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domingo, 13 de mayo de 2012

Un acto recuerda a los 65 emigrantes lusos que los franquistas mataron en la guerra. Atila también aplastó portugueses

El rastro portugués en la Guerra Civil se perdía, hasta no hace mucho, en el bando rebelde. La columna militar de los Viriatos a modo de brigada internacional fascista, el apoyo logístico a los golpistas, corresponsales de prensa empotrados con los nacionales o la extradición de los republicanos escapados conformaban la huella lusa en el 36. Pero un grupo de investigadores —gallegos— han comenzado a destapar la historia del otro lado de la barricada. El balance, provisional, cifra en 65 los portugueses asesinados por el franquismo en Galicia en el período que va del golpe de Estado al año 1940. “Es un episodio totalmente desconocido”, afirma el historiador Dionisio Pereira. Hoy a partir de las tres, la villa de Monção, enfrente a Salvaterra de Miño, acoge un homenaje a las víctimas del fascismo al que asistirá el expresidente de la República portuguesa Mário Soares. Es la primera vez que, en Portugal, se convocan actos para recordar a sus ciudadanos muertos a manos de Franco.

Pereira, autor junto a Lourenzo Fernández Prieto de un ensayo pionero sobre la materia todavía inédito, explica como el trabajo de campo del proyecto interuniversitario Nomes e Voces ha servido para excavar en la vida y muerte de los republicanos gallego-portugueses. “La base de datos de Nomes e Voces registra, entre 1936 y 1939, más de 4.600 asesinados y 14.000 represaliados”, relata, “entre ellos, detectamos a 159 portugueses, 65 de ellos muertos”. Hay más, eso es seguro. “Los números siempre son de mínimos”, dice. De los 4.600 cadáveres que Atila dejó en Galicia, solo la tercera parte pasaron por tribunales militares. Para contrastar a los demás, los historiadores tiran de registros civiles, aunque son conscientes de que un porcentaje de las víctimas ni siquiera están ahí. Y es en el centro de todas estas incertidumbres donde se encuentran los 65 portugueses asesinados.

Pero la historia también establece conexiones, reconstruye contextos, procura causas y consecuencias de manera no mecánica. Por eso Dionisio Pereira y Fernández Prieto no olvidan remitirse al origen de la presencia portuguesa al norte del Miño. La describen así: “El trabajo de los canteros portugueses adornando con fuentes barrocas villas, pazos y ciudades gallegas en el siglo XVII o la diseminación de numerosos jornaleros por el interior de Galicia un siglo más tarde”. Esta corriente migratoria, continua hasta la guerra, no resulta demasiado visible. Y eso también dificulta la localización de las víctimas del franquismo. “Los portugueses se han integrado con la población local hasta incluso castellanizar sus nombres”, anota Pereira, “por eso tampoco es fácil ver hasta qué punto sufrieron la represión”.

Cuando los militares africanistas deciden poner fin a la democracia de la II República, los portugueses que viven y trabajan en Galicia ya son, sin embargo, otros. Mano de obra barata para el incipiente desarrollo industrial de la comarca de Vigo, peones camineros, obreros de cantera o del ferrocarril, mineros o incluso huidos para no ir a la Primera Guerra Mundial —en la que Portugal participó al lado de los ingleses. “La mayoría son”, puntualizan por escrito Pereira y Fernández Prieto, “emigrantes económicos originarios de un entorno rural”.

Y algunos de ellos, añaden, organizados en los dos grandes sindicatos de la época —el anarquista CNT y el socialista UGT— y en los partidos de izquierdas, hasta el punto de involucrase activamente en la Revolución de 1934. No todos, por supuesto. El dumping laboral funcionaba y el empresariado gallego, cuentan los historiadores, “prefería contratar mano de obra más barata y sumisa procedente de Portugal, antes que los afiliados de los sindicatos”. Incluso hubo secciones sindicales que adoptaron “actitudes apartadas del internacionalismo proletario” y defendieron restricciones a la contratación de portugueses.

Los investigadores descartan características específicas en la represión al proletariado luso. El otro, para la cruzada fascista, no era el que hablaba portugués: era la conjura judeo-masónico-comunista. “Los portugueses que sufren persecución la sufren en el mismo paquete que la anti-España, el marxismo o el poder demócrático republicano”, escriben. Solo Carlos Méixome, del Instituto de Estudos Miñoranos y una de las pocas personas que han trabajado antes sobre el particular, había detectado “indicios de xenofobia y desprecio en los registros civiles de la comarca de Vigo referidos a asesinatos”. Quedan en el aire varias incógnitas, con las que Dionisio Pereira y Lourenzo Fernández Prieto cierran su estudio: ¿la violencia contra portugueses demócratas tiene que ver con el posterior apoyo a la guerrilla del norte del país vecino o con la agitación social de la zona? ¿Las persecuciones de retaguardia en la Guerra Civil demuestran que la frontera en Galicia es más teórica que práctica.

http://ccaa.elpais.com/ccaa/2012/05/11/galicia/1336761925_945059.html

domingo, 8 de abril de 2012

Historiadores contra revisionistas. Una treintena de especialistas en el siglo XX participan en una obra que enmienda el sesgo ideológico del polémico "Diccionario Biográfico Español"

Presentar En el combate por la historia (Ediciones Pasado y Presente) como un contradiccionario, una réplica corregida de las fallidas reseñas del siglo XX incluidas en el Diccionario Biográfico Español de la Real Academia de la Historia (RAH), es un astuto ardid comercial, pero le hace un flaco favor a la causa que les animó a todos, editor e historiadores, a sumarse al proyecto.

Sin quererlo, fomenta esa visión de que la historia española del siglo XX puede ser contada desde dos puntos de vista y que los historiadores están parcelados en los mismos bandos que en la Guerra Civil. Y en verdad los únicos bandos posibles son obvios: historiadores buenos e historiadores malos.

La mayoría de los 33 especialistas reunidos para este proyecto llevan años investigando el siglo XX y gozan de reconocimiento. Hay, además, algunos que participaron en el Diccionario como Fernando Puell o Carlos Barciela. “Yo no estoy ni con unos ni con otros, pero lo que no puedes es justificar el golpe de Estado. Un golpe es un golpe y no el Glorioso Alzamiento, y tampoco puedes llamar solo ‘bando nacional’ a unos porque igual de nacionales eran unos que otros. El problema de aquella obra es que unas cuantas voces han contaminado el resto, es un libro que salió tarado”, sostiene Fernando Puell, profesor de Historia Militar en el Instituto Universitario Gutiérrez Mellado de la UNED y coronel retirado, que aportó 40 biografías a la colección de la RAH y que analiza las operaciones militares durante la Guerra Civil y el papel del Ejército durante el régimen franquista en el libro de Pasado y Presente.

A Carlos Barciela, catedrático de Historia e Instituciones Económicas de la Universidad de Alicante, le disgusta la etiqueta de contradiccionario. “Yo no he hecho contrainvestigación nunca. He hecho investigación y lo que se va a publicar es la labor de muchos años de trabajo”, puntualiza. Aportó al Diccionario unas 200 biografías de ingenieros agrónomos, recopiladas durante ocho años, y dos entradas para En el combate por la historia. En la que dedica a la reforma agraria demuestra que fue un aspecto capital para los sublevados: “Resulta llamativo que desde agosto de 1936 empiezan a promulgar decretos que tienen como finalidad paralizar la reforma agraria de la República y devolver las tierras a sus propietarios”.

El sesgo ideológico y el escaso rigor que impregnaban algunas biografías sobre el siglo XX encargadas por la Real Academia de la Historia indignaron el año pasado a Gonzalo Pontón, histórico editor de Crítica que ahora ha fundado la editorial Pasado y Presente. Le pidió a Ángel Viñas que coordinase una obra que sintetizase con rigor lo ocurrido entre 1931 y 1975, con la actualización de lo investigado en los últimos años, y que ha derivado en un volumen de casi 1.000 páginas. “Aquí hay una escuela historiográfica muy sólida y sensata, y no podíamos permitir que los historiadores españoles fuesen los representados por la RAH”, expone Viñas.

Casi nadie le dijo no. Entre los 33 firmantes figuran algunos de los máximos especialistas en ese periodo: Paul Preston, Julio Aróstegui, Julián Casanova, Enrique Moradiellos, Ricardo Miralles, José-Carlos Mainer, Josep Fontana y Eduardo González Calleja. “Están representadas tres generaciones: una de mayores como Elorza o Fontana; la intermedia con gente como Casanova y la más joven que está haciendo un trabajo muy riguroso como Jorge Marco, Gutmaro Gómez Bravo o José Luis Ledesma”, afirma el coordinador de la obra, que arremete contra el revisionismo —y algunos exponentes del mismo— en un duro epílogo.

El volumen incluye las biografías de 12 protagonistas del periodo ...
...señala Josep Fontana, catedrático de Historia Económica y autor de una treintena de obras. “Personalmente, cuando se desataron las iras por el Diccionario, tampoco acepté criticar la obra en conjunto. Lo que es imperdonable es que se haya montado sin control y que una parte anule la validez de la obra entera. Yo espero que este libro sea una ayuda para poner las cosas en su sitio”, confía Fontana.

Franco, por Paul Preston...
Decir que Franco fue una figura mediocre no explica cómo llegó al poder absoluto (...) al compararle con Hitler y Mussolini, y tuvo mucho en común con ambos, se tropieza con el hecho de que Franco tenía la afición de jugar a las quinielas y que ganaba de vez en cuando.

La falta de escrúpulos en bombardear pueblos asturianos y el uso de mercenarios marroquíes revelaron que Franco sentía por los obreros de izquierdas el mismo desprecio racista que le habían despetado las tribus del Rif.

Llevó a cabo una guerra de terror, en la que la matanza de tropas contrarias se vería acompañada de una represión despiadada de la población civil. Se propuso realizar una inversión en terror para establecer los cimientos de un régimen duradero.

A partir de 1953, empezó a forjar una nueva imagen: la de padre del pueblo. Fue el momento en que en la práctica se retiró del puesto de Jefe del Ejecutivo (...) se quedó con obligaciones rutinarias que cumplía al estilo de un monarca.

Leer más en El País.
Y aquí sobre el libro de Preston.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Dar gato por liebre o el fin de la guerra civil y la traición de Casado

Mentiras y traiciones envuelven la historia de la sublevación del general Segismundo Casado en marzo de 1939, en contra del Gobierno de la República dirigido por el Dr. Juan Negrín. Engañó a los historiadores y “confirmó” los mitos esenciales de los vencedores.

En estos días tan tumultuosos políticamente el Ministerio de Defensa publica un libro cuya carencia se hacía sentir agudamente. Bajo la dirección y coordinación del catedrático Javier García Fernández aparece un grueso tomo titulado 25 militares de la República. Son biografías, escritas por otros tantos historiadores de primera fila, de una selección de generales o almirantes y jefes que permanecieron leales al Gobierno republicano en o después de la sublevación militar de 1936. Entre ellos figuran Aranguren, Asensio Torrado, Batet, Buiza, Casado, Cordón, Escobar, Gámir, Hernández Saravia, Hidalgo de Cisneros, Mangada, Martínez Cabrera, Menéndez, Miaja, Núñez de Prado, Pozas y Rojo. La lectura será imprescindible tras tantos años de desfiguración y desvirtuación de su papel en la guerra civil, acrecentadas en algunos casos por el malhadado  Diccionario Biográfico Español que en la nueva legislatura probablemente no tardará en distribuirse.

No se recupera el honor de todos los biografiados. Para uno al menos, y que el Diccionario ha tratado de salvar por todos los medios, la evidencia primaria documental de época lo hunde en las simas del embuste y de la traición. A muchos españoles de las generaciones más jóvenes su nombre no les dirá nada. Se trata del general Segismundo Casado, el hombre que el 5 de marzo de 1939 se levantó en armas contra una República a punto de colapsarse, que creó un sedicente Consejo Nacional de Defensa, que aglutinó en torno suyo a un pequeño arco de figuras de segundo o tercer nivel (salvo Miaja, el anciano socialista Julián Besteiro y el exsubsecretario de Gobernación y destacado miembro del PSOE Wenceslao Carrillo).

La sublevación casadista ha dado origen a discusiones sin cuento. También abrió inmensas heridas en las filas del exilio. Profundizó hasta límites infranqueables las divisiones entre socialistas, comunistas, anarquistas y republicanos. Estuvo basada en una patraña de Casado y en una estrategia política de Franco.

La patraña consistió en acusar a Negrín de hacer el caldo gordo a los soviéticos y sus sicarios españoles y de prolongar la guerra sirviendo exclusivamente el interés de Stalin. De aquí la subpatraña que la sublevación se llevó a cabo para impedir que Negrín y los comunistas se hicieran con el control de los mandos de lo que quedaba de Ejército Popular.

La estrategia de Franco consistió en engañar a Casado haciéndole ver que una rendición inmediata no provocaría represalias entre los mandos militares que no hubieran cometido delitos de sangre. Lo que había detrás es fácil de identificar: Franco deseaba evitar cualquier evacuación de dirigentes políticos, militares y sindicales. Para ello necesitaba que alguien hundiera, desde dentro, las pequeñas posibilidades de resistencia. Así podría liquidar fácilmente la flor y nata republicana.

Casado se tragó el anzuelo. Engatusó a sus compañeros haciéndoles ver que no tendrían que temer demasiado de la victoria franquista y buscó aliados para su golpe en unidades próximas a Madrid. Las encontró en el Cuerpo de Ejército de Cipriano Mera, probado líder anarquista y políticamente analfabeto. Aprovechó el sordo rencor contra los comunistas y manipuló a la Agrupación Socialista Madrileña.

Franco terminó la guerra en beauté, gracias a una operación político-estratégica que le permitió copar a una inmensa cantidad de dirigentes republicanos. También a la masa combatiente. Todos formaban parte de aquella Anti-España cuya eliminación física, política y psíquica había constituido el alfa y el omega de la rebelión de 1936. Casado se escapó a Inglaterra tras una serie de proclamas preconizando la resistencia numantina si no se recibían condiciones satisfactorias de paz. No las obtuvo.

En Londres, Casado escribió unas autojustificativas y falaces memorias, nunca traducidas al español. El manuscrito lo entregó el 21 de julio. Era profundamente anticomunista pero no ponía en solfa a las democracias occidentales que tan poco habían hecho por la República. Hay que sospechar que alguna mano foránea le ayudó en su concepción. Como tras el final de la Segunda Guerra Mundial y en el comienzo de la guerra fría los servicios secretos británicos le hicieron algunas ofertas, es posible que en 1939 ya estuvieran a favor de una labor de intoxicación.

Se conserva el borrador de una carta a Franco que Casado agregó a una misiva fechada el 9 de marzo de 1940 y dirigida al duque de Alba, a la sazón embajador en Londres. No se sabe si este la remitió a su destinatario, pero en ella Casado dejó constancia de la decepción que le había producido el comportamiento de Franco. El motivo de la carta fue el fusilamiento del general Escobar por quien Casado debió de tener un gran respeto. Acusó al Caudillo/ Generalísimo/ Jefe del Estado de haber faltado a la palabra dada. Una terminología dura entre militares.

Casado trapicheó como pudo, con trabajitos en la BBC, uno de los lugares en que los servicios especiales británicos solían aparcar a personajes y personajillos que pudieran ser útiles. Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, emigró a América Latina. Allí pasó más de 15 años, en parte tratando de volver a España. Cuando lo hizo, en septiembre de 1961, nadie le molestó, pero dos años más tarde se le ocurrió solicitar el reconocimiento de sus derechos pasivos y la máquina judicial militar se puso en movimiento. Se le trató con guante blanco hasta cierto punto, pero no obtuvo lo que quería.

Enfermo, encerrado en su piso madrileño durante años y años, fue apañándose con sus ahorros hasta que amenazaron con agotarse. Entonces entró en contacto con el Ministerio de (Des)Información. Se prometió un gran éxito económico de una nueva versión de sus memorias. El problema es que no se acordaba de los hechos de 1939. Tampoco podía ir a hemerotecas. No sabemos si desde el Ministerio, entonces regentado por Manuel Fraga Iribarne, alguien le echó una mano. Sí sabemos que le ayudó uno de los subordinados de Cipriano Mera, también anarquista, un tal Liberino González.

En consecuencia, la nueva versión acentuó hasta extremos delirantes la presunta conspiración comunista, la vesania de Negrín y la larga mano de Stalin sobre la República. Todo muy en consonancia con el furibundo anticomunismo anarquista y franquista y, en particular, las necesidades de la guerra fría. Ya se habían expresado en términos similares renegados comunistas tan caracterizados como Jesús Hernández, Enrique Castro Delgado y Valentín González, el Campesino. También los inevitables poumistas, a la cabeza de los cuales se situó Julián Gorkín.

Casado no quedó muy contento con el resultado, una indicación tal vez de que la nueva versión no era únicamente de su propia pluma, pero no tenía escapatoria. Enfermo y sin dinero, se sometió. Cuando se almuerza con el diablo conviene manejar una larga cuchara. Casado no la tuvo. Jugó con los hechos, engañó a historiadores, “confirmó” los mitos esenciales de los vencedores, encubrió la gran operación político-estratégica de Franco, fue corresponsable de la hecatombe final republicana y, como buen traidor, hizo todo lo posible por desfigurar sus huellas en la historia. Un historiador anglo-norteamericano, Burnett Bolloten, le creyó y sentó escuela. Sus colegas pro y neo-franquistas se frotaron de gusto las manos durante años.

Al final, si se encuentra la evidencia primaria relevante de época, los hechos del pasado quedan iluminados bajo nueva luz.

La pregunta es: ¿por qué ha habido durante tanto tiempo un segmento de la literatura que ha hecho caso a la versión de Casado, que siempre fue en sí inverosímil? La respuesta se encuentra, a nuestro entender, en la conjunción entre las necesidades ontológicas del franquismo, su dependencia de una mitología ad hoc y la ideología de la guerra fría.
De Ángel Viñas, El País 10-12-2011. Seguir la lectura aquí.

Leer más sobre el tema aquí.

Gabriel Jackson. 2008. JUAN NEGRÍN. Médico, socialista y jefe del Gobierno de la II Républica española. Edt. Crítica.

Enrique Moradiellos. Negrín. Biografía de la figura más difamada de la España del siglo XX. Barcelona: Península, 2006.

Búsqueda de libros aquí.

sábado, 9 de julio de 2011

¿Franquismo o fascismo?

Durante mi largo exilio viví en Suecia, en Gran Bretaña y en Estados Unidos. Y en ninguno de estos países el régimen dictatorial existente en España durante el periodo 1939-1978 se conocía como “la dictadura franquista”, sino como “la dictadura fascista”, dirigida por el general Franco. De la misma manera que no se hablaba en tales países de hitlerismo, para definir el régimen nazi que existió en Alemania, o de mussolinismo, para definir el régimen fascista que existió en Italia, tampoco se utilizaba el término franquismo para definir el régimen dictatorial que existió en España en aquel periodo.

Así, cuando Juan Antonio Samaranch –que fue presidente del Comité Olímpico Internacional y que había sido delegado nacional de Educación Física y Deportes durante la dictadura– visitó EEUU para presidir los Juegos Olímpicos que se realizaron en Atlanta, The New York Times incluyó en su nota biográfica “director general de Deportes en la dictadura fascista dirigida por el general Franco”.
La utilización del término franquista en lugar de fascista ha sido resultado de un proyecto político-intelectual exitoso que consistió en presentar tal régimen como caudillista y autoritario, carente de una ideología totalizante que intentara imponer una nueva visión a la sociedad. Según tal proyecto, una vez desaparecido el caudillo y el caudillismo, habría desaparecido el carácter jerárquico y autoritario de aquel Estado, el cual, dirigido por la habilidosa mano del monarca, se transformó, mediante el modélico proceso de Transición, en un Estado democrático. Esta interpretación, sin embargo, es profundamente errónea.

Fascismo es la ideología aparecida en los años treinta en Europa que se caracterizó por un nacionalismo extremo con vocación imperialista que se basaba en una supuesta superioridad de la raza, grupo étnico y/o identidad cultural de los nacionalistas, lo que les daba el derecho de conquista e imposición. El fascismo promovía una cultura de fuerza, de características militares, profundamente machista y profundamente reaccionaria, destinada a prevenir la revolución obrera, temida por las estructuras del poder económico y financiero y por las clases medias. En realidad, el fascismo había sido la fuerza política promovida por las burguesías y oligarquías dominantes para parar al movimiento obrero, liderado por fuerzas comunistas, socialistas o anarquistas.

El Estado en el que se reproducía esta ideología era un Estado dictatorial que intentaba controlar a la sociedad civil (incluyendo todos los medios de información y persuasión, desde las escuelas hasta la prensa, la radio y la televisión). Este control se utilizaba para la promoción del caudillo –al cual se le atribuían características sobrehumanas–, quien, instrumentalizando un partido único, el partido fascista, lideraba el Estado, que se presentaba comprometido con el “progreso del pueblo”. El pueblo incluía a todas las clases sociales, negando la diversidad de intereses existente entre ellas. De ahí el establecimiento de sindicatos verticales, en los que se incluía tanto a los empresarios como a los trabajadores. El fascismo consideraba también al Estado fascista como designado por una fuerza superior, sobrehumana (bien por Dios, en el caso español, o por la historia, en el caso alemán e italiano), a dirigir la humanidad, reglando el comportamiento de los ciudadanos, imponiendo unos valores nuevos que rompieran con los valores anteriores (en el caso español, con los valores democráticos, laicos y republicanos). Cada una de estas características existió en el régimen dictatorial español.

Varios autores han indicado que, aun cuando estas características existieron al principio del régimen, desaparecieron más tarde, cuando los tecnócratas del Opus Dei sustituyeron a la Falange. Tal argumento ignora, sin embargo, que los tecnócratas también reprodujeron el nacional-catolicismo que era el elemento esencial del fascismo español. En realidad, la Falange fue sustituida por el Movimiento Nacional, que conservó gran parte de la ideología fascista, incluyendo su simbología, su narrativa y su influencia. Hasta el último día de la dictadura, el NO-DO (el programa de noticias y documentales de la televisión pública) comenzaba con la imagen del dictador y con el símbolo fascista, el cual era también el símbolo que aparecía en la entrada de todos los pueblos de España. Es más, una condición para trabajar en el sector público u ocupar un cargo en el Estado era jurar lealtad al Movimiento Nacional, cuyo uniforme era la camisa azul y el saludo con el brazo en alto.

Que tal régimen estuviera en sus últimos periodos repleto de meros oportunistas que, a pesar de su discurso, no creían en la ideología fascista, no niega el carácter fascista del régimen. En realidad, la distancia entre el Franco de 1939 y el Franco de 1975 era mucho menor que la distancia política entre un Stalin al principio del régimen comunista en la Unión Soviética y un Gorbachov al final. ¿Por qué, pues, definir al régimen liderado por Gorbachov como régimen comunista (a pesar de que al final del régimen el aparato de aquel Estado carecía de una ideología propia) y no llamar fascista al régimen dictatorial español, argumentando que al final nadie en él era fascista?

Otro argumento en contra de utilizar el término fascista para definir aquel régimen era que el partido fascista, la Falange, era un partido pequeño y, por lo tanto, el fascismo no era una ideología mayoritaria. Tal argumento ignora que el pensamiento hegemónico hoy en las estructuras del poder en la UE es el neoliberalismo, aun cuando los partidos liberales son partidos minoritarios en tal comunidad política. Lo mismo ocurrió en España con el fascismo, el cual perdura en sectores del conservadurismo y del Estado español.
Vicenc Navarro, en Público.

jueves, 30 de diciembre de 2010

Fosas comunes en España: No se trata del falso dilema; recuperar o remover el pasado franquista, sino de conocer la verdad, hacer justicia y reparar.



Hace diez años que se desenterró la primera fosa común donde reposan los restos de represaliados de la Guerra Civil española y el franquismo.
Aún hay 100.000 personas desaparecidas de aquella época, víctimas de la violencia o la represión.
Muchos de los familiares no pierden la esperanza de encontrarlos y poder enterrarlos de forma digna... seguir en el video de la BBC.
Por el lado de los represaliados y todos los que consideran que se debe conocer toda la verdad, pues sencillamente sobre la mentira y el ocultamiento o la impostura no se puede hacer justicia, y reparar, en lo posible, los daños causados que es lo acomsejado por el derecho internacional y las organizaciones defensoras de los Derechos Humanos. Lo demás sería complicidad con los crímenes y curiosamente actuar cometiendo el delito de prevaricación ( Delito que cometen los funcionarios públicos al faltar,a sabiendas o por ignorancia inexcusable, a las obligaciones y deberes de su cargo. Actuar, por tanto, injustamente e ilegalmente a sabiendas) del que se le acusa al juez Garzón cuando ha hecho todo lo contrario. A pesar de todas las dificultades que presenta el caso, sobre todo por ser mayoría los jueces que consideran que no se debe actuar como lo ha hecho Garzón, el caso parece estar de lleno en un callejón sin salida; si, después de todo el accidentado proceso, en el que no se ha dejado opción a la defensa, rechazando todas las pruebas presentadas, quedarían mal. Y si lo condenan, contra la opinión mayoritaria de los juristas internacionales, quedarían aún peor. Aunque es necesario recordar que el franquismo y sus colaboradores, que han sido y son millones, le han importado muy poco el Derecho Internacional, desde su origen, su evolución y su final... a pesar de llenárseles la boca de España, ignorando que fue España una de las cunas del Derecho de Gente con el Padre Las Casas, Francisco de Victoria y otros. Cuando se llaman tradicionales es evidente que se interesan sólo por la tradición que les interesa,...

martes, 15 de junio de 2010

La cultura contra la impunidad.


Después de leer algunos comentarios al video anterior en You Tube, viene bien recordar estas palabras del escritor Luis García Montero, tomadas de su blog: "Nunca hubo en España una guerra civil, ni una dictadura con crímenes que merezca la pena investigar. El año 1936 es una invención del juez Garzón y de la policía. Las opiniones de los jueces de este país siempre son científicas, nunca son interpretaciones, no hay debates sobre la manera de entender las leyes. Por eso hay que criminalizar y convertir en delincuente al juez que interpreta a su manera una ley. Es un prevaricador, como yo soy el toro que mató a Manolete, tralará. Yo soy la Esperanza que destapé la corrupción, tralará. El PP es incompatible con la corrupción, tralará. En España no se está dando un espectáculo bochornoso en contra de los logros de la justicia internacional y de la persecución de los genocidios, tralará. Vamos todos a contar mentiras, tralará. La mentira se disuelve en la boca del mentiroso, pero permanece como una espesa costra de miseria y humillación en el país que la soporta."
Aquí la canción My Sweet Lord en honor de George Harrison.

jueves, 15 de abril de 2010

La última carcajada de Francisco Franco. Luis Hernández Navarro

El de la voz declara, en pleno uso de sus facultades mentales, que es mexicano por nacimiento, hijo de exiliados republicanos, y que carece de pasaporte español, pero que, muy probablemente, debido a que a lo largo de su vida escolar cantó durante años, cada lunes por la mañana, el Himno de Riego y saludó la bandera de la República española, con los colores rojo, amarillo y morado, junto a la mexicana verde, blanco y rojo, le parece que es una canallada la pretensión de proceder judicialmente contra el juez Baltasar Garzón por el delito de prevaricación en su intento de juzgar los crímenes del franquismo.

...El declarante asegura que la figura de Baltasar Garzón le resulta incómoda y ambigua, pero que no puede dejar de reconocer positivamente la intención del juez de dar satisfacción, desde el ejercicio jurisdiccional, a familiares víctimas de la Guerra Civil y de la dictadura de Francisco Franco que no aceptan que los restos de sus ancestros sigan sin identificar en fosas comunes. En España –no se puede olvidar– hay más de 120 mil desaparecidos.

Se le complica evaluar la trayectoria del togado porque, mientras para unos es un desinteresado luchador contra la injusticia y el terrorismo que merece recibir el Premio Nobel de la Paz, para otros viola derechos humanos elementales y realiza su labor con exhibicionismo y de manera sesgada, particularmente en el caso del País Vasco. Los defensores de ambos puntos de vista han presentado evidencias que apuntalan su dicho.

Al de la voz le parece una amarga ironía que, a casi 35 años de la muerte del “caudillo de España por la gracia de Dios”, la Falange –el partido fascista–, el sindicato ultraderechista Manos Limpias y la organización Libertad e Identidad hayan sentado en el banquillo de los acusados al magistrado que intentó que se juzgara a las autoridades responsables de los enormes crímenes cometidos por el régimen dictatorial de Francisco Franco; al único juez que se ha atrevido a cuestionar la Ley de Amnistía, norma que Naciones Unidas ha pedido derogar. Los herederos del franquismo y los defensores de su memoria están de manteles largos.

Al declarante le provoca enorme suspicacia que –como ha documentado Vicenç Navarro– el Tribunal Supremo que ha puesto a Garzón contra las cuerdas esté presidido por un juez que en su día juró lealtad al movimiento fascista, y que el togado que dio luz verde al proceso sea el magistrado Adolfo Prego, patrono de honor de la fundación de ultraderecha Defensa de la Nación Española, quien será el que redactará la sentencia final. ...(de La Jornada, México) 

"Me siento culpable de lo que le pasa a Garzón" Hilda Farfante,

Hilda Farfante, hija de fusilados, resume el sentir de muchos familiares de asesinados por el franquismo

Sentada en una bancada de pupitres de un aula de la Facultad de Relaciones Laborales de la Universidad Complutense, Hilda Farfante Cayo, de 79 años, confesó ayer, entre lágrimas, que había sido el sentimiento de culpa el que la había llevado hasta allí, a participar en el encierro simbólico de apoyo al juez Baltasar Garzón. "Me siento culpable de lo que le pasa. Porque yo le veía que iba a por Pinochet y luego a por los argentinos y siempre decía: ¿Y lo de mis padres? ¿Y la represión franquista? Cuando dijo que se iba a ocupar de esto, me llevé la alegría de mi vida. Ahora, con todo lo que le está pasando, tengo ganas de pedirle perdón. Mi abuela siempre decía: 'a los falangistas decidles siempre a todo que sí. No les llevéis nunca la contraria'. Y a lo mejor tenía razón".

Hilda tenía cinco años cuando perdió a sus padres, ambos maestros, como ella. "Se conocían desde pequeños, iban siempre juntos. Nunca se habían separado. A mi madre fueron a buscarla cuando iba a abrir el colegio. Ocho años después, en su acta de defunción, escribieron como causa de la muerte: 'Hecho de guerra'. Abrir el colegio de un pueblo era un hecho de guerra. Mi padre fue a buscarla al día siguiente y lo mataron también. Ella está enterrada en una cuneta. A él lo tiraron por un barranco. Son desaparecidos. A las tres hermanas nos separaron, cada una con un familiar. Ya nunca volvimos a estar juntos", cuenta, emocionada.

"Yo siempre pensé que si esto lo cogía Garzón, se solucionaría todo, pero se ha metido en una trampa. El franquismo sigue gobernándolo todo", concluye. (Una noticia elaborada con suma delicadeza y elegancia sin ocultar la dureza de la realidad, por NATALIA JUNQUERA, para "Él País" Madrid, 15/04/2010)

Aociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, aquí.

Seguir leyendo el artículo aquí.

Una bellísima canción de Luis Pastor, interpretada por él junto a Lourdes Pastor y Pedro Guerra.

jueves, 8 de abril de 2010

El juez Varela juzgará a Garzón por su causa al franquismo

El magistrado del Supremo, que deniega las pruebas solicitadas por el juez, sugiere a la Sala Penal una condena de hasta 20 años de inhabilitación

El magistrado del Tribunal Supremo Luciano Varela sentará al juez Baltasar Garzón en el banquillo de los acusados por un presunto delito de prevaricación que habría cometido al abrir una causa por las desapariciones del franquismo sin contar con competencias legales. Varela ha transformado las diligencias en un procedimiento abreviado y da un plazo a las partes (Manos Limpias, Falange Española de las JONS y Libertad e identidad) para formular un escrito de acusación. El auto admite recurso, aunque todos los presentados hasta la fecha han sido rechazados por el Supremo y su interposición no paralizaría el proceso.
Seguir leyendo aquí.
En este blog ya publicamos noticias, ver aquí.

En Estados Unidos hoy en el New York Time;" Spain: Super Judge Charged With Abuse of Power" Leer la noticia aquí. Y más noticias sobre el juez Baltasar Garzón del NYT aquí.
En Francia en Le Monde,Espagne : le juge Garzon sera jugé pour son enquête sur le franquisme Leer la noticia aquí. Y también, aquí. "Le juge Garzon devant la justice pour ses investigations sur les crimes franquistes"

En el Reino Unido, en The Guardian, Spain's 'superjudge' Garzón faces rightwing backlash. Leer el artículo aquí. Leer más aquí.


jueves, 24 de diciembre de 2009

Trabajando para el enemigo Kim Philby, Arthur Koestler, Josep Pla y Luis Bolín actuaron como agentes durante la Guerra Civil.

18 MAR 2007
España fue, durante la Guerra Civil, un campo de ensayo para probar los servicios de información ante la inminencia de la guerra mundial. La cobertura de los espías de uno y otro bando era, con gran frecuencia, el trabajo como periodistas.

Hace tan sólo cuatro días que el periódico ABC, que se edita en Sevilla, ha publicado con gran alarde tipográfico la traducción de una entrevista realizada por el corresponsal del diario británico London Times al caudillo, al general Franco. En la foto que ilustra el texto del diario, el jefe de las tropas rebeldes que encabeza la guerra contra la República aparece señalando un mapa. Detrás de él, con gesto de concentración, el periodista inglés toma notas en una libreta de esas que caben en el bolsillo de la chaqueta. Se trata de un hombre de treinta y tantos años, vestido con pulcritud. Del bolsillo superior de la chaqueta le asoma un pañuelo colocado con coquetería, eso le da una apariencia de dandi que es muy del gusto de las autoridades de Burgos, porque añade respetabilidad al hecho muy relevante de que un inglés se interese por el caudillo y sus opiniones. El periodista es delgado, de ojos oscuros, de rasgos afilados, y se peina hacia atrás.

Del bolsillo superior de la chaqueta le asoma un pañuelo coqueto; eso es muy del gusto de Burgos, porque enfatiza que un inglés se interese por el Caudillo y sus opiniones

Philby fue reclutado por los servicios soviéticos en Alemania. Luego viajó a España para cubrir la información de la Guerra Civil para el diario conservador 'The Times'

Koestler se ha salvado después de que los franquistas le hayan desenmascarado, pero ha pasado varias semanas en capilla a la espera de ser ejecutado

La entrevista original ha sido publicada hace pocos días en Inglaterra y habrá provocado más de una reacción hilarante en los pocos que están al corriente de que el corresponsal es un agente soviético. La satisfacción de sus jefes debe ser mayor aún al saber que Franco le ha concedido a este hombre la cruz del mérito militar con distintivo rojo. Porque a los responsables de prensa de Franco les gustan sus crónicas equilibradas, bien escritas, y moderadamente favorables a su causa.

El periodista se llama Harold Adrian Russell Philby, ni más ni menos, aunque sus amigos le conocen por Kim, un apodo que le puso su padre, admirador de Rudyard Kipling y de su personaje Kim de la India, el lugar donde Philby nació.

Philby fue reclutado por los servicios soviéticos al menos hace cuatro años en Alemania. Desde allí ayudó a escapar de la barbarie nazi a muchos judíos. Ahora está en España, desde principios de 1937, cubriendo la información sobre la Guerra Civil para el diario conservador, que es uno de los periódicos que apoyan la rebelión franquista, aunque lo hace con decoro, muy lejos en su tono de las soflamas que otros periódicos de derechas practican para crear una opinión pública que repudia la quema de iglesias y los asesinatos de religiosos que se han producido en la retaguardia republicana en el otoño de 1936, y prefiere ignorar las matanzas sistemáticas que realiza el aparato franquista.

Seducido por Stalin
Philby es uno de los agentes que, después de coquetear con el partido comunista, se han dejado seducir por el aparato de inteligencia de Stalin, sobre todo porque piensa que el mayor peligro para el mundo es el movimiento nazi, y que a ese peligro sólo puede hacerle frente el comunismo. Otro de esos hombres, amigo y reclutado por Philby, es Anthony Blunt, alguien que conoce España. Blunt estuvo recorriendo el país en la primavera de 1936, junto con el poeta escocés Louis McNeice, que está componiendo un poema que comienza con una frase nostálgica, "And I remember Spain", en la que recuerda que un profesor de Cambridge les predijo con aplomo: "Habrá disturbios muy pronto en este país". Blunt lee las crónicas de Philby. Los jefes de ambos reciben las informaciones precisas del agudo analista político que se empeña en indagar en Burgos sobre la presencia de los italianos y alemanes, su capacidad de influencia, el grado de su penetración económica y política.

Su trabajo de periodista-espía ha estado a punto de costarle la vida hace un par de meses. El día 2 de enero, en el frente de Teruel, una granada reventó el coche en el que viajaba con otros tres corresponsales, dos ingleses y un americano. Los otros murieron. Philby apareció en los periódicos de todo el mundo con la cabeza vendada por las leves heridas que sufrió.

Cuando acabe la guerra, este genio de la impostación seguirá su tarea de espía durante una veintena de años, dejando al servicio secreto inglés en manos de los rusos. Entre los franquistas seguirá teniendo un espléndido cartel, gracias sobre todo a Luis Bolín, encargado de las relaciones con la prensa y uno de los consentidos de Franco. Bolín, según muchos, es también agente británico, y debe saber que Philby es espía, aunque no podría creer para quién trabaja realmente su corresponsal favorito, aquél a quien ha recomendado para recibir la medalla que Franco le ha impuesto.

Philby se va a escurrir de la vigilancia. Lo que no ha podido lograr un colega suyo, también periodista, el checo Arthur Koestler. Koestler está ahora a salvo, después de que los franquistas le hayan desenmascarado y de que el propio Bolín le capturara en enero de 1937 en Málaga. Pero ha pasado en capilla varias semanas en la cárcel de Sevilla, a la espera de ser ejecutado. Ha compartido celda con un repugnante personaje, Agapito García Atadell, un chequista al que querían matar tanto los franquistas como los republicanos por los muchos asesinatos que ha cometido y por fugarse con una enorme cantidad de dinero intentando llegar a América. Una denuncia republicana ha facilitado su captura a bordo de un barco en Canarias.

Un mal espía
Arthur Koestler disimulaba mal. No era un buen espía. Era casi un aficionado, entregado, eso sí, con gran entusiasmo, a la causa soviética. Pero sus movimientos en busca de informaciones sobre la presencia italiana en Andalucía provocaron pronto la alarma. La presión internacional le ha salvado la vida. El disfraz de periodista no sólo es idóneo para conseguir informaciones sensibles, sino para provocar reacciones en el mundo. Porque no hay pruebas contundentes de su actividad como espía. Aunque sí la clara convicción de Bolín y de los jueces militares.

En realidad, el trabajo para los espías abunda en España en estos días. En las dos zonas se mueven los agentes secretos extranjeros con soltura. Quizá la representación y la actividad más importante es la de los italianos de Benito Mussolini. Desde los primeros momentos de la rebelión militar, los agentes fascistas estuvieron al corriente de lo que sucedía. Tánger, pero también Ceuta o Melilla, estaban bien controladas por los agentes secretos del Ejército italiano, mientras los alemanes, los franceses y los mismos ingleses, los maestros occidentales en la interceptación de mensajes cifrados, se mantenían casi ignorantes de lo que se estaba preparando. Desde los consulados de Italia en el norte de Marruecos, la información fluyó con abundancia a los cuarteles generales de Roma. Pero no se han conformado con eso los hombres que controla el conde Ciano, yerno de Mussolini. Los servicios secretos fascistas han puesto en marcha, además, grupos de acción que colaboran en ocasiones con los franquistas. Una organización tenebrosa llamada OVRA se ha encargado de asesinar en Francia, por ejemplo, a los hermanos Roselli, dos de los organizadores de los voluntarios de las Brigadas Internacionales. Lo ha hecho con la colaboración de otra organización francesa no menos siniestra, La Cagoule, que presume de tener agentes infiltrados en el seno de esas brigadas.

Los asesinatos en Francia provocaron la ira del Gobierno galo, que puso en marcha su aparato represivo para acabar con las actividades de las dos organizaciones. Los más conspicuos asesinos se han tenido que venir a España. Por ejemplo, Jean Filliol, al que sus compañeros conocen por el poco simpático apodo de Le Tueur (El Asesino), se ha acogido a la hospitalidad franquista, protegido al principio por Severiano Martínez Anido, director de Seguridad del Gobierno de Burgos, famoso por haber inventado la llamada ley de fugas durante los años veinte que costó la vida a varios cientos de sindicalistas catalanes.

Con la OVRA y La Cagoule ha trabajado un militar español, el comandante Julián Troncoso, que ha protagonizado, junto a los agentes italianos y los terroristas franceses, acciones espectaculares, como el sabotaje de envíos de material bélico a la República y el intento, fallido por poco, de secuestrar un submarino y un destructor republicanos en puertos galos. Los problemas diplomáticos que le ha provocado a Franco esa alianza, que tiene su sede en un chalé en San Sebastián llamado Las Brisas, le han obligado a desmantelarla. Como ha comenzado a desmantelar otra red de espionaje situada también en el país vecino: el Servicio de Información de la Frontera Noreste, SIFNE, que financia el gran empresario catalán Francesc Cambó. En su red, que ha demostrado una eficacia indudable enviando informaciones enormemente precisas sobre barcos que comercian con la República, se desenvuelve con soltura otro periodista, el ampurdanés Josep Pla. Con su boina calada, Pla gasta parte de su tiempo, el que le deja libre la escritura de sus colaboraciones para periódicos franquistas y la redacción de una historia por encargo sobre la República, en apuntar las matrículas de los buques que recalan en Marsella para dirigirse al puerto de Barcelona o al de Alicante. Esa información es importante para intentar apresar los buques o para denunciar su existencia. Los contactos del SIFNE con la OVRA y La Cagoule son conocidos por el Gobierno francés y por el nuevo jefe de los servicios de inteligencia de Franco, el coronel José Ungría, que recela de la autonomía de los catalanes y debe cuidar las relaciones con el Gobierno francés. Aunque nadie hace ascos a maniobras tan rocambolescas como la que se ha puesto en marcha en relación con un grupo independentista catalán, Estat Català, cuyas simpatías hacia el fascismo y el odio al comunismo y el centralismo del Gobierno de Juan Negrín le han hecho dudar en alguna ocasión sobre de qué parte hay que estar en la guerra. El comandante Troncoso ha sido, una vez más, el encargado de enviar el mensaje de que Franco sería generoso con ellos, tras la victoria, si colaboran en complicarle la vida al Gobierno leal en las fronteras pirenaicas, donde tienen un sistema de paso clandestino por el que cobran cantidades elevadas de dinero a los simpatizantes de Franco que quieren huir de la represión republicana.

Los servicios secretos franceses apenas sí tienen medios para conocer la realidad en el lado franquista. Sólo un reducido número de agentes trabaja en el norte de África. Del lado republicano, se conforman con los informes de su Embajada. Los británicos muestran una similar actividad. Los informes de los diplomáticos oficiosos en Burgos, algún colaborador ocasional como Bolín, que realiza tareas dobles recabando datos para los ingleses y buscando apoyos para Franco. Y, sobre todo, el eficiente sistema de control de emisiones de radio, que les permite en ocasiones conocer incluso las informaciones que los agentes soviéticos envían a Moscú.

Los rusos saben de la eficiencia británica en el terreno de la escucha y de sus grandes esfuerzos por desvelar los códigos cifrados, el único sistema realmente seguro de comunicación. De la República, en la que controlan bien los aparatos de seguridad y, sobre todo, gozan de la absoluta obediencia de los comunistas, tienen acceso a cualquier información que deseen. Con el complemento de los corresponsales entregados, su sistema es en realidad el más eficiente. Además, el complejo de propaganda creado por Willy Münzenberg, al que están incorporados hombres de la valía de Otto Katz, cumple las funciones de intoxicación que pretenden engañar no sólo al enemigo directo, sino a todos los actores de la endiablada política europea.

El ascenso de Serrano Súñer
Los agentes alemanes se disfrazan de delegados comerciales de una sociedad llamada Hisma, que dirige un civil llamado Franz Goss. Hispano Marroquí de Transportes, que es el nombre completo de la compañía, se dedica a comprar piritas de hierro y otros minerales estratégicos, como el tungsteno, un elemento fundamental para los blindajes. Sus requerimientos de compra se encuentran a veces con dificultades por los trapicheos de Franco, que tiene que ser sensible a las presiones inglesas para comprar también las piritas. La principal preocupación de los nazis es conocer la correlación de fuerzas en el seno del aparato franquista. Ahora, con el ascenso de Ramón Serrano Súñer, que controla con mano férrea la política en Burgos, sólo les queda alguna inquietud en lo referido a los militares. Una mayoría de ellos son monárquicos a los que no entusiasman ni los rituales fascistas ni la chulería falangista, porque piensan con razón que la fuerza esencial de la rebelión son ellos y no los políticos, cualquiera que sea su inclinación. Cuando comience la guerra europea, esa preocupación se verá justificada. Serrano Súñer no conseguirá meter al país en el conflicto. Los militares conseguirán su objetivo de mantenerse al margen.

Los alemanes están utilizando una nueva forma de cifrado que llegará a su perfección en los próximos meses. Saben de la capacidad inglesa, pero confían en una nueva máquina que ha desarrollado su industria: Enigma es su nombre. Está basada en un modelo que se vende a empresas comerciales, y hay una decena funcionando en España. Pero no son, desde luego, del modelo más sofisticado, que es de uso exclusivo para su ejército. Del cuartel general de Franco ha desaparecido uno de los ejemplares, pero eso no les provoca una gran preocupación, porque se pueden conseguir de manera legal en el mercado.

España es un campo de ensayo para la utilización de las armas nuevas que producen las grandes potencias. Pero también de los sistemas de espionaje que serán decisivos en la próxima guerra. Los rusos y los ingleses serán quienes mejor aprovechen esa experiencia.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 18 de marzo de 2007

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