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domingo, 17 de julio de 2016

La (verdadera) ciencia de la felicidad. El secreto es simple: sexo, ejercicio, música y charla. Lo demás son patrañas que solo sirven para engrosar unas pocas cuentas corrientes y vaciar todas las demás.

¿Tenían razón los hedonistas? “La naturaleza”, escribió el filósofo y economista inglés Jeremy Bentham (1748-1832), padre del utilitarismo, “ha situado a la humanidad bajo el gobierno de dos amos soberanos, el dolor y el placer; a ellos corresponde en exclusiva señalar lo que debemos hacer, así como determinar lo que acabaremos haciendo”. Desde luego, la cuestión del placer y la búsqueda de la felicidad ha supuesto siempre una enorme atracción para los filósofos, de Platón a Nietzsche, de Aristóteles a Mill, de Epicuro a Hume. Y también parece irresistible para la gran masa de gente que no se dedica a la filosofía profesional, a juzgar por los grandes éxitos de ventas que está consiguiendo un enjambre de autoproclamados chamanes, presuntos profetas e irrebatibles cantamañanas que conforman lo que ya se conoce como “la industria de la felicidad”. Pero la ciencia de la felicidad es otra cosa. Lee en Materia las reflexiones de uno de los mejores psicólogos experimentales de nuestro tiempo, el psicólogo de Harvard Dan Gilbert.

Gilbert se basa en lo que se debe basar un pensador moderno: en los datos, los experimentos y las teorías que nos revelan la realidad de nuestra mente. El mundo es como es, no como nos gustaría que fuera, y esto vale tanto para los planetas y los átomos como para la asombrosa sociedad de 200.000 millones de neuronas que llevamos dentro del cráneo. Y los datos dicen que el secreto de la felicidad está en cuatro actividades cotidianas al alcance de cualquier bolsillo: sexo, ejercicio, música y conversación. Y no, leer libros de autoayuda no aparece en la lista. Esas obras solo reportan felicidad –en efectivo— a quienes las escriben.

El ruido que hacen los beocios sobre esta materia ha alcanzado tal nivel de decibelios que mucha gente piensa que la psicología es una pseudociencia. No lo es. La psicología es una parte fundamental de las llamadas ciencias cognitivas, una aleación de neurobiología, genética, biología molecular, física, matemáticas, computación, inteligencia artificial y –sí— psicología experimental que, en nuestros días, supone nuestra mejor esperanza de entender el cerebro humano, el objeto más complejo del que tenemos noticia en el universo.

Lo que ocurre, como siempre, es que hay un montón de gente dispuesta a pervertir la psicología a mayor gloria de su propio bolsillo, y otro montón aún mayor que prefiere creerse sus falacias y patrañas en vez de guiarse por el mejor instrumento de conocimiento que tenemos –y tendremos—, que es la ciencia. Lee lo que dice Gilbert y sé feliz si puedes. Confórmate con la verdad.

http://elpais.com/elpais/2016/07/15/ciencia/1468582643_207029.html

lunes, 4 de abril de 2016

10 hábitos de las personas crónicamente infelices.

La felicidad puede presentarse de tantas formas que resulta muy difícil de definir. La infelicidad, en cambio, es fácilmente identificable: sabes lo que es en cuanto te topas con ella y, cuando se apodera de ti, te das cuenta.

Perjudica a todos los que te rodean, como si fueran fumadores pasivos. La famosa investigación Terman Study de Stanford (Estados Unidos) hizo un seguimiento a varios individuos durante ocho décadas y llegó a la conclusión de que rodearse de gente infeliz acarrea una mala salud y una esperanza de vida más corta.

La felicidad no tiene tanto que ver con las circunstancias de la vida como pueda parecer. Según un estudio llevado a cabo en la Universidad estadounidense de Illinois, las personas que ganan más dinero (más de 9 millones de euros anuales) son sólo un poco más felices que sus propios trabajadores.

Las circunstancias personales no tienen nada que ver con la felicidad porque la controla uno mismo, es el producto de los hábitos y la perspectiva desde la que se concibe la vida. Un grupo de psicólogos de la Universidad de California que se dedica a investigar la felicidad ha descubierto que la genética y las circunstancias personales sólo son responsables de un 50% de la felicidad de una persona. El resto es cosa suya.

"La Constitución sólo garantiza el derecho a la búsqueda de la felicidad, pero tienes que conseguirla tú mismo". - Benjamin Franklin

Hábitos de personas infelices:
Cuando la gente no es feliz, es muy difícil estar y trabajar con ellos. La infelicidad ahuyenta a los demás y crea un círculo vicioso que te impide conseguir todo lo que eres capaz de hacer.

Es algo que puede llegar sin avisar. La felicidad, en gran parte, depende de los hábitos (de pensamiento y de acción), por lo que es aconsejable vigilarlos para asegurarse de que no nos hacen caer en la infelicidad.

Ciertos hábitos tienden a empujarnos más a la infelicidad que otros. Hay que prestar atención y saber identificar los 10 hábitos siguientes:

-Esperar al futuro. Pensar para uno mismo "seré feliz cuando..." es uno de los hábitos de infelicidad en los que es más fácil caer. Da igual el final de la frase (un ascenso, un aumento o una nueva relación sentimental) porque hace mucho hincapié en las circunstancias, y la mejoría de las circunstancias no se traduce automáticamente en felicidad. No hay que pasar el tiempo esperando a que pase algo que está comprobado que no afectará a tu estado de ánimo. En vez de eso, hay que centrarse en ser feliz en el presente porque no hay garantías de un futuro.

-Pasar mucho tiempo y esfuerzo adquiriendo cosas. Las personas que viven en extrema pobreza experimentan un incremento de la felicidad cuando su situación financiera mejora, pero este incremento se detiene una vez que se superan unos ingresos anuales de 18.000 euros. Hay una gran cantidad de investigaciones al respecto que demuestran que los objetos materiales no dan la felicidad. Cuando uno se acostumbra a perseguir cosas es probable que acabe siendo infeliz porque, además de la desilusión que se experimenta tras conseguirlas, se cae en la cuenta de que se han ganado a expensas de las cosas que de verdad pueden hacer feliz a una persona: los amigos, la familia y las aficiones.

-Quedarse en casa. Cuando no te sientes feliz, resulta tentador evitar estar con otras personas. Se trata de un grave error, porque socializar, aunque no se disfrute, mejora el estado de ánimo. Todos tenemos días en los que nos gustaría quedarnos en la cama y no hablar con nadie, pero hay que entender que actuar así de forma habitual puede acabar destrozando tu estado de ánimo. Si somos capaces de identificar cuándo la infelicidad nos está haciendo ser antisociales y nos obligamos a salir y a relacionarnos, notaremos la diferencia inmediatamente.

-Caer en el victimismo. Las personas infelices tienden a pensar que la vida es difícil y está fuera de su control. En otras palabras, "la vida me va a dar palos y no puedo hacer nada para impedirlo". El problema está en que, con esa filosofía que fomenta la sensación de impotencia, es menos probable que las personas infelices intenten hacer algo para mejorar su situación. Aunque todo el mundo tenga derecho a sentirse deprimido de vez en cuando, es importante saber cuándo estás dejando que afecte a tu forma de ver la vida. No eres la única persona a la que le pasan cosas malas y eres capaz de controlar tu futuro siempre y cuando estés dispuesto a actuar.

-Caer en el pesimismo. Nada alimenta más a la infelicidad que el pesimismo. El problema de tener una actitud pesimista es que, además de afectar a tu estado de ánimo, se convierte en una profecía: si esperas que pasen cosas malas, lo más probable es que ocurran. Es difícil deshacerse de los pensamientos pesimistas si no te das cuenta de lo ilógicos que son. Oblígate a centrarte en los hechos y comprobarás que las cosas no van tan mal como crees.

-Quejarse. El problema no es la actitud que lo precede, quejarse también es un problema. Es un comportamiento de autorrefuerzo. Al hablar constantemente sobre lo mal que van las cosas -o al pensarlo-, se reafirman las convicciones negativas. Hablar de las cosas que te molestan puede ayudarte a sentirte mejor, pero existe una delgada línea entre quejarse de manera terapéutica y quejarse para fomentar la infelicidad. Además de hacerte infeliz, quejarse ahuyenta a los demás.

-Exagerar. A todo el mundo le pasan cosas malas. La diferencia reside en que las personas felices las ven tal y como son -una decepción momentánea- y las personas infelices consideran que cualquier cosa negativa es una prueba más de que la vida las está castigando. Alguien feliz puede disgustarse si tiene un pequeño accidente de coche de camino al trabajo, pero no perderá la perspectiva: "¡Qué lío! Aunque podría haber sido peor". En cambio, alguien infeliz lo utilizará como prueba de que su día, su mes o incluso su vida entera están destinados al fracaso.

-Dar la espalda a los problemas. Las personas felices se responsabilizan de sus acciones: cuando cometen un error, lo asumen. Sin embargo, las personas infelices conciben los errores y los problemas como una amenaza, así que intentan ocultarlos. Y los problemas suelen crecer si se ignoran. Cuanto más tiempo se pasa sin hacer nada, mayor es la sensación de que es imposible resolverlo, por lo que se volvería a caer en el victimismo.

-No mejorar. Como las personas infelices son pesimistas y sienten que no controlan su vida, tienden a sentarse a esperar a que la vida pase. En vez de ponerse metas, aprender y mejorar, lo único que hacen es vagar y preguntarse por qué las cosas no cambian.

-Mantenerse a la moda. La envidia y los celos son incompatibles con la felicidad, por lo que si te comparas constantemente con los demás, ha llegado el momento de parar. En una investigación, la mayoría de los individuos afirmaron que no tendrían ningún problema con ganar menos dinero si a todo el mundo le pasara lo mismo. Hay que tener cuidado con este tipo de ideas, porque pensar de esta manera no hace feliz a nadie. De hecho, lo más probable es que tenga el efecto contrario.

En resumen:
Cambiar tus hábitos para ser feliz es una de las mejores cosas que puedes hacer por ti mismo. Pero también merece la pena por otra razón: coger las riendas de tu propia felicidad hace que los que te rodean sean más felices.

http://www.huffingtonpost.es/dr-travis-bradberry/habitos-personas-infelices_b_9479264.html

Habría mucho que hablar sobre el tema, daría para una buena tertulia. Casi todo el artículo cae en la psicologización de los problemas. Si no eres feliz, tuya es la culpa. Si no tienes trabajo, tú eres el responsable. Evidentemente no es así. Una persona que trabaja 55 horas a la semana y no gana ni para tener lo básico, difícilmente puede ser feliz,... el problema es, en gran medida, social. Es la sociedad y su organización -seguridad social, servicios sociales, sistema educativo, sistema sanitario, ayudas sociales, jubilación, horas de trabajo y sueldo base que garantice el mínimo vital, nivel de solidaridad de la sociedad, cumplimiento del pago de impuestos, etc- la que impiden a esas personas ser felices. Y ellas tienen una muy pequeña parte de responsabilidad en ello.
Ver aquí un ejemplo de condiciones adversas:
http://www.sinpermiso.info/textos/obituario-de-un-cacahuete-la-poesia-obrera-de-xu-lizhi-0
Y por supuesto, a pesar de todo, no es China el peor ejemplo; han salido de la pobreza 800 millones, algo extraordinario y único en la Tierra,...

sábado, 3 de octubre de 2015

La conquista de la felicidad. Paraguay es el país más feliz, según una encuesta. También es uno de los más injustos

La ignorancia es la dicha 

(Thomas Gray, poeta inglés)

La felicidad se ha vuelto una industria. No parece pasar un día sin que algún departamento de gobierno, o universidad, o filósofo, o economista, o bloguero proponga lo que pretende ser un análisis nuevo o un plan práctico para alcanzar el sueño que todos anhelamos. Hagan una búsqueda en Amazon: hay 14.384 libros sobre la conquista de la felicidad.

Pero, ¿qué pasa si la felicidad existe no solo en nuestras mentes o corazones sino en un lugar? ¿Y qué tal si ese lugar es Paraguay? Sí, Paraguay, un país encerrado en el centro geográfico de Sudamérica al que han acudido comunidades alemanas, irlandesas, estadounidenses, australianas, finlandesas desde hace 150 años —o más, si incluimos a los misioneros jesuitas del siglo XVII— convencidos de que aquí descubrirían la utopía; un país que durante los tres últimos años seguidos ha sido, según unas encuestas globales que hace la reputada agencia Gallup, el más feliz de la tierra.

Viajé a Paraguay a ver si daba con el secreto y me encontré con una tierra que parecía tenerlo todo. Prácticamente vacía (siete millones de habitantes; casi dos veces el tamaño de Alemania), la tierra es tan fértil que los mangos se pudren en el suelo, dan aguacates de comer a los cerdos, exportan más carne que Argentina y el agua de sus grandes ríos es tan abundante que no solo supera todas las necesidades agrícolas y humanas sino que, gracias a la represa gigante de Itaipú, dispone de casi diez veces más electricidad renovable —y eterna— de la que requiere su población.

En la teología tradicional indígena, la guaraní, existe el concepto paradisíaco de “la tierra sin mal”.  Pareciera que la hubiesen encontrado. Pero rasqué un poco y vi que a los humanos les quedaba algo por hacer.

Resulta que, en la ausencia de un sistema de justicia remotamente serio, la corrupción permea las instituciones políticas y estatales de arriba abajo, de los jueces a los policías, de los ministros a los funcionarios. Resulta también que los pobres son cada día más pobres y los pocos ricos más ricos, entre ellos el actual presidente y magnate tabacalero Horacio Cartes, que, según me contó uno de sus conocidos, confesó una vez que se metió en la política en parte porque no sabía ya qué hacer con sus  millones.

Pero entonces, si Paraguay es uno de los países más injustos, más corruptos y más desiguales de la tierra, y si estamos casi todos de acuerdo que la injusticia, la corrupción y la desigualdad son los grandes males que nos azotan, ¿por qué sus habitantes dicen que son tan felices?

En primer lugar, como escribió un columnista paraguayo hace un par de semanas, porque “una de las características más connotadas de nuestra idiosincrasia” es “la obcecación”. Con la mirada puesta en la imaginaria tierra sin mal, muchos se niegan a ver el mal real que les rodea. El ejemplo más sorprendente que encontré fue el del héroe patrio, Francisco Solano López, el aniversario de cuya muerte en 1870 es el gran día de fiesta nacional. El autodenominado mariscal López fue un déspota cuyo endiosamiento y tiranía no sería superado por ninguno de los dictadores latinoamericanos que le siguieron. Durante sus ocho años en la presidencia, López ordenó la tortura y ejecución de miles, familiares cercanos incluidos, y condujo a su país a una guerra demencial contra Argentina, Brasil y Uruguay que acabó con el 85% de la población paraguaya, dejando al país sin hombres. Hoy las avenidas principales de Asunción, la capital de Paraguay, llevan el nombre de López y su Lady Macbeth, la no menos siniestra concubina irlandesa del dictador, Elisa Lynch.

La segunda razón por la que los paraguayos creen ser felices es la costumbre que tienen, relacionada con la de no examinar con mucha atención el pasado, de vivir en el momento. Me lo explicó un empresario llamado Víctor González durante un recorrido en coche por la campiña que rodea Asunción. Mientras veía con mis propios ojos la extraordinaria riqueza de la tierra y la aparente serenidad —mate en mano— con la que vivían sus habitantes, González, me dijo que en guaraní, idioma que casi todos los paraguayos hablan, no existe una palabra para “mañana”. La que más que se aproxima al concepto es “Koera”, que significa “si es que amanece”. Lo cual se traduce en una actitud de no agobiarse por lo que pueda pasar en el futuro, mentalidad que González, que hoy es rico pero se crió en una chacra familiar pobre, recuerda con nostalgia.

Comentaban González y otros paraguayos con los que hablé que la infelicidad viene cuando uno genera expectativas que no puede cumplir. Esto mismo lo han demostrado estudios de la Universidad de Harvard, tesis que se demuestra en Paraguay con un dato dramático: cada día se suicida, como promedio, un joven de entre 15 y 25 años. Cada uno de ellos resuelve que mejor que el mañana no amanezca porque, en la gran mayoría de los casos, son gente de familias pobres rurales cuyos padres aspiran a más, que se mezclan —por ejemplo trasladándose a la periferia de Asunción— con jóvenes que poseen camisetas Lacoste, o zapatillas Nike, o teléfonos móviles de última generación. La felicidad de repente consiste en adquirir artefactos previamente innecesarios, ven que no pueden y, corroídos por una envidia lacerante, acaban con sus propias vidas. Está claro que Gallup no entrevistó a este particular sector de la población, como lo es que los que sí entrevistaron han preferido apartar la vista de estas desgracias.

¿Qué lecciones sacar de la experiencia paraguaya?
Que la felicidad es posible si uno cierra los ojos a los inevitables males de la vida, si uno vive en el presente, si uno se conforma con lo esencial para poder vivir y logra el enorme lujo de no tener que preocuparse por el dinero. Pero falta un ingrediente para que Paraguay sea el paraíso terrenal. Antes de que los que viven afligidos por la crisis u otras penas en el resto del mundo sigan los pasos de los soñadores utópicos de antaño sería imprescindible pedir una cosa a la minoría de ricos que gobiernan Paraguay: que instalen el sine qua non de una democracia, el Estado de derecho; que la justicia sea igual para todos. Cuando llegue ese día, sí, vayamos para allá. Todo lo demás lo tienen.
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/09/27/actualidad/1443375480_705884.html?rel=lom

sábado, 29 de agosto de 2015

El hambre y la pobreza se instrumentalizan para usarse como un arma de fuego


Un estado emocional transitorio de satisfacción plena que percibe el ser humano al alcanzar exitosamente una meta deseada, sea ésta una experiencia física y/o mental percibida como agradable. La felicidad es un estado emocional primario –como también lo es la sorpresa, el asco, el miedo, la ira y la tristeza–, cuyo patrón de conducta, tales como respuestas motrices, endocrinas y autonómicas son reconocibles independientemente de diferencias culturales, raciales o sociales en los seres humanos. Si la “felicidad” dependiera única y exclusivamente de las condiciones materiales, de las facultades cognitivas y de la salud física y mental del individuo, de acuerdo al juicio de Tales de Mileto, deberíamos concluir que la “felicidad” le es ajena a la mayor parte de los seres humanos.

A “los tristes más tristes del mundo, mis compatriotas, mis hermanos…” Roque Dalton

Cuenta Diógenes Laercio que Tales de Mileto, considerado uno de los siete sabios en la antigua Grecia, ante la pregunta de uno de sus discípulos acerca de quién es feliz, respondió lo siguiente: “El sano de cuerpo, abundante en riqueza y dotado de entendimiento”. Mientras que para John Lennon y Paul McCartney en los años sesenta del siglo pasado, la felicidad era un arma caliente –“Happiness is a warm gun”–, tan caliente como el cañón del revólver que utilizó Marc David Chapman para asesinar a John aquella gélida noche de diciembre de 1980, y para muchas personas en el mundo actual, globalizado y neoliberal, la felicidad consiste en poseer “cosas” materiales, sobre todo dinero.

La Grecia de Tales estaba dividida en tres clases sociales: Los ciudadanos, los metecos y los esclavos. Los primeros eran los únicos que podían poseer tierras y dedicarse a la política. En esta clase social militó, sin duda alguna, Tales el Sabio. Los metecos, es decir los extranjeros residentes, podían meter sus narices libremente solo en la banca, en los asuntos sociales, comerciales y administrativos de la polis (ciudad). Y, por último, en el escalafón más bajo, estaban los esclavos, los parias de la época, los que sudaban la gota gorda, para que los ciudadanos y los metecos pudieran dedicarse a las actividades políticas, sociales, artísticas y académicas.

Tales de Mileto se dedicó –según dicen– a observar el cielo y la tierra. Hermipo, el poeta ateniense, cuenta que una vieja en una ocasión habiendo sacado a Tales de casa para que observase las estrellas en el firmamento, éste salió a la calle como un bólido celeste, sediento por conocer los secretos del cosmos, con tan mala suerte que no reparó en el hoyo que tenía ante sus pies. Todavía no se conocía en aquellos días la existencia de los agujeros negros, aunque, los había por todos lados. Al escuchar el feroz grito doloroso del Sabio la vieja contestó compungida: “¡Oh Tales, tu presumes ver lo que está en el cielo, cuando no ves lo que tienes a los pies!“. La sabiduría de Tales de Mileto –a pesar del famoso traspié o tortazo– es indiscutible y su aporte en el campo de las matemáticas, de la geometría aprendida de los egipcios, de la física, de la astrología y de la filosofía, lo convirtieron en el primer pensador del hemisferio occidental, quien buscó una explicación racional del mundo en que vivimos.

Muchas de las sentencias filosóficas que se le atribuyen como propias todavía tienen aplicación en la sociedad moderna. Por ejemplo, sabemos por experiencia propia que no hay algo más difícil en la vida que conocerse a sí mismo o que es muy fácil dar consejos a otros o que es más sabio el tiempo, porque todo lo descubre o que raras veces veremos a un tirano viejo (con la excepción de Pinochet, quien murió en sus cómodos aposentos a la avanzada edad de 91 años).

Ahora, si bien es cierto que el concepto de “felicidad” de Tales de Mileto, es en sentido estricto egocentrista, elitista y discriminante, la “búsqueda de la felicidad” ha sido fuente de inspiración para el neoliberalismo anglosajón. Tales de Mileto descendiente de una familia noble fenicia fue producto de su época y como tal, reflejó el pensamiento autosuficiente de la élite intelectual griega. Hermipo escribe en su obra “Vidas” que Tales daba gracias a la fortuna por tres cosas:

1. la primera, por haber nacido hombre y no bestia;
2. la segunda, por ser varón y no mujer;
3. y la tercera, por ser griego y no bárbaro.

Y no pudo ser de otra forma ya que Tales no cuestionó ni la organización social ni la organización política de la sociedad en que vivió, la que excluyó del derecho de ciudadanía, la quintaesencia en la Grecia antigua, a las mujeres, a los extranjeros, a los esclavos y a los libertos (esclavos liberados).

¿Qué es la felicidad?
Pero esta conclusión es falsa, ya que la felicidad es uno de los estados emocionales básicos en el ser humano. Más bien, diría yo, que la sentencia de Tales de Mileto coincide mejor con el concepto moderno de bienestar. En consecuencia con ello, es erróneo suponer que los ciudadanos suizos, islandeses, daneses y noruegos son más felices que los habitantes de Togo, Burundi, Siria y Benín, por tener los primeros un desarrollo económico más fuerte y una superestructura más eficiente y organizada. Pero no nos confundamos, bienestar socio-económico no es sinónimo de felicidad ni tampoco el vivir en la opulencia.

¿Quién garantiza la felicidad?
Nadie. Ni siquiera las naciones más ricas y poderosas del planeta pueden garantizar la felicidad; por la sencilla razón de que la “felicidad” no es un traje Armani que vestimos el sábado por la noche ni un Patek Philippe ni un Porsche Panamera Turbo ni la más bella sortija ni tampoco la más sonora carcajada de un payaso del Cirque du Soleil. Aunque no me sorprende ni es blanco de mis críticas que alguien pueda “sentirse feliz” conduciendo un coche deportivo de lujo. La felicidad no conoce fronteras ni mediciones, así pues, no es de extrañar que un guajiro pobre también pueda sentirse feliz y contento cantando la Guantanamera allá en su bohío o un cipote mocoso cazando lagartijas en la campiña cuzcatleca con una hondilla de guayabo. La felicidad, por ser una emoción inherente a la naturaleza humana no se encuentra en ningún lugar del universo, salvo en el cerebro de cada individuo. Por lo tanto, la “búsqueda de la felicidad” en la sociedad de consumo más que un “derecho inalienable” es una fatamorgana político-ideológica para obnubilar el alma y la razón de los consumidores. No así, el derecho a la vida, a la libertad, a la seguridad social, a la educación y al trabajo, que sí son derechos inalienables del hombre.

¿Quién garantiza entonces los derechos humanos de todos los ciudadanos?
La sociedad moderna ha hecho de las “cosas” materiales un fetiche y ha convertido al “poderoso caballero, Don Dinero”, en el nuevo Mammon de la humanidad.

¿Es que el hombre moderno no tiene la capacidad ni la disposición para vivir en una sociedad, en la cual todos los ciudadanos contribuyan, de acuerdo a sus capacidades y facultades, al desarrollo de una economía socialista sostenible, a fomentar el acopio cultural y a garantizar el ejercicio pleno de los derechos humanos?

Al parecer sí. Pues hasta la fecha, todos los intentos por construir una sociedad en la cual no haya explotadores ni explotados han fracasado.

¿Es que nadie puede imaginarse vivir en una sociedad de personas íntegras, cultas y libres? Este es el dilema de la humanidad: ¡Socialismo o barbarie! Tal como lo expresara Rosa Luxemburg hace 99 años.

En su insistente y obcecada búsqueda de maximizar el rendimiento en sus transacciones, el capitalismo neoliberal impuso su voluntad a rajatabla a nivel mundial en 1989 a través del decálogo del consenso de washington, las “nuevas tablas de la ley” del mercado internacional. Mientras tanto, el intercambio comercial desigual entre países ricos y pobres seguirá produciendo hambre, enfermedades, desempleo y éxodo económico, pues el bienestar y “felicidad” de unos pocos significa la miseria y desgracia de muchos. Esta asimetría socio-económica de las políticas neoliberales es el germen de la violencia, el crimen organizado y la corrupción en los países catalogados como los “más tristes” del mundo (http://worldhappiness.report/).

En este sentido, la felicidad no es un arma de fuego, como dice la canción de los Beatles, sino el hambre y la pobreza.

Roberto Herrera
Blog del autor: http://robiloh.blogspot.de/

jueves, 25 de junio de 2015

Seis claves para ser feliz, según la Universidad de Harvard. Existe una asignatura sobre la dicha en el prestigioso centro educativo. "La alegría también se aprende, como el golf o el esquí"

Cada vez parece más claro que la nueva fiebre del oro no tiene que ver con hacerse millonario ni con encontrar la fuente de la eterna juventud. El tesoro más codiciado de nuestros tiempos es  atesorar felicidad,  un concepto abstracto, subjetivo y difícil de definir, pero que está en boca de todos. Incluso es materia de estudio en la prestigiosa Universidad de Harvard.

Durante varios años, algunos de los estudiantes de Psicología de esta universidad americana han sido un poco más felices, no solo por estudiar en una de las mejores facultades del mundo, sino porque, de hecho, han aprendido a través de una asignatura. Su profesor, el doctor israelí  Tal Ben-Shahar, es experto en Psicología Positiva, una de las corrientes más extendidas y aceptadas en todo el mundo y que él mismo define como “la ciencia de la felicidad”. De hecho, sostiene que la alegría se puede aprender, del mismo modo que uno se instruye para esquiar o a jugar al golf: con técnica y práctica.

Con su superventas  Being Happy y sus clases magistrales, los principios extraídos de los estudios de Tal Ben Shahar han dado la vuelta al mundo bajo el lema de “no tienes que ser perfecto para llevar una vida más rica y más feliz”. El secreto parece estar en aceptar la vida tal y como es, lo cual, según sus palabras, “te liberará del miedo al fracaso y de unas expectativas perfeccionistas”.

Aunque por su clase de Psicología del Liderazgo (Psychology on Leadership) han pasado más de 1.400 alumnos, aún así cabría hacerse la siguiente pregunta: ¿Alguna vez se tiene suficiente felicidad? "Es precisamente la expectativa de ser perfectamente felices lo que nos hace serlo menos”, explica.

Estos son sus seis consejos principales para sentirse afortunado y contento:

1. Perdone sus fracasos.
Es más: ¡celébrelos! “Al igual que es inútil quejarse del efecto de la gravedad sobre la Tierra, es imposible tratar de vivir sin emociones negativas, ya que forman parte de la vida, y son tan naturales como la alegría, la felicidad y el bienestar. Aceptando las emociones negativas, conseguiremos abrirnos a disfrutar de la positividad y la alegría”, añade el experto. Se trata de darnos el derecho a ser humanos y de perdonarnos la debilidad. Ya en el año 1992, Mauger y sus colaboradores estudiaron los efectos del perdón, encontrando que los bajos niveles de este hacia uno mismo se relacionaban con la presencia de trastornos como la depresión, la ansiedad y la baja autoestima.

2. No dé lo bueno por hecho: agradézcalo.
Cosas grandes y pequeñas. "Esa manía que tenemos de pensar que las cosas vienen dadas y siempre estarán ahí tiene poco de realista".

3. Haga deporte.
Para que funcione no es necesario machacarse en el gimnasio o correr 10 kilómetros diarios. Basta con practicar un ejercicio suave como caminar a paso rápido durante 30 minutos al día para que el cerebro secrete endorfinas, esas sustancias que nos hacen sentir drogados de felicidad, porque en realidad son unos opiáceos naturales que produce nuestro propio cerebro, que mitigan el dolor y causan placer, según detalla el entrenador de easyrunning y experto corredor Luis Javier González.

4. Simplifique, en el ocio y el trabajo.
“Identifiquemos qué es lo verdaderamente importante, y concentrémonos en ello”, propone Tal Ben-Shahar. Ya se sabe que “quien mucho abarca, poco aprieta”, y por ello lo mejor es centrarse en algo y no intentarlo todo a la vez. Y no se refiere solo al trabajo, sino también al área personal y al tiempo de ocio: “Mejor apagar el teléfono y desconectar del trabajo esas dos o tres horas que se pasa con la familia”.

5. Aprenda a meditar.
Este sencillo hábito combate el estrés. Miriam Subirana, doctora por la Universidad de Barcelona, escritora y profesora de meditación y mindfulness, asegura que “a largo plazo, la práctica continuada de ejercicios de meditación contribuye a afrontar mejor los baches de la vida, superar las crisis con mayor fortaleza interior y ser más nosotros mismos bajo cualquier circunstancia”. El profesor de Harvard añade que es también un momento idóneo para manejar nuestros pensamientos hacia el lado positivo, aunque  no hay consenso en que el optimismo llegue a garantizar el éxitosí le aportará un grato momento de paz.

6. Practique una nueva habilidad: la resiliencia.
La felicidad depende de nuestro estado mental, no de la cuenta corriente. Concretamente, “nuestro nivel de dicha lo determinará aquello en lo que nos fijemos y en las atribuciones del éxito o el fracaso”. Esto se conoce como locus de control o "lugar en el que situamos la responsabilidad de los hechos", un término descubierto y definido por el psicólogo Julian Rotter a mediados del siglo XX y muy investigado en torno al carácter de las personas: los pacientes depresivos atribuyen los fracasos a sí mismos, y el éxito, a situaciones externas a su persona; mientras que la gente positiva tiende a colgarse las medallas, y los problemas, “casi mejor que se los quede otro”. Sin embargo, así perdemos la percepción del fracaso como "oportunidad", que tiene mucho que ver con la resiliencia, un concepto que se ha hecho muy popular con la crisis, y que viene prestado originariamente de la Física y de la Ingeniería, con el que se describe la capacidad de un material para recobrar su forma original después de someterse a una presión deformadora. "En las personas, la resiliencia trata de expresar la capacidad de un individuo para enfrentarse a circunstancias adversas, condiciones de vida difíciles, o situaciones potencialmente traumáticas, y recuperarse saliendo fortalecido y con más recursos” ("No tira la toalla" "Conmigo no han podido"), afirma el médico psiquiatra Roberto Pereira, director de la Escuela Vasco-Navarra de Terapia Familiar.



Fuente: http://elpais.com/elpais/2015/06/16/buenavida/1434480172_001091.html

sábado, 2 de mayo de 2015

Cómo se recupera la felicidad tras un desastre, según la ciencia. Un grupo de investigadores estadounidenses pudo medir los niveles de satisfacción de gente que ha superado desastres

En 2003, unas mil parejas con hijos y bajos ingresos se apuntaron a un estudio universitario que se estaba haciendo en Nueva Orleans (EE UU). Tenía como objetivo aumentar el nivel de la educación en los centros públicos de enseñanza superior (los community colleges) y, para ello, se estudiaría el estatus económico, los lazos sociales y la salud mental y física de los participantes a lo largo de los años. El 29 de agosto de 2005, todo cambió: el huracán Katrina tocó tierra y dejó tras su paso 1.800 muertos y más de la mitad de la ciudad destruida. De repente, la encuesta trocó en una oportunidad única para analizar mediante nuevas preguntas cómo afecta un desastre de tales proporciones en familias desfavorecidas. Usando esos datos, acaba de publicarse en Journal of Happiness Studies un análisis que asegura que los niveles de felicidad se recuperan mucho más rápido de lo que se podría imaginar.

“Uno de los elementos más interesantes de nuestra investigación es que teníamos datos sobre la felicidad de los supervivientes de Katrina, en nuestro caso mujeres, un año antes del huracán, un año después, y cuatro años después”, explica en un correo electrónico Rocio Calvo, ayudante de docencia en el Boston College’s School of Social Work y autora principal del estudio. “Dado lo impredecible de los desastres naturales y la dificultad de localizar a los supervivientes después de que hayan sido desplazados, teníamos una base de datos única que permitía investigar las consecuencias de uno de los peores desastres naturales ocurridos en el país en las felicidad de las supervivientes”.

Con una de 491 mujeres, el análisis define la felicidad o satisfacción vital como "la evaluación personal de la vida en general compuesta por una dimensión congnitiva a largo plazo y por una dimensión temporal afectiva". Para medirla, usaron la siguiente pregunta: "Si considera su vida en general en este momento, ¿cómo de feliz o infeliz diría usted que es?" Había cuatro grados de respuesta, desde "No soy nada feliz" a "Muy feliz".

Lógicamente, la felicidad de los supervivientes descendió significativamente cuando la pregunta se realizó al año del desastre. La sorpresa vino al repetirla cuatro años después. La mayoría de las mujeres habían vuelto a niveles previos al desastre. “No deja de ser sorprendente y esperanzador porque es un indicador de la gran capacidad de superación y adaptación del ser humano, incluso tras haber experimentado circunstancias extremadamente difíciles”, razona Calvo.

“Una vez observado el patrón de felicidad de la mayoría de supervivientes, estábamos interesados en investigar que factores estaban asociados con la recuperación de las satisfacción vital, o felicidad, de las mujeres”, cuenta. De la muestra, solo 38 mujeres no recuperaron los niveles previos. Todas tenían en común que vivían solas y percibían que tenían menos gente a su alrededor que las valorara. Calvo arguye que al trabajar con supervivientes de desastres naturales u otras circunstancias traumáticas, permitirles restablecer sus mecanismos de apoyo comunitario es tan vital como proporcionar recursos y dinero.

“Estos resultados van en línea con otros estudios que demuestran que una de las claves de la felicidad se encuentra en las relaciones personales y en el apoyo que recibimos de los demás”, concluye. Aplíquense el cuento.
http://elpais.com/elpais/2015/04/23/icon/1429808641_739650.html

viernes, 24 de abril de 2015

PSEUDOCIENCIA. Un hospital con los Hermanos Marx para curar el cáncer.

Un centro público de Madrid organiza una conferencia pseudocientífica que defiende la risa, la meditación y la imaginación como vías para derrotar tumores malignos.

Un hospital público de Madrid acogió el martes una conferencia en la que una médico llegó a sugerir ante 120 asistentes que ver películas de los Hermanos Marx puede hacer remitir un tumor. La ponente, Alicia Abellán Correcher, es una médico especialista en geriatría ya jubilada que defiende la “autosanación consciente” para muchas enfermedades.

En una sala abarrotada del Hospital Clínico San Carlos, gestionado por la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid, Abellán arrancó afirmando que “la enfermedad no es una avería del cuerpo”, sino que “los síntomas son la expresión física de una disarmonía, de un desequilibrio entre nuestras emociones”.

La geriatra puso el ejemplo de la religiosa española del siglo XVI Teresa de Cepeda, más conocida como Santa Teresa de Jesús, para hacer un llamamiento a “trascender la polaridad” de los dos hemisferios cerebrales: el izquierdo, “activo, eléctrico, ácido, el Yang, el Sol, masculino, el fuego”; frente al derecho, “pasivo, magnético, alcalino, el Yin, la Luna, femenino, el agua, la noche, las cuevas y las montañas”.

“Nuestros místicos trascendían la dualidad y volaban. Levitaban. Se elevaban. No lo digo yo porque me lo haya inventado. Santa Teresa meditaba debajo del hueco de una escalera, porque la escalera le paraba”, afirmó Abellán en un escenario presidido por el emblema de la Consejería de Sanidad. “Todo camino de curación lleva de la polaridad a la unidad”, proclamó.

La médico coordinó durante 10 años el Centro de Especialidades Modesto Lafuente, perteneciente al Hospital Clínico, pero desde su jubilación se ha centrado en dar charlas de autoayuda y meditación. El 10 de mayo de 2014, participó en el Foro Internacional de las Ciencias Ocultas y Espirituales, organizado en Madrid, con un taller sobre el Ho'oponopono, “una técnica ancestral hawaiana de sanación y perdón a través del amor”. El curso costaba cinco euros. Un mes antes había dado la misma conferencia en el propio Hospital Clínico San Carlos, que en Twitter resumió así el evento: "Multitudinario taller de Alicia Abellán sobre Ho'oponopono, técnica hawaiana de curación basada en: 'Lo siento, perdóname, te amo, gracias".

La conferencia de este martes estuvo precedida por polémica en redes sociales como Facebook y Twitter. Ciudadanos como Isidoro Martínez, socio del Círculo Escéptico, una asociación para la promoción del pensamiento racional, llegaron a pedir la anulación de la charla a la Consejería de Sanidad madrileña. Nicolás Díaz-Toledo, coordinador del Aula Social Zarco en la que se celebró la conferencia, se negó a cancelar la actividad. “El Aula Social no va a hacer nunca censura previa”, advirtió antes de presentar a Abellán al público. Díaz-Toledo, sin formación médica y miembro de la comisión de dirección del hospital, leyó en voz alta el artículo 20.1.a de la Constitución Española, que reconoce el derecho “a expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones”.

El Aula Social Zarco nació en 2010 para "abanderar la responsabilidad social corporativa" del Hospital Clínico, un centro con más de 5.000 trabajadores que es la referencia para la formación de estudiantes sanitarios de la Universidad Complutense de Madrid. El coordinador del aula aseguró a Materia que Abellán “habla de temas con una base científica”, que es "una profesional respetada y competente" y que su centro “no necesariamente se responsabiliza de las opiniones de los conferenciantes”. La Consejería de Sanidad remite a las explicaciones del hospital.

La médico, sin embargo, trufó su intervención de afirmaciones pseudocientíficas o directamente esotéricas. “La creencia impregna tu ADN y puedes transmitirla. Si creo como mi padre que voy a tener azúcar en sangre, no me va a librar nadie de tenerlo”, sostuvo. “Cuando tienes estreñimiento te agarras a cosas del pasado, por eso es muy frecuente en los ancianos. ¿Por qué? Porque no lo sueltan”, pregonó.

Las frases más polémicas de Abellán llegaron al tratar la relación entre el cáncer y la mente. Entre “las causas más comunes de estrés y los riesgos asociados con el cáncer” citó el divorcio, la pérdida de un trabajo, ser conformista o muy autocrítico, tener una relación difícil con uno de los padres y la costumbre de suprimir la ira. “Después de una pérdida importante, ¡cuidadín!”, incidió.

La geriatra citó el ejemplo del estadounidense Norman Cousins (1915-1990), “un periodista al que dicen que tiene un linfoma y va a durar dos meses”. A Cousins, célebre entre los partidarios de la risoterapia, en realidad se le diagnosticó una confusa enfermedad anquilosante y decidió luchar contra ella con vitamina C y comedias cinematográficas. “Se compró todas las películas de los Hermanos Marx y palomitas, todas las que hubiera y más. Y estuvo durante dos semanas solo viendo películas de los Hermanos Marx comiendo palomitas. Cuando volvió al mes, el tumor había remitido considerablemente. Tanto que su médico no se lo creía”, relató Abellán, que esgrimió “estudios que han demostrado que los sentimientos positivos pueden estimular el bazo, incrementando los glóbulos rojos y las células que combaten el cáncer”.

El Instituto Nacional de EE UU para la Salud Mental explica, sin embargo, que “la depresión, por lo general, no está vinculada con el cáncer, y no existen pruebas de que una enfermedad cause la otra”. En la misma línea, el psiquiatra James Coyne, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Pensilvania (EE UU), ha publicado varios estudios que ponen en duda el vínculo entre el pensamiento positivo y un mejor desenlace tras un cáncer, calificándolo de “mala ciencia, afirmaciones exageradas y medicina no probada”.

La Sociedad Estadounidense Contra el Cáncer, una organización sin ánimo de lucro que ha financiado la investigación de más de 40 ganadores del premio Nobel, critica directamente la supuesta historia de Norman Cousins. “La evidencia científica disponible no respalda el humor como un tratamiento efectivo contra el cáncer o cualquier otra enfermedad. Sin embargo, la risa tiene muchos beneficios, incluyendo cambios físicos positivos y una sensación general de bienestar”, matiza la institución.

“La meditación y la visualización elevan las defensas contra el cáncer, eso lo demostró el doctor Carl Simonton”, continuó Abellán. Simonton fue un médico estadounidense que en la década de 1970 afirmó que sus pacientes de cáncer con una actitud positiva ante la enfermedad vivían más tiempo. Como tratamiento contra los tumores, promovía la meditación y la visualización mental del propio cuerpo ganando la batalla al cáncer.

La Sociedad Estadounidense Contra el Cáncer maneja otros datos. “La evidencia científica disponible no respalda que la visualización influya en el desarrollo o en el progreso de un cáncer”, subraya en su página web. “La evidencia científica disponible no sugiere que la meditación sea efectiva para tratar el cáncer o cualquier otra enfermedad, sin embargo, puede ayudar a mejorar la calidad de vida de las personas con cáncer”, apunta.

Las terapias pseudocientíficas no son nuevas en los complejos hospitalarios españoles. El Hospital General 'La Mancha Centro' de Alcázar de San Juan organizó el pasado diciembre un taller de reiki, una técnica japonesa por la cual alguien supuestamente transmite una energía vital a otra persona a través de las manos, con presuntos fines terapéuticos. Una asociación de practicantes de reiki también colabora con el Hospital Vall d'Hebron, en Barcelona, para asistir a pacientes si lo piden. La Cancer Research UK, una organización británica que financia con millones de libras la investigación oncológica, insiste en que "no hay evidencia científica que pruebe que el reiki puede prevenir, tratar o curar el cáncer o cualquier otra enfermedad".

El martes, la geriatra Alicia Abellán remató su conferencia de dos horas y media con un ejercicio de meditación y "autosanación consciente" en la que los 120 asistentes, con los ojos cerrados y a oscuras, recibían instrucciones de la médico para que "la luz" inundara sus células y se curasen. La charla acabó con aplausos. El próximo lunes, 23 de marzo, Abellán tiene previsto repetir en el hospital público con otra conferencia, titulada "Lo que tu enfermedad quiere decirte”.

Puestos a oír, más nos dicen cantantes como Diana Krall, por decir alguna. La Ciencia y sus procedimientos para adquirir conocimientos, no acaban de tener "éxito" en nuestro mundo. Parece increible como desde los tiempos de Galileo toda suerte de instituciones y personajes conspiran contra ella para hacer que el oscurantismo y la ignorancia sigan campando a sus anchas por este mundo injusto,... donde sería tan fácil acabar con el hambre infantil aplicando procedimientos científicos y vemos como sigue imperando la caridad, en el mejor de los casos, como intento fallido de solución una y otra vez, lamentable.
Fuente: http://elpais.com/elpais/2015/03/18/ciencia/1426677852_671356.html

miércoles, 31 de diciembre de 2014

La educación exige emociones. El fenómeno es imparable. Los nuevos tiempos exigen desarrollar las capacidades innatas de los niños y cambiar las consignas académicas.

¿Estamos educando a las nuevas generaciones para vivir en un mundo que ya no existe? El sistema pedagógico parece haberse estancado en la era industrial en la que fue diseñado. La consigna respecto al colegio ha venido insistiendo en que hay que “estudiar mucho”, “sacar buenas notas” y, posteriormente, “obtener un título universitario”. Y eso es lo que muchos han procurado hacer. Se creyó que, una vez finalizada la etapa de estudiantes, habría un “empleo fijo” con un “salario estable”.

Pero dado que la realidad laboral ha cambiado, estas consignas académicas han dejado de ser válidas. De hecho, se han convertido en un obstáculo que limita las posibilidades profesionales. Y es que las escuelas públicas se crearon en el siglo XIX para convertir a campesinos analfabetos en obreros dóciles, adaptándolos a la función mecánica que iban a desempeñar en las fábricas. Tal como apunta el experto mundial en educación Ken Robinson, “los centros de enseñanza secundaria contemporáneos siguen teniendo muchos paralelismos con las cadenas de montaje, la división del trabajo y la producción en serie impulsadas por Frederick Taylor y Henry Ford”.

Si bien la fórmula pedagógica actual permite que los estudiantes aprendan a leer, escribir y hacer cálculos matemáticos, “la escuela mata nuestra creatividad”. A lo largo del proceso formativo, la gran mayoría pierde la conexión con esta facultad, marginando por completo el espíritu emprendedor. Y como consecuencia, se empiezan a seguir los dictados marcados por la mayoría, un ruido que impide escuchar la propia voz interior.

La voz de los adolescentes

“Desde muy pequeño tuve que interrumpir mi educación para empezar a ir a la escuela” Gabriel García Márquez

Cada vez más adolescentes sienten que el colegio no les aporta nada útil ni práctico para afrontar los problemas de la vida cotidiana. En vez de plantearles preguntas para que piensen por sí mismos, se limitan a darles respuestas pensadas por otros, tratando de que los alumnos amolden su pensamiento y su comportamiento al canon determinado por el orden social establecido.

Del mismo modo que la era industrial creó su propia escuela, la era del conocimiento emergente requiere de un nuevo tipo de colegio. Básicamente porque la educación industrial ha quedado desfasada. Sin embargo, actúa como un enfermo terminal que niega su propia enfermedad. Ahogada por la burocracia, la evolución del sistema educativo público llevará mucho tiempo en completarse. Según Robinson, “ahora mismo sigue estando compuesto por tres subsistemas principales:
-el plan de estudios (lo que el sistema escolar espera que el alumno aprenda),
-la pedagogía (el método mediante el cual el colegio ayuda a los estudiantes a hacerlo) y
-la evaluación, que vendría a ser el proceso de medir lo bien que lo están haciendo”.

La mayoría de los movimientos de reforma se centran en el plan de estudios y en la evaluación. Sin embargo, “la educación no necesita que la reformen, sino que la transformen”, concluye este experto. En vez de estandarizar la educación, en la era del conocimiento va a tender a personalizarse. Esencialmente porque uno de los objetivos es que los chavales descubran por sí mismos sus dones y cualidades individuales, así como lo que verdaderamente les apasiona.

En el marco de este nuevo paradigma educativo está emergiendo con fuerza la “educación emocional”. Se trata de un conjunto de enseñanzas, reflexiones, dinámicas, metodologías y herramientas de autoconocimiento diseñadas para potenciar la inteligencia emocional. Es decir, el proceso mental por medio del cual los niños y jóvenes puedan resolver sus problemas y conflictos emocionales por sí mismos, sin intermediarios de ningún tipo.

La base pedagógica de esta educación en auge está inspirada en el trabajo de grandes visionarios del siglo XX como Rudolf Steiner, María Montessori u Ovide Decroly. Todos ellos comparten la visión de que el ser humano nace con un potencial por desarrollar. Y que la función principal del educador es acompañar a los niños en su proceso de aprendizaje, evolución y madurez emocional. En esta misma línea se sitúan los programas de la educación lenta, libre y viva que están consolidándose como propuestas pedagógicas alternativas dentro del sistema. Eso sí, el gran referente del siglo XXI sigue siendo la escuela pública de Finlandia, país que lidera el ranking elaborado por el informe PISA.
¿Para qué sirve?

“Educar no consiste en llenar un vaso vacío, sino en encender un fuego latente” Lao Tsé

La educación emocional está comprometida con promover entre los jóvenes una serie de valores que permitan a los chavales descubrir su propio valor, pudiendo así aportar lo mejor de sí mismos al servicio de la sociedad. Entre estos destacan:

Autoconocimiento. Conocerse a uno mismo es el camino que conduce a saber cuáles son las limitaciones y potencialidades de cada uno, y permite convertirse en la mejor versión de uno mismo.

Responsabilidad. Cada uno de nosotros es la causa de su sufrimiento y de su felicidad. Asumir la responsabilidad de hacerse cargo de uno mismo en el plano emocional y económico es lo que permite alcanzar la madurez como seres humanos y realizar el propósito de vida que se persiga.

Autoestima. El mundo no se ve como es, sino como es cada uno de quienes lo observan. De ahí que amarse a uno mismo resulte fundamental para construir una percepción más sabia y objetiva de los demás y de la vida, nutriendo el corazón de confianza y valentía para seguir un propio camino.

Felicidad. La felicidad es la verdadera naturaleza del ser humano. No tiene nada que ver con lo que se tiene, con lo que se hace ni con lo que se consigue. Es un estado interno que florece de forma natural cuando se logra recuperar el contacto con la auténtica esencia de cada uno.

Amor. En la medida que se aprende a ser feliz por uno mismo, de forma natural se empieza a amar a los demás tal como son y a aceptar a la vida tal como es. Así, amar es sinónimo de tolerancia, respeto, compasión, amabilidad y, en definitiva, dar lo mejor de nosotros mismos en cada momento y frente a cualquier situación.

Talento. Todos tenemos un potencial y un talento innato por desarrollar. El centro de la cuestión consiste en atrevernos a escuchar la voz interior, la cual, al ponerla en acción, se convierte en nuestra auténtica vocación. Es decir, aquellas cualidades, fortalezas, ­habilidades y capacidades que permiten emprender una profesión útil, creativa y con sentido.

Bien común. Las personas que han pasado por un profundo proceso de autoconocimiento se las reconoce porque orientan sus motivaciones, decisiones y acciones al bien común de la sociedad. Es decir, aquello que hace a uno mismo y que además hace bien al conjunto de la sociedad, tanto en la forma de ganar como de gastar dinero.

En vez de seguir condicionando y limitando la mente de las nuevas generaciones, algún día –a lo largo de esta era– los colegios harán algo revolucionario: educar. De forma natural, los niños se convertirán en jóvenes con autoestima y confianza en sí mismos. Y estos se volverán adultos conscientes, maduros, responsables y libres, con una noción muy clara de quiénes son y cuál es su propósito en la vida. El rediseño y la transformación del sistema educativo son, sin duda alguna, unos de los grandes desafíos contemporáneos. Que se hagan realidad depende de que padres y educadores se conviertan en el cambio que quieren ver en la educación.

Fuente: El País semanal. http://elpais.com/elpais/2014/12/12/eps/1418401341_900515.html

martes, 22 de abril de 2014

El viaje de la vida

Ante el reto de vivir, dice Ulises, hay cinco cosas que no hay que empeñarse en variar:

1. Todo cambia y todo acaba.
2. Las cosas no siempre suceden como las habíamos planeado.
3. La vida no siempre es justa.
4. El dolor forma parte de la vida.
5. La gente no es siempre amorosa y leal.

Tenemos necesidades como personas, y la felicidad se refiere a la satisfacción de esas necesidades.
El camino de la aceptación, de reconocer que lo que es, lo es, acaba siendo más beneficioso ante las falsas ilusiones.
Ulises fue astuto al jugar con el engaño, por eso ideó el caballo de Troya. Les dio a sus oponentes la ilusión que necesitaban ver, sucumbiendo al final por su propia ceguera. Una cosa es tener ilusión y la otra vivir de ilusiones.

Entre las fuentes más importantes de la felicidad están:
-una sensación de seguridad;
-un buen pronóstico;
-autonomía o control sobre nuestras vidas;
-buenas relaciones;
-y la práctica de una actividad especializada y significativa.

Si no está satisfecho, hay una buena probabilidad de que sea por falta de algo en esta lista. (NYT)

Fuente: Leer más en El País Semanal.
Los divorciados

Cuidar las relaciones

domingo, 2 de febrero de 2014

Evitar la infelicidad laboral. Muchos mantienen su puesto de trabajo pero interiormente se han despedido de la empresa Recuperar la ilusión empieza por un cambio de actitud y por recordar nuestras capacidades

Corría el año 2007 cuando Lotfi El Ghandouri publicó El despido interior: Cuando nuestra infelicidad laboral nos lleva a convertir nuestro trabajo en una prisión. Hoy, inmersos en recortes, expedientes de regulación de empleo, congelaciones de sueldo y miedo generalizado, hay muchos que, si bien conservan el trabajo, se han despedido interiormente. Ya no están en la empresa, pero ni ellos mismos se han dado cuenta. Por lo general, esto sucede cuando la distancia entre lo que esperamos y lo que obtenemos se hace insalvable y terminamos decidiendo que lo mejor es hacernos invisibles. Que nadie se dé cuenta ni de cuando llegamos ni de cuando salimos. Pero así se lastiman las relaciones, con nuestros compañeros y, lo que es peor, con nosotros mismos. Al final nos sentimos solos, aislados e incomprendidos. ¿Cómo hemos llegado a esta situación? ¿Cómo evitar que la inercia nos empuje? Al despido interior se llega por una escalera que va minando la ilusión con la que empezamos a trabajar. Veamos sus peldaños, porque reconociéndolos podremos alertarnos.

La entrega. Acabamos de ser contratados y nos sentimos especiales e involucrados. Sin embargo, pronto aparecen los primeros desacuerdos, las primeras decepciones. Si no somos capaces de manejar estas situaciones de conflicto y afrontar con madurez las pequeñas desilusiones cotidianas, bajaremos al siguiente escalón. Más en El País.

martes, 28 de enero de 2014

Debemos y podemos ser felices, la alegría es un bien gratuito

La depresión es un trastorno que impide el funcionamiento diario; la tristeza es otra cosa
Disfrutar de la vida depende de valorar lo realmente importante y evitar recrearse en lo negativo

...
La tristeza no siempre lleva a una depresión. Eso son palabras mayores que se refieren a un trastorno psicológico que impide el funcionamiento cotidiano. Hasta lo más sencillo, como arreglarse, cocinar y comer de forma equilibrada, se convierte en un mundo. La depresión afecta a su vida personal, familiar, laboral y social. El futuro se contempla como un lugar desolador, y algunos afectados pierden hasta las ganas de vivir. La persona con depresión suele requerir tratamiento farmacológico y psicológico.

Pero ¿y la tristeza, esa pérdida de ilusión, la sensación de vivir a medias, esa dificultad para sentir placer? Afecta a muchísima gente. No llega a incapacitar, pero sí los sumerge en una vida gris, pobre en emociones, en la que el tiempo pasa sin dejar huella.

¿Por qué hay personas que disfrutan de la vida y otras que no? Aquí tiene algunas claves, que además dependen de usted.
Tener otro ritmo de vida. Huya de la “prontomanía”. Es la obsesión por contestar a todo de forma inmediata, pronto, ya, como si el mundo se fuera a acabar en los próximos segundos. Las nuevas tecnologías le están quitando los mismos minutos que cree que adelanta dando respuesta a todo ipso facto. Frene, pare. Usted y su entorno han decidido que son urgentes tareas que no lo son. Reeduque a sus compañeros de trabajo, amigos y familia.

Pasar de la fantasía a la acción. En mis conferencias suelo preguntar a los asistentes: ¿si pudiera elegir ahora con su varita mágica otra vida en la que no fuera profesionalmente quien es, a qué le gustaría dedicarse? Nadie contesta “ser millonario”. La mayoría de las respuestas están relacionadas con actividades o formación a la que uno puede acceder cuando quiera: “sería cocinero, fotógrafa, músico, daría la vuelta al mundo en bicicleta, escribiría un libro…”. Casi todo tiene que ver con la parte más creativa de las personas y con nuestra capacidad para expresar nuestro talento. Son profesiones, pero pueden ser hobbies. ¿Por qué no organiza su agenda y busca tiempo para apuntarse a un curso de cocina, o de fotografía, o para hacer más deporte? Igual debería establecerlo como una prioridad. Le hará más feliz que cualquier antidepresivo.

Busque el placer con los amigos y familia, y disfrute de la vida social. Un estudio del investigador y profesor en psicología Richard Wiseman demostró que somos más felices con las experiencias que vivimos con amigos y los viajes que hacemos que con cualquier objeto material que compramos. Nos da felicidad los momentos que compartimos, las risas, y lo recordamos siempre como un placer, mientras que el valor de lo que compramos se olvida rápidamente. Invierta tiempo en experiencias, le será más gratificante que lo que gasta en comprar ropa, zapatos o relojes.

No deje para la jubilación todo lo que tiene pendiente: leer, aprender a dibujar o bailes de salón. Las personas se preocupan tanto por el futuro que dejan de vivir y ser felices en el presente. Ser responsable con las obligaciones es genial, pero tener la agonía de que nunca puede estar tranquilo es un sinvivir. La vida tiene tanto de incertidumbre que es imposible mantenerlo todo bajo control. Disfrute de lo que la vida le ofrece con las personas que quiere. Ahora, aquí y en este momento.

Bese, toque, achuche, busque el calor. El afecto y el amor son grandes fuentes de bienestar. A las personas les gusta sentirse queridas, y las muestras de afecto son la prueba más sincera y directa de amor. Toque incluso a la gente más lejana, mire con cariño a quien le atiende en una cafetería, verá cómo recibe enseguida una respuesta recíproca. El afecto se siembra.

Esperar cosas buenas de la vida. Significa tener esperanza. ¿Hasta ahora ha tenido éxito en su vida cuando se ha dedicado a anticipar las desgracias? No, rotundo. Pensar que va a tener suerte y creer que su momento le espera a la vuelta de la esquina le permite implicarse con más esfuerzo y dedicación en sus proyectos. Y lo hará porque espera obtener un resultado. Pero si piensa que la vida no le depara nada bueno, bajará los brazos y no se esforzará. La esperanza es una fuente de motivación, le empuja para darlo todo. Es la profecía autocumplida. Espere también cosas buenas de las personas, “bieninterprete” las intenciones y comentarios que reciba.

Cambiar el foco de atención. ¿En qué está pensando, en lo que tiene o en lo que le falta? Las personas felices lo son no porque tengan más que los demás, sino porque centran la atención en lo importante.

Dé otro valor a lo que siente. Las emociones son buenas todas, incluso las que cree que le hacen daño. Se necesita el miedo, la ansiedad y la tristeza. Son termómetros. El miedo y el estrés le advierten de que existen amenazas, y su tristeza, de que algo va mal. Pero el termómetro solo es el pistoletazo de salida, no un aviso para que nos recreemos en lo mal que nos encontramos. Deje el victimismo de lado, le hace débil y no le permite reaccionar. Sus emociones son el aviso de que tiene que reaccionar. Si la amenaza es verdadera, luche, corra, y si lo está pasando mal, actúe e introduzca un cambio en su vida. Si espera que las circunstancias cambien para empezar a dar pasos, igual se queda sentado toda la vida. Y no exagere lo que siente, no le da más valor del que tiene. Si decide dedicarle toda su atención, sentirá las emociones más intensas de lo que son. Deje la hipervigilancia para otros temas y busque algo que le cambie el estado de ánimo: la música, una charla con amigos, pasear, maquillarse y un largo etcétera.

Compararse. Siempre hemos dicho que uno es como es y que no debe compararse con nadie. Pero a veces las personas se vuelven el ombligo del mundo y pierden la perspectiva de lo afortunadas que son en la vida. Solo se miden con su estado de bienestar anterior o con quienes tienen más suerte o están mejor posicionadas. Rara vez se comparan con quien sufre, con quien tiene dificultades o con quien no tiene trabajo o menos recursos económicos. Sea empático, póngase en ese lugar, verá cómo su vida no es tan miserable. Y si fuera capaz de echar una mano a personas más desfavorecidas, comprobaría cómo recupera la ilusión por detalles de su propia existencia a los que ahora no da ningún valor.

Convénzase de que merece ser feliz. ¿Por qué tiene esa idea absurda de que en esta vida estamos para sufrir? Estamos para disfrutar y para sacarle todo el jugo que se pueda. Hay personas a quienes les da miedo ser felices. Tienen la creencia completamente irracional que relaciona este sentimiento con sentirse culpables y atraer las desgracias. Un pensamiento del tipo “estoy tan feliz que algo malo tiene que llegar”. Estas ideas les llevan a frenar su estado de bienestar, por miedo a tentar a la mala suerte y que se pongan enfermos o se muera alguien o pierdan el trabajo. No hay una relación directa entre disfrute y que vengan mal dadas. Lo cierto es que la vida trae buenos y malos momentos, no siempre controlables por nosotros. Así que es normal encontrarse con piedras y dificultades en el camino, pero no son la consecuencia de que seamos felices, sino de que se tienen que vivir y nos pasan a todos, vienen en el reparto de la vida. Hay que buscar y provocar nuestros estados de paz y felicidad personales.

La felicidad no se compra, sino que se deleita en cada momento de nuestra vida. Deje de invertir en cosas y hágalo en tiempo, risas, cenas, una buena copa de vino, disfrutar de la amistad, de un café, de una llamada de teléfono relajada, de un paseo, de los detalles que se le escapan buscando la felicidad en el mapa del tesoro. Claro que podría estar mejor de lo que está, usted, su vecino y yo también. Pero pensar en ello le limita. Disfrute lo que tiene y no deje de esforzarse para seguir viviendo experiencias.

PELÍCULA
‘En busca de la felicidad’, dirigida por Gabriele Muccino y protagonizada por Will Smith

MÚSICA
‘Color esperanza’, de Diego Torres

LIBRO
‘El guerrero pacífico’, de Dan Millaman
Fuente: El País.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Aprendiendo a reír

Saber gozar del presente es un don precioso, comparable a un estado de gracia

Yo creía, y así lo escribí en mi último libro, que no había ninguna foto de la gran Marie Curie en la que apareciera sonriente. Antes al contrario: sus retratos la muestran invariablemente adusta, tensa, a menudo incluso trágica, una dura máscara de esfuerzo y dolor. Una lectora genial, sin embargo, me mandó hace poco una instantánea de Madame Curie, ya mayor y pareciendo aún mucho más vieja por los estragos causados por la radiactividad, muy cercana sin duda a la fecha de su muerte, vestida como siempre de negro y, también como siempre, sin maquillaje y con los cabellos recogidos de cualquier manera. Pero sonríe. ¡Sonríe! No es una risa franca, pero es un gesto indudablemente risueño. Y a mí me parece que esa pequeña curvatura de sus labios es un logro monumental de la científica. Quizá más importante para ella, incluso, que el descubrimiento del polonio y el radio.

“El joven que no llora es un salvaje, pero el viejo que no ríe es un necio”, decía el filósofo George Santayana. Es una frase profundamente conmovedora; y creo que he tenido que llegar a los alrededores de la vejez para poder comprenderla en toda su sabiduría. Las palabras de Santayana me recordaron uno de mis cuadros preferidos; se trata de un autorretrato de Rembrandt, el último del centenar de autorretratos que se hizo. Lo pintó más o menos un año antes de morir y es un cuadro casi monocromático, una explosión de ocres, de luces doradas y brillos que se apagan entre las sombras. Por entonces el artista debía de tener 62 años (murió a los 63), pero parece ancianísimo. Rembrandt fue un hombre muy vital y probablemente supo ser feliz en muchas ocasiones. Alcanzó un tremendo éxito como pintor siendo muy joven, tuvo varios amores, se casó en segundas nupcias con una mujer a la que adoraba. Pero luego la vida le pasó factura. Su inmenso talento le impidió seguir siendo el artista comercial que triunfa haciendo los retratos complacientes que le pide el mercado. Eligió pintar cada vez mejor y de manera más auténtica, y eso le hizo perder la clientela. Su éxito terminó, los encargos dejaron de llegar y se llenó de deudas. Para comer tuvo que venderlo todo, incluso su colección de arte. Cuando murió estaba en la más completa miseria.

El Rembrandt que pintó el último autorretrato era este hombre olvidado y arruinado. Y no sólo eso: para entonces había enterrado a su primera mujer, y luego también a su segunda y muy amada esposa, fallecida prematuramente pese a que era mucho más joven que él; por último, también había tenido que soportar la muerte de su hijo Titus. Y, sin embargo, pese a toda esta devastación, o seguramente por todo eso, el Rembrandt de este autorretrato sonríe. Asomado de escorzo a la ventana del lienzo, el pintor nos contempla y parece decirnos: mirad, esta es la vida, la gran broma pesada de la vida, así es la inocencia de los humanos, así el afán, el fulgor, el dolor. Es una sonrisa triste, pero serena e inmensamente sabia.

“El arte es una herida hecha luz”, decía el pintor francés Georges Braque. Otra frase certera que me viene a la cabeza cuando recuerdo este cuadro de Rembrandt. La luz otoñal del rostro del pintor emerge de las tinieblas del fondo, de la oscura herida de la vida, cauterizando y suavizando su dolor y el nuestro. Por lo menos, Rembrandt tuvo su arte hasta el final (el valor de seguir pintando, de no rendirse). Por lo menos, nosotros tenemos a Rembrandt. El arte nos salva, la belleza nos salva, y la vida, si se vive con conciencia de vivir e intentando aprender de lo vivido, quizá nos proporcione esa comprensión final, ese entendimiento apaciguado que permite que aflore la sonrisa.

En las Navidades de 1928, Marie Curie le mandó una carta a su hija Irene para felicitarle las fiestas. Y escribió: “Os deseo un año de salud, de satisfacciones, de buen trabajo, un año durante el cual tengáis cada día el gusto de vivir, sin esperar que los días hayan tenido que pasar para encontrar su satisfacción y sin tener necesidad de poner esperanzas de felicidad en los días que hayan de venir. Cuanto más se envejece, más se siente que saber gozar del presente es un don precioso, comparable a un estado de gracia”. Creo que estas palabras son el logro de una vida. Y la insólita sonrisa de Curie en la foto que me envió la generosa lectora es sin duda una consecuencia de estos pensamientos. Alcanzar esa maravillosa sencillez no es fácil, desde luego, así que habrá que aplicarse. Aquí estoy, en fin, intentando aprender a reír día tras día.
Fuente Rosa Montero, El País.
www.facebook.com/escritorarosamontero www.rosa-montero.com

lunes, 16 de septiembre de 2013

La vida se renueva constantemente... o cuando no se puede decir "no puedo"

Este bello artículo sobre la vida, la fuerza de la vida, de Rosa Montero, viene perfecto para presentar a Antonio, mi nuevo nieto. Antonio han nacido muy bien, es un bebé precioso, llama la atención por lo bonito que es. Podría haber sido menos guapo y para nosotros, su familia, sería igualmente una gran alegría. La vida nos sorprende gratamente muchas veces y hay que disfrutarlo. La maravilla y el regalo que es la vida, nos ha llenado de felicidad con Antonio, todos le deseamos una vida larga y plena de felicidad.

"Hace años fui a cumplir un encargo a un piso de unos amigos que llevaba cerrado y desocupado más de dos meses. Recogí los papeles que iba a buscar y, cuando ya estaba a punto de irme, vi por casualidad que en la jardinera del balcón, bajo un sol veraniego achicharrante, seguía viva una planta. Estaba muy alicaída, agonizante; a su alrededor, todas las demás plantas habían muerto ya, dejando un panorama desolado de hojarasca reseca y telarañas. Pero ella seguía luchando por vivir a pesar de los dos meses de abandono. Comprendo que es ri­dículo, pero casi me dieron ganas de llorar al contemplar ese esfuerzo tan heroico e inútil. Como una loca, regué concienzudamente la jardinera, y luego me marché sintiéndome aún peor, porque el agua sólo prolongaría el sufrimiento de la planta. Pero, a fin de cuentas, la vida consiste justo en eso: en el regocijo de vivir cada instante, cada segundo robado antes del fin.

Qué tenaz es la vida, qué maravillosamente peleona. Un amigo argentino me ha mandado la foto de su hija, una niñita nacida prematuramente a los seis meses. Es una guerrera hermosa y diminuta que lleva semanas librando el fiero combate de la supervivencia: todas sus células están concentradas en la proeza de existir. De hecho, todos nosotros somos un prodigio, todos representamos una proeza descomunal. Estar vivo es el resultado feliz de una batalla feroz contra las circunstancias: sólo recordar que el espermatozoide que participó en tu concepción tuvo que competir contra cien millones de espermatozoides da idea del esfuerzo. Repitamos una vez más lo obvio: para nacer es necesario que antes se haya dado una larguísima cadena de éxitos. Nuestros padres, nuestros abuelos, nuestros recontratatarabuelos de las cavernas lograron ser un huevo fertilizado, y luego un embrión viable, y luego un bebé lo suficientemente sano. Y a partir de ahí supieron crecer, mantenerse vivos, encontrar pareja, procrear, cuidar de su prole. Somos guerreros e hijos de guerreros, todos victoriosos. Haber llegado a nacer es más venturoso y más difícil que sacarse el Gordo de la lotería

Así pues, la vida siempre se empecina en seguir viviendo. Lo cual es una buenísima noticia, desde luego. No hay que perder la fe en esa fuerza bruta y ciega de la vida...

...para autoayudarse no hay como confiar en tu propia fuerza. O, como dice mi amigo Pepe Mendoza: hay que borrar del lenguaje la frase "no puedo",...  Rosa Montero, leer más en El País."
Un amigo, Máximo, le ha escrito una nana, al felicitarme, para que se la cante su abuelo. Gracias Máximo.

Nana para Antonio

Nana, nanita, nana,
canta el abuelo
y al mirar al infante
descubre un cielo.

Nana, nanita, nana,
sigue cantando
y una lágrima oculta
le está asomando.

Nana, nanita, nana,
le tararea
y una nueva ternura
le zarandea.

Y el infante, dormido,
siente la nana
y en su corazón tierno
va y se la guarda.


domingo, 11 de agosto de 2013

El amor de madre es bueno para el cerebro‏ del niño

Los niños que reciben más cariño durante su etapa escolar -y previa- desarrollan un hipocampo más grande y tienen menos síntomas de depresión. Estas son las conclusiones de un estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences Early Edition y que confirma lo que intuitivamente todos sabíamos: no hay nada como el "amor de madre".

Aunque muchos trabajos han demostrado las consecuencias de crecer en un ambiente cariñoso sobre el éxito escolar y otros factores psicosociales, este es el primero que muestra el efecto directo sobre el cerebro. Concretamente, los investigadores observaron que los niños criados con afecto desarrollaban un hipocampo casi diez veces mayor que los que no habían tenido tanta suerte. Este órgano se relaciona con procesos de memoria y aprendizaje, así como con mecanismos de respuesta al estrés, por lo que es importante su correcto desarrollo a edades tempranas.

"El estudio tiene una gran implicación sobre la salud pública y sugiere que debemos de prestar más atención a la forma en la que los padres crían a sus hijos" indican los autores. Tanto en la escuela como en su ambiente familiar es importante el cariño alrededor de los pequeños. "Como sociedad, debemos hacer lo que podamos para fomentar estas habilidades ya que está claro que los cuidados paternos tienen un impacto muy grande en el desarrollo posterior de los niños", apuntan los investigadores.

Sólo con amor no basta, además de una buena alimentación, hay que aplicar unas pautas para educar adecuadamente. Ver aquí pautas para educar.
Fuente: Revista Muy Interesante

Lo que necesitas para ser feliz

Sensaciones, personas, afectos, armonía… Si tuviéramos que elegir, las emociones estarían antes que los bienes materiales

Imagínese que le han ofrecido el proyecto de su vida… no importa si es personal, laboral o de cualquier otro tipo. Es un proyecto que ni puede ni desea rechazar. Se tiene que marchar muy lejos y le conceden diez deseos para convencerle. Usted puede llevarse diez cosas, lugares, experiencias… Diez hábitos, elementos u objetos a los que no querría renunciar bajo ningún concepto. ¿Preparado para viajar, preparado para hacer esta elección? Se trata de diez imprescindibles en su vida para ser feliz en su nuevo destino y con su nueva historia. ¿Qué se llevaría?

A pesar de que con esta pregunta todo el mundo empieza a fantasear, al final la elección del decálogo es muy similar para todos. Lo que la mayoría de las personas dicen necesitar para ser felices es más básico y más fácil de obtener de lo que imaginamos. Nadie elige al final un coche de superlujo ni a una mujer u hombre espectacularmente atractivos.

La familia. Sobre todo la familia inmediata, esa que convive con usted: sus hijos, su pareja, su compañero de piso, el padre o madre que admira o la abuela que tanto adora. Personas con las que comparte miedos, alegrías, decisiones, que están para dar apoyo y seguridad. Acompañantes con los que se puede estar en silencio sin que el silencio parezca incómodo. Su núcleo.

Sus amigos. A quienes confía sus secretos, sus inquietudes, y con quien abre su alma. Los que le dan la mano para tirar de usted cuando está en lo más hondo y los que se alegran de forma sincera de sus éxitos. Amigos que le quieren de verdad, sin envidia y sin rencor.

Su trabajo. El trabajo es un lugar en el que uno se siente productivo, aporta ideas, participa, resuelve problemas, se relaciona con gente. El trabajo, bien gestionado y bien dirigido, es una fuente de placer. De hecho, uno de los principales motivos por los que las personas deciden trasladarse de ciudad y distanciarse de su gente. Si eligieron su dedicación por vocación, a pesar de las quejas, el esfuerzo, los horarios o la rutina, si tuvieran que viajar lejos, querrían llevarse el concepto “desempeñar una profesión”.

Sus libros, su música, las fotos y todo lo que le identifica y con lo que se ha sentido en armonía durante su vida. La cultura es ocio, es crecimiento personal, es disfrute, es fluir. Es una seña de identidad. La literatura y la música provocan un potente chorro de emociones, le hacen sentir vivo, le evocan recuerdos de la infancia, del momento en el que se enamoró e incluso de cuando sufrió.

Hay libros de los que no se despren­­dería jamás, cedés que volvería a comprar cada vez que los perdiera, fotos que le provocan sonrisas… Ese material que de vez en cuando desempolvamos para revivir, para sentir la nostalgia y el paso del tiempo y recuperar esas sensaciones que nos dejaron huella en el alma.

“La felicidad humana generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días” (Benjamín Franklin)

El estilo de vida. Las actividades que le hacen sentir de forma plena, como ir al cine, practicar deporte, pasear, jugar al fútbol, quedar con amigos, su manera de cuidarse, etcétera. El estilo de vida está relacionado con elecciones que ha ido haciendo a lo largo de su existencia y que la experiencia le dice que le sientan bien, tanto a nivel de salud como de ánimo.

El Baúl de los recuerdos. Lugares especiales que fueron formando la memoria de la vida, la de las experiencias tristes, románticas, apasionadas, salvajes, irascibles. En este baúl no hay tangibles, hay momentos: una cena en la que tomó una decisión importante, una mirada, el amigo que le traicionó, una pelea que no olvida, la cara emocionada de su hijo, el agradecimiento hacia la gente que le ha hecho bien en su vida… En el baúl también se lleva la experiencia, la formación y todo lo que ha ido aprendiendo de la vida.

El baúl condiciona mucho su carácter. Las personas que guardan más momentos felices que tristes tienden a estar en paz y en equilibrio. Mientras que las personas que miran atrás y se centran en los agravios, en las deslealtades o en sus errores se sienten irascibles y con la idea de que la vida les debe una.

Los animales domésticos. Para las personas que comparten su vida con uno, forma parte de su familia. No los abandonarían ni los dejarían fuera del proyecto.

Las emociones, las risas, el llanto, la pena, la frustración, la alegría. Ni el baúl de los recuerdos ni la lectura ni las fotos ni la música tendrían sentido si no generaran emociones. Las emociones nos hacen sentir vivos. Huimos de la rutina aburrida, la que nos convierte en autómatas, la rutina que nos pinta el alma de gris. Las personas buscan agitarse, enamorarse, sentir mariposas, ilusionarse, porque las emociones son nuestro motor.

Tecnología. Hay personas que, por trabajo o por diversión, le dedican muchas horas al día, que, bien gestionadas, han colaborado para que tenga una vida más fácil. Es cierto que le pueden esclavizar y provocar la sensación de tener que vivir deprisa, dando respuestas inmediatas a todo, pero a pesar de sus inconvenientes, pocas son las personas que hoy rechazarían los avances tecnológicos.

La ciencia, la medicina, los descubrimientos, la ingeniería, la inteligencia… todo lo que al ser humano le ha permitido avanzar, descubrir e investigar. Estas disciplinas son una fuente de superación para la humanidad. Nadie quiere dejar atrás los grandes avances que permiten vivir en un mundo más cómodo, confortable y seguro.

¿Y a usted qué le falta para ser feliz? ¿Coincide con el decálogo? Sea cual sea el déficit, tiene arreglo. Porque este decálogo, excepto el tener trabajo, no depende de la crisis. Depende de su valentía, de tomar decisiones, de orientarse hacia lo que se disfruta en lugar de hacia lo que resta. Está al alcance de casi todos los que disfrutamos del privilegio del primer mundo. Somos nosotros quienes tenemos que plantarle cara a la vida y envalentonarnos.

Diversos estudios científicos han demostrado que las personas son mucho más felices con las experiencias que con los bienes materiales. Lo material pierde valor nada más adquirirlo, pero la huella que dejan las emociones fruto de las experiencias perdura en el tiempo, en la memoria. Y recordando una vivencia podemos volver a experimentar lo que sentimos sin tener que repetirlo.

Empiece por decidir qué punto del decálogo le gustaría potenciar o tener en el caso de que no lo posea, y defina cómo quiere satisfacerlo. Tener experiencia con los puntos del decálogo depende en gran parte de nosotros mismos. Elegimos a nuestras parejas, decidimos tener hijos, escogemos a los amigos, formamos nuestro estilo de vida, decidimos recordar un agravio u olvidarlo, disfrutamos con nuestros hobbies, damos valor a los avances, nos fascinamos con una obra de arte o nos recreamos en la lectura. A pesar de que el valor del dinero es importante, en el decálogo no es determinante para ser feliz.

Lo de pedir un deseo y que se elija "que me toque la primitiva” es más utópico que real. Cuando nos vemos en la tesitura de tener que elegir con criterio y de verdad, su atención está puesta en lo importante. Las personas felices lo son no porque tengan más que otros, sino porque ponen su atención en lo que tiene sentido.

“La felicidad es interior, no exterior; por tanto, no depende de lo que tenemos, sino de lo que somos” (Henry van Dyke)

Entrenarse para ser feliz es entrenarse para vivir, o viceversa. Lo uno lleva a lo otro. Pero entendiendo este concepto en toda su envergadura, existir para soñar y para recrearnos en lo que suma. Nadie firma un contrato ni promete pasar por un calvario para ser dichoso. No hay mejor paraíso que el que generamos a nuestro alrededor. La vida es un lugar para disfrutar, para rodearse de buena gente, para sacar lo mejor que lleva dentro, para compartir, para ser bondadoso; en definitiva, para ser persona. ¿A qué espera? Hoy es un buen día para ser feliz.


Una canción
- "El sitio de mi recreo", de Antonio Vega.

Una película
- "Como agua para chocolate", de Alfonso Arau.

Una frase y un libro
- "Solo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos", en 'El principito', de Antoine de Sant-Exupéry.

Fuente: El País.