viernes, 4 de noviembre de 2016

Carta a José Antonio Marina, como aspirante a Ministro de Educación.

Cuarto Poder

Mal empieza José Antonio Marina, cuando dirige una “primera” carta al futuro Ministro o Ministra de Educación para decirle qué es lo que tiene que hacer. Comienza postulando que la mejora de la escuela necesita un “pacto educativo más allá de la escuela”, pues “todos educamos, queriendo o no”. Pero sesga su propuesta inicial, cuando concreta ese punto de partida con una clara posición neoliberal.

En primer lugar, propone, una Carta de los deberes educativos de los ciudadanos, como si la ciudadanía cargase con el peso de la educación de las futuras generaciones. Siendo cierto que cualquier persona influye en otra si se relaciona con ella, es una influencia limitada aunque sea importante. Quizá Marina debería elaborar una Carta de los deberes educativos de los medios de comunicación masivos que son los que realmente conforman y manipulan el pensamiento y las conductas sociales de la mayoría de la población. Y esta influencia no suele contribuir a una educación en valores de justicia, solidaridad, ecología y libertad. Más bien lo contrario. No tenemos más que repasar los programas de entretenimiento más vistos en las televisiones, los videojuegos más vendidos, las películas más taquilleras o las letras de las canciones más escuchadas.

Proponer que los responsables de la educación informal son los ciudadanos es contribuir a ocultar la verdad. Son los grandes monopolios multinacionales de los medios de comunicación quienes configuran fundamentalmente el pensamiento único que teje las mentalidades colectivas hoy en día, y que la ciudadanía asimila progresivamente, con mayor o menor énfasis en cada caso. Si el Ministerio de Educación les pusiera deberes de obligado cumplimiento a los medios de comunicación, para que contribuyeran a la tarea de educar en los valores proclamados en los derechos humanos y en la Constitución, estos monopolios pondrían en marcha todos sus equipos de abogados para demandar al Estado y defenderían su libertad de expresión.

Pero el meollo del discurso de Marina es lo que propone en segundo lugar: indica al Ministerio de Educación que debe privatizar aún más el sistema educativo. Plantea que ya no se puede entender el sistema educativo sin incorporar a las grandes corporaciones multinacionales de la informática y la comunicación (cita a Google, Cisco, Huawei, Telefónica). Que éstas “dedican grandes esfuerzos a la educación” y hay que “implicarlas en la educación, animarles a que aporten conocimientos y fondos”.

Aquí suelta ya la ideología neoliberal: privatización de la educación, abriéndola al negocio. No es suficiente con que financiemos centros concertados (negocios privados) con dinero público. Sino que Marina propone articular de forma clara, con nombres y apellidos, uno de los planteamientos básicos de la LOMCE y que tanto ha cuestionado la comunidad educativa. La LOMCE ya establece que se “entiende por Sistema Educativo Español el conjunto de agentes, públicos y privados, que desarrollan funciones de regulación, de financiación o de prestación del servicio de la educación”. Ello supone que a las corporaciones empresariales y grupos religiosos que financian, prestan o regulan la educación, se les reconozca en pie de igualdad con el sector público, abriendo las puertas a una mayor profundización en el proceso de privatización.

De esta forma, Marina en perfecta conexión con los planteamientos del PP, quiere que las grandes multinacionales, cuya finalidad fundamental es obtener beneficios para sus accionistas, se conviertan en parte del sistema educativo, como agentes de educación, al mismo nivel que el Estado. Los intereses corporativos de accionistas y ejecutivos decidirán sobre la educación de nuestros hijos e hijas. No es de extrañar que Marina, en este contexto, alabe la “gigantesca influencia educadora” de estas corporaciones que, según él, “debemos aprovechar” para la promoción del emprendimiento, de la formación profesional dual (tan contestada por la comunidad educativa), o el negocio de la transferencia de conocimiento de la universidad al mundo empresarial, que tiende a convertir la investigación colectiva y pública en negocio y beneficios para unos pocos.

Avanzar en esta línea de privatización de la educación, dejándola en manos sobre todo de las empresas (2.000 millones de euros al año de dinero público destinados a bonificaciones a empresas para formación), orienta las decisiones políticas que se toman sobre educación a una de sus finalidades, la formación para el empleo. Formarse como profesional es algo necesario, pero subordinado a la meta de una educación integral: formarse como persona en todas sus dimensiones individuales y sociales para avanzar en la construcción de una sociedad más sabia, justa y cohesionada. Por desgracia, la LOMCE y Marina reducen la finalidad de la educación a “entenderse como motor que promueve la competitividad de la economía y el nivel de prosperidad de un país […] para competir con éxito en la arena internacional […] representa una apuesta por el crecimiento económico y por conseguir ventajas competitivas en el mercado global”. Es curioso que Marina no recomiende al nuevo ministro derogar la LOMCE y revertir los 8.000 millones de euros recortados en educación, que son las claves para convertir a España en un gigantesco bar de copas.

No sabemos si, tras su carta, Marina ya se ve como futuro Ministro de Educación en la gran coalición informal presidida por PP y Ciudadanos. La pregunta que nos hacemos es cómo va a “despertar la pasión por aprender”, tal y como entiende el futuro de la educación. Los seres humanos no hemos nacido solo para trabajar. Necesitamos la música, la literatura, el arte, la danza, para emocionarnos. Y todas las ciencias y humanidades para entender nuestro complejo mundo. También debemos aprender a convivir solidariamente con los demás y ecológicamente con nuestro medio y el resto de seres. Los seres humanos vivimos, disfrutamos de la belleza, compartimos, hacemos deporte, soñamos, componemos poesía y música, debatimos, incluso nos apasionamos, no solo somos trabajadores formados por grandes corporaciones para producir más beneficios para sus accionistas, Sr. Marina. Tenemos otra idea de lo que es práctico y útil para las personas. Esta es la educación que deberíamos defender.

Enrique Javier Díez es profesor de la Facultad de Educación de la Universidad de León y Agustín Moreno es profesor de Enseñanza Secundaria en Vallecas (Madrid) y autor del blog de cuartopoder.es ‘La espuma y la marea’. Ambos son miembros del Foro de Sevilla.

Fuente:
http://www.cuartopoder.es/tribuna/2016/11/02/carta-jose-antonio-marina-aspirante-ministro-educacion/9250

El festival de la disrupción. La economía colaborativa reclama su derecho a reinventar la sociedad

El salmón contracorriente

OuiShare Fest Barcelona 2016 cierra sus puertas tras dos días de intenso debate sobre el presente y el futuro de un fenómeno con potencial y potencia para cambiar el sistema económico y social.

Decía Einstein que no podemos usar un mapa viejo para explorar un nuevo mundo. Quizás por eso -nos fiamos del genio- la economía colaborativa puede tomarse la licencia de ser optimista. Viajar sin un guion rígido, aunque con una brújula para recordar dónde está el norte, no le está yendo tan mal después de todo. Y, para prueba, lo que ha ocurrido en Barcelona en los últimos días.

Por segundo año consecutivo, OuiShare Fest ha conseguido reunir en nuestro país a más de 700 personas de todo el mundo para dialogar y definir el papel del fenómeno colaborativo en un futuro que ya es presente. Un rol que, por cierto, se confirma mucho más ambicioso de lo que muchos creían cuando empezó a hablarse de intercambiar ideas, servicios y bienes entre pares a través de la tecnología. “Podemos comenzar a competir contra el sistema dentro del sistema, tanto a nivel económico como social”, aseguraba David de Ugarte, socio fundador del Grupo Cooperativo Las Indias, durante la inauguración.

En este sentido, si algo puede extraerse de esta segunda edición de OuiShare Fest Barcelona, es que la economía colaborativa continúa madurando y, en ese proceso evolutivo, comienza a definir aún más sus principales cualidades. Por un lado, su amplitud y la diversidad de prácticas que engloba; por otro, su carácter abierto e inclusivo, sus ganas de dialogar (con los agentes sociales, con las otras economías); y, finalmente, su capacidad para proponer soluciones reales a los problemas más acuciantes que la “economía del sálvese quien pueda, la Mad Max Economy”, en palabras de Manuel Escudero, Socio de NEARCO Estrategia de Posicionamiento y Crisis, ha provocado.

El paradigma de la colaboración en su estado más esencial y puro se convierte así en una de las salidas a la desigualdad creciente, la fragmentación social, la obsesión enfermiza por el crecimiento y el cambio climático. “Realmente, estáis construyendo una sociedad diferente. Si esto cristaliza, podemos llegar a una sociedad postcapitalista donde el acceso a los bienes básicos sea libre o muy barato, donde trabajemos solo 3 o 4 horas al día, y el resto del tiempo no tenga una utilidad mercantil sino social”, insistía Escudero.

Entre las herramientas de cambio, se ha vuelto a hablar de la tecnología y de lo digital, de conocimiento y datos abiertos. Pero, sobre todo, se ha insistido en la figura del ciudadano que, empoderado, tiene la capacidad y las ganas de intervenir de manera más activa en la gestión de servicios como la salud y la educación, el diseño de las ciudades, la producción y el trabajo, e incluso la democracia. Esta forma de entender la economía colaborativa en positivo, por lo que tiene que aportar, ha permitido analizar el fenómeno en toda su complejidad y tender puentes, como nunca antes, con otros movimientos como el procomún, la economía social, la cooperativa y el decrecimiento.

Como decía Joan Subirats, profesor de Ciencias Políticas en el Instituto de Gobierno y Políticas Públicas, en la clausura de OuiShare Fest Barcelona, “no estamos en un marco de crisis, sino en un cambio de época”. Y la economía colaborativa se ha propuesto estar muy presente, si no liderando, esa transformación social.

Isabel Benítez, periodista y bloguera.


jueves, 3 de noviembre de 2016

Fallece el último británico de las Brigadas Internacionales: Stan Hilton, in memoriam, 80 años después.

Tal como figura en el programa organizado por la Asociación de Amigos de las Brigadas Internacionales (ABBI), entre los días 27 y 29 de este mes de octubre de 2016 tendrán lugar una serie de actos en Madrid que conmemoran el octogésimo aniversario de la llegada a España de dichas brigadas, a fin de luchar contra el fascismo en la guerra que tuvo lugar entre 1936 y 1939. Sirva la oportunidad de esta noticia para recordar los dos últimos fallecimientos de los pocos brigadistas que aún viven:

El primero, Antoine Pinol, murió el pasado 2 de septiembre de 2016 en la localidad francesa de Agen. Pinol era español, nacido en Palamós (Girona) en 1915, había cumplido ya la avanzada edad de 101 años. Siendo muy joven, Antoine emigró para trabajar en Francia. Al estallar la guerra no se lo pensó: por su amor a la libertad y su ideal republicano se unió a un grupo de italianos que cruzaron la frontera y se enroló en el batallón Garibaldi. Luchó en la defensa de Madrid, en el Jarama, Guadalajara y en otras batallas. También en la del Ebro, en la que Antoine fue comandante de la 3ª Compañía del 2º batallón. Recibió una distinción por “su valentía destacándose en el golpe de mano efectuado por su Compañía el día 7 [de septiembre] marchando al frente de sus hombres”.

El segundo fallecimiento ocurrió el pasado viernes y todavía no se tenía noticia en castellano en el momento en que redacto estas líneas, por lo que he de recurrir al texto en inglés recogido en la página International Brigade Memorial Trust.

Se trata de Stan Hilton, el último sobreviviente británico de las legendarias Brigadas Internacionales -tal como se encabeza la noticia- durante la Guerra Civil de España, quien falleció en Australia a la edad de 98 años. Stan fue un joven que a la edad de 19 años abandonó en Alicante el barco de cuya tripulación formaba parte en noviembre de 1937 para integrarse en la 15ª Brigada Internacional: “El pueblo español necesitaba ayuda. Eso era hacer lo correcto”, según sus palabras.

Stan Hilton estuvo en la terrible batalla de Teruel y en la primavera de 1938 luchó con su batallón en Aragón y Cataluña. Nacido en New Haven, Sussex, el 31 de diciembre de 1917, Hilton pasó a servir en la marina mercante a lo largo de la Segunda Guerra Mundial. En 1956 emigró con su familia a Australia, donde trabajó como soldador en el sector de la construcción. Murió en un hogar de ancianos en Ocean Grove, cerca de Melbourne.

Unos 2500 voluntarios de las Islas Británicas se unieron a las brigadas internacionales durante la guerra civil de 1936 a 1939, y un total de 526 de ellos murieron en combate. Al anunciar la noticia, la brigada con sede en Londres Memorial Trust International (CICM) dijo que la muerte del último veterano de la brigada internacional británica marcó el final de una época.

La secretaria BMT Jim Jump dijo que Stan Hilton había ayudado a escribir un capítulo de orgullo en la historia británica del siglo XX. Y agregó: “Si bien su propio gobierno miraba para otro lado y se negó a ir en ayuda de un compañero de la democracia, los hombres y las mujeres de Gran Bretaña que se unieron a las Brigadas Internacionales hicieron algo para salvar el honor y la reputación de su país. Stan y los demás voluntarios pasarán a la historia como los primeros soldados británicos en hacer frente a Hitler y Mussolini en el campo de batalla. Al hacerlo, también son un ejemplo sin igual de la solidaridad internacional y el antifascismo”.

Stan Hilton, in memoriam, 80 años después.

Fuente: http://periodistas-es.com/stan-hilton-in-memoriam-80-anos-despues-77365

El chico famoso en el mundo entero, que vende empanadas en Acapulco, México.


Sin duda se trata de un chico muy inteligente, su actitud no es solo lo más importante. Es como la gallina y el huevo. Qué es primero, su inteligencia y de ahí su actitud, o su actitud consecuencia de su inteligencia?

miércoles, 2 de noviembre de 2016

¿Por qué nos gustan las canciones tristes? El motivo por el cual algunas personas disfrutan de la música triste más que otras tiene mucho que ver con la empatía.

En los últimos tiempos, es frecuente que dramones como Someone Like You, de Adele, encabecen las listas de éxitos, si bien las composiciones musicales lúgubres, como el Réquiem de Mozart, han conmovido a la gente a lo largo de los siglos. Ambas reflejan y provocan un intenso sentimiento de pérdida y tristeza. Sin embargo, el goce de la música triste es algo paradójico. Si en la vida diaria hacemos lo imposible por evitar la pena, ¿cómo es que, en el arte, se pueden experimentar sin peligro, disfrutar intensamente, e incluso exaltar temas como la pérdida?

Durante mucho tiempo, a los investigadores nos ha desconcertado este fenómeno, y no ha sido hasta hace poco cuando hemos empezado a entender mejor cómo disfrutamos de la música. Ahora, un nuevo estudio publicado en Frontiers in Psychology, del que soy autor junto con varios compañeros, ha descubierto el motivo por el cual algunos de nosotros disfrutamos de la música triste más que otros. Resulta que tiene mucho que ver con la empatía.


La investigación ya había demostrado que, habitualmente, los individuos con una mentalidad abierta valoraban mucho la sofisticación de la música, mientras que los "sistematizadores" ‒las personas muy interesadas en los patrones, los sistemas y las normas‒ solían preferir la música intensa, como el rock y el punk.

Pero, ¿qué pasa con la música triste? ¿Seguramente no gustaría a nadie si no fuese porque la emoción que se experimenta al oírla no es auténtica tristeza, sino una versión transformada de la misma? Basándonos en extensos estudios sobre qué siente la gente cuando oye música triste, sabemos que, en general, esas experiencias encajan en diferentes categorías.

Para algunos, la música triste ahonda y amplifica realmente los sentimientos de pérdida y pesar. Ambas son emociones conectadas con sucesos y recuerdos personales. Estas vivencias no son ni mucho menos placenteras y, por lo tanto, no ofrecen una explicación a la paradoja. A otros les despierta un sentimiento de melancolía, esa sensación que experimentas, por ejemplo, un día lluvioso después de que tu equipo favorito haya sido derrotado.

El misterio de sentirse conmovido
Sin embargo, el tipo de experiencia más curiosa es la sensación de que algo te está conmoviendo, que, en nuestra opinión, es la base de nuestra fascinación por la música triste. Esta experiencia puede ser difícil de describir con palabras, pero suele ser intensa y placentera. Sin embargo, parece que no todo el mundo es capaz de experimentarla. ¿Y quién lo es, entonces? Intuitivamente, sería lógico que quienes sienten empatía con facilidad, también se conmuevan con facilidad.

Para comprobar esta hipótesis, reunimos una muestra formada por 102 participantes que fuese representativa del país, para un experimento de escucha. Les pusimos Discovery of the Camp, de Michael Kamen, una pieza triste de música instrumental que sonaba unos instantes en la miniserie Hermanos de sangre. En un estudio piloto inicial, la gran mayoría de la gente no había sido capaz de reconocerla.

Tomamos la decisión de centrarnos en piezas de música instrumental que era improbable que los participantes hubiesen oído con anterioridad con la intención de excluir cualquier fuente externa de emoción, como recuerdos específicos relacionados con una determinada composición musical o con interpretaciones de la letra que pudiesen tener los entrevistados. En otras palabras, queríamos asegurarnos de que las respuestas emocionales las provocase la propia música.

Asimismo, pedimos a los oyentes que nos proporcionasen información sobre toda una serie de variables de fondo, entre ellas si eran muy propensos a sumirse en la nostalgia, y cuáles eran su estado de ánimo y de salud y su calidad de vida en esos momentos. También trazamos un perfil de sus preferencias musicales y utilizamos la medida estándar de la empatía ‒el "índice de reactividad interpersonal" ‒ para cuantificar en qué medida tenían esta capacidad.

Las experiencias generadas por la pieza musical en concreto iban desde sentirse relajado o conmovido a ‒en algunos casos‒ ponerse ansioso o nervioso. Los participantes que se conmovieron hablaron de sentimientos intensos, placenteros, y, sin embargo, al mismo tiempo tristes. Significativamente, descubrimos que las personas que se habían conmovido con la pieza también tenían valores elevados de empatía. Y viceversa, quienes tendían a sentir poca empatía, apenas declararon haberse sentido conmovidos por la música.

Aún hay más: nuestros descubrimientos indican que la clave del disfrute no reside solo en la capacidad de empatizar con los sentimientos sombríos que expresa la música, sino también en la de autorregularse y distanciarse del proceso. Este componente específico de la empatía se conoce como "preocupación empática". Mientras que empatizar significa reaccionar al sentimiento percibido en alguien experimentando un sentimiento similar, la preocupación empática significa también sentir ternura, compasión y simpatía por él. Este rasgo específico era el que pronosticaba con más acierto si nuestros participantes iban a afirmar que se habían sentido conmovidos por la música.

Entender los resultados
Esta investigación viene a sumarse a una serie de trabajos que indican que en la apreciación de la música interviene la cognición social. La gente sensible y dispuesta a empatizar con las desventuras de otros ‒en este caso, representados por la música triste‒ se ve recompensada en cierta manera por el proceso. Existen diversas teorías sobre la causa.

La recompensa podría ser puramente bioquímica. Todos hemos experimentado una sensación de alivio y serenidad después de haber llorado a gusto. La causa es un cóctel de sustancias químicas generado por el llanto. Una teoría reciente propone que basta incluso con una tristeza ficticia para engañar a nuestro cuerpo y desencadenar esa reacción endocrina, cuya finalidad es aliviar el dolor mental que implica una pérdida real. Esta reacción la provocan hormonas como la oxitocina y la prolactina, que en realidad inducen en nosotros sensaciones de consuelo, ternura y un suave placer. Es probable que esta mezcla hormonal sea particularmente potente cuando se eliminan de la ecuación la pérdida y el pesar reales, cosa que se puede hacer con frecuencia en el caso de la tristeza inducida por la música.

También es posible que el efecto sea principalmente psicológico. En este caso, quienes se permiten sumergirse emocionalmente en la música triste no hacen ni más ni menos que ejercitar su repertorio emocional de una forma gratificante en sí misma. La capacidad de entender las emociones de los demás es fundamental para navegar por el mundo social en el que vivimos y, en consecuencia, es probable que ejercitar esa habilidad proporcione una recompensa debido a su sentido evolutivo.

La música casi se podría comparar con una potente droga. Si la empatía constituye el meollo de la transformación de esa "droga" en placer o en dolor, ¿no se podría utilizar la propia música para entrenar a la gente para que fuese más empática?


Todavía no lo sabemos, aunque sea corriente emplear la musicoterapia para recuperar a personas con trastornos emocionales como la depresión y la baja autoestima. Sin duda, entender las transformaciones emocionales inducidas por la música triste nos ayudaría a comprender cómo se podría utilizar la intervención musical en individuos que sufren trastornos emocionales.

Aunque no hayamos descifrado del todo el código de estas transformaciones, el nuevo estudio es un primer avance. En todo caso, parece que darse permiso para dejarse transportar y sumergirse en un viaje musical a la tragedia y el dolor puede ser justamente lo que su mente social anhela y necesita para mantenerse en forma.

Tuomas Eerola es Profesor de Cognición musical en la Universidad de Durham, y trabaja en el proyecto 'Dulce tristeza. Entender los mecanismos que intervienen en el disfrute de la música triste'.

Este artículo fue publicado originalmente en inglés en la web The Conversation


http://cultura.elpais.com/cultura/2016/09/22/babelia/1474560262_314482.html?rel=lom

martes, 1 de noviembre de 2016

El Tolstói de los zulús. El libro 'Entre el mundo y yo', de Ta-Nehisi Coates, debería leerse en España tanto como se ha leído en EE UU, donde ha recibido el premio nacional de no ficción.

“Cuando los zulús produzcan un Tolstói nosotros lo leeremos”. ¿A quién se refería  Saul Bellow con esa primera persona del plural en una de sus más célebres y denostadas citas? Ese “nosotros” que el gran novelista utilizó incluía a los blancos y excluía a los negros. No podía ser de otra manera siendo Bellow un estadounidense de Chicago y un judío descendiente orgulloso de la gran tradición literaria europea. Es muy probable que el novelista lo dijera sin ánimo de ofender, que no pensara que la misma ciudad en la que él vivía y escribía estaba poblada en sus afueras por negros descendientes de esclavos. Bellow se metió en muchos jardines en sus últimos años, probablemente por no percibir que cuando dices algo hay al otro lado personas sometidas a la injusticia, que ven mermados sus derechos a diario y que han nacido para servirnos. No imaginaba que sus palabras llegarían a un escritor negro nacido en 1975,  Ta-Nehisi Coates, que se crió en un barrio pobre de Baltimore y que, aún habiendo crecido en una familia comprometida con el activismo radical, heredó el terror de sus antepasados, respiró el miedo a veces agresivo de sus padres a que le pasara algo, padeció el miedo que le provocaban las pandillas, tembló cada vez que la policía asomaba la nariz por sus aceras y fue consciente desde niño de que su color le convertía en un cuerpo a merced de los abusos policiales. Todo eso lo cuenta este periodista editor de la revista The Atlantic en un libro,  Between the World and Me (Entre el mundo y yo) que debiera leerse en España tanto como se ha leído en EE UU, donde ha recibido el premio nacional de no ficción 2015. Las palabras de Coates están dirigidas a su hijo, al que cuenta lo que significa ser negro en el país de los grandes sueños; de hecho, llama "soñadores" a los blancos y los culpa absolutamente de perpetuar un sistema que les condena a la exclusión o a ser ciudadanos de tercera.

Los datos económicos le dan la razón a Coates: los cien multimillonarios americanos que encabezan la lista Forbes suman más dinero que toda la población negra. Aun con medidas correctoras, a los negros les costaría doscientos años ponerse a la altura económicamente de sus compatriotas blancos. Solo el 40% de los negros posee una vivienda, comparado con el 70% de los blancos. La propiedad de una vivienda supone grandes ventajas fiscales para sus dueños, por lo tanto, se da más al que más tiene. Para colmo, en los barrios con población negra las viviendas se revalorizan menos, dado que los blancos evitan vivir en una zona donde haya un 25% de población negra. Esto se traduce en menos compradores y en unos precios más bajos. El resultado es que tras el fin formal de la segregación racial prosiguió una segregación económica. Es decir, las diferencias y por tanto las heridas entre las dos comunidades jamás se han cerrado. Si no fuera por los frecuentes casos de brutalidad policial, este asunto estaría fuera del debate político.

Coates ha escrito un libro desalentador porque no quiere mentir a su hijo, no es creyente y no se identifica con los negros que alzan sus manos al cielo en los servicios religiosos convencidos de que llegarán a la tierra prometida donde una justicia ciega trate a todos los ciudadanos por igual. El autor de este alegato contra el sistema americano no está dispuesto a tener esperanza, se niega, y así desea transmitirle a su hijo lo que él piensa de la habitual cantinela nacionalista del discurso americano: "Esta es la base del sueño: que sus adeptos no solamente deben creer en él, sino que deben creer que es justo, creer que su posesión del sueño es el resultado natural de las agallas, el honor y las buenas obras". Pero en algo disiento del autor: la esperanza está contenida en estos libro, dado que nos explica sin darnos un minuto de respiro cómo sería vivir en un cuerpo de tez oscura, nos obliga a calcular la cantidad de recelos, miedos y rencor que atesoraríamos desde el nacimiento.

Coates vincula su existencia a la de los esclavos. En realidad, ha pasado muy poco tiempo. Todos los negros descendientes de la esclavitud leerán este libro como si un padre les estuviera hablando, incluida Michelle Obama. Pero también nosotros debemos saber qué ocurre cuando la suerte está echada desde la casilla de salida.

El autor encontró en un ensayo del periodista negro Ralph Wiley una deslumbrante contestación a la ironía de Bellow: "Tolstói es el Tolstói de los zulús. A menos que uno obtenga algún beneficio al vallar el patrimonio universal de la humanidad para otorgarle una propiedad tribal exclusiva". En descargo de Bellow, pensemos que era ya un viejo, inmerso en exceso en un mundo cultural acotado. Pero nosotros ya no tenemos excusa. No hablo de herir la sensibilidad de personas con la piel muy fina, sino la de gente a la que no vemos, porque en el fondo nuestro bienestar se sostiene por su postergación.

http://cultura.elpais.com/cultura/2016/10/21/actualidad/1477063862_213143.html

lunes, 31 de octubre de 2016

Con violencia despiadada. Los clérigos de las religiones monoteístas han recurrido al terror y la desolación para mantener a raya a sus fieles o a los creyentes de otras confesiones. Es lo que hoy hacen los matarifes del Estado Islámico.

Como ya advirtió Max Weber, con aquella fuerza sintética que siempre caracterizó su escritura: “Toda organización de la salvación en una institución universalista de la gracia se sentirá responsable de las almas de todos los hombres, o al menos de todos los que le han sido confiados, y por ello se sentirá obligada a combatir, incluso con violencia despiadada, toda amenaza de desviación en la fe”. Nada sobra, nada falta: la organización de salvación en instituciones universalistas, esto es, la clerecía, si puede, recurrirá a la violencia despiadada: tal es la ley que atraviesa todas las historias de las religiones de salvación hasta que un poder civil, que no construye su legitimidad en la lectura de ningún libro sagrado, es capaz de reducir la religión al ámbito y al espacio que le son propios: la comunidad de creyentes y el templo.

Pero tanto la religión cristiana, como la musulmana y la judía han erigido sus templos —catedrales, mezquitas, sinagogas— en el centro del espacio público para que sus sacerdotes, imames y rabinos dominen desde esas imponentes construcciones la vida de los fieles, sus creencias y su moral, y para mantener a raya a los fieles de otras iglesias o los creyentes de otras religiones. No existe ninguna clerecía administradora de una religión de salvación que no haya pretendido que su voz, desde el púlpito, el minbar o el amud, se extendiera sobre todo el espacio circundante hasta llegar a someterlo a su mandato. Así es como los clérigos creen cumplir su misión como responsables de la salvación universal, aunque para lograrlo tengan que mezclar, según las ocasiones, la persuasión con el terror. Nada importa que, en sus orígenes, la religión de salvación haya germinado en comunidades de fraternidad y amor, como sin duda lo fue entre los primeros cristianos; cuando llegan los clérigos y se constituyen en poder, la fraternidad se transforma en odio y por amor se es capaz de llevar al matadero al hermano en la fe si sucumbe a la tentación de desviarse de la sagrada doctrina.

Por eso es vana, para alguien que no crea en una determinada religión, la pretensión de establecer cuál es su verdadero contenido o cuál el significado único de su libro sagrado: no hay ni puede haber un islamismo verdadero, de la misma manera que nunca hubo un cristianismo ni un judaísmo verdaderos, siempre idénticos a sí mismos durante todo el tiempo y en cualquier circunstancia. Más aún, los clérigos de las religiones asociadas a una concreta moral pública y de las que se derivan determinadas prácticas políticas, como ocurre con las tres monoteístas, suelen contemplar cómo surgen de sus mismas entrañas voces que se alzan contra la interpretación de la palabra divina sobre la que ellos construyen su poder; son los herejes, perseguidos y condenados a la hoguera por desviarse de la verdadera fe establecida por los dueños de los textos sagrados. Antes que a un infiel, que por definición no cree en la palabra revelada, a quien mata un creyente es al hereje, que le disputa el control de esa palabra.

Si disponen de poder para hacerlo o lo creen en peligro, derraman la sangre del infiel o del hereje
De ahí que pueda predicarse de todas las religiones monoteístas, contempladas a lo largo de siglos, aquello que Carl Schmitt decía de la católica, que era una complexio oppositorum: paz de Dios junto a guerra santa; o también: guerra santa y tregua de Dios. Lo mismo puede decirse de la judía y de la musulmana, las tres monoteístas, las tres basadas en un libro sagrado que contiene verdades reveladas, las tres —y este es el punto que aquí interesa— regidas por una clerecía, formada exclusivamente de hombres que por elección divina se encuentran investidos de autoridad para interpretar la palabra. Son ellos, los clérigos, quienes transmiten en cada momento y por medio de rituales que solo ellos pueden celebrar, y en los que solo ellos toman la palabra, el verdadero y único sentido de la fe revelada. En las tres religiones, los libros sagrados son mudos hasta que alguien, con el poder derivado de su consagración como clérigo, interpreta lo que allí quedó escrito.

Las tres con largos tramos de sus respectivas historias en los que no solo era posible sino voluntad misma de Dios, Alá o Jehová morir o matar en defensa de la fe, una voluntad que se transforma en violencia despiadada sobre las cosas y las personas cuando los clérigos sienten amenazado el poder de vida y muerte que detentan sobre la sociedad. En la larga y sangrienta historia de las religiones, no es posible encontrar ninguna dotada de ritos que celebrar, de libro sagrado en que creer y de clérigos a quienes obedecer, que no haya servido como instrumento de muerte y desolación cuando el dios de los creyentes alcanza la categoría de único dios en el mundo, cuando del libro sagrado se derivan leyes que rigen la conducta de los miembros de toda la sociedad y cuando los clérigos reclaman para sí y conquistan el poder de erigir sus templos sobre las ruinas de los antepasados, de destruir estatuas que el paso del tiempo ha convertido en símbolos perdurables de otros cultos y otras creencias, o de enviar a disidentes y heterodoxos a la muerte, después de conducirlos en procesión por las vías públicas: los herejes o las pobres brujas que la santa Inquisición llevaba a la hoguera tras someterlos a refinadas torturas; esos desventurados cristianos degollados hoy como corderos ante la mirada del mundo. Antes que derramar su sangre como mártires de la fe, los clérigos de las religiones de salvación, si pueden, si disponen de poder para hacerlo, o creen que ese poder corre peligro, derramarán la sangre del infiel o del hereje. Siempre lo han hecho, siempre lo van a hacer.

Los yihadistas ejecutan igual el sacrificio de vidas humanas y la destrucción de estatuas milenarias
Nosotros guardamos en la memoria alguna reciente experiencia de toda esta desgracia. En aquel estremecedor y admirable panfleto que será por siempre Los grandes cementerios bajo la luna, el católico Georges Bernanos, procedente de la derecha nacionalista francesa y testigo horrorizado en 1936 de las matanzas en Mallorca, en las que tomaba parte uno de sus hijos bajo el mando del impostor conde Rossi, dejó escrito que “el Terror habría agotado desde hace mucho tiempo su fuerza si la complicidad más o menos reconocida, o incluso consciente, de los sacerdotes y de los fieles no hubiera conseguido finalmente darle un carácter religioso”. Fue primero el terror implantado por militares y fascistas; luego llegaron los clérigos: la religión católica vino a sacralizar la práctica derivada de una política de muerte. No fue que los rebeldes, por creyentes, mataran; fue que los asesinos, para proseguir su acción hasta el exterminio, la revestían de aura sagrada y la tomaban como prenda de salvación: la alta clerecía había predicado una guerra santa, una cruzada contra infieles e invasores que, con la religión, destrozaban la patria; su destino no podía ser otro que la muerte.

La palabra yihad podrá significar, para los eruditos en la interpretación de textos sagrados, lo que quiera que sea: esfuerzo, ayuda, lucha de liberación. Da igual. Es una auténtica yihad vivida como guerra santa —si fueran cristianos: una cruzada— lo que hoy repiten, celebrando ese horrible ritual ideado para transmitirse a todos los confines del mundo por las redes globales, los matarifes del Estado Islámico bajo la atenta mirada de un clérigo, todo vestido de negro, que observa a corta distancia y con idéntica impasibilidad el sacrificio de vidas humanas y la destrucción de estatuas milenarias.

Santos Juliá es historiador.

http://elpais.com/elpais/2015/02/07/opinion/1423332423_139484.html

domingo, 30 de octubre de 2016

KEN LOACH. Yo, Daniel Blake “Todas las historias humanas son políticas”. El cineasta inglés estrena a sus 80 años. 'Yo, Daniel Blake', con la que ganó en el pasado festival de Cannes su segunda Palma de Oro

Yo, Daniel Blake es la historia de un hombre bueno abandonado por un sistema malo. Un trabajador honrado sufre un ataque al corazón que le condena al reposo. Sin ingresos, solicita apoyo del Estado y se ve enredado en una cruel espiral burocrática. Esperas absurdas al teléfono, entrevistas humillantes, formularios estúpidos, funcionarios a los que el sistema ha desprovisto de empatía. Kafka en los años de la austeridad. En esa deshumanizadora espiral Daniel se encuentra con Katie, madre soltera de dos hijos, obligada a mudarse a Newcastle porque el sistema dice que no hay lugar donde alojarlos en una ciudad, Londres, con 10.000 viviendas vacías. Daniel se convierte en un padre para Katie y un abuelo para los niños. La humanidad que desprenden subraya la indignidad del monstruo que los condena. He ahí, como habrán reconocido sus fieles, el toque Ken Loach.

Su cine siempre ha estado del lado de los de abajo y, con 80 años, la realidad le sigue proporcionando argumentos para ponerse detrás de la cámara. Yo, Daniel Blake, Palma de Oro en el último festival de Cannes (la segunda de Loach), es una película espartana. No hacen falta piruetas para conmover con esta historia que escribió Paul Laverty, amigo y guionista, después de patearse bancos de alimentos, centros de empleo y otros escenarios trágicos del Reino Unido de hoy, donde conoció a muchos daniels y katies. La realidad de Loach (Nuneaton, 1936) está ahí fuera para quien quiera verla. Pero en un mundo inmune a los datos, la emoción que despliega el cineasta para contar esa realidad resulta más valiosa que nunca. Recibe a EL PAÍS en sus oficinas del Soho londinense.

Pregunta. ¿Cómo hemos llegado a la situación que describe su película?
Respuesta. Es un proceso inevitable, es la forma en que se ha desarrollado el capitalismo. Las grandes corporaciones dominan la economía y eso crea una gran bolsa de gente pobre. El Estado debe apoyarlos, pero no quiere o no tiene recursos. Por eso crea la ilusión de que si eres pobre es tu culpa. Porque no has rellenado tu currículo correctamente o has llegado tarde a una entrevista. Montan un sistema burocrático que te castiga por ser pobre. La humillación es un elemento clave en la pobreza. Te roba la dignidad y la autoestima. Y el estado contribuye a la humillación con toda esa burocracia estúpida.

P. ¿Abandonar a los más desfavorecidos es una elección política?
R. Es una elección política nacida de las demandas del capital. Si los pobres no aceptasen que la pobreza es su culpa, podría haber un movimiento que desafíe el sistema económico. Los medios hablan de gente vaga, de adictos, de personas que tienen demasiados hijos, que compran televisores grandes… Siempre encuentran historias para culpar a los pobres o a los migrantes. Es una forma de demonizar la pobreza. Este invierno muchas familias tendrán que elegir entre comer y calentarse. Hay una determinación de la derecha para no hablar de ello y es asombroso que lo toleremos.

P. La situación recuerda a Cathy Come Home, su película de 1966 sobre una familia joven que se ve en la calle. ¿Qué ha cambiado en 50 años?
R. Ahora es peor. Entonces aún funcionaban los elementos del Estado de bienestar, ahora no. La sociedad hoy no está tan cohesionada. Sucede en toda Europa. El sistema se ha vuelto peor porque el proceso capitalista avanza.

P. ¿Las historias humanas son su vehículo para articular mensajes políticos?
R. Todas las historias humanas son políticas. Tienen consecuencias políticas. Ni Katie ni Dan son animales políticos. No dan discursos, no van a reuniones. Pero la situación en la que se encuentran está determinada por la política. Tiene que haber individuos. No vale alguien que represente algo. Deben ser idiosincráticos. Deben ser personas con cosas particulares que las hagan especiales.

P. ¿Todo el cine es político?
R. El cine estadounidense rinde culto a la riqueza. Los personajes tienen dinero y casas bonitas. Y nunca se explica de dónde viene ese dinero. Todos se ven muy saludables, con cuerpos perfectos. El subtexto es que la riqueza es buena, que el privilegio es bueno. Además de otros mensajes, como que el hombre con la pistola resolverá todos tus problemas. Hay una agenda de derechas en el cine estadounidense. Excepto Chaplin, claro. Sus películas contienen una cierta política radical, la del hombre pequeño que gana.

P. Usted apoya a Jeremy Corbyn, el controvertido líder laborista ¿Cree que su proyecto de izquierda podría cambiar la realidad que describe en su película?
R. Sí, soy optimista. Sanders, Podemos, Syriza... Hay una sensación de que otro mundo es posible. El auge de Corbyn es muy esperanzador, pero es sistemáticamente atacado por toda la prensa, la BBC, incluso los periódicos de izquierdas. Es una gran lucha, pero es muy popular entre las bases.

P. A menudo, como ha demostrado su país, sucede que entre los más desfavorecidos calan los mensajes populistas y xenófobos.
R. Ofrecen una respuesta simple: los inmigrantes se llevan tu trabajo. Es lo mismo que el auge del fascismo en los años 30. Es fácil señalar al diferente. La gente siempre es vulnerable a las respuestas sencillas. La izquierda tiene una respuesta más complicada.

P. ¿Qué piensa cuando oye decir a Theresa May que los tories son el partido de la clase trabajadora?
R. Sería una broma si no fuera porque nadie se lo discute. Es un Gobierno que utiliza el hambre como arma, que hace a la gente hambrienta para disciplinarla. Es propaganda.

P. Insinuó que Jimmy’s Hall (2014) iba a ser su última película, pero volvió y ganó la palma de oro. ¿Con esta sí echa el cierre?
R. No lo sé. Como en fútbol, iremos partido a partido. Hay muchas historias que contar pero físicamente el cine es muy exigente.

P. ¿Cómo le gustaría se recordado?
R. Como alguien que no se rindió, supongo. No rendirse es importante, porque la lucha sigue. Y la gente tiende a rendirse cuando se hace vieja.

http://cultura.elpais.com/cultura/2016/10/22/actualidad/1477145409_049665.html

Freinet y la enseñanza de la gramática. Composición escrita, Gramática

Ayer se celebró el 50 aniversario de la muerte del pedagogo  Célestin Freinet. Es una buena ocasión para recuperar y compartir un fragmento de mi comunicación en las jornadas Getxolinguae de 2013, que llevaba este título: Si la gramática (no) fuera inútil. Historia de un largo debate:
En los ambientes renovadores de nuestro contexto educativo, la figura de Freinet quizá ha sido la que mejor ha representado la condena de la [enseñanza de la] gramática. Su obra, publicada en España en los años 70 del pasado siglo por las editoriales Fontanella y Laia, dio argumentos de autoridad a algunos sectores del profesorado, sobre todo de la educación primaria, en su rechazo de un modelo de enseñanza de la lengua basado en la memorización de reglas y en ejercicios mecánicos sin relación con el uso de la lengua. “Si la gramática fuera inútil”: este era el lema provocador con el que Célestin Freinet llamaba a abandonar el estudio de reglas ortográficas y gramaticales por su escasa o nula utilidad para aprender a usar la lengua.
Freinet, en efecto, a lo largo de los escritos reunidos en Los métodos naturales. Vol. I. La enseñanza de la lengua niega la utilidad de las lecciones sobre ortografía y gramática, del aprendizaje de reglas y normas,   de los ejercicios pautados, etc. para iniciarse en la lectura y la escritura y para desarrollar las destrezas básicas de comprensión y de expresión:
 La Escuela se imagina que el pensamiento y la expresión de este pensamiento pueden montarse y construirse como se monta una máquina, por adición y disposición de las piezas que la componen, preparadas anteriormente. Si esto fuera verdad, el primer estadio de las adquisiciones lingüísticas sería evidentemente el conocimiento perfecto de las reglas y principios sin los cuales la mecánica no podría funcionar. (p. 226)
Frente a este modelo escolar, Freinet nos proponía un “método natural”, la lectura y la escritura en contextos de comunicación vivos, en los que leer y escribir sea grato y tenga sentido para los niños: la correspondencia entre alumnos de diferentes escuelas, la publicación de los propios textos en la imprenta de aula, la preparación de informes y conferencias, etc.  son algunos de estos contextos propuestos. En ellos, los aprendices despliegan sus conocimientos, desarrollan sus capacidades y se interesan por los recursos que desconocen y que necesitan para expresar y comunicar aquello que se proponen:
 En nuestro método natural de aprendizaje de la lengua [partimos] de la vida del niño, de su expresión oral y escrita, de su texto libre […] Al tantear, el niño busca sin cesar, conscientemente o no, la respuesta esencial y constructiva a los problemas complejos que le plantea la vida. No tantea sólo para conocer, sino para reaccionar ante los acontecimientos con un máximo de éxito. (p. 243)
Sólo cuando el niño manifiesta esta necesidad, o cuando la suscita el profesor, tiene sentido introducir como ayuda los conocimientos explícitos sobre la ortografía y la gramática.
Examinemos un fragmento en el que se muestra cómo la ayuda del maestro en cuanto a las necesidades gramaticales tiene sentido dentro del proceso de revisión y mejora de los textos:
 Los niños  […] comprenden que se deba a veces completar las frases que terminan demasiado bruscamente, cambiar o modificar ciertas palabras vulgares, estridentes, o que no tienen una resonancia de acuerdo con el texto […] Evidentemente, corresponde al maestro orientar y dirigir esta labor de perfeccionamiento en función de las necesidades sintácticas reglamentarias. No habrá de aportar reglas en un trabajo que es pura sutileza y, por ello, difícil de definir. Se trata, verdaderamente, de un trabajo de pulimento del texto y que se hace por tanteo experimental únicamente.
[…] Este trabajo de elaboración, exactamente equiparable al del adulto, escritor o poeta, es  particularmente sensible en la elaboración colectiva de nuestros poemas de niños. No comporta ninguna norma precisa: se tacha, se vuelve a empezar, se vuelve, a veces, a la expresión espontánea que el ulterior correría el riesgo de pervertir. Es la creación literaria con toda su complejidad, pero también con todas sus virtudes entusiasmantes y fecundas.
En este trabajo de preparación [es necesario] tener a mano en nuestro fichero de documentos, o en nuestra biblioteca de trabajo, bellos textos de escritores o de poetas, para leer en el momento oportuno, a fin de mostrar cómo otras personas,  en circunstancias parecidas, han utilizado palabras  y frases para expresar con brío sus pensamientos y sus reacciones ante los elementos de la vida. (pp. 247-248)
Freinet aconseja centrarse, durante los primeros cursos de primaria, en la preparación del texto: pulirlo y completarlo, sin dar ninguna explicación gramatical. Pero a partir del cuarto curso, el trabajo de “pulimento de los textos” se deberá acompañar de explicaciones técnicas elementales. Freinet opone este modo de proceder –la reflexión sobre la lengua unida a su uso- a los ejercicios más o menos sistemáticos que los alumnos han de realizar sin conexión con la tarea de elaboración cuidada de los textos.
Además, Freinet es consciente de que pueden ser necesarios ciertos ejercicios destinados a la adquisición formal de los conocimientos gramaticales, “indispensables para satisfacer los programas y los exámenes”. Estos ejercicios no son peligrosos si “dejan siempre en primer lugar la adquisición de la lengua”. Los ejercicios sugeridos son:
  • Observaciones gramaticales (por ejemplo, sobre clases de palabras) que los alumnos están produciendo a partir de los textos que los alumnos están elaborando y reflexión sobre las lagunas de los propios textos en relación con las formas lingüísticas observadas.
  • Actividades estructuradas y autocorrectivas que estarán disponibles para que los alumnos las realicen según las lagunas y dificultades constatadas en sus textos.
  • Análisis de enunciados complejos, que no se deben presentar “como un jeroglífico de nombres extraños”, sino que han de estar destinadas a desentrañar el sentido de estos enunciados.
En conclusión, creemos que se ha de matizar la imagen de Céletine Freinet como un radical antigramaticalista. Como se ha examinado, la reflexión sobre lo que el aprendiz hace cuando escribe, y sobre las formas lingüísticas que usa, se considera indispensable para apropiarse de las destrezas de escritura. Sin embargo, como ha señalado Anna Camps , no hay en Freinet ni una planificación de la reflexión gramatical ni una revisión de los contenidos gramaticales tradicionales que permita hacerlos más aptos para el aprendizaje del uso.

Quizá También Te Interese:

sábado, 29 de octubre de 2016

Entrevista a Miguel Riera sobre los 40 años de "El Viejo Topo" “Nos gustaría apoyar la idea gramsciana de construcción de un bloque histórico capaz de impulsar una transformación real”

Salvador López Arnal


Miguel Riera es el director de la revista El Viejo Topo. -Sé que recuerdas el grito-recomendación del Manifiesto: “Proletarios de todos los países, ¡uníos!”. Pero si conoces una variante más moderna. Nos hemos reunido los topistas de muchos lugares hace muy pocos días y hemos lanzado nuestro lema, una versión actualizada del anterior: “¡Topistas del mundo, uníos! ¡Este no es nuestro mundo!” De paso hablamos de nuestra historia y hemos recordado nuestros cuarenta años, nuestro 40 aniversario al lado del viejo topo marxista que sigue haciendo pacientemente su trabajo: cava y cava. Un encargo del colectivo reunido: ¡que te felicite! Lo hago y añado: 40... y 30 años más. Y que sigas con nosotros, que sigamos todos.

Para situarnos en la historia de una de las publicaciones españolas de izquierda más adultas, viajemos si te parece a 1976. ¿Quién eras tú en aquellos momentos? Creo que habías estudiado Químicas, venías del mundo científico.
-Sí, estudié químicas. Al acabar la carrera estuve cinco años investigando en un organismo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. El tema de la tesis era “Radicales libres inertes funcionalizados”. Ya ves, la vida nos lleva por caminos inesperados.

-¿Radicales libres inertes funcionalizados! ¿Y eso qué debe ser? No me atrevo a preguntarte. ¿Por qué os dio por fundar una revista?
-Bueno, supongo que fue una modesta contribución a la lucha contra el franquismo y el posfranquismo. En la Universidad viví los años del Sindicato Democrático, de las manifestaciones, las expulsiones... creo que se nos ocurrió fundar la revista de una forma muy natural, casi lógica, dados los tiempos que vivíamos. Además yo lo tuve particularmente fácil, porque ayudé a mi vecino, Ángel Casas, a montar una revista de Rock, Vibraciones, un aprendizaje que luego allanó el camino hacia el Topo.

-¿Qué tenía de singular vuestra publicación en aquellos años?
-Tres características que la hacían diferente:
1) Tenía colorines. Incluso nos dieron el premio Laus de diseño.
2) Estaba absolutamente abierta a todas las corrientes de la izquierda. Ese fue uno de los objetivos, que fuera un marco de diálogo entre gentes que se tiraban los trastos a la cabeza desde sus respectivas publicaciones.
3) Le dimos mucho peso a la cultura y a asuntos relacionados con la vida cotidiana. Desde la defensa de los derechos de los homosexuales (por entonces aún con responsabilidad penal) al feminismo, pasando por aspectos novedosos como la crisis de la militancia. En cierto modo fue una revista hija del 68.

-¿Y quiénes emprendisteis la aventura? ¿Erais amigos? ¿De dónde sacasteis el dinero si no es una indiscreción?
-Amigos, sí. Los creadores fuimos Josep Sarret, Claudí Montañá y yo mismo. Tras la trágica desaparición de Claudi, se incorporó Miguel Barroso. El dinero, muy escaso, lo pusieron mi madre y mi esposa, Elisa Nuria Cabot. Los varones estábamos sin blanca.

-¿Puede decirse que, desde el primer momento, el topo fue una revista marxista?
-No. Los marxismos tuvieron mucho peso, desde luego. Pero también el pensamiento libertario. ¡Si hasta llegó a colaborar Jiménez Losantos! Claro que entonces ese personaje era telqueliano, y republicano, por cierto; sus mejores artículos de entonces tenían como referencia a Azaña y otros políticos de izquierda de la época.

-¿A quién se le ocurrió el nombre?
-A Josep Sarret. A mí me pareció un nombre horrible. El tiempo le ha dado la razón, aunque al principio resultó divertido: ibas a un quiosco pidiendo la revista y te preguntaban si trataba de perros, gatos u otros bichos.

-Las cosas os fueron muy pero que muy bien. La revista se distribuía mejor que bien, llegaba a los kioskos, se compraba, se leía, la leíamos. ¿Qué cifras alcanzasteis?
-La tirada habitual era de 35.000 ejemplares, con algún pico de 50.000. Fue increíble.

-¡35 mil, 50 mil! ¡Qué tiempos! Editasteis, si no recuerdo mal, varios números extraordinarios. Uno de ellos, lo conservo aún, está dedicado al estalinismo.
-Sí, empezamos con un especial sobre el franquismo. Cada dos meses publicábamos uno, además del número normal. Pero ya casi no me acuerdo de los temas que tratamos. Hubo uno especialmente significativo, el dedicado al control social.

-Paco Fernández Buey, un amigo común, colaboró desde el principio. ¿Qué temas tocó en aquellos primeros números?
-Estuvo presente ya en una primera reunión, en la que quisimos crear un consejo amplio de redacción. La reunión fue un desastre, porque fue evidente que varios de los presentes trataban de asentar su hegemonía en la revista, así que seguimos adelante sin Consejo. Paco colaboró desde el número 1, con textos diversos, uno sobre marxismos, otro sobre Gramsci, cuestiones culturales... Fue una pieza fundamental, y un amigo leal. Cuando el escándalo del manifiesto de “Lo que queda de España” se puso a nuestro lado sin dudarlo. Tuvo buen olfato.

-¿Qué escándalo fue ese? ¿Lo que queda de España no es un libro de Jiménez Losantos?
-Fue una operación genial de marketing dirigida contra nosotros. El grupo de Jiménez Losantos, Alberto Cardín, Biel Mesquida, etc., nos acusaron de atacar a la libertad de expresión por no querer publicar ese libro, cuando yo ni siquiera había leído el original. Tenían preparado un manifiesto que firmó mucha gente, amigos incluidos, tragándose la mentira. Por aquel tiempo todo el mundo firmaba cualquier manifiesto. Al estallar el escándalo leí el libro, y me alegré de no haberlo publicado. Lo hizo después Ajoblanco, aunque con un contenido del que se habían suprimido algunas estupideces. Fue un éxito de ventas.

-Junto al Topo, editasteis también otras revistas. Transición, Vibraciones, hablabas antes de esta segunda. ¿Qué tal fueron?
-Vibraciones ya existía, era la revista de rock que dirigía Ángel Casas. La casa editorial que hacía esa revista, y de la que yo era el administrador, acogió a El Viejo Topo, y luego a Transición, una revista cuyo subtítulo indica perfectamente su contenido: economía, trabajo, sociedad.

-Pero que también tocó temas de economía ecológica cuando no muchas revistas hablaban de estos temas
-Así fue. La palabra ecología tenía entonces un sentido académico, científico. No se usaba en el lenguaje común. Por cierto, creo recordar que en un número de Transición ya se hablaba de cambio climático. Luego los poderes reales han estado décadas negándolo.

-Luego o al mismo tiempo estuvo el proyecto editorial. ¿Qué libros publicasteis en aquel tiempo? ¿Quiénes llevabais la editorial?
-La editorial la llevábamos los mismos que hacíamos la revista. Publicamos libros de autores importantes: Samir Amin, André Gorz, Saraiva de Carvalho, Fernando Claudín, K.S. Karol, Toni Negri...

-Samir Amin… siempre habéis tenido en gran consideración la obra de este marxista egipcio. Acaso más que ninguna otra editorial.
-Tengo una gran admiración por los trabajos de Samir Amin. Aunque él recientemente ha escrito sobre los errores que ha cometido en el pasado al interpretar el sentido y la dirección de los hechos políticos, yo me asombro de constatar cómo y cuánto acertó en su visión acerca de cómo se desarrollarían el capitalismo, el imperialismo, incluso el llamado socialismo real en las posteriores décadas. Su obra me parece simplemente fundamental.

-Luego estuvieron las jornadas, aquel encuentro inolvidable de 1978. ¿Crees que fue un exitazo? ¿Cómo pudisteis montar todo aquello? ¿Cuántas charlas, cuánta gente asistió?
-Fue un exitazo. Los tres días. Si no recuerdo mal, vendimos 25.000 entradas. Con el dinero de la recaudación del viernes fuimos el sábado por la mañana a pagar las letras protestadas en poder de las notarías. Lo digo para valorar mejor aquel enorme esfuerzo. Ocupamos todo el Pueblo Español de Barcelona con mesas de debate, música, etc. El ciclo de cine franquista lo proyectamos en la Fundación Miró. Para que veas cómo cambian los tiempos: el ayuntamiento de Barcelona nos cedió el recinto completamente gratis.

-Sí, sí, que cambian. ¿Os influyó lo que se llamó por aquel entonces la crisis del marxismo? ¿El desencanto?
-Nos influyó nuestra propia crisis. El desencanto llegó mucho después.

-Te pregunto por la crisis. ¿Cuándo las cosas empezaron a ir menos bien?
-Nunca fueron económicamente bien. Desde el punto de vista empresarial, una responsabilidad que se me atribuyó en exclusiva, la editorial fue un desastre. Nos afectó mucho la quiebra de las distintas distribuidoras de América Latina, y digamos que como gestor aún tengo mucho que aprender.

-¿Qué hizo estallar la crisis?
-Un “golpe de estado” interno protagonizado por Miguel Barroso, que pretendió hacerse con la revista de forma desleal y torticera. Él acabó expulsado por la asamblea que se formó para discutir el asunto, y Sarret y yo acabamos amargados. Ambos abandonamos poco después la revista, que pasó a gestionar Pep Subirós.

-¿Y qué venía ese intento de toma de poder en exclusiva por parte de Barroso?
-Mientras Sarret y yo pretendíamos una revista plural, Barroso iniciaba su aproximación al PSOE. Las discusiones sobre cada uno de los artículos, que hasta entonces habían sido cordiales, empezaron a agriarse. Era evidente que Barroso pretendía instrumentalizar la revista.

-Abandonasteis la revista... ¿qué significa exactamente? ¿No colaborabais de ninguna manera?
-De ninguna manera. Al principio compartimos local, pero en cuanto pudimos nos trasladamos.

-¿En qué año se dejó de publicar la revista?
-En el 82, por sorpresa, Subirós presentó en el juzgado una suspensión de pagos. Sarret estaba entonces si la memoria no me falla, dirigiendo el semanario “El Mon”, y yo dirigía la revista literaria Quimera. La suspensión de pagos fue un golpe bajo.

-Entiendo que estás criticando a Subirós por lo de la suspensión de pagos.
-Pues sí. Pero no quiero hurgar en esa herida, porque Subirós ya no está entre nosotros, y es mejor olvidar las malas pasadas.

-De acuerdo, de acuerdo. Creo que no sigues dirigiendo Quimera pero ¿Qué tal la experiencia a lo largo de estos años? ¿No es difícil mantener una revista literaria de estas características?
-Estoy orgullosísimo de esa etapa. Dirigí Quimera durante 18 años, ayudado por un conjunto de personas de un nivel extraordinario. El mérito es de ellos, desde luego. Alrededor de la revista estaban Juan Goytisolo, Rafael Humberto Moreno Durán, Julián Ríos, Roa Bastos, por citar solo unos pocos. Durante los primeros años se imprimían entre 30 y 35.000 ejemplares, una cifra extraordinaria para ser una revista literaria.

Otro gran éxito. Me centro de nuevo en el Topo. ¿Cuándo se volvió a editar? ¿Quiénes estabais en esta segunda etapa de la aventura?
-En 1993, cuando pude recuperar la cabecera, que Subirós se había adjudicado, supongo que por si algún día decidía volver a publicarla. Pero olvidó seguir pagando los derechos de marca, y así pude recuperarla. Decidimos volver a publicarla hastiados de contemplar la corrupción del PSOE y asqueados por el terrorismo de Estado y los GAL. Nos juntamos unos pocos, Jordi Dauder, José Sanchís Sinisterra, Enrique Helguera, Santiago Palacios, Esther Mañé, mi compañera y yo, para impulsar la resurrección.

-Once años entre una y otra etapa. ¿Eres tú el director en solitario o estaban contigo otros compañeros?
-Era yo el director, con un redactor-jefe muy activo, Xavi Giró.

-¿De dónde salieron los fondos para este resurgimiento?
-Además de los nombres que ya he citado, llegó también una aportación de una de las empresas de Jaume Roures, quien más tarde se desvinculó de la aventura.

-Mirado desde ahora, pensando en aquellos años, ¿no estabais como un llum? ¿A quiénes pensabais que podría interesar la revista en aquel tiempo tal felipe-felipe-felipe?
-Tal vez… pero en la primera época no fuimos los únicos, ni mucho menos. Un sector de mi generación estaba en ebullición creativa, y surgían proyectos por todas partes. También en el sector de las publicaciones. En la segunda época las cosas ya eran diferentes.

-Desde un punto de vista político, ¿teníais las mismas coordenadas políticas e ideológicas que en la etapa anterior?
-Sí en lo fundamental, no tanto en los objetivos. Han cambiado el paisaje y las circunstancias; ahora, por ejemplo, hay que luchar para ampliar o para que no sea laminada la democracia, y entonces había que luchar por conseguirla. Y así más o menos todo.

-Los contenidos, las secciones de la revista, ¿han ido variando a lo largo de estos años?
-Desde luego. Del mismo modo que se ha ido produciendo un relevo, parcial y lógico, en los colaboradores.

-¿Con qué colaboradores habéis contado a lo largo de estos años?
-De la primera época algunos acabaron ocupando altos cargos, pero con la excepción de Juan Goytisolo no les hemos vuelto a ver el pelo. Excepcional en esto fue Fernández Buey, pieza clave tanto en la primera como en la segunda época. En los últimos años, además de los muchos que han colaborado ocasionalmente, debo resaltar a algunos de fidelidad inquebrantable: Antonio García Vila, Higinio Polo, Luis Roca, Víctor Ríos, Eduardo Luque, Antonio Santamaría, Gómez Tarín, y Agustín Rubio son el espinazo de la revista. Además de ti, Salvador, que llevas colaborando en cada número desde hace no sé cuántos años. Muchos.

-Gracias, un honor para mí, ¿Habéis tenido ayudas ministeriales o de la administración en general?
-Hace bastantes años, siendo yo el presidente de ARCE, la asociación de revistas culturales, se alcanzó un acuerdo con el ministerio para que las bibliotecas públicas se suscribieran a todas, o casi todas, las revistas culturales y político-culturales. Surgió un problema que luego ha dado pie a malentendidos: como según la ley de contratos del estado no se puede pagar nada hasta haber sido entregado, el ministerio no podía pagar las suscripciones hasta bien entrado el año siguiente. Para salvar eso, se ideó formalizar el asunto en forma de subvención con la contraprestación de entrega de los ejemplares. Una chapuza, que ha originado que se dijera que las revistas recibían subvenciones, cuando era en realidad venta de suscripciones.

En 2011, por presiones de la UE, el PSOE, poco antes de cederle el gobierno a Rajoy, suprimió las suscripciones a bibliotecas. Completamente.
-Lo recuerdo, lo recuerdo
-En su lugar, el PP implementó, ahora sí, unas subvenciones a fondo perdido (con la entrega de unos pocos ejemplares) pero con cuantías alejadísimas de lo que anteriormente se facturaba. Una lástima, porque ahora son muy pocas las bibliotecas que están suscritas a las revistas.

-¿Cuál es el tiraje actual de la revista?
-Casi me da vergüenza decirlo al compararlo con los de otros tiempos: habitualmente 3.500, alguna vez llegamos a 5.000. De todas formas cuando lo comento por ahí se sorprenden de lo alto que es. No parece que los tiempos sean buenos para el formato revista.

-No son buenos, no lo son. Como revista, ¿hacéis apuestas políticas? No sé, a favor del 15M, a favor de Unidos Podemos.
-Nos gustaría apoyar la idea gramsciana de construcción de un bloque histórico capaz de impulsar una transformación real. Pero eso es decir muy poco, y concretarlo es difícil, pues la política modifica constantemente el terreno en el que nos movemos. En las pasadas elecciones editorialmente apoyamos la idea de Unidos Podemos. Pero no estamos casados con nadie.

-Se os acusa en ocasiones de ser una revista poco sensible al “hecho catalán”. ¿Es así en tu opinión? ¿Te parece bien esta crítica?
-No sé exactamente qué entiendes por el “hecho catalán”.
-Tocado y hundido.
-Yo soy catalán. El abuelo de mi compañera incluso fue fundador del Barça. Pero ninguno de los dos acabamos de saber qué es ese “hecho”. Si te refieres a asuntos tales como la posible independencia, el derecho a decidir, el principio de autodeterminación y cosas por el estilo, mi posición personal, no necesariamente compartida por el resto de colaboradores, es que son conceptos que sirven fundamentalmente para que la burguesía nacionalista siga manejando los resortes del poder, mareando la perdiz indefinidamente sabiendo que transitan por un camino que no lleva a ninguna parte, aunque dejará muchos heridos en las cunetas. El catalanismo es un sentimiento, absolutamente legítimo mientras se respeten los derechos de todos, pero yo no soy patriota. De ninguna patria. En todo caso me reconozco en “La marsellesa” y “La internacional”, y poco más.
Es verdad, de todos modos, que en este aspecto la revista ha sido políticamente incorrecta en un ambiente tan “controlado” como el catalán, porque ha dado cabida a alguna voz discrepante, y no ha defendido en su momento algunos argumentos que se han propalado en medios catalanes y que finalmente se han demostrado falsos, pura propaganda. Pero no abundar en ellos ha sido suficiente para que algunos nos consideren “enemigos”. Odio los fanatismos.

-Coincidimos también en esto último. ¿Has, habéis pensado en algo especial para celebrar estos 40 años?
-He, hemos tenido algún delirio al respecto. Ensoñaciones. Pero el agobio del trabajo cotidiano nos tiene bloqueados. Lo primero es lo primero.

-Por cierto, has hablado en varias ocasiones de tu compañera, de Elisa. ¿Me equivoco si afirmo que ha sido alguien esencial en las varias etapas del Topo?
-No te equivocas en absoluto. Sin ella el Topo ni hubiera existido, ni hubiera resucitado, ni se seguiría publicando. Pero como es la personificación de la discreción, casi nadie es consciente de ello. Personalmente se lo debo todo.

-Dejemos constancia de ello. ¿Seguirá el Topo cavando y cavando? No lo digo por ti específicamente, pero ya tenemos nuestros añitos.
-A mí me gustaría. Pero como dices, yo ya tengo una edad... A ver si alguien se anima a seguir cavando galerías....

-¿Me he dejado algo importante en el tintero? ¿Quieres añadir algo más?
-Nada, muchas gracias por el tiempo que te has tomado. Quizás sí, una cosa: no nos dejemos llevar por nostalgias o tristezas. Hay mucho que hacer, muchos obstáculos que salvar, muchos golpes que recibir pero también mucha esperanza que alumbrar.

-Gracias. Alumbremos, pues, toda la esperanza que podamos. Con el Topo y contigo tenemos mucho ganado.

Tom Hayden: ¡Presente!

Ricardo Alarcón de Quesada

¿Por dónde comenzar? ¿Qué decir ante la dura noticia de su muerte?

Trabajábamos juntos, a la distancia, en la nueva edición de Listen Yankee! Why Cuba matters fruto, en parte, de largas conversaciones entre dos viejos amigos y que es también parcialmente, una suerte de memorias a cuatro manos.

Porque nuestra amistad perduró intacta desde los años sesenta cuando nos tocó dirigir dos organizaciones gloriosas, Students for a Democratic Society (SDS) y la Federación Estudiantil Universitaria (FEU).

Nos unieron la lucha y los ideales y sobre todo la terca convicción de que un mundo mejor era posible y que valía la pena dedicar la vida a conquistarlo.

Mucho habría que decir sobre Tom Hayden. Su larga trayectoria que tantas veces lo envió a prisión desde los días iníciales en que marchó al Sur a defender los derechos de los negros hasta colocarse a la cabeza del movimiento contra la guerra de VietNam que tuvo su punto culminante en la insurgencia juvenil de Chicago en 1968. Un camino que continuó después y lo llevó a ocupar cargos electivos por el Partido Demócrata sin abandonar sus sueños de juventud.

Porque para él los sesenta no quedaron atrás y sin él jamás se podrá hablar de esos años imborrables.

Dilatada fue también su obra publicada, sus numerosos libros, ensayos y discursos desde la declaración de Port Huron, manifiesto fundacional del SDS y su texto sobre la rebelión afroamericana en New Jersey, hasta los más recientes, en los que nunca faltó su solidaridad con Cuba y con nuestros Cinco Héroes antiterroristas por cuya causa fue incansable batallador.

Su vida y su pensamiento seguirán siendo inspiración para las nuevas generaciones. Porque él fue, es y será, lo que quiso el fundador de la FEU, un eterno joven rebelde. Hasta la victoria siempre Tom, compañero del alma, compañero.

Muere Tom Hayden, icono pacifista y de los derechos civiles. El político, de 76 años, es recordado por sus viajes a Vietnam y su activismo

Tom Hayden es una figura clave para entender los Estados Unidos de los años sesenta y setenta. Hayden, que murió el domingo a los 76 años por problemas de corazón, protagonizó algunos de los acontecimientos que alteraron la conciencia de este país e impulsaron los derechos de los ciudadanos.

En la lucha de la población negra para poder votar como la blanca, estaba Hayden. También en los disturbios durante la convención del Partido Demócrata en 1968. Fue uno de los iconos más radicales de los movimientos estudiantiles y pacifistas de la época. Defendía la desobediencia civil, como promulgaba uno de sus aliados, el reverendo negro Martin Luther King.

Hayden, que era blanco, logró la liberación de tres prisioneros de guerra estadounidenses en Vietnam en 1967. Y se convirtió en un objetivo prioritario del espionaje del FBI a la llamada Nueva Izquierda que florecía en EE UU.

“Era un radical dentro del sistema”, dijo, tras su muerte, Duane Peterson, un asesor del activista, al diario Los Angeles Times, la ciudad en la que vivía.

La descripción revela la mutación de Hayden: tras intentar cambiar desde fuera el sistema, trató de hacerlo desde dentro cuando entró en política en los años ochenta. Fue congresista y senador en California durante 20 años con especial énfasis en asuntos sociales, como el medio ambiente. Pero fracasó en sus intentos de ser senador nacional, gobernador de California o alcalde de Los Ángeles.

Para algunos, su entrada en política fue una traición a sus ideales iniciales. Para otros, una muestra de realismo. Mientras que otros tantos nunca le perdonaron que “romantizara” a los vietnamitas, como él mismo aseguró arrepentirse a finales de los ochenta.

Hayden nació en 1939 en Michigan, el único hijo de sus padres, y se crió en un entorno religioso. Estaba casado con la actriz canadiense Barbara Williams, con la que tenía un hijo adoptivo. Tuvo dos anteriores matrimonios, incluido con la actriz Jane Fonda, entre 1973 y 1990. Fueron una de las parejas de activistas más conocidas de la época y tuvieron una hija.

Su activismo antisistema afloró como adolescente y explotó como estudiante en la Universidad de Michigan. Inspirado por la caza de brujas contra supuestos simpatizantes comunistas y las sentadas de afroamericanos, Hayden empezó a participar en las protestas negras tras conocer en 1960 al reverendo King.

El día en que cumplió 22 años, la policía lo arrestó en Albany (Georgia). Había participado en los llamados Viajes de Libertad, grupos de blancos y negros que viajaban a bordo de autobuses al sur de EE UU para protestar contra la ausencia de implementación de la sentencia judicial que prohibía la discriminación racial en los autobuses intraestatales.

Hayden fue detenido tras rechazar abandonar el autobús y bloquear una acera en Albany. En la cárcel, escribió el borrador del manifiesto de Estudiantes por una Sociedad Democrática, la organización que fundó al año siguiente en Port Huron (Michigan).

El manifiesto rezaba que los jóvenes observaban con “incomodidad” el mundo que habían heredado y abogaba por una “democracia participativa” basada en la “fraternidad” y la “honestidad”. No ofrecía recetas concretas, pero criticaba la discriminación racial, la apatía ante la pobreza o el militarismo.

En los años siguientes, Hayden viajó a Vietnam y presenció los incidentes raciales de 1967 en Newark, donde había estado años colaborando con la población negra. En 1970, fue condenado a cinco años de cárcel por promover protestas contra la guerra con motivo de la convención demócrata de 1968 en Chicago, pero la sentencia fue derogada por irregularidades.

En un reflejo de su transformación política, Hayden acudió el pasado julio a la convención demócrata en Filadelfia que coronó a Hillary Clinton como candidata del partido en las elecciones presidenciales del 8 de noviembre.

Hayden escribió una veintena de libros, desde autobiográficos a ensayos de asuntos sociales y políticos. Escribía con regularidad en la prensa. El pasado abril, en un artículo en The Nation, defendió votar a Clinton en las primarias demócratas por hacer más por la población negra y latina que su rival, el senador Bernie Sanders, al que tildó de demasiado idealista.

El activista manifestaba sus simpatías con el mensaje izquierdista de Sanders y atribuía su auge a un sinfín de fenómenos, como el aumento de las desigualdades de ingresos, el impacto socioeconómico del libre comercio, la multiplicación del coste educativo o las tensiones raciales persistentes. Los mismos factores podrían servir para explicar también el auge del republicano Donald Trump.

Mirando a las elecciones de noviembre, Hayden defendía enterrar las rencillas entre Clinton y Sanders. “Todavía necesitamos la organización de un frente unido de iguales para prevalecer frente a los republicanos”, escribió. Su deseo se ha hecho realidad y la convención de Filadelfia fue el inicio de la alianza tácita de los dos rivales demócratas.

http://internacional.elpais.com/internacional/2016/10/24/actualidad/1477300722_505215.html

viernes, 28 de octubre de 2016

Niños esclavos


Leí Germinal de Zola a los catorce o quince años y recordé, antes incluso de haberla leído, aquella frase de Karl Marx que Gamoneda citaba en un poema extraordinario: “La vergüenza es un sentimiento revolucionario”. El libro, publicado en 1885, narra las causas, el desarrollo y el fracaso de una huelga de mineros en una zona del norte de Francia, y levantó una ola de indignación que se repite a cada nueva lectura. Zola muestra el capitalismo en su naciente y salvaje esplendor: ancianos famélicos, niños de nueve años empujando vagonetas, mujeres convertidas en bestias de carga, hombres exiliados de la humanidad a fuerza de fatiga, de latigazos y de hambre. Germinal debería ser de lectura obligatoria en colegios, institutos y universidades, pero los niños de hoy están muy ocupados eligiendo entre la carrera de camarero y la de empresariales.

La BBC acaba de emitir un obsceno reportaje de investigación donde abre en canal las entrañas del sistema capitalista: refugiados sirios, muchos de ellos menores de edad, cosiendo en talleres turcos para abastecer las tiendas de Asos y Mark & Spencer. No es nada que no hayamos visto ya, en la India, en Bangladesh, en Brasil, en tantos talleres de explotación infantil donde los responsables de Inditex siempre nos aseguran que no pasa nada. A ellos, desde luego, no se les mueve una ceja. En el reportaje, realizado con cámaras ocultas, los periodistas informan de una lavandería que surte de pantalones vaqueros a Zara y a Mango y donde los operarios -por llamarlos de algún modo- trabajan jornadas extenuantes de doce horas sin ningún tipo de prevención ni medidas de seguridad, expuestos a venenosas sustancias químicas sin llevar siquiera una mascarilla.

Esto se llama libertad de mercado y, por supuesto, tampoco pasa nada. Total, cuando degustamos un chuletón, no pensamos en el dolor y el sufrimiento de la vaca en el matadero, del mismo modo que cuando nos abrigamos con ciertas prendas compradas en Mango o en Zara, no pensamos en el pobre tipo que va a dejarse los ojos abrasados entre vapores letales sino en el dinero que nos estamos ahorrando. La vaca y el esclavo moderno son dos clases de mamíferos inferiores y cada día que pasa lo son más: más mamíferos y más inferiores. En el apartado de derechos y en ciertas cuestiones laborales básicas los jóvenes trabajadores son tan inconscientes como la vaca, mientras que algunos empresarios son más del estilo del lobo.

Los mineros franceses de 1885 tampoco tenían la menor idea de lo que era la lucha sindical y Zola les dio, desde el título al final de la novela, una nota de esperanza. Sin embargo, se equivocó. La conciencia social germinó décadas después, conoció una breve era de prosperidad y hoy día se ha agotado entre manadas de jóvenes rumiantes pastando en los prados neoliberales y muchedumbres de siervos reclutados en las guerras del Tercer Mundo. Nos han dicho mil veces que la sociedad del bienestar no era sostenible, pero lo que no parece muy sostenible son los imperios mercantiles y las grandes fortunas apoyadas en la sangre y el sudor de niños esclavos.

Entrevista a David Harvey, geógrafo inglés: “Para erradicar las distinciones de clase hay que reorganizar la ciudad”

A los 78 años es una de las voces más influyentes de las ciencias sociales en el mundo. Desde la geografía, David Harvey le ha dado nuevos aires al pensamiento marxista interpretando las desigualdades a partir de un enfoque espacial, mostrando cómo el capitalismo mueve sus fichas en la ciudad y amenaza con hacerla invivible. Estará en Valparaíso invitado al Festival Puerto Ideas, y desde Nueva York conversó con The Clinic sobre modelos urbanos y modelos de revolución: “No se puede cambiar la ciudad sin movimientos sociales fuertes”, advierte.

¿Por qué la geografía tomó un rol protagónico en la crítica al modelo económico y social?
Ocurre que hoy en día muchas ciudades del mundo están desarrollando comunidades aisladas, limitando espacios y paisajes en función de las clases sociales, con un ímpetu muy difícil de contrarrestar. El estudio de la producción de espacios, entonces, es un prisma de observación para entender cómo se están segregando las clases sociales entre sí.

¿Y por qué la crítica a esa segregación urbana se transforma en una crítica al capitalismo como tal?
Porque la estructura de la ciudad es el producto de la dinámica capitalista. Parte del problema proviene de la acumulación de capital en las ciudades, que funcionan como fuentes de producción de dinero. Esa enorme acumulación de capital, como necesita rentabilizarse, se vuelca hacia inversiones en la producción de espacios urbanos, la construcción de condominios y de estructuras de gran escala, que luego, a su vez, se transforman en la estructura de clases, en la forma que toman las ciudades. Construir en la ciudad es un negocio muy rentable, pero el tipo de construcción más rentable está destinado a los estratos socio-económicos altos. Entonces se construyen condominios exclusivos para la gente rica, y simultáneamente se reduce la inversión en viviendas asequibles a la población pobre.

¿Y esa dinámica está determinando nuestros modelos de convivencia?
Claro, por la forma que toma la segregación espacial. Por ejemplo, hace poco estuve en Guayaquil, Ecuador. Ahí hay un área de la ciudad donde, a los costados de un gran camino principal, solo existen comunidades privadas. No puedes salir del camino principal para entrar a esas comunidades sin un permiso residencial. Entonces te preguntas qué tipo de mundo se construye allí, en que la experiencia urbana de las personas queda secuestrada tras estos muros, tienen un contacto casi nulo con personas de otras clases sociales. Por lo tanto es un hecho que la concentración de capital se transforma en una barrera para el desarrollo urbano, es decir, se opone a lo que debería ser una ciudad. No necesitamos ciudades que generen dinero, sino ciudades que sean buenas para vivir. Y ese objetivo no es necesariamente compatible con la acumulación de capital.

¿La segregación espacial es una causa de la pobreza, o simplemente su consecuencia?
Si miras cuidadosamente, los barrios segregados suelen tener problemas de acceso a los colegios, los servicios de salud son pésimos, el sistema de recolección de basura no funciona bien y la gente vive en un entorno urbano desastroso; hay mucha cesantía y una de las pocas maneras de ganar dinero es entrando al negocio de la droga. Entonces lo que ocurre ahí es que el modelo de pobreza se replica por la segregación de esta comunidad en una zona de la ciudad donde las oportunidades para surgir son muy restringidas, porque no hay servicios adecuados.

Este enfoque territorial, 
¿Le abre una nueva perspectiva de acción al marxismo?
El marxismo es una metodología de estudio con la que se puede mirar los procesos sociales, no es una ideología. Y articular un nuevo enfoque territorial para el marxismo es mostrar como la reproducción de las clases sociales, de la segregación, de la discriminación étnica, son parte de la manera en que la ciudad está organizada. Cómo la vida diaria de los diferentes grupos de personas está ocurriendo en circunstancias radicalmente distintas. Si muestras eso, estás diciendo que para erradicar las distinciones de clase y superar la segregación hay que reorganizar la ciudad desde líneas más democráticas.

Y desde esa lectura marxista de lo urbano,
¿Cómo se define o se identifica al “proletariado” en el contexto actual?
El proletariado se organizó tradicionalmente en barrios de clase obrera y desde ahí generó redes políticas muy fuertes, porque hay formas de solidaridad que permiten construir bases para el activismo político. Pero es cierto que esa organización tradicional se ha transformado por el cambio en la estructura del empleo, que ha destruido la noción de lo que es el proletariado. Hoy no está claro qué significa.

¿Cómo crees que ha influido la construcción de viviendas sociales en las condiciones de vida de esa clase obrera?
La tendencia a la construcción de viviendas sociales ha disminuido.

En Chile se construyen a gran escala. Sí, pero la definición original de “vivienda social” apuntaba a la integración de clases. Alguna vez el Estado se encargó de la construcción de viviendas para la clase obrera integradas al desarrollo urbano. Hoy esas personas han sido recluidas y dejadas fuera de las ciudades, lo que está ocurriendo de manera global. Eso es una grave crisis social y punto. Y que las sociedades no estén enfrentando ese fenómeno, probablemente se transformará en una gran fuente de descontento social.

¿Pero qué debe hacer el Estado, frente a la demanda por viviendas de la población, si construir viviendas sociales en la periferia es más barato y más rápido?
Se ha vuelto extremadamente difícil encontrar locaciones adecuadas para la gente, cerca de las fuentes de empleo. Porque la clase social terrateniente, los dueños de inmobiliarias, están enfocados en maximizar la renta, por lo tanto los precios dentro de las ciudades han ido creciendo y es imposible introducir ahí viviendas sociales, generándose nuevamente una estructura de segregación social.

Imaginar nuevos mapas
En tu libro El Derecho a la Ciudad dices que el capital le ha quitado a la gente ese derecho.
¿Pero alguna vez tuvieron ese “derecho a la ciudad” las clases bajas?
Hubo épocas en que tuvieron más derecho a la ciudad que ahora. Estamos viendo toda clase de disturbios urbanos producto de la falta de ese derecho. En Brasil la gente salió a las calles porque el dinero se estaba usando para construir estadios de fútbol y no en educación ni salud, lo que realmente necesitan. Lo mismo está ocurriendo en Turquía, son movimientos de las ciudades que expresan la rabia popular y la frustración que produce la mala calidad de vida. Y en la medida que los poderes políticos sigan sin escuchar esas demandas, seguiremos viendo más disturbios y manifestaciones. Ustedes en Chile tuvieron una buena cuota de protestas recientemente.

¿Pero cómo se puede lograr, en los hechos, una reorganización del modelo de ciudad?
No se puede lograr sin movimientos sociales fuertes, que estén enfocados en deconstruir el mundo que los rodea y proponer una idea nueva, la construcción de un mundo sin distinciones de clase ni discriminaciones raciales. Las ciudades son construcciones humanas, tal como se propone una forma, puede proponerse otra, el problema es que hay privilegios de clase que bloquean esos esfuerzos. Es la manera en que se organiza el poder del capital, que les ha quitado a las personas su derecho a la ciudad. Pero mientras más evidente es ese fenómeno, más fuertes han sido las protestas y los disturbios, pues se torna intolerable.

¿Cómo entiendes hoy día la lucha de clases?
Sabemos que, globalmente, unas pocas miles de personas controlan el mundo. Individuos que están en posición de dictar pautas a los gobiernos, de poseer medios de comunicación e instituciones financieras. Eso deriva en una concentración inmensa de poder de clases. En Estados Unidos existe una especie de corrupción legal de los procesos políticos por parte del poder de grandes capitales y necesitamos lidiar con eso, luchar contra eso. Luchar contra el hecho de que no haya límites para las contribuciones a las campañas políticas, lo que permite a unos pocos individuos, simplemente por su dinero, dictar no solo políticas locales sino a nivel global. No podemos tomar cartas en asuntos como el cambio climático porque unos pocos individuos no creen en él o no les interesa, y ellos son los dueños de la toma de decisiones en el Congreso.

¿Y cómo se actualiza, desde ese análisis, el concepto de “revolución”?
Creo que sería un error entender una revolución como un proceso violento. Yo prefiero entenderlo como un proceso de transformación, basado en movimientos sociales orientados a reconfigurar la vida urbana. Ha habido movimientos con ese objetivo en el pasado. Estados Unidos vivía en los años 60 una segregación racial muy intensa y hubo un gran movimiento para contrarrestarla, la mayoría de la gente estuvo de acuerdo con que debía hacerse algo. Y aunque sigue habiendo segregación racial, creo que los grupos afectados dirían que están mejor ahora que antes. Desde esa perspectiva, lo que ocurrió fue precisamente una revolución urbana, un movimiento activo por los derechos civiles que desafió una institucionalidad que fomentaba la segregación y que consiguió la integración urbana de muchas comunidades afroamericanas, tanto en la vida social como económica.

¿No suele ocurrir que las propuestas alternativas de políticas urbanas parten desde escenarios demasiados utópicos y por eso no pueden competir en el debate público?
Creo que un poco de pensamiento utópico es algo positivo. Debemos poder imaginar cómo se vería un mundo mejor, desde ahí se puede participar en actividades políticas que persigan esos ideales. De otra forma, ¿qué podemos hacer? Nos sentamos y decimos que nada es posible, ante la falta de imaginación y de voluntad política. Siempre ha sido la imaginación la herramienta para moldear el mundo, para pensar nuevas arquitecturas, nuevos espacios. Un poco de pensamiento utópico dentro de esa tónica es inevitable y muy sano.

¿Cuáles son tus pensamientos utópicos?
Por ejemplo, me gustaría ver un mundo en que haya un sistema de reciclaje urbano total, de agricultura urbana, que existan suministros de alimentos al interior de las ciudades. No estoy diciendo que eso vaya a solucionar todos los problemas, pero sí iría mucho más allá de las técnicas de reciclaje orgánico. La creación de pequeños sectores de jardinería urbana serían, sin duda, altamente productivos para individuos que necesitan suministros de alimentos.

Está en boga la idea de producir cambios a escala local,
¿Son suficientes, o un cambio real solo se puede lograr cambiando la estructura total?
Creo que los cambios políticos deben operar en una variedad de escalas, no se puede lograr cambios solamente desde lo local. A los geógrafos nos gusta ocupar el concepto del “salto de escalas” de los procesos políticos, lo que significa que debes moverte desde una visión local a una metropolitana, desde una visión metropolitana a una nacional y solo cuando un proceso político ocurre simultáneamente en distintas escalas, podemos esperar que las cosas cambien. Es un principio muy importante, porque mucha gente de izquierda está pensando que los cambios locales son lo único que importa.

¿Qué te parecen las “aldeas ecológicas” que intentan autogestionar modelos de convivencia donde no rijan las reglas del capitalismo?
Se están haciendo muchos experimentos de ese tipo, creo que todos son positivos y deberían probarse. La autogestión es aquí un principio fundamental, porque hay aspectos colectivos en la toma de decisiones que pueden permitirle a una población coexistir en un ambiente decente. Pero volvemos al punto: ¿cómo haces el salto de escala? Hay comunidades capaces de reproducirse fuera de la dinámica del capitalismo, pero cómo llevas eso a una escala en que, por ejemplo, toda una ciudad o país pueda hacer lo mismo.

¿Crees que a la sociedad le falta imaginación?
Ha habido períodos históricos en que la imaginación floreció enormemente, pero creo que no estamos en una de esas épocas. Más bien tengo la sensación de que la gente no quiere pensar en cosas distintas pues consideran muy improbable que ocurran. No creen en su capacidad de crear un futuro distinto, por eso en este momento no existe una imagen de cómo se debiese ver una sociedad buena y por lo tanto tampoco se ven soluciones reales para problemas como la segregación.

Tú dices que ese cambio necesita movimientos sociales fuertes.
¿Qué debiesen pedir hoy esos movimientos?
Eso lo tiene que decidir la gente. Ni en sueños trataría de dictarle a los movimientos sociales qué es lo que debiesen intentar conseguir. Pero no creo que se trate de “pedir” nada, sino de perseguir aquello que les corresponde por derecho.

Y al revés,
¿Qué puede hacer el poder político, el Estado, para atender esa demanda y contrarrestar la dinámica del mercado?
Primero tendría que ocurrir una redistribución del poder político, económico y cultural, teniendo como base la idea de igualdad. La evidencia en nuestros tiempos es que los gobiernos dominados por los intereses de las clases capitalistas reaccionan sin compasión y, a menudo, recurren a la fuerza y la militarización, en lugar de tratar de ayudar a satisfacer las necesidades de la gente. Por eso que creo que los movimientos sociales tienen que, en algún momento, hacer incursiones en el control del aparato estatal.

*Presentación el 8/11 en Escuela de Derecho de la Universidad de Valparaíso /
www.puertoideas.cl /
Entradas en www.daleticket.cl y en kiosko de la Plaza Cívica de Valparaíso.