sábado, 14 de marzo de 2015

Cuando hasta las empresas de pizza se politizan, las cosas van mal en EE UU. Paul Krugman

Si quieren saber lo que de verdad defiende un partido político, síganle la pista al dinero. A los expertos y a los ciudadanos se los engaña a menudo; ¿se acuerdan de cuando George W. Bush era moderado y Chris Christie un tipo razonable capaz de entenderse con los demócratas? Los grandes donantes, sin embargo, suelen saber muy bien lo que compran, así que se aprende mucho haciendo un seguimiento de sus gastos.

¿Y qué nos dicen las contribuciones del último periodo electoral? Los demócratas son el partido de los grandes sindicatos (o lo que queda de ellos) y los grandes bufetes, lo cual no resulta demasiado sorprendente: los sindicatos y los abogados son los principales grupos de apoyo de los demócratas. Los republicanos son el partido de las grandes empresas energéticas y alimentarias: dominan las contribuciones de los sectores de las extracciones y el comercio agrícola. Y son, especialmente, el partido del gran negocio de la pizza.

En serio. Un informe reciente de Bloomberg señalaba que las grandes empresas de pizza se han vuelto intensa y enérgicamente partidistas. Pizza Hut entrega un llamativo 99% de sus donaciones a los republicanos. Otros miembros del sector les sirven a los demócratas una porción algo más grande (lo siento, no he podido resistirme) pero, por encima de todo, la actual política de la pizza recuerda, por ejemplo, a la del carbón o el tabaco. Y el partidismo de la pizza dice mucho sobre lo que está pasando en la política estadounidense en general.

¿Por qué tiene que ser precisamente la pizza una causa de división? La respuesta inmediata es que se ha visto atrapada en la guerra de la nutrición. El cuerpo de la política estadounidense ha ganado mucho peso durante los últimos 50 años y, aunque se discuten las causas, la dieta poco saludable —la comida basura especialmente— se encuentra sin duda entre los principales sospechosos. Como señala Bloomberg, una parte del sector alimentario ha respondido a la presión de los organismos gubernamentales y los activistas de la alimentación tratando de ofrecer opciones más saludables, pero el sector de la pizza ha optado más bien por defender el derecho a añadir un extra de queso.

Ya conocemos la retórica de esta batalla. El grupo de presión de la pizza se presenta como el defensor del libre albedrío y la responsabilidad personal. Según su argumento, corresponde al consumidor decidir qué quiere comer, y no necesitamos que un Estado paternalista nos diga lo que debemos hacer.

Es un argumento que a muchos les parece convincente, pero no se sostiene demasiado bien cuando uno se fija en lo que de verdad está en juego en el debate sobre la pizza. Nadie propone prohibir la pizza, ni por supuesto limitar lo que a los adultos bien informados se les debe permitir comer. La batalla tiene más bien que ver con cosas como los requisitos de las etiquetas —proporcionar a los consumidores la información necesaria para que tomen decisiones responsables— y el contenido nutricional de los menús de los colegios, es decir, decisiones alimentarias que no toman unos adultos responsables, sino que alguien toma en nombre de los niños.
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Ah, y la dieta no es tampoco una opción puramente personal; la obesidad supone un gasto enorme para la economía en general.

Pero no esperen que estos argumentos tengan mucho éxito. Por un lado, los fundamentalistas del libre mercado no quieren saber nada de modificaciones en su doctrina. Además, dado que hay grandes corporaciones implicadas, se cumple el principio de Upton Sinclair: es difícil lograr que alguien comprenda algo cuando su sueldo depende de que no lo comprenda. Y al margen de todo eso, resulta que el partidismo nutricional bebe de fuentes culturales más profundas.
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A un nivel aún más profundo, puede que los expertos en salud digan que tenemos que cambiar nuestra forma de comer, y señalen las pruebas científicas, pero a las bases republicanas no les gustan mucho los expertos, la ciencia ni las pruebas. Los debates sobre la política nutricional sacan a la luz una especie de ira ponzoñosa —gran parte de ella dirigida ahora contra Michelle Obama, que ha estado defendiendo la reforma de los menús escolares— que les resultará muy familiar si han estado siguiendo el debate sobre el cambio climático.

El partidismo de la pizza, por tanto, puede sonar a broma, pero no lo es. Es más bien un ejemplo perfecto de esa nociva mezcla de dinero a espuertas, ideología ciega y prejuicios populares que está haciendo de Estados Unidos un país más ingobernable que nunca.
Fuente: http://economia.elpais.com/economia/2015/03/06/actualidad/1425655126_410925.html

viernes, 13 de marzo de 2015

FÍSICA. La belleza cumple un siglo. La gran teoría de Einstein sobre la gravedad, el espacio-tiempo y el cosmos llega a los 100 años en muy buena forma

El científico británico Francis Crick decía que el único filósofo de la historia que ha tenido éxito es Albert Einstein. La boutade pretendía sobre todo irritar a los filósofos, pero también recoge un elemento de asombro –muy común entre los físicos— sobre la forma en que Einstein llegó a formular la relatividad general, su gran teoría sobre la gravedad, el espacio, el tiempo y el cosmos, que cumple ahora cien años. Porque Einstein partió menos de los datos que de la intuición, menos del conocimiento que de la imaginación, y pese a todo llegó a una teoría que no solo se ha mostrado en extremo eficaz y fructífera, sino que se reconoce entre sus colegas como la más bella de la historia de la ciencia.

Que la belleza tenga algún papel en la ciencia es algo que deja perplejo a casi todo el mundo. La ciencia, según la percepción común, es el terreno del cálculo preciso, la observación rigurosa y el razonamiento implacable, y no se ve muy bien qué pueden pintar en ese marco las consideraciones estéticas. Y todo esto es cierto, muy probablemente, para la inmensa mayoría de la producción científica. Pero los grandes saltos conceptuales son obra de gente muy rara, y ahí los prejuicios del rigor y la austeridad patinan de manera estrepitosa. Los que se salen del marco son gente muy inteligente, sí, pero también muy imaginativa, muy creativa y muy sobrada.

Las matemáticas de la relatividad general son de una dificultad disuasoria para el lego, pero el punto de partida de Einstein no puede ser más simple e intuitivo. “La idea más feliz de mi vida”, según la propia descripción de Einstein, que la contó así: “Estaba sentado en la oficina de patentes de Berna, en 1907, cuando, de repente, me vino una idea: una persona en caída libre no sentirá su propio peso. Quedé sorprendido. Esa sencilla idea me causó una profunda impresión y me impulsó hacia una teoría de la gravitación”. Lo que hoy puede experimentar cualquier visitante de un parque de atracciones –la ingravidez en caída libre— fue el disparador de la teoría que fundó la cosmología moderna. Qué cosas.

También por fortuna para el lector, y para este torpe redactor, existe una formulación no matemática de la relatividad general que captura la esencia de esta teoría en una especie de haiku, o poema zen. Se debe al físico John Wheeler y dice así: “La materia le dice al espacio cómo curvarse, el espacio le dice a la materia cómo moverse”. El haiku de Wheeler, en efecto, no solo expresa el alma de la relatividad general –una teoría que explica la fuerza gravitatoria en términos puramente geométricos, literalmente como ondulaciones en el tejido del espacio y del tiempo—, sino que también capta buena parte de su calaña: su naturaleza autoconsistente, como el mundo cerrado donde habita una buena novela, sus armonías internas, su brevedad elegante. Su belleza.

Como no quiero que los físicos rompan hoy los cristales de mi balcón, déjenme aclararles enseguida que la ciencia no es solo poesía oriental. Con toda su hermosura y delicadeza, con toda su intuición y clarividencia, la relatividad general habría acabado en el contenedor del papel reciclado en el mismo instante en que sus predicciones contradijeran el duro y hosco mundo de ahí fuera. Si la teoría ha cumplido cien años es solo porque, hasta el momento, coincide con la realidad con un montón de decimales. La ciencia no es discípula del genio, sino esclava del mundo.

¿Saben cuál es el gran argumento contra el nihilismo? Que una gran teoría no solo explica todos los datos disponibles de una manera simple, sino que también predice fenómenos desconocidos y hasta non gratos para quien la formuló. Las ecuaciones de relatividad general predicen, para la infinita desesperación de su autor, objetos tan extraños como los agujeros negros –que hoy se han vuelto populares hasta en Hollywood— y fenómenos tan lunáticos como la expansión acelerada del cosmos. Que intente explicar eso quien crea que el mundo es un engaño: no podrá. ...

Fuente: http://elpais.com/elpais/2015/03/06/ciencia/1425663522_377108.html

El Einstein más humano. Un libro de citas del físico revela su cara artística, su humor y sus zonas umbrías

"Nuestra situación aquí en la Tierra es extraña. Cada uno de nosotros llega para una corta visita, sin saber por qué, aunque de vez en cuando parece adivinar un propósito. […] Sabemos una cosa: el hombre está aquí en beneficio de los demás hombres."  'Albert Einstein: el libro definitivo de citas'

A casi 60 años de su muerte, los logros científicos de Albert Einstein siguen proyectando una sombra tan alargada sobre nuestro entendimiento del mundo, y sobre el mundo en sí mismo, que lo más fácil es caer en una especie de trampa religiosa y declararle un ídolo o un superhombre, un icono que simboliza el poder de la mente pura para comprender y predecir la realidad. Las primeras recopilaciones de sus citas, filtradas con mano férrea por su secretaria y archivera, Helen Dukas, no hicieron sino alimentar ese mito al presentar una sesgada selección del Einstein más profundo, sensato y ecuánime, sin las fisuras ni debilidades que suelen revestir de carne a los arquetipos o a los espíritus puros.

Albert Einstein: el libro definitivo de citas (Plataforma Editorial) desentierra ahora —en una recopilación de exitosas ventas de la Universidad de Princeton— la cara oculta del genio: su esencial faceta artística, su omnipresente y agudo sentido del humor, también sus zonas más umbrías.

Y ahora escuchemos a Einstein (Ulm, Alemania, 1879 - Nueva Jersey, EE UU, 1955), que es a lo que hemos venido. Cuando le pidieron permiso para usar su nombre en la campaña publicitaria de una cura para el dolor de estómago, respondió: “Nunca autorizo a usar mi nombre con fines comerciales, ni siquiera cuando no se pretende engañar al público como en su caso”. Cuando una señora mayor le dijo en un autobús: “Oiga, su cara me resulta familiar”, Einstein respondió: “Sí señora, soy modelo para fotógrafos”. Eran los años treinta, y la celebridad del físico ya se traducía en una sucesión interminable de sesiones de posado para los escultores y artistas plásticos.

Su estilo de Groucho Marx siguió perfeccionándose con los años, como en esta cita: “Nunca pienso en el futuro. Llega demasiado pronto”. O en esta otra: “Para castigarme por mi falta de respeto a la autoridad, el destino me ha convertido en una”. O finalmente: “Estoy bastante bien, para haber sobrevivido al nazismo y a dos esposas”. Sí, Einstein era un misógino, como casi todo el mundo, aunque también un defensor de los derechos de las mujeres, y un proabortista (de plazos) ya en los años veinte.

El genio judío llegó a estar sinceramente harto de su celebridad, sobre todo porque ya no podía fiarse de los halagos que le hacía todo el mundo. En una ocasión le presentaron a un bebé de un año y medio, el bebé se echó a llorar, y dijo Einstein: “Es la primera persona en muchos años que me dice lo que piensa de mí”. Su vena misantrópica reaparece en las notas que mandaba Helen Dukas para rechazar la riada de manuscritos que le llegaban para revisar: “El profesor Einstein le implora que trate usted sus manuscritos como si el profesor Einstein ya estuviera muerto”.

La explicación de la relatividad más elegante y concisa —más einsteniana, por lo tanto— no fue obra de Einstein, sino del gran físico John Wheeler: “La materia le dice al espacio cómo curvarse, el espacio le dice a la materia cómo moverse”. Pero Einstein no lo había hecho mal unas décadas antes, en 1922, cuando su hijo Eduard le preguntó por qué era tan famoso, y él respondió: “Cuando un escarabajo ciego se arrastra sobre una hoja curvada, no se da cuenta de que su camino está curvado; yo he tenido la suerte de darme cuenta de lo que se le pasó al escarabajo”. Y a Newton, sería justo añadir.

La literatura y las artes tuvieron un papel esencial en su vida, con un énfasis especial en la música. “Si no fuera físico sería músico”, aseguró. “Experimento el mayor grado de placer ante las obras de arte; me llenan de sentimientos de felicidad de una intensidad que no puedo obtener de otras fuentes”.

Albert Einstein empezó a tocar el violín con seis años, y tuvo 10 violines entre 1920 y 1950 —celebró la confirmación de su teoría en 1921 comprándose uno—, aunque en sus últimos años los sustituyó por el piano. Sus gustos no podían ser más clásicos —Bach, Mozart, Schubert, Schumann y nada de Wagner— y es muy posible que guarden relación con su ciencia. No en un sentido directo —ninguna de sus teorías se basó en la música—, sino en uno más profundo y recóndito: en la búsqueda de una estructura, de un sentido del todo, de una autoconsistencia que no se deriva de los datos, sino de un imperativo armónico o estético. Las grandes mentes piensan igual, dice el proverbio inglés (que enseguida añade: pero los tontos rara vez discrepan).

Pero, si yo fuera un artista, mi cita favorita de Albert Einstein sería la siguiente: “La imaginación es más importante que el conocimiento”. Será mentira, pero dímelo.
Fuente: http://cultura.elpais.com/cultura/2014/11/14/actualidad/1415987528_724128.html

13, hitos en la vida de Einstein a 100 años de la teoría de la relatividad

Newton y Einstein

Vaya por delante agradecer que se publiquen noticias tan importantes como el centenario de la teoría de la relatividad. Aun así, por enésima vez, se cae en el tópico de divulgar un error también centenario: el de que la teoria de Einstein echa por tierra a Newton. Y esto es falso desde todo punto de vista, sea científico, conceptual o filosófico. Si a las ecuaciones de Einstein y a las transformadas de Lorentz se les aplican las limitaciones de masa y velocidad observables en la época de Newton, salen de manera matemática y hermosa las transformadas de Galileo y las ecuaciones del genio inglés. Cualquier ingeniero que hoy en día diseña un puente o un cableado de alta tensión (salvo obras geniales de grandísima complicación) utiliza la geometría de Euclides y las leyes de Newton.

Continuar divulgando esta falsedad sobre la relación entre Newton y Einstein sólo sirve para dar argumentos a quienes quieren ningunear a la ciencia frente a teorías tan peregrinas como al creacionismo, ahora de moda gracias a la asignatura de Religión. Les sirve para argumentar que si creímos a Newton y estaba equivocado, pueden ser erróneas todas las demás teorías científicas. Y esto es dañino para la futura educación de nuestros hijos, sobre todo porque argumentan desde una falsedad a la que los propios divulgadores científicos dan pábulo. Newton no estaba equivocado, sus ecuaciones son ciertas, simplemente no eran universales.  Pozuelo de Alarcón, Madrid . Cartas al director. El País.
https://youtu.be/d8RYUZT57XA

jueves, 12 de marzo de 2015

La batalla interior de los físicos del nazismo. Philip Ball indaga en la compleja relación entre ciencia y política bajo el Tercer Reich

La física fue la gran ciencia de la primera mitad del siglo pasado, la especialidad capaz de los mayores honores y los peores horrores. También fue el campo de acción de los mayores héroes y villanos, del desarrollo de usos de las radiaciones para curar y para matar. ¿Dónde estaba cada uno? ¿Cómo sobrevivieron al nazismo los que se quedaron en Alemania? ¿Cómo hablaban de relatividad sin Einstein? ¿Era posible asomarse al nuevo mundo despreciando la ciencia judía, teniendo en cuenta que una cuarta parte de los físicos alemanes eran, en 1933, oficialmente “no arios”?

Philip Ball indaga en este libro sobre la batalla en el alma de los físicos alemanes bajo el Tercer Reich, al menos según el título original. Y lo hace con profundidad pero sin sesgos, sin apriorismo y con un análisis riguroso y equilibrado. Dejando claro, también, que no hay ciencia sin política. Es el retrato de un momento científico apasionante —es poco probable que veamos nunca nada igual, el descubrimiento, literalmente, de un universo desconocido— y de un momento político excepcional.

Y no es fácil, desde luego, mantener el equilibrio cuando se conoce, por ejemplo, el trato que recibió Lise Meitner, judía, mujer, ninguneada por su jefe —ni siquiera la mencionó cuando recogió el Nobel que ella merecía— y que pudo escapar de Alemania gracias a Peter Debye, uno de los personajes clave para el autor. Precisamente Ball, divulgador científico y editor durante veinte años de la revista Nature, rescata del lugar de los apestados en el que han colocado algunos biógrafos a Debye y, de hecho, este es en cierta medida el hilo conductor, pese a haber sido considerado “un premio Nobel con las manos sucias”.

Peter Debye, que trabajó “en una de las áreas menos glamurosas de la ciencia: la fisicoquímica”, fue acusado (en enero de 2006) de connivencia con los nazis, pese a que nunca quiso adoptar la nacionalidad alemana, lo que hubiera supuesto perder la holandesa, y que fue, de hecho, quien hizo posible la huida de Meitner. Pero se movió en una zona gris en algunas ocasiones, entre el fervor por el conocimiento y el acatamiento de normas claramente racistas. Precisamente en esa zona gris es donde Ball trata de explicar, y de entender, los comportamientos de los protagonistas de esta historia, el gran Planck, Heisenberg y todas las lumbreras del momento.

En el proceso de nazificación de Alemania distingue Ball a los convencidos y a quienes viven lo que pasa viendo un país deshecho que comienza a levantarse y ven con buenos ojos que se restaure “el honor nacional. Eso no significa que Heisenberg recibiera con beneplácito el ascenso de Hitler, pero, como a muchos alemanes de familias de clase media alta, lo predispuso favorablemente hacia algunos aspectos de las políticas nacionalsocialistas, entre ellos su truculencia militarista”.

Se trata, en fin, de entender cómo los físicos alemanes se comportaron, en palabras de Planck, “como un árbol frente al viento”. O, dicho de otra manera, cómo unas personas tan inteligentes se acomodaron a una situación en la que “lo que antes había sido impensable se volvió de repente factible”.

Al servicio del Reich. La física en tiempos de Hitler. Philip Ball. Traducción de José Adrián Vitier. Turner. Madrid, 2014. 354 páginas. 24 euros.
http://cultura.elpais.com/cultura/2015/02/10/babelia/1423567411_709762.html

Grecia, la deuda inútil La UE debe acabar la era de los recortes a ultranza e iniciar la del estímulo inversor

Una vez que el Gobierno de Grecia ha alcanzado un acuerdo político solo para cuatro meses con el Eurogrupo, aceptando básicamente las condiciones de este, es un buen momento para analizar la situación de ese país en el contexto europeo. El caso griego es el paradigma de la crisis. Cientos de miles de euros entregados a Grecia desde 2010 para evitar la caída de la banca acreedora europea, que valieron únicamente para refinanciar esa deuda privada y transmutarla en deuda pública en manos de los Gobiernos de la eurozona y del BCE. No sirvieron para sanear la economía griega. Entre otras cosas porque la inoperancia de los sucesivos Gobiernos helenos y las condiciones deflacionistas de los rescates, consistentes en deprimir el consumo, la hundieron aún más. Ha sido una deuda inútil.

Su contrapartida debió ser —y no lo fue— un programa de inversiones, al tiempo que de reformas internas en la Administración, contra la corrupción, y en el sistema fiscal —injusto e inservible— que padece Grecia, junto a un descenso en los abultados gastos en Defensa y la desaparición de los privilegios fiscales y salariales de la poderosa Iglesia ortodoxa. No hay más que ver la “lista de reformas” enviada al Eurogrupo por el Gobierno griego para comprender que está casi todo por hacer. Eso explica que el ministro de Finanzas, Varoufakis, renegase de la deuda considerándola una adicción, una droga. Eso es exactamente.

La pretensión del Gobierno griego era abolir el programa de rescate o asistencia financiera y sustituirlo por un préstamo puente que no condicionara su política económica. O sea, más deuda, aunque incondicional. El programa de rescate se impuso a Grecia porque no era capaz de financiarse en los mercados por sí misma, nadie le prestaba a intereses asumibles. Solo la Unión, naturalmente, y con condiciones, pero hasta hoy han sido demasiado duras para el pueblo griego e ineficaces para salir del hoyo.

Hay otras sendas que se podrían y deberían transitar. En el corto plazo, además de la liquidez monetaria que ha de aportar el BCE, el pueblo griego necesita respirar, recibir ayuda, ya prácticamente humanitaria. No creemos que sea imposible un plan europeo, acotado en el tiempo, dirigido a elevar el consumo y la calidad de vida de los griegos y de los europeos más necesitados, en materias como la salud o el derecho elemental —especialmente de niños y mayores— a la alimentación. Sin embargo, los problemas de fondo de Grecia van más allá. Sin resolverlos, un alivio momentáneo no sería sostenible, ni un tercer rescate clónico de los anteriores. Se requiere política y no otro diluvio de deuda solo para salir del paso. La enésima crisis griega está, efectivamente, más que nunca teñida de política, pues convive con una reciente decisión democrática de los electores, que habría de servir para que, con la participación del Banco Europeo de Inversiones y de la Comisión Europea, Grecia —a cambio de reformas estructurales— dispusiera, no de más deuda pasiva para tapar los vencimientos de cada día, sino de un programa inversor sólido que inyecte energía a su congelado sistema económico.

Ese programa debería insertarse en lo que es verdaderamente estratégico: un giro en la economía europea hacia la política que, con éxito, ha impulsado Obama en Estados Unidos. El último proyecto de presupuesto que ha presentado al Congreso es un ejemplo válido para Europa: subida de impuestos sobre el capital y las herencias a los más ricos, personas y sociedades —particularmente a las multinacionales que se escapan a los paraísos fiscales, algunos de ellos europeos—, inversiones en infraestructuras, ayudas a las clases medias.

Al lado de lo anterior, la UE debería abordar una renegociación de la deuda griega, a todas luces impagable en las actuales condiciones. Se pueden utilizar diversos mecanismos: mayores plazos, reducción de intereses y un objetivo de superávit primario más razonable que el vigente. Cuando se trata de los “grandes” la UE es siempre flexible, como acabamos de ver con los déficits de Francia e Italia. Lo que no pueden hacer ni Grecia ni la Unión es seguir con una política de ajuste hipócrita que solo ha hecho aumentar la deuda pública y no sacarnos del crecimiento plano, del desempleo crónico, de la deflación.

Cambiar esto es lo que realmente puede ayudar a Grecia y nos puede ayudar a los demás. ¿Qué podría hacer Tsipras al respecto? No ir de llanero solitario, o caer en la tentación de liderar radicalismos estériles. Esa inclinación no es sencilla de evitar, cuando Syriza prometió tanto. Pero no conduce a nada bueno. Solamente a dejarse seducir por un neonacionalismo o neosoberanismo aislacionista, incluidos amagos de cambios de alianzas, que llevaría de forma natural al antieuropeismo, igualmente estéril. Grecia haría bien en acercarse a fuerzas y Gobiernos progresistas, como los de Francia e Italia, para empujar a la Unión a acabar con la era de los recortes a ultranza, e iniciar la era del estímulo inversor, que solo se puede conseguir eficazmente desde Europa como algo que beneficie a todos, no solo a Grecia. La idea de las “soluciones en un solo país” ha pasado ya a la historia.

Diego López Garrido es diputado y presidente del Consejo de Asuntos Europeos de la Fundación Alternativas. Nicolás Sartorius es vicepresidente ejecutivo de la Fundación Alternativas.
Fuente: http://elpais.com/elpais/2015/03/10/opinion/1426005028_278601.html

miércoles, 11 de marzo de 2015

El decano de la universidad de Helsinki, Finlandia, Jari Lavonen, desgrana las claves del éxito finlandés en el 1er.Simposio Internacional sobre la Formación Inicial de los Maestros. "Un niño de cuatro años necesita jugar, no ir a la escuela"

Sus alumnos son los que empiezan la escuela más tarde (a los siete años), los que menos horas de clase tienen, de los que menos deberes hacen… Y aún así, sus resultados escolares están entre los mejores del mundo. El fracaso escolar y la repetición de curso prácticamente no existen en Finlandia, cuyo sistema educativo ha centrado la atención internacional por su buena posición en el informe Pisa, la macroevaluación de la OCDE que mide los conocimientos de los estudiantes de quince años en el mundo.

Ayer, el decano de la Facultad de Educación de la Universidad de Helsinki, Jari Lavonen, desgranó las claves del éxito finlandés en el primer Simposio Internacional sobre la Formación Inicial de los Maestros celebrado en Barcelona. Este simposio, organizado a través del Programa de Millora i Innovació en la Formació dels Mestres i la Secretaria d'Universitats i Recerca, busca el intercambio de experiencias para impulsar la preparación de los docentes y el sistema educativo. Lavonen sorprendió a los asistentes por su visión de la educación.

-¿Qué cualidades ha de tener un buen maestro?
-Una de las cosas que más valoramos en los candidatos para acceder a la facultad de Educación es la motivación. Si tienen experiencia con gente joven, en la atención a otras personas, si saben escuchar. La motivación es imprescindible para ser maestro. Otra cuestión en la que nos fijamos es que estén dispuestos a trabajar duro, a estudiar mucho, porque la de maestro es una carrera difícil. Y otro punto imprescindible: capacidad de comunicación e interacción.

-¿Sólo los alumnos con notas excelentes al final de la secundaria pueden acceder a las facultades de educación finlandesas?
-Sí y no. Las notas de la secundaria nos dicen algo, por supuesto, pero también tenemos un examen de acceso a la facultad. Los estudiantes han de leer varios libros sobre filosofía de la educación, educación comparada, ciencia de la educación… y luego les hacemos aplicar estos conocimientos a nuevos contextos. En general, tenemos unos 3.000 aspirantes, y superan estos exámenes unas 300 personas. Luego entrevistamos a estos aspirantes y acabamos seleccionando a 120 estudiantes, que son los que accederán a la facultad de magisterio. Así que las notas de la secundaria no lo son todo para convertirse en maestro.

-Usted hace hincapié en que un maestro necesita una amplia formación moral y ética.
-Esto es imprescindible, porque un maestro trabaja con seres humanos. Y el ser humano es lo que la educación hace de él. Los niños son valiosos, hay que tratarlos de forma adecuada, apoyarlos, ser positivos para sacar lo mejor de ellos. Hay que entender cómo son, y también entender a las familias. Un maestro ha de tener un comportamiento ético porque es un ejemplo social.

-¿Cuáles son las claves del éxito de su sistema educativo?
-Existen varios factores. Primero, tenemos toda una cultura de la educación que nace del siglo XIV. Luego, la selección de los maestros, escogemos a los mejores, y les formamos bien. Además, la sociedad confía en los maestros, ellos se sienten apoyados porque se les valora, tienen autonomía, en Finlandia ni siquiera existe la inspección educativa. Y los maestros no son funcionarios, sino que los contrata el municipio. Además, no tenemos escuelas privadas, todas las escuelas son públicas y de alta calidad, y contamos con recursos suficientes para la educación. También nos preocupamos por los alumnos con necesidades educativas especiales, hay pocos alumnos por aula y contamos con apoyos y refuerzos en las clases con mayores dificultades.

-Usted ha comentado antes que en Finlandia, la educación es totalmente gratuita.
-Sí, desde la primaria a la universidad. En primaria, todos los alumnos tienen los libros gratis, la comida en el centro gratis y el transporte gratis. En la secundaria, en cambio, los libros no son gratuitos, pero contamos con buenas bibliotecas. La universidad también es gratuita, tanto los grados como los másters, no existen tasas. Esto es así porque creemos en la equidad.

-¿Un país necesita justicia social para obtener buenos resultados educativos?
-Por supuesto. Esto es crucial. Sin equidad no hay excelencia. En Finlandia hay pocos alumnos con resultados bajos y el origen social pesa menos que en la mayoría de países para tener éxito educativo, aunque también debemos mejorar en esto. Ahora tenemos retos, la economía va peor y tenemos más diversidad cultural en las aulas. Debemos trabajar más para mantener esta igualdad.

-¿Hay consenso político sobre ello?
-Así es. Entre los partidos finlandeses no hay grandes diferencias en su agenda educativa. La educación es un valor nacional.

-¿Cuántas leyes educativas han tenido en los últimos treinta años?
-La última es de los 80.
-Aquí llevamos siete.
-Bueno, tras esta ley ha habido normas menores para mejorar algunas cuestiones, como la educación especial. Pero no son leyes que se confronten con las anteriores, sino que aportan algo nuevo, que responden a nuevas necesidades.

-Todos los países quieren salir bien en el informe Pisa. ¿A ustedes les preocupa especialmente?
-En el 2012 nuestra puntuación en matemáticas bajó, y la ministra de Educación se preocupó mucho. Pero la mayoría de la población no. De hecho, muchos maestros estaban contentos porque creían que así recibirían más recursos para sus escuelas.

-Pisa aporta datos valiosos. Pero, ¿hacer un ranking de sistemas educativos tiene sentido? ¿Es posible comparar las escuelas de dos sociedades tan diferentes como la coreana y la mexicana, por ejemplo?
-Quizás no. No debemos olvidar que el informe Pisa es un proyecto de la OCDE, y que esta organización tiene una visión determinada del progreso. Ellos dicen: aquí tenemos petróleo, aquí minerales, y aquí trabajadores cualificados. Miran en qué países hay suficientes trabajadores cualificados para instalar empresas y fábricas, para invertir. Y el ranking de Pisa es un efecto colateral de esta visión.

-En España, el ranking de Pisa se vive como el sorteo de la Champions League.
-A nosotros, pese a que salimos bien, no nos gustan los rankings. No publicamos rankings de escuelas ni de universidades. No buscamos competición, sino colaboración.

-La educación en Finlandia comienza a los siete años. ¿Por qué tan tarde?
-¿Y por qué antes? La niñez es para jugar, para hacer cosas con otros, para colaborar, no para ser educado de una forma reglada y pesada. Un niño de cuatro años tiene que jugar, no estar en una escuela con una educación reglada.

-¿Y si ambos padres trabajan?
-Cada municipio tiene guarderías, pero es un servicio más bien lúdico. También hay madres que se encargan de varios niños y es el gobierno local el que las paga. Aunque es cierto que ahora estamos discutiendo de nuevo la educación de 0 a 6 años.

-¿Qué efectos tiene un sistema educativo de calidad e igualitario en la sociedad?
-Nuestra visión de la educación es holística. Por supuesto que existe una correlación entre nivel educativo y progreso económico, pero hay algo más. Una persona educada tiene una vida más plena, más recursos vitales, cuida mejor de su salud, disfruta más la vida. Ese es al menos el objetivo.

-¿Y qué necesita mejorar la escuela finlandesa?
-Muchísimas cosas. Ahora tenemos un debate sobre cómo introducir la tecnología en la educación, sobre cómo dar respuesta al aumento de la diversidad cultural en las aulas… También, entre los estudiantes de primaria, hemos detectado una menor motivación por leer y aprender. El funcionamiento de las escuelas y la relación con las familias también debe avanzar.

Maite Gutiérrez. La Vanguardia
Fuente original: http://www.lavanguardia.com/vida/20150220/54426341224/jari-lavonen-nino-cuatro-anos-necesita-jugar-escuela.html

Rajoy y los griegos

“Tsipras ha prometido algo que no podía cumplir y eso produce una gran frustración al pueblo griego”: ha declarado Mariano Rajoy. Y yo no puedo evitar darle la razón, ya que ¿quién sabe más de esas frustraciones que él? Aún recuerdo, en las últimas generales, a un soberbio Javier Arenas, mirando retador al auditorio y profetizando a voz en grito: “¡Ni en educación, ni en sanidad, ni en las ayudas a la dependencia recortaremos ni un euro! ¡Esas son las rayas rojas del PP! Faltaría más”. Sí, Rajoy sabe bien lo que es generar frustración, aunque él no ha necesitado, como el líder griego, un enemigo exterior para enmascarar el desengaño de su pueblo. Él lo encontró en Zapatero, el cual, ocultando aviesamente el envenenado déficit público que le legaba, fue el único culpable del inmediato incumplimiento de las promesas electorales del PP. Pobre Rajoy, tan ignorante él de la perversa quiebra con la que iba a tener que lidiar aunque, a decir verdad, una parte sustanciosa de ese desastre estuviera bien oculta en las autonomías gobernadas por su propio partido.—  Valencia 7 MAR 2015 - Cartas al director. El País.

martes, 10 de marzo de 2015

Sin capacidad de análisis y sin supervisión política. Un informe de Cáritas Europa pone en evidencia la debilidad progresiva de la Unión y las pocas expectativas de mejora

¿Saldrá la Unión Europea más fuerte de esta etapa de crisis? ¿Ha elegido, y está siguiendo, la estrategia necesaria para ello? La pregunta tiene varias facetas, no solo la económica, sino también la política, la social o la internacional. Y en todos los aspectos, la conclusión no puede ser más decepcionante. Europa, liderada en esta década, por primera vez, casi en solitario, por un Gobierno democratacristiano alemán, no vislumbra un futuro ambicioso, sino más bien inquietante.

Un informe de la Cámara de los Lores, hecho público esta semana, señala con firmeza la pérdida de relevancia internacional, exactamente en el lugar del mundo que más nos interesa y afecta: Rusia. Europa ha estado, y está, en el centro de la crisis de Ucrania y de sus relaciones con Moscú, y se ha movido hasta ahora con una asombrosa “pérdida de capacidad de análisis”. Los dirigentes europeos no se dieron cuenta de la crisis que se iba incubando, porque, entre otras cosas, dejaron las negociaciones con Ucrania en manos de tecnócratas: “La ausencia de supervisión política fue evidente”.

El resultado, insiste el documento, fue que “ni la Unión, ni los Estados miembros fueron capaces de interpretar lo que ocurría sobre el terreno ni de ofrecer una respuesta autorizada”. Por eso, tal vez, la apresurada irrupción posterior de Angela Merkel y François Hollande, en un loable, pero insuficiente, intento de reconducir la situación. Ahora toca permanecer unidos, y muy firmes, frente a la inaceptable desmembración de un Estado soberano y procurar, al mismo tiempo, que Rusia no se vea abocada a interpretar nuestros movimientos como respuestas amenazadoras. Es decir, recuperar como se pueda la influencia política, perdida por errores de apreciación.

“Pérdida de capacidad de análisis”, “ausencia de supervisión política”, podrían ser aplicados también a la evolución social en la UE. En este caso es un informe publicado, también esta semana, por Cáritas Europa el que pone en evidencia la debilidad progresiva de la Unión y las pocas expectativas de mejora. En la mitad de los 28 Estados de la UE, al menos uno de cada tres niños vive en la pobreza. En siete de ellos (España, Grecia, Portugal, Irlanda, Italia, Rumania y Chipre), se aprecian niveles preocupantes de privación en amplias capas de la población. La ONG pide que se ponga en marcha una renta (salario, ingreso, como se quiera llamar) mínima, y que se lancen programas de creación de empleo que acaben con los planes de austeridad. El fracaso en proporcionar estos apoyos en la escala requerida, afirma, debilita de tal manera a Europa que harán falta décadas para reanimarla.

Se diría que el esqueleto sobre el que todas las demás debilidades descansan es el formado por la supervisión política. Pero es precisamente ese esqueleto el que falla más estrepitosamente y el que muestra menos síntomas de fortaleza futura. La integración política europea puede haber avanzado en algunos aspectos formales necesarios, imprescindibles, sin duda, pero claramente insuficientes. Todo el edificio se levanta, afirma el economista británico Simon Wren-Lewis, sobre una especie de “cuasi constitucionalismo neoliberal, que tiene consecuencias adicionales y socava sus propias condiciones políticas y morales”. En lugar de buscar la convergencia de los Estados miembros, se instala la competencia; en lugar de buscar un fuerte liderazgo político, centrado en Berlín, pero plural, se confía en el increíble eje Alemania-Holanda.

Sea, aceptan algunos. Pero la estrategia elegida para salir de la crisis permitirá que emerja una Europa nueva más fuerte económicamente, y debido a ello, más influyente. No parece ser el criterio de cada día más economistas. Es la firme convicción, eso es cierto, de la mayoría de los grandes medios de comunicación y de la mayoría de los centros de poder. Incluso de los economistas vinculados a la llamada City europea. Muchos otros creen que es esa estrategia la que impedirá durante muchos años que Europa recobre su fortaleza. “Pasará tiempo antes de que los economistas puedan calcular cuál ha sido el coste total de las erróneas políticas de austeridad”, asegura Wren-Lewis. Pero entonces los gritos deberían oírse en las puertas del Parlamento.  22 FEB 2015.
Fuente: http://elpais.com/elpais/2015/02/20/opinion/1424447562_492930.html

El avión solar inicia su vuelta al mundo. El 'Solar Impulse 2', que se alimenta exclusivamente del Sol, despega en Abu Dhabi


El primer avión impulsado completamente por energía solar, Solar Impulse 2, ha despegado este lunes de Abu Dhabi para iniciar un viaje de cinco meses de duración durante el cual dará la vuelta al mundo. La nave, que pesa lo mismo que un automóvil familiar (2.300 kilos) y tiene la misma envergadura que las aeronaves de pasajeros más grandes, cubrirá 35.000 kilómetros que se repartirán en 25 días de vuelo con velocidades de entre 50 y 100 kilómetros por hora. No es el primer avión que vuela con energía solar, pero es el primero que puede cruzar océanos y continentes.
Fuente: El País. http://elpais.com/elpais/2015/03/09/videos/1425897990_579048.html

lunes, 9 de marzo de 2015

Las púas del puercoespin

Desde la lógica neoliberal los argumentos básicos para eliminar el salario mínimo y la prestación por desempleo serían los siguientes:

- Eliminar el salario mínimo (que, por cierto, es bajo en España). Fundamentalmente, hay un triple argumento contra la existencia de un salario mínimo ya que, según los neoliberales el salario mínimo:
1) pone en peligro el empleo y la competitividad de la economía;
2) favorece una espiral inflacionista y
3) al ser superior al salario de equilibrio genera un exceso de oferta laboral y desempleo.

- Eliminar la prestación por desempleo (que, por cierto, cada vez es más bajo en España). Principalmente, el argumento es doble según los neoliberales, ya que la prestación por desempleo:

1) pone en peligro el empleo y la competitividad de la economía y
2) reduce las probabilidades de buscar un empleo, alarga el desempleo y carga el sistema.

De aquí se pueden extraer algunas rápidas lecciones:
1º) Toda medida de carácter social pone en peligro el empleo y la competitividad de la economía (cajón de sastre neoliberal).
2º) La competitividad de la economía es un eufemismo para referirse a la pérdida de derechos sociales, laborales y sindicales.
3º) Los argumentos “al ser superior al salario de equilibrio genera un exceso de oferta laboral y desempleo” y “reduce las probabilidades de buscar un empleo, alarga el desempleo” son contradictorios, el primero genera exceso de oferta y el segundo la mitiga.

De todos modos hay que entender que para los neoliberales el trabajo es una mercancía más, las personas venden su capacidad para trabajar a un precio que el mercado siempre determina impersonal y sabiamente.

Es decir, para un neoliberal los seres humanos somos como cualquier otro producto que se puede vender y comprar en el mercado y como “homo economicus” debemos plegarnos a esa lógica (claro que el llamado “mercado de trabajo” ha sido uno de los inventos más antinaturales que jamás han experimentado los seres humanos y esta concepción supone una aberración antropológica y uno de los mayores fraudes intelectuales de la historia que solo sirven para dar coartada científica a la utopía económica liberal).

Para el neoliberal hay un salario de equilibrio que dicta el mercado libre (que siempre es molón); si éste dice que son 200 euros al mes, ajo y agua.

Para el neoliberal quedarte sin empleo y pasar a cobrar el paro es una incongruencia ya que presupone que cuando nos quedamos en paro tenemos que buscar otro empleo de continuo, sin esperar ni siquiera unos días para digerir el golpe o pararse a reflexionar mínimamente sobre lo que nos pasa; obviamente si eliminamos la prestación por desempleo las personas se apresuraran más en buscar otro trabajo porque tendrán que seguir pagando las hipotecas, facturas, dar de comer a sus hijos, etc.

Para finalizar quiero compartir las palabras de Walter Block economista de la escuela austriaca, aynrandiano y “anarquista de mercado” del ultraliberal Mises Institute de EE.UU. (también ex economista jefe del Fraser Institute y gurú de nuestro Instituto Juan de Mariana, todos ellos lobbies centrados en extender el llamado Consenso de Washington y los intereses de la plutocracia) relacionados con los asuntos comentados:

- El argumento esclavista:
Dice, “un contrato basado en la propiedad privada llega a más reinos de la interacción humana, incluso para voluntarios contratos de esclavo.”
En la película “Stico” de Jaime de Armiñán, un Fernando Fernán-Gómez arruinado se ofrece como esclavo a Agustín González que acaba aceptando; lo que veíamos antes como parábola propia de tiempos pasados es lo que proponen hoy algunos renombrados “expertos” para el día de mañana.

- El argumento darwinista social:
Dice “algunos animales son más débiles que otros. Por ejemplo, el puercoespín es un animal indefenso excepto por sus púas, el ciervo es vulnerable excepto por su velocidad. En la economía también hay personas relativamente débiles. Los discapacitados, los jóvenes, las minorías, los que no tienen preparación, todos ellos, son agentes económicos débiles. Pero al igual que les ocurre a los seres en el mundo animal, estos agentes débiles tienen una ventaja sobre los demás: la capacidad de trabajar por sueldos más bajos. Cuando el gobierno les arrebata esa posibilidad fijando sueldos mínimos obligatorios, es como si se le arrancaran las púas al puercoespín.”
Sin comentarios.

https://lpedeuda.wordpress.com/2013/02/07/las-puas-del-puercoespin/

Austero Berlinguer. En qué momento se perdió el concepto de austeridad como modelo alternativo al existente

Ahora que la austeridad ha dejado de ser la moda (aunque se siga aplicando) y que sus autores intelectuales intentan, avergonzados, soltarse de ella como si fuera un chicle pegado en la suela del zapato, la cuestión es en qué momento se perdió la batalla de la austeridad como uno de los medios centrales para impugnar desde la raíz un modelo de crecimiento basado en el derroche y en el desaprovechamiento de los recursos naturales y sustituirlo por otro que tenía como objeto luchar contra el cambio climático, considerado el problema mas grave de la humanidad.

La austeridad fue arrebatada de su significado inicial para devenir, siempre, en sinónimo de las mal llamadas reformas estructurales (recortes) de devaluaciones internas salariales, de reducción de la protección social. Aquella versión de una política de austeridad transformadora y redistributiva fue desarrollada en los años setenta del siglo XX por el partido intelectualmente más imaginativo que ha existido en el pasado inmediato: el Partido Comunista Italiano (PCI). Antes de que Syriza rompiese en Grecia el molde del bipartidismo tradicional de los países europeos, el que estuvo a punto de conseguirlo fue el PCI de Enrico Berlinguer.

En 1977 Berlinguer publicaba un opúsculo titulado Austeridad (editorial Materiales, hoy inencontrable) en el que se defendía ésta como algo radicalmente distinto de una política de rentas y de estabilización económica, pese a que ambas presenten algunas apariencias comunes. Berlinguer diferencia la austeridad concebida como instrumento de depresión económica y de perpetuación de las injusticias sociales, de aquélla considerada como una ocasión para el desarrollo de un modelo de desarrollo económico y social alternativo que, al final, supondría una defensa y expansión de la democracia.

Berlinguer plantea ya entonces un dilema muy actual: o nos abandonamos al curso actual de los acontecimientos, dejándonos caer peldaño a peldaño por la escalera de la decadencia y de la barbarización de la vida, o se afronta la versión redistributiva de la austeridad. Por cierto, que el prólogo a la versión castellana del libro estaba firmado por un jovencísimo catedrático de Política Económica, que se reclamaba del marxismo, llamado Julio Segura. Segura se pregunta por qué antes de la crisis del petróleo (1973) la izquierda no hablaba de la austeridad como estrategia superadora del capitalismo y por qué la misma izquierda defendía ahora (1977) la austeridad cuando antes combatía la política de estabilidad y de rentas tradicionalmente utilizadas para salir de las crisis.

Así se activa un nuevo debate: cómo la austeridad fue concebida como herramienta tanto contra los defensores del injusto orden existente como contra los que la consideraban la única situación posible de una sociedad destinada a permanecer cada vez más desequilibrada y más cargada de desigualdades, y ha devenido para muchos ciudadanos en austericidio.
 8 MAR 2015-
Fuente: http://elpais.com/elpais/2015/03/06/opinion/1425643550_655488.html

https://www.google.es/url?sa=t&source=web&rct=j&url=http://www.mientrastanto.org/boletin-101/documentos/la-austeridad-1977&ved=2ahUKEwiGkdPp8tXbAhWLQBQKHZYdC-UQFjABegQIBRAB&usg=AOvVaw2QY2tIxztWORt_VpJaA8FK

domingo, 8 de marzo de 2015

DIA INTERNACIONAL DE LA MUJER. Camino a la igualdad, en tres generaciones. Tres científicas de distintas épocas ilustran el avance social de la mujer y los retos pendientes

Del trabajo no remunerado de ama de casa a ejecutiva de banca, catedrática, ministra. La situación de la mujer en España ha experimentado un cambio trascendental. La sociedad de hace cinco décadas es, ahora, irreconocible. Hace poco más de 30 años la mujer no podía abrir una cuenta en solitario o salir del país sin autorización de su esposo. Tampoco entrar en algunos sectores, como en la judicatura, y varias profesiones —como algunos ámbitos de la enfermería— estaban vetadas, por ley, a las casadas. Hoy, son mayoría en las aulas —un 54%, según datos del Gobierno— y representan el 60% de los licenciados universitarios, según el Instituto Nacional de Estadística; datos segregados por sexos que empezaron a sistematizarse hace poco, ejemplo de la invisibilización de las mujeres.

Pero pese a la evolución, la igualdad dista mucho de ser real. La tasa de paro femenina es superior —dos puntos—, y ellas —incluso con una formación similar— ocupan puestos peor remunerados y reciben un salario un 17% menor por un trabajo de igual valor, según las últimas cifras de la Organización Internacional del Trabajo. Las mujeres con hijos, además, cobran un 5% menos que aquellas que no son madres. En casa también hay desequilibrios: el cuidado de los niños y ancianos, y el trabajo doméstico reposa aún en mayor medida sobre sus hombros; ellas dedican a esas tareas más del doble de tiempo que los hombres. Las barreras sociales que impiden la corresponsabilidad siguen en pie.

Las mujeres han ocupado ya puestos destacados en la política —ha habido una vicepresidenta del Gobierno— o en la judicatura. También en la academia o en la investigación, donde hay figuras punteras. Sin embargo, algunos sectores: están aún muy masculinizados: hay solo una catedrática por cada cinco catedráticos (por debajo de la media europea), ocupan solo el 17% de los sillones de los consejos de admnistración de las empresas del IBEX-35 y en las disciplinas científicas superan por poco margen el 38% de los investigadores; aunque solo el 24% se centra en las escalas superiores. En tres generaciones de mujeres, ese techo de cristal se ha agrietado un poco, pero no se ha roto. Tres científicas cuentan cómo lo han vivido.

Universidad y ciencia en femenino
 - Algunas fuentes, recogidas por Consuelo Flecha, hablan de mujeres en las aulas universitarias de Salamanca y Alcalá de Henares en los siglos XV-XVI, pero hasta la I República no se registra la primera alumna: María Elena Maseras, que se matriculó en Medicina en la Universidad de Barcelona en 1872-73.
- Las mujeres podían asistir a la universidad, pero hasta 1910 (el 8 de marzo) no se aprobó la Real Orden que daba validez a sus títulos y que permitía, por ejemplo, que se presentaran a oposiciones, explica Pilar López Sancho, física y presidenta de la comisión Mujeres y Ciencia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). La primera licenciada en Ciencias fue María Sordé (1914).
- Las mujeres suponen el 23,9% del personal investigador en el CSIC. Según el Ministerio de Educación, las catedráticas universitarias son dos de cada 10. Solo hay una rectora.
Fuente: El País. http://politica.elpais.com/politica/2015/03/07/actualidad/1425764510_166454.html

Una joya olvidada. La exposición de cartones para tapices de Goya en el Prado desentraña la trama formal y simbólica a través de la cual el pintor aragonés urdió su formidable empeño

A mi juicio, son tres las razones fundamentales que acreditan como un evento excepcional la muestra titulada Goya en Madrid. Cartones para tapices 1775-1794, en exhibición en el Museo del Prado hasta el próximo 3 de mayo. La primera se refiere a su contenido, pues en ella hay un centenar de obras, 47 de las cuales son de Goya, siendo el variopinto resto otras tantas de un elenco singular, no solo de maestros contemporáneos españoles y extranjeros del siglo XVIII, vinculados a la empresa de la realización de cartones para tapices, sino, de alguna manera, pertenezcan a la época o a la escuela que pertenezcan, relacionados con los temas y las formas de interpretarlos del genial artista aragonés; es decir: un rico material que sirve para desentrañar la trama formal y simbólica a través de la cual Goya urdió este formidable empeño. Hasta el momento presente, los cartones para tapices que pintó Goya, durante casi 20 años, habían sido objeto de concienzudos estudios monográficos en forma de libros, como los que publicaron Cruzada Villaamil en 1870, Valentín de Sambricio en 1946, Jutta Held en 1971 o Janis A. Tomlinson en 1993, pero no en la forma de una confrontación visual en directo como la que permite una exposición temporal de las características de la que comentamos.

La segunda razón tiene que ver con la naturaleza del encargo, los cartones para tapices para la Real Fábrica de Santa Bárbara, que se inscribió en el programa borbónico de creación de industrias suntuarias, adaptado a la mentalidad española, a medias entre la Ilustración y el casticismo, una tarea aparentemente modesta y, por tanto, ofrecida a pintores con talento en ciernes, pero de un excepcional vuelo virtual, como luego lo corroboró Goya, que muy pocas veces en su dilatada carrera tuvo que enfrentarse con la realización de una serie encadenada de pinturas de tan formidable formato, ejecutadas encima entre cuando contaba con 29 y 49 años, el momento crucial de la decantación de su genio artístico y de la consolidación de su triunfo en la corte.

Y la tercera y última por el original e inteligente sesgo que le ha dado al proyecto su comisaria, Manuela Mena, al insertar en su recorrido un montón de atisbos y sugerencias que refrescan y orientan nuestra mirada sobre un maravilloso asunto de ilimitada riqueza analítica y formal. La magia de la mirada de Mena es que hace compatible el rigor científico con una perspectiva, a la vez, transversal y oblicua: un descubrimiento. No sé si el público, aturullado por tantos cantos de sirena, se ha percatado lo suficiente de esta rara joya del Prado, que es a la par deslumbrante y aleccionadora.

Dejemos lo deslumbrante a Goya, cuyos cartones de gran formato son ejercicios de pintura mural de tamaño solo superable por los frescos de San Antonio de la Florida, por no hablar de la comparativa establecida con la forma de hacer de sus mejores colegas contemporáneos, para centrarnos en lo transversal de la mirada de esta exposición, que nos traduce de un plumazo los paisajes deseados de la Ilustración española, con su rica contradicción de la pedagogía institucional de lo popular junto al aliento castizo del majismo; vamos: con lo mejor y lo peor de un pueblo que busca y no siempre encuentra hasta hoy mismo su identidad moderna. Y también, por supuesto, para prestar atención a lo oblicuo de esta misma mirada, que fondea en precedentes clásicos y naturalistas que espabilaron el género goyesco, lo cual ha supuesto convocar un no pequeño conjunto de esculturas antiguas, junto a un no menor grupo de antecedentes pictóricos de la propia tradición española y de sus fermentos italo-flamencos.

Dividida en ocho capítulos, que elocuentemente aluden a temas de gran enjundia simbólica —La caza, Divertimentos, Las clases sociales, Música y baile, Niños, Los sueños, Las cuatro estaciones y El aire—, esta sola relación nos emplaza junto al quicio de la explicación completa de un cambio de época, lo que nos permite avecinar en un mismo haz lo que fuimos y lo que somos, precisamente lo apropiado para la comprensión cabal de nuestra atribulada identidad. Nos hallamos, en fin, ante un retrato tan redondo de nosotros mismos que hasta virtualmente nos permite continuar por nuestra cuenta el relato, porque, valga como botón de muestra, ante el cartón de La gallina ciega, de Goya, uno cree reconocer en él la revolucionaria zarabanda de La joie de vivre, de Matisse. ¿Se puede pedir más? Pues sí; porque, para la ocasión, han sido limpiados y radiografiados todos los cartones, lo cual, a su vez, nos demuestra que para ver hay que frotarse los ojos.
http://cultura.elpais.com/cultura/2015/02/11/babelia/1423668466_529319.html

sábado, 7 de marzo de 2015

En la era de la nueva racionalidad ya no hay respuestas racionales, muchas personas tienen la sensación de vivir por debajo de sus posibilidades…

La interesada confusión de la propaganda ha alcanzado límites de broma en España, hemos asistido a una verdadera ciclogénesis delirante de declaraciones: la desigualdad social no aumenta (Rajoy), la pobreza no crece (Mato), el poder adquisitivo de las pensiones no desciende (Báñez), los salarios no disminuyen (Montoro), los informes sobre la pobreza no se corresponden con la realidad o la crisis se ha acabado (VV.AA. del Ibex 35, etc). En un principio podríamos pensar que nos toman por estúpidos, pero una aproximación más detenida señalaría que las teorías económicas hegemónicas parecen justificar cualquier cosa. Antaño dichas teorías se ocupaban de las correcciones de los llamados “fallos del mercado” (participación del sector público), hoy se centran en las “bondades del mercado” (fundamentalmente de capitales), esto es, la financiarización de la economía, las desregulaciones y las privatizaciones. Pero el problema de las teorías económicas no reside tanto en el análisis que se haga de ellas (aproximado o equivocado) sino en sus posibles aplicaciones prácticas sin haberlas sometido a suficiente discusión crítica.

Las teorías económicas neoliberales presentan unas características propias, entre las que destacarían:
– Son establecidas como un dogma de fe ajenas a toda evidencia empírica a pesar de sus desastrosas consecuencias para el conjunto de la sociedad. Un ejemplo serían las propuestas de los seguidores de F. Hayek (1899-1992), auténticos geómetras euclidianos en un mundo no euclidiano, y la ultraliberal “escuela económica austriaca”, un mero relato ideológico ajeno al método científico que ha acabado por sustituir la “episteme” (el conocimiento económico) por la simple “doxa” (la opinión económica). Así, influyentes economistas se han apropiado de la administración del alma del ser humano, minimizando la experiencia vital, comunal, estética, espiritual, idealista, afectiva, pasional o sexual ante la verdadera y grandiosa “experiencia económica”.

– Son promovidas por las élites extractivas del núcleo duro y hermético de las grandes entidades financieras y corporaciones multinacionales para favorecer sus propios intereses, amplificándolas a través los think-tanks, medios académicos y de comunicación afines donde son justificadas por una legión de “expertos” que, previo pago, les dicen a los plutócratas lo que éstos quieren escuchar para acabar siendo aplicadas por unos políticos dóciles y vendepatrias. Galbraith J. (1952) dice que las figuras dominantes en la economía “predicen el desastre cuando no se avecina ninguno, rechazan la posibilidad de acontecimientos posteriores, se oponen a reformas básicas y convenientes ofreciendo en su lugar placebo, fingen sorpresa cuando sucede algo adverso, y cuando finalmente se dan cuenta de que su posición es insostenible, cambian de tema en lugar de cuestionar sus ideas“. El psiquiatra suizo Paul Bleuler (1857-1939) decía que el pensamiento autista es la propia fantasía que no se modifica ni aunque la confrontación con la realidad la desmienta continuamente.

– Están hechizadas por el poder de la inducción y la (falsa) neutralidad metodológica. Este sería un tipo de razonamiento neoliberal: tres botánicos encuentran una nueva planta y tratan de saber si es o no comestible; los dos primeros la prueban y no notan nada, por tanto concluyen: la nueva planta es comestible. Pero este razonamiento tiene un problema: si el tercero prueba la planta y se envenena habría que revisar la conclusión. El razonamiento inductivo es posible pero no se pueden atribuir alegremente probabilidades a hipótesis construidas por inducción. Muchos “expertos” consideran que lo que ha funcionado en Letonia funcionará de manera idéntica en cualquier parte del mundo.

– Están hechizadas por el poder de los números macroeconómicos con los que contaminan todas las ciencias sociales. Este sería un tipo de razonamiento neoliberal: Juan acude a una fiesta donde hay un grupo de personas. Una dice: “65”, y todos ríen. A continuación otra dice: “47”, y todos se parten la caja. Juan pregunta qué está pasando y un participante se lo explica: “lo que pasa es que conocemos muchos chistes y los hemos contado tantas veces que los hemos numerado y para ahorrar tiempo ahora sólo decimos su número”. Juan piensa que también él lo podría participar y exclama: “¡83!” Pero nadie ríe. Juan decepcionado protesta: “¿qué pasa, acaso no es un chiste?”. “Sí, sí lo es y además es uno de los buenos, lo que pasa es que usted no lo ha contado bien”. Y es que detrás de los números hay personas y no sólo vale que sólo sean contadas. Es dudoso establecer lazos directos entre los números y la propia identidad ciudadana; como dice Susan George (1934): “el fundamento económico de la austeridad es una patraña económica y matemática, todo esto está basado en la ideología”.

Aunque hay muchos fraudes económicos o pseudoeconómicos; repasemos a continuación algunos de los más bochornosos:
En 2015, varios medios publicaron parte de la “Lista Falciani“ con nombres de 130.000 evasores fiscales en la filial en el paraíso fiscal suizo del banco británico HSBC. Suiza vive básicamente de la evasión fiscal y lidera el llamado “Índice de Competitividad Global del Foro Económico Mundial” por la “innovación y sofisticación de sus negocios”. En España se ha identificado a 659 personas físicas con cuentas más que sospechosas, aunque el gobierno está estudiando todavía si emprende acciones legales contra dicho banco como ya han hecho otros países. Estos adalides de la cultura del esfuerzo y la evasión fiscal tuvieron muchas más facilidades para regularizar su situación fiscal que el común de los contribuyentes mediante la presentación de declaraciones complementarias de IRPF o por el Impuesto de Patrimonio (2010, gobierno del PSOE) o acogiéndose directamente a la amnistía fiscal (2012, gobierno del PP). Sin embargo, el 72% del fraude fiscal en España pertenece a grandes empresas y fortunas (estimándose en unos 42.000 millones de euros), mientras que autónomos, profesionales liberales y trabajadores con nómina tan sólo representan el 8% del total del fraude fiscal pese a que se les dedica el 80 % de los recursos de Hacienda. El informe de Oxfam (nº 35, mayo de 2014) señala que “mientras las personas físicas aportaron el 92% de la recaudación total del Estado en 2011 (…) las grandes empresas aportaron un 2% de la recaudación total; es decir, las familias aportaron 46 veces más que las grandes empresas”.

-En 2013, se destaparon los errores de dos economistas de Harvard, Carmen Reinhart (1955) y Kenneth Rogoff (1953), que en su trabajo “Growth in a time of debt” (Crecimiento en una época de endeudamiento), establecieron un umbral crítico para la deuda pública (del 90% sobre el PIB en adelante) tras el cual se produce el estancamiento económico. Para Reinhart y Rogoff el endeudamiento ralentizaría la economía en cualquier coyuntura, por lo que las políticas de austeridad estimularían el crecimiento económico. Sin embargo, esta fallida teoría, desmentida por los datos, fue tomada como dogma de fe por gran parte de las élites económicas, políticas y mediáticas a pesar de que, tras revisar la hoja de cálculo original, se detectaron numerosos fallos (fue destapado por un estudiante de doctorado de la universidad de Massachusetts, Thomas Herndon y sus profesores Robert Pollin y Michael Ash). Uno de los dogmas más extendidos es que los males económicos provienen de pecados desafortunados (gasto excesivo); se trata de un moralismo economicista: “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y ahora lo tenemos que pagar”.

En 2012, el economista y propagandista de la desigualdad social, Arthur Laffer (1940), dejó algunas perlas en el curso de Economía del neoliberal Campus FAES: “si una economía es buena funciona igual en un mundo de dos personas que en uno de trescientos mil (…) Tenemos una recesión no a pesar del gasto público, sino por el gasto público (…) No hay nada malo en ser rico, pero hay algo intrínsecamente erróneo en ser pobre (…) Cuando dejas de pagar el paro a un desempleado es porque estás dejando de quitarle lo suyo al que trabaja; cuando das, quitas. (…) La austeridad es aumentar la libertad”. En 1980, este economista propuso la llamada “curva de Laffer”, mito y lugar común del neoliberalismo, que relaciona determinista y unívocamente ingresos fiscales y tipos impositivos, con la idea según la cual disminuyendo los impuestos después de un determinado umbral o punto de inflexión el Estado puede aumentar la recaudación. Sin embargo, dicho umbral concreto no ha podido determinarse aún en ningún país, lo que no impidió que fuese aceptada como dogma económico, fundamentalmente por las políticas económicas de oferta de los gobiernos de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, que la utilizó como coartada “científica” para bajar impuestos a los ricos junto con otra idea mágica denominada “trickle down” (“goteo hacia abajo”), que presupone que las reducciones de impuestos a los ricos acaban llegando a los más desfavorecidos. Sin embargo, está política fue desenmascarada por el economista y diplomático J. K. Galbraith (1908–2006) y ya en el año 2003, la crítica llegó del director del Congressional Budget Office, economista y consejero republicano Douglas J. Holtz-Eakin (1958), que no pudo encontrar evidencias empíricas de las supuestas bondades sociales del “trickle down”. Estas políticas han supuesto muchos desajustes sociales derivados de la desigualdad de rentas pero aún se consideran molonas.

En 2012, Reid Hoffman (1967), cofundador de LinkedIn e “inversor de riesgo”, coescribió un libro con un chanante título: “El mejor negocio eres tú”. En él afirma que “uno no es sino lo que hace, y solamente hace aquello para lo que existe un mercado, y solo hay un mercado para aquello por lo que se paga a uno” y “las personas deben pensar que ellas mismas son los únicos directores ejecutivos de su propia trayectoria profesional”. Es decir, es el mercado lo que mide lo que somos, más allá no hay vida. El libro se inspiró en el artículo titulado “La marca llamada Usted (Yo, S.A.)” y “50 claves para hacer de usted una marca“ de Tom Peters (1948), y en Marc Andreessen (1971), otro gurú de Internet, “inversor de riesgo” y cofundador de Netscape, que nos iluminó: “a los mercados que no existen no les importa lo inteligente que eres, por tanto da exactamente lo mismo con cuanta dedicación has trabajado o con que pasión atiendes a tus intereses: si nadie te paga por tus servicios en el mercado laboral lo tendrás crudo. No tienes derecho a nada”.

En 2012, pese a los evidentes fallos del mercado, la cancillera alemana y europea Angela Merkel defendió la llamada “Marktkonforme Demokratie”, esto es la “democracia acorde con el mercado”, porque se supone que los mercados son más sabios (y mandan más) y las mercancías son artilugios de producir verdades. Ese año, el porcentaje del PIB correspondiente a los banqueros, corredores de Bolsa y demás financieros duplicó el del año 1980 y el valor mundial de los mercados de derivados negociados ya era 20 veces más que el PIB mundial. Pero, ¿quién es el mercado? ¿Quizá especuladores como John Paulson (Paulson & Co.), Warren Buffett (Berkshire Hathaway),‎ George Soros (Soros Fund Management), Kenneth Grifin (Citaldel Investment Group), Philip Falcone (Harbringer Capital), James Simons (Renaissance Technologies), Bill Gross (PIMCO), etc?

En 2011, Stephanie Bon, empleada de Colchester de 37 años del Lloyd”s Banking Group, fue despedida por preguntarse en su Facebook si era justo que ella cobrase siete libras la hora, mientras que el nuevo CEO, António Mota de Sousa Horta Osório, cobraba 4.000 libras la hora en salario, bonos, pensiones y otros beneficios, es decir 571 veces más, según informó el Daily Mail.

En 2010, se puso de moda la llamada “Expansionary austerity” (“austeridad expansiva”) en la que se defendía que la bajada del gasto público no contrae el crecimiento económico en una economía que funciona por debajo del potencial de sus factores productivos (según proposición de tipo keynesiano) sino que ésta, por el contrario, puede ser expansiva ya que la austeridad crea “confianza” en los mercados financieros y en el sector privado. La idea fue difundida por los trabajos de Alberto Alesina (1957) y Silvia Ardagna (1969) en “Large Changes in Fiscal Policy: Taxes Versus Spending”, aunque finalmente tuvo que ser corregida (y posteriormente cuestionada) incluso en los estudios del propio Fondo Monetario Internacional (FMI), que primeramente lo había bendecido. Sin embargo, ni este desmentido académico ni los desastrosos efectos de las políticas de austeridad en Grecia, Portugal, Irlanda, España o Italia (recesión, paro, pobreza, emigración, etc.) no cohibieron a Olli Rehn, el máximo funcionario económico de la Comisión Europea, ni a los pseudoburócratas del BCE (Banco Central Europeo) con el ex-Goldman Sachs Mario Draghi a la cabeza, ni a gran parte de los políticos europeos que siguen creyendo en la falacia de la “austeridad expansiva”.

En 2010 (6 de mayo) se produjo el llamado “Flash Crash”, durante el cual, en cinco minutos, el índice Dow Jones de Nueva York perdió cerca de mil puntos, recuperándose rápidamente en los siguientes veinte minutos. Aunque se desconoce la semilla del mal, el desplome lo provocaron los endiablados algoritmos de los ordenadores, programados por los quants y los corredores de Bolsa de alta frecuencia, que son los que negocian por nosotros. Ya en 1996, la American Physical Society, segunda mayor organización de físicos del mundo, detrás de la Deutsche Physikalische Gesellschaft, recomendó vivamente a sus asociados acudir a trabajar al gran casino de Wall Street. En EE.UU. el periodo medio de tenencia de acciones bursátiles ha pasado de cuatro años por término medio en la década de los años cincuenta a apenas 22 segundos actualmente. Por ello, no es raro ver que los agentes financieros instalen sus ordenadores en Nueva York para ganar unos valiosos milisegundos, ya que la velocidad de trasmisión de los datos desde Londres por fibra óptica es de unos 740 nanosegundos, una pérdida de tiempo demasiado grande para la hipermoderna especulación financiera.

En 2008, probablemente basándose en las pseudoprofecías del antiguo presidente de Citibank, Walter Wriston (1919-2005), que aseguraba que el Estado capitularía finalmente ante el sabio conocimiento de los mercados y la racionalidad omnipotente del homo œconomicus, Philippe Bobbitt (1948) defendió en el libro “Terror and Consent: the Wars for the Twenty-first Century” la implantación de los llamados “Estados de mercado de la información”, una variante del Estado mínimo al que se llega (no podía ser de otro modo) de manera natural y evolutiva. Su idea cayó de pié y Bobbitt se animó: “el Estado de mercado de la información no tiene clases sociales, no le interesan la raza, el origen, el sexo, también le son indiferentes valores como el respeto el sacrificio personal, la lealtad y la familia”. De nuevo, las trampas de la distopía neoliberal se camuflan como leyes naturales.

En 2008, el dogma de la autorregulación de los mercados financieros puso en un aprieto al organismo regulador del sistema financiero de EE.UU Securities and Exchange Commission (SEC), que acabó por destapar el mayor fraude financiero cometido por una sola persona: Bernie Madoff (1938). Madoff, ex-vigilante playero reconvertido en glorificado “experto financiero” en los ochenta y admirado pilar de la comunidad del East Hampton, estafó 50.000 millones de dólares a inversores institucionales y, sobre todo, grandes fortunas (entre ellos muchos clientes del BBVA y el Santander) proponiéndoles retornos del 12% a través de un poco sofisticado pero gigantesco esquema piramidal (Ponzi), por lo que fue finalmente condenado a 150 años de prisión, convirtiéndose en el único financiero que ha pagado sus desmanes con la cárcel debido que tuvo el detalle de especializarse en estafar a los ricos y no a los pobres. (Aunque visto de otro modo, al desplumar a los millonarios contribuyese a mitigar la escandalosa desigualdad de rentas de la que nos advierten, entre otros, Thomas Piketty en “El capital en el siglo XXI”.) Madoff fue investigado por la SEC cuando ya estafaba, al menos ocho veces entre 1992 y 1996, lo que no importó para ser agraciado con la presidencia de la bolsa de valores Nasdaq (lo que supone una gran visión para dicha institución financiera).

En 2007, el profesor de Finanzas de la Universidad de Chicago Eugene Fama (1937), dijo: “los mercados inmobiliarios son menos líquidos, pero la gente es muy cuidadosa cuando compra casas; se trata normalmente de la mayor inversión que van a hacer, de manera que estudian el asunto con mucho cuidado y comparan precios; me irrita que se hable de la palabra burbuja“. Fama había propuesto en 1970 la llamada algo así como “hipótesis de eficiencia de los mercados”, asumiendo que los mercados financieros siempre se autorregulan ya que un mercado de capitales en que los activos contienen la información disponible es necesariamente un mercado eficiente y, por ello, todas las burbujas que se producen tiene un origen político y no financiero. Pese a que hoy sabemos que los mercados financieros no se autorregulan y hemos asistido al último gran estallido de la burbuja inmobiliaria y financiera (sólo en el año 2009 quebraron 52 bancos estadounidenses), el dogma de “la eficiencia de los mercados financieros” sigue teniendo grandes e influyentes seguidores entre nuestros gobernantes. El propio Fama recibió el premio Nobel de Economía en el año 2013, pero la pregunta sigue en el aire: ¿cómo explicar los fallos y estragos de los mercados financieros y justificar su eficiencia y bondad infinita?

En 2007, el director ejecutivo de Lehman Brothers (multinacional financiera fundada en 1850) Richard S. Fuld (apodado Dick) y su mano derecha, Joseph M. Gregory (apodado Darth Vader), fueron advertidos de la mala praxis bancaria por dos de sus subordinados, el director global de bonos de alto rendimiento y préstamos apalancados (Alex Kirk) y el director global de ingreso fijo (Mike Gelband), que les avisaron de esta manera: “nuestro mercado de viviendas está corroído” y “tenemos que replantear nuestro modelo de negocio”. La respuesta: ese mismo año ambos fueron despedidos. En septiembre de 2008, Lehman Brothers anunció la quiebra; el resultado fue de 13.800 millones de dólares en pérdidas y 7.890 empleados despedidos. Sin embargo, Fuld obtuvo 40 millones de finiquito, cobró su último año 53 millones de salario y autorizó pagos de 20 millones de dólares a Gregory cuatro días antes de que Lehman se declarara en bancarrota. El presidente de Lehman Brothers para España y Portugal, Luis De Guindos dijo que “la crisis no es un fallo de mercado, sino de Estado” (2008); después fue nombrado ministro de Economía de España para solicitar a la feroz Troika que activara un rescate financiero de España “ante la irracionalidad de los mercados” (2012).

En 2007, las cinco mayores firmas financieras de Wall Street (Lehman Brothers, Merrill Lynch, Bear Stearns, JP Morgan y Citigroup) pagaron más de 3.000 millones de dólares a sus máximos ejecutivos (en los últimos cinco años) mientras contribuían a una de las mayores crisis financieras de la historia. Por ejemplo, Stanley O’Neall, el ideólogo de las hipotecas subprime, se llevó a casa 161 millones de dólares cuando dejó Merrill Lynch (52.200 millones en pérdidas y 5.200 despidos); James Cayne, se llevó 38 millones de dólares y vendió sus acciones por 60 millones más cuando Bear Stearns (9.159 despidos), el mayor banco de inversión de EEUU, pasó de valer 21.000 millones de dólares a solo 200 millones; James Simons de JPMorgan (14.300 millones en pérdidas y 4.100 despidos) cobró en 28 millones de dólares entre salarios e indemnizaciones y Charles Prince obtuvo 40 millones al dejar Citigroup (11.000 millones de dólares en pérdidas, 17.000 despidos) y cobró en su último año 65 millones más de salario.

En 2006, Frederic Mishkin (1951), economista ligado al BM (Banco Mundial) y al FMI (Fondo Monetario Internacional), cofirmó un caro informe (124.000 $) titulado “Financial Stability in Iceland” (Estabilidad financiera en Islandia) resaltando las bondades del sistema financiero islandés, muy desregulado y sobredimensionado desde 2001, y recomendando su implantación en otros países. En el mismo se decía: “la fragilidad financiera no es alta y las probabilidades de una crisis financiera son muy bajas”. Apenas un año después del colapso financiero de Islandia Mishkin modificó chapuceramente en su CV el título del informe por “Financial Instability in Iceland” (Inestabilidad financiera en Islandia) tal y como muestra el documental “Inside Job” de Charles Ferguson). Sin embargo, ni esto ni la falta de previsión de la crisis han supuesto una catarsis para ejercer la necesaria autocrítica por parte de muchos académicos, paniaguados y “expertos en finanzas” que, visto lo visto, vendieron su alma al diablo.

Fraude Intelectual. En 2006, Jeffrey K. Skilling (1953) fue condenado a 24 años y cuatro meses por el caso Enron. Como presidente de Enron Skilling implementó en su compañía un sistema de “gestión de recursos humanos” y promoción profesional llamado “rank and yank”, un modelo de competencia despiadada entre sus empleados con la permanente amenaza de despidos. Este esquema profundamente darwinista social corrompió a la empresa desde dentro. Lo más inquietante es que, según la revista Time, en el momento del colapso de Enron, una de cada cinco empresas estadounidenses estaban siguiendo el mismo disparate.

En 2003, el Premio Nobel de Economía de 1995, Robert Lucas (1937) dijo en la sede la de la American Economic Association (de la que era presidente) que “a efectos prácticos la desregulación de los mercados financieros es la solución a la depresión (…) El problema central de la prevención de la depresión ya está resuelto”. Ese mismo año nos dejó otra perla sobre las consecuencias del proceso de acumulación de capital: “el estudio de los temas de distribución es una de las tendencias perniciosas y dañinas en el conocimiento económico, en realidad, es venenosa para tal conocimiento”. Las aportaciones de Robert Lucas sobre las expectativas racionales y su visión economía de corte neoliberal adolece, como todas las ciencias sociales, de un exceso de inductivismo, al dar por buenas recetas económicas generales a partir de escasas observaciones particulares.

En 2003, una veterana y cualificada representante del grupúsculo del Tea Party de Texas (EE.UU.) llamada Debbie Riddle (1949) manifestó lo siguiente en “El Paso Times”: “¿de dónde vino la idea de que todo el mundo merece una educación gratuita, una atención médica gratuita y cualquier otra cosa gratuita? Viene de Moscú, de Rusia. Viene directamente de la boca del infierno. Y esta idea se disfraza hábilmente como propia de gente de buen corazón. Pero nada de buen corazón. Es la idea que rasga el corazón de este país“. Hans-Hermann Hoppe (1949) hiló más fino: “la democracia no tiene nada que ver con la libertad, es una variante suave del comunismo, y rara vez en la historia de las ideas ha sido tomada por otra cosa”. Se ve que no todos los neoliberales lo son por inspiración de la visión rebelde adolescente del mundo viejuno de “La rebelión de Atlas” de Ayn Rand pero casi.

En 2002 (c.) cuentan, entre otros Frank Schirrmacher (1959-2014), que justo después de los atentados del 11S, en un informe promovido por unos plutócratas alucinados de Wall Street se valoró hacer un mercado de futuros sobre posibles atentados terroristas, opción que finalmente fue sensatamente rechazada por descabellada, al considerar que los especuladores ganarían dinero con la realización de atentados tal y como ya lo hacen con las hambrunas y crisis alimentarias (aunque esto último no importe demasiado).

En 2001, el analista de JP Morgan David Li (1960) se inventó una fórmula matemática (de tipo alquímico) que cuantificaba los riesgos de las “obligaciones de deuda colaterales” (es decir, hipotecas basura) por lo que la banca utilizó la fórmula de coartada “matemática” multiplicando esas toxicidades financieras que se vieron favorecidas por las triples A con la que las premiaron las agencias de (des)calificación. Hoy la fórmula milagrosa está más desprestigiada que los pagarés de Nueva Rumasa (sus modelos probabilísticos se mueven con probabilidades de 1 vez cada 20.000 años), lo que no ha sido un problema para seguir aceptando irresponsablemente la falsa asepsia metodológica de la cháchara económico-financiera neoliberal y las justificaciones matemáticas de las toxicidades que circulan a diario por los mercados de futuros y derivados financieros.

En 2001, el treintañero Henry Blodget (no confundir con Belfort, “el lobo de Wall Street” de Scorsese) era el analista de mercados (de la camada de la todavía impoluta Merrill Lynch) más famoso en el venenoso mundillo de la banca de inversión de Wall Street debido a sus predicciones visionarias sobre las cotizaciones de las empresas tecnológicas. Ese año ganó doce millones de dólares netos anuales; sin embargo, el advenedizo Blodget recomendaba comprar a sus clientes acciones de empresas ruinosas que costaron pérdidas cienmilmillonarias después del estallido de la “burbuja puntocom”. Blodget fue acusado en el año 2003 por el supervisor bursátil estadounidense (SEC) por malas prácticas y pagó una multa de cuatro millones de dólares retirándose del psicopático casino financiero.

En 2000, cerró por ruina la “empresa” (en realidad un fondo de inversión libre de carácter especulativo) Long-Term Capital Management dirigida por los economistas Myron Scholes (1941) y Robert Merton (1944) que aplicaban su “nuevo método” para determinar el valor de los derivados financieros con los que, además, fueron reconocidos con el premio Nobel de Economía en 1997 (supongo que por introducir el cálculo estocástico en las finanzas, lo que puede ser un fallo parecido a conceder el premio Príncipe de Asturias del Deporte a un dopado Lance Armstrong). El resultado fue que la empresa perdió 5.000 millones de dólares en sólo cien días (muchos especulando contra la moneda y la economía de Rusia), lo que no fue un problema para seguir venerando la opinión de los “expertos financieros” y para que variantes de este modelo se incluyeran en las calculadoras de los analistas financieros, que los consideraban poco riesgosos al presuponer que las crisis financieras ya eran historia.

En 1999, en las postrimerías del gobierno de Clinton, en EE.UU. se anuló la llamada Ley Glass-Steagall vigente desde 1933 para proteger la banca de depósito comercial (ahorros) de la banca de inversión (especulación). Esta descabellada idea ideológica prestó su coartada fundamentalmente en los trabajos del economista Eugene Fama que propuso la hipótesis de eficiencia de los mercados y la autorregulación de los mismos. Poco importó que esta revocación facilitase el descontrol y caos financiero, o comprender que los mercados financieros no se autorregulan, o que la crisis financiera quedese mejor explicada por las contribuciones teóricas alternativas (por ejemplo, las de Hyman Minsky) o promulgar la tímida Ley Dodd Frank de reforma de Wall Street y de protección del consumidor. (Esta Ley, de 2010, pretendía poner algo de orden en el desaguisado financiero pero apenas se pudo desarrollar completamente debido a que las asociaciones de consumidores contaban con 20 lobbistas frente a los 400 lobbistas y los mil millones de dólares del sector financiero para influenciar a los congresistas y entorpecer el desarrollo de la Ley.)

En 1997, el economista austroliberal Thomas Siems (1957) escribió un influyente panfleto titulado “10 Myths about financial derivatives” (10 mitos sobre los derivados financieros) donde se afirmaba que el creciente y enorme tamaño del mercado de derivados financieros no suponían una práctica bancaria insegura sino que, por el contrario, era muy sólida y prometedora. El origen de la crisis financiera (y las que vengan) han desmentido esto, pero no supone ningún problema para seguir aceptando el dogma de las bondades de la gran financiarización. Ya no se trata de hacer que los mercados financieros sean útiles y eficaces para el conjunto de la sociedad sino de pura auri sacra fames.

En 1992, el politólogo estadounidense Francis Fukuyama (1952), reinterpretando a su modo al filósofo ruso Alexander Kojève, publicó “El fin de la Historia y el último hombre” donde defiende que el triunfo del bondadoso capitalismo de libre mercado posreal ha puesto fin a las utopías de emancipación y al ser humano como sujeto histórico y conformador de la realidad a cambio de proporcionarnos un paraíso terrenal de libre mercado. “¡La sociedad no existe!” clamaban Margaret Thatcher y sus adláteres. Cada época se juzga por su filosofía dominante, el neoliberalismo se retrataba: posmodernidad y darwinismo social.

En 1991, George Kenneth Binmore (1940), experto en teoría de juegos no colaborativos, considerada la nueva escolástica, escribió “Designing Economic Agents that Behave Like Human Agents”, a fin de crear agentes económicos artificiales indistinguibles de los propios seres humanos. El Homo (homunculus) œconomicus, construido como un auténtico sociópata egomaníaco pasó de ser una simulación de laboratorio a la misma realidad, ya que nos convencieron de que somos seres codificados y sintéticos que si actuamos de acuerdo con las fórmulas matemáticas de las leyes aceptadas por los economistas prosistema y perseguimos únicamente nuestro propio interés, llegaremos mágicamente al mejor de los mundos posibles.

En 1990, el artículo “CEO Incentives: It’s not how much you pay, but how” de Michael Jensen (1939) y Kevin Murphy (1958) sugería que, debido a que los mercados financieros siempre reflejan adecuadamente los precios (aunque esto sea una premisa falsa), las retribuciones de los ejecutivos deberían relacionarse, no ya con los sueldos de los burócratas, sino con los cambios en las cotizaciones bursátiles de sus empresas (pero sólo al alza, evidentemente). Esta idea cayó en gracia y al poco tiempo la mayoría de los ejecutivos financieros cobraban “opciones sobre acciones”, lo que incentivó la manipulación de la contabilidad de la economía de casino en su beneficio por lo que no es de extrañar que los resultados fuesen demoledores: salarios multimillonarios, extensión de la información privilegiada, falseamiento de cuentas, culto a la personalidad, obscena desigualdad, precios de las cotizaciones inflados por encima de su valor real, escándalos como el de Enron, crack financiero de 2008, etc. A mediados de los años setenta un alto ejecutivo ganaba unas 35 veces más que el sueldo medio de un trabajador de la empresa, actualmente esta distancia casi se ha multiplicado por diez. En el año 2007, Rick Wagoner, de General Motors, cobró algo más de 12 millones de dólares netos en salario, bonus y opciones sobre acciones al mismo tiempo que anunciaba bajadas de sueldos y despidos para 74.000 empleados.

En 1983, Milton Friedman (1912-2006), premio Nobel de Economía en 1976, manipuló datos en las series históricas del Reino Unido sobre la masa de dinero y el gasto total a fin de avalar empíricamente su teoría monetarista en su publicación “Monetary Trends in the United States and United Kingdom” en colaboración con Anna Schwartz (1915-2012). Los econometristas de Oxford David Hendry (1944) y Neil Ericsson (1944) detectaron numerosos errores, pero no denunciaron la equivocación de la teoría monetarista, sino su falta de apoyo en los datos reales (ya en 1953, Milton Friedman publicó un artículo, “The Methodology of Positive Economics”, en donde defendía que no importaba que las premisas de una teoría fueran realistas o no sino lo que importaba eran si sus predicciones eran certeras). Aunque, en el fondo, la polémica ya no estaba en la incorrección o las limitaciones de la formalización matemática de determinados axiomas o teorías económicas, sino en la batalla ideológica por el control de la política económica, monetaria y fiscal, de la que Friedman fue un pionero, aunque hoy en día pueda ser considerado un moderado matemático comparado con sus posteriores y desatados herederos ideológicos.
Martín Abascania
Fuente: https://lpedeuda.wordpress.com/2015/02/26/fraudes-intelectuales-ii-hoy-el-tinglado-neoliberal/

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viernes, 6 de marzo de 2015

La teoría de John Hope Bryant. Un buen caso para aplicar el sentido crítico,...

A John Hope Bryant, su teoría sobre la pobreza y cómo ésta puede salvar el capitalismo le ha convertido en asesor financiero de Barack Obama. Un ascenso meteórico desde su etapa "sin techo" en la administración Reagan. "Ser pobre —dice— es un estado mental que depende de la baja autoestima y del entorno que tomemos como modelo. En EE UU los dueños de las pymes han aprendido el lenguaje del dinero y están generando la mayor parte del empleo del país. El 70% de la economía norteamericana se basa en el consumo y la mayoría de empresas tienen menos de 50 empleados".

Hope Bryant afirma que la pobreza y la inmigración han dado lugar a los mayores éxitos empresariales norteamericanos. Y pone ejemplos: "El del fundador de Walmart, la empresa más grande del mundo según Fortune", Sam Walton, que ordeñó vacas y repartió periódicos; o Jim Casey, que a los 19 años y con 100 dólares que le prestó un amigo puso en marcha el gigante que es hoy UPS.

Hope Bryant es consejero delegado de Operación Hope, organización bancaria social sin ánimo de lucro. Desde ésta presta servicios a más de 1,5 millones de personas sin recursos y ha empleado seis millones de dólares para ayudar con las hipotecas.
Fuente: http://economia.elpais.com/economia/2015/02/20/actualidad/1424449305_893245.html