Al padre de Manuel Rodríguez III, a Manuel Rodríguez II, le preguntaron una vez: “¿Por qué no se viene usted a hacer guitarras a Estados Unidos?” A lo que respondió: “Why not?” (¿por qué no?). Así es cómo la segunda generación de estos fabricantes de guitarras viajó a Estados Unidos… y cómo la tercera generación nació en la otra orilla del océano Atlántico. Era el año 1955 y el padre del actual responsable de esta empresa marchó a Los Ángeles. Se fue con poco más de un par de herramientas y mucha ilusión. Manuel Rodríguez III recuerda que estuvieron viviendo en Norteamérica unos 18 años. “Estando allí, solo vendíamos en el mercado estadounidense, así que, una vez muerto Franco, decidimos volver. Ahora vendemos en 122 países…, incluidos 6.000 puntos de venta en Estados Unidos”.
La empresa funciona desde las instalaciones que Guitarras Manuel Rodríguez tiene en Esquivias (Toledo). “Vinimos aquí desde una fábrica que teníamos en la también toledana Illescas. Y, aún antes, un taller en el centro de Madrid”, dice Manuel. “Mi padre viene de una escuela de luthería y soy yo quien convierte aquel trabajo artesanal en un negocio que se hace industrial sin dejar de ser artesanal”. En la fábrica, diferentes operarios hacen un mínimo del 70% de cada guitarra a mano. “Y eso en nuestras guitarras de 300 euros”, dice Rodríguez. “A partir de ahí, y a más precio, más tiempo empleado en la fabricación de cada instrumento, maderas de más calidad y mayor número de operaciones hechas a mano”. Y así hasta llegar a las guitarras de 20.000 euros, alguna de las cuales ha acabado en manos de Carlos Santana, Eric Clapton o Stevie Wonder.
Hablando con Manuel Rodríguez, se hace evidente que ha mamado el oficio desde niño. “Cuando llegaba del colegio, en casa olía a madera, a barnices. También veía llegar a muchos actores y músicos famosos que le compraban guitarras a mi padre, mientras yo jugaba con los hijos de estas personas, con muchos de los cuales aún mantengo contacto”. ¿Y cuándo supo que se iba a dedicar al negocio de hacer y vender guitarras? “Cuando, por error, me bebí un vaso de barniz creyendo que era cola cao”, dice con sorna Manuel Rodríguez III.
Y así, cumplidos los 18, Manuel construye su primera guitarra. “No conseguía vender ninguna, así que mi padre me dijo que cogiera el coche y saliera a buscar yo compradores. Y eso hice. Viajé por el norte de Europa y volví con tantos pedidos que, para un segundo viaje, ya me fui con un camión”. Era una época en la que aún no existía Internet. “Todo era a base de páginas amarillas e ir directamente a las tiendas. No fue fácil, pero aprendí que, cuando uno supera dificultades, creces. Y en nuestra familia, que ha pasado dos guerras mundiales y una civil, sabemos de eso”. Fruto “del emprendimiento pasional e insistencia”, Guitarras Manuel Rodríguez ha acabado vendiendo hasta en la Polinesia. “A la gente le gusta que viajes y vayas a conocerla”, dice el responsable de la empresa.
Con respecto a los nichos de mercado en los que Guitarras Manuel Rodríguez vende sus productos, el criterio es que, “evidentemente, los países más ricos son los que tienen un mayor poder adquisitivo para comprar guitarras como las nuestras. Vamos ampliando las ventas a medida que la cultura va subiendo, sobre todo en Asia. Allí aman el flamenco… y nosotros no lo valoramos. China, Singapur o Australia, por poner tres ejemplos, tienen gente que buscan lo puro, a quienes les encanta el flamenco, por lo que estamos subiendo las ventas. También han hecho mucho daño las guitarras de mala calidad de los chinos, que no motivan, pues apenas duran un mes. Hay que hacer que la gente joven disfrute tocando la guitarra”.
Como segundo fabricante de guitarras más antiguo del mundo, el futuro de la empresa dirigida por Manuel Rodríguez III pasa “por convencer a las personas que tienen poder en el mundo de que la música es importante para el ser humano. Además, trabajamos para ser más sostenibles, construir guitarras con energía solar y en madera sostenible, y utilizar barnices ecológicos. Llevo la pasión española y el marketing norteamericano”, concluye Rodríguez, que ha llevado a su empresa a facturar tres millones de euros y a dar trabajo a 50 personas.
https://www.guitarrasramirez.com/index.php?seccion=biblio&lang=es
http://economia.elpais.com/economia/2016/03/03/actualidad/1457019915_744868.html
lunes, 21 de marzo de 2016
domingo, 20 de marzo de 2016
13 juegos para fomentar la autoestima en el aula. Usar un lenguaje motivador y hacer que el alumno se sienta valioso por lo que hace es esencial para su desarrollo
Cada vez más centros, y profesores a título particular, piden herramientas para trabajar las emociones y la autoestima en el aula, como parte de la formación integral de sus alumnos. Puede ayudar a prevenir males mayores, conflictos, casos de bullying y acoso escolar, en ocasiones con un final dramático. Las educadoras de la escuela infantil Arlequín, en Fuenlabrada (Madrid), han realizado cursos para iniciar un programa de inteligencia emocional este año. “Hacemos asambleas donde decimos si estamos contentos o tristes, enfadados o aburridos; trabajamos la empatía y la asertividad”, enumera la directora, Laura Santana.
La escuela de desarrollo emocional y social Afectiva organiza una extraescolar en el colegio público Francisco Arranz a instancias de la asociación de padres y madres de alumnos (AMPA). “Ha de ser una autoestima ajustada y realista; que sean conscientes de sus cualidades y capacidades, pero también de en qué pueden mejorar, de cuáles son sus limitaciones”, matiza Raquel Burguillo, una de las psicólogas del equipo de Afectiva.
“No hace falta hacer cosas muy complicadas, a veces basta con consejos pequeños y cotidianos aplicados de manera constante”, interviene Rocío López, maestra especializada en innovación y directora de comunicación del portal Edúkame. Algo tan básico como reconocer las cualidades de los niños. “Tenemos tendencia a centrarnos en lo negativo, para corregir”. Y no caer en lo que los expertos denominan profecías autocumplidas: “No vas a ser capaz”, “Eres un pesado”… El interpelado, efectivamente, termina por no ser capaz y ser un pesado. “Un buen profesor sabe potenciar la autoestima de sus alumnos elogiando los pequeños progresos y esfuerzos realizados; para ello debe usar un lenguaje positivo, hacer que cada alumno se sienta valioso por lo que es, por lo que siente y por lo que hace”, tercia la psicóloga infantil Sara Tarrés, que ofrece varias recomendaciones más: “Ayudar al desarrollo de aptitudes que el niño tenga, fomentar la comunicación, trabajar hábitos de estudio, huir de las comparaciones y etiquetas, evitar resaltar las cualidades negativas delante de otros niños o adultos, criticar de forma constructiva los trabajos realizados”.
El juego, asegura Tarrés, es “primordial para el desarrollo de la autoestima del niño”. A continuación proponemos algunos.
Infantil
Carteles con autoconceptos. El profesor coloca en distintas partes de la clase carteles con cualidades académicas, sociales o físicas. “Soy simpático”, “Juego muy bien al fútbol”, “Soy listo”. Los carteles son como los de algunas publicidades, con pequeñas pestañas con el teléfono del anunciante en su parte inferior. Los niños corren hacia el cartel que creen que los define mejor, arrancan una de sus pestañas y la pegan en un dibujo de ellos mismos que previamente han realizado.
La silla caliente. Un alumno se sienta en una silla y el resto va pasando por delante diciéndole qué le gusta de él o ella, o qué le hace sentir bien. “Vemos cómo algunos se ruborizan o se sienten incómodos; no están acostumbrados a que les digan cosas positivas”, constatan desde el equipo de Afectiva.
Juego de las estatuas. Sirve para trabajar las emociones. Mientras suena la música, los niños bailan; cuando para, cada uno debe quedarse quieto, reflejando una emoción en su rostro, y sus compañeros han de adivinar de qué emoción se trata.
Primaria
Reparto de estrellas. Los niños se sientan en el suelo, en círculo. El maestro dice algo positivo de cada uno al tiempo que le entrega una estrella de papel o pegatina. A lo largo de la sesión, cada niño debe decir algo positivo de los compañeros que tiene a ambos lados mientras les entrega una estrella. “Lo fundamental es pensar en lo que decimos a los demás, lo que nos dicen y lo que sentimos”, plantea la psicóloga Sara Tarrés.
Caja del tesoro oculto. El docente esconde un espejo en una caja y explica que dentro hay un tesoro único. “Generaremos así expectativa”, aduce Tarrés. Los alumnos abrirán la caja de uno en uno, sin decir a nadie lo que contiene. Al final, el profesor les pedirá que digan en voz alta qué tesoro han visto, y les preguntará por aquello que ellos creen que los hace únicos y especiales, irrepetibles, maravillosos.
Las gafas positivas. El maestro pedirá a sus alumnos que hagan el gesto de ponerse unas gafas imaginarias y muy especiales, a través de las cuales verán solo lo positivo que hay en el mundo. Cada uno se dibujará en el centro de un folio, indicando su nombre. Estos folios irán pasando de mesa en mesa y los niños, todos con sus gafas positivas colocadas, irán escribiendo cualidades de sus compañeros. “Me ayuda con los deberes” o “Aprende muy rápido”. Es importante que el docente también haga su aportación, firmada. “Estos mensajes alimentarán la confianza del niño a través del reconocimiento de los compañeros y del docente, que es un referente clave en su vida”, sostenía Rocío López en un artículo publicado en la revista Educación 3.0.
Una variante de esta dinámica consiste en que cada niño o niña se cuelga un folio en la espalda con su nombre y el resto escribe cosas buenas de él o ella. Para terminar, todos comparten sus impresiones y emociones en una asamblea.
Juego de mímica. Cada chaval anota cosas que se le dan bien y otras que le gustaría mejorar. A continuación expone, utilizando la mímica, aquello en lo que es bueno, y sus compañeros tendrán que adivinarlo.
Hoy te enseño yo. Actividad que también funciona en secundaria. Se trata de organizar en el aula minitalleres impartidos por los propios alumnos, a los que podrá apuntarse el resto de la clase. Los pequeños profesores diseñarán sus talleres en función de sus propios intereses, mostrando, por ejemplo, cómo hacer un truco de magia, cómo dar muchos toques con el balón sin que caiga el suelo, cuánto saben sobre Star Wars o cómo programar un videojuego.
Secundaria
Hay una carta para ti. Cada alumno escribe tres virtudes y tres defectos que crea tener en una hoja de papel, que guardará en un sobre. El sobre irá pasando por todos los compañeros, que habrán de sumar otras tres cualidades, pero no defectos. Cada alumno leerá todo lo bueno que los demás piensan de él. “El objetivo es que lleguen a entender que todos somos distintos y, si bien todos tenemos defectos, también tenemos muchas cualidades que el resto aprecia”, argumenta Tarrés.
Anuncios de contactos. A la entrada del aula se coloca un folio con dos columnas: en la primera, cada alumno indicará qué puede ofrecer a los demás (enseñar matemáticas, coger las cosas de los armarios más altos); en la segunda escribirá sus necesidades, o qué le gustaría aprender de sus compañeros (clases de dibujo, apoyo en ciencias). “Descubrimos a nuestros alumnos cualidades y capacidades de sí mismos que desconocían o creían no tener, y reforzamos su vínculo con compañeros y maestro, favoreciendo su inclusión dentro del grupo”, dice López.
Véndete (?). Los chicos y chicas habrán de inventarse un anuncio para venderse (promocionarse) a ellos mismos, lo que les supondrá reflexionar sobre sus cosas buenas, para que los demás los compren. Lo expondrán delante de sus compañeros.
¡Fuera etiquetas! La dinámica permite reflexionar sobre las etiquetas, buenas y malas, que vienen impuestas desde el exterior y que nos condicionan. Vago, torpe, desordenado, guapo, empollón. El alumno las escribe en pegatinas blancas y se las va pegando por el cuerpo. Tras una puesta en común en asamblea, decide con cuáles se queda y se quita las que no quiere. “Les ayuda a entender que vale, me han puesto etiquetas y las he aceptado, pero tengo el poder de cambiarlas o quitármelas”, indica el equipo de Afectiva.
Comunidad educativa
Buzón de sugerencias. Que los conflictos no se queden cociéndose en silencio, que los problemas salgan a la luz y se hablen resulta fundamental para detectar a tiempo, antes de que sea demasiado tarde, casos de baja autoestima, bullying o acoso escolar. Desde este convencimiento, el equipo de Afectiva propone un buzón de sugerencias, para todo el centro o por aula, donde los alumnos puedan comunicarse, escribir sus quejas, expresarse sobre lo que les gusta y lo que no de su grupo o de su centro.
http://economia.elpais.com/economia/2016/03/17/actualidad/1458211539_319733.html
La escuela de desarrollo emocional y social Afectiva organiza una extraescolar en el colegio público Francisco Arranz a instancias de la asociación de padres y madres de alumnos (AMPA). “Ha de ser una autoestima ajustada y realista; que sean conscientes de sus cualidades y capacidades, pero también de en qué pueden mejorar, de cuáles son sus limitaciones”, matiza Raquel Burguillo, una de las psicólogas del equipo de Afectiva.
“No hace falta hacer cosas muy complicadas, a veces basta con consejos pequeños y cotidianos aplicados de manera constante”, interviene Rocío López, maestra especializada en innovación y directora de comunicación del portal Edúkame. Algo tan básico como reconocer las cualidades de los niños. “Tenemos tendencia a centrarnos en lo negativo, para corregir”. Y no caer en lo que los expertos denominan profecías autocumplidas: “No vas a ser capaz”, “Eres un pesado”… El interpelado, efectivamente, termina por no ser capaz y ser un pesado. “Un buen profesor sabe potenciar la autoestima de sus alumnos elogiando los pequeños progresos y esfuerzos realizados; para ello debe usar un lenguaje positivo, hacer que cada alumno se sienta valioso por lo que es, por lo que siente y por lo que hace”, tercia la psicóloga infantil Sara Tarrés, que ofrece varias recomendaciones más: “Ayudar al desarrollo de aptitudes que el niño tenga, fomentar la comunicación, trabajar hábitos de estudio, huir de las comparaciones y etiquetas, evitar resaltar las cualidades negativas delante de otros niños o adultos, criticar de forma constructiva los trabajos realizados”.
El juego, asegura Tarrés, es “primordial para el desarrollo de la autoestima del niño”. A continuación proponemos algunos.
Infantil
Carteles con autoconceptos. El profesor coloca en distintas partes de la clase carteles con cualidades académicas, sociales o físicas. “Soy simpático”, “Juego muy bien al fútbol”, “Soy listo”. Los carteles son como los de algunas publicidades, con pequeñas pestañas con el teléfono del anunciante en su parte inferior. Los niños corren hacia el cartel que creen que los define mejor, arrancan una de sus pestañas y la pegan en un dibujo de ellos mismos que previamente han realizado.
La silla caliente. Un alumno se sienta en una silla y el resto va pasando por delante diciéndole qué le gusta de él o ella, o qué le hace sentir bien. “Vemos cómo algunos se ruborizan o se sienten incómodos; no están acostumbrados a que les digan cosas positivas”, constatan desde el equipo de Afectiva.
Juego de las estatuas. Sirve para trabajar las emociones. Mientras suena la música, los niños bailan; cuando para, cada uno debe quedarse quieto, reflejando una emoción en su rostro, y sus compañeros han de adivinar de qué emoción se trata.
Primaria
Reparto de estrellas. Los niños se sientan en el suelo, en círculo. El maestro dice algo positivo de cada uno al tiempo que le entrega una estrella de papel o pegatina. A lo largo de la sesión, cada niño debe decir algo positivo de los compañeros que tiene a ambos lados mientras les entrega una estrella. “Lo fundamental es pensar en lo que decimos a los demás, lo que nos dicen y lo que sentimos”, plantea la psicóloga Sara Tarrés.
Caja del tesoro oculto. El docente esconde un espejo en una caja y explica que dentro hay un tesoro único. “Generaremos así expectativa”, aduce Tarrés. Los alumnos abrirán la caja de uno en uno, sin decir a nadie lo que contiene. Al final, el profesor les pedirá que digan en voz alta qué tesoro han visto, y les preguntará por aquello que ellos creen que los hace únicos y especiales, irrepetibles, maravillosos.
Las gafas positivas. El maestro pedirá a sus alumnos que hagan el gesto de ponerse unas gafas imaginarias y muy especiales, a través de las cuales verán solo lo positivo que hay en el mundo. Cada uno se dibujará en el centro de un folio, indicando su nombre. Estos folios irán pasando de mesa en mesa y los niños, todos con sus gafas positivas colocadas, irán escribiendo cualidades de sus compañeros. “Me ayuda con los deberes” o “Aprende muy rápido”. Es importante que el docente también haga su aportación, firmada. “Estos mensajes alimentarán la confianza del niño a través del reconocimiento de los compañeros y del docente, que es un referente clave en su vida”, sostenía Rocío López en un artículo publicado en la revista Educación 3.0.
Una variante de esta dinámica consiste en que cada niño o niña se cuelga un folio en la espalda con su nombre y el resto escribe cosas buenas de él o ella. Para terminar, todos comparten sus impresiones y emociones en una asamblea.
Juego de mímica. Cada chaval anota cosas que se le dan bien y otras que le gustaría mejorar. A continuación expone, utilizando la mímica, aquello en lo que es bueno, y sus compañeros tendrán que adivinarlo.
Hoy te enseño yo. Actividad que también funciona en secundaria. Se trata de organizar en el aula minitalleres impartidos por los propios alumnos, a los que podrá apuntarse el resto de la clase. Los pequeños profesores diseñarán sus talleres en función de sus propios intereses, mostrando, por ejemplo, cómo hacer un truco de magia, cómo dar muchos toques con el balón sin que caiga el suelo, cuánto saben sobre Star Wars o cómo programar un videojuego.
Secundaria
Hay una carta para ti. Cada alumno escribe tres virtudes y tres defectos que crea tener en una hoja de papel, que guardará en un sobre. El sobre irá pasando por todos los compañeros, que habrán de sumar otras tres cualidades, pero no defectos. Cada alumno leerá todo lo bueno que los demás piensan de él. “El objetivo es que lleguen a entender que todos somos distintos y, si bien todos tenemos defectos, también tenemos muchas cualidades que el resto aprecia”, argumenta Tarrés.
Anuncios de contactos. A la entrada del aula se coloca un folio con dos columnas: en la primera, cada alumno indicará qué puede ofrecer a los demás (enseñar matemáticas, coger las cosas de los armarios más altos); en la segunda escribirá sus necesidades, o qué le gustaría aprender de sus compañeros (clases de dibujo, apoyo en ciencias). “Descubrimos a nuestros alumnos cualidades y capacidades de sí mismos que desconocían o creían no tener, y reforzamos su vínculo con compañeros y maestro, favoreciendo su inclusión dentro del grupo”, dice López.
Véndete (?). Los chicos y chicas habrán de inventarse un anuncio para venderse (promocionarse) a ellos mismos, lo que les supondrá reflexionar sobre sus cosas buenas, para que los demás los compren. Lo expondrán delante de sus compañeros.
¡Fuera etiquetas! La dinámica permite reflexionar sobre las etiquetas, buenas y malas, que vienen impuestas desde el exterior y que nos condicionan. Vago, torpe, desordenado, guapo, empollón. El alumno las escribe en pegatinas blancas y se las va pegando por el cuerpo. Tras una puesta en común en asamblea, decide con cuáles se queda y se quita las que no quiere. “Les ayuda a entender que vale, me han puesto etiquetas y las he aceptado, pero tengo el poder de cambiarlas o quitármelas”, indica el equipo de Afectiva.
Comunidad educativa
Buzón de sugerencias. Que los conflictos no se queden cociéndose en silencio, que los problemas salgan a la luz y se hablen resulta fundamental para detectar a tiempo, antes de que sea demasiado tarde, casos de baja autoestima, bullying o acoso escolar. Desde este convencimiento, el equipo de Afectiva propone un buzón de sugerencias, para todo el centro o por aula, donde los alumnos puedan comunicarse, escribir sus quejas, expresarse sobre lo que les gusta y lo que no de su grupo o de su centro.
http://economia.elpais.com/economia/2016/03/17/actualidad/1458211539_319733.html
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Justicia social
El pasado 20 de febrero se celebró el Día Mundial de la Justicia Social proclamado por Naciones Unidas. No todo el mundo conoce el significado de la justicia social, principio fundamental para la convivencia dentro y entre las naciones. Defendemos sus principios cuando promovemos la igualdad de género o los derechos de los pueblos indígenas. Pero a decir verdad, este día no es un día que merezca celebrarse puesto que actualmente son 22 los países que están en guerra y hay unos 300.000 niños implicados en ellas. Creo que todos deberíamos reflexionar sobre la cita de José Luis Sampedro (antiguo miembro de la Real Academia Española), que dice: “Es asombroso que la humanidad todavía no sepa vivir en paz, que palabras como competitividad sean las que mandan frente a palabras como convivencia”.— MANOLO CAMPOS. Sevilla
sábado, 19 de marzo de 2016
Siempre tengo deberes. Los padres de la escuela pública quieren trasladar al Congreso y al debate político su protesta contra las tareas escolares.
"¿En qué ley pone que los profesores pueden sancionar a sus alumnos que no hacen deberes? ¿Dónde está escrito cómo se deben evaluar?”, pregunta Jesús Salido, presidente de la Confederación de Asociaciones de Padres de Alumnos (Ceapa). “Queremos respuestas para que las familias puedan solventar una cuestión que está condicionando sus vidas”, añade. Ahora la Ceapa ultima un escrito sobre la base legal para poner deberes que será enviado al ministro y al Congreso de los Diputados.
La protesta por los deberes se reactivó en 2012 en Francia cuando decenas de miles de padres y alumnos secundaron una huelga contra los “trabajos forzosos” fuera del horario lectivo. Debió de ser divertida: consistió en obligar a los niños a tener las tardes libres.
En España, que nunca ha ido tan lejos, la petición “por la racionalización de los deberes” que lanzó una madre, Eva Bailén, en la plataforma digital Change.org, ha superado esta semana las 200.000 firmas. La acompaña con un vídeo que termina con la siguiente pregunta: “¿No es hora de que les devolvamos la infancia?”.
España está entre los países industrializados en los que los alumnos de 15 años destinan más horas a las tareas en casa, según la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE). Según sus comparaciones de 2012, los chicos españoles dedican 6,5 horas a la semana frente a las 4,8 de media. El organismo alerta de que estas tareas, a veces ingentes, que asumen pueden aumentar la brecha entre quienes pueden pagar clases extraescolares y los que no. ¿Es mucho o poco? Y sobre todo, ¿es útil?
“Como sucede con casi todo lo que concierte a educación, nos falta un diagnóstico certero”, señala el presidente Consejo Escolar del Estado, Francisco López Rupérez. “Necesitamos saber cuál es el impacto negativo exacto que el exceso o falta de deberes escolares puedan estar produciendo en el rendimiento de los alumnos y en su vida personal, porque seguro que hay centros y profesores que se pasan y otros que no llegan”.
La política también ha empezado a fijarse en este tema. El PSOE incluía en su programa electoral “promover un acuerdo con las comunidades autónomas para ordenar y limitar” estas tareas. Hasta el ministro Méndez de Vigo admitió al inicio de curso que le parecía un motivo "de reflexión”. Los deberes que el niño se lleva a casa dependen directamente de la decisión de su profesor. Hay una vieja recomendación, la regla de 10 minutos, que goza de cierto consenso entre los docentes, aunque no debe ser la norma general a la vista de las quejas. Se trata de añadir 10 minutos al tiempo diario para las tareas conforme se avanza en los cursos: 10 minutos en 1º de Primaria, 20 en 2º…
El catedrático de Sociología Mariano Fernández Enguita recuerda esta regla en su libro La educación en la encrucijada (Fundación Santillana). “La estructura tradicional del tiempo escolar y de su proyección sobre el tiempo familiar está hoy en crisis. Es un tiempo aparentemente insuficiente, si se presta atención a las elevadas tasas de fracaso escolar, por un lado, y al malestar con los deberes o la proliferación de actividades extraescolares, por otro”, señala.
La OCDE y los expertos coinciden en que la mesura viene bien, pero los deberes no pueden desaparecer. Sirven para fijar los conceptos y profundizar en el aprendizaje. “Un mínimo de trabajo después de clase es necesario. Hay un momento de estudio y silencio en la casa que ayuda al estudiante”, considera Ricardo Moreno, catedrático de instituto y profesor durante más de 35 años, que acaba de publicar La conjura de los ignorantes. De cómo los pedagogos han destruido la enseñanza (Pasos Perdidos). “Se trata de mandar cosas que el niño pueda abarcar solo: sumas, fracciones, 10 líneas de redacción o un poema, en lugar de todas estas cosas innovadoras de ahora que acaban involucrando a toda la familia y ocupando la tarde entera”.
http://politica.elpais.com/politica/2016/03/04/actualidad/1457114229_994730.html
La protesta por los deberes se reactivó en 2012 en Francia cuando decenas de miles de padres y alumnos secundaron una huelga contra los “trabajos forzosos” fuera del horario lectivo. Debió de ser divertida: consistió en obligar a los niños a tener las tardes libres.
En España, que nunca ha ido tan lejos, la petición “por la racionalización de los deberes” que lanzó una madre, Eva Bailén, en la plataforma digital Change.org, ha superado esta semana las 200.000 firmas. La acompaña con un vídeo que termina con la siguiente pregunta: “¿No es hora de que les devolvamos la infancia?”.
España está entre los países industrializados en los que los alumnos de 15 años destinan más horas a las tareas en casa, según la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE). Según sus comparaciones de 2012, los chicos españoles dedican 6,5 horas a la semana frente a las 4,8 de media. El organismo alerta de que estas tareas, a veces ingentes, que asumen pueden aumentar la brecha entre quienes pueden pagar clases extraescolares y los que no. ¿Es mucho o poco? Y sobre todo, ¿es útil?
“Como sucede con casi todo lo que concierte a educación, nos falta un diagnóstico certero”, señala el presidente Consejo Escolar del Estado, Francisco López Rupérez. “Necesitamos saber cuál es el impacto negativo exacto que el exceso o falta de deberes escolares puedan estar produciendo en el rendimiento de los alumnos y en su vida personal, porque seguro que hay centros y profesores que se pasan y otros que no llegan”.
La política también ha empezado a fijarse en este tema. El PSOE incluía en su programa electoral “promover un acuerdo con las comunidades autónomas para ordenar y limitar” estas tareas. Hasta el ministro Méndez de Vigo admitió al inicio de curso que le parecía un motivo "de reflexión”. Los deberes que el niño se lleva a casa dependen directamente de la decisión de su profesor. Hay una vieja recomendación, la regla de 10 minutos, que goza de cierto consenso entre los docentes, aunque no debe ser la norma general a la vista de las quejas. Se trata de añadir 10 minutos al tiempo diario para las tareas conforme se avanza en los cursos: 10 minutos en 1º de Primaria, 20 en 2º…
El catedrático de Sociología Mariano Fernández Enguita recuerda esta regla en su libro La educación en la encrucijada (Fundación Santillana). “La estructura tradicional del tiempo escolar y de su proyección sobre el tiempo familiar está hoy en crisis. Es un tiempo aparentemente insuficiente, si se presta atención a las elevadas tasas de fracaso escolar, por un lado, y al malestar con los deberes o la proliferación de actividades extraescolares, por otro”, señala.
La OCDE y los expertos coinciden en que la mesura viene bien, pero los deberes no pueden desaparecer. Sirven para fijar los conceptos y profundizar en el aprendizaje. “Un mínimo de trabajo después de clase es necesario. Hay un momento de estudio y silencio en la casa que ayuda al estudiante”, considera Ricardo Moreno, catedrático de instituto y profesor durante más de 35 años, que acaba de publicar La conjura de los ignorantes. De cómo los pedagogos han destruido la enseñanza (Pasos Perdidos). “Se trata de mandar cosas que el niño pueda abarcar solo: sumas, fracciones, 10 líneas de redacción o un poema, en lugar de todas estas cosas innovadoras de ahora que acaban involucrando a toda la familia y ocupando la tarde entera”.
http://politica.elpais.com/politica/2016/03/04/actualidad/1457114229_994730.html
viernes, 18 de marzo de 2016
Si la homeopatía no funciona, ¿por qué no se prohíbe su venta? No cuenta con estudios que la avalen y ni siquiera es necesario un diploma para prescribirla
En una popular parodia sobre las medicinas alternativas, un hombre entra en un hospital homeopático tras sufrir un accidente de tráfico. El médico pide a la enfermera que consiga un trozo del coche que lo atropelló, lo diluya en agua y lo agite y diluya repetidamente para poner tres gotas del líquido resultante bajo la lengua del herido. “Si esto no lo salva, no sé qué lo hará”, exclama el doctor.
Aunque es humor, la base teórica de la homeopatía está tan alejada de lo que se sabe de física y química que en el mundo real existen preparados que no distan mucho de este chascarrillo. En resumen, esta terapia —que se solía calificar de alternativa y ahora algunos de sus practicantes llaman complementaria o integrativa— se basa en una ocurrencia que tuvo el médico sajón Samuel Hahnemann a finales del siglo XVIII, que viene a decir que lo similar cura lo similar. Así, para tratar una enfermedad se ha de usar la misma sustancia que causa sus síntomas, pero diluida en agua hasta proporciones infinitesimales. Tanto, que la mayoría de remedios homeopáticos no contiene ni una molécula del supuesto agente sanador.
Un ejemplo real: la cafeína espabila. Según la homeopatía, si se toma en proporciones ínfimas, hace lo contrario: dar sueño. Así que existe un preparado para dormir que se obtiene mezclando un parte de cafeína con 99 de agua. Se agita y el resultante se vuelve a mezclar con otras 99 partes de agua. Y así sucesivamente. Cada una de estas diluciones se denominan CH (Centesimal Hahnemanianna, en honor a su inventor). Existen preparados con 6 CH, 10 CH, 30 CH… En algunos casos, el resultado equivale a verter una gota de principio activo en todos los océanos del planeta, agitarlo y beber al azar de todos los mares.
Obviamente, ahí no queda nada de lo que en un principio se mezcló. Quienes toman homeopatía, pues, no ingieren más que agua. O, más exactamente, sacarosa y lactosa, pues el líquido suele estar rociado en bolitas de estos excipientes.
La cafeína es un ejemplo, pero existen otros reales que hacen que la parodia del coche se quede corta: diluciones de Muro de Berlín para luchar contra las sensaciones de opresión, separación y aislamiento; de radiación de teléfono móvil para paliar el (inexistente) daño de las ondas que emiten estos aparatos; de TNT (explosivo) contra la tos convulsiva; de agua del Amazonas para armonizar los estados emocionales; de caca de perro para tratar gastroenteritis, colitis y diarreas… Y muchas más parecidas que ha recopilado Fernando Frías, fundador del Círculo Escéptico, en su blog La lista de la vergüenza.
Un negocio (muy) lucrativo
Aunque suene a broma, el negocio de la homeopatía mueve enormes cantidades de dinero y sus seguidores se cuentan por millones en el mundo. Si realmente no hay nada en estas bolitas, ¿por qué existen, según la Sociedad Española de Medicina Homeopática (SEMH), unos 10.000 médicos colegiados que la recetan? ¿Por qué un tercio de los españoles la ha probado —según, eso sí, una encuesta de Boiron, el mayor laboratorio homeopático? La respuesta que dan practicantes y pacientes que la defienden —que no son todos los que la han usado— es simple: “No sabemos cómo, pero funciona”. Alegan sus teóricos que el agua tiene memoria y que es capaz de recordar los principios activos con los que se mezcló —una memoria selectiva, en todo caso, puesto que a lo largo de la historia ha estado en contacto con todo tipo de sustancias—. Y aunque esto fuese así, algo muy lejos de contar con evidencia que lo respalde, tampoco tiene explicación cómo los recuerdos de ese agua son capaces de curar el cuerpo.
“Pero el caso es que funciona”, insisten sus defensores. Podría suceder que tuviera éxito por mecanismos desconocidos que la medicina no ha sido capaz de desentrañar: cómo el agua recuerda lo que los homeópatas quieren y cómo a través de esa prodigiosa memoria cura enfermedades. Hasta hoy no existe evidencia científica de que la homeopatía tenga más efecto que el placebo. Es cierto que muchas personas se sienten mejor de determinadas dolencias tras tomarla, pero estudios rigurosos que han dividido a los enfermos en dos grupos aleatorios no muestran que el que tomó estos preparados experimentase más mejoras que quienes ingirieron simples pastillas de azúcar que no estaban rociadas de agua con memoria. La mejoría, pues, se debe a la sanación natural que sucede con la mayoría de las enfermedades o al efecto placebo.
La evidencia científica en contra de la homeopatía es abrumadora. Sobre la base de numerosos metaanálisis (revisión de varios estudios) y consultas a especialistas, el Gobierno australiano decidió rechazar estos tratamientos en 2014: “En base a la valoración de las evidencias sobre la efectividad de la homeopatía, el Consejo Nacional de Investigación en Salud y Medicina concluye que no hay ningún problema de salud para el cual existan evidencias fehacientes de que la homeopatía es efectiva”. Este alegato se sumó a una larga lista. En España, por ejemplo, un grupo de expertos elegido por el ministerio de Sanidad concluyó en un informe de 2011 que “no ha probado definitivamente su eficacia en ninguna indicación o situación clínica concreta”. “Los resultados de los ensayos clínicos disponibles son muy contradictorios y resulta difícil interpretar que los resultados favorables encontrados en algunos ensayos sean diferenciables del efecto placebo”, reza el documento. La Universidad de Barcelona fulminó hace unos días su máster de Homeopatía "por falta de base científica".
Algunos sistemas públicos de salud que respaldaban la homeopatía la han ido retirando. Reino Unido, con un fuerte apoyo de la corona a esta terapia, se plantea incluso prohibir a sus médicos que la prescriban. Pero en realidad las pruebas llevan ahí mucho tiempo. El debate lo dio por concluido hace una década la más prestigiosa revista científica, The Lancet, que, en un editorial de 2005 titulado El fin de la homeopatía, proponía pasar página y dejar de malgastar tiempo y dinero en tratar de demostrar los efectos de una terapia que no había conseguido hacerlo en dos siglos de historia. “Cuanto más se diluyen las pruebas en favor de la homeopatía, mayor parece su popularidad”, ironiza el editorial.
A pesar de ello, sus defensores no se dan por vencidos. Alberto Sacristán, presidente de la SEMH, explica que en la Revisión del uso de altas potencias en investigación básica en homeopatía (Clasen J. 2011), un 90% de los resultados de 830 estudios con altas diluciones fueron positivos. “Como cualquier especialidad de la medicina, todavía debemos continuar investigando. Dado que incluso Premios Nobel de la talla de Luc Montagnier y Brian Josephson se han interesado por las altas diluciones y se han manifestado a favor de la viabilidad científica de su planteamiento, seguramente es cuestión de tiempo que los trabajos que se están llevando a cabo sobre los distintos tratamientos homeopáticos nos aporten argumentos definitivos”, asegura. Vicente Baos, médico de familia y asesor de la Agencia Europea del Medicamento y de su homóloga española, contesta que los experimentos que realizan los homeópatas no tienen los más mínimos niveles de calidad y no son homologables a los que usa la comunidad científica para rechazar la homeopatía.
Todos coinciden en atribuirle simplemente el efecto placebo, un fenómeno muy demostrado por la ciencia y especialmente poderoso en mejorías de algunos dolores o enfermedades psicosomáticas. Como narra el psiquiatra Ben Goldacre en su libro Mala ciencia (Planeta), el placebo no reside solo en la píldora, sino que es extraordinariamente importante el contexto terapéutico. Es decir, la atención del especialista, la seguridad que dé, el tiempo que le dedique… Goldacre asegura que mucha gente se siente cómoda con la homeopatía porque, en la consulta, sus practicantes son más atentos y prestan más atención que la mayoría de médicos de atención primaria de una sanidad pública saturada, cuyos profesionales se suelen ver obligados a despachar medicamentos de forma casi rutinaria.
Para solucionar el dilema de satisfacer la demanda de un pretendido fármaco que no cura, el médico Dylan Evans, autor del libro Placebo (Alba), propone incluir en sus cajas una advertencia: “Cuidado, este producto es un placebo. Funciona solo si usted cree en la homeopatía y solo para determinadas dolencias, como el dolor y la depresión. Pero, incluso en tal caso, es probable que no surta tanto efecto como un fármaco ortodoxo. Tendrá usted menos efectos secundarios con este tratamiento que con un fármaco, pero obtendrá probablemente también menos beneficios”. Como dice Evans, efectos secundarios no tiene, a no ser que haya alguna intolerancia a los excipientes (sacarosa y lactosa), ya que no contienen nada más que esos rociados de agua. Por eso, uno de los argumentos de su defensa es su inocuidad. Pero esto no está ni mucho menos tan claro. La resolución del consejo médico australiano explica por qué: “La homeopatía no debería ser considerada para el tratamiento de problemas de salud crónicos, serios o que puedan tornarse serios. Las personas que la elijan pueden poner su salud en riesgo si rechazan o retrasan tratamientos para los cuales sí hay buena evidencia de seguridad y efectividad”. El problema radica en usar estos productos en lugar de los verdaderamente eficaces. Los casos de muertes por esta razón se cuentan por cientos. El pasado enero, en Girona, un niño de siete años falleció por una afección respiratoria que sus padres trataban solo con homeopatía, según el fiscal del caso.
Entre sus practicantes más sensatos, como los miembros de la SEMH, que además de homeópatas son médicos, advierten de que este tratamiento es solo uno más y que en cada situación el profesional debe evaluar si se aplica y, en su caso, si se acompaña de otros fármacos efectivos. “En las enfermedades graves, como autoinmunes o respiratorias, es raro que un solo tipo de intervención sea suficiente y la homeopatía puede ayudar”, alega Sacristán.
De vuelta al humor, en la parodia del hospital homeopático, tras probar con varios métodos alternativos, el doctor mira en la mano del paciente su línea de la vida. Al ver que es muy corta, la alarga con un bolígrafo en una acción desesperada. Pero el resultado de este método es el mismo que el del tratamiento homeopático: ninguno.
¿ES MEDICINA?
La homeopatía no cuenta con estudios reglados que la avalen y cualquiera que lo desee, con un diploma de un curso de 20 horas (o sin él), puede prescribirla. Como explica Jerónimo Fernández Torrente, vicesecretario de la Organización Médica Colegial, se trata de “una disciplina con una notable fragmentación de técnicas y procedimiento, de método de aplicación, llena de incertidumbre, escasez de evidencia, carencia de control de calidad, aspectos asistenciales, docentes y formativos”. Asegura que en España hay un vacío legal al respecto y que los médicos colegiados que la prescriben deben saber que su código deontológico les obliga a recetar remedios probados clínicamente. “Los facultativos están sometidos por el código a informar a sus pacientes. Ellos [los colegiados que recetan homeopatía] sabrán lo que hacen, es su responsabilidad ética y legal”, sentencia.
LOS FARMACÉUTICOS Y EL VACÍO LEGAL
Los medicamentos de verdad de venta exclusiva en farmacias están sometidos a unas exigentes pruebas que les obligan a probar su eficacia. Los preparados homeopáticos no, basta con que demuestren su inocuidad. Por supuesto, no hace falta receta para ellos. Ante el vacío legal en el que se encuentran, el ministerio de Sanidad elaboró en 2013 una orden para regularizarlos. Pero nunca se llegó a aprobar. El departamento asegura que se sigue consultando con las partes implicadas. La Organización Farmacéutica Colegial reclama que se apruebe una normativa que “clarifique el escenario tanto a los profesionales sanitarios como a los ciudadanos”. Mientras tanto, la mayoría de las farmacias hace negocio con la homepatía. Pero algunas se resisten, como la de Jesús Fernández, que a quienes preguntan por estos preparados les entrega una hoja informativa que comienza así: “Nuestro compromiso de calidad con el servicio que prestamos nos impide recomendar el uso terapéutico de pseudomedicinas como la homeopatía, flores de Bach, oligoterapia y todas aquellas que no hayan demostrado científicamente su eficacia”.
http://elpais.com/elpais/2016/03/08/buenavida/1457437017_576363.html
Aunque es humor, la base teórica de la homeopatía está tan alejada de lo que se sabe de física y química que en el mundo real existen preparados que no distan mucho de este chascarrillo. En resumen, esta terapia —que se solía calificar de alternativa y ahora algunos de sus practicantes llaman complementaria o integrativa— se basa en una ocurrencia que tuvo el médico sajón Samuel Hahnemann a finales del siglo XVIII, que viene a decir que lo similar cura lo similar. Así, para tratar una enfermedad se ha de usar la misma sustancia que causa sus síntomas, pero diluida en agua hasta proporciones infinitesimales. Tanto, que la mayoría de remedios homeopáticos no contiene ni una molécula del supuesto agente sanador.
Un ejemplo real: la cafeína espabila. Según la homeopatía, si se toma en proporciones ínfimas, hace lo contrario: dar sueño. Así que existe un preparado para dormir que se obtiene mezclando un parte de cafeína con 99 de agua. Se agita y el resultante se vuelve a mezclar con otras 99 partes de agua. Y así sucesivamente. Cada una de estas diluciones se denominan CH (Centesimal Hahnemanianna, en honor a su inventor). Existen preparados con 6 CH, 10 CH, 30 CH… En algunos casos, el resultado equivale a verter una gota de principio activo en todos los océanos del planeta, agitarlo y beber al azar de todos los mares.
Obviamente, ahí no queda nada de lo que en un principio se mezcló. Quienes toman homeopatía, pues, no ingieren más que agua. O, más exactamente, sacarosa y lactosa, pues el líquido suele estar rociado en bolitas de estos excipientes.
La cafeína es un ejemplo, pero existen otros reales que hacen que la parodia del coche se quede corta: diluciones de Muro de Berlín para luchar contra las sensaciones de opresión, separación y aislamiento; de radiación de teléfono móvil para paliar el (inexistente) daño de las ondas que emiten estos aparatos; de TNT (explosivo) contra la tos convulsiva; de agua del Amazonas para armonizar los estados emocionales; de caca de perro para tratar gastroenteritis, colitis y diarreas… Y muchas más parecidas que ha recopilado Fernando Frías, fundador del Círculo Escéptico, en su blog La lista de la vergüenza.
Un negocio (muy) lucrativo
Aunque suene a broma, el negocio de la homeopatía mueve enormes cantidades de dinero y sus seguidores se cuentan por millones en el mundo. Si realmente no hay nada en estas bolitas, ¿por qué existen, según la Sociedad Española de Medicina Homeopática (SEMH), unos 10.000 médicos colegiados que la recetan? ¿Por qué un tercio de los españoles la ha probado —según, eso sí, una encuesta de Boiron, el mayor laboratorio homeopático? La respuesta que dan practicantes y pacientes que la defienden —que no son todos los que la han usado— es simple: “No sabemos cómo, pero funciona”. Alegan sus teóricos que el agua tiene memoria y que es capaz de recordar los principios activos con los que se mezcló —una memoria selectiva, en todo caso, puesto que a lo largo de la historia ha estado en contacto con todo tipo de sustancias—. Y aunque esto fuese así, algo muy lejos de contar con evidencia que lo respalde, tampoco tiene explicación cómo los recuerdos de ese agua son capaces de curar el cuerpo.
“Pero el caso es que funciona”, insisten sus defensores. Podría suceder que tuviera éxito por mecanismos desconocidos que la medicina no ha sido capaz de desentrañar: cómo el agua recuerda lo que los homeópatas quieren y cómo a través de esa prodigiosa memoria cura enfermedades. Hasta hoy no existe evidencia científica de que la homeopatía tenga más efecto que el placebo. Es cierto que muchas personas se sienten mejor de determinadas dolencias tras tomarla, pero estudios rigurosos que han dividido a los enfermos en dos grupos aleatorios no muestran que el que tomó estos preparados experimentase más mejoras que quienes ingirieron simples pastillas de azúcar que no estaban rociadas de agua con memoria. La mejoría, pues, se debe a la sanación natural que sucede con la mayoría de las enfermedades o al efecto placebo.
La evidencia científica en contra de la homeopatía es abrumadora. Sobre la base de numerosos metaanálisis (revisión de varios estudios) y consultas a especialistas, el Gobierno australiano decidió rechazar estos tratamientos en 2014: “En base a la valoración de las evidencias sobre la efectividad de la homeopatía, el Consejo Nacional de Investigación en Salud y Medicina concluye que no hay ningún problema de salud para el cual existan evidencias fehacientes de que la homeopatía es efectiva”. Este alegato se sumó a una larga lista. En España, por ejemplo, un grupo de expertos elegido por el ministerio de Sanidad concluyó en un informe de 2011 que “no ha probado definitivamente su eficacia en ninguna indicación o situación clínica concreta”. “Los resultados de los ensayos clínicos disponibles son muy contradictorios y resulta difícil interpretar que los resultados favorables encontrados en algunos ensayos sean diferenciables del efecto placebo”, reza el documento. La Universidad de Barcelona fulminó hace unos días su máster de Homeopatía "por falta de base científica".
Algunos sistemas públicos de salud que respaldaban la homeopatía la han ido retirando. Reino Unido, con un fuerte apoyo de la corona a esta terapia, se plantea incluso prohibir a sus médicos que la prescriban. Pero en realidad las pruebas llevan ahí mucho tiempo. El debate lo dio por concluido hace una década la más prestigiosa revista científica, The Lancet, que, en un editorial de 2005 titulado El fin de la homeopatía, proponía pasar página y dejar de malgastar tiempo y dinero en tratar de demostrar los efectos de una terapia que no había conseguido hacerlo en dos siglos de historia. “Cuanto más se diluyen las pruebas en favor de la homeopatía, mayor parece su popularidad”, ironiza el editorial.
A pesar de ello, sus defensores no se dan por vencidos. Alberto Sacristán, presidente de la SEMH, explica que en la Revisión del uso de altas potencias en investigación básica en homeopatía (Clasen J. 2011), un 90% de los resultados de 830 estudios con altas diluciones fueron positivos. “Como cualquier especialidad de la medicina, todavía debemos continuar investigando. Dado que incluso Premios Nobel de la talla de Luc Montagnier y Brian Josephson se han interesado por las altas diluciones y se han manifestado a favor de la viabilidad científica de su planteamiento, seguramente es cuestión de tiempo que los trabajos que se están llevando a cabo sobre los distintos tratamientos homeopáticos nos aporten argumentos definitivos”, asegura. Vicente Baos, médico de familia y asesor de la Agencia Europea del Medicamento y de su homóloga española, contesta que los experimentos que realizan los homeópatas no tienen los más mínimos niveles de calidad y no son homologables a los que usa la comunidad científica para rechazar la homeopatía.
Todos coinciden en atribuirle simplemente el efecto placebo, un fenómeno muy demostrado por la ciencia y especialmente poderoso en mejorías de algunos dolores o enfermedades psicosomáticas. Como narra el psiquiatra Ben Goldacre en su libro Mala ciencia (Planeta), el placebo no reside solo en la píldora, sino que es extraordinariamente importante el contexto terapéutico. Es decir, la atención del especialista, la seguridad que dé, el tiempo que le dedique… Goldacre asegura que mucha gente se siente cómoda con la homeopatía porque, en la consulta, sus practicantes son más atentos y prestan más atención que la mayoría de médicos de atención primaria de una sanidad pública saturada, cuyos profesionales se suelen ver obligados a despachar medicamentos de forma casi rutinaria.
Para solucionar el dilema de satisfacer la demanda de un pretendido fármaco que no cura, el médico Dylan Evans, autor del libro Placebo (Alba), propone incluir en sus cajas una advertencia: “Cuidado, este producto es un placebo. Funciona solo si usted cree en la homeopatía y solo para determinadas dolencias, como el dolor y la depresión. Pero, incluso en tal caso, es probable que no surta tanto efecto como un fármaco ortodoxo. Tendrá usted menos efectos secundarios con este tratamiento que con un fármaco, pero obtendrá probablemente también menos beneficios”. Como dice Evans, efectos secundarios no tiene, a no ser que haya alguna intolerancia a los excipientes (sacarosa y lactosa), ya que no contienen nada más que esos rociados de agua. Por eso, uno de los argumentos de su defensa es su inocuidad. Pero esto no está ni mucho menos tan claro. La resolución del consejo médico australiano explica por qué: “La homeopatía no debería ser considerada para el tratamiento de problemas de salud crónicos, serios o que puedan tornarse serios. Las personas que la elijan pueden poner su salud en riesgo si rechazan o retrasan tratamientos para los cuales sí hay buena evidencia de seguridad y efectividad”. El problema radica en usar estos productos en lugar de los verdaderamente eficaces. Los casos de muertes por esta razón se cuentan por cientos. El pasado enero, en Girona, un niño de siete años falleció por una afección respiratoria que sus padres trataban solo con homeopatía, según el fiscal del caso.
Entre sus practicantes más sensatos, como los miembros de la SEMH, que además de homeópatas son médicos, advierten de que este tratamiento es solo uno más y que en cada situación el profesional debe evaluar si se aplica y, en su caso, si se acompaña de otros fármacos efectivos. “En las enfermedades graves, como autoinmunes o respiratorias, es raro que un solo tipo de intervención sea suficiente y la homeopatía puede ayudar”, alega Sacristán.
De vuelta al humor, en la parodia del hospital homeopático, tras probar con varios métodos alternativos, el doctor mira en la mano del paciente su línea de la vida. Al ver que es muy corta, la alarga con un bolígrafo en una acción desesperada. Pero el resultado de este método es el mismo que el del tratamiento homeopático: ninguno.
¿ES MEDICINA?
La homeopatía no cuenta con estudios reglados que la avalen y cualquiera que lo desee, con un diploma de un curso de 20 horas (o sin él), puede prescribirla. Como explica Jerónimo Fernández Torrente, vicesecretario de la Organización Médica Colegial, se trata de “una disciplina con una notable fragmentación de técnicas y procedimiento, de método de aplicación, llena de incertidumbre, escasez de evidencia, carencia de control de calidad, aspectos asistenciales, docentes y formativos”. Asegura que en España hay un vacío legal al respecto y que los médicos colegiados que la prescriben deben saber que su código deontológico les obliga a recetar remedios probados clínicamente. “Los facultativos están sometidos por el código a informar a sus pacientes. Ellos [los colegiados que recetan homeopatía] sabrán lo que hacen, es su responsabilidad ética y legal”, sentencia.
LOS FARMACÉUTICOS Y EL VACÍO LEGAL
Los medicamentos de verdad de venta exclusiva en farmacias están sometidos a unas exigentes pruebas que les obligan a probar su eficacia. Los preparados homeopáticos no, basta con que demuestren su inocuidad. Por supuesto, no hace falta receta para ellos. Ante el vacío legal en el que se encuentran, el ministerio de Sanidad elaboró en 2013 una orden para regularizarlos. Pero nunca se llegó a aprobar. El departamento asegura que se sigue consultando con las partes implicadas. La Organización Farmacéutica Colegial reclama que se apruebe una normativa que “clarifique el escenario tanto a los profesionales sanitarios como a los ciudadanos”. Mientras tanto, la mayoría de las farmacias hace negocio con la homepatía. Pero algunas se resisten, como la de Jesús Fernández, que a quienes preguntan por estos preparados les entrega una hoja informativa que comienza así: “Nuestro compromiso de calidad con el servicio que prestamos nos impide recomendar el uso terapéutico de pseudomedicinas como la homeopatía, flores de Bach, oligoterapia y todas aquellas que no hayan demostrado científicamente su eficacia”.
http://elpais.com/elpais/2016/03/08/buenavida/1457437017_576363.html
El día en que un carpintero casi mata a Hitler. Oliver Hirschbiegel (‘El hundimiento’) reflexiona en su nuevo filme sobre cómo el nazismo absorbió el alma alemana.
Antes de que Adolf Hitler saliera solo con heridas leves de la operación Valkiria en julio de 1944 —preparada por el coronel del Estado Mayor Claus von Stauffenberg para asesinarle—, antes de los otros 40 intentos de atentado, tentativas todas frustradas que no acabaron con la vida del Führer, hubo un carpintero que estuvo muy cerca de alterar la Historia.
En noviembre de 1939, Hitler asistió a un mitin en la cervecería Bürgerbräukeller de Múnich, una de las más grandes de la ciudad. En una de sus columnas, cerca de donde el Führer iba a dar su discurso, Georg Elser colocó una bomba para que estallara durante el acto. Por una vez en su vida, Hitler acortó su arenga y se fue 13 minutos antes de que explotara el dispositivo, que asesinó a siete personas. “Hoy sería calificado de jipi”, asegura el cineasta alemán Oliver Hirschbiegel, el director de 13 minutos para matar a Hitler, la película que llegó ayer a las salas españolas y que ilustra aquel magnicidio frustrado. Lo curioso de Hirschbiegel es que su cine nunca ha abandonado los fascismos y los enfrentamientos violentos (El experimento, Cinco minutos de gloria o Invasión, versión hollywoodiense contemporánea de La invasión de los ultracuerpos) o la figura del Führer (El hundimiento y esta 13 minutos para matar a Hitler). Mejor olvidarse de Diana, su biopic sobre Lady Di.
Hirschbiegel (Hamburgo, 1957) asegura que a él, como cineasta, lo que realmente le interesa es la figura del demonio. “Hitler fue ese diablo dotado para el mal que por desgracia ejerció su poder en Alemania apoyado por los alemanes. Y aún estamos pagando aquel pecado. A mí siempre me ha fascinado cómo pudo pasar aquello, qué mecanismos funcionaron en el cerebro de los alemanes como para que todo un país ayudara y permitiera aquel horror. Porque claro, la barbaridad, el tamaño de la salvajada de lo que fue el Holocausto no ha dejado espacio durante décadas a la reflexión más profunda: ¿por qué, cómo pudo ocurrir lo que ocurrió?”.
Sin comparaciones
Hirschbiegel es duro con la Alemania de entonces y con la actual. Se niega a comparar Gobiernos o a hablar de similares culpabilidades diluidas en la Alemania de los años treinta y en la actual. “La crisis de los refugiados no tiene que ver con una crisis identitaria alemana o europea, tiene que ver con otra cosa, con la guerra como negocio, con la falta de nuestra ayuda en sus países de origen, con el capitalismo salvaje en el que vivimos”.
En la época nazi, muy pocos se sustrajeron a la oleada de fascismo. “Me siento muy cercano a Elser porque era un defensor de la individualidad, y únicamente con sus actos casi logra el éxito, porque lo ideó en solitario. Me interesa el tema del nazismo desde que tenía ocho años. Iba mucho a una biblioteca pública, mi familia no tenía mucho dinero, y un día cogí un libro sobre la II Guerra Mundial. Me acuerdo perfectamente de las fotos, de cómo empecé por el capítulo de Dunquerque, fui pasando páginas y llegué al dedicado a los campos de concentración, de los que nadie me había hablado. Las fotografías... Mi cabeza estalló. Me parecía algo irreal”. Durante un tiempo, el cineasta asegura que ha intentado encontrar respuestas, explicaciones a todo aquel salvajismo: “No las hay, al menos yo no las he encontrado”. Y tampoco pudo recurrir a recuerdos familiares. “Mi padre solo tenía 14 años cuando acabó la guerra. Yo nunca conocí a mi abuelo paterno y el materno se pasó bastante tiempo del conflicto bélico escondido. En esto soy un alemán extraño. Pero si preguntas en general, nadie recuerda nada, nadie vio nada”.
A Elser todo llegó un poco después. “Con 15 o 16 años su nombre aparecía en otro libro. Le definían como un tipo extraño, nerd [la entrevista se realiza en inglés y el director asegura que ese término define a la perfección la imagen que en Alemania había del carpintero], un hombre manipulado por algún servicio secreto extranjero... porque en mi país aún muchos piensan que fue un antipatriota. Cuando empecé a investigar, me di cuenta de que todo eran estereotipos, de que Elser fue un idealista, un jipi visionario, un artesano muy dotado para el trabajo manual, inteligente y con encanto para las mujeres”. Lo fascinante es que los descendientes de Elser han borrado sus huellas, avergonzados por el comportamiento del carpintero: “En vez de pensar —y yo así lo creo— que fue un héroe”.
Para el cineasta, en el alma de sus 13 minutos para matar a Hitler anida la idea de que “un solo hombre puede marcar la diferencia”. “En esta ocasión, no tuvo suerte. Por desgracia”.
http://cultura.elpais.com/cultura/2016/03/04/actualidad/1457110471_493868.html
jueves, 17 de marzo de 2016
Un pequeño bar de Lavapiés (Madrid) se convierte una vez al mes en el único Bechdel Film Club de España. Este cine solo pone películas que pasan el test de Bechdel
Las cintas tienen que cumplir tres requisitos para entrar en el programa: que haya dos personajes femeninos, que interactúen entre ellas y que la conversación no tenga que ver con un hombre
Con diez butacas y una televisión XXL se puede construir un cine. Y no uno cualquiera. Este espacio tiene una particularidad única en España: solo acoge películas que superan el test de Bechdel. "¿Y qué es eso?". Amanda Hawthorne, su fundadora, lo explica al inicio de cada sesión. "Aquí solo proyectamos cintas que cumplan con tres requisitos: que haya al menos dos personajes femeninos, que interactúen entre ellas y cuya conversación no tenga como protagonista a un hombre". El examen es tan sencillo como eso. Nunca fue publicado en ninguna revista científica ni humanística y para encontrar su origen solo hay que rebuscar un poco en las viñetas de la historietista Alison Bechdel. Un repaso por sus tiras de Dykes to Watch Out For de 1985 y... ¡tachán!.
Alison Bechdel. “The Rule” (en “Dykes to Watch Out For”), 1985. "Cuando me di cuenta de que mi película favorita no superaba el test me sentí muy molesta y empecé a revisar las cintas de mis actores y actrices favoritas. Muchas tampoco lo pasaban", recuerda sentada en uno de los locales cercanos a Dr. Steam, el bar de Lavapiés que se viste todos los días de cine y una vez al mes de Bechdel Film Club.
Es su día libre de clases de inglés y lo dedica a buscar espacios más grandes para ampliar el proyecto. "Quiero empezar a hacerlo dos veces al mes". Luego, dice, se va de batucada y en los ratos que le quedan enseña su idioma en el centro autogestionado La Tortuga del barrio.
Se trata sobre todo, asume Amanda, de hacer comunidad. "Suelo venir antes de la proyección para tomar algo con la gente que va a ver la peli. Al terminar solemos tomarnos otra para hablar de nuestras impresiones. Todos y todas tienen una opinión sobre esta experiencia compartida".
La misma Amanda ha conocido a mucha gente a través del club. "Pocos españoles", bromea. Una de estas amigas ha iniciado otra actividad de este tipo unas calles más abajo: Latin Waves.
Por Dr. Steam han pasado desde Hairspray a Volver. "No es tan complicado encontrar películas que cumplan con los requisitos, pero no todas las que los cumplen colocan a las mujeres en un nivel de igualdad respecto de los hombres", puntualiza la impulsora del Bechdel Film Club. "Lo realmente difícil -añade- es que sean cintas inspiradoras".
Cuando se queda sin ideas recurre a Bechdeltest.com, una página colaborativa para listar tramas que superen el examen. "Por eso siempre pido recomendaciones, no paro de preguntar".
Se presupone de las películas que pasan el test la presencia de personajes femeninos bien representados, en toda su complejidad psicológica. ¿Y esto importa, por ejemplo, a las academias de cine? Ahora que estamos a las puertas de los Oscar, echemos la vista atrás por un momento. Quien dice atrás dice la última gala, donde las dos grandes triunfadoras, Whiplash y Birdman, fueron cintas con un protagonismo indiscutiblemente masculino. La primera no pasa el test; la segunda, raspada, con apenas una conversación breve entre las actrices.
Y un apunte final para los soñadores: hay evidencias que demuestran que sí hay academias que se toman en serio esta fórmula (nada matemática). Por ejemplo, el Instituto del Film de Suecia la emplea desde 2013 para conceder a los largometrajes una calificación (A) que acredita su fomento de la igualdad de género.
Fuente: http://www.eldiario.es/cultura/cine/solo-proyectan-peliculas-pasan-Bechdel_0_487501627.html
Con diez butacas y una televisión XXL se puede construir un cine. Y no uno cualquiera. Este espacio tiene una particularidad única en España: solo acoge películas que superan el test de Bechdel. "¿Y qué es eso?". Amanda Hawthorne, su fundadora, lo explica al inicio de cada sesión. "Aquí solo proyectamos cintas que cumplan con tres requisitos: que haya al menos dos personajes femeninos, que interactúen entre ellas y cuya conversación no tenga como protagonista a un hombre". El examen es tan sencillo como eso. Nunca fue publicado en ninguna revista científica ni humanística y para encontrar su origen solo hay que rebuscar un poco en las viñetas de la historietista Alison Bechdel. Un repaso por sus tiras de Dykes to Watch Out For de 1985 y... ¡tachán!.
Alison Bechdel. “The Rule” (en “Dykes to Watch Out For”), 1985. "Cuando me di cuenta de que mi película favorita no superaba el test me sentí muy molesta y empecé a revisar las cintas de mis actores y actrices favoritas. Muchas tampoco lo pasaban", recuerda sentada en uno de los locales cercanos a Dr. Steam, el bar de Lavapiés que se viste todos los días de cine y una vez al mes de Bechdel Film Club.
Es su día libre de clases de inglés y lo dedica a buscar espacios más grandes para ampliar el proyecto. "Quiero empezar a hacerlo dos veces al mes". Luego, dice, se va de batucada y en los ratos que le quedan enseña su idioma en el centro autogestionado La Tortuga del barrio.
Se trata sobre todo, asume Amanda, de hacer comunidad. "Suelo venir antes de la proyección para tomar algo con la gente que va a ver la peli. Al terminar solemos tomarnos otra para hablar de nuestras impresiones. Todos y todas tienen una opinión sobre esta experiencia compartida".
La misma Amanda ha conocido a mucha gente a través del club. "Pocos españoles", bromea. Una de estas amigas ha iniciado otra actividad de este tipo unas calles más abajo: Latin Waves.
Por Dr. Steam han pasado desde Hairspray a Volver. "No es tan complicado encontrar películas que cumplan con los requisitos, pero no todas las que los cumplen colocan a las mujeres en un nivel de igualdad respecto de los hombres", puntualiza la impulsora del Bechdel Film Club. "Lo realmente difícil -añade- es que sean cintas inspiradoras".
Cuando se queda sin ideas recurre a Bechdeltest.com, una página colaborativa para listar tramas que superen el examen. "Por eso siempre pido recomendaciones, no paro de preguntar".
Se presupone de las películas que pasan el test la presencia de personajes femeninos bien representados, en toda su complejidad psicológica. ¿Y esto importa, por ejemplo, a las academias de cine? Ahora que estamos a las puertas de los Oscar, echemos la vista atrás por un momento. Quien dice atrás dice la última gala, donde las dos grandes triunfadoras, Whiplash y Birdman, fueron cintas con un protagonismo indiscutiblemente masculino. La primera no pasa el test; la segunda, raspada, con apenas una conversación breve entre las actrices.
Y un apunte final para los soñadores: hay evidencias que demuestran que sí hay academias que se toman en serio esta fórmula (nada matemática). Por ejemplo, el Instituto del Film de Suecia la emplea desde 2013 para conceder a los largometrajes una calificación (A) que acredita su fomento de la igualdad de género.
Fuente: http://www.eldiario.es/cultura/cine/solo-proyectan-peliculas-pasan-Bechdel_0_487501627.html
miércoles, 16 de marzo de 2016
La Universidad de Barcelona fulmina su máster de homeopatía. La mejor universidad de España, según varias clasificaciones internacionales, cancela su curso de posgrado por "falta de base científica".
La Universidad de Barcelona ha decretado el fin de su polémico máster de homeopatía por “falta de base científica”, según informan fuentes de la institución. El curso de posgrado se impartía desde 2004 a un precio de 6.940 euros, pese a que el propio Ministerio de Sanidad español asegura que “la homeopatía no ha probado definitivamente su eficacia en ninguna indicación o situación clínica concreta”. La Universidad de Barcelona, la mejor de España según varias clasificaciones internacionales, tomó la decisión hace un mes tras recibir "un informe oral" crítico de su propia Facultad de Medicina, explican las mismas fuentes.
La homeopatía es una pseudociencia inventada por el médico alemán Samuel Hahnemann en 1796. Se basa en aplicar dosis extremadamente pequeñas, a veces indetectables en el agua diluyente, de sustancias que producen los mismos síntomas que la enfermedad que se pretende curar. En más de dos siglos de historia, la homeopatía no ha demostrado ser más eficaz que una dosis de agua con azúcar. Si da la sensación de curar es porque muchas dolencias desaparecen por sí solas o por el efecto placebo: cualquier sustancia puede producir un efecto favorable en un enfermo si la toma convencido de que así ocurrirá. Pese a su nulidad, la facturación en España de la industria homeopática, encabezada por la multinacional francesa Boiron, alcanzó los 60 millones de euros en 2011, según datos de la cátedra de la propia empresa en la Universidad de Zaragoza.
La decisión de la Universidad de Barcelona (UB) de fulminar su máster de homeopatía puede ser un varapalo definitivo a la infiltración de esta pseudociencia en las instituciones académicas españolas. Centros como la Universidad de Valencia y la Universidad Nacional de Educación a Distancia todavía ofrecen cursos de posgrado sobre la homeopatía. La Universidad de Córdoba canceló sus cursos en 2013 y la de Sevilla suspendió su máster en 2009. La Universidad de Zaragoza se desmarcó de la Cátedra Boiron de Homeopatía en 2014, tras un lustro de cooperación.
Un alumno de la Facultad de Química de la UB, Adrián Gómez, lanzó hace cinco meses una petición en la web Change.org solicitando al rector Dídac Ramírez i Sarrió “la eliminación de la homeopatía en la Universidad de Barcelona”. Logró 1.290 firmantes para su manifiesto contra un máster “que no está apoyado por la evidencia, carente de metodología científica, criticado y catalogado como una estafa por toda la comunidad científica”. Pese a la supresión del curso, la edición actual, iniciada con 20 alumnos en noviembre de 2014, continuará hasta su finalización en octubre de este año. Serán los últimos discípulos de esta pseudociencia en la Universidad de Barcelona.
Fe de errores (22:57): En una primera versión de esta noticia se afirmaba que la Universidad de Sevilla ofrece un máster de homeopatía. El curso ya no se oferta, según informa la propia universidad.
http://elpais.com/elpais/2016/03/01/ciencia/1456856774_534268.html
DOGMATISMO CIENTÍFICO Y UNIVERSIDAD
Ramon J. Moles
Ex secretario general de Universidades de la Generalitat de Catalunya
La homeopatía es una pseudociencia inventada por el médico alemán Samuel Hahnemann en 1796. Se basa en aplicar dosis extremadamente pequeñas, a veces indetectables en el agua diluyente, de sustancias que producen los mismos síntomas que la enfermedad que se pretende curar. En más de dos siglos de historia, la homeopatía no ha demostrado ser más eficaz que una dosis de agua con azúcar. Si da la sensación de curar es porque muchas dolencias desaparecen por sí solas o por el efecto placebo: cualquier sustancia puede producir un efecto favorable en un enfermo si la toma convencido de que así ocurrirá. Pese a su nulidad, la facturación en España de la industria homeopática, encabezada por la multinacional francesa Boiron, alcanzó los 60 millones de euros en 2011, según datos de la cátedra de la propia empresa en la Universidad de Zaragoza.
La decisión de la Universidad de Barcelona (UB) de fulminar su máster de homeopatía puede ser un varapalo definitivo a la infiltración de esta pseudociencia en las instituciones académicas españolas. Centros como la Universidad de Valencia y la Universidad Nacional de Educación a Distancia todavía ofrecen cursos de posgrado sobre la homeopatía. La Universidad de Córdoba canceló sus cursos en 2013 y la de Sevilla suspendió su máster en 2009. La Universidad de Zaragoza se desmarcó de la Cátedra Boiron de Homeopatía en 2014, tras un lustro de cooperación.
Un alumno de la Facultad de Química de la UB, Adrián Gómez, lanzó hace cinco meses una petición en la web Change.org solicitando al rector Dídac Ramírez i Sarrió “la eliminación de la homeopatía en la Universidad de Barcelona”. Logró 1.290 firmantes para su manifiesto contra un máster “que no está apoyado por la evidencia, carente de metodología científica, criticado y catalogado como una estafa por toda la comunidad científica”. Pese a la supresión del curso, la edición actual, iniciada con 20 alumnos en noviembre de 2014, continuará hasta su finalización en octubre de este año. Serán los últimos discípulos de esta pseudociencia en la Universidad de Barcelona.
Fe de errores (22:57): En una primera versión de esta noticia se afirmaba que la Universidad de Sevilla ofrece un máster de homeopatía. El curso ya no se oferta, según informa la propia universidad.
http://elpais.com/elpais/2016/03/01/ciencia/1456856774_534268.html
DOGMATISMO CIENTÍFICO Y UNIVERSIDAD
Ramon J. Moles
Ex secretario general de Universidades de la Generalitat de Catalunya
martes, 15 de marzo de 2016
No fue Lee Harvey Oswald. El filósofo alemán Karl Hepfer plantea un estudio crítico del auge y popularidad de las versiones que persiguen manipular la realidad
Todo el mundo sabe que los atentados en Nueva York, el 11 de septiembre de 2001, fueron perpetrados por los servicios secretos estadounidenses, pero resulta difícil averiguar quién es ese “todo el mundo” y, más aún, a qué se denomina aquí “saber”. En un libro publicado recientemente, el filósofo alemán Karl Hepfer se pregunta ambas cosas en relación al auge de las teorías conspirativas en Europa, y responde que se trata de “modelos de interpretación de la realidad simplificados”, intentos de regresar a un estadio anterior de nuestra cultura en el que la realidad supuestamente era sencilla de comprender, y los actores, buenos o malos. Así, el presidente norteamericano John F. Kennedy (bueno) no habría sido asesinado por un paranoico llamado Lee Harvey Oswald, sino en realidad por la mafia, por el Gobierno cubano o por el vicepresidente Lyndon B. Johnson (malos), según las versiones.
El libro de Hepfer, Teorías conspirativas: Una crítica filosófica de la sinrazón (Transcript), presenta, sin embargo, algunos problemas. Uno es que soslaya el hecho de que la nostalgia de un mundo más “simple” de comprender y el consiguiente auge de las teorías conspirativas, no son algo reciente. En el año 64, por ejemplo, un gran incendio en Roma fue atribuido a los cristianos para justificar su persecución. En 1312, el rey francés Felipe IV acusó de prácticas heréticas y sodomía a los templarios para eximirse del pago de una importante deuda económica que había contraído con ellos. Durante la Edad Media, se acusó a los judíos de beber la sangre de niños cristianos y de envenenar las fuentes para desatar la peste. Más adelante casi todo acontecimiento político de relevancia fue atribuido a una conspiración de alguna índole. Así, la disolución de la orden jesuitica habría sido la respuesta a un supuesto intento de asesinato de la reina de Inglaterra para reinstaurar el catolicismo y convertir a un Habsburgo en rey de Estados Unidos; detrás de la Revolución Francesa y el auge de los nacionalismos habrían estado masones e Illuminati; y la derrota alemana en la I Guerra Mundial habría sido producto una conspiración de socialdemócratas y judíos. También la Revolución Rusa, la propagación del VIH-Sida y la crisis de los refugiados tendrían una trama secreta. Para el historiador alemán Dieter Groh las teorías conspirativas serían, en ese sentido, una “constante antropológica” a lo largo de la Historia.
El otro problema del libro de Hepfer es que sostiene que las teorías conspirativas serían un modelo simplificado de interpretación de la realidad, un argumento que la complejidad de ciertas teorías parece desmentir. Piénsese, por ejemplo, en las del británico David Icke, quien afirma que el mundo estaría siendo controlado por una alianza de judíos e Illuminati, los cuales serían extraterrestres “reptiloides” dirigidos por la familia Rothschild. Esta teoría no sólo es absurda —una afirmación que se enfrenta a la popularidad de su autor y de los foros dedicados a su trabajo—, sino también extremadamente complicada. ¿No es más sencillo pensar que son la desigualdad económica y política y la concentración de poder los responsables de las catástrofes del presente?
Naturalmente, la respuesta es que no. Las teorías conspirativas proponen (a pesar de su complejidad) un modelo de interpretación más simple y más atractivo de la realidad para ciertas personas porque articulan procesos económicos, políticos y demográficos simultáneos y de gran complejidad en un relato coherente. Vivimos, sostiene Hepfner, en el mundo del “Logos destruido”. Y esto equivale a decir, como hace el británico John Higgs en su excelente Historia alternativa del siglo XX: Más extraño de lo que cabe imaginar (Taurus), que vivimos en una realidad desasosegante en la que —al menos desde la Teoría de la Relatividad— debemos aceptar que estamos imposibilitados para ofrecer una explicación racional, absoluta y libre de paradojas de cómo funciona el mundo.
En ese sentido, el auge de las teorías conspirativas no sólo se apoyaría en una intencionalidad deliberada —como la que llevó recientemente a que, en el marco de las elecciones españolas, regresasen las teorías conspirativas acerca de los hechos trágicos del 11 de marzo de 2004 en ciertas televisiones—, sino en la necesidad humana —la “constante antropológica” de Groh— de articular los hechos en series y estas series en relatos, como pondría también de manifiesto la popularidad de las ucronías literarias en las que se especula con la pregunta acerca de qué habría pasado si, por ejemplo, Alemania hubiese ganado la II Guerra Mundial.
Existe, por supuesto, una diferencia entre especular literariamente con la posibilidad de un triunfo nacionalsocialista en 1945 —lo hicieron Philip K. Dick y Philip Roth, entre muchos otros— y creer que ese triunfo tuvo lugar, efectivamente y de forma secreta, por ejemplo, a través de la influencia que las empresas alemanas ejercen en la economía mundial. Pero esa diferencia sólo existe en relación con lo que hacemos con ambos tipos de relatos. Los dos comparten, sin embargo, un fondo de miedo y de perplejidad. Si las teorías conspirativas funcionan, lo hacen debido a ese fondo común, como prueban la popularización tímida pero constante en la Red de versiones conspirativas de lo sucedido en París el 13 de noviembre de este año. Son la dificultad de comprender que alguien pueda desplazarse armado por una ciudad como París y el miedo a que todo ello se repita, en la capital francesa o en cualquier otra parte, los que impulsan la creación anónima de explicaciones que a muchos no les parecen más implausibles que las que ofrecen la prensa y el Gobierno.
Bajo la impresión de hechos conmovedores —el asesinato de un presidente, por ejemplo— es más fácil creer en una conspiración antes que en la acción individual. Lo que las teorías de este tipo evidencian es que lo primero que se pierde bajo esa impresión es la capacidad del individuo de formarse un juicio crítico: es bueno pensar que ese juicio podría ser estimulado con más y mejor educación. Pero esto también es discutible, como pone de manifiesto la proliferación de teorías conspirativas durante el siglo XX. A ese siglo, nos recuerda Higgs, le debemos dos neologismos que lo describen bien, “racismo” y “genocidio”, y es nuestra responsabilidad individual en relación con ambos lo que explica el auge de la teoría conspirativa, que permite que los “malos” sean, por una vez, los otros.
El libro de Hepfer, Teorías conspirativas: Una crítica filosófica de la sinrazón (Transcript), presenta, sin embargo, algunos problemas. Uno es que soslaya el hecho de que la nostalgia de un mundo más “simple” de comprender y el consiguiente auge de las teorías conspirativas, no son algo reciente. En el año 64, por ejemplo, un gran incendio en Roma fue atribuido a los cristianos para justificar su persecución. En 1312, el rey francés Felipe IV acusó de prácticas heréticas y sodomía a los templarios para eximirse del pago de una importante deuda económica que había contraído con ellos. Durante la Edad Media, se acusó a los judíos de beber la sangre de niños cristianos y de envenenar las fuentes para desatar la peste. Más adelante casi todo acontecimiento político de relevancia fue atribuido a una conspiración de alguna índole. Así, la disolución de la orden jesuitica habría sido la respuesta a un supuesto intento de asesinato de la reina de Inglaterra para reinstaurar el catolicismo y convertir a un Habsburgo en rey de Estados Unidos; detrás de la Revolución Francesa y el auge de los nacionalismos habrían estado masones e Illuminati; y la derrota alemana en la I Guerra Mundial habría sido producto una conspiración de socialdemócratas y judíos. También la Revolución Rusa, la propagación del VIH-Sida y la crisis de los refugiados tendrían una trama secreta. Para el historiador alemán Dieter Groh las teorías conspirativas serían, en ese sentido, una “constante antropológica” a lo largo de la Historia.
El otro problema del libro de Hepfer es que sostiene que las teorías conspirativas serían un modelo simplificado de interpretación de la realidad, un argumento que la complejidad de ciertas teorías parece desmentir. Piénsese, por ejemplo, en las del británico David Icke, quien afirma que el mundo estaría siendo controlado por una alianza de judíos e Illuminati, los cuales serían extraterrestres “reptiloides” dirigidos por la familia Rothschild. Esta teoría no sólo es absurda —una afirmación que se enfrenta a la popularidad de su autor y de los foros dedicados a su trabajo—, sino también extremadamente complicada. ¿No es más sencillo pensar que son la desigualdad económica y política y la concentración de poder los responsables de las catástrofes del presente?
Naturalmente, la respuesta es que no. Las teorías conspirativas proponen (a pesar de su complejidad) un modelo de interpretación más simple y más atractivo de la realidad para ciertas personas porque articulan procesos económicos, políticos y demográficos simultáneos y de gran complejidad en un relato coherente. Vivimos, sostiene Hepfner, en el mundo del “Logos destruido”. Y esto equivale a decir, como hace el británico John Higgs en su excelente Historia alternativa del siglo XX: Más extraño de lo que cabe imaginar (Taurus), que vivimos en una realidad desasosegante en la que —al menos desde la Teoría de la Relatividad— debemos aceptar que estamos imposibilitados para ofrecer una explicación racional, absoluta y libre de paradojas de cómo funciona el mundo.
En ese sentido, el auge de las teorías conspirativas no sólo se apoyaría en una intencionalidad deliberada —como la que llevó recientemente a que, en el marco de las elecciones españolas, regresasen las teorías conspirativas acerca de los hechos trágicos del 11 de marzo de 2004 en ciertas televisiones—, sino en la necesidad humana —la “constante antropológica” de Groh— de articular los hechos en series y estas series en relatos, como pondría también de manifiesto la popularidad de las ucronías literarias en las que se especula con la pregunta acerca de qué habría pasado si, por ejemplo, Alemania hubiese ganado la II Guerra Mundial.
Existe, por supuesto, una diferencia entre especular literariamente con la posibilidad de un triunfo nacionalsocialista en 1945 —lo hicieron Philip K. Dick y Philip Roth, entre muchos otros— y creer que ese triunfo tuvo lugar, efectivamente y de forma secreta, por ejemplo, a través de la influencia que las empresas alemanas ejercen en la economía mundial. Pero esa diferencia sólo existe en relación con lo que hacemos con ambos tipos de relatos. Los dos comparten, sin embargo, un fondo de miedo y de perplejidad. Si las teorías conspirativas funcionan, lo hacen debido a ese fondo común, como prueban la popularización tímida pero constante en la Red de versiones conspirativas de lo sucedido en París el 13 de noviembre de este año. Son la dificultad de comprender que alguien pueda desplazarse armado por una ciudad como París y el miedo a que todo ello se repita, en la capital francesa o en cualquier otra parte, los que impulsan la creación anónima de explicaciones que a muchos no les parecen más implausibles que las que ofrecen la prensa y el Gobierno.
Bajo la impresión de hechos conmovedores —el asesinato de un presidente, por ejemplo— es más fácil creer en una conspiración antes que en la acción individual. Lo que las teorías de este tipo evidencian es que lo primero que se pierde bajo esa impresión es la capacidad del individuo de formarse un juicio crítico: es bueno pensar que ese juicio podría ser estimulado con más y mejor educación. Pero esto también es discutible, como pone de manifiesto la proliferación de teorías conspirativas durante el siglo XX. A ese siglo, nos recuerda Higgs, le debemos dos neologismos que lo describen bien, “racismo” y “genocidio”, y es nuestra responsabilidad individual en relación con ambos lo que explica el auge de la teoría conspirativa, que permite que los “malos” sean, por una vez, los otros.
“Marxismo y filosofía” Notas sobre Karl Korsch
Alberto Quiñónez
Rebelión
Hacia 1920, los movimientos proletarios en Europa configuraban una gama bastante diversa de interpretaciones del marxismo. Alimentados por las condiciones que las realidades específicas imponían a los movimientos y partidos de izquierda, diversos planteamientos políticos fueron surgiendo a lo largo y ancho de Europa. El peso de la figura de Lenin se hacía sentir de una forma notoria en esa diversidad de planteamientos, siendo el mismo Lenin quien denunciara en ¿Qué hacer? el mal uso que muchos movimientos estaban haciendo de su obra El Estado y la revolución, cuyas premisas eran en muchos casos vistas como dogmas de fe. El riesgo del fascismo, el empuje imperialista por distintos flancos, las devastadoras consecuencias de la Primera Guerra Mundial y la situación relativamente ejemplar de la URSS, hicieron del dogmatismo un lugar común en el marxismo.
En ese plano surgen posturas disidentes como las de Georg Lukács y Karl Korsch1, sucedidos después por un creativo y comprometido Antonio Gramsci. El aporte filosófico de Korsch hay que situarlo precisamente en ese contexto de creciente ideologización del marxismo, de unificación de estrategias y tácticas políticas de los diferentes partidos comunistas europeos, y de la creciente influencia e injerencia del Partido Comunista de la URSS sobre los demás partidos comunistas. De hecho, una de las obras más importantes de Korsch, su libro Marxismo y filosofía, fue sepultada en su tiempo por las urgencias ideológicas y políticas del marxismo soviético. El libro de Korsch sufrió la suerte de otros libros y autores, como Historia y conciencia de clase de Lukács, que fueron proscritos y olvidados y luego recuperados por corrientes críticas al “marxismo oficial”. Las presentes notas suponen alguna explicación introductoria a las ideas de Marxismo y filosofía2.
El eje central de la problemática que aborda Korsch en el libro ya citado, es la relación entre marxismo y la filosofía, lo que de otro modo puede caracterizarse como la relación entre acción política y teoría. La preocupación de Korsch no es banal: la historia del movimiento proletario no hallaba una expresión enteramente positiva respecto al desarrollo de la teoría revolucionaria, y viceversa. Ni la teoría ni la práctica siguen de forma ineluctable un camino ascendente y hacia adelante. De esta forma, Korsch plantea sistemáticamente que el estado de la teoría está siempre en relación a las condiciones materiales y que son estas condiciones las que ejercen en muchos casos la presión hacia atrás de la teoría y de la práctica revolucionarias, incidiendo en que esa teoría se cosifique y se convierta en ideología, en falsa conciencia del mundo, que no por ser falsa es menos real.
La tensión entre el marxismo y la filosofía no es casual. Ya para el mismo Marx la abolición de la filosofía representa una condición de la emancipación del ser humano. No obstante, en Marx la abolición de la filosofía no se entiende como supresión, sino como realización de la filosofía. Dialécticamente puede decirse que la cosa en sí se realiza si, a partir de la tensión de sus contradicciones, pasa a un estado cualitativamente superior. Es decir, si la cosa da de sí todo lo que posiblemente puede dar; y este dar de sí deviene de las contradicciones mismas. Así, la realización de la filosofía, para Marx, es la superación de las contradicciones materiales y espirituales que la filosofía en su larga tradición ha expresado. Por otro lado, para el marxismo vulgar, la abolición de la filosofía significaba la eliminación de la especulación filosófica idealista lo que implicaba, además, poner entre paréntesis toda la historia del pensamiento humano por ser productos de sociedades divididas en clases. Si bien el conocimiento es producto de una situación social conflictiva en la que la clase dominante determina la visión de mundo vigente, este conocimiento debe pasar por su asimilación crítica y su reconfiguración en instrumento de la lucha de clases. La negación de esa posibilidad refuerza las posiciones hegemónicas de las clases dominantes a nivel cultural, político, económico y social, porque mantiene intactos sus instrumentos de legitimación.
Para Marx, en la interpretación de Korsch, la abolición de la filosofía supone la imbricación de ésta con el mundo de lo real; la filosofía deja de ser filosofía como especulación vacía, deja de ser abstracta para “ascender a lo concreto”, deja de ser especulación para convertirse en horizonte de posibilidades. Con ello, el horizonte de la filosofía es eminentemente práctico, y lo es no en una visión reduccionista de la filosofía como instrumento de la emancipación –lo cual supondría derivar hacia una racionalidad instrumental propia del marxismo soviético-, sino como contenido utópico de toda transformación social. Pero, si la abolición de la filosofía supone su realización ¿cómo lograr esa realización, por cuáles vías teóricas y prácticas? ¿Cuál es el puente que media entre la filosofía apartada del mundo y la filosofía como horizonte de la praxis? Precisamente, alrededor de esta mediación se abre la discusión de Korsch, mediación que identifica en la dialéctica entre filosofía y ciencia, específicamente, entre filosofía y ciencia social.
En la ciencia oficial (tanto natural como social), el positivismo había hecho una separación insalvable entre epistemología y ética, entre conocimiento del mundo y acción humana; dicha separación no sólo era una reducción de las posibilidades del conocimiento mismo, sino que producía una cosificación del objeto y del sujeto del conocimiento (que en el caso de la sociedad es el mismo). Por otro lado, el positivismo aspiraba al conocimiento especializado y atomizado de los fenómenos sin que para ello fuera necesaria la comprensión del fenómeno social en su totalidad. Estos dos elementos derivarían en la constitución de una razón atrofiada, cuyo peso principal recaería sobre la instrumentalización del conocimiento.
La realización de la filosofía parte de un puntal eminentemente crítico: la negación de la filosofía burguesa como filosofía real y de la ciencia positiva como ciencia real. Ya Marx sostenía en las Tesis sobre Feuerbach que es la praxis la que constituye el criterio de verdad de última instancia, lo cual es válido tanto para la filosofía como para la ciencia3. Ese criterio de verdad es válido no como burdo empirismo, sino como efectividad histórica axiológicamente demarcada. Los límites axiológicos, además, responden a la emancipación del ser humano, a la destrucción de todas las formas de destrucción de la humanidad. Lo verdadero es aquello posible, y lo posible es aquello que es justo.
La realización de la filosofía entonces supone esfuerzos teóricos y práxicos de transformación sistémica. La filosofía se realiza como una filosofía que supere lo abstracto y puro de la filosofía tradicional. Pero asimismo, la ciencia debe realizarse como ciencia superando el carácter cosificatorio y abstracto de la ciencia positiva, es decir, negándose en su forma burguesa y moderna. Es por ello que en Marx la realización de la filosofía no se deslinda del devenir de su sujeto histórico, el proletariado: la tijera de la historia es a la vez la emancipación material de las clases oprimidas y la configuración de una filosofía que dote a esa emancipación material de sentido.
En el plano de la filosofía, hay que insistir en que no es la filosofía como tal la que desparece o la llamada a ser abolida, sino aquella filosofía que mantiene al ser humano en el sojuzgamiento y la denigración, esa filosofía abstracta que plantea principios por encima de toda condición humana. Ya Marx habría planteado: “La profesión de fe de Prometeo: ‘En una palabra, yo odio a todos los dioses’, es la suya propia [de la filosofía], su propio juicio contra todas las deidades celestiales y terrestres que no reconocen a la autoconciencia humana como la divinidad suprema […] En el calendario filosófico Prometeo ocupa el lugar más distinguido entre los santos y los mártires”4. Esa filosofía deshumanizada es la que hay que abolir, situando en su lugar una filosofía humana, liberadora. En el plano de la teoría social, la apuesta está por una ciencia al servicio de la transformación del mundo, teoría a la cual subyace un marco filosófico. La teoría para ser científica debe pasar por el filo de la praxis que, como ya se dijo, es su criterio de verdad de última instancia. Y para ello debe reconstruirse a través de una comprensión multidimensional de la realidad social, es decir, de una ciencia histórica tal como pedía el mismo Marx y que, en cierto modo, sigue la línea de la omnicomprensión social de corte hegeliano.
De esta forma reivindica Korsch el socialismo científico planteado por Marx y Engels5, que es la forma supletoria de la filosofía abstracta, a la vez que es un principio normador e integrador de una nueva ciencia. Esa nueva ciencia no es una ciencia delineada bajo los parámetros cosificadores de la ciencia burguesa, moderna, positiva. Debe partir de un principio axiológico determinado por la filosofía concreta y situar como centro al ser humano y a la vida.
Con el riesgo de utilizar una categoría cargada de significaciones metafísicas, podría decirse que Korsch, recuperando a Marx, aboga por una transubstanciación de la filosofía y de la ciencia, en donde ambos conceptos se mantienen pero a cambio de ser afines a la liberación del ser humano, para ello, claro está, debe cambiar su contenido. Ese cambio de contenido no es una sustitución simple y burda, es una asimilación crítica de la tradición filosófica y científica. El medio para esa asimilación y el comodín epistémico de tal transubstanciación es el socialismo científico.
Notas:
1 Karl Korsch fue miembro de la socialdemocracia alemana, primero como militante y luego como político y funcionario. Su libro “Marxismo y filosofía” es uno de los primeros que se atrevieron a cuestionar la dogmatización en que paulatinamente caía la teoría marxista. Pese a su erudición y sus aportes novedosos en el libro mencionado, murió abjurando del marxismo. Para mayor detalle puede consultarse el prólogo de Adolfo Sánchez Vázquez a “Marxismo y filosofía” en la edición que citamos más adelante.
2 Korsch, K. Marxismo y filosofía. Traducción y prólogo de A. Sánchez Vázquez. Ediciones Era. México. 1971.
3 Marx, K. “Tesis sobre Feuerbach”. Manuscritos de 1844. UCA editores. San Salvador, El Salvador. 1987. Págs. 145.
4 Marx, K. Diferencia de la filosofía de la naturaleza en Demócrito y en Epicuro. Editorial Ayuso. 1971. Pág. 7.
5 Hay que hacer una precisión importante. En Del socialismo utópico al socialismo científico, no hay una supresión del socialismo utópico por un socialismo matemático, “científico” en el sentido positivista. Al contrario, Engels recupera aquí la memoria y aportes de los socialistas utópicos frente al mundo irracional del capitalismo. Cfr.: Engels, F. Del socialismo utópico al socialismo científico. Ocean Sur. Caracas, Venezuela. 2013. No obstante, la positivización del marxismo encarnada en un socialismo previsible casi matemáticamente, sobre todo, algunas derivaciones en el campo de la economía apuntaban al cálculo en tiempo de los periodos de crisis y de cómo eso abría prácticamente la puerta al devenir del socialismo (palpable, por ejemplo, en la periodización de las crisis capitalistas, elaborada por Kondratiev y luego discutida por Mandel y Trotsky).
Alberto Quiñónez es miembro del Colectivo de Estudios de Pensamiento Crítico (CEPC).
Rebelión
Hacia 1920, los movimientos proletarios en Europa configuraban una gama bastante diversa de interpretaciones del marxismo. Alimentados por las condiciones que las realidades específicas imponían a los movimientos y partidos de izquierda, diversos planteamientos políticos fueron surgiendo a lo largo y ancho de Europa. El peso de la figura de Lenin se hacía sentir de una forma notoria en esa diversidad de planteamientos, siendo el mismo Lenin quien denunciara en ¿Qué hacer? el mal uso que muchos movimientos estaban haciendo de su obra El Estado y la revolución, cuyas premisas eran en muchos casos vistas como dogmas de fe. El riesgo del fascismo, el empuje imperialista por distintos flancos, las devastadoras consecuencias de la Primera Guerra Mundial y la situación relativamente ejemplar de la URSS, hicieron del dogmatismo un lugar común en el marxismo.
En ese plano surgen posturas disidentes como las de Georg Lukács y Karl Korsch1, sucedidos después por un creativo y comprometido Antonio Gramsci. El aporte filosófico de Korsch hay que situarlo precisamente en ese contexto de creciente ideologización del marxismo, de unificación de estrategias y tácticas políticas de los diferentes partidos comunistas europeos, y de la creciente influencia e injerencia del Partido Comunista de la URSS sobre los demás partidos comunistas. De hecho, una de las obras más importantes de Korsch, su libro Marxismo y filosofía, fue sepultada en su tiempo por las urgencias ideológicas y políticas del marxismo soviético. El libro de Korsch sufrió la suerte de otros libros y autores, como Historia y conciencia de clase de Lukács, que fueron proscritos y olvidados y luego recuperados por corrientes críticas al “marxismo oficial”. Las presentes notas suponen alguna explicación introductoria a las ideas de Marxismo y filosofía2.
El eje central de la problemática que aborda Korsch en el libro ya citado, es la relación entre marxismo y la filosofía, lo que de otro modo puede caracterizarse como la relación entre acción política y teoría. La preocupación de Korsch no es banal: la historia del movimiento proletario no hallaba una expresión enteramente positiva respecto al desarrollo de la teoría revolucionaria, y viceversa. Ni la teoría ni la práctica siguen de forma ineluctable un camino ascendente y hacia adelante. De esta forma, Korsch plantea sistemáticamente que el estado de la teoría está siempre en relación a las condiciones materiales y que son estas condiciones las que ejercen en muchos casos la presión hacia atrás de la teoría y de la práctica revolucionarias, incidiendo en que esa teoría se cosifique y se convierta en ideología, en falsa conciencia del mundo, que no por ser falsa es menos real.
La tensión entre el marxismo y la filosofía no es casual. Ya para el mismo Marx la abolición de la filosofía representa una condición de la emancipación del ser humano. No obstante, en Marx la abolición de la filosofía no se entiende como supresión, sino como realización de la filosofía. Dialécticamente puede decirse que la cosa en sí se realiza si, a partir de la tensión de sus contradicciones, pasa a un estado cualitativamente superior. Es decir, si la cosa da de sí todo lo que posiblemente puede dar; y este dar de sí deviene de las contradicciones mismas. Así, la realización de la filosofía, para Marx, es la superación de las contradicciones materiales y espirituales que la filosofía en su larga tradición ha expresado. Por otro lado, para el marxismo vulgar, la abolición de la filosofía significaba la eliminación de la especulación filosófica idealista lo que implicaba, además, poner entre paréntesis toda la historia del pensamiento humano por ser productos de sociedades divididas en clases. Si bien el conocimiento es producto de una situación social conflictiva en la que la clase dominante determina la visión de mundo vigente, este conocimiento debe pasar por su asimilación crítica y su reconfiguración en instrumento de la lucha de clases. La negación de esa posibilidad refuerza las posiciones hegemónicas de las clases dominantes a nivel cultural, político, económico y social, porque mantiene intactos sus instrumentos de legitimación.
Para Marx, en la interpretación de Korsch, la abolición de la filosofía supone la imbricación de ésta con el mundo de lo real; la filosofía deja de ser filosofía como especulación vacía, deja de ser abstracta para “ascender a lo concreto”, deja de ser especulación para convertirse en horizonte de posibilidades. Con ello, el horizonte de la filosofía es eminentemente práctico, y lo es no en una visión reduccionista de la filosofía como instrumento de la emancipación –lo cual supondría derivar hacia una racionalidad instrumental propia del marxismo soviético-, sino como contenido utópico de toda transformación social. Pero, si la abolición de la filosofía supone su realización ¿cómo lograr esa realización, por cuáles vías teóricas y prácticas? ¿Cuál es el puente que media entre la filosofía apartada del mundo y la filosofía como horizonte de la praxis? Precisamente, alrededor de esta mediación se abre la discusión de Korsch, mediación que identifica en la dialéctica entre filosofía y ciencia, específicamente, entre filosofía y ciencia social.
En la ciencia oficial (tanto natural como social), el positivismo había hecho una separación insalvable entre epistemología y ética, entre conocimiento del mundo y acción humana; dicha separación no sólo era una reducción de las posibilidades del conocimiento mismo, sino que producía una cosificación del objeto y del sujeto del conocimiento (que en el caso de la sociedad es el mismo). Por otro lado, el positivismo aspiraba al conocimiento especializado y atomizado de los fenómenos sin que para ello fuera necesaria la comprensión del fenómeno social en su totalidad. Estos dos elementos derivarían en la constitución de una razón atrofiada, cuyo peso principal recaería sobre la instrumentalización del conocimiento.
La realización de la filosofía parte de un puntal eminentemente crítico: la negación de la filosofía burguesa como filosofía real y de la ciencia positiva como ciencia real. Ya Marx sostenía en las Tesis sobre Feuerbach que es la praxis la que constituye el criterio de verdad de última instancia, lo cual es válido tanto para la filosofía como para la ciencia3. Ese criterio de verdad es válido no como burdo empirismo, sino como efectividad histórica axiológicamente demarcada. Los límites axiológicos, además, responden a la emancipación del ser humano, a la destrucción de todas las formas de destrucción de la humanidad. Lo verdadero es aquello posible, y lo posible es aquello que es justo.
La realización de la filosofía entonces supone esfuerzos teóricos y práxicos de transformación sistémica. La filosofía se realiza como una filosofía que supere lo abstracto y puro de la filosofía tradicional. Pero asimismo, la ciencia debe realizarse como ciencia superando el carácter cosificatorio y abstracto de la ciencia positiva, es decir, negándose en su forma burguesa y moderna. Es por ello que en Marx la realización de la filosofía no se deslinda del devenir de su sujeto histórico, el proletariado: la tijera de la historia es a la vez la emancipación material de las clases oprimidas y la configuración de una filosofía que dote a esa emancipación material de sentido.
En el plano de la filosofía, hay que insistir en que no es la filosofía como tal la que desparece o la llamada a ser abolida, sino aquella filosofía que mantiene al ser humano en el sojuzgamiento y la denigración, esa filosofía abstracta que plantea principios por encima de toda condición humana. Ya Marx habría planteado: “La profesión de fe de Prometeo: ‘En una palabra, yo odio a todos los dioses’, es la suya propia [de la filosofía], su propio juicio contra todas las deidades celestiales y terrestres que no reconocen a la autoconciencia humana como la divinidad suprema […] En el calendario filosófico Prometeo ocupa el lugar más distinguido entre los santos y los mártires”4. Esa filosofía deshumanizada es la que hay que abolir, situando en su lugar una filosofía humana, liberadora. En el plano de la teoría social, la apuesta está por una ciencia al servicio de la transformación del mundo, teoría a la cual subyace un marco filosófico. La teoría para ser científica debe pasar por el filo de la praxis que, como ya se dijo, es su criterio de verdad de última instancia. Y para ello debe reconstruirse a través de una comprensión multidimensional de la realidad social, es decir, de una ciencia histórica tal como pedía el mismo Marx y que, en cierto modo, sigue la línea de la omnicomprensión social de corte hegeliano.
De esta forma reivindica Korsch el socialismo científico planteado por Marx y Engels5, que es la forma supletoria de la filosofía abstracta, a la vez que es un principio normador e integrador de una nueva ciencia. Esa nueva ciencia no es una ciencia delineada bajo los parámetros cosificadores de la ciencia burguesa, moderna, positiva. Debe partir de un principio axiológico determinado por la filosofía concreta y situar como centro al ser humano y a la vida.
Con el riesgo de utilizar una categoría cargada de significaciones metafísicas, podría decirse que Korsch, recuperando a Marx, aboga por una transubstanciación de la filosofía y de la ciencia, en donde ambos conceptos se mantienen pero a cambio de ser afines a la liberación del ser humano, para ello, claro está, debe cambiar su contenido. Ese cambio de contenido no es una sustitución simple y burda, es una asimilación crítica de la tradición filosófica y científica. El medio para esa asimilación y el comodín epistémico de tal transubstanciación es el socialismo científico.
Notas:
1 Karl Korsch fue miembro de la socialdemocracia alemana, primero como militante y luego como político y funcionario. Su libro “Marxismo y filosofía” es uno de los primeros que se atrevieron a cuestionar la dogmatización en que paulatinamente caía la teoría marxista. Pese a su erudición y sus aportes novedosos en el libro mencionado, murió abjurando del marxismo. Para mayor detalle puede consultarse el prólogo de Adolfo Sánchez Vázquez a “Marxismo y filosofía” en la edición que citamos más adelante.
2 Korsch, K. Marxismo y filosofía. Traducción y prólogo de A. Sánchez Vázquez. Ediciones Era. México. 1971.
3 Marx, K. “Tesis sobre Feuerbach”. Manuscritos de 1844. UCA editores. San Salvador, El Salvador. 1987. Págs. 145.
4 Marx, K. Diferencia de la filosofía de la naturaleza en Demócrito y en Epicuro. Editorial Ayuso. 1971. Pág. 7.
5 Hay que hacer una precisión importante. En Del socialismo utópico al socialismo científico, no hay una supresión del socialismo utópico por un socialismo matemático, “científico” en el sentido positivista. Al contrario, Engels recupera aquí la memoria y aportes de los socialistas utópicos frente al mundo irracional del capitalismo. Cfr.: Engels, F. Del socialismo utópico al socialismo científico. Ocean Sur. Caracas, Venezuela. 2013. No obstante, la positivización del marxismo encarnada en un socialismo previsible casi matemáticamente, sobre todo, algunas derivaciones en el campo de la economía apuntaban al cálculo en tiempo de los periodos de crisis y de cómo eso abría prácticamente la puerta al devenir del socialismo (palpable, por ejemplo, en la periodización de las crisis capitalistas, elaborada por Kondratiev y luego discutida por Mandel y Trotsky).
Alberto Quiñónez es miembro del Colectivo de Estudios de Pensamiento Crítico (CEPC).
lunes, 14 de marzo de 2016
El número pi no es 3,14. Los matemáticos celebran hoy el Día de Pi, una constante conocida desde hace milenios que todavía genera fascinantes problemas, como averiguar si contiene infinitas veces el 5
El 20 de noviembre de 2005, mientras una patera con 10 personas a bordo desaparecía frente a las costas de Cádiz, mientras una tormenta tropical dejaba 11 muertos en Honduras, mientras el tenista suizo Roger Federer perdía su primer partido tras ganar 24 finales consecutivas, el chino Chao Lu recitaba números sin parar. Durante 24 horas y cuatro minutos, grabado por 26 cámaras y con decenas de testigos de la Universidad de Agricultura y Ciencias Forestales del Noroeste, en la provincia china de Shaanxi, Chao Lu cantó de memoria 67.890 decimales del número pi. Su hazaña fue certificada por el Libro Guinness de los records. No falló ni uno.
“Cuando alguien escribe que pi es igual a 3,14 me lloran los ojos”, confiesa el matemático Javier Cilleruelo, asombrado por los enigmas milenarios que oculta el número. Pi no es 3,14, como aprendimos en el colegio. Ni siquiera es 3,141592653, la cifra que hace que el año pasado se celebrara el Día de Pi por representar, según la notación anglosajona, del mes 3, el día 14, del año 15, a las 9 horas, 26 minutos y 53 segundos. Y pi tampoco es el larguísimo número que memorizó Chau Lao. “Pi es la razón entre el perímetro de una circunferencia y su diámetro”, zanja Cilleruelo, miembro del Instituto de Ciencias Matemáticas (ICMAT), en Madrid. Pi, por lo tanto, es eterno.
En internet, es sencillo encontrar a chavales con los ojos vendados recitando de memoria los 1.000 primeros decimales del número pi. No llegan al prodigio de Chau Lo, pero tienen mérito. “Pi es un número irracional. No sigue ningún patrón y tiene un número infinito de cifras”, explica Cilleruelo. Esto significa que el número de teléfono móvil o el DNI de cualquier persona que esté leyendo esto probablemente aparecerán entre los primeros millones de decimales de pi, como se puede comprobar en varias páginas web. El teléfono móvil que publicó Wikileaks del expresidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero, por ejemplo, aparece a partir del decimal número 85.711.627.
El nacimiento de pi se pierde en la noche de los tiempos. En el Antiguo Testamento (III Reyes, 7:23), aparece una aproximación de 3: “Hizo asimismo un mar de fundición [una concha grande para meter agua], de diez codos de un lado al otro, perfectamente redondo, [...] y lo ceñía alrededor un cordón de treinta codos”. Y el matemático griego Arquímedes, célebre por haber supuestamente corrido desnudo por la calle gritando “¡Eureka!” tras resolver un problema, calculó el valor de pi como 3,14 hace unos 2.265 años. Desde entonces, el número no ha dejado de fascinar a los matemáticos. Y todavía genera problemas sin resolver.
“Si coges todos los números del listín telefónico de tu ciudad y los pones en fila, ese número larguísimo debería aparecer infinitas veces en el número pi, pero no sabemos si es cierto. Es muy difícil demostrarlo. Y el que lo demuestre se llevará una medalla Fields [el Nobel de las matemáticas]”, apunta Cilleruelo.
Ante pi, bautizado con la letra griega π en el siglo XVII, los matemáticos se sienten como los europeos en Finisterre antes del descubrimiento de América. Más allá de los 10 billones de dígitos no se sabe lo que hay. "En el primer millón de dígitos de pi, el número 5 aparece 100.359 veces. El número 6 aparece 99.598 veces. Pero no sabemos si el número 5 aparece infinitas veces en pi”, recalca el investigador del ICMAT. El 5 podría desaparecer en algún punto de la infinita ristra de dígitos de pi. O no.
“La magia de pi es que aparece en situaciones alucinantes, en los lugares más insospechados que te puedas imaginar”, sostiene Raúl Ibáñez, director del portal de divulgación científica DivulgaMAT, de la Real Sociedad Matemática Española. Ibáñez recuerda el problema de la aguja de Buffon, propuesto en 1777 por el científico francés Georges-Louis Leclerc, conde de Buffon.
El enunciado es sencillo. Si dibujas en el suelo líneas paralelas y coges agujas de la misma longitud que la distancia entre las rectas, la probabilidad de que lances una aguja y caiga en una de las rayas es 2 partido por pi. No hay círculos en esta historia, pero ahí está pi.
“La fórmula que calcula la probabilidad de que un grupo de personas siga con vida al cabo de un determinado número de días también implica al número pi”, añade Ibáñez con voz todavía sorprendida por las matemáticas de las empresas de seguros que aparecen en el libro Un presupuesto de paradojas, publicado en 1915 por el matemático británico Augustus De Morgan.
Ibáñez también recuerda otro ejemplo que deja los ojos como platos. Lo descubrió Hans-Henrik Stølum, geólogo de la Universidad de Cambridge (Reino Unido), en 1996. El investigador calculó la relación entre el doble de la longitud total de un río y la distancia en línea recta entre su nacimiento y su desembocadura. Y la relación era de aproximadamente 3,14.
“Los matemáticos nos dedicamos a jugar con cosas como pi. Y, a veces, la tecnología avanza gracias a estos juegos”, afirma Ibáñez con una sonrisa.
http://elpais.com/elpais/2015/03/13/ciencia/1426279728_452492.html
“Cuando alguien escribe que pi es igual a 3,14 me lloran los ojos”, confiesa el matemático Javier Cilleruelo, asombrado por los enigmas milenarios que oculta el número. Pi no es 3,14, como aprendimos en el colegio. Ni siquiera es 3,141592653, la cifra que hace que el año pasado se celebrara el Día de Pi por representar, según la notación anglosajona, del mes 3, el día 14, del año 15, a las 9 horas, 26 minutos y 53 segundos. Y pi tampoco es el larguísimo número que memorizó Chau Lao. “Pi es la razón entre el perímetro de una circunferencia y su diámetro”, zanja Cilleruelo, miembro del Instituto de Ciencias Matemáticas (ICMAT), en Madrid. Pi, por lo tanto, es eterno.
En internet, es sencillo encontrar a chavales con los ojos vendados recitando de memoria los 1.000 primeros decimales del número pi. No llegan al prodigio de Chau Lo, pero tienen mérito. “Pi es un número irracional. No sigue ningún patrón y tiene un número infinito de cifras”, explica Cilleruelo. Esto significa que el número de teléfono móvil o el DNI de cualquier persona que esté leyendo esto probablemente aparecerán entre los primeros millones de decimales de pi, como se puede comprobar en varias páginas web. El teléfono móvil que publicó Wikileaks del expresidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero, por ejemplo, aparece a partir del decimal número 85.711.627.
El nacimiento de pi se pierde en la noche de los tiempos. En el Antiguo Testamento (III Reyes, 7:23), aparece una aproximación de 3: “Hizo asimismo un mar de fundición [una concha grande para meter agua], de diez codos de un lado al otro, perfectamente redondo, [...] y lo ceñía alrededor un cordón de treinta codos”. Y el matemático griego Arquímedes, célebre por haber supuestamente corrido desnudo por la calle gritando “¡Eureka!” tras resolver un problema, calculó el valor de pi como 3,14 hace unos 2.265 años. Desde entonces, el número no ha dejado de fascinar a los matemáticos. Y todavía genera problemas sin resolver.
“Si coges todos los números del listín telefónico de tu ciudad y los pones en fila, ese número larguísimo debería aparecer infinitas veces en el número pi, pero no sabemos si es cierto. Es muy difícil demostrarlo. Y el que lo demuestre se llevará una medalla Fields [el Nobel de las matemáticas]”, apunta Cilleruelo.
Ante pi, bautizado con la letra griega π en el siglo XVII, los matemáticos se sienten como los europeos en Finisterre antes del descubrimiento de América. Más allá de los 10 billones de dígitos no se sabe lo que hay. "En el primer millón de dígitos de pi, el número 5 aparece 100.359 veces. El número 6 aparece 99.598 veces. Pero no sabemos si el número 5 aparece infinitas veces en pi”, recalca el investigador del ICMAT. El 5 podría desaparecer en algún punto de la infinita ristra de dígitos de pi. O no.
“La magia de pi es que aparece en situaciones alucinantes, en los lugares más insospechados que te puedas imaginar”, sostiene Raúl Ibáñez, director del portal de divulgación científica DivulgaMAT, de la Real Sociedad Matemática Española. Ibáñez recuerda el problema de la aguja de Buffon, propuesto en 1777 por el científico francés Georges-Louis Leclerc, conde de Buffon.
El enunciado es sencillo. Si dibujas en el suelo líneas paralelas y coges agujas de la misma longitud que la distancia entre las rectas, la probabilidad de que lances una aguja y caiga en una de las rayas es 2 partido por pi. No hay círculos en esta historia, pero ahí está pi.
“La fórmula que calcula la probabilidad de que un grupo de personas siga con vida al cabo de un determinado número de días también implica al número pi”, añade Ibáñez con voz todavía sorprendida por las matemáticas de las empresas de seguros que aparecen en el libro Un presupuesto de paradojas, publicado en 1915 por el matemático británico Augustus De Morgan.
Ibáñez también recuerda otro ejemplo que deja los ojos como platos. Lo descubrió Hans-Henrik Stølum, geólogo de la Universidad de Cambridge (Reino Unido), en 1996. El investigador calculó la relación entre el doble de la longitud total de un río y la distancia en línea recta entre su nacimiento y su desembocadura. Y la relación era de aproximadamente 3,14.
“Los matemáticos nos dedicamos a jugar con cosas como pi. Y, a veces, la tecnología avanza gracias a estos juegos”, afirma Ibáñez con una sonrisa.
http://elpais.com/elpais/2015/03/13/ciencia/1426279728_452492.html
Ejemplo de lo que pasó en 1936
Ejemplo de lo que pasó en 1936
El diario Ya, de Madrid, el 2 de Mayo de 1939, bajo el titular Auto de Fe en la Universidad Central se dice:
Los enemigos de España fueron condenados al fuego. Con motivo de la fiesta del libro se celebró un auto de fe en el patio de la Universidad Central, pronunciando el catedrático Antonio Luna las siguientes palabras: “para edificar a España una, grande y libre, condenamos al fuego los libros separatistas, los liberales, los marxistas, los de la leyenda negra, los anticatólicos, los del romanticismo enfermizo y extravagante, los cursis, los cobardes, los seudocientíficos, los textos malos y los periódicos chabacanos. E incluimos en nuestro índice a Sabino Arana, J. J. Rousseau, Carlos Marx, Voltaire, Lamartine, Máximo Gorki, Remarque, Freud y “Heraldo de Madrid”.
El diario Ya, de Madrid, el 2 de Mayo de 1939, bajo el titular Auto de Fe en la Universidad Central se dice:
Los enemigos de España fueron condenados al fuego. Con motivo de la fiesta del libro se celebró un auto de fe en el patio de la Universidad Central, pronunciando el catedrático Antonio Luna las siguientes palabras: “para edificar a España una, grande y libre, condenamos al fuego los libros separatistas, los liberales, los marxistas, los de la leyenda negra, los anticatólicos, los del romanticismo enfermizo y extravagante, los cursis, los cobardes, los seudocientíficos, los textos malos y los periódicos chabacanos. E incluimos en nuestro índice a Sabino Arana, J. J. Rousseau, Carlos Marx, Voltaire, Lamartine, Máximo Gorki, Remarque, Freud y “Heraldo de Madrid”.
domingo, 13 de marzo de 2016
Capitalismo: luces y (muchas) sombras. El periodista británico Paul Mason analiza en su libro 'Postcapitalismo, hacia un nuevo futuro', los excesos del neoliberalismo y evoca la posibilidad de un futuro cooperativo.
“La época dorada del capitalismo ya es historia en el mundo desarrollado y en no muchas décadas lo será también en el resto de países”. Bajo esta premisa el periodista británico Paul Mason (Leigh, 1960) plantea en su último libro, Postcapitalismo, hacia un nuevo futuro (Editorial Paidós), una opción “más justa y más solidaria” que descansa sobre la abundancia tecnológica del último cuarto de siglo. Como alternativa, desgrana en una entrevista con EL PAÍS las ideas fuerza de su postcapitalismo, un modelo en el que predomina lo cooperativo en detrimento del Estado y las empresas. “Estamos ante una disyuntiva clara: un modelo colaborativo o un futuro distópico, una especie de feudalismo tecnológico en el que se multiplicaría la desigualdad”.
Profuso en palabras y entusiasta con la idea que estos días pasea por medio mundo, Mason reconoce que el capitalismo ha propiciado la mayor oleada de desarrollo jamás vista, pero critica frontalmente el status quo actual. “Es el momento de que las élites, tanto económicas como académicas, se pregunten si de verdad funciona el neoliberalismo. Si lo hacen, la respuesta será obvia: un no rotundo”.
Mason, redactor jefe de Economía de Channel 4 News y habitual en las páginas de The Guardian, hace suyas las ideas del economista estadounidense Jeremy Rifkin, que en La sociedad de coste marginal cero (Paidós, 2014) predecía un mundo en el que muchos productos y servicios de nuestro día a día serán gratuitos o casi gratuitos y el fin del trabajo tal y como lo conocemos. Las tecnologías de la información, dice Mason, corroen el sistema de precios sobre el que descansa el capitalismo desde el mismo momento en el que muchos bienes y servicios, desde la información hasta la energía, se pueden o se podrán consumir por muy poco. “La enciclopedia está en nuestro teléfono y la energía totalmente verde será realidad pronto. Eso no es ciencia ficción y es muy relevante”. Pocos vislumbran este futuro. “La existencia del tercer sector parece totalmente accidental respecto a la manera de pensar neoliberal; los economistas deben ponerse otras gafas para poder ver una parte de la realidad que no están viendo”.
El capitalismo, dice, ha destacado siempre por su capacidad de adaptación, pero las tecnologías de la información hacen imposible una transformación más: “No crean productos más caros, sino más baratos e impiden a los trabajadores encontrar empleo en una industria tradicional en declive”.
De triunfar algún día el modelo colaborativo, Mason advierte de que tendremos que acostumbrarnos a vivir en una sociedad no consumista, con todo lo que eso implica, pero deja claro que su teoría no se opone al mercado como concepto: “No hay ninguna razón para abolirlo por decreto siempre y cuando se acabe con los desequilibrios de poder básicos”. Aunque no escatima en elogios hacia partidos de izquierdas como Podemos y, sobre todo, Syriza, el autor británico rechaza cualquier retorno al socialismo clásico o a la socialdemocracia, sin renunciar a sus ideales. “No hay una vuelta atrás a los populismos rusos, a la socialdemocracia tradicional o a la Tercera Vía; mi punto de partida es otro”, relata. “Hay que mirar al futuro. Y en ese futuro, las ideas del socialismo utópico son hoy más posibles que nunca gracias a la evolución tecnológica”.
“Estamos viviendo un momento crítico, en el que incluso las cosas más normales parecen revolucionarias”, dice. En sus gestos se percibe tanta indignación con la situación actual como preocupación por lo venidero. “Si continuamos deslizándonos hacia el estancamiento y la deflación y la élite global no entrega más estímulos, alguien va a buscar una salida al estilo de los años 30, en la que los países simplemente adoptan soluciones nacionalistas”, pronostica.
Ese renacimiento de los nacionalismos de mediados del siglo pasado lo estamos viendo, afirma, en la “alta probabilidad” de que se produzca el Brexit (la salida de Reino Unido de la UE). También en el surgimiento de dos outsiders políticos en Estados Unidos —el populista de derechas Donald Trump y el izquierdista Bernie Sanders— e incluso en el colapso de Schengen. “Podemos estar a semanas de su colapso”, proyecta.
¿Qué nos indica todo esto? “Que necesitamos una nueva forma de pensamiento radical que tiene que trascender los partidos radicales”, dispara. “[Franklin D.] Roosevelt pertenecía a las élites, pero tiró a la basura toda la doctrina y adoptó una solución antiausteridad que salvó a EE UU del colapso”. Llevando su ejemplo a nuestro tiempo, en el que hasta la OCDE —una suerte de think tank de la treintena de países más ricos del mundo— alerta de la “debilidad” del crecimiento económico durante las cinco próximas décadas, Mason exhorta a los Gobiernos occidentales a repensar su modo de actuación durante la crisis. Pero va más allá: reclama una “politización y democratización” de la política monetaria, el principal mecanismo puesto en marcha por las grandes potencias para salir del hoyo; apela a una quita generalizada de deuda pública; incide en la necesidad de cerrar las vías por las que las grandes corporaciones eluden sus obligaciones fiscales; pide la creación de una renta básica universal que garantice un mínimo vital para todos los ciudadanos y, sobre todo, reivindica que los Gobiernos dispongan un esquema que incentive las cooperativas en detrimento de las estructuras empresariales clásicas.
Wikipedia como referente
En ese futuro que vislumbra Mason, la frontera de la propiedad y el trabajo se difumina —como también lo hace la que separan trabajo y salario—, pero el papel del “Estado progresista”, al que él se refiere con frecuencia, es esencial como promotor del procomún colaborativo. “Los Gobiernos deben darse cuenta de que Uber no es bueno, pero que abre un camino que se puede transitar de otra forma. ¿Por qué no un Uber verdaderamente cooperativo?”, se pregunta.
El epítome de este nuevo modelo completamente cooperativo, en el que el lucro individual desaparece, es algo tan cotidiano como imposible de imaginar hace solo 20 años: Wikipedia. “Es el mejor ejemplo, una herramienta gratuita que sale adelante gracias al esfuerzo colaborativo de miles de personas, que ha destruido de un plumazo el negocio de las enciclopedias y que priva a las firmas publicitarias de 2.800 millones de euros al año en ingresos”. También Twitter, una herramienta esencial para la sociedad actual y que, “aunque pertenece a una empresa, es gratuito y nunca podrá generar dinero”. “Probablemente acabará siendo propiedad del Estado o será sustituido por una herramienta similar de propiedad colaborativa”, vaticina.
http://economia.elpais.com/economia/2016/02/29/actualidad/1456773463_063944.html
Profuso en palabras y entusiasta con la idea que estos días pasea por medio mundo, Mason reconoce que el capitalismo ha propiciado la mayor oleada de desarrollo jamás vista, pero critica frontalmente el status quo actual. “Es el momento de que las élites, tanto económicas como académicas, se pregunten si de verdad funciona el neoliberalismo. Si lo hacen, la respuesta será obvia: un no rotundo”.
Mason, redactor jefe de Economía de Channel 4 News y habitual en las páginas de The Guardian, hace suyas las ideas del economista estadounidense Jeremy Rifkin, que en La sociedad de coste marginal cero (Paidós, 2014) predecía un mundo en el que muchos productos y servicios de nuestro día a día serán gratuitos o casi gratuitos y el fin del trabajo tal y como lo conocemos. Las tecnologías de la información, dice Mason, corroen el sistema de precios sobre el que descansa el capitalismo desde el mismo momento en el que muchos bienes y servicios, desde la información hasta la energía, se pueden o se podrán consumir por muy poco. “La enciclopedia está en nuestro teléfono y la energía totalmente verde será realidad pronto. Eso no es ciencia ficción y es muy relevante”. Pocos vislumbran este futuro. “La existencia del tercer sector parece totalmente accidental respecto a la manera de pensar neoliberal; los economistas deben ponerse otras gafas para poder ver una parte de la realidad que no están viendo”.
El capitalismo, dice, ha destacado siempre por su capacidad de adaptación, pero las tecnologías de la información hacen imposible una transformación más: “No crean productos más caros, sino más baratos e impiden a los trabajadores encontrar empleo en una industria tradicional en declive”.
De triunfar algún día el modelo colaborativo, Mason advierte de que tendremos que acostumbrarnos a vivir en una sociedad no consumista, con todo lo que eso implica, pero deja claro que su teoría no se opone al mercado como concepto: “No hay ninguna razón para abolirlo por decreto siempre y cuando se acabe con los desequilibrios de poder básicos”. Aunque no escatima en elogios hacia partidos de izquierdas como Podemos y, sobre todo, Syriza, el autor británico rechaza cualquier retorno al socialismo clásico o a la socialdemocracia, sin renunciar a sus ideales. “No hay una vuelta atrás a los populismos rusos, a la socialdemocracia tradicional o a la Tercera Vía; mi punto de partida es otro”, relata. “Hay que mirar al futuro. Y en ese futuro, las ideas del socialismo utópico son hoy más posibles que nunca gracias a la evolución tecnológica”.
“Estamos viviendo un momento crítico, en el que incluso las cosas más normales parecen revolucionarias”, dice. En sus gestos se percibe tanta indignación con la situación actual como preocupación por lo venidero. “Si continuamos deslizándonos hacia el estancamiento y la deflación y la élite global no entrega más estímulos, alguien va a buscar una salida al estilo de los años 30, en la que los países simplemente adoptan soluciones nacionalistas”, pronostica.
Ese renacimiento de los nacionalismos de mediados del siglo pasado lo estamos viendo, afirma, en la “alta probabilidad” de que se produzca el Brexit (la salida de Reino Unido de la UE). También en el surgimiento de dos outsiders políticos en Estados Unidos —el populista de derechas Donald Trump y el izquierdista Bernie Sanders— e incluso en el colapso de Schengen. “Podemos estar a semanas de su colapso”, proyecta.
¿Qué nos indica todo esto? “Que necesitamos una nueva forma de pensamiento radical que tiene que trascender los partidos radicales”, dispara. “[Franklin D.] Roosevelt pertenecía a las élites, pero tiró a la basura toda la doctrina y adoptó una solución antiausteridad que salvó a EE UU del colapso”. Llevando su ejemplo a nuestro tiempo, en el que hasta la OCDE —una suerte de think tank de la treintena de países más ricos del mundo— alerta de la “debilidad” del crecimiento económico durante las cinco próximas décadas, Mason exhorta a los Gobiernos occidentales a repensar su modo de actuación durante la crisis. Pero va más allá: reclama una “politización y democratización” de la política monetaria, el principal mecanismo puesto en marcha por las grandes potencias para salir del hoyo; apela a una quita generalizada de deuda pública; incide en la necesidad de cerrar las vías por las que las grandes corporaciones eluden sus obligaciones fiscales; pide la creación de una renta básica universal que garantice un mínimo vital para todos los ciudadanos y, sobre todo, reivindica que los Gobiernos dispongan un esquema que incentive las cooperativas en detrimento de las estructuras empresariales clásicas.
Wikipedia como referente
En ese futuro que vislumbra Mason, la frontera de la propiedad y el trabajo se difumina —como también lo hace la que separan trabajo y salario—, pero el papel del “Estado progresista”, al que él se refiere con frecuencia, es esencial como promotor del procomún colaborativo. “Los Gobiernos deben darse cuenta de que Uber no es bueno, pero que abre un camino que se puede transitar de otra forma. ¿Por qué no un Uber verdaderamente cooperativo?”, se pregunta.
El epítome de este nuevo modelo completamente cooperativo, en el que el lucro individual desaparece, es algo tan cotidiano como imposible de imaginar hace solo 20 años: Wikipedia. “Es el mejor ejemplo, una herramienta gratuita que sale adelante gracias al esfuerzo colaborativo de miles de personas, que ha destruido de un plumazo el negocio de las enciclopedias y que priva a las firmas publicitarias de 2.800 millones de euros al año en ingresos”. También Twitter, una herramienta esencial para la sociedad actual y que, “aunque pertenece a una empresa, es gratuito y nunca podrá generar dinero”. “Probablemente acabará siendo propiedad del Estado o será sustituido por una herramienta similar de propiedad colaborativa”, vaticina.
http://economia.elpais.com/economia/2016/02/29/actualidad/1456773463_063944.html
Contra la manipulación y la corrupción de las palabras que buscan dominarnos
Hablar de corrupción del lenguaje, de manipulación de las palabras, no es solo un tema académico u objeto de debate universitario, que también. Es cuestión altamente política que tiene que ver con que una clase domine al resto de clases y, sobre todo, a la clase trabajadora. Por eso estoy de acuerdo con Miguel Ángel Rus, editor de Irreverentes, cuando asegura que “para cambiar el mundo, tenemos que recuperar el significado de las palabras”. El lenguaje es un arma con doble filo. Para construir la conciencia crítica colectiva y cambiar las cosas para bien. Pero también se utiliza de modo artero para reducir, bloquear, impedir o destruir esa conciencia crítica. Y, por tanto, retrasar el cambio necesario hacia un mundo mucho menos desigual, más justo y decente hasta alcanzar la equidad.
Un nivel elemental de corrupción de las palabras es ocultar o disfrazar la realidad con eufemismos. No llamar a las cosas por su nombre. Una palabra es un significante con un significado. La perversión del lenguaje destruye la correspondencia entre ambos y finalmente la presunta comunicación es una torre de Babel en la que se confunden realidades y palabras.
La manipulación y corrupción del lenguaje (herramienta principal de las élites para imponer su hegemonía cultural) cambia o distorsiona el significado de las palabras. Y así, el paro se convierte en ‘tasa natural de desempleo’; la emigración de jóvenes desesperados por no encontrar empleo en España en ‘movilidad exterior’. La recesión es ‘crecimiento negativo’; el rescate bancario es ‘línea de crédito favorable’; la rebaja de salarios es ‘devaluación competitiva interna’; los despidos sistemáticos son ‘flexibilidad laboral’; ‘las viviendas embargadas son ‘activos adjudicados’; el cierre de empresas es ‘cese de actividad’; la crisis es ‘desaceleración del ciclo económico’; el robo de dinero público es ‘desvío irregular de fondos’ y los recortes y violaciones de derechos sociales pasan a ser ‘reformas estructurales’… No es cualquier cosa ni algo inocente, porque el uso reiterado del eufemismo suaviza la realidad que es dura e incluso criminal y abona la extensión de un peligroso mito colectivo que se concreta en el ‘no hay para tanto’ o ‘no hay nada que hacer’.
Insisto, no es debate lingüístico o académico sino político. Según nos explica Gramsci, el poder de la clase dominante se basa en muy gran medida en la hegemonía cultural que ejerce sobre las clases sometidas. Impone sus valores, principios y ‘verdades’ en detrimento de los de la mayoría social dominada. Lo hace por medio del sistema educativo, la industria de la cultura y los medios de comunicación. Para que la mayoría acepte someterse y ser explotada como algo natural y conveniente. Y hoy, además, ser desposeída de la mayor parte de sus rentas, esencialmente sociales. La mal llamada austeridad fiscal se basa en un cúmulo de falsedades económicas, fiscales y contables que tienen en la corrupción del lenguaje un poderoso aliado.
Además de la manipulación del lenguaje, las élites y sus voceros recurren cada vez más lisa y llanamente a la mentira. Pura y dura. Como insistir en que el aumento de las deudas públicas de los estados es por exceso de gastos sociales. Cuando está ampliamente documentado que las deudas públicas han crecido de modo desorbitado porque los gobiernos rescataron la banca con cantidades milmillonarias tras el estallido de la crisis financiera.
Un caso muy actual de mentira en el Reino de España, además de insufrible desfachatez, son las declaraciones de portavoces del PP de ser éste el partido que más actúa contra la corrupción política y con mayor contundencia. ¡Para llorar de rabia! Y no me digan que estas cuestiones no son importantes porque, de no disponer de hegemonía comunicativa, por ejemplo, el Partido Popular no tendría siete millones de votantes de los que muchos son trabajadores, asalariados. No hay siete millones de ricos en este país ni de clase media real.
Los medios de comunicación (una base de la hegemonía cultural de las élites) buscan legitimar el discurso de éstas ocultando sus intereses reales bajo la apariencia de objetividad, aparentes buenos resultados, pretendida buena gestión y democracia. La corrupción del lenguaje para mantener la hegemonía cultural de esas élites sigue la pauta del nazi Goebbels: una mentira repetida mil veces finalmente se considera verdad. Y así, el partido del gobierno y sus voceros repiten hasta el hastío que esta país se recupera económicamente cuando los hechos, la creciente precariedad y la dureza de vida para millones de personas del pueblo trabajador demuestran lo contrario. Solo se puede hablar de recuperación cuando se recuperan las personas.
La corrupción de las palabras además se usa para deslegitimar todo lo que se opone a este sistema capitalista, antidemocrático, injusto, insostenible y suicida (porque lleva al desastre ecológico).
Palabras como democracia, soberanía, libertad o derechos sociales, entre otras, se han vaciado de contenido por la acción de los medios de hegemonía cultural y de comunicación de las élites. Hoy se entienden de forma sesgada e incluso contraria a su verdadero significado. ¿Cómo se puede negar en nombre de la democracia el derecho a decidir de un pueblo (catalán o cualquier otro)? ¿Cómo se puede negar el derecho a decidir cuando la democracia es precisamente eso: que el pueblo decida?
Según Andrés Querol, la manipulación del lenguaje hoy no tiene nada que envidiar a la que perpetró el Tercer Reich, por ejemplo. Un ejemplo sería la utilización torticera del término anti-sistema, convertido en máximo anatema por dirigentes y mercenarios de las élites económicas. Fernández Buey explica que, si el sistema capitalista es malo para la mayoría de la gente (como es evidente y comprobamos cada día), lo lógico y justo es estar contra ese sistema, ser anti-sistema. Pero al término se le atribuye miserable y falsamente el significado de actuar con violencia y atentar contra los intereses de todos.
No es cuestión académica. Si nos neutralizan por la manipulación y corrupción del lenguaje, bloquean y reducen la conciencia crítica. Porque manipulación y corrupción del lenguaje buscan ocultar, distorsionar, disfrazar, manipular… Para que todo continúe igual, pero parezca que algo cambia.
Un nivel elemental de corrupción de las palabras es ocultar o disfrazar la realidad con eufemismos. No llamar a las cosas por su nombre. Una palabra es un significante con un significado. La perversión del lenguaje destruye la correspondencia entre ambos y finalmente la presunta comunicación es una torre de Babel en la que se confunden realidades y palabras.
La manipulación y corrupción del lenguaje (herramienta principal de las élites para imponer su hegemonía cultural) cambia o distorsiona el significado de las palabras. Y así, el paro se convierte en ‘tasa natural de desempleo’; la emigración de jóvenes desesperados por no encontrar empleo en España en ‘movilidad exterior’. La recesión es ‘crecimiento negativo’; el rescate bancario es ‘línea de crédito favorable’; la rebaja de salarios es ‘devaluación competitiva interna’; los despidos sistemáticos son ‘flexibilidad laboral’; ‘las viviendas embargadas son ‘activos adjudicados’; el cierre de empresas es ‘cese de actividad’; la crisis es ‘desaceleración del ciclo económico’; el robo de dinero público es ‘desvío irregular de fondos’ y los recortes y violaciones de derechos sociales pasan a ser ‘reformas estructurales’… No es cualquier cosa ni algo inocente, porque el uso reiterado del eufemismo suaviza la realidad que es dura e incluso criminal y abona la extensión de un peligroso mito colectivo que se concreta en el ‘no hay para tanto’ o ‘no hay nada que hacer’.
Insisto, no es debate lingüístico o académico sino político. Según nos explica Gramsci, el poder de la clase dominante se basa en muy gran medida en la hegemonía cultural que ejerce sobre las clases sometidas. Impone sus valores, principios y ‘verdades’ en detrimento de los de la mayoría social dominada. Lo hace por medio del sistema educativo, la industria de la cultura y los medios de comunicación. Para que la mayoría acepte someterse y ser explotada como algo natural y conveniente. Y hoy, además, ser desposeída de la mayor parte de sus rentas, esencialmente sociales. La mal llamada austeridad fiscal se basa en un cúmulo de falsedades económicas, fiscales y contables que tienen en la corrupción del lenguaje un poderoso aliado.
Además de la manipulación del lenguaje, las élites y sus voceros recurren cada vez más lisa y llanamente a la mentira. Pura y dura. Como insistir en que el aumento de las deudas públicas de los estados es por exceso de gastos sociales. Cuando está ampliamente documentado que las deudas públicas han crecido de modo desorbitado porque los gobiernos rescataron la banca con cantidades milmillonarias tras el estallido de la crisis financiera.
Un caso muy actual de mentira en el Reino de España, además de insufrible desfachatez, son las declaraciones de portavoces del PP de ser éste el partido que más actúa contra la corrupción política y con mayor contundencia. ¡Para llorar de rabia! Y no me digan que estas cuestiones no son importantes porque, de no disponer de hegemonía comunicativa, por ejemplo, el Partido Popular no tendría siete millones de votantes de los que muchos son trabajadores, asalariados. No hay siete millones de ricos en este país ni de clase media real.
Los medios de comunicación (una base de la hegemonía cultural de las élites) buscan legitimar el discurso de éstas ocultando sus intereses reales bajo la apariencia de objetividad, aparentes buenos resultados, pretendida buena gestión y democracia. La corrupción del lenguaje para mantener la hegemonía cultural de esas élites sigue la pauta del nazi Goebbels: una mentira repetida mil veces finalmente se considera verdad. Y así, el partido del gobierno y sus voceros repiten hasta el hastío que esta país se recupera económicamente cuando los hechos, la creciente precariedad y la dureza de vida para millones de personas del pueblo trabajador demuestran lo contrario. Solo se puede hablar de recuperación cuando se recuperan las personas.
La corrupción de las palabras además se usa para deslegitimar todo lo que se opone a este sistema capitalista, antidemocrático, injusto, insostenible y suicida (porque lleva al desastre ecológico).
Palabras como democracia, soberanía, libertad o derechos sociales, entre otras, se han vaciado de contenido por la acción de los medios de hegemonía cultural y de comunicación de las élites. Hoy se entienden de forma sesgada e incluso contraria a su verdadero significado. ¿Cómo se puede negar en nombre de la democracia el derecho a decidir de un pueblo (catalán o cualquier otro)? ¿Cómo se puede negar el derecho a decidir cuando la democracia es precisamente eso: que el pueblo decida?
Según Andrés Querol, la manipulación del lenguaje hoy no tiene nada que envidiar a la que perpetró el Tercer Reich, por ejemplo. Un ejemplo sería la utilización torticera del término anti-sistema, convertido en máximo anatema por dirigentes y mercenarios de las élites económicas. Fernández Buey explica que, si el sistema capitalista es malo para la mayoría de la gente (como es evidente y comprobamos cada día), lo lógico y justo es estar contra ese sistema, ser anti-sistema. Pero al término se le atribuye miserable y falsamente el significado de actuar con violencia y atentar contra los intereses de todos.
No es cuestión académica. Si nos neutralizan por la manipulación y corrupción del lenguaje, bloquean y reducen la conciencia crítica. Porque manipulación y corrupción del lenguaje buscan ocultar, distorsionar, disfrazar, manipular… Para que todo continúe igual, pero parezca que algo cambia.
sábado, 12 de marzo de 2016
España registró el año pasado la mayor salida de capitales desde 2012. Los inversores sacaron del país 70.200 millones de euros en 2015. Sólo en diciembre, retiraron 19.000 millones
Los inversores sacaron de España 70.200 millones de euros en 2015, cifra que contrasta con los 5.600 millones de euros que invirtieron en el país en 2014, según la balanza de pagos que publica el Banco de España. Sólo en el mes de diciembre, el mes en el que se celebraron las Elecciones generales, los inversores retiraron de España 19.000 millones de euros. No obstante, pese a la subida de la cifra, la salida de capitales aún está lejos del máximo de 2012, cuando la fuga de inversiones ascendió a 170.000 millones. La salida o entrada de capitales es un saldo que resulta de tener en cuenta lo que los inversores españoles invierten fuera del país y lo que los extranjeros destinan a España en ese mismo periodo.
Varios despachos de abogados confirman que los grandes patrimonios han procedido a movilizar capitales ante el aumento de la incertidumbre en España. Y el riesgo de que aumenten la carga impositiva. Los bufetes de abogados confirman que han percibido un aumento de consultas de sus clientes para sacar su patrimonio a otros países con una fiscalidad más relajada que la que auguran. El acuerdo entre el PSOE y Ciudadanos incluye un nuevo impuesto para los grandes patrimonios. Podemos también recoge en su programa electoral un tributo para aumentar los impuestos a estas fortunas.
En el desglose de los datos, los 70.200 millones que los inversores sacaron de España en 2015 se produjeron por la retirada de 21.300 millones en las inversiones directas, así como los 48.800 millones de euros que retiraron del país en otras inversiones (préstamos, repos y depósitos).
En inversiones de cartera, los inversores también sacaron de España 700 millones de euros durante el año pasado y únicamente en derivados financieros invirtieron en el país 600 millones de euros. De esta forma, la posición deudora neta del Banco de España frente al exterior registró en 2015 un aumento por importe de 40.600 millones de euros.
Contraste con años anteriores
El importe sacado de España por los inversores en 2015 (70.200 millones de euros) contrasta con los 5.600 millones que invirtieron un año antes y más aún con los 73.600 millones de euros que trajeron a España en 2013, gracias a la mejora de la economía española y la mayor confianza en la misma. "En el mes de diciembre, las salidas netas de la cuenta financiera (19.000 millones), excluyendo el Banco de España, se produjeron por la otra inversión, principalmente (24.300 millones, como resultado de las desinversiones de los no residentes), y también por la inversión directa (3.100 millones). En sentido contrario, la inversión de cartera registró entradas netas (8.700 millones), debido, sobre todo, a las desinversiones de residentes en el exterior. En el conjunto de 2015 se estima una salida neta de fondos de 70.000 millones de euros", según explica el supervisor bancario. http://economia.elpais.com/economia/2016/02/29/actualidad/1456742610_261281.html
viernes, 11 de marzo de 2016
Comprará deuda a empresas privadas. Cómo el BCE y Draghi reparten gratis nuestro dinero
El Banco Central Europeo (BCE) presentó ayer las nuevas medidas para fomentar el crédito con la intención de reanimar la economía europea y encaminarla al crecimiento y la inflación. ¿Sus medidas estrellas? prestar dinero a un interés del 0% y comprar más deuda a la banca y a empresas privadas.
La economía europea sigue sin mostrar señales de mejora por mucho que el presidente del BCE Mario Draghi haga “lo que sea necesario” tal y como ha declarado ya en varias ocasiones. Las cifras de crecimiento de los países de la zona euro se estancan sin alcanzar las previsiones esperadas al mismo tiempo que la deuda de los países sigue su escalada sin pausa. El estancamiento de la inflación, el que no suba el precio de nuestra cesta de consumo, también preocupa al máximo organismo monetario europeo.
Por ello Draghi ha anunciado las nuevas medidas que adoptará el BCE para reactivar la economía. Este nuevo movimiento del italiano, con visibles trazas de desesperación, no parece ser más que un tímido aumento de las mismas medidas que se llevan implantando en los últimos años, salvo por una nueva medida estrella que ya llevaba tiempo anunciándose: la compra de títulos de deuda a empresas privadas.
Bajada en los tipos de interés del 0,05% al 0%
El tipo de interés de la zona euro, el precio de obtener dinero prestado del BCE, lleva varios años en mínimos históricos desde que Draghi los bajara al 0,25% en noviembre de 2013. Esta medida monetaria expansiva intenta inyectar dinero a los países mediante el incremento del flujo de crédito, o sea que ofrece dinero barato a los bancos para que estos lo presten y se reactive la economía mediante el consumo y la inversión.
En esta ocasión el BCE vuelve a romper un nuevo récord histórico bajando los tipos de interés al 0% ante los ojos perplejos de los inversores y las bolsas europeas que han celebrado la noticia con subidas generalizadas en todos los índices del continente. Al igual que en ocasiones anteriores, Draghi pretende que una baja de interés del 0,05% ejerza un efecto sobre la banca privada que les haga abrir el grifo del crédito y reactive la economía. El problema de esta ecuación, que sigue sin funcionar, es que el grifo del crédito no va a abrirse porque el BCE lo quiera, los gobiernos lo pidan o porque las empresas lo necesiten, ni siquiera se abrirá por una nueva e insignificante bajada del 0,05% del precio del dinero. Los únicos que tienen la llave para abrir ese grifo son los bancos privados y estos no prestarán dinero a empresas y familias mientras les sea más rentable especular en mercados financieros, comprar deuda pública de países en apuros o simplemente mantener el dinero parado. ¿Por qué iba a correr el riesgo de prestar un banco dinero a una empresa o una familia de una economía estancada o en crisis pudiendo especular con la deuda soberana de un país?
Si dejan dinero en la caja fuerte del BCE les costará un 0,4%
Aunque parezca absurdo, muchos bancos piden prestado dinero del BCE para dejarlo depositado en el mismo BCE. Aprovechan el tipo de interés barato para después lanzarse a pedir dinero prestado pero al no encontrar sitios fiables donde invertirlo o prestarlo lo dejan en depósito. Hasta ahora el BCE cobraba un 0,3% a los bancos privados que hacían uso de este depósito. Hoy, esa “comisión” se eleva en una décima hasta el 0,4% -como ya ocurrió en diciembre del año pasado- con la intención de que de ese modo a la banca privada no les salga tan rentable tener el dinero parado y empiecen a prestarlo. De nuevo nos encontramos con la misma problemática que con la medida anterior ¿obliga esa subida a prestar dinero? ¿fluirá el crédito mientras los bancos tengan la libertad de usar ese dinero en actividades meramente especulativas?
El BCE comprará 80.000 millones de deuda al mes
A partir del próximo mes de abril, la máxima institución monetaria europea aumentará la compra mensual de deuda, que lleva realizando desde enero del año pasado, de 60.000 a 80.000 millones, superando así las expectativas de los expertos que cifraban este incremento en 10.000 millones. De ese modo, Draghi comprará títulos de deuda a los bancos y empresas financieras (cómo ya hizo en el caso de la empresa financiera de Volkswagen) para que estos puedan disponer de más capital líquido para prestar. Esta medida sirve de paso para limpiar sus balances de unos títulos de deuda, que dada la poca capacidad que están demostrando algunos países como España para devolver sus deudas, parecen estar condenadas a convertirse en nuevas refinanciaciones de deuda más que en capital líquido.
El BCE también rescatará a grandes empresas
Otra de las medidas estrellas y que ya se llevaba anunciando desde hace tiempo es la compra de deuda a las grandes empresas no financieras. En el día de hoy han anunciado que el BCE podrá comprar deuda emitida en euros y que tengan el grado de “inversión”, o sea todos aquellos que no tengan la calificación de "bono basura". Un vez más parece que el BCE muestra una mayor disposición en rescatar a la banca y a grandes empresas privadas que en rescatar a la ciudadanía europea. Tendremos que esperar para ver quienes son las empresas agraciadas con esta inyección de capital casi gratuita.
Una Europa con un banco central que funcionara para solventar los problemas económicos de la ciudadanía europea y de los países podría comprar directamente la deuda emitida por estos o prestarles dinero a esos tipos de interés nulos, eliminando a ese incomodo y egoísta intermediario en el que se ha convertido la banca privada y los “mercados”. Los gobiernos podrían invertir ese dinero a coste cero en reactivar la economía real de los países, enfocando la inversión donde más se necesite y donde ejerza un efecto positivo sobre la población, en lugar de dejar en manos de la banca que acepta a invertir basándose en meros parámetros de retorno económico. Los países no necesitarían ir a los mercados a pedir dinero con un ojo puesto en la prima de riesgo o en índices variables -y manipulables- como el EURIBOR. Las administraciones podrían obtener dinero al 0% que les ofrecería la posibilidad de aplicar políticas de crecimiento sin tener que depender de la banca privada ni sentirse ahogados por los intereses. Y puestos a soñar, el BCE podría cancelar las hipotecas de muchas familias para sustituirlas por préstamos a un interés 0%, lo que descargaría una enorme cantidad de intereses sobre las economías familiares que podrían conseguir ese efecto sobre el consumo que las medidas de Draghi llevan buscando durante años sin mucho éxito.
Pero todo esto ocurriría en una Europa diferente, donde las decisiones de las políticas económicas y monetarias no dependieran de un organismo no democrático como el BCE presidido por un ex-banquero al que nadie ha votado. Una Europa donde sus instituciones y sus políticas sirvieran a la ciudadanía y no a la banca privada. Una Europa democrática, pero no en la actual del señor Draghi. Yago Álvarez
El Salmón Contracorriente
Fuente: http://www.elsalmoncontracorriente.es/?Como-el-BCE-y-Draghi-reparten
La economía europea sigue sin mostrar señales de mejora por mucho que el presidente del BCE Mario Draghi haga “lo que sea necesario” tal y como ha declarado ya en varias ocasiones. Las cifras de crecimiento de los países de la zona euro se estancan sin alcanzar las previsiones esperadas al mismo tiempo que la deuda de los países sigue su escalada sin pausa. El estancamiento de la inflación, el que no suba el precio de nuestra cesta de consumo, también preocupa al máximo organismo monetario europeo.
Por ello Draghi ha anunciado las nuevas medidas que adoptará el BCE para reactivar la economía. Este nuevo movimiento del italiano, con visibles trazas de desesperación, no parece ser más que un tímido aumento de las mismas medidas que se llevan implantando en los últimos años, salvo por una nueva medida estrella que ya llevaba tiempo anunciándose: la compra de títulos de deuda a empresas privadas.
Bajada en los tipos de interés del 0,05% al 0%
El tipo de interés de la zona euro, el precio de obtener dinero prestado del BCE, lleva varios años en mínimos históricos desde que Draghi los bajara al 0,25% en noviembre de 2013. Esta medida monetaria expansiva intenta inyectar dinero a los países mediante el incremento del flujo de crédito, o sea que ofrece dinero barato a los bancos para que estos lo presten y se reactive la economía mediante el consumo y la inversión.
En esta ocasión el BCE vuelve a romper un nuevo récord histórico bajando los tipos de interés al 0% ante los ojos perplejos de los inversores y las bolsas europeas que han celebrado la noticia con subidas generalizadas en todos los índices del continente. Al igual que en ocasiones anteriores, Draghi pretende que una baja de interés del 0,05% ejerza un efecto sobre la banca privada que les haga abrir el grifo del crédito y reactive la economía. El problema de esta ecuación, que sigue sin funcionar, es que el grifo del crédito no va a abrirse porque el BCE lo quiera, los gobiernos lo pidan o porque las empresas lo necesiten, ni siquiera se abrirá por una nueva e insignificante bajada del 0,05% del precio del dinero. Los únicos que tienen la llave para abrir ese grifo son los bancos privados y estos no prestarán dinero a empresas y familias mientras les sea más rentable especular en mercados financieros, comprar deuda pública de países en apuros o simplemente mantener el dinero parado. ¿Por qué iba a correr el riesgo de prestar un banco dinero a una empresa o una familia de una economía estancada o en crisis pudiendo especular con la deuda soberana de un país?
Si dejan dinero en la caja fuerte del BCE les costará un 0,4%
Aunque parezca absurdo, muchos bancos piden prestado dinero del BCE para dejarlo depositado en el mismo BCE. Aprovechan el tipo de interés barato para después lanzarse a pedir dinero prestado pero al no encontrar sitios fiables donde invertirlo o prestarlo lo dejan en depósito. Hasta ahora el BCE cobraba un 0,3% a los bancos privados que hacían uso de este depósito. Hoy, esa “comisión” se eleva en una décima hasta el 0,4% -como ya ocurrió en diciembre del año pasado- con la intención de que de ese modo a la banca privada no les salga tan rentable tener el dinero parado y empiecen a prestarlo. De nuevo nos encontramos con la misma problemática que con la medida anterior ¿obliga esa subida a prestar dinero? ¿fluirá el crédito mientras los bancos tengan la libertad de usar ese dinero en actividades meramente especulativas?
El BCE comprará 80.000 millones de deuda al mes
A partir del próximo mes de abril, la máxima institución monetaria europea aumentará la compra mensual de deuda, que lleva realizando desde enero del año pasado, de 60.000 a 80.000 millones, superando así las expectativas de los expertos que cifraban este incremento en 10.000 millones. De ese modo, Draghi comprará títulos de deuda a los bancos y empresas financieras (cómo ya hizo en el caso de la empresa financiera de Volkswagen) para que estos puedan disponer de más capital líquido para prestar. Esta medida sirve de paso para limpiar sus balances de unos títulos de deuda, que dada la poca capacidad que están demostrando algunos países como España para devolver sus deudas, parecen estar condenadas a convertirse en nuevas refinanciaciones de deuda más que en capital líquido.
El BCE también rescatará a grandes empresas
Otra de las medidas estrellas y que ya se llevaba anunciando desde hace tiempo es la compra de deuda a las grandes empresas no financieras. En el día de hoy han anunciado que el BCE podrá comprar deuda emitida en euros y que tengan el grado de “inversión”, o sea todos aquellos que no tengan la calificación de "bono basura". Un vez más parece que el BCE muestra una mayor disposición en rescatar a la banca y a grandes empresas privadas que en rescatar a la ciudadanía europea. Tendremos que esperar para ver quienes son las empresas agraciadas con esta inyección de capital casi gratuita.
Una Europa con un banco central que funcionara para solventar los problemas económicos de la ciudadanía europea y de los países podría comprar directamente la deuda emitida por estos o prestarles dinero a esos tipos de interés nulos, eliminando a ese incomodo y egoísta intermediario en el que se ha convertido la banca privada y los “mercados”. Los gobiernos podrían invertir ese dinero a coste cero en reactivar la economía real de los países, enfocando la inversión donde más se necesite y donde ejerza un efecto positivo sobre la población, en lugar de dejar en manos de la banca que acepta a invertir basándose en meros parámetros de retorno económico. Los países no necesitarían ir a los mercados a pedir dinero con un ojo puesto en la prima de riesgo o en índices variables -y manipulables- como el EURIBOR. Las administraciones podrían obtener dinero al 0% que les ofrecería la posibilidad de aplicar políticas de crecimiento sin tener que depender de la banca privada ni sentirse ahogados por los intereses. Y puestos a soñar, el BCE podría cancelar las hipotecas de muchas familias para sustituirlas por préstamos a un interés 0%, lo que descargaría una enorme cantidad de intereses sobre las economías familiares que podrían conseguir ese efecto sobre el consumo que las medidas de Draghi llevan buscando durante años sin mucho éxito.
Pero todo esto ocurriría en una Europa diferente, donde las decisiones de las políticas económicas y monetarias no dependieran de un organismo no democrático como el BCE presidido por un ex-banquero al que nadie ha votado. Una Europa donde sus instituciones y sus políticas sirvieran a la ciudadanía y no a la banca privada. Una Europa democrática, pero no en la actual del señor Draghi. Yago Álvarez
El Salmón Contracorriente
Fuente: http://www.elsalmoncontracorriente.es/?Como-el-BCE-y-Draghi-reparten
jueves, 10 de marzo de 2016
Mitos fuera: la privada-concertada NO supone un ahorro para el Estado
El jueves 12 de junio se presentaba en el Congreso de los Diputados un informe titulado "El coste de la plaza escolar en la pública y en la concertada", elaborado por el área de Educación de Izquierda Unida.
El informe que ha partido de los datos facilitados por el Ministerio de Educación y el INE de 2011 y en el que se han aplicado "criterios metodológicos necesarios para poder comparar ambos costes en condiciones homogéneas, según realiza la OCDE o la UE", concluye que el coste de ambos modelos, público y privado-concertado, si prestasen los mismos servicios, sería prácticamente igual.
El supuesto ahorro al Estado por plaza escolar con el que se suele defender la privada-concertada, en el informe se relaciona con: El mayor número de alumnado por aula en la privada-concertada y menor profesorado (en 2011 los centros públicos tuvieron una media de 21,2 alumnos y 1,98 profesores por cada clase, mientras que en los concertados los grupos tuvieron como media 23 estudiantes y fueron atendidos por 1,68 profesores)
El nulo interés por escolarizar en la privada-concertada alumnado que requiera mayor atención educativa y, por tanto, más recursos (cita el informe que casi el 82% del alumnado inmigrante se encuentra matriculado en escuelas públicas, y entre el otro 18% que estudia en centros concertados –que suponen un 22% del total de escuelas primarias y secundarias, frente al 6,5% de media europea– una parte, según se señala, "no responde al perfil de alumnado inmigrante de bajo nivel socioeconómico y con mayores necesidades de apoyo educativo, sino a estudiantes procedentes de otros países desarrollados y/o de clases sociales elevadas que no requieren recursos complementarios")
Por su total desinterés por ubicarse en áreas poco rentables, como son las zonas rurales o los municipios de menor población, donde el coste medio por alumno es bastante mayor, según viene constatando el Consejo Escolar del Estado en sus informes anuales", según recoge también el informe. Y también, en la diferencia salarial entre el profesorado de la Escuela Pública y el de la privada-concertada. Teniendo en cuenta todas las variables, el informe concluye que la plaza escolar en un centro público, supone 4.185 euros y en un centro privado-concertado, 4.184 y que "Si la educación pública requiere aparentemente mayor inversión por puesto escolar es para poder llegar a todos los lugares y atender a todo tipo de alumnado; además de ofrecer todas las modalidades educativas y mejores condiciones laborales a sus trabajadores".
Queda claro a partir del informe que en torno al tema "se ha fabricado un mito interesado, basado en estudios que carecen del debido rigor, sobre la creencia infundada de que, en educación, lo privado es más rentable que lo público, cuando –incluso en términos estrictamente económicos– resulta imposible mantener esa tesis".
http://escuelasinexclusiones.blogspot.com.es/2014/06/mitos-fuera-la-privada-concertada-no.html
El informe que ha partido de los datos facilitados por el Ministerio de Educación y el INE de 2011 y en el que se han aplicado "criterios metodológicos necesarios para poder comparar ambos costes en condiciones homogéneas, según realiza la OCDE o la UE", concluye que el coste de ambos modelos, público y privado-concertado, si prestasen los mismos servicios, sería prácticamente igual.
El supuesto ahorro al Estado por plaza escolar con el que se suele defender la privada-concertada, en el informe se relaciona con: El mayor número de alumnado por aula en la privada-concertada y menor profesorado (en 2011 los centros públicos tuvieron una media de 21,2 alumnos y 1,98 profesores por cada clase, mientras que en los concertados los grupos tuvieron como media 23 estudiantes y fueron atendidos por 1,68 profesores)
El nulo interés por escolarizar en la privada-concertada alumnado que requiera mayor atención educativa y, por tanto, más recursos (cita el informe que casi el 82% del alumnado inmigrante se encuentra matriculado en escuelas públicas, y entre el otro 18% que estudia en centros concertados –que suponen un 22% del total de escuelas primarias y secundarias, frente al 6,5% de media europea– una parte, según se señala, "no responde al perfil de alumnado inmigrante de bajo nivel socioeconómico y con mayores necesidades de apoyo educativo, sino a estudiantes procedentes de otros países desarrollados y/o de clases sociales elevadas que no requieren recursos complementarios")
Por su total desinterés por ubicarse en áreas poco rentables, como son las zonas rurales o los municipios de menor población, donde el coste medio por alumno es bastante mayor, según viene constatando el Consejo Escolar del Estado en sus informes anuales", según recoge también el informe. Y también, en la diferencia salarial entre el profesorado de la Escuela Pública y el de la privada-concertada. Teniendo en cuenta todas las variables, el informe concluye que la plaza escolar en un centro público, supone 4.185 euros y en un centro privado-concertado, 4.184 y que "Si la educación pública requiere aparentemente mayor inversión por puesto escolar es para poder llegar a todos los lugares y atender a todo tipo de alumnado; además de ofrecer todas las modalidades educativas y mejores condiciones laborales a sus trabajadores".
Queda claro a partir del informe que en torno al tema "se ha fabricado un mito interesado, basado en estudios que carecen del debido rigor, sobre la creencia infundada de que, en educación, lo privado es más rentable que lo público, cuando –incluso en términos estrictamente económicos– resulta imposible mantener esa tesis".
Informe de costes de plazas escolares, Observatorio por la Educación Pública (desde la entrada se puede descargar el documento)
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