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viernes, 4 de mayo de 2018

_- Manuel Valls se separa y 24 horas después presenta a su nueva novia. El exprimer ministro francés anunció el miércoles su divorcio de la violinista Anne Gravoin y horas después que vive con una diputada del partido de Macron

_- En solo 24 horas Manuel Valls, el que fue primer ministro de Francia con François Hollande como presidente, ha anunciado su divorcio de la violista Anne Gravoin y que ya vive con su nueva pareja, Olivia Gregoire, portavoz de La República en Marcha, el partido del presidente Emmanuel Macron, en la Asamblea Nacional francesa.

Ambas revelaciones las ha realizado con toda naturalidad y solo con unas horas de diferencia en dos escenarios distintos. El miércoles, Valls declaraba en la revista Paris Match: “Una página pasa tras doce bellos años de vida en común”. Y de esta forma daba por finalizada su relación con la violinista francesa Anne Gravoin, con quien ha mantenido una relación sentimental durante 12 años, aunque se casaron en 2010. Al día siguiente, el exjefe de Gobierno socialista, de 55 años, hablaba de una nueva relación durante un debate organizado por la agencia Efe, en el que también se le preguntó sobre su cambio político desde las filas socialistas hacía posiciones de centro.

"Estoy viviendo con una diputada de la derecha", dijo de forma desenfadada. Valls, que también fue ministro del Interior entre marzo de 2014 y diciembre de 2016, no mencionó el nombre de su nueva pareja en este encuentro, pero todos los medios franceses señalan que se trata de Olivia Gregoire, de 39 años y portavoz de República en Marcha en la Asamblea Nacional francesa.

Durante el citado debate, que se celebró en Madrid, el político se definió como "un hombre de izquierdas pero ante todo patriota francés" y en varias ocasiones defendió el centrismo en política como arma para vencer a los populismos de derechas e izquierdas. Una postura que parece también aplica a su vida personal: "Ahora vivo con una diputada que viene de la derecha”, dijo Valls. “Mi vida es lo que es, la contradicción o la suma de lo que es hoy la política".

Cuando anunció el pasado miércoles su ruptura con Gravoin, el político francés declaró que “una separación siempre es un acto doloroso" y pidió respeto a la vida privada de ambos, además de anunciar que sería el único comentario que haría al respecto.

Hace solo un par de meses, en febrero, el exprimer ministro socialista contaba con cariño en un programa de televisión dirigido a los niños, que había conocido a su esposa cuando estaba en la veintena, “después nuestras historias se separaron, yo hice mi vida, tuve cuatro hijos con Nathalie Solulié. Y luego, porque la vida es así, nos separamos, y después me encontré con Anne y hemos tenido una bella historia de amor”.

La historia de amor de esta pareja volvió a tener un segundo final este año, precisamente en el que ha sido el más difícil de la carrera política de Manuel Valls. El momento en el que pasó de ser aspirante presidencial a encontrarse sin partido y lograr de forma casi agónica su puesto como diputado sin partido en la Asamblea Nacional francesa. Una pasión política que parece compartir con su nueva compañera de vida, a quien también se acerca ideológicamente desde que dejó el partido socialista en junio del año pasado y coqueteo con el movimiento conservador, En Marcha!, del actual presidente Emmanuel Macron, partido al que también pertenece su actual pareja.

https://elpais.com/elpais/2018/04/19/gente/1524147671_351078.html

_- La campaña desatada contra Jeremy Corbyn ha reforzado el prestigio del líder laborista.

_- Tomas F. Ruiz

Soy periodista español y llevo siete años residiendo en el Reino Unido. He vivido dos elecciones generales y otras dos municipales, de forma que he sido testigo en primera línea del irresistible ascenso que el líder laborista Jeremy Corbyn ha experimentado en los últimos tres años y al que los sondeos otorgan un amplio margen en su victoria electoral del próximo 3 de mayo.

Desde mi punto de vista, esta ascensión es producto de la honestidad y consecuencia que marca su trayectoria política, con ideas muy claras y contundentes sobre lo que le espera al Reino Unido en un futuro inminente. Parte de su incontenible popularidad la debe Corbyn a la política de destrucción del estado de bienestar que han protagonizado los conservadores, que en los trece años que llevan en el poder han hundido hasta límites inadmisibles el sistema de welfair (bienestar social) de que tanto se enorgullecía el ciudadano británico.

Por otra parte, los tiempos en que el descerebrado primer ministro Tony Blair hundió hasta niveles vergonzosos el prestigio del partido laborista han pasado ya a la historia como un capítulo negro y deplorable del laborismo británico. Empeñado en apoyar la política de invasiones y crímenes contra el derecho internacional que lidera EEUU, Tony Blair dinamitó las bases ideológicas de izquierdas que quedaban en el partido. El laborismo británico ha necesitado más de quince años para remontarse y aparecer de nuevo como una digna y consecuente opción política de izquierdas.

Su elección como líder laborista
La elección de Jeremy Corbyn como líder laborista en el 2.015 significó un giro ideológico radical del partido hacia posiciones mucho más izquierdistas. La situación económica y política, en manos de un partido conservador cada vez más errático y pervertido, comenzó a revelarse como catastrófica con la dimisión de Cameron y la designación de Teresa May como primera ministra. La apisonadora que esta terrible mandataria puso en marcha para aplastar derechos y negar beneficios fue determinante para su hundimiento político.

Una tras otra, el gobierno conservador ha ido cavándose su propia fosa: la política de recortes en todo tipo de servicios públicos, la pérdida del valor adquisitivo del ciudadano medio, las funestas consecuencias de la corrupción económica generalizada, con el incendio de la torre Grenfell como modelo más representativo, las erráticas versiones de envenenamiento montadas para justificar su agresiva política contra Rusia… Y precisamente el partido laborista, con Corbyn a la cabeza, ha sido el más beneficiado por esta catastrófica política conservadora, que ha levantado una ola de irritación en toda la Gran Bretaña como no se veía desde tiempos de la “dama de hierro”.

La “osadía” de Jeremy Corbyn
Corbyn ha sabido aprovechar esta situación para lanzar su mensaje revolucionario: el de una sociedad socialista diseñada para que todos dispongan de suficientes recursos, una nación en la que el reparto de la riqueza sea más equitativo y justo.

Había que ser atrevido, -“brave” en el idioma anglosajón- para proponer un modelo socialista precisamente en el país donde, potenciado por el liberalismo de Adam Smith, nació el capitalismo hace ya más de tres siglos. En la Inglaterra del siglo XIX, explotando salvajemente a una mano de obra totalmente desprotegida, es donde se gestaron los grandes capitales que conforman la codiciosa economía moderna.

Esta atrevida definición de “socialista”, expuesta de una forma absolutamente sincera y que se nutre del incuestionable origen obrero de su partido laborista, ha supuesto un reclamo tan poderoso para el pueblo británico que el partido laborista ha vuelto a recuperar su perdido prestigio.

El mensaje de este hombre ya entrado en años, tan pragmático y premonitor del futuro británico como visionario y prudente en su camino hacia el socialismo, ha calado especialmente entre los jóvenes del Reino Unido.

La campaña anti Corbyn
Apenas intuyeron la amenaza que Corbyn suponía para su partido, los conservadores iniciaron su estrategia: había que descabezar cuanto antes a este desvergonzado político que se atrevía a cuestionar las raíces de la economía capitalista, acabar como fuera con el carisma político de este Oliver Cromwell del siglo XXI.

La campaña levantada para desprestigiar a Jeremy Corbyn es digna de una mente tan retorcida como inteligente. Contando con la complicidad de una buena parte de la prensa, esta campaña se inició hace ya más de un año.

Buscando en su pasado, le han reprochado sus relaciones internacionales con países no alineados con Occidente, la Rusia soviética entre otros; lo han tachado de provocador, lo han acusado de “bolchevique”… No contentos con ello, lo vincularon a la parodia del caso Skipal (los rusos envenenados en Salisbury), le reprocharon que se opusiera a las armas nucleares, especialmente a la utilización de los misiles Trident (con cuya compra y mantenimiento muchos lords han hecho muy rentables negocios), lo tacharon de cómplice cuando alegó el derecho internacional y se opuso a los bombardeos de Siria que Teresa May ejecutó atendiendo a los criminales intereses de EEUU… Incluso lo han acusado de antisemita, montando toda una maniobra dentro de su propio partido para socavar su prestigio. Desde algunas rotativas lo acusaron también de haber sido un espía al servicio del Kremlin.

Corbyn se limitó a seguir su camino, lento pero seguro, para concienciar a la sociedad británica de que destruir la política de bienestar social, privatizar los servicios públicos básicos y negar a la población obrera, especialmente a la inmigrante, sus derechos laborales básicos no debía consentirse.

A pesar de toda esta mediática y maquiavélica campaña, orquestada para hundir y denigrar su imagen pública, el líder laborista sigue subiendo en el ranking de popularidad, continúa recibiendo el apoyo electoral de sus compañeros de partido y se ha convertido ya en el virtual próximo primer ministro británico.

Unos piensan que es su edad la que le da esa clarividencia y le permite diseñar sin ningún escrúpulo una nueva Gran Bretaña donde los beneficios estén mejor repartidos; otros que es su trayectoria intachable de socialista moderado, al estilo del honorable profesor Enrique Tierno Galvan (alcalde de Madrid), la que le permite ir avanzando, lenta pero decididamente, hacia una nación británica cada vez más progresista y solidaria.

La campaña de desprestigio montada contra Jeremy Corbyn ha conseguido precisamente lo contrario de lo que pretendía: hoy el partido laborista está más fuerte que nunca gracias a este hombre que, a sus 69 años ha inyectado la savia joven que necesitaba su envejecida y extraviada formación política.

lunes, 25 de septiembre de 2017

_- En la muerte de Antoni Domènech (1952-2017)

_- Daniel Raventós 

21/09/2017

El 17 de septiembre murió Antoni Domènech y el 20 tuvo lugar su sepelio. Dos días después hubiera cumplido 65 años. En este acto hablaron, por este orden: Ernest Urtasun y David López, por la familia, y sus amigos Concha RoldánDavid Casassas y Daniel Raventós. Reproducimos a continuación, traducidas y con los enlaces a los textos originales, las palabras que éste último dirigió a los asistentes en la despedida de Antoni Domènech, editor general de Sin Permiso. SP

Tener que hablar unos minutos en este acto por la muerte de Toni es duro para mí, como lo es para los miembros de su familia, pero lo hago porque nada me podría impedir dirigir estas breves palabras de homenaje que me han pedido que haga.

Tiempo habrá de hacer actos en recuerdo de su inmenso legado académico y también político, ambos difícilmente separables, pero hemos acordado con su compañera María Julia, su hija Marta, su yerno David, su hermana Roser, sus sobrinos Ernest y Eduard, y su cuñado Xavier, que hoy sea una despedida del Toni más político, porque así lo hubiera deseado él, como todos sus más íntimos estamos convencidos. No será pues hoy que me extenderé sobre su lúcida y aguda opinión sobre las miserias académicas, que comportaban como él decía sin concesiones a la galería hacer "amiguetes" (fer amiguets, suena más duro en la lengua en la que nosotros hablábamos) de forma creciente. No éramos ninguno de los dos demasiado comprensivos con determinadas tonterías que además afectan al erario público y a miles de estudiantes. Pero él menos. Era muy inclemente con quienes confundían un buen currículum académico con una buena y meritoria investigación. Me comentaba muchas veces, aunque no me está permitido decir nombres ¡lástima!: "el currículum se puede fabricar con contactos, devolución de favores, citas cruzadas y mezquindades similares ... pero sólo los necios y pobres de espíritu pueden confundir estos juegos de manos con una genuina investigación." He elegido "necios y pobres de espíritu" para no tener que escribir más duras y merecidas palabras que Toni disparaba sin manías.

Y ¿qué decir en pocas palabras de su pensamiento político? Mencionaré sólo 6 aspectos que no abarcan ni mucho menos todo su inmenso legado, pero que lo definen creo que muy bien. Y preferiré decirlo más con sus palabras que con las mías. Las suyas son mejores.

1. Enemigo implacable del posmodernismo y de su no inútil sino perniciosa aportación a las ciencias sociales y, por supuesto, a la política.

Le gustaba emplear una frase de su amigo Mario Bunge algo ampliada y modificada con el fin de liquidarse en un plis-plas al postmodernismo: "El postmodernismo, como los artículos adulterados, corrompen la cultura, ponen en peligro la búsqueda de la verdad y hacen perder tiempo a todos". Cuando quería dedicar páginas eruditas a la miseria postmoderna lo hacía con menos clemencia.

2. Algún medio de comunicación y en este caso creo que sin la menor mala intención, sino simplemente ignorancia extrema, ha llegado a decir que Toni continuó su formación con Wolfgang Harich y… ¡Walter Ulbricht!, que como todos sabéis fue del 50 al 71 el principal dirigente del Partido en el poder en la estalinista RDA. Harich pasó 8 años en las cárceles de la RDA de 1956 a 1964 por haber firmado un manifiesto democrático. En las cárceles del régimen de Ulbrich. Comprobar cómo salió de la cárcel Harich, 8 años después de haber entrado, conmocionó mucho a Toni, como me contó varias veces. Con Harich tenía una especial admiración. “Si tu dices que tengo memoria, tendrías que haber conocido a Wolfgang, ¡aquello sí que era una memoria prodigiosa!”. Y me contaba unas anécdotas sobre esta memoria de Harich que no tienen desperdicio.

En diciembre de 2005 escribía: “Todos los totalitarismos de la pasada centuria –el nazi-fascista y el estalinista del segundo cuarto del siglo XX y el neoliberal del último cuarto— se han apoyado de uno u otro modo en filosofías relativistas: en filisteísmos epistemológicos o éticos.”

En una entrevista de finales de 2006 decía:

“Muy pronto los dirigentes comunistas más cultos y valiosos, como Joaquín Maurín y Andreu Nin (ambos procedentes del anarcosindicalismo), se percataron de la naturaleza sectaria y políticamente tornadiza del fenómeno estalinista y de la involución burocrático-tiránica de la URSS, y se alejaron o fueron expulsados del pequeño Partido Comunista de España. Pero ese pequeño partido sectario, que había saludado el advenimiento de la II República el 15 de abril de 1931 con la estólida consigna de ‘abajo la república burguesa’, creció exponencialmente a partir del golpe de Estado del 18 de julio de 1936.

El grueso de las corrientes socialistas –socialdemocracia clásica (Bernstein, Rosa Luxemburgo, Kautsky, Largo Caballero), anarquismo (Bakunin, Kropotkin, Durruti), comunismos de izquierda (Trostsky, Korsch, Andreu Nin) o de derecha (Paul Levi, Bujárin, el último Gramsci, Joaquín Maurín)— no sobrevivieron entre 1930 y 1950 a la máquina trituradora combinada del fascismo, el estalinismo y la guerra fría.”

3. Defensor e innovador muy original del republicanismo democrático. Éste, en mi opinión, es el legado más importante y propio de Toni, si tuviera que escoger solamente uno. Sus libros están dedicados al republicanismo y una buena parte de sus artículos, por no decir la inmensa mayoría, también. Imposible ni siquiera de forma groseramente esquemática apuntar ahora algo al respecto que le haga una mínima justicia, pero una cita de una entrevista hace poco más de 4 años puede servir:

“Si queremos ser fieles al espíritu ético-moral del republicanismo democrático clásico y del socialismo marxista clásico que se deriva de él, nuestra tarea es civilizar al Estado, democratizarlo en serio. El Estado es un monstruo burocrático a medio civilizar, porque las repúblicas democráticas que trajo a Europa el movimiento obrero después del final de la I Guerra Mundial fueron truncadas por el fascismo, por un lado, y el estalinismo, por el otro.”

4. Defensor del derecho de autodeterminación de las naciones. Tema muy actual. Hoy, día de su sepelio, algunas calles de Barcelona están llenas de gente concentrada para protestar por el atropello de las libertades democráticas por parte del Gobierno del partido Popular. Cuando en el año 2012, una persona (iba a poner el nombre, pero no vale la pena) le pidió a Toni la firma de un documento supuestamente federalista, la respuesta fue:

“Gracias, amigo C. Ya lo había recibido por otros lados. Pero yo no puedo suscribir un manifiesto pretendidamente federal que no reconoce claramente de entrada, sin reservas, el derecho de autodeterminación de los pueblos de España, referéndum incluido. No es ni política ni intelectualmente creíble un ‘federalismo’ así, y estoy convencido de que no hará sino cargar de razón democrática a los independentistas. Con respeto y afecto.”

¡Qué habría dicho del mezquino manifiesto “1-O estafa antidemocrática. No participes. No votes!” que hace pocos días acaba de salir! O del manifiesto firmado por profesores de universidades españolas en contra del derecho de autodeterminación de Catalunya. No es difícil de imaginar, en realidad es muy fácil.

5. Toni fue un gran admirador de Robespierre y de su papel en la Revolución francesa. Toni no se cansaba de repetirlo. Catalogar de burguesa la Revolución francesa era para Toni no haber entendido una palabra de aquella revolución. De ahí su admiración por el gran historiador de la revolución y seguramente el mejor conocedor de Robespierre, Albert Mathiez. Para Toni la consideración de la revolución francesa como revolución burguesa era una muestra de la vulgarización de determinado marxismo mainstream. Mainstream lo pongo yo para ser cortés. Toni decía “descerebrado”.

6. Y para terminar en algún lugar:

La construcción de Sin Permiso desde hace más de 12 años fue un legado al que más esfuerzos político dedicó en su última etapa. Él era el editor general y aunque había momentos en que podía dedicarse más y otros, especialmente en los 5 o 6 últimos meses de su vida, mucho menos, siempre ejercía el papel de editor general. Sin Permiso fue algo de lo que se sintió muy feliz de haber empezado y muy orgulloso del éxito que fue teniendo a lo largo del paso de los años. ¿Qué era Sin Permiso para Toni? Él mismo lo contaba en una presentación que hizo de la revista en Buenos Aires y que tiene el valor añadido de representar una muestra de su forma de entender la política:

“SinPermiso está abierto a quienes piensan, con Rosa, con Mariátegui y con Gramsci, que la verdad es "revolucionaria", lo que era su forma, quizá no tan anticuada, de decir que honrar la verdad está por encima de todo.

Abierto a quienes piensan, con Brecht, que cuando la verdad está demasiado amenazada como para defenderse, debe pasar a la ofensiva

Abierto a quienes piensan, con Benjamin, que ni siquiera nuestros muertos están a salvo de la victoria del enemigo

Abierto a quienes piensan, con Cervantes, que la historia es la madre de la verdad

Abierto a quienes piensan, con Machado, que ni el pasado ha muerto ni está el mañana –ni el ayer— escrito. (…)

SinPermiso está abierto en general al pensamiento laico, enemigo por igual de la obscuridad de las jergas sectarias, académicas o no, y de la infertilidad de las escolásticas dogmáticas.” …

Un pequeño comentario muy personal. Como amigo ya no podré disfrutar de nuestras conversaciones, de nuestras comidas (era un cocinero que dejaba boquiabiertos a otros excelentes cocineros y cocineras), de “nuestros” vinos (no puedo poner las marcas preferidas para que no parezca publicidad encubierta) y de los muchísimos momentos que nos reímos gracias a personas que involuntariamente nos aportaron material para tal fin. Y debe entenderse que no diga nombres. Habría muchos y nadie quedaría contento de ser citado. Aunque a algunos, siempre bromeábamos, deberíamos agradecerles los grandes momentos de desproporcionadas risas que nos proveyeron de forma completamente involuntaria. ¡Muy involuntaria!

Uno de sus admirados héroes, el dirigente de los pobres libres en la larga democracia ática, Pericles, en el discurso fúnebre de Tucídides, éste le hace decir unas palabras que eran muy queridas y citadas por Toni:

“Disfrutamos de un régimen político que no imita las leyes de los vecinos; más que imitadores de otros, en efecto, nosotros mismos servimos de modelo para algunos. En cuanto al nombre, puesto que la administración se ejerce en favor de la mayoría, y no de unos pocos, a este régimen se lo ha llamado democracia; respecto a las leyes, todos gozan de iguales derechos en la defensa de sus intereses particulares; en lo relativo a los honores, cualquiera que se distinga en algún aspecto puede acceder a los cargos públicos, pues se lo elige más por sus méritos que por su categoría social; y tampoco al que es pobre, por su parte, su oscura posición le impide prestar sus servicios a la patria, si es que tiene la posibilidad de hacerlo.

Tenemos por norma respetar la libertad...”

Descanse en paz.

http://www.sinpermiso.info/textos/en-la-muerte-de-antoni-domenech-1952-2017

domingo, 9 de abril de 2017

_--HISTORIA. Una vía inédita al socialismo. Este domingo se cumplen 40 años de la legalización del Partido Comunista de España. Dos libros se adentran en su historia.

_--Terminaban en 2010 Carme Molinero y Pere Ysàs su trabajo sobre el partido comunista de los catalanes con una evocación teñida de nostalgia: la crisis del PSUC —decían— coincidía con el final de la Transición y con el final de una etapa en la que, sin el PSUC, no puede explicarse la historia de Cataluña. Con idéntica reflexión podría haber concluido también este nuevo recorrido que nos lleva desde la hegemonía a la autodestrucción del partido de los comunistas españoles: el final de la Transición fue el final de una etapa que no puede explicarse sin la historia del PCE.

La historia arranca en 1956, con una resolución del Comité Central que se hará tan célebre como la “svolta de Salerno”, que 12 años antes determinó la política de los comunistas italianos. “Por la reconciliación nacional. Por una solución democrática y pacífica del problema español” fue su expresivo título, que implicaba un gran viraje, aunque para el caso Dolores Ibárruri empleó la menos traumática definición de cambio táctico. Pero caramba con el cambio táctico: a partir de esa resolución, el PCE dio por clausurada a todos los efectos la Guerra Civil e inició una política de mano tendida a todas las fuerzas de izquierda o derecha, llamándolas a deponer los odios y el espíritu de venganza del pasado.

No resultó fácil convencer a los grupos políticos que pululaban en torno a personalidades de la seriedad de esta llamada. De hecho, como ponen de relieve Molinero e Ysàs, el PCE rompe su aislamiento no porque llegue a acuerdos por arriba con otros partidos, sino porque es quien mejor percibe el potencial político de las movilizaciones contra la dictadura que se inician en la rebelión universitaria de 1956, estallan en 1962 con las huelgas de la cuenca asturiana, se multiplican en 1965 de nuevo con los estudiantes y alcanza a colegios profesionales en los años setenta, sin olvidar las asociaciones vecinales y los cristianos por el socialismo. Es construyendo desde abajo, y al precio de caídas, cárceles, torturas y largas condenas, como el PCE, o sus militantes, alcanzan en el conjunto de la oposición democrática esa posición hegemónica, más evidente en Cataluña cuando se funda la Assemblea, no por casualidad en una parroquia y con presencia de intelectuales, profesionales y obreros.

¿Y dónde comenzó la autodestrucción? Siempre apoyándose en fuentes primarias, Molinero e Ysàs rechazan la tesis, hoy tan facilona, de culpar a las traiciones, cesiones, renuncias que los comunistas hayan podido cometer durante el proceso de transición. Cierto, no se produjo la ruptura ideada por el PC con un gobierno provisional que condujera el proceso, pero el proceso mismo culminó con una muy activa participación de los comunistas en todo lo que en su Noveno Congreso se definió como “netas rupturas con el pasado dictatorial”: la legalización del partido, las elecciones a Cortes y su rápida conversión en constituyentes, las preautonomías, la amnistía, las elecciones sindicales, los acuerdos de La Moncloa…

Y de la hegemonía, casi sin solución de continuidad, a la autodestrucción. No fue el hundimiento electoral lo que provocó la crisis interna, sostienen los autores, sino al revés. Tal vez, mejor, se retroalimentaron. En todo caso, las “autocríticas” en el PCE que se suceden entre 1977 y 1982, junto a las divisiones viscerales entre euros, prosoviéticos o afganos y leninistas del PSUC y la escisión del comunismo vasco más el retroceso electoral del andaluz, confirmó ese revés del destino y quebró el hechizo del partido identificado con el secretario general. Empezaron los lamentos convertidos en reproches y Santiago Carrillo no supo reaccionar más que con expulsiones. Y así, purga purgando, se esfumó lo que Molinero e Ysàs definen como un inédito proyecto político: la vía al socialismo mediante una revolución de la mayoría; y con la vía, desa­pareció también el no menos inédito modelo de socialismo en libertad.

El mensajero
Mucho de exageración hay en el subtítulo de la publicación de los papeles de José Mario Armero y del diario de Ana Montes, su esposa, material que conforma el libro de Alfonso Pinilla García: si algo se ha contado hasta el mínimo detalle del periodo de transición es precisamente la legalización del PC. Se contó ya entonces, a medida que el partido y sus dirigentes salían de la clandestinidad y concedían ruedas de prensa. Y se contó después, por los protagonistas, a favor y en contra, y por los periodistas, muy jóvenes y alerta, que siguieron todo el proceso. Prueba de ello son las abundantes citas de unos y otros que llenan muchas páginas del libro, comenzando por El año de la peluca, del mismo Carrillo, o por Sábado Santo rojo, de Joaquín Bardavío.

Quedaban las notas que Armero, en su papel de go-between, iba tomando de los recados que se cruzaron entre Adolfo Suárez y Santiago Carrillo. Y así van pasando de nuevo ante nuestra mirada, con el apoyo en estas notas hasta hoy inéditas y aquí generosamente reproducidas o transcritas, los primeros contactos, los órdagos, los movimientos de ajedrez, lo que uno está dispuesto a ceder y otro a conceder. Si algo sorprende, aunque tampoco, es que hubo juego limpio: ambos conocían muy bien las cartas, ninguna marcada, de las que cada cual disponía. Y las jugaron a fondo. Y los dos ganaron, uno la legalidad y el otro la legitimidad.
De la hegemonía a la autodestrucción.



El Partido Comunista de España (1956-1982). Carme Molinero y Pere Ysàs. Barcelona, Crítica, 2017. 509 páginas
La legalización del PCE. La historia no contada, 1974-1977. Alfonso Pinilla García. Prólogo de Pilar Urbano Alianza, 2017. 412 páginas. 21,85 euros

http://cultura.elpais.com/cultura/2017/04/07/babelia/1491572213_471737.html


domingo, 19 de febrero de 2017

Entrevista a Ken Loach “Los líderes de la clase obrera no han confiado en la fuerza de los trabajadores”


El cineasta mantiene intacta la esperanza de cambio. En un coloquio en la Academia de Cine se confesó internacionalista y defendió la convicción en la resistencia. Su filme ‘Yo, Daniel Blake’ aspiraba al Goya a la Mejor Película Europea.

El director británico Ken Loach, durante el encuentro mantenido con público en la Academia de Cine de Madrid.

- EFE, MADRID.

- “El mayor cambio que hemos sufrido en el último medio siglo es que se ha pasado de la solidaridad colectiva a la avaricia privada”.

Ken Loach, generoso, brillante y siempre nutritivo, conversó con la prensa y el público en un coloquio celebrado en la Academia de Cine, que hasta el 8 de febrero le dedica un ciclo de cuatro películas. El cineasta ha viajado a Madrid para acudir a la gala de los 31 Premios Goya, donde Yo, Daniel Blake aspira al galardón a la Mejor Película Europea. Pero antes de todo ello, Público pudo charlar unos minutos con este gran y excepcional cronista de su tiempo.

Usted lleva cincuenta años luchando desde el cine por los trabajadores, los desprotegidos, la justicia social… ¿qué es lo que ha cambiado en este tiempo?

Todo ha cambiado mucho y para peor. En Gran Bretaña, después de la guerra, en los años cuarenta, se consiguió hacer real la idea de bien público, eso es lo que queríamos conseguir. Pensamos que igual que la guerra se vio como una hazaña colectiva, la paz también se haría de una forma organizada y como un logro colectivo, pero en ese periodo lo que ocurrió es que pasamos del bien común a la privatización. El bien colectivo se convirtió en privado con el thatcherismo y esa ideología se ha propagado como un veneno por toda Europa y se ha convertido en la ideología dominante. Ahora vivimos la avaricia de las grandes corporaciones, todo se rige por el deseo y el afán de dinero. El mayor cambio que hemos sufrido en el último medio siglo es que se ha pasado de la solidaridad colectiva a la avaricia privada.

 Siempre ha apoyado la lucha de la gente en la calle, usted lo hace también desde el cine. Pero en España tenemos un gobierno corrupto que ha sido reelegido, a pesar de la lucha de la gente en la calle.

Desde luego es una gran lucha la que tenemos. En Gran Bretaña, nos hemos organizado muy bien para las manifestaciones y los discursos, pero el error que hemos cometido es el de no saber integrarnos en los medios de comunicación, que no son neutrales. Los medios de comunicación pertenecen a grandes corporaciones, muchas del Estado, y defienden sus intereses. Tenemos que encontrar el camino de intervenir en los medios. Se nos da mejor integrarnos en los medios sociales. Un grupo en Inglaterra hemos concluido que no vamos a poder ignorar a los medios y ahí tenemos un gran problema.

¿Una solución para los trabajadores y la injusticia social sería una Europa diferente?
Sí. La idea de la Unión Europea debe ser la de una gran cooperación, hay que ser internacional. La idea de Europa que ha surgido con el Brexit es muy tóxica. Hay que conseguir una Europa con poder de cooperación y que luche por la propiedad común y el pleno empleo.

Con ‘Yo,Daniel Blake’, Palma de Oro en Cannes, ya lleva cinco nominaciones a los Goya.

¿Qué significan los premios para usted?
Los premios, todos, dan validez a las películas. Esta película es un retrato de la vida de la gente en Europa. Un tipo de vida que está padeciendo mucha gente y la película les da una fuerza añadida, les dice que vale la pena resistir y que tienen una voz.

Paul Laverty le convenció para hacerla cuando había anunciado que se retiraba.
Paul Laverty es el demonio que me convenció para hacer esta película, ¡anda que no me hace trabajar! Es un buen tipo y un buen amigo, vemos el mundo igual, políticamente analizamos igual las cosa, nos reímos mucho. Nos apoyamos mucho el uno al otro.

La entrada de Ken Loach en la sala de proyecciones de la Academia de Cine se recibió con fuertes y largos aplausos. En el coloquio que tuvo con los asistentes, sonrío todo el tiempo, a pesar de la gravedad de muchas de sus reflexiones.

Esperanza en el cambio
“Supongo que es una estupidez por mi parte mantener la esperanza, pero la historia todavía no ha terminado, hay siempre cambios y nuevas fuerzas emergiendo. El conflicto de siempre es el de los empresarios con la gente trabajadora. Eso siempre existirá y no va a terminar hasta que ganemos”.

La división de la izquierda “¿Farsa o tragedia?
El problema siempre ha sido el no tener confianza en la fuerza de la clase trabajadora. Los que han liderado la lucha obrera no han entendido suficientemente bien las teorías políticas y siempre se les ha podido comprar. Los pactos con los empresarios de los socialdemócratas han llevado a la izquierda a la derrota”.

“En Gran Bretaña, el líder del Partido laborista, Jeremy Corbyn, es un hombre excepcional, el primero de toda la historia que como líder ha encabezado también piquetes con los obreros, y quiere romper las relaciones serviles con EE.UU. en política exterior. Es un hombre tranquilo y lleno de vida. Pero es una diana fácil. Intentan destrozarle porque quiere reducir el poder del capital, pero el peor enemigo son los propios diputados laboristas, que han votado la privatización y no han querido devolver el poder a los sindicatos. Corbyn les dice que se equivocan, entonces no le quieren apoyar.

Las políticas de Trump
“Las políticas de Trump son aberrantes. Lo que queremos es justo lo opuesto a construir muros. Los problemas del mundo solo se pueden solucionar si trabajamos juntos. La idea de división y enfrentamiento es aberrante. Es difícil saber cómo va a evolucionar, pero con sus ataques contra mexicanos, musulmanes… se están despertando los fantasmas del racismo y eso es muy peligroso”.

Las respuesta es organizarse
La Unión Europea no es una organización a favor de los trabajadores, sino del mercado libre. Grecia ha tenido que venderse después de haber sido destrozada y explotada. Y la derecha dice que la culpa de todo la tiene el forastero. La Unión Europea tiene que reescribirse desde el principio y trabajar para crear movimientos a través de toda Europa. La clase obrera va a ir a peor. La respuesta, por supuesto, es organizarse, apoyar a los sindicatos, luchar… A menudo los líderes sindicales no confían en que la gente vaya a llevar a cabo sus acciones, el problema es esa desconfianza en la clase obrera.

"Socialismo o supervivencia"
“Nunca he pensado que el cine pueda cambiar el mundo en el sentido que la gente lo piensa, peor podemos ser una voz en un coro enorme. Y cuantos más haya, mayor será el papel que desempeñemos. Podemos llevar a crear movimientos, a definir ideas. Creo que tenemos que creer eso, lo contrario es creer que no podemos hacer nada. La diferencia ahora de cuando empecé es que entonces pensábamos que si no se lograba en este siglo, se lograría en el siguiente. Pero ahora los científicos del medio ambiente nos han dicho que no tenemos siglos, que es cuestión de décadas. Eso solo podemos solucionarlo a nivel internacional y trabajando juntos. Hay que llegar a un control demográfico, a reorganizar los recursos mundiales, a conseguir la propiedad común. Es un objetivo enorme, pero no hay otra manera. Rosa de Luxemburgo decía: “Socialismo o barbarie”. Ahora es ‘socialismo o supervivencia’.

Las descomunales grietas de la democracia, la estafa del sistema de Seguridad Social de los países europeos, la ruina moral de la sociedad, la crisis global de valores, la forma en que el capitalismo ha conseguido convencer a los pobres y a los trabajadores de que la culpa de todo es nuestra, el pavoroso renacer de los movimientos ultraderechistas… todo ello es Yo, Daniel Blake, gran película de Ken Loach, que, como no podría ser de otro modo en este creador, apuesta fuerte por la humanidad y la solidaridad. Es una de las películas nominadas a Mejor Película Europea en los 31 Premio Goya.

Hace cincuenta años, este combativo y enérgico cineasta, retrató una sociedad tiranizada por la injusticia en un episodio televisivo, Cathy Come Home (1966), donde ponía el foco en los desheredados. Desde entonces el mundo se ha ido descomponiendo más y más, mientras Ken Loach ha seguido ahí, resistente, comprometido, sin una sola grieta en sus convicciones. Ahora, a punto de cumplir 81 años, sigue siendo el mismo hombre, un hombre bueno, aunque un cineasta mucho más depurado y elegante en su estilo. Tenaz cronista de su tiempo, ha recorrido el último decenio acompañado por el guionista Paul Laverty, que le convenció de que volviera a dirigir después de que él anunciara que lo dejaba. Por el momento, Yo, Daniel Blake, Palma de Oro en Cannes, es la última película de este grandísimo maestro, a no ser que Laverty vuelva a tentarle con otra historia necesaria.

@begonapina
Fuente:
http://www.publico.es/culturas/entrevista-ken-loach-lideres-clase.html

domingo, 15 de enero de 2017

Rosa Luxemburgo, la rosa roja del socialismo

Espada y llama de la revolución, su nombre quedará grabado en los siglos como el de una de las más grandiosas e insignes figuras del socialismo internacional

Josefina L. Martínez
ctxt.es

Mehring dijo una vez que Luxemburgo era “la más genial discípula de Carlos Marx”. Brillante teórica marxista y polemista aguda, como agitadora de masas lograba conmover a grandes auditorios obreros. Uno de sus lemas favoritos era “primero, la acción”, estaba dotada de una fuerza de voluntad arrolladora. Una mujer que rompió con todos los estereotipos que en la época se esperaban de ella, vivió intensamente su vida personal y política.

Era muy pequeña cuando su familia se muda desde la localidad campesina de Zamosc hacia Varsovia, donde transcurre su niñez. Rozalia sufrió una enfermedad de la cadera, mal diagnosticada, que la deja convaleciente durante un año y le produce una leve cojera que dura toda su vida. Perteneciente a una familia de comerciantes, siente en carne propia el peso de la discriminación, como judía y como polaca en la Polonia rusificada.

Empezó a militar a los 15 años.
Según su biógrafo, varios dirigentes socialistas fueron condenados a morir en la horca, algo que impactó en la joven estudiante

La actividad militante de Rosa comienza a los 15 años, cuando se integra al movimiento socialista. Según su biógrafo P. Nettl, tenía esa edad cuando varios dirigentes socialistas fueron condenados a morir en la horca, algo que impactó profundamente en la joven estudiante. “En su último año de escuela era conocida como políticamente activa y se la juzgaba indisciplinada. En consecuencia, no le concedieron la medalla de oro por aprovechamiento académico, a la que era acreedora por sus méritos escolares. Pero la alumna más sobresaliente en los exámenes finales no solo era un problema en las aulas; para entonces era, de seguro, un miembro regular de las células subsistentes del Partido Revolucionario PCU Proletariado”.

Alertada de que había entrado en el foco de la policía, Rosa emprende una huida clandestina hacia Zúrich, donde se convierte en dirigente del movimiento socialista polaco en el exilio. Allí conoce a Leo Jogiches, quien será amante y compañero personal de Rosa durante muchos años, y su camarada hasta al final.

Después de graduarse como Doctora en Ciencias Políticas -algo inusual para una mujer en ese entonces-, finalmente decide trasladarse a Alemania para integrarse en el SPD, el centro político de la Segunda Internacional. Allí conoce a Clara Zetkin, con quien sella una amistad que dura toda la vida.

La batalla por las ideas
En Berlín desde 1898, Rosa se propone medir sus armas teóricas con uno de los integrantes de la vieja guardia socialista, Eduard Bernstein, quien había comenzado una revisión profunda del marxismo. Según él, el capitalismo había logrado superar sus crisis y la socialdemocracia podía cosechar victorias en el marco de una democracia parlamentaria que parecía ensancharse crecientemente, sin revoluciones ni lucha de clases. El “debate Bernstein” sumó muchas plumas, sin embargo, fue Rosa Luxemburgo quien desplegó la refutación más aguda en el folleto “Reforma o Revolución”.

La Revolución Rusa de 1905, la primera gran explosión social en Europa después de la derrota de la Comuna de París, fue sentida como una bocanada de aire fresco por Luxemburgo. Escribió artículos y recorrió mítines como vocera de la experiencia rusa en Alemania, hasta que logra introducirse de forma clandestina en Varsovia para participar de forma directa en los acontecimientos. Es el “momento en que la evolución se transforma en revolución”, escribe Rosa. “Estamos viendo La Revolución. La revolución Rusa de 1905 fue sentida como una bocanada de aire fresco. "Seríamos unos asnos si no aprendiéramos de ella", decía

La Revolución de 1905 abrió importantes debates que dividieron a la socialdemocracia. En esta cuestión, Rosa Luxemburgo coincidía con Trotsky y Lenin frente a los mencheviques, defendiendo que la clase trabajadora tenía que jugar un papel protagónico en la futura Revolución Rusa, enfrentada a la burguesía liberal. El debate sobre la huelga política de masas atravesó a la socialdemocracia europea en los años que siguieron. El ala más conservadora de los dirigentes sindicales en Alemania negaba la necesidad de la huelga general mientras que el “centro” del partido la consideraba como una herramienta únicamente defensiva, válida para defender el derecho al sufragio universal. Rosa Luxemburgo cuestiona el conservadurismo y el gradualismo de esa posición en su folleto “Huelga de masas, partido y sindicatos”, escrito desde Finlandia en 1906. Este debate reaparece hacia 1910, cuando Luxemburgo polemiza directamente con su anterior aliado, Karl Kautsky.

Socialismo o regresión a la barbarie
La agitación contra la Primera Guerra Mundial es un momento crucial en su vida, un combate contra la defección histórica de la socialdemocracia alemana que apoya a su propia burguesía, en contra de los compromisos asumidos por todos los Congresos socialistas internacionales.

En su biografía, Paul Frölich señala que cuando Rosa se entera de la votación del bloque de diputados del SPD, cae por un momento en una profunda desesperación. Pero, como mujer de acción que era, rápidamente responde. El mismo día que se votaban los créditos de guerra, en su casa se reunían Mehring, Karski y otros militantes. Clara Zetkin envía su apoyo y poco después se suma Liebcknecht. Juntos editan la revista La Internacional y fundan el grupo Spartacus.

En 1916 Rosa Luxemburgo publica “El folleto de Junius”, escrito durante su estadía en una de las tantas prisiones que se han transformado en residencia casi permanente. En este trabajo plantea una crítica implacable a la socialdemocracia y la necesidad de una nueva Internacional. Retomando una frase de Engels, Luxemburgo afirma que si no se avanza hacia el socialismo solo queda la barbarie. “En este momento basta mirar a nuestro alrededor para comprender qué significa la regresión a la barbarie en la sociedad capitalista. Esta guerra mundial es una regresión a la barbarie.”

En mayo de 1916, Spartacus encabeza un mitin del 1 de mayo contra la guerra, donde Liebknecht es arrestado, pero su condena a prisión provoca movilizaciones masivas. Se anuncia un tiempo nuevo.

1917: atreverse a la revolución
Retomando una frase de Engels, Luxemburgo afirma que si no se avanza hacia el socialismo solo queda la barbarie

La revolución rusa de 1917 encontró en Rosa Luxemburgo una firme defensora. Sin dejar de plantear sus diferencias y críticas sobre el derecho a la autodeterminación o acerca de la relación entre la asamblea constituyente y los mecanismos de la democracia obrera --sobre esta última cuestión cambia de posición después de salir de la cárcel en 1918--, Luxemburgo escribe que “los bolcheviques representaron todo el honor y la capacidad revolucionaria de que carecía la socialdemocracia occidental. Su Insurrección de Octubre no sólo salvó realmente la Revolución Rusa; también salvó el honor del socialismo internacional.”

Cuando la sacudida de la revolución rusa impacta directamente en Alemania en 1918 con el surgimiento de consejos obreros, la caída del káiser y la proclamación de la República, Rosa aguarda impaciente la posibilidad de participar directamente de ese gran momento de la historia.

El Gobierno queda en manos de los dirigentes de la socialdemocracia más conservadora, Noske y Ebert, dirigentes del PSD --este partido se había escindido con la ruptura de los socialdemócratas independientes, el USPD--. En noviembre de ese año, el gobierno socialdemócrata llega a un pacto con el Estado mayor militar y los Freikorps para liquidar el alzamiento de los obreros y las organizaciones revolucionarias. Rosa y sus camaradas, fundadores de la Liga Espartaco, núcleo inicial del Partido Comunista Alemán desde diciembre de 1918, son duramente perseguidos.

El 15 de enero, un grupo de soldados detuvieron a Karl Liebknecht y a Rosa Luxemburgo cerca de las nueve de la noche. Rosa "llenó una pequeña valija y tomó algunos libros”, pensando que se trataba de otra temporada en la cárcel. Enterado del arresto, el gobierno de Noske dejó a Rosa y a Karl en manos de los enfurecidos Freikorps --cuerpo paramilitar de exveteranos del ejército del Kaiser--. Se organizó una puesta en escena: al salir de las puertas del Hotel Eden, los dirigentes Espartaquistas fueron golpeados en la cabeza con la culata de un rifle, arrastrados y rematados a tiros. El cuerpo de Rosa fue tirado al río desde el puente de Landwehr a sus sombrías aguas. Fue encontrado tres meses después.

Un año antes, en una carta desde la prisión dirigida a Sophie Liebknecht, en la víspera del 24 de diciembre de 1917, Rosa escribía con un profundo optimismo sobre la vida: "Es mi tercera navidad tras las rejas, pero no lo tome a tragedia. Yo estoy tan tranquila y serena como siempre. (…) Ahí estoy yo acostada, quieta y sola, envuelta en estos múltiples paños negros de las tinieblas, del aburrimiento, del cautiverio en invierno (...) y en ese momento late mi corazón con una felicidad interna indefinible y desconocida. (…) Yo creo que el secreto no es otra cosa más que la vida misma: la profunda penumbra de la noche es tan bella y suave como el terciopelo, si una sabe mirarla.”

Clara Zetkin, tal vez quien más la conocía, escribió sobre su gran amiga y camarada Rosa Luxemburgo, compartiendo ese optimismo después de su muerte: “En el espíritu de Rosa Luxemburgo el ideal socialista era una pasión avasalladora que todo lo arrollaba; una pasión, a la par, del cerebro y del corazón, que la devoraba y la acuciaba a crear. La única ambición grande y pura de esta mujer sin par, la obra de toda su vida, fue la de preparar la revolución que había de dejar el paso franco al socialismo. El poder vivir la revolución y tomar parte en sus batallas, era para ella la suprema dicha (…) Rosa puso al servicio del socialismo todo lo que era, todo lo que valía, su persona y su vida. La ofrenda de su vida, a la idea, no la hizo tan sólo el día de su muerte; se la había dado ya trozo a trozo, en cada minuto de su existencia de lucha y de trabajo. Por esto podía legítimamente exigir también de los demás que lo entregaran todo, su vida incluso, en aras del socialismo. Rosa Luxemburgo simboliza la espada y la llama de la revolución, y su nombre quedará grabado en los siglos como el de una de las más grandiosas e insignes figuras del socialismo internacional”.

Josefina L. Martínez es historiadora y periodista. Pertenece a la redacción de La Izquierda Diario y es miembro del Colectivo Burbuja.

lunes, 26 de septiembre de 2016

Socialismo para los ricos, capitalismo para los pobres

Aníbal Monasterio Astobiza


Las elites son tratadas de una forma especial por las políticas de estado. Hubo una época en la que el resto éramos los destinatarios de las políticas públicas de estado. El adagio que da título a este texto, acuñado por Charles Abrams, describe está notable inversión de las categorías en la teoría y práctica y existe una plétora de ejemplos para el incrédulo. Algunos ejemplos son subsidios y ayudas públicas a empresas y sectores privados, rescates a bancos privados con el dinero de todos los contribuyentes, compra de deuda a empresas privadas por parte de Bancos Centrales, créditos fiscales para salarios bajos financiados por el estado, eliminación de impuestos de patrimonio, exenciones para las empresas, rebajas y deducciones fiscales en impuestos (pero no para las personas físicas), cláusulas de contratos que tipifican lucro cesante por lo que si una empresa privada fracasa en su modelo de negocio el estado cubre gastos... y la lista puede seguir ad libitum.

En cambio, el resto de la ciudadanía (las clases populares y trabajadoras, clase media/trabajadora, pobres o ponga usted el epitome sociológico que más le guste) viven bajo la doctrina férrea de un capitalismo. Algunos ejemplos son individualismo cultural e individualismo expresivo en todas sus formulaciones (búsqueda de estatus social por medio del consumismo y la exploración hedonista) competición por ofertas de trabajo cada vez más precarias y escasas, mercantilización de los derechos y servicios públicos (quien disponga de los recursos para obtenerlos que pague por ellos porque ya no serán ofrecidos por el estado como ejemplo la educación, sanidad...).

Para que el lector se haga una idea, en España el 20% más rico de la población recibe el 25% de las ayuda públicas mientras que el 20% más pobre solo el 10%. José Antonio Noguera, Profesor Titular de Sociología en la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y director del grupo de investigación GSADI (Grupo de Sociología Analítica y Diseño Institucional), lo expone de una forma más clara y didáctica. El 10% que declara una renta más alta (renta promedio de 71.000 euros al año en el IRPF) recibe una subvención pública de 350 euros mensuales como media mientras que el 10% con menos ingresos (que declara una media de 2.300 euros al año) recibe únicamente 41 euros mensuales (El estado de bienestar oculto en España, 12 de septiembre 2016, Agenda Pública).

Esto es lo que los politólogos, economistas y científicos sociales llaman “bienestar fiscal” por oposición a “bienestar social”. Sí, sí, a los ricos se les ayuda con subvenciones públicas igual que a los pobres, lo que sucede es que tiene la forma de ser socialismo para los ricos, pero capitalismo para los pobres. En otras palabras, exenciones, reducciones y deducciones impositivas que la administración aplica a los contribuyentes de rentas medias y altas que no recibe la trascendencia y eco mediático que debiera, mientras que las rentas más bajas presentadas de forma pícara como perceptores de prestaciones sociales directas que viven de la ayuda pública; basta para alarmar política y socialmente.

Que a las rentas más altas se les perdonen 7.300 millones de euros no preocupa a nadie y que las rentas más bajas se les creen la imagen de parásitos sociales, ocupa las páginas de los periódicos.

Es como si se tratará a los ricos con guantes de seda y a los pobres con mano de hierro. En una verdadera sociedad de economía capitalista las empresas que toman decisiones que entrañan grandes riesgos y se equivocan, entran en bancarrota, se arruinan y desaparecen. Es la competitividad. Pero las rentas altas o las empresas no quieren una verdadera sociedad de economía capitalista. Quieren que “papa estado” este ahí para socorrerles cuando están en peligro, rescatándoles con el dinero de los contribuyentes. De ahí la cínica expresión “demasiado grande para caer”.

Sí, aunque le parezca contraintuitivo y un absurdo á lo Lewis Carroll, el sistema actual es un socialismo para los ricos y un capitalismo para los pobres.
@anibalmastobiza (https://twitter.com/anibalmastobiza) 

martes, 13 de octubre de 2015

La extravagante idea de atender a los ciudadanos. Propuestas que en 1970 eran parte de un proyecto socialdemócrata nada revolucionario se han convertido hoy en ideas que se consideran radicales e irrealizables.

Bernie Sanders, el político norteamericano que inesperadamente ha saltado al ruedo como aspirante a la nominación demócrata, estuvo en 2010 más de ocho horas seguidas hablando en el Senado contra una ley que implicaba bajar los impuestos a quienes ingresaban más de 250.000 dólares anuales. En lugar de atraer la atención de Hollywood —James Stewart protagonizó en 1939 Caballero sin espada (Mr. Smith Goes to Washington) sobre un acto de filibusterismo parecido, película que, todo sea dicho estuvo prohibida en la Italia de Mussolini, la Alemania de Hitler y la España de Franco, hasta 1949—, Sanders fue duramente atacado. Pero algo cambió, porque el poco conocido senador de Vermont, asimilado al radicalismo de izquierda, atrajo la atención de los ciudadanos y sentó las bases de su nuevo y sorprendente recorrido. Su lema es una frase repetida cien veces: “No creo que sea una terrible idea radical decir que alguien que trabaja 40 horas a la semana no debería vivir en la pobreza”.

Lo llamativo del caso de Sanders, como el de Corbyn, en Gran Bretaña, es que si se analizan sus propuestas sociales (dejando al margen sus ideas en política exterior) se comprueba que lo que defienden hoy día es prácticamente igual a lo que formó parte de la corriente central del pensamiento del Partido Demócrata de Lyndon B. Johnson o del Partido Laborista, no ya de Clement Attlee, en los años 50, sino de Harold Wilson, en los 70. Propuestas que en 1970 eran parte de un proyecto socialdemócrata nada revolucionario se han convertido hoy en propuestas que se consideran radicales e irrealizables.

Lo curioso es que, aun hoy, cuando se pregunta a los ciudadanos, incluso en un país como Estados Unidos, la aplastante mayoría conecta con esas ideas: las corporaciones económicas tienen demasiado poder (74%); los bancos demasiado grandes deberían ser troceados (58%); los más ricos no pagan los impuestos que debieran (79%); los trabajadores necesitan estar mejor defendidos (70%); la creciente desigualdad es nociva. Según una reciente encuesta del Pew Center, por primera vez en la historia de Estados Unidos, la palabra “socialismo” provoca una visión positiva para el 49% de los menores de 30 años.

La única conclusión posible es que laboristas británicos, demócratas norteamericanos y socialdemócratas en general han estado muchos años a la defensiva, sin sangre en las venas, como aseguraba Tony Judt, aplastados por la propuesta de la derecha de que el incremento desproporcionado de la desigualdad no tenía la menor importancia, mientras todo el mundo disfrutara de crédito para financiar su consumo.

“Que las políticas atendieran a las preferencias de los ciudadanos parecía extravagante”, escribió José María Maravall (Las promesas políticas, 2013). En Estados Unidos, la mayoría de la población comenzó a pensar que su gobierno y su parlamento habían sido capturados por los poderosos. En Europa, la población empezó a no saber a quién podía pedir responsabilidades: ¿a su Gobierno? ¿A la Unión Europea?

Repentinamente, en Europa y en Estados Unidos asoman personalidades y movimientos políticos que reclaman la centralidad de esas ideas básicas: “Quien trabaja 40 horas a la semana no debería ser pobre”, “quien no tiene trabajo, sigue teniendo derechos sociales”. Casi todo lo que se hace desde hace muchos años, se lleva a cabo en contra de las opiniones públicas o gracias a su ignorancia premeditada, con argumentos tecnocráticos. “La democracia representativa se socava cuando los ciudadanos votan, pero apenas deciden”, termina su libro José María Maravall. “En mayo de 1968 se reclamaba: “sed realistas, pedir lo imposible”. Hoy día, por el contrario, se descalifican como irrealistas medidas que sí son posibles”. Y necesarias, querido profesor Maravall.
solg@elpais.es

http://elpais.com/elpais/2015/10/09/opinion/1444402505_828524.html

miércoles, 19 de junio de 2013

El partido socialista alemán Die Linke quiere ser "100% social"

La formación socialista Die Linke celebró el pasado fin de semana su congreso antes de los comicios de setiembre sin mayores discusiones. Los delegados dieron una imagen de unidad y se centraron en la campaña, manteniendo abierta la opción de formar un tripartito con el SPD y los Verdes para terminar con el Gobierno de la canciller Angela Merkel.

550 delegados de Die Linke (La Izquierda) se reunieron en la capital sajona de Dresde para aprobar el programa electoral. El lema de la convención es también la consigna de su campaña electoral: «100% social». Su candidato, Gregor Gysi, presidente del grupo parlamentario del Bundestag, ha fijado como meta conseguir un resultado «con dos dígitos». Hace cuatro años Die Linke superó el 11% de los votos pero ahora los sondeos lo sitúan entre seis y ocho puntos. Está por ver si el congreso mejorará sus perspectivas.

Los delegados hicieron lo suyo para que la armonía dominara en el encuentro ya que las pugnas internas desde 2009 transmitieron el riesgo de que el partido pudiera separarse en su bloque oriental, formado por aquellas personas originarias de la República Democrática Alemana, y el occidental, que aglutina a exsocialdemócratas, sindicalistas e integrantes de otras sensibilidades izquierdistas.

El hecho de que el congreso aprobase el programa electoral con solo cinco votos en contra muestra que la cúpula formada por los dos presidentes de partido, Katja Kipping y Bernd Riexinger, ha encontrado una forma de integrar a «reformistas» y «anticapitalistas» al menos hasta el 22 de setiembre, día de las elecciones generales.

En política social, Die Linke propone incrementar del 42 % al 53 % el impuesto sobre los sueldos altos y fiscalizar con el 75 % los ingresos superiores al millón de euros. También apuesta por una subida a las herencias y patrimonios altos. Y es que en la última década los ricos se han hecho más ricos y los pobres más pobres.

Esa mayor presión fiscal supondría para las arcas del Estado 180.000 millones de euros, que servirían para incrementar la ayuda estatal para desempleados y otros necesitados de 382 a 500 euros mensuales y para financiar una pensión mínima de 1.050 euros. Los delegados acordaron también que el sueldo mínimo debería ser de 10 euros por hora y alcanzaría los 12 euros al terminar la legislatura en 2017. Otro aspecto es la proyectada abolición de los seguros privados de sanidad y sus sustitución por «un seguro para todos». Cada vez es mayor la diferencia entre los servicios médicos a los que un asegurado privado puede acceder mientras que se les niega a los clientes de los seguros estatales.

Respecto a la política exterior, Die Linke se ha mostrado muy cauto. De manera muy general aboga tanto por la retirada total de las Fuerzas Armadas alemanas de todas sus operaciones en el extranjero como por el cese de las exportaciones de armas. Dado que en los dos últimos años su cercanía a Cuba causó algunas informaciones tendenciosas y un debate interno muy fuerte, el partido se limita a solicitar que la UE abandone su Posición Común y que EEUU termine con el bloqueo a la isla. «Apoyamos la colaboración entre iguales y solidaria de países, como el ALBA en América Latina», señaló

El único punto de discordia, antes del congreso, provino de su expresidente, Oskar Lafontaine, quien cuestionó si determinados países de la zona euro deberían reintroducir sus monedas nacionales. «Aunque la Unión Monetaria Europea tiene grandes fallos de construcción, Die Linke no defiende el fin del euro» determinó el congreso, aprobando así el compromiso propuesto por Riexinger. Lafontaine, presente en el congreso, optó por callarse. Su compañera de partido y sentimental, Sahra Wagenknecht, vicepresidenta de Die Linke, criticó de forma general la gestión de crisis financiera de la UE. Para gobernar Die Linke tendría que formar un tripartito con el SPD y los Verdes pero ambos se resisten. La canciller Merkel sigue liderando las encuestas con el 41% de los votos, 17 puntos por delante del SPD. Los socialdemócratas han vuelto a escenificar la rivalidad entre su presidente, Sigmar Gabriel, y el candidato a canciller, Peer Steinbrück. La prensa de la derecha, empezando por el sensacionalista Bild, está preparando el terreno para reeditar la «gran coalición» de la CDU con el SPD.

Ambos partidos han copado el tema social, ofreciendo un tope para los alquileres en las ciudades, el sueldo mínimo y otros puntos que ya no son dominio único de Die Linke. El diputado Claus Roland reclamó desde las páginas del órgano oficial de su partido, «Neues Deutschland (ND)» «creatividad para descubrir nuevos nichos sociales».

Mientras la prensa alemana ha echado de menos la pugna entre las dos alas, el ND habla de un «triunfo de los reformistas» pero constata que «el congreso de Die Linke ha tranquilizado al partido pero no lo ha reconciliado». El resultado de 22-S será decisivo a este respecto.
Ingo Niebel. Gara.

Fuente:
http://gara.naiz.info/paperezkoa/20130619/409057/es/El-partido-socialista-aleman-Die-Linke-quiere-ser-100-social

miércoles, 8 de mayo de 2013

El miembro del Seminario de Economía Crítica Taifa, Josep Manel Busqueta, imparte una conferencia en la Academia de Socialismo 21

Alternativas a un capitalismo en crisis
Enric Llopis

No hay alternativa, dijo la celebrada Margaret Thatcher. El pensamiento único económico, de corte neoliberal, niega cualquier planteo que impugne la realidad existente. Pero la posibilidad o no de alternativas depende de la correlación de fuerzas políticas. Algunas las ha descrito el miembro del seminario de Economía Crítica Taifa, Josep Manel Busqueta, en la Academia de Pensamiento Crítico de Socialismo 21.

¿Qué implica plantear alternativas? Aclara Busqueta que no se trata de presentar un nuevo “producto transformador y revolucionario, como si toda nuestra experiencia anterior no sirviera”. Por otra parte, “no existen las recetas mágicas para la transformación social; de lo que se trata es de aportar elementos de reflexión”.

Otra premisa. Las alternativas no han de presentarse a las políticas de ajuste y recortes; ni a las estrategias neoliberales, ni siquiera a la globalización económica. Porque, según el Seminario de Economía Crítica Taifa, son formas concretas de la dinámica evolutiva del capitalismo. Se trata de impugnar el sistema capitalista (en su conjunto) “por las relaciones sociales que éste implica, y que guardan mucha relación con la apropiación privada del excedente producido colectivamente”, explica Josep Manel Busqueta. En otras palabras, “el capitalismo no puede refundarse ni reformarse, porque ha colapsado y, además, porque ello es indeseable”.

A la hora de proponer alternativas, la izquierda ha de afrontar una carrera de obstáculos. “Utópicos”, los “anti-todo” son algunos epítetos de los que se echa mano. También se piden alternativas, pero dentro del marco vigente. En otros casos, se exige a los movimientos sociales una suerte de “mapa de carreteras” en el que se explique al detalle cómo será la sociedad futura. Pero “no podemos caer en estos falsos debates”, aconseja Busqueta. “Transformar significa cambiar o sustituir unos intereses minoritarios en la sociedad por los de la mayoría de la población”. Además, el grupo Taifa recuerda que ningún modelo de sociedad se ha definido previamente ni de antemano. El capitalismo no es la aplicación de un modelo diseñado por un teórico del Renacimiento. Ni el reformismo keynesiano de posguerra emerge de la lectura que Roosevelt pudiera hacer de la “Teoría General” de Keynes. Al contrario, este clásico se publica en 1936, después que muchos gobiernos aplicaran políticas de cariz keynesiano. Parafraseando a Antonio Machado, “caminante no hay modelo, se hace modelo al andar…”, ironiza el economista.

El grupo Taifa considera que las alternativas surgen de la interacción de tres factores: “sujetos de cambio”; “instrumentos de transformación” y “procesos de transformación”. Esto significa que no basta con el desarrollo de uno de los vectores (por ejemplo el tercero, con la constitución de cooperativas) si no se da el resto (por ejemplo el primero, una masa crítica que aspire al cambio social). Además, para valorar las posibilidades de construir una alternativa, han de considerarse –como Lenin hizo en su día, recuerda Busqueta”, otros tres elementos: “poder político”, “capacidad económica” y “conciencia social”.

Taifa apunta cinco características que debería cumplir una sociedad alternativa al capitalismo: que el sistema de propiedad sea colectivo (no privado) y funcione mediante cooperativas o fórmulas de propiedad comunal; un régimen de producción comunitario que no derroche recursos; un sistema de distribución equitativo, es decir, “que todo el mundo pueda satisfacer sus necesidades básicas”, apunta el economista. “La renta básica no es algo nuevo; son ideas que ya planteaban Epicuro, Tomás Moro o William Morris en Noticias de ninguna parte”, agrega. También propone el seminario Taifa la gestión del poder horizontal, no jerárquica ni despótica; y que el nuevo sistema de valores y afectos potencie el bien común. Porque, recuerda Josep Manel Busqueta, “el individuo como categoría social al margen de la sociedad es una patraña ideológica que sirve para el desarrollo del capitalismo; sólo desde la mejora colectiva podremos proyectarnos individualmente en la sociedad”.

La sociedad alternativa se divisa muy a lo lejos. ¿Qué hacer mientras? Josep Manel Busqueta aconseja atender las palabras de Marx sobre los “partos” en la historia, cuando subraya que el ser nuevo se encuentra ya –de manera potencial- en el vientre de la sociedad presente. Y cita algunas experiencias de nuevas formas de relación social, que avanzan cómo articular una sociedad diferente: proyectos de municipalismo alternativo; iniciativas de economía social; finanzas éticas; agroecología; sindicalismo y medios de comunicación alternativos. “Pero nos hace falta una narrativa compartida entre todos estos procesos”, agrega. Y actuar de un modo similar a los movimientos de sístole y diástole: las manifestaciones masivas contribuyen a visibilizar los problemas, pero después, según el miembro de Taifa, hay que desarrollar proyectos concretos en los barrios.

Puede que uno de los grandes retos sea la democratización de la economía, idea sobre la que se han escrito toneladas de libros y discursos, y de la que campos ideológicos muy diversos (incluida la socialdemocracia) pretenden apropiarse. En su trabajo “Más allá del capitalismo”, el filósofo y matemático David Schweickart apunta cuatro criterios que debería incluir la democracia económica: control social de los medios de producción; control público del sector financiero; planificación económica con participación social; y control social de los bienes producidos. La economista Miren Etxezarreta prefiere referirse a estrategias de desarrollo “autocentrado”, participativas, y que consideren tanto la potencialidad del territorio y el trabajo asalariado digno, como la autonomía respecto a los mercados mundiales.

En lo más concreto, apunta Josep Manel Busqueta, es imprescindible adoptar modelos diferentes de consumo, “más austeros, menos obsesionados por el consumo individual y más predispuestos al reencuentro a través de la colectividad”. Aunque antropológicamente “seamos ricos en necesidades, no es lo mismo el consumo local y sostenible que el McDonalds; ni el vehículo privado que el transporte colectivo”. Para implementar estos cambios, hace falta también un cambio en las actitudes personales. Un cambio de valores. Busqueta recuerda las palabras del “Che” Guevara: “A mí, el socialismo como forma de redistribución de bienes materiales no me interesa”.

Los politólogos reflexionan en esta coyuntura crítica sobre cuáles podrían ser los agregadores, los relatos compartidos o la “narrativa de la común” que permita acumular fuerzas en la construcción de alternativas. Josep Manel Busqueta lo tiene claro: “Hay que basarse en lo obvio”. ¿Por qué no sirven los discursos académicos ni excesivamente elaborados? “Porque lo vimos en el asalto al Palacio de Invierno. La gente pedía paz, pan y tierra. No se preocupaba por las relaciones geopolíticas de la futura URSS ni por el choque entre los sistemas capitalista y socialista”. Este discurso obvio, “de lo común”, inteligible para la generalidad de los ciudadanos, la versión actualizada del paz, pan y tierra, son los derechos sociales. Que estén universalmente garantizados.

Si se trata de construir una sociedad alternativa al capitalismo, no ha de ponerse el foco exclusivamente en la base material, aunque ésta deba considerarse. Las reflexiones del seminario Taifa incluyen otras áreas de actuación además de la económica, como son la ecológica, la artística y la cultural, entre otras. Ahora bien, teniendo en cuenta a la hora de luchar por la transformación, que el mecanismo que explica el funcionamiento de las sociedades es el conflicto, no el consenso.

Hay elementos que permiten albergar esperanzas en una sociedad alternativa. Josep Manel Busqueta recuerda en su intervención al arqueólogo Eudald Carbonell, quien a menudo explica que el ser humano ha sobrevivido como especie gracias a la cooperación. Es decir, la alternativa al capitalismo es también una necesidad. “Socialismo o barbarie”, exclamaba Rosa Luxemburgo. Tragedias como la pobreza global o el cambio climático (y, más aún, el colapso de la especie) no pueden repararse si no es avanzando hacia una sociedad comunista, es decir, hacia una redistribución colectiva de los bienes. De lo contrario, asoman ya los perfiles de formas mucho más refinadas de fascismo y sociedades en extremo autoritarias y represivas.

Los clásicos de la izquierda se han preguntado hasta la saciedad y han reflexionado sobre el sujeto del cambio social. ¿Quién ha de construir las alternativas? Según el miembro del grupo Taifa, la gente común. ¿Cómo? “Desde la alegría y el entusiasmo; sólo así podremos transformar esta sociedad absurda, triste y fracasada”. “Pese a toda la presión y las dificultades con las que nos encontramos, no entiendo el proceso de cambio desde la angustia y la tristeza”, responde. Y sin caer en dinámicas derrotistas. En su libro “Por qué Marx tenía razón”, Terry Eagleton invita en cierto modo al optimismo. Busqueta lo cita para subrayar que “somos muchos más de los que pensamos” y que hay ocasiones en que, a lo mejor de manera inconsciente, la gente se rige por los valores de una sociedad alternativa. ¿Cuánta gente se niega a vender a sus amigos por dinero? ¿O rechaza anteponer criterios mercantiles en sus relaciones personales? No hay sociedad alternativa, se construye al andar…