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lunes, 21 de diciembre de 2020

La relevancia de Gandhi en tiempos de crisis globales

Cuando llega el 2 de octubre los líderes políticos, religiosos y de los negocios en India y otros lugares recuerdan al Mahatma Gandhi, cantan sus alabanzas y juran vivir según los ideales que él apoyaba. Un día después, o quizás esa misma noche, se le deja atrás tan rápidamente como fue recordado esa mañana. Peor aún, vuelven a asesinarlo a él y a los ideales de no violencia, autodependencia y bienestar universal por los que vivió y murió. Y sin embargo, vale la pena preguntarse: ¿en este mes de su 151 aniversario, sigue teniendo relevancia en un mundo cada vez más desgarrado por conflictos y crisis de todo tipo?

De manera interesante, en los últimos años parece haberse reavivado la atención por su vida, ideas y acciones. Varios movimientos locales y globales están aplicando principios como la desobediencia civil y la no violencia, con el reconocimiento explícito e implícito de su inspiración en Gandhi. Otros recuerdan su visión clarividente sobre los impactos ecológicos del ‘desarrollo’ sin restricciones. Pero está también la atención adversa sobre él por algunos de los movimientos antiracistas que recuerdan los puntos de vista racistas que parecía haber apoyado en sus primeros años como activista en Sudáfrica. Y en India se ha convertido en un símbolo cínicamente conveniente de los programas preferidos del gobierno sobre limpieza y, más recientemente, autodependencia; ¡aunque algunas personas animadas implícitamente por el actual régimen hipernacionalista celebran incluso a su asesino Nathuram Godse como un patriota!

Sea lo que sea lo que uno piense sobre la naturaleza en contraste del interés recientemente revivido por su figura, no hay duda de la relevancia de Gandhi en las luchas e iniciativas diarias de gentes de todo el mundo. Directa o indirectamente, sus ideas de swaraj, satyagraha, sarvodaya y ahimsa están vivas, y se han vuelto aún más importantes en un mundo desgarrado por desigualdades crecientes, devastación ecológica y formas antiguas y nuevas de privación de las necesidades básicas para más de dos miles de millones de personas.

Satyagraha: decirle la verdad al poder
Múltiples crisis globales preexistentes se han exacerbado con la pandemia del covid 19 y todavía más por las respuestas de los estados ante ella. En muchos países, el gobierno la ha utilizado como excusa para incrementar las tendencias autoritarias, entre las que se incluye la vigilancia de los ciudadanos en nombre de la seguridad. Además, se ha utilizado como una oportunidad para la toma de decisiones que van abiertamente contra los trabajadores y contra el medio ambiente, sabiendo que la capacidad de disentir se ha reducido mucho entre poblaciones que se supone no deben aventurarse en las calles. Es aquí donde la idea gandhiana de satyagraha, de decir la verdad al poder de forma no violenta, es tan importante.

De muchas maneras diferentes, Gandhi practicaba satyagraha, resistiéndose al poder colonial o a la marginación de los musulmanes en una sociedad con mayoría hindú. Es también interesante que lo usó como un medio para conseguir una base ética para la transformación. Por ejemplo, cuando desconvocó el movimiento nacional de no cooperación contra el dominio colonial como señal de expiación por un incidente en el que miembros del movimiento quemaron una comisaría y mataron a varios policías. Esto está estrechamente relacionado con su constante insistencia en la ahimsa o no violencia, especialmente relevante tanto en la resistencia a las fuerzas de opresión como a no albergar sentimientos de venganza violenta.

Nelson Mandela estuvo inspirado por este llamamiento a un proceso de ‘verdad y reconciliación’ que permitió una transición pacífica para salir del apartheid en Sudáfrica, en lugar de un periodo de actos de venganza sangrienta contra los colonos blancos (que hubiera sido totalmente comprensible dados los horrores del apartheid). Otro discípulo de este enfoque, Martin Luther King, es uno de los predecesores del actual movimiento antiracista en los EEUU, incluida la última rebelión por George Floyd, que es explícitamente no violenta. (Como comentario al margen es interesante que la conexión más explícita con Gandhi parece ser la demanda entre algunos elementos del movimiento antiracista de derribar sus estatuas para protestar por lo que es visto como una actitud racista por su parte cuando estuvo en Sudáfrica, un punto de vista que ha sido matizado por diversos especialistas en Gandhi, incluso profundizando en el periodismo del movimiento negro de ese periodo).

Entre otros que han recogido el enfoque de satyagraha se incluye Extinction Rebellion, un movimiento global de ruptura no violenta que llama la atención sobre la devastación masiva del planeta y de la vida humana por la crisis climática causada por el sistema político y económico dominante. En India, jóvenes de todo el país convocaron una satyagraha el 25 de agosto para protestar por el intento descarado por parte del gobierno de debilitar la legislación que obliga a una valoración del impacto medioambiental de los proyectos de desarrollo. Muchos movimientos de base de resistencia en India han tenido una inspiración similar. El Movimiento Chipko en el Himalaya, organizado por antiguos gandhianos, intentó salvar los bosques de la tala por parte de la industria en los años 70. Como uno de los movimientos medioambientales y de protección de los medios de vida más icónico del mundo, ha inspirado iniciativas similares para salvar bosques en los EEUU y otros lugares. El Narmada Bachao Andolan contra megapantanos en India central ha sido explícitamente no violento, y ha inspirado a movimientos similares en otras partes del mundo. El movimiento global por la paz, la desnuclearización y el desarmeo tiene un legado similar. Esto incluye la Carta de las Naciones Unidas y el multilateralismo, en el que negociadores indios influenciados directamente por Gandhi tuvieron un papel importante.

Sarvodaya: elevar el bienestar colectivo de todos
Para Gandhi, sin embargo, la satyagraha era solo una caja de herramientas de enfoques para conseguir justicia. Viajando a lo largo y ancho del país, comprendió que los niveles abismales de privación y marginación, nacidos de una historia intensamente colonial y feudal, debían ser abordados. No solo se tenía que decir la verdad al poder, sino también dirigirse hacia una acción fundamentada hacia la sarvodaya, la elevación de todos de una manera justa, o como dijo Gandhi en Young India, no «la fórmula utilitaria del mayor bien para el mayor número (sino) … el mayor bien para todos». Esto se podía conseguir mediante nirman, o reconstrucción. Él mismo, y alguno se sus seguidores o consejeros, como el economista JC Kumarappa, inspiraron varios experimentos en generación de medios de vida locales dignos y autodependencia, siendo el hilado de tejido khadi un símbolo crucial.

En la actualidad, diversas iniciativas para conseguir medios de vida dignos y la autodependencia se han inspirado en enfoques gandhianos de una ‘economía no violenta’. El trabajador gandhiano (y conocida personalidad teatral) Prasanna, inició Charaka, una cooperativa de khadi gestionada por mujeres que ha proporcionado medios de vida dignos a 200 mujeres a la vez que promocionaba el trabajo a mano, la autodependencia, y la producción con sensibilidad medioambiental. Ha aparecido recientemente en las noticias (septiembre-octubre de 2020) al ejercer la satyagraha denunciando el impago de cuotas por parte del gobierno, por lo que tuvieron que cerrar durante un mes. No lo han hecho mediante la típica protesta callejera, sino limpiando públicamente las oficinas de la administración local, distribuyendo ropa a los pobres y otros métodos para ‘cambiar el corazón’ de aquellos en el poder.

Elango R., un sarpanch [jefe de la administración local] dalit cerca de Chennai, combina explícitamente los principios gandhianos y marxistas y el anticastismo del icono dalit Babasaheb Ambedkar (quien encabezó el comité para la redacción de la Constitución de India) en su intento de transformar la aldea de Kuthambakkam, donde vive, para dar más dignidad y seguridad de medios de vida a familias dalit. Él ha abogado por una ‘economía en red’ en la que grupos de unas 20 aldeas puedan ser autosuficientes respecto a sus necesidades básicas. Una idea puesta en marcha de una manera algo diferente por otra trabajadora social de inspiración gandhiana, Ela Bhatt, con su idea de una autodependencia ‘en un radio de 100 millas‘. Todas estas ideas son cada vez más discutidas en una India afectada por el covid, mientras las historias de respuesta comunitaria durante el periodo de confinamiento muestran que donde hay comida y autodependencia de medios de vida, hay la máxima resiliencia.

Por todo el mundo hay ejemplos extraordinarios de alternativas constructivas al actual sistema dominante: agricultura sostenible y holística, soberanía comunitaria sobre agua/energía/alimentación y conservación de la naturaleza, solidaridad y economía del compartir, ocupación obrera de instalaciones productivas, recursos y conocimientos comunes, gobernanza local, salud comunitaria y aprendizaje alternativo, fomento de la paz intercomunitaria, reafirmación de la diversidad cultural, pluralismo sexual y de género, y muchas más (véase por ejemplo Vikalp Sangam para cientos de ejemplos de India; para otros lugares, véase Democracia Ecológica Radical. La mayor parte de ellos no tienen necesariamente una inspiración directa en Gandhi, pero el clima de sus ideas y prácticas es probable que haya influido en muchas de ellas, como por ejemplo en los movimientos campesinos de anna swaraj (soberanía alimentaria).

El principio de sarvodaya, y el concepto relacionado de fideicomiso (trusteeship) que defendía Gandhi, puede llevarnos a un cambio radical de foco sobre lo común en lugar de sobre la propiedad privada. En 2013, el gram sabha (asamblea de aldea) de Mendha-Lekha (distrito de Gadchiroli, Maharashtra), tomó la decisión histórica de convertir toda su tierra agrícola privada en tierras comunes de la aldea. Para darle respaldo legal usaron la prácticamente olvidada Ley Gramdan [literalmente ‘donación de tierra’], que fue inspirada por el discípulo de Gandhi Vinoba Bhave.

Gandhi ha sido criticado (quizá de manera justa) por no ser explícitamente anticapitalista, como por ejemplo con sus súplicas a los empresarios industriales para que adoptasen la idea de fideicomiso. Pero también dijo:

«Todo el mundo debería poder conseguir trabajo suficiente como para permitirle llegar a fin de mes. Y este ideal solo se puede conseguir de manera universal si los medios de producción de las necesidades elementales de la vida permanecen bajo control de las masas. Deberían estar disponibles libremente para todos, como deberían estarlo el aire y el agua de Dios. No deberían convertirse en un vehículo de tráfico para la explotación de otros. Su monopolización por cualquier país, nación o grupo de personas sería injusta.»

Esto indica que estaba claramente en contra de que un puñado de individuos (o incluso el estado) poseyese o controlase los medios de producción, como también contra la concentración de riqueza en las manos de unos pocos. Defendía también un enfoque más oriental para conseguir «un socialismo más verdadero y un comunismo más verdadero que el que el mundo haya soñado hasta ahora». Recientemente se han presentado una serie de propuestas para la distribución radical de la riqueza desde la horriblemente perversa concentración a la que se enfrenta hoy el mundo mediante los impuestos, la abolición de la herencia e incluso de la propiedad privada, y otros medios. Estos se pueden ver como medios para conseguir la sarvodaya.

También en el sector de la salud se ven ecos del foco fuertemente articulado de Gandhi sobre la autocuración, sobre facilitar los poderes naturales del cuerpo, sobre el uso de tratamientos con hierbas, etc. en los numerosísimos centros ayurvédicos y de naturopatía por toda India. El Instituto Nacional de Naturopatía radicado en Pune ha construido su extenso programa y alcance según el enfoque de Gandhi sobre la salud. En tiempos de covid, la necesidad de tener cuerpos sanos para estimular la inmunidad usando estos enfoques, para una recuperación más rápida y más plena ha sido ampliamente demostrada. Como también la necesidad de ser autodependiente para las necesidades personales en lugar de la debilitante dependencia de hoy de los ‘profesionales’. Un enfoque defendido con fuerza por el brillante académico Ivan Illich, quien estuvo influenciado por el economista gandhiano JC Kumarappa.

Swaraj: verdadera democracia
Para Gandhi, la máxima expresión de autodependencia era swaraj, traducido de manera bastante inadecuada como autogobierno. Swaraj tiene en realidad un enfoque profundamente democrático y ético que avergüenza a las democracias liberales de hoy, incorporando la libertad y la autonomía pero con responsabilidad hacia la libertad y autonomía de otros, posible únicamente si uno también vive la ética de la autocontención en lugar del loco consumismo promovido por la economía de hoy.

Esta idea de una democracia directa, radical, tiene que ser un eje central de la respuesta a las crisis globales. La mayor parte de los movimientos progresistas políticos y sociales se han orientado a la ‘toma del estado’, a intentar reemplazar los partidos políticos retrógrados por progresistas y hacer que el estado sea responsable. Aunque esto es necesario mientras el estado exista, no supone en lo fundamental un desafío a la naturaleza del estado, o, de hecho, a si es necesario que exista un estado centralizado o no. Ni se ha planteado un desafío adecuado a la centralidad del estado-nación en nuestras vidas, a pesar de los enormes fracasos de esta estructura al abordar tanto problemas internos de su población como asuntos globales (siendo el clima un ejemplo espectacularmente escalofriante). Diversas formas de anarquía, marxistas o gandhianas, han sido básicamente relegadas a los márgenes.

En India, el gobierno solo ha dado algunos pasos titubeantes hacia la democracia directa, y se ha movido muy lejos del ideal de autodependencia para las comunidades (o el país en su conjunto). Las enmiendas constitucionales 73 y 74 prometieron la descentralización del poder de toma de decisiones a aldeas y centros urbanos, pero lo restringieron gravemente al no proporcionar financiación y traspaso de competencias legales. En cualquier caso, su aplicación ha sido, en el mejor de los casos, vacilante. El proceso de Kerala de planificación a nivel de aldea y la iniciativa de comunalización de Nagaland en la que una parte de los fondos del estado (para educación, salud, electricidad, carreteras) van directamente a los consejos de aldea, son ejemplos de estados que se han acercado a las intenciones de la Enmienda 73. Pero incluso ellas han tenido fallos o no es han mantenido el tiempo suficiente.

Para Gandhi swaraj se tiene que construir de abajo arriba, desde la aldea hacia afuera a lo largo del paisaje en lo que él denominaba ‘círculos oceánicos’. Por toda India, diversos individuos que formaron parte del movimiento juvenil del activista gandhiano Jayaprakash Narayan, Chhatra Yuva Sangharsh Vahini, han trabajado con comunidades de aldea para crear autodependencia local en áreas como el agua y la alimentación, y para luchar por la toma de decisiones basada en los gram sabha (asambleas de aldea). En la India central y del este, adivasis y otras comunidades locales han intentado diversos grados de autogobierno. Como declaró hace tres décadas Mendha Lekha (citado más arriba) ‘nosotros elegimos el gobierno en Delhi, pero en nuestra aldea nosotros somos el gobierno’. Unas 90 aldeas en esa misma parte de India han formado una Maha Gramsabha (federación de asambleas de aldea) con una orientación similar.

Paralelos cercanos a estos son las luchas por la autodeterminación de pueblos indígenas y otras comunidades locales en muchas partes del mundo, incluido el derecho a aceptar o rechazar cualquier propuesta externa para un proyecto en sus territorios. Los zapatistas en México y el movimiento kurdo en Asia occidental han conseguido una democracia radical de este tipo a una escala relativamente grande. Muchos otros pueblos en América Latina han proclamado y conseguido el reconocimiento de una plena autodeterminación, y movimientos que reclaman soberanía territorial para las Primeras Naciones en la Isla Tortuga (Canadá / EEUU) y Australia tienen una base similar. Muchas de ellas emanan de cosmologías indígenas que están próximas (aunque la mayoría de manera inconsciente) con los principios gandhianos de swaraj, sarvodaya y satyagraha… y pueden incluso ir más allá en su inmersión completa en la naturaleza.

Se puede plantear por tanto una extensión de swaraj y sarvodaya para abarcar toda la vida, una ‘eco-swaraj‘ o ‘prakritik (natural) swaraj‘, o una democracia ecológica radical. Una avalancha de resoluciones judiciales y legales y demandas de ciudadanos y comunidades en muchas partes del mundo han proclamado que la naturaleza (o algunos de sus elementos, como ríos y montañas) tienen un derecho intrínseco, similar al de una ‘persona jurídica’. Aunque formuladas a menudo dentro del discurso formal occidental y por tanto con tendencia a tener serias limitaciones, estas pueden estar alineadas con visiones del mundo indígenas que reconocen que todos los aspectos de la naturaleza tienen su propio espíritu, que merece tanto respeto como el de los humanos. Viene a la mente el comentario de Gandhi de que el valor de una civilización se puede medir por cómo trata a los animales.

Estas perspectivas han surgido también desde dentro del ‘vientre de la bestia’, por así decir. Movimientos basados en enfoques ecofeministas, por ejemplo, destacan con fuerza la necesidad de acabar con un dominio milenario de una mitad de la humanidad sobre la otra mitad, sanando simultáneamente la ‘brecha metabólica’ entre los humanos y el resto de la naturaleza. Los retos a patrones insostenibles de producción y consumo, incluida la creciente demanda de decrecimiento radical de las economías llamadas ‘desarrolladas’, tendrían una clara relación con la perspectiva gandhiana de autocontención inherente a swaraj, y su crítica mordaz al industrialismo como explotador tanto de la naturaleza como de los humanos.

Es importante destacar que los movimientos de base de resistencia y las alternativas no están atrapados necesariamente en un campo ideológico u otro. Esto es más la preocupación de académicos y activistas profesionales. Más bien, estos movimientos consciente o inconscientemente toman prestado de diversas figuras inspiradoras de la historia, incluidos aquellos en su propio pasado que lucharon por la justicia. Ni habría que presionarlos para una única ‘alternativa’ homogénea para todo el mundo. Una integración continua de tales legados diversos, y el entretejido de un pluriverso de visiones del mundo y prácticas, es lo que nos guiará para dejar atrás un mundo desgarrado por las crisis. 

Traductor: Carlos Valmaseda

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lunes, 15 de junio de 2020

Paul Krugman: "La gente no confía en EE.UU. porque ha resultado no ser fiel a sus ideales".

Paul Krugman, premio Nobel de Economía en 2008, columnista del New York Times y uno de los más reconocidos intelectuales estadounidenses del momento no es excesivamente optimista sobre cómo será el mundo después de la pandemia de coronavirus.



"Será un mundo más débil y caótico", dijo en el video que convocó a los seguidores de BBC Mundo y el Hay Festival a enviarle preguntas sobre cómo veía la realidad post covid-19.

Y las preguntas llegaron por centenares: más de 400 en menos de 24 horas, de todas partes de América Latina, Estados Unidos y Europa.

En su entrevista para responder a sus inquietudes, Krugman matizó sus opiniones y dijo que había motivos para la esperanza: "estoy lleno de miedo, pero no desesperanzado", reveló.

"La posibilidad de una economía con cero emisiones nunca había sido tan real", indicó como ejemplo de esperanza.

En su conversación el periodista Juan Carlos Pérez Salazar de BBC Mundo, Krugman habló sobre el declive de Estados Unidos, el ascenso de China, la situación en la que se encuentra el capitalismo a nivel global y lo que le espera a América Latina después de la pandemia.

Y claro, la esperanza.

Te invitamos a la conversación completa para observar a una mente brillante en acción, en el marco del proyecto conjunto entre BBC Mundo y el Hay Festival para convocar a grandes pensadores a reimaginar nuestro mundo y nuestras sociedades.

BBC

lunes, 1 de junio de 2020

Los olvidados



Foto: Una cola de personas con mascarillas para recibir ayuda alimentaria en el asentamiento informal de Itireleng, cerca del suburbio de Laudium en Pretoria, Sudáfrica. REUTERS / Siphiwe Sibeko

Desde que se comprobó el enorme impacto económico de la propagación del coronavirus, los países más ricos del mundo, en donde se concentra sólo la tercera parte de la población mundial, no han parado de adoptar medidas de apoyo a sus economías. Alemania, uno de los más poderosos, ha podido poner en marcha programas de ayuda a sus hogares y empresas por un valor equivalente a casi la mitad de su Producto Interior Bruto, un esfuerzo posiblemente nunca registrado. Con menos intensidad, todos los países ricos lo vienen haciendo, pues en todos ellos prima la idea de que hay que hacer lo que haga falta para evitar el colapso económico, incluso a costa de un incremento récord de su deuda.

Sin embargo, se está hablando muy poco de la situación en la que se encuentran las dos terceras partes de la humanidad, los países pobres o ahora llamados «emergentes»; una denominación, por cierto, bastante inadecuada pues la realidad es que no terminan de emerger nunca, sino más bien todo lo contrario.

La situación en todos ellos empieza a ser ser dramática, a pesar de que la pandemia les ha afectado más tarde y no ha registrado todavía el pico del daño más elevado que, sin lugar a duda, va a terminar provocando.

Las salidas de capital desde esos países más pobres en el primer mes de la pandemia fueron ya el doble de las que se produjeron en el primero posterior al estallido de la crisis de 2008 y las inversiones hacia esos países también se están desplomando, lo que aventura que la pérdida de liquidez y recursos va a ser ahora mucho mayor que entonces.

En esta crisis no sólo tendrán que hacer frente a gastos sanitarios de carácter extraordinario para combatir la pandemia, sino que se encontrarán en unas condiciones económicas propias y de entorno mucho más complicadas y difíciles por diversas razones.

En primer lugar, las economías más pobres del mundo van a perder una parte muy importante de sus ingresos por exportaciones debido a la caída de los precios (un 37% en lo que va de año) de los productos básicos en los que suelen estar especializadas y porque la demanda de importaciones se está reduciendo en todo el mundo a consecuencia de la pérdida de ingresos y de la paralización de los transportes. Además, y a diferencia de lo que pasó en 2008, la demanda exterior de China está siendo menor, de modo que no ayudará tanto como antes a «tirar» de las economías más atrasadas. Y, para colmo, muchas de las cadenas globales de suministro se encuentran no sólo detenidas sino algunas literalmente destrozadas a causa de los confinamientos.

En segundo lugar, los países emergentes hacen frente a la crisis en peores condiciones que en otras ocasiones porque las políticas aplicadas tras la de 2008 los han hecho todavía más vulnerables desde el punto de vista financiero. Ahora disponen de menos reservas, la deuda ha aumentado y una mayor parte de ella ha pasado a estar en manos de acreedores más exigentes y peligrosos, y a estar registrada en dólares. Y al deteriorarse las condiciones financieras mundiales van a tener muchos problemas para poder renovar la deuda, no ya en 2021 sino incluso este año (en 2020 la totalidad de los países emergentes deberán pagar 1,6 billones de deuda, de los cuales casi la tercera parte corresponde a los más pobres de entre los países pobres).

La depreciación casi generalizada de sus monedas empeora todo lo anterior y aumenta una factura ya de por sí muy difícil de afrontar.

En tercer lugar, también van a sufrir ahora mucho más que en 2008 porque la salida a esa última crisis llevó consigo el debilitamiento de sus sectores públicos y, en particular, de sus sistemas fiscales, siguiendo los dictados que constantemente imponen los grandes organismos internacionales; y también porque en todo el mundo han aumentado los flujos de capital ilícito, las finanzas a la sombra, la evasión de capitales y las inversiones especulativas que hacen que todas las economías -pero en mayor medida la ya de por sí más vulnerables- se encuentren ahora en condiciones de creciente fragilidad.

La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) calcula, en el informe del que he sacado los datos anteriores (aquí), que las malas condiciones económicas generales y todas esas circunstancias a las que acabo de hacer referencia pueden hacer que los países emergentes pierdan este año unos 800.000 millones de dólares de ingresos, una buena parte de ellos por la caída de las remeses que les proporciona su población emigrante hacia los países más ricos.

La tentación de estos últimos es olvidarse, como siempre viene ocurriendo, de los más pobres ahora que están concentrados en salvar a sus propias economías, a sus empresas y hogares, con las ayudas que, con más o menos generosidad, pueden proporcionarles gracias a que son eso, los países más ricos del mundo.

Una actitud no sólo egoísta, sino a la larga suicida.

Nuestro planeta, la economía mundial en su conjunto, no está formada por un montón de cajones estancos. Se pueden cerrar las fronteras para que no pasen personas, capitales o mercancías, pero no para evitar que las crisis se propaguen de un lugar a otro. Las economías dependen entre sí y es imposible que las más ricas salgan adelante, que puedan sortear sus propias crisis y gozar de mínima estabilidad, si las demás se vienen abajo. El colapso de las economías en los países pobres producirá caídas en las exportaciones e importaciones globales, cortes de suministros, impagos en cadena, tensiones sociales, flujos migratorios y multitud de otros problemas que terminarán por afectar a quienes ahora creen que puede ponerse a salvo salvándose sólo a ellos mismos. Lo mismo que a Alemania o a Holanda no le servirá de mucho salvar a sus empresas proporcionándoles ayudas multimillonarias si las economías del resto de Europa a quienes les venden sus mercancías se vienen abajo o terminan boicoteando sus productos para censurar su política egoísta, tampoco los países más ricos del planeta podrán salir adelante si se siguen olvidando de los más pobres.

Los problemas globales que estamos viviendo en nuestro planeta necesitan, quizá más que nunca, perspectivas y soluciones globales, instituciones y políticas a escala planetaria capaces de proporcionar, eso sí, los recursos y condiciones que hagan posible que se den respuestas en lo espacios y a las gentes concretas que sufren las adversidades y las carencias particulares.

Nos estamos centrando en lo que pasa en los países que disponen de recursos para hacer frente a la pandemia y nos olvidamos de la mayor parte de la humanidad, sin percatarnos que eso nos supone a medio plazo un peligro quizá mucho mayor.

Es imprescindible garantizar que los países más pobres dispongan de liquidez suficiente para enfrentarse a la pandemia, hay que establecer controles a los movimientos de capital para evitar que los flujos especulativos los arruinen, evitar que se ahoguen en la deuda suspendiendo el pago y estableciendo con urgencia un proceso internacional de reestructuración y jubileo, hay que aumentar la ayuda al desarrollo y, lo más importante, hay que reconsiderar las condiciones tan injustas e ineficientes en que se desenvuelve el comercio y las finanzas internacionales.

A los países ricos les pasa lo que decía Francis Bacon que ocurre a los seres egoístas: son capaces de provocar un incendio en casa del vecino para freírse un huevo.

Incendiamos de pobreza a la inmensa mayoría de la población mundial para freír en su sufrimiento el huevo de nuestros privilegios de ricos, sin darnos cuenta de que las llamas se propagan sin remedio y que nos asfixiaremos todos si no las apagamos cuanto antes de la única forma en que puede apagarse el incendio de la pobreza, con justicia, respeto, ayuda mutua y solidaridad.

Juan Torres López es Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla. Dedicado al análisis y divulgación de la realidad económica, en los últimos años ha publicado alrededor de un millar de artículos de opinión y numerosos libros que se han convertido en éxitos editoriales. Los dos últimos, ‘Economía para no dejarse engañar por los economistas’ y ‘La Renta Básica. ¿Qué es, cuántos tipos hay, cómo se financia y qué efectos tiene?’

Fuente:

https://blogs.publico.es/juantorres/2020/05/26/los-olvidados/

jueves, 28 de mayo de 2020

Guy Ryder: “Necesitamos mucha más solidaridad internacional para superar la crisis”

Para el director general de la OIT la cuestión hoy es saber si seremos capaces de aprender de esta crisis, sacar conclusiones de los problemas de la gente y adaptar las políticas de protección

El golpe de la covid-19 en el mercado laboral no tiene precedentes. “Es una situación trágica”, alerta el director general de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), Guy Ryder (Liverpool, 1956), al teléfono desde Ginebra. Asegura que son cifras nunca vistas en el mundo, donde se van a perder 305 millones de puestos de trabajos equivalentes (“ya que hoy los sistemas de retención de empleo complican mucho contabilizar el número de parados”), y que la semana que viene, cuando la OIT lance su cuarto informe desde marzo, no cree que se vaya a ver una mejora, "más bien los datos empeorarán”.

Por eso Ryder no duda en afirmar que la próxima pandemia será la del hambre, ya que el impacto de la covid-19 se ceba con los trabajadores más vulnerables, 2.000 millones de personas con empleos informales, que pueden perder el 60% de sus ingresos y disparar sus niveles de pobreza en 35 puntos, incluso en los países más ricos. Porque en una economía globalizada, lo que pasa en una región afecta al resto. “La pandemia nos muestra la precariedad del trabajo en todos los continentes. Tenemos grandes niveles de inequidad y vulnerabilidad en todos los países del mundo y lagunas terribles en la protección social hasta en los más desarrollados”.

Pese a ello, Ryder no pierde el optimismo: “No debemos ceder ante la fatalidad. La salida de la crisis, que va a ser más complicada que el confinamiento, depende de nosotros y de las políticas que se apliquen. Hemos de construir un marco mejor”. La cuestión ahora, aprecia, es si seremos capaces o no de aprender de esta pandemia, de sacar conclusiones sobre los problemas de la gente y adaptar las políticas de protección social. “En la crisis de 2008 no aprendimos mucho. Ojalá esta vez sea diferente”.

El director de la OIT es muy crítico con las instituciones internacionales: “Mientras que los paquetes de ayudas nacionales han sido impresionantes —se calcula que el total de los recursos invertidos es de nueve billones de dólares, algo inédito—, las transferencias internacionales han sido muy insuficientes, a diferencia de en la crisis financiera. Necesitamos muchísima más solidaridad internacional y europea. Falta un liderazgo internacional”. Ryder reconoce, no obstante, que el plan de reconstrucción presentado esta semana por Alemania y Francia es alentador, “un paso en la buena dirección”.

España
“España se ha mostrado a la altura de la crisis, con los ERTE o la propuesta del ingreso mínimo vital del Gobierno, y está teniendo un papel importante en el debate europeo”, destaca, igual que los acuerdos conseguidos a través del diálogo social. Eso sí, el mercado de trabajo tiene debilidades estructurales y desafíos importantes por delante, aprecia.

Ante la diversificación cada vez mayor de las formas de trabajo y contratación, con el ejemplo más evidente de las plataformas de Internet, que son sinónimo de la degradación de la protección del trabajador, Ryder opina: “Si aceptamos que esa diversificación es inevitable e incluso positiva, habrá que crear las condiciones para que ofrezcan los mismos niveles de protección a cualquier trabajador independientemente de su forma de contratación. Los trabajadores más golpeados por esta crisis muestran que es un tema pendiente. Hemos de abordar unas garantías mínimas”.

Respecto al teletrabajo, que solo lo pueden ejercer el 18% de los empleados mundiales y el 30% o 35% en los países desarrollados, el directivo no da por hecho que se vaya a extender tras la pandemia y favorecer la desigualdad. “Hay una nueva normalidad en el mundo que será impuesta durante el tiempo que estemos obligados a vivir con el virus. Pero después podremos elegir el futuro del trabajo que queremos. Tendremos que tomar decisiones. Cuando salgamos de este túnel no podemos caer en la trampa de la austeridad”.

https://elpais.com/economia/2020-05-23/guy-ryder-oit-necesitamos-mucha-mas-solidaridad-internacional-para-superar-la-crisis.html

domingo, 24 de mayo de 2020

El anillo del rey

Miguel Ángel Santos Guerra


Estamos viviendo una crisis sin precedentes. Nos asedia el miedo del contagio. Y el de ser portadores del virus y convertirnos en un arma mortal para personas que se acerquen a nosotros, conocidas o no.

No vemos cerca la salida de esta crisis que nos tiene todavía encerrados en las casas, en un confinamiento tan necesario como difícil. Cada día nos inundan de gráficas y de estadísticas y a veces nos olvidamos de que, detrás de los números, hay una personas de carne y hueso.

Ha comenzado la desescalada. Estamos recorriendo las fases con pies de plomo, tratando de deshacer el dilema salud versus economía. Las comunidades autónomas se han instalado en una extraña competitividad para ver quién recorre primero las cuatro fases. Y no hay que apresurarse. No hay que salir primero. Hay que salir todos.

Quiero mandar un mensaje de esperanza, de optimismo y de fuerza. Porque, sea temprano o sea tarde, saldremos de esta. Es cierto que algunos compatriotas no van a poder contarlo. Con las muertes hemos pagado el más alto precio de la crisis. El más cruel. No solo por la muerte sino por la triste y solitaria forma en que ha ocurrido.

Creo que deben alegrarnos las pasos que vamos dando. Nos estamos convirtiendo en supervivientes. Todos tenemos una responsabilidad en la superación de la pandemia. Es la hora de la gente.

Algunos, lamentablemente, han salido del confinamiento como sale el champán cuando se descorcha la botella después de agitarla. Y eso es muy peligroso. Seamos responsables, seamos rigurosos en el cumplimiento de las indicaciones políticas y sanitarias. Acabo de ver una manifestación contra el gobierno de vecinos y vecinas del lujoso barrio madrileño de Salamanca. Apelotonados, sin mascarillas, sin guantes, poniéndonos en riesgo a todos. Envueltos en la bandera de España, eso sí, porque las consideran suyas. Me refiero a la bandera y a la patria. Indignante. Despreciable. No es el momento de decir “Abajo Sánchez” sino “Abajo el virus”. Pueden decir lo que quieran, ya lo sé. Pero, por Dios, respetando las normas de protección porque, de lo contrario, todo el esfuerzo no valdrá para nada. Esos manifestantes han tenido un comportamiento delictivo. No por lo que gritaban sino por lo que hacían. Libertad de opinión, sí. Libertad de destrucción, no.

A pesar de todo, saldremos adelante. Hay países, como Dinamarca, que han dado por superada la crisis. Otros están avanzando a pasos más o menos rápidos hacia la salvación. Nosotros también saldremos. Pasará todo. Pasará. Aunque tengamos que seguir conviviendo con el virus.

En el libro de Jaume Soler y M. Mercè Conangla titulado “La ecología emocional. El arte de transformar positivamente las emociones”, he encontrado una historia que me parece de singular importancia para esta coyuntura. Dice así:

Una vez, un rey de un país no muy lejano reunió a los sabios de su corte y les dijo: He mandado hacer un precioso anillo con un diamante a uno de los mejores orfebres de la zona. Quiero guardar, ocultas dentro del anillo, algunas palabras que puedan ayudarme en los momentos difíciles. Un mensaje al que yo pueda acudir en momentos de desesperación total. Me gustaría que ese mensaje ayude en el futuro a mis herederos y a los hijos de mis herederos. Tiene que ser pequeño el mensaje, de tal forma que quepa debajo del diamante de mi anillo.

Todos aquellos que escucharon los deseos del rey eran grandes sabios, eruditos que podían haber escrito grandes tratados… Pero, ¿pensar un mensaje que contuviera dos o tres palabras y que cupiera debajo de un diamante de un anillo? Muy difícil. Igualmente pensaron, y buscaron en sus libros de filosofía durante muchas horas, sin encontrar nada que se ajustara a los deseos del poderoso monarca.

El rey tenía muy próximo a él, un sirviente muy querido. Este hombre, que había sido también sirviente de su padre, y había cuidado de él cuando su madre había muerto, era tratado como de la familia y gozaba del respeto de todos.

El rey, por esos motivos, también lo consultó. Y éste le dijo:

– No soy un sabio, ni un erudito, ni un académico, pero conozco el mensaje.

– ¿Como lo sabes?, preguntó el rey.

– Durante mi larga vida en palacio, me he encontrado con todo tipo de gente, y en una oportunidad me encontré con un maestro. Era un invitado de tu padre, y yo estuve a su servicio. Cuando nos dejó, yo lo acompañe hasta la puerta para despedirlo y como gesto de agradecimiento me dio este mensaje.

En ese momento el anciano escribió en un diminuto papel el mencionado mensaje. Lo dobló y se lo entregó al rey.

– Pero no lo leas, dijo. Mantenlo guardado en el anillo. Ábrelo sólo cuando no encuentres salida en una situación.

Ese momento no tardó en llegar, el país fue invadido y su reino se vio amenazado. Estaba huyendo a caballo para salvar su vida, mientras sus enemigos lo perseguían. Estaba solo, y los perseguidores eran numerosos. En un momento, llegó a un lugar donde el camino se acababa, y frente a él había un precipicio y un profundo valle. Caer por él sería fatal. No podía volver atrás, porque el enemigo le cerraba el camino. Podía escuchar el trote de los caballos, las voces, la proximidad del enemigo.

Fue entonces cuando recordó lo del anillo. Sacó el papel, lo abrió y allí encontró un pequeño mensaje tremendamente valioso para el momento… Simplemente decía: Esto también pasará.

En ese momento fue consciente de que se cernía sobre él un gran silencio. Los enemigos que lo perseguían debían haberse perdido en el bosque, o debían haberse equivocado de camino. Pero lo cierto es que le rodeó un inmenso silencio. Ya no se sentía el trotar de los caballos.

El rey se sintió profundamente agradecido al sirviente y al maestro desconocido. Esas palabras habían resultado milagrosas. Dobló el papel, volvió a guardarlo en el anillo, reunió nuevamente su ejército y reconquistó su reinado.

El día de la victoria, en la ciudad hubo una gran celebración con música y baile…y el rey se sentía muy orgulloso de sí mismo.

En ese momento, nuevamente el anciano estaba a su lado y le dijo:

– Apreciado rey, ha llegado el momento de que leas nuevamente el mensaje del anillo.

– ¿Qué quieres decir?, preguntó el rey. Ahora estoy viviendo una situación de euforia y alegría, las personas celebran mi retorno, hemos vencido al enemigo”.

– Escucha, dijo el anciano. Este mensaje no es solamente para situaciones desesperadas, también es para situaciones placenteras. No es sólo para cuando te sientes derrotado, también lo es para cuando te sientas victorioso. No es sólo para cuando eres el último, sino también para cuando eres el primero.

El rey abrió el anillo y leyó el mensaje… Esto también pasará.

Y, nuevamente sintió la misma paz, el mismo silencio, en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba. Pero el orgullo, el ego había desaparecido. El rey pudo terminar de comprender el mensaje. Lo malo era tan transitorio como lo bueno.

Entonces el anciano le dijo:

Recuerda que todo pasa. Ningún acontecimiento ni ninguna emoción son permanentes. Como el día y la noche; hay momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de las cosas.

Hasta aquí la historia del anillo del rey. Con su moraleja de esperanza y con su advertencia para los tiempos de bonanza cuando esto haya pasado. La historia nos dice que, una vez alcanzado el fin de la crisis, es probable que no podamos instalarnos en la plena tranquilidad de forma definitiva. Porque también esa bonanza pasará. Podemos echar las campanas al vuelo pero con la seguridad de que su repique podría cesar en cualquier momento. Hoy toca esperanza porque la pandemia de la covid-19 está pasando. Porque, sin duda, pasará.

viernes, 22 de mayo de 2020

_- No hagan caso a José Carlos Díez: Recortar ahora el gasto es suicida

_- El economista José Carlos Díez acaba de publicar un comentario en su cuenta de Twitter que obliga a criticarlo por lo que tiene de infundado e irresponsable.

En condiciones normales no me haría eco de sus observaciones. Es, posiblemente, el economista que más falló en sus análisis de la última crisis, cuando negaba que en España se estuviera produciendo una burbuja inmobiliaria o que aquí se fuese a producir una recesión económica. Y ya he demostrado en alguna ocasión que se equivoca tanto porque no tiene independencia de criterio y porque desconoce rudimentos esenciales de la teoría económica. No sabe, por ejemplo, cómo es el funcionamiento elemental de la circulación monetaria, como puse hace tiempo de manifiesto en un artículo publicado en este mismo diario (Economistas que pierden el norte atacando a Podemos). Además, siempre me ha tratado mal y con poca educación, de modo que no le tengo ningún aprecio personal. Puedo pasar por alto que alguien no sea un buen economista, pero no que sea descortés y mala persona.

En este caso, sin embargo, tengo que dedicar unos minutos a rebatir su opinión porque, como he dicho, no sólo no tiene fundamento, sino que es sumamente irresponsable y porque sería muy peligroso para España que se llevara a cabo lo que propone.

Dice Díez que «un gobierno serio asumiría que no podemos financiar un déficit del 15% del PIB y haría recortes para limitarlo este año».

Esa observación no tiene fundamento porque no se puede afirmar que sea imposible que España financie ese déficit. Si se alcanzara, nos situaría más o menos en el nivel de deuda en relación con el PIB que a finales de 2019 tenía Portugal (117,7%) o bastante por debajo de la de Italia (134,8%).

No digo ahora que alcanzar ese nivel sea bueno o malo (lo comentaré enseguida) lo que digo es que no tiene fundamento aceptar que esos dos países pueden financiar ese porcentaje de deuda y una cantidad absoluta mayor (en el caso de Italia) y España no. Sobre todo, cuando el incremento se ha producido por el efecto de una crisis sanitaria que ha obligado a que todos los gobiernos realicen gastos extraordinarios y cuando hasta el Banco Central Europeo está diciendo que pondrá el dinero que haga falta para que los bancos proporcionen el crédito necesario para evitar el colapso económico.

¿Qué tiene en la cabeza Díez para creer que los bancos centrales van a dar dinero ilimitado a los privados para que presten y que estos no van a aprovechar para conceder todo el crédito posible a los gobiernos? Otra cosa será que las consecuencias de ese endeudamiento sean muy onerosas, o incluso fatales (enseguida diré que no tiene por qué ser así), pero decir que será imposible que España se financie, cuando están prestando a países en condiciones económicas mucho peores y con mayor nivel de deuda pública, es algo que sólo puede decir quien, como Díez, ha demostrado ya en otras ocasiones que desconoce los entresijos reales de la vida económica.

Además de infundado, el juicio de Díez (si es que el comentario mereciera esta denominación) es irresponsable.

¿Quién, en plenitud de condiciones mentales, puede decir que lo que debe hacer un gobierno, en medio de una epidemia que obliga a cerrar actividades económicas en todo el mundo, es reducir el gasto?

¿Qué debe hacer el gobierno español, anular las ayudas a las empresas, cuando, en realidad, deberían haber sido aún más cuantiosas? ¿Dejar que cierren miles de ellas, que se hunda el sector turístico, que perdamos el comercio de cercanía o que se arruinen millones de trabajadores autónomos? ¿Debe anular el gobierno las prórrogas en el cobro de los impuestos que se están dejando de pagar? ¿Deja de financiar expedientes de regulación temporal de empleo? ¿Reduce el gasto sanitario en medio de una emergencia sanitaria, cuando todo indica que habrá un rebrote en el otoño o invierno? ¿Recorta el gasto educativo, justo cuando cientos de miles de estudiantes tienen más dificultades para cursar su enseñanza por el confinamiento? ¿Recorta las pensiones, para terminar de matar a nuestros padres, madres o abuelas y abuelos, o para destrozar todavía más las residencias en donde viven muchos de ellos? ¿Renuncia a establecer un ingreso mínimo o al subsidio de desempleo para las personas que no tienen medios de subsistencia? ¿Recorta en administración de Justicia, en cuidados, en la investigación que puede ayudar a encontrar vacunas o a fomentar la innovación que necesita nuestra economía?

Francamente, creo que hay que ser muy irresponsable para pedir que, en este año 2020, el gobierno español haga esas cosas.

Ahora no se puede recortar el gasto. Al recortar gastos públicos como los que he mencionado lo que se hace es reducir el ingreso que inmediatamente va a recibir un sector privado que en estos momentos no puede generarlos. La propuesta de recorte de Díez llevaría directamente al colapso de nuestra economía y a una crisis social sin precedentes en nuestra historia. Y eso ahora, pues no quiero ni pensar en las consecuencias de lo que propone si el virus vuelve a propagarse con más fuerza tras el verano y es necesario realizar un nuevo confinamiento.

La prueba de que recortar gasto es una irresponsabilidad es que no hay ni un sólo gobierno de países avanzados que lo haya hecho, ni una sola institución, autoridad u organización internacional que lo proponga.

En mitad de una emergencia sanitaria una persona inteligente y responsable habla como habló Ángela Merkel: «Haremos lo necesario para superar esta situación. Y luego veremos qué significa esto para nuestro presupuesto». Una irresponsable y sin conocimientos de economía dice lo que ha dicho Díez, que hay que recortar el gasto.

Díez escribe como si desconociera los efectos tan negativos que tuvo en España y en toda Europa la política de recortar gasto en plena crisis de 2008, cuando los agentes privados no generaban ingresos; y ahora, en una situación aún peor y mucho más justificada al tratarse de una crisis sanitaria, pide que se vuelva a cometer el mismo error que retrasó la recuperación, que debilitó el aparato productivo y las fuentes de generación de ingreso y que redujo el bienestar social.

El gobierno de España debe mantener las ayudas a las empresas, a autónomos y a los hogares, e incluso yo creo que debe tratar de aumentarlas y alargarlas en el tiempo lo más posible, con seguridad y certidumbre, hasta que reanuden plena y satisfactoriamente su actividad. Y no puede permitirse reducir el gasto social, ya por debajo de la media europea, ni las inversiones productivas que son necesarias para que las empresas realicen cambios imprescindibles ante las transformaciones globales que están a la vuelta de la esquina.

Otra cosa es que hay que plantear cómo financiar el incremento inevitable de la deuda. Yo vengo criticando en estos dos meses últimos la política europea al respecto pero, incluso siendo extraordinariamente crítico, no puedo dejar de reconocer que la Unión Europea y el Banco Central Europeo están proporcionando fuentes de financiación que hasta ahora no han estado a nuestro alcance; además de permitir algo tan significativo como que los países se salten las reglas de estabilidad presupuestaria. No hay un día en que sus propios dirigentes no digan que hay que hacer lo imposible por financiar las necesidades extraordinarias de los gobiernos frente a la pandemia. Y hoy viernes 15 de mayo se vota en el Parlamento Europeo una resolución conjunta reclamando por amplísima mayoría (80% de la Cámara) un paquete de actuaciones basado en transferencias y en préstamos para hacer frente a la reconstrucción. Díez, sólo por estar resabiado con Pedro Sánchez y sus equipos porque apoyó a Susana Díaz, pide que renunciemos a ello y que España haga lo contrario. Una irresponsabilidad.

Desgraciadamente, el aumento de deuda que vamos a registrar lo vamos a tener que financiar en condiciones que no van a ser ni las deseables ni las mejores que podrían darse si las autoridades europeas fuesen sensatas y utilizaran los medios que utilizan otros gobiernos, si se monetizara aumentando la capacidad productiva (algo que no tendría por qué provocar subida de precios) o si el Banco Central Europeo aprovechase la ocasión para reestructurar la deuda de todos los gobiernos. Pero, a pesar de ello y aunque no sea en las mejores condiciones, España podrá financiar un incremento de deuda que es imprescindible que se produzca si no queremos que nuestra economía se venga abajo. Lo que deberíamos hacer todos los economistas sin distinción de ideologías es aportar ideas y apoyo para encontrar las mejores fuentes de financiación.

Y, por supuesto, todo esto tampoco quiere decir que no haya que revisar el gasto que realizan nuestras administraciones. Hay que aprovechar para auditar, para detectar el innecesario y acabar con el despilfarro que en ocasiones se produce, para aumentar los controles y ser siempre austeros, en el sentido auténtico de la expresión, a la hora de utilizar los recursos comunes. Como también hay que pensar en la otra cara del presupuesto, de la que no habla Díez. Limitarse a recortar gasto para equilibrar el presupuesto, como pregona, es una solución tan inteligente para una economía en crisis por emergencia sanitaria, como la de matar al enfermo para bajarle la fiebre. Una auténtica barbaridad. Hay que mirar también el otro lado, el de los ingresos. No para aumentar la carga fiscal general sino para bajarla, haciendo que todos paguemos en función de nuestra capacidad y no de nuestro privilegio.

Lo que menos necesita España en estos momentos es el resentimiento que lleva a enfrentarse al gobierno recurriendo a cualquier tipo de argumento, por irresponsable o infundado que sea, como el de Díez. Hay que criticar, hay que señalar lo que no se hace bien pero también es necesario pensar un poco lo que se dice, dedicar algún tiempo al estudio antes de sacar conclusiones y dejar el rencor en el armario.

https://www.juantorreslopez.com/no-hagan-caso-a-jose-carlos-diez-recortar-ahora-el-gasto-es-suicida/#more-8805

jueves, 21 de mayo de 2020

Desmemoria. El Estado democrático les ampara, pero su aprecio por la democracia está supeditado a que los suyos ganen, o no, las elecciones

La historia de España es como la morcilla de mi tierra, escribió el poeta Ángel González, se hacen las dos con sangre, se repiten. Las protestas del madrileño distrito de Salamanca, ajenas hasta ahora a la sangre, estremecen como repetición. Ya sé que son todos pijos, ya sé que son sólo cien, ya sé que parecen un chiste, pero no tienen gracia. Un extranjero creería que protestan por el confinamiento y se equivocaría.
Aunque gritan “libertad”, la libertad les trae sin cuidado. Sus padres jamás la echaron de menos mientras vivieron en una dictadura. Sus abuelos, que financiaron y patrocinaron esa dictadura, se enriquecieron gracias a ella.
Sus descendientes se manifiestan ahora contra un Gobierno que no sienten como propio, aunque sea el que legítimamente rige el destino de la nación, y se envuelven en la bandera nacional como si bastara para identificarles, porque creen que no representa a nadie más que a ellos.
El Estado democrático les ampara, pero su aprecio por la democracia está supeditado a que los suyos ganen, o no, las elecciones. Cuando es que no, ni siquiera el razonable deseo de preservar la salud, propia y ajena, en plena pandemia, logra refrenar sus ansias de recuperar el botín de sus mayores. Aunque no lo sepan, son una muestra de la fragilidad congénita de la democracia española, el afán por pasar página sin haberla leído previamente con tal de tener la fiesta en paz, que caracterizó el espíritu de la Transición.
La falta de análisis, de crítica, de ruptura efectiva con el franquismo les persuadió de que no tenían nada de lo que avergonzarse y ahí están, gritando que la calle es suya. La memoria no tiene que ver con el pasado, sino con el presente, pero la desmemoria logra que pasado y presente se confundan.

martes, 19 de mayo de 2020

:- Thomas Piketty: "Después de la crisis, el momento del dinero verde"

:- El paro económico debería usarse para reflexionar sobre un resurgimiento a través de inversiones en sectores como la salud y el medio ambiente, con una reducción en las actividades más intensivas en carbono, estima el economista Thomas Piketty en su columna.

Crónica
¿Puede la crisis de Covid-19 precipitar la adopción de un nuevo modelo de desarrollo más justo y sostenible? Sí, pero con la condición de que asumamos un cambio claro en las prioridades y desafiemos un cierto número de tabúes en la esfera monetaria y fiscal, que finalmente deben ponerse al servicio de la economía real y de los objetivos sociales y ecológicos.

Primero debemos aprovechar este paro económico forzado para reiniciar lo contrario. Después de tal recesión, las autoridades públicas tendrán que desempeñar un papel central en el impulso de la actividad y el empleo. Pero debe hacerse invirtiendo en nuevos sectores (salud, innovación, medio ambiente) y decidiendo una reducción gradual y duradera de las actividades más intensivas en carbono. Concretamente, es necesario crear millones de empleos y aumentar los salarios en hospitales, escuelas y universidades, renovación térmica de edificios, servicios locales.

En el futuro inmediato, el financiamiento solo puede hacerse a través de deuda y con el apoyo activo de los bancos centrales. Desde 2008, estos últimos han llevado a cabo una creación monetaria masiva para salvar a los bancos de la crisis financiera que ellos mismos habían causado. El balance del Eurosistema (la red de bancos centrales gestionados por el BCE) aumentó de 1.150 millones de euros a principios de 2007 a 4.675 millones a finales de 2018, es decir, de solo el 10% a casi 40% del PIB de la zona euro (12,000 millones de euros).

Debemos suponer que la creación monetaria se utiliza para financiar la recuperación verde y social, y no para impulsar los precios del mercado de valores.

Sin duda, esta política hizo posible evitar las quiebras en cascada que habían arrastrado al mundo a la depresión en 1929. Pero esta creación monetaria, decidida a puerta cerrada y sin una integración democrática adecuada, también contribuyó a impulsar los precios. financiero e inmobiliario y para enriquecer a los más ricos, sin resolver los problemas estructurales de la economía real (falta de inversión, aumento de la desigualdad, crisis ambiental).

Agrupe la tasa de interés
Sin embargo, existe un riesgo real de que simplemente continuemos en la misma dirección. Para tratar con Covid-19, el BCE lanzó un nuevo programa de recompra de activos. El balance del Eurosistema aumentó de 4.692 millones de dólares el 28 de febrero a 5.395 millones de dólares el 1 de mayo de 2020 (según datos publicados por el BCE el 5 de mayo). Sin embargo, esta inyección monetaria masiva (700 mil millones en dos meses) no será suficiente: el diferencial de tasas de interés contra Italia, que se había reducido a mediados de marzo tras los anuncios del BCE, muy rápidamente comenzó a levantarse de nuevo.

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https://www.lemonde.fr/idees/article/2020/05/09/apres-la-crise-le-temps-de-la-monnaie-verte_6039129_3232.html

jueves, 30 de abril de 2020

Inconscientes

Imaginen que una nave tripulada por seres procedentes de otra civilización inteligente (distinta a la nuestra, por lo tanto) se acerca a la Tierra para conocer su naturaleza y cómo vivimos sus habitantes.

Enseguida descubren que allí se ha propagado un virus que infecta a millones de personas y que produce docenas de miles de muertes, en casi todos los lugares y muchas más de las que registran las estadísticas a las que tienen acceso, gracias a su conocimiento y tecnología, muy superiores a los de la Tierra.

Para saber la situación más concreta, los efectos que realmente está teniendo la epidemia y las medidas que estos humanos llevan a cabo para paliarlos, deciden acudir a la más alta autoridad de la máxima potencia económica, militar, cultural y política de ese planeta, el Presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Justo cuando van a ponerse en contacto con él, se encuentra dando una rueda de prensa en la que propone inyectar desinfectante y luz en el cuerpo de las personas afectadas como forma de acabar con él. Incrédulos, los visitantes deciden, entonces, recurrir a otras fuentes de conocimiento.

Comprueban más tarde que, al principio de la epidemia, todos los líderes y gobiernos de planeta le había quitado importancia pero que ahora todos sin ninguna excepción la contemplan con sofoco y la consideran de gran peligro. Ya saben que se trata de un mal global, cuya expansión no es posible detener mediante fronteras físicas y que se requeriría una actuación así mismo global para poder hacerle frente con algún éxito, por ejemplo, compartiendo recursos sanitarios, investigando en equipo la obtención de vacunas o poniendo a disposición unos de otros el conocimiento y los medios materiales, personales o económicos necesarios para evitar una catástrofe.

Los visitantes, sin embargo, comprueban que no se ha producido ningún tipo de encuentro global porque las instituciones en donde solían sentarse todos los países del planeta sin excepción, como las Naciones Unidas, hace tiempo que están devaluadas y apenas tienen influencia en las decisiones de los países más poderosos. Es más, el presidente de la gran potencia mundial había decidido que su país (el más rico del planeta) dejase de contribuir y colaborar, precisamente en ese momento, con su oficina dedicada a combatir este tipo de desastres sanitarios, la Organización Mundial de la Salud.

Los visitantes extraterrestres no pueden explicarse la actuación de los humanos de la Tierra en materia de prevención vírica. Los científicos de ese planeta saben que allí hay más de 300.000 virus que podrían producir un efecto parecido o peor que el Covid-19 y, a pesar de ello, sus gobiernos siguen dejando el descubrimiento de vacunas y remedios en manos de laboratorios privados, los cuales, lógicamente sólo tratarán de descubrir aquello que resulte rentable a sus propios negocios y no al interés general. La situación de desarme sanitario les parece tan increíble como absurda. No pueden entender que Estados Unidos dedique casi 600.000 millones de euros a gasto militar y luego resulte que el 80 % de las medicinas que se consumen en su interior provengan de China, que se supone que es uno de los adversarios que justifican semejante dispendio militar.

Los visitantes se sorprenden especialmente de esta falta de colaboración global cuando se dan cuenta de que las cadenas globales de suministro de alimentos están cediendo, algo que ha puesto de relieve, entre otros muchos investigadores, un economista al servicio de la FAO, la oficina de las Naciones Unidas dedicada a los problemas de la alimentación, en un artículo aparecido en la revista Nature. Allí se señalan algunos ejemplos de lo que, en realidad, está pasando en todo el país: «En India, los agricultores están alimentando con fresas a las vacas porque no pueden transportar la fruta a los mercados de las ciudades. En Perú, los productores están vertiendo toneladas de cacao blanco en el vertedero porque los restaurantes y hoteles que normalmente lo comprarían están cerrados. Y en los Estados Unidos y Canadá, los agricultores tuvieron que tirar la leche por la misma razón. Legiones de trabajadores migrantes de Europa del Este y África del Norte están atrapados en las fronteras, en lugar de cosechar en las granjas de Francia, Alemania e Italia. Estados Unidos, Canadá y Australia dependen en gran medida de los trabajadores agrícolas temporales que no pueden viajar debido a restricciones de virus». Y también se advierte en ese artículo de que el miedo a la pandemia ha producido «reacciones en cadena caóticas» muy peligrosas que ya han hecho subir los precios de productos básicos para la alimentación humana, como el trigo (8 % en comparación con los de marzo del año pasado) o el arroz (25 %).

Esa información hace que los visitantes se interesen por el hambre y descubren también que afecta a 821 millones de personas, a pesar de que sólo con los productos alimenticios que se desperdician en todo el planeta se podría alimentar a 1.260 millones de seres humanos todos los años. Cuando analizan la forma en que los humanos de la Tierra organizan la producción y el consumo de los productos básicos que necesitan, los visitantes se sorprenden sobremanera del gran daño que provocan sobre su medio ambiente natural y, a su vez, del coste tan enorme que esto lleva consigo, tanto en dinero como en vidas humanas.

Así, la contaminación del aire mata a siete millones de personas cada año y los desastres naturales causados por el clima a unas 600.000. El 40 % de la población mundial ya tiene problemas con la escasez de agua y todos los años mueren 2,2 millones de personas por simples diarreas. Como consecuencia en gran parte del modo de vida existente en la Tierra, el nivel del mar ha subido el doble de lo previsto en los últimos 25 años, un tercio de las especies marinas están en riesgo por el cambio climático, las capas de hielo que cubren la superficie terrestre se están descongelando un 20 % más de lo previsto por los científicos y la del Ártico se ha reducido en un 40 % en los últimos 35 años. La deforestación (que produce la quinta parte de las emisiones de CO2 que destruyen la Tierra) avanza a un ritmo de 13 millones de hectáreas cada año (casi la cuarta parte de España). Al ritmo en que se produce y consume en el planeta que van a visitar, en 2050 vivirán en tierras desertificadas unos 4.000 millones de personas y la resistencia a los antibióticos, provocada entre otras causas por los contaminantes vertidos en el agua y en los alimentos, será la primera causa de muerte en el mundo ese año.

A los visitantes les confunde la forma económica tan extraña con que los habitantes de la Tierra hacen frente a estos problemas pues se calcula que podrían evitarse con 19,5 billones de euros, mientras que el coste de soportarlos supone 47 billones. Y también les resulta incomprensible que los actuales habitantes de la Tierra no tengan en cuenta que después de los que viven ahora allí tendrán que venir otras generaciones futuras, sus hijos, nietos y biznietos, cuyo bienestar y forma de vida no parece preocuparles. Aunque igualmente les sorprende el escaso cuidado que tienen con los niños pues, como señalaba el informe Acción humanitaria para la infancia 2019 de UNICEF que han consultado, «la infancia sufre la mayor amenaza para su desarrollo en los últimos 30 años». Algo que también produce perplejidad a los alienígenas, porque en ese informe se indica que sólo harían falta 3.500 millones dólares para conseguir que todos los menores del planeta tuvieran cubiertas sus necesidades básicas, más o menos los presupuestos de los 20 o 25 equipos de fútbol europeos con mayor presupuesto.

Las cuestiones económicas asociadas con la propagación del virus llaman extraordinariamente la atención de los visitantes. En concreto, que tampoco en este campo haya habido una respuesta global a los cientos de millones de desempleos que va a producir, ni a la pérdida de las miles de empresas que proporcionan los suministros básicos para la población. Les sorprende también la imprevisión ante la gigantesca crisis de deuda que inevitablemente se producirá una vez que se salga de la crisis actual. Aunque nada les produce tanto estupor como el hecho de que en la Tierra se dediquen casi 125 veces más recursos a realizar apuestas en una especie de casinos financieros, para estos visitantes completamente desconocidos y cuya lógica apenas entienden, que para las actividades directamente encaminadas a satisfacer sus necesidades reales. Unos casinos a cuyo mantenimiento se dedica más atención en la Tierra que al cuidado y a la vida de los seres vivos.

Los visitantes, en fin, tampoco pueden entender que en el planeta que desde las profundidades del espacio se muestra con una belleza formidable sea, en realidad, un infierno innecesario para una parte tan grande de sus pobladores. Y no pueden explicarse cómo, a pesar de la existencia de tantos dioses e iglesias que pregonan la bondad y el amor por todas sus esquinas, haya tantos conflictos armados, un ambiente tan extendido de odio y revanchismo y un sentido tan escaso de la solidaridad y de la cooperación mutua.

Más que nada, en el informe que realizarán de sus descubrimientos sobre el planeta Tierra, destacarán la falta de conciencia de sus pobladores sobre su propia existencia y sobre el hecho de que conforman una civilización que se encuentra en peligro real y cercano de extinción como consecuencia de sus decisiones decisiones.

Ya de vuelta, uno de los alienígenas señaló en su tableta orgánica una de las páginas de Pensamientos despeinados, un librito de Stanislaw J. Lec que había escaneado como recuerdo en la biblioteca de unos pueblos que habían visitado.

– Aquí está lo que les pasa a estos humanos, dijo: es un planeta que «tiene la conciencia limpia; no la ha usado nunca».

Juan Torres López es Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla. Dedicado al análisis y divulgación de la realidad económica, en los últimos años ha publicado alrededor de un millar de artículos de opinión y numerosos libros que se han convertido en éxitos editoriales. Los dos últimos, ‘Economía para no dejarse engañar por los economistas’ y ‘La Renta Básica. ¿Qué es, cuántos tipos hay, cómo se financia y qué efectos tiene?’

Fuente:

https://blogs.publico.es/juantorres/2020/04/27/inconscientes/

martes, 21 de abril de 2020

_- Su suerte es nuestra suerte

_- Acabo de oír en televisión las emocionantes palabras del jefe de la oposición portuguesa Rui Rio, manifestando un apoyo cerrado e incondicional al gobierno de su país: “Señor primer ministro, cuente con la colaboración del PSD. Ayudaremos todo lo que nosotros podamos. Le deseo coraje, nervios de acero y mucha suerte. Porque su suerte es nuestra suerte”. Me he sentido orgulloso de la oposición que tiene la sociedad del país hermano. Porque es imprescindible la unidad para salir de esta crisis.

Y me he preguntado por los partidos de oposición de mi país. Con pena. Con rabia. Tanto el PP como Vox están mostrando una actitud desleal y miserable. (Ciudadanos parece haber aprendido las importantes lecciones que le ha dado la historia). Estoy avergonzado de la oposición que tenemos. “La peor crisis gestionada por el peor presidente de la historia de España”, dice el PP. “Que dimita este gobierno ilegítimo”, dice Vox. ¿Eso es ayuda? ¿Eso es lealtad? ¿Eso es unidad? ¿Eso es patriotismo? “Proponen firmar unos nuevos Pactos de la Moncloa porque quieren mantener a Pedro Sánchez en el poder”, dice el PP. Ante la propuesta de esos pactos de reconstrucción, Vox dice no acudirá a la cita y que llevará al gobierno a los tribunales por si hubiera existido “dejación de responsabilidades, imprudencia grave o, en su caso, delitos dolosos”, tal y como anunciaba este lunes, en rueda de prensa, el falangista eurodiputado y portavoz del partido, Jorge Buxadé. ¿Eso es colaboración? ¿Eso es solidaridad? ¿Eso es arrimar el hombro?

Se dice que las catástrofes unen a los pueblos. Pues eso no pasa en el nuestro. Si se puede destruir al gobierno que tiene que salvarnos del desastre, mejor. Si se puede cuestionar lo que hace, mejor que mejor. Y para ello, vale todo. Desde el insulto agresivo al bulo más falaz. “Su suerte es nuestra desgracia y su desgracia es nuestra suerte”, viene a decir la oposición.

Cómo no reconocer que el gobierno ha cometido errores. Cómo no aceptar que podría haber hecho las cosas antes o de otro modo, que podría haber informado más y mejor, que podría haber contado más con la oposición, que debería haber repartido material de protección con más celeridad y eficacia… Pero no se puede ignorar que la incertidumbre es total y que estamos inmersos en una crisis única, impredecible y devastadora.

No es negativa la crítica que ayuda, que estimula, que corrige, que orienta, que hace mejorar. Pero esta operación de acoso y derribo, esta descalificación irracional, persistente y mentirosa es repugnante e inadmisible.

He leído un excelente artículo de mi compatriota leonés Julio Llamazares, publicado en El País el día 3 de abril. Está cargado de una lúcida ironía.

“Lo que uno no se explica es que, viviendo en un país con más de 46 millones de expertos en pandemias, hayamos llegado a esta situación. En un país en el que todo el mundo sabía lo que se nos avecinaba con días y hasta semanas de antelación, no se comprende que nadie advirtiera a las autoridades sanitarias para que tomaran las medidas oportunas para protegernos. Que la autoridades sanitarias no tengan ni idea de virus no nos justifica al resto (carpinteros, fontaneros, escritores, periodistas, abogados, ingenieros de caminos…) no haberlas tomado por nuestra cuenta.

Tampoco se comprende bien que, sabiendo como sabemos lo que hay que hacer a cada momento, no solo ante una pandemia sino ante cualquier problema, elijamos siempre para que lo hagan por nosotros a los más ineptos.

Da igual cuál sea el gobierno; siempre es el más incapaz, el más impresentable y el más torpe. La oposición, en cambio, siempre está más preparada; lo que no se comprende bien es por qué no la elegimos para gobernar. Debe de ser que la población vota siempre lo contrario de lo que querría…”.

He visto horrorizado la sesión parlamentaria en la que se ha aprobado la prórroga del estado de alarma. Las intervenciones de la oposición (me refiero, sobre todo, al PP y a Vox) han sido nauseabundas. ¿No se dan cuenta de que ahora hay que remar en la misma dirección? ¿No piensan que es la hora de arrimar el hombro y no de poner zancadillas? ¿No se dan cuenta de que su posición es un escándalo para el mundo?

¿Cómo puede Vox votar en contra del estado de alarma? De 54 votos en contra, 52 pertenecen a Vox. ¿Qué quieren? ¿Qué salgamos todos a la calle? Ellos, que tanto y tan virulentamente atacan, ¿no habrían decretado el estado de alarma? ¿O es que lo único que les anima es decir no a cualquier propuesta del gobierno? Acaba de decir una portavoz de Vox que el gobierno, como es partidario de la eutanasia, la está aplicando a los ancianos de una forma feroz. Increíble acusación. Una afirmación que no muestra cómo es aquel al que acusan sino cómo es quien la formula.

Estoy harto de ver tantos bulos, tantos chistes, tanta mala baba contra el gobierno de mi país que, con sus errores, evitables unos e inevitables otros, está intentado sacarnos de esta crisis: Sánchez dimisión, dicen unos, cárcel para los ministros y el presidente del gobierno, dicen otros. ¡Cuánto odio, cuánto sectarismo en las actitudes y en las opiniones! ¡En estos momentos en los que tenemos el agua al cuello! Pero, ¿qué país es este?, ¿qué patria es la mía?

Si el presidente del gobierno español hubiese dicho sobre el coronavirus lo que afirmó el primer ministro británico Boris Johnson (o Bolsonaro, o Trump, o López Obrador o tantos otros…) la oposición le habría crucificado o habría tenido que exiliarse.

Cuando se dice que solo podemos salir de la crisis estando unidos, cuando se pide lealtad hacia las demás fuerzas políticas, cuando se dice que hay que remar en la misma dirección, la oposición suscribe todas esas frases, pero debe entender que la dirección la tiene que marcar la derecha. Hay un pequeño inconveniente: que la ciudadanía no dijo eso. La ciudadanía dijo en las urnas quién tenía que marcar la dirección. ¿Lo entenderán algún día? ¿Estaremos todavía a tiempo?

Para la oposición, el gobierno no hace nada bien y, si alguna cosa hace bien, la hace tarde. Y si la hace bien y a tiempo, la hace para su mayor gloria y no en beneficio de los ciudadanos y ciudadanas “A usted solo le interesa el poder, a nosotros los españoles”, dice Pablo Casado con un cinismo insoportable. Por eso el PP no se presentará a las próximas elecciones ya que no quiere el poder. Y por eso Sánchez toma decisiones y hace todo lo que hace para los africanos o para los chicos. Los españoles no le importan un bledo. Qué barbaridad. Estoy profundamente escandalizado del comportamiento de la oposición.

Se dice que, cuando esto acabe, habrá que pedir cuentas de cómo se han hecho las cosas. Claro que si. De cómo actuó el gobierno. Pero también habrá que pedir cuentas por la actitud que ha tenido la oposición. Para la oposición el juicio empezó el primer día. Y nunca cesa. Es la hora de la unidad, es la hora de la acción, no del juicio.

He dicho en otras ocasiones y lugares que no me gusta el nombre “la oposición”. Me gusta más “la alternativa”. Porque, cuando se habla de oposición, se puede pensar que el deber es oponerse, sea a lo que sea. Y no. Porque no hay que oponerse a lo que se hace bien. Si se hablase de alternativa, se tendría que hacer hincapié en cómo se habría hecho en el pasado o cómo se haría en el futuro (de forma distinta y mejor que la de quien gobierna). Y los electores sabrán, en la próxima ocasión, por quién deben decantarse.

https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/2020/04/18/su-suerte-es-nuestra-suerte/

Coronavirus: por qué Portugal tiene un número de fallecidos 32 veces menor que su vecino España (y el inusual papel de su clase política)

domingo, 19 de abril de 2020

Pedro el sepulturero o a quien insulta Vox

Cada día está más claro que tenemos un partido en el Congreso que desprecia expresa y públicamente el principio de soberanía del pueblo español.

El día que Macarena Olona llamó sepulturero a Pedro Sánchez durante el pleno del Congreso que debatía la prórroga del estado de alarma, me derrumbé. Aquel insulto me hizo sentir vergüenza, impotencia y cierta humillación. Al principio no entendí mis sentimientos, dado que no soy precisamente una cheerleader de la gestión de Sánchez en esta crisis. Sin embargo, confieso que nunca antes me había sentido tan cerca de ningún presidente del Gobierno de mi país como ese día. Pensé entonces que mi disgusto podía deberse a las circunstancias extremas que nos rodean, pero según avanzan los días y los insultos, comprendo que la razón no era emocional sino estrictamente política. La señora Macarena Olona nos insultó a todos cuando habló de “Pedro el sepulturero”. Me llamó sepulturera a mí. Y también a todos y cada uno de los españoles. Y lo hizo con una bandera de España en la boca en pleno Congreso de los Diputados y en la peor crisis que ha vivido este país en los últimos cuarenta años.

“Sepulturero”, “Pedro el sepulturero”.
Este insulto de Vox, uno de tantos, no expresaba un desacuerdo con el Gobierno ni siquiera una hostilidad personal hacia Pedro Sánchez. El día que Olona escupió esa palabra en el Congreso —y aquí el lugar es importante—, no hizo otra cosa que expresar el profundo desprecio que siente Vox por los representantes de la soberanía nacional. Olona no pretendía manifestar su oposición intelectual respecto de la gestión de la crisis, ni siquiera su antipatía genuina hacia Sánchez. Vox va un paso más allá en sus insultos porque no respeta a los representantes elegidos por el pueblo español ni termina de aceptar que es en nosotros, en todos los ciudadanos, donde reside la soberanía. Por eso no puede ocultar su profundo desprecio hacia el presidente del Gobierno. Si por ellos fuera, los líderes serían elegidos por aclamación y de ahí nace su íntima necesidad de humillar, no criticar ni corregir, al actual presidente. No es casual que para despreciar a Sánchez, Olona eligiera ensalzar una vez más a Franco. “Se empeñó en desenterrar a un muerto y hoy entierra a miles”, dijo. Y lo dijo porque ese muerto no era uno cualquiera, sino un caudillo capaz de llegar al poder mediante un golpe de Estado, mientras que “Pedro el sepulturero” jamás rozará esta altura política. No olviden que Sánchez ha sido elegido por el principio de soberanía del pueblo español que sostiene nuestra Constitución y que Vox desprecia.

No digo que Vox se lleve mal con la democracia como procedimiento administrativo, pero el hecho es que es un partido caudillista y que si bien ha conseguido entrar en el juego democrático y superar sus filtros, es manifiestamente incapaz de no expresar cada vez más claro y más alto su profundo desprecio por la idea misma de soberanía del pueblo español. ¿Cómo expresa este desprecio? Con insultos y humillaciones contra Pedro Sánchez en tanto que producto de nuestra soberanía. Para que me entiendan, los votantes de Vox destetan a Pablo Iglesias de manera genuina, lo mismo que los votantes de Podemos detestan a Santiago Abascal. En ambos casos se trata de un desagrado personal incluso íntimo, no de un desprecio institucional. En cambio, Vox desprecia a Pedro Sánchez como producto de la soberanía del pueblo español ergo Vox me desprecia también a mí (y a todos los españoles) cuando dice que Pedro Sánchez es un sepulturero.

Otro ejemplo.
Si mañana me encuentro por la calle con un antiguo profesor de mi facultad y le digo a gritos que es un deshecho intelectual y que ha plagiado su tesis, estaré expresando un desacuerdo personal o una opinión con mayor o menor acierto. Pero si insulto a ese mismo profesor mientras da clase en la Universidad y le acuso públicamente de plagio en sus investigaciones, entonces estaré insultando también a la Universidad que lo cobija. Y si además me pongo una bandera de la Universidad en la boca antes de escupir sobre ella, entonces estaré cometiendo un acto de rebelión.

“Negligencia criminal”, “ocultar imágenes de los muertos”, “eutanasia feroz”, “gobierno social-comunista”, “Pedro el sepulturero”... Los insultos de Vox han sido tan graves que el PSOE ha denunciado al partido ante la Fiscalía por delitos de injurias, calumnias y odio. Entre ellos se cuenta, por ejemplo, el montaje que hicieron sobre una foto de la Gran Vía vacía para presentarla repleta de ataúdes con la bandera de España. Una falsificación que no contaba siquiera con el consentimiento del autor de la imagen, que exigió su retirada. Sin embargo, todos estos insultos no son un mero asunto delictivo sino sedicioso. Y como tal se deben afrontar, dentro de toda su gravedad y con todos los mecanismos legales al servicio de los ciudadanos, de nuestras instituciones y de nuestro país.

El discurso de odio de Vox se ha consentido porque se ha entendido como una expresión de su oposición hacia la izquierda. Sin embargo, cada día está más claro que tenemos un partido en el Congreso que desprecia expresa y públicamente el principio de soberanía del pueblo español. Es decir, tenemos un partido anticonstitucional en el Congreso. Ojalá el virus no oculte esta otra desgracia. Pues ya hemos aprendido que es decisivo tomar medidas antes que de que se extienda el brote.

https://elpais.com/elpais/2020/04/17/opinion/1587132318_857749.html

“Por primera vez nadie espera que las soluciones vengan de Estados Unidos”.

(ENTREVISTA EN El Diario.es)
Rafael Poch ha sido corresponsal de La Vanguardia y colabora con Ctxt
Foto, Boris Svartzman

El inicio de la crisis del coronavirus en China fue descrita por algunos medios como “el Chernobyl chino”, sugiriendo el inicio de la decadencia de la potencia asiática. Un par de meses después, parece todo lo contrario…

Hay que ser muy prudentes, porque de este virus nos falta mucha información, pero de momento el Chernobyl no es tanto chino como americano. Hace unas semanas, cuando el principal foco era Europa, escribí que el siguiente problema gordo podía ser el de Estados Unidos, y eso es lo que tenemos ahora. En Estados Unidos se están confirmando las cosas más locas que se pensaban sobre ellos, como que es un país que pone el dinero por delante de la gente, que es incapaz de cesar sus sanciones que la crisis convierten en aun más criminales, o que tienen unos responsables políticos absolutamente disparatados, como el gobernador de Florida, Ron DeSantis, que tiene una población de ancianos muy abultada y que no ha hecho prácticamente nada, o el de Georgia, Brian Kemp. Y eso por no hablar del principal incompetente y negacionista que está en la Casa Blanca, lo que no le impide ofrecer mil millones a una empresa alemana para hacerse con la exclusiva de posibles remedios.… Y mientras eso pasa en Estados Unidos, en China parece que de momento están saliendo. La actitud exterior china no solo no ha sido negacionista sino que ha dado información muy fluida a la OMS y ha hecho una labor de ayuda extraordinaria brindando a los demás un tiempo que no todos han sabido aprovechar para prepararse. Esta es una crisis en la que por primera vez nadie espera que las soluciones vengan de Estados Unidos, y parece que algunas incluso van a venir de China.

¿Por qué cree que se no se espera que las soluciones vengan de EE.UU? ¿Muestra una decadencia del país como potencia única o es por otras razones?

La crisis ha puesto en evidencia una situación que ya teníamos, que es una tendencia a cierto relevo de potencias. No en el sentido de que China vaya a ser la próxima superpotencia hegemónica, no está claro que China quiera ser eso, pero sí en el sentido de que el vector que ya conocíamos de que la potencia estadounidense se iba relativizando mientras la china se iba aumentando. Esta pandemia nos ha ofrecido una fotografía de eso. Y todo aquello que barruntábamos, de repente, lo vemos.

Antes sugería que quizás China no quiere ser esa potencia a la que parece estar llamada a convertirse. ¿Por qué?

Por tradición secular, China ha sido un país y una cultura introspectiva, más bien cerrada en sí misma. No ha sido una potencia expansiva. Sí, ha tenido cierta expansión imperial en su inmediato entorno, pero no ha sido un imperio de comercio de gran distancia ni nada de eso, como fueron las potencias europeas. Y el motivo podría ser la gran fragilidad interna que siempre ha tenido China, un país en el que siempre han coincidido las sequías con las inundaciones y, en fin, que siempre ha tenido enormes problemas de gobernabilidad interna. También cierta idea de superioridad y autosuficiencia, de “nuestra civilización como la más perfecta por lo que hay que concentrarse en defenderse de los bárbaros”, lo que la Muralla China representa.

Pero todo esto puede ser música celestial si lo cotejamos con los imperativos de la globalización, cuando hablamos de una potencia industrial y de exportación, que necesita materias primas para funcionar, y eso cambia mucho las cosas. Desde el momento que eres la fábrica del mundo tienes que abandonar esa introspección y necesitas proyección exterior.

En Europa se ha instalado cierta idea fatalista de que, si vamos a competir con China, hace falta que demos un giro tecnocrático. ¿Es así?

Antes hablábamos de Chernobyl. En estos momentos Europa está en la UCI, clarísimamente. También ha ofrecido una fotografía en esta crisis de todas las miserias e insuficiencias que la Unión Europea demostró durante la crisis del 2008. El egoísmo de Alemania, la incapacidad de hacer una política solidaria dentro de un esquema diseñado como una autopista de la globalización neoliberal. Eso es muy difícil de transformar porque los tratados que regulan los principios neoliberales de la UE son inamovibles y están blindados contra el cambio, lo que agudiza la crisis interna.

Una crisis que parece recurrente entre el norte y el sur europeo.

En el caso de Alemania las posiciones han sido espectaculares, en una de las últimas reuniones, la del 26 de marzo, ante una presión considerable en pro de medidas solidarias, Merkel realizó una maniobra indecente. En manos de los cinco presidentes de las instituiciones de la UE (Consejo, Parlamento, Comisión, BCE y Eurogrupo) la posición de países como Francia, España e Italia en favor de los llamados coronabonos parecía ineludible, así que hizo que la decisión se tomara en el Eurogrupo donde los adversarios de esa política tenían más peso, con Holanda y Alemania en primer lugar. Este truco de Merkel lo explicaba el indecente Der Spiegel el dia 27. Este tipo de recursos ahora cada vez huelen más y son los que llevan a la UE a la UCI. La Comisión Europea, entre 2011 y 2018, exigió en 63 ocasiones a los países miembros que recortaran sus gastos en sanidad o privatizaran ámbitos enteros de su sistema público de sanidad. La contabilidad es de Martin Schirdewan, coopresidente del grupo de la Izquierda unitaria europea. Esto es muy difícil de olvidar…

Así como en la crisis pasada no parecía tan factible, en la actual crisis se habla en voz alta de la posibilidad de una ruptura de la UE. ¿Cree que es posible?

Creo que estamos hablando de cosas que en cierta manera ya han sucedido. Siempre pongo el ejemplo de la Sociedad de Naciones (1919), la antecesora de la ONU. Fue un acontecimiento histórico, por primera vez las naciones del mundo intentaban ponerse en común, conscientes de que debían tratar problemas generales. La práctica demostró que no pintaba nada, fue impotente ante las catástrofes del periodo de entreguerras y no digamos en la génesis de la Segunda Guerra Mundial, así que se acabó disolviendo en 1946 sin que nadie lo notara. Pero luego se creó la ONU. ¿Por qué? Porque la necesidad de una coordinación entre estados para un gobernanza mundial existía, permanecía y se incrementaba trasla experiencia de la guerra mundial. Pues yo creo que con la UE pasará lo mismo, no sirve para nada, está complicando las cosas con el corsé del euro y de sus irreformables tratados germánicos de cemento armado, nos ha quitado soberanía y democracia, es imposible de cambiar con el actual esquema pero, al mismo tiempo, la necesidad de una integración entre las naciones de Europa es por todos reconocida y fundamental.

¿Las democracias liberales están peor preparadas para afrontar una crisis como la del coronavirus o no tiene nada que ver con sistema político?

La pregunta es: ¿Para vencer al coronavirus tenemos que ser un régimen autoritario de partido único o mandar a centenares de miles de uigures a campos de reeducación? Pues creo que es una idea disparatada. Porque de momento, insisto en el “de momento”, quien lo ha hecho bien no es solo China sino Asia Oriental en general. Y ahí tenemos regímenes políticos muy diferentes: Japón, Taiwan, Corea del Sur… Y en China ha habido medidas de tipo autoritario (cuando el autoritarismo era necesario) pero también otras que simplemente tienen que ver con el buen gobierno y con anteponer la sanidad pública y los intereses de la población a la economía. Eso ha ocurrido bajo diferentes métodos. Ahora, sí que es necesaria cierta disciplina cívica y cierto regreso a una gobernanza estatal efectiva, cosas que en occidente se han perdido en beneficio de la gobernanza empresarial.

Uno de los debates es sobre las medidas de protección a la salud en contraposición con el impacto económico que podían generar. Y se le pueden sumar también los derechos. ¿Cree que en Europa se ha resuelto bien esta cuestión?

Respecto a las libertades, en condiciones de pandemia la solidaridad pasa por el distanciamiento social. Parece contradictorio, pero no, es absolutamente claro. El confinamiento por tanto no solo no es autoritario sino que es altruista y solidario. Ahora bien, el dilema entre la economía y la salud no es ninguna tontería. El actual parón va a provocar un colapso mayor. Otra cosa es que el capitalismo siempre prime la economía en detrimento de la población. Pero en una posición 100% humanista, atenta a los intereses de la población, la pregunta continúa siendo válida: ¿Hasta qué punto este confinamiento llevado más allá de lo razonable no se puede volver contra nosotros? Estamos ante sociedades de clase y los de abajo son los que más van a sufrir. El dilema este es muy serio, independientemente de que Trump, Bolsonaro o Merkel, a otro nivel, le hayan dado una respuesta asquerosa desde el principio.

En un sistema comunista también habría este dilema, ¿no?

Claro. Por eso hay que buscar un balance. Pero es muy difícil porque esta pandemia, sin ser históricamente nueva, es novedosa porque hace tantos años que no ocurría algo así, y nunca en una sociedad tan moderna, que estamos en terreno desconocido.

Rusia ha apostado por unas medidas mucho más blandas que China o el sur de Europa en relación con el coronavirus. Parece que se ha alineado más con los países negacionistas. ¿Por qué cree que ha sido así?

Hay un punto de misterio en la respuesta rusa a esta pandemia, aún no está claro si es que han tenido suerte, si han acertado mucho en las medidas preventivas, o si han sido de una incompetencia increíble. O podría ser una combinación de todas estas. En primer lugar, las características de la sociedad rusa dan ventajas: hay menos sociabilidad que en España o Italia, tienen un espacio físico enorme, las redes viarias son menos fluidas, hay mucho comercio con China, pero es sobre todo de petróleo y gas… todo esto ayuda a que el impacto sea menor. Además Rusia cerró ya en enero la frontera con China, y desde febrero los pasajeros a Moscú eran controlados por equipos médicos, y a quien daba fiebre se le confinaba en casa. Todo eso ocurrió.

Más allá de lo que dice el Gobierno de Putin, entonces, ¿la clave es que Rusia apostó por la prevención?

Sobre todo fueron medidas muy prontas, ya desde enero. A partir de ahí, la vida en Moscú ha continuado con menos cambios que aquí hasta hace bien poco. Pero tienen pocos casos y por eso, a la pregunta de si se falsea la información, pues es totalmente plausible. Yo sostengo que en este tipo de crisis la estadística se convierte en un recurso de Estado: cada uno cuenta los muertos como quiere. Y eso es aplicable tanto a China como a Rusia, a Estados Unidos, Alemania o España.

Hay quien sostiene que la crisis del coronavirus puede generar un giro hacia posiciones más solidarias o de defensa de los servicios públicos. ¿Lo ve de forma tan optimista?

Yo lo que veo claro es que las cosas van a cambiar. Pero, ¿En qué línea? Esta es la cuestión. ¿Hay oportunidades para un cambio negativo o positivo? ¿Puede acabar esto en una guerra? Por qué no. ¿Puede acabar en una revuelta social o en un despertar social contra el neoliberalismo? Pues también, puede ser. Ahora bien, también es posible una utopía de estas orwellianas, con más control social, a partir de los precedentes liberticidas creados por la emergencia. Recordemos la nueva y desastrosa ola imperalista abierta por el 11-S neoyorkino: la “guerra contra el terror”, es decir millones de muertos, Guantánamo y la NSA en nuestro teléfono móvil y nuestro ordenador. Mucho depende de la capacidad y exigencia de las sociedades para cambiar las cosas. Yo creo que el futuro está bastante abierto y tenemos que reconocer que simplemente no sabemos qué va a pasar. Hay condiciones para el desastre y también para un cambio socioeconómico que encare los retos del siglo (clima, recursos de destrucción masiva y desigualdad), pero no habrá “vuelta a la normalidad” porque ha sido esta normalidad la que ha creado el problema.

(Publicada en Diario.es y ampliada)

sábado, 18 de abril de 2020

Otra política es posible

Las ocurrencias de cuatro asesores de comunicación no deben marcar la agenda de la gobernanza de este país

Ayer tenía un atasco de trabajo y, como suelo hacer en esas ocasiones, me puse a ver la comparecencia del ministro Illa en la Comisión de Sanidad del Congreso. Es lo que yo llamo el efecto corrida de toros. Lo descubrí de chaval. Cuando tenía un examen inminente, era capaz de cualquier cosa con tal de no prepararlo, incluso de ver una corrida de toros en la tele, que para mí es el epítome del aburrimiento nacional. Como ahora no dan corridas, ayer me conformé con ver la comisión parlamentaria de Sanidad. Y os lo confieso espontáneamente, me quedé de piedra por su alto nivel de discusión política. Yo había llegado a creer que eso no existía en nuestros tiempos pandémicos, pero debo reconocer que estaba equivocado.

“Mi escepticismo político perdió puntos ayer. Esa es la clase de debate que necesitamos”
En la media hora o tres cuartos que seguí el acto, pude escuchar los argumentos de las portavoces del nacionalismo vasco y catalán, y también de Ciudadanos y alguno más. Sus críticas al ministro de Sanidad eran solventes, coherentes y sensatas, y así lo reconoció el propio Illa. Allí no se discutió sobre las esencias nacionales, sino de lo que las comunidades autónomas podían aportar a la gestión de la pandemia, desde los grandes institutos científicos que albergan hasta la última mascarilla que podrían fabricar. El debate fue sobre la necesidad de test masivos, las curvas epidemiológicas y el grado de confinamiento que se debería adoptar en cada situación. Es verdad que luego salió el portavoz de Vox a hacer su numerito, pero incluso él parecía algo avergonzado por tener que largar la matraca habitual. Fundamentalismos aparte, el tono del debate fue francamente estimulante. Mi escepticismo político perdió puntos ayer. Esa es la clase de debate que necesitamos.

Sé que soy un pelmazo con esto, pero es que creo sinceramente que nuestra obsesión con la facción más abyecta de la politiquería nos está cegando frente al verdadero servicio que la política real puede hacer a nuestra sociedad, que es enorme. Las ocurrencias de cuatro asesores de comunicación no deben marcar la agenda de la gobernanza de este país. Lo que piensen Vox o la FAES de Aznar nos debería dar exactamente igual. Eso no son más que estrategias baratas para colarnos como principios lo que no son más que intereses particulares inconfesables. Otra política es posible, y la vimos este jueves en una humilde comisión de Sanidad que debería convertirse en un modelo de comportamiento.

Ojalá hubiera más políticos como Nancy Pelosi, la presidenta demócrata de la Cámara de Representantes de Estados Unidos. El martes pasado dirigió un argumentario a su partido, donde denuncia que Donald Trump ha desmantelado la infraestructura antipandémica, ignorado las advertencias de la OMS y de sus propios asesores, propalado que la pandemia era un bulo y, pese a todo, ha eludido asumir responsabilidades políticas por ello. Eso no son insultos, sino críticas juiciosas. Aprendamos.

https://elpais.com/ciencia/2020-04-16/otra-politica-es-posible.html