miércoles, 29 de julio de 2020

El cientificismo genera pseudociencia y negacionismo científico

Por N. Gabriel Martin | 08/07/2020 |
Conocimiento Libre

Fuentes: The Philosofical Salon
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

El cientificismo, la creencia en que la ciencia es la única fuente válida de conocimiento y que puede responder todas las preguntas legítimas, es lo que genera pseudociencia y el negacionismo científico. Si se aborda la ciencia como si no solo nos informara, sino que también dictara cómo debemos vivir nuestra vida y cómo debemos gestionar la sociedad, entonces es más fácil difundir la negación infundada de afirmaciones científicas que desafiar la afirmación ilegítima de la autoridad sobre decisiones tomadas en nombre de la ciencia.

Cuando los gobiernos afirman, como durante la pandemia de la COVID-19, estar acordando una “política basada en la evidencia”, trazando una línea directa de la ciencia a los cambios políticos y sociales internos más perturbadores y molestos que se recuerden, no es de extrañar que el descontento público cargue contra la misma ciencia. De hecho, la misma cosmovisión que hace que afirmar “estar siguiendo la ciencia” sea una necesidad política, ha hecho también que atacar a la ciencia sea el único modo concebible de disidencia.

Al fomentar una cultura política en la que colocar la responsabilidad de una decisión política sobre “la ciencia” es una forma viable de defenderla, el cientificismo ha hecho que desafiar a la ciencia sea la única forma de desafiar las decisiones políticas. Pero, en ambos casos, se está desviando un debate que debería ser sobre política. Las decisiones políticas no pueden simplemente seguir a la ciencia, porque las decisiones políticas, como cualquier otra decisión si vamos al caso, están motivadas por interpretaciones y valores específicos. No están simplemente dictadas por los hechos. Como Jana Bacevic escribía recientemente en un artículo de opinión en The Guardian: “Lo que los políticos deciden priorizar en estos momentos es una cuestión de juicio político. ¿Es la vida de los ancianos y los enfermos? ¿Es la economía? ¿O son los índices de aprobación política? Si nuestra capacidad para debatir y discutir sobre valores no estuviera degradada, podríamos exigir a los responsables políticos que defendieran sus decisiones cuando priorizan ciertos valores sobre otros, en lugar de refugiarse en la afirmación de que los hechos científicos determinan las decisiones que adoptan, cuando apenas es así en absoluto.

Para quienes están descontentos con estas políticas, es más fácil negar la evidencia científica, aunque esta sea sólida y la negación sea espuria, que desafiar la legitimidad de permitir que dicha evidencia dicte nuestras decisiones. Poner en duda alguna afirmación científica en particular no requiere de un gran salto; después de todo, estamos acostumbrados a que las teorías científicas se reviertan, por lo que no es sorprendente que lo que parece demostrarse como verdadero resulte falso. En el extremo opuesto es mucho más difícil atacar toda una visión del mundo que niega la importancia de las preguntas que no pueden resolverse con datos empíricos.

Esto se debe a que estamos inmersos en un cientificismo que nos ha obligado a abandonar el debate público sobre las preguntas que carecen de respuestas fácticas. Tales preguntas, que incluyen cualquier consulta sobre cómo actuar, qué hace que una vida sea buena o cómo debe constituirse la sociedad, pueden, en el mejor de los casos, ser temas para la introspección privada. No tienen espacio en el discurso público porque no pueden resolverse. En consecuencia, cuando se trata de cualquiera de estas cuestiones de valor y significado, el único papel legítimo para la política es el enfoque liberal: dejar la decisión a cada individuo e interferir lo menos posible en ella. Incluso expresar una opinión sobre las decisiones de otra persona es excesivo, es el comportamiento de los entrometidos, no de las personas que se preocupan por sus propios asuntos. Es mejor permanecer agnóstico en asuntos que no pueden resolverse científicamente y dejar que otros hagan lo que quieran. El error aquí es pensar que solo porque las preguntas sobre qué hacer o cómo vivir no pueden resolverse carecemos de bases para evaluar o criticar las alternativas.

Científicos, intelectuales y periodistas se quejan del negacionismo, pero no tienen soluciones que ofrecer, aparte de instarnos a luchar más para no dejarnos atrapar por un océano de desinformación. Esto se debe a que se niegan a comprometerse con las raíces del problema, que no puede abordarse redoblando la negación de que no hay fuentes legítimas de comprensión aparte de la ciencia. Una vez que el cientificismo ha vaciado el discurso público de cualquier forma de presentar y estar en desacuerdo sobre valores y formas de vida, ¿qué otra cosa sino el descontento con las políticas que afirman que “seguir solo a la ciencia” se dirigirá contra la misma ciencia? En un reciente artículo de opinión publicado en Nature, Timothy Caulfield se quejaba de que: «Aquellos que impulsan ideas no probadas utilizan el lenguaje de la ciencia real -un fenómeno que yo llamo ‘explotación científica’- para legitimar sus productos. Es, por desgracia, demasiado eficaz. La homeopatía y las terapias energéticas, afirman sus defensores, dependen de la física cuántica”. Sin embargo, lo que él llama “explotación científica” es prácticamente inevitable una vez que el cientificismo ha eliminado cualquier otra base sobre la cual determinadas afirmaciones puedan tomarse en serio.

La homeopatía es un objetivo fácil, pero Caulfield fustiga también remedios naturopáticos que son menos inverosímiles. Las personas buscan soluciones que no están médicamente comprobadas no solo para contrariar a los expertos, sino porque la salud es importante y la ciencia médica con frecuencia no puede ayudar. La solución a la pseudociencia médica no es que los científicos insistan más en la verdad de la ciencia y la ilegitimidad de cualquier idea fuera de ella; la solución radica, más bien, en admitir las limitaciones del conocimiento científico y, por lo tanto, la legitimidad de adoptar decisiones en función de otros criterios, incluso de los que no son científicos. Si la ciencia médica no insistiera en la ilegitimidad de cualquier otra base sobre la que tomar decisiones en temas de salud, podría no ser necesario hacer espurias afirmaciones pseudocientíficas sobre remedios alternativos. Sería posible aceptarlos por lo que son: no comprobados, aunque apoyados en evidencias anecdóticas o en la sabiduría popular.

Nuestro discurso político también está limitado por el cientificismo de forma que perjudica la comprensión pública de la ciencia. Las decisiones políticas nunca se “basan meramente en evidencias”; más bien se utilizan las evidencias para decirnos cómo lograr fines políticos y minimizar las amenazas políticas. Son los valores que tenemos los que determinan qué fines debemos perseguir y, por lo tanto, qué decisiones debemos tomar sobre la base de las evidencias que tenemos. Los objetivos políticos siempre son discutibles, y las decisiones políticas difíciles que deben adoptarse son aquellas que sacrifican algunos valores por el bien de otros. La pandemia amenaza gran parte de lo que nos es querido -personas vulnerables, salud pública, economía, libertad- y las respuestas ante la misma han tenido que sacrificar algo por el bien de todos. Sería mejor si esas decisiones pudieran defenderse en términos de los valores por los que están motivadas en lugar de pretender estar simplemente “siguiendo la ciencia”, sobre todo porque entonces podrían desafiarse desde el punto de vista de los valores que descuidan, en lugar de negar la ciencia en la que afirman basarse. También disminuiría la tentación de los políticos de ofuscar la ciencia, por ejemplo, cuando se toman decisiones sobre cómo contar las muertes para minimizar las estadísticas.

En una crisis de salud, o en cualquier otra situación que ponga en peligro la vida de las personas, parece realmente no haber alternativa. Parece, además, que debemos seguir a la ciencia porque eso solo puede significar una cosa: hacer cuanto sea necesario para evitar la pérdida de vidas. Sugerir lo contrario resultaría insensible. Sin embargo, esta elección solo parece sencilla porque los únicos valores que podemos discutir seriamente son el valor de la vida humana o el valor de la economía. Este es el mínimo necesario para evitar un nihilismo total. Y, sin embargo, es incoherente pretender que una vida humana tiene sentido sin afirmar que las cualidades y propiedades que conforman la vida también son valiosas. Admitir que la vida humana tiene valor requiere que pensemos más profundamente sobre cuál es ese valor y qué más cosas tienen también valor.

La pandemia de la COVID-19 ha expuesto las grietas existentes en la relación entre la ciencia, la política y la opinión pública que atraviesan directamente la crisis del cambio climático, mucho más grave, si bien paulatinamente más inminente. El negacionismo climático parece haber disminuido en los últimos años, pero es probable que se deba a que ya no es necesario: la apatía climática y el fascismo climático -ideologías que surgen de la creencia de que el cambio climático es real y está aumentando, pero que es demasiado tarde para hacer algo al respecto- están comenzando a ocupar su lugar en la lucha contra la reducción de las emisiones de carbono.

Esto no debería sorprendernos, ya que el problema nunca fue la negación de la evidencia científica; fue el fracaso de nuestra sociedad para lidiar con la pobreza de sus valores, los mismos valores que sacrifican el florecimiento humano y ecológico en aras a la propia conveniencia y el beneficio material. El cientificismo comparte la responsabilidad de este fracaso en la medida en que nos ha enseñado que la salud, el equilibrio, la bondad, el trabajo significativo y la conexión social (todo lo que necesitamos para presentar alternativas al egoísmo y la codicia) no son objetivos que valga la pena tomar en serio simplemente porque no pueden medirse de forma rigurosa.

Si los científicos y los defensores de la ciencia están dispuestos a abordar la propagación de la pseudociencia y el negacionismo de la ciencia que dificultan la comprensión pública de la pandemia del coronavirus, el cambio climático y cuestiones similares, deben involucrarse con las raíces del problema: la negativa del científico a tomar en serio cualquier pregunta que no pueda resolverse mediante un estudio empírico. Mientras la ciencia vaya acompañada del cientificismo, y mientras la política venga“dictada por” la ciencia, el descontento con las políticas reales se desviará de su objetivo legítimo (las políticas mismas) hacia un objetivo ilegítimo (la ciencia). Las crisis requieren de serias discusiones políticas sobre lo que importa, pero la extendida cosmovisión científica generalizada ha hecho que esas discusiones sean imposibles porque lo que importa no puede demostrarse empíricamente. Así es como el cientificismo empobrece el debate público y erosiona la confianza en la ciencia y en sus expertos.

N. Gabriel Martin es profesor visitante en la Universidad de Brighton. Sus investigaciones se centran en la epistemología y la fenomenología del desacuerdo irreconciliable. Su blog es thevimblog.com y puede contactar con él en ngmartin.com

Fuente: https://thephilosophicalsalon.com/how-scientism-spawns-pseudoscience-and-science-denialism/

Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y a Rebelión.org como fuente de la misma.

martes, 28 de julio de 2020

_- Las atrocidades de la guerra serbia de Bill Clinton expuestas en una nueva imputación. James Bovard | Europa .

_- Foto: TSGT VictorTrisvan –
Dominio público
 Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

 El luchador por la libertad favorito del presidente Bill Clinton acaba de ser acusado de asesinato en masa, tortura, secuestro y otros crímenes contra la humanidad. En 1999, la administración Clinton lanzó una campaña de bombardeos que duró 78 días y mató a 1.500 civiles en Serbia y Kosovo, en lo que los medios estadounidenses describieron con orgullo de cruzada contra la discriminación étnica. Esa guerra, como la mayoría de las pretensiones de la política exterior de Estados Unidos, no fue más que una farsa.

El presidente de Kosovo, Hashim Thaci, fue acusado de diez cargos de crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad por un tribunal internacional en La Haya, que acusó a Thaci y a otros nueve hombres de “crímenes de guerra, incluidos el asesinato, la desaparición forzada de personas, la persecución y la tortura”. Thaci y los otros sospechosos acusados ​​fueron imputados por ser “criminalmente responsables de casi 100 asesinatos” y la acusación se refería a “cientos de víctimas conocidas de albaneses de Kosovo, serbios, romaníes y otras etnias, entre las que también se incluían opositores políticos”. Pero el sesgo y/o la incompetencia ridícula de los medios estadounidenses en esa guerra continúa. El New York Times respondió ante la acusación contra Thaci con un tuit que declaraba que“el líder serbio estaba acusado de crímenes de guerra”.

La sórdida carrera de Hashim Thaci ilustra cómo el antiterrorismo es una bandera de conveniencia para los políticos de Washington. Antes de convertirse en presidente de Kosovo, Thaci era el jefe del Ejército de Liberación de Kosovo (KLA) y luchaba para obligar a los serbios a abandonar Kosovo. En 1999 la administración Clinton destacó a los “luchadores por la libertad” del KLA a pesar de su horrible pasado y les brindó ayuda masiva. El año anterior el Departamento de Estado había condenado “las acciones terroristas del denominado Ejército de Liberación de Kosovo”. El KLA estaba muy involucrado en el tráfico de drogas y tenía vínculos cercanos con Osama bin Laden.

Pero armar al KLA y bombardear Serbia ayudó a Clinton a retratarse a sí mismo como un cruzado contra la injusticia y a distraer la atención del público después de su juicio político. Clinton recibió la ayuda de muchos miembros desvergonzados del Congreso ansiosos por santificar los asesinatos de Estados Unidos. El senador Joe Lieberman (demócrata por Carolina del Norte) dijo que Estados Unidos y el KLA “defienden los mismos valores y principios. Luchar por el KLA es luchar por los derechos humanos y los valores estadounidenses”. Y dado que los funcionarios de la administración Clinton compararon públicamente al líder serbio Slobodan Milošević con Hitler, cualquier persona decente se vio obligada a aplaudir la campaña de bombardeos. (Alexander Cockburn fue uno de los pocos periodistas que condenó la injusta guerra en ese momento; esta columna de Los Angeles Times de 1999 estableció la regla de oro para desafiar las mentiras de Clinton sobre Serbia).

Tanto los serbios como los albaneses étnicos cometieron atrocidades en la lucha implacable en Kosovo. Pero para santificar su campaña de bombardeos, la administración Clinton agitó una varita mágica e hizo desaparecer las atrocidades del KLA. El profesor británico Philip Hammond señaló que la campaña de bombardeos de 78 días “no fue una operación puramente militar: la OTAN también destruyó lo que llamó objetivos de ‘doble uso’, como fábricas, puentes de la ciudad e incluso el principal edificio de televisión en el centro de Belgrado, en un intento de aterrorizar al país para conseguir que se rindiera”. La OTAN lanzó repetidamente bombas de racimo sobre mercados, hospitales y otras áreas civiles. Las bombas de racimo son dispositivos antipersonas diseñados para esparcirse sobre formaciones de tropas enemigas. La OTAN arrojó más de 1.300 bombas de racimo sobre Serbia y Kosovo y cada bomba contenía 208 bombas separadas que cayeron flotando en paracaídas sobre la tierra. Los expertos en bombas estimaron que más de 10.000 bombas sin explotar quedaron dispersas por el paisaje cuando terminó el bombardeo, lo que sirvió para mutilar a un buen número de niños mucho después de alcanzado el alto el fuego.

En los últimos días de la campaña de bombardeos el Washington Post informó que “algunos ayudantes presidenciales y amigos están describiendo los bombardeos sobre Kosovo en tonos churchillianos como la “mejor hora de Clinton”. El Post también informó de que, según un amigo de Clinton,“lo que Clinton cree que eran los motivos inequívocamente morales para la intervención de la OTAN representaban una oportunidad para aliviar los arrepentimientos que albergaba su propia conciencia… El amigo dijo que Clinton se lamentaba a veces de que la generación anterior a él no hubiera sido capaz de servir en una guerra con un propósito claramente noble y que se sentía ‘casi defraudado’ de que ‘al llegar su turno no tuviera la oportunidad de ser parte de una causa moral’”. Según el estándar de Clinton, la matanza de serbios estuvo “suficientemente cerca de una causa moral en sus trabajos de gobierno”.

Poco después del final de la campaña de bombardeos de 1999 Clinton enunció lo que sus ayudantes llamaron la doctrina Clinton: «Ya sea dentro o fuera de las fronteras de un país, si la comunidad mundial tiene el poder de detenerlo, debemos detener el genocidio y la limpieza étnica”. En realidad la doctrina de Clinton postulaba que los presidentes tienen derecho a comenzar a bombardear tierras extranjeras sobre la base de cualquier mentira descarada que regurgiten los medios estadounidenses. En realidad la lección del bombardeo de Serbia es que los políticos estadounidenses simplemente necesitan recitar públicamente la palabra “genocidio” para obtener licencia para matar.

Una vez que terminó de bombardear Clinton aseguró al pueblo serbio que Estados Unidos y la OTAN habían acordado ser fuerzas de paz solo “en el entendimiento de que protegerían tanto a los serbios como a los albaneses étnicos y que se marcharían cuando la paz se afianzara”. En los meses y años posteriores las fuerzas estadounidenses y de la OTAN se mantuvieron al margen mientras el KLA reanudaba su limpieza étnica, matando a civiles serbios, bombardeando iglesias serbias y oprimiendo a los no musulmanes. Casi un cuarto de millón de serbios, gitanos, judíos y otras minorías huyeron de Kosovo después de que Clinton prometiera protegerlos. En 2003 casi el 70% de los serbios que vivían en Kosovo en 1999 habían huido y Kosovo tenía un 95% de etnia albanesa.

Pero Thaci siguió siendo útil para los responsables políticos de EE. UU. Aunque fue ampliamente condenado por opresión y corrupción después de tomar el poder en Kosovo, el vicepresidente Joe Biden elogió a Thaci en 2010 como el “George Washington de Kosovo”. Meses más tarde un informe del Consejo de Europa acusó a los agentes de Thaci y KLA de tráfico de órganos humanos. The Guardian señaló que el informe alegaba que el círculo íntimo de Thaci “trasladó cautivos a través de la frontera a Albania después de la guerra, donde se dice que varios serbios fueron asesinados para sacarles los riñones, que eran vendidos en el mercado negro”. El informe indicó que cuando los “cirujanos encargados de los trasplantes” estaban “listos para operar, los cautivos [serbios] eran sacados de la ‘casa segura’ individualmente, ejecutados sumariamente por un hombre armado del KLA y sus cadáveres transportados rápidamente a la clínica donde se efectuaría la operación”.

A pesar de la acusación de tráfico de cuerpos, Thaci fue un asistente estrella en la conferencia anual de Iniciativa Global de la Fundación Clinton en 2011, 2012 y 2013, donde posó para las fotos con Bill Clinton. Tal vez fuera esa una gratificación incluida en el contrato de cabildeo de 50.000 dólares al mes que el régimen de Thaci firmó con The Podesta Group, cogestionado por el futuro gerente de campaña de Hillary Clinton, John Podesta, como informó el Daily Caller.

Clinton sigue siendo un héroe en Kosovo, erigiéndosele una estatua en la capital, Pristina. El periódico The Guardian señaló que la estatua mostraba a Clinton “con la mano izquierda levantada, el gesto típico del líder saludando a las masas”. En su mano derecha sostiene documentos grabados con la fecha en que la OTAN comenzó el bombardeo de Serbia, el 24 de marzo de 1999”. Habría sido una representación más precisa y adecuada representar a Clinton sobre una pila de cadáveres de mujeres, niños y otras personas asesinadas en la campaña de bombardeos de Estados Unidos.

En 2019 Bill Clinton y su fanática exsecretaria de Estado del bombardeo, Madeline Albright, visitaron Pristina, donde fueron “tratados como estrellas de rock” mientras posaban en las fotos con Thaci. Clinton declaró: “Amo este país y siempre será uno de los mayores honores de mi vida haber estado con ustedes contra la limpieza étnica (por parte de las fuerzas serbias) y por la libertad”. Thaci otorgó las medallas de la libertad a Clinton y Albright “por la libertad y la paz que nos trajo a toda la región”. Albright se ha reinventado a sí misma como una advertencia visionaria contra el fascismo en la era Trump. En realidad el único título honorífico que merece Albright es el de “Carnicera de Belgrado”.

La guerra de Clinton contra Serbia fue una caja de Pandora que el mundo todavía sufre. Debido a que los políticos y la mayoría de los medios describieron la guerra contra Serbia como un triunfo moral, al gobierno de Bush le resultó más fácil justificar el ataque a Irak, al gobierno de Obama bombardear Libia y al gobierno de Trump bombardear repetidamente Siria. Todas esas intervenciones no hacen más que sembrar el caos que continúa azotando a los supuestos beneficiarios.

El bombardeo de Serbia de Bill Clinton en 1999 fue un fraude tan grande como el de George W. Bush engañando a esta nación para atacar Irak. El hecho de que Clinton y otros altos funcionarios del gobierno de EE. UU. siguieran glorificando a Hashim Thaci a pesar de las acusaciones de asesinatos en masa, tortura y tráfico de personas, es otro recordatorio de la venalidad de gran parte de la élite política estadounidense. ¿Volverán los estadounidenses a ser crédulos la próxima vez que los políticos de Washington y sus aliados mediáticos inventen falsos pretextos para hacer desencadenar un infierno sobre una desventurada tierra extranjera?

[Este artículo se publicó originariamente en The Future of Freedom Foundation.]

James Bovard es autor de Attention Deficit Democracy, The Bush Betrayal, Terrorism and Tyranny y otros libros. Bovard forma parte de la junta de colaboradores de USA Today. Twitter: @jimbovard. Página web:www.jimbovard.com

Fuente:
https://www.counterpunch.org/2020/06/30/bill-clintons-serbian-war-atrocities-exposed-in-new-indictment/

Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y a Rebelión.org como fuente de la misma.

lunes, 27 de julio de 2020

5 curiosos detalles sobre los nudos, una de las tecnologías más antiguas

¿Estás hecho un nudo? ¿Tienes un nudo en el estómago? ¿O quizás en la garganta?

Son más antiguos que el lenguaje y los números; han estado a la mano desde que existió el deseo de unir dos cabos para hacer un lazo, y casi todos los seres humanos del planeta los usamos a diario... no sorprende que los usemos como metáforas.

Fueron enterrados con nuestros ancestros y enviados antes que nosotros a planetas distantes.

No pesan nada, puedes crearlos sin herramientas, sin palabras, sin siquiera recordar cómo aprendiste a hacerlo, pero si lo haces correctamente, pueden dirigir los vientos para que atravesar océanos, sacar alimentos de los mares y vestirnos, permitiendo tejer las fibras que hacen nuestra ropa.

¿Los habremos inventado o estuvieron siempre ahí?

No sabemos, pero sí que fueron uno de los primeros conceptos científicos que entendimos, e inmediatamente lo aprovechamos para hacer escaleras y herramientas, para amarrar casas al piso y mantener puentes flotando en el aire.

Y no todos son mundanos: los hay famosos como el nudo gordiano que estaba en el templo de Zeus en Frigia, tan complicado que era casi imposible de desatar, pues sus cabos no eran visibles. Quien lo deshiciera, dijo el Oráculo, conquistaría Oriente. (Alejandro Magno decidió que era lo mismo desatarlo que cortarlo, así que usó su espada).
Alejandro Magno corta el Nudo Gordiano, de Jean-Simon Berthélemy (1743-1812)
Image caption Alejandro Magno corta el Nudo Gordiano, de Jean-Simon Berthélemy (1743-1812)

Es por eso que decidimos detenernos un momento para explorar 5 aspectos interesantes sobre esa maravilla que nos es tan familiar.

1. 9.000 años atando nudos
¿Sabías que hacer nudos es una de las tecnologías más antiguas?

Efectivamente, hemos estado usando nudos para mantener cosas unidas durante milenios, como le dijo a la BBC Des Pawson, una de las principales autoridades mundiales en nudos, quien alberga el Museo de Nudos y Cuerdas de Marineros en un cobertizo en su jardín.

Sabemos que los nudos de vuelta de escota -que se siguen usando en las redes de pesca- se remontan a 7.000 a.C. porque se descubrió un antiguo trozo de red que usa el mismo nudo, conservado en un pantano entre Rusia y Finlandia.

Yendo aún más lejos, los restos de un hombre que se cree que tiene 20.000 años fueron descubiertos en Rusia con un collar alrededor de su garganta. Aunque no quedaba ninguna cuerda, las cuentas estaban en su sitio y para poderlas asegurar los dos extremos de la cuerda presumiblemente las anudó, señaló Pawson.

"Antes de entrar en la Edad de Piedra, la humanidad pasó por una edad de cuerda", declaró el experto.

2. Nudos reales para medir la velocidad
Nudo agarrando vela de barco en mar
 GETTY IMAGES Image caption

Los marineros, así como los escaladores, tienen un gran aprecio por los nudos.
¿Por qué hablamos de "nudos" como la medida de la velocidad de un barco?

Porque solía medirse con nudos de verdad.

Los antiguos marineros arrojaban un trozo de madera triangular por la parte posterior de su barco, y la soga atada, anudada a intervalos regulares, salía de un carrete por un período de tiempo determinado.
Nudos marineros As de Guia - YouTube
Por la cantidad de nudos que se habían salido por la popa del bote, se podía calcular la velocidad de viaje.

3. Los nudos sirven para resolver crímenes
El experto forense en nudos Mike Lucas ayuda a la policía a resolver asesinatos y otros crímenes en los que ha estado involucrado la soga.

Todo comenzó hace 25 años con un asesinato en Bournemouth, Inglaterra.

La policía sabía quién había cometido el crimen, simplemente no podían acusarlo. Pero tenían la cuerda que se usó, y Lucas pudo relacionar los nudos con la persona que los había hecho.
Manos amarradas
Un nudo puede incluso proporcionar alguna indicación sobre si el culpable es zurdo o diestro. Las pistas que apuntan hacia quién ató un nudo incluyen la forma en que un nudo se retuerce, dependiendo de que tipo de nudo sea -de yate, de escalador o de pesca- y qué tan bien está atado, apretado o flojo.

Un nudo puede incluso proporcionar alguna indicación sobre si el culpable es zurdo o diestro.
En un caso, cuando se usaron muchos nudos, Lucas revisó la casa del acusado para mirar sus fotos y examinar cómo amarraba su bicicleta en el garaje. Y pudo conciliar con éxito los nudos en la casa con los de la víctima.

4. Hay 85 formas anudar una corbata
Quizás el más común es el nudo de Windsor, pero ¿sabías que en realidad hay "85 maneras de atar una corbata"?

El físico Thomas Fink, coautor del libro del mismo nombre, señaló, en conversación con la BBC, que algunas sin embargo son particularmente "inestables".

Pero además de los cuatro métodos tradicionales de atar una corbata, los autores encontraron otras nueve buenas opciones.
15 formas de hacer un nudo elegante a tu corbata - El Blog de ...
¿Dice algo de la persona la forma en que anudan la corbata? Fink notó una tendencia que persiste: "Los tiranos tienden a tener los nudos de amarre más grandes".

Esta es sólo una de las muchas formas.
Más allá de eso, la corbata es un ejemplo de un "nudo trivial" en una rama de las matemáticas llamada "teoría del nudo", que se usa -entre otras cosas- en el estudio de ADN y proteínas, así como en criptología, aplicaciones de GPS y planificación de movimiento en robótica.

5. Los nudos más antiguos en Marte
El nudo no solo es la forma más antigua de tecnología humana, sino que ahora se está utilizando en el espacio.

Algunos de los primeros nudos conocidos llegaron hasta Marte, donde se utilizaron para atar el cableado en los Mars Rovers de la NASA, los vehículos motorizados que se desplazan por la superficie del planeta.

Los cables están agrupados y atados con una variación en el nudo de rizo, utilizado por los marineros hace miles de años para orientar sus velas, y el ballestrinque, un nudo que entró en el registro histórico en los primeros escritos del médico griego Heraklas.

"¿No es maravilloso pensar -dice Pawson- que si algo así hubiera aterrizado hace 5.000 años en nuestro planeta, nuestros ancestros habrían reconocido lo que hubieran visto en el cordaje?".

https://www.bbc.com/mundo/noticias-53158984

domingo, 26 de julio de 2020

_- La otra esclavitud: La historia oculta de indios y esclavos

_-  La última oleada internacional de revisión de la historia colonial, que, partiendo de movilizaciones norteamericanas, se ha traducido, entre otras cosas, en el derribo y pintarrajeo de las estatuas de numerosos próceres, ha movido a la revista The New York Review of Books a exhumar la reseña crítica de un libro importante de Andrés Reséndez, que se editó en 2016. El libro, del que ya dimos cuenta en su día [https://www.sinpermiso.info/textos/indios-y-negros-esclavos-en-el-nuevo-...], se publicó además en versión castellana el año pasado. SP.

The Other Slavery: The Uncovered Story of Indian Enslavement in America, de Andrés Reséndez [Houghton, Mifflin Harcourt 2016]. [La otra esclavitud: Historia oculta del esclavismo indígena, Ed. Grano de sal, 2019]

El mercado europeo de esclavos africanos, que se inició con un cargamento de negros mauritanos desembarcados en Portugal en 1441, y el explorador Cristóbal Colón, nacido en Génova diez años antes, estuvieron estrechamente vinculados. La consiguiente Era de los Descubrimientos, con su expansión de los imperios y la explotación de los recursos del Nuevo Mundo, se vio acompañada de la captura y el trabajo forzado de seres humanos, empezando por los nativos americanos.

Valorar esa oportunidad comercial le aconteció de modo natural a un emprendedor como Colón, lo mismo que la presión de sus patrocinadores sobre él para que encontrara metales preciosos y las contradictorias preocupaciones de su religión, tanto para proteger como para convertir a sus paganos. El día después de que Colón desembarcara en 1492 en una isla de las actuales Bahamas y viera a sus isleños taínos, escribió que “con cincuenta hombres podrían haber sometido a todos y haberles obligado a hacer todo lo que desearan”. Pronto el comercio africano comenzó a cambiar la vida de España; en cien años, la mayoría de las familias de las ciudades poseían uno o más sirvientes negros, más del 7 % de Sevilla era negro, y una nueva categoría social de mulatos de mezcla racial se sumó a los escalones inferiores de una escalera social codificada por colores.

A Colón le gustaron los indígenas taínos, “afectuosos y sin malicia”, de habla arawak. Juzgó a los hombres, altos, apuestos y buenos agricultores, a las mujeres, atractivas, semidesnudas, y aparentemente disponibles. A cambio de cuentas de cristal, cascabeles y estrafalarias capas rojas, los marinos recibieron hilo de algodón, cotorras y alimentos de los huertos de los nativos. El pescado y la fruta frescas eran abundantes. El centelleo de los adornos que llevaban los nativos prometía oro, y éstos sabían supuestamente dónde encontrar más. Aparte de algún estallido, no hubo hostilidades graves. Colón regresó a Barcelona con seis indígenas taínos que desfilaron como curiosidades, no como esclavos, ante el rey Fernando y la reina Isabel.

Al año siguiente, Colón llevó diecisiete barcos de los que descendieron 1.500 potenciales colonos a las playas del Caribe. Cuando se quedaron, degeneraron las relaciones con los indios. Lo que pronto se impuso fue “la otra esclavitud”, que el historiador Andrés Reséndez, del campus de Davis de la Universidad de California, discute en su síntesis del último medio siglo de investigación académica sobre el esclavizamiento del indio norteamericano. Vino primero la exigencia de los mineros de cavar buscando oro. Los taínos de fácil trato se convirtieron en bateadores de oro que trabajaban bajo capataces españoles.

Los españoles explotaron asimismo las formas de servidumbre humana que ya existían en las islas. Los caribes de las Antillas Menores, una tribu más agresiva, realizaban regularmente incursiones entre los taínos, comiéndose supuestamente a los hombres, pero conservando a modo de séquito a mujeres y niños. Una discriminación semejante basada en edad y género prevalecería a lo largo de los siguientes cuatrociemtos años de servidumbre de unos indios por otros. Tal como lo formularon Bonnie Martin y James Brooks en su antología Linking the Histories of Slavery: North America and Its Borderlands [Vínculos de las Historias de la Esclavitud: América del Norte y sus tierras fronterizas]:

“América del Norte era un inmenso y palpitante mapa de de comercio, incursiones y reasentamientos. Ya se tratara de esos sistemas anteriores o posteriores al contacto con los indígenas, colonos europeos o nacionales norteamericanos, se desarrollaron en matrices culturales complejas en las que el poder social y de la riqueza económica creado al recurrir a la esclavitud se demostró indivisible. Los sistemas esclavistas indígenas y euro-norteamericanos evolucionaron e innovaron como respuesta unos de otros”.

Contra los taínos que se resistían a los españoles se abalanzaban los perros, y eran destripados por espadas, quemados en la hoguera, pisoteados por caballos, atrocidades “a las que ninguna crónica podría hacer justicia”, escribió Fray Bartolomé de las Casas, defensor de los derechos de los indios, en 1542. Contra los caribes, los españoles tuvieron más dificultades, librando batallas campales, pero capturando también cientos de esclavos. Colón navegó de vuelta a casa de su segundo viaje con más de un millar de cautivos destinados a las subastas de esclavos en Cádiz (muchos murieron en el camino y sus cuerpos se lanzaron por la borda). Contemplaba un mercado futuro para el oro, especias, algodón del Nuevo Mundo, y “tantos esclavos como Vuestras Majestades ordenen hacer, de entre aquellos que son idólatras”, cuyas ventas podrían financiar posteriores expediciones.

Así se convirtió el descubridor del Nuevo Mundo en su primer traficante humano, un negocio suplementario emprendido por la mayoría de los conquistadores del Nuevo Mundo hasta que, a mediados del siglo XVII, España se opuso oficialmente a la esclavitud. Y la visión de Colón de un “cruce de vuelta del Atlántico” se desmoronó cuando los clientes españoles prefirieron a los sirvientes africanos. Los indios eran más caros de adquirir, no eran lo bastante dóciles, eran más difíciles de adiestrar, poco fiables a lo largo de los años y susceptibles a la nostalgia del hogar, a marearse en el mar, y a las enfermedades europeas. Entre otros obstáculos se contaban los recelos de la iglesia y las autoridades reales, lo que puede explicar el énfasis de Colón en “idólatras” como los caribes, cuyo estatus como “enemigos” y caníbales les hacían más idóneos legalmente para ser esclavizados.

Los indios sufrieron a causa del exceso de trabajo en los lechos auríferos, así como debido a los patógenos extraños para los que no tenían anticuerpos, y por causa del hambre como resultado del exceso de actividad cazadora y la falta de cultivo agrícola. En el curso de dos generaciones, la población indígena caribeña se enfrentó a un “declive cataclísmico”. En la isla de La Española, de una población indígena estimada en 300.000 personas, quedaban sólo 11.000 taínos vivos para 1517. En diez años, seiscientas aldeas o más quedaron vacías.

Pero aun mientras se procedía a la limpieza étnica del Caribe de sus habitantes originarios, un caso de mala conciencia sacudió Iberia. Tuvo sus orígenes en la ambivalencia del rey Fernando y la reina Isabel acerca de cómo tratar a los indios. En la primavera de 1495, sólo cuatro días después de que las regias personas aconsejaran a su obispo a cargo de los asuntos exteriores [Rodrigo Jiménez de Cisneros] que los esclavos “se venderían más fácilmente en Andalucía que en otros lugares”, ordenaron que se detuviera todo esclavizamiento humano hasta que la Iglesia les informará de “si podemos venderlos o no”. La indignación fue más evidente en la polémica de Las Casas, que había emigrado a las islas en 1502. Había sido propietario de esclavos para renunciar luego a esta práctica en 1515. Después de tomar sus votos como fraile dominico, contribuyó a impulsar las Leyes Nuevas de Indias por medio del sistema legal español en 1542. Los intereses esclavistas recurrieron a una sucesión de estrategias verbales para justificar y conservar el trabajo indio que no era libre. En fecha tan temprana como 1503, las tribus designadas como “caníbales” se convirtieron en presa vulnerable, al igual que los prisioneros tomados en “guerras justas”. Catalogados en lo sucesivo, de esclavos de guerra, se les marcó en las mejillas con una “G”. Servidumbre era lo que les esperaba automáticamente a cualquiera de los desventurados indios, conocidos como esclavos de rescate, a los que los esclavizadores españoles habían liberado de otros indios que ya les habían esclavizado; la letra “R” se les marcaba a fuego en el rostro.

En 1502, el nuevo gobernador de La Hispañola, Nicolás de Ovando, recurrió a una vieja práctica feudal para asegurarse el control sobre los cuerpos de los trabajadores. Para retener a los mineros indígenas, pero controlar la crueldad incontrolada, Ovando otorgó a los colonizadores prominentes concesiones de tierras (encomiendas) que incluía derechos de tributo y trabajo de los indios que ya residían allí. Aunque todavía vasallos, seguían siendo nominalmente libres de “propiedad”. Podían residir en sus propias aldeas, estaban teóricamente protegidos de la depredación sexual y la venta secundaria , y se suponía que recibían instrucción religiosa y una compensación en especie de un peso de oro al año, beneficios que con frecuencia se ignoraban. En los dos siglos siguientes, el sistema de la encomienda y otras formas locales de trabajo no libre se utilizaron para crear una mano de obra india esclavizada a lo largo y ancho de México, Florida, el Sudoeste norteamericano, y así hasta las Filipinas.

La historia del esclavizamiento de los nativos americanos que cuenta Reséndez se confunde con la enrevesada interacción de los sistemas indígenas e importados de servidumbre humana. Pese a su afirmación de que descubre “la otra esclavitud”, cuando habla de las demás formas de servidumbre impuestas a los indios, no llega a reconocer que no existía institución monolítica alguna semejante a esa “peculiar” y transatlántica que quedaría identificada con el Sur norteamericano, que importaba africanos vendidos como mercancías. Hasta la distinción que establecen varios investigadores académicos entre esas “sociedades esclavistas” y “sociedades con esclavos” (dependiendo de si el trabajo esclavo era o no esencial para la generalidad de la economía) se aplica sólo en parte a las situaciones enormemente complejas y hondamente localistas de los indios norteamericanos esclavizados. Pues éstas mezclaban una vertiginosa variedad de prácticas acostumbradas con sistemas coloniales para mantener una mano de obra indígena forzosa. Si Reséndez afirma abarcar toda a tragedia de la esclavitud india “a lo largo y ancho de América del Norte”, no distingue entre los diferentes sistemas coloniales de servidumbre india — que hacían posible los aliados indios de los colonizadores — que existieron bajo los regímenes inglés, francés y holandés.

Durante el siglo XVII, mientras algunos españoles seguían suscitando la pregunta de la moralidad de la esclavitud, se abrieron minas de plata en el norte de México y se incrementó la demanda de mano de obra india. Este auge iba a requerir más trabajadores que los campos de oro caribeños y duraría bastante más tiempo. Ahora el esfuerzo físico pasó de cribar la superficie o cavar trincheras de poca profundidad a abrir pozos decenas de metros por debajo del suelo. Más rentable que el oro, la plata era también más penosa de extraer. Los mineros cavaban, cargaban y arrastraban rocas en una obscuridad casi completas a veces durante días. En torno a la actual Zacatecas, se levantaron montañas enteras del mineral gris-negro.

Para satisfacer la creciente demanda de mano de obra, el esclavizamiento español e indio se expandió más allá del Sudoeste norteamericano, mandando a las minas esclavos pueblo y comanches, y capturando esclavos de los desafiantes chichimecas del norte de México a lo largo de campañas especialmente violentas entre las décadas de 1540 y 1580. Desde principios del siglo XVI hasta la primera década del XIX, se extrajo doce veces más plata de más de cuatrocientas minas repartidas por todo México que oro durante toda la Fiebre del Oro californiana.

En Parral, un centro de minería de plata en el sur de Chihuahua, que era en 1640 la ciudad más grande al norte del Trópico de Cáncer, más de siete mil obreros descendían diariamente a los pozos, la mayoría de ellos nativos esclavizados de lugares tan lejanos como Nuevo México, que pronto se convirtió en “poco más que un centro de suministro para Parral”. Después de que se instituyera en 1573 el sistema dirigido por el Estado para reclutar forzosamente trabajo indio en las minas de plata latinoamericanas, siguió en funcionamiento durante 250 años y una media de diez mil indios al año de más de doscientas comunidades indígenas.

Conforme Reséndez desplaza su relato al continente mexicano, sin embargo, uno se ve obligado a hacer otra pregunta a un autor que afirma haber “descubierto” el arco panorámico de la esclavitud india. ¿No deberíamos saber más de la historia de estos esclavos indios de indios de los que fue testigo Colón y que se volvieron esenciales para llevar trabajadores a las minas mexicanas, a los hogares de Nuevo México, o a sus propias aldeas indígenas? A lo largo y ancho de las Américas precolombinas, los cautivos menores de edad y femeninos de guerras intertribales se convertían de manera rutinaria en trabajadores domésticos que llevaban a cabo tareas del hogar. Algunos fueron repatriados mediante rescate físico o económico, en tanto que muchos continuaron como servidumbre el resto de su vida. Pero unos cuantos acabaron absorbidos en los asentamientos que los albergaban mediante formas de parentesco imaginario, tales como la adopción ceremonial o, más corrientemente, por medio del matrimonio.

Entre las culturas indias de los valles del Missisipi que elevaban montículos, , esos prisioneros de guerra formaban una clase marginal como de siervos. Esta civilización se derrumbó en el siglo XIII y las tribus que las sucedieron conocidas como choctaw, cheroquis, creek, y otras, perpetuaron la práctica de la servidumbre; las partidas de guerreros cheroquis proveían las reservas de cada aldea de atsi nahsai, o “el que es propiedad”. La costumbre continuó a lo largo de la Norteamérica indígena, donde se prefería generalmente mujeres en edad fértil y varones preadolescentes. Sus esposos y padres eran más corrientemente asesinados. Reséndez apenas menciona la posterior participación de esas mismas tribus en la “peculiar institución” del hombre blanco basada en la raza. Compraban y vendían esclavos afroamericanos para trabajar sus plantaciones propiedad de indios. Una vez que estalló la Guerra Civil se produjo una ruptura dolorosamente divisiva de las naciones indias sureñas entre aliadas de los confederados y de la Unión.

Como en el caso de la depredación de los taínos a manos de los caribes, no era inusual que tribus más fuertes se cebaran en víctimas perennes. En el sudeste, los chickasaws tomaban regularmente esclavos de los choctaws; en la Gran Cuenca, los utes robaban mujeres y niños de los paiutes (y luego comerciaban con ellos con hogares mormones que estaban encantados de pagar por ellos); en California, los modoc del noreste acosaban regularmente a los cercanos atsugewi, mientras los mojave que habitaban junto al río Colorado llevaban a cabo incursiones rutinarias entre los chemehuevi del lugar. Estas relaciones entre presas y predadores podían extenderse durante generaciones. Sólo entre los órdenes jerárquicos de la costa del noroeste, aparentemente, se trataba tradicionalmente a los esclavos como mercancías, que podían comprarse, ser objeto de comercio o entregadas como regalo.

Indirectamente, los españoles contribuyeron a instigar el siguiente incremento del tráfico humano a lo largo del oeste norteamericano. Sus caballos — criados en el norte de Nuevo México, y luego robados o intercambiados hacia el norte después de finales del siglo XVIII— hicieron posible una revolución ecuestre a lo largo y ancho de las llanuras. Las relaciones entre unas cuantas tribus indios cambiaron de modo drástico, conforme los pueblos cazadores y recolectores de a pie se transformaban gracias a los caballos en veloces nómadas que se volvieron dependientes de los búfalos y acosaban a sus vecinos. En la cultura popular norteamericana blanca, las culturas ecuestres se presentarían como estereotipos de los espectáculos del Salvaje Oeste y las pantallas cinematográficas, vestidos con sus tocados, viviendo en sus tipis y ululando con sus gritos de guerra. Entre ellos figuraban los comanches de las llanuras meridionales y los utes de las tierras fronterizas de la Gran Cuenca.

Para mediados del siglo XVIII, la máquina militar comanche había puesto freno al expansionismo español. Sus regimientos de caballería, de quinientos o más jinetes disciplinados, llevaban a cabo viajes de ochocientas millas en dirección norte hasta el río Arkansas, y en dirección sur hasta distancias a unos cientos de millas de Ciudad de México. Los esclavos que arrancaban a apaches, indios pueblo y navajos e convirtieron en la moneda principal ens tratos de negocios con con mexicanos, novomexicanos y norteamericanos. En improvisadas subastas y en encrucijadas establecidas se vendían esclavos indígenas norteamericanos, mexicanos y anglos, algunos sometidos sucesivamente a nuevos amos. Hasta que los conquistó el gobierno norteamericano, los comanches dominaron más de un cuarto de millas cuadradas de las zonas fronterizas norteamericanas y mexicanas.

Reséndez argumenta las continuidades de este tráfico inhumano hasta el mismo presente. Pero esta brusca transición al presente tras la derrota de los comanches sólo refuerza nuestra sensación de que su esfuerzo ha sido excesivamente ambicioso y frágilmente concebido, como si lograr la síntesis prometida en un tema tan complejo y persistente le hubiera abrumado sencilla (y comprensiblemente). Su tratamiento de las prácticas multinacionales de la esclavitud del periodo colonial es desigual y parece quitarse importancia a las ubicuas tradiciones de esclavizamiento de los nativos a manos de nativos.

Reséndez estima holgadamente que entre unos 2,5 y 5 millones de indios quedaron atrapados en esta “otra esclavitud”, en la que el trabajo excesivo y el abuso físico contribuyeron sin duda al descenso en un 90 % de la población india de América del Norte entre los días de Colón y 1900. Pero en cierto modo poco de ese tormento se transmite con viveza en La otra esclavitud. Se nos dice que los navajos llamaron “Tiempo del Temor” a la década de 1860, cuando el conjunto de la tribu se vio acosada por el encarcelamiento en el sur de Nuevo México. Aparte de ese atisbo del impacto emocional colectivo del lado de las víctimas, se nos ofrecen pocos testimonios que reflejen la inquietud y el terror que hay detrás de los muchos resúmenes de Reséndez del sufrimiento humano, dislocaciones tribales, vidas furtivas en fuga, y derechos de nacimiento perdidos para siempre.

Una sensación más convincente de la discriminación y el odio raciales que impulsaron y perpetuaron los sistemas de esclavitud debatidos en el libro de Reséndez proviene incluso de una película melodramática como es The Searchers [Centauros del desierto] (1956), de John Ford, mientras que los terrores de sobrevivir en el Oeste del siglo XVIII entre bandas itinerantes de despiadados cazadores de esclavos quedan mejor evocados en la obra maestra granguiñolesca de Blood Meridian [Meridiano de sangre] (1985). Leyendo el relato de Reséndez, se aguarda en vano algo similar al tranquilo comentario de Rebecca West en Black Lamb and Grey Falcon (1941), su crónica de las animosidades multiétnicas yugoslavas: “A veces resulta muy difícil señalar la diferencia entre la historia y el olor de una mofeta”.

Peter Nabokov antropólogo y escritor, especialista en las culturas indígenas de Norteamérica, es profesor de UCLA, la Universidad de California en Los Ángeles.

Fuente:
The New York Review of Books, de 2016 Traducción:Lucas Antón

sábado, 25 de julio de 2020

Leonardo da Vinci: las mil y una maneras en las que el "Hombre de Vitruvio" revela que el artista italiano era un genio

Estatua de Leonardo da Vinci y el Hombre de Vitruvio
Su tarea era revelar las proporciones geométricas perfectas que gobiernan todo el mundo natural.

Nuestro mundo está lleno de diagramas: representaciones gráficas de todo. Pero hay uno, dibujado en la década de 1480 por uno de los más grandes talentos creativos de la historia, que nos ha fascinado y cautivado durante cientos de años y ahora es parte del tejido de nuestra cultura.

Fue obra de Leonardo da Vinci, y su nombre es el "Hombre de Vitruvio".

Con él, se propuso capturar, a través de la ciencia y el arte -que para él eran una sola cosa- la perfección del cuerpo humano.

Pero en realidad es una respuesta a un antiguo problema arquitectónico sobre las proporciones relativas de edificios y hombres.

La solución de Da Vinci nos dio una visión única del cuerpo humano, obsesivamente simétrica, aparentemente simple, pero extraordinariamente hermosa.
Ver más.
https://www.bbc.com/mundo/noticias-53090609

viernes, 24 de julio de 2020

La olvidada historia de cómo Venezuela fue cedida por años a una acaudalada familia alemana obsesionada con la búsqueda de El Dorado

Bartolomé Welser, El Viejo
Bartolomé Welser, El Viejo, la cabeza de la poderosa familia de banqueros y comerciantes alemanes que colonizó Venezuela por casi dos décadas.

Cuando se habla de las potencias europeas que colonizaron América Latina se suele pensar en España y Portugal.

Pero el Sacro Imperio Romano Germánico -como se conoció hasta el 1800 a la actual Alemania- también tuvo un papel, aunque breve y poco conocido, en la historia de esta región.


Durante 18 años, entre 1528 y 1546, una familia de banqueros y comerciantes alemanes tuvo a su cargo la llamada Provincia de Venezuela, un territorio situado en el norte del actual país caribeño, que acababa de ser descubierto por la corona española.

Se trataba de una transacción económica: la familia en cuestión, los poderosos Welser de Augsburgo, le habían prestado mucho dinero al rey español Carlos I, quien también era emperador del Imperio Romano Germánico (bajo el título de Carlos V).

Fue justamente para obtener este último título, que requería ganar los votos de siete príncipes electores, que el monarca se endeudó fuertemente con algunos banqueros europeos.

Sus principales prestamistas fueron dos familias del sur de Baviera, los Welser y los Fugger (Jakob Fugger). Pero eventualmente los primeros se convirtieron en acreedores de la deuda total, que ascendía a lo que hoy serían unos US$25 millones.

El problema fue que cuando Carlos logró ser nombrado emperador alemán, en 1520, no comenzó a devolver el dinero. Tras años de negociaciones, las partes llegaron a un acuerdo.

En vez de dinero, Bartolomé Welser y su familia recibieron una porción de tierra en el Nuevo Mundo, que podrían explotar para su propio beneficio.

El rey le cedió al banquero alemán la Provincia de Venezuela, que pasó a llamarse Klein-Venedig (Pequeña Venecia, en alemán).

En busca de El Dorado

La región, que también se conoció como Welserland (país Welser) y Welser-Kolonie (Colonia Welser), era de especial interés para esta familia de comerciantes y financieros, ya que en la época muchos estaban convencidos de que allí se encontraba la mítica ciudad de El Dorado, hecha de oro.

La zona que quedó en manos de los alemanes se extendía unos 900 kilómetros, casi desde la actual frontera con Colombia, al oeste, hasta lo que hoy es la ciudad de Barcelona, capital del estado de Anzoátegui, al este.

El acuerdo establecido con la corona era que los Welser fundarían dos ciudades y construirían tres fortalezas, desde las cuales se organizarían las expediciones a la selva para buscar oro.

A cambio, podrían gobernar a gusto: nombrando sus propios gobernadores, usando a los indios como mano de obra forzada y trayendo hasta 4.000 esclavos desde África.

Si bien no tenían que pagar impuestos al rey, se acordó que el monarca se quedaría con un décimo del oro hallado.

Con el fin de encontrar ese tesoro, los Welser nombraron como gobernador de la Provincia de Venezuela al explorador alemán Ambrose von Alfinger, quien ya era representante comercial de los banqueros en la isla de La Española (hoy República Dominicana y Haití).

También enviaron a su colonia a 400 mineros alemanes, que acompañaron a Alfinger en sus expediciones.

El conquistador alemán no encontró El Dorado y tampoco logró hallar las riquezas que anhelaban los Welser.

Sin embargo, sí dejo su huella en la historia de Venezuela: en 1529 fundó Maracaibo, hoy una de las ciudades más importantes del país caribeño.

De mal en peor

Cuando Alfinger falleció en 1533, a causa de una herida producida por una flecha, fue reemplazado por Georg von Speyer, quien no tuvo mejor suerte.

Tras años de expediciones infructuosas, Von Speyer renunció por problemas de salud en 1539 y un año después falleció.

Para entonces, muchos de los colonizadores que habían llegado desde Alemania habían perdido la vida, ya sea a causa de enfermedades locales para los que no estaban inmunizados o en enfrentamientos con los pueblos indígenas.

Pero los Welser no bajaron los brazos. El heredero de la familia, también llamado Bartolomé, como su padre, viajó personalmente a Venezuela en 1540 y se sumó a una larga expedición organizada por el tercer gobernador alemán de la región: Philipp von Hutten, quien ya había explorado la zona junto con Von Speyer.

Por cinco años recorrieron el interior de la provincia.

Ante su ausencia, y cansado de los muchos problemas que había generado tener una colonia alemana en su territorio, el rey Carlos reclamó el derecho de nombrar a un gobernador interino.

Envió a Juan de Carvajal a la capital de la provincia, Santa Ana de Coro.

Cuando los exploradores regresaron, en 1546, Carvajal los capturó y los ejecutó.

El monarca español dio por terminado el acuerdo con los Welser por incumplimiento de contrato.

Así concluyó la principal experiencia colonizadora alemana en América.

https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-53031171

CARLOS V Y SUS BANQUEROS. RAMON CARANDE. Obra fundamental de la historiografía española para conocer el reinado de Carlos V y sobre todo su economía.

jueves, 23 de julio de 2020

La brutal y casi olvidada "era de los linchamientos" de negros en Estados Unidos

Iniciación de un nuevo miembro del Ku Klux Klan.
Tras la I Guerra Mundial, los linchamientos repuntaron por la acción de grupos supremacistas como el Ku Klux Klan.

Luther Holbert, un ciudadano afroestadounidense, fue linchado en la localidad de Doddsville (Mississippi) por una multitud que le acusaba de matar a un hacendado blanco. Era el año 1904 y Estados Unidos vivía en plena segregación racial.

Holbert estaba junto a una mujer que se cree era su esposa. Ambos fueron atados a un árbol y obligados a extender sus manos mientras les iban cortando uno a uno los dedos que iban distribuyendo entre la muchedumbre como una suerte de souvenirs.

Luego les cercenaron las orejas, les golpearon y usaron un sacacorchos grande para abrir agujeros en sus cuerpos, sacando grandes trozos de carne. Finalmente fueron lanzados en una hoguera donde murieron quemados.

De esclavos a millonarios: la historia oculta de los primeros negros que hicieron fortuna en Estados Unidos (y en qué la invirtieron)

Quién fue el polémico general Robert E. Lee, cuya estatua está en el centro de las marchas de supremacistas blancos que desataron la violencia en Charlottesville

Mientras eran torturados y asesinados, la multitud de hombres, mujeres y hasta niños blancos que presenciaron su linchamiento comían huevos rellenos y tomaban limonada y whisky con la misma actitud relajada de quien asiste a un paseo campestre.

Más de 4.400 afroestadounidenses fueron linchados en Estados Unidos entre 1877 y 1950, según documentó la Iniciativa para una Justicia Igualitaria (EJI, por sus siglas en inglés).

Esta organización no gubernamental con sede en Alabama realizó un estudio llamado "Linchamientos en Estados Unidos: confrontando el terror racial", en el que hallaron unos 800 casos de muertes de este tipo que no habían sido registradas hasta ahora.
Placa que conmemora el comercio de esclavos.
El Monumento Nacional por la Paz y la Justicia fue creado en Montgomery, ciudad que tiene una larga historia vinculada con la esclavitud pero también con las luchas por la justicia racial.

La investigación se centró en 12 estados del sur de Estados Unidos y se enfocó en aquellos casos ejecutados con impunidad, con frecuencia en lugares públicos y a plena luz del día, en comunidades donde existía un sistema de justicia que funcionaba bien, al menos para los blancos.

Así marcó diferencias con los linchamientos que ocurrían en lugares sin ley, o los que afectaban a otras minorías como la asiática o la comunidad de estadounidenses de origen mexicano.

Se trata de un fenómeno de la historia de Estados Unidos sobre el cual poco se habla, pero que a partir del próximo 26 de abril será recordado con la inauguración del Monumento Nacional por la Paz y la Justicia en Montgomery (Alabama).

Trágico espectáculo
Muertes como la de Holbert no eran extrañas durante lo que los historiadores han llamado "la era de los linchamientos", que se extendió hasta mediados del siglo XX, pero que tuvo su apogeo entre 1890 y 1930, según explica Stewart Tolnay, profesor emérito de Sociología en la Universidad de Washington, a BBC Mundo.
Asistentes a un linchamiento de dos afroestadounidenses en Indiana en 1930.
Asistentes a un linchamiento de dos afroestadounidenses en Indiana en 1930.

En algunos casos, incluso se llegaban a publicar notas en los periódicos anunciando y convocando a las masas a participar.

"3.000 (personas) quemarán a un negro", rezaba en junio de 1919 un titular del New Orleans State; "John Hartfield será linchado por una muchedumbre de Ellisville a las 5 de la tarde de hoy", se leía en un ejemplar del Daily News de Jackson (Mississippi), de la misma época.

"Los casos en los que los linchamientos eran anunciados en los periódicos son unos pocos, aunque implicaron algunos de los sucesos espantosos con las mayores multitudes. Más frecuentes eran los casos en los que masas pequeñas detenían y linchaban a alguien a quien señalaban de haber presuntamente cometido algún tipo de delito", indica Tolnay, quien ha publicado dos libros y numerosos artículos académicos sobre el tema.

"La mayor parte no eran los linchamientos-espectáculo sino más bien eran cosas rutinarias y silenciosas", agrega.

El hecho de que estas muertes pudieran ser anunciadas en la prensa con anticipación demuestra que no se trataba de acciones impulsivas ejecutadas por una turba enardecida. Pese a ello era muy raro que los linchadores fueran enjuiciados.

Desiguales ante la muerte
Aunque los ciudadanos blancos también fueron objeto de linchamientos, las muertes de afroestadounidenses eran mucho más numerosas. Entre 1882 y 1889, la proporción de víctimas era de 4 negros por cada blanco; entre 1890 y 1900 era de 6 a 1; mientras que a partir de entonces aumentó a 17 a 1.

Aunque los blancos también eran víctimas de linchamientos, su proporción era mucho menor. Tolnay señala que usualmente los blancos que resultaban linchados se encontraban entre los miembros más marginados de su comunidad y que, en todo caso, no eran objeto de las duras torturas a las que podían ser sometidos los negros.

Las causas que podían llevar a un linchamiento también variaban de acuerdo con la raza.

Según el estudio del EJI, el 30% de los afroestadounidenses asesinados por las turbas habían sido acusados de homicidio y 25% por agresión sexual.

"La definición de violación de un negro a una blanca en el Sur era increíblemente amplia y no necesitaba que se alegara el uso de la fuerza porque las instituciones blancas, las leyes y la mayor parte de los blancos rechazaban la idea de que una mujer blanca podía o consentiría voluntariamente tener sexo con un afroestadounidense", señala la EIJ.

Otros centenares de negros perdieron la vida al ser señalados por provocar incendios, por robo o simplemente por "vagancia", hechos por los que —en caso de ser hallados culpables— un tribunal no les habría aplicado la pena de muerte.

Pero había acusaciones aún más triviales.
Según recoge el EIJ, el afroestadounidense Jesse Thornton fue linchado en Luverne (Alabama), en 1940, por referirse a un policía por su nombre sin emplear antes el título de "señor".

Igual suerte corrió en 1916 Jeff Brown en Cedarbluff (Mississippi) por tropezar accidentalmente con una joven blanca mientras corría para alcanzar el tren, así como el soldado Charles Lewis, en 1918, linchado en Hickman (Kentucky) por negarse a vaciar sus bolsillos mientras estaba vistiendo su uniforme militar.

"Los blancos nunca eran linchados por las razones triviales por las que mataban a los negros y usualmente tampoco eran objeto de tortura", señala Tolnay, quien aclara que los casos de violencia extrema contra las víctimas representaban en torno al 10% del total.

Sociedad de castas
La "era de los linchamientos" tuvo su epicentro en los estados del sur de Estados Unidos y se inició en las décadas que siguieron al final de la guerra civil y a la declaración formal del fin de la esclavitud, ocurrida en 1865.
Una horca.
Más de 4.400 afroestadounidenses murieron durante la "era de los linchamientos". Para los investigadores no se trata de una casualidad.

"Después de la guerra civil hubo unos 4 millones de esclavos negros que se convirtieron en personas libres y competían en las economías de los estados sureños con los blancos", señala Tolnay.

"Ellos fueron amenazados hasta que quedaron completamente privados de derechos de participación política en torno al año 1900 y el sur quedó gobernado por el sistema de castas raciales, en el cual había una línea clara que separaba a la "raza blanca superior" de la "raza negra subordinada".

"Los blancos ricos eran la élite y los blancos pobres usaban el linchamiento para reforzar ese sistema de castas raciales y reducir las probabilidades de ascenso social de los negros sureños", agrega.

El experto indica que, aunque casi todas las víctimas habían sido acusadas de algún tipo de falta y, en ocasiones, eran sacados por las turbas de los tribunales o de las cárceles —incluso sin haber sido juzgados—, esto no era un asunto de justicia popular ante un sistema disfuncional.

"Había un sistema penal perfectamente adecuado que podía hacerse cargo de los delincuentes, fueran blancos o negros. El linchamiento de los negros tenía un objetivo distinto: enviar un mensaje muy claro a la comunidad negra de que había límites para su movilidad ascendente", afirma Tolnay.
Ilustración del traslado de las víctimas de un ataque racista en Luisiana en 1873.
Tras la abolición de la esclavitud en 1865 se incrementaron los linchamientos y los ataques racistas en contra de los afroestadounidenses.

La EJI destaca que estas muertes no eran el resultado de la acción de unos pocos extremistas, sino que eran actos públicos violentos que implicaban la participación de toda una comunidad y que, en general, eran tolerados por las autoridades y los responsables no enfrentaban ningún tipo de consecuencia legal.

"Los linchamientos eran actos de violencia racial que estaban en el centro de una campaña sistemática de terror que perpetuaba y respaldaba un orden social injusto. Estos linchamientos eran terrorismo", apunta la organización en su informe.

¿Vergüenza o negocios?
Pero, ¿cómo se fue extinguiendo esta práctica?

Los linchamientos fueron una de las causas de la migración masiva de unos 6 millones de afroestadounidenses que entre 1915 y 1970 optaron por mudarse al norte del país, donde se establecieron en guetos.

Esa redistribución de la población redujo la disponibilidad de mano de obra barata en el sur, algo que según Tolnay puede haber convencido a las élites del sur de la necesidad de hacer cambios.

"Los linchamientos se convirtieron en algo vergonzoso para el sur en la medida en que la economía se desarrollaba en esos estados. La élite blanca intentaba atraer capitales foráneos por lo que tenía que cambiar la imagen del sur. Esta era una práctica brutal, espantosa e inhumana que no ayudaba", señala el experto.

Así, el fenómeno se fue extinguiendo paulatinamente pero sin que, según el EIJ, se produjera un proceso de reconciliación a través de la verdad como ha ocurrido en Alemania con el Holocausto o con el apartheid en Sudáfrica.
Un hombre observa una exposición de fotografías sobre los linchamientos en Estados Unidos.
En 2005, el Senado de Estados Unidos pidió disculpas por no haber aprobado una legislación que prohibiera los linchamientos. "Si yo pregunto: diga el nombre de un afroestadounidense linchado entre 1877 y 1950, la mayor parte de la gente no puede mencionar a nadie. Miles de personas murieron pero no pueden nombrar a una. ¿Por qué? Porque no hemos hablado de esto", dijo Bryan Stevenson, fundador de la EJI, a CNN a propósito de las causas para impulsar la creación del Monumento Nacional por la Paz y la Justicia.

Con el uso de recursos artísticos, esculturas y diseños esperan poner en contexto la historia del terror racial en el país.

Incluirán más de 800 memoriales de acero de dos metros de altura, uno por cada condado de Estados Unidos donde fue linchado un afroestadounidense, en los que estarán grabados los nombres de las víctimas.

Además, dispersos a lo largo del extenso lugar habrá réplicas de cada uno de esos monumentos que la EJI espera entregar a los condados que quieran exhibirlos para recordar en sus propios territorios la oscura historia de los linchamientos.

Para los responsables de la EJI, ver quienes reclaman estos memoriales será un indicador de cuánto se avanza en el camino de la verdad y de la reconciliación.

Ángel Bermúdez (@angelbermudez)

BBC Mundo
https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-43745735

Paseos y casualidades que cambiaron la historia del pensamiento (cual manzana de Newton)


miércoles, 22 de julio de 2020

_- Gazpacho, sin pan. tomato cold soup

_- Nuestra versión de la receta del gazpacho Alvalle

Ingredientes

7 tomates de tamaño medio que huelan a tomate, madurados en rama

2 pimientos rojos de tu zona, que dé gusto verlos

1 pepino de lo más cerca que puedas, que esté compacto

1 cebolla de buena calidad y de proximidad (hay quien no le pone cebolla ni pimiento rojo, sí verde y 100 gr de pan del día anterior)

1 diente de ajo de Cuenca (naturalmente, es un decir, de Badajoz también son buenos)

Además, por cada 930 g de hortalizas trituradas

26 ml de aceite de oliva virgen extra de Jaén o Córdoba
26 ml de vinagre de vino
10 ml de zumo de limón
8 g de sal

Preparación

Hacerles a los tomates un cortecito en forma de cruz en la base y escaldarlos 20 segundos en agua hirviendo. Ponerlos en un bol con agua helada para cortar la cocción, pelarlos, quitar el pedúnculo y trocearlos.

Pelar el pepino, la cebolla y el ajo -sacarle el germen-, quitar el pedúnculo, las semillas y los nervios al pepino y trocearlo todo. Llevar al vaso de la batidora o usar un minipimer y triturar todo muy bien, hasta que consigamos la textura más fina posible. Cuando nos parezca que ya está, darle un par de minutos más.

Cuando lo tengas listo, pésalo o usa una botella de 1,5 l para averiguar la cantidad de batido de hortalizas que tienes, y cuéntalo en gramos o mililitros. Si tienes 1,4 l, tienes 1.400 gr.

Multiplica este número x 26 y después divídelo entre 930: el resultado será la cantidad de ml de vinagre y aceite que necesitas.

Multiplica este número x 10 y después divídelo entre 930: el resultado será la cantidad de ml de zumo de limón que necesitas.

Multiplica este número x 8 y después divídelo entre 930: el resultado será la cantidad de gramos de sal que necesitas. Si no te quieres romper la cabeza: si llenas una botella de un litro y medio, ponle tres cucharadas de aceite, tres de vinagre, dos de limón y una cucharadita bien colmada de sal. Si no tienes una báscula de cocina, recuerda que una cucharada son 15 ml de líquido y una cucharadita de sal entre seis y ocho gramos, depende de lo llena que esté.

Devolver el batido al vaso o recipiente y añade los aderezos, batiendo un rato más para que emulsione y quede bien integrado. Llevar a la nevera un mínimo de dos horas y el Alvalle-hecho-por-tí ya estará listo para tomar.

El País.

_- Cómo el estado indio de Kerala ha conseguido aplanar la curva del coronavirus Yadul Krishna 29/05/2020

_- Tras el estallido del virus y debido a la amenazante inminencia de grandes niveles de contagios y pérdidas humanas, el mundo se enfrenta a una parálisis que ha obligado a crear nuevas normas de cuarentena y teletrabajo. Si bien algunas de las principales potencias mundiales han fallado de manera lamentable a la hora de proteger a sus ciudadanos y deshacerse del virus, un pequeño estado en el sur de India se ha convertido en un rayo de esperanza.

El presidente norteamericano Donald Trump, en su discurso sobre el estado de la Unión de 2019 frente a congresistas, senadores, magistrados del Tribunal Supremo y miembros de su gabinete, aseguró estar “alarmado por las demandas de adopción del socialismo”, y añadió: “América fue fundada sobre las ideas de libertad e independencia y no sobre la coacción gubernamental. Hemos nacido libres y permaneceremos libres”. A pesar de que la ignorancia de la que surge la preocupación de Trump sobre el socialismo es visible, su capacidad para comprender la realidad social es exigua, por no mencionar que tales palabras fueron pronunciadas por un multimillonario que, tal como defiende Bernie Sanders, se benefició de 800 millones de dólares en subsidios y recortes fiscales para construir viviendas de lujo en Nueva York. Sin embargo, las consecuencias de la dependencia del capitalismo han comenzado a perseguirle: la falta de un sistema de salud público y de políticas de distribución ha hecho que los EE. UU. superen a China en número de casos confirmado de coronvirus. El libre mercado ha demostrado fallar de forma patética, abandonando a las personas y priorizando los beneficios.

Aquellos países que sostenían que la competencia entre instituciones privadas conducía a una “mayor eficiencia” también han hecho que sus ciudadanos y ciudadanas paguen caro su derecho a la vida, ya que, en los países en vías de desarrollo, el 90% de la población debe hacer frente a gastos médicos exorbitados. El capitalismo ha privado a las personas de su libertad de recurrir a la cuarentena en situaciones como esta y ha transferido ese derecho a la población más rica. La manera en que funcionan los sistemas privados de seguros en tiempos de pandemia ha hecho que muchos países reconsideren la necesidad de contar con instituciones públicas. La necesidad de disponer de un sistema público de salud, así como de un sistema público de atención a las necesidades básicas, se ha revelado imperiosa.

¿Existe algún modelo que se pueda emular?
Quizás el mejor ejemplo de cómo una sociedad debería superar una crisis sean las experiencias del estado indio de Kerala, el cual ha demostrado una gran eficiencia en la lucha contra el virus. Kerala, el estado que había superado una serie de desafíos como grandes inundaciones o el virus Nipah en los últimos dos años, ha demostrado al mundo que disponer de un sistema sanitario público y robusto puede ser de grandísima ayuda en tiempos de necesidad.

En claro contraste con las medidas inadecuadas que tomó el gobierno central indio, dirigido por el partido de extrema derecha Bharatiya Janata o Partido Popular Indio, Kerala se preparaba para el enorme desafío que se avecinaba. Incluso antes de que se declarase su primer caso, las autoridades de este estado hicieron todos los esfuerzos posibles para frenar la expansión del virus, incluyendo la realización de exámenes a los pasajeros de los cuatro aeropuertos internacionales del estado y la formación de un Equipo de Respuesta Rápida que decidiese sobre el aislamiento y el tratamiento de pacientes potencialmente infectados.

Kerala fue capaz de evitar la transmisión del virus de manera bastante eficaz cuando le tocó lidiar con los primeros casos de coronavirus detectados en tres estudiantes de medicina de Wuhan, que recibieron el alta tras dar negativo en dos pruebas. Desde entonces, la capacidad del estado para gestionar la crisis destacó sobre el resto del país. Cuando el virus golpeó por segunda vez, Kerala realizaba ya una vigilancia estricta. Disponía de una sala de control en funcionamiento, con expertos siguiendo los casos sospechosos y confirmados. Doctores y demás personal médico recibieron formación adecuada, y con medidas estrictas como el confinamiento (con las excepciones de acudir a por bienes básicos) y restricciones de movimiento, el número diario de posibles casos en los hospitales empezó a decrecer rápidamente y se dio el alta médica a muchas personas cuyo resultado en las pruebas era negativo. La transmisión en tiempo real de la información recogida resultó muy eficaz, ayudando al gobierno estatal a mantener la situación bajo control y a ganarse la confianza de la gente. El estado de Kerala se encuentra ahora preparado para responder a la expansión del virus.

Evitar la alarma social
El estado de Kerala quiso asegurarse de que la ciudadanía recibía información en tiempo real, incluidos protocolos y consejos de prevención, para evitar que se sembrase alarma social. Realizó ruedas de prensa a diario y hasta lanzó una aplicación móvil que proporcionaba información actualizada. También se priorizó la salud mental de las personas y fueron desplegados más de 140 terapeutas en 14 distritos para proporcionar ayuda psicológica a las personas aisladas y en cuarentena, sabiendo que podrían ser estigmatizados y alienados por el público general. Dada la manera en que Kerala superó el Nipah, las personas emplean términos como cuarentena y aislamiento de manera natural y les han perdido cierto miedo. Habiendo abatido con éxito el Nipah y demostrando ahora su eficacia contra el Covid-19, Kerala ha dado un ejemplo al gobierno central y al resto de Estados de cómo no perder la calma y avanzar con la resolución del problema en caso de que una crisis así suceda.

Implicar a otros departamentos
Durante la etapa de aumento de contagios, los ciudadanos se lanzaron a la compra de material como mascarillas y desinfectantes para manos, lo cual acabó provocando escasez. Esta fue una de las principales preocupaciones para el gobierno y la ciudadanía, pero, una vez más, las autoridades supieron diseñar un plan eficaz para combinar los esfuerzos de otros departamentos en la producción de los materiales necesarios. La empresa estatal de fabricación de fármacos aseguró que podría satisfacer la demanda de desinfectantes. El Departamento estatal de Justicia propuso a los internos de las prisiones fabricar mascarillas, y consiguieron producir 6.000 en apenas dos días. El gobierno también dio instrucciones estrictas para que el departamento no las vendiese al público por encima de un precio estipulado.

Centrarse en las personas
Fue el mismo día en que el Primer Ministro, Narendra Modi, se dirigía al país por primera vez ablandándose con peticiones y mensajes emotivos, que el Ministro-jefe de Kerala, Pinarayi Vijayan, anunció un paquete de alivio de 2.600 millones USD para todo el estado. Desde el reparto de menús gratuitos para los estudiantes de preescolar mientras sus clases eran canceladas, a la instalación de banda ancha o la obligación de quedarse en casa, todas las medidas del gobierno resultaban tener un sentido de finalidad. El gobierno anunció el adelanto del pago de pensiones, créditos a familias vulnerables a través de una comunidad de ayuda vecinal centrada en la mujer, fortaleció las infraestructuras médicas y se aseguró de que las personas no perdían dinero por no poder trabajar.

Asegurar que nadie pase hambre
El gobierno de Kerala anunció también que repartiría alimentos de manera gratuita a todos los ciudadanos, independientemente de su renta, y la apertura de hoteles de bajo coste que cobrarían solo 0,26 USD por menú, junto con la promesa de que todos los bienes básicos y alimentos llegarían a las tiendas. Dando un ejemplo extraordinario, el gobierno comenzó a construir más de 1.000 cocinas por todo el estado para que nadie pasase hambre, todo con precios mínimos. Lo interesante es que también se tomaron medidas para entregar alimentos gratis directamente a las personas que no pudiesen pagarlo durante el periodo de confinamiento, para que así su dignidad no fuese cuestionada por los vecinos.

Cuidar a los trabajadores migrantes
Durante los 21 días de confinamiento en India, este estado meridional dio otra lección a las demás entidades estatales: Kerala reconoció a los trabajadores migrantes como “huéspedes” y abrirá 4.603 campos de socorro para más de 100.000 de aquellos, donde se les proporciona también comida y atención médica. Todo ello en un momento en que los migrantes de otros estados de India son obligados a caminar cientos de kilómetros para volver a sus hogares.

El papel de la sanidad pública
Incluso si comparamos el caso del Kerala con el resto de India, existen algunos factores que hacen que tal efectividad en la respuesta de control haya sido posible solo en este estado. Kerala dispone de un sistema de salud fuerte, con centro de atención primaria por cada 3.95 km, mientras que la media estatal es de 7.3 km. Por eso el gobierno de Kerala es capaz de invertir y dirigir su aparato sanitario de manera eficaz, frente a la inoperancia del gobierno central, que dispone de una cama hospitalaria por cada 1.826 personas, un doctor por cada 11.600 personas y un ventilador por cada 333.333 personas. Lo que es más alarmante es que las estadísticas de test realizados en este pequeño estado suponen el 30% del total del país, mientras que estados como Gujarat o Maharashtra han realizado un número ínfimo de pruebas a su población.

El modelo de Kerala
El gobierno de Kerala planea ahora reclutar a cientos de miles de jóvenes voluntarios del estado para Sannadha Sena, una organización de voluntarios, con el objetivo de proporcionar mano de obra a sus políticas. Así, en cada paso, Kerala ha tomado medidas adecuadas en tiempo y forma para lidiar con la crisis. Con todo, Kerala no solo ha dado ejemplo en esta coyuntura, sino que también se encuentra entre los primeros puestos de toda India en materia de desarrollo humano, mortalidad infantil, alfabetización, transparencia, convivencia, etcétera, comparándose a veces con países desarrollados. También ha conseguido los mejores datos en relación al desarrollo sostenible. La manera en que Kerala ha puesto en práctica su modelo ha merecido los halagos de otros países, y otros estados de India han pedido ayuda para implementarlo.

Una vez hemos señalado todos los datos, lo que tratamos de explicar es que no son solo las habilidades administrativas de Kerala las que han permitido derrotar el virus, sino también la presencia de un sistema público de sanidad y cuidados con la intervención decidida de los mecanismos públicos, dirigidos por un gobierno que se centra en las personas. Si Kerala careciese de un ecosistema de instituciones públicas y, en cambio, continuase privatizada en manos de unos pocos individuos, no hubiera podido superar esta crisis con facilidad.
Yadul Krishna.  Escribe sobre economía y política.

Exalumno del Shri Ram College of Commerce de la Universidad de Delhi, es columnista en el British Herald de Londres.

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