Mostrando entradas con la etiqueta enseñar. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta enseñar. Mostrar todas las entradas

lunes, 10 de abril de 2017

_--Golden5, el proyecto basado en lo positivo que quiere revolucionar la educación. "No es buenismo, sino satisfacer las necesidades psicológicas básicas del alumnado", asegura la responsable del método.

_--María José Lera, doctora en Psicología y experta en temas de calidad educativa, se dio cuenta hace tiempo de un detalle.
Observó que, cuando un niño de 12 meses da sus primeros pasos, sus padres le felicitan y le animan a que continúe intentándolo a pesar de que camina fatal. "Se le da un sentimiento de confianza que hace que quiera seguir caminando. Y a base de intentarlo, lo logra", apunta. A continuación se hizo una pregunta: ¿Por qué esa actitud positiva no se repite para todo? ¿Por qué cuando un alumno no sabe hacer una multiplicación sale la mirada negativa de los profesores en lugar de apoyarlo?

Fruto de reflexiones de ese tipo, Lera, profesora titular en la Universidad de Sevilla, lanzó junto a expertos de otros cuatro países un proyecto educativo llamado Golden5, que fue galardonado con el Premio Europeo Comenius de la Comisión Europea de Educación. Con él persigue dotar de herramientas al profesorado para conseguir un buen clima en el aula que mejore la motivación de los estudiantes, su bienestar psicológico y su rendimiento académico.

¿Y cómo se logra eso? El procedimiento de Lera es sencillo: profesores y colegios se ponen en contacto con ella y con su equipo, que se desplazan donde sea menester para formar a los docentes. Hasta ahora, el proyecto está siendo un éxito especialmente en la zona de Algeciras y en el País Vasco, donde lo aplican 200 centros, casi todos en la provincia de Guipúzcoa.

EL PROBLEMA PRINCIPAL: LA FALTA DE MOTIVACIÓN, NO LA FALTA DE CAPACIDAD.
"Se consigue una mejora notable del rendimiento académico de los niños y del aula en sólo seis semanas. Y también mejora la autoestima de los estudiantes. En cuanto al profesorado, dicen que son más felices y están mejor desde que aplican el programa", asegura la experta.

El truco, afirma, consiste en cambiar la mirada de los profesores hacia una visión positiva. Dice que es la que tienen en los países nórdicos como Noruega, siempre referentes en temas educativos. El Golden5 parte de una premisa: el problema principal en las aulas es la falta de motivación de los estudiantes, que provoca conductas disruptivas y que el profesorado genere una emoción negativa porque el alumno no hace lo que se le pide.

Lo malo lleva a lo malo y lo bueno lleva a lo bueno, centrarnos en los aciertos y recompensarlos, no echar sermones negativos con los errores. Fomentar y premiar la atención, el modelamiento y el moldeamiento.
Para corregir esa falta de motivación, el Golden5 recoge varias estrategias motivacionales que, según asegura Lera, se llevan aplicando con éxito durante muchos años en ámbitos como el deporte pero han pasado de perfil por la educación. La más importante de ellas es conseguir que los profesores resalten únicamente lo positivo del alumno, dejando lo negativo a un lado.

"EL ERROR debemos utilizarlo para reflexionar, estudiar las causas y buscar la solución en adelante, nos sirve para corregir la enseñanza y mejorar el aprendizaje, no para castigar, HAY QUE MINIMIZARLO"
 "Cuando uno comete un error, el error no se debe magnificar, sino que hay que minimizarlo para que no pase nada, darle aliento para que pueda seguir trabajando y hacerle ver que sí que puede. La mirada de culpabilización es un error porque acarrea actuaciones negativas que llevan a que el otro tenga menos confianza. Y ya empezamos: menos confianza, menos motivación, peor comportamiento. Y lo malo lleva a lo malo y lo bueno lleva a lo bueno", explica la experta.
https://youtu.be/d2yqlT8MZO0
Lera admite que esa mirada negativa es la que sale de forma natural porque "cuando las cosas salen como están previstas, y generalmente prevemos el éxito, no se dice nada". Es decir, cuando alguien saca un 10 en un examen, lo habitual es no decir nada, o como mucho dar una pequeña enhorabuena. "Pero cuando no sale lo que tú esperas y el alumno fracasa, suspende, hace mal los ejercicios, entonces surge la necesidad de decir algo", explica mientras asegura que eso es un error.

Aquí hay una falta de conciencia de las repercusiones que tienen las cosas que decimos. El lenguaje, las palabras y la entonación son muy importantes.
Subraya que, si el profesor destaca lo bueno de un alumno, ese estudiante se va a quedar con lo positivo. "La próxima vez que le salga mal algo de matemáticas, dirá: ah, pero yo era muy bueno en matemáticas, lo que pasa es que tengo un mal día. Y seguirá hacia delante", afirma. Y dice que estos comportamientos son habituales en países como Finlandia o Noruega. "Aquí hay una falta de conciencia de las repercusiones que tienen las cosas que decimos", se lamenta.

¿UN MÉTODO QUE CREA PROFESORES BLANDOS?
Pero la contra argumentación es obvia y es la que se le plantea constantemente a los responsables del Golden5. Si sólo se destaca lo positivo, ¿cómo se puede corregir lo negativo? ¿no va a provocar ese comportamiento que el profesor pierda autoridad en el aula, que se construya una imagen de blando? ¿cómo va a saber un niño abordar el fracaso si nadie le ha hecho ver sus propios errores?

Lera responde con una metáfora: "Es como si tú sabes que cuando pase un tiempo vas a tener menos comida. Y dices: vamos a empezar ya a no comer para estar preparado. Pues no. Porque entonces cuando venga no vas a estar preparado, sino hambriento y te vas a sentir peor y te vas a sentir enfermo. Al contrario, come mucho ahora para que cuando venga el mal tiempo estés con fuerza".

No van a ser más fuertes porque le comentemos antes los errores. La fortaleza se fomenta con la superación de dificultades con éxito.
La experta insiste en que el niño "necesita que le destaquen sus fortalezas, estar fuerte en sus expectativas de autoeficacia" para que cuando llegue el fracaso tenga estrategias para autorregularse y decir: 'No pasa nada porque yo esto lo supero". "No es buenismo, sino satisfacer las necesidades psicológicas básicas del alumnado. Aplicar las teorías más básicas de la psicología del desarrollo. No va a ser más fuerte porque le comentemos antes los errores. Al contrario, porque va a ir con desconfianza", zanja.

LO MALO, "EN PRIVADO Y EN VOZ BAJA, con tono de ayuda, aclaración, aviso, advertencia, no de reproche o castigo". El alumno siente que las palabras son de respeto y cooperación en el proceso de enseñanza-aprendizaje, en el camino del conocimiento. Nunca de sorna, ironía o humillación. 
El Golden5 se basa también en el llamado 'efecto audiencia'. Lera explica que el profesorado debe tomar conciencia de que nunca tiene que decir en público lo que el niño hace mal porque su audiencia lo comparte. "El niño va a sentir que no sólo el profesor ve que él no vale, sino que 25 niños van a percibirlo también. Con lo cual va a creerse que no vale. Si aplicamos ese efecto audiencia a algo positivo, 25 niños van a percibir que es muy bueno y se creerá que es muy bueno", indica.

Por eso, recomienda a los docentes decir lo bueno en público. Y lo malo callárselo y decírselo "por detrás al niño, en bajito". "Decir en público a los chavales cosas que están mal lleva a la confrontación y a la desmotivación. Porque si tengo 15 años y me has hecho sentir humillado en el aula, yo voy a empezar con comportamientos disruptivos", asevera.

¿A ti qué te parece el método? Puedes votar en nuestra encuesta. http://m.huffingtonpost.es/2017/03/27/golden5-el-proyecto-basado-en-lo-positivo-que-quiere-revolucion_a_21897793/

martes, 28 de marzo de 2017

No lo explique, ¡cuéntelo! Saber narrar historias puede ser la mejor arma para conseguir un trabajo o relacionarse con los demás. Solo hay que tener claro cuál es el mensaje y dejarse llevar.

ANNA PARINI

Cuando no existían las empresas, ni las marcas, ni los psicólogos, y solo había hogueras y humanos alrededor, ya hacíamos uso del arte de la narración para transmitir valores, ideas o proyectos.

Es lo que ahora se conoce como storytelling (narración, en inglés). Y si este arte ha permanecido, por más que algunas cosas hayan cambiado tanto, es porque nuestro cerebro se implica de forma diferente cuando explicamos una historia que cuando nos limitamos a enumerar acontecimientos. Por ejemplo, al leer simples datos se activan en nuestro cerebro solamente las partes del lenguaje encargadas de descifrar su significado. Sin embargo, cuando esas mismas referencias forman parte de un relato o de una metáfora que va más allá de la mera descripción, también se activan las partes que el cerebro usa cuando estamos viviendo una experiencia real.

Las historias consiguen involucrarnos, nos emocionan, desarrollamos una mayor empatía, así como habilidades sociales complejas. Además, consiguen que el mensaje perdure, se entienda mejor e incluso que se esté más dispuesto a actuar.

Estos valores nos pueden ayudar, por ejemplo, en una entrevista de trabajo donde tenemos que explicar nuestra trayectoria y convencer de que somos el candidato ideal para el puesto. También pueden ser útiles para aconsejar a un buen amigo o para liderar un grupo de trabajo. Sea como sea, el arte del storytelling es un arma poderosa.

El marketing ha descubierto los beneficios de contar historias. En un mundo saturado de mensajes y clichés, el poder de un cuento es algo que las empresas no están dispuestas a desperdiciar. La ciencia, además, ha corroborado que las palabras son muy parecidas a la magia. Tal vez por eso los conjuros y los hechizos se construyen con palabras. Y tal vez por eso también debemos saber usarlas, combinarlas e hilarlas para que digan lo que queremos decir. Para que nos ayuden a explicarnos y a ser entendidos.

Puede que el nombre de Andrew Stanton no nos suene demasiado. Sin embargo, si decimos que es el guionista de las tres entregas de Toy Story y de Wall-E, entre otras maravillas del cine de animación, seguro que despierta en usted una gran simpatía. Stanton ha sido uno de los responsables de actualizar la narrativa actual. Es difícil escapar del embrujo que generan algunas de las obras maestras de la factoría Pixar. De repente, el cine infantil conectó no solo con los niños, sino con la infancia que espera agazapada dentro de cualquier persona. Y si pudieron conseguirlo fue por esa manera tan original de contar las historias de siempre.

La fórmula secreta de Pixar permaneció bien guardada hasta que en 2012 Stanton dio una conferencia en una charla TED (tecnología, entretenimiento y diseño) titulada Las claves de una gran historia. En aquella exposición, el cineasta compartió su manera de ver el storytelling. En síntesis, Stanton explicaba los caminos para mantener a la tribu alrededor de la hoguera, atentos y con ganas de saber qué pasará después. Nosotros, en nuestro día a día, también podemos usar algunas de las técnicas del guionista estadounidense. Porque a todos nos gusta contar lo que nos ha pasado en el trabajo. O la anécdota que acabamos de vivir en el autobús. O que nuestro jefe tenga en cuenta nuestros puntos de vista… Lo importante es que cuando tengamos que explicar algo, con la intención que sea, no lo expliquemos.
Contémoslo. Para que nuestras historias cuenten para los demás, es bueno seguir algunos consejos.

Un principio y un final.
Narrar es como contar un chiste. Para que tenga gracia, hay que tener claro cómo se empieza y cómo se acaba. Es posible dejarse llevar durante el desarrollo, pero el principio y el final no se improvisan. Hay que tenerlos en mente y estar preparados para provocar el efecto deseado.

Empiece con una promesa.
Porque todo relato es una esperanza. No se trata de mentir ni de exagerar, sino de extraer lo excepcional que encierra cualquier acontecimiento para que el interlocutor nos preste algo tan valioso que nunca se da: su atención.

Haga que le importe.
Esta es una de las reglas de oro de Pixar. Andrew Stanton nos anima diciendo: “Quizá sea el mandamiento más grande de la narrativa. Por favor, ¡haz que me importe! En lo emocional, en lo ­intelectual, lo estético…, haz que me importe. Y todos sabemos qué es lo que no nos ­importa”. Al final, no somos tan distintos. Si miramos dentro de cada uno de nosotros, sabremos ver no solo qué es interesante explicar y qué no, sino cómo sería interesante contarlo.

2+2 es muy distinto que 4.
Es decir, hay que involucrar al otro, y para ello es necesario ir dejando espacio a su inteligencia. No es conveniente resolver todo el misterio de golpe.

Use lo que sabe. O lo que vive.
Todos tenemos a nuestro alrededor personas que siempre tienen algo que contar. En la gran mayoría de los casos no es que hayan vivido más, simplemente han estado más atentos a las cosas. Si hacemos lo mismo, nuestra vida será un pozo sin fondo de historias de todo tipo.

Además de pensar lo que se quiere narrar y darle una estructura interna al relato, para convertirse en un gran contador de historias hay que usar todos los recursos que tenemos a nuestro alcance.

El cuerpo. Tiene su propio lenguaje.
Si no se usa más, sobre todo al hablar en público, es porque es fácil cohibirse. ¡Fuera complejos! Dejémonos llevar por la narración. El cuerpo rea­ccionará por sí mismo y será capaz de completar las sutilezas que a veces se le escapan a las palabras.

Los ojos.
Hay que mirar a los demás. La expresión de la cara se ilumina con una mirada cargada de intención.

El tono de voz.
Básico para darle valor a las palabras. Alzarlo o bajarlo. Acelerarlo o ralentizarlo. Lo ideal es cambiarlo cuando aparezcan nuevos personajes en nuestro relato. Le podemos poner intensidad o, simplemente, interrumpir con un silencio. Un excelente relato acompañado por una buena interpretación de tono es un artefacto infalible.

Si se tienen en cuenta todas estas cosas, es más que probable que descubramos el increíble poder de conexión que hay en las narraciones. “Cada una de ellas confirma alguna verdad que profundiza nuestra comprensión de lo que somos como humanos. Nos encantan las historias. Nacimos para esto. Las historias afirman quiénes somos. Todos queremos confirmar que nuestras vidas tienen sentido. Y nada nos reafirma más que conectarnos mediante historias. Porque pueden atravesar las barreras del tiempo: pasado, presente y futuro; y nos permiten experimentar las similitudes entre nosotros y con los demás, reales e imaginarias”, sostiene Stanton.

Hay que empezar a comunicarse a través de historias. Dejar de explicar meros hechos, más o menos aburridos. Da igual que los relatos puedan ser escritos o hablados. Lo importante es que sean de verdad. Que hablen de nosotros y que, al hacerlo, nos hablemos a nosotros mismos. Pero también es fundamental escuchar los cuentos de los demás. Ya sea en directo, leyendo un libro, frente a la pantalla de la televisión o en una sesión de cine. Llenarse de buenas narraciones. De cuentos. De fábulas. Hacer un esfuerzo para estar cerca de los buenos narradores y dejarse llevar. Escuchar como lo hacíamos cuando éramos niños. Con los oídos, pero con los ojos también. Con todo el cuerpo.

Si hemos tenido la fortuna de estar en una sesión de cuentacuentos y nos hemos fijado en los niños, entenderemos que esa es la única manera de estar atentos a un relato. Con los ojos tan abiertos como si realmente fueran ventanas para que entre aire fresco.

El storytelling puede salvarle la vida Sherezade sabe que el sultán, después de pasar la noche en palacio, le cortará la cabeza. Pero ella tiene un plan. Empieza a contar un cuento fascinante que interrumpe justo al alba, con la promesa de desentrañarle el final durante la noche siguiente. Velada tras velada, Sherezade va enlazando historias: Aladino y la lámpara mágica, Simbad el marino, Alí Babá y los 40 ladrones… Así es como salva su vida y consigue su final feliz. Este clásico de la literatura universal ya nos advierte tanto de la importancia de saber contar cuentos como de la fascinación e influencia que son capaces de ejercer a todo tipo de personas.

PARA SABER MÁS
Libros
¡Será mejor que lo cuentes!
Antonio Núñez López (Empresa Activa)
Explica la técnica del storytelling. Aprenderá que su éxito personal depende de cómo cuente la realidad.
Storytelling, la máquina de fabricar historias y formatear las mentes
Christian Salmon (Península) Desvela cómo una buena historia es la nueva arma de distracción que los políticos utilizan para vender sus mensajes. Conocer su poder también es una buena manera de protegerse de él.

Películas
Trilogía Toy Story (Pixar)
Obra maestra del cine de animación para grandes y pequeños.

lunes, 6 de junio de 2016

Valer para estudiar

Belén Gopegui
Diagonal

El escritor Antonio Muñoz Molina ha publicado una carta en El País dirigida a su maestro de la niñez. Allí cuenta que cuando tenía once o doce años su padre pensó en sacarle de la escuela, pero su maestro le dijo que no lo hiciera porque el niño "valía para estudiar". Me interesan poco los argumentos ad hominem y si cito al escritor es por aclarar las fuentes y porque su carta ha sido leída como si lo que expresa fuese al mismo tiempo conmovedor y lógico.

No se trata de juzgar la reacción del maestro en aquel tiempo: ante la situación social de muchos niños –y qué decir de las niñas– a quienes se les impediría seguir estudiando, amparar a los que la tarea –carente, por cierto, de valor alguno en sí misma– de resumir o memorizar temas resultaba más llevadera y fácil.

Sí sobresalta que cincuenta años después no haya habido por parte de quien escribe la carta siquiera un instante de reflexión sobre lo que conlleva la idea "valer para estudiar" incluso a los once años: el simétrico "no valer" y el probable ingreso precoz en un tiempo donde la necesidad de sobrevivir suele devorar la de vivir. Una declaración, en fin, de fracaso sin ambages del país y del sistema educativo.

Si en algún momento empiezan a perfilarse con nitidez aptitudes y dificultades, la labor del sistema debería ser estimular las aptitudes y contribuir a paliar las dificultades, entendiendo que el estudio tiene mucho más que ver con la curiosidad desinteresada por el mundo –y qué niño o niña no la tiene– que con la docilidad, la repetición y el empaquetamiento de información que será luego desempaquetada en el examen.

Escribe una persona dedicada desde hace décadas a la enseñanza pública: "Cualquier alumno o alumna que deje la escuela sin terminar es un fracaso para el profesorado y el sistema. Quien crea saber el futuro de su alumnado es bastante ignorante. El Bachillerato nocturno está lleno de alumnado que fracasó (se le echó o no tuvo las mismas oportunidades) y a pesar de sus pesares sigue con ganas de seguir aprendiendo y saca sus estudios por la tarde-noche, a menudo después de su jornada laboral matinal. ¿Quién vale para estudiar?".

En nombre de una siempre cuestionable valía personal, algunas expresiones terminan justificando que se arrebate a millares de niñas y niños el tiempo de la calma y la curiosidad, el tiempo que debiera detener la ley de la selva, el tiempo que está esperando por ti.

Fuente: https://www.diagonalperiodico.net/culturas/30332-valer-para-estudiar.html

lunes, 4 de abril de 2016

16 cosas que he aprendido enseñando. El profesor español que quedó finalista del Global Teacher Prize nos explica qué cosas ha aprendido de sus alumnos y de su experiencia

1. Que debemos hacernos muchas preguntas. Los alumnos me han hecho preguntas maravillosas. Por ejemplo: "¿Por qué tenemos dobleces en las orejas?". Ellos me han enseñado a admirarme otra vez por lo que nos rodea y a valorar las pequeñas cosas.

2. Que la escuela no es una burbuja. No es solo un lugar donde adquirir conocimientos: en la escuela también se aprende a vivir en sociedad y es el lugar perfecto para ayudar a los padres a educar a sus hijos. Así que el conocimiento es solo una parte: el hacerles conscientes de que somos parte de la sociedad y darles herramientas para ser seres sociales es fundamental.

3. Que debemos sintonizar con el mundo de los niños. No debemos arrastrar a los niños hasta el mundo de los adultos e intentar que piensen como nosotros, porque todavía no han vivido en la adultez. Sin embargo, los adultos sí hemos sido niños, por lo que, para hacernos entender, nosotros tenemos que hacer el viaje hasta su mundo.

4. Que no se trata de cambiar a los niños sino nuestra perspectiva de ellos. En mi libro hablo de un alumno al que descubrí escupiendo en el asiento de mi moto como respuesta a una mala nota. Al año siguiente, me tocó ser su tutor, y le pregunté: "¿Qué es lo que más te gusta?". Me dijo que le gustaba escribir cuentos, así que le pedí que transformara en cuentos las unidades de ciencias, para luego explicarlas a sus compañeros. Finalmente aprobó todo porque su autoestima había aumentado.

5. Que no hay alumnos imposibles. Hay alumnos con los que me ha costado conectar. Curiosamente, son los que más me han enseñado. Creo que muchas veces los abordamos de forma negativa, como reprendiéndoles de antemano: "¿Por qué haces esto?" o "¿Por qué haces aquello?". Es mejor acercarse de forma positiva: "A ti, ¿qué es lo que te gusta hacer? ¿Qué puedes enseñar a los demás?".

6. Que podemos cambiar la competitividad por la cooperación. Dedico los primeros días de clase a hablar sobre respeto y cooperación. Abro esas puertas para que ellos las crucen durante el curso. Por lo general, siempre da buenos resultados. En el aula tenemos un programa en el que los alumnos con más facilidades para las distintas materias se convierten en "altruistas", mientras que quienes tienen más dificultades son "buscadores". Siempre se ayudan y se animan entre ellos.

7. Que las clases sean divertidas no significa que den malos resultados. Más bien es lo contrario. Pese a que las clases puedan ser divertidas y que hagamos actividades donde participan más de lo normal, es fundamental hablar con los alumnos sobre autoexigencia positiva, sobre la necesidad de que sean exigentes consigo mismos.

8. Que nuestra vida está llena de ideas para las clases. De niño, yo era una persona extremadamente tímida, lo que me trajo algunos problemas. Y no quiero que a mis alumnos les ocurra lo mismo, así que los invito a que se suban encima de las mesas y a que expresen lo que piensan. Si nos detenemos a pensarlo, la expresión oral debería estar más presente en las escuelas, porque es una herramienta que usamos cada día de nuestra vida.

9. Que los alumnos deben ir felices a clase. Si un adulto se cansa de su trabajo, tiene la posibilidad de marcharse. Sin embargo, los niños no tienen ese margen de elección, así que debemos esforzarnos en que se sientan cómodos.

10. Que te pueden enseñar muchas cosas que ellos llevan dentro. Por ejemplo, en una escuela con niños poco interesados en los estudios, había un chico que tocaba el cajón flamenco. Le pedí que, un rato antes de cada clase, me enseñara a tocarlo. Los demás alumnos se unieron a sus lecciones y comenzaron a venir al aula con más ganas.

11. Que por encima de la vocación está la actitud. El año previo a la universidad aún no tenía claro a qué dedicarme: que si filología inglesa, que si periodismo, que si filosofía... Al final opté por la primera, por una razón muy sencilla: era la única que podía estudiarse en Zaragoza. Al empezar la carrera, me veía como traductor o intérprete, pero cuando empecé a buscar trabajo me encontré delante de 25 niños, y aquello me encantó. Tuve suerte.

12. Que el humor es necesario en las aulas. Los niños suelen ser felices. Cuando un niño pasa varios días sin reírse, hemos de preguntarnos qué le ocurre, porque no es normal.

13. Que los maestros, los padres y la administración debemos entendernos. La educación es algo que nos incumbe a todos, así que todos albergamos nuestras propias opiniones. Pero debemos trabajar de una manera coordinada. Jamás se conseguirá nada tirando piedras de unos tejados a otros porque, en el fondo, los únicos perjudicados van a ser los niños.

14. Que siento repelús cuando los medios se refieren a mí como "el mejor profesor de España". Me siento muy afortunado por haber sido finalista en el Global Teacher Prize, pero eso no me convierte en el mejor maestro de España. Hay multitud de maestros que trabajan en la misma dirección y que se merecen el mismo reconocimiento. Los medios de comunicación deberían sacar a la luz esas historias.

15. Que los maestros no debemos olvidar por qué elegimos esta profesión. Cuando una maestra llega por primera vez a una escuela, su rostro, lleno de ilusión, lo ilumina todo. Debemos ser perseverantes, porque en esta profesión hay gente desilusionada. Uno de nuestros retos es contagiar a toda esa gente que hace tiempo que perdió la ilusión por esta profesión, mostrándoles todas las cosas maravillosas que podemos hacer.

16. Que todos los niños y niñas tienen algo que todos los seres humanos tenemos: la necesidad de sentirse queridos, el anhelo de sentirse escuchados y el deseo de sentirse útiles. Y que, por encima de todas las metodologías que puedan aparecer, debemos ir a lo básico y construir sin olvidar jamás esos principios.

http://verne.elpais.com/verne/2016/03/23/articulo/1458749516_864305.html

domingo, 20 de marzo de 2016

13 juegos para fomentar la autoestima en el aula. Usar un lenguaje motivador y hacer que el alumno se sienta valioso por lo que hace es esencial para su desarrollo

Cada vez más centros, y profesores a título particular, piden herramientas para trabajar las emociones y la autoestima en el aula, como parte de la formación integral de sus alumnos. Puede ayudar a prevenir males mayores, conflictos, casos de bullying y acoso escolar, en ocasiones con un final dramático. Las educadoras de la escuela infantil Arlequín, en Fuenlabrada (Madrid), han realizado cursos para iniciar un programa de inteligencia emocional este año. “Hacemos asambleas donde decimos si estamos contentos o tristes, enfadados o aburridos; trabajamos la empatía y la asertividad”, enumera la directora, Laura Santana.

La escuela de desarrollo emocional y social Afectiva organiza una extraescolar en el colegio público Francisco Arranz a instancias de la asociación de padres y madres de alumnos (AMPA). “Ha de ser una autoestima ajustada y realista; que sean conscientes de sus cualidades y capacidades, pero también de en qué pueden mejorar, de cuáles son sus limitaciones”, matiza Raquel Burguillo, una de las psicólogas del equipo de Afectiva.

“No hace falta hacer cosas muy complicadas, a veces basta con consejos pequeños y cotidianos aplicados de manera constante”, interviene Rocío López, maestra especializada en innovación y directora de comunicación del portal Edúkame. Algo tan básico como reconocer las cualidades de los niños. “Tenemos tendencia a centrarnos en lo negativo, para corregir”. Y no caer en lo que los expertos denominan profecías autocumplidas: “No vas a ser capaz”, “Eres un pesado”… El interpelado, efectivamente, termina por no ser capaz y ser un pesado. “Un buen profesor sabe potenciar la autoestima de sus alumnos elogiando los pequeños progresos y esfuerzos realizados; para ello debe usar un lenguaje positivo, hacer que cada alumno se sienta valioso por lo que es, por lo que siente y por lo que hace”, tercia la psicóloga infantil Sara Tarrés, que ofrece varias recomendaciones más: “Ayudar al desarrollo de aptitudes que el niño tenga, fomentar la comunicación, trabajar hábitos de estudio, huir de las comparaciones y etiquetas, evitar resaltar las cualidades negativas delante de otros niños o adultos, criticar de forma constructiva los trabajos realizados”.

El juego, asegura Tarrés, es “primordial para el desarrollo de la autoestima del niño”. A continuación proponemos algunos.

Infantil
Carteles con autoconceptos. El profesor coloca en distintas partes de la clase carteles con cualidades académicas, sociales o físicas. “Soy simpático”, “Juego muy bien al fútbol”, “Soy listo”. Los carteles son como los de algunas publicidades, con pequeñas pestañas con el teléfono del anunciante en su parte inferior. Los niños corren hacia el cartel que creen que los define mejor, arrancan una de sus pestañas y la pegan en un dibujo de ellos mismos que previamente han realizado.

La silla caliente. Un alumno se sienta en una silla y el resto va pasando por delante diciéndole qué le gusta de él o ella, o qué le hace sentir bien. “Vemos cómo algunos se ruborizan o se sienten incómodos; no están acostumbrados a que les digan cosas positivas”, constatan desde el equipo de Afectiva.

Juego de las estatuas. Sirve para trabajar las emociones. Mientras suena la música, los niños bailan; cuando para, cada uno debe quedarse quieto, reflejando una emoción en su rostro, y sus compañeros han de adivinar de qué emoción se trata.

Primaria
Reparto de estrellas. Los niños se sientan en el suelo, en círculo. El maestro dice algo positivo de cada uno al tiempo que le entrega una estrella de papel o pegatina. A lo largo de la sesión, cada niño debe decir algo positivo de los compañeros que tiene a ambos lados mientras les entrega una estrella. “Lo fundamental es pensar en lo que decimos a los demás, lo que nos dicen y lo que sentimos”, plantea la psicóloga Sara Tarrés.

Caja del tesoro oculto. El docente esconde un espejo en una caja y explica que dentro hay un tesoro único. “Generaremos así expectativa”, aduce Tarrés. Los alumnos abrirán la caja de uno en uno, sin decir a nadie lo que contiene. Al final, el profesor les pedirá que digan en voz alta qué tesoro han visto, y les preguntará por aquello que ellos creen que los hace únicos y especiales, irrepetibles, maravillosos.

Las gafas positivas. El maestro pedirá a sus alumnos que hagan el gesto de ponerse unas gafas imaginarias y muy especiales, a través de las cuales verán solo lo positivo que hay en el mundo. Cada uno se dibujará en el centro de un folio, indicando su nombre. Estos folios irán pasando de mesa en mesa y los niños, todos con sus gafas positivas colocadas, irán escribiendo cualidades de sus compañeros. “Me ayuda con los deberes” o “Aprende muy rápido”. Es importante que el docente también haga su aportación, firmada. “Estos mensajes alimentarán la confianza del niño a través del reconocimiento de los compañeros y del docente, que es un referente clave en su vida”, sostenía Rocío López en un artículo publicado en la revista Educación 3.0.

Una variante de esta dinámica consiste en que cada niño o niña se cuelga un folio en la espalda con su nombre y el resto escribe cosas buenas de él o ella. Para terminar, todos comparten sus impresiones y emociones en una asamblea.

Juego de mímica. Cada chaval anota cosas que se le dan bien y otras que le gustaría mejorar. A continuación expone, utilizando la mímica, aquello en lo que es bueno, y sus compañeros tendrán que adivinarlo.

Hoy te enseño yo. Actividad que también funciona en secundaria. Se trata de organizar en el aula minitalleres impartidos por los propios alumnos, a los que podrá apuntarse el resto de la clase. Los pequeños profesores diseñarán sus talleres en función de sus propios intereses, mostrando, por ejemplo, cómo hacer un truco de magia, cómo dar muchos toques con el balón sin que caiga el suelo, cuánto saben sobre Star Wars o cómo programar un videojuego.

Secundaria
Hay una carta para ti. Cada alumno escribe tres virtudes y tres defectos que crea tener en una hoja de papel, que guardará en un sobre. El sobre irá pasando por todos los compañeros, que habrán de sumar otras tres cualidades, pero no defectos. Cada alumno leerá todo lo bueno que los demás piensan de él. “El objetivo es que lleguen a entender que todos somos distintos y, si bien todos tenemos defectos, también tenemos muchas cualidades que el resto aprecia”, argumenta Tarrés.

Anuncios de contactos. A la entrada del aula se coloca un folio con dos columnas: en la primera, cada alumno indicará qué puede ofrecer a los demás (enseñar matemáticas, coger las cosas de los armarios más altos); en la segunda escribirá sus necesidades, o qué le gustaría aprender de sus compañeros (clases de dibujo, apoyo en ciencias). “Descubrimos a nuestros alumnos cualidades y capacidades de sí mismos que desconocían o creían no tener, y reforzamos su vínculo con compañeros y maestro, favoreciendo su inclusión dentro del grupo”, dice López.

Véndete (?). Los chicos y chicas habrán de inventarse un anuncio para venderse (promocionarse) a ellos mismos, lo que les supondrá reflexionar sobre sus cosas buenas, para que los demás los compren. Lo expondrán delante de sus compañeros.

¡Fuera etiquetas! La dinámica permite reflexionar sobre las etiquetas, buenas y malas, que vienen impuestas desde el exterior y que nos condicionan. Vago, torpe, desordenado, guapo, empollón. El alumno las escribe en pegatinas blancas y se las va pegando por el cuerpo. Tras una puesta en común en asamblea, decide con cuáles se queda y se quita las que no quiere. “Les ayuda a entender que vale, me han puesto etiquetas y las he aceptado, pero tengo el poder de cambiarlas o quitármelas”, indica el equipo de Afectiva.

Comunidad educativa
Buzón de sugerencias. Que los conflictos no se queden cociéndose en silencio, que los problemas salgan a la luz y se hablen resulta fundamental para detectar a tiempo, antes de que sea demasiado tarde, casos de baja autoestima, bullying o acoso escolar. Desde este convencimiento, el equipo de Afectiva propone un buzón de sugerencias, para todo el centro o por aula, donde los alumnos puedan comunicarse, escribir sus quejas, expresarse sobre lo que les gusta y lo que no de su grupo o de su centro.

http://economia.elpais.com/economia/2016/03/17/actualidad/1458211539_319733.html

martes, 23 de febrero de 2016

Estudiar y memorizar.

Estudiar y memorizar no son, por mucho que nuestro sistema educativo se esfuerce por enseñarnos, sinónimos. Estudiar es aprender, es interiorizar, es disfrutar de algo nuevo y desconocido. Memorizar, por otro lado, es retener temporalmente una información. Memorizar es lo que haces de mala gana para luego vomitarlo en un examen. Si has memorizado bien, enhorabuena, no volverás a aguantar ese tostón en lo que te queda de carrera. Posiblemente se te olvide, ¿a quién le importa? Lo que cuenta es aprobar, no aprender. Pero si no lo has hecho, lo siento, la próxima vez te costará el doble de dinero. O quizás no habrá próxima vez porque memorizar es demasiado caro. Así que ponte a trabajar. Si puedes; lo más seguro es que te pidan experiencia. Pero, claro, la culpa es siempre del alumno. ¿Cómo no son capaces de demostrar todo lo que saben en una hora, en 10 sencillas preguntas, cuando lo único que tienen que hacer es escribir todo lo que venía en los apuntes?—
Sevilla 

viernes, 8 de enero de 2016

“Hay una pequeña élite que tiene el poder. Y lo tiene porque sabe matemáticas y tú no”. El profesor de matemáticas de la Universidad de Berkeley es uno de los mayores divulgadores de su disciplina. Y cree que deberíamos acercarnos a ella por nuestro bien.

Como explica el profesor Edward Frenkel (Kolomna, Rusia, 1968) en el prólogo de su libro Amor y Matemáticas (Ariel) “hay un mundo secreto ahí fuera. Un universo oculto, paralelo, de belleza y elegancia, intrincadamente conectado con el nuestro. Es el mundo de las matemáticas. Y a la mayoría de nosotros nos resulta invisible”. Frenkel es uno de los mayores divulgadores de las matemáticas modernas, además de ser uno de sus más prolíficos investigadores. En su nuevo libro trata de acercar sus conocimientos al público general, que suele alejarse de las matemáticas como de la peste, pensando que nunca jamás entenderá nada de lo que puedan explicarle.

En su ensayo Frenkel no sólo demuestra que nuestro miedo a las matemáticas está injustificado, además nos invita a aprender ciertos conocimientos básicos que pueden ayudarnos en nuestro día a día; y no para ir a hacer la compra, si no para defender nuestros derechos como ciudadanos libres. El profesor de la Universidad de Berkley ha contestado a las preguntas de El Confidencial. Y han bastado un puñado de preguntas para que el matemático nos convenza de acercarnos a su campo de estudio.

PREGUNTA. La mayoría de la gente piensa que las matemáticas sólo tienen que ver con los números. Pero como explicas en el libro no es cierto. 
¿Con que tienen que ver entonces?
RESPUESTA. Sí, es una falacia común. La mayoría de nosotros sólo conocemos las matemáticas que hemos estudiado en la escuela, que son muy limitadas y obsoletas. De hecho, decir que las matemáticas sólo tienen que ver con los números es como decir que el arte es el estudio de la composición química de una pintura. Son mucho más que eso.

Como muestro en mi libro Amor y Matemáticas hay muchas áreas de las matemáticas que no se basan en los números. Por ejemplo, está la geometría, que estudia las formas en todas las dimensiones; está el estudio de la simetría, que tiene aplicaciones en muchas áreas de la ciencia, desde la ingeniería a la física cuántica. Está también el estudio del infinito. Piensa que todo número es finito, así que el infinito es por fuerza algo completamente distinto. Las matemáticas son un camino de acercarse al infinito. Y esa es su belleza.

P. La de matemático es una de las profesiones con menos desempleo, pero la gente joven no se siente atraída por una disciplina que consideran demasiado compleja o aburrida. 
¿Por qué cree que ocurre?
R. El principal problema es que en nuestras escuelas hoy en día no enseñamos a los alumnos de qué van en realidad las matemáticas ni para qué sirven, en vez de eso hacemos que memoricen procedimientos y cálculos que aparecen ante ellos desprovistos de cualquier significado. Matemáticas se convierte en una asignatura fría, aburrida, sin vida e irrelevante. Y lo que es peor, muchos de nosotros hemos sufrido experiencias traumáticas en nuestra clase de matemáticas de niños, como ser avergonzados por un profesor delante de toda la clase por haber dado una solución incorrecta. Estos recuerdos permanecen junto a nosotros incluso aunque no seamos conscientes de ello. Y esto crea miedo a las matemáticas.

Ahora hablemos de la materia que se imparte. ¿Sabías que la mayoría de las matemáticas que se estudian hoy en día en nuestras escuelas tienen más de 1.000 años? Por ejemplo, la formula para solucionar las ecuaciones de segundo grado estaba en un libro de al-Khwarizmi que se publicó en el año 830, y Euclides sentó las bases de su geometría en el año 300 a. C, hace 2.300 años. Si el mismo lapso de tiempo se diera en física o biología hoy no sabríamos nada del Sistema Solar, el átomo o el ADN. Especialmente en la actualidad, cuando las matemáticas están a nuestro alrededor todo el rato (piensa en los ordenadores, los móviles, los navegadores GPS, los videojuegos, los algoritmos de búsqueda…). Pero no estamos enseñando a nuestros hijos nada de esto y seguimos atiborrándoles con las mismas enseñanzas antiguas. No tiene ningún sentido. La gente dice que tenemos que seguir estudiando las cosas antiguas y aburridas porque son necesarias para entender las nuevas y excitantes ideas. Pero puedo decirte una cosa como matemático profesional: eso no es cierto. No necesitas saber geometría euclidiana, la geometría de las líneas en un plano, para entender la geometría de una esfera, la geometría de los paralelos y los meridianos en un globo, que es curvo, no plano. Los estudiantes pueden captar esta geometría no euclidiana aún más rápido, ¡y es mucho más divertida! Y, de hecho, es más cercana a la realidad porque la Tierra es redonda y su superficie es esférica. ¡No es plana! Por desgracia en nuestras clases de matemáticas seguimos pensando que el mundo es plano.

P. La enseñanza de matemáticas en España deja bastante que desear. Los niños memorizan los procedimientos pero en la mayoría de los casos no tienen ni idea del funcionamiento de las operaciones. 
¿Cómo deberíamos enseñar matemáticas?
R. Para empezar,
1. Deberíamos abandonar esta obsesión por los exámenes y los test. Esto es parte de nuestra obsesión general por medirlo y calcularlo todo. Pero las cosas más importantes de la vida no se pueden medir. Por supuesto, necesitamos exámenes en nuestras escuelas, pero lo que está ocurriendo hoy en día es que forzamos a los profesores a gastar gran parte de sus clases en preparar a los estudiantes para hacer exámenes.
¿Y cuál es la forma más obvia para prepararles? La memorización. Así que, no sólo todo el mundo está estresado (profesores, estudiantes y padres), además los alumnos acaban memorizando fórmulas matemáticas y procedimientos sin comprender realmente nada. Las matemáticas entonces se convierten en un infierno y están deseando olvidarlo todo después del examen. Lo que debemos hacer es,
2. Presentar las matemáticas no como un conjunto de cálculos y procedimientos que se deben memorizar para superar un examen sino como lo que son realmente: un universo paralelo de belleza y elegancia, como el arte, la literatura o la música.

3. Y debemos mostrar a los alumnos las conexiones entre las matemáticas y nuestra vida cotidiana, para que les motive estudiar.

P. En el prólogo del libro afirma que no hay libertad sin matemáticas, pero a su vez las matemáticas permiten establecer sistemas de control. La gente poderosa suele decir que las matemáticas nunca fallan, que son la verdad absoluta.
¿No cree que un mundo dominado por completo por las matemáticas dejaría de ser libre?
R. Cuando digo que sin matemáticas no hay libertad quiero decir que si somos unos ignorantes de las matemáticas no podemos ser libres, porque entonces estamos dando el poder a una pequeña élite, que es la que conoce y usa las matemáticas. Y las consecuencias de esto pueden ser perjudiciales. Las matemáticas son muy poderosas, pero ese poder puede no usarse para el bien, sino para el mal. En la crisis económica global, por ejemplo, la élite usó modelos matemáticos inadecuados para generar enormes beneficios engañado al resto de la gente (y a veces también a ellos mismos).

No estoy diciendo que todos necesitemos aprender complicados detalles sobre las matemáticas. Estoy hablando de un conocimiento general, un sentido de qué es la matemática y cómo se usa. Esto es muy importante en este “mundo feliz” en el que vivimos. Si somos unos ignorantes de las matemáticas, estamos a merced de la manipulación.

Alguien con un conocimiento rutinario de la estadística matemática no invertiría jamás en una estructural piramidal cuestionable (como la que Madoff tenía montada en Estados Unidos) sabiendo que el porcentaje de beneficios ha sido el mismo año tras año. Desafortunadamente, la actitud prevalente en la sociedad actual es “odio las matemáticas. Son demasiado difíciles y no voy a entenderlas”. Y las compañías de finanzas siguen aprovechándose de esto.

Otro ejemplo es la manipulación de las estadísticas económicas, que explico en detalle en un artículo en Slate. En 1996, una comisión nombrada por el gobierno de EEUU se reunió en secreto y alteró la formula para calcular el IPC, la medida de la inflación que determina los tramos impositivos y los beneficios sociales de millones de americanos. Pero apenas hubo una discusión pública sobre la nueva fórmula y sus consecuencias. ¿Por qué? Porque la gente tenía miedo de hablar sobre matemáticas. Tenían miedo de no entender las cosas y sentirse estúpidos. Así que se escondieron. Le dieron al gobierno la potestad de usar las fórmulas matemáticas como le viniera en gana. Tenemos que ser conscientes de las consecuencias que tienen nuestra ignorancia de las matemáticas.

P. Hoy en día muchos negocios dependen de algoritmos matemáticos, pero la mayoría de la gente no los entiende.
¿Por qué deberíamos fiarnos de ellos?
R. No debemos fiarnos de esos algoritmos, ni tampoco de las compañías que los están utilizando. Mira, por ejemplo, las recomendaciones con las que nos bombardean a diario cuando compramos productos online, como los libros de Amazon. Por supuesto, esto puede ser útil. De esta manera he conocido libros de los que no había oído hablar y que realmente he disfrutado. Pero la otra cara de esto es que si seguimos ciegamente estas recomendaciones sin entender cómo funcionan, empezaremos a engañarnos a nosotros mismos.

La realidad es que estas recomendaciones son generadas por algoritmos matemáticos que relacionan nuestros datos (por ejemplo, qué libros compramos o cuáles nos gustan) con los de otra gente. Pero estos algoritmos pueden ser manipulados con facilidad o ser defectuosos. En teoría, puede haber un interés financiero o político que nos guiará a elegir determinados libros. No creo que esto este ocurriendo ahora mismo, pero debemos ser conscientes de que es algo que podría ocurrir.

Más peligroso aún, en mi opinión, es lo que está pasando con el desarrollo de la Inteligencia Artificial (IA). Para ser claros, estoy hablando de la Inteligencia Artificial General, la idea de que podemos construir robots con el mismo nivel de inteligencia que los humanos. Algunas personas, como Ray Kurzweil, hablan seriamente de la posibilidad de conectar nuestros cerebros a la nube en 20 años, en 2035, lo que permitiría transferir nuestras mentes a los ordenadores en 2045 (lo que el llama “singularidad tecnológica”). Lo que esto significa es que él, y otros como él, creen que los humanos no somos más que máquinas, y lo único que necesitamos es actualizar nuestro hardware y software.

Estas ideas son insensatas y muy peligrosas y, además, contradicen a la ciencia moderna, como expliqué recientemente en mi discurso en el Festival de Ideas de Aspen. Pero ¿adivina qué? En 2012 Kurzweil fue contratado en Google como director de ingeniería, al cargo del desarrollo de investigación de la IA. Y Google es la mayor compañía de tecnología de la información del mundo, que ha comprado todas las empresas de IA y robótica que ha podido. Recientemente ha pagado casi mil millones de dólares por dos start-ups que trabajan la IA, Deep Mind y Magi Leap. Hace un año y medio, Google anunció la creación de un “comité de ética” para resolver cuestiones relacionadas con la IA. Bien, busqué en Google “comité de ética de Google” y no encontré ninguna información al respecto. En otras palabras, el desarrollo de la IA que es crucial para el futuro de la Humanidad, se pone en manos de Kurzweil, y no hay prácticamente ninguna supervisión. ¿Realmente queremos permitir que esto suceda? Es hora de que despertemos.

P. Cada vez es más común escuchar que todas las facetas de nuestra vida se pueden explicar mediante números.
¿Hay algún campo del conocimiento para el que las matemáticas no tenga nada que decir?
R. No creo que las matemáticas puedan explicarlo todo. Por ejemplo, las matemáticas no pueden explicar el amor. Es por ello que mi libro se llama “Amor y Matemáticas”. Son los dos pilares de la Humanidad, y ninguno puede reemplazar al otro. Necesitamos ambos.
Frenkel nació en la Unión Soviética pero ha desarrollado su carrera en EEUU. (Timothy Archibald)
Fuente:
http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2015-07-23/amor-y-matematicas-edward-frenkel-finanzas-inteligencia-artificial_938240/

miércoles, 7 de octubre de 2015

3 claves para motivar a tu hijo cuando no quiere estudiar. Demostrarles el valor del esfuerzo, regañar pero darles refuerzos positivos y educar con el ejemplo son algunas de las ideas de los expertos

“Es que estudiar es un rollo”
Esa es la frase que nuestros hijos nos suelen repetir cuando les mandamos hacer los deberes o prepararse ese examen que sabemos que apenas se han mirado. El problema es que no nos paramos a pensar que detrás de esa frase hay más de lo que parece. Puede que lo que nuestro hijo necesite en ese momento no sea solo una orden, sino motivos para ponerse a estudiar. Puede que el problema no sea falta de capacidad, sino falta de motivación.

Es lógico, vivimos en una sociedad en la que la prensa del corazón y los programas de televisión nos ofrecen modelos a seguir más que cuestionables, y al final, es fácil que se caiga en esa idea de “es que estudiar no sirve para nada”. Esa es la idea contra la que intenta luchar David Calle, uno de los profesores online más conocidos de la red gracias a su portal en YouTube Unicoos, donde ofrece clases gratuitas de ciencias, que han sido la salvación de muchos alumnos. “Los niños y los jóvenes no son conscientes de la dificultad más allá del confort de sus habitaciones, y no ven que personas que admiran han llegado hasta dónde están a base de trabajar más duro que nadie”, por lo que “es nuestra obligación transmitirles esperanza, pero también grandes dosis de realidad”.

De hecho, el profesor se plantea que si por algo han destacado sus vídeos respecto a otros de contenido similar, es por la energía que transmite a sus alumnos. “No paro de insistirles en que si se esfuerzan no hay casi nada que no puedan conseguir. Y trato de ser el primero que no se rinde nunca, que trabaja como un loco, que no para una día tras otro de hacer cosas diferentes para mejorar, con tal de servirles de inspiración y que sepan que todo tiene su recompensa, pero que viene acompañado de esfuerzo”. Y es que se educa más con el ejemplo, que con la palabra.

NO TE RINDAS NUNCA (perseverancia)
En ese buscar ideas diferentes para mejorar, David Calle acaba de publicar el libro ‘No te rindas nunca’ (Planeta), que lejos de ser un libro de ciencias, es un manual en el que buscar la motivación que a veces les falta a nuestros hijos, y que nosotros no sabemos muy bien cómo inspirarles. “El libro propone otra forma de ver las cosas, para que afronten todos los retos que les esperan de forma más optimista y más positiva. Para que piensen que el primer beneficiado serán ellos mismos. Además, incluye varios capítulos dedicados a consejos para estudiar y preparar los exámenes, para que puedan descubrir que no hay nada imposible”. De esta forma, y al más estilo “twitter”, con frases cortas y directas, el autor recoge datos, anécdotas, historias de personajes conocidos, esquemas e ideas que sirven a modo de consejos, pero también de inspiración. Así acuña ideas como aquella de “no se trata de ser el mejor, sino lo mejor que puedas llegar a ser tú mismo”.

Planteando cómo la motivación es un aspecto clave de la educación, la pedagoga Cristina Conde, explica que “los educadores creemos que es clave generar en nuestros alumnos motivación, que tengan ganas de aprender, curiosidad, incertidumbre”. Desde su perspectiva profesional, esta muchas veces puede generarse haciendo preguntas para que ellos mismos busquen las respuestas, aunque después se les ayude a aclarar los conceptos y a buscar ejemplos que les ayude a entenderlo. Igualmente, no se olvida de la importancia del refuerzo positivo. “El refuerzo positivo consiste en valorar todo aquello que hacen bien y reconocérselo con frases como ‘muy bien’, ‘eso es’, ‘estas mejorando mucho’, ‘sigue así’. Y es que muchas veces nos acordamos de realizar las críticas, pero no de dar las necesarias “palmaditas”, como un “tú vales mucho, no te rindas nunca”.

UNA NUEVA FORMA DE EDUCAR
Pese a estas ideas, Cristina Conde opina que uno de los motivos por los que muchas veces los alumnos se enfrentan a sus tareas de clase con falta de motivación es simplemente “por la obligatoriedad con la que se toman las actividades. Además, normalmente se estudia por motivación extrínseca, es decir, para alcanzar las recompensas prometidas o para evitar los castigos. Sin embargo, cuando un alumno estudia con motivación intrínseca, es decir, por interés propio, es entonces cuando aprende de verdad”.

Para ello, quizás, lo que sea necesario es dar otra perspectiva a la educación, que desde el punto de vista de la experta también puede apoyarse en las posibilidades que aportan las nuevas tecnologías. “Las tablets, plataformas educativas, o los juegos educativos online son herramientas extraordinarias para captar la atención de los alumnos y realizar sesiones más dinámicas y atrayentes”, aporta la pedagoga, que insiste en que “la combinación de diferentes elementos permite crear sesiones adaptadas a las necesidades de los niños de nuestro tiempo. Además, sea cual sea la metodología elegida, es conveniente buscar siempre la participación del alumnado”.

En ese sentido, David Calle, tras años de experiencia, tanto en academias como de “profesor online”, recuerda una frase de W. B. Yeats: “Enseñar no es como llenar un cubo, sino como encender una hoguera”, y es que en su opinión “eso es lo que debemos hacer los profesores en las aulas, y los padres en sus casas, encender hogueras”.

LA ACTITUD DE LOS PADRES
Para el autor de ‘No te rindas nunca’(persistencia), es igual de importante lo que ocurre dentro de las aulas como fuera de ellas, y es que muchas veces la desmotivación viene de casa. “No creo en el castigo, creo más en el refuerzo positivo que en el negativo, pero lo que no tiene sentido es que después de haber suspendido varias asignaturas les compremos un nuevo móvil, el último modelo de zapatillas o una videoconsola. No puede premiárseles si no están dando todo lo que tienen (para lo que es importante conocer a nuestros hijos)”, agregando que “lo que sí podemos premiar son sus éxitos, por muy pequeños que sean, proporcionalmente, por supuesto…”

Así, el consejo de David Calle, que además de su propia faceta de padre, acostumbra a tratar con sus alumnos en las redes sociales, es que “los padres deben ser exigentes, un equilibrio entre firmes, pero cariñosos. Debemos regañarles, desde el cariño y el respeto, pero debemos hacerlo. De hecho, les ayuda a tolerar el fracaso y a aceptar la crítica”. Y es que, en su libro llama a los jóvenes a reflexionar sobre la frase “si tus padres fueran tus amigos serías huérfano”. Pese a ello, recuerda que también es bueno compartir con nuestros hijos tanto nuestros éxitos, como nuestros fracasos, “que sepan que nadie es infalible, pero que el esfuerzo y el trabajo duro tiene recompensas”.

Cristina Conde, por su parte, recuerda que si obviamente todos queremos lo mejor para nuestros hijos, “en ocasiones madres y padres se desesperan y pierden la paciencia, cosa que tampoco ayuda.”. Así, su recomendación es que “los padres piensen como les gustaría a ellos que se lo explicaran, teniendo en cuenta la edad que tienen sus hijos”. De esta forma concluye apuntando que “hoy en día el estrés y las prisas con las que viven muchos adultos no ayuda a sus hijos a asimilar los conocimientos que necesitan para su desarrollo”, por eso, no viene mal que también nos podamos apoyar en las tecnologías y en libros motivacionales para buscar esas ideas que nosotros mismos no encontramos.

http://smoda.elpais.com/articulos/como-motivar-a-nuestros-hijos-para-que-estudien/6820

lunes, 31 de agosto de 2015

Psicólogos de Harvard han estado estudiando lo que se necesita para criar 'buenos' niños. Aquí hay 6 consejos. Ayudas para desbloquear mejor a su hijo con algunas estrategias probadas y certeras.

Muchos padres están cansados de que les digan cómo la tecnología está arruinando sus hijos.

Las mamás y los papás de la era digital son muy conscientes de la creciente competencia por la atención de sus hijos, y están bombardeados en cada vuelta de la página o clic del ratón con ambas ideas vanguardistas y preocupaciones recién descubiertas para criar hijos maravillosos.

Pero debajo de la locura de la modernidad, los conceptos básicos de la crianza de un niño moral no han cambiado realmente.

Los padres quieren a sus hijos a alcanzar sus metas y encontrar la felicidad, pero los investigadores de Harvard creen que no tiene por qué ir en detrimento de la bondad y la empatía. Dicen algunas estrategias probadas y verdadero siguen siendo las mejores maneras de moldear a sus hijos en el moralmente honrado y objetivos orientados a los seres humanos que desea que sean. He aquí seis consejos prácticos:

1. Pase tiempo con su hijo.
Esto es, como, la base de todo. Pase tiempo regular con sus hijos, pídales en composición abierta preguntas sobre sí mismos, sobre el mundo y la forma en que lo ven, y escuche activamente sus respuestas. No sólo va a aprender todo tipo de cosas que hacen que su hijo sea único, también le estará demostrando cómo mostrar cuidado y preocupación por otra persona.

2. Si es importante, dígalo en voz alta.
Según los investigadores, "A pesar de que la mayoría de los padres y cuidadores dicen que para ellos el cuidado de sus hijos es algo que necesitan para seguir el ritmo, la revisión con los maestros, entrenadores y otros que trabajan con sus hijos sobre la forma en que lo están haciendo con el trabajo en equipo, la colaboración y que sean una persona generalmente agradable.

3. Muestre a su hijo cómo "terminar el trabajo".
Recorra los procesos de toma de decisiones que tengan en cuenta las personas que podrían verse afectadas. Por ejemplo, si su hijo quiere dejar un deporte u otra actividad, animarles a identificar el origen del problema y considerar su compromiso con el equipo. Entonces les ayudan a averiguar si dejarlo o no, de hecho, solucionaría el problema.

4. Hacer de la amabilidad y la gratitud una rutina.
Los investigadores escriben, "Los estudios muestran que las personas que se involucran en el hábito de expresar la gratitud son más propensos a ser útil, generoso, compasivo y perdonar - y también son más propensos a ser feliz y saludable." Así que es bueno que los padres mantienen la línea de tareas, preguntando a los niños a ayudar a sus hermanos, y dando gracias por todo el día. Y cuando se trata de recompensar el comportamiento "bueno", los investigadores recomiendan que los padres ", sólo alaban actos poco comunes de bondad."

5. Controlar las emociones destructivas de su hijo.
"La capacidad de cuidar a los demás se siente abrumado por la ira, la vergüenza, la envidia, u otros sentimientos negativos", dicen los investigadores. Ayudar a nombre de los niños y procesar las emociones, a continuación, guiándolos hacia la resolución de conflictos de seguridad, que recorrer un largo camino hacia el mantenimiento de ellos se centró en ser una persona cariñosa. También es importante establecer límites claros y razonables que van entienden son por amor y preocupación por su seguridad.

6. Muestra a tus hijos el marco más grande, la visión mayor.
"Casi todos los niños empatizan y se preocupan por un pequeño círculo de familiares y amigos", dicen los investigadores. El truco de ellos es llegar a preocuparse por la gente que está social, cultural, e incluso geográficamente fuera de sus círculos. Usted puede hacer esto mediante el coaching a ser buenos oyentes, animándoles a ponerse en la piel de otras personas, y por la práctica de la empatía mediante momentos de enseñanza con noticias y entretenimiento.

El estudio concluye con una charla corta con algo así para todos los padres:

"Criar a un niño cariñoso, respetuoso, ético es, y siempre ha sido, un trabajo duro. Pero es algo que todos podemos hacer. Y no hay trabajo más importante o, en última instancia, más gratificante."

del Washington Post.

viernes, 22 de mayo de 2015

Deberes, ¿rutina necesaria o condena?

¿Qué tipo de deberes son los adecuados para el aprendizaje?

Todos los días, al acabar su jornada, Diego se lleva a casa entre dos horas y media y tres horas de trabajo extra. Apenas tiene tiempo libre, y acusa los efectos del estrés. Diego no es un ejecutivo incapaz de desconectar o un asesor fiscal en época de impuestos. Es un niño de 10 años que cursa 5º de Primaria e intenta hacer todos los deberes que le mandan sus profesoras. Sus hermanas, Lara, de 12 años, y Nadia, de 8, tienen mucha menos tarea aunque van al mismo colegio público de Tres Cantos (Madrid). Mientras Diego está encerrado en su habitación, ellas salen a jugar o ven la televisión. Muchos días, cuando acaba, solo le da tiempo a cenar, ducharse e irse a la cama.

Es un niño que saca notables y sobresalientes, que según sus propias maestras es rápido en los exámenes y tiene buena comprensión lectora. Cuando su madre, Eva Bailén, fue a hablar con ellas, le propusieron que le limitara el tiempo para completar las tareas a una hora u hora y media. “Y si no termina, que asuma las consecuencias”, recuerda que le dijeron. “Les contesté que no, porque él quiere hacer los deberes”, cuenta esta ingeniera de Telecomunicaciones y autora de un blog en plan familiar "http://todoeldiaconectados.com/" en el ámbito de las nuevas tecnologías. Y añade: “Es muy duro contarle a los profesores que el niño ha necesitado que le enseñen técnicas de relajación y a gestionar la presión por el exceso de deberes y que ni se compadezcan”.

Tras hablar con el director y no conseguir tampoco ninguna solución, Bailén inició una petición de firmas en  Change.org “por la racionalización de los deberes en el sistema educativo español”, que ha superado los 100.000 apoyos. Actualmente, las tareas en casa no están reguladas a nivel estatal, y normalmente, deciden los profesores o los centros. “Yo no era contraria a los deberes, pensaba que era bueno que los niños hicieran algo en casa y no estuvieran toda la tarde holgazaneando", explica. "Hasta que ves que tu hijo día tras día acaba llorando, que no ha podido jugar, que no es feliz”.

La petición vuelve a poner sobre la mesa un debate recurrente desde hace años en países como Estados Unidos, Canadá y Francia, donde se llegó incluso a convocar una huelga de deberes por parte de los padres en 2012.

El caso de Diego refleja, llevado al extremo, los males del sistema actual en España, en los que coinciden los expertos consultados: deberes excesivos, falta de coordinación entre profesores, y tareas repetitivas, mecánicas e iguales para todos, sin tener en cuenta las necesidades de cada niño. También algunas de las consecuencias: tensión entre padres e hijos; familias cuyo tiempo libre está condicionado a lo que han decidido los profesores; niños que acaban por aborrecer el estudio y el colegio por aburrimiento; y aumento de las desigualdades por el nivel cultural y económico, que permite dar más o menos apoyo ante las dudas del alumno.

“No es perjudicial algún tipo de actividad, pero se ha de establecer un tiempo razonable”, opina Luis Miguel Lázaro, catedrático de Teoría e Historia de la Educación en la Universidad de Valencia. Un máximo de 40 minutos diarios al final de primaria, y cerca de una hora en secundaria le parece suficiente. Para ello, “es básico que los profesores se coordinen, no puede ser que cada uno mande deberes como si la suya fuera la única asignatura”.

Lázaro advierte del riesgo, sobre todo en primaria, de que las tareas quiten tiempo al juego y a la relación con otros niños, “tan importantes como el desarrollo académico”. Pero "cuando el maestro intenta poner menos, muchas veces son los propios padres los que los exigen, porque piensan que si no los niños no van a aprender", asegura Alfonso González, profesor de Biología en un colegio concertado de Murcia. “Muchos padres quieren que los niños estén ocupados, o creen que cantidad es igual a calidad”, critica.

Y es que los deberes están tan arraigados en la cultura escolar que muchos los consideran una rutina indispensable o una suerte de condena ineludible. “Tienen que hacer deberes para coger hábito de estudio”; “así se preparan para la ESO”; “son niños, es lo que les toca hacer”, eran frases repetidas entre los que se negaban a firmar una iniciativa similar a la de Bailén promovida por varios padres del colegio público madrileño Mariano José de Larra. “Desde que los niños van al colegio, deberían existir los deberes”, defiende Luis Carbonel, presidente de la Concapa, la confederación católica de padres, que representa a tres millones de familias, la mayoría de centros concertados. Eso sí, “proporcionales a la edad —un par de horas diarias en secundaria y bachillerato, y mucho menos en primaria”. “Una cosa es recibir explicaciones, y otra, fijarlas en casa con ejercicios, estudio o memorización”, afirma.

Pero la movilización de Bailén, la del colegio Larra y otras que van surgiendo muestran que cada vez más padres, expertos, profesores e incluso colegios se replantean el sistema actual. “España es uno de los países donde más deberes se mandan y donde hay más horas lectivas”, afirma Enric Roca, profesor de Educación en la Universidad Autónoma de Barcelona y director de la iniciativa Edu21, pese a lo cual, no logra más que puestos mediocres en el informe PISA, que evalúa los conocimientos en Matemáticas, Lengua y Ciencias de los alumnos de 15 años de los países de la OCDE. Mientras, Finlandia sobresale aunque sea el país cuyos alumnos dedican menos horas a los deberes.

González es uno de los abiertamente críticos. Ha cobrado cierta celebridad en las últimas semanas  tras la difusión de una carta, que redactó como una reflexión para los demás profesores de su centro, en la que confesaba que había hecho “docenas de ejercicios de Matemáticas” a su hija, “dictado montones de ejercicios de 'Cono [Conocimiento del Medio]' y traducido incontables páginas escritas en inglés”. “Gracias a eso, mi hija ha tocado la guitarra, hecho piragüismo, ha bajado a la calle a jugar, ha sido feliz...”, afirma. “Ahora está en secundaria y sigue sacando sobresalientes", asegura. "Solo que trabaja de forma autónoma y ya no tenemos que ayudarla”.

“Por ejemplo, si traía 10 divisiones, ella resolvía una para que yo me asegurara de que las sabía hacer, y yo terminaba las demás”, cuenta, mientras admite sin reparos que les hace los deberes a sus dos hijos pequeños, aún en primaria. “Algo no estamos haciendo bien”, es la reflexión que quiere transmitir a sus compañeros de profesión. “Mi esposa y yo somos los dos profesores y hemos tenido que dedicar muchísimo tiempo a ayudar a nuestra hija con los deberes porque queríamos que tuviera tiempo para otras cosas; si no, habría sido imposible”, dice.

La experiencia de este profesor va en la línea que reflejan diversos estudios realizados en Estados Unidos, que apuntan a que no hay correlación entre horas dedicadas a los deberes y resultados académicos en primaria. Laura Bermúdez, tutora de primer curso en un colegio de Murcia lo corrobora: en su clase, se llevan tarea solo los que quieren, y no aprecia diferencias en las notas por ello. Pese a estos datos, los defensores de los deberes en primaria arguyen la necesidad de “crear hábito de estudio”.

“La responsabilidad se puede enseñar de muchas formas”, disiente Roca. “Recogiendo en casa, ayudando...”. En niveles superiores sí se detecta, como en el último informe PISA, una correlación positiva entre más tiempo de deberes y resultados, pero con un límite de cuatro horas semanales, a partir de las cuales el tiempo adicional no causa apenas impacto. “No tiene sentido que niños de primaria estén haciendo más deberes que lo que recomienda la OCDE a los 15 años”, opina Eva Bailén.

“Yo no recuerdo tener deberes de pequeña. Después me he enterado de que en esa época, en 1984, el ministro de Educación José María Maravall los prohibió en una circular. Sí los recuerdo a partir de sexto”, relata. “Si no hice deberes y aún así sacaba sobresalientes y he estudiado una ingeniería en Telecomunicaciones, ¿qué sentido tiene agobiar a los niños?”, se pregunta.

Los deberes escolares no solo plantean el debate pedagógico sobre su utilidad para reforzar el aprendizaje y el sentido de la responsabilidad. Expertos, y sobre todo padres, lo ven como una intromisión del maestro en la vida familiar. Abel de Céspedes, un padre con dos niños de 4 y 10 años, utilizó este argumento en un recurso ante la inspección educativa de Alicante tras un suspenso de su hijo mayor por no hacer la tarea: “Los deberes están invadiendo mi derecho a la vida familiar, porque alargan la jornada fuera del horario escolar”, explica.

De Céspedes, funcionario de Hacienda separado y con custodia compartida, pactó con el colegio el curso pasado que su hijo mayor hiciera los deberes que pudiera, voluntariamente y sin que contaran para la nota. Antes del acuerdo, tuvo que pasar por la situación de que un profesor llegara a ponerle un horario con la tarea que tenía que completar en casa de cada progenitor.

“No soy antideberes”, dice. “Pero quiero organizar mi casa”. Si hiciera todo lo que mandan en el centro, explica, la mayor parte de las dos horas y media o tres que pasa cada día con sus hijos estarían dedicadas casi en exclusiva a terminar los ejercicios. Este año, el colegio cambió de criterio, y De Céspedes vio cómo su hijo mayor suspendía Lengua pese a tener casi un 7 en el examen, en parte por los negativos acumulados por no hacer los deberes. Tras recurrir a la inspección educativa, y antes de que ésta tomara una decisión, el propio centro le ofreció un acuerdo por el que el niño aprobó la asignatura y no le bajaron la nota.

“Como mera recomendación o directriz, me parece bien que el profesor mande tarea”, afirma. “Pero no con carácter obligatorio. Cuando tienen exámenes, ya me encargo yo de que estudien. Pero fuera de la escuela, tengo derecho a educar a mis hijos en libertad”, concluye.

El riesgo de la desigualdad
Algunos expertos cuestionan la interpretación de los estudios que reflejan una correlación entre horas de deberes y resultados en Secundaria. “Los estudiantes con apoyo en casa tienen mejores resultados, pero no por hacer más deberes, sino porque tienen un ambiente culturalmente enriquecedor”, dice el profesor de Educación Enric Roca.

Un reciente artículo de PISA ponía de relieve este aspecto, uno de los más criticados entre los detractores de los deberes: que tienden a reproducir las desigualdades entre los estudiantes con más y menos recursos. “Es un llamamiento a que los Gobiernos y las escuelas pongan su atención en los alumnos desfavorecidos, que a veces no tienen ni siquiera un sitio en casa para hacer las tareas”, afirma Daniel Salinas, analista del informe PISA.

Este es uno de los argumentos de la Confederación Española de Asociaciones de Padres (CEAPA) para pedir la supresión total de los deberes obligatorios. “Crean unas desigualdades tremendas, porque muchas veces los niños no pueden hacerlos solos, y la ayuda de los padres depende de su nivel cultural, socioeconómico, de sus horarios o de su capacidad de trasmitir conceptos”, opina Jesús Salido, presidente de la organización, que representa a casi 12.000 asociaciones de padres de colegios públicos. “Defendemos que no se pongan deberes evaluables, que puedan bajar nota”, explica. Luis Carbonel, de Concapa, coincide con Salido en que “es muy importante que puedan hacer los deberes solos". "Si necesitan ayuda, algo no va bien", añade. "O el niño no ha entendido, o el profesor no lo ha explicado bien”.

MÁS INFORMACIÓN

http://politica.elpais.com/politica/2015/05/13/actualidad/1431523305_412764.html

miércoles, 18 de febrero de 2015

Aprendizaje Basado en Problemas: Monográfico Fundación Telefónica

Transformar el currículo para enseñar y aprender a través de la resolución de retos reales. Conectar los aprendizajes con la vida y la sociedad. Incentivar el aprendizaje competencial en los alumnos utilizando estrategias de trabajo cooperativo. Fomentar el uso de competencias del s. XXI como la creatividad, el trabajo autónomo, el espíritu crítico o el diseño de productos de conocimiento a través de herramientas digitales. Dar sentido al rol del docente como guía en los aprendizajes. Incorporar la evaluación en el centro del proceso de aprendizaje…

¿Quieres saber cómo aplicar todos estos conceptos desde una arquitectura pedagógica? No te pierdas este monográfico práctico del Explorador de Innovación Educativa de Fundación Telefónica.
Descárgate el Monográfico Aprendizaje Basado en Problemas

miércoles, 14 de enero de 2015

Problemas en las aulas. Si A, entonces B, quizás

Ya sé que la vida cotidiana en las aulas, sobre todo en Secundaria, tiene problemas que son difícilmente superables para algunos docentes. No es fácil para esta chica, afrontar la tarea de enseñar cuando se tiene delante un grupo que no quiere aprender y otro que está empeñado en que nadie aprenda.

Pienso con frecuencia en los profesores y profesoras que tienen dificultades para captar la atención de sus alumnos, que tienen un grupo ingobernable, que están al frente de una clase en la que no es posible conseguir unos minutos de silencio… Esas clases en las que se emplea más tiempo en establecer el orden que en trabajar.

Situación que se agrava cuando no se cuenta con los padres y madres como aliados. Cuando piensas que el comunicar a los padres la situación será de una gran ayuda y te encuentras con que los padres están en otras cosas o están para defender la conducta de un sinvergüenza.

Se tata de casos en los que nada surte efecto. Ni los elogios, ni las promesas, ni las amenazas, ni los castigos… Nada. Incluso la expulsión es celebrada por algunos alumnos como un triunfo, como un desafío, como un motivo de satisfacción.

Me imagino a esos colegas acudiendo al trabajo como si de un campo de torturas se tratara. En lugar de ir a disfrutar de la hermosa tarea de enseñar, van asustados a librar batallas en las que tienen que soportar los desaires, los insultos e, incluso, las amenazas de los alumnos. Arrastran la misma sensación de impotencia que experimenta un médico ante un enfermo desahuciado. Pobres docentes. Pienso mucho en ellos (y en ellas).

Hay quien piensa que el trabajo del docente es fácil. No lo considero así. Recuerdo aquel artículo de Manuel Rivas, titulado “Amor y odio en las aulas”. Dice el escritor gallego: “Mucha gente todavía considera que los maestros de hoy viven como marqueses y que se quejan de vicio, quizá por la idea de que trabajar para el Estado es una especie de bicoca perfecta. Pero si a mi me dan a escoger entre una excursión “Al filo de lo imposible” y un jardín de infancia, lo tengo claro. Me voy al Everest por el lado más duro. Ser enseñante no solo requiere una formación académica. Un buen profesor o maestro tiene que tener el carisma del Presidente del Gobierno, lo que ciertamente está a su alcance; la autoridad de un conserje, lo que ya resulta más difícil y las habilidades combinadas de un psicólogo, un payaso, un disc jockey, un pinche de cocina, un puericultor, un maestro budista y un comandante de la Kfor. Conozco una profesora que solo desarmó a sus alumnos cuando demostró tener unos conocimientos futbolísticos inusuales, lo que le permitió abordar con éxito la evolución de las especies”.

Ante las dificultades que aparecen en el aula se puede reaccionar de diferente manera. Una de ellas es abandonar la causa, dejar el trabajo, aceptar la derrota y largarse con viento fresco. Resulta muy duro que aquellos por quienes el profesor se desvive, aquellos a quienes pretende enseñar, no solo no quieran aprender sino que dediquen su inteligencia y energía a hacerle la vida imposible. Nunca me han gustado las bromas, y menos las crueles, que algunos alumnos gastan a sus profesores.

Luis Landero escribió hace algunos años, una excelente novela titulada “Absolución”. El protagonista es una persona con espíritu nómada que dura muy poco en los empleos que asume. Uno de ellos es el de profesor. No le va bien. Un buen día, mientras los alumnos dan muestras fehacientes de insensibilidad y desinterés, el profesor recoge sus papeles, los mete en la cartera, se dirige hacia la puerta del aula y, sin mediar palabra, se va para siempre. Cuando camina por el pasillo hacia la salida, vuelve sobre sus pasos, abre la puerta del aula y dice en voz alta y clara:
- Que os jodan.
No me gusta esta opción. Supone una retirada, la aceptación de un fracaso. Sí, se acaba el problema para ese profesor, pero la huida es una derrota. Y más cuando se hace de esta manera despectiva. Además, abandonar el trabajo, tal como hoy está el empleo, resulta muy difícil. Así que, a sufrir.

Otra manera de afrontar el conflicto es acomodarse a él. Dar por bueno ese clima de falta de respeto, aceptar esas actitudes de abierto desprecio a los demás, de agresividad hacia la autoridad y de violencia institucionalizada. Desde la impotencia o la comodidad, el profesional decide callarse, aguantar y endurecer la capa de su indiferencia. Lo importante es cobrar al final del mes, no que los alumnos aprendan y convivan. Renuncia a pasarlo bien, a vivir felizmente su trabajo a cambio de un pequeño estipendio.

La tercera es la opción por la que apuesto. Se trata de afrontar la situación con valentía, inteligencia y amor. Lo primero que hay que hacer para ello es conocer bien lo que sucede. No se puede negar la evidencia. Hay un problema. Un problema difícil de resolver. Pero es preciso diagnosticar qué es lo que pasa. Se puede observar con atención, entrevistar a los alumnos, hacer un sociograma, preguntar a otros colegas, pedir ayuda a especialistas (orientadores, terapeutas… que tenga la escuela).

Lo segundo es reconocer que, si no hubiese problema alguno, si los alumnos supieran comportarse, si tuviesen interés por el conocimiento, si fuesen respetuosos, solidarios y trabajadores, no haría falta que existiesen ni los profesores ni las escuelas.

Es necesario, en tercer lugar, pensar que hay solución. La educabilidad se rompe en el momento que pensamos que el potro no puede aprender y que nosotros no podemos ayudarle a conseguirlo. Creer que hay solución es un parte de la solución.

Después hay que compartir las preocupaciones con los colegas. Sin miedo, sin vergüenza, sin agresividad. Tenemos tendencia a pensar que solo nosotros padecemos problemas, que solo a nosotros nos resulta difícil. Y no es así. Cuántos docentes han dañado su autoconcepto que solo ellos son incapaces de afrontarlos y resolverlos…

Y luego hay que intervenir. Hay que tomar decisiones. Tratar de ganarse a los líderes del grupo, pedir colaboración a los padres, crear un “carnet de convivencia” por puntos que se pueden ir perdiendo y ganando, realizar algunas dinámicas de grupo en horas de tutoría… No hay soluciones mágicas. En educación no sucede que si A entonces B; lo que realmente pasa es que si A, entonces B, quizás.

Por eso hay que tener paciencia y saber esperar. No indefinidamente, pero hay que esperar. Y evaluar lo que sucede. Y analizar las causas de los fracasos para aprender de ellos. Hace unos años pronuncié la conferencia de apertura en un Congreso de Médicos celebrado en Marbella, un Congreso peculiar ya que tenía como objetivo estudiar “los errores médicos”. ¿Por qué no analizar nuestros errores y aprender de ellos?

Y hay que leer. Hay cientos de libros sobre estas cuestiones. Rosa Barocio, por ejemplo, ha escrito “Disciplina con amor”, “Disciplina con amor en el aula”, “Disciplina con amor para adolescentes”… También es bueno escribir. Porque el pensamiento caótico y errático que tenemos sobre la práctica educativa, cuando escribimos, acaba por quedar ordenado y nos permite comprender lo que pasa.
Fuente:  Miguel Ángel Santos Guerra
 http://blogs.opinionmalaga.com/eladarve/2014/12/13/si-a-entonces-b-quizas/