era “la verdad no se posee, solo se busca”.

En los años noventa, Albert Jacquard encontró una enorme causa perdida a la que dedicarse: los sin papeles, los sin techo, los gitanos y los niños maltratados y olvidados por el sistema. Cercano al Partido Comunista Francés, combatió con datos y acciones el ascenso de la ultraderecha xenófoba y el nacimiento de la derecha “sin complejos”, y se convirtió en presidente de honor de la asociación Derecho a la Vivienda.

“Es una gran pérdida para nosotros, Albert era una luz”, declaró ayer Jean-Baptiste Eyraud, portavoz de la asociación. “Fue nuestro compañero de viaje desde el principio, desde 1990. Aquel fue su primer combate sobre el terreno, pero siguió con nosotros hasta el final. Siempre estaba disponible, incluso a los 87 años. Sabía cómo dar esperanza a los niños, a los que no tenían techo. Comunicaba mensajes complicados con palabras sencillas”.

La desaparición de Jacquard causó honda emoción en el mundo científico, en el medio asociativo y entre los militantes de la izquierda. Su colega Axel Kahn expresó desde su cuenta en Twitter su reconocimiento a “un hombre valiente y profundamente bueno”. La ministra de Vivienda, la ecologista Cécile Duflot, que el jueves logró que la Asamblea Nacional aprobaba una ley para evitar los precios abusivos de los alquileres, afirmó que el científico “encarnaba la invitación, siempre actual, a reflexionar sobre los desequilibrios de la sociedad, la riqueza de nuestras culturas y la importancia de la educación”.

Harlem Désir, primer secretario del Partido Socialista, subrayó la lucha de Jacquard por los menores víctimas de la violencia sexual contra los menores, y el presidente de la República, François Hollande, emitió un comunicado en el que definió al genetista como un “humanista comprometido que militó incansablemente por los derechos de los más pobres, por su vivienda y su dignidad. Los franceses pierden un sabio, y los más desfavorecidos un ilustre portavoz”, concluyó Hollande.

Fuente: El País

sábado, 2 de febrero de 2013

La Conferencia de Munich abre un errático debate europeo

Alemania no se da prisa en ayudar a Francia en Mali, pero su ministro de defensa le pide que se integre más en la OTAN

La creciente desigualdad interna de la Unión Europea, el problema que está erosionando como nunca un club en su día fundado como asociación de estados iguales, no fue tema ayer en el arranque de la Conferencia de Seguridad celebrada hasta el domingo en Munich. El primer gran debate de la sesión titulado, “La crisis del euro y el futuro de la UE”, ni siquiera rozó el asunto.

La crisis está transformando la UE y el euro, una moneda para la común prosperidad, en algo muy diferente a su idea fundadora. La UE se convierte a marchas forzadas en un conjunto atravesado por una trinchera que divide a deudores y creditores, siendo estos últimos, con Alemania al frente, los que mandan y deciden. El euro se ha convertido en una vaca sagrada ante la que se sacrifican los derechos sociolaborales de millones de ciudadanos. Ajena a este grave proceso, la discusión abierta ayer tuvo como única concesión a la realidad una frase del ministro de exteriores español, José Manuel García-Margallo, advirtiendo que, “la consolidación fiscal es imposible sin crecimiento”.

La frase fue una llamada de alerta a la canciller Angela Merkel, que en Davos reconoció, por primera vez y en una frase, lo que parecía ser una vaga señal keynesiana: “medidas puente” a nivel europeo para los países más castigados por el paro.

El asunto tiene más contenido de lo que parece porque la recesión, en la que la UE ha entrado en bloque, dispara la deuda. Como advirtió en Davos el millonario George Soros, la deuda se mide como una relación entre PIB y la deuda, por lo que si el PIB disminuye –y eso es lo que significa la recesión- la deuda aumenta. Con ello se incrementa aún más, la gran desigualdad interna europea, lo que a su vez disuelve el proyecto europeo tal como fue concebido. Millones de europeos se harán alérgicos a la UE si las cosas siguen así, pero en la cubierta del Titanic se continua bailando: “¿se está saliendo ya de la crisis, o no?”, fue la pregunta del día.

La conferencia debe abordar temas como la guerra de Siria, Malí y la ambición nuclear de Irán. La situación en Asia Oriental, donde la tensión militar entre China y Japón podría decidir la crisis económica global, precipitando un hundimiento, ni se trata. En el asunto de Mali, la posición alemana es todo menos clara.

“La intervención francesa en Mali ha sido correcta”, sentenció el ministro de defensa alemán, Thomas de Maiziere. Pero entonces, ¿por qué no ayuda Alemania de una forma clara? Algunos sectores del estáblishment alemán así lo propugnan invocando el “liderazgo” germano en Europa.

“Alemania sería universalmante reconocida como la potencia líder europea”, si apoyara, se queja el embajador Wolfgang Ishinger, presidente de la Conferencia de Munich. “No podemos determinar el destino financiero y económico de Europa y quedarnos en un segundo plano en decisiones de seguridad”, dice.

Es un ejemplo de cómo en esta Europa en crisis, cada vez más, Alemania habla de sí misma asumiendo un papel que nadie le ha dado y que muy pocos desean que encarne.

Sin arrimar el hombro en Mali, De Maiziere aleccionó a sus socios: “Queremos que Francia juegue un papel más importante en la OTAN y que el Reino Unido tenga mayor papel en la seguridad de la UE”, dijo el ministro de defensa alemán.

Respecto a las relaciones trasatlánticas, lo más claro es que son de pago. Con retraso, llegan noticias de la guerra de Libia. Obama le ha enviado a Hollande una factura de más de 20 millones de dólares por el transporte de tropas francesas en aviones americanos. En total sale a unos 50.000 dólares la hora de vuelo. En París están atónitos, señala el informe. Desbarajuste económico, desbarajuste político y desbarajuste de seguridad.
Rafael Poch. La Vanguardia
Fuente: http://www.lavanguardia.com/internacional/20130202/54362632543/conferencia-munich-debate-europeo.html

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Un camino propio. Hay una confluencia de opiniones sobre la posibilidad de que Francia sea el próximo rompeolas

Cuando Mitterrand ganó las presidenciales a principios de los años ochenta inició una vía propia de política económica que condujo a Francia a la quiebra. A los pocos meses hubo de rectificar. Treinta años después, con un mundo mucho más globalizado, ¿se va a consentir al socialista Hollande tener su propia senda de austeridad, distinta de la que impulsan las fuerzas conservadoras que dominan en Europa y, sobre todo, en la cada vez más hegemónica Alemania?

¿Qué diferencia la austeridad socialdemócrata de la austeridad autoritaria vigente hasta ahora? Primero, el ritmo: los socialistas franceses son partidarios de ampliar los plazos de la consolidación fiscal y no dar lugar a compulsiones sociales como las que están viviendo Grecia, Portugal o España. Segundo, entienden que tienen menos efectos recesivos las subidas de impuestos (bien dirigidas, mayores para los que más ganan o poseen) que las reducciones de gasto público que van dejando atrás a los perdedores de la crisis. Tercero, son más partidarios de que las reformas estructurales que haya que hacer (fundamentalmente la del mercado de trabajo, en busca de una mayor flexibilidad del mismo a cambio de una mayor seguridad para los trabajadores: la célebre flexiseguridad nórdica) sean pactadas por los agentes. La plasmación de estas características está en el Pacto de Competitividad presentado por Hollande hace poco más de dos semanas.

A tal pacto no le han dado el plazo de rigor para saber si funcionará. En los últimos días ha confluido todo tipo de declaraciones, procedentes de Bruselas y de Berlín; publicaciones como la portada del semanario anglosajón The Economist; decisiones como la rebaja de calificación de la agencia Moody’s (que se une a la anterior, de Standard & Poor’s), etcétera, que concluyen que los problemas estructurales de la economía francesa (falta de competitividad, rigidez de algunos mercados, tamaño de su sector público...) y los coyunturales (anemia en el crecimiento, aumento del paro...) la convierten en el próximo eslabón más débil de la cadena europea, tras España e Italia. No será ese el único problema del Gobierno francés. También por su izquierda política y sindical (y en el interior del propio Partido Socialista) se han alzado voces contra algo que a los españoles nos resulta muy familiar: la contradicción entre el programa electoral y las prácticas adoptadas o anunciadas por Hollande. La diferencia es que este no tiene la mayoría parlamentaria holgada de Rajoy, sobre todo en el Senado, para adoptar la política económica que estime conveniente.

Además, la resistencia en la calle a los cambios que se consideran redistributivos en sentido inverso suele ser muy fuerte. Por ello, hay quien piensa que la rebaja de la calificación del riesgo —muy agresiva para la grandeur francesa— puede ser de utilidad al Ejecutivo francés para hacer pedagogía con sus ciudadanos. Leer más en El País

viernes, 16 de noviembre de 2012

Máxima presión alemana contra Francia. Con una virulencia inédita, en Berlín se presenta a Francia como el "enfermo de Europa"

El filósofo alemán Ulrich Beck exponía hace unos días los tres hechos del momento. Primero: la situación mundial es tan compleja que nadie sabe cómo desenredarla. Segundo: sin hacer caso de la opinión pública europea, Alemania está aplicando un extremo y violento neoliberalismo que va a ser integrado en la constitución europea vía el llamado pacto fiscal. Y tercero: la política de austeridad alemana no ha registrado éxito alguno y lleva al desastre a países como Grecia, España, Italia y pronto Francia.

Con este panorama, la canciller Merkel tiene una cosa en mente: sus elecciones dentro de un año. Lo decisivo será si Alemania, hoy al borde de la recesión europea, hará agua cuando los alemanes vayan a votar, o si aún flotará.

Como todos los países de Europa, Francia tiene muchos problemas, pero el principal se llama Alemania. El gobierno alemán está presionando para que París adopte contrareformas sociales como las Hartz IV con las que Berlín inició en 2003 el desmonte de su estado social. Pero en Francia hay sindicatos y una sociedad que no puede ignorarse y que en un 62% se opone ala subida del IVA, por ejemplo. No es tan fácil. Por eso el primer ministro francés, Jean Marc Ayrault, vino ayer a Berlín en busca de “comprensión”, dijo. Buenas palabras: "Deseamos una Francia fuerte”, le dijo Merkel. La procesión va por dentro.

La prensa alemana lleva semanas identificando a Francia como el nuevo “enfermo de Europa”, un peligro mayor que el de Grecia y España, se dice. El mensaje es profundamente desestabilizador porque contiene riesgos de profecías que se cumplen por el hecho de enunciarse.

El Presidente Hollande intenta surfear entre unas cuentas más saneadas, más competitividad y cierta tradición republicana francesa que impide maltratar socialmente. Francia continua financiando su deuda a niveles envidiables que sugieren que es vista por los mercados como una apuesta estable, pero la presión teutona amenaza con llevárselo todo por delante. “Es lo que quisieran algunos en el extranjero”, dijo Hollande en su última conferencia de prensa.

Desafiar frontalmente la austeridad alemana significaría arruinar definitivamente el eje franco-alemán, matriz de la Unión Europea. Mientras el gobierno francés se siente responsable de ello, el alemán aprieta los tornillos de un mecanismos destructor y evoca una ilusoria “Europa federal” en la que nadie puede creer en serio.

Sin verdadero proyecto europeo, lo que hay en Alemania es un acomplejado resentimiento histórico antifrancés que está emergiendo con la crisis. Esta es vista como la ocasión de ajustarle las cuentas a un vecino históricamente más sofisticado del que partieron no pocos impulsos europeos liberadores. Las dudas de París sobre la austeridad forman parte de esos impulsos que hay que aniquilar. Como en el pasado, la derecha francesa y buena parte de su prensa, toman partido por Alemania, país que, “se preocupa por el estado de nuestra economía”, señala Les Echos.

Pero cuando Bild se pregunta en portada, “¿Será Francia la próxima Grecia?” no está formulando preocupación, sino más bien un oscuro deseo freudiano. “Nunca había vivido una campaña tan intensa contra Francia”, dice un corresponsal alemán en Bruselas con gran experiencia en París. La vieja Europa asoma en el actual frío franco-alemán. Aunque Merkel y Ayrault lo disimularan ayer en Berlín con buenas palabras. Una cumbre muy especial.

Rafael Poch, La Vanguardia
Fuente: http://www.lavanguardia.com/internacional/20121116/54354538919/maxima-presion-alemana-francia.html

domingo, 15 de julio de 2012

El programa electoral de Hollande. ¿Son iguales todos los políticos?

El programa que ganó en Francia.
1. Subida de impuestos para los millonarios: el tipo máximo del IRPF será del 75% para las rentas por encima del millón de euros al año.
2. Rebajar la edad de jubilación desde los 62 a los 60 años (para los trabajadores con 41,5 años cotizados).
3. Subir el salario mínimo por encima de la inflación. Ahora es de 1.200 euros al mes.
4. Derogar la subida del IVA que preparaba Sarkozy.
5. Que las rentas del capital paguen lo mismo que las rentas del trabajo.
6. Legalizar el derecho al matrimonio y la adopción de los homosexuales.
7. Que las empresas que se lleven sus fábricas fuera de Francia tengan que devolver las ayudas públicas recibidas.
8. Pedir a la UE una reforma de los estatutos del BCE para que el crecimiento y el empleo sean también un mandato prioritario en la política monetaria y que el banco central pueda prestar directamente a los estados. Poner en marcha los eurobonos. Apoyar la creación de una tasa a las transacciones financieras.
9. Crear un banco público de inversión para el desarrollo de las pequeñas empresas.
10. Reducir la producción de electricidad a través de energía nuclear del 75% al 50% para el año 2025, cerrando las centrales más anticuadas, y potenciar las energías renovables.
11. Cambiar la ley Hadopi contra las descargas en Internet. Buscar un modelo que concilie los derechos de los creadores y el acceso a Internet fácil y seguro.
12. Reformar la Constitución para incluir en ella los principios de laicidad y la separación entre Iglesia y Estado.
13. Rebajar un 30% el sueldo al presidente de la República y a sus ministros.
14. Que los responsables de la televisión y la radio públicas dependan de una autoridad independiente del Gobierno.
15. Subir el sueldo a los médicos de la sanidad pública.
16. Construir 2,5 millones de viviendas de protección oficial para estudiantes y rentas bajas durante los próximos cinco años.
17. Rebajar los sueldos de los directivos de las empresas públicas.
18. Limitar la acumulación de cargos públicos.
19. Derecho a voto en las municipales para los extranjeros que vivan en Francia desde hace más de cinco años.
20. Contratar a 60.000 nuevos profesores.
21. Regular la eutanasia.
22. Subida del 15% en el impuesto a la banca.
23. Prohibir las stock-options, excepto para empresas recién nacidas.
24 Prohibir a los bancos tener sucursales en paraísos fiscales.
25. Obligar a que la banca de inversión (la especulativa) y la de ahorro (la de las libretas y créditos) estén separadas.
26. Multas para los partidos políticos que no respeten la paridad entre mujeres y hombres.
27. Los políticos condenados por corrupción quedarán inhabilitados por diez años.
28. Aumentar las ayudas para las familias con hijos en edad escolar.
29. Subir el impuesto de sucesión y el de patrimonio.
30. Retirada de las tropas en Afganistán.

Ahora faltan dos cosas importantes; en primer lugar, la firme voluntad de querer cumplir el programa y, en segundo lugar, que los los llamados poderes fácticos lo dejen llevar a cabo. Lo cual no es poco, pero la ilusión y la esperanza están plantadas. Ver más en  el programa electoral completo del nuevo presidente de la República Francesa.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Mito y fantasía de la Francia resistente

Alan Riding desenmascara las sombras que pesan sobre algunos intelectuales y artistas, y reivindica a otros que no reclamaron recompensas ni honores.

El general De Gaulle hizo (algo) más que dirigir la Resistencia francesa: se inventó la Francia resistente. Con el transcurso del tiempo, poco importa si fue la mitomanía la que le llevó a forjar ese mito en el que él aparecía como líder providencial de los franceses, o, por el contrario, fue la necesidad de forjarlo lo que le indujo a contemplarse a sí mismo como ese líder, precipitándolo en la mitomanía. Además de perder la guerra contra Alemania, como bien sabía De Gaulle, Francia había colaborado con el ocupante y aprovechado la ocasión para emprender una revolución nacionalista que impugnara los principios ilustrados de la de 1789. Y eso también lo sabía.

Al proclamar que Francia había sido resistente, De Gaulle no ignoraba que existía otra Francia que no lo fue. Prefirió, sin embargo, erigir una unidad retrospectiva de los franceses frente al enemigo exterior antes que dividirlos internamente y crear las condiciones para que una Francia auténtica, la de la Resistencia, ajustara cuentas con una anti-Francia, la de Pétain y los attentistes. Si la depuración naufragó en medio de dudas éticas y contradicciones jurídicas, por más que inspirase la ejecución de destacados colaboracionistas como el primer ministro Laval o el escritor Robert Brasillach, fue porque, entre otras razones, resultaba contradictoria con el mito de la Francia resistente inventado por De Gaulle.

Las monografías de Robert Paxton sobre el régimen de Vichy, en cuya estela se sitúa el excelente ensayo "Y siguió la fiesta", de Alan Riding, fueron pioneras en la impugnación del mito de la Francia resistente. Ateniéndose a los hechos, Paxton demuestra que la colaboración gozó de mayor respaldo entre los núcleos dirigentes que la Resistencia, expresado de forma activa en unos casos o a través de un cauto acomodo con la nueva situación, en otros. Riding se centra en los artistas e intelectuales, y la conclusión es similar a la de Paxton. Salvo contadas e inequívocas excepciones, y más abundantes ambigüedades, el rechazo de la ocupación entre escritores, pintores, actores o músicos fue minoritario en un principio y más amplio a medida que las tornas de la guerra se volvían contra Alemania.
Al igual que las monografías de Paxton, el ensayo de Riding permite dos aproximaciones diferentes. Una es la que invita a descubrir desde la incomodidad de una actitud vagamente inquisitorial las sombras de algunas figuras que, sin embargo, se construyeron después una biografía ejemplar, como François Mitterrand o Jean-Paul Sartre. La segunda aproximación sugiere reflexiones que remiten a las funciones del mito y también a los peligros de la hagiografía. Son peligros contra los que no parece estar inmunizado el culto a la memoria y algunas de sus más relevantes manifestaciones, desde esa voluntad moralizante que se esconde en ciertas novelas de recreación histórica hasta los movimientos ciudadanos que hipotecan cualquier juicio sobre el presente a lo que sucedió en el pasado.

Desde el punto de vista de la historia, el mito de la Francia resistente no pasa de ser una clamorosa inexactitud, por no decir una mentira. Desde el punto de vista de la política, permitió que Francia se situara entre las potencias vencedoras cuando, en realidad, había sido derrotada, evitando de paso que la minoría de franceses que se comprometió con la Resistencia reclamase derechos de vencedor frente a la mayoría de franceses que colaboró o condescendió con la Ocupación. El precio del mito inventado por De Gaulle fue la absolución de quienes participaron en la ejecución de las políticas más execrables del régimen de Vichy, como el asesinato de militantes de la Resistencia o la deportación de judíos franceses.

El clima ideológico de la inmediata posguerra favorecía que De Gaulle y su Francia resistente estuvieran dispuestos a pagarlo. Como queda de manifiesto en el ensayo de Riding, y también en las monografías de Paxton, la rendición incondicional de Alemania permitió asignarle en exclusiva doctrinas de las que habían participado los vencedores, como el antisemitismo. A Léon Blum, judío, se le dedicaron insultos en Francia que no desmerecían de los que emplearía el nazismo para conducir a millones de seres humanos a las cámaras de gas. Los nazis no fueron los únicos que se dejaron arrastrar por la locura antisemita, sino los que la llevaron más lejos.

Riding, como Paxton, arroja dudas sobre el valor de la hagiografía, sobre la exaltada canonización de algunas figuras. Pero, en el caso de Y siguió la fiesta, la vía para hacerlo no es tanto desenmascarar las sombras que pesan sobre ellas como reivindicar otras que hicieron lo que era justo en el momento en el que había que hacerlo, y regresaron después a sus tareas sin reclamar recompensas ni honores. Jean Guéhenno, confinando su vocación literaria en un diario privado para no colaborar, y el americano Varian Fry, poniendo a salvo personas amenazadas, forman parte de esa escueta nómina. El mito de la Francia resistente inventado por De Gaulle no contó con ellos, pero, sin ellos, como sin otros militantes anónimos, la Francia resistente habría sido, más que un mito, una insostenible fantasía.

Leer aquí en El País.
Y siguió la fiesta. La vida cultural en el París ocupado por los nazis. Alan Riding. Galaxia Gutenberg/ Círculo de Lectores. Barcelona, 2011. 512 páginas. 25 euros.