sábado, 11 de mayo de 2013

Entrevista a Arcadi Oliveres, profesor de Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona y presidente de la ONG Justicia y Pau

“Nuestra obligación moral es perder el miedo y rebelarnos contra el sistema” 

Eduardo Azumendi eldiario.es

 “Se ha deteriorado tanto la situación que no hay otra alternativa que la desobediencia civil”. “No se puede decir que hay que cambiar las cosas y no intentarlo”. “Si el capitalismo no ayuda a las personas a cubrir sus necesidades tendremos que hacerlo desaparecer porque está en juego la supervivencia de la humanidad”. Arcadi Oliveres (Barcelona, 1945) no puede reprimir la indignación cuando habla del actual sistema político y económico, de cómo se “dilapida” el dinero en ayudar a salvar bancos mientras se permite que miles de familias se hundan. Este profesor de Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona y presidente de la ONG Justicia y Pau ha participado en las jornadas sobre energía organizadas por la Plataforma Fracking Ez, en Vitoria. Además de hablar sobre la situación y las desigualdades energéticas Norte-Sur, Oliveres concedió una entrevista a El Diario Norte en la que aboga por “perder el miedo y rebelarse” contra el sistema político actual, al que considera enfermo y caldo de cultivo para la corrupción.

Pregunta: Parece que eliminar las disfunciones de la crisis pasa por basar la economía en una menor rentabilidad y en un reparto más justo de la pobreza. ¿Estos preceptos son compatibles con el capitalismo?

Respuesta: No sé si son compatibles, pero sí sé que es absolutamente necesario para la humanidad. Si no es compatible, será el capitalismo el que tenga que desaparecer porque está en juego la supervivencia de la humanidad. Si el capitalismo no permite esta supervivencia, hagámosle desaparecer y dotémonos de un sistema que facilite la cobertura de necesidades básicas de la ciudadanía y el sostenimiento del planeta.

P. ¿Y cuál es la alternativa al sistema capitalista?

R. Nunca en la historia ha habido alternativas preparadas. Cuando desapareció el feudalismo y llegó el capitalismo no avisaron que a las doce terminaba uno y a las doce y un minuto comenzaba el otro. Se fueron cambiando las estructuras económicas, los señores feudales fueron perdiendo su poder, los burgueses de las ciudades lo fueron ganando. Nació el capitalismo comercial, después otro financiero e industrial. Y estamos en ese proceso hacia un capitalismo más humano que permita que la gente pueda cubrir sus necesidades.

P. Con más de seis millones de parados, ¿cómo es posible que no se produzca un estallido social?

R. Los medios de comunicación han metido el miedo a los ciudadanos y la gente todavía tiene el temor a perder las pequeñas cosas que le quedan. Si la historia de la humanidad hubiera funcionado así, nunca se hubiera progresado. Si los primeros objetores de conciencia al servicio militar no hubieran asumido la voluntad de ir tres años a la cárcel, el servicio militar seguiría vigente en la actualidad. Si las personas de color en Estados Unidos no se hubieran rebelado contra la discriminación racial, los negros todavía irían de pie en los autobuses. Nuestra obligación moral es perder el miedo y rebelarnos contra este sistema enfermo, caldo de cultivo para la corrupción y con políticos y bancos que tanto daño están haciendo.

P. ¿La desobediencia civil puede ser una forma de rebelión?

R. Sí, siempre que sea pacífica y no violenta.

P. ¿Está preparada la sociedad para ese movimiento?

R. Sí. Creo que ahora las circunstancias son muy favorables para que esto se emprenda. Se ha deteriorado tanto la situación que no hay otra alternativa. Le voy a contar un caso que ocurrió en Barcelona hace unos años. Cuando concluyó la guerra de Irak se formó un consorcio de 24 bancos a nivel mundial para captar fondos para su reconstrucción. ¿Curioso no? Que los que más han ayudado a destruir Irak ahora también se quieren lucrar con su reconstrucción. La Caixa formaba parte del consorcio y en Barcelona no gustó nada esa idea. Así que organizamos una campaña en tres fases. En la primera, repartimos pegatinas con el lema ‘La Caixa gana dinero con la sangre de los iraquíes’. En un segundo momento, un grupo de 80 voluntarios visitaron oficinas de la Caixa para entrevistarse con sus directores y preguntarles por Irak. Y la tercera fase consistió en que un grupo de 25 personas se acercaban en horas punta a las oficinas de la Caixa y se ponían a gritar que rompían sus cuentas con la entidad por su actitud en Irak. Al cabo de unas semanas, nos llamaron los responsables y nos pidieron que dejáramos la campaña. ¿A cambio de qué?, les preguntamos. Unos días más tarde abandonaron el consorcio. Siempre se puede conseguir que la sociedad secunde iniciativas organizadas de desobediencia civil, de respuesta al poder establecido.

P. Usted ya ha buscado una fórmula para Cataluña, una plataforma que reúne a ciudadanos indignados y movimientos de izquierda con el que pretende participar en las próximas elecciones al Parlamento catalán.

R. Yo he creído en eso, pero puedo equivocarme. Hay tanta gente que protesta que sería positivo que se uniese. A la crítica le falta dimensión política para tirar hacia adelante. La izquierda debería aprender y preparar más este tipo de actuaciones, porque con la derecha es imposible ya que solo mira la cartera. Yo no pertenezco a ningún partido, por eso en Cataluña he planteado una fórmula de coalición electoral: movimientos sociales, personas individuales y corrientes de izquierda. Todos se han subsumido en una candidatura de protesta con vistas a las elecciones en Cataluña. Ya se han adherido más de 30.000 personas y hemos empezado por reuniones en pequeños grupos locales. Dentro de dos años celebraremos unas primarias para formalizar una candidatura. Así, nos habremos quitado la mala conciencia de decir que hay que cambiar las cosas y no intentarlo.

Fuente: http://www.eldiario.es/norte/euskadi/obligacion-perder-rebelarnos-sistema-politico_0_130887541.html

El gobierno alemán no hace lo que predica

Vicenç Navarro. Sistema Digital

Un mensaje que el gobierno Merkel enfatiza constantemente a favor de las políticas de austeridad que está imponiendo al resto de la Eurozona es que tales países deben aprender de las reformas realizadas en aquel país, que incluyeron medidas de austeridad que en lenguaje plano quiere decir recortes de gasto público, incluyendo el social, a fin de reducir el déficit y la deuda pública. En este mensaje se enfatiza que en el periodo que va de 2003 a 2005, el gobierno alemán tomó una serie de medidas de disciplina fiscal que explican el supuesto éxito de su modelo. Supuestamente, estas medidas se tomaron durante las reformas iniciadas por el canciller Gerhard Schröder (y presentadas al Parlamento alemán el 14 de marzo de 2003) y que determinaron, por cierto, la escisión del Partido Socialdemócrata y su muy marcado descenso en el proceso electoral. Estas políticas de supuesta disciplina fiscal fueron más tarde continuadas –según el gobierno Merkel- por la coalición gobernante del Partido Conservador Cristianodemócrata con el Partido Socialdemócrata.

Hasta aquí la versión del establishment alemán de por qué a Alemania le ha ido bien: tomó la medicina que necesitaba, y aún cuando fue amarga, le salvó de la crisis. De ahí que los otros países de la Eurozona, y muy en especial los supuestamente más despilfarradores, como los países periféricos o PIGS (Portugal, Irlanda, España y Grecia), tengan que hacer lo mismo, es decir, imponer la disciplina fiscal, recortando y recortando hasta alcanzar la reducción del déficit y de la deuda pública y así recuperar la famosa “confianza de los mercados financieros” (una de las frases más repetidas en el mensaje promovido por el gobierno alemán).

Esta versión de lo que ocurrió en Alemania se ha convertido en dogma y se reproduce constantemente en los medios de mayor difusión. Así, el pasado domingo 5 de mayo, en un artículo sobre la situación en Europa, publicado en El País (“La austeridad rompe el eje París-Berlín”), los corresponsales de tal diario en París (M. Mora, C. Pérez y J. Gómez) indicaban que “los recortes de Schröder salvaron a Alemania de la crisis en la que se encuentra Francia”, implicando que lo que el Presidente Hollande debería hacer es lo que, por lo visto, el canciller Schröder hizo con sus reformas, es decir, recortar y recortar gasto público. Y, por si fuera poco, en el mismo número, en una entrevista en El País al sociólogo alemán más conocido en España, el profesor Ulrich Beck (colaborador frecuente en sus páginas), este indicaba con tono de aprobación que “hay un consenso acerca de que el éxito alemán se debe a los recortes del canciller socialdemócrata Schröder. Se cree que ello funcionó en Alemania y tiene que ser bueno para todo el mundo” (“Alemania impone sus recetas con una plantilla moral”. El País 05.05.13).

La falsedad del dogma promovido por el gobierno alemán

El problema con esta interpretación del supuesto éxito del modelo alemán como consecuencia de la austeridad fiscal es que los datos señalan que no hubo ninguna medida de austeridad fiscal en las reformas del canciller Schröder. Dos economistas del Institute for the Study of Labor (IZA), Ulf Rinne y Klaus F. Zimmermann (“Is Germany the North Star of Labor Market Policy”) han mostrado con toda claridad y detalle que el déficit y la deuda pública aumentaron notablemente durante el mandato del gobierno socialdemócrata, crecimiento que continuó durante el gobierno Merkel. En realidad, la deuda pública subió durante el periodo 2000-2010, nada menos que un 40%, creciendo mucho más rápidamente que el PIB. ¿Dónde estaba la austeridad?

En realidad, Alemania no ha sido un país cuyos gobiernos se hayan caracterizado por su austeridad de gasto público. Antes al contrario, la gran expansión de tal gasto que ocurrió a raíz de la unión alemana, con la integración del Este de Alemania, y la expansión de la Alemania occidental en la oriental, estimuló su economía, e indirectamente, la economía europea. Y lo hizo a base de aumentar su déficit público, pasando de estar en superávit en 1989 (0,1% del PIB) a tener déficit público a partir de entonces cada año, alcanzando tal déficit un 3,4% del PIB en 1996. Y algo semejante ocurrió en los años del mandato de los cancilleres Schröder y Merkel.

¿De dónde saca, pues, el gobierno Merkel la autoridad moral de exigir a otros países lo que los sucesivos gobiernos alemanes no hicieron? ¿Y con qué autoridad moral el gobierno Merkel exige a Grecia (país que fue ocupado por la Alemania Nazi) que pague su deuda, en cantidades que le representarían un 40% del PIB, cuando tras su derrota se permitió a Alemania que no destinara más de un 5% de sus ingresos por las exportaciones a pagar su deuda a las potencias vencedoras? (Pedro Olalla en el blog Ganas de escribir de Juan Torres).

Lo que en realidad hizo el canciller Schröder fue redistribuir la riqueza generada con el aumento de la productividad hacia las rentas del capital a costa de las rentas del trabajo, creando un problema muy serio de insuficiente demanda doméstica que intentó paliar con un aumento de la deuda pública, posibilidad negada por el gobierno Merkel a los países PIGS. Es más, el gasto público regional y local aumentó mediante políticas públicas a las que Merkel se opone en otros países. Fue esta redistribución de las rentas a favor de las rentas del capital la que causó la gran rebelión de las bases socialdemócratas y la caída electoral en picado de este partido. Tales reformas (centradas en la reforma laboral) deterioraron en gran manera el mercado laboral. El bajo desempleo se debió a la reducción del tiempo de trabajo, medida presionada por los sindicatos, cuya implementación fue facilitada por el sistema de cogestión existente en Alemania. Continuar indicando que este bajo desempleo se debe a las políticas de austeridad es ignorar toda la evidencia que niega tal proposición.

El gasto militar es el causante de una importante parte del deficit.

En un estudio realizado por Justicia y Paz podemos comprobarlo. Obras son amores y no buenas razones. Para poder informarnos basándonos en evidencias no en opiniones. Aquí.

viernes, 10 de mayo de 2013

_- Escuelas japonesas sin exámenes

_- En las escuelas japonesas, los estudiantes no pasan ningún examen hasta que llegan a cuarto grado (10 años)!

¿Por qué?
Debido a que la meta para los primeros 3 años de las escuelas no es juzgar los conocimientos o el aprendizaje del niño, sino establecer las buenas costumbres y el desarrollo de su carácter!

Sí, eso es lo que nuestros sabios nos enseñan: Modales, buenos hábitos, ANTES que conocimiento!

¿Se podría extender este método a todo el mundo?

jueves, 9 de mayo de 2013

La austeridad europea se resquebraja, ¿pero hay alternativa?

Cada vez hay más signos de que la política de recortes contra la crisis en la eurozona hace agua desde el punto de vista económico, político e intelectual. Algunos destacan el ejemplo de EE.UU., ¿pero funcionaría en Europa?




Razones para la huelga y el NO a la ley Wert.

miércoles, 8 de mayo de 2013

HUELGA EN LA ENSEÑANZA, JUEVES, 9 DE MAYO, Y MANIFESTACIÓN A LAS 20 H.

JUEVES, 9 DE MAYO, para exigir al Gobierno la retirada del proyecto de Ley Orgánica de Calidad de la Educación (LOMCE), conocida como “Ley Wert”, y denunciar los recortes que en el sector está llevando a cabo el Gobierno desde el pasado año.

Es la primera vez que La Plataforma Estatal por la Escuela Pública (integrada por FECCOO, STES, FETE-UGT y CGT, la Confederación Española de Padres y Madres de Alumnos (CEAPA), el Sindicato de Estudiantes y los Movimientos de Renovación Pedagógica) convoca una huelga que abarca a todas las etapas educativas, desde Infantil hasta la Universidad, contra unas medidas que apuestan por una educación selectiva, segregadora, que está hecha desde una óptica recentralizadora, que devalúa la formación profesional y que no resuelve los problemas de la educación.
Más información en el sindicato en CC.OO.

El miembro del Seminario de Economía Crítica Taifa, Josep Manel Busqueta, imparte una conferencia en la Academia de Socialismo 21

Alternativas a un capitalismo en crisis
Enric Llopis

No hay alternativa, dijo la celebrada Margaret Thatcher. El pensamiento único económico, de corte neoliberal, niega cualquier planteo que impugne la realidad existente. Pero la posibilidad o no de alternativas depende de la correlación de fuerzas políticas. Algunas las ha descrito el miembro del seminario de Economía Crítica Taifa, Josep Manel Busqueta, en la Academia de Pensamiento Crítico de Socialismo 21.

¿Qué implica plantear alternativas? Aclara Busqueta que no se trata de presentar un nuevo “producto transformador y revolucionario, como si toda nuestra experiencia anterior no sirviera”. Por otra parte, “no existen las recetas mágicas para la transformación social; de lo que se trata es de aportar elementos de reflexión”.

Otra premisa. Las alternativas no han de presentarse a las políticas de ajuste y recortes; ni a las estrategias neoliberales, ni siquiera a la globalización económica. Porque, según el Seminario de Economía Crítica Taifa, son formas concretas de la dinámica evolutiva del capitalismo. Se trata de impugnar el sistema capitalista (en su conjunto) “por las relaciones sociales que éste implica, y que guardan mucha relación con la apropiación privada del excedente producido colectivamente”, explica Josep Manel Busqueta. En otras palabras, “el capitalismo no puede refundarse ni reformarse, porque ha colapsado y, además, porque ello es indeseable”.

A la hora de proponer alternativas, la izquierda ha de afrontar una carrera de obstáculos. “Utópicos”, los “anti-todo” son algunos epítetos de los que se echa mano. También se piden alternativas, pero dentro del marco vigente. En otros casos, se exige a los movimientos sociales una suerte de “mapa de carreteras” en el que se explique al detalle cómo será la sociedad futura. Pero “no podemos caer en estos falsos debates”, aconseja Busqueta. “Transformar significa cambiar o sustituir unos intereses minoritarios en la sociedad por los de la mayoría de la población”. Además, el grupo Taifa recuerda que ningún modelo de sociedad se ha definido previamente ni de antemano. El capitalismo no es la aplicación de un modelo diseñado por un teórico del Renacimiento. Ni el reformismo keynesiano de posguerra emerge de la lectura que Roosevelt pudiera hacer de la “Teoría General” de Keynes. Al contrario, este clásico se publica en 1936, después que muchos gobiernos aplicaran políticas de cariz keynesiano. Parafraseando a Antonio Machado, “caminante no hay modelo, se hace modelo al andar…”, ironiza el economista.

El grupo Taifa considera que las alternativas surgen de la interacción de tres factores: “sujetos de cambio”; “instrumentos de transformación” y “procesos de transformación”. Esto significa que no basta con el desarrollo de uno de los vectores (por ejemplo el tercero, con la constitución de cooperativas) si no se da el resto (por ejemplo el primero, una masa crítica que aspire al cambio social). Además, para valorar las posibilidades de construir una alternativa, han de considerarse –como Lenin hizo en su día, recuerda Busqueta”, otros tres elementos: “poder político”, “capacidad económica” y “conciencia social”.

Taifa apunta cinco características que debería cumplir una sociedad alternativa al capitalismo: que el sistema de propiedad sea colectivo (no privado) y funcione mediante cooperativas o fórmulas de propiedad comunal; un régimen de producción comunitario que no derroche recursos; un sistema de distribución equitativo, es decir, “que todo el mundo pueda satisfacer sus necesidades básicas”, apunta el economista. “La renta básica no es algo nuevo; son ideas que ya planteaban Epicuro, Tomás Moro o William Morris en Noticias de ninguna parte”, agrega. También propone el seminario Taifa la gestión del poder horizontal, no jerárquica ni despótica; y que el nuevo sistema de valores y afectos potencie el bien común. Porque, recuerda Josep Manel Busqueta, “el individuo como categoría social al margen de la sociedad es una patraña ideológica que sirve para el desarrollo del capitalismo; sólo desde la mejora colectiva podremos proyectarnos individualmente en la sociedad”.

La sociedad alternativa se divisa muy a lo lejos. ¿Qué hacer mientras? Josep Manel Busqueta aconseja atender las palabras de Marx sobre los “partos” en la historia, cuando subraya que el ser nuevo se encuentra ya –de manera potencial- en el vientre de la sociedad presente. Y cita algunas experiencias de nuevas formas de relación social, que avanzan cómo articular una sociedad diferente: proyectos de municipalismo alternativo; iniciativas de economía social; finanzas éticas; agroecología; sindicalismo y medios de comunicación alternativos. “Pero nos hace falta una narrativa compartida entre todos estos procesos”, agrega. Y actuar de un modo similar a los movimientos de sístole y diástole: las manifestaciones masivas contribuyen a visibilizar los problemas, pero después, según el miembro de Taifa, hay que desarrollar proyectos concretos en los barrios.

Puede que uno de los grandes retos sea la democratización de la economía, idea sobre la que se han escrito toneladas de libros y discursos, y de la que campos ideológicos muy diversos (incluida la socialdemocracia) pretenden apropiarse. En su trabajo “Más allá del capitalismo”, el filósofo y matemático David Schweickart apunta cuatro criterios que debería incluir la democracia económica: control social de los medios de producción; control público del sector financiero; planificación económica con participación social; y control social de los bienes producidos. La economista Miren Etxezarreta prefiere referirse a estrategias de desarrollo “autocentrado”, participativas, y que consideren tanto la potencialidad del territorio y el trabajo asalariado digno, como la autonomía respecto a los mercados mundiales.

En lo más concreto, apunta Josep Manel Busqueta, es imprescindible adoptar modelos diferentes de consumo, “más austeros, menos obsesionados por el consumo individual y más predispuestos al reencuentro a través de la colectividad”. Aunque antropológicamente “seamos ricos en necesidades, no es lo mismo el consumo local y sostenible que el McDonalds; ni el vehículo privado que el transporte colectivo”. Para implementar estos cambios, hace falta también un cambio en las actitudes personales. Un cambio de valores. Busqueta recuerda las palabras del “Che” Guevara: “A mí, el socialismo como forma de redistribución de bienes materiales no me interesa”.

Los politólogos reflexionan en esta coyuntura crítica sobre cuáles podrían ser los agregadores, los relatos compartidos o la “narrativa de la común” que permita acumular fuerzas en la construcción de alternativas. Josep Manel Busqueta lo tiene claro: “Hay que basarse en lo obvio”. ¿Por qué no sirven los discursos académicos ni excesivamente elaborados? “Porque lo vimos en el asalto al Palacio de Invierno. La gente pedía paz, pan y tierra. No se preocupaba por las relaciones geopolíticas de la futura URSS ni por el choque entre los sistemas capitalista y socialista”. Este discurso obvio, “de lo común”, inteligible para la generalidad de los ciudadanos, la versión actualizada del paz, pan y tierra, son los derechos sociales. Que estén universalmente garantizados.

Si se trata de construir una sociedad alternativa al capitalismo, no ha de ponerse el foco exclusivamente en la base material, aunque ésta deba considerarse. Las reflexiones del seminario Taifa incluyen otras áreas de actuación además de la económica, como son la ecológica, la artística y la cultural, entre otras. Ahora bien, teniendo en cuenta a la hora de luchar por la transformación, que el mecanismo que explica el funcionamiento de las sociedades es el conflicto, no el consenso.

Hay elementos que permiten albergar esperanzas en una sociedad alternativa. Josep Manel Busqueta recuerda en su intervención al arqueólogo Eudald Carbonell, quien a menudo explica que el ser humano ha sobrevivido como especie gracias a la cooperación. Es decir, la alternativa al capitalismo es también una necesidad. “Socialismo o barbarie”, exclamaba Rosa Luxemburgo. Tragedias como la pobreza global o el cambio climático (y, más aún, el colapso de la especie) no pueden repararse si no es avanzando hacia una sociedad comunista, es decir, hacia una redistribución colectiva de los bienes. De lo contrario, asoman ya los perfiles de formas mucho más refinadas de fascismo y sociedades en extremo autoritarias y represivas.

Los clásicos de la izquierda se han preguntado hasta la saciedad y han reflexionado sobre el sujeto del cambio social. ¿Quién ha de construir las alternativas? Según el miembro del grupo Taifa, la gente común. ¿Cómo? “Desde la alegría y el entusiasmo; sólo así podremos transformar esta sociedad absurda, triste y fracasada”. “Pese a toda la presión y las dificultades con las que nos encontramos, no entiendo el proceso de cambio desde la angustia y la tristeza”, responde. Y sin caer en dinámicas derrotistas. En su libro “Por qué Marx tenía razón”, Terry Eagleton invita en cierto modo al optimismo. Busqueta lo cita para subrayar que “somos muchos más de los que pensamos” y que hay ocasiones en que, a lo mejor de manera inconsciente, la gente se rige por los valores de una sociedad alternativa. ¿Cuánta gente se niega a vender a sus amigos por dinero? ¿O rechaza anteponer criterios mercantiles en sus relaciones personales? No hay sociedad alternativa, se construye al andar…

lunes, 6 de mayo de 2013

Las claves que explican el estrangulamiento de la Universidad pública

Paula Corroto. La Marea

Recortes presupuestarios, despidos masivos de profesorado, reducción de becas, aumento de las tasas de matrícula y mucho endeudamiento. Esa es la situación actual de la Universidad española. Los datos son elocuentes: desde 2010 el presupuesto público se ha recortado en más de 1.200 millones de euros y algunas universidades como la Politècnica de Catalunya y la Complutense de Madrid acumulan deudas de hasta 111 millones de euros en el caso de la primera y 160 millones de euros, en el caso de la segunda. Además, el pasado mes de marzo, 300 profesores de la Politécnica de Madrid vieron cómo era rescindido su contrato.

Con esta lúgubre perspectiva, Joseba Fernández, investigador en Ciencia Política de la Universidad del País Vasco, Carlos Sevilla, abogado laboralista, y Miguel Urbán, gestor cultural, han coordinado el ensayo De la nueva miseria. La Universidad en crisis y la nueva rebelión estudiantil (Akal), en el que a través de artículos sobre los modelos universitarios español, norteamericano, indio e italiano abordan lo que ellos han denominado “una verdadera operación de destrucción de la universidad pública para ponerla al servicio de su mercantilización y privatización acelerada en manos de gestores”, según el prólogo escrito por el profesor de Ciencia Política de la UNED Jaime Pastor. Para ellos, ahí reside el quid de la cuestión de “este estrangulamiento de la financiación pública de la Universidad” canalizado a través de recortes y despidos, analiza Sevilla.

Una universidad pública rota cuyo modelo “no ha cambiado desde la Edad Media”, según Urbán, y que además, ahora se enfrenta a otro grave problema: la crisis y el desempleo que en los jóvenes alcanza al 57,2% -según el último dato de la EPA- la ha convertido en una máquina de crear parados o trabajadores en precario. Una situación esquizofrénica –cada vez hay menos inversión, cada vez hay más titulados- que para estos autores se encuadra en una estrategia política evidente: “Hay una ofensiva de las elites de tratar, mediante reformas tecnocráticas, de adecuar la propia institución al entorno productivo moderno”, sostiene Sevilla en conversación con La Marea. Su compañero Miguel Urbán indica que el principal problema es que desde finales de los ochenta “en vez de adaptar el mercado laboral a las necesidades sociales, la universidad se ha adaptado a las necesidades del mercado”. Un mercado que ahora mismo no da abasto.

Las palabras de Urbán tienen como corolario la sentencia del Ministro de Educación, José Ignacio Wert, cuando afirmó que “los estudiantes no deben estudiar lo que quieren, sino lo que les emplee”. Un ataque que parece destinado a las Humanidades. “La reconversión profesional hacia itinerarios tecnocientíficos es también un proyecto político. El incremento masivo de estudiantes y de licenciados en las Facultades de Humanidades con un mercado de trabajo que no absorbe esa mano de obra se convierte en un problema social, por lo que se orienta toda esa formación hacia itinerarios tecnocientíficos como una ofensiva sobre el conjunto de conocimientos de las Humanidades, que son disciplinas que además permiten un conocimiento de la sociedad que no permiten otras”, asegura Sevilla.

Al combate contra las Humanidades se une otra estrategia política, según estos autores: guiar el modelo español hacia el norteamericano de la Ivy League, es decir, la separación entre centros de calidad, que son al final los que reciben mayor financiación por parte de las administraciones, y los que se quedan en segunda fila. “Lo estamos viendo con la Complutense y con la creación de los Campus de Excelencia, que es una forma de crear un circuito dual y que van destinados a formar a la elite”, manifiesta Sevilla. Los autores sostienen que con estas medidas de lo que se trata es de “reestructurar la docencia” a partir de un profesorado precario destinado a dar clases en los primeros cursos de la Universidad, y un segundo circuito de docentes, fundamentalmente catedráticos y doctores, que dan sus clases en másters y segundo grado. “Se crea una casta de funcionarios, que al final son los que mantienen el poder en los órganos de Gobierno de las facultades”, afirma Sevilla. Para Urbán, la estrategia es aún peor, puesto que lo que se pretende con estas dualidades y con los recortes en la financiación es que las Juntas y Claustros de las facultades estén compuestas “por gestores de empresas y fundaciones privadas, que son los que van a invertir en los centros universitarios. Se trata de crear la Universidad-Empresa”.

Plan Bolonia

¿Y qué tiene que ver el famoso Plan Bolonia con todo esto? El Espacio Europeo de Educación Superior (EEES), que se puso en marcha en el curso 2007/2008, y que a pesar de ser fuertemente contestado por la comunidad estudiantil y profesores, finalmente salió adelante, “no ha traído ninguna mejora para la universidad”, reconocen Sevilla y Urbán. Aunque en España aún no hay estudios de inserción laboral a partir de Bolonia, para ellos la reducción de los años de estudio de una licenciatura ha supuesto un deterioro de las condiciones de trabajo para el profesorado con salarios más bajos y con peores condiciones contractuales. Para el alumnado también deviene otra problemática: “Se están produciendo licenciados al mismo ritmo que se producía antes de la crisis y con un mercado que ha reducido buena parte del empleo que había antes. Así que toda esa gente que está saliendo de la universidad está optando por el exilio. Esa es la realidad”, analiza Sevilla.

Ante esta cuestión, en la comunidad educativa se ha debatido sobre si la alternativa no sería la reducción de titulados. También se ha discutido sobre el florecimiento de facultades en todo el territorio español durante el último decenio y que, por razones obvias, ha implementado el número de licenciados. Tanto Sevilla como Urbán se muestran en desacuerdo con un recorte de centros. “No, lo que creemos es que hay poca universidad, pero universidad como forma de capacitación de la ciudadanía. Tendríamos que democratizar mucho más el acceso y eliminar las expectativas laborales en torno a tu capacitación de estudio. Es normal que la gente de Albacete quiera carreras y no sólo los de Madrid. El problema es cómo entendemos la universidad, si al servicio del mercado o de la sociedad”, manifiesta Urbán. “La gente debe ser consciente de que la Universidad no es un CCC. No está entrando en un sitio que le va a cualificar profesionalmente, sino que entra para obtener una formación superior y para vivir una experiencia que, por desgracia, otra gente no puede tener”, añade Sevilla.

El cambio de mentalidad también tiene que ver con la formación que reciben los estudiantes y la forma en la que estos la asimilan. Hay una crítica palpable en los últimos años y es que son muchos los licenciados que terminan la carrera y cometen fallos de cultura general. Conocimientos que deberían haberse aprendido incluso en la enseñanza secundaria. Para Urban y Sevilla también esta problemática se revela deudora de un modelo universitario anacrónico y poco eficiente: “Tenemos un modelo que está orientado a ser una fábrica que expide títulos y que hace que, al final, al estudiante lo único que le interese sea tener el título y no el aprendizaje en sí mismo. La universidad hace que te estudies todo en quince días, luego lo vomites y después te vuelvas a quedar anoréxico en el conocimiento. Es una universidad que está orientada a sacar licenciados como churros [sic]. Si estuviera orientada a crear ciudadanos, el modelo educativo tendría que ser diferente”, sostiene Urbán.

Un movimiento estudiantil derrotado

Para los autores de este ensayo el peor síntoma de que la Universidad está caminando hacia un abismo sin frenos es “la derrota del movimiento estudiantil, que perdió su última batalla con el Plan Bolonia. Desde entonces no hay nada. Hay foquitos que surgen ante casos coyunturales, pero no se ha generado un movimiento”, mantiene Sevilla. Para ellos, acciones como dar clase en la calle como muestra de la precariedad que está sufriendo la universidad no son suficientes. “Además, tiene un aspecto elitista porque demuestra que la universidad desciende al pueblo, cuando la universidad tendría que ser siempre eso. Es una forma de protesta muy cómoda”, añade Sevilla.

¿Cuál es la alternativa? ¿Qué hacer entonces? Los autores se fijan en los movimientos estudiantiles protagonizados en otras universidades como la Universidad de México (UNAM) donde tanto estudiantes como profesores llegaron a estar nueve meses en huelga. “Ocuparon el espacio universitario, que estuvo gestionado por profesores y estudiantes. Y ganaron. La matrícula de la UNAM cuesta un peso y querían que valiera 1.000 dólares. Costó nueve meses pero sigue costando un peso”, sostiene Urbán.

A pesar del pesimismo y de las “negras tormentas” que se avecinan –o ya están- en el mundo universitario, tanto Urbán como Sevilla observan cierta luz al final del túnel. “Hay una dinámica internacional de oponerse a este proyecto de mercantilización. Hay precedentes en todos los países de la Europa Occidental con movilizaciones masivas. La única forma de la que puede surgir un nuevo modelo de educación o de sociedad es desde este tipo de luchas o resistencias”, zanja Sevilla. Ante el derrumbe total, es la esperanza que aún les queda.

Fuente: http://www.lamarea.com/2013/04/27/universidades/

CRAIG CALHOUN / DIRECTOR GENERAL DE LA LONDON SCHOOL OF ECONOMICS “Con otros cinco años así, el euro no sobrevivirá”

"Los rescates solo han salvado a las elites bancarias en vez de a la gente corriente"

WALTER OPPENHEIMER Londres.
Sociólogo estadounidense formado en Oxford, Craig Calhoun (Watseka, Illinois, 1952) dirige desde septiembre la London School of Economics (LSE), y esta semana desembarca en Madrid de la mano de la Fundación Ramón Areces y al frente de un nutrido grupo de profesores de la LSE en una serie de clases magistrales sobre temas tan variopintos como la felicidad, las reformas estructurales, el futuro de la economía global o la educación.

Pregunta. ¿Será este ejército de profesores de la LSE capaz de explicar a los españoles qué tienen que hacer para salir del agujero?
Respuesta. ¡Ojalá conociera la respuesta mágica a esta pregunta! No, no creo que la idea sea decirles a los españoles qué han de hacer, sino mejorar el pensamiento acerca de cuestiones clave y abrir debates sobre ideas que pueden ser útiles.

P. Usted dirige una universidad, y en España todo el mundo quiere ser universitario. Cada cierto tiempo surge el debate sobre si hay o no demasiados estudiantes universitarios.
R. Ese mismo debate se ha dado en Inglaterra y, desde luego, en Estados Unidos. Hay muchas universidades. Hay muchos empleos en los que se exige educación universitaria. Hay una especie de titulitis. Usan las universidades como una forma de filtro para esos empleos, en lugar de formar a la gente para los empleos o para un despertar intelectual. Están reproduciendo la jerarquización en la sociedad. Y eso significa que no solo has de tener educación universitaria, sino que lo importante es a qué universidad has ido y qué has estudiado. La educación es valiosa en muchísimos sentidos, pero organizarla en función de jerarquía socava ese valor porque incentiva la idea de que se trata solo de controlar quién consigue qué oportunidades en la vida, en vez de dotar a la gente de conocimiento para que sea capaz de hacer cosas importantes.

P. Hay gente que relaciona la corrupción en España con el amiguismo, con la falta de meritocracia. Pero, ¿acaso no es la meritocracia un fenómeno jerárquico? ¿Es realmente justa? ¿Por qué se ha de valorar más la preparación que el esfuerzo de progresar desde una posición muy humilde a una posición intermedia?
R. Es una cuestión muy importante. Ciertas versiones de la meritocracia premian a la gente en función de su rendimiento real. Pero hay también quien la premia según a qué escuela has ido, con independencia de lo que realmente haces. Eso no es meritocracia. Es la ilusión de la meritocracia mediante el uso de títulos. Y eso es tan malo como la corrupción, porque premias a la gente en función de lo que ha pagado. Pero si las oportunidades de empleo son desiguales es casi natural utilizar la educación como filtro, y entonces detrás de las diferencias educativas hay diferencias de clase. ¿Quién accede a esas universidades? ¿Quién tiene esas posibilidades de triunfar? Las elites, la clase media alta. Es muy fácil hacer de la educación parte del sistema, que no cambia las cosas, sino que reproduce las jerarquías. En lugar de hacer algo que dé más fuerza a la gente, que cambie la sociedad, que haga que el futuro sea diferente.

P. Pero la LSE se ha convertido en un ejemplo de ese modelo, especialmente con los estudiantes extranjeros.
R. Eso es lo que nos preocupa. La misión de la LSE es potenciar el conocimiento y, luego, compartirlo para que permita a la gente hacer cosas. Y si lo único que hacemos es vender el nombre de una marca y no proveemos de conocimiento, y especialmente conocimiento que permita a la gente mejorar el mundo, es que hay algo que no funciona. Nos enfrentamos a ello constantemente. Pero es imposible distinguir entre los estudiantes que vienen aquí solo porque quieren tener un trabajo después de graduarse y los que quieren aprender y ser capaces de hacer grandes cosas. Todas las universidades afrontan esa tensión entre ser simplemente parte del sistema de reproducción del estatus de la élite y ser realmente capaces de poner el conocimiento a trabajar por el bien público.

P. Mucha gente aceptó tras la caída de la URSS que el libre mercado es el mejor sistema económico. Pero desde 2008 es difícil aceptar que el mercado sea justo, o, al menos, lo bastante justo.
R. Los mercados no tienen nada que ver con ser justos: son eficientes para ciertos objetivos. Y eso puede ser bueno. Pero, si se les deja solos, tienden a producir resultados desiguales. No puedes esperar que consigan ni justicia ni igualdad. Los mercados financieros, como hemos visto en los últimos cinco años, producen resultados aún más extremos. Si lo que uno busca es justicia tiene que añadir algo al sistema de mercado: una estructura de programas gubernamentales de bienestar, sindicatos, todo tipo de cosas, pero hay que añadir algo. Lo que hemos visto durante 20 años o más es la destrucción de instituciones sociales que compensaban las limitaciones de la sociedad del mercado capitalista. Y eso es malo.

P. En España se dice que Alemania ha adoptado una postura moral en esta crisis: castigar a los pecadores países católicos del sur. Pero la burbuja inmobiliaria nacional se creó a través del dinero de los bancos alemanes. ¿Cómo pueden olvidarlo?
R. Es muy interesante ver cómo desde 2008 ha vuelto el nacionalismo a Europa. En ambos lados. Con los alemanes diciendo: “Esos españoles”, y los portugueses, italianos, griegos; y los demás diciendo: “Esos alemanes”. Lo realmente interesante es cómo ha vuelto el nacionalismo y cómo vemos esas naciones en términos morales, en ambas direcciones. Es una señal de lo débil que era la solidaridad europea, incluso cuando todo el mundo la festejaba. Es un problema muy serio ver en términos morales cosas que son sobre todo producto de organizaciones económicas sistémicas. Es un completo espejismo buscar explicación a los hechos básicos con argumentos de moralidad individual sobre los alemanes o sobre los españoles, cuando el problema es la naturaleza del sistema y las soluciones han de venir a través de cambios en el modelo de integración económica, los incentivos que se ofrecen a la gente y las estructuras institucionales. Si hay una cuestión moral debería ser acerca de la moralidad social, de la forma en que funcionan las instituciones, y no acerca de la moralidad personal de los individuos.

P. ¿Qué sentido tiene una moneda con un tipo de cambio fijo, pero tipos de interés variables?
R. El problema es que la zona euro tiene tales diferencias internas que los tipos de interés varían. Pero no solo los tipos de interés: las condiciones de empleo, todo. Y no tiene suficiente integración como para apoyar una moneda común. Y, o empujas para tener mayor integración, o seguirá habiendo desigualdades entre las regiones. Es una elección entre que los más ricos subsidien a los más pobres o que los más pobres sufran. España no tiene herramientas efectivas para cambiar eso como economía nacional dentro de la zona euro.

P. ¿Cree que el euro sobrevivirá?
R. Probablemente. Pero como se ha visto con Chipre, cada vez que hay una crisis surge la posibilidad de que el euro no sobreviva. Creo que sobrevivirá, porque las regiones ricas se han comprometido a salvarlo y lo van a seguir subsidiando. Pero depende de que vuelva el crecimiento. Con otros cinco años así no creo que sobreviva.

P. ¿Puede desaparecer el Estado-nación?
R. A corto plazo, la globalización y las crisis globales refuerzan al Estado-nación, aunque eso no significa que haya unidad nacional dentro del Estado. Hay mayor conciencia de la identidad nacional, pero, al mismo tiempo, para alguna gente, es un problema: la identidad vasca, la catalana, la castellana, la que sea. Y la apelación al Estado-nación se convierte en fuente de tensiones y problemas. La idea de que el Estado-nación iba a desaparecer era un espejismo nutrido en la UE y, hasta cierto punto, en el mundo por las élites que se beneficiaban de viajar, de comprar segundas residencias, que disfrutaban de los beneficios de un sistema global. Europa, la UE, siempre ha funcionado mejor para las elites que para la gente corriente. Cuando llegó la crisis quedó mucho más claro: las diferencias han sido más extremas, y eso recuerda a la gente lo importante que es el Estado. No soy experto en España, pero creo que eso produce, por un lado, una especie de respuesta nacional, y por otro, una tremenda decepción en la nación, porque el Gobierno de España no es capaz de hacer más por los españoles. Y nos encontramos ante el fenómeno de una especie de nacionalismo sin optimismo. Lo opuesto al nacionalismo de hoy en China.

P. Mucha gente creía que con los cambios en China llegaría una revolución, que la gente con dinero exigiría también libertad.
R. Gran parte del proceso de hacerse rico en China empezó como alternativa a la movilización política por la libertad. En los noventa, el Gobierno chino empezó a crear más oportunidades de crecimiento de la economía para canalizar las aspiraciones de la gente, de hacerse más rica en lugar de aspirar a la libertad y a la democracia. Al mismo tiempo, la gente es más libre de lo que era antes, siempre y cuando no toquen ciertas cuestiones, como el poder del Partido Comunista. Pero eso trae gran desigualdad. Ahora, la cuestión para China es, primero, qué hacer con la desigualdad, con el hecho de que la mitad de la sociedad se haya hecho rica y la otra mitad no. Segundo, y esto es una gran cuestión, es que esa forma de hacerse rico produce grandes externalidades, como dicen los economistas. Es decir, las compañías y los accionistas se hacen ricos, pero algunos de los costes se quedan fuera. El gran ejemplo es la contaminación. Hay un problema terrible de contaminación. ¿Va el Gobierno chino a hacer algo? Si no hace nada habrá una revolución, porque la gente quiere respirar. No veo ninguna señal de un movimiento revolucionario, pero sí veo señales de suficiente presión, de suficiente demanda de la gente, para que el Gobierno empiece a hacer algo. Creo que en algunos aspectos es similar en Europa. En Europa la cuestión es cómo reconstruimos las instituciones desmanteladas durante la última generación. Hemos ido reduciendo la regulación, y los Gobiernos tienen ahora dificultades para afrontar los problemas económicos. No tenemos los sistemas de bienestar con que antes compartíamos la riqueza, y, durante la crisis, hemos visto que eso no preocupa a los multimillonarios. Es un desastre. El futuro de Europa depende de que seamos capaces de encontrar una salida a todo eso. Y no sé si seremos capaces. Apostaría antes por China que por Europa.

P. ¿Tienen los Gobiernos que inyectar dinero público para reactivar la economía o no?
R. Los Gobiernos europeos han empeorado la situación, aplicando una política de austeridad en vez de estimular la economía. Pero si quieres inyectar dinero te has de preguntar cómo. Es muy diferente dar dinero a los bancos que construir carreteras o escuelas. Ahora es muy necesario promover el crecimiento. Ha sido necesario durante cinco años. Necesitamos una economía de crecimiento, pero también un ajuste hacia sectores que crean puestos de trabajo. Si el crecimiento se basa en la banca y las finanzas no creará empleo suficiente para resolver el problema del paro juvenil que tiene España.

P. ¿Por qué hay que salvar un banco, pero no una planta de automóviles?
R. Eso nos preguntamos todos. Los bancos fueron salvados por una combinación de buenas y malas razones. La buena es que están tan interconectados que la crisis habría sido mucho peor si no eran rescatados. Pero hay diferentes formas de salvarlos. Y la mala razón es que la gente que tomó la decisión de salvarlos era demasiado cercana a la élite bancaria e hizo cosas que beneficiaban a esa élite. La gran beneficiada del rescate ha sido la gente que tenía mucho dinero en los bancos, que estaba atada al régimen crediticio. Básicamente, hemos evitado que los tenedores de bonos tuvieran que aceptar recortes en sus beneficios. No hemos salvado realmente a la gente corriente.

La sombra del franquismo
Con fama de radical, especialista en ciencias sociales y crítico de las privatizaciones, Craig Calhoun parece mirar mucho más a la izquierda que a la derecha. Aunque advierte de que no es “de ninguna manera” especialista en España, cree ver la sombra de Franco en los actuales problemas. “Después de la Gran Depresión y la II Guerra Mundial, los grandes países pusieron en marcha instituciones sociales para compartir los recursos y mitigar la desigualdad”, explica. Hasta que llegó la crisis del petróleo “y empezamos a ver una creciente dependencia de las finanzas y dejamos que las manufacturas se fueran a Asia, y llegaron las burbujas inmobiliarias”. “España es un caso particular y, en ciertos aspectos, extremo de todo eso, porque la muerte de Franco y la transición a la democracia coincidió con eso”, advierte. “La entrada de España en la nueva situación global tras un periodo de semirreclusión, con instituciones de alguna forma más débiles y con la apertura a ese régimen altamente financiero que estaba llegando, derivó en una especie de boom durante un tiempo muy bueno. Pero ahora sabemos lo frágiles que eran los cimientos. Y esa fragilidad tiene mucho que ver con el hecho de que el dinero con el que se hizo todo era sobre todo dinero prestado, deuda, y no había creado una industria productiva en mucho tiempo”. “Muchos españoles de clase media se hicieron mucho más ricos en ese periodo. Pero en todo el proceso había vulnerabilidades que no se habían previsto y que solo se han visto en los últimos cinco años”.
Fuente: El País. http://economia.elpais.com/economia/2013/05/03/actualidad/1367593325_500332.html

domingo, 5 de mayo de 2013

Desmontar el amor. Jeffrey Eugenides escribe novelas cada nueve años y de propuestas muy distintas. En 'La trama nupcial' no reivindica la novela decimonónica, pero sí algunos aspectos de la tradición

El escritor estadounidense Jeffrey Eugenides. /PASCAL PERICH

Nacido en 1960 en Detroit, urbe que durante décadas fue el corazón de la industria automovilística más poderosa del planeta, a lo largo de su infancia y juventud Jeffrey Eugenides vivió de cerca el dramático proceso de deterioro que sufrió su ciudad natal desde el punto de observación privilegiado de Grosse Point, zona residencial situada en las orillas del lago Michigan. Estos dos enclaves, el centro urbano de Detroit y las áreas limítrofes a la metrópolis, constituyen el escenario de sus dos primeras creaciones novelísticas. Las vírgenes suicidas (1993) refiere la historia de cinco hermanas que ponen fin de manera consecutiva a sus vidas tras asomarse al terror primordial del sexo. Contada en primera persona del plural, la narración reproduce las fluctuaciones del coro de voces masculinas configurado por los antiguos pretendientes de las hermanas. La novela sorprendió por su frescura y originalidad y fue llevada al cine por Sofia Coppola. Nueve años después, en 2002, el escritor americano de origen griego publicaba una fábula si cabe más audaz y sorprendente que la anterior. Middlesex es una obra de considerable complejidad y ambición, diestramente contada por alguien (Calíope o Cal Stephanides, según el momento de la historia en que nos encontremos) que cambia de sexo durante el transcurso de la narración. La novela efectúa un recorrido por varias fases de la historia de una familia que se muda de continente, a la vez que da cuenta de diversos episodios históricos con la crónica convulsa de Detroit como trasfondo. Middlesex fue galardonada con el Premio Pulitzer en 2007. Con misteriosa regularidad, tras otros nueve años exactos de silencio narrativo, en 2011, Eugenides publicó en Estados Unidos una obra muy distinta de sus dos apuestas narrativas anteriores. La trama nupcial, que ahora edita Anagrama, es una luminosa meditación acerca de la distancia que media entre la vida y la literatura cuando esta última trata de atrapar el misterio inasible de la pasión amorosa. Con enorme agilidad, la acción da cuenta de las peripecias de un triángulo sentimental en el que se ven envueltos tres jóvenes que cursan estudios universitarios en un campus de élite de la Costa Este de Estados Unidos. En La trama nupcial Jeffrey Eugenides se adentra en un mundo ficcional tan alejado de los que había explorado en sus dos entregas anteriores que el lector tiene la sensación de estar frente a un escritor radicalmente nuevo. La conversación tiene lugar en un café senegalés de la Avenida Madison, en Manhattan. Jeffrey Eugenides transmite una impresión de inmediatez, claridad, sencillez y autenticidad que son reflejo fiel de los sentimientos que transmite su prosa.

PREGUNTA. Resulta intrigante saber que el motor de su última novela fue una frase que acababa de escribir.
RESPUESTA. Rigurosamente cierto. La protagonista de La trama nupcial estudia semiótica en la universidad, aunque lo que le gusta de verdad son las novelas a la antigua usanza, como las de Jane Austen. La frase que usted dice es: “Los problemas amorosos de Madeleine empezaron cuando sus lecturas de teoría literaria desconstruyeron la idea que tenía del amor”. En el momento en que escribí eso comprendí que tenía que empezar una novela distinta.

P. ¿Qué papel juega en todo esto la semiótica?
R. Madeleine lee con fruición los Fragmentos de un discurso amoroso, de Roland Barthes, libro que le sirve para articular una postura intelectual acerca de la experiencia del amor, que la realidad se encarga de desmontar con suma facilidad, porque a la hora de la verdad se enamora perdidamente sin que ninguna teoría le sirva de ayuda.

P. Usted es autor de tres novelas que llaman la atención por lo distintas que son entre sí. ¿Cómo ve los cambios que le han llevado de un título a otro?

Cuando escribo un guion siento que estoy ante un enorme vacío. Echo de menos los matices de que es capaz la prosa
R. En Las vírgenes suicidas prima el lenguaje. No tenía aún mucha experiencia como novelista de modo que no pensaba demasiado en cuestiones como el argumento, que desvelo en el primer párrafo. Con Middlesex la cosa cambió radicalmente. Es una novela extensa, de una complejidad infinita, con numerosas ramificaciones, un verdadero rompecabezas, de manera que era imperioso prestar atención al armazón argumental. En La trama nupcial los personajes lo son todo. Dejé que fueran ellos quienes escribieran la novela, en lugar de imponerles una historia desde fuera como autor.

P. Las vírgenes suicidas está narrada en la primera persona del plural, algo que los escritores suelen rehuir. ¿Fue difícil?
R. No. Me limité a confiar en la voz. Le dejé leer el manuscrito a Donald Antrim, el escritor, que es muy amigo mío y me preguntó por qué no me olvidaba de las voces individuales y formaba un coro colectivo. La voz que empecé a escuchar entonces era como un conjuro que me llegaba de las profundidades del libro. Usted es escritor y sabe que en ficción lo más importante es dar con la voz que ha de conducir la narración. Cuando se da con ella, se trata de seguir sus indicaciones.

P. Te descubre cosas.
R. Te descubre cosas porque conecta con algo que hay dentro de ti. Te dice cosas que no sabías, es casi como si te diera permiso para adentrarte en el mundo que te has propuesto explorar. De repente se oye una voz que te dice qué debes hacer. Muchas veces el escritor está sumido en la incertidumbre, sin saber bien qué dirección tomar, hasta que una voz le señala el camino a seguir.

P. Usted fue alumno de John Hawkes.
R. Fui a la universidad para poder estudiar escritura creativa con él.

P. Hawkes era un experimentalista radical, pero usted parece haber evolucionado gradualmente hacia posturas más convencionales.
R. Si en el momento en que pusiera un pie fuera de este café me atropellara un autobús lo que dice usted sería cierto, pero tengo que decir que en estos momentos estoy escribiendo unos relatos que tienen muy poco de convencional.

P. ¿Cree que hay una cierta tendencia a volver a la tradición entre los escritores más importantes de su generación?
R. No es que me haya propuesto llevar la misión retrógrada de volver a la novela decimonónica, pero es verdad que hay cosas que vale la pena preservar de la tradición. La única manera de dar nueva vida a la novela es recombinando elementos muy dispares, mecanismos posmodernos, elementos tradicionales, aspectos de la novela psicológica, mezclándolo todo. No hay por qué sacrificar los logros del pasado en aras de ningún doctrinarismo.

P. ¿Qué libros hay en las estanterías del estudio donde escribe en su casa de Princeton?
La manera de dar nueva vida a la novela es recombinando elementos: mecanismos posmodernos, elementos tradicionales...
R. Sobre todo novelas y poesía de los grandes maestros del siglo XX, Joyce, Beckett, mucho Nabokov, bastante Philip Roth, Saul Bellow y Alice Munro, a quien cada vez leo más.

P. ¿Qué libros le han impactado más a lo largo de su vida?
R. Me vienen dos a la cabeza. Uno es Pálido fuego, de Nabokov. Lo leí durante un viaje a Turquía y me pareció que el reino de Zembla del que se habla en el libro se salía de las páginas fundiéndose con la realidad circundante. Era como si en lugar de a Turquía hubiera viajado al interior del libro. Desde el punto de vista emocional, la lectura más estremecedora de toda mi vida fue la de Anna Karenina. Ningún libro me ha impactado nunca tanto.

P. Nueve años exactos entre novela y novela. ¿Por qué tarda tanto?
R. Es como preguntarle a alguien que está haciendo el amor por qué no para.

P. ¿Es solo cuestión de placer?
R. En cierto modo sí, aunque hay otras cosas. Cuando escribo una novela no existe nada más. Vivo dentro de ella, me absorbe por completo. No sigo ningún plan, porque entonces se convierten en algo demasiado obvio, vivo dentro de la historia y normalmente no me siento satisfecho con lo que hago, al revés, me siento confundido y no sé en qué dirección seguir. Pero la historia avanza, voy viendo cómo se gesta milímetro a milímetro y cuando me quiero dar cuenta han pasado años.

P. ¿Cómo se da cuenta de que ha llegado el momento de parar?
R. Hay un punto en que todo lo que se le hace al libro lo empeora. Se empiezan a añadir partes que no hacen falta, a reescribir pasajes que al final no quedan mejor. Cuando pasa eso es momento de parar.

P. La palabra suicidio no parece circunscrita a su primera novela. También surge con cierta frecuencia en La trama matrimonial.
R. Supongo que debería preocuparme. Martin Amis volvía con cierta insistencia a la idea del suicidio hasta que un día se dio cuenta de que alguien había plantado esa semilla en él, alguien que conocía y que acabó por suicidarse había inoculado la idea en él y se filtró a los libros. Así que encontrarme el asunto en mis libros empieza a inquietarme.

P. Un elemento religioso gravita ocasionalmente sobre la novela. Alusiones a La nube del no saber, los místicos españoles, el maestro Eckhart, el viaje a India…
R. En Las variedades de la experiencia religiosa, William James explica bien cómo opera ese instinto en la gente joven. En ese sentido hay una razón personal. Hubo un tiempo en que me interesé por cosas como la meditación zen. Pero más allá de eso, creo que el elemento de que habla es algo radicalmente ausente de la novela contemporánea, lo cual es lamentable. En Anna Karenina, Levin sostiene una lucha consigo mismo por eso, porque siente que la vida carece de sentido y cuando al final de la novela nace su hijo tiene la impresión de que ha entrado en contacto con el origen de la vida, y es un momento muy intenso. Creo que momentos como ése, presentes también en la obra de otros grandes novelistas, nos obligan a enfrentarnos con nosotros mismos, planteándonos las preguntas más radicales que se derivan del hecho de existir. ¿La vida, la suya, la mía, tiene algún sentido o no lo tiene? La pregunta brilla por su ausencia en la literatura contemporánea y creo que es legítimo volver a formularla.

En La trama nupcial los personajes lo son todo. Dejé que fueran ellos quienes escribieran la novela, en lugar de imponerles una historia

P. Su novela le da un giro muy hábil al asunto al trasladar la cuestión del sentido de la vida al plano literario, preguntándose por el sentido o el significado de los textos que leemos. Los libros de teoría literaria que lee la protagonista proclaman la muerte del autor, del texto, del significado, aunque la realidad de su vida va por otro lado.
R. Muy poca gente ha visto ese aspecto de mi libro. Toda la cuestión de la semiótica no es más que una envoltura tras las que se ocultan cuestiones de más largo alcance. Hay un paralelo entre la negación del sentido en la literatura y la negación del sentido en la vida.

P. ¿Cuánto hay de autobiográfico en su novela?
R. Un 37%.

P. ¿El resto se lo deja a la imaginación?
R. Tampoco se puede dejar todo el trabajo a la imaginación. Lo vi muy claro cuando estaba escribiendo Middlesex. Había elementos históricos, como los sucesos de 1922 en Esmirna que exigen documentarse rigurosamente.

P. ¿Qué escritores le interesan entre sus contemporáneos?
R. Martin Amis, Franzen, David Wallace, Donald Antrim, George Saunders, y como le dije cuando me preguntó por mis estantes, Alice Munro. Cada vez la leo más.

P. En uno de los últimos números de The New York Review of Books, el artículo estrella es un análisis de Homeland por Lorrie Moore, una de las escritoras estadounidenses más respetadas. ¿Cree que los novelistas de mayor talento escriben para la televisión? ¿Que el equivalente al espíritu de Dostoievski sobrevive en series como The Wire?
R. David Foster Wallace fue el primero en decir cosas así, cuando confesaba que estaba enganchado a The Wire. Pronto lo comprobaré, porque me han encargado trabajar para la pantalla, aunque la verdad es que escribir novelas o escribir para televisión son actividades radicalmente distintas. Cuando escribo un guión siento que estoy ante un enorme vacío. Echo de menos los matices de que es capaz la prosa narrativa. Eso no quiere decir que no me gusten las series de televisión. Las veo, pero no sustituirán a la literatura. La idea de que la gente va a dejar libros para dedicarse exclusivamente a ver televisión es simplemente falsa. Ahora bien, hay una idea importante detrás de todo esto. Aunque como escritor no me preocupa la competencia que supuestamente se quiere hacer a la literatura desde otros medios, nunca me he avergonzado de querer atrapar la atención de la gente con un libro. Eso es algo totalmente legítimo que todos buscamos. Philip Roth no se cansó de decirlo. Nadie quiere ser tan frío e intelectual como para escribir libros que solo se enseñan en clases universitarias que son un pestiño. El escritor tiene que ser consciente de su obligación de darle algo gratificante al lector, algo que este no puede encontrar en ningún otro lugar salvo en un buen libro.

Fuente: El País: http://cultura.elpais.com/cultura/2013/04/30/actualidad/1367341460_834471.html

Cuando ya no nos quieren

En casos de abandono, la tristeza es inevitable
Instalarse en ella o vivirla hasta adaptarse a la nueva situación depende de nosotros y de afrontar la separación de forma racional



Ante un desengaño, ruptura o abandono amoroso, es inevitable pasar por fases de tristeza, desesperación, impotencia… Los sueños, las ilusiones, se rompen para una parte u otra de la pareja y suele empezar un calvario, cuya duración depende de cada afectado, que pasa por varias fases:

Fase de súplica. La primera reacción puede ser llorar e implorar su amor. No se pierde la dignidad por decirle a alguien que le ama, pero sí se hace cuando le están diciendo que no le quieren a usted y sigue insistiendo como si no tuviera valor, como si en su vida no fuera a tener otra oportunidad de encontrar a alguien que le merezca.

Fase de razonamiento. En ella, la persona despechada, que no entiende cómo todo funcionaba bien y de repente todo se desmigaja, intenta a través de razonamientos hacer ver a la otra parte que se ha equivocado, que no va a encontrar a nadie igual, que todo vale la pena por el tiempo invertido y que hay posibilidad de corregir lo que no funcionó.

Fase de locura. En la que se pasa del amor al odio. Se verbaliza que no se quiere saber nada del otro, pero contradictoriamente se buscan mensajes, llamadas o algún indicio de que su ex puede haber recapacitado y volver.

Fase de adaptación. Poco a poco, la vida se va ordenando. Como todo proceso de pérdida, uno empieza a encajar en esta nueva etapa de su vida. Empieza a normalizar su rutina, duerme mejor, trabaja como siempre, se relaciona con sus amigos, su ex deja de ser el protagonista de todas las conversaciones y comienza a tener ilusión.

Fase de indiferencia. Ya se está preparado para vivir sin la presencia del ex, no lo recuerda, y por fin ha pasado a un segundo plano. Esto no significa que si se lo encuentra por la calle no le dé un vuelco el corazón o vuelva a despertar los buenos y malos recuerdos, pero por la general vive ajeno a su ruptura. Ya no hay desamor, sino un periodo en el que usted se abre y se siente seguro.

Fase transversal. Se vive a lo largo de todo el proceso de pérdida y desamor. Y los protagonistas de ella son su apoyo social, aquellos que no le dejan ni a sol ni a sombra para animarle. Son los buenos amigos, esa parte de la familia que siempre está para todo, aquellos que desean siempre su felicidad. Escúchelos, tienen una visión distinta de lo que ha ocurrido y ahora le dirán todo lo que pensaban de forma sincera, opiniones que igual llevaban tiempo callando por respeto a su relación y sus decisiones. Déjese arrastrar por ellos.

Normalmente vivimos instalados en la velocidad, pero cuando uno se ve inmerso en una ruptura amorosa, parece que todo se ralentiza, que no pasan las horas. Se deja de vivir el presente porque es donde se convive con la tristeza y nos dedicamos a contemplar el pasado como si se pudiera alterar. Existen personas que le dan vueltas y vueltas, fantasean con la posibilidad de regresar en el tiempo y lo verbalizan.

Pero no es posible volver y se puede asegurar que tras unos meses, superado el infierno, a lo mejor la pérdida se ve con otros ojos, incluso se llega a atisbar su parte positiva.

No viva la separación de forma irracional, como si el mundo se acabase después de esa persona amada. La emoción dominante en estos momentos es tan intensa que se piensa que es la única verdad que existe. La forma de evaluar, de interpretar y de plantear la ruptura va a ser la clave para luchar y seguir adelante dignamente. Acepte la pérdida, deje de hacer reproches, de buscar culpables, de sentirse un miserable…la vida sigue.

Salvo que se sea feliz en la relación de pareja, nadie tiene la obligación de permanecer al lado de alguien a quien no valora ni ama. Usted es libre de estar solo o buscar con quién sentirse vivo. Su pareja también. Raras veces se rompe el amor de mutuo acuerdo.

Si se encuentra en esta situación o conoce a alguien que lo esté, aquí tiene unos consejos que le ayudarán a tener más autonomía y a contemplar el mundo desde otro punto de vista.

Reinterprete. Realmente no es la ruptura lo que no le deja vivir, sino el resultado de la evaluación que hace de ella. Creer que la situación es catastrófica e insalvable es solo un estilo negativo de afrontar las cosas. Pero si cree que realmente la situación es así, seguramente ocurrirá así. Empiece a focalizar la atención en lo que todavía le hace sentir bien. Salir adelante o no, depende de usted; si usted no se salva, nadie lo hará. Lo que piense, lo que haga y lo que siente se influyen mutuamente. Hay que aceptar que se va a pasar una mala racha y que todo volverá a su sitio.

Aproveche las emociones. Es necesario aprender a tolerar la frustración y las otras emociones negativas, porque con ellas se madura. Durante días cambiará su intensidad y variedad porque se trata de un proceso de duelo por la persona perdida. No tienen más protagonismo del que se les quiera dar. Es bueno aliviar esos sentimientos a través del ejercicio físico, expresándolos por escrito o a través de la pintura, la música…

Hable y escuche. Hablar con sus amigos de lo que le ocurre es importante, pero hágalo si puede con varios, siempre de confianza, para no torpedear siempre al mismo, también cuénteles otras cosas de su vida, pregúnteles por ellos y no convierta las conversaciones y los ratos con amigos y familiares en un monotema: “su ex”. No es la única persona con problemas, ni su problema es el más grave, solo se dará cuenta si escucha a los demás. Es el momento de implicarse en causas y proyectos solidarios. Su dolor pierde valor cuando convive y es empático con el de otros.

Actúe sobre su comportamiento. Atrévase a conocer a gente nueva, visite ambientes que siempre le hubiese gustado frecuentar. No espere a estar bien para hacer cosas. Esta regla funciona al revés: tiene que hacer cosas para poder llegar a estar bien.

Cuídese y mímese. Vigile su aspecto, practique una buena y sana alimentación, higiene y salud. Hágase un chequeo médico. Dedique más tiempo a esto y menos a pensar. Sobre todo al principio, dese caprichos que le hagan sentir mejor y que habitualmente no se concede.

Rodéese de gente que le quiere. El apoyo social es importantísimo en estas circunstancias. No caiga en la trampa de buscar la soledad constantemente, no le ayudará a distanciarse del pasado.

El pasado sirve para aprender. Si está arrepentido de algo, es mejor buscar su propio perdón que seguir intentando que le perdone el otro, porque si ya no le ama, da igual que haga muchos méritos por demostrar lo que vale: sencillamente no le atraen porque ya no le quiere. Guarde esos valores para personas que puedan apreciarlos y derroche su energía en otras actividades. Tampoco parece buena idea de cara a superar una ruptura pensar que “podemos ser amigos”. Si eso es posible, ya llegará solo; por el momento, la distancia es lo más sano en la mayoría de los casos.

Después de todo: “Es tan corto el amor y tan largo el olvido…” Pablo Neruda

UNA PELÍCULA
- La guerra de los Rose, de Danny DeVito, con Michael Douglas, Kathleen Turner y Danny DeVito.

UNA FRASE
- "Lo bueno de los años es que curan las heridas; lo malo de los besos es que crean adicción", de Joaquín Sabina.

UNA CANCIÓN

- De alguna manera tendré que olvidarte.   Luis Eduardo Aute.

Ángel para un final, de Silvio.

Fuente: El País. http://elpais.com/elpais/2013/05/03/eps/1367574676_397716.html

Entrevista a Rafael Poch-de-Feliu, corresponsal internacional de La Vanguardia “China, aunque suene fuerte, es de los países mejor gobernados del mundo”

Álvaro Corazón Rural. Jot Down

La información internacional sufre dos grandes males. El más de lo mismo y el a ver quién la dice más gorda. Durante muchos años, Rafael Poch-de-Feliu (Barcelona, 1956), corresponsal internacional de La Vanguardia, ha destacado por trabajar en una línea opuesta a estos dos vicios. En sus crónicas, al menos, siempre hemos encontrado otro punto de vista. No el contrario a la propaganda, sencillamente una visión singular, distinta. Poch considera que el periodista no debe leer solo periódicos, sino que tiene que seguir publicaciones más académicas y libros. Se queja de que cada vez conoce más periodistas jóvenes que no leen. Él apuesta por complementar la información con fuentes alternativas de calidad, como profesores de universidad o sociólogos, dada la tendencia a la mentira y el engaño de las fuentes institucionales. El resultado de esta forma de trabajar está en las hemerotecas, pero también en sus libros sobre la URSS (Tres días de agosto, Tres preguntas sobre Rusia y La gran transición, que ha sido traducido al ruso y al chino), China (La actualidad de China, un mundo en crisis, una sociedad en gestación) y Alemania (La quinta Alemania, que aparecerá en mayo editado por Icaria). Obras didácticas, llenas de matices. Versiones de los hechos históricos, de la sociedad de estos países, nutridas con fuentes diversas que pueden ir del político al campesino, del periodista al activista. Ha sido corresponsal en Europa del Este, Moscú, Pekín y Berlín. En todos estos destinos fue y es testigo de las grandes transformaciones del mundo contemporáneo. Repasamos con él su trayectoria para que ofrezca una explicación de todo lo que ha investigado y narrado para sus lectores.

Cuando estuviste de corresponsal en la URSS, describiste la vida así: “dura y poco confortable, pero al mismo tiempo bastante relajada; todo gira a pocas revoluciones y se desconoce el estrés laboral o la inseguridad por el futuro”. Luego pasaste a China y comentaste: “Pese a las dificultades, los chinos nunca habían sido tan libres y prósperos, lo que explica el optimismo que, en general, desprende la sociedad”. Cuenta cómo encontraste Berlín a tu regreso de China hace cinco años y, particularmente, cómo has visto España estos días.

Regresar a la vieja Europa fue reencontrarme con algo que describiría como “un gran bostezo social”. Aunque precisamente después de 2008, con todos los movimientos sociales que están surgiendo, mi visión está siendo matizada. Pero sí, en Berlín, en Europa occidental, encontré un gran bostezo. Y en España, treinta años de conformismo, apatía y abulia social. La generación que siguió a la nuestra de la Transición se durmió y se desencantó con la realidad que le tocó vivir. Se acomodó a ella. Era una realidad relativamente fácil. Además, cuando mi generación llegó al poder, hubo un desencanto porque dio una imagen muy poco ejemplarizante.

Este es el panorama europeo en general. Alemania creo que es un país bastante deprimido. Ocho millones de trabajadores precarios han transformado completamente un país que cuando yo lo conocí a principios de los 80 era ejemplar. En aquella época un redactor de una agencia de prensa ganaba 3000 marcos, el equivalente actual de 4000 euros, y ahora tiene un sueldo de 1200 euros sin seguridad laboral, te pueden echar cuando les dé la gana. El mileurismo ha llegado a Alemania y lo ha transformado todo. La inseguridad, la desigualdad, la injusticia. Todo este tipo de problemas, Alemania los despachaba antes gracias a su relativa nivelación social. Ahora que la ha perdido aparecen problemas psicológicos en la población, hay estudios que lo demuestran, y por supuesto consecuencias económicas. La moral del trabajo en Alemania no es la misma que era hace 30 años. Como sigan así lograrán trabajar tan mal como los españoles. Es verdad que aún en la gran industria las relaciones laborales están basadas en el modelo anterior, pero también hay trabajadores precarios en las cadenas de montaje de Mercedes. Están cambiando la gallina de los huevos de oro, el gran modelo alemán, con la exclusa de ser competitivos. El Mercedes no compite con el coche de Japón o China, se compra por la calidad. Una calidad que se consigue con buenas relaciones laborales y no con lo que están haciendo.

Por otro lado, en España ya ves lo que tenemos. Un movimiento social incipiente que no sabemos hasta dónde va a llegar. Visto desde fuera me ha parecido en algunos momentos muy exhibicionista, con mucha propuesta online y poco contenido ideológico transformador. Sin embargo, todo va cambiando poco a poco, esperemos que evolucione. La vida les empujará, y si no evoluciona y en Europa no logramos crear grandes movimientos sociales, como dice Fontana, tendremos lo que nos merecemos. Volveremos a un nivel de relaciones sociolaborales anterior a la Segunda Guerra Mundial, es decir, espantoso.

Por eso la generación que está ahora entre los 20 y 30 años, que simplemente no tiene futuro, tiene que ponerse las pilas. Si hablamos a nivel macroeuropeo, tenemos dos escenarios. El de 1848, el de la Primavera de los Pueblos, con distintas revoluciones y revueltas cívicas en los países —porque desengañémonos, los movimientos transformadores son nacionales, igual algún día sí se pueden coaligar para una transformación en la UE—, y el otro escenario es el de 1930, el previo a la Europa parda, intransigente y xenófoba. Es cuestión de apuestas, de con cuál te quedas tú. Yo veo indicios de lo uno y de lo otro, ya veremos qué sale de todo esto, pero de lo que surja, dependerá nuestro futuro y el de nuestros hijos.

En tus crónicas desde Berlín has destacado que el momento clave fueron las reformas de Gerhard Schröder.

Sí, marcan un punto de inflexión, pero la película empieza en la Reunificación. La primera idea es que Alemania, en este proceso que ha sido calificado por Fontana o Krugman como el de la Gran Desigualdad, estaba retrasada. En Europa, desde los años 70, asistimos a una gran ofensiva del capital que se come las conquistas sociales del consenso de posguerra, tanto en Europa occidental como en Estados Unidos. Empezó con Carter y siguió con Reagan y Thatcher en Inglaterra. Pero Kohl no pudo hacer esto porque estaban en la primera frontera de la guerra fría. Tenían enfrente una república democrática alternativa, cuya imagen de marca era el estado social. Esto obligó a la RFA a adoptar un capitalismo, que llamaban renano, marcadamente social. Todo esto se acaba con la Reunificación, en cuanto deja de existir la alternativa, el establishment occidental empieza a tener la libertad de hacer lo de Reagan, Thatcher e incluso Mitterand y los suecos.

Entonces, como llegan con retraso, llegan también con ansiedad. En ese contexto, se comen los tremendos costes de la Reunificación, que costó muchísimo dinero. Se habla de dos billones de euros, eso corresponde al 8% del PIB a lo largo de 25 años. Son gastos enormes que explican la obsesión alemana por la austeridad. Además, surge tras 1990 la gran reunificación mundial. Es la nueva oportunidad de marcar un modelo de relaciones laborales diferente. Se incorporó al mercado de trabajo todo el bloque del Este, más China e India. Todo eso dobló el número global de trabajadores. Añadió 1400 millones más de obreros, lo cual alteró la correlación de fuerzas entre capital y trabajo en beneficio del primero.

En Alemania el Este se utilizó como polígono de pruebas, con salarios bajos y precariedad. Esto repercutió en Alemania Occidental. Si los sindicatos decían que no a algo, se llevaban la fábrica al Este. Entre el año 90 y 2003 las reformas no fueron todavía posibles porque estuvieron muy ocupados en digerir toda la reunificación. Fue a partir del año 2000 cuando se crea el consenso de Lisboa en Europa, lo de la competitividad y todo esto, cuando Alemania comienza a desarrollar con mucho retraso la agenda neoliberal.

Kohl ya había empezado, pero no pudo por razones obvias. Entonces, quién mejor que una coalición de izquierdas para hacer el trabajo sucio. Ahí estuvo el señor Schröder con su Agenda 2010, que impuso el programa de recortes más importantes de la historia de la posguerra alemana. Y en eso estamos. Entre 2003 y 2006 todo son reformas laborales y sociales, que tienen un resultado ambiguo. Porque en Alemania se dice, sobre todo al exterior, que tienen éxito porque han hecho las reformas, mientras que los científicos sostienen que en realidad lo que hubo fue una mejora de la coyuntura general que disparó sus exportaciones. No obstante, ahí está la trampa ideológica de hacer ver que este éxito exportador tiene que ver con los salarios más bajos, cosa que no es verdad, y está trayendo muchísimos problemas.

Escribiste que en los últimos años de Merkel las reformas han ido en sentido contrario, que Alemania se aplica a sí misma medidas opuestas a las que pide que se apliquen los demás.

Merkel llega al poder en 2005 y desde ese año no ha hecho ningún ajuste. Ya le habían hecho el trabajo. No ha parado de decir: “¡Gracias, Schröder, gracias!”. Y eso que era su enemigo acérrimo. Es al revés, ahora está recomponiendo aspectos sociales, especialmente porque está en época preelectoral, con un par de medidas en esa dirección. Por eso es curioso que esta mujer diga a los demás que se aprieten el cinturón y no como ellos hicieron con la Agenda 2010, sino muchísimo más. Lo que ha hecho Grecia, lo que hace España, una devaluación interna del 20 o 30%, es mucho más fuerte que lo que sufrieron ellos.

Y ahora viene la demanda de 200.000 trabajadores cualificados del sur de Europa. Suena como un drenaje ¿nos convertimos en sus economías auxiliares?

A esto lo llaman “Falta de mano de obra cualificada”. Lo repiten como loritos. Viene de los think tank empresariales. Pero las preguntas aquí son: cómo es posible que en un país con 7% de paro falte mano de obra cualificada cuando no hay una presión salarial hacia arriba. Deberían pagar más a los pocos que hay para quedárselos, ¿no? Cómo es posible que haya falta de mano de obra cuando por cada oferta laboral hay ocho demandas de trabajo. Lo que veo es que hay una tendencia, un recurso empresarial, para mantener los salarios a la baja. No se contrata a la gente mayor porque piden sueldos demasiado altos. En cambio, se llama a un ingeniero español, o a un conductor de autobuses español, que se conforma con 1200 euros en Stuttgart —es un caso real, concreto, que conozco—. En algunas regiones alemanas, por ejemplo, Baden-Wurtemberg, donde hay prácticamente pleno empleo, sí hay falta de mano de obra en algunos sectores concretos de la industria, pero es muy anecdótico.

En cuanto a que nos vayamos a convertir en un satélite, creo que ya lo somos desde que entramos en el euro. Aunque, en gran parte, ya lo éramos desde antes. Yo me marché de España en el año 83 y éramos un país con mucha industria. España producía de todo, teníamos industria del calzado, metalurgia, teníamos construcción naval. Éramos un país más nivelado, mucho menos de servicios. La política europea ha conducido a que Alemania sea la fábrica productiva y exportadora y los demás hayan perdido terreno, incluso Francia. Esto es algo que hay que analizar y reconstruir para sacar las conclusiones pertinentes, tanto nosotros como la propia Alemania.

Sobre la Reunificación, has apuntado que fue una historia mucho más prosaica de lo que se reflejó en su momento y ha quedado grabado en la memoria colectiva. Para empezar, porque quienes propiciaron desde el Este la caída del muro, los movimientos contestatarios de la RDA, lo que tenían en el horizonte era una tercera vía, ni marxismo-leninismo monolítico ni capitalismo.

Una de mis sorpresas al regresar a Alemania en 2008, después de unos años sin haber pisado Europa, fue comprobar que el tema de la Reunificación estaba por escribir. Se hablaba de una revolución pacífica, un cambio, un giro, y no había bibliografía sobre lo que había pasado en concreto. Los archivos estaban cerrados. Los célebres archivos de la Stasi eran inaccesibles en lo referido a la actuación del espionaje occidental durante la caída del muro. Husmeando un poco me di cuenta, y conmigo muchos alemanes, de que la película de la Reunificación es un tema interesante.

Tuvo tres movimientos. Primero, Gorbachov, el paradigma, el hacedor de la Reunificación alemana. Él permitió que el pequeño movimiento contestatario de la RDA se convirtiera en una marea humana. Estos movimientos eran socialistoides y verdes. ¡Wir sind das Volk! (“¡Somos el pueblo!”), decían. Y en el curso de pocos meses este eslogan se convirtió en ¡Wir sind ein Volk! (“¡Somos un pueblo!”). Se pasó de poner el acento en la rebeldía popular a ponerlo en la unificación.

Kohl, que era un viejo zorro, vio en la Reunificación la oportunidad de pasar a la historia como canciller
Más aquí. Fuente: http://www.jotdown.es/2013/04/rafael-poch-china-aunque-suene-fuerte-es-de-los-mejores-paises-gobernados-del-mundo/
The New York Times lleva hoy a su portada un artículo sobre la corrupción en España, en el que afirma que los jueces españoles están investigando a "cerca de 1.000 políticos, que van desde los alcaldes de pueblos pequeños a exministros del Gobierno". EP http://cort.as/4-tb El País.

viernes, 3 de mayo de 2013

Flamenco y Memoria Histórica, fandangos por Manuel Romero. Flamenco y cantes árabe



El flamenco canta, es decir trasforma en un cante a la alegría, al amor, a las penas, a la tragedia, a la vida y a la historia del pueblo. Últimamente, las coplas y cantes más críticos se estaban marginando.
Manuel Romero nos canta por fandangos a la Memoria Histórica.
No esta mal recuperar esta faceta del flamenco que parecía olvidado. Recuperar la conciencia de clase; quiénes somos, de donde venimos y a donde vamos, o a dónde queremos ir que es muy diferente de a donde nos quieren llevar, es decir, ser culto, saber y conocer nuestra cultura.

Los peligros de la lectura

Santiago Alba Rico. Revista Minerva.

De los peligros de la lectura nos habla el canto V del Infierno de La Divina Comedia. Allí Dante se encuentra con Paolo y Francesca, los dos amantes condenados en la ciudad doliente por su pasión adúltera; y el poeta indaga compasivo por el origen de este «peligroso deseo» que los ha conducido a la muerte y a la aflicción eterna. Francesca, pálida y lacrimosa, rememora el día en que, por puro entretenimiento y sin «la menor sospecha», leía junto a Paolo los amores de Lanzarote y la reina Ginebra. Absortos en el libro, un poco ya sin color el rostro, aliento contra aliento, se sorprendieron a sí mismos al llegar al pasaje en el que «la deseada sonrisa fue besada por tal amante»; entonces Paolo, tembloroso, besó a su vez la boca de Francesca y «ya no leyeron más desde aquel día».

Francesca se justifica ante Dante acusando al libro y a su autor como testigos y alcahuetes de su abrazo («Galeotto fu’l libro e chi lo scrisse»). ¿Será tanto el poder de los relatos? Pongámoslo en duda. Resulta difícil creer que a Paolo y Francesca no se les hubiera pasado nunca por la cabeza la existencia de las bocas y los besos antes de leer juntos la frase; y que, más bien al contrario, no fueran llevados a esta lectura común precisamente por su deseo de besarse. Los libros determinan poco la realidad; más bien la secundan, la subrayan, la legalizan. Más allá de su potencia afrodisíaca, los amores adúlteros de Lanzarote y Ginebra estaban investidos de una incontestable autoridad literaria que convertía su emulación, entre las clases letradas, en un acto al mismo tiempo prestigioso y aceptable. El libro no era una orden; ni siquiera una tentación. Era algo así como un certificado de buena conducta mitológica o literaria. Lo que prohibía la Iglesia lo permitía la Literatura. Incluso en una cultura aherrojada por la represión moral, puede ser socialmente más prestigioso imitar a Lanzarote o a Ginebra que a Cristo o a la Virgen María. Paolo y Francesca se dejaron llevar por el deseo, no por la lectura, y el libro lo único que hizo –si algo hizo– fue intensificar literariamente el placer de su abrazo prohibido.

Nadie puede acusar tampoco a Goethe de provocar la epidemia de suicidios juveniles que siguieron a la publicación en Alemania, en 1774, de Las cuitas del joven Werther. Uno puede quitarse la vida por una tontería, incluso por un libro, pero es más sensato decir que el libro de Goethe recogía el «espíritu» de una época en la que el suicidio, reprobado por la moral y por la religión, era percibido, entre las clases letradas, como una prestigiosa protesta cósmica contra el Todo. Hoy, suprimida la «época», podemos leer las penas de Werther con interés, pero sin peligro alguno.

Digo todo esto porque me da un poco de vergüenza confesar que admiro locamente a Tintín, contra cuyo creador, el belga Hergé, se han escrito hace poco tantas y tan certeras críticas. Recientemente incluso se ha interpuesto en Bruselas una demanda para que los tribunales prohíban la reedición y difusión de Tintín en el Congo. No cabe la menor duda de que, incluso en sus mejores álbumes, el asexuado periodista de Hergé transporta esa visión colonial del blanco moralmente superior del que dependen los otros pueblos incluso para tomar conciencia de su igualdad, incluso para librarse del poder de los blancos. En los peores, Hergé es francamente racista y reaccionario; basta pensar, sobre todo, en los tres primeros: Tíntin en el país de los soviets, Tintín en América y el citado Tintín en el Congo. Pero como quiera que existe sin duda una relación kantiana y platónica entre la justicia y la belleza, hay que decir que la evolución artística de Hergé es siempre hacia un nivel mayor de justicia y que sus libros más bellos no se agotan en su ideología católico-scoutiana. Ya El loto azul –siempre un poco paternalista– es un álbum inquietante y provechosamente etno-descentrado; y a medida que aprende a dibujar, que complica sus historias, que enreda a sus personajes, Hergé va desprendiendo mundos que no sabe que lleva dentro y que se pueden mirar y explorar desde otros moldes humanos e ideológicos.

Confieso que toda mi formación ha girado en torno a Tintín y Marx. De niño leí todos los álbumes un mínimo de setenta veces cada uno y, cuando ya no era posible, soñaba –literalmente soñaba– que Hergé había dibujado un nuevo cómic después de muerto. Tintín no me impidió leer luego El Capital ni enredarme en una relación promiscua con el mundo árabe, donde vivo desde hace veinte años. Lo que importa de un libro es desde dónde se lee. Lo normal es que un libro se lea desde otro libro y lleve a su vez a un libro nuevo. Leído desde la Inglaterra victoriana, el Kim de Kipling es una de las más fraudulentas exaltaciones del imperio británico, pero leído al mismo tiempo desde la juventud y desde Polanyi o Chesterton, es una emocionante defensa de la antropología elemental y una experiencia fuerte de cosmopolitismo empírico. En el contexto de la Rusia pre-revolucionaria, dominada por la lucha entre eslavófilos y europeístas, Los demonios de Dostoievsky es un estridente panfleto reaccionario que incluso alerta, con fanatismo delirante, de la imparable colusión entre el comunismo y el Papa; pero su atmósfera, su estructura, su pulso psicológico, lo ponen en relación con Nieve de Pamuk o con Salto Mortal de Oé, dos autores claramente de izquierdas. Lo mismo puede decirse de Hergé. A la espera de que el racismo desaparezca del mundo y cuando Europa, en todo caso, se ha venido definitivamente abajo como «proyecto universal», queda el hecho de que Las joyas de la Castafiore, con sus falsos suspenses y su asfixiante atmósfera claustral, es el equivalente en cómic de Las reglas del juego de Renoir; y que Tintín en el Tíbet, con ese blanco impulso contra la felicidad y la lógica, podría utilizarlo el plan Bolonia para explicar a Kant en la Universidad.

Lo que importa de un libro es desde dónde se lee. Lo normal es que un libro se lea desde otro libro y lleve a su vez a un libro nuevo. Si Tintín en el Congo fuese el único libro del mundo, habría que prohibir sin duda su lectura. Pero eso sucede con todos los Únicos Libros, incluidos la Biblia, el Corán y El Capital de Marx, de los que aprendemos siempre algo porque no estamos encerrados en ellos. Lo que nos defiende de los libros son otros libros como lo que nos defiende de nuestro cuerpo son los otros cuerpos. No acusemos a la lectura de los besos que damos o de los que no hemos dado. No arrojemos al fuego ni a los enamorados ni las novelas. Contra las malas, están las buenas; y contra la legalización literaria del racismo o del imperialismo o del fanatismo, habrá que encontrar o construir esa combinación platónica de justicia y de belleza desde la cual podamos despreciar Tintín en el Congo y disfrutar de Las joyas de la Castafiore; y extraer de Kim y de Los demonios las armas imprescindibles para combatir la arrogancia de Kipling y el integrismo de Dostoievski.
Fuente: http://www.revistaminerva.com/articulo.php?id=558

jueves, 2 de mayo de 2013

BADAJOZ. El primer economato social de la ciudad abrirá en la barriada de San Fernando

Gestionado por la Asociación Pepe Reyes, cuenta con medio centenar de colaboradores y el patrocinio de Gómez Calero. Venderá a familias seleccionadas por Cáritas y Servicios Sociales productos de primera necesidad al 50% de su precio

Con la crisis económica se ha incrementado el número de familias cuya situación, aunque no les obliga a acudir a un comedor social, sí ha empeorado drásticamente y sus pocos recursos no les permiten llegar a fin de mes. A estas personas va dirigido el Economato Social Pepe Reyes, el primero de estas características que va a abrir en Badajoz.

El local, de unos 180 metros cuadrados, ya está preparado y a punto de abrir y se ubica en el número 10 de la calle Manuel Godoy, en la barriada de San Fernando, gracias al patrocinio de Juan Antonio Gómez Calero, el empresario que ganó el Euromillón y que hizo suyo el proyecto cuando lo conoció. De la organización, gestión y funcionamiento se encarga la Asociación Pepe Reyes, sin ánimo de lucro, vinculada a la Fundación Dolores Bas. Ya cuenta con el apoyo de voluntarios y de medio centenar de colaboradores, así como ha obtenido subvenciones de la Diputación de Badajoz, la Caixa y la Fundación Dolores Bas para su puesta en marcha. Pero siempre necesitarán más.

El objetivo es ofrecer a un grupo de familias, que serán seleccionadas por Cáritas Parroquial y los Servicios Sociales, la posibilidad de acudir a esta tienda a adquirir productos de primera necesidad (de alimentación y limpieza) a un precio estimado del 50%. "Nuestro techo está en los precios del Lidl o el Aldi, se tienen que bajar más los precios porque si no el economato deja de tener sentido", cita Mercedes Arias, impulsora de la asociación, quien comenta que su pretensión es que sean productos extremeños. Este proyecto está siguiendo la estela de otro economato que funciona en Huelva, que les facilitaba proveedores, pero en la asociación "queremos que sean de la tierra". No van a vender productos donados sin coste alguno, pues para eso está el Banco de Alimentos.

Arias insiste además en que serán productos de primera necesidad, es decir, quedan fuera, por ejemplo, el vino o los refrescos. Tienen muy claro que los destinatarios deben llegar derivados de Cáritas o Servicios sociales "porque nosotros no somos quiénes para valorar la situación de una persona y si abriésemos al público en general estaríamos haciendo una competencia desleal y no estaríamos realizando una labor social". Además, con la Ley de Protección de Datos la asociación no podría acceder a esta información.

También se beneficiarrán asociaciones y colectivos "que lo están pasando muy mal porque las subvenciones están muy restringidas y a sus internos tienen que seguir poniéndoles el plato de comida". En cuanto a los comedores sociales, aunque les surte el Banco de Alimentos, hay productos que tienen que comprar en establecimientos con precios sin descuento. "Intentaremos llegar al mayor número posible", sentencia la responsable.

CON CARNET Los beneficiarios seleccionados deberán contar con un carnet identificativo que no se podrá suplantar. Además habrá un límite en su compra "para evitar que puedan hacer negocio con estos precios". La cantidad que podrá adquirir cada destinatario estará en función del número de miembros de la familia.

El economato todavía no tiene fecha de apertura, pues la asociación sigue pendiente de encontrar proveedores con los que conseguir buenas precios, pero Mercedes Arias calcula que quizá pueda abrir este mes, para lo que hace un llamamiento a proveedores, voluntarios y colaboradores (aportan 5 euros al mes) a que se impliquen con este proyecto.

Los colaboradores con los que ahora cuentan son en su mayoría del entorno de la Fundación Dolores Bas y de los voluntarios que participan en el proyecto ninguno cobra nada, ni siquiera los que se van a encargar de llevar las ventas en el economato. Serán cuatro las personas que hagan esta tarea, para lo cual ya han realizado un curso de manipulación de alimentos. Su idea es que, si funciona, se pudiera crear un puesto de trabajo en caja remunerado, pero dependerá de que consigan las ayudas que lo permitan.

Arias calcula que inicialmente podrán atender a unas 50 familias, "hasta comprobar cómo nos desenvolvemos". Fuente: El Periódico Extremadura, A. M. ROMASANTA 02/05/2013
www.asociacionpepereyes.es