domingo, 19 de abril de 2020

Pedro el sepulturero o a quien insulta Vox

Cada día está más claro que tenemos un partido en el Congreso que desprecia expresa y públicamente el principio de soberanía del pueblo español.

El día que Macarena Olona llamó sepulturero a Pedro Sánchez durante el pleno del Congreso que debatía la prórroga del estado de alarma, me derrumbé. Aquel insulto me hizo sentir vergüenza, impotencia y cierta humillación. Al principio no entendí mis sentimientos, dado que no soy precisamente una cheerleader de la gestión de Sánchez en esta crisis. Sin embargo, confieso que nunca antes me había sentido tan cerca de ningún presidente del Gobierno de mi país como ese día. Pensé entonces que mi disgusto podía deberse a las circunstancias extremas que nos rodean, pero según avanzan los días y los insultos, comprendo que la razón no era emocional sino estrictamente política. La señora Macarena Olona nos insultó a todos cuando habló de “Pedro el sepulturero”. Me llamó sepulturera a mí. Y también a todos y cada uno de los españoles. Y lo hizo con una bandera de España en la boca en pleno Congreso de los Diputados y en la peor crisis que ha vivido este país en los últimos cuarenta años.

“Sepulturero”, “Pedro el sepulturero”.
Este insulto de Vox, uno de tantos, no expresaba un desacuerdo con el Gobierno ni siquiera una hostilidad personal hacia Pedro Sánchez. El día que Olona escupió esa palabra en el Congreso —y aquí el lugar es importante—, no hizo otra cosa que expresar el profundo desprecio que siente Vox por los representantes de la soberanía nacional. Olona no pretendía manifestar su oposición intelectual respecto de la gestión de la crisis, ni siquiera su antipatía genuina hacia Sánchez. Vox va un paso más allá en sus insultos porque no respeta a los representantes elegidos por el pueblo español ni termina de aceptar que es en nosotros, en todos los ciudadanos, donde reside la soberanía. Por eso no puede ocultar su profundo desprecio hacia el presidente del Gobierno. Si por ellos fuera, los líderes serían elegidos por aclamación y de ahí nace su íntima necesidad de humillar, no criticar ni corregir, al actual presidente. No es casual que para despreciar a Sánchez, Olona eligiera ensalzar una vez más a Franco. “Se empeñó en desenterrar a un muerto y hoy entierra a miles”, dijo. Y lo dijo porque ese muerto no era uno cualquiera, sino un caudillo capaz de llegar al poder mediante un golpe de Estado, mientras que “Pedro el sepulturero” jamás rozará esta altura política. No olviden que Sánchez ha sido elegido por el principio de soberanía del pueblo español que sostiene nuestra Constitución y que Vox desprecia.

No digo que Vox se lleve mal con la democracia como procedimiento administrativo, pero el hecho es que es un partido caudillista y que si bien ha conseguido entrar en el juego democrático y superar sus filtros, es manifiestamente incapaz de no expresar cada vez más claro y más alto su profundo desprecio por la idea misma de soberanía del pueblo español. ¿Cómo expresa este desprecio? Con insultos y humillaciones contra Pedro Sánchez en tanto que producto de nuestra soberanía. Para que me entiendan, los votantes de Vox destetan a Pablo Iglesias de manera genuina, lo mismo que los votantes de Podemos detestan a Santiago Abascal. En ambos casos se trata de un desagrado personal incluso íntimo, no de un desprecio institucional. En cambio, Vox desprecia a Pedro Sánchez como producto de la soberanía del pueblo español ergo Vox me desprecia también a mí (y a todos los españoles) cuando dice que Pedro Sánchez es un sepulturero.

Otro ejemplo.
Si mañana me encuentro por la calle con un antiguo profesor de mi facultad y le digo a gritos que es un deshecho intelectual y que ha plagiado su tesis, estaré expresando un desacuerdo personal o una opinión con mayor o menor acierto. Pero si insulto a ese mismo profesor mientras da clase en la Universidad y le acuso públicamente de plagio en sus investigaciones, entonces estaré insultando también a la Universidad que lo cobija. Y si además me pongo una bandera de la Universidad en la boca antes de escupir sobre ella, entonces estaré cometiendo un acto de rebelión.

“Negligencia criminal”, “ocultar imágenes de los muertos”, “eutanasia feroz”, “gobierno social-comunista”, “Pedro el sepulturero”... Los insultos de Vox han sido tan graves que el PSOE ha denunciado al partido ante la Fiscalía por delitos de injurias, calumnias y odio. Entre ellos se cuenta, por ejemplo, el montaje que hicieron sobre una foto de la Gran Vía vacía para presentarla repleta de ataúdes con la bandera de España. Una falsificación que no contaba siquiera con el consentimiento del autor de la imagen, que exigió su retirada. Sin embargo, todos estos insultos no son un mero asunto delictivo sino sedicioso. Y como tal se deben afrontar, dentro de toda su gravedad y con todos los mecanismos legales al servicio de los ciudadanos, de nuestras instituciones y de nuestro país.

El discurso de odio de Vox se ha consentido porque se ha entendido como una expresión de su oposición hacia la izquierda. Sin embargo, cada día está más claro que tenemos un partido en el Congreso que desprecia expresa y públicamente el principio de soberanía del pueblo español. Es decir, tenemos un partido anticonstitucional en el Congreso. Ojalá el virus no oculte esta otra desgracia. Pues ya hemos aprendido que es decisivo tomar medidas antes que de que se extienda el brote.

https://elpais.com/elpais/2020/04/17/opinion/1587132318_857749.html

“Por primera vez nadie espera que las soluciones vengan de Estados Unidos”.

(ENTREVISTA EN El Diario.es)
Rafael Poch ha sido corresponsal de La Vanguardia y colabora con Ctxt
Foto, Boris Svartzman

El inicio de la crisis del coronavirus en China fue descrita por algunos medios como “el Chernobyl chino”, sugiriendo el inicio de la decadencia de la potencia asiática. Un par de meses después, parece todo lo contrario…

Hay que ser muy prudentes, porque de este virus nos falta mucha información, pero de momento el Chernobyl no es tanto chino como americano. Hace unas semanas, cuando el principal foco era Europa, escribí que el siguiente problema gordo podía ser el de Estados Unidos, y eso es lo que tenemos ahora. En Estados Unidos se están confirmando las cosas más locas que se pensaban sobre ellos, como que es un país que pone el dinero por delante de la gente, que es incapaz de cesar sus sanciones que la crisis convierten en aun más criminales, o que tienen unos responsables políticos absolutamente disparatados, como el gobernador de Florida, Ron DeSantis, que tiene una población de ancianos muy abultada y que no ha hecho prácticamente nada, o el de Georgia, Brian Kemp. Y eso por no hablar del principal incompetente y negacionista que está en la Casa Blanca, lo que no le impide ofrecer mil millones a una empresa alemana para hacerse con la exclusiva de posibles remedios.… Y mientras eso pasa en Estados Unidos, en China parece que de momento están saliendo. La actitud exterior china no solo no ha sido negacionista sino que ha dado información muy fluida a la OMS y ha hecho una labor de ayuda extraordinaria brindando a los demás un tiempo que no todos han sabido aprovechar para prepararse. Esta es una crisis en la que por primera vez nadie espera que las soluciones vengan de Estados Unidos, y parece que algunas incluso van a venir de China.

¿Por qué cree que se no se espera que las soluciones vengan de EE.UU? ¿Muestra una decadencia del país como potencia única o es por otras razones?

La crisis ha puesto en evidencia una situación que ya teníamos, que es una tendencia a cierto relevo de potencias. No en el sentido de que China vaya a ser la próxima superpotencia hegemónica, no está claro que China quiera ser eso, pero sí en el sentido de que el vector que ya conocíamos de que la potencia estadounidense se iba relativizando mientras la china se iba aumentando. Esta pandemia nos ha ofrecido una fotografía de eso. Y todo aquello que barruntábamos, de repente, lo vemos.

Antes sugería que quizás China no quiere ser esa potencia a la que parece estar llamada a convertirse. ¿Por qué?

Por tradición secular, China ha sido un país y una cultura introspectiva, más bien cerrada en sí misma. No ha sido una potencia expansiva. Sí, ha tenido cierta expansión imperial en su inmediato entorno, pero no ha sido un imperio de comercio de gran distancia ni nada de eso, como fueron las potencias europeas. Y el motivo podría ser la gran fragilidad interna que siempre ha tenido China, un país en el que siempre han coincidido las sequías con las inundaciones y, en fin, que siempre ha tenido enormes problemas de gobernabilidad interna. También cierta idea de superioridad y autosuficiencia, de “nuestra civilización como la más perfecta por lo que hay que concentrarse en defenderse de los bárbaros”, lo que la Muralla China representa.

Pero todo esto puede ser música celestial si lo cotejamos con los imperativos de la globalización, cuando hablamos de una potencia industrial y de exportación, que necesita materias primas para funcionar, y eso cambia mucho las cosas. Desde el momento que eres la fábrica del mundo tienes que abandonar esa introspección y necesitas proyección exterior.

En Europa se ha instalado cierta idea fatalista de que, si vamos a competir con China, hace falta que demos un giro tecnocrático. ¿Es así?

Antes hablábamos de Chernobyl. En estos momentos Europa está en la UCI, clarísimamente. También ha ofrecido una fotografía en esta crisis de todas las miserias e insuficiencias que la Unión Europea demostró durante la crisis del 2008. El egoísmo de Alemania, la incapacidad de hacer una política solidaria dentro de un esquema diseñado como una autopista de la globalización neoliberal. Eso es muy difícil de transformar porque los tratados que regulan los principios neoliberales de la UE son inamovibles y están blindados contra el cambio, lo que agudiza la crisis interna.

Una crisis que parece recurrente entre el norte y el sur europeo.

En el caso de Alemania las posiciones han sido espectaculares, en una de las últimas reuniones, la del 26 de marzo, ante una presión considerable en pro de medidas solidarias, Merkel realizó una maniobra indecente. En manos de los cinco presidentes de las instituiciones de la UE (Consejo, Parlamento, Comisión, BCE y Eurogrupo) la posición de países como Francia, España e Italia en favor de los llamados coronabonos parecía ineludible, así que hizo que la decisión se tomara en el Eurogrupo donde los adversarios de esa política tenían más peso, con Holanda y Alemania en primer lugar. Este truco de Merkel lo explicaba el indecente Der Spiegel el dia 27. Este tipo de recursos ahora cada vez huelen más y son los que llevan a la UE a la UCI. La Comisión Europea, entre 2011 y 2018, exigió en 63 ocasiones a los países miembros que recortaran sus gastos en sanidad o privatizaran ámbitos enteros de su sistema público de sanidad. La contabilidad es de Martin Schirdewan, coopresidente del grupo de la Izquierda unitaria europea. Esto es muy difícil de olvidar…

Así como en la crisis pasada no parecía tan factible, en la actual crisis se habla en voz alta de la posibilidad de una ruptura de la UE. ¿Cree que es posible?

Creo que estamos hablando de cosas que en cierta manera ya han sucedido. Siempre pongo el ejemplo de la Sociedad de Naciones (1919), la antecesora de la ONU. Fue un acontecimiento histórico, por primera vez las naciones del mundo intentaban ponerse en común, conscientes de que debían tratar problemas generales. La práctica demostró que no pintaba nada, fue impotente ante las catástrofes del periodo de entreguerras y no digamos en la génesis de la Segunda Guerra Mundial, así que se acabó disolviendo en 1946 sin que nadie lo notara. Pero luego se creó la ONU. ¿Por qué? Porque la necesidad de una coordinación entre estados para un gobernanza mundial existía, permanecía y se incrementaba trasla experiencia de la guerra mundial. Pues yo creo que con la UE pasará lo mismo, no sirve para nada, está complicando las cosas con el corsé del euro y de sus irreformables tratados germánicos de cemento armado, nos ha quitado soberanía y democracia, es imposible de cambiar con el actual esquema pero, al mismo tiempo, la necesidad de una integración entre las naciones de Europa es por todos reconocida y fundamental.

¿Las democracias liberales están peor preparadas para afrontar una crisis como la del coronavirus o no tiene nada que ver con sistema político?

La pregunta es: ¿Para vencer al coronavirus tenemos que ser un régimen autoritario de partido único o mandar a centenares de miles de uigures a campos de reeducación? Pues creo que es una idea disparatada. Porque de momento, insisto en el “de momento”, quien lo ha hecho bien no es solo China sino Asia Oriental en general. Y ahí tenemos regímenes políticos muy diferentes: Japón, Taiwan, Corea del Sur… Y en China ha habido medidas de tipo autoritario (cuando el autoritarismo era necesario) pero también otras que simplemente tienen que ver con el buen gobierno y con anteponer la sanidad pública y los intereses de la población a la economía. Eso ha ocurrido bajo diferentes métodos. Ahora, sí que es necesaria cierta disciplina cívica y cierto regreso a una gobernanza estatal efectiva, cosas que en occidente se han perdido en beneficio de la gobernanza empresarial.

Uno de los debates es sobre las medidas de protección a la salud en contraposición con el impacto económico que podían generar. Y se le pueden sumar también los derechos. ¿Cree que en Europa se ha resuelto bien esta cuestión?

Respecto a las libertades, en condiciones de pandemia la solidaridad pasa por el distanciamiento social. Parece contradictorio, pero no, es absolutamente claro. El confinamiento por tanto no solo no es autoritario sino que es altruista y solidario. Ahora bien, el dilema entre la economía y la salud no es ninguna tontería. El actual parón va a provocar un colapso mayor. Otra cosa es que el capitalismo siempre prime la economía en detrimento de la población. Pero en una posición 100% humanista, atenta a los intereses de la población, la pregunta continúa siendo válida: ¿Hasta qué punto este confinamiento llevado más allá de lo razonable no se puede volver contra nosotros? Estamos ante sociedades de clase y los de abajo son los que más van a sufrir. El dilema este es muy serio, independientemente de que Trump, Bolsonaro o Merkel, a otro nivel, le hayan dado una respuesta asquerosa desde el principio.

En un sistema comunista también habría este dilema, ¿no?

Claro. Por eso hay que buscar un balance. Pero es muy difícil porque esta pandemia, sin ser históricamente nueva, es novedosa porque hace tantos años que no ocurría algo así, y nunca en una sociedad tan moderna, que estamos en terreno desconocido.

Rusia ha apostado por unas medidas mucho más blandas que China o el sur de Europa en relación con el coronavirus. Parece que se ha alineado más con los países negacionistas. ¿Por qué cree que ha sido así?

Hay un punto de misterio en la respuesta rusa a esta pandemia, aún no está claro si es que han tenido suerte, si han acertado mucho en las medidas preventivas, o si han sido de una incompetencia increíble. O podría ser una combinación de todas estas. En primer lugar, las características de la sociedad rusa dan ventajas: hay menos sociabilidad que en España o Italia, tienen un espacio físico enorme, las redes viarias son menos fluidas, hay mucho comercio con China, pero es sobre todo de petróleo y gas… todo esto ayuda a que el impacto sea menor. Además Rusia cerró ya en enero la frontera con China, y desde febrero los pasajeros a Moscú eran controlados por equipos médicos, y a quien daba fiebre se le confinaba en casa. Todo eso ocurrió.

Más allá de lo que dice el Gobierno de Putin, entonces, ¿la clave es que Rusia apostó por la prevención?

Sobre todo fueron medidas muy prontas, ya desde enero. A partir de ahí, la vida en Moscú ha continuado con menos cambios que aquí hasta hace bien poco. Pero tienen pocos casos y por eso, a la pregunta de si se falsea la información, pues es totalmente plausible. Yo sostengo que en este tipo de crisis la estadística se convierte en un recurso de Estado: cada uno cuenta los muertos como quiere. Y eso es aplicable tanto a China como a Rusia, a Estados Unidos, Alemania o España.

Hay quien sostiene que la crisis del coronavirus puede generar un giro hacia posiciones más solidarias o de defensa de los servicios públicos. ¿Lo ve de forma tan optimista?

Yo lo que veo claro es que las cosas van a cambiar. Pero, ¿En qué línea? Esta es la cuestión. ¿Hay oportunidades para un cambio negativo o positivo? ¿Puede acabar esto en una guerra? Por qué no. ¿Puede acabar en una revuelta social o en un despertar social contra el neoliberalismo? Pues también, puede ser. Ahora bien, también es posible una utopía de estas orwellianas, con más control social, a partir de los precedentes liberticidas creados por la emergencia. Recordemos la nueva y desastrosa ola imperalista abierta por el 11-S neoyorkino: la “guerra contra el terror”, es decir millones de muertos, Guantánamo y la NSA en nuestro teléfono móvil y nuestro ordenador. Mucho depende de la capacidad y exigencia de las sociedades para cambiar las cosas. Yo creo que el futuro está bastante abierto y tenemos que reconocer que simplemente no sabemos qué va a pasar. Hay condiciones para el desastre y también para un cambio socioeconómico que encare los retos del siglo (clima, recursos de destrucción masiva y desigualdad), pero no habrá “vuelta a la normalidad” porque ha sido esta normalidad la que ha creado el problema.

(Publicada en Diario.es y ampliada)

Entrevista a la exmagistrada Eva Joly “Si Assange es extraditado, es el fin del estado de derecho en Occidente”

La abogada, exmagistrada y europarlamentaria hasta el 2019, Eva Joly, habla de la situación de Assange y denuncia torturas y violanciones de derechos humanos por parte de Estados Unidos.

Assange se hizo famoso al divulgar abusos irrefutables cometidos durante la invasión y la guerra de EE.UU. en Irak y en Afganistán -dos guerras libradas a raíz de mentiras- incluyendo la publicación en abril de 2010 del video Collateral murder en el que se ve a dos reporteros de Reuters y a varios civiles recibiendo disparos desde un helicóptero estadounidense Apache. El mismo año, WikiLeaks, organización de la que es fundador y portavoz, publicó cientos de miles de documentos militares y diplomáticos, evidenciando especialmente crímenes de guerra y torturas cometidos por el ejército estadounidense.

Para protegerse de la acción judicial de los Estados Unidos ocultada por una orden de arresto sueca por cargos de violación que siempre ha negado, Julian Assange pasó siete años recluido en la embajada ecuatoriana en Londres, donde se refugió en junio de 2012. La CIA espiaba todos sus movimientos, los de sus familiares y defensores dentro de la embajada a través de la empresa de seguridad UC Global. El 11 de abril de 2019, el presidente ecuatoriano Lenín Moreno puso fin al derecho de asilo de Assange, quien fue inmediatamente arrestado por la policía británica y que, desde entonces, ha estado detenido en la prisión de alta seguridad de Belmarsh. Acusado de espionaje y otros 17 cargos, si la justicia británica acepta la solicitud de extradición a los Estados Unidos, Julian Assange corre el riesgo de ser condenado a 175 años de prisión, al final de un juicio fuera de lo común que comenzó el 24 de febrero.

Exmagistrada, Eva Joly se dio a conocer durante su carrera investigando casos político-financieros como el caso Elf (empresa petrolera francesa acusada de corrupción), que llevó a unas treinta condenas, incluyendo la del CEO Loïk Le Floch-Prigent. Miembro del Parlamento Europeo por el partido francés Europe Ecologie-Les Verts entre 2009 y 2019, es abogada miembro del Colegio de Abogados de París.

Usted conoce a Julian Assange desde hace tiempo, cuando trabajaba en Islandia con este joven informático en el proyecto de convertir Islandia en un paraíso para el periodismo y la protección de la información. Durante la velada de solidaridad para apoyar Julian Assange realizada en París el pasado 21 de febrero, usted hizo referencia a un avión con agentes del FBI que aterrizó en Islandia en 2011 bajo el pretexto de un inminente ataque informático contra el gobierno. ¿Puede contarnos más?

El FBI estaba siguiendo a Julian Assange, sus agentes sabían que él estaba en Islandia y desembarcaron. Se habían puesto en contacto con el Ministro del Interior Ögmundur Jónasson, diciéndole que el sistema informático del gobierno islandés estaba en peligro y que el FBI proponía su ayuda. Pero Ögmundur Jónasson comprendió la maniobra y se negó. Esto pasó desapercibido, pero su testimonio aún está disponible en Internet. El hecho de que Julian Assange estuviera bajo vigilancia y que los Estados Unidos querían atraparle pronto es un hecho comprobado.

¿Cuál es la situación de Chelsea Manning, condenada por la divulgación del vídeo Collateral Murder publicado por WikiLeaks?

Podemos ver que los autores del crimen de guerra que aparecen en este vídeo no han sido procesados y sin embargo son fácilmente identificables. Al contrario, la denunciante que mostró este crimen de guerra es buscada. Chelsea Manning ha sido arrestada y procesada. Se la condena por irrumpir en un sistema informático y difundir información confidencial. Fue condenada a 35 años de prisión, y luego fue liberada por el perdón presidencial de Barack Obama el último día de su presidencia, cuando ya había cumplido siete años de su sentencia. Paradójicamente, sigue detenida*, después de haber sido condenada en repetidas ocasiones por ofensa al tribunal (“attempt of Court”), porque se negó a testificar ante el gran jurado contra Assange. Esto demuestra que Julian Assange no tendría un juicio justo en los Estados Unidos, que es una de las condiciones para aceptar la extradición, ya que el país solicitado, en este caso el Reino Unido, debe tener la certeza de que el juicio será justo.

Edward Fitzgerald, abogado de Julian Assange, dijo que el primer día del juicio, que se inició en Londres el 24 de febrero, su cliente fue desnudado y registrado dos veces, esposado 11 veces y encerrado cinco veces en diferentes celdas de detención. Durante su juicio, Julian Assange no se sentaba con sus abogados como de costumbre, pero fue confinado en la parte de atrás de la sala del tribunal, encerrado en una jaula de vidrio a prueba de balas. Estas condiciones penalizan al acusado y parecen injustas ya que le impiden seguir los debates, pero no parecen molestar a la magistrada, Vanessa Baraitser. ¿Este dispositivo sin precedentes cumple con la ley?

Aquí vemos que los británicos no tratan a Assange con normalidad, porque fue condenado primero a 50 semanas por incumplimiento de la control judicial en 2012, cuando fue objeto de una solicitud de extradición sueca. Se le había dejado en libertad obligándole a fichar. Julian Assange comprendió que sería extraditado a Suecia, se convenció de que era una maniobra para entregarlo a los Estados Unidos y se refugió en la embajada ecuatoriana en Londres, donde se le concedió asilo consular. Se quedó allí durante siete años. Cuando Lenín Moreno, el Presidente de Ecuador dio por terminado el asilo en 2017, la policía lo sacó de la embajada de manera muy violenta. Fue llevado a la prisión de Belmarsh, una prisión de alta seguridad. Sin embargo, Julian Assange es un periodista multipremiado, no es un terrorista. Además, sabemos que la orden de arresto detrás de la solicitud de extradición sueca tenía una base legal muy débil. Sabemos que fue un caso de manipulación. Condenaron a Julian Assange casi al máximo de la sentencia por incumplimiento del control judicial, a 50 semanas, siendo el máximo 52, y le hicieron cumplir su condena entre aquellos que hacen estallar bombas y matan a civiles. Esta es una señal enviada por el Reino Unido, una decisión indigna de la justicia inglesa. Es evidente que la administración penitenciaria tiene instrucciones de que cumpla su condena y su siguiente detención preventiva en las peores condiciones posibles.

En prisión, fue puesto en aislamiento, y cuando terminó de cumplir su sentencia, fue puesto en prisión preventiva, a la espera del juicio que se está llevando a cabo ahora. El confinamiento solitario terminó solamente dos o tres semanas antes del juicio. También hubo movimientos de prisioneros que simpatizaron y pidieron que se le liberara del aislamiento. Todo esto es anormal. El lugar de Julian Assange no está en una prisión de alta seguridad. La situación política es mala para Assange. Sabemos que fue torturado y humillado, y el relator de la ONU que le evaluó ha visto el impacto de la tortura en su persona.

En la vista judicial, cuando sus abogados pidieron que se permitiera a su cliente sentarse al lado de ellos, la presidenta se negó. La fiscalía, en representación del Estado, apoyó la solicitud de los abogados justificando el carácter habitual de tal práctica. A pesar de todo, la presidenta se opuso. Esta situación es anormal. Según los textos, es el Westminster Magistrates Court el que se tiene que pronunciar, pero la vista judicial de Assange tiene lugar en el Belmarsh Magistrates Court. Con el fin de cumplir con la ley, el personal de Westminster y los jueces fueron trasladados para que no tuvieran que transferir a Julian Assange.

¿Se les puede impugnar por ello o por las condiciones injustas en las que se lleva a cabo el juicio?

Sí, se trata a Assange como a un terrorista. Se le negó el uso de sus gafas durante seis meses, lo que, junto con el aislamiento, constituye un maltrato.

Si los tribunales británicos acuerdan extraditarle a Estados Unidos después de este juicio, ¿se podría enfrentar Julian Assange a la pena de muerte por espionaje?

Hay una regla fundamental: No se extradita a un país que practique la pena de muerte a menos que se tengan garantías de que no se requerirá ni se impondrá la pena de muerte.

Pero tampoco se extradita por delitos políticos…

Ciertamente. Hace ya más de un siglo que no se extraditan a los prisioneros políticos. De lo contrario, se imagina Usted, habríamos extraditado a los chilenos que huían de Pinochet, a los kurdos que huían de Turquía, y así sucesivamente. El mundo está lleno de conflictos y refugiados políticos que se sienten seguros porque si obtienen un visado, saben que no pueden ser extraditados. Es cierto que en este juicio, la fiscalía está tratando de demostrar que, aunque los delitos de los que se acusa a Assange son políticos, él podría ser extraditado.

¿No se podría impedir la extradición gracias al artículo 10 del Convenio Europeo de Derechos Humanos que protege la libertad de expresión?

Todo esto debería proteger a este periodista multipremiado, pero vemos que no le protege, lo que nos hace temer lo peor para el futuro. El FBI ha estado siguiendo este caso durante mucho tiempo. Julian Assange también ha estado bajo vigilancia de una empresa española que trabajaba para la CIA mientras beneficiaba de asilo político en la embajada de Ecuador en Londres. Si Julian Assange es extraditado, es el fin del Estado de Derecho en Occidente tal y como lo hemos construido durante casi un siglo. En nombre de la lucha contra el terrorismo estamos renunciando a muchas libertades porque creemos que la seguridad es un valor superior. No hemos entendido que de hecho vamos a sacrificar las libertades sin tener seguridad. Este juicio arroja una cruda luz sobre lo que está sucediendo.

En cuanto a los cargos de violación contra Julian Assange, el tribunal sueco retiró los cargos debido a la falta de pruebas. ¿Le sorprende esta retirada de los cargos?

Tuvo un coste muy alto para Julian Assange. También sabemos que el fiscal sueco estaba dispuesto a terminar la investigación antes, pero que fue alentado a mantener la investigación abierta por el fiscal inglés, el Crown Prosecution Service [La fiscalía de la Corona encargada de decidir sobre los enjuiciamientos en Inglaterra y Gales]. Tenemos pruebas de ello. También tenemos rastros de la participación del FBI en el caso, pero la fiscal sueca, Marianne Ny, ha destruido los correos electrónicos que admite haber recibido del FBI.

Usted criticó el silencio de los medios de comunicación después de que unos 60 médicos internacionales intentaran alertar al mundo sobre el estado físico y psicológico de la salud de Julian Assange en noviembre, cuando consideraban seriamente que podría “morir en prisión”. Un silencio por parte de una prensa que se ha beneficiado de las revelaciones brindadas por Julian Assange y su equipo sobre los abusos y crímenes de guerra cometidos por los aliados en Iraq y Afganistán. Y que hizo un uso abundante de las mismas. ¿Cómo explica tal cambio de actitud por parte de los medios?

Por supuesto. The Guardian, el New York Times y Aftenposten 1/ han ganado prestigiosos premios por su trabajo con documentos de WikiLeaks. Tiene que entender que fue la manipulación de la CIA y el FBI lo que causó este cambio de opinión. La cuestión ya no era lo que Julian Assange había sido capaz de probar, pero si había violado o no.

Precisamente, ¿cómo se puede demandar a Assange por sus publicaciones, y al mismo tiempo dejar a salvo los medios de comunicación que se beneficiaron de ellas y divulgaron su contenido? ¿No actuaron estos medios, de la misma manera que WikiLeaks, difundiendo información transmitida por un tercero?

En Estados Unidos, los periodistas estadounidenses gozan de la protección de la Primera Enmienda. Este fue el caso con los Pentagone papers, donde el DOJ (Departamento de Justicia) trató de procesar por espionaje al denunciante Daniel Ellsberg que los publicó. El Tribunal Supremo sostuvo que sólo había utilizado la libertad de expresión y que beneficiaba de la Primera Enmienda de la Constitución. Por lo tanto, sabemos que los ciudadanos de los Estados Unidos están protegidos por esta enmienda. Los periodistas extranjeros, por otro lado, no lo son. Por lo tanto, Julian Assange en los Estados Unidos no podría invocar la Primera Enmienda y, lógicamente, existiría el riesgo de que los periodistas europeos fueran procesados.

Nils Melzer, Relator Especial de las Naciones Unidas sobre la Tortura, dice: “No se trata sólo de proteger a Assange, sino de evitar un precedente que podría sellar el destino de la democracia occidental.” ¿Se va a convertir a Julian Assange en un mártir como ejemplo?

Si permitimos la extradición de Julian Assange, estamos admitiendo la supremacía de facto de la ley de EE.UU. sobre la nuestra. En Europa, sin embargo, no está prohibido publicar información verdadera de interés general, los periodistas están protegidos por el Convenio Europeo de Derechos Humanos. Por lo tanto, lo que Julian Assange publicó no puede describirse como espionaje en el Reino Unido ni en ningún otro lugar de Europa. Julian Assange no puede ser extraditado por doble incriminación y porque no tendría un juicio justo en los Estados Unidos. Estas son dos razones más que suficientes para oponerse a su extradición.

Entrevista realizada en marzo de 2020.

Notas:

 * Chelsea Manning fue liberada el 12 de marzo de 2020 después de un intento de suicidio el día anterior. Las sanciones financieras establecidas para obligarla a testificar sobre WikiLeaks y su fundador Julian Assange siguen vigentes y tendrá que pagar 256.000 dolares en multas.

1/ Periódico conservador de Noruega. 

https://www.elsaltodiario.com/libertad-informacion/eva-joly-julian-assange-extraditado-fin-estado-de-derecho-occidente

sábado, 18 de abril de 2020

Edgar Morin: “Vivimos en un mercado planetario que no ha sabido suscitar fraternidad entre los pueblos”

El filósofo francés reflexiona a sus 98 años sobre los efectos de la epidemia de coronavirus y alerta contra los peligros del darwinismo social y la destrucción del tejido público en sanidad y educación

"La unificación técnico-económica del mundo que trajo el capitalismo agresivo en los años noventa ha generado una enorme paradoja que la emergencia del coronavirus ha hecho ahora visible para todos: esta interdependencia entre los países, en lugar de favorecer un real progreso en la conciencia y en la comprensión de los pueblos, ha desatado formas de egoísmo y de ultranacionalismo. El virus ha desenmascarado esta ausencia de una auténtica conciencia planetaria de la humanidad”. Edgar Morin habla con su habitual pasión por Skype. Él, como millones de europeos, se encuentra confinado en su casa del sur de Francia, en Montpellier, con su esposa.

Está considerado como uno de los filósofos contemporáneos más brillantes; a los 98 años (el 8 de julio cumplirá 99) Morin lee, escribe, escucha música y mantiene contacto con amigos y parientes. Sus ganas de vivir demuestran con fuerza el drama de un azote que está aniquilando a miles de ancianos y de enfermos con patologías previas. “Sé bien —dice con tono irónico— que podría ser la víctima por excelencia del coronavirus. A mi edad, sin embargo, la muerte está siempre al acecho. Por lo tanto es mejor pensar en la vida y reflexionar sobre lo que pasa”.

Pregunta. La mundialización de la que habla ha creado un gran mercado global que, a través de la tecnología más avanzada, ha reducido considerablemente las distancias entre continentes. Pero esta reducción de las distancias no ha favorecido un diálogo entre los pueblos. Al contrario, ha fomentado el relanzamiento del cierre identitario en sí mismo, alimentando un peligroso soberanismo.

Respuesta. Vivimos en un gran mercado planetario que no ha sabido suscitar sentimientos de fraternidad entre los países. Ha creado, de hecho, un miedo generalizado al futuro. Y la pandemia del coronavirus ha iluminado esta contradicción haciéndola aún más evidente. Me hace pensar en la gran crisis económica de los años treinta, en la que varios países europeos, Alemania e Italia sobre todo, abrazaron el ultranacionalismo. Y, pese a que falte la voluntad hegemónica de los nazis, hoy me parece indiscutible este cierre en sí mismos. El desarrollo económico-capitalístico, entonces, ha desatado los grandes problemas que afectan nuestro planeta: el deterioro de la biosfera, la crisis general de la democracia, el aumento de las desigualdades y de las injusticias, la proliferación de los armamentos, los nuevos autoritarismos demagógicos (con Estados Unidos y Brasil a la cabeza). Por eso, hoy es necesario favorecer la construcción de una conciencia planetaria bajo su base humanitaria: incentivar la cooperación entre los países con el objetivo principal de hacer crecer los sentimientos de solidaridad y fraternidad entre los pueblos.

La experiencia nos enseña que todas las graves crisis pueden incrementar fenómenos de cierre y de angustia: la caza al infractor o la necesidad de un chivo expiatorio, a menudo identificado con el extranjero o el migrante

P. Intentemos analizar esta contradicción en una escala reducida, tomando en consideración el microcosmos de las relaciones personales. La incursión del virus ha puesto en crisis la ideología de fondo que ha dominado las campañas electorales en estos últimos años: eslóganes como “America First”, “La France d’abord”, “Prima gli italiani”, “Brasil acima du tudo” han ofrecido una imagen insular de la humanidad, en la que cada invididuo parecer ser una isla separada de las otras (utilizando la bonita metáfora de una meditación de John Donne). En cambio, la pandemia ha mostrado que la humanidad es un único continente y que los seres humanos están ligados profundamente los unos a los otros. Nunca como en este momento de aislamiento (lejos de los afectos, de los amigos, de la vida comunitaria) estamos tomando conciencia de la necesidad del otro. “Yo me quedo en casa” significa no solo protegernos a nosotros mismos sino también a los otros individuos con los que formamos nuestra comunidad.
R. Así es. La emergencia del virus y las medidas que nos obligan a quedarnos en casa han terminado por estimular nuestro sentimiento de fraternidad. En Francia, por ejemplo, cada noche tenemos una cita en nuestras ventanas para aplaudir a nuestro médicos y al personal hospitalario que, en primera línea, asiste a los enfermos. Me he emocionado, la semana pasada, cuando he visto en televisión, en Nápoles y en otras ciudades italianas, a las personas asomarse a los balcones para cantar juntas el himno nacional o para bailar al ritmo de las canciones populares. Pero está también la otra cara de la moneda. La experiencia nos enseña que todas las graves crisis pueden incrementar fenómenos de cierre y de angustia: la caza al infractor o la de necesidad un chivo expiatorio, a menudo identificado con el extranjero o el migrante. Las crisis pueden favorecer la imaginación creativa (como ocurrió con el New Deal) o provocar regresión.

P. ¿Alude también a la Europa que frente a la emergencia sanitaria ha revelado, una vez más, su incapacidad de programar estrategias comunes y solidarias?
R. Por supuesto. La pseudo Europa de los banqueros y de los tecnócratas ha masacrado en estas décadas los auténticos ideales europeos, cancelando cada impulso hacia la construcción de una conciencia unitaria. Cada país está gestionando la pandemia de manera independiente, sin una verdadera coordinación. Esperemos que de esta crisis pueda resurgir un espíritu comunitario capaz de superar los errores del pasado: desde la gestión de la emergencia de los migrantes hasta el predominio de las razones financieras sobre las humanas, desde la ausencia de una política internacional europea a la incapacidad de legislar en la materia fiscal.

P. ¿Cual ha sido su reacción frente al primer discurso de Boris Johnson, al despiadado cinismo con el que ha invitado a los ciudadanos británicos a prepararse a los miles de muertos que el coronavirus provocaría y a aceptar los principios del darwinismo social (la supresión de los más débiles)?
R. Un ejemplo claro de cómo la razón económica es más importante y más fuerte que la humanitaria: la ganancia vale mucho más que las ingentes pérdidas de seres humanos que la epidemia puede infligir. Al fin y al cabo, el sacrificio de los más frágiles (de las personas ancianas y de los enfermos) es funcional a una lógica de la selección natural. Como ocurre en el mundo del mercado, el que no aguanta la competencia es destinado a sucumbir. Crear una sociedad auténticamente humana significa oponerse a toda costa a este darwinismo social.

P. El presidente Macron ha utilizado la metáfora de la guerra para hablar de la pandemia. ¿Cuáles son las afinidades y las diferencias entre un verdadero conflicto armado y lo que estamos viviendo?
R. Yo, que he vivido la guerra, conozco bien los mecanismos. Primero, me parece evidente una diversidad: en guerra, las medidas de confinamiento y toque de queda son impuestas por el enemigo; ahora en cambio es el Estado el que lo impone contra el enemigo. La segunda reflexión tiene que ver con la naturaleza del adversario: en una guerra es visible, ahora es invisible. También para aquellos como yo, que han participado en la resistencia, la analogía podría funcionar igualmente: para los partisanos la Gestapo era como un virus, porque se metia en cualquier lado, porque todo lo que estaba alrededor de nosotros habría podido tener oído para informar y denunciar. Ahora no sé si este periodo de confinamiento durará el tiempo suficiente para provocar restricciones que podrían recordar el racionamiento de la comida y los comercios ocultos del mercado negro. Pienso, y espero, que no. De todos modos, no creo que utilizar la metáfora de la guerra pueda ser más útil para comprender esta resistencia a la epidemia. La pseudo Europa de los tecnócratas ha masacrado los ideales del proyecto

P. A propósito de la solidaridad humana: ¿no le parece que los científicos en este momento están promocionando una colaboración internacional para buscar la derrota del virus? ¿La llegada de médicos chinos y cubanos en el norte de Italia no es una señal de esperanza?
R. Esto es indiscutiblemente positivo. La red planetaria de investigadores testifica un esfuerzo hacia un bien común universal que cruza las fronteras nacionales, los idiomas, el color de la piel. Pero no se deben infravalorar los fenómenos de cohesión nacional: estar, lo recordaba antes, alrededor de los operadores sanitarios que trabajan en los hospitales. Muchos, sin embargo, son dejados fuera de estas nuevas formas de agregación solidaria: personas solas, ancianos y familias pobres no conectadas a la Red, sin contar a los que viven en la calle porque no tienen una casa. Si este régimen durara por un periodo largo, ¿cómo seguiríamos cultivando la relaciones humanas y cómo conseguiríamos tolerar las privaciones?

P. Me gustaría que abordáramos otra vez el tema de la ciencia. Después del desastre de la Segunda Guerra Mundial, las primeras relaciones entre Israel y Alemania se produjeron a través de los científicos. El año pasado, mientras visitaba el Cern de Ginebra con Fabiola Gianotti, vi alrededor de una mesa investigadores que procedían de países en conflicto entre ellos. ¿No piensa que la investigación científica de base, la que no espera ganar nada, pueda contribuir a promocionar en esta emergencia de la pandemia un espíritu de fraternidad universal?
R. Claro que sí. La ciencia puede desempeñar un papel importante, pero no decisivo. Puede activar un diálogo entre los trabajadores de diferentes países que en este momento trabajan para crear una vacuna y producir fármacos eficaces. Pero no se debe olvidar que la ciencia es siempre ambivalente. En el pasado, muchos investigadores han trabajado al servicio del poder y de la guerra. Dicho esto, yo confío mucho en esos científicos creativos y llenos de imaginación que ciertamente sabrán promocionar y defender una investigacion cientifica solida y al servicio de la humanidad. La red planetaria de investigadores testifica un esfuerzo hacia un bien común universal que cruza las fronteras nacionales, los idiomas, el color de la piel

P. Entra las emergencias que la epidemia ha evidenciado está sobre todo la sanitaria. En algunos países europeos, los Gobiernos han debilitado progresivamente los hospitales con sustanciales recortes de recursos. La escasez de médicos, enfermeros, camas y equipamientos han mostrado una sanidad pública enferma.
R. No hay duda de que la sanidad tenga que ser pública y universal. En Europa, en las últimas décadas, hemos sido víctimas de las directivas neoliberales que han insistido en una reducción de los servicios públicos en general. Programar la gestión de los hospitales como si fueran empresas significa concebir los pacientes como mercancía incluida en un ciclo productivo. Esto es otro ejemplo de cómo una visión puramente financiera pueda producir desastres bajo el punto de vista humano y sanitario.

P. La sanidad y la educación constituyen los dos pilares de la dignidad humana (el derecho a la vida y el derecho al conocimiento) y las bases del desarrollo económico de un país. El sistema educativo también ha sufrido recortes terribles en estas décadas.
R. La sanidad y la educación, bajo este punto estoy de acuerdo con lo que ha escrito en sus libros, no pueden ser gestionados por una lógica empresarial. Los hospitales o las escuelas y las universidades no pueden generar ganancia económica (¡no deberían vender productos a los clientes que los compran!), pero deben pensar en el bienestar de los ciudadanos y en formar, como decía Montaigne, “teste ben fatte”. Se debe reencontrar el espíritu del servicio público que en estas décadas ha sido fuertemente reducido. La epidemia, con las restricciones que ha generado, nos ha obligado a realizar una saludable desaceleración

P. Ahora, con las escuelas y las universidades cerradas, se hace necesario recurrir a la enseñanza a distancia para mantener vivas las relaciones entre profesores y estudiantes.
R. Gracias a la tecnología se puede conseguir no romper el hilo de la comunicación. También la televisión en Francia se está organizando para ofrecer programas a los estudiantes de los institutos. Pero la cuestión, como bien sabe, es de fondo: en diferentes libros míos he puesto en evidencia los límites de nuestro sistema de enseñanza. Pienso que no se adaptó a la complejidad que vivimos desde el punto de vista personal, económico y social. Tenemos una conciencia dividida en compartimentos estancos, incapaz de ofrecer perspectivas unitarias e inadecuada para enfrentar de manera concreta los problemas del presente. Nuestros estudiantes no aprenden a medirse con los grandes desafíos existenciales, tampoco con la complejidad y la incertidumbre de una realidad en constante mutación. Me parece importante prepararse para entender las interconexiones: cómo una crisis sanitaria puede provocar una crisis económica que, a su vez, produce una crisis social y, por último, existencial.

P. Algunos decanos y algunos profesores han considerado la experiencia de la pandemia como una ocasión para relanzar la enseñanza telemática. Pienso que es necesario recordar que ninguna plataforma digital puede cambiar la vida de un alumno. ¿Así no se corre el riesgo de denigrar la importancia esencial de las clases en las aulas y del encuentro humano entre profesor y estudiante?
R. Se debe distinguir la excepcionalidad impuesta por el virus de las condiciones normales. Ahora no tenemos elección. Pero conservar el contacto humano, directo, entre profesores y alumnos es fundamental. Solo un profesor que enseña con pasión puede influir realmente en la vida de sus estudiantes. El papel de la enseñanza es sobre todo el de problematizar, a través de un método basado en preguntas y respuestas capaz de estimular el espíritu crítico y autocrítico de los alumnos. Desde la infancia, los estudiantes tienen que dejar rienda suelta a su curiosidad, cultivando la reflexión crítica. Enseñar es una misión, como la que están cumpliendo ahora los médicos: se trata, en cualquier caso, de ocuparse de vidas humanas, de personas, de futuros ciudadanos. Ahora no tenemos elección. Pero conservar el contacto humano, directo, entre profesores y alumnos es fundamental

P. El virus ha conseguido hacer explotar también los límites de la rapidez. El confinamiento en nuestras casas nos ha ayudado a redescubrir la importancia de la lentitud para reflexionar, para entender, para cultivar los afectos.
R. Me parece indiscutible. La epidemia, con las restricciones que ha generado, nos ha obligado a realizar una saludable desaceleración. Yo mismo he notado un fuerte cambio en mi ritmo cotidiano: ya no es cronometrado y jalonado como lo era antes. Cuando dejé París para vivir en Montpellier ya noté un notable cambio en el desarrollo de mis jornadas. Ahora, con mayor conciencia, me estoy (nos estamos) reapropiando del tiempo. Bergson había entendido bien la diferencia entre el tiempo vivido (el interior) y el tiempo cronometrado (el exterior). Reconquistar el tiempo interior es un desafío político, pero también ético y existencial.

P. Precisamente ahora nos damos cuenta de que leer libros, escuchar música, admirar obras de arte es la manera mejor de cultivar nuestra humanidad.
R. Sin duda. El confinamiento está haciendo que nos demos cuenta de la importancia de la cultura. Una ocasión —a través de estos saberes que nuestra sociedad ha llamado injustamente “inútiles” porque no producen ganancias— para comprender los límites del consumismo y de la carrera sin pausa hacia el dinero y el poder. Habremos aprendido algo en estos tiempos de pandemia si sabemos redescubrir y cultivar los auténticos valores de la vida: el amor, la amistad, la fraternidad, la solidaridad. Valores esenciales que conocemos desde siempre y que desde siempre, desafortunadamente, terminamos por olvidar.

https://elpais.com/cultura/2020-04-11/edgar-morin-vivimos-en-un-mercado-planetario-que-no-ha-sabido-suscitar-fraternidad-entre-los-pueblos.html

Cómo aprovechar al máximo esas latas de sardinas. El consejo de Alison Roman para comer estos pequeños peces especialmente deliciosos: agregue muchas hierbas y algo de cebolla, un poco de aceite de oliva y cantidades de limón.

Durante las últimas tres semanas más o menos, he estado colocando una gran cantidad de P.C.C. (Preguntas de cocina en cuarentena), y aunque estoy trabajando horas extras en "redes sociales" tratando de responderlas, pensé que también sería útil comenzar a usar esta columna para responder las preguntas más frecuentes.

Entonces, aquí va: Sí, puede usar cebolla roja en lugar de chalotes en la mayoría de las recetas. No, no creo que necesites remojar los frijoles. Y sí, puedo decirte algunas cosas que hacer con las sardinas.

Las sardinas enlatadas realmente están teniendo un momento, lo cual es genial porque no solo son una fuente deliciosa, estable y sostenible de proteínas y Omega-3, sino que encontrar pescado fresco en este momento es un desafío. Entonces ves las sardinas enlatadas, compras las sardinas enlatadas. ¿Ahora que?

Primero, quiero que sepas en qué te estás metiendo. A diferencia de las anchoas (sigue siendo mi corazón), las sardinas tienen una textura mucho más carnosa (no tan carnosa como el atún, pero cercana) y un sabor más intenso (me atrevo a decir, más pescado). Me gustan las cosas intensas, así que eso no me molesta. De hecho, me gusta! Pero si te encuentras entre el aversión al sabor a mariscos, es posible que nunca te encanten las sardinas, ni siquiera ahora.

De manera similar al atún, vienen empacados en agua de manantial o en aceite que a veces tiene sabor a limón o pimientos, e incluso ahumados. Al igual que mi agua con gas, siempre prefiero sin sabor y prefiero el agua de manantial en vez de aceite. En casi todos los casos, se retiran las cabezas, dejando intactas las espinas y las colas: como ambas. Los huesos son muy delicados, pero en realidad me gusta su textura. Además, alguien en NPR me dijo que contienen mucho calcio.

Independientemente de cómo los va a consumir, para mí, a veces es solo de la lata en galletas con mucha mantequilla, con un plato de encurtidos y mostazas, hay algunas buenas reglas sobre cómo disfrutarlas mejor. Las sardinas, peces pequeños muy aceitosos, realmente aman mucho ácido. Es difícil batir el jugo de limón fresco exprimido sobre ellos, pero un vinagre (vino blanco, vino de arroz o blanco destilado) también es bueno. Para darle una idea de cuánto usar, a menudo los uso en mi elección de ácido, casi como si los estuviera tratando como escabeche.

A pesar de su descripción rica y grasienta, las sardinas también, tal vez en contra de la intuición, aman más grasas, lo que ayuda a suavizar su sabor, por lo que no debe ahorrar el aceite de oliva (es decir, cuando crea que ha agregado suficiente, agregue un poco más ) O considere comerlos con mayonesa, alioli, mantequilla blanda o huevos con mermelada. Esto debería ser evidente, pero también les encantan muchas hierbas frescas y cebollas, cebolletas o cebolletas en rodajas finas.

Si no está seguro de estar listo para comprometerse con un plato lleno de sardinas, lo entiendo. (Para la mayoría, es mejor alejarse que saltar). Son bastante fáciles de comer junto a los platos que ya está preparando, tomando pequeños bocados aquí y allá. Me encanta abrir una lata y mordisquearlas junto a un plato grande de papas cerosas, hervidas, machacadas y mezcladas con mucho jugo de limón, hierbas frescas (lo que sea que puedas tener, realmente, pero sí, eneldo), cebolletas, primavera cebollas o cebolletas, y mucho, mucho apio. (Estoy obsesionado con el apio, y quiero que compartas mi entusiasmo.) La receta aquí se publicó originalmente en mi segundo libro de cocina, "Nothing Fancy", pero me pareció correcto extraerla ahora que está hecha de ingredientes muy básicos y es una de mis formas favoritas de comer y presentar a otros la magia de las sardinas.

Algunas ideas para las sardinas
Extienda una pizca de mantequilla ablandada o alioli sobre pan, tostadas o galletas saladas. Cubra con sardinas, cebollas crudas con jugo de limón y cualquier hierba fresca que tenga a mano. Exprimir con más limón o un poco de vinagre, y espolvorear con sal escamosa y pimienta molida. Coma con la cara abierta o cubra con otro pedazo de pan para un sándwich.

Calienta unas cucharadas de aceite de oliva en una sartén grande y tuesta los ajos hasta que estén dorados. Agregue una pizca de hojuelas de pimiento rojo, la ralladura de un limón (o pique finamente medio limón, sin semillas) y agréguelo), un poco de pasta al dente como espagueti y unas salpicaduras de agua para cocinar la pasta. Sazone con sal y pimienta, y revuelva para cubrir con el aceite de ajo. Agregue algunos filetes de sardina y revuelva para cubrir, dejando que se desmoronen ligeramente, pero manteniendo intactos los trozos grandes. Termine con otro buen exprimido de limón o un poco de vinagre (o pasas empapadas en vinagre, si es una persona con pasas de uva), y un puñado de perejil o cebollín picado.

Coloque unas pocas sardinas en el fondo de un plato o tazón y cubra con una gran cantidad de vegetales afeitados como hinojo o rábano y vestidos de manera asertiva, preferiblemente verdes picantes, un puñado de aceitunas trituradas o alcaparras y un huevo a la mitad. Queso feta u otro que le guste.

Retírelos de la lata y aliñe con salsa de soja, vinagre de vino de arroz o vinagre blanco destilado, un chile fresco o en escabeche finamente picado o una pizca de hojuelas de pimiento rojo. Coma sobre un plato de arroz tibio con pepinos en rodajas finas.

Y para beber … El sabor operativo de este plato no son las papas, ni el apio ni el eneldo. Son las sardinas, o las anchoas, o el pescado enlatado que estás usando. Su delicia picante y aceitosa requiere una de dos posibilidades: puede elegir un vino que acompañe cómodamente el plato sin chocar, un rosado, por ejemplo, ya sea de Francia, España, Estados Unidos o en cualquier otro lugar. Idealmente, será seco y crujiente, ofreciendo un refresco fresco sin interferir. La otra opción es un jerez fino, y si te gusta el jerez, este es el emparejamiento más dinámico. El jerez y el pescado se mejorarán sinérgicamente entre sí, demostrando una vez más que cuando se sirve pescado enlatado, haga lo que hacen los españoles. ERIC ASIMOV NYT

https://www.nytimes.com/2020/04/14/dining/sardines-recipes-coronavirus.html?algo=top_conversion&fellback=false&imp_id=189411620&imp_id=94535133&action=click&module=trending&pgtype=Article&region=Footer

Otra política es posible

Las ocurrencias de cuatro asesores de comunicación no deben marcar la agenda de la gobernanza de este país

Ayer tenía un atasco de trabajo y, como suelo hacer en esas ocasiones, me puse a ver la comparecencia del ministro Illa en la Comisión de Sanidad del Congreso. Es lo que yo llamo el efecto corrida de toros. Lo descubrí de chaval. Cuando tenía un examen inminente, era capaz de cualquier cosa con tal de no prepararlo, incluso de ver una corrida de toros en la tele, que para mí es el epítome del aburrimiento nacional. Como ahora no dan corridas, ayer me conformé con ver la comisión parlamentaria de Sanidad. Y os lo confieso espontáneamente, me quedé de piedra por su alto nivel de discusión política. Yo había llegado a creer que eso no existía en nuestros tiempos pandémicos, pero debo reconocer que estaba equivocado.

“Mi escepticismo político perdió puntos ayer. Esa es la clase de debate que necesitamos”
En la media hora o tres cuartos que seguí el acto, pude escuchar los argumentos de las portavoces del nacionalismo vasco y catalán, y también de Ciudadanos y alguno más. Sus críticas al ministro de Sanidad eran solventes, coherentes y sensatas, y así lo reconoció el propio Illa. Allí no se discutió sobre las esencias nacionales, sino de lo que las comunidades autónomas podían aportar a la gestión de la pandemia, desde los grandes institutos científicos que albergan hasta la última mascarilla que podrían fabricar. El debate fue sobre la necesidad de test masivos, las curvas epidemiológicas y el grado de confinamiento que se debería adoptar en cada situación. Es verdad que luego salió el portavoz de Vox a hacer su numerito, pero incluso él parecía algo avergonzado por tener que largar la matraca habitual. Fundamentalismos aparte, el tono del debate fue francamente estimulante. Mi escepticismo político perdió puntos ayer. Esa es la clase de debate que necesitamos.

Sé que soy un pelmazo con esto, pero es que creo sinceramente que nuestra obsesión con la facción más abyecta de la politiquería nos está cegando frente al verdadero servicio que la política real puede hacer a nuestra sociedad, que es enorme. Las ocurrencias de cuatro asesores de comunicación no deben marcar la agenda de la gobernanza de este país. Lo que piensen Vox o la FAES de Aznar nos debería dar exactamente igual. Eso no son más que estrategias baratas para colarnos como principios lo que no son más que intereses particulares inconfesables. Otra política es posible, y la vimos este jueves en una humilde comisión de Sanidad que debería convertirse en un modelo de comportamiento.

Ojalá hubiera más políticos como Nancy Pelosi, la presidenta demócrata de la Cámara de Representantes de Estados Unidos. El martes pasado dirigió un argumentario a su partido, donde denuncia que Donald Trump ha desmantelado la infraestructura antipandémica, ignorado las advertencias de la OMS y de sus propios asesores, propalado que la pandemia era un bulo y, pese a todo, ha eludido asumir responsabilidades políticas por ello. Eso no son insultos, sino críticas juiciosas. Aprendamos.

https://elpais.com/ciencia/2020-04-16/otra-politica-es-posible.html

viernes, 17 de abril de 2020

Francesco Tonucci: “No perdamos este tiempo precioso dando deberes”

El psicopedagogo italiano asegura que este encierro demuestra “todavía más” que la escuela no funciona

Barcelona - 11 ABR 2020 -

Francesco Tonucci (Fano, 1940) es un experto en niños. Desde su casa de Roma, donde lleva cinco semanas encerrado, este psicopedagogo italiano contesta por videoconferencia algunas de las cuestiones que más afectan a los menores durante este periodo de encierro para combatir el coronavirus. Tonucci reconoce que son muchos los padres que piden consejos. Propone ideas como que tengan su propio diario secreto de confinamiento o un lugar, por pequeño que sea, para esconderse dentro de casa. El psicopedagogo se muestra crítico con la escuela y cómo está afrontando este encierro.

Pregunta. ¿Qué es lo peor del confinamiento para los niños?
Respuesta. Debería ser el no poder salir, pero es mentira porque lamentablemente tampoco antes salían. Los niños desean salir y solo pueden hacerlo de la mano de un adulto. Con lo cual es importante que los niños vuelvan a salir, dentro y fuera del coronavirus. Quedarse en casa es una condición nueva, no ser autónomo no lo es. Espero que los niños puedan mostrarnos con la fuerza de este encierro cuánto necesitan más autonomía y libertad. Es muy interesante cómo están reaccionando ellos. Durante los primeros días de confinamiento, envié un vídeo a nuestras ciudades de la red internacional de la ciudad de los niños animando a convocar los consejos para pedir su opinión y dar consejos a los alcaldes; me parecía un poco paradójico que todo el mundo pedía a los psicólogos consejos para los padres y a los pedagogos para los maestros y nadie pensaba en ellos. Los niños sienten mucho la falta de la escuela, es decir, no de los profesores y los pupitres sino la falta de los compañeros. La escuela era el lugar donde los niños podían encontrarse con otros niños. La otra experiencia en la que pude comprobar que la escuela era muy deseada para los niños fue cuando están en el hospital.

P. Entonces, considera que los políticos no tienen en cuenta a los menores para tomar sus decisiones.
R. Como siempre. Los niños prácticamente no existen, no aparecen en sus preocupaciones. La única preocupación ha sido que la escuela pueda seguir de forma virtual. En Italia, por ejemplo, la gran preocupación es demostrar que pueden seguir igual que antes a pesar de las nuevas condiciones, es decir, lo hacemos casi sin que den cuenta, sentados como estaban en la escuela frente a una pantalla haciendo clases y con deberes. Muchos no se han dado cuenta de que la escuela no funcionaba antes y en esta situación se nota lo poco que funcionaba. Los niños están hartos de los deberes y para las familias es una ayuda porque es lo que ocupa a los niños. Los deberes siempre son demasiados, no tanto por la cantidad sino por la calidad. Son inútiles por los objetivos que los docentes imaginan.

P. Si se hace todo mal, ¿Qué propone?
R. Hice un pequeño vídeo ofreciendo consejos de sentido común. Tenemos una oportunidad. Los niños en la escuela se aburren y así es difícil que aprendan. Además, existe un conflicto entre escuela y familia, es un conflicto moderno, la familia siempre está lista para denunciar el colegio. Ahora la situación es nueva: la escuela se hace en familia, en casa. Propongo que la casa se considere como un laboratorio donde descubrir cosas y los padres sean colaboradores de los maestros. Por ejemplo, cómo funciona una lavadora, tender la ropa, planchar, aprender a coser…

P. Pero en este laboratorio, ¿Los padres están trabajando también?
R. Pido cosas que hay que hacer en casa igualmente. La cocina, por ejemplo, es un taller de ciencia. Los niños deben aprender a cocinar. El maestro puede proponer que los alumnos cocinen un plato con su salsa y escriban la receta. Así estamos haciendo física, química, literatura y se puedo montar un libro virtual de recetas. Otra experiencia que me parece importante es que los niños hagan vídeos de su experiencia en casa. La otra experiencia, por supuesto, es la lectura. Cómo la escuela no consigue que los niños amen la lectura es un gran peso. La escuela debería preocuparse más, dar a sus alumnos el gusto de leer.

P. Eso supone enfrentarse a las pantallas, a los videojuegos. 
R. Estamos pensando en una escuela que tiene que hacer propuestas a los niños encerrados en casa. Proponer a los niños que lean un libro debe ser un regalo, no un deber. Hay otra forma que es la lectura colectiva, de familia. Crear un teatro que tiene su horario y su lugar en la casa, y un miembro de la familia lee un libro como si fuera una telenovela. Media hora todos los días. Son propuestas que parecen poco escolares, pero todas tienen que ver con las disciplinas escolares. Estudiando las plantas de las casas se puede hacer una experiencia de geometría. Todo esto lo digo para que se entienda que se puede aprovechar la riqueza que tenemos ahora, la casa y la disponibilidad de los padres. Usted dice que los padres no tienen tiempo: no es verdad. A pesar de todo el tiempo que están ocupados, no saben qué hacer en el tiempo libre. Normalmente el tiempo que pasan con ellos es para acompañarlos a actividades y no para vivir con ellos. Otra propuesta es que jueguen, eso es lo más importante. Que inventen juegos. Llamar a los abuelos para que aconsejen juegos, ellos fueron niños cuando los juegos había que inventarlos.

P. Nunca habremos pasado con ellos tanto tiempo como ahora.
R. Por eso mismo. No perdamos este tiempo precioso dando deberes. Aprovechemos para pensar si otra escuela es posible.

P. ¿Qué tiene que hacer un niño el primer día que salga de este confinamiento?
R. Gritar, lanzar piedras, correr, y abrazarse con alguien; aunque eso último será complicado.

https://elpais.com/sociedad/2020-04-11/francesco-tonucci-no-perdamos-este-tiempo-precioso-dando-deberes.html

jueves, 16 de abril de 2020

La ciencia española no ha funcionado bien

Lo estamos haciendo fatal, y es probable que esa sea la causa de que España exhiba la mayor tasa de mortalidad del mundo

Agatha Christie se quejaba de que sus lectores la envidiaban por la naturaleza de su trabajo. Pensaban que ella se sentaba a escribir un par de horas al día, sacaba un superventas y volvía a cuidar el jardín de su casa. “¡Eso no es así en absoluto!”, recuerdo que protestaba la autora. Diseñar todas aquellas tramas enrevesadas, donde el asesino podía acabar siendo el mismísimo narrador, era una obsesión que no le abandonaba ni al fregar los platos. Una tortura perpetua. Como dijo o debió decir Samuel Johnson, lo que se escribe sin dolor se lee sin placer. Tampoco los juntaletras obtenemos el menor placer por publicar columnas. De lo que yo quisiera escribir hoy es de la estupidez infinita de esas comunidades de vecinos que se sienten acreditados para expulsar al del 2º B por ser un enfermero o una cajera. Ahí es donde brilla un columnista. Pero la abyección es un blanco fácil, y yo puedo hacer un mejor servicio apuntando contra dianas mucho más sofisticadas y menos evidentes. La ciencia española, por ejemplo.

El martes nos ocupamos del papel deficiente que habían representado los asesores científicos del primer ministro británico, Boris Johnson, y hoy nos toca extender esa crítica a sus homólogos españoles. La comunidad científica está cada vez más cabreada, y ha percibido “cierta tensión entre la información aportada e interpretada por los científicos expertos y las decisiones políticas tomadas a continuación por las autoridades”. Esa falta de sintonía ha perjudicado “la idoneidad de las medidas adoptadas, al no estar suficientemente sustentadas en las evidencias disponibles”. Está expresado con mucha elegancia, pero lleva una bomba atómica escondida bajo el chaleco antibalas.

Hablo de la “comunidad científica”, así a lo grande, porque ese dictamen viene suscrito por toda la plana mayor de la investigación en este país: la Confederación de Sociedades Científicas de España (Cosce), la Federación de Asociaciones Científico Médicas Españolas (Facme), la conferencia de rectores universitarios (CRUE) y la Alianza de Centros Severo Ochoa y Unidades María de Maeztu (SOMMa). Salvo los asesores del Gobierno, ahí está representada toda la ciencia en este humilde rincón del cosmos.

La información no ha fluido bien entre los científicos y las autoridades. No ha fluido, para ser más exactos. El desarrollo de sistemas diagnósticos, fármacos y vacunas contra el coronavirus requiere, como parece obvio, una acción coordinada de todos nuestros recursos científicos y tecnológicos. Tampoco la ha habido. Las instituciones científicas del país podrían estar aportando una maquinaria poderosa para contener la pandemia, pero no tienen los recursos para hacerlo. Por más empatía que nos suscite Fernando Simón, el sistema de comunicación científica del Gobierno es deficiente, inadecuado y falto de transparencia. Lo estamos haciendo fatal, y es probable que esa sea la causa de que España exhiba la mayor tasa de mortalidad por 100.000 habitantes del mundo. ¿Queremos una mejor ciencia? Paguemos más impuestos.

https://elpais.com/ciencia/2020-04-14/la-ciencia-espanola-no-ha-funcionado-bien.html

¿Suspenderemos Economía en tiempo de pandemia? EE UU está dominado por una ideología contraria a lo público que nos ha dejado poco preparados para esta crisis.

Hace solo un mes, Donald Trump seguía insistiendo en que la Covid-19 era una cuestión de poca importancia, en comparación con la “gripe común”. Y restaba importancia a las preocupaciones económicas; al fin y al cabo, durante la temporada de gripe, “nada se cierra, la vida y la economía siguen adelante”.

Pero las pandemias atacan con rapidez. Desde que Trump desestimó alegremente el problema, unos 15 millones de estadounidenses han perdido su puesto de trabajo; la implosión económica se está produciendo a tal velocidad que es imposible mantener actualizadas las estadísticas oficiales.

En nuestra anterior crisis financiera, la economía cayó en torno a un 6% respecto a su tendencia a largo plazo, y la tasa de desempleo aumentó en cerca de cinco puntos porcentuales. Calculo que lo que se perfila ahora es una caída entre tres y cinco veces mayor.

Se trata de una caída fuera de lo normal no solo desde el punto de vista cuantitativo, sino también desde el cualitativo, porque es distinta a todo lo que hemos visto antes. Las recesiones normales se producen cuando las personas deciden recortar el gasto, con la consecuencia involuntaria de destruir empleo. Hasta el momento, esta recesión refleja principalmente el cierre deliberado y necesario de actividades que aumentan la tasa de infección.

Como ya he dicho, es el equivalente económico a un coma inducido médicamente, en el que se paralizan temporalmente algunas funciones cerebrales para dar al paciente la oportunidad de curarse.

Aunque es imposible evitar una recesión profunda, unas políticas acertadas podrían, no obstante, contribuir en gran medida a reducir considerablemente las dificultades que experimentarán los estadounidenses. El problema es que el panorama político del país está dominado desde hace tiempo por una ideología contraria a lo público que nos ha dejado poco preparados, intelectual e institucionalmente, para esta crisis.

¿Qué deberíamos estar haciendo? Ya existe una cierta unanimidad entre los economistas serios acerca de cuál sería la respuesta política adecuada para una pandemia. Partimos de la base de que esta no es una recesión convencional, que exige un estímulo económico amplio. La misión inmediata, más allá de un esfuerzo a gran escala para contener la pandemia en sí, debería ser más bien ser una ayuda en casos de desastre: subvenciones generosas para quienes han sufrido una pérdida repentina de ingresos debido al cierre de emergencia de la economía.

Es verdad que podríamos sufrir una segunda ronda de pérdida de empleo si las víctimas del cierre de emergencia recortan el gasto en otros bienes y servicios. Pero una ayuda adecuada para compensar la catástrofe abordaría también este problema, ayudando a sostener la demanda.

De modo que todo es cuestión de ayudar a las víctimas económicas del cierre por coronavirus. ¿Qué tal lo estamos haciendo?

La buena noticia es que, gracias a la presión demócrata, la Ley CARES, que fue aprobada menos de tres semanas después de que Trump rechazase la idea de que la Covid-19 pudiera suponer un problema económico, y que establece ayudas por más de 2 billones de dólares, no consiste en un estímulo, sino que se centra principalmente en las cosas en las que se tiene que centrar. Las disposiciones fundamentales de esta ley son las ayudas a los hospitales, a los desempleados, y a las pequeñas empresas que mantienen sus plantillas de trabajadores; son exactamente el tipo de cosas que deberíamos estar haciendo.

Lo que resulta especialmente curioso es que se hayan promulgado leyes en su mayor parte sensatas, a pesar de las tonterías que decía el presidente, quien proponía –cómo no– rebajas de impuestos como solución para los problemas de la economía. De hecho, no se me ocurre ningún otro ejemplo reciente en el que los republicanos hayan aprobado una importante legislación fiscal con el objetivo principal de aumentar el gasto para beneficiar a los necesitados, sin ninguna rebaja de impuestos para los ricos.

La mala noticia se presenta en dos partes.
En primer lugar, la ley se queda muy corta respecto a lo que se necesita en un aspecto crucial: la ayuda a las administraciones públicas estatales, que están en la primera línea de la batalla contra la pandemia. A diferencia de la administración federal, los estados tienen que equilibrar sus presupuestos cada año. Ahora afrontan un aumento repentino del gasto y enormes pérdidas de ingresos; a no ser que reciban mucha más ayuda, se verán obligados a recortar drásticamente el gasto, lo que debilitará directamente los servicios esenciales y acelerará indirectamente la recesión general.

Y no está claro cuándo se solucionará esa laguna, o si se solucionará siquiera. Los republicanos del Senado se muestran reacios a aprobar otro paquete de rescate; supuestamente, las autoridades de la Casa Blanca siguen hablando de rebajar impuestos.

En segundo lugar, décadas de hostilidad a la administración pública nos han dejado en muy mala posición para proporcionar siquiera la ayuda que el Congreso ha aprobado. Las oficinas de empleo de los estados llevan años privadas de fondos, y los estados republicanos han dificultado deliberadamente la solicitud de prestaciones. De modo que el repentino aumento del paro está sobrepasando al sistema de prestaciones; puede que el Congreso haya votado a favor de las ayudas para paliar la catástrofe, pero el dinero no circula.

El programa de préstamos a pequeñas empresas ha tenido también, a decir de todos, un comienzo caótico. ¿Y qué hay de esos cheques de 1.200 dólares que supuestamente va a recibir todo el mundo? A muchos estadounidenses tardarán en llegarles semanas o meses.

No tiene por qué ser así. Canadá ya ha creado un portal de Internet y un sistema telefónico especiales para conceder prestaciones por desempleo urgentes. Los alemanes están agradablemente sorprendidos por la rapidez con la que fluye la ayuda a los trabajadores autónomos y a las pequeñas empresas.

Pero décadas de ataques conservadores a la idea de que la administración pública pueda hacer algo bien han dejado a Estados Unidos con un caso único de impotencia aprendida. Y a esto se le suma una completa falta de liderazgo en la cima.

Sabemos qué deberíamos estar haciendo en materia de política económica, y el Congreso ha aprobado una ley de socorro que, a pesar de los fallos, es mejor de lo que yo me esperaba. Pero ahora mismo, tiene pinta de que nuestra respuesta a la emergencia económica va a quedarse muy corta.

https://elpais.com/economia/negocio/2020-04-10/suspenderemos-economia-en-tiempo-de-pandemia.html

miércoles, 15 de abril de 2020

La mayoría de profesores españoles rechaza el aprobado general

Una encuesta a más de 3.000 docentes muestra que la opción más apoyada es valorar los contenidos trabajados en casa. La decisión la tomarán este miércoles Celaá y los consejeros

Un mes después del cierre de los centros educativos, la gran incógnita sigue siendo qué va a pasar con la evaluación del tercer trimestre. Este miércoles, la ministra de Educación, Isabel Celaá, se reúne con los consejeros autonómicos para decidir cómo se va a cerrar el curso en mitad de la crisis sanitaria causada por el coronavirus, con 8,2 millones de estudiantes de enseñanzas regladas no universitarias confinados en sus casas. Durante este tiempo, los docentes han gestionado la educación telemática sin instrucciones, sin una línea clara de qué hacer con los estudiantes. Por primera vez, una investigación de la Universidad de Granada ha buscado la opinión de más de 3.000 profesores sobre cuál es la mejor opción de evaluación. La mayoría de ellos rechaza el aprobado general, la medida adoptada por el Gobierno de Italia que permitirá a todos los alumnos pasar de curso sin importar las notas obtenidas en los dos trimestres anteriores.



“Los datos nos dicen que los profesores rechazan la promoción automática porque valoran la cultura del esfuerzo, del mérito y de la justicia… si en algo han coincidido casi todos es en la convicción de que quieren ser justos con sus alumnos”, explica Fernando Trujillo, profesor de Educación de la Universidad de Granada y coautor del estudio Escenarios de evaluación en el contexto de la pandemia por Covid-19: la opinión del profesorado, en el que han participado de forma anónima 3.047 docentes de las diferentes etapas educativas, el 81% pertenecientes a centros públicos y el 19% a privados y concertados (según la medición de los autores, con un mínimo de 1.065 respuestas, los resultados del informe ya representan una muestra significativa de la percepción del profesorado en España). “Era importante darles voz, por la gravedad de la situación y por el papel trascendental que están jugando”, señala.

En la encuesta planteada al profesorado, los investigadores presentaban cuatro escenarios posibles. En el primero, no hacía falta ningún tipo de intervención por parte de la Administración y los centros continuaban con la docencia y la evaluación propias de una situación de normalidad. En el segundo, el currículo se ajustaba a la situación de confinamiento y los profesores evaluaban los contenidos mínimos. En el tercero, se optaba por una evaluación positiva para todos, pero con condiciones: la elaboración de una serie de tareas y su entrega en junio. Por último, los profesores podían optar por un cuarto escenario: el aprobado general sin condiciones, pensado especialmente para no perjudicar al alumnado más desfavorecido y sin acceso a Internet en sus hogares (un 10% de los 8,2 millones de estudiantes). Tanto el tercer como el cuarto escenario requerirían un cambio de la normativa por parte del ministerio y las comunidades, ya que implican poner una misma nota a todo el alumnado.

Solo el 12% de los profesores de secundaria se decantaron por el aprobado general; el 16% de los de Bachillerato y el 30% en el caso de los de primaria. “La clave para entender las respuestas reside en la etapa en la que trabaja cada docente: los de infantil y primaria son más partidarios de la opción tres, el aprobado con condiciones; mientras que los de secundaria y bachillerato se decantan por el escenario dos, en el que se reducen los contenidos y se evalúa a los alumnos”, detalla Trujillo. Lo que está claro es que salvo los de infantil (el 42% escogió el aprobado general), la mayoría de profesores considera que es necesario valorar el trabajo realizado durante el confinamiento.

Vicente Manzón, director del instituto público Pablo de Olavide, en La Luisiana (Sevilla), es uno de los docentes que se muestra “totalmente en contra” del aprobado general. “Ya hemos superado dos tercios del curso; no evaluarlos es sinónimo de devaluarlos, de despreciar su trabajo”, expone. En su opinión, la mejor opción es avanzar en el temario sin perder de vista a los alumnos con necesidades especiales de aprendizaje y a los que no disponen de los medios necesarios en casa. “En una situación de normalidad también prestamos una atención individualizada, no es nada nuevo”. En su centro, el 90% de los estudiantes dispone de dispositivos digitales y, diariamente, contactan por videoconferencia. “Sin saturarles, les mandamos tareas todos los días, eso hay que evaluarlo”, zanja.

Otro de los resultados de la encuesta es la diferencia entre las respuestas de las mujeres y de los hombres. Mientras ellas se muestran más partidarias de dar más facilidades a los alumnos para no perjudicar a los que ahora no pueden seguir aprendiendo —eso sí, siempre con contraprestaciones como la realización de trabajos—; ellos buscan no perjudicar a los que más se han esforzado y son más proclives a la evaluación tradicional. “Independientemente del género, se ven dos grandes culturas escolares: una más relacionada con la transmisión de conocimientos (exámenes convencionales) y otra más vinculada con los proyectos, con la idea de experiencias en el aula”, indica Trujillo.

Además del método de evaluación, el ministerio tendrá que decidir este miércoles qué pasa con la repetición de curso, si se blinda para todos los alumnos con el objetivo de proteger a los más desfavorecidos, o si queda al criterio de la autonomía de los centros. En el informe presentado la semana pasada por el Consejo Escolar del Estado, máximo órgano consultivo del Gobierno en materia educativa, se descartó esa opción, aunque se recomendó que las repeticiones se limiten a casos “extraordinarios”.

En el colegio público Clara Compoamor, en Huercal de Almería, solo ha repetido curso un niño en los últimos siete años. Le hicieron repetir para que permaneciera un año más con ellos. Para la directora del centro, Sofía Deza, el aprobado general puede perjudicar al alumno. “La experiencia nos ha demostrado que si un niño de sexto de primaria pasa a la ESO sin estar preparado, lo perdemos”. El problema, cuenta, es que en muchos de los casos la familia no ha podido transmitirle el valor de la educación y los niños necesitan un cuidado emocional que reciben en primaria. “Esos cuidados no existen en secundaria y los chavales se caen del sistema”. Para el resto de cursos, sí es partidaria de un aprobado general sujeto a compromisos por parte del alumnado.

Para los autores del estudio, “parece difícil que una solución única pueda ser bien recibida por todos los docentes” y, por ello, plantean que se apruebe un paquete de medidas adaptado a cada una de las etapas.

 “EL PROBLEMA ESTÁ EN JUNIO; LA SOLUCIÓN EN SEPTIEMBRE”
Para Fernando Trujillo, investigador de la Universidad de Granada y coautor del estudio, el principal reto al que se enfrenta el profesorado es el de no perjudicar a nadie porque “es imposible” garantizar lo que está aprendiendo cada alumno. Por ello, cree que aunque el problema está en qué hacer con las evaluaciones en junio, la solución está en lo que se hará a partir de septiembre en los dos siguientes cursos. “¿Cómo vamos a trabajar con ese alumnado para que recupere los contenidos pendientes? Tiene que haber planes de actuación que contemplen que este trimestre algunos niños lo han pasado en blanco”. El “esfuerzo” de la Administración tanto en inversión como en imaginación es clave, ya que, según el experto, serán necesarios más profesores para incrementar los desdobles en las materias más complejas, así como aulas de docencia compartida —en las que dos o más profesores atienden a un grupo y pueden ofrecer una atención más personalizada—, o planes individuales acompañados de profesores de refuerzo. “En septiembre habrá que hacer una evaluación inicial y buscar los problemas que ha dejado el coronavirus”, apunta. La parte emocional también requerirá gran atención, porque los efectos de dos o más meses de confinamiento en menores pueden ser graves. “No sabemos en qué condiciones van a volver a las aulas y para atender esa parte también será necesario un refuerzo en el número de orientadores por centro”, añade. En los institutos españoles, de media, hay un orientador por cada 800 alumnos (en algunos casos por cada mil). La recomendación de la Unesco es de uno por cada 250 estudiantes.

https://elpais.com/sociedad/2020-04-14/la-mayoria-de-profesores-espanoles-rechaza-el-aprobado-general.html

Boris y la ciencia. El primer ministro británico reaccionó tarde. Sus asesores científicos también

¿Deben hacer los Gobiernos autocrítica por la gestión de la crisis pandémica? Sí. ¿Y los científicos? También. El mejor caso de estudio que tenemos por el momento sobre esto es el británico, y vamos a echarle un buen vistazo. La mayoría de los datos que cito provienen de una investigación de la agencia Reuters que lleva una semana circulando por los altos mentideros científicos. Los errores de interpretación, caso de haberlos, son mi responsabilidad exclusiva, como se suele decir en el prólogo de los libros. Dicho lo cual, vamos allá.

Con visión retrospectiva, es evidente que el primer ministro británico, Boris Johnson, se equivocó al retrasar las medidas de confinamiento todo lo que pudo, y pudo bastante, como suele poder un jefe de Gobierno. El 2 de marzo, los científicos oficiales calcularon el precio de no hacer nada: medio millón de británicos muertos. Aun así, Johnson se exhibió al día siguiente dando la mano a todo el mundo en un hospital, y jactándose de ello. “Nuestro país está extremadamente bien preparado”, dijo. “Tenemos un servicio público de salud fantástico, con unos test fantásticos y un seguimiento fantástico de la propagación de la enfermedad”. Todo fantástico, en efecto.

Pero los políticos son un blanco fácil, y además han desarrollado una piel muy dura que les hace impermeables a cualquier chaparrón de la opinión pública. Una tarea menos agradecida es meterse con los científicos, que es lo que voy a hacer a continuación, muy en mi línea de pisar todos los charcos. A mediados de enero, el principal comité científico que asesora a Johnson (el horrísono NERVTAG, siglas inglesas del grupo asesor sobre amenazas de virus respiratorios nuevos y emergentes), resolvió, a partir de la experiencia china, que no había evidencia de que el coronavirus se transmitiera entre humanos. Y es verdad que no la había. Yo mismo, se lo confieso espontáneamente, cometí ese mismo error en aquel tiempo.

Los científicos de la NERVTAG dictaminaron que el riesgo para la población británica era muy bajo. Incluso a finales de enero, cuando ya era obvio que sí había trasmisión entre personas, los asesores científicos de Johnson no presionaron a su primer ministro para tomar medidas. El resto de los investigadores británicos fueron extremadamente críticos con esa inacción, pero no eran parte de ningún comité y por tanto no tenían influencia en la opinión pública. No pudieron presionar al Gobierno a que hiciera lo correcto, o lo que hoy sabemos correcto.

Científicos británicos de peso denuncian –o reconocen— que los asesores del Gobierno adoptaron una visión miope y estrecha. Aun si su análisis fuera pasable técnicamente, se basaba en unos axiomas tan discutibles que el resultado solo podía ser erróneo. Los investigadores británicos, una élite mundial, piensan que en la próxima pandemia habrá que reclutar a una muestra mucho más amplia de consejeros independientes. “¿Será esto posible en España?”, me escribe una alta fuente científica. Pensadlo.

https://elpais.com/ciencia/2020-04-13/boris-y-la-ciencia.html

Cuarenteneando. El conteo constante de infectados y muertos enerva y hace mella en el espíritu. Y crece mi impaciencia, mi impotencia y mi cabreo

1. Clásicos
En cierta ocasión Borges le contó a Bioy Casares una fábula que les resumo: el rey David llamó a un joyero y le pidió que le hiciera un anillo que le recordara que en momentos de júbilo no debía ensoberbecerse, y, en momentos de tristeza no debía abatirse; abrumado por la responsabilidad, el joyero no supo cómo afrontar el difícil encargo hasta que un joven al que le contó sus cuitas (y que resultó ser Salomón) le dio la clave: “Fabrica un anillo de oro con la inscripción: ‘Esto también pasará”. Fin de la fábula. Me agarro estos días, cuando siento que me vence el muermo, a la sabiduría que encierra su conseja: no hay mal (ni, ay, bien) que dure eternamente. Lo hago con esperanza, pero sin convencimiento. El conteo constante (y sonante: no se escucha otra cosa) de infectados y muertos, aunque menor que al principio, acongoja, enerva y hace mella en el espíritu.

Algo ha cambiado, también en mi ánimo, a medida que proceso las informaciones, declaraciones, errores y mixtificaciones de autoridades y “expertos” (los hodiernos intelectuales orgánicos); lo noto en los entretenimientos que elijo para pasar los cada vez más largos días de confinamiento: he pasado de la resignada lectura de los estoicos —me devoré Sobre la serenidad (Guillermo Escolar), de Séneca, en media mañana— a enfrascarme con Hijos de Caín (Ariel), de Peter Vronsky, una muy ilustrativa historia de los asesinos en serie; y de revisitar pelis más o menos positivas e “inspiradoras”, como la inevitable Arsénico por compasión (Frank Capra, 1944), a sumergirme en las sórdidas oscuridades morales y ambientales de El estrangulador de Rillington Place (Richard Fleischer, 1971), o en el mediocre pero angustioso confinamiento sadomaso de Saw (James Wan, 2004). Y es que crece mi impaciencia, mi impotencia y mi cabreo.

Sigo buscando ayuda en los libros, sin embargo, y miren por dónde: “Una epidemia tan grande y un aniquilamiento de hombres [vidas humanas] como éste no se recordaba que hubiera tenido lugar en ningún sitio; pues al principio los médicos, por ignorancia, no tenían éxito en la curación, sino que precisamente ellos morían en mayor número porque eran los que más se acercaban a los enfermos (…); y fue inútil suplicar en los templos”. El que describe esa epidemia, su proceso y sus efectos (también sociales) de modo memorable, es Tucídides en el segundo libro (46-54) de su Historia de la guerra del Peloponeso (utilizo la traducción de Rodríguez Adrados, en Crítica). La peste acabó entonces (429 antes de Cristo) con la vida de más de 100.000 personas, un tercio de la población del Ática. Los atenienses, agotados por la guerra y la enfermedad, se revolvieron contra Pericles, que pronunció entonces uno de los discursos más emocionantes y patrióticos de toda la historia política (59-64). Tomo mi lámpara, como Diógenes, para buscar a uno semejante entre nosotros, pero no lo encuentro: si acaso lo hay son muchos, no uno, y se están jugando la vida en silencio mientras los demás cuarenteneamos, enfrentándose al único superpoder que nos amenaza; a lo mejor ellos forman parte, ahora, del intelectual colectivo del que hablaba Gramsci. Engaño mi angustia frotando imaginariamente el anillo y pronunciando su mensaje —esto también pasará— como si se tratara de una jaculatoria.

2. Libros
Todos los datos apuntan a un pronunciado descenso general de ventas de libros tradicionales y a un aumento muy apreciable de la lectura digital durante el confinamiento. Las librerías más dinámicas o mejor dotadas venden libros electrónicos, de acuerdo, pero esto no sirve para salvar un sector que lo está pasando muy mal. En Francia, que casi siempre ha gozado de Gobiernos particularmente atentos al tejido librero, ya se están planteando fuertes ayudas para el día después. Si se prolonga el confinamiento, o cuando llegue la recuperación, las librerías siguen siendo consideradas negocios no esenciales, me pregunto cómo sobrevivirán las independientes.

Y lo mismo vale también para los pequeños y algunos medianos editores, obligados en el mejor de los casos a ERTE de los que se ve la entrada, pero no la salida. Un Ministerio de Cultura sensible al sector —algo que, últimamente, no se ve mucho, quizás por la ridiculez de su presupuesto— es hoy más necesario que nunca. Por lo demás, en todas partes cuecen habas víricas: en Estados Unidos, las big five (Penguin Random House, HarperCollins, MacMillan, Simon & Schuster y Hachette) despiden o licencian a numerosos trabajadores; las grandes librerías de cadena (Barnes & Noble, especialmente) cierran docenas de tiendas y proceden también a “aligerar la nómina”. Toda la gran cadena del libro se encuentra en situación de peligro.

Cuarenteneando
Y, cuando nos suelten de nuevo (si es que algún día), es necesario conseguir que los neolectores de esta cuarentena no identifiquen lectura con confinamiento: es preciso estimular la lectura de modo eficaz e ingenioso, adoptando en gran escala técnicas y reclamos que están empleando con éxito los pequeños y grandes editores. En todo caso, y parafraseando otra vez a Brecht, también se sigue publicando en (estos) tiempos sombríos: ahí tienen, por ejemplo, los dos primeros e importantes libros de la nueva editorial Nola: Imperios; la lógica del dominio del mundo desde la antigua Roma a Estados Unidos, del politólogo Herfried Münkler, y La invención de la cultura, de Roy Wagner, un influyente tratado de antropología cultural publicado originalmente en 1975, e inédito entre nosotros. Termino con una frase extraída de una estupenda entrevista de Livres Hebdo al patrón Antoine Gallimard, y que resume muy bien el desconcierto de los editores: “Estamos en un estado de suspensión, sin saber demasiado cómo vamos a salir de él. Es preciso tomar medidas para preservar y preparar el porvenir y, al mismo tiempo, gestionar lo cotidiano”. Crucemos los dedos.

https://elpais.com/cultura/2020/04/07/babelia/1586278767_899694.html

martes, 14 de abril de 2020

¡Siéntense y hablen!

Este es un artículo a la desesperada y lo escribo sabiendo el escaso efecto que puede tener, conociendo bien a nuestra sociedad, a mis compatriotas y cómo está actuando una parte de nuestros representantes políticos.
Juan Torres López

Soy plenamente consciente de que casi nunca un partido político actúa como le gustaría a los demás que actuara y, mucho menos, en medio de una situación de emergencia como la que estamos viviendo. Nuestras sociedades son mosaicos de piezas muy diferentes y las políticas que se han aplicado en las últimas décadas nos han ensimismado. Margaret Thatcher decía que no hay sociedad sino individuos y eso es lo que se ha conseguido que haya en nuestra civilización, seres que actuamos como si fuésemos átomos aislados, creyendo que nuestra existencia y devenir es el simple resultado de nuestras preferencias y decisiones individuales, sin darnos cuenta de que en realidad hay lazos permanentes que unen la existencia de unas personas con la de otras que son los que de verdad condicionan lo que ocurre en nuestras vidas.

Sé perfectamente que, para poder venderlos sin parar, los bienes y servicios más exitosos en los mercados se producen desde hace años diferenciándolos al máximo, para que quien los compra crea que adquiere algo que antes no tenía. Sé que eso requiere y conforma un tipo de consumidor que, sobre todo, busca la diferencia con los demás, y que así se ha dado lugar a que el sentirse distinto o, a lo sumo, parte de una pequeña tribu sea el leitmotiv de la vida de la mayoría de la gente.

Sé perfectamente que el signo de nuestra cultura y de nuestro modo actual de vivir es la diferencia y la individualización; y que es inevitable que eso produzca sociedades en donde el acuerdo, la percepción de lo común y del interés colectivo, y el sentirse no ya a gusto sino simplemente algo identificado con la posición o las ideas de otro, sea muy difícil, por no decir que casi imposible.

Sé perfectamente que cuando las personas somos así, cuando actuamos como individuos y no como seres sociales que formamos parte de un entramado de relaciones que nos conforman y que condicionan nuestras ideas, nuestras preferencias y nuestras capacidades, es un milagro que podamos percibir que el mundo en el que estamos no es una suma de partes aisladas sino un proyecto compartido.

Sé perfectamente que se ha construido una no-sociedad en la que la mayoría de la gente trata de ir a lo suyo, íntima y fuertemente convencida de que sólo yendo por su propia cuenta puede salir adelante y asegurarse su sustento y su vida de la mejor manera posible. Y sabiendo todo eso no puede extrañarme la incapacidad tan grande que hay a mi alrededor para llegar a acuerdos y para resolver los conflictos y las diferencias con cordialidad y fraternidad. Como tampoco me extraña, por extensión, que la vida política, por esas mismas razones, esté tan polarizada y sea tan feroz en la inmensa mayoría de los países. Las sociedades fragmentadas hasta la exageración de nuestro tiempo no producen proyectos comunes o convergentes sino de los unos contra los otros. En fin, sé que vivimos una época como la que Alejo Carpentier describió, con palabras mucho mas bellas, en El siglo de las luces: "hecha para diezmar los rebaños, confundir las lenguas y dispersar las tribus".

Como llevo estudiando todo esto desde hace años no me extraña que en España se esté consolidando también una sociedad en la que cada parte de ella esté convencida de que la otra es la expresión de todos los males y que eso genere la agresividad tan grande que nos rodea cuando hablamos de lo que es común a todos. Un terreno en donde puede brotar a destajo y a su aire cualquier tipo de infamia y mentira. Aunque algunas veces, lo reconozco, llegando a una inhumanidad tan terrible que nunca pensé que pudiera darse. He leído, por ejemplo, que un médico de la Comunidad de Madrid escribió en su cuenta de Twitter: "Me estoy pensando si vale la pena salvar a estos rojos de la enfermedad"; también el cartel de unos vecinos que pedían a otro que es voluntario de la Cruz Roja que no vuelva a su casa para evitar el riesgo de contagiarlos; a un partido político decir que los mayores mueren en las residencias porque el gobierno está cometiendo allí una "eutanasia feroz"; o a parlamentarios independentistas haciendo chistes con los muertos de Madrid.

Pues bien, a pesar de ser consciente de todo ello, una vez más reclamo unidad, respeto y cooperación. El abismo al que se están asomando todas las economías y no sólo la española, es tremendo, me parece que todavía inimaginable para la mayoría de las personas. Lo que puede ocurrirnos si no acertamos con la solución es muy serio. Hay ya cientos de miles de españoles de todas las ideologías en situación extrema, sin ingresos, los servicios administrativos que conceden las ayudas comienzan a estar tan saturados como los sanitarios y miles de empresas y autónomos se encuentran al borde de la asfixia y el cierre.

Tenemos la obligación de expresar cada uno lo que pensamos y de criticar lo que nos parece mal que no será poco, tal y como se han presentado los problemas y dado que nadie sabe todavía cuáles son sus soluciones. Pero lo completamente absurdo es destruir la nave porque los nuestros no están al timón.

No podemos seguir así.
Me resulta incomprensible la actitud de la oposición política o social, pero debo reconocer que no me explico tampoco la falta de decisión del gobierno a la hora de promover acuerdos y de hacerlos visibles ante los españoles. No puedo entender y me parece suicida que no se haya formado una mesa nacional, o como quiera que sea el nombre que se le ponga, en la que estén todos los operadores políticos y sociales para ser informados constantemente, para aportar propuestas y soluciones y para mostrar al resto de los españoles que se hace frente cooperativamente a una situación de emergencia en la que mueren tantas personas queridas de todos los españoles sin distinción. Y me parece especialmente incomprensible que los líderes de todos los partidos no estén permanentemente al tanto de lo que está ocurriendo, en instancias que, como la situación, también deberán ser excepcionales y no las habituales en momentos de normalidad.

Una vez más pido al gobierno que convoque abiertamente a todos los responsables políticos y líderes sociales y económicos, para seguir la situación del momento y para poner en marcha una estrategia de reactivación común. Y le pido que lo haga sin olvidar que no es fácil obtener colaboración de los demás en un momento puntual grave, para suscribir un pacto, cuando no hay contacto diario y colaboración permanente.

Aprecio mucho el esfuerzo del presidente Sánchez y empatizo con él en una situación que debe resultarle difícil y muy dolorosa, política y personalmente, pero creo que le falta dar el paso decisivo de llamar, con más operatividad y menos retórica, no al gobierno, pero sí a la colaboración más estrecha y diaria, al resto de las fuerzas políticas y sociales y a la sociedad civil.

Los españoles necesitamos ver que se hace frente con cooperación y unidad a esta emergencia que puede terminar tan mal. El gobierno debería ofrecerla ya, de manera expresa, formal, pública, operativa, generosa e inmediata y si hay quien no la acepta que asuma la responsabilidad y se retrate ante el resto de los españoles.

¡Que se sienten y que hablen cuanto antes! Si ahora se hunde España, como puede hundirse, no sufrirá sólo una parte, lo lamentaremos todos.

https://blogs.publico.es/juantorres/2020/04/14/sientense-y-hablen/