sábado, 11 de septiembre de 2021

"Estamos consumiendo pescado contaminado por los residuos electrónicos que enviamos a África"

      Quema de basura electrónica en Agbogbloshie, un barrio de Acra, la capital de Ghana. 

 ¿Quién no tiene un móvil, una tableta e, incluso, un coche eléctrico? ¿Quién no se queja cuando sus aparatos electrónicos comienzan a cargar peor y a disminuir la durabilidad de sus baterías? ¿Cada cuánto tiempo cambiamos nuestros dispositivos electrónicos?

Pero ¿quién sabe cómo y de dónde proceden los materiales necesarios para fabricar esas baterías? ¿Quién sabe qué pasa con los dispositivos que tiramos?

Los dispositivos electrónicos que todos y todas tenemos son una mezcla compleja de cientos de materiales. Entre los que se encuentran metales pesados como plomo, mercurio o cadmio. Para que se hagan una idea, un teléfono móvil tiene entre 500 y 1 000 compuestos diferentes. Además, hay que saber que la obtención de estos materiales pone en riesgo la salud de los trabajadores y las trabajadoras que extraen los metales en las minas y fabrican los productos.

Y al final de su vida útil, si esos materiales no son tratados adecuadamente, las sustancias peligrosas que contienen pueden contaminar el medio ambiente y afectar a la salud de las personas.

El círculo vicioso de los dispositivos electrónicos
La mayoría de los metales necesarios para la producción de dispositivos electrónicos son extraídos en minas de países en vías de desarrollo, como África. Una vez obtenidos, son comprados por grandes empresas asiáticas para producir los componentes de los aparatos electrónicos.

Finalmente, los teléfonos inteligentes, tabletas y coches eléctricos producidos serán vendidos en todo el mundo. Aunque la mayoría de los consumidores vivirán en países desarrollados, como los de América del Norte y Europa.

Pero esto no es todo. Cuando nuestros dispositivos electrónicos ya están obsoletos y su batería no dura lo suficiente, el viaje de los metales pesados que comenzó en las minas africanas termina con el envío de nuestra basura electrónica de nuevo al continente africano.

Los países ricos pagarán a los países pobres por hacerse cargo de su basura, siendo una parte importante de su economía. Pero causando un gran problema medioambiental, ya que el reciclaje en estas zonas no está lo suficientemente desarrollado.

El caso del vertedero de Ghana
A modo de ejemplo, en Ghana, país de África occidental, está uno de los vertederos de residuos electrónicos más grandes del mundo, y recibe principalmente desechos electrónicos europeos. En este vertedero, la basura tecnológica se acumula para ser posteriormente quemada.

Esos desechos pueden empezar a descomponerse, produciendo gases que van a la atmósfera y líquidos que penetrarán en la tierra. Su quema también emitirá gases peligrosos que pasan a la atmósfera. Estudios previos ya han demostrado que el vertedero de desechos electrónicos de Ghana causa una contaminación importante del suelo y la atmósfera por metales pesados.

Sin embargo, las poblaciones locales desconocen los problemas ambientales que producen estos desechos electrónicos, respirando esos gases y consumiendo los recursos naturales de los alrededores. No existe ningún control sanitario previo.

Los Estados europeos se benefician del transporte ecológico sin carbono gracias a los automóviles eléctricos que llevan minerales africanos en sus baterías.

La contaminación regresa a Europa
La vuelta de la basura electrónica europea a los países africanos cierra un círculo que es un claro ejemplo de la política global actual: el primer mundo extrae lo que necesita y devuelve lo que ya no quiere.

El enorme coste ambiental de los metales necesarios para saciar la necesidad cada vez mayor de dispositivos eléctricos y electrónicos en países desarrollados lo están pagando los países productores y receptores de desechos en África.

Mientras tanto, los Estados europeos se benefician de los nuevos aparatos y el transporte ecológico sin carbono gracias a los automóviles eléctricos que llevan minerales africanos en sus baterías.

Pero quizás ese círculo no sea perfecto y esta contaminación esté llegando a los ciudadanos europeos. Los productos del mar podrían ser un posible vector de contaminación por metales pesados entre África y Europa.

Los metales pesados producidos en áreas mineras y en vertederos de desechos electrónicos llegan a las aguas costeras a través de ríos y riachuelos y se acumulan en los sedimentos marinos.

Los minerales de la basura electrónica contaminan la tierra y los ríos y acaban en el mar.

Desde allí, entrarán en la cadena trófica a través del plancton. Luego pasarán a los peces que consumen ese plancton para, finalmente, terminar en los grandes depredadores.

La acumulación de estos metales contaminantes dependerá de las especies, dependiendo de su nivel trófico, su historia de vida y sus hábitos de alimentación.

Un ejemplo de pescado altamente depredador que acumula metales pesados es el atún. Este pescado no es aconsejable para niños y mujeres embarazadas debido al alto contenido en mercurio que puede presentar. La presencia de metales en estos peces depende de la especie, el sexo y la zona en la que se desarrolle.

El pescado capturado en aguas africanas entra en el comercio mundial y se puede vender en cualquier lugar, apareciendo en el mercado europeo. Los acuerdos de asociación de pesca sostenible de la Unión Europea permiten a los barcos de la Unión capturar atún mientras migra a lo largo de las aguas africanas.

Por tanto, si la contaminación africana por metales pesados llega al atún en mar abierto a través de las plumas de los ríos y la cadena trófica, Europa podría estar consumiendo la contaminación por metales pesados a través de la ingesta de especies marinas capturadas en aguas africanas.

¿Qué obtendríamos si analizásemos atunes procedentes de diferentes zonas de pesca y comercializados en España? ¿Estarían los metales extraídos en minas africanas, presentes en los desechos electrónicos, concentrados en atunes procedentes de aguas africanas? 

 Hay 12 acuerdos de asociación de pesca sostenible en vigor entre la UE y países del océano Atlántico, Pacifico e Índico.

La respuesta es sí. Los resultado de un estudio que hemos publicado recientemente muestran concentraciones más altas de todos los metales analizados en atunes capturados en aguas africanas, sobre todo de mercurio y plomo.

Además, las concentraciones de metales en los atunes están relacionadas con las concentraciones encontradas en las aguas donde fueron capturados, mostrando que los peces están incorporando los metales presentes en el ambiente en el que viven.

¿Qué podemos hacer?
Ahora que sabemos que el océano nos devuelve todo lo que le enviamos, y que puede estar dañando nuestra salud, ¿qué podemos hacer?

Estos son algunos ejemplos de vías de actuación:

1. Estudiar en profundidad cómo pasa la contaminación por metales de los ríos y la tierra al mar.

2. Estudiar en profundidad cómo se acumulan estos metales en la cadena trófica marina.

3. Estudiar el riesgo de ingestión de metales pesados a través del consumo de productos del mar contaminados con metales procedentes de la minería y la basura electrónica.

4. Educar en un consumo responsable de aparatos electrónicos, dando a conocer la procedencia y el tratamiento de los residuos derivados.

5. Trabajar hacia la mejora en el tratamiento de desechos electrónicos en los países productores e importadores.


*Este artículo se publicó originalmente en The Conversation. Puedes leer la versión original aquí.

viernes, 10 de septiembre de 2021

Sally Rooney: “Aceptar la intimidad es aceptar la posibilidad de que otra persona nos hiera”

La escritora irlandesa Sally Rooney, el pasado mes de julio en Mount Falcon Estate, en Ballina (Irlanda). LINDA BROWNLEE (EYEVINE / CONTACTO)
Anatxu Zabalbeascoa
03 SEPT 2021

Es la reinventora de la novela de amor decimonónica en la era de la hiperconectividad. La escritora superventas de los mileniales. Disecciona con precisión las relaciones sentimentales y eróticas en un mundo sin modelos y que se mueve a toda velocidad. A sus 30 años, con ‘Gente normal’ convertida en serie de éxito, la autora irlandesa publica su tercer libro.

Ha crecido en y con sus propias novelas: de adolescente a universitaria; de joven que publica un poema a autora consagrada. También de pobre a rica. Como cronista de nuestro tiempo, la irlandesa Sally Rooney (County Mayo, 30 años) explora la incomprensión. Sus novelas analizan la fragilidad del amor. Millones de lectores y telespectadores —Gente normal se convirtió en serie de televisión— aguardan la tercera novela, Dónde estás, mundo bello (Literatura Random House), que se publica el 9 de septiembre. Con una prevención casi de secreto de Estado, su editor británico anuncia que nuestra conversación —por Zoom— se desconectará a los 45 minutos. Al otro lado de la pantalla, Rooney, somnolienta, contesta sentada en una cama deshecha, esquivando temas personales.

Pregunta. “Es imposible tener una relación amorosa en la que nunca causes dolor y nadie te lo cause”. ¿Habla de sí misma?
Respuesta. Dejar que una persona entre en tu vida íntima es correr ese riesgo. Da igual que se trate de una relación romántica o entre padres e hijos. Uno abre la puerta a los malos entendidos y al dolor cuando se acerca profundamente a otro ser humano. Madurar es entender que el amor no consiste en llevarse siempre bien, sino en tener la fuerza para solucionar los problemas que se presentan por malos entendidos o inseguridades. Aceptar la intimidad es aceptar la posibilidad de que otra persona no nos entienda y nos hiera. Evidentemente, no hablo de relaciones abusivas, pero me interesa escribir que nuestra capacidad para conocer a otras personas es imperfecta y limitada.

P. ¿Sin sufrimiento no hay amor?
R. Difícilmente puede existir una relación profunda, sincera y libre sin algún tipo de conflicto o discrepancia. El dolor forma parte del amor. Bien asumido lo hace crecer. Esa es la naturaleza de la intimidad: contiene vulnerabilidad, implica la posibilidad de que aparezca el dolor. Ese sufrimiento no debería cuestionar el amor. Al revés: nos indica que es más una conquista que una lotería.

P. ¿La debilidad une y repele a la vez?
R. Justamente. Uno puede temer defraudar mostrándose débil o puede temer la debilidad del otro. Nos podemos proteger frente a la fortaleza, o admirarla, pero nos cuesta manejar la debilidad ajena. En mis libros, los protagonistas buscan poder mostrarse vulnerables sin tener que sufrir por ello.

P. En sus tres novelas, la mayor aspiración es ser amado incondicionalmente.
R. Tiene razón. Hablo sobre el amor entre amigos o entre parejas. Y en esos dos tipos de relación se da la aspiración al amor incondicional. No es que crea que deberíamos aspirar a eso, pero me interesa investigarlo.

P. ¿Quiere decir que lo ve posible?
R. Es una búsqueda con la que me identifico: desear ser amado sin condiciones y llegar a amar sin filtros. Hay muchos tipos de fantasías y una muy común es querer ser amado. Como deseo es de los más interesantes porque implica algo más que conseguir lo que quieres. Uno puede desear ser rico o tener éxito. Pero lograr algo material no es interesante: no te dice nada de ti mismo y no implica ningún tipo de aprendizaje. Mientras que aspirar a ser amado y conseguir serlo es interesante porque terminas por aprender mucho de ti mismo y de la otra persona.

P. ¿La incondicionalidad amorosa no es una losa romántica?
R. Es un deseo, pero contiene la posibilidad de aprender: uno acumula conocimiento en los riesgos y las decisiones que va asumiendo en la vida.

P. ¿Se ama o se aprende a amar?
R. Se aprende a amar y a quererse. Es un esfuerzo, no solo una bendición. Me interesa lo que la gente quiere y lo que ocurre cuando lo consigue.
 
P. Plegarias atendidas, de Truman Capote.
R. Exacto: no saber qué hacer cuando por fin logras lo que buscabas. Iniciar una relación es abrir la puerta a cambios y transformaciones.

P. ¿Termina entonces el romanticismo y empieza el aprendizaje?
R. Conocer profundamente a una persona es uno de los mayores retos de la vida porque somos cambio. Exige mucho esfuerzo llegar a conocer y conocerse a fondo y suele implicar dolor. El principal trabajo es mirar desde otro punto de vista, desde otros valores, y no dar por hecho que los nuestros son inmutables.

“Los personajes que tienen relaciones con los dos sexos consiguen un nexo más abierto e impredecible con el poder”.

P. Es la superventas de los mileniales, pero escribe de asuntos eternos.
R. Los protagonistas de mi último libro se preguntan qué tenemos para reemplazar las antiguas costumbres porque estas están desapareciendo sin que les hayamos encontrado sustitutas. No quisiera caer en la nostalgia. No defiendo las maneras de vivir que dominaron el siglo XX, pero mis personajes se preguntan cómo vivir sin modelos.

P. ¿Vivimos una orfandad ideológica?
R. No sabemos qué nos sustenta. En el mundo que hemos dejado atrás había sentido de la comunidad. También mucha represión, claro, pero ahora estamos sin modelos. Y eso sucede también en las relaciones. Solía haber normas no escritas sobre cómo prosperaban y eso se está desmoronando.

P. La normalización de otras maneras de vivir, ¿no es signo de apertura mental?
R. La falta de modelos genera ambivalencia: uno debe decidir por sí mismo lo que es bueno, no por la tradición de un modelo.

P. ¿Qué lo está cambiando todo?
R. La inmediatez, la gran velocidad con que la vida se ha transformado en los últimos 15 años.

P. ¿Cuánto más intensa es una relación, más frágil es?
R. Cuando lo esperamos todo, todo puede fallar. Y un fallo puede vivirse como una traición: ¡Pensaba que me entendías! Las conexiones muy profundas son frágiles porque les exigimos más. Cuando sientes que tu relación con una persona es casi perfecta, que con mirarte sabe qué estás pensando, cualquier interrupción de esa fluidez se siente como un traspié. Es necesario que sepamos que quien nos comprende puede no entendernos en algún momento. Confiar en el entendimiento perfecto es condenar una relación. Las expectativas en una relación superficial son menores. Tenemos más cuidado con quien no vamos a congeniar. Le sucede a la protagonista de mi última novela con su hermana: no se llevan bien. Se dicen cosas terribles. Pero se aguantan porque no esperan más. Es irracional, pero funciona así: asumimos lo más difícil cuando no esperamos nada.

P. ¿Cómo consigue que libros sobre gente que escribe interesen a gente que no escribe?
R. Porque la vida es más importante que la literatura y, aunque escriban, sufren o sienten. En el origen de la novela inglesa, la trama estaba construida en torno a la intriga de con quién se iba a casar el o la protagonista. Eso desapareció en el siglo XX. En parte, claro, porque la propia idea de casarse se ha ido desplomando en las aspiraciones de la gente. Mis novelas no son sobre bodas, pero sí giran en torno a relaciones amorosas y eróticas. Y la intriga no es ya si se casarán, sino si llegarán a estar juntos. Que la gente viera reflejados sus miedos, fracasos y anhelos popularizó la novela en el siglo XIX que hoy se reinventa hacia otras direcciones.

P. ¿La novela romántica del siglo XXI es dolorosa?
R. Es poco romántica. Trata de ser más verdadera que idealista.

P. ¿Sus amigos han leído sus libros?
R. Sí. Muchos sí.

P. Pregunto porque el novio de su última protagonista, una escritora de éxito, no lee sus libros.
R. Es que es un tipo que no lee, como tantas personas en el siglo XXI.

P. ¿Una escritora emparejada con un hombre que no lee?
R. Puede ser hasta saludable. Hay otras afinidades. Las parejas no tienen que estar de acuerdo en todo.

P. Su padre trabajaba para la compañía telefónica y su madre es la responsable del centro de arte de su ciudad. Ambos han sido socialistas y, en general, uno o se opone a sus padres o los sobrepasa. ¿Es más de izquierdas o se ha vuelto conservadora?
R. Posiblemente antes lo era más.

P. ¿Educar a alguien en una ideología política es similar a criarlo dentro de una religión?
R. Sí.

P. ¿Es manipularlo?
R. Puede ser adoctrinar, pero puede ser también informar. Fue el caso de mis padres, que nos transmitieron valores, no solo una ideología política. Eran socialistas y católicos. Íbamos a misa. Pero a la par que el credo cristiano, nos decían que nacemos iguales, que debemos tener los mismos derechos y todo lo que ellos consideran que es innegociable en las relaciones de respeto hacia los demás.

P. Eso también es cristianismo.
R. Justamente. En mi infancia no sentí distinción entre lo que era religioso y lo que era político porque muchos valores coincidían. Digamos que mis padres no nos obligaban a leer ni la Biblia ni el Manifiesto comunista. No nos adoctrinaron, por eso una de sus herencias ha sido el cuestionamiento de cualquier ideología rígida. Discutíamos sobre todo. Los tres hermanos defendíamos nuestro punto de vista ante cualquier tema. Eso quiere decir que nos hacían pensar.

P. En el Trinity College organizó el club de debates. Y allí conoció a su marido.
R. Las dos cosas son ciertas.

P. ¿Debaten mucho en casa para tomar decisiones?
R. [Risas] No. Lo siento. No voy a hablar de nada personal.

P. Por entonces defendía cosas del tipo: el capital privado debería abolirse. ¿Siendo rica piensa lo mismo?
R. Claro que sí. Me hace feliz que mucha gente se interese por mis libros. Intento escribirlos lo mejor que puedo y me gusta que me paguen por hacerlo. Lo que no entiendo es por qué yo tengo que ganar mucho más que personas que realizan trabajos fundamentales para la sociedad, como mi marido, que es profesor de matemáticas, o los profesionales en primera línea de la pandemia: médicos, enfermeras, limpiadores o repartidores. Es imposible imaginar dónde estaríamos si todos hubieran dejado de trabajar y hubieran decidido que iban a ser novelistas. No es que piense que no merezco ser recompensada por mi trabajo. Me pregunto si merezco multiplicar tanto el sueldo de los otros. Y creo que no.

P. ¿Y qué hace al respecto?
R. ¿Qué puedo hacer? Cojo el dinero. Lo mínimo que puedo hacer es no cambiar de opinión simplemente porque ahora gano mucho. He pasado épocas sin blanca y ahora cobro mucho más que la mayoría de las personas. Pero mis opiniones son las mismas.

P. ¿Se puede pensar lo mismo teniendo mucho que teniendo poco?
R. Es una cuestión de coherencia. O de decencia. Creo que todo debería estar más justamente repartido.

P. Vincula el sentido de posesión de las relaciones al capitalismo.
R. Pasamos tanto tiempo trabajando o comprando en ese marco mental que una relación puede ser malentendida como una inversión. Estamos tan acostumbrados a rentabilizar nuestro tiempo que temas no mercantiles —como las relaciones afectivas, sentimentales o sexuales— se infectan y podemos llegar a pensar en ellos como transacciones aunque esa no sea su naturaleza. Aunque el sentido de posesión está ya en la literatura griega, el pensamiento capitalista se ha inmiscuido en áreas de nuestra existencia que, supuestamente, quedan fuera del mercado.

P. ¿Cuándo dejó de ir a misa?
R. Con 14 años. Tras la elección del papa Benedicto XVI. Sus ideas no me permitían ver un buen futuro para la Iglesia católica. Si hubieran elegido a Francisco mi decisión hubiera sido distinta.

P. En sus tres novelas hay constantes: dificultades para comunicarse; presencia —o ausencia— de un padre alcohólico; bisexualidad… ¿Está reflejando su vida o su generación?
R. No doy crédito a cuánto de mí hay en los libros que publico. No quiero decir que sean autobiográficos. Pero, en fin, solo tengo una vida. De modo que, claro, en lo que escribo tiene que haber temas que me hayan hecho pensar o sentir. Pero debo proteger mi intimidad. No voy a hablar de ella.

P. ¿No puede escribir de algo que no conoce?
R. Yo no.

P. ¿Escribe sobre la heterosexualidad como rigidez?
R. Ser heterosexual en un mundo donde abundan otras opciones no te hace más rígido. Pero yo siento una inclinación a escribir sobre seres para los que encontrar pareja no queda definido, o limitado, por una cuestión de género. Me interesa el vínculo entre el género y el poder. Y los personajes que tienen relaciones con los dos sexos consiguen un nexo más abierto e impredecible con el poder.

P. En sus libros también hay mucha autolesión. ¿Qué hace que nos lastimemos?
R. Puede ser una forma de escapar de un dolor mayor. ¿En la última novela también hay?

P. Poco. Parece estar dejándolo atrás. “Si estás pensando en hacer algo para herirte, ni lo intentes: solo montarás una escena y no te sentirás mejor”.
R. Es verdad. No soy consciente, pero supongo que lo hago porque me centro en momentos de crisis vitales. No es que me limite a personalidades profundamente inestables, es que me fijo en la gente normal en circunstancias difíciles: una chica de 21 años que tiene relación con un hombre casado, una adolescente que ha sufrido abuso en su familia o una escritora de éxito que llega de recuperarse en una institución psiquiátrica.

P. ¿Qué le atrae de esos momentos?
R. El límite. La autolesión es una herramienta peligrosa porque funciona cuando causa un dolor mayor al que se padece y consigue distraer al dolor original. Se da también en gente muy enfadada que no consigue averiguar qué la enfada. Cuando esos personajes se sienten superados por la tristeza o las decepciones, solo son capaces de dirigir su rabia contra ellos mismos. Prefieren herirse a herir. No es que me interese la autolesión por ningún asunto personal. Me importa por la frecuencia con la que se relaciona con las crisis más profundas.

P. ¿Cuál es el valor de escribir sobre temas tabú si no se hace en primera persona?
R. No faltan autores exponiendo cuanto les ha sucedido. A mí me interesan las discusiones intelectuales no centradas en personas sino en unas situaciones. Escribo novelas porque creo en el poder de imaginar historias. Necesito que los protagonistas tengan una vida propia más allá de la que tengo yo.

P. ¿Madurar consiste en demostrar cosas o en tratar de entenderlas?
R. El mundo nos hace creer en nuestras contradicciones. Sin embargo, la madurez llega con la aceptación de lo que hay y lo que eres. No es tirar la toalla ni volverse cínico, es aceptar a la gente y al mundo como son.

P. Entonces, dónde estás, mundo bello.
R. Nos cuesta encontrarlo. La novela sugiere que en la experiencia estética que puede llegar del arte o de la naturaleza hay una ventanita abierta a la esperanza. Aunque puedas tener muchas dudas sobre la industria editorial, permite encontrar un libro que todavía puede cambiarte la vida.

https://elpais.com/eps/2021-09-03/sally-rooney-aceptar-la-intimidad-es-aceptar-la-posibilidad-de-que-otra-persona-nos-hiera.html

jueves, 9 de septiembre de 2021

_- Pongamos las cosas en su sitio

_- La verdad es más querida que la amistad. Veritas magis amicitiais.


El problema al que tiene que hacer frente la sociedad española tras el conocimiento de la conducta de D. Juan Carlos I no es un problema penal, sino constitucional. Solamente un órgano constitucional con legitimación democrática directa puede hacerle frente.

El constituyente español de 1978 impuso una única quiebra del principio de igualdad en el sistema político y en el ordenamiento jurídico del Estado. Y la impuso, además, con nombre y apellido. D. Juan Carlos I de Borbón, por razón de nacimiento, "legítimo heredero de la dinastía histórica", tiene un estatus político y jurídico distinto al de todos los demás ciudadanos españoles. Dicha quiebra en el momento inicial de la restauración monárquica se complementa con otra: la prevalencia del varón sobre la mujer en la sucesión de La Corona. D. Juan Carlos I de Borbón y su hijo Felipe VI son las dos únicas excepciones al principio de igualdad admitidas en nuestro Estado Constitucional. Podemos calificar a la de D. Juan Carlos I de Borbón de excepción "originaria" y a la de D. Felipe VI de excepción "derivada". La segunda es tributaria de la primera, aunque la fuente de ambas sea la misma: la Constitución Española de 1978.

Este es un dato incontrovertible del que no se puede, además, prescindir a la hora de abordar el examen de la conducta del Rey en el ejercicio de la tarea que tiene constitucionalmente encomendada. Ni D. Juan Carlos I ni D. Felipe VI son ciudadanos españoles, como lo somos todos los demás ciudadanos del Estado. Los demás tenemos el mismo estatus jurídico-político: somos titulares de todos los derechos reconocidos en la Constitución en condiciones de igualdad. Eso es lo que nos constituye como ciudadanos.

El estatus de D. Juan Carlos I y de D. Felipe VI es "constitutivamente" distinto del de los demás españoles. Así lo quiso el constituyente español tras la muerte del general Franco. Y así sigue siendo casi cincuenta años después, sin que se haya dictado la Ley Orgánica prevista en el artículo 57 de la Constitución para interpretar normativamente la excepción del principio de igualdad prevista por el constituyente.

Esta quiebra del principio de igualdad vuelve a proyectarse en las primeras palabras de la definición del Poder Judicial en el artículo 117.1 de la Constitución: "La Justicia…se administra en nombre del Rey…" Es administrada por "jueces y magistrados" independientes "únicamente sometidos al imperio de la ley". Pero lo hacen "en nombre del Rey".

¿Puede entenderse que entra en el ejercicio de la función jurisdiccional el examen de la conducta del rey en nombre del cual dicha función jurisdiccional se ejerce? El principio de igualdad no opera respecto del rey. Dicho principio es, por el contrario, la premisa en la que descansa el ejercicio de la función jurisdiccional.

Dada la posición del rey en el edificio constitucional del Estado, únicamente las Cortes Generales en cuanto representantes del pueblo español legitimadas democráticamente de manera directa tienen autoridad para examinar la conducta del rey en el ejercicio de las tareas que tiene constitucionalmente encomendadas.

La trayectoria de D. Juan Carlos I de Borbón como Rey de España y Jefe del Estado únicamente puede ser analizada por el órgano constitucional en el que cristaliza mediante el ejercicio del derecho de sufragio la "soberanía nacional que reside en el pueblo español". Las Cortes Generales son institucionalmente la expresión de la soberanía nacional/popular. Ellas no ejercen las funciones constitucionales que tienen encomendadas "en nombre del Rey", sino en nombre y representación del "pueblo español" y, en consecuencia, tienen libertad para decidir sobre la forma en que debe reaccionar el Estado ante cualquier problema que se presente sin necesidad de habilitación expresa para ello por parte de la Constitución.

Tras la información que se va filtrando trabajosamente sobre lo que ha sido la conducta del Rey Juan Carlos I, no son los fiscales y los tribunales de justicia los que tienen que ocuparse de examinar dicha conducta. Estamos ante un problema "político" de primer orden. Lo que se está poniendo en cuestión es la ejecutoria de D. Juan Carlos I durante los años en que ocupó la Jefatura del Estado. Esa no es tarea para fiscales y jueces, sino para el único órgano constitucional que tiene legitimación democrática directa.

Porque, además, la Cortes Generales son el único órgano constitucional que tiene legitimidad para decidir, tras el examen de la conducta de D. Juan Carlos I de Borbón, de qué manera debería reaccionar el Estado, qué innovaciones se tendrían que introducir en nuestro sistema político y en nuestro ordenamiento jurídico, para que la persona que ocupe la Jefatura del Estado como Rey no pueda actuar de la manera en que lo ha hecho D. Juan Carlos I.

El problema al que tiene que hacer frente la sociedad española tras el conocimiento, fragmentario por el momento, de la conducta de D. Juan Carlos I no es un problema de naturaleza penal, sino de naturaleza constitucional. Solamente un órgano constitucional con legitimación democrática directa puede hacerle frente.

La sociedad española no puede salir con dignidad del callejón indigno al que la ha conducido la conducta de D. Juan Carlos I de Borbón sin la intervención de las Cortes Generales. No es la hora de los Tribunales. Son las Cortes Generales las que tienen que coger el toro por los cuernos, informar a la ciudadanía del resaltado de su investigación y decidir a continuación lo que estimen que deban decidir.

Javier Pérez Royo.

miércoles, 8 de septiembre de 2021

Izquierdas electrocutadas

Publicado en Público.es el 3 de septiembre de 2021

La subida constante y tan elevada del precio de la luz está pasando una factura extraordinaria a los hogares y empresas españoles pero también a los dos partidos que forman el gobierno de Pedro Sánchez.

Los medios de la derecha, lo que equivale a decir que casi todos, los tertulianos y algunos economistas y, por supuesto, los líderes del PP, Ciudadanos y Vox culpan al gobierno de Pedro Sánchez de las nuevas subidas y lo condenan por no ser capaz de evitarlas pero lo cierto es que, a corto plazo, con inmediatez, ningún gobierno podría lograr una reducción muy significativa del recibo de la luz en España, a tenor de cómo funciona nuestro sistema eléctrico y de la coyuntura en la que nos encontramos.

El precio de la luz en España comenzó a subir después de la Ley del Sector Eléctrico de 1997, aprobada con los votos de PP, CiU y PNV, y prácticamente no ha dejado de hacerlo desde entonces.

Mediante esa ley y con la reforma que años más tarde introdujo de nuevo el PP, se reguló un mercado eléctrico que inevitablemente iba a proporcionar precios caros y subidas puntuales muy elevadas en las malas coyunturas.

Se dijo que la ley pretendía «liberalizar» el mercado, hacerlo más competitivo y eficiente, para que los consumidores familiares o empresariales se beneficiaran de precios más bajos pero no fue eso lo que ocurrió.

1. En primer lugar, se consolidó un mercado muy imperfecto y no competitivo sino de oligopolios (unos pocos oferentes) con gran capacidad de control del mercado (como demuestran las multas impuestas a las empresas por manipularlo). 
2. En segundo lugar, se creó un sistema de fijación de la tarifa que, en resumidas cuentas, establece como un único precio de la luz suministrada por todas las fuente de energía (nuclear, gas, hidroeléctrica, eólica,….) el de la que más cara en cada momento. 
3. En tercer lugar, se incluían como componentes del precio de la luz una serie de primas o subvenciones por muy diversos conceptos que actuaban como rentas añadidas de los productores y comercializadores. 
4. En cuarto lugar, todo ello se hacía con una gran falta de transparencia, con una auténtica maraña de normas muy difíciles de seguir y entender por quien no sea especialista.

Las consecuencias de todo ellos han sido nefastas: desde precios artificialmente elevados a la pérdida de empresas públicas, pasando por la corrupción o por lo irracional que resulta que países con muchas menos horas de luz que España tengan mucha más energía solar en explotación que nosotros, después de la voladura del emergente sector de la energía renovable en el que fuimos líderes mundiales.

Ninguno de esos cambios se ha hecho por casualidad. Las grandes empresas eléctricas disponen de despachos específicamente encargados de influir en la redacción de las leyes y normas administrativas que regulan el sector y llevan a cabo su trabajo con extraordinaria eficacia. No en vano, el lobby eléctrico es uno de los más activos y poderosos de entre los muchos que despliegan su actividad en la Unión Europea.

Las subidas extraordinarias en el precio de la luz que se están produciendo ahora se inscriben en este contexto. Según el sistema establecido que he comentado, las empresas que generan electricidad a partir de distintas fuentes (renovables, nuclear y térmica) presentan cada día su oferta que va desde el precio más bajo al más caro. El primero suele ser normalmente el de las renovables y nucleares y el más caro el de las de ciclo combinado de gas, que han de pagar no solo la materia prima (gas) sino los derechos de generación de CO2.

Lo que está ocurriendo ahora mismo es que los mercados mundiales de gas están alterados y su precio se ha disparado, lo mismo que ha ocurrido con los costes de emisión de CO2.

A la vista de todo esto, cada vez más gente se pregunta qué se podría hacer para bajar el precio de la luz y la respuesta no es muy difícil de encontrar.

La tarifa eléctrica (el «precio de la luz») no se fija, como se quiere hacer creer, a través de un mercado libre que establece el precio del bien allí donde se cruzan demanda y oferta. El precio final que pagan los hogares y las empresas es realmente un precio administrado, el resultado de una regulación concreta, de una determinada voluntad del legislador que, como hemos visto, no responde a los costes que soportan las empresas, pues las «marginales», las que ofertan a precios más bajos, terminan vendiendo su electricidad muy por encima del coste. No es, en realidad, un precio sino una renta, porque es un ingreso que las empresas que soportan costes más bajos reciben por privilegio administrativo. Y es evidente que, si este beneficio extraordinario o «renta» se elimina de la factura, el precio final de la luz se reduce.

Otra posibilidad sería establecer precios fijos o máximos para alguna de las distintas fuentes de producción, sacándola de ese anterior sistema de fijación del precio. Así ocurre en Francia con la nuclear (precio fijo) o podría ocurrir si hubiera una empresa pública que no tuviera como objetivo la maximización del beneficio sino la mejor satisfacción posible del interés general.

Por otro lado, los beneficios «caídos del cielo» como consecuencia del sistema de fijación del precio que he explicado no son las únicas rentas que reciben algunas empresas productoras encareciendo así la factura final del consumo eléctrico. También hay otras muchas primas y subvenciones que se podrían eliminar o hacer que se asuman (si es que realmente son de interés general) por otras vías. Sería necesario poner en claro todo ello y tomar medidas al respecto. Nos llevaríamos muchas sorpresas pero se podría abaratar considerablemente el recibo de la luz (aunque también sería una medida de complicada puesta en marcha, sin afectar a derechos adquiridos).

Finalmente, también se pueden reducir los impuestos que graven, por diferentes conceptos, la producción, distribución y consumo de electricidad, o incentivar el consumo en aquellos momentos del día en que pueda ser posible obtener la energía eléctrica más barata.

¿Podría llevar a cabo un gobierno como el actual de coalición medidas como estas? Sí y no.

Sí, porque, como acabo de señalar, algunas se aplican ya en otros países y porque, de hecho, ya se están poniendo en marcha en el nuestro. El gobierno de Pedro Sánchez ha reducido el IVA y ha propuesto una facturación horaria que (aunque sea a trancas y barrancas y con escasa eficacia) puede reducir el precio que pagan los consumidores finales. Y en junio pasado aprobó otras dos medidas adicionales: un proyecto de ley para reducir una buena parte de esos beneficios extraordinarios caídos del cielo (que abarataría la factura entre un 1,5% y un 4,8%) y otro para crear el Fondo de Sostenibilidad Energética encaminado a sacar de la factura final los costes del régimen retributivo específico de las renovables, cogeneración de alta eficiencia y valorización energética de los residuos (13% de ahorro). Unidas Podemos, por su parte, ha propuesto la creación de una empresa pública, una medida perfectamente homologable a lo que hay en otros países de nuestro entorno y que podría tener efectos positivos sobre el precio de la luz, aunque a más largo plazo.

La medida de intervenir los precios por la vía de fijar una tarifa fija para la energía nuclear, como en Francia, o una máxima en la hidroeléctrica se podrían justificar igualmente, no solo por identificación con lo que ocurre fuera sino también por razones de emergencia o excepcionalidad, a tenor de la situación económica en la que encuentran nuestras empresas y hogares. Aunque no cabe pensar que pudiera ser aceptada sin presión ante las instituciones europeas donde las empresas eléctricas tienen una gran influencia.

Dicho esto, sin embargo, lo cierto es que sería muy difícil que medidas moderadas como estas que ya se toman en otros países y que simplemente tienen como objetivo eliminar privilegios y dotar al mercado eléctrico de más transparencia, eficiencia y utilidad públicas se pudieran tomar en España a corto plazo. Y la razón también es muy sencilla.

Lo que se dirime al regular el sector eléctrico es dónde van a ir las rentas que se generan de la producción, comercialización y consumo de ese bien esencial. Y ya hemos visto que si el recibo de la luz es tan elevado es porque en el mercado no predomina la competencia ni el interés general sino que está diseñado legalmente para que unas pocas empresas se apropien de miles de millones de euros de beneficios extraordinarios. Y un privilegio como ese solo se puede disfrutar si se dispone, como tienen los oligopolios eléctricos, de una red de influencia amplísima y muy poderosa que abarque el mundo de la política, los medios, los partidos, o incluso de la función pública y la judicatura.

Con la excusa de que la Unión Europea prohibía que existieran empresas públicas en el sector, en España se privatizaron eléctricas vendiéndolas a empresas pública de otros países. Y no pasó nada. Una eléctrica como Endesa ha estado durante años estafando a miles de hogares y empresas, cobrando por servicios que no prestaba o redondeando a su favor las facturas, ganando ilegalmente miles de millones de euros (Así roban las eléctricas y el gobierno a las familias españolas), y no ha pasado nada. En 2014, el Consejo de administración de esta misma empresa, dominado por la pública italiana Enel, aprobó vender a … Enel sus activos latinoamericanos por un valor de 8.252,9 millones de euros; unos activos que solo en los primeros nueve meses del año le habían proporcionado 47.028 millones de euros de ingresos. Y los beneficios de la venta no los reinvirtió sino que se dedicaron a pagar el dividendo más elevado de la historia de España, 14.600 millones de euros, de los cuales más de la mitad (7.422,54 millones) fueron a Enel. Y no pasó nada.

Sin embargo, cuando el actual gobierno pone sobre la mesa la posibilidad de tomar algunas medidas bastante moderadas y perfectamente homologables a las europeas para bajar el precio de la luz, sufre ataques sin cuartel.

Algunos pensarán que la responsabilidad de estos ataques y de que ahora parezca que no se pueda hacer nada para bajar el precio de la luz es de quienes dirigen el oligopolio, de unas empresas que carecen, como dejaba caer la ministra Teresa Ribera, de empatía y responsabilidad social y que tienen un inmenso poder social, político y mediático. No lo dudo pero creo que los partidos de izquierdas tienen también una buena parte de responsabilidad ante lo que está pasando con el recibo de la luz.

Les resultó fácil culpar a la derecha cuando subía los precios con gobiernos del PP pero no fueron capaces de diseñar y hacer públicas estrategias alternativas, ni de hacer pedagogía para ganarse el apoyo y la complicidad de las familias y las empresas. Ahora están comprobando que no basta con tener buenas intenciones cuando se ocupa el consejo de ministros y los despachos de la alta administración. Cuentan que en una ocasión, el presidente de Estados Unidos Franklin D. Roosevelt discutía con unos sindicalistas que trataban sin éxito de convencerlo para que tomara unas medidas. Cuando pasó un buen rato, el presidente les dijo: «Tenéis razón, me habéis convencido. Lo que decís es lo que hay que hacer. Ahora salid a la calle y obligadme a hacerlo». Esa es la clave. Mientras no haya un auténtico clamor social en contra de las barbaridades y privilegios injustificados que hay detrás del recibo de la luz no será posible cambiarlo, por muy moderadas que sean las propuestas que se pongan sobre la mesa.

La izquierda que se limita a gestionar, por muy bien que lo haga, sin comunicar, sin organizar ni movilizar y sin ganarse la complicidad y el apoyo activo de una gran mayoría de la sociedad, es decir, sin lograr que las medidas que propone (como las que he comentado para bajar el precio de la luz) se perciban como de sentido común, termina electrocutada. 

martes, 7 de septiembre de 2021

Ian Gibson: “Sigo llorando por Lorca y por mi hermano”

La mentira ofende a quien la escucha y hace vulgar a quien la dice. A. Chéjov. (1)

La pasión por Federico García Lorca hizo a un casi adolescente Ian Gibson (Dublín, 82 años) un irlandés con alma española. Y ahora es español, así que se siente libre para opinar sobre este país del poeta. En 1978, con su libro El asesinato de Lorca bajo el brazo, vino a Madrid sin saber dónde guardar las mantas que traía como equipaje básico. Desde hace años vive en Lavapiés, que para él es la más bella de las capitales del mundo.

Pregunta. Ahora escribe de su infancia…
Respuesta. Es un libro pequeño; se llama provisionalmente Nunca en domingo. Mi familia era metodista, muy puritana, y el domingo no podíamos hacer nada. ¡No podíamos ni usar la canoa preciosa que teníamos! El domingo no podíamos pasarlo bien ni comprar nada. Crecí con esto, con las prohibiciones.

P. Y contra eso ha sido su vida.
R. Contra eso. España me ayudó a ser algo más libre, pero vine con esas voces interiores: “Eso no lo puedes hacer”. El tema sexual era tabú en Irlanda. Me liberó la escuela, un internado de cuáqueros, los más liberales de las islas británicas. Ese es el arranque del libro, que escribo en español.

P. ¿Por qué ha tardado tanto tiempo en contar ese tiempo de prohibiciones?
R. No me atreví a contar todo en una novela, Viento del sur, pero oculté todo el trasfondo irlandés. Inventé los nombres. Pero esta vez lo digo todo.

P. ¿Qué verdad le ha dolido más?
R. La relación con mi madre, tan difícil. Fui el segundo. Mi hermano Allan me llevaba cinco años. Él era el hijo preferido, y yo me sentí rechazado por mi madre. Ese es el meollo. Fue un matrimonio muy infeliz. Ella despreciaba a mi padre, lo decía: “No lo aguanto. Quiero que se muera”. Quería decir esto en letra de molde, para aliviar esta amargura…

“Crecí con las prohibiciones de una familia metodista muy puritana

P. ¿Ha llorado escribiéndolo?
R. Mucho, sí. Soy bastante llorón. Un poco cobarde también. Mi tendencia a irme corriendo en vez de afrontar un peligro, contra la que he luchado desde niño.

P. ¿Por qué ha llorado más?
R. Por la muerte de mi hermano. No solo resultó ser gay, sino con una tendencia sadomasoquista muy fuerte, y se volvió loco. Terminó sus días en una clínica. Fue terrible para la familia tener este problema en casa. Me ayudó a entender a Lorca. Tener un gay en la Irlanda de los cincuenta era terrible para una familia puritana. Para mi padre, tener un hijo gay fue terrible; eso y la riña con mi madre acabaron con su corazón y su vida.

P. Nunca ha dicho nada de esa vinculación de Lorca con su hermano en su experiencia personal.
R. No, pero le dediqué a Allan Lorca y el mundo gay. Le puse: “No pudo con sus dramones”. Dramón era la palabra que usaba Federico para referirse a sus malos ratos, a sus amores contrariados, de los que la gente no sabía. Allan me contaba sus penas, aquellos dramones.

P. ¿Le habló de Lorca a su hermano?
R. Él no sabía nada de España, y yo llevaba mucho tiempo fuera cuando ocurrió todo esto. Cuando empecé a estudiar a Lorca no se hablaba de su sexualidad, sobre todo aquí. La familia no dejaba acceso a los documentos. Ni Francisco ni Isabel García Lorca, sus hermanos, permitían tocar el tema.

P. ¿Y Lorca sí hablaba de su homosexualidad?
R. Según con quién. Al final de su vida se fue liberando, pero, como cada vez era más famoso, huía más de la pregunta. Para eso tenía mucha mano izquierda. Y la derecha política, por cierto, todavía hoy hace mofa por ese asunto.

En España la asignatura pendiente es la memoria histórica”

P. ¿Lorca fue para usted una chispa humana o literaria?
R. Todo junto. Cuando entré en la obra empecé a pensar: “Aquí hay mucho que no sabes. De la muerte, de las circunstancias”. Era un pozo sin fondo. Tiene la muerte, tiene Nueva York, tiene el surrealismo... Aun hoy hay mucho por hacer, por ejemplo, cuando una diputada de Vox dice que el poeta les daría su voto (1). Aquí la asignatura pendiente es la memoria histórica. Esa ignorancia lleva a decir a políticos de derechas que están hasta el moño de la fosa del abuelo, refiriéndose al dictador.

P. ¿Qué sentimiento le produjo aquella alusión a Lorca?
R. Demuestra incultura y maldad con respecto al poeta más conocido, más amado y más llorado. ¡Decir que Lorca fue apolítico! ¡En su tiempo era imposible ser apolítico! ¡El poeta que escribió el Romance de la Guardia Civil, el firmante de manifiestos antifascistas!

P. ¿Por Lorca ha llorado?
R. Sí, claro; me sigue conmoviendo. Anoche leí 1910 (Intermedio), uno de sus poemas en Nueva York, donde habla de la vega de Granada, su paraíso perdido, y me hizo llorar por la fuerza de las imágenes. Y este libro de infancia, al tratar de mi hermano, también me hace llorar. Me siento como un niño, llorando. La sensación de que nunca he alcanzado la madurez. Eso llevo dentro, y eso me llevó a Lorca, pero también a Dalí, y a Machado… Y ahora a mi infancia.

https://elpais.com/cultura/2021-09-04/ian-gibson-sigo-llorando-por-lorca-y-por-mi-hermano.html#?rel=lom

lunes, 6 de septiembre de 2021

_- Mi credo para el nuevo curso

_- Quiero dar la bienvenida al nuevo curso escolar, como vengo haciendo desde hace casi veinte años por estas fechas y desde esta columna. Hace años propuse en este espacio que se instaurase la costumbre de celebrar la llegada del nuevo curso con una fiesta similar a la que tenemos para iniciar el Aaño tan especial, todavía metidos en una pandemia inacabable, quiero dar la bienvenida al curso escolar con un credo pedagógico que deseo compartir con la comunidad educativa. John Dewey publicó en 1897 su Credo pedagógico, un breve texto en el que expone sus convicciones sobre el aprendizaje, la escuela y la sociedad. En él están las raíces del frondoso árbol de la Escuela Nueva. Mi credo no tiene más pretensiones que brindar un aplauso al nuevo curso y a todos los miembros de la comunidad educativa que van a conseguir con su trabajo constante, creativo y esforzado el hermoso milagro de hacer realidad un sueño.

1. Creo que la educación es la piedra angular del desarrollo social y moral de la sociedad. La solución a los problemas del mundo no está, principalmente, en los despachos ministeriales, ni en los bancos, ni en los cuarteles, ni en las multinacionales, ni en las iglesias… Está en las escuelas. La historia de la humanidad es una larga carrera entre la educación y la catástrofe.

2. Creo que la educación es algo más que la mera instrucción. Porque la educación tiene un componente crítico (enseñar a pensar, no qué pensar) y un componente ético (enseñar a ser y a convivir) que no tienen la simple adquisición del conocimiento. Es también diferente al proceso de socialización, que busca la integración exitosa del individuo en la sociedad y, por supuesto, al adoctrinamiento. El adoctrinador no acepta la libertad del discípulo. Un fanático no es un maestro. La educación es la práctica de la libertad.

3. Creo que la finalidad fundamental de las instituciones educativas es ayudar a que los alumnos y alumnas aprendan a ser felices. No hay señal más clara de inteligencia que desarrollar la capacidad de ser felices y de ser buenas personas. No hay nada más estúpido en la escuela que lanzarse con la mayor eficacia en la dirección equivocada.

4. Creo que la profesión docente no se puede desempeñar adecuadamente sin pasión. Los profesores mercenarios disfrutan menos y trabajan peor. Porque nadie puede dar lo que no tiene. Deberían dedicarse a esta tarea los profesionales mejor preparados y más valiosos de la sociedad. No hay tarea más importante, más difícil y más hermosa que la enseñanza porque consiste en trabajar con la mente y el corazón de las personas. Enseñar no es solo una forma de ganar la vida; es, sobre todo, una forma de ganar la vida de los otros.

5.Creo que todos los alumnos y alumnas tienen derecho a la escolarización y, sobre todo, tienen derecho a tener éxito en la escolarización en la etapa obligatoria. Lo cual no quiere decir que los estudiantes no tengan que esforzarse para aprender sino que hemos de darlo todo para que se produzca el aprendizaje. La letra con sangre entra, pero con la sangre y la ilusión del profesorado.

6. Creo que no hay conocimiento útil si no nos hace mejores personas. No debemos olvidar que fueron médicos muy preparados, ingenieros muy bien formados y enfermeras muy capacitadas en su oficio, los profesionales que diseñaron las cámaras de gas en la Segunda Guerra Mundial. Sabían mucho pero sus victimas maldijeron el día en que habían aprendido tanto. Por eso hay que formar en la escuela no a los mejores del mundo sino a los mejores para el mundo.

7. Creo en la necesidad de la coeducación como estrategia básica para alcanzar la igualdad entre hombres y mujeres. No basta para ello la convivencia de niños y niñas en la misma institución. Es preciso ir más allá para acabar con la cultura androcéntrica de la sociedad y de las escuelas.

8. Creo que la escuela, para serlo de verdad, ha de ser inclusiva. No hay calidad sin equidad, no hay equidad sin atención a la diversidad. Hay dos tipos de alumnos y alumnas en el sistema educativo: los inclasificables y los de difícil clasificación. La diversidad es una dichosa realidad, una oportunidad educativa, una fuente de enriquecimiento, no una rémora, no una lacra, no una desgracia,

9. Creo que la naturaleza de la autoridad en la escuela ha de tener sentido educativo. Tiene autoridad aquella fuerza que hace crecer, que hace desarrollarse, que hace mejorar a la comunidad. La palabras autoridad proviene del latín auctor, augere, que significa hacer crecer. Quien humilla, silencia, machaca y destruye, tendrá poder, pero no tiene autoridad.

10. Creo que la escuela es un laboratorio de la convivencia. Aprender a convivir es una de las pretensiones prioritarias de la institución escolar. A convivir se aprende conviviendo, asimilando la idea de que todos los seres humanos, por el hecho de serlo, tienen una dignidad personal inviolable. La escuela tiene que formar ciudadanos, no clientes ni súbditos.

11. Creo que el trabajo de la escuela ha de ser colegiado ya que consiste en elaborar, desarrollar, evaluar y mejorar un proyecto de escuela que es de todos y todas, para todos y para todas. No hay alumno que se resista a diez profesores que estén de acuerdo. Eso exige actitudes empáticas, solidarias y cooperativas.

12. Creo que la tarea de la enseñanza es intrínsecamente optimista. Es tan consustancial el optimismo a la educación como mojarse para el que va a nadar Sin optimismo podemos ser buenos domadores, pero nunca buenos educadores. La educabilidad se rompe en el momento que pensamos que el otro no puede aprender y que nosotros no podemos ayudarle a conseguirlo.

13. Creo que los alumnos y alumnas aprenden de aquellos docentes a los que aman. La profesión de la enseñanza gana autoridad por el amor a lo que se enseña y el amor a los que se enseña. Para que haya aprendizajes significativos y relevantes es preciso que haya una disposición emocional hacia el aprendizaje.

14.Creo que el aprendizaje se produce cuando alguien quiere aprender, no cuando alguien pretende enseñar. Por eso es tan importante despertar el deseo de aprender, avivar el amor al conocimiento. El verbo aprender, como el verbo amar, no se pueden conjugar en imperativo.

15. Creo que el ejemplo es la forma más bella y más eficaz de autoridad. El ruido de lo que somos llega a los oídos de nuestros alumnos con tanta fuerza que les impide oír lo que decimos. Los alumnos y alumnas aprenden no solo de sus maestros, sino a sus maestros.

16. Creo que la familia es un pilar fundamental de la formación. Todas las piedras que lanza sobre el tejado de la escuela, caen sobre las cabezas de sus hijos y de sus hijas. La familia es parte sustancial de la comunidad educativa y tiene el derecho y el deber de participar en el proyecto educativo.

17. Creo que la adversidad nos puede hacer más fuertes. Con dos signos menos se puede hacer un signo más. Dos fracasos nos pueden hacer más humildes, dos errores nos pueden hacer más inteligentes, dos problemas afrontados con valor nos pueden hacer mejores personas. No olvidemos que ninguna herida es un destino.

18. Creo que la escuela tiene el deber de hacer autocrítica y de abrirse a las criticas con humildad y valentía. Tiene que poner en tela de juicio sus prácticas, hacerse preguntas y responderse a ellas con rigor a través de una investigación que permita comprender y transformar la práctica en su racionalidad y en su justicia. Solo de esa forma podrá ser una institución que aprende. La duda es un estado incómodo, la certeza es un estado intelectual ridículo. Lo que pasa es que, a veces, confundimos pereza de pensamiento con firmes convicciones.

Un nuevo curso escolar. De nuevo los encuentros, los abrazos, los esfuerzos, De nuevo las ilusiones, los debates, los proyectos, los descubrimientos. De nuevo las mascarillas, las distancias, la ventilación , las vacunas, la formación de grupos burbuja… Quiero ofrecer a cada miembro del la comunidad escolar un lema que me ha acompañado toda mi vida profesional: Que mi escuela sea mejor porque yo estoy trabajando (estudiando, participando, enseñando…) en ella. Feliz curso.

https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/2021/09/04/mi-credo-para-el-nuevo-curso/

domingo, 5 de septiembre de 2021

6 ejercicios que hace cada día la neurocientífica Wendy Suzuki para mejorar su fortaleza mental


Es raro imaginar la ansiedad como algo positivo. ¿Qué tiene de bueno sentirse nervioso y preocupado?

Según Wendy Suzuki, neurocientífica y profesora del Centro de Ciencias Neuronales de la Universidad de Nueva York, la ansiedad puede ser una buena emoción.

En lugar de luchar contra ella, Suzuki cuenta que durante su vida ha utilizado esa emoción para ser más productiva, más optimista, y, en última instancia, más resistente.

La investigadora se ha especializado en el estudio de la plasticidad del cerebro y los efectos transformadores del ejercicio físico en la salud mental y el desarrollo cognitivo.

"Lo que he descubierto a lo largo de los años es que la forma más poderosa de combatir la ansiedad es trabajar constantemente para desarrollar tu resiliencia y fortaleza mental", dice Suzuki.

Para lograr ese objetivo, practica estos seis ejercicios diariamente y los explica con sus propias palabras.

1. Visualiza resultados positivos
Al principio o al final de cada día, piensa en todas esas situaciones inciertas que hay actualmente en tu vida, incluyendo tanto las grandes como las pequeñas.

¿Recibiré una buena evaluación de desempeño?, ¿mi hijo se asentará bien en su nueva escuela?, ¿recibiré una respuesta después de mi entrevista de trabajo?

Ahora toma cada uno de esas situaciones y visualiza el resultado más optimista que puede tener la situación.

No solo el resultado bueno, sino "el mejor" resultado posible que puedas imaginar. Esta práctica permite entrenarse en el desarrollo de esperar resultados positivos.

2. Convierte la ansiedad en progreso
La plasticidad de nuestro cerebro es lo que nos permite ser resilientes durante tiempos difíciles: aprender a calmarnos, reevaluar situaciones, replantear nuestros pensamientos y tomar decisiones más inteligentes.

Es más fácil aprovechar esto cuando nos recordamos que la ansiedad no siempre tiene por qué ser mala. Considera estas proposiciones:

La ira podría bloquear tu atención y capacidad de desempeño, o podría impulsarla y motivarla. La ira agudiza tu atención y sirve como recordatorio de lo que es importante.

El miedo podría desencadenar recuerdos de fracasos pasados. Cuando eso ocurre, te quita la atención y disminuye tu desempeño. Pero también podría hacerte más cuidadoso con tus decisiones, ayudarte a profundizar tus reflexiones y crear oportunidades para cambiar de dirección.

La tristeza podría aplanar su estado de ánimo y desmotivarte, o podría ayudarte a cambiar tus prioridades y motivarte a transformar tu entorno, circunstancias y comportamiento.

La preocupación podría hacer que pospongas las cosas y evitar que logres tus metas, o podría ayudarte a afinar tus planes, ajustar tus expectativas y volverte más realista para que puedas orientarte a conseguir objetivos.

La frustración podría obstaculizar tu progreso y eliminar tu motivación, o podría desafiarte a mejorar.

Estas comparaciones pueden parecer simplistas, pero apuntan a opciones poderosas que producen resultados tangibles.

3. Prueba algo nuevo
En estos días, es más fácil que nunca tomar una nueva clase en línea, hacer un deporte o participar en un evento virtual.

No hace mucho, participé en un entrenamiento en vivo de Instagram con la campeona de Wimbledon, Venus Williams, donde usaba botellas como pesas.

Nunca había hecho algo así antes. Resultó ser una experiencia fantástica y memorable.

Mi punto es que de forma gratuita (o solo por una pequeña tarifa) puedes empujar tu cerebro y tu cuerpo a probar algo que nunca antes habías considerado.

No tiene por qué ser un entrenamiento y no tiene por qué ser difícil; puede ser algo justo por encima de tu nivel o simplemente fuera de tu zona de confort.

4. Comunícate con otras personas
Ser capaz de pedir ayuda, mantenerse conectado con amigos y familiares y fomentar activamente las relaciones alentadoras y de apoyo no solo te permite mantener la ansiedad a raya, sino que también refuerza la sensación de que no estás solo.

No es fácil de cultivar, pero la creencia y el sentimiento de que estás rodeado de personas que se preocupan por ti es crucial en momentos de enorme estrés, cuando necesitas recurrir a tu propia capacidad de recuperación para perseverar y mantener tu bienestar.

Cuando sufrimos una pérdida u otras formas de angustia, es natural retirarse. Incluso vemos este tipo de comportamiento en animales que están de luto.

Sin embargo, también tienes el poder de empujarte hacia la compañía de aquellos que pueden ayudarte a cuidarte.

5. Practica el auto-tuit positivo
El artista Lin-Manuel Miranda publicó un libro en el que habla de los tuits que envía al principio y al final de cada día.

En él, comparte lo que son esencialmente pequeños mensajes optimistas que son divertidos, singulares y en general encantadores.

Si lo observas en sus entrevistas, verás a una persona intrínsecamente fuerte y optimista. ¿Cómo puedes llegar a ser tan resistente, productivo y creativo?

Claramente, parte de la respuesta son recordatorios positivos. No es necesario que los compartas con el público. La idea es animarse a hacerlo al principio y al final del día.

Si te resulta difícil, intenta pensar en qué te diría una persona que ha sido importante en tu vida (hermano, amigo, mentor, padre) y luego escribe el tuit o simplemente dítelo a ti mismo.

6. Sumérgete en la naturaleza
La ciencia ha demostrado una y otra vez que pasar tiempo en la naturaleza tiene efectos positivos en nuestra salud mental.

Algunos estudios han encontrado que puede aumentar significativamente tu bienestar emocional y resiliencia.

No necesitas vivir junto a un bosque para sumergirte en la naturaleza. Un parque cercano o cualquier entorno tranquilo con vegetación donde no haya mucha gente funcionará bien.

Respira, relájate y toma conciencia de los sonidos, olores y visiones. Utiliza todos tus sentidos para crear una mayor conciencia del mundo natural.

Este ejercicio aumenta tu capacidad de recuperación general, ya que actúa como una especie de restauración de energía y restablece tu equilibrio. 

sábado, 4 de septiembre de 2021

_- "El peor mito sobre el cáncer es pensar que la gente lo tiene porque de alguna manera se lo ha buscado": Anne Boyer, ganadora del Premio Pulitzer de Ensayo 2020

La poeta y ensayista estadounidense Anne Boyer (Topeka, Kansas, 1973) acababa de cumplir 41 años cuando le diagnosticaron un cáncer de pecho triple negativo, uno de los más mortales que existen y que requería un tratamiento muy agresivo.

Madre soltera, se ganaba la vida modestamente dando clases y no sabía entonces mucho sobre el cáncer de mama. Pero lo aprendió…

Dice que aprendió que la lógica capitalista con frecuencia considera que quienes tienen cáncer en parte se lo merecen: por haber comido muchas salchichas grasientas y poco brócoli, por haber bebido demasiadas cervezas, por no haber salido a correr por las mañanas…

Descubrió también que el cáncer está rodeado de mitos falsos y de clichés, como por ejemplo pensar que una actitud positiva puede ayudar a curarlo. Se percató de que el lenguaje que se utiliza para hablar de cáncer está pervertido, porque sobrevivir al cáncer no es ganar una carrera y morir no es perderla.

Pero sobre todo, cuenta, descubrió la brutalidad y la dinámica capitalista por la que se rige el sistema de salud de Estados Unidos, uno de los países más ricos del mundo…

Tras practicarle una doble mastectomía, y casi sin que se pudiera mantener en pie, a Anne Boyer la mandaron a su casa sin permitirle pasar ni una sola noche en el hospital, exactamente igual que le sucede a aproximadamente el 45% de las mujeres que se somete a ese tipo de intervención en EE.UU.

Con las bolsas de drenaje aún cosidas al pecho, a los diez días de pasar por el quirófano ya estaba trabajando dando clases.

Todo eso, relata, le sirvió para recapacitar sobre la mortalidad y las políticas de género relacionadas con la salud, sobre la diferente distribución del dolor y del sufrimiento en función de la condición social y del género, sobre las lógicas patriarcales, racistas, militaristas y capitalistas que marcan una enfermedad de género como es el cáncer de pecho…

Fruto de todo eso es su libro "Desmorir. Una reflexión sobre la enfermedad en un mundo capitalista", publicado en español por la editorial Sexto Piso. Ganador del Premio Pulitzer de Ensayo 2020, se trata de un texto excepcional que mezcla autobiografía, filosofía, poemas, textos antiguos, datos y estadísticas y estudios científicos.

En BBC Mundo, hablamos con su autora, que participa este viernes en el HAY Festival Querétaro.

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En "Desmorir" usted reflexiona sobre la mortalidad, un tema que hoy es casi un tabú, especialmente en Estados Unidos. ¿Por qué no queremos pensar en la muerte y por qué deberíamos en cambio hacerlo?

Estados Unidos tiene una curiosa relación con la muerte. Sus películas, programas de televisión y videojuegos están llenos de espléndidas representaciones de muertes violentas. Los cadáveres ensucian nuestras pantallas, y nos venden eso como entretenimiento.

Nuestro lenguaje es a menudo igualmente crudo y violento, y nuestro ejército y nuestras industrias son notorios traficantes de muerte alrededor del mundo.

Y, sin embargo, cuando se trata de la muerte en sí misma -no su versión cinematográfica- la escondemos, la desinfectamos, la subcontratamos, ya que parece entrar en conflicto con la doctrina de la positividad a toda costa.

Si no pensamos sobre la muerte de una manera intencionada y realista, nos quedamos con estas versiones dañinas y manipuladoras de la misma.

Alrededor del 50% de la población de los países industrializados tiene cáncer o desarrollará cáncer. Sin embargo, todavía hay muchos mitos y clichés sobre el cáncer. ¿Cuál es el peor?

El peor mito es pensar que la gente con cáncer lo tiene porque de alguna manera se lo ha buscado.

En las últimas décadas también ha crecido la idea de que si una persona es positiva y tiene buena actitud vital puede sobreponerse al cáncer. ¿Por qué dice que es una idea profundamente perversa?

Porque no es verdad. Las actitudes no nos provocan cáncer, ni nos lo curan.


El mito de la actitud se reduce principalmente a imponer una norma de género en la sociedad, es como decir a las mujeres que tienen que sonreír mientras caminan por la calle.

En "Desmorir" también explora la relación entre capitalismo y cáncer. El sistema capitalista suele argumentar que los ricos son ricos porque se lo merecen, porque han trabajado más duro que los pobres. ¿Ha impuesto el capitalismo esa misma lógica respecto al cáncer?

El capitalismo estadounidense ha impuesto una insidiosa lógica de individualismo extremo y corrosivo que pone a todos en competición contra todos, y en ocasiones a las personas contra sí mismas.

Los enfermos, al fracasar y dejar de ser entidades capitalistas "productivas" y competitivas, son vistos como perdedores, a menos que sobrevivan, y desde ese punto de vista, son los muertos los perdedores y los supervivientes los sujetos capitalistas apropiados.

En el esquema capitalista se cree que todo es una opción y, por lo tanto, que el cáncer también lo es. Esa retórica esconde que, en realidad, mucho de lo que nos sucede no es fruto de nuestra elección, es un conjunto de condiciones compartidas, de fuerzas históricas, de estructuras políticas sociales.

Pero cuando eso se nos oculta, nos volvemos tan trastornados que comenzamos a creer que cada uno de nosotros tiene el control incluso sobre la división patológica de nuestras células.

El cáncer hoy es más conocido que nunca y la medicina ha realizado grandes avances, pero paradójicamente para muchos pacientes con cáncer en Estados Unidos hoy es muy difícil tener acceso a un tratamiento adecuado. ¿Por qué la industria de la salud se ha vuelto tan inhumana?

La respuesta simple es: ganancia. Durante la pandemia de coronavirus, los trabajadores sanitarios parece que han experimentado como nunca antes las presiones destructivas de este modelo con fines de lucro, crisis de salud mental, agotamiento, etc.

Si la medicina estadounidense no está al servicio de los pacientes y no funciona para los médicos, enfermeras y otros trabajadores, la pregunta es: ¿para quién está? ¿Y quién decidió que fuera así?

Espero que una de las consecuencias de esta crisis sea un clamor contra las condiciones que hacen imposible la asistencia sanitaria tanto para los pacientes como para los trabajadores.

¿Por qué no le gusta el lazo rosa en apoyo de las enfermas de cáncer de mama? ¿Qué tiene de malo?

No me opongo al consuelo y a la solidaridad que se pueden encontrar en usar un símbolo visual para unir a las personas que luchan contra una enfermedad, pero la cultura del lazo rosa toma un impulso genuino y positivo de apoyo y lo pervierte en una estructura de explotación y lucro.

No necesitamos cintas rosas en los equipos de fracking, ni los necesitamos en artículos de consumo fabricados con productos químicos peligrosos. En el momento en que nuestro dolor se convierte en un producto, tenemos que decir no.

En su libro confiesa que en los textos clásicos sobre el cáncer, como los de Susan Sontag o Audre Lorde, no encontró lo que buscaba cuando le diagnosticaron a usted misma cáncer de mama. ¿Por qué esos libros no la ayudaron?

Me ayudaron, pero lo que no pude encontrar en ellos es un relato de la versión contemporánea del cáncer: la enfermedad tal como se vive en el mundo de la información, de las pantallas, bajo las fuerzas extremas de lucro que son el motor de la atención médica en los Estados Unidos.

Mi esperanza al escribir este libro es que se una a otros libros ya existentes como un relato de nuestro tiempo.

Durante su enfermedad, encontró mucho apoyo en los vídeos de YouTube de otras mujeres con cáncer de mama triple negativo. ¿Por qué esos vídeos le consolaron?

Es bastante difícil explicar qué efecto tuvieron en mí esas personas a las que no conocía, y por esa razón escribir esa parte del libro fue particularmente desafiante para mí.

Creo que muchas personas con enfermedades graves han tenido la experiencia de aprender de otros que comparten sus propias experiencias en las redes sociales.

Los blogueros me brindaron una educación que ningún médico o enfermera podía darme, una educación sobre los sentimientos, sobre cómo morir y cómo vivir.

¿Por qué cree que es tan importante la solidaridad y compartir el dolor?
Creo que si no compartimos el dolor corremos el riesgo de ser destruidos por él, porque nos arriesgamos a creer falsamente que estamos solos. El dolor tiende a atarnos en nosotros mismos, a menos que reconozcamos que es una experiencia compartida.

Recientemente escuché una oración budista: "Haz que pueda tener suficiente sufrimiento para despertar en mí la más profunda compasión y sabiduría posibles", y eso quizás sea el meollo.

Un dolor compartido, un sufrimiento compartido, nos ayuda a convertir ese dolor en compasión, nos ayuda a comprender la experiencia colectiva del ser humano.

https://www.bbc.com/mundo/noticias-58413432

viernes, 3 de septiembre de 2021

_- La Documenta, campo de batalla de la Guerra Fría

_- Una exposición en Berlín recorre la historia de la gran cita del arte contemporáneo, examina su agenda política, favorable a los intereses de Estados Unidos, y revela los vínculos de sus impulsores con el nazismo.


'Number 32', de Jackson Pollock, expuesto en la Documenta de 1959, que celebró el arte abstracto estadounidense frente a las escuelas figurativas del bloque comunista.KUNSTSAMMLUNG NORDRHEIN-WESTFALEN / WALTER KLEIN / POLLOCK-KRASNER FOUNDATION

La Documenta, la gran exposición de arte contemporáneo que se celebra cada cinco años en Kassel (Alemania), no nació como una celebración neutral o acrítica de la pintura más vanguardista, sino como una plataforma guiada por objetivos políticos en la posguerra europea más temprana. Es la provocadora hipótesis planteada por una nueva exposición en el Museo Histórico Alemán de Berlín, donde podrá visitarse hasta el 9 de enero de 2022, que demuestra que la cita más prestigiosa del arte actual —con el permiso de la Bienal de Venecia— fue creada con el concurso económico de instituciones que la usaron como poder blando para alcanzar objetivos geopolíticos en lo más crudo de la Guerra Fría. “Uno no puede hacer cultura con la política, pero tal vez pueda hacer política con la cultura”, dijo en su día el presidente alemán Theodor Heuss, cuyo Gobierno aceptó subvencionar la primera edición de la Documenta, en 1955, “en reconocimiento del posible impacto del proyecto en la zona de ocupación soviética”, según un documento recogido en la muestra.

Desde su comienzo, la Documenta fue algo más que una exposición artística. Se convirtió en el escaparate internacional donde la República Federal de Alemania (RFA) guiñó el ojo a sus aliados occidentales y el campo de batalla de una guerra cultural que tuvo lugar en distintos frentes. Por una parte, sus impulsores se esforzaron en distanciarse de la intransigencia de los nazis respecto al arte moderno, que no dudaron en tildar de “degenerado”. Por la otra, esta cita contribuyó a forjar un nuevo canon que encumbró a la abstracción como lenguaje universal y, en cambio, menospreció el realismo socialista —el estilo oficial en el bloque oriental, con sus representaciones idealizadas de la clase obrera— como una obsoleta reliquia figurativa. Pese a su apariencia inocua, la Documenta transmitió subtextos ideológicos que arraigaron en el inconsciente colectivo e intervino en la larga digestión de los traumas del Holocausto y la evolución de la memoria histórica en Alemania.

“La Documenta debe su auge y su estatus a su dimensión política. Sin tener en cuenta esta combinación de política y arte no es posible entender la enorme importancia que alcanzó”, señala el presidente del museo berlinés, Raphael Gross, en el catálogo de la muestra, que aspira a corregir la noción de que la Documenta marcó “un nuevo comienzo estético radical” tras los días del nazismo. “En realidad, hubo líneas ininterrumpidas que procedían del nacionalsocialismo. Las obras de artistas judíos asesinados no encontraron un lugar en las primeras ediciones”, recuerda Gross, al frente de un equipo de cinco comisarios que llevan años investigando en el asunto. La Documenta aspiraba a volver a inscribirse en los tiempos dorados de Weimar y la Bauhaus, a la que los folletos tricolores de las ediciones de 1955 y 1959, en tonos primarios de rojo, azul y amarillo, parecen referirse sin rubor. Aun así, ningún artista asesinado durante la guerra fue expuesto en esos comienzos. Peor aún: la mitad de los 21 miembros del consejo directivo de su primera edición había militado en el Partido Nacionalsocialista, en las SS o en la Sturmabteilung, la milicia creada por los nazis en los años veinte.

Entre ellos estaba el cofundador de esta cita artística, Werner Haftmann, un influyente historiador del arte y autor de un volumen de referencia sobre la historia de la pintura en el siglo XX, en el que afirmaba sin inmutarse que “ningún pintor moderno fue judío”. Responsable de las tres primeras ediciones de la Documenta junto al artista y profesor Arnold Bode, Haftmann había luchado contra los partisanos en Italia y figurado en las listas de criminales de guerra en ese país. En Alemania, en cambio, logró camuflar ese pasado y ocupó cargos de gran responsabilidad en el mundo del arte, llegando a dirigir la Neue Nationalgalerie de Berlín a finales de los sesenta. Otro documento expuesto en la muestra de Berlín revela que, en la edición inaugural de 1955, se planteó exponer a dos artistas judíos que murieron a manos de los nazis: Otto Freundlich, asesinado a su llegada al campo de Majdanek, y Rudolf Levy, con el que Haftmann se había cruzado en Florencia durante la guerra, antes de que fuera ejecutado de camino a Auschwitz.

Terminó renunciando a sus planes, aunque sí incluyó a un judío bielorruso como Chagall, que también había sido tratado de degenerado por el nacionalsocialismo. “La primera Documenta no quiso arriesgarse a exponer a su clientela de clase media a los artistas antiburgueses de las vanguardias de antes de la guerra, a quienes los nazis habían tildado de bolcheviques culturales”, recuerda la historiadora Julia Friedrich, conservadora del Museo Ludwig de Colonia, en el catálogo. Aun así, el católico Max Ernst, que había sido detenido por la Gestapo en Francia antes de huir a Estados Unidos en 1941, fue uno de los dos artistas que daban la bienvenida al visitante al llegar al recinto. El otro era un nombre algo más embarazoso: el pintor Emil Nolde, cuya obra expresionista había sido rechazada por los nazis pese a su apoyo explícito al partido, aunque Haftmann no dudase en erigirlo como un “antifascista nato”. Su revisionismo resultó exitoso: uno de sus cuadros acabó colgando en la Cancillería de Bonn, pese a que Nolde hubiese participado en una cena con Hitler en 1933, tras la que escribió una carta a un amigo en la que dijo que el Führer le parecía “grande y noble en sus aspiraciones”.

El lugar escogido tampoco era casual. Kassel, la pequeña patria de los hermanos Grimm, era una localidad de 200.000 habitantes al norte de la región de Hesse, cuyo centro histórico había quedado destruido al 90% por los bombardeos de 1943 que asolaron la ciudad. Reconstruida durante los cincuenta, simbolizaba a la perfección el nuevo comienzo al que aspiraba la nueva RFA. Además, su ubicación era estratégica. Situada en el corazón de Alemania, a solo 30 kilómetros de la frontera con la República Democrática Alemana (RDA), aspiraba a ser un ejemplo de modernidad de cara a los habitantes del Este, aunque los desplazamientos se hubieran vuelto menos frecuentes tras el cierre oficial de la frontera en 1952 para impedir una emigración masiva hacia el Oeste.

La exposición demuestra, a través de numerosos documentos de archivo, que la Documenta se distinguió, desde el primer día, por su cariz proestadounidense. En su segunda edición se expusieron 37 artistas norteamericanos, seleccionados con el asesoramiento del MoMA, entre los que había nombres como Jackson Pollock, cuya abstracción fue inmediatamente aplaudida. En cambio, la figuración brillaba por su ausencia. La tercera edición, en 1964, recibió subvenciones del Congreso por la Libertad de la Cultura, grupo de presión anticomunista fundado en 1950 y operativo en 35 países, que protagonizó un escándalo cuando, dos años más tarde, se descubrió que estaba financiado por la CIA. La cuarta entrega, en 1968, supuso el triunfo de estilos puramente estadounidenses como el pop art o el minimalismo, representado en Kassel por nombres como Andy Warhol o Jo Baer. Además, la Documenta sopesó abrir una sucursal en Filadelfia para celebrar el bicentenario de la Declaración de Independencia en 1973 y evitó posicionarse, en su edición celebrada el año anterior, respecto a la intervención estadounidense en Vietnam, pese al clamor de muchos artistas. Esta inclinación proatlántica fue criticada por nombres como Joseph Beuys, precursor de la performance y el happening, que presentó su obra 7.000 robles, una de sus más conocidas “esculturas sociales”, en la Documenta de 1982. Fue un proyecto de reforestación urbana que llevó a la ciudad a plantar siete millares de árboles en su perímetro, considerado desde entonces una obra pionera dentro del arte con inquietudes sociales y ecológicas.

En cambio, la Documenta no se enfrentó a la incómoda herencia del pasado alemán hasta su edición de 1977, cuando invitó a artistas del otro lado del telón de acero, como Wolfgang Mattheuer, Will Sitte, Bernhard Heisig o Werner Tübke —quien llevó a Kassel un óleo sobre el juicio de un oficial nazi—, coincidiendo con el inicio de la Ostpolitik de Willy Brandt, la política de acercamiento impulsada por el canciller para normalizar las relaciones entre las dos Alemanias. Aun así, esa relativa apertura despertó las críticas de dos grandes pintores nacidos en el Este, pero emigrados al Oeste en su años de juventud: Georg Baselitz y Markus Lüpertz, que retiraron sus obras en señal de protesta, considerando que no se podía celebrar a los representantes de la RDA, “un lugar de intolerancia”. En esa misma edición, celebrada tres décadas después del final de la guerra, la exposición propuso una primera referencia a los campos de concentración, con un vídeo que la artista estadounidense Beryl Korot, futura esposa del músico Steve Reich, rodó en Dachau.

En la Documenta de 1987, el colectivo artístico Guerrilla Girls denunció la falta de mujeres y creadores no blanco.

 El paso de los años dio lugar a otras revisiones críticas y luchas políticas. En la Documenta de 1987, el colectivo Guerrilla Girls denunció la ausencia de mujeres y artistas no caucásicos. “¿Por qué en 1987 la Documenta es blanca al 95% y masculina al 83%?”, protestó el grupo en un cartel realizado para la ocasión, que demostraba que nada había cambiado en exceso desde la primera edición, cuando solo siete mujeres, frente a 140 hombres, aparecieron en la lista de artistas expuestos. La muestra en Berlín concluye con la edición de 1997, la última del siglo pasado, orquestada por primera vez por una mujer, la historiadora francesa Catherine David, que dejó atrás la política de bloques de la Guerra Fría para inscribirse en el mundo multipolar del siglo XXI. Abrió camino a las problemáticas derivadas de la globalización y la descolonización que todavía marcan el arte actual, en las que ahondó el siguiente responsable del evento, el nigeriano Okwui Enwezor, primer no occidental escogido como director artístico.

Una de las lecciones de la muestra es que cada Documenta ha reflejado, voluntariamente o a su pesar, el clima político de su tiempo. En la próxima edición, que se celebrará en 2022 —si no hay cambios—, tomará el testigo el colectivo indonesio Ruangrupa, primer grupo que asume su dirección. Se centrará en los proyectos comunitarios y en los recursos compartidos, ahora que las estéticas asamblearias se imponen en el arte contemporáneo, cada vez más alejado del culto romántico al genio individual, y que vuelve ese viejo adagio que jura que la unión hace la fuerza.

https://elpais.com/cultura/2021-08-26/la-documenta-campo-de-batalla-de-la-guerra-fria.html

jueves, 2 de septiembre de 2021

Muere Mikis Theodorakis, el compositor de "Zorba el griego" a quien Grecia tenía en su propio Olimpo

Puede que para buena parte del mundo hoy se haya anunciado la muerte del compositor de una canción universal: Zorba.

Pero a los griegos, en realidad, se les acaba de morir una divinidad.

Mijalis "Mikis" Theodorakis, fallecido este 2 de septiembre en Atenas a los 96 años, fue una de las figuras más importantes y emblemáticas de la Grecia contemporánea.

Y no sólo por su música.
Theodorakis también encarnó las luchas políticas y sociales que marcaron a su país y al mundo en el siglo XX.

Además de músico, Theodorakis fue parlamentario, ministro y activista.

Su apellido, que en una traducción libre podría ser regalito de Dios, lleva décadas impreso en la cabeza y el corazón de los griegos.

A ellos verdaderamente se les ha muerto un tesoro nacional.

Dos gigantes
Contar la vida de Mikis, como se le conocía popularmente, es relatar una odisea.

Nacido en julio de 1925 en la isla de Xíos (en español se pronuncia Jios), desde muy pequeño tuvo clara su vocación.

Theodorakis fue un coloso de la creación: su carrera abarca más de 1.000 piezas.

Aunque más tarde realizó estudios formales en París, aprendió a componer solo, escuchando música folclórica y bizantina, y a los 17 años dio su primer concierto.

Nunca más paró.
Ni cuando combatió en la Segunda Guerra Mundial y en la Guerra Civil que acto seguido desangró a Grecia, ni cuando fue perseguido, torturado y exiliado durante la Junta Militar que gobernó su país entre 1967 y 1974. Sus canciones fueron prohibidas y dos veces lo enterraron vivo.

Nada lo hizo sucumbir. Siempre, en toda circunstancia, fue una presencia imponente, exuberante, expresiva.

Parecía un volcán.
En YouTube hay un video fantástico de un concierto de 1995 en Munich, Alemania, en que Mikis comparte escenario con Anthony Quinn, el famoso actor de origen mexicano que en 1964 protagonizó la película "Zorba el griego", de Mijalis Kakoyiannis.

Theodorakis tenía 70 años y Quinn 80. Cantan, bailan, se besan, se abrazan, se elogian, pero sobre todo disfrutan.

Son dos gigantes que gozan como niños.

 

En 2017 circuló otro video que mostraba su grandeza. Aparece dirigiendo ya muy anciano, en silla de ruedas, con una pasión envidiable a un coro de mil personas de 30 ciudades que cantaban en su honor.

Hacia el final rompe en llanto de la emoción, mientras el público le grita maestro, enorme, eterno, el último de los grandes griegos.

Obra maestra
El legado de Mikis Theodorakis es contundente.

Entre cantatas, óperas, sinfonías, ballets, música de cámara, oratorios, películas y canciones populares, su carrera musical llegó a sumar más de mil piezas.

Puede que "Zorba el griego" sea la más conocida, pero no es necesariamente la más alabada.

Para muchos su obra maestra es la "Trilogía (o balada) Mauthausen".

En los años 60, Theodorakis grabó La balada de Mauthausen con el Servicio Griego del Servicio Mundial de la BBC.

Basada en la trágica experiencia del poeta griego Iakovos Kambanellis en el infame campo de concentración nazi, ha sido descrita como el trabajo musical más hermoso jamás compuesto sobre el Holocausto.

Muchas de las grandes composiciones de Theodorakis están, de hecho, inspiradas en la literatura: entre otras, les puso música a las palabras de sus compatriotas Giorgos Seferis y Odiseas Elytis, al "Romancero Gitano" del español Federico García Lorca y al "Canto General" del Premio Nobel chileno Pablo Neruda.

Son obras épicas, un buen reflejo de su ambición, de su compulsión por crear y mezclar. Lo clásico con lo popular, lo griego con lo universal, lo simple con lo grandioso.

Epitafio
La carrera musical de Mikis se desarrolló en paralelo a un intenso compromiso político.

Theodorakis.
Fundó partidos, fue parlamentario, ministro y militante comunista durante gran parte de su vida, aunque en 1989 fue candidato independiente por el partido de centroderecha Nueva Democracia, lo que le valió críticas de quienes lo consideraron un traidor.

Pero especialmente fue un activista, un defensor vociferante de la libertad, el medio ambiente, los derechos humanos y de la infancia y un opositor acérrimo a la violencia y la guerra.

En la década de los 60 se convirtió en una figura sobresaliente en la escena internacional y fue, junto a la actriz y cantante Melina Mercuri, el símbolo de la resistencia a la dictadura en Grecia.

La lista de personalidades que lo recibieron y apoyaron en esa época es destacable e incluye a artistas como Dmitry Shostakovich, Leonard Bernstein y Arthur Miller y a políticos como Yasser Arafat, Francois Mitterand, Olof Palme y Salvador Allende.

Melina Mercuri fue junto a Theodorakis uno de los principales símbolos de la resistencia a la Junta Militar griega.

Su nombre daba y siguió dando la vuelta al mundo.
En 1964 los Beatles grabaron una versión de su canción Honeymoon (Luna de miel), en los 80 Moscú le dio el Premio Lenin de la Paz y en los 90 recibió el Premio Musical de la Unesco.

En 1994 realizó una gira humanitaria que lo llevó a varios países de Europa, Canadá y Estados Unidos dirigiendo una megaorquesta de 150 músicos y cantantes.

Cuando llegó a Washington, el Senado lo recibió con una resolución oficial en que lo honró y aplaudió "su excepcional talento artístico, su profundo amor por su país y su dedicada labor a favor de las grandes causas"...

https://www.bbc.com/mundo/noticias-37532467 

La fascinante historia de la amistad entre Mikis Theodorakis y Pablo Neruda que llevó al compositor griego a musicalizar el poemario "Canto General" aquí.

domingo, 29 de agosto de 2021

Castigados en el Banco

A los niños se les manda a veces a la silla de pensar. Un suave castigo para que piensen en cómo se han portado, si han hecho algo malo o han dejado de hacer algo bueno. Pues bien, ahora voy a referirme no a niños y a niñas sino a personas mayores. Y no a sillas sino a bancos. No al objeto que sirve para sentarse sino a la organización que atesora y maneja el dinero de los clientes.

El termómetro que marca la temperatura moral de una sociedad es el trato que dispensa a los ancianos y las ancianas. (Por cierto, me acaban de regalar un libro que estoy deseando empezar a leer. Se titula “El club del crimen de los jueves”, de Richard Osman. Atención al subtítulo: “No subestimes el talento de un grupo de abuelos”. No lo cito solo por la relación con el tema que estoy abordando sino por el cariño que tengo a quien me lo regaló y por la confianza en su buen criterio lector).

Tengo una amiga alemana, de edad avanzada aunque de espíritu joven, que está viviendo un calvario con una sucursal bancaria de Rincón de la Victoria. Tiene abierta una cuenta desde hace años, ya que solía venir durante el verano a disfrutar de la paz y el sol de la costa.

Por diversos motivos ha tomado la decisión de cancelar la cuenta. Y no hay manera de que pueda hacerlo. Ella solicita mediante carta firmada de su puño y letra que se le haga una transferencia por el total del saldo a su banco de Munich y la respuesta es que solo se puede hacer mediante la banca on line. Ella argumenta que no sabe (ni puede, ni quiere) manejar los para ella sofisticados sistemas digitales. Como he leído en alguna parte “tiene el sistema nervioso”. La segunda alternativa es desplazarse en persona desde Munich a la sucursal para solicitar personalmente el cierre de la cuenta. Otra solución inviable en tiempos de Covid ya que todavía no está vacunada y acaso nunca vaya a estarlo porque le tiene tanto miedo al remedio que a la enfermedad. La tercera solución es que consiga un poder notarial a mi favor para que yo haga el trámite en la oficina. Lo cual supone para ella molestias, gestiones y gastos.

Cuando estoy plenamente inmerso en este problema de mi amiga, me encuentro con aun artículo de Arturo Pérez Reverte que, aunque no siempre es santo de mi devoción por lo que dice y por cómo lo dice, en esta ocasión, tengo que aplaudirle por el contenido y la forma de su alegato. El artículo se titula “Abuelos bajo el sol”. Critica el autor a los bancos que eliminan sucursales de los pueblos pequeños, abandonando a su suerte a los vecinos y vecinas que han tenido la gentileza de encomendarles el cuidado de su dinero. Y habla de largas colas de personas mayores ante los cajeros automáticos, a pleno sol, para realizar cualquier trámite bancario.

Dice Pérez Reverte: “Bajo un sol que cae como plomo derretido, la fila de personas se mueve despacio. Una espera de veinte minutos como mínimo, calculas observándolos. En su mayor parte son gente mayor. Abuelos hechos polvo. Están allí a la solanera, sin sombra ni lugar donde sentarse, ante la única terminal de cajero automático de esa sucursal. De ese Banco. Es agosto, la oficina está cerrada y la escena sucede por todas partes. En toda España, o como se llame esto ahora”.

Algunos datos para la reflexión: según el Banco de España, hay 1.300.000 españoles que viven sin bancos ni cajeros cerca. El año pasado cerraron 3000 sucursales y este año no ha sido menos. Hay muchos pueblos en los que la oficina más cercana está a 10 kilómetros. En esos pueblos, muchos vecinos tienen más de 70 años. ¿Qué pueden hacer sin la ayuda de hijos o nietos? Pero de ellos nadie se acuerda. Las decisiones tienen solamente la finalidad de engrosar los beneficios. Y por eso cada año, la banca (he cometido un error tipográfico y he escrito la banda, he estado a punto de mantener el error) ofrece ganancias millonarias.

Dice Pérez Reverte: “No es algo exclusivo de agosto, pues se repite todo el año, aunque en estas fechas sea más frecuente, más desvergonzadamente habitual por parte de esos bancos que, cuando el pelotazo inmobiliario engordaba dividendos, sembraron las ciudades de oficinas que embaulaban sueldos y pensiones -colocando productos financieros que acabaron siendo auténticas estafas- y que ahora, con las vacas flacas, desaparecen y dejan tirada a la clientela”.

Nadie responde al teléfono porque dicen que no podrían atender al personal que acude al banco. Después de las 11 no puede haber movimientos de caja, para que se acuda a los cajeros automáticos y así disponer de más tiempo. Tienes que hacer cola durante 30, 40, 60 minutos porque no hay personal… El robo del tiempo me parece escandaloso. Si alguien roba dinero o cuadros o joyas, en un gesto de arrepentimiento, puede devolverlo, pero el tiempo no tiene restitución posible. El problema es que la codicia no tiene límites. Por eso me indigna conocer cada año las ganancias millonarias de los bancos. Se le atribuye a Bertolt Brecht esta inquietante afirmación: “Atracar un banco es un delito, pero es más delito fundarlo”.

Nadie piensa en los ancianos que carecen de conocimientos informáticos para manejar la banca on line. Nadie piensa en la inquietud de la espera. Nadie piensa en el tiempo de los demás.

A las personas de edad se les insta a abrir aplicaciones, a usar la banca cibernética, a conocer el manejo de móviles y ordenadores. Y ya se sabe, por otra parte, que hay muchos pueblos en los que no hay cobertura.

Hay problemas que no tienen solución o cuya solución es extraordinariamente compleja, Pero otros tienen una solución muy sencilla. Si hay más personal en la oficina no es necesario esperar tanto tiempo. Si hay más personas que ayuden a quienes no saben manejarse en internet, se facilita a los ancianos y a las ancianas el trámite.

Escribí no hace mucho el prólogo de un libro titulado “La longevidad como transformación social en el siglo XXI” (Editorial Aljibe). La obra está coordinada por mi querida y antigua alumna Emilia Moreno. Digo en esa introducción: “No quisiera que nuestros ancianos y ancianas se sintieran menospreciados por no ser jóvenes sanos y vigorosos. Ellos tienen tanta necesidad de afecto como de sol. Me gustaría verles felices recibiendo la gratitud y el amor de sus conciudadanos y, sobre todo, de sus hijos y de sus nietos. “Cuando la simpatía está unida a las arrugas, es adorable. Hay un indecible amanecer en la ancianidad feliz”, dice sabiamente Víctor Hugo”.

En el capítulo VII del libro, titulado Amigabilidad de las ciudades para un envejecimiento de éxito”, dice Juan Manuel Espinosa-Almendro: “Una comunidad amigable con las personas mayores puede ser definida como un lugar donde las personas mayores participan activamente, son valoradas y respaldadas con infraestructuras y servicios que se adaptan de manera efectiva a sus necesidades”.

Una última referencia al artículo “Abuelos al sol”: “Como en los casinos, la banca siempre gana. Pierden y con ellos perdemos todos, esos abuelos al sol, desconcertados ante la gentuza infame que, amparada por el Estado y sus instituciones, arrogante, impune, sin que nadie mueva un dedo para frenar sus abusos, acosa y desampara cada vez más a sus clientes desvalidos y humildes. Entre ellos a esos jubilados a quienes no solo no se permite retirar sus ingresos cuando y como quieran para dárselos al hijo o nieto que les apetezca; a quienes se fiscaliza cada euro como si fueran delincuentes pero tampoco se les deja tener dinero en casa sin que les caiga encima el Estado sino que, además, los obligan a sufrir perplejos ante un teléfono móvil de última generación, descifrando aplicaciones y códigos endiablados que no conocen ni comprenden”.

Están castigados en el banco. Y no han hecho nada más que arrimar el hombro para que los demás podamos vivir mejor. No se merecen el castigo. El castigo debería imponerse a quienes tratan a los mayores con tan poca consideración.

https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/2021/08/28/castigados-en-el-banco/