sábado, 15 de agosto de 2020

_- The Wire. David Fernàndez 18/07/2020

_- “Hay cosas que no se hacen;
si se hacen no se dicen;
si se confirman, se desmienten”

General Sáenz de Santamaría

"Del gobierno más progresista de la historia que, al mismo tiempo, intenta cómo puede salvar la monarquía de las triquiñuelas que, durante tanto tiempo, los servicios secretos españoles han escondido y protegido. No habrá vía corta democrática, claro. El 78 es así y la vieja tonada lo deja claro: ningún régimen reconoce tener presos políticos como ningún estado reconoce espiar a los adversarios políticos. Mientras tanto, los gobiernos continúan desmintiendo la realidad."

El "no me consta" del gobierno español —mitad balones fuera, mitad chiste postdemocrático frente a la gravedad del espionaje político— me recuerda torpemente —recuerdos de pubertad política— a aquella portavoz gubernamental socialista que se llamaba Rosa Conde, que siempre decía "no me consta". Lo decía a cada pregunta difícil durante cada comparecencia oficial. Nunca le constaba la realidad, en una variante más refinada del pujolista "ara no toca" (ahora no es el momento). Así era nuestra juventud precaria: o no tocaba o no constaba. La realidad desmentía al gobierno y, viceversa dialéctica, los gobiernos se empeñaban en desmentir la realidad. Ahora bien, empezando por el final, que todo un gobierno del Estado implicado diga "no me consta" es bien distinto de decir "es mentira". Sabiendo diferenciar gobierno y estado, que no es exactamente lo mismo: "Los gobiernos pasan, las policías permanecen".

Como lo es también que el CNI se limite a decir que todo lo que hace es con orden judicial, que es cualquier cosa menos un desmentido; menos aún si se sabe que, desde 2015, tiene una orwelliana e inquisitorial Unidad de Defensa de los Principios Constitucionales, que incluye el independentismo como enemigo a abatir y que será la excusa que vendrá. Que los ministerios de turno -incluido el de la porra- ofrezcan como única respuesta una invitación al presidente del Parlamento de Cataluña a querellarse ante la justicia ya es una broma de la democracia cuando la democracia es de broma. Pillados, solo queda disimular y buscar cortinas de humo. Y hacer todo lo posible para que nunca haya pruebas, ni juicio ni condena. Rituales habituales, as usual, de la impunidad.

Acortando camino ante una excepción que se alarga, ¿cuál sería, sin embargo, la vía democrática más corta? Sencilla, ágil y rápida. El presidente Pedro Sánchez convoca el CNI de urgencia, le pide si es él quien está detrás y toma decisiones sobre el tema. Y si no lo hace, en suma, es porque no quiere. Y punto. Todo lo demás son excusas: dilación, complicidad y encubrimiento, que es lo mismo que torpedear. Del gobierno más progresista de la historia que, al mismo tiempo, intenta cómo puede salvar la monarquía de las triquiñuelas que, durante tanto tiempo, los servicios secretos españoles han escondido y protegido. No habrá vía corta democrática, claro. El 78 es así y la vieja tonada lo deja claro: ningún régimen reconoce tener presos políticos como ningún estado reconoce espiar a los adversarios políticos. Mientras tanto, los gobiernos continúan desmintiendo la realidad. No consta, no toca, no sucede.

Delito de Estado: impunidad garantizada, secreto oficial a gritos y ley del silencio. Y negocios turbios con empresas israelíes. Pero, por suerte, aún no han prohibido la hemeroteca: el diario Haaretz ya informaba y denunciaba en 2018 que diferentes estados empleaban tecnología israelí para "espiar e interceptar comunicaciones de defensores de los derechos humanos, disidentes y miembros del colectivo LGTB". Y sí, hablaban de la empresa NSO y su Pegasus, "el kit de espionaje más invasivo del mundo". El diario recordaba que las exportaciones, autorizadas por el Ministerio de Defensa, se habían seguido produciendo a pesar de saber los usos perversos, represivos y autoritarios que hacían de ellos los gobiernos, el español incluido. Incluso la diputada Tamar Zandberg, de Meretz, pidió el fin de este negocio, terriblemente opaco. Hago mención de un periódico y una diputada israelí para todos aquellos que se ponen la venda en los ojos ante la naturaleza neuróticamente securitaria de Israel.

Pero volviendo a las Españas, menos mal de los antecedentes, de hecho, que recuerdan que no estamos hablando de una excepción sino de una norma callada: la excepción, mira por donde, es la investigación realizada por CitizenLab, que lo ha hecho visible después de que WhatsApp se diera cuenta del agujero de seguridad. Para no alargar la infamia, sólo tres antecedentes concretos. Para recordar la norma excepcional de la monarquía bananera del Reino de España. De entrada, sólo habría que recordar que Narcís Serra acabó dimitiendo por el espionaje del CESID... al Rey. Era 1995. La pregunta sería que, si ya por entonces "escuchaban" a un rey corrupto, qué no harían con el resto de súbditos. Por aquellos tiempos brotaban 7.000 microfilms de los servicios secretos españoles filtrados a la prensa. Hoy Villarejo, ayer Perote; aquel coronel expulsado por irregularidades económicas que fue asesor de seguridad de Repsol y que acabó con la carrera del pianista Narcís Serra. El jefe del CESID, Manglano, acabó siendo condenado por "invasión masiva" por las escuchas producidas entre 1984 y 1991 a numerosos periodistas, políticos, empresarios y al rey que Franco nombró rey. Pero no vayan tan deprisa: fue absuelto posteriormente. Para eso está la alta judicatura española, para condenar enemigos y absolver a los amigos.

Dos. Recordarán el escándalo del espionaje en la sede de Herri Batasuna en nombre de una lucha antiterrorista bajo la que se ampararon tantos crímenes, abusos y canalladas. La tentación vivía arriba. En el piso de arriba de la sede de la formación política, piso franco del CESID durante una década. El balcón de enfrente también. Accidentalmente, cuando desde HB decidieron renovar la centralita telefónica, los operarios solo llegar decidieron no tocar nada: desmontando el falso techo para acceder a la instalación se encontraron todas las líneas pinchadas y conectadas desde el piso de arriba -alquilado en 1992 por los servicios secretos-, entre un desorden de cables, wires y cableado. Los operarios pusieron pies en polvorosa. Y los dos inquilinos del piso de arriba huyeron. Diez años continuados de espionaje industrial. Teléfonos, ordenadores, vídeo y decenas de micrófonos. Sin ninguna orden judicial y a costa de los fondos reservados, pero bajo órdenes gubernamentales. El equipo de investigación del diario Egin —cerrado por la Audiencia Nacional en 1998, a pesar de que en 2007 se decretó, ¡vaya por dios!, la ilicitud del cierre— descubrió a uno de los espías huidos en su casa, en los alrededores de Madrid. A otro en Vitoria, en casa de sus padres. Militares. Eran Mario Cantero y Francisco Buján. Junto con ellos, y en primera instancia, fueron condenados —cinco años después— dos directores generales del CESID: de nuevo, Manglano, y también Javier Calderón. Ambos condenados a tres años de prisión y ocho de inhabilitación absoluta. Pero no corran tanto, caramba. Extremadamente rápido, el Tribunal Supremo no tuvo ningún reparo: absolvió con extrema rapidez a los dos directores y solo condenará a un solo agente. A dos años y seis meses de prisión. Que nunca cumplió. No hacía falta aclararlo, ya lo sé.

En la misma estela, un día de 1995, el ex diputado de HB Joxe Mari Olarra volvía de una manifestación y se encontró a tres hombres que le habían abierto el coche y lo estaban revolviendo. Los persiguió y casi pilla a uno que se acabó refugiando en una comisaría de la Ertzaintza, de donde saldría en libertad, sin cargos y sin ningún tipo de investigación. Sólo investigará, de nuevo, aquella cabecera de referencia periodística que fue Egin: descubrirían que era un agente del CESID en comisión de servicio, un capitán de caballería del Ejército, José María Liniers Portillo. En 2003, Iñaki Anasagasti denunciaba que los teléfonos del grupo parlamentario del PNV en el Congreso estaban intervenidos por el CNI, pocos meses después de que estallara un escándalo sobre las escuchas en los despachos de la ONU.

El País Vasco acoge y recoge el abanico acumulado más extenso y reciente del deep state. Toda aquella tecnología se ha transferido ahora al caso catalán, agentes incluidos. A raíz del proceso de ilegalización y apartheid electoral de la izquierda abertzale de 2002, se terminó haciendo público que el Estado disponía de una lista ilegal de 40.000 desafectos, a partir de la cual se determinaba qué lista electoral quedaba contaminada. Pocos levantaron la voz. Y así nos va. Thomas Paine: "Quien quiera salvaguardar su libertad deberá proteger de la arbitrariedad a todos los demás, o el precedente se volverá contra él". Mientras tanto, al fiscal general Conde Pumpido se le escapaba un "nos hemos pasado, pero ha colado". A raíz del juicio a las organizaciones juveniles vascas, se supo que eran 33.000 las escuchas recurrentes que se producían en el Reino de España. Una de las frustraciones de mi corta vida parlamentaria fue pedir insistentemente, como sabían Felip Puig y la Consejería de Interior, que de 418 identificados en una protesta contra los recortes antisociales, "178 eran antisistema, 39 independentistas y 19 anarquistas". ¿Lo pone en el DNI? Nunca respondieron, pero era la prueba evidente de que existen ficheros ideológicos. Recuerdo, de la Audiencia Nacional, un imputado por la quema de fotos del rey —absuelto después— que denunciaba la existencia de ficheros ideológicos ilegales. El magistrado incontinente Vázquez Honarrubia le espetó a micro abierto: "¡Eso ya se lo aseguro yo!". En fin.

Y tres y último. Deberíamos recordar, aunque nos lo quieran hacer olvidar, el caso que imputó al Conde de Godó, propietario de La Vanguardia, por las escuchas telefónicas ilegales con el trasfondo de las tensas y arduas negociaciones por las estrenadas fusiones mediáticas, con Antena 3, Polanco y Mario Conde por medio. Puertas giratorias público-privadas también en las cloacas, quien servía a aquellos intereses mediáticos era el coronel del CESID Fernando Rodríguez y el topo histórico de la dictadura reciclado para la democracia, Mikel Lejarza, El Lobo. Lobo escuchaba a través de la empresa General de Consulting y Comunicación SL, que facturaba mensualmente 5.650.000 pesetas a la "cuenta" del conde de Godó. Estuvo dos meses en la prisión de Quatre Camins, pero salió ileso con el coronel del juicio como el coronel, a pesar de que se les pedía años de prisión. Penas mínimas que nuevamente nunca se cumplieron, pese a la insistencia indignada del fiscal del caso, este hombre bueno que se llamaba y se llama todavía José María Mena. Años después, el magnate mediático Murdoch cerraba News of the World por las escuchas ilegales masivas del rotativo.

Ya paro. Me ahorro también la versión casera de Método 3. Me ahorro Aznar pidiendo al jefe del CNI, Jorge Dezcallar, que desmintiera en la SER que habían abandonado la pista de ETA en los atentados del 11-M y Aznar manipulando torpemente los informes de los servicios secretos. Me ahorro la videoteca de Villarejo, pero no olviden —insólito— que la fiscalía decidió purgar y eliminar algunos párrafos de la documentación del sumario porque comprometen "la seguridad del Estado" antes de levantar el secreto sumarial. Palabrota: "Expurgo previo sobre asuntos de seguridad del Estado". Qué se esconde bajo el eufemismo está por ver. Secreto de Estado con una ley de secretos oficiales que data de 1968: democracia con leyes de dictaduras. Y, sin embargo, todo es un asunto también catalán —recuerden el caso Cesicat de seguimiento de activistas a través de fuentes abiertas— y también singularmente español, pero de una dimensión que ya es europea y de una escala de espionaje que ya es global. Entre Assange y Snowden, digámoslo así. En Portugal, hace muchos años, un escándalo sacude el país: 80.000 escuchas autorizadas a 200 altas personalidades durante seis meses por un asunto relativo a una investigación judicial por abusos sexuales. Y en Italia, en septiembre de 2006: 100.000 ciudadanos con los teléfonos pinchados tras una red vinculada a los servicios secretos. Es Europa, que te escucha.

Hemos ido incorporando nombres oscuros en nuestras vidas transparentes. Primero fue Echelon, después Sitel —el sistema de escuchas de la Guardia Civil y el CNP—, ahora Pegasus. Cero ingenuidad. En el fondo, la novedad no es su existencia turbia, sino su uso torticero y brutal: hace mucho que la disidencia ya se ha incorporado como "criminalidad transnacional organizada", por decirlo en la jerga de 1999 de Sinere, la base de datos de la UE que incluía activistas antiglobalización. Un día tendremos que hacer todo el catálogo de los últimos años contra el independentismo como enemigo de Estado: del móvil de Roger Torrent al de Anna Gabriel —ya veremos qué dice Suiza—, de la baliza en el coche de Puigdemont a las visitas macarras de la policía patriótica en Andorra, de los ataques informáticos del 1-O a los fondos reservados. Todo el repertorio y toda la artillería usada contra el anhelo democrático de la autodeterminación. La lista es ya interminable.

Tenemos el escalofrío asegurado en este corto y convulso siglo XXI. El uso de los servicios secretos con fines políticos, partidarios e ideológicos. Si han leído la trilogía de Larsson, recordarán las desventuras de Lisbeth Salander, La Sección y cómo operan las estructuras policiales paralelas. Realidad contra ficción. Alemania acaba de disolver toda una unidad militar de fuerzas especiales por sus vínculos estrechos y directos con la extrema derecha. Si quieren quedarse de piedra pasen por El enemigo conoce el sistema, de Marta Peirano; si quieren protegerse, pasen por el manual Resistencia digital, de Críptica; si quieren blindar la privacidad e intimidad que tantos siglos ha costado alcanzar, acostúmbrense a desconectar todos los dispositivos frente a la distopía monitorizadora del 5G. Y ojo al dato, que ya hay atestados policiales donde el hecho de apagar el móvil se eleva a sinónimo de culpabilidad, "algo que ocultar". O eres de vidrio o ya eres culpable.

1984. Luces de bohemia. The Wire. La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina en el palacio de las corrientes de aire. Pobre Orwell. Pobre Valle Inclán. Pobre McNulty. Y siempre Lisbeth.

PS. Hemos venido a estudiar y hemos venido a aprender a pensar. A no dejar de hacerlo nunca. Aprendizajes continuados. Y como la cosa va de libros en un verano que ya tiene pinta de invierno, les recomiendo abiertamente el último libro de Enric Juliana, Aquí no hemos venido a estudiar (Arpa, 2020). Es una puñetera maravilla. Es un espejo. Es un rompecabezas. Es una escuela. Es un laberinto. El franquismo, en parte, hizo el trabajo y la falta de memoria siempre es una derrota. Creía, tres veces rebeldes, que MMM iba ligado inevitablemente a Maria Mercè Marçal. Así es. Pero en adelante, memoria de un futuro anterior, incorporaré también otro MMM. Retengan el nombre, por favor: Manuel Moreno Mauricio. Un resistente. De Vélez-Rubio a Badalona. El mundo truncado de ayer bajo la dictadura explica aún el de hoy y hace dudar demasiado del de mañana, en medio del tercer plan de estabilización en curso. Sin spoilers, otra historia de la transición, en un tributo a quienes nunca dejaron de estudiar ni bajo las condiciones más inenarrables. Porque la historia enseña. A pesar de que tenga pocos alumnos.

David Fernàndez activista y periodista de la revista digital La Directa.

Fuente: directa.cat

viernes, 14 de agosto de 2020

Saramago: diez años de ausencia

Junio 21, 2020 Escrito por Luz Modroño
Publicado en OPINIÓN

Todos estamos ciegos. Somos ciegos que pueden ver, pero que no miran.

En estos días se han cumplido diez años desde que nos abandonó una de las grandes personas de estos tiempos, porque José Saramago era un gran escritor y una gran persona, un ciudadano, como le gustaba llamarse. Un ciudadano ejemplar, deberíamos decir. Yo no escribo para agradar ni tampoco para desagradar. Escribo para desasosegar.

Su voz fue una voz de alerta, de compromiso, de amor y solidaridad. Una voz alta y segura reflejada en todas y cada una de sus obras. Una alarma contra un capitalismo desbocado que arrasa con derechos humanos y que arrasa con la naturaleza sin tener en cuenta las consecuencias que de ello se deriven. Una reclamación permanente hacia el papel de la cultura y su compromiso para con un mundo mejor y más justo. Una reivindicación de la necesidad e importancia de la Memoria, pues sin ella el ser humano carece de historia. Un grito permanente reclamando el respeto obligado hacia una Naturaleza que convertimos en enemiga.

La palabra de José Saramago, a los diez años de su muerte, sigue fresca, viva, se convierte en presencia continua contra todo aquello y aquellos que parecen tener como misión en el mundo la creación y el sostenimiento de la infelicidad, del sufrimiento, destacando la importancia de estar juntos en los momentos de tristeza. Una voz reclamando responsabilidad ciudadana, porque Saramago era, ante todo, un ciudadano dedicado a la literatura. Nunca se puso de perfil porque ciudadanía y democracia significan formar parte activa de una sociedad que ha de construirse entre todos. En verdad, aún está por nacer el primer humano desprovisto de esa segunda piel que llamamos egoísmo. Contra la resignación, el miedo y la indiferencia, enemigos de una sociedad en progreso. Y sin progreso la vida se detiene. Pero el escritor nos vuelve a preguntar ¿Qué clase de mundo es éste que puede mandar máquinas a Marte pero queda impasible ante la masacre de seres humanos?

Recreando espacios en ocasiones agobiantes, metáfora de un mundo en peligro, ante el que hay que tomar conciencia y partido. La indiferencia no puede tomar cuerpo porque ésta significa ya tomar partido. El miedo paraliza y nos convierte en cómplices de la amenaza, y la resignación implica aceptar cualquier situación por ajena a la razón que sea. Para Saramago ser ciudadano y ejercer ciudadanía era sinónimo de responsabilidad activa, de toma de partido frente a las injusticias.

Saramago. José Saramago, ese hombre sabio, sencillo porque la sabiduría siempre lo es, amable porque la bondad siempre lo es, comprometido porque quien busca la felicidad común no puede dejar de estarlo: Los escritores viven de la infelicidad del mundo. En un mundo feliz no sería escritor.

Saramago -hasta su sobrenombre resuena a parábola- sigue siendo hoy el hombre al que hay que conocer, y a esa tarea lleva entregada su mujer, Pilar del Río, y una obra que hay que leer despacio, dedicándole ese tiempo pausado suplantado hoy por un mundo trepidante al que nos abocan las redes sociales, tan limitadas para expresar un pensamiento con una mínima enjundia. Un hombre y una obra llena de compasión, de grito silencioso a lo Munch, de ironía y, por supuesto, de imaginación, una imaginación convertida en el envoltorio perfecto para su grito de rebeldía. Consciente del rico universo que la parábola tiene para el despertar de la conciencia, fue un inventor de ella, un creador de universos ante los que no cabe más remedio que entrar, comprender y actuar. Convirtió la parábola y la metáfora en armas con las que azuzar nuestro propio pensamiento, obligándonos a tomar partido, a sentirnos parte del mundo que nos rodea y a tomar decisiones. Cada uno y una de nosotras tendrá que saber en qué parte de ese mundo quiere estar, tendrá que saber cómo escribir la historia. La historia se escribe desde el punto de vista de los vencedores, los vencidos nunca han escrito la historia. Y se escribe, fatalmente, desde un punto de vista masculino.

José Saramago, que convirtió ese apodo familiar en premio Nobel, debía haberse llamado Sousa, pues tal era el apellido paterno. Los hados, a veces, tienen la costumbre de favorecer al género humano haciéndole regalos semejantes. Porque Saramago sintetiza y encierra todo lo que ese niño querría y llegaría a ser.

El apodo hace referencia a una planta –jaramago- herbácea silvestre. Era el apodo de una familia tan pobre que, cuenta la leyenda, comía jaramagos para calmar el hambre. Y fue un error o una broma al inscribirle al nacer. Bendita broma, porque aquel niño, convertido ya en hombre, supo que ese apodo encerraba la esencia de lo que sería y fue. Una planta sencilla, que se pisa en tarde de paseo soleado pero que sirve de alimento creando vida. Saramago pasó por la vida moviendo conciencias. Cada palabra, cada metáfora es un golpe a la ruindad y la miseria moral. Combatiendo el cinismo y la hipocresía con ironía, compasión y sentimiento. Todo ello encerrado en el manto sutil y divino de la imaginación.

No fue un visionario, pero su agudeza le permitió adelantar en varias décadas lo que hoy está viviendo el mundo. Solo fue un hombre profundamente observador. Ya su primera gran obra, Levantado do Chao, es un grito de reivindicación del derecho a tener unas condiciones dignas de vida, refleja la de los campesinos en el Alentejo y qué poco han cambiado esas condiciones para muchos. Voz limpia, serena y a la vez indignada, rebelde. Y siempre cuajada de poesía, llena de belleza serena, de comunión con los desheredados, con los sufrientes, con los abandonados y los olvidados. Después vendrían muchas más, todas cargadas de fina ironía, de conciencia social. Y un día, el Premio Nobel.

La derrota tiene algo positivo, nunca es definitiva. En cambio la victoria tiene algo negativo: jamás es definitiva. Con qué clarividencia anticipó lo que ha ocurrido estos días, con qué inteligencia comprendió que algo así pasaría. Porque no es posible que nos tomemos todo tan a la ligera, porque la globalización, esta globalización que ha convertido el planeta en un todo sin fronteras económicas, se ha olvidado de globalizar los derechos humanos, los derechos medioambientales, los derechos de la Tierra. Saramago nos invita a pensar en el camino verdadero, que solo puede ser el de la Razón y la solidaridad, el de la justicia social. Y nos avisa de que el camino que llevamos no es el correcto. Porque en este camino todos pereceremos, todos seremos víctimas. La hora de las verdades terminó, vivimos en el momento de la mentira universal. Nunca se mintió tanto. Vivimos una mentira todos los días.

El mundo, sorprendido ante una epidemia que no respeta a nadie, que no perdona, que no entiende de fortunas o de hambres, debe reaccionar. Poco a poco, esa nube blanca que nos dejó ciegos, que se fue cobrando inocentes víctimas aparece y, con ella, volvemos a ver la luz.

Pero ¿qué luz vemos? ¿Es la luz que queremos ver? ¿Qué realidad queremos? ¿la que nos ha arrastrado hasta esto, la vieja realidad de la rapiña, de la destrucción en beneficio propio, de la crispación, del dolor y la guerra? ¿O la realidad que soñamos, la formación de un mundo en el que todas las personas quepamos, sin distinción alguna, tal como quiso reflejar la Carta Magna de los DDHH? La respuesta parece obvia. Peno no es tan evidente, ni tan obvia ni tan fácil. La vida tiene muchas cartas en la baraja y no es infrecuente que las juegue cuando menos se espera.

Murió en Lanzarote, isla paradisíaca a la que llegó cuando César Manrique acababa de morir. Desde allí veía muchas tardes llegar pateras con gentes desesperadas, huyendo de sus tierras, expulsadas de ellas. Casualidades del destino, su muerte coincidirá con el Día Mundial del Refugiado. Una parábola más en la vida de ese hombre-ciudadano-escritor.

LUZ MODROÑO
Luz Modroño es doctora en psicóloga y profesora de Historia en Secundaria. Pero es, sobre todo, feminista y activista social. Desde la presidencia del Centro Unesco Madrid y antes miembro de diversas organizaciones feministas, de Derechos Humanos y ecologistas (Amigos de la Tierras, Greenpeace) se ha posicionado siempre al lado de los y las que sufren, son perseguidos o víctimas de un mundo tremendamente injusto que no logra universalizar los derechos humanos. Y considera que mientras esto no sea así, no dejarán de ser privilegios. Es ésta una máxima que, tanto desde su actividad profesional como vital, ha marcado su manera de estar en el mundo.

Actualmente en Grecia, recorre los campos de refugiados de este país, llevando ayuda humanitaria y conviviendo con los y las desheredadas de la tierra, con los huidos de la guerra, del hambre o la enfermedad. Con las perseguidas. En definitiva, con las víctimas de esta pequeña parte de la humanidad que conformamos el mundo occidental y que sobrevive a base de machacar al resto. Grecia es hoy un polvorín que puede estallar en cualquier momento. Las tensiones provocadas por la exclusión de los que se comprometió a acoger y las medidas puestas en marcha para ello están incrementando las tensiones derivadas de la ocupación tres o cuatro veces más de unos campos en los que el hacinamiento y todos los problemas derivados de ello están provocando.

La Revolución Cultural china. Últimos movimientos antes del caos bajo las estrellas (1962-66). Fernando Prieto | Mundo |

Fuentes: Observatorio de la Polítia China

A pesar de que la Revolución Cultural comenzó en 1966 es importante retroceder al periodo inmediatamente anterior, que comprende los años 1962-66, ya que lo que ocurrió entonces fue el detonante de la tormenta que se desataría en agosto de 1966.

El Movimiento de Educación Socialista
El Movimiento de Educación Socialista fue impulsado por Mao Zedong en 1962 para frenar el revisionismo que comenzaba a vislumbrar en China. El objetivo fundamental era acabar con los retazos capitalistas que aún pervivían entre el campesinado y los representantes locales del Partido Comunista de China (PCCh). Esta campaña nacional fue la última evidencia que necesitaba Mao para comprobar que tanto su sucesor, Liu Shaoqi, como buena parte de los miembros más preponderantes del Politburó, se encontraban lejos de haber asimilado el Pensamiento Mao Zedong, lo que quedaba de manifiesto en las decisiones erráticas que, según el criterio del propio Mao, tomaron cuando les dejó vía libre para actuar al situarse en un segundo plano.

Al saberse rodeado de potenciales contrarrevolucionarios decidió organizar un grupo de poder al margen de la estructura tradicional política, lo que durante la Revolución Cultural pasaría a ser una auténtica estructura paralela que suplantaría al PCCh.

Los preparativos para que se desatara la Revolución Cultural tuvieron lugar en varios frentes durante el año 1965, fundamentalmente en Shanghái y en Beijing, encabezados por Jiang Qing, cuarta esposa de Mao, y Lin Biao respectivamente. El éxito de ambos preparó el camino para que un año más tarde diera comienzo el nuevo movimiento ideado por Mao.

“La destitución de Hai Rui”, la obra de teatro de la discordia
Jiang Qing fue enviada por su marido, Mao -con el que tenía una relación matrimonial nula, viviendo en distintos domicilios, pero manteniendo una lealtad hacia él inquebrantable-, a Shanghái, una decisión que no fue tomada al azar. Jiang fue una actriz de prestigio en dicha ciudad durante los años ‘30, antes de desplazarse a finales de la década a Yan’an, donde se encontraba la resistencia comunista y donde se casaría con Mao en 1939. Confió en su esposa porque su misión no podía transcurrir por los cauces tradicionales del PCCh. Además, Shanghái era un bastión del maoísmo, dirigido por Ke Qingshi, líder ultraizquierdista cuya lealtad a Mao era incuestionable. Precisamente fue él quien presentó a Jiang Qing a sus dos mejores propagandistas, Yao Wenyuan y Zhang Chunqiao, un radical que tendría un papel creciente durante la Revolución Cultural.

El objetivo de Jiang era prender la mecha de un debate que, en principio, sería literario pero que terminaría siendo político.

Wu Han fue un historiador y vicealcalde de Beijing que escribió en 1960 una obra de teatro titulada “La destitución de Hai Rui”, un éxito que contó con la aprobación inicial de Mao y que contaba la historia de Hai Rui, un ministro de la dinastía Ming que tuvo el valor de criticar al emperador, por lo que fue apartado de su cargo. De hecho la figura de Hai Rui fue recuperada del pasado como modelo a seguir en 1959, cuando Mao instó a los miembros del PCCh a actuar como él.

Aunque a simple vista no existía ningún motivo para que todos los focos se centrarán sobre la misma, Jiang se puso en contacto con un periodista de la izquierda revolucionaria, Yao Wenyuan, para que escribiera un artículo en un periódico de Shanghái en el que denunciara la obra de Wu Han, acusándole de ocultar, en el personaje de Hai Rui, una defensa de la labor privada en su apoyo al campesinado. El comité del PCCh en Beijing, encabezado por Peng Zhen, no tardó en reaccionar, y ordenó que se retirara. Mao no actuó, permitiendo que, temporalmente, se considerara una disputa literaria, dentro del ámbito cultural.

Meses después, en invierno de 1965, Mao decidió que había llegado el momento de convertir la disputa literaria en política. Afirmó que el artículo de Yao Wenyuan no había focalizado el verdadero problema, que se encontraba en el propio título de la obra: Hai Rui fue depuesto por el emperador, en ningún caso destituido. Por tanto, la verdadera intención de Wu Han fue reflejar en el papel de Hai Rui a Peng Dehuai, antiguo jefe del Estado Mayor destituido por Mao en la conferencia de Lushan de 1959 tras realizar una serie de críticas que no fueron de su agrado. Sus críticas se difundieron y nuevamente Peng Zhen trató de evitar su difusión por todos los medios, pero fue imposible. Sabedor de lo delicado de su postura decidió tomar la iniciativa e impulsar, por medio del Grupo para la Revolución Cultural que lideraba, la elaboración del que fue conocido como “compendio/esbozo de febrero”, redactado durante los primeros días de febrero y que tenía por finalidad mostrar una serie de directrices para combatir las ideas burguesas, además de diferenciar las disputas culturales de las políticas, en clara alusión a Wu Han.

La respuesta de Jiang Qing no se hizo esperar: organizó un foro cultural dentro del Ejército Popular de Liberación (EPL), de cuyas actas se elaboró un documento en el que se llamaba a preparar una revolución cultural socialista. La respuesta fue de una gran contundencia, por lo que el movimiento de Peng quedó en nada. Mao esperó al mes de mayo de 1966 para lanzar su ofensiva contra el centro neurálgico del PCCh en Beijing, encabezado por el propio Peng. En una reunión del Comité Permanente Mao expuso que era necesario purgar a Peng y sus más allegados, y por tanto presumibles seguidores de sus políticas, dentro del PCCh.

El 16 de mayo se emitió una circular del Comité Central en la que se anunciaba la abolición del Grupo para la Revolución Cultural que encabezaba Peng Zhen y la formación de uno nuevo liderado por miembros del sector más radical del PCCh (Jiang Qing, Chen Boda o Zhang Chunqiao). Además, se formó el Grupo para la Investigación de Casos Centrales, cuyo fin era la investigación de conductas que atentaran contra el PCCh, lo que en la práctica significaba que sería el órgano encargado de impulsar, junto al Grupo para la Revolución Cultural, el caos revolucionario que estaba a punto de comenzar.

El foco se traslada al ámbito universitario
En mayo Kang Sheng envió a su esposa, Cao Yiou, a la Universidad de Beijing para, como ya hiciera Jiang Qing a petición de Mao, preparar un nuevo movimiento que no debía realizarse por medio de los cauces habituales del PCCh. En este caso la misión de Cao era ponerse en contacto con la secretaria del PCCh en el Departamento de Filosofía, Nie Yuanzi, una izquierdista radical con la que coincidió en el periodo de Yan’an, quien debería ser la pionera de un movimiento universitario.

Su primera acción, el 25 de mayo, fue desplegar una pancarta en grandes caracteres en el edificio que albergaba la cantina principal de la universidad, cuyo mensaje criticaba a los dirigentes del PCCh, especialmente al director. La acción provocó que otros estudiantes siguieran su ejemplo, lo que preocupó a las autoridades del PCCh, que trataron de convencer a Nie para que la retirara. El 1 de junio Mao dio el visto bueno a la pancarta, pidiendo que se publicara en la Agencia de Noticias Xinhua y en todos los medios, buscando así que tuviera difusión a nivel nacional (el día 2 de junio el Diario del Pueblo se hizo eco), lo que terminaría consiguiendo.

El apoyo de Mao a la pancarta de Nie fue determinante para que se extendiera el fervor revolucionario en el ámbito universitario, y pronto afectó a las escuelas de primaria y secundaria, lo que desembocaría en la suspensión temporal de las clases en universidades y escuelas de todo el país el 13 de junio. Los alumnos contaban así con la bendición del Gran Timonel para que se dedicaran a tiempo completo a la revolución cultural.

Con los campus universitarios en completa eurupción y el comité municipal del PCCh en Beijing purgado en bloque desde el 3 de junio, había llegado el momento de que se tomaran decisiones desde el centro del PCCh. Tanto Liu Shaoqi como Deng Xiaoping, los encargados de tomar decisiones ante las habituales ausencias de Mao, se mostraban perplejos ante el avance de los acontecimientos, incapaces de comprender qué estaba ocurriendo. Mao, que se encontraba en Hangzhou, se inhibió y puso en manos de Deng y Liu la resolución de los conflictos en los campus. De este modo quería comprobar si eran capaces de adoptar medidas que no entraran en conflicto con el marxismo-leninismo y sus propios postulados.

La idea de enviar cuadros del PCCh para pacificar la situación no fue descartada por Mao, pero dejó entrever que sería positivo siempre y cuando se hiciera con calma y después de analizar la situación. Se enviaron, pues, equipos formados por miembros de la Liga de la Juventud Comunista de China y los citados cuadros a todos los campus de Beijing y de otras grandes ciudades. Pronto surgieron los enfrentamientos, pues los equipos acusaron a los jóvenes rebeldes de “elementos antipartido”, mientras que estos fueron tachados de colaboradores, en el caso de Beijing, del depuesto comité municipal, encabezado por Peng Zhen. Enviar a los equipos precipitadamente, estigmatizando a todos aquellos que se rebelaban contra un sistema universitario chino donde primaba el nepotismo, se frenaba la originalidad y cuyo método de enseñanza seguía siendo el “relleno de pato” (método consistente en la memorización, dejando al margen la creatividad), fue, acorde al desarrollo posterior de los acontecimientos, un error de Liu y Deng.

Mao y el río Yangtsé
Otro de los momentos clave que marcaron los meses anteriores al comienzo formal de la Revolución Cultural tuvo lugar en el río Yangtsé. El 16 de julio, durante más de una hora, Mao nadó en el río, un acto cargado de simbolismo que representaba tanto su regreso a la política diaria como una demostración de fuerza y vitalidad.

Con su regreso a la capital comunicó a Liu que el haber enviado cuadros a los campus fue un error, mientras que Jiang Qing se desplazó a los campus para alentar a los más radicales. A comienzos del mes de agosto incluso se sumó a las pancartas de grandes caracteres, en la que aparecía escrito “¡bombardeemos los cuarteles generales!”, demostrando que confiaba más en las masas para dirigir la revolución que en el propio PCCh. De hecho, en el mes de agosto Mao comunicó a Lin Biao que sería su sucesor en detrimento de Liu Shaoqi.

La figura de Lin Biao
Si nos remontamos al año 1965 podemos decubrir los movimientos de Lin Biao para garantizarse el control del EPL, lo que le serviría para alzarse como una figura fundamental en los primeros años de la Revolución Cultural. Lin jugó sus cartas desde Beijing, tratando de asentar su posición dentro del PCCh y del EPL.

En calidad de ministro de Defensa entró en conflicto con el jefe del Estado Mayor, Luo Ruiqing, sobre la línea que debía seguir el EPL: para Lin era fundamental que los militares se formaran políticamente, que recibieran una educación política fundamentada en los principios del marxismo-leninismo y el maoísmo, mientras que Luo optaba porque el ejército siguiera siendo una fuerza profesional, alejada de las disputas políticas. La situación era delicada y Mao optó por dar la razón a Lin Biao, aceptando sus quejas sobre la falta de regularidad en los informes que debería hacerle llegar y los intentos de Luo por lograr su cese como ministro. Apartó a Luo Ruiqing de la jefatura del Estado Mayor y dio su visto bueno, de este modo, a la politización del EPL, lo que puede traducirse en una maniobra más de Mao para reducir las posibilidades de un golpe de Estado, algo en lo que llevaba pensando varios años y que al contar con un ejército politizado sería más complicado de llevar a cabo. Como afirmó Lin:

“Mientras que debería destinarse una cantidad concreta de tiempo para el entrenamiento, la producción militar, etc., no debería permitirse que dichas actividades invadiesen la política. Por otro lado, sí debe permitirse que la política invada las otras actividades”.

El control de la Oficina General del Comité Central del PCCh
Uno de los últimos movimientos previos al comienzo oficial de la Revolución Cultural tuvo como protagonista al propio Mao. En noviembre de 1965 destituyó al director de la Oficina General del Comité Central del PCCh, Yang Shangkun, por haber realizado escuchas de sus conversaciones privadas, sin su consentimiento, a comienzos de la década de los ’60, algo de lo que tenía constancia desde hacía varios años. La verdadera razón que motivó su destitución precisamente en aquél momento estaba relacionada con la posición que ocupaba, un puesto clave para conocer el tránsito de información, por lo que eligió en su lugar a Wang Dongxing, director de la Oficina Central de Vigilancia, quien estuvo a cargo de su seguridad personal y que se caracterizó por su fidelidad sin fisuras.

De este modo podemos observar cómo desde distintos frentes se fueron asentando los pilares sobre los que se sostendría la estructura de la incipiente Revolución Cultural. 1966 fue el comienzo de una nueva era dentro de la República Popular China.

Fernando Prieto es historiador especializado en Asia Oriental y máster en Economía y Negocios de China e India

Fuente:
https://politica-china.org/areas/sociedad/la-revolucion-cultural-ultimos-movimientos-antes-del-caos-bajo-las-estrellas-1962-66

jueves, 13 de agosto de 2020

Carta de Einstein al Presidente Roosevelt.

“Si hubiera sabido que ese miedo (a que Alemania fabricara la bomba) no estaba justificado… no habría participado en abrir esta caja de Pandora”.

Hoy, 75 años después, la caja de Pandora de donde salieron las bombas de Hiroshima y Nagasaki, aún sigue abierta.

Texto completo de la carta traducida al español:

2 de agosto de 1939

F.D. Roosevelt,

Presidente de Estados Unidos,

Casa Blanca

Washington, D.C.

Señor:

Algunos trabajos recientes de E. (Enrico) Fermi y L. Szilard, que me han sido comunicados por manuscrito, me llevan a esperar que el elemento uranio pueda convertirse en una nueva e importante fuente de energía en el futuro inmediato.

Ciertos aspectos de la situación que ha surgido parecen requerir vigilancia y, si es necesario, acción rápida por parte del gobierno. Por lo tanto, creo que es mi deber llamar su atención sobre los siguientes hechos y recomendaciones:

En el transcurso de los últimos cuatro meses se ha hecho probable, a través del trabajo de (Jean Frédéric) Joliot en Francia, así como de Fermi y Szilard en Estados Unidos, que sea posible establecer una reacción en cadena nuclear en una gran masa de uranio, mediante la cual se generarían grandes cantidades de energía y grandes cantidades de nuevos elementos similares al radio. Ahora parece casi seguro que esto podría lograrse en el futuro inmediato.

Este fenómeno también podría conducir a la construcción de bombas, y es concebible, aunque mucho menos seguro, que se puedan construir bombas extremadamente potentes de un nuevo tipo. Una sola bomba de este tipo, transportada por barco y explotada en un puerto, podría destruir todo el puerto junto con parte del territorio circundante. Sin embargo, tales bombas podrían ser demasiado pesadas para el transporte aéreo.

Estados Unidos solo tiene minas muy pobres de uranio en cantidades moderadas. Hay buen mineral en Canadá y la antigua Checoslovaquia, mientras que la fuente más importante de uranio es el Congo Belga.

Ante esta situación, puede pensar que es deseable establecer un contacto permanente entre el gobierno y el grupo de físicos que trabajan en reacciones en cadena en Estados Unidos. Una posible forma de lograr esto podría ser confiarle esta tarea a una persona que tenga su confianza y que quizás pueda servir en una capacidad no oficial. Su tarea podría abarcar lo siguiente:

a) acercarse a los departamentos gubernamentales, mantenerlos informados sobre el desarrollo futuro y presentar recomendaciones para la acción del gobierno, prestando especial atención al problema de asegurar un suministro de mineral de uranio para Estados Unidos.

b) acelerar el trabajo experimental, que actualmente se lleva a cabo dentro de los límites de los presupuestos de los laboratorios universitarios, proporcionando fondos, si se requieren, a través de sus contactos con personas privadas que estén dispuestas a hacer contribuciones para este causa, y quizás también mediante la obtención de la cooperación de laboratorios industriales que cuentan con el equipo necesario.

Entiendo que Alemania en realidad ha detenido la venta de uranio de las minas checoslovacas sobre las que ha tomado el control. El hecho de que haya tomado esa acción temprana puede quizás entenderse sobre la base de que el hijo del subsecretario de Estado alemán, von Weizsäcker, está adscrito al Instituto Kaiser Wilhelmen Berlín, donde parte del trabajo estadounidense sobre uranio está siendo replicado.

Atentamente,

Albert Einstein

Polonia, Noruega, Shoah. Dos libros abordan la experiencia del Holocausto desde el punto de vista de los descendientes de sus víctimas.

ANNA CABALLÉ 18 JUL 2020 -

Asalto al gueto de Varsovia por tropas nazis en 1943.
 Asalto al gueto de Varsovia por tropas nazis en 1943. ROGER VIOLLET GETTY IMAGES

Hay hechos que, literariamente, vuelven una y otra vez a nosotros, lectores, ofreciendo nuevas dimensiones o perspectivas del drama que en su día representaron. Dos libros, El gueto interior, del argentino Santiago H. Amigorena, y El libro de los nombres, del noruego Simon Stranger, proponen un acercamiento a la persecución judía llevada a cabo por el nazismo, enfrentándonos a la terrible e inhumana experiencia del Holocausto desde el punto de vista no de sus víctimas directas, sino de los descendientes de las víctimas. De modo que el horror de aquellos años sombríos nos llega a través de quienes no lo sufrieron materialmente, pero todo lo ocurrido sí les afectó y afectó su futuro, como los círculos concéntricos que se forman en el agua al recibir el impacto de una piedra en su superficie.

Las propuestas literarias de las que parten ambos textos son muy distintas, pero curiosamente coinciden en centrarse en un periodo breve de tiempo, entre 1942 y 1943, cuando arreció la persecución antisemita, convirtiéndola ya en masacre. Vayamos con El gueto interior, novela publicada originalmente en francés y traducida por Martín Caparrós, escritor sobradamente conocido y admirado en España, y primo carnal de Amigorena, pues autor y traductor comparten la filiación familiar con el protagonista del libro, Vicente o Wincenty Rosenberg, abuelo de ambos. El título no puede ser más acertado: Amigorena hinca su narración en el efecto emocional que causa en aquél saber que su madre, Gustawa Goldwag, permanece en Varsovia, confinada, después de la ocupación de Polonia por los nazis en 1939.

El gueto de Varsovia, el más grande de Europa, quedó establecido en octubre de 1940, un año después de la ocupación del país por parte del Ejército alemán, y su situación degeneró rápidamente. De 400.000 judíos hacinados en él en un principio sobrevivieron 50.000, que en su mayoría fueron conducidos al campo de exterminio de Treblinka cuando se adoptó la llamada “solución final”. Las cartas (reales) de Gustawa a su hijo, instalado en Buenos Aires desde 1928, escasean progresivamente hasta llegar la última, donde la madre expresa de forma muy contenida el sufrimiento y la escasez que se vive en el gueto. Después llega el silencio. Y con el abrumador silencio materno sobreviene el bloqueo impotente y culpable del hijo, quien se siente responsable en cierto modo de no haberse preocupado lo suficiente por su madre, absorto, lógicamente, en hacerse con una nueva vida en un nuevo país de acogida. Ante la llamada de socorro de la madre en su última misiva, aquella ilusión de la llegada, de la formación de una familia propia, del amor que Rosenberg siente por su mujer…, todo ello irá oscureciéndose ante una realidad que se impone en la conciencia frente a cualquier lógica. Así se alza en el espíritu de Vicente Rosenberg un muro infranqueable de silencio y soledad, prolongación sutil del muro polaco, y que acompañará al personaje hasta su muerte.

Frente a El gueto interior, sondeando las entrañas de una interioridad devastada por el absurdo de que alguien por el mero hecho de ser judío, y nada más que judío, merezca la muerte, leemos El libro de los nombres, una obra más ambiciosa como novela y concebida en forma de diccionario donde a medida que avanzan las letras del alfabeto el narrador desgrana fragmentos de otra historia familiar. En este caso se trata de la persecución sufrida por los abuelos de la esposa del autor, Simon Stranger, y, en paralelo, la historia de uno de sus verdugos, el colaboracionista noruego Henry Rinnan, reclutado por la Gestapo para infiltrarse en la Resistencia en 1940 y que acabaría teniendo sus propias iniciativas a la hora de perseguir a los conciudadanos que mostraban la menor disidencia con el régimen invasor. Al terminar la guerra se le acusaría de crímenes monstruosos y se le ejecutaría en 1947. El punto de convergencia entre ambas situaciones narrativas la proporciona una casa, espacio de tortura y fusilamientos en la época de Rinnan y habitada por la familia Komissar al terminar la guerra. ¿Es posible olvidarse de lo que sucedió entre aquellas paredes? La joven pareja que se instala reacciona de muy distinta manera ante una información que pesa como una piedra atada al cuello.

Stranger hace un excelente trabajo al profundizar en las raíces de la conducta del agente de la Gestapo, tratándola en función de una cierta realidad social que lo empujaría a la abyección. Un hecho aparentemente nimio, su baja estatura para ser noruego, lo convierte en un joven retraído, silencioso, acostumbrado al menosprecio de sus compañeros de clase simplemente porque es bajo. En su interior, sin embargo, las cosas funcionan de otro modo y va creciendo un superhéroe capaz de transformar las humillaciones recibidas en heroicidades y desplantes. El nazismo pondrá en las manos de Rinnan el mayor instrumento de venganza, la impunidad: si él sufrió por ser bajo, los judíos sufrirán por ser judíos y los enemigos del nazismo —­aceptado por Rinnan como medida de unidad del mundo por el hecho de verse reconocido por él— sufrirán por su disidencia. Todo ello sin piedad, como parte del nuevo orden impuesto por una absurda supremacía. Pero no todo es maldad. La esperanza en el ser humano nos la proporciona Stranger a través del propietario de una pequeña empresa de camiones, Carl Fredriksen, quien se jugará la vida transportando judíos amenazados de muerte hasta la frontera sueca, poniéndolos así a salvo.

Ni Amigorena ni Stranger nos explican las conductas de sus personajes a través de una sola realidad, sino de forma caleidoscópica, del mismo modo que las consecuencias de nuestros actos son tupidas y van mucho más lejos de lo que suponemos: eso debería ser siempre un motivo de reflexión. En todo caso, hay un deseo de claridad, de ahondar en la verdad psicológica de dos historias familiares cruzadas por la irracionalidad y las turbias pasiones que se apoderaron del mundo en el siglo XX. De todo ello se salió adelante con mucho silencio a cuestas. Esa exigencia de claridad que se imponen los narradores frente al pasado les permitirá remontar el río del tiempo acercando la vida a su realidad más desnuda.

https://elpais.com/cultura/2020/07/16/babelia/1594916837_273570.html?rel=lom

miércoles, 12 de agosto de 2020

Zafra y la guerra civil

Cada vez que se reivindica la memoria de las víctimas de la violencia fascista hay quienes cuestionan esa reivindicación.

Basta con recordar que, en sitios como Zafra, fueron asesinadas en apenas unos meses de 1936 cerca de doscientas personas, para que haya quien ponga reparos a la oportunidad de rememorarlas o hasta busque justificaciones a esa violencia.

Y quienes lo hacen no siempre son descarados fanáticos ultras. Hay gente que ha interiorizado ese discurso miserable sin serlo o, incluso, a pesar de figurar antepasados suyos entre las víctimas.

Les molesta hablar de eso. Es como si no fueran capaces de acomodar esos hechos entre sus convicciones y los rechazaran como quien rechaza una pieza que no encaja en un puzle.
En cualquier caso, a todos esos negacionistas les resulta una historia insoportable (“los rojos, ¿las víctimas?”) y construyen varios argumentos defensivos ante ella.

Unos dicen que es hora de olvidar (cuando no se puede olvidar lo que no se conoce), o dicen que en todas las guerras hay muertos (aunque esas doscientas víctimas no murieran con las armas en la mano), o dicen que todos mataron (cuando es evidente que en Zafra solo hubo víctimas entre los partidarios de la República y de la izquierda), o dicen que hablar de eso es airear viejas disputas entre bandos (dándoles a los asesinos rango de contendientes, en vez de verdugos), o -en fin- dicen que eso atenta contra la concordia (cuando no hay paz sin justicia).

En la historia las víctimas son inapelables, sea cual sea su ideología. La injusticia de sus muertes no puede proseguir con la injusticia del silencio sobre ellas. El pebetero de la memoria nunca puede dejar de arder por ellas.

El próximo miércoles, día 12, en el auditorio al aire libre del Instituto “Suárez de Figueroa”, con las limitaciones de aforo que impone la situación actual, habrá un acto de divulgación histórica sobre lo que ocurrió en Zafra en agosto de 1936.

Tomado de J. M. Lama.

martes, 11 de agosto de 2020

Ha muerto Pedro Casaldáliga, obispo en Brasil y defensor de los indígenas más pobres

"Las fronteras de la educación.
Un viejo proverbio enseña que enseñar a pescar es mejor que dar pescado.
El obispo Pedro Casaldáliga, que vive en la región amazónica, dice que sí, que eso está muy bien, muy buena idea, pero ¿qué pasa si alguien compra el río, que era de todos, y nos prohíbe pescar? ¿O si el río se envenena, y envenena a sus peces, por los desperdicios tóxicos que le echan? O sea: ¿qué pasa si pasa lo que está pasando?"
Eduardo Galeano

Descanse en paz el obispo Pedro Casaldáliga.

"Somos soldados derrotados de una causa invencible."
Pedro Casaldáliga

Las seis palabras en español favoritas de James Rhodes

James Rhodes

¿Con qué frecuencia usamos las palabras sin ser conscientes de su belleza? A mí aprender su(s) idioma(s) me está haciendo mejor persona.

BASTANTE AVERGONZADO, debo admitir que, a pesar de vivir en España durante dos años, este es el primer artículo que escribo en castellano sin un traductor. Hablaba aproximadamente cinco palabras en español antes de mudarme aquí y en los últimos dos años me he enamorado del castellano como si acabara de descubrir a Mozart por primera vez. Y no solo del castellano. Mi santa trinidad de Bach, Beethoven y Chopin podría fácilmente ser ahora gallego, catalán y euskera.

Ya era hora de que empezase a escribir en el idioma de mi nuevo hogar. Le he pedido a los editores que dejen los errores sin corregir porque estoy seguro de que la gente en Twitter estará encantada de señalar cualquiera de ellos, pero son incluso más quisquillosos que yo y me han dicho que no.

El castellano tiene un ritmo, es un lenguaje tan musical… La alegría de “rifirrafe” (aunque tengo que admitir que squabble en inglés también es encantadora), la onomatopeya de “gruñir” o “roncar”, el deleite de los juegos de palabras simples (¿Cómo se llama un oso enfadado? “¡Furioso!”), la belleza de “petricor” (una sorprendente e imperdonable omisión de la RAE), el sabor del “escuchimizado” (o escuchimizao) mientras rueda por tu lengua.

Y esa diversidad. La variedad increíblemente rica de idiomas dentro de un país que puede conectarnos con la cultura y la historia de igual manera que la comida, la danza o la arquitectura. El hecho de que pueda apagar las luces en la casa de un amigo gallego diciendo “non somos de Fenosa” y hacerlo sonreír. O lanzar un “salut y força al canut” a mi editor catalán. O, si me siento muy valiente, tuitear “Donostiak munduko janaririk onena dauka” (Donostia tiene la mejor comida del mundo). Estas cosas realmente me emocionan.

El milagro de la triple negación “no ni ná” (Andalucía merece un libro entero solo para sí misma).

Hay 88 teclas en un piano, 12 tonos en una escala y 27 letras en el alfabeto, y todas son capaces de expresar milagros. Aunque me llevará muchos años llegar al ­nivel C2, aprender su(s) idioma(s) me está haciendo una mejor persona. Gracias. Moitas grazas. Gràcies. Eskerrik asko.

https://elpais.com/elpais/2019/10/07/eps/1570446301_306773.html

lunes, 10 de agosto de 2020

Daniel Goleman: las 3 poderosas habilidades que manejan las personas con alta "inteligencia emocional" en el trabajo (y cuál es la trampa más común que deben evitar)

Daniel Goleman
Han pasado 25 años desde que Daniel Goleman publicó el libro "Inteligencia Emocional", el cual abrió un nuevo campo de investigación.

Cuando publicó su libro "Inteligencia Emocional" hace 25 años, Daniel Goleman saltó a la fama con una idea que hasta ese entonces era desconocida: las habilidades de una persona no solo se miden por su coeficiente intelectual.

Considerado como un nuevo paradigma, el libro -que se tradujo a 40 idiomas y vendió cinco millones de copias- fue el inicio de un nuevo campo de investigación en la psicología que ha tenido repercusiones a nivel educacional y laboral.

Doctorado en psicología en la Universidad de Harvard, Goleman es cofundador del centro Collaborative for Academic, Social, and Emotional Learning (CASEL) y codirector del Consortium for Research on Emotional Intelligence in Organizations de la Universidad de Rutgers.

Su último libro, "What Makes a Leader: Why Emotional Intelligence Matters", es una recopilación de artículos publicados en la Revista de Negocios de Harvard y otras publicaciones especializadas.

Una de las preguntas habituales que se ha planteado el investigador es qué características hacen que una persona se destaque en su trabajo.

Aunque sin duda influyen factores como el nivel de conocimiento, lo que realmente marca la diferencia, asegura Goleman, es su nivel de inteligencia emocional, es decir, la habilidad para identificar y monitorear sus emociones personales y de los demás.

Y esa es la piedra angular de su trabajo.

"Las empresas miran cada vez más a través del lente de la inteligencia emocional al momento de contratar, promover y desarrollar a sus empleados", le dice a BBC Mundo Daniel Goleman.

"Años de estudios muestran que mientras más inteligencia emocional tenga una persona, mejor será su desempeño".

Qué reveló el experimento sobre la inteligencia más grande del mundo Goleman llegó a establecer que el concepto de inteligencia emocional incluye 12 características esenciales para que las personas logren sus objetivos de desarrollo y tengan éxito a nivel profesional:

Autoconciencia emocional
Autocontrol emocional
Adaptabilidad
Orientación al logro
Visión positiva
Empatía
Conciencia organizacional
Influencia
Orientación y tutoría
Manejo de conflictos
Trabajo en equipo
Liderazgo inspirador

Le preguntamos a Goleman cuáles son las tres habilidades más poderosas de ese grupo para tener éxito en el trabajo.

El psicólogo estadounidense eligió la habilidad de
orientarse al logro,
la empatía y
la influencia.

Orientarse al logro
"Escogería la orientación al éxito, entendida como la capacidad de seguir esforzándome para conseguir los objetivos a pesar de los obstáculos y contratiempos. En estos tiempos esto parece muy importante", le dice Goleman a BBC Mundo.
Foto genérica con cerebros


"Las empresas miran cada vez más a través del lente de la inteligencia emocional al momento de contratar, promover y desarrollar a sus empleados", dice Goleman.

Esa decisión de enfocar tus esfuerzos hacia lo que te has propuesto implica desarrollar la capacidad de resiliencia o adaptación frente a condiciones adversas y una perspectiva positiva frente a las circunstancias para seguir avanzando hacia tu meta, explica.

Una de las maneras de desarrollar esta habilidad, dice el investigador, es recordarse constantemente la satisfacción que vas a sentir cuando cumplas tus objetivos. Ese pensamiento es una fuerza que te ayuda a seguir avanzando.

Y esforzarse por cumplir o superar un estándar de excelencia, tomando de buena manera los comentarios que otras personas hacen sobre tu trabajo.

Empatía
Para Goleman la empatía se relaciona con la capacidad de sintonizarse con las necesidades y sentimientos de las personas con las que tienes que interactuar, ya sea en el trabajo, con clientes y con amigos.

Qué es el coeficiente de adaptabilidad (AQ), la medida de "inteligencia" clave para encontrar trabajo en el futuro Se trata de prestar atención a las otras personas y tomarse el tiempo para entender qué están tratando de decir y cómo se sienten.

Por eso es clave la capacidad de escuchar y hacer preguntas. Y aunque la empatía es una habilidad que toma tiempo desarrollar, una práctica que puede servir es "ponerse en los zapatos de la otra persona de una manera profunda", dice Goleman.

Influencia
La influencia se refiere básicamente a la capacidad de "transmitir tu argumento a las personas clave de una manera convincente, especialmente a aquellas personas cuyas decisiones te pueden ayudar a conseguir tus metas", explica el psicólogo. Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES Image caption

Goleman propone practicar la habilidad de influir a través de los juegos de roles. Una buena técnica para desarrollar esta característica, dice Goleman, es el juego de roles.

"Probablemente la mejor manera de mejorar esta habilidad es trabajando con un instructor o un compañero de confianza".

Cómo en Uruguay enseñan la inteligencia emocional a miles de niños "para los trabajos del futuro" Aunque pueda parecer incómodo al principio, se trata de ejercitarse tratando de convencer a otra persona. Esta práctica permite prepararse para cuando llegue un momento real en que deba aplicarse el poder de convencimiento.

¿Cuál es la trampa?
Una trampa bastante común en la que caen las personas, explica Goleman, es que definen la inteligencia emocional de una manera muy reducida.

4 signos de que tu inteligencia emocional es alta
Es decir, se enfocan en uno o dos características y dejan de lado la complejidad del concepto.

"Al poner la atención en su sociabilidad y simpatía, pierde de vista todos los otros rasgos esenciales de la inteligencia emocional que le pueden faltar, que pueden convertirlo en un líder más fuerte y efectivo ", apunta el psicólogo.

Eso hace que, aunque las habilidades más poderosas son la orientación al logro, la empatía y la influencia, no hay que dejar de lado el resto de las características que hacen que una persona desarrolle un alto nivel de inteligencia emocional.

https://www.bbc.com/mundo/noticias-53259526#

domingo, 9 de agosto de 2020

_- Spinoza. Otra vez la ética. Tachado de ateo, materialista, inmoralista, lo que convirtió a Spinoza en maldito en los siglos XVII y XVIII es justo lo que cimentó el culto a su obra en los siglos XIX y XX.

_- Al comienzo de su espléndida edición (y traducción) de la Ética demostrada según el orden geométrico, de Baruch Spinoza, que además del texto original en latín aporta interesantes anexos, su responsable, Pedro Lomba, nos recuerda la inevitable sombra de extrañeza que se cierne sobre este filósofo, que ya le acompañó durante su breve vida (1632-1677) y que no ha dejado de crecer desde entonces. Algo de esta rareza se debe, sin duda, a su intransigente oposición a algunas de las tesis fundamentales de Descartes, quien acabaría siendo el gran triunfador de este capítulo de la historia de la filosofía. Pero lo que Spinoza recrimina a Descartes no es su racionalismo, sino todo lo contrario: el no haberlo llevado hasta sus últimas consecuencias. Y la radicalidad de sus enmiendas al cartesianismo, así como el absolutismo con el que apuesta por la completa identificación entre realidad y razón, hunden sus raíces en tierras más profundas que las de la polémica doctrinal y nos permiten atisbar mejor los motivos de esa persistente sensación de rareza.

Lo que este pensador reprocha a otros racionalistas no deja de ser el compromiso que hombres como Leibniz, Malebranche o el propio Descartes tenían con su época, en la cual tanto la identidad personal como la política estaban definidas ante todo por la pertenencia a una comunidad religiosa. Spinoza, judío holandés expulsado de la sinagoga, cuyos pasos seguía con mucho interés la Inquisición una vez enterada de que pensaba “que no había Dios sino filosofalmente”, carece por su peculiar situación de esos compromisos. Su discurso filosófico, igual que su borrosa ciudadanía, se instala en un lugar que era estrictamente imposible en sus días: la más absoluta aconfesionalidad. Por eso puede abrazar la retórica racionalista del que mira el mundo desde la perspectiva de la eternidad con mucho más arrojo que aquellos que se sienten ligados a su tiempo y que aún esperan algo de él. La Ética —versión definitiva de su sistema de metafísica— está escrita desde este “inhumano” punto de vista.

Otra vez la ética
Por eso, quien abre sus primeras páginas tiene la sensación de que el libro (publicado póstumamente y gracias a una donación anónima) no tiene autor y de que, simplemente, al igual que ocurre con las relaciones de causa y efecto que vinculan a los cuerpos entre sí, en esas páginas las ideas se siguen implacablemente unas de otras según el método infalible de las demostraciones de los geómetras, sin necesidad de que la voz de un ser contingente y finito las enuncie. El titánico esfuerzo de formalización (Axiomas, Definiciones, Corolarios, Proposiciones, Demostraciones, etcétera) que articula el libro contribuye a incluirlo en esa pequeña colección de escritos que, como el Tractatus de Wittgenstein y unos pocos más, parecen completamente indiferentes a su contexto histórico y hasta a sus lectores: comienzan absolutamente desde cero, sin hacerse cargo de lo que haya podido pensarse y decirse antes de ellos, se despliegan sin la menor vacilación acerca de la verdad de sus conclusiones y no manifiestan interés alguno en el juicio de la posteridad sobre sus argumentos.

Y precisamente porque instalarse en la aconfesionalidad no era del todo posible en el siglo XVII, Spinoza se convirtió muy pronto en un pensador maldito, a quien sólo se podía leer en secreto, proscrito por todas las Iglesias y citado únicamente por libertinos de la estirpe del Marqués de Sade. Personas que, en su inmensa mayoría, ni habían leído la Ética, ni estaban en condiciones de entenderla. Esto le granjeó la reputación que Gilles Deleuze glosaba en estos tres adjetivos: ateo (porque identificaba a Dios con la naturaleza), materialista (porque negaba la distinción sustancial entre el alma y el cuerpo) e inmoralista (porque rechazaba las morales de inspiración religiosa).

Pero sólo con escuchar este triplete ya habrá comprendido el lector que aquello que le convirtió en maldito en los siglos XVII y XVIII es precisamente lo que ha cimentado su resurrección en los siglos XIX y XX: primero, para otorgar al romanticismo cierta densidad metafísica; luego, para que el marxismo pudiera escapar de la tradición hegeliana y encontrar un recambio para adaptarse a los nuevos tiempos; y finalmente, para apuntalar el renacimiento filosófico de Nietzsche —que consideraba a Spinoza su precursor— en la década de 1960. Pero esto no ha hecho de él un pensador más familiar. Aunque sea comprensible el intento de recuperar su figura por parte de filosofías que, de un modo u otro, querían resucitar una teología secularizada como sentido de la historia o como exaltación de la creación revolucionaria, tras el gran desgaste sufrido por estos proyectos en la actualidad, nada puede eliminar el hecho de que, por mucho que a sus contemporáneos les pareciese un demonio, Spinoza es un teólogo de los pies a la cabeza, dedicado a demostrar la existencia de Dios y la inmortalidad del alma, y que difícilmente encaja en un tiempo que ya no soporta que haya Dios ni siquiera “filosofalmente”. Fue un extraño en el siglo XVII por pensar desde un lugar que no existía en su tiempo. Pero cuando ese lugar se hizo posible —en alguna medida, seguro, gracias a sus esfuerzos— y se recuperó su nombre, se convirtió también en un extraño entre nosotros.

Esta nueva edición nos da la oportunidad de volver a leer la Ética y descubrir que sí hubo alguien tras ella, alguien que se muestra en los Apéndices y en los Escolios, llenos de agudas observaciones empíricas, de colérica indignación contra la superstición y de cautelosa conciencia de los peligros del abismo existente entre los doctos y el vulgo.

Ética demostrada según el orden geométrico. Baruj Spinoza. Traducción y edición de Pedro Lomba. Trotta, 2020. 448 páginas. 30 euros.

https://elpais.com/cultura/2020/07/17/babelia/1594993795_651847.html?rel=listapoyo

sábado, 8 de agosto de 2020

Spinoza superstar


Spinoza superstar

Maestro absoluto de la modernidad, una avalancha de novedades y nuevas traducciones demuestra la vigencia del filósofo que fue condenado al ostracismo en su tiempo por pensar contra la superstición

Cualquiera de las ventanas de Pieter de Hooch, esas de marco blanco y reblandecido por la lluvia sobre el ladrillo rojo, podría ser la del estudio de Spinoza. No permanecía mucho tiempo en el mismo lugar. Como hiciera Nietzsche en busca de un clima benigno, él iba en pos de una mayor tranquilidad. No por la inclemencia del prójimo, sino por la necesidad de recluirse en silencio y pensar. Rijns­burg, Voorburg, La Haya, recala siempre en estancias no muy amplias, una de ellas, la última, separada en dos ambientes —el dormitorio y el taller— por una biblioteca de unos 160 volúmenes, entre los que se encontraban varios títulos de Descartes, los Elementa philosophica de Cive de Hobbes, Flavio Josefo, Maquiavelo, la Utopía de Moro, el Dictionarium rabbi­nicum de Nathan ben Jechiel, el De vita solitaria de Petrarca, también Los diálogos de amor de León Hebreo, en fin, libros de poemas de Quevedo y Góngora, las Novelas ejemplares de Cervantes y cinco biblias, entre ellas la Biblia sacra hebraica en la edición de Basilea de 1618.

Escribe de noche, contracorriente de unas ideas que están haciendo de Europa una encrucijada, esa Europa que ya delineaba, sin darse cuenta, el organigrama de la desesperación: lo estable e imperecedero, la duración implícita de nuestras empresas y creencias en las que nos afirmamos son ilusorios. Su imposible cumplimiento marcará un continente abocado a una sistemática autoaniquilación que ya forma parte argumental de un devenir histórico, que se alimenta de sus apocalipsis y del resentimiento que depara lo no alcanzado. Dios, inquebrantable hasta ese siglo XVII, ya no recuerda su pasado. En esta amnesia está el núcleo de la Modernidad, surge de ese olvido, del estrépito de una enorme grieta que se ha abierto en el suelo de las convicciones. Las máquinas perfectas, la apoteosis de la técnica, las invenciones más asombrosas, el arte, las ciencias, la audacia del juicio y de la imaginación fueron despojando de sus funciones a un Ser supremo que llevaba en cada mano un haz de destinos y los repartía. Pero después del alejarse de ese Dios cielo adentro y desaparecer, quedamos, al fin, nosotros, los creadores de realidad, los productores de caducidad. Porque el cepo está, una vez más, en la naturaleza de nuestra Razón que percibe “las cosas como poseyendo una especie de eternidad”, según se lee en la Ética.

reconstrucción de la biblioteca de Spinoza en su casa de Rijnsburg (Holanda).
reconstrucción de la biblioteca de Spinoza en su casa de Rijnsburg (Holanda).

Spinoza piensa para sus adentros que lo divisible, por esencia, es imperfecto; que la libertad de conciencia solo puede darse en un mundo laico. Frunce el ceño cuando se habla del más allá. No, la actividad divina no responde a una creación del azar, sino a lo que él llamaba “causalidad necesaria e inmanente”. Está persuadido de que aquello que “es” no podría existir de otro modo a como existe, y que la esencia no implica existencia. Pese a las promesas del racionalismo, el ser humano no es, ni será jamás, un mundo autónomo, bien al contrario: es fruto de la contingencia, puro pertenecer a un orden infinito. Descartes no está en lo cierto, pero reconoce que el suyo ha sido un sutilísimo ingenio, pues, como antes hicieran otros, dice Spinoza, ha buscado “algo intermedio entre el ser y la nada”, y esta búsqueda es vana porque implica apartarse de la verdad.

Él, que fuma en pipa como los personajes que tosen en la pintura de Adriaen Brouwer, que canturrea mientras pule las lentes con insólita perfección en su pequeño estudio, era visto como un descastado, es decir, como un hombre sin fe. Los católicos lo aborrecían, los protestantes lo vituperaban y los miembros de su comunidad judía, que abandonó por hastío, lo odiaban. Un biógrafo llamado Kortholt, sin duda malicioso, sabedor de que el filósofo había fallecido con placidez a los 44 años, se preguntaba “si tal calidad de muerte puede corresponder a un ateo”, a un “panteísta” que fue a descansar en un ataúd que costó 18 florines, hecho además por un cantor luterano con buenas manos para la carpintería.
Sello que usaba Spinoza en sus cartas, con una rosa y la palabra 'caute' (cautela), en un juego de palabras con su apellido y las espinas de la flor ('spinosa', en latín) que daría lugar al lema
Sello que usaba Spinoza en sus cartas, con una rosa y la palabra 'caute' (cautela), en un juego de palabras con su apellido y las espinas de la flor ('spinosa', en latín) que daría lugar al lema

Cuenta Johannes Colerus que el filósofo frecuentaba en Ámsterdam las clases que el indómito y escéptico Frans van den Enden daba en una librería y almacén de arte de su propiedad. Se murmuraba que allí se respiraba un aire ateísta. Comoquiera que recriminó a Spinoza que era impropio de su inquietud no tener un latín fluido, le sugirió que su hija, Clara María, se convirtiera en su maestra. Y así fue. Aquella muchacha dominaba tanto la lengua latina como la música, y eso lo cautivó. Cabe imaginarlo como a una de las proverbiales figuras de la pintura holandesa que escuchan a una joven mientras la miran con ademán discreto. Y eso que el autor de la Ética no era demasiado aficionado a la música, y menos a la que obedecía a una moda creciente entonces que destacaba, sobre todo, la melodía. Lo único que podía atraerlo era bien distinto: la simultaneidad de notas que conforman un todo, los acordes, su engranaje y progresión armónica. La capacidad narrativa de la melodía frente al acontecer de lo plural; el discurso explícito, pero ligero, frente al perfecto armazón de un orden de sonidos geométricamente demostrado. Solo nos hemos servido de una metáfora, pero ayuda a entender un pensamiento como el de Spinoza, que admite la existencia de una infinidad de formas infinitas que, si bien atribuibles a Dios, también son propiedad de las cosas finitas. ¿Y cómo así? Porque la verdad no depende en ningún caso de la duración.

Se comprende que Spinoza sea el menos amargo de los filósofos, el menos agraviado por su condición de mortal, por eso escribe en la Ética que quien se siente libre es porque no piensa en la muerte. La desenmascara como estrategia de coacción de los poderes políticos y religiosos. Eso hace tolerante a aquel judío de origen español, indulgente con las carencias de la condición humana. Somos, a duras penas, lo que somos. De ahí que le disgustara, por ejemplo, la representación pictórica de la vanitas, porque en ella hay intransigencia hacia nuestras debilidades. Y la tristeza, qué hacer con la tristeza. ¿No es un disfraz del miedo, la victoria anticipada de un sistema que nos imposibilita? Incluso la esperanza y la necesidad de vivir a resguardo son siervos suyos. Nada es tan conveniente como apagar la melancolía, al igual que la sed y el hambre. Y todo esto lo formulaba desde el corazón de una Europa que había empezado a cimentar el simulacro, a propagar la hipocresía como táctica, una hipocresía a veces llamada poder; otras, revolución; otras, abundancia; otras, igualdad. El vivir en este largo fingimiento ha terminado por confirmar que nuestra situación es accesoria, y que trabajamos con un probado ahínco en la gran y estrepitosa mentira.

LECTURAS

Ética demostrada según el orden geométrico. Baruj Spinoza. Traducción y edición de Pedro Lomba. Trotta, 2020. 448 páginas. 30 euros.

Biografías de Spinoza. Jelles, Bayle, Kortholt, Colerus y Lucas. Atilano Domínguez (ed.). Guillermo Escolar, 2020. 312 páginas. 22 euros.

Correspondencia. Baruj Spinoza Traducción de Atilano Domínguez. Guillermo Escolar, 2020. 400 páginas. 19,90 euros.

Spinoza. Una política del cuerpo social. Cristian Andrés Tejeda Gómez. Gedisa, 2020. 160 páginas. 16,90 euros.

El milagro de Spinoza. Frédéric Lenoir. Traducción de Ana Herrera. Ariel, 2019. 166 páginas. 18,90 euros.

Contra las mujeres. (In)justicia en Spinoza. Cecilia Abdo Ferez. Antígona, 2020. 118 páginas. 13 euros.

https://elpais.com/cultura/2020/07/17/babelia/1594986547_190851.html

viernes, 7 de agosto de 2020

Fueron los mejores en Selectividad hace años, ¿qué ha sido de ellos? Hablamos con cuatro jóvenes que obtuvieron más de un nueve en esta prueba

Anabel Moreno está tan orgullosa del 9,7 que sacó en la Selectividad de 2012 y de su matrícula de honor de bachillerato que lo ha incorporado a su perfil de LinkedIn. “La verdad es que me lo curré, así que creo que podría valorarse como positivo a la hora de buscar trabajo, que alguien haga tanto esfuerzo para conseguir una nota dice mucho de esa persona”, dice la joven que hoy tiene 24 años y es graduada en Traducción e Interpretación por la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona.

Unos 300.000 alumnos de toda España se enfrentan estos días a la EvAU (Evaluación para el Acceso a la Universidad), conocida comúnmente como Selectividad. Pronto se conocerán los resultados y aquellos alumnos con las mejores notas recibirán la atención de los medios de comunicación. En Verne hemos querido saber qué fue de algunos de los mejores en la prueba hace unos años. Como Moreno, que recuerda que “tampoco es algo determinante para el resto de tu vida”.

Alejandro Fuentes, un arquitecto que se topó con la realidad tras la Selectividad

Alejandro Fuentes sacó un 9,39 en 2010 / Cortesía de A. Fuentes

“La carrera fue un golpe de realidad, vienes del examen de Selectividad pensando que todo es pan comido y no es así. Recuerdo aquellas navidades, tres meses después de empezar, no estaba seguro de si continuar o no”, cuenta Alejandro Fuentes, de 26 años.

Casi no recuerda el examen de Selectividad, han pasado ya nueve años desde entonces. Este joven jienense obtuvo un 13,39 sobre 14 (9,56 sobre 10) en 2010, que le valió para entrar en Arquitectura en la Universidad de Granada. “Siempre lo tuve claro, sabía que necesitaba una nota alta y fui a por ello. Cuando me matriculé, en secretaría me dijeron que por mi expediente había entrado el primero”. Por delante le quedaban cinco años de grado y uno más del máster obligatorio para habilitarse como arquitecto profesional.

Con esfuerzo y algún que otro sacrificio, terminó la carrera y el máster. “Decidí tomármelo con calma y permitirme unas vacaciones mientras preparaba mi portafolio. En arquitectura no sucede como en otras profesiones, que a lo mejor te vale solo con el currículum, aquí tienes que enseñar los trabajos que has ido haciendo a lo largo de la carrera”.

Fuentes se considera afortunado porque seis meses más tarde, a mediados de 2017, consiguió un trabajo como arquitecto junior en el estudio Architectural Matter, también en Granada, que aún hoy desempeña. “He pensado muchas veces sobre mi elección después de Selectividad. Aunque me gusta mucho mi profesión, la verdad es que la remuneración y las oportunidades de trabajo no son tan altas como en otras”.

Anabel Moreno, una traductora e intérprete que ya se ha enfrentado a la precariedad laboral

Anabel Moreno, mejor expediente de Selectividad del 2012 / Albert García

Anabel Moreno, de 24 años, acabó la carrera de Traducción e Interpretación hace tres años y, al contrario que la mayoría de sus compañeros que comenzaron un máster, decidió ver “qué se cocía en el mundo laboral”. “Empecé en un trabajo en el aeropuerto que me apasionaba, pero con unas condiciones laborales que rozaban la ilegalidad. Después estuve en un bufete de abogados traduciendo documentos y tratando con clientes internacionales".

“Vivía en un piso compartido, pero con lo que me pagaban no era suficiente, así que mis padres me ayudaban”, dice la joven, que actualmente trabaja para la productora de espectáculos de terror de su hermano y de su cuñada, en Barcelona. “Aquí hago un poco de todo y ya sí puedo mantenerme por mí misma”.

Si pudiera volver a aquel mes de junio de 2012, cree que acabaría escogiendo lo mismo, aunque tendría en cuenta otros aspectos. “Sí que lo miraría con otros ojos porque creo que hay una cierta obsesión por acceder a la universidad, mientras que las formaciones superiores están muy mal vistas. Yo cada vez estoy más a favor de este tipo enseñanzas que, aunque no sean universitarias, enseñan muchas cosas que no se enseñan en una facultad”.

Ella aún recuerda el revuelo que se montó en los medios de comunicación. “De la noche a la mañana, me encontré con que todo el mundo tenía interés por mí y me sorprendió mucho porque lo único que había hecho yo había sido estudiar, como siempre”, cuenta.

Con una nota tan alta, podía entrar en la carrera que quisiese, pero Moreno, a la que siempre le habían gustado las letras, decidió estudiar el grado de Traducción e Interpretación en la Universidad Pompeu Fabra. “Empiezas la carrera y eres uno más”. Pero añade: “La verdad es que me lo curré, así que creo que podría valorarse como positivo a la hora de buscar trabajo, que alguien haga tanto esfuerzo para conseguir una nota dice mucho de esa persona”.

Alicia Jurado obtuvo 9,9 en 2013 / Cortesía de A. Jurado

Alicia Jurado, una biotecnóloga en búsqueda de su primer trabajo

Un año después, en 2013, Alicia Jurado, 23 años, se examinó de Selectividad, quedándose a una décima de alcanzar la perfección. Aquel 9,9 le valió para entrar en la carrera de Biotecnología, en la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla), pero “para poco más”. “Cuando entras en la carrera te das cuenta de que todo es mucho más difícil, lo que has estudiado los últimos años no te vale para mucho, te tienes que poner las pilas si quieres aprobar y mantener unas notas medianamente altas”.

Jurado acabó la carrera con una nota media de 8 a pesar de haberle dedicado todo el tiempo a sus estudios. “No pude ni siquiera compaginarlo con un trabajo, requería de mucho esfuerzo, si no entendías algo, si una asignatura o un tema era muy difícil, te tenías que buscar la vida por otro lado. Ya no era como el instituto, donde yo entendía todo, me lo estudiaba y ya está”, cuenta la joven sevillana que hace un año decidió comenzar un máster en Análisis Biológico y Diagnóstico de Laboratorio en la Universidad de Granada.

“Cuando terminas la carrera te das cuenta de que hay un montón de campos de aplicación y que necesitas especializarte, yo estaba un poco perdida, pero escogí este máster que al final me ha encantado y ya sé por dónde quiero ir”, recuerda. Ahora comienza el periodo de prácticas del máster y después empezará a buscar trabajo. “Todavía no me he enfrentado a la búsqueda, pero pinta un poco complicada”, añade.

Como el resto de entrevistados, ha dudado de la elección que tomó tras hacer la Selectividad. “Es muy difícil, eres muy joven y tienes apenas dos semanas para hacer la matrícula y tomar una decisión tan importante para tu vida”.

Juan Ramón Gómez: un 10 en 2013 / Kike Para

Juan Ramón Gómez, un físico-matemático que ahora coquetea con la Filosofía

Con un 13,9, los profesores de Juan Ramón Gómez, 24 años, le animaron a que recurriese. Finalmente le subieron la nota y alcanzó la perfección: 14 sobre 14, o lo que es lo mismo, un 10. En 2013, tras este logro, el joven extremeño, de Quintana de la Serena, se trasladó a Madrid para cursar el doble grado de Matemáticas y Física en la Universidad Complutense.

Atrás quedaba la nota de Selectividad y empezaba una carrera en la que “todo era diferente”. “La gente sigue esperando ese nivel de ti, como que esa nota te va a marcar para siempre, pero no es así ni mucho menos. El nivel de dificultad es más alto y te requiere más tiempo de estudio, si quieres mantener esa excelencia, tienes que hacer un sacrificio bastante grande”, explica, “aunque yo intenté compaginarlo, sin obsesionarme, y no renunciar a mi vida social”.

El último año de la carrera empezó a trabajar como profesor en una academia de preparación para estudios de ingeniería, un empleo que aún hoy mantiene mientras estudia el grado de Filosofía en la UNED. “Acabé el año pasado la carrera, pero me parecía muy precipitado comenzar un máster, que se supone que es el siguiente paso”, cuenta. “Escogí Filosofía porque me gusta y me apetecía estudiar algo así, salirme de las ciencias puras y darle otro enfoque a lo que estoy haciendo”.

En septiembre empezará un máster en Matemáticas Avanzadas, también en la Universidad Complutense de Madrid. “Y después mi intención es seguir por la vía de la investigación, supongo que haré un doctorado. Pero voy paso a paso y viendo un poco cómo está la situación, dónde puede haber más oportunidades, aunque todo parece bastante complicado tal y cómo está la investigación ahora en España”.

https://verne.elpais.com/verne/2019/06/07/articulo/1559902825_522256.html

jueves, 6 de agosto de 2020

_- Con ocasión del 75 aniversario del bombardeo de Hiroshima, el lunes 6 de agosto de 1945 ¡Hiroshima mon amour!, o la masacre nuclear que ilustró el fin del mundo

_- La ciencia daba la oportunidad de demostrar a “los japos” que había nacido un imperio, muy superior a todos los anteriores, que en menos de lo que canta un gallo podía reducir a cenizas, a la nada, “al enemigo”. Así se inauguró “Apocalypse Now”: la Era del exterminio masivo de civiles.

Fue una mala decisión lanzar las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki – a pesar de que todavía lo aprueba el 56 por ciento de los estadounidenses-[1] y acabar con la vida de cientos de miles de civiles que fueron vaporizados o abrasados tras las explosiones nucleares que dejaron escrita con “sangre[2]” una de las páginas más macabras de la historia de la Humanidad. Aquellas masacres atómicas espejaron cómo sería el fin del mundo si los monos que gobiernan el planeta deciden apretar “el botón nuclear” para medir sus fuerzas en “el glóbulo cósmico” que nos ha tocado habitar.

Poco antes de ordenarse el genocidio, el presidente estadounidense Harry S. Truman[3] escribía en su diario:

Hemos descubierto la bomba atómica más terrible de la historia de la humanidad. ¿Es la destrucción masiva que se predijo en la Época de Mesopotamia?

La ciencia daba la oportunidad de demostrar a “los japos” que había nacido un imperio, muy superior a todos los anteriores, que en menos de lo que canta un gallo podía reducir a cenizas, a la nada, “al enemigo”. Así se inauguró “Apocalypse Now”: la Era del exterminio masivo de civiles.

Sobre Hiroshima cayó la bomba atómica “Little Boy” (El muchachito) el 6 de agosto de 1945 y, tres días después, el 9 de agosto, “Fat Man” (El gordinflón)[4] arrasó Nagasaki. Se calcula que en ambas ciudades murieron unas 260.000 personas[5], de las cuales 120.000 perecieron al instante, muchas de ellas vaporizadas, y otras 60.000 sucumbieron en los minutos y horas posteriores. El resto fallecería en las semanas, meses o años venideros.

¡Cuántos japoneses hemos matado en un instante! ¡Dios mío! ¡Qué hemos hecho! – escribió Robert Lewis- copiloto del bombardero “Enola Gay”[6], en una carta dirigida a sus padres tras contemplar el infierno que surgió de las entrañas de Hiroshima tras la explosión que convertiría la ciudad, de unos 350.000 habitantes, en una espectral urbe crematoria en la que “deambulaban muchedumbres de fantasmas”.

En Hiroshima, los diez mil grados que se alcanzaron en un diámetro de dos kilómetros respecto al “punto cero”, fundieron metales y granito, y desintegraron a miles de personas que se encontraban en ese radio. A pesar de la censura de los ocupantes, se han conservado fotografías de “sombras nucleares”[7]. Se trata de hombres y mujeres que dejaron su estampa, en pilotes o bancos, de pie o sentados. La hora de la explosión ha quedado inmortalizada, ya que todos los relojes se pararon a las 08:15 de la mañana.

Algo similar ocurrió en Nagasaki, cuando el bombardero “Bockscar” -que no pudo arrojar la bomba atómica sobre el centro de la urbe, ya que el cielo estaba nublado y se estaba agotando el combustible- dejó caer al “Gordinflón” sobre un barrio periférico del Valle de Urakami, lugar de emplazamiento de la ciudad[8].

Ese mismo día, el 9 de agosto, el presidente Harry S. Truman justificaba con estas palabras el lanzamiento de la bomba atómica:

“La usamos para acortar la agonía de la guerra, para salvar la vida de miles y miles de jóvenes estadounidenses”.

Los supervivientes de las explosiones, conocidos como “los Hibakusha” (los bombardeados), narran que por las calles deambulaban “legiones de fantasmas”, hombres, mujeres, niños y niñas, que “sin carne entre los huesos o sosteniendo la piel que se les caía a tiras”, trataban de alcanzar los ríos “para refrescarse” o se derrumbaban con sus extremidades deshechas o derretidas.

A las víctimas habría que añadir los miles de niños que nacerían con deformaciones y malformaciones en las semanas, meses o años después de las explosiones nucleares. Los supervivientes y sus descendientes no quieren hablar de ello. Es como si nadie quisiera recordar una inenarrable pesadilla que, con el Grito de Munch, nos proyecta una escalofriante sombra de la condición humana “que todavía sigue aferrada” al espíritu depredador que anula la razón engendrando monstruos.

El 15 de agosto, cuando los norteamericanos bombardeaban Tokio, el emperador japonés Hiro-Hito pidió la rendición en una inusual alocución por radio que duró cuatro minutos y medio. En la memoria de los nipones han quedado estas palabras:

“Ha llegado la hora de deponer las armas. Estoy dispuesto a soportar lo insoportable y sufrir lo insufrible (en aras de la paz)…”

Poco después Harry S. Truman anunciaba en la Casa Blanca, ante una multitud de periodistas y altas personalidades:

“Japón se ha rendido. Los chicos ya pueden volver a casa”[9]

Los estadounidenses, los aliados, la prensa, la radio, el cine, los voceros etc., han repetido hasta la saciedad durante décadas -haciendo caso omiso a “la voz de la conciencia colectiva”- que el bombardeo nuclear fue necesario para salvar vidas. El rebaño sigue polemizando sobre el asunto. Entre los pocos intelectuales de la época que condenaron aquella masacre de civiles estaba “mi amigo” Albert Camus, ese eterno extranjero que muchos llevamos dentro cual desterrados en el tiempo y en el espacio, pues la patria es un invento conceptual que, muchas veces, se nos escapa como la arena entre los dedos.

[1] Fuente: Pew Research Center (EEUU, 2015). Se añade que un 34 por ciento de los estadounidenses, muchos de ellos jóvenes, condenan los citados bombardeos nucleares. Si hay futuro, está en ellos.

[2] Alusión a la lluvia ácida o negra (black rain) que cayó tras las explosiones.

[3] Harry S. Truman (12 de abril de 1945-20 de enero 1953).

[4] La primera bomba “Little Boy” era de uranio. La segunda “Fat Man” (Gordinflón) era de plutonio. La que cayó sobre Nagasaki era de mayor potencia, pero causó “menos víctimas” al impactar en un barrio periférico de la ciudad.

[5] Son estimaciones, las cifras varían de una fuente a otra.

[6] En el “Enola Gay” había ocho tripulantes, incluido el copiloto Robert Lewis y el piloto Paul Tibbets.

[7] Huella que dejaron las víctimas tras vaporizarse.

[8] De unos 240.000 habitantes.

[9] También los chicos regresaron a casa tras matar en Vietnam entre tres y seis millones de personas, muchas de ellas civiles, incluyendo ancianos, mujeres, muchachas, niños y niñas. Gran parte de éstas últimas fueron violadas y asesinadas.

Blog del autor Nilo Homérico

Más noticias en la BBC.
https://www.bbc.com/mundo/resources/idt-67d6f259-8dcb-480e-94c3-b208e8f279a2

_- El orgullo de un profesor por el 9,176 en matemáticas de sus alumnos de un instituto rural. “Aquí los avances siempre llegan en último lugar”, cuenta el docente David Hernández

_- David Hernández ha vivido gran parte de su vida en Olivares de Duero, un pequeño municipio de 313 habitantes situado en la provincia de Valladolid. Él, como otros tantos niños de la zona, tenía que recorrer cada día más de 23 kilómetros para poder acudir a su instituto, situado en Tudela de Duero. Ese obstáculo no le impidió años después graduarse en Arquitectura y cursar un máster para convertirse en profesor. Sus ahora alumnos de segundo de bachillerato del IES Conde Lucanor, situado en Peñafiel (Valladolid), también han estudiado en un instituto de un medio rural y han tenido buenos resultados académicos en Selectividad: estos 24 estudiantes han conseguido un 9,176 de media sobre 10 en matemáticas. “Me siento orgulloso de ellos y a la vez me siento identificado con su situación”, cuenta el docente a Verne por teléfono.

Este profesor, de 32 años afincado en Valladolid, se sintió “eufórico al ver los resultados” y quiso compartirlo en Twitter, una de sus redes sociales favoritas, explica. El tuit, publicado el 10 de julio, ya acumula 18.000 me gusta y más de 1.500 comentarios. En él, destaca sobre todo el mérito que tiene el hecho de que esta nota tan alta se haya dado en un instituto público situado en un municipio que cuenta con unos 5.000 habitantes. “En el pueblo, que está a 50 kilómetros de la capital, las familias tienen un nivel socioeconómico más bajo. Por norma general suelen tener muchas más dificultades”, explica Hernández. "Además, sigue siendo diferente el acceso a la cultura que puedes tener respecto a una gran ciudad”. Al centro también acuden alumnos de pueblos más pequeños de la zona.

Este curso es el primero en el que el docente imparte clases de matemáticas en este centro. Sin embargo, no es la primera vez en la que da clases en pequeños municipios ya que antes había sido profesor en otro pueblo situado en Soria. Y no solo en medios rurales, también estuvo trabajando dos años en un colegio concertado en Valladolid. Comparando todas sus experiencias, opina que “los avances siempre llegan en último lugar” a los pueblos. “Desde las instituciones dicen que apuestan por la "España vacía" y no es cierto. Puede parecer una tontería, pero la diferencia con la ciudad se nota desde las pizarras que usamos hasta las ventanas que hay en el aula. Todo está más deteriorado”, sostiene el profesor.

Este es solo uno de los ejemplos que pone para entender la diferencia entre la educación pública en centros rurales o en las ciudades. Entre todas las dificultades con las que se ha encontrado, Hernández cree que la más importante es la elevada tasa de interinidad. “En Castilla y León no sacan prácticamente plazas fijas y los alumnos cada año tienen un profesor, que no conocen y que se acaba yendo”, explica. A esta traba, y según sus palabras, se suma otra: el difícil acceso a los pueblos. “La carretera que lleva a Peñafiel es una de las más peligrosas de España. Si se arreglase la comunicación, además de que desde Valladolid se tardaría 30 minutos y no 50 en llegar, la gente tendría más ganas de quedarse allí”, cuenta.

Aún con todo, Hernández reconoce que - como apuntaba uno de los comentaristas en Twitter - la enseñanza rural a veces tiene la ventaja de ser personalizada. “Me han dicho que en los pueblos, y sobre todo en cursos superiores, se da clase muy bien. Es verdad que a veces se puede poner más empeño con menos alumnos, pero este año tampoco ha sido mi caso porque tenía a 27 estudiantes en clase”, explica. Este curso, la experiencia ha estado limitada por la interrupción de clases por la covid-19. Sin embargo, el profesor cuenta que han seguido comunicándose “mucho a través de videollamada” y que afortunadamente ningún alumno ha tenido problemas con la conexión. “Al pueblo no llega la fibra óptica, tenemos ADSL, pero es suficiente para dar clase”, afirma.

Para Hernández, ser el tutor de la clase durante todo el curso ha ayudado a que los resultados fueran tan buenos, porque le ha permitido seguir el desarrollo de los estudiantes y tener una enseñanza más personalizada. "Lo importante es conectar con los alumnos, que estén a gusto y de ahí empezar a aprender”, cuenta. Este vallisoletano tiene un perfil en Twitter (Fun with functions) en el que trata de enseñar conceptos difíciles de matemáticas con representaciones visuales. Sin embargo, y aunque mantiene que con una cuenta así ha podido “ganárselos un poco más desde el principio”, sostiene que sus clases son “bastante convencionales”. “En segundo de Bachillerato no tenemos tiempo de hacer cosas ni innovadoras ni divertidas casi, tenemos muy poco margen para acabar el temario de la EBAU”, explica el docente.

La palabra “cercanía” es la primera que se le viene a la mente a dos de sus alumnas, ambas de 17 años, cuando analizan las claves que han permitido a la clase sacar tan buenas notas en la asignatura. Alicia de Lucas, con un 9,60 en el examen de matemáticas, comenta: “Si no entendíamos algo lo volvía a explicar y también nos daba muchas facilidades compartiéndonos bastantes ejercicios. Siempre nos ha intentado transmitir seguridad a la hora de hacer la Selectividad”. Por su parte, Claudia García - que ha sacado un 9,55 en la prueba - destaca sobre todo que el docente enseñaba de un modo “muy cercano que se entendía muy bien”. Además de cómo daba la materia estipulada, esta alumna destaca que les “recomendó documentales muy interesantes” que le permitieron “entender mejor la estadística a nivel mundial”.

El futuro de sus alumnos que han aprobado selectividad está fuera del pueblo. Por ejemplo, Alicia y Claudia planean irse a Madrid. Con un 13,58 y un 13,5 respectivamente, Alicia quiere estudiar Arquitectura y Claudia un doble grado de Administración y Dirección de Empresas con Análisis de Negocios. Otros estudiantes, sin embargo, van a cursar sus estudios en ciudades de Castilla y León. “En la provincia, aunque a veces solo haya una opción en cada ciudad, hay mucha oferta de carreras", afirma Hernández. Él no sabe cuántos años dará clase en Peñafiel. Aún con la plaza de profesor recién sacada en el municipio, el profesor duda si su carrera profesional va a seguir allí. “Que arreglaran la carretera sería fundamental para que me quedara. No me veo jugándome la vida durante 10 años para llegar al instituto. Es inasumible”, sostiene.

https://verne.elpais.com/verne/2020/07/14/articulo/1594743123_581540.html