martes, 20 de junio de 2017

Una historia increíble de la miseria intelectual del postmodernismo. El pene conceptual como un constructo social: un engaño al estilo Sokal sobre estudios de género.

El engaño
El supuesto científico y metacientífico androcéntrico de que el pene es el órgano reproductor masculino es apabullante y, en gran parte, indiscutible.

Así es como empezamos, usamos esta oración absurda para presentar un «artículo» de 3.000 palabras que no es sino un completo sinsentido disfrazado de erudición académica y que, posteriormente, una revista académica del ámbito de las ciencias sociales con revisión por pares aceptó y publicó.

Este artículo nunca debería haberse publicado. Con el título «El pene conceptual como un constructo social», nuestro trabajo «argumenta» que «El pene con respecto a la masculinidad es una construcción incoherente. Se defiende así que el pene conceptual se comprende mejor no como un órgano anatómico, sino más bien como una construcción social performativa y un constructo difundido a nivel social». Todo ello con el objetivo de demostrar la afirmación del filósofo David Hume de que existe una profunda brecha entre lo que es y lo que debería ser. Nuestro artículo, ese que nunca debería haberse publicado, se publicó con acceso abierto, lo que significa que está disponible para todos los lectores y no está sujeto a pago, en la revista con revisión por pares Cogent Social Sciences. En caso de que se elimine el PDF, lo tenemos guardado.

Con los seudónimos de «Jamie Lindsay» y «Peter Boyle», y enmarcado en el ficticio «Grupo de Investigación Social Independiente del Sureste», escribimos un artículo absurdo con base en la teoría del género discursivo posestructuralista. El artículo era ridículo adrede, pues nuestra argumentación se basaba esencialmente en que los penes no debían considerarse como órganos genitales masculinos, sino como construcciones sociales perjudiciales. Ni siquiera nos molestamos en saber qué significa realmente la «teoría del género discursivo posestructuralista», dimos por hecho que si dejábamos meramente claro que nuestras implicaciones morales se basaban en que la masculinidad es intrínsecamente mala y que el pene está, de alguna manera, en la raíz de todo ello, conseguiríamos que nos publicasen el artículo en alguna revista respetable.

Estas características irrecusables de nuestro engaño restan importancia a la falta de aptitud de nuestro artículo para ser incluido como publicación académica. No intentamos hacer un artículo coherente, simplemente lo llenamos de vocablos de la jerga («discursivo» e «isomorfismo»), tonterías (como argumentar que los hombres hipermasculinos están dentro y fuera de ciertos discursos al mismo tiempo), frases clave (sociedad prepospatriarcal), referencias lascivas a los términos relativos al pene, insultos hacia los hombres (incluido el de hacer referencia a algunos hombres que eligen no tener hijos como «incapaces de forzar a una compañera») y alusiones a la violación del espacio o despatarre –quejarse de que los hombres se sienten con las piernas abiertas– es «similar» a violar el espacio a su alrededor». Después de redactar el artículo, lo leímos con atención para asegurarnos de que no decía nada significativo y, como ninguno de nosotros pudo determinar de qué trataba realmente, lo consideramos un éxito.

A continuación proporcionamos algunos ejemplos, como un párrafo de la conclusión, el cual ambos revisores consideraron como muy positivo.

Concluimos así que la mejor forma de comprender el concepto de pene no es como un órgano sexual masculino, o como un órgano reproductor masculino, sino como una construcción social promulgada que es, a la vez, perjudicial y problemática para la sociedad y las futuras generaciones. El pene conceptual presenta problemas significativos para la identidad de género y la identidad reproductiva dentro de la dinámica social y familiar, tiene un carácter excluyente en las comunidades marginadas basadas en el género o la identidad reproductiva, es una fuente inagotable de abuso hacia las mujeres, así como hacia otros grupos y personas marginadas por motivos de género, es el origen performativo de la violación, y es el motor conceptual que está detrás de gran parte del cambio climático.

Sí, lo ha leído bien, afirmamos que el cambio climático lo causan «conceptualmente» los penes. ¿Cómo defendimos esa afirmación? De la siguiente forma:

Los enfoques hegemónicamente masculinos destructivos e insostenibles de las políticas y acciones ambientales más urgentes son el resultado predecible de una violación de la naturaleza por una mentalidad dominada por los hombres. Esta mentalidad se refleja mejor si reconocemos el papel del pene conceptual en la psicología masculina. Cuando se aplica a nuestro entorno natural, especialmente a ambientes vírgenes que se pueden expoliar fácilmente por sus recursos materiales, y los cuales quedan dilapidados y reducidos después de que los enfoques patriarcales con base en el beneficio económico hayan robado su valor esencial, la extrapolación de la cultura de la violación inherente al pene conceptual se hace evidente.

Y así, lo que argumentamos se deduce de lo anterior por medio de una cita sin sentido generada algorítmicamente a partir de un artículo ficticio, al que nos referimos y citamos explícitamente en el artículo:

La significancia de la hipermasculinidad tóxica deriva directamente del pene conceptual y se basa en sí misma para apoyar el materialismo neocapitalista, motor fundamental del cambio climático, especialmente en lo que se refiere al uso desenfrenado de las tecnologías basadas en combustibles fósiles que emiten carbono y en la dominación de los entornos naturales vírgenes. No consideramos necesario profundizar en las críticas del objetivismo dialéctico ni en sus relaciones con tropos masculinos, como el pene conceptual, para hacer una crítica efectiva del objetivismo dialéctico (excluyente). Todas las perspectivas importan.

Si tiene problemas para entender lo que significa, hay dos puntos importantes que se deben considerar. En primer lugar, nosotros tampoco lo entendemos. Nadie lo hace. Esto debería haber bastado para que cualquier revista con revisión por pares decidiese no publicarlo. En segundo lugar, estos ejemplos son los más lúcidos en comparación con el resto del documento. Por ejemplo, considere este ejemplo final:

En la medida en que la masculinidad es esencialmente performativa, también lo es el pene conceptual. El pene, según Judith Butler, «solo puede entenderse por referencia a lo que se excluye del significante dentro del dominio de la legibilidad corporal» (Butler, 1993). El pene no debe entenderse como una expresión honesta de la intención del intérprete si se presenta en una actuación de masculinidad o hipermasculinidad. Así, el isomorfismo entre el pene conceptual y lo que se denomina en la literatura feminista discursiva como «hipermasculinidad tóxica» se define con base en un vector del machismo cultural masculino braggadocio con el pene conceptual en el papel de sujeto, objeto y verbo de acción. El resultado de esta tricotomía de papeles es posicionar a los hombres hipermasculinos tanto dentro como fuera de discursos competidores cuya dinámica, como se observa en el análisis posestructuralista del discurso, promueve una interacción sistemática de poder en la que los hombres hipermasculinos usan el pene conceptual para pasar de sujetos impotentes a sujetos poderosos (consultar a Foucault, 1972).

Nadie sabe qué significa esto porque es un completo disparate. Quien diga que lo entiende, miente. Punto final.

Pero aún va a peor. No solo el texto es ridículo, sino también las referencias. La mayoría de ellas son citas a artículos y cifras de este ámbito que apenas tienen sentido en el marco del texto. Otras se obtuvieron mediante la búsqueda de palabras clave y artículos que, aparentemente, estaban relacionados con las palabras que citamos. De todas estas fuentes no leímos absolutamente ninguna, adrede, pues formaba parte del engaño. Y todavía va a peor...

Algunas referencias citan el Postmodern Generator, un sitio web codificado en la década de 1990 por Andrew Bulhak que presenta un algoritmo basado en el método de Alan Sokal (NYU) para engañar a una revista de estudios culturales llamada Social Text y que genera un «artículo» posmoderno cada vez que la página se carga. Gran parte de nuestras citas y referencias proceden del Postmodern Generator. Entre ellas se incluyen citas sin sentido incorporadas en el cuerpo del documento que remiten a cinco «artículos» diferentes generados en tan solo unos minutos.

Cinco referencias a artículos falsos en revistas que no existen es algo increíble por sí mismo pero lo que es aún más asombroso es que el artículo original que presentamos solo tenía dieciséis referencias en total (ahora tiene veinte, después de que un revisor pidió más ejemplos). Casi un tercio de nuestras referencias remite a fuentes falsas de un sitio web. Todo ello nos da pie a mofarnos de que este tipo de sinsentidos tienen cabida, sobre todo, en los campos «académicos» corrompidos por el posmodernismo. Hablaremos de ello más adelante.

Dos de las revistas falsas citadas son Deconstructions from Elsewhere y And/Or Press, que se obtuvieron directamente a partir de citas ficticias generadas algorítmicamente en el Postmodern Generator. Otra de las citas se remite al investigador ficticio «S. Q. Scameron», cuyo nombre, completamente inventado, aparece en el cuerpo del artículo varias veces. En respuesta a esto, los revisores consideraron que nuestras referencias eran «sólidas», incluso después de un control de referencias cruzadas aparentemente meticuloso llevado a cabo en la fase final de aprobación editorial. No importa el esfuerzo que se haga, parece que uno simplemente no puede superar al genio de Cogent Social Sciences.

Sin embargo, en un principio no pretendíamos engañar a Cogent Social Sciences. Si lo hubiéramos hecho, esta historia no sería tan interesante ni tan fulminante. Otra revista NORMA: International Journal for Masculinity Studies, una revista del grupo editorial Taylor &  Francis, nos recomendó Cogent Social Sciences. NORMA rechazó «El pene conceptual como un constructo social», pero pensó que encajaría bien en la Serie Cogent, que trabaja de forma independiente dentro del grupo Taylor &  Francis. En su carta de rechazo, los editores de NORMA escribieron:

Consideramos que su artículo sería muy adecuado para nuestra Serie Cogent, una plataforma multidisciplinaria y abierta para difundir de forma rápida investigaciones revisadas por pares en todas las disciplinas.

Si reenvía su artículo:

· Ahorrará tiempo, ya que no es necesario volver a formatearlo ni reenviar su trabajo manualmente.

· Conseguirá que su artículo se publique más rápido, puesto que, junto con él, se reenviarán también las revisiones anteriores.

En el caso de que se acepte su artículo, y para garantizar que todos los lectores podrán acceder a él de forma abierta, la Serie Cogent le invita a realizar una contribución «pague lo que considere» para cubrir los costes de la publicación en acceso abierto. Tanto usted, como autor, como la institución o entidad que haya financiado la investigación puede realizar este pago. Actualmente muchas instituciones y entidades de financiación proporcionan apoyo económico para publicar en acceso abierto.

Entonces, decidimos hacerles caso y Cogent Social Sciences aceptó «El pene conceptual como un constructo social». Los revisores nos animaron muchísimo y nos evaluaron de forma muy positiva en casi todas las categorías. Por ejemplo, un revisor calificó nuestra propuesta de tesis como «sólida» y la elogió de la siguiente forma: «Capta [sic] la cuestión de la hipermasculinidad a través de un proceso multidimensional y no lineal», lo que nosotros interpretamos como que vaga sin rumbo a través de muchas capas de jerga y tonterías. El otro revisor calificó la tesis, junto con el artículo completo, como «destacable» en cada una de las categorías.

Sin embargo, no aceptaron el artículo del todo...

http://www.sinpermiso.info/textos/una-historia-increible-de-la-miseria-intelectual-del-postmodernismo-el-pene-conceptual-como-un

lunes, 19 de junio de 2017

Economía. La Plataforma por una Educación en Economía Crítica, PLEEC, una magnífica -y necesaria- iniciativa político-cultural contra la penetración educativa neoliberal.

Rosa Guevara Landa

La Plataforma por una Educación en Economía Crítica (PLEEC) convocó una conferencia de prensa el pasado jueves 1 de junio de 2017. El motivo: responder a las declaraciones públicas sobre la supuesta "necesidad" de educación financiera (visión bancaria y afines) en España. Su razonamiento, sus motivos:

Martes 24 de mayo, TV3 emitió una noticia en el informativo a raíz de los "malos" resultados de España en la encuesta PISA, en el apartado sobre educación financiera (estudio realizado en 2015). El mismo día diferentes medios de prensa escrita publicaron también noticias que alertaban sobre la "peligrosidad" del analfabetismo financiero, alegando los mismos resultados de la encuesta PISA. Ante estas declaraciones de los medios de comunicación, desde la PLEEC queremos denunciar la estrategia seguida por las autoridades públicas y las entidades financieras para hacer llegar un mensaje equívoco a la población: que nos es necesaria a los ciudadanos este tipo de formación y que la solución son los planes de educación financiera que se están desarrollando por entidades privadas -y no por el profesorado- en toda España en los últimos años.

Quisieron poner también de manifiesto la extensión y el trabajo que la PLEEC ha hecho durante este último curso:

[…] las entidades que apoyan (más de 140 organizaciones, sindicatos, plataformas, asociaciones vecinales y de familias de alumnos, centros de investigación y el movimiento de la economía social y solidaria) y las estrategias que de cara al futuro pensamos seguir para acabar con el programa y sus efectos, (Educación Financiera a las Escuelas de Cataluña) que realiza el Instituto de Estudios financieros con el apoyo del Departamento de Enseñanza de Cataluña.

A la PLEEC, con razón razones, le parece del todo intolerable lo que está sucediendo y quieren seguir denunciando públicamente que el gobierno de la Generalidad de Cataluña no sólo enmascara, que lo hace, las intenciones de fondo que tienen las entidades financieras para poder hacer llegar sus “productos” a las escuelas e institutos y, por tanto, a los "futuros consumidores" (y generaciones), la forma “ económica” en que ellos consideran a nuestro alumnado al igual que al profesorado, sino que “aliente este tipo de programas que suponen una intromisión de las entidades privadas y sus intereses en el sistema público”. Otro nudo más de la creciente privatización institucional y cultural de nuestro sistema de enseñanza. También aquí, como en tantas otras cosas, el camino del gobierno de Junts pel sí es idéntico al emprendido por el gobierno PP y las fuerzas que le dan apoyo .

Considera PLEEC que la educación sostenida con fondos públicos -tampoco la concertada por tanto- no se puede alinear con el discurso de las entidades financieras privadas que han sido uno -acaso el más importante- de los elementos responsables de la crisis-estafa-agresión- expropiación en la que seguimos inmersos. ¿Gentes así, estos intereses de privilegiados y élites, deben regir en la instrucción pública? La PLEEC defiende, con razones muy atendibles, que, por el contrario, “las perspectivas de la economía crítica, la solidaria, la feminista y la ecológica” son las deberían ser integradas en el currículo oficial y ser impartidas por el profesorado del Departamento de Enseñanza, no por personal técnico (prejubilados o voluntarios) de las empresas financieras.

Yo misma, que he sido profesora durante unos 10 años en ciclos formativos de grado medio y superior de una asignatura netamente ideológica como es Economía e Iniciativa Emprendedora (otra cara del mismo poliedro neoliberal, desinformado y privatizador) cuyas consecuencias -sin giros creativos del profesorado- pueden ser nefastas para la vida y formación de nuestros estudiantes, no puedo sino aplaudir entusiasmada la posición crítica de esta plataforma y la bondad y justificación de su demanda: ¡debemos integrar la formación en una economía crítica, informada, solidaria, feminista, obrera y ecológica en el currículo oficial de la formación e instrucción de nuestros estudiantes (incluso de las familias), materia que debe ser impartida por el profesorado del Departamento de Enseñanza formado a tal efecto (no basta con títulos de Economía o similares). No por empresas ni, tampoco, en empresas (enseñanza dual) ni tampoco por técnicos al servicio de estas corporaciones imbuidos de la cabeza a los pies, y acríticamente, del neoliberalismo y sus complementos culturales anexos: la pasta, la empresa, los emprendedores, la pasta, lo privado, lo público es inútil e ineficaz, todo por la pasta. Como diría, como de hecho ha dicho: Trump, ¡vivan los vencedores (como él)! ¡a la hoguera con los perdedores (la mayoría del género humano en su cosmovisión!

¡Fuera la enseñanza financiera neoliberal de nuestro sistema de enseñanza! ¡Fuera la actual EIE de los ciclos! Por una enseñanza económica al servicio de las personas y del mundo de trabajo (especialmente, del trabajo femenino).

La enseñanza concertada, obligada a dar un paso atrás. Varias autonomías, con la Comunidad Valenciana en cabeza, limitan las aulas privadas subvencionadas. Sus defensores llevan la medida a los tribunales.

Un enorme cuadro de Carlos III preside el despacho de la directora. Carmina Valiente, al frente del instituto público Lluís Vives desde hace nueve años, usa este lienzo para recordar algo importante: “Este lugar es público gracias a la desamortización”. Su centro se convirtió en el símbolo valenciano de las protestas en defensa de la escuela pública. En 2012, en los alrededores, hubo hasta cargas policiales contra los alumnos que clamaban contra los recortes que dejaron este instituto con 13 profesores menos de una plantilla de más de 90. En los años duros de la crisis, entre 2009 y 2015, el gasto público en España se desplomó un 12%, mientras que la partida para conciertos subió a su cifra récord. Pero las tornas han cambiado.

Ahora, quienes protestan junto a los muros del Lluís Vives piden que la educación concertada (privada sostenida con fondos públicos y mayoritariamente religiosa) no se toque. De ahí el juego con la desamortización y el monarca. Las caras de las manifestaciones han cambiado en un debate profundamente politizado, a pesar de que los centros afectados reclaman que los partidos se queden al margen.

Los Gobiernos de izquierdas que surgieron de las elecciones autonómicas de 2015 defienden la educación pública con una red concertada subsidiaria, que llegue a donde la otra, más costosa, no puede alcanzar. El centro derecha se ha situado a la cabeza de las manifestaciones reclamando la “libertad de elección” de las familias de la concertada, que ven como un modelo complementario de pleno derecho.

En la Comunidad Valenciana, con el PSOE y Compromís gobernando en coalición tras 20 años de Ejecutivos del PP, el giro ha sido muy sonado. Su promesa electoral fue “reducir progresivamente los conciertos”. Y en eso están. El Gobierno valenciano ha ordenado retirar para el curso que viene el concierto en 27 aulas de bachillerato —el 6,2% de las 437 existentes—. Es una etapa educativa no obligatoria que conciertan de forma generalizada esta comunidad, Baleares, Navarra y País Vasco y de manera puntual otras ocho regiones, según datos de la Asociación Española de Entidades Colaboradoras de Enseñanza (Aesece). El Gobierno calcula un ahorro con la retirada de conciertos de 2,5 millones de euros que se destinará a alumnos con necesidades educativas especiales —los que van más rezagados o tienen más dificultades— tanto en la red pública como en la concertada. Pero ha encontrado una respuesta inesperada en las calles.

El año pasado, cuando anunciaron los primeros cierres que no se materializaron, salieron a manifestarse más de 40.000 personas. Este curso, la protesta multitudinaria se repitió con el anuncio del recorte en bachillerato. Sujetando las pancartas, dirigentes del PP y de Ciudadanos. La presidenta del PP de Valencia, Isabel Bonig, viajó incluso a Madrid a mediados de mayo para pedir amparo al ministro de Educación, Íñigo Méndez de Vigo, ante la “angustia y la incertidumbre” de las familias de la concertada.

El apoyo explícito del PP, sin embargo, no se ve como una ventaja desde una parte de la concertada. “En la concentración de 2016 estaba la cúpula del PP, hasta el eurodiputado Esteban González Pons. Parecía un acto de partido aunque en realidad era a favor de la libertad y la educación”, señala Vicenta Rodríguez, secretaria de la patronal Escuelas Católicas en Valencia.

“Me gustaría que no se vinculara a ningún partido el tema educativo. Yo no me caso ni con unos ni con otros”, reflexiona en su soleado despacho Francisco Tos, director del centro concertado Domus, con 900 alumnos desde infantil a bachillerato. En el centro, decorado con coloridos murales de los estudiantes, se imparten clases en el patio y se explora en la innovación educativa. Está en Godella, un próspero municipio del área metropolitana, conectado por metro con el centro de Valencia. Aquí priman las urbanizaciones y las escuelas, sobre todo de un tipo. Hay cinco centros concertados frente a dos públicos, estos últimos solo de primaria. El instituto público más cercano está en el siguiente pueblo, Burjassot.

El Domus tiene ideario católico y es uno de los afectados por el decreto valenciano. El curso que viene, perderán el concierto de sus dos aulas de 1º de Bachillerato. Tos explica que esa retirada supondrá que cada alumno tenga que pagar unos 370 euros al mes frente a los 27,5 actuales. “Las únicas familias que no van a poder elegir son las que no tienen recursos económicos. No podrán pagar y se irán”, lamenta.

Mola Ibáñez, que trabaja de contable como su marido, está en esa situación. “Somos trabajadores muy normales”, explica la mujer. Su hijo pequeño, de 16 años, cambiará en septiembre de centro —han pedido plaza en otro concertado de Godella— tras cursar sus estudios desde infantil en el Domus, igual que su otro hijo y, antes, la propia Ibáñez y su hermana. “Estoy orgullosa de la disciplina, de los valores y de la forma de enseñar de este colegio, incluida la religión”, señala esta madre. Considera que esa educación gratis forma parte de “los derechos” de sus hijos. Para el consejero de Educación valenciano, Vicent Marzà, se trata en cambio de “privilegios sostenidos con fondos públicos”, como el punto extra que se permitía a los aspirantes que tienen familia en el centro y que su Gobierno ha eliminado. Ibáñez asistió con sus hijos, sus padres y su hermana a las dos grandes manifestaciones de la concertada. Asegura que seguirá yendo todas las veces que le llamen. Para la secretaria de Escuelas Católicas, Vicenta Rodríguez, es una vía agotada.

“La primera protesta llamó la atención de todo el mundo porque somos más del diálogo que de la calle. Abrimos los telediarios y le dijimos al consejero: ‘Está usted retirando conciertos que son necesarios”, señala en su despacho, junto al estadio de Mestalla. “Pero ahora tienen que ser los tribunales quienes nos den la razón o nos la quiten”.

La veintena de centros afectados por la retirada de conciertos han iniciado ya ese camino judicial, en el que lleva años la educación segregada sostenida con fondos públicos, que el Supremo acaba de respaldar a la espera de que se pronuncie de forma definitiva el Constitucional. El Domus de Godella pidió la paralización cautelar de la medida, pero el juez lo rechazó.

Marzà asegura que, tras este recorte, la concertada no tiene motivo de zozobra para los próximos años. Los conciertos de bachillerato que quedan se mantendrán, al menos, los cuatro años que duran los convenios. “No tenemos en mente terminar con la concertada porque vemos que, de momento, presta un servicio público que es necesario”. Respecto a las aulas perdidas, son los tribunales, de nuevo, los que tienen la última palabra.

VIGILANDO LAS CUOTAS VOLUNTARIAS
En el Domus de Godella, como en otros concertados, los padres aportan dinero. Son las llamadas cuotas voluntarias, un aspecto que no siempre queda bien reflejado. Las cantidades, que no están reguladas, pueden superar los 100 euros sin que se avise a las familias de que pueden no pagar. En este centro valenciano, la cuota es de 32 euros al mes. “En la crisis hubo familias que dejaron de pagar y no pasó nada”, asegura el director del centro, Francisco Tos. La concertada justifica estas cuotas señalando que la Administración ajusta su presupuesto a la baja.

“En el decreto de admisión dejamos claro que los colegios no pueden discriminar a quienes no paguen”, explica el consejero valenciano de Educación, Vicent Marzà. Añade que han recibido una decena de denuncias de las familias por pagos irregulares: “La inspección está revisando con más detenimiento porque nos han llegado informaciones de muchos más”.

http://politica.elpais.com/politica/2017/06/17/actualidad/1497713903_899393.html

domingo, 18 de junio de 2017

_--Moral y naturaleza humana: una justificación de la ética al margen de la religión.

_--José María Agüera Lorente

Una de esas llagas filosóficas que supuran permanentemente, al menos desde que la filosofía inauguró el reino de la reflexión sobre la conducta humana, individual y social, es la que atañe a la fundamentación de la moral. La clave se señaló como evidente desde el mismo inicio en esa distinción que todo estudiante de bachillerato se ve obligado a memorizar entre nomos y fisis, el ámbito de lo social, moral y político, por un lado, y el de lo natural, por otro. Nace la ética como teorización del ethos, esto es, de la conducta de los humanes –como le gusta llamar a Jesús Mosterín a los especímenes de homo sapiens– desde la consideración de su fin, a saber, la vida buena. De manera que la ética es la aplicación de la filosofía a la misma, como problema esencial que plantea la mera existencia al ser humano, cosa que no le pasa a ninguna otra especie animal que sepamos. Esto ocupa y preocupa a todo individuo consciente como destacó con ribetes existencialistas pero bastante prácticos nuestro Don José Ortega y Gasset, el cual, tan aficionado como era a metáforas y analogías, gustaba de esa imagen del náufrago que trata de aviárselas en el piélago de las circunstancias concretas que es cada vida. Así que, ¿por qué la ética? ¿Por qué someter a examen la vida propia como propugnaba Sócrates? Porque quiero vivir bien, y quiero saber cómo diantre se alcanza ese estado de cosas en el que me puedo sentir bien.

En esto se emplearon a fondo los filósofos de la etapa helenística (a partir del siglo IV a. C.) de la antigua filosofía griega, en la que florecieron –por la coyuntura histórica seguramente– un colorido ramillete de escuelas éticas entre las que destacaron, para tortura de nuevo de nuestros sufridos estudiantes, el estoicismo, el espicureísmo y el cinismo. Todas estas propuestas tenían un importante componente naturalista, sobre todo el epicureísmo –y por esto será objeto de vituperio por parte del cristianismo más adelante, por cuanto choca de frente con su planteamiento moral–. Quiere decirse que ya hace más de dos mil años se tenía conciencia de que la persona tiene esa esencia de fisis, natural, a la que no se le puede volver la espalda so pena de definir marcos morales en los que ningún humano real puede vivir a gusto. El primer deber ético –me atrevería a decir– es el respeto de la propia naturaleza humana, que conlleva forzosamente su conocimiento; eso sí, huyendo de cualquier tentación reduccionista que lo pueda confinar a los márgenes de la mera biología. Si no, más pronto que tarde terminamos en los delirios morales que suelen ir de la mano de los fundamentalismos religiosos. Esto lo supo ver muy bien Bertrand Russell cuando en su ensayo La vida buena, con sabor a ética clásica de la de las mencionadas escuelas helenísticas, apela al conocimiento de la naturaleza humana para trazar las líneas maestras de la virtud: «El instinto tiene sus derechos, y si lo violentamos toma venganza de mil maneras sutiles. Por lo tanto, al tender a la vida buena, hay que tener en cuenta los límites de la posibilidad humana. Y otra vez aquí volvemos a la necesidad del conocimiento».

Por eso para el maestro británico el conocimiento es parte imprescindible de la ética, dado que sólo concibe la vida buena como resultado de la inspiración del amor y la guía del conocimiento. Éste no puede ser otro que el científico. No existe el conocimiento ético para Russell; puede pasar por tal el conocimiento que nos permite establecer los medios mediante los cuales alcanzar los fines que deseamos. Pero los fines son cosa del deseo, no del conocimiento. La valoración de la bondad o maldad de nuestros actos tendrá que ver con la evaluación de sus consecuencias probables, para lo cual de nuevo –y esto ya no lo dice el filósofo pacifista, aunque cabe deducirlo de sus premisas– necesitamos del conocimiento científico. Éste es el que nos permite, pongamos por caso, evaluar como malos unos hábitos de vida que esquilman recursos naturales básicos para nuestra subsistencia como especie.

En cuanto al problema de qué fines son los buenos o –dicho de otro modo– qué debemos desear, qué debe orientar nuestra acción, sir Bertrand Russell apunta al componente emocional del comportamiento humano, sin duda insoslayable, pues, como la psicología más elemental demuestra, constituye un aspecto esencial de la motivación en casi todo lo que hacemos. Por eso afirma que la vida buena ha de ser guiada por el amor. A su entender, éste es un sentimiento que, idealmente, ofrece deleite (componente afectivo egoísta, digo yo) y benevolencia (componente afectivo altruísta, pienso) de manera equilibrada. Este punto de su propuesta ética lo vincula con la tradición del emotivismo moral, que no es nada despreciable por cuanto corrige los excesos del intelectualismo moral de raíz socrática y apuntala un análisis más realista del comportamiento juzgado desde una perspectiva valorativa. Otro sentimiento igualmente aducido como piedra de toque de la dimensión moral humana es la compasión, cuyo principal valedor fue Arthur Schopenhauer. Ya dentro del paradigma evolucionista cuyos cimientos estableció Charles R. Darwin las emociones ganaron en importancia a la hora de componer el cuadro completo dentro del cual hacer comprensible la naturaleza humana. El propio Darwin fue consciente de ello una vez definida la selección natural como clave de bóveda de su teoría de la evolución, lo que puso de manifiesto al dedicar un estudio al tema de la afectividad cuyas conclusiones quedaron recogidas en el libro titulado La expresión de las emociones en el hombre y en los animales, quizá uno de los textos fundacionales de la etología, especialidad de la biología y la psicología experimental que tiene por objeto el estudio de los comportamientos animales (no humanos, en principio) y que –dicho sea de paso y curiosamente– tiene origen etimológico compartido con la ética (ya saben: ethos).

Sería una pretensión imposible por mi parte dar cuenta completa aquí de todos los trabajos que en la actualidad se hallan en curso o han arrojado ya resultados en torno a la problemática de la conducta moral en el ser humano y en otros animales desde una perspectiva natural. Por mencionar algunos nombres asociados a ellos, seguro que al lector no le descubro nada alejado de sus referencias si menciono a Frans de Waal o a Edward O. Wilson, ubicados en la orilla de la biología; y a Steven Pinker o José Sanmartín del lado de las neurociencias. De sus lecturas y de otras se atisba un hilo de complejo trenzado que me atrevo a decir conduce desde la naturaleza, a través de las emociones, hasta los valores y normas que constituyen la materia prima de la ética; y que seguramente tienen su origen en la experiencia del dolor, del sufrimiento, como ya apuntó el mencionado Schopenhauer y la actual filósofa Martha C. Nussbaum en su sentido libro Paisajes del pensamiento: la inteligencia de las emociones.

La moral es una compleja dimensión de la vida humana intrínsecamente asociada a su esencial componente social. La ética, como experimentación consciente de la moral abierta al examen crítico, requiere de todos los recursos que el conocimiento científico le puede proporcionar para no renunciar a apuntar, al menos teóricamente, a una noción cada vez mejor definida de vida buena. Éste, a mi entender, es el centro de la ética al margen de la religión. Ciertamente a lo largo de la historia de la humanidad, prácticamente en todas la culturas, la moral se ha fundamentado trascendentalmente sobre el soporte de la fe religiosa, la cual le ha otorgado una firmeza y uniformidad que no siempre aseguran el pensamiento crítico y el conocimiento científico, no exentos de un escepticismo que muchos toman por carencia de convicción ética. No sólo desde el mundo religioso, sino también desde sectores del científico y filosófico se considera que la moral es efectiva en tanto que se halla sancionada por el dogma religioso. De aquí se pasa fácilmente a justificar su presencia en la institución educativa si se quiere formar íntegramente al individuo, también en su faceta ética y moral. El difunto Stephen Jay Gould lo reconoce así en su libro, ya clásico, sobre el asunto titulado muy expresivamente en castellano Ciencia versus religión, un falso conflicto. En él enuncia su tesis de los magisterios no superpuestos (MANS), con la que traza la frontera entre dos sistemas de principios igualmente necesarios para que el ser humano camine por la senda de una existencia guiada por la sabiduría. Son magisterios, a su parecer, que no tienen por qué chocar, pues la ciencia se ocupa del conocimiento del universo, mientras que la religión tiene para sí la dimensión espiritual y moral de la vida humana. En palabras del biólogo norteamericano: «estos dos ámbitos poseen igual valor y nivel necesario para cualquier vida humana completa; y (…) permanecen lógicamente distintos y completamente separados en estilos de indagación».

No puedo estar de acuerdo con la postura que expone este libro. Por supuesto que moral, ética, espiritualidad, son aspectos esenciales de la existencia humana. Pero no son monopolio de ninguna religión. El conflicto cuyo sentido niega Jay Gould es un hecho histórico que se da prácticamente desde los orígenes del pensamiento racional con la filosofía y que, con el devenir de los siglos, se agudizó a partir de la revolución científica moderna, y tuvo los que seguramente fueron sus momentos estelares en los casos de Galileo Galilei y de Charles R. Darwin.

¿Ética sin religión? Claro que sí, necesariamente sí, si queremos avanzar desde la heteronomía moral que anula la libertad del individuo hacia un planteamiento autónomo y consciente del problema de la vida buena. ¿Ética al modo naturalista? ¿Por qué no? Desde una perspectiva histórica apenas –y con continuas resistencias desde los sectores temerosos de que el librepensamiento despliegue sus alas– hemos empezado a explorar el ámbito de la conducta moral humana aplicando el método científico. Evitando reduccionismos y adoptando un modelo sistémico del conocimiento en el que se integren las ciencias de la naturaleza, las sociales y las nuevas humanidades que aprovechan las aportaciones de unas y otras, alcanzaremos una mejor comprensión de la ética y la moral para ganar en sabiduría.

sábado, 17 de junio de 2017

“Tanto vendes tanto vales”, el Libro Blanco de la CEOE sobre educación.


La puesta en escena de la presentación del Libro Blanco de los Empresarios Españoles “La educación importa” es el fiel reflejo de la estrecha relación y fiel servidumbre del poder político (Ministro de Educación) al poder empresarial (Presidente de la CEOE). Y sus contenidos no son más que la reclamación explícita, de algo que ya es real desde hace tiempo en España: la subordinación del sistema educativo a los intereses empresariales. Este Libro Blanco no es ninguna novedad, más bien es un discurso repetido desde el Foro Mundial de la Educación celebrado en Dakar en el año 2000, incorporado en Europa a partir de la agenda de Lisboa (ET 2010 y ET 2020) y apoyado por organismos gubernamentales (OCDE, BM, OEI, CEPAL), sobre la importancia de la educación como elemento central para la transformación hacia una sociedad más competitiva y con una mayor producción económica.

Expertos, predicadores o mercaderes, que actúan como representantes de los valores de la globalización y de la política mundial en educación, asumen, desde la racionalidad técnica, que la única opción en un sistema capitalista financiero es la deriva de la educación a los objetivos de las empresas y a la gestión tecnocrática de los sistemas educativos. Elaboran discursos que, aunque tienen una poderosa influencia en la institucionalización de estructuras y prácticas globales, ni todos los organismos lo plantean de manera idéntica, ni todos los países los asumen de la misma forma y esperamos que cada vez tengan más resistencias.

Aumentar el nivel educativo de los estudiantes no producirá mejores empleos, ni mejores salarios, ni será por sí mismo beneficioso para la economía y la sociedad en su conjunto, sin que existan modificaciones sustanciales en el sistema productivo. En España contamos con una tasa de sobre-cualificación formativa, respecto a la estructura de un mercado laboral que también hace que haya mucha demanda de empleos poco cualificados y menos empleos para las personas formadas, como nos indica en su último informe “Save The Children”.

La educación no está ni debe estar al servicio de las empresas, sino de la sociedad en su conjunto y de las necesidades de la población y del planeta. La cúpula empresarial trata de que confundamos “sus deseos” con las necesidades de la ciudadanía, y sus beneficios con el objetivo de la vida del ser humano. Podríamos imaginar lo que hubiera sucedido con la formación de nuestros jóvenes, si en el momento de la ‘burbuja’ inmobiliaria, los planes de estudio hubieran priorizado perfiles profesionales orientados a la construcción, la arquitectura, el interiorismo, o el saneamiento.

Las ideas básicas que plantea la CEOE y que forman parte de esta agenda global son:

1) Estandarización de la educación con la reducción de contenidos a competencias básicas y específicas para el mundo laboral. El currículo y los conocimientos serán siempre una estrategia de empleo, crecimiento e inversión (mercantilista). Reducidos, por tanto, a saberes instrumentales y aplicados que dejan atrás el acervo cultural y conducen a lo que se está denominando la “nueva cultura del capitalismo”, que se caracterizan por el corto-placismo y la lógica de la demanda, construyendo un déficit de sentido que deja en la incertidumbre a la educación.

2) Reducción de la complejidad educativa a aquello que se puede medir con pruebas externas e internacionales, con el añadido del neocolonialismo cultural que suponen las evaluaciones internacionales. En política educativa el lenguaje ha sido colonizado por el discurso económico y por una racionalidad tecnocrática que se ha construido en torno al poder de los datos y las grandes comparaciones, que se han convertido en una auténtica religión. La tecnologización del discurso forma parte de la ingeniería del cambio social unido a las reformas educativas en las últimas décadas.

3) Incorporación de mecanismos de gestión empresarial en la organización y funcionamiento de los centros educativos, que redundan en una financiación eficiente y en la privatización del sistema educativo. Los procesos de gestión educativa (descentralización, autonomía, evaluación e información) transfirieron mayor poder a la demanda, para dar mayor capacidad a los actores locales, las familias y la definición de la oferta educativa. Pero la experiencia ha demostrado que es necesario distinguir entre demanda y necesidad. La demanda está desigualmente distribuida y los requerimientos de un grupo social rápidamente se transforman en necesidad.

La apuesta empresarial de la CEOE por ampliar y reforzar la financiación pública de la enseñanza privada, a través de los conciertos educativos que suponen un ingente negocio educativo, el cheque escolar en el primer ciclo de educación infantil y la desgravación fiscal en las etapas obligatorias, es consecuencia de que la educación ya no se considera un ascensor social, y la lógica competitiva del mercado combina con los deseos de ambientes familiares y religiosos que pugnan por el individualismo y la elección de centros.

Estas políticas educativas de privatización, segmentación social e inequidad del derecho a la educación hacen que España ocupe un puesto muy bajo en el índice de inclusión social según PISA 2015 (la antepenúltima posición de los países de la OCDE en Europa y la quinta por la cola de toda la OCDE), índice que refleja la escasa pluralidad y diversidad de nuestras escuelas y el rápido incremento de la segregación desde el año 2009.

El resto de medidas que proponen aseguran que son, por supuesto, evidencias y no apuestas ideológicas de la CEOE, algo que, según ellos, hay que desechar en un pacto educativo. Pero está claro que todas ellas reflejan la ideología de este sector empresarial que exige: el protagonismo del empresariado en la gobernanza ejecutiva de la formación para el ejercicio de una profesión, la ampliación de la educación para el emprendimiento en el currículo escolar, que haya más ingenieros y menos filósofas, la promoción de la excelencia y de los colegios de élite para unos pocos, la selección de centro educativo por el cliente y la re-centralización del sistema educativo, puesto que según la patronal hay que controlar tanta autonomía de las Comunidades.

La tesis central que se viene a concluir es que no sólo se está en un proceso privatizador a escala mundial abriendo la educación a los mercados y rompiendo la concepción de la educación como un derecho social que ha de ser protegido por el Estado, sino que se está adecuando la misma educación a los principios y prácticas del mercado. Lo sorprendente es que esta dinámica neoliberal se ha configurado como “sentido común” tan poderoso que ha sido capaz incluso de redefinir los límites de la discusión. Ya no se discute si la educación ha de servir para reproducir el sistema o para emancipar, sino que se plantea cómo hacer más eficaz y eficiente el sistema educativo al servicio de la empresa y del mercado, cómo “volver a lo básico” (el lema de las tres “ies” de la política educativa, que proclamaba el empresario y político italiano neoconservador Silvio Berlusconi: “Inglese, Internet, Impresa”); ya no se plantea como servicio público al servicio de la ciudadanía, sino como producto que las personas consumidoras han de elegir en un nuevo mercado de la formación…

No somos máquinas para sus fábricas, ni mano de obra para complacer sus deseos de seguir aumentando sus ganancias, ni el sistema educativo está para generarles más beneficios. Es hora ya de que empecemos a invertir el discurso y a volver a las prioridades sociales y humanas que deben construir el sistema educativo.

Carmen Rodríguez, Enrique J. Díez, Rodrigo, J. García y Julio Rogero son miembros del Foro de Sevilla

https://porotrapoliticaeducativa.org/por-otra-politica-educativa/

_-"La pobreza es un estado mental": desigualdad y el mito de la meritocracia.

_-José María Agüera Lorente

«La injusticia siempre exige justificaciones y argucias; las causas justas mucho menos»
(Robert Trivers: La insensatez de los necios) 

 Oigo la escueta noticia a través de la radio: Ben Carson, el secretario de vivienda estadounidense, afirma que la pobreza es «un estado mental». Busco en internet qué hay tras lo que aparece en forma de titular en varios medios digitales. Así me entero de que el señor Carson, neurocirujano de oficio, fue el primer afroamericano en ser nombrado jefe de neurocirugía pediátrica en el Centro Infantil Johns Hopkins de Baltimore.

Negro, es decir, hombre perteneciente a una minoría que, atendiendo a los datos estadísticos de toda índole, es el grupo de la ciudadanía que más sufre la pobreza en un país de por sí con un importante índice de desigualdad; para ponerlo en cifras, el índice de Gini, que cuantifica la desigualdad en los Estados, se situó en la república norteamericana en 0,48 puntos según informe de 2015 , siendo en España de 0,33 puntos y del entorno de 0,25 en los países nórdicos, los de menor desigualdad del mundo dado que el máximo lo marca el 1. Pero como ciudadano de la desfavorecida minoría negra el secretario Carson es un magnífico exponente del american dream, igual que el personaje que interpreta Will Smith –antaño irreverente príncipe de Bel Air– en la película titulada En busca de la felicidad, en la que un desgraciado padre cambia su situación de patético loser por la de ejecutivo triunfador merced a su «mentalidad ganadora», la que precisamente el exneurocirujano ahora miembro de la administración Trump propugna que han de inculcar los padres a sus hijos. Por eso, seguramente y dicho sea de paso, en nuestro sistema educativo postLOMCE se haya considerado conveniente la implantación de una asignatura denominada «Cultura emprendedora y empresarial» con el fin de inculcar en nuestros jóvenes el «espíritu emprendedor» y promover el «autoempleo».

De modo que la pobreza –según cabe inferir de este planteamiento– es, principalmente, el efecto natural de un modo de afrontar los retos de la vida desde el derrotismo, actitud que bien pudo ser herencia de unos padres que fallaron a sus hijos a la hora de dotarles del sano espíritu emprendedor que les insuflara la fuerza moral del triunfador. O expresado en versión corta: si eres pobre, tú te lo buscas por cultivar el espíritu perdedor; ya que, como dicta la ética capitalista, el que trabaja, innova y emprende, siempre recibe su merecido premio.

Si la estructura social del Antiguo Régimen legitimaba las desigualdades entre los integrantes de los diversos estamentos mediante el discurso religioso, el cual hacía del designio divino el fundamento moral del orden establecido, en el caso de nuestro actual statu quo, que tiene en las desigualdades económicas el elemento decisivo que marca las diferencias sociales, habrá que buscar su legitimación no ya en la dimensión trascendente, que no es válida en una cultura secularizada, sino en la inmanente de la propia responsabilidad individual, muy acorde con la concepción liberal de la democracia, que es la preeminente. Así la aristocracia viene a ser reemplazada por la meritocracia. Es el mérito ahora y no la superioridad del linaje el que da razón de la riqueza material que viene a ser moralmente aprobada, puesto que ha sido ganada en buena lid por el individuo en un contexto de competición en igualdad de condiciones. En consecuencia, la desigualdad resultante del enriquecimiento de unos y el empobrecimiento de otros no tiene por qué ser objeto de corrección, puesto que en nada contradice el canon de la ética capitalista. Meritocracia y aristocracia comparten el núcleo legitimador, que no es otro que la virtud (areté en griego), lo que otorga valor a algo o alguien (meritum en latín); y en el que se sustenta una jerarquía moralmente justa.

Considero que este constructo ideológico de la meritocracia es parte primordial de la ética de los trabajadores de las democracias modernas; y permite explicar en parte la casi inexistente resistencia y hasta resignación que caracteriza la actitud mayoritaria de la ciudadanía ante el crecimiento de la desigualdad económica y social. Cuando el ciudadano no trabaja, o tiene un trabajo indigno, cuando no logra darse a sí mismo la vida a la que el sistema le dicta que ha de aspirar como ideal, le ahoga la vergüenza del loser, del perdedor que no ha hecho méritos suficientes para obtener los favores del capital (yo lo he visto en personas de carne y hueso que conozco; apelo a la experiencia del lector). Aquí, como señala certeramente el filósofo Byung-Chul Han, descansa una parte principal de la estabilidad del orden establecido, que ha logrado en más de los que creemos hacer de su persona amo y esclavo a partes iguales; o dicho de otro modo, ha convertido al individuo en empresario empleador de sí mismo. No cabe, pues, la crítica a la sociedad, pues sólo uno es culpable de su propio fracaso.

La meritocracia va camino de convertirse, si no lo es ya, en una de esas creencias de las que hablaba José Ortega y Gasset hace casi un siglo en su ensayo titulado Creer y pensar; es decir, en una de esa clase de ideas que conforman el estrato más profundo de nuestro pensamiento, de las que no somos conscientes, pero con las que contamos sin más para hacer nuestras vidas, de tal modo que bien se puede decir que constituyen el continente de nuestras acciones. No vivimos con tales creencias, sino que estamos en ellas.

Hagamos méritos, entonces, y el sistema nos otorgará sus bendiciones. Seamos mejores, hagámoslo mejor que los otros, como dicta la regla dorada de la competición, y tendremos lo que nos merecemos. Y los que tienen más y son, en consecuencia más, es porque se han hecho merecedores de ello. Son mejores que los otros. Este sería el cuadro de la denominada por el economista francés Thomas Piketty «sociedad hipermeritocrática», un invento dice él de los Estados Unidos armado a lo largo de las últimas décadas con el fin de justificar la magnitud creciente de la desigualdad. Ésta va camino de alcanzar las cotas de concentración de riqueza extremas en las sociedades del Antiguo Régimen y en la Europa de la Bella Época (con típicamente el 90% de la riqueza total para el decil superior y el 50% para el percentil superior en sí mismo). Es el reparto según el modelo de la «sociedad hiperpatrimonial» o «sociedad de rentistas». Sólo que en este imperio del libre mercado global en el que nos hallamos instalados en nuestros días y que camina firme año tras año hacia el mayor crecimiento de la desigualdad el modelo es de una «sociedad de superestrellas» o una «sociedad de superejecutivos».

En cualquier caso los ganadores de semejante sociedad justifican la jerarquía que la estructura por el valor del mérito. Ahora bien, éste no es objetivo ni absoluto. Es muy difícilmente cuantificable y varía a lo largo del tiempo. Fijémonos por un momento en el salario de los altos ejecutivos, que no ha hecho más que crecer de forma exagerada en las últimas décadas, aumentando la brecha con respecto a los asalariados con menos sueldo de las empresas. ¿Cómo evaluar con objetividad su productividad marginal? ¿Cómo se mide la productividad individual cuando se forma parte de un equipo, de una estructura, de una empresa? Sus ganancias dependen más de las normas sociales vigentes entre ellos y los accionistas, así como de la tolerancia de los trabajadores de bajo nivel salarial y de la sociedad en su conjunto, para lo cual la batalla ideológica es decisiva. Como precisa el mismo Piketty: «Estas normas sociales dependen principalmente de los sistemas de creencias respecto a la contribución de unos y otros en la producción de las empresas y en el crecimiento del país. Teniendo en cuenta las enormes incertidumbres a este respecto no sorprende que estas percepciones varíen respecto a las épocas y a los países, y dependen de cada historia nacional particular. El punto importante es que, teniendo en cuenta lo que son estas normas en un país determinado, es difícil que una empresa particular se oponga a ellas». (A este respecto, el visionado de la película titulada El capital del incisivo director Costa-Gavras hará las delicias del lector con sensibilidad masoquista.)

La creencia, no obstante, del pensamiento liberal, que impregna la atmósfera mental que respira la ciudadanía, es que las notables diferencias en las retribuciones reflejan una desigualdad en el talento y la ejecución, necesaria para incentivar y alentar el trabajo duro, así como el reconocimiento del mayor esfuerzo, responsabilidad y estrés que conlleva el desempeño de los altos cargos. Este cuadro legitimador se resiente, sin embargo, cuando uno se entera de la ineptitud e incompetencia de muchos altos directivos, los cuales, empero, no dejan de cobrar sus escandalosas indemnizaciones, pensiones y bonus (¿necesitamos evocar la figura de nuestro ínclito Rodrigo Rato como referencia?). A ello hay que añadir que en el mundo real la productividad no es mero resultado del talento y esfuerzo de los individuos, sino del sistema socioeconómico en el que se desenvuelven.

El heterodoxo economista Ha-Joon Chang, profesor de Economía Política del Desarrollo en Cambridge, plasma meridianamente lo mucho que de mito tiene la meritocracia en este párrafo extraído de su libro 23 cosas que no te cuentan sobre el capitalismo: «Esa idea tan extendida de que la única manera de que todas las personas reciban un salario correcto, y por lo tanto justo, pasa por que los mercados sigan su curso, es un mito; un mito del que habrá que olvidarse, comprendiendo lo que tiene de político el mercado y de colectiva la productividad individual, si pretendemos construir una sociedad más justa, en la que se decida cómo retribuir a las personas tomando en cuenta como se lo merecen la herencia de la historia y los actos colectivos, no solo el talento y el esfuerzo individual.»

Hay quien percibe, incluso, un proceso de secesión que pone en peligro la integridad del sistema democrático asociado a la legitimación meritocrática de la creciente desigualdad en la posesión de la riqueza. Los muy ricos constituirían ya un grupo de personas que han adquirido pautas de comportamiento e idiosincrasia exclusivas, resultantes en gran medida de identificar sus riquezas y las posiciones conquistadas en las últimas tres décadas con lo que conciben como su talento y su mérito singulares. Entienden que alcanzar las más altas cimas de la opulencia conlleva unos determinados derechos, que en realidad son privilegios, y que hacen todo lo posible por asegurar y acrecentar, segregándose del común de los mortales al mantenerse a salvo de los riesgos vitales e incertidumbre que no hacen más que aumentar en un mundo dominado por el omnipotente y veleidoso capital financiero. Es la tesis mantenida por los profesores Antonio Ariño y Juan Romero en su libro de hace un año titulado, precisamente, La secesión de los ricos, donde advierten, en efecto, del quebranto que se causa al fundamento mismo de la democracia cuando la ideología del mérito socava –como hemos apuntado más arriba– los principios políticos de la justicia y la igualdad legitimando la concesión de un poder tan desmesurado a determinados grupos.

La empatía social se resiente cuando no hay reconocimiento de la afinidad en la vulnerabilidad, que es el requisito casi indispensable según la filósofa norteamericana Martha C. Nussbaum para que los seres humanos se compadezcan. La meritocracia contribuye a reforzar el punto de vista desde el cual contemplamos a los perdedores del sistema como objetos distantes cuyas experiencias no tienen nada que ver con la vida propia. Su desdicha –pobreza, paro, exclusión social, pérdida de estatus...– es percibida no como algo inmerecido; es decir, la creencia es que la persona de la que se trate, de algún modo, ha provocado su propio sufrimiento. Las desigualdades devienen justas al asumir como evidencia irrefutable un terreno social en el que todos los individuos compiten en presunta igualdad de condiciones, ya que pueden recibir la educación que necesitan y son juzgados al margen de la colectividad en la que crecen. La socialización afirma la individualidad y sus virtudes, de forma que el triunfo y el fracaso se convierten en resultados de la actuación personal, incluida la pobreza, claro está, que es la consecuencia natural de la conducta de quienes no han sabido aprovechar las oportunidades que la vida y una sociedad abierta les ha brindado.

Es menester una buena dosis de autoengaño para no caer en la cuenta de las consecuencias políticas que todo esto acarrea, y que tienen que ver con la deslegitimación del estado de bienestar. El mito de la meritocracia es un barreno en el pilar de la solidaridad, uno de los que sustenta dicho estado de bienestar, cuyo presupuesto es que las desigualdades no son producto exclusivo de las acciones de los individuos que forman parte de él, o sea, que hay factores en la dimensión colectiva que objetivamente perjudican a unos y favorecen a otros al margen de sus méritos personales.

Refugiado, pero sobre todo humano. Sarah Glidden narra en el cómic 'Oscuridades Programadas' su viaje en 2010 por Siria, Iraq y Turquía y pide al lector comprender el drama de las poblaciones locales.


Viñetas de 'Oscuridades programadas'.   El lector abre el cómic y recibe un bofetón. Porque la primera viñeta le habla directamente a él. Y le golpea. “No gustáis a mí. No gusta gobierno tuyo. No gusta TODOS”, le ataca una mujer siria. Parece mirarle a los ojos, aunque sacude su conciencia. La rabia de la señora esfuma enseguida en desesperación, en miedo y finalmente en comprensión. Sentimientos humanos todos ellos, precisamente lo que Sarah Glidden quería sugerir. Por eso escogió esta conversación, que vivió en Duma (Siria) en 2010, para arrancar su novela gráfica Oscuridades Programadas (Salamandra Graphic). “El periodismo puede hacer entender que las personas lo son también en otros países. Quería mostrar a la gente que entrevistamos como real. Suena a cliché, pero a todos nos preocupan cosas parecidas: la familia, la salud, comer bien…”. Y así se ve a lo largo de las 300 páginas de la novela gráfica, relato de los dos meses que la joven estadounidense pasó entre Turquía, Siria e Irak en 2010.


Glidden (Boston, 1980) observó entonces el alba del caos. Poco después, sobre la región cayó la noche más oscura. Han pasado siete años, las guerras han arrasado esas tierras, los muertos suman cientos de miles, y millones de refugiados han huido en busca de esperanza. Su periplo ha invadido portadas, debates y fronteras del mundo occidental. Pero, según Glidden, siguen siendo casi unos desconocidos. “Estaría bien que enseguida identificáramos a los iraquíes o sirios como seres humanos, pero me temo que a muchos les cuesta. Vienen de otros países, no se sabe nada de ellos, es fácil que algunos se asusten o preocupen. La narrativa, ya sea con el periodismo, el cómic o los documentales, puede crear curiosidad, y cuanto más se tenga, mejor. Aunque a veces es más fácil no ser curioso y pensar que ya conoces a un país y su población”, asevera Glidden. De ahí que pusiera sus acuarelas y sus trazos y colores delicados al servicio de esta misión.

La dibujante mezcla entrevistas, contexto histórico, memorias y reflexiones, para interrogarse sobre qué ocurre en Siria, Irak y Turquía. Ella misma descubrió hace años, gracias al cómic Persépolis, de Marjane Satrapi, que en el Irán que periódicos y políticos de EE UU resumían con la etiqueta de enemigo vivían jóvenes como ella. De ahí que ahora trate de aportar su propio granito de arena a la comprensión recíproca. “Otra manera de deshumanizar a la gente es considerarla solo como víctima. Sin embargo, aparte de tristes, muchos refugiados con los que hablé estaban cabreados. Pensamos que a todos les encantaría venir a EE UU, pero no es así. Nuestro país ha destruido sus vidas, muchos iraquíes no quieren en absoluto”, agrega la dibujante.

Además, subraya Glidden, tras la palabra refugiado se esconden infinitas odiseas. E incluso el 1% que, según su obra, logra una nueva vida en otro país afronta todas las trabas de reconstruir de cero una existencia en un entorno desconocido. “Mientras, un número alarmante de personas es de facto refugiado, pero las leyes internacionales no lo reconocen como tal. Se van a crear cientos de miles en los próximos años”, defiende Glidden. La cuestión le afectó tanto que se convirtió en su obsesión durante y tras el viaje.

Así, Oscuridades programadas lleva al lector a conocer a hombres y mujeres obligados a dejarlo todo atrás. Con sus nombres y sus caras. Y sus lecciones: “Al final del viaje quería que todos en EE UU supieran de esta crisis. No podía hablar de otra cosa. Escribí una primera historia y tuve la visión de que mucha gente la iba a leer, escribirles a los congresistas y pedir acoger a más refugiados. Luego se publica, y con suerte la leen un par de centenar de personas. Aprendí una lección: no puedes hacer periodismo porque crees que vas a cambiar el mundo”.

El estado de la profesión es, en el fondo, el otro gran eje del cómic. Glidden viajó con dos periodistas —y un soldado de EE UU que regresaba a Irak— y vivió los altibajos de su oficio. Falta de dinero, editores que rechazan historias humanas porque “no venden” o son “deprimentes”, obsesión por los clics online por encima de la calidad y una melancólica serie de etcéteras: “Quizás necesitemos más fe en los lectores. A menudo los medios tratan de darle a la gente lo que creen que quiere. Asumen que prefieren artículos en forma de listas, o sobre alguna locura que dijo Trump, en lugar de historias largas y profundas. Pero cuando pretendes saber qué desean tus usuarios puede que se sientan manipulados y hasta se vuelvan en tu contra”. No por nada, Glidden cierra la primera página del cómic con una pregunta: "¿Qué es el periodismo?". Que cada lector conteste.


ANTES Y DESPUÉS DEL 11-S
Glidden quería ser pintora. Pero el 11-S revolucionó sus planes. "Me cambió mucho. Ya antes había empezado a reflexionar sobre qué sentido tenía el arte: lo mejor para tí acaba siendo que alguien compre tu cuadro y lo ponga en algún sitio donde no lo mire nunca más. Tras el ataque a las Torres Gemelas, me hice más curiosa. Nos dijeron que íbamos a la guerra. Y pensé: 'Espera. Pero, ¿contra quién? ¿Quiénes son? ¿Qué es Al Qaeda?'. Me volví una yonqui de las noticias".

Se planteó ser entonces fotoreportera, pero la timidez derrotó sus ambiciones. Un par de años después, y tras leer a maestros como Spiegelman o Sacco, halló su camino: "Tengo mis limitaciones como dibujante, no es tan realista. Pero quiero que la gente vea el toque humano en mis ilustraciones. Y creo que funciona con el texto. No se trata solo de hacer algo bonito de ver, sino de comunicar algo". Así lo hizo en su primera novela gráfica, Una judía americana perdida en Israel (Norma Editorial). Y, ahora, en Oscuridades programadas.

http://cultura.elpais.com/cultura/2017/06/09/actualidad/1497022404_484836.html

viernes, 16 de junio de 2017

Asesinan en Caracas a un juez que condenó al opositor Leopoldo López. Agencias

Un juez que ratificó la condena a prisión contra el líder opositor venezolano Leopoldo López ha sido asesinado cuando intentaba evadir una barricada en el oeste de Caracas, han informado este jueves las autoridades.

Nelson Moncada, juez de control de 37 años, fue interceptado el miércoles en la noche por varias personas que bloqueaban con barricadas una avenida en el sector de El Paraíso y, cuando intentó huir, "le dispararon y lo despojaron de sus pertenencias", según la Fiscalía.

El organismo no ha incluido por ahora a Moncada en su lista de fallecidos durante las protestas opositoras contra el presidente Nicolás Maduro, que hasta este jueves contabilizaba 60 muertos desde el 1 de abril. Gobierno y oposición se responsabilizan mutuamente de las bajas civiles.

El Ministerio Público, en conjunto con la policía científica (Cicpc) y el coordinador de Delitos Contra las Personas de la institución, Favio Faoro Moncada, se encuentran investigando el hecho a fin de "determinar las responsabilidades penales correspondientes".

No se descarta que ordenaran su asesinato
Entre las diligencias que adelanta la Fiscalía están "el levantamiento e identificación del cadáver, recolección de evidencias, reconocimiento y fijación fotográfica del sitio del suceso".

Al condenar el crimen del juez, el ministro de Interior y Justicia, Néstor Reverol, dijo que se investiga la hipótesis de que el homicidio haya sido ordenado por la oposición.

"No se descarta la posibilidad que haya sido un móvil de sicariato, sicarios contratados por la derecha terrorista para seguir creando y sembrando terror", señaló el ministro en una declaración pública.

Reverol agregó que esa sospecha se basa en que Moncada integró la sala que ratificó la sentencia contra López a casi 14 años de cárcel, el pasado 12 agosto.

"Igualmente, conoció de diversas causas por hechos terroristas que causaron la muerte de 43 venezolanos en 2014", añadió el funcionario, refiriéndose a protestas convocadas por López y que terminaron en su condena bajo el cargo de incitar a la violencia.

Juan Carlos Gutiérrez, abogado del dirigente opositor, lamentó el homicidio y rechazó las "temerarias declaraciones" del ministro, según dijo a la AFP. El defensor del pueblo, Tarek William Saab, incorporó al juez dentro de las 65 personas que según su oficina han muerto con motivo de las manifestaciones iniciadas el pasado 1 de abril.

Al entregar este jueves un balance de la violencia en esas protestas, Saab detalló que cinco personas han muerto en barricadas, de las cuales "tres en accidentes por las obstrucciones en las vías públicas y dos atacadas con armas de fuego".

Muertes en barricadas
Asimismo, pidió investigar el caso del juez, al considerar que las muertes en barricadas no estén siendo debidamente indagadas. Las movilizaciones contra Maduro incluyen la instalación de esos parapetos, donde encapuchados suelen además pedir a conductores y transeúntes dinero para financiar sus llamadas "acciones de resistencia".

Vecinos del este de la capital denuncian que esos actos han degenerado en vandalismo, como ataques con piedras contra conductores. Reverol informó, por otra parte, sobre la captura de un colombiano acusado de planear la suplantación de militares, con disfraces, para "dar muerte a manifestantes convocados por la oposición" y culpar a la Guardia Nacional.

Las protestas opositoras exigen elecciones generales para anticipar la salida del poder de Maduro, que por su parte las atribuye a una conspiración, financiada por Estados Unidos, para derrocarlo.

Fuente:
http://www.publico.es/internacional/asesinan-caracas-juez-condeno-al.html

_--Los españoles, por encima de la media en el Bachillerato Internacional.

_--Nos fustigamos con PISA, nos peleamos por las pruebas de diagnóstico pero sin embargo hay un grupo de institutos donde los alumnos españoles demuestran estar por encima de la media mundial. Puede que no hayan escuchado hablar de estos centros de excelencia, muchos públicos, que exigen profesores motivados y alumnos con una buena trayectoria académica: se trata del Bachillerato Internacional (IB), un programa de educación internacional creado por un grupo de profesores de la International School of Geneva a finales de los 60, que está actualmente presente en 150 países.

Aunque el nombre despiste, el Programa de IB puede comenzarse desde los 3 años. En cambio, el más conocido es el programa del Diploma, que corresponde a los dos años de Bachillerato. Si preguntamos a los que tienen hijos cursándolo, o a los propios profesores del programa cómo son los chicos del IB, escuchamos un discurso recurrente y alentador: Se hacen preguntas. Les gusta aprender. Son autoexigentes. Indagan. Reflexionan. Resuelven problemas. Son creativos, curiosos y muy cultos.

El Diploma en España se puede cursar en 95 centros, de los cuales 30 son Institutos públicos, repartidos por todas las Comunidades Autónomas con la excepción de Extremadura, Canarias y las ciudades autonómicas de Ceuta y Melilla. Desde el año 2013, se han autorizado 2 centros IB públicos al año, los cuales ofrecen normalmente 20 plazas. Este interés ha aumentado drásticamente tras la publicación del Informe del impacto del IB en centros públicos elaborado por la UAM-GIPES, lo que ha favorecido que a día de hoy 12 institutos públicos se encuentren en la fase de estudio para su implantación. Las comunidades con más centros públicos IB son Cataluña y Castilla y León. En cambio, Andalucía, siendo la Comunidad Autónoma más poblada sólo tiene un centro en Sevilla.

El proceso de autorización es lento y meticuloso, tardan aproximadamente dos años. ¿A qué se debe? A que los docentes han de formarse y el centro tiene que programar el cambio metodológico de las asignaturas con la ayuda y supervisión de la organización de IB.

El coste para el centro escolar de ofertar el Bachillerato Internacional es de 7750 euros al año, que contando con una media de 20 alumnos por cada año del Diploma, supone unos 200 euros al año por niño (20 euros al mes). A esta cifra hay que sumar el coste de los exámenes externos que es de 588 euros (una vez se finaliza el programa). Incluyendo todos los gastos, al año por alumno cuesta 500 euros, 50 al mes durante 2 años. Algunas consejerías como las de Castilla y León financian todo el coste y los alumnos no pagan nada. Otras utilizan un modelo mixto, en los que la Consejería paga el coste del programa y los alumnos el coste del examen externo.

Es exigente incluso para entrar
Los criterios de selección en institutos públicos son, generalmente, la nota media del expediente de 3º y 4º de la ESO (notable para los alumnos del centro, y sobresaliente mínimo para los que vienen de otro colegio o instituto) y una entrevista personal, donde se indaga la motivación real de cada estudiante.

Este es el proceso que hace unos meses pasaron unos 500 estudiantes para entrar en el IB del IES Ramiro de Maeztu, el primero en implantar el programa del Diploma en 1982. Nota media y entrevista. Poder y querer. Es el caso de María, con un brillante expediente, que espera inquieta a que hoy se publique el nombre de los admitidos en el Programa en el Ramiro de Maeztu, el centro más grande de España, donde actualmente se ofertan 100 plazas, con una ratio de entrada de 1/3. María nos cuenta que le encantaría ser admitida "para poder estudiar y aprender de forma distinta y porque abre puertas a cosas fuera de lo común". Además confiesa que le atrae mucho poder profundizar en lo que le interesa, hacer sus propios temas, no usar los libros de texto de siempre, y estar con compañeros que, según contaban en la charla informativa, trabajan unidos y tienen inquietudes similares.

Falsas creencias del IB
Las tres principales falsas creencias del IB son: que sólo se da en Bachillerato, que el programa es en inglés y que todos los alumnos se van fuera a estudiar. Pueden empezar a los 3 años, se da en español (si se cursa en España, claro) y alrededor de un 25% de los alumnos se va a estudiar fuera, principalmente por la importante red de becas que les ofrecen. Ejemplo del interés de universidades extranjeras, fue la sesión informativa para alumnos IB de centros públicos de España que organizaron el año pasado las Universidades de Columbia y Georgetown. Efectivamente, al estar homologado en todos los países, y al no haber inflación de nota, un joven español puede ir con su Diploma a estudiar fuera. Pero no es lo común, lo cual alegra a los que saben que estos chicos aportan mucho valor a nuestro país.

Los alumnos españoles, a la cabeza
Los exámenes del IB son iguales para todos los países del mundo, y se hacen el mismo día del año. Después, se mandan los exámenes a otros países donde los corrigen varias personas. Esto genera un gran espíritu de equipo con el profesor y una gran veracidad y objetividad de los resultados. Pues bien, como adelantábamos, España ha tenido unos resultados extraordinarios: una tasa de aprobados del 83,62%, 3.73 puntos por encima de la tasa media de aprobados a nivel mundial.

¿A qué se debe esta buena noticia a la que no estamos acostumbrados? Maripé Menéndez, directora de IB en España, lo tiene muy claro: "el profesor español es muy bueno disciplinariamente, mucho mejor que en otros países, lo único que les falta es el componente pedagógico basado en competencias; y cuando se les forma en ello, se da "el click", y el resultado es la suma del profesor motivado y el alumno motivado".

Asimismo la nota media en España se sitúa en 30.71 puntos sobre 45, siendo la nota mínima para la obtención del Diploma un 24. Esto supone 83 décimas por encima de la media mundial. Además el 32% de los alumnos que obtienen su Diploma en España lo hacen en la categoría de Bilingüe, lo que supone haber superado el examen de la asignatura de ciencias experimentales o ciencias sociales en una lengua extranjera, normalmente en inglés.

Últimos logros del IB en España y próximos pasos
El IB acaba de lanzar el Student Registry, un portal de selección para alumnos IB de cualquier parte del mundo. De este modo, todas las universidades pueden buscar alumnos IB, que cuelgan en este portal sus perfiles (horas CAS, monografías, campos de interés), para que las universidades contacten directamente con ellos. Esta novedad unida al logro del aumento de la presencia del programa en institutos públicos, permite el siempre discutido maridaje entre excelencia e igualdad de oportunidades.

Además, en el último año, gracias al reconocimiento de equivalencia de este bachillerato en la LOMCE, se ha conseguido eliminar "la losa del alumno IB español", algo que no ocurría en ningún otro país, y que consistía en realizar simultáneamente los dos bachilleratos (nacional e internacional).

Ahora el equipo IB está en procesos de negociación con el Ministerio de Educación para conseguir una tabla de equivalencias justa de las calificaciones del Diploma (sobre 45) y las notas de corte de entrada en la universidad española (sobre 14). La falta de esta equivalencia real penaliza hasta el caso de un alumno IB español, que hace dos años no pudo entrar en la Universidad Complutense a estudiar Medicina, y en cambio, le aceptaron en la Universidad de Oxford, donde está cursando sus estudios.

Las tres perlas del programa
A Maripé Menéndez, viniendo de otro campo laboral, le fascinó el Programa viendo el colegio de sus hijos, y comenzó a formarse en educación, y ahora lidera todo el IB en nuestro país. La hemos pedido, para terminar, que destaque las tres perlas que le fascinaron en aquel momento, y que nos den a la vez una buena foto de los pilares del programa:

1. Pedagogía basada en competencias: los alumnos aprenden a hacerse preguntas, aprenden a investigar, y se enfrentan el aprendizaje con la actitud positiva de quienes se plantean retos diarios. Esto lo vemos cuando entran a un museo, cuando conocen un lugar nuevo, o cuando ven el telediario.

2. Apertura internacional. Los alumnos IB desarrollan una mentalidad global, que da oportunidades a los alumnos, y que como insiste Maripé "puede hacerse desde cualquier institución, no hace falta estar en el extranjero. Con tu profesor español puedes ver las cosas (de historia, de ciencia, de filosofía) desde otras culturas, y desde otras mentalidades".

3. Las 150 horas de Creatividad, Acción y Servicio. Todos los alumnos hacen servicios a la comunidad, voluntariado, que les fomenta un compromiso cívico y ético en la sociedad en la que viven, lo que desarrolla en los chicos los valores de una convivencia solidaria y justa.

http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/mejoreducados/2016/05/04/los-espanoles-por-encima-de-la-media-en.html

jueves, 15 de junio de 2017

Vasco Gonçalves: Las tareas de un revolucionario (I)


Antonio Maira

Inicio la publicación de esta serie de artículos por varios motivos, el primero y, tal vez, el más importante de ellos, dar a conocer al mundo de habla española, el relato personal de la Revolución de los Claveles y de la contrarrevolución que surgió paralelamente en guerra abierta con la primera, hecho por el más importante de sus participantes, el que ocupó el cargo –que él consideraba colectivo, en relación con el MFA y con el pueblo pobre y explotado de Portugal- de Jefe del gobierno durante cuatro Gobiernos Transitorios –del Segundo al Quinto-, en el breve y vertiginoso tiempo de 14 meses. El libro es una traducción –creo que fiel- de la larga, inteligente y pausada entrevista de María Manuela Cruzeiro, del Centro de Documentación del 25 de Abril (Archivo de Historia Oral de la Universidad de Coimbra). [Leer aquí: Vasco Gonçalves, un General en la Revolución]

La entrevista rompe los moldes, hoy generalizados, de aquellas entrevistas en las que la presencia del entrevistador se impone y apabulla al entrevistado para mostrar la pericia profesional del primero. Tal relato directo no había sido publicado, que yo sepa, en castellano, hasta este momento, aunque sí una entrevista más reducida muy interesante en la que Vasco Gonçalves declara directamente su calidad de marxista democrático y también leninista, cuando reitera que toda revolución necesita de un “brazo armado” que él ve en el MFA mientras permanece unificado y por su precisión en la valoración de la relación de fuerzas en el proceso revolucionario

El segundo es el de contribuir al conocimiento de una Revolución, casi perdida en el tiempo, casi enterrada, muy interesadamente, transformada en folklore y en efemérides, por los problemas dominantes, pero, sin embargo, muy actual, casi inspiradora, casi estimulante.

El tercero, por fin, es contribuir, en la medida de mis posibilidades, a refrescar la memoria sobre la brutalidad de los métodos del Imperio de los Horrores –el de los EEUU- y, al mismo tiempo, las posibilidades de resistencia de los pueblos.

El cuarto, es la evidente vinculación, entre algunos procesos paralelos que dan sentido y memoria a nuestro propio proceso político: detrás de la revolución portuguesa vemos otras cosas: Felipe González de la mano de Mario Soares, a ambos recibiendo los honores de de los líderes más importantes de la socialdemocracia europea, y detrás de ellos, sombreándoles la traición, a elementos políticos tan refrescantes como el embajador Frank Carlucci y, más allá, en primerísimo lugar a elementos tan feroces como Mitterrand, Smithz, Kissinger, y otras bestias como diría el Gran Neruda.

Las consecuencias de esta maldita sopa de intrigantes fueron, en España, la doble traición de González y todos sus catecúmenos, el abandono del marxismo contra la mayoría de su partido y la nefasta entrada en la OTAN después de un referéndum tramposo.

El quinto es el lúcido pensamiento y la calidad conceptual de Vasco Gonçalves, teórico “dentro de la revolución”, capaz de ver y prever los procesos sociales y políticos, de localizar a los enemigos de la revolución y de correr contra el tiempo, calculando, con precisión, la evolución de las fuerzas en presencia, fuera y dentro del MFA.

Publicaré la serie, antes de que empiece, eso deseamos todos los revolucionarios, ese largo, cálido y, en todo caso terrible “verano caliente”, que esperan todos los desheredados de la tierra como esperaban, con esperanza y espíritu de lucha, en Portugal en 1975.

Diez, al menos, fueron las acciones políticas fundamentales del General Vasco Gonçalves, y una más, al menos, en la que él no intervino, pues fue encarcelado y aislado por el Grupo de Los Nueve en el Fuerte de Oeiras y, posteriormente, destinado provisionalmente, como Director del Instituto de Altos Estudios Militares. Allí predominaban los sectores fuertemente reaccionarios de las FA, con los que se habían aliado los miembros del Grupo de los Nueve, para dar un golpe de Estado programado, con órdenes de operaciones precisas y detalladas. Finalmente, el 25 de Noviembre fue pasado compulsivamente a la reserva por el Consejo de la Revolución.

Aunque pueda resultar paradójico, pero, en realidad, muy bien pensado como justificación del ataque a los gonçalvistas, y como coartada de los destructores de la Revolución el motivo fue el siguiente: “por no ofrecer garantía de fidelidad a los principios definidos en el Programa del MFA”. Justo la tarea a la que había dedicado todos sus esfuerzos el general Vasco Gonçalves.

La primera fue darse cuenta, inmediatamente después del victorioso 25 de Abril, que la llegada de las tropas a Lisboa había desatado una inmediata explosión popular, que había convertido un golpe militar con un Programa democrático, antifascista y anticolonialista -muy ambiguo en otros aspectos y, sobre todo, interpretable de distintas maneras-, en una auténtica Revolución popular.

La segunda, inmediata, fue la de frenar los intentos para el establecimiento de una autocracia militar por el General Spínola, en su calidad de Presidente de la República, Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas, y miembro preeminente del Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA). El objetivo de este general derechista sería encubierto por el intento de golpe de Palma Carlos primer Jefe de gobierno del Primer Gobierno Transitorio. Spínola que intentó inicialmente reenviar a las tropas sublevadas el 25 de Abril a sus cuarteles, con la oposición rotunda del MFA intentó después maniobrar y descargar las responsabilidades sobre su primer ministro Palma Carlos, después de su golpe de la “mayoría silenciosa”, que vino precedido por una verdadera celada y encerrona en la Plaza de toros de Lisboa.

La tercera, establecer los derechos políticos, sociales y laborales de los trabajadores y trabajadoras en un Portugal subdesarrollado y pobre. Esta pelea, muy seria, empezó el 1º de mayo de 1974, poco después, por lo tanto del 25 de Abril, y se planteó como la necesidad de la Unidad Sindical lo que causó una gravísima preocupación en las clases y grupos sociales de la derecha portuguesa, y también, y fundamentalmente, una actitud reactiva y sectaria del Partido Socialista Portugués (PSP);

La cuarta, la apertura, conservación y reactivación de un proceso de nacionalización, o colectivización, de las grandes empresas monopolizadas, transnacionales alguna de ellas, de los latifundios agrarios convertidos en colectivizaciones o reparto de tierras, lo que llevó, necesariamente, a la creación de líneas públicas del crédito y, consecuentemente, a la nacionalización de la banca.

La quinta, la institucionalización del Movimiento de las Fuerzas Armadas, es decir, del MFA; lo que provocó la reacción inmediata del General Spínola, de su primer ministro, Palma Carlos, y de la derecha subterránea de las Fuerzas Armadas, mayoritaria y no vinculada o claramente contraria a la Revolución.

La sexta, mantener la unidad del brazo armado de la Revolución (el MFA) y oponerse a los intentos de golpe de estado de la derecha portuguesa, representada por el General Spínola y por el primer-ministro del Primer Gobierno Transitorio, el ya mencionado Palma Carlos, representante fiel de la gran burguesía monopolista de las grandes empresas transnacionales y de la banca, que actuaban de intermediarios con el capital y la banca extranjeros.

La séptima, que envolvió a todas las demás, fue el proceso de descolonización, que algunos (como Spínola y el nuevo AMI (sector derechista de las FAR que trató de movilizar Spínola en su apelación a la “mayoría silenciosa”) pretendían convertir en un proceso controlado de neocolonialismo y que, por otro lado, llevó a la metrópoli cientos de miles de colonos, contrarios a la Revolución.

La octava, que también acompaño a todo el proceso revolucionario, fue la de impedir que la derecha militar representada por el Grupo de los Nueve, aliada con el Partido Socialista (PSP) -ganador de las elecciones a la Asamblea Constituyente-, rompiera los Pactos Partidos-MFA, para dar un golpe de estado en alianza con la socialdemocracia europea, que acabó con la revolución.

La novena, fue la de hacer frente a la inmediata injerencia extrajera, organizada por el embajador de EEUU, Frank Carlucci, alto funcionario de la CIA, promovido después de su “excelente hoja de servicios” en Portugal. Se trata de la injerencia exterior que había comenzado mucho antes de la mano del Embajador de los EEUU y Director de la Estación de la CIA en Portugal, Frank Carlucci, tal como revelan o demuestran testimonios y datos posteriores. Sus antecedentes eran muy elocuentes: había ganado méritos en Zanzibar, el ex Congo Belga y Brasil y fue premiado por la excelente tarea en Portugal con el cargo de vice-director de la Agencia de Inteligencia.

La décima, tal como verifican documentos desclasificados y los testimonios directos de Rui Mateus, quien cita a Carlucci como uno de los héroes del 25 de Noviembre, fue hacer frente a la Operación “Comuna de Lisboa”, que preveía un ataque masivo, con asalto final a Lisboa. El nombre de la operación remitía, directamente, a la Comuna de París donde miles de comuneros fueron masacrados por el gobierno de derechas francés de Thiers, apoyado por la artillería prusiana, y, finalmente, fusilados en número próximo a las 10.000 personas. Rui Mateus menciona el Plan Callagan de intervención de fuerzas especiales de los servicios secretos norteamericanos (CIA) e ingleses (M16) y también los servicios secretos de la España franquista muy preocupados, estos últimos, por la inminente muerte del dictador fascista y por los evidentes problemas derivados de la descolonización del Sahara.

Antonio Maira es capitán de Fragata de la Armada y cofundador de Anemoi.

miércoles, 14 de junio de 2017

_-Yevgueni Jaldéi, viendo al mariscal Zhúkov.

_-A las diez en punto de la mañana del veinticuatro de junio de 1945, dos jinetes aparecieron en la puerta de la Torre Spásskaya del Kremlin y entraron en la Plaza Roja de Moscú. Después, uno de ellos llegó a la esquina de la calle Kuibysheva: era el mariscal Gueorgui Zhúkov, que empezó a cabalgar al trote con su caballo blanco por los adoquines de la plaza, a lo largo de la fachada de los Almacenes GUM, que ostentaban las insignias de las repúblicas soviéticas, para pasar revista a las tropas, mientras sonaba la marcha de Glinka, Gloria a la patria, interpretada por mil quinientos músicos militares. Llovía, y el agua resbalaba por las viseras de las gorras de la tropa en aquel día gris y jubiloso. Entonces, el mariscal Konstantín Rokossovski, también a caballo, le dio la novedad a Zhúkov ante los almacenes populares engalanados con enseñas, mientras los soldados del Ejército Rojo observaban el paso marcial del jinete, orgullosos de la victoria sobre el nazismo, sabiendo que estaban protagonizando uno de los momentos más deslumbrantes de la historia. En aquel instante, un joven fotógrafo armado con su cámara Leica se hallaba al otro lado de la plaza, a la derecha del mausoleo de Lenin donde estaban los dirigentes soviéticos: era Yevgueni Jaldéi, que fotografió a Zhúkov cuando pasaba ante la catedral de San Basilio, y, unos segundos después, apretó de nuevo el obturador para captar la escena en que el mariscal, cuando ninguno de los cascos de su caballo tocaba los adoquines, sujetando las riendas y con los ojos puestos en la bandera roja que tapaba la fachada barroca del Museo de Historia, escuchaba el silencio expectante de la victoria, mientras el corcel árabe arañaba con las patas delanteras el aire de la Plaza Roja, ante la mirada de los soldados que habían aplastado a los nazis y liberado Berlín.

 * * *

Veintiocho años atrás, ese joven que enfocó con su Leica a Zhúkov había nacido en Yúzovka, cerca del mar de Azov. Era un fotógrafo de guerra del Ejército Rojo, cuya más célebre fotografía ha recorrido el mundo desde hace décadas: es la bandera roja con la hoz y el martillo ondeando sobre el Reichstag alemán, en 1945. No menos famosa es su imagen de los doscientos soldados soviéticos arrojando otras tantas enseñas nazis ante el mausoleo de Lenin en la Plaza Roja durante el desfile de la victoria, esa mañana gris del 24 de junio de 1945. Jaldéi era un fotógrafo de esa generación de reporteros soviéticos que consiguieron imágenes que han pasado a la historia de la fotografía, y que contribuyeron a fijar la memoria de millones de personas sobre el siglo XX. Las imágenes de Jaldéi están a la altura de las impresionantes fotos de Boris Kudoyarov sobre el asedio nazi en Leningrado; de las escenas de guerra, de la vida cotidiana y de eventos deportivos, de Anatoli Garanin; de las imágenes de Yakov Jalip, discípulo de Ródchenko; o de las de Dmitri Baltermants, Gueorgui Zelma, Samari Gurari , Max Alpert, Aleksandr Ustinov, Mijaíl Trahman, y otros relevantes fotógrafos soviéticos que recorrieron con sus cámaras los frentes de batalla durante la Segunda Guerra Mundial.

Jaldéi era judío, nacido el 10 de marzo de 1917 en una pequeña ciudad, Yúzovka, que se había creado, para explotar las minas de carbón, en la segunda mitad del siglo XIX en el río Kalmius, en la estepa cercana al mar de Azov. La ciudad fue destruida con saña por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, y rebautizada después como Donetsk. Fue un niño huérfano: el 13 de marzo de 1918, cuando ya se habían iniciado los primeros combates de la guerra civil impuesta a la revolución bolchevique, las Centurias Negras, un violento grupo antisemita partidario del zarismo que organizaba frecuentes pogromos contra judíos, atacaron la casa de la familia de Jaldéi, en Yúzovka. Jaldéi estaba en brazos de su madre: una bala la atravesó y se incrustó en el pecho del pequeño: durante toda su vida conservó una cicatriz de aquel trance. La tragedia atrapó a toda su familia: si en 1918 murieron su madre y su abuelo, durante la ocupación nazi en la Segunda Guerra Mundial morirían también su padre y tres hermanas.

Yevgueni trabajó en un depósito de locomotoras, y se hizo fotógrafo autodidacta. En los años treinta, Jaldéi trabaja como fotógrafo en Ucrania, en diferentes medios, como Металлист (Metalúrgico), Социалистический Донбасс (El Donbás socialista), así como en Pressfoto y en la agencia Soyuzfoto de Moscú. En 1936, sin haber cumplido veinte años, se trasladó a Moscú, y entró a trabajar en la agencia TASS, viajando gracias a ello por el enorme país, por su Ucrania natal, por Bielorrusia, la Karelia contigua a Leningrado, y la lejana Yakutia, al oriente de Mongolia. En esos años, le influyen las fotografías que aparecen en la revista URSS en construcción (fundada por Máximo Gorki y que mostraba los grandes proyectos de edificación del Estado socialista, en la industria y en la agricultura, de la mano de fotógrafos como Arkadi Shaijet, Gueorgui Zelma, Semión Fridland, Gueorgui Petrusov, Borís Ignatóvich, Max Alpert). En la revista colaboraban también desde El Lissitzki, Sophie Lissitzky-Küppers, Aleksandr Ródchenko y Varvara Stepánova, hasta escritores como Aleksandr Fadéyev, Isaak Bábel, John Heartfield.

Jaldéi, miembro del Partido Comunista de la Unión Soviética, trabajó casi siempre con una cámara Leica, para el diario Pravda y para la agencia TASS. La leyenda cuenta que esa máquina prodigiosa con la que capturó imágenes que han pasado a la historia la adquirió de segunda mano. Empezó con una cámara plegable Fotokor-1, la famosa Фотокор fabricada por la factoría GOMZ de Leningrado, captando la vida obrera en las fábricas soviéticas. No sólo fotografía obreros, también retrata personas relevantes de la vida cultural, como el compositor Dmitri Shostakóvich o Mstislav Rostropóvich, el célebre violonchelista que fue premio Lenin y acabó apoyando al corrupto Yeltsin. Ya después de la Segunda Guerra Mundial, Jaldéi tendría una enorme cámara Speed Grafic, de Graflex, dotada de un teleobjetivo de 400 mm, que le ofreció Robert Capa en Berlín.

A partir de 1936, trabaja en exclusiva para la agencia TASS, de donde será despedido en 1948: consideran que el éxito conseguido se le ha subido a la cabeza, y que, además, su formación cultural es muy precaria, aunque, en realidad, las causas son otras. Cuando Jaldéi vuelve a Moscú de un viaje, es convocado de inmediato a trabajar: se anuncia una importante comunicación del gobierno soviético a todo el país. A las doce de la mañana del 22 de junio de 1941, la voz del comisario del pueblo Molótov se escucha en todas las ciudades soviéticas: “ Hoy, a las cuatro de la mañana, sin presentar ninguna reclamación contra la Unión Soviética, sin declaración de guerra, las tropas alemanas han atacado a nuestro país”. Mientras los ciudadanos soviéticos contienen el aliento escuchando por los altavoces el discurso, Molótov cita las ciudades bombardeadas, Zhitomir, Kiev, Sebastopol, Kaunas y muchas otras, en Bielorrusia, Ucrania y en la Rusia europea. El comisario del pueblo termina diciendo: "Nuestra causa es justa. El enemigo será derrotado. La victoria nos pertenece." Cerca del Kremlin, en la calle Nikólskaya , Jaldéi toma una fotografía (El primer día de la guerra, que se hará célebre por su contenido dramatismo) de la gente detenida en la acera, escuchando a Molótov en el altoparlante, con gesto serio, concentrado, sabiendo que la vida iba a cambiar radicalmente, pero sin signo de miedo en sus rostros.

Junto con otros corresponsales de guerra soviéticos, Jaldéi marcha al frente. Llega a Múrmansk, que los nazis habían bombardeado con ferocidad: lanzaron trescientas cincuenta mil bombas incendiarias, destruyendo toda la ciudad. Jaldéi estará después en Sebastopol, en el asalto de Novorossiysk, en Kerch, verá la liberación de Yugoslavia, Rumania, Bulgaria, Austria, Hungría, asistirá a la ofensiva soviética contra los japoneses en Manchuria; y, finalmente, a la ocupación de Alemania: llega a Berlín cuando los combates no han cesado y los últimos destacamentos nazis defienden la cancillería y el Reichstag. La célebre imagen del soldado soviético encaramado en el Reichstag izando la bandera roja fue captada por Jaldéi apresuradamente, en esos días frenéticos donde todos intentaban esquivar a la muerte y muchos no lo conseguían. La anhelada paz está a punto de llegar, pero la guerra ha sido muy dura para los soviéticos, y para Jaldéi: su padre y tres de sus cuatro hermanas son asesinadas durante la guerra, cuando los nazis ocupan Donetsk.

Con el Ejército rojo entrando en Berlín, Jaldéi había sido convocado en Moscú por los responsables de la agencia TASS para viajar de inmediato a la capital alemana y fotografiar la liberación de la ciudad. Todo es tan precipitado que tiene que pedir a su compañero Gricha Lubinski, también judío, unos manteles rojos que utilizaba en las reuniones del partido comunista y del sindicato. Con esa tela, antes de volar a Berlín, Jaldéi pide a su tío sastre, Israel Solomonovich Kishitser , que le ayude a coser unas banderas rojas, puesto que no dispone de ninguna: pasan la noche en vela, zurciendo. Cuando llega a Berlín, los enfrentamientos siguen en las calles, las divisiones 150 y 171 del Ejército Rojo preparan el asalto al parlamento: todavía no lo han conquistado por completo cuando Jaldéi inspecciona el Reichstag en ruinas, donde se sigue combatiendo en su interior y en las calles aledañas, para localizar un lugar desde donde disparar su cámara. Quiere captar el edificio, un soldado con la bandera roja y las calles humeantes de Berlín. Consigue llegar a la terraza, y con un palo que encuentran en los escombros, ligan la enseña con la hoz y el martillo. La toma es peligrosa: la zona está llena de francotiradores nazis, y el soldado voluntario debe encaramarse a un precario ornamento de la azotea para ondear la bandera sobre las ruinas del III Reich, mientras otro lo sujeta por las piernas. Los soldados Melitón Kantaria, Mijaíl Egórov y Aleksei Berest habían izado ya la bandera roja sobre el Reichstag, pero no había ningún testimonio gráfico de ello, por lo que Jaldéi recrea después la escena fotografiando a Aleksei Kovaliev, que iza la bandera, junto a Leonid Gorichev y Abduljalim Ismailov. Para tomar esa imagen utiliza un rollo entero, mientras reciben disparos de los francotiradores nazis. Todas las imágenes que toma son similares, aunque hace una fotografía donde los dos soldados miran a quien hace ondear la bandera, inclinada ahora hacia el Reichstag y no hacia la calle. A su vez, la comandante Anna Nikúlina, con una tela roja que llevaba en su cazadora, arma la bandera soviética con alambre de telégrafo y la ata en el tejado de la Cancillería. Todavía quedaban ciento treinta y cuatro mil soldados nazis en la guarnición de Berlín, que se entregan prisioneros.

Jaldéi había conseguido coronar con éxito la misión; vuelve ese mismo día a Moscú, satisfecho. Sin embargo, el director de la agencia TASS, Nikolái Palgunov, descubre que uno de los soldados, el que sujeta por las piernas a Kovaliev, que iza la bandera, lleva un reloj en cada muñeca: en todas las guerras hay hurtos y merodeadores, pero la agencia no puede divulgar una imagen que daría una impresión equivocada del Ejército Rojo, por lo que Jaldéi raspa el negativo para que pueda publicarse. La imagen se publica en Ogoniok, el 13 de mayo de 1945, y consigue un impacto mundial.

Después, Jaldéi retorna a Berlín, donde capta imágenes de los tanques soviéticos, de la vida en la ciudad, los primeros paseos entre las ruinas, la trabajosa reorganización. Es enviado también a cubrir la derrota japonesa en Oriente, y a la conferencia de Postdam, donde fotografía la escena de los tres dirigentes aliados sentados, en agosto de 1945: Stalin son su casaca blanca, junto a Truman y Clement Atlee. Retrata también a Roosevelt, Churchill, Eisenhower. En octubre de 1946, cuando la Segunda Guerra Mundial ya era parte de la historia, Jaldéi fue designado representante soviético para documentar el proceso de Núremberg, donde sus fotografías sirvieron de prueba en el juicio. Capta entonces a Goering con los auriculares, apoyando la cabeza en su puño; y a los criminales de guerra nazis sentados delante de los soldados aliados tocados con cascos blancos.

Tras la guerra, es despedido de la agencia TASS por su condición de judío, aunque nunca le dijeron que esa era la causa. En enero de 1950, indignado, Jaldéi envía una carta al secretario del comité central y editor jefe de Pravda, Mijaíl Súslov, preguntando por su situación. Súslov, que no conoce a Jaldéi, pide un informe y descubre que el despido era por recomendación del KGB: son los meses de la campaña contra el cosmopolitismo. No acaban aquí sus problemas; rechazan a Jaldéi en otras publicaciones, aunque, finalmente, consigue trabajo en la revista sindical Клуб (Club), y, después, en 1957, en el diario Pravda, órgano central del Partido Comunista de la Unión Soviética, con el que viaja por todo el país durante quince años, fotografiando las industrias, las actividades culturales, mientras participa, según sus propias palabras “en la edificación del comunismo”. También trabajó para el periódico Sovetskaya Kultura (Cultura soviética) hasta su jubilación en los años setenta. Murió con ochenta años, tras haber podido ver sus fotografías expuestas en Berlín, París, Nueva York, San Francisco, además de en distintas ciudades soviéticas. El mismo año de su muerte, 1997, se estrenó el documental Евгений Халдей — фотограф эпохи Сталина (Yevgueni Jaldéi-fotógrafo de la época de Stalin), de Marc-Henri Wajnberg.
 * * *

Jaldéi fue un magnífico fotógrafo, algunas de cuyas imágenes forman parte de la memoria colectiva y de la historia. Muchas, son poco conocidas, pero casi todas son singulares. Sus fotografías se utilizaron en la URSS en libros, enciclopedias, documentales, y en ell as están presentes obreros y generales del Ejército Rojo, trabajadoras, mineros y niños, francotiradoras y refugiados, metalúrgicos y campesinos, y los dirigentes del país, Stalin, Jrushchov, Brézhnev, Andrópov, Chernenko, Gorbachov, incluso el corrupto Yeltsin, ya al final de su vida. Siempre fue consciente de que su trabajo era una contribución más a la construcción del socialismo, como muestran sus fotografías de l obrero del Donbás que posa ante las chimeneas fabriles, en 1934; de la conductora de tractor que retrata en 1936; o la de Angelina Pasha conduciendo un tractor en 1936. Las más duras y conmovedoras imágenes las hizo durante la guerra: la escena de las fosas comunes de las siete mil personas asesinadas por los nazis en Crimea, en 1942; las decenas de cadáveres abandonados en las tapias de la cárcel de Rostov del Don, mientras dos mujeres intentaban encontrar supervivientes, donde los alemanes fusilaron a muchos civiles antes de abandonar la ciudad en marzo de 1943. Algunas de ellas son insoportables, como la que muestra el cadáver de Vitya Cherevichkin, con una paloma entre las manos; sólo tenía dieciséis años, pero fue fusilada por los alemanes porque escondía palomas en su casa: los nazis habían prohibido que se criaran esas aves para que no fueran utilizadas por los guerrilleros soviéticos en sus comunicaciones.

Muchas son notables: soldados soviéticos subiendo por los escalones del muelle de Gráfskaya, durante la batalla en Sebastopol, el 2 de mayo de 1944. El planeador alemán que se ha incrustado contra un edificio en la calle Attila, en Budapest, el 1 de marzo de 1945. La mujer que regresa a Múrmansk después del 18 de junio de 1942, el día más horrible de la historia de esa ciudad cuando sufrió un intenso bombardeo de la aviación alemana. El soldado que retira la svástica nazi de la puerta de entrada en la fábrica Voikova, en Kerch, Crimea. El risueño combatiente que, en la liberación de Bulgaria, sujeta su fusil con una mano y levanta la otra con el puño cerrado, mientras sonríe, ante una muchedumbre que también levanta el puño: son las unidades del Tercer Frente Ucraniano que habían liberado a Bulgaria, y los habitantes de la ciudad de Lovech saludan a los soldados soviéticos, el 1 de septiembre de 1944. Los habitantes de Omólitsa saludando al piloto Semion Boiko, el primer militar soviético en llegar a Yugoslavia, el 1 de octubre de 1944. El poeta y corresponsal de guerra soviético Yevgueni Dolmatovski, de origen judío, posando cerca de la puerta de Brandemburgo con la cabeza de una estatua de Hitler. La mirada resuelta de la joven francotiradora Lisa Mironova, en Novorossiysk, 1943. Y la de otra francotiradora, Elizaveta Mirónova, en la batalla por Málaya Zemla; tenía sólo diecinueve años, y murió unos días después de aparecer su fotografía, en septiembre de 1943. Las pilotos del 46º regimiento de aviación descansando cerca de un refugio: Irina Sebrova, que fue Héroe de la URSS, y Vera Bélik aparecen sentadas, junto a Nadezhda Popova que está de pie. Y la soldado María Shalneva, que dirige el tráfico entre las ruinas de Berlín, en la Alexanderplatz, y sonríe, aunque la guerra no haya terminado, el 1 de mayo de 1945. Y los soldados japoneses depositando sus armas tras la derrota de Japón en el Extremo Oriente, y la capitulación de las tropas del ejército nipón de Kwantung durante la batalla de Manchuria, el 20 de agosto de 1945. Sin olvidar la mirada aviesa de un asesino nazi, Hermann Goering, custodiado por dos militares, sentado en el proceso de Núremberg.

En las décadas de posguerra, Jaldéi haría también fotografías memorables: La de Fidel Castro, durante su visita al escritor soviético Borís Polevoi, a quien quería conocer, el 21 de octubre de 1963: Polevoi fue el cronista del horror de Auschwitz para los lectores de Pravda, y, además, era muy célebre por su libro Un hombre de verdad, la historia de Alekséi Marésiev, un excepcional piloto de guerra soviético que perdió las piernas en 1942 combatiendo contra los nazis y, pese a ello, siguió volando durante toda la guerra, derribando aviones de la Luftwaffe. También Serguéi Prokófiev se basó en la vida de Marésiev (y en el libro de Polevoi) para componer su ópera La historia de un hombre real. Otras muchas fotografías de Jaldéi son la crónica de la vida en la Unión Soviética: los ciudadanos que miran el nuevo edificio de la Universidad de Moscú en las colinas Lenin; el primer rompehielos soviético, reflejado en las gafas de un hombre que sonríe, en 1960; la larga fila, sobre la nieve, de ciudadanos que esperan para visitar el mausoleo de Lenin, a comienzos de la década de los sesenta; la obrera que sonríe en un barco pesquero en el Mar de Barents, en 1967. Y los recuerdos de una vida plena: muchos años después de la Segunda Guerra Mundial, Jaldéi buscó a la mujer que aparecía entre quienes escuchaban a Molótov en la calle Nikólskaya de Moscú, en su fotografía El primer día de la guerra: era Anna Trúshkina, que posa con sus insignias y medallas de la guerra, orgullosa y sonriente, el 1 de septiembre de 1981.

Ya anciano, Yevgueni Jaldéi no podía evitar emocionarse cuando evocaba el terrible destino de su familia asesinada por los nazis, y, mientras mostraba sus placas y sus imágenes, pasaban por sus ojos los días de la guerra en que él mismo aterrizaba sobre el barro en Bulgaria; las horas en que se jugó la vida para tomar la fotografía de la bandera roja sobre el Reichstag, los momentos terribles en que recogía con su cámara Leica las ruinas de Múrmansk o de Berlín; la angustia ante los ataúdes amontonados, y la sinagoga de Budapest llena de cadáveres; el rostro ensangrentado de Vitya Cherevichkin , la chica asesinada que tenía una paloma entre las manos; y seguía recordando el día en que, en el silencio expectante de la Plaza Roja, ante decenas de miles de veteranos, miraba al mariscal Zhúkov a caballo pasando revista al Ejército Rojo que derrotó al nazismo.

El viejo topo

http://club.foto.ru/classics/life/43/

Documental de Marc-Henri Wajnberg sobre Jaldéi:

https://www.youtube.com/watch?v=luJkSOs1tnc

Fuente:
http://www.elviejotopo.com/articulo/yevgueni-jaldei-viendo-al-mariscal-zhukov/