...Como una música interna la columna entrevista avanza en nuestro pecho y nos conduce al movimiento siguiente.
Desde Cibeles vimos acercarse la columna de Sol, la luz atravesaba pancartas y velaba los cuerpos, todo era inminencia. Pisamos el asfalto que es nuestro, las distintas columnas confluyeron en Neptuno desbordándolo, hubo fotografías, orgullo. Luego, el regreso dejaba personas detenidas e inquietud, nos habíamos ido y las demandas permanecían, seguía la deuda intacta, no habíamos arrebatado siquiera un fuerte aun cuando fuera intermitente y movedizo, nada de lo privatizado nos había sido devuelto. Sin embargo, como una música interna la columna entrevista avanza en nuestro pecho y nos conduce al movimiento siguiente.
Hay quien habla de diversificar “en grupos pequeños y transversales, con riesgos asumidos y controlados, que busquen impacto comunicativo”; quien apunta al 14 de abril y comenta que la palabra columna remite a las columnas milicianas, “un conglomerado de pequeñas unidades, fuerzas y servicios, donde todos los escalones están en el primer nivel”; quien propone “la creación y extensión de colectivos locales, suficientemente coordinados, capaces de pasar a la ofensiva y bloquear la ejecución de los planes de privatización”; quien recuerda que la estrategia requiere a veces cautela para sorprender.
A lo que podría ser fácil y libre le han puesto un precio; no bastarán denuncias y solicitudes, la explotación diaria se ampara en cárcel, daño, tierra quemada. Y mientras, poco a poco, advertimos que la suma de voluntades dispersas nos hace menos débiles, y la palabra unidad deja de darnos miedo, reaparece, como siempre ha sido en cada una de las luchas, el conflicto entre el ahora y el futuro. Construir ahora espacios, redes, experiencias, medios distintos, que se guían por lógicas nuevas y al hacerlo se entrenan, nos entrenan, pero que han de vivir acorralados. O luchar por un futuro donde esas lógicas nuevas sean lo existente. O borrar la disyuntiva pues lo necesitamos todo.
Luchamos tanto por las capacidades que ahora ejercemos a trancas y barrancas, a la contra, intentando, aprendiendo, parando golpes, como por las que -y es bueno imaginarlas- no podemos desarrollar ahora, por lo que ahora no podemos ser y sí seremos el día que la presión sea levantada, desatemos brazos y tanto puto dolor evitable, tanta fatiga a causa de lo absurdo, sucumban bajo la intensidad de nuestra vida en pie.
Belén Gopegui. Diagonal
Fuente: https://www.diagonalperiodico.net/culturas/ahora-y-futuro.html-0
Ilustración de la artista polaca, Pawla Kuczynskiego, facilitada por nuestra compañera Marga.
viernes, 15 de marzo de 2013
“El actual modelo agrario es un suicidio colectivo”
El activista y campesino Jerónimo Aguado explica que es necesario recuperar la soberanía alimentaria perdida por las políticas neoliberales
Jerónimo Aguado es campesino y activista de la Plataforma Rural, organización integrada en el movimiento internacional La Vía Campesina, que forma una coalición de más 150 organizaciones, presente en 70 países y que cumplirá 22 años de andadura en abril.
Aguado es además educador de la Universidad Popular Paulo Freire y miembro del proyecto Amayuelas Municipio Ecológico. Practica la agricultura ecológica desde hace 25 años y lleva gran parte de su vida denunciando las políticas de la UE y la Organización Mundial del Comercio que ponen en riesgo la soberanía alimentaría de los pueblos.
Aguado participó recientemente en la presentación del libro de Walden Bello Foods Wars, (Guerras de alimentos) en Madrid, publicado por la editorial Virus y que cuenta con un epílogo realizado por Tom Kucharz (activista y experto en agroecología de Ecologistas en Acción), sobre la crisis alimentaria y su relación con el sistema capitalista.
Según Aguado “libros como éste dan coherencia y sentido a todas nuestras luchas”, en referencia al panorama internacional que documenta el profesor filipino Bello sobre la imposición de la agroecología y el modelo neoliberal, y sus consecuencias a escala planetaria.
Sin población rural agraria
La repercusión de estas políticas en el Estado español también es devastadora. “Se nos impide nuestro derecho a ser campesinos y campesinas”, denuncia Aguado. Y da un dato revelador: “Cuando nos incorporamos a la UE contábamos con un 20% de población activa dedicada al campo, ahora estamos rondando un 4%. Queremos paralizar esto, porque sin agricultores ni agricultoras no es posible la soberanía alimentaria”, afirma. Para eso ha sido fundamental organizarse como movimiento y en la actualidad La Vía Campesina en el Estado español está formada por campesinos sin tierra y pequeños agricultores.
Las organizaciones integradas en La Vía Campesina son la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG), el Sindicato Obrero del Campo (SOC) y la Plataforma Rural, ésta última como organización asociada.
Según Aguado, estas organizaciones tienen grandes retos en el Estado español. “El primero, paralizar el desmantelamiento de la agricultura fruto del modelo agroalimentario impuesto a escala global”. Apunta que otro reto fundamental es abordar la necesitad de volver al campo en el Estado español, “de donde nunca tuvimos que salir”, y en el que se produce “lo básico para poder sobrevivir: los alimentos”, recuerda.
Abrazar la tierra
“La gente de La Vía Campesina decimos que hay que volver al campo para abrazar la tierra”, declara el activista de esa organización. Considera que esta frase tiene un doble sentido. Por un lado, volver a la práctica de “la agricultura de nuestros antepasados que no es la agricultura ecológica, ni siquiera la agroecología, es la agricultura campesina y local”, para ponerla al servicio de los pueblos. Eso quiere decir “el derecho de los pueblos a ser soberanos alimentariamente, ofreciendo alternativas al modelo neoliberal, que nos está colocando en una situación de suicidio colectivo”, dice Aguado.
Apunta también que el fenómeno de acaparamiento de tierras (expolio y compra de terrenos por las multinacionales) no se da sólo en África o Latinoamérica. “En el Estado español, grandes sociedades anónimas y terratenientes se están haciendo con grandes extensiones de tierras en el mundo rural”. Además, denuncia que estas transnacionales y agentes se apropian de los bienes comunes básicos para la agricultura, como el agua y las semillas, que gestionan grandes multinacionales como Monsanto.
“Es necesario desobeder las leyes impuestas por la OMC” Uno de los grandes retos de las organizaciones campesinas del Estado español, como La Vía Campesina, es abanderar la desobediencia de las leyes impuestas por la Organización Mundial del Comercio (OMC), apunta el campesino y representante de Plataforma Rural Jerónimo Aguado. “Nos impiden nuestro derecho a ser campesinos y campesinas y producir alimentos sanos y nutritivos. Además, nos tratan como delincuentes; las normas que nos ponen para producir alimentos son perversas”, asegura. María José Esteso Poves. Diagonal
Ilustración de la artista polaca,Pawla Kuczynskiego.
Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/global/actual-modelo-agrario-es-suicidio-colectivo.html
Jerónimo Aguado es campesino y activista de la Plataforma Rural, organización integrada en el movimiento internacional La Vía Campesina, que forma una coalición de más 150 organizaciones, presente en 70 países y que cumplirá 22 años de andadura en abril.
Aguado es además educador de la Universidad Popular Paulo Freire y miembro del proyecto Amayuelas Municipio Ecológico. Practica la agricultura ecológica desde hace 25 años y lleva gran parte de su vida denunciando las políticas de la UE y la Organización Mundial del Comercio que ponen en riesgo la soberanía alimentaría de los pueblos.
Aguado participó recientemente en la presentación del libro de Walden Bello Foods Wars, (Guerras de alimentos) en Madrid, publicado por la editorial Virus y que cuenta con un epílogo realizado por Tom Kucharz (activista y experto en agroecología de Ecologistas en Acción), sobre la crisis alimentaria y su relación con el sistema capitalista.
Según Aguado “libros como éste dan coherencia y sentido a todas nuestras luchas”, en referencia al panorama internacional que documenta el profesor filipino Bello sobre la imposición de la agroecología y el modelo neoliberal, y sus consecuencias a escala planetaria.
Sin población rural agraria
La repercusión de estas políticas en el Estado español también es devastadora. “Se nos impide nuestro derecho a ser campesinos y campesinas”, denuncia Aguado. Y da un dato revelador: “Cuando nos incorporamos a la UE contábamos con un 20% de población activa dedicada al campo, ahora estamos rondando un 4%. Queremos paralizar esto, porque sin agricultores ni agricultoras no es posible la soberanía alimentaria”, afirma. Para eso ha sido fundamental organizarse como movimiento y en la actualidad La Vía Campesina en el Estado español está formada por campesinos sin tierra y pequeños agricultores.
Las organizaciones integradas en La Vía Campesina son la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG), el Sindicato Obrero del Campo (SOC) y la Plataforma Rural, ésta última como organización asociada.
Según Aguado, estas organizaciones tienen grandes retos en el Estado español. “El primero, paralizar el desmantelamiento de la agricultura fruto del modelo agroalimentario impuesto a escala global”. Apunta que otro reto fundamental es abordar la necesitad de volver al campo en el Estado español, “de donde nunca tuvimos que salir”, y en el que se produce “lo básico para poder sobrevivir: los alimentos”, recuerda.
Abrazar la tierra
“La gente de La Vía Campesina decimos que hay que volver al campo para abrazar la tierra”, declara el activista de esa organización. Considera que esta frase tiene un doble sentido. Por un lado, volver a la práctica de “la agricultura de nuestros antepasados que no es la agricultura ecológica, ni siquiera la agroecología, es la agricultura campesina y local”, para ponerla al servicio de los pueblos. Eso quiere decir “el derecho de los pueblos a ser soberanos alimentariamente, ofreciendo alternativas al modelo neoliberal, que nos está colocando en una situación de suicidio colectivo”, dice Aguado.
Apunta también que el fenómeno de acaparamiento de tierras (expolio y compra de terrenos por las multinacionales) no se da sólo en África o Latinoamérica. “En el Estado español, grandes sociedades anónimas y terratenientes se están haciendo con grandes extensiones de tierras en el mundo rural”. Además, denuncia que estas transnacionales y agentes se apropian de los bienes comunes básicos para la agricultura, como el agua y las semillas, que gestionan grandes multinacionales como Monsanto.
“Es necesario desobeder las leyes impuestas por la OMC” Uno de los grandes retos de las organizaciones campesinas del Estado español, como La Vía Campesina, es abanderar la desobediencia de las leyes impuestas por la Organización Mundial del Comercio (OMC), apunta el campesino y representante de Plataforma Rural Jerónimo Aguado. “Nos impiden nuestro derecho a ser campesinos y campesinas y producir alimentos sanos y nutritivos. Además, nos tratan como delincuentes; las normas que nos ponen para producir alimentos son perversas”, asegura. María José Esteso Poves. Diagonal
Ilustración de la artista polaca,Pawla Kuczynskiego.
Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/global/actual-modelo-agrario-es-suicidio-colectivo.html
90 aniversario de la visita de Einstein a los locales de la CNT en Barcelona
Fragmento del libro CNT. La Fuerza obrera de Cataluña, de Ferran Aisa, Editorial Base, Barcelona, 2013.
En Cataluña las iniciativas culturales estaban a la orden del día, se fundaban nuevos ateneos como el Polytechnicum en la calle Sant Pere Més Alt y dentro de esta entidad Pau Casals constituía la Asociación Obrera de Conciertos.
La Comisión de Cultura y el Patronato Escolar del Ayuntamiento de Barcelona se habían impuesto el deber de crear nuevas escuelas. La Mancomunidad y el Instituto de Estudios Catalanes dirigían la cultura con mayúsculas y la acercaban al pueblo.
En esta sintonía cultural, el científico y matemático Albert Einstein, visitó Barcelona el 24 febrero de 1923.
Einstein venía invitado por la Mancomunidad de Cataluña, a través de los Cursos Monográficos de Altos Estudios de Intercambio, para exponer su teoría de la relatividad. El científico llegaba a Barcelona convertido en una celebridad mundial, la prensa le calificó como el Newton del siglo XX y le comparaban con los grandes genios universales Galileo y Copérnico.
La Vanguardia (25-2-1923), decía: “Precedido de fama mundial ha venido a Barcelona el doctor Einstein, para explicar en un cursillo de conferencias su famosa teoría de la relatividad. En los Estados Unidos, en Londres y recientemente en París, alcanzó el sabio alemán ruidosos triunfos con sus conferencias dadas en las más importantes corporaciones y sociedades científicas.”
El científico alemán dio la conferencia inaugural en el salón de sesiones del Palacio de la Diputación Provincial, figurando en la presidencia el presidente de la Mancomunidad y de la Diputación Josep Puig i Cadafalch, el presidente de la Comisión Municipal de Cultura Sr. Viza, el diputado a Cortes Pere Coromines y el cónsul alemán. En la sala había representantes de las entidades e instituciones culturales barcelonesas.
Al día siguiente, la conferencia fue en la Escuela del Trabajo, acto que fue presidido por Josep Puig i Cadafalch, Esteve Terrades y Rafael Campalans. El cronista recogía la impresión de la conferencia y manifestaba que el conferenciante, más que un sabio, parecía un profesor que se dirigía sencillamente a sus alumnos. Terminado el acto, la comitiva que hacía de cicerone de Einstein le paseó por algunos rincones de la ciudad y acudieron al Instituto de Estudios Catalanes y el Ayuntamiento de Barcelona.
El científico no quiso abandonar Barcelona sin visitar la sede de la CNT, así, el 27 de febrero, se presentó en uno de los locales del Sindicato Único, en la calle Sant Pere Més Baix.
La sala estaba llena de obreros que ya habían oído hablar del compromiso social del científico. Los viejos y jóvenes anarcosindicalistas puestos en pie rendían un cálido homenaje emocionante al sabio alemán.
Albert Einstein y Ángel Pestaña conversaron en francés, y el científico hizo un elogio de los obreros catalanes: “Vosotros -dijo- sois revolucionarios de calle y yo soy de la ciencia”.
Solidaridad Obrera (11-3-1923), que se hacía eco de la visita de Einstein a la ciudad, afirmaba que el científico había aceptado presidir el III Congreso de la Asociación Mundial Internacionalista de Esperanto y recordaba su paso por el sindicato : “Como recordaréis, camaradas, cuando Einstein estuvo en Barcelona fue a visitar a la representación obrera en el local de la Distribución, donde pronunció un elevado discurso, contestándole Pestaña en nombre de la Confederación Nacional del Trabajo.”
La CNT, a pocos meses de su regreso a la legalidad, había demostrado ser una organización fuerte y con las ideas claras. Una organización obrera que volvía a tener en sus filas miles de afiliados. Una organización con muchos militantes curtidos en las luchas clandestinas.
Entre sus principales líderes, por encima de todos, destacaba la figura de Salvador Seguí "el Noi del Sucre", el cual en la conferencia que había pronunciado en el teatro Trianón habló de los valores de la civilización naciente: ¿Cuándo será resuelto el problema social? Cuando todos los hombres se formen en el espíritu de justicia [...] Que responda siempre por nosotros la justicia y la libertad que hayamos sido capaces de forjar, que son, sin lugar a dudas, los valores que deben poner el hombre en condiciones de liberarse moralmente, físicamente y económicamente. Esta será nuestra obra, esta es nuestra obra.
Fuente: http://fal.cnt.es/?q=node%2F35213
miércoles, 13 de marzo de 2013
lunes, 11 de marzo de 2013
La importancia de las emociones en el proceso educativo
Leer más sobre Neurociencias, en la revista de diciembre de 2012 del Concejo Escolar del Estado, Participación Educativa, dedicada a "La investigación sobre el cerebro y la mejora de la educación". Descargarla aquí.
sábado, 9 de marzo de 2013
Entrevista con el diputado de la Izquierda Plural Joan Coscubiela "La desaparición de las cajas es un deseo de la banca con el apoyo entusiasta de Fernández Ordóñez"
Qué Hacemos/Eldiario.es
Referente del sindicalismo catalán durante años, diputado de la Izquierda Plural desde las últimas elecciones, Joan Coscubiela participó en la Subcomisión del Congreso sobre transparencia de productos financieros e hipotecarios por la que desfilaron los principales responsables del sector financiero en los últimos años.
Estuvo también presente en la comparecencia de Mario Draghi en el Parlamento, cuyo formato a puerta cerrada denunció y rompió tuiteando y grabándola en vídeo.
Hablamos con él sobre el control del sector financiero, a raíz de la publicación de Qué hacemos con el poder de crear dinero. La Subcomisión sobre transparencia de productos financieros, de la que forma parte, ¿ha servido para algo? ¿Qué balance hace de la misma?
Ha servido para poner en evidencia que con mayoría absoluta, si el PP no colabora, el Congreso no puede ejercer sus funciones de control del Gobierno. En todo caso, han aparecido indicios evidentes de las causas profundas de la “estafa” de las preferentes. Y de cómo el Gobierno Zapatero no supo reaccionar a tiempo y el Gobierno Rajoy ha renunciado a hacerlo.
¿No es paradójico que una subcomisión sobre transparencia se celebre a puerta cerrada?
No está justificado que las sesiones se celebren a puerta cerrada. Son esperpénticas, un debate bipartidista en canal cerrado que solo ven los púgiles.
¿Cómo valora que el exgobernador del Banco de España diga que el caso de Bankia no estaba bajo su control, como ha hecho Fernández Ordóñez en la Audiencia Nacional?
Es la evidencia de que ni Caruana [el anterior gobernador] ni Fernández Ordóñez desempeñaron con diligencia su función de supervisores.
¿Hasta dónde llega la responsabilidad del Banco de España en todo lo sucedido en el sector financiero? ¿Miró para otro lado o no le dejaron actuar?
Es una combinación de incompetencia provocada por la sustitución de la economía por la ideología y la sumisión a los poderes financieros. La incompetencia viene provocada por la obsesión “teológica” en identificar el mercado de trabajo como el problema y la reforma laboral como la solución. Pero además está la opción de la desregulación y la sumisión al poder financiero.
¿Qué valoración hace de todo el asunto Bankia, desde su fusión hasta hoy?
Es un cúmulo de despropósitos y de negligencias. Desde la asunción desmesurada de riesgos, hasta la fusión y posterior salida a Bolsa. Desencadenadas entre otros factores por la obsesión del PP de mantener controladas las cajas.
¿Cómo valora lo sucedido con las cajas de ahorro?
No todas las cajas han evolucionado igual. Un factor determinante ha sido la radical transformación en la práctica de su función social, sin que hayan existido mecanismos de control, de contrapeso. La desaparición del modelo de cajas es el objetivo deseado por los bancos desde hace tres décadas, con el apoyo entusiasta de Fernández Ordóñez. La irresponsable gestión de algunas ha brindado en bandeja esta oportunidad de desaparición de unas y de transformación de su naturaleza en el resto.
¿Se ha perdido la oportunidad de crear una banca pública?
La oportunidad existe aún, pero voluntad política no hay. Con el agravante de la contradicción que supone justificar las ayudas públicas a la banca en base a la trascendencia pública de la función financiera, y a continuación no aceptar que exista una parte del sistema de mayoría publica. Si el sector financiero no puede soportar que se le apliquen las leyes el mercado, no debería regularse exclusivamente por las leyes del mercado. En esta como en otras cosas se detecta la hegemonía ideológica de la derecha y la falta de ideas propias en determinadas esferas de la izquierda. La reestructuración bancaria resultará en mayor concentración financiera.
¿Habrá controles suficientes sobre un poder tan enorme?
Uno de los peores efectos colaterales de esta crisis del sistema financiero será la configuración de un oligopolio que debilitará los derechos de los ciudadanos y la función del regulador y el supervisor. Sobre todo, con los espacios de nadie que puede provocar la entrada en funcionamiento del supervisor europeo. Se deberían evitar las zonas opacas a la regulación y supervisión.
Visto el papel jugado por el Banco de España, ¿estaremos más tranquilos si es el BCE quien vigila el sector financiero español?
Otra de las evidencias de la crisis es la barbaridad política que supone el estatus de “independencia” del BCE. Un organismo “irresponsable” no debe responder ante ninguna institución democrática, lo que lo convierte en presa fácil del control ademocratico de los mercados.
La reciente visita de Mario Draghi al Congreso, el formato en que se realizó, ¿qué mensaje transmiten?
La comparecencia de Draghi puso de manifiesto hasta qué niveles de esperpento puede llegar la condición de organismo “independiente” el BCE. Total para no decir nada. Como si de lo que se tratara era de hacer evidente la posición de superioridad sobre la ciudadanía. Han presentado una querella contra el exgobernador del Banco de España por permitir que Alfredo Sáenz siga en el Santander.
¿Cómo influye la anulación del indulto en su querella?
Hemos presentado la querella por prevaricación. El Tribunal Supremo con su sentencia nos ha dado indirectamente la razón. Sáenz no puede ejercer sus funciones de directivo del Santander. La propuesta del Gobierno de reformar las normas para permitir que continúe ejerciendo, confirma que los gobiernos de Zapatero y Rajoy no tienen ninguna independencia en relación al poder financiero.
Para continuar el debate, más análisis y propuestas en Qué hacemos.
Fuente: http://www.eldiario.es/quehacemos/Coscubiela_bancos_cajas_BCE_Banco_de_Espana_6_106799321.html
Referente del sindicalismo catalán durante años, diputado de la Izquierda Plural desde las últimas elecciones, Joan Coscubiela participó en la Subcomisión del Congreso sobre transparencia de productos financieros e hipotecarios por la que desfilaron los principales responsables del sector financiero en los últimos años.
Estuvo también presente en la comparecencia de Mario Draghi en el Parlamento, cuyo formato a puerta cerrada denunció y rompió tuiteando y grabándola en vídeo.
Hablamos con él sobre el control del sector financiero, a raíz de la publicación de Qué hacemos con el poder de crear dinero. La Subcomisión sobre transparencia de productos financieros, de la que forma parte, ¿ha servido para algo? ¿Qué balance hace de la misma?
Ha servido para poner en evidencia que con mayoría absoluta, si el PP no colabora, el Congreso no puede ejercer sus funciones de control del Gobierno. En todo caso, han aparecido indicios evidentes de las causas profundas de la “estafa” de las preferentes. Y de cómo el Gobierno Zapatero no supo reaccionar a tiempo y el Gobierno Rajoy ha renunciado a hacerlo.
¿No es paradójico que una subcomisión sobre transparencia se celebre a puerta cerrada?
No está justificado que las sesiones se celebren a puerta cerrada. Son esperpénticas, un debate bipartidista en canal cerrado que solo ven los púgiles.
¿Cómo valora que el exgobernador del Banco de España diga que el caso de Bankia no estaba bajo su control, como ha hecho Fernández Ordóñez en la Audiencia Nacional?
Es la evidencia de que ni Caruana [el anterior gobernador] ni Fernández Ordóñez desempeñaron con diligencia su función de supervisores.
¿Hasta dónde llega la responsabilidad del Banco de España en todo lo sucedido en el sector financiero? ¿Miró para otro lado o no le dejaron actuar?
Es una combinación de incompetencia provocada por la sustitución de la economía por la ideología y la sumisión a los poderes financieros. La incompetencia viene provocada por la obsesión “teológica” en identificar el mercado de trabajo como el problema y la reforma laboral como la solución. Pero además está la opción de la desregulación y la sumisión al poder financiero.
¿Qué valoración hace de todo el asunto Bankia, desde su fusión hasta hoy?
Es un cúmulo de despropósitos y de negligencias. Desde la asunción desmesurada de riesgos, hasta la fusión y posterior salida a Bolsa. Desencadenadas entre otros factores por la obsesión del PP de mantener controladas las cajas.
¿Cómo valora lo sucedido con las cajas de ahorro?
No todas las cajas han evolucionado igual. Un factor determinante ha sido la radical transformación en la práctica de su función social, sin que hayan existido mecanismos de control, de contrapeso. La desaparición del modelo de cajas es el objetivo deseado por los bancos desde hace tres décadas, con el apoyo entusiasta de Fernández Ordóñez. La irresponsable gestión de algunas ha brindado en bandeja esta oportunidad de desaparición de unas y de transformación de su naturaleza en el resto.
¿Se ha perdido la oportunidad de crear una banca pública?
La oportunidad existe aún, pero voluntad política no hay. Con el agravante de la contradicción que supone justificar las ayudas públicas a la banca en base a la trascendencia pública de la función financiera, y a continuación no aceptar que exista una parte del sistema de mayoría publica. Si el sector financiero no puede soportar que se le apliquen las leyes el mercado, no debería regularse exclusivamente por las leyes del mercado. En esta como en otras cosas se detecta la hegemonía ideológica de la derecha y la falta de ideas propias en determinadas esferas de la izquierda. La reestructuración bancaria resultará en mayor concentración financiera.
¿Habrá controles suficientes sobre un poder tan enorme?
Uno de los peores efectos colaterales de esta crisis del sistema financiero será la configuración de un oligopolio que debilitará los derechos de los ciudadanos y la función del regulador y el supervisor. Sobre todo, con los espacios de nadie que puede provocar la entrada en funcionamiento del supervisor europeo. Se deberían evitar las zonas opacas a la regulación y supervisión.
Visto el papel jugado por el Banco de España, ¿estaremos más tranquilos si es el BCE quien vigila el sector financiero español?
Otra de las evidencias de la crisis es la barbaridad política que supone el estatus de “independencia” del BCE. Un organismo “irresponsable” no debe responder ante ninguna institución democrática, lo que lo convierte en presa fácil del control ademocratico de los mercados.
La reciente visita de Mario Draghi al Congreso, el formato en que se realizó, ¿qué mensaje transmiten?
La comparecencia de Draghi puso de manifiesto hasta qué niveles de esperpento puede llegar la condición de organismo “independiente” el BCE. Total para no decir nada. Como si de lo que se tratara era de hacer evidente la posición de superioridad sobre la ciudadanía. Han presentado una querella contra el exgobernador del Banco de España por permitir que Alfredo Sáenz siga en el Santander.
¿Cómo influye la anulación del indulto en su querella?
Hemos presentado la querella por prevaricación. El Tribunal Supremo con su sentencia nos ha dado indirectamente la razón. Sáenz no puede ejercer sus funciones de directivo del Santander. La propuesta del Gobierno de reformar las normas para permitir que continúe ejerciendo, confirma que los gobiernos de Zapatero y Rajoy no tienen ninguna independencia en relación al poder financiero.
Para continuar el debate, más análisis y propuestas en Qué hacemos.
Fuente: http://www.eldiario.es/quehacemos/Coscubiela_bancos_cajas_BCE_Banco_de_Espana_6_106799321.html
miércoles, 6 de marzo de 2013
martes, 5 de marzo de 2013
_--Día 8 de marzo, día de la mujer trabajadora
_--DÍA 8, DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER, POR LA MAÑANA:
Acto:
Conferencia "Las soluciones a la crisis desde la economía feminista". Con las intervenciones de Julián Carretero, Secretario General de CCOO de Extremadura, Teodora Castro Secretaria de la Mujer de CCOO de Extremadura y Agustin Franco Martínez, profesor de la UEX.
Lugar: salón de actos situado en las dependencias del Servicio Extremeño de Promoción de la Autonomía y Atención a la Dependencia (SEPAD), en c/ Hernán Cortés, 1 de Cáceres
Hora: 11 h.
POR LA TARDE, CONCENTRACIONES A LAS 19 HORAS
En Cáceres, frente a la Subdelegación del Gobierno
En Badajoz, frente a la Delegación del Gobierno
En Mérida, en la Plaza de España
¡¡¡ 13 RAZONES PARA PARTICIPAR!!!
1. Para erradicar las desigualdades en el ámbito laboral, en el acceso al empleo, las condiciones laborales y la feminización del contrato a tiempo parcial.
2. Para combatir la segregación sectorial y ocupacional en el acceso al empleo.
3. Para eliminar la discriminación salarial de género.
4. Para eliminar las brechas de género en el acceso a las pensiones y a la protección social.
5. Para eliminar las desigualdades de trato en el acceso al empleo, en formación, promoción, jornada, retribución.
6. Para corregir la desigual participación de mujeres y hombres en los ámbitos de decisión laboral y social.
7. Para evitar que la ausencia de servicios públicos incremente el trabajo no retribuido de las mujeres.
8. Para impedir la penalización laboral de las mujeres por motivos de "conciliación" y favorecer la incorporación de los varones a los trabajos de atención y cuidados.
9. Para corregir la invisibilidad y la exclusión de las mujeres en lenguaje, comunicación e institucines dedicadas al reconocimiento académico y cultural.
10. Para erradicar la violencia de género en todas sus manifestaciones.
11. Para combatir la discriminación que sufren las mujeres en el ámbito laboral.
12. Para eliminar cualquier obstáculo o tutela al ejercicio del derecho de las mujeres a decidir sobre su salud sexual y reproductiva.
13. Para eliminar la discriminación que afecta a mujeres y niñas, por creencias religiosas, situación física, económica o social, conflictos bélicos.
lunes, 4 de marzo de 2013
Ben Goldacre: “Pagar por píldoras mágicas es un impuesto a la ignorancia científica”
“No creo que ganemos nunca [la guerra contra la mala ciencia] y tampoco estoy deseando ganar. No me importa que a alguien le timen o que se gaste el dinero en pastillas, me divierte pensar que es una especie de impuesto voluntario sobre la ignorancia científica. Lo que hago lo hago porque considero que la pseudociencia es interesante, creo que dice mucho sobre el papel de la medicina y de la cultura científica de tu país que la gente sea entusiasta de las píldoras mágicas”.
Lee la entrevista completa en: Ben Goldacre: “Pagar por píldoras mágicas es una especie de impuesto voluntario a la ignorancia científica” (lainformacion.com) | Fuente: aquí. IU, aprueba la no utilización de la llamada medicina "alternativa" en la Sanidad Pública.
Lee la entrevista completa en: Ben Goldacre: “Pagar por píldoras mágicas es una especie de impuesto voluntario a la ignorancia científica” (lainformacion.com) | Fuente: aquí. IU, aprueba la no utilización de la llamada medicina "alternativa" en la Sanidad Pública.
domingo, 3 de marzo de 2013
IU y UPyD se consolidan como los receptores de la sangría de PP y PSOE
El triunfo en el estado de la nación amortigua la caída de los populares
La valoración y la confianza en Rubalcaba se desploman de nuevo
Ni sus votantes creen al PP sobre Bárcenas
PP y PSOE se desangran. Más de un año después de iniciarse la legislatura, el desgaste de ambos partidos corre a la par por distintos motivos: uno por las medidas que ha adoptado desde el Gobierno y el otro porque no se quita de encima el peso de su gestión en la anterior legislatura y, sobre todo, porque no encuentra cómo graduar su labor de oposición.
A todo eso se une la desafección ciudadana hacia los políticos por la crisis, que ya ha acabado con partidos tradicionales en Italia, Grecia o Portugal, y que aquí hace que populares y socialistas no logren cerrar sus heridas. En esa situación, IU y UPyD son las dos formaciones que aprovechan la sangría para crecer, según el sondeo de Metroscopia para EL PAÍS y la serie histórica de toda la legislatura. El crecimiento de estos dos partidos, en momentos de alejamiento ciudadano de la política, ha tenido altibajos, pero la perspectiva desde las generales de 2011 muestra que no es fruto de un acontecimiento puntual y concreto, sino que se consolida como tendencia sostenida. En España la desafección no se traduce en el apoyo a opciones extravagantes o populistas, que ni siquiera aparecen, y si en el ascenso de estos dos partidos. Seguir aquí en el País.
La valoración y la confianza en Rubalcaba se desploman de nuevo
Ni sus votantes creen al PP sobre Bárcenas
PP y PSOE se desangran. Más de un año después de iniciarse la legislatura, el desgaste de ambos partidos corre a la par por distintos motivos: uno por las medidas que ha adoptado desde el Gobierno y el otro porque no se quita de encima el peso de su gestión en la anterior legislatura y, sobre todo, porque no encuentra cómo graduar su labor de oposición.
A todo eso se une la desafección ciudadana hacia los políticos por la crisis, que ya ha acabado con partidos tradicionales en Italia, Grecia o Portugal, y que aquí hace que populares y socialistas no logren cerrar sus heridas. En esa situación, IU y UPyD son las dos formaciones que aprovechan la sangría para crecer, según el sondeo de Metroscopia para EL PAÍS y la serie histórica de toda la legislatura. El crecimiento de estos dos partidos, en momentos de alejamiento ciudadano de la política, ha tenido altibajos, pero la perspectiva desde las generales de 2011 muestra que no es fruto de un acontecimiento puntual y concreto, sino que se consolida como tendencia sostenida. En España la desafección no se traduce en el apoyo a opciones extravagantes o populistas, que ni siquiera aparecen, y si en el ascenso de estos dos partidos. Seguir aquí en el País.
Susan George: "Un nuevo Lehman Brothers podría estar al caer".
"La falta de control del sector financiero ha incrementado el riesgo de un nuevo crash financiero mundial cuyas consecuencias podrían ser peores que el anterior", afirma la autora de 'El informe Lugano II': "Internet es una buena herramienta para organizarse, pero la protesta debe estar en la calle si quiere triunfar".
Son ricos y quieren serlo mucho más. Podrían haberse citado en la última cumbre de Davos o no, porque son a un tiempo realidad y ficción. Se llaman Los solicitantes, y buscan respuestas para mantener el capitalismo por encima de todo, incluso si eso implica acabar con la democracia. Este es el hilo argumental del último libro de Susan George, El Informe Lugano II (Deusto), en el que la politóloga y analista franco americana y presidente de honor de Attac analiza la realidad y la motivación que se esconden tras lo que nos están contando de la actual crisis. A sus 79 años, George sólo tiene un objetivo: que sus lectores se den cuenta que lo que está pasando es un montaje para que los ricos sigan ganando la batalla de la lucha de clases y se conciencien de que sólo con la lucha callejera es posible plantarles cara.
"Esta vez, vamos a liquidar la democracia". Este es el inquietante subtítulo que usted ha elegido para su último libro El Informe Lugano II. ¿Tanto mal hace la democracia al grupo de multimillonarios de Davos que protagoniza su relato?
En mi libro hay un grupo ficticio de ricos, que yo llamo Los solicitantes, y que buscan asesoramiento para consolidar los privilegios del capitalismo. Por su puesto, la democracia es incómoda para ellos. Se han conseguido demasiados avances para las clases medias en los últimos años del siglo XX, un Estado del Bienestar que es muy caro, muy permisivo y que no les interesa. No quieren que los trabajadores tengan tantos derechos, no quieren ayudas para nadie... Lo que quieren es que se vuelva a la situación de sumisión que tenían a principios del siglo XX por lo menos.
Un resultado tan caótico como el de las últimas elecciones italianas, ¿facilita la tarea de destruir la democracia?
Cuando escribí mi libro no tenía ni idea de lo que iba a ocurrir en Italia. Pero la verdad es que no me sorprende. Es normal que el apoyo a Monti se desmorone ya que ha sido él quien ha aplicado las medidas restrictivas dictadas por Europa. Que resurja el apoyo a Berlusconi se puede entender ya que la gente puede pensar que antes se estaba mejor. El problema es que su populismo como el de Beppe Grillo son peligrosos. El nivel de corrupción y manipulación con el populismo en el poder es mucho más alto y eso sí que es un atentado contra la democracia.
El Informe Lugano II ofrece cifras muy inquietantes respecto al poder financiero mundial. Por ejemplo, que el mercado de derivados es mucho más grande, las agencias de rating siguen dominando a pesar de sus fallos reconocidos.
¿Por qué hay tanta negligencia en las élites políticas para aportar soluciones mientras siguen actuando al dictado que marcan los mercados?
Los banqueros tienen mucho poder. Ellos pueden elegir quién es elegido y quién no. Esto es muy claro en EEUU. Pero en Europa también tenemos ejemplos de su poder en la sombra. El Gobierno francés, por ejemplo, presume de haber hecho una ley que separa los bancos de inversión de la banca minorista, que en teoría quiere evitar los riesgos en los que incurrió la crisis de 2008. Ese texto ha sido sometido a debate parlamentario y se ha invitado a los grandes poderes financieros a comentarlo. Uno de los grandes banqueros del país, un representante de Société Générale, dijo que la ley, tal y como estaba redactada apenas le preocupaba ya que en el peor de los casos afectaría al 1% de su negocio. Es decir, los grandes titulares en prensa ensalzarán una nueva legislación de control a la banca, pero la realidad es que siguen igual. Es sólo marketing social. Lo que ocurre es que, básicamente los políticos no quiere enfrentarse al sector financiero que es el más poderoso de la sociedad. Los políticos los temen, o incluso los admiran. Realmente Sarkozy los admiraba y yo creo que Obama también. Y por otro lado, los ricos, como decía Adam Smith,"siempre quieren más para ellos y nada para los otros".
En su primer informe Lugano usted acertó con la predicción de que llegaría una crisis financiera mundial. Ahora, este segundo también advierte de que un segundo crash es posible y de ser así, sí que podría acabar para siempre con el capitalismo.
Temo una nueva crisis del sistema financiero. En mi libro explico que las 50 principales empresas del mundo están muy correlacionadas. Esto no es ficción si miras quién controla a quien en el mundo transnacional. Las más interconectadas están en el borde de cuchillo. Si la economía va bien no pasará nada, pero si algo va mal en alguna de ellas, todas caerán como un dominó. Además, 48 de esas compañías son grandes entidades financieras. Esto significa que sí, que un nuevo Lehman Brothers es posible, porque nadie tras el anterior crash ha sido capaz de poner al sistema financiero bajo control.
Usted se ha pasado años liderando la reivindicación de una Tasa Tobin para las finanzas. ¿Qué opina de la aprobada ahora por la Unión Europea?
Es un triunfo y una derrota al mismo tiempo. Es una victoria porque por fin han aceptado, algo que nos habían negado una y otra vez, que es posible tasar las transacciones financieras. Pero el problema es lo que van a hacer con el dinero. Nuestras reivindicaciones de que fuera destinado a ayudas al tercer mundo y a los necesitados de nuestras sociedades no han sido escuchadas y lo más probable es que todo lo recaudado, que será alrededor de unos 35.000 millones de euros, vaya directamente al presupuesto de los países. Y eso es una derrota.
Insiste en su libro en decir que es mentira la afirmación tantas veces repetida de que "hemos vivido por encima de nuestras posibilidades". ¿Tan tontos somos los ciudadanos como para que la mayoría haya interiorizado esa culpa como real y verdadera?
La propaganda institucional es muy potente. Si te están lanzando ese mensaje insistentemente un día tras otro y en todos los lugares, acabas creyendo que es verdad. Los argumentos para desmontarlo no tienen la misma difusión, mucha gente los desconoce. La situación extrema que estamos viviendo es por la crisis que provocaron los banqueros no por lo que ha hecho el pueblo. Una parte del pueblo sí se ha dado cuenta y ha salido a protestar a la calle. Estas protestas inquietan mucho a sus ricos de Davos, aunque en el fondo están tranquilos porque ven que los ciudadanos no consiguen unirse lo suficiente.
¿Están perdiendo potencia movimientos como el 15M?
El pueblo tiene que luchar, reaccionar frente a las agresiones. Estos movimientos sociales son la mayor preocupación de los multimillonarios que quieren mantener el capitalismo más extremo a toda costa. Pero los indignados tiene que saber que la lucha sólo en sus propios países o por sus propios intereses no es suficiente. No es suficiente luchar ante Rajoy o ante Silvio Berlusconi. Porque en el mejor de los casos podrían ganarles a ellos, pero eso ahora en el contexto europeo no significa nada. El poder está en el BCE, en el FMI. Ni Rajoy ni François Hollande pueden hacer frente a esos poderes supranacionales. Tampoco las feministas, los ecologistas, los homosexuales por sí solos tienen mucho que hacer. Lo que más me gustaría es ver cómo los movimientos de los indignados de toda Europa se unen con los sindicatos de toda Europa para hacer protestas a nivel internacional. Ese es el poder del pueblo.
Una cosa me ha sorprendido mucho de su libro. El grupo de Davos aboga por mantener a los activistas protestando en internet, mientras se les mantenga lejos de las calles. ¿No es internet el mejor canal para organizarse socialmente?
Internet es una herramienta estupenda, pero no es el lugar donde tiene que llevarse a cabo la revolución. La revolución no está en la web, está en la calle, con lobbys que planten cara a los lobbys de los ricos en las mismas condiciones, con una buena definición de los objetivos que se quieren conseguir y una buena estrategia de unión para llegar a todos ellos. Internet se puede utilizar para facilitar la información y la documentación que la gente necesita para formase y a apoyar la lucha callejera, pero la protesta sólo en web no tiene potencia. Leer original aquí.
Fuente: http://www.eldiario.es/politica/Susan-George-Lehman-Brothers-podria_0_106390041.html
Son ricos y quieren serlo mucho más. Podrían haberse citado en la última cumbre de Davos o no, porque son a un tiempo realidad y ficción. Se llaman Los solicitantes, y buscan respuestas para mantener el capitalismo por encima de todo, incluso si eso implica acabar con la democracia. Este es el hilo argumental del último libro de Susan George, El Informe Lugano II (Deusto), en el que la politóloga y analista franco americana y presidente de honor de Attac analiza la realidad y la motivación que se esconden tras lo que nos están contando de la actual crisis. A sus 79 años, George sólo tiene un objetivo: que sus lectores se den cuenta que lo que está pasando es un montaje para que los ricos sigan ganando la batalla de la lucha de clases y se conciencien de que sólo con la lucha callejera es posible plantarles cara.
"Esta vez, vamos a liquidar la democracia". Este es el inquietante subtítulo que usted ha elegido para su último libro El Informe Lugano II. ¿Tanto mal hace la democracia al grupo de multimillonarios de Davos que protagoniza su relato?
En mi libro hay un grupo ficticio de ricos, que yo llamo Los solicitantes, y que buscan asesoramiento para consolidar los privilegios del capitalismo. Por su puesto, la democracia es incómoda para ellos. Se han conseguido demasiados avances para las clases medias en los últimos años del siglo XX, un Estado del Bienestar que es muy caro, muy permisivo y que no les interesa. No quieren que los trabajadores tengan tantos derechos, no quieren ayudas para nadie... Lo que quieren es que se vuelva a la situación de sumisión que tenían a principios del siglo XX por lo menos.
Un resultado tan caótico como el de las últimas elecciones italianas, ¿facilita la tarea de destruir la democracia?
Cuando escribí mi libro no tenía ni idea de lo que iba a ocurrir en Italia. Pero la verdad es que no me sorprende. Es normal que el apoyo a Monti se desmorone ya que ha sido él quien ha aplicado las medidas restrictivas dictadas por Europa. Que resurja el apoyo a Berlusconi se puede entender ya que la gente puede pensar que antes se estaba mejor. El problema es que su populismo como el de Beppe Grillo son peligrosos. El nivel de corrupción y manipulación con el populismo en el poder es mucho más alto y eso sí que es un atentado contra la democracia.
El Informe Lugano II ofrece cifras muy inquietantes respecto al poder financiero mundial. Por ejemplo, que el mercado de derivados es mucho más grande, las agencias de rating siguen dominando a pesar de sus fallos reconocidos.
¿Por qué hay tanta negligencia en las élites políticas para aportar soluciones mientras siguen actuando al dictado que marcan los mercados?
Los banqueros tienen mucho poder. Ellos pueden elegir quién es elegido y quién no. Esto es muy claro en EEUU. Pero en Europa también tenemos ejemplos de su poder en la sombra. El Gobierno francés, por ejemplo, presume de haber hecho una ley que separa los bancos de inversión de la banca minorista, que en teoría quiere evitar los riesgos en los que incurrió la crisis de 2008. Ese texto ha sido sometido a debate parlamentario y se ha invitado a los grandes poderes financieros a comentarlo. Uno de los grandes banqueros del país, un representante de Société Générale, dijo que la ley, tal y como estaba redactada apenas le preocupaba ya que en el peor de los casos afectaría al 1% de su negocio. Es decir, los grandes titulares en prensa ensalzarán una nueva legislación de control a la banca, pero la realidad es que siguen igual. Es sólo marketing social. Lo que ocurre es que, básicamente los políticos no quiere enfrentarse al sector financiero que es el más poderoso de la sociedad. Los políticos los temen, o incluso los admiran. Realmente Sarkozy los admiraba y yo creo que Obama también. Y por otro lado, los ricos, como decía Adam Smith,"siempre quieren más para ellos y nada para los otros".
En su primer informe Lugano usted acertó con la predicción de que llegaría una crisis financiera mundial. Ahora, este segundo también advierte de que un segundo crash es posible y de ser así, sí que podría acabar para siempre con el capitalismo.
Temo una nueva crisis del sistema financiero. En mi libro explico que las 50 principales empresas del mundo están muy correlacionadas. Esto no es ficción si miras quién controla a quien en el mundo transnacional. Las más interconectadas están en el borde de cuchillo. Si la economía va bien no pasará nada, pero si algo va mal en alguna de ellas, todas caerán como un dominó. Además, 48 de esas compañías son grandes entidades financieras. Esto significa que sí, que un nuevo Lehman Brothers es posible, porque nadie tras el anterior crash ha sido capaz de poner al sistema financiero bajo control.
Usted se ha pasado años liderando la reivindicación de una Tasa Tobin para las finanzas. ¿Qué opina de la aprobada ahora por la Unión Europea?
Es un triunfo y una derrota al mismo tiempo. Es una victoria porque por fin han aceptado, algo que nos habían negado una y otra vez, que es posible tasar las transacciones financieras. Pero el problema es lo que van a hacer con el dinero. Nuestras reivindicaciones de que fuera destinado a ayudas al tercer mundo y a los necesitados de nuestras sociedades no han sido escuchadas y lo más probable es que todo lo recaudado, que será alrededor de unos 35.000 millones de euros, vaya directamente al presupuesto de los países. Y eso es una derrota.
Insiste en su libro en decir que es mentira la afirmación tantas veces repetida de que "hemos vivido por encima de nuestras posibilidades". ¿Tan tontos somos los ciudadanos como para que la mayoría haya interiorizado esa culpa como real y verdadera?
La propaganda institucional es muy potente. Si te están lanzando ese mensaje insistentemente un día tras otro y en todos los lugares, acabas creyendo que es verdad. Los argumentos para desmontarlo no tienen la misma difusión, mucha gente los desconoce. La situación extrema que estamos viviendo es por la crisis que provocaron los banqueros no por lo que ha hecho el pueblo. Una parte del pueblo sí se ha dado cuenta y ha salido a protestar a la calle. Estas protestas inquietan mucho a sus ricos de Davos, aunque en el fondo están tranquilos porque ven que los ciudadanos no consiguen unirse lo suficiente.
¿Están perdiendo potencia movimientos como el 15M?
El pueblo tiene que luchar, reaccionar frente a las agresiones. Estos movimientos sociales son la mayor preocupación de los multimillonarios que quieren mantener el capitalismo más extremo a toda costa. Pero los indignados tiene que saber que la lucha sólo en sus propios países o por sus propios intereses no es suficiente. No es suficiente luchar ante Rajoy o ante Silvio Berlusconi. Porque en el mejor de los casos podrían ganarles a ellos, pero eso ahora en el contexto europeo no significa nada. El poder está en el BCE, en el FMI. Ni Rajoy ni François Hollande pueden hacer frente a esos poderes supranacionales. Tampoco las feministas, los ecologistas, los homosexuales por sí solos tienen mucho que hacer. Lo que más me gustaría es ver cómo los movimientos de los indignados de toda Europa se unen con los sindicatos de toda Europa para hacer protestas a nivel internacional. Ese es el poder del pueblo.
Una cosa me ha sorprendido mucho de su libro. El grupo de Davos aboga por mantener a los activistas protestando en internet, mientras se les mantenga lejos de las calles. ¿No es internet el mejor canal para organizarse socialmente?
Internet es una herramienta estupenda, pero no es el lugar donde tiene que llevarse a cabo la revolución. La revolución no está en la web, está en la calle, con lobbys que planten cara a los lobbys de los ricos en las mismas condiciones, con una buena definición de los objetivos que se quieren conseguir y una buena estrategia de unión para llegar a todos ellos. Internet se puede utilizar para facilitar la información y la documentación que la gente necesita para formase y a apoyar la lucha callejera, pero la protesta sólo en web no tiene potencia. Leer original aquí.
Fuente: http://www.eldiario.es/politica/Susan-George-Lehman-Brothers-podria_0_106390041.html
viernes, 1 de marzo de 2013
Comiendo tierra
Stéphane Hessel, dicen, era un republicano español
Saliendo esta mañana de un hospital público de gestión privada, me encuentro a un viejito vestido con ropa de enfermo. Es extraño. Está nevando. Mira los copos como si estuviera contando estrellas. Silba, sentado en un banco, luego deja de narrar la melodía y fuma de un cigarro como si le fuera en ello la suerte a los 300 de las Termópilas. Bebe, sin culpa de herido, de una lata de cerveza. Otras dos vacías reposan derrotadas entre los travesaños del asiento. Un periódico hecho un amasijo inútil de hojas arrugadas cuida el sueño de las cervezas. Sonríe con cara pícara. Le miro, devolviéndole la sonrisa, alegre por su irreverencia y me sorprende diciéndome: “-Espero que no le hayan dado cita para dentro de seis meses. Dentro de seis meses, todos muertos-”. Me paro divertido y le digo: -la frases del economista inglés que intranquilizo al padre de los neocon. -”Tranquilo abuelo, que venía solo de visita. ¿Y usted? ¿No hace mucho frío para estar aquí afuera?-”.
El viejito, pega un sorbo a la cerveza y me dice: “-Qué más da. Frío, calor… Los telediarios nos dicen lo que quieren que creamos. Y yo me he cansado de las mentiras. Los viejos les sobramos a estos fascistas. Ya no visten de azul pero son los mismos. Los hijos, los nietos, las queridas. La familia de los del 36. Así que prefiero morirme de frío aquí afuera que de abandono ahí dentro. ¡Dita Que los parió!- luego se queda pensando como suyo no estuviera ahí, como si algo poderoso lo convocara. Pasado un minuto, sigue: “-Además, hoy se ha muerto Manuel. Me voy con él. Con Manuel. Maldita sea… ¡Cuántos tiros pegamos en el frente del Ebro! Éramos unos críos, ¡Pero teníamos lo que hay que tener! Luego… Bah, luego todo se jodió. Si pierdes una guerra, estás jodido. A Manuel le traicionaron todos. Bueno, a todos nosotros nos traicionaron todos. Yo me tuve que aguantar, pero él dijo que no le iban a torcer el brazo. Era muy suyo. Y quería olvidar de este país de mierda. Se cambió el nombre. Fíjate cómo es la vida. Luego se hizo famoso. Y hoy, que he decidido morirme, sale en los periódicos. Stéphane Hessel. Manuel, mi amigo, mi hermano-“.
Mi sorpresa empieza a crecer. -¿Stéphane Hessel era español?-. Y el viejito, escupiendo sobre el césped, con la cabeza doblada, dice: “-Más que el gazpacho cargado de ajo, más que Picasso tocándole el culo a su novia francesa, más que el Quijote, más que Max Estrella muriéndose de frío. Pero este sigue siendo un país de cabreros. Tan ingrato… ¿Tú crees que lo habrían celebrado así si supieran que era de Albacete? En Francia, bueno. O no. Pero aquí… Stéphane era muy listo. No puedes ser de un país que ha perdido una guerra. Manuel era de La Nueve. Liberamos París. Allí nos respetan. Liberar París de los franceses colaboracionistas te hacía un héroe en Francia. En España te hacía una mierda”.
Mi perplejidad enfriaba la nieve. Muchas cosas encajaban. Eran republicanos españoles los que entraron con “La Nueve” en los primeros tanques que liberaron París con el general Lecrec. ¡Hessel uno de ellos! ¡Ahí estaba su gloria! Habían perdido la guerra contra el fascismo en España y entendieron que la pelea continuaba en Francia. Hitler, Franco, Mussolini. Caimanes del mismo pozo. Aún recuerdo cuando los indignados, que escogieron el libro de Hessel como referencia, hicieron quitar banderas republicanas de la Puerta del Sol en los comienzos del 15M. Esos jóvenes, con la memoria hurtada, adoraban a Stéphane y despreciaban a Manuel. Quién los había engañado… ¿Modélica una Transición que había mentido sobre esas cosas?
De regreso a casa, escucho la radio. Todas las emisoras coinciden: bendito Stéphane Hessel. Un antifascista. Suena bien. Como en Casablanca. Manuel. Un antifascista. Primero contra Franco. Luego, contra Hitler y Mussolini. ¿Un antifranquista? Stéphane hoy es mencionado en todos los telediarios. Manuel… Los Manuel, las Rosa, los Miguel, los Pedro, las Fuencisla siguen muriéndose todos los días en silencio. Muere hoy también una artista del teatro. Su pasado enmudece cualquier recuerdo. ¿Para qué mencionar que el mundo de los versos luchó contra la dictadura? Luego, el Ministro Wert diría que los artistas faltan al respeto a las instituciones. Los cómicos, pasados por las armas por el dictador desde el primer momento.
Quiero saber si el abuelo me está diciendo la verdad. Quiero seguir hablando con él. Pero han llegado dos tipos de una contrata de seguridad y se lo llevan adentro a la fuerza. Uno de ellos le espeta: “¡no joda viejo, que si se muere aquí afuera mete en un jaleo a la contrata!”.
Me mira el abuelo y me grita mientras lo llevan flaquito en volandas: -”¡si te vas a tener que ir de España tú también llévate a los malos por delante! ¡Siempre les sobramos medio país! ¡Acuérdate de Manuel! ¡Que no os roben a vosotros también el nombre!”-. Paralizado bajo la nieve un destello me pregunta: “¿Por qué la II República sigue floreciendo en cualquier parte menos dentro de su casa?”. Meten al abuelo dentro del hospital privatizado. Le arrancan de un manotazo la lata de cerveza. Noto hervir la nieve. El aire frío me agarra por los hombros: ¿los de la Gürtel nos van a volver a robar la memoria? Y entiendo que da lo mismo que Hessel sea o no Manuel. Que Manuel sea o no sea Hessel. La herida está en los miles de Manueles silenciados, en las miles de Manuelas silenciadas. El legado que los gobiernos de la “democracia” nos entrega. Hombres y mujeres que adelantaron nuestra rabia. Olvidados. Sin homenaje. Transición inmaculada.
Fuente: http://blogs.publico.es/juan-carlos-monedero/2013/02/28/stephane-hessel-dicen-era-un-republicano-espanol/
martes, 26 de febrero de 2013
Mucho que aprender del inmobiliario alemán
España copia de Alemania aspectos destructivos y regresivos, ignorando los que verdaderamente pueden inspirar para salir del agujero: un mercado inmobiliario más transparente, en el que especular es mucho más complicado y con gran espacio para la vivienda de alquiler. Unido a una justicia ágil, que funciona y es capaz de hacerse respetar, marca la diferencia radical con el desastre del ladrillo español.
En Alemania el piso tampoco se puede entregar a cambio de eliminar la deuda que originó. No hay dación en pago. Pero más allá de esta coincidencia se acaba la analogía: todo el contexto que ha dado lugar a la polémica en España, es decir una política económica irresponsable – el neocaciquismo del ladrillo de orígenes franquistas y que la democracia perpetuó- que favorece la construcción especulativa, y una población empujada a la compra y el endeudamiento, no se dan en Alemania. La dación en pago no existe, pero si el deudor ha devuelto una cantidad equivalente o superior a la que le habían prestado, la deuda se considera saldada.
Será un juez el encargado de decidirlo. Un juez en un país con una justicia ágil y operativa, sin la menor relación con la defectuosa tortuga judicial española. Otro importante matiz es que en Alemania existe la posibilidad de declaración de insolvencia privada.
Una persona natural puede declararse insolvente igual que una persona jurídica. La insolvencia personal establece para el insolvente la obligación de dedicar todos sus ingresos que superen el mínimo existencial para mantenerse, a pagar a sus acreedores y por un plazo máximo de siete años, pasado el cual la deuda se extingue y la persona puede volver a empezar. Así, la declaración de insolvencia de la persona natural, figura que no existe en España, no es ni una ruina ni una condena de por vida para el endeudado. Como máximo siete años de penuria.
La comparación resultará incomprensible sin atender a las diferencias de contexto. Que la condición del rescate de los bancos, es decir de asumir sus deudas con dinero público, sea no perdonar la deuda de sus clientes hipotecados y quebrados como resultado de la irresponsabilidad política y financiera, es algo que desafía el más elemental sentido de la decencia.
Ningún político alemán se atrevería a plantear algo tan descarado. Los bancos alemanes, que han sido grandes cómplices de muchos desmanes inmobiliarios en el extranjero, nunca financiarán en Alemania el 100% de un piso. Exigirán al comprador por lo menos el depósito del 20% o 30% de su valor. Y antes de dar un préstamo se examinarán los ingresos del solicitante: si la relación entre su salario y el pago hipotecario es desproporcionada el crédito se deniega o se exigirá más capital propio.
Igualmente incomparable es la situación del mercado inmobiliario en la que se coció el endeudamiento privado español. El mercado alemán es mucho más transparente y menos proclive a la especulación. Es más difícil que los precios de la propiedad y los alquileres se independicen de los datos fundamentales de la economía. Si vendes tu vivienda antes de diez años de haberla adquirido, su plusvalía te gravará. A diferencia de un país de alquileres caros y con poca oferta -lo que junto al dinero barato empujó al ciudadano a comprar vivienda- en Alemania hay tradicionalmente un mercado de alquiler asequible y un poder público que practica un equilibrio mucho más razonable que el español entre los derechos del inquilino y los del propietario rentista.
Cada ciudad publica anualmente su llamado “Mietspiegel”, el baremo de los precios medios de alquiler por metro cuadrado, con lo que se sabe enseguida si hay abuso. Los alquileres no pueden subirse por encima de ese baremo. Un truco de los propietarios para hacerlo, declarar unas “reformas” en la vivienda que justifiquen subidas, acaba de ser cortado de raíz en un barrio de Berlín particularmente especulativo (Prenzlauerberg), mediante la drástica decisión de prohibir tales reformas.
En Alemania hay, además, una amplia tradición de cooperativas de viviendas, construcción de viviendas sociales y de entidades mayoristas especializadas en el alquiler de viviendas. Por todo eso, la mayoría de los alemanes viven en viviendas de alquiler y no están obsesionados con el piso en propiedad característico de los españoles. La suma de eso con un estado de derecho que funciona y se hace respetar, es lo que marca la diferencia esencial con el primitivo y bárbaro panorama español.
Alemania es un país del que se pueden aprender muchas cosas en materia de buen gobierno. En Alemania hay otros mundos más allá de la precarización de minijobs, de la involución de las “reformas laborales” y de la prédica insensata de la austeridad que conduce al desastre a la Unión Europea.
Lamentablemente nuestra clase político-empresarial solo copia lo negativo y lo que fue pensado para una economía industrial-exportadora dotada de un robusto Estado social, muy diferente de la realidad española. Rafael Poch. La Vanguardia
Fuente: http://blogs.lavanguardia.com/berlin/?p=413
En Alemania el piso tampoco se puede entregar a cambio de eliminar la deuda que originó. No hay dación en pago. Pero más allá de esta coincidencia se acaba la analogía: todo el contexto que ha dado lugar a la polémica en España, es decir una política económica irresponsable – el neocaciquismo del ladrillo de orígenes franquistas y que la democracia perpetuó- que favorece la construcción especulativa, y una población empujada a la compra y el endeudamiento, no se dan en Alemania. La dación en pago no existe, pero si el deudor ha devuelto una cantidad equivalente o superior a la que le habían prestado, la deuda se considera saldada.
Será un juez el encargado de decidirlo. Un juez en un país con una justicia ágil y operativa, sin la menor relación con la defectuosa tortuga judicial española. Otro importante matiz es que en Alemania existe la posibilidad de declaración de insolvencia privada.
Una persona natural puede declararse insolvente igual que una persona jurídica. La insolvencia personal establece para el insolvente la obligación de dedicar todos sus ingresos que superen el mínimo existencial para mantenerse, a pagar a sus acreedores y por un plazo máximo de siete años, pasado el cual la deuda se extingue y la persona puede volver a empezar. Así, la declaración de insolvencia de la persona natural, figura que no existe en España, no es ni una ruina ni una condena de por vida para el endeudado. Como máximo siete años de penuria.
La comparación resultará incomprensible sin atender a las diferencias de contexto. Que la condición del rescate de los bancos, es decir de asumir sus deudas con dinero público, sea no perdonar la deuda de sus clientes hipotecados y quebrados como resultado de la irresponsabilidad política y financiera, es algo que desafía el más elemental sentido de la decencia.
Ningún político alemán se atrevería a plantear algo tan descarado. Los bancos alemanes, que han sido grandes cómplices de muchos desmanes inmobiliarios en el extranjero, nunca financiarán en Alemania el 100% de un piso. Exigirán al comprador por lo menos el depósito del 20% o 30% de su valor. Y antes de dar un préstamo se examinarán los ingresos del solicitante: si la relación entre su salario y el pago hipotecario es desproporcionada el crédito se deniega o se exigirá más capital propio.
Igualmente incomparable es la situación del mercado inmobiliario en la que se coció el endeudamiento privado español. El mercado alemán es mucho más transparente y menos proclive a la especulación. Es más difícil que los precios de la propiedad y los alquileres se independicen de los datos fundamentales de la economía. Si vendes tu vivienda antes de diez años de haberla adquirido, su plusvalía te gravará. A diferencia de un país de alquileres caros y con poca oferta -lo que junto al dinero barato empujó al ciudadano a comprar vivienda- en Alemania hay tradicionalmente un mercado de alquiler asequible y un poder público que practica un equilibrio mucho más razonable que el español entre los derechos del inquilino y los del propietario rentista.
Cada ciudad publica anualmente su llamado “Mietspiegel”, el baremo de los precios medios de alquiler por metro cuadrado, con lo que se sabe enseguida si hay abuso. Los alquileres no pueden subirse por encima de ese baremo. Un truco de los propietarios para hacerlo, declarar unas “reformas” en la vivienda que justifiquen subidas, acaba de ser cortado de raíz en un barrio de Berlín particularmente especulativo (Prenzlauerberg), mediante la drástica decisión de prohibir tales reformas.
En Alemania hay, además, una amplia tradición de cooperativas de viviendas, construcción de viviendas sociales y de entidades mayoristas especializadas en el alquiler de viviendas. Por todo eso, la mayoría de los alemanes viven en viviendas de alquiler y no están obsesionados con el piso en propiedad característico de los españoles. La suma de eso con un estado de derecho que funciona y se hace respetar, es lo que marca la diferencia esencial con el primitivo y bárbaro panorama español.
Alemania es un país del que se pueden aprender muchas cosas en materia de buen gobierno. En Alemania hay otros mundos más allá de la precarización de minijobs, de la involución de las “reformas laborales” y de la prédica insensata de la austeridad que conduce al desastre a la Unión Europea.
Lamentablemente nuestra clase político-empresarial solo copia lo negativo y lo que fue pensado para una economía industrial-exportadora dotada de un robusto Estado social, muy diferente de la realidad española. Rafael Poch. La Vanguardia
Fuente: http://blogs.lavanguardia.com/berlin/?p=413
lunes, 25 de febrero de 2013
domingo, 24 de febrero de 2013
Miles de manifestantes en Madrid: “Tus sobres, mis recortes”
-Los manifestantes protestan contra el tijeretazo en los servicios
-Han gritado "dimisión, dimisión" junto al cordón policial que protege el Congreso
-Al menos 40 detenidos tras los enfrentamientos con la policía
Médicos, profesores, bomberos, mineros, afectados por las preferentes e hipotecas abusivas, miembros del 15-M, representantes de partidos políticos como Izquierda Unida o Equo, jóvenes, pensionistas… Miles de personas salieron a la calle este sábado en 16 ciudades españolas para manifestarse contra un mismo enemigo, el Gobierno, y con un lema común: Contra los recortes y por una verdadera democracia. La llamada Marea Ciudadana Unida, aglutinadora de más de 300 colectivos y convocante de la protesta, eligió la fecha del 23-F, 32 aniversario del fallido golpe de Estado, porque considera que el origen de los recortes es otro golpe, este de los mercados.
“El 23 de febrero de 1981 yo pasé mucho miedo porque pensé que venían de nuevo los franquistas. Ahora tengo miedo de que la situación siga empeorando y de que mis hijos no vuelvan a encontrar trabajo”, explicaba en Madrid Manuel, de 66 años. “Aquel fue un golpe militar y este es un golpe social y económico”, añadía Felipe Ruiz, de 72 años. “Este Gobierno ha barrido todo lo que hemos conseguido en democracia. Vamos a sufrir mucho, por eso tenemos que salir a la calle y protestar todos juntos contra los recortes y contra la corrupción y ese nombre que ahora el PP es incapaz de pronunciar: Bár-ce-nas”.
Leer más en El País.
"Una multitud harta llena las calles otra vez contra la corrupción y los recortes". Leer más en el diario.es
-Han gritado "dimisión, dimisión" junto al cordón policial que protege el Congreso
-Al menos 40 detenidos tras los enfrentamientos con la policía
Médicos, profesores, bomberos, mineros, afectados por las preferentes e hipotecas abusivas, miembros del 15-M, representantes de partidos políticos como Izquierda Unida o Equo, jóvenes, pensionistas… Miles de personas salieron a la calle este sábado en 16 ciudades españolas para manifestarse contra un mismo enemigo, el Gobierno, y con un lema común: Contra los recortes y por una verdadera democracia. La llamada Marea Ciudadana Unida, aglutinadora de más de 300 colectivos y convocante de la protesta, eligió la fecha del 23-F, 32 aniversario del fallido golpe de Estado, porque considera que el origen de los recortes es otro golpe, este de los mercados.
“El 23 de febrero de 1981 yo pasé mucho miedo porque pensé que venían de nuevo los franquistas. Ahora tengo miedo de que la situación siga empeorando y de que mis hijos no vuelvan a encontrar trabajo”, explicaba en Madrid Manuel, de 66 años. “Aquel fue un golpe militar y este es un golpe social y económico”, añadía Felipe Ruiz, de 72 años. “Este Gobierno ha barrido todo lo que hemos conseguido en democracia. Vamos a sufrir mucho, por eso tenemos que salir a la calle y protestar todos juntos contra los recortes y contra la corrupción y ese nombre que ahora el PP es incapaz de pronunciar: Bár-ce-nas”.
Leer más en El País.
"Una multitud harta llena las calles otra vez contra la corrupción y los recortes". Leer más en el diario.es
sábado, 23 de febrero de 2013
''ES COMO LA VENECIA DEL SIGLO XVI'' La rebelión de los ricos y su 'teoría de la fuente del poder'
A principios del siglo XIX Estados Unidos presumía de ser una de las sociedades más igualitarias del planeta. En una carta fechada en 1814 Thomas Jefferson aseguraba que en su país no había pobres: “La mayor parte de nuestra población es trabajadora; nuestros ricos, que pueden vivir sin trabajar, son pocos, y tienen una riqueza moderada. La mayoría de la clase trabajadora tiene propiedades, cultiva su propia tierra, tiene una familia, y puede establecer precios competitivos que les permiten alimentarse abundantemente, vestir muy por encima de la mera decencia, trabajar moderadamente y criar a sus familias”. Para Jefferson esta equidad era la esencia misma del recién independizado país: “¿Puede ser cualquier estado de la sociedad más deseable?”
El tercer presidente de los Estados Unidos estaba obviando la situación de toda la población afroamericana que vivía en la esclavitud pero, al margen de esto, tenía razón en una cosa: pese a lo que podría parecer, la sociedad estadounidense del siglo XIX era relativamente igualitaria en términos económicos. Mucho más que hoy en día.
Tras el revulsivo que supuso la revolución industrial, donde una gran oligarquía controlaba toda la producción, y la desigualdad alcanzó una de sus cotas más altas, la situación fue estabilizándose hasta los años ochenta del siglo XX. Desde entonces, la brecha entre ricos y pobres no ha dejado de crecer: entre 1980 y 2007 la desigualdad ha aumentado en un escandaloso 135%. Hoy en día, en EE.UU., el 1% de la población controla el 23,5% de la riqueza. Y las cifras son similares en el resto de los países industrializados. En España, en 2008, el 1% más rico de la población controlaba el 18,3% de la riqueza del país (Davies, J., Sandström, S., Shorrocks, A., y Wolff, E., 2008).
Este auge de la desigualdad es el que trata de analizar un nuevo estudio, «The Rise of the Super-Rich» ('el auge de los super-ricos') publicado en la revista American Sociological Review, que, centrándose en el caso estadounidense, asegura que, a partir 1980, los ricos supieron imponer sus criterios en el Congreso, los sindicatos perdieron fuelle, disminuyeron los impuestos a las rentas altas y, en definitiva, el 1% más adinerado no dejó de acumular riqueza, mientras el resto de la sociedad la perdía. Una tendencia que no ha disminuido ni un ápice desde entonces, y que es similar a la que están viviendo las sociedades europeas. La desigualdad vuelve a niveles de la era industrial La situación no es nueva.
Con la llegada de la industrialización se vivió una situación parecida en todo el mundo occidental: la brecha de la desigualdad creció enormemente, auspiciada por gobiernos y élites. Entre 1913 y hasta que finalizó la II Guerra Mundial, el 1% de la población acumuló entre el 11,3% y el 23,9% de la riqueza de Estados Unidos. Tal como el propio Franklin D. Roosevelt argumentó en un discurso en 1932, durante una reunión de la Commonwealth, la revolución industrial había sido posible “gracias a un grupo de titanes financieros cuyos métodos no habían sido examinados con demasiado cuidado”. El presidente justificó esto tirando de pragmatismo, en su opinión Estados Unidos tenía el derecho de aceptar esta realidad “agridulce”. El resultado, tal como reconocía el propio presidente, era que la igualdad de oportunidades había desaparecido.
En 1928 la diferencia entre ricos y pobres de Estados Unidos alcanzó su cenit: el 1% de la población controlaba cerca del 25% de la riqueza. Desde entonces, pese a la “agridulce” visión de Roosevelt, la brecha empezó a disminuir. La lucha por los derechos civiles, los sindicatos –que pese la represión de la Guerra Fría tuvieron una gran fuerza en los Estados Unidos– y, en definitiva, la extensión de cierto estado del bienestar, lograron que en 1975 la diferencia entre ricos y pobres disminuyera notablemente: en 1975 el 1% más rico “solo” acumulaba el 8,9%. La brecha había disminuido en un 63%.
La situación ha dado un vuelco desde entonces, al menos a nivel estadístico: ¿Qué ha ocurrido en los últimos 30 años para que la brecha de la desigualdad sea similar a la de la revolución industrial?
El ejemplo veneciano Para la experiodista del Financial Times y actual redactora jefe de Reuters, Chrystia Freeland, el hecho de que la brecha entre ricos y pobres sea la mayor desde la época dorada de la industrialización no es accidental: “Ahora, como entonces, los titanes están buscando tener una mayor presencia en la política, que coincida con su poder económico. Ahora, como entonces, el peligro inevitable reside en que van a confundir su propio interés con el del bien común”. Esta es la teoría que traza en su último libro, Plutocrats: The Rise of the New Global Super-Rich and the Fall of Everyone Else (‘Plutócatras: el auge de los nuevos super-ricos globales y la caída del resto del mundo’, Pinguin Press).
Para Freeland la situación que estamos viviendo se parece en gran medida a la que se dio en la República de Venecia en el siglo XVI, y que acabó para siempre con la prosperidad de la ciudad de los canales. Una lección histórica que utiliza para ilustrar el peligro al que nos enfrentamos si no se trata de atajar rápidamente esta desigualdad.
A principios del siglo XIV Venecia era una de las ciudades más ricas de Europa. Su sistema económico se regía por la colleganza, una forma básica de sociedad anónima, creada para financiar una expedición comercial. Estas primeras empresas tenían una particularidad esencial, estaban abiertas a todo el mundo, lo que permitía a cualquier emprendedor participar en las finanzas junto a hombres de negocios ya establecidos, que financiaban sus viajes comerciales. Este sistema llevó a la prosperidad a la República Veneciana, que se convirtió en el centro neurálgico del comercio mundial.
En 1315, justo cuando Venecia se encontraba en el punto más alto de su poder económico, las personas más adineradas de la República presionaron para que se legislara a su favor. Se creó un veto oficial a la movilidad social, El libro de oro, un registro de la nobleza, que dejaba fuera del sistema a todo aquel que no estuviera inscrito en el mismo.
Bajo el control de los oligarcas Venecia empezó a recortar las oportunidades económicas de la población general y la prosperidad de la República entró en barrena. La ciudad se estancó: en 1500 la población de la ciudad era menor que la que tenía en 1330.
Nunca volvió a recuperar su esplendor. La desigualdad proviene de decisiones políticas El caso de Venecia sirve para ilustrar una idea clara: si (sólo) las élites económicas toman partido en las decisiones políticas estas irán encaminadas (sólo) a su propio beneficio, que no es el del conjunto de la sociedad. “La ironía del auge político de los plutócratas”, cuenta Freeman, “es que, como los oligarcas de Venecia, están amenazando el sistema que han creado”.
Para Thomas W. Volcho y Nathan J. Kelly, autores del estudio de la American Sociological Review, cuya tesis es similar a la de Freeman, el aumento de la desigualdad no es casual, y no tiene que ver con la crisis (aunque ésta ha aumentado la brecha), sino con unas determinadas decisiones políticas, fruto de la presión del 1% más rico.
El fundamento teórico de su trabajo se basa en la Power Resource Theory (“la teoría de la fuente del poder”), según la cual la distribución de la riqueza y el poder se debe al éxito o fracaso de las distintas ideologías políticas.
En su opinión, los trabajadores y la clase media solo tienen dos formas de lograr una distribución progresiva de la riqueza: a través de la política y el mercado. Esta desigualdad iría de la mano, por tanto, del declive de los partidos de izquierda (que empujaban a favor de la redistribución de la riqueza en la esfera política) y los sindicatos (que empujaban en el mercado).
En EE.UU, desde 1978, los tipos impositivos máximos han bajado del 39% al 15%, lo que en su opinión es decisivo para entender el aumento de la brecha entre ricos y pobres.
En definitiva, lo que Kelly y Volcho quieren dejar claro es que, pese a lo que muchos piensan, la desigualdad no es fruto de los vaivenes del mercado, que se escapan del control, sino de unas determinadas decisiones políticas. Es cierto que el mercado influye en las decisiones gubernamentales (algo que se ha hecho evidente en los últimos tiempos), pero esas decisiones repercuten a su vez en la economía. Un círculo vicioso destinado a crear mayor desigualdad, si no se toman medidas para atajar la tendencia.
El tercer presidente de los Estados Unidos estaba obviando la situación de toda la población afroamericana que vivía en la esclavitud pero, al margen de esto, tenía razón en una cosa: pese a lo que podría parecer, la sociedad estadounidense del siglo XIX era relativamente igualitaria en términos económicos. Mucho más que hoy en día.
Tras el revulsivo que supuso la revolución industrial, donde una gran oligarquía controlaba toda la producción, y la desigualdad alcanzó una de sus cotas más altas, la situación fue estabilizándose hasta los años ochenta del siglo XX. Desde entonces, la brecha entre ricos y pobres no ha dejado de crecer: entre 1980 y 2007 la desigualdad ha aumentado en un escandaloso 135%. Hoy en día, en EE.UU., el 1% de la población controla el 23,5% de la riqueza. Y las cifras son similares en el resto de los países industrializados. En España, en 2008, el 1% más rico de la población controlaba el 18,3% de la riqueza del país (Davies, J., Sandström, S., Shorrocks, A., y Wolff, E., 2008).
Este auge de la desigualdad es el que trata de analizar un nuevo estudio, «The Rise of the Super-Rich» ('el auge de los super-ricos') publicado en la revista American Sociological Review, que, centrándose en el caso estadounidense, asegura que, a partir 1980, los ricos supieron imponer sus criterios en el Congreso, los sindicatos perdieron fuelle, disminuyeron los impuestos a las rentas altas y, en definitiva, el 1% más adinerado no dejó de acumular riqueza, mientras el resto de la sociedad la perdía. Una tendencia que no ha disminuido ni un ápice desde entonces, y que es similar a la que están viviendo las sociedades europeas. La desigualdad vuelve a niveles de la era industrial La situación no es nueva.
Con la llegada de la industrialización se vivió una situación parecida en todo el mundo occidental: la brecha de la desigualdad creció enormemente, auspiciada por gobiernos y élites. Entre 1913 y hasta que finalizó la II Guerra Mundial, el 1% de la población acumuló entre el 11,3% y el 23,9% de la riqueza de Estados Unidos. Tal como el propio Franklin D. Roosevelt argumentó en un discurso en 1932, durante una reunión de la Commonwealth, la revolución industrial había sido posible “gracias a un grupo de titanes financieros cuyos métodos no habían sido examinados con demasiado cuidado”. El presidente justificó esto tirando de pragmatismo, en su opinión Estados Unidos tenía el derecho de aceptar esta realidad “agridulce”. El resultado, tal como reconocía el propio presidente, era que la igualdad de oportunidades había desaparecido.
En 1928 la diferencia entre ricos y pobres de Estados Unidos alcanzó su cenit: el 1% de la población controlaba cerca del 25% de la riqueza. Desde entonces, pese a la “agridulce” visión de Roosevelt, la brecha empezó a disminuir. La lucha por los derechos civiles, los sindicatos –que pese la represión de la Guerra Fría tuvieron una gran fuerza en los Estados Unidos– y, en definitiva, la extensión de cierto estado del bienestar, lograron que en 1975 la diferencia entre ricos y pobres disminuyera notablemente: en 1975 el 1% más rico “solo” acumulaba el 8,9%. La brecha había disminuido en un 63%.
La situación ha dado un vuelco desde entonces, al menos a nivel estadístico: ¿Qué ha ocurrido en los últimos 30 años para que la brecha de la desigualdad sea similar a la de la revolución industrial?
El ejemplo veneciano Para la experiodista del Financial Times y actual redactora jefe de Reuters, Chrystia Freeland, el hecho de que la brecha entre ricos y pobres sea la mayor desde la época dorada de la industrialización no es accidental: “Ahora, como entonces, los titanes están buscando tener una mayor presencia en la política, que coincida con su poder económico. Ahora, como entonces, el peligro inevitable reside en que van a confundir su propio interés con el del bien común”. Esta es la teoría que traza en su último libro, Plutocrats: The Rise of the New Global Super-Rich and the Fall of Everyone Else (‘Plutócatras: el auge de los nuevos super-ricos globales y la caída del resto del mundo’, Pinguin Press).
Para Freeland la situación que estamos viviendo se parece en gran medida a la que se dio en la República de Venecia en el siglo XVI, y que acabó para siempre con la prosperidad de la ciudad de los canales. Una lección histórica que utiliza para ilustrar el peligro al que nos enfrentamos si no se trata de atajar rápidamente esta desigualdad.
A principios del siglo XIV Venecia era una de las ciudades más ricas de Europa. Su sistema económico se regía por la colleganza, una forma básica de sociedad anónima, creada para financiar una expedición comercial. Estas primeras empresas tenían una particularidad esencial, estaban abiertas a todo el mundo, lo que permitía a cualquier emprendedor participar en las finanzas junto a hombres de negocios ya establecidos, que financiaban sus viajes comerciales. Este sistema llevó a la prosperidad a la República Veneciana, que se convirtió en el centro neurálgico del comercio mundial.
En 1315, justo cuando Venecia se encontraba en el punto más alto de su poder económico, las personas más adineradas de la República presionaron para que se legislara a su favor. Se creó un veto oficial a la movilidad social, El libro de oro, un registro de la nobleza, que dejaba fuera del sistema a todo aquel que no estuviera inscrito en el mismo.
Bajo el control de los oligarcas Venecia empezó a recortar las oportunidades económicas de la población general y la prosperidad de la República entró en barrena. La ciudad se estancó: en 1500 la población de la ciudad era menor que la que tenía en 1330.
Nunca volvió a recuperar su esplendor. La desigualdad proviene de decisiones políticas El caso de Venecia sirve para ilustrar una idea clara: si (sólo) las élites económicas toman partido en las decisiones políticas estas irán encaminadas (sólo) a su propio beneficio, que no es el del conjunto de la sociedad. “La ironía del auge político de los plutócratas”, cuenta Freeman, “es que, como los oligarcas de Venecia, están amenazando el sistema que han creado”.
Para Thomas W. Volcho y Nathan J. Kelly, autores del estudio de la American Sociological Review, cuya tesis es similar a la de Freeman, el aumento de la desigualdad no es casual, y no tiene que ver con la crisis (aunque ésta ha aumentado la brecha), sino con unas determinadas decisiones políticas, fruto de la presión del 1% más rico.
El fundamento teórico de su trabajo se basa en la Power Resource Theory (“la teoría de la fuente del poder”), según la cual la distribución de la riqueza y el poder se debe al éxito o fracaso de las distintas ideologías políticas.
En su opinión, los trabajadores y la clase media solo tienen dos formas de lograr una distribución progresiva de la riqueza: a través de la política y el mercado. Esta desigualdad iría de la mano, por tanto, del declive de los partidos de izquierda (que empujaban a favor de la redistribución de la riqueza en la esfera política) y los sindicatos (que empujaban en el mercado).
En EE.UU, desde 1978, los tipos impositivos máximos han bajado del 39% al 15%, lo que en su opinión es decisivo para entender el aumento de la brecha entre ricos y pobres.
En definitiva, lo que Kelly y Volcho quieren dejar claro es que, pese a lo que muchos piensan, la desigualdad no es fruto de los vaivenes del mercado, que se escapan del control, sino de unas determinadas decisiones políticas. Es cierto que el mercado influye en las decisiones gubernamentales (algo que se ha hecho evidente en los últimos tiempos), pero esas decisiones repercuten a su vez en la economía. Un círculo vicioso destinado a crear mayor desigualdad, si no se toman medidas para atajar la tendencia.
Fuente: http://www.elconfidencial.com/
viernes, 22 de febrero de 2013
El saqueo de hoy
Desde hace semanas el noventa por ciento de las noticias políticas que se publican tienen que ver con casos de corrupción. Hechos de ayer convenientemente ordenados y envasados para el consumo masivo. Puestos los altavoces y silenciadores, claro está, a conveniencia del consejo de administración. Y así, indignados con la perfidia de los políticos –ya se sabe que todos son iguales-, sesgados porque se nos invisibiliza al otro gran actor de la corrupción, el corrompedor y entretenidos con los saqueos de ayer, igual perdemos de vista los saqueos de hoy. Ese saqueo que ahora mismo está teniendo lugar, silencioso, constante, sostenido.
Las condiciones óptimas para que se dé un caso de desvío de dinero público es la acumulación de mucho capital en poco tiempo. Por eso no es de extrañar que los tres ejes de la corrupción en nuestro país hayan sido la especulación urbanística, grandes obras y eventos y la gestión de residuos. En todos estos casos se da la circunstancia de adjudicaciones millonarias para un tiempo muy corto de gestión. Ahora bien, si la posibilidad del pelotazo urbanístico se pinchó junto con la burbuja inmobiliaria, la posibilidad de engatusar a los ciudadanos con grandes eventos y obras faraónicas se hizo el harakiri con la austeridad letal y el mercado de las basuras no da abasto –no pretende ser una metáfora, esto- para tanto dinero ansioso por volver de sus paradisíacos lugares y ponerse al servicio del saqueo ¿qué posibilidad queda?
Efectivamente, ese inmenso, poco explotado y enormemente lucrativo negocio de la salud o de la enfermedad de las personas, según como se mire. Y mira por dónde: unos movimientos de capital, un rescate bancario, una amnistía fiscal y unos cuantos eufemismos después, ya tenemos listos para atacar a los depredadores que desde hace años planean su asalto a la sanidad pública. Uno de los mejores modelos del mundo, unas plantillas de profesionales magníficas, un sistema que da la seguridad a ricos y pobres de igualarlos en la salud y en la enfermedad, o al menos de garantizar la igualdad de tratamiento y de trato, en peligro de ser devorado.
No es casual que lo que antes eran constructoras y promotoras, ahora inviertan en empresas de seguros sanitarios o empresas de gestión sanitaria. No es casual que los recortes en la sanidad pública se produzcan con la misma intensidad con la que crecen las llamadas telefónicas a las casas de los ciudadanos ofreciendo seguros médicos privados, donde antes se ofrecían tarifas telefónicas. Ni es casual que algunos políticos que han gestionado la sanidad pública acaben en consejos de administración o vendiendo por precios astronómicos su participación accionarial a grandes empresas de la sanidad privada, que antes fueron adjudicatarias de suculentas privatizaciones, perdón, externalizaciones. ¿En qué estaría yo pensando?
Da igual que las cifras contradigan el discurso oficial de que la gestión privada es más eficiente. No importa que la sanidad del mundo más privatizada –la de Estados Unidos- sea a su vez la más cara, según datos de la OCDE. No importa que la falta de plantilla redunde en perjuicio del paciente, ni que el dinero que la empresa se lleva de beneficio se recorte del presupuesto de la sanidad pública. Y tampoco importa saber las verdaderas cifras, por eso se ocultan. Se ocultan las triquiñuelas de las empresas para cobrar de pacientes que no son de su área, se ocultan las cifras comparativas entre la sanidad de gestión pública y privada, se oculta el envío de pacientes graves a hospitales de gestión pública o índices de calidad asistencial objetivos. Se ocultan porque los políticos privatizadores ya saben el resultado de antemano. Y porque además, el resultado que les importa es el de cuentas y balances de la empresa que les va a agradecer sus servicios. Para las empresas es un negocio redondo con un pagador seguro.
Cuando no ganan lo que pensaban ganar, cierran plantas, se deshacen de personal, extorsionan a la administración, piden un rescate… ¿Quién va a dejar caer un hospital? Al menos por ahora. Fijan los precios, roban pacientes, se deshacen de los desahuciados, crónicos, difíciles, en realidad no son pacientes, ni siquiera clientes – al cliente se le quiere tener contento-, simplemente son una variable más para una buena cuenta de resultados, al mismo nivel que el precio de las gasas y los contrastes.
Nuestra comunidad autónoma fue pionera en los experimentos de la privatización de la sanidad pública. Empezó con la privatización de la gestión del hospital y el área de la Ribera hace más de diez años. Lamentablemente en aquel momento no hubo la masiva movilización del personal sanitario y de los ciudadanos que se ha dado en Madrid. Después vinieron otros hospitales, otras áreas, otros servicios, hasta el anuncio de la privatización de toda la gestión sanitaria que hizo el Vicepresidente Císcar el 27 de abril de 2012.
Ahora se han quitado definitivamente la careta nombrando Consejero de Sanidad a un hombre que viene directamente de dirigir la gestión de una empresa sanitaria privada. Poderoso símbolo de sus intenciones.
Y aunque hoy las tertulias hablen de la peineta de Bárcenas el saqueo continúa. La estrategia a corto y largo plazo es clara. Hoy privatizar, saquear y devaluar la calidad asistencial de la red sanitaria pública. Como consecuencia promocionar el aseguramiento privado de aquellos que todavía se lo puedan permitir. Finalmente, lanzar a los ciudadanos la siguiente idea: si tienes que pagarte un seguro privado ¿por qué tienes que pagar para sostener una sanidad pública de la que no eres usuario? Y entonces habremos llegado a esa sociedad que preconiza la FAES, dividida entre meritorios ganadores y perdedores indefectibles. ¿Es eso lo que queremos? ¿Nos defendemos?
Mònica Oltra. Diputada de Compromís
Las condiciones óptimas para que se dé un caso de desvío de dinero público es la acumulación de mucho capital en poco tiempo. Por eso no es de extrañar que los tres ejes de la corrupción en nuestro país hayan sido la especulación urbanística, grandes obras y eventos y la gestión de residuos. En todos estos casos se da la circunstancia de adjudicaciones millonarias para un tiempo muy corto de gestión. Ahora bien, si la posibilidad del pelotazo urbanístico se pinchó junto con la burbuja inmobiliaria, la posibilidad de engatusar a los ciudadanos con grandes eventos y obras faraónicas se hizo el harakiri con la austeridad letal y el mercado de las basuras no da abasto –no pretende ser una metáfora, esto- para tanto dinero ansioso por volver de sus paradisíacos lugares y ponerse al servicio del saqueo ¿qué posibilidad queda?
Efectivamente, ese inmenso, poco explotado y enormemente lucrativo negocio de la salud o de la enfermedad de las personas, según como se mire. Y mira por dónde: unos movimientos de capital, un rescate bancario, una amnistía fiscal y unos cuantos eufemismos después, ya tenemos listos para atacar a los depredadores que desde hace años planean su asalto a la sanidad pública. Uno de los mejores modelos del mundo, unas plantillas de profesionales magníficas, un sistema que da la seguridad a ricos y pobres de igualarlos en la salud y en la enfermedad, o al menos de garantizar la igualdad de tratamiento y de trato, en peligro de ser devorado.
No es casual que lo que antes eran constructoras y promotoras, ahora inviertan en empresas de seguros sanitarios o empresas de gestión sanitaria. No es casual que los recortes en la sanidad pública se produzcan con la misma intensidad con la que crecen las llamadas telefónicas a las casas de los ciudadanos ofreciendo seguros médicos privados, donde antes se ofrecían tarifas telefónicas. Ni es casual que algunos políticos que han gestionado la sanidad pública acaben en consejos de administración o vendiendo por precios astronómicos su participación accionarial a grandes empresas de la sanidad privada, que antes fueron adjudicatarias de suculentas privatizaciones, perdón, externalizaciones. ¿En qué estaría yo pensando?
Da igual que las cifras contradigan el discurso oficial de que la gestión privada es más eficiente. No importa que la sanidad del mundo más privatizada –la de Estados Unidos- sea a su vez la más cara, según datos de la OCDE. No importa que la falta de plantilla redunde en perjuicio del paciente, ni que el dinero que la empresa se lleva de beneficio se recorte del presupuesto de la sanidad pública. Y tampoco importa saber las verdaderas cifras, por eso se ocultan. Se ocultan las triquiñuelas de las empresas para cobrar de pacientes que no son de su área, se ocultan las cifras comparativas entre la sanidad de gestión pública y privada, se oculta el envío de pacientes graves a hospitales de gestión pública o índices de calidad asistencial objetivos. Se ocultan porque los políticos privatizadores ya saben el resultado de antemano. Y porque además, el resultado que les importa es el de cuentas y balances de la empresa que les va a agradecer sus servicios. Para las empresas es un negocio redondo con un pagador seguro.
Cuando no ganan lo que pensaban ganar, cierran plantas, se deshacen de personal, extorsionan a la administración, piden un rescate… ¿Quién va a dejar caer un hospital? Al menos por ahora. Fijan los precios, roban pacientes, se deshacen de los desahuciados, crónicos, difíciles, en realidad no son pacientes, ni siquiera clientes – al cliente se le quiere tener contento-, simplemente son una variable más para una buena cuenta de resultados, al mismo nivel que el precio de las gasas y los contrastes.
Nuestra comunidad autónoma fue pionera en los experimentos de la privatización de la sanidad pública. Empezó con la privatización de la gestión del hospital y el área de la Ribera hace más de diez años. Lamentablemente en aquel momento no hubo la masiva movilización del personal sanitario y de los ciudadanos que se ha dado en Madrid. Después vinieron otros hospitales, otras áreas, otros servicios, hasta el anuncio de la privatización de toda la gestión sanitaria que hizo el Vicepresidente Císcar el 27 de abril de 2012.
Ahora se han quitado definitivamente la careta nombrando Consejero de Sanidad a un hombre que viene directamente de dirigir la gestión de una empresa sanitaria privada. Poderoso símbolo de sus intenciones.
Y aunque hoy las tertulias hablen de la peineta de Bárcenas el saqueo continúa. La estrategia a corto y largo plazo es clara. Hoy privatizar, saquear y devaluar la calidad asistencial de la red sanitaria pública. Como consecuencia promocionar el aseguramiento privado de aquellos que todavía se lo puedan permitir. Finalmente, lanzar a los ciudadanos la siguiente idea: si tienes que pagarte un seguro privado ¿por qué tienes que pagar para sostener una sanidad pública de la que no eres usuario? Y entonces habremos llegado a esa sociedad que preconiza la FAES, dividida entre meritorios ganadores y perdedores indefectibles. ¿Es eso lo que queremos? ¿Nos defendemos?
Mònica Oltra. Diputada de Compromís
¿Todo es falso ? Eso afirma el autor (Claro, salva algunas cosas para evitar la paradoja)
Es falso que la crisis sea sinónimo de depresión económica, y que esta sea un fenómeno meteorológico pasajero. La recesión es solo el síntoma del pasaje a un nuevo escenario, reflejo de un conflicto político entre quienes queremos vivir bien en sociedad y los que insisten en vivir mejor que los demás a costa de ella.
Es falso que alguien "nos vaya a sacar" de esta crisis. Mucho menos quienes la aprovecharon para forzar la creación de una sociedad más injusta.
Es falso que las deudas haya que pagarlas. No si esto implica la tiranía. No si seguimos sin incluir todos los costes en el balance, especialmente el coste ecológico y social.
Es falso que lo que necesitamos para llevar una vida digna, más allá de la mera supervivencia física, pueda ser deficitario. Los que preconizan esta falacia son los mismos que no ven problema alguno al consumo ilimitado -subvencionado si hace falta- de lo que no es necesario. Si no hay recursos disponibles es por voluntad política.
Es falso que el crédito se haya secado, las empresas hayan cerrado y el desempleo haya aumentado por culpa de un elevado gasto público. Por más veces que nos hayan contado esta mentira, no está de más repetir que es exactamente al revés. Es más, el reciclaje selectivo de la inmensa deuda privada en deuda pública no solo no ha devuelto el crédito sino que representa un auténtico saqueo colectivo.
Es falso que haya una crisis española, una crisis griega, otra portuguesa. Claro que existen particularidades territoriales, pero lo que hay es una crisis europea, que forma parte de otra sistémica cuyo alcance real apenas percibimos. Países en una situación coyuntural favorable pueden verse de pronto afectados por la suerte de los vecinos, por la sequía financiera o por la súbita sed de los poderosos. Las economías bailan al compás del movimiento de los capitales. Pero también de las luchas de sus productores.
Es falso que haya que "cumplir los deberes" que nos impone un ente lejano llamado Bruselas. La principal institución que los promueve es el Consejo, formado por gobiernos como el español.
Es falso que la política sea el problema y que la economía o lo público deban estar libres de influencias políticas. Son precisamente los que se presentaron como gestores y como técnicos los que nos han llevado al desastre. Falta politizar más, pero la política no puede ser reserva de una casta.
Es falso que la corrupción sea solo cosa de dos, el que corrompe y el corrompido. Suele haber terceros que creen beneficiarse de este arreglo, y que votan en consecuencia.
Es falso que la reforma laboral sirva para crear empleo. Su principal objetivo siempre fue disciplinarnos y fomentar la servidumbre voluntaria.
Es falso que el empleo nos haga libres y permita proveer por sí solo a nuestras necesidades básicas. Para la mayoría, el salario necesita compensarse siempre por otras vías: o mediante el gasto público (sanidad, educación), o mediante el crédito, o con una combinación de ambos. El neoliberalismo apostó todo al crédito y acabó provocando la mayor crisis financiera en décadas.
Es falso que el mérito asigne a cada uno en la posición en la que está. La producción es una tarea colectiva: que a muchos no les alcance para vivir ya es un robo.
Es falso que el dolor que nos infligen sea necesario, como afirmó sin sonrojo Mario Draghi en el Congreso de los Diputados. Cuando Draghi dice que la solidaridad consiste en "asegurar que la carga no sea soportada desproporcionadamente por determinados sectores o grupos de personas" se refería a los más ricos.
Es falso que el Banco Central Europeo tenga como principal objetivo "la estabilidad de precios". La manera en que ha intervenido durante la crisis y las declaraciones de sus presidentes muestran cómo ha servido de instrumento para aplicar una política económica antisocial.
Es falso que la alternativa al "ajuste" sea el crecimiento económico, si por tal entendemos la producción exponencial de bienes y servicios socialmente innecesarios, cuyo valor se apropian unos pocos sin consideración alguna de su coste medioambiental.
Es falso que la crisis económica pruebe que la dominación de clase sea más importante que la de género, racial, que la destrucción ecológica, o viceversa. Se puede y se deben afrontar todas.
Es falso que la izquierda partidaria pueda garantizar por sí sola una alternativa real a la cleptocracia. Las movilizaciones suelen producirse contra la derecha y apagarse tras el acceso al gobierno de fuerzas "progresistas". Pero es entonces cuando en realidad las movilizaciones deberían ser más potentes y a favor de una agenda común.
Todo es falso, salvo alguna cosa. La realidad que producen las mentiras. Lo que vivimos. Todo lo bueno que ya hacemos en común. Y lo que todavía podemos lograr juntos. Samuel. Quilombo
Fuente: http://www.javierortiz.net/voz/samuel/todo-es-falso
Es falso que alguien "nos vaya a sacar" de esta crisis. Mucho menos quienes la aprovecharon para forzar la creación de una sociedad más injusta.
Es falso que las deudas haya que pagarlas. No si esto implica la tiranía. No si seguimos sin incluir todos los costes en el balance, especialmente el coste ecológico y social.
Es falso que lo que necesitamos para llevar una vida digna, más allá de la mera supervivencia física, pueda ser deficitario. Los que preconizan esta falacia son los mismos que no ven problema alguno al consumo ilimitado -subvencionado si hace falta- de lo que no es necesario. Si no hay recursos disponibles es por voluntad política.
Es falso que el crédito se haya secado, las empresas hayan cerrado y el desempleo haya aumentado por culpa de un elevado gasto público. Por más veces que nos hayan contado esta mentira, no está de más repetir que es exactamente al revés. Es más, el reciclaje selectivo de la inmensa deuda privada en deuda pública no solo no ha devuelto el crédito sino que representa un auténtico saqueo colectivo.
Es falso que haya una crisis española, una crisis griega, otra portuguesa. Claro que existen particularidades territoriales, pero lo que hay es una crisis europea, que forma parte de otra sistémica cuyo alcance real apenas percibimos. Países en una situación coyuntural favorable pueden verse de pronto afectados por la suerte de los vecinos, por la sequía financiera o por la súbita sed de los poderosos. Las economías bailan al compás del movimiento de los capitales. Pero también de las luchas de sus productores.
Es falso que haya que "cumplir los deberes" que nos impone un ente lejano llamado Bruselas. La principal institución que los promueve es el Consejo, formado por gobiernos como el español.
Es falso que la política sea el problema y que la economía o lo público deban estar libres de influencias políticas. Son precisamente los que se presentaron como gestores y como técnicos los que nos han llevado al desastre. Falta politizar más, pero la política no puede ser reserva de una casta.
Es falso que la corrupción sea solo cosa de dos, el que corrompe y el corrompido. Suele haber terceros que creen beneficiarse de este arreglo, y que votan en consecuencia.
Es falso que la reforma laboral sirva para crear empleo. Su principal objetivo siempre fue disciplinarnos y fomentar la servidumbre voluntaria.
Es falso que el empleo nos haga libres y permita proveer por sí solo a nuestras necesidades básicas. Para la mayoría, el salario necesita compensarse siempre por otras vías: o mediante el gasto público (sanidad, educación), o mediante el crédito, o con una combinación de ambos. El neoliberalismo apostó todo al crédito y acabó provocando la mayor crisis financiera en décadas.
Es falso que el mérito asigne a cada uno en la posición en la que está. La producción es una tarea colectiva: que a muchos no les alcance para vivir ya es un robo.
Es falso que el dolor que nos infligen sea necesario, como afirmó sin sonrojo Mario Draghi en el Congreso de los Diputados. Cuando Draghi dice que la solidaridad consiste en "asegurar que la carga no sea soportada desproporcionadamente por determinados sectores o grupos de personas" se refería a los más ricos.
Es falso que el Banco Central Europeo tenga como principal objetivo "la estabilidad de precios". La manera en que ha intervenido durante la crisis y las declaraciones de sus presidentes muestran cómo ha servido de instrumento para aplicar una política económica antisocial.
Es falso que la alternativa al "ajuste" sea el crecimiento económico, si por tal entendemos la producción exponencial de bienes y servicios socialmente innecesarios, cuyo valor se apropian unos pocos sin consideración alguna de su coste medioambiental.
Es falso que la crisis económica pruebe que la dominación de clase sea más importante que la de género, racial, que la destrucción ecológica, o viceversa. Se puede y se deben afrontar todas.
Es falso que la izquierda partidaria pueda garantizar por sí sola una alternativa real a la cleptocracia. Las movilizaciones suelen producirse contra la derecha y apagarse tras el acceso al gobierno de fuerzas "progresistas". Pero es entonces cuando en realidad las movilizaciones deberían ser más potentes y a favor de una agenda común.
Todo es falso, salvo alguna cosa. La realidad que producen las mentiras. Lo que vivimos. Todo lo bueno que ya hacemos en común. Y lo que todavía podemos lograr juntos. Samuel. Quilombo
Fuente: http://www.javierortiz.net/voz/samuel/todo-es-falso
A propósito de las coces de Joan Rosell. Parasitismo empresarial
Lo volvió a hacer, unas semanas atrás. El jefe de la patronal soltó tres tópicos tabernarios y todos caímos en la provocación. De nuevo logró que hablásemos de lo que a la élite empresarial le interesa que sea el asunto del día: los funcionarios vagos, los parados gorrones y los jóvenes que quieren la vida regalada. Sorprende que a estas alturas continuemos siendo tan cándidos.
Al portavoz de los grandes empresarios españoles le encanta «abrir debates». Sus recomendaciones son simples. Mandar a los funcionarios a casa con un subsidio es la reproducción exacta del sistema de cesantías del siglo XIX, que es justamente el de la Administración corrupta del caciquismo que denunciaba Larra, entre otros. Conviene recordar una vez más que la España del «vuelva usted mañana» era la de la época en que los funcionarios podían ser mandados a casa a placer por cada Gobierno de turno, y que para evitar esa inoperancia se ideó la selección de los funcionarios en procedimientos objetivos según los principios de publicidad, igualdad, mérito y capacidad. No estaría de más que a nuestros grandes empresarios se les sometiera a exámenes de naturaleza similar a los que han de superar los empleados públicos. Igual nos evitábamos muchos sustos. El correlato lógico y natural del sistema de selección objetivo en que se funda la independencia de la Administración Pública lo constituye la inamovilidad del funcionario por el poder político y su sujeción a estrictos mecanismos de evaluación del desempeño profesional.
En lo que a las estadísticas se refiere, la supresión de aquellas cuyo resultado no gusta, como pudiera ser la Encuesta de Población Activa, entra dentro de las prácticas habituales de cualquier dictadura que se precie. Para la CEOE la información pública y en general la democracia son un engorro, un gasto superfluo. Lo importante no son los datos, como no lo es el significado de las palabras, sino saber quién manda, que diría Humpty Dumpty.
Y luego está la monserga de los llamados «miniempleos» -uno de los más peligrosos lastres de la economía alemana, por cierto, un inquietante foco de generación de millones de marginados sociales permanentes- y la baladronada esa de que es capaz de cambiar en una semana toda la legislación laboral. Que el jefe de los patronos necesite una semana para suprimir todos los derechos de los trabajadores de nuestro ordenamiento jurídico es una prueba más de su ineptitud; si es por eso, yo me atrevo a hacerlo en menos de media hora; el orden jurídico del canibalismo no requiere de grandes meditaciones. Más bien, el pensamiento le estorba.
A esto se le llama en los tiempos de dominio de los bastardos que sufrimos «abrir un debate». A Hitler le hubiese entusiasmado la coartada en los años treinta, cuando ya llevaba muy avanzada la «apertura del debate» sobre los judíos en Europa.
Y no es que no haya que responder con puntualidad y contundencia cada vez que rebuzna uno de estos esclavistas modernos que se llaman a sí mismos «liberales». Lo que no hay que hacer es quedarse en el terreno de batalla que ellos han dispuesto. Porque si admitimos que el «debate» se halla en la reforma de la función pública, en la legislación laboral o en la metodología de la EPA, habremos comenzado a comernos el pastel por la esquina que ellos, los Rosell y los Díaz-Ferrán del país, anhelan. Cambios habrá que hacer en todos esos campos, desde luego, pero no tenemos por qué discutirlos con el jefe de los empresarios y mucho menos acometerlos cuando y como él disponga.
De entre las mayores estafas de la transición española que siguió a la muerte de Franco, parece que nadie quisiera abordar la que probablemente reviste más gravedad: la pervivencia sin alteración alguna al frente de nuestra economía del mismo empresariado franquista, arcaico, burocratizado, esclerótico y esclavista que dominó el país por regalía del Estado durante décadas y que solamente había visto amenazados sus privilegios en los turbulentos pero esperanzadores años de la Segunda República. Un empresariado parasitario, rentista en el peor sentido de la palabra, compuesto por familias de ineptos y débiles mentales, al que nadie, y menos que nadie los grandes sindicatos, ha pedido cuentas nunca.
Pues ya va siendo hora. Resulta incomprensible que los representantes de CC.OO. y UGT hayan aceptado una y otra vez sentarse a negociar reformas laborales, invariablemente centradas en destrucciones mayores o menores de derechos, sin exigir que se comience por una reforma en profundidad del empresariado español, cuya rigidez y obcecada resistencia al cambio constituyen los verdaderos males de nuestra economía y la más profunda causa de nuestro escandaloso volumen de desempleo.
Y toda la ciudadanía tiene derecho a que se inicie este debate, aunque solo sea por la incontestable certeza de que no exista ni un gran empresario español capaz de sobrevivir sin succionar cantidades astronómicas de recursos públicos en forma de subvenciones, desgravaciones fiscales, adjudicaciones de servicios o regalos de empresas privatizadas.
En un reciente y muy recomendable artículo («El mito de las reformas en Alemania», El País , 4 de enero de 2013), el profesor de sociología de la Universidad de Oviedo Holm-Detlev Höhler explicaba la diferencia existente entre los grandes empresarios industriales germanos y los españoles, diferencia que daría cuenta de por qué la economía alemana ha resistido mejor los embates de la crisis, a despecho de las reformas acometidas por la casta política del régimen, que padece de la misma incompetencia en Alemania que aquí, sin que quepa salvar a la sobrevalorada Ángela Merkel, ni por supuesto a su siniestro ministro de Finanzas. Afirma el profesor Höhler que en las grandes empresas industriales alemanas se posibilita la participación en la gestión de los trabajadores por medio de sus sindicatos y se negocian con ellos las reorganizaciones de la empresa, medidas de mejora de la producción y de flexibilidad de horarios, que se computan anualmente. De tal manera que, en las épocas de bonanza, las empresas aprovechan las mayores ganancias para invertir en mejoras tecnológicas que impulsen su productividad, mientras que en los periodos de depresión se acuerdan reducciones de jornada y aprovechamiento del tiempo sobrante en la formación de los trabajadores, lo que permite que se conserve el empleo cualificado dentro de la empresa y la posición ventajosa de la misma en el mercado.
Por el contrario, los grandes empresarios españoles se limitan a contrataciones
masivas de trabajadores sin derechos y con bajos salarios en los días de prosperidad, para luego despedirlos también masivamente cuando se precipita la crisis. De modo que jamás invierten en mejoras tecnológicas ni en empleo cualificado; pueden competir con los talleres multitudinarios de esclavos del Tercer Mundo, pero jamás podrán hacerlo con la moderna industria europea. Su participación en sectores tecnológicos más avanzados ha de basarse, significativamente, en la subcontratación, sobre todo para cazar las correspondientes subvenciones y desgravaciones fiscales.
Las empresas alemanas representan a la moderna burguesía industrial centroeuropea en un mundo capitalista en crisis, por supuesto. Pero es que nuestra tragedia estriba en no haber alcanzado ni tal punto del desarrollo histórico; nosotros llamamos empresarios a un estamento que concibe su función de liderazgo social como la de señores feudales, o aún peor, porque ni siquiera asumen la obligación de proteger a sus vasallos de enemigos exteriores.
Poco puedo decir yo de los empresarios alemanes; imagino que el profesor Höhler sabrá de lo que habla. Pero sí podría ofrecer, quizá, testimonio de cierto valor acerca de los empresarios españoles, con los que he tenido que tratar a lo largo de más de veinte años de ejercicio como funcionario de Hacienda (soy, efectivamente, un gastador de folios y bolígrafos, según la representación del universo de Joan Rosell).
Mi experiencia, si es que posee algún valor, desmiente por completo la imagen habitual de los gestores de las grandes empresas privadas como águilas de las finanzas, incluso en la versión de ejecutivos despiadados y manipuladores geniales. La ética, desde luego, no es una virtud que uno vea florecer en demasía, pero tampoco el talento abunda. Gordon Gekko, el personaje de Michael Douglas en la película Wall Street , es una figura diabólica y épica que despierta en nosotros en idéntica proporción temor y reverencia, pero en nuestro país no se corresponde con ningún tipo real. En nuestra realidad, su lugar lo ocupan vulgares mamarrachos que basan su enriquecimiento en el tráfico de influencias facilitado por políticos y funcionarios convenientemente sobornados. Por supuesto, en este alto nivel, lo que llamo mi experiencia se limita a los efectos de las decisiones empresariales.
Los ejecutivos no acostumbran a tratar personalmente con simples funcionarios gastadores de folios y bolígrafos. Pero la cosa no mejora mucho si se desciende al escalón de los abogados, los contables y los departamentos financieros, salvo honrosas excepciones. Desde el principio me pareció insólito el escaso esmero que nuestras empresas privadas ponen en la organización de sus cuentas. No es raro que, si uno desea conocer cómo se ha elaborado el balance de una sociedad mercantil, tenga que acabar hablando por teléfono con un administrativo o un auxiliar de la empresa porque el director financiero o el jefe de contabilidad no saben responder a preguntas concretas y elementales. No es raro tampoco que las empresas rehagan sus cuentas anuales varias veces, y tengan que depositar media docena de modificaciones en el Registro Mercantil en apenas unos meses e instar otras tantas rectificaciones completas de la declaración de Impuesto sobre Sociedades. Porque se ajustaron mal los desfases del Plan General Contable de 2007, porque no se saben calcular las provisiones, porque se ignora lo más básico del funcionamiento del IVA, porque se les colaron dos milloncitos en una amortización, o contabilizan invariablemente mal las primas que cobran los directivos, o porque, simplemente, alguien de la empresa olvidó formalizar la solicitud de devolución de medio millón de euros.
En la medida en que, salvo los jóvenes becarios, uno va viendo desfilar por la oficina a los mismos abogados y contables, es de esperar que, cuando la empresa pierda dinero por las pifias de contabilidad, a quien se despida sea al auxiliar o al administrativo. Por semejantes meteduras de pata podría abrirse expediente de responsabilidad patrimonial a cualquier funcionario público y exigirle que pagara de su bolsillo el quebranto económico que fuese consecuencia directa de sus errores.
Claro que, en la Administración Pública, igual que en la empresa privada, los directivos suelen quedar a salvo de responsabilidad. Y no es de extrañar, por ello, el fenómeno de la llamada «puerta giratoria» entre el sector público y el privado: para moverse con soltura a un lado y otro de la puerta, si se dispone de la adecuada agenda de relaciones con el poder, el grado de incompetencia es perfectamente homologable.
Ahora bien, en la Administración Pública aún pervive un nivel mínimo de solvencia técnica que desaparecerá tan pronto como, según los anhelos de Joan Rosell, se consiga que los funcionarios no afectos al régimen sean enviados a su casa, con o sin subsidio. La ineptitud en la contabilidad y la gestión fiscal de las empresas no es más que un caso particular de la ineptitud generalizada. Los grandes empresarios españoles constituyen una casta carente de responsabilidad; las catastróficas consecuencias de su inutilidad las pagan con pérdidas de derechos millones de trabajadores y trabajadoras que sí cumplen en su abrumadora mayoría y de manera diligente la tarea que les compete, así como casi todos los contribuyentes con su ruina.
En los primeros meses de la crisis, el antiguo ministro y actual presidente de la Fundación Everis Eduardo Serra aseguró en un coloquio televisivo que, dado que España carecía de una industria de alta tecnología que pudiera competir con los más avanzados países europeos, debía necesariamente conquistar una posición en el mercado con bajos salarios y menos derechos laborales.
Y es curioso que se hable de la falta de desarrollo tecnológico como de una condición dada, a semejanza del clima o la aridez de la tierra en un poblado del Neolítico. Nuestro sistema educativo público, ése que ahora se empeñan en destruir, ha formado a excelentes ingenieros que contratan con gusto empresas alemanas o británicas, dado que las empresas españolas aspiran a explotarlos con jornadas insoportables y salarios de miseria.
Son los empresarios los que no entienden la importancia del talento y los culpables del subdesarrollo industrial español. Acerca de este extremo, ha escrito con mayor conocimiento de causa que yo mi buen amigo Manuel Martínez Llaneza («¿Empresarios o diazferranes? », Rebelión, 24 de febrero de 2011). Como él, creo que Díaz-Ferrán, a quien los patronos tuvieron al frente de su organización más representativa hasta el final, es ni más ni menos que la expresión más fiel de lo que es, o lo que se entiende que es, un empresario español. Cabe temer que lo que le diferencie con muchos de sus colegas sea solamente que a él ya lo han desenmascarado.
¿Recuerdan ustedes alguna propuesta de la CEOE, una sola, de mejora en la organización de la producción industrial, alguna idea para aprovechar mejor la capacidad de los equipos técnicos, alguna reforma que no vaya de incrementar directamente su beneficio por empobrecimiento de los trabajadores? De manera más general, ¿en qué consiste en España la actividad empresarial exactamente?, ¿en conseguir del Estado la posibilidad de pagar salarios más bajos, despedir más barato, pagos de subvenciones y rebajas de impuestos y cotizaciones sociales, amén del regalo de trozos del sector público a medida que arruinan los sectores económicos que se les habían regalado antes?
Finalizado el franquismo, y aún en los últimos lustros de la dictadura, las Administraciones públicas les cedieron miles de millones de plusvalías en el sector inmobiliario, a costa del derecho a la vivienda de millones de ciudadanos, a costa de la quema del territorio y la destrucción del entorno natural y a despecho del artículo 47 de la Constitución. Hicieron reventar el sector inmobiliario y, con él, dinamitaron la totalidad de la economía. Ahora exigen cobrarse la suculenta pieza de la educación y la sanidad, sobre la que harán barbecho si se les consiente. Pero es que se les han ido cediendo otras muchas áreas económicas que el sector público gestionaba perfectamente.
¿Cabe algo más irracional que el mercado de la electricidad español? Las empresas productoras de electricidad han de buscar operadores de mercado que las representen y los operadores de mercado negocian con demandantes, que con frecuencia son empresas del mismo grupo que las productoras o incluso que las operadoras de mercado; los operadores del sistema realizan las mediciones, que transmiten a la Comisión Nacional de Energía, que a su vez comunica los consumos a los operadores de mercado, que negocian con demandantes y liquidan con las empresas productoras. Al final, el ciudadano que paga el recibo de la luz no puede saber si le han facturado consumo de energía o una cabra.
Gracias a este galimatías que al cabo desemboca en esas subastas que nadie entiende se consigue el milagro de que las grandes eléctricas aumenten sus beneficios a medida que incrementan los costes, justo lo contrario que predican todos los manuales de liberalismo. La razón económica no distorsionada por el fundamentalismo neoliberal dice, sin embargo, que el sector de la producción de energía eléctrica, de ser gestionado por el Estado, se aprovecharía de la economía de escala: dadas las inversiones básicas de producción, el coste unitario de producción desciende según aumenta la producción, lo que posibilitaría mejoras técnicas y de prestación del servicio combinado con el abaratamiento del recibo al consumidor. Pero esto sólo sería posible con la gestión pública, llevada a cabo por empleados públicos que gastasen folios y bolígrafos en alto útil para todos.
Entonces, ¿cuál es, en suma, la aportación del empresario: sólo engordar su cuenta corriente y disfrutar de la compañía del rey en las cacerías y de los ministros en los banquetes? Y si no hay ninguna aportación del empresario, ¿por qué no prescindir de él?
Nosotros, la gente de a pie, sabemos que, aunque nuestros gobernantes no lo crean cuando lo dicen en sus actos de propaganda, éste es un gran país. La inmensa mayoría de nuestros carpinteros hacen muy bien su trabajo, igual que los fontaneros, los transportistas y los conductores de autobús; tenemos a magníficos profesores y a los mejores médicos del mundo, a investigadores de enorme prestigio y a entregados policías municipales y bomberos. Somos millones de ciudadanos y ciudadanas honrados y laboriosos dispuestos a poner nuestro saber y nuestro esfuerzo al servicio de la prosperidad común.
La desdichada rémora que nos paraliza es que hayamos confiado durante demasiado tiempo el poder económico a aquellos pocos que, llamándose a sí mismos empresarios, no saben hacer absolutamente nada. La esperanza estriba en que cada día más gente se está percatando de la trampa.
Al portavoz de los grandes empresarios españoles le encanta «abrir debates». Sus recomendaciones son simples. Mandar a los funcionarios a casa con un subsidio es la reproducción exacta del sistema de cesantías del siglo XIX, que es justamente el de la Administración corrupta del caciquismo que denunciaba Larra, entre otros. Conviene recordar una vez más que la España del «vuelva usted mañana» era la de la época en que los funcionarios podían ser mandados a casa a placer por cada Gobierno de turno, y que para evitar esa inoperancia se ideó la selección de los funcionarios en procedimientos objetivos según los principios de publicidad, igualdad, mérito y capacidad. No estaría de más que a nuestros grandes empresarios se les sometiera a exámenes de naturaleza similar a los que han de superar los empleados públicos. Igual nos evitábamos muchos sustos. El correlato lógico y natural del sistema de selección objetivo en que se funda la independencia de la Administración Pública lo constituye la inamovilidad del funcionario por el poder político y su sujeción a estrictos mecanismos de evaluación del desempeño profesional.
En lo que a las estadísticas se refiere, la supresión de aquellas cuyo resultado no gusta, como pudiera ser la Encuesta de Población Activa, entra dentro de las prácticas habituales de cualquier dictadura que se precie. Para la CEOE la información pública y en general la democracia son un engorro, un gasto superfluo. Lo importante no son los datos, como no lo es el significado de las palabras, sino saber quién manda, que diría Humpty Dumpty.
Y luego está la monserga de los llamados «miniempleos» -uno de los más peligrosos lastres de la economía alemana, por cierto, un inquietante foco de generación de millones de marginados sociales permanentes- y la baladronada esa de que es capaz de cambiar en una semana toda la legislación laboral. Que el jefe de los patronos necesite una semana para suprimir todos los derechos de los trabajadores de nuestro ordenamiento jurídico es una prueba más de su ineptitud; si es por eso, yo me atrevo a hacerlo en menos de media hora; el orden jurídico del canibalismo no requiere de grandes meditaciones. Más bien, el pensamiento le estorba.
A esto se le llama en los tiempos de dominio de los bastardos que sufrimos «abrir un debate». A Hitler le hubiese entusiasmado la coartada en los años treinta, cuando ya llevaba muy avanzada la «apertura del debate» sobre los judíos en Europa.
Y no es que no haya que responder con puntualidad y contundencia cada vez que rebuzna uno de estos esclavistas modernos que se llaman a sí mismos «liberales». Lo que no hay que hacer es quedarse en el terreno de batalla que ellos han dispuesto. Porque si admitimos que el «debate» se halla en la reforma de la función pública, en la legislación laboral o en la metodología de la EPA, habremos comenzado a comernos el pastel por la esquina que ellos, los Rosell y los Díaz-Ferrán del país, anhelan. Cambios habrá que hacer en todos esos campos, desde luego, pero no tenemos por qué discutirlos con el jefe de los empresarios y mucho menos acometerlos cuando y como él disponga.
De entre las mayores estafas de la transición española que siguió a la muerte de Franco, parece que nadie quisiera abordar la que probablemente reviste más gravedad: la pervivencia sin alteración alguna al frente de nuestra economía del mismo empresariado franquista, arcaico, burocratizado, esclerótico y esclavista que dominó el país por regalía del Estado durante décadas y que solamente había visto amenazados sus privilegios en los turbulentos pero esperanzadores años de la Segunda República. Un empresariado parasitario, rentista en el peor sentido de la palabra, compuesto por familias de ineptos y débiles mentales, al que nadie, y menos que nadie los grandes sindicatos, ha pedido cuentas nunca.
Pues ya va siendo hora. Resulta incomprensible que los representantes de CC.OO. y UGT hayan aceptado una y otra vez sentarse a negociar reformas laborales, invariablemente centradas en destrucciones mayores o menores de derechos, sin exigir que se comience por una reforma en profundidad del empresariado español, cuya rigidez y obcecada resistencia al cambio constituyen los verdaderos males de nuestra economía y la más profunda causa de nuestro escandaloso volumen de desempleo.
Y toda la ciudadanía tiene derecho a que se inicie este debate, aunque solo sea por la incontestable certeza de que no exista ni un gran empresario español capaz de sobrevivir sin succionar cantidades astronómicas de recursos públicos en forma de subvenciones, desgravaciones fiscales, adjudicaciones de servicios o regalos de empresas privatizadas.
En un reciente y muy recomendable artículo («El mito de las reformas en Alemania», El País , 4 de enero de 2013), el profesor de sociología de la Universidad de Oviedo Holm-Detlev Höhler explicaba la diferencia existente entre los grandes empresarios industriales germanos y los españoles, diferencia que daría cuenta de por qué la economía alemana ha resistido mejor los embates de la crisis, a despecho de las reformas acometidas por la casta política del régimen, que padece de la misma incompetencia en Alemania que aquí, sin que quepa salvar a la sobrevalorada Ángela Merkel, ni por supuesto a su siniestro ministro de Finanzas. Afirma el profesor Höhler que en las grandes empresas industriales alemanas se posibilita la participación en la gestión de los trabajadores por medio de sus sindicatos y se negocian con ellos las reorganizaciones de la empresa, medidas de mejora de la producción y de flexibilidad de horarios, que se computan anualmente. De tal manera que, en las épocas de bonanza, las empresas aprovechan las mayores ganancias para invertir en mejoras tecnológicas que impulsen su productividad, mientras que en los periodos de depresión se acuerdan reducciones de jornada y aprovechamiento del tiempo sobrante en la formación de los trabajadores, lo que permite que se conserve el empleo cualificado dentro de la empresa y la posición ventajosa de la misma en el mercado.
Por el contrario, los grandes empresarios españoles se limitan a contrataciones
masivas de trabajadores sin derechos y con bajos salarios en los días de prosperidad, para luego despedirlos también masivamente cuando se precipita la crisis. De modo que jamás invierten en mejoras tecnológicas ni en empleo cualificado; pueden competir con los talleres multitudinarios de esclavos del Tercer Mundo, pero jamás podrán hacerlo con la moderna industria europea. Su participación en sectores tecnológicos más avanzados ha de basarse, significativamente, en la subcontratación, sobre todo para cazar las correspondientes subvenciones y desgravaciones fiscales.
Las empresas alemanas representan a la moderna burguesía industrial centroeuropea en un mundo capitalista en crisis, por supuesto. Pero es que nuestra tragedia estriba en no haber alcanzado ni tal punto del desarrollo histórico; nosotros llamamos empresarios a un estamento que concibe su función de liderazgo social como la de señores feudales, o aún peor, porque ni siquiera asumen la obligación de proteger a sus vasallos de enemigos exteriores.
Poco puedo decir yo de los empresarios alemanes; imagino que el profesor Höhler sabrá de lo que habla. Pero sí podría ofrecer, quizá, testimonio de cierto valor acerca de los empresarios españoles, con los que he tenido que tratar a lo largo de más de veinte años de ejercicio como funcionario de Hacienda (soy, efectivamente, un gastador de folios y bolígrafos, según la representación del universo de Joan Rosell).
Mi experiencia, si es que posee algún valor, desmiente por completo la imagen habitual de los gestores de las grandes empresas privadas como águilas de las finanzas, incluso en la versión de ejecutivos despiadados y manipuladores geniales. La ética, desde luego, no es una virtud que uno vea florecer en demasía, pero tampoco el talento abunda. Gordon Gekko, el personaje de Michael Douglas en la película Wall Street , es una figura diabólica y épica que despierta en nosotros en idéntica proporción temor y reverencia, pero en nuestro país no se corresponde con ningún tipo real. En nuestra realidad, su lugar lo ocupan vulgares mamarrachos que basan su enriquecimiento en el tráfico de influencias facilitado por políticos y funcionarios convenientemente sobornados. Por supuesto, en este alto nivel, lo que llamo mi experiencia se limita a los efectos de las decisiones empresariales.
Los ejecutivos no acostumbran a tratar personalmente con simples funcionarios gastadores de folios y bolígrafos. Pero la cosa no mejora mucho si se desciende al escalón de los abogados, los contables y los departamentos financieros, salvo honrosas excepciones. Desde el principio me pareció insólito el escaso esmero que nuestras empresas privadas ponen en la organización de sus cuentas. No es raro que, si uno desea conocer cómo se ha elaborado el balance de una sociedad mercantil, tenga que acabar hablando por teléfono con un administrativo o un auxiliar de la empresa porque el director financiero o el jefe de contabilidad no saben responder a preguntas concretas y elementales. No es raro tampoco que las empresas rehagan sus cuentas anuales varias veces, y tengan que depositar media docena de modificaciones en el Registro Mercantil en apenas unos meses e instar otras tantas rectificaciones completas de la declaración de Impuesto sobre Sociedades. Porque se ajustaron mal los desfases del Plan General Contable de 2007, porque no se saben calcular las provisiones, porque se ignora lo más básico del funcionamiento del IVA, porque se les colaron dos milloncitos en una amortización, o contabilizan invariablemente mal las primas que cobran los directivos, o porque, simplemente, alguien de la empresa olvidó formalizar la solicitud de devolución de medio millón de euros.
En la medida en que, salvo los jóvenes becarios, uno va viendo desfilar por la oficina a los mismos abogados y contables, es de esperar que, cuando la empresa pierda dinero por las pifias de contabilidad, a quien se despida sea al auxiliar o al administrativo. Por semejantes meteduras de pata podría abrirse expediente de responsabilidad patrimonial a cualquier funcionario público y exigirle que pagara de su bolsillo el quebranto económico que fuese consecuencia directa de sus errores.
Claro que, en la Administración Pública, igual que en la empresa privada, los directivos suelen quedar a salvo de responsabilidad. Y no es de extrañar, por ello, el fenómeno de la llamada «puerta giratoria» entre el sector público y el privado: para moverse con soltura a un lado y otro de la puerta, si se dispone de la adecuada agenda de relaciones con el poder, el grado de incompetencia es perfectamente homologable.
Ahora bien, en la Administración Pública aún pervive un nivel mínimo de solvencia técnica que desaparecerá tan pronto como, según los anhelos de Joan Rosell, se consiga que los funcionarios no afectos al régimen sean enviados a su casa, con o sin subsidio. La ineptitud en la contabilidad y la gestión fiscal de las empresas no es más que un caso particular de la ineptitud generalizada. Los grandes empresarios españoles constituyen una casta carente de responsabilidad; las catastróficas consecuencias de su inutilidad las pagan con pérdidas de derechos millones de trabajadores y trabajadoras que sí cumplen en su abrumadora mayoría y de manera diligente la tarea que les compete, así como casi todos los contribuyentes con su ruina.
En los primeros meses de la crisis, el antiguo ministro y actual presidente de la Fundación Everis Eduardo Serra aseguró en un coloquio televisivo que, dado que España carecía de una industria de alta tecnología que pudiera competir con los más avanzados países europeos, debía necesariamente conquistar una posición en el mercado con bajos salarios y menos derechos laborales.
Y es curioso que se hable de la falta de desarrollo tecnológico como de una condición dada, a semejanza del clima o la aridez de la tierra en un poblado del Neolítico. Nuestro sistema educativo público, ése que ahora se empeñan en destruir, ha formado a excelentes ingenieros que contratan con gusto empresas alemanas o británicas, dado que las empresas españolas aspiran a explotarlos con jornadas insoportables y salarios de miseria.
Son los empresarios los que no entienden la importancia del talento y los culpables del subdesarrollo industrial español. Acerca de este extremo, ha escrito con mayor conocimiento de causa que yo mi buen amigo Manuel Martínez Llaneza («¿Empresarios o diazferranes? », Rebelión, 24 de febrero de 2011). Como él, creo que Díaz-Ferrán, a quien los patronos tuvieron al frente de su organización más representativa hasta el final, es ni más ni menos que la expresión más fiel de lo que es, o lo que se entiende que es, un empresario español. Cabe temer que lo que le diferencie con muchos de sus colegas sea solamente que a él ya lo han desenmascarado.
¿Recuerdan ustedes alguna propuesta de la CEOE, una sola, de mejora en la organización de la producción industrial, alguna idea para aprovechar mejor la capacidad de los equipos técnicos, alguna reforma que no vaya de incrementar directamente su beneficio por empobrecimiento de los trabajadores? De manera más general, ¿en qué consiste en España la actividad empresarial exactamente?, ¿en conseguir del Estado la posibilidad de pagar salarios más bajos, despedir más barato, pagos de subvenciones y rebajas de impuestos y cotizaciones sociales, amén del regalo de trozos del sector público a medida que arruinan los sectores económicos que se les habían regalado antes?
Finalizado el franquismo, y aún en los últimos lustros de la dictadura, las Administraciones públicas les cedieron miles de millones de plusvalías en el sector inmobiliario, a costa del derecho a la vivienda de millones de ciudadanos, a costa de la quema del territorio y la destrucción del entorno natural y a despecho del artículo 47 de la Constitución. Hicieron reventar el sector inmobiliario y, con él, dinamitaron la totalidad de la economía. Ahora exigen cobrarse la suculenta pieza de la educación y la sanidad, sobre la que harán barbecho si se les consiente. Pero es que se les han ido cediendo otras muchas áreas económicas que el sector público gestionaba perfectamente.
¿Cabe algo más irracional que el mercado de la electricidad español? Las empresas productoras de electricidad han de buscar operadores de mercado que las representen y los operadores de mercado negocian con demandantes, que con frecuencia son empresas del mismo grupo que las productoras o incluso que las operadoras de mercado; los operadores del sistema realizan las mediciones, que transmiten a la Comisión Nacional de Energía, que a su vez comunica los consumos a los operadores de mercado, que negocian con demandantes y liquidan con las empresas productoras. Al final, el ciudadano que paga el recibo de la luz no puede saber si le han facturado consumo de energía o una cabra.
Gracias a este galimatías que al cabo desemboca en esas subastas que nadie entiende se consigue el milagro de que las grandes eléctricas aumenten sus beneficios a medida que incrementan los costes, justo lo contrario que predican todos los manuales de liberalismo. La razón económica no distorsionada por el fundamentalismo neoliberal dice, sin embargo, que el sector de la producción de energía eléctrica, de ser gestionado por el Estado, se aprovecharía de la economía de escala: dadas las inversiones básicas de producción, el coste unitario de producción desciende según aumenta la producción, lo que posibilitaría mejoras técnicas y de prestación del servicio combinado con el abaratamiento del recibo al consumidor. Pero esto sólo sería posible con la gestión pública, llevada a cabo por empleados públicos que gastasen folios y bolígrafos en alto útil para todos.
Entonces, ¿cuál es, en suma, la aportación del empresario: sólo engordar su cuenta corriente y disfrutar de la compañía del rey en las cacerías y de los ministros en los banquetes? Y si no hay ninguna aportación del empresario, ¿por qué no prescindir de él?
Nosotros, la gente de a pie, sabemos que, aunque nuestros gobernantes no lo crean cuando lo dicen en sus actos de propaganda, éste es un gran país. La inmensa mayoría de nuestros carpinteros hacen muy bien su trabajo, igual que los fontaneros, los transportistas y los conductores de autobús; tenemos a magníficos profesores y a los mejores médicos del mundo, a investigadores de enorme prestigio y a entregados policías municipales y bomberos. Somos millones de ciudadanos y ciudadanas honrados y laboriosos dispuestos a poner nuestro saber y nuestro esfuerzo al servicio de la prosperidad común.
La desdichada rémora que nos paraliza es que hayamos confiado durante demasiado tiempo el poder económico a aquellos pocos que, llamándose a sí mismos empresarios, no saben hacer absolutamente nada. La esperanza estriba en que cada día más gente se está percatando de la trampa.
Berlín, al que "Manqua Finessa" en cantidad, entra "como un elefante en una cacharrería" en la campaña italiana. Il cavalieri, con el populismo que le caracteriza, lo utiliza a su favor astutamente y se ríe de las advertencias alemanas a los italianos sobre votar a Berlusconi
Los políticos alemanes se suman, así torpemente, a la estrategia del Cavaliere
Alarmado ante el ascenso de Silvio Berlusconi en las encuestas, Berlín entra en la campaña italiana con torpes declaraciones de toda una serie de políticos que favorecen más que perjudican al Cavaliere. Berlín parece no entender que lo mejor que podría hacer en la actual situación italiana sería callarse. En lugar de eso se alecciona a los italianos sobre cómo votar.
Cuando Berlusconi se está presentando ante el público italiano como el político audaz que desafía el diktat teutón, la simplona racionalidad de los políticos alemanes no entiende el juego y entra al trapo con una ingenuidad asombrosa. En su primario juego anti-tedesco, todo le suma a Berlusconi, que fue un aventajado alumno de ese diktat cuando estaba en el gobierno. El futbolista Mario Balotelli, que marcó dos goles contra Alemania descalificándola en el mundial, ha sido fichado por su AC Milan. Mientras ese Mario hizo “llorar dos veces” a los alemanes, ha dicho, el “otro Mario” (Monti) les hace llorar.
Con el discurso a ese nivel, el ministro de exteriores alemán, Guido Westerwelle, irrumpe en el terreno de juego, siguiendo la estela del comisario europeo, Olli Rehn, que abrió la serie declarando a Berlusconi “no fiable”. Pero Rehn no es alemán. Con sus declaraciones contra el magnate italiano Westerwelle y los suyos actúan como majorettes en la fiesta de Berlusconi. “Naturalmente no tomamos parte en la campaña electoral italiana, pero sea quien sea el que forme el nuevo gobierno estamos a favor de que prosiga la línea proeuropea y las necesarias reformas”, dice Westerwelle. Italia es, dice el ministro, “el país clave para la superación de la crisis de deuda europea”.
“Italia necesita una dirección política que pueda conectar con el futuro y Berlusconi no sirve para eso”, ha dicho el presidente de la comisión de exteriores del Bundestag, Ruprecht Polenz, del partido de Merkel. La canciller, que ya se pilló los dedos durante la campaña francesa rompiendo una lanza por Sarkozy, guarda silencio. Incluso si en Francia no había entonces un resentimiento ante el rudo protagonismo alemán en la eurocrisis, aquella fue una torpeza que difícilmente repetirá Merkel ahora.
En pleno Stalingrado de la eurocrisis, cuando la recesión europea amenaza con degenerar en una espiral de reducción de la recaudación de impuestos, aumento de los costes presupuestarios del desempleo e incremento de la deuda -no “pese al ahorro”, como exclaman extrañados muchos comentaristas alemanes, sino precisamente a causa del asfixiante ahorro- Berlín teme que las elecciones italianas consagren un vuelco.
Con el magnate de nuevo en el gobierno, Italia rompería con la política de estabilidad lo que podría tener consecuencias “muy serias” para el euro, dice el portavoz de política presupuestaria del partido de Merkel (CDU), Norbert Barthle.
Las declaraciones de políticos alemanes sobre la campaña electoral italiana y su rechazo a Berlusconi, “no expresan tutela”, explica una angelical editorial del Sudddeutsche Zeitung. Simplemente, “se ofrece a los italianos una información que podría ayudarles a tomar su decisión electoral”, añade. El problema es que nadie garantiza que esta indicación alemana sobre cómo votar “correctamente” en Italia, no abone el populismo de Berlusconi.
El Cavaliere, que fue echado del gobierno por una patada de Angela Merkel y su comparsa Sarkozy en octubre de 2011, ya ironiza sobre sus rivales, Bersani y Monti, como los “candidatos alemanes”. Pero en Berlín se desconoce el más simple abecedario de la sensibilidad nacional en los estados europeos.
Dato
Enfermedad Francesa. Con un retroceso de tres décimas de punto en el último trimestre, la mitad del retroceso alemán, Francia continua siendo presentada en Berlín como el “enfermo de Europa”, pese a que la economía francesa, más diversificada y con una mayor demanda interna, tiene algunas ventajas sobre el modelo exportador alemán.
Rafael Poch. La Vanguardia
Alarmado ante el ascenso de Silvio Berlusconi en las encuestas, Berlín entra en la campaña italiana con torpes declaraciones de toda una serie de políticos que favorecen más que perjudican al Cavaliere. Berlín parece no entender que lo mejor que podría hacer en la actual situación italiana sería callarse. En lugar de eso se alecciona a los italianos sobre cómo votar.
Cuando Berlusconi se está presentando ante el público italiano como el político audaz que desafía el diktat teutón, la simplona racionalidad de los políticos alemanes no entiende el juego y entra al trapo con una ingenuidad asombrosa. En su primario juego anti-tedesco, todo le suma a Berlusconi, que fue un aventajado alumno de ese diktat cuando estaba en el gobierno. El futbolista Mario Balotelli, que marcó dos goles contra Alemania descalificándola en el mundial, ha sido fichado por su AC Milan. Mientras ese Mario hizo “llorar dos veces” a los alemanes, ha dicho, el “otro Mario” (Monti) les hace llorar.
Con el discurso a ese nivel, el ministro de exteriores alemán, Guido Westerwelle, irrumpe en el terreno de juego, siguiendo la estela del comisario europeo, Olli Rehn, que abrió la serie declarando a Berlusconi “no fiable”. Pero Rehn no es alemán. Con sus declaraciones contra el magnate italiano Westerwelle y los suyos actúan como majorettes en la fiesta de Berlusconi. “Naturalmente no tomamos parte en la campaña electoral italiana, pero sea quien sea el que forme el nuevo gobierno estamos a favor de que prosiga la línea proeuropea y las necesarias reformas”, dice Westerwelle. Italia es, dice el ministro, “el país clave para la superación de la crisis de deuda europea”.
“Italia necesita una dirección política que pueda conectar con el futuro y Berlusconi no sirve para eso”, ha dicho el presidente de la comisión de exteriores del Bundestag, Ruprecht Polenz, del partido de Merkel. La canciller, que ya se pilló los dedos durante la campaña francesa rompiendo una lanza por Sarkozy, guarda silencio. Incluso si en Francia no había entonces un resentimiento ante el rudo protagonismo alemán en la eurocrisis, aquella fue una torpeza que difícilmente repetirá Merkel ahora.
En pleno Stalingrado de la eurocrisis, cuando la recesión europea amenaza con degenerar en una espiral de reducción de la recaudación de impuestos, aumento de los costes presupuestarios del desempleo e incremento de la deuda -no “pese al ahorro”, como exclaman extrañados muchos comentaristas alemanes, sino precisamente a causa del asfixiante ahorro- Berlín teme que las elecciones italianas consagren un vuelco.
Con el magnate de nuevo en el gobierno, Italia rompería con la política de estabilidad lo que podría tener consecuencias “muy serias” para el euro, dice el portavoz de política presupuestaria del partido de Merkel (CDU), Norbert Barthle.
Las declaraciones de políticos alemanes sobre la campaña electoral italiana y su rechazo a Berlusconi, “no expresan tutela”, explica una angelical editorial del Sudddeutsche Zeitung. Simplemente, “se ofrece a los italianos una información que podría ayudarles a tomar su decisión electoral”, añade. El problema es que nadie garantiza que esta indicación alemana sobre cómo votar “correctamente” en Italia, no abone el populismo de Berlusconi.
El Cavaliere, que fue echado del gobierno por una patada de Angela Merkel y su comparsa Sarkozy en octubre de 2011, ya ironiza sobre sus rivales, Bersani y Monti, como los “candidatos alemanes”. Pero en Berlín se desconoce el más simple abecedario de la sensibilidad nacional en los estados europeos.
Dato
Enfermedad Francesa. Con un retroceso de tres décimas de punto en el último trimestre, la mitad del retroceso alemán, Francia continua siendo presentada en Berlín como el “enfermo de Europa”, pese a que la economía francesa, más diversificada y con una mayor demanda interna, tiene algunas ventajas sobre el modelo exportador alemán.
Rafael Poch. La Vanguardia
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