Estados Unidos arde y las llamas han revivido un asunto que el país lleva siglos sin resolver: el racismo.
Las manifestaciones por la muerte de George Floyd, un afroestadounidense de 46 años a quien un policía le presionó el cuello con la rodilla durante más de ocho minutos, se han extendido por más de 75 ciudades del país.
Los disturbios que han acompañado algunas de estas protestas han sido considerados tan graves como los que ocurrieron a partir del 4 de abril de 1968, día en que fue asesinado Martin Luther King Jr., líder en la lucha por los derechos civiles en EE.UU.
Y precisamente la muerte de Martin Luther King Jr. fue la inspiración para que Jane Elliott, una profesora de tercer grado en una escuela rural del estado de Iowa, comenzara a enseñarle a sus alumnos qué es el racismo y el daño que causa.
Desde entonces, Elliott, de 87 años, se ha convertido en una reconocida educadora a nivel mundial quien mediante ejercicios prácticos enfrenta a las personas a sus propios prejuicios y pone en evidencia comportamientos racistas que muchas veces las personas tienen sin darse cuenta.
Frente a las protestas que se viven en EE.UU., Elliott considera que es "una situación que creamos los blancos, estamos viviendo las consecuencias de nuestro comportamiento", según dice en entrevista con BBC Mundo.
"No puedes abusar de un grupo de gente inteligente durante 300 años y esperar que aguanten indefinidamente".
Una simple pregunta
Uno de los mejores ejemplos de las lecciones de Elliott está registrado en el documental de 1996 “Ojos azules”, que toma su nombre del ejercicio por el que se hizo famosa.
En una parte del documental, Elliott se dirige a un auditorio conformado por personas blancas.
“Quiero que se ponga de pie cada persona blanca en este salón que estaría feliz de ser tratada de la manera en que esta sociedad en general trata a los ciudadanos negros”, le pide Elliott al público.
Qué es Antifa, el movimiento que Trump quiere declarar "organización terrorista" por las protestas contra la muerte de George Floyd
En la sala se hace un incómodo silencio, mientras los asistentes miran a Elliott.
“¿No entendieron la indicación?”, insiste Elliott. “Si ustedes, gente blanca, quieren que los traten como se trata a los negros en esta sociedad, pónganse de pie”.
“Nadie se para”, dice Elliott tajante después de varios segundos.
“Eso dice claramente que ustedes saben lo que está ocurriendo y saben que no lo quieren para ustedes”, concluye la profesora. “Quiero saber entonces por qué están tan dispuestos a permitir que le ocurra a otros”.
Elliott creen que las personas blancas no se atreven a hacer algo al respecto "porque entonces serían tratados de la manera en que tratan a las personas de color en este país", según le dice a BBC Mundo.
"La gente blanca sabe que no es algo que deba preocuparles mientras no les pase a ellos, y no se levantan porque entonces les pasará a ellos".
Ojos azules, ojos café
La desafiante pregunta de Elliott es una de las estrategias que ha utilizado para mostrar cómo el racismo es algo que las personas han normalizado.
Para mostrar el daño que puede causar que alguien se sienta superior a otro solo por el color de piel, Elliott diseñó un ejercicio para sus alumnos de tercer grado al que llamó “Ojos azules, ojos café”, y que puso en práctica justo un día después de la muerte de Martin Luther King Jr.
Para el ejercicio, Elliott dividió a la clase en dos grupos. Fabricó unos collares de tela café y se los puso a los estudiantes que representarían al grupo de ojos café.
Luego, les hizo creer a toda la clase que los de ojos café eran superiores a los demás, les dijo que eran más inteligentes y más limpios y les dio privilegios, como más minutos de recreo, por ejemplo.
También dijo que los niños de ojos azules lo estropeaban todo y que si querían beber de la misma fuente de agua que los niños de ojos café, debían usar vasos desechables para no contagiarlos.
El lunes siguiente Elliott repitió el ejercicio, pero con los roles invertidos, y al final le pidió a sus alumnos que comentaran la experiencia.
Muchas de las respuestas fueron similares a las de Debbie Hughes, una de las estudiantes cuyo testimonio recoge el portal del Instituto Smithsonian.
“Los que tenían ojos café discriminaron a los que tenían ojos azules”, dijo la chica. “Yo tenía los ojos café y sentía que podía pegarles si quisiera”.
“Cuando cambiamos de roles, sentí que quería abandonar la escuela, tenía rabia. Así es como se siente cuando te discriminan”.
Elliott se ha referido a su ejercicio como una “inyección del virus del racismo”.
El ejercicio de “Ojos azules, ojos café” cobró fama mundial, miles de personas han participado de él en distintos países y en 2016 Elliott fue una de las 100 mujeres destacadas por la BBC.
La experiencia, sin embargo, también generó polémica. Algunos lo llamaron un experimento “orweliano” que enseña el “autodesprecio” y un columnista de Denver lo llamó “malvado”, según menciona el Instituto Smithsonian.
Es solo melanina
Los ejercicios de Elliott están enfocados en mostrar cómo el racismo es algo que, según ella, se inculca desde la niñez.
“Cualquier persona blanca que haya nacido y se haya educado en EE.UU., si no es racista, es un milagro”, dijo Elliot en una entrevista con la cadena PBS.
“El racismo es una reacción aprendida, nadie nace sintiéndose superior, la superioridad se enseña y eso es lo que enseñamos en este país”, dice la profesora.
Según Elliott, en EE.UU. la educación está hecha con el fin de “mantener a toda costa el mito de la supremacía blanca”.
Pero así como el racismo.
“A la gente se le puede enseñar a abandonar el racismo”, dice Elliot a PBS.
“El color de los ojos y de la piel se deben a un mismo químico: la melanina. No hay ninguna lógica en juzgar a las personas por la cantidad de un químico en su piel”, concluye la profesora.
BBC
https://www.bbc.com/mundo/noticias-52886993
viernes, 19 de junio de 2020
jueves, 18 de junio de 2020
Los niños rapados
Miguel Ángel Santos Guerra
Habrá que ir recuperando la normalidad con tiento (digo con tiento porque acaso fue aquella normalidad lo que nos llevó al desastre). Antes de estallar la crisis tenía preparado este artículo, cuya publicación he ido posponiendo, apremiado por la urgencia obsesiva que impone la pandemia. Hoy he dicho basta, por higiene mental. Me tentaban algunos temas sobre la pandemia. Tiempo habrá. Quiero darme un respiro después de 12 sábados consecutivos. A continuación puedes leer lo que escribí para el sábado 14 de marzo. No quiero que te pierdas esta hermosa historia.
Estoy cansado de oír o de leer cada día, en cada telediario, en cada parte de radio, en los titulares de primera página, noticias horribles: asesinatos, violaciones, tiroteos, asaltos, robos, malos tratos, secuestros, desgracias… ¿Por qué nunca son noticia hechos que reflejen la generosidad, la solidaridad, la amistad y el amor? Debería ser obligatorio empezar las noticias con un hecho hermoso, con una noticia solidaria, con un gesto de ayuda al prójimo. Porque los hay. Porque los hay a montones.
Esta mañana he tenido una agradable sorpresa en este sentido. Regresaba del Colegio en el que había dejado a mi hija Carla. Por el camino escuchaba la radio. Me interesaba tanto la historia que contaba el periodista Carlos Alsina que, al llegar a casa, me quedé encerrado en el coche, escuchando atentamente el final de la pequeña historia, una hermosa historia de solidaridad.
Un grupo de niños del CEIP Fundación Caldeiro de Madrid (un centro de enseñanza que tiene más de un siglo), situado en la Avenida de los Toreros, cerca de la plaza de toros de Las Ventas, era entrevistado a las puertas del colegio, minutos antes de comenzar las clases. También me llamó la atención, el tiempo que le estaba dedicando un programa de radio a un hecho de esta naturaleza, protagonizado por un grupo de escolares. El programa desplazó sus equipos, primero al colegio y luego a la peluquería de la que luego hablaré. Sabemos lo importantes que son los tiempos en los programas de radio y televisión.
Era la hora de empezar el Cole y los niños esperaban el comienzo de sus clases de matemáticas, de lengua, de geografía… Ellos estaban dando allí, sin saberlo, una soberana lección a sus padres y madres, a sus profesores y profesoras, a todos los oyentes del programa.
Alsina entrevistaba a ese pequeño grupo de escolares de 11 y 12 años: Martín, Víctor, David, Pablo, Noah, Diego, Alfonso… Se movía el periodista con soltura explorando las claves de una aleccionadora historia. No es fácil entrevistar a un grupo de niños de esas edades. O no llegan (y despachan todas las preguntas con monosílabos) o se pasan (y no se puede intercalar ni un comentario).
Resulta que un compañero llamado David había perdido el pelo por efectos del tratamiento de quimioterapia ya que, como ellos explicaban, padecía leucemia.
Un miembro del grupo tuvo la idea de acompañar a su amigo y, para que no se sintiera solo, decidieron raparse todos al uno o al cero. Queremos que “no le de ningún tipo de vergüenza estar así”, decía uno de ellos.
Todo el mundo sabe lo que significa el pelo a esa edad y la importancia que tiene la imagen que se proyecta ante los compañeros y, especialmente, ante las chicas. Para ellos fue más importante la amistad. Para ellos fue más importante no dejar solo a su amigo David.
Por otra parte, en pleno invierno, en Madrid, con rigurosas temperaturas, el frío en la cabeza rapada era otro inconveniente que pasaban por alto.
Es por una buena causa, decían los niños, ante las preguntas del periodista. Con buena lógica, les preguntaba cómo habían reaccionado sus padres y madres ante esta curiosa iniciativa. Y aquí tenemos otro hecho aleccionador. Porque los padres, salvo alguna pequeña reticencia (un niño dice con gracia que le dio cinco euros a su padre para persuadirle), aceptaron la idea encantados. Uno de los niños dice que a los padres les pareció “una gran idea”.
Un padre, también profesor, que estaba presente en la entrevista dijo que se sentía orgulloso del gesto que había tenido su hijo, de la actitud de solidaridad que había mostrado con su compañero.
Les preguntaba Carlos Alsina cómo se habían organizado para raparse. Cuentan que acudieron en grupo a una peluquería de la calle Cartagena. También es hermoso saber que el peluquero hizo su tarea de forma gratuita. De tres en tres se fueron sentando en los sillones y fueron viendo cómo la maquinilla iba abriendo caminos en sus pobladas cabelleras. Uno de los niños dice que el peluquero le hizo una carretera en medio de la cabeza. Y que conserva las fotos de recuerdo.
– ¿Qué sentíais cuando vuestros cabellos iban cayendo al suelo?, les pregunta Alsina.
– Nos daba pena, pero también nos sentíamos contentos por lo que estábamos haciendo.
David, el niño enfermo, les ha regalado a cada uno de sus amigos un muñeco “Baby pelón”. De esa forma se recuerdan.
Les pide Carlos Alsina, para cerrar la entrevista, que se dirijan a su amigo por si les está escuchando en el Hospital Gregorio Marañón, donde está ingresado.
– Que vengas pronto porque quiero verte todos los días, dice uno de los amigos.
– Que te recuperes pronto y que vengas a jugar otra vez de portero, dice otro.
– Que nos acordamos todos los días de ti y te queremos mucho.
– Que cualquier cosa que quieras nosotros te la damos.
Acude el periodista con su equipo a la peluquería que le han indicado los niños. La peluquería de caballeros está situada en la calle Cartagena de Madrid. Lleva abierta desde 1945. Llega a las 9.15 y ve que está cerrada y que la hora de apertura es a las 10. Decide esperar a que abra. Ese empeño en entrevistar al peluquero también me parece reseñable. Al fin, consigue preguntar a Chema, que así se llama el dueño de la peluquería, por la curiosa demanda de los niños.
Chema dice que los niños se peleaban por ver quién era el primero en raparse el pelo. Dice:
– Esto no está pagado. Esta historia te emociona.
Y añade:
– Fue una fiesta, fue increíble. Si el que tiene que pagar soy yo por esto. Esto es un espectáculo para mí.
Dice Chema que vivió uno de los días más emocionantes como peluquero. Pensó en raparse para solidarizarse el día que estuvieron los niños, pero no se atrevió. Y le pide a Carlos Alsina que le rape el pelo en directo. Y así lo hace. El periodista se decide a manejar la maquinilla siguiendo las indicaciones del profesional. Escuchaba yo el ruido de la maquinilla con la emoción de la voz de los niños, todavía resonando en mis oídos.
Le pide Carlos Alsina al peluquero si le quiere decir algo al niño enfermo:
– Tú sigue con ánimo. Aquí todos estamos contigo. De todo se sale.
Decía Eduardo Galeano, completamente calvo, en sus últimos años:
– Mi peluquero me humilla cobrándome a mitad de precio, pero yo le digo que si el pelo fuera algo importante estaría dentro de la cabeza.
Para estos niños el pelo era algo importante y estaba fuera, bien visible. Por solidaridad con un amigo enfermo, decidieron pelarse para que el compañero no se sintiera solo y triste. Ellos estaban allí para ayudar a quien tanto querían. Nos han dado una ingeniosa lección de generosidad que quiero agradecerles de corazón. Este mundo puede mantener la esperanza en su futuro porque existen niños como estos.
La amistad es una de las columnas que sostienen este mundo. Esta es una hermosa historia de amistad. Decía Aristóteles que “la amistad es un alma que habita en dos cuerpos, un corazón que habita en dos almas”. Pues bien, aquí son nueve los cuerpos. Y un corazón. La historia ha saltado a los medios y todos aplaudimos a estos pequeños escolares, que no buscaban precisamente publicidad, sino la alegría de su amigo. Estoy seguro de que hay gestos hermosos como este que nos dejarían igualmente admirados y sorprendidos. ¿Por qué no son noticia?
https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/2020/06/06/los-ninos-rapados/
Habrá que ir recuperando la normalidad con tiento (digo con tiento porque acaso fue aquella normalidad lo que nos llevó al desastre). Antes de estallar la crisis tenía preparado este artículo, cuya publicación he ido posponiendo, apremiado por la urgencia obsesiva que impone la pandemia. Hoy he dicho basta, por higiene mental. Me tentaban algunos temas sobre la pandemia. Tiempo habrá. Quiero darme un respiro después de 12 sábados consecutivos. A continuación puedes leer lo que escribí para el sábado 14 de marzo. No quiero que te pierdas esta hermosa historia.
Estoy cansado de oír o de leer cada día, en cada telediario, en cada parte de radio, en los titulares de primera página, noticias horribles: asesinatos, violaciones, tiroteos, asaltos, robos, malos tratos, secuestros, desgracias… ¿Por qué nunca son noticia hechos que reflejen la generosidad, la solidaridad, la amistad y el amor? Debería ser obligatorio empezar las noticias con un hecho hermoso, con una noticia solidaria, con un gesto de ayuda al prójimo. Porque los hay. Porque los hay a montones.
Esta mañana he tenido una agradable sorpresa en este sentido. Regresaba del Colegio en el que había dejado a mi hija Carla. Por el camino escuchaba la radio. Me interesaba tanto la historia que contaba el periodista Carlos Alsina que, al llegar a casa, me quedé encerrado en el coche, escuchando atentamente el final de la pequeña historia, una hermosa historia de solidaridad.
Un grupo de niños del CEIP Fundación Caldeiro de Madrid (un centro de enseñanza que tiene más de un siglo), situado en la Avenida de los Toreros, cerca de la plaza de toros de Las Ventas, era entrevistado a las puertas del colegio, minutos antes de comenzar las clases. También me llamó la atención, el tiempo que le estaba dedicando un programa de radio a un hecho de esta naturaleza, protagonizado por un grupo de escolares. El programa desplazó sus equipos, primero al colegio y luego a la peluquería de la que luego hablaré. Sabemos lo importantes que son los tiempos en los programas de radio y televisión.
Era la hora de empezar el Cole y los niños esperaban el comienzo de sus clases de matemáticas, de lengua, de geografía… Ellos estaban dando allí, sin saberlo, una soberana lección a sus padres y madres, a sus profesores y profesoras, a todos los oyentes del programa.
Alsina entrevistaba a ese pequeño grupo de escolares de 11 y 12 años: Martín, Víctor, David, Pablo, Noah, Diego, Alfonso… Se movía el periodista con soltura explorando las claves de una aleccionadora historia. No es fácil entrevistar a un grupo de niños de esas edades. O no llegan (y despachan todas las preguntas con monosílabos) o se pasan (y no se puede intercalar ni un comentario).
Resulta que un compañero llamado David había perdido el pelo por efectos del tratamiento de quimioterapia ya que, como ellos explicaban, padecía leucemia.
Un miembro del grupo tuvo la idea de acompañar a su amigo y, para que no se sintiera solo, decidieron raparse todos al uno o al cero. Queremos que “no le de ningún tipo de vergüenza estar así”, decía uno de ellos.
Todo el mundo sabe lo que significa el pelo a esa edad y la importancia que tiene la imagen que se proyecta ante los compañeros y, especialmente, ante las chicas. Para ellos fue más importante la amistad. Para ellos fue más importante no dejar solo a su amigo David.
Por otra parte, en pleno invierno, en Madrid, con rigurosas temperaturas, el frío en la cabeza rapada era otro inconveniente que pasaban por alto.
Es por una buena causa, decían los niños, ante las preguntas del periodista. Con buena lógica, les preguntaba cómo habían reaccionado sus padres y madres ante esta curiosa iniciativa. Y aquí tenemos otro hecho aleccionador. Porque los padres, salvo alguna pequeña reticencia (un niño dice con gracia que le dio cinco euros a su padre para persuadirle), aceptaron la idea encantados. Uno de los niños dice que a los padres les pareció “una gran idea”.
Un padre, también profesor, que estaba presente en la entrevista dijo que se sentía orgulloso del gesto que había tenido su hijo, de la actitud de solidaridad que había mostrado con su compañero.
Les preguntaba Carlos Alsina cómo se habían organizado para raparse. Cuentan que acudieron en grupo a una peluquería de la calle Cartagena. También es hermoso saber que el peluquero hizo su tarea de forma gratuita. De tres en tres se fueron sentando en los sillones y fueron viendo cómo la maquinilla iba abriendo caminos en sus pobladas cabelleras. Uno de los niños dice que el peluquero le hizo una carretera en medio de la cabeza. Y que conserva las fotos de recuerdo.
– ¿Qué sentíais cuando vuestros cabellos iban cayendo al suelo?, les pregunta Alsina.
– Nos daba pena, pero también nos sentíamos contentos por lo que estábamos haciendo.
David, el niño enfermo, les ha regalado a cada uno de sus amigos un muñeco “Baby pelón”. De esa forma se recuerdan.
Les pide Carlos Alsina, para cerrar la entrevista, que se dirijan a su amigo por si les está escuchando en el Hospital Gregorio Marañón, donde está ingresado.
– Que vengas pronto porque quiero verte todos los días, dice uno de los amigos.
– Que te recuperes pronto y que vengas a jugar otra vez de portero, dice otro.
– Que nos acordamos todos los días de ti y te queremos mucho.
– Que cualquier cosa que quieras nosotros te la damos.
Acude el periodista con su equipo a la peluquería que le han indicado los niños. La peluquería de caballeros está situada en la calle Cartagena de Madrid. Lleva abierta desde 1945. Llega a las 9.15 y ve que está cerrada y que la hora de apertura es a las 10. Decide esperar a que abra. Ese empeño en entrevistar al peluquero también me parece reseñable. Al fin, consigue preguntar a Chema, que así se llama el dueño de la peluquería, por la curiosa demanda de los niños.
Chema dice que los niños se peleaban por ver quién era el primero en raparse el pelo. Dice:
– Esto no está pagado. Esta historia te emociona.
Y añade:
– Fue una fiesta, fue increíble. Si el que tiene que pagar soy yo por esto. Esto es un espectáculo para mí.
Dice Chema que vivió uno de los días más emocionantes como peluquero. Pensó en raparse para solidarizarse el día que estuvieron los niños, pero no se atrevió. Y le pide a Carlos Alsina que le rape el pelo en directo. Y así lo hace. El periodista se decide a manejar la maquinilla siguiendo las indicaciones del profesional. Escuchaba yo el ruido de la maquinilla con la emoción de la voz de los niños, todavía resonando en mis oídos.
Le pide Carlos Alsina al peluquero si le quiere decir algo al niño enfermo:
– Tú sigue con ánimo. Aquí todos estamos contigo. De todo se sale.
Decía Eduardo Galeano, completamente calvo, en sus últimos años:
– Mi peluquero me humilla cobrándome a mitad de precio, pero yo le digo que si el pelo fuera algo importante estaría dentro de la cabeza.
Para estos niños el pelo era algo importante y estaba fuera, bien visible. Por solidaridad con un amigo enfermo, decidieron pelarse para que el compañero no se sintiera solo y triste. Ellos estaban allí para ayudar a quien tanto querían. Nos han dado una ingeniosa lección de generosidad que quiero agradecerles de corazón. Este mundo puede mantener la esperanza en su futuro porque existen niños como estos.
La amistad es una de las columnas que sostienen este mundo. Esta es una hermosa historia de amistad. Decía Aristóteles que “la amistad es un alma que habita en dos cuerpos, un corazón que habita en dos almas”. Pues bien, aquí son nueve los cuerpos. Y un corazón. La historia ha saltado a los medios y todos aplaudimos a estos pequeños escolares, que no buscaban precisamente publicidad, sino la alegría de su amigo. Estoy seguro de que hay gestos hermosos como este que nos dejarían igualmente admirados y sorprendidos. ¿Por qué no son noticia?
https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/2020/06/06/los-ninos-rapados/
miércoles, 17 de junio de 2020
Cómo cambia tu cerebro al hablar varios idiomas
¿Sabías que hay diferencias físicas entre los cerebros de las personas bilingües y los de las personas monolingües?
Hablar varios idiomas tiene ventajas obvias para la comunicación, pero ¿podríamos por ser multilingües contar con beneficios adicionales, más allá de los lingüísticos?
En este video exploramos cuales son esas diferencias cerebrales y cómo podrían afectarnos en nuestro desempeño cotidiano y en nuestra salud.
Investigación, guion y presentación: Inma Gil Rosendo
- Animación: Tere Lari
- Edición de video: Inma Gil Rosendo
- Editora: Natalia Pianzola.
Hablar varios idiomas tiene ventajas obvias para la comunicación, pero ¿podríamos por ser multilingües contar con beneficios adicionales, más allá de los lingüísticos?
En este video exploramos cuales son esas diferencias cerebrales y cómo podrían afectarnos en nuestro desempeño cotidiano y en nuestra salud.
Investigación, guion y presentación: Inma Gil Rosendo
- Animación: Tere Lari
- Edición de video: Inma Gil Rosendo
- Editora: Natalia Pianzola.
martes, 16 de junio de 2020
_- El “ente misterioso” que preocupa al ministro Castells. Los universitarios pagan las matrículas sin saber con exactitud cuánto cuesta su año de carrera. Los rectores ultiman un plan para saberlo
_- Las universidades españolas son sometidas a tal grado de fiscalización que el papeleo las asfixia en su día a día. Sin embargo, pocas saben cuánto cuesta la carrera de cada estudiante porque los cálculos no están bien hechos. Se estipulan los precios de matrícula a ojo de buen cubero por su grado de experimentalidad. Al ministro Manuel Castells, reputado sociólogo que asegura venir “de otra galaxia” [California], este hecho le asombra. En una intervención reciente en el Congreso, tras hablar de tasas y becas afirmó: “Todo esto se basa en un ente misterioso: el costo por estudiante. Soy científico, soy universitario, soy investigador y conozco estos temas. ¿De dónde sale el costo? ¿Quién lo define? ¿En función de qué? Hay un método complicadísimo pero serio: la contabilidad analítica”.
“¿Y qué pasa? Que pocas universidades tienen esta contabilidad analítica porque se necesitan unos criterios relativamente homogéneos. Lo he hablado con la CRUE [la conferencia de rectores], tiene que haber una común y coordinada para que se sepa más objetivamente qué pasa en cada universidad”, prosiguió Castells. “En este momento se están definiendo los criterios para efectuar esta contabilidad. Hay pocas universidades que la tengan implantada de forma rutinaria”, responde a estas palabras José Carlos Gómez-Villamandos, presidente de la CRUE y rector de Córdoba. Y lo argumenta: “Es difícil imputar los costes en cada actividad [docencia, investigación y transferencia de conocimiento] para conocer el coste de la educación”.
Hasta 1983, que se aprueba la Ley Orgánica de Universidades (LOU), el Ministerio de Educación atendía las obligaciones financieras de las universidades. Pero con la cesión de las competencias a las comunidades autónomas (1984-1996), que coincidió con un aluvión de estudiantes y un aumento de la oferta académica, el escenario cambió y los campus tuvieron que preocuparse de los números. En 2012 el ministro José Ignacio Wert (PP), para compensar la bajada en financiación a las universidades, obligó a que los estudiantes asumiesen entre un 15% y un 25% del coste de su matrícula y que el resto (hasta llegar a unos 6.000 euros) corriese a cuenta del Estado. ¿Un 15% de qué cuantía total? El “ente misterioso” al que alude Castells.
El pasado 7 de mayo, el ministro anuló esta horquilla de entre el 15% y el 25% de la matrícula —con la intención de que las comunidades que más cobran bajen los precios—, pero el porcentaje que sale del bolsillo del alumno sigue ligado a un total opaco. Para saber cuánto cuesta realmente la carrera de un alumno, las universidades tienen que analizar el coste en profesorado, en personal de administración y servicios (PAS) y los gastos de mantenimiento de los edificios. Porque no cuesta lo mismo que el estudiante acuda a una facultad antigua sin eficiencia energética que a una nueva, aunque en ambos casos el inscrito abone lo mismo.
Las medidas urgentes de racionalización del gasto impuestas por Cristóbal Montoro en 2018 ya obligaban a implantar esta contabilidad, pero los años ha ido pasando con pírricas mejoras. “Solo tenemos publicada la contabilidad analítica la Universidad de Santiago de Compostela y nosotros, pero sé que otras tienen el informe muy adelantado”, explica Margarita Labrador, vicerrectora de Economía en la Universidad de Zaragoza. Su institución empezó a recopilar datos con su propio modelo en 2008 y los difundió en 2012. “Es un trabajo arduo, porque los sistemas informáticos dentro de las universidades en muchos casos no están bien conectados entre sí y es difícil juntar los resultados. Para paliar esto, hemos diseñado entre todas las universidades un modelo consensuado que afina el reparto de costes a través de CRUE”, prosigue Labrador, profesora de contabilidad. El compromiso de los campus es publicar los datos “en uno o dos años, cuando esté terminado”.
“Las universidades llevan en ello muchos años. Es una reivindicación histórica de sus consejos sociales. Es obligatorio por un real decreto de 2012. Esta contabilidad permite conocer el coste de los servicios, el grado de cobertura de la financiación -sobre todo la estructural, los gastos básicos- y facilita muchísimo la rendición de cuentas”, alaba Antonio Abril presidente de la Conferencia de Consejos Sociales de las Universidades -el órgano que controla las cuentas de los campus- y secretario general del gigante Inditex. “Si es muy conveniente, ¿por qué no se ha hecho? Hay una dificultad de falta de medios, personal especializado...Además, se quejan las universidades de que el sistema de contratación pública no se adecúa a ellas. Y hay una tercera razón: obliga a hacer muy transparentes los gastos y la rentabilidad de las universidades. Se retratan”.
El pasado febrero el Consejo de Cuentas de Castilla y León reprochó, como lleva haciendo desde 2016, a las cuatro universidades públicas de la región que no hagan una contabilidad analítica. El órgano recuerda a estas instituciones que con estos números se podría comprobar si la financiación de la Junta y el Estado es acorde a las necesidades y examinar si el sistema de becas complementarias de la región se ajusta a la realidad. “Es una herramienta muy útil a nivel interno -como para cualquier empresa- conocer el coste de las actividades que realizamos”, añade a la lista de beneficios la vicerrectora Margarita Labrador. El ente de Castells parece tener los días contados.
https://elpais.com/educacion/2020-06-04/el-ente-misterioso-que-preocupa-al-ministro-castells.html
“¿Y qué pasa? Que pocas universidades tienen esta contabilidad analítica porque se necesitan unos criterios relativamente homogéneos. Lo he hablado con la CRUE [la conferencia de rectores], tiene que haber una común y coordinada para que se sepa más objetivamente qué pasa en cada universidad”, prosiguió Castells. “En este momento se están definiendo los criterios para efectuar esta contabilidad. Hay pocas universidades que la tengan implantada de forma rutinaria”, responde a estas palabras José Carlos Gómez-Villamandos, presidente de la CRUE y rector de Córdoba. Y lo argumenta: “Es difícil imputar los costes en cada actividad [docencia, investigación y transferencia de conocimiento] para conocer el coste de la educación”.
Hasta 1983, que se aprueba la Ley Orgánica de Universidades (LOU), el Ministerio de Educación atendía las obligaciones financieras de las universidades. Pero con la cesión de las competencias a las comunidades autónomas (1984-1996), que coincidió con un aluvión de estudiantes y un aumento de la oferta académica, el escenario cambió y los campus tuvieron que preocuparse de los números. En 2012 el ministro José Ignacio Wert (PP), para compensar la bajada en financiación a las universidades, obligó a que los estudiantes asumiesen entre un 15% y un 25% del coste de su matrícula y que el resto (hasta llegar a unos 6.000 euros) corriese a cuenta del Estado. ¿Un 15% de qué cuantía total? El “ente misterioso” al que alude Castells.
El pasado 7 de mayo, el ministro anuló esta horquilla de entre el 15% y el 25% de la matrícula —con la intención de que las comunidades que más cobran bajen los precios—, pero el porcentaje que sale del bolsillo del alumno sigue ligado a un total opaco. Para saber cuánto cuesta realmente la carrera de un alumno, las universidades tienen que analizar el coste en profesorado, en personal de administración y servicios (PAS) y los gastos de mantenimiento de los edificios. Porque no cuesta lo mismo que el estudiante acuda a una facultad antigua sin eficiencia energética que a una nueva, aunque en ambos casos el inscrito abone lo mismo.
Las medidas urgentes de racionalización del gasto impuestas por Cristóbal Montoro en 2018 ya obligaban a implantar esta contabilidad, pero los años ha ido pasando con pírricas mejoras. “Solo tenemos publicada la contabilidad analítica la Universidad de Santiago de Compostela y nosotros, pero sé que otras tienen el informe muy adelantado”, explica Margarita Labrador, vicerrectora de Economía en la Universidad de Zaragoza. Su institución empezó a recopilar datos con su propio modelo en 2008 y los difundió en 2012. “Es un trabajo arduo, porque los sistemas informáticos dentro de las universidades en muchos casos no están bien conectados entre sí y es difícil juntar los resultados. Para paliar esto, hemos diseñado entre todas las universidades un modelo consensuado que afina el reparto de costes a través de CRUE”, prosigue Labrador, profesora de contabilidad. El compromiso de los campus es publicar los datos “en uno o dos años, cuando esté terminado”.
“Las universidades llevan en ello muchos años. Es una reivindicación histórica de sus consejos sociales. Es obligatorio por un real decreto de 2012. Esta contabilidad permite conocer el coste de los servicios, el grado de cobertura de la financiación -sobre todo la estructural, los gastos básicos- y facilita muchísimo la rendición de cuentas”, alaba Antonio Abril presidente de la Conferencia de Consejos Sociales de las Universidades -el órgano que controla las cuentas de los campus- y secretario general del gigante Inditex. “Si es muy conveniente, ¿por qué no se ha hecho? Hay una dificultad de falta de medios, personal especializado...Además, se quejan las universidades de que el sistema de contratación pública no se adecúa a ellas. Y hay una tercera razón: obliga a hacer muy transparentes los gastos y la rentabilidad de las universidades. Se retratan”.
El pasado febrero el Consejo de Cuentas de Castilla y León reprochó, como lleva haciendo desde 2016, a las cuatro universidades públicas de la región que no hagan una contabilidad analítica. El órgano recuerda a estas instituciones que con estos números se podría comprobar si la financiación de la Junta y el Estado es acorde a las necesidades y examinar si el sistema de becas complementarias de la región se ajusta a la realidad. “Es una herramienta muy útil a nivel interno -como para cualquier empresa- conocer el coste de las actividades que realizamos”, añade a la lista de beneficios la vicerrectora Margarita Labrador. El ente de Castells parece tener los días contados.
https://elpais.com/educacion/2020-06-04/el-ente-misterioso-que-preocupa-al-ministro-castells.html
lunes, 15 de junio de 2020
_- “Hiciste de mi vida un infierno”: Hollywood ya delata a los malos compañeros, ¿por qué España no se atreve? La crisis de imagen que atraviesan figuras sagradas de la televisión en Estados Unidos como Ellen Degeneres o estrellas como Lea Michele dejan claro que ya no hay miedo a hablar de la crueldad en el set de rodaje, pero en nuestro país todavía no hemos abierto esa puerta
_- Un solo tuit del cómico Kevin Porter sirvió el pasado marzo para hacer que la imagen de Ellen Degeneres, "la mujer más divertida de América", una de las presentadoras y cómicas más queridas y poderosas de la televisión en Estados Unidos, cayese por los suelos. "Ellen Degeneres es una de las personas más crueles que hay. Contesta a este hilo con la peor historia que hayas escuchado sobre Ellen siendo cruel y por cada respuesta donaré dos euros al banco de alimentos de Los Ángeles". Cinco mil respuestas después, Ellen sufre una crisis de relaciones públicas y publicaciones especializadas como Variety han dedicado artículos para dar voz a empleados y compañeros que han dibujado una cara muy distinta de la que conoce el público.
"En España, enemistarte en público con alguien puede dejarte sin trabajo. Nadie quiere ser tachado de conflictivo o de tener la piel fina, así que en esos casos lo más común es apretar los dientes", afirma una trabajadora de la industria del entretenimiento
Es la eterna historia de lo que se sabe, pero no se cuenta. O de lo que se cuenta en camerinos, en pasillos, en bares o en fiestas privadas, pero no tiene proyección más allá del ámbito profesional. Algo que sucede en todos los ámbitos: el jefe que te hace la vida imposible o el compañero que pisaría tu cabeza para conseguir un ascenso lo ha sufrido, más o menos, todo el mundo. Pero en el mundo del espectáculo el poder no solo imponía a la hora de hablar, sino que una calculada estrategia de relaciones públicas (de la que además dependían millones en publicidad) opacaba cualquier intento de desenmascarar a alguien. ¿Se dice en los círculos televisivos que la todopoderosa Oprah Winfrey puede ser déspota, calculadora y cruel? Sí. ¿Trasciende a los medios? Apenas. Cuando en 2011 Kitty Kelley publicó una escandalosa biografía de la presentadora y empresaria, casi ningún programa ni canal quisieron dedicarle un solo segmento de su programación. Enfadar a Oprah era enfadar al monstruo.
Pero está ocurriendo ahora. Paralelamente al movimiento #MeToo, obviamente de implicaciones mucho más profundas y graves, en el mundo del espectáculo se está normalizando que artistas y trabajadores hablen sin tapujos de quién fue un dolor de muelas en un rodaje o quien les hizo la vida imposible cuando estaban comenzando su carrera. Hoy es actualidad Lea Michele, cantante y actriz conocida sobre todo por Glee. El 29 de mayo escribió un tuit donde lamentaba la muerte de George Floyd con su correspondiente hashtag "black lives matter". Muy poco después, el pasado martes 2 de junio, la actriz Samantha Marie Ware (que hizo de Jane en la temporada 6 de la serie de Ryan Murphy) respondió lo siguiente y en mayúsculas (que, en Internet, indica que estás gritando):
"¡Me parto! ¿Te acuerdas de cuando hiciste de mi primer papelito en televisión un infierno en la tierra? Porque yo nunca lo olvidaré. Creo que le dijiste a todo el mundo que, si tenías oportunidad, cagarías sobre mi peluca, entre otras microagresiones traumáticas que hicieron que me cuestionase si quería una carrera en Hollywood", escribió la actriz. Leah no tardó en responder con un comunicado oficial un día después, lo cual da una idea de que la historia había dado donde le dolía y, tal vez, había verdad en ella. Pese a que, según afirma en el comunicado, publicado por la revista People, no recordaba ese incidente en particular al que se refería la actriz, Lea remataba: "He escuchado esas críticas y estoy aprendiendo a la vez que pido perdón. Seré mejor persona en el futuro tras esta experiencia".
El comunicado era de diez, pero no evitó que otras personas que han trabajado con Lea Michele apoyasen a Samantha Marie Ware compartiendo sus propias historias, como Heather Morris, que indicó –también en Twitter– que Michele era "muy desagradable como compañera".
¿Ha creado la pandemia y su consiguiente confinamiento una tormenta perfecta para que empecemos a ver a las celebridades de otra manera? Un compartidísimo análisis de The New York Times habló el pasado abril de cómo el propio concepto de la celebridad se reveló no solo inútil durante estos tiempos difíciles, sino desagradable para la gente de a pie: ver a esas superestrellas pedir que todos nos quedásemos en casa desde sus espectaculares jardines con hechuras de parque temático fue un golpe de realidad. ¿Pero por qué esto apenas ocurre en España? Mientras en Estados Unidos se ha hecho habitual desenmascarar a esos que crean ambientes tóxicos en el mundo del espectáculo, apenas hemos visto una ola correspondiente en España.
Pocos aquí se han atrevido a hablar mal de un compañero de trabajo. Apenas se recuerda el caso de Pilar Punzano contra Imanol Arias, que en 2015 publicó una carta contra el actor en su perfil de Facebook que recogieron todos los medios. "Este señor que a la mayoría le parece entrañable", escribió Punzano, "jamás me preguntó cómo estaba en cinco años. No sabe nada de los delitos que han cometido contra los derechos de los trabajadores dicha productora en mi caso, ¿o sí?". Es una de las pocas que, con razón o sin ella (en una posterior entrevista a EL PAÍS aseguró no tener problemas con Imanol y haber aceptado sus disculpas), se han atrevido a dar el paso de criticar públicamente a una figura sagrada de los medios en España.
Según una trabajadora de la industria de la televisión en España, sí hay casos de vacas sagradas en la industria adoradas por el público y cuyo comportamiento con el equipo ha suscitado a menudo críticas, pero nunca públicas. "La manera como tratamos a las estrellas en los rodajes, junto a los rasgos narcisistas que en muchos casos van unidos a la vocación interpretativa, da lugar a comportamientos tiránicos por parte de los actores que jamás se tolerarían en otros ámbitos profesionales, ni siquiera a los jefes", explica tras pedir que se mantenga su anonimato. "Y a pesar de que en los últimos años se ha tomado más conciencia de esto (las denuncias de los abusos sexuales son un buen ejemplo), todavía hay cierta sensación de impunidad".
"Los que sufren las consecuencias de estas actitudes, sobre todo trabajadores, pero también algunos actores, no quieren hablar públicamente de ello porque su pan está en juego", prosigue. "En España más aún, porque se trata de una industria más pequeña y más precaria en la que enemistarte en público con alguien puede dejarte sin trabajo. Nadie quiere ser tachado de conflictivo o de tener la piel fina, así que en esos casos lo más común es apretar los dientes, aguantar lo que dure el proyecto, y esperar no volver a cruzarte con según qué personajes". Así, a menudo la charla de colegas tras las cámaras, cuando nadie escucha, se convierte en una especie de recuerdo de guerra en el que técnicos, actores secundarios y guionistas se preguntan: "¿Y tú a quién sobreviviste?".
https://elpais.com/elpais/2020/06/04/icon/1591263139_424967.html
"En España, enemistarte en público con alguien puede dejarte sin trabajo. Nadie quiere ser tachado de conflictivo o de tener la piel fina, así que en esos casos lo más común es apretar los dientes", afirma una trabajadora de la industria del entretenimiento
Es la eterna historia de lo que se sabe, pero no se cuenta. O de lo que se cuenta en camerinos, en pasillos, en bares o en fiestas privadas, pero no tiene proyección más allá del ámbito profesional. Algo que sucede en todos los ámbitos: el jefe que te hace la vida imposible o el compañero que pisaría tu cabeza para conseguir un ascenso lo ha sufrido, más o menos, todo el mundo. Pero en el mundo del espectáculo el poder no solo imponía a la hora de hablar, sino que una calculada estrategia de relaciones públicas (de la que además dependían millones en publicidad) opacaba cualquier intento de desenmascarar a alguien. ¿Se dice en los círculos televisivos que la todopoderosa Oprah Winfrey puede ser déspota, calculadora y cruel? Sí. ¿Trasciende a los medios? Apenas. Cuando en 2011 Kitty Kelley publicó una escandalosa biografía de la presentadora y empresaria, casi ningún programa ni canal quisieron dedicarle un solo segmento de su programación. Enfadar a Oprah era enfadar al monstruo.
Pero está ocurriendo ahora. Paralelamente al movimiento #MeToo, obviamente de implicaciones mucho más profundas y graves, en el mundo del espectáculo se está normalizando que artistas y trabajadores hablen sin tapujos de quién fue un dolor de muelas en un rodaje o quien les hizo la vida imposible cuando estaban comenzando su carrera. Hoy es actualidad Lea Michele, cantante y actriz conocida sobre todo por Glee. El 29 de mayo escribió un tuit donde lamentaba la muerte de George Floyd con su correspondiente hashtag "black lives matter". Muy poco después, el pasado martes 2 de junio, la actriz Samantha Marie Ware (que hizo de Jane en la temporada 6 de la serie de Ryan Murphy) respondió lo siguiente y en mayúsculas (que, en Internet, indica que estás gritando):
"¡Me parto! ¿Te acuerdas de cuando hiciste de mi primer papelito en televisión un infierno en la tierra? Porque yo nunca lo olvidaré. Creo que le dijiste a todo el mundo que, si tenías oportunidad, cagarías sobre mi peluca, entre otras microagresiones traumáticas que hicieron que me cuestionase si quería una carrera en Hollywood", escribió la actriz. Leah no tardó en responder con un comunicado oficial un día después, lo cual da una idea de que la historia había dado donde le dolía y, tal vez, había verdad en ella. Pese a que, según afirma en el comunicado, publicado por la revista People, no recordaba ese incidente en particular al que se refería la actriz, Lea remataba: "He escuchado esas críticas y estoy aprendiendo a la vez que pido perdón. Seré mejor persona en el futuro tras esta experiencia".
El comunicado era de diez, pero no evitó que otras personas que han trabajado con Lea Michele apoyasen a Samantha Marie Ware compartiendo sus propias historias, como Heather Morris, que indicó –también en Twitter– que Michele era "muy desagradable como compañera".
¿Ha creado la pandemia y su consiguiente confinamiento una tormenta perfecta para que empecemos a ver a las celebridades de otra manera? Un compartidísimo análisis de The New York Times habló el pasado abril de cómo el propio concepto de la celebridad se reveló no solo inútil durante estos tiempos difíciles, sino desagradable para la gente de a pie: ver a esas superestrellas pedir que todos nos quedásemos en casa desde sus espectaculares jardines con hechuras de parque temático fue un golpe de realidad. ¿Pero por qué esto apenas ocurre en España? Mientras en Estados Unidos se ha hecho habitual desenmascarar a esos que crean ambientes tóxicos en el mundo del espectáculo, apenas hemos visto una ola correspondiente en España.
Pocos aquí se han atrevido a hablar mal de un compañero de trabajo. Apenas se recuerda el caso de Pilar Punzano contra Imanol Arias, que en 2015 publicó una carta contra el actor en su perfil de Facebook que recogieron todos los medios. "Este señor que a la mayoría le parece entrañable", escribió Punzano, "jamás me preguntó cómo estaba en cinco años. No sabe nada de los delitos que han cometido contra los derechos de los trabajadores dicha productora en mi caso, ¿o sí?". Es una de las pocas que, con razón o sin ella (en una posterior entrevista a EL PAÍS aseguró no tener problemas con Imanol y haber aceptado sus disculpas), se han atrevido a dar el paso de criticar públicamente a una figura sagrada de los medios en España.
Según una trabajadora de la industria de la televisión en España, sí hay casos de vacas sagradas en la industria adoradas por el público y cuyo comportamiento con el equipo ha suscitado a menudo críticas, pero nunca públicas. "La manera como tratamos a las estrellas en los rodajes, junto a los rasgos narcisistas que en muchos casos van unidos a la vocación interpretativa, da lugar a comportamientos tiránicos por parte de los actores que jamás se tolerarían en otros ámbitos profesionales, ni siquiera a los jefes", explica tras pedir que se mantenga su anonimato. "Y a pesar de que en los últimos años se ha tomado más conciencia de esto (las denuncias de los abusos sexuales son un buen ejemplo), todavía hay cierta sensación de impunidad".
"Los que sufren las consecuencias de estas actitudes, sobre todo trabajadores, pero también algunos actores, no quieren hablar públicamente de ello porque su pan está en juego", prosigue. "En España más aún, porque se trata de una industria más pequeña y más precaria en la que enemistarte en público con alguien puede dejarte sin trabajo. Nadie quiere ser tachado de conflictivo o de tener la piel fina, así que en esos casos lo más común es apretar los dientes, aguantar lo que dure el proyecto, y esperar no volver a cruzarte con según qué personajes". Así, a menudo la charla de colegas tras las cámaras, cuando nadie escucha, se convierte en una especie de recuerdo de guerra en el que técnicos, actores secundarios y guionistas se preguntan: "¿Y tú a quién sobreviviste?".
https://elpais.com/elpais/2020/06/04/icon/1591263139_424967.html
Paul Krugman: "La gente no confía en EE.UU. porque ha resultado no ser fiel a sus ideales".
Paul Krugman, premio Nobel de Economía en 2008, columnista del New York Times y uno de los más reconocidos intelectuales estadounidenses del momento no es excesivamente optimista sobre cómo será el mundo después de la pandemia de coronavirus.
"Será un mundo más débil y caótico", dijo en el video que convocó a los seguidores de BBC Mundo y el Hay Festival a enviarle preguntas sobre cómo veía la realidad post covid-19.
Y las preguntas llegaron por centenares: más de 400 en menos de 24 horas, de todas partes de América Latina, Estados Unidos y Europa.
En su entrevista para responder a sus inquietudes, Krugman matizó sus opiniones y dijo que había motivos para la esperanza: "estoy lleno de miedo, pero no desesperanzado", reveló.
"La posibilidad de una economía con cero emisiones nunca había sido tan real", indicó como ejemplo de esperanza.
En su conversación el periodista Juan Carlos Pérez Salazar de BBC Mundo, Krugman habló sobre el declive de Estados Unidos, el ascenso de China, la situación en la que se encuentra el capitalismo a nivel global y lo que le espera a América Latina después de la pandemia.
Y claro, la esperanza.
Te invitamos a la conversación completa para observar a una mente brillante en acción, en el marco del proyecto conjunto entre BBC Mundo y el Hay Festival para convocar a grandes pensadores a reimaginar nuestro mundo y nuestras sociedades.
BBC
"Será un mundo más débil y caótico", dijo en el video que convocó a los seguidores de BBC Mundo y el Hay Festival a enviarle preguntas sobre cómo veía la realidad post covid-19.
Y las preguntas llegaron por centenares: más de 400 en menos de 24 horas, de todas partes de América Latina, Estados Unidos y Europa.
En su entrevista para responder a sus inquietudes, Krugman matizó sus opiniones y dijo que había motivos para la esperanza: "estoy lleno de miedo, pero no desesperanzado", reveló.
"La posibilidad de una economía con cero emisiones nunca había sido tan real", indicó como ejemplo de esperanza.
En su conversación el periodista Juan Carlos Pérez Salazar de BBC Mundo, Krugman habló sobre el declive de Estados Unidos, el ascenso de China, la situación en la que se encuentra el capitalismo a nivel global y lo que le espera a América Latina después de la pandemia.
Y claro, la esperanza.
Te invitamos a la conversación completa para observar a una mente brillante en acción, en el marco del proyecto conjunto entre BBC Mundo y el Hay Festival para convocar a grandes pensadores a reimaginar nuestro mundo y nuestras sociedades.
BBC
domingo, 14 de junio de 2020
Educarse es amar: los retos de una sociedad en ruinas. El escritor italiano Marco Balzano, autor de ‘Me quedo aquí’ (Duomo), analiza en esta tribuna los desafíos a los que nos enfrentamos en la nueva era que ahora empieza.
MARCO BALZANO
Tengo un amigo poeta en Suiza que me invitó a dar una charla a sus alumnos en el instituto cantonal de Lugano. Era el año 2010 y acababa de ver la luz mi primera novela, Il figlio del figlio. Lo había publicado hacía poco un pequeño editor de Roma y luego, por pura casualidad, Maja Pflug, que después se convertiría en mi traductora, había encontrado un ejemplar (creo que el único que quedaba a la venta en toda Italia) y le había propuesto a la editorial Kunstmann que lo tradujera al alemán. Aquel día de hace diez años se me ha quedado grabado y, como pueden comprobar, despierta otros recuerdos que hoy siguen siendo muy importantes para mí. Cogí el tren en Milán muy temprano para poder estar en Lugano a las diez. El trayecto dura poco, pero cuando llegué tenía la sensación de haber viajado horas y horas en tren. Soy profesor y, quizá por deformación profesional, siempre me fijo mucho en cómo son las escuelas. Estoy convencido de que es un punto de observación especialmente idóneo para comprender si nos encontramos en una sociedad verdaderamente interesada en el saber y la atención a sus ciudadanos. Creo que fue precisamente el hecho de dar una vuelta para explorar el centro lo que me hizo pensar que había realizado un largo viaje.
Aquel año, yo daba clase en un instituto pegado a una carretera de circunvalación, enfrente de un campamento gitano y con prostitutas no muy lejos de las verjas. El Gobierno acababa de recortar miles de puestos de trabajo, había agrupado las asignaturas de Historia y Geografía, había creado clases de treinta alumnos y otras muchas ocurrencias geniales que mejor les ahorro. Aquella mañana, en cambio, me encontré aulas con vistas al lago, de máximo veinte alumnos, una biblioteca impresionante y una cantina donde se comía bien. Aturdido por todo aquello, empecé mi charla con los alumnos soltando una regañina más digna de un superviviente que de un escritor de treinta años, pero les puedo asegurar que era sincero cuando dije, a través del micrófono: «Debéis ser conscientes de lo afortunados que sois al crecer en un sitio tan bonito y, en nombre de esa buena fortuna, tenéis la obligación de dar lo máximo de vosotros mismos cada día».
Si antes estábamos acostumbrados a repetir que una clase política poco ilustrada y de nivel mediocre reduce la calidad de vida, hincha la burocracia y provoca una fuga de cerebros, ahora podemos afirmar que esas mismas carencias siembran la muerte
Cuando aquella misma tarde cogí el tren para volver a casa, no conseguí leer. Durante aquel breve y a la vez largo trayecto pensé en la atención. ¿Por qué en Italia no podemos dedicar la misma atención a un bien esencial como es la escuela? «Escuela» en griego significa «asueto», «comodidad», «tiempo libre»: los griegos eligieron esa palabra porque indica el periodo de tiempo que debe dedicarse a formar los instrumentos que permiten el acceso a la lengua, al pensamiento, al conocimiento de uno mismo con el fin de convertirnos en ciudadanos conscientes y partícipes. En aquel instituto de Lugano existía esa «comodidad» para aprender; en el mío de Milán, bastante menos. ¿Por qué? Hace años que me lo pregunto y la conclusión es la siguiente: donde no hay suficiente inteligencia política, no existe jamás una escuela que se corresponda con la idea griega, ni con la eficiencia y, por qué no, la belleza que todos necesitamos. Y donde no existe una escuela así, tampoco existe dinero para la investigación, ni una sanidad sólida. La combinación de esas carencias crea, por lo general, daños silenciosos que van erosionando día tras día tanto el patrimonio como las esperanzas. En tiempos difíciles, o en un periodo de emergencia como el que estamos viviendo, en cambio, los daños no permanecen bajo la piel, sino que afloran y se convierten en un elevado número de muertes. ¿Qué es lo que está sucediendo en estos días largos y agotadores? ¡Lo mismo que ha sucedido siempre hasta ahora! La diferencia es que si antes estábamos acostumbrados a repetir que una clase política poco ilustrada y de nivel mediocre reduce la calidad de vida, hincha la burocracia y provoca una fuga de cerebros, ahora podemos afirmar que esas mismas carencias siembran la muerte. Y aquí en Lombardía, donde yo vivo, han sembrado mucha muerte. Muchísima. El sonido de las sirenas se ha convertido en un ruido de fondo que no se interrumpe nunca, ni siquiera de noche. Son muchas las veces que me contengo para no ir a taparles los oídos a mis hijos. Si no lo hago, es solo porque quiero que tomen conciencia, desde pequeños, del mundo en el que viven: de lo contrario, nunca podrán encontrar la forma de intentar mejorarlo.
Llevo casi dos meses encerrado en casa y el tiempo empieza a confundirse. Los días corren el riesgo de parecerse demasiado entre sí y hace falta mucha buena voluntad para distinguirlos. Hay que esforzarse mucho por entretener a los niños y recrear una cotidianidad aceptable. No debemos olvidar que a ellos se lo han arrebatado todo: los compañeros de clase, los abuelos, el parque, el deporte, la primavera… Debo hacer lo posible para que no piensen que vivir es sobrevivir, me digo todas las mañanas para animarme mientras preparo el café. Empiezo a sentirme cansado, echo de menos estudiar y escribir, echo de menos a mis amigos, a alguien con quien reírme y desahogarme mientras tomamos una cerveza. Pero, por otro lado, siento que empiezo a acostumbrarme a esta soledad perfecta que yo mismo me he fabricado sin ser consciente de ello. Y cuando me doy cuenta de que estoy alcanzando un equilibrio, me asusto. Pienso en los más frágiles, en todas aquellas personas que tienen en casa un marido violento o alcohólico, un familiar con depresión, un anciano al que cuidar, un hijo discapacitado… Pienso en los daños de la inmovilidad y del aislamiento, en que estamos dejando de lado otras enfermedades… y nunca más que ahora me gustaría sentir la presencia y, por qué no, la cercanía y la empatía de las instituciones. Pero aparte de confinarnos en casa, sigue siendo un enigma comprender qué tienen pensado esas instituciones para hacer más llevadera la reclusión y qué proyectos están desarrollando de cara al futuro. El riesgo de esta escasa presencia de las instituciones es que cuando termine este confinamiento, los ciudadanos —desesperanzados y debilitados por una clausura forzada y unas perspectivas tremendamente confusas—, podrían empezar a salir valorando de forma individual la propia situación. Y un Estado así, evidentemente, no puede funcionar. Permítanme que lo repita una vez más: de cómo y en qué medida se ocupe un Estado de esos problemas, se desprende la atención que dedica a la personas y la visión del mundo que cultiva. Yo, sinceramente, ya no sé cuál es la de mi país y, en muchos sentidos, tampoco sé cuál es la visión que tienen Europa y el mundo occidental. Sinceramente, me da miedo que de esta situación no aprendamos nada. Es más, que empujados por la economía y el mercado, nos apresuremos en cuanto sea posible a olvidarlo todo para regresar a esa normalidad que ya no podemos aceptar ni llamar así. No cabe la menor duda de que la pandemia es un acontecimiento terrible e imprevisto para el cual no estaba preparado el planeta, pero la tragedia que se está produciendo en esta parte de Italia no es imputable solo a la letalidad del virus y a la dificultad para neutralizarlo. No es únicamente una cuestión médica: es, en primer lugar, un problema de gestión sanitaria. He luchado en todo momento para no sucumbir al tópico «esto solo pasa en Italia», porque no es verdad y porque somos capaces de hacer grandes cosas, pero esta vez la gestión ha sido un desastre. La pandemia está sacando a la luz, de un modo implacable, el estado de salud política de cada país. Las cifras tan dispares de contagio y de mortalidad en las distintas partes del mundo ponen de manifiesto significados claros, que se pueden ignorar en nombre de motivos individualistas y de liderazgo, pero que en sí no son difíciles de entender. En Italia no teníamos un plan de emergencia ensayado, no escuchamos las peticiones de integrar el personal médico, hicimos caso omiso de la opinión de los científicos y más de una vez nos reímos en la cara de la ciencia y el entorno. Aquí en Lombardía, la sanidad se ha ido privatizando más y más con el paso de los años, la medicina territorial se ha visto muy recortada y las camas en los hospitales públicos se han ido reduciendo progresivamente mientras las clínicas privadas surgían como setas. Y eso explica que el personal médico y de enfermería se haya visto abandonado a su suerte, que nadie les haga tests ni les dé los equipos de protección necesarios antes de mandarlos a los pasillos de los hospitales o a los ambulatorios. Muchos de ellos se compraban sus propias mascarillas y los que no conseguían encontrarlas en las tiendas, utilizaban fulares o retales de sábanas. Los tests, por otro lado, siguen haciéndose con cuentagotas, ni siquiera a personas con cuarenta de fiebre: esas personas se quedan sin la posibilidad de tener un diagnóstico fiable y el conjunto de la sociedad, sin la posibilidad de saber las cifras reales de contagios y casos curados.
Somos reacios, sin embargo, a tomar nota de los errores, incluso cuando suponen un coste en vidas humanas. Y, por tanto, más que reflexionar sobre las equivocaciones, se prefiere dirigir la atención hacia la retórica de los héroes. Todos son héroes: enfermeros y enfermeras, médicos y médicas, personal hospitalario… ¿Y se contentan con los héroes? ¿Les basta con lo que los griegos llamaban mythos? Yo creo que no. Creo, en cambio, que es indispensable —y hoy más que nunca— que nos mantengamos firmemente aferrados a la dimensión del logos, de la investigación y de la ciencia, ir a buscar las causas y las responsabilidades, que unas veces afloran y otras hay que desenterrar trabajosamente. Y creo también que habría que devolver la luminosidad a una palabra que hemos interpretado erróneamente: «copiar». Permítanme una pequeña digresión, que considero importante. Estoy acostumbrado, por mi profesión, a fijarme en el mundo de las palabras y a razonar partiendo del lenguaje y, en este caso, me ha dado por pensar que el equívoco nace de lo que la palabra «copiar» evoca. Si bien el significado no es en sí negativo —significa «reproducir», «duplicar»—, en nuestra educación esa palabra ha adoptado repentinamente una acepción más negativa porque ilustra un acto que no debe cometerse o debe realizarse de forma clandestina. Y es así ya desde los pupitres del colegio, donde el acto de copiar está demonizado: el niño aprende a asociarlo a una especie de hurto mediante el cual se roba a otro aquello que, por motivos diversos, no se sabe. No es frecuente que se legitime ese gesto en nombre de compartir el saber y de la solidaridad entre iguales. No es frecuente subrayar que, desde un punto de vista pedagógico, copiar es un modo de aprender y de trabajar en colaboración con los demás. Se prefiere inculcar la idea de que tenemos que hacer las cosas nosotros solos y que el saber es propiedad privada, como el dinero. Y así es como hemos eliminado lo que de bueno tiene ese término: el espíritu de colaboración, la emulación, el hecho de compartir. Porque copiar, en realidad, es un acto repleto de humildad e inteligencia, es un reconocimiento de nuestros límites y de nuestras necesidades, de la capacidad de observar a los demás y contener la envidia. Es la demostración de que nos queda mucho por aprender y de que los demás pueden enseñarnos algo. No es el copiar-pegar del ordenador, ni la deslealtad del plagio, se trata más bien de dialogar con una fuente para adaptarla a nuestras necesidades y aprovechar todo lo bueno que puede ofrecernos. Y precisamente ahora que estamos descubriendo la importancia de dejar la palabra a los expertos, precisamente ahora que nos damos cuenta de que las vacilaciones o la puesta en práctica de estrategias mal diseñadas puede provocar daños gravísimos, podría resultar útil echar un vistazo más allá de nuestras fronteras, observar quién está gestionando de forma más efectiva las dificultades y quién ha puesto en práctica estrategias exitosas. Del mismo modo, también resultaría útil restituir a determinadas palabras su verdadero valor y eliminar esa capa de polvo, formada por prejuicios y moralismo, que nos impide verlas tal y como son: una prueba de humildad, la posibilidad de un diálogo inteligente, una ayuda concreta para empezar de nuevo. Solo después de haber reflexionado sobre las acciones y las palabras, solo después de haber hecho todo lo posible para coger lo mejor de nosotros mismos y de los demás, podemos permitirnos acceder a la dimensión emotiva del mythos, alabar con orgullo a esos hombres y mujeres valientes que han muerto haciendo su trabajo y llorar la pérdida de una parte importantísima de una generación que ha sido la espina dorsal del siglo XX. Una generación cuyo funeral no hemos podido celebrar y en cuya tumba no hemos podido depositar flores.
Contemplo desde la ventana el parque al que normalmente llevo a mis hijos después del colegio. Está completamente vacío. La luz tibia del sol se refleja en el tobogán y el viento de primavera mece la hierba. Sin el confinamiento, a estas horas el parque estaría a rebosar de niños, y mi mujer y yo estaríamos allí charlando con otros padres. Piero Calamandrei, uno de los padres de nuestra Constitución, decía que «la libertad es como el aire, te das cuenta de que la necesitas cuando te falta». Me repito esas palabras mientras escribo: hoy 25 de abril, día de la Liberación en Italia, se conmemora el fin del régimen fascista y de la ocupación nazi. El año pasado fuimos a la manifestación y había muchísimas familias con niños. Aquel también fue un día soleado, pero estuvo repleto de sonrisas y cánticos. Caminábamos unos junto a otros y la expresión «distancia social» era algo que jamás habíamos escuchado, algo que carecía de sentido. Espero que cuando Caterina y Riccardo vuelvan a jugar en los columpios con sus compañeros de clase y me griten sin aliento «más alto, más alto», no se encuentren un mundo peor. El riesgo de que tengamos miedo de los demás, de que convirtamos a las personas en posibles focos de contagio, que ya no las veamos como amigos, parientes o nuevas amistades, es lo que más miedo me da. Ahora que, mediante la trágica paradoja de la covid-19, se ha hecho realidad el proyecto soberanista —todos en casa, recelosos de quienes están fuera—, ahora que se ha comprobado que los virus no entienden de muros ni fronteras, espero que seamos más conscientes del hecho de que solo construyendo sociedades más solidarias y conectadas entre sí podemos salvarnos. Y en ese sentido, a Europa le queda mucho trabajo si no quiere convertirse en un precioso sueño roto. Si pierde esta ocasión, lo único que quedará es el esqueleto. La Unión Europea solo tiene sentido si es equitativa y está unida, si favorece el humanismo y el intercambio de ideas, el diálogo y la ayuda recíproca. El prolongamiento de los escenarios que se han sucedido estos días —donde no solo cada Estado sino también cada región actúa según sus propios recursos, su propio dinero y hasta sus propios científicos—, creo que decretaría el fin de la Unión Europa por falta de confianza y de sentido.
Los contenidos son importantes, desde luego, pero no son lo que más me preocupa. La escuela es, sobre todo, comunidad, relación, encuentro entre iguales. Más que contenidos, necesitamos relación y educación.
Justo al lado del parque está mi coche, aparcado ahí desde hace no sé cuántos días. Por la noches, cuando hablamos por teléfono, mi padre me pregunta si bajo a ponerlo en marcha de vez en cuando y yo le miento y le digo que sí. Me pregunto cuándo volveré a cogerlo para ir al instituto. He leído en una página web que casi novecientos millones de estudiantes del mundo entero están en casa. Novecientos millones… ¿Quién es capaz de cuantificar esos daños? Son daños psicológicos, sociales, económicos, culturales e incluso morales. Los contenidos son importantes, desde luego, pero no son lo que más me preocupa. La escuela es, sobre todo, comunidad, relación, encuentro entre iguales. Más que contenidos, necesitamos relación y educación. Qué útil resultaría, y no solo en esta situación que estamos atravesando, que en la escuela se enseñase el significado de cuidar de los demás y las formas de llevarlo a cabo, que a veces contemplan la cercanía además de la distancia, a veces la asociación además del aislamiento. Que se enseñase, por ejemplo, cómo funciona nuestro sistema sanitario y cómo funciona el de otros muchos países, para que de ese modo comprendiéramos la suerte que tenemos al disponer de atención sanitaria gratuita (en Italia siempre ha sido así) y las responsabilidades que debemos asumir para que ese derecho siga siendo gratuito para todos, especialmente los más frágiles. ¿No sería bonito que en nuestra formación la asignatura Educación en Valores Sociales y Cívicos fuese una materia esencial y no secundaria? Sí, porque sin valores sociales y cívicos, existe el riesgo —pese a tantos años de estudio— de que nos convirtamos en adultos especializados pero incapaces de razonar sobre lo que ocurre, en profesionales muy formados pero con dificultades para codificar la complejidad de mundo y pensar en otros términos que no sean puramente individualistas. Quien mejor lo explicó fue un sacerdote, don Milani, uno de los mejores educadores italianos del siglo pasado: «He aprendido que mi problema es el mismo que el de los demás. Solucionarlo todo juntos es política. Solucionarlo solos es avaricia». Educarse es el mejor modo de prepararse para amar a los demás y al mundo. Tengo ganas de volver al instituto para contar a mis chicos que la educación tiene mucho que ver con el amor. Es más, cuando publique mi próxima novela y mi amigo poeta me invite de nuevo a Suiza para dar una charla a sus alumnos, tengo que acordarme de decírselo también a ellos.
Marco Balzano es escritor italiano. Su último libro es Me quedo aquí (Duomo). Este artículo fue publicado originalmente en Das Magazin.
https://elpais.com/cultura/2020/06/02/babelia/1591112055_051560.html
Más aquí, https://verdecoloresperanza.blogspot.com/2009/03/don-milani-y-la-escuela-de-barbiana.html#links
Tengo un amigo poeta en Suiza que me invitó a dar una charla a sus alumnos en el instituto cantonal de Lugano. Era el año 2010 y acababa de ver la luz mi primera novela, Il figlio del figlio. Lo había publicado hacía poco un pequeño editor de Roma y luego, por pura casualidad, Maja Pflug, que después se convertiría en mi traductora, había encontrado un ejemplar (creo que el único que quedaba a la venta en toda Italia) y le había propuesto a la editorial Kunstmann que lo tradujera al alemán. Aquel día de hace diez años se me ha quedado grabado y, como pueden comprobar, despierta otros recuerdos que hoy siguen siendo muy importantes para mí. Cogí el tren en Milán muy temprano para poder estar en Lugano a las diez. El trayecto dura poco, pero cuando llegué tenía la sensación de haber viajado horas y horas en tren. Soy profesor y, quizá por deformación profesional, siempre me fijo mucho en cómo son las escuelas. Estoy convencido de que es un punto de observación especialmente idóneo para comprender si nos encontramos en una sociedad verdaderamente interesada en el saber y la atención a sus ciudadanos. Creo que fue precisamente el hecho de dar una vuelta para explorar el centro lo que me hizo pensar que había realizado un largo viaje.
Aquel año, yo daba clase en un instituto pegado a una carretera de circunvalación, enfrente de un campamento gitano y con prostitutas no muy lejos de las verjas. El Gobierno acababa de recortar miles de puestos de trabajo, había agrupado las asignaturas de Historia y Geografía, había creado clases de treinta alumnos y otras muchas ocurrencias geniales que mejor les ahorro. Aquella mañana, en cambio, me encontré aulas con vistas al lago, de máximo veinte alumnos, una biblioteca impresionante y una cantina donde se comía bien. Aturdido por todo aquello, empecé mi charla con los alumnos soltando una regañina más digna de un superviviente que de un escritor de treinta años, pero les puedo asegurar que era sincero cuando dije, a través del micrófono: «Debéis ser conscientes de lo afortunados que sois al crecer en un sitio tan bonito y, en nombre de esa buena fortuna, tenéis la obligación de dar lo máximo de vosotros mismos cada día».
Si antes estábamos acostumbrados a repetir que una clase política poco ilustrada y de nivel mediocre reduce la calidad de vida, hincha la burocracia y provoca una fuga de cerebros, ahora podemos afirmar que esas mismas carencias siembran la muerte
Cuando aquella misma tarde cogí el tren para volver a casa, no conseguí leer. Durante aquel breve y a la vez largo trayecto pensé en la atención. ¿Por qué en Italia no podemos dedicar la misma atención a un bien esencial como es la escuela? «Escuela» en griego significa «asueto», «comodidad», «tiempo libre»: los griegos eligieron esa palabra porque indica el periodo de tiempo que debe dedicarse a formar los instrumentos que permiten el acceso a la lengua, al pensamiento, al conocimiento de uno mismo con el fin de convertirnos en ciudadanos conscientes y partícipes. En aquel instituto de Lugano existía esa «comodidad» para aprender; en el mío de Milán, bastante menos. ¿Por qué? Hace años que me lo pregunto y la conclusión es la siguiente: donde no hay suficiente inteligencia política, no existe jamás una escuela que se corresponda con la idea griega, ni con la eficiencia y, por qué no, la belleza que todos necesitamos. Y donde no existe una escuela así, tampoco existe dinero para la investigación, ni una sanidad sólida. La combinación de esas carencias crea, por lo general, daños silenciosos que van erosionando día tras día tanto el patrimonio como las esperanzas. En tiempos difíciles, o en un periodo de emergencia como el que estamos viviendo, en cambio, los daños no permanecen bajo la piel, sino que afloran y se convierten en un elevado número de muertes. ¿Qué es lo que está sucediendo en estos días largos y agotadores? ¡Lo mismo que ha sucedido siempre hasta ahora! La diferencia es que si antes estábamos acostumbrados a repetir que una clase política poco ilustrada y de nivel mediocre reduce la calidad de vida, hincha la burocracia y provoca una fuga de cerebros, ahora podemos afirmar que esas mismas carencias siembran la muerte. Y aquí en Lombardía, donde yo vivo, han sembrado mucha muerte. Muchísima. El sonido de las sirenas se ha convertido en un ruido de fondo que no se interrumpe nunca, ni siquiera de noche. Son muchas las veces que me contengo para no ir a taparles los oídos a mis hijos. Si no lo hago, es solo porque quiero que tomen conciencia, desde pequeños, del mundo en el que viven: de lo contrario, nunca podrán encontrar la forma de intentar mejorarlo.
Llevo casi dos meses encerrado en casa y el tiempo empieza a confundirse. Los días corren el riesgo de parecerse demasiado entre sí y hace falta mucha buena voluntad para distinguirlos. Hay que esforzarse mucho por entretener a los niños y recrear una cotidianidad aceptable. No debemos olvidar que a ellos se lo han arrebatado todo: los compañeros de clase, los abuelos, el parque, el deporte, la primavera… Debo hacer lo posible para que no piensen que vivir es sobrevivir, me digo todas las mañanas para animarme mientras preparo el café. Empiezo a sentirme cansado, echo de menos estudiar y escribir, echo de menos a mis amigos, a alguien con quien reírme y desahogarme mientras tomamos una cerveza. Pero, por otro lado, siento que empiezo a acostumbrarme a esta soledad perfecta que yo mismo me he fabricado sin ser consciente de ello. Y cuando me doy cuenta de que estoy alcanzando un equilibrio, me asusto. Pienso en los más frágiles, en todas aquellas personas que tienen en casa un marido violento o alcohólico, un familiar con depresión, un anciano al que cuidar, un hijo discapacitado… Pienso en los daños de la inmovilidad y del aislamiento, en que estamos dejando de lado otras enfermedades… y nunca más que ahora me gustaría sentir la presencia y, por qué no, la cercanía y la empatía de las instituciones. Pero aparte de confinarnos en casa, sigue siendo un enigma comprender qué tienen pensado esas instituciones para hacer más llevadera la reclusión y qué proyectos están desarrollando de cara al futuro. El riesgo de esta escasa presencia de las instituciones es que cuando termine este confinamiento, los ciudadanos —desesperanzados y debilitados por una clausura forzada y unas perspectivas tremendamente confusas—, podrían empezar a salir valorando de forma individual la propia situación. Y un Estado así, evidentemente, no puede funcionar. Permítanme que lo repita una vez más: de cómo y en qué medida se ocupe un Estado de esos problemas, se desprende la atención que dedica a la personas y la visión del mundo que cultiva. Yo, sinceramente, ya no sé cuál es la de mi país y, en muchos sentidos, tampoco sé cuál es la visión que tienen Europa y el mundo occidental. Sinceramente, me da miedo que de esta situación no aprendamos nada. Es más, que empujados por la economía y el mercado, nos apresuremos en cuanto sea posible a olvidarlo todo para regresar a esa normalidad que ya no podemos aceptar ni llamar así. No cabe la menor duda de que la pandemia es un acontecimiento terrible e imprevisto para el cual no estaba preparado el planeta, pero la tragedia que se está produciendo en esta parte de Italia no es imputable solo a la letalidad del virus y a la dificultad para neutralizarlo. No es únicamente una cuestión médica: es, en primer lugar, un problema de gestión sanitaria. He luchado en todo momento para no sucumbir al tópico «esto solo pasa en Italia», porque no es verdad y porque somos capaces de hacer grandes cosas, pero esta vez la gestión ha sido un desastre. La pandemia está sacando a la luz, de un modo implacable, el estado de salud política de cada país. Las cifras tan dispares de contagio y de mortalidad en las distintas partes del mundo ponen de manifiesto significados claros, que se pueden ignorar en nombre de motivos individualistas y de liderazgo, pero que en sí no son difíciles de entender. En Italia no teníamos un plan de emergencia ensayado, no escuchamos las peticiones de integrar el personal médico, hicimos caso omiso de la opinión de los científicos y más de una vez nos reímos en la cara de la ciencia y el entorno. Aquí en Lombardía, la sanidad se ha ido privatizando más y más con el paso de los años, la medicina territorial se ha visto muy recortada y las camas en los hospitales públicos se han ido reduciendo progresivamente mientras las clínicas privadas surgían como setas. Y eso explica que el personal médico y de enfermería se haya visto abandonado a su suerte, que nadie les haga tests ni les dé los equipos de protección necesarios antes de mandarlos a los pasillos de los hospitales o a los ambulatorios. Muchos de ellos se compraban sus propias mascarillas y los que no conseguían encontrarlas en las tiendas, utilizaban fulares o retales de sábanas. Los tests, por otro lado, siguen haciéndose con cuentagotas, ni siquiera a personas con cuarenta de fiebre: esas personas se quedan sin la posibilidad de tener un diagnóstico fiable y el conjunto de la sociedad, sin la posibilidad de saber las cifras reales de contagios y casos curados.
Somos reacios, sin embargo, a tomar nota de los errores, incluso cuando suponen un coste en vidas humanas. Y, por tanto, más que reflexionar sobre las equivocaciones, se prefiere dirigir la atención hacia la retórica de los héroes. Todos son héroes: enfermeros y enfermeras, médicos y médicas, personal hospitalario… ¿Y se contentan con los héroes? ¿Les basta con lo que los griegos llamaban mythos? Yo creo que no. Creo, en cambio, que es indispensable —y hoy más que nunca— que nos mantengamos firmemente aferrados a la dimensión del logos, de la investigación y de la ciencia, ir a buscar las causas y las responsabilidades, que unas veces afloran y otras hay que desenterrar trabajosamente. Y creo también que habría que devolver la luminosidad a una palabra que hemos interpretado erróneamente: «copiar». Permítanme una pequeña digresión, que considero importante. Estoy acostumbrado, por mi profesión, a fijarme en el mundo de las palabras y a razonar partiendo del lenguaje y, en este caso, me ha dado por pensar que el equívoco nace de lo que la palabra «copiar» evoca. Si bien el significado no es en sí negativo —significa «reproducir», «duplicar»—, en nuestra educación esa palabra ha adoptado repentinamente una acepción más negativa porque ilustra un acto que no debe cometerse o debe realizarse de forma clandestina. Y es así ya desde los pupitres del colegio, donde el acto de copiar está demonizado: el niño aprende a asociarlo a una especie de hurto mediante el cual se roba a otro aquello que, por motivos diversos, no se sabe. No es frecuente que se legitime ese gesto en nombre de compartir el saber y de la solidaridad entre iguales. No es frecuente subrayar que, desde un punto de vista pedagógico, copiar es un modo de aprender y de trabajar en colaboración con los demás. Se prefiere inculcar la idea de que tenemos que hacer las cosas nosotros solos y que el saber es propiedad privada, como el dinero. Y así es como hemos eliminado lo que de bueno tiene ese término: el espíritu de colaboración, la emulación, el hecho de compartir. Porque copiar, en realidad, es un acto repleto de humildad e inteligencia, es un reconocimiento de nuestros límites y de nuestras necesidades, de la capacidad de observar a los demás y contener la envidia. Es la demostración de que nos queda mucho por aprender y de que los demás pueden enseñarnos algo. No es el copiar-pegar del ordenador, ni la deslealtad del plagio, se trata más bien de dialogar con una fuente para adaptarla a nuestras necesidades y aprovechar todo lo bueno que puede ofrecernos. Y precisamente ahora que estamos descubriendo la importancia de dejar la palabra a los expertos, precisamente ahora que nos damos cuenta de que las vacilaciones o la puesta en práctica de estrategias mal diseñadas puede provocar daños gravísimos, podría resultar útil echar un vistazo más allá de nuestras fronteras, observar quién está gestionando de forma más efectiva las dificultades y quién ha puesto en práctica estrategias exitosas. Del mismo modo, también resultaría útil restituir a determinadas palabras su verdadero valor y eliminar esa capa de polvo, formada por prejuicios y moralismo, que nos impide verlas tal y como son: una prueba de humildad, la posibilidad de un diálogo inteligente, una ayuda concreta para empezar de nuevo. Solo después de haber reflexionado sobre las acciones y las palabras, solo después de haber hecho todo lo posible para coger lo mejor de nosotros mismos y de los demás, podemos permitirnos acceder a la dimensión emotiva del mythos, alabar con orgullo a esos hombres y mujeres valientes que han muerto haciendo su trabajo y llorar la pérdida de una parte importantísima de una generación que ha sido la espina dorsal del siglo XX. Una generación cuyo funeral no hemos podido celebrar y en cuya tumba no hemos podido depositar flores.
Contemplo desde la ventana el parque al que normalmente llevo a mis hijos después del colegio. Está completamente vacío. La luz tibia del sol se refleja en el tobogán y el viento de primavera mece la hierba. Sin el confinamiento, a estas horas el parque estaría a rebosar de niños, y mi mujer y yo estaríamos allí charlando con otros padres. Piero Calamandrei, uno de los padres de nuestra Constitución, decía que «la libertad es como el aire, te das cuenta de que la necesitas cuando te falta». Me repito esas palabras mientras escribo: hoy 25 de abril, día de la Liberación en Italia, se conmemora el fin del régimen fascista y de la ocupación nazi. El año pasado fuimos a la manifestación y había muchísimas familias con niños. Aquel también fue un día soleado, pero estuvo repleto de sonrisas y cánticos. Caminábamos unos junto a otros y la expresión «distancia social» era algo que jamás habíamos escuchado, algo que carecía de sentido. Espero que cuando Caterina y Riccardo vuelvan a jugar en los columpios con sus compañeros de clase y me griten sin aliento «más alto, más alto», no se encuentren un mundo peor. El riesgo de que tengamos miedo de los demás, de que convirtamos a las personas en posibles focos de contagio, que ya no las veamos como amigos, parientes o nuevas amistades, es lo que más miedo me da. Ahora que, mediante la trágica paradoja de la covid-19, se ha hecho realidad el proyecto soberanista —todos en casa, recelosos de quienes están fuera—, ahora que se ha comprobado que los virus no entienden de muros ni fronteras, espero que seamos más conscientes del hecho de que solo construyendo sociedades más solidarias y conectadas entre sí podemos salvarnos. Y en ese sentido, a Europa le queda mucho trabajo si no quiere convertirse en un precioso sueño roto. Si pierde esta ocasión, lo único que quedará es el esqueleto. La Unión Europea solo tiene sentido si es equitativa y está unida, si favorece el humanismo y el intercambio de ideas, el diálogo y la ayuda recíproca. El prolongamiento de los escenarios que se han sucedido estos días —donde no solo cada Estado sino también cada región actúa según sus propios recursos, su propio dinero y hasta sus propios científicos—, creo que decretaría el fin de la Unión Europa por falta de confianza y de sentido.
Los contenidos son importantes, desde luego, pero no son lo que más me preocupa. La escuela es, sobre todo, comunidad, relación, encuentro entre iguales. Más que contenidos, necesitamos relación y educación.
Justo al lado del parque está mi coche, aparcado ahí desde hace no sé cuántos días. Por la noches, cuando hablamos por teléfono, mi padre me pregunta si bajo a ponerlo en marcha de vez en cuando y yo le miento y le digo que sí. Me pregunto cuándo volveré a cogerlo para ir al instituto. He leído en una página web que casi novecientos millones de estudiantes del mundo entero están en casa. Novecientos millones… ¿Quién es capaz de cuantificar esos daños? Son daños psicológicos, sociales, económicos, culturales e incluso morales. Los contenidos son importantes, desde luego, pero no son lo que más me preocupa. La escuela es, sobre todo, comunidad, relación, encuentro entre iguales. Más que contenidos, necesitamos relación y educación. Qué útil resultaría, y no solo en esta situación que estamos atravesando, que en la escuela se enseñase el significado de cuidar de los demás y las formas de llevarlo a cabo, que a veces contemplan la cercanía además de la distancia, a veces la asociación además del aislamiento. Que se enseñase, por ejemplo, cómo funciona nuestro sistema sanitario y cómo funciona el de otros muchos países, para que de ese modo comprendiéramos la suerte que tenemos al disponer de atención sanitaria gratuita (en Italia siempre ha sido así) y las responsabilidades que debemos asumir para que ese derecho siga siendo gratuito para todos, especialmente los más frágiles. ¿No sería bonito que en nuestra formación la asignatura Educación en Valores Sociales y Cívicos fuese una materia esencial y no secundaria? Sí, porque sin valores sociales y cívicos, existe el riesgo —pese a tantos años de estudio— de que nos convirtamos en adultos especializados pero incapaces de razonar sobre lo que ocurre, en profesionales muy formados pero con dificultades para codificar la complejidad de mundo y pensar en otros términos que no sean puramente individualistas. Quien mejor lo explicó fue un sacerdote, don Milani, uno de los mejores educadores italianos del siglo pasado: «He aprendido que mi problema es el mismo que el de los demás. Solucionarlo todo juntos es política. Solucionarlo solos es avaricia». Educarse es el mejor modo de prepararse para amar a los demás y al mundo. Tengo ganas de volver al instituto para contar a mis chicos que la educación tiene mucho que ver con el amor. Es más, cuando publique mi próxima novela y mi amigo poeta me invite de nuevo a Suiza para dar una charla a sus alumnos, tengo que acordarme de decírselo también a ellos.
Marco Balzano es escritor italiano. Su último libro es Me quedo aquí (Duomo). Este artículo fue publicado originalmente en Das Magazin.
https://elpais.com/cultura/2020/06/02/babelia/1591112055_051560.html
Más aquí, https://verdecoloresperanza.blogspot.com/2009/03/don-milani-y-la-escuela-de-barbiana.html#links
Olof Palme, caso cerrado: la policía identifica al asesino del primer ministro sueco. Y nosotros nos lo creemos, lo que tiene todos los números de parecer una burda forma de acabar cerrando el caso. Sentimos vergüenza ajena de todo el proceso sobre la investigación del crimen.
Suecia cierra el caso después de 34 años de investigaciones fallidas y señala al "hombre de Skandia", muerto hace 20 años, como único responsable del magnicidio del socialdemócrata.
BELÉN DOMÍNGUEZ CEBRIÁN Madrid - 10 JUN 2020
Suecia se ha despertado este miércoles pegada a la televisión. En una comparecencia histórica, el fiscal Krister Petersson ha revelado la identidad del que casi con toda seguridad asesinó en 1986 al primer ministro sueco, el socialdemócrata Olof Palme, a la edad de 52 años. Se trata del ciudadano sueco Stig Engström, conocido como hombre de Skandia (empresa en la que trabajaba), que falleció hace ya 20 años. Engström fue en un primer momento testigo en el caso y después, sospechoso. Al haber fallecido en el año 2000, las autoridades se ven incapaces de continuar con la investigación y han decidido ponerle punto final. Tras 34 años de pesquisas, la sociedad sueca se queda ahora con la agridulce sensación de que el caso está cerrado, pero no aclarado.
“Hemos llegado lo más lejos que hemos podido”, ha dicho Petersson en una comparecencia virtual –a causa de la prohibición de reuniones de más de 50 personas para prevenir los contagios de coronavirus– que ha sido seguida en directo por más de medio millar de periodistas en diferentes países. El asesinato de Palme, un hombre controvertido, defensor de los derechos humanos e incómodo para muchos Gobiernos a los que criticó abierta y duramente –como al de Estados Unidos por la intervención en la guerra de Vietnam; al sudafricano por el régimen del apartheid contra la mayoría negra; y a la dictadura franquista, entre otros–, representó un trauma para Suecia y conmocionó a toda la socialdemocracia europea la noche del 28 de febrero de 1986. Palme, primer ministro de Suecia entre 1969 y 1976 primero, y entre 1982 y 1986 después, murió efectivamente antes de entrar en el hospital en la madrugada del 1 de marzo.
Pese a que los investigadores no han sido específicos a la hora de desvelar el móvil del asesinato, se sabe que Engström, de padres suecos pero nacido en la India en 1934, había mostrado su rechazo al discurso político progresista de Palme días antes de pegarle dos tiros por la espalda. Los investigadores han señalado que los testimonios de algunos testigos han sido “de gran importancia” para acabar responsabilizando, ya definitivamente, al hombre de Skandia. Las declaraciones de estos han reiterado durante años y años que un hombre con abrigo oscuro y sombrero se esfumó de la escena del crimen por unas escaleras aquella fría noche. Según las imágenes recogidas por las cámaras del edificio de las oficinas de Skandia, donde Engström trabajaba como diseñador gráfico y donde estuvo ese viernes por la noche hasta tarde –al día siguiente, sábado, se iba a esquiar, pero tuvo que permanecer en la oficina en lugar de preparar el viaje, según le dijo a su esposa– el sospechoso salió del edificio poco antes de la hora del asesinato vistiendo precisamente un abrigo oscuro y un sombrero, tal como aparece en las imágenes de prensa de aquellos años ochenta. “Se dirigía al metro”, han sentenciado los investigadores. Justo el mismo camino que Palme y su esposa Lisbet recorrieron –sin guardaespaldas– aquel día después de ver la película Los hermanos Mozart en el Grand Cinema de Estocolmo.
El fiscal Petersson, frío, tranquilo y algo impasible ante la expectación que había despertado su comparecencia, sostiene como prueba del asesinato que el hombre de Skandia tuvo acceso a un revólver del mismo tipo y modelo con el que Palme fue tiroteado: un Magnum .357 Smith & Wesson. Pese a las últimas conjeturas en redes sociales y en la prensa local —que se añaden a la larguísima lista de hipótesis y teorías conspiranoicas que acarrea el caso Palme— en las que se llegó a decir que la policía había encontrado el arma, el fiscal ha insistido varias veces en que, después de 34 años, el arma sigue en paradero desconocido.
Otro indicio, quizás más llamativo que el de la pistola, es la revelación de que Engström era miembro de un club de tiro, según el fiscal. Las autoridades están prácticamente seguras de que él no era el propietario de la ya mítica Magnum .357 Smith&Wesson, pero que “alguien en su vecindario” de Estocolmo tenía una habitación de su casa “llena" de pistolas y que una coincide con el calibre utilizado para matar a Palme. Engström “tenía una [pistola] que parece que coincide con la del crimen”, ha dicho Petersson. “Creemos que Engström llevaba consigo una pistola aquella noche”, ha añadido.
El hombre de Skandia era ya un viejo conocido, pues fue él mismo quién a la mañana siguiente llamó a la policía para avisar de que él fue a la escena del crimen para socorrer a Palme y que estaba preocupado por que le pudieran confundir con el asesino. Tras años de estudio milimétrico y de vaivenes en la investigación, Petersson ha podido confirmar que la versión que dio Engström como testigo primero, y sospechoso después, no coincide con la información que revelan las cámaras de seguridad de su empresa, la declaración de su esposa y varios testimonios de otros testigos.
Las esperanzas de que el enigma se iba a resolver hoy eran altísimas en el país escandinavo de alrededor de diez millones de habitantes, pero han resultado en un “anticlímax”, describe por correo electrónico Ulf Bjereld, reputado politólogo de la Universidad de Gotemburgo y simpatizante del Partido Socialdemócrata, la formación de Palme. “Las expectativas de que el fiscal iba a presentar pruebas nuevas y sustantivas eran altas. Pero no, no había arma homicida, ni ADN, ni confesión, ni nuevos testimonios cruciales”, resume. “Sí, Stig Engström es realmente un sospechoso. Pero no hay evidencia clara de que él también sea el asesino”, opina.
El caso queda hoy, tras 12.522 días de misterio, cerrado; y el único responsable, el hombre de Skandia, ya no puede ser juzgado pese al ánimo del fiscal Petersson, que reabrió el caso en 2016, de arrojar un poco de luz en un magnicidio equiparado al del mítico presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy, en 1963.
Investigación
Varios tertulianos políticos y algunos medios suecos habían avivado estos días el debate previo a una comparecencia oficial que ahora pone fin a 34 años de una investigación llena de descuidos y torpezas. Por ejemplo, no se acordonó con suficiente rapidez la escena del crimen, que fue contaminada; una de las dos balas fue hallada por una persona ajena a la investigación, entre otros descuidos.
La vía de investigación que iba tomando más fuerza era la sudafricana. Palme era un hombre abiertamente crítico con el régimen del apartheid y una semana antes de su muerte no solo pidió su abolición, sino que mostró su apoyo al Congreso Nacional Africano. “Apoyaba a los países del tercer mundo y su derecho a la independencia”, recuerda Bjereld. El hombre de Skandia, por otra parte, no estaba de acuerdo con la ideología, casi utópica, de Palme. Y así lo había hecho saber días antes del magnicidio.
Incluso el diario británico The Guardian publicaba este lunes una investigación en la que aseguraba, citando fuentes anónimas, que los servicios secretos suecos se habían reunido con sus homólogos sudafricanos el pasado 18 de marzo en Pretoria; y que estos le entregaron un dossier a los escandinavos. “No hay nada específico. Mucha gente nos ha contactado, pero desafortunadamente no hay pruebas suficientes [para inculpar a los servicios secretos de Sudáfrica]”, ha concluido el fiscal.
Palme era incómodo, incluso polarizador, recuerda el politólogo. “Mucha gente lo amaba, algunas personas lo odiaban. Era muy inteligente, un excelente retórico y su lenguaje político era muy ideológico”. Por eso, desde el principio, las hipótesis sobre la autoría -material e intelectual- se multiplicaron. El partido kurdo PKK, el KGB (servicios secretos soviéticos), Yugoslavia y hasta la CIA (servicios secretos de EE UU). Todos han sido sospechosos alguna vez de estar detrás de un magnicidio que conmocionó a la sociedad europea de finales del siglo pasado. “Las especulaciones continuarán, pero a nivel social creo que habrá una aceptación de que ahora sabemos lo que es posible que sepamos y que tal vez nunca obtengamos la respuesta absoluta sobre la pregunta sobre quién mató a Olof Palme”, sentencia Bjereld.
El magnicidio de un político carismático, tan popular como controvertido, tan respetado como detestado, supuso un trauma colectivo en Suecia. Porque la violencia política parecía algo totalmente ajeno a este país, cuna del estado de bienestar -hizo de Suecia una “superpotencia moral” con el feminismo como punta de lanza, resumen Bjereld-, donde un primer ministro pensaba que podía ir en metro al cine un viernes por la noche sin escolta.
https://elpais.com/internacional/2020-06-10/suecia-cierra-la-investigacion-del-asesinato-de-olof-palme-34-anos-despues-al-estar-muerto-el-unico-sospechoso.html
P. D.:
34 años después todo aparece tan sencillo y fácil. ¿Por qué no se dijo entonces? ¿Era porque el asesino vivía y podía contradecir la información? Y ahora muerto, por suicidio después de 20 años, no puede defenderse ni mostrar ninguna coartada.
Esta información, por su forma de aparecer, por los años transcurridos, por estar muerto el acusado, por los intereses en que Olof muriese por incómodo a tantas gentes, todas de derecha y algunas incluso racistas, por ser un político justo y bondadoso, por su defensa de la libertad, igualdad, solidaridad y la justicia frente al poderoso, por el asesinato también de su secretaria Anna Lindh. (¿esto no os recuerda algo de lo ocurrido con J. F. Kennedy y su hermano Robert?) y por muchas cosas más, parece toda una chapuza para cerrar el caso de manera burda. Y sobre todo, es una forma de anular cualquier indicio o sospecha de conspiración y acusar a una sola persona ya muerta, cortando así, o pretendiendo cortar, toda línea de investigación más creíble y explicable. Otra cosa muy distinta es conocer la verdad y hacer justicia. No parece que nada de ello se haya logrado.
No debemos olvidar el asesinato mediante carta bomba de Ruth First, una conocida activista sueca (?) antiapartheid y amiga personal de Olof Palme, asesinada cuatro años antes, en 1982.
Ni tampoco el caso de su camarada Anna Lindh, “dirigente socialdemócrata sueca opuesta a la invasión estadounidense de Iraq en 2003 asesinada el 11 de septiembre [11-S] de ese mismo año”, como se dice aquí. Curiosa la coincidencia en las fechas elegidas, aunque en este caso el móvil de los "autores intelectuales" se nos muestra con absoluta claridad. El que la apuñaló está condenado y siempre declaró que su móvil fue por odio e individual.
El ‘caso Palme’
(Editorial del 13-06-2020, El País)
El cierre en falso de la investigación del asesinato del político sueco no oscurece la vigencia de su legado
Con 36 años de retraso, el fiscal sueco Krister Petersson cerró el miércoles la investigación por el asesinato en Estocolmo del primer ministro Olof Palme y designó como culpable, sin aportar nuevas pruebas, a un diseñador gráfico, Stig Engström, conocido como El Hombre de Skandia (por la empresa en la que trabajaba), que se suicidó en el año 2000. Aunque la investigación ha concluido, el caso Palme está muy lejos de haber sido cerrado porque se mantienen abiertas la mayoría de las incógnitas que se plantearon aquella noche de febrero en la que el político sueco, un gigante de la socialdemocracia europea, fue asesinado cuando volvía caminando a casa con su esposa, sin escolta.
Durante todo este tiempo, la figura del primer ministro sueco ha mantenido un gran peso en la memoria colectiva de los europeos, un recuerdo que no solo está relacionado con su trágico final y con su asesinato, sino con la vigencia de su pensamiento y su acción política. Olof Palme fue un nombre crucial en la construcción del Estado de bienestar y dedicó su carrera a la lucha contra las injusticias, tanto en política internacional como en el terreno social. La idea central del modelo sueco de que, incluso en una economía de mercado, el Estado tiene la obligación de proporcionar servicios básicos de calidad a los ciudadanos, con una redistribución de la riqueza a través de los impuestos, forma parte de ese legado. Medidas como la del ingreso mínimo vital, recientemente aprobada en España, no son ajenas a la herencia de este político, que además ocupó un enorme espacio en la escena internacional.
Palme tenía muchos enemigos en el mundo porque fue una voz valiente, que puso lo que consideraba justo incluso por encima de los intereses económicos de su propio país. Fue un adversario declarado de la Sudáfrica racista del apartheid, de las dictaduras de Franco y de Pinochet, de la guerra de Vietnam o de la invasión de Checoslovaquia, y abogó por la desnuclearización de Europa. No guardó silencio ante las injusticias, defendiendo de manera formidable e incontrovertible sus convicciones. Este activismo, además de la consideración de que en Suecia no podía haberse planeado un crimen así, fue lo que llevó a la policía a descartar la pista interior desde el principio y a buscar complots internacionales detrás del magnicidio. Esto es lo que explica que el asesino señalado por la Fiscalía el miércoles estuviese en el radar de la policía desde el principio, pero nunca fuese investigado a fondo. Sin ninguna prueba nueva, su designación como culpable parece responder al viejo axioma de que una vez descartadas todas las demás opciones, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad. Con un caso que no se ha cerrado del todo, Europa seguirá recordando a Palme por su vida, no por su muerte.
El exmercenario que avisó del asesinato de Olof Palme
BELÉN DOMÍNGUEZ CEBRIÁN Madrid - 10 JUN 2020
Suecia se ha despertado este miércoles pegada a la televisión. En una comparecencia histórica, el fiscal Krister Petersson ha revelado la identidad del que casi con toda seguridad asesinó en 1986 al primer ministro sueco, el socialdemócrata Olof Palme, a la edad de 52 años. Se trata del ciudadano sueco Stig Engström, conocido como hombre de Skandia (empresa en la que trabajaba), que falleció hace ya 20 años. Engström fue en un primer momento testigo en el caso y después, sospechoso. Al haber fallecido en el año 2000, las autoridades se ven incapaces de continuar con la investigación y han decidido ponerle punto final. Tras 34 años de pesquisas, la sociedad sueca se queda ahora con la agridulce sensación de que el caso está cerrado, pero no aclarado.
“Hemos llegado lo más lejos que hemos podido”, ha dicho Petersson en una comparecencia virtual –a causa de la prohibición de reuniones de más de 50 personas para prevenir los contagios de coronavirus– que ha sido seguida en directo por más de medio millar de periodistas en diferentes países. El asesinato de Palme, un hombre controvertido, defensor de los derechos humanos e incómodo para muchos Gobiernos a los que criticó abierta y duramente –como al de Estados Unidos por la intervención en la guerra de Vietnam; al sudafricano por el régimen del apartheid contra la mayoría negra; y a la dictadura franquista, entre otros–, representó un trauma para Suecia y conmocionó a toda la socialdemocracia europea la noche del 28 de febrero de 1986. Palme, primer ministro de Suecia entre 1969 y 1976 primero, y entre 1982 y 1986 después, murió efectivamente antes de entrar en el hospital en la madrugada del 1 de marzo.
Pese a que los investigadores no han sido específicos a la hora de desvelar el móvil del asesinato, se sabe que Engström, de padres suecos pero nacido en la India en 1934, había mostrado su rechazo al discurso político progresista de Palme días antes de pegarle dos tiros por la espalda. Los investigadores han señalado que los testimonios de algunos testigos han sido “de gran importancia” para acabar responsabilizando, ya definitivamente, al hombre de Skandia. Las declaraciones de estos han reiterado durante años y años que un hombre con abrigo oscuro y sombrero se esfumó de la escena del crimen por unas escaleras aquella fría noche. Según las imágenes recogidas por las cámaras del edificio de las oficinas de Skandia, donde Engström trabajaba como diseñador gráfico y donde estuvo ese viernes por la noche hasta tarde –al día siguiente, sábado, se iba a esquiar, pero tuvo que permanecer en la oficina en lugar de preparar el viaje, según le dijo a su esposa– el sospechoso salió del edificio poco antes de la hora del asesinato vistiendo precisamente un abrigo oscuro y un sombrero, tal como aparece en las imágenes de prensa de aquellos años ochenta. “Se dirigía al metro”, han sentenciado los investigadores. Justo el mismo camino que Palme y su esposa Lisbet recorrieron –sin guardaespaldas– aquel día después de ver la película Los hermanos Mozart en el Grand Cinema de Estocolmo.
El fiscal Petersson, frío, tranquilo y algo impasible ante la expectación que había despertado su comparecencia, sostiene como prueba del asesinato que el hombre de Skandia tuvo acceso a un revólver del mismo tipo y modelo con el que Palme fue tiroteado: un Magnum .357 Smith & Wesson. Pese a las últimas conjeturas en redes sociales y en la prensa local —que se añaden a la larguísima lista de hipótesis y teorías conspiranoicas que acarrea el caso Palme— en las que se llegó a decir que la policía había encontrado el arma, el fiscal ha insistido varias veces en que, después de 34 años, el arma sigue en paradero desconocido.
Otro indicio, quizás más llamativo que el de la pistola, es la revelación de que Engström era miembro de un club de tiro, según el fiscal. Las autoridades están prácticamente seguras de que él no era el propietario de la ya mítica Magnum .357 Smith&Wesson, pero que “alguien en su vecindario” de Estocolmo tenía una habitación de su casa “llena" de pistolas y que una coincide con el calibre utilizado para matar a Palme. Engström “tenía una [pistola] que parece que coincide con la del crimen”, ha dicho Petersson. “Creemos que Engström llevaba consigo una pistola aquella noche”, ha añadido.
El hombre de Skandia era ya un viejo conocido, pues fue él mismo quién a la mañana siguiente llamó a la policía para avisar de que él fue a la escena del crimen para socorrer a Palme y que estaba preocupado por que le pudieran confundir con el asesino. Tras años de estudio milimétrico y de vaivenes en la investigación, Petersson ha podido confirmar que la versión que dio Engström como testigo primero, y sospechoso después, no coincide con la información que revelan las cámaras de seguridad de su empresa, la declaración de su esposa y varios testimonios de otros testigos.
Las esperanzas de que el enigma se iba a resolver hoy eran altísimas en el país escandinavo de alrededor de diez millones de habitantes, pero han resultado en un “anticlímax”, describe por correo electrónico Ulf Bjereld, reputado politólogo de la Universidad de Gotemburgo y simpatizante del Partido Socialdemócrata, la formación de Palme. “Las expectativas de que el fiscal iba a presentar pruebas nuevas y sustantivas eran altas. Pero no, no había arma homicida, ni ADN, ni confesión, ni nuevos testimonios cruciales”, resume. “Sí, Stig Engström es realmente un sospechoso. Pero no hay evidencia clara de que él también sea el asesino”, opina.
El caso queda hoy, tras 12.522 días de misterio, cerrado; y el único responsable, el hombre de Skandia, ya no puede ser juzgado pese al ánimo del fiscal Petersson, que reabrió el caso en 2016, de arrojar un poco de luz en un magnicidio equiparado al del mítico presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy, en 1963.
Investigación
Varios tertulianos políticos y algunos medios suecos habían avivado estos días el debate previo a una comparecencia oficial que ahora pone fin a 34 años de una investigación llena de descuidos y torpezas. Por ejemplo, no se acordonó con suficiente rapidez la escena del crimen, que fue contaminada; una de las dos balas fue hallada por una persona ajena a la investigación, entre otros descuidos.
La vía de investigación que iba tomando más fuerza era la sudafricana. Palme era un hombre abiertamente crítico con el régimen del apartheid y una semana antes de su muerte no solo pidió su abolición, sino que mostró su apoyo al Congreso Nacional Africano. “Apoyaba a los países del tercer mundo y su derecho a la independencia”, recuerda Bjereld. El hombre de Skandia, por otra parte, no estaba de acuerdo con la ideología, casi utópica, de Palme. Y así lo había hecho saber días antes del magnicidio.
Incluso el diario británico The Guardian publicaba este lunes una investigación en la que aseguraba, citando fuentes anónimas, que los servicios secretos suecos se habían reunido con sus homólogos sudafricanos el pasado 18 de marzo en Pretoria; y que estos le entregaron un dossier a los escandinavos. “No hay nada específico. Mucha gente nos ha contactado, pero desafortunadamente no hay pruebas suficientes [para inculpar a los servicios secretos de Sudáfrica]”, ha concluido el fiscal.
Palme era incómodo, incluso polarizador, recuerda el politólogo. “Mucha gente lo amaba, algunas personas lo odiaban. Era muy inteligente, un excelente retórico y su lenguaje político era muy ideológico”. Por eso, desde el principio, las hipótesis sobre la autoría -material e intelectual- se multiplicaron. El partido kurdo PKK, el KGB (servicios secretos soviéticos), Yugoslavia y hasta la CIA (servicios secretos de EE UU). Todos han sido sospechosos alguna vez de estar detrás de un magnicidio que conmocionó a la sociedad europea de finales del siglo pasado. “Las especulaciones continuarán, pero a nivel social creo que habrá una aceptación de que ahora sabemos lo que es posible que sepamos y que tal vez nunca obtengamos la respuesta absoluta sobre la pregunta sobre quién mató a Olof Palme”, sentencia Bjereld.
El magnicidio de un político carismático, tan popular como controvertido, tan respetado como detestado, supuso un trauma colectivo en Suecia. Porque la violencia política parecía algo totalmente ajeno a este país, cuna del estado de bienestar -hizo de Suecia una “superpotencia moral” con el feminismo como punta de lanza, resumen Bjereld-, donde un primer ministro pensaba que podía ir en metro al cine un viernes por la noche sin escolta.
https://elpais.com/internacional/2020-06-10/suecia-cierra-la-investigacion-del-asesinato-de-olof-palme-34-anos-despues-al-estar-muerto-el-unico-sospechoso.html
P. D.:
34 años después todo aparece tan sencillo y fácil. ¿Por qué no se dijo entonces? ¿Era porque el asesino vivía y podía contradecir la información? Y ahora muerto, por suicidio después de 20 años, no puede defenderse ni mostrar ninguna coartada.
Esta información, por su forma de aparecer, por los años transcurridos, por estar muerto el acusado, por los intereses en que Olof muriese por incómodo a tantas gentes, todas de derecha y algunas incluso racistas, por ser un político justo y bondadoso, por su defensa de la libertad, igualdad, solidaridad y la justicia frente al poderoso, por el asesinato también de su secretaria Anna Lindh. (¿esto no os recuerda algo de lo ocurrido con J. F. Kennedy y su hermano Robert?) y por muchas cosas más, parece toda una chapuza para cerrar el caso de manera burda. Y sobre todo, es una forma de anular cualquier indicio o sospecha de conspiración y acusar a una sola persona ya muerta, cortando así, o pretendiendo cortar, toda línea de investigación más creíble y explicable. Otra cosa muy distinta es conocer la verdad y hacer justicia. No parece que nada de ello se haya logrado.
No debemos olvidar el asesinato mediante carta bomba de Ruth First, una conocida activista sueca (?) antiapartheid y amiga personal de Olof Palme, asesinada cuatro años antes, en 1982.
Ni tampoco el caso de su camarada Anna Lindh, “dirigente socialdemócrata sueca opuesta a la invasión estadounidense de Iraq en 2003 asesinada el 11 de septiembre [11-S] de ese mismo año”, como se dice aquí. Curiosa la coincidencia en las fechas elegidas, aunque en este caso el móvil de los "autores intelectuales" se nos muestra con absoluta claridad. El que la apuñaló está condenado y siempre declaró que su móvil fue por odio e individual.
El ‘caso Palme’
(Editorial del 13-06-2020, El País)
El cierre en falso de la investigación del asesinato del político sueco no oscurece la vigencia de su legado
Con 36 años de retraso, el fiscal sueco Krister Petersson cerró el miércoles la investigación por el asesinato en Estocolmo del primer ministro Olof Palme y designó como culpable, sin aportar nuevas pruebas, a un diseñador gráfico, Stig Engström, conocido como El Hombre de Skandia (por la empresa en la que trabajaba), que se suicidó en el año 2000. Aunque la investigación ha concluido, el caso Palme está muy lejos de haber sido cerrado porque se mantienen abiertas la mayoría de las incógnitas que se plantearon aquella noche de febrero en la que el político sueco, un gigante de la socialdemocracia europea, fue asesinado cuando volvía caminando a casa con su esposa, sin escolta.
Durante todo este tiempo, la figura del primer ministro sueco ha mantenido un gran peso en la memoria colectiva de los europeos, un recuerdo que no solo está relacionado con su trágico final y con su asesinato, sino con la vigencia de su pensamiento y su acción política. Olof Palme fue un nombre crucial en la construcción del Estado de bienestar y dedicó su carrera a la lucha contra las injusticias, tanto en política internacional como en el terreno social. La idea central del modelo sueco de que, incluso en una economía de mercado, el Estado tiene la obligación de proporcionar servicios básicos de calidad a los ciudadanos, con una redistribución de la riqueza a través de los impuestos, forma parte de ese legado. Medidas como la del ingreso mínimo vital, recientemente aprobada en España, no son ajenas a la herencia de este político, que además ocupó un enorme espacio en la escena internacional.
Palme tenía muchos enemigos en el mundo porque fue una voz valiente, que puso lo que consideraba justo incluso por encima de los intereses económicos de su propio país. Fue un adversario declarado de la Sudáfrica racista del apartheid, de las dictaduras de Franco y de Pinochet, de la guerra de Vietnam o de la invasión de Checoslovaquia, y abogó por la desnuclearización de Europa. No guardó silencio ante las injusticias, defendiendo de manera formidable e incontrovertible sus convicciones. Este activismo, además de la consideración de que en Suecia no podía haberse planeado un crimen así, fue lo que llevó a la policía a descartar la pista interior desde el principio y a buscar complots internacionales detrás del magnicidio. Esto es lo que explica que el asesino señalado por la Fiscalía el miércoles estuviese en el radar de la policía desde el principio, pero nunca fuese investigado a fondo. Sin ninguna prueba nueva, su designación como culpable parece responder al viejo axioma de que una vez descartadas todas las demás opciones, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad. Con un caso que no se ha cerrado del todo, Europa seguirá recordando a Palme por su vida, no por su muerte.
El exmercenario que avisó del asesinato de Olof Palme
sábado, 13 de junio de 2020
Muere Ann Mitchell, cazadora de patrones criptográficos en la lucha contra los nazis. El 75 % del personal de Bletchley Park, sede del centro del criptoanálisis aliado durante la Segunda Guerra Mundial, eran mujeres.
El pasado 11 de mayo fallecía Ann Mitchell (1922-2020), miembro el equipo de criptoanalistas de Bletchley Park que ganó la batalla a la famosa máquina Enigma, empleada por el ejército nazi para el cifrado de sus comunicaciones. Mitchell, graduada en Matemáticas por la Universidad de Oxford, fue llamada a servicio en 1943. Allí estuvo trabajado dos años junto a otras mujeres y hombres –entre ellos, Alan Turing–, ideando novedosas técnicas matemáticas aplicadas a la criptografía.
La pugna de las matemáticas contra Enigma empezó años antes de la guerra, lejos de Bletchley. En noviembre de 1931 un empleado de la Chiffrierstelle de Berlín, resentido con su patria en general y con su familia en particular, vendía en Verviers (Bélgica) dos escritos con detalladas instrucciones sobre la máquina Enigma a un agente secreto francés, de nombre en clave Rex. Esos documentos llegaron a la Biuro Szyfrów de Varsovia, y permitieron al matemático polaco Marian Rejewski iniciar su particular guerra de guerrillas contra la máquina Enigma.
La Enigma era un sofisticado artefacto que funcionaba como una especie de máquina de escribir, que “reordenaba” el alfabeto, asignando a cada letra introducida otra, con arreglo a una permutación conocida por el receptor. El número de reordenaciones posibles en el dispositivo era colosal; cada vez que se pulsaba una tecla, la letra que finalmente aparecía impresa (o iluminada) dependía de una compleja configuración inicial. Esta se determinaba a través de varios rotores, es decir, discos con el alfabeto grabado en el anillo exterior, que giraban con cada pulsación del teclado. Cada rotor llevaba el alfabeto escrito en un orden distinto. Había varias formas de insertar los rotores en las ranuras que los albergaban, y cada uno podía encajarse de 26 maneras distintas, según la letra que quedase a la vista en la posición superior. Además, se incluía un cableado interno que tras la pulsación enviaba algunas letras a otras diferentes antes de impactar sobre los rotores. Para una descripción matemática más completa, se recomienda este artículo de Vázquez y Jiménez-Seral.
Las disposiciones iniciales de Enigma se distribuían en libros de claves, asociando a cada día una configuración; la llamada “clave del día”. Cada mensaje enviado comenzaba con el cifrado de una nueva terna de letras, la llamada “clave de mensaje” que le decía al receptor cómo girar los rotores de nuevo para seguir usando la máquina y descifrar el texto. Esa terna se escribía dos veces por seguridad, siempre cifrada con la clave del día, por lo que las seis primeras letras de los mensajes se correspondían con el cifrado de dos cadenas idénticas de tres letras. Esta “inocente” repetición insertaba en los mensajes un patrón de los que todo buen criptoanalista sabe aprovechar.
Así hizo Rejewski. Diseñó una estrategia para averiguar la clave del día, buscando posiciones de los rotores compatibles con las secuencias iniciales de seis letras de los mensajes interceptados. El procedimiento era conceptualmente sencillo, pero inabordable manualmente. Para ello, la inteligencia polaca diseñó máquinas “rastreadoras” de permutaciones, las llamadas bombas. Afortunadamente, su esfuerzo no se perdió con la entrada del ejército alemán: en agosto de 1939, semanas antes de la anexión de Polonia a Alemania, planos de las bombas, réplicas de máquinas Enigma y notas del trabajo de Rejewski llegaron a Londres a través de Francia.
Las semillas de Rejewski cayeron en un terreno peculiarmente abonado: Bletchley Park. El centro del criptoanálisis aliado estaba allí, en la llamada Government Code and Cypher School, un complejo compuesto por una pintoresca mansión victoriana rodeada de cabañas de madera. El personal de Bletchley era variado; lingüistas, matemáticos, filósofos, ingenieros y agentes sin educación superior reclutados con criterios poco convencionales (como ser de ascendencia nobiliaria o experto en crucigramas). A la cabeza, Alan Turing, el alma y cerebro de Bletchley Park.
En torno al 75% del personal de Bletchley eran mujeres. Muchas de ellas tenían educación superior en física y matemáticas, como la propia Ann Mitchell. Su trabajo se centró en optimizar la búsqueda de patrones para las bombas, usando suposiciones acerca de posibles correspondencias entre texto claro y cifrado. Además de ella hubo muchas más mujeres, como Mavis Batey, germanista que comenzó su carrera en inteligencia militar, buscando mensajes en clave insertados en los anuncios del Times, o Joan Clarke, que trabajó en la Cabaña 8, centrada en la Enigma de la Kriegsmarine. Clarke fue la única mujer en el proyecto Banburismus, ideado por Turing para reducir la necesidad de usar las bombas polacas, y siguió trabajando toda su vida en criptografía. No fue el caso de la mayoría de estas mujeres, incluida Ann Mitchell. Durante décadas, ni siquiera sus familias fueron conscientes de su discreta labor cazando permutaciones y acortando una guerra que otras armas más sangrientas eran incapaces de parar.
María Isabel González Vasco es Profesora Titular de la Universidad Rey Juan Carlos
Ágata A. Timón G. Longoria es responsable de Comunicación y Divulgación del ICMAT.
Café y Teoremas es una sección dedicada a las matemáticas y al entorno en el que se crean, coordinado por el Instituto de Ciencias Matemáticas (ICMAT), en la que los investigadores y miembros del centro describen los últimos avances de esta disciplina, comparten puntos de encuentro entre las matemáticas y otras expresiones sociales y culturales y recuerdan a quienes marcaron su desarrollo y supieron transformar café en teoremas. El nombre evoca la definición del matemático húngaro Alfred Rényi: “Un matemático es una máquina que transforma café en teoremas”.
Edición y coordinación: Ágata A. Timón García-Longoria (ICMAT)
https://elpais.com/ciencia/2020-06-03/muere-ann-mitchell-cazadora-de-patrones-criptograficos-en-la-lucha-contra-los-nazis.html
viernes, 12 de junio de 2020
Lo que resulta insoportable a las derechas españolas. Les resulta insoportable que el proyecto de reconstrucción "europea y nacional" que se va a poner en práctica esté dirigido por un gobierno presidido por Pedro Sánchez.
Javier Pérez Royo
Los españoles hemos sido convocados a unas elecciones legislativas o generales en cuatro ocasiones entre diciembre de 2015 y noviembre de 2019. Tras las elecciones de 2015 no se alcanzó la investidura de un candidato como Presidente del Gobierno y hubo disolución automática y una nueva convocatoria, que se celebró en julio de 2016. Mariano Rajoy sería investido Presidente gracias a la abstención del PSOE, sin la cual la mayoría parlamentaria hubiera sido contraria a su investidura.
En 2015/2016 Rajoy había dilapidado el capital político, 186 escaños, de las elecciones de 2011. El PP continuaba siendo el primer partido del país, pero "la derecha" española que el PP desde las elecciones de 1993 representaba prácticamente en régimen de monopolio, había dejado de ser mayoritaria en el Congreso de los Diputados. Por eso fue posible el éxito de la moción de censura "constructiva" presentada por Pedro Sánchez en 2018, que exige la aprobación por mayoría absoluta (art. 113 CE).
Pedro Sánchez se vería obligado a disolver las Cortes Generales en 2019 ante la imposibilidad de conseguir la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado, y convocaría elecciones generales en abril de 2019. En estas elecciones el PSOE pasaría a ser el primer partido del país, aunque con 123 escaños. Pero, a diferencia de lo que le ocurrió a Mariano Rajoy en 2016, Pedro Sánchez si tenía la posibilidad de articular una mayoría parlamentaria sin la necesidad de la abstención del PP, que le permitiera no solo alcanzar la investidura, sino que le protegiera, además, frente a una posible moción de censura.
Por razones nunca explicadas, Pedro Sánchez optó por no articular una mayoría de investidura con base en el resultado de las elecciones de abril de 2019, intentando conseguirla a través de la abstención del PP y Ciudadanos. El fracaso en el intento conduciría a nuevas elecciones en noviembre de 2019, en las que nuevamente el PSOE no solamente sería el primer partido, sino que seguiría disponiendo de la posibilidad de articular una mayoría de investidura sin necesidad de la abstención del PP.
La derecha española "agotó" su programa de dirección política del país en la legislatura 2011-2015. Dicho agotamiento se tradujo, además, en la fragmentación del espacio político de la derecha, que de estar ocupado en régimen de monopolio por el PP, pasó a una situación de mucha fluidez, en la que el PP se mantiene como primer partido de la derecha, pero teniendo que competir muy duramente con Ciudadanos en un primer momento y con Vox a continuación. Y en todo caso, quedando como opción minoritaria tanto social como políticamente. Las "tres derechas" no suman para convertirse en el Gobierno de la Nación.
El cuerpo electoral español ha reiterado desde 2015 que la "idea de la España Constitucional" que proponen PP, Ciudadanos y Vox, que es una "idea anti nacionalista", de la que quedan excluidos todos los que no están dispuestos a la "esterilización" de la autonomía de Catalunya bien mediante la aplicación del artículo 155 de la Constitución o la amenaza de hacerlo, es una propuesta minoritaria. Hay una mayoría clara del cuerpo electoral contraria a esa idea. Resulta que los partidos que las "tres derechas" consideran que no son "constitucionales" son mayoría en la España Constitucional.
El intento de apropiarse de manera exclusiva y excluyente de la Constitución, visto con la perspectiva que nos proporciona el tiempo, ha sido un error. Los ha conducido a estar en minoría. Y en una minoría no bien avenida. No ha habido en estos años ningún intento de alcanzar un acuerdo de naturaleza programática entre ellos, sino que simplemente se han "repartido" el poder, cuando han conseguido sumar los escaños suficientes en Comunidades Autónomas y municipios. No hay en el horizonte señal indicadora alguna de un programa para la dirección política del país. Las tres derechas carecen de una "alternativa de gobierno".
Y sin un programa "recognoscible", por utilizar el término con el que el Tribunal Constitucional identificó el contenido esencial de los derechos fundamentales, en el que ciudadanos de derecha y de centro puedan reconocerse, es muy difícil, por no decir imposible, competir con posibilidades de éxito. Competir de manera democrática. Con aceptación de las reglas de juego establecidas constitucionalmente.
Dichas reglas exigen reconocer que el presidente del Gobierno investido por el Congreso de los Diputados tiene "legitimidad" democrática para dirigir políticamente el país. Tiene "legitimidad" para hacer uso de la forma constitucionalmente prevista de los instrumentos de protección excepcional o extraordinaria del Estado, como es el estado de alarma, cuando la naturaleza de una emergencia sanitaria como la generada por la COVID-19 así lo aconseja. Tiene "legitimidad" para participar como Gobierno de un Estado miembro en la configuración de la política de la Unión Europea, singularmente importante en la encrucijada en que nos encontramos.
Las derechas españolas tenían que haber aceptado que Pedro Sánchez es el presidente de Gobierno "legítimo" del Estado español. Tenían que haber aceptado que ellas no disponen de una mayoría alternativa en el Congreso para acceder al Gobierno de manera constitucional y que, en consecuencia, su deber de ejercer la oposición tiene que moverse dentro de las posibilidades y límites que la Constitución contempla. Uno de los cuales son los cuatro años de duración de la legislatura.
Esto es lo que las derechas españolas no han hecho. Intentaron torpedear la investidura de Pedro Sánchez haciendo una llamada expresa a la "rebelión" de algún diputado "valiente" socialista y, una vez que no lo consiguieron, han aprovechado una "tragedia nacional", como son el número de fallecidos por la COVID-19, para intentar "reventar" políticamente la legislatura. Dentro de las Cortes Generales, como hemos tenido ocasión de ver en los plenos del Congreso de los Diputados de estas últimas semanas. Desde el Gobierno de alguna Comunidad Autónoma como la de Madrid. Con maniobras judiciales y en el interior de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado que se califican por sí mismas.
Las derechas no tienen prisa por gobernar, sino por destruir al Gobierno, por impedir que se pueda poner en práctica el programa de gobierno que se votó mayoritariamente en la investidura, ajustado a las exigencias que la pandemia generada por la COVID-19 está imponiendo y va a seguir imponiendo por bastante tiempo.
Lo que aterra a las derechas es que un Gobierno no presidido por ellas sea el que dirija la "reconstrucción" del país, a la que inevitablemente habrá que proceder tras el impacto de la pandemia. Europa tuvo que reconstruirse tras la Segunda Guerra Mundial. Ahí empezó a prefigurarse políticamente Europa, aunque con una dimensión más económica que política. De esa prefiguración quedó excluida España por razones conocidas.
Europa va a tener que reconstruirse a partir de ahora mismo, dada la magnitud de la catástrofe todavía no cuantificada en su integridad, pero que, aunque distinta, no va a ser menor que la de los años cuarenta. La participación de un gobierno presidido por Pedro Sánchez representando a España en esta reconstrucción "europea y nacional" es lo que resulta insoportable a las "derechas españolas".
https://www.eldiario.es/contracorriente/derechas_6_1032106800.html
Los españoles hemos sido convocados a unas elecciones legislativas o generales en cuatro ocasiones entre diciembre de 2015 y noviembre de 2019. Tras las elecciones de 2015 no se alcanzó la investidura de un candidato como Presidente del Gobierno y hubo disolución automática y una nueva convocatoria, que se celebró en julio de 2016. Mariano Rajoy sería investido Presidente gracias a la abstención del PSOE, sin la cual la mayoría parlamentaria hubiera sido contraria a su investidura.
En 2015/2016 Rajoy había dilapidado el capital político, 186 escaños, de las elecciones de 2011. El PP continuaba siendo el primer partido del país, pero "la derecha" española que el PP desde las elecciones de 1993 representaba prácticamente en régimen de monopolio, había dejado de ser mayoritaria en el Congreso de los Diputados. Por eso fue posible el éxito de la moción de censura "constructiva" presentada por Pedro Sánchez en 2018, que exige la aprobación por mayoría absoluta (art. 113 CE).
Pedro Sánchez se vería obligado a disolver las Cortes Generales en 2019 ante la imposibilidad de conseguir la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado, y convocaría elecciones generales en abril de 2019. En estas elecciones el PSOE pasaría a ser el primer partido del país, aunque con 123 escaños. Pero, a diferencia de lo que le ocurrió a Mariano Rajoy en 2016, Pedro Sánchez si tenía la posibilidad de articular una mayoría parlamentaria sin la necesidad de la abstención del PP, que le permitiera no solo alcanzar la investidura, sino que le protegiera, además, frente a una posible moción de censura.
Por razones nunca explicadas, Pedro Sánchez optó por no articular una mayoría de investidura con base en el resultado de las elecciones de abril de 2019, intentando conseguirla a través de la abstención del PP y Ciudadanos. El fracaso en el intento conduciría a nuevas elecciones en noviembre de 2019, en las que nuevamente el PSOE no solamente sería el primer partido, sino que seguiría disponiendo de la posibilidad de articular una mayoría de investidura sin necesidad de la abstención del PP.
La derecha española "agotó" su programa de dirección política del país en la legislatura 2011-2015. Dicho agotamiento se tradujo, además, en la fragmentación del espacio político de la derecha, que de estar ocupado en régimen de monopolio por el PP, pasó a una situación de mucha fluidez, en la que el PP se mantiene como primer partido de la derecha, pero teniendo que competir muy duramente con Ciudadanos en un primer momento y con Vox a continuación. Y en todo caso, quedando como opción minoritaria tanto social como políticamente. Las "tres derechas" no suman para convertirse en el Gobierno de la Nación.
El cuerpo electoral español ha reiterado desde 2015 que la "idea de la España Constitucional" que proponen PP, Ciudadanos y Vox, que es una "idea anti nacionalista", de la que quedan excluidos todos los que no están dispuestos a la "esterilización" de la autonomía de Catalunya bien mediante la aplicación del artículo 155 de la Constitución o la amenaza de hacerlo, es una propuesta minoritaria. Hay una mayoría clara del cuerpo electoral contraria a esa idea. Resulta que los partidos que las "tres derechas" consideran que no son "constitucionales" son mayoría en la España Constitucional.
El intento de apropiarse de manera exclusiva y excluyente de la Constitución, visto con la perspectiva que nos proporciona el tiempo, ha sido un error. Los ha conducido a estar en minoría. Y en una minoría no bien avenida. No ha habido en estos años ningún intento de alcanzar un acuerdo de naturaleza programática entre ellos, sino que simplemente se han "repartido" el poder, cuando han conseguido sumar los escaños suficientes en Comunidades Autónomas y municipios. No hay en el horizonte señal indicadora alguna de un programa para la dirección política del país. Las tres derechas carecen de una "alternativa de gobierno".
Y sin un programa "recognoscible", por utilizar el término con el que el Tribunal Constitucional identificó el contenido esencial de los derechos fundamentales, en el que ciudadanos de derecha y de centro puedan reconocerse, es muy difícil, por no decir imposible, competir con posibilidades de éxito. Competir de manera democrática. Con aceptación de las reglas de juego establecidas constitucionalmente.
Dichas reglas exigen reconocer que el presidente del Gobierno investido por el Congreso de los Diputados tiene "legitimidad" democrática para dirigir políticamente el país. Tiene "legitimidad" para hacer uso de la forma constitucionalmente prevista de los instrumentos de protección excepcional o extraordinaria del Estado, como es el estado de alarma, cuando la naturaleza de una emergencia sanitaria como la generada por la COVID-19 así lo aconseja. Tiene "legitimidad" para participar como Gobierno de un Estado miembro en la configuración de la política de la Unión Europea, singularmente importante en la encrucijada en que nos encontramos.
Las derechas españolas tenían que haber aceptado que Pedro Sánchez es el presidente de Gobierno "legítimo" del Estado español. Tenían que haber aceptado que ellas no disponen de una mayoría alternativa en el Congreso para acceder al Gobierno de manera constitucional y que, en consecuencia, su deber de ejercer la oposición tiene que moverse dentro de las posibilidades y límites que la Constitución contempla. Uno de los cuales son los cuatro años de duración de la legislatura.
Esto es lo que las derechas españolas no han hecho. Intentaron torpedear la investidura de Pedro Sánchez haciendo una llamada expresa a la "rebelión" de algún diputado "valiente" socialista y, una vez que no lo consiguieron, han aprovechado una "tragedia nacional", como son el número de fallecidos por la COVID-19, para intentar "reventar" políticamente la legislatura. Dentro de las Cortes Generales, como hemos tenido ocasión de ver en los plenos del Congreso de los Diputados de estas últimas semanas. Desde el Gobierno de alguna Comunidad Autónoma como la de Madrid. Con maniobras judiciales y en el interior de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado que se califican por sí mismas.
Las derechas no tienen prisa por gobernar, sino por destruir al Gobierno, por impedir que se pueda poner en práctica el programa de gobierno que se votó mayoritariamente en la investidura, ajustado a las exigencias que la pandemia generada por la COVID-19 está imponiendo y va a seguir imponiendo por bastante tiempo.
Lo que aterra a las derechas es que un Gobierno no presidido por ellas sea el que dirija la "reconstrucción" del país, a la que inevitablemente habrá que proceder tras el impacto de la pandemia. Europa tuvo que reconstruirse tras la Segunda Guerra Mundial. Ahí empezó a prefigurarse políticamente Europa, aunque con una dimensión más económica que política. De esa prefiguración quedó excluida España por razones conocidas.
Europa va a tener que reconstruirse a partir de ahora mismo, dada la magnitud de la catástrofe todavía no cuantificada en su integridad, pero que, aunque distinta, no va a ser menor que la de los años cuarenta. La participación de un gobierno presidido por Pedro Sánchez representando a España en esta reconstrucción "europea y nacional" es lo que resulta insoportable a las "derechas españolas".
https://www.eldiario.es/contracorriente/derechas_6_1032106800.html
jueves, 11 de junio de 2020
Byung-Chul Han: “El dataísmo es una forma pornográfica de conocimiento que anula el pensamiento”
El filósofo coreano, que en su último ensayo afirma que la conversión de la producción y el rendimiento en valores absolutos está desritualizando cada vez más a la sociedad, cree que la violencia que el ser humano ejerce contra la naturaleza se está volviendo contra él con más fuerza
CÉSAR RENDUELES
17 MAY 2020
Byung Chul Han
El filósofo alemán vivo más leído en todo el mundo es coreano. Byung-Chul Han (Seúl, 1959), profesor en la Universidad de las Artes de Berlín, se dio a conocer en todo el mundo hace 10 años con La sociedad del cansancio. Desde entonces ha publicado más de una decena de ensayos formalmente similares —muy breves y con una escritura clara y directa— en los que desarrolla una peculiar crítica comunitarista de distintos aspectos del capitalismo contemporáneo. Su último trabajo es La desaparición de los rituales (Herder, 2020). Esta entrevista se hizo por correo electrónico.
PREGUNTA. En su libro define los rituales como acciones simbólicas que generan una comunidad sin necesidad de comunicación. En cambio, según plantea, en las sociedades actuales abundaría más bien la comunicación sin comunidad. ¿Cómo imagina esa “comunidad-sin-comunicación” perdida? Los ejemplos que usted pone pertenecen al pasado o a pequeños pueblos campesinos e insiste en que el causante de esa destrucción comunitaria es el neoliberalismo. ¿Ha habido otras épocas del capitalismo más abiertas a los rituales? ¿Es incompatible la modernidad y la comunidad o la incompatibilidad se da exclusivamente entre capitalismo y comunidad?
RESPUESTA. La desaparición de los rituales señala sobre todo que, en la actualidad, la comunidad está desapareciendo. La hipercomunicación consecuencia de la digitalización, nos permite estar cada vez más interconectados, pero la interconexión no trae consigo más vinculación ni más cercanía. Las redes sociales también acaban con la dimensión social al poner el ego en el centro. A pesar de la hipercomunicación digital, en nuestra sociedad la soledad y el aislamiento aumentan. Hoy se nos invita continuamente a comunicar nuestras opiniones, necesidades, deseos o preferencias, incluso a que contemos nuestra vida. Cada uno se produce y se representa a sí mismo. Todo el mundo practica el culto, la adoración del yo. Por eso digo que los rituales producen una comunidad sin comunicación. En cambio, hoy prevalece la comunicación sin comunidad. Cada vez celebramos menos fiestas comunitarias. Cada uno se celebra solo a sí mismo. Deberíamos liberarnos de la idea de que el origen de todo placer es un deseo satisfecho. Solo la sociedad de consumo se orienta a la satisfacción de deseos. Las fiestas no tienen que ver con el deseo individual. En el juego colectivo uno no procura satisfacer su propio deseo. Antes bien, se entrega a la pasión por las reglas. No estoy diciendo que tengamos que volver al pasado. Al contrario. Sostengo que tenemos que inventar nuevas formas de acción y juego colectivo que se realicen más allá del ego, el deseo y el consumo, y creen comunidad. Mi libro va encaminado a la sociedad que viene. Hemos olvidado que la comunidad es fuente de felicidad. La libertad también la definimos desde un punto de vista individual. Freiheit, la palabra alemana para “libertad”, significa en origen “estar con amigos”. “Libertad” y “amigo” tienen una etimología común. La libertad es la manifestación de una relación plena. Por tanto, también deberíamos redefinir la libertad a partir de la comunidad.
P. Su descripción de nuestro mundo como crecientemente alejado de los rituales se opone a quienes ven el capitalismo como una sociedad hiperritualizada. Desde ese punto de vista, que usted critica, el consumo tendría una fuerte dimensión ritual e incluso religiosa: los supermercados o los estadios serían nuestros templos. ¿Por qué le parece incorrecto interpretar las prácticas capitalistas o burocráticas como formas secularizadas de rituales religiosos?
R. Rechazo la tesis de que el capitalismo es una religión. Los centros comerciales son todo lo contrario de un templo. En los centros comerciales, y en el capitalismo en general, domina una atención particular. Todo gira en torno al ego. Según Malebranche, la atención es la oración natural del alma. En los templos encontramos una forma totalmente diferente de atención. Se presta atención a cosas que no se pueden alcanzar con el ego. Los rituales me alejan de mi ego. El consumo refuerza la obsesión con él. No soy creyente, pero me gusta asistir a las celebraciones religiosas, católicas por supuesto. Cuando me dejo embriagar por los cánticos, la música del órgano y el aroma del incienso me olvido de mí mismo, de mi ego, y experimento una hermosa sensación de comunidad. En mi libro cito un apunte de Peter Handke: “Con ayuda de la misa, los curas aprenden a tratar bien las cosas: la manera delicada de sostener el cáliz y las hostias, la limpieza sosegada de los vasos, la manera como pasan las páginas del libro; y el resultado de ese hermoso modo de tratar las cosas: una alegría que da alas al corazón”. Hoy en día damos un uso muy diferente a las cosas. Las agotamos, las consumimos y las destruimos. En los rituales las tratamos de una manera totalmente distinta, con cuidado, como si fuesen amigas. Las cosas ritualizadas también pueden crear comunidad.
Los rituales poseen un factor de repetición, pero es una repetición animada y vivificadora. No tiene nada que ver con la repetición burocrática-automática. Hoy en día vamos constantemente a la caza de nuevos estímulos, emociones y experiencias, y olvidamos el arte de la repetición. Lo nuevo se trivializa rápidamente y se convierte en rutina. Es una mercancía que se consume y vuelve a inflamar el deseo de algo nuevo. Para escapar de la rutina, del vacío, consumimos aún más estímulos nuevos, nuevas emociones y experiencias. La sensación de vacío es precisamente la que activa la comunicación y el consumo. La “vida intensa” que actúa como reclamo del neoliberalismo no es sino consumo intenso. Existen formas de repetición que crean auténtica intensidad. Me encanta Bach. He tocado más de 10.000 veces las arias de las Variaciones Goldberg, y cada vez experimento una felicidad. Personalmente, no necesito nada nuevo. Me encantan las repeticiones, los rituales de la repetición.
P. Una tesis muy sugerente de su libro es que los rituales permiten que los valores de una comunidad se asimilen corporalmente. Me parece una idea cercana a aquello que decía Pascal: “Si no crees, arrodíllate, actúa como si creyeras y la creencia llegará por sí sola”. Usted plantea que, en cambio, vivimos en una sociedad de las pasiones marcada por el culto narcisista a la autenticidad, donde lo único que cuenta es la sinceridad de nuestras emociones.
R. Los rituales anclan la comunidad en el cuerpo. Sentimos físicamente la comunidad. Precisamente en la crisis del coronavirus, en la que todo se desarrolla por medios digitales, echamos mucho de menos la cercanía física. Todos estamos más o menos conectados digitalmente, pero falta la cercanía física, la comunidad palpable físicamente. El cuerpo que entrenamos solos en el gimnasio no tiene esa dimensión de comunidad. También en la sexualidad, en la que lo único que importa es el rendimiento, el cuerpo es, en cierto modo, algo solitario. En los rituales, el cuerpo es un escenario en el que se inscriben los secretos, las divinidades y los sueños. El neoliberalismo produce una cultura de la autenticidad que pone el ego en el centro. La cultura de la autenticidad va de la mano con la desconfianza hacia las formas de interacción ritualizadas. Solo las emociones espontáneas, es decir, los estados subjetivos, son auténticas. El comportamiento formalizado se rechaza como falto de autenticidad o como externo. Un ejemplo es la cortesía. En mi libro hago un alegato en contra de la cultura de la autenticidad, que conduce al embrutecimiento de la sociedad, y a favor de las formas bellas.
P. ¿Cree que los partidarios de la nueva derecha radical podrían sentirse identificados con su reivindicación de los rituales y la comunidad? ¿Qué diferencia su propio comunitarismo del de la ultraderecha emergente?
R. La comunidad no se define necesariamente por la exclusión del otro. También puede ser muy hospitalaria. La comunidad a la que se acoplan las derechas está vacía de contenido. Por eso encuentra su sentido en la negación del otro, del extranjero. Está dominada por el miedo y el resentimiento.
P. En el prefacio dice muy explícitamente que este no es un libro nostálgico, pero a menudo hace comparaciones con el pasado muy desfavorables para nuestro presente. En el capítulo dedicado a la guerra, por ejemplo, defiende los antiguos valores guerreros frente a la guerra automatizada moderna, que sería una matanza sin reglas. ¿No está idealizando la guerra antigua? Al fin y al cabo, a lo largo de la historia encontramos una amplia serie de genocidios. La matanza indiscriminada no es exactamente un invento capitalista.
R. Solo quería señalar que la cultura humana se está desritualizando cada vez más, que la conversión de la producción y el rendimiento en valores absolutos está acabando con los rituales. Por ejemplo, la pornografía aniquila los rituales de seducción. En las órdenes de caballería europeas el objetivo principal no era matar al adversario. El honor y el valor también eran importantes. En la guerra con drones, en cambio, lo fundamental es matar al enemigo, que es tratado como un criminal. Después de la misión, a los pilotos de los drones se les hace entrega solemne de una “tarjeta de puntuación” que certifica cuántas personas han matado. También cuando se trata de matar, lo que más cuenta es el rendimiento. En mi opinión, esto es perverso y obsceno. No pretendía decir que las guerras del pasado fuesen mejores que las actuales. Por el contrario, lo que quería señalar es que hoy en día todo se ha convertido en una cuestión de rendimiento y producción. No solo en la guerra, sino también en el amor y la sexualidad.
P. En su ensayo relaciona el auge del big data con un giro en nuestra concepción del conocimiento, que cada vez más entendemos como algo producido maquinalmente. Llega a hablar de un “giro dataísta” análogo al “giro antropológico” de la Ilustración. ¿Es el dataísmo la conclusión de un camino irreversible que ya estaba anticipado en los orígenes de la modernidad?
R. El dataísmo es una forma pornográfica de conocimiento que anula el pensamiento. No existe un pensamiento basado en los datos. Lo único que se basa en los datos es el cálculo. El pensamiento es erótico. Heidegger lo compara con el eros. El batir de alas del dios Eros lo acariciaba cada vez que daba un paso significativo en el pensamiento y se atrevía a aventurarse en un terreno inexplorado. La transparencia también es pornográfica. Peter Handke dice en una de sus anotaciones: “¿Quién dice que el mundo ya está descubierto?”. El mundo es más profundo de lo que pensamos.
P. La pandemia de la covid-19 está teniendo un impacto enorme no solo en términos sanitarios o económicos, sino también en nuestra subjetividad compartida. En apenas unos días, la noción de “biopolítica” se ha vuelto muy intuitiva. ¿En qué medida cree que la comunicación-sin-comunidad que usted diagnostica en nuestras sociedades está afectando a la manera en que estamos viviendo la epidemia?
R. La crisis del coronavirus ha acabado totalmente con los rituales. Ni siquiera está permitido darse la mano. La distancia social destruye cualquier proximidad física. La pandemia ha dado lugar a una sociedad de la cuarentena en la que se pierde toda experiencia comunitaria. Como estamos interconectados digitalmente, seguimos comunicándonos, pero sin ninguna experiencia comunitaria que nos haga felices. El virus aísla a las personas. Agrava la soledad y el aislamiento que, de todos modos, dominan nuestra sociedad. Los coreanos llaman corona blues a la depresión consecuencia de la pandemia. El virus consuma la desaparición de los rituales. No me cuesta imaginar que, después de la pandemia, los redescubramos.
P. ¿Cree que la pandemia constituye un hito histórico similar a la crisis de 2008, que se traducirá en transformaciones políticas de calado? ¿Qué tipo de cambios sociales cree que vamos a experimentar a raíz del coronavirus?
R. A consecuencia de la pandemia nos dirigimos a un régimen de vigilancia biopolítica. El virus ha dejado al descubierto un punto muy vulnerable del capitalismo. A lo mejor se impone la idea de que la biopolítica digital, que convierte al individuo y a su cuerpo en objeto de vigilancia, basta para hacer al capitalismo invulnerable al virus. Sin embargo, el régimen de vigilancia biopolítico significa el fin del liberalismo. En ese caso, el liberalismo no habrá sido más que un breve episodio. Pero yo no creo que la vigilancia biopolítica vaya a derrotar al virus. El patógeno será más fuerte. Según el paleontólogo Andrew Knoll, el ser humano es solamente la guinda de la evolución. El verdadero pastel se compone de bacterias y virus que amenazan con atravesar cualquier superficie frágil, e incluso reconquistarla, en cualquier momento. La pandemia es la consecuencia de la intervención brutal del ser humano en un delicado ecosistema. Los efectos del cambio climático serán más devastadores que la pandemia. La violencia que el ser humano ejerce contra la naturaleza se está volviendo contra él con más fuerza. En eso consiste la dialéctica del Antropoceno: en la llamada Era del Ser Humano, el ser humano está más amenazado que nunca.
Traducción de News Clips.
CÉSAR RENDUELES
17 MAY 2020
Byung Chul Han
El filósofo alemán vivo más leído en todo el mundo es coreano. Byung-Chul Han (Seúl, 1959), profesor en la Universidad de las Artes de Berlín, se dio a conocer en todo el mundo hace 10 años con La sociedad del cansancio. Desde entonces ha publicado más de una decena de ensayos formalmente similares —muy breves y con una escritura clara y directa— en los que desarrolla una peculiar crítica comunitarista de distintos aspectos del capitalismo contemporáneo. Su último trabajo es La desaparición de los rituales (Herder, 2020). Esta entrevista se hizo por correo electrónico.
PREGUNTA. En su libro define los rituales como acciones simbólicas que generan una comunidad sin necesidad de comunicación. En cambio, según plantea, en las sociedades actuales abundaría más bien la comunicación sin comunidad. ¿Cómo imagina esa “comunidad-sin-comunicación” perdida? Los ejemplos que usted pone pertenecen al pasado o a pequeños pueblos campesinos e insiste en que el causante de esa destrucción comunitaria es el neoliberalismo. ¿Ha habido otras épocas del capitalismo más abiertas a los rituales? ¿Es incompatible la modernidad y la comunidad o la incompatibilidad se da exclusivamente entre capitalismo y comunidad?
RESPUESTA. La desaparición de los rituales señala sobre todo que, en la actualidad, la comunidad está desapareciendo. La hipercomunicación consecuencia de la digitalización, nos permite estar cada vez más interconectados, pero la interconexión no trae consigo más vinculación ni más cercanía. Las redes sociales también acaban con la dimensión social al poner el ego en el centro. A pesar de la hipercomunicación digital, en nuestra sociedad la soledad y el aislamiento aumentan. Hoy se nos invita continuamente a comunicar nuestras opiniones, necesidades, deseos o preferencias, incluso a que contemos nuestra vida. Cada uno se produce y se representa a sí mismo. Todo el mundo practica el culto, la adoración del yo. Por eso digo que los rituales producen una comunidad sin comunicación. En cambio, hoy prevalece la comunicación sin comunidad. Cada vez celebramos menos fiestas comunitarias. Cada uno se celebra solo a sí mismo. Deberíamos liberarnos de la idea de que el origen de todo placer es un deseo satisfecho. Solo la sociedad de consumo se orienta a la satisfacción de deseos. Las fiestas no tienen que ver con el deseo individual. En el juego colectivo uno no procura satisfacer su propio deseo. Antes bien, se entrega a la pasión por las reglas. No estoy diciendo que tengamos que volver al pasado. Al contrario. Sostengo que tenemos que inventar nuevas formas de acción y juego colectivo que se realicen más allá del ego, el deseo y el consumo, y creen comunidad. Mi libro va encaminado a la sociedad que viene. Hemos olvidado que la comunidad es fuente de felicidad. La libertad también la definimos desde un punto de vista individual. Freiheit, la palabra alemana para “libertad”, significa en origen “estar con amigos”. “Libertad” y “amigo” tienen una etimología común. La libertad es la manifestación de una relación plena. Por tanto, también deberíamos redefinir la libertad a partir de la comunidad.
P. Su descripción de nuestro mundo como crecientemente alejado de los rituales se opone a quienes ven el capitalismo como una sociedad hiperritualizada. Desde ese punto de vista, que usted critica, el consumo tendría una fuerte dimensión ritual e incluso religiosa: los supermercados o los estadios serían nuestros templos. ¿Por qué le parece incorrecto interpretar las prácticas capitalistas o burocráticas como formas secularizadas de rituales religiosos?
R. Rechazo la tesis de que el capitalismo es una religión. Los centros comerciales son todo lo contrario de un templo. En los centros comerciales, y en el capitalismo en general, domina una atención particular. Todo gira en torno al ego. Según Malebranche, la atención es la oración natural del alma. En los templos encontramos una forma totalmente diferente de atención. Se presta atención a cosas que no se pueden alcanzar con el ego. Los rituales me alejan de mi ego. El consumo refuerza la obsesión con él. No soy creyente, pero me gusta asistir a las celebraciones religiosas, católicas por supuesto. Cuando me dejo embriagar por los cánticos, la música del órgano y el aroma del incienso me olvido de mí mismo, de mi ego, y experimento una hermosa sensación de comunidad. En mi libro cito un apunte de Peter Handke: “Con ayuda de la misa, los curas aprenden a tratar bien las cosas: la manera delicada de sostener el cáliz y las hostias, la limpieza sosegada de los vasos, la manera como pasan las páginas del libro; y el resultado de ese hermoso modo de tratar las cosas: una alegría que da alas al corazón”. Hoy en día damos un uso muy diferente a las cosas. Las agotamos, las consumimos y las destruimos. En los rituales las tratamos de una manera totalmente distinta, con cuidado, como si fuesen amigas. Las cosas ritualizadas también pueden crear comunidad.
Los rituales poseen un factor de repetición, pero es una repetición animada y vivificadora. No tiene nada que ver con la repetición burocrática-automática. Hoy en día vamos constantemente a la caza de nuevos estímulos, emociones y experiencias, y olvidamos el arte de la repetición. Lo nuevo se trivializa rápidamente y se convierte en rutina. Es una mercancía que se consume y vuelve a inflamar el deseo de algo nuevo. Para escapar de la rutina, del vacío, consumimos aún más estímulos nuevos, nuevas emociones y experiencias. La sensación de vacío es precisamente la que activa la comunicación y el consumo. La “vida intensa” que actúa como reclamo del neoliberalismo no es sino consumo intenso. Existen formas de repetición que crean auténtica intensidad. Me encanta Bach. He tocado más de 10.000 veces las arias de las Variaciones Goldberg, y cada vez experimento una felicidad. Personalmente, no necesito nada nuevo. Me encantan las repeticiones, los rituales de la repetición.
P. Una tesis muy sugerente de su libro es que los rituales permiten que los valores de una comunidad se asimilen corporalmente. Me parece una idea cercana a aquello que decía Pascal: “Si no crees, arrodíllate, actúa como si creyeras y la creencia llegará por sí sola”. Usted plantea que, en cambio, vivimos en una sociedad de las pasiones marcada por el culto narcisista a la autenticidad, donde lo único que cuenta es la sinceridad de nuestras emociones.
R. Los rituales anclan la comunidad en el cuerpo. Sentimos físicamente la comunidad. Precisamente en la crisis del coronavirus, en la que todo se desarrolla por medios digitales, echamos mucho de menos la cercanía física. Todos estamos más o menos conectados digitalmente, pero falta la cercanía física, la comunidad palpable físicamente. El cuerpo que entrenamos solos en el gimnasio no tiene esa dimensión de comunidad. También en la sexualidad, en la que lo único que importa es el rendimiento, el cuerpo es, en cierto modo, algo solitario. En los rituales, el cuerpo es un escenario en el que se inscriben los secretos, las divinidades y los sueños. El neoliberalismo produce una cultura de la autenticidad que pone el ego en el centro. La cultura de la autenticidad va de la mano con la desconfianza hacia las formas de interacción ritualizadas. Solo las emociones espontáneas, es decir, los estados subjetivos, son auténticas. El comportamiento formalizado se rechaza como falto de autenticidad o como externo. Un ejemplo es la cortesía. En mi libro hago un alegato en contra de la cultura de la autenticidad, que conduce al embrutecimiento de la sociedad, y a favor de las formas bellas.
P. ¿Cree que los partidarios de la nueva derecha radical podrían sentirse identificados con su reivindicación de los rituales y la comunidad? ¿Qué diferencia su propio comunitarismo del de la ultraderecha emergente?
R. La comunidad no se define necesariamente por la exclusión del otro. También puede ser muy hospitalaria. La comunidad a la que se acoplan las derechas está vacía de contenido. Por eso encuentra su sentido en la negación del otro, del extranjero. Está dominada por el miedo y el resentimiento.
P. En el prefacio dice muy explícitamente que este no es un libro nostálgico, pero a menudo hace comparaciones con el pasado muy desfavorables para nuestro presente. En el capítulo dedicado a la guerra, por ejemplo, defiende los antiguos valores guerreros frente a la guerra automatizada moderna, que sería una matanza sin reglas. ¿No está idealizando la guerra antigua? Al fin y al cabo, a lo largo de la historia encontramos una amplia serie de genocidios. La matanza indiscriminada no es exactamente un invento capitalista.
R. Solo quería señalar que la cultura humana se está desritualizando cada vez más, que la conversión de la producción y el rendimiento en valores absolutos está acabando con los rituales. Por ejemplo, la pornografía aniquila los rituales de seducción. En las órdenes de caballería europeas el objetivo principal no era matar al adversario. El honor y el valor también eran importantes. En la guerra con drones, en cambio, lo fundamental es matar al enemigo, que es tratado como un criminal. Después de la misión, a los pilotos de los drones se les hace entrega solemne de una “tarjeta de puntuación” que certifica cuántas personas han matado. También cuando se trata de matar, lo que más cuenta es el rendimiento. En mi opinión, esto es perverso y obsceno. No pretendía decir que las guerras del pasado fuesen mejores que las actuales. Por el contrario, lo que quería señalar es que hoy en día todo se ha convertido en una cuestión de rendimiento y producción. No solo en la guerra, sino también en el amor y la sexualidad.
P. En su ensayo relaciona el auge del big data con un giro en nuestra concepción del conocimiento, que cada vez más entendemos como algo producido maquinalmente. Llega a hablar de un “giro dataísta” análogo al “giro antropológico” de la Ilustración. ¿Es el dataísmo la conclusión de un camino irreversible que ya estaba anticipado en los orígenes de la modernidad?
R. El dataísmo es una forma pornográfica de conocimiento que anula el pensamiento. No existe un pensamiento basado en los datos. Lo único que se basa en los datos es el cálculo. El pensamiento es erótico. Heidegger lo compara con el eros. El batir de alas del dios Eros lo acariciaba cada vez que daba un paso significativo en el pensamiento y se atrevía a aventurarse en un terreno inexplorado. La transparencia también es pornográfica. Peter Handke dice en una de sus anotaciones: “¿Quién dice que el mundo ya está descubierto?”. El mundo es más profundo de lo que pensamos.
P. La pandemia de la covid-19 está teniendo un impacto enorme no solo en términos sanitarios o económicos, sino también en nuestra subjetividad compartida. En apenas unos días, la noción de “biopolítica” se ha vuelto muy intuitiva. ¿En qué medida cree que la comunicación-sin-comunidad que usted diagnostica en nuestras sociedades está afectando a la manera en que estamos viviendo la epidemia?
R. La crisis del coronavirus ha acabado totalmente con los rituales. Ni siquiera está permitido darse la mano. La distancia social destruye cualquier proximidad física. La pandemia ha dado lugar a una sociedad de la cuarentena en la que se pierde toda experiencia comunitaria. Como estamos interconectados digitalmente, seguimos comunicándonos, pero sin ninguna experiencia comunitaria que nos haga felices. El virus aísla a las personas. Agrava la soledad y el aislamiento que, de todos modos, dominan nuestra sociedad. Los coreanos llaman corona blues a la depresión consecuencia de la pandemia. El virus consuma la desaparición de los rituales. No me cuesta imaginar que, después de la pandemia, los redescubramos.
P. ¿Cree que la pandemia constituye un hito histórico similar a la crisis de 2008, que se traducirá en transformaciones políticas de calado? ¿Qué tipo de cambios sociales cree que vamos a experimentar a raíz del coronavirus?
R. A consecuencia de la pandemia nos dirigimos a un régimen de vigilancia biopolítica. El virus ha dejado al descubierto un punto muy vulnerable del capitalismo. A lo mejor se impone la idea de que la biopolítica digital, que convierte al individuo y a su cuerpo en objeto de vigilancia, basta para hacer al capitalismo invulnerable al virus. Sin embargo, el régimen de vigilancia biopolítico significa el fin del liberalismo. En ese caso, el liberalismo no habrá sido más que un breve episodio. Pero yo no creo que la vigilancia biopolítica vaya a derrotar al virus. El patógeno será más fuerte. Según el paleontólogo Andrew Knoll, el ser humano es solamente la guinda de la evolución. El verdadero pastel se compone de bacterias y virus que amenazan con atravesar cualquier superficie frágil, e incluso reconquistarla, en cualquier momento. La pandemia es la consecuencia de la intervención brutal del ser humano en un delicado ecosistema. Los efectos del cambio climático serán más devastadores que la pandemia. La violencia que el ser humano ejerce contra la naturaleza se está volviendo contra él con más fuerza. En eso consiste la dialéctica del Antropoceno: en la llamada Era del Ser Humano, el ser humano está más amenazado que nunca.
Traducción de News Clips.
Manolis Glezos, el último partisano de Europa. Hansgeorg Hermann 24/05/2020
El 31 de mayo se cumplirán 79 años de un acto heroico de dos miembros de la resistencia griega a la ocupación nazi que los elevó a la categoría de “héroes del pueblo”.
El pasado mes de marzo murió el último de ellos, luchador antifascista y anticapitalista hasta el último día. SP
Dos escenas son significativas de la en ocasiones impetuosa vida del griego Manolis Glezos. La primera se desarrolla entre sombras. En la noche del 31 de mayo de 1941, por entonces un estudiante con 19 años, trepó la “roca sagrada” de la Acrópolis junto con su amigo Apóstolos Santas, conocido por “Lakis”, pocos meses mayor que él, y arrancaron la bandera de la esvástica, plantada allí por los soldados del ejército alemán un mes antes, el 27 de abril de 1941. En su lugar izaron la bandera nacional griega, escapando sin ser descubiertos.
La segunda escena ha sido mil veces filmada, fotografiada y publicada. Se puede ver a “Manolis”, como así se le conocía en todo el país 70 años más tarde, y a su viejo amigo Mikis Theodorakis el 12 de febrero de 2012, en medio de una furiosa multitud en la Plaza Sintagma de Atenas ante el Parlamento griego. Manolis empuja a Mikis, tres años más “joven”, en la silla de ruedas. Ambos protestaban junto con miles de personas contra las políticas de austeridad aplicadas por la comisión europea a instancias de los alemanes, llevando al país a los límites del colapso social y económico.
Los alemanes y Manolis Glezos...
Nacido en septiembre de 1922 en el pueblo de Apeiranthos, en la cíclada Naxos, dedicó su larga vida ante todo, como político municipal, nacional y europeo, a la lucha por la reparación económica para su país, los griegos y sus familias, exigiéndola a los diferentes gobiernos que se sucedían en Bonn y Berlín.
El historiador austro-griego y profesor de universidad Hagen Fleischer describía estos días cómo de importante y sin embargo exasperante parecía resultarle en el fin de sus días la resistencia contra la gran potencia del norte -antes militar, después económica-, a aquel hombre elevado a “héroe del pueblo” aquella noche de mayo de 1941:
“En la primavera de 1944 los invasores arrestaron, torturaron y ejecutaron al hermano menor de Manolis, Nikos, quien también había destacado en la resistencia. Manolis recibió veinte años más tarde una “compensación” dentro del marco de los acuerdos globales greco-alemanes de 18 de marzo de 1960, concedida a los griegos perseguidos, o a sus familiares supervivientes, por “motivo de raza, religión o ideología”. Los 115 millones finalmente acordados entre Bonn y Atenas, fueron divididos entre un total de 96.880 “beneficiarios” reconocidos, dependiendo de los daños sufridos. Con el dinero recibido por su hermano asesinado, Manolis colocó la primera piedra para una Biblioteca de la Memoria en su Naxos natal.”
Estaba claro para Glezos, y ello alimentó su indignación, que la ridícula suma que había sido arrancada a los alemanes después de años de disputas una vez finalizada la guerra, solo representaba una pequeña parte de lo que la Wehrmacht y sus comandantes fascistas habían destruido y robado a los griegos. El “último partisano de Europa” fue descendiente de un guerrillero cretense de Sfakiá, en el sudoeste de la isla, quien el siglo anterior había liderado una interminable guerra de guerrillas contra la fuerza de ocupación otomana. Como parlamentario ateniense y diputado europeo, Glezos exigió tenazmente “la liquidación de las deudas alemanas.”
Con este término genérico clasificó "no sólo los llamados ‘préstamos de ocupación’, que se recaudaron mensualmente de 1942 a 1944 y fueron reconocidos histórica y moralmente -con la excepción del gobierno federal- en todo el mundo, sino que incluso fueron reconocidos y registrados en la correspondencia de guerra del Ministerio de Asuntos Exteriores nazi como 'deuda del Reich con Grecia'", dice el historiador Fleischer. Glezos también exigió una suma de hasta 270 mil millones de euros, como calculó para JW en su casa de Atenas hace ocho años. "Un montón de dinero", como bien dijo, "con el que podemos devolver lo que supuestamente debemos al capital financiero". No le sorprendió que ni en Bonn ni en la "República de Berlín", posteriormente constituida como una dura potencia hegemónica europea, respondieran a sus cartas y solicitudes.
Conocía la arrogancia de la clase dirigente de su país. A lo largo de su vida política, había luchado contra los oligarcas como comunista y socialista, más recientemente en la dirección de Syriza y después en su escisión de izquierdas Laïki Enotita (Unidad Popular). No más de diez a quince familias, como él y Theodorakis sabían, formaban la élite histórica que tan bien se llevaban con los industriales y los propietarios de capital alemanes. Manolis Glezos, el partisano, filántropo, escritor y ex editor jefe del periódico Rizospastis del KKE, dejó de luchar el pasado lunes 30 de marzo a la edad de 97 años. Su ataúd seguramente habría sido seguido por cientos de miles de griegos si no hubiera muerto en medio del confinamiento debido al coronavirus. Quedan para la posteridad las palabras de su amigo Mikis: "Manolis rompió la esvástica y se envolvió en la bandera griega. Él y nuestro pueblo son uno, símbolo eterno de la libertad".
Hansgeorg Hermann escritor y periodista cultural, ha escrito la biografía de Mikis Theodorakis.
Fuente:
https://www.jungewelt.de/2020/04-04/index.php
Traducción: Jaume Raventós
Dos escenas son significativas de la en ocasiones impetuosa vida del griego Manolis Glezos. La primera se desarrolla entre sombras. En la noche del 31 de mayo de 1941, por entonces un estudiante con 19 años, trepó la “roca sagrada” de la Acrópolis junto con su amigo Apóstolos Santas, conocido por “Lakis”, pocos meses mayor que él, y arrancaron la bandera de la esvástica, plantada allí por los soldados del ejército alemán un mes antes, el 27 de abril de 1941. En su lugar izaron la bandera nacional griega, escapando sin ser descubiertos.
La segunda escena ha sido mil veces filmada, fotografiada y publicada. Se puede ver a “Manolis”, como así se le conocía en todo el país 70 años más tarde, y a su viejo amigo Mikis Theodorakis el 12 de febrero de 2012, en medio de una furiosa multitud en la Plaza Sintagma de Atenas ante el Parlamento griego. Manolis empuja a Mikis, tres años más “joven”, en la silla de ruedas. Ambos protestaban junto con miles de personas contra las políticas de austeridad aplicadas por la comisión europea a instancias de los alemanes, llevando al país a los límites del colapso social y económico.
Los alemanes y Manolis Glezos...
Nacido en septiembre de 1922 en el pueblo de Apeiranthos, en la cíclada Naxos, dedicó su larga vida ante todo, como político municipal, nacional y europeo, a la lucha por la reparación económica para su país, los griegos y sus familias, exigiéndola a los diferentes gobiernos que se sucedían en Bonn y Berlín.
El historiador austro-griego y profesor de universidad Hagen Fleischer describía estos días cómo de importante y sin embargo exasperante parecía resultarle en el fin de sus días la resistencia contra la gran potencia del norte -antes militar, después económica-, a aquel hombre elevado a “héroe del pueblo” aquella noche de mayo de 1941:
“En la primavera de 1944 los invasores arrestaron, torturaron y ejecutaron al hermano menor de Manolis, Nikos, quien también había destacado en la resistencia. Manolis recibió veinte años más tarde una “compensación” dentro del marco de los acuerdos globales greco-alemanes de 18 de marzo de 1960, concedida a los griegos perseguidos, o a sus familiares supervivientes, por “motivo de raza, religión o ideología”. Los 115 millones finalmente acordados entre Bonn y Atenas, fueron divididos entre un total de 96.880 “beneficiarios” reconocidos, dependiendo de los daños sufridos. Con el dinero recibido por su hermano asesinado, Manolis colocó la primera piedra para una Biblioteca de la Memoria en su Naxos natal.”
Estaba claro para Glezos, y ello alimentó su indignación, que la ridícula suma que había sido arrancada a los alemanes después de años de disputas una vez finalizada la guerra, solo representaba una pequeña parte de lo que la Wehrmacht y sus comandantes fascistas habían destruido y robado a los griegos. El “último partisano de Europa” fue descendiente de un guerrillero cretense de Sfakiá, en el sudoeste de la isla, quien el siglo anterior había liderado una interminable guerra de guerrillas contra la fuerza de ocupación otomana. Como parlamentario ateniense y diputado europeo, Glezos exigió tenazmente “la liquidación de las deudas alemanas.”
Con este término genérico clasificó "no sólo los llamados ‘préstamos de ocupación’, que se recaudaron mensualmente de 1942 a 1944 y fueron reconocidos histórica y moralmente -con la excepción del gobierno federal- en todo el mundo, sino que incluso fueron reconocidos y registrados en la correspondencia de guerra del Ministerio de Asuntos Exteriores nazi como 'deuda del Reich con Grecia'", dice el historiador Fleischer. Glezos también exigió una suma de hasta 270 mil millones de euros, como calculó para JW en su casa de Atenas hace ocho años. "Un montón de dinero", como bien dijo, "con el que podemos devolver lo que supuestamente debemos al capital financiero". No le sorprendió que ni en Bonn ni en la "República de Berlín", posteriormente constituida como una dura potencia hegemónica europea, respondieran a sus cartas y solicitudes.
Conocía la arrogancia de la clase dirigente de su país. A lo largo de su vida política, había luchado contra los oligarcas como comunista y socialista, más recientemente en la dirección de Syriza y después en su escisión de izquierdas Laïki Enotita (Unidad Popular). No más de diez a quince familias, como él y Theodorakis sabían, formaban la élite histórica que tan bien se llevaban con los industriales y los propietarios de capital alemanes. Manolis Glezos, el partisano, filántropo, escritor y ex editor jefe del periódico Rizospastis del KKE, dejó de luchar el pasado lunes 30 de marzo a la edad de 97 años. Su ataúd seguramente habría sido seguido por cientos de miles de griegos si no hubiera muerto en medio del confinamiento debido al coronavirus. Quedan para la posteridad las palabras de su amigo Mikis: "Manolis rompió la esvástica y se envolvió en la bandera griega. Él y nuestro pueblo son uno, símbolo eterno de la libertad".
Hansgeorg Hermann escritor y periodista cultural, ha escrito la biografía de Mikis Theodorakis.
Fuente:
https://www.jungewelt.de/2020/04-04/index.php
Traducción: Jaume Raventós
miércoles, 10 de junio de 2020
_- En busca de justicia 30 años después: comienza la vista en la Audiencia Nacional por la matanza de jesuitas en El Salvador. Los compañeros de las víctimas creen que el proceso en España impulsará el iniciado en el país centroamericano.
_- Tras una batalla de más de 30 años, este lunes se sentarán finalmente en el banquillo de la Audiencia Nacional el excoronel Inocente Orlando Montano, exviceministro de Seguridad Pública de El Salvador, y uno de sus subordinados, acusados de participar en el “diseño” y “ejecución” de la matanza de los jesuitas de la Universidad Centroamericana (UCA) de El Salvador, perpetrada en 1989 y entre cuyas víctimas se encontraban cinco españoles. Uno de ellos, el teólogo Ignacio Ellacuría. La Fiscalía pide una condena de 150 años de cárcel para el primero, y 5 para el segundo.
“Para nosotros, celebrar este juicio es un paso muy importante”, se sincera José María Tojeira, compañero de las víctimas y posterior rector de la UCA. “El proceso en España siempre ha tenido mucha repercusión en El Salvador y ha servido para reimpulsar aquí la causa contra otros presuntos autores intelectuales del asesinato, que actualmente se encuentra prácticamente parada”, relata el jesuita por teléfono, apenas un día antes de que arranque en la Audiencia Nacional la vista oral contra dos acusados por la matanza de hace tres décadas.
La Fiscalía y la Asociación Pro Derechos Humanos de España centran su acusación en el excoronel Montano, que entonces ocupaba el cargo de viceministro de Seguridad. Según el ministerio público, este reconocido miembro de La Tandona, una promoción de oficiales ultraderechistas que ocupó puestos clave en el Ejército, formó parte del grupo de autoridades que decidió y ordenó que los militares irrumpieran durante la madrugada del 16 de noviembre de 1989 en la Universidad Centroamericana, donde tirotearon a seis sacerdotes jesuitas —los españoles Ignacio Ellacuría, Ignacio Martín-Baró, Segundo Montes, Amando López, Juan Ramón Moreno; y el salvadoreño Joaquín López— y a la mujer e hija del guardián de la universidad, Elba y Celina Ramos. Son “los mártires de la UCA”, como los ha bautizado el propio centro docente, que recibió en 1990 el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades por “su denodada defensa de la libertad” y “el diálogo”. “Supremos valores, en cuya defensa ha dado heroico testimonio el claustro de sus profesores”, destacó el jurado.
Montano, encarcelado en España desde 2017 después de que Estados Unidos lo entregara tras una ardua pelea judicial, fue señalado como uno de los autores intelectuales. El ahora septuagenario destacaba por sus arremetidas contra Ellacuría y sus compañeros, a los que acusaba de conexiones con “terroristas”. Como dijo el juez Manuel García-Castellón cuando lo envió a prisión a la espera de que se celebrase el juicio, el coronel utilizó la emisora de radio oficial del Estado para lanzar amenazas de muerte solo unos días antes del asesinato múltiple. Además, era miembro de “una estructura al margen de la legalidad, que alteró gravemente la paz pública con ejecuciones civiles y desapariciones forzosas”, añade la Fiscalía. A la investigación se han incorporado archivos desclasificados del Departamento de Estado, la CIA y el Departamento de Defensa de EE UU.
Ellacuría, nacido en Portugalete (Bizkaia) en 1930, se había convertido en una figura muy incómoda para el Gobierno y en la bestia negra de los grupos de ultraderecha que operaban en el país en plena guerra. Este comprometido teólogo de la liberación apostaba por el diálogo para lograr la paz entre la guerrilla revolucionaria del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y el régimen.
“Requiere un gran coraje vivir en un país donde las armas de la muerte estallan con desesperada frecuencia en la más amenazadora de las proximidades”, denunciaba el jesuita unos días antes de su muerte, durante un viaje a España. “Estoy abrumado por el hecho terrorista. Estoy dispuesto a trabajar por la promoción de los derechos humanos. [...] Quisiera apoyar todo esfuerzo razonable para que prosiga el diálogo/negociación de la manera más efectiva posible”, escribía en una carta fechada en Salamanca el 9 de noviembre de 1989 y dirigida al ministro de la Presidencia, el coronel Juan Antonio Martínez Varela, donde le anunciaba su vuelta a El Salvador el día 13.
José María Tojeira cree que el juicio —en el que también se encuentra acusado Rene Yushsy Mendoza, un antiguo teniente del ejército salvadoreño y miembro del batallón Atlacatl, ejecutor de los asesinatos— servirá para reimpulsar la causa abierta en El Salvador contra otros cinco supuestos autores intelectuales de la matanza. “Aquí siempre ha habido muchas reticencias a investigar. Pero en 2016 logramos, gracias también a la presión internacional, que se declarara inconstitucional la ley de amnistía que lo impedía. Eso permitió reabrir la causa, que ahora mismo se encuentra casi parada”, apunta el jesuita, que añade: “Ha pasado mucho tiempo. Nosotros no tenemos problema de que, después de los juicios, se les puedan dar medidas de gracia por la edad. Creemos en la verdad y en la justicia para que no se repitan estos crímenes. Y también en el perdón”.
https://elpais.com/espana/2020-06-07/en-busca-de-justicia-30-anos-despues-comienza-la-vista-por-la-matanza-de-jesuitas-de-1989.html
“Para nosotros, celebrar este juicio es un paso muy importante”, se sincera José María Tojeira, compañero de las víctimas y posterior rector de la UCA. “El proceso en España siempre ha tenido mucha repercusión en El Salvador y ha servido para reimpulsar aquí la causa contra otros presuntos autores intelectuales del asesinato, que actualmente se encuentra prácticamente parada”, relata el jesuita por teléfono, apenas un día antes de que arranque en la Audiencia Nacional la vista oral contra dos acusados por la matanza de hace tres décadas.
La Fiscalía y la Asociación Pro Derechos Humanos de España centran su acusación en el excoronel Montano, que entonces ocupaba el cargo de viceministro de Seguridad. Según el ministerio público, este reconocido miembro de La Tandona, una promoción de oficiales ultraderechistas que ocupó puestos clave en el Ejército, formó parte del grupo de autoridades que decidió y ordenó que los militares irrumpieran durante la madrugada del 16 de noviembre de 1989 en la Universidad Centroamericana, donde tirotearon a seis sacerdotes jesuitas —los españoles Ignacio Ellacuría, Ignacio Martín-Baró, Segundo Montes, Amando López, Juan Ramón Moreno; y el salvadoreño Joaquín López— y a la mujer e hija del guardián de la universidad, Elba y Celina Ramos. Son “los mártires de la UCA”, como los ha bautizado el propio centro docente, que recibió en 1990 el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades por “su denodada defensa de la libertad” y “el diálogo”. “Supremos valores, en cuya defensa ha dado heroico testimonio el claustro de sus profesores”, destacó el jurado.
Montano, encarcelado en España desde 2017 después de que Estados Unidos lo entregara tras una ardua pelea judicial, fue señalado como uno de los autores intelectuales. El ahora septuagenario destacaba por sus arremetidas contra Ellacuría y sus compañeros, a los que acusaba de conexiones con “terroristas”. Como dijo el juez Manuel García-Castellón cuando lo envió a prisión a la espera de que se celebrase el juicio, el coronel utilizó la emisora de radio oficial del Estado para lanzar amenazas de muerte solo unos días antes del asesinato múltiple. Además, era miembro de “una estructura al margen de la legalidad, que alteró gravemente la paz pública con ejecuciones civiles y desapariciones forzosas”, añade la Fiscalía. A la investigación se han incorporado archivos desclasificados del Departamento de Estado, la CIA y el Departamento de Defensa de EE UU.
Ellacuría, nacido en Portugalete (Bizkaia) en 1930, se había convertido en una figura muy incómoda para el Gobierno y en la bestia negra de los grupos de ultraderecha que operaban en el país en plena guerra. Este comprometido teólogo de la liberación apostaba por el diálogo para lograr la paz entre la guerrilla revolucionaria del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y el régimen.
“Requiere un gran coraje vivir en un país donde las armas de la muerte estallan con desesperada frecuencia en la más amenazadora de las proximidades”, denunciaba el jesuita unos días antes de su muerte, durante un viaje a España. “Estoy abrumado por el hecho terrorista. Estoy dispuesto a trabajar por la promoción de los derechos humanos. [...] Quisiera apoyar todo esfuerzo razonable para que prosiga el diálogo/negociación de la manera más efectiva posible”, escribía en una carta fechada en Salamanca el 9 de noviembre de 1989 y dirigida al ministro de la Presidencia, el coronel Juan Antonio Martínez Varela, donde le anunciaba su vuelta a El Salvador el día 13.
José María Tojeira cree que el juicio —en el que también se encuentra acusado Rene Yushsy Mendoza, un antiguo teniente del ejército salvadoreño y miembro del batallón Atlacatl, ejecutor de los asesinatos— servirá para reimpulsar la causa abierta en El Salvador contra otros cinco supuestos autores intelectuales de la matanza. “Aquí siempre ha habido muchas reticencias a investigar. Pero en 2016 logramos, gracias también a la presión internacional, que se declarara inconstitucional la ley de amnistía que lo impedía. Eso permitió reabrir la causa, que ahora mismo se encuentra casi parada”, apunta el jesuita, que añade: “Ha pasado mucho tiempo. Nosotros no tenemos problema de que, después de los juicios, se les puedan dar medidas de gracia por la edad. Creemos en la verdad y en la justicia para que no se repitan estos crímenes. Y también en el perdón”.
https://elpais.com/espana/2020-06-07/en-busca-de-justicia-30-anos-despues-comienza-la-vista-por-la-matanza-de-jesuitas-de-1989.html
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