_- David Hernández ha vivido gran parte de su vida en Olivares de Duero, un pequeño municipio de 313 habitantes situado en la provincia de Valladolid. Él, como otros tantos niños de la zona, tenía que recorrer cada día más de 23 kilómetros para poder acudir a su instituto, situado en Tudela de Duero. Ese obstáculo no le impidió años después graduarse en Arquitectura y cursar un máster para convertirse en profesor. Sus ahora alumnos de segundo de bachillerato del IES Conde Lucanor, situado en Peñafiel (Valladolid), también han estudiado en un instituto de un medio rural y han tenido buenos resultados académicos en Selectividad: estos 24 estudiantes han conseguido un 9,176 de media sobre 10 en matemáticas. “Me siento orgulloso de ellos y a la vez me siento identificado con su situación”, cuenta el docente a Verne por teléfono.
Este profesor, de 32 años afincado en Valladolid, se sintió “eufórico al ver los resultados” y quiso compartirlo en Twitter, una de sus redes sociales favoritas, explica. El tuit, publicado el 10 de julio, ya acumula 18.000 me gusta y más de 1.500 comentarios. En él, destaca sobre todo el mérito que tiene el hecho de que esta nota tan alta se haya dado en un instituto público situado en un municipio que cuenta con unos 5.000 habitantes. “En el pueblo, que está a 50 kilómetros de la capital, las familias tienen un nivel socioeconómico más bajo. Por norma general suelen tener muchas más dificultades”, explica Hernández. "Además, sigue siendo diferente el acceso a la cultura que puedes tener respecto a una gran ciudad”. Al centro también acuden alumnos de pueblos más pequeños de la zona.
Este curso es el primero en el que el docente imparte clases de matemáticas en este centro. Sin embargo, no es la primera vez en la que da clases en pequeños municipios ya que antes había sido profesor en otro pueblo situado en Soria. Y no solo en medios rurales, también estuvo trabajando dos años en un colegio concertado en Valladolid. Comparando todas sus experiencias, opina que “los avances siempre llegan en último lugar” a los pueblos. “Desde las instituciones dicen que apuestan por la "España vacía" y no es cierto. Puede parecer una tontería, pero la diferencia con la ciudad se nota desde las pizarras que usamos hasta las ventanas que hay en el aula. Todo está más deteriorado”, sostiene el profesor.
Este es solo uno de los ejemplos que pone para entender la diferencia entre la educación pública en centros rurales o en las ciudades. Entre todas las dificultades con las que se ha encontrado, Hernández cree que la más importante es la elevada tasa de interinidad. “En Castilla y León no sacan prácticamente plazas fijas y los alumnos cada año tienen un profesor, que no conocen y que se acaba yendo”, explica. A esta traba, y según sus palabras, se suma otra: el difícil acceso a los pueblos. “La carretera que lleva a Peñafiel es una de las más peligrosas de España. Si se arreglase la comunicación, además de que desde Valladolid se tardaría 30 minutos y no 50 en llegar, la gente tendría más ganas de quedarse allí”, cuenta.
Aún con todo, Hernández reconoce que - como apuntaba uno de los comentaristas en Twitter - la enseñanza rural a veces tiene la ventaja de ser personalizada. “Me han dicho que en los pueblos, y sobre todo en cursos superiores, se da clase muy bien. Es verdad que a veces se puede poner más empeño con menos alumnos, pero este año tampoco ha sido mi caso porque tenía a 27 estudiantes en clase”, explica. Este curso, la experiencia ha estado limitada por la interrupción de clases por la covid-19. Sin embargo, el profesor cuenta que han seguido comunicándose “mucho a través de videollamada” y que afortunadamente ningún alumno ha tenido problemas con la conexión. “Al pueblo no llega la fibra óptica, tenemos ADSL, pero es suficiente para dar clase”, afirma.
Para Hernández, ser el tutor de la clase durante todo el curso ha ayudado a que los resultados fueran tan buenos, porque le ha permitido seguir el desarrollo de los estudiantes y tener una enseñanza más personalizada. "Lo importante es conectar con los alumnos, que estén a gusto y de ahí empezar a aprender”, cuenta. Este vallisoletano tiene un perfil en Twitter (Fun with functions) en el que trata de enseñar conceptos difíciles de matemáticas con representaciones visuales. Sin embargo, y aunque mantiene que con una cuenta así ha podido “ganárselos un poco más desde el principio”, sostiene que sus clases son “bastante convencionales”. “En segundo de Bachillerato no tenemos tiempo de hacer cosas ni innovadoras ni divertidas casi, tenemos muy poco margen para acabar el temario de la EBAU”, explica el docente.
La palabra “cercanía” es la primera que se le viene a la mente a dos de sus alumnas, ambas de 17 años, cuando analizan las claves que han permitido a la clase sacar tan buenas notas en la asignatura. Alicia de Lucas, con un 9,60 en el examen de matemáticas, comenta: “Si no entendíamos algo lo volvía a explicar y también nos daba muchas facilidades compartiéndonos bastantes ejercicios. Siempre nos ha intentado transmitir seguridad a la hora de hacer la Selectividad”. Por su parte, Claudia García - que ha sacado un 9,55 en la prueba - destaca sobre todo que el docente enseñaba de un modo “muy cercano que se entendía muy bien”. Además de cómo daba la materia estipulada, esta alumna destaca que les “recomendó documentales muy interesantes” que le permitieron “entender mejor la estadística a nivel mundial”.
El futuro de sus alumnos que han aprobado selectividad está fuera del pueblo. Por ejemplo, Alicia y Claudia planean irse a Madrid. Con un 13,58 y un 13,5 respectivamente, Alicia quiere estudiar Arquitectura y Claudia un doble grado de Administración y Dirección de Empresas con Análisis de Negocios. Otros estudiantes, sin embargo, van a cursar sus estudios en ciudades de Castilla y León. “En la provincia, aunque a veces solo haya una opción en cada ciudad, hay mucha oferta de carreras", afirma Hernández. Él no sabe cuántos años dará clase en Peñafiel. Aún con la plaza de profesor recién sacada en el municipio, el profesor duda si su carrera profesional va a seguir allí. “Que arreglaran la carretera sería fundamental para que me quedara. No me veo jugándome la vida durante 10 años para llegar al instituto. Es inasumible”, sostiene.
https://verne.elpais.com/verne/2020/07/14/articulo/1594743123_581540.html
jueves, 6 de agosto de 2020
miércoles, 5 de agosto de 2020
El círculo 99
Miguel Ángel Santos Guerra
Cuántas veces nos sucede que dejamos de valorar todo lo que tenemos de bueno para instalarnos en un lamento y queja profundos por alguna pequeña o gran cosa que nos falta. En lugar de poner el énfasis en aquello que nos haría felices, lo ponemos en lo que nos hace sentir desgraciados.
Lo pienso muchas veces. Cuánto daría por estar como ahora el día que pierda la salud, o a un ser querido, o el trabajo, o la vivienda, o los amigos, o la seguridad… Pero una pequeña dificultad o un mínimo contratiempo lo tiñe todo de tristeza, a pesar de tener lo demás.
En el libro de Jaume Soler y M. Mercè Conangla titulado “La Ecología Emocional. El arte de transformar positivamente las emociones” me he encontrado con una historia que explica muy bien esta perniciosa actitud. Se titula El círculo 99. Dice así.
Había una vez un rey muy triste que tenía un sirviente que, como todo sirviente de rey triste, era muy feliz. Todas las mañanas le llevaba el desayuno y despertaba al rey cantando alegres canciones de juglares. En su cara relajada se dibujaba una sonrisa y su actitud ante la vida era alegre y serena. Un día el rey le llamó:
– Paje, ¿cuál es el secreto de su alegría?
– No hay ningún secreto, Majestad.
– No me mientas, paje. He hecho cortar cabezas por ofensas menores que una mentira. ¿Por qué estás siempre alegre?
– Majestad, no tengo razones para estar triste. Me habéis honrado permitiendo que os sirva, tengo esposa e hijos viviendo en la casa que la corte nos ha asignado, tenemos vestido y alimento, un buen sueldo y además vuestra alteza nos hace regalos que nos permiten satisfacer algunos caprichos.
– Si no me dices ahora el secreto, te haré decapitar. Nadie puede ser feliz por las razones que me has dado.
– Pero, Majestad, no hay secreto ni nada que esconder.
– Vete antes de que llame al verdugo.
El sirviente salió de la habitación haciendo una reverencia. El rey estaba como loco. No conseguía explicarse cómo el paje era feliz viviendo en un lugar prestado, llevando ropa usada y alimentándose frugalmente. Cuando al final se calmó, mandó llamar al sabio más sabio de sus asesores y le contó la conversación de la mañana.
-¿Por qué es feliz?
– Ah, Majestad, es que está fuera del círculo 99. Puede comprobarlo metiendo a su paje dentro de ese círculo. Inmediatamente será infeliz. ¿Está dispuesto a perder a un excelente sirviente para poder entender cuál es la estructura del círculo?
– Sí, estoy dispuesto.
– Esta noche lo vendré a buscar. Debe tener preparada una bolsa con 99 monedas de oro. Ni una más, ni una menos.
Aquella noche el sabio fue a buscar al rey. Y se dirigieron a casa del paje. Llamaron a la puerta y el sabio dejó la bolsa con 99 monedas ante la puerta, con una nota que decía: “Este tesoro es tuyo. Es el premio por ser un buen hombre. Disfrútalo y no le digas a nadie dónde lo has encontrado”.
El sirviente abrió la puerta, vio la bolsa, leyó la nota y entró en la casa. El rey y el sabio espiaban por la ventana lo que hacía el paje. Estaba apilando las monedas en montones de diez. Las juntaba y las separaba: 10, 20, 30… El último montón solo tenía 9.
-Me han robado, gritó. ¡Malditos!
El rey y el sabio seguían mirando por la ventana. La cara del paje se había transformado, su frente estaba arrugada, los rasgos faciales tensos y los ojos pequeños, su boca con una expresión horrible… El sirviente guardó las monedas en la bolsa y, mirando alrededor para asegurarse de que nadie lo veía, escondió la bolsa entre la leña. Entonces se sentó a hacer cálculos. ¿Cuánto tiempo debería ahorrar para comprar la moneda número 100? Estaba dispuesto a trabajar duro para conseguirla. Quizá si trabajaba y ahorraba de su salario y añadía algún dinero extra, en doce o trece años tendría el dinero suficiente para comprar la moneda que le faltaba. Tal vez podría pedirle a su mujer que buscase un segundo trabajo en el pueblo y, tal vez, cuando él acabara el trabajo en palacio, también podría trabajar en otro lugar… Entonces necesitaría solo… siete años. Quizá podrían vender algo, o… El paje calculaba enloquecido. Había entrado en el círculo 99.
El rey y el sabio volvieron a palacio. Durante los meses siguientes el paje empezó a seguir sus planes. Una mañana entró en el dormitorio real dando un fuerte portazo y protestando en voz baja.
– ¿Qué te pasa?, dijo el rey amablemente
– No me pasa nada, nada de nada.
– Antes, no hace mucho, estabas contento., reías y cantabas todo el rato.
– Hago mi trabajo, ¿no? ¿Qué quiere, Majestad, que además de paje haga de bufón y de juglar?
Al cabo de un tiempo el rey despidió al sirviente No era nada agradable tener un paje que siempre estaba de mal humor.
Hasta aquí la historia del círculo 99. La moraleja se desprende sola. Todos y todas estamos tentados por esa absurda forma de pensar: siempre, y solo estando completos podemos ser felices. Siempre nos falta algo para sentiros completos. Y como siempre nos falta algo, siempre tenemos motivos para la infelicidad.
Lo hemos vivido, probablemente, muchas veces. Cuando compre la casa, cuando me case, cuando tenga hijos, cuando me jubile, cuando me toque la lotería, cuando se resuelva el problema del trabajo, cuando me compre… Entonces seré feliz. Ahora, no. Porque me falta la moneda número 100.
He conocido pocas personas que vivan fuera del círculo 99. Mi padre era una de ellas. Siempre que le hablábamos de comprarle algo, de regalarle algo, de proponerle alguna adquisición del tipo que fuera, decía de manera indefectible con una sonrisa en los labios:
– Estoy completo.
Claro, estando completo, no se desvivía por ninguna adquisición que acabara con la supuesta e insatisfactoria infelicidad.
“Decía Erich Fromm: Cuando el ser humano ya no está alegre y no ve ningún sentido en interesarse por la vida, siente que, aun estando vivo, su alma está muerta; entonces se aburre y empieza a odiar la vida y a desear destruirla”.
¿Por qué no se trabaja más en las escuelas la educación emocional? ¿Por qué no se hace más hincapié en la formación emocional de los docentes? En mi libro Arqueología de lo sentimientos en la escuela (Buenos Aires, 2006), recojo la siguiente cita de Filliozat: “En el colegio se aprende historia, geografía, matemáticas, lengua, dibujo, gimnasia… Pero, ¿qué se aprende con respecto a la afectividad? Nada. Absolutamente nada sobre el duelo, el control del miedo o la expresión de la cólera…”. Tengo delante su libro “El corazón tiene sus razones”.
La salud emocional es la fuente de la desgracia o de la felicidad. No está situada en el nivel de conocimiento que se posee, de la cantidad de dinero que se tiene o del nivel de poder que se atesora.
No acabar atrapado en el círculo 99, salir de la trampa que nos tienden la cosas y las personas, saber moverse con soltura por los intrincados vericuetos del mundo emocional, es la mejor garantía para sentirnos bien, aceptándonos como somos y relacionándonos con los demás y con las cosas de forma equilibrada e inteligente.
Permítame el lector (o la lectora) hacer referencia a mi último libro, publicado en la Editorial Homo Sapiens (Rosario. Argentina): “Educar el corazón. Los sentimientos en la escuela”. Nos hemos olvidado en la escuela de la educación emocional. Recuerdo todavía con emoción la lectura del libro de Alexander Neill, traducido al castellano ¡en 1978!: “Corazones, no solo cabezas en la escuela”. Cuánta razón. Cuánto corazón.
https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/
Cuántas veces nos sucede que dejamos de valorar todo lo que tenemos de bueno para instalarnos en un lamento y queja profundos por alguna pequeña o gran cosa que nos falta. En lugar de poner el énfasis en aquello que nos haría felices, lo ponemos en lo que nos hace sentir desgraciados.
Lo pienso muchas veces. Cuánto daría por estar como ahora el día que pierda la salud, o a un ser querido, o el trabajo, o la vivienda, o los amigos, o la seguridad… Pero una pequeña dificultad o un mínimo contratiempo lo tiñe todo de tristeza, a pesar de tener lo demás.
En el libro de Jaume Soler y M. Mercè Conangla titulado “La Ecología Emocional. El arte de transformar positivamente las emociones” me he encontrado con una historia que explica muy bien esta perniciosa actitud. Se titula El círculo 99. Dice así.
Había una vez un rey muy triste que tenía un sirviente que, como todo sirviente de rey triste, era muy feliz. Todas las mañanas le llevaba el desayuno y despertaba al rey cantando alegres canciones de juglares. En su cara relajada se dibujaba una sonrisa y su actitud ante la vida era alegre y serena. Un día el rey le llamó:
– Paje, ¿cuál es el secreto de su alegría?
– No hay ningún secreto, Majestad.
– No me mientas, paje. He hecho cortar cabezas por ofensas menores que una mentira. ¿Por qué estás siempre alegre?
– Majestad, no tengo razones para estar triste. Me habéis honrado permitiendo que os sirva, tengo esposa e hijos viviendo en la casa que la corte nos ha asignado, tenemos vestido y alimento, un buen sueldo y además vuestra alteza nos hace regalos que nos permiten satisfacer algunos caprichos.
– Si no me dices ahora el secreto, te haré decapitar. Nadie puede ser feliz por las razones que me has dado.
– Pero, Majestad, no hay secreto ni nada que esconder.
– Vete antes de que llame al verdugo.
El sirviente salió de la habitación haciendo una reverencia. El rey estaba como loco. No conseguía explicarse cómo el paje era feliz viviendo en un lugar prestado, llevando ropa usada y alimentándose frugalmente. Cuando al final se calmó, mandó llamar al sabio más sabio de sus asesores y le contó la conversación de la mañana.
-¿Por qué es feliz?
– Ah, Majestad, es que está fuera del círculo 99. Puede comprobarlo metiendo a su paje dentro de ese círculo. Inmediatamente será infeliz. ¿Está dispuesto a perder a un excelente sirviente para poder entender cuál es la estructura del círculo?
– Sí, estoy dispuesto.
– Esta noche lo vendré a buscar. Debe tener preparada una bolsa con 99 monedas de oro. Ni una más, ni una menos.
Aquella noche el sabio fue a buscar al rey. Y se dirigieron a casa del paje. Llamaron a la puerta y el sabio dejó la bolsa con 99 monedas ante la puerta, con una nota que decía: “Este tesoro es tuyo. Es el premio por ser un buen hombre. Disfrútalo y no le digas a nadie dónde lo has encontrado”.
El sirviente abrió la puerta, vio la bolsa, leyó la nota y entró en la casa. El rey y el sabio espiaban por la ventana lo que hacía el paje. Estaba apilando las monedas en montones de diez. Las juntaba y las separaba: 10, 20, 30… El último montón solo tenía 9.
-Me han robado, gritó. ¡Malditos!
El rey y el sabio seguían mirando por la ventana. La cara del paje se había transformado, su frente estaba arrugada, los rasgos faciales tensos y los ojos pequeños, su boca con una expresión horrible… El sirviente guardó las monedas en la bolsa y, mirando alrededor para asegurarse de que nadie lo veía, escondió la bolsa entre la leña. Entonces se sentó a hacer cálculos. ¿Cuánto tiempo debería ahorrar para comprar la moneda número 100? Estaba dispuesto a trabajar duro para conseguirla. Quizá si trabajaba y ahorraba de su salario y añadía algún dinero extra, en doce o trece años tendría el dinero suficiente para comprar la moneda que le faltaba. Tal vez podría pedirle a su mujer que buscase un segundo trabajo en el pueblo y, tal vez, cuando él acabara el trabajo en palacio, también podría trabajar en otro lugar… Entonces necesitaría solo… siete años. Quizá podrían vender algo, o… El paje calculaba enloquecido. Había entrado en el círculo 99.
El rey y el sabio volvieron a palacio. Durante los meses siguientes el paje empezó a seguir sus planes. Una mañana entró en el dormitorio real dando un fuerte portazo y protestando en voz baja.
– ¿Qué te pasa?, dijo el rey amablemente
– No me pasa nada, nada de nada.
– Antes, no hace mucho, estabas contento., reías y cantabas todo el rato.
– Hago mi trabajo, ¿no? ¿Qué quiere, Majestad, que además de paje haga de bufón y de juglar?
Al cabo de un tiempo el rey despidió al sirviente No era nada agradable tener un paje que siempre estaba de mal humor.
Hasta aquí la historia del círculo 99. La moraleja se desprende sola. Todos y todas estamos tentados por esa absurda forma de pensar: siempre, y solo estando completos podemos ser felices. Siempre nos falta algo para sentiros completos. Y como siempre nos falta algo, siempre tenemos motivos para la infelicidad.
Lo hemos vivido, probablemente, muchas veces. Cuando compre la casa, cuando me case, cuando tenga hijos, cuando me jubile, cuando me toque la lotería, cuando se resuelva el problema del trabajo, cuando me compre… Entonces seré feliz. Ahora, no. Porque me falta la moneda número 100.
He conocido pocas personas que vivan fuera del círculo 99. Mi padre era una de ellas. Siempre que le hablábamos de comprarle algo, de regalarle algo, de proponerle alguna adquisición del tipo que fuera, decía de manera indefectible con una sonrisa en los labios:
– Estoy completo.
Claro, estando completo, no se desvivía por ninguna adquisición que acabara con la supuesta e insatisfactoria infelicidad.
“Decía Erich Fromm: Cuando el ser humano ya no está alegre y no ve ningún sentido en interesarse por la vida, siente que, aun estando vivo, su alma está muerta; entonces se aburre y empieza a odiar la vida y a desear destruirla”.
¿Por qué no se trabaja más en las escuelas la educación emocional? ¿Por qué no se hace más hincapié en la formación emocional de los docentes? En mi libro Arqueología de lo sentimientos en la escuela (Buenos Aires, 2006), recojo la siguiente cita de Filliozat: “En el colegio se aprende historia, geografía, matemáticas, lengua, dibujo, gimnasia… Pero, ¿qué se aprende con respecto a la afectividad? Nada. Absolutamente nada sobre el duelo, el control del miedo o la expresión de la cólera…”. Tengo delante su libro “El corazón tiene sus razones”.
La salud emocional es la fuente de la desgracia o de la felicidad. No está situada en el nivel de conocimiento que se posee, de la cantidad de dinero que se tiene o del nivel de poder que se atesora.
No acabar atrapado en el círculo 99, salir de la trampa que nos tienden la cosas y las personas, saber moverse con soltura por los intrincados vericuetos del mundo emocional, es la mejor garantía para sentirnos bien, aceptándonos como somos y relacionándonos con los demás y con las cosas de forma equilibrada e inteligente.
Permítame el lector (o la lectora) hacer referencia a mi último libro, publicado en la Editorial Homo Sapiens (Rosario. Argentina): “Educar el corazón. Los sentimientos en la escuela”. Nos hemos olvidado en la escuela de la educación emocional. Recuerdo todavía con emoción la lectura del libro de Alexander Neill, traducido al castellano ¡en 1978!: “Corazones, no solo cabezas en la escuela”. Cuánta razón. Cuánto corazón.
https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/
martes, 4 de agosto de 2020
Dos carreras en Asturias o Galicia por el precio de una en Cataluña o Madrid. El acuerdo impulsado por el Ministerio de Universidades para reducir las tasas en los campus públicos en los próximos años empezará a asomar tímidamente el curso que viene
Con lo que cuesta estudiar Historia en una universidad pública de Madrid se podría estudiar en Asturias o Galicia esa misma titulación y, después, por ejemplo, Administración y Dirección de Empresas (ADE). Y aún sobraría algo de dinero. Con lo que cuestan los seis años de Medicina en Madrid o en Cataluña (sin el descuento para las rentas más bajas), podrían estudiar la misma carrera dos personas en Andalucía.
La iniciativa del Ministerio de Universidades para limitar el precio de las titulaciones de grado en los campus públicos y, de paso, reducir las gigantescas disparidades que existen entre comunidades (de hasta un 147%) apenas se empezará a percibir el próximo curso. En el acuerdo sellado el pasado mes de mayo en la Conferencia General de Política Universitaria (aun con algunas comunidades en contra), el ministerio ya preveía dar flexibilidad para que los Gobiernos regionales que tienen que bajar precios —el objetivo es revertir el enorme encarecimiento producido en algunos territorios desde 2012— puedan hacerlo gradualmente hasta 2023. Y buena parte de las autonomías han aprovechado esa posibilidad. “Desde el ministerio hemos entendido la presión presupuestaria que supone esta medida”, explica una portavoz de Universidades.
Así, Baleares, Castilla y León, Extremadura, Madrid y País Vasco no bajan todavía los precios, sino que los congelan para el próximo curso. La Comunidad Valenciana, por su parte, empezará bajando un 5% las tasas de las carreras más caras. Sí han aplicado una bajada general Navarra (de un 2,38%), La Rioja (3,52%), Aragón (4,27%) y, sobre todo, Cataluña (30%), aunque en este caso el punto de partida era tan alto, que sus campus siguen destacando entre las más caras. Con su bajada, La Rioja ya alcanza el objetivo final fijado por el ministerio de volver a los precios del curso 2011-2012, cuando el Gobierno del PP cambió la normativa, eliminando el tope máximo que se fijaba cada año para las subidas de precio, para que las autonomías pudieran aumentar las tasas cuanto quisieran. También ha aplicado una ligera rebaja para el año que viene una comunidad que no estaba obligada a hacerlo: Cantabria (1%). El resto, como se estableció también en mayo, congelan los precios.
Pero las bajadas medias y los porcentajes probablemente no signifiquen mucho para un alumno que quiera estudiar una carrera concreta, teniendo en cuenta, además, la gran disparidad de precios que existe, incluso, dentro de cada territorio entre los grados más caros y los más baratos. Teóricamente, la variación depende de cuestiones como la necesidad de equipos e instalaciones en cada título, lo que en la estadística se llama “grado de experimentalidad”, aunque las comunidades colocan muchas veces los mismos grados en tramos distintos de la horquilla. En ese contexto, cuatro ejemplos del coste de carreras concretas pueden ofrecer una imagen más fiel del panorama del próximo curso.
Para las titulaciones más caras, entre las que siempre están las sanitarias, se ha elegido como ejemplo Medicina, con una dispersión territorial que va de los 757 euros en las universidades andaluzas a los 1.660,2 en las catalanas.
Con las ingenierías (en el primer o el segundo escalón entre los más gravosos), Informática cuesta entre 730 euros en Asturias y, de nuevo, 1.660 en Cataluña. El coste se ha calculado para la primera matrícula, sin suspensos, de un curso completo de 60 créditos académicos.
En la parte baja de los precios, el ejemplo elegido es ADE, que en unas autonomías está en el escalón más barato y en otras, en el anterior. Así, esta carrera cuesta al año entre 591 euros en Galicia y 1.283 en Madrid.
Y, por último, la horquilla de Historia va de los 517 euros (Asturias) a los 1.283 (de nuevo, Madrid).
En las carreras más caras, Cataluña sigue estando a la cabeza pese a su bajada del 30%. Una bajada que, en todo caso, ha venido acompañada de un descenso de la progresividad; desde hace años, los alumnos pagan en función de su renta (a través de un programa autonómico de becas), con tasas diferenciadas en seis tramos que veían reducido el precio con descuentos del 10%, el 20%, el 30%, el 70% y el 80%. El próximo año, sin embargo, solo se mantienen los dos últimos tramos para las rentas más bajas.
Junto a Cataluña (que todavía le quedan una nueva reducción para cumplir con el acuerdo sobre tasas), Madrid es la otra comunidad obligada a aplicar un fuerte descenso hasta el curso 2022-2023, en torno a un 23%. Pero de momento, sus universidades, con las tasas congeladas, se convertirán en septiembre en las que cobran más caro las carreras más baratas: es la única región donde títulos como ADE o Historia superan ampliamente los 1.000 euros anuales. Una cifra que no sobrepasan en ningún caso, ni siquiera para los títulos más costosos de ciencias de la salud e ingenierías, Cantabria, Asturias, Galicia, Andalucía y Canarias.
Un portavoz de la Consejería de Universidades de Madrid, explica que, el hecho de tener los presupuestos prorrogados les dejaba poco margen para hacer rebajas inmediatas. Además, recuerdan que destinarán 12 millones de euros para becas destinadas a alumnos afectados por la crisis de la covid.
Aun siendo comprensivos con las dificultades presupuestarias en un contexto de crisis como el actual, el Ministerio de Universidades espera que los 400 millones de euros que el Gobierno repartirá entre las comunidades el curso próximo para aliviar el peso de la pandemia también impulsen la bajada de tasas, señala una portavoz. El ministerio también insiste en que esta bajada es un primer paso de un plan más ambicioso que prevé moderar también el precio de los másteres.
El coste de los suspensos
La iniciativa para bajar o al menos congelar las tasas ha sido bien recibida por la Coordinadora de Representantes de Estudiantes de Universidades Públicas (Creup), pero la consideran insuficiente. “La bajada se debería haber implantado en todas las comunidades, acompañada de mayor financiación” para compensar a las universidades por los ingresos que dejen de percibir, dice una portavoz. El Ministerio de Universidades explica que una de sus preocupaciones era que la bajada de tasas acabara mermando los recursos de los campus en un momento en el que los ahogos presupuestarios de las comunidades podía hacer difícil dar fondos extra a la universidad. De ahí, añade una portavoz del departamento, la flexibilidad para aplicar la bajada en varios cursos.
En todo caso, los estudiantes también reclaman que no solo se aplique la bajada a las primeras matrículas, sino a los precios de las materias suspendidas, que se van multiplicando exponencialmente cada vez que hay que cursarlas de nuevo. “Si afectara también a segundas matrículas y sucesivas ayudaría a eliminar totalmente las barreras socioeconómicas en el acceso a la Universidad”, añade la misma portavoz de Creup.
En este sentido, Aragón ha sí ha anunciado que reducirá un 6,5% las segundas matrículas en las carreras más caras y el País Vasco rebajará en torno a un 30% en las asignaturas suspendidas durante el segundo cuatrimestre del curso pasado, durante el estado de alarma por la covid. De hecho, numerosas comunidades y universidades han activado mecanismos y han puesto en marcha recursos extra para atajar las situaciones que se prevén el curso que viene por culpa de la crisis que se avecina por la pandemia de coronavirus.
Sin embargo, más allá de emergencias concretas, a lo que se refieren tanto el ministerio como los estudiantes es a medidas más estructurales para eliminar las barreras de acceso a la educación superior universitaria. “Nuestra idea es que paulatinamente podamos tener un sistema universitario lo más democrático posible”, dice la portavoz del ministerio. Y la de los estudiantes, añade: “Se debe seguir trabajando para eliminar los criterios académicos en becas universitarias, así como en una reducción del precio de las segundas matrículas y posteriores. La mayor parte de los requisitos académicos de las becas impiden el acceso a ayudas al estudio a los estudiantes que suspendan alguna asignatura, por lo que si no se revisa el modelo de becas seguirá existiendo una brecha socioeconómica para acceder a la universidad”.
https://elpais.com/sociedad/2020-08-02/dos-carreras-en-asturias-o-galicia-por-el-precio-de-una-en-cataluna-o-madrid.html
La iniciativa del Ministerio de Universidades para limitar el precio de las titulaciones de grado en los campus públicos y, de paso, reducir las gigantescas disparidades que existen entre comunidades (de hasta un 147%) apenas se empezará a percibir el próximo curso. En el acuerdo sellado el pasado mes de mayo en la Conferencia General de Política Universitaria (aun con algunas comunidades en contra), el ministerio ya preveía dar flexibilidad para que los Gobiernos regionales que tienen que bajar precios —el objetivo es revertir el enorme encarecimiento producido en algunos territorios desde 2012— puedan hacerlo gradualmente hasta 2023. Y buena parte de las autonomías han aprovechado esa posibilidad. “Desde el ministerio hemos entendido la presión presupuestaria que supone esta medida”, explica una portavoz de Universidades.
Así, Baleares, Castilla y León, Extremadura, Madrid y País Vasco no bajan todavía los precios, sino que los congelan para el próximo curso. La Comunidad Valenciana, por su parte, empezará bajando un 5% las tasas de las carreras más caras. Sí han aplicado una bajada general Navarra (de un 2,38%), La Rioja (3,52%), Aragón (4,27%) y, sobre todo, Cataluña (30%), aunque en este caso el punto de partida era tan alto, que sus campus siguen destacando entre las más caras. Con su bajada, La Rioja ya alcanza el objetivo final fijado por el ministerio de volver a los precios del curso 2011-2012, cuando el Gobierno del PP cambió la normativa, eliminando el tope máximo que se fijaba cada año para las subidas de precio, para que las autonomías pudieran aumentar las tasas cuanto quisieran. También ha aplicado una ligera rebaja para el año que viene una comunidad que no estaba obligada a hacerlo: Cantabria (1%). El resto, como se estableció también en mayo, congelan los precios.
Pero las bajadas medias y los porcentajes probablemente no signifiquen mucho para un alumno que quiera estudiar una carrera concreta, teniendo en cuenta, además, la gran disparidad de precios que existe, incluso, dentro de cada territorio entre los grados más caros y los más baratos. Teóricamente, la variación depende de cuestiones como la necesidad de equipos e instalaciones en cada título, lo que en la estadística se llama “grado de experimentalidad”, aunque las comunidades colocan muchas veces los mismos grados en tramos distintos de la horquilla. En ese contexto, cuatro ejemplos del coste de carreras concretas pueden ofrecer una imagen más fiel del panorama del próximo curso.
Para las titulaciones más caras, entre las que siempre están las sanitarias, se ha elegido como ejemplo Medicina, con una dispersión territorial que va de los 757 euros en las universidades andaluzas a los 1.660,2 en las catalanas.
Con las ingenierías (en el primer o el segundo escalón entre los más gravosos), Informática cuesta entre 730 euros en Asturias y, de nuevo, 1.660 en Cataluña. El coste se ha calculado para la primera matrícula, sin suspensos, de un curso completo de 60 créditos académicos.
En la parte baja de los precios, el ejemplo elegido es ADE, que en unas autonomías está en el escalón más barato y en otras, en el anterior. Así, esta carrera cuesta al año entre 591 euros en Galicia y 1.283 en Madrid.
Y, por último, la horquilla de Historia va de los 517 euros (Asturias) a los 1.283 (de nuevo, Madrid).
En las carreras más caras, Cataluña sigue estando a la cabeza pese a su bajada del 30%. Una bajada que, en todo caso, ha venido acompañada de un descenso de la progresividad; desde hace años, los alumnos pagan en función de su renta (a través de un programa autonómico de becas), con tasas diferenciadas en seis tramos que veían reducido el precio con descuentos del 10%, el 20%, el 30%, el 70% y el 80%. El próximo año, sin embargo, solo se mantienen los dos últimos tramos para las rentas más bajas.
Junto a Cataluña (que todavía le quedan una nueva reducción para cumplir con el acuerdo sobre tasas), Madrid es la otra comunidad obligada a aplicar un fuerte descenso hasta el curso 2022-2023, en torno a un 23%. Pero de momento, sus universidades, con las tasas congeladas, se convertirán en septiembre en las que cobran más caro las carreras más baratas: es la única región donde títulos como ADE o Historia superan ampliamente los 1.000 euros anuales. Una cifra que no sobrepasan en ningún caso, ni siquiera para los títulos más costosos de ciencias de la salud e ingenierías, Cantabria, Asturias, Galicia, Andalucía y Canarias.
Un portavoz de la Consejería de Universidades de Madrid, explica que, el hecho de tener los presupuestos prorrogados les dejaba poco margen para hacer rebajas inmediatas. Además, recuerdan que destinarán 12 millones de euros para becas destinadas a alumnos afectados por la crisis de la covid.
Aun siendo comprensivos con las dificultades presupuestarias en un contexto de crisis como el actual, el Ministerio de Universidades espera que los 400 millones de euros que el Gobierno repartirá entre las comunidades el curso próximo para aliviar el peso de la pandemia también impulsen la bajada de tasas, señala una portavoz. El ministerio también insiste en que esta bajada es un primer paso de un plan más ambicioso que prevé moderar también el precio de los másteres.
El coste de los suspensos
La iniciativa para bajar o al menos congelar las tasas ha sido bien recibida por la Coordinadora de Representantes de Estudiantes de Universidades Públicas (Creup), pero la consideran insuficiente. “La bajada se debería haber implantado en todas las comunidades, acompañada de mayor financiación” para compensar a las universidades por los ingresos que dejen de percibir, dice una portavoz. El Ministerio de Universidades explica que una de sus preocupaciones era que la bajada de tasas acabara mermando los recursos de los campus en un momento en el que los ahogos presupuestarios de las comunidades podía hacer difícil dar fondos extra a la universidad. De ahí, añade una portavoz del departamento, la flexibilidad para aplicar la bajada en varios cursos.
En todo caso, los estudiantes también reclaman que no solo se aplique la bajada a las primeras matrículas, sino a los precios de las materias suspendidas, que se van multiplicando exponencialmente cada vez que hay que cursarlas de nuevo. “Si afectara también a segundas matrículas y sucesivas ayudaría a eliminar totalmente las barreras socioeconómicas en el acceso a la Universidad”, añade la misma portavoz de Creup.
En este sentido, Aragón ha sí ha anunciado que reducirá un 6,5% las segundas matrículas en las carreras más caras y el País Vasco rebajará en torno a un 30% en las asignaturas suspendidas durante el segundo cuatrimestre del curso pasado, durante el estado de alarma por la covid. De hecho, numerosas comunidades y universidades han activado mecanismos y han puesto en marcha recursos extra para atajar las situaciones que se prevén el curso que viene por culpa de la crisis que se avecina por la pandemia de coronavirus.
Sin embargo, más allá de emergencias concretas, a lo que se refieren tanto el ministerio como los estudiantes es a medidas más estructurales para eliminar las barreras de acceso a la educación superior universitaria. “Nuestra idea es que paulatinamente podamos tener un sistema universitario lo más democrático posible”, dice la portavoz del ministerio. Y la de los estudiantes, añade: “Se debe seguir trabajando para eliminar los criterios académicos en becas universitarias, así como en una reducción del precio de las segundas matrículas y posteriores. La mayor parte de los requisitos académicos de las becas impiden el acceso a ayudas al estudio a los estudiantes que suspendan alguna asignatura, por lo que si no se revisa el modelo de becas seguirá existiendo una brecha socioeconómica para acceder a la universidad”.
https://elpais.com/sociedad/2020-08-02/dos-carreras-en-asturias-o-galicia-por-el-precio-de-una-en-cataluna-o-madrid.html
Respuesta al rey de los belgas sobre las responsabilidades de Bélgica en El Congo
Por Eric Toussaint | 18/07/2020 | África
El 30 de junio de 2020, con ocasión del sexagésimo aniversario de la independencia del Congo, una noticia recorrió el mundo: Felipe, rey de los Belgas, expresaba en una carta dirigida al Jefe de Estado y al pueblo congoleño su arrepentimiento por el pasado colonial y en particular por el período durante el cual el Congo fue posesión personal de Leopoldo II (1885-1908).
Índice
Aquí les muestro el párrafo principal de esa carta: «En la época del Estado Libre del Congo, se cometieron actos de violencia y crueldad que pesan en nuestra memoria colectiva. El siguiente período colonial causó también sufrimientos y humillaciones. Deseo expresar mis más profundos sentimientos por esas heridas del pasado cuyo dolor hoy está reavivado por las discriminaciones todavía muy presentes en nuestra sociedad. Continuaré combatiendo contra todas las formas de racismo.» (Véase https://plus.lesoir.be/310315/article/2020-06-30/le-roi-reconnait-les-actes-de-cruaute-commis-au-congo-sous-leopold-ii)
El 30 de junio de 2020, con ocasión del sexagésimo aniversario de la independencia del Congo, una noticia recorrió el mundo: Felipe, rey de los Belgas, expresaba en una carta dirigida al Jefe de Estado y al pueblo congoleño su arrepentimiento por el pasado colonial y en particular por el período durante el cual el Congo fue posesión personal de Leopoldo II (1885-1908).
Índice
- Leopoldo II y el Congo
- La conferencia de Berlín de 1885 y la creación del Estado Libre del Congo
- El modelo de Java aplicado por la Bélgica de Leopoldo II en el Congo
- La campaña internacional contra los crímenes de la Bélgica de Leopoldo II en el (…)
- Leopoldo II, Rey de los belgas, es responsable de «crímenes de lesa humanidad» cometidos de forma (…)
- El período colonial durante el cual Bélgica tomó posesión del Congo (1908-1960)
- Con la complicidad del Banco Mundial, Bélgica obligó al pueblo congoleño a reembolsar una deuda (…)
- El apoyo de Bélgica a la dictadura de Mobutu
- Congo-Kinshasa (Zaire bajo Mobutu): desembolsos del Banco Mundial
- Las grandes empresas privadas belgas sistemáticamente pudieron conseguir ventajas de sus (…)
- Después del final de su mandato en el FMI y en el Banco Mundial
- ¿Qué soluciones se aportaron para solucionar el problema de la deuda congoleña?
- ¿Cómo se concibió la financiación de la operación?
- La trampa de la Iniciativa PPAE (Países Pobres Altamente Endeudados)
- Propósitos y conclusiones
Esa declaración es totalmente insuficiente ya que no designa explícitamente a los culpables, ni tan solo se menciona al rey Leopoldo II. Felipe no presenta sus disculpas ni propone que la familia real y/o el Estado belga paguen reparaciones.
Esta intervención del Rey de los belgas es uno de los resultados del inmenso movimiento internacional de concienciación y de movilización desde el asesinato de George Floyd a manos de la policía de Estados Unidos, que marcó el final del mes de mayo y todo el mes de junio de 2020.
lunes, 3 de agosto de 2020
Las Coplas por la muerte de su padre, también citadas como Coplas a la muerte del maestre don Rodrigo o, simplemente, Las coplas de Jorge Manrique, son una elegía escrita por Jorge Manrique en la muerte de su padre, el maestre de Santiago Rodrigo Manrique. Escritas, al menos una parte, con posterioridad al 11 de noviembre de 1476, fecha de la muerte de Rodrigo Manrique, constituye una de las obras capitales de la literatura española.
Esta obra pertenece al género poético de la elegía funeral medieval o planto y es una reflexión sobre la vida, la fama, la fortuna y la muerte con resignación cristiana. Se inspira en los precedentes clásicos y medievales del género y en el Eclesiastés, pero también contiene alusiones a la entonces historia reciente de Castilla e incluso a sucesos en los que pudo estar presente el propio autor.
COPLA I
Recuerde el alma dormida
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida
cómo se viene la muerte,
tan callando;
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquiera tiempo pasado,
fue mejor.
https://www.rae.es/sites/default/files/Coplas_a_la_muerte_de_su_padre.pdf
Esta obra pertenece al género poético de la elegía funeral medieval o planto y es una reflexión sobre la vida, la fama, la fortuna y la muerte con resignación cristiana. Se inspira en los precedentes clásicos y medievales del género y en el Eclesiastés, pero también contiene alusiones a la entonces historia reciente de Castilla e incluso a sucesos en los que pudo estar presente el propio autor.
COPLA I
Recuerde el alma dormida
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida
cómo se viene la muerte,
tan callando;
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquiera tiempo pasado,
fue mejor.
https://www.rae.es/sites/default/files/Coplas_a_la_muerte_de_su_padre.pdf
domingo, 2 de agosto de 2020
_- España camisa blanca de mi esperanza
_- España camisa blanca de mi esperanza
Ana Belén
España camisa blanca de mi esperanza
Reseca historia que nos abraza
Por acercarse sólo a mirarla.
Paloma buscando cielos más estrellados
Donde entendernos sin destrozarnos
Donde sentarnos y conversar.
España camisa blanca de mi esperanza
La negra pena nos amenaza
La pena deja plomo en las alas.
Quisiera poner el hombro y pongo palabras
Que casi siempre acaban en nada
Cuando se enfrentan al ancho mar.
España camisa blanca de mi esperanza
A veces madre y siempre madrastra;
Navaja, barro, clavel, espada.
Nos haces siempre a tu imagen y semejanza
Lo bueno y malo que hay en tu estampa
De peregrina a ningún lugar.
España camisa blanca de mi esperanza
De fuera a adentro, dulce o amarga
De olor a incienso, de cal y caña.
Quién…
"España, camisa blanca de mi esperanza, reseca historia que nos abraza con acercarse sólo a mirarla; paloma buscando cielos más estrellados donde entendernos sin destrozarnos, donde sentarnos y conversar.
España, camisa blanca de mi esperanza, la negra pena nos atenaza, la pena deja plomo en las alas; quisiera poner el hombro y pongo palabras que casi siempre acaban en nada, cuando se enfrentan al ancho mar.
España, camisa blanca de mi esperanza, a veces madre y siempre madrastra, navaja, barro, clavel, espada; la muerte siempre presente nos acompaña en nuestras cosas más cotidianas y al fin nos hace a todos igual.
España, camisa blanca de mi esperanza, de fuera o dentro, dulce o amarga, de olor a incienso de cal y caña; ¿quién puso el desasosiego en nuestras entrañas nos hizo libres pero sin alas nos dejó el hambre y se llevó el pan?
España, camisa blanca de mi esperanza, aquí me tienes, nadie me manda; quererte tanto me cuesta nada; nos haces siempre a tu imagen y semejanza, lo bueno y malo que hay en tu estampa de peregrina a ningún lugar.
Sobre un poema de Blas de Otero, Victor Manuel escribió y musicó una bella canción que ha hecho famosa Ana Belén.
Ana Belén
España camisa blanca de mi esperanza
Reseca historia que nos abraza
Por acercarse sólo a mirarla.
Paloma buscando cielos más estrellados
Donde entendernos sin destrozarnos
Donde sentarnos y conversar.
España camisa blanca de mi esperanza
La negra pena nos amenaza
La pena deja plomo en las alas.
Quisiera poner el hombro y pongo palabras
Que casi siempre acaban en nada
Cuando se enfrentan al ancho mar.
España camisa blanca de mi esperanza
A veces madre y siempre madrastra;
Navaja, barro, clavel, espada.
Nos haces siempre a tu imagen y semejanza
Lo bueno y malo que hay en tu estampa
De peregrina a ningún lugar.
España camisa blanca de mi esperanza
De fuera a adentro, dulce o amarga
De olor a incienso, de cal y caña.
Quién…
"España, camisa blanca de mi esperanza, reseca historia que nos abraza con acercarse sólo a mirarla; paloma buscando cielos más estrellados donde entendernos sin destrozarnos, donde sentarnos y conversar.
España, camisa blanca de mi esperanza, la negra pena nos atenaza, la pena deja plomo en las alas; quisiera poner el hombro y pongo palabras que casi siempre acaban en nada, cuando se enfrentan al ancho mar.
España, camisa blanca de mi esperanza, a veces madre y siempre madrastra, navaja, barro, clavel, espada; la muerte siempre presente nos acompaña en nuestras cosas más cotidianas y al fin nos hace a todos igual.
España, camisa blanca de mi esperanza, de fuera o dentro, dulce o amarga, de olor a incienso de cal y caña; ¿quién puso el desasosiego en nuestras entrañas nos hizo libres pero sin alas nos dejó el hambre y se llevó el pan?
España, camisa blanca de mi esperanza, aquí me tienes, nadie me manda; quererte tanto me cuesta nada; nos haces siempre a tu imagen y semejanza, lo bueno y malo que hay en tu estampa de peregrina a ningún lugar.
Sobre un poema de Blas de Otero, Victor Manuel escribió y musicó una bella canción que ha hecho famosa Ana Belén.
sábado, 1 de agosto de 2020
_- Luis de Góngora
_- Luis de Góngora, de su Polifemo.
«¡Oh bella Galatea, más suave que los claveles que tronchó la aurora; blanca, más que las plumas de aquel ave que dulce muere y en las aguas mora;
«¡Oh bella Galatea, más suave que los claveles que tronchó la aurora; blanca, más que las plumas de aquel ave que dulce muere y en las aguas mora;
viernes, 31 de julio de 2020
Un Tribunal Supremo maoísta
Javier Pérez Royo 26/07/2020
Los presos nacionalistas catalanes en prisión, como los ciudadanos chinos de los “campos de reeducación”, tienen que reconocer primero la justicia de la decisión del Supremo que los ha privado de libertad.
La "reeducación política" de los condenados mediante sentencia judicial fue práctica frecuente durante los años de la Revolución Cultural en China. No era suficiente la privación de libertad, sino que el Régimen maoísta exigía la "conformidad expresa" de los condenados con la sanción que se les había impuesto. Hemos sido condenados porque nos hemos desviado del pensamiento correcto y no hemos respetado la ley. Esta confesión era la premisa indispensable que se exigía para que se pudiera poner fin a la privación de libertad. Primero la humillación y después la libertad. Sin humillación autoimpuesta no hay libertad. Ese es el precio que tenéis que pagar para que podamos empezar a fiarnos de vosotros y os podáis reintegrar a la vida civil.
Cuando España se constituyó en un Estado social y democrático de derecho en 1978, jamás se pasó por la cabeza que el Ministerio Fiscal y el Tribunal Supremo acabarían haciendo suyas esta doctrina puesta en práctica durante la Revolución Cultural. Jamás se me pasó por la cabeza que el objetivo de la "reinserción" del artículo 25 de la Constitución, desarrollado por la Ley General Penitenciaria, que fue la primera Ley Orgánica de la democracia española, la primera Ley Orgánica aprobada por las primeras Cortes Constitucionales, acabaría convirtiéndose para los políticos nacionalistas catalanes en una exigencia de "reeducación" con el objetivo de que "aprendan a respetar la ley".
Y sin embargo, eso exactamente es lo que ha ocurrido. Las Juntas de Tratamiento de diversas prisiones catalanas así como varios Jueces de Vigilancia Penitenciaria de Catalunya no habían considerado imprescindible que los dirigentes nacionalistas catalanes condenados por el Tribunal Supremo como autores de un delito de sedición, tuvieran que someterse a un programa de "reeducación" para que les fuera de aplicación el artículo 100.2 del Reglamento Penitenciario, que les permite salir de la cárcel para trabajar, para cuidad de la madre o por cualquiera otra de las circunstancias previstas en el ordenamiento.
La necesidad de que los políticos presos catalanes se sometieran a este programa de "reeducación" ha venido siendo exigida de manera ininterrumpida por el Ministerio Fiscal y rechazada hasta por siete jueces catalanes con el argumento de que el "programa específico de educación planteado por la Fiscalía buscaba cambiar o modificar la ideología política de los internos, algo proscrito por la Constitución y que atenta contra los más elementales derechos fundamentales" (palabras del Juzgado de Vigilancia Penitenciaria 5 de Catalunya).
El Tribunal Supremo, sin embargo, ha hecho suya la tesis "maoísta" de la Fiscalía y considera imprescindible que los condenados acepten asistir a un programa de "reeducación", en el que se les enseñe y aprendan que "hay que cumplir la ley" y que la Constitución únicamente puede ser reformada mediante los procedimientos de reforma previstos en los artículos 167 y 168 de la misma. Una vez que se hayan sometido a ese "programa de reeducación" y hayan "interiorizado" la "justicia" de la condena que les fue impuesta y hayan aprendido a comportarse como deben hacerlo los ciudadanos en una sociedad democrática, estarán en condiciones de salir de la cárcel en los términos previstos en el artículo 100.2 del Reglamento Penitenciario.
Los presos nacionalistas catalanes en prisión, como los ciudadanos chinos de los "campos de reeducación", tienen que reconocer primero la justicia de la decisión del Supremo que los ha privado de libertad. Una vez que la hayan reconocido, el Supremo podrá ser magnánimo y aceptar las decisiones que las Juntas de Tratamiento de las prisiones y los Jueces de Vigilancia Penitenciaria puedan dictar en aplicación del artículo 100.2 del Reglamento Penitenciario.
Primero la humillación. Después, ya veremos. Esta es la administración de justicia para los nacionalistas catalanes condenados por el Supremo. Acepten la humillación de que se les tiene que "enseñar" que la ley hay que cumplirla y que la Constitución solamente puede ser reformada de la forma en ella misma prevista. No sé si se les exigirá además que acrediten mediante un examen que han asimilado las "enseñanzas" que se les han trasmitido. En eso ha acabado el derecho a la tutela judicial efectiva reconocido en los artículos 24 y 25 de la Constitución.
¿En qué país nos estamos convirtiendo? ¿Cómo es posible que fiscales y jueces del Supremo se puedan faltar el respeto a sí mismos de esta manera?
Esto no puede acabar bien nunca.
Javier Pérez Royo Catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Sevilla
Fuente: https://www.eldiario.es/contracorriente/tribunal-supremo-maoista_129_6126752.html
Los presos nacionalistas catalanes en prisión, como los ciudadanos chinos de los “campos de reeducación”, tienen que reconocer primero la justicia de la decisión del Supremo que los ha privado de libertad.
La "reeducación política" de los condenados mediante sentencia judicial fue práctica frecuente durante los años de la Revolución Cultural en China. No era suficiente la privación de libertad, sino que el Régimen maoísta exigía la "conformidad expresa" de los condenados con la sanción que se les había impuesto. Hemos sido condenados porque nos hemos desviado del pensamiento correcto y no hemos respetado la ley. Esta confesión era la premisa indispensable que se exigía para que se pudiera poner fin a la privación de libertad. Primero la humillación y después la libertad. Sin humillación autoimpuesta no hay libertad. Ese es el precio que tenéis que pagar para que podamos empezar a fiarnos de vosotros y os podáis reintegrar a la vida civil.
Cuando España se constituyó en un Estado social y democrático de derecho en 1978, jamás se pasó por la cabeza que el Ministerio Fiscal y el Tribunal Supremo acabarían haciendo suyas esta doctrina puesta en práctica durante la Revolución Cultural. Jamás se me pasó por la cabeza que el objetivo de la "reinserción" del artículo 25 de la Constitución, desarrollado por la Ley General Penitenciaria, que fue la primera Ley Orgánica de la democracia española, la primera Ley Orgánica aprobada por las primeras Cortes Constitucionales, acabaría convirtiéndose para los políticos nacionalistas catalanes en una exigencia de "reeducación" con el objetivo de que "aprendan a respetar la ley".
Y sin embargo, eso exactamente es lo que ha ocurrido. Las Juntas de Tratamiento de diversas prisiones catalanas así como varios Jueces de Vigilancia Penitenciaria de Catalunya no habían considerado imprescindible que los dirigentes nacionalistas catalanes condenados por el Tribunal Supremo como autores de un delito de sedición, tuvieran que someterse a un programa de "reeducación" para que les fuera de aplicación el artículo 100.2 del Reglamento Penitenciario, que les permite salir de la cárcel para trabajar, para cuidad de la madre o por cualquiera otra de las circunstancias previstas en el ordenamiento.
La necesidad de que los políticos presos catalanes se sometieran a este programa de "reeducación" ha venido siendo exigida de manera ininterrumpida por el Ministerio Fiscal y rechazada hasta por siete jueces catalanes con el argumento de que el "programa específico de educación planteado por la Fiscalía buscaba cambiar o modificar la ideología política de los internos, algo proscrito por la Constitución y que atenta contra los más elementales derechos fundamentales" (palabras del Juzgado de Vigilancia Penitenciaria 5 de Catalunya).
El Tribunal Supremo, sin embargo, ha hecho suya la tesis "maoísta" de la Fiscalía y considera imprescindible que los condenados acepten asistir a un programa de "reeducación", en el que se les enseñe y aprendan que "hay que cumplir la ley" y que la Constitución únicamente puede ser reformada mediante los procedimientos de reforma previstos en los artículos 167 y 168 de la misma. Una vez que se hayan sometido a ese "programa de reeducación" y hayan "interiorizado" la "justicia" de la condena que les fue impuesta y hayan aprendido a comportarse como deben hacerlo los ciudadanos en una sociedad democrática, estarán en condiciones de salir de la cárcel en los términos previstos en el artículo 100.2 del Reglamento Penitenciario.
Los presos nacionalistas catalanes en prisión, como los ciudadanos chinos de los "campos de reeducación", tienen que reconocer primero la justicia de la decisión del Supremo que los ha privado de libertad. Una vez que la hayan reconocido, el Supremo podrá ser magnánimo y aceptar las decisiones que las Juntas de Tratamiento de las prisiones y los Jueces de Vigilancia Penitenciaria puedan dictar en aplicación del artículo 100.2 del Reglamento Penitenciario.
Primero la humillación. Después, ya veremos. Esta es la administración de justicia para los nacionalistas catalanes condenados por el Supremo. Acepten la humillación de que se les tiene que "enseñar" que la ley hay que cumplirla y que la Constitución solamente puede ser reformada de la forma en ella misma prevista. No sé si se les exigirá además que acrediten mediante un examen que han asimilado las "enseñanzas" que se les han trasmitido. En eso ha acabado el derecho a la tutela judicial efectiva reconocido en los artículos 24 y 25 de la Constitución.
¿En qué país nos estamos convirtiendo? ¿Cómo es posible que fiscales y jueces del Supremo se puedan faltar el respeto a sí mismos de esta manera?
Esto no puede acabar bien nunca.
Javier Pérez Royo Catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Sevilla
Fuente: https://www.eldiario.es/contracorriente/tribunal-supremo-maoista_129_6126752.html
_- El maestro de Carrasqueda
_- La escuela rural es la gran olvidada del sistema educativo. Es casi invisible. Este artículo quiere rendir homenaje a los maestros y maestras que trabajan humilde y esforzadamente en las escuelas rurales de este país y del mundo entero. Para rendirles ese merecido tributo de admiración, gratitud y afecto, comentaré brevemente un cuento de Miguel de Unamuno titulado “El maestro de Carrasqueda”.
El relato breve no es uno de los territorios literarios más cultivados por Unamuno. Sin embargo, lo practica con cierta asiduidad desde 1886. El número total de sus cuentos supera los ochenta títulos. En muchos de ellos se hace patente el yo de Unamuno o, mejor dicho, los distintos yos (también sería correcto decir yoes) que se pueden deslindar en cada persona: el que uno es, el que uno piensa que es, el que uno quiere ser, el que los demás piensan que uno es y el que los demás quieren que uno sea. Los cuentos unamunianos son un reflejo de su pensamiento, de su vida y de su persona. Recuérdese que para el filósofo bilbaíno todo relato es autobiográfico.
Jesús Gálvez Yagüe ha sintetizado con estas palabras algunas de las principales características de estas producciones: “Los cuentos de Unamuno, breves, fibrosos, de poca ficción, restringidos casi siempre, como sus novelas, a la narración de peripecias interiores, vibran con la luminosidad íntima propia de la poesía”.
Hace poco, mi querida amiga Carmen Gallego, me hizo el regalo de descubrirme este cuento de Unamuno que yo no conocía. Me dijo que a ella, cuando lo releía, le despertaba una profunda emoción. Ni me sorprende. Ahora he sabido que fue publicado en la revista madrileña “Lectura” del mes de julio de 1903. Se titula “El maestro de Carrasqueda”, pueblo que, en el devenir del relato, se hace más concreto en Carrasqueda de Abajo.
Remito al lector o lectora al texto íntegro (cuatro páginas solamente), mientras destaco aquí tres cuestiones que me han llamado la atención.
La primera ocupa hoy un importante espacio educativo. Me refiero a la presencia que ha de tener el corazón en la guía del comportamiento humano. El cuento comienza con las palabras “discurrid con el corazón”, frase que sirve de pauta para la resolución de un interesante dilema moral. Voy al cuento: “Discurrid con el corazón, hijos míos, que ve muy claro, aunque no muy lejos. Te llaman a atajar una riña de un pueblo, a evitarle un montón de sangre, y oyes en el camino las voces de angustia de un niño caído en un pozo: ¿le dejarás que se ahogue? ¿Le dirás: No puedo pararme, pobre niño; me espera todo un pueblo al que he de salvar? ¡No! Obedece al corazón: párate, apéate del caballo y salva al niño. ¡El pueblo… que espere! Tal vez sea el niño un futuro salvador o guía, no ya del pueblo, sino de muchos”.
“Obedece al corazón”, dice Unamuno con acierto, a través de los labios de Don Casiano, el maestro de Carrasqueda, a un grupo de mozalbetes que le escuchan. Y, a renglón seguido, explica que, ante esos muchachos, “se vaciaba el corazón”. Me sorprende el número de veces que aparece la palabra corazón en el relato.
Acabo de publicar en la editorial Homo Sapiens ”Educar el corazón. Los sentimientos en la escuela”. Considero fundamental que esta dimensión de la persona tenga cabida en la escuela, no como un añadido ornamental, sino como eje de toda la actividad educativa.
La segunda cuestión tiene que ver con la formación de discípulos que alcanzan luego la celebridad y que desempeñan en la sociedad puestos de responsabilidad que la mejoran. Muestra así el poder de la educación. Dice el cuento:
“Había, sin embargo, entre aquellos chicuelos uno para entenderlo: nuestro Quejana. ¡Todo un alma aquel pobre maestro de escuela de Carrasqueda de Abajo! Los que le hemos conocido en este último tercio del siglo XX, anciano, achacoso, resignado y humilde, a duras penas lograremos figurarnos a aquel joven fogoso, henchido de ambiciones y de ensueños, que llegó hacia 1920 al entonces pobre lugarejo en que acaba de morir, a ese Carrasqueda de Abajo, célebre hoy por haber en él nacido nuestro don Ramón Quejana, a quien muchos llaman el Rehacedor”.
Ramonete Quejana (el apellido nos remite a Alonso Quijano) es un joven, hijo del alcalde, que acaba siendo Don Ramón, gracias a la atención y a la formación del maestro del pueblo. Cuando, ya en la cumbre de su éxito, quiere condecorar a Don Casiano, este le hace desistir de su idea, diciendo algo tan hermoso como contundente: “Tú eres mi condecoración”.
Dice en otro lugar el autor del cuento: “Dios no le dio hijos de su mujer; pero tenía a Ramonete, y en él al pueblo, a Carrasqueda todo: «Yo te haré hombre —le decía—; tú déjate querer». Y el chico no sólo se dejaba, se hacía querer. Y fue el maestro traspasándole las ambiciones y altos anhelos, que, sin saber cómo, iban adormeciéndosele en el corazón. Era en el campo, entre los sembrados, bajo el infinito tornavoz del cielo, donde, rodeado de los chicuelos, Ramonete allí juntito, a su vera, le brotaban las parábolas del corazón”.
La tercera cuestión que quiero resaltar tiene que ver con la muerte del maestro, acaecida por su voluntad en la escuela, cerquita del encerado, frente a aquella ventana que daba a la alameda del río… Concluye así el cuento:
“Todos recordarán aquel viaje precipitado de don Ramón a su pueblo, cuando, dejando colgados graves asuntos políticos, fue a ver morir a su maestro, ochentón ya. Hizo este que le llevaran a morir a la escuela, junto al encerado, frente a aquella ventana que da a la alameda del río, apacentando sus ojos en la visión de las montañas de lontananza, que retenían las semillas de los ensueños todos que, contemplándolas, le habían florecido al maestro en el huerto del espíritu. En el encerado había hecho escribir estas palabras del cuarto Evangelio: «Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, él solo queda; mas si muriere, lleva mucho fruto». Al acercársele la piadosa Muerte, le levantó a flor de alma las raíces de los pensamientos como en el mar levanta, al acercársele, la Luna las raíces de las aguas. Y su espíritu, cuando sólo le ataba al cuerpo un hilo, sobre el que blandía la Muerte, piadosa, su segur, henchido de inspiración postrera, habló así:
—Mira, Ramonete: se me ha dicho mil veces que mi voz ha sido de las que han clamado en el desierto…, ¡sermón perdido! Yo mismo os repetía en la escuela, cuando tú no me entendías: «¡Es como si hablase a la pared!» Pero, hijo mío, las paredes oyen; oyen todo, y todo empieza, ahora que me muero, a hablarme a los oídos. Mira, Ramonete: nada muere, todo baja del río del tiempo al mar de la eternidad, y allí queda…; el universo es un vasto fonógrafo y una vasta placa en que queda todo sonido que murió y toda figura que pasó; sólo hace falta la conmoción que los vuelva un día…”.
El maestro se va, pero su obra sigue viva. Decía Rubem Alves en su hermoso y breve libro “La alegría de enseñar” (qué tremendo hablar como hablamos de “carga docente”): ”Enseñar es un ejercicio de inmortalidad. De alguna forma seguimos viviendo en aquellos cuyos ojos aprendieron a ver el mundo a través de la magia de nuestra palabra…. Por eso, el profesor nunca muere”.
La profesión docente es, en esencia, optimista. María Dolores Avia y Carmelo Vázquez escribieron hace años un interesante libro que tengo ahora entre las manos: “Optimismo inteligente”. En el penúltimo párrafo del libro, casi como una conclusión, dicen: “Posiblemente la ilusión es la fibra con la que están hechas nuestras vidas, e intentar apartarse de esta corriente es ir contra la historia, la evolución y la propia vida”. La ilusión de dedicarse a la enseñanza. La ilusión de ser un maestro rural, una maestra rural.
Enlace del Centro Virtual Cervantes (edición fiable del texto íntegro del cuento): http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/cuentos-785998/html/85405adb-40f9-46b7-ac86-fd384da51cdf_3.html#I_23_
El relato breve no es uno de los territorios literarios más cultivados por Unamuno. Sin embargo, lo practica con cierta asiduidad desde 1886. El número total de sus cuentos supera los ochenta títulos. En muchos de ellos se hace patente el yo de Unamuno o, mejor dicho, los distintos yos (también sería correcto decir yoes) que se pueden deslindar en cada persona: el que uno es, el que uno piensa que es, el que uno quiere ser, el que los demás piensan que uno es y el que los demás quieren que uno sea. Los cuentos unamunianos son un reflejo de su pensamiento, de su vida y de su persona. Recuérdese que para el filósofo bilbaíno todo relato es autobiográfico.
Jesús Gálvez Yagüe ha sintetizado con estas palabras algunas de las principales características de estas producciones: “Los cuentos de Unamuno, breves, fibrosos, de poca ficción, restringidos casi siempre, como sus novelas, a la narración de peripecias interiores, vibran con la luminosidad íntima propia de la poesía”.
Hace poco, mi querida amiga Carmen Gallego, me hizo el regalo de descubrirme este cuento de Unamuno que yo no conocía. Me dijo que a ella, cuando lo releía, le despertaba una profunda emoción. Ni me sorprende. Ahora he sabido que fue publicado en la revista madrileña “Lectura” del mes de julio de 1903. Se titula “El maestro de Carrasqueda”, pueblo que, en el devenir del relato, se hace más concreto en Carrasqueda de Abajo.
Remito al lector o lectora al texto íntegro (cuatro páginas solamente), mientras destaco aquí tres cuestiones que me han llamado la atención.
La primera ocupa hoy un importante espacio educativo. Me refiero a la presencia que ha de tener el corazón en la guía del comportamiento humano. El cuento comienza con las palabras “discurrid con el corazón”, frase que sirve de pauta para la resolución de un interesante dilema moral. Voy al cuento: “Discurrid con el corazón, hijos míos, que ve muy claro, aunque no muy lejos. Te llaman a atajar una riña de un pueblo, a evitarle un montón de sangre, y oyes en el camino las voces de angustia de un niño caído en un pozo: ¿le dejarás que se ahogue? ¿Le dirás: No puedo pararme, pobre niño; me espera todo un pueblo al que he de salvar? ¡No! Obedece al corazón: párate, apéate del caballo y salva al niño. ¡El pueblo… que espere! Tal vez sea el niño un futuro salvador o guía, no ya del pueblo, sino de muchos”.
“Obedece al corazón”, dice Unamuno con acierto, a través de los labios de Don Casiano, el maestro de Carrasqueda, a un grupo de mozalbetes que le escuchan. Y, a renglón seguido, explica que, ante esos muchachos, “se vaciaba el corazón”. Me sorprende el número de veces que aparece la palabra corazón en el relato.
Acabo de publicar en la editorial Homo Sapiens ”Educar el corazón. Los sentimientos en la escuela”. Considero fundamental que esta dimensión de la persona tenga cabida en la escuela, no como un añadido ornamental, sino como eje de toda la actividad educativa.
La segunda cuestión tiene que ver con la formación de discípulos que alcanzan luego la celebridad y que desempeñan en la sociedad puestos de responsabilidad que la mejoran. Muestra así el poder de la educación. Dice el cuento:
“Había, sin embargo, entre aquellos chicuelos uno para entenderlo: nuestro Quejana. ¡Todo un alma aquel pobre maestro de escuela de Carrasqueda de Abajo! Los que le hemos conocido en este último tercio del siglo XX, anciano, achacoso, resignado y humilde, a duras penas lograremos figurarnos a aquel joven fogoso, henchido de ambiciones y de ensueños, que llegó hacia 1920 al entonces pobre lugarejo en que acaba de morir, a ese Carrasqueda de Abajo, célebre hoy por haber en él nacido nuestro don Ramón Quejana, a quien muchos llaman el Rehacedor”.
Ramonete Quejana (el apellido nos remite a Alonso Quijano) es un joven, hijo del alcalde, que acaba siendo Don Ramón, gracias a la atención y a la formación del maestro del pueblo. Cuando, ya en la cumbre de su éxito, quiere condecorar a Don Casiano, este le hace desistir de su idea, diciendo algo tan hermoso como contundente: “Tú eres mi condecoración”.
Dice en otro lugar el autor del cuento: “Dios no le dio hijos de su mujer; pero tenía a Ramonete, y en él al pueblo, a Carrasqueda todo: «Yo te haré hombre —le decía—; tú déjate querer». Y el chico no sólo se dejaba, se hacía querer. Y fue el maestro traspasándole las ambiciones y altos anhelos, que, sin saber cómo, iban adormeciéndosele en el corazón. Era en el campo, entre los sembrados, bajo el infinito tornavoz del cielo, donde, rodeado de los chicuelos, Ramonete allí juntito, a su vera, le brotaban las parábolas del corazón”.
La tercera cuestión que quiero resaltar tiene que ver con la muerte del maestro, acaecida por su voluntad en la escuela, cerquita del encerado, frente a aquella ventana que daba a la alameda del río… Concluye así el cuento:
“Todos recordarán aquel viaje precipitado de don Ramón a su pueblo, cuando, dejando colgados graves asuntos políticos, fue a ver morir a su maestro, ochentón ya. Hizo este que le llevaran a morir a la escuela, junto al encerado, frente a aquella ventana que da a la alameda del río, apacentando sus ojos en la visión de las montañas de lontananza, que retenían las semillas de los ensueños todos que, contemplándolas, le habían florecido al maestro en el huerto del espíritu. En el encerado había hecho escribir estas palabras del cuarto Evangelio: «Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, él solo queda; mas si muriere, lleva mucho fruto». Al acercársele la piadosa Muerte, le levantó a flor de alma las raíces de los pensamientos como en el mar levanta, al acercársele, la Luna las raíces de las aguas. Y su espíritu, cuando sólo le ataba al cuerpo un hilo, sobre el que blandía la Muerte, piadosa, su segur, henchido de inspiración postrera, habló así:
—Mira, Ramonete: se me ha dicho mil veces que mi voz ha sido de las que han clamado en el desierto…, ¡sermón perdido! Yo mismo os repetía en la escuela, cuando tú no me entendías: «¡Es como si hablase a la pared!» Pero, hijo mío, las paredes oyen; oyen todo, y todo empieza, ahora que me muero, a hablarme a los oídos. Mira, Ramonete: nada muere, todo baja del río del tiempo al mar de la eternidad, y allí queda…; el universo es un vasto fonógrafo y una vasta placa en que queda todo sonido que murió y toda figura que pasó; sólo hace falta la conmoción que los vuelva un día…”.
El maestro se va, pero su obra sigue viva. Decía Rubem Alves en su hermoso y breve libro “La alegría de enseñar” (qué tremendo hablar como hablamos de “carga docente”): ”Enseñar es un ejercicio de inmortalidad. De alguna forma seguimos viviendo en aquellos cuyos ojos aprendieron a ver el mundo a través de la magia de nuestra palabra…. Por eso, el profesor nunca muere”.
La profesión docente es, en esencia, optimista. María Dolores Avia y Carmelo Vázquez escribieron hace años un interesante libro que tengo ahora entre las manos: “Optimismo inteligente”. En el penúltimo párrafo del libro, casi como una conclusión, dicen: “Posiblemente la ilusión es la fibra con la que están hechas nuestras vidas, e intentar apartarse de esta corriente es ir contra la historia, la evolución y la propia vida”. La ilusión de dedicarse a la enseñanza. La ilusión de ser un maestro rural, una maestra rural.
Enlace del Centro Virtual Cervantes (edición fiable del texto íntegro del cuento): http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/cuentos-785998/html/85405adb-40f9-46b7-ac86-fd384da51cdf_3.html#I_23_
jueves, 30 de julio de 2020
Érase una vez Morricone
Hace muchos años alguien me contó la anécdota, que nunca pude verificar, de que un día Ennio Morricone estaba paseando con un amigo por Venecia cuando vieron, sentado en la terraza de un café, a Igor Stravinski. El amigo le dijo que lo conocía y que sería un placer presentárselo, pero Morricone, azorado, declinó la invitación: admiraba demasiado al gran compositor ruso para hacerle perder el tiempo. Sin embargo, el amigo insistió, se acercaron hasta la mesa, y tras las presentaciones, Morricone balbuceó un saludo y una serie de elogios. Al oír el apellido del recién llegado, el anciano alzó las gafas y comentó: «Así que usted es ese joven que ha compuesto algunas de las melodías más bellas del siglo XX».
He buscado y rebuscado esta anécdota en libros y bases de datos, de modo que a lo mejor es falsa, aunque tiene muchos elementos para ser verdad: la devoción que Morricone sentía por Stravinski y, en especial, por la Sinfonía de los salmos; el particular gusto del maestro ruso por Frescobaldi, Vivaldi, Pergolesi y los grandes operistas italianos -Verdi, Puccini, Leoncavallo, Mascagni- de quien Morricone heredó el dramatismo, el lirismo y las amplias líneas melódicas; la simple constatación de que, efectivamente, algunas de las melodías más bellas del siglo XX llevan su sello inconfundible. Aun así, sería difícil saber de cuáles hablaba Stravinski exactamente; puesto que murió en 1971, podía referirse a la grandiosa obertura de Los cañones de San Sebastián, de Henri Verneuil; al sublime adagio amoroso de El Greco, de Luciano Salce; o más probablemente a cualquiera de sus inolvidables colaboraciones en los westerns de Sergio Leone, quizá Once upon time in the West. Sin embargo, quiero creer que en la cabeza de Stravinski sonaba en ese instante el prodigioso crescendo de L’estasi dell’oro.
Como Bernard Herrmann, como Miklos Rózsa, como Erich Wolfgang Korngold, como su compatriota Nino Rota, como muy pocos más, Morricone es uno de los pilares esenciales de la música cinematográfica, un artífice inimitable que creó su propio sonido y que cambió de la noche a la mañana las fanfarrias del western. Antes de su brutal aterrizaje en 1964 en Por un puñado de dólares, las grandes epopeyas del oeste americano se nutrían de Copland, de canciones de frontera, de los maravillosos frescos sonoros de Alfred Newman, Jerome Moross y Dmitri Tiomkin. Morricone puso todo patas arriba sólo con una guitarra, un silbido, golpes de percusión, una trompeta y unos coros intempestivos. En el tinglado con que Sergio Leone revolucionó un género casi exhausto, llenándolo de mugre, de ponchos, de sangre, de cinismo y de rostros pétreos, la música de Morricone reviste al conjunto con el tronío de una ópera malvada y salvaje. Es curioso que Leone y él fuesen compañeros en el mismo colegio porque al reencontrarse, muchos años después, fue como si recobraran la infancia.
De la mano de su maestro, Goffredo Petrassi, Morricone aprendió en el conservatorio todo lo que podía serle útil, desde astucias armónicas a técnicas dodecafónicas, aunque conservó una curiosidad innata por cualquier clase de música, sin excluir canciones de la radio, espectáculos de cabaret y ruidos de la calle. Uno de sus primeros éxitos fue Se telefonando, un clásico de Mina que demuestra su innata facilidad melódica y su apego por la canzone italiana. Pero fue con los grandes directores italianos de la época (Pasolini, Petri, Montaldo, Corbucci y, por supuesto, Leone) donde Morricone asentó los cimientos de su arte: la idea clave de que la banda sonora no es un añadido o un subrayado al discurso cinematográfico sino el tuétano mismo de la imagen. Clint Eastwood fumando un caliqueño, Gian Maria Volonté esperando junto a la verja de la casa en la que va a cometer un asesinato, Claudia Cardinale descendiendo del tren con la maldición de su belleza imposible o Eli Wallach buscando una cruz perdida entre los cientos de cruces de un cementerio. Cualquiera de esas secuencias difícilmente funcionaría sin su esqueleto de sonidos, pero la banda sonora no sólo las contiene y las revive, sino que las transciende, como si Morricone, más que música, hiciera cine para ciegos.
Cada uno de nosotros guarda en la memoria varios de esos momentos inolvidables envueltos en una música estremecedora: los campesinos italianos de Pelliza da Volpedo arropados por el romanzo de Novecento, de Bertolucci; el ansia con que De Niro se asoma a su niñez en Érase una vez en América, de Leone; el perro perseguido por el helicóptero al comienzo de La cosa, de John Carpenter; el angustioso laberinto de la casa de Sean Connery en Los intocables, de Brian de Palma; Jeremy Irons hechizando con su oboe a los guerreros guaraníes en La misión, de Roland Joffé; Philippe Noiret llevando al niño en su bicicleta en Cinema Paradiso, de Giusseppe Tornatore. Son centenares y centenares de trabajos, pero aun así seguimos lamentando los que no llegaron a cuajar, como el malogrado proyecto de Leone sobre el cerco de Leningrado o el encargo de Kubrick para La naranja mecánica, que no salió adelante porque el director norteamericano se negaba a moverse de Londres y Morricone estaba atrincherado en Roma dando vida a ¡Agáchate, maldito!, el ultimo western de Leone.
Su música tiene el poder de las fábulas, el conjuro de esas melodías que reconocemos desde antes de nacer, de lo que ha sido escrito de una vez y para siempre. No se limitaba a componer hermosas baladas o atmósferas escalofriantes. «La música muestra lo que no se ve» dijo una vez, «puede contradecir lo que se dice o, viceversa, narrar algo que la imaginación no revela. En este sentido surge un deber moral para el compositor del cine, quien a mi juicio tiene una gran responsabilidad: yo la he sentido siempre». Sin proponérselo, alcanzó una responsabilidad aun mayor: dar forma a nuestros recuerdos, nuestro pasado y nuestra nostalgia.
Fuente:
https://blogs.publico.es/davidtorres/2020/07/07/erase-una-vez-morricone/
He buscado y rebuscado esta anécdota en libros y bases de datos, de modo que a lo mejor es falsa, aunque tiene muchos elementos para ser verdad: la devoción que Morricone sentía por Stravinski y, en especial, por la Sinfonía de los salmos; el particular gusto del maestro ruso por Frescobaldi, Vivaldi, Pergolesi y los grandes operistas italianos -Verdi, Puccini, Leoncavallo, Mascagni- de quien Morricone heredó el dramatismo, el lirismo y las amplias líneas melódicas; la simple constatación de que, efectivamente, algunas de las melodías más bellas del siglo XX llevan su sello inconfundible. Aun así, sería difícil saber de cuáles hablaba Stravinski exactamente; puesto que murió en 1971, podía referirse a la grandiosa obertura de Los cañones de San Sebastián, de Henri Verneuil; al sublime adagio amoroso de El Greco, de Luciano Salce; o más probablemente a cualquiera de sus inolvidables colaboraciones en los westerns de Sergio Leone, quizá Once upon time in the West. Sin embargo, quiero creer que en la cabeza de Stravinski sonaba en ese instante el prodigioso crescendo de L’estasi dell’oro.
Como Bernard Herrmann, como Miklos Rózsa, como Erich Wolfgang Korngold, como su compatriota Nino Rota, como muy pocos más, Morricone es uno de los pilares esenciales de la música cinematográfica, un artífice inimitable que creó su propio sonido y que cambió de la noche a la mañana las fanfarrias del western. Antes de su brutal aterrizaje en 1964 en Por un puñado de dólares, las grandes epopeyas del oeste americano se nutrían de Copland, de canciones de frontera, de los maravillosos frescos sonoros de Alfred Newman, Jerome Moross y Dmitri Tiomkin. Morricone puso todo patas arriba sólo con una guitarra, un silbido, golpes de percusión, una trompeta y unos coros intempestivos. En el tinglado con que Sergio Leone revolucionó un género casi exhausto, llenándolo de mugre, de ponchos, de sangre, de cinismo y de rostros pétreos, la música de Morricone reviste al conjunto con el tronío de una ópera malvada y salvaje. Es curioso que Leone y él fuesen compañeros en el mismo colegio porque al reencontrarse, muchos años después, fue como si recobraran la infancia.
De la mano de su maestro, Goffredo Petrassi, Morricone aprendió en el conservatorio todo lo que podía serle útil, desde astucias armónicas a técnicas dodecafónicas, aunque conservó una curiosidad innata por cualquier clase de música, sin excluir canciones de la radio, espectáculos de cabaret y ruidos de la calle. Uno de sus primeros éxitos fue Se telefonando, un clásico de Mina que demuestra su innata facilidad melódica y su apego por la canzone italiana. Pero fue con los grandes directores italianos de la época (Pasolini, Petri, Montaldo, Corbucci y, por supuesto, Leone) donde Morricone asentó los cimientos de su arte: la idea clave de que la banda sonora no es un añadido o un subrayado al discurso cinematográfico sino el tuétano mismo de la imagen. Clint Eastwood fumando un caliqueño, Gian Maria Volonté esperando junto a la verja de la casa en la que va a cometer un asesinato, Claudia Cardinale descendiendo del tren con la maldición de su belleza imposible o Eli Wallach buscando una cruz perdida entre los cientos de cruces de un cementerio. Cualquiera de esas secuencias difícilmente funcionaría sin su esqueleto de sonidos, pero la banda sonora no sólo las contiene y las revive, sino que las transciende, como si Morricone, más que música, hiciera cine para ciegos.
Cada uno de nosotros guarda en la memoria varios de esos momentos inolvidables envueltos en una música estremecedora: los campesinos italianos de Pelliza da Volpedo arropados por el romanzo de Novecento, de Bertolucci; el ansia con que De Niro se asoma a su niñez en Érase una vez en América, de Leone; el perro perseguido por el helicóptero al comienzo de La cosa, de John Carpenter; el angustioso laberinto de la casa de Sean Connery en Los intocables, de Brian de Palma; Jeremy Irons hechizando con su oboe a los guerreros guaraníes en La misión, de Roland Joffé; Philippe Noiret llevando al niño en su bicicleta en Cinema Paradiso, de Giusseppe Tornatore. Son centenares y centenares de trabajos, pero aun así seguimos lamentando los que no llegaron a cuajar, como el malogrado proyecto de Leone sobre el cerco de Leningrado o el encargo de Kubrick para La naranja mecánica, que no salió adelante porque el director norteamericano se negaba a moverse de Londres y Morricone estaba atrincherado en Roma dando vida a ¡Agáchate, maldito!, el ultimo western de Leone.
Su música tiene el poder de las fábulas, el conjuro de esas melodías que reconocemos desde antes de nacer, de lo que ha sido escrito de una vez y para siempre. No se limitaba a componer hermosas baladas o atmósferas escalofriantes. «La música muestra lo que no se ve» dijo una vez, «puede contradecir lo que se dice o, viceversa, narrar algo que la imaginación no revela. En este sentido surge un deber moral para el compositor del cine, quien a mi juicio tiene una gran responsabilidad: yo la he sentido siempre». Sin proponérselo, alcanzó una responsabilidad aun mayor: dar forma a nuestros recuerdos, nuestro pasado y nuestra nostalgia.
Fuente:
https://blogs.publico.es/davidtorres/2020/07/07/erase-una-vez-morricone/
miércoles, 29 de julio de 2020
El cientificismo genera pseudociencia y negacionismo científico
Por N. Gabriel Martin | 08/07/2020 |
Conocimiento Libre
Fuentes: The Philosofical Salon
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
El cientificismo, la creencia en que la ciencia es la única fuente válida de conocimiento y que puede responder todas las preguntas legítimas, es lo que genera pseudociencia y el negacionismo científico. Si se aborda la ciencia como si no solo nos informara, sino que también dictara cómo debemos vivir nuestra vida y cómo debemos gestionar la sociedad, entonces es más fácil difundir la negación infundada de afirmaciones científicas que desafiar la afirmación ilegítima de la autoridad sobre decisiones tomadas en nombre de la ciencia.
Cuando los gobiernos afirman, como durante la pandemia de la COVID-19, estar acordando una “política basada en la evidencia”, trazando una línea directa de la ciencia a los cambios políticos y sociales internos más perturbadores y molestos que se recuerden, no es de extrañar que el descontento público cargue contra la misma ciencia. De hecho, la misma cosmovisión que hace que afirmar “estar siguiendo la ciencia” sea una necesidad política, ha hecho también que atacar a la ciencia sea el único modo concebible de disidencia.
Al fomentar una cultura política en la que colocar la responsabilidad de una decisión política sobre “la ciencia” es una forma viable de defenderla, el cientificismo ha hecho que desafiar a la ciencia sea la única forma de desafiar las decisiones políticas. Pero, en ambos casos, se está desviando un debate que debería ser sobre política. Las decisiones políticas no pueden simplemente seguir a la ciencia, porque las decisiones políticas, como cualquier otra decisión si vamos al caso, están motivadas por interpretaciones y valores específicos. No están simplemente dictadas por los hechos. Como Jana Bacevic escribía recientemente en un artículo de opinión en The Guardian: “Lo que los políticos deciden priorizar en estos momentos es una cuestión de juicio político. ¿Es la vida de los ancianos y los enfermos? ¿Es la economía? ¿O son los índices de aprobación política? Si nuestra capacidad para debatir y discutir sobre valores no estuviera degradada, podríamos exigir a los responsables políticos que defendieran sus decisiones cuando priorizan ciertos valores sobre otros, en lugar de refugiarse en la afirmación de que los hechos científicos determinan las decisiones que adoptan, cuando apenas es así en absoluto.
Para quienes están descontentos con estas políticas, es más fácil negar la evidencia científica, aunque esta sea sólida y la negación sea espuria, que desafiar la legitimidad de permitir que dicha evidencia dicte nuestras decisiones. Poner en duda alguna afirmación científica en particular no requiere de un gran salto; después de todo, estamos acostumbrados a que las teorías científicas se reviertan, por lo que no es sorprendente que lo que parece demostrarse como verdadero resulte falso. En el extremo opuesto es mucho más difícil atacar toda una visión del mundo que niega la importancia de las preguntas que no pueden resolverse con datos empíricos.
Esto se debe a que estamos inmersos en un cientificismo que nos ha obligado a abandonar el debate público sobre las preguntas que carecen de respuestas fácticas. Tales preguntas, que incluyen cualquier consulta sobre cómo actuar, qué hace que una vida sea buena o cómo debe constituirse la sociedad, pueden, en el mejor de los casos, ser temas para la introspección privada. No tienen espacio en el discurso público porque no pueden resolverse. En consecuencia, cuando se trata de cualquiera de estas cuestiones de valor y significado, el único papel legítimo para la política es el enfoque liberal: dejar la decisión a cada individuo e interferir lo menos posible en ella. Incluso expresar una opinión sobre las decisiones de otra persona es excesivo, es el comportamiento de los entrometidos, no de las personas que se preocupan por sus propios asuntos. Es mejor permanecer agnóstico en asuntos que no pueden resolverse científicamente y dejar que otros hagan lo que quieran. El error aquí es pensar que solo porque las preguntas sobre qué hacer o cómo vivir no pueden resolverse carecemos de bases para evaluar o criticar las alternativas.
Científicos, intelectuales y periodistas se quejan del negacionismo, pero no tienen soluciones que ofrecer, aparte de instarnos a luchar más para no dejarnos atrapar por un océano de desinformación. Esto se debe a que se niegan a comprometerse con las raíces del problema, que no puede abordarse redoblando la negación de que no hay fuentes legítimas de comprensión aparte de la ciencia. Una vez que el cientificismo ha vaciado el discurso público de cualquier forma de presentar y estar en desacuerdo sobre valores y formas de vida, ¿qué otra cosa sino el descontento con las políticas que afirman que “seguir solo a la ciencia” se dirigirá contra la misma ciencia? En un reciente artículo de opinión publicado en Nature, Timothy Caulfield se quejaba de que: «Aquellos que impulsan ideas no probadas utilizan el lenguaje de la ciencia real -un fenómeno que yo llamo ‘explotación científica’- para legitimar sus productos. Es, por desgracia, demasiado eficaz. La homeopatía y las terapias energéticas, afirman sus defensores, dependen de la física cuántica”. Sin embargo, lo que él llama “explotación científica” es prácticamente inevitable una vez que el cientificismo ha eliminado cualquier otra base sobre la cual determinadas afirmaciones puedan tomarse en serio.
La homeopatía es un objetivo fácil, pero Caulfield fustiga también remedios naturopáticos que son menos inverosímiles. Las personas buscan soluciones que no están médicamente comprobadas no solo para contrariar a los expertos, sino porque la salud es importante y la ciencia médica con frecuencia no puede ayudar. La solución a la pseudociencia médica no es que los científicos insistan más en la verdad de la ciencia y la ilegitimidad de cualquier idea fuera de ella; la solución radica, más bien, en admitir las limitaciones del conocimiento científico y, por lo tanto, la legitimidad de adoptar decisiones en función de otros criterios, incluso de los que no son científicos. Si la ciencia médica no insistiera en la ilegitimidad de cualquier otra base sobre la que tomar decisiones en temas de salud, podría no ser necesario hacer espurias afirmaciones pseudocientíficas sobre remedios alternativos. Sería posible aceptarlos por lo que son: no comprobados, aunque apoyados en evidencias anecdóticas o en la sabiduría popular.
Nuestro discurso político también está limitado por el cientificismo de forma que perjudica la comprensión pública de la ciencia. Las decisiones políticas nunca se “basan meramente en evidencias”; más bien se utilizan las evidencias para decirnos cómo lograr fines políticos y minimizar las amenazas políticas. Son los valores que tenemos los que determinan qué fines debemos perseguir y, por lo tanto, qué decisiones debemos tomar sobre la base de las evidencias que tenemos. Los objetivos políticos siempre son discutibles, y las decisiones políticas difíciles que deben adoptarse son aquellas que sacrifican algunos valores por el bien de otros. La pandemia amenaza gran parte de lo que nos es querido -personas vulnerables, salud pública, economía, libertad- y las respuestas ante la misma han tenido que sacrificar algo por el bien de todos. Sería mejor si esas decisiones pudieran defenderse en términos de los valores por los que están motivadas en lugar de pretender estar simplemente “siguiendo la ciencia”, sobre todo porque entonces podrían desafiarse desde el punto de vista de los valores que descuidan, en lugar de negar la ciencia en la que afirman basarse. También disminuiría la tentación de los políticos de ofuscar la ciencia, por ejemplo, cuando se toman decisiones sobre cómo contar las muertes para minimizar las estadísticas.
En una crisis de salud, o en cualquier otra situación que ponga en peligro la vida de las personas, parece realmente no haber alternativa. Parece, además, que debemos seguir a la ciencia porque eso solo puede significar una cosa: hacer cuanto sea necesario para evitar la pérdida de vidas. Sugerir lo contrario resultaría insensible. Sin embargo, esta elección solo parece sencilla porque los únicos valores que podemos discutir seriamente son el valor de la vida humana o el valor de la economía. Este es el mínimo necesario para evitar un nihilismo total. Y, sin embargo, es incoherente pretender que una vida humana tiene sentido sin afirmar que las cualidades y propiedades que conforman la vida también son valiosas. Admitir que la vida humana tiene valor requiere que pensemos más profundamente sobre cuál es ese valor y qué más cosas tienen también valor.
La pandemia de la COVID-19 ha expuesto las grietas existentes en la relación entre la ciencia, la política y la opinión pública que atraviesan directamente la crisis del cambio climático, mucho más grave, si bien paulatinamente más inminente. El negacionismo climático parece haber disminuido en los últimos años, pero es probable que se deba a que ya no es necesario: la apatía climática y el fascismo climático -ideologías que surgen de la creencia de que el cambio climático es real y está aumentando, pero que es demasiado tarde para hacer algo al respecto- están comenzando a ocupar su lugar en la lucha contra la reducción de las emisiones de carbono.
Esto no debería sorprendernos, ya que el problema nunca fue la negación de la evidencia científica; fue el fracaso de nuestra sociedad para lidiar con la pobreza de sus valores, los mismos valores que sacrifican el florecimiento humano y ecológico en aras a la propia conveniencia y el beneficio material. El cientificismo comparte la responsabilidad de este fracaso en la medida en que nos ha enseñado que la salud, el equilibrio, la bondad, el trabajo significativo y la conexión social (todo lo que necesitamos para presentar alternativas al egoísmo y la codicia) no son objetivos que valga la pena tomar en serio simplemente porque no pueden medirse de forma rigurosa.
Si los científicos y los defensores de la ciencia están dispuestos a abordar la propagación de la pseudociencia y el negacionismo de la ciencia que dificultan la comprensión pública de la pandemia del coronavirus, el cambio climático y cuestiones similares, deben involucrarse con las raíces del problema: la negativa del científico a tomar en serio cualquier pregunta que no pueda resolverse mediante un estudio empírico. Mientras la ciencia vaya acompañada del cientificismo, y mientras la política venga“dictada por” la ciencia, el descontento con las políticas reales se desviará de su objetivo legítimo (las políticas mismas) hacia un objetivo ilegítimo (la ciencia). Las crisis requieren de serias discusiones políticas sobre lo que importa, pero la extendida cosmovisión científica generalizada ha hecho que esas discusiones sean imposibles porque lo que importa no puede demostrarse empíricamente. Así es como el cientificismo empobrece el debate público y erosiona la confianza en la ciencia y en sus expertos.
N. Gabriel Martin es profesor visitante en la Universidad de Brighton. Sus investigaciones se centran en la epistemología y la fenomenología del desacuerdo irreconciliable. Su blog es thevimblog.com y puede contactar con él en ngmartin.com
Fuente: https://thephilosophicalsalon.com/how-scientism-spawns-pseudoscience-and-science-denialism/
Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y a Rebelión.org como fuente de la misma.
Conocimiento Libre
Fuentes: The Philosofical Salon
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
El cientificismo, la creencia en que la ciencia es la única fuente válida de conocimiento y que puede responder todas las preguntas legítimas, es lo que genera pseudociencia y el negacionismo científico. Si se aborda la ciencia como si no solo nos informara, sino que también dictara cómo debemos vivir nuestra vida y cómo debemos gestionar la sociedad, entonces es más fácil difundir la negación infundada de afirmaciones científicas que desafiar la afirmación ilegítima de la autoridad sobre decisiones tomadas en nombre de la ciencia.
Cuando los gobiernos afirman, como durante la pandemia de la COVID-19, estar acordando una “política basada en la evidencia”, trazando una línea directa de la ciencia a los cambios políticos y sociales internos más perturbadores y molestos que se recuerden, no es de extrañar que el descontento público cargue contra la misma ciencia. De hecho, la misma cosmovisión que hace que afirmar “estar siguiendo la ciencia” sea una necesidad política, ha hecho también que atacar a la ciencia sea el único modo concebible de disidencia.
Al fomentar una cultura política en la que colocar la responsabilidad de una decisión política sobre “la ciencia” es una forma viable de defenderla, el cientificismo ha hecho que desafiar a la ciencia sea la única forma de desafiar las decisiones políticas. Pero, en ambos casos, se está desviando un debate que debería ser sobre política. Las decisiones políticas no pueden simplemente seguir a la ciencia, porque las decisiones políticas, como cualquier otra decisión si vamos al caso, están motivadas por interpretaciones y valores específicos. No están simplemente dictadas por los hechos. Como Jana Bacevic escribía recientemente en un artículo de opinión en The Guardian: “Lo que los políticos deciden priorizar en estos momentos es una cuestión de juicio político. ¿Es la vida de los ancianos y los enfermos? ¿Es la economía? ¿O son los índices de aprobación política? Si nuestra capacidad para debatir y discutir sobre valores no estuviera degradada, podríamos exigir a los responsables políticos que defendieran sus decisiones cuando priorizan ciertos valores sobre otros, en lugar de refugiarse en la afirmación de que los hechos científicos determinan las decisiones que adoptan, cuando apenas es así en absoluto.
Para quienes están descontentos con estas políticas, es más fácil negar la evidencia científica, aunque esta sea sólida y la negación sea espuria, que desafiar la legitimidad de permitir que dicha evidencia dicte nuestras decisiones. Poner en duda alguna afirmación científica en particular no requiere de un gran salto; después de todo, estamos acostumbrados a que las teorías científicas se reviertan, por lo que no es sorprendente que lo que parece demostrarse como verdadero resulte falso. En el extremo opuesto es mucho más difícil atacar toda una visión del mundo que niega la importancia de las preguntas que no pueden resolverse con datos empíricos.
Esto se debe a que estamos inmersos en un cientificismo que nos ha obligado a abandonar el debate público sobre las preguntas que carecen de respuestas fácticas. Tales preguntas, que incluyen cualquier consulta sobre cómo actuar, qué hace que una vida sea buena o cómo debe constituirse la sociedad, pueden, en el mejor de los casos, ser temas para la introspección privada. No tienen espacio en el discurso público porque no pueden resolverse. En consecuencia, cuando se trata de cualquiera de estas cuestiones de valor y significado, el único papel legítimo para la política es el enfoque liberal: dejar la decisión a cada individuo e interferir lo menos posible en ella. Incluso expresar una opinión sobre las decisiones de otra persona es excesivo, es el comportamiento de los entrometidos, no de las personas que se preocupan por sus propios asuntos. Es mejor permanecer agnóstico en asuntos que no pueden resolverse científicamente y dejar que otros hagan lo que quieran. El error aquí es pensar que solo porque las preguntas sobre qué hacer o cómo vivir no pueden resolverse carecemos de bases para evaluar o criticar las alternativas.
Científicos, intelectuales y periodistas se quejan del negacionismo, pero no tienen soluciones que ofrecer, aparte de instarnos a luchar más para no dejarnos atrapar por un océano de desinformación. Esto se debe a que se niegan a comprometerse con las raíces del problema, que no puede abordarse redoblando la negación de que no hay fuentes legítimas de comprensión aparte de la ciencia. Una vez que el cientificismo ha vaciado el discurso público de cualquier forma de presentar y estar en desacuerdo sobre valores y formas de vida, ¿qué otra cosa sino el descontento con las políticas que afirman que “seguir solo a la ciencia” se dirigirá contra la misma ciencia? En un reciente artículo de opinión publicado en Nature, Timothy Caulfield se quejaba de que: «Aquellos que impulsan ideas no probadas utilizan el lenguaje de la ciencia real -un fenómeno que yo llamo ‘explotación científica’- para legitimar sus productos. Es, por desgracia, demasiado eficaz. La homeopatía y las terapias energéticas, afirman sus defensores, dependen de la física cuántica”. Sin embargo, lo que él llama “explotación científica” es prácticamente inevitable una vez que el cientificismo ha eliminado cualquier otra base sobre la cual determinadas afirmaciones puedan tomarse en serio.
La homeopatía es un objetivo fácil, pero Caulfield fustiga también remedios naturopáticos que son menos inverosímiles. Las personas buscan soluciones que no están médicamente comprobadas no solo para contrariar a los expertos, sino porque la salud es importante y la ciencia médica con frecuencia no puede ayudar. La solución a la pseudociencia médica no es que los científicos insistan más en la verdad de la ciencia y la ilegitimidad de cualquier idea fuera de ella; la solución radica, más bien, en admitir las limitaciones del conocimiento científico y, por lo tanto, la legitimidad de adoptar decisiones en función de otros criterios, incluso de los que no son científicos. Si la ciencia médica no insistiera en la ilegitimidad de cualquier otra base sobre la que tomar decisiones en temas de salud, podría no ser necesario hacer espurias afirmaciones pseudocientíficas sobre remedios alternativos. Sería posible aceptarlos por lo que son: no comprobados, aunque apoyados en evidencias anecdóticas o en la sabiduría popular.
Nuestro discurso político también está limitado por el cientificismo de forma que perjudica la comprensión pública de la ciencia. Las decisiones políticas nunca se “basan meramente en evidencias”; más bien se utilizan las evidencias para decirnos cómo lograr fines políticos y minimizar las amenazas políticas. Son los valores que tenemos los que determinan qué fines debemos perseguir y, por lo tanto, qué decisiones debemos tomar sobre la base de las evidencias que tenemos. Los objetivos políticos siempre son discutibles, y las decisiones políticas difíciles que deben adoptarse son aquellas que sacrifican algunos valores por el bien de otros. La pandemia amenaza gran parte de lo que nos es querido -personas vulnerables, salud pública, economía, libertad- y las respuestas ante la misma han tenido que sacrificar algo por el bien de todos. Sería mejor si esas decisiones pudieran defenderse en términos de los valores por los que están motivadas en lugar de pretender estar simplemente “siguiendo la ciencia”, sobre todo porque entonces podrían desafiarse desde el punto de vista de los valores que descuidan, en lugar de negar la ciencia en la que afirman basarse. También disminuiría la tentación de los políticos de ofuscar la ciencia, por ejemplo, cuando se toman decisiones sobre cómo contar las muertes para minimizar las estadísticas.
En una crisis de salud, o en cualquier otra situación que ponga en peligro la vida de las personas, parece realmente no haber alternativa. Parece, además, que debemos seguir a la ciencia porque eso solo puede significar una cosa: hacer cuanto sea necesario para evitar la pérdida de vidas. Sugerir lo contrario resultaría insensible. Sin embargo, esta elección solo parece sencilla porque los únicos valores que podemos discutir seriamente son el valor de la vida humana o el valor de la economía. Este es el mínimo necesario para evitar un nihilismo total. Y, sin embargo, es incoherente pretender que una vida humana tiene sentido sin afirmar que las cualidades y propiedades que conforman la vida también son valiosas. Admitir que la vida humana tiene valor requiere que pensemos más profundamente sobre cuál es ese valor y qué más cosas tienen también valor.
La pandemia de la COVID-19 ha expuesto las grietas existentes en la relación entre la ciencia, la política y la opinión pública que atraviesan directamente la crisis del cambio climático, mucho más grave, si bien paulatinamente más inminente. El negacionismo climático parece haber disminuido en los últimos años, pero es probable que se deba a que ya no es necesario: la apatía climática y el fascismo climático -ideologías que surgen de la creencia de que el cambio climático es real y está aumentando, pero que es demasiado tarde para hacer algo al respecto- están comenzando a ocupar su lugar en la lucha contra la reducción de las emisiones de carbono.
Esto no debería sorprendernos, ya que el problema nunca fue la negación de la evidencia científica; fue el fracaso de nuestra sociedad para lidiar con la pobreza de sus valores, los mismos valores que sacrifican el florecimiento humano y ecológico en aras a la propia conveniencia y el beneficio material. El cientificismo comparte la responsabilidad de este fracaso en la medida en que nos ha enseñado que la salud, el equilibrio, la bondad, el trabajo significativo y la conexión social (todo lo que necesitamos para presentar alternativas al egoísmo y la codicia) no son objetivos que valga la pena tomar en serio simplemente porque no pueden medirse de forma rigurosa.
Si los científicos y los defensores de la ciencia están dispuestos a abordar la propagación de la pseudociencia y el negacionismo de la ciencia que dificultan la comprensión pública de la pandemia del coronavirus, el cambio climático y cuestiones similares, deben involucrarse con las raíces del problema: la negativa del científico a tomar en serio cualquier pregunta que no pueda resolverse mediante un estudio empírico. Mientras la ciencia vaya acompañada del cientificismo, y mientras la política venga“dictada por” la ciencia, el descontento con las políticas reales se desviará de su objetivo legítimo (las políticas mismas) hacia un objetivo ilegítimo (la ciencia). Las crisis requieren de serias discusiones políticas sobre lo que importa, pero la extendida cosmovisión científica generalizada ha hecho que esas discusiones sean imposibles porque lo que importa no puede demostrarse empíricamente. Así es como el cientificismo empobrece el debate público y erosiona la confianza en la ciencia y en sus expertos.
N. Gabriel Martin es profesor visitante en la Universidad de Brighton. Sus investigaciones se centran en la epistemología y la fenomenología del desacuerdo irreconciliable. Su blog es thevimblog.com y puede contactar con él en ngmartin.com
Fuente: https://thephilosophicalsalon.com/how-scientism-spawns-pseudoscience-and-science-denialism/
Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y a Rebelión.org como fuente de la misma.
martes, 28 de julio de 2020
_- Las atrocidades de la guerra serbia de Bill Clinton expuestas en una nueva imputación. James Bovard | Europa .
_- Foto: TSGT VictorTrisvan –
Dominio público
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
El luchador por la libertad favorito del presidente Bill Clinton acaba de ser acusado de asesinato en masa, tortura, secuestro y otros crímenes contra la humanidad. En 1999, la administración Clinton lanzó una campaña de bombardeos que duró 78 días y mató a 1.500 civiles en Serbia y Kosovo, en lo que los medios estadounidenses describieron con orgullo de cruzada contra la discriminación étnica. Esa guerra, como la mayoría de las pretensiones de la política exterior de Estados Unidos, no fue más que una farsa.
El presidente de Kosovo, Hashim Thaci, fue acusado de diez cargos de crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad por un tribunal internacional en La Haya, que acusó a Thaci y a otros nueve hombres de “crímenes de guerra, incluidos el asesinato, la desaparición forzada de personas, la persecución y la tortura”. Thaci y los otros sospechosos acusados fueron imputados por ser “criminalmente responsables de casi 100 asesinatos” y la acusación se refería a “cientos de víctimas conocidas de albaneses de Kosovo, serbios, romaníes y otras etnias, entre las que también se incluían opositores políticos”. Pero el sesgo y/o la incompetencia ridícula de los medios estadounidenses en esa guerra continúa. El New York Times respondió ante la acusación contra Thaci con un tuit que declaraba que“el líder serbio estaba acusado de crímenes de guerra”.
La sórdida carrera de Hashim Thaci ilustra cómo el antiterrorismo es una bandera de conveniencia para los políticos de Washington. Antes de convertirse en presidente de Kosovo, Thaci era el jefe del Ejército de Liberación de Kosovo (KLA) y luchaba para obligar a los serbios a abandonar Kosovo. En 1999 la administración Clinton destacó a los “luchadores por la libertad” del KLA a pesar de su horrible pasado y les brindó ayuda masiva. El año anterior el Departamento de Estado había condenado “las acciones terroristas del denominado Ejército de Liberación de Kosovo”. El KLA estaba muy involucrado en el tráfico de drogas y tenía vínculos cercanos con Osama bin Laden.
Pero armar al KLA y bombardear Serbia ayudó a Clinton a retratarse a sí mismo como un cruzado contra la injusticia y a distraer la atención del público después de su juicio político. Clinton recibió la ayuda de muchos miembros desvergonzados del Congreso ansiosos por santificar los asesinatos de Estados Unidos. El senador Joe Lieberman (demócrata por Carolina del Norte) dijo que Estados Unidos y el KLA “defienden los mismos valores y principios. Luchar por el KLA es luchar por los derechos humanos y los valores estadounidenses”. Y dado que los funcionarios de la administración Clinton compararon públicamente al líder serbio Slobodan Milošević con Hitler, cualquier persona decente se vio obligada a aplaudir la campaña de bombardeos. (Alexander Cockburn fue uno de los pocos periodistas que condenó la injusta guerra en ese momento; esta columna de Los Angeles Times de 1999 estableció la regla de oro para desafiar las mentiras de Clinton sobre Serbia).
Tanto los serbios como los albaneses étnicos cometieron atrocidades en la lucha implacable en Kosovo. Pero para santificar su campaña de bombardeos, la administración Clinton agitó una varita mágica e hizo desaparecer las atrocidades del KLA. El profesor británico Philip Hammond señaló que la campaña de bombardeos de 78 días “no fue una operación puramente militar: la OTAN también destruyó lo que llamó objetivos de ‘doble uso’, como fábricas, puentes de la ciudad e incluso el principal edificio de televisión en el centro de Belgrado, en un intento de aterrorizar al país para conseguir que se rindiera”. La OTAN lanzó repetidamente bombas de racimo sobre mercados, hospitales y otras áreas civiles. Las bombas de racimo son dispositivos antipersonas diseñados para esparcirse sobre formaciones de tropas enemigas. La OTAN arrojó más de 1.300 bombas de racimo sobre Serbia y Kosovo y cada bomba contenía 208 bombas separadas que cayeron flotando en paracaídas sobre la tierra. Los expertos en bombas estimaron que más de 10.000 bombas sin explotar quedaron dispersas por el paisaje cuando terminó el bombardeo, lo que sirvió para mutilar a un buen número de niños mucho después de alcanzado el alto el fuego.
En los últimos días de la campaña de bombardeos el Washington Post informó que “algunos ayudantes presidenciales y amigos están describiendo los bombardeos sobre Kosovo en tonos churchillianos como la “mejor hora de Clinton”. El Post también informó de que, según un amigo de Clinton,“lo que Clinton cree que eran los motivos inequívocamente morales para la intervención de la OTAN representaban una oportunidad para aliviar los arrepentimientos que albergaba su propia conciencia… El amigo dijo que Clinton se lamentaba a veces de que la generación anterior a él no hubiera sido capaz de servir en una guerra con un propósito claramente noble y que se sentía ‘casi defraudado’ de que ‘al llegar su turno no tuviera la oportunidad de ser parte de una causa moral’”. Según el estándar de Clinton, la matanza de serbios estuvo “suficientemente cerca de una causa moral en sus trabajos de gobierno”.
Poco después del final de la campaña de bombardeos de 1999 Clinton enunció lo que sus ayudantes llamaron la doctrina Clinton: «Ya sea dentro o fuera de las fronteras de un país, si la comunidad mundial tiene el poder de detenerlo, debemos detener el genocidio y la limpieza étnica”. En realidad la doctrina de Clinton postulaba que los presidentes tienen derecho a comenzar a bombardear tierras extranjeras sobre la base de cualquier mentira descarada que regurgiten los medios estadounidenses. En realidad la lección del bombardeo de Serbia es que los políticos estadounidenses simplemente necesitan recitar públicamente la palabra “genocidio” para obtener licencia para matar.
Una vez que terminó de bombardear Clinton aseguró al pueblo serbio que Estados Unidos y la OTAN habían acordado ser fuerzas de paz solo “en el entendimiento de que protegerían tanto a los serbios como a los albaneses étnicos y que se marcharían cuando la paz se afianzara”. En los meses y años posteriores las fuerzas estadounidenses y de la OTAN se mantuvieron al margen mientras el KLA reanudaba su limpieza étnica, matando a civiles serbios, bombardeando iglesias serbias y oprimiendo a los no musulmanes. Casi un cuarto de millón de serbios, gitanos, judíos y otras minorías huyeron de Kosovo después de que Clinton prometiera protegerlos. En 2003 casi el 70% de los serbios que vivían en Kosovo en 1999 habían huido y Kosovo tenía un 95% de etnia albanesa.
Pero Thaci siguió siendo útil para los responsables políticos de EE. UU. Aunque fue ampliamente condenado por opresión y corrupción después de tomar el poder en Kosovo, el vicepresidente Joe Biden elogió a Thaci en 2010 como el “George Washington de Kosovo”. Meses más tarde un informe del Consejo de Europa acusó a los agentes de Thaci y KLA de tráfico de órganos humanos. The Guardian señaló que el informe alegaba que el círculo íntimo de Thaci “trasladó cautivos a través de la frontera a Albania después de la guerra, donde se dice que varios serbios fueron asesinados para sacarles los riñones, que eran vendidos en el mercado negro”. El informe indicó que cuando los “cirujanos encargados de los trasplantes” estaban “listos para operar, los cautivos [serbios] eran sacados de la ‘casa segura’ individualmente, ejecutados sumariamente por un hombre armado del KLA y sus cadáveres transportados rápidamente a la clínica donde se efectuaría la operación”.
A pesar de la acusación de tráfico de cuerpos, Thaci fue un asistente estrella en la conferencia anual de Iniciativa Global de la Fundación Clinton en 2011, 2012 y 2013, donde posó para las fotos con Bill Clinton. Tal vez fuera esa una gratificación incluida en el contrato de cabildeo de 50.000 dólares al mes que el régimen de Thaci firmó con The Podesta Group, cogestionado por el futuro gerente de campaña de Hillary Clinton, John Podesta, como informó el Daily Caller.
Clinton sigue siendo un héroe en Kosovo, erigiéndosele una estatua en la capital, Pristina. El periódico The Guardian señaló que la estatua mostraba a Clinton “con la mano izquierda levantada, el gesto típico del líder saludando a las masas”. En su mano derecha sostiene documentos grabados con la fecha en que la OTAN comenzó el bombardeo de Serbia, el 24 de marzo de 1999”. Habría sido una representación más precisa y adecuada representar a Clinton sobre una pila de cadáveres de mujeres, niños y otras personas asesinadas en la campaña de bombardeos de Estados Unidos.
En 2019 Bill Clinton y su fanática exsecretaria de Estado del bombardeo, Madeline Albright, visitaron Pristina, donde fueron “tratados como estrellas de rock” mientras posaban en las fotos con Thaci. Clinton declaró: “Amo este país y siempre será uno de los mayores honores de mi vida haber estado con ustedes contra la limpieza étnica (por parte de las fuerzas serbias) y por la libertad”. Thaci otorgó las medallas de la libertad a Clinton y Albright “por la libertad y la paz que nos trajo a toda la región”. Albright se ha reinventado a sí misma como una advertencia visionaria contra el fascismo en la era Trump. En realidad el único título honorífico que merece Albright es el de “Carnicera de Belgrado”.
La guerra de Clinton contra Serbia fue una caja de Pandora que el mundo todavía sufre. Debido a que los políticos y la mayoría de los medios describieron la guerra contra Serbia como un triunfo moral, al gobierno de Bush le resultó más fácil justificar el ataque a Irak, al gobierno de Obama bombardear Libia y al gobierno de Trump bombardear repetidamente Siria. Todas esas intervenciones no hacen más que sembrar el caos que continúa azotando a los supuestos beneficiarios.
El bombardeo de Serbia de Bill Clinton en 1999 fue un fraude tan grande como el de George W. Bush engañando a esta nación para atacar Irak. El hecho de que Clinton y otros altos funcionarios del gobierno de EE. UU. siguieran glorificando a Hashim Thaci a pesar de las acusaciones de asesinatos en masa, tortura y tráfico de personas, es otro recordatorio de la venalidad de gran parte de la élite política estadounidense. ¿Volverán los estadounidenses a ser crédulos la próxima vez que los políticos de Washington y sus aliados mediáticos inventen falsos pretextos para hacer desencadenar un infierno sobre una desventurada tierra extranjera?
[Este artículo se publicó originariamente en The Future of Freedom Foundation.]
James Bovard es autor de Attention Deficit Democracy, The Bush Betrayal, Terrorism and Tyranny y otros libros. Bovard forma parte de la junta de colaboradores de USA Today. Twitter: @jimbovard. Página web:www.jimbovard.com
Fuente:
https://www.counterpunch.org/2020/06/30/bill-clintons-serbian-war-atrocities-exposed-in-new-indictment/
Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y a Rebelión.org como fuente de la misma.
Dominio público
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
El luchador por la libertad favorito del presidente Bill Clinton acaba de ser acusado de asesinato en masa, tortura, secuestro y otros crímenes contra la humanidad. En 1999, la administración Clinton lanzó una campaña de bombardeos que duró 78 días y mató a 1.500 civiles en Serbia y Kosovo, en lo que los medios estadounidenses describieron con orgullo de cruzada contra la discriminación étnica. Esa guerra, como la mayoría de las pretensiones de la política exterior de Estados Unidos, no fue más que una farsa.
El presidente de Kosovo, Hashim Thaci, fue acusado de diez cargos de crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad por un tribunal internacional en La Haya, que acusó a Thaci y a otros nueve hombres de “crímenes de guerra, incluidos el asesinato, la desaparición forzada de personas, la persecución y la tortura”. Thaci y los otros sospechosos acusados fueron imputados por ser “criminalmente responsables de casi 100 asesinatos” y la acusación se refería a “cientos de víctimas conocidas de albaneses de Kosovo, serbios, romaníes y otras etnias, entre las que también se incluían opositores políticos”. Pero el sesgo y/o la incompetencia ridícula de los medios estadounidenses en esa guerra continúa. El New York Times respondió ante la acusación contra Thaci con un tuit que declaraba que“el líder serbio estaba acusado de crímenes de guerra”.
La sórdida carrera de Hashim Thaci ilustra cómo el antiterrorismo es una bandera de conveniencia para los políticos de Washington. Antes de convertirse en presidente de Kosovo, Thaci era el jefe del Ejército de Liberación de Kosovo (KLA) y luchaba para obligar a los serbios a abandonar Kosovo. En 1999 la administración Clinton destacó a los “luchadores por la libertad” del KLA a pesar de su horrible pasado y les brindó ayuda masiva. El año anterior el Departamento de Estado había condenado “las acciones terroristas del denominado Ejército de Liberación de Kosovo”. El KLA estaba muy involucrado en el tráfico de drogas y tenía vínculos cercanos con Osama bin Laden.
Pero armar al KLA y bombardear Serbia ayudó a Clinton a retratarse a sí mismo como un cruzado contra la injusticia y a distraer la atención del público después de su juicio político. Clinton recibió la ayuda de muchos miembros desvergonzados del Congreso ansiosos por santificar los asesinatos de Estados Unidos. El senador Joe Lieberman (demócrata por Carolina del Norte) dijo que Estados Unidos y el KLA “defienden los mismos valores y principios. Luchar por el KLA es luchar por los derechos humanos y los valores estadounidenses”. Y dado que los funcionarios de la administración Clinton compararon públicamente al líder serbio Slobodan Milošević con Hitler, cualquier persona decente se vio obligada a aplaudir la campaña de bombardeos. (Alexander Cockburn fue uno de los pocos periodistas que condenó la injusta guerra en ese momento; esta columna de Los Angeles Times de 1999 estableció la regla de oro para desafiar las mentiras de Clinton sobre Serbia).
Tanto los serbios como los albaneses étnicos cometieron atrocidades en la lucha implacable en Kosovo. Pero para santificar su campaña de bombardeos, la administración Clinton agitó una varita mágica e hizo desaparecer las atrocidades del KLA. El profesor británico Philip Hammond señaló que la campaña de bombardeos de 78 días “no fue una operación puramente militar: la OTAN también destruyó lo que llamó objetivos de ‘doble uso’, como fábricas, puentes de la ciudad e incluso el principal edificio de televisión en el centro de Belgrado, en un intento de aterrorizar al país para conseguir que se rindiera”. La OTAN lanzó repetidamente bombas de racimo sobre mercados, hospitales y otras áreas civiles. Las bombas de racimo son dispositivos antipersonas diseñados para esparcirse sobre formaciones de tropas enemigas. La OTAN arrojó más de 1.300 bombas de racimo sobre Serbia y Kosovo y cada bomba contenía 208 bombas separadas que cayeron flotando en paracaídas sobre la tierra. Los expertos en bombas estimaron que más de 10.000 bombas sin explotar quedaron dispersas por el paisaje cuando terminó el bombardeo, lo que sirvió para mutilar a un buen número de niños mucho después de alcanzado el alto el fuego.
En los últimos días de la campaña de bombardeos el Washington Post informó que “algunos ayudantes presidenciales y amigos están describiendo los bombardeos sobre Kosovo en tonos churchillianos como la “mejor hora de Clinton”. El Post también informó de que, según un amigo de Clinton,“lo que Clinton cree que eran los motivos inequívocamente morales para la intervención de la OTAN representaban una oportunidad para aliviar los arrepentimientos que albergaba su propia conciencia… El amigo dijo que Clinton se lamentaba a veces de que la generación anterior a él no hubiera sido capaz de servir en una guerra con un propósito claramente noble y que se sentía ‘casi defraudado’ de que ‘al llegar su turno no tuviera la oportunidad de ser parte de una causa moral’”. Según el estándar de Clinton, la matanza de serbios estuvo “suficientemente cerca de una causa moral en sus trabajos de gobierno”.
Poco después del final de la campaña de bombardeos de 1999 Clinton enunció lo que sus ayudantes llamaron la doctrina Clinton: «Ya sea dentro o fuera de las fronteras de un país, si la comunidad mundial tiene el poder de detenerlo, debemos detener el genocidio y la limpieza étnica”. En realidad la doctrina de Clinton postulaba que los presidentes tienen derecho a comenzar a bombardear tierras extranjeras sobre la base de cualquier mentira descarada que regurgiten los medios estadounidenses. En realidad la lección del bombardeo de Serbia es que los políticos estadounidenses simplemente necesitan recitar públicamente la palabra “genocidio” para obtener licencia para matar.
Una vez que terminó de bombardear Clinton aseguró al pueblo serbio que Estados Unidos y la OTAN habían acordado ser fuerzas de paz solo “en el entendimiento de que protegerían tanto a los serbios como a los albaneses étnicos y que se marcharían cuando la paz se afianzara”. En los meses y años posteriores las fuerzas estadounidenses y de la OTAN se mantuvieron al margen mientras el KLA reanudaba su limpieza étnica, matando a civiles serbios, bombardeando iglesias serbias y oprimiendo a los no musulmanes. Casi un cuarto de millón de serbios, gitanos, judíos y otras minorías huyeron de Kosovo después de que Clinton prometiera protegerlos. En 2003 casi el 70% de los serbios que vivían en Kosovo en 1999 habían huido y Kosovo tenía un 95% de etnia albanesa.
Pero Thaci siguió siendo útil para los responsables políticos de EE. UU. Aunque fue ampliamente condenado por opresión y corrupción después de tomar el poder en Kosovo, el vicepresidente Joe Biden elogió a Thaci en 2010 como el “George Washington de Kosovo”. Meses más tarde un informe del Consejo de Europa acusó a los agentes de Thaci y KLA de tráfico de órganos humanos. The Guardian señaló que el informe alegaba que el círculo íntimo de Thaci “trasladó cautivos a través de la frontera a Albania después de la guerra, donde se dice que varios serbios fueron asesinados para sacarles los riñones, que eran vendidos en el mercado negro”. El informe indicó que cuando los “cirujanos encargados de los trasplantes” estaban “listos para operar, los cautivos [serbios] eran sacados de la ‘casa segura’ individualmente, ejecutados sumariamente por un hombre armado del KLA y sus cadáveres transportados rápidamente a la clínica donde se efectuaría la operación”.
A pesar de la acusación de tráfico de cuerpos, Thaci fue un asistente estrella en la conferencia anual de Iniciativa Global de la Fundación Clinton en 2011, 2012 y 2013, donde posó para las fotos con Bill Clinton. Tal vez fuera esa una gratificación incluida en el contrato de cabildeo de 50.000 dólares al mes que el régimen de Thaci firmó con The Podesta Group, cogestionado por el futuro gerente de campaña de Hillary Clinton, John Podesta, como informó el Daily Caller.
Clinton sigue siendo un héroe en Kosovo, erigiéndosele una estatua en la capital, Pristina. El periódico The Guardian señaló que la estatua mostraba a Clinton “con la mano izquierda levantada, el gesto típico del líder saludando a las masas”. En su mano derecha sostiene documentos grabados con la fecha en que la OTAN comenzó el bombardeo de Serbia, el 24 de marzo de 1999”. Habría sido una representación más precisa y adecuada representar a Clinton sobre una pila de cadáveres de mujeres, niños y otras personas asesinadas en la campaña de bombardeos de Estados Unidos.
En 2019 Bill Clinton y su fanática exsecretaria de Estado del bombardeo, Madeline Albright, visitaron Pristina, donde fueron “tratados como estrellas de rock” mientras posaban en las fotos con Thaci. Clinton declaró: “Amo este país y siempre será uno de los mayores honores de mi vida haber estado con ustedes contra la limpieza étnica (por parte de las fuerzas serbias) y por la libertad”. Thaci otorgó las medallas de la libertad a Clinton y Albright “por la libertad y la paz que nos trajo a toda la región”. Albright se ha reinventado a sí misma como una advertencia visionaria contra el fascismo en la era Trump. En realidad el único título honorífico que merece Albright es el de “Carnicera de Belgrado”.
La guerra de Clinton contra Serbia fue una caja de Pandora que el mundo todavía sufre. Debido a que los políticos y la mayoría de los medios describieron la guerra contra Serbia como un triunfo moral, al gobierno de Bush le resultó más fácil justificar el ataque a Irak, al gobierno de Obama bombardear Libia y al gobierno de Trump bombardear repetidamente Siria. Todas esas intervenciones no hacen más que sembrar el caos que continúa azotando a los supuestos beneficiarios.
El bombardeo de Serbia de Bill Clinton en 1999 fue un fraude tan grande como el de George W. Bush engañando a esta nación para atacar Irak. El hecho de que Clinton y otros altos funcionarios del gobierno de EE. UU. siguieran glorificando a Hashim Thaci a pesar de las acusaciones de asesinatos en masa, tortura y tráfico de personas, es otro recordatorio de la venalidad de gran parte de la élite política estadounidense. ¿Volverán los estadounidenses a ser crédulos la próxima vez que los políticos de Washington y sus aliados mediáticos inventen falsos pretextos para hacer desencadenar un infierno sobre una desventurada tierra extranjera?
[Este artículo se publicó originariamente en The Future of Freedom Foundation.]
James Bovard es autor de Attention Deficit Democracy, The Bush Betrayal, Terrorism and Tyranny y otros libros. Bovard forma parte de la junta de colaboradores de USA Today. Twitter: @jimbovard. Página web:www.jimbovard.com
Fuente:
https://www.counterpunch.org/2020/06/30/bill-clintons-serbian-war-atrocities-exposed-in-new-indictment/
Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y a Rebelión.org como fuente de la misma.
lunes, 27 de julio de 2020
5 curiosos detalles sobre los nudos, una de las tecnologías más antiguas
¿Estás hecho un nudo? ¿Tienes un nudo en el estómago? ¿O quizás en la garganta?
Son más antiguos que el lenguaje y los números; han estado a la mano desde que existió el deseo de unir dos cabos para hacer un lazo, y casi todos los seres humanos del planeta los usamos a diario... no sorprende que los usemos como metáforas.
Fueron enterrados con nuestros ancestros y enviados antes que nosotros a planetas distantes.
No pesan nada, puedes crearlos sin herramientas, sin palabras, sin siquiera recordar cómo aprendiste a hacerlo, pero si lo haces correctamente, pueden dirigir los vientos para que atravesar océanos, sacar alimentos de los mares y vestirnos, permitiendo tejer las fibras que hacen nuestra ropa.
¿Los habremos inventado o estuvieron siempre ahí?
No sabemos, pero sí que fueron uno de los primeros conceptos científicos que entendimos, e inmediatamente lo aprovechamos para hacer escaleras y herramientas, para amarrar casas al piso y mantener puentes flotando en el aire.
Y no todos son mundanos: los hay famosos como el nudo gordiano que estaba en el templo de Zeus en Frigia, tan complicado que era casi imposible de desatar, pues sus cabos no eran visibles. Quien lo deshiciera, dijo el Oráculo, conquistaría Oriente. (Alejandro Magno decidió que era lo mismo desatarlo que cortarlo, así que usó su espada).
Image caption Alejandro Magno corta el Nudo Gordiano, de Jean-Simon Berthélemy (1743-1812)
Es por eso que decidimos detenernos un momento para explorar 5 aspectos interesantes sobre esa maravilla que nos es tan familiar.
1. 9.000 años atando nudos
¿Sabías que hacer nudos es una de las tecnologías más antiguas?
Efectivamente, hemos estado usando nudos para mantener cosas unidas durante milenios, como le dijo a la BBC Des Pawson, una de las principales autoridades mundiales en nudos, quien alberga el Museo de Nudos y Cuerdas de Marineros en un cobertizo en su jardín.
Sabemos que los nudos de vuelta de escota -que se siguen usando en las redes de pesca- se remontan a 7.000 a.C. porque se descubrió un antiguo trozo de red que usa el mismo nudo, conservado en un pantano entre Rusia y Finlandia.
Yendo aún más lejos, los restos de un hombre que se cree que tiene 20.000 años fueron descubiertos en Rusia con un collar alrededor de su garganta. Aunque no quedaba ninguna cuerda, las cuentas estaban en su sitio y para poderlas asegurar los dos extremos de la cuerda presumiblemente las anudó, señaló Pawson.
"Antes de entrar en la Edad de Piedra, la humanidad pasó por una edad de cuerda", declaró el experto.
2. Nudos reales para medir la velocidad
GETTY IMAGES Image caption
Los marineros, así como los escaladores, tienen un gran aprecio por los nudos.
¿Por qué hablamos de "nudos" como la medida de la velocidad de un barco?
Porque solía medirse con nudos de verdad.
Los antiguos marineros arrojaban un trozo de madera triangular por la parte posterior de su barco, y la soga atada, anudada a intervalos regulares, salía de un carrete por un período de tiempo determinado.
Por la cantidad de nudos que se habían salido por la popa del bote, se podía calcular la velocidad de viaje.
3. Los nudos sirven para resolver crímenes
El experto forense en nudos Mike Lucas ayuda a la policía a resolver asesinatos y otros crímenes en los que ha estado involucrado la soga.
Todo comenzó hace 25 años con un asesinato en Bournemouth, Inglaterra.
La policía sabía quién había cometido el crimen, simplemente no podían acusarlo. Pero tenían la cuerda que se usó, y Lucas pudo relacionar los nudos con la persona que los había hecho.
Un nudo puede incluso proporcionar alguna indicación sobre si el culpable es zurdo o diestro. Las pistas que apuntan hacia quién ató un nudo incluyen la forma en que un nudo se retuerce, dependiendo de que tipo de nudo sea -de yate, de escalador o de pesca- y qué tan bien está atado, apretado o flojo.
Un nudo puede incluso proporcionar alguna indicación sobre si el culpable es zurdo o diestro.
En un caso, cuando se usaron muchos nudos, Lucas revisó la casa del acusado para mirar sus fotos y examinar cómo amarraba su bicicleta en el garaje. Y pudo conciliar con éxito los nudos en la casa con los de la víctima.
4. Hay 85 formas anudar una corbata
Quizás el más común es el nudo de Windsor, pero ¿sabías que en realidad hay "85 maneras de atar una corbata"?
El físico Thomas Fink, coautor del libro del mismo nombre, señaló, en conversación con la BBC, que algunas sin embargo son particularmente "inestables".
Pero además de los cuatro métodos tradicionales de atar una corbata, los autores encontraron otras nueve buenas opciones.
¿Dice algo de la persona la forma en que anudan la corbata? Fink notó una tendencia que persiste: "Los tiranos tienden a tener los nudos de amarre más grandes".
Esta es sólo una de las muchas formas.
Más allá de eso, la corbata es un ejemplo de un "nudo trivial" en una rama de las matemáticas llamada "teoría del nudo", que se usa -entre otras cosas- en el estudio de ADN y proteínas, así como en criptología, aplicaciones de GPS y planificación de movimiento en robótica.
5. Los nudos más antiguos en Marte
El nudo no solo es la forma más antigua de tecnología humana, sino que ahora se está utilizando en el espacio.
Algunos de los primeros nudos conocidos llegaron hasta Marte, donde se utilizaron para atar el cableado en los Mars Rovers de la NASA, los vehículos motorizados que se desplazan por la superficie del planeta.
Los cables están agrupados y atados con una variación en el nudo de rizo, utilizado por los marineros hace miles de años para orientar sus velas, y el ballestrinque, un nudo que entró en el registro histórico en los primeros escritos del médico griego Heraklas.
"¿No es maravilloso pensar -dice Pawson- que si algo así hubiera aterrizado hace 5.000 años en nuestro planeta, nuestros ancestros habrían reconocido lo que hubieran visto en el cordaje?".
https://www.bbc.com/mundo/noticias-53158984
Son más antiguos que el lenguaje y los números; han estado a la mano desde que existió el deseo de unir dos cabos para hacer un lazo, y casi todos los seres humanos del planeta los usamos a diario... no sorprende que los usemos como metáforas.
Fueron enterrados con nuestros ancestros y enviados antes que nosotros a planetas distantes.
No pesan nada, puedes crearlos sin herramientas, sin palabras, sin siquiera recordar cómo aprendiste a hacerlo, pero si lo haces correctamente, pueden dirigir los vientos para que atravesar océanos, sacar alimentos de los mares y vestirnos, permitiendo tejer las fibras que hacen nuestra ropa.
¿Los habremos inventado o estuvieron siempre ahí?
No sabemos, pero sí que fueron uno de los primeros conceptos científicos que entendimos, e inmediatamente lo aprovechamos para hacer escaleras y herramientas, para amarrar casas al piso y mantener puentes flotando en el aire.
Y no todos son mundanos: los hay famosos como el nudo gordiano que estaba en el templo de Zeus en Frigia, tan complicado que era casi imposible de desatar, pues sus cabos no eran visibles. Quien lo deshiciera, dijo el Oráculo, conquistaría Oriente. (Alejandro Magno decidió que era lo mismo desatarlo que cortarlo, así que usó su espada).
Image caption Alejandro Magno corta el Nudo Gordiano, de Jean-Simon Berthélemy (1743-1812)
Es por eso que decidimos detenernos un momento para explorar 5 aspectos interesantes sobre esa maravilla que nos es tan familiar.
1. 9.000 años atando nudos
¿Sabías que hacer nudos es una de las tecnologías más antiguas?
Efectivamente, hemos estado usando nudos para mantener cosas unidas durante milenios, como le dijo a la BBC Des Pawson, una de las principales autoridades mundiales en nudos, quien alberga el Museo de Nudos y Cuerdas de Marineros en un cobertizo en su jardín.
Sabemos que los nudos de vuelta de escota -que se siguen usando en las redes de pesca- se remontan a 7.000 a.C. porque se descubrió un antiguo trozo de red que usa el mismo nudo, conservado en un pantano entre Rusia y Finlandia.
Yendo aún más lejos, los restos de un hombre que se cree que tiene 20.000 años fueron descubiertos en Rusia con un collar alrededor de su garganta. Aunque no quedaba ninguna cuerda, las cuentas estaban en su sitio y para poderlas asegurar los dos extremos de la cuerda presumiblemente las anudó, señaló Pawson.
"Antes de entrar en la Edad de Piedra, la humanidad pasó por una edad de cuerda", declaró el experto.
2. Nudos reales para medir la velocidad
GETTY IMAGES Image caption
Los marineros, así como los escaladores, tienen un gran aprecio por los nudos.
¿Por qué hablamos de "nudos" como la medida de la velocidad de un barco?
Porque solía medirse con nudos de verdad.
Los antiguos marineros arrojaban un trozo de madera triangular por la parte posterior de su barco, y la soga atada, anudada a intervalos regulares, salía de un carrete por un período de tiempo determinado.
Por la cantidad de nudos que se habían salido por la popa del bote, se podía calcular la velocidad de viaje.
3. Los nudos sirven para resolver crímenes
El experto forense en nudos Mike Lucas ayuda a la policía a resolver asesinatos y otros crímenes en los que ha estado involucrado la soga.
Todo comenzó hace 25 años con un asesinato en Bournemouth, Inglaterra.
La policía sabía quién había cometido el crimen, simplemente no podían acusarlo. Pero tenían la cuerda que se usó, y Lucas pudo relacionar los nudos con la persona que los había hecho.
Un nudo puede incluso proporcionar alguna indicación sobre si el culpable es zurdo o diestro. Las pistas que apuntan hacia quién ató un nudo incluyen la forma en que un nudo se retuerce, dependiendo de que tipo de nudo sea -de yate, de escalador o de pesca- y qué tan bien está atado, apretado o flojo.
Un nudo puede incluso proporcionar alguna indicación sobre si el culpable es zurdo o diestro.
En un caso, cuando se usaron muchos nudos, Lucas revisó la casa del acusado para mirar sus fotos y examinar cómo amarraba su bicicleta en el garaje. Y pudo conciliar con éxito los nudos en la casa con los de la víctima.
4. Hay 85 formas anudar una corbata
Quizás el más común es el nudo de Windsor, pero ¿sabías que en realidad hay "85 maneras de atar una corbata"?
El físico Thomas Fink, coautor del libro del mismo nombre, señaló, en conversación con la BBC, que algunas sin embargo son particularmente "inestables".
Pero además de los cuatro métodos tradicionales de atar una corbata, los autores encontraron otras nueve buenas opciones.
¿Dice algo de la persona la forma en que anudan la corbata? Fink notó una tendencia que persiste: "Los tiranos tienden a tener los nudos de amarre más grandes".
Esta es sólo una de las muchas formas.
Más allá de eso, la corbata es un ejemplo de un "nudo trivial" en una rama de las matemáticas llamada "teoría del nudo", que se usa -entre otras cosas- en el estudio de ADN y proteínas, así como en criptología, aplicaciones de GPS y planificación de movimiento en robótica.
5. Los nudos más antiguos en Marte
El nudo no solo es la forma más antigua de tecnología humana, sino que ahora se está utilizando en el espacio.
Algunos de los primeros nudos conocidos llegaron hasta Marte, donde se utilizaron para atar el cableado en los Mars Rovers de la NASA, los vehículos motorizados que se desplazan por la superficie del planeta.
Los cables están agrupados y atados con una variación en el nudo de rizo, utilizado por los marineros hace miles de años para orientar sus velas, y el ballestrinque, un nudo que entró en el registro histórico en los primeros escritos del médico griego Heraklas.
"¿No es maravilloso pensar -dice Pawson- que si algo así hubiera aterrizado hace 5.000 años en nuestro planeta, nuestros ancestros habrían reconocido lo que hubieran visto en el cordaje?".
https://www.bbc.com/mundo/noticias-53158984
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