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lunes, 31 de diciembre de 2018

La "vía serbia" y el nacionalismo español

Carlos Taibo
Nuevo Desorden

El fenómeno se reveló por vez primera al calor de la declaración de independencia de Kosova, a principios de 2008. Muchos de quienes, entre nosotros, y en las dos décadas anteriores, se habían entregado a la demonización más burda de las políticas desplegadas en Serbia por Slobodan Milošević pasaron a ver en éste el afortunado defensor de la Yugoslavia unida. No se trata, hablando en propiedad, de que defendiesen las políticas de Milošević. Para defenderlas, como para criticarlas, era preciso conocerlas, y esto no parecía al alcance de las entendederas, y de la voluntad, de estos nacionalistas españoles, expertos sobrevenidos en asuntos balcánicos.

La farsa ha reaparecido estos días al amparo de la supuesta "vía eslovena" enunciada por el señor Torra. Llamativo ha resultado que las discusiones sobre la legalidad del referendo esloveno de 1990, inequívocamente complejas, rara vez se hayan hecho acompañar, entre dirigentes políticos y todólogos, de consideración alguna en lo que hace a lo que ocurrió, fundamentalmente en Serbia, en los años anteriores. Desde la Serbia de Milošević se articuló una agresión en toda regla contra un Estado federal frágil y maltrecho. Asumió formas varias: despliegue franco de discursos demonizadores de unos u otros grupos étnicos, asentamiento de un nacionalismo de inocultada base étnica, apuesta por una progresiva "serbianización" del ejército popular yugoslavo, abolición de la condición de provincias autónomas de la que disfrutaban, dentro de Serbia, la Vojvodina y Kosova, establecimiento de un régimen de apartheid en este último territorio, adulteración de los equilibrios más elementales en la presidencia colectiva del Estado federal, apoyo a la creación, en Croacia y en Bosnia, de regiones autónomas serbias y, en fin, y al cabo, un obsceno uso de la fuerza.

Describir a Milošević, un genuino anti-Tito, como el garante de la unidad yugoslava es olvidar que el dirigente serbio fue, antes bien, y en colaboración estrecha, poco después, con el presidente croata Franjo Tuđman, el dinamitador mayor de esa unidad. A Milošević, dicho sea de paso, la independencia de Eslovenia, en donde apenas había serbios, le trajo siempre al pairo, como en realidad, pero esto es harina de otro costal, y bien que con reglas diferentes, sucedió con la de Croacia. El referendo de autodeterminación y la declaración de independencia eslovenos, legales o no -¿cuáles eran las credenciales, por cierto, de quienes se atribuían el derecho a decidir al respecto?- , no surgieron, en cualquier caso, de la nada. Y la política de Alemania, la de la UE, la de EEUU o la del FMI en nada rebajan la responsabilidad de las elites dirigentes en Serbia y en Croacia.

Quienes en estas horas prefieren jugar al olvido o, más aún, exaltan una figura tan lamentable como la de Milošević nos están trasladando un mensaje inquietante. No les preocupa la condición de dirigentes y políticas siempre y cuando unos y otras apunten -o al menos eso parezca- a preservar la unidad patria. Tanto que hasta Milošević les parece una opción razonable y respetable. La conclusión parece servida: el uso de la fuerza en modo alguno les resulta desdeñable, al amparo de lo que algún lanzado bien podría llamar -en franco olvido de los muchos serbios que pelearon por la convivencia y plantaron cara al capitalismo mafioso y a las razzias étnicas asestadas por Milošević- la "vía serbia" . Qué ilustrativo resulta que en un proyecto como ése se den la mano muchos de los nacionalistas de Estado, el naufragio de nuestra izquierda zorrocotroca y la patética y connivente censura que ejercen muchos de los medios de incomunicación españoles.

Fuente: http://www.carlostaibo.com/articulos/texto/index.php?id=566

lunes, 26 de noviembre de 2018

Un semáforo francés en ámbar

Si en Francia no pasa nada, entonces no pasará nada fundamental de signo liberador y progresista a medio plazo en Europa.

El sábado 300.000 personas expresaron su activa protesta organizando más de 2000 bloqueos de carreteras y peajes en toda Francia. Hay que seguir de cerca este fenómeno de los chalecos amarillos, movimiento auto(des)organizado a través de las redes sociales, popular e imprevisible. La jornada del sábado continuó el domingo y más allá. Ahora el movimiento llama a bloquear París el sábado 24… Todo esto pone muy nervioso al establishment mediático y político europeo.

El ministro del interior francés, Christophe Castaner constató, el martes, la “degeneración total de una protesta que en general mantuvo el sábado buena conducta”. “Asistimos a una radicalización con reivindicaciones que ya no son coherentes, que van en todas direcciones”, ha dicho. La CGT, el sindicato francés menos manso, se ha desmarcado pero hasta tres de cada cuatro franceses han expresado según las encuestas su apoyo a esta manifestación en la que se escuchan llamadas a la dimisión del “presidente de los ricos”.

La chispa ha sido la subida de los impuestos a los carburantes. Eso ha llevado a declarar a una ex ministra socialista de medio ambiente, Delphine Batho, típica representante de la izquierda-caviar, que la protesta es una, “acción de solidaridad con el lobby petrolero”. Pero tras la fiscalidad al diesel se esconde una clara cuestión de clase, una injusticia fiscal que grava a la gente del extrarradio, la más encadenada al uso del coche para ir al trabajo, o que trabaja con él (transportistas, agricultores), dibujando toda la geografía de la Francia periférica de las zonas rurales y los extrarradios urbanos. Hay en su protesta un agravio comparativo hacia el trato fiscal que reciben los ricos, con la eliminación del impuesto a las grandes fortunas, y una indignación y hartazgo con las despreciativas declaraciones del Júpiter Macron que cada mes evidencia su mentalidad elitista. Es esta fractura de clase la que asusta: desorganizada, radical e imprevisible.

De repente, como se lee en la prensa alemana, se advierte el peligro provocado por lo que antes se consideraba éxito y victoria: el descabezamiento y la integración de las organizaciones sindicales que todavía defendían intereses de clase. La paradoja del resultado de décadas de políticas encaminadas a descafeinar a los sindicatos es que desemboca en una preocupación ante el peligro que supone la ausencia de interlocutores (sindicales) corruptos con los que negociar cabreos como este.

En unos momentos en los que por toda Europa surgen populismos de signo conservador o reaccionario con los que la derecha capitaliza y canaliza los ríos de descontento y sufrimiento social suscitados por la crisis, hay que estar atento a cualquier manifestación de un movimiento que huele a algo de clase, aunque acabe en agua de borrajas. Si en Europa llegara a formarse algo parecido a un bloque popular-ciudadano antiburgués bien podría ser a partir de este tipo de chispas. Con la actual configuración capitalista de los espacios y geografías, el precio del carburante desempeña un papel no muy diferente al del pan en los motines de antaño. Afortunadamente, tras no pocos titubeos, la France Insoumise de Jean-Luc Melenchon se ha dado cuenta de eso y ha expresado su apoyo a esta protesta. Y el lugar es Francia.

Hace tiempo que modestamente sostengo que si en Francia no pasa nada, es decir que si lo que queda de la mayor tradición social y republicana del continente se demuestra incapaz de reaccionar a esta crisis que incrementa la desigualdad social y arrasa con derechos costosamente adquiridos, entonces no pasará nada fundamental de signo liberador y progresista a medio plazo en esta parte del mundo.

Lo último de Macron es aplicar la directiva europea de reducir las pensiones en un país en el que apenas hay jubilados pobres, como es el caso de Alemania donde ese cepillado se hizo hace años. Macrón expresó la semana pasada todo el delirio narcisista que acompaña al “europeísmo” establecido al decir en Berlín que Europa y el eje franco-alemán tienen, “la responsabilidad de que el mundo no se deslice hacia el caos y sea acompañado en el camino de la paz”. La simple realidad es que es la acción de ese eje, que en Francia se vive crecientemente como mera subordinación a Alemania, la que está creando el caos en la propia Unión Europea con una política neoliberal que excita todo aquello que disuelve y desintegra al “europeísmo”.

(P.S. La visita de Macron a Berlín, en la que obtuvo apoyos a su propuesta de ejército europeo, incluyó ofrenda floral en la Neue Wache, el templete de la avenida Unter den Linden. En tiempos de la RDA, la Alemania comunista, aquello era un memorial a las “víctimas del fascismo y el militarismo”. En los años noventa, tras la reunificación, el memorial fue remodelado a las “victimas de la guerra y la tiranía”, concepto éste último que abraza tanto al nazismo como al comunismo. La remodelación regresó así a la línea de la doctrina establecida por los ex nazis que gobernaron la Alemania occidental en la posguerra y que buscaban su redención en la guerra fría bajo el manto general del “totalitarismo”. La unificación conceptual presentaba al comunismo y al estalinismo como hermanos gemelos del nazismo y el fascismo, ignorando la diferencia ideológica fundamental; que no puede haber un “buen” nazismo, contrario a todo planteamiento humanista, pero sí un “buen” socialismo que desarrolle ideales humanistas radicalmente antagónicos con el antihumanismo estalinista. Hoy el templete incluye una placa que menciona entre las víctimas de la tiranía a los alemanes expulsados de sus hogares en Europa central y oriental tras la derrota de 1945 y a los represaliados por el régimen de Alemania Oriental. Una nueva historia nacional a la carta para unos nuevos tiempos).

(Publicado en Ctxt)

https://rafaelpoch.com/2018/11/21/un-semaforo-frances-en-ambar/

jueves, 11 de octubre de 2018

_- La guerra hoy

_- Sebastian Junger narra todos los detalles de la vida en el frente: tensión, aburrimiento, compañerismo, miedo. "Objetividad y honradez no son sinónimos", afirma el escritor, que vivió empotrado con el Ejército de EE UU en Afganistán. Después escribió Guerra

Desde pequeño le gustaba la acción. "¿Pero a quién no?", pregunta Sebastian Junger (Massachusetts, 1962) sentado en un sofá de cuero negro, con las botas sobre una mesa baja, en una de las salas del Half King, el pub de Chelsea en Nueva York, del que es copropietario junto al también periodista Scott Anderson. Viste vaqueros y una camisa azul, se muestra relajado y cortés y aunque tiene un considerable catarro no ha querido posponer la cita.

A mediados de los noventa, Junger se convirtió en todo un fenómeno editorial con su primer libro, La tormenta perfecta, en el que reconstruía la historia de la tripulación del Andrea Gail, el pesquero de Albacora que quedó atrapado en la tempestad que azotó la Costa Este de Estados Unidos en 1991. La crítica le señaló entonces como un nuevo Hemingway y Hollywood adaptó el relato en el año 2000 en un filme dirigido por Wolfang Petersen y protagonizado por George Clooney y Mark Wahlberg. Con A Death in Belmont, investigó el crimen y la violación de Bessie Goldberg ocurridos en los sesenta en el barrio de Boston donde se crió, y en Fuego recopiló una serie de reportajes realizados en zonas de conflicto, que incluían una entrevista con el líder talibán Massoud. Pero quizá uno de los viajes literarios y personales más osado de cuantos ha emprendido este periodista ha sido el que le ha llevado desde la primera línea del frente de Afganistán a la lista de libros más vendidos de The New York Times con Guerra (Crítica) y, más allá, hasta la alfombra roja de los Oscar con el documental Restrepo, que ha codirigido y está basado en la misma historia.

"Cuando tus mejores amigos han caído delante de ti la idea de una recuperación total es demasiado"

"Un ataque de artillería es como un problema de álgebra y no puedes dejar que la ira se interponga"

MÁS INFORMACIÓN

Matar o morir
En 2007, Junger aterrizó en el valle de Korengal, en las montañas afganas próximas a la frontera de Pakistán, para realizar un reportaje de Vanity Fair, junto al fotógrafo británico Tim Hetherington. Después de cinco viajes a la zona y pasar cerca de medio año empotrado con una compañía del Ejército estadounidense, Junger escribió Guerra en apenas seis meses y pasó casi un año editando, junto a Hetherington, el metraje que habían rodado, y con el que elaboraron su documental nominado a los premios de la Academia. "La idea del libro fue evolucionando poco a poco. En mi segundo viaje a la zona comprendí cómo de importante y tremendamente adictivo es el vínculo que se establece entre los soldados que se encuentran en el frente. Cualquier historia de las muchas que se han escrito sobre la guerra en esencia trata de eso", recuerda. "Los soldados suelen echar mucho de menos ese vínculo tan peculiar cuando regresan a sus casas y esto a los civiles les cuesta mucho entenderlo".

El tema central fue cuajando: una disección periodística del combate. "La objetividad pura no resulta ni remotamente posible y menos en medio de una guerra; establecer lazos afectivos con los hombres que te rodean es el menor de los problemas. Objetividad y honradez no son sinónimos", escribe en Guerra. Junger, licenciado en Antropología, se propuso elaborar una anatomía del valor y atacar este asunto desde múltiples perspectivas con la experiencia directa de los soldados como cuerpo central de la historia. El resultado resulta intenso. En el libro reconstruye sin tapujos cada detalle de la vida en el frente: la tensión, el tedio, la agresividad, el compañerismo y el miedo. "He intentado averiguar cómo alguien llega hasta el punto de arriesgar su vida por otra persona. Cuando se entra en combate el individuo se subyuga al grupo porque esa es la única manera de sobrevivir", explica. "Los civiles básicamente saben de la guerra a través de Hollywood, así que no entienden lo confuso que resulta todo, la mecánica del combate, el procedimiento. Allí no sientes que quienes te disparan te odian. Un ataque de artillería es como un problema de álgebra y no puedes dejar que la ira se interponga. Las emociones afloran después, cuando ya no estás luchando". Junger derriba con prosa clara y contundente tabúes e ideas preconcebidas sin omitir rivalidades, envidias, ni escenas poco gloriosas. "Tengo mucho respeto por los soldados, si hablo de cosas que me hicieron sentir incómodo y las pongo en contexto no pasa nada. Todo el mundo en una circunstancia determinada puede hacer o decir cosas y eso no significa que seas así. Estos tipos matan a gente y pensar que no hacen otras cosas es descabellado, no tratar todo esto sería poco honesto", asegura.

Los cientos de soldados y veteranos que se le han acercado en las muchas lecturas y presentaciones públicas en las que ha participado desde que se publicó el libro han acabado de convencerle: "Muchos me dicen que les he ayudado a entenderse a sí mismos".

Fuera de las cerca de 250 páginas ha dejado los detalles biográficos de los soldados de la compañía Batallay el análisis geopolítico del conflicto. "He tratado esos otros temas en artículos y reportajes sobre Afganistán. En este caso yo quería escribir lo que se siente siendo un soldado que está luchando", afirma el periodista, que también cubrió la guerra de Bosnia, el conflicto en Liberia y la guerra de los talibanes en los noventa. Esta vez la discusión política escapaba los márgenes de su proyecto. "Los soldados no hablaban de eso. En Irak o Vietnam había más discusión en las tropas, pero en este caso se han alistado voluntariamente y la justificación moral de la guerra no está basada en mentiras", afirma. Las consecuencias de estar expuesto al combate, sin embargo, parecen ser las mismas, antes y ahora. El llamado síndrome de estrés postraumático y los problemas de adaptación que sufren los jóvenes que regresan del frente yacen bajo las crudas descripciones de Guerra. "En el frente el problema es que esto anula tu capacidad para luchar", explica. "Este tipo de trauma es ancestral y los humanos responden así a estas situaciones. Se trata de cicatrices que permanecen siempre: la guerra mental nunca se termina. Cuando has perdido a tus mejores amigos y han caído delante de ti cubiertos en sangre, la idea de una recuperación total es demasiado".

Junger conocía el trabajo de Herr y su Despachos de guerra, de Hemingway o de Tim O'Brian, pero en Korengal leyó Johnny cogió su fusil, de Dalton Trumbo. "Es, probablemente, el libro más doloroso que jamás he leído", asegura. Con Guerra, decidió estructurar su relato en tres apartados (temer, matar y amar) y no seguir un orden cronológico. "La narración lineal no iba a funcionar porque no había al final una batalla culminante. Durante los cinco primeros meses ocurrieron las cosas más llamativas, luego los soldados aprendieron a combatir y empezaron a matar al enemigo de forma contundente. Al final estaban dando patadas al reloj, listos para irse. Opté por ir más al fondo y hablar de las emociones primarias que se experimentan en la guerra, y explicar así la psicología, la neurología y la antropología del valor". Tampoco quiso incluir Afganistán en el título. "Las experiencias que retrato son eminentemente universales".

www.sebastianjunger.com /
www.laguerradehoy.com /
restrepothemovie.com

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 9 de abril de 2011

domingo, 7 de octubre de 2018

El valor y la cobardía de los soldados. De cómo la imaginación ayuda a unos hombres y destruye a otros

Se publica por primera vez en castellano ‘Anatomía del valor’, de Lord Moran, la obra clásica de referencia sobre el coraje y la cobardía de los soldados 

No deja de ser una curiosa paradoja que el libro de referencia sobre la valentía se publique por fin en castellano gracias a un notable cobarde. Cuando hace unos meses el historiador Ricardo Artola me comentó los títulos que barajaba para el nuevo sello editorial Arzalia le recomendé The Anatomy of Courage, el ensayo clásico de 1945 de Lord Moran (1882-1977) sobre el valor y la cobardía de los soldados y que yo tengo siempre a mano en mi atiborrada mesita de noche para cuando me asaltan recuerdos pesadillescos del Somme, donde –a diferencia del autor, que ganó allí en 1916 la Military Cross– afortunadamente nunca estuve, pues lo hubiera hecho de pena. El ensayo, que se acaba de publicar con el título de Anatomía del valor en traducción de Alicia Frieyro Gutiérrez, me lo recomendó a mí hace años en un inolvidable encuentro entre los tanques y artillería del Imperial War Museum de Londres el historiador Max Hastings, para el que también es un libro de cabecera. Como es asimismo una obra indispensable para Antony Beevor, que el otro día, entre puente y puente, al comentarle la inminente publicación en España de Anatomía del valor me dijo que ya era hora y que nadie interesado en los efectos de la guerra en la mente y en el espíritu de los soldados y en esa delgada línea (más ancha en algunos) que separa al héroe del cobarde puede dejar de leerla.

Charles McMoran Wilson, primer barón Moran (lo nombraron caballero en 1938 y le dieron el título en 1943) se alistó al comenzar la I Guerra Mundial y fue oficial médico del Primer Batallón de los Fusileros Reales alcanzando el rango de mayor. Recibió varias condecoraciones al valor y fue citado dos veces en despachos. Lo único que tenemos en común es que yo también he jugado al rugby. Basándose en su experiencia en el frente, desarrolló su pionero estudio sobre el comportamiento de los soldados y los efectos psicológicos de la guerra en las tropas que desembocó en Anatomía del valor.

Lord Moran, por supuesto, es sobre todo famoso por haber sido el médico personal de Winston Churchill desde 1940 hasta la muerte del (ya no) primer ministro en 1968. Por esas casualidades del destino hace unos meses encontré en una librería de lance una vieja edición en castellano (Taurus, 1967) de la otra gran obra de Lord Moran Winston Churchill. The Struggle for Survival, titulada aquí Winston Churchill. Memorias de su médico. Es un libro que fue polémico pues algunos consideraron que violaba la relación de confidencialidad médico-paciente, pero que resulta interesantísimo. Al principio ni Wilson (Moran) quería ser médico de Churchill ni este que lo fuera. Mi pasaje favorito es el relato de cuando el primer ministro se encapricha de Wingate (el maestro de la guerra en la jungla contra los japoneses en Birmania y creador de las unidades de chindits) considerándolo un nuevo Lawrence de Arabia. Churchill se los llevó a él y a su mujer a un viaje por mar en el Queen Mary en 1943, pero el personaje le decepcionó. “Wingate no era más que un excéntrico bien dotado”, zanja Lord Moran, para mí que pelín celoso y evidiosillo.

Pero volvamos al coraje. Anatomía del valor no es un libro sencillo ni redondo, entre otras cosas porque está escrito en fecha tan azarosa como 1943, con el autor viajando junto a Churchill por un mundo en guerra y porque incluye el diario de Lord Moran durante la batalla del Somme, que ya es zozobra. El objetivo del autor, que escribía en el marco de las investigaciones pioneras sobre la neurosis de guerra y el estrés bélico, era tratar de dilucidar, a lo Gary Cooper en Llegaron a Cordura, qué hace que unos hombres aguanten en la batalla y otros no, las razones psicológicas y morales del valor y la cobardía.

Su idea era que entender cómo funciona la mente del soldado en guerra permitiría idealmente desterrar el miedo, disciplinarlo o al menos seleccionar a los que pueden ser buenos combatientes de los que no tienen remedio (y extienden "el contagio de la derrota")

De sus experiencias y observaciones,
Lord Moran extrajo la sorprendente conclusión, y esta es su gran aportación, de que todos (incluso usted y yo) poseemos una cantidad contante de valor pero que ese valor se va gastando cuando lo utilizas, como la ropa.
Por ejemplo, si atacas un nido de ametralladoras alemán o aguantas un bombardeo de aúpa puedes quedarte no solo sin valor sino incluso en números rojos. En un ataque con gas mostaza, por poner otro ejemplo, el valor se te deteriora enormemente. Se te empequeñece. Cómo mantener tu saldo de valor e incluso aumentarlo (derribando un Messerschmitt o con una victoria como El Alamein, siempre y cuando fueras británico, claro) es un tema que interesó especialmente a Lord Moran (y a los generales ni te digo). Lord Moran no es optimista: el número de valientes es muy limitado y sometido a todo lo que te puede caer en una guerra en última instancia no hay quien aguante, todos sienten miedo tarde o temprano.

De cómo la imaginación ayuda a unos hombres y destruye a otros es uno de los capítulos más interesantes. 
Podría firmarlo Lord Jim. Ser imaginativo en principio no ayuda en la guerra, porque, lógicamente, te imaginas muerto. Pero Lord Moran determina que si eres capaz de dirigirla correctamente y no dejarte arrastrar, la imaginación te impulsa a dar lo mejor de ti mismo y hasta a sobrevivir. O por lo menos a morir con decencia, que para él es un punto.

El autor es poco comprensivo con la cobardía,
lo que se entiende si has ganado la Military Cross, te han citado en despachos, etcétera.

Distingue entre el miedo normal (respuesta del instinto de autoconservación) y el malsano, cuando es desproporcionado con respecto al grado de peligro (y me pregunto yo si el que te maten no es un grado considerablemente alto de peligro). Al parecer, la acción ayuda a pasar el miedo, aunque, claro, también significa más posibilidades de que te metan un balazo. El asunto es complejo. Se interroga Lord Moran si la guerra puede convertir con el tiempo a un hombre en cobarde. Lo que parece retórico pues, resume, “ningún hombre dispone de cantidades ilimitadas de valor y cuando estas se agotan, él está acabado”. Que cada uno eche sus cuentas.

Antony Beevor: “El valor en la guerra se gasta” 
El gran historiador militar explica la Segunda Guerra Mundial como una “lotería absurda” en la que vivir o morir dependía de un cambio de humor. Y donde el valiente se hundía y el débil podría emerger.

sábado, 6 de octubre de 2018

--- Siria, tres años después de Rusia



El 29 de septiembre de 2015, el régimen de Bashar el Asad agonizaba, con las fuerzas del Estado Islámico y otras controlando dos tercios de Siria y el Ejército Árabe Sirio desmoronándose, incapaz de resistir la ofensiva de los extremistas apoyados, armados y financiados por EEUU, Arabia Saudita, Qatar, Turquía e Israel. Al día siguiente, para perplejidad del mundo (sobre todo de Occidente), Rusia irrumpía en la guerra, dándole un vuelco tal a la situación que dejó paralizados a los promotores del conflicto. Bajo la égida de Moscú, Irán, Iraq y Hezbolá ayudaron a una reorganización profunda de las fuerzas armadas sirias y enviaron a miles de combatientes para apuntalar a un ejército moribundo. Tres años después, el Estado Islámico es un despojo, la práctica totalidad de grupos y organizaciones extremistas han sido aniquiladas y, tras la defección de Turquía y su incorporación al ‘club de Moscú’, los islamistas y similares están reducidos a la provincia de Idlib, convertida en zona de refugio y retirada de los grupos derrotados. El éxito ha sido tal que, hoy, sólo resta un acuerdo político para finiquitar el conflicto.

Nada que ver con las operaciones de la OTAN en Afganistán e Iraq, encabezadas por EEUU, que, además de fracasar estrepitosamente y terminar con la retirada casi total de tropas, no han terminado todavía. La invasión de Afganistán, en 2001, pudo derrocar al gobierno de los talibanes, pero no derrotarlos. En 2014, convencidos de que estaban metidos en una guerra interminable, la OTAN y EEUU retiraron el grueso de sus tropas, no todas, y dejaron el peso de la guerra al ejército afgano. Decisión que imitaba la de Washington, en 1969, que llevó a la retirada de tropas y a un rearme masivo del ejército sudvietnamita, para ‘vietnamizar’ la guerra, que sabemos cómo terminó. En Afganistán, EEUU no quiso repetir error y dejó tropas de combate para sostener al ejército afgano. El resultado ha sido una guerra interminable, fuera de foco, pero viva y con los talibanes controlando la mitad del país. Cada año, desde 2014, EEUU pierde dos docenas de soldados y varios centenares más regresan heridos, a cobrar sus pensiones.

En Iraq no les fue mejor. La retirada en 2011, después de casi nueve años de guerra, fue una victoria para los chiitas y para Irán, que se convertía en protagonista indiscutible e indiscutido de la política iraquí, lo que será seguido, años después, por una creciente y deseada presencia rusa, materializada en la adquisición de armas rusas, la última un lote de 74 tanques T90S para sustituir los Abrams estadounidenses. Está en el tapete la compra de sistemas antiaéreos S-400, a lo que EEUU se opone histéricamente, amenazando a Iraq con sanciones si decide adquirir esos sistemas. En Iraq muere una media de doce soldados estadounidenses al año desde 2015 (14 en lo que va de 2018), en otro conflicto interminable que drena las arcas del presupuesto estadounidense.

Con todo, la acción más infame y criminal de la OTAN fue la atroz destrucción de Libia, que pasó de ser el país árabe más laico e igualitario a lo que es hoy, un no-país, desgarrado en guerras tribales y con todos los fundamentos del Estado barridos sin piedad. Razón tienen los países atlantistas de huir de la Corte Penal Internacional.

Nada similar ocurrió en Siria. La acción rusa en este país –solicitada por el gobierno sirio, es preciso apuntar, pues tal solicitud hizo legal la intervención- sorprende, en primer lugar, por su altísimo nivel de efectividad. Rusia necesitó tres años, tres, para liquidar la mayor operación encubierta del siglo XXI, contra un ejército irregular que podía superar los 50.000 efectivos y que estaba alimentado desde Turquía. Lo hizo, además, con recursos mínimos aéreos y navales (un promedio de 25 aviones de combate) y sin implicar tropas rusas en la guerra, salvo operaciones especiales. Aunque el número de bajas de soldados rusos se desconoce, la suma de acciones reportadas hace suponer que esas bajas rondarían el centenar de efectivos, cifra insignificante en términos militares para una operación que abarcó un país entero durante tres años. Téngase en cuenta que, en Afganistán, en los tres primeros años de guerra, la OTAN perdió 140 efectivos, que se elevaron a 1.798 en el periodo 2009-2011. Los tres primeros años de guerra en Iraq se cobraron 2.382 bajas mortales de la coalición.

Rusia no jugó sólo a la guerra. En una combinación que dio loables resultados, combinó el palo y el puente de plata al enemigo que huye, facilitando que miles de combatientes que no querían rendirse ni combatir fueran evacuados de sus posiciones y trasladados, con sus familias, a zonas seguras en Idlib. Esta estrategia aceleró el fin de la guerra en buena parte de Siria, ahorrando miles de vidas y evitando la destrucción de los barrios, pueblos y ciudades que ocupaban. El acuerdo ruso-turco, firmado en Sochi, el pasado 7 de septiembre, facilitará la solución a la presencia islamista en Idlib, pues las fuerzas opositoras deben retirarse a una zona desmilitarizada controlada por Rusia y Turquía, evitándose así la catástrofe humanitaria que hubiera provocado una ofensiva militar sirio-rusa. Los grupos que no se retiren pasarán a ser considerados objetivos a batir.

No quedó ahí la estrategia rusa. Consciente de que el conflicto sirio era, de muchas formas, un conflicto internacional, creó, en diciembre de 2016, el formato de Astaná, al que convocó a Turquía, Irán, el gobierno sirio y la oposición. El formato desatascó el nudo de intereses entre esos países –sobre todo Turquía- y ha resultado mucho más efectivo que el de la NNUU, apoyado por EEUU. Resuelto el tema de Idlib, quedará sólo el tema kurdo y la presencia ilegal de EEUU en Siria para poner fin a la guerra.

El cuarto frente era el geopolítico. Siria es un país estratégico donde los haya, pues constituye la salida natural al mar Mediterráneo de la vasta zona que se extiende de Iraq a China, pasando por Irán, el país-puente entre el mundo árabe y Asia Central. Es el punto desde el que Rusia proyecta su poder en el Mediterráneo y la vía más corta para exportar hidrocarburos de Irán e Iraq a Europa (y también de Arabia Saudita y Qatar). Esas eran las causas de fondo de la guerra promovida externamente desde 2011. La derrota del régimen bassista y la caída de Bashar el Asad habría puesto a Siria bajo dominio atlantista, con el resultado de la expulsión de Rusia del Mediterráneo y la imposición de un cerrojo a Irán, lo que habría significado el ahogamiento de Hezbolá y del chiismo. Rusia lo entendió así y fue a fondo en la guerra, sumando sus intereses a los de Irán y Hezbolá y logrando la incorporación una Turquía nerviosa por el apoyo de EEUU a los kurdos sirios e iraquíes. La suma de fuerzas determinó el éxito de Rusia y el fracaso de EEUU. Este país podrá retrasar su salida de Siria, pero no quedarse, no, al menos, sin riesgo de provocar un choque con Rusia e Irán, que son palabras mayores.

Hay, también, en la acción de Rusia, el anuncio de un nuevo modelo de relaciones internacionales. Frente al modelo clásico imperialista, de invasión ilegal, masiva, con derroche de recursos y exhibición de superioridad tecnológica, Rusia presenta un modelo de acción limitada y coordinada con el soberano territorial –en este caso, Siria-, manteniéndola dentro del orden jurídico mundial. Un modelo que no busca arrasar a todos los adversarios, sino dejar puertas abiertas a las fuerzas menos extremistas, para hacer posible el diálogo y la paz. Aplicar este modelo flexible en Afganistán facilitaría su pacificación, obstaculizada hoy por el empeño estadounidense de controlar el país, para usarlo como avanzadilla en Asia Central contra Rusia y China. Los talibanes, con sobradas razones, exigen la retirada de EEUU, para firmar la paz.

Si EEUU no frustra la dinámica en marcha en Siria, como único país con capacidad –limitada- de boicotearla, 2019 será, con mucha seguridad, el año de la paz en Siria, paz negociada, hablada y acordada con las fuerzas internas y externas. Rusia mantendrá sus bases en Siria, Irán se quedará para rabia de Israel y EEUU tendrá que arriar banderas. Con todo, el auténtico, el principal ganador es el pueblo sirio, que está recobrando su país y, gracias a ello, viendo el retorno paulatino, pero creciente, de refugiados. ¿Cuándo verá algo así Libia? ¿Cuándo, Afganistán?

Augusto Zamora R., autor de Política y geopolítica para rebeldes, irreverentes y escépticos (2016, 3ª edición, 2018), y de Réquiem polifónico por Occidente, en librerías a mediados de octubre de 2018

Fuente:
https://blogs.publico.es/dominiopublico/26661/siria-tres-anos-despues-de-rusia/

viernes, 21 de septiembre de 2018

Una guerra contra el proyecto chino

Las barreras comerciales de Trump contra China significan el inicio de la guerra contra la “Nueva ruta de la seda”,
el único proyecto abierto, integrador, universalista y no basado en la lógica de la imposición del más fuerte que existe en el mundo de hoy.

Donald Trump ha lanzado esta semana aranceles por valor de 2000.000 millones de dólares contra productos chinos que se suman a anteriores medidas. No tiene que ver con aluminio, ni coches ni acero, como ocurre con Europa, sino que hay que leerlo como una exigencia a que China renuncie a su ascenso al estatus de gran potencia. Y esa exigencia está respaldada militarmente. Es decir, la guerra comercial que Washington ha declarado tiene grandes posibilidades de ser prolegómeno de una guerra propiamente dicha, una guerra militar. Veamos por qué.

La política china está ganando peso y prestigio en el mundo desde cualquier punto de vista con su llamada “Nueva ruta de la seda” (Belt and Road Initiative). Los desórdenes del presidente broncas colocan a Xi Jinping en el papel de serio y previsible estadista de proyección mundial. Su prudencia y previsibilidad contrastan aún más al lado de la oferta que Estados Unidos viene lanzando al mundo: una oferta basada en la fuerza, mayormente militar, y regida por la fórmula, “o estás conmigo, o estás contra mí”. Al lado de eso, la “Nueva ruta de la seda” puede leerse como alternativa sostenible: el único proyecto abierto, integrador, universalista y no basado en la lógica de la imposición del más fuerte que existe en el mundo de hoy. ¿Qué significa?

De puertas adentro: tercera fase desde 1949
Para China la “Nueva ruta de la seda” es la tercera gran fase desde el establecimiento de la República Popular en 1949. La primera fase fue la revolución maoísta que levantó al país del suelo. La segunda, sobre los cimientos de la revolución, fue la modernización económica de Deng Xiaoping y sus sucesores. Esa modernización se hizo en el bien entendido de que China debía ser prudente y humilde en la esfera internacional: no meterse en conflictos ni presentar ambiciones que comprometieran su prioridad de desarrollo interno en una etapa tan delicada. Con Xi Jinping se llega a la tercera gran fase: definir y afirmar el papel de China en el mundo.

Tras el impulso económico y modernizador de las últimas décadas, la intervención directa de China en los asuntos mundiales se ha convertido en condición de la continuidad del ascenso chino. Y eso no solo por la necesidad de estabilizar y garantizar los suministros que alimentan su fábrica global: por una simple cuestión de la escala adquirida por su poderío, la prudente no intervención y discreción internacional pregonada por Deng Xiaoping ha comenzado a quedarse desfasada. Los imperativos del mismo “ascenso chino” que hasta hace poco exigían discreción, exigen ahora una mayor intervención en el mundo.

De puertas afuera: asumir responsabilidades globales
Desde el punto de vista de las relaciones entre grandes potencias China ha iniciado con esta tercera fase el primer movimiento del relevo hacia el papel de superpotencia. Lanzada en septiembre de 2013, la nueva ruta de la seda es un gran proyecto de integración económica de Asia, África y Europa mediante colosales inversiones en infraestructuras. Una red de corredores energéticos, vías de comunicación y transporte terrestres y marítimas, e integraciones financieras, destinada a afianzar y expandir la economía global. Con su lanzamiento previsto para el 2021 y una perspectiva hasta el año 2049, ya implica, como proyecto, a una sesentena de países -muchos de ellos sin más cálculo que recibir inversiones chinas- que representan el 70% de la población mundial, el 55% del PIB y el 75% de los recursos energéticos globales conocidos. La iniciativa se basa en tres principios; apertura hacia todos los países, carácter integrador basado en el respeto a la idiosincrasia y opciones de desarrollo de cada uno de ellos, y normas de mercado. El resultado implícito de esta iniciativa es crear un nuevo paradigma geopolítico alternativo al del hegemonismo. En Washington lo entienden perfectamente y lo ven como un verdadero desafío al dominio de Eurasia y de la economía mundial ejercido por Estados Unidos. Y no están dispuestos a permitirlo. Si todo eso funciona, el ascenso de China solo puede ser detenido por la guerra.

¿Primera salva comercial de un conflicto militar?
De momento ha comenzado como guerra comercial -ignorando el hecho de que el 40% de la exportación china al resto del mundo procede de multinacionales americanas y europeas instaladas en China- sin embargo el pivot to Asia (el traslado al entorno de China del grueso de la fuerza aeronaval de Estados Unidos) y los incidentes y tensiones en el Mar de la China meridional, avisan de una dinámica militar bien concreta y conocida. Eso, y no las simplezas del “segundo Mao” publicadas con tanta frecuencia en nuestros medios de comunicación, es lo que explica los poderes ampliados de los que Xi Jinping ha sido dotado: esperando una fase turbulenta que incluye tensión militar en el mejor de los casos y conflicto abierto en el peor, los dirigentes chinos se han puesto un cinturón de seguridad, algo que no tiene nada que ver con Mao, de la misma forma en que la sociedad china actual no es la de entonces.

Con eso en las previsiones, el objetivo militar chino a medio plazo no es desafiar el dominio militar global de Estados Unidos, un objetivo que sería irreal, agotador y extremadamente peligroso, sino sembrar dudas entre los generales americanos sobre las posibilidades de una victoria de Estados Unidos en un pulso militar regional en el Mar de China meridional, donde se acumulan las tensiones del pivot to Asia.

La estrategia de China se dirige a disolver las alianzas de Estados Unidos en Asia Oriental y el Pacífico occidental. Pekín considera esas alianzas reliquias de la guerra fría y confía en que su peso comercial con los países de la región implicados -que ya es superior al de Estados Unidos- sea determinante en ese proceso de disolución. Al mismo tiempo, China fortalece su potencial aeronaval.

Con Xi Jinping se ha realizado un cambio radical en la estructura de las fuerzas armadas chinas y en la doctrina militar de China, constata el ex primer ministro australiano Kevin Rudd, uno de los raros gobernantes occidentales que habla y lee chino. El objetivo es, “sembrar la duda sobre la capacidad de Estados Unidos de vencer en un conflicto militar con China en la región alrededor de las islas en disputa y en el propósito de defender Taiwan”, dice Rudd. Muy pronto, China podrá desafiar el dominio militar regional (que no global) de Estados Unidos allí. Las primeras salvas de esta guerra están siendo disparadas con munición comercial, pero no hay que engañarse: no tiene que ver con comercio, tiene que ver con dos ofertas para diseñar el futuro. Todos los escepticismos sobre el futuro papel de China en el mundo son legítimos, pero de esas dos ofertas solo una es militarista.

https://rafaelpoch.com/2018/09/20/una-guerra-contra-el-proyecto-chino/

miércoles, 12 de septiembre de 2018

Arabia Saudí dirige una coalición que, con apoyo de EE.UU. y Reino Unido, ha contribuido a convertir Yemen en "la mayor crisis humanitaria del mundo". Amnistía, Greenpeace y Oxfam exigen al Gobierno que deje de vender armas a Arabia Saudí

Infolibre

La campaña 'Armas Bajo Control' ha celebrado la decisión del Ejecutivo de revisar las licencias de exportación de material bélico al país árabe, en la lista negra de la ONU por asesinato de menores

La campaña Armas Bajo Control se ha reunido este martes con el Gobierno para pedir que España deje de vender armas a Arabia Saudí, un país que se encuentra en la lista negra de la ONU debido a su participación en la guerra de Yemen.

Justamente, la campaña en la que participan Amnistía Internacional, FundiPau, Greenpeace y Oxfam Intermón lleva alertando desde hace tiempo sobre el "riesgo de la complicidad (de España) en la comisión de crímenes de derecho internacional" debido a la exportación de material bélico al país árabe. Más aun, porque el negocio no para de crecer. Entre 2013 y 2016 la exportación de armas a Arabia Saudí se multiplicó por 30, alcanzando un valor total de 1.361,42 millones de euros.

Las bombas saudíes empezaron a caer sobre la población yemení en 2015. El país más pobre de la región, sumido en una guerra civil, entró entonces en el punto de mira de una coalición de países árabes liderada por Arabia Saudí y apoyada logísticamente por EE.UU. y el Reino Unido. Y si bien el objetivo declarado es luchar contra las milicias huthis, Amnistía Internacional denuncia que es la población civil la que "se lleva la peor parte de la violencia". Los bombardeos y el bloqueo por mar y aire que impone la coalición ya han hecho de Yemen, en palabras de la ONU, "la mayor crisis humanitaria del mundo".

A principios de agosto, un bombardeo saudí impactó un autobús en la ciudad de Saada, en el norte de Yemen. Alrededor de 40 personas fueron asesinadas, en su mayoría niños, desencadenando la condena de las Naciones Unidas. Solo después de este ataque –apenas una mínima parte de las 6.592 muertes civiles registradas por el Alto Comisionado desde el inicio del conflicto– el Gobierno de España ha fijado su atención en la venta de armas a Arabia Saudí.

Las cuatro ONG que impulsan la campaña Armas Bajo Control en España se han reunido este martes Xiana Méndez Bértolo, Secretaria de Estado de Comercio, para "denunciar el riesgo de que se autoricen exportaciones de armas a países en conflicto o que violan los derechos humanos". La organización ha celebrado la decisión del Gobierno de Pedro Sánchez de revisar las licencias de exportaciones de material bélico tras el ataque en Sanaa. No obstante, han lamentado que la postura sobre la venta de armamento a Israel –que supuso 1,4 millones de euros en 2017– no esté entre los puntos a discutir.

Por otro lado, la campaña ha celebrado que la existencia de un debate abierto a la sociedad civil sobre el comercio de armas "por primera vez desde hace varias legislaturas". En octubre de 2016, un informe de la consultora Armament Research Services señalaba la aparición de armas españolas en el campo de battalla yemení. Un año despúes, el Gobierno entonces dirigido por Mariano Rajoy anunciaba que no dejaría de vender armas al país árabe puesto que existían condiciones de no reexportación y garantías de que el material no se usaba fuera de las fronteras de Arabia Saudí.

El Ministerio de Defensa ha paralizado este lunes la venta de 400 bombas de alta precisión al país árabe mientras se realiza la revisión, un paso que Armas Bajo Control ha recibido con optimismo a la vez que ha llamado al Gobierno a poner fin al "secretismo" de estos negocios. Según Defensa, se devolverán los 9,2 millones de euros abonados por estas armas. Una pequeña parte de los 270 millones en armamento que fueron a Arabia Saudí en 2017.

Fuente: http://www.infolibre.es/noticias/politica/2018/09/04/amnistia_greenpeace_oxfam_exigen_gobierno_que_deje_vender_armas_arabia_saudi_86398_1012.html

sábado, 25 de agosto de 2018

La guerra está precedida de grandes mentiras



El 09 de Agosto pasado se realizó en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile el Foro: “Guerra: El Derecho a la Paz y a la Autodeterminación”.

Y claro, la guerra tiene muchas armas, una de ellas es la “guerra de la información” que en palabras simples tiene por fin convencer y ganar a la opinión pública a favor de una determinada posición. Lo malo de esto es que se hace a base de mentiras y manipulación de masas.

Ya prácticamente cuesta, cada día más, encontrar una nota o reportaje periodístico que muestren, lo más objetivamente posible, los dos puntos de vista, las dos caras de la moneda, de una determinada noticia o realidad.

Millaray Huaquimilla, vicepresidenta del Centro de Estudiantes, señaló que es importante contrastar visiones. “Hay una versión hegemónica de ciertos procesos que al mismo tiempo invisibiliza violaciones a los derechos humanos que son muy graves como es el caso de Israel contra Palestina; como ha sido el caso de España que ha tenido el descaro, por ejemplo, de cuestionar el proceso democrático en Venezuela pero no ha sido cuestionada por lo que pasó en Cataluña. Así, en el mundo, podemos ver distintas experiencias”.

Hay que decir que en muchos sucesos del pasado y del presente se usa como pretexto la defensa de valores que nadie aparentemente debiera cuestionar: La defensa de la libertad, de la paz, de la democracia, del cristianismo, de la civilización, etc.

Sin embargo, “Cuando EEUU interviene en otros países pasa todo lo contrario de lo que se plantea defender” dice la líder estudiante.

Para no ir más lejos, tenemos la experiencia propia. EEUU hizo todo lo posible e imposible para derrocar al gobierno democrático de Salvador Allende. Ahí están los Informes del Senado de los EEUU que reconocen derechamente la “intervención” que hubo.

En esa época, se dijo de todo contra Allende para derrocarlo y para que la opinión pública aceptara como algo lógico y necesario el “golpe de Estado” que dieron los militares.

Se dijo que el gobierno de Allende, quien ganó democráticamente la elección, era una dictadura marxista, que no había libertad de expresión, hasta que se iban a llevar a los niños a Cuba, entre otras tantas mentiras que se levantaron para sembrar el miedo y el descontento social.

Lo que hizo EEUU en Chile, con la derecha, sólo trajo como consecuencia final la llegada de la dictadura militar encabezada por Pinochet. Desde el mismo el 11 de septiembre de 1973 se comenzaron a conocer las graves violaciones a los derechos humanos que sucedieron en Chile. Sin embargo, EEUU nada hizo para frenar o impedir lo que comenzó a suceder en nuestro país.

Alicia Lira, presidenta de AFEP, lo dice: “Nosotros lo vivimos en carne propia porque no nos dejaron vivir, no permitieron la autodeterminación de los pueblos, porque se vio interrumpido por el golpe militar y el bombardeo a La Moneda y todo lo que sucedió después con el terrorismo de Estado: el exilio, la tortura, la prisión, la desaparición forzada y las ejecuciones”.

Esa fue la realidad de miles de chilenos que vivieron las violaciones a los derechos humanos de la forma más brutal. Sin embargo, millones de chilenos sufrieron y sufren, hasta el día de hoy, violaciones a los derechos humanos porque la dictadura privatizó y limitó lo que antes eran derechos como la salud, la educación, la seguridad social, la democracia, etc.

Han pasado casi 45 años del golpe de Estado y las agrupaciones siguen demandando lo que cualquier persona, por sentido común, por justicia, si le asesinan, torturaran o desaparecen a un familiar, debieran exigir.

“ Hemos dado una larga lucha por la verdad y la justicia. Nos duele la impunidad porque si hay más de 1500 procesos abiertos es por la lucha de las agrupaciones. Pero hoy se nos violenta con los beneficios carcelarios que la Corte Suprema ha dado a criminales de lesa humanidad. Ninguno se arrepiente, ninguno ha pedido perdón, aunque a nosotros eso no nos interesa”, dice la dirigente.

¿Pero donde se entrenaron los criminales? Alicia Lira lo recuerda: En la Escuela de las Américas del Ejército de los EEUU. Fue allí donde aprendieron a mirar a su propio pueblo como “enemigo interno” que fue la idea base de la Doctrina de la Seguridad Nacional.

Por ahí pasaron Manuel Contreras, Miguel Krassnoff, Álvaro Corbalán, Odlanier Mena, Carlos Herrera Jiménez, Pablo Barrientos, y muchos otros criminales más.

Más de cinco mil soldados chilenos han recibido entrenamiento en la “escuela de asesinos” y hasta el día de hoy nuestro país sigue enviando soldados a esta academia militar. En el 2017, se entrenaron 229 soldados más en la Escuela de las Américas.

Pablo Jofré, profesor y analista Internacional, comienza su intervención diciendo que “En tiempos de engaño universal decir la verdad se convierte en un acto revolucionario. Decir la verdad es complicado, es complejo, es peligroso, es difícil, sobre todo en estos tiempos de mucha virtualidad”.

A continuación nos habla de un “concepto” muy utilizado en los últimos tiempos de conflictos y guerras: “posverdad”. Nos reconoce que este “es un nombre nuevo para algo que existe y que es la mentira y para eso se usa la desinformación y la manipulación de las noticias”.

Recuerda el analista lo que dijo Noam Chomsky: “la población en general no sabe lo que está ocurriendo y ni siquiera sabe que no lo sabe”.

Como ejemplo, pone la situación de Palestina donde los medios masivos hacen aparecer los asesinatos a palestinos como resultados de una respuesta legítima, defensiva, por parte de Israel.

“Ahí no hay un cruce de ataques. No existe equiparidad de fuerzas entre Israel y Palestina.

Eso es una “posverdad”. Es una mentira del porte de un buque. Nos tratan de decir que hay ahí un guerra equiparable”, dice Jofre

Hay que reconocer que la gran mayoría de las personas no saben de historia, ni del despojo que ha sufrido el pueblo palestino de su territorio. Ni menos saben del tratado de Balfour, del 2 de noviembre de 1917, que de manera arbitraria dio el derecho a los judíos a tener una nación y justamente en los territorios dónde está ubicada Palestina la que fue invadida, en 1948, hace 70 años.

¿Por qué no sabemos estos datos objetivos? ¿Por qué los grandes medios de masas sólo publicar lo que les interesa que nosotros sepamos? ¿Por qué no hay tanto escandalo por lo que pasa en Palestina hace 70 años?

Ruperto Concha, periodista y analista Internacional, en su intervención dice que “Más allá de la noticia, hay una continuidad que va de un titular a otro, de un subtitular a otro, de una bajadita, de un adjetivo que se repite. Todo eso construye una narrativa, un cuento, que te construye una noción de realidad”.

El periodista recordó un dato importante: “Sabemos que una gran revista, como fue Newsweek o el Time, en su tiempo, llegaron a la quiebra durante el gobierno de Bush y después bajo el gobierno de Obama y fueron vendidas en un dólar. ¿Quién las compró? ¿Quién pagó ese dolar?. Efectivamente, la AIPAD, la institución de los intereses judíos en EEUU. En estos momentos el total de los medios de comunicación de gran envergadura están bajo ese control. Los grandes medios están controlados por los grandes capitales”.

Por otro lado, Ruperto Concha recuerda la firma del Tratado de Libre Comercio que firmó el ex Presidente Ricardo Lagos con EEUU donde se dio la espalda a los intereses de América Latina. Al mismo tiempo, menciona los nuevos tratados comerciales que ha firmado Chile y que son una clara desventaja a la soberanía de nuestra nación.

“Hablar de Chile es hablar de unos farsantes, de unos lame botas de EEUU, que han traicionado los conceptos más antiguos que habían alcanzado las naciones latinoamericanas”, dice Concha, agregando que “Cuando creemos que los chilenos tenemos buena fama estamos soñando; tenemos muy mala fama”.

En su intervención deja muchas preguntas: ¿Qué nos está pasando? ¿Por qué votamos por esta gente? ¿Por qué votamos contra la paz? ¿Por qué nuestras autoridades, los diputados, no se preguntan cuando firman algo ¿Quién sale ganando??.

Finalmente, no puedo dejar de agregar lo que señaló Ruperto Concha: “Tenemos una deuda pavorosa con los jóvenes, les estamos dejando un mundo de mierda. Un mundo corrompido de una manera extraordinaria, de una manera increíble, y donde tener esperanza es una osadía y esa osadía esperamos que la tengan los que ahora son jóvenes” para cambiar este mundo y erradicar la maldad y la injusticia.

*Pablo Ruiz es periodista del Observatorio por el Cierre de la Escuela de las Américas.

viernes, 17 de agosto de 2018

Yemen padece mientras se deforma y se oculta la verdad. “Incluso la guerra tiene leyes”

Middle East Eye

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

Cavando las tumbas de los niños asesinados en un autobús durante un ataque aéreo de la coalición liderada por Arabia Saudí sobre el mercado de Dahyan, en el bastión hutí de la provincia de Saada, 10 de agosto de 2018 (AFP) Incluso para los perversos estándares de la agresión liderada por los saudíes contra el Yemen con el apoyo de Occidente, el bombardeo de un autobús escolar el 9 de agosto marcó un nuevo hito. Según Save the Children, el autobús se había detenido en un mercado cuando trasladaba al colegio a los niños que volvían de una excursión. Funcionarios de la sanidad yemení han informado que el ataque mató a 47 personas e hirió a 77. Es probable que esas cifras aumenten con el paso de las horas.

La mayoría de las víctimas tenían menos de diez años. Tras el ataque, Frank McManus, el director de Cruz Roja Internacional para el Yemen, cuyos trabajadores atendieron a los heridos, dijo: “Hoy debería ser el día en que el mundo despertara ante las atrocidades que se perpetran en Yemen… un autocar lleno de escolares no puede considerarse como meros daños colaterales. Incluso las guerras tienen leyes, pero las leyes sin consecuencias no significan nada”.

Sin la cobertura adecuada

No obstante, es difícil que el mundo despierte si los medios occidentales no brindan la cobertura adecuada a la agresión en curso. Puede que hayan pensado que los titulares recogerían sin falta el bombardeo selectivo de un autobús lleno de niños que estaba aparcado junto a un mercado y alejado de cualquier actividad militar por parte de unas fuerzas que disfrutan del apoyo de Estados Unidos y el Reino Unido. Y, sin embargo, no ha sido así.

Por ejemplo, tomemos The Guardian, supuestamente un bastión de valores liberales y preocupaciones humanitarias. Su información sobre el incidente apareció online poco antes de las siete horas de anoche. Sin embargo, esta mañana, no figura ya entre sus trece historias de cabecera y ni siquiera es una de las once historias destacadas en su sección “Noticias del mundo”. Pero sí informaba del deseo de la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, de prohibir las bolsas de plástico.

The Independent, que ahora sólo puede leerse online, y quizá por ello hayan pensado que al estar menos sometido a las presiones de los anunciantes, que impulsan parte de la autocensura de sus primos de la edición impresa, actuaría de forma algo diferente. Pero el Yemen no aparecía entre sus ocho “Historias principales” de esta mañana. Tampoco en su sección de “Más historias”. Aunque las historias sobre los campistas británicos en Francia y las opiniones sobre el Brexit del entrenador del Tottenham Hotspuer, Mauricio Pochettino, estaban allí.

Minimizando los asesinatos

Por supuesto, en cierto sentido, estos medios actúan con total corrección al no considerar la historia como prioridad de sus cabeceras, ya que no hay nada realmente nuevo en la atrocidad del miércoles. De hecho, sólo durante la pasada semana, un ataque aéreo contra un mercado y un hospital mató al menos a 60 personas; esas carnicerías se han convertido en rutinarias. Incluso la matanza de los niños es una práctica habitual: en realidad, los 29 niños asesinados en el autobús bombardeado ayer son sólo una fracción de los 130 niños asesinados cada día en el Yemen por el hambre y la enfermedad que la agresión ha traído al país.

Un pequeño herido huye de una zona donde los ataques aéreos alcanzaron una casa en Saada, 27 de febrero de 2018 (Reuters)

Además de la mera ausencia de cobertura, la minimización del nivel de las matanzas en el Yemen constituye una segunda forma, más sutil, de apagón mediático. En algún momento, alguien decidió que 10.000 era la cifra de víctimas que había que asociar siempre a la guerra del Yemen, y ese número es el que lleva años apareciendo en todos los artículos sobre el tema.

Realmente, esa cifra supone una subestimación inmensa, teniendo en cuenta que se cree que, sólo durante el pasado año, murieron al menos 150.000 personas a causa del hambre y de enfermedades evitables como consecuencia directa de la agresión contra el Yemen, el bloqueo de sus puertos y los ataques a sus civiles e infraestructura agrícola.

Por tanto, la “cifra de muertos” repetida incansablemente por los medios -y esto incluye, vergonzosamente, a los medios alternativos- es en realidad una fracción diminuta del verdadero nivel de sufrimiento que Occidente y sus compinches están derramando sobre ese país.

Destruyendo Yemen

Otra forma de apagón es presentar el conflicto como una guerra civil. Hubo una guerra civil en el Yemen cuyo final se alcanzó cuando el movimiento Ansar Allah capturó la capital, Sanaa, en septiembre de 2014, y el presidente Abd Rabbuh Mansur Hadi huyó del país. Desde entonces, desde principios de marzo de 2015, lo que ha venido teniendo lugar es un ataque exterior contra el país.

En palabras del historiador Isa Blumi, lo que “está estratégicamente fuera de discusión a ese respecto son los facilitadores externos del imperio cuya guerra ha creado nuevas oportunidades para saquear los recursos del Yemen. En lugar de ver la mano dura del imperio, se espera que las personas de a pie se crean lo que dicen los medios y expertos de los think tanks de que son las propias patologías yemeníes, su atraso social y económico, los que los hacen susceptibles a la violencia y, por lo tanto, a la ‘guerra civil’. Ese tropo de que ‘están en guerra consigo mismos’ se repite continuamente en diversos medios y círculos académicos y confunde finalmente sobre quiénes son los responsables, echándole la culpa al ochenta por ciento de la población de un país que en estos momentos se muere de hambre”.

Una cuarta forma de apagón de los medios consiste en presentar de alguna forma la guerra como una iniciativa de los saudíes que Occidente, en el mejor de los casos, está simplemente “apoyando” o “aceptando” para vender armas y suministros de petróleo. Esto es realmente como poner el carro delante de los bueyes. La verdad es que esta es una guerra de Estados Unidos y el Reino Unido, planificada en los pasillos de Whitehall y Washington, pero ejecutada por sus fieles apoderados del Golfo.

Sabemos ya, por los emails filtrados por Wikileaks el año pasado, que incluso el mismo príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohammad bin Salman, quiere salirse de la guerra. Pero sabe que el dominio del poder que ostenta su familia depende en gran medida del apoyo occidental. Y el precio de ese apoyo es que la política exterior saudí no la determine él. El acuerdo, que se remonta a los días del Imperio británico, consiste en que Occidente provea de seguridad a la familia al-Saud y, a cambio, los al-Saud cedan su política exterior a Occidente. Y, en estos momentos, hay un deseo angloestadounidense de mantener el conflicto en el Yemen.

Caminando entre las tumbas de un cementerio de la capital, Sanaa, el 25 de junio de 2017 (AFP)

Grupos antibelicistas como Stop the War tienden a participar de esa narrativa centrada en los saudíes, retratando la reciente visita a Gran Bretaña del príncipe heredero bin Salman, por ejemplo, en términos de una Gran Bretaña inmaculada contaminándose por la asociación con un sangriento “déspota” árabe. Esta es una inversión total de la realidad: la verdad es que el mayor crimen de los saudíes es su colaboración con la clase dominante de Gran Bretaña y Estados Unidos.

Victimismo o resistencia

Pero aún hay otra forma de apagón mediático respecto al Yemen, ante el que incluso sucumben a menudo los medios alternativos (y aquí incluyo algunos de mis trabajos sobre el conflicto en el pasado). Y es la presentación de los yemeníes como meras víctimas pasivas que carecen de voluntad y capacidad para actuar, los desventurados receptores de los bombardeos y las políticas de inanición. En realidad, la lucha del Yemen no es en absoluto una historia de victimismo, sino de resistencia.

Cuando lamentamos los tres años de bombardeos, no deberíamos olvidar que estamos también celebrando tres años de resistencia verdaderamente heroica y extraordinaria. Haber sobrevivido a esas incursiones de castigo durante tanto tiempo demuestra fuera de toda duda que el pueblo yemení, y en especial el movimiento Ansar Allah, contra el que se emprendió esta guerra devastadora, es un movimiento genuinamente popular y representativo; porque si no fuera así, hace años que se habría derrumbado.

El estribillo constante de los medios sobre que los hutíes son meros agentes iraníes que combaten al “gobierno legítimo” está deformando la realidad.

La legitimidad no proviene de ser ordenado por el sacerdocio del capital global, como lo fue Hadi, el expresidente y mariscal de campo, sino por el tipo de apoyo popular que por sí solo permite a un movimiento enfrentarse a una coalición de diez países respaldada por los más poderosos militares en el mundo.

¿Y qué es lo que está impulsando esta resistencia? La determinación de rechazar el proyecto imperial de vender el Yemen, de entregar sus recursos a las corporaciones financieras occidentales y su sistema político a los títeres saudíes. De hecho, al actuar de esa forma, el Yemen hoy no es más que la última encarnación de un espíritu de resistencia ante el capitalismo occidental que se remonta a más de cien años.

Es este espíritu lo que los bombardeos actuales están tratando de aplastar en un acto de la futilidad más brutal. Es este espíritu el que los medios tratan desesperadamente de ocultar. Y es este espíritu el que finalmente verá al imperio, y a todos sus títeres y apologistas, desmoronarse en el polvo.

Dan Glazebrook es un periodista especializado en temas políticos y editor de stopstarvingyen.org. Es autor de Divide and Ruin: The West’s Imperial Strategy in an Age of Crisis. Su blog es danglazebrook.com.

Fuente:
https://www.middleeasteye.net/columns/even-wars-have-rules-will-world-ever-wake-atrocities-yemen-409669177

lunes, 25 de junio de 2018

I G. M. En las trincheras del frente occidental. Reseña de Guerra de Ludwig Renn.

Hay decisiones que transforman la vida de una persona, al catalizar los cambios que se están produciendo en su interior. Eso fue lo que le sucedió al capitán de un destacamento de policía de Dresde cuando se negó a dar la orden de disparar contra los obreros que protestaban por el golpe de estado de Kapp en marzo de 1920. El nombre de este capitán era Arnold Friedrich Vieth von Golßenau, había nacido en 1889, y era un aristócrata sajón y militar de carrera que había llegado a comandar un batallón en el frente occidental durante la Gran Guerra. Poco después de los hechos de Dresde, von Golßenau abandona el ejército, emprende variados estudios, viaja por Europa y comienza una militancia izquierdista que lo lleva a ingresar en el Partido Comunista en 1928. Es éste el mismo año en que publica Guerra, donde narra las experiencias de un soldado alemán durante el conflicto. El libro, que no es abiertamente antimilitarista, alcanza un gran éxito y es seguido en 1930 por Postguerra, en el que el compromiso político es ya más evidente.

En los años 30, convertido en un autor conocido, von Golßenau adopta el nombre del protagonista de Guerra, Ludwig Renn, en un gesto de renuncia a su clase social, y en 1936 acude a España, integrándose en las Brigadas Internacionales. Así, lo encontramos al mando de un batallón y luego como jefe de estado mayor de la XI BI por los frentes de Madrid, Guadalajara y Aragón, donde interviene en las batallas de Belchite, Teruel y el Ebro. En su alocución en el II Congreso Internacional de Escritores en Defensa de la Cultura, Ludwig Renn afirmó: “Nosotros, escritores que luchamos en el frente, hemos dejado la pluma porque no queríamos escribir historia, sino hacer historia.” Con la derrota de la república, tras exiliarse en México, regresa a su país en 1947, y participa en la vida política e intelectual de la RDA, donde fallece en 1979. Guerra apareció ya en 1929 en castellano, pero la primera edición completa en nuestra lengua es de Fórcola (2014), en una traducción de Natalia Pérez-Galdós y con prólogo de Fernando Castillo.

El libro narra en primera persona la experiencia del protagonista, con lo que aporta una visión subjetiva, fragmentaria y copiosa de sensaciones de la guerra. La primera parte, “El avance”, comienza con la partida hacia el frente de la tropa entre escenas de júbilo de la población, música y ramos de flores. Tras varios días en vagones de mercancías y atravesar el Rin, son instalados en un pueblo desde el que marchan hacia la frontera belga y luego hacia el Mosa. En la orilla de éste encuentran resistencia y Ludwig vive por primera vez la confusión de la batalla, un caos donde la gente muere a tu alrededor y has de sobreponerte y tomar decisiones rápidas, y equivocarte y no desmayar. Al día siguiente cruzan el río y prosiguen el avance, entre restos del ejército que huye y aldeas incendiadas. Pronto están en Francia. Son cañoneados, bombardeados con shrapnells y tiroteados, pero consiguen hacer retroceder al enemigo. Sólo cerca del Marne se ven obligados a retirarse con espantosas pérdidas.

La segunda parte del libro arranca en 1915, describiendo la guerra de trincheras que sigue al colapso de la acometida alemana. Frente a una pradera de cadáveres, tras las alambradas, entre ratas y piojos, la vida es una sucesión de ocios interminables e inútiles intentos de avance, saldados con masacres. El cabo Renn, celoso de deberes que incrementa por propia iniciativa, es condecorado y luego destinado casi un año a la retaguardia. En unos días de permiso, siente horror de contar a su familia lo que ha visto y se percibe a sí mismo como alguien que “ya no cree en nada”. En septiembre de 1916, su batallón es enviado al Somme, donde se combate ferozmente; entre barro y fuego acceden penosamente a las trincheras y actúan de reserva. Cuando se les ordena avanzar para contener un ataque francés, Renn es herido en un brazo con la muerte imperando en torno a él. Al hospital le llega la noticia de que ha sido ascendido a sargento.

Reincorporado a su vieja compañía, en la que ya casi no conoce a nadie, Renn participa en la primavera de 1917 en la batalla de Aisne-Champagne, donde se usan obuses con gas para rechazar una ofensiva francesa. Es esta otra fase de la guerra, marcada por tensiones entre el frente y la retaguardia y entre la tropa y los mandos, y por un aumento de las deserciones. La rutina de la matanza lleva al límite al protagonista, que tras la muerte de un amigo no puede evitar las lágrimas y sufre momentos de ofuscación que luego lo mortifican. Enfermo una temporada, regresa al frente en septiembre, y sus contradicciones se agudizan al hacerse cargo de la compañía un nuevo oficial maniático y odioso, en el que reconoce su viejo militarismo. La patria comienza a ser una cáscara vacía para él y la oposición a la guerra se abre paso en su pensamiento. Renn es herido en un pie en la ofensiva alemana de marzo de 1918, cuando cunde ya el desánimo en las tropas; convaleciente le llega la Cruz de Hierro de primera clase que le han concedido. La obra concluye con escenas del derrumbamiento en tierras de Flandes; el ejército se escinde entonces entre los que sólo desean ver el fin de la carnicería y unos pocos patriotas a ultranza, grupos entre los que el protagonista se debate hasta el último momento.

Estamos acostumbrados a considerar las batallas como lo hacen historiadores y estrategas, que describen armamentos y tácticas, y componen un relato de avances, movimientos envolventes, flanqueos, choques y retiradas, pero otra cosa bien distinta es la experiencia de los que sufren esas situaciones. Tras participar en combates decisivos de la Gran Guerra, como los del Marne o el Somme, lo que Ludwig Renn nos narra tiene poco que ver con todo aquello, y se ciñe a las vivencias cotidianas de uno de sus protagonistas, uno cualquiera, que nos sumerge en la dimensión subjetiva de la guerra. Visitamos así su tedio y su horror que supera toda medida, sus restos de cuerpos desmembrados por fuegos artificiales que matan, su estruendo y sus diálogos frenéticos de los nervios al límite. Las horas indecibles en las que el hombre se siente ya transportado al otro lado alternan con largos ocios en que la reflexión va alumbrando un intento de explicación.

Cuando se desata el conflicto, el protagonista es un soldado ejemplar que cumple escrupulosamente sus obligaciones y las aumenta en la medida de sus posibilidades, contemplando miedo, dolor y rabia como emociones pasajeras que no deben afectar a sus actos. Sin embargo, la experiencia acumulada año tras año acaba por provocar un nublamiento del entusiasmo patriótico, que se percibe de forma clara en la segunda parte del libro. Así, al final de éste es otro hombre el que regresa de las trincheras, y puede decirse que en el conocimiento que ha adquirido se vislumbra, como en embrión, lo que será su vida posterior.

Blog del autor: http://www.jesusaller.com/

domingo, 20 de mayo de 2018

Libia: Réquiem por un traidor

Guadi Calvo

Alainet


Si bien no está claro si el autoascendido a Mariscal de Campo Khalifa Haftar, de 74 años, ha muerto en una clínica de París, a donde fue trasladado desde Jordania tras sufrir un derrame cerebral, o si alguna de las potencias occidentales que operan en Libia desde 2011 ha decidido sacarlo del juego, lo cierto es que desde el miércoles 11, toda la información sobre él es muy confusa.

Khalifa Haftar retornó a Libia en 2011, tras un exilio en Estados Unidos de 20 años, para participar de la guerra que no solo terminó con la vida del Coronel Gadafi, sino que demolió el país; paulatinamente se convirtió en el hombre fuerte de Libia, gracias al apoyo incondicional de Egipto y los Emiratos Árabes Unidos y de un modo más discreto de Catar, Turquía y Arabia Saudita. Llegó a controlar la unidad armada más poderosa del país, el Ejército Nacional Libio, (ENL) con sede en la ciudad de Tobruk, al este del país, a escasos 100 kilómetros de la frontera egipcia, siendo finalmente recibido en París, Moscú y Roma, donde discutió tres cuestiones fundamentales: el fin de la guerra civil, el control de la ola de refugiados que desde puertos libios intentan llegar a Europa (se calcula que hay más de un millón esperando su oportunidad) y por último estabilizar la producción petrolera, ya que son muchas las empresas occidentales con importantes intereses en los yacimientos libios, los más importantes de África.

El “Mariscal”, que nunca ha reconocido el Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA) de Trípoli impuesto por las Naciones Unidas y que encabeza Fayez al-Sarraj, era el candidato con mayores posibilidades de triunfar en las elecciones que, con el apoyo de Emmanuel Macron, en julio pasado, se acordaron en Paris para realizarse este año.

La posible muerte de Haftar no solo afectará a la pacificación y la industria petrolera, sino que profundizará la violencia, que asola al país desde comienzos de 2011 y en la que participan un sinnúmero de organizaciones armadas, entre ellas, al-Qaeda y Dáesh.

Sin Haftar, su ejército, con profundas divisiones internas, no tiene un candidato firme a sucederlo, por lo que se espera que la pugna por alcanzar la jefatura se dirima con más violencia. Esto, para los intereses occidentales es sumamente grave ya que el ELN controla lo que se conoce como la media luna de petróleo del Golfo de Sirte, que cuenta con los cuatro puertos principales por donde sale la mayor parte de las exportaciones de petróleo, que cuentan con la protección de Haftar. La producción petrolero alcanzó el millón de barriles diarios, luego de que, al comienzo de la guerra, disminuyó a unos 300.000.

El petróleo representa casi la única fuente de financiación del país, de los aproximadamente 6 millones de habitantes, casi la mitad se encuentra debajo del umbral de la pobreza.

La posible debilitación de la defensa de los campos petroleros, tras un enfrentamiento interno del ENL, podría acarrear a una situación en la que tanto el Dáesh como otros grupos armados intenten posicionarse para trastornar las exportaciones de crudo. Esto afectará los mercados internacionales, sumándose la también la posible crisis con Irán tras la potencial anulación del acuerdo nuclear en mayo próximo.

El hasta ahora desaparecido general, que tiene ciudadanía estadounidense, cuenta con una larga lista de pecados, fue el responsable de la derrota en la intermitente guerra con Chad (1978-1987) por lo que partió a su exilio estadounidense, donde se incorporó a la CIA, la que durante años lo preparó para derrocar a Gadafi.

En mayo de 2014, Haftar inició la Operación Karama (dignidad), destinada a eliminar a los grupos rivales, tomando el control en torno a ciudades de Tobruk y Benghazi y combatió durante cerca de un año por desplazar al Dáesh de Sirte, llegando a controlar aproximadamente el 60 % del país.

En esta guerra, Haftar no escatimó ningún recurso y en sus operaciones abundaron todo tipo de crímenes por lo que la Corte Penal Internacional (CPI) ordenó la detención de varios comandantes de las fuerzas de ENL, entre ellos la de Mahmoud Mustafa Busayf al-Werfalli, de la brigada al-Saiqa, acusado de la ejecución de prisioneros, incluso por su propia mano. Un equipo de abogados presentó pruebas a la CPI donde se acusa a Haftar y sus fuerzas de crímenes de guerra y de lesa humanidad. Existen registros en las arengas de Haftar a su tropa en octubre de 2015, donde llama a no tomar prisioneros, no importa su edad, ni condición.

Una sucesión sangrienta
De confirmarse la desaparición física o política de Haftar se espera una sucesión conflictiva, ya que el viejo agente de la CIA solo confiaba en un círculo muy pequeño y cerrado, entre ellos sus hijos Khaled y Saddam, cada uno al mando de poderosos regimientos. Otro posible aspirante al poder es Awn al-Forjani, un alto jefe de la tribu de los al-Forjani, a la que pertenece los Haftar, aunque se cree que padece una grave enfermedad que lo sacaría de la carrera. Además, está el general Abdessalam al-Hassi, también miembro de la tribu, quién se desempeña como jefe de operaciones y quien, durante la invasión de 2011, fungió como oficial de enlace con la OTAN, lo que le podría haber generado excelentes contactos con occidente. En la pugna también hay que anotar al general Abdelrazak al-Nadouri, el militar de más alto rango después del mariscal. Es jefe de la región de Darna-Ben Jawad, que incluye la media luna de petróleo, por orden del propio Haftar dirige el asedio “asfixiante” a la ciudad portuaria de Darna desde hace meses, donde la falta de víveres, de nafta, medicinas y de atención médica, está poniendo en riesgo la vida de miles de personas. El último de los militares que podría aspiran es el Jefe del Estado Mayor de la Fuerza Aérea, Sakr al-Jarrouchi. Mientras el único civil anotado es Fadhel al-Dib, asesor político de Hafter y responsable de la reunión con Fayez al-Sarraj, por lo que podría contar con la bendición francesa.

Sin saber si está vivo o muerto el autodenominado Mariscal, la guerra por su sucesión ya está en marcha. El jefe del Estado Mayor del ejército libio oriental, el general Abdelrazak al-Nadouri, sufrió un atentado el miércoles 18 a las afueras de la ciudad de Benghazi. Un coche bomba estalló al paso de su caravana cuando se dirigía a una base militar en Marj. La explosión mató a varios miembros de su escolta e hirió a otros dos, aunque Nathouri salió ileso. Benghazi, fue reconquista por el ENL, en julio último, después de tres años de sitio y fuertes combates.

Por otra parte, de llegar a concretarse las elecciones, la desaparición de Haftar, pondría al hijo del Coronel Gadafi, Saif al-Islam, en una inmejorable posición para triunfar en la contienda aunque la pacificación del país es una cuestión mucho más que distante.

La muerte o desaparición forzada o consensuada de Haftar, más que un réquiem por él, llama a realizarlo por la propia Libia, que ya en el abismo, solo parece encontrar un camino: el de caer todavía en uno más profundo.

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC

Fuente: https://www.alainet.org/es/articulo/192390

sábado, 28 de abril de 2018

Vanessa Redgrave se pone detrás de la cámara para salvar refugiados. La veterana actriz dirige ‘Sea Sorrow’, documental presentado en el Festival de Cannes sobre la crisis de los que huyen de la guerra.

A sus 80 años, tras cinco décadas de carrera y más de 130 películas sobre sus espaldas como actriz, Vanessa Redgrave ha decidido dar el salto a la dirección. No fue algo planeado, ni siquiera algo que fuera buscando. "Tenía que hacerlo. Y cuando tomas una decisión así no te planteas cómo, simplemente lo haces", explica la veterana intérprete en pleno Festival de Cannes, el marco en el que ha estrenado su ópera prima, el documental Sea Sorrow, (Mar de pena) un sentido retrato sobre la crisis de los refugiados en Europa desde una perspectiva actual e histórica.

Como a tanta gente, la imagen de Alan Kurdi, el niño sirio hallado muerto en una playa turca en septiembre de 2015, la conmocionó. Y, a diferencia de mucha gente, Vanessa Redgrave decidió actuar. Literalmente. Produjo un montaje teatral de La tempestad de Shakespeare con el que recaudó ocho mil euros para el British Refugee Council y después de filmar la obra decidió que podía ir un poco más lejos con un documental en el que mostrar no solo todo lo que había visto en sus visitas a campos, sino todo lo que ella misma había vivido.

“Cuando sabes lo bastante de historia, cuando algunos de tus familiares han muerto, cuando miembros de tu familia han estado muy enfermos y has intentado ayudar siempre a la gente, bien sea dando algo de dinero a Oxfam, Médicos sin fronteras… ves las cosas completamente diferentes y te conviertes en otra persona”, comenta. “Intento explicar esto, aunque no sé si debiera ser necesario para mostrar que ver las cosas de una manera distinta es lo que me llevó a dirigir Sea Sorrow, en vez de solo producirlo; porque pensé que tenía una narrativa personal que ofrecer”.

Su obra benéfica tras ver la foto de Kurdi no era ni mucho menos la primera vez que Vanessa Redgrave se volcaba en ayudar a refugiados y víctimas de conflictos. “Mis hijos son maravillosos porque entendieron siempre por qué he dedicado tanto tiempo a ayudar a otra gente”, dice.

Su propia experiencia, cree, como niña evacuada de Londres durante la II Guerra Mundial fue la que la ha llevado a comprometerse toda su vida con los demás. “No fue hasta mucho después que me di cuenta de que aquello fue un trauma para mí”, explica. Por eso dejó sus estudios de teatro para ayudar a los refugiados húngaros en los 50. Y se volcó con el pueblo palestino ayudando en campos de niños refugiados. “Hasta el punto de que me han llegado a acusar de odiar a los judíos, cuando es completamente falso”, aclara.

Sea Sorrow, dirigida mano a mano con su hijo Carlo Nero,  es el último ejemplo de su activismo político, aunque a la actriz no le gusta definirse como tal. “He sido políticamente comprometida, pero no ha sido algo prioritario en mi vida en los últimos 30 años. Siempre he pensado en mí como parte de un partido político, he ayudado en las elecciones y he prometido y prometo que apoyaré a mi candidata laborista, pero no es porque sea políticamente activa sino porque quiero dejar mi voto en contra de Theresa May”, dice tajante.

El Brexit y la política interior británica no forman parte de su documental porque cree que la crisis de los refugiados es un problema más global, “una cuestión de todos los gobiernos europeos”, una crisis humana ante la que piensa seguir actuando. “Quizá porque he perdido a personas muy cercanas [su hija, Natasha Richardson], me siento con derecho a ser dogmática. Es un viejo dicho: donde hay esperanza, hay vida. Y es verdad, creo que es totalmente absurdo perder la esperanza, pero también lo es basarlo todo en la esperanza. Tenemos que basarnos en hechos, en ayudar. Ayuda, no esperanza. Incluso si ayudas a una sola persona, ya cambias situaciones”, cuenta emocionada. “Mi yerno, Liam Neeson, estaba en La lista Schindler, y cada vez que pienso en esa película me impresiona todos los nombres que Schindler salvó, y aun así no pudo salvar suficientes. Salvar una única vida parece terriblemente pequeño cuando hay tantas, pero si puedo salvar una única vida, ya ha merecido la pena este documental”.

https://elpais.com/cultura/2017/05/19/actualidad/1495208849_335739.html

Vanessa Redgrave,  nueva imagen de Gucci
La tribu de los Redgrave

martes, 20 de marzo de 2018

_- Los efectos impactantes en caso de que las armas nucleares vuelvan a utilizarse en la guerra.

_- El Dr. Philip Webber, SGR, describe los efectos impactantes en caso de que las armas nucleares vuelvan a utilizarse en la guerra.



Artículo del sitio web de Huffington Post en el Reino Unido; reeditado: 31 de enero de 2018

Después del final de la Guerra Fría hace unos 30 años, el debate público y la comprensión de la enorme escala del impacto de la guerra nuclear se redujeron a niveles muy bajos. Esto ha cambiado con las recientes pruebas de armas nucleares y el lanzamiento de misiles por parte de Corea del Norte. En este artículo, explico por qué la amenaza de una guerra nuclear puede ser ahora más importante que nunca y por qué todos deberíamos estar al tanto de los últimos estudios científicos sobre los impactos de las armas nucleares.

Dos escenarios de guerra nuclear
Hay aproximadamente 14,900 armas nucleares listas para disparar o en arsenales. 13.800 son desplegados por los Estados Unidos y Rusia, mientras que los 1.100 restantes son desplegados por China, el Reino Unido, Francia, India, Pakistán e Israel. Corea del Norte puede tener un puñado de armas. Con base en una serie de planes de guerra nuclear publicados o filtrados y declaraciones de los líderes políticos, hay dos tipos clave de guerra nuclear a considerar.

El primero es una guerra nuclear global que involucra a los EE. UU. Y Rusia. En este escenario, se dispararían al menos 1800 ojivas grandes, o más de 3000, en los sitios de lanzamiento de armas nucleares, centros de comando, puertos, industria importante, centrales eléctricas y los principales centros de población. Este es un gran número de ojivas nucleares y la mayoría de las ciudades, en particular las capitales estatales o regionales, serían alcanzadas por varias armas nucleares.

El otro escenario principal es un "conflicto regional", por ejemplo, entre India y Pakistán. En este caso, se usarían al menos 100 armas nucleares más pequeñas de las reservas de alrededor de 200 armas que atacan principalmente las grandes ciudades densamente pobladas como Delhi y Karachi. Un escenario de Corea del Norte - EE. UU. Podría ser similar, pero con menos ojivas de mayor tamaño utilizadas.

Todos entienden que cualquier conflicto de este tipo causaría niveles sin precedentes de muertes y sufrimiento, pero lo que no se entiende bien es cuán vulnerable es la sociedad moderna. Además de esto, los estudios científicos más actualizados predicen impactos climáticos globales serios y duraderos que conducen a la pérdida generalizada de cosechas y la hambruna.

El mayor riesgo de guerra nuclear
Desde la Guerra Fría, tanto los Estados Unidos como Rusia han mantenido 1800 ojivas listas para su lanzamiento en cuestión de minutos tan pronto como se detecte un potencial ataque nuclear. Este disparador de cabello nuclear está destinado a prevenir un primer ataque nuclear al garantizar que las armas se lanzarán antes de que sean destruidas. Pero esta política ha traído al mundo muy cerca de una guerra nuclear varias veces en los últimos años cuando se creía que las fallas de los equipos y las señales inocentes eran ataques nucleares en curso y los lanzamientos solo se cancelaron en el último minuto. Ahora, los comandantes nucleares advierten que este riesgo es aún mayor debido a los continuos ciberataques. Muchos argumentan que las armas no deberían mantenerse listas para disparar a corto plazo, ya que siempre sería posible una respuesta nuclear.

La vulnerabilidad de la sociedad al ataque nuclear
El uso de una ojiva nuclear causa una serie de impactos severos: radiación nuclear intensa y un destello cegador de luz mucho más brillante que el sol; una feroz bola de fuego que dura varios segundos; una intensa onda expansiva; minutos u horas después, deposición a gran escala de partículas radiactivas como lluvia radiactiva.

Los sobrevivientes de las bombas arrojadas sobre Japón al final de la Segunda Guerra Mundial hablan de un brillante día iluminado por el sol sumido en la oscuridad a medida que caía lluvia aceitosa y negra. Figuras muertas, negro carbonizado aún en pie. Sobrevivientes quemados y con heridas terminales, con la piel colgando; ojos y otros órganos internos colgando de sus cuerpos. Coches y vehículos lanzados como juguetes, estructuras fuertes reducidas a pilas de escombros. Enormes incendios.

El uso de un arma nuclear hoy sería mucho peor por dos razones: un arma nuclear moderna típica es ahora de 8 a 80 veces más grande; la sociedad moderna depende mucho más de tecnologías de información vulnerables y rutas de suministro de larga distancia para alimentos y combustible.

La sociedad moderna depende en gran medida de la electricidad para alimentar las bombas de calefacción central, para proporcionar agua, información a través de la televisión, Internet y teléfonos móviles. Ataque nuclear significará que no habrá suministro de agua, ni calefacción ni iluminación, ni información, ni señal de teléfono móvil.

Solo existen algunos días de suministro de alimentos en los depósitos regionales de distribución. La red de suministro fracasaría por múltiples motivos: bloqueo de carreteras, interrupción de las comunicaciones, colapso del sistema bancario, destrucción de puertos.

Las organizaciones internacionales de ayuda y los organismos de salud están de acuerdo en que las decenas de miles de víctimas de una sola bomba nuclear superarían todos los intentos de ayudar a los heridos. Como resultado, no habría esperanza de tratamiento para lesiones graves, incluidas quemaduras, huesos rotos, cortes profundos de desechos voladores.

Para agregar a los impactos múltiples, la mayoría de los lugares en Europa occidental están rodeados por objetivos nucleares como estaciones de energía o ciudades, por lo que sea cual sea el clima o la condición del viento, es probable que haya lluvia radioactiva. Puede recibir una dosis letal dentro de unas horas, pero es posible que no experimente ningún síntoma hasta días posiblemente hasta una semana después. La enfermedad por radiación causa vómitos, diarrea y hemorragia interna. Los niños y los ancianos son más vulnerables y tienen más probabilidades de sufrir o morir.

Con los intensos niveles de daños, enormes incendios se extenderían por todas las ciudades principales y otros objetivos, quemándolos en grandes incendios que durarían de días a semanas. Ahora comprendemos que estos enormes incendios causarían impactos climáticos duraderos a nivel mundial.

Un invierno nuclear
Intensos incendios en toda la ciudad alumbran extensas nubes de humo a gran altitud similares a una gran erupción volcánica. Estas nubes bloquean la luz solar y causan enfriamiento. Los últimos modelos climáticos predicen que el uso de unas pocas decenas a un centenar de armas nucleares más pequeñas en el escenario regional India-Pakistán causaría heladas severas, estaciones de crecimiento reducidas, sequía y hambruna que durarían hasta diez años en todo el hemisferio norte. Un escenario de ojiva ruso-estadounidense de 1.800 causaría un período frío duradero con un enfriamiento global promedio máximo de 4 ° C, mientras que una guerra nuclear a gran escala con más de 3.000 cabezas nucleares provocaría un enfriamiento promedio de 8 ° C. Esto es mayor que el enfriamiento promedio de 5 ° C experimentado durante la última edad de hielo, por lo que este sería un invierno nuclear severo que duraría una década.

Mientras que un enfriamiento promedio de solo unos pocos grados puede no parecer muy serio, el impacto crucial son períodos mucho más largos de heladas en invierno y una sequía severa. Habría estaciones de crecimiento dramáticamente reducidas o incluso la imposibilidad de cultivar cualquier cultivo según lo planeado. La agricultura también depende del suministro de combustible para la siembra y cosecha mecanizadas.

Siendo realistas, después de una guerra nuclear a gran escala, uno debe imaginar pequeños grupos de personas embrutecidas y brutalizadas, arrojadas violentamente a la era preindustrial. Suponiendo que algunas personas más alejadas de las bombas pudieran sobrevivir inicialmente a esta catástrofe global, cualquier "recuperación" seguramente se mediría en cientos de años. Debe considerarse una acusación impactante de nuestra civilización moderna de que las existencias actuales de armas nucleares son suficientes para causar una catástrofe global.

La única conclusión que se puede extraer de estos hallazgos es que cualquier uso de armas nucleares sería un desastre mundial y causaría un sufrimiento inaceptable. Las armas nucleares no nos mantienen a salvo sino bajo la constante amenaza de un desastre. Ahora sabemos que hemos evitado esto solo por pura suerte en varios cierres nucleares. En 2017, este entendimiento llevó a 122 países de las Naciones Unidas a apoyar un tratado para prohibir las armas nucleares de la misma manera que las armas químicas y biológicas y para presionar a los estados con armas nucleares para que negocien grandes reducciones de armas. Necesitamos deshacernos de las armas nucleares antes de que se deshagan de nosotros.

El Dr. Philip Webber es presidente de SGR y es autor de numerosos artículos e informes / libros sobre cuestiones relacionadas con las armas nucleares.

Este artículo se publicó por primera vez en el sitio web de Huffington Post en el Reino Unido, como parte de una serie, HuffPost-Apocalypse.

Ver también...
Armas nucleares: una guía para principiantes sobre las amenazas (serie de artículos de SGR)

Armas nucleares del Reino Unido:¿una catástrofe en ciernes? (Informe SGR)

La amenaza de las armas nucleares (proyecto SGR)

http://www.sgr.org.uk/resources/what-earth-could-look-after-nuclear-attack

En la actualidad, los físicos que participaron en la construcción del arma más tremenda y peligrosa de todos los tiempos, se ven abrumados por un similar sentimiento de responsabilidad, por no hablar de culpa. (...)

Nosotros ayudamos a construir la nueva arma para impedir que los enemigos de la humanidad lo hicieran antes, puesto que dada la mentalidad de los nazis habrían consumado la destrucción y la esclavitud del resto del mundo. (...)

Hay que desear que el espíritu que impulsó a Alfred Nobel cuando creó su gran institución, el espíritu de solidaridad y confianza, de generosidad y fraternidad entre los hombres, prevalezca en la mente de quienes dependen las decisiones que determinarán nuestro destino. De otra manera la civilización quedaría condenada.

Einstein: Hay que ganar la paz (1945).55​
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