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miércoles, 17 de marzo de 2021

"En México podías ser libre. A ellos no les importaba de qué color fuera tu piel": la poco conocida historia de la ruta de escape de los esclavos estadounidenses hacia el sur

Para los esclavos estadounidenses México representó la libertad y la promesa de una vida mejor.

Entre 1821 y 1865, miles de afroestadounidenses esclavizados cruzaron el río Bravo para buscar un futuro distinto.

Sus historias y las de aquellos que les dieron una mano, sin embargo, permanecieron enterradas en el olvido hasta hace poco.

A diferencia de lo que ocurre con el llamado "ferrocarril subterráneo" -la red clandestina organizada por los abolicionistas en el siglo XIX para ayudar a los esclavos a escapar hacia los estados del norte del país y Canadá-, cuya historia se enseña a los estudiantes de bachillerato en EE.UU., la ruta hacia el sur ha permanecido ignorada a ambos lados del río Bravo.

"El concepto es el mismo que el del 'ferrocarril subterráneo' al norte, lo diferente es que en la ruta hacia México no existía una red tan organizada y no había tanta gente disponible para ayudar a los esclavos", dice Roseann Bacha-Garza, quien encabeza el programa de historia y arqueología comunitaria (CHAPS, por sus siglas en inglés) de la Universidad de Texas Rio Grande Valley, a BBC Mundo.

Pese a todo, lo ocurrido en esta vía de escape no fue menor y distintos historiadores estiman que entre 5.000 y 10.000 esclavos lograron cruzar hacia México entre 1821 y 1865.

"En México podías ser libre"
La reconstrucción de este episodio de la historia entre México y Estados Unidos no ha sido fácil, en gran medida, por la falta de registros.

Los propietarios de haciendas publicaban en la prensa de la época avisos ofreciendo recompensa por la captura de los esclavos fugados.

"Las fugas eran clandestinas y había escuadrones contratados por los esclavistas para perseguir a las personas que huían hacia México, por lo que estas muchas veces querían mantenerse en el anonimato cuando cruzaban al lado mexicano", explica María Camila Díaz Casas, quien hizo su tesis doctoral sobre este tema en la Escuela Nacional de Antropología e Historia de México y ahora es profesora de la Universidad Javeriana de Colombia.

Pese a estas limitaciones, la historia sobre la existencia de la ruta hacia el sur se ha ido reconstruyendo gracias a los materiales dispersos de las comunidades locales, los registros de la prensa de la época -en cuyas páginas los esclavistas publicaban avisos ofreciendo recompensa a quien les ayudara a recapturar a los huidos- y los testimonios que pudieron recabarse en las décadas de 1930 y de 1940 de antiguos esclavos estadounidenses como parte del llamado Proyecto Federal de Escritores.

Uno de estos testimonios corresponde a Felix Haywood, quien residía en San Antonio (Texas) cuando fue entrevistado en 1941, a los 92 años de edad, y ofrece una idea clara de la visión que los antiguos esclavos aún conservaban de México.

"En ocasiones alguien llegaba y nos animaban a escapar hacia el norte para conseguir la libertad. Nosotros nos reíamos de ello. No había razón para huir hacia el norte, todo lo que teníamos que hacer era caminar, pero caminar hacia el sur, donde obtendríamos la libertad tan pronto cruzáramos el río Grande (río Bravo)", narra Haywood.

"En México podías ser libre. A ellos no les importaba de qué color fuera tu piel: negra, blanca, amarilla o azul. Cientos de esclavos huyeron hacia México y les fue bien. Supimos de ellos y que se hicieron mexicanos. Criaban a sus hijos para que hablaran sólo mexicano", agrega.

Felix Haywood, un antiguo esclavo que residía en Texas, contó cómo para ellos México representaba la libertad.

Bacha-Garza explica que muchos esclavos sabían cómo llegar a México porque parte de su trabajo era acompañar los cargamentos de algodón desde las plantaciones en Texas hasta los mercados en localidades como Brownsville o Matamoros.

"Esos esclavos conocían las rutas y cómo llegar al río. Se daban cuenta cuán fácil sería cruzar y conseguir la libertad en México", señala la historiadora.

Según el testimonio de Sallie Wroe, quien nació como esclava en una plantación cercana a Austin (Texas), eso fue lo que hizo su padre y tres de sus tíos cuando llegaron hasta el río Bravo conduciendo carretas cargadas de algodón, que el dueño de la hacienda iba a vender en Brownsville.

La antigua esclava Sallie Wroe contó cómo su padre y sus tíos huyeron a México flotando sobre pacas de algodón.

"Papi y los otros dejaron las carretas en la orilla del río, lanzaron una paca de algodón al río y los cuatro se montaron sobre ella, remando con palos a través del río hasta México. Eso fue durante la guerra. Papi regresó con nosotros después de la libertad y dijo que le había ido bien en México. Aprendió a hablar igual que ellos", contó a los investigadores del Proyecto Federal de Escritores.

Una ruta peligrosa
Aunque la mayor parte de los afroestadounidenses esclavizados que huyeron hacia México procedían de Texas, la idea de hallar la libertad al otro lado de la frontera sur viajó mucho más allá.

La historiadora estadounidense María Hammack ha encontrado historias de individuos que cruzaron el río Bravo procedentes de estados próximos como Luisiana y de otros más lejanos como Misisipi, Alabama y Carolina del Norte.

Bacha-Garza explica que aunque aquella frontera no estaba ni remotamente tan resguardada como la actual y que incluso el río podía cruzarse a caballo en unos pocos puntos.

De todas formas, era un recorrido difícil debido al clima excesivamente caliente durante gran parte del año, a la presencia abundante de animales peligrosos como serpientes y escorpiones, y a la falta de agua y de sombra para aliviarse del sol inclemente.

Mapa que muestra los estados de donde provenían los esclavos que cruzaron hasta México a través de Texas. Además, debían evitar los caminos principales y cuidarse de los cazarrecompensas que recorrían la zona en busca de esclavos fugitivos.

"Era muy difícil para ellos, pero estaban motivados por la libertad que podían conseguir en México y por el hecho de que México no iba a devolverlos a Estados Unidos. Ese era el tema principal", señala Bacha-Garza.

Apoyos en la ruta al sur
Los esclavos encontraron varios aliados en su camino hacia la libertad. Entre estos, los historiadores mencionan a inmigrantes alemanes que mostraron gran empatía por los fugitivos. En las décadas de 1830 y de 1840, los colonos germanos se convirtieron en una de las comunidades de migrantes más importantes de Texas.

Otro grupo de apoyo importante fueron los tejanos-mexicanos (aquellos que residían en Texas desde que ese territorio formaba parte de México), así como otros mexicanos que migraron a EE.UU. después para trabajar en las haciendas como peones.

"Muchos de estos peones mexicanos, sobre todo a partir de la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo en 1848, migran hacia Texas y empiezan a trabajar en los ranchos, coexistiendo con frecuencia con los esclavizados", indica Díaz Casas.

"Entonces, allí se empieza a crear también una serie de asociaciones entre mexicanos y esclavizados que la prensa de Texas denuncia con mucho terror y uno puede ver, por ejemplo, mucho avisos que ofrecen recompensa para recapturar a fugitivos que dicen que se fugaron con un mexicano o que fueron guiados por unos mexicanos, o que los mexicanos los instigaron a fugarse", agrega.

El rancho de los Jackson contaba con un muelle con acceso directo al río Bravo y también con una iglesia que todavía sigue en pie.

La Comisión de Historia de Texas ha reconocido el legado de Nathaniel Jackson y de su esposa Mathilda Hicks, incluyendo la ayuda que prestaban a los esclavos fugitivos.

La experta señala que esta asociación entre esclavizados y peones mexicanos derivó en la estigmatización de estos últimos. Considera que este puede ser un factor que ayudó al nacimiento de un sentimiento antimexicano en Texas.

Más allá de estos apoyos, las investigaciones de Roseann Bacha-Garza en la última década han logrado ayudar a identificar a personas que brindaron apoyo a esclavos en EE.UU. a huir hacia México.

Se trata de dos familias de raza mixta: los Jackson y los Webber, encabezadas por un marido blanco y una esposa negra -una esclava emancipada-, que se establecieron en la orilla estadounidense del río Bravo en la década de 1850, después del fin de la guerra entre México y Estados Unidos, que convirtió esa vía fluvial en la nueva delimitación entre ambos países.

"Ellos se trasladaron hasta la frontera y decidieron quedarse en el lado estadounidense y compraron tierras. Se asimilaron en la sociedad -que no era muy poblada- cambiando sus nombres y aprendiendo las costumbres y el idioma. Así, por ejemplo, John Ferdinand Webber se convirtió en Juan Fernando Webber y su hija Sarah Jane pasó a llamarse Juanita Webber. Ellos estaban muy felices de mezclarse con la comunidad", indica la experta.

Webber estableció una relación con la esclava de un vecino, Sylvia Hector, con quien tuvo tres hijos antes de poder comprar su libertad en 1834.

"En total llegaron a tener 11 hijos y durante años vivieron bien en Austin (Texas), pero cuando creció la población en la zona también aumentó la animosidad hacia ellos por ser una pareja mixta con hijos mestizos. En 1851, las cosas se pusieron realmente feas para ellos y decidieron bajar hacia México y se establecieron en la frontera", afirma Bacha-Garza.

Nathaniel Jackson y su pareja, Matilda Hicks, viajaron en 1857 con sus hijos desde Alabama hasta el condado de Hidalgo en Texas, intentando huir de la intolerancia frente a las relaciones interraciales. La pareja llegó a tener 10 hijos.

El recorrido, de más de 1.600 kilómetros, lo hicieron en carretas cubiertas y en compañía de 11 afroestadounidenses libres.

Al igual que los Webber, los Jackson adquirieron tierras y establecieron una hacienda junto al río.

En 1853, el rancho de los Webber tenía acceso directo al río Bravo.

Bacha-Garza destaca que ambas familias se desplazaron hacia la frontera huyendo de la intolerancia racial y que las dos haciendas contaban con muelles con embarcaciones que podían usarse para cruzar el río Bravo en cualquier momento, algo que no solamente les permitía ayudar a escapar a los esclavos, sino que también les daba la seguridad de poder huir ellos en caso de necesidad.

Mapa que muestra la ubicación del rancho Webber y del rancho Jackson.
"Entre 1851 y 1865, estas familias dieron abrigo y comida a los esclavos que huían, los aceptaron en su comunidad y los ayudaron a cruzar el río para alcanzar su libertad, aunque algunas de estas personas decidieron no ir hasta México porque se sintieron bien acogidos en estas pequeñas comunidades junto al río y decidieron permanecer del lado estadounidense de la frontera, sabiendo que si venía algún cazarrecompensas siempre podían cruzar y quedarse ocultos del lado mexicano", señala Bacha-Garza.

Al otro lado del río Bravo
Pero ¿Qué pasó con las personas esclavizadas una vez que cruzaron la frontera?

La información que conocen los historiadores indica que entre los antiguos esclavos hubo quienes lograron sumarse a los puestos militares que existían en el norte del país y que en esa época intentaban aumentar sus fuerzas.

"Unirse al ejército mexicano era un forma que tenían los antiguos esclavos de permanecer seguros y contar con un apoyo para vivir, pues tenías alimento y techo asegurado. Puede que no pagaran mucho, pero era una forma de hallar alguna comodidad", precisa Bacha-Garza.

María Camila Díaz Casas señala que se conoce casos de antiguos esclavos estadounidenses que llegaron a convertirse en oficiales del ejército mexicano, aunque advierte que hubo experiencias muy diversas.

"Hubo personas que se instalaron en Tamaulipas y que se volvieron hacendados o dones, que es una designación de importancia política, económica y social. Lograron ser aceptados por la sociedad, vivir bien y tener un capital económico y social que en Estados Unidos les hubiera sido imposible, aunque hubieran sido libres", refiere.

La fuga de esclavos se produjo en una época de tensiones entre México y EE.UU.

"Paralelamente, hubo personas que terminaron trabajando como peones, que en México era prácticamente una forma de esclavitud", agrega.

Tanto entre los que tuvieron más suerte como entre aquellos que no, muchos terminaron regresando a Estados Unidos cuando la guerra civil terminó y la esclavitud fue abolida.

Esclavitud y cálculo político
La fama de tierra de libertad de México entre los esclavos afroestadounidenses se originó en la época en la que este país era una colonia de España. Esto no era del todo ajeno al cálculo político.

Según explica Díaz Casas, desde el siglo XVIII la Corona española comienza a dar refugio a los esclavos fugitivos de las potencias enemigas y a declararlos libres en sus territorios. Entonces, los esclavos de Luisiana intentaban fugarse a Texas para conseguir su libertad.

Al independizarse México en 1821, la esclavitud no es abolida, pero empieza a debilitarse.

Díaz Casas indica que entre 1824 y 1829 empieza a conmemorarse el Día de la Independencia con ceremonias en las que se libera a personas esclavizadas que eran compradas a sus propietarios o que eran donadas por estos para ser liberadas argumentando que se trataba de un asunto de valores patrióticos, por la libertad que había traído la independencia a la patria.

Pero mientras en el sur de México la esclavitud pierde fuelle, en el norte del país está creciendo, pues el gobierno del país -interesado en poblar y proteger la frontera norte- otorga autorizaciones para que colonos estadounidenses se asienten en Texas y puedan establecer una economía basada en la mano de obra esclava.

Esto genera tensiones cuando el presidente Vicente Guerrero declara la abolición de la esclavitud en México en 1829, pero bajo presiones de los colonos se ve forzado a los pocos meses a hacer una excepción para Texas.

La abolición de la esclavitud decretada por el presidente Vicente Guerrero tuvo que permitir una excepción para los colonos anglos de Texas.

El gobierno de Guerrero cae al poco tiempo y la abolición de la esclavitud es declarada inconstitucional en 1831. No obstante, las diferencias ante este tema entre los colonos y el gobierno central marcarán el inicio de la ruta hacia la pérdida de Texas como parte del territorio mexicano.

No será sino hasta 1837, después de la separación de Texas, cuando México elimine definitivamente la esclavitud.

La historia de los esclavos afroestadounidenses que huyeron a México se produjo en una época de tensiones territoriales con Estados Unidos.

Casas Díaz destaca que las autoridades mexicanas nunca aceptaron la devolución o extradición de los antiguos esclavos hacia Estados Unidos y que, en muchas ocasiones, le dieron protección a los fugitivos y no permitieron que los cazarrecompensas que cruzaban la frontera se los llevaran de vuelta.

Sin embargo, considera que estas políticas estaban enmarcadas en un contexto político concreto de definición de la frontera y de construcción de la nación y del Estado mexicano en un contexto de expansión territorial estadounidense.

En todo caso, según la experta, la fuga de esclavos de EE.UU. hacia México es un episodio fundamental en la historia entre ambos países.

"No podríamos comprender cómo se construyó la frontera si no sabemos qué pasó con estas poblaciones y si no entendemos que los esclavizados de origen africano fueron actores que también le dieron forma a esa frontera. Estas fugas estuvieron vinculadas con todos estos momentos tan importantes de la historia de México y Estados Unidos", concluye.

sábado, 9 de enero de 2021

_- Haití: la primera revolución social victoriosa trazó el camino de la independencia.

_- El 1 de enero de 1804 se proclamó la Independencia de Haití del sistema colonialista francés, marcando un precedente que Hispanoamérica no alcanzaría sino hasta dos décadas después. Haití fue el segundo país independiente del continente americano, después de Estados Unidos, que la había proclamado en 1776, pero el hecho tuvo un alcance social y político más profundo en la isla caribeña que en Norteamérica.

El surgimiento de Haití como Estado nación es un producto diáfano de un proceso de revolución social: la lucha por la libertad contra el modo de producción esclavista del sistema de plantaciones y contra toda forma de racismo.

Justamente por eso la historiografía liberal hispanoamericana ha procurado ignorar la independencia y la revolución haitiana porque lo que más han temido, desde entonces y hasta ahora, es que los sentimientos, las aspiraciones y los métodos que movieron a los sectores sociales más explotados, oprimidos y discriminados de la isla de Saint-Domingue se contagiaran a las clases populares del resto del continente.

En Haití la historia no puede ocultar que, la independencia y la creación del Estado nacional, son el fruto de la lucha de clases, el producto de una profunda revolución social contra el sistema esclavista. La independencia es una consecuencia, cuando queda demostrado que la metrópoli francesa no está dispuesta a tolerar las mínimas garantías democráticas para sus colonias, menos la libertad, la igualdad y la fraternidad que pregonaba.

En la historia hispanoamericana la lucha de clases también fue el motor del que deriva la independencia, pero la historiografía ha logrado ocultar el hecho detrás mitos nacionales, mitos que enmascaran los intereses y el papel jugado por las clases dominantes, deformando los acontecimientos.

El pueblo haitiano ha tenido que pagar una factura muy cara, que le impuso el mundo desde entonces hasta el presente, por haber sido verdadero faro de civilización, libertad, igualdad y fraternidad, y por haber demostrado cuán hipócritas sonaban esos mismos conceptos en boca de los políticos y los ilustrados franceses, salvo el caso muy excepcional de Robespierre, tal vez.

Por esa razón, en el siglo XXI, hay que cuestionar los alegatos disfrazados de republicanismo y laicismo de las élites gobernantes de Francia, para justificar sus políticas racistas y de dominación de pueblos musulmanes provenientes de sus excolonias. Hay que distinguir entra las palabras vacías o llenas de otro contenido, de los hechos concretos. Esa es una lección que deja la historia de Haití.

Independencia o la muerte
La proclama de Independencia de Haití, realizada por Jean Jacques Dessalines, no sólo fija los objetivos de la lucha por la libertad de los “indígenas de Haití” (como él identifica a su pueblo), sino que desnuda la hipocresía con que el Estado francés (los bárbaros, les llama) les mantuvo ilusionados con una igualdad y libertad que nunca hicieron realidad:

“Ciudadanos:
No es suficiente con haber expulsado de vuestro país a los bárbaros que lo han ensangrentado desde hace dos siglos; no es suficiente con haber frenado a las facciones siempre renacientes que os presentaban sucesivamente el fantasma de libertad que Francia exponía ante vuestros ojos. Se necesita un último acto de autoridad nacional: asegurar para siempre el imperio de la libertad en el país que nos vio nacer; arrebatar al gobierno inhumano, que mantiene desde hace tanto tiempo nuestros espíritus en la torpeza más humillante, toda esperanza de someternos. En fin, se debe vivir independiente o morir.

Independencia o la muerte… que estas palabras sagradas nos unan, y que ellas sean el signo de los combates y de nuestra reunión.

… 

Todo nos recuerda las crueldades de ese pueblo bárbaro…
Además víctimas durante catorce años de nuestra credulidad y de nuestra indulgencia; vencidos, no por los ejércitos franceses, sino por la vana elocuencia de las proclamaciones de sus agentes…

Comparada su crueldad con nuestra paciente moderación, su color con el nuestro, el ancho mar que nos separa, nuestro clima vengador, todo nos dice que ellos no son nuestros hermanos, que jamás lo serán, y que si encuentran un asilo entre nosotros serán los maquinadores de nuestros malestares y de nuestras divisiones.

Juramos al universo entero, a la posteridad, a nosotros mismos, renunciar para siempre a Francia, y morir antes que vivir bajo su dominación. Combatir hasta el último suspiro por la independencia de nuestro país” (Dessalines, 1804) .

El cruel sistema esclavista de plantaciones
No puede explicarse la independencia de Haití a partir de un mito nacional precedente porque era un país realmente nuevo en el siglo XVIII, constituido por migrantes franceses y migrantes esclavizados de África, donde eran cazados y encadenados para ser traídos a trabajar en las plantaciones, principalmente azucareras del norte se Saint-Domingue.

La parte occidental de la isla La Española, territorio hoy conocido como Haití, fue cedida por España a Francia mediante el Tratado de Ryswick de 1697. De manera que el Saint-Domingue, colonia francesa tenía poco más de un siglo al momento de la independencia en 1804. Durante ese siglo, Francia asignó a su parte de la isla la tarea de producir azúcar, fundamentalmente, índigo y tabaco. Esa producción organizada bajo el sistema de plantaciones se fundamentó en la explotación de trabajo esclavo.

El profesor Félix Morales, de la Universidad de Panamá, señala en su tesis de Maestría en Historia de América, que los esclavos eran considerados piezas sustituibles de la cadena de producción que, al morir o quedar imposibilitados de trabajar, eran sustituidos por otros importados directamente de África. Morales estima que entre 1764 y 1771 se importaron en promedio 10 a 15 mil esclavos por año; en 1786 llegaron a 28 mil; y a partir de 1887 se superaba la cifra de 40 mil esclavos anuales (Morales Torres, 2017) .

Morales cita una frase de Carlos Marx del primer tomo de El Capital en la que señala: “…en los países de importación de esclavos, es máxima de explotación de estos la de que el sistema más eficaz es el que consiste en estrujar al ganado humano (human cattle) la mayor masa de rendimiento posible en el menor tiempo. En los países tropicales, en los que las ganancias anuales igualan con frecuencia el capital global de las plantaciones, es precisamente donde en forma más despiadada se sacrifica la vida de los negros”.

Hacia 1789, cuando inicia la Revolución Francesa y paralelamente la Revolución Haitiana, la estructura poblacional y social era la siguiente: 30,000 colonos blancos, divididos entre propietarios de grandes y pequeñas plantaciones; 40,000 mulatos o affranchis, ubicados mayormente al sur de la isla, quienes ocupaban un rango intermedio, siendo libres y algunos de ellos propietarios de medianas y pequeñas explotaciones, algunas de las cuales usaban mano de obra esclava; 550,000 esclavos negros, en su mayoría asignados a las plantaciones del norte de la isla.

Para entender los vaivenes del proceso revolucionario en Haití, es conveniente captar dos particularidades: los colonos blancos eran mayoritariamente monárquicos y defensores del Antiguo Régimen, por eso chocaron en diversas ocasiones con las autoridades emanadas de la revolución, y desde París tuvieron que enviar militares para tener control sobre ellos y los propios haitianos; la división de la población racializada entre negros y mulatos, que expresaban clases distintas, también produjo conflictos entre ellos que derivaron en guerras civiles.

Toussaint Louverture, alma, cerebro y brazo de la revolución haitiana
El gran sociólogo haitiano Gerard Pierre Charles, describe con las siguientes palabras a quien llamarían “El Primero de los Negros” o el “Espartaco Negro”:

“Toussaint Bréda, esclavo doméstico de la casa Bréda, que hasta sus 50 años había sido un desconocido, tuvo acceso a los valores de la sociedad criolla, incluso a la filosofía del siglo de las luces, a partir de la lectura de los enciclopedistas. También tuvo acceso al arte de la política y de la guerra. Fue arrastrado, por el extraordinario dinamismo de la sociedad colonial, en plena mutación revolucionaria, a desempeñar un papel político y militar de primer orden. Bajo el nombre de Toussaint Louverture, asumió el liderazgo de 500 000 esclavos que se alzaron en rebelión a partir de 1791, impulsados por las ideas de libertad e igualdad de la revolución francesa. Venció a las tropas españolas y británicas que, en el marco de las rivalidades entre metrópolis, querían adueñarse de aquella próspera Colonia. Logró así restablecer la paz y la prosperidad en un territorio devastado por una década de guerra y luchas sociales.

De esta forma, por su talento político y militar, se impuso a las autoridades de la Francia revolucionaria que lo nombraron general de Francia y gobernador de la Colonia. En 180l, él proclamó su propia Constitución. A través de este acto, rompió con las reglas del Pacto Colonial, estableció relaciones diplomáticas con Inglaterra y Estados Unidos y otorgó a Saint Domingue un estatuto de autonomía” (Charles, s.f.) .

La suerte que le cupo a François Dominique Toussaint fue la de esclavo doméstico, lo que le permitió eludir la peor forma de explotación esclava en las plantaciones, lo que conllevaba al agotamiento físico y mental. De manera que, gracias a esa forma más “benigna” de esclavitud pudo acceder a la lectura y a una formación cultural que le estaba vedada a la mayoría.

En 1776, a los 33 años, edad madura para entonces pudo acceder a su emancipación como hombre libre, convirtiéndose él mismo en propietario agrícola que a su vez explotaba hasta 13 esclavos, uno de los cuales era J. J. Dessalines, quien proclamaría posteriormente la independencia de Haití (Lamrani, 2019) . Evidentemente su actitud como amo no fue severa como la de otros, lo que le permitió ponerse a la cabeza del movimiento antiesclavista y que, quienes como Dessalines habían trabajado para él, se convirtieran en sus lugartenientes.

Tan pronto estalló en París el proceso revolucionario, la literatura y la información sobre la misma llegó y tuvo sus repercusiones en Saint-Dominge. Uno de esos documentos que tuvo gran impacto entre los haitianos fue la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente francesa el 26 de agosto de 1789.

El primer impacto en la isla sucedió el 28 de octubre de 1790, cuando 350 mulatos acudieron a la Asamblea de Puerto Príncipe a exigir iguales derechos, los cuales estaban encabezados por Vincent Ogé. Esta manifestación fue duramente reprimida por los colonos blancos, pagando con su vida Ogé y decenas de los participantes. Primera prueba de que los llamados “Derechos del Hombre” no valían para los hombres negros.

El estallido decisivo ocurrió el 14 de agosto de 1791, en el marco de una ceremonia religiosa en Bois Caiman, se produce una masiva sublevación de esclavos dirigida por Dutty Boukman, Geaorge Biassou y Jean F. Papillon. La rebelión destruyo decenas de plantaciones y asesinó a más de 2,000 blancos. A ellos se sumó Toussaint, primero como médico, y luego como ayudante de Biassou.

Pronto Toussaint destacó en el combate por su valentía e inteligencia, lo que le permitió desarrollar un sistema de ataque al enemigo por el que adquirió el sobrenombre con el que fue conocido “Loverture” – “La Apertura”.

A raíz de la ejecución de Luis XVI, el 21 de enero de 1793, España intervino en la guerra civil de Saint-Domingue, ofreciendo apoyo a los rebeldes, lo cual fue aceptado por Toussaint, quien se había convertido en la cabeza visible de la revolución. El 29 de agosto de 1793, Toussaint proclamó: “Quiero que la libertad y la igualdad reinen en Santo Domingo. Trabajo para que existan. Únanse, hermanos, y combatan conmigo por la misma causa. Desarraiguen conmigo el árbol de la esclavitud” (Lamrani, 2019) .

Maximilien Robespierre, quien era miembro de la sociedad de los “Amigos de los Negros”, propuso y fue aprobado la abolición de la esclavitud en Francia y sus colonias, el 4 de febrero de 1794. “A partir del momento en que en uno de sus decretos, ustedes habrán pronunciado la palabra “esclavo”, habrán pronunciado a la vez su deshonor y el derrocamiento de su Constitución”, Robespierre(Lamrani, 2019) .

Otorgada la ciudadanía y la libertad mediante ese decreto a los esclavos de Haití, la república francesa envió al general Lavaux a negociar con Toussaint para que rompiera con España y se sumara al bando francés para lo cual se le otorgó el cargo de general. Toussaint aceptó, cambió a favor de la república, combatió a los españoles expulsándolos del lado francés de la isla y obligándolos a firmar un tratado de paz en 1795. Tres años más tarde repetiría el mismo éxito contra los invasores ingleses. Lo que le valió el nombramiento de gobernador de Saint-Domingue.

La perfidia de la Francia republicana
Había que socavar la autoridad del gran líder haitiano para reemplazarlo por un títere. Para lo cual el Directorio, en 1798, envió al general Hédouville para fomentar la división entre Toussaint, que controlaba el norte la isla, y el general André Rigaux, mulato y propietario de haciendas, que controlaba el sur. Produciéndose una guerra civil entre 1799 y 1800, hasta que finalmente Toussaint logró expulsar a Rigaux.

El 2 de julio de 1801, Toussaint y la Asamblea General de Saint-Domingue proclaman una constitución política en la que se establece un régimen autonómico, pero no la independencia de Francia.

Por el artículo tercero se declaró “No puede haber esclavos en este territorio”; el cuarto elimina cualquier discriminación de raza para acceder a un empleo; y quinto consagra la verdadera igualdad al declarar que “No hay otra distinción que las virtudes o talentos” (Lamrani, 2019) .

Pero Toussaint cometió el error de seguir confiando en la República francesa, y envió el texto de la constitución a Napoleón Bonaparte para obtener su aprobación. En vez de ello, lo que hizo Napoleón fue enviar a su cuñado el general Leclerc, con más de 20,000 soldados para aplastar el gobierno de Toussaint, el cual desembarcó en Cap el 29 de enero de 1802 exigiendo la rendición de la guarnición. Paralelamente, el 20 de mayo de 1802, el mismísimo Napoleón Bonaparte mediante decreto restauró la esclavitud.

Los militares franceses utilizaron contra Toussaint todos los métodos desarrollado por los imperios para someter a sus colonias: crímenes de lesa humanidad contra la población civil, sobornar a los subalternos para que algunos le traicionaran, y aparentemente cayeron en esa trampa Rigo, Petion y Dessalines inclusive. Napoleón llegó a enviar a los hijos de Toussaint, que estudiaban en Francia, con un supuesto mensaje halagador hacia su persona, a ver si lograba controlarlo.

Como Leclerc no podía asestar la derrota militar que quería, propuso a Toussaint un acuerdo de paz, mediado por una carta de Napoleón reconociendo los “servicios rendidos al pueblo francés” y proclamarlo entre “los más ilustres ciudadanos”, etc., y la promesa de no restaurar la esclavitud. Toussaint aceptó el acuerdo que incluía preservar a su estado mayor y retirarse a la población de Ennery.

Los militares franceses no cumplieron y empezaron a acosarlo hasta que, en junio de 1802, fue arrestado con toda su familia y deportado a Francia, donde permaneció bajo arresto hasta 7 de abril de 1803, cuando falleció. Tenía 60 años de edad.

Finalmente, la independencia
El cuñado de Napoleón, el general Leclerc pagó con su vida sus crímenes contra el pueblo haitiano, no a manos de ningún combatiente, sino gracias a la fiebre amarilla que lo mató en 1802 en isla Tortuga, Haití. Advirtiendo la traición de los franceses a sus compromisos y no deseando la vuelta atrás, tanto los negros como los mulatos, encabezados por J. J. Dessalines y Henri Christophe, unieron sus fuerzas en una reunión secreta conocida como “Convención de Arcahaie”, en mayo de 1803, se sublevaron, dando inicio a la Guerra de Independencia.

Tuvieron a su favor la guerra de Gran Bretaña contra Francia, lo que impidió a estos últimos enviar tropas a la isla. En octubre de 1803 Dessalines tomó Puerto Príncipe y el 19 de noviembre de ese año asestó la derrota a los franceses en la batalla de Vertiers, diez días después las tropas derrotadas abandonaron la isla.

La independencia definitiva sería proclamada unas semanas después, el 1 de enero de 1804. El gobierno francés tardaría varias décadas en reconocer su independencia lo que finalmente hizo exigiendo una indemnización para resarcir a los colonos blancos esclavistas que habían sido expropiados y expulsados de la isla.

Se había cumplido el vaticinio de Toussaint: “Al derrocarme, sólo se ha derrocado en Santo Domingo el tronco del árbol de la libertad de los negros; volverá a crecer porque sus raíces son profundas y numerosas”.

El apoyo de Haití a la independencia hispanoamericana
Haití independiente prestó apoyo consecuente a la lucha por la independencia hispanoamericana. El propio Francisco de Miranda durante su fallida expedición libertadora a Venezuela, recaló previamente en el puerto de Jacmel, en febrero de 1806, en donde recibió apoyo de Alexander Petion.

Posteriormente, en 1815, durante su exilio en Jamaica, Simón Bolívar le escribe a Petion pidiéndole apoyo, y este le recibe en enero de 1816, con cuya ayuda Bolívar dirigió la conocida Expedición de Los Cayos. En la que el apoyo incluyó la participación de hasta 1,000 haitianos para tomar el oriente de Venezuela.

Se dice que Petion entregó no solo armas, dinero y sodados a Bolívar, sino también la espada símbolo de la libertad de Haití, y que lo hizo con una condición:

“Pido a Usted, que cuando llegue a Venezuela, su primera orden sea la Declaración de los Derechos del Hombre y la libertad de los esclavos… y para que pueda cumplir con esa misión, le hace entrega del símbolo de la emancipación de Haití: es la "Espada Libertadora de Haití", la misma que empuñó durante la guerra contra los franceses, la que utilizó Miranda en sus dos fallidos intentos por libertar a su Patria, y la que en 1807 le permitió instaurar una República en el sur y oeste de Haití de la que fue nombrado presidente vitalicio…” (Morales Torres, 2017) .

Bolívar solo cumplió parcialmente este compromiso, pues decretó al llegar la libertad de los esclavos que se sumaran al Ejército Libertador, pero no de todos los esclavos. Aunque liberó a los esclavos de sus haciendas familiares, nunca se emitió un decreto general, seguramente para no confrontar a los latifundistas criollos. Hay controversia respecto a las razones por las cuales, diez años después, consumada la independencia hispanoamericana, Simón Bolívar no invitó al Congreso Anfictiónico de Panamá a la república de Haití.

La injusticia y la perfidia continúan
Así ha sido reiteradamente a lo largo de la historia, cada vez que fuerzas reaccionarias han vuelto a cortar el tronco de la libertad éste vuelve y crece, como predijo Toussaint. En 2004, el imperialismo norteamericano, con apoyo de las “democráticas” Francia y Canadá, con la participación del gobierno de la República Dominicana, que prestó su territorio, repitieron la perfidia fomentando un golpe de Estado contra el presidente Jean B. Aristide, al cual fuerzas de esos países secuestraron y deportaron hasta la República Centroafricana. Golpe sobre el que guardó silencio gran parte del llamado progresismo latinoamericano que, por el contrario, avaló la ocupación de la isla con tropas disfrazadas bajo la bandera de las Naciones Unidas (MINUSTAH), en las que colaboraron soldados de Brasil y Bolivia, entre otros.

El Estado nacional haitiano es formalmente independiente, pero el pueblo haitiano continúa su lucha por la libertad.

Bibliografía
Charles, G. P. (s.f.). Toussaint Louverture. Obtenido de Revista Mexicana de Política Exterior
Dessalines, J. J. (1 de Enero de 1804).DOCUMENTO LA DECLARACIÓN DE INDEPENDENCIA DE HAITÍ (1804). Obtenido de Dialnet
Lamrani, S. (13 de Junio de 2019).Toussaint Louverture, la dignidad insurrecta. Obtenido de América Latina en Movimiento
Morales Torres, F. A. (2017). Haití : entre la revolución francesa y la revolución de esclavos (1791-1804) . Obtenido de SIBIUP
Olmedo Beluche sociólogo y analista político panameño, profesor de la Universidad de Panamá y militante del Partido Alternativa Popular.

Fuente:
www.sinpermiso.info, 2 de enero 2021

lunes, 31 de agosto de 2020

Esclavitud. Amplio estudio de ADN muestra el legado de la brutalidad de la esclavitud. NYT, Large DNA Study Traces Violent History of American Slavery.


Un diagrama de sección transversal de 1823 de un barco utilizado para transportar personas esclavizadas. La ilustración, que se utilizó en campañas abolicionistas y contiene varias inexactitudes históricas, se ha convertido en una de las representaciones más famosas de la trata transatlántica de esclavos.Credit ... incamerastock / Alamy

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Científicos de la compañía de genética de consumo 23andMe han publicado el estudio de ADN más grande hasta la fecha de personas con ascendencia africana en las Américas.

Más de un siglo y medio después de que terminó la trata transatlántica de esclavos, un nuevo estudio muestra cómo el trato brutal de las personas esclavizadas ha moldeado el ADN de sus descendientes.

El informe, que incluyó a más de 50,000 personas, 30,000 de ellas con ascendencia africana, está de acuerdo con el registro histórico de dónde fueron tomadas las personas en África y dónde fueron esclavizadas en las Américas. Pero también encontró algunas sorpresas.

Por ejemplo, el ADN de los participantes de los Estados Unidos mostró una cantidad significativa de ascendencia nigeriana, mucho más de lo esperado según los registros históricos de los barcos que transportan personas esclavizadas directamente a los Estados Unidos desde Nigeria.

Al principio, los historiadores que trabajan con los investigadores "no podían creer la cantidad de ascendencia nigeriana en los Estados Unidos", dijo Steven Micheletti, genetista de población de 23andMe que dirigió el estudio.

Después de consultar a otro historiador, los investigadores descubrieron que las personas esclavizadas fueron enviadas desde Nigeria al Caribe Británico, y luego fueron comercializadas en los Estados Unidos, lo que podría explicar los hallazgos genéticos, dijo.

El estudio ilumina uno de los capítulos más oscuros de la historia mundial, en el que 12.5 millones de personas fueron sacadas de sus países de origen en decenas de miles de barcos europeos. También muestra que los registros históricos y genéticos juntos cuentan una historia más estratificada e íntima que cualquiera de las dos por sí sola.

El estudio, que fue publicado el jueves en el American Journal of Human Genetics, representa "un progreso real en la forma en que pensamos que la genética contribuye a contar una historia sobre el pasado", dijo Alondra Nelson, profesora de ciencias sociales en el Instituto de Avanzado Estudie en Princeton, NJ, que no participó en el estudio.

Aunque el trabajo es encomiable por hacer uso tanto de datos históricos como genéticos, dijo el Dr. Nelson, también fue "una oportunidad perdida de dar el paso completo y realmente colaborar con los historiadores". La historia de los diferentes grupos étnicos en África, por ejemplo, y cómo se relacionaban con los límites geográficos modernos e históricos, podría haberse explorado en mayor profundidad, dijo.

El estudio comenzó como un proyecto soñado por Joanna Mountain, directora senior de investigación en 23andMe, incluso antes de que la empresa tuviera clientes. Durante 10 años, ella y su equipo construyeron una base de datos genéticos. Principalmente, los participantes eran clientes de 23andMe cuyos abuelos nacieron en una de las regiones geográficas de la esclavitud transatlántica. Todos los participantes dieron su consentimiento para que se utilizara su ADN en la investigación.

En el nuevo estudio, el equipo del Dr. Micheletti comparó esta base de datos genética con una histórica, Slave Voyages, que contiene una enorme cantidad de información sobre la esclavitud, como los puertos de embarque y desembarque, y la cantidad de hombres, mujeres y niños esclavizados.

Los investigadores también consultaron con algunos historiadores para identificar lagunas en sus datos, dijo el Dr. Mountain. Los historiadores les dijeron, por ejemplo, que necesitaban representación de regiones críticas, como Angola y la República Democrática del Congo. El equipo trabajó con académicos conectados con instituciones de África occidental para encontrar esa información.

El tamaño del conjunto de datos del proyecto es "extraordinario", dijo David Reich, profesor de genética en Harvard que no formó parte del proyecto.

Debido a que atrajo a los participantes de una base de datos directa al consumidor de millones de personas, el estudio pudo "hacer y responder preguntas sobre el pasado y sobre cómo las personas se relacionan entre sí" que los académicos como él no podían hacer, él dijo. En el mejor de los casos, los proyectos académicos pueden estudiar a cientos o algunos miles de personas, y en general esos datos no incluyen la información genealógica que proporcionaron los participantes de la investigación 23andMe.

Los hallazgos muestran una notable alineación con el registro histórico. Los historiadores han estimado, por ejemplo, que 5.7 millones de personas fueron trasladadas de África Central Occidental a las Américas. Y el registro genético muestra una conexión muy fuerte entre las personas en África Central Occidental y todas las personas con ascendencia africana en las Américas.

Los historiadores también han notado que las personas que fueron llevadas a América Latina desde África desembarcaron de África Central Occidental, pero muchas fueron tomadas originalmente de otras regiones como Senegambia y la Bahía de Benin. Y la nueva evidencia genética respalda esto, mostrando que los descendientes de personas esclavizadas en América Latina generalmente tienen conexiones genéticas con dos o tres de estas regiones en África.

La evidencia histórica muestra que las personas esclavizadas en los Estados Unidos y el Caribe Británico, por el contrario, fueron tomadas de un mayor número de regiones de África. El estudio halló que sus descendientes muestran una conexión genética con personas en seis regiones de África.

El registro histórico muestra que de los 10.7 millones de personas esclavizadas que desembarcaron en las Américas (después de que casi 2 millones de personas murieron en el viaje), más del 60 por ciento eran hombres. Pero el registro genético muestra que fueron principalmente mujeres esclavizadas las que contribuyeron al acervo genético actual.

La asimetría en la experiencia de hombres y mujeres esclavizados, y de hecho, muchos grupos de hombres y mujeres en siglos pasados, se entiende bien. Los hombres esclavizados a menudo morían antes de tener la oportunidad de tener hijos. Las mujeres esclavizadas a menudo fueron violadas y obligadas a tener hijos.

El proyecto 23andMe encontró este patrón general, pero también descubrió una sorprendente diferencia en la experiencia de hombres y mujeres entre las regiones de las Américas.

Los científicos calcularon que las mujeres esclavizadas en los Estados Unidos contribuyeron 1.5 veces más al acervo genético moderno de personas de ascendencia africana que los hombres esclavizados. En el Caribe latino, contribuyeron 13 veces más. En el norte de América del Sur, contribuyeron 17 veces más.

Además, en los Estados Unidos, los hombres europeos contribuyeron tres veces más al acervo genético de personas de ascendencia africana que las mujeres europeas. En el Caribe británico, contribuyeron 25 veces más.

Esta evidencia genética, dicen los científicos, puede explicarse por las prácticas locales. En los Estados Unidos, la segregación entre las personas esclavizadas y la población europea puede haber hecho más probable que el hijo de una madre esclava tenga un padre esclavo. Pero en otras regiones donde los hombres esclavizados tenían menos probabilidades de reproducirse, las prácticas peligrosas como el cultivo de arroz, en las que las duras condiciones y los campos fangosos hicieron que sea más fácil ahogarse, y la malaria era común, pueden haber matado a muchos de ellos antes de que pudieran tener hijos.

En algunas regiones de América Latina, el gobierno promulgó programas que llevaron a hombres de Europa a engendrar hijos con mujeres esclavizadas a fin de disminuir intencionalmente el acervo genético africano.

El estudio ilustra la cantidad de violencia física y sexual que formaron parte de la esclavitud, y cómo todavía están incorporados a nuestra sociedad, dijo el Dr. Nelson. Confirma el "maltrato, la discriminación, el abuso sexual y la violencia que ha persistido por generaciones", dijo, y de las que muchas personas protestan hoy.

Corrección: 23 de julio de 2020 Una versión anterior de este artículo fue imprecisa al discutir algunas investigaciones históricas. Existen registros históricos que muestran que las personas esclavizadas fueron enviadas directamente de Nigeria a los Estados Unidos, pero no en la medida indicada por la nueva evidencia genética.

Una versión de este artículo aparece impresa el 24 de julio de 2020, Sección A, página 14 de la edición de Nueva York con el título: Estudio de ADN muestra el legado de la brutalidad de la esclavitud.

 https://www.nytimes.com/2020/07/23/science/23andme-african-ancestry.html?surface=home-discovery-vi-prg&fellback=false&req_id=691326358&algo=identity&imp_id=394539967&action=click&module=Science%20%20Technology&pgtype=Homepage

domingo, 26 de julio de 2020

_- La otra esclavitud: La historia oculta de indios y esclavos

_-  La última oleada internacional de revisión de la historia colonial, que, partiendo de movilizaciones norteamericanas, se ha traducido, entre otras cosas, en el derribo y pintarrajeo de las estatuas de numerosos próceres, ha movido a la revista The New York Review of Books a exhumar la reseña crítica de un libro importante de Andrés Reséndez, que se editó en 2016. El libro, del que ya dimos cuenta en su día [https://www.sinpermiso.info/textos/indios-y-negros-esclavos-en-el-nuevo-...], se publicó además en versión castellana el año pasado. SP.

The Other Slavery: The Uncovered Story of Indian Enslavement in America, de Andrés Reséndez [Houghton, Mifflin Harcourt 2016]. [La otra esclavitud: Historia oculta del esclavismo indígena, Ed. Grano de sal, 2019]

El mercado europeo de esclavos africanos, que se inició con un cargamento de negros mauritanos desembarcados en Portugal en 1441, y el explorador Cristóbal Colón, nacido en Génova diez años antes, estuvieron estrechamente vinculados. La consiguiente Era de los Descubrimientos, con su expansión de los imperios y la explotación de los recursos del Nuevo Mundo, se vio acompañada de la captura y el trabajo forzado de seres humanos, empezando por los nativos americanos.

Valorar esa oportunidad comercial le aconteció de modo natural a un emprendedor como Colón, lo mismo que la presión de sus patrocinadores sobre él para que encontrara metales preciosos y las contradictorias preocupaciones de su religión, tanto para proteger como para convertir a sus paganos. El día después de que Colón desembarcara en 1492 en una isla de las actuales Bahamas y viera a sus isleños taínos, escribió que “con cincuenta hombres podrían haber sometido a todos y haberles obligado a hacer todo lo que desearan”. Pronto el comercio africano comenzó a cambiar la vida de España; en cien años, la mayoría de las familias de las ciudades poseían uno o más sirvientes negros, más del 7 % de Sevilla era negro, y una nueva categoría social de mulatos de mezcla racial se sumó a los escalones inferiores de una escalera social codificada por colores.

A Colón le gustaron los indígenas taínos, “afectuosos y sin malicia”, de habla arawak. Juzgó a los hombres, altos, apuestos y buenos agricultores, a las mujeres, atractivas, semidesnudas, y aparentemente disponibles. A cambio de cuentas de cristal, cascabeles y estrafalarias capas rojas, los marinos recibieron hilo de algodón, cotorras y alimentos de los huertos de los nativos. El pescado y la fruta frescas eran abundantes. El centelleo de los adornos que llevaban los nativos prometía oro, y éstos sabían supuestamente dónde encontrar más. Aparte de algún estallido, no hubo hostilidades graves. Colón regresó a Barcelona con seis indígenas taínos que desfilaron como curiosidades, no como esclavos, ante el rey Fernando y la reina Isabel.

Al año siguiente, Colón llevó diecisiete barcos de los que descendieron 1.500 potenciales colonos a las playas del Caribe. Cuando se quedaron, degeneraron las relaciones con los indios. Lo que pronto se impuso fue “la otra esclavitud”, que el historiador Andrés Reséndez, del campus de Davis de la Universidad de California, discute en su síntesis del último medio siglo de investigación académica sobre el esclavizamiento del indio norteamericano. Vino primero la exigencia de los mineros de cavar buscando oro. Los taínos de fácil trato se convirtieron en bateadores de oro que trabajaban bajo capataces españoles.

Los españoles explotaron asimismo las formas de servidumbre humana que ya existían en las islas. Los caribes de las Antillas Menores, una tribu más agresiva, realizaban regularmente incursiones entre los taínos, comiéndose supuestamente a los hombres, pero conservando a modo de séquito a mujeres y niños. Una discriminación semejante basada en edad y género prevalecería a lo largo de los siguientes cuatrociemtos años de servidumbre de unos indios por otros. Tal como lo formularon Bonnie Martin y James Brooks en su antología Linking the Histories of Slavery: North America and Its Borderlands [Vínculos de las Historias de la Esclavitud: América del Norte y sus tierras fronterizas]:

“América del Norte era un inmenso y palpitante mapa de de comercio, incursiones y reasentamientos. Ya se tratara de esos sistemas anteriores o posteriores al contacto con los indígenas, colonos europeos o nacionales norteamericanos, se desarrollaron en matrices culturales complejas en las que el poder social y de la riqueza económica creado al recurrir a la esclavitud se demostró indivisible. Los sistemas esclavistas indígenas y euro-norteamericanos evolucionaron e innovaron como respuesta unos de otros”.

Contra los taínos que se resistían a los españoles se abalanzaban los perros, y eran destripados por espadas, quemados en la hoguera, pisoteados por caballos, atrocidades “a las que ninguna crónica podría hacer justicia”, escribió Fray Bartolomé de las Casas, defensor de los derechos de los indios, en 1542. Contra los caribes, los españoles tuvieron más dificultades, librando batallas campales, pero capturando también cientos de esclavos. Colón navegó de vuelta a casa de su segundo viaje con más de un millar de cautivos destinados a las subastas de esclavos en Cádiz (muchos murieron en el camino y sus cuerpos se lanzaron por la borda). Contemplaba un mercado futuro para el oro, especias, algodón del Nuevo Mundo, y “tantos esclavos como Vuestras Majestades ordenen hacer, de entre aquellos que son idólatras”, cuyas ventas podrían financiar posteriores expediciones.

Así se convirtió el descubridor del Nuevo Mundo en su primer traficante humano, un negocio suplementario emprendido por la mayoría de los conquistadores del Nuevo Mundo hasta que, a mediados del siglo XVII, España se opuso oficialmente a la esclavitud. Y la visión de Colón de un “cruce de vuelta del Atlántico” se desmoronó cuando los clientes españoles prefirieron a los sirvientes africanos. Los indios eran más caros de adquirir, no eran lo bastante dóciles, eran más difíciles de adiestrar, poco fiables a lo largo de los años y susceptibles a la nostalgia del hogar, a marearse en el mar, y a las enfermedades europeas. Entre otros obstáculos se contaban los recelos de la iglesia y las autoridades reales, lo que puede explicar el énfasis de Colón en “idólatras” como los caribes, cuyo estatus como “enemigos” y caníbales les hacían más idóneos legalmente para ser esclavizados.

Los indios sufrieron a causa del exceso de trabajo en los lechos auríferos, así como debido a los patógenos extraños para los que no tenían anticuerpos, y por causa del hambre como resultado del exceso de actividad cazadora y la falta de cultivo agrícola. En el curso de dos generaciones, la población indígena caribeña se enfrentó a un “declive cataclísmico”. En la isla de La Española, de una población indígena estimada en 300.000 personas, quedaban sólo 11.000 taínos vivos para 1517. En diez años, seiscientas aldeas o más quedaron vacías.

Pero aun mientras se procedía a la limpieza étnica del Caribe de sus habitantes originarios, un caso de mala conciencia sacudió Iberia. Tuvo sus orígenes en la ambivalencia del rey Fernando y la reina Isabel acerca de cómo tratar a los indios. En la primavera de 1495, sólo cuatro días después de que las regias personas aconsejaran a su obispo a cargo de los asuntos exteriores [Rodrigo Jiménez de Cisneros] que los esclavos “se venderían más fácilmente en Andalucía que en otros lugares”, ordenaron que se detuviera todo esclavizamiento humano hasta que la Iglesia les informará de “si podemos venderlos o no”. La indignación fue más evidente en la polémica de Las Casas, que había emigrado a las islas en 1502. Había sido propietario de esclavos para renunciar luego a esta práctica en 1515. Después de tomar sus votos como fraile dominico, contribuyó a impulsar las Leyes Nuevas de Indias por medio del sistema legal español en 1542. Los intereses esclavistas recurrieron a una sucesión de estrategias verbales para justificar y conservar el trabajo indio que no era libre. En fecha tan temprana como 1503, las tribus designadas como “caníbales” se convirtieron en presa vulnerable, al igual que los prisioneros tomados en “guerras justas”. Catalogados en lo sucesivo, de esclavos de guerra, se les marcó en las mejillas con una “G”. Servidumbre era lo que les esperaba automáticamente a cualquiera de los desventurados indios, conocidos como esclavos de rescate, a los que los esclavizadores españoles habían liberado de otros indios que ya les habían esclavizado; la letra “R” se les marcaba a fuego en el rostro.

En 1502, el nuevo gobernador de La Hispañola, Nicolás de Ovando, recurrió a una vieja práctica feudal para asegurarse el control sobre los cuerpos de los trabajadores. Para retener a los mineros indígenas, pero controlar la crueldad incontrolada, Ovando otorgó a los colonizadores prominentes concesiones de tierras (encomiendas) que incluía derechos de tributo y trabajo de los indios que ya residían allí. Aunque todavía vasallos, seguían siendo nominalmente libres de “propiedad”. Podían residir en sus propias aldeas, estaban teóricamente protegidos de la depredación sexual y la venta secundaria , y se suponía que recibían instrucción religiosa y una compensación en especie de un peso de oro al año, beneficios que con frecuencia se ignoraban. En los dos siglos siguientes, el sistema de la encomienda y otras formas locales de trabajo no libre se utilizaron para crear una mano de obra india esclavizada a lo largo y ancho de México, Florida, el Sudoeste norteamericano, y así hasta las Filipinas.

La historia del esclavizamiento de los nativos americanos que cuenta Reséndez se confunde con la enrevesada interacción de los sistemas indígenas e importados de servidumbre humana. Pese a su afirmación de que descubre “la otra esclavitud”, cuando habla de las demás formas de servidumbre impuestas a los indios, no llega a reconocer que no existía institución monolítica alguna semejante a esa “peculiar” y transatlántica que quedaría identificada con el Sur norteamericano, que importaba africanos vendidos como mercancías. Hasta la distinción que establecen varios investigadores académicos entre esas “sociedades esclavistas” y “sociedades con esclavos” (dependiendo de si el trabajo esclavo era o no esencial para la generalidad de la economía) se aplica sólo en parte a las situaciones enormemente complejas y hondamente localistas de los indios norteamericanos esclavizados. Pues éstas mezclaban una vertiginosa variedad de prácticas acostumbradas con sistemas coloniales para mantener una mano de obra indígena forzosa. Si Reséndez afirma abarcar toda a tragedia de la esclavitud india “a lo largo y ancho de América del Norte”, no distingue entre los diferentes sistemas coloniales de servidumbre india — que hacían posible los aliados indios de los colonizadores — que existieron bajo los regímenes inglés, francés y holandés.

Durante el siglo XVII, mientras algunos españoles seguían suscitando la pregunta de la moralidad de la esclavitud, se abrieron minas de plata en el norte de México y se incrementó la demanda de mano de obra india. Este auge iba a requerir más trabajadores que los campos de oro caribeños y duraría bastante más tiempo. Ahora el esfuerzo físico pasó de cribar la superficie o cavar trincheras de poca profundidad a abrir pozos decenas de metros por debajo del suelo. Más rentable que el oro, la plata era también más penosa de extraer. Los mineros cavaban, cargaban y arrastraban rocas en una obscuridad casi completas a veces durante días. En torno a la actual Zacatecas, se levantaron montañas enteras del mineral gris-negro.

Para satisfacer la creciente demanda de mano de obra, el esclavizamiento español e indio se expandió más allá del Sudoeste norteamericano, mandando a las minas esclavos pueblo y comanches, y capturando esclavos de los desafiantes chichimecas del norte de México a lo largo de campañas especialmente violentas entre las décadas de 1540 y 1580. Desde principios del siglo XVI hasta la primera década del XIX, se extrajo doce veces más plata de más de cuatrocientas minas repartidas por todo México que oro durante toda la Fiebre del Oro californiana.

En Parral, un centro de minería de plata en el sur de Chihuahua, que era en 1640 la ciudad más grande al norte del Trópico de Cáncer, más de siete mil obreros descendían diariamente a los pozos, la mayoría de ellos nativos esclavizados de lugares tan lejanos como Nuevo México, que pronto se convirtió en “poco más que un centro de suministro para Parral”. Después de que se instituyera en 1573 el sistema dirigido por el Estado para reclutar forzosamente trabajo indio en las minas de plata latinoamericanas, siguió en funcionamiento durante 250 años y una media de diez mil indios al año de más de doscientas comunidades indígenas.

Conforme Reséndez desplaza su relato al continente mexicano, sin embargo, uno se ve obligado a hacer otra pregunta a un autor que afirma haber “descubierto” el arco panorámico de la esclavitud india. ¿No deberíamos saber más de la historia de estos esclavos indios de indios de los que fue testigo Colón y que se volvieron esenciales para llevar trabajadores a las minas mexicanas, a los hogares de Nuevo México, o a sus propias aldeas indígenas? A lo largo y ancho de las Américas precolombinas, los cautivos menores de edad y femeninos de guerras intertribales se convertían de manera rutinaria en trabajadores domésticos que llevaban a cabo tareas del hogar. Algunos fueron repatriados mediante rescate físico o económico, en tanto que muchos continuaron como servidumbre el resto de su vida. Pero unos cuantos acabaron absorbidos en los asentamientos que los albergaban mediante formas de parentesco imaginario, tales como la adopción ceremonial o, más corrientemente, por medio del matrimonio.

Entre las culturas indias de los valles del Missisipi que elevaban montículos, , esos prisioneros de guerra formaban una clase marginal como de siervos. Esta civilización se derrumbó en el siglo XIII y las tribus que las sucedieron conocidas como choctaw, cheroquis, creek, y otras, perpetuaron la práctica de la servidumbre; las partidas de guerreros cheroquis proveían las reservas de cada aldea de atsi nahsai, o “el que es propiedad”. La costumbre continuó a lo largo de la Norteamérica indígena, donde se prefería generalmente mujeres en edad fértil y varones preadolescentes. Sus esposos y padres eran más corrientemente asesinados. Reséndez apenas menciona la posterior participación de esas mismas tribus en la “peculiar institución” del hombre blanco basada en la raza. Compraban y vendían esclavos afroamericanos para trabajar sus plantaciones propiedad de indios. Una vez que estalló la Guerra Civil se produjo una ruptura dolorosamente divisiva de las naciones indias sureñas entre aliadas de los confederados y de la Unión.

Como en el caso de la depredación de los taínos a manos de los caribes, no era inusual que tribus más fuertes se cebaran en víctimas perennes. En el sudeste, los chickasaws tomaban regularmente esclavos de los choctaws; en la Gran Cuenca, los utes robaban mujeres y niños de los paiutes (y luego comerciaban con ellos con hogares mormones que estaban encantados de pagar por ellos); en California, los modoc del noreste acosaban regularmente a los cercanos atsugewi, mientras los mojave que habitaban junto al río Colorado llevaban a cabo incursiones rutinarias entre los chemehuevi del lugar. Estas relaciones entre presas y predadores podían extenderse durante generaciones. Sólo entre los órdenes jerárquicos de la costa del noroeste, aparentemente, se trataba tradicionalmente a los esclavos como mercancías, que podían comprarse, ser objeto de comercio o entregadas como regalo.

Indirectamente, los españoles contribuyeron a instigar el siguiente incremento del tráfico humano a lo largo del oeste norteamericano. Sus caballos — criados en el norte de Nuevo México, y luego robados o intercambiados hacia el norte después de finales del siglo XVIII— hicieron posible una revolución ecuestre a lo largo y ancho de las llanuras. Las relaciones entre unas cuantas tribus indios cambiaron de modo drástico, conforme los pueblos cazadores y recolectores de a pie se transformaban gracias a los caballos en veloces nómadas que se volvieron dependientes de los búfalos y acosaban a sus vecinos. En la cultura popular norteamericana blanca, las culturas ecuestres se presentarían como estereotipos de los espectáculos del Salvaje Oeste y las pantallas cinematográficas, vestidos con sus tocados, viviendo en sus tipis y ululando con sus gritos de guerra. Entre ellos figuraban los comanches de las llanuras meridionales y los utes de las tierras fronterizas de la Gran Cuenca.

Para mediados del siglo XVIII, la máquina militar comanche había puesto freno al expansionismo español. Sus regimientos de caballería, de quinientos o más jinetes disciplinados, llevaban a cabo viajes de ochocientas millas en dirección norte hasta el río Arkansas, y en dirección sur hasta distancias a unos cientos de millas de Ciudad de México. Los esclavos que arrancaban a apaches, indios pueblo y navajos e convirtieron en la moneda principal ens tratos de negocios con con mexicanos, novomexicanos y norteamericanos. En improvisadas subastas y en encrucijadas establecidas se vendían esclavos indígenas norteamericanos, mexicanos y anglos, algunos sometidos sucesivamente a nuevos amos. Hasta que los conquistó el gobierno norteamericano, los comanches dominaron más de un cuarto de millas cuadradas de las zonas fronterizas norteamericanas y mexicanas.

Reséndez argumenta las continuidades de este tráfico inhumano hasta el mismo presente. Pero esta brusca transición al presente tras la derrota de los comanches sólo refuerza nuestra sensación de que su esfuerzo ha sido excesivamente ambicioso y frágilmente concebido, como si lograr la síntesis prometida en un tema tan complejo y persistente le hubiera abrumado sencilla (y comprensiblemente). Su tratamiento de las prácticas multinacionales de la esclavitud del periodo colonial es desigual y parece quitarse importancia a las ubicuas tradiciones de esclavizamiento de los nativos a manos de nativos.

Reséndez estima holgadamente que entre unos 2,5 y 5 millones de indios quedaron atrapados en esta “otra esclavitud”, en la que el trabajo excesivo y el abuso físico contribuyeron sin duda al descenso en un 90 % de la población india de América del Norte entre los días de Colón y 1900. Pero en cierto modo poco de ese tormento se transmite con viveza en La otra esclavitud. Se nos dice que los navajos llamaron “Tiempo del Temor” a la década de 1860, cuando el conjunto de la tribu se vio acosada por el encarcelamiento en el sur de Nuevo México. Aparte de ese atisbo del impacto emocional colectivo del lado de las víctimas, se nos ofrecen pocos testimonios que reflejen la inquietud y el terror que hay detrás de los muchos resúmenes de Reséndez del sufrimiento humano, dislocaciones tribales, vidas furtivas en fuga, y derechos de nacimiento perdidos para siempre.

Una sensación más convincente de la discriminación y el odio raciales que impulsaron y perpetuaron los sistemas de esclavitud debatidos en el libro de Reséndez proviene incluso de una película melodramática como es The Searchers [Centauros del desierto] (1956), de John Ford, mientras que los terrores de sobrevivir en el Oeste del siglo XVIII entre bandas itinerantes de despiadados cazadores de esclavos quedan mejor evocados en la obra maestra granguiñolesca de Blood Meridian [Meridiano de sangre] (1985). Leyendo el relato de Reséndez, se aguarda en vano algo similar al tranquilo comentario de Rebecca West en Black Lamb and Grey Falcon (1941), su crónica de las animosidades multiétnicas yugoslavas: “A veces resulta muy difícil señalar la diferencia entre la historia y el olor de una mofeta”.

Peter Nabokov antropólogo y escritor, especialista en las culturas indígenas de Norteamérica, es profesor de UCLA, la Universidad de California en Los Ángeles.

Fuente:
The New York Review of Books, de 2016 Traducción:Lucas Antón

sábado, 4 de julio de 2020

:. Explotación infantil a través del trabajo: un fenómeno contemporáneo de esclavitud

:: La explotación infantil es la utilización de menores de edad por parte de personas adultas, para fines económicos o similares, en actividades que afectan a su desarrollo personal y emocional y al disfrute de sus derechos. Es altamente perjudicial y su erradicación, un desafío mundial.

No todo trabajo infantil es explotación
El trabajo infantil es esclavitud cuando ese trabajo interfiere con su educación y cuando se origina por condiciones de vulnerabilidad.

Conflictos armados, orfandad, catástrofes naturales y situaciones de pobreza son frecuentemente aprovechados por auténticas mafias y redes organizadas de explotación infantil.

No es esclavitud cuando se dan tareas apropiadas, que inciden en fomentar las habilidades y responsabilidades del niño.

Por ello, en el debate sobre trabajo y explotación infantil, hay que hilar fino y atender específicamente a qué actividades se dedican los niños y las niñas.

La extrema pobreza tiene la forma de un niño trabajando
La explotación infantil es, al mismo tiempo, consecuencia y causa de la pobreza, y en ella se aúnan todas las miserias.

Lleva a los niños al sótano en el ascensor social, fomenta mayores índices de analfabetismo, provoca enfermedades y malnutrición, y contribuye a su envejecimiento precoz.

Los niños provenientes de los hogares más pobres y de zonas rurales son sus principales víctimas. Se calcula que a nivel global hay cerca de 152 millones de niños y niñas trabajando indebidamente.

Casi la mitad de ellos, 72 millones, realizan trabajos peligrosos, sobre todo en África subsahariana, en Asia y el Pacífico, y en América Latina y el Caribe.

Los derechos del niño, socavados por la explotación
Los factores culturales, el nivel socioeconómico de la familia y las políticas públicas de apoyo a la infancia son determinantes para que se produzca este fenómeno. De hecho, en algunos países, son los propios progenitores quienes inciden en prácticas de explotación laboral.

Para Unicef (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia), hay trabajo infantil inapropiado cuando se obliga al niño a trabajar a una edad muy temprana, en jornadas excesivas, en condiciones de estrés, en ambientes inapropiados, con exceso de responsabilidad, y bajo salario, sin acceso a la educación, y minando su dignidad y su autoestima; en suma, dificultando su pleno desarrollo social y psicológico.

La explotación infantil existe aunque la Convención de los Derechos del Niño contemple que “la humanidad debe al niño lo mejor que puede darle”, y esto es lo que le ayudará a “desarrollarse física, mental, moral, espiritual y socialmente, en forma saludable, en condiciones de libertad y de dignidad”, debiendo ser protegidos “contra toda forma de abandono, crueldad y explotación”. Hay que hacer algo al respecto.

Uno de los métodos más efectivos para intentar que los niños y las niñas no comiencen a trabajar demasiado temprano es establecer la edad laboral mínima por ley, pero con eso no basta, el control efectivo es esencial, y el apoyo a las familias en riesgo de exclusión, fundamental.

La OIT (Organización Internacional del Trabajo) alerta del riesgo de que la crisis provocada por la pandemia empuje al mercado laboral a gran número de niños y niñas para ayudar a la subsistencia de sus familias.

Los tipos de explotación infantil: los sectores de la esclavitud
La tolerancia al trabajo infantil en el ámbito de la economía sumergida, en lugares clandestinos y muchas veces insalubres, y la falta de contratos y por tanto de derechos laborales, convierte a los niños en víctimas propiciatorias para la explotación, la humillación y el maltrato.

Es lo que ocurre con las niñas maquiladoras del norte de México, que trabajan largas jornadas en fábricas, sobre todo textiles, a destajo, y a cambio de salarios de hambre.

O en Asia, con los niños explotados en fundiciones, extrayendo cargas de cristal de hornos a altas temperaturas y sin condiciones de seguridad, sufriendo graves secuelas por fatiga calórica, quemaduras, mermas auditivas, o lesiones oculares por las partículas de vidrio en suspensión, sílice, plomo y vapores tóxicos.

O en África, donde la explotación infantil se da pequeñas zonas mineras, en las que sufren trastornos de salud por la falta de medidas de protección en condiciones adversas, no solo por la tensión física, sino también por lesiones causadas por la desproporción entre su capacidad de resistencia y la carga de trabajo. Igual ocurre en las canteras de países sudamericanos, como Perú o Guatemala.

O en los talleres de curtido y artesanías, en los que pasan largas horas en cuclillas, como ocurre en el tejido de alfombras o elaboración de calzado, además de enfermedades respiratorias, por falta de higiene y exceso de polvo y residuos, les provocan enfermedades por los productos químicos, como benceno, tintes y adhesivos.

Pero en la explotación infantil también hay roles de género: el servicio doméstico es la explotación de las niñas (como las petite bonne marroquíes), especialmente de zonas rurales y pobres, cuyos progenitores las entregan a familias adineradas, con la esperanza de que tengan mejores condiciones de vida pero, en cambio, son esclavizadas y no se les permite acceder a la educación.

La agricultura, la ganadería y la pesca también pueden ser formas de explotación infantil, viéndose expuestos a agentes químicos (fertilizantes o plaguicidas tóxicos, como en las plantaciones de soja), y obligados a una dedicación extenuante.

En muchas ciudades, niños y niñas son vendedores ambulantes de baratijas, alimentos, participantes de un sector de la economía sumergida en el que la calle acaba convirtiéndose en su hábitat.

Trabajadores infantiles dignificando su condición
Pero muchos trabajadores infantiles y adolescentes han conseguido organizarse en movimientos asociativos (Niños, Niñas y Adolescentes Trabajadores, NATs) y luchan por que se diferencie el trabajo infantil de la explotación.

Además, rechazan que actividades ilícitas como la mendicidad, la prostitución o la delincuencia se identifiquen con las que para ellos son su medio de vida y la única oportunidad, en sus países y su situación, de ayudar a sus familias y salir adelante.

Estas agrupaciones reivindican que se les permita trabajar en condiciones dignas, defendiendo que su trabajo contribuye a su madurez progresiva y su responsabilidad en la adquisición de destrezas, como en el caso de los aprendices.

Propuestas de reflexión
Aunque existe una pugna entre las estrategias de abolición del trabajo infantil promovidas por los organismos internacionales y la realidad de muchos niños, niñas y adolescentes, también hay un irrefutable punto de consenso: se debe erradicar la pobreza infantil.

La falta de compromisos políticos firmes por parte de los gobiernos, la inexistencia de una legislación homogénea y efectiva, y la ausencia de políticas sociales con perspectivas de infancia siguen impidiendo la erradicación de la explotación infantil.

Hay que poner el acento, la lupa, especialmente en los sectores en los que adultos esclavistas emplean a niños y niñas: las fábricas de cerillas y fuegos artificiales, las alfarerías o los jinetes de camellos en Oriente Medio, son ejemplos gráficos de los fenómenos denunciados.

A veces la presión internacional lo único que ha conseguido ha sido una mayor desprotección para los trabajadores infantiles. Grupos empresariales del textil, tras recibir acusaciones por el empleo de mano de obra infantil en Asia, han optado por incentivar códigos internos de conducta y echar a los niños y las niñas de sus factorías, sin preocuparse por su destino ni el de sus familias.

Todos somos responsables y, por tanto, culpables, al comprar sin pensar en qué manos hicieron ese producto más barato, o pasear por una ciudad obviando el hecho de que hay niños y niñas trabajando en las calles, cuando deberían estar en el colegio.

Hace falta conciencia y acción por parte de todos
Las familias, la infancia y la adolescencia, deben tener acceso a herramientas que les permitan acceder a unas condiciones de vida dignas.

A la vez, se debe sensibilizar al conjunto de la sociedad para que denuncie, reaccione y repruebe el trabajo infantil inaceptable y cualquier otra forma de explotación (también la trata y el tráfico de personas).

Luego hay que dar un paso más. De la sensibilización y el compromiso hay que avanzar hacia una educación universal de calidad y a un compromiso real por la erradicación de la pobreza infantil. Una meta estrechamente ligada con el octavo ODS: acabar con el trabajo infantil para 2025.

Entre lo macro (acabar con la pobreza y el subdesarrollo) y lo micro (fomentar iniciativas locales contra la explotación laboral infantil) se encuentra el camino de los derechos humanos y de la infancia.

Carlos Villagrasa es profesor titular de Derecho Civil de la Universidad de Barcelona, en España, y presidente de la Asociación para la Defensa de los Derechos de la Infancia y la Adolescencia (ADDIA).

Fuente:
http://www.ipsnoticias.net/2020/06/explotacion-infantil-traves-del-trabajo-fenomeno-contemporaneo-esclavitud/

lunes, 2 de diciembre de 2019

LAURENTINO GOMES | PERIODISTA BRASILEÑO Y AUTOR DE 'ESCLAVITUD' “La esclavitud africana dio origen al racismo y fue a escala industrial”

El autor de 'Esclavitud', uno de los libros del momento en Brasil, explica que el legado del vasallaje está presente en la desigualdad social que padece el país

La esclavitud ha existido desde los albores de la historia, pero solo alcanzó escala industrial cuando los europeos trajeron por la fuerza a 12,5 millones de africanos a América. El desarrollo del continente habría sido imposible sin la explotación de los supervivientes. Escravidão (Esclavitud), del escritor y periodista Laurentino Gomes (Maringá, 63 años), es uno de los libros del momento en Brasil, un fascinante reportaje sobre un episodio histórico cuyo legado está presente en la desigualdad en el último país americano que abolió la esclavitud. El autor sostiene, en una entrevista en São Paulo con motivo del Día de la Conciencia Negra (el 20 de noviembre), que los países implicados deberían pedir perdón.

Pregunta. ¿Aprendió más con su trilogía sobre la fundación de Brasil o ahora con la esclavitud?

Respuesta. La anterior me ayudó a comprender cómo fue la construcción del Estado brasileño en el siglo XIX tras romper lazos con Portugal. Pero si quieres entender Brasil en una dimensión más profunda, debes estudiar la esclavitud, el tema más importante de nuestra historia. Todo lo que fuimos, somos y lo que nos gustaría ser tiene que ver con la esclavitud. Con casi cinco millones de cautivos africanos, fue el mayor territorio esclavo de América y el último en poner fin a la trata, en 1850, y a la esclavitud, en 1888. El país fue construido por esclavos en todos los sectores económicos, azúcar, oro, diamantes, café. Los abolicionistas del siglo XIX argumentaron que Brasil necesitaba hacer dos aboliciones: dejar de comerciar con personas e incorporar a los antiguos esclavos a la sociedad como ciudadanos, dándoles tierra, empleo y educación. Brasil nunca ha hecho esto.

P. ¿Por qué?

R. Brasil se convirtió en un paria internacional como Sudáfrica durante el apartheid. La Ley áurea (que ilegaliza la esclavitud) busca librarle de esta mancha, pero nunca hizo ningún esfuerzo por incorporar a los afrodescendientes porque significaba la renuncia de privilegios y riquezas. Por eso somos uno de los países más segregados del mundo, aunque no tuviéramos leyes de segregación racial como las de EE UU. Si mides Brasil con cualquier criterio, ingresos, empleo, seguridad pública, existe un abismo entre las oportunidades para la población blanca y la negra. Aunque desarrollamos el mito de que éramos una gran democracia racial, las manifestaciones de racismo son explícitas en las redes sociales y en el discurso del presidente de la República.

P. ¿Cuál es la traducción práctica de la segunda abolición en Brasil?

R. Si la riqueza de las naciones ya no son los recursos naturales sino el capital humano, Brasil nunca será un país decente mientras la gran mayoría de la población (negra) carezca de educación, salud y trabajo decentes. Afrontar la desigualdad social en Brasil es sinónimo de segunda abolición, porque la mayoría de los pobres son negros. Por eso digo que no es solo una reparación histórica, sino una inversión en el futuro. Esta es la principal agenda política en el futuro, incluso si tenemos un Gobierno hostil. Este es un tema atrapado en el siglo XIX. Cualquier Gobierno, partido político o campaña electoral enfrentará este legado.

P. ¿Cuál es la mayor diferencia entre la esclavitud de América y el cautiverio en el mundo?

R. Existió en el antiguo Egipto, Babilonia, la antigua Grecia y en África antes de la llegada de los europeos. La primera novedad es la escala industrial, con 12,5 millones de personas embarcadas en unos 35.000 viajes al Nuevo Mundo. La segunda, el nacimiento del racismo: es la primera vez en la historia que se asocia la esclavitud a la piel negra. Existe toda una ideología para decir que los africanos eran salvajes y que lo mejor que podía pasarles era ser esclavizados para incorporarlos a la supuesta civilización europea instalada en los trópicos.

P. La Iglesia católica distinguía entre indios y africanos.

R. Hubo una discusión filosófica y teológica sobre si esclavizar o no a los indios, pero la realidad es que fueron masacrados. Portugueses y españoles no pudieron llevar a cabo su proyecto inicial de esclavizar a los indios. Si hubieran tenido éxito, podríamos no haber tenido esclavitud africana.

P. Cuenta en su libro que algunos grandes pensadores de los siglos XVIII y XIX defendían la libertad y la esclavitud.

R. Sí, David Hume (filósofo y escritor británico) era accionista de una empresa de comercio de esclavos. Thomas Jefferson, que escribió la Declaración de Independencia de EE UU y defendía que todo ser humano nacía con los mismos derechos, poseía un gran lote de esclavos.

P. ¿Deben los países pedir perdón? Usted cuenta que el expresidente Lula da Silva lo hizo, pero el portugués Marcelo Rebelo de Souza, no.

R. Creo que sí. Es una cuestión de honestidad, algo simbólico, porque fue una masacre. Ahora, dudo si sería posible pagar esta deuda. En África existe ahora una élite heredera de aquellos aliados con los europeos que se beneficiaron de la trata. El rey Ashanti en Ghana suministraba cautivos a ingleses y holandeses. ¿Quién indemniza a quién? Es difícil. Pero una actitud política de pedir perdón es importante. El papa Juan Pablo II lo hizo en Senegal, no por toda la Iglesia, sino por los católicos implicados. También apoyó medidas prácticas, como las cuotas en escuelas y en la Administración, para personas de ascendencia africana. Existe una deuda histórica que debe abordarse con palabras y gestos concretos.

P. Cuenta que hubo un tiempo en que por cada cien habitantes de Brasil, 86 eran esclavos. ¿Por qué no se rebelaron?

R. Había manuales que aconsejaban a los agricultores que no mantuvieran grupos del mismo origen, cultura, idioma o región. Esto les impidió organizarse. Y había un sistema de recompensa y castigo. El rebelde era azotado; el cooperativo ganaba tiempo libre semanal, el derecho a cultivar un huerto, ir a misa y ganar su propia manumisión (su libertad). La principal forma de resistencia era tratar de ocupar los espacios que la sociedad le daba al esclavo para acercarse al universo de los blancos, como las hermandades religiosas. Hubo un blanqueamiento cultural: cuanto más rápido se alejara de la cultura africana, más ventajoso sería.

P. ¿Ha consultado testimonios de esclavos?

R. Poco. Desafortunadamente la historia de la esclavitud es contada por los blancos. Hay algunos testimonios y biografías relativamente raros. Otra fuente preciosa para escuchar a los esclavos son las preguntas de la policía cuando fueron acusados de delitos. Todo lo que se sabe de Palmares, el principal quilombo (asentamiento creado por esclavos huidos en Brasil) son expediciones militares.

https://elpais.com/internacional/2019/11/19/actualidad/1574201523_512609.html

martes, 18 de junio de 2019

_- ¿Hablamos de prostitución libre, de libre mercado, de economía liberal? Riverita y Arrimadas junto a toda esa trupe canalla de timadores y manipuladores mentirosos, de asesorados por "relaciones públicas" un montaje a base de "marketing político" eso es vuestro llamado partido, como si las personas fuesen objetos a comprar y vender... Como en los tiempos de la esclavitud y servidumbre. Con vuestro "feminismo liberal", al que no aceptan las feministas, y del que vosotros os lamentáis hipócritamente, cínicos canallas... habéis venido a mentir y confundir, a timar a nuestro pueblo, a hacer retroceder el mundo a tiempos peores, al anterior a la Revolución Francesa, en nombre de la LIBERTAD. No se puede ser más canalla.

 _- Aquí tenéis un ejemplo de vuestros "principios" y engaños despóticos, la llamada  

OPERACIÓN CARIOCA, lo muestra con diáfana claridad a que nivel de trato se puede llegar,...

“Ustedes no son nada. Les pego un tiro, las entierro en una gruta y nadie pregunta”. 

La instructora del mayor caso (no el único) sobre proxenetismo en España describe el "terror" de las víctimas en los clubes de Lugo. Y hay cientos de ellos por toda España.
Esta crónica es una pequeña parte de la verdad sobre la prostitución y la trata de blancas.
Los crímenes, la explotación, los abusos, las palizas, el mal trato y las injusticias que se dan cotidianamente en ese sórdido mundo de explotación de seres humanos... Y encima hay quien se permite hablar de libertad de mercados...


El juzgado guarda un fúnebre dibujo infantil pintado por la hija del "tipo más duro de Lugo". Durante la instrucción del caso Carioca, la mayor causa contra el proxenetismo que ha habido en España (275 tomos), la niña explicó que su pintura representaba a "una chica enterrada". La pequeña vivió durante un tiempo en el Queen's, uno de los dos prostíbulos de su padre, José Manuel García Adán, y allí jugaba entre las mujeres víctimas, los clientes y los agentes del orden que supuestamente tejían la red corrupta que blindaba al proxeneta. Algunos de estos funcionarios de los cuerpos de seguridad habían estado en la vida de la cría desde el principio, tanto que hasta aparecen como invitados en el vídeo de su gran fiesta de bautizo, que forma parte de las pruebas del sumario.

Adán "se había granjeado la amistad de varios funcionarios policiales y miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado", afirma en el auto de transformación en procedimiento abreviado Pilar de Lara, titular del Juzgado de Instrucción 1 de Lugo. "Algunos eran asiduos a sus clubes", Queen's y La Colina, y esto "coartaba la voluntad de las mujeres prostituidas a la hora de interponer cualquier denuncia". A lo largo de un centenar de folios, el escrito judicial desmonta la propuesta de las fiscales del caso, que a finales del año pasado defendieron librar del banquillo a todos los agentes imputados en una de las principales piezas de la causa. Tras una década de investigación, el auto de De Lara es uno de los últimos antes de que el asunto caiga en manos de la Audiencia Provincial para su juicio y posiblemente también uno de los postreros antes de la marcha de la magistrada. A falta de resolver un recurso de la juez, el Consejo General del Poder Judicial ha acordado apartarla de su plaza y de sus casos por lo que considera que son "retrasos injustificados" en la instrucción de las mayores causas anticorrupción de Galicia, que están a su cargo.

La magistrada mantiene las imputaciones, además de para los proxenetas, para un policía local que cree que era socio del negocio del Queen's; para otro municipal del que sospecha que suministraba munición al jefe de la trama; y para un agente nacional investigado por colaborar supuestamente desde el aeropuerto de Barajas al tráfico ilegal de personas.

Entre unos 370 testigos de la Carioca que relataron en el juzgado sus vivencias, Y.C. declara que cuando acudió a la comisaría a denunciar que Adán le había pegado una paliza y le había puesto una pistola en la cabeza, se encontró con que el jefe de la trama había llegado antes y "los policías se negaron" a recogerle a ella la denuncia. S.F.O., otra de las trabajadoras de los clubes, reproduce en otra parte del sumario la amenaza con la que supuestamente el proxeneta imponía su ley y les recordaba su indefensión: "¿Quiénes son ustedes? Nadie, ustedes no son nada. Si les pasa algo, ¿quién va a preguntar por ustedes? Nadie. Yo les pego un tiro y las llevo a enterrar a una gruta y nadie pregunta", narraba esta mujer traída de Latinoamérica, utilizando en su declaración pronombres de cortesía más propios de su país de origen que de un burdel donde, según De Lara, las mujeres "trabajaban en régimen de auténtica esclavitud".

Patrocinador del fútbol de los policías
Según la magistrada, Adán "las sometía a un régimen de control absoluto", "amenazándolas, gritándoles, insultándolas y agrediéndolas", "en un extremado clima de violencia". En los primeros registros le fueron incautadas cinco pistolas y abundante munición. Buena parte de los proyectiles aparecieron escondidos en el pozo del Queen's. El proxeneta, pendiente de los juicios de la Carioca pero ya en prisión por violencia de género contra su esposa, "exhibía armas y hacía gala del poder que ostentaba", "presumía de sus magnificas relaciones" con policías y guardias civiles, a los que invitaba a sexo y copas. Incluso "patrocinaba un equipo de fútbol" formado por agentes, y así "desmotivaba por completo a las mujeres" a la hora de denunciar el "absoluto clima de presión, sometimiento, intimidación y terror" que reinaba.

"Muchas fueron agredidas o amenazadas por Adán", que solía "hacer prácticas de tiro sobre la parte de atrás del club, en la zona del gallinero, del pozo y en una furgoneta", recuerda De Lara. Algunas declaran que "las humillaba lanzando el dinero por los aires para que se agacharan a recogerlo", o que las llamaba "putas fracasadas", "vacas gordas", “sinvergüenzas”. E.P. asegura que presenció "cómo Adán se subió a la mesa del comedor, se quitó su pantalón, se quedó en calzoncillos y tiró al suelo un montón de billetes". "Allí había más de 2.000 euros y gritó: 'quien me la chupe, se queda con el dinero", cuenta la testigo.

Después de una noche que ella recuerda como terrorífica, Y.C. comunicó al jefe su intención de abandonar el club y él, recoge el último auto, "reaccionó de forma violenta". La chica dice que la llamó "muerta de hambre" y que la "agredió brutalmente", la "golpeó", la "agarró por el pelo", la "arrastró por el suelo" y siguió pegándole hasta que "pudo ponerse en pie". Entonces, Adán ordenó a un empleado que "fuera a buscar la pistola que tenía guardada en la oficina": "José, búscame la 38, que le voy a dar a esta, que a los huevos mismos va a quedar". Luego le puso la pistola en la cabeza: "Te voy a matar". S.F.O. describe también un momento en que fue encañonada por el dueño del Queen's con un arma "que sacó del cinturón": "Mira lo que te puede pasar", asegura que le dijo el hombre entre risas, al comprobar que a ella le "temblaban las piernas". Otras veces les pegó "puñetazos" y "patadas" a ella y a una amiga. La mujer explica que después Adán "cogió sus cosas, las tiró a la calle" y la amenazó de muerte si denunciaba.

E.P. narra cómo un día el cabecilla de esta supuesta mafia de proxenetismo "lanzó un cuchillo desde la puerta de entrada al salón hasta la puerta del baño", y allí "quedó clavado" después de pasarle a ella "como a cuatro centímetros de la cabeza". En otro episodio de "cólera" distinto, Adán la golpeó, la arrastró afuera "cogiéndola por los pelos", le siguió pegando y le gritó: "Quédate fuera, puta, que si vuelves a entrar te mato". La víctima tuvo que acudir al hospital. Dice que allí le preguntaron a qué se debían las heridas, un corte en el labio y hematomas "por todo el cuerpo". Y que mintió por miedo: sostuvo ante el médico que se había "caído por las escaleras".

En otra pieza de la Carioca pendiente de juicio, Adán supuestamente obliga a abortar a una chica de 18 años que no quería hacerlo, en una intervención sin anestesia y con la máquina de aspirado de la clínica atascada. El niño no podía llegar a nacer porque su existencia podría complicar la vida del supuesto padre, un conocido empresario local que gastaba miles de euros en el club.

Tanto Adán como, sobre todo, su encargado, José Manuel Pulleiro Núñez, aprovechándose del miedo, la soledad, el aislamiento y la vulnerabilidad y debilidad de las mujeres, mantenían relaciones sexuales con ellas, especialmente con las que llegaban nuevas a los establecimientos", afirma la magistrada de Lugo. "Numerosas declaraciones ponen en evidencia cómo Pulleiro solía 'catar' o 'probar' a las jóvenes", continúa en su auto, e incluso "no cobraba la suma diaria de 43 euros" en concepto de alojamiento "ni imponía multas a las que mantenían relaciones sexuales con él". "Entre los amigos lo llamaban El Semental", detalló en su declaración un allegado: "Le gustaban sobre todo las brasileñas y colombianas"; "todas acababan acostándose con él".

En el Queen's y en La Colina "existía un consumo generalizado de drogas, particularmente cocaína, que facilitaba el propio dueño". Muchas mujeres esnifaban "para soportar las duras condiciones laborales", dice el escrito judicial. "Adán conseguía engancharlas, y garantizar la permanencia en sus locales, tanto de las mujeres como de los clientes, mayoritariamente reconocidos empresarios" entre los que alguno "llegó a gastar más de 4.000 euros en una sola noche".

LA JUEZ OFRECE A LA XUNTA PERSONARSE COMO ACUSACIÓN POR LA LEY DE VIOLENCIA DE GÉNERO S. R. P.
En el auto, De Lara ofrece a la Xunta de Galicia personarse como acusación en virtud de la ley gallega de violencia de género. Recuerda al Gobierno de Alberto Núñez Feijóo, además, que, en 2009 en el Queen's ejercía una menor. La muchacha fue localizada durante una redada pero "inexplicablemente", en palabras de la juez, ni los policías ni los funcionarios de Extranjería "detectaron" la falsedad de su pasaporte, con un año de nacimiento ficticio, sobrescrito por ella misma a bolígrafo. Más tarde la niña, con 17 años, ejerció en otro burdel lucense. Pero las fiscales decidieron exculpar, en otra pieza del sumario, al dueño de este segundo negocio, famoso entre la clientela por las supuestas facilidades que daba para practicar sexo sin condón.

Las mujeres llegaban, sobre todo, del Estado brasileño de Goiás, con una deuda contraída de entre 3.000 y 4.000 euros, en viajes orquestados por la trama con operadores del país americano. Los investigadores lograron identificar a más de 40 chicas que entraron así en España, muchas, supuestamente, con la instrucción específica de acceder por la puerta 16 del aeropuerto de Barajas, donde la magistrada sostiene que había un policía nacional conchabado al que mantiene imputado en este auto. Uno de los contactos que gestionaban los viajes de las mujeres desde Brasil llegó a recibir 89.682 euros en 84 operaciones de envío de dinero de la red lucense. Ya en los clubes, las trabajadoras tenían que saldar sus deudas ejerciendo la prostitución. Según la juez, ocurrió varias veces que, tras el viaje, alguna de las mujeres escapaba y la amiga que quedaba bajo el control de Adán y Pulleiro era obligada a asumir el precio y pagar el doble.

Fuente:

https://elpais.com/sociedad/2019/06/16/actualidad/1560702688_907602.html?rel=lom

martes, 22 de enero de 2019

_- "No puedes decir mi cuerpo es mío y quedarte con el de otra persona" Entrevista a Amelia Valcárcel & Vientres de alquiler.

_- Aiende S. Jiménez
www.diariovasco.com

Afirma que no existe «ningún resquicio en el feminismo por el que podamos prestar el mínimo apoyo al alquiler de vientres»

Su conferencia no dejó indiferente al público -mayoritariamente femenino- que asistió ayer al curso '¿Gestación subrogada o vientres de alquiler? Los límites de la mercantilización de los cuerpos de las mujeres' que Emakunde organizó en Donostia. La filósofa y escritora feminista Amelia Valcárcel argumentó su posición en contra y negó que tenga ninguna justificación en el feminismo.

- ¿Gestación subrogada o vientre de alquiler?

- La gestación subrogada es un eufemismo. Se trata del alquiler de personas para que te den criaturas. Por tanto no es una práctica de natalidad, ni médica. Es una vía para obtener algo que se desea, en este caso un bebé. Todos los argumentos que buscan dar legitimidad social a este fenómeno se basan en la división cuerpo-mente, y lo que tenemos es un cuerpo que ha favorecido la existencia de otro, pero no la afiliación del mismo. Esa madre es madre solo del cuerpo, y ni si quiera de todo él, porque la intención de dar vida a otra persona ni siquiera es suya.

«Lo más repugnante es que se utilice la libertad para intentar avalar semejante asunto»

- En su exposición ha hecho referencia en varias ocasiones a la esclavitud.
¿Considera esta práctica una forma de esclavizar a las mujeres?

- A lo largo de toda su historia la humanidad ha admitido ciertas prácticas a las que ha renunciado por muchas razones, y antes de admitir cualquier otra tiene que ser muy cuidadosa, no sea que se reproduzcan partes que ya se ha decidido que no estamos dispuestos a admitir como humanos a día de hoy. Nuestra humanidad ha comprado niños sin parar. Antiguamente había esclavas que solo se dedicaban a reproducirse, porque era un buen negocio, y eso no tiene nada de nuevo. Lo nuevo es prohibir que eso ocurra.

- Usted es feminista. Sin embargo la mayoría de las voces del feminismo son partidarias de la legalización de la gestación subrogada.

- Esta práctica conlleva una negación de la individualidad de los sujetos mujeres, una negación de la relación de filiación que es una de las más importantes y el regreso a dualismos ancestrales que negamos en cualquier otra situación. ¿Deberíamos como feministas admitirlo? Teniendo en cuenta que venimos de una tradición que trata de incorporar el sujeto femenino y que de otra parte es abolicionista y redentorista, no tenemos un solo resquicio por el cual podamos prestar el menor apoyo a este tipo de asunto.

- Hay quienes defienden la libertad de las mujeres para decidir sobre sus actos, el mensaje de
'mi cuerpo es mío'.

- 'Mi cuerpo es mío' es un eslogan, afortunado por cierto, pero no es un fundamento de derecho. No puedes decir mi cuerpo es mío para quedarte con el de otra persona. Lo más terrible que ocurre en este submundo que muchas personas quieren crear es querer utilizar el más hermoso de los nombres, que es el de la libertad, para avalar semejante asunto. Eso es lo más repugnante.

- ¿Y si una mujer decide gestar un bebé para otra persona por decisión propia?

- No conozco ningún caso, pero me daría igual, porque muchas prácticas abusivas son consentidas.

«La mayor parte de las prácticas violentas se dan sin violencia y con apariencia de contrato»

- ¿Esta práctica lo es?

- ¿Se le puede pedir a una mujer que geste y para a una criatura, y decirle que no es suya y que se la entregue a otro por dinero o por nada?
La mayor parte de las prácticas violentas se dan sin violencia explícita y bajo la apariencia de contrato, y es algo que ha ocurrido en todas las sociedades en el pasado.

- ¿Qué opina de que se esté planteando su regulación?

- Ya está regulado, está prohibido.

- Matizo, su legalización.

- Es evidente que no existe ni un solo fundamento para aceptar algo así. Ni uno. Como no los hay, el fundamento que se utiliza es a futuro. Esto es, por el superior interés del menor, se admite todo lo que ha habido antes de que este nazca.

- Para las parejas homosexuales es la única forma de cumplir el deseo de tener un hijo, aparte de la adopción.

- Pero deseo no significa derecho, porque sino tendríamos que asociar un derecho a cualquier deseo, y algunos deseos son de ineficaz cumplimiento y otros no están suficientemente justificados.

Fuente:
https://www.diariovasco.com/gipuzkoa/amelia-valcarcel-filosofa-20180713021012-ntvo.html?fbclid=IwAR3o0rg0Aq2LmBi_rBsjxYEAzGBDxREU1zKPV3gfg4xSFdNHMuBLdmoxuBU