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martes, 16 de octubre de 2018

Los tres ingredientes de la receta del amor

Intimidad, pasión y compromiso son los tres elementos que componen el amor de pareja. De su combinación surgen diferentes tipos de relación. Será más sólida la que contenga los tres y menos la que se base en uno

"EL AMOR es un intenso anhelo (deseo y necesidad) de unión con el otro”.
Así comienza el curso Anatomía del Amor, que cada año imparte la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid. “El amor, y no el sexo como se cree, es el auténtico mecanismo de supervivencia de la especie: las crías morirían sin el cuidado conjunto del padre y la madre durante sus primeros años de vida”. Eso explica Manuel de Juan Espinosa, el catedrático de Psicología que dirige el curso, para afirmar que ese sublime sentimiento es la fuerza más potente que mueve el mundo.

El argumento de Espinosa no dista del que, con más cinismo quizá, sostenía en su Metafísica del amor ­sexual el filósofo Schopenhauer cuando dio un giro biologicista a la filosofía al afirmar que el amor no era más que una coartada del sexo para perpetuar la especie. Dos siglos después de aquel escándalo, los científicos ya no cuestionan la teoría psicobiológica del amor, que se desarrolla en tres fases equivalentes al ciclo reproductivo:

— El deseo: La atracción sexual, la libido. Es lo que hace que elijamos a una pareja y no a otra en función de parámetros meramente físicos, relacionados con preferencias genéticas y criterios reproductivos.

— La pasión amorosa: Es el momento de la unión física de la pareja, cuando la relación se consuma y se mantiene. Su fundamento biológico es la procreación.

— El apego: Es el sentimiento profundo hacia el compañero a largo plazo, que responde a la necesidad de crianza, sin el cual la supervivencia de las crías estaría en riesgo.

Que la estructura del amor esté asociada a su origen reproductivo no obsta para que se repita de la misma manera entre personas de cualquier edad, sea fértil o no; se da igualmente con independencia de la voluntad de procrear y de la opción sexual de ambos miembros de la pareja.

El amor puede comenzar en cualquiera de esas fases. Cada una está gobernada por redes cerebrales diferentes, con químicas distintas que generan comportamientos variados (conductas, esperanzas, sueños…), pero todos con un mismo fin: la consumación sexual imprescindible para la supervivencia de la especie.

Los tres ingredientes de la receta del amor
En paralelo a esta clasificación de las fases basada en criterios biológicos, la mayoría de los estudios actuales sobre la psicología de este sentimiento se basan en la teoría triangular del amor, elaborada por el psicólogo Robert Sternberg. Según este profesor de la Universidad de Yale, el amor de pareja se compone de tres elementos:

— La intimidad, que comprende los sentimientos de conexión, vínculo afectivo y, especialmente, la autorrevelación, que en psicología significa revelar al otro aspectos íntimos de uno mismo.

— La pasión, que supone el deseo intenso de unión sexual o romántica con el otro.

— El compromiso, que supone la decisión de amar a otra persona y la promesa de mantener vivo ese sentimiento.

De la combinación de estos tres pilares surgen diferentes tipos de amor. Será más sólido el que contenga los tres y menos los amores basados en uno. El encaprichamiento sería el más básico y frágil, eso que llamamos “amor a primera vista”, que surge de la pasión sin intimidad ni compromiso. En el “amor romántico” existe una unión sentimental y pasional, pero carece de compromiso: es el típico amor de verano.

La relación ideal es el amor consumado, el único que contiene los tres elementos.
Es la relación perseguida por todos, pero la más difícil de conseguir y, sobre todo, de mantener en el tiempo: es casi imposible si no hay un compromiso de los miembros de la pareja para mantener los tres engranajes bien engrasados. Conservar la admiración mutua, manifestar el afecto con frecuencia, preservar el respeto, cuidar la propia imagen, mantener espacios propios, cultivar afinidades y aceptar al otro como es son algunas de las claves para que la relación amorosa sea satisfactoria y duradera.

La pasión amorosa de la primera teoría es el tiempo fisiológico que corresponde al amor romántico de la segunda: es el momento tórrido de la relación, cuando la sexualidad está más presente. Es eso que llaman enamoramiento. Este estado es transitorio: según los expertos, dura aproximadamente un año. Para Freud, si se prolongara durante muchos años, se trataría de un amor patológico.

El psicólogo especialista en relaciones amorosas Walter Riso asegura que “el enamoramiento parece rayar en la patología y, en ocasiones, no es otra cosa que una obsesión exacerbada”. En su libro Guía práctica para superar la dependencia emocional: 13 pasos para amar con independencia y libertad (Phrònesis) numera las actitudes más frecuentes en el enamoramiento:

-Idealización del otro. 
-Exclusividad (solo te apetece sexualmente tu pareja). 
-Apego (pensar que nada tiene sentido sin el otro). 
-Ilusión de permanencia (creer que ese amor es único). 
-Pensamientos obsesivos (la mente estará al servicio de la otra persona). 
-Sentido de fusión (sensación de ser almas gemelas). 
-Riesgos irracionales (la conducta se hace compulsiva).

Esta locura, provocada por una tormenta hormonal que se retroalimenta, sería preocupante si no fuera un estado transitorio. En un año como máximo acabará. Con suerte, y con una dosis equilibrada de intimidad, compromiso y pasión, se transformará en el perseguido amor consumado.

https://elpais.com/elpais/2018/10/08/eps/1539005783_857877.html

https://youtu.be/bFgwNUP9Yos

jueves, 26 de julio de 2018

Las 12 cosas más efectivas para superar una ruptura, según la ciencia. Una separación puede producir angustia, depresión, sentimiento de culpa y pérdida de autoestima.

1. Estar enamorado es descubrir lo bella que es la vida",
cantaba el inefable y siempre sabio Raphael. De ahí que, cuando una relación se acaba —los matrimonios duran 16,3 años de media, según el INE—, el batacazo psicológico sea morrocutudo. No solo se trunca una relación, sino la vida como la habíamos imaginado. Un estudio de la psicóloga Galena Rhoades, de la Universidad de Denver (EE UU), relacionó la disolución de una pareja con un aumento de la angustia y una disminución en la satisfacción vital.

Los hombres y las mujeres que son rechazados, en comparación con los que rechazan, experimentan más depresión, pérdida de autoestima y pensamientos cuidadosos y reiterados sobre un mismo tema, según otro estudio de la Universidad de Texas en Austin (EE UU). Además, tras una ruptura, el cerebro de las mujeres cambia, incrementando su actividad en zonas relacionadas con la tristeza, según el profesor Arif Najib, de la Universidad de Tubingen (Alemania). Y, por si fuera poco, puede llegar a afectar al sistema inmune, como halló Janice K. Kiecolt-Glaser, de la Universidad de Ohio (EE UU). Por suerte, la ciencia ha encontrado algunos métodos para pasar mejor el trago.

2. Llore, desahóguese 
"Al experimentar esos sentimientos disminuirán con el tiempo y se acelerará el proceso de duelo. Las etapas de duelo con frecuencia incluyen: conmoción/negación, negociación, enojo, depresión y, finalmente, aceptación", indica un documento de la Universidad McGill (Canadá) que recoge 20 estrategias para sobrevivir a una ruptura.

"Es lo primero que hay que hacer: llorar, soltar toda la pena y la rabia. Aunque la gente de nuestro entorno nos diga que lo olvidemos; todo lo contrario: lloro, porque me apetece llorar. Hay que autorizarse a estar mal y llorar", sentencia Esteban Cañamares, miembro del Colegio de Psicólogos de Madrid. "Si cerramos el grifo de la pena lo único que vamos a conseguir es que en vez de durar equis dure tres equis. Llorano vamos a acortar el duelo.

3. Concéntrese en las cosas malas de su ex ¿Se dejaba siempre la tapa del váter levantada? ¿Nunca ponía la lavadora? ¿Era una seta? No deje de pensarlo y se sentirá mejor. Es la conclusión de un estudio publicado en 2018 en Journal of Experimental Psychology: pidieron a los participantes —todos recién salidos de una relación— que, antes de ver una foto de su ex, se concentraran en tres tipos de pensamientos: en los defectos de la otra persona; en aceptar lo ocurrido; y en cosas que a ellos mismos les resultaban gratificantes (su comida favorita, por ejemplo). Aquellos que evocaron los aspectos negatitos tenían una respuesta emocional menor.

4. No intente quedar bien con la otra persona
Cuando dos amantes cortan, ambos lo pasan mal, aunque "la persona que toma la decisión ha tenido un tiempo para reflexionar y asimilar antes de anunciarla, de modo que el sentimiento de culpa y pérdida es más claro en la persona que no decide", dice Trinidad Bernal, doctora en Psicología y experta en mediación de la Fundación ATYME.

A veces, con la mejor intención, quien ha puesto punto final intenta minimizar el daño en el otro ofreciéndole su amistad o proponiendo el clásico "aquí estoy para lo que necesites". Los expertos lo desaconsejan. "Lo único que consigue es crear en el otro un sentimiento de esperanza y lo fastidia indica Bernal.

5. Escriba un diario
Poner por escrito las sensaciones y vivencias posteriores a una ruptura puede ser adecuado para afrontarla, ya que de ese modo se acentúa el procesamiento cognitivo de una forma sencilla, asegura el psicólogo estadounidense James W. Pennebaker en su ensayo Opening up: The healing power of expressing emotions.

Quienes escriben sobre los aspectos positivos de la ruptura experimentan emociones más positivas con respecto a la misma, según el profesor Gary W. Lewandowski, de la Universidad de Monmouth (EE UU). Entre esas emociones figuran comodidad, confianza, empoderamiento, energía, felicidad, optimismo, alivio, satisfacción, agradecimiento y sabiduría. En esa misma línea, un estudio publicado en Procedia-Social and Behavioral Sciences sostiene que "la expresión emocional escrita reduce los síntomas depresivos".

6. Salga de fiesta con sus amigos
Puede tener efectos balsámicos, siempre que nos lo pida el cuerpo. "Lo de obligarnos a salir, eso nunca. Sin forzarlo. Puede que no nos lo pasemos bien y cuando realmente nos apetezca prefiramos no salir", advierte Cañamares. Un estudio publicado en 2013 en PLOS One decretó que la calidad de las relaciones sociales influye en el riesgo de depresión exactamente igual que los hábitos saludables en el riesgo de enfermedad cardiovascular

7. Pero evite hablar demasiado del tema
Descargar las penas en un hombro amigo es casi una necesidad cuando uno se siente como un perro apaleado. Para los psicólogos, está bien hacerlo dos o tres veces, pero no más. "Al verbalizarlo constantemente, la herida sigue abierta", señala Trinidad Bernal. "Uno encuentra relax en ese momento, pero a la vez provoca que se recuerden una y otra vez las mismas situaciones y no hay manera de salir de un atolladero bastante fuerte. Los amigos creen que ayudan mucho con eso, y no es verdad. Lo que se recomienda es que se desvíe la conversacion hacia otros temas, distraer al amigo o amiga que esta pasando por esa situación.

8. No busque culpables
Montarse películas no trae nada bueno. "Tendemos a inventarnos una historia de buenos y malos. Las cosas son mucho más complejas. Es mejor huir de eso, primero porque es falso, y puede llevarnos a cometer nuevas equivocaciones de pareja. También porque las culpas facilitan las depresiones, los ataques contra uno mismo… En esta sociedad nuestra, de origen judeocristiano, tendemos mucho a la culpabilidad".

Es mejor sacar una moraleja: "Del tipo: a partir de ahora no me voy a conformar con fijarme en el físico, o a partir de ahora hasta que no conozca a su familia no voy a comprometerme. Prender cual es la piedra en la que hemos tropezado. Añade Cañamares.

9. Descarte iniciar una nueva relación enseguida
Suele suceder que quien ha tomado la decisión tiene un derroche social altísimo. Pero no siempre es aconsejable emparejarse pronto. "Si se implica enseguida en una relación sin haber pasado el duelo, lo más probable es que no tenga éxito. Hasta que no se ha pasado esa fase, indudablemente no va estar en condiciones de poder dar cariño a otra persona y va a estar enganchado a situaciones anteriores", dice Trinidad Bernal.

Menos probable es que la persona abandonada tenga ganas de comprometerse a corto plazo. "Ni se le va a ocurrir. Su centro de atención sigue estando en el otro", asegura Bernal. Tras una separación, los hombres son más propensos a iniciar una relación de rebote, como asegura un estudio publicado en Social Sciences en 2013. ¿Y una relación esporádica? "Es un parche para un momento, no la solución", dice Cañamares.

10. Recupere rutinas
El tiempo que antes tenía para usted —en ocasiones limitado, puesto que de buen grado compartía horas y actividades con su pareja— , ahora se ha multiplicado: aprovéchelo en su propio beneficio, apuntándose a un gimnasio, matriculándose en un curso o visitando exposiciones. Será como extraer una consecuencia buena de algo malo. "Es necesario hacer una lista de actividades. Pero con antelación: planifiquemos el fin de semana antes de que llegue el viernes, de lo contrario se quedará tumbado en el sofá dándole vueltas a los recuerdos. Funciona muy bien el volver a hacer cosas que a uno le gustaban y dejó de hacer, o cosas que nunca ha hecho y puede apuntarse a ellas", señala Trinidad Bernal.

11. Pongase en forma
Cuidar el cuerpo es importante. "La actividad física, salir al aire libre, pasear, respirar de una manera más acompasada…, son cosas que ayudan mucho. Las emociones nos están generando reacciones químicas en nuestro organismo que son contraproducentes, y de este modo se equilibran", comenta Trinidad Bernal.
Hágase un control médico. 

El ejercicio puede ser un buen tratamiento contra la ansiedad, dicta un estudio de 2015 de la Universidad de Duke (EE UU). En 2017, un grupo de investigadores canadienses estimó que es beneficioso para los trastornos de ánimo y la depresión.

12. Dejar de seguirlo/la en Facebook e Instagram
Esteban Cañamares recomienda dejar pasar al menos seis meses hasta retomar el contacto. "No podemos pretender que a las dos semanas de haber cortado ya seamos amigos", dice. "Durante seis meses no deberíamos saber nada de él o ella. Ni en Facebook ni nada por el estilo. No ayuda a que el duelo evolucione. Hay que dejar que la herida cierre totalmente, y a partir de ahí podemos seguir siendo amigos o compañeros de pádel".

Una tesis doctoral de Veronika A. Lukacs, de la Universidad de West Ontario (Canadá), sostiene que el contenido en Facebook puede ser una fuente de angustia para las personas que recientemente han experimentado una ruptura romántica. En su estudio, aquellos que participaron en altos niveles de vigilancia electrónica interpersonal experimentaron más angustia por la ruptura que las personas que no lo hicieron.

13. La guinda: si cree que algo le va a aliviar, hágalo
En 2017 se publicó en Journal of Neuroscience un curioso estudio, a cargo de investigadores de la Universidad de Colorado (EE UU). Reunieron a un grupo de personas que acababan de terminar una relación y les pidieron que miraran fotos de sus exparejas. A algunos les dieron un pequeño aparato, diciéndoles que se trataba de "un poderoso analgésico efectivo en reducir el dolor emocional"; al resto les dijeron la verdad: era un simple espray nasal. Entre los engañados, la actividad cerebral aumentó marcadamente en las regiones involucradas en el control de la emoción y disminuyó en las áreas asociadas con el rechazo; también aumentó en una región llamada gris periacueductal, que ayuda a controlar los analgésicos y los neuroquímicos que estimulan el estado de ánimo como los opioides y la dopamina. El experimento con el placebo sugiere que las expectativas positivas pueden ser suficientes para influir en áreas del cerebro en las que habitualmente actúan los antidepresivos.

https://elpais.com/elpais/2018/06/18/album/1529315028_761947.html#foto_gal_2

miércoles, 6 de junio de 2018

La pasión entre el joven actor y la antigua estrella de cine. Una película recrea el último amor entre Gloria Grahame, la ganadora del Oscar por 'Cautivos del mal', y expulsada de Hollywood envuelta en escándalos, y un intérprete de Liverpool.

La historia podría resumirse en el tópico chico conoce chica, chica conoce chico y se enamoran. "En realidad, solo éramos eso", recuerda el chico de la pareja, despojando a aquella relación de todo lo que le rodeó, lo que hizo que aquel amor tan fascinante inspirara una película, Las estrellas de cine no mueren en Liverpool, que se estrena en España el 18 de mayo.

En 1978, Peter Turner, el chico, era un actor de Liverpool de 26 años que intentaba ganarse la vida en Londres con muy poco éxito. En la pensión en la que vivía llegó un día una actriz veterana estadounidense de 54 años, que había sido repudiada de Hollywood, y se había pasado al teatro. "Recuerdo la primera que la vi. Yo ocupaba una de las habitaciones superiores y ella el apartamento principal de abajo", rememora Turner en Madrid. "Un segundo que lo visualizo". Para un momento. "No era como yo me la esperaba. Me habían hablado de una estrella de Hollywood, y recuerdo que abrió la puerta como escondiéndose, con pinta de haber llegado cinco minutos antes". Ella necesitaba 4 libras y 75 peniques; él se los prestó. "Nunca supe para qué, pero me lo devolvió en un cheque que aún conservo". Un par de días después se pusieron a bailar juntos en la casa Saturday Night Fever, y semanas más tarde se hicieron amantes.

Aquella rubia era Gloria Grahame, la actriz de ¡Qué bello es vivir!, Oklahoma, Encrucijada de odios, En un lugar solitario -en la que se hizo amiga de Bogart-, y ganadora del Oscar por Cautivos del mal. "Era espontánea y muy directa, hasta parecer a veces maleducada. Irradiaba encanto. Tenía una cosa maravillosa y era que preguntaba mucho, haciéndote dejar claro que le importabas". Y recuerda algo especial: "Su cara reflejaba al instante lo que pensaba o sentía. Sus movimientos eran rítmicos, resbaladizos".

A Grahame el nuevo Hollywood y el triunfo del color en el cine la habían abandonado en un pie de página de la Historia. Además, corrían muchos rumores sobre ella. Se había casado cuatro veces -y tenido cuatro hijos-, el segundo matrimonio, con el director Nicholas Ray, se rompió cuando el cineasta aseguró habérsela encontrado con su hijastro Tony en la cama. "Algo completamente falso"; cuenta Turner. Pero sí es cierto que su cuarto esposo fue Tony, con el que llevaba cuatro años divorciada cuando conoció a Turner. "Otro detalle fascinante es que conocía a un montón de gente. Recuerdo que hablaba del presidente Nixon, decía de él que era un grano en el culo. ¡Y era cierto!".

Turner cayó enamorado. "Lo bonito es que era una relación de iguales, jamás de una estrella con un aspirante joven. Disfrutamos 18 meses de amor entre Reino Unido, California y Nueva York, donde poseía un apartamento en el Manhattan Plaza". Allí, en un altillo, guardaba el Oscar. "Se vino hasta de vacaciones a Gales con mi hermano, mi cuñada y mis sobrinas; te lo cuento para que te hagas una idea de cómo se acoplaba a lo que había". Un día se volvió huraña. Turner no sabía el porqué. Rompieron y él se volvió a Liverpool.

Pasó un año. Hasta que Grahame se desmayó en un hotel en Lancaster, y Turner la recogió y la llevó a su casa en Liverpool, con sus padres. Entonces comprendió qué había pasado: un cáncer devoraba el cuerpo de la actriz, que por ello se había alejado de él. Durante tres semanas estuvo bajo sus cuidados, hasta que uno de sus hijos se la llevó a Nueva York. A las tres horas de aterrizar en EE UU, el 5 de octubre de 1981, Gloria Grahame falleció.

Ahora empieza la segunda parte de la historia. En 1986 Turner escribió Las estrellas de cine no mueren en Hollywood, un libro a corazón abierto. "No fue fácil, desde luego, sino catártico y recordar algún momento me dolió". En 1990 Annette Bening actuó en Los timadores, de Stephen Frears, y el director le dijo: "Fíjate en Grahame en Los sobornados". Así es como Bening leyó el libro, copió en pantalla a Grahame, conoció a Turner y pensó en llevar aquel amor al cine. "Pero Annette era muy joven". Pasaron los años, y finalmente el proyecto cuajó. "Yo dejé aquello de lado, no podía obsesionarme con si me iba a encarnar Daniel Craig o Ewan McGregor, nombres que se barajaron. Cuando me dijeron Jamie Bell, me chocó, solo me acordaba de Billy Elliot". Hasta que se conocieron y descubrieron muchas cosas en común. "Estoy feliz con la película, no se ha eliminado ningún buen o mal momento, obviamente resume mucho el libro, pero no cae ni en el ternurismo ni en la mentira". ¿Se arrepiente de algo de aquella relación? "No haber viajado con ella en aquel avión. No esperábamos que muriera tan rápido. El resto lo recuerdo como un privilegio que me dio la vida".

DOCUMENTANDO EL VIEJO HOLLYWOOD
En el año 2000, producido por Barbara Brocoli, Peter Turner entrevistó a una treintena de actores y actrices de la época del cine mudo, I Used to Be in Pictures. "Fue un encargo entre amigos, nada que ver con mi anterior relación con Gloria Grahame". Turner recuerda con cariño lo que aquellos intérpretes -"que vivían casi todos en un asilo de la Academia de Hollywood"- le contaron. Pero guarda un lugar especial para Anita Page. "Casi todos superaban los 90 años y habían sido estrellas del cine mudo. Sin embargo, Page las superaba. Fue más que una estrella en su momento, y a su lado me sentí como si charlara con el personaje de El crepúsculo de los dioses. Apareció en una limusina blanca y hablaba con los aspavientos que te puedes imaginar. Me lo pasé muy bien dirigiendo aquellas entrevistas".

https://elpais.com/cultura/2018/04/26/actualidad/1524744847_367894.html

viernes, 4 de mayo de 2018

_- Manuel Valls se separa y 24 horas después presenta a su nueva novia. El exprimer ministro francés anunció el miércoles su divorcio de la violinista Anne Gravoin y horas después que vive con una diputada del partido de Macron

_- En solo 24 horas Manuel Valls, el que fue primer ministro de Francia con François Hollande como presidente, ha anunciado su divorcio de la violista Anne Gravoin y que ya vive con su nueva pareja, Olivia Gregoire, portavoz de La República en Marcha, el partido del presidente Emmanuel Macron, en la Asamblea Nacional francesa.

Ambas revelaciones las ha realizado con toda naturalidad y solo con unas horas de diferencia en dos escenarios distintos. El miércoles, Valls declaraba en la revista Paris Match: “Una página pasa tras doce bellos años de vida en común”. Y de esta forma daba por finalizada su relación con la violinista francesa Anne Gravoin, con quien ha mantenido una relación sentimental durante 12 años, aunque se casaron en 2010. Al día siguiente, el exjefe de Gobierno socialista, de 55 años, hablaba de una nueva relación durante un debate organizado por la agencia Efe, en el que también se le preguntó sobre su cambio político desde las filas socialistas hacía posiciones de centro.

"Estoy viviendo con una diputada de la derecha", dijo de forma desenfadada. Valls, que también fue ministro del Interior entre marzo de 2014 y diciembre de 2016, no mencionó el nombre de su nueva pareja en este encuentro, pero todos los medios franceses señalan que se trata de Olivia Gregoire, de 39 años y portavoz de República en Marcha en la Asamblea Nacional francesa.

Durante el citado debate, que se celebró en Madrid, el político se definió como "un hombre de izquierdas pero ante todo patriota francés" y en varias ocasiones defendió el centrismo en política como arma para vencer a los populismos de derechas e izquierdas. Una postura que parece también aplica a su vida personal: "Ahora vivo con una diputada que viene de la derecha”, dijo Valls. “Mi vida es lo que es, la contradicción o la suma de lo que es hoy la política".

Cuando anunció el pasado miércoles su ruptura con Gravoin, el político francés declaró que “una separación siempre es un acto doloroso" y pidió respeto a la vida privada de ambos, además de anunciar que sería el único comentario que haría al respecto.

Hace solo un par de meses, en febrero, el exprimer ministro socialista contaba con cariño en un programa de televisión dirigido a los niños, que había conocido a su esposa cuando estaba en la veintena, “después nuestras historias se separaron, yo hice mi vida, tuve cuatro hijos con Nathalie Solulié. Y luego, porque la vida es así, nos separamos, y después me encontré con Anne y hemos tenido una bella historia de amor”.

La historia de amor de esta pareja volvió a tener un segundo final este año, precisamente en el que ha sido el más difícil de la carrera política de Manuel Valls. El momento en el que pasó de ser aspirante presidencial a encontrarse sin partido y lograr de forma casi agónica su puesto como diputado sin partido en la Asamblea Nacional francesa. Una pasión política que parece compartir con su nueva compañera de vida, a quien también se acerca ideológicamente desde que dejó el partido socialista en junio del año pasado y coqueteo con el movimiento conservador, En Marcha!, del actual presidente Emmanuel Macron, partido al que también pertenece su actual pareja.

https://elpais.com/elpais/2018/04/19/gente/1524147671_351078.html

sábado, 19 de agosto de 2017

Te quiero, pero no te aguanto.

Alejarnos de las personas que nos hacen daño nos libera de vínculos carentes de sentido. Pero antes de hacerlo hay que saber elegir el momento y el tono adecuados

LA MAYORÍA hemos sido educados para gustar y complacer a todo el mundo, o al menos para intentarlo. Sin embargo, en el extremo opuesto, nos cuesta saber qué hacer cuando nos sentimos incómodos ante una determinada persona o grupo. ¿Cómo rechazar a alguien sin que se sienta herido? ¿Existe alguna manera de cortar un vínculo que se ha vuelto tóxico sin provocar una guerra?

Lo que en un entorno social se soluciona con un alejamiento discreto y progresivo resulta mucho más complicado si la ruptura implica a un familiar directo. La situación también puede ser delicada si se trata de un amigo íntimo, especialmente cuando el otro no capta nuestras señales. Pero en estas situaciones no debemos contener la incomodidad que nos provoca esa persona por miedo a hacerle daño. Así solo alimentaremos un conflicto latente. Llegará un momento en el que el pozo de la paciencia se desbordará provocando un tsunami emocional.

Tampoco es buena idea mandarle un e-mail o carta postal con todo lujo de detalles sobre lo que nos molesta de él o de ella. Casi nadie está preparado para soportar una visión negativa de uno mismo que no coincide con la propia. Si la bomba les llega por escrito, además, siempre podrán volver a “la prueba del delito”, también para mostrarla a terceras personas. Existen situaciones extremas, sin embargo, en las que nos resulta indispensable expresar nuestros sentimientos por un medio u otro, aunque la otra parte no esté preparada para oír la verdad. En estos casos, la escritora y conferenciante Eva Sandoval propone soltar directamente la siguiente frase: “Te quiero, pero no te aguanto”. La segunda parte de la oración suena demasiado agresiva y quizá estaría bien recurrir a otras expresiones más conciliadoras. Podríamos decir: “Te quiero, pero en este momento no nos entendemos. Quizás más adelante volveremos a coincidir”. La segunda opción podría ser: “Te quiero, pero esta relación no está haciendo bien a ninguno de los dos ahora mismo. Necesitamos una pausa”. Si lo comunicamos de manera sincera y respetuosa, no es necesario añadir nada más. Señalar las faltas del otro equivaldrá a poner clavos en un cierre que ya de por sí es traumático. Cuando los nervios están a flor de piel no hay que decirlo todo. Basta con expresar cómo nos sentimos y transmitir de forma sencilla nuestra decisión.

Trazar una línea de separación con el otro es una tarea especialmente dura cuando se trata de amigos íntimos o de familiares muy cercanos. El oscarizado director de cine Vittorio de Sica (1901-1974) decía al respecto: “La Biblia nos enseña a amar a nuestros enemigos como si fueran nuestros amigos, posiblemente porque son los mismos”. Con esto, el también actor italiano apuntaba a que las personas más cercanas son también las que tienen más capacidad para herirnos. La periodista Begoña Merino, investigadora de las relaciones personales a través de Internet, opina al respecto: “Hay familias con tal nivel de conflictos y de inconsciencia que, aunque muchos consideren que hay que dejar pasar cualquier cosa —pagando un enorme precio emocional— para seguir unidos, dejan una profunda huella negativa en nosotros. Mientras esa relación tormentosa y dolorosa persista, seguirán lastrando nuestro presente”.

Por muy delicados que seamos con la gestión de la crisis, aunque pidamos a esta pareja, amistad o familiar una pausa para retomar la relación más adelante, tenemos que estar preparados para asumir el enfado del otro y sus consecuencias. Es inevitable que nos duelan los reproches y acusaciones de aquellos a los que hemos querido, así como el silencio con el que a menudo castigan a quienes rompen el vínculo. En el libro Mindfulness & the Art of Managing Anger (el mindfulness y el arte de manejar el enfado), Mike Fisher, terapeuta especializado en la ira, propone técnicas para tomar el control de la emoción. El primer paso es que tenemos que ser conscientes de lo que estamos sintiendo de manera que cualquier reacción estará filtrada por este razonamiento. Esto no quiere decir que no podamos estallar en cualquier momento. Pero, como todo en la vida, es necesario encontrar el término medio. En este caso, hay que saber elegir el instante. Si lo que queremos expresar se dice desde la serenidad y la reflexión, tendrá un efecto muy distinto. Ya lo decía el monje budista Thich Nhat Hanh: “Los sentimientos vienen y se van como nubes en el cielo un día de viento. La respiración consciente es mi ancla”.

Para mitigar la tristeza y el sentimiento de injusticia que nos puede embargar, es útil identificar desde dónde actúa cada persona. Si representamos la evolución personal como una pendiente, hay quienes nos hablan desde la sabiduría que otorga estar en lo más alto del camino, mientras que otros reaccionarán de forma más primitiva y ciega porque se encuentran mucho más abajo. Cada cual lo hace lo mejor posible desde el lugar donde está. Por lo tanto, dejemos que cada cual recorra su propio camino.

http://elpaissemanal.elpais.com/confidencias/te-quiero-no-te-aguanto/

viernes, 7 de julio de 2017

Un contrato para seguir enamorados

Hace unos meses, mi novio y yo nos servimos una cerveza cada uno y abrimos nuestras laptops. Era hora de revisar los términos del contrato de nuestra relación.

¿Acaso queríamos hacer algún cambio? Mientras Mark y yo revisábamos cada categoría, acordamos dos cambios menores: yo saldría a pasear al perro el martes y él el sábado, y ahora yo limpiaría los entrepaños de la cocina, pero él se haría cargo de la tina de baño.

La última versión del “Contrato de relación entre Mark y Mandy”, un documento de cuatro páginas con interlineado sencillo que firmamos y fechamos, tendría una vigencia exacta de doce meses, transcurridos los cuales tendríamos la opción de revisarlo y renovarlo, como habíamos hecho en otras dos ocasiones. El contrato especifica todo, desde las cuestiones sexuales hasta las finanzas y nuestras expectativas a futuro. Y me encanta.

Escribir un contrato de relación podría sonar calculador o poco romántico. Pero cada relación es contractual: nosotros solo hacemos los términos más explícitos. Nos recordamos que nuestro amor no es algo que nos pasa, sino algo que hacemos juntos. Después de todo, este método fue lo que nos unió en primer lugar.

Hace dos años y medio, escribí una columna de Modern Love sobre cómo Mark y yo habíamos pasado nuestra primera cita poniendo a prueba un experimento psicológico que utilizaba 36 preguntas para ayudar a dos extraños a enamorarse. Esa experiencia nos ayudó a pensar en el amor no como una cuestión de suerte ni del destino, sino como la práctica de realmente darse a la tarea de conocer a otra persona y permitir que esa otra persona nos conozca. Pensar en el amor de una forma deliberada parece funcionarnos bien.

En el pasado, no me había funcionado esperar que una relación funcionara simplemente porque las dos personas involucradas se amaban. Pasé mis veintes con un hombre que sabía exactamente qué quería y cómo quería ser él. Yo lo único que quise fue que él me amara.

Estuvimos juntos casi una década, y en ese tiempo de algún modo dejé de lado mis hábitos y preferencias. Si quería dividir los gastos en alimentos, él sugería que compráramos solo las cosas que nos gustaban a los dos. Si quería que pasáramos juntos los fines de semana, podía ir a esquiar con él y sus amigos. Y eso hacía. Hice que mi vida fuera como la suya.

No fue sino hasta que me fui a vivir a otro lado que comencé a darme cuenta de que no había habido lugar para mí en nuestra relación, y no solo porque mi ex no me lo había ofrecido: a mí nunca se me ocurrió pedirlo. Estaba enamorada y el amor significaba hacer, ¿no es así? Pero ¿qué pasa si lo amé demasiado?

Años antes, había leído Un cuarto propio de Virginia Woolf y pensé que lo había entendido, pero no fue así. A los veinte, me entregué por completo al amor y no fue sino hasta que la relación terminó, a los 29, cuando me di cuenta de lo que significaba habitar plenamente mis días y la amplitud de mi propia mente. Me dio tanta dicha descubrir que mi tiempo era mío, así como cada una de mis decisiones, ya fuera qué cocinar o a qué hora irme a la cama.

Decidí que en mi próxima relación amaría con mayor moderación, reservándome más para mí misma.

Cuando conocí a Mark, se amoldó a mi vida tan fácilmente que me sorprendió. Mis amigos lo adoraban. Mi perro, Roscoe, aullaba de alegría al verlo. Pero tenía mis dudas cuando comenzamos a hablar de vivir juntos.

Me preguntaba si las minucias de la vida doméstica nos convertirían en criaturas insignificantes que peleaban por la ropa sucia. Sobre todo, me preocupaba perderme de nuevo, por un hombre y una relación, rebasada por esas ideas anquilosadas de cómo el amor lo puede todo.

Mark tenía sus propias reservas. “No quiero hacer esto solo porque es lo que se supone que debemos hacer”, me dijo. “Solo quiero que vivamos juntos si eso mejorará nuestras vidas”. Pasamos semanas enumerando con angustia los pros y los contras de vivir juntos. Me había topado con un libro, The New I Do: Reshaping Marriage for Skeptics, Realists and Rebels, que recomienda contratos de matrimonio a corto plazo. Nos gustó la idea y nos dimos cuenta de que podíamos adoptar este método para vivir juntos.

Muchos de nosotros no nos damos cuenta de cómo el amor romántico actúa como una fuerza organizadora de nuestra vida, pero es una fuerza poderosa. Algunos usan el término “escalera mecánica de las relaciones” para describir cómo tendemos a seguir guiones familiares a medida que avanzamos en una relación, desde las salidas informales, pasando por la unión libre, el matrimonio y la familia. Estos guiones que nos dicen cómo debería ser el amor están tan omnipresentes que algunas veces resultan invisibles.

En mi última relación, había pasado demasiado tiempo preocupándome por subir la escalera. Ni siquiera estaba segura de lo que quería, pero me daba pánico intentar averiguarlo al hablar de ello. En cambio, peleaba por todo: el dinero, las tareas domésticas o cómo pasar el fin de semana. Si estaba enojada, me resultaba más fácil ser honesta. Con Mark, quería hacerlo mejor.

Nuestro contrato aborda mucho de lo que tiene que negociarse en cualquier relación, en especial si se vive con la otra persona. Comienza con nuestras razones para estar juntos: “Aspiramos a ayudarnos a ser amigos, miembros de la comunidad y ciudadanos del mundo más éticos y generosos”. Me parece que suena idealista, pero he tenido relaciones en las que acabé sintiéndome sola y disminuida. Esta ocasión, quería tener una intención más clara sobre lo que sucedería al exterior y al interior.

Los términos van de lo familiar (“Nos cuidaremos cuando alguno se enferme”) a lo imaginativo (“Si los dos nos enfermamos, le toca al perro”). De hecho, hay toda una sección para Roscoe, en la que detallamos sus horarios de paseos, visitas al veterinario e incluso lo dulce que pensamos que es.

Tenemos una sección sobre los invitados a la casa (pueden quedarse hasta dos semanas, pero deben contar con la aprobación de ambas partes) y una cláusula que tiene que ver con la ropa sudada que usa Mark para correr (“Mark acuerda colgar esa ropa en el cuarto de huéspedes o en la cara interna de la puerta del baño, pero quiere que Mandy sepa que este podría ser un incidente bastante común”).

Acordamos dividir la cuenta cuando salgamos a comer, con una excepción: “Las ocasiones especiales (la noche en la que uno invite a cenar al otro, celebraciones, etcétera) no se dividirán, de tal modo que una persona pueda invitar a la otra”. Era importante para mí que desayunáramos juntos porque era algo que solíamos hacer en mi familia durante mi infancia, así que lo pusimos por escrito.

Es sorprendente lo empoderador que puede ser ponerles palabras a tus deseos e inseguridades, por pequeñas que sean, y hacerles lugar. Es algo tan sencillo… pero no fue fácil. No estaba habituada a saber qué quería de una relación, mucho menos a decirlo en voz alta. Ahora, tengo que hacer ambas cosas.

No queríamos dar nada por hecho, lo cual significaba tener las conversaciones que antes solía evitar. En el apartado de “Sexo e intimidad”, por ejemplo, escribimos que estábamos de acuerdo en ser monógamos porque, en este preciso momento, la monogamia nos venía bien. Sin embargo, no damos por hecho que eso sea lo que vamos a querer siempre.

Nuestro contrato no es infalible ni es la solución a todos los problemas. No obstante, sí reconoce que cada uno tiene deseos que merecen expresarse y reconocerse. Mientras dábamos por terminada la más reciente renovación, Mark tecleó un nuevo encabezado antes del final: Matrimonio. “Y, ¿qué opinas?”, me preguntó, recargándose en la silla como si acabara de preguntarme de qué restaurante quería ordenar comida.

Me quedé mirando mi cerveza fijamente. Esta no era la primera vez que hablábamos sobre matrimonio, pero ahora, con el contrato abierto, parecía oficial. Me retorcí, sabiendo que una parte de mí quería decir: “Hagámoslo”, mientras que la otra quería rechazar la institución en general y amarnos y comprometernos en nuestros propios términos.

“¿Qué nos ofrece el matrimonio que no tengamos ya?”, pregunté.

“Buena pregunta”, dijo.

“Sería bonito escuchar los discursos graciosos y alentadores que nos dedicarán nuestros amigos”, dije. “Pero en realidad no quiero planear una boda ni pagarla”.

Estuvo de acuerdo. Nos gusta esto que hemos creado.

Sé que se supone que un compromiso de toda una vida debe incluir una sorpresiva propuesta de matrimonio, una aceptación llorosa y una publicación en Facebook de selfis felices. Sin embargo, se trata del resto de nuestras vidas, así que quiero que lo pensemos bien, juntos.

Por último, Mark tecleó: “Acordamos que el matrimonio es un tema de conversación en curso”.

Pareciera algo trivial ponerlo por escrito, pero hablar —en lugar de solo esperar y hacerse preguntas— ha sido un alivio para ambos.

Mientras termino de teclear esto, Mark está corriendo y el perro ronca a un volumen terriblemente dulce; yo estoy en casa en la amplitud de mi propia mente. Fracasé en mi meta de amar con mayor moderación, pero por primera vez en mi vida siento que hay lugar para mí en mi relación y espacio para que podamos decidir exactamente cómo queremos practicar el amor.

Pareciera que estamos subiendo la escalera mecánica de la relación, pero yo prefiero pensar que subimos por las escaleras que no son automáticas.

https://www.nytimes.com/es/2017/06/26/modern-love-36-preguntas-contrato/?smid=fb-espanol&smtyp=cur

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MODERN LOVE; Juega bien estas cartas: las 36 preguntas para enamorarse de cualquiera


miércoles, 28 de junio de 2017

Aprender a ser feliz de nuevo tras una pérdida.


 La boda se aproximaba, la de mi hijo. Los eventos familiares importantes causan revuelo, como cuando llega la primavera a un lago: nunca se sabe qué saldrá a la superficie. En mi familia perdimos a mi esposo hace tres años y medio, de manera repentina —pensamos que fue a causa de un aneurisma—, y todos tuvimos que lidiar con emociones que fluctuaban de una manera atroz.
Durante el primer año de la muerte de David sentía como si todavía anduviera muy cerca de nosotros. Mi hija de diez años podía preguntar qué diría papá de esto o aquello y yo respondía sin chistar. Todavía escucho su voz. A lo largo de ese primer año, vi la famosa pintura de Chagall titulada El paseo, en la que el artista sostiene la mano de su mujer mientras ella flota por encima de él, a su alcance, y justo así me sentía.

Mi esposo estaba en otro plano y, sin embargo, lo suficientemente cerca como para que yo estirara la mano y lo tocara. Tras el aniversario de su muerte, el día después del 14 de febrero, casi sentí cómo se iba. Fue como si pasara a otra esfera, tal como enseña el misticismo judío. Los que se han ido están y no están entre nosotros al mismo tiempo.

Que las ‘vidas perfectas’ de Facebook no te depriman
Lo sentí en mis entrañas. Y mi cuerpo respondió: de inmediato me enfermé de neumonía (no ayudó que hubiera pasado aquel día de invierno tan frío dando vueltas en el cementerio, buscando su tumba entre la nieve espesa).

En cierto sentido, la neumonía me hizo bien. Me dio una excusa para detenerme y descansar, cosa que muchas veces los dolientes no se permiten hacer. Mis amigos y familiares estuvieron prestos a ayudarme; creo que en algún momento hubo siete distintos tipos de sopa en mi refrigerador. Sin embargo, ya no podía escuchar la voz de mi amado tan fácil ni tan claramente. Parecía que yo misma me encontraba entre la vida y la muerte. Pero teníamos una hija, aún pequeña: no había opción, tenía que volver a este lado de la vida. La vida nos da un empujón por la espalda, como un pasajero malhumorado que viaja a nuestro lado.

Poco después de eso, mi hijo se comprometió. Nada habría hecho a David más feliz. En la fiesta de compromiso, un evento sorpresa que nos provocó una gran felicidad, me mantuve atenta a mi alrededor, con la vaga esperanza de que apareciera en la puerta. No creo haber sido la única. Amigos y familiares nos felicitaron y muchos de ellos lloraban. Eran lágrimas de felicidad… no, no solo eran eso.

Yo también conocí a alguien (mi suegra preguntó: “¿Ya estás saliendo con alguien? Y de no ser así, ¿por qué?”). No era solo alguien, se trataba de alguien tierno y amable, considerado, guapo y gentil, que también había perdido a su cónyuge cuatro años antes. Compartíamos lo que él llamaba “un amor casi irracional” por la música… y una herida. Ambos habíamos estado felizmente casados por más de 30 años. Sabíamos cómo estar con otra persona; algo sabíamos sobre amar y ser amados. De repente, la vida se llenó de dicha de nuevo y de sustancia y aventuras. Cambió todo y, al mismo tiempo, todo seguía igual.

Estábamos felices de nuevo, casi con frivolidad. Sin embargo, aquel dolor, aquella nostalgia por el ser querido al que hemos perdido, nunca desaparece. Y así, dando tumbos en un mundo que ha probado no ser de fiar, debemos encontrar nuestro propio equilibrio. Y no es fácil, porque el duelo no tiene horarios ni instrucciones. En un momento, una anda dando brincos, en éxtasis, y al siguiente agacha la mirada, como si acabara de caer a un precipicio y agitara los pies a tontas y a locas, igual que el Coyote del Correcaminos en plena caída. Y no hay forma de saber qué será lo que nos hará caer al precipicio.

Hace poco, estaba en la despedida de soltera de la hija de un amigo, también viudo, una ocasión bella y feliz, en la que abundaban las jóvenes de vestidos floreados. Alguien puso la canción de Sting “Fields of Gold” y volví a ver a mi amigo. Su rostro cambió de repente: se le llenaron los ojos de lágrimas.

You’ll remember me when the west wind moves / Upon the fields of barley / You’ll forget the sun in his jealous sky / As we walk in fields of gold ...
(Te acordarás de mí cuando el viento del oeste se mueva/ sobre los campos de cebada/ olvidarás el sol en su celoso cielo/ mientras caminamos en campos de oro...)

Su esposa habría reconocido a todas esas hermosas jóvenes de vestidos floreados; podría haber saludado a cada una por su nombre. Habría caminado con la novia, su hija, entre sus brazos; recordaría con ella las noches de preocupación, de ir y venir por la casa, y también las victorias diarias. Habría estado ahí.

El matrimonio de mi hijo se acercaba. Yo estaba encantada con su prometida y era una ocasión que esperaba con anhelo, con la mayor alegría… y con algo de temor.

Sin importar qué tan gloriosa y plena fuera la boda, sabía que todos sentiríamos una gran ausencia… desolación, a decir verdad.

David, quien se desvivía por hacer felices a aquellos que amaba, no estaría ahí para hacer el brindis, además de que era uno de los mejores oradores que se puedan imaginar. Sin fallar, creaba los que mi hijo llamaba “momentos Kodak”. Estaría con los brazos extendidos y los ojos azules radiantes; sería David, el hombre de familia en todo su esplendor.

Era imposible, impensable, que no estuviera presente para aportar la calidez de su presencia que iba más allá de la vida.

Me tocaría a mí, la vacilante y reservada, hacer el brindis y, nuevamente, encontrar la delgada línea que divide la alegría de la tristeza. Había que ser honesta. Para honrar a David sin deshonrar la dulzura de la ocasión, justo cuando todos comenzábamos a salir adelante.

 Sabía que David gritaría. Incluso sin que escuchara su voz tan claramente en mi cabeza, lo sabía. Es el clásico brindis judío, la vieja historia, aquella que celebra el cuerpo y la sangre, la unión, la velocidad del tiempo, el increíble regalo de ser, a esos dos jóvenes que se aman, ahora y por la eternidad.

¡L’chaim! ¡Por la vida! A la vida.

Liz Rosenberg es profesora de creación literaria en la Universidad Estatal de Nueva York (SUNY) en Binghamton, y poeta y autora, más recientemente, de la novela "Beauty and Attention".

https://www.nytimes.com/es/2017/05/22/aprender-a-ser-feliz-nuevo-perdida/

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domingo, 14 de mayo de 2017

Periodismo de ficción en Yemen

El periodismo en este país ha alcanzado tal grado de perfección que basta una palabra para resumirlo: Marhuenda. Lo imputaron el jueves y lo desimputaron el martes. La justicia de marcha atrás también requiere de un léxico con caja de cambios. Primero se investiga a un señor y luego se lo desinvestiga. Por en medio nos enteramos que, en la intimidad de la conversación telefónica, el director de La Razón llamaba “zorra” a la presidenta de la Comunidad de Madrid y “puta” a su directora de comunicación. Quién iba a decirnos que detrás de la prosa razonable y adhesiva de Marhuenda se ocultaba un poeta. Sucede que hablaba mediante metáforas, suponemos que es lo que ha querido decir el juez de la Audiencia Nacional, Eloy Velasco, cuando explica en su auto del martes que ni Marhuenda ni Casals “habrían conseguido” coaccionar a Cristina Cifuentes. Según las grabaciones que se hicieron pública, conseguirlo no: sólo lo habrían intentado.

“¿Con qué cara me presentaría ante mis alumnos de Derecho si fuera verdad lo que se me imputa?” se pregunta Marhuenda. Más que con una cara, podría presentarse con una portada de su periódico, una al azar, porque La Razón cuenta con algunas de las portadas más fastuosas del arte posmoderno. Entre ellas, todavía recuerdo una de Aznar vestido de portero y parando un penalti, otra con Tsipras abierto de brazos titulada con increíble ingenio “Desgrecia” (“los helenos se lanzan al abismo populista” rezaba debajo) y otra de un militar ruso listo para zamparse una hamburguesa y abriendo una bocaza donde se veía hasta el esófago (titular: “Putin traga”). La semana pasada tuvieron el cuajo, en medio de la tormenta de mierda que afectaba al país y a su propio periódico, de abrir con la crisis política en Venezuela.

Gracias a una prensa omnívora y a una ciudadanía rumiante, en España la gente está mucho mejor informada de lo que sucede en el país caribeño que de lo que sucede en el propio. Desde los tiempos de Chávez, Venezuela es el mantra informativo con el que muchos periódicos e informativos, no sólo La Razón, distraen al personal de las cacicadas, putiferios y latrocinios que asolan la geografía patria. Es cierto que en los últimos tiempos la situación en Caracas roza la catástrofe, con manifestaciones diarias, brotes de violencia callejera y casi una treintena de muertos en disturbios. Al lado de este desastre, es cierto que el saqueo del Canal de Isabel II y la podredumbre de las instituciones españolas pasan a segundo plano, pero da la casualidad de que los periódicos españoles no se imprimen en Caracas.

Si de verdad les importaran las vidas humanas en calidad de algo más que de maniobra de distracción, todos los días desayunaríamos con postales de la guerra civil en Yemen, un país en estado de sitio desde hace dos años, bombardeado por los amigos saudíes con apoyo logístico y militar y beneplácito de Estados Unidos y de un montón de potencias occidentales, entre ellas, España. El conflicto en Yemen ha alcanzado la categoría de hecatombe, con una alarma internacional pregonada por la ONU que advierte que puede desembocar en la mayor catástrofe humanitaria de la historia: siete millones de personas están a punto de morir de hambre. Un niño muere cada diez minutos en Yemen pero ¿a quién le importa?

Fuente:
http://blogs.publico.es/davidtorres/2017/04/28/periodismo-de-ficcion-en-yemen/

lunes, 27 de febrero de 2017

Conversación entre Luis García Montero y Juan Torres. Con motivo de la publicación del libro, Economía para no dejarse engañar por los economistas

Luis García Montero y Juan Torres se encuentran en el improbable terreno común entre poesía y economía con el nuevo libro del segundo como pretexto. Los granadinos se preguntan sobre la representación del mundo que construye el neoliberalismo, la mercantilización del ser humano y el olvido de los cuidados


Si uno se pregunta cuál es el opuesto de la poesía, sería posible que se respondiera "la economía". La asociación de esta ciencia social con lo inhumano, lo frío, e incluso lo despiadado se ha agudizado con los duros años de la crisis y el panorama que esta deja. Pero ni el poeta Luis García Montero (Granada, 1958) ni el economista Juan Torres (Granada, 1954) lo tienen tan claro. Con el libro Economía para no dejarse engañar por los economistas, firmado por el segundo, como pretexto, deciden encontrarse en un no tan improbable terreno común.

Luis García Montero. Aunque sea raro, he leído tu libro con ojos de poeta. Quizás sea que me interesa como poeta acercarme a la realidad, quizá sea que como ciudadano me gustaría que los números de los economistas no olviden la parte de poesía, de vínculo con el corazón humano, que tienen sus cuentas. Quizá es también que me ha llamado la atención el título de tu libro. Siempre digo que el trabajo de un poeta es preguntarse qué estamos diciendo cuando decimos "soy yo". En tu libro ha advertido una pregunta latente: ¿Qué digo cuando digo "soy economista"? ¿Es así?

Juan Torres. Creo que sí. Tengo la impresión de que cada vez es más necesario aclarar qué se es realmente cuando alguien dice "soy economista". Si lo dice un médico parece claro que se refiere a alguien que va a tratar de curarte, lo pueda conseguir o no. Y lo mismo pasa por lo general con la mayoría de las profesiones, desde la de un bombero a un ingeniero electrónico... Pero un economista puede hacerte un roto, un descosido o un buen zurzido y lo cierto es que la gente no suele saber de antemano lo que le va a ocurrir cuando un economista le dice lo que se debe hacer. Lo que he tratado de hacer es proporcionar los elementos de juicio que permiten que la gente sepa qué puede resolverle o qué puede estroperarle de su vida un economista cuando le habla.

L.G.M. Quizá por eso hay algunas palabras que son decisivas. La mirada de los seres humanos es siempre una cuestión de palabras. ¿Es la palabra depende una de las más importantes de tu libro?

J. T. Sin duda. Es lo primero que les digo a mis alumnos. Prácticamente cualquier pregunta que nos hagamos en materia económica tiene como respuesta, debe tener como respuesta, el depende . Porque, efectivamente, las respuestas dependen de cómo queramos que se resuelva la consecuencia distributiva que lleva consigo cada una de las posibles. Y también porque casi con toda seguridad dependan de las hipótesis de partida que asumamos (que no son indiferentes a lo anterior, lógicamente).

L. G. M. Preguntarse qué digo cuando digo "soy yo", supone una puesta en duda de las esencias, los dogmas y las leyes objetivas en todo lo que tiene que ver con la historia. La subjetividad se produce. He repetido muchas veces como poeta, al indagar en la raíz de los sentimientos, una frase de Carlos Marx : "La producción no produce un objeto como sujeto, sino un sujeto para el objeto". Tú citas esa frase en tu libro. ¿La economía produce una manera determinada de subjetividad o de cultura? ¿Los economistas neoliberales son conscientes de eso y buscan la extensión de una determinada cultura?

J. T. Estoy seguro de que es así. No puede serlo de otro modo. ¿Cómo no va a producir una subjetividad determinada o una cultura el hecho de que una parte de nuestras vidas, y por tanto nuestra vida como tal, se haya convertido en una mercancía? Los neoliberales lo sabían y por eso Margaret Thatcher decía con toda sabiduría que lo importante no es la economía, lo prioritario —decía— es cambiar el corazón, el alma. No se puede entender lo que está pasando en los últimos cuarenta años, las políticas neoliberales, sin entender el cambio cultural y de subjetividad, civilizatorio, antropológico, que se ha conseguido impulsar e imponer.

L. G. M. La cultura de una economía de mercado rotunda, sin límites éticos, tiende a la mercantilización del todo. ¿Acabamos los seres humanos convertidos en una mercancía? ¿Podemos llegar a autoconcebirnos como mercancía?

J. T. La primera pregunta tiene como respuesta un sí claro. Pero tengo dudas sobre la segunda pregunta. ¿Nos autoconcebimos como mercancía? Ya no lo sé con seguridad. Creo que se produce una especie de distorsión cognitiva sobre nuestra propia expresión humana. ¿Cómo nos vemos, o cómo han conseguido que nos veamos? No sé contestar con seguridad. Sí creo que han logrado que nos "ensimismemos" (no sé si esta palabra existe), que nos veamos como átomos, como individuos ("No hay sociedad, hay individuos", de nuevo Tatcher), que no seamos capaces de percibir que lo que nos sucede le sucede también a quien tenemos a nuestro lado, justo para que no nos unamos, para que no descubramos que sufrimos problemas comunes, para que no busquemos al otro o a la otra y para que no necesitemos su presencia y su contacto, su ayuda. Nos han convencido de que no tenemos empleo porque no tenemos empleabilidad, porque no hemos invertido lo suficiente en nosotros mismos... y no porque hay determinadas políticas que lo provocan y que, por tanto, son las que hay que cambiar, no actuando individualmente sino colectivamente. Por eso el neoliberalismo es, sobre todo, soledad, diferencia, silencio, incomunicación.

L. G. M. ¿Y el tiempo? Tengo la impresión de que vivimos en un tiempo de usar y tirar. Se pierde la memoria, se practica el olvido, se exalta el instante, triunfan los sentimientos adánicos, los líderes se presentan como los únicos inventores de un mundo nuevo, se pierde el compromiso con el futuro sostenible del mundo. ¿Es posible mercantilizar el concepto del tiempo hasta convertirlo en un objeto de usar y tirar?

J. T. Acabo de publicar un artículo sobre este asunto en el que recuerdo la tesis de la sociedad del espectáculo de Guy Debord . Nos han convertido la existencia en un espectáculo que en realidad es una relación social enajenada que nos lleva a vivir en un estado de falsedad sin réplica y sin futuro posible, en un constante presente. El tiempo, como transcurso sobre el que los seres humanos podemos actuar para transformar las condiciones de nuestra existencia ha desparecido.

L. G. M. Considero que la literatura es uno de los mayores refugios contra la mercantilización del ser humano y de la ideo del tiempo. La dimensión narrativa, la poesía como memoria, mantiene el peso de la historia en nuestra conciencia. Eso está relacionado también con el peso de la ética y de la compasión a la hora de comprender que el otro no es un objeto de usar y tirar. ¿Te ha ayudado la literatura en tu trabajo? ¿Forman parte de tu formación como economista las lecturas de novelas, libros de poemas, el gusto por el teatro o el cine?

J. T. La literatura también se ha mercantilizado y nos llevaría lejos el debate de si ha sido para bien o para mal. Pero llevas razón en que, con independencia de ello, la narración, la memoria que se escribe o se canta, el testimonio de la vida sentida que es la literatura es una fuente, también, de conocimiento, o una referencia inexcusable para que éste sea auténtico, lo que equivale a decir, creo yo, humano. Yo, desgraciadamente para mí, no he podido ser un buen lector de literatura porque he tenido que leer mucha información profesional y, además, dedicarle tiempo a escribir. Pero, al menos, siempre me ha gustado dejar testimonio precisamente de que la literatura es un refugio, por utilizar tu término que me parece tan apropiado. En mi manual de economía ( Economía Política, Pirámide, 2015) que es donde posiblemente he plasmado mejor lo que sé (que es poco) cada capítulo comienza con una cita literaria, de Mutis , Ana María Matute, Luis Sepúlveda, Joseph Conrad, Cervantes, Neruda ... Vienen tan a propósito de los farragosos asuntos económicos de los que trato que algunas personas me han asegurado que yo me inventaba las citas, de tan ajustadas como resultan. Pero no es verdad, son completamente fieles, literales. El capítulo en el que explico cómo es la actividad económica, cómo funciona la distribución y qué problemas provoca, lo empiezo con un párrafo de La torre vigía en el que Ana María Matute habla del reparto de los muslos y alones entre muchachos que "opinaban de muy distinta manera sobre la equidad requerida en estos casos y por tal motivo sus divergencias subían rápidamente de tono y llegaban a límites peligrosos". Y el último capítulo, dedicado a las políticas económicas contemporáneas, comienza con una cita de La ciudad de los prodigios, de Eduardo Mendoza : "Cada uno puede sustentar la teoría económica que más le plazca, dijo, pero lo que hay que hacer es lo que hay que hacer". No lo dice el economista, es la vida plasmada en las novelas o en la poesía.

L. G. M. De aquí paso a la importancia de los cuidados. Kenzaburo Oé me hizo meditar sobre la relación entre la literatura y los cuidados. Tuvo un hijo con una deficiencia grave y aprendió a cuidar mucho las palabras para entenderse con él. Eso marcó su literatura. Una de las mejores reivindicaciones de la economía alternativa, que está muy presente en tu libro, es la de valorar los cuidados, ese sostén social que no se cuantifica en el PIB. Me interesa este aspecto por una doble cuestión. La desconsideración de los cuidados es uno de los motivos principales de la desigualdad. Y además, pienso que deberíamos ser capaces de fundar un discurso basado no en la ley del más fuerte, sino en el reconocimiento de nuestras debilidades como seres humanos y sujetos sociales. ¿Es posible una economía del amor?

J. T. Si la economía es, como yo creo que debe ser, la del oikos, la que nos proporciona el sustento y la que nos permite ser más o menos felices, no puede ser otra que una economía del amor. Vivimos, por el contrario, en una economía de la muerte, lo dice el propio papa Francisco : la economía liberal mata. Se crea escasez o desempleo de modo artificial, premeditado. El capitalismo fabrica el sufrimiento y necesitamos vivir del amor.

L. G. M . Los poetas utilizaron la metáfora durante mucho tiempo como una operación de audacia para crear un mundo estético abstracto, separado del mundo real. Cada vez me identifico más con un posible camino de vuelta, con la búsqueda de metáforas que ayuden a mirar la realidad de carne y hueso que late bajo las realidades virtuales. ¿Eso es posible en la economía? Sin llegar al trueque primitivo o al simple valor de uso, ¿es posible acercar la economía a lo real, a la producción real de riqueza, limitando el campo infinito de las especulaciones abstractas? En cualquier caso, recuerdo contigo los versos de Machado : "sólo el necio / confunde valor y precio".

J. T. Es una interesante idea. Tus palabras me hacen preguntarme si el modelo de competencia perfecta, por ejemplo, no es sino una simple metáfora concebida justamente para separarnos del mundo real. La economía convencional es efectivamente una especie de cuento: no es real el homo oeconomicus , ni el mercado de competencia perfecta (en el que la información es perfecta y gratuita para todos los que intervienen en él), los indicadores al uso sólo reflejan una parte de la vida económica, la mayoría de los economistas no aspiran a reflejar la realidad en sus modelos... Sin embargo, se abre paso una concepción de la economía que yo creo que precisamente se caracteriza por tratar de situarse en la epidermis de los seres humanos por decirlo de alguna manera, en su piel, alrededor de los problemas que sufren. Cada vez cuesta menos entender que la economía es lo que tiene que garantizar la vida, el bienestar de la gente, la felicidad.

L. G. M. En las ideas dominantes sobre la poesía, las modas tecnocráticas han intentado imponer algunos descréditos: el descrédito de los sentimientos, el descrédito de la política, el descrédito de la voluntad de comunicación y diálogo con los lectores. No sé si eso afecta también a la economía. ¿Hay intereses en hacernos olvidar que la economía es un discurso político, en el que deben tenerse en cuenta los sentimientos humanos y la opinión de la ciudadanía?

J. T. Hace tiempo que eso ocurrió. La economía era Economia Política y pasó a ser Economics, un término que de traducirse correctamente debería ser "lo económico", es decir, un mundo neutro, abstracto, aislado, en donde hay seres que en son meros agentes maximizadores, homo oeconomucis pero no homo sapiens , individuos que se limitan a elegir... y, por supuesto, donde no está la política entendida como el espacio común, ni el poder, ni la sociedad, ni los otros. Claro que interesa que eso sea así. La batalla más importante que tenemos por delante es hacer ver a la gente que las cuestiones económicas se resuelven mediante decisiones políticas y que, por tanto, debemos tomarla entre todos. O, dicho de otro modo, lograr que la democracia alcance también a las cuestiones económicas. El camino en el que estamos, sin embargo, es el contrario: para evitarlo lo que están haciendo es justamente desmantelarla.

L. G. M. Creo que el primer ámbito de compromiso de un ciudadano es su oficio. Este libro tuyo es un ejemplo de que comprometerse socialmente es darle un valor social a nuestros oficios. ¿Es tan importante saber estar como saber levantarse de una silla o saber bajarse a tiempo de una embarcación trucada? ¿El ser cívico es una decisión sobre el estar?

J. T. Yo me salí del barco hace tiempo. He escrito, creo que literalmente hablando, cientos, igual miles de páginas sobre la crisis económica, he analizado lo que ha pasado en la economía mundial y en la española en los últimos decenios, lo que he escrito lo han leído docenas de miles de personas y creo haber influido en lo que ha pasado a mi alrededor con ese pensamiento (tengo en mi despacho la foto de jóvenes del 15M manifestándose levantando en sus manos mi libro Hay alternativas ) pero nada de eso tiene el más mínimo valor (¿o tendría que decir precio?) en el ámbito académico. Desde el punto de vista de los parámetros que se usan para valorar la productividad y la excelencia académicas lo que yo hago y escribo no sirve absolutamente para nada. Si fuese un joven empezando la carrera universitaria no tendría futuro ninguno. Yo me bajé del barco porque no me interesa escribir para que nadie me lea y porque creo que, aunque no me valoren nada lo que hago, es más, aunque me penalicen por hacerlo, tiene utilidad social. Por hacer lo que hago tengo que dar más horas de clase (como si eso fuese un castigo), no puedo estar en los tribunales que seleccionan a los catedráticos y dentro de poco seré un marginado en la carrera académica. Pero me compensa hacer estas otras cosas. Para mí, estar aquí donde estoy y hacer esto que hago es un imperativo moral. Y además disfruto haciéndolo.

L. G. M. Y unas preguntas finales. Después de leer tu libro, de recordar la situación miserable del mundo, la acumulación de riquezas en manos de una minoría, ¿por qué nos dejamos manipular políticamente? ¿Cómo se comulga con tantas ruedas de molino? ¿Es posible unir los sueños de la poesía a una actitud política que permita tomar decisiones económicas al servicio de las mayorías? ¿Es posible que lo poético deje de ser una algarabía utópica en manos de solitarios, iluminados o profetas? ¿Es posible una poética de lo real?

J. T. Desde el momento mismo en que me lo estás preguntando y hablamos de esto ya lo estamos haciendo posible. ¿Cómo se podría haber acabado con la esclavitud sin los primeros esclavos que, ateridos de miedo, no hacían nada más que pensar, tirados en su jergón y sin ni siquiera abrir sus ojos, que ellos no querían ser esclavos? Quizá no hicieron nada más que eso, llorar en silencio sin atreverse a decir en voz alta ni a nadie lo que pensaban. Pero ahí estaba el germen de todo lo que vino después. Quienes dominan el mundo dedican mucho tiempo, recursos y atención a lograr que esa dominación se mantenga. Es normal que consigan que se comulgue con ruedas de molino. Y creo que lo consiguen porque en el otro lado no hay una conciencia semejante de que hay que convertirse en motores del cambio.

* Luis García Montero es poeta y profesor de Literatura. Su último libro, Un lector llamado Federico García Lorca (Taurus, 2016).

Fuente: http://www.infolibre.es/noticias/los_diablos_azules/2017/02/17/conversacion_entre_luis_garcia_montero_juan_torres_61267_1821.html

miércoles, 1 de febrero de 2017

Venus, Cupido, la Locura y el Tiempo. Autor: Angiolo Bronzino. Fecha: 1540-50 Museo: National Gallery de Londres. Características: 146,5 x 116,8 cm. Estilo: Renacimiento Italiano. Material: Oleo sobre tabla

Venus, Cupido, la Locura y el Tiempo

Comentario
Arte, Ética, dilema moral.

Esta tabla es considerada como la mencionada por Vasari en su "Vida de Bronzino" de 1568: "Ha hecho una pintura de singular belleza que ha sido enviada al rey Francisco de Francia; en ella se ve a Venus desnuda con Cupido besándola; y en el otro lado el Placer y el Juego con varios Amores; en el otro, el Fraude, los Celos y otras pasiones del Amor".

Bronzino trabajó en la corte del duque Cosimo de Medici, haciéndose famoso como retratista oficial. Esta Alegoría posiblemente sea el mencionado regalo de la corte de Toscana a Francisco I de Francia, incluyendo elementos simbólicos y emblemáticos.

El monarca francés era un hombre enamorado de la cultura y el arte italianos, sintiendo gran afición por la heráldica y los emblemas oscurantistas.

Venus. La diosa del amor y la belleza es identificada por la manzana de oro -que le concedió Paris en el famoso juicio- que porta en la mano izquierda y la paloma de la esquina izquierda de la escena. En la mano derecha, Venus lleva la flecha que ha arrebatado a Cupido, el joven que la besa. A los pies de la diosa encontramos unas máscaras, posiblemente símbolos de la sensualidad, que representan la ninfa y el sátiro, levantando la vista hacia los amantes.

El Placer Loco, el niño sonriente que lleva una pulsera en el tobillo, tira pétalos de rosa, sin interesarse por la espina que atraviesa su pie derecho.

Engaño. Tras el Placer se halla el Engaño, hermoso de rostro pero con un horrible cuerpo, ofreciendo en su mano un panal de dulce miel mientras que con la otra oculta el aguijón de su cola.

Celos. En la zona izquierda de la composición se sitúa una oscura figura, considerada tradicionalmente como la representación de los Celos pero identificada en la actualidad como la Sífilis, terrible enfermedad que en el siglo XVI había adquirido proporciones de epidemia.

Amor-pasión, Placer, Engaño. Con todos estos símbolos, se considera que el significado de la composición se identifica con el Amor impuro que es gobernado por el Placer con la ayuda del Engaño, amor que trae dolorosas consecuencias.

Tiempo y Olvido. La figura del Olvido, arriba a la izquierda, sin capacidad de recordar, intenta cubrir la escena con un velo pero el Tiempo se lo impide.

Las frías figuras desnudas se destacan, como si de un esmalte o de mármol se tratara, sobre un intenso azul ultramar, renunciando Bronzino al fondo, de la misma manera que en los dibujos pintados para la fábrica ducal de tapices. La composición muestra la influencia de Miguel Angel, especialmente su famoso cartón que muestra a Venus y Cupido besándose, así como de algunas obras de Pontormo, el maestro de Bronzino. La tabla fue adquirida por la National Gallery en 1860, convirtiéndose en la obra más cargada de erotismo de la colección.

http://www.artehistoria.com/v2/obras/8350.htm

¿Debería decirle al esposo de mi amiga que ella tiene otra relación?
Fiel y leal o fidelidad y lealtad.

http://www.nytimes.com/es/2015/11/16/deberia-decirle-al-esposo-de-mi-amiga-que-ella-tiene-otra-relacion/?smid=fb-espanol&smtyp=cur

domingo, 1 de enero de 2017

Eliminada de mi propia historia de amor. Por SAGE CRUSER.

En la pantalla de inicio de mi computadora tengo una carpeta dentro de otra carpeta que se llama “No abrir” (como un mensaje para mí misma).
Y para mi gran sorpresa, la abrí hace poco.
Está llena de fotos maravillosas de mi ex y yo que había borrado de todos lados. Una llamó mi atención: una foto en blanco y negro de nosotros en un viaje que hicimos a la costa de Oregon para celebrar su cumpleaños hacía dos veranos, justo después de ir a la boda de mi madre en mi ciudad natal, Portland.

El cursor del ratón daba vueltas por la foto y di clic dos veces para agrandarla.
Con los codos sobre la arena, sonreíamos mientras su mano acariciaba mi antebrazo izquierdo, su cabello oscuro y sus ojos contrastaban con mis facciones claras. Mi puño derecho, casi oculto por la manga de mi sudadera negra, escondía la mitad de mi tímida sonrisa blanca.
Esa imagen había estado en todos lados: en Facebook (donde fue mi foto de perfil), en su oficina, en la pared de nuestra sala y en la mesa lateral de sus abuelos en Iowa. La habíamos tomado cuando ya llevábamos seis meses juntos, durante nuestra fase de “luna de miel”, y todo el mundo le gustó y nos dijo cosas como “es perfecta” o “ustedes hacen tan bonita pareja”.

Lo que no sabían era que nos había costado muchísimo trabajo tomarla. Habíamos activado el temporizador de la cámara, así que presionábamos el botón y corríamos a posar, tratando de que la instantánea se viera tan natural como fuera posible. Tomábamos una foto y luego analizábamos el resultado:
-“Parezco loca”.
-“Me veo viejo”.
-“La pose se ve forzada”.
-“¿Parece que mi ojo izquierdo se está derritiendo?”.

Así estuvimos hasta que nos dolieron los músculos de la cara de tanto reírnos y se fue el sol, pero con ayuda de una buena edición, la versión final lucía espontánea y natural. Y gracias al temporizador, logramos hacer que algunas personas no se dieran cuenta de que era una foto jactanciosa que habíamos tomado nosotros mismos.

Me encantaba contar la historia de cómo nos conocimos. Pero ya no, así que no lo haré. Lo que verdaderamente importa es esto: no me tomé en serio que justo el día antes de que comenzamos nuestra historia de amor, él acababa de terminar con su novia de mucho tiempo.

Yo solía reprimir pensamientos de que yo era el clavo que saca otro clavo o la novia sustituta mientras llegaba la de verdad. Seguí adelante, atraída por su guapura, inteligencia y educación. Me encantaba lo expresivo que era con las manos mientras hablaba.

A pesar de todo lo bueno, siempre sentí como si tuviera que probarle a todos que él y yo éramos felices y que nuestra relación era legítima; las redes sociales ayudaban. En Facebook, podía excluir lo negativo, un comentario despectivo por aquí, una mentira por allá, y mostrar no solo cómo quería que los demás nos vieran, sino cómo quería vernos.

Algunas veces él hacía comentarios sobre que creía que yo sería más feliz con alguien que no fuera tan “conservador” como él. Seamos justos: fui yo quien lo convenció de que se dejara crecer la barba, tratando, supongo, de acercarlo a la imagen del novio ideal que me había imaginado.

Casi exactamente un año después de la foto en blanco y negro que nos tomamos y para la que posamos horas, logramos capturar otra imagen de las que provocan envidia, y esta vez a color. La tomamos en la rueda de la fortuna en el malecón de Seattle. Viajamos en auto allá para su cumpleaños y nos quedamos con mi prima.

Habremos posado unas diez veces ante la cámara de mi prima para lograr la foto “perfecta”: el estrecho de Puget de fondo en sorprendentes tonos verde aguamarina, las colinas lejanas en el horizonte. Nuestras sonrisas generosas y blancas, y mi hombro acomodado con soltura en el hueco de su brazo.
Pensamos bien qué poner en su estado de Facebook para que sonara natural pero cálido, breve pero con sentimiento:
“¡Celebrando una magnífica semana de cumpleaños con Sage en el área de Seattle!”.
-“Te amo, McBug”, me susurró aquella noche antes de quedarnos dormidos.

Dos meses más tarde, poco después de habernos mudado a nuestro segundo departamento juntos, se levantó diciendo que le dolía el estómago.
-“¿Habrán sido las fajitas de anoche?”, pregunté entre bostezos, mientras me acurrucaba bajo la cobija blanca y mullida que él acababa de hacer a un lado.
Dejó escapar un suspiro y se sentó en la orilla de la cama, con la cabeza entre las manos. Yo sonreía como tonta con los ojos entrecerrados.
-“No”.
Levanté la cabeza. -“¿Qué pasa, cielo?”.
-“Yo… no me imagino nuestro futuro”.
Hice a un lado las cobijas. -“Espera. ¿Estamos hablando de lo que creo que estamos hablando?”.

Volteó a verme con los ojos tristes y los labios contraídos. Casi me sentí mal por él hasta que me di cuenta de que estaba terminando conmigo. Sus razones para terminar la relación eran vagas; decía que llevaba seis meses pensándolo.
-“¿Alguna vez me amaste?”, pregunté.
Hizo una pausa y después trató de balbucear una explicación, pero la pausa lo dijo todo.
Lloré a moco tendido en nuestra cama, traía puesta una camiseta que me quedaba grande, la cara se me había puesto roja y me atragantaba con mi propia saliva. Y así fue como todo acabó.

Cambiamos nuestras fotos de perfil a las dos horas de haber terminado. Él cambió nuestra tierna foto en una cafetería de Portland por una foto en la que aparecía solo, vestido de traje. Yo cambié la foto en blanco y negro de la playa por una donde aparecía en la cima de una montaña en Irlanda, con la mirada fija y una expresión que esperaba que dijera: -“Estoy en la cima del mundo, soy exitosa”.
Con cada “Me gusta” sentía como se reconstruía mi ego, pero la euforia se desvaneció cuando empaqueté mis cosas y me mudé al sótano de mi madre, que no estaba en la cima de nada.
Familiares y amigos no lo podían creer. Sentía un dolor agudo en el estómago cada vez que pensaba en él. Me quedaba contemplando el techo por horas. Me perdía entre la confusión y los sentimientos de traición y odio. Aun así, fantaseaba con la reconciliación y que todo volvería a ser como antes.

La semana siguiente, me enteré de que él había abierto una cuenta de citas en línea un día después de haber terminado conmigo. Su foto de perfil me dejó sin aliento: me había recortado de la foto de la rueda de fortuna, en la que solo habían quedado sus dientes blancos y ojos verdes brillando y el agua resplandeciente que hacía contraste con su cabello oscuro. Me había eliminado de mi propia fantasía.
Dos semanas después, tras la división de los bienes, del llanto, las arcadas sin vómito y de escuchar “Hello” de Adele hasta el cansancio, recibí una carta suya escrita a mano, junto con un paquete que tenía un brasier deportivo mío que había encontrado entre la ropa sucia. Era una “oportunidad para ventilar algunas cosas” que quería decir.

La carta daba la misma explicación vaga que me había dado antes y en ella confesaba que todavía no tenía “razones específicas”, era “solo un sentimiento”, y decía que todavía me extrañaba “mucho”.
Me pregunté qué podría contestarle, pero nunca le mandé nada. En cambio, corregí su ortografía y gramática con una pluma roja, lo cual me hizo sentir algo de satisfacción.
Quería que mi amor perfecto se viera como yo me había convencido de que se veía: las fotos, los estados de Facebook, la barba, el recuento de nuestra relación que había hilado en mi cabeza. Me había enamorado del hombre que quería que fuera y era la mujer que quería ser. Me había enamorado de lo que pensaba que podíamos ser juntos y no de lo que realmente éramos. Esta era una verdad difícil de aceptar.

Poco después de mi incursión en mi carpeta no tan escondida, me reuní con una vieja amiga a la que no había visto en año y medio. Nos fuimos un fin de semana a acampar a Cannon Beach, el mismo lugar donde había tomado la foto en blanco y negro hacía casi dos años.
Después de ponernos al día y encender una fogata, ella me confesó que había pasado por una separación muy similar a la mía con su novio, quien le había puesto fin a la relación de manera abrupta cuando ella pensaba que todo iba de maravilla. Pasaron un mes sin hablarse antes de reconciliarse cuando él le pidió que regresaran.
A ella le parecía asombroso que hubiésemos experimentado rupturas tan parecidas, pero que habían acabado de forma tan opuesta. Ella se regocijaba de su felicidad recién descubierta, y decía que se casaría con él si se lo pidiera.

Nos sentamos en silencio sobre la arena fría, al lado de la fogata que crujía, mientras yo observaba una cometa amarilla, cuya larga cola bailaba en el cielo sobre las escasas nubes de la tarde.
Ella rompió nuestro silencio con una pregunta: “Oye, ustedes podrían estar juntos de nuevo algún día. ¿Te gustaría?”.
La miré, después miré de nuevo la cometa y contesté: “No”.


http://www.nytimes.com/es/2016/10/27/eliminada-de-mi-propia-historia-de-amor/?smid=fb-espanol&smtyp=cur

jueves, 18 de agosto de 2016

10 Frases de Ken Robinson

1. La imaginación es la fuente de todo logro humano.
Esta es la primera frase que te encuentras al entrar en la página web de Ken Robinson. Buena parte de su pensamiento gira en torno a varios ejes. Uno de esos ejes es, sin duda, la importancia que concede a la imaginación y, sobre todo, a la originalidad. Ken Robinson no concibe una educación que no se base en potenciar la inteligencia. Precisamente será esta inteligencia la que nos distinguirá y la que enriquecerá la sociedad.

2. Si no estás preparado para equivocarte, nunca llegarás a nada original.
Ken Robinson es tremendamente crítico con la visión de la educación actual. Uno de sus argumentos es que penaliza el error y la equivocación. Penalizar el error mientras se educa es sencillamente una paradoja, porque es a partir del error de donde podemos sacar las mejores enseñanzas. El error debe verse como un proceso positivo dentro del propio aprendizaje del alumno.

3. Las escuelas se parecen a las fábricas.
En el siglo XXI aún mantenemos una estructura educativa industrial. Ken Robinson critica que en muchos centros educativos los alumnos se parezcan más a obreros que a estudiantes. Cuestiona la rigidez de los horarios, la separación de los alumnos por edades, la descompensación horaria de las materias y el hecho de priorizar el producto manufacturado al talento y a la creatividad.

4. La creatividad se aprende igual que se aprende a leer.
El concepto de creatividad es una constante en la obra de Ken Robinson. Y en este sentido la figura del docente resulta determinante para que el alumno fomente dicha creatividad en su centro educativo. Desgraciadamente, el modelo educativo actual mata la creatividad, no potencia el talento, sino que prioriza el resultado final más que el proceso en sí.

5. Es necesario potenciar la diversidad.
Si el docente es capaz de potenciar la originalidad y el talento en sus alumnos, entonces habrá logrado algo tremendamente importante: superar el modelo industrial basado en la homogeneización del producto. Las fábricas producen. Y el producto que se crea es siempre el mismo producto. ¿Es eso lo que queremos de nuestros alumnos? ¿Es este nuestro ideal de enseñanza? Mediante la creatividad y el talento hacemos posible la diversidad. Para Ken Robinson dicha diversidad es uno de los activos más importantes que existen en la sociedad actual. Para Ken Robinson cuanto más creativos sean los niños, más posibilidades tendrán de autorrealizarse. Según Ken Robinson, la única forma de detectar talentos es hacer pensar a los alumnos de forma diferente.

6. La educación del talento no es lineal.
Otro de los grandes errores del sistema educativo actual es pensar que el conocimiento es lineal. Para Ken Robinson el aprendizaje no es lineal, sino orgánico, porque el mundo actual ha dejado de tener una concepción lineal para pasar a tener una visión global. La escuela se ha obsesionado en hacer creer al alumno que su destino pasa por la universidad. De hecho, explica Ken Robinson que en una guardería leyó un lema que decía: la universidad empieza en la guardería. Para Ken Robinson esta cita es errónea. La guardería empieza y acaba en la guardería. En eso consiste la educación orgánica. ¿Quién les puede asegurar a los niños de tres años que el futuro pasará por la universidad?

7. Los niños de ahora harán trabajos que aún no están inventados.
En la línea del pensamiento lineal encontramos esta otra frase de Ken Robinson. Actualmente, estamos enseñando en los centros educativos contenidos que no tenemos ni idea de si servirán o no dentro de un período relativamente corto de tiempo. Esto debería hacer pensar a los docentes y hacerles ver que lo que importa no es lo que enseñan, sino cómo enseñan para que sus alumnos puedan aprender por sí mismos cuando en un futuro no muy lejano deban llevar a cabo actividades que ahora ni imaginamos que desarrollarán. El saber no está en los libros de texto, sino en la imaginación y el talento que puedan desarrollar los alumnos.

8. La creatividad es tan importante en educación como la alfabetización, y por eso debemos tratarla con la misma importancia.
Otro de los grandes problemas de la educación actual es que no se da la misma importancia a la alfabetización que a la creatividad. Basta mirar la descompensación de las asignaturas de las diferentes etapas educativas. ¿Por qué puede ser? Yo creo que la respuesta es muy sencilla. Es muy fácil enseñar a leer y a escribir, pero como docentes no tenemos ni idea de cómo enseñar a ser creativos. Es por ello que debemos aumentar el tiempo que le dedicamos a preparar una sesión lectiva y bajar nuestra productividad en beneficio de la creatividad de nuestros alumnos.
Cuanto más pensemos, más creativos seremos. Si los docentes somos creativos, entonces será muy fácil enseñar creatividad en la aulas, independientemente de las materias que se impartan.


9. La gente produce lo mejor, cuando hace cosas que ama, cuando está en “su elemento”.
El concepto elemento es un término al que Ken Robinson hace a menudo referencia. Cada individuo debe buscar “su elemento”, es decir, debe ser capaz de encontrar por sí mismo o mediante la ayuda de otros sus aptitudes, sus pasiones, sus actitudes y sus oportunidades. Estos son los cuatro pilares fundamentales para el crecimiento personal de los individuos.
Tenemos la obligación de descubrir qué se nos da bien y qué nos encanta hacer. Consiguiéndolo será como podremos autorrealizarnos y contribuir para crear una sociedad mejor. De ahí que como docentes debamos superar el pensamiento ilustrado basado en el análisis y en la lógica para sustituirlo por un sistema educativo holístico, abierto, flexible y diverso. Sólo siendo creativos dejaremos de ser conformistas.

10. No es acerca de estandarizar la educación, es acerca de subir el estándar de la educación.
El error del sistema educativo actual se debe a la estandarización. Estandarizar la educación no hace más que limitar la educación de nuestros alumnos, porque frena las aptitudes y el talento. A mayor estandarización mayor fracaso escolar, mayor abandono escolar. De ahí que sea necesario modificar el paradigma educativo actual donde la mecanización de los contenidos está por encima de la búsqueda del talento.

Estas son las 10 reflexiones que he querido compartir contigo acerca de Ken Robinson

sábado, 16 de enero de 2016

¿Qué es, qué era, qué debe ser el amor? Guillermo Rendueles Psiquiatra y figura histórica de la izquierda gijonesa. "El capitalismo trata como trastorno de personalidad lo que antes se consideraba lealtad, coherencia u honradez".

...¿Qué es, qué era, qué debe ser el amor?
¿El amor libre de los hippies y los anarquistas, el amor monógamo y eterno de los conservadores o un término medio entre ambas opciones?

Lo que es el amor sano y el insano se ve muy bien en los críos que juegan en el parque. Los que están seguros de que su madre, su padre o su cuidador los quieren juegan tranquilos sin miedo a perderse, mientras que los chavales inseguros están continuamente mirando para atrás a ver si el padre sigue allí, cuando no pegados a él sin jugar ni interaccionar con otros niños. El amor sano es el primero: el amor que te da seguridad. Lo que pasa en la posmodernidad, con ese modelo de mantenerse juntos mientras dure el sentimiento, es que el sentimiento no cambia a la vez en las dos personas, por lo que esa seguridad está siempre en entredicho. Yo he puesto en algún texto el ejemplo de Bertrand Russell, que estaba tan contento con una de sus mujeres hasta que en un paseo en bici se dio cuenta de que ya no sentía lo mismo por ella y, llorando, la abrazó y le dijo que se tenían que separar. Ese emotivismo extremo es la norma en el mundo de hoy.

Una de las teorías psicológicas más en boga es ésa que dice que el amor tiene fecha de caducidad: tres años y medio exactamente. Si te crees esas cosas, acabas autosugestionándote. Yo conozco parejas donde esa cosa ha sido hipertóxica, y que queriéndose mucho se han separado en cuanto se han dicho: «Ya no nos queremos como antes».

Estamos como los críos inseguros, mirando constantemente hacia atrás preguntándonos si le habrá cambiado el sentimiento a éste o a ésta y si nos va a dejar. Eso dificulta mucho la interacción. Igual que los niños no juegan si no tienen la seguridad de que la madre está ahí, en el amor sin una relación de afecto seguro es muy difícil que uno se aventure, a menos que la inseguridad se acabe asumiendo y pase como con otros críos que hay, que como están seguros de que la madre se ha pirado les da igual ocho que ochenta. Ésa es otra de las imágenes de la posmodernidad.

¿Cuál es el amor ideal? Pues un amor que te dé la seguridad de que no se va a romper de un momento a otro; un amor que aunque te pongas malo, aunque te arruines, aunque te despidan, va a seguir ahí, y al mismo tiempo lo suficientemente flexible para que sea sincero, para que no te obligue a simular esa estabilidad y esa serenidad. Y un amor en el que se asuma que el amor significa cosas distintas en cada etapa de la vida. En suma, un proyecto a largo plazo que, como todos los proyectos, pueda fracasar, pero que no esté sometido a una incertidumbre constante.

El mal es una opción voluntaria, no un problema psiquiátrico. Usted escribe bastante últimamente sobre lo que llama la psiquiatrización del mal.

Sí, esa teoría muy en boga de que el mal es algo psicológico, un impulso que puede afectar a cualquiera. Sus defensores suelen aludir a un experimento que hizo en 1961, justo después del juicio a Eichmann, un psicólogo de la Universidad de Yale, Stanley Milgram. En ese experimento, los participantes tenían que apretar un botón que provocaba una descarga eléctrica cada vez que otro participante fallaba una pregunta. Con cada error se incrementaba la intensidad de la descarga, y el experimentador incitaba a quienes debían aplicar las descargas a hacerlo con frases como: «Por favor, continúe», o «No tiene otra opción, debe continuar». Los estudiantes no sabían que las descargas eran falsas: quien las recibía en realidad estaba actuando y no sufría dolor ninguno. El caso es que, a pesar de que quienes recibían las descargas gritaban cada vez más, el 65% de los participantes llegó a infligir el dolor máximo y sólo el 35% paró antes de llegar a ese punto. Lo que no se suele contar es que años después alguien cogió la caja de ese experimento y se puso en contacto con los participantes y les preguntó cómo habían podido llegar a hacer aquel disparate. La inmensa mayoría se había reformado y decía: «Huy, gracias a aquello yo tomé conciencia de cómo era el hombre». Uno se había hecho asistente social, otro objetor de conciencia, etcétera. Eso demuestra que, sí, uno puede tener un momento de obediencia a la autoridad, pero luego eso puede transformarse radicalmente mediante la reflexión. Eso sería el bien: ser reflexivo frente a las propias acciones.

¿Tiene remedio esta sociedad histérica? ¿Es posible la utopía?
Yo no sé si es posible, pero me parece que vale la pena pelear por el cambio. Si no es posible en esta generación, que haya otra que coja el relevo. Yo veo la historia un poco así, como una carrera de relevos en los que cada generación continúe lo que la anterior ha dejado pendiente...

-El mandato capitalista es: "Sé gerente de ti mismo, empréndete a ti mismo" Si estoy en paro, sólo yo tengo que solucionarlo formándome más o buscando trabajo más concienzudamente.
-Y para buscarlo tengo que tener capital humano: idiomas, másteres, cursos…
-Y si eso me vuelve loco, me tomo la pastilla y listo.
-Eso es, sí (risas)...

Fuente: http://mas.asturias24.es/secciones/entrevistas-en-el-toma-3/noticias/el-capitalismo-trata-como-trastorno-de-personalidad-lo-que-antes-se-consideraba-lealtad-coherencia-u-honradez/1451271184

domingo, 20 de septiembre de 2015

Adúlteros pero leales. Qué difícil es amar a alguien a través del tiempo, construir una convivencia duradera, que no termine siendo de algún modo tóxica

Supongo que los piratas de Impact Team que desvelaron los nombres de 34 millones de  clientes de Ashley Madison, la web para adulteriosseguirán sintiéndose orgullosos de lo que han hecho, porque la imbecilidad suele ser pertinaz. Estos talibanes de la virtud conyugal dicen que cometieron el estropicio por razones éticas y para que cerrara Ashley Madison. Yo no sé si cerrará la empresa, pero lo que sí que han logrado es destrozar estúpidamente la vida de millones de personas; ya se sabe que los datos han sido recogidos por bandas criminales, que ahora están amenazando y chantajeando a la gente.

Por dinero, desde luego, pero quizá también por influencias y favores. Porque hay adúlteros en todos los sectores sociales, desde organizaciones de alta seguridad como el Pentágono a partidos políticos.   En España, por ejemplo, se sabe que hay tres mujeres y dos hombres que se hicieron clientes con el dominio del Congreso de los Diputados (hace falta ser tontos, dicho sea de paso). Mientras escribo este artículo, que se toma su tiempo en la impresión, no se conocen sus nombres, y espero que siga siendo así. En España hay 800.000 usuarios de Ashley Madison: al parecer somos uno de los países más infieles. Sólo en Madrid hay 135.000; en Barcelona, 68.000. Imagino el miedo que deben de estar pasando ahora casi todas esas personas. No me parece justo.

La vida es infinitamente complicada y una de las cosas más complicadas de la vida son las relaciones sentimentales y sobre todo ese conflicto permanente que es la pareja. Qué difícil es amar a alguien a través del tiempo, construir una convivencia duradera que no termine siendo de algún modo tóxica. Amar sin caer en la rutina, sin achacar al otro nuestras propias frustraciones, sin devorar, sin tiranizar, sin empobrecerse, sin aburrirse. Es algo tan tremendamente difícil, en fin, que con los años vas comprendiendo que cada cual intenta salir adelante como puede. No hay reglas para el éxito, lo que le sirve a uno puede no servirle a otro, así que no seré yo quien dictamine lo que se debe hacer; si alguien cree que para ser feliz necesita un compromiso absoluto de fidelidad sexual, pues perfecto.

Sin embargo, personalmente pienso que al sexo se le da una importancia desmesurada. Y a menudo me apena ver cómo una simple aventura que en realidad no ha sido nada, la típica cana al aire, arruina parejas con mucha lucha y mucho amor a las espaldas. La verdad, no creo que el ser humano haya nacido para la monogamia y la monoandria. Al menos, no para toda la vida. Hay estudios evolucionistas que sostienen que la ventana de fidelidad de nuestra especie abarca unos cuatro o cinco años, que es el tiempo necesario para parir un hijo y que sea más o menos autónomo.

Tengan razón o no, lo cierto es que la inmensa mayoría de los humanos sienten deseos adúlteros al menos una vez en su vida. Muchos los realizan; según un estudio de Nordic Mist (2006), en España hay un 37% de hombres y un 35% de mujeres que han sido infieles a sus parejas alguna vez. Otros muchos no se atreven a llevar esos deseos a la práctica, algunos por respeto a su pareja y la mayoría yo creo que por miedo a que les pillen (si les aseguraran al 100% que nadie lo sabría jamás, ¿cuantos se abstendrían?), pero, la verdad, yo no encuentro mucha diferencia entre que tu pareja tenga un amante casual y que no lo tenga pero haga el amor contigo soñando con otra persona.O, mejor dicho, prefiero lo primero. De hecho, estoy convencida de que a menudo esas relaciones extraconyugales pasajeras mejoran la relación principal. La renuevan, la ponen de relieve, le dan más vida y más valor. Tengo la sospecha de que quien se reprime una y otra vez sus deseos adúlteros termina cargando esa frustración y ese aburrimiento sobre su cónyuge.

A mí, en fin, me importa mucho más la lealtad que la fidelidad sexual. Me parece mayor traición criticar amargamente a tu pareja a sus espaldas con tus amigos; o no tener sus opiniones nunca en cuenta; o dejarle en ridículo públicamente; o no apoyarle en un momento de verdadera necesidad. Que quede claro que no estoy abogando por tener relaciones paralelas que duren años y años. O sí, ya digo que allá cada cual, pero vamos, a mí ese tipo de pareja creo que no me serviría. Y también creo que, si tienes todo el rato mil amantes, la relación principal no debe de funcionar nada bien. Pero si cuidas esa relación principal por encima de todo; si eres discreto; si no pones en evidencia a tu pareja, ¿qué más da si alguna vez te acuestas con alguien? Amigos y amigas que acabáis de descubrir una infidelidad, por favor, pensadlo un poco. No tiréis por la borda todo lo que tenéis, todo lo que habéis pasado juntos, todo el cariño.
 11 SEP 2015 -
@BrunaHusky
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