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lunes, 12 de diciembre de 2016

El periodista Rafael Poch recuerda la desaparición de la URSS, 25 años después. “Fue la propia clase dirigente la que propició la disolución de la URSS”

"La lógica de la lucha por el poder de la estadocracia de Rusia determinó la disolución”, afirma.

Hoy [por el sábado 10 de diciembre] hace 25 años la Unión Soviética fue disuelta por sus propios dirigentes culminando una larga y sorprendente crisis. Con ese motivo La Marea publica una entrevista con el autor de este blog que aquí se reproduce.

Este mes se cumplen 25 años del fin de la Unión Soviética. Entonces eras corresponsal en Moscú, ¿cómo era el ambiente en Rusia?

Rusia no existía. Se vivía en la URSS, superestado a la vez cosmopolita –con un pluralismo civilizatorio inaudito- y uniforme, donde encontrabas el mismo sofá Schomberg, fabricado en la RDA, en un despacho de Ucrania Occidental y en un hotel de Kamchatka, a once usos horarios de distancia. El ambiente cambiaba con gran rapidez. En 1987 cuando llegué por primera vez como estudiante, era de expectativa. Los jóvenes solo pensaban en pantalones tejanos y en inocentes trapicheos menores. Los policías no llevaban pistola. En general, una sorda expectación por dejar atrás los agobios y miserias de la vida soviética de los sesenta y setenta, magistralmente descrita por José Fernández en “Memorias de un niño de Moscú” (Planeta 1999). Aún en 1988, mezclado con el generalizado cinismo, había esperanza en los cambios, pero se hacía sentir el impacto del desabastecimiento. El sistema había abierto la mano y dio lugar a una general relajación y caída de la disciplina, concepto económico fundamental en aquel universo. No se curraba. No había estrés laboral, pero se pasaba mucha penalidad por llenar la despensa. Había mucho sexo, pero pocas risas. En 1990 y 1991, sobre todo eso se impuso la extrañeza y la incertidumbre. En el ambiente juvenil de 1990 sonaba la inquietante música de Viktor Tsoi. Al calor del deshielo, los intelectuales habían girado en cuatro días desde una disidencia íntima, cobarde y secreta, perfectamente compatible con el conformismo, hacia una especie de estalinismo capitalista que loaba el radiante porvenir de la humanidad y el “regreso a la civilización”. Los dirigentes y cuadros del sistema más avispados se disponían a realizar la profecía de Trotski, formulada en 1936, que decía que la burocracia acabaría transformándose en clase propietaria porque, “el privilegio sólo tiene la mitad del valor si no puede ser transmitido por herencia a los descendientes” y porque, “es insuficiente ser director de un consorcio si no se es accionista”. Las loas a von Hayek de los intelectuales estalino-capitalistas estaban en sintonía con eso. Respecto al pueblo, sufría y despotricaba, desde ese lúcido e indigno anarquismo ancestral del siervo ruso. En las repúblicas la suma de casi todo lo expuesto desembocaba en el vector nacionalista. Liberadas del miedo, algunas de ellas, en el Cáucaso y en Asia Central, comenzaban a zurrarse con sus vecinas… Todo eso, envuelto en la enorme sensualidad rusa, en los secretos que se iban desvelando (creo haber sido el primer periodista europeo en llegar a la orilla del Mar de Aral, y uno de los primeros en acceder a la frontera chino-soviética o a Kamchatka), era, sencillamente, sensacional e irrepetible. Después de vivir aquello, cualquier aventura vital solo podía saber a poco.

Desde hace años proliferan los comentaristas que aseguran que el fin de la URSS era “inevitable”. Sin embargo, leyendo textos de la época parece que el fin de la URSS más bien tomó por sorpresa a casi todo el mundo.
Sin entrar en el complejo debate sobre las causas de su desaparición, ¿qué destacarías de este episodio tan importante?

La sorpresa vino de que nadie tuviera en cuenta el mencionado escenario de Trotski, es decir: que fuera la propia clase dirigente, la estadocracia, la que desencadenara y propiciara la transformación y la disolución. Aún hoy algunos despistados continúan achacando la disolución de la URSS a la presión de Reagan, al Papa Juan Pablo II y hasta a los nacionalismos que fueron su consecuencia. La simple realidad es que si la estadocracia, los propietarios del asunto soviético, hubieran querido, habrían podido mantener el sistema veinte o veinticinco años más con un ajuste andropoviano. Dentro de ese universo desencadenante, fue la lógica de la lucha por el poder de la estadocracia rusa la que determinó la disolución: llegó un momento en el que para que el grupo de Yeltsin conquistara el Kremlin había que disolver el superestado soviético. Así de banal fue la sorpresa.

En el centro de este drama se encuentra Mijaíl Gorbachov, cuya figura y legado son aún hoy objeto de una fuerte controversia no sólo en Rusia, sino en los países del antiguo bloque socialista y entre la izquierda europea.
¿Qué balance puede hacerse de los años de Gorbachov al frente del Kremlin?

Gorbachov era uno de los raros dirigentes que creía en el socialismo. No en el “socialismo soviético” heredero de una amalgama de Stalin y las experiencias de la guerra y la posguerra, sino en algo más genuino situado entre Lenin (léase como lo recuperable de la historia soviética) y la socialdemocracia europea. En un contexto de economía estatalizada eso arroja un resultado bien diferente al de, digamos, un SPD neoliberal. Lo intentó y fracasó. Su punto flaco fue haber subestimado dos cosas: el nivel de podredumbre de la estadocracia rusa y eso que llamamos imperialismo, es decir el dominio político y económico de las potencias fuertes sobre las débiles, que los occidentales aplicaron inmediatamente hacia la URSS/Rusia en cuanto percibieron sus dudas, debilidades y desbarajustes internos. Hay que decir que sin haber estado animado de ese optimismo, Gorbachov no habría emprendido nada. El mero intento fue un éxito humano, por más que el resultado haya sido bastante malo. Pero en ese resultado -una Rusia oligárquica y capitalista y una situación global que ni siquiera nos ha liberado del peligro nuclear y hasta de la guerra en Europa- la responsabilidad de Gorbachov va muy por detrás de la de otros. A mí, su gestión al frente del Kremlin me induce un gran respeto y asombro por el hecho de que un honesto muzhik de Stavropol llegara a ese mando con ideas y reflejos tan sanos. De puertas adentro, Gorbachov ofreció lecciones a su pueblo –como la transferencia de su poder de autócrata a cámaras representativas- que éste no comprendió porque no estaba preparado para ellas y que contradecían radicalmente la lógica histórica del poder moscovita. De puertas afuera ofreció acabar con la guerra fría y el arma nuclear, abriéndole la puerta a un siglo viable en el que la cooperación internacional abordara los grandes retos globales. Occidente prefirió omitir esa oportunidad para meterse en la utopía monopolar, comenzando por el desastroso y criminal intento de dominar por completo el Oriente Medio, es decir un más de lo mismo. Así nos va. El actual Imperio del caos no es, en absoluto, responsabilidad del idealismo de Gorbachov que ha sido un gran hombre del Siglo XX.

Frente a Gorbachov se encuentra otra figura no menos controvertida, la de Borís Yeltsin. ¿Qué papel jugó en todos estos acontecimientos?

Fue un hombre mucho más limitado, un vulgar secretario regional del partido de provincias que llegó casi por casualidad al poder central moscovita propiciado por Gorbachov. También fue un oportunista valiente que se la jugó para ascender. Su propio primitivismo, su clásica relación (autocrática) con el poder, le hizo ser mucho más comprensible que Gorbachov para la población. Toda su intuición, sentido de la oportunidad y luego el apoyo de Occidente, no le habrían servido de nada si Gorbachov hubiera sido un autócrata como él y le hubiera enviado de embajador a Mongolia. Fue un dirigente ideal para dirigir la época turbulenta en la que los cuadros cambiaron poderes administrativos por acciones y capitales. En su ocaso, intentó remediar el fiasco que resultó, poniendo a un guardia civil al mando del asunto. Putin es eso. Otra cosa es el papel de Rusia en el mundo, la importancia capital de su contrapeso, pero de eso no hablamos aquí.

También has sido durante seis años corresponsal en China, donde desde hace décadas existe un “socialismo con características chinas”.
¿Qué impacto tuvo la desintegración de la URSS y cómo reaccionó el Partido Comunista Chino?

La debacle soviética fue observada con extrema atención en Pekín. Los dirigentes chinos fueron directamente al meollo del asunto: la degeneración burocrática de la estadocracia. Su discusión interna ha girado mucho alrededor de eso que identifican como el motivo principal. Poco después de mi llegada a Pekín, el Comité Central del PC chino distribuyó una serie documental sobre la implosión soviética, de visión obligatoria para decenas de miles de sus cuadros. Fue “top secret”. Si alguien le pasaba el disco a un corresponsal extranjero se le caía el pelo. Solo llegué a ver la carátula del disco, pero me enteré de lo muy atinados que eran los mensajes que contenía aquella serie. La crisis de la URSS era un tema del que se podía hablar sin tapujos. Du Shu, una de las revistas intelectuales chinas más interesantes, ciertamente no oficial, publicó un artículo mío dedicado a la comparación entre Rusia y China que se encuentra fácilmente en la red (Rusia y China comparadas). Más tarde, mi propio libro La Gran Transición. Rusia 1985-2002, editado por Planeta Critica, fue publicado por una de las principales editoriales universitarias de China con un gran tiraje. Significativamente, no omitieron nada sobre la degeneración de la clase dirigente, la corrupción, etc. Lo único que censuraron por completo fue el capítulo dedicado a la guerra de Chechenia, seguramente por analogía con la situación en Xinjiang… Es solo un ejemplo personal, si se me permite, del interés suscitado. Naturalmente, que hagan un buen diagnóstico de los problemas del vecino y que intenten lanzar campañas contra la corrupción, que fortalezcan la supremacía del Partido sobre las fuerzas financieras, etc., no les inmuniza contra crisis similares ni contra grandes convulsiones sociales. Cuando en marzo de 2012 se produjo la caída de Bo Xilai, no pude evitar pensar en que quizás habían detectado en él a una especie de “Yeltsin chino”. La historia sigue su camino…

Los think tank occidentales aseguran desde hace años que Vladímir Putin busca reconstruir la Unión Soviética. ¿Qué hay de cierto en esta afirmación?

Es una bobada lamentable, pero nada sorprendente si sabes cómo suelen trabajar esos centros a sueldo del establishment. Hace poco se supo que hasta expertos del Cidob, un centro de relaciones internacionales de Barcelona, recibieron dinero de Soros para confeccionar una lista de periodistas que no sintonizan con el punto de vista de la OTAN sobre lo ocurrido en Ucrania… Es muy cutre.

Putin intenta restablecer la potencia rusa dentro de lo posible. Ese es su principal delito. Eso es lo que explica que sea el centro de todos los ataques. Los derechos humanos, el estilo autocrático y todo eso les importa un rábano. Están viendo una Rusia que sube, que se atreve incluso a discutirles militarmente en Ucrania después de veinte años metiéndolo el dedo en el ojo al oso ruso, que toma irritantes iniciativas en Siria, donde solo los aviones rusos matan a niños en Alepo (y exclusivamente en el sector Este de la ciudad, dominado por nuestros ambiguos socios). En el marco de todo eso, Moscú intenta organizarse un entorno económico y político estable, organiza unos medios de comunicación globales que han mejorado mucho y que compiten con la propaganda de los occidentales. Esto último provoca llamadas a asfixiar a esos medios, tan vergonzosas como la última resolución del Parlamento Europeo… De todo eso surge la leyenda “imperialista” de Putin. La simple realidad es que ni Rusia ni China son países agresivos en política exterior. No buscan la hegemonía mundial y si les dejan su diplomacia contribuirá a un mundo menos peligroso. Es algo que salta a la vista a cualquier observador independiente.

Actualmente eres corresponsal en Francia. Hemos visto hace poco imponerse en las primarias de Los Republicanos a François Fillon, partidario de una política de rapprochement con Rusia. Marine Le Pen o el Frente de Izquierdas apuestan más o menos por lo mismo. Y lo mismo ocurre en Moldavia o Bulgaria.
¿estamos asistiendo a un cambio de la política europea hacia Rusia?

La Unión Europea está en el centro de una crisis descomunal. La integración del Este ha sido un fracaso. Hoy ese espacio es periferia subordinada más parecida al estatuto que tenía en el periodo de entreguerras que al que tenía bajo el yugo soviético, cuando sus productos (desde los ordenadores hasta el mencionado sofá Schomberg) eran el top de la calidad y la modernidad en el bloque. En la Europa del Sur toda la magia del sueño europeo también ha desaparecido: la UE ya no significa más democracia y prosperidad, sino lo contrario, austeridad e imposición involutiva. En el centro, la pareja franco-alemana está en pleno divorcio no reconocido. Francia en el papel de mujer maltratada y Alemania como macho dominante. Pero lo más grave es que nada de todo esto es reconocido oficialmente por los políticos (e incluso por los periodistas) de Bruselas. Hemos tenido el Brexit, el referéndum de Italia, asistimos al regreso generalizado de los nietos de Pétain, Horthy, Pilsudski, Mussolini y demás (los de Franco nunca se fueron del todo), pero en Bruselas hay una máquina con treinta años de inercia incapaz de cambiar de rumbo. Al final creo que lo máximo que serán capaces de proponer será la “lepenización de Goldman-Sachs”. La crisis de la UE comienza a tener un caótico tufillo verdaderamente soviético. Y al mismo tiempo, por debajo de la mesa, en los estados mayores del norte se sueña con una Kerneuropa, una Europa matriz luterana sin los meridionales… Todo esto es grandioso.

Sí, es verdad, en ese contexto hay ciertos cambios y ciertas gesticulaciones. Respecto a Fillon, si su gaullismo no alcanza para referirse a este pastel en la UE, creo poco en su capacidad de cambiar las cosas hacia Rusia u Oriente Medio. De todas formas cierto avance del sentido común francés es ineludible gobierne quien gobierne. De momento Fillon aún no ha ganado las elecciones. En el pantano europeo, Francia es terreno frágil. 
Fuente:

http://www.lamarea.com/2016/12/10/rusia-fue-la-clase-dirigente-la-propicio-la-disolucion-la-urss/

jueves, 1 de diciembre de 2016

Una patera llamada "Manolito". Cuando Bretaña dio cobijo a 21.000 refugiados españoles

La Vanguardia

Mercantes destartalados repletos de gente desesperada arribaban a los puertos bretones: era 1937 y eran refugiados españoles.

Durante el verano y parte del otoño no cesaron de llegar barcos. Pequeños mercantes destartalados, pesqueros que eran como cáscaras de nuez repletas de desgraciados que huían de la guerra. No eran sudaneses, ni sirios, ni era el Mediterráneo en Lampedusa o las Canarias. Era el Atlántico, en 1937, en los puertos bretones, y a bordo de aquellos barcos iban nuestros abuelos: hombres, mujeres y niños, mareados y exhaustos, que huían de la guerra.

Con apenas capacidad para diez personas, el pesquero Manolito llegaba al puerto bretón de Lorient el 20 de octubre, procedente de Avilés con 55 ocupantes, entre ellos 29 carabineros. Seis días antes, el carguero Bromo, repleto de refugiados, entre ellos 50 autoridades locales: jueces, diputados, alcaldes, policías… Santander había caído en agosto, Gijón en octubre, antes el País Vasco. Sólo en la jornada del 26 de agosto, 51 pesqueros, algunos apenas en condiciones de navegar, llegaban a La Rochelle. Entre junio y septiembre de 1937 llegaron a Francia unos 125.000 españoles. En 1939 el éxodo adquirió dimensiones de varios centenares de miles.
Cuando Bretaña dio cobijo a 21.000 refugiados españoles
En ese éxodo 21.000 personas llegaron a Bretaña entre 1937 y 1939, una ola sin precedentes en los siglos XIX y XX en esa región bastante cerrada en sí misma, hostil a toda guerra y aún traumatizada por las carnicerías de 1914-1918. La historiadora Isabelle Le Boulanger, del Centre de Recherche Bretonne et Celtique de Brest, ha investigado a lo largo de más de tres años todo lo que aquel movimiento poblacional dejó en papel: 104 legajos conservados en los archivos de los cinco departamentos bretones, la prensa de la época y documentos como los diarios del escritor bretón Louis Guillot, responsable del Socorro Rojo en aquella zona. El resultado ha sido el libro L’exil espagnol en Bre tagne, 1937-1940 (el exilio español en Bretaña).

La analogía con los dramas y vergüenzas de la Europa actual se hace irresistible. “Hoy se nos anuncia la llegada de 600 migrantes a Bretaña: no son nada comparados con los 15.000 refugiados españoles llegados en febrero durante la retirada, y no debería suscitar debate –dice–. Cuando un pueblo huye de la guerra, nuestro deber es acogerlo, Francia debe estar a la altura de su reputación de tierra de asilo”.

La prensa de derechas sonaba entonces terrible: “Todos los españoles son más anarquistas que republicanos y sobre todo ahora, cuando la Guerra Civil desencadena terribles instintos a ambos bandos, ya no son más que bestias feroces ejercitadas en la masacre, la violación y el pillaje que llegan con las manos llenas de sangre y el alma llena de rabia”, anunciaba La Dépêche de Brest, el 3 de octubre de 1936. Pero la República francesa, que a diferencia de la Alemania y la Italia fascistas abandonó militarmente a sus parientes políticos españoles, cumplió con su deber de acogida.

“En 1937, el gobierno del Frente Popular fue muy favorable a los refugiados españoles, hizo el máximo para acogerlos de la mejor manera posible”, explica Le Boulanger. “La situación se deterioró tras la caída del Frente Popular en abril de 1938, el nuevo gobierno radical era muy anticomunista y no mostró gran empatía hacia los republicanos españoles”. Después del 10 de mayo de 1940, los propios franceses del nordeste fueron refugiados ante el avance alemán, “se les dio prioridad y los españoles pagaron el precio”. Respecto a las organizaciones de izquierda –más las comunistas que las socialistas–, “aportaron a los refugiados todos los productos que no podían ser asumidos por las subvenciones del Estado (200 millones de francos al mes en 1939); vestimenta, calzado, productos de higiene, material de puericultura, etcétera. También organizaron colonias de vacaciones para los niños. En esa asistencia también participaron sectores católicos”, explica la historiadora, que resume así en su libro la actitud general: “Frente a una minoría activa y solidaria por convicciones políticas o religiosas, una mayoría silenciosa y pasiva manifiesta, pese a todo, poca hostilidad a su presencia”.

En 1939, la guerra de España ha acabado. Mientras la máquina de fusilar trabaja a pleno rendimiento en España, la propaganda franquista también: “Nuestro país está abierto a todos los españoles que no tienen ningún crimen que reprocharse (…) nadie cree en la leyenda de la represión española”, señala una proclama del gobierno fascista publicada en L’Ouest-Éclair el 13 de septiembre. Ante las presiones para que regresen a su país, los refugiados aducen tres razones para no hacerlo: miedo a las represalias, búsqueda de parientes en Francia o en su país y espera de noticias de aquellos para decidirse, y en tercer lugar deseo de quedarse por considerar que no tienen futuro en España y por ser en Francia las condiciones de vida más favorables.

En general los prefectos tienen en cuenta la pertenencia de un refugiado a un partido político republicano para excluirlo de la lista de repatriados. Le Boulanger ha encontrado lo que califica de “desgraciadas excepciones”. Por ejemplo, el caso de un abogado de Izquierda Republicana que alega que sus bienes han sido confiscados por los franquistas. En una demostración de ignorancia o mala fe, el prefecto anota en su dossier que “su profesión de abogado le protege y debe por tanto regresar a su país”, como si la España de los sumarísimos y de los fusilamientos fuera un Estado de derecho.

Un interno en el campo de Gurs (Pirineos Atlánticos) lo explica así: “No hace falta haber cometido crimen alguno para ser condenado a muerte por los pistoleros fascistas, basta con haber defendido una causa que no es la suya; mi propia mujer sufriría represalias por mí en caso de ser trasladada a España, pues la justicia de los fascistas alcanza también a los familiares”.

Conforme se acerca la guerra contra Alemania, aumenta la presión y la arbitrariedad contra los refugiados españoles. En noviembre se suspenden los subsidios a hombres, aunque se mantienen para niños, ancianos y mujeres. Ya cerca de la Segunda Guerra Mundial y ante los agujeros laborales que crea la movilización, la repatriación se suaviza. Al final, los que quedan son los más marcados políticamente, que serán los primeros en comprometerse en la resistencia contra los alemanes, que en Francia no adquirirá verdadera significancia hasta 1943.

Sobre la memoria histórica en España, la historiadora formula algo parecido a un amargo pero realista epitafio: “Es necesario constatar que, en el periodo de transición que siguió a la dictadura, la paz representó en la sociedad española un valor más grande que la libertad y la democracia, de la misma forma en que el bienestar ha prevalecido sobre la justicia”.

Fuente:
http://www.lavanguardia.com/internacional/20161124/412124156694/refugiados-espanoles-bretana-1937.html


FATIMA TLR CAST HD from Surtsey Films on Vimeo.

miércoles, 26 de octubre de 2016

La posición francesa en Siria, cada vez más marginal y menos comprensible. Hollande abre la puerta del Elíseo a los “Cascos blancos”, ovacionados en la Asamblea Nacional.

La Vanguardia

Francia reafirmó la pasada semana su compromiso y apoyo a los adversarios del régimen sirio, cuando su presidente, François Hollande, recibió en el Elíseo a Rahed Al Saleh, presidente de la organización “Cascos blancos” y cabeza de una delegación civil de rebeldes del sector oriental de la asediada ciudad de Alepo. Al Saleh y su delegación fueron recibidos, y ovacionados, en la Asamblea Nacional entre el escepticismo de varios diputados que han visitado Siria en los últimos meses. “Lo que pasa en Alepo con los bombardeos incesantes del régimen y sus sostenedores es inaceptable e intolerable, haré todo lo posible para que la tregua sea prolongada”, dijo Hollande en la recepción, poco antes de salir para Berlín a reunirse con el “grupo de Minsk”, donde pensaba abordar la cuestión siria con el presidente ruso, Vladimir Putin. Las diferencias entre París y Moscú sobre Siria, intercambiándose vetos en el Consejo de Seguridad de la ONU, anularon esta semana una visita de Putin a París.

Una nota del Elíseo explicaba que, “el papel de la sociedad civil es fundamental para denunciar la situación de Alepo, las violaciones del derecho internacional y humanitario y la implicación directa de Rusia”, cuya intervención militar al lado del gobierno sirio ha dado un vuelco a la situación y frustrado, de momento, el proyecto de cambio de régimen en el país auspiciado por los países del Golfo y las potencias occidentales, con Estados Unidos y Francia en primer lugar, maltrecho proyecto que se superpone y al mismo tiempo arropa la revuelta contra el régimen de Bashar El Assad.

Humanitarios-yihadistas
La organización de Al Saleh, que solo actúa en zonas controladas por los yihadistas, “gestiona 121 centros y una red de 3000 voluntarios, ha salvado la vida de más de 60.000 personas y desempeña el papel de observador imparcial sobre el terreno”, explicaba la nota informativa del Elíseo.

En abril, Estados Unidos negó la entrada en su territorio a Al Saleh, devolviéndolo en el mismo avión a Turquía por considerarlo un islamista radical. El portavoz del Departamento de Estado, Mark Toner, confirmó recientemente ese informe, sin conseguir aclarar por qué, al mismo tiempo, organizaciones estadounidenses como USAID -históricamente vinculada a la desestabilización de regímenes adversarios por la CIA- y otras, subvencionaron al peligroso y no deseado Al Saleh con 23 millones de dólares. El secretario de exteriores británico, Boris Johnson, también ha confirmado la financiación de su país a los Cascos blancos de Al Saleh con 65 millones de libras.

La comparecencia del Presidente de los “Cascos blancos” en la Asamblea Nacional francesa fue contestada por varios diputados que le preguntaron por esa financiación. “¿A quien representan ustedes verdaderamente?, ¿Quién les financia?, ¿No es su presencia aquí una manipulación?”, preguntaron los diputados de la derecha Jacques Myard y Pierre Lelouche. En su respuesta, Al Saleh mencionó a Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, Holanda y Dinamarca, pero no a Francia, entre sus financiadores.

El “buen trabajo” de la filial de Al Qaeda
Desde el principio del conflicto sirio, Francia estuvo proporcionando armas y medios al Frente Al Nusra, una filial de Al Qaeda de la que el entonces ministro de exteriores francés, Laurent Fabius, afirmó que “hace un buen trabajo”, recuerda Claude Goasguen, un ex ministro y actual diputado importante de Los Republicanos. “Los rebeldes recuperaron para Al Qaeda las armas entregadas por Francia”, explica este veterano político conservador. Los últimos mensajes electrónicos de Hillary Clinton divulgados por WikiLeaks confirman en palabras de la actual candidata a la presidencia de Estados Unidos el secreto a voces de una, “financiación clandestina y ayuda logística en apoyo del Estado Islámico y otros grupos sunitas radicales en la región” por parte de Arabia Saudí y Qatar.

Los correos de Clinton divulgados por WikiLeaks no hacen sino confirmar, a su vez, la declaración pública del vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, en la conferencia que pronunció en la Universidad de Harvard en octubre de 2014: el régimen saudí, con otros países del Golfo y Turquía, “han puesto centenares de millones de dólares y decenas de miles de toneladas de armas en manos de cualquiera dispuesto a combatir contra Assad”, dijo Biden.

“Somos el aliado incondicional de Arabia Saudí”, dice en París el diputado Goasguen.

Disneylandia
La utilización propagandística de organizaciones no gubernamentales, supuestas o reales, en conflictos y operaciones de cambio de régimen, tiene una larga historia reciente, desde Yugoslavia, hasta Ucrania, pasando por Georgia y otras ex repúblicas soviéticas. Los “Cascos Blancos” de Siria han estado en el centro de una de esas acciones cuyo objetivo reciente, y frustrado, fue la campaña en pro del Premio Nobel de la Paz 2016. En la campaña participaron desde actores de Hollywood como George Clooney, Ben Affleck y Justin Timberlake, hasta potentes lobys atlantistas y medios qatarís como el canal Al Jazira y el diario Al Arabi Al Jadid-New Arab con sede en Londres. El Premio Nobel fue finalmente concedido al Presidente colombiano, Juan Manuel Santos.

La apertura de las puertas del Elíseo a los “Cascos Blancos”, “es una especie de protesta de Francia contra su exclusión de la conferencia de Lausana sobre Siria, el pasado 15 de octubre”, explica Rene Naba, experto francés en Oriente Medio y editor de la web Madaniya. “Rusos y americanos excluyeron a los europeos de las negociaciones de paz para no dificultar la búsqueda de un acuerdo sobre Siria”, explica Naba. Ahora, Kerry irá el sábado y el domingo a Londres para informar a los europeos de los resultados de las negociaciones con los rusos. Reino Unidos, Alemania y Francia son ahora designados “países afines” por su afinidad con la guerra de Siria. “Al principio de la guerra ese grupo se llamaba “grupo de amigos de Siria” y tenía 105 miembros”, recuerda este experto, sugiriendo lo mucho que ha cambiado la situación.

Incoherencias
Francia tiene una posición muy frágil hacia Siria. Por un lado aquellos que su ministro de exteriores definía no hace mucho como factores de “un buen trabajo” estuvieron directa e ideológicamente relacionados con los autores de la matanza de periodistas y dibujantes en la redacción de Charlie Hebdo en enero del año pasado. Por otro, Francia critica los bombardeos de Rusia en Alepo Este, sin que nunca haya manifestado la menor objeción por el bombardeo del otro sector de la ciudad, menos intenso pero continuo y también con goteo de víctimas civiles, y aún menos durante los combates en Irak en la ciudad de Falluya, donde se emplearon armas y medios tanto o más destructivos que en Alepo y que dejan inquietantes secuelas genéticas para las futuras generaciones. La propia Francia lleva meses bombardeando en Irak con su aviación.

Analogías inconvenientes
El Presidente Hollande tiende a adjudicar a su adversario el Assad el monopolio de los 300.000 muertos (la cifra que mencionó ayer en el Elíseo) de esta cruel y devastadora guerra con múltiples responsabilidades, incluidas rusas, pero casi todas derivadas de la intentona del “nuevo orden” de George W. Bush en la región, ignorando los estimados 65.000 soldados del régimen caídos en la guerra civil inducida, así como las muertes civiles de partidarios de Assad, o de los muchos indiferentes y no alineados en el conflicto, en múltiples bombardeos y atentados de los “rebeldes”.

Toda esa manifiesta incoherencia puede hacerse ahora más complicada que nunca con el inicio de las operaciones militares contra Mosul, donde hay muchos más civiles que en sector oriental de Alepo y donde quienes dirigen la artillería son militares franceses, mientras la aviación se reparte entre Estados Unidos, Francia y otros. En ese sentido, suena muy significativa la afirmación publicada en su edición de hoy por el diario Le Monde, descalificando, por inconveniente, “la analogía entre los bombardeos de ambas ciudades”. Eso es, “un recurso de quienes apoyan a Vladimir Putin”, dice cándidamente ese diario que hace cuarenta años aún ofrecía una visión francesa del mundo diferente de la atlantista.

Fuente:
http://blogs.lavanguardia.com/paris-poch/2016/10/19/la-posicion-francesa-siria-vez-mas-marginal-menos-comprensible-80820/ Otra opinión diferente: Entrevista con Yasser Munif, miembro de la junta editorial de la "International Socialist Review" Siria tras la conquista de Alepo.

martes, 25 de octubre de 2016

Siria. Propaganda, peligros y responsabilidades.

Solo la acción de una poderosa máquina de tergiversación impide que toda esta loca carrera belicista en la que los nuestros tienen la mayor responsabilidad, sea un obvio y manifiesto escándalo para la opinión pública occidental.

Francia ha vuelto a enfriar sus relaciones con Rusia a causa del veto ruso, en el Consejo de Seguridad de la ONU, a la propuesta francesa de prolongar el acuerdo de alto el fuego en Siria. Dicho acuerdo fue invalidado por el ataque aéreo “por error” contra fuerzas gubernamentales sirias por parte de la aviación de Estados Unidos, en Deir-el-Zor, el 17 de septiembre.

Uno de los peligros de estas guerras por actor interpuesto es que se registren enfrentamientos directos accidentales entre las potencias (nucleares) que tienen detrás, lo que puede degenerar en tensiones mayores de tanto riesgo como las que la guerra fría conoció en sus peores momentos. Lo inquietante de aquel ataque no es solo si entre los 60 muertos y más de 100 heridos había también algunos consejeros militares rusos. Si Moscú ha ocultado ese dato, sería una señal de un miedo más que razonable a que la cosa pase a mayores… Pero hay otra cosa.

Aquel ataque “erróneo” por parte de la fuerza aérea de Estados Unidos podría confirmar los informes de que el Pentágono estaba muy descontento con las condiciones del alto el fuego pactadas entre los ministros de exteriores Sergei Lavrov y John Kerry, pacto que incluía una coordinación militar con las fuerzas rusas que enfureció al Pentágono. Si eso es así, el cuadro que resulta se parece mucho a una especie de motín de los militares de Estados Unidos en contra de la política de su propio gobierno. Es mucho más interesante y grave que los “tocamientos” de Donald Trump, pero no ha sido tema.

Los medios de comunicación occidentales no han escarbado en este aspecto, pese a que las acciones militares “erroneas” tienen tradición. En 1999 esa fue la explicación de la bomba americana que entró por el balcón de la embajada china en Belgrado, destruyendo el edificio y matando a varios funcionarios chinos. La embajada albergaba secretamente parte del sistema de transmisiones del ejército serbio, pero las partes decidieron cubrir el asunto con la tesis del “error”. Ni a chinos ni a americanos les interesaba una escalada por aquello. Ahora tampoco a los rusos les interesa reconocer víctimas propias en aquel ataque, que permitió al Estado Islámico entrar en la ciudad y realizar una matanza antes de ser de nuevo rechazados por los gubernamentales.

Tal acción sitúa, en este caso concreto, a las fuerzas de Estados Unidos como ayudantes del Estado Islámico, su declarado enemigo, al que los amigos del Golfo(Arabia Saudí y Qatar) proporcionan, “apoyo logístico y financiero” con el conocimiento de Washington, tal como demuestran los correos de Hillary Clinton de 2014 recién divulgados por WikiLeaks. Y aún menos interesa mostrar el nivel de autonomía e insubordinación que el Pentágono puede mostrar desafiando a su gobierno, algo que el Presidente Obama ha experimentado personalmente durante su mandato en diversas ocasiones.

Dos días después del ataque “erroneo”, el 19 de septiembre, un convoy de la ONU con ayuda humanitaria para Alepo fue atacado a su vez con el resultado de 21 muertos y 18 de los 31 camiones destruidos. Rusia fue acusada por ello. El 12 de octubre el Presidente Putin desmintió tal acusación y señaló a “grupos terroristas”. La mentira forma parte de la política de las potencias y Moscú la practica. Una de sus mentiras más probables es la de continuar negando su responsabilidad en el derribo del vuelo MH17 en territorio ucraniano, el 17 de julio de 2014. Aquello tiene toda la pinta de haber sido un error criminal, agravado por el desmentido y la cínica y activa política de disimulo practicada a su alrededor. Pero del ataque al convoy de la ONU del día 19, lo menos que puede decirse es que no beneficia a los gubernamentales sirios ni a los rusos. Una vez más, cabe la posibilidad del “error criminal”, pero lo interesante es la diferente fijación mediática que ambos sucesos han merecido.

El ataque del día 17 en Deir-el-Zor no se ha problematizado particularmente, mientras que el de dos días después focalizó la atención sobre la responsabilidad criminal de Moscú. Algo parecido ocurre con la batalla de Alepo.

Las fuerzas gubernamentales, ayudadas por la aviación rusa, están batiendo allí a las fuerzas (fundamentalmente yihadistas) movilizadas por Occidente y los amigos del Golfo para el cambio de régimen en Siria. Lo más probable es que los gubernamentales consigan en las próximas semanas una victoria fundamental, haciéndose con el conjunto de la ciudad antes de que en Washington una nueva administración belicosa tenga tiempo de reaccionar incrementando aún más la tensión.

En Siria no hay buenos y malos, pero hay diferentes grados de responsabilidad que, una vez más, la intensa propaganda mediática occidental (recuerden los engaños de Yugoslavia, Irak y Libia, entre otros) invierte al apuntar en exclusiva a el Assad y a Putin.

Repitámoslo una vez más: desde el punto de vista del hegemonismo occidental, el crimen de Putin, tanto en Ucrania como en Siria, es oponerse militarmente a las operaciones de cambio de régimen. Eso sienta un precedente y un ejemplo muy peligroso en el contexto del pulso fundamental del mundo actual: la tensión entre el hegemonismo occidental y la potencia de las nuevas fuerzas emergentes de los Brics. Es el cuadro de los imperios combatientes. Lo demás son minucias.

En Siria aparecen los mismos recursos a onegés, “cascos blancos” y “observatorios de derechos humanos” al servicio y a sueldo del cambio de régimen, y los mismos medios de comunicación y propagandistas sacando a relucir Sarajevo, Grozny y hasta Guernica, pero no Gaza, Faluya o Mosul.

Lo que se está preparando en Mosul, el bombardeo con aviación y artillería de una gran ciudad llena de civiles no es muy diferente de Alepo. En ambos casos los asediados parapetados en medio de la población civil son los que mataron a los periodistas de Charlie Hebdo y estrellaron aviones en Nueva York (vinculados Al Qaeda) y ametrallaron las terrazas de París (vinculados al Estado Islámico). La diferencia está en quienes bombardean: la artillería contra Mosul es francesa, no de Assad, y la aviación fundamentalmente de Estados Unidos, no de Rusia.

Solo el trabajo y el dinero de una poderosa máquina de tergiversación propagandística impide que toda esta loca carrera belicista en la que los nuestros tienen la mayor responsabilidad, sea un obvio y manifiesto escándalo para la opinión pública occidental. La pregunta que debería estar en el centro debería ser: ¿Quién es el principal responsable de tantas víctimas humanas y de tanto peligro regional (Europa oriental, Oriente Medio, Mar de China meridional) y global en el mundo de hoy?

Para evitar una peligrosa catástrofe, el paso de la lógica del hegemonismo a la lógica de la multipolaridad y el multilateralismo al que una iniciativa rusa (la Perestroikagorbacheviana, lo que se conoce como “el fin de la guerra fría), abrió la puerta hace un cuarto de siglo, se está haciendo cada vez más urgente.

Fuente original:
http://blogs.lavanguardia.com/paris-poch/2016/10/15/siria-propaganda-peligros-y-responsabilidades-72465/

martes, 9 de agosto de 2016

El sufrimiento laboral se ha convertido en un grave problema social

¿Qué ocurre en el mundo del trabajo que está destruyendo a tanta gente exhausta por ese agotamiento profesional físico y psíquico que en inglés se conoce como burn out?

Patrice, un veterano del sector del espectáculo que pedía el reconocimiento de su invalidez laboral, se prendió fuego frente a la sede del organismo de la seguridad social francesa que gestiona los retiros por enfermedad. Era un 27 de abril en la ciudad de Marsella y el hombre sufrió quemaduras de tercer grado en el 65% de su cuerpo, pero sobrevivió.

El dossier de Patrice estaba atascado en la oficina y su protesta pretendía resolver el asunto por la vía de eliminarse. En la propia oficina de la seguridad social marsellesa las condiciones de trabajo, “se han hecho terribles”, explicó una de las empleadas a la hija de Patrice. La propia funcionaria se declaraba “quemada”, profesionalmente agotada en su labor.

Cuatro meses antes el mundo hospitalario parisino se había visto conmocionado por el suicidio del doctor Jean-Louis Mégnien, un conocido cardiólogo del hospital Georges Pompidou de la capital. Padre de cinco hijos, de 54 años, aficionado a la aviación deportiva y descrito por sus compañeros como persona de carácter jovial e incluso “juerguista”, Mégnien se tiró por la ventana de su despacho, en la séptima planta, un 17 de diciembre. De este modo, ponía así fin a una crisis depresiva, vinculada a las condiciones de trabajo en el hospital.

El 21 de mayo un profesor de instituto de la ciudad de Amiens (noroeste) de 40 años, Frédéric Legris, protagonizó un drama aún más sobrecogedor: se colgó de un árbol tras haber ahorcado a su propio hijo de seis años en un bosque de Oresmaux, al sur de Amiens. También en ese caso se ha especulado con una crisis laboral.

¿Qué ocurre en el mundo del trabajo que está destruyendo a tanta gente exhausta por ese agotamiento profesional físico y psíquico que en inglés se conoce como burn out? Los expertos consultados dibujan una situación que va mucho más allá de los problemas psíquicos personales y se refieren a un verdadero problema social central que afecta a todas las categorías profesionales, especialmente desde los años noventa, cuando se produjo una “intensificación del trabajo”.

Para la psiquiatra Marie-Hélène Braudo, de la asociación contra el sufrimiento laboral 24 Millones de Asalariados, de París, el problema parte de la mentalidad del “todo es posible” que se ha impuesto en el medio laboral, donde las nuevas tecnologías y el “perverso despotismo administrativo”, con sus relaciones de poder crean un “ambiente sin límites” en el trabajo en el que todo es, o debe ser, posible. El resultado es que la mula sobrecargada se acaba desplomando.

En Francia este fenómeno tiene un coste de entre 800 y 1.600 millones de euros anuales, según la estimación del Instituto Nacional de Investigación y Seguridad para la prevención de enfermedades y accidentes laborales (INRS), un organismo de la seguridad social.

“El 22% de las declaraciones de ineptitud laboral expedidas en el 2015 han estado relacionadas con sufrimiento en el trabajo”, explica la doctora Marianne Paul, del servicio de salud de la región de Brest, en Bretaña.

Los médicos responsables de cursar las bajas por agotamiento laboral dan fe de un fenómeno apenas conocido hace diez o veinte años y que añade otros elementos a la cuestión: “pacientes que sufren verdaderos problemas de salud y que piden cualquier cosa menos una baja temporal, por temor a ser mal vistos, sancionados o despedidos”, señalaba recientemente una investigación del diario católico La Croix.

“Trátese de jóvenes en su primer empleo, en plena actividad, o veteranos, ya no podemos más de esta salvajada que rompe las solidaridades, que nos aísla y nos atemoriza, entre el miedo de perder nuestro trabajo, la sumisión a la que nos vemos obligados y la misma desorganización del trabajo, constatamos día tras día, año tras año, un atentado creciente al trabajo y a los seres humanos”, señala la asociación parisina 24 Millones de Asalariados, que apunta a una “guerra económica” que, “en nombre del beneficio por el beneficio, de la rentabilidad y de la competitividad, extiende su empresa gestionaria”.

Para los profesionales que observan el fenómeno en los barrios populares, donde el mero hecho de trabajar ya es a veces un privilegio, la despersonalización del trabajo es una causa frecuente de sufrimiento. “He asistido a varias enfermeras que trabajaban, por ejemplo, en un centro de tercera edad. Todas ellas estaban mal por la sencilla razón de que cada día se las obligaba a cambiar de servicio o de planta, para impedir que desarrollaran un vínculo personal con los ingresados, cuando para ellas es precisamente eso lo que da sentido a su trabajo”, explica en La Croix la doctora Catherine Jung, médico de cabecera en el barrio periférico de Neuhof de la ciudad de Estrasburgo.

Pero el sufrimiento no es sólo consecuencia de una administración irracional, estúpida, o particularmente despótica. El caso de la empresa France Telecom, la primera empresa de telecomunicaciones francesa, que ahora se llama Orange, demuestra que el burn out puede ser también una estrategia.

Entre el 2008 y el 2009 trabajar en France Telecom, una empresa de 110.000 empleados, se convirtió para miles de ellos en un verdadero calvario. Pero era un calvario inducido. Originariamente una empresa pública del servicio nacional de correos (PTT), el gigante fue privatizado en el 2004. El Estado perdió la mayoría en el accionariado. Una nueva dirección, atosigada por la competencia entre las grandes empresas del sector, emprendió un plan de reconversión. Había que quitar de en medio a 22.000 empleados y recolocar a otros 10.000, así que a muchos se les hizo la vida imposible. 35 cuadros de France Telecom se suicidaron en dos años, otros 12 lo intentaron. Tras siete años de investigación, la Fiscalía francesa pidió a principios de julio que se procese a esta empresa y a ocho de sus cinco altos directivos de la época. Es un caso sin precedentes que podría sentar al burn out en el banquillo.
Rafael Poch.

http://www.lavanguardia.com/vida/20160714/403189117532/el-sufrimiento-laboral-se-ha-convertido-en-un-grave-problema-social.html?utm_campaign=botones_sociales&utm_source=facebook&utm_medium=social

martes, 31 de mayo de 2016

Los gestores del europeismo no saben cómo salir del manicomio. La construcción europea es una casa de locos

Rafael Poch. La Vanguardia

¿Qué es el europeísmo? Obviamente ya no es lo que los eurócratas venían diciendo. Para el sentido común de la gente normal “Europa” ya es sinónimo de deterioro de las condiciones de vida (recortes del estado social y precariedad) y de la impotencia que se deriva de la ausencia de soberanía nacional. Si quieres cambiar las cosas, es inútil actuar en tu país porque las decisiones vienen de “Europa”, una instancia inapelable y situada más allá de todo voto y soberanía.

La primacía del derecho europeo sobre el derecho nacional es una curiosa prisión. “No puede haber opción democrática contra los tratados europeos”, dijo el año pasado Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión. Es una construcción legal, pero no legítima porque fue establecida por el propio derecho europeo. Es un golpe de mano autocrático que ha sido tejido a lo largo de décadas entre la general indiferencia del público y que se impone sobre edificios nacionales que, con todas sus imperfecciones son resultado de ese juego institucional que llamamos “democrático”, es decir basado en la división de poderes, la elección, etc.

Hoy toda la construcción europea es una casa de locos. El europeismo se ha vuelto loco. Nadie, ni en la izquierda ni en la derecha, sabe cómo salir del enredo del euro, cómo salir de la austeridad que conduce, en el mejor de los casos, a un estancamiento deflacionario a la japonesa, así que se sigue con lo mismo. ¿Cómo salir de la gran irracionalidad de este manicomio? Claro que hay una lógica en esta irracionalidad: maximizar el beneficio, supeditar lo político a lo financiero y demás, pero es obvio que no es sostenible. Es una lógica loca.

La analogía con los años setenta en la URSS, cuando se sentaron las bases de la autodesintegración del superestado de matriz rusa, es directa. Por más que la eurocracia no sueñe en secreto con ningún socialismo, como era el caso de aquella podrida estadocracia soviética que soñaba con privatizar sus dominios y hacerse con patrimonios heredables, la cuestión de la sostenibilidad de todo el asunto es manifiesta. ¿Cómo se ha podido llegar a eso? Treinta años nos contemplan. Salvo contadas excepciones, dos generaciones de periodistas y expertos en Bruselas han sido incapaces de explicarlo.

Todo esto viene a cuento de la actual revuelta francesa contra el proyecto de reforma laboral que el gobierno francés quiere imponer por decreto, a falta de mayoría en la sociedad y en el Parlamento.

Fue el 12 de septiembre del año pasado. Recién derrotada Grecia, que acababa de tragarse, en julio, algo mucho peor que lo que su gallardo referéndum había rechazado con el 62% de los votos. Y lo dijo en París el ex ministro griego Yanis Varufakis, en la Fiesta de l´Humanite: “Grecia es un laboratorio de la austeridad donde el memorándum se ha puesto a prueba antes de ser exportado. Todo lo que se ha experimentado con Grecia tiene en realidad a Francia en el punto de mira. La estrategia del gobierno alemán es alcanzar el dominio supremo sobre el presupuesto francés”, dijo.

El contenido de la reforma laboral francesa es trabajar más, cobrar menos, precarizar, dar más poder a las empresas y menos a los sindicatos. La indignación se dirige contra el gobierno francés, pero en realidad, Hollande y Valls, no hacen más que aplicar la lógica del europeísmo; la loca lógica de los tratados europeos, de la llamada “estrategia de Lisboa” y del euro.

Todo lo que la reforma laboral francesa contiene se desprende, literalmente, de directivas europeas, como ha explicado Coralie Delaume en un blog de Le Figaro, Las Grandes Orientaciones de Política Económica (GOPE) y otros documentos de la Comisión marcan para la Francia del 2016; el “exceso de sus costes salariales” (cuando aquí en la seguridad social y en la enseñanza se gana menos que en España en términos reales) y de las cotizaciones patronales; el exceso del salario mínimo, la necesidad de reducir las “rigideces” del mercado de trabajo, etc., etc.

“La reforma del derecho laboral deseada e impuesta por el gobierno de Valls es lo mínimo que hay que hacer”, dice ahora Jean-Claude Juncker. Así lo impone el derecho ilegítimo de los tratados europeos, cuyo mandato ha sido tres veces rechazado en las urnas; en Francia y Holanda en 2005, y en Grecia en julio de 2015.

De todo esto se deduce que a la actual protesta francesa le falta poner el acento en una cosa a la que los franceses son, seguramente, los más sensibles de Europa: la reivindicación de la soberanía nacional robada, que es uno de los principales ingredientes del latente malestar francés. Solo recuperando las diversas soberanías nacionales, podría replantearse el “proyecto europeo” sobre bases ciudadanas, en caso de que valga la pena, es decir en caso de que pueda aportar algo a los retos del siglo.

Sea cual sea el resultado de la actual contestación francesa, las raíces estatales-nacionales de la libertad y la democracia, particularmente fuertes en Francia, hacen muy difícil que el robo de soberanía que practica el europeismo no tenga consecuencias rebeldes.

Fuente original:
http://blogs.lavanguardia.com/paris-poch/2016/05/28/la-construccion-europea-es-una-casa-de-locos-44370/

martes, 10 de mayo de 2016

El 15-M francés: entre el agotamiento y el "gauchisme". La Nuit Debout cumple un mes sin haber logrado establecerse como fenómeno masivo.

La Nuit Debout parisina ha cumplido un mes. Es el plazo en el que el 15-M madrileño nació, floreció y transformó su acampada inicial en otras manifestaciones. Un mes después de su arranque, el 31 de marzo en la plaza de la República, el movimiento parisino presenta claros signos de agotamiento.  Si nunca tuvo un carácter masivo, en los últimos días solo algunos centenares de personas participan en el foro de la plaza de la República. No es solo la presión policial ni la acción disuasoria de los casseurs (literalmente, los rompedores) lo que contribuye al agotamiento, aunque la noche del uno de mayo bastó con que cuatro encapuchados rompieran un par de escaparates en la plaza, para que todos los congregados, totalmente ajenos a esas violencias, fueran desalojados por los gases de la policía. A falta de base social el movimiento parece estar cociéndose, cada vez más, en la vieja salsa de un tradicional izquierdismo parisino, en el peor sentido, leninista, de la palabra. En su Enfermedad infantil, el revolucionario ruso definió el izquierdismo como un radicalismo que corta el vínculo con las masas e impide al movimiento social implantarse. Si en los primeros días se podía encontrar entre quienes tomaron la palabra en el ágora hasta a un joven votante de Sarkozy, que se declaraba apasionado por los debates, ahora ese sujeto ha desaparecido después de preguntarse por qué no se desmarca la plaza de los casseurs, fuerza verdaderamente disuasoria para la participación de cualquier persona que condena o no ve sentido político alguno en romper un escaparate o en tirarle botellas a la policía.

En la plaza los discursos tienden frecuentemente a una poesía enamorada de sí misma. La importancia del momento es loada continuamente. “¿Cual es el objetivo de Nuit Debout?”, se pregunta François Ruffin, el periodista de Amiens y autor del documental Merci patron, que fue el primero en proponer en febrero ocupar un lugar público. “¿Se trata de combatir la reforma laboral y su mundo, o de inventar una democracia pura en 2.500 metros cuadrados en el corazón del París de los burgueses-bohemios?”. Ruffin ha insistido desde el principio en resaltar la importancia del nexo con el mundo del trabajo. “Mi propósito era trasmitir la palabra de las cajeras de supermercado de provincias, a los parados de Forêt-en-Cabrésis y a las asistentas a domicilio de Poix-du-Nord, de toda una Francia periférica invisible y olvidada, y la paradoja es que la Nuit Debout aún los está ocultando más en beneficio de los de siempre”, dice. El movimiento necesita una victoria contra la ley laboral –contra la que ayer hubo una nueva manifestación, coincidiendo con el inicio de su discusión en la Asamblea Nacional– para demostrar la utilidad de su bella energía, dice Ruffin que se queja del “perfume antisindical” que se respira en la plaza; “los sindicatos no son suficientemente cool, ni jóvenes, ni nuevos”, dice.

En el sector izquierdista no es la ley laboral, sino la poesía del “ fin del trabajo asalariado” lo que se aplaude, los casseurs no son vistos como problema sino como sana legitimidad, independientemente del hecho de la alergia que suscitan en la mayoría fuera del recinto. Instalado en su realidad tribal, al izquierdismo verbal no le interesa gran cosa la vulgar mayoría popular.
Acogido con gritos de “¡Huelga general!”, el secretario general de la CGT, Philippe Martinez, ha explicado en la plaza que una huelga general no se improvisa a gritos sino que se decide en las empresas, algo que hay que currarse. La CGT apoya una huelga de ferroviarios que el 18 de mayo podría paralizar el transporte, pero este fin de semana la plaza se preparará para otra cosa: el Global Debout del 15 de mayo, con la perspectiva de un “movimiento social transnacional”.

Ciertamente no cambiará nada en Europa, ni en el mundo, sin un movimiento transnacional, “pero antes de convocar a esos míticos millones, ¿no habría que superar el millar de participantes en la plaza?”, dice un sindicalista escéptico.
Rafael Poch La Vanguardia

martes, 3 de mayo de 2016

Una Francia que despierta

Rafael Poch
La Vanguardia

Clément está allá arriba, en el suntuoso balcón de la Comédie Française que da a la parisina Place du Théatre. La institución fundada por Luis XIV en 1680 sobre la estela de Molière, fue ocupada el martes por los trabajadores del sector del espectáculo, audiovisual y la cinematografía, los llamados Intermittents. Se está negociando el recorte de su estatuto que les da seguro de paro entre un trabajo temporal y otro. Sobre las cinco de la tarde del martes cincuenta personas con pancartas se colaron en el teatro, se subieron al escenario e interrumpieron la representación de Lucrecia Borgia. Eric Ruff, administrador de la Comédie Française, pidió a la policía que no interviniese, pero el lugar está cerrado y bloqueado por los antidisturbios del CRS. Clément, que fuma un pitillo en el balcón, responde a mis señas desde la calle para hablar con el móvil. En la barandilla dos pancartas: “ninguna economía sobre las espaldas de los parados” y “Echemos a la derecha, sea nacionalista, republicana o socialista”. La policía no deja entrar a nadie, pero sí salir, explica el ocupante desde el balcón. ¿Alimentos? “La policía deja pasar suministros”, dice. Son varias decenas ocupando el lugar, que es confortable, asegura.

La ocupación forma parte de la protesta contra la ley laboral, que arrancó hace dos meses, y habría sido impensable sin el movimiento Nuit Debout, con casi un mes de vida. Ambos procesos han despertado a una Francia que bostezaba.

La Nuit Debout no es un movimiento verdaderamente masivo. Socialmente podría decirse incluso que es minoritario. Sin embargo las cosas importantes comienzan como asunto de minorías. Especialmente cuando una minoría inspira. Y esta minoría está inspirando a toda una sociedad que experimenta, desde hace décadas, un palpable descenso del nivel de vida.

De guardia en el teatro Odeón
“No creo que sin la Nuit Debout, los Intermittents hubieramos llegado a esto”, dice Guillaume, un montador de cine que monta guardia frente al Teatro del Odeón, en pleno barrio latino. “Como mucho, nos habríamos limitado a algunas manifestaciones”, explica. La Nuit Debout está uniendo reivindicaciones y protestas que antes iban aisladas. Es lo que llaman la convergencia de las luchas. “No se donde llegará, pero se está creando cierto ambiente”, dice el joven que reparte el boletín de los intermitentes y precarios. El Odéon fue ocupado el domingo, anulando la representación de Fedra. Esta semana se han ocupado otros diez teatros en ciudades de Francia. El jueves, pese al acuerdo laboral alcanzado otrosIntermittents ocuparon dos teatros más en Toulouse y Grenoble. Hay una atmósfera de contagio. Aun se está muy lejos de algo general, pero se llama a ello. “El Estado, las organizaciones patronales y los sindicatos reformistas están sujetos a los poderes financieros y ejecutan sus órdenes”, señala el boletín que reparte Guillaume. “Pedir la separación del Estado y el Medef (la gran patronal, una de las consignas de la protesta contra el proyecto de reforma laboral) no es más que una vana ilusión”, dice. El panfleto va mucho más allá de lo laboral: “La crisis no es una cuestión económica, sino una relación de fuerzas entre clases, no importa quien gobierne, la política es siempre la misma y esa lucha viene acompañada de una producción ideológica que concentra el debate en temas de la extrema derecha: seguridad, emigración, identidad nacional”. Y se habla de política internacional (¡una rareza!): “Europa ya forma parte de un conglomerado de guerras civiles que partiendo de Siria y de Turquía se materializa en el desplazamiento masivo de poblaciones que intentan acceder a un Norte cada vez más fortificado y asfixiado por la mordaza de la austeridad”.

Monsieur Periscope
Junto al grupo de trabajadores del espectáculo que monta guardia frente al Odéon, también bloqueado por los antidisturbios, encuentro a Rémy Buisine, Monsieur Periscope. Armado de su teléfono móvil, auriculares y una batería recargable, este joven de 26 años que trabaja a tiempo parcial en una radio comunal se puso a transmitir la Nuit Debout parisina desde su mismo inicio, la noche del 31 de marzo. Tres días después Rémy constató que su transmisión, vía la aplicación Periscope, era seguida por 80.000 personas. Su perfil ya supera más de seis millones de likes.

“Cuando vi que a media noche había 1200 personas en la Plaza de la República, me dije que comenzaba algo serio y me puse a transmitirlo en directo, desde entonces lo hago cada tarde porque es apasionante lo que está ocurriendo”, dice. Mientras hablamos, un marginal se acerca a los antidisturbios tocando en su armónica una canción del movimiento obrero francés de principios del siglo XX. De repente se baja los pantalones y les enseña el trasero. Los policías miran con desagrado pero no intervienen. Horas más tarde los antidisturbios entran en el teatro y sacan en volandas a los ocupantes. La gente decide marchar a pie hasta la Plaza de la República en manifestación. Son unos doscientos. Es medianoche y se grita, “¡París, levántate!”.

Se están forjando dos frentes
En Francia se sufren dos grandes situaciones; la involución socio-laboral del capitalismo neoliberal común a tantas otras sociedades del Norte y del Sur, y la específica reacción racista-identitaria que anima la particular ideología sudista francesa y que el Frente Nacional capitaliza. La Nuit Debout tiene su tarea de combate en esos dos frentes. Para el primero de ellos es fundamental el nexo sindical que se está forjando gracias al proyecto de reforma laboral. En el segundo es imprescindible que esta incipiente ola rebelde arraigue en los barrios periféricos, lasbanlieues, espacio de los sectores emigrantes más directamente afectados por la precariedad, la estigmatización y el racismo.

En una entrevista con mi compañera Eva Cantón, de El Periódico, el sociólogo Michel Fize explica la ausencia de las banlieues en los escenarios de la Nuit Debout, diciendo que su sujeto precario y marginado, “tiene una relación muy complicada con la palabra”. “Como Nuit Debout gira en torno a la expresión, los jóvenes más desfavorecidos no se encuentran cómodos en este tipo de concentraciones, se sienten inferiores respecto a los jóvenes con un nivel cultural superior al suyo”, “cuando no se tienen palabras. El modo de expresión es la violencia, pero detrás de ella hay sufrimiento”, dice. Esa ausencia es un defecto fundamental, pero es reparable. La expulsión de la plaza, el día 16 de abril, del fast thinker neocon, Alain Finkielkraut, uno de los abanderados del racismo islamófobo e identitario francés, tan criticada por el establishment, no fue en absoluto una mala señal, sino simple expresión de lucidez. El tiempo dirá.

Problemas y ventajas
Hay también en este movimiento un rechazo generacional a la organización del que algunos hacen virtud. No es el caso del demógrafo Emmanuel Todd, un ex sesentayochista que lo critica como defecto. “Son como nosotros, pero en peor”, dice de la Nuit Debout. “Los sesentayochistas descubrieron las alegrías del individualismo, pero tenían detrás suyo, sus familias, una sólida formación en los colectivos: el Partido Comunista, la Iglesia, los sindicatos… Las actuales generaciones ya nacieron individualistas, son sesentayochistas al cuadrado, casi ontológicos. Ni siquiera tienen el recuerdo de aquellos colectivos fuertes. Y la voluntad de no organizarse casi se eleva a rango de religión”, explica en una entrevista con la revista Fakir. “Es terrible porque si supieran…, si supieran hasta qué punto están organizados los tipos que tienen enfrente; los patrones, el Estado, el Partido Socialista, los bancos… Son verdaderas máquinas”.

“La derecha y los liberales, de derecha o izquierda, crearon think tanks, asociaciones favorables a los intereses de la patronal, han creado medios de comunicación y alimentan todo eso con el dinero de las grandes empresas”, advertía el director de Le Monde Diplomatique, Serge Halimi, en un acto de la Nuit Debout celebrado el día 20 en la Bolsa de Trabajo de París. “Gracias a eso son cada vez más poderosos y más ricos” Y ¿qué tienen enfrente?: un conglomerado de asociaciones celosos de sus parcelas, su singularidad y su autonomía. “Sin aliados, sin prioridades, sin organización, ¿cómo realizar los objetivos en cuanto remita el periodo intenso de las ocupaciones y las manifestaciones?”, dijo Halimi.

Pero este fenómeno francés tiene también algunas ventajas respecto a su pariente español del 15-M / Podemos (que no he vivido en directo). Uno es el citado nexo laboral, con la parte activa y rescatable del movimiento sindical. El diálogo que la plaza ha establecido con los sindicalistas (la noche del jueves en París, en presencia de los líderes de la CGT y otros sindicatos) es importante. Otro es la existencia en Francia de intelectuales de izquierda en ruptura con el establishment con cierta influencia. En España no había gente como Serge Halimi, Emmanuel Todd, Fréderic Lordon o Jacques Sapir, que poco a poco se dejan ver por la plaza y aportan su reflexión. Y una tercera ventaja es la existencia de un presidenciable de izquierdas ya rodado y con carisma. No cae bien a todo el mundo y parece de buen tono achacarle minucias desde cierto esnobismo gauchiste, pero Jean-Luc Mélenchon (4 millones de votos en 2012) es un hecho capaz de unir un amplio malestar por encima de los partidos…

“Aún es difícil vislumbrar adonde llegará todo esto”, dice Rémy. “No me atrevo a aventurar un pronóstico”, responde Guillaume. Clement, el de la Comédie Française, estima que el movimiento iniciado no se va a parar así como así. Y esa es la impresión: Va a ser muy difícil que el movimiento Nuit Debout en alianza con el medio laboral se apague así como así, especialmente si prende en las ciudades dormitorio del extrarradio que concentran el grueso de la miseria.
Fuente original: http://blogs.lavanguardia.com/paris-poch/2016/04/29/una-francia-que-despierta-57609/

domingo, 3 de abril de 2016

Escenas de la lucha de clases en Francia

La Vanguardia

Empujones a la entrada e insultos en la sala. Señoras bien vestidas y enjoyadas, comportándose como verdaderas verduleras y hombres encorbatados llamando “zorra” a la gaditana alcaldesa de la ciudad, Anne Hidalgo, afortunadamente ausente. Lo nunca visto en el elegante distrito XVI de París. Era la “reunión informativa”, organizada por el Ayuntamiento de París para los vecinos del distrito en el aula magna de la Universidad París Dauphine, que linda con el Bois de Boulogne. ¿Motivo de la bronca?: el ayuntamiento ha tenido la audacia de colocar en un barrio rico un centro provisional de acogida para 200 sin techo, pobres, vagabundos y demás. La decisión rompe un tabú: los pobres sin techo deben estar con sus parientes con techo, es decir en los distritos modestos del norte y el este de la ciudad. Nada de mezclas. El distrito XVI, 150.000 habitantes, una de las densidades de población más bajas de París, solo tiene 18 de las 10.000 plazas de acogida para los sin techo que hay en toda la ciudad, que rebosa gente durmiendo por las calles. El popular distrito XX tiene más de mil plazas. La idea de Hidalgo es repartir un poco la solidaridad, pero el alcalde de barrio, Claude Goasguen, del partido de Sarkozy, dice que lo que quieren es “castigar a los burgueses”. “Este centro de acogida hará bajar el precio de mi piso”, se queja un ciudadano. “Esta gente no tiene medios y robará”, augura una señora.

Jóvenes, abuelos y sindicatos
Eso sucedía el lunes, y ante lo crispado del ambiente el Presidente de la Universidad, Laurent Batsch, decidió dar por concluida la “reunión informativa” a los quince minutos de su inicio.

El jueves los estudiantes y bachilleres volvían a salir a la calle. Ya lo hicieron el día 9, sumándose en gran número a los sindicatos para protestar contra el proyecto de ley laboral del gobierno, que recorta un poco más el derecho laboral. Varios centenares de miles de estudiantes, trabajadores, parados y jubilados en toda Francia.Tras tantos años de recortes moderados, el bien afilado cuchillo neoliberal francés que corta muy fino, tocó nervio y el país despertó: “Hasta aquí podíamos llegar”, se leyó en un manifiesto de socialistas y compañeros de viaje de Hollande y Valls. El gobierno no se esperaba que el pueblo desenterrara su hacha de guerra, y asistió incrédulo a una reacción que en pocos días unificó a todos los sindicatos en una convocatoria de huelga general para el 31 de marzo pidiendo la retirada del proyecto de ley involucionista. Inmediatamente se borraron dos o tres aspectos enojosos del texto. Con eso se ha conseguido que algunos sindicatos, la mansa CFDT y otros, vuelvan al redil, sin embargo los otros mantienen la convocatoria de huelga, lo que a 14 meses de las presidenciales pinta muy mal para el Elíseo.

Soñando con un cambio
Como en toda Europa, la involución social francesa data de 30 años. Algunos fechan su inicio en 1983, cuando Mitterrand cambió su programa común de izquierdas por la desregularización neoliberal. El caso es que hace mucho tiempo que la vida social se degrada en Francia. Como en todas partes, la teología dominante afirma que el problema de la economía francesa tiene que ver con el exceso de Estado y de gasto social. El bombardeo mediático de esta idea, así como la escuela que ha creado a lo largo de toda una generación, son considerables, pero ya en 2005, con el referéndum contra la Constitución Europea, los franceses dijeron no, por más que su voluntad fuera olímpicamente ignorada. En todo caso, muchos sueñan ahora con un despertar. Con la idea de un vaso colmado, cuya última gota —el proyecto de ley laboral— comienza a desbordar para dar lugar a una de esas erupciones sociales francesas. Frédéric Lordon, el principal panfletista de moda de la izquierda de la izquierda local, repite estos días en sus intervenciones que si Francia peta se llevará por delante las instituciones existentes. Yannis Varufakis apunta, y tiene razón, que sin una Francia rebelde y despierta, no habrá cambio en Europa. La huelga general del día 31 deberá dar la medida de todo eso. La juventud ha estado más bien ausente de las discretas movilizaciones sociales francesas, pero el día 9 algo se movió. Llama en especial la atención la ausencia del sujeto, precario y marginado de las banlieues. Sin que ese sujeto aparezca en la calle, el cambio se quedará en sueño.

Fuente:
http://blogs.lavanguardia.com/paris-poch/2016/03/19/escenas-de-la-lucha-de-clases-en-francia-32226/

lunes, 7 de septiembre de 2015

Europa ante su niño muerto

Rafael Poch
La Vanguardia

Es justo que quienes fomentan guerra y miseria con imperialismo y un comercio abusivo y desigual, reciban las consecuencias demográficas de sus acciones.

«Una imagen que ha dado la vuelta al mundo y despierta las conciencias», explica Bernard Henry Levy, sobre la foto del cadáver del niño sirio varado en una playa turca. El “popular diario” Bild animando una campaña de acogida de refugiados con ayuda de igualmente populares futbolistas. La Canciller Merkel apelando a la humanidad y a los valores, y reafirmando su “gran liderazgo europeo” en esta cuestión, nos explican editorialistas de renombre. Tres momentos que confirman que en Europa ya no hay ni lugar para la vergüenza. Es la hora de la gran tomadura de pelo.

La estrella mediática parisina, agitador de todas las intervenciones militares del humanitarismo euroatlántico, no relaciona sus prédicas belicistas con el niño muerto huido de Siria. Tampoco lo hizo con las oleadas balcánicas, afganas, libias o iraquíes. Los Estados cuya destrucción y disolución ayudó a justificar en nombre del interés supremo de la geopolítica y economía occidentales, producen éxodos -y terrorismos- claramente identificables. Cuanta más guerra y desolación se siembra en la regiones en crisis, mayor será el flujo hacia Europa. Es una consideración bien banal pero, ¿quién nos la va a recordar estos días? ¿El “popular diario”, quizás?

Bild es el primer diario xenófobo del continente y el de mayor tirada. Su campaña es genuina: la gran operación de imagen del país del “Nein” y del “Grexit”, cuyo nacionalismo post reunificación -inscrito en los tratados europeos, en las reglas del Banco Central Europeo y hasta en la misma moneda única- ha mandado al traste medio siglo de integración europea y de redención por el desastre nazi. El establishment alemán necesitaba, ciertamente, una campaña de imagen y la crisis de los refugiados se la ha dado.

Alemania recibirá este año 800.000 refugiados, según las infladas cifras del gobierno federal, de momento poco más de 200.000 solicitaron asilo en los primeros siete meses del año. Alemania es el “primer receptor europeo” de refugiados, el ejemplo para una Francia acomplejada bajo la sombra de su Frente Nacional. “La hipocresía francesa y el ejemplo alemán”, titula el portal Mediapart.

¿Quién recordará que en territorio alemán se han cometido algunos de los mayores crímenes xenófobos de la posguerra europea-occidental, incluida la mayor trama terrorista de los últimos veinte años (NSU) con manifiestas complicidades en el aparato de seguridad, que es allí donde las residencias para emigrantes arden con mayor frecuencia y donde los pasillos del metro son más peligrosos para los morenos? Un “ejemplo” que pasa por encima del hecho de que la inmensa mayoría de los “emigrantes” en Alemania son europeos de tradición cristiana. Un paseo comparativo por las calles de Berlín y París ofrece una evidencia visual abrumadora a este respecto. Una ciudad con los colores étnicos de Marsella es completamente impensable en Alemania, donde el número de matrimonios mixtos entre alemanes y turcos (la excepción) es insignificante. La frase atribuida a un ayudante de Nicolas Sarkozy de que en la crisis actual, “los alemanes administran un flujo, mientras que nosotros tenemos que administrar un stock, por lo mucho que hemos acogido en las últimas décadas”, responde a una realidad que los propios franceses ignoran, por más que el racismo y la xenofobia sean problemas verdaderamente paneuropeos.

Ciertamente, todo esto no nos lo recordará la Federación de la Industria Alemana (BDI), con sus fantasmagóricas quejas por la falta de mano de obra. Estos sirios educados y de clase media que gritan “¡Germany, Germany!” en la estación de Budapest y que huyen de una guerra que Europa, y Francia en particular, han fomentado, son la solución: el recurso ideal de una estrategia para mantener la política de salarios bajos que arruinó a los pocos socios europeos aún capaces de producir como Francia. Varios millones de ellos ayudarán a mantener las cotizaciones del geriátrico federal cuyos fondos de pensiones se fundieron en el casino bancario, de la misma forma en que ocurrió en España con los cinco millones de extranjeros que entraron en nuestro “mercado laboral” entre 1998 y 2008 para alimentar la caldera de la burbuja.

800.000 extranjeros son de todas formas muchos. Sobre todo vistos en un titular de prensa. Pero los extranjeros no solo entran en Alemania sino que también se van. Cada año a razón de medio millón. En los últimos diez años 5,4 millones de extranjeros han abandonado Alemania, según la estadística federal. La simple realidad es que las cifras del actual flujo que se están haciendo pasar por críticas, son anecdóticas tanto para Alemania como para un conjunto de 500 millones de habitantes como es la Unión Europea.

Vivimos en un mundo integrado y es justo que quienes fomentan guerra y miseria con imperialismo y un comercio abusivo y desigual, reciban las consecuencias demográficas de sus acciones. Lo mismo ocurrirá, con creces, con los futuros emigrantes del calentamiento global, ese desastre en progresión de factura esencialmente occidental. Las estimaciones que la ONU baraja para el futuro en materia de éxodos ambientales convertirán en un chiste lo de ahora, incluido el trágico balance de muertos en el Mediterráneo.

La experiencia demuestra que las barreras y los alambres de espino no sirven para nada. En 1993 Texas levantó su barrera en la frontera con México y el flujo creció. Un año después lo hicieron California y Arizona. Desde entonces la presencia de emigrantes mexicanos en Estados Unidos se ha triplicado. Las barreras no solo no sirven para impedir la entrada de ilegales, sino que impiden la salida de los que quieren regresar a sus países. Con lo que costó entrar, nadie se arriesga a hacer el camino de regreso. Así que lo mejor sería ir pensando en; una política de paz activa, de resolución diplomática de conflictos, de prohibición de la exportación de armas (negocio del que Alemania es líder europeo y la Unión Europea líder mundial), en un orden economico menos injusto y desigual, en una manera de vivir menos crematística y más sostenible. Rafael Poch.
Fuente: http://blogs.lavanguardia.com/paris-poch/2015/09/04/europa-ante-su-nino-muerto-46975/

sábado, 25 de julio de 2015

Don Quijote en Syntagma

Rafael Poch
La Vanguardia

Los señores de Bruselas y Berlín no contaban con Don Quijote. Aquel personaje que huyó de España, malherido y derrotado, en 1939 no aparecía, por lo visto, en los ordenadores del Banco Central Europeo y del eurogrupo, tan atentos a los índices de las agencias de calificación y a las encuestas de una opinión convenientemente arrullada. Algunos historiadores, manifiestamente pasados de moda, recordaban, sin embargo, haberlo visto veinte años después en las calles de La Habana. Fue asesinado luego en las selvas de Bolivia, revivió mucho después en insólitas albas latinoamericanas, inmediatamente vilipendiadas desde España con el característico encono del iluso nuevo rico que no quiere saber nada del hermano díscolo.

En Europa asomó un 25 de abril en Portugal, pero ya en los años noventa la incompatibilidad del personaje con los asfaltados nuevos senderos de la España hijoputecada era manifiesta. No había nada más “tercermundista” que el espíritu quijotesco. La lucha por la verdad y la justicia era ilusión. La solidaridad “buenismo”, un concepto canalla acuñado por Joseph Goebbels en los años treinta. Se hablaba incluso de su completa extinción, pero eh aquí que en la nueva Europa sin fronteras, el espíritu de aquel caballero se mudó a Grecia. ¿Cómo pudo ocurrir?

Para comprender la mudanza, algunos estudiosos recordaron que ya un año después de aquella primigenia e histórica derrota ibérica de 1939, sellada ya la derrota de Francia, un 28 de octubre de 1940, el “no” de los griegos al ultimátum de Mussolini puso un punto de dignidad quijotesca en Europa, precisamente cuando las hordas pardas marcaban su triunfal paso de la oca en el continente. Setenta y cinco años después, de nuevo la dignidad crucificada, y recordando aquello que los griegos convirtieron en su fiesta nacional, reaparece aquel mismo “no”. Don Quijote en Syntagma.

De nada sirvieron el facineroso chantaje que ha rodeado a este referéndum. Al revés, la conciencia de ese abuso se volvió contra los ordenadores de Bruselas y Berlín. Presiones a las empresas griegas, contubernios con la derecha griega para reinstaurar al Presidente del Banco Central Heleno en el gobierno de Atenas, como ya hicieron antes en Italia y con la propia Grecia, una intoxicación mediática impresionante con su especificidad nacional en cada uno de los Estados europeos, pero particularmente vomitiva en Alemania. Y como guinda: una crisis financiera, un corralito, especialmente organizada y diseñada por el Banco Central Europeo, para enloquecer al elector. Sin precedentes en la historia financiera.

Con todos esos datos en su memoria, el ordenador de Bruselas/Berlín, los cálculos de todos esos grises personajes y de su bien pagado ejército de periodistas y expertos del Atlántico Norte, deducía una inexorable victoria del “si”. No podía ser de otra manera. Olvidaron que Don Quijote se mudó a Atenas.

Se ha disparado la primera salva soberanista en Europa. ¿Habrá continuidad? Recuerden que sin soberanía no hay democracia, ni siquiera los resquicios de democracia de baja intensidad de los que gozábamos. Tampoco Estado social. Sin soberanía regreso al XIX, bajo el imperio de una nueva oligarquía. El espectáculo continúa. Dirán que “si” o “no”, en el fondo poco importa. Importa mucho, aunque no aparezca en sus pantallas.
Fuente original: http://blogs.lavanguardia.com/paris-poch/?p=123

sábado, 6 de junio de 2015

El interesante documental de Arte que podría pasar desapercibido. El Gladio sueco

Rafael Poch
La Vanguardia

Ahora que regresamos a una segunda edición de guerra fría -en realidad nunca terminó- y aparecen signos de desafío en ciertos países europeos, resulta muy interesante ver documentales como los que el canal Arte ofreció el pasado 5 de mayo, y que se volverá a divulgar el martes 12 y el lunes 18, naturalmente a las 8,55… de la mañana.

http://www.tv-replay.fr/redirection/05-05-15/le-grand-bluff-de-ronald-reagan-arte-11061776.html

Quienes llevamos algunos años en estos asuntos ya conocemos la sustancia de la guerra fría. Sabemos, por ejemplo, que el imperio occidental fue siempre el más agresivo y temerario, creando armas de destrucción masiva y protagonizando situaciones de enorme peligro nuclear, pero la generación joven, que ahora parece despertar, suele ignorar muchas cosas esenciales, que el conflicto de Ucrania -y en general la creciente tensión militar del Imperio del Caos con los llamados BRICs, las potencias emergentes- pone de suma actualidad.

Por ejemplo: los precios del petróleo están ahora muy bajos y vuelven a aparecer submarinos rusos junto a las costas de Suecia y Finlandia (repasen la prensa de octubre del año pasado y de abril y mayo de este año). Todo eso ya pasó con Reagan: utilizando a los saudíes se forzó la bajada de precios contra la URSS, igual que ahora se hace contra Rusia (y Venezuela). Respecto a los submarinos, el referido documental es interesante porque demuestra como una de las democracias más robustas del mundo, de la que estamos a varias galaxias de distancia, funcionó como una república bananera; con sus militares y sus poderes fácticos conspirando por cuenta de Washington contra su primer ministro electo, el magnífico Olof Palme, al que acabaron asesinando en 1986.

El documental no hace sino confirmar una de mis más asentadas convicciones, a saber; que en asuntos de Estado y muy especialmente de Estados imperiales, uno siempre se queda corto cuando piensa mal: la realidad siempre acaba siendo bastante peor y superando lo que los cretinos denominan “teorías de la conspiración” y que frecuentemente no son más que prudentes reservas y sanos escepticismos.

Las fuentes de este documental son, por orden de aparición; Thomas C. Reed, ex consejero de seguridad nacional de Estados Unidos, Herbert Meyer, consejero del jefe de la CIA, John F. Lehman, ex secretario de la Navy, Ingemar Engman, asistente del secretario de defensa sueco, Ola Frithofson, ex secretario de las juventudes socialistas suecas, Olof Franstedt, ex jefe de los servicios secretos suecos, Boris Pankin, ex embajador soviético en Estocolmo y último ministro de exteriores de la URSS, Caspar Weiberger, ex secretario de Defensa de Estados Unidos, Egon Bahr el ayudante de Willy Brandt que inventó la Ostpolitik, o James “Ace” Lyons, adjunto del jefe de operaciones de la Navy, además de algunos expertos suecos y noruegos.

El documental narra como con Reagan se formó en la Casa Blanca un nuevo sanedrín de “seguridad nacional” para radicalizar la tensión con Moscú a cuyo frente estaba Bill Casey, director de la CIA, ex banquero de Wall Street y director de la campaña electoral de Reagan. Eran amigos y entraba en su despacho sin llamar, por así decirlo. Ese nuevo Comité de Operaciones restableció las operaciones militares más provocadoras desde los años cincuenta en las fronteras más sensibles de la URSS, en la península de Kola, donde Moscú tenía, y tiene, una buena parte de su apuesta nuclear estratégica, tanto submarina como terrestre, recreando ataques inminentes que volvían locos a los rusos. Pero lo más interesante, como se ha dicho, es lo que se hizo contra la amenaza que representaba Olof Palme, el gran socialdemócrata que deseaba construir un sistema de seguridad integrado entre el Este y el Oeste, algo cuyo defecto explica, ahora, tantos años después del fin oficial de la guerra fría, que se haya llegado a situaciones como las de Ucrania.

Para evitar aquella distensión que Palme propugnaba con gran inteligencia, el establishment sueco, el ejército, los servicios secretos, la gran burguesía y lo que hay alrededor de su institución monárquica, naturalmente con la enorme ayuda de la prensa corporativa, logró sembrar la histeria en el país. Para ello bastó con pasear varios “submarinos soviéticos” con el periscopio al alza –lo que es del todo absurdo- por delante de bases militares suecas e incluso frente al palacio real en Estocolmo y algunas residencias secundarias del monarca. Pero los submarinos no eran soviéticos, sino americanos, británicos y en algunos casos italianos usados por los americanos. La finalidad era desenmascarar la política antibelicista de Palme, a quien los propios servicios secretos suecos consideraban un “traidor”, explica Olof Franstedt, su ex director. Los americanos se encargaban de susurrarles al oído a los almirantes y generales que aquel hombre era un “agente de influencia” del KGB. En ese susurro era muy activo el jefe del contraespionaje americano, James Jesus Angleston, explica Franstedt.

Mientras Palme convocaba al embajador Boris Pankin para darle la bronca por aquello y éste le aseguraba que no había ningún submarino (al final, desesperado de que no le creyera, le dijo que bombardeara de una puñetera vez aquellas naves misteriosas), todos estaban en el secreto. Cuando más tarde Pankin fue nombrado (último) ministro de exteriores de la URSS, en agosto de 1991, como no las tenía todas consigo (entonces los diplomáticos soviéticos desconfiaban del KGB y de sus militares como del diablo), pidió a sus amigos Vadim Bakatin y Evgeni Sháposhnikov, hombres de Gorbachov y amigos suyos puestos al frente del KGB y del Ministerio de Defensa, respectivamente, que buscaran en los archivos de sus agencias si había documentos sobre todos aquellos incidentes de submarinos de los años ochenta: no los había. Cero. En el documental, James “Ace” Lyons, el adjunto de la Navy, admite que todo fue un montaje. El resultado fue excelente: Antes de la operación el porcentaje de suecos que se declaraba “amenazado” por la URSS era del 27%, después de la operación eran el 83% (minuto 37 del documental).

Pero es que luego, el 28 de febrero de 1986, Palme fue asesinado, en un caso aun no resuelto, como las bombas de Luxemburgo de la OTAN y tantos otros crímenes de la red Gladio de la OTAN durante la guerra fría. En 1986, Gorbachov ya estaba en el Kremlin y la política de paz de Palme, disponía de un formidable nuevo factor a su favor: la extraordinaria disposición hacia ella del líder soviético. A Palme lo mataron tres semanas antes de que viajara a Moscú. Para Gorbachov, “no hay duda de que fue un asesinato político, porque amenazaba intereses muy poderosos partidarios de mantener el estado de cosas”.

Suecia creó una comisión de investigación por lo de los submarinos (también por lo de Palme, naturalmente sin resultado). Un miembro de esa comisión recuerda como desaparecían los documentos. “Un grupo de individuos que actuaba fuera del cuadro democrático sueco, no quería que su propio gobierno supiera lo que había pasado en realidad”, dice. Una manera muy nórdica de decir que en determinadas situaciones, la democracia con más solera de Europa, importa una higa. Imagínense la nuestra.

Bueno, últimamente los europeos vamos comprendiendo mucho de todo eso en propia carne. Los griegos, por ejemplo, ya son doctores en esa ciencia. Algunas consignas del 15-M incluso lo reflejaron con gran acierto. Pero cuando leo los periódicos y veo a todos esos nuevos jóvenes actores esperanzadores que aparecen en el horizonte, me pregunto si saben lo que significa, realmente, plantarle cara a una oligarquía, los riesgos que conlleva y el nivel de juego sucio al que se enfrentan cuando se intenta reformar lo verdaderamente esencial, trátense de un sistema de seguridad internacional, o de los intereses financieros de la cleptocracia local.
Fuente: http://blogs.lavanguardia.com/paris-poch/?p=100

viernes, 5 de junio de 2015

Misa republicana en París

Colocando el miércoles los restos de cuatro resistentes en el Panteón republicano de París en medio de una gran ceremonia, una especie de misa laica en el corazón de la capital, François Hollande ha dado una lección de historia. Mejor dicho: de cómo la historia se acomoda desde el poder. La pugna electoral de Hollande para lograr un segundo mandato en las presidenciales de 2017 ya ha empezado. Necesitado de recursos de prestigio, la efectista escenificación del miércoles en el templo que acoge a los grandes hombres de la República desde la época de Voltaire y Rousseau, incluyó una emotiva homilía presidencial. Esencialmente, el asunto consistió en la habitual campaña de imagen y presencia en la que, a falta de otras sustancias, se reduce la política. Respecto al contenido, el discurso del Presidente, que el Elíseo anunciaba como crucial, no pasó de corriente.

Hollande ha logrado que en el Panteón siga sin haber ni un solo resistente comunista, pese a que esa fuerza fue un componente esencial -e inicial- de la Resistencia. Hasta el miércoles, el único resistente allí presente era Jean Moulin, sin duda una personalidad indiscutible y unificadora -pero no comunista como señalamos por error en nuestra crónica de la edición impresa de ayer. Los cuatro que Hollande ha añadido (Geneviève de Gaulle, sobrina del general, la etnóloga Germaine Tillion, Pierre Brossolette, cuadro de los servicios de información gaullistas, y el ex ministro de educación del Frente Popular Jean Zay), todos ellos grandes figuras, mantienen en el Panteón de la República un homenaje incompleto a la Resistencia. El Presidente lo reconoció al decir en su discurso que las cinco personalidades ahora representadas en el Panteón “no son toda la Resistencia”, movimiento con “muchos rostros”, dijo, entre los que citó a, “comunistas, gaullistas, socialistas, radicales y hasta monárquicos”

¿Qué habría costado incluir entre los panteonizados ayer a Marie-Claude Vaillant-Couturier, comunista que fue compañera de internamiento en Ravensbruck de Tillion y de Gaulle, o al emigrante del affiche rouge, Missak Manouchian, líder del grupo filocomunista de los veintitrés fusilados en febrero de 1944, lleno de judíos y extranjeros, entre ellos el español Celestino Alonso? La caída de aquellos veintitrés dio lugar a una intensa campaña de propaganda xenófoba de los nazis y del gobierno de Vichy, no exenta de actualidad en la Europa de hoy. Renunciando a eso, el homenaje fue, ciertamente, incompleto.

La Resistencia no es una rancia memoria. Sus valores de indignación, rebelión y compromiso activo contra la injusticia y la tiranía, son perennes y universales. Su programa, el Programa del Consejo Nacional de la Resistencia de 15 de marzo de 1944, destinado a definir el régimen democrático auspiciado tras la liberación y que lleva la impronta de Jean Moulin, es de una actualidad asombrosa. Contiene el grueso de lo que hoy se necesita; desde, “una verdadera democracia económica y social, que implique apartar las grandes feudalidades económicas y financieras de la dirección de la economía”, hasta “garantizar la subordinación de los intereses particulares al interés general”, pasando por, “una libertad de prensa independiente de la potencia del dinero”, la “instrucción para todos”, la “nacionalización de los grandes medios de producción, las fuentes de energía, las riquezas del subsuelo, los seguros y los grandes bancos”.

Lo que en 1944 era consenso básico para un futuro decente, hoy es “izquierda radical”, “extremismo”, naturalmente “populismo” y otras sandeces. Se comprende, así, por qué la historia debe ser bien acomodada.
La Vanguardia
Fuente original: http://blogs.lavanguardia.com/paris-poch/?p=111

domingo, 19 de abril de 2015

Ya somos griegos, una reflexión de Rafael Poch

Merkel pregona para la Europa del Sur políticas que nunca aplicó en su país.

Ahora que ya nos han intervenido en toda regla quizá comprendamos, como país, el estado y sentir de los griegos de los que hemos estado desmarcándonos de forma tan miserable. Somos víctimas del mismo fraude que ellos: los de abajo pagando por estafas internacionales realizadas por el sector financiero y consentidas por el poder político. Los ahorros y sacrificios son para pagar las deudas de ese sector, que es internacional. Y los imponen los mismos políticos que sancionaron el casino.

Además, dentro de ese fraude social manifiestamente injusto, en Europa, especialmente en la Europa del Sur, somos víctimas de una política estúpida y miope con la que Berlín y Bruselas intentan resolver mediante devaluación interna el defecto de nacimiento del euro, una unión monetaria sin unión fiscal. El resultado es una asfixiante política de austeridad que agrava la situación. Grecia es eso. Y ahora nosotros somos Grecia.

Es verdad que el gobierno griego mintió en sus cuentas y que el gobierno español dio alas al ladrillo para mantener su “España va bien”, “superamos a Italia” y “vamos a por tí, Francia”. Son diferentes modalidades de la misma mentira. Meros detalles. No hay país europeo que no haya mentido con su economía. La mentira de Alemania es particularmente desvergonzada y a diferencia de la española o la griega, aun está por desvelar. Se trata de que la Señora Merkel pregona para sus socios cosas que no practica en su país.

Alemania hizo recortes sociales muy dolorosos en 2003, cuyo impacto en la productividad y el crecimiento fueron casi nulos. Donde sí tuvieron impacto, junto con las bajadas de impuestos a ricos y empresas, fue en la tasa de beneficio de la minoría más rica. El Estado Social alemán era, y es, una bestia mucho más rechoncha que su equivalente meridional. Había más grasa y el adelgazamiento fue menos intolerable. Los ajustes alemanes fueron dolorosos pero no tienen nada que ver, en sus plazos y en su profundidad, con lo que se ha hecho en Grecia y lo que se va a hacer ahora en España.

En 2005 la hoy canciller Merkel y entonces mera candidata de la CDU anunció en el congreso de su partido en Leipzig reformas radicales, pero cuando llegó al poder y firmó el acuerdo de coalición con los socialdemócratas, con quienes compartió su primer gobierno, decidió frenar las reformas para no sobrecargar a la gente de tal forma que los dolores de los recortes no se hicieran insoportables. De paso mandó a paseo el compromiso europeo de mantener el déficit por debajo del 3%, y, al revés, practicó una política económica expansiva.

En 2009, Alemania entró en recesión, y ¿qué hizo la Señora Merkel, que ya no gobernaba con los socialdemócratas, sino con socios tan neoliberales como ella?: estimuló la economía invirtiendo dinero en el “kurzarbeit”, la jornada a tiempo parcial, subvencionó al fundamental sector del automóvil con el llamado “Abwrackprämie” , la rebaja por compra de coche nuevo a los propietarios de modelos viejos, y metió mucho dinero en infraestructuras y escuelas sin bajar en ningún momento los presupuestos de educación.

La lista contiene todo lo contrario de lo que Merkel dice que hay que hacer en Europa: recortar, impedir mediante el corsé del Pacto Fiscal cualquier huida del compromiso de déficit, nada de programas de estímulo y castigar a la población mucho más allá de lo soportable – lo de Grecia, capítulo en el que ahora va a entrar España.

Este cinismo no es particularmente malvado ni exclusivo de la canciller: es lo que se ha hecho siempre desde los países más poderosos de Occidente: recomendar e imponer políticas, a Rusia, a América Latina, al tercer Mundo en general, que ellos nunca practicaron en casa por la sencilla razón de que la austeridad unilateral nunca ha funcionado en ninguna parte y porque las enormes tasas de paro del 20%, que Grecia y España sufren, desestabilizan las sociedades y convierten a sus gobiernos en misión imposible. Con más de quince millones de parados –el equivalente a nuestro 20%- también Alemania sería un caos y probablemente un caos mucho peor que el griego por la ausencia o extrema debilidad en Alemania de mecanismos y redes de solidaridad familiar que en el mundo mediterráneo son importantes.

Como la actual receta obviamente no funciona, hay que ir en otra dirección. Una solución podría ser la alemana, pero la de verdad, no la leyenda, y, naturalmente, adaptada a nuestras condiciones y, a poder ser, manifiestamente mejorada. Es decir; aflojar la austeridad, denunciar la deuda y no pagarla (por lo menos en toda aquella parte manifiestamente odiosa), hacer caso omiso del estúpido Pacto Fiscal, invertir en educación y en transición energética hacia renovables de forma descentralizada y sostenible, practicar una política fiscal menos injusta que grave a los más ricos, acabar con la ignominia de los desahucios, cuidar nuestra satisfactoria sanidad, mejorar nuestras universidades y formación profesional, etc., etc.

Obviamente para ello es preciso una sociedad despierta, activa y comprometida con tal programa. Son necesarias nuevas fuerzas políticas. Y como el caso griego ha evidenciado con sus 17 jornadas de huelga general, no basta con protestar en casa contra decisiones que vienen de fuera, sino que hay que actuar directamente contra Bruselas y Berlín, en coordinación con los sindicatos y la ciudadanía de otros países y teniendo siempre mucho cuidado en no degenerar en un nacionalismo excluyente.

Ahora que la Unión Europea quiere disolver, aún más, la soberanía nacional, los nacionalismos -catalán y español incluidos- son necesarios, pero hay que manejarlos con cuidado pues a esta fiesta acudirán no pocos vendedores de alfombras dispuestos a hacer pasar las graves cuestiones sociales e internacionales del momento por ajustes de cuentas nacionales con promesas de dorados amaneceres.

La identidad europea, si es que algún día llega a existir tal excéntrico concepto, debe forjarse desde la ciudadanía. Como el ciudadano es el sujeto de la nación, cualquier identidad civil europea seguirá siendo necesariamente nacional por varias generaciones. Así que el “más Europa” sólo puede alcanzarse desde abajo y desde las naciones -desde todas ellas, no sólo desde los Estados-nación- y no contra ellas. Un “más Europa” contra la ciudadanía y contra las naciones es lo que sugiere el último delirio de Berlín. El “más Europa” merkeliano no es más que un fraude que se agita para tapar las desastrosas consecuencias del anterior, es decir para cubrir el desastre ocasionado por la austeridad y la disciplina dirigida a pagar deudas odiosas. No creo que ni la propia Merkel se lo crea, pero algo debe decir para seguir pasando por europeísta cuando es la líder de la desolidarización europea, Habermas dixit.

Lo que está en crisis no es el euro, sino precisamente una Europa construida conforme a los mercados. Contra esa fracasada Europa conforme al mercado que se quiere profundizar –lo que evidencia que los burócratas de Bruselas no han entendido nada-, hay que inventar una Europa conforme a los ciudadanos y sus naciones. No funcionará como unos Estados Unidos de Europa, pero eso es más virtud que defecto. Será algo necesariamente ambiguo y fofo, pero ahí estará la gracia porque esa es la vía democrática.

Original en el blog de Rafael Poch: http://blogs.lavanguardia.com/berlin/ya-somos-griegos/