Imaginen que una nave tripulada por seres procedentes de otra civilización inteligente (distinta a la nuestra, por lo tanto) se acerca a la Tierra para conocer su naturaleza y cómo vivimos sus habitantes.
Enseguida descubren que allí se ha propagado un virus que infecta a millones de personas y que produce docenas de miles de muertes, en casi todos los lugares y muchas más de las que registran las estadísticas a las que tienen acceso, gracias a su conocimiento y tecnología, muy superiores a los de la Tierra.
Para saber la situación más concreta, los efectos que realmente está teniendo la epidemia y las medidas que estos humanos llevan a cabo para paliarlos, deciden acudir a la más alta autoridad de la máxima potencia económica, militar, cultural y política de ese planeta, el Presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Justo cuando van a ponerse en contacto con él, se encuentra dando una rueda de prensa en la que propone inyectar desinfectante y luz en el cuerpo de las personas afectadas como forma de acabar con él. Incrédulos, los visitantes deciden, entonces, recurrir a otras fuentes de conocimiento.
Comprueban más tarde que, al principio de la epidemia, todos los líderes y gobiernos de planeta le había quitado importancia pero que ahora todos sin ninguna excepción la contemplan con sofoco y la consideran de gran peligro. Ya saben que se trata de un mal global, cuya expansión no es posible detener mediante fronteras físicas y que se requeriría una actuación así mismo global para poder hacerle frente con algún éxito, por ejemplo, compartiendo recursos sanitarios, investigando en equipo la obtención de vacunas o poniendo a disposición unos de otros el conocimiento y los medios materiales, personales o económicos necesarios para evitar una catástrofe.
Los visitantes, sin embargo, comprueban que no se ha producido ningún tipo de encuentro global porque las instituciones en donde solían sentarse todos los países del planeta sin excepción, como las Naciones Unidas, hace tiempo que están devaluadas y apenas tienen influencia en las decisiones de los países más poderosos. Es más, el presidente de la gran potencia mundial había decidido que su país (el más rico del planeta) dejase de contribuir y colaborar, precisamente en ese momento, con su oficina dedicada a combatir este tipo de desastres sanitarios, la Organización Mundial de la Salud.
Los visitantes extraterrestres no pueden explicarse la actuación de los humanos de la Tierra en materia de prevención vírica. Los científicos de ese planeta saben que allí hay más de 300.000 virus que podrían producir un efecto parecido o peor que el Covid-19 y, a pesar de ello, sus gobiernos siguen dejando el descubrimiento de vacunas y remedios en manos de laboratorios privados, los cuales, lógicamente sólo tratarán de descubrir aquello que resulte rentable a sus propios negocios y no al interés general. La situación de desarme sanitario les parece tan increíble como absurda. No pueden entender que Estados Unidos dedique casi 600.000 millones de euros a gasto militar y luego resulte que el 80 % de las medicinas que se consumen en su interior provengan de China, que se supone que es uno de los adversarios que justifican semejante dispendio militar.
Los visitantes se sorprenden especialmente de esta falta de colaboración global cuando se dan cuenta de que las cadenas globales de suministro de alimentos están cediendo, algo que ha puesto de relieve, entre otros muchos investigadores, un economista al servicio de la FAO, la oficina de las Naciones Unidas dedicada a los problemas de la alimentación, en un artículo aparecido en la revista Nature. Allí se señalan algunos ejemplos de lo que, en realidad, está pasando en todo el país: «En India, los agricultores están alimentando con fresas a las vacas porque no pueden transportar la fruta a los mercados de las ciudades. En Perú, los productores están vertiendo toneladas de cacao blanco en el vertedero porque los restaurantes y hoteles que normalmente lo comprarían están cerrados. Y en los Estados Unidos y Canadá, los agricultores tuvieron que tirar la leche por la misma razón. Legiones de trabajadores migrantes de Europa del Este y África del Norte están atrapados en las fronteras, en lugar de cosechar en las granjas de Francia, Alemania e Italia. Estados Unidos, Canadá y Australia dependen en gran medida de los trabajadores agrícolas temporales que no pueden viajar debido a restricciones de virus». Y también se advierte en ese artículo de que el miedo a la pandemia ha producido «reacciones en cadena caóticas» muy peligrosas que ya han hecho subir los precios de productos básicos para la alimentación humana, como el trigo (8 % en comparación con los de marzo del año pasado) o el arroz (25 %).
Esa información hace que los visitantes se interesen por el hambre y descubren también que afecta a 821 millones de personas, a pesar de que sólo con los productos alimenticios que se desperdician en todo el planeta se podría alimentar a 1.260 millones de seres humanos todos los años. Cuando analizan la forma en que los humanos de la Tierra organizan la producción y el consumo de los productos básicos que necesitan, los visitantes se sorprenden sobremanera del gran daño que provocan sobre su medio ambiente natural y, a su vez, del coste tan enorme que esto lleva consigo, tanto en dinero como en vidas humanas.
Así, la contaminación del aire mata a siete millones de personas cada año y los desastres naturales causados por el clima a unas 600.000. El 40 % de la población mundial ya tiene problemas con la escasez de agua y todos los años mueren 2,2 millones de personas por simples diarreas. Como consecuencia en gran parte del modo de vida existente en la Tierra, el nivel del mar ha subido el doble de lo previsto en los últimos 25 años, un tercio de las especies marinas están en riesgo por el cambio climático, las capas de hielo que cubren la superficie terrestre se están descongelando un 20 % más de lo previsto por los científicos y la del Ártico se ha reducido en un 40 % en los últimos 35 años. La deforestación (que produce la quinta parte de las emisiones de CO2 que destruyen la Tierra) avanza a un ritmo de 13 millones de hectáreas cada año (casi la cuarta parte de España). Al ritmo en que se produce y consume en el planeta que van a visitar, en 2050 vivirán en tierras desertificadas unos 4.000 millones de personas y la resistencia a los antibióticos, provocada entre otras causas por los contaminantes vertidos en el agua y en los alimentos, será la primera causa de muerte en el mundo ese año.
A los visitantes les confunde la forma económica tan extraña con que los habitantes de la Tierra hacen frente a estos problemas pues se calcula que podrían evitarse con 19,5 billones de euros, mientras que el coste de soportarlos supone 47 billones. Y también les resulta incomprensible que los actuales habitantes de la Tierra no tengan en cuenta que después de los que viven ahora allí tendrán que venir otras generaciones futuras, sus hijos, nietos y biznietos, cuyo bienestar y forma de vida no parece preocuparles. Aunque igualmente les sorprende el escaso cuidado que tienen con los niños pues, como señalaba el informe Acción humanitaria para la infancia 2019 de UNICEF que han consultado, «la infancia sufre la mayor amenaza para su desarrollo en los últimos 30 años». Algo que también produce perplejidad a los alienígenas, porque en ese informe se indica que sólo harían falta 3.500 millones dólares para conseguir que todos los menores del planeta tuvieran cubiertas sus necesidades básicas, más o menos los presupuestos de los 20 o 25 equipos de fútbol europeos con mayor presupuesto.
Las cuestiones económicas asociadas con la propagación del virus llaman extraordinariamente la atención de los visitantes. En concreto, que tampoco en este campo haya habido una respuesta global a los cientos de millones de desempleos que va a producir, ni a la pérdida de las miles de empresas que proporcionan los suministros básicos para la población. Les sorprende también la imprevisión ante la gigantesca crisis de deuda que inevitablemente se producirá una vez que se salga de la crisis actual. Aunque nada les produce tanto estupor como el hecho de que en la Tierra se dediquen casi 125 veces más recursos a realizar apuestas en una especie de casinos financieros, para estos visitantes completamente desconocidos y cuya lógica apenas entienden, que para las actividades directamente encaminadas a satisfacer sus necesidades reales. Unos casinos a cuyo mantenimiento se dedica más atención en la Tierra que al cuidado y a la vida de los seres vivos.
Los visitantes, en fin, tampoco pueden entender que en el planeta que desde las profundidades del espacio se muestra con una belleza formidable sea, en realidad, un infierno innecesario para una parte tan grande de sus pobladores. Y no pueden explicarse cómo, a pesar de la existencia de tantos dioses e iglesias que pregonan la bondad y el amor por todas sus esquinas, haya tantos conflictos armados, un ambiente tan extendido de odio y revanchismo y un sentido tan escaso de la solidaridad y de la cooperación mutua.
Más que nada, en el informe que realizarán de sus descubrimientos sobre el planeta Tierra, destacarán la falta de conciencia de sus pobladores sobre su propia existencia y sobre el hecho de que conforman una civilización que se encuentra en peligro real y cercano de extinción como consecuencia de sus decisiones decisiones.
Ya de vuelta, uno de los alienígenas señaló en su tableta orgánica una de las páginas de Pensamientos despeinados, un librito de Stanislaw J. Lec que había escaneado como recuerdo en la biblioteca de unos pueblos que habían visitado.
– Aquí está lo que les pasa a estos humanos, dijo: es un planeta que «tiene la conciencia limpia; no la ha usado nunca».
Juan Torres López es Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla. Dedicado al análisis y divulgación de la realidad económica, en los últimos años ha publicado alrededor de un millar de artículos de opinión y numerosos libros que se han convertido en éxitos editoriales. Los dos últimos, ‘Economía para no dejarse engañar por los economistas’ y ‘La Renta Básica. ¿Qué es, cuántos tipos hay, cómo se financia y qué efectos tiene?’
Fuente:
https://blogs.publico.es/juantorres/2020/04/27/inconscientes/
jueves, 30 de abril de 2020
Inconscientes
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El profesional resiliente: cuatro habilidades para reinventarnos. La crisis de la covid-19 nos desafía a desarrollar nuevas destrezas y a buscar otras oportunidades
La covid-19 nos ha pillado con el paso cambiado. Nadie imaginaba una situación como la que estamos viviendo, así que todo lo que nos sucede es nuevo. El virus ha obligado a las empresas y a sus líderes a transformarse. Vienen tiempos difíciles para muchas personas en el plano profesional, lo que les empujará a reinventarse o, al menos, a buscar nuevas oportunidades. Para hacer frente a este escenario, los emprendedores, los autónomos y aquellos profesionales que dirigen empresas, por pequeñas que sean, tienen el desafío de desarrollar nuevas habilidades. El objetivo es sacar algún partido a estos momentos extraordinarios. Veamos algunas de las destrezas que podemos adquirir:
1. Mirar al futuro y al cliente. Para muchas empresas habrá un antes y un después de la covid-19. Para labrarnos un nuevo camino profesional necesitamos dejar atrás la nostalgia que nos producen estos momentos, remangarnos y mirar hacia delante. Imaginar un futuro con cambios y preguntarnos cómo podemos adaptarnos a ellos. Es básico saber cómo satisfacer a los clientes. Cuando todo acabe, las necesidades serán similares, pero la economía del distanciamiento social habrá introducido un cambio sustancial: la manera de satisfacer al usuario. Es el momento de plantearse las cosas. ¿Puedo servir comida a domicilio? ¿Cómo puedo organizar fiestas online? ¿Qué otro servicio puedo ofrecer? Solo conociendo las necesidades del cliente podemos penetrar en el nuevo escenario laboral que se avecina.
2. Reinventarse. La crisis económica de la covid-19 dará lugar a nuevas oportunidades, pero habrá que descubrirlas. No será fácil, así que necesitaremos grandes dosis de creatividad y de curiosidad. Si queremos probar un nuevo servicio, debemos invertir el menor dinero y el mínimo tiempo posible para ponerlo en marcha. Nos ayudará abrirnos a ciertos comentarios y adaptarnos rápidamente. No consiste en tener razón, sino en aportar valor. Hay que escuchar con atención a los clientes y experimentar de la manera más rápida posible. Debemos preguntarnos, por ejemplo, cómo se han adaptado las empresas de nuestro sector en Corea del Sur, que nos lleva unos meses de ventaja en esta crisis. El tiempo es oro. Dedicarnos durante meses a definir una estrategia para orientar nuestro trabajo es algo impensable. Hay que abrir bien los oídos y los ojos, investigar y probar para adaptarnos lo más rápido posible a los nuevos tiempos.
3. Cercanía, comunicación y confianza. Cuando las personas lo pasan mal, valoran más la cercanía. Es el momento de generar relaciones más auténticas con nuestros clientes, compañeros o colaboradores. Preocuparnos sinceramente por cómo están ellos y sus familias, cómo les va su trabajo… Los jefes deben abrir sus agendas, crear espacios para conversar con sus empleados de forma directa y sincera, aunque sean charlas virtuales. Y, por supuesto, deben de ser muy honestos con la situación. Los valores deben primar en los momentos complicados. Los profesionales necesitan que se les trate como adultos, no como niños. Las peores gestiones de crisis que he conocido en una empresa son aquellas en las que no se comunica nada. Esa estrategia de silencio da lugar a comentarios de pasillo, tan poderosos que son capaces de crear realidades paralelas, normalmente, peores que la realidad. Por eso, aunque exista incertidumbre, los jefes deben comunicar con sinceridad. Si se lanza un nuevo proyecto, los empleados agradecen que sus jefes se muestren cercanos, comunicativos y confíen en ellos. Necesitan escuchar un “no sabemos cuál va a ser la acogida, pero vamos a luchar para que sea la mejor posible”.
4. Resiliencia. El término resiliencia proviene del latín resilio, que significa volver atrás o dar un salto. Es precisamente lo que les ocurre a las gomas elásticas cuando se estiran y regresan al estado original. La resiliencia puede definirse como la capacidad del ser humano para afrontar la adversidad, superarla y transformarse positivamente. Los profesionales deben actuar como una goma elástica que se estira hasta ser útil. No cabe duda de que la covid-19 les obligará a ser resilientes. Para desarrollar esta habilidad deben cuidarse tanto física como emocionalmente, orientarse al futuro, abrirse al aprendizaje y quedarse siempre con la parte positiva de cuanto viven. Es la única manera de ser resilientes. De reinventarse y aprovechar esta crisis para aprender nuevas habilidades. Las que se van a necesitar en un mundo distinto al que conocíamos.
https://elpais.com/elpais/2020/04/20/laboratorio_de_felicidad/1587369895_390976.html
1. Mirar al futuro y al cliente. Para muchas empresas habrá un antes y un después de la covid-19. Para labrarnos un nuevo camino profesional necesitamos dejar atrás la nostalgia que nos producen estos momentos, remangarnos y mirar hacia delante. Imaginar un futuro con cambios y preguntarnos cómo podemos adaptarnos a ellos. Es básico saber cómo satisfacer a los clientes. Cuando todo acabe, las necesidades serán similares, pero la economía del distanciamiento social habrá introducido un cambio sustancial: la manera de satisfacer al usuario. Es el momento de plantearse las cosas. ¿Puedo servir comida a domicilio? ¿Cómo puedo organizar fiestas online? ¿Qué otro servicio puedo ofrecer? Solo conociendo las necesidades del cliente podemos penetrar en el nuevo escenario laboral que se avecina.
2. Reinventarse. La crisis económica de la covid-19 dará lugar a nuevas oportunidades, pero habrá que descubrirlas. No será fácil, así que necesitaremos grandes dosis de creatividad y de curiosidad. Si queremos probar un nuevo servicio, debemos invertir el menor dinero y el mínimo tiempo posible para ponerlo en marcha. Nos ayudará abrirnos a ciertos comentarios y adaptarnos rápidamente. No consiste en tener razón, sino en aportar valor. Hay que escuchar con atención a los clientes y experimentar de la manera más rápida posible. Debemos preguntarnos, por ejemplo, cómo se han adaptado las empresas de nuestro sector en Corea del Sur, que nos lleva unos meses de ventaja en esta crisis. El tiempo es oro. Dedicarnos durante meses a definir una estrategia para orientar nuestro trabajo es algo impensable. Hay que abrir bien los oídos y los ojos, investigar y probar para adaptarnos lo más rápido posible a los nuevos tiempos.
3. Cercanía, comunicación y confianza. Cuando las personas lo pasan mal, valoran más la cercanía. Es el momento de generar relaciones más auténticas con nuestros clientes, compañeros o colaboradores. Preocuparnos sinceramente por cómo están ellos y sus familias, cómo les va su trabajo… Los jefes deben abrir sus agendas, crear espacios para conversar con sus empleados de forma directa y sincera, aunque sean charlas virtuales. Y, por supuesto, deben de ser muy honestos con la situación. Los valores deben primar en los momentos complicados. Los profesionales necesitan que se les trate como adultos, no como niños. Las peores gestiones de crisis que he conocido en una empresa son aquellas en las que no se comunica nada. Esa estrategia de silencio da lugar a comentarios de pasillo, tan poderosos que son capaces de crear realidades paralelas, normalmente, peores que la realidad. Por eso, aunque exista incertidumbre, los jefes deben comunicar con sinceridad. Si se lanza un nuevo proyecto, los empleados agradecen que sus jefes se muestren cercanos, comunicativos y confíen en ellos. Necesitan escuchar un “no sabemos cuál va a ser la acogida, pero vamos a luchar para que sea la mejor posible”.
4. Resiliencia. El término resiliencia proviene del latín resilio, que significa volver atrás o dar un salto. Es precisamente lo que les ocurre a las gomas elásticas cuando se estiran y regresan al estado original. La resiliencia puede definirse como la capacidad del ser humano para afrontar la adversidad, superarla y transformarse positivamente. Los profesionales deben actuar como una goma elástica que se estira hasta ser útil. No cabe duda de que la covid-19 les obligará a ser resilientes. Para desarrollar esta habilidad deben cuidarse tanto física como emocionalmente, orientarse al futuro, abrirse al aprendizaje y quedarse siempre con la parte positiva de cuanto viven. Es la única manera de ser resilientes. De reinventarse y aprovechar esta crisis para aprender nuevas habilidades. Las que se van a necesitar en un mundo distinto al que conocíamos.
https://elpais.com/elpais/2020/04/20/laboratorio_de_felicidad/1587369895_390976.html
miércoles, 29 de abril de 2020
Nicholas Negroponte: “Siempre he animado a la gente a no ser realista”
Gran apóstol de la innovación tecnológica, lleva tres décadas tendiendo puentes entre creadores y empresas. Cofundador del legendario Media Lab del MIT y de la revista Wired,la avalancha de críticas sobre la deriva de Internet no ha hecho mella en su optimismo. La próxima gran revolución, augura, hay que buscarla en la biotecnología.
EL DISTINGUIDO aire clásico de Nicholas Negroponte (Nueva York, 1943), con sus gafas de carey de montura redonda a lo Le Corbusier, su impecable jersey de cachemir y pulidos zapatos de piel, no ofrece ninguna pista evidente que permita identificarle como un insigne agitador, infatigable apóstol desde hace medio siglo del avance tecnológico. Su teléfono no está a la vista, ni asoma en ningún momento a lo largo de la hora en la que transcurre la conversación, que se celebra en la sede de la Fundación Norman Foster de Madrid —institución de la que es patrono—, pero Negroponte presume de estar perpetua y felizmente conectado. La desconexión no es algo que contemple.
Formado como arquitecto en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), donde investigó sobre las nuevas posibilidades que los ordenadores ofrecían al diseño, arrancó su carrera en esa misma institución en 1966 y casi dos décadas después, en 1985, lanzó allí, junto a Jerome B. Wiesner, el legendario Media Lab, un centro multidisciplinar de investigación cuyos proyectos abarcan desde el urbanismo hasta las ciencias de la salud. Negroponte ha sido un puente fundamental entre inversores e inventores. Criado en Manhattan en el seno de la acaudalada familia de un armador griego y educado en internados estadounidenses y suizos —su hermano John es un conocido diplomático estadounidense—, dice que se le daban bien las matemáticas y el arte (“me gustaba ponerme los dos trajes, el gris y el de rayas”) y que aquello fue lo que le condujo al campo de la informática, un ámbito creativo en el que había mucho por inventar y que estaba regido por fórmulas y código. Sin embargo, a Davos, otro importante campo de acción, Negroponte llegó en los ochenta con sus padres, antes de que el encuentro se llamara Foro Económico, y por una mera cuestión de vecindad: la familia tenía una casa allí y empezaron a llamarle para que diera algunas charlas.
Además de ser socio de un fondo de inversión especializado en tecnología digital y entretenimiento, ha invertido directamente en cerca de medio centenar de start-ups y fue socio fundador de la revista Wired. Sus populares columnas en la última página de esta publicación le convirtieron en muy visible defensor de la ciberesfera y acabaron por colocarle en la lista de autores superventas al quedar recogidas en el libro El mundo digital (Ediciones B), traducido a más de 40 idiomas. Pionero en muchos ámbitos, Negroponte también pronunció la primera charla TED de la historia en 1984. Allí habló de pantallas táctiles, teleconferencias y CD-Rom, algo que sonaba casi a ciencia-ficción. Desde entonces ha pronunciado más de media docena de TED. No hay duda de que tiene mucha fe en la importancia de la comunicación, y de que se siente cómodo sobre un escenario.
Es muy conocido por sus predicciones. ¿Cuáles espera que aún se cumplan? He tenido una posición muy afortunada que me ha permitido integrar en una visión de futuro lo que hacíamos en el MIT. Pero eran extrapolaciones. Es más fácil proyectarse si estás metido de lleno haciendo cosas que si estás leyendo y tratando de adivinar el futuro a partir de la información que has analizado. Si trabajas en algo como el desarrollo de tecnología de pantallas, es bastante sencillo vaticinar que progresivamente serán más baratas y con mejor resolución y color.
En un mundo de cambio constante, ¿qué necesita una idea no solo para despegar, sino para perdurar? La velocidad hoy es tan alucinante que lo que cuesta entender es ese ritmo y no tanto el cambio en sí. Hay ideas y escuelas de pensamiento que han tenido un ciclo de vida muy corto y, sin embargo, su impacto ha sido enorme por su gran capacidad de contagio. Le daré un ejemplo: el campo de la ciencia cibernética no duró mucho, probablemente hoy quede solo un grupo de profesores metacibernéticos, porque esa área de estudio se desgajó en las ciencias computacionales. Esto está volviendo a pasar ahora con el área de la biología sintética y estudios relacionados con la genética que no tienen necesariamente un nombre o un departamento claro, pero que están conectados a otras áreas: aunque puede que no sobrevivan como campos de estudio específico, conducen a otros. La durabilidad de una idea tiene que ver con que acabe formando parte de la cultura, que la contagie.
Después de pasar más de una década en laboratorios diseñando, decidió dejarlo y ayudar a que otra gente hiciera lo que usted había hecho. ¿Qué le llevó a tomar esta decisión? Crecí en un entorno extremadamente privilegiado y tuve mucha suerte. Mis padres eran intelectuales, aristócratas en cierto sentido, muy europeos, y como hijos suyos teníamos muy buenas oportunidades. No albergué la ambición de ser más rico o acceder a una clase social más alta. No sé si me equivocaba, pero pensaba que ya lo tenía y que la vida no iba de eso. Cuando empecé a inventar y a investigar, la gente fue muy generosa conmigo. Había profesores a los que les dije cosas muy tontas y que no me despreciaron, sino que me ayudaron a repensar las ideas. En el MIT te hacían creer que cualquier cosa era posible. Y me sentí muy afortunado. Después pensé que me había llegado el turno de crear este tipo de oportunidades para otra gente.
El Media Lab del MIT lo creamos como un lugar para inadaptados, para aquellos que no encajaban estrictamente en la sociedad
¿Qué ha aprendido después de 30 años conectando el dinero y las ideas, el mundo de los negocios con la academia? Han pasado cosas muy interesantes. Siempre he creído que mi trabajo consistía en defender a los investigadores, aislarlos de los problemas, crear un ambiente en el que gente de grupos sociales distintos y de diversas edades trabajaran juntos sin un plan estricto, en un lugar heterogéneo, alentador y seguro. Se trataba de proporcionar un espacio en el que poder estar loco. Porque el Media Lab lo creamos como un lugar para inadaptados, para aquellos que no encajaban estrictamente en la sociedad. Ellos son a menudo de quien más tenemos que aprender, pero hay que tener cuidado: es muy fina la línea que separa a un inadaptado creativo de una persona realmente loca y disfuncional. Por esa línea caminamos en el Media Lab sin mucha cautela. Siempre he animado a la gente a no ser realista. Si alguien dice que algo es imposible, eso solo tiene que significar que hay que intentarlo con más ahínco. Hay pocos sitios donde poder hacer esto, porque normalmente estás sujeto a un baremo, algo funciona o no, es un éxito o un fracaso.
Nicholas Negroponte: “Siempre he animado a la gente a no ser realista” JAMES RAJOTTE
Me pregunto por las sospechas que generan los negocios en el mundo académico, por la suspicacia entre inventores y empresarios. La relación entre estos dos mundos no está exenta de problemas. Nunca he vendido una idea específica a nadie, ni a una empresa, ni a un miembro de un equipo académico. No he prometido que transformaríamos plomo en oro. A los CEO les explicaba que, si tener a un científico desarrollando nuevos proyectos en su compañía les costaba una cifra determinada, yo les ofrecía 500 en el Media Lab. Podrían tener cualquier cosa que necesitasen, pero sin derechos exclusivos. De todos modos, era una venta fácil, 500 contra uno.
El Media Lab ha seguido creciendo, y el paisaje empresarial también ha cambiado. Muchos “inadaptados creativos” hoy sueñan con montar sus propias start-ups, más que en trabajar para otros. Sería incorrecto decir que en el Media Lab la relación siempre es feliz y productiva con las start-ups: algunas chupan del laboratorio y otras contribuyen más. Es una evolución natural en el mundo de hoy, pero la víctima es el big thinking, el pensamiento a lo grande, que ya no recibe tanta atención. El número de gente que hace proyectos pequeños es mayor que hace 20 años porque esos son los que se prestan más a prosperar.
Después de la elección de Trump, voces como la del periodista Walter Isaacson o el científico creador de Internet, Tim Berners-Lee, han expresado su preocupación por la deriva de la Red. ¿Qué opina? Sí, hay gente que considera que la velocidad y la simplicidad de las conexiones han generado una serie de fenómenos que no son buenos. Yo pienso que esto es como argumentar contra la alfabetización. No veo el vínculo tan directo entre una cosa y otra. Internet no nos ha traído a Trump. Su victoria tiene que ver con el número de gente que no se sentía representada.
Las polémicas que ha suscitado Internet vienen de lejos, pero ¿qué tienen de nuevo las críticas actuales a la tecnología? Hay una corriente antitecnología que va más allá de Internet que para mí es difícil de entender. Por ejemplo, las criptomonedas son importantes para hacer transacciones y generar riqueza. Se dice que ayudan a traficantes, pero este argumento no tiene en cuenta que en los negocios ilícitos también se usa efectivo y todos llevamos monedas en los bolsillos. Se desvía la culpa en una dirección equivocada.
Sostiene que la biotecnología es la gran nueva revolución. Sí, si hoy arrancara el Media Lab, lo volcaría en esta área, es el nuevo digital, el asunto más importante en la actualidad.
La revolución digital e Internet han mostrado cuántas cosas pueden ir mal por falta de previsión y retraso en la legislación. Ese sistema no fue diseñado para que cada usuario tuviera una identificación y control sobre sus datos. ¿No le provoca cierto pavor los problemas que pueden surgir con la biotecnología? El impacto del sector biotech es efectivamente inmenso y los problemas éticos aparejados también. Afecta a la vida misma, a crearla y cambiarla y manipularla, e incluso hacer cosas que la naturaleza no ha hecho. El mundo artificial y el mundo natural serán de pronto el mismo, de repente podemos trabajar a una escala tan pequeña como la naturaleza y podremos hacer cosas inimaginables hace 30 años.
Puede que nosotros no, pero que tus nietos sí sean unos frankensteins: nos podremos diseñar y cambiar
¿Seremos unos frankensteins? Puede que nosotros no, pero tus nietos sí, en el sentido de que nos podremos diseñar y cambiar.
¿Nuestro estado anímico también? Eso ya lo hacemos con pastillas, con alcohol y otras muchas cosas. Lo que me parece muy interesante es la comunicación directa de cerebro a cerebro. Y el lado más extremo de esto es la involución del lenguaje al poderte comunicar directamente sin ningún interfaz. No es algo que me preocupe, pero leer la mente de la gente computacionalmente es algo que está lleno de problemas tremendamente complejos. Si se pueden leer las mentes y hay evidencia científica de ello, ¿se pueden también escribir? Es decir, si te tomas una pastilla y aprendes francés, eso sería escribir, no leer. ¿Eso va a pasar? Sí. ¿Es algo profundamente controvertido? Sí, es algo mucho más grave que la posibilidad de que pirateen tu cuenta bancaria.
La revolución digital parece que ya ha mermado nuestra capacidad de atención y concentración. Sí, muchísimo. Hoy esperas que una historia termine mucho antes. Mucha gente, yo incluido, no consumimos textos largos. Soy disléxico y, como me costaba, leía aún más que otra gente. Hoy consumo más palabras, pero todo en trozos de unas 250.
La conexión 24 horas es otro de los temas inquietantes. Se recurre a técnicas como el mindfulness para tratar de contrarrestarlo y hay quienes se marcan un tiempo al día para desconectar. ¿Lo ha intentado? No, y además creo que estar conectado me permite tener más tiempo de calidad. La gente te dice: ‘Me voy a tomar dos semanas con mi familia y voy a estar totalmente desconectado, ¿no es maravilloso?’. Pero si la opción fuese tomarte cuatro semanas de vacaciones con tu familia y estar un poco conectado, ¿no lo preferirías? La mayoría, sí. Sobre el mindfulness entiendo de dónde viene, pero a mí no me va.
Las sociedades hiperconectadas se enfrentan paradójicamente a nuevos problemas de aislamiento. ¿La revolución en las comunicaciones ha desembocado en cámaras de resonancia? Hoy, con muy poco esfuerzo, también puedes oír más voces que nunca, con opiniones que están en diferentes lados de la ecuación. Hay una parte de oír lo que quieres oír, pero también existe la posibilidad de escuchar otras opiniones. Un pueblo pequeño en el que la gente solo se escucha entre sí también es una cámara de resonancia. Lo que hoy tenemos es mucho más amplio.
En un pueblo sabías quién hablaba y hoy parte del problema radica en que puede que no sepas de dónde viene esa voz. Más que a la procedencia o identidad de esas voces, a lo que apunta su pregunta es a las fake news. Las noticias falsas son creadas por gente que quiere manipular, y eso es un escándalo. La cuestión es si se puede resolver esto computacionalmente o de alguna otra forma.
Sostiene que las naciones desaparecerán y solo habrá ciudades. Los alcaldes deberían gestionar el mundo. Las naciones son un concepto peculiar. Si tuvieras que rediseñar la organización de 7.000 millones de personas, nunca pensarías en crear más de 180 entidades, algunas de las cuales tienen 5.000 habitantes y otras más de 1.000 millones. Hemos evolucionado de una manera que nos ha llevado a un modelo de organización bastante peculiar de países grandes y pequeños, unos construidos de forma arbitraria, otros por accidentes geográficos, otros por religión. Hay una enorme disparidad, y los países son demasiado grandes para ser locales y demasiado pequeños para ser globales. Si miras a los que son ricos, productivos y felices, todos tienden a ser sociedades democráticas de entre cuatro y ocho millones de personas.
¿Qué opina del impulso nacionalista que gana adeptos por todas partes? Es muy desafortunado y lo contrario de lo que esperaba que ocurriera, pensaba que con Internet tendríamos un mundo más integrado. Los nacionalistas de cualquier tipo son egoístas. Todo se discute en unos términos bastante egoístas y cicateros.
Este auge nacionalista parece ser consecuencia del miedo que siente la gente. ¿El temor irá a más ante la robotización de las sociedades? Nadie discutía sobre los ascensores y otras cosas que cambiaron nuestras vidas. Ahora lo que parece preocupar a la gente es que el grado de automatización está afectando a lo que antes considerábamos actividades intelectuales. Entiendo la preocupación que suscita que el trabajo sea realizado por máquinas, pero no estoy seguro de que este cambio sea algo malo.
¿Su optimismo en estos años se ha aplacado? No, soy muy optimista, y eso es un estado natural, una forma de ser.
Uno de sus hermanos es el diplomático John Negroponte, y los otros dos se dedican al cine y al arte. ¿Qué les inculcaron en su casa? No sé si le echaban algo al agua. Los mayores crecimos con la idea del servicio público y los dos pequeños quizá lo hicieron en un momento en que se fomentaba más la creatividad y la expresión personal. Pero no puedo decirte por qué ninguno fundó una empresa. Supongo que nos atraía más el servicio a la sociedad civil y el arte, cosas de las que nos hablaban en casa.
https://elpais.com/elpais/2019/02/11/eps/1549900919_734335.html
EL DISTINGUIDO aire clásico de Nicholas Negroponte (Nueva York, 1943), con sus gafas de carey de montura redonda a lo Le Corbusier, su impecable jersey de cachemir y pulidos zapatos de piel, no ofrece ninguna pista evidente que permita identificarle como un insigne agitador, infatigable apóstol desde hace medio siglo del avance tecnológico. Su teléfono no está a la vista, ni asoma en ningún momento a lo largo de la hora en la que transcurre la conversación, que se celebra en la sede de la Fundación Norman Foster de Madrid —institución de la que es patrono—, pero Negroponte presume de estar perpetua y felizmente conectado. La desconexión no es algo que contemple.
Formado como arquitecto en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), donde investigó sobre las nuevas posibilidades que los ordenadores ofrecían al diseño, arrancó su carrera en esa misma institución en 1966 y casi dos décadas después, en 1985, lanzó allí, junto a Jerome B. Wiesner, el legendario Media Lab, un centro multidisciplinar de investigación cuyos proyectos abarcan desde el urbanismo hasta las ciencias de la salud. Negroponte ha sido un puente fundamental entre inversores e inventores. Criado en Manhattan en el seno de la acaudalada familia de un armador griego y educado en internados estadounidenses y suizos —su hermano John es un conocido diplomático estadounidense—, dice que se le daban bien las matemáticas y el arte (“me gustaba ponerme los dos trajes, el gris y el de rayas”) y que aquello fue lo que le condujo al campo de la informática, un ámbito creativo en el que había mucho por inventar y que estaba regido por fórmulas y código. Sin embargo, a Davos, otro importante campo de acción, Negroponte llegó en los ochenta con sus padres, antes de que el encuentro se llamara Foro Económico, y por una mera cuestión de vecindad: la familia tenía una casa allí y empezaron a llamarle para que diera algunas charlas.
Además de ser socio de un fondo de inversión especializado en tecnología digital y entretenimiento, ha invertido directamente en cerca de medio centenar de start-ups y fue socio fundador de la revista Wired. Sus populares columnas en la última página de esta publicación le convirtieron en muy visible defensor de la ciberesfera y acabaron por colocarle en la lista de autores superventas al quedar recogidas en el libro El mundo digital (Ediciones B), traducido a más de 40 idiomas. Pionero en muchos ámbitos, Negroponte también pronunció la primera charla TED de la historia en 1984. Allí habló de pantallas táctiles, teleconferencias y CD-Rom, algo que sonaba casi a ciencia-ficción. Desde entonces ha pronunciado más de media docena de TED. No hay duda de que tiene mucha fe en la importancia de la comunicación, y de que se siente cómodo sobre un escenario.
Es muy conocido por sus predicciones. ¿Cuáles espera que aún se cumplan? He tenido una posición muy afortunada que me ha permitido integrar en una visión de futuro lo que hacíamos en el MIT. Pero eran extrapolaciones. Es más fácil proyectarse si estás metido de lleno haciendo cosas que si estás leyendo y tratando de adivinar el futuro a partir de la información que has analizado. Si trabajas en algo como el desarrollo de tecnología de pantallas, es bastante sencillo vaticinar que progresivamente serán más baratas y con mejor resolución y color.
En un mundo de cambio constante, ¿qué necesita una idea no solo para despegar, sino para perdurar? La velocidad hoy es tan alucinante que lo que cuesta entender es ese ritmo y no tanto el cambio en sí. Hay ideas y escuelas de pensamiento que han tenido un ciclo de vida muy corto y, sin embargo, su impacto ha sido enorme por su gran capacidad de contagio. Le daré un ejemplo: el campo de la ciencia cibernética no duró mucho, probablemente hoy quede solo un grupo de profesores metacibernéticos, porque esa área de estudio se desgajó en las ciencias computacionales. Esto está volviendo a pasar ahora con el área de la biología sintética y estudios relacionados con la genética que no tienen necesariamente un nombre o un departamento claro, pero que están conectados a otras áreas: aunque puede que no sobrevivan como campos de estudio específico, conducen a otros. La durabilidad de una idea tiene que ver con que acabe formando parte de la cultura, que la contagie.
Después de pasar más de una década en laboratorios diseñando, decidió dejarlo y ayudar a que otra gente hiciera lo que usted había hecho. ¿Qué le llevó a tomar esta decisión? Crecí en un entorno extremadamente privilegiado y tuve mucha suerte. Mis padres eran intelectuales, aristócratas en cierto sentido, muy europeos, y como hijos suyos teníamos muy buenas oportunidades. No albergué la ambición de ser más rico o acceder a una clase social más alta. No sé si me equivocaba, pero pensaba que ya lo tenía y que la vida no iba de eso. Cuando empecé a inventar y a investigar, la gente fue muy generosa conmigo. Había profesores a los que les dije cosas muy tontas y que no me despreciaron, sino que me ayudaron a repensar las ideas. En el MIT te hacían creer que cualquier cosa era posible. Y me sentí muy afortunado. Después pensé que me había llegado el turno de crear este tipo de oportunidades para otra gente.
El Media Lab del MIT lo creamos como un lugar para inadaptados, para aquellos que no encajaban estrictamente en la sociedad
¿Qué ha aprendido después de 30 años conectando el dinero y las ideas, el mundo de los negocios con la academia? Han pasado cosas muy interesantes. Siempre he creído que mi trabajo consistía en defender a los investigadores, aislarlos de los problemas, crear un ambiente en el que gente de grupos sociales distintos y de diversas edades trabajaran juntos sin un plan estricto, en un lugar heterogéneo, alentador y seguro. Se trataba de proporcionar un espacio en el que poder estar loco. Porque el Media Lab lo creamos como un lugar para inadaptados, para aquellos que no encajaban estrictamente en la sociedad. Ellos son a menudo de quien más tenemos que aprender, pero hay que tener cuidado: es muy fina la línea que separa a un inadaptado creativo de una persona realmente loca y disfuncional. Por esa línea caminamos en el Media Lab sin mucha cautela. Siempre he animado a la gente a no ser realista. Si alguien dice que algo es imposible, eso solo tiene que significar que hay que intentarlo con más ahínco. Hay pocos sitios donde poder hacer esto, porque normalmente estás sujeto a un baremo, algo funciona o no, es un éxito o un fracaso.
Nicholas Negroponte: “Siempre he animado a la gente a no ser realista” JAMES RAJOTTE
Me pregunto por las sospechas que generan los negocios en el mundo académico, por la suspicacia entre inventores y empresarios. La relación entre estos dos mundos no está exenta de problemas. Nunca he vendido una idea específica a nadie, ni a una empresa, ni a un miembro de un equipo académico. No he prometido que transformaríamos plomo en oro. A los CEO les explicaba que, si tener a un científico desarrollando nuevos proyectos en su compañía les costaba una cifra determinada, yo les ofrecía 500 en el Media Lab. Podrían tener cualquier cosa que necesitasen, pero sin derechos exclusivos. De todos modos, era una venta fácil, 500 contra uno.
El Media Lab ha seguido creciendo, y el paisaje empresarial también ha cambiado. Muchos “inadaptados creativos” hoy sueñan con montar sus propias start-ups, más que en trabajar para otros. Sería incorrecto decir que en el Media Lab la relación siempre es feliz y productiva con las start-ups: algunas chupan del laboratorio y otras contribuyen más. Es una evolución natural en el mundo de hoy, pero la víctima es el big thinking, el pensamiento a lo grande, que ya no recibe tanta atención. El número de gente que hace proyectos pequeños es mayor que hace 20 años porque esos son los que se prestan más a prosperar.
Después de la elección de Trump, voces como la del periodista Walter Isaacson o el científico creador de Internet, Tim Berners-Lee, han expresado su preocupación por la deriva de la Red. ¿Qué opina? Sí, hay gente que considera que la velocidad y la simplicidad de las conexiones han generado una serie de fenómenos que no son buenos. Yo pienso que esto es como argumentar contra la alfabetización. No veo el vínculo tan directo entre una cosa y otra. Internet no nos ha traído a Trump. Su victoria tiene que ver con el número de gente que no se sentía representada.
Las polémicas que ha suscitado Internet vienen de lejos, pero ¿qué tienen de nuevo las críticas actuales a la tecnología? Hay una corriente antitecnología que va más allá de Internet que para mí es difícil de entender. Por ejemplo, las criptomonedas son importantes para hacer transacciones y generar riqueza. Se dice que ayudan a traficantes, pero este argumento no tiene en cuenta que en los negocios ilícitos también se usa efectivo y todos llevamos monedas en los bolsillos. Se desvía la culpa en una dirección equivocada.
Sostiene que la biotecnología es la gran nueva revolución. Sí, si hoy arrancara el Media Lab, lo volcaría en esta área, es el nuevo digital, el asunto más importante en la actualidad.
La revolución digital e Internet han mostrado cuántas cosas pueden ir mal por falta de previsión y retraso en la legislación. Ese sistema no fue diseñado para que cada usuario tuviera una identificación y control sobre sus datos. ¿No le provoca cierto pavor los problemas que pueden surgir con la biotecnología? El impacto del sector biotech es efectivamente inmenso y los problemas éticos aparejados también. Afecta a la vida misma, a crearla y cambiarla y manipularla, e incluso hacer cosas que la naturaleza no ha hecho. El mundo artificial y el mundo natural serán de pronto el mismo, de repente podemos trabajar a una escala tan pequeña como la naturaleza y podremos hacer cosas inimaginables hace 30 años.
Puede que nosotros no, pero que tus nietos sí sean unos frankensteins: nos podremos diseñar y cambiar
¿Seremos unos frankensteins? Puede que nosotros no, pero tus nietos sí, en el sentido de que nos podremos diseñar y cambiar.
¿Nuestro estado anímico también? Eso ya lo hacemos con pastillas, con alcohol y otras muchas cosas. Lo que me parece muy interesante es la comunicación directa de cerebro a cerebro. Y el lado más extremo de esto es la involución del lenguaje al poderte comunicar directamente sin ningún interfaz. No es algo que me preocupe, pero leer la mente de la gente computacionalmente es algo que está lleno de problemas tremendamente complejos. Si se pueden leer las mentes y hay evidencia científica de ello, ¿se pueden también escribir? Es decir, si te tomas una pastilla y aprendes francés, eso sería escribir, no leer. ¿Eso va a pasar? Sí. ¿Es algo profundamente controvertido? Sí, es algo mucho más grave que la posibilidad de que pirateen tu cuenta bancaria.
La revolución digital parece que ya ha mermado nuestra capacidad de atención y concentración. Sí, muchísimo. Hoy esperas que una historia termine mucho antes. Mucha gente, yo incluido, no consumimos textos largos. Soy disléxico y, como me costaba, leía aún más que otra gente. Hoy consumo más palabras, pero todo en trozos de unas 250.
La conexión 24 horas es otro de los temas inquietantes. Se recurre a técnicas como el mindfulness para tratar de contrarrestarlo y hay quienes se marcan un tiempo al día para desconectar. ¿Lo ha intentado? No, y además creo que estar conectado me permite tener más tiempo de calidad. La gente te dice: ‘Me voy a tomar dos semanas con mi familia y voy a estar totalmente desconectado, ¿no es maravilloso?’. Pero si la opción fuese tomarte cuatro semanas de vacaciones con tu familia y estar un poco conectado, ¿no lo preferirías? La mayoría, sí. Sobre el mindfulness entiendo de dónde viene, pero a mí no me va.
Las sociedades hiperconectadas se enfrentan paradójicamente a nuevos problemas de aislamiento. ¿La revolución en las comunicaciones ha desembocado en cámaras de resonancia? Hoy, con muy poco esfuerzo, también puedes oír más voces que nunca, con opiniones que están en diferentes lados de la ecuación. Hay una parte de oír lo que quieres oír, pero también existe la posibilidad de escuchar otras opiniones. Un pueblo pequeño en el que la gente solo se escucha entre sí también es una cámara de resonancia. Lo que hoy tenemos es mucho más amplio.
En un pueblo sabías quién hablaba y hoy parte del problema radica en que puede que no sepas de dónde viene esa voz. Más que a la procedencia o identidad de esas voces, a lo que apunta su pregunta es a las fake news. Las noticias falsas son creadas por gente que quiere manipular, y eso es un escándalo. La cuestión es si se puede resolver esto computacionalmente o de alguna otra forma.
Sostiene que las naciones desaparecerán y solo habrá ciudades. Los alcaldes deberían gestionar el mundo. Las naciones son un concepto peculiar. Si tuvieras que rediseñar la organización de 7.000 millones de personas, nunca pensarías en crear más de 180 entidades, algunas de las cuales tienen 5.000 habitantes y otras más de 1.000 millones. Hemos evolucionado de una manera que nos ha llevado a un modelo de organización bastante peculiar de países grandes y pequeños, unos construidos de forma arbitraria, otros por accidentes geográficos, otros por religión. Hay una enorme disparidad, y los países son demasiado grandes para ser locales y demasiado pequeños para ser globales. Si miras a los que son ricos, productivos y felices, todos tienden a ser sociedades democráticas de entre cuatro y ocho millones de personas.
¿Qué opina del impulso nacionalista que gana adeptos por todas partes? Es muy desafortunado y lo contrario de lo que esperaba que ocurriera, pensaba que con Internet tendríamos un mundo más integrado. Los nacionalistas de cualquier tipo son egoístas. Todo se discute en unos términos bastante egoístas y cicateros.
Este auge nacionalista parece ser consecuencia del miedo que siente la gente. ¿El temor irá a más ante la robotización de las sociedades? Nadie discutía sobre los ascensores y otras cosas que cambiaron nuestras vidas. Ahora lo que parece preocupar a la gente es que el grado de automatización está afectando a lo que antes considerábamos actividades intelectuales. Entiendo la preocupación que suscita que el trabajo sea realizado por máquinas, pero no estoy seguro de que este cambio sea algo malo.
¿Su optimismo en estos años se ha aplacado? No, soy muy optimista, y eso es un estado natural, una forma de ser.
Uno de sus hermanos es el diplomático John Negroponte, y los otros dos se dedican al cine y al arte. ¿Qué les inculcaron en su casa? No sé si le echaban algo al agua. Los mayores crecimos con la idea del servicio público y los dos pequeños quizá lo hicieron en un momento en que se fomentaba más la creatividad y la expresión personal. Pero no puedo decirte por qué ninguno fundó una empresa. Supongo que nos atraía más el servicio a la sociedad civil y el arte, cosas de las que nos hablaban en casa.
https://elpais.com/elpais/2019/02/11/eps/1549900919_734335.html
martes, 28 de abril de 2020
¿Compañeros de habitación o pareja que te ponen nervioso? Lee esto. Hable sobre las cosas pronto y con frecuencia para que no se desborden.
Con la mayor parte del país bajo bloqueo, muchos de nosotros de repente pasamos todo el día con las personas con las que vivimos, lo que significa que las tensiones pueden ser más intensas de lo normal. Si bien una pequeña transgresión, como una interrupción durante una llamada de trabajo, puede no ser un gran problema por sí sola, en la olla a presión del encierro puede pasar de una molestia menor a la fuente de una verdadera lucha. Y si las publicaciones en las redes sociales son una indicación, los rompecabezas son los nuevos muebles de Ikea: la prueba más real de los niveles de estrés de una pareja.
Aléjate del rompecabezas. Dénse un abrazo o un choca esos cinco y hablemos de lo que está pasando aquí.
"A menudo le digo a la gente que tu pareja no es el problema. El problema es el problema ”, dijo Kiaundra Jackson, terapeuta matrimonial y familiar. El aislamiento forzado con las mismas personas durante semanas nos ofrece un curso intensivo de comunicación. Ninguno de nosotros somos perfectos para expresar nuestros sentimientos todo el tiempo, pero todos podemos tratar de ser mejores cuando ocurre un conflicto.
Por supuesto, es comprensible si te has encontrado con un fusible más corto últimamente. Incluso los más serenos entre nosotros están lidiando con nervios deshilachados, oleadas de pánico y estrés inquebrantable, sin un final a la vista. Si bien existe la posibilidad de más disputas en el hogar, también existe la oportunidad de enfrentar los desafíos que enfrenta su hogar como equipo.
Este artículo está destinado a lidiar con las peleas casuales y cotidianas que, en tiempos normales, generalmente podemos superar con un tiempo a solas o desahogarnos con un amigo. Si cree que está en grave peligro por parte de una pareja, o está atrapado en una situación abusiva, existen recursos que pueden ayudarlo. El Proyecto Antiviolencia tiene una línea directa de inglés / español las 24 horas para personas LGBT.Q. + que sufren abuso o violencia basada en el odio al 212-714-1141. La línea directa nacional de violencia doméstica está disponible las 24 horas del día y en más de 200 idiomas al 1-800-799-SAFE, o puede hablar con un defensor aquí o enviar un mensaje de texto con LOVEIS al 22522. Para peligros inmediatos, llame al 911.
Si esas situaciones no se aplican, a continuación se explica cómo manejar las disputas de cuarentena sin permitir que se conviertan en fuentes de estrés adicionales.
Antes de que estalle una disputa
Adopta una mentalidad de equipo. Esto puede parecer tonto o poco natural al principio, pero Jackson sugiere expresar afirmaciones positivas juntas todas las mañanas. Diga algo como "¡Hoy va a ser un buen día! Vas a hacer tu trabajo. Voy a hacer mi trabajo. ¡Va a ser genial!"
Todas las noches, comparta cómo fue su día juntos.
Don Cole, un terapeuta familiar y matrimonial con licencia, llama a estas charlas informativas conversaciones para reducir el estrés, durante las cuales escuchamos, mostramos empatía, nos mantenemos del lado de nuestra pareja o compañero de cuarto y evitamos la resolución de problemas. Como director clínico del Instituto Gottman, una organización que brinda asistencia basada en la investigación a las parejas y capacita a los terapeutas para que sean más efectivos como asesores de relaciones, sabe que estas conversaciones ayudan a promover un sentido de asociación y cercanía. Entonces, "cuando llegan los momentos estresantes", dijo, "no somos tan reactivos".
Tenga conversaciones difíciles más temprano que tarde.
Es tentador barrer la creciente fricción debajo de la alfombra, pero eso sería un error. Los pensamientos negativos se infectarán y, en última instancia, se desbordarán. "No quieres evitar cualquier problema", dijo Jackson. Si necesita sacar la basura o ayudar con la cocina o el cuidado de los niños, verbalícela.
Negocie formas de maximizar su tiempo y espacio.
"Establecer límites viables para todas las partes", dijo Jenny Wang, psicóloga licenciada. Quizás los compañeros de cuarto pueden escalonar sus tiempos de cocción para que no se interpongan entre ellos, o los compañeros pueden turnarse para hacer las tareas mientras el otro hace algo que les gusta. Si necesita distancia, una sábana con tachuelas o una puerta cerrada pueden dar un respiro temporal. Los auriculares o auriculares con cancelación de ruido también pueden ayudar a crear una sensación de espacio.
También puede optar por adoptar pautas para toda la casa para promover la armonía. "Considere aceptar un momento de tranquilidad en el hogar, tal vez 30 minutos, cada día, donde está de acuerdo con la persona con la que vive para mantener las cosas lentas y los volúmenes bajos", dijo Shawna Murray-Browne, trabajadora social certificada y fundadora de Kindred. Curación comunitaria. "Si tienes niños pequeños, considera establecer este tiempo durante la siesta o enseñarles el juego independiente como una actividad tranquila".
Cuando la tensión está aumentando
Cuidadosamente plantear problemas. "Es difícil sobreestimar la importancia de lo que llamamos una puesta en marcha suave", dijo el Dr. Cole. Piense en cómo enmarcar una preocupación de manera que la otra persona pueda escucharla y no sentirse atacada. En lugar de decir algo crítico, como, "¿Por qué estás siendo tan ruidoso?" puede intentar: "Me distraigo mucho cuando hay mucho ruido aquí y necesito que descubramos una forma de minimizarlo. ¿Cuáles son tus pensamientos?"
A veces, el Dr. Wang aconseja a las parejas casadas que coloquen un objeto sobre la almohada de su pareja para indicar que hay algo en lo que te gustaría pasar el tiempo discutiendo. "Pone a las personas en el espacio de cabeza para una conversación en lugar de confrontarlas directamente, a veces en el momento equivocado", dijo.
Desarrolle un lenguaje compartido para registrarse.
Quizás podría trabajar con una escala de cero a 10, donde 0 representa el agotamiento emocional completo y 10 representa una apertura y disposición para ayudar a otros que lo necesitan. Si su compañero de cuarto o compañero dice que su calificación interna es única, ya que están estresados por trabajar desde casa y aumentar las presiones financieras, entonces será más probable que ofrezca compasión en lugar de molestarse de que no estén presionando. en casa, dijo el Dr. Wang.
Cuando estas enojado
Acepta que está sucediendo. Estar en un estado acalorado no significa que seas una mala persona. No significa que su pareja sea una mala persona, y no significa que su relación sea horrible. "Simplemente significa que hemos cruzado una línea en una zona roja, y tenemos que salir de ella", dijo el Dr. Cole. (Nuevamente, busque ayuda externa si se siente amenazado o en peligro).
Tomar un descanso.
El Dr. Cole entrena a sus clientes para que inventen una palabra o frase que signifique: "Necesito que nos detengamos por 30 minutos y nos aislemos, hagamos algo que nos ayude a reenfocarnos y calmarnos". Y, al final de los 30 minutos, vuelva a acercarse para discutir el tema. Eso es importante porque si no nos reconectamos, dijo el Dr. Cole, "simplemente parece que nuestros socios nos están descartando".
Asume la responsabilidad de tus emociones.
Cuando te estás volviendo loco, tu corazón late más rápido y las hormonas del estrés atraviesan tu sangre. Es importante reconocer que usted está a cargo de controlar su ira. "No me importa lo que necesites hacer, necesitas encontrar lo que funciona mejor para que vuelvas a un estado normal", dijo Jackson. Eso podría ser respirar profundamente, aislarse en un área diferente de su hogar, trotar en el lugar o tomar un baño tibio.
Cómo conciliar
Limpia el aire. Después del polvo, la Sra. Murray-Browne sugiere preguntarle a la otra persona: "¿Qué necesitas para sentirte seguro compartiendo y discutiendo esto conmigo?" Llegue a un consenso sobre cómo acercarse unos a otros en el futuro. Incluso puede escribir lo que se le ocurre y publicar el acuerdo en algún lugar que ambos puedan ver.
Si tiene problemas para llegar a la misma página, el Dr. Wang recomienda hacer un ejercicio sugerido por Esther Perel, una reconocida terapeuta de matrimonio y parejas en la ciudad de Nueva York, en el que cada pareja repite, en sus propias palabras, lo que entienden sobre las quejas o frustraciones del otro compañero. Esto debería ayudar a cada persona a empatizar con la otra parte.
Habla sobre el futuro.
En sus momentos más tranquilos, el Dr. Cole recomienda preguntarse cómo la pandemia les está afectando a cada uno de ustedes. Comparta cómo los eventos actuales afectarán sus planes futuros. "Realmente escucha esas cosas", dijo. "Porque a veces eso es realmente lo que subyace al estrés y al conflicto: me temo que es a donde se dirige nuestro futuro". Y desenvolver esas conversaciones realmente puede ayudar ".
Si estás abrumado, busca orientación.
Explore sesiones de asesoramiento virtual para fortalecer su relación, dijo Murray-Browne. De esta manera, saldrás de esta experiencia más fuerte que nunca. Si la otra persona en su hogar no está dispuesta a solicitar la ayuda de un terapeuta, sugiere centrarse en lo que puede controlar individualmente. Quizás pueda comunicarse con amigos y seres queridos para obtener apoyo. También puede considerar la terapia para resolver estos problemas.
“Recuerde”, dijo ella, “este es un período de crisis. Se permiten grandes emociones y lo lograremos ".
https://www.nytimes.com/2020/04/16/smarter-living/coronavirus-roommate-fight-home.html?action=click&module=Well&pgtype=Homepage§ion=Smarter%20Living
Aléjate del rompecabezas. Dénse un abrazo o un choca esos cinco y hablemos de lo que está pasando aquí.
"A menudo le digo a la gente que tu pareja no es el problema. El problema es el problema ”, dijo Kiaundra Jackson, terapeuta matrimonial y familiar. El aislamiento forzado con las mismas personas durante semanas nos ofrece un curso intensivo de comunicación. Ninguno de nosotros somos perfectos para expresar nuestros sentimientos todo el tiempo, pero todos podemos tratar de ser mejores cuando ocurre un conflicto.
Por supuesto, es comprensible si te has encontrado con un fusible más corto últimamente. Incluso los más serenos entre nosotros están lidiando con nervios deshilachados, oleadas de pánico y estrés inquebrantable, sin un final a la vista. Si bien existe la posibilidad de más disputas en el hogar, también existe la oportunidad de enfrentar los desafíos que enfrenta su hogar como equipo.
Este artículo está destinado a lidiar con las peleas casuales y cotidianas que, en tiempos normales, generalmente podemos superar con un tiempo a solas o desahogarnos con un amigo. Si cree que está en grave peligro por parte de una pareja, o está atrapado en una situación abusiva, existen recursos que pueden ayudarlo. El Proyecto Antiviolencia tiene una línea directa de inglés / español las 24 horas para personas LGBT.Q. + que sufren abuso o violencia basada en el odio al 212-714-1141. La línea directa nacional de violencia doméstica está disponible las 24 horas del día y en más de 200 idiomas al 1-800-799-SAFE, o puede hablar con un defensor aquí o enviar un mensaje de texto con LOVEIS al 22522. Para peligros inmediatos, llame al 911.
Si esas situaciones no se aplican, a continuación se explica cómo manejar las disputas de cuarentena sin permitir que se conviertan en fuentes de estrés adicionales.
Antes de que estalle una disputa
Adopta una mentalidad de equipo. Esto puede parecer tonto o poco natural al principio, pero Jackson sugiere expresar afirmaciones positivas juntas todas las mañanas. Diga algo como "¡Hoy va a ser un buen día! Vas a hacer tu trabajo. Voy a hacer mi trabajo. ¡Va a ser genial!"
Todas las noches, comparta cómo fue su día juntos.
Don Cole, un terapeuta familiar y matrimonial con licencia, llama a estas charlas informativas conversaciones para reducir el estrés, durante las cuales escuchamos, mostramos empatía, nos mantenemos del lado de nuestra pareja o compañero de cuarto y evitamos la resolución de problemas. Como director clínico del Instituto Gottman, una organización que brinda asistencia basada en la investigación a las parejas y capacita a los terapeutas para que sean más efectivos como asesores de relaciones, sabe que estas conversaciones ayudan a promover un sentido de asociación y cercanía. Entonces, "cuando llegan los momentos estresantes", dijo, "no somos tan reactivos".
Tenga conversaciones difíciles más temprano que tarde.
Es tentador barrer la creciente fricción debajo de la alfombra, pero eso sería un error. Los pensamientos negativos se infectarán y, en última instancia, se desbordarán. "No quieres evitar cualquier problema", dijo Jackson. Si necesita sacar la basura o ayudar con la cocina o el cuidado de los niños, verbalícela.
Negocie formas de maximizar su tiempo y espacio.
"Establecer límites viables para todas las partes", dijo Jenny Wang, psicóloga licenciada. Quizás los compañeros de cuarto pueden escalonar sus tiempos de cocción para que no se interpongan entre ellos, o los compañeros pueden turnarse para hacer las tareas mientras el otro hace algo que les gusta. Si necesita distancia, una sábana con tachuelas o una puerta cerrada pueden dar un respiro temporal. Los auriculares o auriculares con cancelación de ruido también pueden ayudar a crear una sensación de espacio.
También puede optar por adoptar pautas para toda la casa para promover la armonía. "Considere aceptar un momento de tranquilidad en el hogar, tal vez 30 minutos, cada día, donde está de acuerdo con la persona con la que vive para mantener las cosas lentas y los volúmenes bajos", dijo Shawna Murray-Browne, trabajadora social certificada y fundadora de Kindred. Curación comunitaria. "Si tienes niños pequeños, considera establecer este tiempo durante la siesta o enseñarles el juego independiente como una actividad tranquila".
Cuando la tensión está aumentando
Cuidadosamente plantear problemas. "Es difícil sobreestimar la importancia de lo que llamamos una puesta en marcha suave", dijo el Dr. Cole. Piense en cómo enmarcar una preocupación de manera que la otra persona pueda escucharla y no sentirse atacada. En lugar de decir algo crítico, como, "¿Por qué estás siendo tan ruidoso?" puede intentar: "Me distraigo mucho cuando hay mucho ruido aquí y necesito que descubramos una forma de minimizarlo. ¿Cuáles son tus pensamientos?"
A veces, el Dr. Wang aconseja a las parejas casadas que coloquen un objeto sobre la almohada de su pareja para indicar que hay algo en lo que te gustaría pasar el tiempo discutiendo. "Pone a las personas en el espacio de cabeza para una conversación en lugar de confrontarlas directamente, a veces en el momento equivocado", dijo.
Desarrolle un lenguaje compartido para registrarse.
Quizás podría trabajar con una escala de cero a 10, donde 0 representa el agotamiento emocional completo y 10 representa una apertura y disposición para ayudar a otros que lo necesitan. Si su compañero de cuarto o compañero dice que su calificación interna es única, ya que están estresados por trabajar desde casa y aumentar las presiones financieras, entonces será más probable que ofrezca compasión en lugar de molestarse de que no estén presionando. en casa, dijo el Dr. Wang.
Cuando estas enojado
Acepta que está sucediendo. Estar en un estado acalorado no significa que seas una mala persona. No significa que su pareja sea una mala persona, y no significa que su relación sea horrible. "Simplemente significa que hemos cruzado una línea en una zona roja, y tenemos que salir de ella", dijo el Dr. Cole. (Nuevamente, busque ayuda externa si se siente amenazado o en peligro).
Tomar un descanso.
El Dr. Cole entrena a sus clientes para que inventen una palabra o frase que signifique: "Necesito que nos detengamos por 30 minutos y nos aislemos, hagamos algo que nos ayude a reenfocarnos y calmarnos". Y, al final de los 30 minutos, vuelva a acercarse para discutir el tema. Eso es importante porque si no nos reconectamos, dijo el Dr. Cole, "simplemente parece que nuestros socios nos están descartando".
Asume la responsabilidad de tus emociones.
Cuando te estás volviendo loco, tu corazón late más rápido y las hormonas del estrés atraviesan tu sangre. Es importante reconocer que usted está a cargo de controlar su ira. "No me importa lo que necesites hacer, necesitas encontrar lo que funciona mejor para que vuelvas a un estado normal", dijo Jackson. Eso podría ser respirar profundamente, aislarse en un área diferente de su hogar, trotar en el lugar o tomar un baño tibio.
Cómo conciliar
Limpia el aire. Después del polvo, la Sra. Murray-Browne sugiere preguntarle a la otra persona: "¿Qué necesitas para sentirte seguro compartiendo y discutiendo esto conmigo?" Llegue a un consenso sobre cómo acercarse unos a otros en el futuro. Incluso puede escribir lo que se le ocurre y publicar el acuerdo en algún lugar que ambos puedan ver.
Si tiene problemas para llegar a la misma página, el Dr. Wang recomienda hacer un ejercicio sugerido por Esther Perel, una reconocida terapeuta de matrimonio y parejas en la ciudad de Nueva York, en el que cada pareja repite, en sus propias palabras, lo que entienden sobre las quejas o frustraciones del otro compañero. Esto debería ayudar a cada persona a empatizar con la otra parte.
Habla sobre el futuro.
En sus momentos más tranquilos, el Dr. Cole recomienda preguntarse cómo la pandemia les está afectando a cada uno de ustedes. Comparta cómo los eventos actuales afectarán sus planes futuros. "Realmente escucha esas cosas", dijo. "Porque a veces eso es realmente lo que subyace al estrés y al conflicto: me temo que es a donde se dirige nuestro futuro". Y desenvolver esas conversaciones realmente puede ayudar ".
Si estás abrumado, busca orientación.
Explore sesiones de asesoramiento virtual para fortalecer su relación, dijo Murray-Browne. De esta manera, saldrás de esta experiencia más fuerte que nunca. Si la otra persona en su hogar no está dispuesta a solicitar la ayuda de un terapeuta, sugiere centrarse en lo que puede controlar individualmente. Quizás pueda comunicarse con amigos y seres queridos para obtener apoyo. También puede considerar la terapia para resolver estos problemas.
“Recuerde”, dijo ella, “este es un período de crisis. Se permiten grandes emociones y lo lograremos ".
https://www.nytimes.com/2020/04/16/smarter-living/coronavirus-roommate-fight-home.html?action=click&module=Well&pgtype=Homepage§ion=Smarter%20Living
Los monstruos que habitan la normalidad
Por Yayo Herrero. Ecología social
La excepcionalidad ofrece un corto minuto de luz para dejar al descubierto los recortes en la sanidad, en las residencias… personas que viven en infraviviendas, que tienen dificultades para comer
Para poder preparar mi intervención, me leí de nuevo El cuento de la criada, uno de los relatos distópicos que más me ha agobiado. Lo había leído hace mucho tiempo. Recordaba sobre todo la angustiosa subyugación de las mujeres y la intervención y vigilancia en todos los ámbitos de la vida. Pero, en la relectura, cada párrafo, cada reflexión de la protagonista me llevaba mucho más allá. Me obligaba a asomarme a nuestro propio momento. Tenía la sensación de que el texto me colocaba privilegiadamente, antes y con tiempo para evitar la llegada de Gilead.
Atwood crea una sociedad deprimente en la que las mujeres fértiles, las criadas, son una propiedad valiosa en la medida en que producen hijos. Son mujeres que viven recluidas en habitaciones en las que han quitado del techo cualquier objeto de los que se pudiese colgar una cuerda. Defred, la protagonista afirma: “sé por qué el cuadro de los lirios azules no tiene cristal, y por qué la ventana sólo se abre parcialmente, y por qué el cristal de la ventana es inastillable. Lo que temen no es que nos escapemos, sino esas otras salidas, las que puedes abrir en tu interior si tienes una mente aguda.” Esas salidas son para algunas criadas la renuncia a la propia vida y para Defred, la resistencia y la voluntad de escapar.
Atwood explica magistralmente la interconexión de lo vivo y la imposibilidad de escapar indemnes. Somos naturaleza y su deterioro es el nuestro
En 1985, Atwood construye una distopía de autoritarismo, infertilidad, enfermedad y pobreza causada por la destrucción del medio natural. Nos cuenta cómo “el aire quedó saturado de sustancias químicas, rayos y radiación, y el agua se convirtió en un hervidero de moléculas tóxicas; lleva años limpiar todo esto a fondo, y mientras tanto la contaminación entra poco a poco en tu cuerpo y se aloja en tu tejido adiposo. Quién sabe, tu misma carne puede estar contaminada como una playa sucia, una muerte segura para los pájaros de las costas o los bebés en gestación”. Un mundo en el que la regeneración de la vida está en riesgo. Atwood explica magistralmente la interconexión de lo vivo y la imposibilidad de escapar indemnes. Somos naturaleza y su deterioro es inevitablemente el nuestro. “Las mujeres tomaban medicamentos, píldoras, los hombres rociaban los árboles, las vacas comían hierba, y todas estas meadas se filtraban en los ríos. Para no hablar del estallido de las centrales atómicas de la falla de San Andrés, el fallo no fue de nadie, durante los terremotos, ni del tipo de sífilis mutante que rompía todos los moldes. Algunos se las arreglaron por su cuenta, se cerraron las heridas con catgut o las cicatrizaron con productos químicos. (…) La pesca marina dejó de existir hace años; el poco pescado que hay ahora proviene de las piscifactorías, y sabe a fango. Las noticias dicen que las áreas costeras están ‘en reposo’. Recuerdo el lenguado, el abadejo, el pez espada, las vieiras, el atún; y la langosta al horno y rellena, y el salmón, rosado y graso, asado a la parrilla. ¿Cómo es posible que se hayan extinguido todos, igual que las ballenas?”.
Este contexto, en el que la vida empieza a desmoronarse, es el que permite la instauración de la República de Gilead y también aquí las palabras de Defred se me cuelan dentro y me parecen inquietantemente próximas. “Fue después de la catástrofe, cuando le dispararon al presidente y ametrallaron el Congreso, y el ejército declaró el estado de emergencia. En aquel momento culparon a los fanáticos islámicos. Hay que mantener la calma, aconsejaban por la televisión. Todo está bajo control (…) Fue entonces cuando suspendieron la Constitución. Dijeron que sería algo transitorio. Ni siquiera había disturbios callejeros. Por la noche la gente se quedaba en su casa mirando la televisión y esperando instrucciones. Ni siquiera existía un enemigo al cual denunciar (…) Por supuesto, se organizaron marchas de montones de mujeres y algunos hombres. Pero fueron menos importantes que lo que cualquiera podría pensar. Creo que la gente sentía pánico”.
Me suena todo tan posible, que me resulta increíble cómo Margaret Atwood pudo escribir esto en 1985. Me pregunto si Defred, cuando era June y no existía Gilead, habría sentido inquietud, si habría habido informes de algo parecido al IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) o de grupos de investigación que adelantaban escenarios como los que terminan conduciendo a Gilead.
Cuando ya no era June, sino Defred –porque ya ella, su cuerpo, su vagina y su útero pertenecía a Fred–, recordaba: “Llevábamos una vida normal. Como casi todo el mundo, la mayor parte del tiempo. Todo lo que ocurre es normal. Incluso lo de ahora es normal. Vivíamos, como era normal, haciendo caso omiso de todo. Hacer caso omiso no es lo mismo que ignorar, hay que trabajar para ello”.
En estos días hablamos mucho sobre normalidad y excepción. Volver a la normalidad. Wuhan vuelve a la normalidad, a la producción, al trabajo, a la contaminación… Isabel Ayuso anhela poner el suelo de Madrid al servicio de la especulación para volver a la normalidad, en distintos lugares se aprovecha para desmantelar la legislación social o ambiental que le pone freno a la normalidad.
La excepcionalidad ofrece un corto minuto de luz para dejar al descubierto los monstruos que habitan la normalidad: los recortes en la sanidad; las residencias en las que las personas mayores esperan la muerte y quienes les cuidan están explotadas; obispos que rechazan un ingreso mínimo vital y se preocupan más por que la gente viva subsidiada que por el hecho de que no vivan o vivan mal; la patronal del agua que pide abiertamente poder cortar el agua a la gente confinada; un goteo de informes que van mostrando la correlación entre la mayor virulencia y letalidad del coronavirus y el hecho de vivir en lugares en los que de forma prolongada se ha respirado aire contaminado; personas que viven en infraviviendas, que tienen dificultades para comer; gente que vigila desde el balcón, que señala, denuncia, odia; y unos pocos que hacen caja electoral o económica con la mentira o el odio que provocan.
Y después de la excepción, llegará la normalidad. Como dice Defred, lo de antes era normal y lo de después también será normal. La normalidad de Gilead es ecológica y monstruosa. La vida es austera, se consume poco. “Ya no quedan muchas cosas de plástico. Recuerdo aquellas bolsas blancas de plástico que daban en los supermercados; cómo odiaba desperdiciarlas”, recuerda Defred.
Quedarse en la distopía se convierte hoy en algo conservador, que alienta el miedo sin encontrar otra salida que hacer caso omiso de las señales
Nuestra nueva normalidad puede ser una patada adelante en la espiral que conduce hacia un colapso ecológico y social, pero también podría ser una realidad ecológica y terrible. El capitalismo verde que hace negocio y encuentra oportunidades en el desastre o los ecofascismos que estigmatizan y culpan a otro pugnan por convertirse en normalidad. No conviene ignorarlos. Pueden existir sociedades que sean sostenibles en el plano biofísico y, a la vez, misóginas, racistas, injustas y autoritarias.
Quiero una nueva normalidad que no deje a nadie atrás, que sea compatible con la regeneración de los sistemas vivos. Las nuevas normalidades hay que construirlas. La normalidad nueva que muchas deseamos exige mirar cara a cara la realidad. La distopía, como la creada por Margaret Atwood, nos ayuda a mirarla. Pero quedarse en la distopía se convierte hoy en algo conservador, que alienta el miedo sin encontrar otra salida que hacer caso omiso de las señales.
Defred dice “tengo la voluntad de resistir” y va desvelando las bridas que le atan a la normalidad. Una toca blanca de uso obligado, “para impedir que veamos”. La prohibición de relacionarse y la amistad como elemento permanente de sospecha, el aislamiento… “Me muero por cometer el acto de tocar”, dice Defred. “Estoy viva, vivo, respiro, saco la mano abierta a la luz del sol”. Lo que ella descubre es que la República de Gilead no tiene fronteras. Está dentro de ella, está dentro de todos.
Defred resiste en la memoria. Guarda su nombre como un tesoro. No es Defred, sino June. Y no olvida que tuvo una hija que le quitaron, y que amaba a un hombre que se llama Luke. June, en una Gilead en la que solo cuenta porque es fértil, se rebela y dice “quiero ser algo más que valiosa”. Y esta afirmación, para mí, es lo que da aliento a la utopía posible: las vidas valen, independientemente de la utilidad que producen.
Para poder construir una normalidad diferente no podemos contar solo con círculos de personas afines
De la voluntad de resistir y de la memoria y consciencia de que se puede vivir de otra manera, llegan la desobediencia, la consciencia de que no se puede construir sola y la necesidad de alianzas. “Dije que había más de una manera de vivir en otro mundo, y que si Moira pensaba que podría crear Utopía encerrándose en un círculo formado exclusivamente por mujeres, estaba lamentablemente equivocada. Los hombres no van a desaparecer así como así, le advertí.” Para poder construir una normalidad diferente no podemos contar solo con círculos de personas afines y, por ello, la construcción de otros mundos requiere sumar.
¿Podemos organizar la existencia para que la vida de la gente, el territorio o los animales tengan sentido en sí mismos y no solo por ser valiosos –monetariamente valiosos? ¿Cómo convertir en normal la explosión comunitaria que estamos viviendo? ¿Es posible pensar en una forma de alimentarnos, de acceder a la vivienda, de cuidarnos y de construir seguridad que sea igualitaria? ¿Es posible construir horizontes de deseo que sean compatibles con las condiciones materiales que los hacen posible para todas? ¿Es posible blindar suelos mínimos de necesidades para todas las personas?¿Se puede aprender a vivir bien con lo suficiente? ¿Es posible dejar de destruir y regenerar esa tierra que nos alimenta y nos sostiene? ¿Cómo construir una autodefensa colectiva que nos proteja de quienes desahucian toda forma de vida con tal de ganar dinero?
Y sobre todo ¿es posible hacer que este horizonte sea deseable para mucha gente? Probablemente requiera un equilibrio sabio y amoroso de distopía y utopía. Atwood da algunas claves para iniciar el camino. Ojalá sepamos caminarlo.
Yayo Herrero es activista y ecofeminista. Antropóloga, ingeniera técnica agrícola y diplomada en Educación Social.
La excepcionalidad ofrece un corto minuto de luz para dejar al descubierto los recortes en la sanidad, en las residencias… personas que viven en infraviviendas, que tienen dificultades para comer
Para poder preparar mi intervención, me leí de nuevo El cuento de la criada, uno de los relatos distópicos que más me ha agobiado. Lo había leído hace mucho tiempo. Recordaba sobre todo la angustiosa subyugación de las mujeres y la intervención y vigilancia en todos los ámbitos de la vida. Pero, en la relectura, cada párrafo, cada reflexión de la protagonista me llevaba mucho más allá. Me obligaba a asomarme a nuestro propio momento. Tenía la sensación de que el texto me colocaba privilegiadamente, antes y con tiempo para evitar la llegada de Gilead.
Atwood crea una sociedad deprimente en la que las mujeres fértiles, las criadas, son una propiedad valiosa en la medida en que producen hijos. Son mujeres que viven recluidas en habitaciones en las que han quitado del techo cualquier objeto de los que se pudiese colgar una cuerda. Defred, la protagonista afirma: “sé por qué el cuadro de los lirios azules no tiene cristal, y por qué la ventana sólo se abre parcialmente, y por qué el cristal de la ventana es inastillable. Lo que temen no es que nos escapemos, sino esas otras salidas, las que puedes abrir en tu interior si tienes una mente aguda.” Esas salidas son para algunas criadas la renuncia a la propia vida y para Defred, la resistencia y la voluntad de escapar.
Atwood explica magistralmente la interconexión de lo vivo y la imposibilidad de escapar indemnes. Somos naturaleza y su deterioro es el nuestro
En 1985, Atwood construye una distopía de autoritarismo, infertilidad, enfermedad y pobreza causada por la destrucción del medio natural. Nos cuenta cómo “el aire quedó saturado de sustancias químicas, rayos y radiación, y el agua se convirtió en un hervidero de moléculas tóxicas; lleva años limpiar todo esto a fondo, y mientras tanto la contaminación entra poco a poco en tu cuerpo y se aloja en tu tejido adiposo. Quién sabe, tu misma carne puede estar contaminada como una playa sucia, una muerte segura para los pájaros de las costas o los bebés en gestación”. Un mundo en el que la regeneración de la vida está en riesgo. Atwood explica magistralmente la interconexión de lo vivo y la imposibilidad de escapar indemnes. Somos naturaleza y su deterioro es inevitablemente el nuestro. “Las mujeres tomaban medicamentos, píldoras, los hombres rociaban los árboles, las vacas comían hierba, y todas estas meadas se filtraban en los ríos. Para no hablar del estallido de las centrales atómicas de la falla de San Andrés, el fallo no fue de nadie, durante los terremotos, ni del tipo de sífilis mutante que rompía todos los moldes. Algunos se las arreglaron por su cuenta, se cerraron las heridas con catgut o las cicatrizaron con productos químicos. (…) La pesca marina dejó de existir hace años; el poco pescado que hay ahora proviene de las piscifactorías, y sabe a fango. Las noticias dicen que las áreas costeras están ‘en reposo’. Recuerdo el lenguado, el abadejo, el pez espada, las vieiras, el atún; y la langosta al horno y rellena, y el salmón, rosado y graso, asado a la parrilla. ¿Cómo es posible que se hayan extinguido todos, igual que las ballenas?”.
Este contexto, en el que la vida empieza a desmoronarse, es el que permite la instauración de la República de Gilead y también aquí las palabras de Defred se me cuelan dentro y me parecen inquietantemente próximas. “Fue después de la catástrofe, cuando le dispararon al presidente y ametrallaron el Congreso, y el ejército declaró el estado de emergencia. En aquel momento culparon a los fanáticos islámicos. Hay que mantener la calma, aconsejaban por la televisión. Todo está bajo control (…) Fue entonces cuando suspendieron la Constitución. Dijeron que sería algo transitorio. Ni siquiera había disturbios callejeros. Por la noche la gente se quedaba en su casa mirando la televisión y esperando instrucciones. Ni siquiera existía un enemigo al cual denunciar (…) Por supuesto, se organizaron marchas de montones de mujeres y algunos hombres. Pero fueron menos importantes que lo que cualquiera podría pensar. Creo que la gente sentía pánico”.
Me suena todo tan posible, que me resulta increíble cómo Margaret Atwood pudo escribir esto en 1985. Me pregunto si Defred, cuando era June y no existía Gilead, habría sentido inquietud, si habría habido informes de algo parecido al IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) o de grupos de investigación que adelantaban escenarios como los que terminan conduciendo a Gilead.
Cuando ya no era June, sino Defred –porque ya ella, su cuerpo, su vagina y su útero pertenecía a Fred–, recordaba: “Llevábamos una vida normal. Como casi todo el mundo, la mayor parte del tiempo. Todo lo que ocurre es normal. Incluso lo de ahora es normal. Vivíamos, como era normal, haciendo caso omiso de todo. Hacer caso omiso no es lo mismo que ignorar, hay que trabajar para ello”.
En estos días hablamos mucho sobre normalidad y excepción. Volver a la normalidad. Wuhan vuelve a la normalidad, a la producción, al trabajo, a la contaminación… Isabel Ayuso anhela poner el suelo de Madrid al servicio de la especulación para volver a la normalidad, en distintos lugares se aprovecha para desmantelar la legislación social o ambiental que le pone freno a la normalidad.
La excepcionalidad ofrece un corto minuto de luz para dejar al descubierto los monstruos que habitan la normalidad: los recortes en la sanidad; las residencias en las que las personas mayores esperan la muerte y quienes les cuidan están explotadas; obispos que rechazan un ingreso mínimo vital y se preocupan más por que la gente viva subsidiada que por el hecho de que no vivan o vivan mal; la patronal del agua que pide abiertamente poder cortar el agua a la gente confinada; un goteo de informes que van mostrando la correlación entre la mayor virulencia y letalidad del coronavirus y el hecho de vivir en lugares en los que de forma prolongada se ha respirado aire contaminado; personas que viven en infraviviendas, que tienen dificultades para comer; gente que vigila desde el balcón, que señala, denuncia, odia; y unos pocos que hacen caja electoral o económica con la mentira o el odio que provocan.
Y después de la excepción, llegará la normalidad. Como dice Defred, lo de antes era normal y lo de después también será normal. La normalidad de Gilead es ecológica y monstruosa. La vida es austera, se consume poco. “Ya no quedan muchas cosas de plástico. Recuerdo aquellas bolsas blancas de plástico que daban en los supermercados; cómo odiaba desperdiciarlas”, recuerda Defred.
Quedarse en la distopía se convierte hoy en algo conservador, que alienta el miedo sin encontrar otra salida que hacer caso omiso de las señales
Nuestra nueva normalidad puede ser una patada adelante en la espiral que conduce hacia un colapso ecológico y social, pero también podría ser una realidad ecológica y terrible. El capitalismo verde que hace negocio y encuentra oportunidades en el desastre o los ecofascismos que estigmatizan y culpan a otro pugnan por convertirse en normalidad. No conviene ignorarlos. Pueden existir sociedades que sean sostenibles en el plano biofísico y, a la vez, misóginas, racistas, injustas y autoritarias.
Quiero una nueva normalidad que no deje a nadie atrás, que sea compatible con la regeneración de los sistemas vivos. Las nuevas normalidades hay que construirlas. La normalidad nueva que muchas deseamos exige mirar cara a cara la realidad. La distopía, como la creada por Margaret Atwood, nos ayuda a mirarla. Pero quedarse en la distopía se convierte hoy en algo conservador, que alienta el miedo sin encontrar otra salida que hacer caso omiso de las señales.
Defred dice “tengo la voluntad de resistir” y va desvelando las bridas que le atan a la normalidad. Una toca blanca de uso obligado, “para impedir que veamos”. La prohibición de relacionarse y la amistad como elemento permanente de sospecha, el aislamiento… “Me muero por cometer el acto de tocar”, dice Defred. “Estoy viva, vivo, respiro, saco la mano abierta a la luz del sol”. Lo que ella descubre es que la República de Gilead no tiene fronteras. Está dentro de ella, está dentro de todos.
Defred resiste en la memoria. Guarda su nombre como un tesoro. No es Defred, sino June. Y no olvida que tuvo una hija que le quitaron, y que amaba a un hombre que se llama Luke. June, en una Gilead en la que solo cuenta porque es fértil, se rebela y dice “quiero ser algo más que valiosa”. Y esta afirmación, para mí, es lo que da aliento a la utopía posible: las vidas valen, independientemente de la utilidad que producen.
Para poder construir una normalidad diferente no podemos contar solo con círculos de personas afines
De la voluntad de resistir y de la memoria y consciencia de que se puede vivir de otra manera, llegan la desobediencia, la consciencia de que no se puede construir sola y la necesidad de alianzas. “Dije que había más de una manera de vivir en otro mundo, y que si Moira pensaba que podría crear Utopía encerrándose en un círculo formado exclusivamente por mujeres, estaba lamentablemente equivocada. Los hombres no van a desaparecer así como así, le advertí.” Para poder construir una normalidad diferente no podemos contar solo con círculos de personas afines y, por ello, la construcción de otros mundos requiere sumar.
¿Podemos organizar la existencia para que la vida de la gente, el territorio o los animales tengan sentido en sí mismos y no solo por ser valiosos –monetariamente valiosos? ¿Cómo convertir en normal la explosión comunitaria que estamos viviendo? ¿Es posible pensar en una forma de alimentarnos, de acceder a la vivienda, de cuidarnos y de construir seguridad que sea igualitaria? ¿Es posible construir horizontes de deseo que sean compatibles con las condiciones materiales que los hacen posible para todas? ¿Es posible blindar suelos mínimos de necesidades para todas las personas?¿Se puede aprender a vivir bien con lo suficiente? ¿Es posible dejar de destruir y regenerar esa tierra que nos alimenta y nos sostiene? ¿Cómo construir una autodefensa colectiva que nos proteja de quienes desahucian toda forma de vida con tal de ganar dinero?
Y sobre todo ¿es posible hacer que este horizonte sea deseable para mucha gente? Probablemente requiera un equilibrio sabio y amoroso de distopía y utopía. Atwood da algunas claves para iniciar el camino. Ojalá sepamos caminarlo.
Yayo Herrero es activista y ecofeminista. Antropóloga, ingeniera técnica agrícola y diplomada en Educación Social.
Fuente:
_- NEUROCIENCIA. El chiste más gracioso de la historia y los límites del humor negro. El libro 'Ja', escrito por un neurocientífico, repasa la ciencia de cuándo reímos y por qué
_- El martes 30 de enero de 1962, tres alumnas de un internado religioso femenino en Kashasha (Tanzania) se echaron a reír. Su risa era tan contagiosa que las compañeras con las que se iban cruzando también se echaban a reír. La risa se propagaba aula tras aula, hasta infectar a la mitad de los presentes en el colegio. Casi un centenar de personas no podían parar de reír. Pasaron semanas y la gente se seguía riendo. La escuela tuvo que cerrar. Las chicas que regresaban a sus casas en otros pueblos contagiaban a sus vecinos. La epidemia de risa llegó a Nshamba, un pueblo de 10.000 habitantes, donde centenares de personas se echaron a reír. En total, 14 escuelas tuvieron que cerrar y 1.000 personas sufrieron brotes de risa incontenibles. La epidemia desapareció 18 meses después de su inicio y quedó descrita en un estudio científico de 1963 publicado en la revista especializada Central African Journal of Medicine.
El caso lo recuerda el neurocientífico Scott Weems en su libro Ja. La ciencia de cuándo reímos y por qué, publicado por la editorial Taurus. “Ja trata de una idea. La idea es que el humor y su síntoma más corriente —la risa— son productos derivados de poseer un cerebro que se basa en el conflicto”, escribe Weems. El cerebro humano, explica, se adelanta constantemente a los acontecimientos y genera hipótesis. “Sin embargo, a veces conduce al conflicto, por ejemplo cuando intentamos sostener dos o más ideas contradictorias al mismo tiempo. Cuando eso ocurre, a nuestro cerebro solo se le ocurre una cosa: reírse”.
Apoyado en una bibliografía de 135 estudios científicos, Weems describe el humor como “nuestra respuesta natural al conflicto y a la confusión”. El neurocientífico, formado en la Universidad de California en Los Ángeles (EE UU), recuerda que, tan solo una semana después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, el humorista Gilbert Gottfried actuaba en el Friar’s Club de Nueva York. En la ciudad todavía olía a quemado. Los colegas que le habían precedido en el escenario no habían tocado el tema de los ataques terroristas. Se habían limitado a bromear sobre el tamaño del pene del invitado de honor de la noche, el fundador de la revista Playboy, Hugh Hefner. Pero Gottfried se vino arriba cuando el público celebró uno de sus chistes sobre musulmanes. Asomado al micrófono, proclamó:
—Esta noche tengo que irme pronto. Tengo que volar a Los Ángeles. No he podido conseguir un vuelo directo y he de hacer escala en el Empire State Building.
Todo el mundo se quedó sin respiración. Al silencio siguieron los abucheos y los gritos de “¡Todavía es muy pronto para bromear sobre eso!”. Gottfried, un humorista con dos décadas de experiencia sobre el escenario, se enfrentaba a un público indignado, pero no se amilanó. Mirando a los asistentes, comenzó un nuevo chiste:
—Muy bien. Un descubridor de talentos está sentado en su oficina. Entra una familia: un hombre, una mujer, dos hijos y un perrito. Así que el descubridor de talentos pregunta: “¿Qué clase de espectáculo hacen?”.
Lo que siguió fue una sucesión de escatología, bestialismo, incesto y sexo depravado sin tabúes, “literalmente el chiste más guarro del mundo”, según Weems. El público estalló en carcajadas. “La actuación fue tan memorable que alguien realizó una película sobre el chiste, con la actuación de Gottfried como clímax, titulada Los aristócratas”, rememora.
¿Cuándo se puede bromear sobre una tragedia? ¿Dónde están los límites del humor? Weems recuerda que en 1986, después de la explosión del transbordador espacial Challenger con siete tripulantes a bordo, se hizo muy popular un chiste: “¿Qué significan las siglas NASA? Necesitamos Ahora Siete Astronautas”. Un estudio mostró que los chistes sobre la tragedia surgieron unos 17 días después del accidente. La muerte de la princesa Diana de Gales tuvo un periodo de latencia más corto. Y el de los ataques terroristas del 11-S fue mucho más largo. El autor del estudio, Bill Ellis, de la Universidad del Estado de Pensilvania, clasificó los chistes sobre el Challenger por fecha y lugar de aparición. El accidente fue el 28 de enero de 1986. El 22 de febrero, en la ciudad de Shippensburg se contaba este chiste: ¿Sabes cuál es la bebida oficial de la Nasa? Seven Up (siete arriba, en inglés).
“Nuestra fascinación por el humor negro la demuestra la inmensa variedad de chistes de mal gusto: los que tienen con ver con el Challenger, el sida y Chernóbil, por nombrar solo unos pocos”, narra Weems. Armado con publicaciones en revistas especializadas, el neurocientífico sostiene que el humor negro no es cruel. “Inventar alternativas que expliquen el acrónimo sida resulta divertido para algunas personas, pero chillar ¡Ja, ja, estás enfermo! en un pabellón oncológico no resulta gracioso a nadie. Nos reímos de los chistes acerca de grupos o sucesos sólo cuando provocan reacciones emocionales complejas, porque sin esas reacciones no tenemos otra forma de responder”, reflexiona.
“No hay un solo chiste que le agrade a todo el mundo. El humor es idiosincrásico porque depende de aquello que hace que todos seamos únicos: cómo nos enfrentamos a la discrepancia que reina en nuestro complejo cerebro”, subraya. La mejor prueba es un experimento llevado a cabo por el psicólogo Richard Wiseman, de la Universidad de Hertfordshire (Reino Unido). En 2001 abrió una web con la ayuda de la Asociación Británica para el Progreso de la Ciencia, con el objetivo de encontrar el chiste más gracioso del mundo. Recibió unos 40.000 chistes y un millón y medio de votaciones. El ganador fue:
Dos cazadores de Nueva Jersey caminan por un bosque cuando uno de ellos se desploma. Da la impresión de que no respira y tiene los ojos vidriosos. El otro coge el teléfono y llama al servicio de emergencias. Dice con voz entrecortada: “¡Creo que mi amigo está muerto! ¿Qué debo hacer?”. El operador le contesta: “Cálmese. Le ayudaré. En primer lugar, asegúrese de que está muerto”. Hay un silencio y a continuación se oye un disparo. De nuevo al teléfono, el cazador dice: “Muy bien, y ahora ¿qué?”.
El chiste más gracioso del mundo no tiene mucha gracia, coinciden Wiseman y Weems, y eso tiene una explicación científica. “Como no a todo el mundo le gusta por igual que los chistes sean provocadores, los más populares suelen agruparse cerca, aunque todavía debajo, del umbral de provocación más habitual. Si un chiste lo sobrepasa con mucho, algunas personas se troncharán de risa y otras no se reirán nada. Si queda demasiado corto, todos permanecerán fríos”, expone Weems.
El experimento de Wiseman sirvió para extraer unas cuantas conclusiones sobre los chistes. Los más divertidos tenían un promedio de 103 letras. El animal más gracioso era el pato. La hora más descacharrante del día son las 18:03. Y el día más chistoso del mes es el 15. En cuanto a nacionalidades, los estadounidenses mostraron “una clara afinidad por los chistes que incluían insultos o vagas amenazas”. Este chiste en inglés sobre un tejano y un graduado en Harvard fue muy apreciado en EE UU y poco fuera de sus fronteras:
—Tejano: ¿De dónde eres? (Where are you from?)
—Graduado de Harvard: De un lugar donde no terminamos las frases con una preposición.
—Tejano: Muy bien, ¿de dónde eres, gilipollas? (Ok, where are you from, jackass?)
Los europeos, en cambio, mostraron predilección por chistes absurdos o surrealistas, como este:
Un paciente dice: “Doctor, ayer noche tuve un lapsus freudiano. Estaba cenando con mi suegra y quise decir: “¿Podrías pasarme la mantequilla?”. Pero en lugar de eso dije: “Vaca estúpida, me has destrozado completamente la vida”.
Este otro chiste gustó a más de la mitad de los hombres, pero solo a un 15% de las mujeres:
Un agente de policía para a un hombre que va por la autopista. El agente le pregunta: “¿Sabe que su mujer y su hijo se han caído del coche hace un kilómetro?”. El hombre sonríe y exclama: “¡Gracias a Dios! ¡Pensaba que me estaba quedando sordo!”.
“El humor —especialmente el humor ofensivo— es idiosincrásico. Cada uno posee su propio umbral de lo que considera ofensivo y reacciona de manera muy diferente cuando se cruza ese umbral”, afirma Weems. En las páginas de Ja, el neurocientífico recuerda la teoría del médico Sigmund Freud de que el humor es nuestra manera de resolver el conflicto interior y la ansiedad. “Aunque hoy en día pocos científicos se toman en serio a Freud, casi todos reconocen que hay al menos algo de verdad en su teoría. Los chistes que no consiguen ni siquiera incomodarnos un poco no triunfan. Es el conflicto de querer reír, y al mismo tiempo no estar seguro de si deberíamos, lo que hace que los chistes sean satisfactorios”, señala Weems.
En cuanto a la epidemia de risa de Tanzania, el autor cree que “sería fácil afirmar que las niñas simplemente experimentaron una crisis nerviosa”. Una interpretación sostiene que sufrieron una histeria colectiva causada por la tensión de un gran cambio social. En diciembre de 1961, el país se había independizado de Reino Unido y la escuela había abandonado la segregación racial. Además, las alumnas eran adolescentes, en plena pubertad, y las presiones eran tremendas, según destaca Weems.
“Al pedirles que vivieran en dos mundos a la vez —ni británico ni africano, ni blanco ni negro, ni adulto ni niño, sino una combinación de ambas cosas— no consiguieron salir adelante. Pero la risa no es una crisis nerviosa. [...] Es un mecanismo de pugna, una manera de afrontar el conflicto. A veces ese conflicto se presenta en forma de chiste. A veces es algo más complicado”.
https://elpais.com/elpais/2015/09/26/ciencia/1443295561_195929.html?rel=lom
El caso lo recuerda el neurocientífico Scott Weems en su libro Ja. La ciencia de cuándo reímos y por qué, publicado por la editorial Taurus. “Ja trata de una idea. La idea es que el humor y su síntoma más corriente —la risa— son productos derivados de poseer un cerebro que se basa en el conflicto”, escribe Weems. El cerebro humano, explica, se adelanta constantemente a los acontecimientos y genera hipótesis. “Sin embargo, a veces conduce al conflicto, por ejemplo cuando intentamos sostener dos o más ideas contradictorias al mismo tiempo. Cuando eso ocurre, a nuestro cerebro solo se le ocurre una cosa: reírse”.
Apoyado en una bibliografía de 135 estudios científicos, Weems describe el humor como “nuestra respuesta natural al conflicto y a la confusión”. El neurocientífico, formado en la Universidad de California en Los Ángeles (EE UU), recuerda que, tan solo una semana después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, el humorista Gilbert Gottfried actuaba en el Friar’s Club de Nueva York. En la ciudad todavía olía a quemado. Los colegas que le habían precedido en el escenario no habían tocado el tema de los ataques terroristas. Se habían limitado a bromear sobre el tamaño del pene del invitado de honor de la noche, el fundador de la revista Playboy, Hugh Hefner. Pero Gottfried se vino arriba cuando el público celebró uno de sus chistes sobre musulmanes. Asomado al micrófono, proclamó:
—Esta noche tengo que irme pronto. Tengo que volar a Los Ángeles. No he podido conseguir un vuelo directo y he de hacer escala en el Empire State Building.
Todo el mundo se quedó sin respiración. Al silencio siguieron los abucheos y los gritos de “¡Todavía es muy pronto para bromear sobre eso!”. Gottfried, un humorista con dos décadas de experiencia sobre el escenario, se enfrentaba a un público indignado, pero no se amilanó. Mirando a los asistentes, comenzó un nuevo chiste:
—Muy bien. Un descubridor de talentos está sentado en su oficina. Entra una familia: un hombre, una mujer, dos hijos y un perrito. Así que el descubridor de talentos pregunta: “¿Qué clase de espectáculo hacen?”.
Lo que siguió fue una sucesión de escatología, bestialismo, incesto y sexo depravado sin tabúes, “literalmente el chiste más guarro del mundo”, según Weems. El público estalló en carcajadas. “La actuación fue tan memorable que alguien realizó una película sobre el chiste, con la actuación de Gottfried como clímax, titulada Los aristócratas”, rememora.
¿Cuándo se puede bromear sobre una tragedia? ¿Dónde están los límites del humor? Weems recuerda que en 1986, después de la explosión del transbordador espacial Challenger con siete tripulantes a bordo, se hizo muy popular un chiste: “¿Qué significan las siglas NASA? Necesitamos Ahora Siete Astronautas”. Un estudio mostró que los chistes sobre la tragedia surgieron unos 17 días después del accidente. La muerte de la princesa Diana de Gales tuvo un periodo de latencia más corto. Y el de los ataques terroristas del 11-S fue mucho más largo. El autor del estudio, Bill Ellis, de la Universidad del Estado de Pensilvania, clasificó los chistes sobre el Challenger por fecha y lugar de aparición. El accidente fue el 28 de enero de 1986. El 22 de febrero, en la ciudad de Shippensburg se contaba este chiste: ¿Sabes cuál es la bebida oficial de la Nasa? Seven Up (siete arriba, en inglés).
“Nuestra fascinación por el humor negro la demuestra la inmensa variedad de chistes de mal gusto: los que tienen con ver con el Challenger, el sida y Chernóbil, por nombrar solo unos pocos”, narra Weems. Armado con publicaciones en revistas especializadas, el neurocientífico sostiene que el humor negro no es cruel. “Inventar alternativas que expliquen el acrónimo sida resulta divertido para algunas personas, pero chillar ¡Ja, ja, estás enfermo! en un pabellón oncológico no resulta gracioso a nadie. Nos reímos de los chistes acerca de grupos o sucesos sólo cuando provocan reacciones emocionales complejas, porque sin esas reacciones no tenemos otra forma de responder”, reflexiona.
“No hay un solo chiste que le agrade a todo el mundo. El humor es idiosincrásico porque depende de aquello que hace que todos seamos únicos: cómo nos enfrentamos a la discrepancia que reina en nuestro complejo cerebro”, subraya. La mejor prueba es un experimento llevado a cabo por el psicólogo Richard Wiseman, de la Universidad de Hertfordshire (Reino Unido). En 2001 abrió una web con la ayuda de la Asociación Británica para el Progreso de la Ciencia, con el objetivo de encontrar el chiste más gracioso del mundo. Recibió unos 40.000 chistes y un millón y medio de votaciones. El ganador fue:
Dos cazadores de Nueva Jersey caminan por un bosque cuando uno de ellos se desploma. Da la impresión de que no respira y tiene los ojos vidriosos. El otro coge el teléfono y llama al servicio de emergencias. Dice con voz entrecortada: “¡Creo que mi amigo está muerto! ¿Qué debo hacer?”. El operador le contesta: “Cálmese. Le ayudaré. En primer lugar, asegúrese de que está muerto”. Hay un silencio y a continuación se oye un disparo. De nuevo al teléfono, el cazador dice: “Muy bien, y ahora ¿qué?”.
El chiste más gracioso del mundo no tiene mucha gracia, coinciden Wiseman y Weems, y eso tiene una explicación científica. “Como no a todo el mundo le gusta por igual que los chistes sean provocadores, los más populares suelen agruparse cerca, aunque todavía debajo, del umbral de provocación más habitual. Si un chiste lo sobrepasa con mucho, algunas personas se troncharán de risa y otras no se reirán nada. Si queda demasiado corto, todos permanecerán fríos”, expone Weems.
El experimento de Wiseman sirvió para extraer unas cuantas conclusiones sobre los chistes. Los más divertidos tenían un promedio de 103 letras. El animal más gracioso era el pato. La hora más descacharrante del día son las 18:03. Y el día más chistoso del mes es el 15. En cuanto a nacionalidades, los estadounidenses mostraron “una clara afinidad por los chistes que incluían insultos o vagas amenazas”. Este chiste en inglés sobre un tejano y un graduado en Harvard fue muy apreciado en EE UU y poco fuera de sus fronteras:
—Tejano: ¿De dónde eres? (Where are you from?)
—Graduado de Harvard: De un lugar donde no terminamos las frases con una preposición.
—Tejano: Muy bien, ¿de dónde eres, gilipollas? (Ok, where are you from, jackass?)
Los europeos, en cambio, mostraron predilección por chistes absurdos o surrealistas, como este:
Un paciente dice: “Doctor, ayer noche tuve un lapsus freudiano. Estaba cenando con mi suegra y quise decir: “¿Podrías pasarme la mantequilla?”. Pero en lugar de eso dije: “Vaca estúpida, me has destrozado completamente la vida”.
Este otro chiste gustó a más de la mitad de los hombres, pero solo a un 15% de las mujeres:
Un agente de policía para a un hombre que va por la autopista. El agente le pregunta: “¿Sabe que su mujer y su hijo se han caído del coche hace un kilómetro?”. El hombre sonríe y exclama: “¡Gracias a Dios! ¡Pensaba que me estaba quedando sordo!”.
“El humor —especialmente el humor ofensivo— es idiosincrásico. Cada uno posee su propio umbral de lo que considera ofensivo y reacciona de manera muy diferente cuando se cruza ese umbral”, afirma Weems. En las páginas de Ja, el neurocientífico recuerda la teoría del médico Sigmund Freud de que el humor es nuestra manera de resolver el conflicto interior y la ansiedad. “Aunque hoy en día pocos científicos se toman en serio a Freud, casi todos reconocen que hay al menos algo de verdad en su teoría. Los chistes que no consiguen ni siquiera incomodarnos un poco no triunfan. Es el conflicto de querer reír, y al mismo tiempo no estar seguro de si deberíamos, lo que hace que los chistes sean satisfactorios”, señala Weems.
En cuanto a la epidemia de risa de Tanzania, el autor cree que “sería fácil afirmar que las niñas simplemente experimentaron una crisis nerviosa”. Una interpretación sostiene que sufrieron una histeria colectiva causada por la tensión de un gran cambio social. En diciembre de 1961, el país se había independizado de Reino Unido y la escuela había abandonado la segregación racial. Además, las alumnas eran adolescentes, en plena pubertad, y las presiones eran tremendas, según destaca Weems.
“Al pedirles que vivieran en dos mundos a la vez —ni británico ni africano, ni blanco ni negro, ni adulto ni niño, sino una combinación de ambas cosas— no consiguieron salir adelante. Pero la risa no es una crisis nerviosa. [...] Es un mecanismo de pugna, una manera de afrontar el conflicto. A veces ese conflicto se presenta en forma de chiste. A veces es algo más complicado”.
https://elpais.com/elpais/2015/09/26/ciencia/1443295561_195929.html?rel=lom
lunes, 27 de abril de 2020
El escandaloso problema del elevado coste del alquiler
Por Vicenç Navarro |
Fuentes: Público
Una situación insostenible: la enorme crisis social urbana
Uno de los mayores problemas sociales que existen en España (y muy en especial en las grandes ciudades) es el elevado coste del alquiler. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), España es el país en la OCDE (el colectivo de países más ricos del mundo) que peor relación tiene (después de Polonia) entre los precios de la vivienda (incluyendo el alquiler) y los ingresos familiares. Según el Global Housing Watch del FMI, en España más del 40% (en Barcelona el 42,7%) de los ingresos familiares se dedican a pagar el alquiler, porcentajes mucho más altos, por ejemplo, que en Francia, Suiza o Alemania, donde tales porcentajes son del 16,5%, el 18,2% y el 23% respectivamente (para mayor información sobre las consecuencias sociales de la enorme carestía de viviendas de alquiler asequibles, ver mi artículo Uno de los derechos constitucionales más ignorados en España: el derecho a la vivienda, Público, 10.05.2018).
La ignorada y/o silenciada crisis social urbana
Esta enorme carga está significando un sacrificio enorme para las clases populares, que constituyen la mayoría de la población en las urbes más grandes del país, que ha visto como su capacidad adquisitiva se reducía de una manera muy notable durante el fenómeno económico conocido como la Gran Recesión. Mientras los alquileres han subido a unos porcentajes elevadísimos (según un estudio del ayuntamiento de Barcelona, el precio del alquiler en los últimos cinco años ha aumentado un 40%), los salarios han bajado de tal manera que los salarios de los trabajadores de la región metropolitana de Barcelona –que representa el 43% de la población de Catalunya– siguen por debajo de los que había en el año 2010. Esta situación está creando una de las mayores crisis sociales de Barcelona, que paradójicamente es ignorada, cuando no silenciada, en los fórums del establishment político-mediático del país, que se centra en la gran recuperación que ha experimentado, en teoría, la economía española. Según los indicadores utilizados en las noticias económicas de tal establishment, la ciudad de Barcelona, hasta hace unos meses, estaba recuperándose magníficamente: el PIB creció nada menos que un 2,6% en 2018; el número de empresas exportadoras, un 4% en cinco años; la ocupación ha crecido un 13%; las tasas de paro se han reducido; y un largo etcétera. Pero el punto clave que define el nivel de vida, los salarios, sin embargo, han bajado y el alquiler ha subido, disminuyendo con ello de una manera significativamente la calidad de vida de la mayoría de las clases populares, que por fuerza están abandonando la ciudad. La gentrificación (que es la expulsión de la clase trabajadora de la ciudad) es la característica de la «deseada nueva» Barcelona soñada por el establishment político-mediático neoliberal de Catalunya y del resto de España.
La protesta popular
No es, pues, sorprendente, que haya habido una protesta generalizada por tal situación, liderada por unos movimientos sociales que fueron determinantes en el cambio que tuvo lugar en el ayuntamiento de Barcelona, encabezado desde 2015 por una alcaldesa, Ada Colau, que en su día había liderado dichos movimientos. También como resultado de este y otros movimientos sociales que se crearon como protesta hacia las políticas neoliberales (llevadas a cabo por el Estado central bajo los gobiernos Zapatero y Rajoy en Madrid, y primordialmente bajo Artur Mas y Puigdemont en Catalunya), como el 15-M, han aparecido nuevas formaciones políticas como Podemos, En Comú Podem y Galicia en Común que al establecer un espacio compartido, en alianza con una renovada IU, han alcanzado fuerza suficiente para establecer una coalición, con el también renovado PSOE, que gobierna hoy en España, con un programa que incluye una serie de medidas para corregir esta situación, que ha alcanzado niveles dramáticos en este país. Y una de ellas es regular el precio del alquiler. Como era también previsible, tales propuestas han generado una movilización de los economistas neoliberales (de distintas sensibilidades) cuyas políticas (que protegieron excesivamente al propietario a costa del inquilino) han sido responsables de la enorme crisis social derivada del aumento desmesurado del alquiler, y que ahora han utilizado las cajas de resonancia que les ofrecen la mayoría de los medios de información y persuasión en España (de clara tendencia neoliberal) para promover sus fake news a fin de desacreditar tales propuestas.
Las falsedades neoliberales
Una de las falsedades más reproducidas por tales gurús es que en aquellos países donde esta intervención (la regulación de los precios del alquiler) se ha llevado a cabo ha fracasado. Es interesante que tales fake news se hayan estado distribuyendo casi al mismo tiempo que haya ido creciendo el número de países donde se han ido aprobando leyes que permiten a las ciudades regular el precio de los alquileres. Uno de ellos es EEUU, el país que los neoliberales suelen tomar como punto de referencia. En realidad, este país tiene muchas ciudades que aplican un control de los alquileres, siendo el caso más conocido el de Nueva York, donde nada menos que el 50% de las viviendas de alquiler en aquella ciudad tiene regulado su precio. Tales medidas han sido reforzadas por el Estado de Nueva York hace solo unos meses frente a la oposición del sector inmobiliario, pero con un gran apoyo entre la mayoría de la población. El gobernador del Partido Demócrata de aquel Estado, el Sr. Cuomo, firmó una ley en esta línea, propuesta por el parlamento de dicho Estado. El objetivo de esta ley es, como indicó el presidente del Parlamento de Nueva York, «eliminar el excesivo poder del sector inmobiliario para ayudar y proteger al inquilino» (ver el artículo Landmark Deal Reached on Rent Protections For Tenants in New York, The New York Times, 19.06.2019). Les aseguro que ni el alcalde de Nueva York ni el gobernador del Estado del mismo nombre son extremistas radicales o «ultraizquierdistas», tal y como son definidos aquellos que en España sugieren medidas semejantes. Como he dicho, hay muchos Estados en Estados Unidos que permiten a las ciudades regular el precio del alquiler.
Y un tanto igual ocurre en muchos países de la UE.
Naturalmente que hay varias formas de regulación o control del precio del alquiler, como las de Berlín, París, Viena, etc., ciudades todas ellas que tienen una legislación en cuanto a ello autorizada por sus respectivos Estados (que todavía no existe en España y es precisamente lo que está proponiendo el gobierno de coalición de izquierdas, definido como de «extrema izquierda» por las ultraderechas, que se definen de «centro»). El que aún no se haya hecho es debido al enorme dominio que el pensamiento neoliberal -que favorece los derechos de la propiedad por encima de todos los demás- tiene en los establishments político-mediáticos del país. Pero es necesario recordar a tales establishments que la tan manida y manipulada Constitución Española establece en su artículo 33 que los derechos de la propiedad privada estarán condicionados por la función social de tales derechos, y entre ellos está el artículo 47, que dice que «todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada«. El Estado tiene que garantizar este derecho empoderando a las ciudades (como el Ayuntamiento de Barcelona) para que puedan aplicar medidas que lo garanticen. Así de claro.
Vicenç Navarro. Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universitat Pompeu Fabra.
Fuente: https://blogs.publico.es/vicenc-navarro/2020/03/11/el-escandaloso-problema-del-elevado-coste-del-alquiler/
Fuentes: Público
Una situación insostenible: la enorme crisis social urbana
Uno de los mayores problemas sociales que existen en España (y muy en especial en las grandes ciudades) es el elevado coste del alquiler. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), España es el país en la OCDE (el colectivo de países más ricos del mundo) que peor relación tiene (después de Polonia) entre los precios de la vivienda (incluyendo el alquiler) y los ingresos familiares. Según el Global Housing Watch del FMI, en España más del 40% (en Barcelona el 42,7%) de los ingresos familiares se dedican a pagar el alquiler, porcentajes mucho más altos, por ejemplo, que en Francia, Suiza o Alemania, donde tales porcentajes son del 16,5%, el 18,2% y el 23% respectivamente (para mayor información sobre las consecuencias sociales de la enorme carestía de viviendas de alquiler asequibles, ver mi artículo Uno de los derechos constitucionales más ignorados en España: el derecho a la vivienda, Público, 10.05.2018).
La ignorada y/o silenciada crisis social urbana
Esta enorme carga está significando un sacrificio enorme para las clases populares, que constituyen la mayoría de la población en las urbes más grandes del país, que ha visto como su capacidad adquisitiva se reducía de una manera muy notable durante el fenómeno económico conocido como la Gran Recesión. Mientras los alquileres han subido a unos porcentajes elevadísimos (según un estudio del ayuntamiento de Barcelona, el precio del alquiler en los últimos cinco años ha aumentado un 40%), los salarios han bajado de tal manera que los salarios de los trabajadores de la región metropolitana de Barcelona –que representa el 43% de la población de Catalunya– siguen por debajo de los que había en el año 2010. Esta situación está creando una de las mayores crisis sociales de Barcelona, que paradójicamente es ignorada, cuando no silenciada, en los fórums del establishment político-mediático del país, que se centra en la gran recuperación que ha experimentado, en teoría, la economía española. Según los indicadores utilizados en las noticias económicas de tal establishment, la ciudad de Barcelona, hasta hace unos meses, estaba recuperándose magníficamente: el PIB creció nada menos que un 2,6% en 2018; el número de empresas exportadoras, un 4% en cinco años; la ocupación ha crecido un 13%; las tasas de paro se han reducido; y un largo etcétera. Pero el punto clave que define el nivel de vida, los salarios, sin embargo, han bajado y el alquiler ha subido, disminuyendo con ello de una manera significativamente la calidad de vida de la mayoría de las clases populares, que por fuerza están abandonando la ciudad. La gentrificación (que es la expulsión de la clase trabajadora de la ciudad) es la característica de la «deseada nueva» Barcelona soñada por el establishment político-mediático neoliberal de Catalunya y del resto de España.
La protesta popular
No es, pues, sorprendente, que haya habido una protesta generalizada por tal situación, liderada por unos movimientos sociales que fueron determinantes en el cambio que tuvo lugar en el ayuntamiento de Barcelona, encabezado desde 2015 por una alcaldesa, Ada Colau, que en su día había liderado dichos movimientos. También como resultado de este y otros movimientos sociales que se crearon como protesta hacia las políticas neoliberales (llevadas a cabo por el Estado central bajo los gobiernos Zapatero y Rajoy en Madrid, y primordialmente bajo Artur Mas y Puigdemont en Catalunya), como el 15-M, han aparecido nuevas formaciones políticas como Podemos, En Comú Podem y Galicia en Común que al establecer un espacio compartido, en alianza con una renovada IU, han alcanzado fuerza suficiente para establecer una coalición, con el también renovado PSOE, que gobierna hoy en España, con un programa que incluye una serie de medidas para corregir esta situación, que ha alcanzado niveles dramáticos en este país. Y una de ellas es regular el precio del alquiler. Como era también previsible, tales propuestas han generado una movilización de los economistas neoliberales (de distintas sensibilidades) cuyas políticas (que protegieron excesivamente al propietario a costa del inquilino) han sido responsables de la enorme crisis social derivada del aumento desmesurado del alquiler, y que ahora han utilizado las cajas de resonancia que les ofrecen la mayoría de los medios de información y persuasión en España (de clara tendencia neoliberal) para promover sus fake news a fin de desacreditar tales propuestas.
Las falsedades neoliberales
Una de las falsedades más reproducidas por tales gurús es que en aquellos países donde esta intervención (la regulación de los precios del alquiler) se ha llevado a cabo ha fracasado. Es interesante que tales fake news se hayan estado distribuyendo casi al mismo tiempo que haya ido creciendo el número de países donde se han ido aprobando leyes que permiten a las ciudades regular el precio de los alquileres. Uno de ellos es EEUU, el país que los neoliberales suelen tomar como punto de referencia. En realidad, este país tiene muchas ciudades que aplican un control de los alquileres, siendo el caso más conocido el de Nueva York, donde nada menos que el 50% de las viviendas de alquiler en aquella ciudad tiene regulado su precio. Tales medidas han sido reforzadas por el Estado de Nueva York hace solo unos meses frente a la oposición del sector inmobiliario, pero con un gran apoyo entre la mayoría de la población. El gobernador del Partido Demócrata de aquel Estado, el Sr. Cuomo, firmó una ley en esta línea, propuesta por el parlamento de dicho Estado. El objetivo de esta ley es, como indicó el presidente del Parlamento de Nueva York, «eliminar el excesivo poder del sector inmobiliario para ayudar y proteger al inquilino» (ver el artículo Landmark Deal Reached on Rent Protections For Tenants in New York, The New York Times, 19.06.2019). Les aseguro que ni el alcalde de Nueva York ni el gobernador del Estado del mismo nombre son extremistas radicales o «ultraizquierdistas», tal y como son definidos aquellos que en España sugieren medidas semejantes. Como he dicho, hay muchos Estados en Estados Unidos que permiten a las ciudades regular el precio del alquiler.
Y un tanto igual ocurre en muchos países de la UE.
Naturalmente que hay varias formas de regulación o control del precio del alquiler, como las de Berlín, París, Viena, etc., ciudades todas ellas que tienen una legislación en cuanto a ello autorizada por sus respectivos Estados (que todavía no existe en España y es precisamente lo que está proponiendo el gobierno de coalición de izquierdas, definido como de «extrema izquierda» por las ultraderechas, que se definen de «centro»). El que aún no se haya hecho es debido al enorme dominio que el pensamiento neoliberal -que favorece los derechos de la propiedad por encima de todos los demás- tiene en los establishments político-mediáticos del país. Pero es necesario recordar a tales establishments que la tan manida y manipulada Constitución Española establece en su artículo 33 que los derechos de la propiedad privada estarán condicionados por la función social de tales derechos, y entre ellos está el artículo 47, que dice que «todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada«. El Estado tiene que garantizar este derecho empoderando a las ciudades (como el Ayuntamiento de Barcelona) para que puedan aplicar medidas que lo garanticen. Así de claro.
Vicenç Navarro. Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universitat Pompeu Fabra.
Fuente: https://blogs.publico.es/vicenc-navarro/2020/03/11/el-escandaloso-problema-del-elevado-coste-del-alquiler/
domingo, 26 de abril de 2020
_- Salgueiro Maia y la revolución de Los Claveles
_- ESTE año las conmemoraciones de la Revolução dos Cravos (revolución de Los Claveles) no podrán contar en Portugal con las habituales actividades festivas, pero quisiera al menos rememorarla en la figura de uno de sus más destacados protagonistas: el Capitão de Abril Fernando Salgueiro Maia, alentejano ilustre, de Castelo de Vide.
Si el mayor Otelo fue el 'cerebro' del Plan de Operaciones y el general Spínola obtuvo la «transmisión de poderes» del presidente del Gobierno, el capitán de caballería Salgueiro Maia sería protagonista de los sucesos más decisivos del día 25 de abril.
Había participado en las guerras coloniales, combatiendo en Mozambique y Guinea entre 1968 y 1973. Pasa después a la Escuela Práctica de Caballería en Santarém, desde donde el día histórico dirige su columna hacia el Terreiro do Paço de Lisboa, para prender al ministro del Ejército, que en la confusión logra huir por una zona trasera del Ministerio. Salguero Maia se juega la vida enfrentándose a los tanques gubernamentales, al ordenar el brigader Junqueira dos Reis fuego a quemarropa contra él al acercarse a pecho descubierto. Se libra por la negativa del alférez Fernando Sottomayor y el cabo apuntador Alves Costa, que estaban a los mandos del carro de combate.
Terminada la misión, sube al Largo do Carmo, sede de la Guardia Nacional Republicana, para prender al presidente del Gobierno, refugiado allí. Su larga y arriesgada negociación, llena de templanza ante la urgencia de acabar con la situación de enorme peligro, que aconsejaba disparos de artillería que él supo contener, fue decisiva para no haber derramamiento de sangre: el espacio circundante estaba lleno de personas que asistían en directo a la caída del régimen dictatorial.
Una vez llegado Spínola a hacerse cargo del poder, escolta al presidente Marcelo Caetano en su salida del cuartel, consiguiendo que el triunfo discurra sin víctimas.
Salgueiro Maia supo imponerse a las circunstancias más adversas de la guerra colonial y acometer en pocas horas las acciones más arriesgadas con dignidad, desde una juventud muy experimentada en las contrariedades. Después, hasta su muerte por cáncer en 1992, vendrían tiempos oscuros, desconsiderados para con una figura de su talla humana y militar que no es momento ahora de rememorar, pero que espero detallar en trabajo en que estoy preparando para su publicación por la Fundación Caja Badajoz.
El proceso posrevolucionario tuvo sus sombras sobre las que hay que proyectar luz para entenderlo en su conjunto por completo. Pero el 25 de abril de 1974 quedará para siempre como una fecha sin igual en la resolución de los máximos conflictos, con la intervención de jóvenes militares dispuestos a colaborar incondicionalmente con el pueblo en la conquista de la libertad. Salgueiro Maia es uno de sus símbolos más señeros.
https://www.hoy.es/extremadura/salgueiro-maia-revolucion-20200425001002-ntvo.html?ref=https:%2F%2Fwww.google.com%2F
Si el mayor Otelo fue el 'cerebro' del Plan de Operaciones y el general Spínola obtuvo la «transmisión de poderes» del presidente del Gobierno, el capitán de caballería Salgueiro Maia sería protagonista de los sucesos más decisivos del día 25 de abril.
Había participado en las guerras coloniales, combatiendo en Mozambique y Guinea entre 1968 y 1973. Pasa después a la Escuela Práctica de Caballería en Santarém, desde donde el día histórico dirige su columna hacia el Terreiro do Paço de Lisboa, para prender al ministro del Ejército, que en la confusión logra huir por una zona trasera del Ministerio. Salguero Maia se juega la vida enfrentándose a los tanques gubernamentales, al ordenar el brigader Junqueira dos Reis fuego a quemarropa contra él al acercarse a pecho descubierto. Se libra por la negativa del alférez Fernando Sottomayor y el cabo apuntador Alves Costa, que estaban a los mandos del carro de combate.
Terminada la misión, sube al Largo do Carmo, sede de la Guardia Nacional Republicana, para prender al presidente del Gobierno, refugiado allí. Su larga y arriesgada negociación, llena de templanza ante la urgencia de acabar con la situación de enorme peligro, que aconsejaba disparos de artillería que él supo contener, fue decisiva para no haber derramamiento de sangre: el espacio circundante estaba lleno de personas que asistían en directo a la caída del régimen dictatorial.
Una vez llegado Spínola a hacerse cargo del poder, escolta al presidente Marcelo Caetano en su salida del cuartel, consiguiendo que el triunfo discurra sin víctimas.
Salgueiro Maia supo imponerse a las circunstancias más adversas de la guerra colonial y acometer en pocas horas las acciones más arriesgadas con dignidad, desde una juventud muy experimentada en las contrariedades. Después, hasta su muerte por cáncer en 1992, vendrían tiempos oscuros, desconsiderados para con una figura de su talla humana y militar que no es momento ahora de rememorar, pero que espero detallar en trabajo en que estoy preparando para su publicación por la Fundación Caja Badajoz.
El proceso posrevolucionario tuvo sus sombras sobre las que hay que proyectar luz para entenderlo en su conjunto por completo. Pero el 25 de abril de 1974 quedará para siempre como una fecha sin igual en la resolución de los máximos conflictos, con la intervención de jóvenes militares dispuestos a colaborar incondicionalmente con el pueblo en la conquista de la libertad. Salgueiro Maia es uno de sus símbolos más señeros.
https://www.hoy.es/extremadura/salgueiro-maia-revolucion-20200425001002-ntvo.html?ref=https:%2F%2Fwww.google.com%2F
Cómo navegar la tristeza durante el confinamiento. Se trata de una emoción innata que necesitamos para nuestra supervivencia
La tristeza es una emoción incómoda. No está bien vista socialmente. Tratamos de evitarla, incluso cuando afecta a personas cercanas. “Venga, no pasa nada” o “alégrate” son algunas de las expresiones clásicas con las que animamos a quienes pasan por un mal momento. Este confinamiento ha empujado a muchas personas a enfrentarse con la tristeza en estado puro y sin demasiados amortiguadores para trampearla. No hablo de quienes han recibido un zarpazo de la Covid-19 a su salud, de quienes han perdido a familiares o de los que han caído en estados depresivos. Me refiero a aquellos que, simplemente, están tristes porque la casa se les cae encima y a quienes les erosionan las noticias. Para vivir esta etapa de una forma más amable, es necesario diseccionarla, entenderla y aceptarla. Veamos por qué la tristeza se instala en nuestras vidas y cómo podemos navegar para dejarla a un lado.
La tristeza es necesaria.
Es una emoción innata, como lo es el miedo, la ira o la alegría. Y tiene un motivo evolutivo: si un bebé o un niño pequeño no tuviera tristeza por no estar con su madre, por ejemplo, no se generaría un vínculo tan fuerte con ella. Nacemos con esa capacidad porque tiene un sentido: la necesitamos para nuestra supervivencia. Nos recuerda lo que realmente nos importa. Nos ayuda a poner en valor lo que tenemos en nuestras vidas y a cambiar el orden de prioridades. Posiblemente, muchos anhelamos dar aquellos paseos en los que antes ni reparábamos o echemos de menos compartir momentos con personas con las que era normal encontrarse meses atrás. La tristeza nos permite observar desde una perspectiva más vulnerable y delicada aquello que tenemos y somos.
Antoine de Saint-Exupéry, autor de El Principito, lo resumió poéticamente: "El dolor es una de las vibraciones que demuestran el hecho de vivir". Nos ayuda a sentir emociones positivas. Daniel Gilbert, profesor de psicología de la Universidad de Harvard, explica que nuestras emociones actúan como los puntos cardinales de una brújula. Necesitamos ciertas sensaciones incómodas para valorar las positivas. Por eso, si anulamos la tristeza, tendremos más dificultades para conectarnos con emociones más agradables, como la alegría.
La tristeza hay que aceptarla y vivirla.
Por mucho que nos cueste, debemos admitirla y sentirla, sin más. Los mecanismos para negarla pueden ser, incluso, perjudiciales a medio o largo plazo para nosotros mismos. Olvidarnos de ella a través de un enfado constante, como sucede en redes sociales, o asaltando el frigorífico cada dos por tres, no nos ayuda en absoluto. Tampoco lo hace refugiarnos en el alcohol o vivir una agenda intensa de llamadas y de ruido constante con la única finalidad de anestesiarnos. Pero tampoco hay que dramatizar. Una cosa es sentir la tristeza y otra muy diferente, aumentarla. Hay quien exagera la emoción para llamar la atención de los demás. Son aquellos que enumeran sus múltiples problemas para que otros se apiaden de ellos. No resuena como una tristeza auténtica, sino como algo más impostado. Si tenemos tendencia a caer en esa situación, estemos alerta.
Concederse un spa mental.
Hemos de crear espacios amables a nuestro alrededor, como evitar discusiones innecesarias. Es recomendable reducir la autoculpa por lo que no somos capaces de hacer en momentos como los actuales y eliminar la rumia de noticias negativas, que tanto daño nos hacen, como desvela un estudio realizado a más de 30.000 personas en el Reino Unido. Es decir, debemos crear las condiciones para que la tristeza se vaya diluyendo. En la medida que reconozcamos nuestras emociones incómodas, sin negarlas ni exagerarlas, y tomemos decisiones conscientes para reducir su impacto, podremos liberarnos antes de ellas. Incluida la tristeza.
https://elpais.com/elpais/2020/04/14/laboratorio_de_felicidad/1586848515_940988.html
La tristeza es necesaria.
Es una emoción innata, como lo es el miedo, la ira o la alegría. Y tiene un motivo evolutivo: si un bebé o un niño pequeño no tuviera tristeza por no estar con su madre, por ejemplo, no se generaría un vínculo tan fuerte con ella. Nacemos con esa capacidad porque tiene un sentido: la necesitamos para nuestra supervivencia. Nos recuerda lo que realmente nos importa. Nos ayuda a poner en valor lo que tenemos en nuestras vidas y a cambiar el orden de prioridades. Posiblemente, muchos anhelamos dar aquellos paseos en los que antes ni reparábamos o echemos de menos compartir momentos con personas con las que era normal encontrarse meses atrás. La tristeza nos permite observar desde una perspectiva más vulnerable y delicada aquello que tenemos y somos.
Antoine de Saint-Exupéry, autor de El Principito, lo resumió poéticamente: "El dolor es una de las vibraciones que demuestran el hecho de vivir". Nos ayuda a sentir emociones positivas. Daniel Gilbert, profesor de psicología de la Universidad de Harvard, explica que nuestras emociones actúan como los puntos cardinales de una brújula. Necesitamos ciertas sensaciones incómodas para valorar las positivas. Por eso, si anulamos la tristeza, tendremos más dificultades para conectarnos con emociones más agradables, como la alegría.
La tristeza hay que aceptarla y vivirla.
Por mucho que nos cueste, debemos admitirla y sentirla, sin más. Los mecanismos para negarla pueden ser, incluso, perjudiciales a medio o largo plazo para nosotros mismos. Olvidarnos de ella a través de un enfado constante, como sucede en redes sociales, o asaltando el frigorífico cada dos por tres, no nos ayuda en absoluto. Tampoco lo hace refugiarnos en el alcohol o vivir una agenda intensa de llamadas y de ruido constante con la única finalidad de anestesiarnos. Pero tampoco hay que dramatizar. Una cosa es sentir la tristeza y otra muy diferente, aumentarla. Hay quien exagera la emoción para llamar la atención de los demás. Son aquellos que enumeran sus múltiples problemas para que otros se apiaden de ellos. No resuena como una tristeza auténtica, sino como algo más impostado. Si tenemos tendencia a caer en esa situación, estemos alerta.
Concederse un spa mental.
Hemos de crear espacios amables a nuestro alrededor, como evitar discusiones innecesarias. Es recomendable reducir la autoculpa por lo que no somos capaces de hacer en momentos como los actuales y eliminar la rumia de noticias negativas, que tanto daño nos hacen, como desvela un estudio realizado a más de 30.000 personas en el Reino Unido. Es decir, debemos crear las condiciones para que la tristeza se vaya diluyendo. En la medida que reconozcamos nuestras emociones incómodas, sin negarlas ni exagerarlas, y tomemos decisiones conscientes para reducir su impacto, podremos liberarnos antes de ellas. Incluida la tristeza.
https://elpais.com/elpais/2020/04/14/laboratorio_de_felicidad/1586848515_940988.html
sábado, 25 de abril de 2020
25 de abril siempre
En Portugal, como en otros países europeos, existe un conflicto sordo entre los ciudadanos y sus representantes políticos. Sin la virulencia de España, se ha hecho evidente esa incomodidad, también la capacidad manipuladora de la demagogia
"A Poesia Está na Rua", para el 25 de Abril 1974 de Maria Helena Vieira da Silva
"Si el parlamento está abierto ¿por qué vamos a cerrarlo justo el 25 de abril?". Con esta frase tajante el presidente de la cámara canceló la polémica desencadenada en Portugal sobre la conveniencia de mantener, en pleno periodo de confinamiento, el acto conmemorativo de la revolución que supuso el establecimiento de la democracia hace ahora 46 años. En el debate, que ha ocupado horas de televisión y las primeras páginas de los periódicos, se han manejado razones de peso, algunos insultos y bastante oportunismo.
La mayoría de los grupos parlamentarios, desde el conservador PSD a la izquierda más radical, defendían el acto político e institucional porque "la democracia no está suspendida", sería incoherente, además de un grave precedente, no celebrar la libertad precisamente en época de confinamiento. Quienes así argumentaban se dieron de bruces con una frase tremenda, puesta en boca de las víctimas de la pandemia: "Si no hemos podido enterrar a nuestros muertos, no tenemos nada que celebrar en el parlamento". Esta frase, reproducida masivamente en las redes sociales, alentada por opinadores de varias tendencias, consiguió instalarse en el imaginario portugués durante varios días, en los que los ataques y las descalificaciones contra la llamada clase política se sucedieron, poniendo de manifiesto una animadversión ciudadana que no suele expresarse de forma tan rotunda.
Quienes defendían la necesidad, este año más que nunca, del acto de reafirmación democrática tardaron en explicar razonadamente su posición más de lo debido. Por fin, el parlamento, con la excepción de los diputados de la extrema derecha, dos grupos minoritarios, decidió mantener la ceremonia respetando las normas de seguridad sanitaria establecidas, las que se venían cumpliendo en todas las sesiones que fue necesario celebrar. De esta forma, hoy, en la Asamblea de la República, el presidente Marcelo Rebelo de Susa pronunciará su discurso, por diversas razones especialmente esperado, ante la presencia del primer ministro Antonio Costa, diputados de todos los partidos y algunos invitados, pocos, entre ellos los militares de aquel 25 de abril histórico que restituyó la dignidad frente a la dictadura.
No tendrá lugar la manifestación ciudadana que recorre cada año la Avenida de la Liberdade de Lisboa, pero a las tres de la tarde se abrirán las ventanas de las casas portuguesas para cantar "Grandola" a pleno pulmón: "Grandola, villa morena, tierra de fraternidad, el pueblo es quien más ordena, dentro de ti, oh ciudad". Será un 25 de Abril atípico, por mil razones quedará marcado en la memoria. La poesía no estará en la calle, como decía el cartel de la pintora Viera da Silva que dio la vuelta al mundo, la poesía hoy estará en las ventanas de las casas portuguesas.
En Portugal, como en otros países europeos, existe un conflicto sordo entre los ciudadanos y sus representantes políticos. Sin la virulencia con que se manifiesta en España, se ha hecho evidente esa incomodidad, también la capacidad manipuladora de la demagogia extremista que asola otros lugares del mundo. El episodio del 25 de abril ha sido revelador de una tendencia en alza, que no puede ser reducida a categoría de anécdota, menos aún en este periodo de incertidumbre. Y es que no todo podía ser idílico es un país con índices altos de pobreza, dependiente del sector turístico, con el mar como frontera por un lado y con un vecino tantas veces avasallador por el otro. Sin embargo, Portugal consigue sobrevivir y a veces admirar al mundo, como aquel 25 de abril de la Revolución de los Claveles que hoy recordamos, o más tarde, cuando rompió tendencias europeas al lanzar la fórmula del "gobierno de la jeringonza", o ahora, presentando números de víctimas por la pandemia que siendo crueles no llegan a la dimensión de España. El confinamiento se vive en Portugal con la melancolía propia de esta forma de estar en el mundo. Se nota tristeza en el ambiente, precaución, miedo: ¿cómo se reorganizará la vida en un país de monocultivo? Y esta pregunta legítima, sin respuesta de momento, que recorre casas y familias tantas veces desprotegidas, también es usada para fomentar el odio como instrumento político, odio medido, interesado y mezquino, que se nutre del dolor real, va dirigido contra los valores de convivencia y sorprende a generaciones sin bagaje cultural y social para enfrentarlo. Esto es real y está pasando.
También sucede la emoción: en la vida que nos es permitida, la que se ve desde la ventana o en las redes sociales, he percibido consuelo, o un atisbo de optimismo, al oír o leer ciertas propuestas que llegan del otro lado de frontera: "Cuando se levante el confinamiento", decían mensajes que circulan como antídotos contra la peste, "hay que ir a Portugal, porque Portugal defendió a España ante la prepotencia holandesa". Fue el primer ministro portugués el que calificó de repugnante la declaración del ministro de finanzas holandés, no el país entero, pero como en un imaginario partido de fútbol, por unos instantes Portugal y España vistieron la misma camiseta y eso fue hermoso. Queda pendiente el tal viaje, quién sabe si en la sociedad de después de la pandemia las relaciones entre los habitantes de los países no serán más fluidas y amables, con sentimiento de estar en casa independientemente del idioma que se oiga, por fin entendido porque para entender solo hace falta atender.
Mientras ese tiempo llega, en la reclusión en la que estamos, desde el parlamento con voz y fuerza, desde las ventanas con claveles rojos y el canto de Grandola, se volverá a vivir el 25 de abril, día "inicial y limpio" como dijo la poeta Sofía de Melo Brayner Andresen en un poema que forma parte de la memoria colectiva:
Esta es la madrugada que esperaba
El día inicial entero y limpio
Donde emergimos de la noche y del silencio
Y libres habitamos la sustancia del tiempo
https://www.eldiario.es/zonacritica/abril-Siempre_6_1020207984.html
"A Poesia Está na Rua", para el 25 de Abril 1974 de Maria Helena Vieira da Silva
"Si el parlamento está abierto ¿por qué vamos a cerrarlo justo el 25 de abril?". Con esta frase tajante el presidente de la cámara canceló la polémica desencadenada en Portugal sobre la conveniencia de mantener, en pleno periodo de confinamiento, el acto conmemorativo de la revolución que supuso el establecimiento de la democracia hace ahora 46 años. En el debate, que ha ocupado horas de televisión y las primeras páginas de los periódicos, se han manejado razones de peso, algunos insultos y bastante oportunismo.
La mayoría de los grupos parlamentarios, desde el conservador PSD a la izquierda más radical, defendían el acto político e institucional porque "la democracia no está suspendida", sería incoherente, además de un grave precedente, no celebrar la libertad precisamente en época de confinamiento. Quienes así argumentaban se dieron de bruces con una frase tremenda, puesta en boca de las víctimas de la pandemia: "Si no hemos podido enterrar a nuestros muertos, no tenemos nada que celebrar en el parlamento". Esta frase, reproducida masivamente en las redes sociales, alentada por opinadores de varias tendencias, consiguió instalarse en el imaginario portugués durante varios días, en los que los ataques y las descalificaciones contra la llamada clase política se sucedieron, poniendo de manifiesto una animadversión ciudadana que no suele expresarse de forma tan rotunda.
Quienes defendían la necesidad, este año más que nunca, del acto de reafirmación democrática tardaron en explicar razonadamente su posición más de lo debido. Por fin, el parlamento, con la excepción de los diputados de la extrema derecha, dos grupos minoritarios, decidió mantener la ceremonia respetando las normas de seguridad sanitaria establecidas, las que se venían cumpliendo en todas las sesiones que fue necesario celebrar. De esta forma, hoy, en la Asamblea de la República, el presidente Marcelo Rebelo de Susa pronunciará su discurso, por diversas razones especialmente esperado, ante la presencia del primer ministro Antonio Costa, diputados de todos los partidos y algunos invitados, pocos, entre ellos los militares de aquel 25 de abril histórico que restituyó la dignidad frente a la dictadura.
No tendrá lugar la manifestación ciudadana que recorre cada año la Avenida de la Liberdade de Lisboa, pero a las tres de la tarde se abrirán las ventanas de las casas portuguesas para cantar "Grandola" a pleno pulmón: "Grandola, villa morena, tierra de fraternidad, el pueblo es quien más ordena, dentro de ti, oh ciudad". Será un 25 de Abril atípico, por mil razones quedará marcado en la memoria. La poesía no estará en la calle, como decía el cartel de la pintora Viera da Silva que dio la vuelta al mundo, la poesía hoy estará en las ventanas de las casas portuguesas.
En Portugal, como en otros países europeos, existe un conflicto sordo entre los ciudadanos y sus representantes políticos. Sin la virulencia con que se manifiesta en España, se ha hecho evidente esa incomodidad, también la capacidad manipuladora de la demagogia extremista que asola otros lugares del mundo. El episodio del 25 de abril ha sido revelador de una tendencia en alza, que no puede ser reducida a categoría de anécdota, menos aún en este periodo de incertidumbre. Y es que no todo podía ser idílico es un país con índices altos de pobreza, dependiente del sector turístico, con el mar como frontera por un lado y con un vecino tantas veces avasallador por el otro. Sin embargo, Portugal consigue sobrevivir y a veces admirar al mundo, como aquel 25 de abril de la Revolución de los Claveles que hoy recordamos, o más tarde, cuando rompió tendencias europeas al lanzar la fórmula del "gobierno de la jeringonza", o ahora, presentando números de víctimas por la pandemia que siendo crueles no llegan a la dimensión de España. El confinamiento se vive en Portugal con la melancolía propia de esta forma de estar en el mundo. Se nota tristeza en el ambiente, precaución, miedo: ¿cómo se reorganizará la vida en un país de monocultivo? Y esta pregunta legítima, sin respuesta de momento, que recorre casas y familias tantas veces desprotegidas, también es usada para fomentar el odio como instrumento político, odio medido, interesado y mezquino, que se nutre del dolor real, va dirigido contra los valores de convivencia y sorprende a generaciones sin bagaje cultural y social para enfrentarlo. Esto es real y está pasando.
También sucede la emoción: en la vida que nos es permitida, la que se ve desde la ventana o en las redes sociales, he percibido consuelo, o un atisbo de optimismo, al oír o leer ciertas propuestas que llegan del otro lado de frontera: "Cuando se levante el confinamiento", decían mensajes que circulan como antídotos contra la peste, "hay que ir a Portugal, porque Portugal defendió a España ante la prepotencia holandesa". Fue el primer ministro portugués el que calificó de repugnante la declaración del ministro de finanzas holandés, no el país entero, pero como en un imaginario partido de fútbol, por unos instantes Portugal y España vistieron la misma camiseta y eso fue hermoso. Queda pendiente el tal viaje, quién sabe si en la sociedad de después de la pandemia las relaciones entre los habitantes de los países no serán más fluidas y amables, con sentimiento de estar en casa independientemente del idioma que se oiga, por fin entendido porque para entender solo hace falta atender.
Mientras ese tiempo llega, en la reclusión en la que estamos, desde el parlamento con voz y fuerza, desde las ventanas con claveles rojos y el canto de Grandola, se volverá a vivir el 25 de abril, día "inicial y limpio" como dijo la poeta Sofía de Melo Brayner Andresen en un poema que forma parte de la memoria colectiva:
Esta es la madrugada que esperaba
El día inicial entero y limpio
Donde emergimos de la noche y del silencio
Y libres habitamos la sustancia del tiempo
https://www.eldiario.es/zonacritica/abril-Siempre_6_1020207984.html
La fe pierde puntos
Los líderes religiosos sensatos se pliegan a la ciencia, y los demás quedan desautorizados por sus propios fieles
Para un ateo como yo, la cualidad más asombrosa de las religiones es su plasticidad, su resiliencia, su capacidad para adaptarse a cualquier nuevo entorno tras estrellarse contra el duro suelo de la realidad. No pretendo criticar ese talento, más bien quiero elogiarlo, y hasta creo que otras instituciones y corporaciones harían bien en copiarlo. Adaptarse o morir. En un sentido profundo, ese es uno de los cimientos de la ciencia. La teoría más bella y elegante vale menos que un dato bien tomado que la contradiga. Pero la religión ha sufrido en estos días y semanas una ducha de realidad para la que, tampoco ella, estaba preparada, y sus reacciones han sido bien interesantes, a veces poéticas.
“No deseches las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa y bendita!”, le soltó el papa Francisco a la Virgen del Divino Amor el 11 de marzo. En el lenguaje laico, eso quería decir que el líder católico acataba las medidas antipandémicas que acababa de declarar el Gobierno italiano, incompatibles con los atascos humanos que se suelen producir en la plaza de San Pedro. De hecho, la Virgen del Divino Amor reside a 30 kilómetros del Vaticano, que es desde donde el Papa emitió su mensaje profiláctico. Pese a su poesía gongorina, Francisco se portó de acuerdo con los criterios científicos, lo que es muy de agradecer. Aunque hubo en España alguna misa evangelista que tuvo que dispersar la policía, ninguna voz de la jerarquía se ha opuesto a la suspensión de las procesiones de Semana Santa. Han entendido perfectamente los argumentos de la razón sanitaria y han emitido ese mensaje a sus fieles.
Ninguna voz de la jerarquía se ha opuesto a la suspensión de las procesiones de Semana Santa. Han entendido perfectamente los argumentos de la razón sanitaria y han emitido ese mensaje a sus fieles. El patriarca Kirill de la iglesia ortodoxa rusa dijo a final de marzo: “He rezado durante 51 años, y espero que entiendan ustedes lo difícil que me resulta decir a la gente que no acuda a las iglesias”. Pero el caso es que se lo dijo. Otras doctrinas se han mostrado más correosas. La prensa internacional informa de que, en Estados Unidos, las iglesias evangélicas de las que se nutre el electorado de Donald Trump se han destacado como negacionistas del coronavirus. Según aprendo en The Economist, el predicador de Florida Rodney Howard-Browne fue detenido el 30 de marzo por fletar autobuses a su homilía asegurando que él podía inactivar el virus. El gobernador de ese Estado se apresuró entonces a incluir las actividades religiosas en la lista de servicios esenciales. En este caso, las religiones no se han dedicado a ayudar, sino a estorbar.
En cualquier caso, la fe está perdiendo puntos en esta crisis. Los líderes religiosos sensatos no están siguiendo su doctrina, sino los criterios de la ciencia, y los insensatos quedan desautorizados por sus propios fieles para dar consejo alguno a la población. Cuando un tratamiento funcione, veremos obispos haciendo cola en los hospitales.
https://elpais.com/ciencia/2020-04-09/la-fe-pierde-puntos.html
Para un ateo como yo, la cualidad más asombrosa de las religiones es su plasticidad, su resiliencia, su capacidad para adaptarse a cualquier nuevo entorno tras estrellarse contra el duro suelo de la realidad. No pretendo criticar ese talento, más bien quiero elogiarlo, y hasta creo que otras instituciones y corporaciones harían bien en copiarlo. Adaptarse o morir. En un sentido profundo, ese es uno de los cimientos de la ciencia. La teoría más bella y elegante vale menos que un dato bien tomado que la contradiga. Pero la religión ha sufrido en estos días y semanas una ducha de realidad para la que, tampoco ella, estaba preparada, y sus reacciones han sido bien interesantes, a veces poéticas.
“No deseches las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa y bendita!”, le soltó el papa Francisco a la Virgen del Divino Amor el 11 de marzo. En el lenguaje laico, eso quería decir que el líder católico acataba las medidas antipandémicas que acababa de declarar el Gobierno italiano, incompatibles con los atascos humanos que se suelen producir en la plaza de San Pedro. De hecho, la Virgen del Divino Amor reside a 30 kilómetros del Vaticano, que es desde donde el Papa emitió su mensaje profiláctico. Pese a su poesía gongorina, Francisco se portó de acuerdo con los criterios científicos, lo que es muy de agradecer. Aunque hubo en España alguna misa evangelista que tuvo que dispersar la policía, ninguna voz de la jerarquía se ha opuesto a la suspensión de las procesiones de Semana Santa. Han entendido perfectamente los argumentos de la razón sanitaria y han emitido ese mensaje a sus fieles.
Ninguna voz de la jerarquía se ha opuesto a la suspensión de las procesiones de Semana Santa. Han entendido perfectamente los argumentos de la razón sanitaria y han emitido ese mensaje a sus fieles. El patriarca Kirill de la iglesia ortodoxa rusa dijo a final de marzo: “He rezado durante 51 años, y espero que entiendan ustedes lo difícil que me resulta decir a la gente que no acuda a las iglesias”. Pero el caso es que se lo dijo. Otras doctrinas se han mostrado más correosas. La prensa internacional informa de que, en Estados Unidos, las iglesias evangélicas de las que se nutre el electorado de Donald Trump se han destacado como negacionistas del coronavirus. Según aprendo en The Economist, el predicador de Florida Rodney Howard-Browne fue detenido el 30 de marzo por fletar autobuses a su homilía asegurando que él podía inactivar el virus. El gobernador de ese Estado se apresuró entonces a incluir las actividades religiosas en la lista de servicios esenciales. En este caso, las religiones no se han dedicado a ayudar, sino a estorbar.
En cualquier caso, la fe está perdiendo puntos en esta crisis. Los líderes religiosos sensatos no están siguiendo su doctrina, sino los criterios de la ciencia, y los insensatos quedan desautorizados por sus propios fieles para dar consejo alguno a la población. Cuando un tratamiento funcione, veremos obispos haciendo cola en los hospitales.
https://elpais.com/ciencia/2020-04-09/la-fe-pierde-puntos.html
viernes, 24 de abril de 2020
La delgada línea entre autenticidad útil y perjudicial. Cuando nos expresamos, no olvidemos pensar en los demás.
Mientras esperaba entre bastidores que me llamaran, comencé a sentir el revoloteo familiar de las mariposas. Me tomó por sorpresa, porque pensé que había conquistado mis nervios de hablar en público. En el lapso de una década, había pasado de temblar frente a un salón de clases a pronunciar con calma discursos principales para audiencias de 20,000. Se suponía que era ansiedad entonces, serenidad ahora.
Pero algo fue diferente hoy: me dirigía al personal de TED en su retiro anual. Era toda una sala llena de gente que se ganaba la vida juzgando a los oradores más electrizantes del mundo. Tenía un dilema: ¿debería reconocer mis nervios en voz alta?
Ser vulnerable con las emociones es una forma de autenticidad. La autenticidad se trata de ser fiel a ti mismo: expresar tus pensamientos y sentimientos internos en el exterior. En lugar de usar una máscara, dejas que la gente vea lo que realmente sucede dentro de tu cabeza. Cuando no podemos hacer eso, los estudios muestran que es sofocante. La presión para cumplir con las expectativas de otras personas nos pone en una camisa de fuerza emocional, lo que lleva al estrés y al agotamiento. También puede socavar nuestro desempeño: cuando los emprendedores lanzan sus nuevas empresas y los candidatos de trabajo se lanzan a sí mismos, pretender ser alguien que no son, los pone nerviosos e interfiere con la calidad de sus presentaciones.
El caso en contra de ser falso es claro. Pero cuando se trata de ser real, tenemos opciones sobre qué partes de nosotros mismos revelar. Y puede haber ocasiones en las que sea mejor ser cautelosos con respecto a lo que divulgamos.
En un estudio reciente, los investigadores examinaron cómo esforzarse por ser auténtico en las entrevistas de trabajo influyó en las probabilidades de ser contratados por abogados y maestros. Midieron la autenticidad preguntando a los abogados y a los maestros qué tan de acuerdo o en desacuerdo estaban con declaraciones como: "Al entrevistar para un trabajo, trato de ser honesto sobre mi personalidad y estilo de trabajo" y "Es importante que un empleador me vea como Me veo a mí mismo, incluso si eso significa hacer que las personas reconozcan mis limitaciones ". Los candidatos que estuvieron de acuerdo con esas declaraciones tenían más probabilidades de recibir ofertas de trabajo, pero solo si su currículum había sido calificado en el percentil 90 o más. Para la gran mayoría de los abogados y maestros, esforzarse por ser auténtico no ayudó a sus posibilidades. Y en realidad perjudicaba sus posibilidades si eran maestros en el percentil 25 o inferior o abogados en el percentil 50 o inferior.
¿Por qué el objetivo de autenticidad falló para la mayoría de los candidatos y fue contraproducente para algunos? Una posibilidad es que cuando los solicitantes de empleo se centraron en ser auténticos, admitieron libremente sus deficiencias. Esto no planteó un problema para los abogados y maestros con currículums estelares: sus puntos fuertes ya eran evidentes, por lo que reconocer las debilidades indicaba conciencia de sí mismo. Pero para los candidatos que no habían demostrado su valía, la divulgación de defectos los hacía parecer incompetentes e inseguros. En una serie de experimentos, cuando las personas que se esperaba que fueran competentes confesaban una debilidad como luchar con la atención al detalle o una vulnerabilidad como ver a un terapeuta, eran menos respetadas.
La autenticidad sin límites es descuidada. Cuando transmitimos nuestras limitaciones, debemos tener cuidado para evitar poner en duda nuestras fortalezas. Esto parece ser especialmente importante para los grupos no dominantes. Lamentablemente, los experimentos muestran que cuando los líderes hacen bromas autocríticas, se les considera más capaces si son hombres y menos capaces si son mujeres. La competencia de los hombres generalmente se da más por sentado, mientras que, injustamente, las mujeres tienen que trabajar más para demostrar su valía en el trabajo.
Hay otro factor que podría explicar por qué la autenticidad no sirvió bien a algunos candidatos: parecían egoístas y egoístas. Estaban tan concentrados en expresarse que no demostraron entusiasmo por el trabajo y curiosidad por la organización.
"Uno de los problemas con el encuadre‘ trae todo tu ser al trabajo ’es que es narcisista", dijo Herminia Ibarra, profesora de comportamiento organizacional en la London Business School, en mi podcast TED, WorkLife. "¿Qué hay de interesarse en la otra persona?" Efectivamente, cierta evidencia sugiere que ser auténtico perjudica a las personas que se preocupan poco por los demás: les gusta menos y reciben menos evaluaciones de desempeño.
La autenticidad sin empatía es egoísta. Por supuesto, deberíamos ser fieles a nuestros valores, pero uno de esos valores probablemente debería preocuparse por los demás.
Mientras estaba detrás del escenario en el retiro TED, comencé a pensar en estas pautas. Probablemente era seguro ser vulnerable: había dado dos charlas TED, por lo que la audiencia probablemente asumiría que era un orador decente. Si iba a admitir mi ansiedad, necesitaba hacerlo sobre ellos, no sobre mí. Justo antes de subir al escenario, en lugar de lanzarme a una historia sobre la montaña rusa emocional de mi odisea de hablar en público, decidí abordarlo con una sola línea. Mientras caminaba en el escenario, dije: “Guau. Si hay algo más estresante que hablar en TED, es hablar con TED".
La audiencia se rió y rompió el hielo: inmediatamente me sentí relajado. Luego, dos miembros de la audiencia se acercaron para decirme que los hizo sentir apreciados. El hecho de que estaba nervioso por hablar con ellos dejó en claro que me importaban. La autenticidad no se trata solo de expresar nuestros propios pensamientos y sentimientos, se trata de transmitir nuestro respeto por los demás.
Adam Grant, psicólogo organizacional de Wharton, es el autor de "Originales". Para obtener más información sobre la autenticidad efectiva, y más sobre Herminia Ibarra, escuche WorkLife con Adam Grant, un podcast original de TED sobre la ciencia de hacer que el trabajo no sea una mierda. Puede encontrar WorkLife en Apple Podcasts, o en su plataforma de podcast favorita.
https://www.nytimes.com/2020/04/10/smarter-living/the-fine-line-between-helpful-and-harmful-authenticity.html?algo=identity&fellback=false&imp_id=309175474&imp_id=424582237&action=click&module=Smarter%20Living&pgtype=Homepage
Pero algo fue diferente hoy: me dirigía al personal de TED en su retiro anual. Era toda una sala llena de gente que se ganaba la vida juzgando a los oradores más electrizantes del mundo. Tenía un dilema: ¿debería reconocer mis nervios en voz alta?
Ser vulnerable con las emociones es una forma de autenticidad. La autenticidad se trata de ser fiel a ti mismo: expresar tus pensamientos y sentimientos internos en el exterior. En lugar de usar una máscara, dejas que la gente vea lo que realmente sucede dentro de tu cabeza. Cuando no podemos hacer eso, los estudios muestran que es sofocante. La presión para cumplir con las expectativas de otras personas nos pone en una camisa de fuerza emocional, lo que lleva al estrés y al agotamiento. También puede socavar nuestro desempeño: cuando los emprendedores lanzan sus nuevas empresas y los candidatos de trabajo se lanzan a sí mismos, pretender ser alguien que no son, los pone nerviosos e interfiere con la calidad de sus presentaciones.
El caso en contra de ser falso es claro. Pero cuando se trata de ser real, tenemos opciones sobre qué partes de nosotros mismos revelar. Y puede haber ocasiones en las que sea mejor ser cautelosos con respecto a lo que divulgamos.
En un estudio reciente, los investigadores examinaron cómo esforzarse por ser auténtico en las entrevistas de trabajo influyó en las probabilidades de ser contratados por abogados y maestros. Midieron la autenticidad preguntando a los abogados y a los maestros qué tan de acuerdo o en desacuerdo estaban con declaraciones como: "Al entrevistar para un trabajo, trato de ser honesto sobre mi personalidad y estilo de trabajo" y "Es importante que un empleador me vea como Me veo a mí mismo, incluso si eso significa hacer que las personas reconozcan mis limitaciones ". Los candidatos que estuvieron de acuerdo con esas declaraciones tenían más probabilidades de recibir ofertas de trabajo, pero solo si su currículum había sido calificado en el percentil 90 o más. Para la gran mayoría de los abogados y maestros, esforzarse por ser auténtico no ayudó a sus posibilidades. Y en realidad perjudicaba sus posibilidades si eran maestros en el percentil 25 o inferior o abogados en el percentil 50 o inferior.
¿Por qué el objetivo de autenticidad falló para la mayoría de los candidatos y fue contraproducente para algunos? Una posibilidad es que cuando los solicitantes de empleo se centraron en ser auténticos, admitieron libremente sus deficiencias. Esto no planteó un problema para los abogados y maestros con currículums estelares: sus puntos fuertes ya eran evidentes, por lo que reconocer las debilidades indicaba conciencia de sí mismo. Pero para los candidatos que no habían demostrado su valía, la divulgación de defectos los hacía parecer incompetentes e inseguros. En una serie de experimentos, cuando las personas que se esperaba que fueran competentes confesaban una debilidad como luchar con la atención al detalle o una vulnerabilidad como ver a un terapeuta, eran menos respetadas.
La autenticidad sin límites es descuidada. Cuando transmitimos nuestras limitaciones, debemos tener cuidado para evitar poner en duda nuestras fortalezas. Esto parece ser especialmente importante para los grupos no dominantes. Lamentablemente, los experimentos muestran que cuando los líderes hacen bromas autocríticas, se les considera más capaces si son hombres y menos capaces si son mujeres. La competencia de los hombres generalmente se da más por sentado, mientras que, injustamente, las mujeres tienen que trabajar más para demostrar su valía en el trabajo.
Hay otro factor que podría explicar por qué la autenticidad no sirvió bien a algunos candidatos: parecían egoístas y egoístas. Estaban tan concentrados en expresarse que no demostraron entusiasmo por el trabajo y curiosidad por la organización.
"Uno de los problemas con el encuadre‘ trae todo tu ser al trabajo ’es que es narcisista", dijo Herminia Ibarra, profesora de comportamiento organizacional en la London Business School, en mi podcast TED, WorkLife. "¿Qué hay de interesarse en la otra persona?" Efectivamente, cierta evidencia sugiere que ser auténtico perjudica a las personas que se preocupan poco por los demás: les gusta menos y reciben menos evaluaciones de desempeño.
La autenticidad sin empatía es egoísta. Por supuesto, deberíamos ser fieles a nuestros valores, pero uno de esos valores probablemente debería preocuparse por los demás.
Mientras estaba detrás del escenario en el retiro TED, comencé a pensar en estas pautas. Probablemente era seguro ser vulnerable: había dado dos charlas TED, por lo que la audiencia probablemente asumiría que era un orador decente. Si iba a admitir mi ansiedad, necesitaba hacerlo sobre ellos, no sobre mí. Justo antes de subir al escenario, en lugar de lanzarme a una historia sobre la montaña rusa emocional de mi odisea de hablar en público, decidí abordarlo con una sola línea. Mientras caminaba en el escenario, dije: “Guau. Si hay algo más estresante que hablar en TED, es hablar con TED".
La audiencia se rió y rompió el hielo: inmediatamente me sentí relajado. Luego, dos miembros de la audiencia se acercaron para decirme que los hizo sentir apreciados. El hecho de que estaba nervioso por hablar con ellos dejó en claro que me importaban. La autenticidad no se trata solo de expresar nuestros propios pensamientos y sentimientos, se trata de transmitir nuestro respeto por los demás.
Adam Grant, psicólogo organizacional de Wharton, es el autor de "Originales". Para obtener más información sobre la autenticidad efectiva, y más sobre Herminia Ibarra, escuche WorkLife con Adam Grant, un podcast original de TED sobre la ciencia de hacer que el trabajo no sea una mierda. Puede encontrar WorkLife en Apple Podcasts, o en su plataforma de podcast favorita.
https://www.nytimes.com/2020/04/10/smarter-living/the-fine-line-between-helpful-and-harmful-authenticity.html?algo=identity&fellback=false&imp_id=309175474&imp_id=424582237&action=click&module=Smarter%20Living&pgtype=Homepage
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jueves, 23 de abril de 2020
_- Día del libro
_- "Todo el mundo me dice que tengo que hacer ejercicio. Que es bueno para mi salud. Pero nunca he escuchado a nadie que le diga a un deportista tienes que leer". José Saramago
El libro es un recipiente donde reposa el tiempo. Emilio Lledó.
Te deseo tiempo
ELLI MICHLER
No te deseo un regalo cualquiera,
te deseo aquello que la mayoría no tiene,
te deseo tiempo, para reír y divertirte,
si lo usas adecuadamente podrás obtener de él lo que quieras.
Te deseo tiempo para tu quehacer y tu pensar
no sólo para ti mismo sino también para dedicárselo a los demás.
Te deseo tiempo no para apurarte y andar con prisas
sino para que siempre estés content@.
Te deseo tiempo, no sólo para que transcurra,
sino para que te quede:
tiempo para asombrarte y tiempo para tener confianza
y no sólo para que lo veas en el reloj.
Te deseo tiempo para que toques las estrellas
y tiempo para crecer, para madurar. Para ser tú.
Te deseo tiempo, para tener esperanza otra vez y para amar,
no tiene sentido añorar.
Te deseo tiempo para que te encuentres contigo mism@,
para vivir cada día, cada hora, cada minuto como un regalo.
También te deseo tiempo para perdonar y aceptar.
Te deseo de corazón que tengas tiempo,
tiempo para la vida y para tu vida.
El libro es un recipiente donde reposa el tiempo. Emilio Lledó.
Te deseo tiempo
ELLI MICHLER
No te deseo un regalo cualquiera,
te deseo aquello que la mayoría no tiene,
te deseo tiempo, para reír y divertirte,
si lo usas adecuadamente podrás obtener de él lo que quieras.
Te deseo tiempo para tu quehacer y tu pensar
no sólo para ti mismo sino también para dedicárselo a los demás.
Te deseo tiempo no para apurarte y andar con prisas
sino para que siempre estés content@.
Te deseo tiempo, no sólo para que transcurra,
sino para que te quede:
tiempo para asombrarte y tiempo para tener confianza
y no sólo para que lo veas en el reloj.
Te deseo tiempo para que toques las estrellas
y tiempo para crecer, para madurar. Para ser tú.
Te deseo tiempo, para tener esperanza otra vez y para amar,
no tiene sentido añorar.
Te deseo tiempo para que te encuentres contigo mism@,
para vivir cada día, cada hora, cada minuto como un regalo.
También te deseo tiempo para perdonar y aceptar.
Te deseo de corazón que tengas tiempo,
tiempo para la vida y para tu vida.
No diga raza. El coronavirus distingue entre etnias, sea por pobreza o por biología
A los antropólogos y humanistas les encanta decir que las razas no existen. Se llenan la boca con ese mensaje ecuménico y creen que así se protegen contra cualquier acusación de racismo que les pueda caer por su trabajo. Muchos se pasan el día estudiando a tribus del Amazonas que no han tenido contacto con la civilización, o a poblaciones de bosquimanos que se encuentran entre los ancestros más antiguos de la humanidad moderna. Lo que buscan es precisamente diferencias entre poblaciones relativamente aisladas durante decenas de miles de años –razas—, pero con decir que las razas no existen ya pueden dormir tranquilos por la noche. Cambian raza por etnia y a seguir escribiendo tesis.
El racismo no consiste en creer que hay razas, sino en creer que hay razas superiores a otras. Cambiar la palabra raza por etnia, o por población, no va a hacer nada por arreglar nuestros problemas más graves. Yo mismo suelo decir que soy de raza dudosa –era el más oscuro de mi clase, os lo confieso espontáneamente— y no creo estar contraviniendo ningún principio fundamental por decirlo. Como amante del jazz, incluso creo que hay razas superiores en ciertos sectores de la actividad humana: los negros son mucho mejores en ese universo musical profundo que ha marcado al siglo XX, y lo siento por vosotros, músicos blancuchos. Cuando decimos que el coronavirus no distingue de raza, estamos siendo inexactos. El coronavirus es racista, y necesitamos saber por qué. Sobre todo nosotros, los más oscuros de la clase.
Como sociedad multirracial, con perdón por la palabra prohibida, Estados Unidos suele ser un buen experimento para examinar la cuestión. Los negros suponen un 32% de la población de Luisiana, pero acaparan el 70% de las muertes por coronavirus. Los hispanos y los negros de Nueva York mueren de Covid-19 el doble que los blancos (20 frente a 10 muertos, respectivamente, por 100.000 habitantes). Los nativos americanos de Nuevo México muestran unas tasas de contagio muy superiores a la media del Estado. No sabíamos nada de esto hasta hace unos días, porque ni los CDC de Atlanta (los centros estadounidenses de control de enfermedades, una referencia mundial) ni las consejerías locales de salud facilitaban esos datos. Antes dejar morir a la gente que hablar de raza, claro, no vaya a ser que nos acusen de racismo. Error garrafal. El mundo es como es, no como quisiéramos que fuera.
Nuestra obligación es investigar y encontrar soluciones. Decir que las razas no existen queda muy bonito, pero no nos ayuda en nada La razón más probable de esas diferencias raciales en la vulnerabilidad al coronavirus es que los negros y los chicanos son de clase baja, y ser de clase baja es una de las peores decisiones que puede tomar una persona al nacer. Pero tampoco es nada extraño que haya diferencias biológicas en la susceptibilidad a un virus. En cualquiera de los dos casos, nuestra obligación es investigar y encontrar soluciones. Decir que las razas no existen queda muy bonito, pero no nos ayuda en nada.
https://elpais.com/ciencia/2020-04-12/no-diga-raza.html
El racismo no consiste en creer que hay razas, sino en creer que hay razas superiores a otras. Cambiar la palabra raza por etnia, o por población, no va a hacer nada por arreglar nuestros problemas más graves. Yo mismo suelo decir que soy de raza dudosa –era el más oscuro de mi clase, os lo confieso espontáneamente— y no creo estar contraviniendo ningún principio fundamental por decirlo. Como amante del jazz, incluso creo que hay razas superiores en ciertos sectores de la actividad humana: los negros son mucho mejores en ese universo musical profundo que ha marcado al siglo XX, y lo siento por vosotros, músicos blancuchos. Cuando decimos que el coronavirus no distingue de raza, estamos siendo inexactos. El coronavirus es racista, y necesitamos saber por qué. Sobre todo nosotros, los más oscuros de la clase.
Como sociedad multirracial, con perdón por la palabra prohibida, Estados Unidos suele ser un buen experimento para examinar la cuestión. Los negros suponen un 32% de la población de Luisiana, pero acaparan el 70% de las muertes por coronavirus. Los hispanos y los negros de Nueva York mueren de Covid-19 el doble que los blancos (20 frente a 10 muertos, respectivamente, por 100.000 habitantes). Los nativos americanos de Nuevo México muestran unas tasas de contagio muy superiores a la media del Estado. No sabíamos nada de esto hasta hace unos días, porque ni los CDC de Atlanta (los centros estadounidenses de control de enfermedades, una referencia mundial) ni las consejerías locales de salud facilitaban esos datos. Antes dejar morir a la gente que hablar de raza, claro, no vaya a ser que nos acusen de racismo. Error garrafal. El mundo es como es, no como quisiéramos que fuera.
Nuestra obligación es investigar y encontrar soluciones. Decir que las razas no existen queda muy bonito, pero no nos ayuda en nada La razón más probable de esas diferencias raciales en la vulnerabilidad al coronavirus es que los negros y los chicanos son de clase baja, y ser de clase baja es una de las peores decisiones que puede tomar una persona al nacer. Pero tampoco es nada extraño que haya diferencias biológicas en la susceptibilidad a un virus. En cualquiera de los dos casos, nuestra obligación es investigar y encontrar soluciones. Decir que las razas no existen queda muy bonito, pero no nos ayuda en nada.
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