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viernes, 31 de agosto de 2018

_- El crimen histórico contra la sanidad pública

_- Ruth Toledano
eldiario.es


 A quienes han crecido con los gobiernos del PP, partido impulsor de la privatización de la sanidad, se les ha arrebatado esa seguridad que, pasara lo que pasara, dábamos por hecha ante lo más importante: la salud

Crecí en la idea de que vivía en un país tocado por la fortuna de su sanidad pública. Era una idea generalizada, una convicción que, en última instancia, dotaba a la gente de una gran tranquilidad. Podías tener cualquier revés en esta vida -familiar, económico, laboral-, las cosas podían ponerse muy feas. Pero sabías que en cualquier momento, si lo necesitabas, ahí estaba la Seguridad Social para ayudarte. Era una realidad incuestionada según la cual podías ser rica o pobre, viejo o joven, haber nacido en el kilómetro cero o en el lugar más remoto, tener la piel más blanca o más negra, tener trabajo o no tenerlo, tener estudios o carecer de ellos, ser propietaria de una casa o vivir en situación de calle; en cualquier caso, si te fallaba lo más importante (la salud, se decía), estaba a tu disposición todo el aparato sanitario.

Ese aparato contaba con el mejor personal de todo tipo y con los mejores profesionales de la medicina y la enfermería. Crecí en la idea de que, si bien las familias acomodadas eran tradicionalmente cuna de médicos, si bien los barrios pudientes alojaban las consultas privadas de unos especialistas cuyo renombre se heredaba de generación en generación, era en la sanidad pública donde estaban los mejores de entre los mejores, los más estudiosos y formados, los que para despuntar no habían invertido dinero y apellidos sino que habían hecho brillar su talento y agotado su esfuerzo personal. Un aparato que era a su vez espacio de emancipación económica para las mujeres: el sistema patriarcal y el recalcitrante machismo patrio les habían permitido el acceso a una parte del trabajo en ese sector, aunque sufrieran un evidente techo de cristal y fueran pocas las que tuvieran la oportunidad de superarlo y convertirse en doctoras.

Crecí en la idea de que el sistema sanitario público español contaba, además, con los mayores medios materiales y con los recursos técnicos más avanzados (los mejores aparatos, se decía). Todo el mundo tenía claro, y de ese modo se verbalizaba, que a las comodidades de hotel de una clínica privada solo recurrían quienes podían permitírselas cuando sufrían una dolencia o intervención menor, pero que si te pasaba algo serio o delicado, nada como la Seguridad Social. Lo cierto era que a nadie en España le faltaba una consulta médica, una prueba diagnóstica, una operación quirúrgica, un ingreso hospitalario. Mientras, de los Estados Unidos llegaban casos espeluznantes de personas que habían llegado a morir sin asistencia a las puertas de un hospital por carecer de un seguro médico, historias de familias que no podían afrontar el coste de un tratamiento o que se veían obligadas a vender todas sus pertenencias (hasta la casa, se decía) para tratar de salvar la vida de su bebé. Crecí en la idea de que aquí vivíamos libres de esa crueldad.

No eran falacias de ningún régimen interesado. A pesar de que faltaban coberturas y tratamientos (desde la odontología a las enfermedades raras), es decir, de que muchas personas quedaban o podían llegar a quedar excluidas de su protección, la sanidad pública española se encontraba en el Top Ten del ranking del sector. Así lo señalaba, entre otros, la prestigiosa revista médica The Lancet, que realiza un estudio anual a través del cual evalúa el sistema sanitario en 195 Estados del mundo. El ranking de 2018 está encabezado por Islandia y Noruega. Siguen Holanda, Luxemburgo, Australia, Finlandia y Suiza. Y cierran el Top Ten Suecia, Italia y Andorra. España ha pasado del puesto número 8, que ocupaba hace un año, al puesto 19, junto a Nueva Zelanda, Dinamarca, Alemania y Francia. Puede pensarse que no es una mala posición pero lo cierto es que la valoración internacional de la sanidad española ha descendido notablemente y queda patente que su calidad ya no es incontestable.

Los resultados que ha publicado The Lancet en 2018 corresponden a evaluaciones realizadas en 2016, es decir, en plena era Rajoy. A quienes han crecido con los gobiernos del PP, partido impulsor de la privatización de la sanidad, se les ha arrebatado esa seguridad que, pasara lo que pasara, dábamos por hecha ante lo más importante: la salud. Quienes han crecido con los gobiernos del neoliberalismo pepero, que ha recortado recursos a los hospitales públicos y encima ha arruinado con ello las arcas, que ha hecho con nuestros derechos conseguidos un criminal negocio (muchos de aquellos apellidos de las consultas y clínicas privadas están relacionados con las empresas que han querido hacer del derecho un pastel), nunca sabrán que en España hubo un sistema sanitario ejemplar, y que les pertenecía. Es un robo y una desgracia histórica que solo con conciencia se podrá reparar. 

Fuente:
http://www.eldiario.es/zonacritica/sanidad-publica_6_802879716.html

lunes, 22 de enero de 2018

Derecho a la Salud: La vigencia del análisis crítico de Marx ante las desigualdades.

La formidable película de Raoul Peck, El joven Marx, reaviva el interés por el pensamiento de Marx e invita a su (re)lectura.

Desde la crisis de 2008, con los peligros que hizo correr al planeta, el capitalismo ya no es visto como el fin de la Historia. Ese interés por el marxismo se extiende también a terrenos como el de la medicina y de la salud incluso en quienes están lejos de los círculos militantes. La revista The Lancet, antigua y prestigiosa revista de medicina británica, publicó en un reciente número, una contribución de su director de redacción, Richard Horton, bajo el título «Medicine and Marx» (vol. 390, 4 noviembre de 2017).

El autor señala que, pese al descrédito provocado por la caída de la Unión Soviética, el pensamiento de Marx es de una actualidad irrefutable. El aniversario del nacimiento de Marx, que será conmemorado el 5 de mayo de 2018, será un momento propicio para evaluar de nuevo sus aportaciones. Las ideas marxistas vuelven a impregnar el debate político, en particular sobre los problemas de salud, a los cuales el capitalismo y los mercados son incapaces de responder.

Las privatizaciones, el poder de las elites médicas, la creencia eufórica en los progresos técnicos, el capitalismo filantrópico, las tendencias neo-imperialistas de la política sanitaria mundial, las enfermedades inventadas por laboratorios o la exclusión y estigmatización de poblaciones enteras son algunos de los problemas a los cuales el marxismo puede aportar un análisis crítico.

El marxismo constituye también un llamado a luchar por valores como el de la igualdad social, el fin de la explotación y para luchar contra la salud considerada como una mercancía más. La agravación de las desigualdades a escala planetaria confiere su verdadera actualidad al debate sobre los puntos mencionados. Tal como lo demuestra el epidemiólogo inglés Richard Wilkinson, no es para nada necesario ser marxista para apreciar lo que la medicina puede aún aprender de Marx.

Recuerda también que las preocupaciones por la salud pública son contemporáneas al nacimiento del marxismo con el libro de Engels, La situación de la clase obrera en Inglaterra, (1845). Marx hará a menudo referencia a este libro de su amigo.

En el libro I de El Capital, en particular en el capítulo sobre la jornada de trabajo, Marx denuncia con vehemencia las consecuencias de las violencias de la explotación sobre la salud de los obreros. El problema del trabajo infantil es el ejemplo más significativo de esas violencias. Hay en Marx un interés real tanto por los problemas de salud como por la protección de la infancia. El filósofo alemán cita numerosos testimonios de médicos que denuncian en sus informes el estado sanitario de los obreros y la explotación de los niños. Según el doctor inglés Arledge, por ejemplo, los alfareros tienen «una altura atrofiada, son anémicos, están sujetos a dispepsia, problemas hepáticos, renales y a reumatismos”. Habría incluso un asma y una tisis (tuberculosis) propia de los alfareros.

En las fábricas de cerillas químicas trabajan a menudo niños de 5 o 6 años, en una atmósfera saturada de fósforo. Es el infierno de Dante, dice Marx. El médico jefe del hospital de Worcester escribe que “contrariamente a las afirmaciones interesadas de algunos patrones, yo declaro y certifico que la salud de los niños sufre mucho de esas condiciones”. Eso no es obstáculo para que los que Marx llama irónicamente “los amigos del comercio” justifiquen el trabajo infantil invocando a menudo la moral y la educación.

Marx subraya lo siguiente: “El capital usurpa el tiempo exigido por el crecimiento, el desarrollo así como el necesario para mantener el cuerpo con buena salud… Roba el tiempo que debería ser utilizado para respirar el aire libre y gozar de la luz del sol”.

“La antropología capitalista (agrega Marx), decreta que la infancia debería durar hasta los diez años, a lo sumo, once”. Hoy, en el siglo XXI, “la antropología capitalista” decreta la edad a la que podemos jubilarnos.

A Marx le gustaba otorgar al capital la imagen de un vampiro. “El capital es trabajo muerto que, como un vampiro, sólo cobra vida chupando el trabajo vivo”.

La salud es la sangre de la fuerza de trabajo con la que se alimenta el capital. Pero si la salud de los trabajadores es la fuente de la riqueza, el capitalista no necesita cuidarla, ocuparse de ella. Cuenta con “el ejército industrial de reserva” que aportará siempre mano de obra gracias, ayer, a la sobrepoblación obrera, al desempleo, hoy. El derecho a la salud ha sido siempre una conquista de la clase obrera contra el capital.

Es necesario, hoy más que nunca, recordar que los sistemas de Seguridad Social se financian con esa parte de los salarios arrancada al capital para garantizar la salud de los trabajadores a largo plazo y no solamente para una salud útil en lo inmediato para la producción. No debe entonces sorprender a nadie que esa parte diferida del salario que permite “respirar el aire libre y gozar de la luz del sol” sea rebautizada “carga social” y acusada vergonzosamente de aumentar “el costo del trabajo”, de provocar la histeria de “los amigos del comercio”. Para estos últimos, sus beneficios serán siempre mucho más valiosos que la salud de los hombres y mujeres.

La riqueza propia a la fuerza de trabajo no se explica a través de la fisiología ni de algún misterioso principio vital secretamente guardado por la medicina sino a través de las relaciones sociales.

La medicina, por su lado, permitirá tomar mucho más en cuenta al hombre social en lo que determina la salud.

Stéphane Barbas es psiquiatra infantil. Artículo publicado en L’Humanité, 5 de enero de 2018.

http://www.sinpermiso.info/textos/derecho-a-la-salud-la-vigencia-del-analisis-critico-de-marx-ante-las-desigualdades

miércoles, 18 de enero de 2017

¿Por qué hay que oponerse a cualquier tipo de copago de servicios sanitarios y de medicamentos?



La nueva Ministra de Sanidad ha anunciado su decisión de ampliar el copago de los medicamentos para los pensionistas que cobren más de 18.000 euros anuales. Utiliza para justificarla argumentos que, no por haber sido esgrimidos por Consejeros y Ministros anteriores, resultan menos vergonzosos. Se pervierte el sentimiento popular de justicia, “que pague más, quien más tiene”, que tiene su aplicación fundamental en la aplicación de los impuestos directos sobre la riqueza para intentar legitimar – con el mismo argumento - una nueva restricción económica en el acceso a los medicamentos, que, sin duda alguna, abrirá el camino a otras más.

Es una gigantesca trampa que intenta culpabilizar y enfrentar entre si a quienes menos tienen, ocultando el saqueo generalizado de las arcas públicas que se ha producido vía reducción de impuestos a las rentas más altas (el escarnio de las SICAV sigue vigente), amnistías fiscales, el rescate de la banca privada, la evasión de capitales y tantos etcéteras, por no hablar de la miseria de las pensiones o de los incrementos brutales de la explotación que supone la generalización de la precariedad.

Además, el establecimiento de barreras económicas para el acceso a un elemento central del sistema sanitario – al que se accede mediante prescripción facultativa y precisamente cuando se está enfermo, es un crimen cotidiano.

Tras el primer año de entrada en vigor del Real Decreto Ley 28/2012, del gobierno del PP, que cínicamente llevaba por título “de consolidación y garantía del sistema de la Seguridad Social”, un estudio realizado en Madrid arrojaba el estremecedor dato (obtenido mediante encuesta y por lo tanto muy inferior al real) de que cerca del 20% de los pensionistas no acudían a retirar de la farmacia los medicamentos prescritos. Resultados semejantes se han obtenido en estudios relativos a la introducción del copago en otros países, con la particularidad de que ese 20% de la población es el que concentra todos los riesgos desde el punto de vista de la salud; es el mismo a quien se desahucia por no pagar el alquiler, el que devuelve los alimentos en la caja del supermercado o a los que hipócritamente se califica de “pobres energéticos”.

El argumento de que la cantidad exigida – un máximo de 8 euros mensuales - es simbólica (¿para quién?) es un insulto para la mayoría de pensionistas (y activos), que con ingresos inferiores a los 600 euros, tiene que decidir entre comer, pagar la luz o retirar los medicamentos.

Pero hay que recordar, para la juventud, o para los desmemoriados, que los discursos destinados a justificar los copagos son añejos.

Quien abrió el debate acerca de la conveniencia de hacer pagar a las personas enfermas por los fármacos que les prescribe su médico fue el Informe Abril Martorell (1991), elaborado a instancias de un ejecutivo del PSOE que gobernaba con mayoría absoluta.

El primer “medicamentazo” fue obra también del PSOE en 1993. La Ministra Ángeles Amador, hoy flamante “consejera” de Red Eléctrica Española, fue quien llevó a cabo por primera vez la exclusión de determinados fármacos de la financiación por la sanidad pública. El segundo de ellos vendría de la mano del PP en 1998. Muchos de los medicamentos eran, y son, de uso frecuente en enfermedades crónicas. Se esgrimieron argumentos confusos y contradictorios. Si no eran eficaces, habría que haberles eliminado del Registro. Si se pretendía favorecer el buen uso de los medicamentos, es injustificable que los excluidos por su dudosa utilidad pasaran a ser objeto de publicidad en medios masivos, con lo que cualquier atisbo de racionalidad desaparecía por completo. Así, se da el caso de que un medicamento como el Frenadol, prohibido en varios países de la UE, es objeto aquí de propaganda masiva.

Los objetivos de ahorro son también falaces. Tras un breve periodo de reducción tras la adopción de las medidas, el gasto farmacéutico vuelve a dispararse. En el caso de la financiación selectiva de medicamentos, se eliminaron los medicamentos más baratos y menos rentables, que fueron sustituidos por otros más convenientes para la cuenta de resultados.

Los objetivos de ahorro son una falacia e incompatibles con el poder aplastante de la industria farmacéutica, a cuyo servicio han estado todos y cada uno de los ministerios y consejerías del Estado español.

Lo que importa saber es que son capaces de inventarse cualquier cosa para conseguir los objetivos de los intereses empresariales a los que sirven. A modo de ejemplo valga este hecho que viví en mi época de diputada, precisamente cuando el PSOE intentaba rodear de legitimidad social su primer “medicamentazo”. El argumento usado entonces para neutralizar la resistencia social fue la acusación de fraude masivo en las recetas de pensionistas que los jubilados usaban para obtener medicamentos gratis para toda la familia. Los medios de comunicación masivos se hicieron eco y expandieron el “relato”, sin más fundamentos. CC.OO y UGT lo apoyaron activamente llevando a cabo una “campaña de educación sanitaria” entre sus afiliados, con folletos y charlas destinados a colaborar en la eliminación de dicho fraude. Ante la persistencia de mis preguntas dirigidas a altos cargos del Ministerio en sede parlamentaria acerca de cuales eran los datos que avalaban tales acusaciones de fraude, la respuesta que obtuve fue que tras un estudio realizado sobre decenas de miles de recetas en Madrid habían aparecido 25 dudosas.

El copago de medicamentos, que como tantas veces se ha repetido es repago, sirve a un doble objetivo esencial para la gestión empresarial y la privatización de la sanidad pública:

Si el 80% del gasto es consumido por el 20% de la población de más edad, enfermos crónicos y personas con escasos recursos, eliminarles del acceso a la sanidad, como muy bien saben las mutuas patronales y las aseguradoras privadas, garantiza el negocio.

Hacer pagar por los medicamentos prescritos va eliminando uno de los valores esenciales de la sanidad pública frente a la privada: la gratuidad en el momento de uso.

A estas alturas debería estar perfectamente claro que lo que queda de los servicios públicos está en el punto de mira. Y que todo ataque que preparan va precedido de un “relato”, de un montaje mejor dicho, que carece de cualquier fundamento que no sea favorecer los intereses que representan. Es una guerra de clases que tiene ganadores y perdedores, y el arma más letal es dar crédito a su propaganda, de forma que nuestra fuerza sea preventivamente destruida.

Ángeles Maestro es médica, técnica superior de Salud Pública. Fue diputada del Congreso y portavoz de Sanidad por IU. Es miembro de Red Roja

viernes, 30 de diciembre de 2016

No es lo mismo que se te pare el corazón en Estocolmo que en Madrid. El uso de ‘apps’ para alertar a personas cercanas y localizar desfibriladores en caso de paro cardíaco eleva la supervivencia.

24 de mayo de 2015. 18.55 horas. Concluye la misa en la iglesia de Saint Justin de Santa Clara, California. Kory Trebbins cierra las puertas. El ujier, de 53 años, se gira y se desploma. Su corazón se ha parado. Alguien llama al 911. El centro de emergencias manda una ambulancia.

Pero también envía una alerta a ciertos teléfonos móviles a través de una app. Los que están a un cuarto de milla (400 metros) de la iglesia y cuyos dueños se han bajado la aplicación, llamada PulsePoint, porque conocen las técnicas de resucitación.

“Una médica de urgencias recibió el aviso. Estaba cerca jugando con sus hijos, los dejó y se plantó allí en dos minutos”, relata ahora Kory. Mientras, una feligresa había iniciado ya el masaje cardiaco y el boca a boca. “La doctora siguió con la resucitación manual, sin éxito. Llegó antes que los bomberos, que me dieron cuatro descargas con desfibrilador para intentar que mi corazón volviese a latir", prosigue Kory.

En la última intentona un pequeño latido les devolvió la esperanza. “Recuperé la consciencia en la camilla, cuando estábamos entrando en el hospital. Siento que fue un auténtico milagro regresar a la vida sin complicaciones ni daños. Me he recuperado totalmente y estoy feliz de estar vivo. Tuvieron que darse muchas cosas para que yo sobreviviera a una crisis así, de esas que te cambian la vida. PulsePoint allanó el camino y fue básico para mi recuperación. No estaría vivo ahora”. Kory, un hombre muy religioso, firma sus mensajes de correo electrónico con la palabra "Milagro". Asegura que la médica le dijo que había estado prácticamente muerto durante 18 minutos.

La historia de Kory es a la vez frecuente y excepcional. Es común porque ocurre una vez cada 20 minutos en España, es decir, 25.000 veces al año, según datos oficiales. La parada cardiaca fuera del hospital afecta a 326.000 estadounidenses al año, de acuerdo con las últimas estadísticas de la American Heart Association. Este gravísimo suceso se engloba dentro de las enfermedades cardiovasculares, las mayores asesinas del mundo, responsables de tres de cada 10 muertes.

El caso del californiano es también inusual. Que se te pare el corazón y tengas más posibilidades de sobrevivir depende, dentro de un entorno de un país desarrollado, de donde vivas. Tendrías más opciones para contarlo en Santa Clara, donde se desplomó Kory, que en Madrid. O en Estocolmo antes que en Barcelona. Son lugares donde funciona una app de este tipo. Kory recibió ayuda casi desde el primer momento y, encima, de una médica especializada en urgencias que estaba muy cerca.

El auxilio precoz es crucial. “Por cada minuto que alguien pasa en parada cardiaca, la posibilidad de supervivencia disminuye un 10%”, advierte Santiago Doménech, responsable de Resucitación Cardio Pulmonar (RCP) de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (Semes). “y a los 10 minutos esa posibilidad es prácticamente inexistente”.

Es milagro, tal y como lo ha vivido Kory, no habría sido posible sin la tecnología digital… y una buena idea. La que tuvo Richard Price, el jefe de bomberos de San Ramón Valley, en California.

Hace siete años, Price estaba sentado en un deli con unos colegas a la hora de comer. Oyó un sonido familiar, el de la sirena del cuerpo de bomberos y vio detenerse uno de los coches rojos en el edificio de al lado. Como era el jefe, no recibió la alerta. Alguien había sufrido una parada cardiaca a escasos metros de él. “El hombre murió”, relata Shannon Smith, portavoz de la Fundación PulsePoint, una entidad sin ánimo de lucro que impulsa la app, “y Price, que tenía un desfibrilador en el coche, decidió que eso nunca debería volver a pasar”. Se puso en contacto con una facultad de informática en Kentucky para desarrollar la tecnología que hiciese posible poner en contacto al paciente con las personas capacitadas para realizar maniobras de resucitación y geolocalizar además los desfibriladores automáticos. El resultado es la aplicación PulsePoint, que se lanzó en 2011 y que ya está disponible en 2.000 ciudades de Estados Unidos y Canadá; en 28 estados y 900.000 teléfonos móviles.

PulsePoint funciona integrada en los servicios de emergencia, que en Estados Unidos se alertan marcando el 911. Cuando se sospecha que alguien ha sufrido una parada cardiaca en la vía pública (la app no funciona en los domicilios, pese a que el 70% de estos episodios ocurre dentro de casa) se llama al número de emergencias. “De forma simultánea envían el aviso a la ambulancia y a los usuarios de la app que están a un cuarto de milla del paciente”, explica Smith, “la alerta le llega a dos o tres personas. En su pantalla también ven donde están los desfibriladores automáticos (AED, en sus siglas en inglés)”. ¿Qué ocurre si no se puede acudir en auxilio? "La persona puede indicar por medio de la aplicación que no está disponible y el sistema sigue en marcha. No hay implicaciones legales", responde. Integrar un sistema así dentro de la red de Emergencias cuesta 10.000 dólares y luego, según el tamaño de la comunidad, hay que pagar al año hasta 28.000 dólares para una población de más de un millón y medio de personas para el soporte técnico y sostenimiento de la fundación.

La digitalización también ha servido para emplear el crowdsourcing para un indudable bien social: la plataforma tiene una segunda app, PulsePoint AED, en la que los usuarios pueden fotografiar, localizar e informar del estado de los desfibriladores existentes en edificios y lugares públicos. La información luego es verificada y utilizada para que los rescatadores los recojan en su camino al lugar donde está el paciente.

“Una iniciativa así es importante, interesante, esencial y muy valiosa”, saluda el especialista en Urgencias Doménech, de la Semes. El médico cuenta que en ocho de cada 10 paradas cardiacas está presente un infarto de miocardio y en un 85%, la fibrilación ventricular, es decir, un tipo de arritmia gravísima que impide que los ventrículos, la parte más musculada del corazón lance el chorro de sangre hacia todo el cuerpo, de manera que pueda oxigenar hasta el último rincón de los tejidos. “La única forma de sacar al paciente de la fibrilación ventricular es con desfibriladores”, advierte. Por eso, cree que es fundamental que haya una buena red de aparatos automáticos presentes en espacios públicos. “España está a la cola de los países europeos en este tipo de equipación”, se queja, “además no puede utilizarlo cualquiera, cuando el riesgo de usarlo es cero y no tiene ninguna posibilidad de hacer daño. Encima, existen 16 legislaciones diferentes, cada una en una comunidad autónoma”. Domenech añade que la supervivencia tras una parada cardiaca depende de la dolencia que la haya provocado, pero reanimar a esa persona con el corazón detenido es “darle la oportunidad de que llegue vivo al hospital y si es posible, que se pueda incorporar a su cotidianeidad".

En España asegura, hay una iniciativa similar a la estadounidense en el Pais Vasco. Se trata de una app lanzada en agosto por Osakidetza, el servicio vasco de salud. Se llama PCEH y aporta la geolocalización de desfibriladores, formación en RCP, y guías de asistencia y diagnóstico del paro cardiaco. Pero no alerta a los posibles rescatadores que se encuentren próximos.

Dentro de Europa, la iniciativa más parecida a la estadounidense se puede encontrar por ejemplo en Estocolmo. Allí funciona SMS Lifesaver, que es la secuela de un proyecto de investigación que hace cinco años enroló a voluntarios para enviarles mensajes de texto (SMS) cuando había una parada cardiaca cercana.

Esta semana lanzan la versión 4.0 de la app. “Ya se la han bajado 25.000 personas en Estocolmo y tenemos planes para lanzarla en Gotemburgo, el resto de Suecia y Dinamarca”, precisa Morten Seliussen, vicepresidente de Tecnología e Innovación de UMS, la compañía que desarrolla la app. “Nuestro objetivo es conseguir mandar a personas y desfibriladores al lugar donde está el afectado en parade cardiaca en cinco minutos, lo que incrementa la probabilidad de supervivencia al 70% si se usa el desfibrilador. Ahora solamente el 12% de los que sufren una parada cardiaca en la calle sobrevive, porque una ambulancia tarda en llegar una media de 15 minutos. La app forma parte de una investigación en el área liderada por el Instituto Karolinska".

Los ciudadanos, como en la aplicación estadounidense, tienen la posibilidad de rechazar el aviso y encuentran información detallada geolocalizada en un mapa de la situación de los 40,000 desfibriladores automáticos que hay en Suecia. La app también tiene un recordatorio del mecanismo de resucitación e incluso una opción para marcarle el ritmo para efectuar la compresión sobre el pecho del paciente. ¿Y el coste de instalar este sistema en el seno de los servicios de emergencia? "Entre 100.000 y 200.000 euros", responde Seliussen. Suena a muy poco.

http://elpais.com/elpais/2016/11/29/talento_digital/1480432263_879358.html

sábado, 24 de diciembre de 2016

El virus del deseo de saber. Fidel Castro y la educación en Cuba. La ELAM.


Pedagogía de la solidaridad
Aminata O. Yalcouyé nació en Malí. Tiene veinticuatro años. Cuando era joven, cada día cargaba agua sobre su cabeza desde el pozo y estudiaba por las noches. Quería ser doctora. Comenzó la carrera en su país pero tuvo que dejarla al primer año porque su familia no tenía dinero. Ahora vive en Cuba y estudia medicina sin tener que pagar un peso. Los cubanos le dieron una beca.

Aminata estudia en la Escuela Latinoamericana de Medicina (Elam). Cada día ora. Ella es musulmana. Los primeros dos años en la universidad los vivió en una residencia estudiantil en la que compartió cuarto con Sena, una joven cristiana nacida en Benin, con Paola, una chica venezolana católica, y con Julia, una alumna mexicana atea.

A Aminata le fascina la anatomía. Los exámenes la ponen nerviosa. Cada noche estudia obsesivamente, siempre detrás de su mosquitero, de cuclillas frente a su computadora. A Julia, su compañera de cuarto, le contó cómo en su país los médicos del hospital mandaban a los pacientes con el chamán, porque hay enfermedades que corresponden al doctor y males cuya curación es responsabilidad del brujo. Le platicó la manera en que la vieja del pueblo de su padre intentó envenenarla con la sopa, que su abuela le quitó de las manos justo antes de que se la llevase a la boca. Compartió con ella que su hermana Cadí era cuasi adivina, y la acostumbró a inspeccionar siempre el lugar del cual salía para evitar dejar cabellos, porque temía que fuesen utilizados por las brujas, a veces disfrazadas de gatos.

Las historias de Aminata solían ir acompañadas de hache ké, un platillo del oeste africano. Una noche, le confesó a Julia lo inconfesable: su nombre escondido detrás del punto de la O de Aminata O. Yalcouyé es un nombre secreto, que nadie conoce, pues si se llegase a escuchar en el fondo del canal que desemboca en el mar, la belleza estructural del sonido rompería en pedazos. El agua cristalina desgarraría la palabra y nos convertiríamos todos en los mismos sonidos. Aminata tiene un nombre escondido detrás del punto en la o. Y, aunque eso no se lo cuenta a nadie, esa noche se lo dijo a su amiga-hermana mexicana. Esa convivencia y esos secretos compartidos entre los estudiantes del elam, como el de Aminata y Julia, han tejido fraternidades trasnacionales. La solidaridad internacional que los cubanos han forjado a lo largo de décadas con África, el Caribe y América Latina, de la que la Escuela es apenas un eslabón más, ha revolucionado la enseñanza y la práctica de la medicina.

En la Elam se mira la medicina con lentes diferentes a las de las escuelas tradicionales donde priva la lógica de la ganancia. También la enseñanza. Las clases a las que Julia asistió durante sus dos primeros años cubanos, se hablaba mucho de los países de los que provenían los estudiantes.

Había allí alumnos de Ecuador, Bolivia, Surinam, Guyana, Mongolia, Tanzania, Palestina, El Salvador, Jamaica, República Dominicana, México, Guatemala y San Vicente. Contaban anécdotas y hacían análisis. Conversaban sobre el medio ambiente, los servicios de salud, la situación política, los movimientos sociales, los índices de desarrollo humano y su relación con la sanidad y el proceso de salud-enfermedad.

La Elam, la escuela donde estudian Aminata y Julia, es una de las criaturas educativas de Fidel Castro. Se fundó en 1999. Forma parte del Programa Integral de Salud que se desarrolla desde octubre de 1998 para atender los desastres naturales causados por los huracanes Mitch y George , que afectaron a países centroamericanos y caribeños. En ella se entrecruzan dos grandes cruzadas de la Revolución cubana: la pedagógica y la sanitaria.

En esta escuela, ubicada en las antiguas instalaciones de la Academia Naval Granma, cedidas por el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, se han formado durante los últimos diecisiete años más de 25 mil médicos. Sus estudiantes provienen de 122 países latinoamericanos, caribeños, de Estados Unidos, África, Asia y Oceanía. Pertenecen a más de cien grupos étnicos y decenas de religiones. Su objetivo es formar gratuitamente como médicos a jóvenes de otras naciones. En su mayoría, los alumnos forman parte de familias de bajos recursos y de lugares apartados.

A los estudiantes no se les pide nada que no sea cumplir con sus obligaciones como alumnos. Nada, excepto una sola cosa. Cuenta Julia: “Nuestros maestros nos decían: lo único que les pedimos es que cuando vuelvan a sus países no le cobren lo mismo al pobre que al rico.”

Una potencia educativa
Cuba es hoy, a pesar del bloqueo estadounidense, una potencia educativa. “La educación cubana es un ejemplo para el mundo”, declaró a la Agencia Cubana de Noticias el representante de la unesco, Miguel Jorge Llivina Lavigne, en el Congreso Internacional Universidad 2014.

La Isla tiene un Índice de Desarrollo de la Educación para Todos muy elevado, incluso si se compara con los países desarrollados. El índice considera la calidad, la primera infancia, la primaria, los jóvenes, la alfabetización de los adultos y la paridad entre los sexos. La enseñanza en Cuba es gratuita y es responsabilidad del Estado impartirla. Es obligatoria hasta el nivel de Preparatoria.

Las cifras hablan. En 2015, esta institución educativa reconoció que Cuba fue el único país que cumplió los objetivos establecidos por el Foro Mundial de Educación de Dakar en el año 2000. Es uno de los veinticuatro países que han alcanzado una tasa bruta de escolarización en la enseñanza preescolar superior al ochenta por ciento y la han mantenido, siendo el único país latinoamericano en integrar este listado, (https://goo.gl/CkzkUk).

En el sistema de enseñanza primaria universal, la isla ya alcanzaba en 1999 un porcentaje de noventa y siete por ciento o superior. Lo mantiene hasta la fecha. Con respecto a la transición de la enseñanza primaria a la enseñanza secundaria, en 2011 las cifras cubanas llegaron al noventa y nueve por ciento.

Sorprendentemente, el número de los alumnos cubanos por docente en la enseñanza primaria es de 10 por cada maestro. La media internacional es de 40. A pesar de sus enormes carencias y de la tendencia mundial a reducir cada vez más el gasto público en educación, Cuba tiene el primer lugar entre los países con ingresos bajos que más gastan en educación. Destinó al sector en 2012 el trece por ciento del Producto Nacional Bruto.

Esta hazaña no es producto de la casualidad sino de la convicción y el trabajo. En septiembre de 1961, el comandante Castro señaló sin ambigüedad alguna la misión de la transformación en marcha. “Lo más fundamental que tiene que hacer una revolución –dijo– es preparar hombres y mujeres. Lo más fundamental que tiene que hacer una revolución es enseñar y educar. La tarea más importante de una revolución, y sin la cual no hay revolución, es la de hacer que el pueblo estudie.”

La historia viene de atrás. Ya desde 1953, en su célebre alegato de autodefensa “La Historia me absolverá”, Fidel Castro había puesto la cuestión educativa como uno de los asuntos que inspiraron su lucha por un mundo mejor. En ese año, el 23.6 por ciento de la población cubana no sabía leer ni escribir y más de la mitad de los niños entre seis y catorce años no estaban matriculados.

Los revolucionarios echaron a andar esta labor pedagógica sin esperar el triunfo. En plena guerra de guerrillas, con destacamentos de hombres armados en continuo movimiento e inclemencias del tiempo, se dedicaron a instruir a sus combatientes y a sus bases de apoyo. Al triunfo de la Revolución en 1959, crearon 10 mil nuevas aulas e impulsaron una reforma integral a la enseñanza.

En 1960, en un célebre discurso ante la Asamblea General de la ONU, Fidel Castro se comprometió a terminar con el analfabetismo en un año. Miles de educadores voluntarios se trasladaron a los rincones más alejados de la Isla para combatir la ignorancia. En apenas doce meses, más de 700 mil personas aprendieron a leer y escribir.

Los resultados de este proyecto han sido contundentes. Como lo ha señalado Olga Fernández Ríos, en “1975 la educación primaria en Cuba se había multiplicado en casi tres veces a la existente en 1958, mientras que la educación media lo hacía en más de seis veces, a la vez que la enseñanza universitaria se multiplicó de forma tal que si en 1959 en Cuba había dieciséis mil alumnos universitarios ya en 1975 había más de 83 mil”.

Para Teodoro Palomino, un antiguo dirigente magisterial que hizo un doctorado en Ciencias Pedagógicas en la Isla entre 1997 y 1999 ha participado en muchos intercambios profesionales con el mundo docente cubano, en pleno período especial, y ha investigado la experiencia educativa de ese país a profundidad, una de las grandes fortalezas de este proyecto es el papel que se les da a los docentes. “No son privilegiados –dice–. Pero gozan de un reconocimiento social muy grande. Se les respeta enormemente.”

Las claves del éxito
¿Cómo funciona la educación cubana? Julia, la joven mexicana estudiante de la ELAM, cuenta su experiencia: “En mi memoria quedan mis compañeros dando repasos hasta las tres de la mañana en las aulas que las tías –así llamábamos a todas las trabajadoras de la escuela– nos prestaban. Veía a estudiantes dando clases a otros estudiantes a todas horas, de todas las maneras posibles. En las aulas, en los cuartos, en las literas, en las canchas de fútbol, en los pasillos. Vi gente compartir computadoras, cuadernos, lápices, libros, información. Lo que se tenía, lo tenían todos. No se trataba de aprobar el año y graduarse, se trataba de que todos aprobásemos el año y nos graduásemos juntos. Cuando uno terminaba de comprender un tema y repasarlo, no se iba a dormir, se quedaba ayudando al de al lado y hasta entonces llegaba la hora de dormir.

“Desde primer año comenzamos a asistir a los policlínicos y a los consultorios. Aprendimos a atender a la población y a elaborar el Análisis de la Situación de Salud, comprendiendo el proceso salud-enfermedad como un proceso biopsicosocial, entrevistando a gente en sus casas, ganándonos la confianza de la población, recorriendo calles, montándonos en bicitaxis para llegar hasta el último rincón para no dejar una sola casa sin visitar. En la mayoría de esas casas nos recibieron con sonrisas y hasta con cafés. Aprendimos los procederes básicos de enfermería con personal de salud que tuvo la paciencia necesaria con nuestro nulo conocimiento de la idiosincracia cubana e incluso con quienes acababan de aprender español.

“Al terminar el segundo año salimos de la sede central de la Elam para seguir nuestros estudios en otras sedes, muchas de ellas en provincia. Las puertas de casi todos los hospitales del país se nos abrieron de manera cálida para hacernos sentir como médicos. Desde el primer día se nos asignó una cama y comenzamos a trabajar. Mi primera paciente se convirtió en mi amiga y cada vez que me cruzo con ella o con su hija por las calles de Cienfuegos me reclama el hecho de que nunca fui a visitarla a su casa a comer aquel cerdo asado que me prometía siempre. El paciente de la cama que tuve asignada en terapia intensiva me regaló un bolígrafo cuando dejé el mío olvidado en casa.

“Los doctores nos explicaron cómo determinar la conducta médica tanto en Cuba como en nuestros países, dependiendo de las posibilidades económicas y de recursos que tuviésemos a la mano. En ocasiones no había en la farmacia los medicamentos necesarios y tratar a los pacientes en consulta resultaba difícil, pero pocas veces predominaba la quietud o el silencio. Se recurría a la medicina natural, a explicar la situación al paciente y ante todo, a tranquilizarlo. Se intentaba dar solución siempre al problema aunque fuese inventando, como se dice en buen cubano al hecho de resolver un problema de manera creativa. “Poco a poco nos fuimos acostumbrando. Caí en la cuenta de lo mucho que me había acostumbrado un día en que me senté a redactar un plan preventivo en caso de derrumbe para una comunidad en la cual iba a trabajar en México el verano siguiente. La información que logré obtener en internet mostraba que para el municipio entero existían nueve médicos y siete clínicas, y ninguno se encontraba cerca de la comunidad. No entendí cómo eso era posible, me quedé fría.”

Sin ser los únicos, la gran mayoría de los rasgos de la enseñanza en el Elam que describe la estudiante mexicana son parte del proyecto educativo cubano. La forma en la que los jóvenes aprenden, la orientación general de sus estudios, es la misma con la que se instruyen los cubanos. En ellos está la llave de su éxito. Según Teodoro Palomino, una de las claves que explican los enormes avances en la enseñanza en la Isla, tienen que ver con su política educativa única. El sistema está integrado desde los círculos infantiles hasta el postgrado. Hay verdadera planificación. Los docentes están en un proceso de formación permanente, y disfrutan de asesoría contínua sobre técnicas y metodologías. Se forman con conocimientos científicos probados por su aplicabilidad más que en la investigación y comprobación de teorías. Se parte de que la pedagogía es una ciencia, no una disciplina.

En 1992, Fidel Castro resumió la ideas-fuerza del proyecto educativo de la Cuba socialista. “Una de las cosas que tiene que lograr la escuela –dijo en el Palacio de las Convenciones– es enseñar a estudiar, a ser autodidacta, porque la inmensa mayoría de los conocimientos no los va a adquirir en la escuela; en la escuela va a adquirir las bases, en la escuela tiene que aprender a estudiar, tiene que aprender a investigar; en la escuela tienen que introducirle el virus del deseo y la necesidad de saber”. Ese virus del deseo y la necesidad de saber han hecho de Cuba el país mejor y más educado de América Latina, y un ejemplo para todo el mundo.

Fuente:
http://semanal.jornada.com.mx/2016/12/09/el-virus-del-deseo-de-saber-8367.html


domingo, 11 de diciembre de 2016

UNA HERMOSA LÁGRIMA

Un mendigo callejero, una limosna enrabietada y la sorpresa: un regalo en forma de cristal que refleja la dignidad y la belleza de la vida.


EL OTRO DÍA me sucedió algo extraordinario. Estaba en Barcelona para asistir a un congreso literario y salí del hotel a primera hora de la tarde camino de una mesa redonda. Me alojaba cerca de las Ramblas, en plena zona turística, y la calle era un hervidero de peatones.

Y, como siempre sucede en el centro de las grandes ciudades, también había un montón de mendigos. Uno de ellos era más llamativo; pertenecía al registro de indigentes discapacitados y contrahechos, a ese terrible, patético rubro de personas desbaratadas que son esclavas de mafias sin escrúpulos, que los obligan a exhibir sus deformidades para causar conmoción y piedad en el viandante. Ya se sabe que la explotación del monstruo, del débil, del distinto es un antiquísimo negocio. Todo un clásico de la maldad humana.

Este mendigo en concreto se encontraba arrimado a la pared y sentado en el suelo sobre una manta. Las piernas, tapadas con el cobertor, no se le veían. Por la carencia de volumen, debían de ser delgadísimas, o quizá ni siquiera tuviera extremidades inferiores, no me fijé lo suficiente para saberlo; nunca miramos mucho a personas así. Lo que resultaba indudable era que no podía caminar por sí solo. Sus explotadores debían de haberlo colocado ahí en algún momento, como quien coloca una máquina tragaperras en un bar.

Estaba desnudo de cintura para arriba. Mostraba un torso raquítico y deforme, un pecho picudo de paloma, unos bracitos casi inútiles, puro hueso y pellejo. Coronándolo todo, una cabeza demasiado grande con una desordenada cabellera castaña. Esa tarde no hacía frío, pero desde luego tampoco hacía calor como para estar así, desnudo y quieto. Pasé por delante sin detenerme, diciéndome, como siempre que veo algo así, que no se debe dar dinero a estos indigentes para no fomentar la explotación, y también preguntándome cómo es posible que permitamos que suceda semejante abuso ante nuestros ojos; cómo no interviene la autoridad, cómo no lo rescatan de la mafia. Pero a los dos minutos se me fue el asunto de la cabeza.

Cuando regresé al hotel seis horas más tarde ya era de noche. Y el mendigo seguía allí, desnudo y solo. Pensé: si no saca suficiente dinero lo mismo lo tienen aquí hasta la madrugada. Resoplé, enrabietada contra mí misma, contra el mundo, contra los explotadores, sabiendo que iba a intentar paliar mi desasosiego con una maldita limosna. Me acerqué rápidamente, eché dos tristes euros en el bote que tenía delante de él y salí escopetada. Pero entonces el hombre me chistó, deteniendo mi huida. Me volví y advertí que el mendigo estaba cogiendo un objeto pequeño que había sobre la manta. Estiró su bracito maltrecho y me lo tendió; desconcertada, puse la mano y él depositó en mi palma un bellísimo cristal pulido del tamaño de una alubia, con un color azul profundo y una limpia y oscura transparencia. Alcé la cara, atónita, y por primera vez vi de verdad al hombre. Sus ojos eran de un tono verde uva imposible, maravilloso. Una mirada sobrecogedora que no parecía pertenecer a este mundo. Me dijo algo en una lengua desconocida. Yo le susurré gracias con la garganta apretada, las gracias más sinceras que he dicho en mi vida, y me fui con el cristal dentro del puño.

Horas más tarde, aún trastornada por el suceso, escribí a un amigo contándole la historia, y él me contestó: “Es un hierofante; no sientas pena de él”. Me pareció precioso: sí, un hierofante, que en la Grecia antigua era el sumo sacerdote de los cultos mistéricos. De hecho, la palabra hierofante significa “el que hace aparecer lo sagrado”, y eso era exactamente lo que había logrado nuestro mendigo: que por un instante se parara el rotar del planeta, que estallaran el misterio y la belleza de la vida, todo aquello que es mucho más grande que nosotros. Me sentí bendecida, porque eso es lo sagrado para mí, que no soy creyente. Ese hombre contrahecho, que ha debido y debe de tener la existencia más dura que pensarse pueda, fue capaz de elevarse por encima de todas sus limitaciones y, revestido de una suprema dignidad, me dio un regalo que nadie hubiera podido pagar ni con todo el dinero del mundo. Y aquí estoy, agradecida, con su hermosa lágrima de cristal en la mano.

http://elpaissemanal.elpais.com/columna/una-hermosa-lagrima/

viernes, 18 de marzo de 2016

Si la homeopatía no funciona, ¿por qué no se prohíbe su venta? No cuenta con estudios que la avalen y ni siquiera es necesario un diploma para prescribirla

En una popular parodia sobre las medicinas alternativas, un hombre entra en un hospital homeopático tras sufrir un accidente de tráfico. El médico pide a la enfermera que consiga un trozo del coche que lo atropelló, lo diluya en agua y lo agite y diluya repetidamente para poner tres gotas del líquido resultante bajo la lengua del herido. “Si esto no lo salva, no sé qué lo hará”, exclama el doctor.

Aunque es humor, la base teórica de la homeopatía está tan alejada de lo que se sabe de física y química que en el mundo real existen preparados que no distan mucho de este chascarrillo. En resumen, esta terapia —que se solía calificar de alternativa y ahora algunos de sus practicantes llaman complementaria o integrativa— se basa en una ocurrencia que tuvo el médico sajón Samuel Hahnemann a finales del siglo XVIII, que viene a decir que lo similar cura lo similar. Así, para tratar una enfermedad se ha de usar la misma sustancia que causa sus síntomas, pero diluida en agua hasta proporciones infinitesimales. Tanto, que la mayoría de remedios homeopáticos no contiene ni una molécula del supuesto agente sanador.

Un ejemplo real: la cafeína espabila. Según la homeopatía, si se toma en proporciones ínfimas, hace lo contrario: dar sueño. Así que existe un preparado para dormir que se obtiene mezclando un parte de cafeína con 99 de agua. Se agita y el resultante se vuelve a mezclar con otras 99 partes de agua. Y así sucesivamente. Cada una de estas diluciones se denominan CH (Centesimal Hahnemanianna, en honor a su inventor). Existen preparados con 6 CH, 10 CH, 30 CH… En algunos casos, el resultado equivale a verter una gota de principio activo en todos los océanos del planeta, agitarlo y beber al azar de todos los mares.

Obviamente, ahí no queda nada de lo que en un principio se mezcló. Quienes toman homeopatía, pues, no ingieren más que agua. O, más exactamente, sacarosa y lactosa, pues el líquido suele estar rociado en bolitas de estos excipientes.

La cafeína es un ejemplo, pero existen otros reales que hacen que la parodia del coche se quede corta: diluciones de Muro de Berlín para luchar contra las sensaciones de opresión, separación y aislamiento; de radiación de teléfono móvil para paliar el (inexistente) daño de las ondas que emiten estos aparatos; de TNT (explosivo) contra la tos convulsiva; de agua del Amazonas para armonizar los estados emocionales; de caca de perro para tratar gastroenteritis, colitis y diarreas… Y muchas más parecidas que ha recopilado Fernando Frías, fundador del Círculo Escéptico, en su blog La lista de la vergüenza.

Un negocio (muy) lucrativo
Aunque suene a broma, el negocio de la homeopatía mueve enormes cantidades de dinero y sus seguidores se cuentan por millones en el mundo. Si realmente no hay nada en estas bolitas, ¿por qué existen, según la Sociedad Española de Medicina Homeopática (SEMH), unos 10.000 médicos colegiados que la recetan? ¿Por qué un tercio de los españoles la ha probado —según, eso sí, una encuesta de Boiron, el mayor laboratorio homeopático? La respuesta que dan practicantes y pacientes que la defienden —que no son todos los que la han usado— es simple: “No sabemos cómo, pero funciona”. Alegan sus teóricos que el agua tiene memoria y que es capaz de recordar los principios activos con los que se mezcló —una memoria selectiva, en todo caso, puesto que a lo largo de la historia ha estado en contacto con todo tipo de sustancias—. Y aunque esto fuese así, algo muy lejos de contar con evidencia que lo respalde, tampoco tiene explicación cómo los recuerdos de ese agua son capaces de curar el cuerpo.

“Pero el caso es que funciona”, insisten sus defensores. Podría suceder que tuviera éxito por mecanismos desconocidos que la medicina no ha sido capaz de desentrañar: cómo el agua recuerda lo que los homeópatas quieren y cómo a través de esa prodigiosa memoria cura enfermedades. Hasta hoy no existe evidencia científica de que la homeopatía tenga más efecto que el placebo. Es cierto que muchas personas se sienten mejor de determinadas dolencias tras tomarla, pero estudios rigurosos que han dividido a los enfermos en dos grupos aleatorios no muestran que el que tomó estos preparados experimentase más mejoras que quienes ingirieron simples pastillas de azúcar que no estaban rociadas de agua con memoria. La mejoría, pues, se debe a la sanación natural que sucede con la mayoría de las enfermedades o al efecto placebo.

La evidencia científica en contra de la homeopatía es abrumadora. Sobre la base de numerosos metaanálisis (revisión de varios estudios) y consultas a especialistas, el Gobierno australiano decidió rechazar estos tratamientos en 2014: “En base a la valoración de las evidencias sobre la efectividad de la homeopatía, el Consejo Nacional de Investigación en Salud y Medicina concluye que no hay ningún problema de salud para el cual existan evidencias fehacientes de que la homeopatía es efectiva”. Este alegato se sumó a una larga lista. En España, por ejemplo, un grupo de expertos elegido por el ministerio de Sanidad concluyó en un informe de 2011 que “no ha probado definitivamente su eficacia en ninguna indicación o situación clínica concreta”. “Los resultados de los ensayos clínicos disponibles son muy contradictorios y resulta difícil interpretar que los resultados favorables encontrados en algunos ensayos sean diferenciables del efecto placebo”, reza el documento. La Universidad de Barcelona fulminó hace unos días su máster de Homeopatía "por falta de base científica".

Algunos sistemas públicos de salud que respaldaban la homeopatía la han ido retirando. Reino Unido, con un fuerte apoyo de la corona a esta terapia, se plantea incluso prohibir a sus médicos que la prescriban. Pero en realidad las pruebas llevan ahí mucho tiempo. El debate lo dio por concluido hace una década la más prestigiosa revista científica, The Lancet, que, en un editorial de 2005 titulado El fin de la homeopatía, proponía pasar página y dejar de malgastar tiempo y dinero en tratar de demostrar los efectos de una terapia que no había conseguido hacerlo en dos siglos de historia. “Cuanto más se diluyen las pruebas en favor de la homeopatía, mayor parece su popularidad”, ironiza el editorial.

A pesar de ello, sus defensores no se dan por vencidos. Alberto Sacristán, presidente de la SEMH, explica que en la Revisión del uso de altas potencias en investigación básica en homeopatía (Clasen J. 2011), un 90% de los resultados de 830 estudios con altas diluciones fueron positivos. “Como cualquier especialidad de la medicina, todavía debemos continuar investigando. Dado que incluso Premios Nobel de la talla de Luc Montagnier y Brian Josephson se han interesado por las altas diluciones y se han manifestado a favor de la viabilidad científica de su planteamiento, seguramente es cuestión de tiempo que los trabajos que se están llevando a cabo sobre los distintos tratamientos homeopáticos nos aporten argumentos definitivos”, asegura. Vicente Baos, médico de familia y asesor de la Agencia Europea del Medicamento y de su homóloga española, contesta que los experimentos que realizan los homeópatas no tienen los más mínimos niveles de calidad y no son homologables a los que usa la comunidad científica para rechazar la homeopatía.

Todos coinciden en atribuirle simplemente el efecto placebo, un fenómeno muy demostrado por la ciencia y especialmente poderoso en mejorías de algunos dolores o enfermedades psicosomáticas. Como narra el psiquiatra Ben Goldacre en su libro Mala ciencia (Planeta), el placebo no reside solo en la píldora, sino que es extraordinariamente importante el contexto terapéutico. Es decir, la atención del especialista, la seguridad que dé, el tiempo que le dedique… Goldacre asegura que mucha gente se siente cómoda con la homeopatía porque, en la consulta, sus practicantes son más atentos y prestan más atención que la mayoría de médicos de atención primaria de una sanidad pública saturada, cuyos profesionales se suelen ver obligados a despachar medicamentos de forma casi rutinaria.

Para solucionar el dilema de satisfacer la demanda de un pretendido fármaco que no cura, el médico Dylan Evans, autor del libro Placebo (Alba), propone incluir en sus cajas una advertencia: “Cuidado, este producto es un placebo. Funciona solo si usted cree en la homeopatía y solo para determinadas dolencias, como el dolor y la depresión. Pero, incluso en tal caso, es probable que no surta tanto efecto como un fármaco ortodoxo. Tendrá usted menos efectos secundarios con este tratamiento que con un fármaco, pero obtendrá probablemente también menos beneficios”. Como dice Evans, efectos secundarios no tiene, a no ser que haya alguna intolerancia a los excipientes (sacarosa y lactosa), ya que no contienen nada más que esos rociados de agua. Por eso, uno de los argumentos de su defensa es su inocuidad. Pero esto no está ni mucho menos tan claro. La resolución del consejo médico australiano explica por qué: “La homeopatía no debería ser considerada para el tratamiento de problemas de salud crónicos, serios o que puedan tornarse serios. Las personas que la elijan pueden poner su salud en riesgo si rechazan o retrasan tratamientos para los cuales sí hay buena evidencia de seguridad y efectividad”. El problema radica en usar estos productos en lugar de los verdaderamente eficaces. Los casos de muertes por esta razón se cuentan por cientos. El pasado enero, en Girona, un niño de siete años falleció por una afección respiratoria que sus padres trataban solo con homeopatía, según el fiscal del caso.

Entre sus practicantes más sensatos, como los miembros de la SEMH, que además de homeópatas son médicos, advierten de que este tratamiento es solo uno más y que en cada situación el profesional debe evaluar si se aplica y, en su caso, si se acompaña de otros fármacos efectivos. “En las enfermedades graves, como autoinmunes o respiratorias, es raro que un solo tipo de intervención sea suficiente y la homeopatía puede ayudar”, alega Sacristán.

De vuelta al humor, en la parodia del hospital homeopático, tras probar con varios métodos alternativos, el doctor mira en la mano del paciente su línea de la vida. Al ver que es muy corta, la alarga con un bolígrafo en una acción desesperada. Pero el resultado de este método es el mismo que el del tratamiento homeopático: ninguno.

¿ES MEDICINA?
La homeopatía no cuenta con estudios reglados que la avalen y cualquiera que lo desee, con un diploma de un curso de 20 horas (o sin él), puede prescribirla. Como explica Jerónimo Fernández Torrente, vicesecretario de la Organización Médica Colegial, se trata de “una disciplina con una notable fragmentación de técnicas y procedimiento, de método de aplicación, llena de incertidumbre, escasez de evidencia, carencia de control de calidad, aspectos asistenciales, docentes y formativos”. Asegura que en España hay un vacío legal al respecto y que los médicos colegiados que la prescriben deben saber que su código deontológico les obliga a recetar remedios probados clínicamente. “Los facultativos están sometidos por el código a informar a sus pacientes. Ellos [los colegiados que recetan homeopatía] sabrán lo que hacen, es su responsabilidad ética y legal”, sentencia.

LOS FARMACÉUTICOS Y EL VACÍO LEGAL
Los medicamentos de verdad de venta exclusiva en farmacias están sometidos a unas exigentes pruebas que les obligan a probar su eficacia. Los preparados homeopáticos no, basta con que demuestren su inocuidad. Por supuesto, no hace falta receta para ellos. Ante el vacío legal en el que se encuentran, el ministerio de Sanidad elaboró en 2013 una orden para regularizarlos. Pero nunca se llegó a aprobar. El departamento asegura que se sigue consultando con las partes implicadas. La Organización Farmacéutica Colegial reclama que se apruebe una normativa que “clarifique el escenario tanto a los profesionales sanitarios como a los ciudadanos”. Mientras tanto, la mayoría de las farmacias hace negocio con la homepatía. Pero algunas se resisten, como la de Jesús Fernández, que a quienes preguntan por estos preparados les entrega una hoja informativa que comienza así: “Nuestro compromiso de calidad con el servicio que prestamos nos impide recomendar el uso terapéutico de pseudomedicinas como la homeopatía, flores de Bach, oligoterapia y todas aquellas que no hayan demostrado científicamente su eficacia”.
http://elpais.com/elpais/2016/03/08/buenavida/1457437017_576363.html

viernes, 25 de diciembre de 2015

Victoria contra el cáncer que surge sin mutaciones. Investigadores españoles demuestran cómo frenar tumores sanguíneos típicos de las personas mayores

Del mismo modo que no puede haber un caso de asesinato sin cadáver, los científicos han pensado durante décadas que no puede haber cáncer sin mutaciones. Son estos defectos genéticos acumulados en las células durante años los que acaban desatando la aparición de un tumor. En parte por eso el cáncer es una enfermedad íntimamente ligada al envejecimiento. Ahora, un nuevo estudio dirigido por investigadores españoles demuestra que también este dogma tiene excepciones: existe el cáncer sin mutaciones.

El trabajo se centra en un proceso biológico fundamental: la estabilidad de las proteínas. Las proteínas son los productos de los genes y regulan la inmensa mayoría de los procesos que nos mantienen vivos. Dentro de nuestro organismo hay un sofisticado sistema que se encarga de producir las que son necesarias, destruir las que ya no son útiles y limpiar aquellas que están dañadas y podrían causar problemas de salud. Con la edad, el sistema empieza a fallar y se pierde el equilibrio entre proteínas buenas y malas. “Ese desequilibrio es uno de los marcadores más claros del envejecimiento que conocemos”, explica Carlos López Otín, investigador de la Universidad de Oviedo y autor principal del nuevo estudio. Hace unos años, su equipo se propuso investigar si ese mismo proceso también podría desatar el cáncer.

En un trabajo publicado hoy en Nature Medicine los investigadores han conseguido identificar una proteína que resulta fundamental para la aparición de un gran grupo de tumores sanguíneos conocidos como síndromes mieloproliferativos. Se trata de enfermedades relativamente comunes en personas mayores y en España hay unos cinco nuevos casos anuales por 100.000 habitantes. La falta de la proteína en cuestión, llamada AIRAPL, hace que se descontrole el sistema que regula el crecimiento de las células. Sin esa proteína comienza la proliferación de células sanguíneas defectuosas que dan lugar a un tumor sanguíneo.

Los investigadores han demostrado este mecanismo en ratones y han comprobado que lo mismo sucede en la sangre de unas 100 personas que sufren este tipo de tumores. El estudio detalla cómo la falta de esta proteína hace que el receptor del factor de crecimiento IGF-1 esté anormalmente activo, lo que desata el crecimiento de las células tumorales. El IGF-1 es un viejo conocido de cualquier investigador sobre el envejecimiento y los niveles bajos se han asociado a una mayor longevidad tanto en humanos como en animales. En su estudio, los investigadores también demuestran que se pueden revertir estos tumores en los ratones usando inhibidores del receptor de IGF-1, un tipo de fármacos ya aprobados para tratar otros tipos de cáncer, explica López-Otín.

“Durante seis años dedicamos miles de horas al estudio de qué mutaciones causan cáncer y hemos encontrado que en las leucemias hay más de 2.000 mutaciones en cada paciente”, detalla López-Otín. “Ahora vemos por primera vez que puede haber tumores sin mutaciones, que aparecen solo debido a fallos de la estabilidad de las proteínas”, resalta. Este proceso parece explicar algunos casos de cánceres sanguíneos, dice, y posiblemente esté presente también en tumores sólidos, por ejemplo, de hígado. “Sin duda es necesario seguir investigando con este nuevo posible tratamiento para evaluar si hay pacientes que puedan beneficiarse de él”, concluye.
http://elpais.com/elpais/2015/12/21/ciencia/1450710974_505147.html

Y con esta buena noticia, Feliz Navidad con una canción llena de buenos deseos de un mundo mejor para todos.



In her new song, Macy Gray tells us what she really wants for Christmas: a better world for everyone.
Posted by Upworthy on Miércoles, 23 de diciembre de 2015

sábado, 26 de septiembre de 2015

El cerebro del doctor House. La médica Lisa Sanders proporcionó a la serie televisiva los complicados diagnósticos de los pacientes

Este año, 80.000 enfermos van a morir en hospitales norteamericanos por mal diagnóstico. Lisa Sanders no ha fallado ni uno, o quizás sí, pero no tardará en rectificar más de 45 minutos, lo que dura un capítulo de House. La doctora Sanders está detrás de los complicados casos de la teleserie.

“Profesionalmente, no puedo defender el comportamiento del doctor House”, comenta divertida Sanders, que asistió la pasada semana en Lisboa a la iMed Conference. “El personaje es impresentable desde cualquier punto de vista, aunque tiene una virtud, de repente hace clic y dice: ‘¡Alto! No vamos bien. Estamos equivocados”.

La doctora fue premiada con un Emmy televisivo, pero no por su contribución a la exitosa serie, sino por su trabajo en CBS News. Antes que médica, fue periodista. A los 41 años ingresó en la Facultad de Medicina de Yale y allí, cuando se enfrentó al primer caso práctico, descubrió lo que quería ser en la vida: especialista en diagnosis.

“Tres son las reglas de oro para un buen diagnóstico”, explica después de su intervención ante casi un millar de futuros médicos. “Primero, el clic, el algo no encaja en todo esto, lo bueno de House; segundo, el conocimiento, y tercero, la experiencia, la conexión de ese conocimiento con el paciente”.

En 2002 comenzó a escribir en The New York Times una columna sobre su especialidad y mantiene el blog The Well en el mismo periódico. Los casos planteados llamaron la atención del productor Paul Attanasio, que le propuso trabajar en la asesoría técnica de una serie sobre un médico antipático, cojo, borrachín, drogata y que, además, odiaba a sus pacientes. “Ya con el programa piloto vi que sería un éxito”.

Si Anatomía de Grey se centra en los ligues del personal y The Knick recrea la sanidad de principios del siglo XX, la serie House (2004-20012) entra en el corazón de la profesión, la dificultad de acertar con el diagnóstico. Pese a lo que pudiera creerse, las dramáticas situaciones no eran producto de enfermedades raras, sino de casos complicados, a veces por los mismos profesionales. “En la actualidad hay un 15% de fallos en el primer diagnóstico que damos al enfermo”, recuerda el cerebro de House, hoy profesora de Medicina en la Facultad de Yale y autora de libros como Diagnóstico (Debolsillo, 2010). La doctora tiene sentimientos encontrados sobre la teleserie. “A los profesionales les gusta, pero no sé si la recomendaría a los estudiantes de Medicina”.

Los síntomas, efectos secundarios y complicaciones de la serie son fruto del trabajo de Sanders, que expuso a sus alumnos y a los asistentes al congreso médico un caso real con 30 cuestiones y 150 posibilidades. Tiempo, cinco minutos.

La norteamericana no cree que el futuro de la medicina pase por robots conversando con los enfermos. “El robot es bueno en el análisis de lo que está mal, pero nunca va a detectar si el enfermo miente, si exagera o si tiene un problema en la familia. Eso solo lo puede descubrir un humano hablando con otro humano”.

Pero parece que lo difícil y caro es conseguir hablar con un médico, y lo barato que te hagan un análisis. “Es cierto que hay un abuso de ordenar, por principio, todo tipo de pruebas. Se ve en House también. Es ridículo; pero no estoy de acuerdo con lo de la accesibilidad del médico. No hay profesional más generoso con su tiempo que el médico, lo que pasa es que su tiempo es precioso porque lo va a dedicar a los siguientes enfermos”.

En ausencia de la genialidad de House, los estudiantes no aciertan con el caso planteado. De 30 cuestiones, las ganadoras aciertan 19. “Se trataba de porfiria, una enfermedad con un amplio espectro de síntomas comunes”, señala Sanders. “El paciente pasó 12 veces por urgencias antes de que se acertara con el diagnóstico”.

http://cultura.elpais.com/cultura/2015/09/24/television/1443092238_786679.html

MÁS INFORMACIÓN

viernes, 24 de abril de 2015

PSEUDOCIENCIA. Un hospital con los Hermanos Marx para curar el cáncer.

Un centro público de Madrid organiza una conferencia pseudocientífica que defiende la risa, la meditación y la imaginación como vías para derrotar tumores malignos.

Un hospital público de Madrid acogió el martes una conferencia en la que una médico llegó a sugerir ante 120 asistentes que ver películas de los Hermanos Marx puede hacer remitir un tumor. La ponente, Alicia Abellán Correcher, es una médico especialista en geriatría ya jubilada que defiende la “autosanación consciente” para muchas enfermedades.

En una sala abarrotada del Hospital Clínico San Carlos, gestionado por la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid, Abellán arrancó afirmando que “la enfermedad no es una avería del cuerpo”, sino que “los síntomas son la expresión física de una disarmonía, de un desequilibrio entre nuestras emociones”.

La geriatra puso el ejemplo de la religiosa española del siglo XVI Teresa de Cepeda, más conocida como Santa Teresa de Jesús, para hacer un llamamiento a “trascender la polaridad” de los dos hemisferios cerebrales: el izquierdo, “activo, eléctrico, ácido, el Yang, el Sol, masculino, el fuego”; frente al derecho, “pasivo, magnético, alcalino, el Yin, la Luna, femenino, el agua, la noche, las cuevas y las montañas”.

“Nuestros místicos trascendían la dualidad y volaban. Levitaban. Se elevaban. No lo digo yo porque me lo haya inventado. Santa Teresa meditaba debajo del hueco de una escalera, porque la escalera le paraba”, afirmó Abellán en un escenario presidido por el emblema de la Consejería de Sanidad. “Todo camino de curación lleva de la polaridad a la unidad”, proclamó.

La médico coordinó durante 10 años el Centro de Especialidades Modesto Lafuente, perteneciente al Hospital Clínico, pero desde su jubilación se ha centrado en dar charlas de autoayuda y meditación. El 10 de mayo de 2014, participó en el Foro Internacional de las Ciencias Ocultas y Espirituales, organizado en Madrid, con un taller sobre el Ho'oponopono, “una técnica ancestral hawaiana de sanación y perdón a través del amor”. El curso costaba cinco euros. Un mes antes había dado la misma conferencia en el propio Hospital Clínico San Carlos, que en Twitter resumió así el evento: "Multitudinario taller de Alicia Abellán sobre Ho'oponopono, técnica hawaiana de curación basada en: 'Lo siento, perdóname, te amo, gracias".

La conferencia de este martes estuvo precedida por polémica en redes sociales como Facebook y Twitter. Ciudadanos como Isidoro Martínez, socio del Círculo Escéptico, una asociación para la promoción del pensamiento racional, llegaron a pedir la anulación de la charla a la Consejería de Sanidad madrileña. Nicolás Díaz-Toledo, coordinador del Aula Social Zarco en la que se celebró la conferencia, se negó a cancelar la actividad. “El Aula Social no va a hacer nunca censura previa”, advirtió antes de presentar a Abellán al público. Díaz-Toledo, sin formación médica y miembro de la comisión de dirección del hospital, leyó en voz alta el artículo 20.1.a de la Constitución Española, que reconoce el derecho “a expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones”.

El Aula Social Zarco nació en 2010 para "abanderar la responsabilidad social corporativa" del Hospital Clínico, un centro con más de 5.000 trabajadores que es la referencia para la formación de estudiantes sanitarios de la Universidad Complutense de Madrid. El coordinador del aula aseguró a Materia que Abellán “habla de temas con una base científica”, que es "una profesional respetada y competente" y que su centro “no necesariamente se responsabiliza de las opiniones de los conferenciantes”. La Consejería de Sanidad remite a las explicaciones del hospital.

La médico, sin embargo, trufó su intervención de afirmaciones pseudocientíficas o directamente esotéricas. “La creencia impregna tu ADN y puedes transmitirla. Si creo como mi padre que voy a tener azúcar en sangre, no me va a librar nadie de tenerlo”, sostuvo. “Cuando tienes estreñimiento te agarras a cosas del pasado, por eso es muy frecuente en los ancianos. ¿Por qué? Porque no lo sueltan”, pregonó.

Las frases más polémicas de Abellán llegaron al tratar la relación entre el cáncer y la mente. Entre “las causas más comunes de estrés y los riesgos asociados con el cáncer” citó el divorcio, la pérdida de un trabajo, ser conformista o muy autocrítico, tener una relación difícil con uno de los padres y la costumbre de suprimir la ira. “Después de una pérdida importante, ¡cuidadín!”, incidió.

La geriatra citó el ejemplo del estadounidense Norman Cousins (1915-1990), “un periodista al que dicen que tiene un linfoma y va a durar dos meses”. A Cousins, célebre entre los partidarios de la risoterapia, en realidad se le diagnosticó una confusa enfermedad anquilosante y decidió luchar contra ella con vitamina C y comedias cinematográficas. “Se compró todas las películas de los Hermanos Marx y palomitas, todas las que hubiera y más. Y estuvo durante dos semanas solo viendo películas de los Hermanos Marx comiendo palomitas. Cuando volvió al mes, el tumor había remitido considerablemente. Tanto que su médico no se lo creía”, relató Abellán, que esgrimió “estudios que han demostrado que los sentimientos positivos pueden estimular el bazo, incrementando los glóbulos rojos y las células que combaten el cáncer”.

El Instituto Nacional de EE UU para la Salud Mental explica, sin embargo, que “la depresión, por lo general, no está vinculada con el cáncer, y no existen pruebas de que una enfermedad cause la otra”. En la misma línea, el psiquiatra James Coyne, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Pensilvania (EE UU), ha publicado varios estudios que ponen en duda el vínculo entre el pensamiento positivo y un mejor desenlace tras un cáncer, calificándolo de “mala ciencia, afirmaciones exageradas y medicina no probada”.

La Sociedad Estadounidense Contra el Cáncer, una organización sin ánimo de lucro que ha financiado la investigación de más de 40 ganadores del premio Nobel, critica directamente la supuesta historia de Norman Cousins. “La evidencia científica disponible no respalda el humor como un tratamiento efectivo contra el cáncer o cualquier otra enfermedad. Sin embargo, la risa tiene muchos beneficios, incluyendo cambios físicos positivos y una sensación general de bienestar”, matiza la institución.

“La meditación y la visualización elevan las defensas contra el cáncer, eso lo demostró el doctor Carl Simonton”, continuó Abellán. Simonton fue un médico estadounidense que en la década de 1970 afirmó que sus pacientes de cáncer con una actitud positiva ante la enfermedad vivían más tiempo. Como tratamiento contra los tumores, promovía la meditación y la visualización mental del propio cuerpo ganando la batalla al cáncer.

La Sociedad Estadounidense Contra el Cáncer maneja otros datos. “La evidencia científica disponible no respalda que la visualización influya en el desarrollo o en el progreso de un cáncer”, subraya en su página web. “La evidencia científica disponible no sugiere que la meditación sea efectiva para tratar el cáncer o cualquier otra enfermedad, sin embargo, puede ayudar a mejorar la calidad de vida de las personas con cáncer”, apunta.

Las terapias pseudocientíficas no son nuevas en los complejos hospitalarios españoles. El Hospital General 'La Mancha Centro' de Alcázar de San Juan organizó el pasado diciembre un taller de reiki, una técnica japonesa por la cual alguien supuestamente transmite una energía vital a otra persona a través de las manos, con presuntos fines terapéuticos. Una asociación de practicantes de reiki también colabora con el Hospital Vall d'Hebron, en Barcelona, para asistir a pacientes si lo piden. La Cancer Research UK, una organización británica que financia con millones de libras la investigación oncológica, insiste en que "no hay evidencia científica que pruebe que el reiki puede prevenir, tratar o curar el cáncer o cualquier otra enfermedad".

El martes, la geriatra Alicia Abellán remató su conferencia de dos horas y media con un ejercicio de meditación y "autosanación consciente" en la que los 120 asistentes, con los ojos cerrados y a oscuras, recibían instrucciones de la médico para que "la luz" inundara sus células y se curasen. La charla acabó con aplausos. El próximo lunes, 23 de marzo, Abellán tiene previsto repetir en el hospital público con otra conferencia, titulada "Lo que tu enfermedad quiere decirte”.

Puestos a oír, más nos dicen cantantes como Diana Krall, por decir alguna. La Ciencia y sus procedimientos para adquirir conocimientos, no acaban de tener "éxito" en nuestro mundo. Parece increible como desde los tiempos de Galileo toda suerte de instituciones y personajes conspiran contra ella para hacer que el oscurantismo y la ignorancia sigan campando a sus anchas por este mundo injusto,... donde sería tan fácil acabar con el hambre infantil aplicando procedimientos científicos y vemos como sigue imperando la caridad, en el mejor de los casos, como intento fallido de solución una y otra vez, lamentable.
Fuente: http://elpais.com/elpais/2015/03/18/ciencia/1426677852_671356.html

miércoles, 4 de marzo de 2015

Oriol Mitjà. El joven médico que va a erradicar la segunda enfermedad humana


Hay un par de fotografías históricas que dejan claro que la humanidad, cuando quiere, puede superar en bondad y poder a cualquiera de los dioses adorados por las 4.000 religiones diferentes que existen en el mundo. La primera imagen muestra al cocinero somalí Alí Maow Maalin, de 23 años, con el cuerpo lleno de úlceras. En la segunda foto, tomada unos meses después, aparece el mismo joven pero sonriente, con sus heridas sanadas. Alí Maow Maalin fue, el 26 de octubre de 1977, la última persona que se infectó de manera natural de viruela, una enfermedad que llegó a matar a más de medio millón de personas al año, incluidos cinco reyes europeos solo en el siglo XVIII. Gracias a una campaña de vacunación masiva, la viruela fue la primera, y única hasta la fecha, enfermedad humana erradicada de la faz de la Tierra.

“Técnicamente es posible que veamos la foto del último enfermo de pian en 2017”, sostiene el médico español Oriol Mitjà. En el mundo rico, la palabra pian no dice nada. Pero en las regiones remotas de algunos países tropicales es una peste que azota donde se acaban los caminos, allí donde los médicos son como seres imaginarios de los que hablan los más viejos. El pian es una enfermedad olvidada provocada por una bacteria, emparentada con la sífilis, que sin tratamiento deforma los huesos, deja las piernas como lunas en cuarto menguante y llega a borrar, literalmente, la cara de las personas afectadas, sobre todo niños.

Ahora, el pian, que afecta a unas 500.000 personas, puede desaparecer del planeta gracias a una estrategia que, según se ha anunciado este miércoles, funciona. Un personaje del dramaturgo alemán Bertolt Brecht proclamaba: “Desgraciada la tierra que necesita un héroe”. En este caso, la tierra desgraciada son 13 países de África, el sudeste asiático y el Pacífico occidental, con los que se ceba el pian. Y el héroe es Oriol Mitjà.

En 2010, cuando tenía 29 años, el joven investigador aterrizó en la remota isla de Lihir, en Papúa Nueva Guinea, para trabajar como médico. Llegaba con un premio extraordinario de licenciatura y un máster en Londres sobre enfermedades tropicales bajo el brazo. Al poco de llegar, pasó por su consulta un niño con un síntoma que no había estudiado ni había visto antes en una estancia en India: una úlcera roja en el brazo del tamaño de una moneda de dos euros. Un médico local le puso al día: “Es el pian”.

La enfermedad llevaba olvidada medio siglo. En 1952, cuando había 50 millones de afectados en el mundo, la Organización Mundial de la Salud y Unicef pusieron en su punto de mira al pian con el objetivo de erradicarlo. Iniciaron una campaña de tratamiento masivo con inyecciones de penicilina en 46 países. Doce años después, el número de casos clínicos se había reducido un 95%. Entonces, se decidió relajar el cerco y la bacteria resurgió, volviendo a borrar rostros de niños en las regiones más pobres de los países más pobres.

Mitjà, enfrentado a un enemigo derrotable con un simple antibiótico, decidió no sumarse a la desidia de las autoridades. Junto a su director de tesis, Quique Bassat, ambos del Instituto de Salud Global de Barcelona, se puso a diseñar una estrategia para combatir el pian. Necesitaban un tratamiento más sencillo que un pinchazo de penicilina, una medida que requiere personal médico entrenado y genera miedo entre la población. En 2012, anunciaron los resultados de un estudio con 250 niños en la revista británica The Lancet: con una sola pastilla de otro antibiótico, la azitromicina que en los países ricos se suele emplear para bronquitis y otitis, los chavales con pian se curaban.

Animada por el impulso del español, la OMS decidió retomar el objetivo de erradicar el pian y se fijó como meta el año 2020. Como se necesitan tres años sin casos para dar una enfermedad por extinguida, el último enfermo de pian tendría que ser curado en 2017. Faltaba demostrar que la estrategia de Mitjà funcionaba a gran escala. Y funciona.

Un nuevo estudio que se publica este miércoles en la revista The New England Journal of Medicine muestra los resultados de una campaña de tratamiento masivo para la mayor parte de los 16.000 habitantes de la isla de Lihir. En solo un año, entre 2013 y 2014, la proporción de enfermos cayó casi un 90%. La presencia de la enfermedad en la población pasó del 2,4% al 0,3%. Y el estudio continúa con seguimientos para llegar a los cero casos.

“Nuestros resultados demuestran que, técnicamente, la estrategia puede erradicar la enfermedad en 2020”, explica Mitjà por teléfono desde Papúa Nueva Guinea, donde coordina el Centro Médico de Lihir, a 48 horas de viaje desde su casa en España. En su hospital, el pian ha desaparecido. Cuando llegó en 2010, el médico novato se acercó a los colegios de la zona para conocer la extensión de la enfermedad que acababa de descubrir en su consulta. Solicitó a los profesores que pidieran a sus alumnos con úlceras que se levantaran. “La mitad de la clase se ponía en pie”, recuerda. Otros, con la cara borrada o los huesos torcidos, ni siquiera querían ir al colegio y se quedaban en casa.


Los 13 países donde la enfermedad es endémica. Leer más aquí.

viernes, 28 de noviembre de 2014

Medicamentos que matan y crimen organizado. Big Pharma: superbeneficios criminales

En Dinamarca, el gasto en medicamentos y en hospitales públicos se ha duplicado en sólo siete años y los pronósticos anuncian que las autoridades sanitarias deberán destinar a este apartado 1,1 billones de euros. Evidentemente, este dato ha provocado debates entre los profesionales de los hospitales, los políticos, los periodistas y los académicos del sector.

Desafortunadamente, se trata de un debate equivocado: ¿puede permitirse la sociedad medicamentos tan caros que sólo sirven para prolongar la vida de personas con enfermedades graves durante unos meses o quizás un año? Como ejemplo de los medicamentos caros, en un reciente artículo de prensa se han citado los siguientes: . Zytica, para el tratamiento del cáncer de próstata. Yervoy del tratamiento de cáncer de melanoma. Gileneva, para el tratamiento de la esclerosis

Si la periodista se hubiera molestado en investigar un poco, habría comprobado que estos tres fármacos los producen JanssenBiotech (antiguamente Johnson & Johnson), Bristol-Myers Squibb y Novartis. Esta información habría dado una pista de dónde se encuentra el verdadero problema. Las tres empresas farmacéuticas que hemos citado se encuentran entre las infames citadas en un libro publicado el año pasado en Dinamarca: "Deadly medicina and organisedcrime" [1] El libro está escrito por un reconocido profesor danés, Peter C. Gøtzsche, que a lo largo de 450 páginas presenta una larga y bien documentada requisitoria contra la industria farmacéutica (Big Pharma) por fraude, corrupción, beneficios ultra exagerados y distribución de medicamentos mortales.

Entre sus acusaciones, se encuentran las siguientes:
· Que un desmesurado número de personas muere a causa de los medicamentos
· Que Big Pharma comercializa, con conocimiento de causa, medicamentos sin efectos positivos sobre las enfermedades de los pacientes.
· Que la industria farmacéutica retiene y manipula datos con el fin de ocultar serios efectos secundarios.
· Que la industria paga (soborna) investigadores para aconsejar sus productos, y paga a médicos para comercializar y distribuir los productos a sus pacientes.
· Que Big Pharma tiene sentencias reiteradas que le obligan a pagar millones de euros en multas a causa de comercializar productos peligrosos o medicamentos sin ningún efecto pero que, a menudo, negocia acuerdos extrajudiciales para evitar resoluciones que les obligarían a dar información detallada de los medicamentos.
· Que hay Investigadores académicos y autoridades públicas que asesoran a la industria farmacéutica para que reemplace medicamentos relativamente baratos por otros más caros y con el mismo resultado.
· Que la industria asigna más fondos para la comercialización que para la investigación, al mismo tiempo que intenta legitimar su patentes monopólicas con los altos costes de investigación.

Todo ello está basado en documentos provenientes de la industria farmacéutica mundial. Varios de los ejemplos incluyen a Bristol Myers Squibb y a Novartis.

Entre sus conclusiones de Gøtzsche señala: "En 2012 cincuenta grandes empresas vendieron 610 billones de dólares en medicamentes prescritos. Estoy absolutamente convencido que esta cantidad podía reducirse en un 95% (es decir, en 580 billones de dólares), porque nuestro medicamento más común es 20 veces más caro que el alternativo con el mismo efecto y porque la ciudadanía esta "sobre medicada"

Así pues, puede que la solución para la sanidad pública danesa no sea negar a las y los pacientes el tratamiento que necesitan, sino revisar los métodos y beneficios de la industria farmacéutica privada y comenzara poner límites a su poder y a su lucro. Incluso para esto, el profesor Gøtzsche presenta algunas pistas. Un capítulo entero está dedicado a ofrecer soluciones políticas a este problema.

En el nivel más básico, sugiere que las autoridades podrían perseguir la criminalidad de la Big Pharma con la misma energía que atacan el crimen ordinario y que podrían proteger a los delatores que pudieran existir en la propia industria y compensarles en caso de que pierdan el empleo. Y avanzado hacia medidas más radicales, Gøtzsche propone las siguientes:
· Obligar a las empresas a hacer públicos los datos de investigación y otro tipo de conocimientos sobre sus medicamentos
· Obligar a las empresas a publicar todos sus contratos.
· Prohibir a las empresas médicas privadas realizar sus propias investigaciones; en su lugar, deberían pagar un impuesto especial para financiar la investigación pública.
Finalmente, el libro analiza el núcleo del problema y las soluciones reales. La primera es desmedicar la sociedad. La segunda, prohibir la propiedad privada de las empresas médicas y reemplazarlas por la empresa públicas sin ánimos de lucro: "Dejar que las fuerzas del mercado determinen las reglas no favorece las necesidades de las y los pacientes, y es incompatible con una profesión basada en la ética. El ánimo de lucro no produce beneficios sociales".
Notas
1/ La versión castellana del libro: Medicamentos que matan y crimen organizado ha sido editada por Los libros del Lince, 2014
Fuente: Michael Voss. Tribuna Viento Sur.
Comunicado oficial:
“Medicamentos que matan y crimen organizado” premio de la British Medical Association 2014 La editorial Los Libros del Lince se complace en anunciar que el libro de Peter Gøtszche, “Medicamentos que matan y crimen organizado”, publicado a primeros de septiembre por esta pequeña editorial barcelonesa, ha obtenido el primer premio de la British Medical Association 2014 en la categoría de Bases de la Medicina. Dado el carácter extraordinariamente polémico de este libro, que denuncia a la industria farmacéutica por haber olvidado sus referentes éticos en nombre de la maximización de beneficios, que pide una revolución completa de todo el sistema, desde la investigación hasta las agencias de control y las revistas y asociaciones médicas, resulta especialmente significativo y tal vez incluso esperanzador que una institución como ésa haya decidido premiarlo. En España, han apoyado su publicación numerosas autoridades del mundo de la sanidad, entre las que destacamos a Joan-Ramon Laporte, Teresa Forcades, Juan Gérvas, Abel Novoa, así como el colectivo NoGracias y la campaña de la OCU sobre la necesidad de reducir el consumo de medicamentos.
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viernes, 14 de noviembre de 2014

Un asunto de clases

Las minorías, como concepto, siempre han encontrado dificultades a diferentes niveles como pueden ser el social y el político. De esta situación no quedan exentos, todavía en la actualidad, los pacientes de enfermedades catalogadas como raras. “Vuelve a visitarnos si algún día ves que te sangra el ojo”; esa fue la respuesta de una profesional de la sanidad pública a un paciente de una enfermedad rara y de tipo cancerígeno denominada Von Hippel Lindau con un creciente tumor en el ojo. Afortunadamente, este paciente en concreto tuvo medios para extraerse el tumor a tiempo por vía privada. Pero cuando te encuentras viajando a Alemania para realizar una operación especializada que te permita no perder una glándula suprarrenal con tan solo 20 años te preguntas: ¿y toda la gente que no tiene esta suerte? En otras palabras: ¿qué pasa con aquellos que no puedan pagar semejantes cantidades de dinero? Es increíble que el tratamiento de las enfermedades raras sea, todavía hoy, un asunto de clases.— Barcelona 10 NOV 2014 -cartas al director. El País.

https://youtu.be/_yer-9MCQG0