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miércoles, 30 de marzo de 2016

Otro aspecto desatendido de la historia del siglo XX. Occidente nunca tomó en consideración la propuesta de la URSS de formar un frente defensivo frente al nazismo.

En el texto que publiqué en estas páginas el pasado 11 de febrero sobre los dilemas a los que se ha enfrentado la izquierda democrática en sus relaciones con los partidos comunistas, prometí abordar en mi siguiente artículo una iniciativa comunista con la que estuve profundamente de acuerdo: a saber, la intención que desde finales de 1934 hasta el Pacto de Múnich de septiembre de 1938 mostró la URSS de convencer a las principales potencias occidentales de la necesidad de aceptar una alianza meramente defensiva, que plantara cara a las amenazas militares constantemente expresadas por la Alemania nazi y la Italia fascista (las dos potencias que estaban garantizando la victoria final de Franco en la Guerra Civil española).

P. Llega usted a decir que Blum perdió su alma por no ayudar a la República Española.
R. Sí, porque finalmente fue una enorme injusticia no ayudar a un Gobierno amigo, socialista, que tenía todo el derecho a comprar armas para defenderse de los militares. Perdió su alma y al mismo tiempo se equivocó, porque, si se hubiera aliado con los ingleses para oponerse a Hitler, quizá habría evitado la Segunda Guerra Mundial. Fue el mismo error que se cometió con la ocupación de Renania en marzo de 1936.

P. En descargo de Blum cuenta usted que era judío y que la presión de la prensa de la derecha era enorme. Dice incluso que ningún político del siglo XX ha sido tan calumniado como él.
R. No creo que ser judío fuera un factor importante en este caso. Fue más bien la presión de la prensa de la derecha, como Acción Francesa, un periódico que fue muy agresivo contra él. Hay que tener en cuenta que la derecha y la extrema derecha francesas flirteaban con Hitler y Mussolini y preferían que Franco ganara la guerra.

P. A finales de la Guerra Civil, tanto Churchill como el presidente americano Roosevelt reconocieron haberse equivocado. ¿Nunca hizo Blum lo mismo?
R. Nunca admitió su error. Siempre dijo que gracias a la no intervención se había evitado la guerra, lo que no fue cierto.
“Si Blum se hubiera aliado con los ingleses para oponerse a Hitler, quizá habría evitado la Segunda Guerra Mundial”

P. Usted fue el jefe de France Presse en España durante cinco años, de 2005 a 2010. Supongo que durante ese tiempo también comprendió que la Guerra Civil y la división social seguían muy presentes en la sociedad española.
R. Exacto. En aquellos años se debatía la Ley de Memoria Histórica de José Luis Rodríguez Zapatero, que quedó descafeinada, y se produjo la caída de Garzón, que a mí me pareció un disparate. Un juez que había sido tan importante en la persecución de Pinochet, expulsado de la magistratura por querer investigar los crímenes del franquismo. ¿Cómo era posible?

P. ¿Cree que España sigue sin tener superada esa etapa de su historia?
R. Adoro España y no quiero criticar a ese país, pero tuve esa impresión hace 10 años y ahora recuerdo aquello cuando veo que la alcaldesa de Madrid quiere aplicar la Ley de Memoria Histórica y, por tanto, desechar los símbolos franquistas. La pregunta es por qué los anteriores alcaldes, Alberto Ruiz-Gallardón y Ana Botella, no hicieron nada entre 2007 y 2015.
Para la gran mayoría de los libros dedicados a la historia del siglo XX, el periodo que va desde 1917 a 1991 se caracteriza por la incesante rivalidad entre el comunismo soviético y la democracia capitalista occidental, una rivalidad que la necesidad de defenderse frente a la agresión militar nazi-fascista-japonesa que tenían ambas partes interrumpió desde mediados de 1941 a mediados de 1945. Poco dicen o lo hacen en tono desdeñoso, de la iniciativa soviética que, en nombre de la “seguridad colectiva”, pretendió constituir una alianza militar defensiva entre el este y el oeste, entre la Rusia soviética y las potencias democráticas capitalistas, es decir, Gran Bretaña y Francia.

La ausencia de la revolución mundial con la que tanto habían soñado y la aparición de regímenes autoritarios profundamente nacionalistas en gran parte de Europa entre 1923 (Mussolini) y 1933 (Hitler) había llevado a los soviéticos a reconsiderar su actitud hacia el mundo capitalista. En lugar de tacharlo simplemente de enemigo al que había que destruir, distinguieron, por una parte, entre regímenes autoritarios y racistas, y, por otra, aquellos que tenían parlamentos dignos de tal nombre y elecciones libres, con clases medias dispuestas a reconocer los derechos de los sindicatos y los partidos marxistas. Iosif Stalin, que en 1930 ya se había afianzado como líder supremo del régimen soviético, anunció la fórmula del “socialismo en un solo país” (la URSS) y el deseo de cooperar diplomática y militarmente con las democracias europeas.

En 1933 la rápida consolidación de la dictadura nazi en Alemania y el hecho de que Hitler no dejara de amenazar con destruir a la URSS, indujeron todavía más a Stalin a buscar un entendimiento con las potencias democráticas. Desde finales de 1934 su ministro de Asuntos Exteriores, Maxim Litvinov, casado con una inglesa y él mismo admirador tanto de esta cultura como de la francesa, intentó en repetidas ocasiones, en la Sociedad de Naciones con sede en Ginebra y en conversaciones privadas con diplomáticos ingleses y franceses, convencer a los occidentales de la necesidad de establecer una alianza militar defensiva que protegiera, tanto a la Unión Soviética como a las potencias capitalistas democráticas de la amenaza de una guerra de conquista nazi.

¿Por qué Occidente nunca se tomó en serio la oferta de Stalin y Litvinov? En primer lugar, hay que comprender que las actitudes británicas determinaron la respuesta a las exigencias de Hitler. Francia seguía padeciendo un miedo mortal a una Alemania que la había derrotado durante la guerra franco-prusiana de 1870-1871 y que había estado a punto de llegar a París durante la de 1914-1918. Por su parte, Estados Unidos, durante el periodo de entreguerras, aceptó totalmente el liderazgo diplomático británico. El Tratado de Versalles había obligado a Alemania a encajar grandes pérdidas territoriales y a abonar ingentes reparaciones, cuyo objetivo era que el país sufragara totalmente la reconstrucción material de Francia y Bélgica. Llegado el año 1933, gran parte de los británicos, entre ellos miembros de los partidos Liberal y Laborista, estaban convencidos de que había sido un grave error atribuir toda la responsabilidad política y moral de la guerra a la Alemania imperial.

A esto había que añadir que las clases dirigentes británicas compartían, de forma más “respetable”, los prejuicios raciales nazis. No les parecían bien los campos de concentración ni que se rompieran los escaparates de las tiendas judías, pero estaba claro que pensaban que el mundo estaría mucho mejor si los elementos “arios” y “nórdicos” de los países de habla inglesa, y también de Alemania y Escandinavia, ejercían el liderazgo político del “mundo civilizado”. En consecuencia, estaban psicológicamente preparados para aceptar las exigencias de Hitler, no sólo en cuanto a la reocupación de Renania (1936) y la anexión de Austria (1938), sino respecto a la reconstrucción del poderío militar germano.

Si a los Gobiernos británicos del periodo 1936-1938 les hubiera preocupado realmente la defensa de la democracia política en el continente europeo, la Guerra Civil española les habría proporcionado una oportunidad clara de poner coto a las ambiciones militares de Hitler. Sin embargo, desde el mismo inicio de esa contienda los Gobiernos, primeros de Baldwin y después de Chamberlain, otorgaron ayuda económica y diplomática encubierta a los generales sublevados, advirtiendo a los sucesivos Ejecutivos republicanos franceses de que no concedieran ayuda ni militar ni económica a una República que los conservadores británicos consideraban dominada por comunistas y anarquistas. Por su parte, los soviéticos ayudaron esporádicamente a la República española entre septiembre de 1936 y marzo de 1939, y el carácter esporádico de su contribución se debió en gran medida a la inquietud que sentían ante las incursiones militares de Japón en la frontera siberiana y a la frialdad con la que los británicos acogían la idea de la seguridad colectiva en Europa.

Después de la invasión y anexión de Austria, que no suscitó resistencia diplomática o militar alguna, Hitler acusó estridentemente a la república democrática de Checoslovaquia de maltratar a su minoría alemana, exigiendo que las partes de territorio checo en las que por lo menos el 50% de la población fuera de “raza” alemana pasaran inmediatamente a soberanía del Reich. Esta exigencia no era tan aceptable para el Gobierno británico como las anteriores. Hitler contuvo a la minoría nazi de Checoslovaquia en los infrecuentes momentos en los que parecía que los británicos podían oponerse a la anexión. Pero a comienzos de septiembre el primer ministro británico organizó la “Conferencia de Múnich” (con asistencia del Reino Unido, Francia, Alemania e Italia), que en realidad puso el destino de Checoslovaquia en manos de Hitler, sin consultar ni al propio Gobierno checoslovaco ni a la Unión Soviética, que había firmado con los checos un tratado defensivo parecido al que Rusia esperaba negociar con franceses y británicos.

Por su combinación de estupidez política y cobardía moral, esta política se conoce con el nombre de “apaciguamiento”. Fue la misma que, al ofender a la Unión Soviética, hizo que Stalin buscara su propio acuerdo con Alemania, concediendo así a Hitler la oportunidad de iniciar la Segunda Guerra Mundial sin tener que luchar en dos frentes, algo que había ocasionado la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial. Y la única fuerza militar que consiguió finalmente salvar a la Europa democrática fue la alianza defensiva que, formada por Gran Bretaña, Estados Unidos y la Unión Soviética entre junio de 1941 y mediados de 1945, los soviéticos habían perseguido entre finales de 1934 y septiembre de 1938.

Lo que en este artículo califico de aspecto desatendido de la historia del siglo XX son esos cinco años de iniciativas soviéticas. Cuando Hitler se traicionó a sí mismo al ocupar Praga, capital del Estado checoslovaco, el 15 de abril de 1939, después de haber firmado el Pacto de Múnich, el Foreign Office británico comenzó a buscar aliados en el este, en previsión de que el Führer decidiera pronto lanzarse a una generalizada guerra de conquista. Después de infructuosas conversaciones con los Estados del sureste de Europa y con Turquía, los británicos decidieron finalmente acercarse a los soviéticos. Pero, para entonces, a finales de mayo y en junio, la Alemania nazi y la Rusia soviética ya estaban negociando el tratado de alianza que anunciaron el 22 de agosto de 1939.

Gabriel Jackson es historiador norteamericano.

http://elpais.com/elpais/2012/02/28/opinion/1330446090_375619.html
“Roosevelt se lamentó de no dejar que la República comprase armas”
Aurora Bosch obtiene el premio de los historiadores de EE UU por ‘Miedo a la democracia’
El libro ahonda en el papel de Washington en la Guerra Civil española

http://cultura.elpais.com/cultura/2013/05/04/actualidad/1367698785_961126.html

viernes, 18 de marzo de 2016

El día en que un carpintero casi mata a Hitler. Oliver Hirschbiegel (‘El hundimiento’) reflexiona en su nuevo filme sobre cómo el nazismo absorbió el alma alemana.



Antes de que Adolf Hitler saliera solo con heridas leves de la operación Valkiria en julio de 1944 —preparada por el coronel del Estado Mayor Claus von Stauffenberg para asesinarle—, antes de los otros 40 intentos de atentado, tentativas todas frustradas que no acabaron con la vida del Führer, hubo un carpintero que estuvo muy cerca de alterar la Historia.

En noviembre de 1939, Hitler asistió a un mitin en la cervecería Bürgerbräukeller de Múnich, una de las más grandes de la ciudad. En una de sus columnas, cerca de donde el Führer iba a dar su discurso, Georg Elser colocó una bomba para que estallara durante el acto. Por una vez en su vida, Hitler acortó su arenga y se fue 13 minutos antes de que explotara el dispositivo, que asesinó a siete personas. “Hoy sería calificado de jipi”, asegura el cineasta alemán Oliver Hirschbiegel, el director de 13 minutos para matar a Hitler, la película que llegó ayer a las salas españolas y que ilustra aquel magnicidio frustrado. Lo curioso de Hirschbiegel es que su cine nunca ha abandonado los fascismos y los enfrentamientos violentos (El experimento, Cinco minutos de gloria o Invasión, versión hollywoodiense contemporánea de La invasión de los ultracuerpos) o la figura del Führer (El hundimiento y esta 13 minutos para matar a Hitler). Mejor olvidarse de Diana, su biopic sobre Lady Di.

Hirschbiegel (Hamburgo, 1957) asegura que a él, como cineasta, lo que realmente le interesa es la figura del demonio. “Hitler fue ese diablo dotado para el mal que por desgracia ejerció su poder en Alemania apoyado por los alemanes. Y aún estamos pagando aquel pecado. A mí siempre me ha fascinado cómo pudo pasar aquello, qué mecanismos funcionaron en el cerebro de los alemanes como para que todo un país ayudara y permitiera aquel horror. Porque claro, la barbaridad, el tamaño de la salvajada de lo que fue el Holocausto no ha dejado espacio durante décadas a la reflexión más profunda: ¿por qué, cómo pudo ocurrir lo que ocurrió?”.

Sin comparaciones
Hirschbiegel es duro con la Alemania de entonces y con la actual. Se niega a comparar Gobiernos o a hablar de similares culpabilidades diluidas en la Alemania de los años treinta y en la actual. “La crisis de los refugiados no tiene que ver con una crisis identitaria alemana o europea, tiene que ver con otra cosa, con la guerra como negocio, con la falta de nuestra ayuda en sus países de origen, con el capitalismo salvaje en el que vivimos”.

En la época nazi, muy pocos se sustrajeron a la oleada de fascismo. “Me siento muy cercano a Elser porque era un defensor de la individualidad, y únicamente con sus actos casi logra el éxito, porque lo ideó en solitario. Me interesa el tema del nazismo desde que tenía ocho años. Iba mucho a una biblioteca pública, mi familia no tenía mucho dinero, y un día cogí un libro sobre la II Guerra Mundial. Me acuerdo perfectamente de las fotos, de cómo empecé por el capítulo de Dunquerque, fui pasando páginas y llegué al dedicado a los campos de concentración, de los que nadie me había hablado. Las fotografías... Mi cabeza estalló. Me parecía algo irreal”. Durante un tiempo, el cineasta asegura que ha intentado encontrar respuestas, explicaciones a todo aquel salvajismo: “No las hay, al menos yo no las he encontrado”. Y tampoco pudo recurrir a recuerdos familiares. “Mi padre solo tenía 14 años cuando acabó la guerra. Yo nunca conocí a mi abuelo paterno y el materno se pasó bastante tiempo del conflicto bélico escondido. En esto soy un alemán extraño. Pero si preguntas en general, nadie recuerda nada, nadie vio nada”.

A Elser todo llegó un poco después. “Con 15 o 16 años su nombre aparecía en otro libro. Le definían como un tipo extraño, nerd [la entrevista se realiza en inglés y el director asegura que ese término define a la perfección la imagen que en Alemania había del carpintero], un hombre manipulado por algún servicio secreto extranjero... porque en mi país aún muchos piensan que fue un antipatriota. Cuando empecé a investigar, me di cuenta de que todo eran estereotipos, de que Elser fue un idealista, un jipi visionario, un artesano muy dotado para el trabajo manual, inteligente y con encanto para las mujeres”. Lo fascinante es que los descendientes de Elser han borrado sus huellas, avergonzados por el comportamiento del carpintero: “En vez de pensar —y yo así lo creo— que fue un héroe”.

Para el cineasta, en el alma de sus 13 minutos para matar a Hitler anida la idea de que “un solo hombre puede marcar la diferencia”. “En esta ocasión, no tuvo suerte. Por desgracia”.

http://cultura.elpais.com/cultura/2016/03/04/actualidad/1457110471_493868.html

sábado, 12 de diciembre de 2015

Entrevista a Andrej Hunko, diputado de Die Linke. "Cuando la Alemania que rechaza indemnizar a los griegos víctimas de la Wehrmacht paga las pensiones a los fascistas españoles de la misma Wehrmacht".

Yorgos Mitralias

Corría la segunda semana del octubre pasado cuando la noticia cayó en España como una bomba: Alemania paga -¡aún hoy!- las pensiones a los fascistas españoles que combatieron al lado de la Wehrmacht en Estalingado. Tras esta revelación, uno tras otro, casi todos los periódicos españoles desenterraban las semanas durante el pasado doloroso y dedicaban numerosos artículos a la infame División Azul y sus 37.000 voluntarios que, con la bendición del dictador Franco, fueron hace 73-74 años a Rusia para echar una mano a la Alemania nazi y a su intento de aplastar el… bolchevismo.

El protagonista, pero también responsable de este retorno inesperado a un pasado que creíamos definitivamente exorcizado, es Andrej Hunko, el diputado de Die Linke, que ha revelado el escándalo por su iniciativa de pedir explicaciones a la canciller Merkel. Conocedores de la lucha del amigo Andrej por la defensa de los derechos del pueblo griego, osamos decir que la primera motivación de sus cuestiones parlamentarias al Gobierno alemán no eran hacer revelar a la opinión pública uno, sino más bien dos escándalos: Ése bien visible del pago por el Estado alemán de las pensiones a los fascistas españoles, pero también otro menos visible, ¡el del rechazo permanente del Estado alemán a indemnizar a los ciudadanos griegos víctimas de las atrocidades nazis!

Desgraciadamente, la noticia de que el Gobierno alemán pague a los fascistas españoles que lucharon al lado de la armada nazi (1) cuando al mismo tiempo rechaza obstinadamente pagar las indemnizaciones a las víctimas griegas de la misma armada nazi, no parece haber provocado emoción alguna ni entre las autoridades ni entre los medios griegos. Ninguna reacción, y peor, absolutamente nada para informar a la opinión pública griega. Solamente un silencio total y ensordecedor...

Sin embargo, este escándalo de escándalos no puede quedar sin continuación. Así, ya que concentra y combina en sí todos los problemas de nuestro tiempo, el pasado de pesadilla con un presente y un futuro no menos amenazantes, nos compete a todos estos ciudadanos griegos, alemanes y españoles que se sienten directamente interesados, darle la continuación que merece. Y el primer paso en esta dirección es la entrevista que sigue. Dando la palabra a Andrej Hunko esperamos que, esta vez, se rompa el muro de silencio y las reacciones estén a la altura de unas circunstancias tan críticas...

Entrevista a Andrej Hunko, diputado de Die Linke, que ha revelado este escándalo
-Yorgos Mitralias: ¿Cuáles han sido las preguntas parlamentarias que has dirigido al Gobierno alemán sobre las pensiones que sigue pagando a los veteranos españoles de la División Azul y cuál ha sido la respuesta oficial de este Gobierno?

-Andrej Hunko: Nuestras preguntas al Gobierno alemán sobre los pagos a antiguos miembros de la División Azul iban sobre la suma pagada y el número de personas que se han beneficiado. Queríamos saber la suma de dinero que Alemania paga a estos colaboradores de los nazis y cuál ha sido la evolución de esta suma desde que el acuerdo bilateral relativo a este affaire fue firmado en 1962 y ratificado en 1965.

Las respuestas han arrojado luz sobre el hecho de que Alemania continúa a día de hoy pagando más de 100.000 euros al año a 41 antiguos miembros de la División Azul, así como a nueve supervivientes de sus familias. Es probable que esta suma haya sido mucho más importante en el pasado, puesto que la División Azul existe desde hace más de 70 años y muchos de sus guerrilleros han muerto. Sin embargo, el Gobierno no nos ha dado las cantidades concretas para todo este periodo. Habrá que investigar en los archivos públicos para poder conocer las sumas exactas.

El Gobierno alemán nos ha dicho también que no espera poner fin a estos pagos.
-Y.M.: Ahora sabemos que el acuerdo sobre la atribución de pensiones a los veteranos de la División Azul concluyó en 1962 entre la Alemania Federal del canciller Adenauer y el Gobierno del dictador Franco quien, a cambio, aceptó hacer los mismo, es decir, pagar las pensiones a los veteranos de la Legión Cóndor nazi, responsable de numerosos crímenes de guerra durante la guerra civil española, entre ellos la destrucción de la ciudad vasca de Gernika. Ahora, o sea solamente algunos días tras el 40º aniversario de la muerte de Franco (20 de noviembre de 1975), sería útil recordar que el mismo régimen de Franco que firmó este acuerdo con la Alemania Federal en 1962 ofreció asilo a nazis notorios como por ejemplo Otto Skorzeny o Léon Degrelle (2) hasta su muerte. ¿Crees tú que el acuerdo de 1962 es emblemático de las "afinidades electivas" existentes entre el régimen de Franco y la Alemania Federal de después de la guerra?

-Andrej Hunko: Yo creo que esta hipótesis es justa. Sin embargo, no refleja solamente las relaciones de la Alemania de después de la guerra con el régimen fascista de Franco. Yo pienso que podemos ver ahí la prueba de la continuidad del personal nazi en la administración pública, las fuerzas armadas, y los servicios secretos de la Alemania tras la guerra. En numerosos casos la desnazificación ha sido inexistente, ya sea muy limitada y numerosos puestos han sido ocupados por nazis notorios en determinados casos. Por dar un ejemplo, uno de los casos más célebres ha sido el de Reinhard Gehlen, que fundó el servicio secreto BND de la Alemania Federal.

Visto desde este ángulo, no es una sorpresa que la Alemania del Gobierno Adenauer haya firmado tal acuerdo con la España de Franco. Naturalmente, esto no lo hace menos nauseabundo.

-Y.M.: ¿Cuál ha sido el impacto en Alemania de vuestras preguntas parlamentarias y de la respuesta del Gobierno alemán? Ha habido reacciones que relacionen este affaire escandaloso con el rechazo permanente de los gobernantes alemanes a pagar las reparaciones y las indemnizaciones al Estado griego y a los ciudadanos griegos víctimas de las atrocidades nazis?

-Andrej Hunko: Evidentemente, hemos intentado hacer esta aproximación en nuestros comentarios a las respuestas del Gobierno alemán. Para mí es un escándalo que la Alemania de hoy rechace pagar las compensaciones y las reparaciones a las víctimas. No ha reembolsado ni siquiera el préstamo forzado que Alemania impuso a Grecia durante la ocupación. Basta un vistazo a los argumentos utilizados por el Ministerio alemán de Asuntos Exteriores para justificar el no reembolso, para constatar que son escandalosos.

Por otro lado, la gente que combatió voluntariamente con la Wehrmacht en la guerra de exterminio que llevó a cabo en Europa del Este continúan aún hoy siendo pagados por Alemania. Me parece incomprensible.

Sin embargo, las reacciones de los medios alemanes han sido bien limitadas. Han hablado de las respuestas del Gobierno, pero no ha habido debate en torno a esta cuestión. Creo que la reacción de los medios españoles ha sido mucho más importante. Una razón podría ser que la dictadura fascista en España terminó mucho más recientemente que la de Alemania.

-Y.M.: ¿Qué dirías si los activistas y los movimientos sociales griegos, españoles y alemanes dan continuación a este affaire escandaloso? ¿Crees que sería útil y posible emprender tal iniciativa?

-Andrej Hunko: Sí, ciertamente. Hemos dado un paso a nivel parlamentario planteando esta pregunta en el Parlamento Europeo en colaboración con Josu Juaristi Abaunz del País Vasco, que es miembro del grupo parlamentario de la Izquierda Unida Europea-Izquierda Verde Nórdica (GUE/NGL). Estamos trabajando actualmente para recoger más elementos sobre los pagos a los voluntarios fascistas y la ausencia de compensaciones a las víctimas de la guerra y de la ocupación. Creo que la asociación de los activistas en este affaire sería no sólo un importante símbolo de solidaridad internacionalista, sino que podría finalmente contribuir a que se haga justicia con todos los que han sufrido la tiranía fascista o que han luchado contra ella.

Notas
1. Ver el artículo (en griego): http://contra-xreos.gr/arthra/928-1936-2015.html
2. Otto Scorzeny era un oficial de las SS conocido por sus misiones audaces, entre ellas la liberación de Mussolini en 1943. Léon Degrelle fue el fundador y el jefe del movimiento fascista belga Rex, antes de encabezar la División SS Valonia sobre el frente del Este.

martes, 29 de septiembre de 2015

Acusada de plagiar su tesis la ministra de Defensa de Alemania Ursula von der Leyen, sospechosa de copiar su trabajo de doctorado en Medicina.

En medio de una tormentosa crisis que ha echado raíces en Berlín a causa de la llegada masiva de refugiados al país y el escándalo que ha protagonizado Volkswagen, una de las joyas de la gran industria germana, una nueva acusación de plagio de tesis doctoral ha puesto en duda la carrera política de Ursula von der Leyen, la ambiciosa ministra de Defensa que no esconde sus deseos de postularse al cargo de canciller, si algún dia, la actual jefa del gobierno germano, Angela Merkel, decide jubilarse.

La nueva acusación de plagio amenaza nuevamente con amargarle la vida a la canciller, que en el pasado reciente tuvo que aceptar la renuncia de dos importantes ministros que cometieron el pecado de robar ideas para escribir sus respectivas tesis doctorales. La nueva sospecha que se cierne sobre Ursula von der Leyen fue denunciada por el portal Vroniplag, que señaló que había investigado el trabajo de disertación de la ministra para obtener el título de “doctora en Medicina” y que había encontrado graves irregularidades.

Ursula von der Leyen obtuvo su doctorado en 1991 en la Universidad de Hannover, donde su padre ocupaba el cargo de jefe de gobierno regional del Land, gracias a un trabajo de investigación sobre los efectos de la proteína C en el diagnóstico de un “sindroma de infección amniótica, con ruptura prematura y la relajación terapéutica del parto”. Según Vroniplag, que revisó 62 páginas del trabajo de doctorado de la ministra, la aspirante al titulo de doctora en Medicina plagio 23 observaciones en su trabajo sin citar las fuentes.

“En total, se descubrió un plagio en un 43,5 % de las paginas analizadas por VroniPLag” señaló la revista Der Spiegel, que tuvo acceso al trabajo realizado por la web que se ha especializado en analizar los trabajos de doctorado de las personalidades políticas alemanas. “En el trabajo de von der Leyen hay 23 comentarios donde no se cita a la fuente. En el campo de la Medicina representa un antecedente muy peligroso”, señala la revista.

Un portavoz del ministerio de Defensa señaló que la ministra se había enterado en el mes de agosto de la investigación que estaba realizando VroniPlag. “La ministra no ha desmentido la acusación, pero ha solicitado a la Facultad de Medicina de Hannover que deje analizar su trabajo de disertación por medios independientes”, dijo el portavoz, citado por Der Spiegel.

La nueva acusación de plagio, hizo sonar las alarmas en la CDU, el partido que dirige la canciller desde hace 15 años y que ya vivió en carne propia un famoso escándalo de plagio en el mes de febrero de 2013, cuando la entonces ministra de Educación, Annette Schavan, una de las colaboradas de mayor confianza de la canciller se vio obligada a presentar su renuncia, después de que el decano de la Filosofía de la universidad de Düsseldorf decidiera retirarle el título de “doctora en Filosofía”, sentenciara que la ministra había incluido en su trabajo textos ajenos de “forma sistemática y premeditada”. “La señora Schavan presentó como propio el rendimiento intelectual de otros autores”, señaló el decano, al anunciar que el Consejo Académico de la Universidad había declarado inválido el titulo obtenido.

Una tragedia similar vivió el barón Karl-Theodor von Guttenberg, que en su momento fue el ministro más apuesto y popular del país, un aristócrata rico, inteligente, culto y casado con una tataranieta del famoso canciller Bismarck. Von Guttenberg, en su calidad de ministro de Defensa se había convertido, en un lejano mes de febrero de 2011, en la estrella emergente de la política germana, hasta que la plataforma VroniPlag descubrió que el político bávaro había copiado artículos de la prensa germana, incluso textos publicados en la web de la embajada de Estados Unidos en Berlín, sin mencionar las fuentes.

Cuando se descubrió el plagio cometido por el barón, el presidente del Bundestag, Norbert Lammert, señaló que el engaño cometido por el exministro era un “clavo en el ataúd” para la confianza en la democracia alemana, una metáfora que podría volver a repetir si la ministra de Defensa se ve obligada a renunciar.

http://internacional.elpais.com/internacional/2015/09/26/actualidad/1443290062_527611.html?rel=lom

jueves, 24 de septiembre de 2015

El niño (litle boy) más pequeño. Veinte años después de Hiroshima, tropas estadounidenses de élite se entrenaron para impedir una invasión soviética, con armas nucleares atadas a la espalda.

Mientras el capitán Tom Davis espera de pie junto a la puerta posterior del avión militar de carga, el aire nocturno barre la bodega. Davis recorre con los ojos la tierra negra 400 metros más abajo. Agarra con fuerza la lona de su paracaídas de reserva y respira hondo.

Davis y los hombres que forman su equipo-A (equipo Alfa de operaciones) de las Fuerzas Especiales están entre los soldados más preparados del ejército norteamericano. Estamos en 1972, y el capitán ha vuelto hace poco de un periodo de servicio en Vietnam, donde estuvo combatiendo en la frontera con Camboya. Su sargento de comunicaciones sirvió en el Mando y Control Norte, que era responsable de algunas de las operaciones más audaces en el corazón del territorio norvietnamita. Pero ninguno de ellos había estado antes en una misión como esta.

Su plan es saltar en paracaídas en Europa del este, avanzar sin que los descubran por unas montañas cubiertas de bosques y destruir una planta de agua pesada utilizada en la fabricación de armas nucleares.

Durante los cuatro días de preparación para la misión, militares expertos en la región les han informado sobre rutas de infiltración y las patrullas enemigas que pueden esperar. El equipo ha examinado fotografías aéreas y una elaborada simulación del objetivo, un gran edificio vagamente en forma de U. La planta está situada en una zona amplia y abierta, con guardias que la recorren sin cesar, pero, por lo menos, el equipo no necesita introducirse en el edificio. Del arnés del paracaídas que lleva el sargento de información de Davis cuelga en curiosa postura una bomba nuclear de 26 kilos. Con un arma tan poderosa, pueden limitarse a colocarla junto a un muro, activar el temporizador y dejar que la fisión cumpla su papel.

Davis tenía pensado seguir los pasos de los destacados juristas existentes en su familia --su padre era abogado, y su abuelo, juez de un tribunal federal-- hasta que la junta de reclutamiento puso un anuncio durante su primer año de Derecho. Sin esperar a que le llamaran, Davis se presentó voluntario a la escuela para formación de oficiales y en concreto a las Fuerzas Especiales, y terminó el durísimo “curso Q”, el curso de calificación, con el grado de subteniente. De ahí pasó a estudiar la lengua vietnamita y luego partió a la guerra en el sureste asiático, donde sirvió como oficial de asuntos civiles y operaciones psicológicas.

Cuando le nombraron teniente, Davis obtuvo su propio equipo-A. Su sargento sugirió que se ofrecieran voluntarios para entrenarse en lo que el ejército llamaba las Municiones Atómicas Especiales de Demolición (SADM en sus siglas en inglés), unas armas nucleares tácticas concebidas para utilizarse en el campo de batalla, en caso de una guerra con los soviéticos. “Qué demonios, ¿por qué no?”, respondió. El comandante de la compañía propuso sus nombres y el equipo fue aceptado en el entrenamiento.

A medida que el avión se acerca a la zona de salto, empiezan a oírse a toda velocidad las órdenes sobre el viento helado y ensordecedor. “¡Comprobad líneas de interferencia!” Los hombres responden para comprobar los equipos, empezando por atrás. “¡Preparados!” Se encienden las luces verdes y empiezan a dar un golpecito a cada hombre: “¡Adelante!” Los soldados, cada uno cargado con unos 30 kilogramos de material además de los 14 kilogramos de cuerda del paracaídas, más que saltar se tambalean y se dejan caer por la puerta trasera para saltar a tierra a alrededor de 6 metros por segundo.

Sus siluetas van saliendo del avión a intervalos de medio segundo, con los paracaídas deshinchados flotando detrás como colas de cometas hasta que se llenan de aire y se expanden, y el equipo vuela hacia abajo a la velocidad suficiente para evitar que les vean (o les disparen), pero con la lentitud necesaria para no matarse al chocar con el suelo. Después de aterrizar y soltar y esconder los paracaídas, se aproximan a un punto de reunión fijado previamente, oculto entre árboles y sombras, y allí abren el contenedor especial para comprobar si el contenido ha sufrido algún daño o está intacto y no se ha filtrado nada de radiación. Meten la bomba en una mochila, entierran el contenedor y se disponen a atravesar las montañas, avanzando solo de noche para no ser vistos.

Tardan aproximadamente dos días en llegar a su objetivo. En día D, colocan el dispositivo en la planta de agua pesada y salen corriendo.

La “misión” del capitán Davis, por supuesto, era un ejercicio. En realidad, sus hombres y él no se lanzaron sobre Europa del este, sino cerca del Bosque Nacional de White Mountain, en New Hampshire. La planta de agua pesada era en realidad una fábrica de papel abandonada en el pueblo vecino de Lincoln, y la bomba era una imitación para entrenamiento.

La misión no era real, pero el trabajo sí.

Durante 25 años, en la segunda mitad de la guerra fría, Estados Unidos desplegó unos dispositivos nucleares portátiles con capacidad de destrucción, la Munición Atómica Especial de Demolición B-54 (SADM).

Soldados de varias unidades de élite de las Fuerzas Especiales y el cuerpo de Ingenieros del Ejército, además de SEAL de la Armada y marines escogidos, se entrenaron para manipular las bombas, denominadas “bombas de mochila”, en frentes de batalla de Europa del este, Corea e Irán, como parte de los esfuerzos de las fuerzas armadas estadounidenses para asegurar la contención y, en caso necesario, la derrota de las tropas comunistas.

Durante el largo pulso con la Unión Soviética, Occidente tuvo que lidiar con el hecho de que, en personal y en armamento convencional, las fuerzas del Pacto de Varsovia superaban con mucho a sus homólogos de la OTAN. Para Estados Unidos, las armas nucleares fueron el gran factor capaz de igualar la situación. En los años cincuenta, el presidente Dwight Eisenhower fue un poco más allá y presentó la política del New Look, la nueva perspectiva consistente en tratar de disuadir a la Unión Soviética de posibles agresiones sin incurrir en grandes costes, mediante la amenaza de responder a cualquier ataque con una ofensiva nuclear de proporciones apocalípticas: la doctrina denominada de “la represalia masiva”. Ike pensaba que así podría mantener a raya tanto el comunismo en el extranjero como el complejo militar industrial en su propio país.

Sin embargo, esa estrategia tenía un fallo importante. Aunque la represalia masiva era barata, no permitía a Estados Unidos tener ninguna flexibilidad en su respuesta a una agresión del enemigo. Si las fuerzas comunistas lanzaban un ataque limitado y no nuclear, el presidente tendría que escoger entre la derrota frente a una fuerza convencional superior o un enfrentamiento nuclear estratégico totalmente desproporcionado (y tal vez incluso suicida) que mataría a cientos de millones de personas.

Para tener más opciones entre los extremos de caer ante los “rojos” y acabar “muertos”, Estados Unidos adoptó el concepto de guerra nuclear limitada, y empezó a proponer armas atómicas tácticas diseñadas para su utilización en combate. Si las fuerzas del Pacto de Varsovia saltaban alguna vez de Alemania del este y Checoslovaquia hacia Europa occidental, Estados Unidos podría recurrir a armas nucleares con el fin de, por lo menos, retrasar el avance comunista lo bastante como para dar tiempo a llegar a los refuerzos. Estas armas “pequeñas”, muchas de ellas más poderosas que la bomba arrojada sobre Hiroshima, habrían aniquilado cualquier campo de batalla e irradiado gran parte del área circundante. Pero ofrecían una alternativa.

La estrategia de la guerra fría estaba llena de oximorones como el concepto de “guerra nuclear limitada”, pero el dispositivo nuclear de mochila fue quizá el ejemplo más cómico y siniestro de una era obligada a afrontar la perspectiva muy real del Apocalipsis. La SADM fue un caso de realidad que imitaba a la sátira. Al fin y al cabo, igual que Slim Pickens en el simbólico final de Dr. Strangelove, volamos hacia Moscú, los soldados estadounidenses debían atarse a la espalda unas bombas atómicas y lanzarse desde unos aviones para dar paso a la Tercera Guerra Mundial.

Los años cincuenta y sesenta del siglo pasado fueron la edad de oro del diseño de armas nucleares. Los científicos y los técnicos de los laboratorios de armamento nuclear en Los Álamos y Sandia consiguieron miniaturizar los llamados “paquetes físicos” en el núcleo de las bombas atómicas, que dejaron atrás el monstruo de más de 4.500 kilogramos empleado en la primera prueba nuclear de la historia para constituir cabezas más pequeñas que podían encajarse en un misil. Y sus colegas especialistas en cohetes desarrollaron misiles balísticos de tierra y submarinos que, junto con los bombarderos, pronto formaron la “tríada” nuclear en la que se basaba la disuasión estratégica contra los soviéticos.

Desde el punto de vista del Ejército, el problema era que los bombarderos y los misiles estaban en manos de la Fuerza Aérea y la Armada, con lo que las fuerzas de tierra se habían quedado al margen del que probablemente era el avance más significativo en la historia de la guerra, a pesar de que serían sus soldados los principales encargados de detener una invasión soviética de Europa occidental. Por suerte para el Ejército de tierra, muchos estrategas norteamericanos seguían considerando las bombas nucleares como bombas convencionales salvo que más grandes, y el dominio que tenía Estados Unidos de la ciencia de la destrucción atómica desde Hiroshima había hecho que los diseñadores de armas pensaran mucho más en las posibilidades que en la prudencia. El resultado fue una serie de curiosas creaciones que llegaron al arsenal del Ejército, desde artillería atómica hasta misiles de defensa aérea con cabezas nucleares.

El Ejército empezó a fabricar municiones atómicas de demolición (ADM) en 1954. Los primeros productos eran armas engorrosas, que pesaban cientos de kilogramos y necesitaban a varios hombres para transportarlas, con la ayuda de camiones y helicópteros. Su principal objetivo era lo que podríamos llamar paisajismo nuclear: crear cráteres irradiados e intransitables o hacer que laderas de montañas se derrumbaran en algún paso estrecho para obstruir cualquier ruta de invasión e impedir el paso a las fuerzas enemigas. Un ingeniero recuerda colocar un ADM en medio de un bosque: “La idea era hacer volar aquellos árboles a través de un valle para crear un obstáculo físico radiactivo al paso de vehículos y tropas”, cuenta.

El manual de campo de contramovilidad del Ejército enseñaba a los soldados a utilizar los ADM para hacer “cráteres río”, explosiones atómicas junto a vías de agua de pequeño tamaño que “formaran un pantano temporal, un lago, una inundación, y de esa forma constituyeran un auténtico obstáculo hidrológico” para las fuerzas enemigas.

En el peor de los casos, los ingenieros atómicos del Ejército preveían impedir que las fuerzas enemigas utilizaran las infraestructuras, es decir, destruir puentes, túneles y pantanos. Explanadas ferroviarias, centrales eléctricas, aeropuertos... Todos esos elementos eran blancos apropiados para llevar a cabo una destrucción nuclear preventiva.

No obstante, el Ejército quería tener también un papel nuclear más activo. Sus partidarios decían que la doctrina de la represalia masiva dejaba a Estados Unidos sin preparación para toda una amplia gama de conflictos. Varios documentos de la Comisión de la Energía Atómica (CEA) muestran que los diseñadores de las armas nucleares estadounidenses estaban deseosos de apoyar al Ejército en ese intento de tener armas nucleares tácticas. En 1957, según varios relatos, el presidente de Sandia Corporation, James Mcrae, se lamentó de que “el uso indiscriminado de armas nucleares de alto rendimiento generara inevitablemente una reacción adversa de la opinión pública”. Dado que el futuro de la guerra iba a consistir en una “sucesión interminable de pequeños brotes bélicos, más que conflictos a gran escala”, McRae recomendaba que “se diera más importancia a las armas atómicas de pequeño tamaño”, que podían utilizarse en “combates de tierra locales”.

Los consejos de McRae prepararon el terreno para el desarrollo del Davy Crockett, un misil nuclear con rendimiento inferior a un kilotón que cabía en la trasera de un todoterreno. En 1958, cuando el Ejército empezó a buscar una munición atómica de demolición que pudiera llevar un soldado por sí solo, la CEA recurrió a la cabeza ligera Mark 54, de la serie de Davy Crockett. El arma así obtenida sería una versión más pequeña y portátil de las ADM. Sin embargo, el Ejército tendría que compartir el dispositivo con la Armada y los marines.

El último producto de la CEA, la munición atómica especial de demolición B-54, se incorporó al arsenal estadounidense en 1964. Tenía 45 centímetros de alto, con una carcasa de aluminio y fibra de vidrio. Un extremo estaba redondeado, en forma de bala, y el otro tenía un panel de control de 30 centímetros de diámetro. Según un manual militar, el rendimiento explosivo máximo del arma era inferior a 1 kilotón, es decir, el equivalente a mil toneladas de TNT. Para impedir un uso no autorizado de la bomba, el panel de control estaba tapado por una placa con un cierre de combinación. El cierre tenía pintura fosforescente para que los soldados pudieran abrirlo y colocar la bomba de noche.

A medida que las fuerzas soviéticas se adentraran en países como Alemania occidental, el SADM permitiría a las unidades de las Fuerzas Especiales (denominadas equipos de “Luz verde”) deslizarse tras las líneas enemigas con el fin de destruir infraestructuras y material. Pero su misión no se habría limitado solo a los países miembros de la OTAN. Lo que no saben muchos historiadores nucleares es que los equipos de Luz Verde estaban también preparados para utilizar los SADM en territorio del Pacto de Varsovia si era necesario para impedir una invasión. Los equipos estaban entrenados para destruir aeródromos, depósitos, núcleos de la red de defensas antiaéreas y cualquier infraestructura de transporte que pudiera ser útil para dificultar la circulación de vehículos acorazados enemigos y permitir que los aliados emplearan su fuerza aérea. Según un informe interno, el Ejército pensó también en enterrar SADM cerca de búnqueres enemigos “para destruir instalaciones esenciales de mando y comunicaciones”.

Los SEAL de la Armada y las Fuerzas Especiales del Ejército se entrenaban para alcanzar sus objetivos por aire, tierra y mar. Podían lanzarse en paracaídas desde aviones de carga o helicópteros para caer tras las líneas enemigas. Los equipos especializados en misiones submarinas eran capaces de bucear para llevar la bomba hasta su destino en caso necesario. (La CEA construyó un contenedor hermético y a presión que permitía a los buceadores sumergir la bomba hasta una profundidad de 61 metros.) Un equipo de las Fuerzas Especiales llegó a entrenarse para esquiar transportando el arma en los Alpes de Baviera, aunque con ciertas dificultades. “El arma esquiaba montaña abajo; tú, no”, dice Bill Flavin, que dirigió un equipo de SADM de las Fuerzas Especiales. “Si se movía solo un poco, no había nada que hacer. Con aquella cosa no había forma de mantener el control en la pendiente”.

Por consiguiente, las Fuerzas Especiales recurrieron a equipos entrenados en saltos de paracaídas a gran altitud y buceadores. Los jefes de equipo podían escoger cuáles de sus hombres se iban a entrenar en el uso del arma para garantizar que sus unidades superasen las exigentes inspecciones periódicas de seguridad nuclear que hacía el Ejército. “Los que tenían mejor historial, más experiencia, solían ser los que acababan incorporándose al equipo de la SADM, porque tenían que pasar la inspección de seguridad”, dice Flavin. Para recibir la autorización de manipular una SADM, los soldados además tenían que someterse al programa de fiabilidad del Departamento de Defensa, con el fin de asegurarse de que eran dignos de confianza y no tenían problemas mentales.

Algunos hombres a los que se proponía la misión eran de lo más entusiastas; otros, no tanto.

“Por supuesto, todo el mundo se presentaba voluntario. ese no era el problema”, dice el capitán Davis. “Lo hacíamos porque era, no sé, algo increíble, y yo quería aprender a hacerlo”. Pese a ello, cuando Ken Richter, miembro de un equipo Luz Verde, empezó a entrevistar a posibles candidatos, se encontró con que no todos tenían el mismo entusiasmo: “Entrevisté a mucha gente para nuestro equipo. Cuando se enteraban de en qué consistía la misión, decían: ‘No, gracias. Prefiero volverme a Vietnam’”.

Cuando le enseñaron el arma, Richter no daba crédito a lo que se había inventado la CEA. “Creo que mi primera reacción fue no creérmelo”, dice. “Porque todo lo que había visto hasta entonces, la Segunda Guerra Mundial, era un arma gigantesca. ¿Y nos la íbamos a atar a la espalda para transportarla? Creí que me estaban tomando el pelo”.

No era así. Los equipos de SADM de las Fuerzas Especiales como el de Davis asistían a un curso de una semana, entre ocho y 12 horas de clase cada día, en un aula de cemento en Fort Benning, Georgia. Además, recibían otros cursillos periódicos de actualización que impartía el comité de SADM de las Fuerzas Especiales, formado por suboficiales veteranos y expertos en SADM, y se sometían a inspecciones periódicas para evaluar su aptitud en el manejo de armas nucleares. Aun así, dado todo lo que estaba en juego, el entrenamiento no siempre inspiraba una gran confianza.

Para ser un arma nuclear, la bomba era compacta y ligera, pero, como material de infantería, era pesada e incómoda, y su peso muchas veces se inclinaba hacia un lado u otro sobre la espalda. “Cuando [el encargado de los saltos] dijo “Adelante”, prácticamente me empujó fuera del avión con la bomba”, recuerda Danny Powers, sargento de comunicaciones en un equipo de SADM.

El transporte del arma a pie era todavía más difícil. Dan Dawson, ingeniero de ADM, recuerda lo complicado que era correr con una bomba de mochila. Durante un ejercicio de entrenamiento, su unidad simuló una misión en la que tenían que hacer estallar un túnel de ferrocarril, pero descubrió que le costaba mucho trasladar una SADM a través de un terreno abierto. “Para llevar [al que transportaba la SADM] deprisa a través de aquel terreno, dos de nosotros tenían que agarrarle por los brazos y trotar con él para ayudarle. El arma se podía llevar, pero era imposible correr con ella a cuestas”.

Además, la norma de los dos hombres, que todavía hoy establece que ningún soldado sea capaz de montar por sí solo un arma nuclear, exigía que los equipos de Luz Verde se repartieran el código para abrir la placa que cubría el dispositivo. Y eso podía ser un problema si de camino al objetivo moría uno de los dos. “Llegaba uno al sitio con aquella mierda tan enorme en la mochila y sin poder hacer nada con ella”, dice Flavin. “Así que pensamos que no podíamos arriesgaros a que pasara”, y su equipo decidió que, en caso de una misión de verdad, todos sabrían el código.

Por otra parte, tampoco podían abandonar la SADM a mitad de misión si las cosas se ponían feas. Era un arma tan extraordinaria que no podían permitir que cayera en manos del adversario, y las placas que la cubrían, con un simple cierre de combinación, no iban a ofrecer una gran protección si las fuerzas enemigas capturaban a un equipo. “Se podía abrir con una barra de hierro”, dice Flavin. Por consiguiente, los equipos se entrenaban también para destruir el arma. “Siempre teníamos que llevar encima la cantidad necesaria de explosivos para destruirla sin que estallara”, dice Powers. “Quizá podía esparcir residuos nucleares, pero no habría una explosión con nube en forma de seta”.

Si el equipo alcanzaba el objetivo, los hombres debían quitar la cobertura y fijar los temporizadores. Luego metían la mano en el hueco de seguridad --un pequeño compartimento en la esquina superior izquierda del panel de control-- y sacaban una carga explosiva del tamaño de una mano que era la que detonaría la reacción nuclear en cadena de la bomba. Después de colocar la carga en posición activada y encender el interruptor, retrocedían a toda prisa.

Como es natural, en las horas o en los minutos previos a la detonación, cabía la posibilidad de que las tropas enemigas descubrieran y manipularan la bomba, así que se encargaba a algunos equipos que la mantuvieran vigilada hasta justo minutos antes. La distancia “correcta” para garantizar la seguridad del arma y la de los soldados variaba según cada inspector, recuerda Frank Antenori, que fue técnico de mantenimiento de armas nucleares del Ejército en un equipo de las Fuerzas Especiales y más tarde fue condecorado por el valor mostrado como Boina Verde en Irak y Afganistán. Algunos inspectores decían a los equipos que abandonaran la zona inmediatamente después de colocar el arma; otros insistían en que tenían que mantenerla a la vista hasta que estallara.

Incluso desde una distancia “segura”, los equipos de SADM se sentían demasiado cerca de la detonación. “Estábamos fuera de la zona de vaporización”, dice Antenori, “pero dentro de la zona de ‘Mmmm, cuando estalle, dentro de un segundo, voy a sentir el maravilloso aire caliente’”.

Por si resultaba poco absurda la idea de estar agazapados cerca de un arma nuclear que estaba a punto de explotar, los soldados no podían saber exactamente cuándo iba a explotar. La SADM era una bomba que tenía muy pocos componentes electrónicos, probablemente porque la CEA quería que así fuera resistente a las pulsaciones electromagnéticas de cualquier explosión nuclear próxima, que era algo previsible en caso de que estallara una guerra con los soviéticos. En su lugar, el dispositivo dependía de dos temporizadores mecánicos que, por desgracia, eran menos precisos cuando se fijaban con mucha antelación, y podían llegar a estallar incluso con ocho minutos de adelanto y 13 de retraso. Los manuales de campo del Ejército advertían que “no es posible estar seguros de que [los temporizadores] van a saltar en un momento determinado”, por lo que los equipos de las SADM se entrenaban para ser capaces de predecir el momento con cierta aproximación.

Aun así, dice Powers, “siempre pensábamos que, después de seguir todos aquellos meticulosos procedimientos y fijar los temporizadores para varias horas después, en cuanto apretáramos el botón íbamos a desaparecer”.

Si los equipos de Luz Verde tenían la suerte de seguir vivos después de detonar la bomba, todavía tendrían que superar enormes obstáculos para salir bien librados. Detrás de las líneas enemigas y sin ningún apoyo en el momento de comenzar la Tercera Guerra Mundial, tendrían que utilizar su ingenio y su entrenamiento para no acabar muertos o capturados. Contaban con ciertos recursos que se habían dispuesto para ayudarles: las Fuerzas Especiales que huyeran de la detonación de una SADM sabían que deberían buscar armas y suministros escondidos en determinados lugares de Europa del este que estaban señalados en mapas especiales. “Cuando cayó el Muro [de Berlín], recuperamos parte de todo lo que había oculto”, recuerda Flavin. “Me sorprendió ver que las armas y las demás cosas estaban en perfecto estado”.

Además de sus reservas, algunos equipos de SADM tenían acceso a otra arma secreta que les ayudaría a volver a casa: un sargento de las Fuerzas Especiales nacido en Checoslovaquia, llamado Julius Reinitzer. Cuando era adolescente, Reinitzer se había escapado dos veces de un campo de trabajo nazi en Polonia. Después contactó con los servicios militares de inteligencia de Estados Unidos y se movió por la frontera checa para establecer redes de resistencia. Después de que le detuvieran y le encarcelaran por espionaje en la Checoslovaquia comunista, volvió a escaparse. Al llegar al mundo libre, Reinitzer se alistó en el Ejército estadounidense, obtuvo la nacionalidad y se convirtió en Boina Verde. Le llamaban “el Oso”, y llegó a ser un profesor muy solicitado por los equipos de las Fuerzas Especiales que, como el de Flavin y sus hombres, querían un cursillo acelerado en el delicado arte de vivir a escondidas tras el Telón de Acero.

No obstante, los miembros de este mundo eran muy conscientes de que las misiones de Luz Verde serían con toda probabilidad unos viajes sin retorno. Volar a través del espacio aéreo enemigo, llevar a cabo operaciones clandestinas tras las líneas enemigas, aproximarse a las fuerzas hostiles con un arma nuclear y esperar increíblemente cerca de la bomba hasta que estallara: las misiones eran verdaderamente absurdas. Como dice Flavin: “Había muchas dudas sobre la sensatez operativa del programa, y los que íbamos a llevar a la práctica la misión estábamos seguros de que los que las habían pensado se habían fumado algo en mal estado”.

El humor servía para suavizar la siniestra realidad de trabajar con municiones atómicas de demolición. Las unidades de ingenieros de ADM creaban parches y logotipos adornados con nubes en forma de seta. Pronto surgió un lema extraoficial: “Bombardéalos hasta que reluzcan, y entonces dispárales en la oscuridad”. Lo que facilitaba las ganas de hacer chistes era que algunos pensaban que había muy pocas posibilidades de que la cadena de mando autorizara una de aquellas misiones. “En el fondo, sabíamos que nadie iba a dar el control de los dispositivos a un puñado de veteranos correteando por el campo”, dice Davis. “No creíamos que fuera a ser nunca realidad”.

Aparte de la “sensatez operativa” del programa, como dice escuetamente Flavin, algunos equipos de las Fuerzas Especiales se preguntaban si llegarían a recibir los aviones que debían transportarlos, y mucho más las armas propiamente dichas, en medio del caos y la destrucción que supondría el comienzo de la Tercera Guerra Mundial. Las unidades de SADM no solían tener acceso a armas nucleares reales, que se encontraban guardadas en depósitos muy controlados, como las instalaciones del Ejército en Miesau, Alemania occidental. En caso de guerra, transportarían las armas hasta unos aeródromos cercanos en los que estarían esperando los equipos de SADM. Flavin resume así las dificultades: “Había que llevarnos a nosotros a algún sitio. Había que llevar el arma a algún sitio. Había que llevar el avión a algún sitio. ¿Y cándo se iba a hacer todo eso? Supongo que, en teoría, antes de que el otro bando decidiese atacar”.

Otro obstáculo eran las susceptibilidades políticas. Los aliados de la OTAN, en particular Alemania occidental, sentían una lógica aprensión ante la idea de que las fuerzas estadounidenses activaran decenas de pequeñas bombas nucleares en su territorio. Se suponía que los ingenieros no debían utilizar las armas hasta después de que se hubiera evacuado a las poblaciones locales, pero el requisito no acababa de tranquilizar los nervios. Enterrar las bombas podía limitar los efectos radiactivos, pero la República Federal protestó públicamente cuando Estados Unidos pidió permiso para cavar por anticipado los hoyos en los que pensaba colocar las armas nucleares, cerca de sus infraestructuras de transporte.

Al final, las dudas sobre las SADM nunca tuvieron respuesta. En 1984, 20 años después de que se creara el arma, la opinión pública pudo hacerse una idea de cómo era y lo que podía hacer cuando William Arkin y sus colegas esbozaron una descripción a partir de documentos y manuales militares para presentársela al Consejo de Defensa de los Recursos Naturales de Estados Unidos. Sus revelaciones provocaron alguna reacción indignada en el Congreso y conmoción en los medios, pero las SADM tenían ya los días contados.

Al apagarse las tensiones de la guerra fría, Estados Unidos empezó a retirar las SADM. El fin oficial del arma llegó en 1989, cuando los Departamentos de Defensa y Energía declararon que era “obsoleta” y que “ya no existía ninguna necesidad operativa” para ella. Con la desaparición de la Unión Soviética en 1991, George H. W. Bush hizo grandes recortes en la armas nucleares no estratégicas de todos los sectores.

Seis años después se levantó oficialmente el secreto sobre algunos aspectos relacionados con el arma. Pero los detalles operativos de cómo se habrían utilizado las mochilas nucleares --las misiones en territorio del Pacto de Varsovia, las demandas que suponían las armas para los hombres encargados de desplegarlas y los riesgos que entrañaban las misiones-- no se han conocido hasta ahora, a través de entrevistas, documentos desclasificados en virtud de la Ley de Libertad de Información y manuales militares que se han obtenido ahora.

Lo que fue un arma del máximo secreto es hoy una atracción turística. Quienes visitan el Museo Nacional de Ciencia e Historia Nuclear en Albuquerque, Nuevo México, pueden hacerse una foto delante de un contenedor de SADM con su paracaídas. La Munición Atómica Especial de Demolición ha pasado de ser un arma de lo más seria, aunque extravagante, a ser un recuerdo pintoresco de la guerra fría.

Con la distancia que da la historia, es tentador decir que las SADM no fueron más que una aberración nacida de la histeria de la guerra fría. Pero Estados Unidos sigue teniendo armas nucleares tácticas en Europa, aunque en una forma menos osada, las bombas B-61, aerotransportadas. Y más inquietante resulta el hecho de que otros países están adoptándolas cada vez más como instrumentos de defensa nacional. Por ejemplo, al parecer, Pakistán tiene armas nucleares deplegadas en posiciones avanzadas, y sus tropas sobre el terreno tienen concedida de antemano la autoridad para utilizarlas, todo ello con el fin de compensar el hecho de que el ejército indio es mucho mayor. Y, con la situación contraria a la que era, ahora que Rusia está en una situación de inferioridad convencional respecto a la OTAN, Moscú ha dado más importancia al papel de las armas nucleares tácticas en su doctrina estratégica.

Ahora bien, para los veteranos de las SADM del Ejército, su pasado nuclear ha quedado muy atrás. Algunos tenían dudas sobre la misión; otros la aceptaron con entusiasmo. Todos llevaron el peso de las peores pesadillas de la guerra fría, literalmente sobre sus espaldas.

© Foreign Policy
Adam Rawnsley vive en Washington y escribe sobre tecnología y seguridad nacional.
David Brown es autor de Deep State: Inside the Government Secrecy Industry
http://internacional.elpais.com/internacional/2014/02/12/actualidad/1392228807_342184.html

lunes, 15 de junio de 2015

“En Alemania, nadie pidió perdón a los supervivientes de los campos”. El director Christian Petzold pone la mirada sobre las consecuencias del nazismo con 'Phoenix'

Una cantante judía superviviente de los campos de concentración nazis que sale de ese tormento con el rostro desfigurado. Al acabar la guerra, la mujer se somete a una operación para que le reconstruyan el rostro. Ya es otra persona. Un fantasma que decide plantarse frente a esa angustiosa realidad y, en lugar de huir de su pasado, se queda en Alemania para saber porqué le pasó lo que le pasó. Y sale en busca de su marido, un soldado, del que sospecha que fue quien le traicionó, pero también de su vida anterior. “Cuando estaba en el campo me agarré a imágenes y recuerdos para protegerme y ahora quiero recuperarlos, quiero regresar al paraíso de los recuerdos”, dice esta mujer.


El director alemán Christian Petzold se propuso hace diez años ordenar su vida, cinematográfica y vital, y realizar dos trilogías, una sobre la opresión y otra sobre el amor. Craso error. Phoenix, un filme, contundente y poderoso, estrenado esta semana en España y que se presentó en el último Festival de Cine de San Sebastián, donde obtuvo el premio de la crítica (Fipresci), es al mismo tiempo una historia de opresión pero también de amor. “Mi vida está desordenada otra vez”, confiesa el realizador de 54 años. “El amor no lo salva todo, el amor no sobrevive a la opresión, en contra de lo que nos quieren hacer ver todas esas películas y novelas ñoñas”, dice Petzold, un devoto del cómic, en el que se refugia para buscar la soledad.


Phoenix, interpretada por Nina Hoss, una habitual en el cine de Petzold (Bárbara fue el último filme estrenado en España), surge de la necesidad de mirar en el pasado, de abrir las puertas cerradas, de levantar el velo de silencio que cubre el pasado nazi de Alemania. “Cuando tenía 13 o 14 años, en la escuela vi la película documental de Alain Resnais Noche y niebla [realizada en 1955 a partir de material fotográfico y cinematográfico incautado a los nazis] y me impactó tremendamente. Todavía hoy me sigue provocando una angustia terrible. Siempre he querido hacer algo sobre el pasado nazi. En Alemania hay magníficos museos y libros acerca del holocausto, pero curiosamente no hay mucho cine. En Italia, por ejemplo, hay toda una cinematografía que trata de las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial o en Estados Unidos que después de Vietnam rodaron cantidad de películas sobre ello. Creo que el objetivo de mi cine, de alguna manera, es todo un intento de tapar ese agujero, pero Phoenix es la primera que va directamente al grano”.


¿Se puede olvidar y perdonar? La pregunta planteada en el filme no tiene respuesta clara por parte de su realizador. “No lo sé”, responde, “es verdad que Phoenix plantea esta pregunta pero no estoy en posición de responder. Lo que más me duele de Alemania es que nadie volvió su mirada hacia los supervivientes de los campos de concentración. Nadie les pidió perdón. Eso es lo más doloroso. ¿Cómo van a perdonar ellos si nadie les pidió perdón? El informe que se redactó sobre Auschwitz donde hay miles de declaraciones de alemanes, nadie dice ni siquiera un triste ‘lo siento’ o ‘lo sentimos”, se lamenta este realizador que compara su cine de fantasmas con el que realizó Carlos Saura durante la dictadura de Franco. “Recuerdo que muchos de esos personajes eran como fantasmas que hablaban detrás de las cortinas y las paredes”. Una metáfora de la propia Alemania, según Petzold, una tierra poblada de fantasmas.

http://cultura.elpais.com/cultura/2015/06/04/actualidad/1433430347_894478.html

jueves, 28 de mayo de 2015

Y tras 80 años, justicia en la Universidad. La centenaria Ingeborg Rapoport logra el doctorado que los nazis le negaron por ser judía

Ingeborg Rapoport tenía todo listo a los 24 años para obtener su doctorado. Había entregado una tesis sobre la difteria y solo le quedaba pendiente el examen oral. Pero las leyes raciales recién aprobadas por la Alemania nazi impedían expedir títulos a gente como ella. Su pecado lo había heredado de su madre, que era judía. Han pasado 78 años desde entonces, y el mismo país que arrebató a Rapoport lo que era suyo le rendirá homenaje el próximo 9 de junio. Ese día recibirá el título para el que comenzó a prepararse de joven y ha concluido ya centenaria.

“Este ha sido el examen que más trabajo me ha costado en mi vida”, asegura en su casa del este de Berlín esta mujer que a los 102 años tiene la cabeza tan lúcida como para recibir al periodista con unos versos de Manuel Machado. “El ciego sol se estrella en las duras aristas de las armas. Polvo, sudor y hierro. ¡El Cid cabalga!”, recita en español, un idioma que desconoce.

Nadie ha regalado a Rapoport el doctorado que está a punto de recibir. La Universidad le ofrecía un título honorífico, pero esa solución no le convencía. Si lo hacía, debía ser con todas las de la ley.

La iniciativa partió del decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Hamburgo, que en un acto le dijo unas palabras que no olvida: “Usted va a tener noticias mías en breve”. A los pocos días, el decano le propondría hacer lo posible para recuperar su doctorado. Desde entonces, los obstáculos han sido muchos. Rapoport, que a su edad está prácticamente ciega, no podía investigar los avances científicos de los últimos años. Pero este hueco fue suplido con la colaboración de colegas, que le ayudaron a ponerse al día. Finalmente, el decano y otros profesores la examinaron en su propio salón hace dos semanas. Pasó la prueba con creces. “No lo he hecho por mí. A estas alturas de mi vida un título ya no me aporta nada. Era una cuestión de principios. Se trata de restituir la injusticia cometida”, asegura. “Además, quería hacer bien el examen para no decepcionar al decano”, añade con una sonrisa.

Los escollos burocráticos también han sido importantes. “Yo soy muy desordenada, pero por suerte encontramos el certificado en el que se me denegaba el título”, explica. Pese al tiempo transcurrido desde que se escribió este texto, leerlo hoy sigue estremeciendo. “Por la presente certifico que Ingeborg Syllm [su apellido de soltera] me entregó un trabajo que sería válido como doctorado si las leyes vigentes no lo hicieran imposible por la ascendencia de la señorita Syllm”, dice sin rodeos el documento, firmado por el director de la Clínica Universitaria Infantil de Hamburgo el 30 de agosto de 1938. “Sin este papel, no habría sido posible poner en marcha el proceso”, añade la doctora.

No es este el primer récord que bate Rapoport. Antes de convertirse en la persona de más edad que consigue un doctorado ya ocupó en 1969 la primera cátedra de neonatología de toda Europa en el hospital berlinés de Charité, en la antigua República Democrática de Alemania.

Rapoport, que descuelga el teléfono para evitar las constantes llamadas de felicitación y poder mantener una charla tranquila, está ya acostumbrada a que su vida genere interés.

En 1938 huyó del país que gobernaba Adolf Hitler rumbo a Estados Unidos. “Me sentí expulsada de mi propio hogar. Aquí se quedaba toda mi familia y yo me iba tan solo con 38 marcos en el bolsillo”, recuerda. Al otro lado del Atlántico conocería a su marido, tendría cuatro hijos y obtendría otro doctorado. Pero de allí también tuvo que huir. Las simpatías comunistas del matrimonio no eran bien vistas en la época de la caza de brujas del senador McCarthy. La familia se trasladó primero a Austria y en 1952 a la RDA. “Pese a todo lo que he pasado no me quejo. Las cosas han salido bien”, concluye.
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/05/21/actualidad/1432202186_531906.html

domingo, 19 de abril de 2015

Ya somos griegos, una reflexión de Rafael Poch

Merkel pregona para la Europa del Sur políticas que nunca aplicó en su país.

Ahora que ya nos han intervenido en toda regla quizá comprendamos, como país, el estado y sentir de los griegos de los que hemos estado desmarcándonos de forma tan miserable. Somos víctimas del mismo fraude que ellos: los de abajo pagando por estafas internacionales realizadas por el sector financiero y consentidas por el poder político. Los ahorros y sacrificios son para pagar las deudas de ese sector, que es internacional. Y los imponen los mismos políticos que sancionaron el casino.

Además, dentro de ese fraude social manifiestamente injusto, en Europa, especialmente en la Europa del Sur, somos víctimas de una política estúpida y miope con la que Berlín y Bruselas intentan resolver mediante devaluación interna el defecto de nacimiento del euro, una unión monetaria sin unión fiscal. El resultado es una asfixiante política de austeridad que agrava la situación. Grecia es eso. Y ahora nosotros somos Grecia.

Es verdad que el gobierno griego mintió en sus cuentas y que el gobierno español dio alas al ladrillo para mantener su “España va bien”, “superamos a Italia” y “vamos a por tí, Francia”. Son diferentes modalidades de la misma mentira. Meros detalles. No hay país europeo que no haya mentido con su economía. La mentira de Alemania es particularmente desvergonzada y a diferencia de la española o la griega, aun está por desvelar. Se trata de que la Señora Merkel pregona para sus socios cosas que no practica en su país.

Alemania hizo recortes sociales muy dolorosos en 2003, cuyo impacto en la productividad y el crecimiento fueron casi nulos. Donde sí tuvieron impacto, junto con las bajadas de impuestos a ricos y empresas, fue en la tasa de beneficio de la minoría más rica. El Estado Social alemán era, y es, una bestia mucho más rechoncha que su equivalente meridional. Había más grasa y el adelgazamiento fue menos intolerable. Los ajustes alemanes fueron dolorosos pero no tienen nada que ver, en sus plazos y en su profundidad, con lo que se ha hecho en Grecia y lo que se va a hacer ahora en España.

En 2005 la hoy canciller Merkel y entonces mera candidata de la CDU anunció en el congreso de su partido en Leipzig reformas radicales, pero cuando llegó al poder y firmó el acuerdo de coalición con los socialdemócratas, con quienes compartió su primer gobierno, decidió frenar las reformas para no sobrecargar a la gente de tal forma que los dolores de los recortes no se hicieran insoportables. De paso mandó a paseo el compromiso europeo de mantener el déficit por debajo del 3%, y, al revés, practicó una política económica expansiva.

En 2009, Alemania entró en recesión, y ¿qué hizo la Señora Merkel, que ya no gobernaba con los socialdemócratas, sino con socios tan neoliberales como ella?: estimuló la economía invirtiendo dinero en el “kurzarbeit”, la jornada a tiempo parcial, subvencionó al fundamental sector del automóvil con el llamado “Abwrackprämie” , la rebaja por compra de coche nuevo a los propietarios de modelos viejos, y metió mucho dinero en infraestructuras y escuelas sin bajar en ningún momento los presupuestos de educación.

La lista contiene todo lo contrario de lo que Merkel dice que hay que hacer en Europa: recortar, impedir mediante el corsé del Pacto Fiscal cualquier huida del compromiso de déficit, nada de programas de estímulo y castigar a la población mucho más allá de lo soportable – lo de Grecia, capítulo en el que ahora va a entrar España.

Este cinismo no es particularmente malvado ni exclusivo de la canciller: es lo que se ha hecho siempre desde los países más poderosos de Occidente: recomendar e imponer políticas, a Rusia, a América Latina, al tercer Mundo en general, que ellos nunca practicaron en casa por la sencilla razón de que la austeridad unilateral nunca ha funcionado en ninguna parte y porque las enormes tasas de paro del 20%, que Grecia y España sufren, desestabilizan las sociedades y convierten a sus gobiernos en misión imposible. Con más de quince millones de parados –el equivalente a nuestro 20%- también Alemania sería un caos y probablemente un caos mucho peor que el griego por la ausencia o extrema debilidad en Alemania de mecanismos y redes de solidaridad familiar que en el mundo mediterráneo son importantes.

Como la actual receta obviamente no funciona, hay que ir en otra dirección. Una solución podría ser la alemana, pero la de verdad, no la leyenda, y, naturalmente, adaptada a nuestras condiciones y, a poder ser, manifiestamente mejorada. Es decir; aflojar la austeridad, denunciar la deuda y no pagarla (por lo menos en toda aquella parte manifiestamente odiosa), hacer caso omiso del estúpido Pacto Fiscal, invertir en educación y en transición energética hacia renovables de forma descentralizada y sostenible, practicar una política fiscal menos injusta que grave a los más ricos, acabar con la ignominia de los desahucios, cuidar nuestra satisfactoria sanidad, mejorar nuestras universidades y formación profesional, etc., etc.

Obviamente para ello es preciso una sociedad despierta, activa y comprometida con tal programa. Son necesarias nuevas fuerzas políticas. Y como el caso griego ha evidenciado con sus 17 jornadas de huelga general, no basta con protestar en casa contra decisiones que vienen de fuera, sino que hay que actuar directamente contra Bruselas y Berlín, en coordinación con los sindicatos y la ciudadanía de otros países y teniendo siempre mucho cuidado en no degenerar en un nacionalismo excluyente.

Ahora que la Unión Europea quiere disolver, aún más, la soberanía nacional, los nacionalismos -catalán y español incluidos- son necesarios, pero hay que manejarlos con cuidado pues a esta fiesta acudirán no pocos vendedores de alfombras dispuestos a hacer pasar las graves cuestiones sociales e internacionales del momento por ajustes de cuentas nacionales con promesas de dorados amaneceres.

La identidad europea, si es que algún día llega a existir tal excéntrico concepto, debe forjarse desde la ciudadanía. Como el ciudadano es el sujeto de la nación, cualquier identidad civil europea seguirá siendo necesariamente nacional por varias generaciones. Así que el “más Europa” sólo puede alcanzarse desde abajo y desde las naciones -desde todas ellas, no sólo desde los Estados-nación- y no contra ellas. Un “más Europa” contra la ciudadanía y contra las naciones es lo que sugiere el último delirio de Berlín. El “más Europa” merkeliano no es más que un fraude que se agita para tapar las desastrosas consecuencias del anterior, es decir para cubrir el desastre ocasionado por la austeridad y la disciplina dirigida a pagar deudas odiosas. No creo que ni la propia Merkel se lo crea, pero algo debe decir para seguir pasando por europeísta cuando es la líder de la desolidarización europea, Habermas dixit.

Lo que está en crisis no es el euro, sino precisamente una Europa construida conforme a los mercados. Contra esa fracasada Europa conforme al mercado que se quiere profundizar –lo que evidencia que los burócratas de Bruselas no han entendido nada-, hay que inventar una Europa conforme a los ciudadanos y sus naciones. No funcionará como unos Estados Unidos de Europa, pero eso es más virtud que defecto. Será algo necesariamente ambiguo y fofo, pero ahí estará la gracia porque esa es la vía democrática.

Original en el blog de Rafael Poch: http://blogs.lavanguardia.com/berlin/ya-somos-griegos/

sábado, 11 de abril de 2015

Alemania, en dos tiempos. Los ojos de su nieta le explicaron todo lo que estaba viendo en los suyos, Alemania, años sesenta, el frío, la primera explotación…

Se empeñó en ir a buscarla al aeropuerto.

Su hijo y su nuera no sólo no lo entendieron, sino que hasta se enfadaron un poco con él. Se dio cuenta de que interpretaban su insistencia como una muestra de senilidad, pero se mantuvo firme. Ya sabía él que desde el pueblo hasta Barajas había más de cien kilómetros, que el coche era pequeño, que en el maletero no había suficiente espacio para el equipaje de su nieta, que tendría que hacer el viaje de vuelta con un bulto sobre las rodillas, pero no cedió. Él tenía sus motivos, y ni su hijo ni su nuera podrían entenderlos. Su nieta sí, y por eso era imprescindible que le encontrara en el vestíbulo del aeropuerto.

Al principio, cuando llamaba sólo una vez a la semana para contar problemas, él estaba tranquilo. Su hijo tampoco lo entendía. Hemos estado hablando con la niña por Skype, le contaba, como si él supiera lo que le estaba diciendo, y la hemos encontrado animada, ¿sabes?, aunque dice que todo es muy difícil, que las cosas no son como las pintan aquí, que ha encontrado una habitación que no le gusta mucho, porque las que le gustan son muy caras, en fin… Él no sabía lo que era Skype, pero sabía lo que le pasaba a la niña y todavía no estaba preocupado.

La niña se llamaba Laura, tenía 24 años, y había empezado un máster en Biología Molecular que no había podido terminar porque su madre ganaba exactamente la mitad desde que el ERE de su empresa la pasó por encima, obligándole a aceptar un contrato a tiempo parcial, y el sueldo de su padre no daba para tanto. Él se ofreció entonces a pagar la matrícula, pero su nieta no quiso aceptarlo. Yo te lo agradezco en el alma, le dijo, pero, tal y como están las cosas, es mucha responsabilidad… Después, con una madurez que enterneció al anciano, enumeró sus razones.

Tenía dos hermanos más, y el pequeño aún no había terminado el Bachiller, la empresa de su madre no iba bien, el negocio de su padre pasaba por demasiados baches. No es justo que te lo gastes en mí, concluyó. Es mejor que lo guardes y que esperemos a ver qué pasa. Yo, de momento, he decidido irme a Alemania. Tengo un par de compañeros que han encontrado trabajo allí. Intentaré ahorrar todo lo que pueda, y… No me mires así, abuelo.

Él no era consciente de estar mirándola de una manera especial, pero se equivocaba. Los ojos de su nieta le explicaron todo lo que estaba viendo en los suyos, Alemania, años sesenta, un viaje en tren que no terminaba nunca, el frío, el desconcierto, la incapacidad para comunicarse en un idioma infernal, la primera decepción, la primera explotación, una adaptación trabajosa, un progreso incierto, y luego, de golpe, una vida distinta, otro idioma, otro clima, otras costumbres, otra manera de trabajar y, al fin, mucho más dinero. Él había emigrado y le había ido bien, pero después de nueve años, cuando consiguió ahorrar lo que se había propuesto, decidió volver. Tenía compañeros que se habían quedado, pero él había vuelto y nunca se había arrepentido.

Su nieta no quiso que le diera nombres, ni direcciones, pero él se empeñó en meterle una nota en el bolsillo cuando fue al aeropuerto a despedirla. Desde entonces no había pasado ni un año y su nieta había ido mucho más deprisa que él, quizá porque en los años sesenta del siglo XX había trabajo de sobra para quien lo quisiera, y ahora no lo había.

La niña ha vuelto a llamar, empezó a contarle su hijo demasiado pronto, y eso que llamó anteayer, pero está muy contenta. Ha encontrado dos trabajos, uno por la mañana y otro por la tarde, y no le pagan mucho, pero la he encontrado más ilusionada, no sé, con más esperanza… Malo, pensó él, aunque no quiso decirlo en voz alta. Malo que llame tan seguido, malo que dé tan buenas noticias, malo… Por eso, la tercera etapa no le cogió por sorpresa. Cuando su nieta volvió a llamar poco, menos que al principio, para contar que echaba mucho de menos a la familia, que los días eran muy oscuros, que estaba muy triste aunque le iba muy bien, por fin habló con su hijo.

Si te dice que está pensando en volver, dile que vuelva, que nosotros también la echamos mucho de menos. Pero ¿qué dices?, protestó él. ¿Ahora va a volver? ¿Ahora que tiene dos trabajos, que está contenta, que ha hecho amigos? Ni hablar, yo no le digo eso. Que sí, hazme caso, replicó su padre. Lo demás, que no tenía dos trabajos, que no estaba contenta, que no había hecho amigos, se lo guardó para sí mismo.

Por eso, cuando Laura llamó por última vez para anunciar que ya se había sacado el billete, se empeñó en ir a buscarla al aeropuerto.

Por eso, cuando salió por la puerta y le vio, se lanzó a sus brazos antes de abrazar a su padre, antes de besar a su madre.
Fuente: El País.
www.almudenagrandes.com

miércoles, 8 de abril de 2015

Grecia cifra la deuda de Alemania por la invasión nazi en 279.000 millones. La cantidad comprendería los préstamos concedidos y el valor de las piezas expoliadas

El Gobierno griego ha plasmado finalmente en la cifra de 279.000 millones de euros la demanda de reparaciones por la ocupación nazi de Grecia durante la Segunda Guerra Mundial. La comisión del Parlamento griego sobre el tema que comenzó a funcionar la semana pasada busca reclamar las reparaciones, pero también la devolución de los préstamos concedidos por el Gobierno griego títere impuesto por los invasores y de las piezas arqueológicas expoliadas. Atenas hace público este informe precisamente en una semana clave de negociación con sus acreedores, en la que deberá afrontar un pago al FMI, una subasta de Letras del Tesoro, además de prepararse para el desembolso de salarios y pensiones el próximo día 15.

Durante su comparecencia ante esta comisión, el viceministro de Finanzas, Dimitris Mardas, ha explicado que Berlín debe 278.700 millones de euros según los cálculos de la Oficina General Contable del Estado. Los créditos suman de por sí 10.300 millones de euros. La reivindicación de las reparaciones de guerra ha tenido más repercusión en los últimos años, coincidiendo con la crisis y los sucesivos rescates griegos de la troika (Fondo Monetario Internacional, Banco Central Europeo y Comisión Europea) que suman un total de 240.000 millones de euros.

Alemania en cambio rechaza las reclamaciones griegas y asegura que ha cumplido con todas sus obligaciones y recuerda el abono a Grecia de 115 millones de marcos alemanes a Grecia en 1960.

Por otra parte, el Gobierno ha asegurado que no se incluirá una subida del IVA en la lista de reformas presentada a los acreedores internacionales, según el portavoz del Gobierno, Gavriil Sakellaridis, que ha realizado declaraciones a la emisora de radio privada Real FM.

"Por parte del Gobierno griego no hay incremento del IVA para ninguna isla en la lista de reformas presentada", ha afirmado. "Pero el debate está abierto", ha advertido. En cuanto a la reunión del domingo en Estados Unidos entre el ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis, y la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, Sakellaridis ha destacado que se produjo a petición del ministro griego.

"Varoufakis tenía un viaje a Washington previsto para entrevistarse con cargos del Ministerio de Finanzas estadounidense, reuniones que se producirán hoy, y como estaba de visita en Washington, pedimos esta reunión con la señora Lagarde", ha explicado. En la reunión se abordó en conjunto el programa de reformas planteado por el Gobierno griego. "Hubo un debate de fondo sobre el marco de las reformas", ha asegurado Sakellaridis.

Este mismo lunes, fuentes del Gobierno griego han asegurado que Lagarde no pidió a Varoufakis, ...
Fuente: http://internacional.elpais.com/internacional/2015/04/07/actualidad/1428400924_433682.html

viernes, 3 de abril de 2015

Entrevista con el economista Juan Torres López. "Se están creando 'tendencias y demonios terroríficos' en Europa"

Gilberto Lopes
Europa “está en situación muy delicada. No se encuentra a sí misma”, dijo a “Universidad” el economista Juan Torres, uno de los autores, junto con Vincenç Navarro, de la propuesta económica de Podemos, organización que es hoy la principal fuerza política de oposición en España. Están creando “tendencias y demonios terroríficos”, advirtió. Su voz no es la única. Hace un par de semana Jospeh Stiglitz, premio Nobel de Economía, dijo en una entrevista a la cadena norteamericana CNBC que el problema de Europa no era Grecia, sino Alemania. La moneda única, el euro, “despojó a los ciudadanos —sobre todo en los países en crisis— de cualquier decisión que ellos pudiesen tener sobre su destino económico”.

“¿Por cuánto tiempo puede esto continuar?”, se preguntó Stiglitz.
Parece que no por mucho más. Aunque Torres enfatizó que “Podemos no es Syriza”, nos advirtió que España, pese al optimismo del presidente del gobierno conservador, Mariano Rajoy, “vive una situación singular”. El gobierno vende la idea de que España ya salió de la crisis, pero de ahí a que esto sea una realidad “hay una gran distancia”, en su opinión.

Economista de larga trayectoria, Torres pasó revista a la situación del país, de Podemos y de Europa, en una conversación con Universidad, en Sevilla, donde es profesor catedrático de economía. Lo que sigue son apuntes de esa conversación.

Gilberto Lopes – El presidente del gobierno Mariano Rajoy, ha augurado para España un crecimiento superior al 2% este año. “Y si no, al tiempo”, agregó. En su opinión, ¿esa es una predicción realista?
Juan Torres López - Estamos en una situación singular en España. El gobierno, la patronal y los medios de comunicación están llevando a cabo una campaña impresionante para difundir la idea de que salimos de la crisis.

A finales de año habrá elecciones generales y, en mayo, se llevarán a cabo alecciones autonómicas. La verdad es que el gobierno ha aflojado la presión sobre el gasto y eso, unido al clima preelectoral, refleja una cierta mejora del ambiente económico. Pero será una mejora artificial y aparente que lleva consigo, después, un nuevo empeoramiento, porque no se están corrigiendo las políticas que han ocasionado la recesión.
De ahí a que esa mejor expectativa se convierta en una recuperación efectiva hay una gran distancia. También está por verse si esta recuperación va a significar una mejora sustancial en las condiciones de vida de la gente.

Rajoy dice que al final de su gobierno habrá creado un millón de empleos. En España se hizo una reforma laboral en 2010 para dar mayor poder a la patronal para que esta pudiera llevar a cabo una transformación en los tipos de contratación. Pero los empleos que se crean no son resultado de una mayor contratación de trabajo, sino que se cambia contratos a tiempo completo por otros, a tiempo parcial, como lo deja en evidencia el hecho de que se están reduciendo las horas trabajadas. Se está cambiando la lógica de contratación, yéndose a un modelo laboral mucho más precario, con sueldos de miseria.

El crecimiento de la actividad económica tampoco es sustantivo. No se recupera el crédito. Aumenta el consumo sin que esté aumentando la renta familiar. La gente con algún recurso está gastando sus ahorros.
La deuda va a seguir creciendo sin remedio mientras no se pongan en marcha políticas de reactivación de la demanda que generen mayor ingreso y mayor inversión. Será difícil lograr un crecimiento del 2% este año, como promete Rajoy.

GL – En el programa de Podemos se recuerda las afirmaciones de que la políticas de austeridad eran imprescindibles para reducir la deuda pública. Lo cierto es que esas políticas no cumplieron sus promesas. En materia de deuda pública, esa ha subido en la Eurozona del 72% del PIB en 2007 al 103% en 2014. En Grecia paso del 103,1% al 174,9% y en España del 35,5% al 96,8%. ¿Cuál es la alternativa?
JTL - El documento hecho para Podemos parte del diagnóstico de una crisis general, de problemas de políticas europeas a lo cual se añade la quiebra del modelo productivo de nuestra economía y la crisis de deuda.
Estamos ante una combinación de factores desencadenantes de una situación de emergencia económica frente a la cual tenemos poca capacidad de maniobra, entre otras razones porque la política macroeconómica nos viene dada desde Europa.
Tenemos una economía que ha tratado de ser competitiva por vía de bajar salarios, lo cual nos ha empobrecido y generado problemas de exclusión social muy fuerte.
A nuestro juicio el problema fundamental es la concentración extraordinaria de la riqueza. Se ha debilitado así el mercado interno, que es el que puede generar recursos endógenos para activar la economía.
En segundo lugar, ha habido una especialización dañina de la economía en sectores como la construcción y servicios, de poco valor agregado. Hay que modificar esa lógica.
En tercer lugar, tenemos hoy una crisis de la deuda muy importante a la que hay que hacer frente racionalizando gastos y mejorando la política fiscal. Tenemos los impuestos más altos de Europa, pero también una gran evasión.
Se está produciendo, además, un auténtico desmantelamiento de los servicios básicos, como consecuencia de dos factores: la pérdida de presupuesto y la estrategia de ir dinamitando lentamente el sector público para fortalecer el negocio privado.
Rajoy habla de un mundo en el que no vive la gente. Es imposible que un sistema de salud universal no se haya resentido con los recortes que ha sufrido. Aumenta la falta de atención, los retrasos, despidos, centros de investigación que se cierran.
Eso no puede dejar de afectar los servicios. Es un proceso muy sutil que no se aprecia en el día a día pero que, con el paso del tiempo, va produciendo un auténtico destrozo en los servicios públicos.
Nosotros creemos que hay que actuar en esos campos. Hay que llegar a un gran acuerdo para que política fiscal sea efectiva, que permita combatir el fraude. Tenemos margen en el ámbito fiscal. Hay que optimizar el gasto. Pero, en realidad, ni siquiera yendo al 100% en optimización del gasto sería posible recuperar el dinamismo de nuestra economía.
Necesitamos un acuerdo de amplísimo alcance para recuperar el peso de los salarios en la economía porque eso es lo que puede generar demanda interna. Eso es delicado, pero es el prerrequisito para poner en marcha la economía.

GL – En prácticamente toda Europa se extiende el problema de la deuda. Cada vez más se apunta a Alemania como motor de una política que ha ahondado esa crisis. ¿Cuál es su criterio al respecto?
JTL - Tenemos un problema de deuda. Todavía no es completamente insostenible, pero va a llegar a serlo. España tiene compromisos, pero no es menos cierto que, en algún momento, hay que ponerse firmes.
Alemania ha impuesto a Europa una situación que ha hundido la economía. Hay que despertar de esa pesadilla, hablar de tu a tu a Europa.
La historia nos enseña que prácticamente todas las crisis de la duda se han resuelto con algún tipo de reestructuración. Hay que ser realistas y plantear las cosas de otro modo. Ahogar al deudor, como está ocurriendo en Europa, es la peor de las formas para resolver el problema de la duda.
Hay que transmitir a los españoles un mensaje de mucha sinceridad. Las políticas de los últimos decenios han empobrecido a una gran parte de España, han creado un modelo insostenible, se ha destruido tejido empresarial, han creado una enorme dependencia de centros financieros extranjeros, nos han situado en un entorno europeo muy dañino y eso ha producido heridas difíciles de curar.
El problema que tiene Europa es que Alemania ha generado un espacio tan asimétrico, tan vacío de elementos de contrapeso, que cuando ha venido una perturbación fuerte el barco se va a pique. Como decimos en el programa de Podemos, “es cada día más evidente que Europa se convierte poco a poco en una dictadura”.
La zona monetaria euro está mal diseñada, en beneficio de Alemania y de las grandes corporaciones; muy en especial de las financieras
Alemania utilizó el gran excedente comercial que lograba gracias a esas condiciones asimétricas (como la falta de políticas comunes, de políticas redistributivas, o la ausencia de una hacienda europea) para promover burbujas en la periferia. Cuando estallaron esas burbujas, no tuvo inconveniente en dedicar miles de millones de euros para financiar a sus bancos. Y ha hecho lo imposible para que la deuda privada que sus bancos alimentaron se convirtiera en deuda pública.
Alemania ha impuesto un régimen de apropiación constante de los excedentes de la periferia pero, al mismo tiempo, impone políticas que frenan la producción de esos excedentes en esa misma periferia.
Alemania está esclavizando a una gran parte de Europa con el inconveniente, además, de que son sus principales clientes y fuentes de riqueza. Lo cual no puede dar lugar sino a una contradicción en Europa que, si no se resuelve pronto, la hará saltar por los aires.

GL – En su criterio, ¿adónde puede conducir el descontento que los programas de austeridad están creando en Grecia y Europa?
JTL - Europa está en situación muy delicada, no se encuentra a sí misma y se convierte en un factor de desestabilización a su alrededor. Se están creando tendencias y demonios terroríficos.
Grecia es un caso particular. La agresión nazi fue terrible y hoy está presente. Hay un sentimiento antinazi y, por proyección, antialemán, muy fuerte. Todavía le deben dinero a Grecia, por la invasión y por crímenes de guerra.
La connivencia de los poderes europeos con los gobiernos conservadores que arruinaron el país también ha sido muy grande y muy evidente.
Es muy importante que aparezcan fuerzas que generen otras referencias intelectuales, que la gente vea que es posible otro camino, que es lo que el poder se ha empeñado en negar en Europa.

viernes, 20 de marzo de 2015

PETRA PAU | VICEPRESIDENTA DEL BUNDESTAG, AMENAZADA. “No son casos aislados. Alemania tiene un problema social”. Pau ha recibido amenazas por apoyar la construcción de un centro de refugiados en Berlín

Petra Pau (Berlín, 1963) sabe que su actividad como política puede generar críticas, pero pone un límite en la privacidad de su familia. Tras meses recibiendo amenazas por apoyar la construcción de un centro de refugiados en el barrio berlinés de Marzahn, un centenar de ultras violó ese límite al manifestarse, con el consentimiento de la policía, frente a la casa de Pau, vicepresidenta del Bundestag (la Cámara baja del Parlamento alemán) y diputada de La Izquierda (Die Linke).

Pregunta. Amenazas, ataques a albergues... ¿Qué ocurre en Alemania?
Respuesta. Hace décadas que los nazis tratan de intimidar a políticos, periodistas o representantes de la sociedad civil con frases del tipo ‘sé dónde vives’ o manifestaciones frente al trabajo o la vivienda. No es nada nuevo, pero se ha agravado en los últimos meses con las protestas contra los refugios o movimientos como Pegida.

P. Pide más protección. ¿Hacen falta nuevas leyes?
R. No, simplemente necesitamos otra sensibilidad, tanto por parte de la opinión pública como por las fuerzas de seguridad. Hay que proteger el derecho de manifestación, pero se puede trasladar a otro lugar cuando queda claro que se dirigen contra personas concretas. No se respetó la inviolabilidad del domicilio del alcalde de Tröglitz, que dimitió porque ni él ni su familia se sentían seguros.

P. El alcalde se ha quejado de la falta de solidaridad de la sociedad. ¿Comparte esta opinión?
R. No puedo valorar la situación de Tröglitz. Pero a diferencia de los noventa, cuando tuvimos una situación muy complicada, veo mucha más solidaridad de la población. Aunque me gustaría ver esa solidaridad en los políticos no solo cuando ocurre algo peligroso, sino en el día a día de las personas que trabajan con los asilados.

P. No ve entonces una falta de solidaridad.
R. Tenemos un problema social, sí. Aumentan los asaltos a centros, asistimos a protestas como las de Pegida, con ciudadanos que hace uno o dos años nunca se habrían manifestado con personas identificadas por la policía como de extrema derecha. Aumentan la hostilidad y la aceptación de la violencia, pero también hay un movimiento en contra. Por eso critico a los políticos de partidos democráticos que hablan de casos aislados. Tenemos un problema social en todo el país.

P. ¿Qué le dice a los vecinos preocupados por la llegada de refugiados?...
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/03/16/actualidad/1426535418_018116.html?rel=rosEP

lunes, 9 de marzo de 2015

Las púas del puercoespin

Desde la lógica neoliberal los argumentos básicos para eliminar el salario mínimo y la prestación por desempleo serían los siguientes:

- Eliminar el salario mínimo (que, por cierto, es bajo en España). Fundamentalmente, hay un triple argumento contra la existencia de un salario mínimo ya que, según los neoliberales el salario mínimo:
1) pone en peligro el empleo y la competitividad de la economía;
2) favorece una espiral inflacionista y
3) al ser superior al salario de equilibrio genera un exceso de oferta laboral y desempleo.

- Eliminar la prestación por desempleo (que, por cierto, cada vez es más bajo en España). Principalmente, el argumento es doble según los neoliberales, ya que la prestación por desempleo:

1) pone en peligro el empleo y la competitividad de la economía y
2) reduce las probabilidades de buscar un empleo, alarga el desempleo y carga el sistema.

De aquí se pueden extraer algunas rápidas lecciones:
1º) Toda medida de carácter social pone en peligro el empleo y la competitividad de la economía (cajón de sastre neoliberal).
2º) La competitividad de la economía es un eufemismo para referirse a la pérdida de derechos sociales, laborales y sindicales.
3º) Los argumentos “al ser superior al salario de equilibrio genera un exceso de oferta laboral y desempleo” y “reduce las probabilidades de buscar un empleo, alarga el desempleo” son contradictorios, el primero genera exceso de oferta y el segundo la mitiga.

De todos modos hay que entender que para los neoliberales el trabajo es una mercancía más, las personas venden su capacidad para trabajar a un precio que el mercado siempre determina impersonal y sabiamente.

Es decir, para un neoliberal los seres humanos somos como cualquier otro producto que se puede vender y comprar en el mercado y como “homo economicus” debemos plegarnos a esa lógica (claro que el llamado “mercado de trabajo” ha sido uno de los inventos más antinaturales que jamás han experimentado los seres humanos y esta concepción supone una aberración antropológica y uno de los mayores fraudes intelectuales de la historia que solo sirven para dar coartada científica a la utopía económica liberal).

Para el neoliberal hay un salario de equilibrio que dicta el mercado libre (que siempre es molón); si éste dice que son 200 euros al mes, ajo y agua.

Para el neoliberal quedarte sin empleo y pasar a cobrar el paro es una incongruencia ya que presupone que cuando nos quedamos en paro tenemos que buscar otro empleo de continuo, sin esperar ni siquiera unos días para digerir el golpe o pararse a reflexionar mínimamente sobre lo que nos pasa; obviamente si eliminamos la prestación por desempleo las personas se apresuraran más en buscar otro trabajo porque tendrán que seguir pagando las hipotecas, facturas, dar de comer a sus hijos, etc.

Para finalizar quiero compartir las palabras de Walter Block economista de la escuela austriaca, aynrandiano y “anarquista de mercado” del ultraliberal Mises Institute de EE.UU. (también ex economista jefe del Fraser Institute y gurú de nuestro Instituto Juan de Mariana, todos ellos lobbies centrados en extender el llamado Consenso de Washington y los intereses de la plutocracia) relacionados con los asuntos comentados:

- El argumento esclavista:
Dice, “un contrato basado en la propiedad privada llega a más reinos de la interacción humana, incluso para voluntarios contratos de esclavo.”
En la película “Stico” de Jaime de Armiñán, un Fernando Fernán-Gómez arruinado se ofrece como esclavo a Agustín González que acaba aceptando; lo que veíamos antes como parábola propia de tiempos pasados es lo que proponen hoy algunos renombrados “expertos” para el día de mañana.

- El argumento darwinista social:
Dice “algunos animales son más débiles que otros. Por ejemplo, el puercoespín es un animal indefenso excepto por sus púas, el ciervo es vulnerable excepto por su velocidad. En la economía también hay personas relativamente débiles. Los discapacitados, los jóvenes, las minorías, los que no tienen preparación, todos ellos, son agentes económicos débiles. Pero al igual que les ocurre a los seres en el mundo animal, estos agentes débiles tienen una ventaja sobre los demás: la capacidad de trabajar por sueldos más bajos. Cuando el gobierno les arrebata esa posibilidad fijando sueldos mínimos obligatorios, es como si se le arrancaran las púas al puercoespín.”
Sin comentarios.

https://lpedeuda.wordpress.com/2013/02/07/las-puas-del-puercoespin/