sábado, 20 de febrero de 2021

La desfachatez de Christine Lagarde y de Luis de Guindos cuando hablan de deuda pública

Un grupo de unos 100 economistas acabamos de subscribir una propuesta de reestructuración de la deuda pública que está en manos del Banco Central Europeo (aquí). La sometemos a discusión presentando las razones que nos hacen creer que es razonable, justa, legítima y legal aunque, a pesar de ello, no nos sorprende que algunos medios la presenten como una entelequia e incluso que desprecien a quienes la presentamos.

Lo chocante, sin embargo, es que altos funcionarios y autoridades entren en el debate limitándose a descalificar la propuesta sin aportar ningún tipo de razón, tal y como ha ocurrido con la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, y el vicepresidente, Luis de Guindos.

Lagarde ha sido muy directa y contundente, hasta el punto de que el diario El Mundo afirmaba que había «abroncado» a quienes realizamos la propuesta. Concretamente, la presidenta del Banco Central Europeo afirmó: «si la energía que se gasta en pedir la cancelación de la deuda por parte del BCE se dedicara a un debate sobre el uso de esta deuda, ¡sería mucho más útil!».

Es una declaración triplemente desafortunada. Una auténtica desfachatez.
En primer lugar, porque Christine Lagarde fue la responsable de la economía y las finanzas francesas en el periodo (2007-2011) en que más creció la deuda pública de ese país desde el final de la segunda guerra mundial: en sus cuatro años de gobierno subió lo mismo (23,3 puntos porcentuales del PIB) que en los quince anteriores. ¿Cómo se atreve Christine Lagarde a dar lecciones sobre control del gasto público a los demás?

En segundo lugar, es también vergonzoso que sea la presidenta del Banco Central Europeo quien responsabilice a los demás del incremento del gasto público sabiendo que este justamente se disparó porque esa institución fue incapaz de desempeñar correctamente la función que tiene encomendada: la supervisión del sistema financiero.

La falta de pericia de sus autoridades y responsables, o quién sabe si su complicidad con las entidades privadas, le impidieron detectar los fraudes, las malas prácticas y los engaños que cometieron docenas de bancos en los años anteriores a la crisis de 2007-2008 y que han costado billones de euros a los gobiernos europeos. ¿Cómo se atreve la presidenta de una institución tan torpe y corresponsable del mayor incremento de la deuda pública europea a dar lecciones a los demás sobre el origen de esta última?

En tercer lugar, las declaraciones de la responsable de la máxima autoridad financiera europea son también una desfachatez porque ocultan (puesto que es imposible que Lagarde no lo sepa) cuál es la auténtica razón que ha provocado el gran incremento de la deuda pública europea en los últimos años.

Los datos de la oficina europea de estadística, Eurostat, no dejan lugar a dudas: los 19 países de la eurozona acumulaban en 1995 4,1 billones de euros de deuda pública y 10 billones a finales de 2019. Y ese incremento de 5,9 billones de euros ha ido de la mano del pago de 6,4 billones de euros en intereses, el 108%.

La señora Lagarde, como los demás responsables del Banco Central Europeo, lo saben perfectamente: la razón del gran e indeseable incremento de la deuda pública europea desde los años ochenta del siglo pasado se debe a la factura añadida que se ha de pagar al haberse prohibido que el banco central financie al gobierno para que lo haga la banca privada, quien así pasó a ganar esa fabulosa cantidad de dinero en forma de intereses.

Esa es la razón, por cierto, de que una ministra de economía y finanzas como Lagarde, bajo cuyo mandato se produce el mayor endeudamiento de la historia reciente en su país, sea considerada como una gran dirigente económica y pase a ocupar sucesivos puestos de aún mayor responsabilidad. Y es que, efectivamente, lo hizo magníficamente bien: el aumento de la deuda que provocó es el gran negocio que la banca privada desea que le pongan en bandeja las autoridades políticas a su servicio, como lo es la actual presidenta del Banco Central Europeo.

Pero si las declaraciones de Lagarde son una desfachatez, no se quedan atrás las del vicepresidente del Banco Central Europeo, Luis de Guindos.

Por un lado, ha afirmado que la propuesta de reestructuración que proponemos es ilegal. Algo que resulta cuanto menos sorprendente cuando estamos hablando de una institución a quien el artículo 123 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea prohíbe expresamente financiar a los gobiernos y que, sin embargo, posee en sus balances casi la tercera parte de la deuda pública europea, después de haberla comprado a su libre albedrío en los mercados.

De Guindos conoce perfectamente las condiciones (ya de por sí retorcidas) que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea estableció para que el programa de compra de activos del Banco Central Europeo se pudiera considerar compatible con esa prohibición. Y sabe igualmente que esas condiciones no se han dado ni se dan cuando el BCE ha estado interviniendo en los últimos meses para evitar el colapso financiero en la eurozona.

¿Cómo tiene, entonces, Luis de Guindos la osadía de descalificar una propuesta diciendo que es ilegal, no solo cuando el BCE sí está actuando ilegalmente, sino cuando la propuesta de reestructuración que hemos hecho ni tan siquiera tiene por qué implicar financiación adicional, sino simplemente la conversión de deuda a más corto plazo en otra perpetua?

El segundo argumento del vicepresidente del Banco Central Europeo («la cancelación de deuda no tiene ningún sentido económico o financiero en absoluto») tiene todavía menos enjundia.

Es imposible que de Guindos desconozca un hecho indiscutible: todas las crisis de deuda que ha habido a lo largo la historia sin excepción (y la pandemia de la covid-19 va a provocar una y bien grande, sin lugar a dudas) se han resuelto con algún tipo de reestructuración o quita. Por tanto, el sentido económico y financiero que Luis de Guindos no ve en la medida que hemos propuesto es bastante obvio: proporcionar la única solución posible para detener un incremento de la deuda que, por definición, no puede ser indefinido.

Lo que se está proponiendo es una alternativa realista a la crisis de deuda que se avecina como consecuencia del incremento inevitable del gasto público ocasionado por la covid-19. Es menos contrario a la legalidad que lo que está haciendo desde años el Banco Central Europeo. No implica un privilegio para los gobiernos, sino que los obligaría a realizar, a cambio, inversiones productivas en el contexto de políticas generales que podría supervisar el propio BCE. Es la única forma de permitir que, una vez superada la pandemia, la economía no se paralice por falta de demanda, al tener que dedicar los recursos disponibles al pago de la deuda; y, en fin, es una propuesta que evita que la pandemia de ahora la paguen las generaciones futuras.

Hay que ser conscientes, eso sí, de que la propuesta tiene dos serios inconvenientes: sustituye a la deuda (el negocio de los bancos) por la inversión productiva (el negocio de todos) como motor de la economía; y atenta contra los mitos económicos que quienes se benefician de ellos han conseguido convertir en dogmas. Es lógico, pues, que el poder financiero y sus acólitos carguen contra la propuesta, por muy rigurosa, justa y sensata que sea. 

Fuente: 

viernes, 19 de febrero de 2021

Michael Sandel: "El primer problema de la meritocracia es que las oportunidades en realidad no son iguales para todos".


Michael J. Sandel. FUENTE DE LA IMAGEN, EPA,  

Michael J. Sandel ganó el premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2018. 

Michael Sandel (Mineápolis, 1953) es mucho más que un filósofo o un intelectual.

Muchos consideran que este profesor de Derecho de la Universidad de Harvard es algo así como una especie de estrella del rock de la filosofía.

Y la verdad es que las cifras de sus charlas y conferencias rozan las de los conciertos multitudinarios. Sandel ha llenado de seguidores la catedral de San Pablo en Londres, ha atiborrado de gente la emblemática Casa de la Ópera en Sídney, ha congregado a 14.000 personas en un estadio de Seúl…

Y eso por no hablar de sus cifras en internet. Sus clases magistrales se han visto decenas de millones de veces en YouTube y se han hecho absolutamente virales.

El último libro de Sandel lleva por título "La Tiranía de la Meritocracia" y en él analiza en profundidad ese concepto, tan de moda en los últimos años, según el cual todo el mundo debe disfrutar de las mismas oportunidades, lo que en teoría garantizaría que los que lleguen a lo alto habrían conseguido el éxito por sus propios métodos.

Sandel, sin embargo, arremete contra esa idea y las numerosas falacias que en su opinión esconde.

¿Qué tiene de malo la meritocracia?
En determinada manera, la meritocracia es un ideal atractivo porque promete que si todo el mundo tiene las mismas oportunidades, los ganadores merecen ganar. Pero la meritocracia tiene un lado oscuro. Hay dos problemas con la meritocracia.

Uno es que en realidad no estamos a la altura de los ideales meritocráticos que profesamos o proclamamos, porque las oportunidades no son realmente las mismas.

Los padres adinerados son capaces de transmitir sus privilegios a sus hijos, no dejándoles en herencia grandes propiedades sino dándoles ventajas educativas y culturales para ser admitidos en las universidades.

El curso "Justice", de Michael Sandel, ha sido uno de los más populares de los últimos 40 años en la Universidad de Harvard.

En su libro usted revela por ejemplo que la inmensa mayoría de los estudiantes de universidades tan prestigiosas como la de Princeton o Yale pertenecen a familias muy ricas…

Así es. De hecho, en las universidades de la denominada Ivy League (que incluye a las universidades de Brown, Columbia, Cornell, Dartmouth College, Harvard, Pensilvania, Princeton y Yale, algunas de las más prestigiosas de Estados Unidos) hay más estudiantes que pertenecen al 1% de las familias con más ingresos del país que al 60% con menos ingresos.

Así que el primer problema de la meritocracia es que las oportunidades en realidad no son iguales.

¿Y el segundo problema?
El segundo problema de la meritocracia tiene que ver con la actitud ante el éxito. La meritocracia alienta a que quienes tienen éxito crean que éste se debe a sus propios méritos y que, por tanto, merecen todas las recompensas que las sociedades de mercado otorgan a los ganadores.

Pero si los que tienen éxito creen que se lo han ganado con sus propios logros, también tienden a pensar que los que se han quedado atrás son responsables de estar así.

Así que el segundo problema de la meritocracia es un problema de actitud ante el éxito que lleva a dividir a las personas en ganadores y perdedores. La meritocracia crea arrogancia entre los ganadores y humillación hacia los que se han quedado atrás.

Y si la meritocracia es algo en realidad tan perverso, ¿por qué en las últimas décadas muchos políticos, sobre todo del centro-izquierda, la han abrazado?

Es una pregunta muy interesante. Durante las últimas décadas, los partidos de centro, de izquierdas y derechas han adoptado una versión neoliberal de la globalización que ha provocado un aumento de las desigualdades.

Y los partidos de centro-izquierda han respondido a estas desigualdades no buscando reducirlas directamente a través de políticas económicas, sino ofreciendo la promesa de que era posible ascender socialmente, lo que en mi libro llamo 'la retórica del ascenso'.

La idea es que si creamos igualdad de oportunidades, entonces no tenemos por qué preocuparnos mucho de la desigualdad porque la movilidad puede permitir a las personas ascender de trabajos con salarios estancados a otros mejores.

Los partidos de centro-izquierda han ofrecido la retórica del ascenso en lugar de responder directamente a la desigualdad.

En Seúl, Corea del Sur, Sandel dio una conferencia en un estadio ante 14.000 personas.

Por decirlo de otro modo: en lugar de encarar directamente la desigualdad ofrecieron el mensaje de que se podía conseguir la movilidad individual si se accedía a la educación superior, decían que para ganar en la economía global había que ir a la universidad y sacarse un título universitario, porque el dinero que uno iba a cobrar dependía de lo que había aprendido y estudiado, y que si uno se esforzaba podía lograrlo.

Todos esos lemas forman parte de la retórica del ascenso, y los partidos de centro-izquierda pensaron que era una forma inspiradora de alentar a las personas a mejorar su propia condición como individuos obteniendo un título universitario.

Y, de alguna manera, ese mensaje es inspirador, todo el mundo quiere creer que si trabaja duro, puede mejorar su condición.

Pero aunque puede ser de algún modo un mensaje inspirador, por otro lado es insultante, porque implica que si no has ido a la universidad y estás pasándolo mal en la nueva economía, la culpa de tu fracaso es sólo tuya. Y eso, insisto, es insultante para muchos trabajadores.

Lo que las élites, las élites políticas y meritocráticas olvidan, es que la mayoría de la gente no tiene un título universitario. En Estados Unidos y en Gran Bretaña, casi dos de cada tres personas no tienen un título universitario.

Es un error crear una economía en la que la condición para el éxito es un título universitario que la mayoría de la gente no tiene. Y eso vale también para Europa.

Y, de ese modo, los partidos de centro izquierda han perdido a muchos de los votantes de la clase trabajadora que tradicionalmente eran su base de apoyo. Lo hemos visto con el Partido Demócrata en Estados Unidos, con el Partido Laborista en Gran Bretaña, con los partidos socialdemócratas en Europa…

Esos partidos se han ido convirtiendo cada vez más en partidos de clases profesionales, de élites con formación universitaria, y han ido perdiendo apoyo entre los trabajadores sin educación universitaria.

¿Y a dónde se han ido esos votantes?
Esos votantes comenzaron a apoyar a políticos y a partidos populistas autoritarios, apoyaron a Donald Trump en Estados Unidos, el Brexit en Gran Bretaña y a partidos populistas autoritarios en Francia, en España y en otros países.

¿Qué tiene que ver exactamente la meritocracia con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca tras las elecciones de 2016 o con el auge de los populismos?

En las últimas décadas, se ha ido profundizando la división entre ganadores y perdedores, envenenando nuestra política y separándonos. Esa división tiene que ver en parte con las crecientes desigualdades de las últimas décadas.

En las universidades de la Ivy League hay más estudiantes que pertenecen al 1% de las familias con más ingresos del país que al 60% con menos ingresos.

Pero también se tiene que ver con cómo han cambiado las actitudes ante el éxito con el aumento de desigualdad.

Los que han llegado a la cima en la era de la globalización, llegaron a creer que su éxito era todo suyo porque lo habían ganado por sus propios méritos, y que los perdedores no tenían a nadie a quien culpar de su fracaso más que a ellos mismos.

Eso refleja la idea meritocrática, porque si las posibilidades son iguales para todos, los ganadores merecen sus ganancias.

A medida que estas actitudes se afianzaban, la arrogancia meritocrática llevó a los ganadores a creer que su éxito era el resultado de sus propios talentos y del trabajo duro, y llevó la desmoralización y la humillación a los perdedores.

Y una de las formas más potentes y poderosas de reaccionar contra eso es la acción violenta y populista contra las élites.

Muchos trabajadores sienten que las élites los desprecian, que no los respetan, no respetan el tipo de trabajo que hacen.

Y eso creó una ira y un resentimiento cada vez más profundos entre los trabajadores, que sabían que estaban trabajando duro pero recibiendo menos dinero, porque los salarios de los trabajadores están estancados desde hace cuatro décadas.

Los partidos populistas autoritarios apelan a los agravios de esas personas que sienten que este sistema los desprecia, un resentimiento que las actitudes meritocráticas hacia el éxito han alimentado.

La mayoría de las ganancias de la globalización fueron a parar al 20% más rico, y la mitad inferior de los trabajadores no recibió ninguna de esas ganancias, ninguna. Pero no fue sólo exclusión económica.

También ese sentido de humillación que surge al sentir que las élites te menosprecian, que consideran que tú eres el culpable de tu propio fracaso y que si ellos tienen éxito es porque se lo han ganado. Eso creó la ira y el resentimiento al que apelaron figuras populistas autoritarias como Donald Trump.

Donald Trump, efectivamente, siempre ha criticado a las élites. Pero, al mismo tiempo, se ve a sí mismo como el resultado de la meritocracia, como un hombre que se ha hecho a sí mismo. Es un poco contradictorio, ¿no cree?

Donald Trump ha sido un hombre de negocios que ha ganado mucho dinero. Pero la ira y el resentimiento no son contra aquellos que aspiran a tener riqueza y una posición social.

De ese modo, y a pesar de tener mucho dinero, Donald Trump expresaba el sentimiento de agravio contra las élites meritocráticas, porque él mismo a lo largo de su carrera empresarial siempre se ha sentido despreciado por las élites financieras, las élites profesionales y las élites intelectuales de Nueva York.

Las actitudes ante el éxito han cambiado con el aumento de desigualdad.
Y hay mucha verdad en eso, nunca fue aceptado ni respetado por las élites de Nueva York o las élites meritocráticas.

Por eso siempre sintió una profunda inseguridad, que procedía de sentirse menospreciado. Y paradójicamente eso le permitió, a pesar de ser un hombre rico, expresar el sentimiento de resentimiento que muchos trabajadores sentían por las élites meritocráticas.

Y si la meritocracia no es buena, si no funciona correctamente, ¿qué deberíamos hacer para lograr sociedades más igualitarias?

Creo que deberíamos concentrarnos menos en preparar a la gente para la competencia meritocrática y centrarnos más en la dignidad del trabajo.

Debemos impulsar medidas y políticas que hagan la vida mejor y más segura para los trabajadores, independientemente de cuáles sean sus logros y títulos académicos.

En el libro ofrezco varias formas en las que podríamos cambiar el discurso político hacia esa dirección. Y en ese sentido me parece muy interesante la elección de Joe Biden como presidente de EE.UU. tras derrotar a Donald Trump.

Biden es el primer candidato demócrata a la presidencia en 36 años sin un título de una prestigiosa universidad de la Ivy League, ¡el primer candidato demócrata en 36 años!

Eso muestra cómo durante las últimas cuatro décadas el Partido Demócrata ha sido un reflejo del dominio de las élites meritocráticas.

Y creo que parte del éxito de Biden reside precisamente en que al no provenir de la élite meritocrática, ha sido capaz de conectar de manera más efectiva con los votantes de la clase trabajadora. Durante la campaña electoral, por ejemplo, Biden habló de la necesidad de renovar la dignidad del trabajo.

Pero no me malinterprete: no digo que debamos abandonar el proyecto de igualdad de oportunidades. Ese es un proyecto muy importante, moral y políticamente.

El error es asumir que crear más igualdad de oportunidades es una respuesta suficiente a las enormes desigualdades de ingresos y riqueza que ha provocado la globalización neoliberal.

La pandemia de coronavirus ha revelado la importancia fundamental que tienen para la sociedad muchos trabajos que sin embargo están muy mal pagados. ¿Cree que eso puede ayudar a cambiar mentalidades?

Potencialmente, sí. Puede ayudar a que asumamos que el dinero que mucha gente recibe por su trabajo no es la verdadera medida de su contribución al bien común, una idea errónea y que debemos de cambiar.

La experiencia de la pandemia proporciona una posible apertura para un debate público sobre lo que realmente es una contribución valiosa al bien común, más allá del veredicto del mercado laboral.

Aquellos de nosotros que tenemos el lujo de poder trabajar desde casa nos hemos dado cuenta de lo mucho que dependemos de algunos trabajadores a los que a menudo pasamos por alto.

No se trata sólo de aquellos que trabajan heroicamente en los hospitales cuidando a los pacientes de Covid, sino también de los trabajadores de reparto, los empleados en almacenes, el personal de supermercados, los conductores de camiones, los proveedores de atención médica a domicilio, los cuidadores de niños… Ninguno de esos trabajos es de los mejor pagados.

Y, sin embargo, ahora reconocemos a los que los hacen como trabajadores esenciales, como trabajadores clave. Así que la experiencia de la pandemia podría ser el comienzo de un debate público amplio sobre cómo reconocer la importancia del trabajo y las contribuciones a la sociedad que esas personas hacen.

Depende de nosotros, es una pregunta abierta. Pero creo que la experiencia de la pandemia ha puesto de relieve las desigualdades que existen en nuestras sociedades y la importante contribución de quienes sin embargo no obtienen las mayores recompensas por parte del mercado.

¿Considera entonces que esos trabajadores esenciales deberían estar mejor pagados?

Sí. Creo que se les debería pagar mejor como medida de emergencia durante esta pandemia. Pero también creo que deberían recibir en general un mejor salario, incluso cuando superemos la pandemia.

Reconocer el importante papel de los trabajadores esenciales durante esta pandemia debería impulsarnos a establecer un salario digno para todos los trabajadores.

Y también deberíamos proporcionar permisos pagados por enfermedad a todos los trabajadores durante la pandemia, porque muchos de esos trabajadores están poniendo en riesgo su salud al realizar el trabajo que hacen, mientras que el resto de nosotros podemos proteger nuestra salud quedándonos en casa.

Se les debería proporcionar un salario digno, permisos por enfermedad remunerados y otras medidas para mostrar el reconocimiento de la sociedad a la importancia de su contribución.

Un estudio de la New Economic Foundation de 2009 revela que algunos de los trabajos mejor pagados son socialmente muy destructivos, son trabajos que no aportan nada al bien común…

Así es, y de eso me ocupo en el capítulo 7 de "La Tiranía de la Meritocracia". ¿Por qué ganan por ejemplo tanto dinero los muy generosamente pagados ejecutivos de la industria financiera de Wall Street?

A veces asumimos que las transacciones financieras especulativas son algo de vital importancia para la economía y la sociedad.

Pero los estudios han demostrado, y cito algunos de esos estudios en el libro, que más allá de cierto punto, la ingeniería financiera compleja y la especulación no sólo no contribuyen a la productividad de la economía sino que en realidad es un lastre para la productividad, algo que daña a la economía real.

Y si eso es así, entonces recompensar a esos ejecutivos financieros pagándolos generosamente no es consistente con cómo se pagan las contribuciones verdaderamente valiosas a la economía y el bien común.

¿Y qué propone?
Propongo un cambio en la estructura tributaria. Sugiero que consideremos establecer un impuesto a las transacciones financieras especulativas y a la actividad financiera especulativa, que gravemos esa actividad y usemos el dinero recaudado para reducir el impuesto sobre el trabajo que en Estados Unidos pagan los trabajadores ordinarios.

El mensaje de mi libro es abrir un amplio debate público sobre lo que se considera una contribución verdaderamente valiosa a la economía y al bien común, y revisar nuestra política fiscal y otras políticas del mercado laboral para que éstas den mayor reconocimiento y respeto a aquellos que hacen contribuciones valiosas y que actualmente están mal pagados y poco reconocidos.

Muchos padres, ya sean ricos o pobres, inculcan a sus hijos que si se esfuerzan y trabajan duro lograrán las metas que se propongan, un mensaje muy meritocrático. ¿Es peligroso decirles eso?

Sí y no, depende. Por supuesto, que los padres animen a sus hijos a estudiar y trabajar mucho es una cosa buena que da a los jóvenes la inspiración y la motivación para esforzarse.

Eso es algo positivo, pero hasta cierto punto. Los padres deben tener cuidado y combinar ese mensaje con otro, deben animar a sus hijos a trabajar duro, pero no sólo para que puedan obtener un trabajo que les permita ganar mucho dinero, también debemos fomentar en nuestros hijos el amor por el aprendizaje en sí mismo.

No debemos convertir la educación sólo en un instrumento de progreso económico, porque eso privará a nuestros hijos del amor por el aprender por el placer de aprender.

Y otro aspecto importante que debemos inculcarles es que si tienen éxito el día de mañana será en parte gracias a su propio esfuerzo, pero en parte gracias también a sus maestros, a su comunidad, a su país, a los tiempos en que viven, a las circunstancias, a las ventajas de las que hayan podido disfrutar...

Enseñar a nuestros hijos que su éxito sólo es resultado de su propio esfuerzo podría hacerles olvidar que están en deuda con los demás, incluida su comunidad. Debemos criar niños que tengan un sentido de gratitud y humildad cuando tengan éxito.

http://www.neweconomics.org/

jueves, 18 de febrero de 2021

_- "Aviso a navegantes": el artículo de Rosa Montero que arrasa en Twitter

_- Ah, si de joven yo hubiera sabido que iba a envejecer y que me iba a morir, creo que hubiera vivido de otra manera

Esto es una advertencia: ayer mismo me acosté teniendo 16 años y hoy me he despertado con más de sesenta. Quiero decir que la vida vuela. Ah, si de joven yo hubiera sabido que iba a envejecer y que me iba a morir, creo que hubiera vivido de otra manera. Lo que acabo de decir es una boutade, lo sé; pero, al mismo tiempo, es cierto que, con los años, llegas a un territorio, el de la vejez y la Parca merodeante, que antes nunca habías visto con verdadera claridad. Y entonces te dices: ah, cuánto tiempo perdido. Y no porque mi existencia me desagrade, al contrario, creo que ha sido y es muy intensa y que he hecho todo cuanto he querido hacer. Pero con qué nervios, de qué forma tan atormentada o tan aturullada, cuántas veces he vivido con el cuerpo aquí y la cabeza en otra parte. Por no hablar de la cantidad de tiempo y de energía perdidos en tonterías, como, por ejemplo, en creerme fea a los 18 años (cuando estaba más guapa que nunca), o en reconcomerme de angustia temiendo no estar a la altura en algún trabajo. Por eso, repito: si yo hubiera sabido que iba a envejecer y que me iba a morir, hubiera vivido de otra manera.

Todo esto viene al hilo, claro está, del cambio de año. Esto del calendario no es más que una convención, pero cómo remueve y cómo escuece. En estas fechas es imposible no dedicar siquiera un minuto a sentir el viento del tiempo contra la cara, a revisar someramente el pasado, a preguntarte sobre tu futuro. Acabo de leer un libro extraordinario que viene bien para acompañar estas congojas. Se trata de Instrumental: memorias de música, medicina y locura, de James Rhodes (Blackie Books). El británico Rhodes tiene una biografía totalmente improbable. Por ejemplo, es pianista, un buen concertista. Sin embargo, empezó a estudiar piano mal y tarde, y luego lo dejó por completo durante 10 años hasta retomar la música en sus veintimuchos. No creo que haya habido en el mundo un caso así. Si abandonas un instrumento de ese modo, simplemente no es posible ser un músico de esa calidad. Pero él lo es. He aquí su primer milagro.

Tiene varios más, algunos espeluznantes. El libro de Rhodes cuenta con una crudeza que yo no había visto la experiencia de una víctima de pedofilia. A los seis años recién cumplidos, James fue violado por su profesor de boxeo del colegio. Y el tipejo lo siguió haciendo durante cinco años impune y sistemáticamente, hasta que Rhodes cambió de escuela. El niño, amenazado por el pedófilo, avergonzado y amedrentado, no dijo nunca nada a nadie; pero otros profesores lo veían llorar, lo veían salir con las piernas sangrando del despacho del monstruo y no hicieron nada. El libro de Rhodes es un grito indignado a esa pasividad tan común ante los abusos infantiles. Como las pequeñas víctimas no se atreven a denunciar, es muy cómodo ignorar un horror que se queda escondido, como los malvados ogros de los cuentos, en los cuartos oscuros y en las pesadillas de los niños. Y otra enseñanza más de este tremendo libro: las violaciones dejan secuelas. En primer lugar, graves secuelas físicas, porque es una brutalización continuada de un cuerpo muy pequeño (el músico tuvo que ser operado varias veces); y, por supuesto, una catarata de catástrofes psíquicas. Prostitución en la adolescencia, un año de internamiento en un psiquiátrico, tres intentos de suicidio, cortes autoinfligidos con una cuchilla, drogas, furia y dolor. 
Y este es el segundo milagro: ha sobrevivido a todo eso.

Tercer milagro: James es la prueba de que el arte y la belleza ayudan. En el caso de James, es la música lo que amansó su fiera interior. Todos podemos y debemos recurrir a ello: cuanta más belleza en nuestras vidas, más fuera del tiempo y de la pena, más inmortales.

Pero aún queda por contar un cuarto milagro. Aunque la existencia de Rhodes parece larguísima y convulsa, sólo tiene 40 años. Guau, eso es vivir deprisa. Como decía Lou Reed: mi día equivale a tu año. Pues bien, al final el autor apuesta por su segunda esposa, Hattie, y se atreve a dar unos consejos para el bien amar. Antes, al leer el libro, Rhodes me había parecido un hombre conmovedor y admirable, pero también furioso y herido, demasiado intenso como para tenerlo muy cerca. Pero en estas páginas finales habla de la convivencia con tan modesta, honda sabiduría que me ha dejado admirada. Como, por ejemplo: 
“Lo que más deteriora una relación es tratar de salir ganando”
Pequeña gran verdad. Hace falta vivir mucho y pensar mucho para llegar a tan poco. O sea, que se puede aprender, aunque vengas con las heridas más crueles. Se puede recomenzar una y otra vez. Aviso a navegantes para sortear los escollos de este año: recordemos que, como prueba Rhodes, siempre hay futuro. Nunca seremos tan jóvenes como hoy y la vida se conquista día a día.

@BrunaHusky

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miércoles, 17 de febrero de 2021

_- El final de una complicidad (presuntamente) delictiva.

_- La ejecutoria de Mariano Rajoy como Presidente del Gobierno ha sido una ejecutoria fraudulenta desde el primer momento: hoy podemos decir que sin la complicidad delictiva con Luis Bárcenas, Mariano Rajoy no hubiera podido ejercer de presidente.

Mariano Rajoy no hubiera podido ejercer de Presidente de Gobierno sin la complicidad de Luis Bárcenas. Subrayo lo de ejercer. Es posible, aunque no seguro, que hubiera podido llegar a la presidencia del Gobierno sin dicha complicidad. Pero sin la misma no hubiera podido actuar como Presidente del Gobierno tras su investidura.

La investidura de Mariano Rajoy como Presidente del Gobierno se produjo en diciembre de 2011. En enero de 2012 la justicia suiza decidió que se podía atender el requerimiento que le había sido dirigido por la justicia española acerca de la fortuna que Luis Bárcenas tenía depositada en bancos suizos, sobre la cual se había informado en diversos medios de comunicación tanto españoles como extranjeros.

Luis Bárcenas recurrió la decisión de la justicia suiza y con dicho recurso consiguió retrasar algo más de un año que se pusiera a disposición de la justicia española la información sobre "sus" cuentas bancarias.

Sin esa "prórroga" que Luis Bárcenas le concedió a Mariano Rajoy, este no hubiera podido empezar a ejercer como Presidente del Gobierno y asentarse en el puesto. De haberse hecho pública en sede judicial en enero de 2012, inmediatamente después de la investidura, la información que se ha ido filtrando trabajosamente con posterioridad a través de los tribunales, Mariano Rajoy habría tenido que renunciar a ser Presidente del Gobierno. Como lo haría en 2018, cuando se hizo pública la sentencia de la AN sobre la trama "Gürtel", en la que se acreditó la existencia de la Caja B del PP. 

La moción de censura de 2018 fue inevitable porque Mariano Rajoy se negó a dimitir como Presidente del Gobierno y ser sustituido por otro miembro de su partido, como se le ofreció repetidamente a lo largo del debate de la moción. Tras hacerse pública la sentencia de la AN, Mariano Rajoy no podía continuar siendo Presidente del Gobierno. Entendió que la dimisión suponía hacerse responsable de la corrupción judicialmente acreditada y prefirió la aprobación de la moción de censura. Si esto fue así en 2018, ¿Qué no hubiera pasado en enero de 2012? En ese momento inicial no hacía falta una sentencia.

La ejecutoria de Mariano Rajoy como Presidente del Gobierno ha sido una ejecutoria fraudulenta desde el primer momento. Una ejecutoria dependiente de la complicidad con un entonces presunto delincuente, que ya ha dejado de serlo. Hoy podemos decir que sin la complicidad delictiva con Luis Bárcenas Mariano Rajoy no hubiera podido ejercer de Presidente del Gobierno. Del paréntesis que figura en el título se puede prescindir ya. Complicidad delictiva. Acreditada ya respecto de Luis Bárcenas. Por acreditar todavía respecto de Mariano Rajoy.

Escapar a la acción de la justicia es lo que estuvo en el origen de la complicidad entre el Presidente del partido y el Tesorero. Los dos sabían que sus conductas habían sido delictivas y que se necesitaban el uno al otro para conseguirlo. Luis Bárcenas lo conseguiría por poco tiempo. Para Mariano Rajoy todavía sigue surtiendo efecto.

La complicidad se ha ido desgastando lentamente a lo largo de una década hasta llegar a lo que parece ser la ruptura total que estamos presenciando en estos días. La destrucción definitiva de la presunción de inocencia de Luis Bárcenas, acompañada de la de su esposa, ha puesto fin a la complicidad por parte de este. Esto es lo que significa la carta de Luis Bárcenas a la Fiscalía que se ha conocido esta semana.

¿Cuánto tiempo puede llevar la destrucción de la presunción de inocencia del otro cómplice? ¿Cuánto tiempo puede necesitar la justicia española para tomar una decisión sobre la conducta de Mariano Rajoy durante sus años de Presidente del PP primero y de Presidente del Gobierno después?

He visto en TVE que el Presidente de la Xunta de Galicia ha declarado que está seguro de la "honorabilidad" de Mariano Rajoy a lo largo de toda su trayectoria política. No se cuál es el "canon de honorabilidad" de Núñez Feijóo, pero si después de saber lo que ya sabemos, aunque todavía no exista una decisión judicial, considera que la conducta de Mariano Rajoy puede ser calificada de "honorable", los ciudadanos gallegos deberían empezar a preocuparse por la "honorabilidad" de su Presidente.

La trayectoria de Mariano Rajoy sigue gravitando sobre el PP. Es obvio que Mariano Rajoy sigue siendo portador de su derecho a la presunción de inocencia. Pero una vez que Luis Bárcenas ha puesto fin a su relación de complicidad, es más que probable que se susciten dudas sobre la misma. Y que se susciten en sede judicial, que es donde las dudas tienen que ser despejadas.

"Las asociaciones que persigan fines o utilicen medios constitutivos de delitos son ilegales", dice el artículo 22.2 de la Constitución. ¿Ha considerado la dirección del PP que dicho artículo estaba para los demás, pero no para ellos? ¿Hasta cuándo va a poder mantenerse en esa posición? ¿Podría un partido continuar operando como tal si fuera condenado por corrupción su Presidente durante casi dos decenios y durante más de seis años Presidente del Gobierno?

La presunción de inocencia de Mariano Rajoy es una cuestión existencial para el PP.

martes, 16 de febrero de 2021

_- Por qué el fracaso no es la clave del éxito como muchos defienden

_- El discurso motivacional sobre el fracaso oculta las condiciones que propician ese fracaso.

El fracaso cotiza al alza. El discurso exitoso sobre el fracaso nos dice que hay que fracasar primero para poder conseguir después nuestros objetivos.

Desde los espacios de producción simbólica más autorizados nos bombardean cotidianamente diciendo que fracasar es algo bueno y que constituye una oportunidad, ya que de ahí surgen lecciones de vida que no obtendríamos de otro modo. Escuchamos por todas partes que la clave del éxito es el fracaso y que tocar fondo es necesario para alcanzar el cielo del éxito. Pero como Aristóteles decía del ser, el fracaso se dice de muchas maneras.

David y Luis
Hagamos un ejercicio comparativo imaginario. Pensemos en David, que estudia Administración y Dirección de Empresas y ha creado unastart-up. Vive en un barrio repleto de colegios privados, con una tasa de abandono escolar del 4 % y la renta de su familia es 150.000 euros anuales (US$165.000).

Supongamos que la innovadora empresa de David no funciona y pierde todo el dinero invertido. Una ocasión propicia para decir, como la tan popular cita de Beckett: "Lo intentaste. Fracasaste. Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor".

El autor cuestiona la idea de que el fracaso es un camino al éxito
Pensemos ahora en Luis, que vive en un barrio en el que sólo hay colegios públicos con recursos insuficientes, con una tasa de abandono escolar del 45 %. La renta de su familia es de 15.000 euros anuales (US$16.500). A Luis, que lleva encadenando trabajos precarios varios años, no le renuevan el contrato temporal en la empresa de reparto en la que lleva unos meses.

Es la tercera vez que le ocurre algo parecido y ha estado más tiempo en el paro que trabajando. ¿Sigue siendo propicia la ocasión para citar a Beckett?

Fracasamos solos
El discurso exitoso sobre el fracaso considera el fracaso desde una perspectiva individual. Se dice que quien fracasa al menos lo ha intentado, y que quien lo ha intentado ya ha logrado algo. El intento ya es de por sí meritorio, un éxito en algún sentido.

Pero siempre es un individuo quien lo intenta y quien fracasa. Basta con teclear "fracaso" en cualquier banco de imágenes para percatarse de que el fracaso es el del individuo. Quien fracasa es alguien en su soledad.

Ahora bien, esta retórica del fracaso olvida las circunstancias sociales y sociológicas desde donde se fracasa. Los "posibles" de David y de Luis son muy diferentes. Probablemente Luis jamás esté en condiciones de fundar una start-up.

Ante el temor a fracasar, ha surgido una forma de normalizarlo como un paso inevitable hacia el éxito, aunque eso no siempre sea cierto.

No tiene el capital económico, cultural y social de la familia de David. No tiene el dinero, ni los conocimientos sobre el funcionamiento de una empresa, ni la "familiaridad" y el "saber tratar" adecuado con el que seducir a eventuales inversores. Sus "posibles" son muy diferentes. Sus fracasos, también.

Cambiar la retórica del fracaso
Fracasar se dice de muchas maneras, pero quizá necesitemos mayúsculas más grandes para que quede grabado a fuego que el discurso del fracaso motivacional funciona… siempre que se pueda fracasar.

La influyente idea del economista y Premio Nobel que "repetidamente falló en lograr su objetivo" A la postre, todo es una cuestión de posibles. Tener la capacidad de fracasar una, dos o tres veces y seguir perteneciendo al mismo y exitoso grupo social de referencia, eso sí es un éxito, a pesar de que se camufle tras la máscara de la retórica del fracaso.

Pierre Bourdieu, en su descripción de las clases económicamente dominantes, dice que para ellos es el dinero heredado lo que les garantiza la libertad respecto al dinero. Del mismo modo podemos decir que en los partidarios del fracaso retórico es el éxito (heredado) lo que les garantiza la libertad respecto del fracaso real. Por eso pueden fracasar, e incluso fracasar mejor.

Lo más peligroso de este discurso es que con el happy failure (fracaso feliz) se invisibilizan las razones del fracaso de los verdaderos perdedores de la sociedad, de los colectivos estigmatizados que no pueden permitirse la retórica del #fracasamejor.

Tener la capacidad de fracasar una, dos o tres veces y seguir perteneciendo al mismo y exitoso grupo social de referencia, eso sí es un éxito.

Colectivos que por cuestiones de género, raza, clase o condición sexual viven de antemano en una situación marginal, "fracasada" en algún sentido y lejos de esos "posibles" o de esas formas del capital económico, cultural o social.

Colectivos a quienes la retórica del fracaso mantiene en el fracaso material en el que están y les condena a reproducirlo, pues se nos dice que quien no ha tenido éxito es porque no lo ha querido con las fuerzas necesarias, porque no ha fracasado lo suficiente.

Como se ve, la retórica del fracaso no solamente pretende explicar las desigualdades, sino que además las justifica en el orden simbólico: el verdadero fracasado sería quien no ha querido lo suficiente, no quien difícilmente podía.

Ante tal situación, hay dos posibles salidas: o bien universalizar las condiciones materiales que permitan disfrutar de la retórica del fracaso, o bien detectar las razones de la reproducción social del fracaso y denunciarlas. Y una de ellas es la propia retórica del fracaso. ¿#fracasamejor? No, gracias. 

*Eduardo Zazo Jiménez es profesor del Departamento de Filosofía de la Universidad Autónoma de Madrid.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation y reproducido aquí bajo la licencia Creative Commons. 

lunes, 15 de febrero de 2021

_- Cómo la autocompasión y no la autoestima es la clave del éxito

_- Piensa en la última vez que fallaste o cometiste un error importante. ¿Todavía te sonrojas y te regañas por haber sido tan tonto o egoísta?

¿Tiendes a sentirte solo en ese fracaso, como si fueras la única persona que se ha equivocado? ¿O aceptas que el error es parte del ser humano y tratas de hablarte a tí mismo con cuidado y ternura?

Para muchas personas, el ser crítico con uno mismo es lo más natural.

De hecho, incluso podemos enorgullecernos de ser duros con nosotros mismos como señal de nuestra ambición por mejorar.

Pero una gran cantidad de investigaciones muestra que la autocrítica a menudo es contraproducente.

Además de aumentar nuestros niveles de infelicidad y estrés, puede aumentar la procrastinación y nos hace aún menos capaces de lograr nuestras metas en el futuro.

En lugar de castigarnos a nosotros mismos, debemos practicar la autocompasión: un mayor perdón de nuestros errores y un esfuerzo deliberado por cuidarnos a nosotros mismos en momentos de decepción o vergüenza.

"La mayoría de nosotros tenemos un buen amigo en nuestras vidas, que nos apoya incondicionalmente", dice Kristin Neff, profesora asociada de psicología educativa en la Universidad de Texas en Austin, quien ha sido pionera en esta investigación.

"La autocompasión es aprender a ser un amigo cálido y comprensivo contigo mismo". Si eres un cínico, puede que inicialmente te opongas a esta idea.

Como escribió la comediante británica Ruby Wax en su libro sobre la atención plena: "Cuando escucho que las personas son amables consigo mismas, me imagino a los tipos que encienden velas aromáticas en sus baños y se hunden en una tina de leche de yak del Himalaya".

Sin embargo, la evidencia científica sugiere que tratarnos bien puede aumentar nuestra resiliencia emocional y mejorar nuestra salud, bienestar y productividad.

Es importante destacar que también nos ayuda a aprender de los errores que causaron nuestro malestar en primer lugar.

Confiar en la autocompasión, no en la autoestima
La investigación de Neff se inspiró en una crisis personal. A finales de los 90, estaba pasando por un divorcio doloroso.

"Fue muy complicado y sentí mucha vergüenza por algunas malas decisiones que había tomado".

Buscando una forma de lidiar con el estrés, se inscribió en clases de meditación en un centro budista local.

La práctica de la atención plena trajo cierto alivio, pero fueron sus enseñanzas sobre la compasión, en particular, la necesidad de dirigir esa bondad hacia nosotros mismos, las que nos brindaron el mayor consuelo.

"Simplemente noté una diferencia inmediata", dice.
Superficialmente, la autocompasión puede parecer similar al concepto de "autoestima", que se refiere a cuánto nos valoramos a nosotros mismos y si nos vemos a nosotros mismos de manera positiva.

Los cuestionarios para medir la autoestima piden a los participantes que califiquen afirmaciones como, "siento que soy una persona valiosa, al menos en el mismo plano que los demás".

Desafortunadamente, esto a menudo viene acompañado de una sensación de competencia y puede resultar fácilmente en una especie de narcisismo frágil que se desmorona ante un posible fracaso.

"La autoestima depende del éxito y de que le gustes a la gente, por lo que no es muy estable; podrías tenerla en un buen día pero perderla en un mal día", dice Neff.

La autocompasión se relaciona con la salud mental y el bienestar general de las personas.

Muchas personas con alta autoestima incluso recurren a la agresión y al acoso cuando su confianza se ve amenazada.

Neff se dio cuenta de que cultivar la autocompasión podría ayudar a evitar esas trampas, para que puedas levantarte cuando te sientas herido o avergonzado, sin derribar a otros en el camino.

Entonces decidió diseñar una escala psicológica en la que los participantes debían calificar una serie de afirmaciones en una escala del 1 (casi nunca) al 5 (casi siempre), tales como:

Intento ser cariñoso conmigo mismo cuando siento dolor emocional.
Trato de ver mis fallas como parte de la condición humana.
Cuando sucede algo doloroso, trato de tener una visión equilibrada de la situación.
Desapruebo y juzgo mis propios defectos e insuficiencias.
Cuando pienso en mis deficiencias, tiendo a sentirme más separado y aislado del resto del mundo.
Cuando me siento deprimido, tiendo a obsesionarme y fijarme en todo lo que está mal.
Cuanto más estés de acuerdo con el primer conjunto de afirmaciones y menos estés de acuerdo con el segundo conjunto de afirmaciones, mayor será su autocompasión.

La meditación ayuda a entrenar la autocompasión.
Los primeros estudios de Neff examinaron cómo la autocompasión se relacionaba con la salud mental y el bienestar general de las personas.

Al interrogar a cientos de estudiantes de pregrado, descubrió que la característica se correlacionó negativamente con informes de depresión y ansiedad, y se correlacionó positivamente con la satisfacción general con la vida.

Es importante destacar que este estudio también confirmó que la autocompasión era distinta a la autoestima.

En otras palabras, puede haber alguien con un sentido general de superioridad, a quien, sin embargo, le resulta muy difícil perdonarse a sí mismo por los fracasos percibidos, una combinación que dista mucho de ser ideal.

Campo floreciente
Investigaciones posteriores confirmaron estos descubrimientos en muestras más diversas, desde estudiantes de secundaria hasta veteranos estadounidenses en riesgo de suicidio.

Todos los estudios mostraron que la autocompasión aumenta la resiliencia psicológica.

De hecho, la autocompasión se ha convertido en un campo de estudio floreciente que atrae el interés de muchos otros investigadores.

Algunos de los resultados más interesantes se refieren a la salud física de las personas.

La autocompasión también está asociada con la salud de las personas.

Un estudio reciente muestra que las personas con alta autocompasión tienen menos probabilidades de reportar una variedad de dolencias, como dolor de espalda, dolor de cabeza, náuseas y problemas respiratorios.

Una explicación podría ser una respuesta silenciosa al estrés, con estudios previos que revelaron que la autocompasión reduce la inflamación que normalmente acompaña a la angustia y que puede dañar nuestros tejidos a largo plazo.

Pero los beneficios para la salud también pueden deberse a diferencias de comportamiento, ya que la evidencia muestra que las personas con mayor autocompasión cuidan mejor su cuerpo con la dieta y el ejercicio.

"Las personas que tienen niveles más altos de autocompasión son generalmente más proactivas", dice Sara Dunne, psicóloga que estudió el vínculo entre la autocompasión y los comportamientos saludables en la Universidad de Derby, Reino Unido.

Ella lo compara con el consejo de un padre bien intencionado.

"Te decían que tenías que irte a la cama, levantarte temprano y luego solucionar tus problemas", dice.

De manera similar, alguien con alta autocompasión sabe que puede tratarse a sí mismo con amabilidad, sin críticas excesivas, y al mismo tiempo que reconoce lo que es mejor para él a largo plazo.

Este es un punto importante, dice Neff, ya que algunos de los primeros críticos de su trabajo se preguntaron si la autocompasión simplemente conducía a un comportamiento perezoso y poca fuerza de voluntad.

En su opinión, necesitamos la autocrítica para motivarnos a realizar cambios importantes en nuestras vidas.

Como evidencia en contra de esta idea, señala una investigación de 2012 que encontró que las personas con alta autocompasión muestran una mayor motivación para corregir sus errores.

Por ejemplo, tienden a trabajar más duro después de fallar una prueba importante, y están más decididos a compensar una transgresión moral percibida, como traicionar la confianza de un amigo.

La autocompasión, al parecer, puede crear una sensación de seguridad que nos permite enfrentar nuestras debilidades y hacer cambios positivos en nuestras vidas, en lugar de ponernos a la defensiva o crearnos una sensación de desesperanza.

Intervenciones rápidas
Si deseas obtener algunos de estos beneficios, ahora hay abundantes pruebas, del grupo de investigación de Neff y de muchos otros, de que se puede entrenar la autocompasión.

Las intervenciones populares incluyen la "meditación de bondad amorosa", que te guía a concentrarte en los sentimientos de perdón y calidez hacia ti mismo y hacia los demás.

En un ensayo reciente, Tobias Krieger y sus colegas de la Universidad de Berna, en Suiza, diseñaron un curso en línea para enseñar este ejercicio junto con lecciones más teóricas sobre las causas de la autocrítica y sus consecuencias.

Después de siete sesiones, encontraron aumentos significativos en las puntuaciones de autocompasión de los participantes, junto con una reducción del estrés, la ansiedad y los sentimientos depresivos.

"Medimos muchos resultados", dice Krieger, "y todos fueron en la dirección esperada".

También hay intervenciones escritas, como redactar una carta desde la perspectiva de un amigo cariñoso, que pueden proporcionar una mejora significativa, dice Neff.

Para la mayoría de la gente, el hábito de la autocrítica no parece estar tan arraigado como para no poder evitarlo.

(El sitio web de Neff incluye pautas más detalladas sobre las formas de poner en práctica esto y la meditación de la bondad amorosa).

Neff dice que ha visto un mayor interés en estas técnicas durante la pandemia.
Para muchos de nosotros, las dificultades por el aislamiento, el trabajo a distancia y el cuidado de las personas que amamos han proporcionado el caldo de cultivo perfecto para la autocrítica y la duda.

Si bien no podemos eliminar esas tensiones, al menos podemos cambiar la forma en que nos vemos a nosotros mismos, lo cual nos puede dar la resiliencia necesaria para enfrentar los desafíos.

Ahora más que nunca, debemos dejar de ver la autocompasión y el autocuidado como un signo de debilidad, dice Neff.

"La investigación es realmente abrumadora en este momento, y muestra que cuando la vida se pone difícil, quieres ser compasivo contigo mismo. Te hará más fuerte ".

David Robson es el autor de The Intelligence Trap: Revolutionize Your Thinking and Make Wiser Decisions (Hodder & Stoughton / WW Norton). (La trampa de la inteligencia: revolucione su pensamiento y tome decisiones más sabias)

https://www.bbc.com/mundo/noticias-55668680

domingo, 14 de febrero de 2021

_- Cinco maneras de expresar amor, (y solo una te ayudará). Las dificultades surgen cuando no se cumplen las expectativas cruzadas. El problema no radica en la falta de sentimientos, sino en las distintas formas de mostrarlos

_- Muchas parejas se rompen porque no se sienten queridas. Uno espera algo que nunca ocurre y se siente frustrado porque la otra persona no valora los esfuerzos que ha hecho por ella. Las dificultades surgen porque no se cumplen las expectativas cruzadas. En el fondo, el problema no radica en la falta de amor, sino en las distintas maneras de expresarlo. Imagine que un español y un japonés intentan conversar sobre literatura en sus lenguas maternas. Habría un desencuentro en la conversación. Pues en el amor sucede algo parecido.

El estadounidense Gary Chapman, considerado uno de los grandes gurús en el mundo de las relaciones afectivas, sostiene que cada persona tiene un depósito de amor. Debe sentir que este está lleno para percibir que su relación va bien y sentirse querido. El problema es que dicho depósito solo se llena en el lenguaje que esa persona entiende. Por eso necesitamos conocer de qué manera se puede expresar el amor para afianzar nuestra pareja o, incluso, para salvarla. Chapman es autor del superventas Los cinco lenguajes del amor. La primera versión se publicó en 1992 y, hasta la fecha, ha vendido más de 11 millones de copias solo en inglés. Además, se ha traducido a 49 idiomas y está considerado uno de los libros más importantes en la materia.

Decirle a nuestra pareja que la quieres es solo uno de los lenguajes amorosos. Existen cuatro más. Según Chapman, solemos tener un lenguaje primario o preferido relacionado con nuestra infancia. De lo que hayamos visto cuando éramos pequeños o de nuestra manera de ser. Este lenguaje primario no tiene por qué ser el mismo del de nuestra pareja. Ese es el motivo por el que nos sentimos perdidos o incomprendidos. Como vimos al principio, uno habla castellano y, el otro, japonés. Por eso, sugiere conocer cuáles son los cinco idiomas, analizar nuestras preferencias y, lo más importante, saber las de nuestra pareja. En la medida en que conversemos sobre nuestras necesidades y seamos capaces de adaptarnos a lo que la otra persona necesita (y el otro haga lo propio), se reducirán los conflictos o, al menos, será más fácil la comunicación. Para conseguirlo disponemos, incluso, de una encuesta (en inglés). De esa manera podemos conocernos un poco más.
A continuación, veremos cuáles son los cinco lenguajes que propone Chapman para expresar amor:

1. Palabras de afirmación. En este apartado está el poder de la palabra expresada en cartas, conversaciones, mensajes… No es decir un simple te quiero, sino todo aquello que signifique valoración positiva del otro, orgullo por lo que hace la pareja o la felicidad que sentimos porque esté a nuestro lado. 

2. Dar y recibir regalos. No tienen por qué ser objetos materiales de gran valor. Basta con detalles capaces de sorprender a la otra persona, incluso experiencias inolvidables, como un pícnic bajo las estrellas o un paseo por un lugar bonito. En este lenguaje lo que se valora es que el otro se haya acordado de nosotros y lo exprese con un detalle, una experiencia o que haya dedicado tiempo a prepararlo. 

3. Actos de servicio. Las personas que utilicen este lenguaje valoran que el otro haga alguna acción por él (o ella). Basta con una simple tarea doméstica (limpiar la casa o el coche), un favor (enviar una carta) o hacer tareas tediosas. Si el acto en cuestión resulta muy arduo, la persona que se mueve en este lenguaje valorará aún más el gesto. 

4. Tiempo de calidad. En este caso, lo que más se aprecia es el tiempo dedicado sin interrupciones de terceros. Una experiencia que genera espacio para conversar o para profundizar en el vínculo. Se aprecia especialmente la atención completa a la pareja. 

5. Contacto físico. Una caricia, un abrazo o hacer manitas. Son gestos que hace que la otra persona se sienta querida. No significa necesariamente un contacto sexual, más bien se trata de una forma delicada de expresar emociones a través del cuerpo.

Cada lenguaje tiene una mayor o menor importancia dependiendo de cada persona. Si estamos con alguien que tiene una preferencia similar a la nuestra, la relación resultará más fácil. El problema surge cuando lo que a nosotros nos importa figura en el cuarto o quinto puesto del otro. En ese caso, habrá que dedicar mucho trabajo para conocernos mutuamente y saber adaptarnos a nuestra pareja.

sábado, 13 de febrero de 2021

_- Michael Sandel: "El primer problema de la meritocracia es que las oportunidades en realidad no son iguales para todos"

_- Irene Hernández Velasco

Michael J. Sandel ganó el premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2018.

Michael Sandel (Mineápolis, 1953) es mucho más que un filósofo o un intelectual.

Muchos consideran que este profesor de Derecho de la Universidad de Harvard es algo así como una especie de estrella del rock de la filosofía.

Y la verdad es que las cifras de sus charlas y conferencias rozan las de los conciertos multitudinarios. Sandel ha llenado de seguidores la catedral de San Pablo en Londres, ha atiborrado de gente la emblemática Casa de la Ópera en Sídney, ha congregado a 14.000 personas en un estadio de Seúl…

Y eso por no hablar de sus cifras en internet. Sus clases magistrales se han visto decenas de millones de veces en YouTube y se han hecho absolutamente virales.

El último libro de Sandel lleva por título "La Tiranía de la Meritocracia" y en él analiza en profundidad ese concepto, tan de moda en los últimos años, según el cual todo el mundo debe disfrutar de las mismas oportunidades, lo que en teoría garantizaría que los que lleguen a lo alto habrían conseguido el éxito por sus propios métodos.

Sandel, sin embargo, arremete contra esa idea y las numerosas falacias que en su opinión esconde.

¿Qué tiene de malo la meritocracia?
En determinada manera, la meritocracia es un ideal atractivo porque promete que si todo el mundo tiene las mismas oportunidades, los ganadores merecen ganar. Pero la meritocracia tiene un lado oscuro. Hay dos problemas con la meritocracia.

Uno es que en realidad no estamos a la altura de los ideales meritocráticos que profesamos o proclamamos, porque las oportunidades no son realmente las mismas.

Los padres adinerados son capaces de transmitir sus privilegios a sus hijos, no dejándoles en herencia grandes propiedades sino dándoles ventajas educativas y culturales para ser admitidos en las universidades.

El curso "Justice", de Michael Sandel, ha sido uno de los más populares de los últimos 40 años en la Universidad de Harvard.

En su libro usted revela por ejemplo que la inmensa mayoría de los estudiantes de universidades tan prestigiosas como la de Princeton o Yale pertenecen a familias muy ricas…

Así es. De hecho, en las universidades de la denominada Ivy League (que incluye a las universidades de Brown, Columbia, Cornell, Dartmouth College, Harvard, Pensilvania, Princeton y Yale, algunas de las más prestigiosas de Estados Unidos) hay más estudiantes que pertenecen al 1% de las familias con más ingresos del país que al 60% con menos ingresos.

Así que el primer problema de la meritocracia es que las oportunidades en realidad no son iguales.

¿Y el segundo problema?
El segundo problema de la meritocracia tiene que ver con la actitud ante el éxito. La meritocracia alienta a que quienes tienen éxito crean que éste se debe a sus propios méritos y que, por tanto, merecen todas las recompensas que las sociedades de mercado otorgan a los ganadores.

Pero si los que tienen éxito creen que se lo han ganado con sus propios logros, también tienden a pensar que los que se han quedado atrás son responsables de estar así.

Así que el segundo problema de la meritocracia es un problema de actitud ante el éxito que lleva a dividir a las personas en ganadores y perdedores. La meritocracia crea arrogancia entre los ganadores y humillación hacia los que se han quedado atrás.

Y si la meritocracia es algo en realidad tan perverso, ¿por qué en las últimas décadas muchos políticos, sobre todo del centro-izquierda, la han abrazado?

Es una pregunta muy interesante. Durante las últimas décadas, los partidos de centro, de izquierdas y derechas han adoptado una versión neoliberal de la globalización que ha provocado un aumento de las desigualdades.

Y los partidos de centro-izquierda han respondido a estas desigualdades no buscando reducirlas directamente a través de políticas económicas, sino ofreciendo la promesa de que era posible ascender socialmente, lo que en mi libro llamo 'la retórica del ascenso'.

La idea es que si creamos igualdad de oportunidades, entonces no tenemos por qué preocuparnos mucho de la desigualdad porque la movilidad puede permitir a las personas ascender de trabajos con salarios estancados a otros mejores.

Los partidos de centro-izquierda han ofrecido la retórica del ascenso en lugar de responder directamente a la desigualdad.

En Seúl, Corea del Sur, Sandel dio una conferencia en un estadio ante 14.000 personas.

Por decirlo de otro modo: en lugar de encarar directamente la desigualdad ofrecieron el mensaje de que se podía conseguir la movilidad individual si se accedía a la educación superior, decían que para ganar en la economía global había que ir a la universidad y sacarse un título universitario, porque el dinero que uno iba a cobrar dependía de lo que había aprendido y estudiado, y que si uno se esforzaba podía lograrlo.

Todos esos lemas forman parte de la retórica del ascenso, y los partidos de centro-izquierda pensaron que era una forma inspiradora de alentar a las personas a mejorar su propia condición como individuos obteniendo un título universitario.

Y, de alguna manera, ese mensaje es inspirador, todo el mundo quiere creer que si trabaja duro, puede mejorar su condición.

Pero aunque puede ser de algún modo un mensaje inspirador, por otro lado es insultante, porque implica que si no has ido a la universidad y estás pasándolo mal en la nueva economía, la culpa de tu fracaso es sólo tuya. Y eso, insisto, es insultante para muchos trabajadores.

Lo que las élites, las élites políticas y meritocráticas olvidan, es que la mayoría de la gente no tiene un título universitario. En Estados Unidos y en Gran Bretaña, casi dos de cada tres personas no tienen un título universitario.

Es un error crear una economía en la que la condición para el éxito es un título universitario que la mayoría de la gente no tiene. Y eso vale también para Europa.

Y, de ese modo, los partidos de centro izquierda han perdido a muchos de los votantes de la clase trabajadora que tradicionalmente eran su base de apoyo. Lo hemos visto con el Partido Demócrata en Estados Unidos, con el Partido Laborista en Gran Bretaña, con los partidos socialdemócratas en Europa…

Esos partidos se han ido convirtiendo cada vez más en partidos de clases profesionales, de élites con formación universitaria, y han ido perdiendo apoyo entre los trabajadores sin educación universitaria.

¿Y a dónde se han ido esos votantes?
Esos votantes comenzaron a apoyar a políticos y a partidos populistas autoritarios, apoyaron a Donald Trump en Estados Unidos, el Brexit en Gran Bretaña y a partidos populistas autoritarios en Francia, en España y en otros países.

¿Qué tiene que ver exactamente la meritocracia con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca tras las elecciones de 2016 o con el auge de los populismos?

En las últimas décadas, se ha ido profundizando la división entre ganadores y perdedores, envenenando nuestra política y separándonos. Esa división tiene que ver en parte con las crecientes desigualdades de las últimas décadas.

En las universidades de la Ivy League hay más estudiantes que pertenecen al 1% de las familias con más ingresos del país que al 60% con menos ingresos.

Pero también se tiene que ver con cómo han cambiado las actitudes ante el éxito con el aumento de desigualdad.

Los que han llegado a la cima en la era de la globalización, llegaron a creer que su éxito era todo suyo porque lo habían ganado por sus propios méritos, y que los perdedores no tenían a nadie a quien culpar de su fracaso más que a ellos mismos.

Eso refleja la idea meritocrática, porque si las posibilidades son iguales para todos, los ganadores merecen sus ganancias.

A medida que estas actitudes se afianzaban, la arrogancia meritocrática llevó a los ganadores a creer que su éxito era el resultado de sus propios talentos y del trabajo duro, y llevó la desmoralización y la humillación a los perdedores.

Y una de las formas más potentes y poderosas de reaccionar contra eso es la acción violenta y populista contra las élites.

Muchos trabajadores sienten que las élites los desprecian, que no los respetan, no respetan el tipo de trabajo que hacen.

Y eso creó una ira y un resentimiento cada vez más profundos entre los trabajadores, que sabían que estaban trabajando duro pero recibiendo menos dinero, porque los salarios de los trabajadores están estancados desde hace cuatro décadas.

Los partidos populistas autoritarios apelan a los agravios de esas personas que sienten que este sistema los desprecia, un resentimiento que las actitudes meritocráticas hacia el éxito han alimentado.

La mayoría de las ganancias de la globalización fueron a parar al 20% más rico, y la mitad inferior de los trabajadores no recibió ninguna de esas ganancias, ninguna. Pero no fue sólo exclusión económica.

También ese sentido de humillación que surge al sentir que las élites te menosprecian, que consideran que tú eres el culpable de tu propio fracaso y que si ellos tienen éxito es porque se lo han ganado. Eso creó la ira y el resentimiento al que apelaron figuras populistas autoritarias como Donald Trump.

Donald Trump, efectivamente, siempre ha criticado a las élites. Pero, al mismo tiempo, se ve a sí mismo como el resultado de la meritocracia, como un hombre que se ha hecho a sí mismo. Es un poco contradictorio, ¿no cree?

Donald Trump ha sido un hombre de negocios que ha ganado mucho dinero. Pero la ira y el resentimiento no son contra aquellos que aspiran a tener riqueza y una posición social.

De ese modo, y a pesar de tener mucho dinero, Donald Trump expresaba el sentimiento de agravio contra las élites meritocráticas, porque él mismo a lo largo de su carrera empresarial siempre se ha sentido despreciado por las élites financieras, las élites profesionales y las élites intelectuales de Nueva York.

Las actitudes ante el éxito han cambiado con el aumento de desigualdad.

Y hay mucha verdad en eso, nunca fue aceptado ni respetado por las élites de Nueva York o las élites meritocráticas.

Por eso siempre sintió una profunda inseguridad, que procedía de sentirse menospreciado. Y paradójicamente eso le permitió, a pesar de ser un hombre rico, expresar el sentimiento de resentimiento que muchos trabajadores sentían por las élites meritocráticas.

Y si la meritocracia no es buena, si no funciona correctamente, ¿qué deberíamos hacer para lograr sociedades más igualitarias?

Creo que deberíamos concentrarnos menos en preparar a la gente para la competencia meritocrática y centrarnos más en la dignidad del trabajo.

Debemos impulsar medidas y políticas que hagan la vida mejor y más segura para los trabajadores, independientemente de cuáles sean sus logros y títulos académicos.

En el libro ofrezco varias formas en las que podríamos cambiar el discurso político hacia esa dirección. Y en ese sentido me parece muy interesante la elección de Joe Biden como presidente de EE.UU. tras derrotar a Donald Trump.

Biden es el primer candidato demócrata a la presidencia en 36 años sin un título de una prestigiosa universidad de la Ivy League, ¡el primer candidato demócrata en 36 años!

Eso muestra cómo durante las últimas cuatro décadas el Partido Demócrata ha sido un reflejo del dominio de las élites meritocráticas.

Y creo que parte del éxito de Biden reside precisamente en que al no provenir de la élite meritocrática, ha sido capaz de conectar de manera más efectiva con los votantes de la clase trabajadora. Durante la campaña electoral, por ejemplo, Biden habló de la necesidad de renovar la dignidad del trabajo.

Pero no me malinterprete: no digo que debamos abandonar el proyecto de igualdad de oportunidades. Ese es un proyecto muy importante, moral y políticamente.

El error es asumir que crear más igualdad de oportunidades es una respuesta suficiente a las enormes desigualdades de ingresos y riqueza que ha provocado la globalización neoliberal.

La pandemia de coronavirus ha revelado la importancia fundamental que tienen para la sociedad muchos trabajos que sin embargo están muy mal pagados. ¿Cree que eso puede ayudar a cambiar mentalidades?

Potencialmente, sí. Puede ayudar a que asumamos que el dinero que mucha gente recibe por su trabajo no es la verdadera medida de su contribución al bien común, una idea errónea y que debemos de cambiar.

La experiencia de la pandemia proporciona una posible apertura para un debate público sobre lo que realmente es una contribución valiosa al bien común, más allá del veredicto del mercado laboral.

Aquellos de nosotros que tenemos el lujo de poder trabajar desde casa nos hemos dado cuenta de lo mucho que dependemos de algunos trabajadores a los que a menudo pasamos por alto.

No se trata sólo de aquellos que trabajan heroicamente en los hospitales cuidando a los pacientes de Covid, sino también de los trabajadores de reparto, los empleados en almacenes, el personal de supermercados, los conductores de camiones, los proveedores de atención médica a domicilio, los cuidadores de niño... Ninguno de esos trabajos es de los mejor pagados.

Y, sin embargo, ahora reconocemos a los que los hacen como trabajadores esenciales, como trabajadores clave. Así que la experiencia de la pandemia podría ser el comienzo de un debate público amplio sobre cómo reconocer la importancia del trabajo y las contribuciones a la sociedad que esas personas hacen.

Depende de nosotros, es una pregunta abierta. Pero creo que la experiencia de la pandemia ha puesto de relieve las desigualdades que existen en nuestras sociedades y la importante contribución de quienes sin embargo no obtienen las mayores recompensas por parte del mercado.

"A pesar de tener mucho dinero, Donald Trump expresaba el sentimiento de agravio contra las élites meritocráticas".

¿Considera entonces que esos trabajadores esenciales deberían estar mejor pagados?

Sí. Creo que se les debería pagar mejor como medida de emergencia durante esta pandemia. Pero también creo que deberían recibir en general un mejor salario, incluso cuando superemos la pandemia.

Reconocer el importante papel de los trabajadores esenciales durante esta pandemia debería impulsarnos a establecer un salario digno para todos los trabajadores.

Y también deberíamos proporcionar permisos pagados por enfermedad a todos los trabajadores durante la pandemia, porque muchos de esos trabajadores están poniendo en riesgo su salud al realizar el trabajo que hacen, mientras que el resto de nosotros podemos proteger nuestra salud quedándonos en casa.

Se les debería proporcionar un salario digno, permisos por enfermedad remunerados y otras medidas para mostrar el reconocimiento de la sociedad a la importancia de su contribución.

Un estudio de la New Economic Foundation de 2009 revela que algunos de los trabajos mejor pagados son socialmente muy destructivos, son trabajos que no aportan nada al bien común...

Así es, y de eso me ocupo en el capítulo 7 de "La Tiranía de la Meritocracia". ¿Por qué ganan por ejemplo tanto dinero los muy generosamente pagados ejecutivos de la industria financiera de Wall Street?

A veces asumimos que las transacciones financieras especulativas son algo de vital importancia para la economía y la sociedad.

Pero los estudios han demostrado, y cito algunos de esos estudios en el libro, que más allá de cierto punto, la ingeniería financiera compleja y la especulación no sólo no contribuyen a la productividad de la economía sino que en realidad es un lastre para la productividad, algo que daña a la economía real.

Y si eso es así, entonces recompensar a esos ejecutivos financieros pagándolos generosamente no es consistente con cómo se pagan las contribuciones verdaderamente valiosas a la economía y el bien común.

¿Y qué propone?
Propongo un cambio en la estructura tributaria. Sugiero que consideremos establecer un impuesto a las transacciones financieras especulativas y a la actividad financiera especulativa, que gravemos esa actividad y usemos el dinero recaudado para reducir el impuesto sobre el trabajo que en Estados Unidos pagan los trabajadores ordinarios.

El mensaje de mi libro es abrir un amplio debate público sobre lo que se considera una contribución verdaderamente valiosa a la economía y al bien común, y revisar nuestra política fiscal y otras políticas del mercado laboral para que éstas den mayor reconocimiento y respeto a aquellos que hacen contribuciones valiosas y que actualmente están mal pagados y poco reconocidos.

Muchos padres, ya sean ricos o pobres, inculcan a sus hijos que si se esfuerzan y trabajan duro lograrán las metas que se propongan, un mensaje muy meritocrático. ¿Es peligroso decirles eso?

Sí y no, depende. Por supuesto, que los padres animen a sus hijos a estudiar y trabajar mucho es una cosa buena que da a los jóvenes la inspiración y la motivación para esforzarse.

Eso es algo positivo, pero hasta cierto punto. Los padres deben tener cuidado y combinar ese mensaje con otro, deben animar a sus hijos a trabajar duro, pero no sólo para que puedan obtener un trabajo que les permita ganar mucho dinero, también debemos fomentar en nuestros hijos el amor por el aprendizaje en sí mismo.

No debemos convertir la educación sólo en un instrumento de progreso económico, porque eso privará a nuestros hijos del amor por el aprender por el placer de aprender.

Y otro aspecto importante que debemos inculcarles es que si tienen éxito el día de mañana será en parte gracias a su propio esfuerzo, pero en parte gracias también a sus maestros, a su comunidad, a su país, a los tiempos en que viven, a las circunstancias, a las ventajas de las que hayan podido disfrutar...

Enseñar a nuestros hijos que su éxito sólo es resultado de su propio esfuerzo podría hacerles olvidar que están en deuda con los demás, incluida su comunidad. Debemos criar niños que tengan un sentido de gratitud y humildad cuando tengan éxito.


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viernes, 12 de febrero de 2021

Paul Robeson, la voz libre de América


Por Higinio Polo | 03/02/2021 | Cultura

La voz profunda de Paul Robeson surgió del aliento perseguido de los esclavos, de las cárceles y plantaciones donde la segregación racial había encerrado a los negros estadounidenses, y esa voz nos la trae ahora el magnífico libro de Paula Park, Paul Robeson, Artista y revolucionario, que pone su figura al alcance de todos por primera vez en castellano. Paula Park documenta la vida de Robeson, y habla también de la ferocidad del racismo en Estados Unidos, de la lacra de la persecución contra los negros, de los linchamientos, los crímenes impunes, acompañado todo ello de una extensa y útil bibliografía.

Robeson era hijo de un esclavo, uno de aquellos chicos negros que con apenas quince años había huido de las cadenas de los amos en el ferrocarril subterráneo, una red clandestina que en el siglo XIX ayudaba a los cautivos que perseguían la libertad. Durante la infancia de Robeson, su padre se enfrentó a los linchamientos, a las siniestras hordas de blancos que salían a la caza de negros para ahorcarlos y quemarlos ante la multitud satisfecha, actitud que le hizo perder su ocupación en una iglesia presbiteriana y dedicarse a trabajos ocasionales cuando tenía ya casi sesenta años. Estados Unidos era el país donde el celebrado Griffith de El nacimiento de una nación llamaba a los negros “animales viciosos”.

Paul Robeson pudo estudiar gracias a una beca, pero sufrió la hostilidad durante sus años de estudiante universitario. Jugó al fútbol padeciendo muchas veces que otros equipos se negasen a jugar con el suyo porque tenía un jugador negro: eran los Estados Unidos de la matanza de Tulsa en 1921, donde hordas de blancos armados, en colaboración con la policía, incendiaron las casas y asesinaron a centenares de negros. Esforzado, Robeson consiguió hablar chino, alemán, ruso y árabe, entre otras lenguas. Fue un abogado que apenas ejerció, que cantó después en el Cotton Club de Nueva York, fue actor con Eugene O’Neill, y con menos de treinta años realizó giras por Europa, y trabajó en Londres en musicales. Canta, rueda películas como The Proud Valley, el valle orgulloso de los mineros galeses. En los años treinta vive en Londres, y es ya una figura mundial, conoce a Kenyatta y a Nehru, colabora con los sindicatos y se acerca al Partido Comunista Británico; trabaja en el teatro independiente de izquierdas, participa en todo tipo de iniciativas solidarias con las organizaciones obreras,

Es un hombre comprometido con el socialismo, solidario con la Unión Soviética, adonde viajó en 1934 para comprobar la ausencia de racismo en la revolución bolchevique, y que le llevó a escribir: “aquí me siento como un ser humano por primera vez. Aquí no soy un Negro, sino un ser humano. Aquí, por primera vez en mi vida, ca­mino en plena dignidad humana”. Constata entonces que las mujeres se han incorporado a todas las actividades, que la cultura pertenece al pueblo, que los trabajadores llenan teatros, cines, auditorios, museos, y que la Unión Soviética representa un aliado fundamental para luchar contra el racismo y el colonialismo. Allí conoció a Eisenstein.

Robeson vino a España durante la guerra civil: el 24 de enero de 1938 llega a Barcelona, donde conoce a Nicolás Guillén; después, a Valencia, Benicassim, Albacete, al Cuartel General de las Brigadas Internacionales; y a Madrid, donde conoce a Dolores Ibárruri y canta en las trincheras de la Ciudad Universitaria. Antes, había cantado en Londres para recaudar fondos para la República y para los niños, y había celebrado la victoria republicana en Teruel. El 28 de enero de 1938, María Teresa León lo presenta en Madrid, en el teatro de la Zarzuela, donde el Teatro del Arte que dirigían ella y Rafael Alberti le había organizado un homenaje. Robeson cantó una canción de los negros norteamericanos y otra de la guerra civil española, haciendo votos por la victoria de la República. Siempre consideró su visita a la España de la guerra civil como una de las impresiones más grandes de su vida, e impulsó después la solidaridad con el pueblo español en su resistencia ante el franquismo. Durante su estancia, se rodó un documental de diez minutos, Canciones de Madrid, interpretadas por Robeson, que el ministro de Estado Álvarez del Vayo utilizaría después para contar al mundo el esfuerzo de guerra republicano. Cuando Robeson vuelve a Estados Unidos, en 1939, el poder y la prensa conservadora no le perdonan sus elogios a la Unión Soviética, su simpatía por el comunismo, le apodan el “Stalin negro”: va a iniciarse la caza de brujas mccarthysta que intentará ahogar su voz.

Paul Robeson siempre luchó contra el racismo, como en la iniciativa para salvar a los seis negros de Trenton, acusados de un asesinato que no cometieron, campaña que impulsaron el Partido Comunista y organizaciones negras de derechos civiles, apoyados por Robeson, Einstein, Pete Seeger y muchos otros. Estados Unidos era el país que, mientras hablaba de libertad al mundo, contemplaba como los negros podían ser asesinados impunemente. Robeson, de hecho, fue el precursor e inspirador del movimiento por los derechos de los negros que después encabezarían Martin Luther King y Malcom X.

Siempre cercano, solidario, fraternal, Robeson ayudó a los trabajadores de la Ford, con quienes arrancó a la empresa el primer convenio colectivo; colaboró intensamente con la campaña para conseguir la libertad de Earl Browder, el presidente del Partido Comunista estadounidense que estaba encarcelado. Era incansable, y aunque no podía cantar en salas de conciertos[UdW1] por la persecución anticomunista, durante años lo hizo ante las puertas de las fábricas, en las bocas de las minas, en los campos de algodón, en los piquetes de los obreros del acero, marchando siempre con los trabajadores.

Después, tuvo que soportar la persecución del FBI, la retirada del pasaporte, la prohibición de sus conciertos, los interrogatorios policiales del HUAC, el siniestro comité del mccarthysmo. Se quedó sin medios de vida y vio truncada su carrera artística. Los periódicos dejaron de citarlo, los auditorios y salas de conciertos se negaron a programarlo, las tiendas retiraron sus discos, la radio y la televisión dejaron de emitir sus canciones: lo enterraron en vida. Junto a Robeson, permanecieron los comunistas estadounidenses y científicos como Albert Einstein, y los veteranos de la Brigada Lincoln, que le nombraron miembro honorario de las Brigadas Internacionales, distinción que llevó siempre con orgullo.

El acoso a Robeson fue feroz. La policía hizo centenares de informes sobre sus actividades, siguiéndolo a todas partes. Los miembros del Ku Klux Klan colaboraban con la policía en la persecución de los asistentes a actos del cantante, apedreándolos, agrediéndolos con bates de béisbol. Incluso congresistas del Partido Demócrata le acusaron de ser un “agente provocador comunista”. La ley McCarran añadió más sufrimiento: los comunistas no podían viajar con libertad, ni podían optar a trabajos en la administración del país. Pero Robeson no se rindió. Defendió a los dirigentes comunistas estadounidenses encarcelados, militó en la causa de la paz, apoyó a la Unión Soviética, denunció el peligro del armamento atómico y el horror de Hiroshima y Nagasaki. Amigo de Benjamin J. Davis, dirigente comunista y editor del diario The Daily Worker, Robeson se mantuvo siempre junto al CPUSA, el Partido Comunista estadounidense.

En 1951, Robeson presentó ante la ONU (junto a William L. Patterson, también hijo de esclavos y dirigente del CPUSA) un documento (We Charge Genocide) auspiciado por el Civil Rights Congressdonde acusaban al gobierno de Estados Unidos de genocidio contra los negros. El exhaustivo informe documentaba que a causa de la marginación, la pobreza y la falta de atención médica, más de treinta mil negros morían cada año en los Estados Unidos. Nunca se lo perdonaron, pero hasta su muerte, en 1976, se mantuvo fiel al socialismo; no en vano, Pablo Neruda escribió que Robeson cantaba como la tierra. En 1937, en un discurso en el Royal Albert Hall de Londres en solidaridad con España, Robeson había proclamado: “El artista debe tomar partido. Debe elegir luchar por la libertad o por la esclavitud”. Porque él fue siempre una voz libre, y sabía que América solo ofrecía a los negros una patria de escombros.

Fuente: Mundo Obrero, febrero de 2021.

jueves, 11 de febrero de 2021

El legado de la alcaldesa María Domínguez y una generación de mujeres que se abrió paso entre el machismo y las bombas

Fuentes: Público [Foto: Recepción de Unión Republicana Femenina a las alcaldesas de la provincia de Madrid, marzo de 1933. En el centro, Clara Campoamor. — Incluida en la obra Mujeres en los gobiernos locales]

La obra ‘Mujeres en los Gobiernos locales’ repasa la participación de las féminas en la política local desde la dictadura de Primo de Rivera hasta la democracia. La primera mujer elegida democráticamente fue Catalina San Martín López, alcaldesa de Rivas durante la II República.

– «¿No les importa a ustedes que les mande una mujer?»

– No (…) Y además esta vale por bastantes hombres»

Esta conversación fue recogida en octubre de 1932 en el diario Ahora. El periodista había acudido hasta el pueblo de Gallur, en Zaragoza, para preguntar a los vecinos y vecinas por la llegada a la alcaldía de María Domínguez, la primera mujer en ocupar el puesto de alcaldesa durante la II República. La respuesta, como se aprecia, es contundente.

Domínguez había sido elegida alcaldesa de Gallur el 29 de julio de 1932. Pero no tras unas elecciones. El Gobierno republicano la había elegido para tratar de normalizar la situación en la localidad zaragozana donde el Gobierno municipal, que había salido de las urnas del 12 de abril de 1931, había dimitido en bloque. Su nombramiento supuso que Domínguez se convirtiera en la primera mujer en alcanzar la condición de alcaldesa durante la II República y su objetivo, tal y como explicaba ella misma, era el de «pacificar los espíritus».

Estuvo apenas siete meses en el poder hasta que dimitió para dejar paso al nuevo Ayuntamiento, constituido tras la celebración de las elecciones municipales parciales del 23 de abril de 1933. En este breve período de tiempo, Domínguez trató de aplicar las disposiciones republicanas en materia de jornales, llevar a cabo un reparto de tierras entre los jornaleros y crear una bolsa de trabajo para paliar el paro obrero. También mandó construir una escuela local. Era una feminista convencida. «La hora presente es de una gravedad extraordinaria. ¡Despertad mujeres! Haced un esfuerzo supremo y sacudid este letargo!, escribió Domíngez en Vida Nueva, en mayo de 1930.

Sus ideas republicanas y su empuje feminista, sin embargo, la convirtieron en objetivo de las fuerzas franquistas tras el golpe de Estado del 18 de julio de 1936 y el estallido de la Guerra Civil. Su espíritu contradecía el ideal de la mujer sumisa que propugnaba el nacionalcatolicismo. Solo el ejemplo que había dejado era peligroso. Había que borrar su nombre de la Historia. Consciente del peligro que corría, por republicana, por roja y por feminista, Domínguez huyó de Gallur tras el golpe de Estado, pero no sirvió de nada. Fue detenida y fusilada frente a las tapias del cementerio de Fuendejalón (Zaragoza). Era el mes de septiembre de 1936 y los franquistas se llevaban por delante a la primera mujer en ocupar una alcaldía en la II República.

El caso de María Domínguez saltó este domingo a los medios de comunicación. El equipo de arqueólogos de Charata y Arico localizó los restos de una mujer en una fosa del cementerio de Fuendejalón, muy cerca de donde cuenta la memoria popular que había sido fusilada María Domínguez. Francisco Javier Ruiz, director de la exhumación, explica a Público que todavía no hay confirmación genética que permita asegurar que los restos encontrados son de la primera alcaldesa republicana, por lo que habría que esperar a la prueba de ADN para estar 100% seguros. Sin embargo, también explica a que hay indicios que apuntan a que sí. A que es ella. Son varios. Por el lugar donde ha aparecido; porque el cuerpo es claramente el de una mujer, tal y como muestran las peinetas y demás utensilios que acompañan al cuerpo; y porque no hay constancia de otras mujeres en las fosas comunes de este cementerio. La propia vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, alabó la figura de Domínguez tras el hallazgo del equipo encargado de la exhumación en un tuit.

Sin embargo, el caso de María Domínguez no es único. Tampoco excepcional. Domínguez formó parte de una generación de mujeres que se abrió paso a codazos en una sociedad machista y patriarcal, que luchó contra los prejuicios de sus propios compañeros, contra las bombas y rifles de los enemigos y, muchos años después, contra la desmemoria de una democracia que propugnaba el olvido para procurar su supervivencia. María Domínguez fue la primera, pero antes hubo otras muchas que lucharon por abrir el camino. Mujeres como las que, a principios del siglo XX, habían empujado a través de organizaciones tan potentes como la Asociación Nacional de Mujeres Españolas o la Unión de Mujeres Españolas, y que después, tras el golpe de Estado de 1936, decidieron seguir luchando para defender su libertad y la de toda la sociedad contra la tiranía fascista.

Previamente, también están las siete mujeres que fueron designadas alcaldesas de sus localidades por el dictador Primo de Rivera. Se trata del caso, entre otras, de Matilde Pérez, designada alcaldesa de Cuatretondeta (Alicante) en 1924 o Dolor Codina i Arnau, que presidió el Ayuntamiento de Talladell (Lleida) ese mismo año. La dictadura primorriverista, ante un movimiento feminista pujante, había decidido abrir los municipios a la participación de las mujeres entendiendo que los ayuntamientos eran una especie de «hogar de hogares» o «casa grande», donde las mujeres podían participar como una extensión de las tareas de cuidados que ejercían dentro del hogar, ya fuera en tareas de salud pública, ayuda a los más necesitados o en una buena administración de los recursos.

Foto: María Purificación Gómez González, alcaldesa de A Cañiza (Pontevedra), 1936. — Incluido en la obra ‘Mujeres en los gobierno locales’ por cortesía de María José Bernete Navarro

La obra Mujeres en los gobiernos locales. Alcaldesas y concejalas en la España contemporánea (Editorial Biblioteca Nueva), coordinado por la catedrática Gloria Nielfa Cristóbal, da una buena muestra de la lucha de estas mujeres por su derecho a votar, a ser elegidas, y a participar activamente de la política. Se trata de un libro de investigación centrado exclusivamente en las mujeres que, como María Domínguez, participaron en los ayuntamientos de España durante el siglo XX, una parte de la política que suele quedar en segundo o tercer plano de la Historia, alejada de los grandes titulares y de las grandes biografías que protagonizan las figuras que llegaron hasta el Gobierno o jugaron un papel en el Congreso de los Diputados de la época.

Así, tras la proclamación de la II República fueron decenas y decenas las mujeres que consiguieron llegar al puesto de alcaldesa o concejal en su localidad. Sin embargo, como en el caso de María Domínguez, en un inicio, ocuparon el puesto de manera interina como presidentas de una comisión gestora provisional. Gloria Nielfa explica a Público que la República había ordenado repetir los comicios municipales en todos aquellos ayuntamientos en los que en 1931 no se había podido votar al alcalde porque solo se había presentado una persona al cargo. Mientras tanto, ordenó disolver esos gobiernos municipales y nombrar una comisión gestora formada por un funcionario, un líder sindical y un contribuyente para que se hicieran cargo de los respectivos gobiernos hasta la celebración de nuevas elecciones municipales en 1933.

Fue en este contexto donde decenas de maestras ocuparon las alcaldías de sus pueblos de manera interina hasta la celebración de los citados comicios. «Hay que tener en cuenta que en muchas localidades la única funcionaria era la maestra de la escuela», explica Nielfa. Sólo en la provincia de Zaragoza, por ejemplo, hasta 17 mujeres alcaldesas participaron el 20 de febrero de 1933 en una cena con el Gobernador Civil. De ellas, 16 eran maestras y una propietaria o contribuyente.

Pero hay multitud de ejemplos de este tipo por toda la geografía nacional. Julia Mayoral Márquez (1902-1983) presidió la Comisión Gestora del Ayuntamiento de Alange (Badajoz) desde el 2 de enero hasta el 9 de mayo de 1933. «Comprendo que cuando la mujer es llamada a realizar una misión de paz y progreso para su pueblo, debe seguir la voz del deber y poner en el cargo gran entusiasmo y amor a España, así como fe en luchar por ella y por la pacificación de los espíritus», escribía.

La maestra Felipa Torrens García también llegó a la alcaldía de Marcilla (Navarra). Victoriana Fernández Calvo ocupó la alcaldía de Lominchar (Toledo) o el caso de Natividad Yarza Planas, en el municipio barcelonés de Bellprat, en la comarca de la Anoia. La lista sigue hasta hacerse interminable en municipios de Madrid, Guipúzcoa, Ciudad Real, Toledo, Palencia, Asturias, Salamanca, Murcia y Santa Cruz de Tenerife.

Foto: Natividad Yarza, alcaldesa de Bellprat (Barcelona) es recibida en la Generalitat por el president Companys. — ANC-Fons Companys Se trató de una experiencia breve. En muchos casos, apenas llegaban a los meses y el margen de maniobra era escaso ya que el presupuesto venía ya dado de la anterior corporación, pero sí permitía mostrar la voluntad de cambio del período republicano y el avance hacia una igualdad que estaba reconocida en la Constitución de 1931, pero que estaba lejos de plasmarse. La República, tal y como explica la catedrática de la Complutense Mirta Núñez, había supuesto una transformación del marco legal que otorgaba a la mujer, por primera vez, una condición de ciudadanía en igualdad de derechos con el hombre. La elección de mujeres para presidir las comisiones gestoras fue una buena muestra de esta voluntad de cambio. «La mujer empieza a ser ciudadana prácticamente a raíz de la II Republica. Hasta ese momento no era más que una especie de adjunta a la dirección. Su ascenso o no dependía de los logros de su marido o padre», apunta.

En ese momento, aunque de manera interina, estaban asumiendo la gestión de ayuntamientos. Y, a diferencia de la época primorriverista, no se trataba únicamente de mujeres ligadas al orden y vinculadas al caciquismo o las fuerzas tradicionales. No. Era un grupo de mujeres plural, variado, que aspiraba a una España diferente. «Había solteras, casadas y viudas, jóvenes y mayores; con ideas políticas definidas o sin ellas. Tenían en común, eso sí, la voluntad de querer cumplir el cometido encargado por el Gobierno de gestionar sus ayuntamientos hasta la celebración de elecciones», explica Gloria Nielfa.

La primera alcaldesa elegida democráticamente
Así se llegó a la celebración de las elecciones municipales del 23 de abril de 1933 en 2.653 municipios del territorio español y que afectaba al 10% del censo electoral. Las primeras mujeres alcaldesas de la II República ya habían dimitido y así llegaba la hora de la primera alcaldesa elegida democráticamente: Catalina San Martín López, en Rivas Vaciamadrid (Madrid), una maestra que había presidido la comisión gestora de la localidad, que decidió presentarse como alcaldesa y que logró la victoria.

«Es el único caso que tenemos localizado de una mujer que después de haber presidido una comisión gestora se presentara a las elecciones de abril de 1933 y fuera revalidada para el cargo por las urnas, y es también la primera alcaldesa elegida en España de la que hemos tenido noticia», escribe Neifa en la obra Mujeres en los gobiernos locales en el capítulo firmado junto a Rosario Ruiz Franco. Asimismo, las autoras explican que no parece que Catalina San Martín representara una opción política concreta sino que «cabe suponer que el apoyo que recibió estuvo basado en su actuación al frente del Ayuntamiento en los meses en que presidió la Comisión Gestora».

Las autoras explican que hay pocos datos que permitan conocer si tras estas elecciones hubo más alcaldesas. Sí conocen el caso de Juana García Rodríguez, que fue elegida concejala en Artenara (Las Palmas) como independiente y poco tiempo después pasó a ocupar la alcaldía. O el ya comentado caso de Natividad Yarza, que consiguió ser reelegida como alcaldesa de Bellprat, en las elecciones municipales catalanas de enero de 1934.

Tras las elecciones generales de febrero de 1936, la victoria del Frente Popular tendrá efecto en la convulsa vida municipal de muchas localidades ya que, como consecuencia, se produjo la reposición de varios ayuntamientos que habían sido destituidos durante el conocido como Bienio Negro. En A Cañiza (Pontevedra), por ejemplo, el 15 de marzo de 1936, los 16 concejales eligieron como alcaldesa de la localidad a Purificación Gómez González, de Izquierda Republicana. Durante su mandato, el Ayuntamiento solicitó la creación de cuatro escuelas, dos de párvulos y otras dos unitarias, para niños y niñas. Su programa de Gobierno constaba de tres ejes: fomento de la enseñanza, mejoras urbanísticas para combatir el paro y medidas simbólicas para recuperar el espíritu inicial de la República. Tras el golpe de Estado del 18 de julio, Purificación fue detenida, encarcelada y condenada a muerte. Afortunadamente, su pena fue conmutada por la de reclusión perpetua, que después también sería reducida. También pertenecía a Izquierda Republicana Guillermina Medrano, que a los 23 años se convirtió en la primera concejala del Ayuntamiento de València. Era febrero de 1936 y estuvo en el cargo hasta febrero de 1937.

Foto: Portada de Crónica de 1932 donde se habla de María Domínguez, la primera alcaldesa republicana

El golpe de Estado del 18 de julio y el aumento de la participación
El golpe de Estado del 18 de julio provocó un desmoronamiento institucional de la República en muchos de sus ayuntamientos y, además, una obligada reconstrucción para sustituir a aquellos concejales que apoyaban el golpe contra la República. Así, el golpe de Estado también provocó que llegaran a la alcaldía de sus localidades mujeres como Joana Matia Borau, del PSUC, que fue elegida alcaldesa de Alpens. Además, el decreto de 4 de enero de 1937 de Largo Caballero estableció la disolución de ayuntamientos y su sustitución por Consejos municipales en los que estuvieran representados los partidos del Frente Popular y las organizaciones sindicales obreras.

Así, en el País Valencià se encuentran numerosos ejemplos de mujeres que dieron un paso adelante para participar en la vida política de sus localidades en el más conflictivo y delicado de los momentos. En Montavernet, en abril de 1937, llega al Consejo Municipal María Carbó Vañó, del PCE. En la misma comarca, la Vall d’ Albaida, Isabel Montagut Monferrer, una mujer socialista ocupaba la alcaldía de Terrateig desde octubre de 1937 hasta el final de la guerra. En Elche (Alicante) la enfermera Matilde García Iborra y Rita García Agulló, del Grupo Femenino Socialista, también entraron a formar parte del Consejo Municipal hasta el final de la guerra. Un año después, en la misma ciudad, también lo harían Gregoria Lozoya Lag y Josefa Pastor Brotons. En la ciudad de Alicante, una joven de 17 años, Marina Olcina González, militante del PCE, ocuparía también un puesto en el Consejo Municipal.

Y así sucedió en gran parte de los municipios del país. En la provincia de Córdoba, por ejemplo, tras los brutales avances de las tropas franquistas, la localidad de Villanueva de Córdoba se había convertido en la capital de la zona republicana y entre su Consejo Municipal se encontraba la concejala María Josefa López Garrido, quien en su participación en septiembre de 1937 en la II Conferencia Nacional de Mujeres Antifascistas explica cómo las brigadas de choque femenino recogían las cosechas en los campos cordobeses bajo el fuego enemigo.

En el Ayuntamiento de Madrid, el golpe de Estado dio lugar a un nuevo Consejo Municipal que supuso la participación de una mujer en el Gobierno municipal. Se trataba de Petronila Maciá Simón, militante del PCE. Durante su discurso en el Cine Monumental en el acto de constitución del Consejo, Petronila hizo referencia a la necesidad de seguir captando a las mujeres que todavía no luchaban contra el fascismo. Después le seguirían en nombramientos municipales otras mujeres como Ángeles Sánchez Flores, Aurora Rodríguez Peral o Josefa Reviejo Pérez. También en esta época, en Barcelona, llega a la Corporación Municipal la primera mujer. Se trata de Dolors Piera, una de la fundadoras de la Federación de Enseñanza de UGT, secretaria General de la Unió de Mujeres de Catalunya y responsable de la Comisión de la Mujer del PSUC. Ocuparía el cargo hasta la caída de la ciudad a manos de las tropas franquistas y se exilió en París, donde pasó cuatro meses en la prisión de Fresnes. detenida por los nazis.

Asesinato, represión y exilio

La participación de la mujer en los Consejos municipales republicanos se extendió hasta el final de la guerra. La llamada al frente de muchos hombres también provocó el aumento en número de mujeres en puestos de representación. Pero la guerra terminó y la represión franquista no iba a permitir que quedara el ejemplo de unas mujeres que no se sometieron al fascismo. El hecho de ocupar un cargo público en la etapa republicana era motivo de represión e, incluso, de muerte.

Se ha explicado antes el caso de María Domínguez, que primero tuvo que huir del pueblo y, finalmente, fue fusilada junto a las tapias del cementerio de Fuentejalón. Pero no fue el único caso. La alcaldesa de Rivas, Catalina San Martín, también sería detenida y encarcelada. Gracias a contactos con autoridades franquistas, San Martín consiguió evitar la muerte, aunque sería inhabilitada de por vida y nunca pudo volver e ejercer el magisterio.

Otras muchas, como fue el caso de Rosa Estruc Espinós, alcaldesa de Vilallonga (València), sufrieron terribles torturas. Estruc estuvo presa en el convento reconvertido en prisión de Santa Clara y en la Prisión Provincial. Fue condenada a 15 años de cárcel, aunque la pena fue conmutada a 12 años de prisión atenuada, ya que quedó inmovilizada de por vida como consecuencia de las torturas.

También fueron condenadas a muerte, aunque sus penas fueron conmutadas por años de prisión, concejalas socialistas como Mercedes Francia Zapatero (Ciudad Real); Severiana Bermúdez García, teniente de alcalde de Torrenueva (Ciudad Real) o Carmen del Río Toral, Peñamellera Baja (Asturias).

Otras muchas mujeres tuvieron que emprender el camino hacia el exilio. Es el caso ya mencionado de Dolor Piera Llobera, que tras pasar por París se marchó a Chile; o Aurèlia Pijoan Querol quien, tras ser concejala en el Ayuntamiento de Lleida, se tuvo que exiliar en México donde continuó su activismo feminista, llegando a ser secretaria de la Unión de Mujeres Españolas en México en 1945.

Borradas de la memoria
La experiencia de las mujeres que participaron en política durante la II República fue completamente borrada durante la dictadura franquista. Prueba de ello, explica Gloria Nielfa, es que cuando en 1967 una mujer fue nombrada para ocupar la alcaldía de Ubidea (Vizcaya), la noticia apareciera repetidamente en la prensa bajo el rótulo de que era la primera vez que ese hecho se producía en España.

La Transición tampoco recuperó la Memoria de estas mujeres. Se recuperaron algunos nombres y trayectorias de figuras importantes femeninas que habían alcanzado posiciones relevantes en la política nacional del momento. Pero la historia de tantas y tantas mujeres que lucharon para abrirse paso entre el machismo y las bombas quedó relegada al olvido.

El domingo, 85 años después de su fusilamiento, se consiguieron recuperar los restos de María Dominguez, la primera alcaldesa de la España republicana. Ahora solo falta poder confirmar el hallazgo con una prueba de ADN. La ocasión parece ideal para recuperar toda una tradición de lucha feminista de más de 100 años.

«Dice mucho de lo que ha sido la Memoria en España y su difícil devenir que hayamos tardado 85 años en recuperar el cuerpo de María Domínguez. Pero también nos indica que caminamos hacia el despertar, que nos vamos sacudiendo miedo y volviendo a situar a estas personas en el lugar de la Historia que les pertenece», sentencia Mirta Núñez.

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